The Upside of Falling
The Upside of Falling
The Upside of Falling
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Moderación y traducción
ESTHERC
DIseño
TOLOLA
SINOPSIS 12 25
PRÓLOGO 13 26
1 14 27
2 15 28
4
3 16 29
4 17 30
5 18 31
6 19 32
7 20 33
8 21 SOBRE LA
9 22 AUTORA
10 23 SIGUIENTE
LIBRO
11 24
Oculto en la base de las Rocky Mountains vivía un chico pequeño con un
sueño singular: dejar este hogar roto y destrozado y convertirse en alguien.
Ese chico era yo, Colby Brooks. Excepto que ya no soy el mismo.
Mis sueños pueden seguir siendo los mismos, pero mi realidad no lo es.
5
Y aprendí hace mucho tiempo que la única manera de lograr mis sueños era
evitar las distracciones, a cualquier precio.
—¿Y
qué es esto?
6 avión.
Estudio las alas, las marcas y el cuerpo del
1Es uno de varios subtipos de linfoma no Hodgkin de células B. El linfoma de células del manto generalmente comienza
con el agrandamiento de los ganglios linfáticos; puede extenderse hacia otros tejidos como la médula ósea y el hígado.
D
oblarlo, hacerlo al ras.
Quitar las arrugas.
Quitar todas las arrugas.
9 Doblar.
Quitar las arrugas.
Y doblar.
—Amigo, ¿qué estás haciendo? —Stryder entra en la casa de la piscina,
con una manzana en la mano, con la ropa de civil puesta y una mirada molesta
en su rostro.
—Doblando la ropa. —Estudio la camisa doblada y luego la meto en mi
elegante cómoda de caoba, la misma que he usado los últimos tres años durante
los descansos de las clases de la Academia de la Fuerza Aérea.
Al caer en mi cama, Stryder levanta la cabeza con la mano y muerde la
manzana.
—Llevamos una hora fuera de la Academia y aún no te has cambiado de
ropa y estás doblando tu ropa de civil como si alguien fuera a inspeccionarla. —
Tirando una de mis camisetas dobladas, dice—: Vive un poco, hombre. Mételas
en los cajones.
Sin prestarle atención a la conferencia de Stryder, tomo la camiseta
desechada y empiezo a doblarla de la misma manera que doblaría mis camisetas
de manga larga. No estoy de humor para enrollarlas como mis camisetas de
manga corta.
—Ya sabes cómo soy cuando llego aquí. Me gusta ubicarme. —Necesito
organizarme para sentirme en paz.
—Y te lleva una eternidad —se queja Stryder—. Es nuestro cuarto año,
nuestro último descanso de Acción de Gracias, sólo tenemos dos descansos más
después de esto antes de graduarnos, así que dejemos la vida militar por un
segundo y respiremos. —Al arrojarme una almohada, me distrae de mi ropa—.
Respira hondo, hombre.
Desde nuestro primer día, cuando empezamos el entrenamiento básico,
Stryder ha estado a mi lado. Gravitamos el uno al lado del otro, con los ojos muy
abiertos y nerviosos esa fatídica primera noche. Vimos cómo nos cortaban el
cabello a milímetros del cuero cabelludo. Nos pusimos en fila juntos, sin decir
una palabra durante las vacunaciones y cuando estábamos hambrientos,
exhaustos y listos para desmoronarnos, estuvimos al lado del otro dándonos
ánimo.
Tres años más tarde, seguimos juntos, todavía regañándonos como una
vieja pareja casada, todavía presionándonos para ser lo mejor que podamos y
ambos compitiendo por un lugar en el entrenamiento de los pilotos.
Stryder proviene de una larga línea de pilotos, desde su abuelo a su padre,
pasando por sus tíos y sus hermanos. Lo llevan en la sangre. No se trataba de
qué sería Stryder cuando creciera, sino de cómo llegaría allí.
10 Yo, por otro lado, había escuchado historia tras historia de mi abuelo
hablando de su breve momento en la Fuerza Aérea, donde voló hasta que fue
castigado por razones médicas, un momento oscuro de su vida.
Parece que es una tradición de la familia Brooks tener muchos “momentos
oscuros” en la vida.
Uno de esos momentos oscuros es por lo que no he vuelto a casa a ver a
mi madre desde que me fui a la academia. Aún recuerdo la sorpresa en su voz
cuando le dije que me quedaría con Stryder en lugar de volver a casa. Después
de la tercera llamada diciendo que no iba a volver, se rindió.
Afortunadamente a los padres de Stryder no les importa patrocinarme y
dado que puedo estar con mi amigo y vivir en su lujosa casa de la piscina
mientras estoy de vacaciones, es una situación en la que todos ganan.
—Sabes que no funciona así para mí. —Agarro otra camisa y empiezo a
doblarla, aunque estaba perfectamente doblada cuando la empaqué.
El crujido de la manzana de Stryder hace eco en la pequeña casa.
—¿Cuánto tiempo va a durar esto?
—¿Por qué?
—Hay una fiesta en Woodland Park en la casa de un amigo de la
preparatoria. Sus padres se han ido para Acción de Gracias y le han dejado la
casa de la montaña. Se va a poner muy bueno, hombre.
—No.
—Colby, vamos, carajo. Hardie y Joey van a estar allí. —Joey; alías
Josephine y Hardie completan nuestro pequeño cuarteto. Crecimos en diferentes
partes de Colorado Springs, extrañamente nunca nos conocimos hasta que
fuimos aceptados en la Academia de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos;
USAFA.
—¿Joey va a ir? —Stryder asiente, sorprendiéndome. Entre nosotros
cuatro, Joey y yo somos los más parecidos en cuanto a nuestros hábitos de
estudio, nuestras mentes se fijan en una sola cosa: volar un avión. Cuando todos
los demás salen los fines de semana a ver una película, estamos en nuestros
dormitorios, estudiando. Practicando. Perfeccionando.
—Vamos, sabes qué quieres ir. —Realmente no lo hago. Stryder intenta el
enfoque juguetón lanzándome los calcetines. Los aparto con una mano.
—Tengo que estudiar un poco. —Soy cortante, no estoy de humor para
andar con rodeos. De hecho, me gustaría que no tuviéramos este pequeño
descanso de Acción de Gracias. Desordena mi flujo.
Los descansos no significan nada para mí.
Los cadetes cuentan los días que faltan para salir del campus. Yo no lo
11 hago.
A diferencia de los otros cadetes, no tengo una familia cariñosa con la que
volver a casa. No tengo un dormitorio sagrado de la infancia en el que quiera
pasar el rato. Y estoy seguro de que no tengo un padre cariñoso con el que
compartir mis experiencias.
Los descansos sacan lo peor de mí, sacando a relucir sentimientos
reprimidos que he tratado de enterrar durante incontables años.
La graduación está a sólo unos pocos meses y traerá el alivio que he estado
buscando, el constante vamos, vamos, vamos, que necesito para mantener mi
mente lejos del pasado. Estoy mirando hacia adelante, manteniendo mi cabeza
en el juego y logrando el único objetivo que he tenido desde que puedo recordar.
Convertirme en piloto de guerra.
Nada se va a interponer en mi camino. Ni mi pasado, ni unas estúpidas
vacaciones sin sentido y estoy seguro de que no me distraerá una fiesta en las
montañas.
Stryder se sienta en la cama y tira el corazón de su manzana en el pequeño
cubo de basura de la esquina, con ira en su lanzamiento.
—Mentira. No tienes que estudiar nada que no hayas hecho ya.
—No voy a ir.
—¿Por qué? —Hay molestia en su tono, la frustración de los últimos tres
años acumulada por mi constante evasión de hacer algo “divertido”. Y no es por
la falta de intentos por parte de Stryder.
Guardando las últimas camisas, cerré el cajón de la cómoda y me quité la
chaqueta y la gorra, colgándolas en el armario. Siendo sincero con Stryder, digo:
—Estoy tan cerca, hombre. Estoy tan cerca de graduarme, de dar el
siguiente paso en mi vida. No puedo permitirme ninguna distracción. Ves los
descansos como un momento para soltarte y respirar, lo entiendo. Pero para mí,
son un obstáculo en el camino hacia la consecución de mis sueños. Sólo quiero
pasar los próximos cinco días y luego volver a las clases, volver a la rutina.
Siempre la rutina; es lo que me mantiene estable, evita que me resbale.
Levantando tres dedos, Stryder dice:
—Quedan tres descansos. Acción de Gracias, Navidad y vacaciones de
primavera. Tres, Colby. No tenemos ni idea de lo que va a pasar después de la
graduación, a dónde va a ir cualquiera de nosotros. Una vez que lancemos
nuestras gorras al aire mientras los Thunderbirds pasan sobre nosotros,
ardiendo a través del maldito cielo, nuestras vidas van a cambiar drásticamente.
Y no puedo jodidamente esperar.
Cada vez más serio, Stryder frota su nuca, tenso e irritado por una simple
petición de su mejor amigo. Por la tensión en su antebrazo y el pulso en su
12 mandíbula, tengo la sensación de que no me va a gustar lo que dirá a
continuación.
—Colby, eres mi chico, el único con el que sobreviví a esta vida militar, la
vida que no necesariamente quería pero que me vi obligado a tener. No estoy
seguro de cómo será mi vida después de la graduación y mierda, si no llego a la
escuela de vuelo, mi vida será mucho peor. Necesito este tiempo contigo. Estos
últimos meses pasarán volando y antes de que te des cuenta, tomaremos
caminos separados. No quiero sacar la tarjeta del imbécil, pero podría hacerlo.
—¿La tarjeta del imbécil? —Levanto una ceja en su dirección.
Sonríe y la inclinación de sus labios indica que la carta del imbécil
probablemente me hará cambiar de opinión.
—Te di un lugar para que te quedaras y no tuvieras que ir a casa y lidiar
con Ted el imbécil.
Sí, está sacando la tarjeta del imbécil y en un muy buen momento.
—Maldición —murmuro en voz baja.
—Sin mí, ¿quién sabe cuántas visitas habrías tenido que soportar? —se
ríe para sí mismo, sabiendo que me tiene acorralado—. Nunca te he pedido nada.
—Eso no es cierto.
—La tutoría no cuenta. —Me señala con el dedo—. Ese es tu deber militar,
ayudar a un compañero cadete. —Tirándome uno de mis calcetines, me dice—:
Vamos, Colby. Por una vez desde que te pusiste ese uniforme, diviértete un poco
conmigo aquí afuera.
—¿Y si no lo hago?
El pensamiento entra en su respuesta, su mirada hacia el techo. Sé el
momento en que piensa una buena respuesta, porque una sonrisa come-mierda
se extiende por su rostro. Cristo, esto va a ser mi perdición.
—Si no lo haces, le diré a mi padre que quieres escuchar otra vez sobre su
ABC de la excelencia en la Fuerza Aérea.
Oh, mierda.
Los estándares del Teniente Coronel Sheppard para estar en la Fuerza
Aérea son aburridos y también lo es el PowerPoint que lo acompaña. En el primer
descanso de Acción de Gracias que pasé con Stryder y su familia, el Teniente
Coronel Sheppard nos sentó la primera noche, levantó la pantalla del proyector
y realizó una presentación de PowerPoint de cincuenta y dos diapositivas sobre
la que nos preguntaron después. ¿Su razonamiento? Tratando de mantener
nuestras mentes agudas y bien informadas.
Prefiero saltar de un avión sin paracaídas que sentarme en otra de sus
presentaciones.
Sacudiendo la cabeza, me desabroché la camisa.
13 —Eres un imbécil.
Saltando de la cama, Stryder aplaude de forma desagradable.
—No te vas a arrepentir de esto. —Tomando mi mano en la suya, me da
un medio abrazo, golpeando mi espalda y luego hace movimientos hacia mi
ropa—. Sal de tu ropa del ejército, ponte algo decente y estate listo para las seis
de la noche. No te vas a arrepentir de esto.
¿Por qué tengo esta sensación de pesadez en mi interior que dice que lo
haré?
R
yan: ¿Estás en casa?
Rory: Acabo de llegar a casa del trabajo. ¿Vienes para
acá?
14 Ryan: ¡Sí y tengo ensaladas!
Rory: Oh sí, justo lo que quiero. <-- Eso es sarcasmo.
Ryan: Es una broma. Tengo panqueques. Nos vemos pronto.
Cayendo en mi cama tamaño king, la monstruosidad que ocupa casi la
mitad de mi estudio, me quito el soporte de la cola de caballo de mi cabello y lo
lanzo por la habitación a mi pequeño tocador. Mirando los techos agrietados de
mi pequeño apartamento, dejo escapar un largo y pesado aliento.
Qué día.
El gimnasio me deja seca cuando se trata de dar clases. Cuatro. Hoy he
dado cuatro. No me malinterpretes. Me encanta enseñar y me divierte mucho,
pero combinado con mis horas de medio tiempo en el estudio de masajes, estoy
agotada y lista para un pequeño descanso.
Afortunadamente mañana tengo libre. ¿Y adivina qué haré? Dormir. Sí...
¡dormir! Oh hombre, voy a dormir mucho.
La puerta de mi apartamento se abre y Ryan, mi mejor amiga, entra a toda
velocidad, su cabello es un desastre por el viento de fuera y sus mejillas son de
un rojo cereza por el frío aire de Colorado que baja de las montañas nevadas.
Patea la puerta detrás de ella, tira su cabello a un lado y salta a mi cama,
sosteniendo una bolsa de plástico delante de ella. Cruzando las piernas, deja
salir un poco de aire y dice:
—Derick nos dio tocino gratis.
—¿Coqueteaste con él para conseguir dicho tocino gratis? —Meto la mano
en la bolsa y saco los recipientes calientes.
Ryan y yo vivimos en Manitou Springs, un pequeño pueblo que se
encuentra en la base de las montañas en las afueras de Colorado Springs. Es
turístico, lindo durante el verano y alberga dos atracciones principales para la
zona: el ferrocarril Pikes Peak Cog que te lleva a Pikes Peak; una montaña de
4.200 metros y el Incline, un sendero de un kilómetro seiscientos que sube
directamente por la ladera de una montaña. Pura tortura, si te gusta ese tipo de
cosas... como a mí.
Vivir en Manitou tiene sus ventajas y desventajas. Una de las desventajas
es que la elección de los restaurantes es mínima, ya que la calle principal está
llena de una combinación ecléctica de tiendas de regalos y pequeños
restaurantes “Mamá y papá”. En el lado positivo, tenemos la Pancake House del
Tío Sam con los mejores panqueques del mundo y un gerente al que le gusta que
le coqueteen. Coquetea con Derick y seguro que te dan tocino gratis.
—Por supuesto que coqueteé con Derick. ¿Y adivina qué me dijo mientras
coqueteaba?
2La silla Adirondack es una tumbona para exteriores con amplios reposabrazos y un respaldo alto con listones y un
asiento más alto en la parte delantera que en la parte posterior. Lleva el nombre de las montañas Adirondack.
Meto las manos en mis bolsillos y echo un vistazo, tratando de ver si
reconozco a alguien. Hardie y Joey fueron al mismo instituto, así que son amigos
desde hace tiempo. Stryder fue a Coronado, mientras que yo, por desgracia, fui
a William J. Palmer. No estoy seguro de que muchos chicos de William J. estén
aquí. Sintiéndome un poco fuera de lugar, sigo a todos a la cocina donde
conseguimos bebidas.
Por una fracción de segundo, considero agarrar agua, pero lo pienso mejor
no queriendo estar al otro lado de las costillas de mis amigos, en lugar de eso
voy por un vaso de cerveza directamente del barril.
Hardie y Joey se separan, se encuentran con alguien del instituto,
dejándome a solas con Stryder. Me gusta así, cuanta menos gente mejor. Aunque
Hardie y Joey son mis buenos amigos, puedo sentir sus ojos vigilantes sobre mí
y es jodidamente molesto.
—No está mal, ¿eh? —dice Stryder, tomando un sorbo de su cerveza a mi
lado—. Este lugar es una locura. Me pregunto cuántos dormitorios tiene.
Sobre la gran habitación, hay un pasillo que conecta ambos lados de la
casa, que probablemente conduce a los dormitorios y baños.
20 —No estoy seguro, pero apuesto a que estarán llenos esta noche.
Stryder me da un codazo.
—¿Crees que estarás en uno de ellos?
—No. Sin distracciones. —Sorbo mi cerveza mientras Stryder se ríe.
—Jesús, amigo. Te vendría bien ocupar una de esas malditas habitaciones.
Vamos. —Asiente hacia el balcón—. Revisemos fuera.
La gran sala tiene una lujosa sección envuelta alrededor del espacio, un
otomán a juego en el centro, todo cubierto de gente. Algunas chicas están
sentadas en el regazo de los chicos, otras están atadas cerca de sus amigas y
otras son un poco tímidas, tratando de unirse a la conversación.
Ninguna me llama la atención.
No es que esté mirando.
Cuando llegamos al balcón, nos damos cuenta de que no sólo envuelve la
longitud de la casa, sino que también se extiende a lo que parece un lago
artificial. La cubierta debe ser tan grande como la gran sala, si no más grande,
y tiene no una, sino dos fogatas, una sección para una mesa de billar y una
espaciosa área de asientos al aire libre.
—Maldición, no es de extrañar que Tom decidiera hacer una fiesta. Este
lugar fue hecho para eso.
—¿Has visto a Tom? —pregunto, escaneando el área, los vítores brotan
alrededor de la mesa de billar.
—No, pero estoy seguro de que aparecerá en algún momento. Siempre lo
hace. —Stryder camina hacia el final de la cubierta y echa un vistazo al oscuro
desierto, la luna brillando en el agua del lago.
La temperatura tiene que ser de menos de tres grados, pero con los
calentadores que rodean la zona, ni siquiera parece que estemos fuera.
Sorprendentemente, lo que pensé que iba a ser una fiesta ruidosa con
música estridente es más relajado, más adulta de lo que esperaba.
Apoyado contra el balcón, veo mi entorno. Salidas a la izquierda y a la
derecha, salgo directamente a través de la casa hacia la puerta principal y si lo
peor se acerca, puedo saltar de la cubierta al lago.
Hay cuatro formas seguras de escapar.
Siempre hay que saber cómo salir, siempre hay que tener un plan de
acción y siempre hay que tener una salida. Es lo que nos enseñan. Es lo que
necesitamos saber. Es lo que conozco tan bien como la palma de mi mano. Nunca
estés desprevenido.
Respirando profundamente, bebo mi cerveza mientras Stryder me empuja
con su codo.
21 —Mira a las chicas que juegan al billar por ahí.
Miro la mesa de billar, que está rodeada de fiesteros que animan lo que
parece ser una batalla épica entre dos equipos. Una de ellos está conformado
por dos tipos que me resultan algo familiares. ¿Los conozco? Y el otro equipo
está formado por una rubia y una morena.
La rubia tiene su cabello despeinado hasta los hombros, como si hubiera
estado pasando sus manos por el toda la noche. Sus labios están pintados con
lápiz labial de color rosa brillante, resaltando el brillo de su tez. Ella es caliente,
muy caliente.
Pero no es ella la que me llama la atención.
Palo en mano, riéndose de algo que dijo uno de los chicos, la sonrisa de la
morena se extiende por su rostro labios llenos y naturales, un ligero brillo los
resalta. Su largo cabello marrón cae sobre sus hombros desnudos en ondas,
cubriéndola en una preciosa cascada de mechones sedosos. Su cuerpo, en forma
y pequeño con una ligera hinchazón en sus caderas, se reduce a piernas
tonificadas. Hay un aire de exuberancia que la rodea, un faro brillante en la
noche oscura. Su sonrisa, su risa... ilumina la noche, atrayendo la atención de
todos los que la rodean. No se puede negar su belleza o la forma en que atrapa
tan fácilmente a la gente. Pero no estoy seguro de que sea consciente.
No puedo quitarle los ojos de encima.
La rubia hace otro tiro y luego pide que la bola ocho se meta en la tronera
superior derecha. Con un rápido golpe, lanza la bola blanca justo en la ocho y la
hunde, terminando el juego. Los chicos con los que jugaban gimen, agarrando
sus cabezas, mientras la rubia y la morena se dan un rápido abrazo. Desde lejos,
puedo ver a la rubia susurrando en el cabello de la morena, sacando una sonrisa
de su amiga.
Palos en mano, dan palmaditas en la espalda a los perdedores y siguiendo
el ejemplo de la rubia, las chicas se dirigen hacia nosotros.
Mierda.
Bajando la mirada, miro mis botas, el pliegue de mis jeans besando la
punta de los elegantes zapatos que muy raramente uso.
Primero me llega un aroma dulce y floral y luego aparecen un par de botas
grises.
—Stryder Sheppard, ¿verdad?
Manteniendo mi cabeza apuntando hacia abajo, pero mirando hacia arriba
a través de mis pestañas, la rubia se apoya en su palo de billar y saca una cadera
a un lado.
—Sí. —Por el rabillo del ojo, puedo ver la sonrisa característica de Stryder
en la comisura de sus labios—. ¿Te conozco?
22 Sacando la mano, dice:
—Ryan Collier. Viniste a nuestro baile de graduación con Dani Barton, en
el último año.
—Ah, Dani. —Stryder asiente en reconocimiento—. Ella va a la escuela en
Idaho, ¿verdad?
—Creo que sí. Está estudiando administración de hoteles.
Stryder asiente en señal de acuerdo.
—Bien por ella. —Haciéndole un gesto a la morena, Stryder pregunta—:
¿Quién es tu amiga?
Me tomo ese minuto para levantar la mirada mientras la morena da un
paso adelante, entrando en mi línea de visión.
—Esta es Rory. Rory, recuerdas a Stryder, ¿verdad?
El ruido a nuestro alrededor parece tranquilo, el movimiento del lago se
ralentiza, y el aire se calma; mientras Rory habla, su voz despierta algo dentro
de mí.
—¿Cómo podría olvidar al infame Stryder Sheppard que dirigió a los
alumnos de último año en una épica interpretación de YMCA? Fuiste una
leyenda esa noche.
Riéndose entre dientes, Stryder dice:
—Esa es mi canción. Qué puedo decir, estaba sintiendo el ritmo.
—¿Quién es tu amigo? —pregunta Ryan, su voz es claramente diferente a
la de Rory.
Donde Ryan tiene una voz más gutural, la de Rory cae de su lengua dulce
y suave, como el agua fresca de un manantial que baja por la montaña. Le hace
algo a tu cuerpo... te hace sentir a gusto.
Levanto la mirada, con las manos agarrando la barandilla detrás de mí,
escucho a Stryder presentándome.
Hago contacto visual con Rory por primera vez.
—Este es Colby, mi mejor amigo y mano derecha.
Apenas registro sus palabras o la palmadita en mi espalda seguida de un
apretón en mi hombro, porque en ese momento; se siente como si el mundo
dejara de girar momentáneamente, el ruido se desvanece en el silencio a nuestro
alrededor.
Los hermosos y sensibles ojos verdes se conectan con mis oscuros y
melancólicos iris. Una inclinación de sus labios, un destello de sus dientes
blancos y rectos pasando por esos labios llenos y elegantes.
23 —Hola. —Es un simple saludo, de una sílaba, pero tiene tanto peso porque
esa pequeña palabra parece inclinar mi mundo entero.
Sabía que había una razón para quedarme en la casa de la piscina,
estudiando los mismos libros que he leído una y otra vez. Esa razón está justo
delante de mí, enviando mi corazón a una espiral chisporroteante de oh mierda.
L
o noté en el momento en que salió a la cubierta llena de gente.
Es casi imposible no hacerlo.
No porque sea alto, ancho y guapo como siempre, con sus
24 jeans ajustados y la Henley azul marino que se extiende sobre sus
gruesos brazos y su orgulloso pecho.
Sino porque a cada paso, llama la atención y no de manera ostentosa, o
como lo hace su amigo Stryder con sus magníficos ojos azul cristalino y su
personalidad extrovertida.
Colby es diferente. Está comandando con la fuerza de su paso, la rigidez
de sus anchos hombros, la misteriosa búsqueda de sus cautelosos ojos y la
fuerte fijación en su mandíbula tallada. Hay un aire en él que te absorbe en el
momento en que haces contacto visual, llevándote a un viaje estomacal y
cardiaco.
No hay duda de ello; es el hombre más atractivo que he conocido.
Sintiendo una pérdida de oxígeno, respiro profundamente y espero
atentamente a escuchar su voz, para ver si coincide con su vibración oscura y
secreta.
En un segundo, Colby mira entre Ryan y yo, un arco en sus cejas talladas,
enmarcando esos ojos misteriosos, el tipo de ojos que te ponen nerviosa e
intrigada a la vez.
—Encantado de conocerte —dice finalmente, su voz me cubre con su
timbre profundo, áspero y dentado.
Levantando su copa hasta sus finos labios, su gran mano envuelta en el
borde blanco, inclina el líquido ámbar hacia su boca. Fascinada, mi atención se
fija en su cuello, observo cómo traga, su manzana de Adán se balancea arriba y
abajo, los músculos de su cuello trabajan el líquido hacia abajo.
—¿Qué están haciendo ustedes dos? —pregunta Ryan, sacándome de mi
descarada mirada.
—Nada. —Stryder asiente hacia Ryan—. ¿Qué tenías en mente?
—¿Les gustaría jugar al billar con las campeonas?
Mirando la mesa de billar, Stryder casualmente le da un codazo a Colby.
—¿Qué piensas, hombre? ¿Deberíamos mostrarles a estas chicas cómo se
hace?
Manteniendo sus ojos en cualquier lugar menos en los míos, Colby inclina
su cabeza a un lado y se rasca la mandíbula, una ligera barba comienza a
aparecer, apenas raspando contra sus cortas uñas.
—Seguro.
Claro. Una palabra.
Una palabra de compromiso para unos minutos más de interacción con
este hombre tranquilo y reservado. Me hace sentir una gran emoción en la
columna vertebral.
29
Odio admitirlo, pero fuimos masacradas. Una vez que Colby recuperó su
turno, metió el resto de las bolas, metió la bola ocho y luego lanzó su palo de
billar a Stryder, sólo para retirarse a la casa, dejando el juego abruptamente.
Suspirando, Stryder se rasca la parte detrás de su cabeza, con la disculpa
escrita en su rostro.
—Lo siento, señoritas. Colby está en un espacio de cabeza diferente al del
resto de nosotros.
—¿Está bien? —pregunta Ryan, mirando hacia la casa donde Colby se
retira desapareciendo en un mar de fiesteros.
—Sí, sólo que le cuesta soltarse. Es un buen tipo, aunque parece un
completo imbécil. Lo juro, no es muy bueno en los ambientes sociales.
Lo entiendo más que nadie.
—¿Crees que se acurrucaría y moriría si voy a hablar con él? —le pregunto
a Stryder.
Riéndose, encoge sus hombros.
—Honestamente, no me sorprendería que lo hiciera.
—¿Te importa? —le pregunto a Ryan, que sacude la cabeza con
entusiasmo, probablemente queriendo estar a solas con Stryder. Dándole un
abrazo, le susurro al oído—: Pórtate bien. —Luego me voy hacia la casa.
Me detengo en la cocina, tomo una bolsa de palitos de pretzel y dos botellas
de agua... y recorro la habitación, buscando a Colby. Cuando no lo veo al
principio, me da pánico que tal vez se haya ido de la fiesta.
Esperando ver sus luces traseras apagándose en la distancia, salgo de la
casa y corro hacia él, sentado en los escalones delanteros, con la cabeza
inclinada hacia adelante y las manos juntas frente a él.
O bien no me escuchó o decide no reconocerme, pero no se molesta en
darse la vuelta, así que tomo la iniciativa de sentarme a su lado.
—¿Agua? —pregunto, sosteniendo la botella delante de él.
Cuando la toma, nuestras manos se rozan entre sí, sus dedos se deslizan
brevemente por mis nudillos, disparando un rayo de electricidad directo a mi
brazo. Este hombre.
Sin decir nada, le dirijo la bolsa abierta de pretzel. La mira, haciendo una
pausa antes de sacar un palito de pretzel de la bolsa. No se lo come
30 inmediatamente. En su lugar, lo gira y lo voltea entre sus dedos.
Sentados en silencio, ambos miramos fijamente al negro abismo de las
montañas frente a nosotros, mis ojos me engañan mientras creo que veo cosas
que van y vienen entre los árboles. El frío de la noche comienza a instalarse, mis
hombros expuestos sienten el frío, pero me quedo quieta, sin moverme, sin comer
y sin decir una sola palabra, dejando que el silencio cuelgue entre nosotros.
El silencio cuelga en el aire, el débil ruido de la fiesta detrás de nosotros
dando un ritmo aburrido a la noche. Y justo cuando pienso que podríamos estar
en silencio toda la noche, Colby me sorprende cuando dice:
—¿Por qué estás aquí?
Sintiéndome cómoda, le doy un mordisco a mi pretzel y digo:
—Me intrigas.
—No hay nada intrigante en mí, estás perdiendo el tiempo.
—¿Tú crees? —Sacudo la cabeza. O no tiene idea de lo atractivo que es, o
realmente no le importa una mierda lo que los demás piensen de él. Debe atraer
la atención femenina dondequiera que vaya, así que dudo que sea consciente de
ello. El hombre es precioso. ¿Pero está roto? ¿Herido? No puedo dejarlo ir. Debería
hacerlo. Debería pasar al otro tipo que parecía interesado antes, pero mi corazón
no me lo permite. Quiero llegar a este hombre. Así que voy con una honestidad
brutal—. Resulta que no estoy de acuerdo. Porque a pesar de lo mucho que
intentas ignorarme, no creas que no te vi mirándome el culo cuando me incliné
sobre la mesa de billar. No creas que no te vi mirando fijamente como mi cabello
me cubría el hombro cuando estaba a tu lado y no creas que no vi las pequeñas
sonrisas que no podías reprimir cuando me hablabas.
—Hay un tipo con el que estoy interesada en hablar detrás de esta chapa
cerrada tuya y si tengo que sentarme aquí fuera en el frío esperando a conocerlo,
entonces lo haré.
—Ryan es mi transporte y por lo que se ve allá atrás, no se irá pronto.
Acéptalo, cadete. Estás atrapado conmigo.
31
M
ierda.
Mierda, mierda, MIERDA.
Esto es exactamente por lo que quería quedarme en casa.
32 Quería evitar cualquier tipo de distracción y a pesar de mis
esfuerzos, no puedo mantenerme en control alrededor de Rory.
Me sorprendió en el acto, viéndola, observando cada uno de sus
movimientos, desde la forma en que se inclinó en la cintura para encontrar su
tiro, hasta la forma en que su cabello acarició el fieltro verde de la mesa de billar
y la forma en que sus delgadas y delicadas manos sostuvieron un golpe tan
poderoso con el palo de billar.
Y luego está la forma en que inclina la cabeza ligeramente hacia atrás
cuando se ríe. La forma en que se lame los labios justo antes de disparar. La
forma en que se mete su largo cabello marrón detrás de la oreja cuando está
nerviosa y no sabe qué decir.
En lugar de observar los pequeños detalles de una completa extraña, una
jodida y preciosa extraña, debería volver a casa, con la cabeza enterrada en mi
libro con un objetivo en mente: salir de aquí, de Colorado Springs y empezar una
nueva vida, la vida que siempre soñé.
Pero ella es persistente y con cada pequeña pregunta que hace con esa
calmada y suave voz, siento que mis muros de seguridad se derrumban.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
Mi respuesta inmediata es decir que no, pero como no tengo el corazón
para ser un completo imbécil, mantengo la boca cerrada. Ella tomará eso como
un sí.
Me doy cuenta de que tengo razón cuando me pregunta:
—¿Cuándo supiste que querías estar en la Fuerza Aérea?
