The Upside of Falling

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Moderación y traducción
ESTHERC

Corrección y Lectura Final


3 VIKCYRA

DIseño
TOLOLA
SINOPSIS 12 25
PRÓLOGO 13 26
1 14 27
2 15 28
4
3 16 29
4 17 30
5 18 31
6 19 32
7 20 33
8 21 SOBRE LA
9 22 AUTORA

10 23 SIGUIENTE
LIBRO
11 24
Oculto en la base de las Rocky Mountains vivía un chico pequeño con un
sueño singular: dejar este hogar roto y destrozado y convertirse en alguien.

Ese chico era yo, Colby Brooks. Excepto que ya no soy el mismo.
Mis sueños pueden seguir siendo los mismos, pero mi realidad no lo es.

5
Y aprendí hace mucho tiempo que la única manera de lograr mis sueños era
evitar las distracciones, a cualquier precio.

Una noche y mi vida


Pero todo lo que se necesitó fue una sola noche.
entera... cambió.
Una noche me hizo chocar de cabeza con la mayor distracción de mi vida:
Rory Oaks.

Rory lo cambió todo.

Rápidamente, mi mente unidireccional comenzó a desviarse.

Cada beso se desvanecía en sueños de una década.


Y con un solo incidente, me desvié del camino.
Diez años de edad…

—¿Y
qué es esto?

6 avión.
Estudio las alas, las marcas y el cuerpo del

—Hum... ¿es un U-2... uh, Lady Dragon?


Los labios del abuelo se fruncen y las arrugas cerca de sus ojos se
profundizan.
—Buen chico. ¿Y ves las características de planeador que tiene? —El
abuelo señala las largas y estrechas alas del avión negro—. Esto permite que la
aeronave vuele a altitudes inigualables con cargas sensoriales pesadas.
—Eso es genial. —Toco las largas alas negras del modelo de avión, que son
estrechas, delgadas y muy frágiles. Siempre que el abuelo me deja tocar sus
maquetas de aviones, soy muy cuidadoso, porque estar con el abuelo y hablar
de aviones es lo que más me gusta hacer.
—Y este de aquí, ¿qué es esto?
Hmm. Entrecerrando los ojos, mis labios se curvan a un lado, tomo el
avión gris con alas de punta roja y estabilizador vertical. He visto esto antes. Hay
algo diferente en él, pero no puedo recordarlo. No quiero decepcionar al abuelo,
así que tomo el modelo de avión en mi mano y le doy la vuelta, estudiándolo.
—¿Este es el avión que haces volar con un control remoto?
El abuelo asiente.
—Sí. ¿Recuerdas cómo se llama? —Arrugando mi nariz, sacudo la
cabeza—. Está bien. —La mano grande y venosa del abuelo me da palmaditas
en el hombro—. Es el blanco aéreo QF-4.
—Oh sí —digo, aunque no recuerdo el nombre. Me tomo el tiempo de decir
el nombre una y otra vez en mi cabeza. Cinco veces, eso debería bastar. Debería
recordarlo ahora.
—Estos son volados a control remoto desde la Base Aérea Tyndall, lo que
significa que el piloto no está en el avión.
—Vaya, eso también es genial. Algo así como la forma en que volamos
nuestros aviones de juguete con controles remotos.
—Más o menos, sí.
Volar con el abuelo es muy divertido. Papá me regaló mi primer modelo de
avión a control remoto la Navidad pasada. Dijo que con todas las
responsabilidades que he asumido desde que está enfermo, me lo he ganado. No
es tan elegante como los aviones del abuelo que llevamos al aeródromo con sus
amigos, pero es increíble.
Mi avión es un Eaglet 50. Me he pasado el último año construyéndolo. No
ha sido fácil, pero finalmente lo sacamos para volar el fin de semana pasado.
Papá me vigiló desde el auto, no se ha sentido muy bien, pero cuando volví a
casa, me dijo lo orgulloso que estaba de mí, no sólo por haber construido el avión
7 yo solo, sino también por los aterrizajes sin problemas. Tenía muchos baches,
pero impresioné a los amigos del abuelo en el aeródromo, lo que me hizo sentir
muy bien conmigo mismo.
—Sin embargo, no vas a querer volar un QF-4, ¿verdad? —El abuelo
despeina mi cabello—. Quieres estar en esa cabina, el control entre tus piernas
y atravesando las nubes con la tierra a miles de kilómetros debajo de ti.
—Quiero ser como tú, abuelo. Quiero ser un piloto de combate.
—Lo serás. Sigue estudiando y concéntrate en todo lo que te he dicho.
Asiento, justo cuando la voz de mamá baja por el pasillo. Suena triste y
preocupada cuando pregunta:
—¿Cuánto tiempo más?
—Una semana como mucho. —Conozco esa segunda voz, porque se ha
vuelto familiar en nuestra casa. El doctor Ted Branford. Nos visita a menudo. Lo
veo abrazar mucho a mamá y a veces le toma la mano. Una vez le pregunté al
abuelo y me dijo que el doctor Ted estaba consolando a mamá, pero más tarde,
cuando el abuelo pensó que estaba dormido, le gritó a mamá. No pude entender
lo que decía a través de la puerta de mi habitación, pero pude ver que no estaba
feliz. En vez de concentrarme en lo que decía, miré los aviones que colgaban del
techo, imaginando cómo sería volar uno algún día.
—¿Y luego qué? —dice mamá con la voz temblorosa.
—No te preocupes, Karen. Me aseguraré de que te cuiden.
El abuelo cierra de golpe la puerta de mi habitación con el pie. Viéndose
molesto, mastica por el lado de la mejilla y juega con sus aviones. La única vez
que veo al abuelo así de enojado es cuando habla con su hijo y le dice que se
mejore, o cuando el doctor Ted está cerca de mamá.
—¿Papá va a estar bien? —Las palabras salen de mi boca en un susurro.
Hace unos años, a papá le diagnosticaron un linfoma de células del manto1. Me
llevó mucho tiempo pronunciarlo correctamente. Mi abuelo me explicó que era
un tipo de cáncer y que no mejoraría. Aparentemente los doctores lo encontraron
cuando estaba en la cuarta etapa, pero aún no entendía lo que eso significaba.
El año pasado empezó a empeorar y tuve que empezar a ayudar a mamá con las
tareas domésticas.
Sacudiendo la cabeza y bajando la mirada, suspira el abuelo.
—No estoy seguro, niño. No estoy seguro. —Respirando profundamente,
me mira e inclina mi barbilla hacia arriba con su dedo—. ¿Qué tal este?
¿Recuerdas cómo se llama este avión?
Entrecierro los ojos hacia al abuelo y pongo las manos en mis caderas.
—Vamos, abuelo. ¿Tienes que preguntar? —Tomando el avión
cuidadosamente en mis manos, digo—: Este es mi favorito de todos los aviones.
El F-22 Raptor. Un día, voy a volar uno de estos.
8 Una sonrisa apenas llega a los ojos del abuelo mientras me abraza y me
susurra:
—¿Tú crees?
Asiento.
—Lo sé.

1Es uno de varios subtipos de linfoma no Hodgkin de células B. El linfoma de células del manto generalmente comienza
con el agrandamiento de los ganglios linfáticos; puede extenderse hacia otros tejidos como la médula ósea y el hígado.
D
oblarlo, hacerlo al ras.
Quitar las arrugas.
Quitar todas las arrugas.
9 Doblar.
Quitar las arrugas.
Y doblar.
—Amigo, ¿qué estás haciendo? —Stryder entra en la casa de la piscina,
con una manzana en la mano, con la ropa de civil puesta y una mirada molesta
en su rostro.
—Doblando la ropa. —Estudio la camisa doblada y luego la meto en mi
elegante cómoda de caoba, la misma que he usado los últimos tres años durante
los descansos de las clases de la Academia de la Fuerza Aérea.
Al caer en mi cama, Stryder levanta la cabeza con la mano y muerde la
manzana.
—Llevamos una hora fuera de la Academia y aún no te has cambiado de
ropa y estás doblando tu ropa de civil como si alguien fuera a inspeccionarla. —
Tirando una de mis camisetas dobladas, dice—: Vive un poco, hombre. Mételas
en los cajones.
Sin prestarle atención a la conferencia de Stryder, tomo la camiseta
desechada y empiezo a doblarla de la misma manera que doblaría mis camisetas
de manga larga. No estoy de humor para enrollarlas como mis camisetas de
manga corta.
—Ya sabes cómo soy cuando llego aquí. Me gusta ubicarme. —Necesito
organizarme para sentirme en paz.
—Y te lleva una eternidad —se queja Stryder—. Es nuestro cuarto año,
nuestro último descanso de Acción de Gracias, sólo tenemos dos descansos más
después de esto antes de graduarnos, así que dejemos la vida militar por un
segundo y respiremos. —Al arrojarme una almohada, me distrae de mi ropa—.
Respira hondo, hombre.
Desde nuestro primer día, cuando empezamos el entrenamiento básico,
Stryder ha estado a mi lado. Gravitamos el uno al lado del otro, con los ojos muy
abiertos y nerviosos esa fatídica primera noche. Vimos cómo nos cortaban el
cabello a milímetros del cuero cabelludo. Nos pusimos en fila juntos, sin decir
una palabra durante las vacunaciones y cuando estábamos hambrientos,
exhaustos y listos para desmoronarnos, estuvimos al lado del otro dándonos
ánimo.
Tres años más tarde, seguimos juntos, todavía regañándonos como una
vieja pareja casada, todavía presionándonos para ser lo mejor que podamos y
ambos compitiendo por un lugar en el entrenamiento de los pilotos.
Stryder proviene de una larga línea de pilotos, desde su abuelo a su padre,
pasando por sus tíos y sus hermanos. Lo llevan en la sangre. No se trataba de
qué sería Stryder cuando creciera, sino de cómo llegaría allí.
10 Yo, por otro lado, había escuchado historia tras historia de mi abuelo
hablando de su breve momento en la Fuerza Aérea, donde voló hasta que fue
castigado por razones médicas, un momento oscuro de su vida.
Parece que es una tradición de la familia Brooks tener muchos “momentos
oscuros” en la vida.
Uno de esos momentos oscuros es por lo que no he vuelto a casa a ver a
mi madre desde que me fui a la academia. Aún recuerdo la sorpresa en su voz
cuando le dije que me quedaría con Stryder en lugar de volver a casa. Después
de la tercera llamada diciendo que no iba a volver, se rindió.
Afortunadamente a los padres de Stryder no les importa patrocinarme y
dado que puedo estar con mi amigo y vivir en su lujosa casa de la piscina
mientras estoy de vacaciones, es una situación en la que todos ganan.
—Sabes que no funciona así para mí. —Agarro otra camisa y empiezo a
doblarla, aunque estaba perfectamente doblada cuando la empaqué.
El crujido de la manzana de Stryder hace eco en la pequeña casa.
—¿Cuánto tiempo va a durar esto?
—¿Por qué?
—Hay una fiesta en Woodland Park en la casa de un amigo de la
preparatoria. Sus padres se han ido para Acción de Gracias y le han dejado la
casa de la montaña. Se va a poner muy bueno, hombre.
—No.
—Colby, vamos, carajo. Hardie y Joey van a estar allí. —Joey; alías
Josephine y Hardie completan nuestro pequeño cuarteto. Crecimos en diferentes
partes de Colorado Springs, extrañamente nunca nos conocimos hasta que
fuimos aceptados en la Academia de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos;
USAFA.
—¿Joey va a ir? —Stryder asiente, sorprendiéndome. Entre nosotros
cuatro, Joey y yo somos los más parecidos en cuanto a nuestros hábitos de
estudio, nuestras mentes se fijan en una sola cosa: volar un avión. Cuando todos
los demás salen los fines de semana a ver una película, estamos en nuestros
dormitorios, estudiando. Practicando. Perfeccionando.
—Vamos, sabes qué quieres ir. —Realmente no lo hago. Stryder intenta el
enfoque juguetón lanzándome los calcetines. Los aparto con una mano.
—Tengo que estudiar un poco. —Soy cortante, no estoy de humor para
andar con rodeos. De hecho, me gustaría que no tuviéramos este pequeño
descanso de Acción de Gracias. Desordena mi flujo.
Los descansos no significan nada para mí.
Los cadetes cuentan los días que faltan para salir del campus. Yo no lo
11 hago.
A diferencia de los otros cadetes, no tengo una familia cariñosa con la que
volver a casa. No tengo un dormitorio sagrado de la infancia en el que quiera
pasar el rato. Y estoy seguro de que no tengo un padre cariñoso con el que
compartir mis experiencias.
Los descansos sacan lo peor de mí, sacando a relucir sentimientos
reprimidos que he tratado de enterrar durante incontables años.
La graduación está a sólo unos pocos meses y traerá el alivio que he estado
buscando, el constante vamos, vamos, vamos, que necesito para mantener mi
mente lejos del pasado. Estoy mirando hacia adelante, manteniendo mi cabeza
en el juego y logrando el único objetivo que he tenido desde que puedo recordar.
Convertirme en piloto de guerra.
Nada se va a interponer en mi camino. Ni mi pasado, ni unas estúpidas
vacaciones sin sentido y estoy seguro de que no me distraerá una fiesta en las
montañas.
Stryder se sienta en la cama y tira el corazón de su manzana en el pequeño
cubo de basura de la esquina, con ira en su lanzamiento.
—Mentira. No tienes que estudiar nada que no hayas hecho ya.
—No voy a ir.
—¿Por qué? —Hay molestia en su tono, la frustración de los últimos tres
años acumulada por mi constante evasión de hacer algo “divertido”. Y no es por
la falta de intentos por parte de Stryder.
Guardando las últimas camisas, cerré el cajón de la cómoda y me quité la
chaqueta y la gorra, colgándolas en el armario. Siendo sincero con Stryder, digo:
—Estoy tan cerca, hombre. Estoy tan cerca de graduarme, de dar el
siguiente paso en mi vida. No puedo permitirme ninguna distracción. Ves los
descansos como un momento para soltarte y respirar, lo entiendo. Pero para mí,
son un obstáculo en el camino hacia la consecución de mis sueños. Sólo quiero
pasar los próximos cinco días y luego volver a las clases, volver a la rutina.
Siempre la rutina; es lo que me mantiene estable, evita que me resbale.
Levantando tres dedos, Stryder dice:
—Quedan tres descansos. Acción de Gracias, Navidad y vacaciones de
primavera. Tres, Colby. No tenemos ni idea de lo que va a pasar después de la
graduación, a dónde va a ir cualquiera de nosotros. Una vez que lancemos
nuestras gorras al aire mientras los Thunderbirds pasan sobre nosotros,
ardiendo a través del maldito cielo, nuestras vidas van a cambiar drásticamente.
Y no puedo jodidamente esperar.
Cada vez más serio, Stryder frota su nuca, tenso e irritado por una simple
petición de su mejor amigo. Por la tensión en su antebrazo y el pulso en su
12 mandíbula, tengo la sensación de que no me va a gustar lo que dirá a
continuación.
—Colby, eres mi chico, el único con el que sobreviví a esta vida militar, la
vida que no necesariamente quería pero que me vi obligado a tener. No estoy
seguro de cómo será mi vida después de la graduación y mierda, si no llego a la
escuela de vuelo, mi vida será mucho peor. Necesito este tiempo contigo. Estos
últimos meses pasarán volando y antes de que te des cuenta, tomaremos
caminos separados. No quiero sacar la tarjeta del imbécil, pero podría hacerlo.
—¿La tarjeta del imbécil? —Levanto una ceja en su dirección.
Sonríe y la inclinación de sus labios indica que la carta del imbécil
probablemente me hará cambiar de opinión.
—Te di un lugar para que te quedaras y no tuvieras que ir a casa y lidiar
con Ted el imbécil.
Sí, está sacando la tarjeta del imbécil y en un muy buen momento.
—Maldición —murmuro en voz baja.
—Sin mí, ¿quién sabe cuántas visitas habrías tenido que soportar? —se
ríe para sí mismo, sabiendo que me tiene acorralado—. Nunca te he pedido nada.
—Eso no es cierto.
—La tutoría no cuenta. —Me señala con el dedo—. Ese es tu deber militar,
ayudar a un compañero cadete. —Tirándome uno de mis calcetines, me dice—:
Vamos, Colby. Por una vez desde que te pusiste ese uniforme, diviértete un poco
conmigo aquí afuera.
—¿Y si no lo hago?
El pensamiento entra en su respuesta, su mirada hacia el techo. Sé el
momento en que piensa una buena respuesta, porque una sonrisa come-mierda
se extiende por su rostro. Cristo, esto va a ser mi perdición.
—Si no lo haces, le diré a mi padre que quieres escuchar otra vez sobre su
ABC de la excelencia en la Fuerza Aérea.
Oh, mierda.
Los estándares del Teniente Coronel Sheppard para estar en la Fuerza
Aérea son aburridos y también lo es el PowerPoint que lo acompaña. En el primer
descanso de Acción de Gracias que pasé con Stryder y su familia, el Teniente
Coronel Sheppard nos sentó la primera noche, levantó la pantalla del proyector
y realizó una presentación de PowerPoint de cincuenta y dos diapositivas sobre
la que nos preguntaron después. ¿Su razonamiento? Tratando de mantener
nuestras mentes agudas y bien informadas.
Prefiero saltar de un avión sin paracaídas que sentarme en otra de sus
presentaciones.
Sacudiendo la cabeza, me desabroché la camisa.
13 —Eres un imbécil.
Saltando de la cama, Stryder aplaude de forma desagradable.
—No te vas a arrepentir de esto. —Tomando mi mano en la suya, me da
un medio abrazo, golpeando mi espalda y luego hace movimientos hacia mi
ropa—. Sal de tu ropa del ejército, ponte algo decente y estate listo para las seis
de la noche. No te vas a arrepentir de esto.
¿Por qué tengo esta sensación de pesadez en mi interior que dice que lo
haré?
R
yan: ¿Estás en casa?
Rory: Acabo de llegar a casa del trabajo. ¿Vienes para
acá?
14 Ryan: ¡Sí y tengo ensaladas!
Rory: Oh sí, justo lo que quiero. <-- Eso es sarcasmo.
Ryan: Es una broma. Tengo panqueques. Nos vemos pronto.
Cayendo en mi cama tamaño king, la monstruosidad que ocupa casi la
mitad de mi estudio, me quito el soporte de la cola de caballo de mi cabello y lo
lanzo por la habitación a mi pequeño tocador. Mirando los techos agrietados de
mi pequeño apartamento, dejo escapar un largo y pesado aliento.
Qué día.
El gimnasio me deja seca cuando se trata de dar clases. Cuatro. Hoy he
dado cuatro. No me malinterpretes. Me encanta enseñar y me divierte mucho,
pero combinado con mis horas de medio tiempo en el estudio de masajes, estoy
agotada y lista para un pequeño descanso.
Afortunadamente mañana tengo libre. ¿Y adivina qué haré? Dormir. Sí...
¡dormir! Oh hombre, voy a dormir mucho.
La puerta de mi apartamento se abre y Ryan, mi mejor amiga, entra a toda
velocidad, su cabello es un desastre por el viento de fuera y sus mejillas son de
un rojo cereza por el frío aire de Colorado que baja de las montañas nevadas.
Patea la puerta detrás de ella, tira su cabello a un lado y salta a mi cama,
sosteniendo una bolsa de plástico delante de ella. Cruzando las piernas, deja
salir un poco de aire y dice:
—Derick nos dio tocino gratis.
—¿Coqueteaste con él para conseguir dicho tocino gratis? —Meto la mano
en la bolsa y saco los recipientes calientes.
Ryan y yo vivimos en Manitou Springs, un pequeño pueblo que se
encuentra en la base de las montañas en las afueras de Colorado Springs. Es
turístico, lindo durante el verano y alberga dos atracciones principales para la
zona: el ferrocarril Pikes Peak Cog que te lleva a Pikes Peak; una montaña de
4.200 metros y el Incline, un sendero de un kilómetro seiscientos que sube
directamente por la ladera de una montaña. Pura tortura, si te gusta ese tipo de
cosas... como a mí.
Vivir en Manitou tiene sus ventajas y desventajas. Una de las desventajas
es que la elección de los restaurantes es mínima, ya que la calle principal está
llena de una combinación ecléctica de tiendas de regalos y pequeños
restaurantes “Mamá y papá”. En el lado positivo, tenemos la Pancake House del
Tío Sam con los mejores panqueques del mundo y un gerente al que le gusta que
le coqueteen. Coquetea con Derick y seguro que te dan tocino gratis.
—Por supuesto que coqueteé con Derick. ¿Y adivina qué me dijo mientras
coqueteaba?

15 —¿Que la próxima vez que entremos, podamos conseguir galletas gratis?


—Abro una de las cajas de comida para llevar reciclables y cierro los ojos
mientras una ola de bondad de panqueques y mantequilla me golpea justo en la
nariz. No es muy frecuente que me permita comer panqueques.
Bueno, tal vez una vez a la semana. Pero el resto de la semana como como
un conejo. Así que la noche de los panqueques es muy apreciada.
—No hay galletas gratis, pero puedo pedirlas la próxima vez. —Ryan me
da tres paquetes de jarabe y empieza a abrir el suyo, rociando los deliciosos
panqueques de suero de leche en su caja—. ¿Recuerdas a Tom de la
preparatoria?
Boca llena de panqueques celestiales, recuerdo los últimos tres años de la
preparatoria.
—Tom, uh, ¿tiene un apellido?
—No puedo recordarlo, pero es el Tom con la casa de troncos.
—Oh, Tom el rico con la casa de troncos.
Ryan me apunta con su tenedor cubierto de jarabe.
—Sí, Tom el rico. Esta noche, va a hacer una fiesta en su casa de troncos
en Woodland Park.
Uh-oh, creo que sé a dónde va esto.
—Uh-huh. —Le doy una mirada aguda. Ryan sabe que mañana es mi día
libre, y sabe cuánto aprecio mi día libre porque no tengo muchos. Sabe que mis
días libres suelen consistir en estar en la cama viendo películas en mi iPad e
ignorando el mundo, bueno... la mayor parte del mundo. Hay una llamada
telefónica que siempre atenderé, un fuego que siempre apagaré y una persona
por la que dejaré todo.
Tímidamente, Ryan me mira a través de sus pestañas y se muerde el labio
inferior. ¿Está... tratando de coquetear conmigo? Conozco esa mirada. Buena
suerte, hermana. No va a funcionar conmigo.
—¿Quieres ir?
—No. —No me tomo ni un segundo para responderle. La respuesta es
automática. Ir a una fiesta no tiene ningún atractivo para mí en este momento.
Porque escucha, esto es lo que tiene que pasar si decido asistir a esta fiesta.
Acabo de terminar de dar una clase de entrenamiento, lo que significa que el
enjuague que me di en el gimnasio no va a ser suficiente. Voy a tener que
ducharme y fregar todo, porque si soy algo, soy minuciosa. Y como es una fiesta
con exalumnos de secundaria, voy a tener que lucir bien, ya sabes; guardando
las apariencias y todo, lo que requiere una dosis completa de maquillaje y cabello
rizado. Y para colmo, voy a tener que buscar entre mi ropa algo bonito para
ponerme y algo bonito no siempre es cómodo. Y hombre, quiero estar cómoda
ahora mismo.

16 —Ni siquiera pensaste en ello.


—No tengo que hacerlo. Sabes que mañana es mi día libre, no quiero
pasarlo con resaca.
—No tienes que beber.
Le doy una mirada de sé realista. Incluso con un trago me siento fatal al
día siguiente. Creo que es por toda la comida de conejo que como.
—Sabes que, si estoy allí, voy a tomar al menos un trago para disminuir
la molestia de todos los demás borrachos a mi alrededor.
—Eso es verdad. —Se muerde un lado de la mejilla—. Apuesto a que va a
haber un montón de chicos guapos. Derick dijo que Stryder Sheppard podría
estar allí.
—¿Quién es Stryder Sheppard?
Las cejas de Ryan se elevan hasta la línea de su cabello, con tortitas a la
mitad de su boca.
—Rory, sabes quién es Stryder Sheppard.
—Sabes que, si lo hiciera, probablemente no te lo habría preguntado. —
Me meto un montón de panqueques en la boca.
Poniendo los ojos en blanco, Ryan dice:
—Es el chico que Dani Barton llevó al baile de graduación. Fue al instituto
Coronado. El chico súper sexy que terminó yendo a la Academia de la Fuerza
Aérea.
Ohhhhh...
—Ves, lo recuerdas. —Ryan sacude triunfalmente su tenedor en el aire.
—Era el que parecía un modelo y tenía esos ojos azules realmente
increíbles, ¿verdad?
—Sí. Los azules cristalinos que hablaban de esas cosas muy traviesas cada
vez que hacía contacto visual contigo.
Oh sí, recuerdo a Stryder Sheppard en el baile de graduación. Era el único
chico en el salón de baile que rellenaba su esmoquin impecablemente. Hombros
anchos, bíceps llenos y piernas fuertes. En aquel entonces parecía una máquina
lista para honrar y proteger, sólo puedo imaginar lo que unos años en la Fuerza
Aérea podrían haberle hecho.
—Y sabes qué, apuesto a que no viene solo. —Ryan mueve las cejas de
arriba a abajo de forma traviesa—. Apuesto a que tiene con él a algunos amigos
de la Fuerza Aérea.
—Hmm... Me gustan los militares. Hay algo muy caliente en dar una parte
de su vida para servir y proteger.
—Esa es mi chica —me anima Ryan y mete más panqueques en su boca—
. Entonces, ¿estás dentro? Yo conduciré.
17 Tomando unos segundos para pensarlo, considero todos los pros y los
contras.
Contras: Conociendo a Ryan, vamos a estar fuera hasta la madrugada, así
que lo más probable es que me arrepienta de mi decisión mañana por la mañana
cuando no me sienta bien. También tendré que pasar por toda una rutina de
“preparación” para la que no estoy de humor.
Pros: Puede que conozca a alguien.
Llámame romántica, pero tengo veintiún años y ya he pasado mis días de
soltera. Ya lo superé. Quiero algo más, algo significativo y algo como lo que tienen
mis padres. Quiero amar a alguien, cuidar de alguien y si soy honesta, quiero
que alguien cuide de mí.
Creo que es algo que la gente a menudo es reacia a admitir.
Quiero un hombre.
Mi vida es complicada. He renunciado a mucho y por una vez, quiero
buscar algo que me haga feliz.
Una relación. Amor. Consuelo. Protección. Alguien con quien hablar por la
noche sobre mi día.
Alguien con quien compartir esta vida.
Y tal vez una fiesta en las montañas en la casa de troncos del rico Tom no
es el lugar para encontrar el amor, pero de nuevo, no me encuentro con nadie
que valga la pena en el gimnasio o en cualquier otro lugar al que vaya. También
podría darle una oportunidad a esta fiesta.
—Vas a tener que conducir, porque mi pequeño auto no sobrevivirá a esas
carreteras si nieva esta noche.
—¡Eeee! —Celebra Ryan—. Esto es tan emocionante. Gracias. Te juro que
te vas a divertir.
—Más vale que lo haga o estarás comprando panqueques por las próximas
semanas.
—Trato hecho. —Tomando un sorbo de su botella de agua, escanea mi
armario y pregunta—: ¿Qué vas a ponerte y me puedes prestar algo?
Figúrate. No esperaría menos de mi mejor amiga.
—Leggins y botas. La parte superior aún está por determinar en este
momento.
—¿No vas a usar un vestido? —Ryan sonríe.
Haciendo un gesto hacia la ventana, digo:
—Hace cinco grados fuera. Y hará dos o tres grados menos en las
montañas. No hay manera de que lleve un vestido. Voy a ir por todo el look de
linda conejita esquiadora bebiendo chocolate caliente en la sala.
18 Con los ojos abiertos y un asentimiento robótico, dice:
—Sí, eso será super caliente en realidad. Oh, ponte tu suéter de hombros
gris claro. Esa cosa es mortal.
Hum... tiene razón, es mortal. Muy bien podría usarlo.
—D
e ninguna manera, ¿lograste que viniera? —Hardie se
acerca a mí y me da una palmada en la espalda, Joey le
sigue de cerca.

19 Luciendo como un hijo de puta engreído, Stryder hincha su pecho y dice:


—Te dije que era un susurrador de Colby.
Sacudiendo su cabeza hacia mí, la incredulidad grabada en sus ojos, Joey
dice:
—No puedo creer que te haya convencido de venir.
—Parece que también te atrapó a ti —murmuro, observando la casa que
me rodea.
Es enorme. La gran entrada se abre a una cálida y acogedora sala de estar,
una chimenea empedrada con frente de roca que sube a la altura de la pared. A
la derecha hay una cocina de concepto abierto decorada en roble natural,
rebosante de fiesteros que tienen tazas rojas en sus manos. Las ventanas se
extienden por la parte trasera de la casa, una cubierta iluminada con linternas
y calentadores cuelga de la parte trasera y una fosa de fuego rodeada de sillas
Adirondack2 proporciona un lugar conveniente para sentarse y asar malvaviscos.
Vengo de una educación muy humilde y esta casa no se parece a nada que
haya visto antes. Hasta ahora, la casa más bonita en la que había estado era la
de Stryder, pero Tom le ha ganado. A lo grande.
Pinchándome un costado, Joey dice:
—Tienes que vivir en algún momento, Colby. Me alegro de que hayas
decidido salir.

2La silla Adirondack es una tumbona para exteriores con amplios reposabrazos y un respaldo alto con listones y un
asiento más alto en la parte delantera que en la parte posterior. Lleva el nombre de las montañas Adirondack.
Meto las manos en mis bolsillos y echo un vistazo, tratando de ver si
reconozco a alguien. Hardie y Joey fueron al mismo instituto, así que son amigos
desde hace tiempo. Stryder fue a Coronado, mientras que yo, por desgracia, fui
a William J. Palmer. No estoy seguro de que muchos chicos de William J. estén
aquí. Sintiéndome un poco fuera de lugar, sigo a todos a la cocina donde
conseguimos bebidas.
Por una fracción de segundo, considero agarrar agua, pero lo pienso mejor
no queriendo estar al otro lado de las costillas de mis amigos, en lugar de eso
voy por un vaso de cerveza directamente del barril.
Hardie y Joey se separan, se encuentran con alguien del instituto,
dejándome a solas con Stryder. Me gusta así, cuanta menos gente mejor. Aunque
Hardie y Joey son mis buenos amigos, puedo sentir sus ojos vigilantes sobre mí
y es jodidamente molesto.
—No está mal, ¿eh? —dice Stryder, tomando un sorbo de su cerveza a mi
lado—. Este lugar es una locura. Me pregunto cuántos dormitorios tiene.
Sobre la gran habitación, hay un pasillo que conecta ambos lados de la
casa, que probablemente conduce a los dormitorios y baños.
20 —No estoy seguro, pero apuesto a que estarán llenos esta noche.
Stryder me da un codazo.
—¿Crees que estarás en uno de ellos?
—No. Sin distracciones. —Sorbo mi cerveza mientras Stryder se ríe.
—Jesús, amigo. Te vendría bien ocupar una de esas malditas habitaciones.
Vamos. —Asiente hacia el balcón—. Revisemos fuera.
La gran sala tiene una lujosa sección envuelta alrededor del espacio, un
otomán a juego en el centro, todo cubierto de gente. Algunas chicas están
sentadas en el regazo de los chicos, otras están atadas cerca de sus amigas y
otras son un poco tímidas, tratando de unirse a la conversación.
Ninguna me llama la atención.
No es que esté mirando.
Cuando llegamos al balcón, nos damos cuenta de que no sólo envuelve la
longitud de la casa, sino que también se extiende a lo que parece un lago
artificial. La cubierta debe ser tan grande como la gran sala, si no más grande,
y tiene no una, sino dos fogatas, una sección para una mesa de billar y una
espaciosa área de asientos al aire libre.
—Maldición, no es de extrañar que Tom decidiera hacer una fiesta. Este
lugar fue hecho para eso.
—¿Has visto a Tom? —pregunto, escaneando el área, los vítores brotan
alrededor de la mesa de billar.
—No, pero estoy seguro de que aparecerá en algún momento. Siempre lo
hace. —Stryder camina hacia el final de la cubierta y echa un vistazo al oscuro
desierto, la luna brillando en el agua del lago.
La temperatura tiene que ser de menos de tres grados, pero con los
calentadores que rodean la zona, ni siquiera parece que estemos fuera.
Sorprendentemente, lo que pensé que iba a ser una fiesta ruidosa con
música estridente es más relajado, más adulta de lo que esperaba.
Apoyado contra el balcón, veo mi entorno. Salidas a la izquierda y a la
derecha, salgo directamente a través de la casa hacia la puerta principal y si lo
peor se acerca, puedo saltar de la cubierta al lago.
Hay cuatro formas seguras de escapar.
Siempre hay que saber cómo salir, siempre hay que tener un plan de
acción y siempre hay que tener una salida. Es lo que nos enseñan. Es lo que
necesitamos saber. Es lo que conozco tan bien como la palma de mi mano. Nunca
estés desprevenido.
Respirando profundamente, bebo mi cerveza mientras Stryder me empuja
con su codo.
21 —Mira a las chicas que juegan al billar por ahí.
Miro la mesa de billar, que está rodeada de fiesteros que animan lo que
parece ser una batalla épica entre dos equipos. Una de ellos está conformado
por dos tipos que me resultan algo familiares. ¿Los conozco? Y el otro equipo
está formado por una rubia y una morena.
La rubia tiene su cabello despeinado hasta los hombros, como si hubiera
estado pasando sus manos por el toda la noche. Sus labios están pintados con
lápiz labial de color rosa brillante, resaltando el brillo de su tez. Ella es caliente,
muy caliente.
Pero no es ella la que me llama la atención.
Palo en mano, riéndose de algo que dijo uno de los chicos, la sonrisa de la
morena se extiende por su rostro labios llenos y naturales, un ligero brillo los
resalta. Su largo cabello marrón cae sobre sus hombros desnudos en ondas,
cubriéndola en una preciosa cascada de mechones sedosos. Su cuerpo, en forma
y pequeño con una ligera hinchazón en sus caderas, se reduce a piernas
tonificadas. Hay un aire de exuberancia que la rodea, un faro brillante en la
noche oscura. Su sonrisa, su risa... ilumina la noche, atrayendo la atención de
todos los que la rodean. No se puede negar su belleza o la forma en que atrapa
tan fácilmente a la gente. Pero no estoy seguro de que sea consciente.
No puedo quitarle los ojos de encima.
La rubia hace otro tiro y luego pide que la bola ocho se meta en la tronera
superior derecha. Con un rápido golpe, lanza la bola blanca justo en la ocho y la
hunde, terminando el juego. Los chicos con los que jugaban gimen, agarrando
sus cabezas, mientras la rubia y la morena se dan un rápido abrazo. Desde lejos,
puedo ver a la rubia susurrando en el cabello de la morena, sacando una sonrisa
de su amiga.
Palos en mano, dan palmaditas en la espalda a los perdedores y siguiendo
el ejemplo de la rubia, las chicas se dirigen hacia nosotros.
Mierda.
Bajando la mirada, miro mis botas, el pliegue de mis jeans besando la
punta de los elegantes zapatos que muy raramente uso.
Primero me llega un aroma dulce y floral y luego aparecen un par de botas
grises.
—Stryder Sheppard, ¿verdad?
Manteniendo mi cabeza apuntando hacia abajo, pero mirando hacia arriba
a través de mis pestañas, la rubia se apoya en su palo de billar y saca una cadera
a un lado.
—Sí. —Por el rabillo del ojo, puedo ver la sonrisa característica de Stryder
en la comisura de sus labios—. ¿Te conozco?
22 Sacando la mano, dice:
—Ryan Collier. Viniste a nuestro baile de graduación con Dani Barton, en
el último año.
—Ah, Dani. —Stryder asiente en reconocimiento—. Ella va a la escuela en
Idaho, ¿verdad?
—Creo que sí. Está estudiando administración de hoteles.
Stryder asiente en señal de acuerdo.
—Bien por ella. —Haciéndole un gesto a la morena, Stryder pregunta—:
¿Quién es tu amiga?
Me tomo ese minuto para levantar la mirada mientras la morena da un
paso adelante, entrando en mi línea de visión.
—Esta es Rory. Rory, recuerdas a Stryder, ¿verdad?
El ruido a nuestro alrededor parece tranquilo, el movimiento del lago se
ralentiza, y el aire se calma; mientras Rory habla, su voz despierta algo dentro
de mí.
—¿Cómo podría olvidar al infame Stryder Sheppard que dirigió a los
alumnos de último año en una épica interpretación de YMCA? Fuiste una
leyenda esa noche.
Riéndose entre dientes, Stryder dice:
—Esa es mi canción. Qué puedo decir, estaba sintiendo el ritmo.
—¿Quién es tu amigo? —pregunta Ryan, su voz es claramente diferente a
la de Rory.
Donde Ryan tiene una voz más gutural, la de Rory cae de su lengua dulce
y suave, como el agua fresca de un manantial que baja por la montaña. Le hace
algo a tu cuerpo... te hace sentir a gusto.
Levanto la mirada, con las manos agarrando la barandilla detrás de mí,
escucho a Stryder presentándome.
Hago contacto visual con Rory por primera vez.
—Este es Colby, mi mejor amigo y mano derecha.
Apenas registro sus palabras o la palmadita en mi espalda seguida de un
apretón en mi hombro, porque en ese momento; se siente como si el mundo
dejara de girar momentáneamente, el ruido se desvanece en el silencio a nuestro
alrededor.
Los hermosos y sensibles ojos verdes se conectan con mis oscuros y
melancólicos iris. Una inclinación de sus labios, un destello de sus dientes
blancos y rectos pasando por esos labios llenos y elegantes.

23 —Hola. —Es un simple saludo, de una sílaba, pero tiene tanto peso porque
esa pequeña palabra parece inclinar mi mundo entero.
Sabía que había una razón para quedarme en la casa de la piscina,
estudiando los mismos libros que he leído una y otra vez. Esa razón está justo
delante de mí, enviando mi corazón a una espiral chisporroteante de oh mierda.
L
o noté en el momento en que salió a la cubierta llena de gente.
Es casi imposible no hacerlo.
No porque sea alto, ancho y guapo como siempre, con sus
24 jeans ajustados y la Henley azul marino que se extiende sobre sus
gruesos brazos y su orgulloso pecho.
Sino porque a cada paso, llama la atención y no de manera ostentosa, o
como lo hace su amigo Stryder con sus magníficos ojos azul cristalino y su
personalidad extrovertida.
Colby es diferente. Está comandando con la fuerza de su paso, la rigidez
de sus anchos hombros, la misteriosa búsqueda de sus cautelosos ojos y la
fuerte fijación en su mandíbula tallada. Hay un aire en él que te absorbe en el
momento en que haces contacto visual, llevándote a un viaje estomacal y
cardiaco.
No hay duda de ello; es el hombre más atractivo que he conocido.
Sintiendo una pérdida de oxígeno, respiro profundamente y espero
atentamente a escuchar su voz, para ver si coincide con su vibración oscura y
secreta.
En un segundo, Colby mira entre Ryan y yo, un arco en sus cejas talladas,
enmarcando esos ojos misteriosos, el tipo de ojos que te ponen nerviosa e
intrigada a la vez.
—Encantado de conocerte —dice finalmente, su voz me cubre con su
timbre profundo, áspero y dentado.
Levantando su copa hasta sus finos labios, su gran mano envuelta en el
borde blanco, inclina el líquido ámbar hacia su boca. Fascinada, mi atención se
fija en su cuello, observo cómo traga, su manzana de Adán se balancea arriba y
abajo, los músculos de su cuello trabajan el líquido hacia abajo.
—¿Qué están haciendo ustedes dos? —pregunta Ryan, sacándome de mi
descarada mirada.
—Nada. —Stryder asiente hacia Ryan—. ¿Qué tenías en mente?
—¿Les gustaría jugar al billar con las campeonas?
Mirando la mesa de billar, Stryder casualmente le da un codazo a Colby.
—¿Qué piensas, hombre? ¿Deberíamos mostrarles a estas chicas cómo se
hace?
Manteniendo sus ojos en cualquier lugar menos en los míos, Colby inclina
su cabeza a un lado y se rasca la mandíbula, una ligera barba comienza a
aparecer, apenas raspando contra sus cortas uñas.
—Seguro.
Claro. Una palabra.
Una palabra de compromiso para unos minutos más de interacción con
este hombre tranquilo y reservado. Me hace sentir una gran emoción en la
columna vertebral.

25 Antes de venir aquí, cuando Ryan me abrazó después de la partida que


terminamos, me susurró al oído que tenía la vista puesta en Stryder y que el
chico melancólico era todo mío. No podría haberlo dicho mejor. No podría estar
más feliz por la afirmación que hizo Ryan.
No hay duda de que Stryder es alguien con quien podría verme. Es
emocionante y la vida de la fiesta. Rodearme de gente como Stryder ha sido la
meta de mi vida, nunca dar por sentado lo que tengo, y vivir mi vida al máximo.
Pero por alguna razón inexplicable, no puedo cambiar mi enfoque de Colby. Creo
que tiene que ser su expresión cautelosa, su mirada de “no te metas conmigo”
que me hace querer indagar hasta el último matiz de lo que le hizo ser el hombre
que es hoy.
—Genial. —Ryan me da su palo de billar—. Voy a ir a buscar unos tragos
antes de que empecemos. ¿Están bien, chicos?
—Me vendría bien más. —Stryder se aleja de la barandilla—. ¿Necesitas
otro?
Mirando casualmente a la copa que se le ha apretado entre los dedos y que
descansa en la barandilla de la cubierta, Colby sacude la cabeza.
—Estoy bien.
Stryder le da a Colby una palmadita en el hombro mientras se va con Ryan.
—Enyesa mi palo para mí, hombre.
Colby sacude silenciosamente su cabeza, con los ojos caídos. Toma otro
sorbo de su vaso e inmediatamente me siento un poco incómoda. Casi parece
que no quiere estar aquí, como si venir a esta fiesta fuera lo último que quería
hacer. Es evidente por sus respuestas cortas y su actitud desinteresada.
Lástima por él, soy genial en lo que respecta a lo incómodo.
Alejándose de la barandilla, camina hacia la mesa de billar, rozándome
mientras dice con esa voz profunda:
—¿Vienes?
Con los labios fruncidos y la mirada fija hacia el bosque, murmuro:
—Supongo que sí.
Girando sobre mi talón, sigo a Colby mirando su trasero, la forma en que
su trasero y sus muslos llenan sus jeans, alto y apretado, su cinturón marrón
ajustado contra sus pantalones que cuelgan. La Henley se envuelve alrededor de
sus amplios hombros en la espalda desde sus bien definidos omóplatos y el
dobladillo de la camisa se estrecha en su cintura, besando la cintura de sus
jeans. Sexy, atlético y muy en forma.
—¿Juegas al billar a menudo? —le pregunto, viéndole enyesar uno de los
palos de la piscina, la flexión de sus antebrazos ondulando las mangas de su
26 camisa.
—No.
Está bieeeen.
Esto va a ser más difícil de lo que pensaba. Presionando mi cadera contra
la mesa de billar, lo miro de arriba a abajo. Ya sé la respuesta, pero imagino que
puedo pedirle que inicie algún tipo de conversación.
—¿Estás estudiando en la Academia de la Fuerza Aérea con Stryder?
Manteniendo la mirada hacia abajo, evitando así cualquier contacto visual
conmigo, actúa como si me ahorrara una mirada, podría cegarle peligrosamente.
—Sí —responde. Alcanzando el lugar donde puso su vaso de cerveza, toma
un sorbo y luego se apoya contra la pared de la casa, mirando hacia el cielo,
ignorándome completamente.
Bueno, esto ha sido divertido. ¿Puedo tener otro espécimen con el que
hablar? Preferiblemente el mismo nivel de caliente, pero sin una pared de
ladrillos alrededor de él.
—¿Siempre eres tan conversador, Colby? No puedo imaginar todo el
trabajo que debes hacer en la academia si estás platicando así todo el tiempo
con Stryder. —El sarcasmo gotea de mis labios mientras tomo asiento en el borde
de la mesa de billar, apoyándome en las manos y balanceando las piernas,
tratando de obtener una reacción de su parte.
En cámara lenta, inclina su cabeza hacia abajo, me observa y sus ojos se
quedan en el balanceo de mis piernas cubiertas de leggins.
—¿Platicador? —pregunta, un ligero fruncimiento en la frente y un
pequeño tirón en la comisura de los labios, tan pequeño que si no hubiera
prestado atención podría haberlo pasado por alto.
Pero estaba prestando atención. Lo capté, ese pequeño tirón y el humor en
su pregunta. Es la señal que estaba esperando. No está completamente cerrado
para mí; sólo va a ser difícil de abrir.
Antes de que pueda responderle, Stryder se pasea con Ryan a su lado, con
grandes sonrisas en sus rostros. Bueno, al menos esos dos se están llevando
bien. Gracias a Dios que tengo una sana autoestima. Este nivel de rechazo podría
aplastar a una chica. Pero estoy decidida a averiguar quién es este enigmático
hombre. ¿Por qué es tan... reticente?
—¿Estamos listos? —Stryder mira la mesa—. Amigo, ¿ni siquiera has
acumulado? ¿Qué demonios has estado haciendo?
Con la pierna apoyada en la pared, Colby le lanza el palo de billar de
repuesto a Stryder y le dice:
—Enyesando.
—¿Hiciste la tiza de antemano? Maldición, hombre. —Girándose hacia mí,
27 Stryder pregunta—: ¿Te ha estado acosando?
Con una sonrisa de conocedora, le doy una mirada a Colby y le digo:
—Más bien me ignora.
Sus ojos se abren ampliamente, Stryder se gira hacia Colby y le da un
golpe con su palo de billar, justo en la costilla. Colby lo golpea, pero no antes de
que Stryder diga:
—Muestra algo de personalidad, hombre. —Girándose hacia Ryan y a mí,
dice—: Tendrás que disculpar a Colby. Es muy serio la mayor parte del tiempo y
le lleva un poco de tiempo calentarse, pero lo hará. ¿No es así?
Suspirando, Colby se empuja de la pared y termina su cerveza, poniendo
la taza vacía en la barandilla. Inclinándose sobre la mesa, dice:
—Voy a romper.
No nos resistimos, nos apartamos de la mesa, dándole a Colby todo el
espacio que necesita. Aprovecho ese momento para estudiarlo de verdad.
A pesar de que este es un juego amistoso de billar, el enfoque de Colby es
intenso con sus ojos oscuros fijados en la bola blanca a unos centímetros de la
cabeza de su palo de billar. Esta concentración tan intensa me hace pensar que
así debe ser como él es con todo. Preciso y calculado, cada movimiento bien
pensado, nunca actuando sobre algo a menos que cada variable haya sido
considerada. No es impulsivo.
Doblado sobre la mesa, su camisa se levanta con el movimiento de su
brazo, mostrando un trozo de piel justo encima de su trasero. Mis ojos se quedan
quietos antes de ser groseramente sorprendida por el choque de la bola blanca
en la formación triangular de las bolas de billar en la mesa. Se dispersan por
todos lados y estoy impresionada con el poder de su golpe.
Se mueve alrededor de la mesa sin disculparse después de hundir dos filas
con su primer golpe, preparando su siguiente tiro. Cuando falla, no dice una
palabra y no reconoce nuestro turno. En su lugar, se desvanece en las sombras
de la cubierta, con el palo de billar agarrado con fuerza entre las manos y
apoyado en la barandilla, esperando su siguiente turno.
—Podríamos tener un equipo competitivo para jugar contra este juego,
¿eh, Rory?
—Puede que lo hagamos, Ryan. —Al acercarme, observo la posición de
cada bola en la mesa tratando de determinar mi mejor tiro. Hay un tiro en la
tronera de la esquina, pero no elijo ese. Voy por la bola justo enfrente de Colby,
un tiro más difícil, pero uno que quiero hacer.
Me agacho, presiono mi mano en el fieltro verde de la mesa, el palo apoyado
en el puente de mi pulgar, miro a Colby, lo atrapo en el acto de mirarme y en
lugar de desviar su mirada enseguida, sus ojos se quedan en los míos. Pero lo
28 que me sorprende es lo que percibo en su expresión. Se ve... herido, lo que en
Colby parece casi devastador. ¿Por qué? ¿Por qué está tan herido? De alguna
manera siento que su dolor me llama.
¿Qué hay detrás de esas pupilas oscuras? ¿Un alma magullada y
maltratada?
Sé una cosa: quiero averiguarlo.
Concentrándome en la bola delante de mí, envío mi palo hacia adelante,
golpeando la bola blanca contra la verde sólida, rebotando en la tronera y
desapareciendo.
Oops.
Alrededor de la mesa, Ryan me da una bofetada en el culo mientras paso,
diciéndome que conseguiré la siguiente, mientras Stryder empieza a buscar su
tiro. Por lo que parece, puede que tenga algo de tiempo antes de mi próximo
turno, así que me dirijo a Colby donde está parado en alerta, como si estuviera
a punto de ser sorprendido por un superior.
Lo golpeo con mi hombro, la roca sólida de su costado no cede ni un
centímetro.
—Creí que habías dicho que no juegas mucho al billar.
—No lo hago.
—Sí, podrías haberme engañado. —Aunque no me da una respuesta, sigo
adelante—. Terminaste tu cerveza, ¿quieres otra?
—Estoy bien. —¿Puedo sacarle más de dos palabras a este hombre? Puedo
intentarlo.
—¿De qué conoces al rico Tom?
Ni siquiera mirando en mi dirección, dice:
—No lo hago.
Hum, bien. Pensaba que esa respuesta iba a ser un poco más larga.
Piensa en algo que le interese, algo que pueda hacer que hable un poco más.
Lo único que sé de él es que va a la Academia de la Fuerza Aérea. No sé nada
sobre la Fuerza Aérea, además de...
—El entrenamiento básico debe haber sido una verdadera perra en su
primer año, ¿eh? ¿Vomitaste?
Aprovecho ese momento para mirarlo y una vez más, recibo un pequeño
tirón en la comisura de sus labios cuando responde.
—No.
Una palabra, pero me he ganado una sonrisa. Voy a llamarlo una victoria.

29

Odio admitirlo, pero fuimos masacradas. Una vez que Colby recuperó su
turno, metió el resto de las bolas, metió la bola ocho y luego lanzó su palo de
billar a Stryder, sólo para retirarse a la casa, dejando el juego abruptamente.
Suspirando, Stryder se rasca la parte detrás de su cabeza, con la disculpa
escrita en su rostro.
—Lo siento, señoritas. Colby está en un espacio de cabeza diferente al del
resto de nosotros.
—¿Está bien? —pregunta Ryan, mirando hacia la casa donde Colby se
retira desapareciendo en un mar de fiesteros.
—Sí, sólo que le cuesta soltarse. Es un buen tipo, aunque parece un
completo imbécil. Lo juro, no es muy bueno en los ambientes sociales.
Lo entiendo más que nadie.
—¿Crees que se acurrucaría y moriría si voy a hablar con él? —le pregunto
a Stryder.
Riéndose, encoge sus hombros.
—Honestamente, no me sorprendería que lo hiciera.
—¿Te importa? —le pregunto a Ryan, que sacude la cabeza con
entusiasmo, probablemente queriendo estar a solas con Stryder. Dándole un
abrazo, le susurro al oído—: Pórtate bien. —Luego me voy hacia la casa.
Me detengo en la cocina, tomo una bolsa de palitos de pretzel y dos botellas
de agua... y recorro la habitación, buscando a Colby. Cuando no lo veo al
principio, me da pánico que tal vez se haya ido de la fiesta.
Esperando ver sus luces traseras apagándose en la distancia, salgo de la
casa y corro hacia él, sentado en los escalones delanteros, con la cabeza
inclinada hacia adelante y las manos juntas frente a él.
O bien no me escuchó o decide no reconocerme, pero no se molesta en
darse la vuelta, así que tomo la iniciativa de sentarme a su lado.
—¿Agua? —pregunto, sosteniendo la botella delante de él.
Cuando la toma, nuestras manos se rozan entre sí, sus dedos se deslizan
brevemente por mis nudillos, disparando un rayo de electricidad directo a mi
brazo. Este hombre.
Sin decir nada, le dirijo la bolsa abierta de pretzel. La mira, haciendo una
pausa antes de sacar un palito de pretzel de la bolsa. No se lo come
30 inmediatamente. En su lugar, lo gira y lo voltea entre sus dedos.
Sentados en silencio, ambos miramos fijamente al negro abismo de las
montañas frente a nosotros, mis ojos me engañan mientras creo que veo cosas
que van y vienen entre los árboles. El frío de la noche comienza a instalarse, mis
hombros expuestos sienten el frío, pero me quedo quieta, sin moverme, sin comer
y sin decir una sola palabra, dejando que el silencio cuelgue entre nosotros.
El silencio cuelga en el aire, el débil ruido de la fiesta detrás de nosotros
dando un ritmo aburrido a la noche. Y justo cuando pienso que podríamos estar
en silencio toda la noche, Colby me sorprende cuando dice:
—¿Por qué estás aquí?
Sintiéndome cómoda, le doy un mordisco a mi pretzel y digo:
—Me intrigas.
—No hay nada intrigante en mí, estás perdiendo el tiempo.
—¿Tú crees? —Sacudo la cabeza. O no tiene idea de lo atractivo que es, o
realmente no le importa una mierda lo que los demás piensen de él. Debe atraer
la atención femenina dondequiera que vaya, así que dudo que sea consciente de
ello. El hombre es precioso. ¿Pero está roto? ¿Herido? No puedo dejarlo ir. Debería
hacerlo. Debería pasar al otro tipo que parecía interesado antes, pero mi corazón
no me lo permite. Quiero llegar a este hombre. Así que voy con una honestidad
brutal—. Resulta que no estoy de acuerdo. Porque a pesar de lo mucho que
intentas ignorarme, no creas que no te vi mirándome el culo cuando me incliné
sobre la mesa de billar. No creas que no te vi mirando fijamente como mi cabello
me cubría el hombro cuando estaba a tu lado y no creas que no vi las pequeñas
sonrisas que no podías reprimir cuando me hablabas.
—Hay un tipo con el que estoy interesada en hablar detrás de esta chapa
cerrada tuya y si tengo que sentarme aquí fuera en el frío esperando a conocerlo,
entonces lo haré.
—Ryan es mi transporte y por lo que se ve allá atrás, no se irá pronto.
Acéptalo, cadete. Estás atrapado conmigo.

