El Bardo Drama en Tres Actos y en Verso

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EL

BARDO
DRAMA EN TRES ACTOS Y EN VERSO

ORIGINAL DB

Jo sé P e ó n y C o n tre ra s

Representado
por primera vea con extraordinario éxito en e l «Teatro Rubio » de Mazatlán,
la noche del 13 de Marze de 1886

» Jl d it o r : J o s é y. P e s t i l l o

M É X IC O
IMPRENTA DE JOSE V. CASTILLO, MIRADOR DE LA ALAMEDA, 5

1800
Ä FRANCISCO GOMEZ FLORES

M érida, Febrero de 1886.

M uy q u er id o amigo :

R uando di á la escena, hace ya algunos años, mi dra­


ma “Vivo ó M uerto.” después del éxito que, gracias á
mi buena suerte, no dejó de ser ruidoso, tuve el gusto de
dedicárselo á vd.
Pero cuando se imprimió, pasado algún tiempo, en
1883, por omisión del Editor sólo apareció al frente de
la obra el nombre de vd. y eché de menos algunos ren­
glones que mi cariño y mi gratitud habían dictado.
Contraje, pues, desde eptonces y para conmigo mis­
mo, una deuda cuya existencia era ignorada por vd.
Y como tarde ó temprano es natural que todo hom­
bre que se precia de honrado pague sus deudas, se llega,
al fin, el momento de saldar mi cuenta, y le envío á vd.
á ese puerto de Mazatlán, donde reside, esta resmilla de
papel que no vale tanto como el »moneda, 11 pero que con
todo y valer menos, yo sé que vd. ha de estimarlo en mu­
cho más.
4 DEDICATORIA

En este papel está escrito »E l Bardo, h leyenda dra­


mática más bien soñada que pensada, escrita en breves
días, al correr de la pluma, mal perfilada acaso; pero pro­
fundamente sentida, puesto que, gracias á Dios, para sen
tir hondo no se necesita á veces más tiempo que el que se
emplea en asomarse al borde de profundísimo abismo, y
sorprender, allí donde no se ve nada, todo un mundo de
sensaciones desconocidas, de ideales fantásticos y delei­
tosos terrores.
Algo semejante hay en "E l Bardo, h en el fondo de
sus ensueños de amor, ensueños creados por el idealismo
más puro en medio de las brumas del presente y las tene-
lirosas nieblas del porvenir; brumas y nieblas heridas á
trechos por luminosos rayos que el sol hermoso de la es­
peranza envía desde la inmensa altura del cielo azul del
arte; el arte que es para mí la nave en que navego acom­
pañado de mi pobre arpa, rica en sonidos, sonidos ema­
nados de un ideal que tiene forma de musa, musa que tie­
ne alma de mujer, mujer que tiene, ya contornos de hada
y angélico espíritu, ya voz de poetisa excelsa inspirada en
la cumbre del parnaso donde cantan en coro los querubes.
Si le parece á vd. esto que acabo de escribir incom­
prensible, no lo vuelva vd. a leer; pero yo no lo puedo
borrar, porque ya lo escribí. A veces se me va la pluma
como el taco á los jugadores de billar, y allá va el marfil
rodando á topar donde topare!
Haga vd. estrenar mi drama en Mazatlán; procure
vd. que el público que respira en el corazón de esa sirena
que acaba de asomarse como por encanto, á la orilla del
Océano Pacífico, y que para no abandonarlo por comple­
to parece que áun deja remojar en él su vasta orlada de
perlas y de espumas, me juzgue con venevolencia en cam­
bio de mis simpatías.
Dígale vd. que yo no aspiro más que á regocijarlo
unos minutos, que yo no pertenezco á los sectarios del
D E D IC A T O R IA 5

drama y de la comedia docentes, que yo no he pasado nun­


ca ni por las puertas de la escuela normal de profesores
dramáticos, ocupados en resolver los grandes problemas
sociales con los pequeños problemas de la vida íntima del
“Ogar, ó con las pequeñas pasiones de la vida íntima de
Un corazón!
Dígale vd. que yo procuro arrojar al papel lo que
otras veces he creido que podía pensar ó sentir, lo que tal
vez ahora siento y pienso, lo que soñado ó real se agita
dentro de mí, como se agitan las olas de ese mar que ador­
mece con sus rumores al pueblo mazatleco.
Dígale vd. que escribo los celos y el amor tales co­
mo todos los sentimos: con sus ilusiones, sus ensueñas,
SUs esperanzas y sus luchas con el imposible; con sus mo­
mentos de altivez, de despecho, de debilidades, de erro-
res>sus triunfos y sus reveses, y que se los engalano de
Poético estilo para que halague sus sentidos y se los vis­
to de truza ó de chambergo puraque recree su vista; pero
Que coloquen su mano debajo de sus basquiñas modernas,
as damas, ó debajo de las solapas de sus levitas los caba­
ñeros, y que me digan si no son sus corazonesjos mismos
Qñe yo hago palpitar sobre las tablas del escenario.
Y vd., que siempre ha amado mis producciones, que
me ha defendido, alentándome, y que con la energía de
tm titán me ha salvado de los naufragios de la crítica, re-
. no en cambio de sus elogios y de sus benévolos jui­
cos, porque las flores del talento no se cambian; reciba,
Qlg°, como una demostración de mi reconocimiento las
escenas de esta obra, por especial y privado motivo la
más querida de las que hasta aquí salieron de mí, á ver la
Uz del mundo literario.
PERSONAJES.

A laida, 'ftealriz (dueña),


Susana, Amorel, Juan Cobreño, Ginés.

LA ESCENA EN UN CASTILLO FEUDAL.


EDAD MEDIA.

E 8 P R O P IE D A D D E L AU TOR .
ACTO PRIMERO.

®&lón lujosamente amueblado.—Arco en el fondo; balcón á la


derecha; á la izquierda dos puertas; en el fondo una galería
que corre horizontalmente.—E s de noche, en hora avanzada.

ESCEN A I

R o b re fio, G in ó s .
(Ginés cojj sombrero en la mano, con espuelas y como quien aca­
ba de llegar de un largo viaje.)

^ ° bBeS o. Mucho tardaste.


Gines. Y a ves
R Que antes no pude venir.
QbbeSo. Lograste al •abo adquirir
Noticia alguna, Ginés?
"ines . L o de siempre.
■obBe So. Estoy sin norte.
¿Qué será de nuestro dueño?
JNes. Nadie lo sabe, Robreño,
Ni en la calle ni en la córte.
° bbeSo. ¿y en buscarlo te empeñaste?
8 EL BARDO

G in e s . Dile al mundo todo enojos,


Con la lengua y con los ojos,
Mas n o hay empeño que baste!
R obreño. [Con disimulado acento de falsedad].
¿Por qué con duros rigores
Lo aleja el hado fatal,
Del castillo señorial
E n que duermen sus mayores?
G inh s . IJn lustro entero hace ya!
R obreño. Un lustro entero ha corrido!
G in e s . ¡Y quién lo hubiera creído!
R obreño . [Con acento particular. ]
Algún día llegará!
Llegará sin duda alguna.
G in b s . Debe ser si el cielo es justo.
R obreño . Y en este alcázar vetusto
Se alojará la fortuna.
G in e s . L o volveremos á ver
Como en la noche de bodas.
R obreño. Desde aquella noche, todas
Son sin sueño y sin placel!
G in é s . Todas lúgubres, sombrías,
Como noches sin estrellas.
R obreño . Y cada vez llegan ellas
Con nuevas melancolías! [So hace d un lado separándose
Ginés sin pensarlo, como arrastrado y dominado por su preocupación.
(Aparte.) Cada vez coiAnenos calma
¡Y ni se agota ni pierde,
Ni lo que aquí me remuerde
Ni lo que me quema el alma!
E ste fantasm a de horror,
E sta informe pesadilla,
¡Diabólica maravilla
De los celos y el amor!
PEON Y CONTRERAS. 9

Siempre cebándose en mí,


Siempre juntos, siempre unidos...........
¡Y su acento en mis oídos. . . . !
— Ya no más!—Ay! Siempre allí
T u belleza singular,
Y siempre el brazo sujeto
Al espantoso esqueleto. .. .
¡Y en las gradas del altar
Donde el cielo los unió,
Donde con mi Huelo eterno,
Con la ayuda del infierno
Mi poder los desligó!
G inés . (Después de mirar fijamente á Robreño sin comprender lo que le pasa.)

¡Cuando digo que está loco! fAp»rt«j


R obreS o. (Volviendo en s í j

Giués!
G inés . Qué tienes, Robreño?
R obreSo. Y a te dije, ¡eg como un sueño!
G ines . ¿Pero te duermes?
R obreSo. Un poco.
Mejor dicho, no lo sé,
No sé, Ginés, lo que siento,
Que me turba el pensamiento.
O tra ocasión te conté
De este fenómeno extraño,
Y á fé que me da tristeza
Sentir esto en la cabeza.
¡Me hace, Ginés, mucho daño!
G ines . E s el inmenso cariño
Que tuviste á mi señor.
R obreSo. ¡Que tengo!
G ines . Razón mayor.
R obreSo. Se lo tuve desde niño.
Gines . Eso es, que creció á tu lado.
IO EL BARDO

R obredo. Aquí mismo, en esta tierra,


¥ fué conmigo á la guerra
Más tarde. . . .¡Qué denodado!
¡Qué valeroso! ¡Qué audaz!
Aun batallando estaría
Si para fortuna mía
Viviera el conde de Ordáz,
Su viejo padre. . . . Murió
E l anciano y al volver
Mi señor, la d ió tn querer. . . .
E n querer. .. .y se casó
¡Se casó!. . . . no hablemos de eso,
Basta ya, Cines, va basta!
La fortaleza se gasta. .. .
¡La m ía!. . . .te lo confieso.
No es posible que recuerde
De esos tiempos ¡no es posible!
¡Se siente una cosa horrible
Cuando la razón se pierde. ., .1
G in es . Sí, sí t a l .. Y di ¿en mi ausencia
Se recobró mi señora?
R obreño. E s como entonces ahora,
E s la misma su existencia.
E n ese balcón de día,
De noche en ese balcón,
Y la misma extenuación
Y hasta más melancolía.
Gin es . ¿Más, Robreño?
R obreño. Mucho más.
Crece su tormento y creo«
De tal modo, que parsoft
Que no acabará jam ás.
C ines . Como el mío!
R obreñó. (Con profunda cólera y opriuiie&do el btstao «te G inét.)
PEOK V CONTRERAS. II

¡Y como el mío!
¿Acaso piensas, Ginés,
Que no sufro? ¿No me vea?
¿No ves el dolor impío
Asomarse á mi semblante?
G inbs . ¡Por la pila del bautismo,
Que volvemos á lo mismo
Que tuviste hace un instante!
R obreS o. Tienes razón. . . . es verdad. . . .
G ines . Pues si así te descompones.
R oBREÑO. T e ruego que me perdones.
Otra vez la voluntad
Me f a l t ó .., .m as ya ha pasado
¿Me perdonas?
G ineb . Buena es es». . ..
¡Pues cómo nó!
R obreño. t Viendo aparecer i AtaidaJ
La condesa.

ESCENA II

Alaida, Beatrii, Robrefio, Ginés.

A laida . Oh! ¡Ginés! ¿cuándo has llegado?


Di, contesta.
G inbs . No hace mucho.
Alaida . No hables, no, que se retrata
E n tu f»z mi suerte ingrata
Y su triste aceuto escucho.
¿Con que es decir que no hay modo
De dar guía al paso incierto?
E s decir que todo ha muerto!
Que ya se ha perdido todo!
Que ante esta duda fatal
12 EL BARDO

Se oscurece el cielo mismo,


Que de un abismo á otro abismo
Nos lleva el genio del mal!
Con que así su influjo trunca
Las horas de mi existencia!
¡Con que es eterna su ausenoia!
¡Con que no ha de volver nunca!
¡Pobre conde! ¡suerte cruel!
¡Qué piensas, Robreño, ¿di?
¡Por qué me miras así
Cuando estoy hablando de él?
R ob. ¿Yo, señora? E s n a tu r a l.. . ,
A laida . ¿Qué es lo natural? Responde,
R ob. Q ue al hablar del señor conde,
Que siendo la pena igual,
Que siendo igual el dolor,
Mitigando sus enojos,
Interrogue á nuestros ojos
Por mi dueño y mi señor.
A laida . T ú después que yo le viste.
R ob. Y a mil veces os lo he dicho.
A laida . Y ya lo ves y es capricho, •
E n decirlo el labio insiste
Y el oído en escucharlo
Y en pedirlo el corazón.
¡Y otra vez esta ocasión,
Vas otra vez á contarlo!
R ob. E ntiendo que daño os hace.
A laida . Pues es Robreño, lo extraño,
Que á veces hasta en su daño
E l corazón se complace.
T ú mismo al pié del altar
Un recado le trajiste.
R ob. E s verdad.
PEON y CONTRERAS. 13

Alaida . ¿Qué le dijiste?


