Los Septenios
Los Septenios
Los Septenios
1
El planteamiento de Antroposofía es una cosmovisión espiritual del ser humano, con áreas
de aplicación en la educación, en la medicina, en la arquitectura, las artes, entre otras.
Particularmente, dentro de su cosmovisión del ser humano y su desarrollo espiritual,
Steiner estableció los septenios, que es el estudio biográfico de las personas cada 7 años,
y el estudio del temperame nto. Steiner enuncia que el desarrollo puede verse tripartitamente,
hablando de maduración física, maduración anímica y maduración espiritual.
Esto quiere decir que en los primeros 3 septenios (de 0 a 7 años, de 7 a 14 y de 14 a 21) lo
que prima es la consolidación del cuerpo físico de la persona, y la temática central es el
conocer la vida en la cual encarnamos. Luego, con nuestros órganos y cuerpo ya consolidados,
comienza el desarrollo anímico, entre los 21 y 42 años. Lo que prima en esta etapa es la
aceptación de la vida y trabajar en lo que uno vino a aportar a este mundo. Finalmente, entre
los 42 y los 63 (y en adelante) encontramos el periodo del desarrollo espiritual, donde
comienza la recapitulación de la vida, donde el alma se pone en servicio del Yo, para que él
pueda expresarse, junto a las virtudes de la humildad, la aceptación y el amor.
En resumen, la Antroposofía nos plantea un camino evolutivo de nuestro desarrollo humano,
dividiendo nuestra estadía en el mundo en tres etapas: encarnar y desarrollar nuestro vehículo
en el mundo que es nuestra corporalidad; luego, aceptar nuestra realidad y aportar al mundo
lo que vinimos a entregar; para finalmente, poder expresar nuestro espíritu y sus cualidades
en el mundo. A continuación los invito a descubrir las principales características de cada uno
de estas etapas que duran siete años, y así poder situarnos en la que nos corresponde y
nutrirnos conscientemente de ellas.
En este septenio nace el cuerpo físico del bebé, siendo muy importante la gestación de este
mismo, ya que las enfermedades que existan en este septenio se deberán en gran medida
como repercusión a cómo fue el embarazo de la madre. Es fundamental también dos procesos
que ocurren alrededor de los 3 meses: primero es el desarrollo psicomotor del niño, y
segundo, las enfermedades que pueden entenderse como una guerra de vida y muerte: es
común que los niños tengan altas fiebres, ya que a través de esto el niño transforma
sustancias de la madre en sustancias propias. La antroposofía plantea que mientras más fiebre
tenga el infante cuando chico, más probabilidades de no padecer enfermedades autoinmunes
cuando grande. Continuando con el desarrollo psicomotor, es fundamental también el
momento en que comienza a caminar erguido, ya que es una manifestación de la
individualidad del niño, de su yo individual. El órgano que prima en este septenio es el sistema
nervioso, ya que a través de él va desarrollando las habilidades perceptivas, tanto con la
imitación, el tacto, el movimiento, el equilibrio. Para poder fomentar esto es fundamental
instar el juego con el niño. Otro elemento fundamental es el dar calor, ya que este posee una
doble funcionalidad: primero, en el nivel físico esto se vivencia como protección, y en un nivel
anímico esto se vive de tal manera que el niño siente que es importante para el adulto, lo que
va otorgándole confianza en el medio externo, que finalmente conlleva a poseer un buen nivel
de autoconfianza. Finalmente, la antroposofía plantea que es fundamental que el infante
vivencie su realidad según esta frase: “El mundo es bueno”, donde pueda explorar, jugar y
vivenciar de manera positiva y confiable el mundo que lo rodea.
2
Segundo Septenio: 7 a 14 años.