31
M
ierda.
Mierda, mierda, MIERDA.
Esto es exactamente por lo que quería quedarme en casa.
32 Quería evitar cualquier tipo de distracción y a pesar de mis
esfuerzos, no puedo mantenerme en control alrededor de Rory.
Me sorprendió en el acto, viéndola, observando cada uno de sus
movimientos, desde la forma en que se inclinó en la cintura para encontrar su
tiro, hasta la forma en que su cabello acarició el fieltro verde de la mesa de billar
y la forma en que sus delgadas y delicadas manos sostuvieron un golpe tan
poderoso con el palo de billar.
Y luego está la forma en que inclina la cabeza ligeramente hacia atrás
cuando se ríe. La forma en que se lame los labios justo antes de disparar. La
forma en que se mete su largo cabello marrón detrás de la oreja cuando está
nerviosa y no sabe qué decir.
En lugar de observar los pequeños detalles de una completa extraña, una
jodida y preciosa extraña, debería volver a casa, con la cabeza enterrada en mi
libro con un objetivo en mente: salir de aquí, de Colorado Springs y empezar una
nueva vida, la vida que siempre soñé.
Pero ella es persistente y con cada pequeña pregunta que hace con esa
calmada y suave voz, siento que mis muros de seguridad se derrumban.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
Mi respuesta inmediata es decir que no, pero como no tengo el corazón
para ser un completo imbécil, mantengo la boca cerrada. Ella tomará eso como
un sí.
Me doy cuenta de que tengo razón cuando me pregunta:
—¿Cuándo supiste que querías estar en la Fuerza Aérea?
Tomando un sorbo de mi agua, tapo la botella y la dejo a un lado, liberando
mis manos para poder apoyarme en el porche, mis manos presionan la madera
sólida detrás de mí.
—No recuerdo ningún momento en el que no quisiera estar en la Fuerza
Aérea —respondo honestamente.
—¿En qué te estás especializando?
—Ingeniería Aeronáutica.
—¿Qué significa eso? ¿Quieres convertirte en piloto?
—Sí. —Esa palabra significa mucho más de lo que representa. Sí, quiero
ser piloto. Sueño con ser un piloto. No quiero nada más que pasar mi vida
pilotando la máquina de combate sigilosa de mayor rendimiento y
maniobrabilidad, el F-22 Raptor, mientras el mundo pasa a mi lado a velocidad
Mach. He tenido el más pequeño de los gustos de lo que podría ser en la
academia, y sólo ha alimentado mi adicción.
—¿Siempre has querido ser piloto o es algo que descubriste de ti mismo
mientras estudiabas allí?

33 —Siempre. —Desde el principio.


Se queda callada por un momento, jugando con su palito de pretzel entre
los dedos.
—Estás viviendo para lograr tus sueños. Eso... es increíble. Estoy un poco
celosa. —Cuando no digo nada, continúa—: Desde que puedo recordar, quería
ser una bailarina de ballet. Quería ser el centro del escenario, todos los ojos
sobre mí y el foco de atención destacando mi arabesco. Me rompí el culo
trabajando, pagué las clases limpiando el estudio después de las horas de trabajo
y cuando me aceptaron en la Escuela de Ballet Americano… —Sacude la
cabeza—. Pensé que realmente lo había logrado, que estaba un paso más cerca
de alcanzar mis sueños.
Su voz se desvanece, el dolor y la ira se entrelazan con sus palabras.
—¿Qué pasó? —pregunto, queriendo saber por qué esta chica decidida a
mi lado no podía ser la bailarina de ballet que se proponía ser.
—A veces la vida te lanza una bola curva y tienes que encontrar la manera
de lidiar con ella. Así que ahora soy instructora de fitness en grupo y masajista
a tiempo parcial. Disfruto de la terapia de masaje y espero tener mi propio
negocio en algún momento, pero no fue mi primera elección, ¿sabes? —
Girándose hacia mí, continúa—: Tienes suerte de poder perseguir lo que tiene
una influencia tan fuerte en tu corazón. No hay mucha gente como tú, Colby.
Quiero preguntarle qué fue la bola curva, qué puso su mundo patas arriba
y le impidió perseguir sus sueños, pero me contengo. Si ella quisiera que lo
supiera, habría dicho algo. Además, una parte de mí sabe que, si me lo dijera, lo
pasaría muy mal manteniendo a esta chica a distancia.
Demonios, ya puedo sentir mi frío exterior empezando a derretirse.
Pinchándome con su palito de pretzel, me dice:
—Ahora que estás un poco caliente, ¿crees que puedo hacerte más
preguntas y obtener más que un sí o un no de ti?
Apretando la sonrisa de satisfacción tirando de mis labios, me giro hacia
ella y me apoyo en la barandilla de la escalera detrás de mí, cruzando mis brazos
sobre mi pecho, haciendo contacto visual con ella por primera vez desde que
salimos a cubierta.
—No puedo prometer que las responderé, pero lo intentaré.
Emocionándose, también se gira hacia mí, cruzando las piernas y con un
aspecto demasiado alegre para tener una conversación con un tipo tan cerrado.
Frotándose las manos, con un aspecto demasiado adorable, su sonrisa
brillante y adictiva, dice:
—No voy a ser fácil, pero primero te daré unos cuantos calentamientos
fáciles. ¿Estás listo?
Apoyando mi cabeza contra el poste detrás de mí, digo:
34 —Más listo que nunca.
Haciendo una pausa, se inclina hacia adelante, su mano quemando un
camino caluroso por mi pierna cuando presiona su palma sobre mi rodilla.
Susurrando, como si tratara de guardar un secreto entre nosotros, dice:
—Para que conste, tu voz cuando realmente hablas; es increíblemente
sexy.
Un rubor carmesí mancha sus mejillas. Sólo puedo verlo por la luz que
entra por las ventanas, que proyecta el suficiente brillo para que lo note. ¿Por
qué tenía que estar aquí esta noche? La hermosa Rory con su dulzura y su luz.
Dios sabe que me he mantenido alejado de las relaciones en los últimos tres
años, entendiendo que mantenerme centrado en mi sueño era la única manera
de sobrevivir. ¿Pero esta chica? Esta chica está desafiando mi necesaria soledad.
Está desafiando la pared que rodea mi corazón y mi alma, y necesito asegurarme
de que no tenga éxito en romperla.
Aclarando su garganta y enderezándose, tratando de ocultar el hecho de
que acaba de sacudir mis cimientos con su confesión, pregunta:
—Colby, ¿cuál es tu apellido?
Bien, no creí que fuera a hacer ese tipo de pregunta fácil. Riéndome, el
sonido extraño para mí, digo:
—Brooks.
Detestablemente, se abanica la cara con la mano a pesar del frío aire de
noviembre.
—Oh Dios mío, una risa que va con la voz. Señor Jesús, sálvame de
avergonzarme.
Manteniendo mi mirada fija en la suya, sin decir una palabra, la acojo
como si fuera uno de mis cadetes de cuarta clase, los novatos. La Fuerza Aérea
prospera por ser poco convencional. Observo, encuentro su debilidad, listo para
atacar... pero no se salta ni un golpe. Mi mirada de oficial cadete apenas hace
un bip en su radar.
—Colby Brooks. Es un buen nombre. Ya que quieres ser piloto, ¿tienes
una señal de llamada?
—No. —Sacudo mi cabeza cuidadosamente contra el poste—. Eso te pasa
cuando estás en la escuela de vuelo.
—Oh, eso tiene sentido. ¿Tienes un nombre que quieres que te llamen? Tal
vez algo como... —Retuerce sus labios a un lado, tratando de pensar en un
nombre. Oh, mierda, esto va a ser bueno—. Hmm... algo como... Queso.
—¿Queso? —¿Por qué demonios se le ocurrió eso?
—Sí, ya sabes, como el Colby-Jack Queso —Una lenta y malvada sonrisa
se extiende por su rostro.
35 —El queso está fuera de discusión.
—Oh, de verdad, ¿puedes elegir?
—No, en realidad no.
—Entonces el queso es una opción...
Poniendo los ojos en blanco, digo:
—Técnicamente sí, pero no va a ser Queso.
—Eso piensas. —Mueve sus cejas hacia mí—. Sólo espera. Una vez que
vayas a la escuela de vuelo, enviaré a los superiores una nota escrita a mano,
haciéndoles saber que creo que Queso es el perfecto indicativo para ti. Apuesto
a que nadie más se llamará Queso en los Cielos.
—Y hay una razón para ello.
Sacudiendo su dedo hacia mí, tan juguetona, continúa,
—Sólo espera, una vez que los superiores reciban esa carta...
—Me sorprendería que los “superiores” —Hago comillas con mis dedos—.
Tomaran nota de las cartas de los civiles.
—Lo harán cuando rocíe el papel con perfume. Algo que deberías recordar,
Colby. Son las pequeñas cosas que llaman la atención de la gente.
—Anotado. ¿Cuál es tu próxima pregunta?
Acercándose, sus rodillas rozan mi pierna apoyada y su aroma femenino
se acerca cada vez más a mí con cada brisa ligera.
—Parece que alguien está empezando a relajarse. Es algo bueno, porque
la siguiente pregunta es realmente asombrosa. ¿Estás listo para ello?
Debería decir que no. Debería apartarme ahora, porque con cada palabra
que cae de su boca, me encuentro alimentándome de ella, enamorándome de su
personalidad. ¿Cómo no hacerlo, con la forma en que se ha apoderado sin
esfuerzo de mi sombría y casi dura personalidad? Es como si no me viera de esa
manera. Parece ver un lado diferente de mí, un lado que creo que nunca me he
permitido experimentar.
Por una buena razón.
Tal vez porque estoy sintiendo los efectos de la cerveza de antes ya que
nunca bebo, especialmente a una altitud mayor o porque estoy jodidamente
cansado de poner un frente protector, cedo a las demandas de Rory, cedo a su
juego. Bajo mi escudo, pero mi armadura está oxidada y no estoy acostumbrado
a que me empujen fuera de lugar. ¿Ve lo difícil que es esto para mí?
Una noche. Eso es todo lo que será. Puede ser. Una noche de soltarme, de
complacerme y de permitirme algo de indulgencia del estricto plan del que me
he hecho responsable.
36 Sólo una noche en la que me permito tomar una larga y profunda
respiración.
Asintiendo, digo:
—Lánzamela, próxima pregunta.
E
sa sonrisa, esos ojos conmovedores y la forma en que su voz se
siente como una manta caliente protegiéndome del mundo exterior.
Es peligroso. Es el hombre del que te advierten cuando creces. El
37 hombre que puede hacerte o deshacerte, poniendo tu mundo patas arriba sin
siquiera darte cuenta.
El tipo de hombre que viene una vez en la vida.
El hombre al que no dejas ir.
Preparándome para mi próxima pregunta, me froto los brazos tratando de
calentarme. Puede que lleve un jersey, pero la mitad superior de mi cuerpo está
expuesta y cuando miro a Colby para hacer mi siguiente pregunta, sus cejas
están fruncidas, sus ojos se concentran en mis manos frotando mis brazos.
—¿Tienes frío?
—Uh, sólo un poco, pero me acostumbraré a ello.
Sin decir una palabra, se levanta de su asiento y me da la mano para que
la tome.
—Oh no, estoy bien. De verdad.
—Tienes frío.
—Estaré bien. No quiero que nuestra conversación termine.
—¿Quién dijo algo sobre terminarla? Toma mi mano. —La orden sale de
sus labios con facilidad y escucho al futuro oficial al mando en el tono profundo
y sin argumentos aceptados. Dios mío, es caliente.
Sin discutir, tomo su mano y me gusta la forma en que me ayuda a
ponerme de pie antes de meterme en la casa. En lugar de soltarme, me guía a
través de la multitud que se ha reunido en la gran sala, ahora jugando a un
juego de beber.
Colby me lleva a las escaleras que llevan al segundo piso y mi corazón salta
en mi pecho por un segundo antes de que me dé la vuelta y me diga:
—Hay un balcón que he visto. Es privado y estoy seguro de que podemos
encontrar una manta en la habitación si te parece bien. —¿Es una pregunta
seria? ¿Estoy de acuerdo con eso? Sí, Colby Brooks, estoy absolutamente de
acuerdo con eso.
—Estoy más que de acuerdo con eso.
Privacidad. Balcón. Manta. Todas las palabras que me gusta escuchar
salen de su boca. No estoy segura de dónde vamos, dejo que Colby nos guie,
mirando en cuartos al azar hasta que encuentre el que quiere. Enciende la luz,
iluminando el espacio abierto, que asumo es la habitación principal con su
chimenea y el baño en suite. La cama en el centro de la habitación es enorme,
decorada con ropa de cama blanca y verde con una manta amarilla a los pies de
la cama.
Recogiendo la manta, abre la puerta corrediza de cristal del balcón y me
lleva al acogedor sofá al aire libre con vistas al bosque. Debajo de nosotros, la
fiesta continúa, la mesa de billar todavía está ocupada por Stryder y Ryan, y
38 aunque podemos escuchar la fiesta, no es tan ruidosa, ofreciéndonos un poco
de paz.
¿Es la tranquilidad que más le gusta de este lugar? ¿O estar conmigo? Me
encantaría pensar en lo segundo, pero dada la forma en que se alejó de la fiesta
antes, creo que es lo primero.
Al sentarse a mi lado, el cuerpo de Colby, más grande de lo que pensaba,
ocupa mucho espacio en el pequeño sofá, pero extiende la manta sobre ambos y
luego pone su brazo en el respaldo del sofá. Debe estar incómodo, porque está
un poco tenso. Pero ahora estoy forzada contra el calor de su cuerpo, así que no
me estoy moviendo. Nunca.
Mirándome, pregunta:
—¿Así está mejor?
El olor de la ropa limpia me golpea cuando llevo la manta a mis hombros
y por un breve momento, creo que es el olor de la manta, hasta que me doy
cuenta de que es Colby. Es su colonia la que llena mis sentidos. Los escalofríos
recorren mi cuerpo mientras respiro profundamente. Saboreo.
—Mucho mejor. Gracias.
Aclarando su garganta, dice:
—Bien, parece que tenías una buena pregunta.
—La tengo. —Hago una pausa—. Dios, estuvo muy bien. —Curvo mis
labios a un lado, tratando de pensar en mi pregunta—. Uf, no puedo pensar en
ello ahora, porque me tienes enredada por dentro con tu dulce gesto.
—No es dulce, sólo me aseguro de que no te congeles hasta la muerte. —
Incluso cuando es rudo es sexy.
Me río.
—Alguien no acepta bien los cumplidos. Es bueno saberlo. —No dice nada,
por supuesto, así que sacudo la cabeza y continúo, pensando en otra cosa—.
Eres un local, ¿verdad?
Asiente.
—Nacido y criado.
—¿Cuántas veces has hecho el Incline?
Ni siquiera se inmuta, dice:
—Un verano, lo hice todos los días. —¿Todos los días? ¿Durante tres
meses?
Inclinándome hacia adelante, con los ojos bien abiertos, parpadeo
rápidamente. Me gusta la buena forma física, es mi trabajo, pero escuchar a
alguien atravesar la pendiente todos los días durante el verano, me asombra.
Eso es una locura. Estamos hablando de caminar por la ladera de una montaña,
39 subiendo más de seiscientos metros de altura. Es un desafío, por decir lo menos.
—¿Por qué demonios te harías eso a ti mismo?
Sin humor en su voz, responde:
—Necesitaba estar preparado. Necesitaba estar en forma. No podía pensar
en nada más desafiante que dedicar mi verano a mantenerme lo más en forma
posible y correr por la pendiente todos los días era una forma de hacerlo.
¿Él la corrió? ¿La corrió?
—¿Esto fue para que estuvieras listo para la Fuerza Aérea?
—Esa y otras razones. —Su voz se apaga, cerrando la conversación, así
que decido ir por otro camino.
—¿Tienes novia?
—Si la tuviera, no estaría aquí arriba contigo. —Su voz es severa, tal vez
todavía afectado por la última pregunta. Aunque no puedo evitar que me guste
la forma en que respondió. No sólo confirmó que no tiene novia, sino que señaló
descaradamente que no engañaría a su chica. De todas formas, habría adivinado
eso de él. Si la tuviera, no estaría aquí arriba contigo. Sí, Sr. Brooks, me gusta
mucho su respuesta.
Integridad y lealtad. Ambas características abrirán un camino brillante
para que otros lo sigan. Tiene un sentido de lealtad hacia sí mismo, nunca revela
sus secretos y su lealtad también es evidente porque vino a esta fiesta con su
amigo, a pesar de no querer estar aquí desde un principio. No hay duda de que
Colby quería estar en cualquier lugar menos aquí esta noche, pero espero que
ahora que está pasando un poco de tiempo a solas conmigo, su tono haya
cambiado.
—Bien, sin novia. ¿Alguna vez has tenido una novia?
—Dos, pero no eran realmente serias —tose, cubriéndose la boca con la
manga.
—Cuando dices que no eran serias, ¿estás hablando de... follamigos?
Su labio se curva hacia arriba.
—¿Quieres la verdad?
—Mejor dilo como es, ya que has estado haciendo eso toda la noche.
Su dura expresión facial se suaviza y por una fracción de segundo, todo el
aliento se me escapa mientras su dedo envuelve un mechón suelto de mi cabello
y juguetonamente lo tira.
—Follamigos es la forma educada de decirlo.
—¿Eso es educado?
Asiente. Jesús, ¿por qué eso me hace apretar las piernas?
40 —Bien, has tenido sexo y por lo que parece, mucho.
Riéndose, no me corrige. Oh, Señor. Quiero... necesito grabar a Colby
riéndose, porque lo reproduciré todos los días. Muchas veces.
—¿Y qué hay de ti? ¿Tienes novio?
—Eh... ¿qué? —Sé que hizo una pregunta, pero aún estoy repitiendo su
risa.
—¿Tienes novio? —Ahora que vuelvo a entender el inglés, estoy tentada de
repetir lo que me dijo. Si lo tuviera, no estaría aquí arriba contigo. Pero necesito
divertirme un poco aquí.
—En realidad, cinco. —Asiento—. Cinco novios con los que he roto durante
la semana. Tratando de conseguir siete tipos en total, un tipo por noche. Quiero
vivir el sueño, ¿sabes?
No dice una palabra, sólo me mira fijamente, con los ojos fijos en los míos,
intimidando, como si buscara la verdad. Y se la doy porque parece imposible no
responderle cuando me mira así.
—Sin novio. Tuve uno en el instituto que resultó ser un verdadero imbécil.
Creo que dirige una casa de empeños en el sur. Y tuve unos cuantos novios aquí
y allá después del instituto, pero ninguno que se quedara. —Al morderme el labio
inferior, digo—: Tengo una vida familiar difícil y no es para todos.
Cuando pienso que está a punto de preguntarme sobre mi vida familiar,
se encorva en su asiento y presiona su cabeza contra el respaldo del sofá, se nota
la pérdida de su dedo en mi cabello.
—Puedo entender eso. —No da detalles, sólo mantiene su comprensión
corta y simple, simpatizando conmigo, pero sólo raspando la superficie, nunca
buceando en las profundidades, una recurrencia común que estoy empezando a
notar en él.
No queriendo que nuestra conversación termine, digo:
—¿Alguna mascota? —Es patético, es una transición horrible pero no se
me ocurre nada más.
—Nada, ni siquiera al crecer.
—¿En serio? Es un poco triste.
Encoge sus hombros, cerrando los ojos mientras habla.
—No necesitaba mascotas. Tenía mis modelos de aviones y me mantenían
bastante ocupado. Lijé, construí, reconstruí y pinté cada kit de avión que mi
abuelo me dio. Era mi santuario. No necesitaba animales; tenía todo lo que
necesitaba en mis aviones.
Mi corazón se oprime, las imágenes de una versión joven de Colby pasan
por mi mente, sus rasgos endurecidos se suavizan, su cabello rizado marrón
41 chocolate y sus ojos marrones amplios e inocentes, enfocados intensamente en
sus aviones.
—Eso es muy dulce.
—Es la segunda vez que me llamas dulce esta noche. Creo que te estoy
dando una impresión equivocada.
—¿Sí? ¿Y qué clase de impresión te gustaría darme?
Dobla las manos sobre su estómago, con los ojos todavía fijos en las
estrellas, mirando lo que parece ser su refugio seguro: el cielo y el aire libre.
—Un tipo duro, alguien de quien deberías alejarte, alguien con quien no
deberías estar sentada en un balcón mientras hay una fiesta abajo.
—Sí —digo—. Estás haciendo un trabajo terrible si ese es el tipo de
impresión que quieres darme. Lo siento, pero se te nota el lado blando.
—No tengo un lado blando.
Presiono mi pie en su pierna. Lentamente, gira la cabeza hacia mí, esos
ojos afilados se conectan con los míos.
—Lo veo de manera diferente. Creo que eres un blandengue por dentro, un
tipo realmente sensible, pero tratas de ocultarlo con esta fachada dura e
impenetrable.
Resopla y sacude la cabeza, volviendo su atención a las estrellas.
—¿Y por qué piensas eso?
Inclinándome hacia adelante, engancho mi dedo alrededor de la mejilla y
lo obligo a girar la cabeza hacia mí. Cuando sus ojos se centran en los míos, le
digo:
—Por una parte, podrías haberme dicho fácilmente que me fuera a la
mierda y haberte marchado. Segundo, me trajiste aquí para un lugar tranquilo
para hablar y me ofreciste una manta para mantenerme caliente. Y en tercer
lugar... aunque tus ojos parecen estar cansados y desgastados a una edad
temprana, puedo ver un atisbo de alegría en ellos cuando bromeas, como si el
niño que llevas dentro intentara asomarse.
Estudiándome, sus ojos buscando en los míos de un lado a otro, las ruedas
de esa hermosa cabeza suya yendo a una milla por minuto, se aparta y se sienta
en el sofá, con las manos juntas.
—No me conoces, Rory. Siento decirlo, pero te equivocas.
Empujando sus piernas con las manos, se levanta, preparándose para
irse. Pero estoy a su lado, enganchando su mano en la mía, manteniéndolo
firmemente en su lugar.
—No te vayas. —Es una simple petición, sólo pasa un poco más de tiempo
42 conmigo, pero por la mirada angustiada en el rostro de Colby, mi petición está
empezando una guerra de indecisión en su cabeza.
Hay algo que lo retiene, algo que le impide disfrutar de su tiempo. Quiero
saber qué es.
Tirando de su brazo, lo giro hacia mí. Su gran mano recorre su rostro, con
una expresión de dolor. Evita cualquier oportunidad de mirarme a los ojos.
—¿Por qué no me miras?
—Porque… —dice, su voz es concisa, parecida a la del tipo que conocí al
principio de la noche.
—¿Por qué?
—Porque eres una distracción. —Saliendo de mi alcance, se dirige hacia el
dormitorio.
¿Una distracción? ¿De qué? ¿De la escuela?
No puedo dejarlo pasar, lo persigo y me abro paso a través de la puerta del
dormitorio antes de que pueda salir.
Un profundo y pesado suspiro se le escapa mientras da vueltas, agarrando
la parte posterior de su cuello, su bíceps una roca que extiende la tela de su
camisa.
—Maldita sea, Rory, déjame ir. Te lo voy a decir ahora mismo, no hay nada
aquí que valga la pena esperar.
—¿Por qué no me dejas hacer esa evaluación a mí misma?
Sacude la cabeza y se enfrenta a mí. Desconcertado y confundido, sus
hombros tensos, sus labios presionados en una línea delgada.
—¿Qué quieres hacer conmigo? Apenas he sido un humano decente para
ti toda la noche. Deberías estar abajo divirtiéndote, no aquí arriba con un tipo
que se cierra a ti.
—Quiero hablar contigo, Colby. Quiero conocerte.
Se ríe, pero no es el tipo de risa que está llena de humor; es más
amenazante, dudoso.
—¿Quieres conocerme? Está bien. —Levanta la mano y empieza a hacer
tic con los dedos—. Estoy en el último año de la Academia de la Fuerza Aérea.
Espero que me acepten en la escuela de vuelo y una vez que lo consiga, me iré
de aquí. Tengo una meta en la vida y es ser un piloto de combate. No tengo
tiempo para nada más que para la escuela y mis estudios. A pesar de lo hermosa
que eres, por dentro y por fuera, no puedo permitirme distraerme de mi objetivo
y tú eres una distracción. Una enorme distracción, el tipo de distracción que sé
que pondrá mi mundo patas arriba. —Sacude la cabeza—. No puedo permitirme
distraerme, Rory. —Su voz se suaviza—. No puedo.
43 Al acercarme a él, incapaz de detenerme, presiono mi mano contra su
pecho. Tomando un agudo soplo de aire, sus ojos caen sobre los míos, su cuerpo
se tensa y el latido de su corazón corre desenfrenado bajo mi palma.
—Sólo quiero hablar.
Aguantando la respiración, sacude la cabeza.
—Hablar es lo que me va a destruir. —Tomando mi mano en la suya, la
baja a mi lado y me empuja—. Te sugiero que me dejes en paz, Rory. Confía en
mí. Mantente alejada.
Saliendo del dormitorio, sus hombros se desploman y pasando su mano
por su cabello corto, Colby me deja. Tengo tantas preguntas corriendo por mi
cabeza. La más prominente es ¿por qué? ¿Por qué se volvió tan intenso? ¿Por
qué cree que necesita que me mantenga alejada? En muchos aspectos, admiro
su determinación. Pero sus palabras siguen dando vueltas en mi mente...
A pesar de lo hermosa que eres, por dentro y por fuera, no puedo permitirme
distraerme de mi objetivo y tú eres una distracción. Puedo entender que no quiera
una distracción, pero lo que no puedo entender es por qué yo sería eso para él.
Desafortunadamente para él, no he terminado. Él piensa que soy hermosa
y estoy lejos de terminar con él.
Diez años de edad…

—L
leva esta caja a la acera, ¿quieres? —Mamá pone en mis
44 manos una caja llena de ropa de papá. Esta mañana, ella
deambuló por la casa recogiendo todas las cosas de papá,
metiéndolas en cajas. Se siente como si estuviera limpiando cada recuerdo que
tengo de él.
Ha pasado una semana desde que lo enterramos junto a la abuela. Sólo
una semana. El abuelo no ha estado por aquí. Mamá dice que está triste y no
puede soportar estar cerca de mí porque me parezco a papá.
Lo llamé ayer, pero no respondió. Le dejé un mensaje pidiéndole que me
llamara o que viniera a visitarme.
—Date prisa, Colby. Necesito todas estas cajas fuera de la casa.
—¿Por qué te deshaces de las cosas de papá? —pregunto, sintiendo que se
empieza a formar un bulto en mi garganta—. ¿No lo extrañas?
Frustrada, exhala un largo aliento y me grita.
—Por supuesto que lo extraño, pero tenemos que despedirnos y seguir
adelante. Seguimos adelante, Colby.
—Pero... No quiero seguir adelante, mamá. No quiero olvidar a papá.
—Colby, no tengo tiempo para esto —grita—. Lleva las malditas cajas a la
acera o tomaré todos tus aviones y los tiraré a la basura junto con las
pertenencias de tu padre.
Las lágrimas brotan de mis ojos, mi garganta está tan apretada que no
puedo respirar, salgo corriendo de la habitación de mi madre antes de que pueda
ver lo mucho que me importan mis aviones. No es la primera vez que los usa en
mi contra, que me castiga quitándomelos o que me amenaza con tirarlos. Ahora
me he vuelto inteligente y escondo algunos de ellos en el ático. Ella no lo sabe
porque no sube allí. Cuando le conté a papá mi pequeño secreto, me apretó la
mano y me dijo que mi secreto estaba a salvo con él.
Bajando por el pasillo, miro detrás de mí para ver si mamá está mirando.
No hay moros en la costa, así que llevo la caja a mi habitación y empiezo a
escarbar en ella, como hice con las otras cajas, guardando sólo algunas de las
cosas que son más importantes para mí.
Hasta ahora, tengo la cartera de papá, su sudadera de la Fuerza Aérea que
le dio el abuelo y su reloj. Escudriñando la caja, revisando la ropa, veo los viejos
pantalones de gimnasia de papá. Los llevo cerca de mi pecho, recordando todos
los días antes de que se enfermara cuando volvió de jugar al racquetball con
estos pantalones cortos de color rojo brillante y una enorme sonrisa en su rostro.
Después de dar un beso a los labios de mamá, me tiró al suelo donde me hizo
cosquillas por lo que parecía una eternidad.
Escondiéndolos con mis otras cosas, hago otra excavación, queriendo
guardarlo todo, pero sabiendo que no puedo. Mamá lo sabrá y usará las cosas
de papá en mi contra también. Sólo las cosas más importantes pueden quedarse
conmigo.
45 Cerrando la caja, me asomo a mi puerta antes de bajar las escaleras,
llevando la caja a la acera con el resto de sus cosas. Esto se siente tan mal.
Quiero que mi papá vuelva. ¿Por qué tenemos que tirar sus cosas? ¿Serán
enterradas con él? Odio esto. Odio que haya muerto y me haya dejado. Cierro
los ojos, canalizo a mi padre al frente de mi mente, y le digo que lo siento. De
repente, un auto se detiene en la entrada, el giro brusco que hizo me asustó en
la hierba.
Desde mi posición sentado, la música retumba a través del auto, fuerte y
desagradable, el auto de aspecto suave como nunca antes había visto. El motor
se apaga y un mocasín pulido pisa el hormigón de la entrada. Al doblar la parte
delantera del auto, el Dr. Ted revisa la casa, se endereza la corbata y luego se
mete los lentes de sol en su camisa abotonada. Sus mocasines se mueven a lo
largo de la acera que lleva a la casa. No me ve cuando se dirige al frente, entrando
sin llamar o tocar el timbre.
¿Qué hace aquí?
La última vez que lo vi fue en el funeral de papá, donde su brazo estaba
envuelto alrededor de mi madre, susurrándole al oído cada vez que ella soltaba
un fuerte sollozo.
Me pongo de pie, me quito los pantalones y me dirijo silenciosamente hacia
la casa. Me detengo a mitad de camino cuando escucho una voz estruendosa
que viene de lo alto de las escaleras. Corriendo hacia la puerta, escucho.
—Pensé que toda esta mierda se habría ido para cuando llegara aquí. ¿Qué
demonios has estado haciendo todo el día? —La voz del Dr. Ted se eleva. Muy
enojado. Aterrador—. Si entro en el garaje, ¿voy a encontrar el mismo desorden?
—Aún no he podido entrar ahí —responde la débil voz de mi madre.
—No es tan difícil. Simplemente te deshaces de todo.
¿Deshacerse de todo? ¿Por qué iba a tirar a la basura todo lo de mi papá?
Mi mente calcula rápidamente lo que hay en el garaje que podría querer
conservar.
El guante de béisbol de papá. Está en el garaje.
Con el corazón palpitante, sin querer que me atrapen, corro a través de la
casa, a través del cuarto de lavado y al garaje, directo a la canasta de deportes
donde guardamos todo nuestro equipo. El sudor comienza a gotear de mi frente
mientras cavo, buscando frenéticamente el guante. No está aquí. La voz de Ted
se hace cada vez más fuerte a medida que se acerca al garaje. ¿Dónde está?
Tengo que encontrar el guante antes de que lo tiren con el resto de las
cosas de papá.
¿Dónde puede estar?
Buscando el espacio, mi corazón está en mi garganta y lo veo en un estante
cerca de la puerta lateral. Tan rápido como puedo, corro hacia el guante, lo
46 acerco a mi pecho y salgo por la puerta lateral justo cuando escucho abrirse la
puerta del garaje y Ted empieza a tirar las cosas.
¿Por qué le importan las cosas de papá en el garaje? ¿O en la casa? No lo
entiendo.
Metiendo la mano en mi bolsillo, abro el celular de mamá. Lo robé de su
bolso antes cuando empezó a hacerme llevar cajas a la acera. Escondido detrás
de un arbusto junto a la casa, encuentro el número del abuelo y lo marco.
Suena.
Y suena.
Y suena.
Cuando no contesta, escucho su buzón de voz y espero para dejarle un
mensaje.
Con lágrimas en los ojos, agarrando el guante de béisbol de mi padre,
hablo.
—Abuelo, soy Colby. Yo... esperaba que me respondieras. Estoy asustado.
No sé qué hacer. El Dr. Ted está aquí, mamá se está deshaciendo de todo lo que
papá tenía y yo... Te echo de menos. Lo siento si me parezco a papá y te pongo
triste, pero te necesito de verdad. Por favor, ven a buscarme. Por favor, ven a
jugar a los aviones conmigo.
Echo de menos al abuelo. Echo de menos sus abrazos y la forma en que
huele a menta y jabón. ¿Por qué no viene a jugar conmigo? ¿Por qué no viene a
abrazarme? Estoy muy triste y lo necesito tanto. Por favor, abuelo. No me dejes
también.
Colgando, dejo el teléfono en mi regazo y dejo caer las lágrimas.

47
C
uarenta.
Cuarenta y uno.

48 Cuarenta y dos.
La puerta de la casa de la piscina se abre, y sin siquiera esperar una
bienvenida, Stryder entra, taza de café en la mano, el cabello revuelto y usando
nada más que un par de pantalones negros y mocasines. Cierra la puerta con
un empujón de su pie, evitando que el aire frío se derrame en mi pequeño
espacio.
—¿Flexiones? ¿No crees que deberías tomarte un descanso? —Stryder me
pisa el culo al pasar y se sienta en una silla con respaldo de ala en un rincón de
la habitación, con las piernas abiertas y encorvado.
Empujando desde mi posición, me inclino hacia atrás y empiezo a hacer
abdominales.
—¿Qué es lo que quieres?
—Vamos, ¿todavía estás amargado por lo de la otra noche?
Han pasado dos días desde la noche en que fuimos a la fiesta. El miércoles
y el jueves estuvieron llenos de rituales de Acción de Gracias de la familia
Sheppard, largas comidas, conversaciones con parientes sobre la Academia de
la Fuerza Aérea y una historia tras otra de los muchos años que la familia de
Stryder pasó en las nubes, desde su abuelo a su padre hasta sus tíos.
A diferencia de Stryder, que ha escuchado las mismas historias una y otra
vez, les doy la bienvenida. Son un lejano recordatorio de lo que me esfuerzo cada
día, la persona en la que quiero convertirme.
Pero como hemos estado tan ocupados, no he pasado mucho tiempo con
Stryder. Hasta ahora.
—No soy un jodidamente amargado.
—¿En serio? Podrías haberme engañado. Háblame de la amiga que hiciste
en la fiesta de Tom.
—No es mi amiga —le respondo, levanto y bajo, mi estómago empieza a
arder.
—Eso es un poco vergonzoso, hombre. Ella sólo estaba tratando de
conocerte.
—Y le dije que no perdiera el tiempo. No tiene sentido empezar nada con
una chica cuando me quedan unos meses en la academia y un futuro
indeterminado. Tú sabes mejor que nadie que no tenemos ni idea de lo que
haremos después de la graduación. No quiero complicarlo.
—Amigo, es sólo una chica. Diviértete un poco. No tienes que salir con ella,
pero seguro que te lo pasas bien hasta que nos graduemos.
—No es esa clase de chica. —Me siento y envuelvo mis brazos alrededor de
las piernas. Mirando al suelo, digo—: Es la clase de chica que se entierra en lo
profundo de tus huesos, te hace doler por su tacto y por el sonido de su voz. Es
diferente y lo supe en cuanto la miré a los ojos.
49 En silencio, Stryder sorbe su café.
—Eres un maldito romántico, hombre. No me extraña que todas las
cadetes estén desesperadas porque mires en su dirección.
Poniendo los ojos en blanco, me paro y me dirijo hacia el baño para abrir
la ducha.
—No están desesperadas. —Stryder me mira de reojo—. Bien, tal vez un
poco. —Por dentro, pongo los ojos en blanco. Stryder sabe que también evito a
esas chicas. Me niego a poner en peligro mi futuro.
Riéndose, se gira en su asiento, con las piernas colgando sobre el brazo de
la silla.
—¿Bolos esta noche?
Puse un poco de pasta de dientes en mi cepillo de dientes y saqué la cabeza
por la puerta del baño.
—¿Entonces solo así, terminamos de pelear?
—Sabes que no puedo tenerte enojado conmigo para siempre, cariño. —
Stryder sostiene su corazón—. Cuanto antes nos besemos y hagamos las paces,
mejor. Y para que conste, no estoy muy seguro de por qué te enojaste conmigo
en primer lugar.
Escupo en el fregadero.
—Por llevarme a la fiesta.
—Oh, bueno, supéralo porque vamos a ir a los bolos esta noche. Bolos
cósmicos.
—¿Cuántos años tenemos, doce?
—Sólo si llevamos camisas blancas para que las luces negras se reflejen
en nosotros.
Me enjuago la boca y pregunto:
—¿Hardie y Joey van a estar ahí?
—Sí, por supuesto. ¿Crees que sólo quiero salir contigo a solas a los bolos
cósmicos? Vamos, amigo. Me gustas, pero no tanto.
Apoyándome en la pared que separa el baño del dormitorio, digo:
—Estoy a punto de ducharme y tú sigues aquí. Dime cuánto te gusto.
Riéndose, Stryder se pone de pie.
—Vete a la mierda, hombre.

50

—¿Por qué soy el único que tiene los zapatos de bolos con aspecto de
payaso? —pregunta Hardie, mirando sus zapatos multicolores de bolos con
tonos de rojo y verde oliva.
Stryder y yo alquilamos zapatos negros de bolos que se parecen más a los
Vans que a nada.
—Es porque tienes pies diminutos —dice Stryder, abofeteando a Hardie en
la espalda.
—Jódete, no tengo pies diminutos. Usamos la misma talla de zapatos,
idiota.
—Oh zapatos geniales, Bambi —dice Joey, sentándose al lado de Hardie
con una sonrisa gigante y burlona en su rostro.
Bambi es el nombre que Joey le dio a Hardie durante nuestro primer año
en la academia. Fue después de su primer vuelo en el parapente. Salió del avión,
con las rodillas y las piernas temblorosas, pareciendo un nuevo bebé cervatillo
aprendiendo a caminar. Le echó la culpa al viento que azotaba el Front Range,
pero nosotros sabíamos que no era así. Estaba aterrorizado. Ahora está mucho
mejor, pero Bambi ha sido su apodo desde entonces. Pobre bastardo.
—¿Necesitas conseguir una bola de bolos? —me pregunta Stryder.
Termino de atarme el zapato y me levanto para unirme a Stryder.
—¿Por qué nos dieron dos carriles?
—Para que podamos jugar más a los bolos —responde Stryder como si
fuera estúpido—. Y no creas que no me he dado cuenta de la camisa que usas
esta noche.
—Es lo único que me quedaba.
—Es blanca. —Me da una mirada aguda.
Mi voz se vuelve ronca mientras repito:
—Era todo lo que me quedaba a menos que quisieras que usara la de
gimnasia.
—Vas a estar muy guapo bajo las luces negras esta noche; es muy posible
que tengas suerte.
—En tus malditos sueños. —Sacando las bolas de boliche, pruebo el peso
y los agujeros para los pulgares. La catorce parece un buen ajuste para mí.
Stryder mira mi bola y sacude la cabeza.
—No podrías haber elegido una bola más aburrida. Es negra. Esa mierda
51 no va a brillar bajo las luces. Coge esa naranja neón.
—Es una siete. No hay manera de que mi dedo quepa en esa cosa.
—Rodando al estilo de la abuela.
Sacudiendo la cabeza, paso junto a él con mi talla catorce en la mano.
—Hay algo muy malo con...
No termino mi frase. Me llevan a un callejón sin salida. El sonido de los
bolos siendo reajustados y de las bolas de boliche viajando por las pistas
resbaladizas se desvanece cuando veo a dos chicas muy familiares de pie en la
mesa de los zapatos, riendo y mirando a su alrededor, ambas vestidas de manera
informal. Una tiene el cabello rubio amontonado en la cabeza, la otra tiene olas
marrones cayendo en cascada por su espalda. Mierda.
Stryder se acerca por detrás de mí y me da una palmadita en la espalda.
—¿Olvidé decirte que Ryan y Rory iban a estar aquí también?
Sólo con verla de nuevo, mi corazón late erráticamente, palpitando,
enviando a mis pulmones a un frenesí. Jadeando por aire. Cada noche ella ha
estado en mis sueños, esa dulce voz rodando sobre mí, confortándome. Su
pequeña mano presionó mi pecho, subiendo por mi cuello, jugando con los
mechones cortos de mi cabello. Esos ojos verde musgosos que se conectan con
los míos, suplicándome que me quede, que hable, que pase unos minutos más
con ella.
Ella me ha perseguido.
Se ha grabado en mi mente, a pesar de las veces que me he castigado para
dejarla ir, para olvidarla.
Y ahora está aquí. A sólo unos metros de distancia, se ve muy bien en un
par de jeans negros ajustados y una camisa roja de manga larga. Desde su perfil
lateral, la hinchazón de su pecho alcanza su punto máximo en la V baja de su
camisa, y el color pintado en sus labios rivaliza con el rojo de su pecho. Oh,
mierda.
—Tu chica se ve muy sexy, hombre. —Stryder me da palmaditas en la
espalda—. Buena suerte diciéndole que no a eso.
Antes de que Stryder se aleje demasiado, digo:
—Me voy.
Suspirando, Stryder se gira en mi dirección, su rostro a centímetros del
mío.
—No seas idiota, Colby. Estás aquí. Sólo diviértete. Lo siento, pero no te
voy a llevar a casa y nadie más lo hará tampoco. Acéptalo.
Maldito Stryder. ¿No lo entiende? No es que no quiera ver a Rory. Es que
52 no puedo verla. La otra noche cuando estuvimos juntos, tuve una abrumadora
sensación de calma y eso me aterrorizó. No me he sentido tranquilo desde antes
de que le diagnosticaran a mi padre un linfoma de células de la manta.
No me gusta la calma.
Me gusta la presión. Me gusta la tormenta que hay dentro de mí, porque
me empuja a lograr mis sueños, a salir de aquí, a hacer algo por mí misma.
La calma. Cuando te rindes a la calma, pierdes la noción de lo que más
importa. Es entonces cuando te acomodas. Y es cuando tus esperanzas y sueños
se ponen en espera.
No puedo ceder a la calma.
Necesito la turbulencia.
—Colby, ¿estás bien? —Asustado, me aparté, haciendo que Rory frunciera
el ceño. Doblando los brazos sobre su pecho, levantando los pechos, dice—: No
muerdo, sabes.
Mierda.
Puede que no muerda, pero seguro que tampoco es inocente.
—Sí, estoy bien. —Al dar un paso al costado, trato de abrirme camino hacia
nuestros carriles, pero Rory debe tener otra idea porque me detiene, mano a
mano con mi brazo, su tirón es más fuerte de lo que esperaba.
—No tienes que ser grosero. Puedes decir cosas como hola, ¿cómo estás?
¿Cómo estuvo tu Acción de Gracias?
Cediendo; porque tiene razón, no tengo que ser un imbécil, me enfrento a
ella y le pregunto:
—¿Qué tal tu Acción de Gracias? —Puede sonar un poco forzado, un poco
robótico, pero estoy colgando de un hilo aquí. Estar cerca de ella otra vez,
escuchar la suavidad de su voz melosa, me pone la piel de gallina; es casi
demasiado para soportarlo. ¿Por qué me afecta de esta manera?
Y mi voz robótica ni siquiera la disuade, porque pone una cara feliz y me
responde.
—Estuvo bien. La familia vino de fuera de la ciudad, de hecho de Fort
Collins. Me pasé el día atiborrándome y trabajé toda esta mañana en mis clases,
al menos espero haberlo hecho. ¿Tuviste un buen día de acción de gracias?
—La pasé con Stryder. Estuvo bien.
—¿No te fuiste a casa? —Arruga su nariz—. ¿No eres de aquí?
—No hay necesidad de ir a casa —respondo, corto y nada dulce.
La comprensión la golpea mientras asiente.
—Bueno, me alegro de que hayas podido pasarla con un amigo. ¿Eres tan
53 bueno en los bolos como en el billar?
—Apesto.
—Yo también, pero me encanta una buena luz negra. —Jala mi camisa y
su energía es tan alegre y feliz que ignora mi actitud grosera y malhumorada. Es
como si no tuviera ningún efecto en ella. Es extraño—. Parece que llevaste la
camisa adecuada para pasar un buen rato.
Cristo.
—Era la única cosa que me quedaba que estaba limpia. Cuando hice las
maletas, no esperaba vestirme tanto como lo he hecho desde que me fui.
—Bueno, te queda bien. Realmente muestra tus... pectorales. —
Guiñándome el ojo, se inclina y coge la primera bola de boliche que encuentran
sus ojos, una bola de color rosa neón que no dudo encajará perfectamente en
sus delgados dedos—. ¿Vamos?
Como un torbellino del que intento escapar, me arrastra a su pequeño
mundo y empieza a empujarme hacia nuestros caminos, mientras que su
mención de mis pectorales se arremolina en mi cabeza.
—Mira a quién encontré solitario cerca de las bolas —anuncia Rory al
grupo, actuando como si conociera a mis amigos de toda la vida. Cuando la
saludan con abrazos y veo lo fácil que encaja con ellos, me doy cuenta de que
ignorar a Rory va a ser mucho más difícil de lo que esperaba.
—Rory, Joey y Colby, están todos en el carril uno —dice Hardie—. Las
jarras de cerveza están en camino y Stryder ordenó nachos para el grupo. Vamos
a poner nuestro tazón.
Sabiendo que no tengo escapatoria de esta situación, dejo caer mi bola
blanca en el retorno de la bola de bolos y me siento en el extremo más cercano
a la salida. Esta va a ser una larga y jodida noche.

54
S
i no fuera por su mirada persistente, la forma en que rápidamente
aparta la mirada cuando le sorprendo mirando y se muerde el labio
inferior cuando me agacho para recoger mi pelota o la forma en que
55 gruñe cuando me siento a su lado, me habría rendido hace una hora con este
hombre. Pero hay una atracción entre nosotros, una atracción que
innegablemente trata de ignorar y al diablo si lo dejo ganar.
Llámame loca, pero hay una pequeña parte de mí que cree que conocí a
Colby en esa fiesta el martes por la noche por una razón, como si nuestra
interacción estuviese destinada a ser. Como si yo debiera ayudarlo en su viaje.
Su actitud desalentadora y su exterior cerrado no me va a detener. Lo que espero
que se dé cuenta es que soy increíblemente persistente, especialmente porque
detecto interés en sus ojos oscuros.
Está ahí.
Quiere más de mí. Cada vez que respira de nuevo cuando estoy cerca. La
forma en que trata de actuar como si no me estuviera mirando cuando de hecho,
está constantemente follándome con los ojos, mirándome de arriba a abajo con
esos ojos amenazantes. Sí, lo he notado.
—¿Nacho? —pregunto, sentada a su lado como lo he estado haciendo
después de cada turno que tomo. Le sostengo mi plato, pero él sacude la
cabeza—. Tú te lo pierdes, el queso está tan a punto. —Muerdo el chip y tomo
su rodilla que rebota—. ¿Nervioso de que vas a perder? —Asiento hacia su pierna
para que deje de rebotar inmediatamente.
—No.
Me meto el último nacho en la boca y dejo el plato detrás de mí,
limpiándome las manos.
—Veo que volvemos a las respuestas de una sola palabra. Es una lástima
porque siento que llegamos a algún lugar la última vez que hablamos.
—La última vez que hablamos, te dije que me dejaras en paz.
Le pinché su hombro sólido como una roca, el músculo doblando mi dedo
hacia atrás.
—Ja, tengo que hablar un poco más con ese. Ves, puedes decir más que
sólo oraciones de una palabra.
No responde con un comentario. Alerta de sorpresa. Queriendo romper su
exterior helado, le digo:
—Qué tal esto, en vez de molestarte, te dejaré en paz.
—Me parece bien. —Frota sus muslos, manteniendo la atención en el suelo
delante de él.
—Antes de que te emociones, tienes que ganarte mi silencio. —
Manteniendo los labios cerrados, continúo—: Es decir, cada ronda que jugamos,
si tumbo más bolos que tú, tienes que responder a una de mis preguntas. Si
tumbas más bolos que yo, entonces estamos en silencio para la siguiente ronda,
así sucesivamente. ¿Es un trato? —Extiendo mi mano hacia él y la mira con
recelo—. Si no estás de acuerdo, te voy a molestar toda la noche hasta volverte
loco. Elige lo que quieras.
56 Pensando en ello, su mandíbula fuerte y cincelada se mueve hacia atrás y
adelante hasta que toma mi mano en la suya y asiente hacia el carril.
—Es tu turno.
De hecho, lo es. Por la suerte del principiante.
Poniéndome de pie, señalo a Colby, caminando hacia atrás.
—Prepárate para perder, Colby.
Sacude la cabeza y cruza los brazos sobre el pecho, inclinándose hacia
atrás en su asiento, dándome toda su atención. Perfecto. Voy a hacer que le sea
muy difícil quitarme los ojos de encima.
Doblándome por la cintura, mi culo apunta hacia él, recojo mi bola y me
dirijo hacia el carril. No soy buena para el boliche. Sólo tiro la bola por la pista y
espero lo mejor. Con un movimiento de mi brazo detrás de mí, lanzo la bola al
aire y aterriza justo en la cuneta.
Maldición.
Dándome la vuelta, hago contacto visual con Colby, que tiene una pequeña
sonrisa en sus labios, con un aspecto arrogante como el pecado y completamente
satisfecho consigo mismo. Demonios, puede que no haya derribado ningún bolo,
pero esa pequeña mirada de él... Es todo lo que necesito.
Señalándolo, le digo:
—Si empatamos, aún puedo hacerte una pregunta.
Sacude la cabeza.
—Eso no era parte del trato.
—Estoy haciendo una enmienda.
—Denegada.
—No puedes anular mi enmienda. No funciona así. Tenemos que llevarla
al comité de votación. —Levanta una ceja hacia mí y anuncio al grupo—: Todos
aquellos a favor de que continúen los lazos entre Colby y yo, por favor levanten
la mano y digan “yay”.
Al unísono, todo el mundo dice: “Yay” y levantan las manos. Colby susurra
algo en voz baja, pero dada la música alta y el ruido de los bolos que nos rodea,
no entiendo lo que dice. Pero supongo que fueron un montón de palabras de
maldición.
Termino golpeando un alfiler en mi próximo boliche y me regodeo en ello.
Eso es hasta que Colby se levanta y derriba todos los bolos menos uno en su
primer lanzamiento. Mierda. Puede que haya subestimado su habilidad para
jugar a los bolos. También creo que me han engañado.
Otra vez.