Tomando un sorbo de mi agua, tapo la botella y la dejo a un lado, liberando
mis manos para poder apoyarme en el porche, mis manos presionan la madera
sólida detrás de mí.
—No recuerdo ningún momento en el que no quisiera estar en la Fuerza
Aérea —respondo honestamente.
—¿En qué te estás especializando?
—Ingeniería Aeronáutica.
—¿Qué significa eso? ¿Quieres convertirte en piloto?
—Sí. —Esa palabra significa mucho más de lo que representa. Sí, quiero
ser piloto. Sueño con ser un piloto. No quiero nada más que pasar mi vida
pilotando la máquina de combate sigilosa de mayor rendimiento y
maniobrabilidad, el F-22 Raptor, mientras el mundo pasa a mi lado a velocidad
Mach. He tenido el más pequeño de los gustos de lo que podría ser en la
academia, y sólo ha alimentado mi adicción.
—¿Siempre has querido ser piloto o es algo que descubriste de ti mismo
mientras estudiabas allí?
—L
leva esta caja a la acera, ¿quieres? —Mamá pone en mis
44 manos una caja llena de ropa de papá. Esta mañana, ella
deambuló por la casa recogiendo todas las cosas de papá,
metiéndolas en cajas. Se siente como si estuviera limpiando cada recuerdo que
tengo de él.
Ha pasado una semana desde que lo enterramos junto a la abuela. Sólo
una semana. El abuelo no ha estado por aquí. Mamá dice que está triste y no
puede soportar estar cerca de mí porque me parezco a papá.
Lo llamé ayer, pero no respondió. Le dejé un mensaje pidiéndole que me
llamara o que viniera a visitarme.
—Date prisa, Colby. Necesito todas estas cajas fuera de la casa.
—¿Por qué te deshaces de las cosas de papá? —pregunto, sintiendo que se
empieza a formar un bulto en mi garganta—. ¿No lo extrañas?
Frustrada, exhala un largo aliento y me grita.
—Por supuesto que lo extraño, pero tenemos que despedirnos y seguir
adelante. Seguimos adelante, Colby.
—Pero... No quiero seguir adelante, mamá. No quiero olvidar a papá.
—Colby, no tengo tiempo para esto —grita—. Lleva las malditas cajas a la
acera o tomaré todos tus aviones y los tiraré a la basura junto con las
pertenencias de tu padre.
Las lágrimas brotan de mis ojos, mi garganta está tan apretada que no
puedo respirar, salgo corriendo de la habitación de mi madre antes de que pueda
ver lo mucho que me importan mis aviones. No es la primera vez que los usa en
mi contra, que me castiga quitándomelos o que me amenaza con tirarlos. Ahora
me he vuelto inteligente y escondo algunos de ellos en el ático. Ella no lo sabe
porque no sube allí. Cuando le conté a papá mi pequeño secreto, me apretó la
mano y me dijo que mi secreto estaba a salvo con él.
Bajando por el pasillo, miro detrás de mí para ver si mamá está mirando.
No hay moros en la costa, así que llevo la caja a mi habitación y empiezo a
escarbar en ella, como hice con las otras cajas, guardando sólo algunas de las
cosas que son más importantes para mí.
Hasta ahora, tengo la cartera de papá, su sudadera de la Fuerza Aérea que
le dio el abuelo y su reloj. Escudriñando la caja, revisando la ropa, veo los viejos
pantalones de gimnasia de papá. Los llevo cerca de mi pecho, recordando todos
los días antes de que se enfermara cuando volvió de jugar al racquetball con
estos pantalones cortos de color rojo brillante y una enorme sonrisa en su rostro.
Después de dar un beso a los labios de mamá, me tiró al suelo donde me hizo
cosquillas por lo que parecía una eternidad.
Escondiéndolos con mis otras cosas, hago otra excavación, queriendo
guardarlo todo, pero sabiendo que no puedo. Mamá lo sabrá y usará las cosas
de papá en mi contra también. Sólo las cosas más importantes pueden quedarse
conmigo.
45 Cerrando la caja, me asomo a mi puerta antes de bajar las escaleras,
llevando la caja a la acera con el resto de sus cosas. Esto se siente tan mal.
Quiero que mi papá vuelva. ¿Por qué tenemos que tirar sus cosas? ¿Serán
enterradas con él? Odio esto. Odio que haya muerto y me haya dejado. Cierro
los ojos, canalizo a mi padre al frente de mi mente, y le digo que lo siento. De
repente, un auto se detiene en la entrada, el giro brusco que hizo me asustó en
la hierba.
Desde mi posición sentado, la música retumba a través del auto, fuerte y
desagradable, el auto de aspecto suave como nunca antes había visto. El motor
se apaga y un mocasín pulido pisa el hormigón de la entrada. Al doblar la parte
delantera del auto, el Dr. Ted revisa la casa, se endereza la corbata y luego se
mete los lentes de sol en su camisa abotonada. Sus mocasines se mueven a lo
largo de la acera que lleva a la casa. No me ve cuando se dirige al frente, entrando
sin llamar o tocar el timbre.
¿Qué hace aquí?
La última vez que lo vi fue en el funeral de papá, donde su brazo estaba
envuelto alrededor de mi madre, susurrándole al oído cada vez que ella soltaba
un fuerte sollozo.
Me pongo de pie, me quito los pantalones y me dirijo silenciosamente hacia
la casa. Me detengo a mitad de camino cuando escucho una voz estruendosa
que viene de lo alto de las escaleras. Corriendo hacia la puerta, escucho.
—Pensé que toda esta mierda se habría ido para cuando llegara aquí. ¿Qué
demonios has estado haciendo todo el día? —La voz del Dr. Ted se eleva. Muy
enojado. Aterrador—. Si entro en el garaje, ¿voy a encontrar el mismo desorden?
—Aún no he podido entrar ahí —responde la débil voz de mi madre.
—No es tan difícil. Simplemente te deshaces de todo.
¿Deshacerse de todo? ¿Por qué iba a tirar a la basura todo lo de mi papá?
Mi mente calcula rápidamente lo que hay en el garaje que podría querer
conservar.
El guante de béisbol de papá. Está en el garaje.
Con el corazón palpitante, sin querer que me atrapen, corro a través de la
casa, a través del cuarto de lavado y al garaje, directo a la canasta de deportes
donde guardamos todo nuestro equipo. El sudor comienza a gotear de mi frente
mientras cavo, buscando frenéticamente el guante. No está aquí. La voz de Ted
se hace cada vez más fuerte a medida que se acerca al garaje. ¿Dónde está?
Tengo que encontrar el guante antes de que lo tiren con el resto de las
cosas de papá.
¿Dónde puede estar?
Buscando el espacio, mi corazón está en mi garganta y lo veo en un estante
cerca de la puerta lateral. Tan rápido como puedo, corro hacia el guante, lo
46 acerco a mi pecho y salgo por la puerta lateral justo cuando escucho abrirse la
puerta del garaje y Ted empieza a tirar las cosas.
¿Por qué le importan las cosas de papá en el garaje? ¿O en la casa? No lo
entiendo.
Metiendo la mano en mi bolsillo, abro el celular de mamá. Lo robé de su
bolso antes cuando empezó a hacerme llevar cajas a la acera. Escondido detrás
de un arbusto junto a la casa, encuentro el número del abuelo y lo marco.
Suena.
Y suena.
Y suena.
Cuando no contesta, escucho su buzón de voz y espero para dejarle un
mensaje.
Con lágrimas en los ojos, agarrando el guante de béisbol de mi padre,
hablo.
—Abuelo, soy Colby. Yo... esperaba que me respondieras. Estoy asustado.
No sé qué hacer. El Dr. Ted está aquí, mamá se está deshaciendo de todo lo que
papá tenía y yo... Te echo de menos. Lo siento si me parezco a papá y te pongo
triste, pero te necesito de verdad. Por favor, ven a buscarme. Por favor, ven a
jugar a los aviones conmigo.
Echo de menos al abuelo. Echo de menos sus abrazos y la forma en que
huele a menta y jabón. ¿Por qué no viene a jugar conmigo? ¿Por qué no viene a
abrazarme? Estoy muy triste y lo necesito tanto. Por favor, abuelo. No me dejes
también.
Colgando, dejo el teléfono en mi regazo y dejo caer las lágrimas.
47
C
uarenta.
Cuarenta y uno.
48 Cuarenta y dos.
La puerta de la casa de la piscina se abre, y sin siquiera esperar una
bienvenida, Stryder entra, taza de café en la mano, el cabello revuelto y usando
nada más que un par de pantalones negros y mocasines. Cierra la puerta con
un empujón de su pie, evitando que el aire frío se derrame en mi pequeño
espacio.
—¿Flexiones? ¿No crees que deberías tomarte un descanso? —Stryder me
pisa el culo al pasar y se sienta en una silla con respaldo de ala en un rincón de
la habitación, con las piernas abiertas y encorvado.
Empujando desde mi posición, me inclino hacia atrás y empiezo a hacer
abdominales.
—¿Qué es lo que quieres?
—Vamos, ¿todavía estás amargado por lo de la otra noche?
Han pasado dos días desde la noche en que fuimos a la fiesta. El miércoles
y el jueves estuvieron llenos de rituales de Acción de Gracias de la familia
Sheppard, largas comidas, conversaciones con parientes sobre la Academia de
la Fuerza Aérea y una historia tras otra de los muchos años que la familia de
Stryder pasó en las nubes, desde su abuelo a su padre hasta sus tíos.
A diferencia de Stryder, que ha escuchado las mismas historias una y otra
vez, les doy la bienvenida. Son un lejano recordatorio de lo que me esfuerzo cada
día, la persona en la que quiero convertirme.
Pero como hemos estado tan ocupados, no he pasado mucho tiempo con
Stryder. Hasta ahora.
—No soy un jodidamente amargado.
—¿En serio? Podrías haberme engañado. Háblame de la amiga que hiciste
en la fiesta de Tom.
—No es mi amiga —le respondo, levanto y bajo, mi estómago empieza a
arder.
—Eso es un poco vergonzoso, hombre. Ella sólo estaba tratando de
conocerte.
—Y le dije que no perdiera el tiempo. No tiene sentido empezar nada con
una chica cuando me quedan unos meses en la academia y un futuro
indeterminado. Tú sabes mejor que nadie que no tenemos ni idea de lo que
haremos después de la graduación. No quiero complicarlo.
—Amigo, es sólo una chica. Diviértete un poco. No tienes que salir con ella,
pero seguro que te lo pasas bien hasta que nos graduemos.
—No es esa clase de chica. —Me siento y envuelvo mis brazos alrededor de
las piernas. Mirando al suelo, digo—: Es la clase de chica que se entierra en lo
profundo de tus huesos, te hace doler por su tacto y por el sonido de su voz. Es
diferente y lo supe en cuanto la miré a los ojos.
49 En silencio, Stryder sorbe su café.
—Eres un maldito romántico, hombre. No me extraña que todas las
cadetes estén desesperadas porque mires en su dirección.
Poniendo los ojos en blanco, me paro y me dirijo hacia el baño para abrir
la ducha.
—No están desesperadas. —Stryder me mira de reojo—. Bien, tal vez un
poco. —Por dentro, pongo los ojos en blanco. Stryder sabe que también evito a
esas chicas. Me niego a poner en peligro mi futuro.
Riéndose, se gira en su asiento, con las piernas colgando sobre el brazo de
la silla.
—¿Bolos esta noche?
Puse un poco de pasta de dientes en mi cepillo de dientes y saqué la cabeza
por la puerta del baño.
—¿Entonces solo así, terminamos de pelear?
—Sabes que no puedo tenerte enojado conmigo para siempre, cariño. —
Stryder sostiene su corazón—. Cuanto antes nos besemos y hagamos las paces,
mejor. Y para que conste, no estoy muy seguro de por qué te enojaste conmigo
en primer lugar.
Escupo en el fregadero.
—Por llevarme a la fiesta.
—Oh, bueno, supéralo porque vamos a ir a los bolos esta noche. Bolos
cósmicos.
—¿Cuántos años tenemos, doce?
—Sólo si llevamos camisas blancas para que las luces negras se reflejen
en nosotros.
Me enjuago la boca y pregunto:
—¿Hardie y Joey van a estar ahí?
—Sí, por supuesto. ¿Crees que sólo quiero salir contigo a solas a los bolos
cósmicos? Vamos, amigo. Me gustas, pero no tanto.
Apoyándome en la pared que separa el baño del dormitorio, digo:
—Estoy a punto de ducharme y tú sigues aquí. Dime cuánto te gusto.
Riéndose, Stryder se pone de pie.
—Vete a la mierda, hombre.
50
—¿Por qué soy el único que tiene los zapatos de bolos con aspecto de
payaso? —pregunta Hardie, mirando sus zapatos multicolores de bolos con
tonos de rojo y verde oliva.
Stryder y yo alquilamos zapatos negros de bolos que se parecen más a los
Vans que a nada.
—Es porque tienes pies diminutos —dice Stryder, abofeteando a Hardie en
la espalda.
—Jódete, no tengo pies diminutos. Usamos la misma talla de zapatos,
idiota.
—Oh zapatos geniales, Bambi —dice Joey, sentándose al lado de Hardie
con una sonrisa gigante y burlona en su rostro.
Bambi es el nombre que Joey le dio a Hardie durante nuestro primer año
en la academia. Fue después de su primer vuelo en el parapente. Salió del avión,
con las rodillas y las piernas temblorosas, pareciendo un nuevo bebé cervatillo
aprendiendo a caminar. Le echó la culpa al viento que azotaba el Front Range,
pero nosotros sabíamos que no era así. Estaba aterrorizado. Ahora está mucho
mejor, pero Bambi ha sido su apodo desde entonces. Pobre bastardo.
—¿Necesitas conseguir una bola de bolos? —me pregunta Stryder.
Termino de atarme el zapato y me levanto para unirme a Stryder.
—¿Por qué nos dieron dos carriles?
—Para que podamos jugar más a los bolos —responde Stryder como si
fuera estúpido—. Y no creas que no me he dado cuenta de la camisa que usas
esta noche.
—Es lo único que me quedaba.
—Es blanca. —Me da una mirada aguda.
Mi voz se vuelve ronca mientras repito:
—Era todo lo que me quedaba a menos que quisieras que usara la de
gimnasia.
—Vas a estar muy guapo bajo las luces negras esta noche; es muy posible
que tengas suerte.
—En tus malditos sueños. —Sacando las bolas de boliche, pruebo el peso
y los agujeros para los pulgares. La catorce parece un buen ajuste para mí.
Stryder mira mi bola y sacude la cabeza.
—No podrías haber elegido una bola más aburrida. Es negra. Esa mierda
51 no va a brillar bajo las luces. Coge esa naranja neón.
—Es una siete. No hay manera de que mi dedo quepa en esa cosa.
—Rodando al estilo de la abuela.
Sacudiendo la cabeza, paso junto a él con mi talla catorce en la mano.
—Hay algo muy malo con...
No termino mi frase. Me llevan a un callejón sin salida. El sonido de los
bolos siendo reajustados y de las bolas de boliche viajando por las pistas
resbaladizas se desvanece cuando veo a dos chicas muy familiares de pie en la
mesa de los zapatos, riendo y mirando a su alrededor, ambas vestidas de manera
informal. Una tiene el cabello rubio amontonado en la cabeza, la otra tiene olas
marrones cayendo en cascada por su espalda. Mierda.
Stryder se acerca por detrás de mí y me da una palmadita en la espalda.
—¿Olvidé decirte que Ryan y Rory iban a estar aquí también?
Sólo con verla de nuevo, mi corazón late erráticamente, palpitando,
enviando a mis pulmones a un frenesí. Jadeando por aire. Cada noche ella ha
estado en mis sueños, esa dulce voz rodando sobre mí, confortándome. Su
pequeña mano presionó mi pecho, subiendo por mi cuello, jugando con los
mechones cortos de mi cabello. Esos ojos verde musgosos que se conectan con
los míos, suplicándome que me quede, que hable, que pase unos minutos más
con ella.
Ella me ha perseguido.
Se ha grabado en mi mente, a pesar de las veces que me he castigado para
dejarla ir, para olvidarla.
Y ahora está aquí. A sólo unos metros de distancia, se ve muy bien en un
par de jeans negros ajustados y una camisa roja de manga larga. Desde su perfil
lateral, la hinchazón de su pecho alcanza su punto máximo en la V baja de su
camisa, y el color pintado en sus labios rivaliza con el rojo de su pecho. Oh,
mierda.
—Tu chica se ve muy sexy, hombre. —Stryder me da palmaditas en la
espalda—. Buena suerte diciéndole que no a eso.
Antes de que Stryder se aleje demasiado, digo:
—Me voy.
Suspirando, Stryder se gira en mi dirección, su rostro a centímetros del
mío.
—No seas idiota, Colby. Estás aquí. Sólo diviértete. Lo siento, pero no te
voy a llevar a casa y nadie más lo hará tampoco. Acéptalo.
Maldito Stryder. ¿No lo entiende? No es que no quiera ver a Rory. Es que
52 no puedo verla. La otra noche cuando estuvimos juntos, tuve una abrumadora
sensación de calma y eso me aterrorizó. No me he sentido tranquilo desde antes
de que le diagnosticaran a mi padre un linfoma de células de la manta.
No me gusta la calma.
Me gusta la presión. Me gusta la tormenta que hay dentro de mí, porque
me empuja a lograr mis sueños, a salir de aquí, a hacer algo por mí misma.
La calma. Cuando te rindes a la calma, pierdes la noción de lo que más
importa. Es entonces cuando te acomodas. Y es cuando tus esperanzas y sueños
se ponen en espera.
No puedo ceder a la calma.
Necesito la turbulencia.
—Colby, ¿estás bien? —Asustado, me aparté, haciendo que Rory frunciera
el ceño. Doblando los brazos sobre su pecho, levantando los pechos, dice—: No
muerdo, sabes.
Mierda.
Puede que no muerda, pero seguro que tampoco es inocente.
—Sí, estoy bien. —Al dar un paso al costado, trato de abrirme camino hacia
nuestros carriles, pero Rory debe tener otra idea porque me detiene, mano a
mano con mi brazo, su tirón es más fuerte de lo que esperaba.
—No tienes que ser grosero. Puedes decir cosas como hola, ¿cómo estás?
¿Cómo estuvo tu Acción de Gracias?
Cediendo; porque tiene razón, no tengo que ser un imbécil, me enfrento a
ella y le pregunto:
—¿Qué tal tu Acción de Gracias? —Puede sonar un poco forzado, un poco
robótico, pero estoy colgando de un hilo aquí. Estar cerca de ella otra vez,
escuchar la suavidad de su voz melosa, me pone la piel de gallina; es casi
demasiado para soportarlo. ¿Por qué me afecta de esta manera?
Y mi voz robótica ni siquiera la disuade, porque pone una cara feliz y me
responde.
—Estuvo bien. La familia vino de fuera de la ciudad, de hecho de Fort
Collins. Me pasé el día atiborrándome y trabajé toda esta mañana en mis clases,
al menos espero haberlo hecho. ¿Tuviste un buen día de acción de gracias?
—La pasé con Stryder. Estuvo bien.
—¿No te fuiste a casa? —Arruga su nariz—. ¿No eres de aquí?
—No hay necesidad de ir a casa —respondo, corto y nada dulce.
La comprensión la golpea mientras asiente.
—Bueno, me alegro de que hayas podido pasarla con un amigo. ¿Eres tan
53 bueno en los bolos como en el billar?
—Apesto.
—Yo también, pero me encanta una buena luz negra. —Jala mi camisa y
su energía es tan alegre y feliz que ignora mi actitud grosera y malhumorada. Es
como si no tuviera ningún efecto en ella. Es extraño—. Parece que llevaste la
camisa adecuada para pasar un buen rato.
Cristo.
—Era la única cosa que me quedaba que estaba limpia. Cuando hice las
maletas, no esperaba vestirme tanto como lo he hecho desde que me fui.
—Bueno, te queda bien. Realmente muestra tus... pectorales. —
Guiñándome el ojo, se inclina y coge la primera bola de boliche que encuentran
sus ojos, una bola de color rosa neón que no dudo encajará perfectamente en
sus delgados dedos—. ¿Vamos?
Como un torbellino del que intento escapar, me arrastra a su pequeño
mundo y empieza a empujarme hacia nuestros caminos, mientras que su
mención de mis pectorales se arremolina en mi cabeza.
—Mira a quién encontré solitario cerca de las bolas —anuncia Rory al
grupo, actuando como si conociera a mis amigos de toda la vida. Cuando la
saludan con abrazos y veo lo fácil que encaja con ellos, me doy cuenta de que
ignorar a Rory va a ser mucho más difícil de lo que esperaba.
—Rory, Joey y Colby, están todos en el carril uno —dice Hardie—. Las
jarras de cerveza están en camino y Stryder ordenó nachos para el grupo. Vamos
a poner nuestro tazón.
Sabiendo que no tengo escapatoria de esta situación, dejo caer mi bola
blanca en el retorno de la bola de bolos y me siento en el extremo más cercano
a la salida. Esta va a ser una larga y jodida noche.
54
S
i no fuera por su mirada persistente, la forma en que rápidamente
aparta la mirada cuando le sorprendo mirando y se muerde el labio
inferior cuando me agacho para recoger mi pelota o la forma en que
55 gruñe cuando me siento a su lado, me habría rendido hace una hora con este
hombre. Pero hay una atracción entre nosotros, una atracción que
innegablemente trata de ignorar y al diablo si lo dejo ganar.
Llámame loca, pero hay una pequeña parte de mí que cree que conocí a
Colby en esa fiesta el martes por la noche por una razón, como si nuestra
interacción estuviese destinada a ser. Como si yo debiera ayudarlo en su viaje.
Su actitud desalentadora y su exterior cerrado no me va a detener. Lo que espero
que se dé cuenta es que soy increíblemente persistente, especialmente porque
detecto interés en sus ojos oscuros.
Está ahí.
Quiere más de mí. Cada vez que respira de nuevo cuando estoy cerca. La
forma en que trata de actuar como si no me estuviera mirando cuando de hecho,
está constantemente follándome con los ojos, mirándome de arriba a abajo con
esos ojos amenazantes. Sí, lo he notado.
—¿Nacho? —pregunto, sentada a su lado como lo he estado haciendo
después de cada turno que tomo. Le sostengo mi plato, pero él sacude la
cabeza—. Tú te lo pierdes, el queso está tan a punto. —Muerdo el chip y tomo
su rodilla que rebota—. ¿Nervioso de que vas a perder? —Asiento hacia su pierna
para que deje de rebotar inmediatamente.
—No.
Me meto el último nacho en la boca y dejo el plato detrás de mí,
limpiándome las manos.
—Veo que volvemos a las respuestas de una sola palabra. Es una lástima
porque siento que llegamos a algún lugar la última vez que hablamos.
—La última vez que hablamos, te dije que me dejaras en paz.
Le pinché su hombro sólido como una roca, el músculo doblando mi dedo
hacia atrás.
—Ja, tengo que hablar un poco más con ese. Ves, puedes decir más que
sólo oraciones de una palabra.
No responde con un comentario. Alerta de sorpresa. Queriendo romper su
exterior helado, le digo:
—Qué tal esto, en vez de molestarte, te dejaré en paz.
—Me parece bien. —Frota sus muslos, manteniendo la atención en el suelo
delante de él.
—Antes de que te emociones, tienes que ganarte mi silencio. —
Manteniendo los labios cerrados, continúo—: Es decir, cada ronda que jugamos,
si tumbo más bolos que tú, tienes que responder a una de mis preguntas. Si
tumbas más bolos que yo, entonces estamos en silencio para la siguiente ronda,
así sucesivamente. ¿Es un trato? —Extiendo mi mano hacia él y la mira con
recelo—. Si no estás de acuerdo, te voy a molestar toda la noche hasta volverte
loco. Elige lo que quieras.
56 Pensando en ello, su mandíbula fuerte y cincelada se mueve hacia atrás y
adelante hasta que toma mi mano en la suya y asiente hacia el carril.
—Es tu turno.
De hecho, lo es. Por la suerte del principiante.
Poniéndome de pie, señalo a Colby, caminando hacia atrás.
—Prepárate para perder, Colby.
Sacude la cabeza y cruza los brazos sobre el pecho, inclinándose hacia
atrás en su asiento, dándome toda su atención. Perfecto. Voy a hacer que le sea
muy difícil quitarme los ojos de encima.
Doblándome por la cintura, mi culo apunta hacia él, recojo mi bola y me
dirijo hacia el carril. No soy buena para el boliche. Sólo tiro la bola por la pista y
espero lo mejor. Con un movimiento de mi brazo detrás de mí, lanzo la bola al
aire y aterriza justo en la cuneta.
Maldición.
Dándome la vuelta, hago contacto visual con Colby, que tiene una pequeña
sonrisa en sus labios, con un aspecto arrogante como el pecado y completamente
satisfecho consigo mismo. Demonios, puede que no haya derribado ningún bolo,
pero esa pequeña mirada de él... Es todo lo que necesito.
Señalándolo, le digo:
—Si empatamos, aún puedo hacerte una pregunta.
Sacude la cabeza.
—Eso no era parte del trato.
—Estoy haciendo una enmienda.
—Denegada.
—No puedes anular mi enmienda. No funciona así. Tenemos que llevarla
al comité de votación. —Levanta una ceja hacia mí y anuncio al grupo—: Todos
aquellos a favor de que continúen los lazos entre Colby y yo, por favor levanten
la mano y digan “yay”.
Al unísono, todo el mundo dice: “Yay” y levantan las manos. Colby susurra
algo en voz baja, pero dada la música alta y el ruido de los bolos que nos rodea,
no entiendo lo que dice. Pero supongo que fueron un montón de palabras de
maldición.
Termino golpeando un alfiler en mi próximo boliche y me regodeo en ello.
Eso es hasta que Colby se levanta y derriba todos los bolos menos uno en su
primer lanzamiento. Mierda. Puede que haya subestimado su habilidad para
jugar a los bolos. También creo que me han engañado.
Otra vez.
57
63
—E
l viento hoy está brutal —dice Stryder, sentado a mi lado
en el hormigón, mirando hacia el cielo—. No hay manera
de que saltemos hoy.
64 —No es probable —maldigo en voz baja. Me hubiera venido bien este
primer salto al volver de las vacaciones de Acción de Gracias. Mi mente ha sido
un puto desastre desde que Rory entró en mi vida bien afinada. No puedo dejar
de pensar en el dolor de sus hermosos ojos verdes cuando la rechacé o en la
forma en que sus hombros se encorvaron cuando me fui. Completamente
desinflados. Odié ser el que le hizo eso, porque se merece mucho más que un
tipo que no puede comprometerse a llevarla a una cita.
Una sola maldita cita.
Soy tan imbécil.
¿Pero qué se supone que debía decir? ¿Sí? Ya me tiene atado de pies y
manos, pensando en ella todo el tiempo, durante la clase, por la noche y en mis
sueños. No puedo sacármela de la cabeza. ¿Qué pasaría si la llevara a una cita?
Destruiría cualquier capacidad de concentración que me queda.
Me vendría bien un salto ahora mismo. Para experimentar el pulso del aire
fresco golpeándome; la sensación de libertad mientras vuelo por mi cuenta.
Necesito la sensación de que me roban el aliento, borrando mi mente de la
semana pasada y recordándome por qué estoy aquí.
Stryder se quita el casco y lo lanza a su lado.
—Maldito viento. —Suspira inclinándose hacia atrás, con las manos detrás
de la cabeza—. ¿Qué te pasa, hombre?
—¿Eh? —Al unirme a Stryder, me deshago de mi casco, me acuesto, pero
uso mi paquete de paracaídas como reposacabezas.
—Has estado actuando súper raro últimamente. Normalmente eres brusco
conmigo, pero no tanto.
Suspirando, digo:
—¿Qué te parece?
—No lo sé... ¿Qué se acerque tu cumpleaños? Te pones raro en tu
cumpleaños.
—Eso no es hasta dentro de tres semanas.
—Entonces, ¿qué es? —Hace una pausa y luego pregunta—: ¿Tiene esto
que ver con Rory?
Pienso en la última semana. La fiesta, ese suave suéter mostrando sus
hombros desnudos y tonificados. El sonido relajante de su voz mientras
intentaba curiosear en mi vida. La forma en que su mano encajaba
perfectamente en la mía cuando la llevé a la casa. Esa sonrisa... esos labios.
Luego en los bolos. Su voluntad de seguir hablándome, sin parecer
desconcertada por mis rudas y cortas respuestas. La hinchazón de sus pechos
pasando por la camisa de cuello en V y ese maldito lápiz labial rojo. Mierda, he
65 tenido tantos sueños sobre ese lápiz labial rojo y cómo se vería arrastrado sobre
mi cuerpo con sus besos, sobre mi polla mientras me llevaba a su boca. Cómo
mancharía mi piel. Dios, la deseaba.
No he sido un santo durante mis cuatro años en la academia. Ha habido
mujeres, pero han sido folladas rápidas, momentos sin sentido para aliviar la
tensión. Nadie ha significado lo suficiente para que cambie mi enfoque. Hasta
Rory.
Me está comiendo vivo. Mi cuerpo pica por su tacto, me tira y me arrastra
hacia ella. Quiero saber qué se siente cuando sus pequeñas manos suben
lentamente por mi pecho, saber qué se sentirá cuando sus labios regordetes se
presionen con los míos, tener su cuerpo envuelto alrededor del mío.
Quiero saberlo todo sobre ella. Quiero su mente a mi disposición. Quiero
saber por qué no fue a Nueva York a la escuela, por qué sus novios no se
quedaron y cómo podrían separarse de ella. Aunque le he dicho que no dos veces,
mi corazón y mi cuerpo han gritado que sí.
Cediendo a sus preguntas, digo:
—Me está jodiendo la cabeza, hombre.
Riéndose, Stryder se vuelve hacia mí, con la cabeza apoyada en su brazo.
—Lo sabía. Me alegro de que seas capaz de aceptarlo.
—Está en todas partes, Stryder. —Cierro los ojos—. Está en clase y está
en mi cabeza constantemente. Juro que a veces la veo pasar por los pasillos.
Está en mis malditos sueños, ese lápiz labial rojo matando hasta la última
resolución que tengo.
El imbécil se ríe un poco más.
—Oh, mierda, estás totalmente enamorado.
—No estoy jodidamente enamorado. —Pongo los ojos en blanco—. Yo
sólo... —¿Qué estoy?
—Flechado. —Esta vez, Stryder suelta una carcajada mientras aplaude,
rodando hacia su espalda—. Damas y caballeros, por primera vez el impenetrable
y a prueba de balas Colby Brooks está siendo debilitado por una morena
persistente e increíblemente caliente. Esto es jodidamente genial.
—Gracias por la ayuda —murmuro, cerrando los ojos. Y, como de
costumbre, el hermoso rostro de Rory aparece, esos ojos conmovedores me
cortan por la mitad una vez más.
66 Cierro mi libro de texto, mis ojos están ardiendo y me quité los auriculares,
dejándolos en mi escritorio. Me froto los ojos; agradecido de haber trabajado en
mis estudios con sólo pensar en Rory dos veces. No está mal. Mejor que esta
mañana en el gimnasio y cuando estaba en clase cuando su rostro se repetía
constantemente en mi mente.
—¿Terminaste por esta noche? —pregunta Hardie. Hemos compartido una
habitación desde principios del año pasado. Afortunadamente. Porque si tuviera
que compartir una habitación con Stryder, nunca sobreviviría. Molesta
demasiado, lo que hace que sea muy difícil concentrarse. Hardie respeta mi
método de estudio, se mantiene callado hasta que termino e intenta ajustarse a
mi horario porque lo encuentra igual de productivo.