Alrededor de los 6 años el niño comienza a perder sus dientes de leche: esto nos indica el
comienzo de cambio de septenio y que el sistema nervioso del niño ya está desarrollado y listo
para comenzar la escolaridad. En este septenio se comienza a forjar el temperamento, el cual
puede ser colérico (fuego), sanguíneo (aire), melancólico (tierra), o flemático (agua)…. ¿se
acuerdan que lo hemos mencionado alguna vez? . Cada temperamento tiene rasgos de
comportamiento determinado, una forma de vincularse con el mundo, de vivenciar las
experiencias, entre muchas otras cualidades. Otro aspecto fundamental de este septenio es la
habilidad o posibilidad de comenzar a adquirir hábitos, que abarcan más que dormir, comer o
trabajar, sino que pueden ser hábitos de respeto, de no criticar, de comprender y saber
perdonar, entre otros. Es fundamental entonces poder fomentar y cultivar estos hábitos, tanto
por parte de los padres como de los profesores. Alrededor de los 9 años comienzan lo que se
denomina los sentimientos del yo, lo que abre al niño hacia un mundo de polaridades a partir
del sentir: sentir simpatía y antipatía, sentir el yo afuera y el yo adentro y de esta manera
comenzar a experimentar sentimientos. Esto puede diferenciarse claramente con los niños más
pequeños, donde todo es de todos: aquí comienzan los límites de la polaridad. Finalmente es
muy posible que haya una búsqueda espiritual, donde busque religiones para buscar esa
conexión, ese poder religar con lo que antes de encarnar estuvo unido.
3
Este es un septenio de experimentación: de tener experiencias variadas, tanto como diferentes
viajes hasta diferentes trabajos. Hay una búsqueda de validación a través de los amigos y de
la carrera. Se hace énfasis en la calma interior, donde, a través de ella, vamos a ir
adueñándonos de los espacios que habitamos. Esto quiere decir, que a través de un proceso
de estabilización, vamos a poder amoldarnos a los límites que vamos a ir conociendo en este
mundo que se abre, ya fuera de la escolaridad y de lo conocido. A los 28 años comienza una
crisis de los talentos, que es cuando cesa la inspiración y comienza la transpiración. Esto
quiere decir que los eventos que antes universalmente se iban dando fácilmente, dejan de
fluir, siendo necesario más esfuerzo de parte de uno para lograr los objetivos. Recordemos
que los tres septenios anteriores eran los septenios corporales, donde estábamos más
protegidos y acompañados por la divinidad, mientras nuestra corporalidad se iba
desarrollando. En cambio en el cuarto septenio ya comenzamos los septenios anímicos, donde
es momento de hacerse cargo de la vida con lo forjado anteriormente, a empoderarnos a
partir de nuestro propio mérito y esfuerzo, ya que ahora dependemos solamente de nosotros
mismos, como si fuera un empujón del universo hacia la adultez. Es un buen momento para
plantearnos el cómo vivenciamos al mundo y cómo nos vivenciamos a nosotros mismos,
siguiendo el planteamiento anterior de ir en un camino hacia la adultez y hacia el hacerse
cargo.
En este septenio se sitúa lo que se denomina el lugar kármico: es el situarse en el lugar exacto
donde uno realiza aquello que vino a hacer, conjunto a las personas con las que tenemos que
llevarlo a cabo. Se puede apreciar que este ciclo está en la mitad de los septenios del cuerpo y
del espíritu, lo cual produce una vivencia de Aquí Estoy Yo: se sitúa el ego terrenal en la tierra
y comienza una nostalgia por lo no vivido, pero al mismo tiempo una apertura hacia la
espiritualidad. Como se sitúa el ego terrenal en la mitad del desarrollo corporal y espiritual, es
muy difícil tratar adicciones después de los 33 años. Esto es porque comienzan nuevas etapas
en el desarrollo del ser humano, donde se destaca la organización que tiene él en el mundo
actual: es así como la adicción forma a ser entonces parte de esta organización del yo terrenal
de la persona, siendo muy difícil de rehabilitar.
4
Sexto Septenio: 35 a 42 años.