57

Me tomo el resto de mi cerveza y la pongo en la mesa. Después de perder


dos juegos, sin mencionar cada ronda con Colby, estoy ahogando mis penas en
la cerveza, viendo a todos los demás jugar a los bolos sin siquiera molestarme
en intentarlo.
Hablando de una apuesta que sale horriblemente mal. ¿Era mucho pedir
que al menos le ganara una vez? Fue como una masacre ahí fuera, él golpeando
bolo tras bolo mientras yo pasaba la mayor parte del tiempo dando el paseo
gratis por la cuneta.
Las luces negras iluminan el área, las bolas de neón se extienden a lo largo
de los carriles, golpeando los alfileres púrpuras, dispersándolos en un oscuro
abismo. “No Diggity” suena a través de los altavoces, un profundo bajo
retumbando en la bolera, creando el ambiente mientras Colby regresa del baño.
Con la cabeza baja, empujando las mangas de su Henley blanco por los
brazos, se pavonea hacia mí. Sus jeans cuelgan bajo sus caderas, sostenidos por
el mismo cinturón marrón que usó la otra noche. Su cintura estrecha dirige mis
ojos al centro de sus jeans y no puedo evitar preguntarme qué podría haber
detrás de la entrepierna de sus pantalones.
Y luego está su pecho. Como un barril, amplio y prominente. Sus gruesos
bíceps muestran su fuerza y la tela de su camisa se extiende sobre sus hombros
y antebrazos. Habiendo pasado mucho tiempo en el gimnasio, he visto todos los
tipos de cuerpo, pero el de Colby es diferente. Es fuerte, fornido, pero no como
un fisicoculturista. Su cuerpo parece sugerir que el único tipo de peso que ha
estado levantando es su propio cuerpo, flexión tras flexión. No puedo imaginar
que haya pesas en sus entrenamientos, pero puedo imaginar troncos, cadetes y
maquinaria pesada. Tiene músculos de trabajo, del tipo que se gana con el
trabajo duro y dedicado en el campo. ¿En una palabra? Impresionante.
Caminando hacia Stryder, agarra el hombro de su amigo y le dice algo al
oído. Una sonrisa cruza el rostro de Stryder antes de que se acerque a nuestro
lado de la bolera y tome el lugar de Colby.
¿Se va? ¿Ya?
En este momento, podría ser mejor. No es como si fuera a hablar conmigo,
no después de mi patético intento de apuesta. Debería haber sabido que iba a
pasar toda la noche en la cuneta. Es donde suelo estar cuando juego boliche.
Culpo a la bola. La cosa tiene una venganza contra mí.
Suspirando, sostengo mi barbilla en la mano y veo a Stryder lanzar su bola
por la pista, consiguiendo un strike... una vez más. Y como en todos los golpes,
58 levanta el brazo y lo celebra. Lo entendemos, eres bueno, no hay necesidad de...
—Hola.
Esa voz...
Aturdida, con los ojos muy abiertos, sin poder moverme y sin querer
asustarlo, mantengo mis ojos entrenados hacia adelante, empapándome de esa
voz suya tan hermosa y profunda por un breve momento antes de decir:
—Hola.
—¿Puedo sentarme aquí?
Manteniendo mi mirada hacia adelante, digo:
—Claro.
Mi cuerpo hormiguea al darse cuenta de lo cerca que está de mí, ese olor
a ropa fresca invadiendo mis sentidos, pinchando los pequeños pelos de mi
brazo. Mi cuerpo se inclina hacia el suyo, queriendo un poco más y buscando
cualquier otra cosa que pueda darme. No sé por qué elige entablar una
conversación conmigo, pero estoy segura de que no se mueve mientras lo hace.
—Siento lo de esta noche —dice y en realidad suena sincero.
—¿Por qué lo sientes? —murmuro.
Acercándose, acuna mi mejilla en su mano. Los callos de su palma
frotándose contra mi piel es una sensación bienvenida. Cuando me giro hacia él,
estabilizo mi respiración. Me cuesta reducir mi ritmo cardíaco debido a su
proximidad y el toque inesperado que dispara una ola de calor a través de mis
venas.
—Siento que no me hayas podido hacer ninguna pregunta. No creí que
fueras a apestar tanto. —Una sonrisa juguetona tira de sus labios y mi corazón
se hunde en el suelo. Oh Dios, es tan hermoso, especialmente cuando sonríe.
Haciendo juego con su sonrisa, digo:
—Tampoco creí que fuera a apestar tanto.
—Me siento mal.
—Deberías. —Eso genera una risa, profunda y gutural, el sonido me cubre
como un escudo, protegiéndome del mundo exterior, llevándome a una pequeña
burbuja donde somos los únicos dos que existen.
—Hazme una pregunta.
Sorprendida, trago con fuerza y digo:
—¿En serio?
Asiente y levanta los dedos.
—Tienes tres.
—Oh, ¿tres? Guau, siento que me acabas de dar la llave de tu alma.
59 Poniendo los ojos en blanco, ajusta su postura en el taburete y se inclina
hacia atrás, dándonos algo de espacio, nuestras rodillas siguen chocando entre
sí.
—Tranquila asesina; son sólo tres preguntas.
—Sí, tres preguntas que no tenía antes. —Golpeando mi barbilla, trato de
pensar en buenas preguntas, pero ahora que lo tengo dispuesto y esperando, no
me viene nada a la mente. No estaba preparada para esto, me pilló desprevenida
y ahora siento que no puedo ser estratégica en mi investigación—. Hmm... ¿qué
te gusta hacer los fines de semana?
—Saltar —responde.
Buscando en sus ojos y labios curvados hacia arriba, le digo:
—Uh, vas a tener que ser más específico que eso. ¿De qué tipo de salto
estamos hablando? ¿Como saltar la cuerda? Porque eso parece algo raro de hacer
los fines de semana y si me dices que estás en una especie de club de salto de
cuerda en la academia, no voy a creerte.
Sus labios se curvan hacia arriba mientras se rasca el lado de la
mandíbula.
—Saltar de los aviones.
Oh.
Oh.
Eso es...
Uh, eso es muy caliente.
—¿Así que casualmente saltas de los aviones?
—Soy parte de las Wings of Blue el equipo de paracaidistas de la academia.
Saltamos todos los días, por lo menos dos o tres veces al día después de clase y
antes de la cena, dependiendo de los límites del viento y del techo. Los fines de
semana, algunos de los chicos, incluyéndonos a Stryder y a mí, vamos al
aeropuerto de Springs East y hacemos saltos civiles. Cuantos más saltos
hagamos, más posibilidades tendremos de ser considerados para grandes
demostraciones, como el paracaidismo en partidos de fútbol y grandes eventos
deportivos para las Rockies y los Broncos. —Ummmm. ¿Alguien más escuchó
cuántas palabras me regaló? ¿Y en serio? ¿El hombre no tiene ni idea de lo
increíblemente sexy que es cuando habla de algo que ama? La expresión de su
rostro…
—Guau, eso es... eso es muy sexy —me río—. Lo siento, no quiero reírme
de tu paracaidismo, pero supongo que no esperaba esa respuesta. ¿Simplemente
saltas de los aviones?
Asiente lentamente.
60 —Todos los días.
—Cualquier cosa para subirte a las nubes, ¿eh?
—Sí —responde tímidamente, frotando su mandíbula—. Bien, siguiente
pregunta.
—Hmm... Me siento en un aprieto aquí, así que mis preguntas van a ser
poco convincentes. Bien, veamos. —Me golpeo la barbilla con el dedo—. ¿Cuándo
es tu cumpleaños?
Sus cejas se levantan.
—¿Vas a desperdiciar una de tus preguntas en cuándo es mi cumpleaños?
—Te dije que me siento en un aprieto. No puedes soltarle esto a una chica
y decirle que tiene tres preguntas. La presión me está afectando y me estoy
ahogando, Colby.
Sacudiendo la cabeza juguetonamente, dice:
—Veintiuno de diciembre.
—¿En serio? Eso está muy cerca. Vas a cumplir veinti...
—Dos —termina para mí con una inclinación de su barbilla.
—Oh, viejo. ¿Tienes algún plan?
—¿Es esa tu tercera pregunta?
—Yo... eh... no. Es una pregunta de etiqueta para mi última pregunta. Las
hago porque no explicas nada en detalle.
Moviendo su mandíbula lentamente de un lado a otro, me estudia con
agudeza, evaluando, calculando, esperando para hacer su próximo movimiento.
Es intimidante y emocionante al mismo tiempo. Nunca había conocido a nadie
como él, tan controlado. Es increíble.
Finalmente responde:
—No hay planes. No celebro mi cumpleaños, no lo he hecho en mucho
tiempo.
Puedo sentir mis cejas frunciéndose, porque la idea de que alguien no
celebre su cumpleaños me molesta. Tal vez sea porque mis padres van más allá
cuando se trata de celebrar, pero me duele el corazón por Colby. ¿Qué pasa con
sus padres? Es una buena pregunta, pero no creo que la responda en la bolera
bajo luces negras y láseres que se reflejan en la pared y el suelo.
—Eso me pone triste. ¿Nada de pastel? ¿Nada de regalos?
Encoge sus hombros.
—Esas cosas no me importan.
—¿Ni siquiera un pastel de helado?
61 Riéndose, sacude la cabeza. Su voz es muy profunda cuando dice:
—Ni siquiera un pastel de helado.
Apoyada y cruzando los brazos sobre el pecho, trato de intimidarlo con mi
mirada, como él lo hace conmigo.
—Eso está mal. Debería ser ilegal. Siempre debería haber algún tipo de
pastel en tu cumpleaños.
No me responde, sólo me mira fijamente, con los ojos fijos en los míos, de
frente. Nunca pensé que conocería a un hombre que me hiciera sentir tan
vigorizada y curiosa a la vez. No es un desafío, porque siento que podría llegar a
él. Es más bien un misterio, un rompecabezas con piezas perdidas que debo
encontrar y volver a armar. Es complicado. Y no tiene suerte porque me gustan
mucho los rompecabezas. ¿Es por eso que me siento tan atraída por él?
—¿Cuál es tu tercera pregunta? —pregunta, justo antes de que Stryder se
acerque a nosotros y golpee la mesa donde estamos sentados.
—Nuestro tiempo se ha acabado. Tenemos que llegar a casa antes de que
mi padre tenga un infarto. ¿Ya has entregado tus zapatos?
Colby asiente, manteniendo sus ojos en mí.
Cuando Stryder se va, levanto la mano y digo:
—Esta no es mi tercera pregunta, pero ¿por qué le importa al padre de
Stryder si ustedes dos están en casa?
—El padre de Stryder es súper estricto, sobre todo después de que
estuvimos fuera toda la noche en la fiesta del martes. Cree que los cadetes no
deberían estar de fiesta, sino practicando y preparándose para su futuro.
—Eh, qué asco. Se llama vivir un poco.
Se ríe y mira por encima del hombro.
—Sí, casi mata a Stryder, dada su afición a pasarlo bien. Yo, no tanto.
Le pinché el hombro.
—No seas aburrido, Colby.
—Vamos, hombre —grita Stryder desde la mesa de los zapatos.
Saltando de su taburete de bar, Colby ajusta sus jeans, subiéndolos sólo
para que se deslicen sobre sus estrechas caderas.
—Tienes unos cinco segundos para hacer tu última pregunta.
Con la lengua enredada y sintiendo la presión, digo lo único que ha estado
en mi mente desde que conocí a este tipo. Encontrando mis ojos con los suyos,
sacando todo el coraje que llevo dentro, pregunto:
62 —¿Me llevarías a una cita?
No creo que Colby lo esperara porque por un breve momento, deja caer la
impenetrable fachada y se ve sinceramente sorprendido.
—Colby —grita Stryder.
Mirando por encima de su hombro, mira a Stryder y luego se gira hacia
mí, comenzando lentamente a retroceder.
Contengo la respiración, mi cuerpo tararea con nervios y mis palmas
sudan esperando su respuesta. Sólo di que sí. Dale una oportunidad a esto.
Dame una oportunidad.
Por favor.
—No quieres tener una cita conmigo, Rory. No soy material para citas. —
Se retira un poco más.
—¿Por qué no me dejas decidir eso?
Mientras sacude la cabeza, sus ojos parecen arrepentidos, casi como si
quisiera decir que sí, ceder a un anhelo dentro de él. Está ahí; sé que está. Tiene
sentimientos por mí, pero se niega a reconocerlos. No soy una experta en Colby,
por ningún tramo de la imaginación, pero estoy bastante segura de que se
necesitará mucho más que una simple pregunta para que ceda. Su
comportamiento es consistente. Di poco. Retrocede.
—No es una buena idea, Rory. —Tirando de su nuca, me mira una vez
más, con la punta de la lengua asomando y mojándose los labios—. Que tengas
una buena noche.
Con eso, me da la espalda una vez más y se dirige a Stryder, dejando a su
paso indecisión y una enorme decepción. Sentí una esperanza momentánea
cuando se acercó y entabló una conversación conmigo. Pero veo que fue un poco
tonto y prematuro. Colby Brooks sólo da lo que quiere dar, así que me temo que
los dos pasos adelante pueden ser todo lo que obtenga. ¿Es aquí donde me rindo?

63
—E
l viento hoy está brutal —dice Stryder, sentado a mi lado
en el hormigón, mirando hacia el cielo—. No hay manera
de que saltemos hoy.
64 —No es probable —maldigo en voz baja. Me hubiera venido bien este
primer salto al volver de las vacaciones de Acción de Gracias. Mi mente ha sido
un puto desastre desde que Rory entró en mi vida bien afinada. No puedo dejar
de pensar en el dolor de sus hermosos ojos verdes cuando la rechacé o en la
forma en que sus hombros se encorvaron cuando me fui. Completamente
desinflados. Odié ser el que le hizo eso, porque se merece mucho más que un
tipo que no puede comprometerse a llevarla a una cita.
Una sola maldita cita.
Soy tan imbécil.
¿Pero qué se supone que debía decir? ¿Sí? Ya me tiene atado de pies y
manos, pensando en ella todo el tiempo, durante la clase, por la noche y en mis
sueños. No puedo sacármela de la cabeza. ¿Qué pasaría si la llevara a una cita?
Destruiría cualquier capacidad de concentración que me queda.
Me vendría bien un salto ahora mismo. Para experimentar el pulso del aire
fresco golpeándome; la sensación de libertad mientras vuelo por mi cuenta.
Necesito la sensación de que me roban el aliento, borrando mi mente de la
semana pasada y recordándome por qué estoy aquí.
Stryder se quita el casco y lo lanza a su lado.
—Maldito viento. —Suspira inclinándose hacia atrás, con las manos detrás
de la cabeza—. ¿Qué te pasa, hombre?
—¿Eh? —Al unirme a Stryder, me deshago de mi casco, me acuesto, pero
uso mi paquete de paracaídas como reposacabezas.
—Has estado actuando súper raro últimamente. Normalmente eres brusco
conmigo, pero no tanto.
Suspirando, digo:
—¿Qué te parece?
—No lo sé... ¿Qué se acerque tu cumpleaños? Te pones raro en tu
cumpleaños.
—Eso no es hasta dentro de tres semanas.
—Entonces, ¿qué es? —Hace una pausa y luego pregunta—: ¿Tiene esto
que ver con Rory?
Pienso en la última semana. La fiesta, ese suave suéter mostrando sus
hombros desnudos y tonificados. El sonido relajante de su voz mientras
intentaba curiosear en mi vida. La forma en que su mano encajaba
perfectamente en la mía cuando la llevé a la casa. Esa sonrisa... esos labios.
Luego en los bolos. Su voluntad de seguir hablándome, sin parecer
desconcertada por mis rudas y cortas respuestas. La hinchazón de sus pechos
pasando por la camisa de cuello en V y ese maldito lápiz labial rojo. Mierda, he
65 tenido tantos sueños sobre ese lápiz labial rojo y cómo se vería arrastrado sobre
mi cuerpo con sus besos, sobre mi polla mientras me llevaba a su boca. Cómo
mancharía mi piel. Dios, la deseaba.
No he sido un santo durante mis cuatro años en la academia. Ha habido
mujeres, pero han sido folladas rápidas, momentos sin sentido para aliviar la
tensión. Nadie ha significado lo suficiente para que cambie mi enfoque. Hasta
Rory.
Me está comiendo vivo. Mi cuerpo pica por su tacto, me tira y me arrastra
hacia ella. Quiero saber qué se siente cuando sus pequeñas manos suben
lentamente por mi pecho, saber qué se sentirá cuando sus labios regordetes se
presionen con los míos, tener su cuerpo envuelto alrededor del mío.
Quiero saberlo todo sobre ella. Quiero su mente a mi disposición. Quiero
saber por qué no fue a Nueva York a la escuela, por qué sus novios no se
quedaron y cómo podrían separarse de ella. Aunque le he dicho que no dos veces,
mi corazón y mi cuerpo han gritado que sí.
Cediendo a sus preguntas, digo:
—Me está jodiendo la cabeza, hombre.
Riéndose, Stryder se vuelve hacia mí, con la cabeza apoyada en su brazo.
—Lo sabía. Me alegro de que seas capaz de aceptarlo.
—Está en todas partes, Stryder. —Cierro los ojos—. Está en clase y está
en mi cabeza constantemente. Juro que a veces la veo pasar por los pasillos.
Está en mis malditos sueños, ese lápiz labial rojo matando hasta la última
resolución que tengo.
El imbécil se ríe un poco más.
—Oh, mierda, estás totalmente enamorado.
—No estoy jodidamente enamorado. —Pongo los ojos en blanco—. Yo
sólo... —¿Qué estoy?
—Flechado. —Esta vez, Stryder suelta una carcajada mientras aplaude,
rodando hacia su espalda—. Damas y caballeros, por primera vez el impenetrable
y a prueba de balas Colby Brooks está siendo debilitado por una morena
persistente e increíblemente caliente. Esto es jodidamente genial.
—Gracias por la ayuda —murmuro, cerrando los ojos. Y, como de
costumbre, el hermoso rostro de Rory aparece, esos ojos conmovedores me
cortan por la mitad una vez más.

66 Cierro mi libro de texto, mis ojos están ardiendo y me quité los auriculares,
dejándolos en mi escritorio. Me froto los ojos; agradecido de haber trabajado en
mis estudios con sólo pensar en Rory dos veces. No está mal. Mejor que esta
mañana en el gimnasio y cuando estaba en clase cuando su rostro se repetía
constantemente en mi mente.
—¿Terminaste por esta noche? —pregunta Hardie. Hemos compartido una
habitación desde principios del año pasado. Afortunadamente. Porque si tuviera
que compartir una habitación con Stryder, nunca sobreviviría. Molesta
demasiado, lo que hace que sea muy difícil concentrarse. Hardie respeta mi
método de estudio, se mantiene callado hasta que termino e intenta ajustarse a
mi horario porque lo encuentra igual de productivo.
—Sí. Estoy agotado. Creo que las vacaciones de Acción de Gracias me
hicieron más daño que bien.
—Así es como eres cada vez después de un descanso. Tu rutina se rompe
y siempre te lleva unos días volver al ritmo de las cosas. Lo lograrás.
—Sí —suspiro—. Sólo que estoy fuera de sincronía. —Dejo salir un aliento
pesado—. Voy a prepararme para ir a la cama.
Justo cuando me pongo de pie, nuestra puerta se abre de golpe y Stryder
entra, agitando lo que parece ser una carta frente a su rostro, una sonrisa de
conocimiento jugando en sus labios.
—Buenas noches, caballeros. ¿Han hecho todo su trabajo?
—¿Qué es lo que quieres?
Lanzándose sobre mi cama, sostiene el sobre en sus manos hacia la luz.
—Oh, ya sabes, jugando al cartero esta noche. Hoy recibí esta pequeña
carta en mi buzón y a pesar de querer abrirla, sabía que no era para mí.
—¿Es para mí? —pregunta Hardie, mirándolo muy emocionado.
—Desafortunadamente, no es así. —Stryder me llama la atención y
sonríe—. Es para nuestro buen amigo, Colby.
Poniéndome de pie, la alcanzo, pero Stryder se levanta de mi cama y se
pone de pie, metiendo la carta en el bolsillo de su pantalón.
—Estoy recogiendo un cargo por entrega. —Extiende su mano, a la que yo
le doy una bofetada y saco la carta de su bolsillo. Sigiloso y ágil, nunca lo vio
venir.
Hardie se ríe.
—Amigo, sabes que es jodidamente rápido. Ahora no tienes el cargo de la
entrega. —Juro por Dios... Hardie a veces.
—Eh… De todas formas, creo que mi trabajo aquí está hecho. —Con una
sonrisa come-mierda, nos saluda, se va y cierra la puerta.
—¿De quién es? —pregunta Hardie, inclinando la cabeza hacia mí desde
67 su asiento, tratando de echar un vistazo.
La dirección del remitente dice R. Oaks. No tengo ni idea de quién es ni de
por qué demonios la tenía Stryder.
—Ni idea.
Al abrir el sobre, inmediatamente me llega un olor familiar que me hace
retroceder a la semana pasada. Cuando desdoblo la carta, lo primero que noto
es la burbujeante letra seguida de un par de labios rojo brillante en la parte
inferior.
Ese jodido lápiz labial rojo.
Es de Rory.
¡Maldito Stryder!
—¿Esa cosa está cubierta de perfume? Amigo, eso huele bien. —Hardie se
adelanta en la silla de su escritorio, tratando de conseguir otra inhalada—. Y
lápiz labial. Colby, ¿tienes una chica? Oh espera, ¿es de Rory?
—¿No tienes que ir al baño? —pregunto, sentado en mi cama, lo más lejos
posible de las miradas indiscretas de Hardie.
—Eras tú, no yo.
Lo miro fijamente. Le lleva unos tres segundos darse cuenta de lo que
intento transmitir.
—Oh, sí, tengo que ir al baño. —Poniendo los ojos en blanco, coge su caddy
de baño de su casillero y se dirige al baño, cerrando la puerta tras él,
ofreciéndome algo de privacidad.
Volteo la carta entre mis dedos, de un lado a otro, sin saber si quiero leer
las palabras.
Tengo la sensación de que sus palabras podrían cambiarme.
Tengo la sensación de que esta carta recubierta de perfume podría
quebrarme.
Y sin embargo, no puedo convencerme de guardarla, de meterla de nuevo
en el sobre y devolverla al remitente, porque el papel se siente como si estuviera
ardiendo, quemando por ser abierto. Lo que sé es de quién es y no sólo porque es
mi primera carta desde que estoy aquí.
Quiero leerla.
Por el bien de mi cordura, necesito leerla.
Respirando profundamente, me apoyo en el cabecero de mi cama y leo la
carta de Rory.
68 Querido Colby,
¿Sorprendido? ¿No esperaba una carta mía? Bueno, adivina qué, me gusta
mantenerte alerta. Espero que estés disfrutando el perfume y el beso al final. Leí
cómo escribir una carta a un “soldado” y casi todas las cartas antiguas solían
tener perfume y besos, así que pensé, ¿por qué no?
Me gusta tratar esta carta como si estuvieras desplegada en un país
extranjero y en casa, deseando y esperando que regreses a salvo. Ésa es la
sensación que tengo, aunque estés a veinticuatro kilómetros al norte y puedas
encontrarme fácilmente en el medio para tomar una taza de café.
Pero esto entre nosotros, se siente tan distante pero relevante al mismo
tiempo, como si debiera hablarte, como si debiera mantenerme en contacto,
aunque sea a través de la simple forma de una carta, entregada con un sello.
Así que aquí estoy, queriendo hablar, queriendo mantenerme en contacto,
vomitando mi Ave María, esperando que tal vez, sólo tal vez, las curvas de mi
escritura y las curvas de mis puntos te atraigan lo suficiente como para escribir de
vuelta.
Porque me gustas, Colby y sé que no estoy sola en este sentimiento. Espero
que puedas ganar suficiente valor para no verme como una distracción, sino como
una adición a tu excitante y floreciente vida.
Si quieres llamarme, mi número está al final. También aceptaré textos, fotos
sin camisa, dibujos de figuras de palo o el contorno de tu mano en un trozo de
papel si eso es todo lo que eres capaz de hacer.
Ten cuidado al saltar de esos aviones. Espero que me des una oportunidad,
dale una oportunidad a esto, porque creo que podría ser algo grande.
Salvajemente con lujuria,
Rory
Poniendo la carta en mi regazo, cierro los ojos, inclino la cabeza contra la
pared y sus palabras se arremolinan en mi mente.
La veo escribiendo esta carta acurrucada, pensando cuidadosamente qué
escribir, envuelta en un suave suéter, con las rodillas pegadas a ella y con un
aspecto tan malditamente irresistible. Espero que pueda ganar suficiente valor
para no verme como una distracción, sino como una adición a tu excitante y
floreciente vida.
No quiero tener sentimientos por ella. Quiero ser capaz de apagar la parte
de mi cerebro que sigue pensando en ella, que sigue imaginándola dondequiera
que vaya, pero no puedo. Por mi vida, no puedo apagar la ardiente necesidad
dentro de mí de estar cerca de ella, de pensar en ella, de preguntarme cómo sería
si me rindiera y si la dejara entrar en mi mundo.
Y lo que me atrae a mi escritorio no es la incesante necesidad que tengo
69 de conectarme con ella de nuevo, sino la aterradora sensación que florece dentro
de mí, haciéndome pensar que, si no dejo entrar a esta chica, me arrepentiré por
el resto de mi vida.
Saco la silla de mi escritorio, me siento y cojo mi bloc de notas y mi
bolígrafo. Mirando la página en blanco, empiezo a escribir.
—¿D ónde está? —pregunto después de darles a mi mamá y a
mi papá un beso de bienvenida.
—En su habitación. No ha tenido un muy buen día,
70 cariño. —Mi mamá acaricia amorosamente el cabello, jugando con las puntas—
. Pero una visita de su persona favorita podría muy bien alegrarle el día.
—Para eso estoy aquí. —Dejo mi bolsa de gimnasia en el suelo y me dirijo
al pasillo. Pregunto sobre mi hombro—: ¿Qué hay para cenar?
—Papá está pidiendo pizza. ¿Debo pedirla con cebollas y pimientos?
—Una ensalada está bien para mí. He comido demasiada comida chatarra
en los últimos días. Gracias.
Bajando por el pasillo de la pintoresca casa del rancho donde crecí, me
dirijo al dormitorio de mi hermano. La puerta está entreabierta, nunca se cierra
del todo. Nunca puede cerrarse del todo.
Tocando la puerta, grito:
—Hola Bryan, soy Rory. ¿Puedo entrar?
—Rory. Rory está aquí. Rory está aquí. Rory está aquí. —La repetición le
ayuda a aliviar su ansiedad y sintiendo que está bien, entro en su habitación.
Sentado en un rincón, meciéndose de un lado a otro, Bryan; mi hermano mayor
está apretado, sentado en la silla egg azul de IKEA que le regalaron, escuchando
a Credence Clearwater Revival, su banda favorita. La música que suena en su
estación de acoplamiento está apenas por encima de un susurro, justo como le
gusta. No le gustan los ruidos fuertes, no le gusta que lo asusten y disfruta de
su paz.
No lo culpo. Me gusta la paz tanto como a él.
—Bryan, ¿cómo estás, hermano? —Me acerco a él de frente, nunca de lado,
asegurándome de que pueda verme—. Mamá dijo que no estabas teniendo un
buen día. Siento mucho escuchar eso. —A los treinta años, Bryan lucha contra
el autismo. Decir que ha sido difícil es quedarse corta. A veces ha puesto tensión
en el matrimonio de mis padres, ha causado rupturas entre mis padres y sus
familias y fue un factor decisivo que me impidió perseguir mis sueños.
A pesar de las caídas que vienen con el trastorno, no hay ni una sola
posibilidad de que en el infierno haga algo diferente, porque cuando veo esa
chispa de reconocimiento en los ojos de mi hermano, sé que he marcado la
diferencia en su día.
Trato de visitarlo varias veces a la semana para asegurarme de que sepa
que, aunque mamá y papá hicieron que me mudara, sigo estando aquí para él.
Siempre estaré aquí para él, no importa lo que pase.
Todavía recuerdo la conversación como si fuera ayer, cuando les dije que
no iba a ir a Nueva York, que me quedaría y les ayudaría. Fue una mala racha
en su matrimonio, una época en la que se peleaban constantemente y sabía que
si me iba no seguirían juntos.

71 No estaban felices con mi decisión, pero estaban de acuerdo con mi


elección. Una semana después, me hicieron buscar un apartamento, un lugar
que pudiera llamar propio. Lo llamaron mi oportunidad de aprender a ser
responsable y a cuidarme a mí misma, pero sabía que me estaban alejando
intencionadamente. Sabía que su intención era darme mi propia vida, una que
no viviera y respirara la felicidad de mi hermano.
Agarrando una pelota azul de su canasta de pelotas, me siento frente a él
en el suelo y la hago rebotar unas cuantas veces, “Fortunate Son”
reproduciéndose en el fondo. Cuando finalmente levanta la mirada sin hacer
contacto visual, la hago rebotar hacia él y luego él me la devuelve.
—¡Increíble! —lo animo, retrocediendo. No me di cuenta de lo cerca que
estaba y casi recibo una bola blanda en mis dientes.
Poniéndome en posición, la hago rebotar de nuevo para que me la
devuelva.
Es nuestro juego, uno que podríamos jugar durante horas, uno que hemos
jugado durante años. Es simple, fácil y le da alegría. Y cualquier tipo de alegría
que mi brillante, pero tenue hermano experimente es algo que quiero impartir.
Jugando nuestro juego, hablo con calma con una voz relajante, una voz
que he perfeccionado con el tiempo a través de mucha práctica.
—Así que conocí a este tipo. —Bryan sonríe y se prepara para rebotar la
pelota—. Se llama Colby Brooks y es cadete de la Academia de la Fuerza Aérea.
¿No es genial?
Bryan hace un sonido audible y me da lanza la pelota.
—Quiere volar aviones de combate algún día. ¿Puedes creerlo? Un jet.
¿Recuerdas cuando fuimos a ver a los Thunderbirds actuar en el aeródromo? —
Bryan asiente—. ¿Recuerdas lo ruidosos que eran esos chorros? Llevabas esos
auriculares de alta resistencia para no asustarte. Eso es lo que Colby quiere
volar. —Técnicamente estaría volando aviones de combate, pero no quiero
confundir a Bryan, así que lo mantengo lo más simple posible.
Le lanzo la pelota, sólo para atraparla de inmediato cuando regresa.
—Es muy lindo, Bryan. Tiene los ojos más oscuros que he visto nunca y
cuando te mira... —Agarro la pelota contra mi pecho pecho—. Es muy difícil no
perderse en su mirada. —Bryan se ríe—. No te atrevas a burlarte de mí —me río
y hago rebotar la pelota hacia él—. Le escribí una carta hace unos días y le di mi
número, con la esperanza de que me llame o al menos me mande un mensaje de
texto —suspiro—. Pero ha habido silencio. ¿Puedes creer que un tipo no quiera
hablar con tu hermana? Pish, ¿Qué le pasa? ¿verdad?
Bryan asiente vigorosamente, espero que se calme antes de volver a lanzar
la pelota. No está teniendo un gran día, pero al menos reacciona a mis
comentarios con humor.

72 —Tu amor por mí es apreciado, hermano. —Poniendo mis miedos a la


vista, digo—: Tal vez no le importa conocerme o llegar a conocerme. Tal vez sólo
soy una chica molesta para él que no puede alejar. ¿Pero sabes qué, Bryan?
Podría jurar que había algo entre nosotros. Supongo que mis sensores están
apagados. Tal vez me gustaba más de lo que pensaba y me convencí a mí misma
de que había más de lo que realmente había.
Cuando las palabras salen de mis labios, la confesión humedece mi
perspectiva y aunque odio admitirlo, podría tener razón. Tal vez había más de
nosotros en mi mente de lo que realmente había.

—No, no vengas aquí. No puedo soportar tu alegría —digo por teléfono,


subiendo las escaleras de mi estudio.
—Vamos, te prometo que estaré callada todo el tiempo. Sólo déjame
probarme algunos vestidos para mi cita de mañana por la noche.
—¿Con quién sales? —pregunto, escarbando en mi bolso por mi llave.
—Un tipo que conocí en la cafetería. Es un músico.
—¿Qué pasó con Stryder? —Pongo el teléfono entre mi mejilla y mi hombro
y uso ambas manos cuando busco las llaves en mi bolso. Maldita sea, ¿dónde
están?
—Stryder nunca hizo un movimiento. No tengo paciencia como tú, así que
ahora voy a salir con el tipo de la cafetería.
—¿Stryder nunca hizo un movimiento? Eso es difícil de creer.
Pisoteando mi pie, dejo mi bolso en el suelo y empiezo a escarbar en él
justo cuando la puerta de mi apartamento se abre y Ryan se eleva sobre mí, con
el teléfono en la mano. Sonriendo dice inocentemente:
—Contaba con que dijeras que sí.
Poniendo los ojos en blanco, me levanto y paso a su lado.
—Sabes, sólo porque no te haya enviado un mensaje, no significa que
tengas que estar amargada con todos los que te rodean.
—No estoy amargada, sólo irritada. —Arrojo mi bolso sobre mi mesa,
escuchando mis llaves sonar en el bolso. Las busco una vez más y mis dedos se
conectan con ellas en uno de los bolsillos laterales. Uf, bolsillos laterales
incorporados. Sólo sirven para guardar ChapStick y hacerte creer que has
perdido las llaves.
Ryan ya ha descartado algunos de mis vestidos en mi cama sin hacer y
73 actualmente está de pie frente al espejo, tratando de imaginarse en mi
aterciopelado vestido verde de mangas largas y una espalda imposiblemente
baja.
—Demasiado elegante. —Lo lanza a un lado con el resto de los vestidos
desechados.
—Los colgarás de nuevo, ya sabes.
Hace un sonido no comprometido y dice:
—Ha pasado poco más de una semana desde que enviaste esa carta. ¿Has
pensado alguna vez que tal vez en vez de enviarte un mensaje o llamarte, te
escribió de vuelta?
—Él no... —Hago una pausa y pienso en ello por un segundo—. Bueno,
supongo que tal vez podría haber contestado. Sólo pensé que tomaría el camino
más fácil y enviaría un mensaje de texto.
—Oh Dios mío, Rory. El tipo tiene escrito “anticuado” por todas partes.
¿De verdad crees que no te respondería? ¿Cuándo fue la última vez que revisaste
tu correo?
—Uh, tal vez hace unos días. —Me empiezan a picar las piernas por bajar
a mi buzón, mi corazón se contrae en mi pecho. ¿Y si me contestara?
—Si yo fuera tú, iría a ver porque podría haberte escrito y esa carta podría
haber estado en tu buzón, sin leer, durante días.
Ella pinta un cuadro bastante molesto. Sin decir una palabra más, agarro
la llave de mi correo y corro por las escaleras hasta el buzón que cuelga en el
lado de la pared. Con una respiración profunda, giro la llave hacia adentro y abro
la puerta roja. Mirando dentro, saco unos cuantos días de anuncios, algunos
sobres y un catálogo de ropa de entrenamiento, que normalmente paso
demasiado tiempo revisando.
Tratando de no hacerme ilusiones, empiezo a revisar el correo, las facturas
y los cupones de cobro que sólo ofrecen descuentos para las unidades de aire
acondicionado y la limpieza de ventanas. No me interesa. Cuando llego al último
sobre y no veo nada de él, dejo escapar un largo e infeliz suspiro. Sí, recibir una
carta habría sido demasiado bueno para ser verdad.
Mis mejillas comienzan a enrojecerse, calentándose por la vergüenza. Debe
de pensar que soy tan tonta por escribirle, por ponerme en evidencia. Otra vez.
Me pregunto si se está riendo de mí con todos sus amigos, pasando mi carta
perfumada y manchada de lápiz labial para que todos la lean.
Mira a la patética Rory, ¿cuándo lo va a entender? No me interesa.
No. Él no es así. Cuando considero lo que sé sobre Colby, ese no es el
comportamiento que realmente esperaría. Después de que mi plan de averiguar
más sobre él en la bolera fracasara... públicamente, podría haberme dejado en
la estacada. Pero no lo hizo. Se acercó a mí y en silencio me dio la oportunidad
74 de hablar con él. Así que, si no quería contestarme, tenía que aceptar que estaba
siendo amable y no me estaba tomando el pelo. “No quieres tener una cita
conmigo, Rory. No soy material para citas”. Aun así...
Desanimada, busco mis llaves. Y es entonces cuando veo un sobre blanco
en la parte de atrás de mi buzón, escondido. Dejando que el resto de mi correo
caiga al suelo de forma dramática, cojo el sobre, observando la cuadrada y
precisa escritura.
C. Brooks.
La dirección del remitente dice C. Brooks y todo lo que hay en mí alza el
vuelo, los nervios y la emoción me invaden, mientras me siento en las escaleras
y abro el sobre, preguntándome cuánto tiempo ha estado ahí.
Abriendo la carta, no puedo contener la sonrisa que se dibuja en mi rostro.
Querida Rory,
Decir que tu carta fue inesperada es un eufemismo. Supongo que tú y
Stryder estaban confabulados, porque desafortunadamente, no reviso mi buzón a
menudo. No hay nadie en mi vida a quien le importe lo suficiente como para
enviarme algo. Sin embargo, el tonto revisa su correo todos los días, así que es
bueno que se lo hayas enviado.
Realmente no sé qué escribir, porque no soy bueno en estas cosas. Mentiría
si dijera que nunca pensé en no contestarte. Porque lo hice. Pensé en guarda la
carta que me enviaste y no responder nunca. También estaría mintiendo si te
dijera que este es mi primer borrador. Mientras escribo esto, hay bolas de cartas
insatisfactorias en mi cubo de basura, palabras y frases que no son lo
suficientemente buenas para enviártelas.
Por mucho que me gustaría decir que no me has afectado, no puedo.
Pienso en ti todo el tiempo.
Y no puedo detenerme.
¿Recuerdas cuando dije que no quería una distracción en mi vida? Bueno,
aquí estás, a veinticuatro kilómetros de distancia como dijiste y siempre estás en
mi mente, distrayéndome de todos modos.
Quiero decirte que huyas, que me dejes en paz, que te olvides de mí, pero
por mi vida, no puedo.
Así que, en lugar de tirar tu carta, la metí en mi caja de seguridad,
manteniéndola a salvo, esperando que haya otra. No puedo olvidarte.
Gracias por ser persistente.
Colby
Abrazando la carta en mi pecho, tan feliz, que pienso en la fuerza y el
momento de ven-a-Jesús que debió tener para escribirme.
Me respondió.
75 Se tomó el tiempo de atravesar esa pared de ladrillos suya y darme un
pedacito de él. Es pequeño, pero es algo.
Cada vez que lo veo, me da otra pequeña pieza de su rompecabezas y con
cada pieza que bloqueo, lo deseo más y más. Quiero conocer a este hombre
sensible y anticuado.
Y comienza con su carta. No lo daré por sentado. No dejaré caer la pelota.
Me aseguraré de que Colby tenga alguien de quien recibir el correo, porque quiero
ser la persona que ponga una sonrisa en su rostro al final de sus largos días.
Q
uerido Colby,
Siento que me haya llevado tanto tiempo responderte. Con
suerte, el correo de Colorado Springs viaja rápido. Para ser honesta,
no esperaba que me respondieras. Pensé que, en todo caso, me
enviarías un mensaje de texto, así que encontrar tu carta esperándome en mi
buzón disparó todo tipo de mariposas revoloteando a través de mi estómago.
Leí tu carta por lo menos diez veces, memorizando tus palabras, tu
confesión, estudiando tu letra, viendo tu personalidad en las líneas rectas y
precisas. Tan controlado, tan definitivo.
76 Y las palabras que elegiste: No puedo detenerme. No sé si te das cuenta de
lo mucho que ese sentimiento resuena en mí, porque son las mismas tres palabras
que jugaban a repetirse cada vez que estabas cerca.
No puedo detenerme. No puedo detenerme. No puedo detenerme.
No quería rendirme o ceder a tus demandas. Quería continuar esta conexión.
Quería ver a dónde iba y estoy muy feliz de haberlo hecho, porque recibir su carta
puso un punto brillante en mi día de mierda. Me hizo darme cuenta de que en una
época en la que podía comunicarme contigo pulsando unos pocos botones, la
magnitud de recibir una carta tuya por correo es inmejorable.
Espero que sigas escribiéndome, porque saber que realmente estás
pensando en mí me da el ánimo necesario.
Salvajemente con lujuria,
Rory
P.D. Espero que no te molesten los labios rojos y el perfume otra vez. Es que
parece que es necesario en este momento.

Querida Rory,
Los labios rojos y el perfume son necesarios. Los anhelo. Me encanta saber
que tus labios han estado en ese papel, que tu aroma adictivo es fácilmente
accesible cuando quiero recordar cómo estaba sentado a tu lado cuando estabas
envuelta en una manta, mientras las estrellas bailaban sobre nosotros. Me
decepcionaría mucho si recibiera una carta sin ellos.
Pienso mucho en esa noche, la noche en que nos conocimos. Pienso en el
momento en que te vi por primera vez, en cómo sentí que el mundo dejó de girar.
Sólo éramos tú y yo en la cubierta trasera, todos los demás se desvanecían en la
distancia. Inmediatamente supe que iba a tener problemas, que me iba a doler
mucho si tus hermosos ojos verdes se conectaban con los míos.
Y lo hicieron.
Me perdí, no estaba seguro y me enamoré,
Desde la distancia, te vi jugar al billar, estudié tu risa, memoricé los
movimientos de tu cuerpo y cuando te acercaste a hablar conmigo... Ese pequeño
saludo que salió de tus labios... fue todo lo que hizo falta. Me había perdido.
Sigo diciéndome a mí mismo que no debería escribir estas cartas, que
debería seguir tirándolas (cinco en la basura esta vez) pero mi pluma se niega a
parar. En cambio, revela la verdad a través de mis manuscritos, una verdad que
sólo tú conoces.
Me gustas, Rory y eso me aterroriza.
Colby

77
Querido Colby,
Cuando te escribí por primera vez, nunca pensé que recibiría respuestas tan
poéticas de tu parte y me disculpo por ello, por subestimarte.
Tus cartas... me conmueven de una manera que nunca antes me había
conmovido. Saber que te tomas tu tiempo para encontrar las palabras correctas
para decirme, me hace querer asegurarme de hacer lo mismo. En lugar de escribir
algo sólo para escribirlo, quiero tener un propósito detrás de mis palabras.
Si hablamos de la primera noche que nos conocimos, tengo que admitir que
me fijé en ti en el momento en que saliste a cubierta. Eras inconfundible e
imperdible. Llamaste la atención de todos los que te rodeaban, pero no con tu
actitud ni con tu fanfarronería, porque ese no es el hombre que eres. Fue tu mirada
pensativa, la forma en que inspeccionabas el área y el pavoneo en cada paso que
dabas.
Estaba enamorada. Recuerdo que me incliné hacia Ryan y le dije que tenía
que conocerte. No había duda en mi mente en ese momento de que quería
averiguar quién eras y por qué tenía un fuerte impulso de enterrar mi cuerpo detrás
de tu escudo protector, envolviéndome en tus brazos.
Desafortunadamente no tuve esa oportunidad, pero los pequeños momentos
robados que pasé contigo, captando el pequeño levantamiento de la esquina de tu
boca, fue suficiente para mí en ese momento.
Ahora, quiero más.
Dame más. Dime algo que normalmente no le dirías a nadie. Ilumíname para
que entienda por qué exploto cada vez que estoy cerca de ti. Y ahora siento lo
mismo con cada palabra tuya que leo.
Salvajemente con lujuria,
Rory

Querida Rory,
Hay un dicho común por aquí con el ala de cadetes: Actúa a pesar de tu
miedo.
El miedo vive en cada uno de nosotros, pero la forma en que experimentamos
ese miedo está en nosotros. Hablando con mis cadetes a lo largo de los años, su
mayor temor es morir, pero como dice el dicho, a pesar de su miedo continúan,
siguen adelante. En algún momento, decidieron sacrificarse y proteger a nuestro
país eligiendo ser un aviador.
No tengo miedo a la muerte. No existe físicamente dentro de mí. El miedo a
la muerte es algo que nunca me ha atormentado, nunca me ha retenido y hasta la
78 fecha, ni siquiera se me ha pasado por la cabeza.
He visto la muerte de primera mano. He visto cómo puede llevarse a alguien
de este mundo y, sin embargo, eso no es lo que me agota. No es lo que me revuelve
el estómago por la noche o me causa ansiedad.
La muerte sucederá. Nadie puede controlar eso.
Lo que puedo controlar es la persona que soy, la persona en la que me
convertiré.
Puede que no albergue el miedo a la muerte, pero sí albergo un miedo
diferente, el tipo de miedo que hace que me despierte en mitad de la noche y me
ponga a sudar frío. Es el tipo de miedo que me ha consumido, me ha comido vivo,
me ha destrozado y la razón por la que he intentado tan desesperadamente
alejarme de ti. Es por lo que no puedo permitirme ninguna distracción.
A lo largo de la vida, te encuentras con gente que tiene una influencia
positiva o negativa en quien te conviertes. Es tu trabajo decidir si los mantienes a
tu lado o sigues adelante. Desafortunadamente, hay algunas personas negativas
en tu vida de las que no puedes salir, no hasta que estés libre de su alcance. Y
puede que nunca lo estés.
Tengo a alguien muy negativo y muy egocéntrico en mi vida, que todo lo que
ha hecho desde que me conoció fue intentar retenerme, intentar decirme lo inútil
que soy, que nunca llegaré a nada, que volar es una quimera que nunca
conseguiré.
Mi miedo, el que hace un agujero en la boca del estómago cada vez que
pienso en ello, le está dando la razón a ÉL.
Tu turno. Dime algo que nadie sepa de ti.
Colby

Querido Colby,
¿Cómo respondo apropiadamente a tu carta? ¿Cómo encuentro las palabras
perfectas para ejemplificar los sentimientos que fluyen a través de mí? No puedo.
No puedo decirle lo conmovida que estoy porque hayas compartido un
detalle tan íntimo conmigo. No puedo decirte cuánto me gustaría verte, abrazarte,
abrazarte y decirte que no le darás la razón a ÉL.
Eres un hombre de empuje y ambición. Vibra en ti. Sólo por estar cerca de
ti, sé que estás destinado a grandes cosas. ¿Ese miedo que tienes? No te rindas,
porque sé en lo profundo de mis huesos que irás a lugares. Alcanzarás tus sueños.
Y es curioso que hables de miedo, porque es lo único que me ha impedido
avanzar en mi vida. Es lo que me impidió ir a Nueva York. El miedo a que algo le
pase a mi hermano y yo no esté aquí. Miedo de que cuando mis padres necesiten
mi ayuda, no estaré ahí para ayudarlos. Miedo de no estar presente. Me desgarra
79 todos los días.
Mi hermano es mi mundo. Es mi mejor amigo y el tipo que siempre será una
constante en mi vida. Mucha gente lo ve tan difícil, tan extraño o diferente.
Yo no lo veo así. Yo lo veo como perfecto.
Bryan es autista. Y cuando la gente ve a un hombre de treinta años
meciéndose de un lado a otro en un restaurante porque la música está muy alta,
cuando le ven hacerse daño físicamente porque su ansiedad está en alerta
máxima, se burlan, hablan y juzgan.
Pero no conocen al hermoso humano que es. El espíritu alegre que vive
dentro de él y las más pequeñas sonrisas que da cuando camino por la habitación.
Él lo es todo para mí y pongo mi vida en espera por él. Temo lo desconocido de lo
que podría pasar si me alejo, si no estoy ahí para calmarlo, si estoy demasiado
lejos para consolarlo.
No quiero ceder nunca a ese miedo. No quiero que nunca sienta que lo he
abandonado, porque siento que todos los demás, aparte de mis padres, lo han
hecho.
Y esa es una verdad que nunca le he dicho a nadie.
Ahora, voy a arroparme en la cama y tratar de calmar mi acelerado corazón.
Voy a imaginar lo que sería estar a tu lado, tener tus brazos rodeándome, tener a
alguien que me proteja por una vez, en lugar de tener que hacer toda la protección.
Salvajemente con lujuria,
Rory
Querida Rory,
Mierda...
No sé qué decir, aparte de esto. Necesito verte. Terminamos las clases esta
semana con los finales, tenemos nuestra asamblea para ver si entramos en la
escuela de vuelo y luego salimos para las vacaciones de invierno. Me quedaré con
Stryder y su familia, pero quiero hacer tiempo para ti. Mi número es el 719-555-
2417. Envíame un mensaje cuando estés disponible.
A la mierda las distracciones.
Que le den a mi miedo.
Que se joda ÉL.
¿Ese abrazo que has estado esperando? ¿Ansiando? Quiero la misma
maldita cosa.
Envíame un mensaje de texto.
Colby
80
Once años de edad…

L
os pasos que se abren camino por el pasillo, mis nervios saltando de
81 un lado a otro, la camisa limpia que me puse para la escuela ya
absorbe una capa de sudor que gotea lentamente por mi espalda.
Recorro mi habitación. Todo está fuera de la vista, ya sea en el ático o bien
escondido. La cama está hecha. La ropa está doblada y colgada en el armario.
Todos los aviones y juguetes no están a la vista.
Es la forma en que a él le gusta.
Es la forma en que él exige que sea.
Paso tras paso se acercan, mi corazón late rápidamente, mis pulmones se
contraen y mis manos se mueven a mi lado.
Hice todo bien, sé que lo hice. Lo comprobé dos veces.
Los pies se detienen en mi puerta y contengo la respiración cuando se
abre. Ted está parado del otro lado, café en mano con su camisa de negocios
planchada prístinamente y su corbata atada expertamente alrededor de su
cuello. Los zapatos que le lustré durante una hora anoche están en sus pies, las
luces brillan en ellos.
No dice una palabra cuando hace su cheque en la mañana; ni siquiera me
mira. En su lugar, viaja por la habitación con los ojos vagando, buscando
cualquier forma de indiscreción.
No debería haber ninguna. Me aseguré de ello. Deteniéndose frente a mi
cama, la mira de arriba a abajo, tomando un sorbo de su café. De su bolsillo,
saca una moneda y la lanza al aire.
Con la respiración contenida, veo como cae en el colchón, apenas
rebotando.
Con los ojos cerrados, digo un juramento, justo cuando la taza de café es
puesta en mi cómoda. Arrancando las mantas, inspecciona mi trabajo en las
sábanas, sus ojos se estrechan en las esquinas. Una vez erguido, me rodea con
los pelos de mi nuca en plena atención.
De pie detrás de mí, sobresaliendo sobre mí, espero el momento en que
él...
Su gran mano me agarra por detrás del cuello, me empuja hacia abajo,
empujando mi rostro a centímetros del colchón.
—¿Qué demonios es esto? —sisea—. ¿Llamas a esto una esquina bien
doblada? —No respondo mientras aprieta las manos en mi cuello. Sus dedos se
entierran mientras mis hombros se tensan a su alrededor, las lágrimas pinchan
en las esquinas de mis ojos—. ¿Cómo demonios esperas llegar a alguna parte en
la Fuerza Aérea si no puedes hacer tu maldita cama correctamente?
Con fuerza, me empuja hacia adelante, mi frente golpeando el borde de la
cama antes de que me caiga al suelo. Agarrando el colchón por la parte inferior,
lo voltea, desordenando mi mesita de noche y cubriendo toda mi habitación. No
es la primera vez que lo hace. Conociendo sus tendencias, me he vuelto
82 inteligente sobre dónde guardo mis cosas y sé dónde mantenerlas fuera de
peligro.
Con mi cabeza palpitando, me levanto del suelo y me pongo de pie, yendo
a recoger mi colchón. El dorso de la mano de Ted se conecta con mi rostro, me
saca de equilibrio y me hace volar hacia mi cómoda.
—La espero mejor para mañana. —Recoge su café, se ajusta la corbata,
pasa por encima de mí y sale de mi habitación, dando un portazo.
Con la mano en la mejilla picada, me tumbo en el suelo durante unos
segundos, dejando que caigan las lágrimas.
No podría importarme menos la cama, el desastre que hizo y el golpe en
mi rostro. Eso es lo que he llegado a esperar de mi padrastro, Ted.
Lo que me hace acobardarme en una esquina, que hace que mi dolor caiga
de mis ojos, es el visible moretón que causará el revés.
No podré ver al abuelo ni hoy ni en los próximos días.
No me dejan ver al abuelo si tengo un moretón.
No me dejan hablar con él sobre lo que pasa en la casa y no me atrevería
porque sé que, si lo hiciera, perdería al abuelo para siempre. Eso es lo que me
dijeron.
Y no puedo perder al abuelo, no después de cómo casi lo pierdo cuando
papá murió. El abuelo apenas sobrevivió a su ataque al corazón. No quiero
causarle más estrés.
Así que mantengo mi boca cerrada y hago lo que me dicen. Mantengo todo
oculto y me mantengo fuera del camino de Ted. Recuerdo los momentos en que
veo al abuelo y los mantengo cerca de mi corazón, porque los momentos que
comparto con él son los que me ayudan a superar las largas etapas cuando me
separo de él.

83
Á
ngulo de cuarenta y cinco grados y pliegue.
Suavizar todas las arrugas.
Meter y alisar.
84 Tengo que hacerlo perfecto.
Tomando una moneda de mi bolsillo, la tiro en mi colchón y veo con orgullo cómo
rebota.
Bien.
Respiro profundamente y me siento en la silla de mi escritorio, mirando las
esquinas de mi cama. Están remetidas; están bien. No los estás ajustando.
Mientras busco mis botas, el teléfono suena en el escritorio a mi lado.
Rory.
Guardé su número a mi teléfono el otro día, por si acaso decidía mandarme un
mensaje. Si incluso después de todo lo que le hice pasar, todavía quiere verme.
Tengo un poco de tiempo antes de desayunar y Hardie está en la ducha, así que
tengo algo de privacidad. Girando en mi silla, me pongo de frente al escritorio y
abro el mensaje de texto.
Rory: Hola Colby, soy Rory. Acabo de recibir tu carta. Anoche me olvidé revisar
mi correo. Me imaginé que estabas despierto... Estás despierto, ¿verdad?
Hay un pequeño tirón en la esquina de mis labios cuando le envío un mensaje.
Colby: Sí, he estado despierto por un tiempo.
Sin saber qué más decir, envío el mensaje, sintiéndome como un imbécil. No
tarda mucho en responder.
Rory: ¿Dormiste bien?
Colby: Lo mejor que pude. Hoy averiguaremos si fuimos aceptados en la escuela
de vuelo.
Rory: ¡Dios mío! Eso es muy emocionante. ¿Estás nervioso?
Colby: Sí. Todo por lo que he estado trabajando será validado hoy. Si trabajé lo
suficientemente duro, lo logré, si me perdí un paso, se va a notar.
Rory: Apuesto a que lo lograste. Lo sé.
Colby: Eso espero.
Rory: ¿Tu oferta de querer verme sigue siendo cierta?
Hago una pausa y me muerdo el labio inferior. Quiero verla y creo que es hora
de que lo sepa, más que en la carta que envié.
Colby: Sí. Desesperadamente.
Los puntitos de la pantalla rebotan mientras ella escribe y mi aliento se queda
en mis pulmones esperando su respuesta.
Rory: Acabo de chillar de forma legítima. ¿Cuándo? ¿Dónde? Estaré allí.
Colby: ¿Mañana funciona? Terminaré las clases de las vacaciones de invierno y
85 me iré a casa de Stryder.
Rory: Mañana es perfecto. Tengo clases por la mañana y citas para masajes
hasta las dos, pero estoy libre después de eso.
Colby: Reúnete conmigo en el Jardín de los Dioses, el jardín principal a las tres.
Vístete abrigada.
Rory: No puedo esperar.
Colby: Yo tampoco.
Justo cuando apagué mi teléfono, Hardie entró por la puerta, recién duchado y
afeitado.
—Hoy es el día, hombre. ¿Emocionado?
Termino de ponerme las botas.
—Nervioso como la mierda.
—Vas a lograrlo. Has tenido los F-22 en tu sangre desde que naciste. Si no me
ponen en helos, podría morir. Demonios, anoche fui a la capilla y recé durante
una hora.
Hardie ha querido volar helicópteros desde el segundo año. Pasó de querer ser
piloto de caza cuando se subió a un helicóptero y sintió el levantamiento de la
maquinaria, cómo se precipitó hacia el cielo. Es una sensación diferente a la de
volar un avión, y en el momento en que la sintió, se volvió adicto. En este punto,
no podía imaginar a Hardie haciendo nada más.
Y para que conste, Hardie no es una persona religiosa. Así que sus rezos me
hacen poner los ojos en blanco.
—¿Sabes que no funciona así? Dios no es un genio que espera tus tres deseos.
—Bueno, como el idiota que soy, lo traté como uno anoche —suspirando, Hardie
se sienta también en su silla—. No puedo creer que estemos a mitad de camino.
Casi ha terminado y todo lo que hemos estado trabajando está llegando a su fin.
O lo logramos o no lo logramos.
Y eso es a lo que realmente se reduce. Estos últimos cuatro años han sido la
culminación de la preparación para este día. Hardie tiene razón; o lo logramos o
no lo logramos.
Esperemos que lo haya logrado.