—Sí. Estoy agotado. Creo que las vacaciones de Acción de Gracias me
hicieron más daño que bien.
—Así es como eres cada vez después de un descanso. Tu rutina se rompe
y siempre te lleva unos días volver al ritmo de las cosas. Lo lograrás.
—Sí —suspiro—. Sólo que estoy fuera de sincronía. —Dejo salir un aliento
pesado—. Voy a prepararme para ir a la cama.
Justo cuando me pongo de pie, nuestra puerta se abre de golpe y Stryder
entra, agitando lo que parece ser una carta frente a su rostro, una sonrisa de
conocimiento jugando en sus labios.
—Buenas noches, caballeros. ¿Han hecho todo su trabajo?
—¿Qué es lo que quieres?
Lanzándose sobre mi cama, sostiene el sobre en sus manos hacia la luz.
—Oh, ya sabes, jugando al cartero esta noche. Hoy recibí esta pequeña
carta en mi buzón y a pesar de querer abrirla, sabía que no era para mí.
—¿Es para mí? —pregunta Hardie, mirándolo muy emocionado.
—Desafortunadamente, no es así. —Stryder me llama la atención y
sonríe—. Es para nuestro buen amigo, Colby.
Poniéndome de pie, la alcanzo, pero Stryder se levanta de mi cama y se
pone de pie, metiendo la carta en el bolsillo de su pantalón.
—Estoy recogiendo un cargo por entrega. —Extiende su mano, a la que yo
le doy una bofetada y saco la carta de su bolsillo. Sigiloso y ágil, nunca lo vio
venir.
Hardie se ríe.
—Amigo, sabes que es jodidamente rápido. Ahora no tienes el cargo de la
entrega. —Juro por Dios... Hardie a veces.
—Eh… De todas formas, creo que mi trabajo aquí está hecho. —Con una
sonrisa come-mierda, nos saluda, se va y cierra la puerta.
—¿De quién es? —pregunta Hardie, inclinando la cabeza hacia mí desde
67 su asiento, tratando de echar un vistazo.
La dirección del remitente dice R. Oaks. No tengo ni idea de quién es ni de
por qué demonios la tenía Stryder.
—Ni idea.
Al abrir el sobre, inmediatamente me llega un olor familiar que me hace
retroceder a la semana pasada. Cuando desdoblo la carta, lo primero que noto
es la burbujeante letra seguida de un par de labios rojo brillante en la parte
inferior.
Ese jodido lápiz labial rojo.
Es de Rory.
¡Maldito Stryder!
—¿Esa cosa está cubierta de perfume? Amigo, eso huele bien. —Hardie se
adelanta en la silla de su escritorio, tratando de conseguir otra inhalada—. Y
lápiz labial. Colby, ¿tienes una chica? Oh espera, ¿es de Rory?
—¿No tienes que ir al baño? —pregunto, sentado en mi cama, lo más lejos
posible de las miradas indiscretas de Hardie.
—Eras tú, no yo.
Lo miro fijamente. Le lleva unos tres segundos darse cuenta de lo que
intento transmitir.
—Oh, sí, tengo que ir al baño. —Poniendo los ojos en blanco, coge su caddy
de baño de su casillero y se dirige al baño, cerrando la puerta tras él,
ofreciéndome algo de privacidad.
Volteo la carta entre mis dedos, de un lado a otro, sin saber si quiero leer
las palabras.
Tengo la sensación de que sus palabras podrían cambiarme.
Tengo la sensación de que esta carta recubierta de perfume podría
quebrarme.
Y sin embargo, no puedo convencerme de guardarla, de meterla de nuevo
en el sobre y devolverla al remitente, porque el papel se siente como si estuviera
ardiendo, quemando por ser abierto. Lo que sé es de quién es y no sólo porque es
mi primera carta desde que estoy aquí.
Quiero leerla.
Por el bien de mi cordura, necesito leerla.
Respirando profundamente, me apoyo en el cabecero de mi cama y leo la
carta de Rory.
68 Querido Colby,
¿Sorprendido? ¿No esperaba una carta mía? Bueno, adivina qué, me gusta
mantenerte alerta. Espero que estés disfrutando el perfume y el beso al final. Leí
cómo escribir una carta a un “soldado” y casi todas las cartas antiguas solían
tener perfume y besos, así que pensé, ¿por qué no?
Me gusta tratar esta carta como si estuvieras desplegada en un país
extranjero y en casa, deseando y esperando que regreses a salvo. Ésa es la
sensación que tengo, aunque estés a veinticuatro kilómetros al norte y puedas
encontrarme fácilmente en el medio para tomar una taza de café.
Pero esto entre nosotros, se siente tan distante pero relevante al mismo
tiempo, como si debiera hablarte, como si debiera mantenerme en contacto,
aunque sea a través de la simple forma de una carta, entregada con un sello.
Así que aquí estoy, queriendo hablar, queriendo mantenerme en contacto,
vomitando mi Ave María, esperando que tal vez, sólo tal vez, las curvas de mi
escritura y las curvas de mis puntos te atraigan lo suficiente como para escribir de
vuelta.
Porque me gustas, Colby y sé que no estoy sola en este sentimiento. Espero
que puedas ganar suficiente valor para no verme como una distracción, sino como
una adición a tu excitante y floreciente vida.
Si quieres llamarme, mi número está al final. También aceptaré textos, fotos
sin camisa, dibujos de figuras de palo o el contorno de tu mano en un trozo de
papel si eso es todo lo que eres capaz de hacer.
Ten cuidado al saltar de esos aviones. Espero que me des una oportunidad,
dale una oportunidad a esto, porque creo que podría ser algo grande.
Salvajemente con lujuria,
Rory
Poniendo la carta en mi regazo, cierro los ojos, inclino la cabeza contra la
pared y sus palabras se arremolinan en mi mente.
La veo escribiendo esta carta acurrucada, pensando cuidadosamente qué
escribir, envuelta en un suave suéter, con las rodillas pegadas a ella y con un
aspecto tan malditamente irresistible. Espero que pueda ganar suficiente valor
para no verme como una distracción, sino como una adición a tu excitante y
floreciente vida.
No quiero tener sentimientos por ella. Quiero ser capaz de apagar la parte
de mi cerebro que sigue pensando en ella, que sigue imaginándola dondequiera
que vaya, pero no puedo. Por mi vida, no puedo apagar la ardiente necesidad
dentro de mí de estar cerca de ella, de pensar en ella, de preguntarme cómo sería
si me rindiera y si la dejara entrar en mi mundo.
Y lo que me atrae a mi escritorio no es la incesante necesidad que tengo
69 de conectarme con ella de nuevo, sino la aterradora sensación que florece dentro
de mí, haciéndome pensar que, si no dejo entrar a esta chica, me arrepentiré por
el resto de mi vida.
Saco la silla de mi escritorio, me siento y cojo mi bloc de notas y mi
bolígrafo. Mirando la página en blanco, empiezo a escribir.
—¿D ónde está? —pregunto después de darles a mi mamá y a
mi papá un beso de bienvenida.
—En su habitación. No ha tenido un muy buen día,
70 cariño. —Mi mamá acaricia amorosamente el cabello, jugando con las puntas—
. Pero una visita de su persona favorita podría muy bien alegrarle el día.
—Para eso estoy aquí. —Dejo mi bolsa de gimnasia en el suelo y me dirijo
al pasillo. Pregunto sobre mi hombro—: ¿Qué hay para cenar?
—Papá está pidiendo pizza. ¿Debo pedirla con cebollas y pimientos?
—Una ensalada está bien para mí. He comido demasiada comida chatarra
en los últimos días. Gracias.
Bajando por el pasillo de la pintoresca casa del rancho donde crecí, me
dirijo al dormitorio de mi hermano. La puerta está entreabierta, nunca se cierra
del todo. Nunca puede cerrarse del todo.
Tocando la puerta, grito:
—Hola Bryan, soy Rory. ¿Puedo entrar?
—Rory. Rory está aquí. Rory está aquí. Rory está aquí. —La repetición le
ayuda a aliviar su ansiedad y sintiendo que está bien, entro en su habitación.
Sentado en un rincón, meciéndose de un lado a otro, Bryan; mi hermano mayor
está apretado, sentado en la silla egg azul de IKEA que le regalaron, escuchando
a Credence Clearwater Revival, su banda favorita. La música que suena en su
estación de acoplamiento está apenas por encima de un susurro, justo como le
gusta. No le gustan los ruidos fuertes, no le gusta que lo asusten y disfruta de
su paz.
No lo culpo. Me gusta la paz tanto como a él.
—Bryan, ¿cómo estás, hermano? —Me acerco a él de frente, nunca de lado,
asegurándome de que pueda verme—. Mamá dijo que no estabas teniendo un
buen día. Siento mucho escuchar eso. —A los treinta años, Bryan lucha contra
el autismo. Decir que ha sido difícil es quedarse corta. A veces ha puesto tensión
en el matrimonio de mis padres, ha causado rupturas entre mis padres y sus
familias y fue un factor decisivo que me impidió perseguir mis sueños.
A pesar de las caídas que vienen con el trastorno, no hay ni una sola
posibilidad de que en el infierno haga algo diferente, porque cuando veo esa
chispa de reconocimiento en los ojos de mi hermano, sé que he marcado la
diferencia en su día.
Trato de visitarlo varias veces a la semana para asegurarme de que sepa
que, aunque mamá y papá hicieron que me mudara, sigo estando aquí para él.
Siempre estaré aquí para él, no importa lo que pase.
Todavía recuerdo la conversación como si fuera ayer, cuando les dije que
no iba a ir a Nueva York, que me quedaría y les ayudaría. Fue una mala racha
en su matrimonio, una época en la que se peleaban constantemente y sabía que
si me iba no seguirían juntos.
Querida Rory,
Los labios rojos y el perfume son necesarios. Los anhelo. Me encanta saber
que tus labios han estado en ese papel, que tu aroma adictivo es fácilmente
accesible cuando quiero recordar cómo estaba sentado a tu lado cuando estabas
envuelta en una manta, mientras las estrellas bailaban sobre nosotros. Me
decepcionaría mucho si recibiera una carta sin ellos.
Pienso mucho en esa noche, la noche en que nos conocimos. Pienso en el
momento en que te vi por primera vez, en cómo sentí que el mundo dejó de girar.
Sólo éramos tú y yo en la cubierta trasera, todos los demás se desvanecían en la
distancia. Inmediatamente supe que iba a tener problemas, que me iba a doler
mucho si tus hermosos ojos verdes se conectaban con los míos.
Y lo hicieron.
Me perdí, no estaba seguro y me enamoré,
Desde la distancia, te vi jugar al billar, estudié tu risa, memoricé los
movimientos de tu cuerpo y cuando te acercaste a hablar conmigo... Ese pequeño
saludo que salió de tus labios... fue todo lo que hizo falta. Me había perdido.
Sigo diciéndome a mí mismo que no debería escribir estas cartas, que
debería seguir tirándolas (cinco en la basura esta vez) pero mi pluma se niega a
parar. En cambio, revela la verdad a través de mis manuscritos, una verdad que
sólo tú conoces.
Me gustas, Rory y eso me aterroriza.
Colby
77
Querido Colby,
Cuando te escribí por primera vez, nunca pensé que recibiría respuestas tan
poéticas de tu parte y me disculpo por ello, por subestimarte.
Tus cartas... me conmueven de una manera que nunca antes me había
conmovido. Saber que te tomas tu tiempo para encontrar las palabras correctas
para decirme, me hace querer asegurarme de hacer lo mismo. En lugar de escribir
algo sólo para escribirlo, quiero tener un propósito detrás de mis palabras.
Si hablamos de la primera noche que nos conocimos, tengo que admitir que
me fijé en ti en el momento en que saliste a cubierta. Eras inconfundible e
imperdible. Llamaste la atención de todos los que te rodeaban, pero no con tu
actitud ni con tu fanfarronería, porque ese no es el hombre que eres. Fue tu mirada
pensativa, la forma en que inspeccionabas el área y el pavoneo en cada paso que
dabas.
Estaba enamorada. Recuerdo que me incliné hacia Ryan y le dije que tenía
que conocerte. No había duda en mi mente en ese momento de que quería
averiguar quién eras y por qué tenía un fuerte impulso de enterrar mi cuerpo detrás
de tu escudo protector, envolviéndome en tus brazos.
Desafortunadamente no tuve esa oportunidad, pero los pequeños momentos
robados que pasé contigo, captando el pequeño levantamiento de la esquina de tu
boca, fue suficiente para mí en ese momento.
Ahora, quiero más.
Dame más. Dime algo que normalmente no le dirías a nadie. Ilumíname para
que entienda por qué exploto cada vez que estoy cerca de ti. Y ahora siento lo
mismo con cada palabra tuya que leo.
Salvajemente con lujuria,
Rory
Querida Rory,
Hay un dicho común por aquí con el ala de cadetes: Actúa a pesar de tu
miedo.
El miedo vive en cada uno de nosotros, pero la forma en que experimentamos
ese miedo está en nosotros. Hablando con mis cadetes a lo largo de los años, su
mayor temor es morir, pero como dice el dicho, a pesar de su miedo continúan,
siguen adelante. En algún momento, decidieron sacrificarse y proteger a nuestro
país eligiendo ser un aviador.
No tengo miedo a la muerte. No existe físicamente dentro de mí. El miedo a
la muerte es algo que nunca me ha atormentado, nunca me ha retenido y hasta la
78 fecha, ni siquiera se me ha pasado por la cabeza.
He visto la muerte de primera mano. He visto cómo puede llevarse a alguien
de este mundo y, sin embargo, eso no es lo que me agota. No es lo que me revuelve
el estómago por la noche o me causa ansiedad.
La muerte sucederá. Nadie puede controlar eso.
Lo que puedo controlar es la persona que soy, la persona en la que me
convertiré.
Puede que no albergue el miedo a la muerte, pero sí albergo un miedo
diferente, el tipo de miedo que hace que me despierte en mitad de la noche y me
ponga a sudar frío. Es el tipo de miedo que me ha consumido, me ha comido vivo,
me ha destrozado y la razón por la que he intentado tan desesperadamente
alejarme de ti. Es por lo que no puedo permitirme ninguna distracción.
A lo largo de la vida, te encuentras con gente que tiene una influencia
positiva o negativa en quien te conviertes. Es tu trabajo decidir si los mantienes a
tu lado o sigues adelante. Desafortunadamente, hay algunas personas negativas
en tu vida de las que no puedes salir, no hasta que estés libre de su alcance. Y
puede que nunca lo estés.
Tengo a alguien muy negativo y muy egocéntrico en mi vida, que todo lo que
ha hecho desde que me conoció fue intentar retenerme, intentar decirme lo inútil
que soy, que nunca llegaré a nada, que volar es una quimera que nunca
conseguiré.
Mi miedo, el que hace un agujero en la boca del estómago cada vez que
pienso en ello, le está dando la razón a ÉL.
Tu turno. Dime algo que nadie sepa de ti.
Colby
Querido Colby,
¿Cómo respondo apropiadamente a tu carta? ¿Cómo encuentro las palabras
perfectas para ejemplificar los sentimientos que fluyen a través de mí? No puedo.
No puedo decirle lo conmovida que estoy porque hayas compartido un
detalle tan íntimo conmigo. No puedo decirte cuánto me gustaría verte, abrazarte,
abrazarte y decirte que no le darás la razón a ÉL.
Eres un hombre de empuje y ambición. Vibra en ti. Sólo por estar cerca de
ti, sé que estás destinado a grandes cosas. ¿Ese miedo que tienes? No te rindas,
porque sé en lo profundo de mis huesos que irás a lugares. Alcanzarás tus sueños.
Y es curioso que hables de miedo, porque es lo único que me ha impedido
avanzar en mi vida. Es lo que me impidió ir a Nueva York. El miedo a que algo le
pase a mi hermano y yo no esté aquí. Miedo de que cuando mis padres necesiten
mi ayuda, no estaré ahí para ayudarlos. Miedo de no estar presente. Me desgarra
79 todos los días.
Mi hermano es mi mundo. Es mi mejor amigo y el tipo que siempre será una
constante en mi vida. Mucha gente lo ve tan difícil, tan extraño o diferente.
Yo no lo veo así. Yo lo veo como perfecto.
Bryan es autista. Y cuando la gente ve a un hombre de treinta años
meciéndose de un lado a otro en un restaurante porque la música está muy alta,
cuando le ven hacerse daño físicamente porque su ansiedad está en alerta
máxima, se burlan, hablan y juzgan.
Pero no conocen al hermoso humano que es. El espíritu alegre que vive
dentro de él y las más pequeñas sonrisas que da cuando camino por la habitación.
Él lo es todo para mí y pongo mi vida en espera por él. Temo lo desconocido de lo
que podría pasar si me alejo, si no estoy ahí para calmarlo, si estoy demasiado
lejos para consolarlo.
No quiero ceder nunca a ese miedo. No quiero que nunca sienta que lo he
abandonado, porque siento que todos los demás, aparte de mis padres, lo han
hecho.
Y esa es una verdad que nunca le he dicho a nadie.
Ahora, voy a arroparme en la cama y tratar de calmar mi acelerado corazón.
Voy a imaginar lo que sería estar a tu lado, tener tus brazos rodeándome, tener a
alguien que me proteja por una vez, en lugar de tener que hacer toda la protección.
Salvajemente con lujuria,
Rory
Querida Rory,
Mierda...
No sé qué decir, aparte de esto. Necesito verte. Terminamos las clases esta
semana con los finales, tenemos nuestra asamblea para ver si entramos en la
escuela de vuelo y luego salimos para las vacaciones de invierno. Me quedaré con
Stryder y su familia, pero quiero hacer tiempo para ti. Mi número es el 719-555-
2417. Envíame un mensaje cuando estés disponible.
A la mierda las distracciones.
Que le den a mi miedo.
Que se joda ÉL.
¿Ese abrazo que has estado esperando? ¿Ansiando? Quiero la misma
maldita cosa.
Envíame un mensaje de texto.
Colby
80
Once años de edad…
L
os pasos que se abren camino por el pasillo, mis nervios saltando de
81 un lado a otro, la camisa limpia que me puse para la escuela ya
absorbe una capa de sudor que gotea lentamente por mi espalda.
Recorro mi habitación. Todo está fuera de la vista, ya sea en el ático o bien
escondido. La cama está hecha. La ropa está doblada y colgada en el armario.
Todos los aviones y juguetes no están a la vista.
Es la forma en que a él le gusta.
Es la forma en que él exige que sea.
Paso tras paso se acercan, mi corazón late rápidamente, mis pulmones se
contraen y mis manos se mueven a mi lado.
Hice todo bien, sé que lo hice. Lo comprobé dos veces.
Los pies se detienen en mi puerta y contengo la respiración cuando se
abre. Ted está parado del otro lado, café en mano con su camisa de negocios
planchada prístinamente y su corbata atada expertamente alrededor de su
cuello. Los zapatos que le lustré durante una hora anoche están en sus pies, las
luces brillan en ellos.
No dice una palabra cuando hace su cheque en la mañana; ni siquiera me
mira. En su lugar, viaja por la habitación con los ojos vagando, buscando
cualquier forma de indiscreción.
No debería haber ninguna. Me aseguré de ello. Deteniéndose frente a mi
cama, la mira de arriba a abajo, tomando un sorbo de su café. De su bolsillo,
saca una moneda y la lanza al aire.
Con la respiración contenida, veo como cae en el colchón, apenas
rebotando.
Con los ojos cerrados, digo un juramento, justo cuando la taza de café es
puesta en mi cómoda. Arrancando las mantas, inspecciona mi trabajo en las
sábanas, sus ojos se estrechan en las esquinas. Una vez erguido, me rodea con
los pelos de mi nuca en plena atención.
De pie detrás de mí, sobresaliendo sobre mí, espero el momento en que
él...
Su gran mano me agarra por detrás del cuello, me empuja hacia abajo,
empujando mi rostro a centímetros del colchón.
—¿Qué demonios es esto? —sisea—. ¿Llamas a esto una esquina bien
doblada? —No respondo mientras aprieta las manos en mi cuello. Sus dedos se
entierran mientras mis hombros se tensan a su alrededor, las lágrimas pinchan
en las esquinas de mis ojos—. ¿Cómo demonios esperas llegar a alguna parte en
la Fuerza Aérea si no puedes hacer tu maldita cama correctamente?
Con fuerza, me empuja hacia adelante, mi frente golpeando el borde de la
cama antes de que me caiga al suelo. Agarrando el colchón por la parte inferior,
lo voltea, desordenando mi mesita de noche y cubriendo toda mi habitación. No
es la primera vez que lo hace. Conociendo sus tendencias, me he vuelto
82 inteligente sobre dónde guardo mis cosas y sé dónde mantenerlas fuera de
peligro.
Con mi cabeza palpitando, me levanto del suelo y me pongo de pie, yendo
a recoger mi colchón. El dorso de la mano de Ted se conecta con mi rostro, me
saca de equilibrio y me hace volar hacia mi cómoda.
—La espero mejor para mañana. —Recoge su café, se ajusta la corbata,
pasa por encima de mí y sale de mi habitación, dando un portazo.
Con la mano en la mejilla picada, me tumbo en el suelo durante unos
segundos, dejando que caigan las lágrimas.
No podría importarme menos la cama, el desastre que hizo y el golpe en
mi rostro. Eso es lo que he llegado a esperar de mi padrastro, Ted.
Lo que me hace acobardarme en una esquina, que hace que mi dolor caiga
de mis ojos, es el visible moretón que causará el revés.
No podré ver al abuelo ni hoy ni en los próximos días.
No me dejan ver al abuelo si tengo un moretón.
No me dejan hablar con él sobre lo que pasa en la casa y no me atrevería
porque sé que, si lo hiciera, perdería al abuelo para siempre. Eso es lo que me
dijeron.
Y no puedo perder al abuelo, no después de cómo casi lo pierdo cuando
papá murió. El abuelo apenas sobrevivió a su ataque al corazón. No quiero
causarle más estrés.
Así que mantengo mi boca cerrada y hago lo que me dicen. Mantengo todo
oculto y me mantengo fuera del camino de Ted. Recuerdo los momentos en que
veo al abuelo y los mantengo cerca de mi corazón, porque los momentos que
comparto con él son los que me ayudan a superar las largas etapas cuando me
separo de él.
83
Á
ngulo de cuarenta y cinco grados y pliegue.
Suavizar todas las arrugas.
Meter y alisar.
84 Tengo que hacerlo perfecto.
Tomando una moneda de mi bolsillo, la tiro en mi colchón y veo con orgullo cómo
rebota.
Bien.
Respiro profundamente y me siento en la silla de mi escritorio, mirando las
esquinas de mi cama. Están remetidas; están bien. No los estás ajustando.
Mientras busco mis botas, el teléfono suena en el escritorio a mi lado.
Rory.
Guardé su número a mi teléfono el otro día, por si acaso decidía mandarme un
mensaje. Si incluso después de todo lo que le hice pasar, todavía quiere verme.
Tengo un poco de tiempo antes de desayunar y Hardie está en la ducha, así que
tengo algo de privacidad. Girando en mi silla, me pongo de frente al escritorio y
abro el mensaje de texto.
Rory: Hola Colby, soy Rory. Acabo de recibir tu carta. Anoche me olvidé revisar
mi correo. Me imaginé que estabas despierto... Estás despierto, ¿verdad?
Hay un pequeño tirón en la esquina de mis labios cuando le envío un mensaje.
Colby: Sí, he estado despierto por un tiempo.
Sin saber qué más decir, envío el mensaje, sintiéndome como un imbécil. No
tarda mucho en responder.
Rory: ¿Dormiste bien?
Colby: Lo mejor que pude. Hoy averiguaremos si fuimos aceptados en la escuela
de vuelo.
Rory: ¡Dios mío! Eso es muy emocionante. ¿Estás nervioso?
Colby: Sí. Todo por lo que he estado trabajando será validado hoy. Si trabajé lo
suficientemente duro, lo logré, si me perdí un paso, se va a notar.
Rory: Apuesto a que lo lograste. Lo sé.
Colby: Eso espero.
Rory: ¿Tu oferta de querer verme sigue siendo cierta?
Hago una pausa y me muerdo el labio inferior. Quiero verla y creo que es hora
de que lo sepa, más que en la carta que envié.
Colby: Sí. Desesperadamente.
Los puntitos de la pantalla rebotan mientras ella escribe y mi aliento se queda
en mis pulmones esperando su respuesta.
Rory: Acabo de chillar de forma legítima. ¿Cuándo? ¿Dónde? Estaré allí.
Colby: ¿Mañana funciona? Terminaré las clases de las vacaciones de invierno y
85 me iré a casa de Stryder.
Rory: Mañana es perfecto. Tengo clases por la mañana y citas para masajes
hasta las dos, pero estoy libre después de eso.
Colby: Reúnete conmigo en el Jardín de los Dioses, el jardín principal a las tres.
Vístete abrigada.
Rory: No puedo esperar.
Colby: Yo tampoco.
Justo cuando apagué mi teléfono, Hardie entró por la puerta, recién duchado y
afeitado.
—Hoy es el día, hombre. ¿Emocionado?
Termino de ponerme las botas.
—Nervioso como la mierda.
—Vas a lograrlo. Has tenido los F-22 en tu sangre desde que naciste. Si no me
ponen en helos, podría morir. Demonios, anoche fui a la capilla y recé durante
una hora.
Hardie ha querido volar helicópteros desde el segundo año. Pasó de querer ser
piloto de caza cuando se subió a un helicóptero y sintió el levantamiento de la
maquinaria, cómo se precipitó hacia el cielo. Es una sensación diferente a la de
volar un avión, y en el momento en que la sintió, se volvió adicto. En este punto,
no podía imaginar a Hardie haciendo nada más.
Y para que conste, Hardie no es una persona religiosa. Así que sus rezos me
hacen poner los ojos en blanco.
—¿Sabes que no funciona así? Dios no es un genio que espera tus tres deseos.
—Bueno, como el idiota que soy, lo traté como uno anoche —suspirando, Hardie
se sienta también en su silla—. No puedo creer que estemos a mitad de camino.
Casi ha terminado y todo lo que hemos estado trabajando está llegando a su fin.
O lo logramos o no lo logramos.
Y eso es a lo que realmente se reduce. Estos últimos cuatro años han sido la
culminación de la preparación para este día. Hardie tiene razón; o lo logramos o
no lo logramos.
Esperemos que lo haya logrado.
Timbre. Timbre.
—Por favor, contesta. Por favor, contesta —murmuro en mi teléfono
86 mientras estoy sentado en mi auto, dándome la tan necesaria privacidad de
todos los demás, de la celebración que se está llevando a cabo a mi alrededor—.
Vamos...
—¿Hola? —Dejo salir un largo aliento reprimido. Su voz me tranquiliza al
instante, me lleva a los buenos momentos de mi vida. Con el abuelo. No habría
llegado tan lejos en la vida sin él, sin los buenos momentos que compartimos
juntos. Le echo de menos.
—¿Abuelo?
—Colby, mi muchacho —tose en el teléfono—. Disculpa. ¿Cómo estás?
—Estoy bien. —Mi pierna rebota debajo de mí, golpeando el volante, pero
el dolor ni siquiera hace una marca en mi cuerpo entumecido—. Yo… —Mi
garganta se vuelve más estrecha—. Quería decirte... —Me ahogo en un sollozo
decidido que sube por mi garganta—. Entré en la escuela de vuelo, abuelo.
Jodidamente lo logré.
No puedo retenerlas más. Las lágrimas caen de mis ojos, mientras
descanso mi frente en el volante, el alivio bañándome.
Jodidamente lo logré.
Hay silencio al otro lado del teléfono y por un segundo, creo que lo perdí...
hasta que lo escucho anidar.
—Colby, eso es... eso es genial.
Mi garganta se vuelve aún más estrecha. El abuelo es la única persona a
la que realmente quería decírselo, la única que ha estado ahí para mí desde el
principio, alentándome y diciéndome que ninguna meta es demasiado difícil de
alcanzar. Es la voz positiva que he intentado escuchar por encima de la negativa.
—Todavía estoy sorprendido. Eres mi primera y única llamada, abuelo. Tú
fuiste el que me animó, el que me dijo que podía hacerlo si me lo proponía. Tú
fuiste la fuerza impulsora detrás de esto. —Es el único con el que quiero
compartir esto.
—Yo no hice nada. Todo esto fuiste tú, Colby. —Vuelve a esnifar—. Estoy
muy orgulloso de ti, hijo y tu padre también lo estaría. Estaría tan malditamente
orgulloso del hombre en el que te has convertido.
Vuelvo a cerrar los ojos, pero dejo que las lágrimas de pura alegría corran
por mis mejillas.
—Sé que lo estaría.
—¿Cuándo vas a pasarte por aquí? ¿Las clases han terminado? Tráeme
algo de pizza y podremos celebrarlo.
—¿Qué tal este fin de semana? Me quedaré con Stryder, pero estoy seguro
de que querrá un tiempo para él solo.
87 —¿Él ha entrado?
Hago una pausa, sintiendo el peso de su dolor en mis hombros.
—No lo hizo.
—Oh no. No me extraña que pienses que Stryder querrá estar solo. Sí. Ven
este fin de semana. Siempre estoy aquí para ti.
Y eso lo sé con todo mi corazón. Aún estoy en shock porque Stryder no lo
logró.
Y por mi vida, no sé cómo hablarle de ello. Cuando se enteró, no dijo nada.
Ni siquiera nos miró a ninguno de nosotros. En vez de eso, se fue hacia su
dormitorio, en silencio a cada paso, como un hombre que camina por la tabla
para enfrentarse a la bestia que tiene delante. En este caso, su padre.
C
uando Ryan y yo fuimos a la bolera hace unas semanas sabiendo
que Colby estaría allí, estaba nerviosa, probablemente más nerviosa
de lo que he estado en mucho tiempo. Había un temblor en las
88 manos, un temblor en el paso, un revoloteo en el estómago, pero no era nada
comparado con lo que siento ahora.
Es como si una tormenta agitada se estuviera gestando en la boca del
estómago, elevando mis nervios a toda velocidad. Tengo calor, tengo frío, estoy
temblorosa y tengo todas las emociones mezcladas que puedas imaginar.
Este es Colby, el hombre que conocí en Acción de Gracias, el hombre por
el que me he sentido tan atraída... como si hubiera un lugar en mi alma que
fuera simplemente suyo. Lentamente he sido capaz de cavar bajo su pared y
alcanzar una parte de él que siento que nadie más ha sido capaz de penetrar.
Quiero asegurarme de que mis sentimientos no son sólo una fantasía escrita en
pedazos de papel o conjurados en mi cabeza. Quiero asegurarme de que son
reales. Tan malditamente reales, que cuando esté cerca de él, sea absorbida por
nuestro pequeño universo.
Saliendo de mi auto, me ajusto la bufanda que tengo debajo de mi abrigo
de lana verde mientras observo las gigantescas formaciones rocosas rojas que
son un famoso punto de referencia en Colorado Springs. Es un hermoso destino
turístico que atrae a multitudes de personas de todo el país, especialmente
durante el verano.
Pero en el invierno, es principalmente local, tal como me gusta, sin
aglomeraciones de gente, dejándome con las rocas y la Madre Naturaleza.
Sólo hay unos pocos autos en el estacionamiento, lo que me da muchas
opciones, así que cuando estaciono al lado de una gran camioneta negra, es
intencionado. Por la pegatina de la Fuerza Aérea en la ventana trasera, supongo
que es la camioneta de Colby.