R ob. No lo alcanzo á recordar:
Secreto que mi señor
Me dio á que guardase, á fé
Que yo jam ás lo guardé.
¡Olvidarlo era mejor!
Alaida . ¿Y lo olvidaste?
R ob. Al moiueuto.
Alaida, Al conde le oí decir
Que tú no sabes mentir.
R obreño. Dijo bien, que yo no miento.
Alaida . De la capilla con él
Saliste junto.
Robreño. Así digo;
Pero Ginés es testigo,
De esa puerta hasta el dintel [s«s*i*ndo a a«i fondo.]
Partió solo desde allí.
¿Es verdad Ginés, ó nó?
Alaida . (AGinéa.)
¿Tú lo viste?
C ines . Lo vi yo.
Alaida . ¿Lo viste, Ginés?
C ines . Lo vi.
Alaida . ¿Y luego?
C obreño. E s cosa sencilla
De probar, lo vieron todos
Me abrieron paso estos codos
Para entrar en la capilla.
Bajo su nave al cruzar
Vos me v is te is .. ..
Alaida . ¡Puede ser!
C obreño. Todos me vieron volver,
Todos me oyeron rezar
Cerca del a r a ..........
14 EL BARDO

Ginks . [A Robre*».]

T e vi
Detrás del altar después.
Robreño. Porque lloraba, eso es
Que algo malo presentí;
Y al sentir los ojos rojos
Por las lágrimas ardientes,
Porque no vieran las gentes
Las lágrimas en mis ojos,
Me fui señora, á oeultar
Pues dioe el mundo ¡yo nó!
Que los hombres como yo
No las deben derramar.
Alaida . Dicen que después, Robrefio,
Tornaste á salir de casa.
R obrhño Me pasó lo que le pasa
Al que ba perdido á su dueño.
Alaida . Y que hasta el alba volviste.
R obbeño Al conde buscando en vano
E n la ciudad y en el llano.
A laida . ¡Que estabas pálido!
R obreño. Y triste,
Y huraño y seco y mohíno
Y como debiera estaba,
Pues andaba y desandaba
Escudriñando el oamino;
Y di parte á la justicia,
Y la justicia barrunto
Que se enteró del asunto»
Mas sin adquirir noticia
Ninguna del conde, dio
Por terminado su empeño,
A laida , E stá bien, vete, Robrefio.
PEON Y CONTRERAS. *5

Vete, GiüÓS.---Toma. (Dándola ana pulsera de oro qoaáeqal-


ta del brazoJ
GlNïS. ¡Yol
Me herís, señora, cruel
Si juzgáis un beneficio. . . .
Alaida . f Dándole con insistencia la joya.)

Yo no te pago el servicio,
T e doy un recuerdo de él!
[Ginés toma la prenda y besa la mano á su señora. En seguida se marcha
siguiendo á Robreño que le aguarda en el fondo.)

E SC EN A III
A la id a , B e a tr iz .
Beatriz . [Viendo la tristeza de Alaida.J

Siempre lo mismo señora,


Siempre igual.
Alaida . Hoy como ayer
Lo mismo tiene que ser,
Pues lo mismo ayer que ahora
Me negó el cielo alegría,
Y han de ser iguales males,
Cuando el uno al otro iguales
Son un día y otro día.
Beatriz . No es igual
Alaida . ¿Que nó?
Beatriz ¡Que nó!
Alaida . Eres en verdad, cruel...........
Beatriz E s que anoche ese doncel
Más que nunca se acercó.
Alaida . ¿Lo notaste?
Beatriz , Sí por cierto,
Alaida . Y en noche tan borrascosa
¿Vendrá?
EL BARDO

Bbatriz . Por cualquiera cosa


Lo jurara.
A laida . Pues te advierto
Que esta noche le has de hablar
Y á todo estoy decidida.
Y a no es posible la vida
De tal modo soportar!
Y a no es posible, Beatriz,
Y quiero al fin escucharle.
Beatriz . Pues iré, señora, á hablarle
Y al fin ¿os veré feliz?
A laida . ¿Feliz? ¡quién sabe! no sé.
B eatriz . Pues vos ¿no le amais?
A laida . Yo, sí.
Beatriz . E l también.
A laida . Eso creí,
Y se ausentó.
Beatriz . Pero fue
Su ausencia breve; además
E s injusta vuestra queja,
Pues 1« cerrasteis la reja
Muchos d ín s...........
Alaida . Siempre estás
Defendiéndole.
Beatriz . Soy justa.
Y á fé que si no hizo bien,
Culpad señora al desdén
Q ue le m ostrasteis adusta.
Alaida . Razón te n ía . . . . !
B eatriz . E s verdad,
Mas él ¿no tuvo razón?
A laida . ¡Ah, corazón!
B eatriz . ¡Corazón!
A él 1« sobra y voluntad.
PEON Y CONTRERAS. I?

Lo dijo anoche sin calma,


E n aquella triste endecha.
Alaida . ¿No es verdad que estaba hecha
Con las lágrimas del alma?
Beatriz, si no lo se n tía . . . .
Beatriz , ¿Qué hay en ello que os asombre?
Alaida . Si estaba mintiendo ese hombre
De tal manera mentía,
De ta l manera llegaba
H asta mí su dulce acento,
Cuando en las alas del viento
Su canción me enamoraba,
Que ya verdad, ya mentira,
Beatriz, para qué callar,
Necesito respirar
Con el aire que respira!
Necesito en mis enojos
Que ante mí sus ojos luzcau,
Y mi imagen reproduzcan
Los espejos de sus ojos.
Quiero en ellos penetrar
Para que una vez allí,
Busque el alma que perdí
O vaya su alm a á buscar.
Pues que me robó la mía,
E s justo, Beatriz, á fé,
Q ue á mí la suya me dé
O me vuelva la alegría.
Que sin alma no ha de hallar,
O que me trate de suerte,
Que me vuelva con la muerte
La paz que he dado en soñar!
Beatriz ¡Antes no tuvisteis paz!
A L A ID A .
Afligida por el conde
3
BL BARDO

E staba ye, mas responde,


Responde: ¿viste en mi faz
E stas huellas de dolor?
¿Miraste acaso, en mi tez
E sta mortal palidez?
¿Viste en cien noches de horror
Esas lágrimas ardientes,
Que no sabe nadie en dónde
Su venero el hado esconde
Para lanzarlo á torrentes?
¿Lo viste Beatriz? ¿Lo viste?
¿Ni cuándo he sufrido así
Como estoy sufriendo, ni
Más desesperada y triste?
¿Te acuerdas?—L a noble anciana
Que de mi niñez cuidó;
T e acuerdas que amaneció
E n su Jecho una mañana,
En brazos de la agonía,
E n sus braaos, de tal suerte
Que vino á herirla la muerte
Con el albor de aquel día?
Pué Beatriz, tan ruda pena,
Honda, muy honda, sufrí,
Clavó sus dardos en mí,
Dejóme de angustia llena:
Pero pasó, fué su herida
Aleve y profunda y presta,
Pero ésta ¡jamás! ay! esta,
E sta Beatriz es mi vida.
Si sangra, por eso mismo;
Si cicatriza, peor. . . .
Me está matando el dolor
Y sólo, hay vida en su abismo!
PEON V CONTRERAS. 19

£1 conde. . . . ! quién no lo sabe!


Joven, necia y débil era,
Y aquí casi prisionera
Como en la celada el ave.
Dormía el amor en mí
Lo mismo que duerme un niño,
Al influjo de un cariño
Q ue no comprende; es así
Como seduce y halaga,
Pero aunque no se comprende,
£1 bienestar que nos vende
Ni se cobra ni se pagal
Amor que al salir un día
De aquel ensueño profundo,
Tendió las alas á un mundo
Que el alm a no conocía;
Mundo en que río, en que lloro,
Encerrado aunque me asombre,
E n la imagen de ese hombre,
A quien por desdicha adoro.
— ¿Desdicha dije? así es;
Que es desdicha y hasta creo
Señar, Beatriz, que lo veo
Morir de amor á mis pies;
Pero es un sueño no más,
Una m entira lo inspira,
¡Ay! y esa hermosa m entira
No ha de ser verdad jamás!
—Vienen Beatriz. . . . ! ¿Quién?
Bbatbiz, iVUato i Otiléj *p»reo»ir.)
Ginés.
20 EL BARDO

ESCENA IV
D ic h o s , G in ó s .
C in es . Con vuestra venia.
A laida . La tienes.
Cúbrete. Díine á qué vienes.
C in es . [Poniéndose la gorra,]

Una .súplica.
A laida . Hazla, pues,
G in es . Perdonadme si confuso
No sé por dónde empezar,
Pues que pudierais tachar
De inconveniencia ó abuso
Lo (|Ue he juzgado deber.
Alaida . ¿Abuso? di qué deseas,
Pues basta que así lo creas
P ara que no pueda ser.
C utes. Como os vi desde pequeño,
Señora, crecer cantando,
Ahora que os miro llorando
Sufro y gimo, y es mi empeño,
Traeros nuevo placer,
Hacer por vuestra alegría
Lo que mi señor haría
Al miraros padecer.
Alaida . Por él sufro.
C ines . Perdonad,
Pero no lú pienso así.
A laida . (Sorprendida y afectando serenidad).

¿Qué piensas, Ginés, de mí?


G in e s . Si he de decir la verdad
Pienso. .. .Pienso. .. .
A laida . Sin temor
Habla, que estoy angustiada.
PEON V CONTRERAS. 21

Ginks . Pienso que e stá is. . . . hechizada.


A laida . ¿Hechizada!
G IN E 8.
Y que el dolor
Que os importuna y aqueja,
E s hechizo.
Alaida . ¿Sí?
G ines . T al es.
A laida . ¿Por eso crees Ginés. .,
G ines . Que ni un solo día os deja
De paz y de alegre calma,
Ni horas ni instantes felices;
Que ese mal heeha raices
E n el cuerpo y en el alma.
Lo sé porque ye he sentido
Y no una vez sola, dos,
Lo que estáis sintiendo ros.
Alaida . Eso al menos has creído.
G in es . ¿De mí sospecháis doblez?
A laida . Decir eso no es mi intento,
Pero este mal que yo siento
Sólo se siente una vez!
Una vez se ha de sentir
Para hacer, Ginés, lo que hace:
{Una vez sola se nace
Y una vez se ha de morir!
Y esto que siento es la vida
Y es la muerte.
G inbs . Igual, igual....
Pues si no es un mismo mal,
E s dolencia parecida,
Porque eso mismo sentía:
Una inquietud tan horrible
Que explicarlo no es posible.,»
¡Quién explica la agonía!
22 EL BARDO

Mataba y no m e mataba;
(Todo lúgubre y esquivo!
¡Y yo me sentía vivo
No m ás porqae respiraba!
Pero sé, lo sé ahora,
Que se cura esa amargura.
Á L A ID A . [Con mucha ansiedad.]

Y bien ¿y con qué se cura?


G ines . [Con natural y tenoilla eonrleeiin.]
Con unas yerbas, señora.
A laida . (Sorprendida.)

¿Con unas yerbas?


G in es . Ah! sí.
A laida . ¿Y tú las tienes?
G ines . Susana.
A laida . ¿Quién es Susana?
Gin es . Una anciana
Que vive cerca de aquí,
La que me volvió la paa,
Viuda de Lúeas Albor,
Que fue montero mayor
Del Señor conde de Ordáz. (D«tcabnénio»e.)
A laida , ¿Y podrá venir?
G ines . Es«claro:
Si quBreis.
A laida , Con el aliento,
Hoy mismo.
G inés . Vendrá al momento,
No pondrá en ello reparo.
A laida . ¿Me conoce?'
G in es . Y a le hablé
Dos ocasiones de vos,
Perdón, señora, que en pos». . .
A laida . Yo te lo agradezco, vé.
PEON y CONTRERAS. 23

ESCENA V

Alaida, Beatria.