Timbre. Timbre.
—Por favor, contesta. Por favor, contesta —murmuro en mi teléfono
86 mientras estoy sentado en mi auto, dándome la tan necesaria privacidad de
todos los demás, de la celebración que se está llevando a cabo a mi alrededor—.
Vamos...
—¿Hola? —Dejo salir un largo aliento reprimido. Su voz me tranquiliza al
instante, me lleva a los buenos momentos de mi vida. Con el abuelo. No habría
llegado tan lejos en la vida sin él, sin los buenos momentos que compartimos
juntos. Le echo de menos.
—¿Abuelo?
—Colby, mi muchacho —tose en el teléfono—. Disculpa. ¿Cómo estás?
—Estoy bien. —Mi pierna rebota debajo de mí, golpeando el volante, pero
el dolor ni siquiera hace una marca en mi cuerpo entumecido—. Yo… —Mi
garganta se vuelve más estrecha—. Quería decirte... —Me ahogo en un sollozo
decidido que sube por mi garganta—. Entré en la escuela de vuelo, abuelo.
Jodidamente lo logré.
No puedo retenerlas más. Las lágrimas caen de mis ojos, mientras
descanso mi frente en el volante, el alivio bañándome.
Jodidamente lo logré.
Hay silencio al otro lado del teléfono y por un segundo, creo que lo perdí...
hasta que lo escucho anidar.
—Colby, eso es... eso es genial.
Mi garganta se vuelve aún más estrecha. El abuelo es la única persona a
la que realmente quería decírselo, la única que ha estado ahí para mí desde el
principio, alentándome y diciéndome que ninguna meta es demasiado difícil de
alcanzar. Es la voz positiva que he intentado escuchar por encima de la negativa.
—Todavía estoy sorprendido. Eres mi primera y única llamada, abuelo. Tú
fuiste el que me animó, el que me dijo que podía hacerlo si me lo proponía. Tú
fuiste la fuerza impulsora detrás de esto. —Es el único con el que quiero
compartir esto.
—Yo no hice nada. Todo esto fuiste tú, Colby. —Vuelve a esnifar—. Estoy
muy orgulloso de ti, hijo y tu padre también lo estaría. Estaría tan malditamente
orgulloso del hombre en el que te has convertido.
Vuelvo a cerrar los ojos, pero dejo que las lágrimas de pura alegría corran
por mis mejillas.
—Sé que lo estaría.
—¿Cuándo vas a pasarte por aquí? ¿Las clases han terminado? Tráeme
algo de pizza y podremos celebrarlo.
—¿Qué tal este fin de semana? Me quedaré con Stryder, pero estoy seguro
de que querrá un tiempo para él solo.

87 —¿Él ha entrado?
Hago una pausa, sintiendo el peso de su dolor en mis hombros.
—No lo hizo.
—Oh no. No me extraña que pienses que Stryder querrá estar solo. Sí. Ven
este fin de semana. Siempre estoy aquí para ti.
Y eso lo sé con todo mi corazón. Aún estoy en shock porque Stryder no lo
logró.
Y por mi vida, no sé cómo hablarle de ello. Cuando se enteró, no dijo nada.
Ni siquiera nos miró a ninguno de nosotros. En vez de eso, se fue hacia su
dormitorio, en silencio a cada paso, como un hombre que camina por la tabla
para enfrentarse a la bestia que tiene delante. En este caso, su padre.
C
uando Ryan y yo fuimos a la bolera hace unas semanas sabiendo
que Colby estaría allí, estaba nerviosa, probablemente más nerviosa
de lo que he estado en mucho tiempo. Había un temblor en las
88 manos, un temblor en el paso, un revoloteo en el estómago, pero no era nada
comparado con lo que siento ahora.
Es como si una tormenta agitada se estuviera gestando en la boca del
estómago, elevando mis nervios a toda velocidad. Tengo calor, tengo frío, estoy
temblorosa y tengo todas las emociones mezcladas que puedas imaginar.
Este es Colby, el hombre que conocí en Acción de Gracias, el hombre por
el que me he sentido tan atraída... como si hubiera un lugar en mi alma que
fuera simplemente suyo. Lentamente he sido capaz de cavar bajo su pared y
alcanzar una parte de él que siento que nadie más ha sido capaz de penetrar.
Quiero asegurarme de que mis sentimientos no son sólo una fantasía escrita en
pedazos de papel o conjurados en mi cabeza. Quiero asegurarme de que son
reales. Tan malditamente reales, que cuando esté cerca de él, sea absorbida por
nuestro pequeño universo.
Saliendo de mi auto, me ajusto la bufanda que tengo debajo de mi abrigo
de lana verde mientras observo las gigantescas formaciones rocosas rojas que
son un famoso punto de referencia en Colorado Springs. Es un hermoso destino
turístico que atrae a multitudes de personas de todo el país, especialmente
durante el verano.
Pero en el invierno, es principalmente local, tal como me gusta, sin
aglomeraciones de gente, dejándome con las rocas y la Madre Naturaleza.
Sólo hay unos pocos autos en el estacionamiento, lo que me da muchas
opciones, así que cuando estaciono al lado de una gran camioneta negra, es
intencionado. Por la pegatina de la Fuerza Aérea en la ventana trasera, supongo
que es la camioneta de Colby.
No es demasiado grande ni desagradable, pero es lo suficientemente
grande como para que quepa su alto cuerpo. Los lados están sucios, como si se
hubiera ido a la carretera, pero por lo que puedo ver el interior se ve impecable.
No esperaría menos de él.
Normalmente no hay estacionamiento cerca del jardín principal, pero como
es invierno y es más tarde, no hay mucha gente alrededor. Feliz de tener algo de
privacidad, cierro el auto y meto las manos en los bolsillos de mi abrigo,
manteniéndolas alejadas del frío mientras camino por un camino pavimentado
hacia el jardín principal. Paso los carteles que describen la historia de las rocas
y que advierten sobre las serpientes de cascabel, y me dirijo hacia la pequeña
colina. Una roca, conocida como los Camellos Besadores, me protege del fuerte
sol de Colorado, evitando que me ciegue hasta que me acerque al jardín principal
central cuando el sol me golpee de nuevo, un faro brillante, bloqueando mi vista
desde el oeste.
Haciendo una pausa, levanto mi mano hacia el cielo, protegiéndome del
sol y es entonces cuando lo veo. Apoyado en una valla de madera, con los pies
apoyados, las manos metidas en los bolsillos de sus jeans. Está de pie, con una
sudadera de la Fuerza Aérea cubriendo sus amplios hombros y los lentes
89 aviadores enmascarando sus magníficos ojos. En cuanto me ve, su rostro se
ilumina y la comisura de su boca se inclina hacia el cielo. Y casi pierdo el aliento,
porque nunca antes había visto esa sonrisa. Es cálida, acogedora y es todo para
mí. Dios, el hombre es... magnífico.
Tengo ganas de correr a sus brazos, pero en vez de eso, camino,
conteniendo mi emoción, sin querer asustarlo.
Se siente como una eternidad hasta que estoy de pie ante él. Ambos
tenemos las manos metidas en los bolsillos y sonrisas en nuestros rostros.
Asintiendo, me hace señas y dice:
—Ven aquí.
Se adelanta, cerrando la distancia entre nosotros, luego se extiende y
envuelve su brazo alrededor de mis hombros, atrayéndome los últimos
centímetros hasta que estoy pegada a su pecho, absorbiendo su fresco aroma de
lavanderia, dejando que invada mis sentidos. Me está arrastrando a un coma de
Colby del que deseo no despertarme nunca.
Lo rodeo, tirando de él con fuerza, deleitándome con la sensación de los
músculos de su espalda, su fuerte pecho y cómo se siente contra mi mejilla. La
parte superior de mi cabeza llega a su barbilla, haciendo mucho más fácil el ser
envuelta en su abrazo.
Nos paramos ahí, abrazados, las palabras que nos hemos escrito pasan
por encima de nosotros y a través de nosotros, una mayor comprensión de
nuestras vidas cimentando el vínculo entre nosotros. No intento moverme.
¿Quién lo haría? Me mantengo en la comodidad de sus brazos y la tensión que
he llevado durante tanto tiempo se alivia con cada respiración que tomamos
juntos.
Dentro y fuera, dentro y fuera, la tensión se derrite en un charco a mis
pies, esperando ser desechada.
Esto es lo que necesito, lo que quiero en mi vida, alguien que esté a mi
lado, alguien que me abrace cuando necesite que me abracen, alguien que
comparta este loco viaje que estoy atravesando. Lo deseo a él. Quiero a Colby
Brooks como el único.
El sol comienza su descenso hacia el oeste, dejándonos sólo una hora más
o menos antes de la oscuridad total. Por ahora, proyecta un brillo anaranjado a
nuestro alrededor, las rocas rojas añaden al ambiente, al resplandor.
Finalmente, cuando Colby se aleja, me levanta la barbilla con su dedo
índice, mi reflejo rebotando hacia mí a través de sus gafas de sol. Levantando la
mano, le quito los escudos protectores, queriendo ver sus ojos, el chocolate
oscuro de sus iris. Quiero ser capaz de leerlo.
Con la mirada enfocada, estudiándome, finalmente dice:
—Lo siento.
90 Empujo sus gafas de sol a la parte superior de su cabeza, parándome sobre
los dedos de los pies para alcanzarlas y luego deslizo mi mano sobre su mejilla,
disfrutando de la ligera barba mientras atrapa las almohadillas de mis dedos.
—¿Por qué lo sientes?
—Porque, debería haber hecho esto hace mucho tiempo. —No se salta ni
un segundo.
Inclinándose hacia adelante, engancha su dedo debajo de mi barbilla y me
guía hasta su boca donde se detiene, nuestras narices se tocan y nuestras
respiraciones se mezclan.
—Dime que me detenga si no quieres esto, si no me deseas —susurra.
¿Decirle que se detenga? ¿Qué no lo deseo? ¿Por qué demonios iba a
impedir que me besara Colby Brooks, el hombre elocuente, profundo y
perspicaz? No hay ni un hueso en mi cuerpo que protestaría por tener su boca
sobre la mía.
—Nunca podría decirte que te detengas —respondo honestamente, justo
antes de que cierre el espacio entre nosotros.
Cuando imaginé un primer beso con Colby, lo vi como algo apasionado,
tan fuera de control que no podíamos tener delicadeza, manos y bocas rogando
y suplicando por más.
Pero eso no es lo que es.
Lentamente, Colby lleva su boca a la mía, sus labios un susurro de un
toque, apenas conectándose. Un agudo aliento, un bajo zumbido suplicante, una
ardiente necesidad que florece entre nosotros.
Presionando hacia adelante, roza mi boca, tanteándome tímidamente,
creando un mapa de carreteras por mis labios hasta que me acerca, cerrando mi
boca dentro de la suya, separando mis labios con un suave golpe de su lengua.
Sus manos encuentran mi cabello suelto, sus dedos acariciando mi cuero
cabelludo. Me agarro a su sudadera, sintiendo la fuerza detrás de su agarre
mientras me mantiene inmóvil. Cerca.
Abriendo mi boca para él, le dejo explorar, su lengua se enreda con la mía,
golpeando, empujando, pero nunca es demasiado, nunca es demasiado fuerte.
Hace movimientos lentos y calculados, como si tratara de entender cada una de
las formas en que puede hacerme derretir cada vez más rápido a su alcance.
Y cuando se aleja con sus ojos parcialmente abiertos y las pestañas
revoloteando, sonríe. Una sonrisa completa de mejilla a mejilla, una sonrisa
rompecorazones. Los hoyuelos se dirigen peligrosamente a mí, sus ojos se
iluminan, como si le diera vida por primera vez.
91 Presionando su frente contra la mía, me agarra las mejillas y me da otro
beso en los labios, éste corto y rápido, pero tan importante como el primero,
porque no está escrito, es el momento, como si necesitara una probada más.
—¿Quieres ir a dar un paseo? —susurra cuando se aleja.
—Me encantaría.
Entrelazando sus dedos con los míos, nuestras palmas tocándose,
nuestras almas conectándose, me pasea por el jardín, mirando hacia delante,
pero manteniéndome cerca, sin dejarme nunca ir demasiado lejos.
He estado en el Jardín de los Dioses demasiadas veces como para
contarlas, una vez lo usé como mi paraíso de entrenamiento para un medio
maratón de senderos de montaña, corriendo por los senderos desiguales,
saltando sobre las rocas y esquivando los excrementos de los caballos. Pero esta
es la primera vez que estoy aquí con un hombre, permitiéndole guiarme por los
escalones cubiertos de suciedad. Sé exactamente a dónde me lleva, porque es un
lugar en el que he estado muchas veces para experimentar las vistas. Es uno de
mis lugares favoritos del parque.
Doblamos la esquina, subiendo cada vez más hasta que llegamos al lado
de la roca que está lo suficientemente nivelada para que puedas subirla y
sentarte en la cima. Durante el verano, esta roca está abarrotada y es casi
imposible encontrar paz cuando hay turistas pululando por el mirador.
Hoy no.
Hoy, tenemos la roca para nosotros.
Colby llega primero a la cima y extiende sus manos para ayudarme a subir
los últimos pasos antes de sentarse, mirando al oeste. Las cumbres nevadas de
Pikes Peak son tan brillantes como siempre, el sol apenas se esconde detrás de
ellas.
Acercándose más, Colby toma mi mano en la suya, nuestros dedos se
enredan. Lleva nuestra conexión a su boca, colocando un suave beso en el dorso
de mis nudillos, el gesto dulce e inocente, como las cartas que hemos compartido
durante las últimas semanas.
—Me encanta estar aquí arriba —dice, rompiendo el silencio entre
nosotros—. Cada vez que me he sentido estresado o desorientado, he venido a
este lugar para empaparme del viento, los olores, el polvo de la roca roja, la
montaña pacífica. Es... fiable. Es mi lugar de consuelo.
Sacudo mi cabeza, riéndome.
—Me pregunto si alguna vez hemos estado aquí arriba al mismo tiempo
juntos, porque esta es mi roca, mi perspectiva, mi lugar para pensar. He pasado
tantas horas sentada aquí, preguntándome qué es lo que la vida me va a arrojar
a continuación.
92 —Creo que nunca estuvimos juntos aquí arriba —dice con confianza.
—¿Por qué?
—Porque… —Se gira hacia mí—. Te habría notado. —Una ola carmesí
mancha mis mejillas cuando miro el suelo y pateo una pequeña piedra por la
pendiente de la roca.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión? —pregunto, necesitando ver si lo que
siento no es sólo un anhelo unilateral.
—¿Qué me hizo cambiar de opinión sobre ti?
Asiento.
Rascándose la mandíbula y mirando fijamente a Pikes Peak, dice:
—No se trataba de cambiar mi opinión sobre ti. Se trataba de ceder a algo
que ya no podía controlar. A pesar de todo en mí, por más que lo intentara, tú
estabas en todas partes. No podía sacarte de mi cabeza. Fue similar a como se
sintió mi decisión de convertirme en un piloto de caza. Todo en lo que podía
pensar; todo en lo que podía soñar. Sabía que tenía que haber una razón.
—¿Y cuál es la razón? —pregunto, tímidamente, mi voz apenas audible por
encima de la brisa ligera.
Encoge de hombros.
—Al diablo si lo sé en este punto. Lo que sí sé es que después de esas
pocas semanas de separación, estaba deseando recibir más cartas tuyas. No
podía negarlo más. No podía negarte. Necesitaba sentir tu boca sobre la mía para
ver si era todo lo que pensaba que sería. —Dios mío, este hombre es tan hermoso.
¿Deseaba mis cartas? Me deseaba a mí.
—¿Fue así? —Inclino mi cabeza a un lado, captando su sonrisa mientras
me aprieta la mano.
—Jodidamente mucho más.
Le doy un codazo en el hombro.
—Tú tampoco estuviste tan mal.
Levanta las cejas hacia mí, una mirada incrédula en sus ojos.
—¿No estuvo tan mal? Tienes que darle a un tipo más crédito que eso.
Sacudo la cabeza.
—¿Dónde está la diversión en eso?
Se ríe.
—Entonces... ¿Rocías con perfume todas las cartas que envías?
—No, eso es sólo especial para ti. ¿Fue un buen toque?

93 —Un jodido toque fantástico —dice—. Y los labios al final. —Un pequeño
gemido sale de él—. He tenido fantasías con ese lápiz labial, y verlo en el papel
no ayudó.
Oh, Dios. Tuve fantasías cuando besé las cartas, deseando besarlo por todo
su cuerpo cincelado. Una y otra vez.
Me aclaro la garganta y pregunto:
—¿Qué clase de fantasías?
—No del tipo del que se habla en un lugar sagrado.
—Ohhh, fantasías muy sucias.
Se queda mirando hacia Pikes Peak.
—Podría decirse.
Girándome completamente hacia él, juego con su sudadera de la Fuerza
Aérea, la tela de Under Armour suave como la seda, me encanta cómo nuestra
conversación se siente tan real. Y un poco sucia. Muy diferente a las de un solo
lado que teníamos antes. Este es el verdadero Colby. Y estoy completamente
enamorada.
Giro su cabeza hacia la mía, permitiéndome perderme en sus misteriosos
ojos que están encapuchados por sus gruesas y afiladas cejas.
—Cuéntame una fantasía —susurro.
Su mirada cae a mis labios y luego vuelve a mis ojos. Su lengua se asoma,
humedeciendo sus labios al inclinarse hacia adelante, capturando mi mejilla en
su gran mano. Hablando de manera uniforme, dice:
—¿Una fantasía? —Sacude la cabeza—. No, esas son sólo para mí. Inventa
los tuyas y veamos si podemos encontrarnos en el medio. —Suavemente, sus
labios toman los míos, mordisqueándolos y deslizándose, pero nunca
presionando demasiado, volviéndome loca.
Gimo con frustración, causando que se ría una vez más y dudo que ese
sonido me aburra. Desearía que lo hiciera más a menudo, porque es hermoso,
bajo y arenoso. Me retumba como el agua en el lecho de un arroyo rocoso.
Me atrae y me sostiene cerca de su pecho y nos quedamos mirando la
cordillera, un cómodo silencio que se interpone entre nosotros. El sonido
distante de los visitantes del parque se oye junto con algunos pájaros que flotan
en sus perchas ahuecadas en el lado de las rocas gigantescas. Es pacífico.
Sereno.
Rompiendo el silencio, se aclara la garganta y dice:
—Entré en la escuela de vuelo.
Levantando la cabeza y con una gran sonrisa en mi rostro, lo abrazo,
prácticamente lo golpeo en la roca. Se ríe y me sostiene en su lugar mientras lo
aprieto con fuerza.
94 —Oh Dios mío, Colby, eso es tan asombroso. Felicitaciones. No puedo creer
que no me lo hayas dicho de inmediato.
—Todavía estoy sorprendido. —Cuando me alejo, se frota la parte superior
de la cabeza, sus dedos deslizándose en sus cortos mechones marrones—. He
estado trabajando muy duro para esto. Todo lo que hice hasta ahora ha sido
para cumplir con este único objetivo. —Respira profundamente—. Y ahora, hay
un cambio en mi enfoque. Ahora se trata de graduarme y demostrar a los
instructores de la escuela de vuelo que fui hecho para volar un avión de combate.
Sacudo la cabeza con incredulidad.
—Esto es tan asombroso, Colby. Eres increíble.
El aire entre nosotros se mueve hacia algo más hosco mientras deja caer
su cabeza. Y en el momento en que abre la boca, sé por qué.
—Me enviarán lejos después de la graduación para la escuela de vuelo.
Oh.
—¿A Peterson? —Por alguna razón, pensé que tal vez la Base Aérea de
Peterson, que está aquí en Colorado Springs, sería donde se entrenó. Esa fue
probablemente una suposición muy ingenua; pero, por otra parte, no sé nada de
la Fuerza Aérea.
Encoge sus hombros.
—Podría estar en cualquier lugar, todo depende de dónde quieran
enviarme.
—¿Cuánto dura la escuela de vuelo?
—Un año —dice en voz baja.
Un año. Eso parece mucho tiempo.
Cuando conocí a Colby, nunca pensé en cómo sería la vida después de la
graduación para él. Sabía que algo dentro de mí me empujaba hacia él, que había
una fuerza cósmica mayor que nos unía.
—¿Ahora puedes ver por qué dudaba? ¿Por qué he tratado de rechazar
este innegable tirón que tengo hacia ti? En unos meses, mi vida estará fuera de
mis manos y a merced de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Me gustas,
Rory, pero quiero ser honesto contigo. Quiero que conozcas todos los hechos.
Tristemente, digo:
—Puedo apreciar eso.
Suspira y envuelve su brazo alrededor de mis hombros.
—No te preocupes, no necesitas decir nada. Lo entiendo. De verdad que sí.
—Besa el costado de la cabeza, sus labios se mantienen, rozando mi mejilla por
un breve momento antes de alejarse.
Podría estar fuera por lo menos un año. Y entonces, ¿quién sabe dónde
95 podría estar destinado, qué podría estar volando, si se desplegará... o no? Hay
tantas incertidumbres cuando se trata de Colby. ¿Cómo no me di cuenta de eso?
Me metí en su vida, con la necesidad de saber quién era bajo la fachada reticente
y solitaria. Me advirtió. Me instó a dejarlo en paz, pero seguí buscando. ¿Y ahora?
Ahora he encontrado un hombre increíble, intenso, considerado y hermoso, pero
no es realmente capaz de ser mío. Incluso si realmente me quisiera. Y eso es
aterrador.
Y por mucho que odie admitirlo, no estoy segura de que sea algo para lo
que esté preparada. Porque de alguna manera, sería de nuevo como Nueva York.
Poner mi vida en espera, mis elecciones en un segundo plano... indefinidamente.
Por Bryan ni siquiera fue una elección. ¿Pero con Colby? Me está dando una
opción, y no estoy segura de tener la fuerza para lo que significaría elegirlo.
Pasamos la siguiente media hora sentados uno al lado del otro, acurrucados,
entendiendo lo que va a pasar flotando sobre nuestras cabezas como una nube
oscura lista para atacar.
Esto no va a funcionar. No podemos funcionar.
Se forman lágrimas en mis ojos y me acurruco aún más cerca de él, su
brazo envuelto alrededor de mí manteniéndome en su lugar. Permito las
lágrimas. Las dejo caer, manchando mis jadeos de tristeza, pero me quedo en
silencio. Una vez que el sol se pone de verdad, bajamos cuidadosamente las
escaleras hacia el aparcamiento, sin abrir las manos, pero con las voces en
silencio. Siento que estoy dejando morir parte de mi corazón.
Cuando llegamos a mi auto, Colby me da la vuelta y me presiona contra la
puerta del conductor. Toma mi mejilla y frota una de mis lágrimas rebeldes, sus
ojos se suavizan, su agarre se hace más fuerte.
—¿Seguirás escribiéndome? —Él sabe a dónde va esto y me siento tan mal,
como si lo hubiera molestado con algo que podría tener y luego se lo hubiera
quitado.
Me muerdo el labio inferior y asiento.
—Siempre te escribiré, Colby.
—¿Incluso cuando encuentres un hombre que puede darte lo que
necesitas?
Asiento, sin poder encontrar mi voz, mi garganta muy apretada.
—Gracias.
Buscando mis ojos, mira entre ellos justo antes de inclinarse hacia
adelante y toma mi boca en la suya de nuevo, esta vez más urgente. Presiona
mis caderas contra el auto, me roba el aliento y su lengua se enreda con la mía.
Acercándose, nuestros cuerpos están pegados. Encuentra mis piernas, me
96 levanta y me sujeta contra el auto. Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura,
nuestras bocas están ahora al mismo nivel y me suelto. Por un breve segundo,
me olvido de la bola de arrepentimiento y dolor que gira sobre sí misma dentro
de mi estómago. Ignoro la muerte de algo que me consume. Me olvido de la
angustia que me espera al final de este beso.
En cambio, me pierdo. Mi mente se enfoca en él: en la forma en que tararea
contra mí, la presión de su polla endurecida contra mi centro pulsante, la forma
en que sus manos son tan fuertes que se deslizan sobre mi piel, la forma en que
se siente tan malditamente perfecto controlando mi boca, haciéndose cargo y
liderando el camino con uno de los besos más apasionados que he
experimentado.
Cuando su boca se ralentiza, presiona su frente contra la mía por última
vez antes de soltar un fuerte aliento y alejarse, bajándome con cuidado.
Agarrando mis dos manos, engancha su mirada con la mía, el peso del mundo
pasa a través de ella. La culpa y el dolor me carcomen, porque su expresión es
tan triste, tan derrotada.
Aprieta mis manos.
—Cuídate, Rory. Y si alguna vez necesitas algo, no dudes en pedirlo. —
Inclinándose hacia adelante, me da otro suave beso en los labios antes de
retroceder. Mi mano cae sobre mis labios, la huella de su boca me quema.
—Colby —digo con un suspiro, deteniéndolo en su persecución para entrar
en su camioneta—. Yo… lo siento.
No se gira para mirarme cuando dice:
—Lo sé, Rory. Pero no tienes razón para lamentarlo.
—Yo te presioné. Te presioné por esto.
De frente a mí, frota la mano en su nuca y luego me mira. La mirada en
sus ojos, la angustia, me atormenta.
—Y porque lo hiciste, pude experimentar una de las mejores noches de mi
vida, con mi brazo envuelto alrededor tuyo, tu aroma celestial calmando mis
nervios ansiosos. Puede que no sea para siempre, pero en ese momento, se sintió
como si fuera para siempre. Gracias por eso. —Inclinando la cabeza, se aparta
cuando un sollozo sale de mis labios.
Se sentía como si fuera para siempre...
Nunca se ha sentido más como para siempre que cuando dijo eso.

97
—¿E stás seguro de que no quieres venir? —le pregunto a
Stryder, que está en mi cama, con aspecto de puro
infierno.
98 —Positivo. Es tu tiempo con tu abuelo y no quiero entrometerme en eso.
—Te sacará de la casa.
Stryder necesita salir. Desde que pusimos un pie en la casa, el Sr.
Sheppard ha sido un tirano, un maldito imbécil, regañando constantemente a
Stryder por no ir a la escuela de vuelo. Haciéndole saber de una manera no tan
sutil que ha defraudado a la familia y le ha causado una gran vergüenza.
Lo que el Sr. Sheppard no logra ver a través de su rabia inmerecida es que,
aunque Stryder trata de actuar como si no le importara, es un desastre. Puedo
ver la angustia en sus ojos cada vez que me mira. Puedo ver la decepción, la total
vulnerabilidad de ser el único de nuestro grupo de amigos que no logró entrar.
Mierda, todavía no puedo creerlo. Tiene buenas notas y fue parte de las
Alas del Azul. Creí que era el primero de la clase, pero de alguna manera, no
entró. Una parte de mí se pregunta si es político. El Teniente Coronel Sheppard
no tiene la mejor reputación en la USAF, especialmente después de las jodidas
tonterías que hizo con las esposas de varios oficiales mientras sus maridos
estaban desplegados. Es un verdadero acto de clase. Podría entender una
venganza contra el Teniente Coronel Sheppard, pero es como si Stryder quedara
atrapado en medio y ahora se llevará la peor parte. No es que su padre pudiera
ver eso.
Aun así, lo siento por él. Casi me mata ver que mi mejor amigo no lo lograra
y lo que me duele aún más es que puedo sentir que se aleja.
Normalmente, ir conmigo a visitar a mi abuelo es una de las cosas favoritas
de Stryder cuando estamos en el descanso. Hoy no.
—¿Qué vas a hacer todo el día?
Encoge sus hombros.
—Joey me invitó a pasar el rato con ella y Hardie. Pensé que
probablemente iría allí.
—¿Tu padre te va a dejar?
—Que se joda, hombre. —Stryder rechina la mandíbula. Creo que tal vez
tenga una idea de por qué no fue aceptado en la escuela de vuelo.
Suspirando, pongo mi cartera en el bolsillo trasero y cojo mi teléfono de la
mesa de noche.
—Todavía puedes solicitarlo más tarde si...
—No quiero hablar de ello, Colby. —Puedo entender por qué es tan conciso,
al cerrarme. Si yo estuviera en su posición... mierda, si fuera yo, ya lo habría
perdido. Mi sueño terminó antes de empezar—. ¿Qué pasó con Rory?
Dios, no estoy listo para hablar de eso. Todavía me siento vacío.
Cojo las llaves del armario y me pongo la chaqueta.
99 —No va a funcionar, no con todo en el aire para mí.
—Pero tú quieres —lo dice más bien como una declaración, leyéndome
como un libro abierto.
—No al principio, pero después de las cartas, después de verla de nuevo...
Mierda, si no estoy rogando que ella nos diera una oportunidad.
—¿Cómo lo dejaste anoche?
—No en una posición en la que vea un futuro para nosotros. —
Dirigiéndome a la puerta, digo—: ¿Seguro que no quieres venir?
—Positivo. Saluda al abuelo de mi parte.
—Lo haré.

—Ahí está —dice el abuelo, extendiendo su brazo hacia mí. Me inclino


hacia su silla de ruedas y le doy un fuerte abrazo.
—Hola abuelo, ¿cómo te sientes hoy?
Envuelto en jerséis y mantas, parece tener algo de color en las mejillas, a
diferencia de los días en que he venido a visitarlo y se veía pálido y casi enfermizo.
Hoy no; se ve fresco y alerta.
El asilo en el que vive lo cuida mucho, lo mantiene lo más activo y alerta
posible. Le brindan grandes oportunidades para interactuar no sólo con los
ancianos de la comunidad, sino que también hay muchos voluntarios que vienen
a pasar tiempo con los residentes.
Con una mano temblorosa, acaricia el asiento a su lado. Algunas manchas
oscuras cubren la piel clara del dorso de su mano, resaltando las venas azules
predominantes.
—Lo estoy haciendo bien, lo estoy haciendo bien.
Dejé la caja de pizza que recogí en el restaurante de la calle, la pizza que
el abuelo dice que es la mejor que ha comido nunca y me senté.
Poniendo su mano sobre la mía, el abuelo me mira a los ojos y dice:
—Estoy tan orgulloso de ti, Colby. —Su voz se ahoga y si no me uno a él,
se me hace un nudo en la garganta—. Te has propuesto algo y lo has conseguido.
A través de todas tus adversidades, te convertiste en el hombre que siempre soñé
que serías.
Me agarra por la nuca y me abraza. Le sigo la corriente, rodeándolo con
mis brazos. Con los ojos cerrados, absorbiendo el aroma familiar que he
100 aprendido a conocer y a amar. ¿Dónde estaría yo sin este hombre? El único
defecto de la escuela de vuelo es alejarse de él. Y ahora Stryder... Ni siquiera
consideraré la pérdida de la hermosa Rory. De todos modos, nunca fue realmente
mía. Nos abrazamos el uno al otro más tiempo del necesario, pero cuando se
aparta y me da un golpecito en la mejilla, veo el orgullo en sus ojos.
—Ahora sólo tenemos que asegurarnos de que te seleccionen para los
aviones de combate.
Me río, abro la caja de la pizza y le doy una rebanada al abuelo.
—Lo sé. Mi mentor, Mike, me ha estado ayudando en esa área. Quiero ser
el único al que no puedan rechazar.
—Inteligente. Muy inteligente. —Le da un mordisco a su pizza y gime—.
Muy buena.
Mantengo la sonrisa que quiere asomarse a mis labios. No es TAN buena,
pero le sigo la corriente. Al abuelo le gusta lo que le gusta.
—¿Cómo está Stryder?
Me limpio la boca con una servilleta.
—No va muy bien, pero no lo culpo. No sé qué haría si estuviera en su
posición.
—Su padre no debe haberse tomado bien la noticia.
—Sí, podría decirse eso. La tensión en la casa es más fuerte que nunca.
Después de graduarme de la secundaria y comenzar mi primer año en la
Academia de la Fuerza Aérea, le confesé al abuelo lo que había estado pasando
con Ted. Decir que no se lo tomó bien fue un eufemismo. Creo que ha envejecido
mucho desde que se enteró, angustiado porque nunca vio las señales, que nunca
le dije. Le expliqué mis preocupaciones y cuando tuve la edad suficiente, fue más
un abuso mental que nada. Igualé a Ted en altura y lo superé en músculo por lo
menos en diez libras, y no probó mi fuerza, lo cual fue inteligente de su parte.
Pero el abuelo aún se lo tomó muy mal, y creo que es una de las razones por las
que está en el asilo ahora. Poco después de mi confesión, vendió su casa, invirtió
el 80% a mi nombre y luego depositó el resto en mi cuenta bancaria para vivir
mientras yo estaba en la academia, prometiéndome que tenía suficiente entre
sus ahorros y sus cheques del Seguro Social para pagar un buen hogar de
ancianos. Nunca tuve que pedirles nada ni a mamá y Ted. No tengo ni idea de
cómo va la parte invertida, porque es para el futuro, pero apenas he tocado el
resto. Sólo lo he usado cuando era absolutamente necesario. El hombre es un
santo.
Aunque el abuelo piensa que no estuvo ahí para mí, no tiene idea de cuán
salvador fue durante ese tiempo de mi vida.

101 Se calla por un segundo y pregunta:


—¿Se lo has dicho a tu madre?
Sacudo la cabeza.
—No. No merece saberlo.
—¿Todavía no la vas a invitar a la graduación?
—No. No ha estado en mi vida durante cuatro años, así que ¿por qué
empezar ahora? —Le doy una palmadita al abuelo en la espalda—. Eres todo lo
que necesito... —Mi voz se desvanece cuando miro por la ventana, mi mente se
dirige inmediatamente a Rory.
El abuelo debe darse cuenta porque pregunta:
—¿Por qué la mirada de tristeza en tu rostro?
—¿Hum?
—Te has distraído. —Le doy un mordisco a mi pizza, tratando de ignorar
la mirada de mi abuelo, estudiando y leyéndome—. ¿Hay algo que no me estás
diciendo?
—Esta pizza es realmente buena. Me gusta mucho la cebolla.
—Colby —dice—. ¿Qué está pasando?
Suspirando, tiro mi pizza en la caja, me limpio las manos y me encorvo en
mi silla.
—Abuelo, me pasó a mí.
—Uh-oh. —Lentamente, se gira en su asiento, entendimiento parpadeando
en sus ojos—. Conociste a alguien. —Asiento, haciéndolo reír—. Déjame
adivinar, ¿es la indicada?
—No sé si sea la indicada, pero seguro que es alguien a quien quiero
conocer mejor.
—¿Cuál es el problema?
Le doy la vuelta a mi servilleta en la caja de la pizza.
—La escuela de vuelo. No debería tener que esperarme. Le pedí que
escribiera, pero le dije que no tenía que esperar. ¿Incluso cuando encuentres un
hombre que puede darte lo que necesitas? No soy ese hombre.
—¿Ella dijo eso?
Pienso en nuestra conversación y en las palabras que nos dijimos. No hubo
muchas. Fue más por la mirada que me dio. El miedo, no creo que pueda hacer
esto mira. Así que tomé la iniciativa y la dejé libre.
—En realidad no, pero la forma en que se veía tan asustada... Sabía que
no estaba en las cartas para nosotros.
102 El abuelo sacude la cabeza y me habla.
—¿No le diste la oportunidad de intentarlo?
—No creo que lo haga, abuelo. —A pesar de lo mucho que nos presionó,
no creo que lo hiciera.
—¿Te gusta, Colby?
Asiento, pellizco mis cejas con los dedos, para que el dolor de cabeza se
detenga.
—Lo hago.
—Bueno, entonces, nunca lo sabrás hasta que lo intentes. Tienes las
próximas semanas de descanso, tal vez puedas hacer que sea imposible que te
diga que no.
—¿Y cómo esperas que lo haga?
El abuelo se ríe, su risa es seguida de una tos profunda. Presionando su
mano contra su pecho, dice:
—Chico, eres un tipo guapo con sangre Brooks corriendo por tus venas.
Pon tu mente en ello y podrás hacer que suceda.
—No es tan fácil.
Resopla.
—En estos tiempos, con la tecnología que tienes a tu disposición, es más
fácil de lo que nunca será. —Cuando le dije que Rory me había escrito cartas
reales, se impresionó mucho con mi chica. Pero... bueno, no fue suficiente.
Asiente.
—Saca tu teléfono y te mostraré cómo se hace.
—¿Qué? No puede ser.
Él mueve sus viejos dedos llenos de artritis hacia mí.
—Pásame la maldita cosa. Soy viejo, escucha lo que tengo que decir.
Suspirando, con una sonrisa en los labios, desbloqueo mi teléfono y se lo
entrego. Lo estudia por un segundo y dice:
—Por el amor de Dios, no puedo ver nada. Abre un mensaje de texto y
escribe exactamente lo que digo.
—Abuelo, nos separamos en buenos términos. No quiero perder el tiempo
con ella.
—Buenos términos, significa que puedes comunicarte con ella.
Escúchame, maldita sea. Sé lo que estoy haciendo. Ahora abre un texto y
prepárate para escribir.

103 Dejando salir un aliento pesado, espero que la mente maestra haga su
trabajo. Esto debería ser bueno.
M
iro fijamente el texto de Colby, leyéndolo una y otra vez en mi
cabeza, tratando de entenderlo, tratando de determinar si está
borracho o si es increíblemente torpe e inseguro de cómo hablar
104 con las chicas.
Me inclino a que está borracho...
Lo leo una vez más.
Colby: Las rosas son rojas, los aviones son grises, por favor acepta este
ramo de emoji.
Al final de su texto están todas las flores emoji disponibles. Quiero decir,
sería un ramo muy bonito y colorido, aun así, creo que está borracho.
Después de que nos separamos el viernes, esperaba que volviera al
tranquilo y reservado Colby, al que le escribí cartas porque lo prometí, pero del
que posiblemente nunca recibiría mucho a cambio. Lloré durante todo el camino
a casa y hubo momentos en los que quise llamarlo y decirle que me había
equivocado. Que quería intentarlo. Que me preocupaba demasiado por él para
no hacerlo. Pero no le llamé, porque ese pequeño tiempo con él, estando en sus
brazos, hablando con él tan fácilmente, fue maravilloso. Adictivo. Es adictivo.
Incluso en los momentos tranquilos, me sentía en paz. No quería tener sabores
momentáneos de esa clase de facilidad, sólo para que me los quitaran...
Sin embargo, este mensaje de texto. Vaya, es algo.
Pongo las piernas debajo de mí, ajusto mi asiento en el sofá de mis padres
y me quedo mirando el teléfono. Le pregunté a Ryan qué debía hacer, enviándole
una captura de pantalla del texto, pero no me ha contestado. Siento que debería
responder. Han pasado más de dos horas; ¿es demasiado tarde para responder?
¿Estaría más borracho ahora?
Antes de que pueda averiguarlo, llega otro mensaje suyo. Temerosa de lo
que pueda decir, entrecierro los ojos mientras leo el mensaje de texto.
Colby: Perdón por el último mensaje de texto. Mi abuelo estaba tratando de
mostrarme lo que es ser “un hombre” y ganarme de nuevo a una chica. No
aceptaba un no por respuesta. Espero no haberte molestado.
Una pequeña sonrisa se desliza por mis labios mientras mi corazón
empieza a latir rápidamente en mi pecho. ¿Le habló a su abuelo de mí? Tratar
de recuperar a una chica. ¿Qué significa eso?
No pudiendo resistirme, aunque probablemente debería, le envié un
mensaje de texto.
Rory: ¿Era tu abuelo? Guau, puede que esté enamorada de él. Nunca antes
había recibido un ramo de flores tan hermoso.
Su respuesta es inmediata.
Colby: Técnicamente, yo te envié el ramo, así que...
Me río, amando su lado juguetón, un lado que estoy segura no le da a
mucha gente. Especialmente porque tiene que dar un buen ejemplo en la
105 Academia de la Fuerza Aérea, siendo un líder. Me siento honrada. Privilegiada.
Rory: Tomando el crédito por los dulces movimientos de tu abuelo. Rebelde.
Colby: Siempre. ¿Cómo has estado?
Cierro los ojos y me recuesto en el sofá. Ves, por eso no debería haberle
contestado el mensaje. Porque ahora mismo, todo en lo que puedo pensar es en
perderme en sus brazos y en la forma en que me hace sentir tan viva, pero hay
una barrera entre nosotros que me impide seguir ese deseo.
—¿Estás bien? —pregunta mi madre, sentada frente a mí. Bryan y mi
padre están en el sótano viendo el hockey, nuestras barrigas están llenas de chili
casero y pan de maíz, nuestra casa está feliz. En silencio.
—Sí —suspiro, revisando de nuevo mi teléfono, leyendo su mensaje una
vez más.
—No lo parece. ¿Hay algo en tu mente?
Sentándome, dejo mi teléfono y digo:
—Conocí a este tipo hace unas semanas. —El rostro de mi madre se
ilumina y positivamente se emociona con las noticias—. No te pongas rara
conmigo.
Sacude la cabeza, con las manos aún en el regazo.
—No lo haré, no lo haré. —Toma un respiro calmante—. Sólo dame un
segundo. —Se queda mirando las manos durante unos cuantos segundos, como
si realmente necesitara reponerse—. ¿Tienes una foto de él?
Poniendo los ojos en blanco, sacudo la cabeza.
—No, no tengo una foto de él.
—Mecachis. —Chasquea los dedos con decepción—. Al menos, háblame de
él. ¿Cómo se llama? ¿Cómo es él? ¿Es dulce?
Rindiéndome por el acoso de mi madre, respondo:
—Se llama Colby. Es muy dulce, muy protector, la clase de tipo que sé que
nunca me haría daño intencionadamente. Realmente leal con una fuerte ética
de trabajo e integridad. —Pienso en nuestro momento en el Jardín de los
Dioses—. Es increíblemente guapo, mamá. Tiene esos ojos oscuros y ardientes
que te capturan en cuanto haces contacto visual, casi como si no pudieras mirar
a otro lado.
—Oh, los ojos son la ventana al alma.
¿No es esa la verdad absoluta cuando se trata de Colby?
—Y es alto, ancho y de complexión fuerte. Muy fuerte, pero no fuerte como
un físico culturista.
—Un chico de flexiones. —Asiente.
—Totalmente. Y él... —Tengo el impulso de gemir de frustración por la
106 pérdida—. Es hermoso con sus palabras, mamá.
—Oh, cariño, suena encantador. ¿Cuál es el problema?
—Es un cadete de la Academia de la Fuerza Aérea.
Aplaude.
—Oh, un militar. Qué emocionante.
—No tanto. Recientemente fue aceptado en la escuela de vuelo, lo que
significa que podría irse pronto, una vez que se gradúe.
—¿Cuál es el problema?
¿No me acaba de escuchar?
—Mamá, podría estar yéndose.
—¿Y? Eso no significa nada. —Al acercarse a mi lado del sofá, se sienta y
toma mi mano en la suya, preparándose para dar su opinión—. He visto a chicos
entrar y salir de tu vida, buenos y malos. Pero nunca te he visto hablar de ellos
como lo acabas de hacer de...
—Colby —respondo y su sonrisa se amplía.
—Colby. —Prueba su nombre en su lengua—. Nunca te he visto iluminarte
como cuando hablabas de él, lo que significa para mí que realmente te preocupas
por él.
—Sí —admito—. De verdad que sí. Me gusta, mamá.
—Entonces, ¿por qué te estás conteniendo? Asumo que ese es el problema,
¿verdad?
—Sí. El viernes me dijo que había sido aceptado en la escuela de vuelo.
Fue un golpe que no estaba lista para recibir. Me tomó desprevenida y antes de
que pudiera decir nada, me dio una salida. La tomé.
—Oh, cariño. —Mi madre sacude la cabeza—. Pobre Colby. ¿Cómo se lo
tomó?
Miro mi teléfono.
—Me pidió que siguiera enviándole cartas y ahora... ahora me está
enviando mensajes de texto.
—Porque no quiere dejarte ir.
—Yo tampoco.
Mi madre me abraza cuando una lágrima se desliza por mi mejilla.
—Entonces no lo dejes ir.
—No veo cómo va a funcionar. Se dirige a una vida diferente.
Al alejarse, mi madre toma mi rostro en sus manos, sus pulgares frotan
mis lágrimas.
107 —Sabes, cariño, a veces necesitamos arriesgarnos en la vida para ver si
los sentimientos que albergamos en nuestro corazón nos traerán la verdadera
felicidad. Nunca sabrás si lo que sientes por este hombre es real hasta que le des
una oportunidad. Pero te arrepentirás de la oportunidad perdida si no la
aprovechas. —Presiona un beso en mi frente—. Confía en tu corazón y el resto
se resolverá. —Poniéndose de pie, se endereza los pantalones y dice—: Ahora,
estaré en la cocina haciendo un poco de pastel. ¿Quieres de manzana o de
arándano?
Limpiando otra lágrima, digo:
—Manzana hasta el final, mamá.
—Esa es mi chica. —Apunta a mi teléfono—. Anímate y envíale un mensaje
de texto. Al menos mira si te envía una foto para tu vieja gallina de los huevos
de oro.
Me reí y la eché hacia la cocina con mi mano. Volviendo a mi teléfono, releí
su último mensaje de texto.
Colby: Siempre. ¿Cómo has estado?
Respirando profundamente, decido saltar de cabeza, dejando que mi
corazón marque el camino.
Rory: Te he estado extrañando.
Me muerdo el labio inferior mientras presiono “enviar”, mi estómago
revoloteando con nervios mientras los puntitos bailan rebotan, su respuesta a
segundos.
Colby: Creo que acabas de hacer que mi corazón salte en mi pecho.
Rory: ¿Eso significa que tú también me has echado de menos?
Colby: Echado de menos no describe lo que he estado sintiendo.
Rory: No creo que pueda mantenerme alejada.
Colby: Sé que estoy seguro de que yo no puedo. Lo intenté un día y fallé.
Rory: Entonces, ¿qué hacemos ahora?
Colby: Reunirnos. En algún lugar, en cualquier lugar, dime cuándo y dónde.
Allí estaré. Tengo las próximas dos semanas y media libres. Soy todo tuyo.
Rory: No te burles de mí, Colby.
Colby: Nunca... reúnete conmigo, Rory.
Mordiéndome el costado de la mejilla, cambio mi peso y meto las piernas
debajo del trasero, sosteniendo el teléfono frente a mí. La forma en que exige que
me reúna con él, sin dejarlo como una pregunta, me marea por dentro, porque
con Colby sé que no es un movimiento alfa. Es por desesperación y para mí, eso
es sexy. Aún recuerdo mi reacción cuando me dijo en sus mensajes de texto que
108 quería verme desesperadamente. Siento la misma emoción aquí.
Puede que esté loca por poner mi corazón primero y mi mente después
cuando se trata de este hombre, pero sé que, si no lo hago, mi madre tendría
razón, podría arrepentirme por el resto de mi vida. Nunca me he sentido así por
otro hombre.
Le envié un mensaje de texto, con una gran sonrisa en mi cara todo el
tiempo.
Rory: En mi casa, mañana por la noche a las seis. Dirección a seguir.
Su respuesta es inmediata.
Colby: Estaré allí.
L
os escalones del apartamento de Rory crujen bajo mi cuerpo de uno
ochenta y ocho, doblándose y estirándose debajo de mí. Las
estrechas paredes se inclinan y se agrietan, mostrando la edad del
109 edificio con su pintura astillada y su superficie abollada. No es bonito, pero estoy
seguro de que Rory lo ha hecho perfecto.
Con una sola flor en la mano, me dirijo al segundo piso, subiendo los
escalones de dos en dos, sintiéndome nervioso; pero más que nada, emocionado.
Después de una larga conferencia del abuelo diciéndome que sacara la
cabeza del culo, le envié su poema a Rory. Cuando no respondió enseguida, me
arrepentí de todo lo que había hecho en la vida. Entonces mi teléfono sonó y
comenzó una conversación, una conversación que deseaba. Y aunque no quería,
tenía que dársela al abuelo. Él sabía cómo recuperar a una chica con un poema
cursi. Dice que siempre funciona... al menos lo hacía con la abuela cuando
estaba enojada con él.
Me metí ese consejo en el bolsillo trasero por si alguna vez lo necesitaba.
Cuando llego al final de las escaleras, llamo a la única puerta del rellano.
El edificio es menos que estelar y no es un lugar en el que quisiera que viviera.
En mi mente, ella merece más que una puerta de entrada que apenas cuelga de
las bisagras y paredes que parecen desmoronarse cuando las miras.
Las pisadas atraviesan el suelo y la puerta se abre, revelando una Rory
muy burbujeante y energética. Ni siquiera tengo la oportunidad de saludar antes
de que me lleve a su apartamento y envuelva sus brazos alrededor de mi cintura.
Le devuelvo el abrazo, mis brazos la envuelven con fuerza mientras presiono mi
mejilla contra la parte superior de su cabeza. Dios, necesitaba esto. Necesitaba
abrazarla. Después de un momento, observo su estudio. El punto focal es su
gran cama decorada con ropa de cama de flores rojas y naranjas con almohadas
gigantes y mantas mullidas. A la izquierda hay una pequeña cocina y una mesa
de comedor para dos personas, decorada en turquesa y amarillo. A la derecha,
hay un canapé marrón claro cubierto con coloridas almohadas que da a un
centro de entretenimiento a juego. Es acogedor, brillante y tan Rory.
Me gusta mucho.
Frotando su espalda, digo:
—Hola.
Empujando ligeramente mi pecho, me mira y sonríe con esa preciosa
sonrisa.
—Estás aquí.
Asiento con la cabeza.
—Estoy aquí. —Le doy la rosa sintiéndome un poco tonto, pero cuando la
toma, sus ojos se iluminan.
—Gracias. Esto es muy dulce. —Poniéndose de puntillas, me da un ligero
beso en la mejilla y se va hacia su cocina, saltando en mallas y otro de esos
cómodos jerséis suyos. Este es verde menta. Resalta sus hermosos ojos y hace
que su figura se vea jodidamente increíble.
110 Cierro la puerta detrás de mí y me dirijo al apartamento mientras la veo
sacar un vaso, llenarlo con agua y poner la rosa soltera dentro. Una vez que la
pone sobre la mesa, se vuelve hacia mí y toma mi mano en la suya, dirigiéndome
al canapé. Empuja unas almohadas a un lado y se sienta, tirando de mí hacia
abajo con ella.
Juega con la tela de la manga de mi camisa y dice:
—Me encanta la rosa, pero el ramo de emojis fue mucho más
impresionante.
Me río.
—Sí, el abuelo es un tipo muy suave.
Sacude sus cejas hacia mí.
—Creo que podría necesitar conocer a esta leyenda de los ramos de flores.
—Dios, probablemente aprovecharía la oportunidad de conocerte.
—¿Sí? —Se gira hacia mí, con las dos piernas metidas bajo su trasero—.
¿Es guapo? Me gustaría la versión original sobre la doblemente duplicada.
—Si buscas a un anciano con artritis que disfruta de una manta caliente
sobre sus hombros y un buen montaje de videos de pilotos de aviones de caza,
entonces es tu hombre.
—Ooooh, me estás calentando y excitando. —Agita su mano frente a su
rostro.
Tomo su mano y la enlazo con la mía, el tacto de su palma se amolda a la
mía aliviando la tensión en mis hombros y me siento relajado. Estar cerca de ella
me hace eso, como si fuera un lugar seguro. No tengo que preocuparme por los
factores externos. En cambio, puedo bajar la guardia y respirar.
—¿Lo dices en serio? —pregunto, queriendo medir su reacción—. ¿Querías
decir que no podías mantenerte alejada? Porque si no sientes lo mismo que yo,
entonces...
Se sienta en sus rodillas y cubre mi boca con su mano, sus ojos buscando
los míos, rebotando de un lado a otro, el verde de sus iris tan malditamente
hermosos que mi estómago revolotea y mi pecho se contrae.
Su suave cabello rebota sobre sus hombros mientras inclina su cabeza
ligeramente hacia un lado.
—Quise decir todo lo que dije. Sé que no será fácil, pero quiero ir paso a
paso. —Baja la mano y se acerca aún más—. Anoche hablé con mi madre sobre
nosotros y me preguntó si me arrepentiría de no haberme arriesgado a estar
contigo.
—¿Qué le dijiste? —pregunto, esperando su respuesta con la respiración
111 contenida.
—Sabía que me arrepentiría hasta el último minuto.
Sonriendo, la llevo sobre mi regazo para que su espalda se apoye en el
reposabrazos del sofá y sus tobillos están sobre mis piernas. Entrando,
invadiendo su espacio, presiono mi palma contra su mejilla y me inclino hacia
adelante, rozando mis labios con los suyos. Satisfecha, lanza un largo suspiro y
se agarra a la parte posterior de mi cabeza, acercándome, profundizando nuestro
beso, separando su boca y chocando nuestras lenguas.
Deslizando mi mano hacia abajo, mi pulgar presiona contra el punto
debajo de su oreja, su piel sedosa y suave bajo mi tacto. Antes de que mi mano
pueda deslizarse más al sur, pongo algo de distancia entre nosotros.
Sus ojos se abren, embriagados por el anhelo y me mira con una sonrisa
siniestra en la comisura de sus labios.
—No me mires así —le digo, poniendo más distancia entre nosotros.
—¿Así cómo? —pregunta, moviéndose hasta estar a horcajadas en mi
regazo, con las piernas a ambos lados, su centro presionado contra el mío y su
pecho justo debajo de mis ojos.
Me quito los zapatos y me recuesto en el sofá para ser el que se apoye en
el reposabrazos, con las piernas estiradas y los pies colgando del extremo del
cojín. Coloco mis dos manos sobre sus piernas, manteniéndola en su lugar,
mirando su belleza, completamente asombrado de que fuera capaz de hacer esta
conexión con la chica que sabía que pondría mi mundo patas arriba.
—No me mires como si estuvieras a punto de devorarme.
Juega con la tela de mi camisa, deslizando sus dedos sobre mi pecho.
—Sabes, eras un caparazón muy difícil de romper.
—Sí, lo sé.
—¿Qué pasó con las cartas que te hizo ceder?
No me salto ni un paso cuando respondo:
—El corazón y la honestidad detrás de ellos. Ya me atraías físicamente y
me interesabas, pero fue tu vulnerabilidad la que me quebró.
—Todo era verdad —susurra.
Froto suavemente mis palmas contra sus piernas.
—Lo sé. Háblame de él, de tu hermano.
Mirando con nostalgia hacia un lado, sonríe con la más pequeña de las
sonrisas, el verdadero amor por su hermano es claro en su expresión.
—Es increíble, Colby. Un alma tan gentil, dulce y amable. Le encanta el
béisbol, es un gran fan de los Rockies. Ve todos los partidos con papá en el
sótano. Tienen su cueva de chicos ahí abajo, no se permiten chicas. —Sonrío
112 ante eso—. Le encanta Credence Clearwater Revival y escuchará su álbum de
grandes éxitos durante horas y horas.
—CCR es una buena banda. Tu hermano tiene buen gusto.
—El mejor, pero tiene sus momentos y esos momentos son difíciles de
controlar.
—Dijiste que tiene autismo.
Asiente.
—Lo tiene. La vida no ha sido fácil, eso es seguro, especialmente sus crisis
cuando yo estaba creciendo. Detenía todo lo que estuvieramos haciendo, era y
sigue siendo nuestro deber aliviar su ansiedad, ayudarle. Al principio, me fue
difícil entender y comprender cómo tenía que dejar de lado mis necesidades y
ayudar a mi hermano, pero a medida que fui creciendo, me volví más compasiva.
—Se mueve sobre mí, se inclina hacia adelante y se recuesta, nuestros cuerpos
al ras, su cabeza contra mi pecho. Instintivamente la envuelvo con mis brazos y
froto suavemente su espalda. Aunque estamos hablando de algo difícil, nunca
me he sentido tan cómodo cerca de una chica. Ella... encaja.
—Recuerdo una vez que fuimos a Disney World. Fue algo importante,
porque mis padres rara vez se iban de vacaciones. Pero Bryan era mayor y
pensaron que estaría bien. —Hace una pausa—. No fue así. Estábamos en la fila
de la Montaña Espacial, el único paseo en la parte superior de mi lista de cosas
que hay que hacer, y estábamos a punto de subirnos al paseo cuando Bryan
tuvo un completo colapso de sobrecarga sensorial. Los sonidos, las luces, los
olores, era demasiado para él. Se tiró al suelo y empezó a golpear su rostro,
gritando y asustando a todos los que le rodeaban. Cerraron el viaje porque le
llevó más de una hora a Bryan calmarse, levantarse del suelo y volver a nuestro
hotel.
—No puedo imaginarme cómo debió ser —digo, besando la parte superior
de su cabeza.
—Fui una idiota. —Hace una pausa—. Mirándolo ahora, me avergüenzo
de cómo reaccioné. Estaba furiosa con él, no lo ayudé y lloré todo el camino de
vuelta al hotel rogando a mis padres que se quedaran en el parque, pero su
principal objetivo había sido calmar a Bryan. Deberías haber visto las familias
que nos miraban y chismosos que tuvimos que pasar para volver al hotel. “Ahí
está, el chico que enloqueció en la Montaña Espacial”. No fueron sutiles. Era
como si fuéramos un espectáculo secundario del que la gente no se cansaba.
Jesús, me duele el corazón por ella.
—Las personas pueden ser unos idiotas cuando experimentan algo que no
es parte de su norma.
—Ahora lo sé, pero en ese momento, estaba tan amargada de que nunca
llegué a montar la Montaña Espacial que no podía poner todo en perspectiva.
Como dije, me avergüenzo cada vez que pienso en cómo actué.
113 —Eres humana, Rory. Se te permite estar enojada y molesta por las cosas.
Entiendo tus ganas de tener compasión por tu hermano, pero aun así se te
permite tener tus propios sentimientos separados de los suyos. No te reprendas
por estar decepcionada.
—Eso es lo que mi madre me dijo. —Se acurruca más profundamente en
mi abrazo—. Bryan es la razón por la que me ha costado tanto tener un novio.
—¿Por qué? —Dibujo pequeños círculos en su espalda con mi pulgar.
—Porque no entendían que mi hermano es lo primero. Mi madre me ha
llamado cuando he tenido citas, diciéndome que Bryan me necesitaba. Lo he
dejado todo para ir a verlo, para calmarlo. Después de unas cuantas citas como
esa, después de estar irritados porque me fui, me dejaron.
Aprieto los dientes, mi ira casi saca lo mejor de mí. ¿Quién en su sano
juicio dejaría a Rory porque está ayudando a su hermano? Para mí, eso
demuestra su pobre calidad como humanos. La empatía es una cualidad sexy y
descartar una cualidad tan buena como una molestia es repugnante.
—Es bueno que se hayan ido, Rory, porque nunca podría verte con alguien
que carece de la capacidad de empatizar con tu situación. Francamente, es
despreciable que esos hombres no fueran capaces de hacerse a un lado por un
segundo y ver todo el panorama.
En lugar de decir nada, se queda envuelta en mis brazos, su respiración
sincronizada con la mía, sus dedos jugando con el cuello de mi camisa.
Me relajo al tocarla, en los cojines de su sofá, en la sensación de su cuerpo
envuelto sobre el mío. He tenido antes momentos íntimos con mujeres, pero
nunca nada como esto, como si nuestras almas se conectaran en un nivel
superior.
Una parte de mí piensa que tal vez es porque he madurado desde mi última
relación casual, pero otra parte de mí cree que simplemente compartimos una
conexión poderosa.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Pregúntame lo que sea —respondo, besando la parte superior de su
cabeza de nuevo, como si lo hubiera hecho durante años.
Empujando mi pecho, sus ojos se traban con los míos.
—Cuando nos conocimos, eras cortante y conciso conmigo. ¿Intentabas
asustarme?
Sacudo la cabeza.
—No, no soy del tipo que asusta, a menos que tenga que hacer entrar en
razón a mis cadetes. Intentaba mantenerte a distancia. Buen trabajo el que hice,
¿eh?
Sonríe suavemente.
114 —Sólo soy persistente. Creo que no tuviste elección. —No tiene ni idea. No
tengo ni idea de por qué ha insistido.
—Realmente no la tuve.
—¿Tienes hambre?
—Estoy muerto de hambre —respondo, mi estómago gruñendo
apropiadamente.
Cuando se sienta, lloro instantáneamente la pérdida de su calor, de su
cuerpo blando que encaja tan perfectamente sobre el mío.
—¿Quieres ayudarme en la cocina? ¿A preparar la cena?
—Me encantaría.
Poniéndose de pie, me tiende la mano y sin pensarlo dos veces, la tomo,
deleitándome con la invitación a estar de nuevo cerca de ella. Me hace darme
cuenta de lo mucho que he echado de menos algo tan simple como tomarse de
la mano. Abrazos. Toques. Toques que no están destinado a herir...