No es demasiado grande ni desagradable, pero es lo suficientemente
grande como para que quepa su alto cuerpo. Los lados están sucios, como si se
hubiera ido a la carretera, pero por lo que puedo ver el interior se ve impecable.
No esperaría menos de él.
Normalmente no hay estacionamiento cerca del jardín principal, pero como
es invierno y es más tarde, no hay mucha gente alrededor. Feliz de tener algo de
privacidad, cierro el auto y meto las manos en los bolsillos de mi abrigo,
manteniéndolas alejadas del frío mientras camino por un camino pavimentado
hacia el jardín principal. Paso los carteles que describen la historia de las rocas
y que advierten sobre las serpientes de cascabel, y me dirijo hacia la pequeña
colina. Una roca, conocida como los Camellos Besadores, me protege del fuerte
sol de Colorado, evitando que me ciegue hasta que me acerque al jardín principal
central cuando el sol me golpee de nuevo, un faro brillante, bloqueando mi vista
desde el oeste.
Haciendo una pausa, levanto mi mano hacia el cielo, protegiéndome del
sol y es entonces cuando lo veo. Apoyado en una valla de madera, con los pies
apoyados, las manos metidas en los bolsillos de sus jeans. Está de pie, con una
sudadera de la Fuerza Aérea cubriendo sus amplios hombros y los lentes
89 aviadores enmascarando sus magníficos ojos. En cuanto me ve, su rostro se
ilumina y la comisura de su boca se inclina hacia el cielo. Y casi pierdo el aliento,
porque nunca antes había visto esa sonrisa. Es cálida, acogedora y es todo para
mí. Dios, el hombre es... magnífico.
Tengo ganas de correr a sus brazos, pero en vez de eso, camino,
conteniendo mi emoción, sin querer asustarlo.
Se siente como una eternidad hasta que estoy de pie ante él. Ambos
tenemos las manos metidas en los bolsillos y sonrisas en nuestros rostros.
Asintiendo, me hace señas y dice:
—Ven aquí.
Se adelanta, cerrando la distancia entre nosotros, luego se extiende y
envuelve su brazo alrededor de mis hombros, atrayéndome los últimos
centímetros hasta que estoy pegada a su pecho, absorbiendo su fresco aroma de
lavanderia, dejando que invada mis sentidos. Me está arrastrando a un coma de
Colby del que deseo no despertarme nunca.
Lo rodeo, tirando de él con fuerza, deleitándome con la sensación de los
músculos de su espalda, su fuerte pecho y cómo se siente contra mi mejilla. La
parte superior de mi cabeza llega a su barbilla, haciendo mucho más fácil el ser
envuelta en su abrazo.
Nos paramos ahí, abrazados, las palabras que nos hemos escrito pasan
por encima de nosotros y a través de nosotros, una mayor comprensión de
nuestras vidas cimentando el vínculo entre nosotros. No intento moverme.
¿Quién lo haría? Me mantengo en la comodidad de sus brazos y la tensión que
he llevado durante tanto tiempo se alivia con cada respiración que tomamos
juntos.
Dentro y fuera, dentro y fuera, la tensión se derrite en un charco a mis
pies, esperando ser desechada.
Esto es lo que necesito, lo que quiero en mi vida, alguien que esté a mi
lado, alguien que me abrace cuando necesite que me abracen, alguien que
comparta este loco viaje que estoy atravesando. Lo deseo a él. Quiero a Colby
Brooks como el único.
El sol comienza su descenso hacia el oeste, dejándonos sólo una hora más
o menos antes de la oscuridad total. Por ahora, proyecta un brillo anaranjado a
nuestro alrededor, las rocas rojas añaden al ambiente, al resplandor.
Finalmente, cuando Colby se aleja, me levanta la barbilla con su dedo
índice, mi reflejo rebotando hacia mí a través de sus gafas de sol. Levantando la
mano, le quito los escudos protectores, queriendo ver sus ojos, el chocolate
oscuro de sus iris. Quiero ser capaz de leerlo.
Con la mirada enfocada, estudiándome, finalmente dice:
—Lo siento.
90 Empujo sus gafas de sol a la parte superior de su cabeza, parándome sobre
los dedos de los pies para alcanzarlas y luego deslizo mi mano sobre su mejilla,
disfrutando de la ligera barba mientras atrapa las almohadillas de mis dedos.
—¿Por qué lo sientes?
—Porque, debería haber hecho esto hace mucho tiempo. —No se salta ni
un segundo.
Inclinándose hacia adelante, engancha su dedo debajo de mi barbilla y me
guía hasta su boca donde se detiene, nuestras narices se tocan y nuestras
respiraciones se mezclan.
—Dime que me detenga si no quieres esto, si no me deseas —susurra.
¿Decirle que se detenga? ¿Qué no lo deseo? ¿Por qué demonios iba a
impedir que me besara Colby Brooks, el hombre elocuente, profundo y
perspicaz? No hay ni un hueso en mi cuerpo que protestaría por tener su boca
sobre la mía.
—Nunca podría decirte que te detengas —respondo honestamente, justo
antes de que cierre el espacio entre nosotros.
Cuando imaginé un primer beso con Colby, lo vi como algo apasionado,
tan fuera de control que no podíamos tener delicadeza, manos y bocas rogando
y suplicando por más.
Pero eso no es lo que es.
Lentamente, Colby lleva su boca a la mía, sus labios un susurro de un
toque, apenas conectándose. Un agudo aliento, un bajo zumbido suplicante, una
ardiente necesidad que florece entre nosotros.
Presionando hacia adelante, roza mi boca, tanteándome tímidamente,
creando un mapa de carreteras por mis labios hasta que me acerca, cerrando mi
boca dentro de la suya, separando mis labios con un suave golpe de su lengua.
Sus manos encuentran mi cabello suelto, sus dedos acariciando mi cuero
cabelludo. Me agarro a su sudadera, sintiendo la fuerza detrás de su agarre
mientras me mantiene inmóvil. Cerca.
Abriendo mi boca para él, le dejo explorar, su lengua se enreda con la mía,
golpeando, empujando, pero nunca es demasiado, nunca es demasiado fuerte.
Hace movimientos lentos y calculados, como si tratara de entender cada una de
las formas en que puede hacerme derretir cada vez más rápido a su alcance.
Y cuando se aleja con sus ojos parcialmente abiertos y las pestañas
revoloteando, sonríe. Una sonrisa completa de mejilla a mejilla, una sonrisa
rompecorazones. Los hoyuelos se dirigen peligrosamente a mí, sus ojos se
iluminan, como si le diera vida por primera vez.
91 Presionando su frente contra la mía, me agarra las mejillas y me da otro
beso en los labios, éste corto y rápido, pero tan importante como el primero,
porque no está escrito, es el momento, como si necesitara una probada más.
—¿Quieres ir a dar un paseo? —susurra cuando se aleja.
—Me encantaría.
Entrelazando sus dedos con los míos, nuestras palmas tocándose,
nuestras almas conectándose, me pasea por el jardín, mirando hacia delante,
pero manteniéndome cerca, sin dejarme nunca ir demasiado lejos.
He estado en el Jardín de los Dioses demasiadas veces como para
contarlas, una vez lo usé como mi paraíso de entrenamiento para un medio
maratón de senderos de montaña, corriendo por los senderos desiguales,
saltando sobre las rocas y esquivando los excrementos de los caballos. Pero esta
es la primera vez que estoy aquí con un hombre, permitiéndole guiarme por los
escalones cubiertos de suciedad. Sé exactamente a dónde me lleva, porque es un
lugar en el que he estado muchas veces para experimentar las vistas. Es uno de
mis lugares favoritos del parque.
Doblamos la esquina, subiendo cada vez más hasta que llegamos al lado
de la roca que está lo suficientemente nivelada para que puedas subirla y
sentarte en la cima. Durante el verano, esta roca está abarrotada y es casi
imposible encontrar paz cuando hay turistas pululando por el mirador.
Hoy no.
Hoy, tenemos la roca para nosotros.
Colby llega primero a la cima y extiende sus manos para ayudarme a subir
los últimos pasos antes de sentarse, mirando al oeste. Las cumbres nevadas de
Pikes Peak son tan brillantes como siempre, el sol apenas se esconde detrás de
ellas.
Acercándose más, Colby toma mi mano en la suya, nuestros dedos se
enredan. Lleva nuestra conexión a su boca, colocando un suave beso en el dorso
de mis nudillos, el gesto dulce e inocente, como las cartas que hemos compartido
durante las últimas semanas.
—Me encanta estar aquí arriba —dice, rompiendo el silencio entre
nosotros—. Cada vez que me he sentido estresado o desorientado, he venido a
este lugar para empaparme del viento, los olores, el polvo de la roca roja, la
montaña pacífica. Es... fiable. Es mi lugar de consuelo.
Sacudo mi cabeza, riéndome.
—Me pregunto si alguna vez hemos estado aquí arriba al mismo tiempo
juntos, porque esta es mi roca, mi perspectiva, mi lugar para pensar. He pasado
tantas horas sentada aquí, preguntándome qué es lo que la vida me va a arrojar
a continuación.
92 —Creo que nunca estuvimos juntos aquí arriba —dice con confianza.
—¿Por qué?
—Porque… —Se gira hacia mí—. Te habría notado. —Una ola carmesí
mancha mis mejillas cuando miro el suelo y pateo una pequeña piedra por la
pendiente de la roca.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión? —pregunto, necesitando ver si lo que
siento no es sólo un anhelo unilateral.
—¿Qué me hizo cambiar de opinión sobre ti?
Asiento.
Rascándose la mandíbula y mirando fijamente a Pikes Peak, dice:
—No se trataba de cambiar mi opinión sobre ti. Se trataba de ceder a algo
que ya no podía controlar. A pesar de todo en mí, por más que lo intentara, tú
estabas en todas partes. No podía sacarte de mi cabeza. Fue similar a como se
sintió mi decisión de convertirme en un piloto de caza. Todo en lo que podía
pensar; todo en lo que podía soñar. Sabía que tenía que haber una razón.
—¿Y cuál es la razón? —pregunto, tímidamente, mi voz apenas audible por
encima de la brisa ligera.
Encoge de hombros.
—Al diablo si lo sé en este punto. Lo que sí sé es que después de esas
pocas semanas de separación, estaba deseando recibir más cartas tuyas. No
podía negarlo más. No podía negarte. Necesitaba sentir tu boca sobre la mía para
ver si era todo lo que pensaba que sería. —Dios mío, este hombre es tan hermoso.
¿Deseaba mis cartas? Me deseaba a mí.
—¿Fue así? —Inclino mi cabeza a un lado, captando su sonrisa mientras
me aprieta la mano.
—Jodidamente mucho más.
Le doy un codazo en el hombro.
—Tú tampoco estuviste tan mal.
Levanta las cejas hacia mí, una mirada incrédula en sus ojos.
—¿No estuvo tan mal? Tienes que darle a un tipo más crédito que eso.
Sacudo la cabeza.
—¿Dónde está la diversión en eso?
Se ríe.
—Entonces... ¿Rocías con perfume todas las cartas que envías?
—No, eso es sólo especial para ti. ¿Fue un buen toque?
93 —Un jodido toque fantástico —dice—. Y los labios al final. —Un pequeño
gemido sale de él—. He tenido fantasías con ese lápiz labial, y verlo en el papel
no ayudó.
Oh, Dios. Tuve fantasías cuando besé las cartas, deseando besarlo por todo
su cuerpo cincelado. Una y otra vez.
Me aclaro la garganta y pregunto:
—¿Qué clase de fantasías?
—No del tipo del que se habla en un lugar sagrado.
—Ohhh, fantasías muy sucias.
Se queda mirando hacia Pikes Peak.
—Podría decirse.
Girándome completamente hacia él, juego con su sudadera de la Fuerza
Aérea, la tela de Under Armour suave como la seda, me encanta cómo nuestra
conversación se siente tan real. Y un poco sucia. Muy diferente a las de un solo
lado que teníamos antes. Este es el verdadero Colby. Y estoy completamente
enamorada.
Giro su cabeza hacia la mía, permitiéndome perderme en sus misteriosos
ojos que están encapuchados por sus gruesas y afiladas cejas.
—Cuéntame una fantasía —susurro.
Su mirada cae a mis labios y luego vuelve a mis ojos. Su lengua se asoma,
humedeciendo sus labios al inclinarse hacia adelante, capturando mi mejilla en
su gran mano. Hablando de manera uniforme, dice:
—¿Una fantasía? —Sacude la cabeza—. No, esas son sólo para mí. Inventa
los tuyas y veamos si podemos encontrarnos en el medio. —Suavemente, sus
labios toman los míos, mordisqueándolos y deslizándose, pero nunca
presionando demasiado, volviéndome loca.
Gimo con frustración, causando que se ría una vez más y dudo que ese
sonido me aburra. Desearía que lo hiciera más a menudo, porque es hermoso,
bajo y arenoso. Me retumba como el agua en el lecho de un arroyo rocoso.
Me atrae y me sostiene cerca de su pecho y nos quedamos mirando la
cordillera, un cómodo silencio que se interpone entre nosotros. El sonido
distante de los visitantes del parque se oye junto con algunos pájaros que flotan
en sus perchas ahuecadas en el lado de las rocas gigantescas. Es pacífico.
Sereno.
Rompiendo el silencio, se aclara la garganta y dice:
—Entré en la escuela de vuelo.
Levantando la cabeza y con una gran sonrisa en mi rostro, lo abrazo,
prácticamente lo golpeo en la roca. Se ríe y me sostiene en su lugar mientras lo
aprieto con fuerza.
94 —Oh Dios mío, Colby, eso es tan asombroso. Felicitaciones. No puedo creer
que no me lo hayas dicho de inmediato.
—Todavía estoy sorprendido. —Cuando me alejo, se frota la parte superior
de la cabeza, sus dedos deslizándose en sus cortos mechones marrones—. He
estado trabajando muy duro para esto. Todo lo que hice hasta ahora ha sido
para cumplir con este único objetivo. —Respira profundamente—. Y ahora, hay
un cambio en mi enfoque. Ahora se trata de graduarme y demostrar a los
instructores de la escuela de vuelo que fui hecho para volar un avión de combate.
Sacudo la cabeza con incredulidad.
—Esto es tan asombroso, Colby. Eres increíble.
El aire entre nosotros se mueve hacia algo más hosco mientras deja caer
su cabeza. Y en el momento en que abre la boca, sé por qué.
—Me enviarán lejos después de la graduación para la escuela de vuelo.
Oh.
—¿A Peterson? —Por alguna razón, pensé que tal vez la Base Aérea de
Peterson, que está aquí en Colorado Springs, sería donde se entrenó. Esa fue
probablemente una suposición muy ingenua; pero, por otra parte, no sé nada de
la Fuerza Aérea.
Encoge sus hombros.
—Podría estar en cualquier lugar, todo depende de dónde quieran
enviarme.
—¿Cuánto dura la escuela de vuelo?
—Un año —dice en voz baja.
Un año. Eso parece mucho tiempo.
Cuando conocí a Colby, nunca pensé en cómo sería la vida después de la
graduación para él. Sabía que algo dentro de mí me empujaba hacia él, que había
una fuerza cósmica mayor que nos unía.
—¿Ahora puedes ver por qué dudaba? ¿Por qué he tratado de rechazar
este innegable tirón que tengo hacia ti? En unos meses, mi vida estará fuera de
mis manos y a merced de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Me gustas,
Rory, pero quiero ser honesto contigo. Quiero que conozcas todos los hechos.
Tristemente, digo:
—Puedo apreciar eso.
Suspira y envuelve su brazo alrededor de mis hombros.
—No te preocupes, no necesitas decir nada. Lo entiendo. De verdad que sí.
—Besa el costado de la cabeza, sus labios se mantienen, rozando mi mejilla por
un breve momento antes de alejarse.
Podría estar fuera por lo menos un año. Y entonces, ¿quién sabe dónde
95 podría estar destinado, qué podría estar volando, si se desplegará... o no? Hay
tantas incertidumbres cuando se trata de Colby. ¿Cómo no me di cuenta de eso?
Me metí en su vida, con la necesidad de saber quién era bajo la fachada reticente
y solitaria. Me advirtió. Me instó a dejarlo en paz, pero seguí buscando. ¿Y ahora?
Ahora he encontrado un hombre increíble, intenso, considerado y hermoso, pero
no es realmente capaz de ser mío. Incluso si realmente me quisiera. Y eso es
aterrador.
Y por mucho que odie admitirlo, no estoy segura de que sea algo para lo
que esté preparada. Porque de alguna manera, sería de nuevo como Nueva York.
Poner mi vida en espera, mis elecciones en un segundo plano... indefinidamente.
Por Bryan ni siquiera fue una elección. ¿Pero con Colby? Me está dando una
opción, y no estoy segura de tener la fuerza para lo que significaría elegirlo.
Pasamos la siguiente media hora sentados uno al lado del otro, acurrucados,
entendiendo lo que va a pasar flotando sobre nuestras cabezas como una nube
oscura lista para atacar.
Esto no va a funcionar. No podemos funcionar.
Se forman lágrimas en mis ojos y me acurruco aún más cerca de él, su
brazo envuelto alrededor de mí manteniéndome en su lugar. Permito las
lágrimas. Las dejo caer, manchando mis jadeos de tristeza, pero me quedo en
silencio. Una vez que el sol se pone de verdad, bajamos cuidadosamente las
escaleras hacia el aparcamiento, sin abrir las manos, pero con las voces en
silencio. Siento que estoy dejando morir parte de mi corazón.
Cuando llegamos a mi auto, Colby me da la vuelta y me presiona contra la
puerta del conductor. Toma mi mejilla y frota una de mis lágrimas rebeldes, sus
ojos se suavizan, su agarre se hace más fuerte.
—¿Seguirás escribiéndome? —Él sabe a dónde va esto y me siento tan mal,
como si lo hubiera molestado con algo que podría tener y luego se lo hubiera
quitado.
Me muerdo el labio inferior y asiento.
—Siempre te escribiré, Colby.
—¿Incluso cuando encuentres un hombre que puede darte lo que
necesitas?
Asiento, sin poder encontrar mi voz, mi garganta muy apretada.
—Gracias.
Buscando mis ojos, mira entre ellos justo antes de inclinarse hacia
adelante y toma mi boca en la suya de nuevo, esta vez más urgente. Presiona
mis caderas contra el auto, me roba el aliento y su lengua se enreda con la mía.
Acercándose, nuestros cuerpos están pegados. Encuentra mis piernas, me
96 levanta y me sujeta contra el auto. Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura,
nuestras bocas están ahora al mismo nivel y me suelto. Por un breve segundo,
me olvido de la bola de arrepentimiento y dolor que gira sobre sí misma dentro
de mi estómago. Ignoro la muerte de algo que me consume. Me olvido de la
angustia que me espera al final de este beso.
En cambio, me pierdo. Mi mente se enfoca en él: en la forma en que tararea
contra mí, la presión de su polla endurecida contra mi centro pulsante, la forma
en que sus manos son tan fuertes que se deslizan sobre mi piel, la forma en que
se siente tan malditamente perfecto controlando mi boca, haciéndose cargo y
liderando el camino con uno de los besos más apasionados que he
experimentado.
Cuando su boca se ralentiza, presiona su frente contra la mía por última
vez antes de soltar un fuerte aliento y alejarse, bajándome con cuidado.
Agarrando mis dos manos, engancha su mirada con la mía, el peso del mundo
pasa a través de ella. La culpa y el dolor me carcomen, porque su expresión es
tan triste, tan derrotada.
Aprieta mis manos.
—Cuídate, Rory. Y si alguna vez necesitas algo, no dudes en pedirlo. —
Inclinándose hacia adelante, me da otro suave beso en los labios antes de
retroceder. Mi mano cae sobre mis labios, la huella de su boca me quema.
—Colby —digo con un suspiro, deteniéndolo en su persecución para entrar
en su camioneta—. Yo… lo siento.
No se gira para mirarme cuando dice:
—Lo sé, Rory. Pero no tienes razón para lamentarlo.
—Yo te presioné. Te presioné por esto.
De frente a mí, frota la mano en su nuca y luego me mira. La mirada en
sus ojos, la angustia, me atormenta.
—Y porque lo hiciste, pude experimentar una de las mejores noches de mi
vida, con mi brazo envuelto alrededor tuyo, tu aroma celestial calmando mis
nervios ansiosos. Puede que no sea para siempre, pero en ese momento, se sintió
como si fuera para siempre. Gracias por eso. —Inclinando la cabeza, se aparta
cuando un sollozo sale de mis labios.
Se sentía como si fuera para siempre...
Nunca se ha sentido más como para siempre que cuando dijo eso.
97
—¿E stás seguro de que no quieres venir? —le pregunto a
Stryder, que está en mi cama, con aspecto de puro
infierno.
98 —Positivo. Es tu tiempo con tu abuelo y no quiero entrometerme en eso.
—Te sacará de la casa.
Stryder necesita salir. Desde que pusimos un pie en la casa, el Sr.
Sheppard ha sido un tirano, un maldito imbécil, regañando constantemente a
Stryder por no ir a la escuela de vuelo. Haciéndole saber de una manera no tan
sutil que ha defraudado a la familia y le ha causado una gran vergüenza.
Lo que el Sr. Sheppard no logra ver a través de su rabia inmerecida es que,
aunque Stryder trata de actuar como si no le importara, es un desastre. Puedo
ver la angustia en sus ojos cada vez que me mira. Puedo ver la decepción, la total
vulnerabilidad de ser el único de nuestro grupo de amigos que no logró entrar.
Mierda, todavía no puedo creerlo. Tiene buenas notas y fue parte de las
Alas del Azul. Creí que era el primero de la clase, pero de alguna manera, no
entró. Una parte de mí se pregunta si es político. El Teniente Coronel Sheppard
no tiene la mejor reputación en la USAF, especialmente después de las jodidas
tonterías que hizo con las esposas de varios oficiales mientras sus maridos
estaban desplegados. Es un verdadero acto de clase. Podría entender una
venganza contra el Teniente Coronel Sheppard, pero es como si Stryder quedara
atrapado en medio y ahora se llevará la peor parte. No es que su padre pudiera
ver eso.
Aun así, lo siento por él. Casi me mata ver que mi mejor amigo no lo lograra
y lo que me duele aún más es que puedo sentir que se aleja.
Normalmente, ir conmigo a visitar a mi abuelo es una de las cosas favoritas
de Stryder cuando estamos en el descanso. Hoy no.
—¿Qué vas a hacer todo el día?
Encoge sus hombros.
—Joey me invitó a pasar el rato con ella y Hardie. Pensé que
probablemente iría allí.
—¿Tu padre te va a dejar?
—Que se joda, hombre. —Stryder rechina la mandíbula. Creo que tal vez
tenga una idea de por qué no fue aceptado en la escuela de vuelo.
Suspirando, pongo mi cartera en el bolsillo trasero y cojo mi teléfono de la
mesa de noche.
—Todavía puedes solicitarlo más tarde si...
—No quiero hablar de ello, Colby. —Puedo entender por qué es tan conciso,
al cerrarme. Si yo estuviera en su posición... mierda, si fuera yo, ya lo habría
perdido. Mi sueño terminó antes de empezar—. ¿Qué pasó con Rory?
Dios, no estoy listo para hablar de eso. Todavía me siento vacío.
Cojo las llaves del armario y me pongo la chaqueta.
99 —No va a funcionar, no con todo en el aire para mí.
—Pero tú quieres —lo dice más bien como una declaración, leyéndome
como un libro abierto.
—No al principio, pero después de las cartas, después de verla de nuevo...
Mierda, si no estoy rogando que ella nos diera una oportunidad.
—¿Cómo lo dejaste anoche?
—No en una posición en la que vea un futuro para nosotros. —
Dirigiéndome a la puerta, digo—: ¿Seguro que no quieres venir?
—Positivo. Saluda al abuelo de mi parte.
—Lo haré.
103 Dejando salir un aliento pesado, espero que la mente maestra haga su
trabajo. Esto debería ser bueno.
M
iro fijamente el texto de Colby, leyéndolo una y otra vez en mi
cabeza, tratando de entenderlo, tratando de determinar si está
borracho o si es increíblemente torpe e inseguro de cómo hablar
104 con las chicas.
Me inclino a que está borracho...
Lo leo una vez más.
Colby: Las rosas son rojas, los aviones son grises, por favor acepta este
ramo de emoji.
Al final de su texto están todas las flores emoji disponibles. Quiero decir,
sería un ramo muy bonito y colorido, aun así, creo que está borracho.
Después de que nos separamos el viernes, esperaba que volviera al
tranquilo y reservado Colby, al que le escribí cartas porque lo prometí, pero del
que posiblemente nunca recibiría mucho a cambio. Lloré durante todo el camino
a casa y hubo momentos en los que quise llamarlo y decirle que me había
equivocado. Que quería intentarlo. Que me preocupaba demasiado por él para
no hacerlo. Pero no le llamé, porque ese pequeño tiempo con él, estando en sus
brazos, hablando con él tan fácilmente, fue maravilloso. Adictivo. Es adictivo.
Incluso en los momentos tranquilos, me sentía en paz. No quería tener sabores
momentáneos de esa clase de facilidad, sólo para que me los quitaran...
Sin embargo, este mensaje de texto. Vaya, es algo.
Pongo las piernas debajo de mí, ajusto mi asiento en el sofá de mis padres
y me quedo mirando el teléfono. Le pregunté a Ryan qué debía hacer, enviándole
una captura de pantalla del texto, pero no me ha contestado. Siento que debería
responder. Han pasado más de dos horas; ¿es demasiado tarde para responder?
¿Estaría más borracho ahora?
Antes de que pueda averiguarlo, llega otro mensaje suyo. Temerosa de lo
que pueda decir, entrecierro los ojos mientras leo el mensaje de texto.
Colby: Perdón por el último mensaje de texto. Mi abuelo estaba tratando de
mostrarme lo que es ser “un hombre” y ganarme de nuevo a una chica. No
aceptaba un no por respuesta. Espero no haberte molestado.
Una pequeña sonrisa se desliza por mis labios mientras mi corazón
empieza a latir rápidamente en mi pecho. ¿Le habló a su abuelo de mí? Tratar
de recuperar a una chica. ¿Qué significa eso?
No pudiendo resistirme, aunque probablemente debería, le envié un
mensaje de texto.
Rory: ¿Era tu abuelo? Guau, puede que esté enamorada de él. Nunca antes
había recibido un ramo de flores tan hermoso.
Su respuesta es inmediata.
Colby: Técnicamente, yo te envié el ramo, así que...
Me río, amando su lado juguetón, un lado que estoy segura no le da a
mucha gente. Especialmente porque tiene que dar un buen ejemplo en la
105 Academia de la Fuerza Aérea, siendo un líder. Me siento honrada. Privilegiada.
Rory: Tomando el crédito por los dulces movimientos de tu abuelo. Rebelde.
Colby: Siempre. ¿Cómo has estado?
Cierro los ojos y me recuesto en el sofá. Ves, por eso no debería haberle
contestado el mensaje. Porque ahora mismo, todo en lo que puedo pensar es en
perderme en sus brazos y en la forma en que me hace sentir tan viva, pero hay
una barrera entre nosotros que me impide seguir ese deseo.
—¿Estás bien? —pregunta mi madre, sentada frente a mí. Bryan y mi
padre están en el sótano viendo el hockey, nuestras barrigas están llenas de chili
casero y pan de maíz, nuestra casa está feliz. En silencio.
—Sí —suspiro, revisando de nuevo mi teléfono, leyendo su mensaje una
vez más.
—No lo parece. ¿Hay algo en tu mente?
Sentándome, dejo mi teléfono y digo:
—Conocí a este tipo hace unas semanas. —El rostro de mi madre se
ilumina y positivamente se emociona con las noticias—. No te pongas rara
conmigo.
Sacude la cabeza, con las manos aún en el regazo.
—No lo haré, no lo haré. —Toma un respiro calmante—. Sólo dame un
segundo. —Se queda mirando las manos durante unos cuantos segundos, como
si realmente necesitara reponerse—. ¿Tienes una foto de él?
Poniendo los ojos en blanco, sacudo la cabeza.
—No, no tengo una foto de él.
—Mecachis. —Chasquea los dedos con decepción—. Al menos, háblame de
él. ¿Cómo se llama? ¿Cómo es él? ¿Es dulce?
Rindiéndome por el acoso de mi madre, respondo:
—Se llama Colby. Es muy dulce, muy protector, la clase de tipo que sé que
nunca me haría daño intencionadamente. Realmente leal con una fuerte ética
de trabajo e integridad. —Pienso en nuestro momento en el Jardín de los
Dioses—. Es increíblemente guapo, mamá. Tiene esos ojos oscuros y ardientes
que te capturan en cuanto haces contacto visual, casi como si no pudieras mirar
a otro lado.
—Oh, los ojos son la ventana al alma.
¿No es esa la verdad absoluta cuando se trata de Colby?
—Y es alto, ancho y de complexión fuerte. Muy fuerte, pero no fuerte como
un físico culturista.
—Un chico de flexiones. —Asiente.
—Totalmente. Y él... —Tengo el impulso de gemir de frustración por la
106 pérdida—. Es hermoso con sus palabras, mamá.
—Oh, cariño, suena encantador. ¿Cuál es el problema?
—Es un cadete de la Academia de la Fuerza Aérea.
Aplaude.
—Oh, un militar. Qué emocionante.
—No tanto. Recientemente fue aceptado en la escuela de vuelo, lo que
significa que podría irse pronto, una vez que se gradúe.
—¿Cuál es el problema?
¿No me acaba de escuchar?
—Mamá, podría estar yéndose.
—¿Y? Eso no significa nada. —Al acercarse a mi lado del sofá, se sienta y
toma mi mano en la suya, preparándose para dar su opinión—. He visto a chicos
entrar y salir de tu vida, buenos y malos. Pero nunca te he visto hablar de ellos
como lo acabas de hacer de...
—Colby —respondo y su sonrisa se amplía.
—Colby. —Prueba su nombre en su lengua—. Nunca te he visto iluminarte
como cuando hablabas de él, lo que significa para mí que realmente te preocupas
por él.
—Sí —admito—. De verdad que sí. Me gusta, mamá.
—Entonces, ¿por qué te estás conteniendo? Asumo que ese es el problema,
¿verdad?
—Sí. El viernes me dijo que había sido aceptado en la escuela de vuelo.
Fue un golpe que no estaba lista para recibir. Me tomó desprevenida y antes de
que pudiera decir nada, me dio una salida. La tomé.
—Oh, cariño. —Mi madre sacude la cabeza—. Pobre Colby. ¿Cómo se lo
tomó?
Miro mi teléfono.
—Me pidió que siguiera enviándole cartas y ahora... ahora me está
enviando mensajes de texto.
—Porque no quiere dejarte ir.
—Yo tampoco.
Mi madre me abraza cuando una lágrima se desliza por mi mejilla.
—Entonces no lo dejes ir.
—No veo cómo va a funcionar. Se dirige a una vida diferente.
Al alejarse, mi madre toma mi rostro en sus manos, sus pulgares frotan
mis lágrimas.
107 —Sabes, cariño, a veces necesitamos arriesgarnos en la vida para ver si
los sentimientos que albergamos en nuestro corazón nos traerán la verdadera
felicidad. Nunca sabrás si lo que sientes por este hombre es real hasta que le des
una oportunidad. Pero te arrepentirás de la oportunidad perdida si no la
aprovechas. —Presiona un beso en mi frente—. Confía en tu corazón y el resto
se resolverá. —Poniéndose de pie, se endereza los pantalones y dice—: Ahora,
estaré en la cocina haciendo un poco de pastel. ¿Quieres de manzana o de
arándano?