Beatriz . Y ju zg áis...........
A laida . E sta ocasión
Juzgo, Beatriz, lo que debo.
Beatriz . Pero es que tiene razón,
Y á aseguraros me atrevo
Que eso no es vana ilusión.
Alaida . ¡Beatriz!
Beatriz . Sin duda ninguna.
A laida . ¿Con que esto es enfermedad?
B eatriz . E s, señora, la verdad.
Rigores de la fortuna
E n la pobre humanidad!
Son los astros. . . . ! cada ser
Tiene el suyo en su existencia:
Y sujeto á su poder
E stá el dolor. . . .
Alaida . ¿Y el placer?
B eatriz . Tam bién bajo su influencia!
0 la poderosa zaña,
De algún malévolo influjo
Que al cuerpo y al alm a daña,
0 alguna otra causa extraña
T anto m alestar os trujo.
Hechicerías, no hay duda.
¿Quién contra ellas se escuda?
Y es fuerza que esa mujer,
Con su celeste poder
A conjurarlas acuda.
Hay algo más que pasión
E n la raía situación
24 EL BARDO

Que guardáis; no es pára t a n t o .. . .


(Se oye e l preludio de un* canción en el laúd)

A laida . ('Interrumpiéndola yagitada.)


Escucha, escucha ese canto.
Beatriz . Preludia ya su canción.
¿Veis cómo á pesar de estar
L a noche triste y oscura,
Ese hombre os viene á cantar?
A laida . Va á em pezar... .ya va á empezar.
Beatriz . ( Aparte.)
A acrecer su desventura.

ESCENA VI
Alaida, Beatriz.—Amorel fuera.
A morel. [Canta.]

“ Ruge la torm enta


“Sopla el vendabal
“ No importa, no im porta si sale á su reja
“Mi pena á m irar.”

“De negro noche, te vistes,


“De negro vistes, dolor:
“Que tristes están, qué tristes;
“ L a noche y mi corazón.
“ Abreme tu puerta,
“ Abrela, soy yo!
“ Pero qué te importa, cerrada ó abierta.
“Me muero señora, me muero de amor!”
(Ce»a el canto.)

A laida . Lo oíste, Beatriz ¿lo oíste?


Dice que muere y yo muero,
Yo soy quien la muerte siento!
Y o soy la que está muriendo!
PEON y CONTRERAS. 25

Quiero que cante, que cante.


¿Por qué calla? ¿Por qué el eco
De su voz á los espacios
Roba traidor el silencio?
T a l parece en este instante
Que de un sepulcro en el centro,
Vagando estoy, como vaga
La muerte en los cementerios.
¿Ya v e s .. . . ? ya todo acabó;
Oye cómo zumba el trueno,
Y cómo azota la lluvia,
Y cómo se queja el viento!
A morbl. (Canta.)
“Si quieres que llame
“ Señora á tu puerta,
“ Asoma tu rostro
“ De cielo á la reja,
“ A la luz del rayo
“ Que relampaguea!” fCa»ei canto.)
Alaida . ¿Oyes Beatriz?. . . . b a sta . . . . b a sta . . . .
No es posible, ya no puedo;
Si así lo quiere, que llame
Poique yo tam bién lo quiero.
Beatriz . S e ñ o ra .. . .
Alaida . [ Alomándote al balcón..)
¿No ves (fue pide
Posada y yo se la niego?
¿Yo he de negarle á mi amor
Abrigo bajo mi techo,
Cuando siento que en mi alma
Su imagen está viviendo?
Beatriz . ¿Pero y Robreño, señora?
A laida . ¿Qué me importa á mí Robreño?
Beatriz . ¡Que él gobierna en el castillo!
4
26 EL SARDO

A laida . ¡Yo soy del castillo el dueño!


Yo qüien manda y él quien debe
Obedecer.........<
Beatriz . Eso creo:
Alaida . Y así será...........
Beatriz . T a l vez nó.
De aquel peregrino enfermo
Que pidió por una noohe,
Una sola, alojamiento,
¿Olvidasteis ya la historia?
Yo no la olvido y aun pienso
Que esta vez. . . ,
Alaida . Calla, Beatriz.
E sta vez ya lo veremos!
Beatriz , S e ñ o ra .. . .
A laida . (Laman á la puerta del castillo.)

Digo que calles. . . .


E s c u c h a ... .lla m a n .. . .ó el v ie n tp ., . .
L la m a n ......sí. . . .ta l me parece.
Que va 6. rompérseme el pecl»,
Que á cada golpe de afuera
Siento otro golpe aquí dentro.
B eatriz T a l vez G in é s.. . .
A laida . Que no. venga!. . . .
Hechizo ó encantamiento
Lo q Ufe sea___ aunque yo muera
De d o lo r ....! Nunca este anhelo
Quiero que acabe, Beatriz.
Soy tan f e liz ..,.»! Mi tormento
E s mi d ic h a .. . . s í. . . . .
PEON Y CONTRERAS. 27

ESCEN A VII
Dichos, Ginés, Susana.
G inbs . Señora.
S usana. Señora, que os guarde el cielo!
A laida . ¿Esta es Susana? ¿Es posible?
S usana. Vuestras órdenes espero,
Seré dichosa si en algo
Serviros, señora, puedo.
Alaxda. En t a l IlO C h e . . . . ! (Aparte á Beatriz).
Oh! qué ansiedad!
Nadie llama. ¿Será cierto?
(Se asoma á la reja y después vuelve'al proscenio, y tomando £ Susana
bruscamente de la mano la arrastra al proscenio y dice con exaltación:]

Oye tú, que tanto sabes,


T ú que del arte el secreto
Sorprendiste y que del alma
Adivinas los misterios:
¿Puede una pobre mujer
Noche &moche. .. .acaso envuelto
En la lóbrega neblina,
O de la luna al reflejo,
O á la luz de las estrellas
Fingir que cruza á lo lejos
Cantando endechas de amores
Enamorado mancebo?
¿Puede por obra de hechizo
O de diabólico intento,*
O por humana artim aña,
O por castigo del cielo,
Escuchar de sus canciones
Dulces notes, tristes ecos
Que encarcelan y esclavizcn
Voluntad y pensamiento?
28 EL BARDO

— Yo he visto ondear en los aires


L a pluma de su sombrero,
Yo he visto los anchos pliegues
Motar, de su embozo, al viento;
Yo casi he visto su mano
Bel laúd en el trasteo,
A rrancar de aquellas cuerdas
A yes, gemidos, lamentos;
Y aunque no vi de sus ojos
L a ardiente chispa de fuego,
Sentí su rayo en los míos,
Sentí en el alm a su incendio,
Y sentí sus ilusiones
Y adiviné sus deseos,
Lloré con sus esperanzas
Y g e m í Con SUS r e c u e r d o s..... ! (Movimiento deS<u*n*.>
( Alaida tapándole la boca con la mano.)

¡Calla! si vas á decirme


Que no es verdad, que es un suefio,
Q ue es m entira cuanto he visto,
Cuanto sentí, devaneo,
No se separen tus labios
E l uno del otro.... ¡quietos!
Quiero vivir bajo el yugo
De soñar tan hechicero!
Nada me digas.... y.....vete! <se oye u*mw *1
¡Pero nó!. . . . ¿No estás oyendo?
—G inéa. al punto, ¡que abran!
Y por noble y caballero,
O por villano, es lo mismo,
Del puente aflojen los hierros
Y den paso á quien mi puerta
Toca esta noche. . . .
C ines . Obedezco.
PEON Y CONTRERAS. 29

ESCENA VIII
D ic h o s , R o b r e flo .
R obbeSo. [Deteniendo & Ginés.]

¿Dónde vas Ginés?


Gib e s . A flb r ir (En la puerta del fondo, lo mismo
que Robredo.)

Que lo manda mi señora.


R obbeSo. [Adelantando al proscenio.]

No se abre á nadie esta hora. (Vfa®oiné«.j


Alaida . ¿Y quién lo puede impedir?
R obbeS o. (Con tono altivo, pero respetuoso.)

E n nombre de mi señor
Y o .. ..! y el caso es bien sencillo.
Yo, que guardo este castillo:
Que soy su gobernador!
Nadie, señora, pasar
Podrá!......
Alaida . Robreño, ¿te callas?
R ob. Sus fosos y sus murallas
Harán muy bien en callar.
—Mirad que no os hago ofensa,
Mirad que no os hize agravio
Y que desplegué mi labio
De mi derecho en defensa. ¡s®oyen rum or« i. fu««.]
¡Que rum or. . . . I
Alaida . (Impidiéndole que salga y colocándose enfrente de él.]

¡Robreño, atrás!
R ob. Vos me impediréis a c aso .. . .
Alaida . ¡Ay de t í . .. .si das un paso!
Ay de t í . . . . si un paso das!
A m í .. . . ¡mis g en tes!.. . . á mí! ainado i» toM
Robbe S o. [Desenvainando el acero.]
¡Ved, señora, que batallan!
JO EL -BARDO

Alaida . Fosos y morarlas callan


Cuando Dios lo quiere así. .. .!
R obeeño. ¡Ginés!
A laida . E l fn é . . . . ya lo ves,
Mi mandato cumplirá.
—¡Ah! se acercan! ¡Vienen ya! Aparte.
R obeeño. (Haciendo un último esfuerzo para hacer á un lado &Alaida.)

¡Paso!
A laida . No pasas. ¡Ginés! (Llamando..)
R obeeño. Tratando de ver desde el fondo el fin de la galería que se ilumina en es
te momento,

¡Con él viene un caballero!


Si aquí llega, por quien soy
Cumplo mi deber.... Que hoy
Ha de probar este acero.
Alaida . ¡Aquí mismo!
R obeeño. Aquí. De un tajó,
¿Qué fuerte roble no cae?
Aparece en este momento Ginés, Araorel y arqueros por el fondo

E S C E N A IX

Dichos, Amorel, Ginós,


A rqueros. E scu d eros, león h a c h e s y retrocediendo.)

Robeeño. Reconociendo &Amorel.

Amorel!
Alaida . Aparte 6Beatriz.
¡Dios me lo trae!
R obeeño. Aparte, bajando la frente y el aoero y epnvoa concentrada y ron?<j

¡El infierno me lo trajol


Amorel sin puonuneiar palabra ae adeUntw y besa la mano de Alaida.-
Telón rápido.

iro dsl acto ranmao.


ACTO SEGUNDO.

La misma decoración del primer acto.

ESCENA I
S u s a n a y G in é s .
ClNÉS. Hablando con mi señora
Le he dejado en el salón.
S usana. Me confirma en mi opinión.
C «IN E S.
Si es así, sea en buen hora.
S usana. ¿Tardará?
Gxnes. Yo na lo creo.
S usana. O es que conoee mi intento.
Siempre piensa el pensamiento
A medida del deseo.
C ines . Podrá ser. . . .¿tanto interesa. . . . ?
S usana. Sin hablar con él sería
Todo inútil, no podría
Dar salud á la condesa.
Y es preciso hablar hoy mismo
Con ese joven doncel.
C ines . ¿Queréis que vaya por él?
S usana. Acareándote al balfcón y mirando al cielo.
34 EL BARDO

Cuando le sienta venir.


Oigo p a so s.. . , ¿él será!
¡No os apartéis! ¡él es!. . . <sí!
E l es, Robrefio. . . . ¡ay de mí!
Le reconozco. . .

ESCENA III
Susana, Robrefio, en seguida Qinés.
RoBfcEÑO. (De>d< el umbral ah el fondo.]

¡Aquí está!
Al fin la encuentro, se a le ja .. . .
—S u s a n a ... .B á !.. . . ¡como siempre!
Siempre la misma Susana,
¿Huyes de m il Me parees
Que esta te z vas á decirme
A qué has v enido.. . .¿Me entiendes!
Y SÍ n ó , , (Daaarivatoa an puíalM o dd oorta y la a m a n a a a j
Gima, (Aparto)
¿Qué es lo que veo?
Lo sospechaba.. . .
R obeeS o, ("Sin reparar todavía en Giafc.)
Q ue esperes
A que yo te hable es preciso.
Gis e s , Robrefio, pues me parece
Que es inútil} no ha de hablarte
Frase buena, el tiempo pierdes,
E sa infeliz está loca,
R obbsño, E sa infeliz me comprende,
Y es inútil que me sigas,
Y es inútil que te quedes.
Parece Ginés que vuelas
Muy alto y te ensoberbeces,
Y me parece que un día
PEON Y CÓNTRERAS. 35

Y cuando menos lo pienses*


T e voy á cortar las alas,
Que en tan alto precio tienes,
Y enjaulado en una oscura
Mazmorra, hasta que se llegue
T u último instaute, por gracia,
Y eso porque no te quejes,
T e haré dejar una mano
Para que al cielo la eleves,
Los ojos para que llores,
La lengua para que rezes!
Véte al instante, Giués,
E n este momento, véte.
Y si no te vas al punto,
Haré que al punto te encierren.
¡Ira de Dios!
GlNES. Obedezco (Alto.)
(Bajo) Yo estaré alerta.
R obRkSo. ¡Obedece!