—Así que no eres muy buen cocinero, ¿eh?


Sacudo la cabeza, mirando todos los ingredientes, sintiéndome intimidado.
No pasé mucho tiempo en la cocina. No se me permitía, porque estaba encerrado
en mi habitación haciendo los deberes o trabajando en secreto en mis aviones,
cualquier cosa para alejarme de Ted y mantenerlo feliz.
—No. —Froto mi nuca—. Aunque no por mi culpa. Nunca se me dio la
oportunidad de aprender.
Retuerce los labios hacia un lado, su frente fruncida y una mirada infeliz
en su rostro.
—¿Tus padres nunca te llevaron a la cocina para aprender?
Sacudo la cabeza, mi voz se suaviza, sonando tan vulnerable como me
siento.
—No. Cuando tuve la edad suficiente, mi padre estaba enfermo y mi madre
no era la más… —Me detengo, buscando una buena manera de decirlo—. No era
el tipo de madre que se preocupaba por su hijo.
—¿Qué? —La expresión de Rory está muy alterada cuando se acerca a
mí—. ¿Qué quieres decir?

115 Sacudo mi cabeza, sin querer entrar en ello.


—Siento que esa es una conversación demasiado pesada por ahora. No
quiero asustarte de inmediato con mi equipaje.
—Nunca podrías asustarme.
—Eso lo dices ahora. —Asiento hacia los ingredientes—. ¿Qué estamos
haciendo?
Presiona su mano contra mi pecho, una mirada de preocupación en su
rostro.
—Hablo en serio, Colby. Quiero saberlo todo sobre ti, incluso tu equipaje.
Y es por esto me costaba tanto alejarme de ella, porque su corazón es tan
grande y acogedor. Después de que mi padre murió, la vida cambió
drásticamente. No sólo tuve que llorar rápidamente la pérdida de mi padre, sino
que me separé de mi abuelo cuando nuestras visitas se alejaron cada vez más.
Vivía en un hogar frío, la antítesis del amor y la calidez que había conocido antes
de que mi padre se enfermara. Pero fue como si una vez que mi padre murió, mi
familia, como yo la conocía, también murió.
Nunca me abrazaron cuando estaba molesto, nunca me amaron cuando
extrañaba a mi padre y seguro que nunca me dieron el gusto cuando todo lo que
quería era pasar un día con mi abuelo.
Me volví frío, distante y enfocado. Quería salir, no tener que volver a poner
un pie en esa casa, una vez que me gradué y fui a la academia, puse mis cosas
en el almacén y me fui sin despedirme.
No me arrepiento de nada.
Pero estar con Rory ahora me recuerda lo mucho que me he perdido el
toque humano, el tener a alguien que sienta compasión por ti. Y nunca sabes
cuánto la necesitas en tu vida hasta que reaparece y te consume.
—Gracias —digo en voz baja, sin querer elaborar más.
Después de unos cuantos momentos de silencio, la comprensión cae sobre
ella y pasa de la pesada conversación, aplaudiendo y mirando los ingredientes.
—Bueno, ya que eres un novato, seré amable contigo. ¿Quieres hacer
espaguetis y albóndigas?
—¿Albóndigas caseras?
—La única forma de comerlas es si son caseras.
—¿De verdad vas a enseñarme? —Sueno melancólico, más de lo que
pretendía, pero mierda, esta podría ser mi primera demostración en la cocina.
—Por supuesto. Ahora, primero llena esa olla con agua y llegaremos a las
bolas en un segundo. —Con un guiño, empieza a recoger todo mientras yo lleno
la olla.
Mi primera lección de cocina con la primera chica que realmente me
116 importa. Esto podría ser más de lo que esperaba cuando se trata de conocer a
alguien, pero ahora mismo, no lo cambiaría por nada.
—Y
vierte el queso parmesano por todas partes. Sí, justo
así.
Me siento... feliz.
117 Creo que es la única forma en que puedo
describir este sentimiento de satisfacción absoluta.
Mi corazón está lleno por la forma en que Colby se ilumina cada vez que
hace algo bien, mis ojos brillan con cada sonrisa que se me presenta y mi alma
se siente satisfecha con la oportunidad de enriquecer la vida de este hombre,
una vida que parece rota y maltratada.
Y me alegro de que no se haya abierto a mí en ese momento; porque,
aunque quiero apoyarlo y escucharé todo lo que quiera decirme, no estoy segura
de poder soportarlo. Aun así. No estoy segura de que la historia de por qué sus
padres nunca le enseñaron a cocinar se ajuste bien a mí y mi corazón ya se
siente increíblemente pesado.
Quiero disfrutar de esta noche, no sentirme mal del estómago por estar
molesta.
—Bien, ¿estás listo para esta parte? —pregunto, Colby está parado detrás
de mí, mirando sobre mi hombro—. Vamos a mezclar todo, pero vamos a usar
nuestras manos, porque es la mejor manera de hacerlo.
—¿Sólo las meteremos ahí dentro?
—Sí, así. —Meto mis manos en el tazón y empiezo a aplastar la carne, el
huevo, el queso, los condimentos y el pan rallado.
Como el hombre suave que es, se acerca por detrás de mí, con su amplio
pecho a mi delgada espalda y me rodea, deslizando sus manos por mis brazos
hasta que también se mezclan con la carne. Al principio es tímido, probando la
consistencia, pero una vez que se siente cómodo, empieza a mezclar los
ingredientes.
La carne rezuma a través de nuestros dedos y nuestras risas se mezclan
con los sonidos de la carne cruda siendo aplastada.
—No debería encontrar esto relajante, porque casi parece que estamos
aplastando cerebros, pero por alguna razón, esto casi parece terapéutico.
—Es por eso que mi mamá cocina. Es como una terapia para ella y las
albóndigas son sus favoritas para hacer.
—Creo que las albóndigas también son mis favoritas.
Me río y miro por encima del hombro, su expresión juguetona y dulce.
—Estoy haciendo una nota mental de que ahora estás a cargo de aplastar
todas las cosas en la cocina.
—Acepto. Esta mierda es un buen momento. —Recoge otro trozo de carne
molida y lo aplasta entre sus dedos.
Sacando mis manos del tazón, me agacho bajo sus brazos y me lavo las
manos mientras él sigue mezclando o jugando con más precisión.
118 El Colby que conocí al principio era un hombre viejo y curtido, como si
hubiera sido demasiado experimentado para su edad. Era volátil y cerrado, pero
este hombre parado en mi mostrador, aplastando la carne entre sus dedos con
una sonrisa en su rostro... Es diferente. Casi parece que una parte de él ha sido
reprimida durante años y cuando tenemos momentos como éste, cuando siente
que se le permite, sale a jugar.
Y me gusta mucho su lado juguetón, tanto como me gusta su lado serio y
romántico.
Oh, ¿y el lado romántico? Fácilmente mi favorito. Aunque también me está
empezando a gustar este Colby juguetón.
Saco una bandeja de hornear, la rocío y la pongo sobre el horno
precalentado.
—¿Listo para hacer unas bolas?
Mira la mezcla de carne y dice:
—No estoy seguro de que esté lo suficientemente mezclada. Dame unas
cuantas horas más.
Girando los ojos, la risa brota de mí, evito que sus manos hagan más daño
a la pobre carne.
—Es hora de hacer las bolas, Colby o podrías estar aquí toda la noche.
Su mirada se oscurece, sus ojos se estrechan.
—No veo nada malo en ello.
Trago... con fuerza. Sí, tampoco veo nada malo en ello.
—Quiero decir que no comeríamos hasta muy tarde —digo torpemente.
Alejándose del tazón, Colby, con las manos cubiertas de carne, se acerca
y apoya sus antebrazos en mis hombros, manteniendo sus manos contaminadas
lo más lejos posible de mí. Inclinándose hacia adelante, me da un dulce beso en
los labios, pero se aleja rápidamente antes de que pueda abrir la boca y hacerlo
más profundo.
—Eres jodidamente linda, ¿lo sabías?
Arrugo mi nariz.
—Sabes, algunas chicas toman “linda” como un insulto.
Sonriendo, su cuerpo se mueve contra el mío y responde:
—Linda, como la forma en que te pones nerviosa a mi alrededor. Si
hablamos de tu apariencia física, no es necesario que te llame linda, no cuando
desfilas con estos suéteres ajustados, mostrando todo lo que me gustaría ver...
y tocar. —Mi estómago se revuelve, mi piel hormiguea, mi suéter se vuelve pesado
y engorroso mientras mi cuerpo pide que se lo quiten—. Linda es una forma
119 demasiado mansa de describirte. —Sacude la cabeza, acercando sus labios a los
míos otra vez. A un suspiro de distancia, dice—: Si tuviera que describirte a
alguien, te llamaría impresionantemente hermosa. —Ligeramente, me besa los
labios, enviando una ola de mariposas a mi estómago.
Cuando se aleja, parpadeo un par de veces, recuperando el aliento.
—Hum... gracias.
Riéndose entre dientes, dice:
—De nada, Rory. —Se gira hacia el tazón, dejándome en estado de sorpresa
por su cumplido y mi torpe “gracias”.
—¿Así que simplemente enrollamos esto? —Toma una enorme pila de
carne y comienza a ponerla en forma de bola, su comportamiento es casual,
como si no acabara de sacudir mi mundo.
Sacudiendo un poco de sentido común, doy un paso adelante y digo:
—Esa bola es demasiado grande. —Me da una sonrisa de conocimiento,
seguro de lo mucho que me afecta. Aclaro mi garganta—. Tienes que hacerlas
mucho más pequeñas. Así.
Le muestro el tamaño adecuado, me aseguro de que tenga una buena bola
y luego lo pongo en la bandeja de hornear.
Deteniendo sus manos en el tazón, me sonríe.
—Bésame.
Y así como así, me tiene metafóricamente cayendo a sus pies, tan
enamorada. Y estoy tan increíblemente feliz de haber dado este salto de fe,
porque este hombre me tiene deseando pasar cada momento que pueda con él.
¿Cómo no hacerlo?
Bésame.
Hago justo eso.

—Realmente no tenías que ayudar con los platos.


—Yo quería. —Termina de enjuagar el último plato y lo coloca en el
escurridor, mientras lo observo desde mi posición en la silla que trajo cerca del
fregadero para que me sentara.
—Lo menos que puedo hacer es secar.
Sacude la cabeza.
120 —Relájate, Rory. Deja que cuide de ti.
No es la primera vez que me dice eso esta noche. Cuando la comida estaba
lista y yo iba a servir los platos, me dijo que me sentara y dejara que él se ocupara
de mí. Parece un simple dicho, pero en mi mundo vale su peso en oro. No quiero
que me esperen, pero el simple hecho de que alguien quiera, está eligiendo, estar
ahí para mí, especialmente desde que he puesto a alguien antes que a mí durante
tanto tiempo... significa mucho para mí.
—Eres muy dulce, ¿lo sabes?
—No lo des a conocer al mundo. Mis cadetes nunca me dejarían vivirlo.
Tomo un sorbo de mi vaso de agua.
—¿Eres duro con ellos, gritando todo el tiempo?
—No todo el tiempo, pero sí, somos duros, especialmente con los novatos.
Se asan casi todo el año y no tienen ningún privilegio.
—¿En serio, como cuáles?
De la estufa, agarra mi toalla amarilla y empieza a secar los platos
húmedos que descansan en el desagüe.
—Bueno, en realidad no tienen pases de fin de semana, así que tienen que
quedarse en el campus todo el tiempo. Tienen que mantener las puertas de sus
dormitorios abiertas, cosas así. El punto es romperlos y luego levantarlos.
Trago. No puedo imaginarme pasar por un entrenamiento tan riguroso.
Pensé que obtener mi certificado de terapia de masaje era difícil, pero
probablemente es un dulce comparado con el entrenamiento militar básico que
Colby tuvo que pasar.
—¿Daba miedo? —pregunto—. ¿Primero se pasa por el entrenamiento
militar básico?
Sacude la cabeza, metiendo su gran mano en una taza para secarla.
—No, lo disfruté. Fue duro, todo un reto, pero sentí que por una vez era
parte de algo.
—¿Te gritaron?
Se ríe.
—Todo el tiempo. La primera semana te regañan constantemente por cada
pequeña cosa que haces. Por no mirar bien a un oficial, por no pararse lo
suficiente, por no llevar el sombrero en el ángulo correcto. Tanta mierda estúpida
que ahora está arraigada en mí. Ni siquiera tengo que pensar en ello, sólo lo
hago.
—Como hacer la cama y doblar la ropa. —Asiente, se queda callado, se
concentra en los platos. ¿Dije algo malo? Su cuerpo se transformó
121 completamente y me pregunto si tal vez toqué un tema sensible. Queriendo
seguir adelante y no perderlo en la conversación, le pregunto—: ¿Y ahora, qué
clase de privilegios tienes?
Aclarando su garganta, se concentra en los platos, pero responde:
—Los antiguos tienen pases de fin de semana ilimitados, podemos tener
un auto en el campus, podemos tener electrónicos en nuestros dormitorios,
cosas así. Cosas simples que nos quitaron cuando éramos cadetes de cuarta
clase o estudiantes de primer año.
—Así que ahora estás viviendo la vida, ¿eh?
—Oh sí. —Menea las cejas y siento que tengo a mi Colby de vuelta.
Termina de lavar los platos, pasa la toalla por el mango de la puerta del
horno y luego mira la hora en su reloj.
—Debería irme.
La decepción me invade. Por alguna razón, pensé que tal vez se quedaría
a pasar la noche, o sólo un poco más. No es tan tarde...
—¿Ya te vas?
Asiente.
—Sí, tengo que levantarme temprano para hacer mi fisioterapia y luego
tengo que estudiar un poco. Quiero asegurarme de que estoy listo para el
entrenamiento de vuelo de la academia, así que voy a poner algo de trabajo extra.
Creo que nunca he conocido a nadie más dedicado que él… la cantidad de
horas que dedica a sus estudios y a su futuro. Estoy segura de que su esfuerzo
supera al de cualquier otra persona de la academia. Podría estar equivocada y
podría ser parcial, pero en mi mente, Colby es el mejor de los mejores.
—Bien. —Me levanto de mi asiento y lo acompaño a la puerta—. Gracias
por venir esta noche. Espero que lo hayas pasado bien.
—Me lo pasé muy bien. Gracias por enseñarme a cocinar mi primera
comida. Significó mucho para mí, Rory.
Doy un paso adelante, uniendo sus manos con las mías.
—De nada. —Tirando de él, le pregunto—: ¿Cuándo podré volver a verte?
—¿Cuándo quieres volver a verme?
No quiero que te vayas. Pero no digo eso, porque dejó claro que tiene planes
para mañana y aunque quiero ser egoísta y mantenerlo aquí por la noche, voy a
respetar sus planes. Cuando nos conocimos, hizo saber que no quería ninguna
distracción, y quiero asegurarme de que lo respeto. Porque en todo caso, Colby
es un hombre de honor. Quiero ser alguien que sepa que lo motiva, que lo
estimula a ser el mejor piloto que pueda ser. La mejor versión de sí mismo.
—¿Mañana? —pregunto tímidamente.
122 Llevando nuestras manos a sus labios, su boca presiona un dulce beso a
lo largo de mis nudillos.
—Mañana será. Tengo una idea para algo que podemos hacer. ¿Qué tal si
te recojo sobre las seis? ¿Estás disponible?
Asiento, emocionada.
—Para entonces habré terminado el trabajo.
—Bien. —Me acerca a su cuerpo, poniendo una de sus manos justo debajo
de mi barbilla, inclinando mi cabeza hacia atrás—. Te recogeré. —Colby se
inclina los últimos centímetros y pone su boca sobre la mía, sus labios suaves y
flexibles, gentiles y tranquilos. No hay prisa; hay satisfacción en su beso, como
si pudiera estar moldeado con mi boca durante horas.
Pasando su lengua sobre mis labios, los separa sin esfuerzo. Acaricia mi
lengua con la suya y profundiza nuestro beso, presionando nuestras manos
unidas detrás de mí, contra mi espalda baja y acercándome aún más. La mano
que agarra mi barbilla se desliza hasta mi mejilla, donde me sostiene en su lugar,
moviendo su boca de un lado a otro, usando el fuego para mostrarme cuánto le
gusto... encendiendo una llama dentro de mí.
Un ligero gemido retumba en su pecho mientras se aleja, levantando su
boca de la mía, dejándome desesperada y necesitando más. Hambrienta.
—Te veré mañana, Rory.
Antes de que pueda pensar en detenerme, digo:
—Eres malo.
Riéndose, cepilla un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—¿Cómo soy malo?
—Dejándome cuando todo lo que quiero es acurrucarme en tu gran y
cálido cuerpo. —Estoy mintiendo. Quiero el calor que sentí en el Jardín de los
Dioses. Quiero que su cuerpo sea presionado contra el mío. Lo quiero en mi cama.
Pero siento que no quiere apresurarse. Nosotros. Y estoy de acuerdo con eso.
La expresión de su rostro se suaviza cuando me abraza, presionando su
barbilla contra la parte superior de mi cabeza, sosteniéndome en su abrazo por
más tiempo del que esperaba antes de que hable.
—Sueña conmigo. —Me da un beso en la cabeza, me da un último apretón
y luego se va.
Me tiene tan enganchada, es absurdo cuánto quiero bajar las escaleras y
traerlo de vuelta aquí. Quiero estar en sus brazos y quiero recibir más de sus
besos, sus abrazos, su dulzura. Él. Pero esperaré. Y sin duda, soñaré con él.

123
—¿E n qué parte de Colorado Springs creciste? —pregunta Rory
tomándome de la mano, con tan buen aspecto que me
cuesta concentrarme en la carretera.
124 Bajó las escaleras de su apartamento con mallas negras, botas, un suéter
verde oscuro, una chaqueta de cuero y su cabello rizado en los extremos, metido
bajo un gorro de invierno negro con un pompón en la parte superior. Y envuelta
alrededor de su cuello hay una suave bufanda verde y negra. El conjunto
inmediatamente tuvo mi pulso acelerado. No es abiertamente sexy de ninguna
manera ya que está cubierta, pero la forma en que su ropa se ajusta y rodea su
cuerpo tan perfectamente hace que sea difícil mirar hacia otro lado,
especialmente cuando sus ojos excitados se conectan con los míos.
Concentrándome en la carretera y tratando de conducir a través del tráfico
de Colorado sin tener un accidente, digo:
—Sureste. ¿Tú?
—Oeste. Mis padres viven en Old Colorado City con mi hermano, a la
vuelta de la esquina de mi apartamento, así que no muy lejos. Todavía viven en
la casa de mi infancia y antes de que preguntes, no, ya no tienen mi habitación.
La convirtieron en una habitación de invitados. No es que tengan muchos
huéspedes que vienen y se quedan, pero mi madre pensó que sería bueno tener
uno.
—¿Qué hicieron con todas tus cosas?
—Me lo llevé conmigo cuando me mudé o lo doné. —Hace una pausa y
luego pregunta—: ¿Qué hay de ti?, ¿todavía tienes tu cuarto de infancia? —Se
detiene a mitad de la frase y sacude la cabeza—. Pregunta estúpida, lo siento.
Agarro el volante con fuerza, odiando cómo, a pesar de que he trabajado
increíblemente duro para mantener mi corazón y mi cabeza fuera de la casa en
la que crecí, todavía me afecta. No puedo pensar en esa casa sin despertar la
ansiedad.
Finalmente digo:
—No es una pregunta estúpida. En realidad, no tengo ni idea de si la
habitación de mi infancia existe. Pero no dejé nada importante cuando me fui,
así que no es como si volviera, me recordaría cualquier recuerdo asombroso.
Ahora mismo, mis recuerdos están guardados en cajas en una unidad de
almacenamiento.
—¿Tienes una unidad de almacenamiento?
Asiento y giro por la calle Tejon, buscando un lugar para estacionar.
—Sí, la tengo desde que me gradué de la secundaria. Tiene algunas de mis
cosas y algunas de las cosas que mi abuelo no pudo llevar a la residencia de
ancianos. —Pienso en el almacén y en los muchos aviones que alberga—.
Deberías verlo. Lleno de maquetas de aviones, de los que puedes volar y de los
que se pueden mostrar, es el sueño húmedo de un entusiasta de los aviones.
Se ríe, el sonido es tan hermoso que me devuelve a la conversación,
aliviando la ansiedad en mi pecho.
125 —Tú y tu abuelo son muy unidos. —Escucho una sonrisa en su voz y me
hace apreciarla aún más. Entiende el profundo amor que le tengo, porque siente
lo mismo por su propia familia, en particular por Bryan.
Asiento, buscando un lugar para estacionar en la calle. Al avanzar, señalo
mi intención y comienzo el proceso de estacionamiento paralelo.
—Estamos muy cerca. —Llevo el auto al lugar y apago la camioneta—.
Definitivamente diría que es mi mejor amigo.
Lentamente, una hermosa sonrisa se cruza en el rostro de Rory.
—Es la cosa más linda que he escuchado. Sólo un niño y su abuelo.
—Más o menos. Dame un segundo. —Salgo de la camioneta y rodeo el capó
para abrirle la puerta. Cuando tomo su mano, digo—: El abuelo también me
enseñó a siempre tratar a una dama con respeto.
—Bueno, necesito escribirle una carta y decirle que eres un caballero.
Tomo su mano en la mía y la guío a través de la calle hasta el centro del
Parque Acacia donde la ciudad erige una pista de hielo temporal cada año.
—¿Sabes patinar?
Mira hacia la pista de hielo, su expresión se llena de alegría.
—Un poco. Hubo un corto período de tiempo en el que Bryan probó el
patinaje. No era muy bueno, pero disfrutaba ir al hielo, al menos por un tiempo.
Duró poco, pero cuando íbamos a la pista de hielo todos los días, aprendí a
mantenerme de pie y a avanzar, pero esa es la medida de mi capacidad. Por
favor, dime que eres bueno patinando.
—No te habría llevado a la pista de hielo si no fuera muy bueno en el
patinaje. Confía en mí, no voy a llevarte a una cita que me haga quedar como un
tonto.
—¿Caer de culo delante de tu cita no es una prioridad para ti?
—No tanto. Vamos, consigamos unos patines.
Pasamos los siguientes minutos esperando en la fila, viendo a los
patinadores moverse por la pista sin esfuerzo; bueno, no todos y bromeando
sobre a qué hamburguesería ir cuando terminemos de patinar. Es entre Bingo
Burger, mi sugerencia y The Skirted Heifer3, la sugerencia de Rory. No podría
importarme menos cuál elegimos, porque lo único que me importa es que Rory
sea feliz y se divierta.
Una vez que pagué los patines alquilados, nos los ponemos y nos vamos
al hielo. Rory se aferra a mí para apoyarse, su brazo se une al mío, su cuerpo se
tambalea comprensiblemente al primer toque del hielo.
—Oh Dios mío, estoy tan oxidada. Voy a volcarnos a los dos y seremos el
126 hazmerreír del parque.
—Estamos bien, no te preocupes. Nos tengo. —La estabilizo y la mantengo
agarrada a un lado de la pista de hielo hasta que pueda balancearse en los
patines—. ¿Sientes que puedes avanzar ahora?
—No puedes soltarme —dice, con la cabeza dando vueltas, con su rostro
lleno de pánico.
Envuelvo su brazo con el mío y lo fijo en su sitio.
—Nunca te soltaré, Rory. Te tengo.
Poco a poco, empezamos a avanzar, Rory se aferra a un lado de la pista y
a mí durante toda una vuelta hasta que empieza a sentirse más segura y me usa
como su único apoyo.
—Ahí lo tienes. ¿Ves? No está nada mal.
Sus ojos se enfocaron en el hielo, temblorosos en sus movimientos, dice:
—Creo que me trajiste aquí para poder meterte en mis asuntos. —Toma
un respiro—. Noticia de última hora, Colby. Hubiera estado metida en tus
asuntos en un sofá. No hay necesidad de llegar a tales extremos.
Una fuerte risa sale de mi boca, perdiendo el equilibrio por un segundo,
pero nos atrapo a los dos antes de caer.

3 En español significa La Ternera con Falda.


—Oh Dios mío, no te rías —chilla, haciéndome reír de nuevo—. Colby,
detente. Mis mallas son muy delgadas, y tendré un trasero congelado toda la
noche si aterrizo en ese hielo.
No puedo contener la risa que se me escapa.
—No podemos tener un culo congelado, ¿verdad? Aunque calentarlo no
sería una dificultad.
Con el descaro que gotea de ella, responde:
—Como dije, algo que podrías haber hecho en el sofá.
Hacemos otra pasada alrededor de la pista. El control de Rory no mejora,
pero me encanta lo cerca que está, lo fuerte que se aferra a mí.
—¿Qué tal si sacamos tu mente del patinaje? Porque podrías estar
enfocándote demasiado.
—O no me estoy concentrando lo suficiente —contesta—. ¿Qué es esa
colonia olvidada que usas y por qué huele tan bien?
—Sigue diciendo cosas como esa —me río—. Y veamos a dónde te lleva.

127 —Deja de reírte. —Se sacude, su equilibrio es lanzado de un lado a otro—


. Pero en serio, la colonia. Tiene que tener algún tipo de feromonas, porque me
siento como una gata salvaje en celo cuando estás cerca, chupando ese olor.
—¿Una gata salvaje? —El humor me consume—. Lo llevaste a ese nivel,
¿eh?
—Lo hice y no me avergüenzo. —Ondea su brazo hacia un lado, tratando
de equilibrarse—. Vamos a ir a The Skirted Heifer.
—Oye, aún no lo hemos decidido y que yo sepa, dijiste que tenías
experiencia en el hielo.
—Pensé que lo había hecho. Este es un tipo de hielo engañoso y también
culpo al viento.
—No hay viento.
Me agarra del antebrazo.
—¿Quieres ser un amigo, Colby? Admite que hay viento.
Riéndose de nuevo, el sonido se hace cada vez más familiar en mis oídos,
me quedo sin palabras.
—Vaya, este viento es una verdadera perra. Tal vez deberíamos pensar en
terminar nuestros pases sobre el hielo.
—Eres un hombre muy bueno.
Me siento un buen hombre cuando estoy con ella y el sentimiento es extraño.
Pero bienvenido.
—Admítelo, te gustan más estas hamburguesas.
Evito lamerme los dedos y en su lugar, me los limpio con una servilleta.
—¿Así puedes regodearte hasta el final de los tiempos?
—Exactamente. —Mete una patata frita en su boca.
Sacudo mi cabeza y le doy humor a cada uno de mis movimientos.
—No va a suceder.
—Oh, eres súper terco, ¿verdad?
—Sólo cuando quiero serlo. —Limpio mi boca y me como otra patata frita,
saboreando los sabores audaces y no tan saludables para ti. La Academia de la
Fuerza Aérea nos alimenta con comidas que siguen las pautas nutricionales
básicas. No tengo mucho tiempo para buscar cualquier otra comida durante el
128 año escolar, así que cuando me doy un gusto, disfruto del momento.
—¿Considerarías esto como nuestra segunda o cuarta cita? —pregunta,
mirándome con una mezcla de curiosidad y humor en su mirada.
—¿Por qué, tienes una cuota que debes alcanzar antes de avanzar?
—No, sólo curiosidad. Técnicamente, nuestro primer encuentro no cuenta,
los bolos podrían considerarse una cita por error, hubo un Jardín de los Dioses,
que no terminó bien, luego cenamos en mi casa y ahora esta noche. Eso podría
contarse como cuatro.
—¿Y nuestras cartas? —pregunto uniéndome a la diversión—. Esas
podrían ser consideradas citas. Eran íntimas, hablábamos y a veces bebía agua
mientras las leía, lo que podría considerarse una comida.
—Oh, buen punto. Definitivamente cené mientras leía tus cartas. Vaya,
míranos, acumulando todas las citas y ni siquiera nos dimos cuenta.
—Prácticamente recién casados —me burlo, pero luego me pongo serio—.
Te diré esto, Rory. —Incapaz de detenerme, me acerco y acaricio su suave
mejilla—. Eres la única chica que ha hecho que mi corazón se salte un latido,
eso es seguro.
Mirándome a través de sus pestañas, se asoma a mi alma, esos ojos verdes
suyos me parten en dos, dejando mi corazón en sus manos.
—Eres el único chico que me ha hecho sentir que realmente valgo algo.
Apago la ira, porque no es momento de enojarse por los imbéciles con los
que salió antes.
—Entonces debes haber salido con verdaderos idiotas, porque vi tu valía
en el momento en que salí a la terraza en la fiesta.
Empuja la comida hacia un lado y pasa sus dedos sobre uno de mis
muslos, la sensación envía un rayo de excitación directo a mi polla. Puede que
haya pasado un tiempo desde que estuve con alguien, pero esto es diferente.
Esta es Rory. No sólo quiero tener sexo con ella. Quiero adorar hasta el último
centímetro de su cuerpo.
—La fiesta a la que no querías ir. ¿Y si nunca nos hubiéramos conocido
allí? ¿Crees que nos hubiéramos conocido?
Si no nos hubiéramos conocido ya, lo dudo. Y esa realización es
sorprendente, porque estaba a un “no” más de no conocerla. Me habría perdido
muchas cosas.
—Probablemente no. Habría mantenido la cabeza en mis libros y me habría
quedado en la casa de la piscina de Stryder hasta que el descanso terminara.
—Mi pequeño ratón de biblioteca. —Inclina mi barbilla y luego se levanta.
Después de tirar nuestra basura, me lleva de vuelta al parque, pero lejos de la
pista, a un pequeño banco rodeado de árboles. El fresco metal del banco le da a
129 la parte trasera de mis piernas un shock inicial, recordándome las frías
temperaturas, pero no dura mucho. Acurrucándose cerca, Rory se agarra con
fuerza a mi brazo y apoya su cabeza en mi pecho.
—¿No es raro que hayamos crecido en la misma ciudad, nunca fuimos a
la misma escuela y nunca nos hayamos encontrado, sino que nos conocimos en
una fiesta de montaña al azar?
—Destinado a ser. —Aclaro mi garganta. He querido hacer esta pregunta,
pero he sido cauteloso al sacarla a colación, no queriendo presionar a Rory
demasiado. Pero por alguna razón, no puedo sacármela de la cabeza. Así que, en
este tranquilo entorno, decido preguntar, esperando la respuesta que busco—.
Me dijiste en la fiesta que no tienes novio, pero necesito saber si... bueno, ¿verías
a alguien más si estuvieras conmigo?
Su mano contra mi pecho, levanta su cara para mirarme, una curva en
sus labios.
—No. ¿Tú lo harías?"
—Demonios, no. —Uso la mano que envuelve su cuerpo para acercarla.
Cae de su espalda a su muslo, agarrándola fuertemente.
—¿Planeas mantenerlo así?
—¿Tú qué piensas? —Asiento, mi mirada fija en sus labios.
Ella se mueve en mi mano, su culo está ahora en mi mano, sus leggins no
dejan nada a la imaginación. Firme, pero más que un puñado y sin ninguna
línea de ropa interior. Ella va a matarme lentamente.
—Creo que soy tuya —responde, acunando mi mejilla, sus dedos corriendo
por la barba que he dejado que crezca en mi mandíbula. Sé sin duda alguna que
quiero que sea mía. Desesperadamente.
Con la promesa de exclusividad colgando entre nosotros, me inclino hacia
adelante, un susurro de un aliento de su boca, el cielo abierto encima cubierto
en azul medianoche.
—Eres mía —respondo, justo antes de bajar mis labios a los suyos,
besándola tan jodidamente apasionadamente que el resto del mundo que nos
rodea se cae.
Aquí es donde quiero estar, en los brazos de Rory, sus labios unidos a los
míos, su corazón latiendo al ritmo del mío, porque aquí mismo, en este momento,
no hay nada que intente carcomerme. Los recuerdos de mi infancia se
desvanecen. La preocupación por si llegaré a la escuela de vuelo ha terminado.
Pero el sentimiento de que alguien sea parte de mi vida es perfectamente
abrumador.

130
—¿Q ué estás haciendo? —Me estiro sobre mi cama, muerta de
cansancio por mi largo día, mis músculos sintiéndose
como fideos y mi habilidad para moverme lentamente
131 disipándose con cada segundo que paso acostada sobre mi cama.
Cinco clases hoy. Son cinco horas de ejercicio, presionando a la gente a
esforzarse al máximo, dando ejemplo. Tomé dos clases extra y después del
gimnasio, pasé el resto del día dando masajes a los clientes, añadiendo algunas
citas extra para poder tener el día libre mañana. No hace falta decir que mi
última cita de masaje probablemente se decepcionó por mi falta de presión. Todo
en mí tenía calambres y fue la hora más lenta de mi vida, ya que deseaba pinzas
para ensaladas y un camión de Tonka como el que usó Ross Geller en el episodio
en el que masajeó a un anciano. Estoy segura de que las ruedas de un juguete
para niños se habrían sentido mejor que mis manos de pluma que seguían
teniendo calambres cada dos segundos.
Nota para mí: el trabajo en maratón no es para mí.
—Acabo de terminar de leer un libro que he querido abordar durante los
últimos meses, pero no he tenido tiempo. —Su voz suena muy sexy por teléfono.
Casi como una voz matutina permanente, profunda y ronca con un toque
rasposo en ella, que voy a asumir que es por todos los gritos que ha tenido que
hacer este último año.
—Si me dices que es un libro de cálculo o algo así, creo que tendremos que
romper.
Se ríe.
—Romper, ¿eh? ¿Va a ser tan fácil perderte? —Hay un poco de
preocupación en su voz, aunque está tratando de ser juguetón.
Queriendo tranquilizar su mente, le digo:
—No, estás atrapado conmigo. Va a hacer falta que todo tu escuadrón me
saque de tu sexy cuerpo para deshacerse de mí.
—¿Sexy? Hum, me gusta eso.
—Es verdad. —Hago una pausa—. Oye, tienes un iPhone, ¿por qué no me
haces un FaceTime?
—Estoy sin camisa en la cama —responde. Como si eso fuera un problema.
—Uhhh, ¿y el problema con eso es?
Se ríe.
—No quería que pensaras que estaba desnudo o algo así.
—Y el problema con eso sería...
Gime y antes de darme cuenta, escucho un pitido y veo su solicitud de
FaceTime. Afortunadamente después del gimnasio, pude ducharme, arreglar mi
cabello y maquillaje y estar algo presentable para mis clientes de masaje. Puede
que esté un poco cansada, pero al menos me veo bien para mi hombre.
Acepto su llamada e inmediatamente me da la vista más hermosa que he
132 visto. Colby tiene la mano detrás de la cabeza, apoyándose en la almohada, los
mechones cortos de su cabello están despeinados, como si hubiera estado
jugando con ellos todo el día, y su impresionante pecho está desnudo, fuerte y
esculpido. El teléfono está apuntado, así que sólo puedo ver sus pectorales y su
rostro, que está tan guapo como siempre con la sonrisa perfecta acariciando sus
labios.
Me siento en la cama, acostada sobre mi estómago, dejando que mi cabello
caiga por encima de mis hombros, dándole un pequeño vistazo de escote porque,
¿por qué no?
—Mmm, te ves bien.
Sus ojos se estrechan cuando capta mi posición, lo que estoy tratando de
hacer.
—Estás jugando con fuego, Rory.
—¿Qué quieres decir? —pregunto, ajustándome en la cama, la V de mi
camisa moviéndose más abajo, mis pechos en plena exhibición.
—¿Es por eso que querías hacer FaceTime, para torturarme?
—Sólo te estoy dando un vistazo, eso es todo. —Por la expresión de su
rostro, creo que lo está disfrutando.
Se toma un segundo antes de decir algo, su mirada en la mía, su mano
jugando con los mechones de su cabello.
—Estás jodidamente buena, ¿lo sabes?
Mi estómago alza el vuelo, los vellos de mis brazos se enderezan y mi ritmo
cardíaco se acelera por su cumplido.
—Podría decir lo mismo de ti. —Apunto a la cámara—. Baja un poco el
ángulo, quiero ver con qué tipo de estómago estamos trabajando aquí. Barriga
de cerveza o paquete de seis.
Se burla y mueve la cámara hacia abajo. Las sábanas de su cama corren
a lo largo de la cintura de su bóxer, haciéndome desear que fueran mis dedos en
su lugar. Y luego está la V cincelada en su costado, flanqueando su más que
impresionante paquete de seis, rígido y tallado, un efecto de tabla de lavar,
rogando que mi lengua sea arrastrada sobre él.
—Mmm —gime—. Sólo mantén la cámara ahí durante toda la
conversación.
Al no escucharme, la devuelve a su rostro, con una sonrisa de satisfacción
en sus labios.
—Yo te mostré el mío, ahora tú me muestras el tuyo.
Levanto las cejas con sorpresa.

133 —Oh, ¿así es como va a funcionar esto?


—Quítatela, Rory. —Su voz tan profunda, tan... alfa, que me quito la
camisa en un abrir y cerrar de ojos sólo para acostarme en la cama con mi
sujetador de encaje rojo, las copas acolchadas que hacen que mis pechos se
derramen en la parte superior. Estoy segura de que acabo de escucharlo
murmurar: “Mierda” e incluso eso empieza a excitarme.
Posicionando el teléfono para que sólo pueda ver mi cabeza y mi cuello, le
pregunto:
—¿Seguro que quieres ver esto? Mis abdominales avergonzarán los tuyos.
—Es una mentira. Hace que mi estómago parezca un montón de papilla.
—Muéstrame.
Encogí mis hombros.
—Te lo advertí. —Me inclino hacia mi teléfono, trabajando muy lentamente
sobre mis pechos, un gemido que se le escapa a Colby mientras paso del sostén
de encaje rojo a mi estómago que está plano de todos mis entrenamientos... pero
¿un paquete de seis? Sí, no. Me gustan mucho los panqueques.
Cuando vuelvo a ponerme el teléfono en mi rostro, lo veo arrastrando la
mano sobre su rostro, con dolor en sus facciones.
—Eso fue una maldita tortura.
—Tú te lo buscaste.
Mirando su mano, pregunta:
—¿Siempre llevas ropa sexy como esa?
—Si te refieres a mi sostén, la respuesta es sí. En realidad, sólo tengo ropa
interior roja.
Parece tan adolorido que me hace reír.
—Jodidamente roja. Ese color persigue mis sueños.
—¿Por qué?
—Lápiz labial rojo. La noche de los bolos usaste uno. Los labios rojos en
mis cartas. Se ha grabado en mi cerebro. He soñado con ese lápiz labial rojo
arrastrándose sobre mi polla, perfectos y regordetes, tus labios me succionan
dentro de tu boca.
Oh, hola, Colby hablando sucio.
Una ola de calor me envuelve, un ligero golpe de tambor entre mis muslos.
—¿Has pensado en eso?
—Desde el momento en que te conocí y vi de cerca tus labios.
Enredo uno de mis dedos en mi cabello, moviendo mi cuerpo contra las
sábanas de mi cama, deseando no llevar pantalones ahora mismo.
134 —Eso es muy caliente.
—En mi mente es jodidamente pecaminoso.
Nos miramos fijamente, la tensión sexual se hace cada vez más intensa.
Pero la distancia entre nosotros causa un problema. Debí haberlo invitado esta
noche. Pero tengo planes para mañana y no implicaban que Colby estuviera en
mi casa.
Pero...
Está sin camisa y es hermoso; y todo lo que quiero hacer es mecer mi
cuerpo zumbando contra el suyo, sentir sus fuertes manos que me sujetan en
su lugar, y venirme mientras su polla me penetra con profundos y largos
empujones.
Dios, lo deseo y mucho.
—Te deseo, Colby.
Con los ojos cerrados, un gemido se escapa de sus labios, dice:
—Ahora mismo, estoy tan jodidamente duro.
—Déjame ver. —Las palabras se escapan de mis labios antes de que pueda
detenerlas.
No dice nada, pero inclina el teléfono hacia dónde puedo ver un contorno
definido de su erección contra las sábanas blancas de su cama. Mi boca se seca,
mi estómago se hunde y el ápice entre mis muslos se vuelve cada vez más
húmedo con cada segundo de su excitación que veo.
Quiero mis manos sobre él, acariciándolo, observando cómo le afecta mi
tacto, cómo puedo excitarlo y cómo puedo llevarlo al borde del orgasmo sólo con
mi lengua.
—Acaríciate a ti mismo —digo mientras me bajo los leggins con mi mano
de repuesto, mis pies haciendo el resto del trabajo, bajándolos por mis piernas.
—No haré esto por primera vez por teléfono, Rory. —Es severo, pero
adolorido por la forma en que aprieta la mandíbula y habla a través de los
dientes.
Volviendo a inclinar el teléfono, le muestro el resto de mi cuerpo, mi tanga
roja que hace juego con mi sostén a la vista, mis piernas rozándose, mi centro
tan mojado por la necesidad que muevo mi mano a la parte superior de mi tanga,
mis dedos jugando con el dobladillo.
—Por favor, Colby.
—Mierda —murmura—. Mierda, Rory. Eres tan malditamente hermosa. —
Sacude la cabeza—. No así. Me niego a venirme sobre mi estómago cuando puedo
estar dentro de ti.
Mi aliento se me dificulta en mi pecho. Mis dedos encuentran su camino
135 bajo mi tanga, deslizándose en mi centro, donde separo mis piernas y dejo que
mis dedos se deslicen sobre mi clítoris.
—Oh Dios —gimo.
—Maldita sea, Rory. —Respira.
No me detengo. No puedo detenerme. Continúo moviendo mis dedos arriba
y abajo. Coloco el teléfono en mi mesita de noche para que él pueda ver mi mano
entre mis piernas, mi pecho subiendo y bajando, mi rostro inclinado hacia el
teléfono para que pueda ver lo bien que se siente tenerlo observándome.
—Rory...
—Dios, sí. Di mi nombre otra vez. —Deslizo los dedos dentro de mí,
arqueando la cama, mi pulgar frotando mi clítoris—. Háblame Colby, déjame
escucharte.
—Jesucristo. Rory, detente. —No lo hago. Sigo moviéndome, abriendo las
piernas aún más, mi otra mano entrando en el sujetador donde me pellizco el
pezón, haciéndolo rodar entre mis dedos, la sensación dispara directamente a
mi centro—. Mierda… —Hace una pausa y luego dice—: Pellizca más fuerte el
pezón.
Oh Dios, sí.
Esto es lo que necesito, escuchar la voz de Colby diciéndome cómo quiere
que me dé placer. Quiero lo verdadero, lo quiero a él, pero sé que esto es lo mejor
que voy a conseguir ahora mismo.
—Deja de mover tu mano. Mantén tus dedos dentro de ti, pero no los
muevas. —Hago lo que él dice—. Dos dedos, Rory. —Cierro los ojos y meto otro
dedo dentro.
—Tan... llena.
—Bien, porque me sentiré aún más amplio cuando esté dentro de ti.
Acostúmbrate a ello.
Mi boca se abre, mis pezones se fruncen y mis pulmones se contraen,
pidiendo aire.
—No te muevas, ¿me escuchas, Rory?
—Sí. —Me muerdo el labio inferior, tan excitado, mi coño palpitando a mi
alrededor, la necesidad de frotar mi clítoris más allá de lo abrumador.
—Mueve tu otra mano por tu estómago con las puntas de los dedos.
Cuando alcances tu tanga, arrástralos hasta el sostén y rodea tu pezón con ese
pecaminoso encaje rojo.
Hago lo que dice, usando sus palabras para torturarme, y cuando me dice
que repita el proceso, lo hago. Lo sigo haciendo hasta que me retuerzo en la
136 cama, las sábanas frías electrificando mi cuerpo, añadiendo a la sensación
paralizante que corre a través de mí.
—Colby, yo... No puedo. Necesito moverme.
—No —ordena, usando una voz que imagino que usará cuando ponga a
sus cadetes en formación. No hace nada para detener mi inminente orgasmo—.
Deja de mover tu mano arriba y abajo de tu cuerpo. Mete la mano en el sujetador
y pellizca el pezón. Despacio.
Cuando levanto mi mano, ordena una vez más:
—Despacio, Rory. —La amenaza en su voz me hace gemir. Oh Dios, no
sabía que esto podía ser tan caliente.
Un ligero sudor estalla sobre mi piel, mientras retengo desesperadamente
la ardiente necesidad dentro de mí. La necesidad de bombear mis dedos, pasar
mi pulgar sobre mi clítoris, gritar su nombre, rogarle que venga a mi casa y acabe
conmigo, su polla dentro de mí, pulsando hasta que me venga.
La visión se planta en mi cerebro: sus músculos definidos se ciernen sobre
mí, sus abdominales se contraen con cada empujón que hace; sus labios cuando
me besa.
—Pellizca, Rory.
Lo hago, una maldición sale de mi boca.
—Voy a venirme, Colby. —Está ahí, mi orgasmo subiendo por mi columna
vertebral, flotando sobre mí, causando un cosquilleo.
—Todavía no.
—Por favor, Colby. —La desesperación encaja con mi voz—. No puedo.
Quiero venirme cuando me lo digas, pero no creo que pueda aguantar más.
No me escucha.
—Quita las manos de tu cuerpo. Ahora.
Abro los ojos, mirándolo por primera vez desde que empezamos esto.
—¿Qué?
Sus ojos afilados, su mandíbula apretada, los músculos de sus pectorales
flexionados, dice:
—Quita las manos.
—Pero...
—Rory. No me cuestiones. —Tan contundente. Tan caliente. Hago lo que
él dice.
La sensación de vacío dentro de mí está más allá de mi comprensión. Mi
cuerpo está zumbando, mi coño palpita, palpita más rápido que mi ritmo
cardíaco. Puedo escucharlo. Puedo escuchar su respiración agitada. Puedo
137 escucharlo usando su mano para acariciar su polla. Oh, no me jodas.
—Comprende este sentimiento. Memorízalo. Tu cuerpo totalmente
consciente, totalmente excitado, con ganas de liberarse. Esto de aquí, Rory. Así
es como me haces sentir, tan jodidamente desesperada siempre que estás cerca.
No te das cuenta de lo sexy que eres cuando llevas un simple suéter, lo que me
haces cuando tu mano presiona mi pecho, dándome una bocanada de tu
perfume. ¿Esta sensación? Así es como me siento todo el tiempo.
Gimo, suplicándole.
—Por favor, Colby.
Mirándome, con sus ojos perforando los míos, dice:
—Hazte venir para mí, Rory. Muéstrame cuánto me quieres dentro de ti.
Más excitada que nunca, me pongo de costado manteniendo mis ojos en
los suyos y abro las piernas para que una esté doblada y apoyada. Deslizo mi
mano entre mis muslos y me muerdo el labio inferior cuando mi dedo se conecta
con mi clítoris. Oh, Dios. Oh Dios.
—Te quiero aquí, tu lengua lamiéndome, tus dedos retorciéndose dentro
de mí. —Muevo mis dedos dentro de mí y balanceo mis caderas contra mi mano.
Gimiendo, digo—: Quiero tu polla, pulsando dentro y fuera, tus labios en mis
pechos, tus manos sujetándome al colchón, follándome. Dios, Colby, quiero que
me folles.
—Vente, Rory. —Su orden es como una orden directa a mi cuerpo. Mi
pulgar encuentra mi clítoris y con una sola presión contra el pequeño nudo,
vuelo sobre el borde, mi orgasmo me consume, envolviendo mi cuerpo en un
manojo de nervios, explotando en mil pedazos. Oh, Dios mío. Nunca. Nunca ha
sido así.
Mientras mi cuerpo comienza a desacelerarse, el martilleo en mi pecho se
desvanece, escucho a Colby decir:
—Que tengas una buena noche, hermosa. —La suavidad de su voz regresa
y se lava sobre mí mientras cuelga, dejándome en un estado de total felicidad.
¿Qué me ha hecho?