Limpiando otra lágrima, digo:
—Manzana hasta el final, mamá.
—Esa es mi chica. —Apunta a mi teléfono—. Anímate y envíale un mensaje
de texto. Al menos mira si te envía una foto para tu vieja gallina de los huevos
de oro.
Me reí y la eché hacia la cocina con mi mano. Volviendo a mi teléfono, releí
su último mensaje de texto.
Colby: Siempre. ¿Cómo has estado?
Respirando profundamente, decido saltar de cabeza, dejando que mi
corazón marque el camino.
Rory: Te he estado extrañando.
Me muerdo el labio inferior mientras presiono “enviar”, mi estómago
revoloteando con nervios mientras los puntitos bailan rebotan, su respuesta a
segundos.
Colby: Creo que acabas de hacer que mi corazón salte en mi pecho.
Rory: ¿Eso significa que tú también me has echado de menos?
Colby: Echado de menos no describe lo que he estado sintiendo.
Rory: No creo que pueda mantenerme alejada.
Colby: Sé que estoy seguro de que yo no puedo. Lo intenté un día y fallé.
Rory: Entonces, ¿qué hacemos ahora?
Colby: Reunirnos. En algún lugar, en cualquier lugar, dime cuándo y dónde.
Allí estaré. Tengo las próximas dos semanas y media libres. Soy todo tuyo.
Rory: No te burles de mí, Colby.
Colby: Nunca... reúnete conmigo, Rory.
Mordiéndome el costado de la mejilla, cambio mi peso y meto las piernas
debajo del trasero, sosteniendo el teléfono frente a mí. La forma en que exige que
me reúna con él, sin dejarlo como una pregunta, me marea por dentro, porque
con Colby sé que no es un movimiento alfa. Es por desesperación y para mí, eso
es sexy. Aún recuerdo mi reacción cuando me dijo en sus mensajes de texto que
108 quería verme desesperadamente. Siento la misma emoción aquí.
Puede que esté loca por poner mi corazón primero y mi mente después
cuando se trata de este hombre, pero sé que, si no lo hago, mi madre tendría
razón, podría arrepentirme por el resto de mi vida. Nunca me he sentido así por
otro hombre.
Le envié un mensaje de texto, con una gran sonrisa en mi cara todo el
tiempo.
Rory: En mi casa, mañana por la noche a las seis. Dirección a seguir.
Su respuesta es inmediata.
Colby: Estaré allí.
L
os escalones del apartamento de Rory crujen bajo mi cuerpo de uno
ochenta y ocho, doblándose y estirándose debajo de mí. Las
estrechas paredes se inclinan y se agrietan, mostrando la edad del
109 edificio con su pintura astillada y su superficie abollada. No es bonito, pero estoy
seguro de que Rory lo ha hecho perfecto.
Con una sola flor en la mano, me dirijo al segundo piso, subiendo los
escalones de dos en dos, sintiéndome nervioso; pero más que nada, emocionado.
Después de una larga conferencia del abuelo diciéndome que sacara la
cabeza del culo, le envié su poema a Rory. Cuando no respondió enseguida, me
arrepentí de todo lo que había hecho en la vida. Entonces mi teléfono sonó y
comenzó una conversación, una conversación que deseaba. Y aunque no quería,
tenía que dársela al abuelo. Él sabía cómo recuperar a una chica con un poema
cursi. Dice que siempre funciona... al menos lo hacía con la abuela cuando
estaba enojada con él.
Me metí ese consejo en el bolsillo trasero por si alguna vez lo necesitaba.
Cuando llego al final de las escaleras, llamo a la única puerta del rellano.
El edificio es menos que estelar y no es un lugar en el que quisiera que viviera.
En mi mente, ella merece más que una puerta de entrada que apenas cuelga de
las bisagras y paredes que parecen desmoronarse cuando las miras.
Las pisadas atraviesan el suelo y la puerta se abre, revelando una Rory
muy burbujeante y energética. Ni siquiera tengo la oportunidad de saludar antes
de que me lleve a su apartamento y envuelva sus brazos alrededor de mi cintura.
Le devuelvo el abrazo, mis brazos la envuelven con fuerza mientras presiono mi
mejilla contra la parte superior de su cabeza. Dios, necesitaba esto. Necesitaba
abrazarla. Después de un momento, observo su estudio. El punto focal es su
gran cama decorada con ropa de cama de flores rojas y naranjas con almohadas
gigantes y mantas mullidas. A la izquierda hay una pequeña cocina y una mesa
de comedor para dos personas, decorada en turquesa y amarillo. A la derecha,
hay un canapé marrón claro cubierto con coloridas almohadas que da a un
centro de entretenimiento a juego. Es acogedor, brillante y tan Rory.
Me gusta mucho.
Frotando su espalda, digo:
—Hola.
Empujando ligeramente mi pecho, me mira y sonríe con esa preciosa
sonrisa.
—Estás aquí.
Asiento con la cabeza.
—Estoy aquí. —Le doy la rosa sintiéndome un poco tonto, pero cuando la
toma, sus ojos se iluminan.
—Gracias. Esto es muy dulce. —Poniéndose de puntillas, me da un ligero
beso en la mejilla y se va hacia su cocina, saltando en mallas y otro de esos
cómodos jerséis suyos. Este es verde menta. Resalta sus hermosos ojos y hace
que su figura se vea jodidamente increíble.
110 Cierro la puerta detrás de mí y me dirijo al apartamento mientras la veo
sacar un vaso, llenarlo con agua y poner la rosa soltera dentro. Una vez que la
pone sobre la mesa, se vuelve hacia mí y toma mi mano en la suya, dirigiéndome
al canapé. Empuja unas almohadas a un lado y se sienta, tirando de mí hacia
abajo con ella.
Juega con la tela de la manga de mi camisa y dice:
—Me encanta la rosa, pero el ramo de emojis fue mucho más
impresionante.
Me río.
—Sí, el abuelo es un tipo muy suave.
Sacude sus cejas hacia mí.
—Creo que podría necesitar conocer a esta leyenda de los ramos de flores.
—Dios, probablemente aprovecharía la oportunidad de conocerte.
—¿Sí? —Se gira hacia mí, con las dos piernas metidas bajo su trasero—.
¿Es guapo? Me gustaría la versión original sobre la doblemente duplicada.
—Si buscas a un anciano con artritis que disfruta de una manta caliente
sobre sus hombros y un buen montaje de videos de pilotos de aviones de caza,
entonces es tu hombre.
—Ooooh, me estás calentando y excitando. —Agita su mano frente a su
rostro.
Tomo su mano y la enlazo con la mía, el tacto de su palma se amolda a la
mía aliviando la tensión en mis hombros y me siento relajado. Estar cerca de ella
me hace eso, como si fuera un lugar seguro. No tengo que preocuparme por los
factores externos. En cambio, puedo bajar la guardia y respirar.
—¿Lo dices en serio? —pregunto, queriendo medir su reacción—. ¿Querías
decir que no podías mantenerte alejada? Porque si no sientes lo mismo que yo,
entonces...
Se sienta en sus rodillas y cubre mi boca con su mano, sus ojos buscando
los míos, rebotando de un lado a otro, el verde de sus iris tan malditamente
hermosos que mi estómago revolotea y mi pecho se contrae.
Su suave cabello rebota sobre sus hombros mientras inclina su cabeza
ligeramente hacia un lado.
—Quise decir todo lo que dije. Sé que no será fácil, pero quiero ir paso a
paso. —Baja la mano y se acerca aún más—. Anoche hablé con mi madre sobre
nosotros y me preguntó si me arrepentiría de no haberme arriesgado a estar
contigo.
—¿Qué le dijiste? —pregunto, esperando su respuesta con la respiración
111 contenida.
—Sabía que me arrepentiría hasta el último minuto.
Sonriendo, la llevo sobre mi regazo para que su espalda se apoye en el
reposabrazos del sofá y sus tobillos están sobre mis piernas. Entrando,
invadiendo su espacio, presiono mi palma contra su mejilla y me inclino hacia
adelante, rozando mis labios con los suyos. Satisfecha, lanza un largo suspiro y
se agarra a la parte posterior de mi cabeza, acercándome, profundizando nuestro
beso, separando su boca y chocando nuestras lenguas.
Deslizando mi mano hacia abajo, mi pulgar presiona contra el punto
debajo de su oreja, su piel sedosa y suave bajo mi tacto. Antes de que mi mano
pueda deslizarse más al sur, pongo algo de distancia entre nosotros.
Sus ojos se abren, embriagados por el anhelo y me mira con una sonrisa
siniestra en la comisura de sus labios.
—No me mires así —le digo, poniendo más distancia entre nosotros.
—¿Así cómo? —pregunta, moviéndose hasta estar a horcajadas en mi
regazo, con las piernas a ambos lados, su centro presionado contra el mío y su
pecho justo debajo de mis ojos.
Me quito los zapatos y me recuesto en el sofá para ser el que se apoye en
el reposabrazos, con las piernas estiradas y los pies colgando del extremo del
cojín. Coloco mis dos manos sobre sus piernas, manteniéndola en su lugar,
mirando su belleza, completamente asombrado de que fuera capaz de hacer esta
conexión con la chica que sabía que pondría mi mundo patas arriba.
—No me mires como si estuvieras a punto de devorarme.
Juega con la tela de mi camisa, deslizando sus dedos sobre mi pecho.
—Sabes, eras un caparazón muy difícil de romper.
—Sí, lo sé.
—¿Qué pasó con las cartas que te hizo ceder?
No me salto ni un paso cuando respondo:
—El corazón y la honestidad detrás de ellos. Ya me atraías físicamente y
me interesabas, pero fue tu vulnerabilidad la que me quebró.
—Todo era verdad —susurra.
Froto suavemente mis palmas contra sus piernas.
—Lo sé. Háblame de él, de tu hermano.
Mirando con nostalgia hacia un lado, sonríe con la más pequeña de las
sonrisas, el verdadero amor por su hermano es claro en su expresión.
—Es increíble, Colby. Un alma tan gentil, dulce y amable. Le encanta el
béisbol, es un gran fan de los Rockies. Ve todos los partidos con papá en el
sótano. Tienen su cueva de chicos ahí abajo, no se permiten chicas. —Sonrío
112 ante eso—. Le encanta Credence Clearwater Revival y escuchará su álbum de
grandes éxitos durante horas y horas.
—CCR es una buena banda. Tu hermano tiene buen gusto.
—El mejor, pero tiene sus momentos y esos momentos son difíciles de
controlar.
—Dijiste que tiene autismo.
Asiente.
—Lo tiene. La vida no ha sido fácil, eso es seguro, especialmente sus crisis
cuando yo estaba creciendo. Detenía todo lo que estuvieramos haciendo, era y
sigue siendo nuestro deber aliviar su ansiedad, ayudarle. Al principio, me fue
difícil entender y comprender cómo tenía que dejar de lado mis necesidades y
ayudar a mi hermano, pero a medida que fui creciendo, me volví más compasiva.
—Se mueve sobre mí, se inclina hacia adelante y se recuesta, nuestros cuerpos
al ras, su cabeza contra mi pecho. Instintivamente la envuelvo con mis brazos y
froto suavemente su espalda. Aunque estamos hablando de algo difícil, nunca
me he sentido tan cómodo cerca de una chica. Ella... encaja.
—Recuerdo una vez que fuimos a Disney World. Fue algo importante,
porque mis padres rara vez se iban de vacaciones. Pero Bryan era mayor y
pensaron que estaría bien. —Hace una pausa—. No fue así. Estábamos en la fila
de la Montaña Espacial, el único paseo en la parte superior de mi lista de cosas
que hay que hacer, y estábamos a punto de subirnos al paseo cuando Bryan
tuvo un completo colapso de sobrecarga sensorial. Los sonidos, las luces, los
olores, era demasiado para él. Se tiró al suelo y empezó a golpear su rostro,
gritando y asustando a todos los que le rodeaban. Cerraron el viaje porque le
llevó más de una hora a Bryan calmarse, levantarse del suelo y volver a nuestro
hotel.
—No puedo imaginarme cómo debió ser —digo, besando la parte superior
de su cabeza.
—Fui una idiota. —Hace una pausa—. Mirándolo ahora, me avergüenzo
de cómo reaccioné. Estaba furiosa con él, no lo ayudé y lloré todo el camino de
vuelta al hotel rogando a mis padres que se quedaran en el parque, pero su
principal objetivo había sido calmar a Bryan. Deberías haber visto las familias
que nos miraban y chismosos que tuvimos que pasar para volver al hotel. “Ahí
está, el chico que enloqueció en la Montaña Espacial”. No fueron sutiles. Era
como si fuéramos un espectáculo secundario del que la gente no se cansaba.
Jesús, me duele el corazón por ella.
—Las personas pueden ser unos idiotas cuando experimentan algo que no
es parte de su norma.
—Ahora lo sé, pero en ese momento, estaba tan amargada de que nunca
llegué a montar la Montaña Espacial que no podía poner todo en perspectiva.
Como dije, me avergüenzo cada vez que pienso en cómo actué.
113 —Eres humana, Rory. Se te permite estar enojada y molesta por las cosas.
Entiendo tus ganas de tener compasión por tu hermano, pero aun así se te
permite tener tus propios sentimientos separados de los suyos. No te reprendas
por estar decepcionada.
—Eso es lo que mi madre me dijo. —Se acurruca más profundamente en
mi abrazo—. Bryan es la razón por la que me ha costado tanto tener un novio.
—¿Por qué? —Dibujo pequeños círculos en su espalda con mi pulgar.
—Porque no entendían que mi hermano es lo primero. Mi madre me ha
llamado cuando he tenido citas, diciéndome que Bryan me necesitaba. Lo he
dejado todo para ir a verlo, para calmarlo. Después de unas cuantas citas como
esa, después de estar irritados porque me fui, me dejaron.
Aprieto los dientes, mi ira casi saca lo mejor de mí. ¿Quién en su sano
juicio dejaría a Rory porque está ayudando a su hermano? Para mí, eso
demuestra su pobre calidad como humanos. La empatía es una cualidad sexy y
descartar una cualidad tan buena como una molestia es repugnante.
—Es bueno que se hayan ido, Rory, porque nunca podría verte con alguien
que carece de la capacidad de empatizar con tu situación. Francamente, es
despreciable que esos hombres no fueran capaces de hacerse a un lado por un
segundo y ver todo el panorama.
En lugar de decir nada, se queda envuelta en mis brazos, su respiración
sincronizada con la mía, sus dedos jugando con el cuello de mi camisa.
Me relajo al tocarla, en los cojines de su sofá, en la sensación de su cuerpo
envuelto sobre el mío. He tenido antes momentos íntimos con mujeres, pero
nunca nada como esto, como si nuestras almas se conectaran en un nivel
superior.
Una parte de mí piensa que tal vez es porque he madurado desde mi última
relación casual, pero otra parte de mí cree que simplemente compartimos una
conexión poderosa.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Pregúntame lo que sea —respondo, besando la parte superior de su
cabeza de nuevo, como si lo hubiera hecho durante años.
Empujando mi pecho, sus ojos se traban con los míos.
—Cuando nos conocimos, eras cortante y conciso conmigo. ¿Intentabas
asustarme?
Sacudo la cabeza.
—No, no soy del tipo que asusta, a menos que tenga que hacer entrar en
razón a mis cadetes. Intentaba mantenerte a distancia. Buen trabajo el que hice,
¿eh?
Sonríe suavemente.
114 —Sólo soy persistente. Creo que no tuviste elección. —No tiene ni idea. No
tengo ni idea de por qué ha insistido.
—Realmente no la tuve.
—¿Tienes hambre?
—Estoy muerto de hambre —respondo, mi estómago gruñendo
apropiadamente.
Cuando se sienta, lloro instantáneamente la pérdida de su calor, de su
cuerpo blando que encaja tan perfectamente sobre el mío.
—¿Quieres ayudarme en la cocina? ¿A preparar la cena?
—Me encantaría.
Poniéndose de pie, me tiende la mano y sin pensarlo dos veces, la tomo,
deleitándome con la invitación a estar de nuevo cerca de ella. Me hace darme
cuenta de lo mucho que he echado de menos algo tan simple como tomarse de
la mano. Abrazos. Toques. Toques que no están destinado a herir...
123
—¿E n qué parte de Colorado Springs creciste? —pregunta Rory
tomándome de la mano, con tan buen aspecto que me
cuesta concentrarme en la carretera.
124 Bajó las escaleras de su apartamento con mallas negras, botas, un suéter
verde oscuro, una chaqueta de cuero y su cabello rizado en los extremos, metido
bajo un gorro de invierno negro con un pompón en la parte superior. Y envuelta
alrededor de su cuello hay una suave bufanda verde y negra. El conjunto
inmediatamente tuvo mi pulso acelerado. No es abiertamente sexy de ninguna
manera ya que está cubierta, pero la forma en que su ropa se ajusta y rodea su
cuerpo tan perfectamente hace que sea difícil mirar hacia otro lado,
especialmente cuando sus ojos excitados se conectan con los míos.
Concentrándome en la carretera y tratando de conducir a través del tráfico
de Colorado sin tener un accidente, digo:
—Sureste. ¿Tú?
—Oeste. Mis padres viven en Old Colorado City con mi hermano, a la
vuelta de la esquina de mi apartamento, así que no muy lejos. Todavía viven en
la casa de mi infancia y antes de que preguntes, no, ya no tienen mi habitación.
La convirtieron en una habitación de invitados. No es que tengan muchos
huéspedes que vienen y se quedan, pero mi madre pensó que sería bueno tener
uno.
—¿Qué hicieron con todas tus cosas?
—Me lo llevé conmigo cuando me mudé o lo doné. —Hace una pausa y
luego pregunta—: ¿Qué hay de ti?, ¿todavía tienes tu cuarto de infancia? —Se
detiene a mitad de la frase y sacude la cabeza—. Pregunta estúpida, lo siento.
Agarro el volante con fuerza, odiando cómo, a pesar de que he trabajado
increíblemente duro para mantener mi corazón y mi cabeza fuera de la casa en
la que crecí, todavía me afecta. No puedo pensar en esa casa sin despertar la
ansiedad.
Finalmente digo:
—No es una pregunta estúpida. En realidad, no tengo ni idea de si la
habitación de mi infancia existe. Pero no dejé nada importante cuando me fui,
así que no es como si volviera, me recordaría cualquier recuerdo asombroso.
Ahora mismo, mis recuerdos están guardados en cajas en una unidad de
almacenamiento.
—¿Tienes una unidad de almacenamiento?
Asiento y giro por la calle Tejon, buscando un lugar para estacionar.
—Sí, la tengo desde que me gradué de la secundaria. Tiene algunas de mis
cosas y algunas de las cosas que mi abuelo no pudo llevar a la residencia de
ancianos. —Pienso en el almacén y en los muchos aviones que alberga—.
Deberías verlo. Lleno de maquetas de aviones, de los que puedes volar y de los
que se pueden mostrar, es el sueño húmedo de un entusiasta de los aviones.
Se ríe, el sonido es tan hermoso que me devuelve a la conversación,
aliviando la ansiedad en mi pecho.
125 —Tú y tu abuelo son muy unidos. —Escucho una sonrisa en su voz y me
hace apreciarla aún más. Entiende el profundo amor que le tengo, porque siente
lo mismo por su propia familia, en particular por Bryan.
Asiento, buscando un lugar para estacionar en la calle. Al avanzar, señalo
mi intención y comienzo el proceso de estacionamiento paralelo.
—Estamos muy cerca. —Llevo el auto al lugar y apago la camioneta—.
Definitivamente diría que es mi mejor amigo.
Lentamente, una hermosa sonrisa se cruza en el rostro de Rory.
—Es la cosa más linda que he escuchado. Sólo un niño y su abuelo.
—Más o menos. Dame un segundo. —Salgo de la camioneta y rodeo el capó
para abrirle la puerta. Cuando tomo su mano, digo—: El abuelo también me
enseñó a siempre tratar a una dama con respeto.
—Bueno, necesito escribirle una carta y decirle que eres un caballero.
Tomo su mano en la mía y la guío a través de la calle hasta el centro del
Parque Acacia donde la ciudad erige una pista de hielo temporal cada año.
—¿Sabes patinar?
Mira hacia la pista de hielo, su expresión se llena de alegría.
—Un poco. Hubo un corto período de tiempo en el que Bryan probó el
patinaje. No era muy bueno, pero disfrutaba ir al hielo, al menos por un tiempo.
Duró poco, pero cuando íbamos a la pista de hielo todos los días, aprendí a
mantenerme de pie y a avanzar, pero esa es la medida de mi capacidad. Por
favor, dime que eres bueno patinando.
—No te habría llevado a la pista de hielo si no fuera muy bueno en el
patinaje. Confía en mí, no voy a llevarte a una cita que me haga quedar como un
tonto.
—¿Caer de culo delante de tu cita no es una prioridad para ti?
—No tanto. Vamos, consigamos unos patines.
Pasamos los siguientes minutos esperando en la fila, viendo a los
patinadores moverse por la pista sin esfuerzo; bueno, no todos y bromeando
sobre a qué hamburguesería ir cuando terminemos de patinar. Es entre Bingo
Burger, mi sugerencia y The Skirted Heifer3, la sugerencia de Rory. No podría
importarme menos cuál elegimos, porque lo único que me importa es que Rory
sea feliz y se divierta.
Una vez que pagué los patines alquilados, nos los ponemos y nos vamos
al hielo. Rory se aferra a mí para apoyarse, su brazo se une al mío, su cuerpo se
tambalea comprensiblemente al primer toque del hielo.
—Oh Dios mío, estoy tan oxidada. Voy a volcarnos a los dos y seremos el
126 hazmerreír del parque.
—Estamos bien, no te preocupes. Nos tengo. —La estabilizo y la mantengo
agarrada a un lado de la pista de hielo hasta que pueda balancearse en los
patines—. ¿Sientes que puedes avanzar ahora?
—No puedes soltarme —dice, con la cabeza dando vueltas, con su rostro
lleno de pánico.
Envuelvo su brazo con el mío y lo fijo en su sitio.
—Nunca te soltaré, Rory. Te tengo.
Poco a poco, empezamos a avanzar, Rory se aferra a un lado de la pista y
a mí durante toda una vuelta hasta que empieza a sentirse más segura y me usa
como su único apoyo.
—Ahí lo tienes. ¿Ves? No está nada mal.
Sus ojos se enfocaron en el hielo, temblorosos en sus movimientos, dice:
—Creo que me trajiste aquí para poder meterte en mis asuntos. —Toma
un respiro—. Noticia de última hora, Colby. Hubiera estado metida en tus
asuntos en un sofá. No hay necesidad de llegar a tales extremos.
Una fuerte risa sale de mi boca, perdiendo el equilibrio por un segundo,
pero nos atrapo a los dos antes de caer.
130
—¿Q ué estás haciendo? —Me estiro sobre mi cama, muerta de
cansancio por mi largo día, mis músculos sintiéndose
como fideos y mi habilidad para moverme lentamente
131 disipándose con cada segundo que paso acostada sobre mi cama.
Cinco clases hoy. Son cinco horas de ejercicio, presionando a la gente a
esforzarse al máximo, dando ejemplo. Tomé dos clases extra y después del
gimnasio, pasé el resto del día dando masajes a los clientes, añadiendo algunas
citas extra para poder tener el día libre mañana. No hace falta decir que mi
última cita de masaje probablemente se decepcionó por mi falta de presión. Todo
en mí tenía calambres y fue la hora más lenta de mi vida, ya que deseaba pinzas
para ensaladas y un camión de Tonka como el que usó Ross Geller en el episodio
en el que masajeó a un anciano. Estoy segura de que las ruedas de un juguete
para niños se habrían sentido mejor que mis manos de pluma que seguían
teniendo calambres cada dos segundos.
Nota para mí: el trabajo en maratón no es para mí.
—Acabo de terminar de leer un libro que he querido abordar durante los
últimos meses, pero no he tenido tiempo. —Su voz suena muy sexy por teléfono.
Casi como una voz matutina permanente, profunda y ronca con un toque
rasposo en ella, que voy a asumir que es por todos los gritos que ha tenido que
hacer este último año.
—Si me dices que es un libro de cálculo o algo así, creo que tendremos que
romper.
Se ríe.
—Romper, ¿eh? ¿Va a ser tan fácil perderte? —Hay un poco de
preocupación en su voz, aunque está tratando de ser juguetón.
Queriendo tranquilizar su mente, le digo:
—No, estás atrapado conmigo. Va a hacer falta que todo tu escuadrón me
saque de tu sexy cuerpo para deshacerse de mí.
—¿Sexy? Hum, me gusta eso.
—Es verdad. —Hago una pausa—. Oye, tienes un iPhone, ¿por qué no me
haces un FaceTime?
—Estoy sin camisa en la cama —responde. Como si eso fuera un problema.
—Uhhh, ¿y el problema con eso es?
Se ríe.
—No quería que pensaras que estaba desnudo o algo así.
—Y el problema con eso sería...
Gime y antes de darme cuenta, escucho un pitido y veo su solicitud de
FaceTime. Afortunadamente después del gimnasio, pude ducharme, arreglar mi
cabello y maquillaje y estar algo presentable para mis clientes de masaje. Puede
que esté un poco cansada, pero al menos me veo bien para mi hombre.
Acepto su llamada e inmediatamente me da la vista más hermosa que he
132 visto. Colby tiene la mano detrás de la cabeza, apoyándose en la almohada, los
mechones cortos de su cabello están despeinados, como si hubiera estado
jugando con ellos todo el día, y su impresionante pecho está desnudo, fuerte y
esculpido. El teléfono está apuntado, así que sólo puedo ver sus pectorales y su
rostro, que está tan guapo como siempre con la sonrisa perfecta acariciando sus
labios.
Me siento en la cama, acostada sobre mi estómago, dejando que mi cabello
caiga por encima de mis hombros, dándole un pequeño vistazo de escote porque,
¿por qué no?
—Mmm, te ves bien.
Sus ojos se estrechan cuando capta mi posición, lo que estoy tratando de
hacer.
—Estás jugando con fuego, Rory.
—¿Qué quieres decir? —pregunto, ajustándome en la cama, la V de mi
camisa moviéndose más abajo, mis pechos en plena exhibición.
—¿Es por eso que querías hacer FaceTime, para torturarme?
—Sólo te estoy dando un vistazo, eso es todo. —Por la expresión de su
rostro, creo que lo está disfrutando.
Se toma un segundo antes de decir algo, su mirada en la mía, su mano
jugando con los mechones de su cabello.
—Estás jodidamente buena, ¿lo sabes?
Mi estómago alza el vuelo, los vellos de mis brazos se enderezan y mi ritmo
cardíaco se acelera por su cumplido.
—Podría decir lo mismo de ti. —Apunto a la cámara—. Baja un poco el
ángulo, quiero ver con qué tipo de estómago estamos trabajando aquí. Barriga
de cerveza o paquete de seis.
Se burla y mueve la cámara hacia abajo. Las sábanas de su cama corren
a lo largo de la cintura de su bóxer, haciéndome desear que fueran mis dedos en
su lugar. Y luego está la V cincelada en su costado, flanqueando su más que
impresionante paquete de seis, rígido y tallado, un efecto de tabla de lavar,
rogando que mi lengua sea arrastrada sobre él.
—Mmm —gime—. Sólo mantén la cámara ahí durante toda la
conversación.
Al no escucharme, la devuelve a su rostro, con una sonrisa de satisfacción
en sus labios.
—Yo te mostré el mío, ahora tú me muestras el tuyo.
Levanto las cejas con sorpresa.
—Te ves muy bien. —Stryder se acerca a mí, me abraza, su gran cuerpo
rodea el mío como el de Colby.
—Gracias. —Cuando me alejo, me ajusto el bolso en el hombro—. ¿Crees
que se emocionará?
138 Stryder se rasca el costado de la mandíbula, mirando la casa de la piscina.
—Probablemente estará emocionado de tenerte todo el día para él solo.
¿Celebrar su cumpleaños? No estoy seguro. Suele ser un gruñón en este día, es
muy reservado.
No es la primera vez que Stryder me dice eso. Cuando propuse mi idea de
celebrar el cumpleaños de Colby, Stryder me advirtió que le gustaba pasarlo solo,
normalmente leyendo. No hace ejercicio, ni siquiera sale de la cama. Sólo lee...
El mismo libro.
El Gigantesco Libro de los Pilotos de Caza.
Stryder me dijo que va con él dondequiera que vaya. Es un libro que su
padre le dio hace años cuando Colby decidió que quería ser piloto de caza. Y
ahora es lo que le hace compañía en su cumpleaños.
Sólo espero que quiera un poco más de compañía que su libro.
—Creo que eres inteligente al mantenerlo entre ustedes dos. Tu idea inicial
habría sido demasiado para él.
Una idea de fiesta de cumpleaños sorpresa fue rápidamente rechazada por
Stryder cuando le conté mi idea. No entendí por qué al principio y no pude
sacarle mucha información a Stryder, pero lo que sí conseguí fue que este no es
un día de celebración para Colby.
Espero poder al menos hacerle compañía, porque no creo que pueda
mantener mi distancia con él en su cumpleaños, especialmente después de
anoche.
—¿No te importa traer más tarde el pastel?
Sacude la cabeza.
—No me importa en absoluto.
—¿Y Hardie y Joey estarán aquí? —Stryder asiente—. Es una pequeña
sorpresa, que espero no le importe. Sólo quiero que se dé cuenta de lo querido
que es por todos.
—Es dulce. —Stryder se pone serio—. Tiene suerte de tenerte, Rory.
Algo pasa entre Stryder y yo... un aprecio mutuo por el otro y un
entendimiento de que lo que ambos queremos es que Colby sea feliz. Aunque
Stryder puede bromear mucho, también veo un lado serio y afectuoso.
Sabiendo que probablemente no debería decir nada, sigo preguntando:
—¿Cómo es que nunca avanzaste con Ryan? Sé que estaba muy
interesada.
Mirando al suelo, Stryder tira de la parte posterior de su cabeza, su
camiseta y sus jeans abrazando su cuerpo, sus gruesos músculos se flexionan
por debajo. Es realmente hermoso con sus rasgos oscuros y sus ojos
139 hipnotizantes. Podía ver por qué Ryan se decepcionó tanto cuando no la
persiguió.
—Es una chica dulce y hermosa, pero no lo sentía.
—¿No lo sentías? —Levanto la mirada hacia él—. Creo que nunca he
escuchado a un hombre decir eso sobre Ryan.
Encoge sus hombros.
—A veces tu corazón está en otra parte. —Y lo deja así, asintiendo hacia
la casa de la piscina—. Ve a buscar a tu chico. El cabrón probablemente ya tiene
tres capítulos en su libro.
Suspirando, doy un paso adelante y le doy a Stryder otro abrazo antes de
despegar hacia la casa de la piscina. Sus ojos permanecen en mí.
—Gracias por tu ayuda, Stryder.
—Cuando quieras, Rory.
140
Hace doce años …
P
az.
4Punto F: Debajo del pene hay una franja estrecha de piel llamada frenillo, que posee un extraordinario potencial de
placer.
mano agarrando mi polla, la otra haciendo rodar mis bolas y presionando un
dedo justo debajo de ellas.
—Rory, nena, me voy a venir. No puedo. Mierda, no puedo... maldita sea
—gimo, mis manos agarrando las sábanas debajo de mí mientras su lengua me
lleva al orgasmo. Su mano se aprieta alrededor de la base, su lengua lame
implacablemente la punta, chorro tras chorro saliendo de mí. Mi visión se
oscurece, mi cuerpo rueda con mi orgasmo mientras me atraviesa, paralizando
cada miembro.