ESCENA IV
S u s a n a , R o b re fto .
Cobreño. Sin hacer caso de Susana que pálida y aterrada estará de pié »piafada
eontra la pared.
Vuelvo de nuevo á perder
Mi valor........... laten mis siene«
Como si algo en mi cráneo
Quisiera abrirse ó romperse!
Cuando miro á esa mujer
T al pareces que me hieren
Sus m iradas. . . . Imagino
Que alguien de mí la defiende
Y que uua sombra, un fantasma,
EL BARDO

Algo que solo se siente


Y no se vé, se interpone
E ntre los dos!—Vhuios. . . .fuerte
Fuerte, corazón, si luchas,
Si luchas ¡tú siempre vences!
A s í... .quieto.— Ese maldito
De Ginés la culpa tiene!
Y a pasó—-¿Susana? oye: ( A ceroíndoee tSusana >
Nada tem as— Pues qué ¿crees
Que voy á matarte?
SU SA N A . [Con indiferencia,]

Nó.
¿Matarme? ¿pues no me quieres? [Aeercindoee t R”
brefio cariño»».]

¿No eptás tú siempre conmigo?


¡Si tú eres Gabriel Albuernes!
R obbeño. ¿Y o? ¿Gabriel? ¿pues tú no sabes
Que murió?
S usana . ¡Gabriel tú eres!
¡Tú, tú e re s!... .niégalo!
¡No es natural que lo niegues. . . . !
R obbeS o. Gabriel murióf ya. lo d i j e .. . .
SU SA N A . [Con asento lúgubre, pero eencillo]

¡Pero si los muertos vuelven!


R O B B B ÍÍÓ . (KxtremeciéndoeeJ

¡Que vuelven los muertos! ¡dale!


¿Que dijiste? No te elejes___
(Parece que se me estanca
L a sangre y que no se mueven
Mis pies). Acércate. . . .m ira fEneeSándeleun bolsillo.)
¿Te acuerdas de Lúeas?
SUSAN A. [Haciendo un supremo eefuerio y con profundo desdén.
L ú e a s .. . . !
L úeas.......Lúeas ¿Lúeas Torres?
PEON Y CONTRERAS. 37
— ¡M íra lo . . . .! (Volviéndole brnaeuuste y Mullendo héclc el
toado..}
R obrbSo. (Con un movimiento do terror profundo.}

¿Quién!
S usana. Pues el mismo
E l mismo Lúeas. . . . ahí viene!
R obreSo. ¿Qué Lúeas?
S usana. El mayordomo.
R obrbSo. ¿Lúeas Torres?
SÜ8ANA. [Con mucha ooneillu].
E s e ... . E s e . . . .
R°BREÑO.
Reponiéndose.
Ah! ¡Lúeas Torres!
S usana. Como si riera realmente.

¿Qué trae?
Por qué como un ébrio viene. . . . ?
Aguarda, míralo bien........ Agarra bruioamente y aln te-
mor &Robredo de nn braso y le enseña al supuesto Lúeas.
E stá herido. .. .á socorrerle
Vé ¡desdichado.. . . ! La sangre
Se está escapando á torrentes
De su p ech o .. . . ¡Y no se muere!
Rob, (Con extravío.)

Confunde á Lúeas con otro. . . .


¡Con el otro Lúeas!
S usana. Cambiando de tono y con ves suplicante.

¿Quieres
Llevarme á mi casa? En ella
Podrás vivir. . . . ¿Y qué tiene?
E s un palacio, lo mismo
Que el palacio de los Reyes. . . . !
T an solo el conde de O rdaz. . . .
R ob. Trémulo.

¡Calla, Susana!
S usana. No puede,
38 EL BARDO

Si no puede hacerte nada!


Por qué tiemblas? ¿por qué temes?
Pálido como un espectro,
Como cadáver que vuelve
A este mundo, por las salas
De mi castillo se pierde!
R ob. ¿Pues vive?
S usana . No. . . . si no vive!
Pero es lo mismo. . . ,¿Y qué tiene?
¡Pues qué! ¿No sabes, García,
Que los muertos se aparecen?
R obreño . (Sin poder ocultar su terror.,)

Yo no soy García. . . .
S usana . ¿No?
¿No eres García? ¿Y quien eres?
Abj ("Huyendo.; Perdona (Voiv¡éndo«e) Yo creí
Que eras tú, Robreño. ¿Entiendes?
Robreño, aquel Juan Robreño. . . .
¡El matador!
Robeeño . Cogiendo de un brazo 4 Susana.

¡Basta, Véte! Arrojándole lejo» de sf.


S usana . ¿Que me vaya? ¿á dónde? ¡torpe!
¿Pues no es mi palacio éste?
Márchate t ú ...........;Yo lo quiero!
O haré que de aquí te echen,
O haré que el conde de Ordáz
De una alta almena te cuelge;
Robreño dominado se va alejando y retrocediendo.
Que basta con que lo diga,
Basta que yo se lo ordene.
Así. . . . ! lejos. .. .lejos. . . .lejos. . . .!
Robreño desde el d&htel de la pserta del fetodo.
R obredo. Loca. .. .Loca. .. . ¡Como siempre!
PEON Y CONTRERAS. 39

ESCEN A V

S u s a n a ( s o l a .)
S usana. Será ocultarme razón:
Si ese tigre, por mi mal,
Vuelve en sí, sin compasión,
Va á clavarme su puñal
E n mitad del corazón!
Mas ¿dónde me oculto? A l l í.. . . s»fi*iando i» «egund*
puert* de la derecha.

En tanto vuelve Ginés,


Que debe volver por m í . , , ,
—-Oigo paSOS........él 68. . . .! SÍ. S»retira h u ta el dintel
de la referida puerta.

No. ¡Son otros! él no es!


Desaparece en el momento en que Amorei y Alaida aparecen por la pri­
mera puerta de la derecha.

ESCENA VI
Alaida, Amorei y Beatriz.
En el memento de aparecer Alaida y Amorei al oye de nuevo la voz de
trueno.
Alaidá. Oyendo eí trueno.

¿ Ya lo oíste? el viento arrecia,


Y la torm enta de nuevo
Sus negras alas extiende
Entoldando el firmamento!
Amorel. Y en ese caso.. , . .
■Plaida. E n tal caso.
Debeis quedaros más tiempo.
Amorel. Si soy importuno.
Alaida . Nunca;
40 EL BARDO

Sé que no pensáis en eso,


Lo sé bien. . . .
A morel. A laida...........
A laida . Aquí
Tomad desde luego asiento.
A morel. ¿Por qué queréis que me quede
Señora, si sufro y temo?
Sufro, pues queréis que calle
Lo que ya callar no puedo,
Y temo por el temor
Q ue me causa el ofenderos.
A laida . C antad. . . . ! del dulce laúd
Escuchar las notas quiero,
Porque embelesan mi alma
Con misterioso embeleso.
C a n ta d .. . . ! que del cielo llegan
A refugiarse en silencio,
Al alcázar que les dais,
Alcázar de vuestro pecho,
Donde duermen entre flores
T an hermosos pensamiento^!
A morel. E n él duermen, es así:
E n él señora durmieron,
H asta el día en que anhelaron
Penetrar por esos hierros,
Para ensalzar la belleza
De rostro tan hechicero;
Para alhagar vuestro oído,
Y herir con tristes acentos,
Alma que lo es de la mía,
Por ser su vida y su aliento!
A laida . C a n ta d .. . .1
A morel. M ientras tanto, lloro!
A laida . C an tad . . . . !
PEON Y CONTRERAS. 41

Amorel. Mientras tanto, muero!


Dadme una sola esperanza,
Una sola de ese cielo
Donde hay una sola estrella,
Donde hay un solo lucero!
De ese cielo, un girón puro
De su azul que me deis quiero
Para vivir menos triste,
Para morir más contento! s« aie»t»n junto* en un diván.
Donde hay un sol que no es ese
Que ilum ina el Universo,
Donde no hay más que fps almas
Confundiéndose en un beso.
Así miradme, señora,
Con esos ojos, más negros
Que mi desdicha, y ardientes
Como el fuego en que me quemo!
Miradme! si así hajais
Los párpados, ya estoy ciego.
¡Todo es tinieblas en torno,
Porque en tinieblas me veo!
¿Movéis el trémulo labio?
¿Lleváis vuestra mano al seno?
¡Es que pugnan por salirse
Palabras y sentimientos,
Que espiran en la garganta,
Que se ahogan en el pecho!
¿Nada me decís? ¡Señora,
Ya lo veis! ¿á qué me quedo? Levantándose.
Si es lo mismo que está cerca
Para vos, que el que esté lejos!
Ai-AIDA. N o ... .q u e d a o s.. . . ! ¡No os vayais!
Aun airado zumba el viento. . . .
AM0REl . Volviendo á sentarse.
42 EL BARDO

Alaida ¡cuánto os adoro!


Vos mandáis, yo os obedezco.
¿Queréis que os diga un romance?
A laida . Levantindow.

Ah! decidlo ¡sí!.. . .¡lo quiero!


A morbl. Pues bien, señora, sentaos.
A laida . Vos mandáis, yo os obedezco. 8« sienta.
A MOREL. Colocando cercfc da ella, da pié ó sentado, oemo al actor le platea,
sa breve.

Berta vive en el castillo


De su abuelo Sancho Arlaza:
Berta twne veinte abriles,
Ilusión® y esperauzas!
Con más belleza que un cielo,
De esos que los bardos cantan,
Y con ingenio y donaire
Y gentileza ¡y con alma!
Un alm a que á nadie quiere,
Alma que el amor aguarda,
Porque siente y porgue llora,
Porque sueña y porque ama!
¿A quién ama? ¡No lo sabe!
Una visión, un fantasma,
Nube que en los aires cruza,
Vela que en las ondas pasa,
Imagen de un pensamiento,
Gentil imagen gallarda,
Luz, cuando la luz se extingue*,
Sombra si la luz avanza!
Y pone empeño en unirla
Con un conde, Sancho Arlaza,
Y ella sus desdichas llora
Y sus desventuras canta!
Recoge sus ilusiones
PEON y CONTRERAS. 43

Y en su espíritu las guarda,


Y en su corazón también
Esconde sus esperanzas!
Berta obedece á su abuelo;
Sancho, una noche la casa;
Pero apenas se terminan
Las bodas, al conde llaman,
Le dan un pliego y se sale
De la Capilla sagrada.
Aparece en este momento por la segunda puerta izquierda Susana y se
▼a aeercaudo hasta colocarse entre loe dos, cuando el dialogo lo indique.

Se oye un murmullo un instante,


Q ueda Berta al pié del ara;
Los circunstantes ansiando
Porque el conde vuelva callan,
Y allí se esperan y esperan,
Pero inútilmente aguardan!

ESCENA VII

D ic h o s , S u s a n a .
{C ontinuando e l relato ae interpone entre loe dos.)

Ai-aida. [Se pone da pié.]


Susana. E l conde sale á la calle
Por una puerta excusa la,
Y por el balcón que queda
T ras de la capilla, salta
A la calle, al mismo tiempo,
Un hombre, con una daga
E n la diestra mano y sigue
Al conde de Ordaz, que marcha
Con Lucas Albor, su criado,
Que esa ocasión le acompaña.
44 EL BARDO

—Vamos, Lúeas, dice.el Conde,


Vamos Lúeas, á tu casa,,
Y allí me darás tu yegua,
Que en correr nadie la g a s a . . , .
—Señor, ¿es posible?
Es.
—¿En tal, noche?
—E s mi desgracia.
E l rey manda que me prendan
Y me ajusticien mañana,
Que un traidor me ha denunciado
Aunque es injusta la causa.
—¿Un traidor?
—Sospechas tengo.
— ¿De quién?
De Fulano— C a lla ... .1
Y dijo un nombre— “Sospecho
Y con sospechar no basta”
Añade trém ulo. . . . y llegan
De Lúeas á la morada.
E n tra L ú e a s ... .queda solo
E l de Ordaz; pero el que avanza
T ras él, cauteloso y fiero,
Alza el brazo torpe, y clava
Su puñal una y dos veces.
Una y dos. . . . ¡y por la espalda!
Sale Lúeas con la yegua
Que no está ni enjaezada,
Y apenas sale en el pecho
E l mismo puñal le clavan!
¡Con sangre que fué del amo
Mezclan su sangre!—y callada
La boca, hasta el suelo rueda
Como su señor, sin alma!
PEON V CONTRERAS. 45

Alaiua. <A Amorel. >

E u la Capilla entre tanto,


Los circunstantes aguardan,
No vuelve el conde, trascurre
Un día. .. . ¡y ciento se pasan!
Y de pena y de disgusto
Muere también Sancho Arlaza.
S usana. Y hay una infeliz mujer
Que lo vió todo, Susana,
Susana que hablar no pudo,
Que no puede. . . . que la garra
Del terror ata su lengua
Y le anuda la garganta
Y le turba el pensamiento
Y sus potencias embarga!
Huye el asesino. .. . E lla
Lo ha conocido. . . . ¡Le basta!
También rueda al suelo, allí
La encuentr. la luz del alba;
Vuelve del desmayo horrible
Al rayo del sol, Susana,
Y ya no vé los cadáveres
Del Conde y de Lúeas. Nada . . . !
Sólo dos charcos de sangre,
Dos enormes rojas manchas,
Que no se traga la tierra
Porque la tierra está harta!
Pierde la razón un lustro
O poco menos, Susana,
Vive loca. .. .loca. .. .loca. . . .
Pero la locura pasa,
Y aquí está. . . . fSeñ»14ndo«e.)
Ain ida
¿Quién es ese hom’1*'0’
AmorEl Presto. ,. .¡di! ¿cómo se llama?
46 EL BARDO

Beatriz . (Que ha oído y callado hasta entonce», die» aparte:)

¿Qué enredo es este?