—Te ves muy bien. —Stryder se acerca a mí, me abraza, su gran cuerpo
rodea el mío como el de Colby.
—Gracias. —Cuando me alejo, me ajusto el bolso en el hombro—. ¿Crees
que se emocionará?
138 Stryder se rasca el costado de la mandíbula, mirando la casa de la piscina.
—Probablemente estará emocionado de tenerte todo el día para él solo.
¿Celebrar su cumpleaños? No estoy seguro. Suele ser un gruñón en este día, es
muy reservado.
No es la primera vez que Stryder me dice eso. Cuando propuse mi idea de
celebrar el cumpleaños de Colby, Stryder me advirtió que le gustaba pasarlo solo,
normalmente leyendo. No hace ejercicio, ni siquiera sale de la cama. Sólo lee...
El mismo libro.
El Gigantesco Libro de los Pilotos de Caza.
Stryder me dijo que va con él dondequiera que vaya. Es un libro que su
padre le dio hace años cuando Colby decidió que quería ser piloto de caza. Y
ahora es lo que le hace compañía en su cumpleaños.
Sólo espero que quiera un poco más de compañía que su libro.
—Creo que eres inteligente al mantenerlo entre ustedes dos. Tu idea inicial
habría sido demasiado para él.
Una idea de fiesta de cumpleaños sorpresa fue rápidamente rechazada por
Stryder cuando le conté mi idea. No entendí por qué al principio y no pude
sacarle mucha información a Stryder, pero lo que sí conseguí fue que este no es
un día de celebración para Colby.
Espero poder al menos hacerle compañía, porque no creo que pueda
mantener mi distancia con él en su cumpleaños, especialmente después de
anoche.
—¿No te importa traer más tarde el pastel?
Sacude la cabeza.
—No me importa en absoluto.
—¿Y Hardie y Joey estarán aquí? —Stryder asiente—. Es una pequeña
sorpresa, que espero no le importe. Sólo quiero que se dé cuenta de lo querido
que es por todos.
—Es dulce. —Stryder se pone serio—. Tiene suerte de tenerte, Rory.
Algo pasa entre Stryder y yo... un aprecio mutuo por el otro y un
entendimiento de que lo que ambos queremos es que Colby sea feliz. Aunque
Stryder puede bromear mucho, también veo un lado serio y afectuoso.
Sabiendo que probablemente no debería decir nada, sigo preguntando:
—¿Cómo es que nunca avanzaste con Ryan? Sé que estaba muy
interesada.
Mirando al suelo, Stryder tira de la parte posterior de su cabeza, su
camiseta y sus jeans abrazando su cuerpo, sus gruesos músculos se flexionan
por debajo. Es realmente hermoso con sus rasgos oscuros y sus ojos
139 hipnotizantes. Podía ver por qué Ryan se decepcionó tanto cuando no la
persiguió.
—Es una chica dulce y hermosa, pero no lo sentía.
—¿No lo sentías? —Levanto la mirada hacia él—. Creo que nunca he
escuchado a un hombre decir eso sobre Ryan.
Encoge sus hombros.
—A veces tu corazón está en otra parte. —Y lo deja así, asintiendo hacia
la casa de la piscina—. Ve a buscar a tu chico. El cabrón probablemente ya tiene
tres capítulos en su libro.
Suspirando, doy un paso adelante y le doy a Stryder otro abrazo antes de
despegar hacia la casa de la piscina. Sus ojos permanecen en mí.
—Gracias por tu ayuda, Stryder.
—Cuando quieras, Rory.
140
Hace doce años …

P
az.

141 Eso es todo lo que quería hoy.


Y la conseguí.
Mamá y Ted están fuera, dejando a mi yo de doce años solo en la casa. No
hay nada para comer o beber, no hay pastel de cumpleaños esperándome en la
nevera y puede que tenga un ojo morado que me duela más de lo que me
gustaría, pero está tranquilo. Estoy rodeado por mis aviones, tengo mi libro en
mis manos, y un vaso de agua en mi mesita de noche en la copa de la Fuerza
Aérea que me dieron hace unos años en mi cumpleaños... cuando mi mamá se
preocupaba.
Soy feliz.
Recibí una llamada del abuelo antes, le dije que mamá y Ted me llevaban
a pasar el fin de semana para que no pudiera verlo. Es lo que me dijeron que le
dijera para que no me viera, no viera lo que hizo Ted. Yo estaba de acuerdo con
eso. Los escuché e hice lo que me dijeron, porque sabía que al abuelo no le
gustaría oír que no podía verme. No en este día. Especialmente no en este día.
Y no estaba feliz.
Me hizo pasarle después el teléfono a mamá. Fui a mi habitación, pero
escuché a mamá tropezar con sus palabras mientras subía las escaleras. No creo
que Ted me haga daño por un tiempo, no desde que no he visto al abuelo en un
tiempo, especialmente con la Navidad que se acerca.
La Navidad nunca me falla. El abuelo siempre ha venido, incluso cuando
Ted dijo que no podía. El abuelo puede ser viejo, pero todavía tiene algo de
influencia sobre el doctor. Me alegro por eso.
Doy vuelta las páginas de mi libro, me encantan las historias sobre pilotos
de combate del pasado y tomo un sorbo de mi agua, las mantas en mi cama me
mantienen caliente en mi posición de posado en el colchón. La nieve cae
ligeramente al suelo exterior, cubriendo el suelo de blanco mientras intento
canalizar a papá.
Siempre le encantaba cuando nevaba, especialmente desde que Colorado
estaba tan apagado con su clima. Conocido por trescientos días de rayos, el sol
casi siempre está brillando, así que cuando tenemos una tormenta, tratamos de
empaparlo todo.
Golpe.
Mi corazón se calla, mis oídos se levantan mientras disminuyo la velocidad
de mi respiración. ¿Era la nieve que caía del techo o era...
Los pasos suenan a través de la casa, el golpeteo de los cajones de los
armarios llenando la casa vacía. Oh, no. No. Ahora no. Hoy no.
Escaneo mi habitación, mirando todo lo que tengo esparcido por ahí. Salto
de la cama, corro por mi habitación, meto mi libro y trato de esconder las
herramientas de papá. Tengo el corazón en la garganta, un bulto tan grande que
142 me cuesta respirar.
Los pasos suenan más cerca. El pánico me paraliza. Mis manos tiemblan,
mi incapacidad para ocultar todo lo suficientemente rápido me asusta. No hay
forma de que pueda esconder el avión en el que he estado trabajando antes de
que él llegue.
Las lágrimas pinchan en la parte posterior de mis ojos cuando la puerta
de mi dormitorio se abre, golpeando mi pared, abollando el yeso.
—¿Dónde demonios está mi cartera? —grita Ted—. ¿La has cogido?
—¿Qué? No. —Sacudo la cabeza—. No tengo ni idea de dónde está.
Da un paso adelante.
—Estoy tratando de sacar a tu madre para que se olvide de este día y no
puedo encontrarla. Parece una coincidencia, ¿no crees, ya que tu abuelo le grito
hoy a tu madre? ¿La escondiste para vengarte de ella?
Sacudo la cabeza, tratando de hablar más allá del nudo en mi garganta.
Por favor, no veas mi avión. Por favor, no veas mi avión.
—No, señor. No la tomé. ¿Quieres que te ayude a buscarlo? —Doy un paso
al frente para ayudarlo, justo cuando aleja su brazo. Me estremezco esperando
el golpe... pero no llega.
Observándolo, su mirada se enfoca en mi ventana, donde se puede ver un
lado del modelo de avión Eaglet que me regaló mi padre. Le he puesto nuevos
colores para darle un aspecto más fresco.
—¿Qué demonios es eso?
—Ese es el avión que papá me compró hace unos años.
—¿Cómo es que nunca lo he visto?
Tartamudeando, moviéndome hacia atrás para protegerlo, digo:
—Lo guardé. Sé que no te gusta el desorden.
—¿Por qué está fuera ahora?
Retuerzo mis manos.
—Pensé que, ya que tú y mamá se habían ido, y es mi cumpleaños, que
tal vez podría trabajar en él.
Ted sacude la cabeza, caminando hacia la ventana.
—No obtuviste permiso para trabajar en este pedazo de mierda. Necesitas
pedir permiso, Colby. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo?
—Yo... yo… —Pone su mano en el avión, mi corazón se tambalea en mi
pecho—. Por favor, no lo dañes, Ted. —Una lágrima se desliza por mi mejilla,
pero la alejo rápidamente.
—¿Qué no dañe tu avión? —Una sonrisa maníaca se cruza en su rostro—
143 . Pero me desobedeciste, ¿no crees que necesitas ser castigado por eso?
—Es mi cumpleaños —digo, rezando por algún tipo de indulto de este
tirano. Odio a este hombre. Quiero que mi padre vuelva.
—Eso significa una mierda para mí. Tu madre me dijo que no puedo
golpearte más, así que tal vez me desquite con tus aviones.
Doy un paso al frente, con desesperación en mi voz.
—Golpéame. No me importa. Pégame todo lo que quieras. Por favor, no
toques mi avión. Es de papá, Ted. Por favor.
Asiente y por un segundo creo que me escuchará. Hasta que coge el ala
del avión y la parte por la mitad sobre su rodilla, lanzando los dos trozos delante
de mí, la madera desgarrada y astillada cayendo al suelo. . . mi corazón con ella.
—Feliz Cumpleaños. —Con eso, da un portazo justo cuando mamá grita
en el pasillo.
—Encontré tu cartera, Ted. Estaba en tu chaqueta.
Me desmorono al suelo y pongo el ala contra mi pecho, con las lágrimas
cayendo de mis ojos.
Mi avión.
Roto.
Incapaz de respirar, me tumbo en el suelo, agarrando el avión, las lágrimas
me nublan los ojos. Quiero escapar, para no tener que vivir este día nunca más.
Mi cumpleaños. El día en que mi padre murió y el día en que Ted me quitó lo
único que me recordaba los buenos tiempos con mi padre.
A
poyado en la cama, con dos almohadas entre mi espalda y la
cabecera, sostengo mi libro frente a mí. No me molesté en vestirme
para el día después de mi ducha además de un bóxer, para ser
144 respetuoso con el hecho de que estoy en la casa de otra persona.
El sol brilla a través de las cortinas blancas que cubren las puertas
francesas de la casa de la piscina, concediéndome privacidad y luz solar al mismo
tiempo.
Un envoltorio de barra de proteínas vacío está a mi lado con una botella
de agua.
Es simple.
Justo como me gusta.
El libro que leo todos los años en mi cumpleaños, desde hace no sé cuánto
tiempo, está desgastado en los extremos, bien gastado, pero de ninguna manera
listo para caerse a pedazos. Todavía tiene muchos más cumpleaños en él.
Toc, toc.
Confundido, miro hacia la puerta. Stryder conoce mi rutina. Sabe que no
celebro este día, así que ¿por qué me molesta... y por qué llama a la puerta?
—Entra —grito, sin molestarme en levantarme. Vuelvo a mi libro.
La puerta se abre y en el momento en que su olor me llega, mis ojos se
elevan para encontrar a Rory de pie en la casa de la piscina, con la bolsa a su
lado, con leggins negros, una camisa negra de manga larga a juego, su cabello
rizado y… lápiz labial rojo en sus labios.
—¿Rory? —Me siento y pongo mi libro a un lado—. ¿Qué estás haciendo
aquí?
Cerrando la puerta y dejando su bolso en el suelo, me sonríe, caminando
hacia la cama. Nunca he visto nada tan hermoso. Necesitaba esto. A ella.
—He venido a desearte un feliz cumpleaños.
Subiéndose a la cama conmigo, me empuja contra las almohadas y se
sienta en mi regazo. Pongo mis manos en sus caderas, jodidamente feliz de verla.
—No tenías que venir aquí. —Acaricio su mejilla—. No celebro mi
cumpleaños. Me escondo en este día.
—Stryder me dijo lo mismo y no tenemos que celebrarlo si no quieres, pero
no quiero que estés solo. Tengo todo el día libre y quiero estar contigo.
Busco sus ojos, amables y cariñosos, y puedo sentir que me deslizo,
enamorándome de esta chica. No sabía cuánto la deseaba hasta que apareció y
ahora no quiero que se vaya. Porque, aunque es mi tradición estar solo, Rory es
diferente. Anhelo su presencia, aquí en mi cama, acurrucada a mi lado.
—¿Está bien así? —pregunta, pareciendo nerviosa.
Deslizo la almohadilla de mi pulgar sobre su labio, el lápiz labial rojo se
queda ahí.
145 —Esto es perfecto. Gracias. Eres el mejor regalo de cumpleaños que he
tenido.
Sonriendo brillantemente, se mueve encima de mí, despertando mi polla.
Escaneando mi cuerpo, me mira de arriba a abajo, sus ojos se posan en mis
abdominales.
—Eres aún más guapo en persona. —Sus manos viajan por mi pecho junto
con su cuerpo.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, viendo cómo agarra las sábanas que
cubren mi cintura y las tira hacia abajo, revelando el evidente bulto en mi bóxer.
—Empezando este cumpleaños con una de tus fantasías. —Levantándose
de la cama, engancha el dobladillo de su camisa y la pasa sobre su cabeza,
tirándola a un lado. Hace lo mismo con sus leggins, dejándola en lencería roja a
juego. A diferencia de la tanga que usó anoche, hoy lleva una tanga transparente
cubierta con una flor. Y revela mucho. Su sostén… mierda, la maldita cosa es
transparente, además de unas pocas flores estratégicamente colocadas sobre
sus pezones.
Jodidamente. Preciosa. Mientras se sube a la cama, mi polla se pone dura
y gruesa con cada movimiento que hace hacia mí. Mi estado de excitación
comienza a nublar mi visión, todo a nuestro alrededor se desvanece en negro
mientras me concentro en Rory y sólo en Rory.
Ella sube suavemente sus manos por mis muslos hasta llegar a la cintura
de mi bóxer. Mi polla está tan jodidamente dura, que ruega que la toquen.
Lamiéndose esos exquisitos labios rojos, Rory no tarda en desnudarme,
revelando mi longitud, su cabello haciendo cosquillas en mis muslos mientras
me mira con sus ojos abiertos, pero satisfechos.
—Eres enorme, Colby. —Me mira, pura lujuria fluyendo a través de ella.
Con sus ojos fijos en los míos, extiende su mano y luego sostiene mi polla. Un
siseo se escapa de mis labios, la sensación de su mano envolviendo es tan
increíble.
Hace mucho tiempo que no tengo intimidad con nadie, así que casi he
olvidado lo que es ser tocado, tener una mujer entre mis piernas. Pero mierda,
es Rory y es mucho mejor. Y cualquier fantasía que tenía sobre ella ha sido
completamente eclipsada. Ella es... magnífica. Tan jodidamente sexy. Verla
inclinada sobre mi polla... Dios... Nada se acerca. Ni siquiera anoche cuando la
vi perderse en su orgasmo. Escuché cada respiración desigual. Escuché cada
gemido. Vi sus ojos dilatarse con el deseo. Como lo están ahora. Entonces, me
vine mientras la miraba y luego dos veces más viendo la inolvidable visión de ella
viniéndose una y otra vez.
Inclinándose hacia adelante, su lengua se asoma y contengo la respiración
mientras lame la punta. Mi cabeza cae hacia atrás contra las almohadas, mi
cuerpo se derrite en el colchón debajo de mí.
146 —Mierda… —exhalo justo cuando su boca me toma, caliente y húmeda,
llevándome hasta la parte posterior de su garganta y tirando hacia arriba, sus
dientes apenas rozando mi piel, añadiendo otra sensación.
—Rory, no tienes que...
Su otra mano encuentra mis bolas, donde las toma en la palma de la mano
y las hace rodar suavemente con los dedos.
Maldita magia.
Recuperando el aliento, me sostengo sobre mis codos y veo como esos
perfectos labios rojos se deslizan por mi polla, cada fantasía de su boca se hace
realidad. Mientras está atenta a lo que hace, mantengo la mirada fija en ella,
cada golpe en mi polla me debilita, me derrite, hasta que me siento como si fuera
un simple cuerpo inútil que se va de paseo.
Haciendo rodar mis bolas, entonces presiona con su dedo en un punto
justo debajo de ellas, frotando y acariciando. Mis ojos se abren de golpe y mi
polla va directamente a su boca. Mis bolas se aprietan tan rápido que siento que
mi orgasmo está a punto de desgarrarse.
—Mi… mierda, Rory. Qué demon... —Ella repite la caricia, arrancándome
las palabras de los labios mientras su lengua recorre la parte inferior de mi polla,
deteniéndose justo en la punta de mi punto F4. Haciendo una pausa por un
segundo, la besa ligeramente antes de pasar su lengua por la zona sensible, su

4Punto F: Debajo del pene hay una franja estrecha de piel llamada frenillo, que posee un extraordinario potencial de
placer.
mano agarrando mi polla, la otra haciendo rodar mis bolas y presionando un
dedo justo debajo de ellas.
—Rory, nena, me voy a venir. No puedo. Mierda, no puedo... maldita sea
—gimo, mis manos agarrando las sábanas debajo de mí mientras su lengua me
lleva al orgasmo. Su mano se aprieta alrededor de la base, su lengua lame
implacablemente la punta, chorro tras chorro saliendo de mí. Mi visión se
oscurece, mi cuerpo rueda con mi orgasmo mientras me atraviesa, paralizando
cada miembro.
Dejo salir un largo y pesado aliento mientras Rory camina hacia el baño.
Escucho el sonido distante del agua corriendo y luego siento una toalla caliente
presionando mi piel, limpiándome. Cuando termina, vuelve a la cama y presiona
su cuerpo semidesnudo contra el mío. Su cabeza encuentra su lugar en el hueco
de mi hombro, su mano se mueve hacia mi pecho, sus dedos ligeros bailando
sobre mi piel. Levantando la mano, me da un suave beso en la mandíbula y me
susurra:
—Feliz cumpleaños, guapo.
Es lo último que recuerdo antes de dormirme, absorbido por la dicha
147 eterna, más feliz de lo que me he sentido en mucho tiempo. Ha pasado mucho
tiempo desde que conocí la bondad en este día, pero esta chica, mi chica, ha
traído algo nunca experimentado, especialmente en mi cumpleaños. La paz.

—Mmm, ¿estás despierta? —pregunto. El culo de Rory está presionado


contra mi entrepierna, el encaje rozando mi longitud. No sé cuándo cambiamos
de posición, pero abrazarla nunca se ha sentido tan bien, como si estuviera
destinada a estar en mis brazos.
—Lo estoy —responde somnolienta, girando en mis brazos para estar
frente a mí, sus ojos perezosos, pero alerta—. ¿Cómo estás?
No puedo contener la sonrisa que se extiende por mi rostro.
—Jodidamente increíble.
Ella se ríe y ligeramente desliza sus dedos sobre mi pecho desnudo.
—Te desmayaste bastante rápido.
—Chupaste toda la energía de mi cuerpo. —Ganando por mi elección de
palabras—. Nunca antes lo había experimentado así. Hiciste que me desmayara.
Ella mueve sus cejas hacia mí.
—Entonces logré mi objetivo. —Acercando sus labios a los míos, me besa
ligeramente, su boca es tan suave—. Anoche me diste un orgasmo tan asombroso
sólo con tu voz y quise devolverte el favor.
Pongo mi mano en su cadera, jugando con la tela de su tanga,
retorciéndola con mis dedos.
—Anoche fue muy sexy.
—¿Sabes lo que fue sexy? —Sus pestañas revolotean—. La forma en que
me hablaste, tan autoritaria. Fue como si desencadenara algo dentro de mí que
nunca antes había experimentado, como si necesitara que me quitaran el
control. Me vine muy fuerte.
Mierda, hablando de una manera de ponerme dura la polla en dos
segundos.
Tomando un momento, hace una pausa con sus dedos sobre mi clavícula
y pregunta:
—¿Te masturbaste cuando colgaste?
No hay nada que ocultar. Asiento.
148 —En la ducha; tu imagen mientras te venías se repetía en mi cabeza. —
Deslizo los dedos por su costado—. La forma en que tu cuerpo se arqueó en la
cama, la forma en que tu boca se abrió con incredulidad, la forma en que tu
mano se enterró tan profundamente bajo tu tanga. Mierda, Rory, me estoy
poniendo duro sólo de pensarlo.
Empieza a mover su mano hacia el sur hasta que llega a los surcos en mi
estómago, jugando con mis abdominales inferiores, justo encima de donde mi
polla anhela de nuevo su toque. Queriendo burlarme de ella, deslizo la tira de su
sostén para que cuelgue libremente sobre su brazo y tracen círculos de luz sobre
la hinchazón de su pecho.
—¿Cómo de duro? —Frota sus piernas y me pregunto si está mojada. Si
está tan excitada como yo por su tacto.
—Descúbrelo por ti misma —digo, mi voz bajando.
Se le pone la piel de gallina, sus ojos revolotean y su cuerpo se acerca al
mío mientras su mano viaja esos últimos centímetros hasta la punta de mi polla,
las almohadillas pasan sobre la corona.
—Dios, Colby. —Mueve su mano más abajo, agarrando la base. Tomo un
fuerte aliento y dejo que me acaricie durante un momento, antes de detenerla y
hacerla girar para que se aleje de mí.
Va a protestar, cuando con una mano, desabrocho su sostén y llevo mi
mano al frente donde tiro del centro, quitándoselo completamente. La acerco a
mi cuerpo por su estómago, su culo emparejado contra mi erección, el balanceo
de sus pechos rozando mi mano.
Moviendo su cabello a un lado con mi nariz, trabajo mis labios hacia arriba
y hacia abajo por el lado de su cuello.
—Ohhh... —gime, dándome más acceso, inclinando su cabeza a un lado,
su culo rozando mi polla.
No queriendo nada entre nosotros, muevo mi mano de sus costillas a su
tanga donde empiezo a bajarla por sus piernas. Ella me ayuda y luego vuelve a
meter su culo en mi entrepierna.
—Mierda, qué bien te sientes —susurro a lo largo de su piel,
mordisqueando su hombro, mordiendo lo suficiente para que me agarre la nuca,
manteniéndome en su sitio. Repito el mordisco, esta vez un poco más alto a lo
largo de su cuello.
—Sí.
Pasando mi mano por su lado desde su cadera lisa hasta sus costillas,
deslizo mi palma hacia arriba y sobre su pecho, su pezón endurecido, amando
como la punta se frota contra mis dedos. Su mano se desplaza hasta mi cabello
donde tira de las hebras cortas, esforzándose para que esté más cerca, mi polla
deslizándose por su hendidura, arriba y abajo, arriba y abajo. La sensación me
149 hace morder más fuerte su piel.
Y entonces la realización llega…
—No tengo condones. —Me odio a mí mismo en este momento.
Respirando pesadamente, dice:
—Mi bolsa de lona. Traje una caja.
Jodidamente gracias.
Dejando un beso en su cuello, salto de la cama, encuentro la caja y abro
un envoltorio. No pierdo tiempo en enrollar el condón sobre mi polla dolorida.
Mis ojos están pegados al trasero de Rory. Tan redondo y firme, es el mejor culo
que he visto... probablemente por todas las clases que da.
El mejor culo que he visto nunca.
Me coloco detrás de ella y se mueve contra mí, retomando la posición, pero
esta vez, toma mi mano y la lleva por su estómago hasta su pecho donde me
hace tomarla. Inclinándome sobre su hombro, observo fascinado como mi mano
aprieta su teta, su pezón rosado duro, deseando que la toque.
—Te necesito dentro de mí, Colby.
—¿Estás mojada? —pregunto, mis dedos pellizcando su pezón.
—Sí —gime.
Le suelto el pezón y me dirijo a su otra teta, apretando fuerte cuando digo:
—Levanta la pierna.
Hace lo que digo, abriéndose a mí.
—¿Quieres que te folle, Rory?
Ella se tira de mi cuello y entierra su culo contra mí.
—Más que nada.
—¿Vas a ser ruidosa?
—¿Quieres que lo sea?
Buena respuesta.
—Sí. —La familia de Stryder está fuera todo el día y no me importa si
Stryder nos escucha... o los vecinos—. No finjas.
—Nunca.
Ordenándole como lo disfruta, le digo:
—Mete la mano entre tus piernas y encuentra mi polla. Ahora.
Sin perder tiempo, se interpone entre nosotros y agarra mi polla.
—Ponla en tu entrada.
150 Aprieto su pezón, causando que su cuerpo se arquee y su mano se detenga.
—No me hagas esperar.
Reanudando su progreso, coloca la cabeza de mi polla en su entrada.
—¿Me quieres dentro de ti? ¿Quieres sentir lo grueso que soy? ¿Quieres
saber lo que se siente al tenerme profundamente dentro de ti?
—Sí —gime, con sus caderas ligeramente palpitantes, rebotando en mi
punta.
Muerdo el lóbulo de su oreja y lentamente me meto dentro de ella. Tan
jodidamente apretada.
—Oh Dios, Colby. Oh Dios mío, eres tan...
Mierda, este ángulo no es bueno.
—Sobre tu estómago. —Cuando no se mueve de inmediato, le pellizco el
pezón y digo—: Ahora, Rory.
Una ola de humedad me golpea antes de que ella se resbale en su
estómago, mi polla cayendo de ella. Me muevo para ponerme detrás de ella e
inclinar su pelvis hacia arriba en el aire, su centro reluciente suplicando por mí.
Maldita sea. Tan sexy.
Queriendo, más bien necesitando, un sabor dulce, inclino su pelvis aún
más alto y lamo su coño. Sus gemidos se ahogan en las sábanas, sus manos
agarran la ropa de cama y sus nudillos se vuelven blancos. Doy otro golpe y otro
y otro más hasta que está goteando. Mierda, sabe tan bien. Presiono su clítoris
con la punta de la lengua, manteniéndolo ahí durante unos segundos antes de
darle un rápido golpe, enviándola justo sobre el borde, con sus gemidos
resonando en mi cabeza.
No puedo esperar más.
Agarrando sus caderas, la pongo de espaldas, observo cómo sus pechos
rebotan con los movimientos, su cabello salvaje flotando sobre su rostro y luego
tomo sus manos en las mías, uniéndonos.
—Abre las piernas.
Todavía está jadeando, pero se abren a mi orden. Me deslizo dentro de ella,
sus manos apretando las mías con cada centímetro que tomo hasta que estoy
completamente dentro, sus paredes se estrechan, mi polla duele y palpita.
—Mírame, Rory. —Sus ojos abiertos, esos ojos verdes que se conectan con
mis ojos marrones, dulces e inocentes que se mezclan con mis oscuros y
maltrechos.
Bajo mi boca a la suya y la beso, dejando que el mundo se derrita a nuestro
alrededor y la pasión nos consuma. Mis caderas entran y salen, nuestras manos
nunca se sueltan, y nuestras lenguas se pierden entre sí.
151 Es sensual, sexy y rudo con el paso de mis caderas, pero también dulce
por los sonidos adictivos que escapan de ella.
Profundizo en su boca aún más, sin dejar de lado la ardiente necesidad
que tengo de consumirla completamente poseyéndome.
Bombeo más rápido, mis bolas golpeando contra ella, sus gritos excitados
llenando el silencio, hasta que siento que sus paredes empiezan a apretar mi
polla, su boca se abre aún más.
—Oh Dios, Colby, oh... me voy a venir.
—Mierda... vente —gruño mientras me entierra las uñas en el dorso de mis
manos, sus gritos descuidados de quién puede escuchando, su cuerpo
desmoronándose, sus caderas trabajando mi polla, buscando el final de su
orgasmo tal como el mío me atraviesa.
Ojos apretados, todavía dentro de ella, mi polla palpitando mientras me
vengo en su coño todavía apretado alrededor de mi polla.
Nunca ha sido así. Nunca me he sentido tan consumido, tan tomado por
una mujer.
Abriendo los ojos, la miro y veo la más dulce de las sonrisas cruzando su
rostro. Me inclino y le doy un beso en los labios, persistiendo, moldeando
nuestras bocas, pero manteniendo los besos simples, nada demasiado agresivo.
Ella se levanta y desliza los dedos desde mis cejas hasta la barbilla. En un
suspiro, dice:
—Colby... eso fue...
—El maldito cielo. —Asiente y la mirada de asombro y maravilla es algo
que nunca he visto antes. Sólo ella.
Me alejo de mala gana para deshacerme del condón, pero luego vuelvo a la
cama donde la meto en mi pecho. Su risa enciende algo dentro de mi corazón,
algo que he mantenido oculto durante años. Pura felicidad.
Ella me hace realmente feliz. Rory, esta chica, ha encontrado mi felicidad
de nuevo.
No en un avión.
No en una aceptación en la escuela de vuelo.
Nada de nada.
Sólo Rory y me aferro a este sentimiento tanto tiempo como puedo.

152
P
use los platos de papel en el cubo de basura y envié a Stryder a llevar
el pastel a la casa para darnos de nuevo algo de privacidad. Pasamos
las últimas dos horas con sus amigos, bromeando, hablando de las
153 bromas que se han hecho en la academia y los buenos momentos que han
compartido en los últimos años. Colby se aferró a mí todo el tiempo, me acunó
contra su pecho, ocasionalmente me dio besos en el cuello o me susurró algo al
oído.
Su atención no se les escapó a sus amigos y cuando lo abrazaron, no le
importó, sólo se aferró a mí con más fuerza.
Colby está en el baño cuando Stryder me detiene en la puerta, con el pastel
en sus manos.
—Gracias por hacer esto por él, Rory. No creo que lo haya visto tan feliz en
mucho tiempo.
—Me alegro de que le pareciera bien tenerlos a ustedes. Y también me hace
feliz a mí.
Asiente, mirando al suelo.
—Me alegro. Ustedes fueron hechos el uno para el otro.
—¿Está todo bien, Stryder? —Sé que Colby dijo que Stryder no entró en la
escuela de vuelo y me pregunto si eso tiene algo que ver. Parece cansado.
—Sí. Estoy bien. —Pero no parece que lo esté.
—Estoy aquí para ti si alguna vez necesitas hablar, Stryder. —Presiono mi
mano contra su hombro.
Sus ojos se posan en mi mano, donde se quedan un segundo antes de
apartarse, un poco de dolor en su expresión. Mirando hacia la casa de la piscina,
dice:
—Que tengas una buena Navidad, Rory y cuida de mi chico. —Con un
guiño, se dirige hacia la casa principal, su poderoso cuerpo se abre paso por la
acera.
Confundida, me dirijo a la habitación donde Colby se está lavando las
manos. Cuando hace contacto visual conmigo, hace un movimiento con su dedo
para que me acerque. Empujando otros pensamientos a un lado, cierro la puerta
y me muevo a través de la habitación y a los brazos de Colby. Me lleva a la cama
donde nos acostamos, uno frente al otro. Une nuestras manos y levanta la cabeza
con la otra mano.
—Gracias por el día de hoy.
—Por supuesto. Me alegro de que me dejes pasarlo contigo.
Arruga su frente.
—¿Por qué no dejaría que lo pasaras conmigo?
Me llevo su mano a la boca y beso sus nudillos.
—Stryder dijo que te gusta pasar este día solo, leyendo tu libro.
Mira a algún lugar detrás de mí.
154 —¿Dijo algo más?
Sacudo la cabeza.
—No, sólo que no es tu día favorito. —Quiero tanto que se abra a mí, que
me dé un poco más de él—. ¿Puedo preguntarte qué pasó?
Suspirando, se tumba de espaldas, mirando al techo, con la mirada
pensativa y el cuerpo tenso a mi lado. Puedo ver la tensión que empieza a palpitar
dentro de él, la forma en que sus bíceps se flexionan, como aprieta su mandíbula
y la forma en que se aleja de mí.
No quiero eso. No quiero que se ponga nervioso y me pida que me vaya. No
quiero presionarlo demasiado, demasiado pronto.
—¿Sabes qué? No importa. —Envuelvo mi brazo alrededor de su cintura
acercándome de nuevo—. No tienes que decir nada, sólo…
—Mi padre murió en mi cumpleaños.
Me detengo.
Oh, Dios. Qué horrible.
Tomada con la guardia baja por su voluntad de abrirse, me toma un
momento para juntar las piezas de lo que acaba de decir.
Su padre murió... en su cumpleaños.
—Oh Colby, lo siento mucho.
No se mueve; ni siquiera se estremece cuando le doy un beso en la
mandíbula.
—Tenía un linfoma de células del manto, estuvo mal durante un tiempo,
pero nunca esperé que falleciera en mi cumpleaños... o que se enterara de que
durante seis meses mi madre había estado engañando a mi padre con su médico.
Cierro mis ojos, mi corazón sangrando por el niño que perdió a su padre;
el niño que tuvo que lidiar con tantas dificultades. Y la traición.
—Él se mudó una semana después. Tuve una semana para llorar. Mi
madre se deshizo de todas las cosas de mi padre, las tiró a la basura y se mudó
con Ted inmediatamente.
—Ted. ¿Es... es el tipo del que hablabas en tus cartas?
—Sí.
Es una palabra, pero tiene el peso del mundo: la ansiedad, el dolor y el
sufrimiento que Colby ha experimentado se confirma con esa pequeña palabra.
—Era horrible. Gobernó con puño de hierro, literalmente. Nunca perdió la
oportunidad de abusar de mí, mental y físicamente.
—¿Te hizo daño? —pregunto, las lágrimas brotan de mis ojos, mi
incapacidad de acercarme a Colby me frustra—. ¿Qué hizo tu madre?
155 —Nada. No hizo absolutamente nada. Lo necesitaba, sabía que por eso se
aferró a él, porque las facturas médicas nos dejaron limpios y mi abuelo no pudo
ayudar por mucho tiempo. En lugar de trabajar, se aferró a Ted y a su cartera.
Hubo un pequeño momento en el que mi madre le dijo que no podía pegarme
más, pero eso duró poco. Gracias a Dios.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Querías que te golpearan?
—Fue mejor que él rompiendo y destrozando hasta el último modelo de
avión que construí con mi padre y mi abuelo.
Yo… Ni siquiera sé qué decir a eso. Mi corazón se rompe ante mí, las
lágrimas caen de mis ojos, la imagen de Colby como un niño pequeño molesto
por su avión abre un agujero irreparable en mi corazón.
—Yo... lo siento mucho. —Beso su mejilla, luego su mandíbula y me dirijo
a sus labios. Me sostiene allí, con su mano en la parte posterior de mi cabeza,
buscando consuelo.
Cuando me alejo, lo miro, con los ojos llenos de agua, con la vergüenza
pegada en su rostro.
—Arruinó mi infancia. Todos los días trató de hacerme olvidar a mi padre.
Separó a mi abuelo de mí tanto como pudo, me golpeó hasta que me desmayé y
se burló de mí cada vez que tuvo la oportunidad. —La voz de Colby tiembla—.
Nunca vas a ser un piloto. No eres lo suficientemente bueno. No eres lo
suficientemente inteligente. Eres una maldita perra sin una sola esperanza de un
buen futuro. —Hace una pausa—. Trató de quebrarme. Trató de arruinarme.
Trató desesperadamente de arruinar mis sueños, pero no lo dejé.
Sacudo mi cabeza, más lágrimas son derramadas.
—Eres muy fuerte, Colby. No mucha gente podría resultar como tú con un
historial como ese. Eres excepcional.
—Quería demostrarle que estaba equivocado. Todavía necesito ganarme el
privilegio de volar un avión de combate. —La carta de Colby se registra en mi
cabeza. Su mayor temor, me golpea más fuerte ahora que antes.
—Y lo hiciste, así que deberías estar orgulloso de ti mismo.
Asiente lentamente, envolviéndome de nuevo con su brazo, su mano
girando un mechón de mi cabello, la tensión de su cuerpo comienza a disiparse
con cada respiración que toma.
—Todavía tengo desafíos por delante. Todavía necesito que me elijan para
pilotar un caza, pero haré lo que sea necesario para que eso ocurra. Le mostraré
cómo su intento de quebrarme sólo me hizo más fuerte.
Su fuerza, su confianza, su energía... No tengo ni idea de cómo superó tal
adversidad. Nunca he conocido a alguien como él. Tan... impresionante. Pero su
fuerza es también tan sexy. Se merece cada momento de gloria que recibirá en
el futuro. Y quiero que él lo sepa. Lo necesito y esa necesidad es tan fuerte, que
156 es como si no pudiera pasar otro momento sin él dentro de mí.
Levanto mi cuerpo sobre el suyo, me pongo a horcajadas sobre su regazo
y me quito la camisa, seguida de mi sostén. Él gime y se sienta, me lleva con él,
se apoya en la cabecera y lleva sus dos manos a mis pechos, donde comienza a
masajearlos. Agarro su rostro y pongo mi boca sobre la suya, exigiendo; la
necesidad de hacerlo olvidar me consume, la necesidad de ayudarle a olvidar
aún más fuerte.
Separándose, sus labios viajan por mi pecho hasta mis senos, donde
succiona mis pezones en su boca.
—Quiero que tu cumpleaños sea diferente —admito—. No quiero que lo
asocies o te entristezcas por todo lo que ha pasado —jadeo cuando me muerde
el pezón izquierdo—. Quiero que sea mejorado por nuestro hermoso futuro.
—Eres mi futuro —dice, abriéndose camino hasta mi boca. Nos miramos
fijamente, un entendimiento silencioso pasando entre nosotros. Esta atracción,
esta electricidad, no es sólo lujuria. Hay más entre nosotros que simplemente el
deseo sexual.
Es el comienzo.
El comienzo de algo tan grande, que no estoy segura de poder dejarlo ir.
—Feliz Nochebuena —digo por teléfono, atontada y cansada. No creo que
me acostumbre a estas llamadas matutinas de Colby.
—¿Estabas durmiendo? Lo siento, pensé que tenías una clase hoy. —Me
doy la vuelta y miro el reloj de mi cocina. Siete de la mañana.
—Tengo una en una hora. Supongo que es bueno que me hayas
despertado. —Estiro mis brazos sobre mi cabeza, increíblemente dolorida por
todas las formas en que Colby y yo hemos tenido sexo en los últimos días. Hubo
una reunión familiar con la familia de Stryder anoche, así que no pude verlo. Lo
cual es probablemente algo bueno dado lo dolorida que estoy.
—¿Qué llevas puesto? —Su voz es profunda y juguetona, enviando
escalofríos a todos los lugares adecuados.
—Si no digo nada, ¿me odiarás?
—Nunca podría odiarte. —Hace una pausa—. ¿No es nada?
Las sábanas frías acarician mi cuerpo desnudo, añadiendo el efecto de la
voz de Colby.
—Me duché anoche y no me molesté en ponerme nada de ropa después.
157 Está callado mientras escucho pasos pesados subiendo la escalera de mi
apartamento. Y luego un golpe.
Una sonrisa se dibuja en mi rostro.
—¿Estás en mi puerta?
—¿Por qué no lo averiguas?
—No voy a abrir la puerta si no eres tú. Estoy desnuda.
—Abre tu puerta, Rory.
¿Y eso de ahí? Eso es lo que hace que me debilite las rodillas. Cuelgo el
teléfono y corro por el suelo hasta la puerta principal donde la abro, pero
mantengo mi cuerpo bloqueado. Colby entra con una cosa en su mente... yo.
Cierra la puerta, la bloquea y se gira hacia mí, me lleva dentro, sus ojos
queman un agujero a través de mí.
Asiente hacia mi cama y dice:
—Acuéstate.
Ni siquiera lo pienso dos veces. Me acuesto en el colchón mientras Colby
se acerca por detrás de mí, tirando de su camisa sobre su cabeza, su abdomen
flexionado, sus brazos abultados y tonificados, listos para mantenerlo
firmemente en su lugar mientras me hace cosas malvadas.
Su lectura de mi cuerpo es peligrosa, llena de promesas sensuales. Afloja
la hebilla del cinturón y se desabrocha los pantalones, dejándolos abiertos.
Luego se pone de rodillas y pone ambas manos en mis muslos internos,
separándolos.
Oh, Dios.
—Yo… Tengo trabajo —le digo para que sepa que lo que ha planeado no
puede ser un maratón de sexo.
—Haré que te vengas dos veces antes de que tengas que pensar en
prepararte. —Con eso, presiona su boca contra mi excitación y mi cabeza cae de
nuevo al colchón mientras su lengua me trabaja arriba y abajo.
He tenido hombres que me han hecho sexo oral, pero ninguno me ha hecho
venir como Colby; es como si me hiciera pedazos y luego me volviera a juntar al
mismo tiempo.
Moviendo sus manos debajo de mi culo, me levanta hasta su boca y juega
con mi sensible clítoris.
Chupando.
Besando.
Lamiendo.
158 Golpeando...
—Oh sí, justo ahí. —Detengo mis caderas mientras su lengua cae
rápidamente sobre el pequeño manojo de nervios, creando una ola de placer que
estalla a través de mí. Mis venas se calientan, mi estómago se hunde y mis
piernas se entumecen, quedando desprovistas de todo sentimiento mientras me
empuja al ápice de mi orgasmo. Y así como él entró aquí, mi orgasmo me golpea
con fuerza, inclinando mis caderas contra su boca, mis manos agarrándose a las
sábanas mientras la euforia se dispara a través de mi cuerpo.
Apenas puedo procesar lo que sucede cuando me da la vuelta y escucho el
sonido de un envoltorio que se abre. Antes de que me dé cuenta, el poderoso
cuerpo de Colby se cierne sobre mí, sus manos suavizan mi espalda hasta que
me agarran las caderas y las sostienen.
Está dentro de mí con un rápido movimiento, golpeándome
profundamente.
Tan lleno.
Tan perfecto.
—Mierda, Rory. Siempre tan buena. —Empieza a mover sus caderas,
arrastrándose dentro y fuera de mí a un ritmo lento, estirándome y haciéndome
sentir tan imposiblemente bien.
Meto la cabeza en el colchón mientras su cuerpo se inclina sobre el mío,
sus manos encuentran mis pechos, sus dedos pellizcan mis pezones. Sólo hemos
pasado unos días aprendiendo el cuerpo del otro, pero ya me conoce, lo que
quiero y lo que necesito.
Sus toques son metódicos, planeados, como si tuviera una hoja de ruta
para mi placer y cómo hacerme gritar su nombre en segundos.
Y yo estoy ahí mientras aprieta mis pezones entre sus dedos, tirando y
jalando.
—Jesús —gimo, mis ojos cerrados, mi frente descansando en el colchón,
su gruesa polla entrando y saliendo de mí.
—Mierda, ¿estás ahí? —me pregunta, golpeándome con más fuerza,
acelerando su ritmo.
—S-sí —tartamudeo mientras mi coño se aprieta alrededor de su polla.
Gime en mi oído, sus caderas se calman, mi orgasmo se suma al suyo
mientras ambos caemos juntos sobre el borde, pulso tras pulso placentero que
nos atraviesa.
Colby me da un suave beso entre mis omóplatos y pasa su pulgar sobre
mi pezón, aliviando el dolor por unos cuantos segundos antes de ponerse de pie
y cuidar el condón. Vuelve con una toalla caliente, me limpia y luego me abraza
en la cama, tirando de mí en su pecho mientras sus brazos me envuelven, su
rostro enterrada en mi cabello.
159 —Mmm... esa es una forma de empezar el día. —Llevo una de sus manos
a mis labios y beso sus nudillos—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—No estaba seguro de si te vería más tarde hoy o mañana y quería darte
un pequeño regalo de Navidad.
Me giro para que estemos frente a frente y acuno su mejilla.
—¿Me tienes un regalo de Navidad?
—Es pequeño. —Encoge sus hombros—. No te emociones demasiado. No
he tenido que comprar regalos para nadie, así que no sé realmente lo que estoy
haciendo.
Retuerzo mis labios hacia el lado y mis cejas se arrugan.
—¿No has comprado un regalo para nadie? ¿Qué hay de tu abuelo?
Sacude la cabeza.
—Siempre me dice que no me moleste, que sólo quiere mi compañía.
—Bueno, también podría haber tomado tu compañía. Siempre estoy
buscando tiempo para estar contigo.
Su pulgar se desliza por mi mejilla, hasta mis labios, donde tira de la parte
inferior y dice:
—Quería darte algo.
Beso su pulgar y sonrío.
—¿Puedo tenerlo? ¿O me lo acabas de dar?
Se ríe.
—Los orgasmos fueron el regalo inicial.
Froto mis manos mientras se mueve por la cama hasta dónde están sus
pantalones en el suelo.
—Si ese fue el regalo inicial, no puedo esperar a ver lo que realmente me
has comprado.
Toma el regalo en su gran mano y se acuesta a mi lado. La forma en que
se muerde el labio me dice que está nervioso.
El hombre mide uno ochenta y ocho, es musculoso a la perfección y parece
tímido para darme un regalo. Dios mío, es adorable.
—Bueno... —Deslizo mis dedos sobre su pecho desnudo—. ¿Vas a darme
el regalo?
—Uh, sí. Aquí. Es sólo algo pequeño —repite, mirando atentamente
mientras desenvuelvo la cajita.
—¿Tú envolviste esto? —El papel de Santa es muy lindo.

160 —Sí. Vi un video en YouTube sobre envoltura de regalos. ¿Cómo lo hice?


Hago una pausa en mi búsqueda para abrir el regalo y mirar fijamente a
sus ojos. ¿Cómo es posible que este hermoso hombre con una hermosa alma
esté experimentando tantas primeras veces conmigo? ¿Cómo pudo salir de una
familia que no se preocupaba por él y convertirse en el hombre humilde y
decidido que es hoy? Es increíble para mí.
—Hiciste un hermoso trabajo, Colby. Gracias por poner tanto pensamiento
y esfuerzo en este regalo.
Parpadeando, sus ojos se conectan con los míos cuando dice:
—Bueno, eres tú, Rory.
Y eso es todo lo que tiene que decir, porque esas pocas palabras significan
el mundo. Está diciendo que yo lo valgo. Acercándome, capturo su rostro y
presiono mis labios contra los suyos, nuestros cuerpos amoldándose juntos, su
mano agarrando mi cadera, acercándome. Mantengo el beso corto, así que
cuando pongo algo de distancia entre nosotros, Colby gime de decepción.
—Déjame abrir mi regalo y entonces podremos hacer más de eso.
Se da la vuelta, pero me mira sobre su hombro, con una pequeña sonrisa
en su rostro.
—Sólo ábrelo ya.
Riéndome, abro el resto del regalo y abro una pequeña caja negra. Luego
empujo el papel de seda negro para encontrar un collar de plata con un avión de
combate a juego que atraviesa la cadena.
Antes de que pueda decir algo, Colby se apoya en su brazo y dice:
—Esto es para que cuando no estoy contigo, un pequeño pedazo de mí sí
lo esté. Si no te gusta, puedo devolverlo. Entenderé si no quieres llevar un avión
al cuello, pensé...
—Colby. —Llevo el collar a mi cuerpo y me enfrento a él, con el pecho
apretado, la garganta apretada y me cuesta hablar. A través de ojos borrosos,
presiono mi mano contra su rostro y digo—: Esto me gusta mucho. Gracias.
—¿Te gusta?
Asiento, una lágrima que cae de mi ojo. Se levanta, la aleja y puedo ver el
orgullo arrastrándose sobre él.
Se lo entrego.
—¿Me lo pondrías?
—Por supuesto. —Sentándose, me quita el collar y muevo mi cabello a un
lado para que pueda ver mejor. Cuando abrocha el collar, me besa en el hombro
y me abraza por la mitad—. Este viaje que vamos a hacer no va a ser fácil, pero
quiero que sepas que estaré pensando en ti todo el tiempo. Incluso cuando no
161 esté contigo. Y ahora, tal vez una parte de mí todavía lo esté.
Sostengo el pequeño avión e inclino mi cabeza a un lado, fundiéndome en
sus besos, en la forma en que se siente envuelto a mi alrededor, rodeándome con
su fuerza. Puede que no sea fácil, pero tiene razón, pase lo que pase, siempre
estará conmigo. No puedo superar lo considerado que es.
—Gracias. —Inclinando la espalda, tomo sus labios contra los míos y
separo su boca con mi lengua, agradeciéndole de la única manera que sé.
Se inclina hacia atrás en la cama, me lleva con él, una risa que sale de mi
boca mientras nos estrellamos contra el colchón. Saliendo de su abrazo, doy
vueltas y pongo mis manos en su pecho, mirándolo, esos ojos de chocolate
oscuro me derriten en un charco de lujuria.
—Ven a mi casa mañana. Conoce a mis padres, conoce a mi hermano.
Levanta una ceja hacia mí.
—¿Quieres que vaya y me cuele en tu Navidad?
—Sí.
Frota mis brazos.
—No quiero entrometerme. Es tu tiempo con tu familia.
—¿Qué estarás haciendo?
Pasa la mano por su cabello.
—Despertarme, probablemente hacer ejercicio y luego visitaré al abuelo.
Siempre tienen un almuerzo de Navidad en su casa de reposo.
—¿Qué harás después?
Encoge sus hombros.
—Pasar el rato en la casa de la piscina. La familia de Stryder hace lo suyo.
Siempre me invitan, pero no quiero entrometerme, así que sólo paso el rato y leo.
Mi maldito corazón.
—Por favor, ven a cenar. Quiero que los conozcas a todos. —Beso su pecho
y luego lo miro—. Por favor.
Muevo mi cuerpo por el suyo, sabiendo que tengo unos diez minutos antes
de prepararme para el trabajo.
—Por favor —repito, besando cada parte de su abdomen y luego
moviéndome justo debajo de su ombligo. Toma un fuerte aliento mientras mi
cabello baila sobre sus muslos.
—A la mierda si alguna vez puedo decirte que no.
Sonriendo, me acerco más y me llevo a mis labios su polla gruesa y pesada,
preparada y lista para mí. Es hora de su regalo anticipado de Navidad.