Dejo salir un largo y pesado aliento mientras Rory camina hacia el baño.
Escucho el sonido distante del agua corriendo y luego siento una toalla caliente
presionando mi piel, limpiándome. Cuando termina, vuelve a la cama y presiona
su cuerpo semidesnudo contra el mío. Su cabeza encuentra su lugar en el hueco
de mi hombro, su mano se mueve hacia mi pecho, sus dedos ligeros bailando
sobre mi piel. Levantando la mano, me da un suave beso en la mandíbula y me
susurra:
—Feliz cumpleaños, guapo.
Es lo último que recuerdo antes de dormirme, absorbido por la dicha
147 eterna, más feliz de lo que me he sentido en mucho tiempo. Ha pasado mucho
tiempo desde que conocí la bondad en este día, pero esta chica, mi chica, ha
traído algo nunca experimentado, especialmente en mi cumpleaños. La paz.
152
P
use los platos de papel en el cubo de basura y envié a Stryder a llevar
el pastel a la casa para darnos de nuevo algo de privacidad. Pasamos
las últimas dos horas con sus amigos, bromeando, hablando de las
153 bromas que se han hecho en la academia y los buenos momentos que han
compartido en los últimos años. Colby se aferró a mí todo el tiempo, me acunó
contra su pecho, ocasionalmente me dio besos en el cuello o me susurró algo al
oído.
Su atención no se les escapó a sus amigos y cuando lo abrazaron, no le
importó, sólo se aferró a mí con más fuerza.
Colby está en el baño cuando Stryder me detiene en la puerta, con el pastel
en sus manos.
—Gracias por hacer esto por él, Rory. No creo que lo haya visto tan feliz en
mucho tiempo.
—Me alegro de que le pareciera bien tenerlos a ustedes. Y también me hace
feliz a mí.
Asiente, mirando al suelo.
—Me alegro. Ustedes fueron hechos el uno para el otro.
—¿Está todo bien, Stryder? —Sé que Colby dijo que Stryder no entró en la
escuela de vuelo y me pregunto si eso tiene algo que ver. Parece cansado.
—Sí. Estoy bien. —Pero no parece que lo esté.
—Estoy aquí para ti si alguna vez necesitas hablar, Stryder. —Presiono mi
mano contra su hombro.
Sus ojos se posan en mi mano, donde se quedan un segundo antes de
apartarse, un poco de dolor en su expresión. Mirando hacia la casa de la piscina,
dice:
—Que tengas una buena Navidad, Rory y cuida de mi chico. —Con un
guiño, se dirige hacia la casa principal, su poderoso cuerpo se abre paso por la
acera.
Confundida, me dirijo a la habitación donde Colby se está lavando las
manos. Cuando hace contacto visual conmigo, hace un movimiento con su dedo
para que me acerque. Empujando otros pensamientos a un lado, cierro la puerta
y me muevo a través de la habitación y a los brazos de Colby. Me lleva a la cama
donde nos acostamos, uno frente al otro. Une nuestras manos y levanta la cabeza
con la otra mano.
—Gracias por el día de hoy.
—Por supuesto. Me alegro de que me dejes pasarlo contigo.
Arruga su frente.
—¿Por qué no dejaría que lo pasaras conmigo?
Me llevo su mano a la boca y beso sus nudillos.
—Stryder dijo que te gusta pasar este día solo, leyendo tu libro.
Mira a algún lugar detrás de mí.
154 —¿Dijo algo más?
Sacudo la cabeza.
—No, sólo que no es tu día favorito. —Quiero tanto que se abra a mí, que
me dé un poco más de él—. ¿Puedo preguntarte qué pasó?
Suspirando, se tumba de espaldas, mirando al techo, con la mirada
pensativa y el cuerpo tenso a mi lado. Puedo ver la tensión que empieza a palpitar
dentro de él, la forma en que sus bíceps se flexionan, como aprieta su mandíbula
y la forma en que se aleja de mí.
No quiero eso. No quiero que se ponga nervioso y me pida que me vaya. No
quiero presionarlo demasiado, demasiado pronto.
—¿Sabes qué? No importa. —Envuelvo mi brazo alrededor de su cintura
acercándome de nuevo—. No tienes que decir nada, sólo…
—Mi padre murió en mi cumpleaños.
Me detengo.
Oh, Dios. Qué horrible.
Tomada con la guardia baja por su voluntad de abrirse, me toma un
momento para juntar las piezas de lo que acaba de decir.
Su padre murió... en su cumpleaños.
—Oh Colby, lo siento mucho.
No se mueve; ni siquiera se estremece cuando le doy un beso en la
mandíbula.
—Tenía un linfoma de células del manto, estuvo mal durante un tiempo,
pero nunca esperé que falleciera en mi cumpleaños... o que se enterara de que
durante seis meses mi madre había estado engañando a mi padre con su médico.
Cierro mis ojos, mi corazón sangrando por el niño que perdió a su padre;
el niño que tuvo que lidiar con tantas dificultades. Y la traición.
—Él se mudó una semana después. Tuve una semana para llorar. Mi
madre se deshizo de todas las cosas de mi padre, las tiró a la basura y se mudó
con Ted inmediatamente.
—Ted. ¿Es... es el tipo del que hablabas en tus cartas?
—Sí.
Es una palabra, pero tiene el peso del mundo: la ansiedad, el dolor y el
sufrimiento que Colby ha experimentado se confirma con esa pequeña palabra.
—Era horrible. Gobernó con puño de hierro, literalmente. Nunca perdió la
oportunidad de abusar de mí, mental y físicamente.
—¿Te hizo daño? —pregunto, las lágrimas brotan de mis ojos, mi
incapacidad de acercarme a Colby me frustra—. ¿Qué hizo tu madre?
155 —Nada. No hizo absolutamente nada. Lo necesitaba, sabía que por eso se
aferró a él, porque las facturas médicas nos dejaron limpios y mi abuelo no pudo
ayudar por mucho tiempo. En lugar de trabajar, se aferró a Ted y a su cartera.
Hubo un pequeño momento en el que mi madre le dijo que no podía pegarme
más, pero eso duró poco. Gracias a Dios.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Querías que te golpearan?
—Fue mejor que él rompiendo y destrozando hasta el último modelo de
avión que construí con mi padre y mi abuelo.
Yo… Ni siquiera sé qué decir a eso. Mi corazón se rompe ante mí, las
lágrimas caen de mis ojos, la imagen de Colby como un niño pequeño molesto
por su avión abre un agujero irreparable en mi corazón.
—Yo... lo siento mucho. —Beso su mejilla, luego su mandíbula y me dirijo
a sus labios. Me sostiene allí, con su mano en la parte posterior de mi cabeza,
buscando consuelo.
Cuando me alejo, lo miro, con los ojos llenos de agua, con la vergüenza
pegada en su rostro.
—Arruinó mi infancia. Todos los días trató de hacerme olvidar a mi padre.
Separó a mi abuelo de mí tanto como pudo, me golpeó hasta que me desmayé y
se burló de mí cada vez que tuvo la oportunidad. —La voz de Colby tiembla—.
Nunca vas a ser un piloto. No eres lo suficientemente bueno. No eres lo
suficientemente inteligente. Eres una maldita perra sin una sola esperanza de un
buen futuro. —Hace una pausa—. Trató de quebrarme. Trató de arruinarme.
Trató desesperadamente de arruinar mis sueños, pero no lo dejé.
Sacudo mi cabeza, más lágrimas son derramadas.
—Eres muy fuerte, Colby. No mucha gente podría resultar como tú con un
historial como ese. Eres excepcional.
—Quería demostrarle que estaba equivocado. Todavía necesito ganarme el
privilegio de volar un avión de combate. —La carta de Colby se registra en mi
cabeza. Su mayor temor, me golpea más fuerte ahora que antes.
—Y lo hiciste, así que deberías estar orgulloso de ti mismo.
Asiente lentamente, envolviéndome de nuevo con su brazo, su mano
girando un mechón de mi cabello, la tensión de su cuerpo comienza a disiparse
con cada respiración que toma.
—Todavía tengo desafíos por delante. Todavía necesito que me elijan para
pilotar un caza, pero haré lo que sea necesario para que eso ocurra. Le mostraré
cómo su intento de quebrarme sólo me hizo más fuerte.
Su fuerza, su confianza, su energía... No tengo ni idea de cómo superó tal
adversidad. Nunca he conocido a alguien como él. Tan... impresionante. Pero su
fuerza es también tan sexy. Se merece cada momento de gloria que recibirá en
el futuro. Y quiero que él lo sepa. Lo necesito y esa necesidad es tan fuerte, que
156 es como si no pudiera pasar otro momento sin él dentro de mí.
Levanto mi cuerpo sobre el suyo, me pongo a horcajadas sobre su regazo
y me quito la camisa, seguida de mi sostén. Él gime y se sienta, me lleva con él,
se apoya en la cabecera y lleva sus dos manos a mis pechos, donde comienza a
masajearlos. Agarro su rostro y pongo mi boca sobre la suya, exigiendo; la
necesidad de hacerlo olvidar me consume, la necesidad de ayudarle a olvidar
aún más fuerte.
Separándose, sus labios viajan por mi pecho hasta mis senos, donde
succiona mis pezones en su boca.
—Quiero que tu cumpleaños sea diferente —admito—. No quiero que lo
asocies o te entristezcas por todo lo que ha pasado —jadeo cuando me muerde
el pezón izquierdo—. Quiero que sea mejorado por nuestro hermoso futuro.
—Eres mi futuro —dice, abriéndose camino hasta mi boca. Nos miramos
fijamente, un entendimiento silencioso pasando entre nosotros. Esta atracción,
esta electricidad, no es sólo lujuria. Hay más entre nosotros que simplemente el
deseo sexual.
Es el comienzo.
El comienzo de algo tan grande, que no estoy segura de poder dejarlo ir.
—Feliz Nochebuena —digo por teléfono, atontada y cansada. No creo que
me acostumbre a estas llamadas matutinas de Colby.
—¿Estabas durmiendo? Lo siento, pensé que tenías una clase hoy. —Me
doy la vuelta y miro el reloj de mi cocina. Siete de la mañana.
—Tengo una en una hora. Supongo que es bueno que me hayas
despertado. —Estiro mis brazos sobre mi cabeza, increíblemente dolorida por
todas las formas en que Colby y yo hemos tenido sexo en los últimos días. Hubo
una reunión familiar con la familia de Stryder anoche, así que no pude verlo. Lo
cual es probablemente algo bueno dado lo dolorida que estoy.
—¿Qué llevas puesto? —Su voz es profunda y juguetona, enviando
escalofríos a todos los lugares adecuados.
—Si no digo nada, ¿me odiarás?
—Nunca podría odiarte. —Hace una pausa—. ¿No es nada?
Las sábanas frías acarician mi cuerpo desnudo, añadiendo el efecto de la
voz de Colby.
—Me duché anoche y no me molesté en ponerme nada de ropa después.
157 Está callado mientras escucho pasos pesados subiendo la escalera de mi
apartamento. Y luego un golpe.
Una sonrisa se dibuja en mi rostro.
—¿Estás en mi puerta?
—¿Por qué no lo averiguas?
—No voy a abrir la puerta si no eres tú. Estoy desnuda.
—Abre tu puerta, Rory.
¿Y eso de ahí? Eso es lo que hace que me debilite las rodillas. Cuelgo el
teléfono y corro por el suelo hasta la puerta principal donde la abro, pero
mantengo mi cuerpo bloqueado. Colby entra con una cosa en su mente... yo.
Cierra la puerta, la bloquea y se gira hacia mí, me lleva dentro, sus ojos
queman un agujero a través de mí.
Asiente hacia mi cama y dice:
—Acuéstate.
Ni siquiera lo pienso dos veces. Me acuesto en el colchón mientras Colby
se acerca por detrás de mí, tirando de su camisa sobre su cabeza, su abdomen
flexionado, sus brazos abultados y tonificados, listos para mantenerlo
firmemente en su lugar mientras me hace cosas malvadas.
Su lectura de mi cuerpo es peligrosa, llena de promesas sensuales. Afloja
la hebilla del cinturón y se desabrocha los pantalones, dejándolos abiertos.
Luego se pone de rodillas y pone ambas manos en mis muslos internos,
separándolos.
Oh, Dios.
—Yo… Tengo trabajo —le digo para que sepa que lo que ha planeado no
puede ser un maratón de sexo.
—Haré que te vengas dos veces antes de que tengas que pensar en
prepararte. —Con eso, presiona su boca contra mi excitación y mi cabeza cae de
nuevo al colchón mientras su lengua me trabaja arriba y abajo.
He tenido hombres que me han hecho sexo oral, pero ninguno me ha hecho
venir como Colby; es como si me hiciera pedazos y luego me volviera a juntar al
mismo tiempo.
Moviendo sus manos debajo de mi culo, me levanta hasta su boca y juega
con mi sensible clítoris.
Chupando.
Besando.
Lamiendo.
158 Golpeando...
—Oh sí, justo ahí. —Detengo mis caderas mientras su lengua cae
rápidamente sobre el pequeño manojo de nervios, creando una ola de placer que
estalla a través de mí. Mis venas se calientan, mi estómago se hunde y mis
piernas se entumecen, quedando desprovistas de todo sentimiento mientras me
empuja al ápice de mi orgasmo. Y así como él entró aquí, mi orgasmo me golpea
con fuerza, inclinando mis caderas contra su boca, mis manos agarrándose a las
sábanas mientras la euforia se dispara a través de mi cuerpo.
Apenas puedo procesar lo que sucede cuando me da la vuelta y escucho el
sonido de un envoltorio que se abre. Antes de que me dé cuenta, el poderoso
cuerpo de Colby se cierne sobre mí, sus manos suavizan mi espalda hasta que
me agarran las caderas y las sostienen.
Está dentro de mí con un rápido movimiento, golpeándome
profundamente.
Tan lleno.
Tan perfecto.
—Mierda, Rory. Siempre tan buena. —Empieza a mover sus caderas,
arrastrándose dentro y fuera de mí a un ritmo lento, estirándome y haciéndome
sentir tan imposiblemente bien.
Meto la cabeza en el colchón mientras su cuerpo se inclina sobre el mío,
sus manos encuentran mis pechos, sus dedos pellizcan mis pezones. Sólo hemos
pasado unos días aprendiendo el cuerpo del otro, pero ya me conoce, lo que
quiero y lo que necesito.
Sus toques son metódicos, planeados, como si tuviera una hoja de ruta
para mi placer y cómo hacerme gritar su nombre en segundos.
Y yo estoy ahí mientras aprieta mis pezones entre sus dedos, tirando y
jalando.
—Jesús —gimo, mis ojos cerrados, mi frente descansando en el colchón,
su gruesa polla entrando y saliendo de mí.
—Mierda, ¿estás ahí? —me pregunta, golpeándome con más fuerza,
acelerando su ritmo.
—S-sí —tartamudeo mientras mi coño se aprieta alrededor de su polla.
Gime en mi oído, sus caderas se calman, mi orgasmo se suma al suyo
mientras ambos caemos juntos sobre el borde, pulso tras pulso placentero que
nos atraviesa.
Colby me da un suave beso entre mis omóplatos y pasa su pulgar sobre
mi pezón, aliviando el dolor por unos cuantos segundos antes de ponerse de pie
y cuidar el condón. Vuelve con una toalla caliente, me limpia y luego me abraza
en la cama, tirando de mí en su pecho mientras sus brazos me envuelven, su
rostro enterrada en mi cabello.
159 —Mmm... esa es una forma de empezar el día. —Llevo una de sus manos
a mis labios y beso sus nudillos—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—No estaba seguro de si te vería más tarde hoy o mañana y quería darte
un pequeño regalo de Navidad.
Me giro para que estemos frente a frente y acuno su mejilla.
—¿Me tienes un regalo de Navidad?
—Es pequeño. —Encoge sus hombros—. No te emociones demasiado. No
he tenido que comprar regalos para nadie, así que no sé realmente lo que estoy
haciendo.
Retuerzo mis labios hacia el lado y mis cejas se arrugan.
—¿No has comprado un regalo para nadie? ¿Qué hay de tu abuelo?
Sacude la cabeza.
—Siempre me dice que no me moleste, que sólo quiere mi compañía.
—Bueno, también podría haber tomado tu compañía. Siempre estoy
buscando tiempo para estar contigo.
Su pulgar se desliza por mi mejilla, hasta mis labios, donde tira de la parte
inferior y dice:
—Quería darte algo.
Beso su pulgar y sonrío.
—¿Puedo tenerlo? ¿O me lo acabas de dar?
Se ríe.
—Los orgasmos fueron el regalo inicial.
Froto mis manos mientras se mueve por la cama hasta dónde están sus
pantalones en el suelo.
—Si ese fue el regalo inicial, no puedo esperar a ver lo que realmente me
has comprado.
Toma el regalo en su gran mano y se acuesta a mi lado. La forma en que
se muerde el labio me dice que está nervioso.
El hombre mide uno ochenta y ocho, es musculoso a la perfección y parece
tímido para darme un regalo. Dios mío, es adorable.
—Bueno... —Deslizo mis dedos sobre su pecho desnudo—. ¿Vas a darme
el regalo?
—Uh, sí. Aquí. Es sólo algo pequeño —repite, mirando atentamente
mientras desenvuelvo la cajita.
—¿Tú envolviste esto? —El papel de Santa es muy lindo.
162
—F
eliz Navidad, abuelo.
—Colby, estás aquí. —El abuelo me extiende los
brazos desde su silla de ruedas, y me agacho para
163 darle un abrazo, sus amigos de la comunidad
rodeándolo—. Recuerdan a Colby, ¿verdad?
Todo el mundo dice hola o saluda, algunos con más energía que otros. El
abuelo puede ser lento, pero todavía tiene su mente articulada. Es agudo como
un látigo, puede contar cada detalle de sus días de vuelo y nunca olvida un
recuerdo que tiene conmigo.
—Feliz Navidad —les digo a todos mientras tomo asiento junto al abuelo
en su mesa—. Gracias por guardarme un asiento. —Le doy una palmadita en la
espalda.
—No me perdería de tener un almuerzo de Navidad con mi chico favorito.
Este podría ser nuestro último por un tiempo. ¿Quién sabe si podrás volver aquí
mientras estés en la escuela de vuelo?
—Haré lo mejor que pueda, lo sabes.
—Lo sé. Y estoy agradecido. ¿Por qué no nos traes algo de comida? Ya
sabes lo que me gusta.
La fila para el brunch es larga, con los visitantes agarrando platos para
sus seres queridos, yendo por todas las cosas saludables como huevos y fruta.
Pero yo no. Es la tradición. El brunch de Navidad consiste en que el abuelo y yo
comamos todos los pasteles, donas y croissants que la línea de brunch ofrece,
así como un plato de tocino. Es muy poco saludable, una comida que pasaré los
próximos tres días tratando de trabajar, pero es nuestra tradición. Este será
nuestro cuarto año celebrando con carbohidratos, y no podría imaginarlo de otra
manera.
Evito toda la fruta y los huevos, apilo un plato con tocino y otro con todas
las cosas buenas y luego me dirijo a la mesa donde hay jarras de agua y jugo de
naranja en el centro. Nos sirvo a cada uno una bebida y me siento.
—Las donas se ven muy bien este año, abuelo. Tenían unos buñuelos.
—Oh, tenemos que comer esos primero.
—No podría estar más de acuerdo. —Le doy al abuelo un plato más
pequeño y un buñuelo y me lo reparto para mí también. Mientras empezamos a
comer, le pregunto al abuelo—: ¿Cómo has estado?
—Bien, bien. —Apunta su tenedor a una mesa al otro lado de la habitación,
inclinándose hacia mí—. ¿Ves a esa mujer de ahí con la chaqueta roja y el cabello
blanco como la nieve prendido en la parte superior de su cabeza? —Sigo el no
tan sutil tenedor con el que está apuntando el abuelo.
—Sí. ¿Es tu amiga?
El abuelo mueve sus cejas hacia mí y le da otro mordisco a su buñuelo.
—Es mi compañera de bridge5, está un poco enamorada de mí. Ha estado
coqueteando como una tormenta.
164 Me ahogo con el agua, escupiendo ante su confesión. El abuelo no me
habló ni una sola vez de mujeres, ya que siempre ha profesado su amor eterno
por mi abuela, que murió hace muchos años.
Me limpio la boca con la servilleta.
—Ha estado coqueteando contigo, ¿eh, abuelo? Vaya, ¿le has tomado la
palabra en el coqueteo?
Sacude el tenedor hacia mí como si estuviera loco.
—No, pero la dejo echar un vistazo cada vez que jugamos al bridge. —Se
inclina un poco más—. Me desabrocho los botones superiores de mi camisa para
ella.
—Oh, mierda —murmuro, riéndome para mis adentros.
—¿De qué te ríes? Sé cómo ganar a las damas. Dime, ¿estás o no estás
viendo a esa pequeña chica después de que te ayudé a ganártela?
Aprieto mis labios, odiando que esté a punto de ganar esta conversación.
—La he estado viendo. —Mierda, he estado más que viéndola. La he estado
probando, besando, chupando y he estado tan dentro de ella...
—Ves. —Levanta el tenedor al aire—. Conozco a las mujeres. —Le da otro
mordisco a su buñuelo y luego dice—: Háblame de ella.
Suspirando, me inclino hacia atrás en mi silla y digo:
5Es un juego de naipes de cuatro jugadores formando parejas, que consiste en que en cada ronda una de las parejas
debe ganar como mínimo un número de bazas previamente acordado en una subasta entre los jugadores.
—Es increíble, abuelo. Preciosa, divertida y tan condenadamente dulce.
Me entiende, nunca me empuja demasiado lejos y entiende mi equipaje.
—¿Le contaste lo de tu madre y tu padre?
Asiento, sorprendiendo al abuelo.
—Me sentí tan natural al hablarle, al contarle sobre mi infancia. Verás, me
sorprendió en mi cumpleaños y pasó el día conmigo. No hicimos mucho, pero
fue agradable tener a alguien allí ese día, abrazándome, cuidándome. —Para no
sentirme completamente solo con mi dolor.
El abuelo baja su tenedor y agarra mi mano en la suya, las venas del dorso
de su mano definidas y azules, rebotando en su piel envejecida.
—La dejaste entrar. —Le da un golpecito a su corazón.
Asiento.
—No tuve elección. Fue como si, de la noche a la mañana, se agitara bajo
mi piel y no pudiera sacarla. Diablos, no quiero sacarla. Ella es... mierda, abuelo.
Es perfecta.
—Es la elegida, ¿eh?
165 Me froto la nuca, nuestro festín olvidado por ahora.
—Es muy pronto en nuestra relación, pero te diré esto. Podría fácilmente
ver que ella es la elegida.
El abuelo asiente, aprieta mi mano y se queda callado por un segundo.
Estoy a punto de preguntarle si está bien cuando dice:
—Después de que me dijiste todo lo que te pasó, me sentí mal. Nunca me
he sentido más enfermo en mi vida. No dejaba de pensar en ese dulce chico que
amaba hasta la médula, asustado y solo. —Traga con fuerza—. Me mata, Colby.
Yo… nunca me perdonaré por no ver las señales.
—No fue tu culpa, abuelo.
Sacude la cabeza.
—Debería haberlo sabido. Pero eso no viene al caso. Desde que me lo
dijiste, sólo he deseado una cosa para ti y no es la escuela de vuelo. He rezado
todas las noches para que encuentres a ese alguien especial, para que una chica
venga y te arrastre, para que te acepte por lo que eres y para que alivie las
cicatrices que tienes en el corazón. —Levanta su mano hasta mi mejilla donde
me agarra de cerca. El almuerzo continúa a nuestro alrededor, pero las voces de
los miembros de la familia se desvanecen, mientras el abuelo me mira
fijamente—. La has encontrado, Colby y hagas lo que hagas, no la dejes ir.
—No lo haré, abuelo. No lo haré. —No creo que pudiera si lo intentara.
Mierda, estoy nervioso.
Pensé que estaba nervioso cuando fui por primera vez al apartamento de
Rory, pero esto supera eso a pasos agigantados.
No quiero nada más que conocer a la familia de Rory, ver de dónde viene,
pero no soy... mierda, no soy bueno en esto. Nunca he tenido novia y mucho
menos he tenido que conocer a los padres. Pero con Rory, es diferente.
Ella es diferente.
Hay un aire en ella que me hace querer hacer cosas que normalmente no
hago, como comprar regalos. Y no sólo para ella, sino también para sus padres
y su hermano.
Lo que sólo aumenta los nervios que me pasan, porque ¿qué pasa si no les
166 gustan? Diablos, ¿y si su hermano odia lo que le doy? ¿Eso va a ser un motivo
de ruptura para Rory? Mierda, ¿lo será? ¿Y si no le gusto a Bryan? ¿Romperá
conmigo? Sé que su hermano es su mundo, ¿así que su opinión sobre mí
marcará la diferencia?
Anoche leí un poco sobre el autismo, pero había tanta información que me
sentí abrumado. No había esperanza de prepararme. Siento que voy a entrar a
ciegas, y eso no es un buen presagio para mí. Me gusta estar preparado en todo
momento, porque ayuda a aliviar la ansiedad que hay en mi interior.
Respirando profundamente, sosteniendo la bolsa de regalos que tengo en
mis manos, llamo ligeramente a la puerta como Rory me dijo que hiciera.
Espero unos cuantos segundos antes de que la puerta se abra y Rory está
de pie al otro lado con una camisa de manga larga con un muñeco de nieve,
jeans y zapatillas peludas. Su cabello está rizado y cubre sus hombros, largo y
sedoso... tentador. Y esa sonrisa, hecha para mí, brilla cuando me abraza.
—Feliz Navidad, Colby. —Poniéndose de puntillas, me besa la mejilla y me
lleva a la casa el resto del camino, cerrando la puerta detrás de mí.
La modesta casa del rancho engaña desde fuera, porque en el momento en
que paso por la entrada, estoy rodeado de un hogar cálido y amoroso con fotos
de Rory y Bryan esparcidas por las paredes color canela. Un árbol de Navidad
grande y bellamente decorado brilla en la abierta y espaciosa sala de estar, la
cocina a la derecha está decorada con guirnaldas de acebo y luces brillantes,
creando una atmósfera mágica que no he visto o de la que no he formado parte
desde antes de que mi padre muriera. Así es como solía ser la Navidad.
Las galletas de jengibre están apiladas en una bandeja.
La música navideña suena en el fondo, suavemente para no molestar.
Una vela arde en un vaso rodeado de una corona.
Y hay dos padres, con los brazos a los lados, usando suéteres que hacen
juego y grandes sonrisas en sus rostros cuando se acercan.
—Colby, estamos tan contentos de que hayas podido venir a cenar con
nosotros. —La mamá de Rory se acerca a mí y me abraza—. Oh, es muy fuerte.
—Le guiña un ojo a Rory que se ruboriza.
—Colby, es un placer tenerte en nuestra casa. —El papá de Rory toma mi
mano en la suya, firme pero acogedora—. Aurora no nos ha dicho nada más que
grandes cosas sobre ti. Felicitaciones por haber entrado en la escuela de vuelo.
Qué logro tan asombroso.
—Gracias, señor. Y gracias por recibirme en su casa esta noche. Significa
mucho para mí.
La Sra. Oaks se acurruca y junta las manos.
—Oh, es tan dulce. ¿Por qué no se sienten como en casa en la sala
mientras el Sr. Oaks y yo terminamos de cortar el pavo y de dar los últimos
167 toques a la cena?
—¿Puedo ofrecerles algo de ayuda? —pregunto, sabiendo muy bien que no
tengo ninguna experiencia en la cocina, pero es lo más educado.
la Sra. Oaks me aprieta el antebrazo de forma tranquilizadora.
—Tenemos todo cubierto. Ve a relajarte con Rory.
Sus padres se dirigen a la cocina y Rory toma mi mano en la suya,
guiándome a la sección de cuero que rodea el árbol de Navidad y la chimenea.
Cuando nos sentamos, pongo mi bolsa a mi lado y susurro:
—¿Te llamas Aurora?
Se acerca, con las piernas debajo de ella y esa maldita sonrisa es muy
contagiosa.
—Mi padre es el único que me llama así, pero sí, lo es.
—Es un nombre caliente.
Sus ojos se abren de par en par, sus cejas se dirigen a la línea del cabello.
—Oh Dios mío, no puedes llamarme así. Es como mi padre me llama.
Inclinándome hacia adelante, le susurro al oído, mi mano en su muslo.
—Así que si te llamo Aurora mientras estoy dentro de ti, ¿eso no va a
funcionar para ti?
Tímidamente, Rory me mira con las pestañas revoloteando y un bonito
rubor rosado manchando sus mejillas.
—Colby...
La forma en que susurra mi nombre, con un breve respiro que se le escapa,
me excita de inmediato y tengo que alejarme de ella antes de avergonzarme en
la casa de sus padres.
—Ven conmigo —dice, tirando de mi brazo—. Voy a mostrarle a Colby el
resto de la casa. Ya regreso —les dice a sus padres, quienes nos miran con
atención.
Dios mío.
No tengo oportunidad de detenerla antes de que me arrastre por el pasillo
hasta una puerta a la izquierda que abre y cierra rápidamente, clavándome
contra la madera.
Va a por mis pantalones como un animal loco, pero la detengo
abruptamente. ¿Está loca?
—¿Qué demonios crees que estás haciendo?
—Divirtiéndome un poco. —Me sonríe malvadamente.
—Oh no, no lo estás.
168 —Sí, lo estoy. —Intenta de nuevo con mis pantalones de nuevo, su
persistencia es difícil de detener.
Le quito las manos de nuevo y se las pongo a los lados.
—Aurora Oaks, detente ahora mismo. —Uso una voz severa que sólo pone
más lucha en sus ojos, encendiendo su combatividad.
—No puedes hablarme así y pensar que no hará nada más que excitarme
más.
Jesús.
La sostengo a distancia, manteniendo mis manos firmemente plantadas
en sus hombros, mi pelvis lejos de sus manos furtivas.
—Rory, no hay nada más que quiera hacer ahora mismo que follarte contra
esa pared. Créeme, te deseo… mucho. Pero no te voy a follar con tus padres, que
por cierto llevan suéteres a juego y que están sólo a unos metros de distancia.
¿De acuerdo? No va a suceder.
Suspira y se encorva a mi alcance.
—Y yo que pensaba que te gustaba vivir al límite.
Me río.
—Puede que salte de los aviones a diario, pero no hay forma de que me
convenzas de tener sexo contigo justo antes de que tus padres nos sirvan la cena
de Navidad... en suéteres a juego.
—¿Atrapado en la cosa del suéter a juego?
—Es tan condenadamente inocente —digo entre dientes. Nada que mis
padres hubieran hecho y, aun así, me hubiera gustado. Diablos, me gusta que
los padres de Rory los usen y quiero tomar una foto.
Al dar un paso adelante, intenta acercarse y palmeo la cabeza, sin dejar
que se acerque más.
—Oye —se ríe—. No me toques.
—Te mantengo a distancia.
—Sólo quiero un abrazo y un beso de bienvenida.
Levanto una ceja hacia ella.
—¿Estás segura de que eso es todo lo que quieres?
Asiente.
—Prometido, no hay nada sospechoso.
Cediendo, porque no puedo resistirme a esta chica, la abrazo. Me encanta
la sensación de sus brazos a mi alrededor, abrazándome fuerte, su cuerpo tan
malditamente perfecto contra el mío. Levanta la cabeza, frunce los labios y la
169 encuentro a mitad de camino, dejando que la sensación de su dulce boca acaricie
la mía durante unos breves segundos antes de alejarse.