A laida . (A Susana)

Contesta.
A MO R EL. [A Susana.]

¿No ves que agualdo y te callas?


Beatriz . (Apartei>

Fuerza es que tenga Robrsño


E l hilo de esta maraña!
Vase cautelosamente por el fondo.

ESCENA VIII

Amorel, Alaida, Susana.


S usana. No he de decirlo. . . .
A morel. ¿Y por qué?
A laida . 0 di que ex traías razones.. . .
S usana. Impondré mis condiciones
Y mañana os lo diré.
Jurad en nombre de Dios, (AAmo«i.]
Que habréis de m atar al hombre
Que os designe con su nombre.
Jurad a q u í. . . . ante los dos!
A morel. Si ese hombre es el hom icida. . . .
S usana. Será el mismo. . . . c ie rto .. . . ¡él!
Alaida . Jurad, jurad, Amorel.

A morel. [A Susana.]

T e lo juro por mi vida!


S usana . ¡Por Dios!
A morel. Por Dios y mi honor.
S usana . ¿Y si faltáis?
A&orel . Moriré.
Pues por mi vida juré.
S usana. B a s ta .. . . ya basta, señor.
PEON Y CONTRERAS. 47

Amorel. Díme el nombre. . . .


S usana. No, mafiana.
Al aida . Puesto que así lo desea,
E stá bien, Amorel, sea!
Amorel. ¿Lo estáis oyendo, Susana?
Alaida . (A Susana.)
¿Aquí vienes?
S usana. Vendré aquí.
Entonces ya sabré yo
Si vive el Conde ó murió!
Amorel. ¿Ese hombre lo sabe?
S usana. Sí. (Susana te n .)

ESCENA IX
A m o r e l, A la id a
Alaida. Oh! que triste situación
Amorel. . . .
Amorel. ¿Triste, la mía?
No hay dolor ni pena impía
Que no embargue el corazón, (Llevando la mano i au
pecho.)
Tiene él tan profunda herida.
Que comparada con ella
¿Qué herida ha de hacerle mella?
¡Pobre corazón sin vida!
¿De qué le sirve latir
Si no hay otro que se esoonda
E n otro seno, y responda
A su amor___ ? ¿Eso es vivir?
A laida . Eso no. . . .
Amorel. Vos lo sabéis,
Sin duda tunáis como yo!
¿Pero á quién?—C allaos.. . . ¡no!
48 EL BARDO

No. . . . ! jam ás me lo direisl


¿Decidme vos que á otro amais
Y que no por mí sufrís
E l tormento que apuráis?
¡Decídmelo!—Sí. .. .yo .quiero,
Yo quiero saberlo... .¡Así
Os he de librar de mí!
Negro y oscuro el sendero
Me enseña la ruta inculta,
Va al ab ism o ... .iré yo m ism o .. . .
¡Sólo en tan lóbrego abismo,
E sta duda se sepulta!
Dónde ni pueda mirar
Ni un pedazo azul de cielo,
Donde esperanza y consuelo
E l alma no pueda hallar!
Necesita mi dolor
Ese, para que sucumba!
¡Yo necesito una tum ba
Para encerrar este amor!
— Ah! ¿me lo vais á decir
A laxda. Amorel. . . . ?
A mobel. No por piedad,
A que esté para m o rir.. . . !
Llevaré, que á tanto alcanza
La magia con que os adoro,
H asta el sepulcro, el tesoro
De esta engañosa esperanza!
Yo quiero aun por vos cantar
Al són del triste laúd,
T a n ta hermosa ju v e n tu d .. . .
¡Tanto aun me ha de cautivar!
Yo siento la inspiración
Que llega el alma á abrasarme,
PEON Y CONTRERAS. 49

No más con imaginarme


Que es vuestro mi corazón,
Que el vuestro, señora, es mío,
Y son míos sus enojos,
Y los rayos de esos ojos
Que esclavizan mi albedrío!
¿Conque si fuera verdad?
Por la vuestra y mi alegría,
¿Qué poder no ejercería
Mi alma en mi voluntad? (Pansa u geraj
Y a lo veis! siempre el escudo
Del callar ante mi acento!
Siempre callado el aliento. . . .
Siempre el labio. . . . ¡siempre mudo!
Y decís que soy feliz?
( Se oyen gritos y voces.,)
Alaida . (■Fijándose sorprendida en el ruido de adentro. ]

¡Qué rumor!
A morel. ('Contrariado y triste, profundamente triste; pero dominando su dolor.)

[Aparte.) ¿Por qué 83 niega?


(Alto.] Un rumor hasta aquí llega.
¿Qué ha de ser?
Alaida . Viendo á Beatriz que entra.

¡Ola, Beatriz!

ESCENA X
D ic h o s , B e a t r iz .
Bkateiz . Asustada.
Señora. .. .
Alaida . ¡Beatriz! ¿qué pasa?
M atriz . Que en el patio del castillo,
Riñen Ginés y Rohreño
Por dos bandos divididos.
1
50 EL BARDO

E l un o y el otro aguardan
Una señal, y los filos
De sus aceros el aire
Cortarán en sangre tintos!
A laida . ¡Tal desacato. .. .1—E sperad,
A Araorel que trata de ir á averiguar.

Amorel. .. —Mas ¿qué motivo


Los impulsa?
Beatriz . No lo sé,
Por más que aguzó el oído,
De imprecaciones y frases
Nada interpreté distinto,
Que las voces se confunden
Y se pierden en los gritosl
E SC EN A XI
Dichos, Robrefio. (C on »1 acoro desenvainado.)

Alaida . Con grande indignación.


Robrefio. .. . ¡Basta, Robrefiol
Robreño. Señora. . . . acudo solícito
E n busca de paz. .. .no quiero
Que la sangre corra en ríos
Por las vetustas baldosas
De vuestro viejo castillo.
Mandad que salgan al punto
Sus huéspedes. . . . y rendido
Pondré en vuestras nobles manos
Mi acero.— Y si por antiguo
Servidor vuestro Ginés,
Y tal vez por ser tan niño,
No paga con su existencia
Desafueros y delitos
Contra mi cargo y mi honra,
PEON V C O N T R E RA S. 5'
Cargado de inertes grillos
Eli fría cárcel oscura
Encuentre justo castigo!
-Plaida. ¿Terminaste? no sé cómo,
No lo comprendo ahora ursino,
No te lie m andudo u rra n e a r
La lengua.... El acero indigno
Oculta, cese al momento
Ese tumulto.... A los míos
E ntrégate prisionero
Por villano y por altiv o .
Ni una palabra. . . .ni una!
C obreño. Pues que cumplí como digno,
Basta, >eñorn. . . .
Amorel. ¿Sacando la espada.)
¡Teneos!
S obreño. ¿Vos? Salid ó ¡vive (.'listo1
Que no podré contenerme
Ni por respeto á este sitio.

ESCEN A X I 1
Dichos, Ginés (ConXa sa p a d a d a a a u d a .>

(’I nes . Perdón, se&ora, perdón,


Si osé sin vuestro permiso
E n trar con desnudo acero
H asta a q u í. . . . Mas he cumplido.
Un gran número de guardias
Contra vos alzando ol grito,
Amotinados proelamau
A Robreño su caudillo. . . .
Mas muchos de ellos atentos
A mi voz vuelven sumisos
52 EL BARDO

A trataros como deben. . . .


Fuerza es señora batirlos. .. .
R obbeS o. Entonces allí te aguardo! [vím rtpidamente.]
Í j INES. Vos, señor, vendréis conmigo. fAAmorev
A mobel. Con vuestra venia, señora.
¡Vamos, Ginés!
Alaida . En Dios fío. [Vauae Ginés y Amoral]

E SC EN A X III
A la id a y B e a tr iz .
A laida . Ven, Beatriz á mi capilla.
¡Rogar al cielo es preciso!
¡Ay le mí! Si Amorel muere
(Se detiene un momento y dice.)

¡Ay de mí, si le he perdido!


¿Oyes? comienza la lucha:
Se apercibe el golpe frío
Del acero. . . . sólo busca
Una vida el hierro inicuo
Qué a rre b a ta !. . . .y las víctimas
Todos son, súbditos míos!
[Aparte, poniendo la mano sobre su corazón para contener los latidos
de su pecho ]

Cada golpe me parece


Que viene á herir en lo íntimo
De mi alm a. . . .¡es que amenazan
Con la muerte al amor mío!
Unidos están por siempre
Su destino y mi destino!
¡Ay, que su vida y la m ía
Proteja el cielo benigno!
PEON y CONTKERAS. 53

ESCEN A XIV

R o b r e f lo , S u s a n a .
En el momento de desaparecer por la segunda puerta de la Izquierda
Alaida y Beatriz, aparece Susana huyendo, como que viene del fondo,
aterrada y con el semblante pálido y descompuesto; Robreño viene tras
ella.

R obbeño. Aguarda. .. .espera. .. .que hay tiempol


Ahí son muchos y bravios
Los que mi causa defienden,
¡Muchos los que están conmigo!
Mientras ellos palmo á palmo
Se disputan un camino,
Aquí los dos uos veremos. . . .
T ú conmigo y yo co n tig o .., ,1
¿Con que no estás loca? vam os.. . .
Y a sé que estás en tu juicio
Y lo que hoy tienes es miedo,
Como que me has conocido.
(E l terror de Susana aumenta por grados.)
¡Como el Conde y como Albor
Vi.s á morir aquí mismo!
S osana. (Con temor pero con firmeza.)

Lo mismo que tú mañana.


r ob» e Ro. A todo estoy decidido.
¿Quién va á matarme?
S osana, Amorel.
C obreño. ¿Amorel? ¡No por Dios vivo!
Eso no será, Susana. (Reponiéndose.)
Dentro de poco rendidos
E l y Ginés, han de yerse
A mi mandato sumisos!
S osana. ¿Amorel? no le conoces,
54 EL BARDO

Antes muerto, antes el filo


De sil acero, dará cuenta
De su escisteneía. ¿Rendido?
¿Rendido Ainorel? jamás,
No le conoces, te digo.
R obrbño . Vamos, despacha: si sabes
Rezar, reza. La has perdido.
S usana . (Con voz apenas intelegible.)
Socorro. . . .
R obreño . ¿Ves? T e sucede
Lo mismo que allá. . . Jo misin
Se te anuda la garganta. . . .
¡No llamaras en tu auxilio!
¡Cuando auxiliar no pudiste
Al Conde y á Lucas! Hijo
Del terror es ese horrible
M alestar que sientes, digo
Que rezes. . . .
S usana. IArrodillándose. ]

No por piedad,
No me m ates. . . .
R obreño. Oye. . . .á gritos
Mi gente me Rama. . . . B asta. . . .!
(Voces dentro.)
Robreño, Robreño. . . .
R obreño. ¿Oyes?
Cogiendo de vina mano A, Susana y sin soltarla hasta el fin de la escena-
Estar allí necesito;
¿Can que tú dirás mañana
El nombre del asesino?
S usana . Nó'
R obrbño . Me engañas.
S usana . Te aseguro
Que be de callar, que no insisto. . . .1
PEON y CONTRERAS. 55
R obreño. ¡Mientes!
▼•cea dentro.
Robrefio. . . . 1 Robrefio!
R obreño. Dando una puñalada á Susana, v ise precipitadamente.

¡Que nos confunda el abismo!


S usana. Cayendo al suelo.
A h!. . . . Darás en breve cuenta
De tus crímenes. ¡Maldito!