162
—F
eliz Navidad, abuelo.
—Colby, estás aquí. —El abuelo me extiende los
brazos desde su silla de ruedas, y me agacho para
163 darle un abrazo, sus amigos de la comunidad
rodeándolo—. Recuerdan a Colby, ¿verdad?
Todo el mundo dice hola o saluda, algunos con más energía que otros. El
abuelo puede ser lento, pero todavía tiene su mente articulada. Es agudo como
un látigo, puede contar cada detalle de sus días de vuelo y nunca olvida un
recuerdo que tiene conmigo.
—Feliz Navidad —les digo a todos mientras tomo asiento junto al abuelo
en su mesa—. Gracias por guardarme un asiento. —Le doy una palmadita en la
espalda.
—No me perdería de tener un almuerzo de Navidad con mi chico favorito.
Este podría ser nuestro último por un tiempo. ¿Quién sabe si podrás volver aquí
mientras estés en la escuela de vuelo?
—Haré lo mejor que pueda, lo sabes.
—Lo sé. Y estoy agradecido. ¿Por qué no nos traes algo de comida? Ya
sabes lo que me gusta.
La fila para el brunch es larga, con los visitantes agarrando platos para
sus seres queridos, yendo por todas las cosas saludables como huevos y fruta.
Pero yo no. Es la tradición. El brunch de Navidad consiste en que el abuelo y yo
comamos todos los pasteles, donas y croissants que la línea de brunch ofrece,
así como un plato de tocino. Es muy poco saludable, una comida que pasaré los
próximos tres días tratando de trabajar, pero es nuestra tradición. Este será
nuestro cuarto año celebrando con carbohidratos, y no podría imaginarlo de otra
manera.
Evito toda la fruta y los huevos, apilo un plato con tocino y otro con todas
las cosas buenas y luego me dirijo a la mesa donde hay jarras de agua y jugo de
naranja en el centro. Nos sirvo a cada uno una bebida y me siento.
—Las donas se ven muy bien este año, abuelo. Tenían unos buñuelos.
—Oh, tenemos que comer esos primero.
—No podría estar más de acuerdo. —Le doy al abuelo un plato más
pequeño y un buñuelo y me lo reparto para mí también. Mientras empezamos a
comer, le pregunto al abuelo—: ¿Cómo has estado?
—Bien, bien. —Apunta su tenedor a una mesa al otro lado de la habitación,
inclinándose hacia mí—. ¿Ves a esa mujer de ahí con la chaqueta roja y el cabello
blanco como la nieve prendido en la parte superior de su cabeza? —Sigo el no
tan sutil tenedor con el que está apuntando el abuelo.
—Sí. ¿Es tu amiga?
El abuelo mueve sus cejas hacia mí y le da otro mordisco a su buñuelo.
—Es mi compañera de bridge5, está un poco enamorada de mí. Ha estado
coqueteando como una tormenta.
164 Me ahogo con el agua, escupiendo ante su confesión. El abuelo no me
habló ni una sola vez de mujeres, ya que siempre ha profesado su amor eterno
por mi abuela, que murió hace muchos años.
Me limpio la boca con la servilleta.
—Ha estado coqueteando contigo, ¿eh, abuelo? Vaya, ¿le has tomado la
palabra en el coqueteo?
Sacude el tenedor hacia mí como si estuviera loco.
—No, pero la dejo echar un vistazo cada vez que jugamos al bridge. —Se
inclina un poco más—. Me desabrocho los botones superiores de mi camisa para
ella.
—Oh, mierda —murmuro, riéndome para mis adentros.
—¿De qué te ríes? Sé cómo ganar a las damas. Dime, ¿estás o no estás
viendo a esa pequeña chica después de que te ayudé a ganártela?
Aprieto mis labios, odiando que esté a punto de ganar esta conversación.
—La he estado viendo. —Mierda, he estado más que viéndola. La he estado
probando, besando, chupando y he estado tan dentro de ella...
—Ves. —Levanta el tenedor al aire—. Conozco a las mujeres. —Le da otro
mordisco a su buñuelo y luego dice—: Háblame de ella.
Suspirando, me inclino hacia atrás en mi silla y digo:

5Es un juego de naipes de cuatro jugadores formando parejas, que consiste en que en cada ronda una de las parejas
debe ganar como mínimo un número de bazas previamente acordado en una subasta entre los jugadores.
—Es increíble, abuelo. Preciosa, divertida y tan condenadamente dulce.
Me entiende, nunca me empuja demasiado lejos y entiende mi equipaje.
—¿Le contaste lo de tu madre y tu padre?
Asiento, sorprendiendo al abuelo.
—Me sentí tan natural al hablarle, al contarle sobre mi infancia. Verás, me
sorprendió en mi cumpleaños y pasó el día conmigo. No hicimos mucho, pero
fue agradable tener a alguien allí ese día, abrazándome, cuidándome. —Para no
sentirme completamente solo con mi dolor.
El abuelo baja su tenedor y agarra mi mano en la suya, las venas del dorso
de su mano definidas y azules, rebotando en su piel envejecida.
—La dejaste entrar. —Le da un golpecito a su corazón.
Asiento.
—No tuve elección. Fue como si, de la noche a la mañana, se agitara bajo
mi piel y no pudiera sacarla. Diablos, no quiero sacarla. Ella es... mierda, abuelo.
Es perfecta.
—Es la elegida, ¿eh?
165 Me froto la nuca, nuestro festín olvidado por ahora.
—Es muy pronto en nuestra relación, pero te diré esto. Podría fácilmente
ver que ella es la elegida.
El abuelo asiente, aprieta mi mano y se queda callado por un segundo.
Estoy a punto de preguntarle si está bien cuando dice:
—Después de que me dijiste todo lo que te pasó, me sentí mal. Nunca me
he sentido más enfermo en mi vida. No dejaba de pensar en ese dulce chico que
amaba hasta la médula, asustado y solo. —Traga con fuerza—. Me mata, Colby.
Yo… nunca me perdonaré por no ver las señales.
—No fue tu culpa, abuelo.
Sacude la cabeza.
—Debería haberlo sabido. Pero eso no viene al caso. Desde que me lo
dijiste, sólo he deseado una cosa para ti y no es la escuela de vuelo. He rezado
todas las noches para que encuentres a ese alguien especial, para que una chica
venga y te arrastre, para que te acepte por lo que eres y para que alivie las
cicatrices que tienes en el corazón. —Levanta su mano hasta mi mejilla donde
me agarra de cerca. El almuerzo continúa a nuestro alrededor, pero las voces de
los miembros de la familia se desvanecen, mientras el abuelo me mira
fijamente—. La has encontrado, Colby y hagas lo que hagas, no la dejes ir.
—No lo haré, abuelo. No lo haré. —No creo que pudiera si lo intentara.
Mierda, estoy nervioso.
Pensé que estaba nervioso cuando fui por primera vez al apartamento de
Rory, pero esto supera eso a pasos agigantados.
No quiero nada más que conocer a la familia de Rory, ver de dónde viene,
pero no soy... mierda, no soy bueno en esto. Nunca he tenido novia y mucho
menos he tenido que conocer a los padres. Pero con Rory, es diferente.
Ella es diferente.
Hay un aire en ella que me hace querer hacer cosas que normalmente no
hago, como comprar regalos. Y no sólo para ella, sino también para sus padres
y su hermano.
Lo que sólo aumenta los nervios que me pasan, porque ¿qué pasa si no les

166 gustan? Diablos, ¿y si su hermano odia lo que le doy? ¿Eso va a ser un motivo
de ruptura para Rory? Mierda, ¿lo será? ¿Y si no le gusto a Bryan? ¿Romperá
conmigo? Sé que su hermano es su mundo, ¿así que su opinión sobre mí
marcará la diferencia?
Anoche leí un poco sobre el autismo, pero había tanta información que me
sentí abrumado. No había esperanza de prepararme. Siento que voy a entrar a
ciegas, y eso no es un buen presagio para mí. Me gusta estar preparado en todo
momento, porque ayuda a aliviar la ansiedad que hay en mi interior.
Respirando profundamente, sosteniendo la bolsa de regalos que tengo en
mis manos, llamo ligeramente a la puerta como Rory me dijo que hiciera.
Espero unos cuantos segundos antes de que la puerta se abra y Rory está
de pie al otro lado con una camisa de manga larga con un muñeco de nieve,
jeans y zapatillas peludas. Su cabello está rizado y cubre sus hombros, largo y
sedoso... tentador. Y esa sonrisa, hecha para mí, brilla cuando me abraza.
—Feliz Navidad, Colby. —Poniéndose de puntillas, me besa la mejilla y me
lleva a la casa el resto del camino, cerrando la puerta detrás de mí.
La modesta casa del rancho engaña desde fuera, porque en el momento en
que paso por la entrada, estoy rodeado de un hogar cálido y amoroso con fotos
de Rory y Bryan esparcidas por las paredes color canela. Un árbol de Navidad
grande y bellamente decorado brilla en la abierta y espaciosa sala de estar, la
cocina a la derecha está decorada con guirnaldas de acebo y luces brillantes,
creando una atmósfera mágica que no he visto o de la que no he formado parte
desde antes de que mi padre muriera. Así es como solía ser la Navidad.
Las galletas de jengibre están apiladas en una bandeja.
La música navideña suena en el fondo, suavemente para no molestar.
Una vela arde en un vaso rodeado de una corona.
Y hay dos padres, con los brazos a los lados, usando suéteres que hacen
juego y grandes sonrisas en sus rostros cuando se acercan.
—Colby, estamos tan contentos de que hayas podido venir a cenar con
nosotros. —La mamá de Rory se acerca a mí y me abraza—. Oh, es muy fuerte.
—Le guiña un ojo a Rory que se ruboriza.
—Colby, es un placer tenerte en nuestra casa. —El papá de Rory toma mi
mano en la suya, firme pero acogedora—. Aurora no nos ha dicho nada más que
grandes cosas sobre ti. Felicitaciones por haber entrado en la escuela de vuelo.
Qué logro tan asombroso.
—Gracias, señor. Y gracias por recibirme en su casa esta noche. Significa
mucho para mí.
La Sra. Oaks se acurruca y junta las manos.
—Oh, es tan dulce. ¿Por qué no se sienten como en casa en la sala
mientras el Sr. Oaks y yo terminamos de cortar el pavo y de dar los últimos
167 toques a la cena?
—¿Puedo ofrecerles algo de ayuda? —pregunto, sabiendo muy bien que no
tengo ninguna experiencia en la cocina, pero es lo más educado.
la Sra. Oaks me aprieta el antebrazo de forma tranquilizadora.
—Tenemos todo cubierto. Ve a relajarte con Rory.
Sus padres se dirigen a la cocina y Rory toma mi mano en la suya,
guiándome a la sección de cuero que rodea el árbol de Navidad y la chimenea.
Cuando nos sentamos, pongo mi bolsa a mi lado y susurro:
—¿Te llamas Aurora?
Se acerca, con las piernas debajo de ella y esa maldita sonrisa es muy
contagiosa.
—Mi padre es el único que me llama así, pero sí, lo es.
—Es un nombre caliente.
Sus ojos se abren de par en par, sus cejas se dirigen a la línea del cabello.
—Oh Dios mío, no puedes llamarme así. Es como mi padre me llama.
Inclinándome hacia adelante, le susurro al oído, mi mano en su muslo.
—Así que si te llamo Aurora mientras estoy dentro de ti, ¿eso no va a
funcionar para ti?
Tímidamente, Rory me mira con las pestañas revoloteando y un bonito
rubor rosado manchando sus mejillas.
—Colby...
La forma en que susurra mi nombre, con un breve respiro que se le escapa,
me excita de inmediato y tengo que alejarme de ella antes de avergonzarme en
la casa de sus padres.
—Ven conmigo —dice, tirando de mi brazo—. Voy a mostrarle a Colby el
resto de la casa. Ya regreso —les dice a sus padres, quienes nos miran con
atención.
Dios mío.
No tengo oportunidad de detenerla antes de que me arrastre por el pasillo
hasta una puerta a la izquierda que abre y cierra rápidamente, clavándome
contra la madera.
Va a por mis pantalones como un animal loco, pero la detengo
abruptamente. ¿Está loca?
—¿Qué demonios crees que estás haciendo?
—Divirtiéndome un poco. —Me sonríe malvadamente.
—Oh no, no lo estás.
168 —Sí, lo estoy. —Intenta de nuevo con mis pantalones de nuevo, su
persistencia es difícil de detener.
Le quito las manos de nuevo y se las pongo a los lados.
—Aurora Oaks, detente ahora mismo. —Uso una voz severa que sólo pone
más lucha en sus ojos, encendiendo su combatividad.
—No puedes hablarme así y pensar que no hará nada más que excitarme
más.
Jesús.
La sostengo a distancia, manteniendo mis manos firmemente plantadas
en sus hombros, mi pelvis lejos de sus manos furtivas.
—Rory, no hay nada más que quiera hacer ahora mismo que follarte contra
esa pared. Créeme, te deseo… mucho. Pero no te voy a follar con tus padres, que
por cierto llevan suéteres a juego y que están sólo a unos metros de distancia.
¿De acuerdo? No va a suceder.
Suspira y se encorva a mi alcance.
—Y yo que pensaba que te gustaba vivir al límite.
Me río.
—Puede que salte de los aviones a diario, pero no hay forma de que me
convenzas de tener sexo contigo justo antes de que tus padres nos sirvan la cena
de Navidad... en suéteres a juego.
—¿Atrapado en la cosa del suéter a juego?
—Es tan condenadamente inocente —digo entre dientes. Nada que mis
padres hubieran hecho y, aun así, me hubiera gustado. Diablos, me gusta que
los padres de Rory los usen y quiero tomar una foto.
Al dar un paso adelante, intenta acercarse y palmeo la cabeza, sin dejar
que se acerque más.
—Oye —se ríe—. No me toques.
—Te mantengo a distancia.
—Sólo quiero un abrazo y un beso de bienvenida.
Levanto una ceja hacia ella.
—¿Estás segura de que eso es todo lo que quieres?
Asiente.
—Prometido, no hay nada sospechoso.
Cediendo, porque no puedo resistirme a esta chica, la abrazo. Me encanta
la sensación de sus brazos a mi alrededor, abrazándome fuerte, su cuerpo tan
malditamente perfecto contra el mío. Levanta la cabeza, frunce los labios y la
169 encuentro a mitad de camino, dejando que la sensación de su dulce boca acaricie
la mía durante unos breves segundos antes de alejarse.
—Gracias por venir aquí esta noche.
—Gracias por invitarme. Significa mucho para mí. —Más de lo que creo
que nunca entenderá.
Me da otro beso ligero en los labios y me dice:
—¿Quieres conocer a Bryan?
—Nada me gustaría más que conocer a tu hermano.
Salimos de la habitación y nos dirigimos al pasillo. Cuando llega a la
puerta, la detengo.
—¿Necesito saber algo antes de entrar?
Sacude la cabeza.
—Actúa con normalidad. Sin sonidos fuertes.
Asiento.
—Bien, nada de voz severa de cadete. Entendido. No es que le hable así a
tu hermano.
—Oye, tampoco pensé que me hablarías así y sin embargo, lo haces.
Inclinándome en su oído, manteniendo mi voz baja, digo:
—Sólo cuando quiero que te vengas.
Resopla y golpea su codo contra mi estómago juguetonamente justo antes
de abrir la puerta del dormitorio de Bryan.
La habitación está impecablemente limpia, lo que me recuerda a la
habitación de mi niñez... todo en su lugar, la cama hecha... y la música suena
suavemente desde una estación de acoplamiento a un lado.
Es tranquilo aquí.
—Hola Bryan —Rory habla en voz baja, su voz es increíblemente
relajante—. Quiero que conozcas a alguien. Este es mi novio, Colby. —Es la
primera vez que Rory me llama su novio. Mi pecho resopla con un sentido de
orgullo, siendo capaz de reclamar a esta increíble mujer.
Bryan no levanta la mirada, no nos reconoce, sino que se balancea hacia
adelante y hacia atrás en su silla que parece un huevo partido por la mitad.
Rory me da un codazo, así que me agacho a unos metros de Bryan,
poniéndome a su altura. Con los antebrazos apoyados en mis cuádriceps, digo
en voz baja:
—Hola Bryan. Es un placer conocerte. Rory no ha dicho nada más que
cosas geniales sobre ti. Me ha dicho que te encantan los Broncos. A mí también
170 me gustan los Broncos. El año pasado, me tiré en paracaídas en el estadio y les
entregué la pelota del juego.
No me responde, no me mira, pero hace un gesto con la mano. Confundido,
me dirijo a Rory que dice:
—Esa es su señal para jugar a la pelota. No es verbal y vivimos de su forma
de lenguaje de signos para comunicarnos con él. Lo aprenderás sobre la marcha.
Caminando hacia un cubo de pelotas, Rory coge una y se sienta a pocos
metros de Bryan. Va a lanzarle la pelota cuando él comienza a sacudir su cabeza
y su mano con vehemencia.
—¿No quieres jugar a la pelota?
Hace la señal de la pelota de nuevo y luego hace un gesto hacia mí.
Me giro hacia Rory, inseguro de qué hacer cuando me mira lentamente, su
expresión es de sorpresa.
—¿Quieres jugar a la pelota con Colby?
Hace otra moción, que no puedo leer y espero la señal de Rory. Respirando
profundamente, me da la pelota y me dice:
—Quiere jugar contigo.
—Oh, está bien. ¿Qué hago?
—Le haces rebotar ligeramente la pelota y él te la devuelve. Eso es todo.
—Bien. —Tomo la pelota, me pongo cómodo en una silla de bolso de
frijoles; porque sentarme con las piernas cruzadas en el suelo como Rory no va
a suceder, luego reboto y le lanzo la pelota a Bryan. Con un movimiento de su
mano, me la devuelve seguida de una risa.
—Buen lanzamiento, hombre. —Lo lanzo de nuevo y me preparo para el
golpe de vuelta, el movimiento de su mano enviando con precisión la pelota de
vuelta a mí—. Maldición, eso fue duro.
Bryan se ríe de nuevo, no mirándome a mí, sino más bien a la pelota.
Continúo lanzándole la pelota, Rory nos mira a los dos, CCR sonando en
el fondo.
Saber que no responderá no me impide querer hablar con él un poco más,
así que le digo:
—Tu hermana me dijo que estás en el equipo de bochas de las Olimpiadas
Especiales aquí en Springs. Eso está muy bien, hombre. —Imito el tono suave y
reconfortante que Rory usa cuando habla con Bryan—. Nunca he jugado
bochas6, pero la busqué en Internet la otra noche para ver de qué se trata y se
ve bastante genial. Vas a tener que enseñarme alguna vez.
Durante los próximos diez minutos, juego a la pelota con Bryan. Rory se
va en un momento dado, dejando que los chicos tengan algo de tiempo. Me gusta.
171 Bryan no dice nada, pero puedo decir que me escucha, especialmente cuando
hablo de los Broncos y la academia. Se ilumina cuando menciono a sus
jugadores favoritos y cuando hablo de volar aviones, especialmente los
planeadores de la academia, hace ruidos y usa su signo de “más” para decirme
que quiere que siga hablando.
Cuando nos llaman para cenar, Rory entrelaza su mano con la mía,
presionando un beso en mi mejilla, su agarre es increíblemente fuerte en la mía.
Habla muy bien de mí en la cena, anunciando mis logros a su familia y cuando
Bryan tiene un colapso, todo el mundo lo maneja con tal aplomo y corazón
amoroso que no puedo evitar admirar a los Oaks y sus almas comprensivas.
Y para ser honesto, es difícil evitar apegarse a ellos.
Crecí en un hogar frío donde el amor no existía. Mi abuelo era la única
fuente de afecto y las visitas con él se convirtieron en pocas y lejanas. Cuando
no me gritaban, me enviaban a mi habitación, nunca me invitaban a ver un
programa, a jugar un juego o a participar en la familia. Era como si fuera la
tercera rueda que mi madre y Ted trataban desesperadamente de sacudir.
Pero al estar en esta casa, rodeado de estas personas tan amables y
cariñosas, me siento deseado, como si perteneciera.
Y ese es el mejor regalo de Navidad que he podido recibir.

6Las bochas es un deporte de la familia de los juegos de bolas, vinculado estrechamente con la petanca, y con un
ancestro común en los juegos practicados en el imperio romano.
L
o amo.

172 No se puede negar. Estoy locamente enamorada de Colby


Brooks.
Y sé el momento exacto en que ocurrió.
Fue cuando Bryan se rio después del primer lanzamiento de la pelota que
Colby le envió. Fue la mirada en el rostro de Colby, como si su día hubiera sido
hecho por el dulce sonido de la alegría de mi hermano.
Caí tan fuerte que no podía respirar.
Y entonces Colby empezó a hablarle, dirigiendo la conversación como yo lo
haría, sin saltarse ni un paso cuando Bryan no respondía. Y parecía que estaba
disfrutando de verdad. Es extraordinario. Y mi hermano estaba feliz. Me dejó sin
aliento.
Cuando mamá me pilló llorando en el pasillo, me preguntó dónde estaba
Colby y si todo estaba bien. Abrí la puerta para que lo viera y en seguida
entendió, susurrándome al oído que era un buen partido.
No podría estar más de acuerdo.
Después de la cena, intercambiamos regalos. Mis padres le dieron a Colby
una tarjeta de regalo de Olive Garden y le dijeron que me llevara a cenar, lo que
me hizo reír y yo le compré una sudadera de Colorado. Me sentí mal después del
regalo que me hizo. Pero le encantó, lo que hizo que lo amara mucho más.
Y luego los regalos que le trajo a mi familia...
Le dio a mi madre una manta de la Fuerza Aérea y a mi padre una camiseta
de la Fuerza Aérea, pareciendo inseguro todo el tiempo que los abrieron. Tan
considerado. Le dio a Bryan un avión y luego pasó el tiempo entrando en detalles
sobre él. Bryan no dijo mucho, pero cuando cogió el avión y lo apretó contra su
pecho, pensé que mi corazón estaba a punto de explotar.
Fue una de las mejores noches de mi vida. Despedirme de él esa noche fue
difícil. Después de vestirnos con chaquetas hinchadas y gorros de invierno, me
sujetó contra su camioneta y luego me besó apasionadamente bajo la nieve que
caía suavemente, la luna y las luces de mi casa creando un ambiente romántico.
Había llegado a conocer a Colby como reflexivo y preciso en todo lo que
hacía, pero esa noche, mostró una compasión y un amor inesperados. Me
sorprendió.
Pasamos el Año Nuevo con Hardie, Joey, Stryder y Ryan en mi pequeño
apartamento, comiendo aperitivos, bebiendo más de lo que debíamos y jugando.
Colby se reía, bromeaba con sus amigos y me amaba tanto, manteniéndome en
su abrazo constantemente. Parecía tan feliz. Nos besamos en mi baño y una vez
que todos se fueron, exploró cada centímetro de mi cuerpo.
Y ahora tengo que despedirme de él. Otra vez.
Los cadetes ala regresan mañana y a Colby le gusta regresar a los
dormitorios un día antes para estar preparado cuando los estudiantes regresen.
173 No es como si se fuera a otro estado, pero no lo veo durante la semana con su
horario, sus saltos y el estudio al que se ha comprometido cada noche. Tengo los
fines de semana con él. Y por ahora, eso va a tener que ser suficiente.
No ayuda que cuando llegué esta mañana para pasar un poco de tiempo
extra con él, llevaba sus pantalones de camuflaje con su camiseta color arena
ajustada, la tela de las mangas estirada por sus gruesos bíceps y el cinturón
verde claro atravesado por las presillas de sus pantalones acentuando la forma
en V de su impresionante cuerpo.
Es la primera vez que lo veo con uno de sus uniformes y está haciendo
todo tipo de cosas en mí. Tengo que tomarle una foto antes de irme, porque está
muy caliente ahora mismo.
Acostada en la cama de la casa de la piscina, lo veo doblar su ropa de
forma experta, siendo retentivo sobre cada pedacito de tela fuera de su lugar y
asegurándose de que los extremos están a ras.
—¿Haces esto cada vez que doblas la ropa? —pregunto.
Me mira, asiente y luego vuelve a prestar atención a los calcetines que está
doblando.
—Como primerizo, tengo que dar un buen ejemplo.
Primerizo. Aprendí ese término recientemente. Un estudiante de último
año en la academia es conocido como primerizo, porque extrañamente, cuentan
hacia atrás cuando se refieren a la clase en la que estás. Así que los de primer
año son de cuarto año. Es confuso, lo sé.
—¿Y tienes que doblar las cuerdas de tus calcetines? Eso parece un poco
excesivo, ¿no?
—Es como lo hacemos —responde, con su voz severa.
Bien, ha estado así desde que llegué aquí: frío, distante, cerrado, dándome
respuestas cortas y concisas. No me hace sentir muy cómoda que se vaya a la
escuela, casi como si se preparara para romper, lo que parece una locura, dadas
las dos semanas y media que hemos pasado juntos.
Cuando yo trabajaba, él se ejercitaba y estudiaba, pero cuando yo estaba
libre, estábamos juntos constantemente. Veíamos películas, nos
acurrucábamos, jugábamos, reíamos, bromeábamos y explorábamos nuestros
cuerpos cada vez que nos apetecía, lo cual era muy frecuente. El hombre es
insaciable y tiene una resistencia impresionante.
Pero ahora, es como si estuviera creando distancia, su corazón se prepara
para cualquier golpe que se le pueda presentar. Apenas me ha mirado, nuestras
conversaciones han sido increíblemente cortas y no me ha besado como lo hace
normalmente cuando me ve por primera vez.
Estoy preocupada.
174 Sentándome en la cama, cruzo las piernas y trato de ser lo más fuerte
posible cuando pregunto:
—¿Vas a romper conmigo?
Aunque la pregunta me hace un nudo en la garganta del tamaño de un
pomelo y envía mi estómago a un pozo espiral de depresión, pregunto de todas
formas. Prefiero saberlo ahora que ser arrastrada por el resto del semestre,
esperando lo peor.
Está en medio de doblar otro par de calcetines cuando se detiene en medio
del rollo y me mira fijamente, su rostro palidece, desprovista de todo color.
—¿Qué? No. ¿Por qué preguntas eso?
—Porque estás siendo raro y distante y te vas pronto. No lo sé, no estás
siendo tú mismo y eso me asusta.
Suspirando, arroja los calcetines sobre la cama y se pasa la mano por su
cabello.
—Lo siento. Es que... Nunca he tenido una novia mientras estaba en la
escuela. Estoy jodidamente nervioso de que pienses que los fines de semana no
son suficientes, que no vale la pena. Que no valgo la pena. —Su voz se desvanece.
¿Cómo puede pensar que no vale la pena?
Pienso en la conversación que tuvimos sobre su familia, su madre y Ted,
y lo que Ted le hizo. El abuso mental, la duda, las mentiras que Ted le inculcó a
Colby cuando era tan joven, y me doy cuenta de que no es una sorpresa que
Colby no sepa cómo manejar esto. Nosotros. Es en momentos como este cuando
entiendo lo profundas que son las cicatrices que Colby ha llevado consigo
durante años.
Puede ser tan fuerte, tan impecablemente programado para hacer todo
bien y su alma bondadosa brilla cada día. Pero cuando se trata de asuntos del
corazón, es como si le faltara la confianza para mantener a alguien cerca.
Lo alcanzo desde mi posición en la cama, enlazo su mano con la mía y lo
tiro al colchón para que se siente a mi lado. Quiero estar tan cerca de él como
sea posible, así que me pongo a horcajadas y me siento cómoda en su regazo.
Buscando en sus ojos, le agarro las mejillas intentando con todo lo que hay en
mí mostrarle cuánto vale mi tiempo.
—Tú lo vales para mí, Colby. —Las palabras están en la punta de mi
lengua, esas dos pequeñas palabras que pueden alterar una relación de
diversión para siempre. Pero es demasiado pronto, ¿verdad?
Y aun así, quiero decirlas.
Tengo muchas ganas de decirle que lo amo.
Con todo lo que hay en mí, quiero que sepa que, a pesar de la negligencia
de su madre y el abuso de su padrastro, es un ser humano adorable y hermoso.
175 Con un alma tan dedicada a hacer lo correcto, es irresistible para mí. Mi corazón
late salvajemente por él, buscando el ritmo de su amor.
—No quiero impedirte que te diviertas. Son sólo los fines de semana, Rory.
—Soy muy consciente del tiempo que tendré contigo. Mi pregunta es, ¿de
dónde viene todo esto? —Girándome, lo obligo a mirarme a los ojos—. ¿De dónde,
Colby?
Soltando un pesado suspiro, pone sus manos en mis caderas y presiona
su frente contra mi pecho.
—A veces tengo estos sueños jodidos, como si mi mente fusionara mi
pasado con mi presente en una pesadilla total que parece que no puedo sacudir
al día siguiente. Se sienten tan reales que me despierto con un sudor frío, mis
nervios destrozados y mi confianza disparada.
—¿Anoche tuviste uno de estos sueños? —Asiente contra mí. Acuno su
cabeza y beso la parte superior—. ¿Qué ha pasado?
Se toma un momento para reponerse y levanta su cabeza, sus ojos
angustiados, atormentados, su mandíbula apretada como si estuviera a punto
de romperse los dientes de un solo golpe.
—Ted estaba. Siempre lo está —dice Colby, su voz es tan baja, que se
siente como un terremoto retumbando sobre mi piel—. Me regañaba en mi
antigua habitación, diciéndome cómo estoy perdiendo el tiempo. Cómo soy un
pedazo de mierda sin valor que no merece a alguien tan buena como tú, tan
hermosa y cariñosa. Dejó muy claro que sólo estás conmigo por lástima.
Oh mi corazón, este pobre hombre torturado. Tener que vivir con tales
demonios de forma recurrente, me quema. Colby no debería medirse con las
implacables y brutales mentiras de su padrastro.
—Colby. —Levanto su cabeza y le doy un ligero beso en los labios—. Sabes
que eso no es cierto, ¿verdad?
No dice nada. En cambio, sus ojos se desvían a un lado por su incapacidad
de decir la verdad.
—Mírame. —Lo obligo a hacer contacto visual—. Colby, fue un sueño.
—Lo sé, pero... también ha despertado algo de verdad. Nunca hablamos
de ello, Rory. ¿Estás dispuesta a esperarme? ¿Estás dispuesta a soportar mi
horario?
Hace unas semanas, no sé qué habría dicho, pero ahora, en lo profundo
de mi ser con Colby, no tengo ninguna duda.
Sin saltarme un solo segundo, digo:
—Por supuesto. No tengo ninguna duda en mi mente porque tú lo vales
para mí, Colby. Yo . . . —Hago una pausa y me muerdo el labio inferior.
176 —¿Tú qué? —Me registra, como si estuviera al borde de su asiento
esperando que responda.
Oh, Dios. Mi estómago se pone al revés, haciendo saltos mortales no
deseados, empujando una sensación de inestabilidad a través de mí.
Echando mi mirada hacia abajo, juego con su camiseta, pero no me deja
mirar por mucho tiempo. Me levanta la barbilla, buscando la verdad, buscando
esas palabras que me aterra tanto decir. ¿Y si no siente lo mismo?
Es muy pronto.
Es demasiado pronto.
Pero me está consumiendo, rogando, suplicando y arañando por ser
liberado.
Mis pulmones se sienten llenos y pesados mientras mi corazón late a una
milla por minuto. Hay un ligero temblor en mis manos y estoy temblando y
nerviosa por lo que voy a hacer, por lo que voy a decir.
Pero cuando lo miro a los ojos, los mismos ojos que una vez pensé que
eran misteriosos y espeluznantes, me tranquilizan. Son los ojos de un hombre
que sé que nunca me hará daño, que hará cualquier cosa por mí... que podría
sentir lo mismo que yo.
Queriendo demostrarle que vale todo lo que cree que no vale, doy un salto
y me aferro a él para conseguir fuerza. Mi pilar. Mi roca.
Con los labios temblorosos y la voz temblorosa, digo:
—Yo... Te amo, Colby.
La mano que frota mi espalda se congela suavemente.
Los ojos que me miraban fijamente se abren.
Su respiración uniforme se detiene por completo.
Y mi corazón cae en la boca del estómago, mientras veo su rostro
completamente en blanco.
Él no siente lo mismo.
Oh Dios, voy a llorar.
Esto fue una mala idea.
Sabía que no debería haber dicho nada.
Intento bajarme de su regazo, pero me detiene, su agarre se hace más
fuerte, su respiración se acelera, sus ojos van y vienen entre los míos. Cuando
pienso que está a punto de decir algo, me acuesta sobre mi espalda y se cierne
sobre mí, su cuello palpita, sus labios se curvan, sus ojos se vuelven suaves.
Oh...
Parpadeando unas cuantas veces, sacude la cabeza con incredulidad y
177 dice:
—Te amo, Rory. —Asiente, como si estuviera de acuerdo con su
declaración y luego lo repite, la convicción se entrelaza con sus palabras—. Te
amo.
—¿En serio?
Asiente
—Sí. Sé en lo profundo de mis huesos que estaba destinado a conocerte, y
que tú estabas destinado a ser mía. —Traga con fuerza—. Pero no voy a mentir.
No será perfecto estar conmigo, porque no sólo mi horario es anormal, sino que
mi equipaje creará problemas, como hoy. Me alejaré, te bloquearé e intentaré
salvarte de mí. Pero no puedes dejarme. Por favor. Pelea conmigo hasta el final,
porque este amor entre nosotros, es verdadero, Rory. Sólo sigue creyendo en
nosotros.
Tiro de su nuca, acercándolo a centímetros de mi boca.
—Siempre creeré en nosotros. Siempre.
Y con esas palabras, nuestras almas entrelazadas, nuestros corazones
moldeados, Colby pasa la siguiente hora haciéndome el amor, creando un
impresionante recuerdo que nunca olvidaré.
Jamás.
Q
uerida Rory,
La primera noche y ya me arrepiento de haberte dejado. Sé
que sólo estamos a veinticuatro kilómetros de distancia, pero parece
que son veinticuatro estados.
Esto va a sonar loco, especialmente porque he pasado mi vida en la
Academia de la Fuerza Aérea y luego en la escuela de vuelo, pero desde donde
178 estoy sentado, aquí en mi escritorio de metal, el azul marino esparcido por toda mi
habitación, mi cama bien ajustada, la atmósfera ha perdido su atractivo. Es casi
como si, mientras no estaba, alguien entrara en mi dormitorio y le quitara el color,
haciéndolo sentir aburrido e insípido.
La vida parece mucho más colorida cuando estoy contigo, cuando estás en
mis brazos, cuando te ríes o me miras con esos ojos seductores.
Es extraño, porque durante los últimos tres años y medio, mis cadetes han
tratado de describirme este sentimiento, teniendo que volver del descanso y
encender su cerebro militar de nuevo. Nunca he tenido que lidiar con ese
sentimiento antes, nunca he tenido que reprogramarme para concentrarme en cuál
es mi tarea aquí en la academia. Nunca lo entendí.
Pero aquí estoy, luchando por volver a la rutina, porque lo único en lo que
puedo pensar es en pasar el rato contigo. Hablando, riendo, besando, follando.
Tenerte debajo de mí, mi polla enterrada en lo profundo de ti y la hermosa mirada
de asombro en tu rostro mientras te susurro lo mucho que te amo. Mierda, Rory.
Es todo en lo que puedo pensar.
Este fin de semana no puede llegar lo suficientemente pronto.
Te amo.
Colby

Querido Colby,
Anoche tuve un sueño. ¿Quieres escucharlo?
Te lo voy a contar de todas formas. Soñé que me llevabas a hacer
paracaidismo. Me ataste a tu cuerpo, me acompañaste durante todo el proceso y
cuando llegó el momento de saltar, me dijiste cuánto me amabas y luego nos
arrojaste del avión.
Lo sentí todo.
La rápida entrada de aire.
El viento azotándonos.
El latido de tu corazón salvaje contra mi espalda.
Fue vívido y todo lo que pude haber pedido, contigo aferrándote a mí. Y
cuando tiraste de la cuerda, me desperté. ¿Crees que es una señal? ¿De qué estoy
cayendo y cayendo duro por ti?
No estoy segura de que creas en ese tipo de cosas, pero yo sí.
Y estoy cayendo duro... muy duro, especialmente después de las flores que
me trajiste el domingo. Mi apartamento todavía huele muy bien gracias a ellas,
recordándome tu dulce corazón con cada aliento que tomo.
Te amo.
179 Rory

Querida Rory,
Este papel es irreal. No tenías que conseguirme un membrete con un avión
en relieve en la parte superior, pero joder si no me gusta. Gracias por el regalo y
no podría estar más de acuerdo. Escribir cartas me da algo que esperar entre
nuestras visitas, especialmente los fines de semana como el pasado cuando no
pude estar contigo.
Lo siento.
Sin embargo, te diré esto. Cuando Hardie vio el papel en el que estaba
escribiendo esta noche (se ha acostumbrado a la tranquilidad que necesito cuando
te escribo) tenía unas malditas estrellas en los ojos y me preguntó de dónde lo
había sacado. Le dije que era un regalo tuyo, ¿y sabes lo que dijo después de eso?
Me dijo que era mejor que no arruinara nada contigo, porque si estaba
dispuesto a dejar ir a alguien que me compró un papel tan “bonito” entonces era
un idiota.
No podría estar más de acuerdo.
También hice una nota mental para preguntarte dónde lo compraste, porque
parece que Hardie podría tener picazón por algunos.
Gracias de nuevo. Te amo.
Colby
Querido Colby,
¿Recuerdas que tenías el día libre de Martin Luther King Jr.? ¿Recuerdas
que fuimos al cine y vimos tres películas, rellenadas con palomitas de maíz varias
veces, aunque dijiste que no podías comer más? ¿Y recuerdas cómo nos sentamos
en el fondo y nos besamos durante toda la segunda película? ¿Recuerdas cómo
tus manos empezaron a vagar un poco...
Pienso en ello todo el tiempo y me pregunto, con el Día de los Presidentes
acercándose rápidamente y las ventas de muebles ocupando todos los anuncios
en la radio y la TV, si estarás listo para la segunda parte de la película? Pero esta
vez, en lugar de ir al cine, nos reunimos en mi casa. Y en vez de ver películas,
¿haces algún tipo de striptease sexy para mí? Y ya que estoy en el ranking general
y todo eso, será mejor que tu pequeño culo de cadete me salude mientras te
desnudas.
¿Ves lo que hice allí? Sé que no estás poniendo los ojos en blanco. Sé que te
estás riendo y deseando estar de pie frente a mí, con la polla en pleno saludo,
esperando que te digan qué hacer... ¿verdad?
180 Así que, básicamente, necesito saber si te apetece un maratón sexual el
próximo fin de semana del Día de los Presidentes. ¿Qué mejor manera de honrar
a los hombres que han liderado nuestro país que follando por nuestra libertad?
¿Demasiado?
¿Qué tal Follando por los Presidentes?
Dime qué te gusta más, y nos haré camisas a juego con la fecha y el lema.
Sé cuánto te gustan las camisas a juego. (Menea las cejas hacia ti)
Te amo. ...y te extraño.
Rory

Querida Rory,
Bien, voy a admitirlo. Me has roto.
Es miércoles por la noche, dos días después de Plonking para POTUS 2018,
y todavía me duele la espalda. Sé que al principio te pareció gracioso cuando tuve
un espasmo durante la hora cuarenta y ocho de la misión completamente
desnuda, pero aún lo siento. Estaba haciendo flexiones de brazos durante la
fisioterapia y apenas podía subir y bajar mi cuerpo.
Te culpo a ti y a tu idea de intentar hacer trucos acrobáticos mientras tienes
sexo.
Te doy la ventaja una vez y mira lo que pasa. Me eché de espaldas.
Y la foto de tus tetas desnudas que me enviaste antes para “ayudarme a
sentirme mejor” no hizo más que revolver mi polla y ponerme cachondo como una
mierda. ¿Qué te dije de las fotos de desnudos, Rory? No puedo hacer nada con
ellas aquí. No voy a masturbarme con Hardie a mi lado o en las duchas con todo
el mundo duchándose a mi lado.
¿Las mandas para torturarme?
Porque está funcionando.
Considérame torturado. Estoy a tu merced. Por favor, deja de burlarte de mí
con tus preciosas tetas. Guárdalas para los fines de semana, cuando pueda
disfrutar plenamente de lamer y mordisquearte los pezones con mi boca.
Hasta entonces. Te amo, Rory.
Colby

Querido Colby,
Ugh.

181 Son días como hoy en los que desearía poder meterme en la cama contigo y
acurrucarme a tu lado durante horas, alimentándome de tu fuerza y tu amor.
Bryan tuvo una crisis hoy en casa. Fue malo. Mamá y papá me llamaron
para que viniera a ayudar a calmarlo. Y la peor parte es que ni siquiera saben qué
lo desencadenó. Mamá estaba en la cocina, papá en el baño y Bryan estaba viendo
la televisión cuando ocurrió. Pudo haber sido algo que vio o escuchó en la
televisión, quién sabe, pero fue malo. Se estaba golpeando a sí mismo. Terminó
poniéndose un ojo morado.
Odio los días así, los días en los que me siento impotente. Odio saber que
hay momentos en los que no puedo ayudar a mi hermano. Días en los que no
puedo estar ahí para él cuando lo necesita.
Odio que sea autista.
Creo que nunca le he dicho eso a nadie, y es porque no quiero que se
interprete de manera diferente a como estoy tratando de decirlo. Lo que quiero
decir es que odio que Bryan no pueda hablarme, que no pueda realmente escuchar
su voz o entender lo que pasa por su hermosa mente o llevarlo a algún lugar por
mí misma.
Odio que su vida siempre sea diferente de lo que mis padres imaginaron
para él, y odio que su trabajo como padres nunca termine. A diferencia de mí,
Bryan puede que nunca se mude y nunca dejará el lado de mis padres.
Odio que probablemente nunca sepa lo que es enamorarse.
Y me odio a mí misma por decir eso, pero una parte de mí tiene que ser
realista. No creo que Bryan tenga nunca lo que nosotros tenemos y eso casi me
destruye. Porque lo que compartimos, Colby, la clase de compasión y admiración
que tenemos el uno por el otro... Es hermoso y no aparece muy a menudo.
No quiero ser tan deprimente, pero quiero que sepas que llamarte mi novio
es uno de los mejores regalos que recibiré. Gracias por amarme.
Te amo.
Rory
Querida Rory,
He estado considerando si debería decirte esto o no, pero creo que necesito
hacerlo saber para cubrir todas mis bases, asegurarme de no perderte.
Porque no puedo perderte.
Aquí va...
El abuelo está obsesionado contigo. Acabo de hablar con él por teléfono y
sólo hablaba de lo hermosa, dulce y amable que eres. Realmente le hiciste un
número el fin de semana pasado. Y honestamente, no puedo estar en desacuerdo
con él, porque como siempre, tiene razón.

182 Pero quería que lo supieras porque me pidió tu número. Sí, mi abuelo me
pidió tu número y por alguna extraña razón, se lo di. Pero cuando se rio y dijo que
te iba a llevar a una cita, me arrepentí de mi decisión.
Si te invita a salir, ahórratelo y dile que no.
Porque eres mía.
Te amo.
Colby

Querido Colby,
Empecé a dar una nueva clase en el gimnasio. He estado pidiendo enseñarla
por un tiempo, pero la instructora que estaba a cargo de la clase tiene más
antigüedad que yo. Finalmente tuve mi oportunidad cuando estaba enferma.
Ahora dividimos el horario de clases porque los miembros del gimnasio lo
disfrutaron mucho.
Es Barre. Que es como el Pilates y el ballet mezclados para un
entrenamiento increíble que tonifica en lugar de construir.
No sé si recuerdas... ¿a quién estoy engañando? Probablemente recuerdes
todo, pero el ballet era mi pasión y se suponía que iba a ir a Nueva York con él.
Ocasionalmente tomo una clase aquí y allá en el estudio de danza local, pero nada
demasiado intenso, nada como lo hacía antes. Sentí que había perdido el contacto
con esa parte de mí, así que cuando llegó esta oportunidad, la enganché.
Se sentía tan bien, enseñando e instruyendo en los fundamentos del ballet.
Claro que no es una clase normal, pero al menos no estaba enseñando una clase
de levantamiento de pesas que no me interesa. Esto era diferente. Esto me hizo
disfrutar de mi trabajo.
Hablé con mi gerente y va a ver si podemos incluir más clases de Barre en
el horario, porque parece ser popular.
Eeep, estoy emocionada.
No puedo esperar a verte este fin de semana. Nunca he estado en Seven
Falls... ¡nunca! ¿No es una locura? Y he vivido aquí toda mi vida. Hubo cosas que
no hicimos, porque no queríamos que Bryan se sintiera incómodo. Pero estoy
emocionada de ir contigo y la pandilla.
Te amo.
Rory

Querida Rory,
Inútil.
183 Odio esa maldita palabra.
Pero es una palabra con la que vivo a diario. Es una palabra que me ha
llamado muchas veces no sólo Ted, sino también en la academia durante el
entrenamiento militar básico. Es una forma de separar a los cadetes para poder
volver a juntarlos.
Nunca la he usado. Nunca he llamado a nadie inútil, ni siquiera a Ted,
porque, aunque me trató como una mierda, mi madre y sus pacientes lo aman.
Hay un valor invisible en él, así que tal vez esté ahí en todos nosotros.
Necesito recordarme a mí mismo que el valor difiere de persona a persona.
Jodidamente tú. Tú eres todo lo que vale la pena. Eres un faro brillante
dirigiéndome hacia adelante, guiándome con cada sonrisa que me das. Stryder
está lleno de valor y a pesar de lo que piensa su padre, es muy inteligente. Hardie
y Joey, no sólo son valorados a mis ojos por su amistad, sino que tienen almas
generosas, siempre voluntarias. Antes de que mi padre se enfermara, siempre
trató de construirme y decirme que era digno de amor y felicidad. Perdí eso cuando
murió, pero el abuelo trató de llevar esa antorcha. Sabemos cómo funcionó eso.
Pero tú, tú me estás mostrando mi valor como hombre.
Pero Ted, su valor es diferente. Su valor es una lección.
Y su lección para mí es que, aunque sus palabras y sus puños de hierro aún
viven en lo profundo de mi alma hasta el día de hoy, sé que nunca seré como él,
nunca.
Porque su abuso eventualmente se desvanecerá, pero su asqueroso y negro
corazón será para siempre.
Gracias por escucharme y escribirme. Te extraño, Rory.
Y jodidamente te amo.
Colby

Querido Colby,
¿Adivina qué llevo puesto?
Tu sudadera de los Colorado Rockies. Gracias por dejarme robártela. Huele
como tú y es grande y cálida y me recuerda a estar en tus brazos.
Son las pequeñas cosas.
Que es de lo que me he dado cuenta. Son las pequeñas cosas las que más
importan, especialmente con nosotros. Como los mensajes de buenos días,
nuestras cortas conversaciones en FaceTime y estas cartas. Aunque sólo nos
vemos los fines de semana y a veces no todos los fines de semana, parece que
estamos más cerca que nunca.
¿Se siente así para ti?
184 Nunca antes me había sentido tan cerca de otra persona. Siento que conozco
hasta el último pedazo de ti, y me pregunto si es porque nos hemos dado tiempo
para hablar. El aspecto físico de nuestra relación no existe cinco días de los siete
y lo hemos sustituido por la comunicación con nuestros corazones.
Para mí, eso es especial. Y me encanta tu corazón.
Mi madre estaba preguntando por ti el otro día. Le gustas mucho. Esto es
vergonzoso, pero te llamó un tipo “genial” cuando estaba hablando con ella. Debí
haberle dicho que no pensaría eso sí escuchaba las cosas que me dijiste en el
dormitorio. Lo más probable es que se vuelva de un fantasmagórico tono de blanco
y luego se desmaye.
Todos piensan que eres un gran oso de peluche, pero yo te conozco, Colby
Brooks. Eres un maldito sucio y me encanta.
No puedo esperar a las vacaciones de primavera. Están tan cerca. Será
mejor que te quedes conmigo en lugar de con Stryder. ¿Me escuchas? Son tus
últimas vacaciones antes de la graduación y te quiero para todo ese tiempo.
Eres mío.
Te amo.
Rory
185
—¿A dónde vamos? —Rory tiene los ojos vendados y su
pequeño cuerpo emocionado está saltando en el asiento
del pasajero mientras agarra mi mano con fuerza.
—Ya te lo dije, es una sorpresa. Ya casi llegamos.
—Es preocupante que hayas tenido que vendarme los ojos para esto.
—¿Por qué? —me río y hago un giro a la izquierda por un camino muy
familiar.
—Porque por lo que sé, podrías llevarme al bosque donde me sientas en
un tronco, dejas caer tus jeans y luego me dices que me quite la venda de los
ojos sólo para llegar a la cabeza bulbosa de tu polla.
Se me escapa una carcajada.
—¿Qué? ¿De dónde demonios has sacado eso?
—Uno de los novios de Ryan le hizo eso. Ella pensó que iban a un masaje
de pareja. Chico, estaba equivocada.
Manteniendo mis ojos enfocados en el camino frente a mí, la emoción se
avecina, digo:
—No soy un imbécil. Nunca te haría eso. Esta es una sorpresa legítima,
una que creo que realmente te gustará.
—Conociéndote, lo haré. —Apoya la cabeza contra el asiento y dice—:
Estos últimos días han sido increíbles. Gracias por quedarte conmigo en lugar
de con Stryder.
En un semáforo, me inclino y le doy un beso en los labios, cogiéndola
desprevenida. Ella se recupera rápidamente, pasando sus dedos por mi cabello
antes de que tenga que apartarme y hacer otro giro a la izquierda.
—Era mejor que no me quedara en casa de Stryder. Si no estuviera contigo,
habría pedido quedarme en casa de Joey o Hardie. Stryder se lo está pasando
fatal con su familia y creo que soy un recordatorio constante para su padre de
que Stryder no entró en la escuela de vuelo.
—Uf, me siento fatal por él. Todavía no entiendo por qué no entró.
—Créeme, ninguno de nosotros lo entiende. Pensé que era un ganador. En
realidad... —Hago una pausa por un segundo, cuestionando si debo hablar de
Stryder con Rory, pero es Rory. En todo caso, sabrá cómo calmar la ansiedad de
mi corazón—. Estoy preocupado por él. Siento que está en espiral. Todo lo que
ha esperado en la Fuerza Aérea le ha sido negado.
—¿Qué quieres decir?
186 —Desde el principio, ambos hemos compartido los mismos dos objetivos:
hacer la escuela de vuelo y salir de Springs. Ninguna de esas cosas le han pasado
a él. Ha sido destinado a la base aérea de Peterson después de graduarse. Es
una maldita patada en los huevos para él. Y ahora él, mierda; no sé, no es el
mismo. No quiere pasar el rato y normalmente se esconde en su habitación.
Cuando saltamos, ya no me habla como antes y durante las comidas ya no es el
bromista de la mesa. Está tranquilo, hosco. Y no sé cómo hablarle, porque hay
un elefante gigante sentado entre nosotros que dificulta la respiración cuando
estamos cerca del otro. —Sacudo la cabeza y estaciono el auto—. Lamento haber
sacado el tema, sobre todo ahora que estamos aquí.
Rory se desabrocha el cinturón de seguridad y se acerca a mí, con la venda
en los ojos para que no pueda verlos. Necesito ver esos ojos verdes. Necesito
sentir que me golpean profundamente en los huesos. Le quito la máscara y en
vez de mirar a su alrededor, ella se enfoca en mí, llevando su mano a la parte
posterior de mi cuello.
—No te disculpes. Siempre quiero escuchar tus preocupaciones. Si yo
fuera tú, también estaría preocupada. Stryder también es mi amigo, ¿quieres
que hable con él?
Sacudo la cabeza.
—No. Me odiaría si supiera que he dicho algo. Sólo necesitaba sacarme eso
del pecho. —Me inclino hacia adelante y le doy un suave beso en los labios,
recordándole que hoy se trata de nosotros—. ¿Estás lista para tu sorpresa?
Busca en mis ojos, tratando de leer a través del velo de felicidad que llevo
puesto.
—¿Estás seguro de que estás bien?
Asiento.
—Lo estoy. —Pongo otro beso en sus labios y luego con mi dedo, empujo
su barbilla a un lado para que se vea obligada a mirar por la ventana—. ¿Estás
lista para saltar de un avión?
En cuestión de segundos, sus ojos se iluminan cuando toma el bimotor
King Air y el asfalto con los futuros paracaidistas recibiendo una lección de
seguridad.
—¿Hablas en serio?
Mis labios se curvan por la pura excitación que ella exuda. Estar alrededor
de su alegría y euforia es adictivo. Su expresión, cuando está tan excitada, es la
cosa más hermosa que he visto.
—Muy serio. Sé que has soñado con ello, así que espero que estés
preparada para el reto. Puedes saltar conmigo. Te enseñaré todo.
Por la forma en que se arrastra a mis brazos, el beso apasionado que me
da en los labios y la forma en que agarra mi cabeza tan cerca de la suya, me da
187 a entender que está emocionada.
—Vamos, tenemos que prepararnos para un salto.
Tomando la mano de Rory, la llevo a través del pequeño aeropuerto privado
en el que saltamos los fines de semana para ganar más experiencia y aprender
a enseñar a los civiles. Este lugar es como un segundo hogar para mí junto a la
academia.
Abriendo la puerta para Rory, la acompaño y me ve uno de los instructores
con el que soy cercano.
—Colby, mi hombre. Ya era hora de que nos visitaras. —Mira mi mano en
la de Rory y una sonrisa se extiende por su rostro—. Y puedo ver por qué no te
hemos visto por aquí últimamente. —Le extiende su mano a Rory y le dice—: Tú
debes ser la chica de la que Stryder nos habló cuando le preguntamos dónde
está Colby. Soy Blake.
El rubor se extiende por sus mejillas.
—Blake, encantada de conocerte. Soy Rory, la chica que ha estado
absorbiendo todo el tiempo de salto de Colby.
Blake se ríe, me da palmaditas en el hombro y luego señala detrás de él
hacia el área de vestidores.
—Stryder está ahí atrás. Diviértete.
—¿Stryder está aquí?
Blake asiente.
—Es donde ha estado pasando mucho tiempo últimamente. Diez o doce
saltos cada día durante el fin de semana. Ha estado viviendo en el cielo. —Un
dolor de comprensión me golpea, porque esto es probablemente lo más cercano
a volar que Stryder va a conseguir. No he intentado hablar con él sobre la
solicitud de la escuela de vuelo de nuevo, pero dado que apenas puedo hablar
con él, siento que ha perdido la esperanza por completo.
Mierda.
Dejé escapar un largo aliento y llevé a Rory al cuarto de atrás. Pasando la
puerta giratoria, encuentro a Stryder en la esquina, sujetando silenciosamente
su arnés, apretando las correas con más fuerza de la necesaria.
—Hola, hombre. —Stryder levanta la mirada, la sorpresa enmascarando
sus rasgos antes de que se suavicen al vernos a Rory y a mí.
—Hola. —Mira entre nosotros, nuestras manos conectadas, y luego vuelve
a apretar las correas de su arnés—. ¿Qué están haciendo aquí?
—Llevar a Rory a su primer salto.
Las cosas son incómodas. La tensión en la habitación crece, mientras se
prepara, el silencio entre nosotros es raro y anormal. Desde el primer día que
188 nos conocimos, la conversación nunca ha sido difícil. Pero en los últimos meses,
esta tensión entre nosotros ha ido creciendo y creciendo, y es más que obvio que
Stryder y yo no somos los mismos amigos que solíamos ser. ¿Es sólo por lo que
ha ido mal en la vida de Stryder?
—Genial —responde, haciendo las cosas cortas conmigo.
Suspirando, sin querer alargar esta incómoda conversación, beso a Rory
en la mejilla y le digo:
—Voy a coger algo de equipo y hablar con Blake sobre el avión del que
vamos a saltar. Volveré pronto, ¿de acuerdo?
Asiente, curva hacia abajo sus labios y sé que probablemente esté tan
molesta por Stryder como yo.

—¿Estás nerviosa?
—Aterrorizada —responde Rory mientras la ato con su arnés. Haciendo
una pausa, queriendo asegurarme de que sigue siendo buena para hacer esto,
estoy a punto de preguntarle si está segura cuando sonríe, lo cual, como siempre,
me hace palpitar el corazón en el pecho—. Aterrorizada y emocionada. Gracias
por traerme. Esto es literalmente un sueño hecho realidad.
Le doy un último tirón a su arnés.
—Quería hacer algo especial contigo, algo que siempre recordáramos.
—Créeme cuando te digo que no creo que este sea un día que vaya a
olvidar. —Se muerde el labio inferior y se inclina hacia mí—. ¿Y empacaste el
paracaídas correctamente?
Me río y llevo mis labios a su frente, presionando un beso en el pliegue de
su frente.
—He doblado un paracaídas tantas veces que podría hacerlo con los ojos
cerrados. No hay nada de qué preocuparse, ¿de acuerdo? Te tengo, Rory y nunca
dejaría que te pasara nada.
—Lo sé. —Sacude todo su cuerpo—. Sólo estoy nerviosa, eso es todo.
Nerviosa y emocionada. Quiero decir, voy a saltar de un avión. ¡Es una locura!
—Pero vas a estar atada a mí, así que no tienes nada de qué preocuparte.
Prometido. —Poniendo un último beso en sus labios, aseguro su casco y la llevo
a la pista donde el avión está esperando. Habiendo repasado ya todo el
entrenamiento y las precauciones de seguridad, estamos listos.