—Gracias por venir aquí esta noche.
—Gracias por invitarme. Significa mucho para mí. —Más de lo que creo
que nunca entenderá.
Me da otro beso ligero en los labios y me dice:
—¿Quieres conocer a Bryan?
—Nada me gustaría más que conocer a tu hermano.
Salimos de la habitación y nos dirigimos al pasillo. Cuando llega a la
puerta, la detengo.
—¿Necesito saber algo antes de entrar?
Sacude la cabeza.
—Actúa con normalidad. Sin sonidos fuertes.
Asiento.
—Bien, nada de voz severa de cadete. Entendido. No es que le hable así a
tu hermano.
—Oye, tampoco pensé que me hablarías así y sin embargo, lo haces.
Inclinándome en su oído, manteniendo mi voz baja, digo:
—Sólo cuando quiero que te vengas.
Resopla y golpea su codo contra mi estómago juguetonamente justo antes
de abrir la puerta del dormitorio de Bryan.
La habitación está impecablemente limpia, lo que me recuerda a la
habitación de mi niñez... todo en su lugar, la cama hecha... y la música suena
suavemente desde una estación de acoplamiento a un lado.
Es tranquilo aquí.
—Hola Bryan —Rory habla en voz baja, su voz es increíblemente
relajante—. Quiero que conozcas a alguien. Este es mi novio, Colby. —Es la
primera vez que Rory me llama su novio. Mi pecho resopla con un sentido de
orgullo, siendo capaz de reclamar a esta increíble mujer.
Bryan no levanta la mirada, no nos reconoce, sino que se balancea hacia
adelante y hacia atrás en su silla que parece un huevo partido por la mitad.
Rory me da un codazo, así que me agacho a unos metros de Bryan,
poniéndome a su altura. Con los antebrazos apoyados en mis cuádriceps, digo
en voz baja:
—Hola Bryan. Es un placer conocerte. Rory no ha dicho nada más que
cosas geniales sobre ti. Me ha dicho que te encantan los Broncos. A mí también
170 me gustan los Broncos. El año pasado, me tiré en paracaídas en el estadio y les
entregué la pelota del juego.
No me responde, no me mira, pero hace un gesto con la mano. Confundido,
me dirijo a Rory que dice:
—Esa es su señal para jugar a la pelota. No es verbal y vivimos de su forma
de lenguaje de signos para comunicarnos con él. Lo aprenderás sobre la marcha.
Caminando hacia un cubo de pelotas, Rory coge una y se sienta a pocos
metros de Bryan. Va a lanzarle la pelota cuando él comienza a sacudir su cabeza
y su mano con vehemencia.
—¿No quieres jugar a la pelota?
Hace la señal de la pelota de nuevo y luego hace un gesto hacia mí.
Me giro hacia Rory, inseguro de qué hacer cuando me mira lentamente, su
expresión es de sorpresa.
—¿Quieres jugar a la pelota con Colby?
Hace otra moción, que no puedo leer y espero la señal de Rory. Respirando
profundamente, me da la pelota y me dice:
—Quiere jugar contigo.
—Oh, está bien. ¿Qué hago?
—Le haces rebotar ligeramente la pelota y él te la devuelve. Eso es todo.
—Bien. —Tomo la pelota, me pongo cómodo en una silla de bolso de
frijoles; porque sentarme con las piernas cruzadas en el suelo como Rory no va
a suceder, luego reboto y le lanzo la pelota a Bryan. Con un movimiento de su
mano, me la devuelve seguida de una risa.
—Buen lanzamiento, hombre. —Lo lanzo de nuevo y me preparo para el
golpe de vuelta, el movimiento de su mano enviando con precisión la pelota de
vuelta a mí—. Maldición, eso fue duro.
Bryan se ríe de nuevo, no mirándome a mí, sino más bien a la pelota.
Continúo lanzándole la pelota, Rory nos mira a los dos, CCR sonando en
el fondo.
Saber que no responderá no me impide querer hablar con él un poco más,
así que le digo:
—Tu hermana me dijo que estás en el equipo de bochas de las Olimpiadas
Especiales aquí en Springs. Eso está muy bien, hombre. —Imito el tono suave y
reconfortante que Rory usa cuando habla con Bryan—. Nunca he jugado
bochas6, pero la busqué en Internet la otra noche para ver de qué se trata y se
ve bastante genial. Vas a tener que enseñarme alguna vez.
Durante los próximos diez minutos, juego a la pelota con Bryan. Rory se
va en un momento dado, dejando que los chicos tengan algo de tiempo. Me gusta.
171 Bryan no dice nada, pero puedo decir que me escucha, especialmente cuando
hablo de los Broncos y la academia. Se ilumina cuando menciono a sus
jugadores favoritos y cuando hablo de volar aviones, especialmente los
planeadores de la academia, hace ruidos y usa su signo de “más” para decirme
que quiere que siga hablando.
Cuando nos llaman para cenar, Rory entrelaza su mano con la mía,
presionando un beso en mi mejilla, su agarre es increíblemente fuerte en la mía.
Habla muy bien de mí en la cena, anunciando mis logros a su familia y cuando
Bryan tiene un colapso, todo el mundo lo maneja con tal aplomo y corazón
amoroso que no puedo evitar admirar a los Oaks y sus almas comprensivas.
Y para ser honesto, es difícil evitar apegarse a ellos.
Crecí en un hogar frío donde el amor no existía. Mi abuelo era la única
fuente de afecto y las visitas con él se convirtieron en pocas y lejanas. Cuando
no me gritaban, me enviaban a mi habitación, nunca me invitaban a ver un
programa, a jugar un juego o a participar en la familia. Era como si fuera la
tercera rueda que mi madre y Ted trataban desesperadamente de sacudir.
Pero al estar en esta casa, rodeado de estas personas tan amables y
cariñosas, me siento deseado, como si perteneciera.
Y ese es el mejor regalo de Navidad que he podido recibir.
6Las bochas es un deporte de la familia de los juegos de bolas, vinculado estrechamente con la petanca, y con un
ancestro común en los juegos practicados en el imperio romano.
L
o amo.
Querido Colby,
Anoche tuve un sueño. ¿Quieres escucharlo?
Te lo voy a contar de todas formas. Soñé que me llevabas a hacer
paracaidismo. Me ataste a tu cuerpo, me acompañaste durante todo el proceso y
cuando llegó el momento de saltar, me dijiste cuánto me amabas y luego nos
arrojaste del avión.
Lo sentí todo.
La rápida entrada de aire.
El viento azotándonos.
El latido de tu corazón salvaje contra mi espalda.
Fue vívido y todo lo que pude haber pedido, contigo aferrándote a mí. Y
cuando tiraste de la cuerda, me desperté. ¿Crees que es una señal? ¿De qué estoy
cayendo y cayendo duro por ti?
No estoy segura de que creas en ese tipo de cosas, pero yo sí.
Y estoy cayendo duro... muy duro, especialmente después de las flores que
me trajiste el domingo. Mi apartamento todavía huele muy bien gracias a ellas,
recordándome tu dulce corazón con cada aliento que tomo.
Te amo.
179 Rory
Querida Rory,
Este papel es irreal. No tenías que conseguirme un membrete con un avión
en relieve en la parte superior, pero joder si no me gusta. Gracias por el regalo y
no podría estar más de acuerdo. Escribir cartas me da algo que esperar entre
nuestras visitas, especialmente los fines de semana como el pasado cuando no
pude estar contigo.
Lo siento.
Sin embargo, te diré esto. Cuando Hardie vio el papel en el que estaba
escribiendo esta noche (se ha acostumbrado a la tranquilidad que necesito cuando
te escribo) tenía unas malditas estrellas en los ojos y me preguntó de dónde lo
había sacado. Le dije que era un regalo tuyo, ¿y sabes lo que dijo después de eso?
Me dijo que era mejor que no arruinara nada contigo, porque si estaba
dispuesto a dejar ir a alguien que me compró un papel tan “bonito” entonces era
un idiota.
No podría estar más de acuerdo.
También hice una nota mental para preguntarte dónde lo compraste, porque
parece que Hardie podría tener picazón por algunos.
Gracias de nuevo. Te amo.
Colby
Querido Colby,
¿Recuerdas que tenías el día libre de Martin Luther King Jr.? ¿Recuerdas
que fuimos al cine y vimos tres películas, rellenadas con palomitas de maíz varias
veces, aunque dijiste que no podías comer más? ¿Y recuerdas cómo nos sentamos
en el fondo y nos besamos durante toda la segunda película? ¿Recuerdas cómo
tus manos empezaron a vagar un poco...
Pienso en ello todo el tiempo y me pregunto, con el Día de los Presidentes
acercándose rápidamente y las ventas de muebles ocupando todos los anuncios
en la radio y la TV, si estarás listo para la segunda parte de la película? Pero esta
vez, en lugar de ir al cine, nos reunimos en mi casa. Y en vez de ver películas,
¿haces algún tipo de striptease sexy para mí? Y ya que estoy en el ranking general
y todo eso, será mejor que tu pequeño culo de cadete me salude mientras te
desnudas.
¿Ves lo que hice allí? Sé que no estás poniendo los ojos en blanco. Sé que te
estás riendo y deseando estar de pie frente a mí, con la polla en pleno saludo,
esperando que te digan qué hacer... ¿verdad?
180 Así que, básicamente, necesito saber si te apetece un maratón sexual el
próximo fin de semana del Día de los Presidentes. ¿Qué mejor manera de honrar
a los hombres que han liderado nuestro país que follando por nuestra libertad?
¿Demasiado?
¿Qué tal Follando por los Presidentes?
Dime qué te gusta más, y nos haré camisas a juego con la fecha y el lema.
Sé cuánto te gustan las camisas a juego. (Menea las cejas hacia ti)
Te amo. ...y te extraño.
Rory
Querida Rory,
Bien, voy a admitirlo. Me has roto.
Es miércoles por la noche, dos días después de Plonking para POTUS 2018,
y todavía me duele la espalda. Sé que al principio te pareció gracioso cuando tuve
un espasmo durante la hora cuarenta y ocho de la misión completamente
desnuda, pero aún lo siento. Estaba haciendo flexiones de brazos durante la
fisioterapia y apenas podía subir y bajar mi cuerpo.
Te culpo a ti y a tu idea de intentar hacer trucos acrobáticos mientras tienes
sexo.
Te doy la ventaja una vez y mira lo que pasa. Me eché de espaldas.
Y la foto de tus tetas desnudas que me enviaste antes para “ayudarme a
sentirme mejor” no hizo más que revolver mi polla y ponerme cachondo como una
mierda. ¿Qué te dije de las fotos de desnudos, Rory? No puedo hacer nada con
ellas aquí. No voy a masturbarme con Hardie a mi lado o en las duchas con todo
el mundo duchándose a mi lado.
¿Las mandas para torturarme?
Porque está funcionando.
Considérame torturado. Estoy a tu merced. Por favor, deja de burlarte de mí
con tus preciosas tetas. Guárdalas para los fines de semana, cuando pueda
disfrutar plenamente de lamer y mordisquearte los pezones con mi boca.
Hasta entonces. Te amo, Rory.
Colby
Querido Colby,
Ugh.
181 Son días como hoy en los que desearía poder meterme en la cama contigo y
acurrucarme a tu lado durante horas, alimentándome de tu fuerza y tu amor.
Bryan tuvo una crisis hoy en casa. Fue malo. Mamá y papá me llamaron
para que viniera a ayudar a calmarlo. Y la peor parte es que ni siquiera saben qué
lo desencadenó. Mamá estaba en la cocina, papá en el baño y Bryan estaba viendo
la televisión cuando ocurrió. Pudo haber sido algo que vio o escuchó en la
televisión, quién sabe, pero fue malo. Se estaba golpeando a sí mismo. Terminó
poniéndose un ojo morado.
Odio los días así, los días en los que me siento impotente. Odio saber que
hay momentos en los que no puedo ayudar a mi hermano. Días en los que no
puedo estar ahí para él cuando lo necesita.
Odio que sea autista.
Creo que nunca le he dicho eso a nadie, y es porque no quiero que se
interprete de manera diferente a como estoy tratando de decirlo. Lo que quiero
decir es que odio que Bryan no pueda hablarme, que no pueda realmente escuchar
su voz o entender lo que pasa por su hermosa mente o llevarlo a algún lugar por
mí misma.
Odio que su vida siempre sea diferente de lo que mis padres imaginaron
para él, y odio que su trabajo como padres nunca termine. A diferencia de mí,
Bryan puede que nunca se mude y nunca dejará el lado de mis padres.
Odio que probablemente nunca sepa lo que es enamorarse.
Y me odio a mí misma por decir eso, pero una parte de mí tiene que ser
realista. No creo que Bryan tenga nunca lo que nosotros tenemos y eso casi me
destruye. Porque lo que compartimos, Colby, la clase de compasión y admiración
que tenemos el uno por el otro... Es hermoso y no aparece muy a menudo.
No quiero ser tan deprimente, pero quiero que sepas que llamarte mi novio
es uno de los mejores regalos que recibiré. Gracias por amarme.
Te amo.
Rory
Querida Rory,
He estado considerando si debería decirte esto o no, pero creo que necesito
hacerlo saber para cubrir todas mis bases, asegurarme de no perderte.
Porque no puedo perderte.
Aquí va...
El abuelo está obsesionado contigo. Acabo de hablar con él por teléfono y
sólo hablaba de lo hermosa, dulce y amable que eres. Realmente le hiciste un
número el fin de semana pasado. Y honestamente, no puedo estar en desacuerdo
con él, porque como siempre, tiene razón.
182 Pero quería que lo supieras porque me pidió tu número. Sí, mi abuelo me
pidió tu número y por alguna extraña razón, se lo di. Pero cuando se rio y dijo que
te iba a llevar a una cita, me arrepentí de mi decisión.
Si te invita a salir, ahórratelo y dile que no.
Porque eres mía.
Te amo.
Colby
Querido Colby,
Empecé a dar una nueva clase en el gimnasio. He estado pidiendo enseñarla
por un tiempo, pero la instructora que estaba a cargo de la clase tiene más
antigüedad que yo. Finalmente tuve mi oportunidad cuando estaba enferma.
Ahora dividimos el horario de clases porque los miembros del gimnasio lo
disfrutaron mucho.
Es Barre. Que es como el Pilates y el ballet mezclados para un
entrenamiento increíble que tonifica en lugar de construir.
No sé si recuerdas... ¿a quién estoy engañando? Probablemente recuerdes
todo, pero el ballet era mi pasión y se suponía que iba a ir a Nueva York con él.
Ocasionalmente tomo una clase aquí y allá en el estudio de danza local, pero nada
demasiado intenso, nada como lo hacía antes. Sentí que había perdido el contacto
con esa parte de mí, así que cuando llegó esta oportunidad, la enganché.
Se sentía tan bien, enseñando e instruyendo en los fundamentos del ballet.
Claro que no es una clase normal, pero al menos no estaba enseñando una clase
de levantamiento de pesas que no me interesa. Esto era diferente. Esto me hizo
disfrutar de mi trabajo.
Hablé con mi gerente y va a ver si podemos incluir más clases de Barre en
el horario, porque parece ser popular.
Eeep, estoy emocionada.
No puedo esperar a verte este fin de semana. Nunca he estado en Seven
Falls... ¡nunca! ¿No es una locura? Y he vivido aquí toda mi vida. Hubo cosas que
no hicimos, porque no queríamos que Bryan se sintiera incómodo. Pero estoy
emocionada de ir contigo y la pandilla.
Te amo.
Rory
Querida Rory,
Inútil.
183 Odio esa maldita palabra.
Pero es una palabra con la que vivo a diario. Es una palabra que me ha
llamado muchas veces no sólo Ted, sino también en la academia durante el
entrenamiento militar básico. Es una forma de separar a los cadetes para poder
volver a juntarlos.
Nunca la he usado. Nunca he llamado a nadie inútil, ni siquiera a Ted,
porque, aunque me trató como una mierda, mi madre y sus pacientes lo aman.
Hay un valor invisible en él, así que tal vez esté ahí en todos nosotros.
Necesito recordarme a mí mismo que el valor difiere de persona a persona.
Jodidamente tú. Tú eres todo lo que vale la pena. Eres un faro brillante
dirigiéndome hacia adelante, guiándome con cada sonrisa que me das. Stryder
está lleno de valor y a pesar de lo que piensa su padre, es muy inteligente. Hardie
y Joey, no sólo son valorados a mis ojos por su amistad, sino que tienen almas
generosas, siempre voluntarias. Antes de que mi padre se enfermara, siempre
trató de construirme y decirme que era digno de amor y felicidad. Perdí eso cuando
murió, pero el abuelo trató de llevar esa antorcha. Sabemos cómo funcionó eso.
Pero tú, tú me estás mostrando mi valor como hombre.
Pero Ted, su valor es diferente. Su valor es una lección.
Y su lección para mí es que, aunque sus palabras y sus puños de hierro aún
viven en lo profundo de mi alma hasta el día de hoy, sé que nunca seré como él,
nunca.
Porque su abuso eventualmente se desvanecerá, pero su asqueroso y negro
corazón será para siempre.
Gracias por escucharme y escribirme. Te extraño, Rory.
Y jodidamente te amo.
Colby
Querido Colby,
¿Adivina qué llevo puesto?
Tu sudadera de los Colorado Rockies. Gracias por dejarme robártela. Huele
como tú y es grande y cálida y me recuerda a estar en tus brazos.
Son las pequeñas cosas.
Que es de lo que me he dado cuenta. Son las pequeñas cosas las que más
importan, especialmente con nosotros. Como los mensajes de buenos días,
nuestras cortas conversaciones en FaceTime y estas cartas. Aunque sólo nos
vemos los fines de semana y a veces no todos los fines de semana, parece que
estamos más cerca que nunca.
¿Se siente así para ti?
184 Nunca antes me había sentido tan cerca de otra persona. Siento que conozco
hasta el último pedazo de ti, y me pregunto si es porque nos hemos dado tiempo
para hablar. El aspecto físico de nuestra relación no existe cinco días de los siete
y lo hemos sustituido por la comunicación con nuestros corazones.
Para mí, eso es especial. Y me encanta tu corazón.
Mi madre estaba preguntando por ti el otro día. Le gustas mucho. Esto es
vergonzoso, pero te llamó un tipo “genial” cuando estaba hablando con ella. Debí
haberle dicho que no pensaría eso sí escuchaba las cosas que me dijiste en el
dormitorio. Lo más probable es que se vuelva de un fantasmagórico tono de blanco
y luego se desmaye.
Todos piensan que eres un gran oso de peluche, pero yo te conozco, Colby
Brooks. Eres un maldito sucio y me encanta.
No puedo esperar a las vacaciones de primavera. Están tan cerca. Será
mejor que te quedes conmigo en lugar de con Stryder. ¿Me escuchas? Son tus
últimas vacaciones antes de la graduación y te quiero para todo ese tiempo.
Eres mío.
Te amo.
Rory
185
—¿A dónde vamos? —Rory tiene los ojos vendados y su
pequeño cuerpo emocionado está saltando en el asiento
del pasajero mientras agarra mi mano con fuerza.
—Ya te lo dije, es una sorpresa. Ya casi llegamos.
—Es preocupante que hayas tenido que vendarme los ojos para esto.
—¿Por qué? —me río y hago un giro a la izquierda por un camino muy
familiar.
—Porque por lo que sé, podrías llevarme al bosque donde me sientas en
un tronco, dejas caer tus jeans y luego me dices que me quite la venda de los
ojos sólo para llegar a la cabeza bulbosa de tu polla.
Se me escapa una carcajada.
—¿Qué? ¿De dónde demonios has sacado eso?
—Uno de los novios de Ryan le hizo eso. Ella pensó que iban a un masaje
de pareja. Chico, estaba equivocada.
Manteniendo mis ojos enfocados en el camino frente a mí, la emoción se
avecina, digo:
—No soy un imbécil. Nunca te haría eso. Esta es una sorpresa legítima,
una que creo que realmente te gustará.
—Conociéndote, lo haré. —Apoya la cabeza contra el asiento y dice—:
Estos últimos días han sido increíbles. Gracias por quedarte conmigo en lugar
de con Stryder.
En un semáforo, me inclino y le doy un beso en los labios, cogiéndola
desprevenida. Ella se recupera rápidamente, pasando sus dedos por mi cabello
antes de que tenga que apartarme y hacer otro giro a la izquierda.
—Era mejor que no me quedara en casa de Stryder. Si no estuviera contigo,
habría pedido quedarme en casa de Joey o Hardie. Stryder se lo está pasando
fatal con su familia y creo que soy un recordatorio constante para su padre de
que Stryder no entró en la escuela de vuelo.
—Uf, me siento fatal por él. Todavía no entiendo por qué no entró.
—Créeme, ninguno de nosotros lo entiende. Pensé que era un ganador. En
realidad... —Hago una pausa por un segundo, cuestionando si debo hablar de
Stryder con Rory, pero es Rory. En todo caso, sabrá cómo calmar la ansiedad de
mi corazón—. Estoy preocupado por él. Siento que está en espiral. Todo lo que
ha esperado en la Fuerza Aérea le ha sido negado.
—¿Qué quieres decir?
186 —Desde el principio, ambos hemos compartido los mismos dos objetivos:
hacer la escuela de vuelo y salir de Springs. Ninguna de esas cosas le han pasado
a él. Ha sido destinado a la base aérea de Peterson después de graduarse. Es
una maldita patada en los huevos para él. Y ahora él, mierda; no sé, no es el
mismo. No quiere pasar el rato y normalmente se esconde en su habitación.
Cuando saltamos, ya no me habla como antes y durante las comidas ya no es el
bromista de la mesa. Está tranquilo, hosco. Y no sé cómo hablarle, porque hay
un elefante gigante sentado entre nosotros que dificulta la respiración cuando
estamos cerca del otro. —Sacudo la cabeza y estaciono el auto—. Lamento haber
sacado el tema, sobre todo ahora que estamos aquí.
Rory se desabrocha el cinturón de seguridad y se acerca a mí, con la venda
en los ojos para que no pueda verlos. Necesito ver esos ojos verdes. Necesito
sentir que me golpean profundamente en los huesos. Le quito la máscara y en
vez de mirar a su alrededor, ella se enfoca en mí, llevando su mano a la parte
posterior de mi cuello.
—No te disculpes. Siempre quiero escuchar tus preocupaciones. Si yo
fuera tú, también estaría preocupada. Stryder también es mi amigo, ¿quieres
que hable con él?
Sacudo la cabeza.
—No. Me odiaría si supiera que he dicho algo. Sólo necesitaba sacarme eso
del pecho. —Me inclino hacia adelante y le doy un suave beso en los labios,
recordándole que hoy se trata de nosotros—. ¿Estás lista para tu sorpresa?
Busca en mis ojos, tratando de leer a través del velo de felicidad que llevo
puesto.
—¿Estás seguro de que estás bien?
Asiento.
—Lo estoy. —Pongo otro beso en sus labios y luego con mi dedo, empujo
su barbilla a un lado para que se vea obligada a mirar por la ventana—. ¿Estás
lista para saltar de un avión?
En cuestión de segundos, sus ojos se iluminan cuando toma el bimotor
King Air y el asfalto con los futuros paracaidistas recibiendo una lección de
seguridad.
—¿Hablas en serio?
Mis labios se curvan por la pura excitación que ella exuda. Estar alrededor
de su alegría y euforia es adictivo. Su expresión, cuando está tan excitada, es la
cosa más hermosa que he visto.
—Muy serio. Sé que has soñado con ello, así que espero que estés
preparada para el reto. Puedes saltar conmigo. Te enseñaré todo.
Por la forma en que se arrastra a mis brazos, el beso apasionado que me
da en los labios y la forma en que agarra mi cabeza tan cerca de la suya, me da
187 a entender que está emocionada.
—Vamos, tenemos que prepararnos para un salto.
Tomando la mano de Rory, la llevo a través del pequeño aeropuerto privado
en el que saltamos los fines de semana para ganar más experiencia y aprender
a enseñar a los civiles. Este lugar es como un segundo hogar para mí junto a la
academia.
Abriendo la puerta para Rory, la acompaño y me ve uno de los instructores
con el que soy cercano.
—Colby, mi hombre. Ya era hora de que nos visitaras. —Mira mi mano en
la de Rory y una sonrisa se extiende por su rostro—. Y puedo ver por qué no te
hemos visto por aquí últimamente. —Le extiende su mano a Rory y le dice—: Tú
debes ser la chica de la que Stryder nos habló cuando le preguntamos dónde
está Colby. Soy Blake.
El rubor se extiende por sus mejillas.
—Blake, encantada de conocerte. Soy Rory, la chica que ha estado
absorbiendo todo el tiempo de salto de Colby.
Blake se ríe, me da palmaditas en el hombro y luego señala detrás de él
hacia el área de vestidores.
—Stryder está ahí atrás. Diviértete.
—¿Stryder está aquí?
Blake asiente.
—Es donde ha estado pasando mucho tiempo últimamente. Diez o doce
saltos cada día durante el fin de semana. Ha estado viviendo en el cielo. —Un
dolor de comprensión me golpea, porque esto es probablemente lo más cercano
a volar que Stryder va a conseguir. No he intentado hablar con él sobre la
solicitud de la escuela de vuelo de nuevo, pero dado que apenas puedo hablar
con él, siento que ha perdido la esperanza por completo.
Mierda.
Dejé escapar un largo aliento y llevé a Rory al cuarto de atrás. Pasando la
puerta giratoria, encuentro a Stryder en la esquina, sujetando silenciosamente
su arnés, apretando las correas con más fuerza de la necesaria.
—Hola, hombre. —Stryder levanta la mirada, la sorpresa enmascarando
sus rasgos antes de que se suavicen al vernos a Rory y a mí.
—Hola. —Mira entre nosotros, nuestras manos conectadas, y luego vuelve
a apretar las correas de su arnés—. ¿Qué están haciendo aquí?
—Llevar a Rory a su primer salto.
Las cosas son incómodas. La tensión en la habitación crece, mientras se
prepara, el silencio entre nosotros es raro y anormal. Desde el primer día que
188 nos conocimos, la conversación nunca ha sido difícil. Pero en los últimos meses,
esta tensión entre nosotros ha ido creciendo y creciendo, y es más que obvio que
Stryder y yo no somos los mismos amigos que solíamos ser. ¿Es sólo por lo que
ha ido mal en la vida de Stryder?
—Genial —responde, haciendo las cosas cortas conmigo.
Suspirando, sin querer alargar esta incómoda conversación, beso a Rory
en la mejilla y le digo:
—Voy a coger algo de equipo y hablar con Blake sobre el avión del que
vamos a saltar. Volveré pronto, ¿de acuerdo?
Asiente, curva hacia abajo sus labios y sé que probablemente esté tan
molesta por Stryder como yo.
—¿Estás nerviosa?
—Aterrorizada —responde Rory mientras la ato con su arnés. Haciendo
una pausa, queriendo asegurarme de que sigue siendo buena para hacer esto,
estoy a punto de preguntarle si está segura cuando sonríe, lo cual, como siempre,
me hace palpitar el corazón en el pecho—. Aterrorizada y emocionada. Gracias
por traerme. Esto es literalmente un sueño hecho realidad.
Le doy un último tirón a su arnés.
—Quería hacer algo especial contigo, algo que siempre recordáramos.
—Créeme cuando te digo que no creo que este sea un día que vaya a
olvidar. —Se muerde el labio inferior y se inclina hacia mí—. ¿Y empacaste el
paracaídas correctamente?
Me río y llevo mis labios a su frente, presionando un beso en el pliegue de
su frente.
—He doblado un paracaídas tantas veces que podría hacerlo con los ojos
cerrados. No hay nada de qué preocuparse, ¿de acuerdo? Te tengo, Rory y nunca
dejaría que te pasara nada.
—Lo sé. —Sacude todo su cuerpo—. Sólo estoy nerviosa, eso es todo.
Nerviosa y emocionada. Quiero decir, voy a saltar de un avión. ¡Es una locura!
—Pero vas a estar atada a mí, así que no tienes nada de qué preocuparte.
Prometido. —Poniendo un último beso en sus labios, aseguro su casco y la llevo
a la pista donde el avión está esperando. Habiendo repasado ya todo el
entrenamiento y las precauciones de seguridad, estamos listos.
189 —Oye Stryder —grita Blake, llamando mi atención—. ¿Por qué no te vas
con tu chico Colby?
Stryder asiente y se acerca a nosotros, y aprovecho la oportunidad para
tirar de Stryder por el cuello para un abrazo lateral antes de apartarlo.
—Como en los viejos tiempos, ¿verdad? —Le doy un codazo en el hombro,
ganándome una pequeña sonrisa—. ¿Recuerdas nuestro primer salto?
—Ohhh, dímelo. —Rory se acurruca a mi lado, inclinándose.
Stryder se pasa la mano por el cabello, una pequeña sonrisa en sus labios,
recordándome el hombre que he perdido.
—Estábamos cagados de miedo. —Se nivela con Rory, recordando cómo
casi orinamos nuestros trajes de salto antes de salir del avión—. Ambos
queríamos estar en las Alas Azules porque era muy rudo y sólo la élite de la
academia fue aceptada. Así que nos lanzamos a la pared, no mostramos miedo,
nos atamos el cuerpo y saltamos. —Mirando al cielo, recuerdo el sentimiento que
me atravesó en ese momento y me pregunto si él está pensando lo mismo. Se
siente como hace años, cuando éramos sólo niños—. Nunca he estado tan
cautivado y asustado al mismo tiempo. Para mí, fue ese momento el que confirmó
que volar en el cielo era lo que quería. —Mierda.
Aclarando su garganta, Stryder continúa:
—Cuando aterrizamos, nos reunimos, montamos un espectáculo para los
chicos que nos rodeaban y luego fuimos al vestuario donde nosotros, no es
broma… —Ambos nos reímos, sabiendo lo que va a decir a continuación—: Nos
abrazamos el uno al otro como una vieja pareja casada y nos aferramos a
nuestros malditos monos, incapaces de comprender lo que acabábamos de
hacer.
—¿Se aferraron el uno al otro? —Rory se ríe mientras ambos asentimos
con la cabeza.
—Nos abrazamos durante un buen par de minutos, agradeciendo al buen
Dios de arriba que estuviéramos vivos.
—¿Minutos?
Stryder asiente.
—Oh sí, no hay que avergonzarse de ese abrazo de hermano. —Y así como
así, alcanzo a ver a mi mejor amigo otra vez, y pienso por un segundo, tal vez,
sólo tal vez, él estará bien. Que superará esto.
—¿Y nadie entró y los sorprendió abrazándose?
Guiñando el ojo, Stryder camina hacia atrás delante de nosotros.
—Nunca dijimos eso.
190
E
sto es una locura.
Estoy loca.
Estoy a punto de saltar de un avión y, sin embargo, los
191 nervios que pensé que sentiría cuando despegáramos o cuando
abrieron la puerta y nada me separaba del avión y del aire libre, no se veían por
ninguna parte.
En cambio, me siento en paz.
¿Cómo no podría hacerlo con Colby atado a mi espalda, con sus brazos
envueltos en mí, su voz susurrando en mi oído, tranquilizándome?
—Estamos arriba —dice Colby en mi oído. Avanzamos, justo al lado de
Stryder, que salta con nosotros, cámara en mano para tomar fotos.
El suelo debajo de nosotros está desparramado con tonos marrones,
dividido en formas geométricas. La civilización no tiene sentido desde la altura
en la que estamos, y parece que es un pequeño mundo que estamos a punto de
invadir.