ESCENA XV
S u san a, A m o rel
(TT«oldadoa d aapuia cuando al di&logo lo indiqua.)
S usana. Arrastrándose y en las ansias de la agonía.

Socorro. . . .nadie! no hay nadie,


Me parece que oigo ru id o . . . .
Que se acercan. No, no puedo. .. .
¡Se oscurece en torno mío
Cuanto á ver alcanzo........... ! ¡Ya
Nada más tinieblas miro!
Amorre. Seguido de algunos soldados.
Amorel solo entra en la escena y los demás se quedan en la puerta del
fondo.

Ah! Susana! a h» soldad*» Por allí,


¡Por allí partir le han visto!
Buscadle por todas partes, s* t»h1« »oidado*.
Y m atadle si es preciso.
Baja al proscenio de nuevo y se arroja &socorrer á Susana.

Susana!. .. .m uerta. . . . ! Susana. . . . !


Susana. .. .¿no me has oído?

ESCENA XVI
Amorel, Alaida, Beatriz.
Auaida . E sa es la voz de Amorel.
¡Jesús mil veces! ¡qué miro!
EL BARDO

Me parece que un suspiro


H a exhalado.
¡Suerte cruel!
Susana!
Y a es vano empeño.
Arrodillándose junto á Susana.

Susana! ¿quién mató al Conde?


Susana hace un movimiento.

¡No responde!
Sí, responde .. .
Con vob aponas perceptible.

Robreño.
¿Lo oís?
¡Robreño!
¿Y él tam bién aquí te hirió?
¿No respondes ya? E s seg u ro .. . .
Amorel se leyanta y dioe.
¡Pero m atarlo te juro!
¡Te lo juro. .. .ó muero yo!
Amorel sale rápidamente» del escenario. Alaida y Beatris junto 4**
dáver en actitud conveniente.

FIN DEL ACTO SECUNDO.


ACTO TERCERO.
---- -94WK-----
Sala cuadrangular del castillo, á la derecha dos puertas y á la
izquierda otras dos, puerta en el fondo.—M esa-escritorio y
sillones de la época.

Beatriz, Robrefio.
Beatriz . No me queda dudu alguna
!V lo que os afirmo es cierto.
R obreño. ¡Con que tanto lo ama!
Beatriz . Tanto.
R obreño. ¿Segura estás?
B eatriz . Ya lo creo.
R obreño. Y á comprender no llegó
La falacia de tu intento?
Beatriz . Halagué sus ilusiones,
Halagué sus pensamientos,
Uní mi llanto al copioso
Raudal de su llanto acerbo:
Buscó apoyo, le di apoyo:
Consuelos, le di consuelos:
Y enzalsando de Amorel
E l ingenio y el talento,
Cosa fácil, pues le sobran
E l talento y el ingenio,
8
5« EL BARDO

Hablándole de sus penas


De su constancia y su empeño,
Revelóme sus desdichas,
Sus angustias, sus ensueños,
Y sorprendí uno á uno
Sus más ocultos secretos.
¿No es esto serviros bien?
Pues devolvedme á mi Diego,
Sabéis que hace ya cinco años
Que en la cárcel vive preso,
Vos me ofrecisteis salvarle.
¡Madre soy, por él mintiendo
Lealtad, traicioné á mi dueño!
De otro modo no lo hiciera;
Y puesto que el triunfo es vuestro. . . .
R obreñó. Aun n ó . . . . tan sólo una tregua
Dimos al com bate. . . .
B ea tr iz . Pero.
R obreño. Ni te inquietes ni receles:
Nada temas, triunfaremos,
Y romperé las prisiones
De tu hijo infeliz, de Diego.
B eatriz . E stá b i e n .. . .
R obreño. Otro servicio.
Beatriz . Con temor.

¿Otro?
R ob. ¿Tiemblas?
Beatriz . Sí tal, tiemblo,
Y a no quiero más traiciones,
Y no es no más que no quiero,
E s que las juzgo imposibles,
E s que no, que ya no puedo.
R obreño. ¿Traiciones? No por mi vida,
Ya no se tra ta de eso.
PEON y CONTRERAS. 59

B eatriz . ¿De qué pues?


R obreS o. De cosa fácil,
Así lo juzgo á lo menos:
Quiero hablar á la condesa.
Beatriz . ¿Y eso es fácil? No lo creo.
R ob. Le suplicas.
Beatriz . E s inútil.
R ob. Rogarás.
Beatriz . Inútil ruego.
¡La conocéis!
R ob. La conozco.
B eatriz . Vano será todo empeño.
R ob, Y ¿si se trata, Beatriz
De su amor?
Beatriz . Entonces...........
R ob. Pienso
Que si de su amor se trata,
Podrás B e a triz .. . .
Beatriz . ¿Y qué es ello?
R ob. Dile que yo, de Amorel
Guardado tengo un secreto:
Que yo le he de revelar
Lo que sé de ese mancebo,
Que á su porvenir importa,
Que importa á su vida!
Beatriz . Bueno.
Basta..... ¡Yo sé lo que os digo!
¡Con eso basta!
R obreSo. Pues dejo
A tu labio lo demás,
Que ya sé bien que es discreto.
B eatriz . Idos, idos que ella viene.
¿Aquí mismo?
R obreSo. Allá te espero
6o EL BARDO

Dentro de un instante ¿sabes?


Por aquel portillo estrecho
Que hasta aquí conduce
BeAI El Z. Cierto,
Y a lo sé.
R ob. Que Dios te guarde.
B bateiz . Que Dios os guarde, Robreño.

ESCENA II
Beatriz, (después Alaida.)
Bia t e iz . ¡Mire libre al hijo mío
Y que me perdone el cielo,
Que si es inmensa mi falta
Tam bién mi amor es inmenso!
¿Qué será? T a l vez no sea
La verdad.... ta l vez artero
Y astuto, ese hombre me engaña
Y miserable instrumento
Seré yo de su falacia
Y de su instinto perverso!. . . .
A laida . Sin hacer caso de Beatriz.

Ni un instante de reposo
N i un instante de sosiego. . . .1
Para esta inquietud del alma
Todo es mezquino y estrecho,
Parece que del espacio
E s cárcel el flrmameuto,
Y que su« muros azules
Se desploman en mi pecho!
Aire, luz, calor y ambiente,
Todo busco, todo anhelo,
Todo es vigor el espíritu,
E s todo impotenoia el cuerpo;
PEON Y CONTRERAS.

Y es que es amor, miedo todo,


Todo mi«do de perderlo,
E s Amorel que peligra
|Y es espantoso este miedo!
¿Beatriz?
Beatriz . Señora.
A laida . ¿Allí estabas?
Di ¿qué causa ese silencio?
Me figuro que le m atan
Si oigo chocar el acero,
Y si callan me imagino
Beatriz mía, que le han muerto!
¿Ya ves? pasó la tormenta,
(Se acerca al baloón mirando por él.)
Limpio y azul está eUcielo;
Parece que aquellas sombráis
Parece que aquellos veloB,
Que aquel nogror. . . . ¡Han venido
A refugiarse en mi pecho,
Y en él la torm enta ruje,
Desesperada, an su centro!
Beatriz . E s que treguas á la lucha
Por unos instantes dieron.
A laida . ¿Quién te lo dijo?
Beatriz . Lo sé.
A laida . ¿Quién te lo dijo?
Beatriz . Robreño.
A laida . ¿Y dónde has hallado á ese hombre?
Beatriz . A q u í. . , .
Alaida . ¿Qué me estás disiendo?
B eattiz . Aquí mismo.
A laida . ¿Y cómo vino?
B eatriz . Un pasadizo se cre to .. . .
A laida . [Interrumpiéndola. ]
6¡t EL BARDO

¿Y aquí vino? ¿A qué ha venido,


Y cuál es Beatriz su intento?
Beatriz . Diz que á hablaros.
A laida . Y tú ¿dueña?. . . .
B eatriz . Le escuché temblando Nécio
Le dije que era su afan,
Que era un absurdo su empeño.
E insistió!. . .
A laida . ¡Por vida mía!
¿Insistió?
Beatriz . Sin tregua y terco.
A laida . No prosigas. . . .
B eatriz . Eso mismo
Le decía y él fingiendo
Desdén, compasión, y á veces
Indiferencia y desprecio,
Al hablarme de Un p e l i g r o (M ovimiento de AlnidaJ
Que amenaza á ese mancebo. . . .
A laida . (Interesándose por grados.)
Prosigue Beatriz.
B eatriz . Lo mismo
Le dije yo, cuando oyendo
T ales palabras, quería
Que interponiendo mis ruegos,
Le concedieseis, señora,
Una audiencia...........
A laida . Y bien ¿qué es ello?
¿Dijo qué peligro es ese?
¿Te lo dijo? ó cuando menos. . . .
Bea tr iz . “Dile que im porta á su vida”
Dijo, y era en tal extremo
La expresión de su semblante,
Y tan sombrío su acento,
Que imaginé que veía,
PEON Y CONTRERAS. 63

Como se mira en un sueño,


Lívido al mozo gallardo,
E l semblante cadavérico,
Manando sangre á torrentes
La ancha herida.
A la id a . ¡Calla!
B eatriz . Y luego. . . .
A la » a. ¡Calla!
Beatriz . Que traidora mano
Sólo aguardaba el momento
De una se ñ al. . . .
Alaida . Ni un segundo,
Ni un segundo más, el tiempo
Pierdas, corre. . . . ¿Dónde, dime,
Puedes hablar á Robreño?
Beatriz . E l, señora, por si acaso
Vos queríais, el sendero
Me trazó. . . . Ya habéis pensado. . . .
Alaida . Nada, Beatriz, nada pienso.
Hablaré con él ¿qué importa?
Escucharé su deseo;
Mas no le digas Beatriz
Que yo por él mo intereso.
¡Por Amorel! ¿me comprendes?
Beatriz . Ya, señora, ya comprendo.
¿Si queréis?
Alaida . ¡Ni una palabra!
¡Y ve pronto y vuelve presto!
E SC EN A III
A la id a ( s o l a .)
Alaida . Duda cruel, indefinible,
Que en mi espíritu te agitas,
Interna voz que así gritas,
$4 EL BARDO

Fantasm a del imposible!


¿Qué sois tinieblas, si os^veo
Cuando ante mí se levanta,
Con el temor que me espanta,
L a imagen que es mi recreo?
¿Qué sois cuando llega y hiere
D el dolor la aleve hora
Cuando la suerte traidora
Arrebatármelo quiere?
Entonces, imagen mía,
Ante mí, tú sola avanzas,
Y ahuyentan las esperanzas
Mi negra melancolía.
Entonces te siento en mí
P alpitar con vida nueva,
Y parece que te lleva
Mi anhelo, su frenesí.
Parece que en mis enojos
T e infunde mi pensamiento,
Todo el calor de mi aliento^
T oda la luz de mis ojos.
Y que acercándote vas
H acia mí, gentil lucero,
Más hermoso y hechicero
Mientras que te acercas más.
Y en la luz que te rodea
Para que yo no recuerde
Mi dolor, todo se pierde
Para qué sola te v e a . . . .
Sola, imagen celestial,
Cielo en que vivir ansio. .. .
Pues por tí no más, bien mío,
Q uisiera ser inmortal! (Ap»e»fflnés.j
¡Ginés, el cielo te e n v ía ... .1
PEON Y CONTRERAS. 65

ESCENA IV
A la id a , G in é s .
G inks. No es el cielo, es Amorel.
A laida. (Sin reflexionar y dejándose llevar del sentimiento de la pasión que
domina.)
E s lo mismo el cielo que Si!
Ginks . Mandad, pues, señora mía,
Que él de vos manda saber
Si estáis tranquila. . . .
Alaida . (Con arrebato.)

¡Que nó!
Ni he de estar tranquila yo,
(Conteniéndose y disimulando.)

Mientras no mire volver


A los que luchen por mí
De vida y contento llenos,
Por valerosos. . . . por buenos. . . .
¡Y por que lo siento así!
(Instante de pausa.)

Ginés ¿me queréis servir?