Este septenio nos trae el segundo nodo lunar, el cual llega a los 37 años. Esta vez nos hace
cuestionarnos si estamos haciendo lo que tenemos que hacer en esta vida: despierta, o nos
remueve, el concepto de autenticidad, que es el poder reconocer que hay problemas, que no
somos perfectos; nos permite asumir lo que está pasando alrededor de nosotros y poder
hacernos cargo de ello. En este periodo se vivencia frecuentemente el perdón hacia los padres,
y paralelo a estas vivencias comienza también el decaimiento del cuerpo físico. La tarea
fundamental es que nuestra alma no decaiga con el cuerpo, sino empoderarnos con este
proceso, de tal manera que lo tomemos como una oportunidad: mi cuerpo decae, pero mi
alma aflora, preparándonos para el siguiente ciclo de septenios, el ciclo espiritual.
Aquí comienza el desarrollo de los septenios espirituales, lo que nos trae fundamentalmente la
habilidad de poder mirar más de lejos las cosas, sin quedarnos atrapados en ella: se pueden
separar los hechos más fácilmente, con objetividad y desapego. El planeta Marte trae a este
septenio una energía movilizadora, que da fuerza para resolver inquietudes del septenio
anterior, abriendo nuevas vías de creatividad para responder si estamos haciendo lo que
tenemos que hacer. Otra energía creativa que se da de manera paralela es el comienzo de la
menopausia, que puede manifestarse fundamentalmente en dos vías de creación: la primera,
es los llamados aquí en Chile “conchitos”, es decir la mujer tiene su último hijo a esta edad. O
la otra resolución hacia esta energía es el tener otras profesiones, otros trabajos, crear
proyectos, iniciar otras empresas, entre otras. Esto puede entenderse también como un brote
de energía creativa, que mantiene activa y vigorosa a la persona, tanto hombre como mujer,
en este septenio, lo cual cabría como resolución del nodo lunar del septenio anterior.
Finalmente ocurre un contraste muy importante con la juventud, por lo que es común ver
padres y madres que comienzan a competir con sus hijos, para no vivenciar esta decadencia
corporal natural del ser humano.
En esta etapa de nuestra vida surge una nueva cordialidad, es decir, una nueva manera de
que el corazón se vincula con el mundo, fundamentado desde el compromiso y la compasión;
ellas son nociones más elevadas de vincularse, las cuales nos demuestran la presencia del
espíritu en esta etapa de vida. Aquí uno se entrega hacia el otro, ya que en el pasado nos
estábamos formando para poder hacerlo en su totalidad. A los 55 años y medio ocurre el
tercer nodo lunar, que nos presenta una energía de introspección hacia dos puertas de
autoconocimiento: la primera es el cuestionamiento de que si hicimos lo que teníamos que
hacer, y la segunda es qué podemos hacer todavía.
5
Noveno Septenio: 56 a 63 años.
En este septenio es frecuente una búsqueda hacia la soledad, posiblemente impulsado por la
energía de Saturno, que trae su sabiduría espiritual y guía. Esto nos permite también hacer
una síntesis de lo vivido en los anteriores septenios. Saturno también nos da la energía de
contactarnos con la manifestación del espíritu en la tierra. Dos crisis pueden ser fundamentales
en este septenio: la primera es a nivel de los vínculos: conflictos en la sociedad que
conformamos nuestra biografía, tanto familia, hijos, compañeros. Si los conflictos que surgen
aquí, por ejemplo, como la partida de los hijos de la casa, no son superados, una depresión
puede manifestarse. La segunda crisis deviene, de una apertura de conciencia por el espíritu,
que llama a despertar, manifestándose en la búsqueda de la justicia, la verdad, de la libertad,
o de la fraternidad. De esta forma, lo que busca este despertar espiritual, es poder
manifestarse en la persona a través de la acción, de la presencia, de la voluntad, para que así
pueda estamparse en la vida de la persona de forma activa, desplegándose en su día a día:
superar las crisis biográficas anteriores, va a ser imperativo para que pueda manifestarse el
espíritu sin ataduras ni temores; sin conflictos actuales en nuestra existencia terrenal, para
poder así desarrollar la esencia espiritual.