Moviéndome hacia la apertura, mi pulso empieza a acelerarse ahora,
Stryder y Colby intercambian un apretón de manos secreto y luego se agarran al
costado del avión… justo antes de inclinarse y tirar sus cuerpos fuera del avión,
llevándome con ellos.
A pesar del viento que nos golpea, escucho a Colby y Stryder gritar su
emoción, pero no puedo concentrarme en nada más que la intensa euforia que
me consume.
Stryder y Colby han hablado de lo que es volar por el cielo: la libertad, la
claridad que obtienes y la paz.
Siento como si estuviera echando un vistazo a eso. Por una fracción de
segundo, estoy en sus zapatos y siento lo que ellos sienten.
A nuestro lado, Stryder hace unas cuantas volteretas, pareciendo que el
peso que ha estado llevando sobre sus hombros ha sido archivado mientras vive
el momento.
Con los brazos a los lados, Colby nos hace girar, pero no hace nada
demasiado brusco, no hay movimientos acrobáticos
Como Stryder. Me está dejando disfrutar de la experiencia.
Dejándome vivirla.
Sentirla.
Y no hay nada como esto: flotar por el cielo, con mi hombre atado a mí,
cuidándome, viviendo esta experiencia conmigo. No creo que pudiera haber
pedido una cita más perfecta. O un hombre más perfecto. Lo hizo porque sabía
que era uno de mis sueños.
El suelo se acerca, la vista es absolutamente impresionante con las
Montañas Rocosas al oeste, las llanuras al este y mi corazón centrado justo
debajo del de Colby, latiendo como uno solo.
Gritándome al oído, me dijo:
192 —Voy a tirar de la cuerda. Aguanta, Rory.
Y tan pronto como dejamos de caer, nos elevamos en el aire, el paracaídas
azul marino sobre nosotros atrapando nuestra caída y navegando pacíficamente
hasta el suelo.
A un lado, Stryder también suelta su paracaídas, enviándolo
momentáneamente por el aire sólo para deslizarse hacia abajo con nosotros.
Lo entiendo todo: las vistas, el sentimiento de Colby detrás de mí, el
conocimiento de que este hombre me ha dado mucho más de lo que esperaba a
través de su amor. Me ha dado experiencias que nunca habría tenido sin él. Me
está ayudando a vivir mi vida, la vida que he dejado en suspense durante tanto
tiempo.
Y por eso, siempre estaré agradecida.
196 Mi pierna rebota con impaciencia cuando miro por la ventana, deseando
que el tráfico del fin de semana se apiade de nosotros.
Vamos, el verde significa adelante, grito en mi cabeza deseando que la
teletransportación ya se hubiera inventado.
—Ya casi llegamos —dice Colby, su voz tratando de calmarme.
No hace nada.
Necesito asegurarme de que Bryan está bien.
—¿Estás bien?
Sacudo la cabeza.
—No. —Me quedo mirando la ventana—. Sólo necesito asegurarme de que
está bien. Necesito llegar a él.
—Lo sé. Lo estoy intentando, Rory. —Aprieta mi mano y maniobra
alrededor de los autos, tratando de ganar un poco más de velocidad, navegando
por la carretera, haciendo su mejor intento para llevarme a Bryan.
Todo lo que puedo pensar es en lo asustado que está Bryan, en cómo
probablemente se esconde en una esquina, golpeándose a sí mismo porque hay
demasiados estímulos sensoriales. Los espectadores, los que están juzgándolo y
la gente que no entiende por qué un hombre de treinta años estaría llorando y
golpeándose a sí mismo.
No mucha gente lo entiende.
No mucha gente está educada sobre el autismo.
No mucha gente tiene un corazón lo suficientemente amable como para
dejar de mirar, para dejar de hacer suposiciones, para mirar hacia otro lado.
Colby llega a la villa universitaria donde está la tienda Dugout, y antes de
que pueda aparcar el auto, salto y corro por las puertas y me encuentro con
estantes de camisetas y jerséis de las Rockies. Mirando más allá del mar de
púrpura, veo a mi madre en la parte de atrás con aspecto de estar afectada, el
gerente de la tienda parece preocupado y entonces lo escucho. Los suaves gritos
de Bryan me golpean como un semirremolque en el pecho.
Calmándome, sabiendo que no le gustan los movimientos bruscos, me
acerco con ligereza a pesar de mi necesidad de llegar a él lo más rápido posible.
Cuando finalmente lo veo, mi estómago se tambalea al ver su rostro
ensangrentado, la camisa manchada de rojo que cubre su pecho.
Oh, Bryan.
Cuando lo alcanzo, me agacho y me siento con las piernas cruzadas en el
suelo, poniendo suavemente mi mano en su rodilla y hablando en voz baja,
apenas por encima de un susurro.
—Bryan. Soy Rory...
197 Se necesitan veinte minutos para calmarlo, para que le ayudemos a que
su nariz deje de sangrar y para que se cambie a una camisa limpia que nos ha
dado el gerente de la tienda. Nos disculpamos profusamente y llevamos a Bryan
de vuelta al auto, una pelota de béisbol en la mano y una camisa nueva sobre
sus hombros. Mi madre y yo estamos agotadas.
Cuando mi madre cierra la puerta del auto, me giro hacia ella y le
pregunto:
—¿Dónde está papá?
—Lo llamaron por unas horas. —Presiona la mano en su frente, viéndose
absolutamente exhausta—. Gracias, cariño. No sé qué habría hecho sin ti. —
Girándose hacia Colby, que tiene su brazo envuelto alrededor de mi cintura,
sosteniéndome cerca de su cuerpo, dice—: Tampoco podríamos haberlo hecho
sin ti.
Y esa es la verdad.
Colby se sentó a mi lado, hablando cuidadosamente con Bryan. Al
principio, no quería que intentara ayudar, pero una vez que Bryan empezó a
responder a Colby, su voz profunda y su tono firme como el de mi padre, me
apoyé en Colby para que me ayudara.
—Por favor, no hay necesidad de agradecerme. Me alegro de poder estar
aquí para ti también. —Mirando el auto, pregunta—: ¿Se va a poner bien?
Mi madre asiente.
—Estará bien.
—¿Quieres que te acompañe a casa? —pregunto.
Sacude la cabeza y me da palmaditas en el brazo.
—Ve a casa, pasa tiempo con Colby. Este es su último descanso antes de
la graduación. Yo me encargo de esto.
—¿Estás segura, mamá?
Ella asiente y se inclina para darme un beso en la mejilla.
—Estoy segura. Gracias a ambos por su ayuda. Le da un abrazo a Colby,
y luego se sube a su auto, nos saluda con los dedos.
Y la vida continúa.
Porque eso es lo que pasa. No podemos sentarnos y vivir, no podemos
tomarnos un descanso de nuestra realidad o del mundo. Tenemos que seguir
avanzando y tenemos que seguir manteniendo la vida lo más normal posible a
pesar de lo impredecible de cada día.
En silencio, Colby y yo conducimos a mi apartamento, con las manos
unidas, la experiencia que acabamos de pasar juntos colgando sobre nosotros.
Y desearía estar hablando del paracaidismo. Desafortunadamente, ese es un
198 recuerdo lejano ahora, casi reemplazado por el colapso de Bryan.
Algunas personas pueden estar enojadas con su hermano por “arruinar”
un día especial, pero no yo.
Nunca podría estar enojada con él, al menos ya no, no desde que he
madurado. Sé que Bryan no puede evitarlo. Sé que cuando tiene una sobrecarga
sensorial sólo hay una forma de lidiar con ella. Puede que no sea convencional,
puede que sea la forma en que lo afrontamos, pero es su forma y me he adaptado
a ella. Sé que necesito estar ahí para él, para ayudarle a superarlo.
Es mi deber como su hermana.
Cuidar de él. Y cuidar de mamá. Esto es duro para ella y me alegro de
haber podido encontrar satisfacción aquí y no resentirme porque perdí mi
oportunidad de ir a Nueva York.
Cuando llegamos a mi apartamento, subimos las escaleras en silencio, nos
tumbamos en la cama y miramos el techo de escayola agrietado, con las manos
aún unidas.
Antes de que el silencio se asiente sobre nosotros, Colby se aclara la
garganta y dice:
—¿De eso hablabas en tus cartas?
—Sí.
—¿Y ocurre a menudo?
Manteniendo la mirada hacia el techo, digo:
—No muy a menudo, pero lo suficiente como para que sea difícil sacarlo
en público. Hay días en los que está completamente bien, pero siempre que
salimos, se siente como si estuviésemos en un aprieto, esperando que algo lo
despiste, algo que lo asuste. Y cuando no sucede, es un buen día, pero cuando
sucede, nos ocupamos de los asuntos e intentamos que se sienta cómodo.
—¿Y qué pasará cuando tus padres sean demasiado mayores para cuidar
de Bryan?
Lamo mis labios, el conocimiento de mi futuro viene al frente de mi mente.
—Entonces, me ocuparé de él. —No he hablado con mis padres sobre quién
cuidará de Bryan cuando, Dios no lo quiera, les pase algo. Conozco mi
responsabilidad y me pesa mucho. Pero es una que asumiré con gusto.
—¿Sola?
Asiento.
—Sí. Es mi hermano. Nunca lo dejaré.
Y así como así, la verdad nos golpea a los dos con fuerza en el pecho.
Tragando con fuerza, cambio de tema.
199 —Stryder me dijo que ustedes tienen sus órdenes.
—No hablemos de eso ahora mismo. —Se da la vuelta y me empuja hacia
su pecho, acurrucándose estrechamente.
—Sólo dime, Colby.
Se queda callado por un segundo y la anticipación de lo que va a decir está
a punto de matarme. Ahora ha visto la realidad de mi vida de primera mano. Hoy
estuvo aquí para amarme, para apoyarme, para caminar por la línea con Bryan.
Pero cuando se vaya, cuando se vaya y no esté en casa cada fin de semana,
volveré a estar donde empecé. Sola. El que no se quede está aplastando mi
corazón, que ya está muy frágil desde la última hora. No importa lo que diga
cuando abra la boca. En realidad, no. En cualquier caso, la escritura está en la
pared. Esto no funcionará entre nosotros. No puedo irme de aquí y él no puede
quedarse. Lo quiero conmigo todo el tiempo, no en arrebatos de momentos
preciosos. Y nunca lo conseguiré.
—Oklahoma. Me voy después de la graduación.
Aprieto los ojos, mi corazón se rompe lentamente por la mitad,
rompiéndose pieza por pieza en mi pecho. Me quedan unas semanas con Colby
antes de que tenga que irse. ¿Y luego qué?
¿Qué pasa después de eso?
200
—¿Q ué te pasa hoy? —pregunta el abuelo, anotando otros
treinta puntos en el Scrabble, mientras que yo no puedo
anotar más de diez.
204
—P
anqueques —anuncia Ryan cuando entra por la puerta de
mi apartamento, bolsa en mano.
Ruedo hacia mi costado, bloqueándola y me meto
205 aún más bajo mis cobijas. Cuando le dije que no quería compañía, lo dije en
serio. No estoy de humor para hablar. Quiero revolcarme.
—No tengo hambre —gruño.
—Qué lástima. Tengo panqueques extra esponjosos para ti y no los comeré
por mi cuenta. —Se deja caer a mi lado en la cama y me pone la bolsa delante
de mi rostro—. Vamos, Rory, siéntate y háblame.
Suspirando, coloco mi almohada contra la cabecera, ajusto las mantas y
me siento justo cuando Ryan pone una caja humeante en mi regazo.
—Come y empieza a hablar.
Pasamos el siguiente minuto aderezando nuestros panqueques con
mantequilla y jarabe. Podría haber dicho que no tenía hambre, pero con su
delicioso olor delante de mis narices, creo que puedo hacer una excepción.
—Así queee... —Ryan me presiona, no deja pasar esto.
Me meto un enorme mordisco de panqueques en la boca y los mastico
antes de responderle.
—Es Colby.
—Me lo imaginaba. Entonces, ¿cuál es el problema? Ustedes son perfectos
juntos, en realidad me enferma.
Doy otro gran mordisco, ahogando mis penas en la mullida bondad.
—No va a funcionar.
—¿Por qué dices eso?
—Porque pronto se va a ir a la escuela de vuelo... en Oklahoma.
—¿Y qué? —responde Ryan despreocupadamente, como si no fuera gran
cosa—. Ve con él. No te ofendas, amor, pero no es como si tuvieras un trabajo
que no puedes hacer en ningún sitio.
¿No he pensado ya en eso?
Sería el sueño, seguirlo hasta Oklahoma. Para tal vez encontrar más clases
para enseñar que se centren en el ballet. Tal vez abrir mi propio negocio de
masajes desde mi casa. Pasar las noches ayudando a Colby a estudiar,
enseñándole a cocinar más, pasar incontables horas en la cama hablando, sólo
nosotros dos, cuando no estaba entrenando.
Lo he pensado muchas veces.
Pero no puedo.
Con el aliento pesado y el corazón destrozado, digo:
—No puedo.
—¿Por qué no?
Toc, toc.
El golpeteo de sus nudillos contra la puerta de mi apartamento suena a
través del espeluznante silencio en el que he estado sentada durante la última
hora.
No sé si puedo hacer esto, si puedo pasar esta conversación sin perderla
completamente. Pasé buena parte de mi noche anoche llorando, llorando la
pérdida de mi relación, de tener que despedirme del hombre con el que pensé
que pasaría el resto de mi vida.
Como si estuviera barajando el corredor de la muerte, me dirijo a la puerta
principal y la abro para Colby. Respirando profundamente y tratando de ocultar
la pena en mi cara, abro la puerta. Parado del otro lado, Colby sostiene una sola
flor como en nuestra primera cita y lleva su uniforme. Su alta y ancha figura
llena sus ABU del desierto, la gorra en su cabeza hace que sus ojos parezcan
aún más oscuros de lo que son en realidad.
No hay manera de que pueda superar esto.
Quitándose la gorra, me toma en sus brazos y me da un beso en los labios,
cerrando la puerta tras él con una patada.
—Te he echado de menos —susurra y sus labios respiran como los míos.
Mi garganta se cierra sobre mí, así que en vez de intentar hablar, entierro
mi cabeza en su pecho y respiro su olor, guardándolo en mi memoria. Envuelvo
mis brazos alrededor de su cintura, imprimiendo en mi cerebro la forma en que
su cuerpo se siente contra el mío durante las muchas noches que estaré sola,
tratando de recordar cómo se sintió nuestro amor. Esto es lo que quiero recordar.
Esto es lo que odio dejar ir.
Besando la parte superior de mi cabeza, dice:
—¿Podemos hablar de algo?
Asiento, sin separarme de él mientras caminamos hacia mi pequeño
asiento del amor. Poniendo su gorra en la mesa de café, toma mis dos manos en
las suyas y se las lleva a sus suaves labios.
—Vi al abuelo el fin de semana pasado.
—Ah, ¿sí? —chillo, sin sonar normal en absoluto—. ¿Cómo está?
—Bien. Me pateó el trasero en el Scrabble. —Tragando fuerte, me mira a
los ojos y dice—: En realidad fui a pedirle consejo.
208 —¿Consejo? ¿Sobre qué?
—Sobre ti. —Acercándose un poco más, Colby se inclina y acaricia mi
mejilla—. Cuando te conocí, supe que ibas a alterar mi vida y en ese momento,
estaba asustado. Temía cómo cambiarías mis sueños, mis pasiones, pero sabía
que era inevitable. Podía sentirlo y me aterrorizaba. Y sabes que por eso te
mantuve a distancia.
—Yo era la distracción que no querías.
Se estremece ante mis palabras.
—Desafortunadamente, sí. En ese momento, no era consciente de que los
sueños podían cambiar, que se alteraban de una manera que nunca podrías
imaginar.
—¿Qué estás diciendo, Colby? —Mi corazón está en mi garganta, a punto
de caer en la boca del estómago.
—Me cambiaste de la mejor manera posible. Entraste en mi vida, me
cogiste de la mano, me volviste a juntar pieza por pieza. Me diste tu corazón y
me diste una familia. Me has demostrado que puedo ser amado, que soy más
que un número en el ejército, que tengo un corazón, un alma, una pasión por
algo más que los aviones. Me has dado tanto, Rory y por eso quiero darte todo.
Oh Dios, ¿va a proponerme matrimonio? Por favor, no dejes que me lo
proponga. No podía soportar decepcionarlo, diciéndole que no cuando mi
corazón gritaba sí.
Levantándome abruptamente del sofá, me paso una mano por mi cabello
y suelto lo único que se me ocurre para evitar que dijera algo que me destruyera
completamente.
—Ya no puedo hacer esto.
El aire a nuestro alrededor se calma mientras las cejas de Colby se
fruncen, sus ojos se dirigen hacia mí.
—¿Qué?
Mi aliento es corto, mis piernas se sienten entumecidas y mi estómago está
rodando, la verdad me golpea más fuerte de lo que esperaba. ¿Qué estoy
haciendo?
—Nosotros... No puedo hacerlo más.
Cuando esperaba que se pusiera furioso, que se quedara de pie con la ira
sin explotar que lo invadía, sigue sentado, con la frente fruncida, con la
confusión escrita en todo su rostro.
—¿No puedes hacerlo más? ¿Por qué no?
¿Por qué está tan tranquilo? Lo está haciendo mucho más difícil. Casi
209 preferiría que me gritara, que me hiciera daño, que me facilitara la despedida.
Pero se queda tranquilo, el único disgusto que puedo ver está en su frente y en
el apretar de su mandíbula.
Respirando profundamente, con la barbilla levantada, le digo:
—Vas a Oklahoma, Colby y te convertirás en piloto. ¿Quién sabe dónde
vas a estar destinado después de eso? Tu futuro está en el aire, literal y
figuradamente.
Sacude la cabeza y también se pone de pie, acercándose.
—De eso es de lo que le hablé a mi abuelo. Le pregunté, si le daban la
opción, si renunciaría a su sueño de estar con mi abuela y dijo que sí, sin
ninguna duda. —Extiende su mano hacia mí y acuna la mejilla una vez más—.
Los sueños cambian, Rory. Tú eres ese cambio.
Sacudo la cabeza.
—No.
Asiente.
—Tú eres mi futuro, Rory. Lo que hay entre nosotros es real y no aparece
muy a menudo. Quiero estar aquí para ti. Quiero cuidar de ti y quiero cuidar de
Bryan. —Haciendo una pausa, respira profundamente y dice—; Estoy aplazando
la escuela de vuelo y pidiendo ser destinado a Peterson para poder estar contigo,
para poder ayudarte a ti y a tu familia.
Estoy bastante segura de que un pedacito de mí se rompe por dentro, como
si una parte de mi corazón se hubiera astillado y hubiera ido en espiral hacia mi
estómago, donde se está revolviendo, creciendo, convirtiéndose en una bola
gigante esperanzadora de anhelo.
—¿Qué? —pregunto con incredulidad, no estoy segura de entender lo que
dice—. ¿No vas a ir a la escuela de vuelo?
Sacude la cabeza.
—Voy a aplazar y tomar otro puesto en la Fuerza Aérea. Tal vez operaciones
de vuelo.
Sacudo la cabeza, alejándome de él, incapaz de comprender la enormidad
de lo que me ofrece.
—No puedes hacer eso, Colby.
—Sí que puedo.
—Quiero decir, no puedes renunciar a tu sueño. —Empiezo a pasear por
el apartamento. Sé que Colby me está observando, sus ojos atentos y
concentrados.
—Ahora tú eres mi sueño.
219
Un año y medio después…
M
is pies se hunden en la hierba húmeda, el triste día de Colorado
una anormalidad en medio de los días normalmente soleados.
220 Pero hoy es diferente.
Mantengo los ojos clavados en el suelo, incapaz de ver el mar negro que
me rodea o el traje azul listo para saludar.
Alguien habla, pero las palabras flotan a mi lado, nunca conectan
realmente cuando pienso en la llamada telefónica que recibí hace cinco días...
—¿Es usted Colby Brooks?
—Sí —dije sin aliento por tratar de encontrar mi teléfono en mi casillero.
—Soy Janice, de la residencia de ancianos Mountain View. Tengo malas
noticias. Tu abuelo falleció anoche mientras dormía.
No escuché nada más mientras me hundía en el suelo del vestuario del
escuadrón, el teléfono se deslizó de mi mano, mi cuerpo se volvió completamente
entumecido. No puede haberse ido. Es la única persona que me queda. No puede
haberse ido.
Y cualquier sentimiento aún no ha vuelto a mí.
Parados a ambos lados, los muchachos de mi escuadrón: Bent, Colt y
Rowdy ofrecen su apoyo. Sin decir una palabra, pero estando ahí para mí, como
si estuviéramos ahí para el otro en el cielo, cuidando el uno del otro, cubriendo
los seis del otro.
Bent, mi mejor amigo en el escuadrón, el tipo que me ha tomado bajo su
ala y me ha enseñado todo lo que sabe, me aprieta el hombro cuando la guardia
de honor comienza a doblar la bandera que estaba envuelta en el ataúd de mi
abuelo.
Sin moverme, siento que una parte de mi vida me es arrebatada con cada
pliegue. Un hombre en el que confié para el apoyo moral y el amor, me fue
arrebatado, robado de mi vida, al igual que todas las demás cosas que he
apreciado.
Mi padre.
Mi avión.
Rory.
El abuelo.
Todo arrancado de mis manos, dejándome amargado y vacío.
No vivo una vida. Mi vida está volando. Mi vida gira en torno a mi F-22 y
el control de la poderosa máquina, comiéndose la sensación de que los controles
son empujados y tirados por mis antebrazos cansados y desgastados.
El sonido de la grava bajo los zapatos pulidos suena como un hombre de
uniforme que no sé camina hacia mí, sosteniendo una bandera doblada en forma
de triángulo. Cuando llega a mí, me da la bandera, luego me saluda con sus
manos de guante blanco y finalmente gira una moneda de diez centavos
221 marchando mientras las armas disparan.
Uno.
Dos.
Tres.
Tres disparos al unísono al aire, todos golpeándome directamente en el
corazón, resonando e impactando con cada explosión.
Y a lo lejos, el sonido de zapatos llena el aire huraño, electrificando la
atmósfera con el duelo no expresado.
Buscando lo que parece ser la primera vez, escaneo a la multitud que está
de pie frente a mí. Abrigos y vestidos negros, trajes azules entremezclados y una
silenciosa apreciación de mi abuelo, un hombre que no era perfecto, pero que
estaba muy cerca de mis ojos.
Escaneando los rostros, veo algunos de la residencia de ancianos. Janice
está de pie a la izquierda, con un pañuelo en la mano, secándose los ojos, una
anciana en silla de ruedas a su lado, con un pañuelo en el pecho. A la derecha,
veo a una vieja vecina de antes de que mi abuelo se mudara al asilo.
Al otro lado del camino, encuentro un par de ojos familiares que me miran
fijamente y mi estómago hace un giro.
Stryder.
Demonios, no he hablado con él desde la noche que nos emborrachamos
en la casa de la piscina. Desde la graduación. Desde que se fue al día siguiente,
dejándome una nota deseándome suerte con la escuela de vuelo y eso fue todo.
La única razón por la que supe que estaba vivo fue por Hardie y Joey, que me
llamaron ayer y hoy para ver cómo estaba, lamentando que no pudieran tener
tiempo libre para venir al funeral.
Pero ahora está aquí, con las manos cruzadas delante de él, con su traje
azul, con un aspecto elegante. Más viejo, más voluminoso de lo que recuerdo,
como si hubiera pasado el último año y medio en un gimnasio en lugar del bar
donde supuse que había estado. Es donde Hardie y Joey dijeron que pasaba el
tiempo cuando lo vieron después de la graduación.
Siempre borracho, siempre haciendo el ridículo.
Y odiaba no poder estar ahí para él. Necesitaba mi ayuda. Demonios,
necesitaba a alguien que lo guiara, pero por lo que parece, podría haber
encontrado una forma de salir de su espiral descendente.
El resto de la ceremonia pasa en un borrón y cuando termina, Bent se
inclina y dice:
—¿Quieres que te lleve a la recepción, volador?
Volador. La señal de llamada que me dieron una vez que me emparejaron
con un F-22, como Bent, Rowdy y Colt. Normalmente las señales de llamada se
222 dan después de un largo proceso, pero los chicos dijeron que la mía era la más
fácil de entender. Como siempre dijo el abuelo, nací para volar. Y al igual que el
abuelo, vieron lo mismo en mí; mi amor por estar en el aire me dio mi nombre.
Aclarando mi garganta, mi voz sonando débil, digo:
—Voy a ir a saludar a alguien muy rápido. Nos vemos en el auto.
Asienten y todos me dan palmaditas en la espalda antes de salir. Con la
bandera de mi abuelo en la mano, camino hacia Stryder que no se ha movido,
parado estoico, esperándome. Una parte de mí odia el hecho de que no pueda
caminar hacia mí. No pudo venir a mí para ofrecerme sus condolencias. Pero
supongo que ya no conozco al hombre que tengo delante. Cuando lo alcanzo,
espera un momento antes de abrazarme y de agarrarme por la espalda.
Y ese único gesto, la familiaridad de alguien de mi pasado, alguien que me
importaba, me pone de rodillas.
—Lo siento mucho, hombre —dice Stryder bruscamente—. Mierda, lo
siento.
En ese momento, su disculpa no sólo me parece singular por lo que le pasó
al abuelo, sino como un intento de salvar la brecha que ha habido entre nosotros.
Y por ese breve segundo, por primera vez en más de un año, siento...
Siento la pérdida de un amigo.
Siento la pérdida de un hermano.
Siento la pérdida de un gran hombre.
—Gracias —susurro, mis palabras se diluyen—. Gracias por venir hoy.
Alejándose, Stryder se ajusta el sombrero y dice:
—Él también fue mi héroe. Aunque obviamente eran muy unidos,
admiraba al abuelo e intentaba hacer lo correcto con él.
—¿Y lo has hecho? —pregunto, sin estar seguro de dónde está Stryder.
Asiente.
—Estoy seguro. Esperemos que esté orgulloso.
—Bien. —Mirando hacia los chicos que me esperan, digo—: Me dirijo a la
recepción donde me pasarán las medallas del abuelo para que las guarde. ¿Te
gustaría venir? Es en la funeraria.
Stryder pone la mano en su nuca, con una expresión de dolor.
—Mierda, ojalá pudiera, pero tengo que ir a trabajar. Apenas tengo este
tiempo libre.
—Lo entiendo. —Me muerdo el labio inferior—. Estoy en la ciudad por
TDY7. ¿Podríamos tomar un trago? ¿Ponernos al día?
223 Mirando detrás de mí, con sus ojos sin mantenerse en los míos, responde:
—Sí. Creo que deberíamos.
—Bien, te enviaré un mensaje de texto. ¿El mismo número?
—El mismo número. —Me abraza por última vez y se aleja, con los
hombros tensos.
Despidiéndome de algunas personas más, me dirijo al auto de alquiler de
Bent donde los tres tipos están apoyados contra la puerta, con los brazos
cruzados. Cuando me ven, se ponen de pie para prestar atención.
Bent es el primero en hablar.
—¿Compañero de clase de la academia?
Asiento.
—Era Stryder. —Saben lo de Stryder, que fue el que me acogió en los
descansos, mi mejor amigo y el único tipo que debería estar volando a mi lado,
pero no lo está.
Giran la cabeza para mirarlo y asienten.
—Parece que le va bien —dice Bent.
—Maldita sea, no entró en la escuela de vuelo —dice Rowdy.
Y Colt añade:
7 Siglas en inglés de Temporary Duty Travel, que en español significa Viaje temporal de trabajo.
—Demonios, parece que le va bien. Yo también lo estaría si tuviera a esa
chica sosteniéndome la mano.
¿Chica?
Girándome hacia donde se fue Stryder, lo veo entre el mar de negro,
sobresaliendo, su sombrero blanco como una flecha apuntando directamente a
él. A su lado, sosteniendo su mano, usando un vestido negro, su cabello rizado
y colgando libremente sobre sus hombros, es la única persona que parece que
no puedo expulsar de mi corazón, por mucho que lo intente.
Que.
Mierda.
Mis ojos se estrechan ante su conexión, sus manos apretadas... su
lenguaje corporal, tratando de leer lo que significa. Tal vez sean amigos.
Pero mientras trato de convencerme de esa lógica, Stryder la lleva de vuelta
a su pequeño VW azul claro y acaricia su mandíbula con protección, su cabeza
se mueve al tacto como si hubieran sido así de íntimos durante años.
Esto no puede estar bien. Debo estar jodidamente delirante. Es imposible
224 que Stryder y Rory estén juntos. Nunca me harían eso.
Él nunca me haría eso.
Mi jodido mejor amigo nunca me traicionaría así.
Y aun así, se inclina hacia adelante y observo, el aire húmedo que nos
rodea se calma, mi visión se hace un túnel mientras Stryder presiona
suavemente un beso en los labios de Rory.
Con los ojos cerrados, ella lo saborea.
Jodidamente... lo saborea.
¿Qué mierda? ¿Cómo pudieron hacer eso?
Puedo sentir mi vida en un espiral fuera de control, mi corazón
endureciéndose en piedra, volviéndose negro en un instante, cualquier última
esperanza de recuperar a Rory robada justo debajo de mí, dejándome
peligrosamente sin aliento.
¿Cuánto tiempo?
¿Cuánto tiempo ha estado sucediendo esto?
Por eso no me ha respondido.
Por esto es por lo que no me ha respondido.
Por eso nunca debí haber ido a esa maldita fiesta, porque incluso dos años
después, esa decisión todavía me persigue hasta hoy. Me ha comido vivo de
remordimiento.
—Suéltate, diviértete. —Esas fueron las palabras que salieron
directamente de la boca de Stryder.
Y cuando lo hice, al apartar la vista de mis objetivos, me vi empujado a un
mundo de dolor en el que nada bueno salía de él, excepto un breve momento con
una mujer tan desgarradora que apenas podía mantenerme en pie cuando
estaba con ella.
Lección jodidamente aprendida.
Mientras aparto los ojos de la escena delante de mí, recuerdo algo que el
abuelo me dijo cuando intentaba convencerme de que persiguiera a Rory, de que
me dejara sentir. “El lado positivo de enamorarse de alguien es que nunca se está
solo”.
Y aun así, aquí estoy, de cabeza por una mujer ahora está con mi antiguo
mejor amigo y me siento más solo que nunca. Estoy perdidamente enamorado de
una mujer que tiró a la basura mi corazón. Me prometió que siempre estaríamos
juntos. Sin embargo, cuando me echó de su apartamento ese día, realmente me
cerró la puerta, a nosotros, al futuro que estaba seguro que aún se haría
realidad. Pero por lo que parece... Ella había dicho la verdad. No valía la pena.
225 Nosotros no valíamos la pena. Pero no le llevó mucho tiempo encontrar a quien
valía la pena.
Puede que haya un lado positivo de enamorarse, pero seguro que hay un
lado negativo en el amor...
226
A
utora éxito de ventas de USA Today, esposa, madre adoptiva y
amante de la mantequilla de maní. Autora de comedias románticas
y romance contemporáneo, Meghan Quinn trae a los lectores la
combinación perfecta de corazón, humor y pasión en cada libro.
E
sta no es una historia sobre un triángulo
amoroso. No hay ningún triángulo involucrado.
Esta no es una historia sobre un embarazo
accidental. Aunque tener un bebé con ella... Lo
haría.
Esta no es una historia sobre mentiras y
engaños, aunque a veces me he mentido a mí
227 mismo.
No, esta es mi historia.
Una historia sobre el sacrificio.
Una historia sobre un hombre que se
enamoró de la chica equivocada.
Una historia que desearía no tener que
contar nunca.
Esta es una historia sobre el verdadero
significado del lado negativo del amor.
228