Ginkj . Yo siempre os serví, señora,
Alaida. E s un servicio el de ahora,
E l que te voy á pedir,
Distinto dé los demás.
Ginbs . ¿Pedirme? Eso es ultrajarme,
Podéis, señora, mandarme;
Pero pedirme. .. .¡jamás!
Una vida dióme Dios
Que he puesto á vuestro servicio,
¡Más me diera en beneficio
Y fueran más para vos!
¿Qué queréis?
Alaúia Que venga aquí.
#
66 EL BARDO

Gines . ¿Amorel?
A laida . Que venga quiero.
Gin es . ¿Que yo lo traiga?
A laida. Lo espero.
Gines . ¿Es al punto?
Alaida . Al punto, sí.
G ines . ¿Lo exigís?
A laida . Es exigencia.
G in es . E s que su honor___
Alaida . ¡Por su honor!. . . .
G ines . (Señalando el exterior de la fortaleza.)
Si hay peligro.. . .
A laida . Lo hay mayor.
G ines . ¿En su vida?
A laida. E n su existencia.
G inés . ¿Aquí ó allá?
Alaida . ¡Más, allá!
Gines . ¿Allá más peligro?
Alaida . Pues.
G ines . Entonces.. ..
A laida . Vuela Ginés.
G ines . [Dudando.]
¿Vendrá?
Alaida . Sin duda vendrá. [V*MGinfe, foro ¡zqoierd*.]
Vendrá poique ha de venir
Y adivinará mi intento,
Que esto mismo que yo siento
Esto mismo ha de sentir.
(Aparece Beatriz que entra por el foro, derecha.)
¡Ah, Beatriz! ¿Tú?

ESCENA V
B e a t r iz , A la id a .
Beatriz . Yo, señora.
PEON Y CONTRERAS. 67

A laida . ¿Le hablaste?


Beatriz . Forzoso era
Pero también es forzoso
Que espereis.
A laida. Puesto que es fuerza
E speraré. . . . jNo te dijo?. . . .
Beatriz . Nada, nada. .. .que se acerca
E l último encuentro, que él
Decidirá de la empresa,
Y que es necesario, añade,
E n tal sitio su presencia.
De un lado de la m uralla
Se miran las sombras fieras
De los soldados que mandan
Ginés y el otro. . . . Más cerca,
Donde está Robreño, vénse
T al como fantasmas negras,
Los insurrectos soldados
Que con el traidor pelean.
¡Todos descansan! De pié
Sólo están los centinelas;
Uno y otro bando, temen
Derrepente la sorpresa,
Y cautelosos aguardan,
Y prevenidos esperan!
Parece que ni uno ni otro
Dar quiere tregua á la tregua,
Y se bruñen los aceros,
Y el rudo valor se alienta,
Y se dá pasto al encono,
Y recuperan las fuerzas. . . .
¡Y del uno y otro lado
Los cadáveres se ostentan!
Yo los he visto, señora,
68 EL BARDO

Como informes masas negras


Al fulgor de los hachones,
A la luz de las estrellas,
Sobre las rojas baldosas
Donde la sangre se orea!
Alaida ha escuchado con indiferencia y preocupada, la relación anterior.

Alguien viene, si es R obreño.. . .


A laida . No es R obreño... .v e te ... .espera
E n el cercano aposento,
Beatriz.
B eatriz . Si queréis que vuelva___
Alaida . Vete ya! fV ise Beatriz, primero derecha.J

ESCENA VI
A m o r e l, A la id a .
A laida . [Viendo entrar á Amorel. ]

¡Gracias al cielo!
Amorel. E l me permite que os vea!
Me mandasteis que viniera.
A laida . E s verdad, que os interesa.
A morel. Más triunfar de esa canalla
Que se alista á la pelea.
A laida . Más el salvaros.
Amorel. ¿A mí?
A laida . Más salvar vuestra existencia.
A morel. La salva el destino mío
Que así quiere que padezca,
Pues me oculta su esperanza
Y su sonrisa me niega!
Valiera más que muriese:
Que morir más me valiera
Que importunaros, acaso,
Con mis dudas y mis quejas!
PEON V CONTRERAS. 69

Ya lo veis, á pesar mío,


De nuevo ante vos comienzan,
Que ante vos desesperado
Rompe el amor sus cad en as.. . .
Sus blancas alas agita
Y aletea en torno vuestro
Y gira y gira sin tregua
E n interminable vuelo!
(Se oyen-loa primeros rumores del combate, que continuarán hasta que
el diálogo lo indique.)

¿Ya veis? Comienza la lucha


Alaida, ¿lo estáis oyendo?
Una palabra siquiera
Antes de partir, espero. . . .
Que seis vida de mi vida,
E l aliento de mi aliento.
Alaida . Ah! callad, perdón os pido
Si en oin * me embeleso,
Olvidando que os llamé
Para otro asunto.
Amorel. Sí, p e ro .. . .
¿Pero no me respondéis?
¿No llega hasta vos mi ruego?
Alaida . Amorel, sé que os traicionan.
Amorel. ¿Quién me traiciona?
Alaida. Robreño.
T al ^bz en amiga mano
Se oculta el puñal artero.
Amorel. (’Haciendo ademán de retiráis«.)

S eñ o ra... .perded cuidado,


Cada golpe de esos hierros
Me parece que pronuncia
Mi nombre. .. .! que yo no debo
E star junto á vos, que es fuerza
70 EL BARDO

Seguir luchando con ellos;


Siento, señora, que tiembla
E l gavilán de mi a c ero .. . .
A laida . Pues n o os iréis, Amorel,
A morel. Que yo no vaya. . . . ?
A laida . Os lo ruego.
A morel. ¿Rogarme vos que me quede?
¿O estoy loco ó es que sueño?
Alaida . Ni uno ni otro.
A morel. ¡O vos dormís!
A laida . Jamás durmió más despierto
E l triste espíritu mío,
Que por vos teme desdichas
Que no se temen durmiendo!
A morel. (Desesperad®.)

Señora, señora mía,


Unico bien que yo anhelo,
Ved que me llama el combate,
Ved que también me estáis viendo
De tal modo, que en los rayos
De esos ojos, siento presos
Con el amor de mi alma,
Voluntad y pensamiento!
Dejadme.
A laida . No he de dejaros. . . .
A morel. Tened piedad.
Alaida. No la tengo,
Que antes la tengo de mí,
Que en no tenerla, y o pierdo!
— Amorel!
[Alaida cambia de tono súbitamente porgue oye pasos.]
A morel. [Sorprendido. ]

¿Qué os pasa?
Alaida, (Corre ú cerrarle la puerta del fondo J
PEON Y CONTRERAS.

Pronto!
¡Idos.. . . !
Amorel. (Viendo cerrada la puerta por Alaida que la tiene eujeta.)

¿Dónde?
Alaida. Señalando la segunda puerta derecha.

A ese aposento!
Amorel. Si he do marcharme, señora,
Ha de ser donde los nuestros
En su ardiente sangre tintos
Rodando caen al suelo!
Oigo pasos. . . .
Alaida . Es verdad,
Y a se acercan. Idos presto!
¿Queréis que me mire sola?
¿Sola, en poder de Robreño?
Amorel. Lleno de goso.

¿Robreño? ¿Es 61?


Alaida . Idos. . . . Idos.
Amorel dirigiéndose £ ocultarse.

¡Allá estoy!
Alaida. Abriendo la puerta £ punto que Robreño llega.

¡Gracias al cielo!

ESCENA Vil
A l a i d a , R o b r e f io .
R obreSo. Al entrar.
Dos palabras nada más,
Que no he de perder el tiempo!
Alaida. Habla y mide tus palabras.
R obresîo, Más que medirla^, mi pecho
Guardarlas pudo en su abismo
Eternas nocheB sin sueño,
Eternos días máB largos
EL BARDO

Y más que esas noches, negros.


Con este aspecto de hiena,
Con este sombrío aspecto,
Tuve, señora, un amor,
Amor, a sí. . . . ¡como el vuestro!
E l era toda mi vida,
Mi alegría, mi universo.. . . !
¡Con todas sus flores, tierra,
Con todos sus astros, cielo!
¡Alina!— Así sa llamaba
La que me dió todo eso!
Vio á Alina el Conde de Ordaz,
La amó loco. . . . la amó ciego. . . .
¿Amor. . . . ? infam ia. .. .to rp e z a .. ..
Seducción y devaneo;
Que >rrebatóm ela un día
Para abandonarla luego.
E lla murió de dolor
Pero yo. .. .¡seguí viviendo!
Siempre junto al Conde, siempre,
Siempre á su lado contento!
Os v ió . . . os amó, su amor
E ra esta vez verdadero,
Otro nunca concibió
Más puro, ni más inmenso.
¡El único de su a lm a .. . .
Debía ser el postrero!
Contra ol Rey induje al Conde,
Y él v otros nobles soberbios,
Determinaron m atar
Al monarca. Tuve un pliego’
E n mi poder. Y entre tanto,
Que el Conde, de su himeneo
Preparaba en este alcázar
PEON Y CONTRERAS. 73

E l altar y los festejos,


Oculto emisario mío
Llevaba al rey el proyecto
De sus altivos vasallos.
¡Y el Conde de Ort'az entre ellos!
Y en la noche de si Roda,
Del furor del Rey h t vendo,
Salió de aquella Capilla
Donde vos e s tá b a is ... .Eso,
Vos lo sa b éis.. . .
A laida . También sé
Que v o s ... .le m atástei* luego.
R obreSo. Lo h e r í .. . .
All AIDA. Lo matasteis.
R obkeSo. ¡No!
Lo herí, señora, en el pecho.
Yo le vi rodar al polvo,
Le vi inmóvil en el suelo,
Pero no encontré, señora,
Su cadáver, cuando lleno
De ventura, al otro día
Del alba al primer reflejo,
Yo mismo con la justicia,
Volví al lugar del suceso.
Sólo el cadáver de Albor
E staba a l l í ... .¡sólo un muerto!
Y vi lo que no miró
La justicia. . . . vi un reguero
De sangre que se perdía
A pocos pasos. . . . Y entiendo
Que el Conde de su letargo
Mortal, á poco volviendo,
Logró e sca p a r.. . .
AI iAIDA. ¿Vive entonces?
10
74 EL BARDO

R obreS o. :X que viva es mi deseo!


Y cuando sepa, señora,
Que le arrebató Robreño
Su tesoro. . . . ju alegría,
Su ventura ' su embeleso,
Que como ( ¡ de Aliua, yo
Soy de Alf [da único dueño!
A laida . ¿Qué dice este hombre?
Robreño. ¡Y no os amo!
¡Ni os amo ni os aborrezco!
¡Tampoco él amaba á Alina!
Tamp< co la amaba, es cierto,
Pef j era mi Alina, y vos
A ¿ —^ue Amorel pálido y con el acero desnudo.

¡Sois su Alaida! ¡Ira del cielo!


Viendo aparecer á Amorel.
¡Amorel!
A morel, Del cielo es la ira
No lo dudéis, por él vengo.
¡En nombre del cielo mismo
Me llego hasta vos, Robreño!
Murió el Conde, ó no murió,
Eso, después lo sabremos;
Pero vos podeir contaros
De seguro entre los muertos!
Esto lo ha dicho cerrando con llave la puerta del fondo. Robreño demu
dado, con loabrasos cruzados lo vé cerrar sin moverse, sin tocar siquie­
ra el puño de su espada.

ESCENA VIII
Amorel, Alaida, Robrefio.
Rabre Sq. ¡Que no fuerais vos, plugiese
Al cielo, altivo mancebo!
PEON Y CONTRERAS. 75

No anduvierais tan despacio,


Ni mis brazos sobre el seno
Se cruzaran; ni estuviera
Como estáis viendo este acero
Colgado de mi cintura,
Sin voz y sin movimiento!
Amorel. E s que sois cobarde. .. .E s
Que teneis miedo.
R obreRo. ¿Yo, miedo?
¿No me visteis batallar
Toda la noche? ¿No es cierto?
¿No me visteis acudir
Sereno y firme al encuentro
Del peligro?
Amorel. Pero siempre
Miserable, de mí huyendo!
R obreSo. ¡Me insultáis!
Amorel. Mientras no mire
E n vuestra mano ese hierro,
Para insultaros me estáis
Dando sobrado derecho!
¿Juzgáis acaso que voy
A asesinaros?
R obredo. ¡Prefiero
Que me matéis! Un instante
Dejad que piense, mancebo,
Qué debo hacer. . . .
A morel. Combatir.
R obreSo. ¿En este trance supremo?. . . .
Amorel. Vais á obligarme á mataros.
R obreRo. E s p e ra d ... .o i d .. . . Un momento [P»u«*ug«r».j
Crecisteis en una choza,
A la orilla de un sendero,
Al pié de montaña agreste
7* EL BARDO

Y de una villa no lejos.


A rezar os enseñó
Catalina.—Juan Perreño,
Os puso en la diestra mano
Por vez primera el acero.
A domar aquel trotón
Q ue era del color del cuervo,
Os adiestró Juan M artínez,
Que fue jinete muy diestro.
T res veces cada semana
Ibais al curato luego,
A aprender del señor cura
La ciencia en sus libros viejos.
Y aprendisteis á trovar
O no lo aprendisteis, que eso
Dicen que nadie lo enseña,
Porque eso viene del cielo.
No lo sé; mas desde eutonces
Del blando laúd al eco,
Cantas romances que dicen
Que maravillan por bellos,
Y que adormecen por dulces,
Y que encantan por lo buenos.
Amorel. Callad. . . .
A laida . Seguid. . . .
R obredo. Sé también
Que de la noche el silencio,
T urbáis con esos cantares
Que cantan el sentimiento!
Que vivís desesperado,
Que el dolor os roba el sueño
Y que á veces el dolor
De tal manera es intenso,
Y tan hondo y tan profundo
PEON y CONTRERAS. 77
Y tan rebelde y tan fiero,
Que lloráis como los niños
Aunque no lloréis lo mesmo!
A morel. C allad...........
A laida . Seguid...........
R obreño. También sé
Que alguien veló desde lejos
Siempre por vos. Que una noche
Cuando os estabais volviendo
Al hogar; lóbrega noche
De lóbrego firmamento,
Os asaltaron tres hombres,
Que rendísteis á dos de ellos,
Y cuando ya á vos, rendido
Iba á heriros el tercero,
T a l vez de muerte, Amorel,
Un hombre, de entre lo denso
De la tiniebla, alargando
Con esta mano este acero,
Logró herir, y herir de muerte,
No sin luchar por lo menos. . . .
Vos lo visteis, largo tiempol
A morel. ¿Vos? Callad!
Alaida . S e g u id .. . .
R obreño. Tam bién
Sé que lleváis en el pecho
Pendiente de una cadena. . . .
Amorel. ¡Oh, callad! ¿Vos sabéis eso?
R obreño. La m itad de una medalla.
Amorel. Que mi mismo padre al cuello
Me colgó-----s í------
R obreño. Con la Virgen
Del Pilar en el anverso.
Amorel. Y del otro lado.
7« EL BARDO

R obreño. Apenas
Inteligible, un letrero.
A morel, ¿Y sois vos, por vida mía,
Poseedor de mi secreto?
¿Y la otra mitad?
R obreSo. ( Sordamente)
A q u í, (Llevando la mano al pecho,)

|La otra m itad yo la tengo!


A morel. Vos. . . . ¿Habéis dicho que vos?
R obreño. (Arrancando del fondo de en ropilla la mitad de una medalla.)
M iradla. . . . !
A morel. (Uniéndola con el pedazo que se extrae también de su ropilla.)

O tra prueba anhelo.


R obreñó. ¿Otra prueba?
A morel. Otra y basta.
R obreño. E s una bolsa de cuero. . . .
A morel. (Sacando de su ropilla una bolsita cosida por los cuatro lados.)

¡Aquí estál
R obreño, Pues bien, rasgadla
Del puñal con el extremo.
¿No os lo dijo Catalina
Cuando se estaba muriendo?
Amorel. (Dominado.)

¡Es verdad. . , . !
[Rasga con la punta de su puñal la bolsa y extrae un pergamino nroy
pequeño y doblado. ]

R obreño. Un pergamino
E stá encerrado allí dentro.
A morel. ¡Es verdad. .. .!
R obreño. ¡Un nombre escrito!
A morel. El de mi padre.
R obreño. ¡Leedlo!
A morel. (Vacilando. J

¿Es el de mi padre?
PEON V CONTRERAS. 79
R ob. Sí.
¿Ya lo leisteis?
Amorel. (Tratando de.leerlo.J

No veo.
R ob. [Tomando la la s de sobre la mesa y alumbrando.]

¡Yo misino os daré la lu z !.. . .


D i . . . . ¿qué dice?
A morel. (Leyendo y soltando la espada que rueda al suelo.)

¡Juau Robreño! fp»™«.)


¡Padre!. . . . ¡mi padre!. ., .s e ñ o r.. . .
Idos. .. .Idos. .. .os lo ruego!
Porque he jurado mataros
¡Y yo mataros no debo!
R ob. ¿Y á quién hiciste, Amorel,
Díme á quién, el juramento?
Amorel. S e ñ o r.. . .
R ob. ¡Me lo has de decir!
Amorel. S e ñ o r.. . .
R ob. Yo quiero saberlo.
A morel. [Con brusco movimiento se dirige á la puerta segunda izquierda y abrien­
do sus dos hojas, deja ver, se supone, por la triste luz que sale del apo­
sento, el cadáver de Susana.]

Pues bien ¡mirad!


R ob. ¡El cadáver
De Susana!
Amorel. En el momento.
De e sp ira r.. . .
R ob. T ú lo juraste!
Amorel. Lo ju ré . . . .
R ob. (Mostrándole el pecho.)
¡Cumple! Del suelo
Toma, Amorel, esa espada.
Amorel. ¡Idos, señor!
R obreRo. Hiere, quiero
8o EL BARDO

Que encuentre el conde, al venir,


De mí, tan sólo mis restos.
A morel. ¿El conde vive?
R obreño ¡Tal vez!
A laida . ¡Todo es dolor y misterio!
A morel. Idos, padre. . . . 1 Idos de aquí;
De otra manera no puedo
Responderos do mis actos,
De mis hechos responderos!
Parece que estáis contando
A Alaida vuestros proyectos,
Y que desde allí OS escucho [Señalando «1 aposente en
Que estuvo aguardando durante la escena anterior.]
Y desde allí estoy oyendo. <-Re00ge su acero.]'
¡Parece que se me olvida
Que sois mi padre y que pierdo
La m em oria... ,y que mi labio
Pronuncia sus juramentos,
Y que á una espantosa lucha
A invitaros va de nuevo!
O íd . . . ¡ya no se oye nada!
¡O Ginés triunfó ó los vuestro»!
R obredo. Como saliendo de un hondo letargo.

¡Es v erd ad .... . ¡El triunfo es mío!


No lo dudes. . . . pronto vuelvo!
A morel. ¿Cómo se llamó mi madre?
R obreSo, ¡Alina!—Espera Amorel.
¡Condesa, ya nos veremos!

ESCENA IX
A la id a , A m o r e l.
Amorel. So acerca lentamente &Alaida, pero antes cierra la puerta con llave Z
deja una espada sobre la mesa y desenvaina su puñal.

Alaida, mi bien, mi amor,


PEON Y GONTRBRAS.

Y a lo ves. k. . ¡no lo Sabía!


.Tam bién á la madre mía
Hirió en el alma el dolor!
Me arrastran de un mar las olas
A mi destino inmutable,
Permíteme que te hable
Como cuando te hablé á solas.
Con esa misma llaneza
Que en mis trovas cuando canto
Cuando acude amargo el llanto
A anegarme en su tristeza.
De ese hondo m ar no es posible*
Contener el fiero e m p u je ...»
Al fin la torm enta ruge
Incontrastable y terrible.
ALAIDA. ¿Qué vais á hacer?
A morel ¡Morir!
Alaida . ¡Nól
Amorel. T al parece que despierta
De su letargo esa m uerta 6«s»itado i s«um.
“ Si él no muere, muero yo,"
Así le d ije . . . . Cumplir
E s necesario, alma mía.
¡Y yo que vivir quería!
jYo que anhelaba vivir!
Alaida . ¡Amorel!
Amorel. (Ay! Además,
¿Dónde mi dicha se encierra?
[Cuánta flor cría la tierra
Y tú ninguna me das!
[Cuántas promesas el pecho
Guarda de amor y alegría. . . ,
Pero t ú . . . .tú , prenda mía,
Ni una promesa me has hecho!
8a EL BARDO

Cuando en la noohe al espacio


Tienden las almas el vuelo,
¡Cuántas estrellas el cielo
Guarda en su inmenso palacio!
Y no me dijistes no,
Cuando las vimos brillar:
“Allí te voy á esperar
Si antes que tú, muero yo!”
Nada mi bien, me dijiste
Que halagara mi tormento,
Por eso muere contento
Quien ha vivido tan triste!
Mas ya que cercano estoy
De la fría sepultura,
Y a que á prisión más oscura
Eternam ente me voy,
Dime una frase que ¡guale
De un beso al dulce embeleso,
Que una frase es como un beso
Cuando del alm a se sale.
Una palabra no más,
Una que lo diga todo:
Pero dímela de modo
Que no la olvide jamás.
Una que borre el dolor
De tanto incesante anhelo. . . .
¡Una que me lleve al cielo
Desde el cielo de tu amor!
Amorel levente el braeo per» herir ee. A leide lo detiene, errojindoe»
bre él.

ALAIDA. Amorel, dadme ese a c e ro ... .1


Amorel alejándose de ella.

Nó! Responde á mi reclamo.


¡Adiós, A laid a. . . 1
PEON V CONTRERAS. 8¿
Al AIDA. Desesperada y coa ros apenas perceptible.
¡Te amo!
¡Amorel, vive! No quiero,
No quiero que mueras, no!
Amorel. Repíteme, te lo imploro,
Lo que dijiste.
A laida . ¡ T e a d o r o ! Tocan A la puerta.

O y e ... .llaman!
Amorel. Abstraído y aparte.
¡ M o r i r y o ! Vuelven ¿ llamar.

A laida . L lam an___


A morel. A bre. ..
A laida . No he de abrir
Si tú no vienes conmigo.
A morel. Que abras, Alaida, te digo. .. .
Aparte. (Es necesario morir.)
Alto. No acrecientes los enojos

De mi destino cruel.
A laida . Estoy leyendo, Amorel,
E n tu frente y en tus ojos,
Sobre una nube sombría
Con tu desesperación,
L a espantosa decisión
Que es tu muerte y es la mía.
C um ple. . . . cumple ya la ofrta.
Jun tos moriremos pues.... Sin soltar de la mano &A m .n l,
GlNES. Adentro. Abrid, señora.
A laida . Aliando la TOS.
E s Ginés.
Abre tú, Ginés la puerta.
Pedazos hazla. .. .¡ay de mí!
El semblante de Amorel se descompone lentamente y en él se marca
firme resolución de morir y forcejea por desacirse de Alaida.
A morel. E s mi padre y yo no puedo
M atarle. . . .
84 KL BARDO

Alaida . Amorel, no cedo»


¡Pronto Ginés! A sí. . . . A sí. . . .
Ginés salta en pódalos la puerta y entra.

ESCENA X
Dichos, Ginés y Beatriz (Que a cu d e a l ru id o.,
A morel. T ras de Sí viene. ¿No es cierto?
A Ginés que.trata de aclarar la situación.

Susana. . . . voyl
A laida . (Impidiendo con su último esfuerzo que Amorel se quede libre.
Desvaría
A morel. A Ginés.
¿Viene?
Gin es . ¿Quién?
Alaida . A Ginés.
¡Oh, suerte impía!
Robreño. .. .1
G in es . Con sotannid&d.
¡Robreño ha muerto!
A morel. Volviéndose bruscamente y amenazando i Ginés.
¿Y tú le mataste?
G in e s . ¡Yo!
A morel. ¿Riñiendo contigo?
G in es . Sí.
A morel. ¡Que si n ó . . . . !
G in e s . Así le herí,
Que de otra manera no.
A laida . T u daga esconde, Amorel,
Que ya en paz Susana duerme!
Gin es . A Alaida.

Robreño espirante, inerme,


Para vos me dio un papel.
Dijo que leerlo no quiso,
Que en él una mano escribe
Si el Conde vive ó no vive.
A morel . Conmovido y ansioso.
PEON Y CONTRERAS. 85

Leédlo A lg id a... .es preciso,


▲laida tomando el papel y adelantando nn paso la rompe.
¿Qué haces?
¿Qué me importa á mí
Que viva ó no viva el Conde?
S e ñ o ra .. . .
Alaida, responde. . . .
Quedo á Amoral.
¿No ya todo te lo di?
Arrojando al suelo los pedazos del papel que le enrregó Oinés.
Con acento apasionado y lleno de gratitud.
¡Alaida!
(Llevándoselo aparte y en voz baja.)

¿Contento estás?
T u afán por siempre concluya
Si mi alma es libre y es tuya,
¡Qué me importa lo demás!
¿No te di mi vida entera?
(AG¡né». 1 ¿Qué rumor?
Desprendiéndose de Amorel y dejándose caer desmayada de fatigada en
un sillón.
[Adelantándose] L í l g C lltC CS

Que viene hácia aquí. . . .


Ginés.
¡Has que se detenga fuera! visoGmé».
Cerrado la puerta del fondo.

E SC EN A XI
A m o r e l, A la id a .
(Amorel se acerca á Alaida y contemplándola con intensa mirada de
amor se arrodilla á sus piés tomándole la mano y diciéndolej

Cesaron ya tus enojos.. . .


Ahora sí luz de mis ojos,
Ahora sí. ¡Ya soy feliz!

FIN DEL ACTO TEECEEO.

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