189 —Oye Stryder —grita Blake, llamando mi atención—. ¿Por qué no te vas
con tu chico Colby?
Stryder asiente y se acerca a nosotros, y aprovecho la oportunidad para
tirar de Stryder por el cuello para un abrazo lateral antes de apartarlo.
—Como en los viejos tiempos, ¿verdad? —Le doy un codazo en el hombro,
ganándome una pequeña sonrisa—. ¿Recuerdas nuestro primer salto?
—Ohhh, dímelo. —Rory se acurruca a mi lado, inclinándose.
Stryder se pasa la mano por el cabello, una pequeña sonrisa en sus labios,
recordándome el hombre que he perdido.
—Estábamos cagados de miedo. —Se nivela con Rory, recordando cómo
casi orinamos nuestros trajes de salto antes de salir del avión—. Ambos
queríamos estar en las Alas Azules porque era muy rudo y sólo la élite de la
academia fue aceptada. Así que nos lanzamos a la pared, no mostramos miedo,
nos atamos el cuerpo y saltamos. —Mirando al cielo, recuerdo el sentimiento que
me atravesó en ese momento y me pregunto si él está pensando lo mismo. Se
siente como hace años, cuando éramos sólo niños—. Nunca he estado tan
cautivado y asustado al mismo tiempo. Para mí, fue ese momento el que confirmó
que volar en el cielo era lo que quería. —Mierda.
Aclarando su garganta, Stryder continúa:
—Cuando aterrizamos, nos reunimos, montamos un espectáculo para los
chicos que nos rodeaban y luego fuimos al vestuario donde nosotros, no es
broma… —Ambos nos reímos, sabiendo lo que va a decir a continuación—: Nos
abrazamos el uno al otro como una vieja pareja casada y nos aferramos a
nuestros malditos monos, incapaces de comprender lo que acabábamos de
hacer.
—¿Se aferraron el uno al otro? —Rory se ríe mientras ambos asentimos
con la cabeza.
—Nos abrazamos durante un buen par de minutos, agradeciendo al buen
Dios de arriba que estuviéramos vivos.
—¿Minutos?
Stryder asiente.
—Oh sí, no hay que avergonzarse de ese abrazo de hermano. —Y así como
así, alcanzo a ver a mi mejor amigo otra vez, y pienso por un segundo, tal vez,
sólo tal vez, él estará bien. Que superará esto.
—¿Y nadie entró y los sorprendió abrazándose?
Guiñando el ojo, Stryder camina hacia atrás delante de nosotros.
—Nunca dijimos eso.

190
E
sto es una locura.
Estoy loca.
Estoy a punto de saltar de un avión y, sin embargo, los
191 nervios que pensé que sentiría cuando despegáramos o cuando
abrieron la puerta y nada me separaba del avión y del aire libre, no se veían por
ninguna parte.
En cambio, me siento en paz.
¿Cómo no podría hacerlo con Colby atado a mi espalda, con sus brazos
envueltos en mí, su voz susurrando en mi oído, tranquilizándome?
—Estamos arriba —dice Colby en mi oído. Avanzamos, justo al lado de
Stryder, que salta con nosotros, cámara en mano para tomar fotos.
El suelo debajo de nosotros está desparramado con tonos marrones,
dividido en formas geométricas. La civilización no tiene sentido desde la altura
en la que estamos, y parece que es un pequeño mundo que estamos a punto de
invadir.
Moviéndome hacia la apertura, mi pulso empieza a acelerarse ahora,
Stryder y Colby intercambian un apretón de manos secreto y luego se agarran al
costado del avión… justo antes de inclinarse y tirar sus cuerpos fuera del avión,
llevándome con ellos.
A pesar del viento que nos golpea, escucho a Colby y Stryder gritar su
emoción, pero no puedo concentrarme en nada más que la intensa euforia que
me consume.
Stryder y Colby han hablado de lo que es volar por el cielo: la libertad, la
claridad que obtienes y la paz.
Siento como si estuviera echando un vistazo a eso. Por una fracción de
segundo, estoy en sus zapatos y siento lo que ellos sienten.
A nuestro lado, Stryder hace unas cuantas volteretas, pareciendo que el
peso que ha estado llevando sobre sus hombros ha sido archivado mientras vive
el momento.
Con los brazos a los lados, Colby nos hace girar, pero no hace nada
demasiado brusco, no hay movimientos acrobáticos
Como Stryder. Me está dejando disfrutar de la experiencia.
Dejándome vivirla.
Sentirla.
Y no hay nada como esto: flotar por el cielo, con mi hombre atado a mí,
cuidándome, viviendo esta experiencia conmigo. No creo que pudiera haber
pedido una cita más perfecta. O un hombre más perfecto. Lo hizo porque sabía
que era uno de mis sueños.
El suelo se acerca, la vista es absolutamente impresionante con las
Montañas Rocosas al oeste, las llanuras al este y mi corazón centrado justo
debajo del de Colby, latiendo como uno solo.
Gritándome al oído, me dijo:
192 —Voy a tirar de la cuerda. Aguanta, Rory.
Y tan pronto como dejamos de caer, nos elevamos en el aire, el paracaídas
azul marino sobre nosotros atrapando nuestra caída y navegando pacíficamente
hasta el suelo.
A un lado, Stryder también suelta su paracaídas, enviándolo
momentáneamente por el aire sólo para deslizarse hacia abajo con nosotros.
Lo entiendo todo: las vistas, el sentimiento de Colby detrás de mí, el
conocimiento de que este hombre me ha dado mucho más de lo que esperaba a
través de su amor. Me ha dado experiencias que nunca habría tenido sin él. Me
está ayudando a vivir mi vida, la vida que he dejado en suspense durante tanto
tiempo.
Y por eso, siempre estaré agradecida.

—Casi siento que deberíamos abrazarnos durante minutos después de eso


—bromeo una vez que nuestros pies tocan el suelo y volvemos al hangar.
—Tengo que reconocerlo, manejaste tu primer salto mucho mejor que
Stryder y yo —dice Colby, con su paracaídas atado en sus brazos.
—Es una maldita profesional —dice Stryder una vez que llegamos al
hangar, dejando caer su paracaídas al suelo.
—Fue el mejor momento de mi vida —digo y luego me río, porque bueno,
porque acabo de saltar de un maldito avión—. ¿Puedo hacerlo de nuevo algún
día?
Stryder sonríe y sacude la cabeza, riéndose de mí, mientras que Colby me
pega a él y me besa la frente.
—Sí, Rory. Lo haremos de nuevo.
Y el baile feliz se reanudó. ¿Me pregunto cómo fue para él llevarme? Tendré
que preguntárselo más tarde. Me pregunto si le excitó, porque con la adrenalina
corriendo a través de mí, quiero montar al hombre.
Colby agarra el hombro de Stryder y dice:
—Voy a hablar con Blake un segundo. Hazle compañía a mi chica. —
Stryder asiente mientras Colby se inclina y me da un suave beso en los labios—
. Estoy orgulloso de ti, Rory.
Lo veo alejarse, disfrutando de cómo su arnés enmarca su apretado
193 trasero, sus anchos hombros estiran su mono, y con sus aviadores cayendo
sobre sus ojos para que yo no pueda verlos, aparece devastadoramente intocable.
Por suerte para mí, soy la única persona que puede tocarlo.
—Te llevaré a la taquilla para que te cambies. Supongo que no querrás
usar ese traje todo el día.
Hago una pequeña reverencia y digo:
—A pesar de lo hermosa que me veo en esto, me encantaría cambiarme.
Después de echarme un vistazo, una sonrisa curva sus labios mientras me
lleva a los casilleros.
Sé que no debería.
Soy muy consciente de que debo mantenerme al margen, no expresar las
preocupaciones de Colby, pero no puedo evitarlo. Stryder es mi amigo también,
y sólo puedo imaginar lo herido y disgustado que está por la escuela de vuelo.
Me preocupa que Colby tenga razón y que esté en espiral, eso es muy difícil de
aceptar con este hombre normalmente vibrante.
—Entonces, ¿cómo va todo? —pregunto torpemente. Puede que quiera
averiguar cómo está, pero nunca dije que fuera a ser buena en ello.
Mientras camina a mi lado, el movimiento de su traje y el tintineo de su
arnés temblando con cada paso fuerte que da, dice:
—Bien.
Hmm... una palabra, una respuesta corta. Me recuerda a cuando conocí a
Colby. Estos hombres deben ser cortados por el mismo patrón. Si fallan, lo
asimilan. ¿Es algo que aprenden en el entrenamiento militar? ¿Compartimentar?
Supongo que tiene sentido. Pero Stryder nunca fue así antes de perder la escuela
de vuelo.
—¿Me lo dirías si no estuvieras bien?
Eso lo hace tropezar por un segundo, deteniendo su persecución para
llegar al casillero. Girándose hacia mí, inclina la cabeza, una expresión ilegible
en su rostro. Con los labios apretados, el silencio cae entre nosotros, mi pregunta
colgando en el aire.
Finalmente, sacude la cabeza.
—No lo haría.
Y eso pica.
Caminando hacia adelante, lo alcanzo y tiro de su brazo.
—¿Por qué no? ¿No soy tu amiga?
—No ese tipo de amiga —responde sin saltarse un instante.
—¿Qué significa eso?
194 Actuando como si no sólo hiriera mis sentimientos, asiente hacia la puerta
que lleva a los casilleros.
—Vamos, Rory.
—No, quiero saber qué quieres decir con eso.
Sin mirarme, dice:
—Apenas hablo con Colby sobre lo que pasa por mi cabeza, así que estoy
seguro de que no te lo diré a ti.
Por alguna razón, su tono, la forma en que puedo sentir su angustia a
través de sus palabras, me hace retroceder y decir ligeramente:
—Colby está preocupado por ti.
Los hombros de Stryder se encorvan mientras suspira.
—Sé que lo está.
—Le preocupa que estés molesto con él.
Stryder levanta las manos y puedo sentir su desesperanza.
—No estoy enojado con Colby. Nunca podría estarlo. Sólo estoy... Estoy
jodidamente decepcionado de mí mismo. —Y con eso, Stryder entra por la puerta
que lleva al vestuario, lo sigo de cerca.
En los últimos meses, he llegado a conocer mejor a Stryder. Hemos pasado
el rato, nos hemos divertido, hemos reído y bromeado. Lo considero un amigo,
pero nunca he visto este lado de él y me rompe el corazón.
Cuando llego a mi casillero, estudio cuidadosamente a Stryder y lo observo
quitarse el arnés y luego el mono, sus movimientos son irregulares, casi
enojados. El arnés cae al suelo, haciendo eco en el pequeño espacio, haciendo
que suene hueco aquí, como la mirada en los ojos de Stryder.
—Y que me jodan si no puedo salir de este puto pueblo —dice Stryder,
golpeando la taquilla, asustándome.
Con la mano en el corazón, mi respiración subió un poco por el repentino
estallido de ira y dije:
—¿Qué quieres decir?
—Tenemos nuestras asignaciones. Tengo a Peterson. El último maldito
lugar donde quería estar.
Me muerdo el labio inferior, tratando de entender lo que Stryder está
diciendo.
—Soy el único que se queda en este infierno —añade. Nunca llamaría a
Colorado Springs un agujero del infierno, en realidad es bastante hermoso, pero
conociendo un poco los antecedentes de Stryder, puedo entender por qué querría
salir de los muelles. Sin duda quiere estar tan lejos de su padre como sea posible.
195 Y entonces me di cuenta de lo que dijo Stryder.
Es el único que se queda en Springs.
Lo que significa que Colby ha sido asignado a otro lugar. Sabía que esto
iba a pasar, pero el darme cuenta de que realmente pasaba...
Desde mi casillero, mi teléfono suena, sacándome de mi corta ensoñación.
Es el tono de llamada de mi madre. Abro el casillero con un empujón de la manija
y contesto mi teléfono.
Normalmente manda mensajes de texto, no llamadas, así que estoy
preocupada.
—¿Hola?
—Oh gracias a Dios —dice mi madre con la voz llena de pánico.
—¿Mamá? ¿Qué pasa?
—Es Bryan —responde, con la voz firme, como si hubiera estado llorando—
. Está teniendo un colapso en el Rockies Dugout Store en Nevada. No puedo
hacer que se mueva y se está golpeando a sí mismo. —Mi madre hace una
pausa—. Está sangrando por la nariz y hay sangre por todas partes.
Mis instintos de hermana protectora hacen efecto. Necesito llegar a mi
hermano.
—Voy ahora mismo, mamá.
Cuelgo y rápidamente empiezo a quitarme el mono. Afortunadamente mi
ropa normal está debajo.
—Necesito que encuentres a Colby —digo, mi ritmo cardíaco se dispara—.
Necesito irme.
Stryder hace una pausa en lo que está haciendo y se acerca a mí, con sus
manos sobre mis hombros, inclinándose para mirarme a los ojos.
—Oye, ¿estás bien?
—No, mi hermano me necesita. Por favor, Stryder. Ve a buscar a Colby.
—Bien. —El dolor es reemplazado por la urgencia. Él se aleja corriendo y
yo me quedo sola, tratando de agarrar todas mis cosas y también las de Colby.
Necesito llegar a Bryan.
Nada más importa ahora mismo.

196 Mi pierna rebota con impaciencia cuando miro por la ventana, deseando
que el tráfico del fin de semana se apiade de nosotros.
Vamos, el verde significa adelante, grito en mi cabeza deseando que la
teletransportación ya se hubiera inventado.
—Ya casi llegamos —dice Colby, su voz tratando de calmarme.
No hace nada.
Necesito asegurarme de que Bryan está bien.
—¿Estás bien?
Sacudo la cabeza.
—No. —Me quedo mirando la ventana—. Sólo necesito asegurarme de que
está bien. Necesito llegar a él.
—Lo sé. Lo estoy intentando, Rory. —Aprieta mi mano y maniobra
alrededor de los autos, tratando de ganar un poco más de velocidad, navegando
por la carretera, haciendo su mejor intento para llevarme a Bryan.
Todo lo que puedo pensar es en lo asustado que está Bryan, en cómo
probablemente se esconde en una esquina, golpeándose a sí mismo porque hay
demasiados estímulos sensoriales. Los espectadores, los que están juzgándolo y
la gente que no entiende por qué un hombre de treinta años estaría llorando y
golpeándose a sí mismo.
No mucha gente lo entiende.
No mucha gente está educada sobre el autismo.
No mucha gente tiene un corazón lo suficientemente amable como para
dejar de mirar, para dejar de hacer suposiciones, para mirar hacia otro lado.
Colby llega a la villa universitaria donde está la tienda Dugout, y antes de
que pueda aparcar el auto, salto y corro por las puertas y me encuentro con
estantes de camisetas y jerséis de las Rockies. Mirando más allá del mar de
púrpura, veo a mi madre en la parte de atrás con aspecto de estar afectada, el
gerente de la tienda parece preocupado y entonces lo escucho. Los suaves gritos
de Bryan me golpean como un semirremolque en el pecho.
Calmándome, sabiendo que no le gustan los movimientos bruscos, me
acerco con ligereza a pesar de mi necesidad de llegar a él lo más rápido posible.
Cuando finalmente lo veo, mi estómago se tambalea al ver su rostro
ensangrentado, la camisa manchada de rojo que cubre su pecho.
Oh, Bryan.
Cuando lo alcanzo, me agacho y me siento con las piernas cruzadas en el
suelo, poniendo suavemente mi mano en su rodilla y hablando en voz baja,
apenas por encima de un susurro.
—Bryan. Soy Rory...
197 Se necesitan veinte minutos para calmarlo, para que le ayudemos a que
su nariz deje de sangrar y para que se cambie a una camisa limpia que nos ha
dado el gerente de la tienda. Nos disculpamos profusamente y llevamos a Bryan
de vuelta al auto, una pelota de béisbol en la mano y una camisa nueva sobre
sus hombros. Mi madre y yo estamos agotadas.
Cuando mi madre cierra la puerta del auto, me giro hacia ella y le
pregunto:
—¿Dónde está papá?
—Lo llamaron por unas horas. —Presiona la mano en su frente, viéndose
absolutamente exhausta—. Gracias, cariño. No sé qué habría hecho sin ti. —
Girándose hacia Colby, que tiene su brazo envuelto alrededor de mi cintura,
sosteniéndome cerca de su cuerpo, dice—: Tampoco podríamos haberlo hecho
sin ti.
Y esa es la verdad.
Colby se sentó a mi lado, hablando cuidadosamente con Bryan. Al
principio, no quería que intentara ayudar, pero una vez que Bryan empezó a
responder a Colby, su voz profunda y su tono firme como el de mi padre, me
apoyé en Colby para que me ayudara.
—Por favor, no hay necesidad de agradecerme. Me alegro de poder estar
aquí para ti también. —Mirando el auto, pregunta—: ¿Se va a poner bien?
Mi madre asiente.
—Estará bien.
—¿Quieres que te acompañe a casa? —pregunto.
Sacude la cabeza y me da palmaditas en el brazo.
—Ve a casa, pasa tiempo con Colby. Este es su último descanso antes de
la graduación. Yo me encargo de esto.
—¿Estás segura, mamá?
Ella asiente y se inclina para darme un beso en la mejilla.
—Estoy segura. Gracias a ambos por su ayuda. Le da un abrazo a Colby,
y luego se sube a su auto, nos saluda con los dedos.
Y la vida continúa.
Porque eso es lo que pasa. No podemos sentarnos y vivir, no podemos
tomarnos un descanso de nuestra realidad o del mundo. Tenemos que seguir
avanzando y tenemos que seguir manteniendo la vida lo más normal posible a
pesar de lo impredecible de cada día.
En silencio, Colby y yo conducimos a mi apartamento, con las manos
unidas, la experiencia que acabamos de pasar juntos colgando sobre nosotros.
Y desearía estar hablando del paracaidismo. Desafortunadamente, ese es un
198 recuerdo lejano ahora, casi reemplazado por el colapso de Bryan.
Algunas personas pueden estar enojadas con su hermano por “arruinar”
un día especial, pero no yo.
Nunca podría estar enojada con él, al menos ya no, no desde que he
madurado. Sé que Bryan no puede evitarlo. Sé que cuando tiene una sobrecarga
sensorial sólo hay una forma de lidiar con ella. Puede que no sea convencional,
puede que sea la forma en que lo afrontamos, pero es su forma y me he adaptado
a ella. Sé que necesito estar ahí para él, para ayudarle a superarlo.
Es mi deber como su hermana.
Cuidar de él. Y cuidar de mamá. Esto es duro para ella y me alegro de
haber podido encontrar satisfacción aquí y no resentirme porque perdí mi
oportunidad de ir a Nueva York.
Cuando llegamos a mi apartamento, subimos las escaleras en silencio, nos
tumbamos en la cama y miramos el techo de escayola agrietado, con las manos
aún unidas.
Antes de que el silencio se asiente sobre nosotros, Colby se aclara la
garganta y dice:
—¿De eso hablabas en tus cartas?
—Sí.
—¿Y ocurre a menudo?
Manteniendo la mirada hacia el techo, digo:
—No muy a menudo, pero lo suficiente como para que sea difícil sacarlo
en público. Hay días en los que está completamente bien, pero siempre que
salimos, se siente como si estuviésemos en un aprieto, esperando que algo lo
despiste, algo que lo asuste. Y cuando no sucede, es un buen día, pero cuando
sucede, nos ocupamos de los asuntos e intentamos que se sienta cómodo.
—¿Y qué pasará cuando tus padres sean demasiado mayores para cuidar
de Bryan?
Lamo mis labios, el conocimiento de mi futuro viene al frente de mi mente.
—Entonces, me ocuparé de él. —No he hablado con mis padres sobre quién
cuidará de Bryan cuando, Dios no lo quiera, les pase algo. Conozco mi
responsabilidad y me pesa mucho. Pero es una que asumiré con gusto.
—¿Sola?
Asiento.
—Sí. Es mi hermano. Nunca lo dejaré.
Y así como así, la verdad nos golpea a los dos con fuerza en el pecho.
Tragando con fuerza, cambio de tema.
199 —Stryder me dijo que ustedes tienen sus órdenes.
—No hablemos de eso ahora mismo. —Se da la vuelta y me empuja hacia
su pecho, acurrucándose estrechamente.
—Sólo dime, Colby.
Se queda callado por un segundo y la anticipación de lo que va a decir está
a punto de matarme. Ahora ha visto la realidad de mi vida de primera mano. Hoy
estuvo aquí para amarme, para apoyarme, para caminar por la línea con Bryan.
Pero cuando se vaya, cuando se vaya y no esté en casa cada fin de semana,
volveré a estar donde empecé. Sola. El que no se quede está aplastando mi
corazón, que ya está muy frágil desde la última hora. No importa lo que diga
cuando abra la boca. En realidad, no. En cualquier caso, la escritura está en la
pared. Esto no funcionará entre nosotros. No puedo irme de aquí y él no puede
quedarse. Lo quiero conmigo todo el tiempo, no en arrebatos de momentos
preciosos. Y nunca lo conseguiré.
—Oklahoma. Me voy después de la graduación.
Aprieto los ojos, mi corazón se rompe lentamente por la mitad,
rompiéndose pieza por pieza en mi pecho. Me quedan unas semanas con Colby
antes de que tenga que irse. ¿Y luego qué?
¿Qué pasa después de eso?
200
—¿Q ué te pasa hoy? —pregunta el abuelo, anotando otros
treinta puntos en el Scrabble, mientras que yo no puedo
anotar más de diez.

201 Me inclino hacia atrás en mi silla, sin molestarme en hacer mi siguiente


movimiento. Ambos sabemos que será una palabra de mierda de tres letras que
no me dará nada.
—Cuando te enamoraste de la abuela, ¿habrías hecho lo que sea por ella?
—Cualquier cosa —responde el abuelo rápidamente, también
inclinándose—. Esa mujer era mi mundo. En cuanto la vi, supe que debía
casarme con ella, que había entrado en mi vida por una razón: ser mi esposa. —
El abuelo sacude la cabeza—. Aunque me costó un poco convencerla. Era difícil
de descifrar, pero valió la pena esperar, valió la pena el desafío. ¿Por qué? ¿Tiene
esto que ver con Rory? Más vale que no hayas roto con ella. —El abuelo me da
una mirada de advertencia.
—No he roto con ella. —Aliso una arruga en mi camisa—. Mierda, nunca
haría eso.
—Entonces, ¿por qué la pregunta?
—¿Recuerdas que te hablé de su hermano, Bryan? ¿Cómo tiene autismo?
El abuelo se acaricia la mandíbula.
—Recuerdo vagamente que dijiste algo así.
—Bueno, tuvo un colapso el otro día. —Recuerdo haber visto a Bryan todo
golpeado en la esquina, asustado y disgustado. Jodidamente me destruyó. He
pasado suficiente tiempo con Bryan en los últimos meses como para considerarlo
mi hermano también y verlo tan angustiado me perturbó mucho, hasta el punto
de que es lo único en lo que podía pensar. Eso, Rory y la gran tarea que tendrá
si algo les pasa a sus padres.
—Oh no, ¿está bien?
—Lo está ahora, pero en ese momento, fue malo. Se lastimó, sangró por la
nariz y es casi inalcanzable cuando está en ese estado. Estábamos fuera
haciendo paracaidismo cuando su madre pidió ayuda a Rory. Afortunadamente
ya estábamos en el suelo, pero nos apresuramos a llegar allí. —Tomo un sorbo
de mi bebida y digo—: Rory intentaba poner una expresión tranquila, pero me di
cuenta de que estaba conmocionada. Estaba más calmada que de costumbre y
seguía mordisqueándose el labio, preocupándose, enviándole después mensajes
de texto a su madre. Esto debe suceder más a menudo de lo que me dice.
—Eso no puede ser fácil para ellos.
—No lo es. Cuando le pregunté a Rory qué pasaría si algo saliera mal con
sus padres, dijo que ella se encargaría de Bryan.
El abuelo se endereza en su silla, juntando las manos. La comprensión
comienza a desarrollarse en su mente.
—Lo que la lleva a este lugar.
Asiento.

202 —No lo dijo, pero leí entre líneas.


—Peterson no vuela F-22s fuera de su base.
—Lo sé. Es un hecho que conozco desde hace mucho tiempo y nunca me
afectó hasta ahora. Los pilotos de F-16 tienen su base en Phoenix y Oklahoma.
No hay cazas que salgan de Peterson, sólo aviones pesados.
El abuelo respira hondo, moviendo la manta azul y blanca más arriba en
su regazo a pesar de que no hace frío en su habitación.
—Eso es un problema.
Dime algo que no sepa.
Paso las manos por mi rostro, sabiendo que lo que voy a decir es totalmente
y completamente loco.
—¿Y si… —Aprieto mis ojos, sin querer ver la reacción de mi abuelo—. ¿Y
si aplazara mi plaza a la escuela de vuelo y tomara un trabajo que me diera más
posibilidades de quedarme en Peterson?
El aire que nos rodea se vuelve denso, añadiendo una capa de tensión
entre el abuelo y yo.
—¿Estás dispuesto a arriesgar tu oportunidad de ir a la escuela de vuelo
por la posibilidad de ser destinado a Peterson?
—No lo sé. —Respiro con fuerza—. La amo, abuelo, más que a nada, más
que a volar, carajo. Y dejarla atrás, sabiendo que tendrá que afrontar esta
responsabilidad sola, no creo que pueda hacerlo. No tengo que quedarme en la
Fuerza Aérea. Puedo cumplir mi tiempo y convertirme en un civil o incluso en
un instructor. Sé que algunos de mis consejeros se jugarían el cuello por mí,
intentando meterme en Peterson. Podría ver que funciona, especialmente porque
soy el mejor de mi clase.
—¿Pero te arrepentirás? —Su voz es tranquila. No está enojado y no está
molesto porque nuestro sueño sea lanzado como si no fuera la meta desde hace
años. En vez de eso, me ayuda a trabajar con mis pensamientos, haciendo
preguntas para ayudarme a sopesar los pros y los contras.
—Creo que me voy a arrepentir de cualquier decisión que tome con
respecto a esto. Sabes que he querido ser un piloto de caza toda mi vida. Lo llevo
en la sangre, presionándome para ser el mejor. Pero entonces conocí a Rory. —
Sacudo mi cabeza con incredulidad—. Nunca pensé que nada eclipsaría mis
objetivos, que alguien podría hacerme olvidar de volar con una sonrisa sin
esfuerzo. —Mirando por la ventana, mi mirada se fija en la cordillera, mi voz es
tranquila—. Quiero casarme con ella algún día, abuelo y ser un piloto de caza
no me dará ese lujo.
—Casi suena como si hubieras tomado una decisión.
Mi estómago se revuelve, haciendo volteretas mientras trato de averiguar
203 lo que realmente quiero hacer.
—No lo sé, abuelo. ¿Puedo preguntarte esto? ¿Hubieras hecho lo mismo
por la abuela si estuvieras en mi lugar? ¿Habrías renunciado a todo tu futuro,
por el que trabajaste tan desesperadamente para conseguir, por la posible
oportunidad de estar con ella?
Dándome la espalda, mirando también hacia las montañas, el abuelo deja
escapar un largo aliento. No responde de inmediato. En su lugar, nos sentamos
en silencio, la posible muerte de mi carrera se encuentra entre nosotros. ¿Pero
no vale la pena que la vida con Rory tenga este costo?
Rascando un lado de su rostro, finalmente dice:
—No tengo ninguna duda de que habría hecho lo mismo por tu abuela.
Las carreras se desvanecen, pero el amor dura para siempre. —Ahora se gira
hacia mí, con un aspecto más serio de lo que nunca le he visto—. Si esto es lo
que quieres, si la amas de verdad, entonces te apoyaré en lo que decidas. Sigue
a tu corazón, Colby, porque aún no te ha guiado mal.
Suspirando, murmuro una palabrota en voz baja, mi corazón acelerado
ante la idea de rechazar la oportunidad de mi vida.
Nadie entendería mi decisión, nadie excepto el abuelo, porque el tipo de
amor que compartió con mi abuela fue una vez en la vida, el tipo de amor por el
que haces sacrificios, el tipo de amor que siento por Rory.
Creo que a través de las cartas que me ha enviado en los últimos meses,
las charlas nocturnas, los textos agotados, las muchas veces que mencionó estar
al lado de Bryan. Él es el centro de su universo y para ser honesto, eso no me
molesta. Su vínculo es fuerte y nunca querría hacer nada para meterme en medio
de esa relación. De hecho, me gustaría fortalecerlo llevando algo de su carga.
Pero sé que no podrá hacerlo sola, y dadas sus relaciones pasadas, los
patéticos imbéciles que no pudieron dejar sus egos a un lado y ver la belleza que
es su relación con su hermano, sé que se merece a alguien que se preocupe.
Necesita a alguien que lo entienda, alguien que la cuide cuando ella cuida a
alguien más.
Quiero ser ese hombre.
Puedo volar en otras capacidades, pero no puedo encontrar otra Rory. Ella
es para mí. Es la chica con la que voy a pasar el resto de mi vida.
Sé que estoy tomando la decisión correcta, porque está llevando mi
corazón a mi hogar. Rory.

204
—P
anqueques —anuncia Ryan cuando entra por la puerta de
mi apartamento, bolsa en mano.
Ruedo hacia mi costado, bloqueándola y me meto
205 aún más bajo mis cobijas. Cuando le dije que no quería compañía, lo dije en
serio. No estoy de humor para hablar. Quiero revolcarme.
—No tengo hambre —gruño.
—Qué lástima. Tengo panqueques extra esponjosos para ti y no los comeré
por mi cuenta. —Se deja caer a mi lado en la cama y me pone la bolsa delante
de mi rostro—. Vamos, Rory, siéntate y háblame.
Suspirando, coloco mi almohada contra la cabecera, ajusto las mantas y
me siento justo cuando Ryan pone una caja humeante en mi regazo.
—Come y empieza a hablar.
Pasamos el siguiente minuto aderezando nuestros panqueques con
mantequilla y jarabe. Podría haber dicho que no tenía hambre, pero con su
delicioso olor delante de mis narices, creo que puedo hacer una excepción.
—Así queee... —Ryan me presiona, no deja pasar esto.
Me meto un enorme mordisco de panqueques en la boca y los mastico
antes de responderle.
—Es Colby.
—Me lo imaginaba. Entonces, ¿cuál es el problema? Ustedes son perfectos
juntos, en realidad me enferma.
Doy otro gran mordisco, ahogando mis penas en la mullida bondad.
—No va a funcionar.
—¿Por qué dices eso?
—Porque pronto se va a ir a la escuela de vuelo... en Oklahoma.
—¿Y qué? —responde Ryan despreocupadamente, como si no fuera gran
cosa—. Ve con él. No te ofendas, amor, pero no es como si tuvieras un trabajo
que no puedes hacer en ningún sitio.
¿No he pensado ya en eso?
Sería el sueño, seguirlo hasta Oklahoma. Para tal vez encontrar más clases
para enseñar que se centren en el ballet. Tal vez abrir mi propio negocio de
masajes desde mi casa. Pasar las noches ayudando a Colby a estudiar,
enseñándole a cocinar más, pasar incontables horas en la cama hablando, sólo
nosotros dos, cuando no estaba entrenando.
Lo he pensado muchas veces.
Pero no puedo.
Con el aliento pesado y el corazón destrozado, digo:
—No puedo.
—¿Por qué no?

206 Jugando con mi tenedor, miro a Ryan a los ojos.


—Bryan. Me necesita.
La comprensión se refleja en Ryan y su expresión se suaviza.
—Rory, no puedes...
—Mis padres están envejeciendo y no pueden cuidarlo para siempre. Ha
llegado el momento en que tienen que pedirme que vaya a ayudarles. ¿Qué van
a hacer si no vivo aquí? Bryan responde a mí. Me necesita.
Ryan se queda callada por un momento, clavando su tenedor en sus
panqueques, evitando todo contacto visual. Puedo sentirlo. Se está preparando
para decir algo que no quiero escuchar.
—Sabes que los quiero a ti y a Bryan, ¿verdad? —dice. Aquí viene—. Pero
ya has renunciado a tanto. ¿Realmente vas a renunciar al tipo que no sólo aceptó
a Bryan en su vida, sino que también te ha robado el corazón?
Una bola del tamaño de un melón comienza a formarse en mi garganta.
Mis ojos me cosquillean, me pinchan con lágrimas y la sensación de total
devastación me abruma. Ni siquiera los panqueques pueden ayudar con este
sentimiento.
—No creo que tenga elección. —Sacudo la cabeza, mi garganta arde y mis
palabras salen tensas—. No puedo dejar a Bryan y Colby no puede quedarse
aquí. —Las lágrimas caen por mis mejillas mientras vocalizo el último clavo en
el ataúd que descubrí al investigar un poco—. E incluso después de la escuela
de vuelo, si Colby es asignado a volar F-16 como tan desesperadamente quiere,
no los volará desde Peterson, porque no salen de esa base.
—¿Así que eso es todo? ¿Vas a dejarlo ir?
Otra lágrima gotea por mi rostro.
—Sí, lo haré.
Mi decisión flota de mis labios y sale al universo, siendo vocalizada por
primera vez, asentando un peso incómodo e indeseado en mi pecho, dificultando
la respiración. Esto me está desgarrando y odio saber que va a herir a Colby tanto
como a mí. Ha perdido tanto en su vida y aunque nos dolerá a ambos, tiene que
lograr sus sueños. Lo amo demasiado como para retenerlo. Es lo correcto. Espero
por Dios que sea lo correcto.
Poniendo mis panqueques a un lado, acerco mis rodillas a mi pecho e
inclino mi cabeza, mis sollozos haciendo vibrar mi cuerpo y lloro por la pérdida
de un hombre que amo, por un futuro que me veo tener, por otro sueño que se
me ha quitado de las manos.
Y aunque me odio a mí misma por pensarlo y por sentirlo, no puedo evitar
tener un poco de ira hacia mi hermano, hacia nuestra situación, porque si la
vida fuera diferente, podría estar pensando en todos los lugares donde podría
vivir en Oklahoma en lugar de pensar en cómo romper con el hombre que posee
207 mi corazón.

Toc, toc.
El golpeteo de sus nudillos contra la puerta de mi apartamento suena a
través del espeluznante silencio en el que he estado sentada durante la última
hora.
No sé si puedo hacer esto, si puedo pasar esta conversación sin perderla
completamente. Pasé buena parte de mi noche anoche llorando, llorando la
pérdida de mi relación, de tener que despedirme del hombre con el que pensé
que pasaría el resto de mi vida.
Como si estuviera barajando el corredor de la muerte, me dirijo a la puerta
principal y la abro para Colby. Respirando profundamente y tratando de ocultar
la pena en mi cara, abro la puerta. Parado del otro lado, Colby sostiene una sola
flor como en nuestra primera cita y lleva su uniforme. Su alta y ancha figura
llena sus ABU del desierto, la gorra en su cabeza hace que sus ojos parezcan
aún más oscuros de lo que son en realidad.
No hay manera de que pueda superar esto.
Quitándose la gorra, me toma en sus brazos y me da un beso en los labios,
cerrando la puerta tras él con una patada.
—Te he echado de menos —susurra y sus labios respiran como los míos.
Mi garganta se cierra sobre mí, así que en vez de intentar hablar, entierro
mi cabeza en su pecho y respiro su olor, guardándolo en mi memoria. Envuelvo
mis brazos alrededor de su cintura, imprimiendo en mi cerebro la forma en que
su cuerpo se siente contra el mío durante las muchas noches que estaré sola,
tratando de recordar cómo se sintió nuestro amor. Esto es lo que quiero recordar.
Esto es lo que odio dejar ir.
Besando la parte superior de mi cabeza, dice:
—¿Podemos hablar de algo?
Asiento, sin separarme de él mientras caminamos hacia mi pequeño
asiento del amor. Poniendo su gorra en la mesa de café, toma mis dos manos en
las suyas y se las lleva a sus suaves labios.
—Vi al abuelo el fin de semana pasado.
—Ah, ¿sí? —chillo, sin sonar normal en absoluto—. ¿Cómo está?
—Bien. Me pateó el trasero en el Scrabble. —Tragando fuerte, me mira a
los ojos y dice—: En realidad fui a pedirle consejo.
208 —¿Consejo? ¿Sobre qué?
—Sobre ti. —Acercándose un poco más, Colby se inclina y acaricia mi
mejilla—. Cuando te conocí, supe que ibas a alterar mi vida y en ese momento,
estaba asustado. Temía cómo cambiarías mis sueños, mis pasiones, pero sabía
que era inevitable. Podía sentirlo y me aterrorizaba. Y sabes que por eso te
mantuve a distancia.
—Yo era la distracción que no querías.
Se estremece ante mis palabras.
—Desafortunadamente, sí. En ese momento, no era consciente de que los
sueños podían cambiar, que se alteraban de una manera que nunca podrías
imaginar.
—¿Qué estás diciendo, Colby? —Mi corazón está en mi garganta, a punto
de caer en la boca del estómago.
—Me cambiaste de la mejor manera posible. Entraste en mi vida, me
cogiste de la mano, me volviste a juntar pieza por pieza. Me diste tu corazón y
me diste una familia. Me has demostrado que puedo ser amado, que soy más
que un número en el ejército, que tengo un corazón, un alma, una pasión por
algo más que los aviones. Me has dado tanto, Rory y por eso quiero darte todo.
Oh Dios, ¿va a proponerme matrimonio? Por favor, no dejes que me lo
proponga. No podía soportar decepcionarlo, diciéndole que no cuando mi
corazón gritaba sí.
Levantándome abruptamente del sofá, me paso una mano por mi cabello
y suelto lo único que se me ocurre para evitar que dijera algo que me destruyera
completamente.
—Ya no puedo hacer esto.
El aire a nuestro alrededor se calma mientras las cejas de Colby se
fruncen, sus ojos se dirigen hacia mí.
—¿Qué?
Mi aliento es corto, mis piernas se sienten entumecidas y mi estómago está
rodando, la verdad me golpea más fuerte de lo que esperaba. ¿Qué estoy
haciendo?
—Nosotros... No puedo hacerlo más.
Cuando esperaba que se pusiera furioso, que se quedara de pie con la ira
sin explotar que lo invadía, sigue sentado, con la frente fruncida, con la
confusión escrita en todo su rostro.
—¿No puedes hacerlo más? ¿Por qué no?
¿Por qué está tan tranquilo? Lo está haciendo mucho más difícil. Casi
209 preferiría que me gritara, que me hiciera daño, que me facilitara la despedida.
Pero se queda tranquilo, el único disgusto que puedo ver está en su frente y en
el apretar de su mandíbula.
Respirando profundamente, con la barbilla levantada, le digo:
—Vas a Oklahoma, Colby y te convertirás en piloto. ¿Quién sabe dónde
vas a estar destinado después de eso? Tu futuro está en el aire, literal y
figuradamente.
Sacude la cabeza y también se pone de pie, acercándose.
—De eso es de lo que le hablé a mi abuelo. Le pregunté, si le daban la
opción, si renunciaría a su sueño de estar con mi abuela y dijo que sí, sin
ninguna duda. —Extiende su mano hacia mí y acuna la mejilla una vez más—.
Los sueños cambian, Rory. Tú eres ese cambio.
Sacudo la cabeza.
—No.
Asiente.
—Tú eres mi futuro, Rory. Lo que hay entre nosotros es real y no aparece
muy a menudo. Quiero estar aquí para ti. Quiero cuidar de ti y quiero cuidar de
Bryan. —Haciendo una pausa, respira profundamente y dice—; Estoy aplazando
la escuela de vuelo y pidiendo ser destinado a Peterson para poder estar contigo,
para poder ayudarte a ti y a tu familia.
Estoy bastante segura de que un pedacito de mí se rompe por dentro, como
si una parte de mi corazón se hubiera astillado y hubiera ido en espiral hacia mi
estómago, donde se está revolviendo, creciendo, convirtiéndose en una bola
gigante esperanzadora de anhelo.
—¿Qué? —pregunto con incredulidad, no estoy segura de entender lo que
dice—. ¿No vas a ir a la escuela de vuelo?
Sacude la cabeza.
—Voy a aplazar y tomar otro puesto en la Fuerza Aérea. Tal vez operaciones
de vuelo.
Sacudo la cabeza, alejándome de él, incapaz de comprender la enormidad
de lo que me ofrece.
—No puedes hacer eso, Colby.
—Sí que puedo.
—Quiero decir, no puedes renunciar a tu sueño. —Empiezo a pasear por
el apartamento. Sé que Colby me está observando, sus ojos atentos y
concentrados.
—Ahora tú eres mi sueño.

210 Sacudo la cabeza. No puede hablar en serio. Convertirse en piloto de caza


es lo único que siempre ha querido, no sólo para él, no sólo para su padre y su
abuelo, sino para probar que su triste excusa de padrastro está equivocado. Se
lo ha ganado y se lo merece. Esto ha sido todo por lo que ha trabajado.
Incontables horas preparándose para esto, estudiando, volando en el avión,
trabajando tan condenadamente duro para poder probar a todos que pertenece
al cielo.
Y no voy a dejar que lo tire por la borda por mí.
No voy a dejar que renuncie a todo para estar conmigo, no cuando sé, en
lo profundo de mis huesos, que Colby Brooks nació para volar.
Lo amo demasiado como para permitirle hacer un sacrificio que podría
quebrarlo al final.
Sé lo que es renunciar a un sueño, pero eso fue por alguien que he
conocido toda mi vida. Colby sólo me conoce desde hace unos meses. Entiendo
el arrepentimiento, los “qué pasaría si”, los pensamientos errantes de qué más
podrías estar haciendo. A veces es debilitante. Y no quiero ser la razón por la
que Colby esté resentido, arrepentido, corriendo a través de sus “y si...” cada vez
que ve un avión en el cielo. Eso no es justo para mí y seguro que no es justo para
él.
Pero el gesto. Oh Dios mío, el gesto, ¿querer quedarse conmigo? ¿Para
ayudarme?
Dios, es tentador arrojarme en sus brazos y besarlo hasta la luz del día,
deleitándome en el hecho de que por una vez, yo también seré atendida. Que
después de un día duro y Bryan en mi mente, puedo arrastrarme a un cálido y
fuerte par de brazos, y tener todas mis preocupaciones lavadas con un golpe en
mi espalda y una maraña de dedos en mi cabello.
Pero ese lujo es un sueño lejano cuando se trata de Colby.
Mientras me giro para mirar a Colby a los ojos, preparándome para decir
adiós, puedo sentir cada onza de color escurriendo de mi rostro, acumulándose
a mis pies, un charco de remordimiento arremolinándose contra los dedos de
mis pies. Esto es todo. Tengo que hacer esto. No tengo otra opción. Estaré
condenada si Colby pierde sus sueños.
Con las manos juntas, reúno todo el coraje que puedo encontrar y digo:
—Te amo, Colby y por eso yo... —tartamudeo, mis palabras se sienten
como hojas de afeitar que se deslizan de mi boca—. Yo... no podemos estar
juntos.
Sacude la cabeza y da un paso adelante.
—No es tu elección, Rory. Voy a hacer esto.
—Colby, no puedes dejar de volar. No me importa cuánto creas que esto
va a ayudar. No lo es, porque a largo plazo, vas a estar amargado ¿y quién dice
211 que nos mantendremos juntos? No puedes basar todo tu futuro en una relación
de cinco meses.
—Sé que lo haremos.
—No. —Doy un paso más—. Y no seré parte de un estilo de vida militar.
No estarás en Peterson para siempre, tú y yo lo sabemos.
—Puedo dar mis cinco años y luego saltar al trabajo civil. La Fuerza Aérea
no será mi dueño para siempre.
—¿Y entonces qué vas a hacer? ¿Algún trabajo de escritorio, odiando cada
día, deseando estar en las nubes? —Mi voz empieza a hacerse más fuerte con
cada palabra que sale de mi boca. Las cosas empiezan a aclararse—. Me has
dicho varias veces que tu corazón pertenece al cielo. Me niego a ser la razón por
la que no estás ahí arriba. Eso no es justo para mí.
Oh Dios. Me voy a enfermar. Odio esto. Odio esto. Pero necesita ser libre.
Necesita prosperar. Se merece sus sueños. Odiando lo que está a punto de salir
de mi boca, digo:
—¿Tienes miedo? ¿Es por eso que no quieres ir a la escuela de vuelo? ¿Así
que intentas convertirme en un chivo expiatorio?
Los ojos de Colby se estrechan hacia mí, sus labios están en una línea
delgada, su control es impecable y esconde la ira de mi descabellada acusación.
La única inclinación de su desagrado por mi comentario es el tono de su voz
profunda.
—Sabes muy bien que no es la verdad. Te amo, Rory. Quiero estar contigo.
Dándome la vuelta, miro por la ventana de mi apartamento, el aire
brumoso arroja una neblina sobre la calle. Se adapta a mi humor. La misma
neblina está alrededor de mi cabeza, asfixiándome.
—No quiero estar contigo lo suficiente como para verte renunciar a todo.
No valemos la pena. Yo no lo valgo.
El silencio se interpone entre nosotros, ensordecedor e incómodo.
Manteniendo mi espalda vuelta hacia él, aspiro profundamente, deseando que
mis nervios se calmen, reiterando en mi cabeza que es una buena idea, que estoy
ayudando a Colby.
Los pelos de la nuca se ponen de punta cuando Colby se acerca por detrás
de mí, poniendo sus manos sobre mis hombros y girándome lentamente para
enfrentarlo. Mis ojos se desvían y cruzo los brazos sobre mi pecho, sin poder
mirarlo.
No puedo mirarlo a los ojos.
No puedo ser absorbida por el líquido color chocolate de sus iris donde me
he perdido en múltiples ocasiones.
Me voy a quebrar.
212 Me romperé.
Me rendiré.
Le rogaré que se quede conmigo para siempre.
Levantando mi barbilla, obligándome a mirarlo a los ojos, dice:
—Siempre valemos la pena. Tú y yo, Rory, valemos la pena.
Sacudo la cabeza y las lágrimas salen de mis ojos.
—No, Colby. No lo valemos. Lo siento, pero tienes que irte.
—No me iré a ningún lado, no hasta que resolvamos esto.
—No hay nada que resolver. —Doy un paso atrás—. Vas a ir a la escuela
de vuelo. Yo me quedo aquí. Digamos las cosas como son y sigamos adelante. —
Dejo salir un largo aliento—. Nunca debí haberte perseguido. Debí dejarte solo,
porque ahora te he llenado de una visión vacía de un futuro cuando el planeado
para ti está lleno de tantas promesas. —Pongo más distancia entre nosotros y
voy a mi puerta principal donde agarro la manija—. Vas a ir a la escuela de vuelo.
—Me quedo aquí —dice con más convicción.
Frustrada, queriendo que esto termine, decido interrumpirlo. Él necesita
esto. Necesita luchar por sus sueños.
—Te vas a quedar aquí, ¿eh? —Asiento—. Bien, perfecto. Justo lo que Ted
quería, que fracasaras, que te convirtieras en nada.
—No es nada. —Sus cejas se fruncen—. Demonios, ¿no ves nuestro valor?
Veo fácilmente el valor en el vínculo que compartimos. Es hermoso, es
significativo y está lleno de un amor sin fin que nos hace a ambos dispuestos a
dar algo por el otro. Pero no puedo compartir eso, sólo puedo pensarlo, creerlo,
mientras digo mis próximas palabras.
Sacudo la cabeza.
—Veo un romance universitario que no va a durar más allá de tu primera
reasignación.
Tomado con la guardia baja, respira con dificultad, su expresión
finalmente se enfurece. Finalmente.
—¿No crees que podríamos pasar de una reasignación?
—No. No lo creo. Podrías pensar que somos lo suficientemente fuertes,
pero no lo somos. Necesito a alguien aquí para mí, no alguien que se vaya a
mudar en dos años. No importa lo que pase, Colby, vas a dejarme. Fui estúpida
e ingenua al pensar lo contrario. —Abriendo la puerta, bajo la cabeza y digo—:
Tienes que irte.
—¿Así que, así como así, vas a terminar las cosas?

213 —Sí. —La palabra se escapa más rápido de lo que esperaba.


Sin decir una palabra, Colby recupera su gorra y camina hacia mí,
deteniéndose cuando está a centímetros de donde estoy de pie.
—Estoy dispuesto a renunciar a todo por ti, Rory. ¿Por qué no me dejas
hacerlo?
Esnifando, me limpio una lágrima perdida en la mejilla y le lanzo una
última mirada a Colby.
—Porque te mereces más que la vida promedio que puedo ofrecerte.
—Eres cualquier cosa menos promedio. —Su voz es profunda, ronca y
herida.
—Pero promedio es todo lo que tengo en mí. —Porque quiero una probada
más, me paro de puntillas, alcanzo y acuno la mejilla de Colby, acercándolo a mí
donde le doy un ligero beso en los labios. Es suave y rápido y termina tan rápido
como empezó. Cuando me alejo, digo—: Aplázalo si quieres, es tu elección, pero
esto de aquí, es nuestro último adiós.
—No hagas esto, Rory. —Su voz se rompe junto con mi corazón. No. No
está roto. Mi corazón ha sido destruido.
—Sé el hombre que sé que eres, Colby. No te rindas ante tu miedo,
conviértete en tu sueño. Por los dos, conviértete en tu sueño. —Haciéndome a
un lado, le doy a Colby espacio para salir, pero no se mueve. Se queda quieto,
mirándome fijamente, buscando respuestas.
Así que le doy una.
—Si me amas, si me amas de verdad, saldrás por esta puerta y te olvidarás
de este mundo en el que vivo. Porque... no perteneces a él.
Su mandíbula palpita, su mano se aprieta alrededor de la gorra y sus
nudillos se vuelven blancos.
—No digas eso, Rory. No digas cosas que no quieres decir.
Reuniendo hasta el último gramo de valor que tengo, digo:
—Nunca diría nada que no fuera en serio. —Pasando el gigante nudo en
mi garganta, cruzo mis brazos sobre mi pecho—. Vamos, Colby.
Desliza su mano por su cabello, la angustia en la caída de sus hombros y
en la forma en que débilmente da un paso adelante.
Con su cuerpo a medio camino de la puerta, con la mirada fija en el pasillo,
dice severamente:
—Podrías pensar que esto se ha acabado, Rory. Pero no es así. Está lejos
de haber terminado.
Y con una última mirada de despedida de sus ojos conmovidos, deja mi
apartamento y mi vida... para siempre.
214
E
ste debería ser el día más feliz de mi vida, al menos uno de ellos.
Rodeado de mis compañeros cadetes, vestidos de azul, con
sombreros blancos en la cabeza, y el próximo capítulo de nuestras
215 vidas a punto de ser escrito.
He soñado con este día. Lo he imaginado tantas veces, lanzando mi gorra
al aire mientras los Thunderbirds sobrevuelan el estadio de fútbol, animando
con todo el mundo, sabiendo que lo hicimos y que estamos en camino de lograr
mucho más que sólo tomar un trabajo; también servir a nuestro país.
Pero parece que no puedo poner una sonrisa en mi rostro.
Los Thunderbirds, el equipo de demostración de vuelo de la Fuerza Aérea,
vuela por encima de nosotros, realizando trucos que sólo los mejores pueden
hacer mientras van a setecientas millas por hora. Pero en lugar de mirar al cielo
como todos los demás en el estadio, mis ojos se dirigen hacia el podio, sin mirar
nada en particular. Todo lo que puedo hacer es soñar más despierto sobre la
última vez que sentí el cuerpo de Rory contra el mío. Y cuánto la extraño. Cada
minuto. Cada día.
—¿Casa de la piscina después de esto? —pregunta Stryder, con un aspecto
tan hosco como el mío.
—Sí.
—Tengo una botella de whisky para los dos, esperando a ser consumida.
—Bien. Planeo olvidarme de esta noche.
—Yo también.
Juntos, nos sentamos ahí, nuestro tiempo en la academia llegando a su
fin, nuestros sueños desmoronándose delante de nosotros. Sabíamos lo que
queríamos, pero ahora, ¿cómo seguimos adelante con nuestra realidad?
El resto de la ceremonia procede en un borrón. El rugido de los motores a
reacción sobre nosotros, el lanzamiento de nuestras gorras, la poderosa alegría
del ala de los cadetes mientras tratamos de encontrar a nuestros seres queridos.
Se acabó.
Cuatro años de duro trabajo llegando a su fin... así de simple.
—¿Tu familia está aquí? —le pregunto a Stryder.
Sacude la cabeza.
—No, soy demasiado decepcionante para que aparezcan. ¿Tú?
—El abuelo está aquí —digo, sin olvidar las cartas extra que le envié a
Rory. Las mismas cartas que ella me envió con una nota que decía: “Empieza tu
nueva vida, sin mí.”
Demonios, si eso no dolió.
Tomando un segundo para mirar alrededor, digo:
—Creo que está allí. —Señalo las gradas—. ¿Quieres venir a saludarlo
conmigo?
216 —Podríamos ir a tomar un whisky después, a menos que tú y el abuelo
tengan planes.
Sacudo la cabeza. Stryder sabe lo de Rory. Aunque las cosas con Stryder
siguen estando tensas, él sabe lo que pasó. Sabe que no tendría más planes, a
menos que fueran con el abuelo.
—No. El abuelo tiene que volver al asilo después de esto. Fue un viaje
especial que hizo para mí y en el que las enfermeras me ayudaron. No puede
estar fuera mucho tiempo.
Stryder me sigue a través los emocionados graduados y sube las escaleras
del estadio donde encontramos al abuelo en silla de ruedas, con una manta en
su regazo a pesar del buen tiempo y una enorme sonrisa acuosa en su rostro.
Y por un segundo, me olvido del corazón roto y destrozado dentro de mi
pecho. Me olvido de la ira que se está gestando. Me olvido del odio que siento por
mi suerte de mierda. En cambio, me concentro en la mirada de puro orgullo en
el rostro de mi abuelo. Por mí.
—Ven aquí —dice con una voz estrangulada.
Sintiendo su emoción, me inclino para que me agarre por el cuello y me
abrace. Su fuerza es marginal comparada con lo que solía ser, pero su amor es
siempre fuerte. No sería nada sin él.
—Estoy tan malditamente orgulloso de ti —me susurra al oído,
manteniendo su agarre firme en su lugar, sin dejar que me levante—. Eres todo
lo que siempre soñé en un nieto y mucho más.
Mierda.
Mis emociones son tan jodidamente erráticas en este punto y no sé cómo
mi cuerpo va a responder a continuación.
—Deberías estar malditamente orgulloso de ti mismo.
Cuando me levanto, sólo unos centímetros, susurro:
—Gracias, abuelo.
Manteniendo mi cabeza en su lugar, alinea su frente con la mía con una
expresión llena de intención.
—Conviértete en piloto, siente esas nubes y si el resto está destinado a ser,
entonces está destinado a ser. Pero sólo porque estés volando no significa que
puedas rendirte.
Después de dejar el apartamento de Rory, jodidamente destrozado, llamé
al abuelo. Al día siguiente estaba en el asilo, lamiendo mis heridas, tratando de
ganar perspectiva. El abuelo me dijo que tratara de empujarlo a un lado y
terminar el año escolar. Descifraré lo de Rory más tarde.
—Ella entrará en razón, Colby. Lo hará. Sólo sigue escribiéndole.
Asiento, mi voz es demasiado fuerte para decir cualquier palabra.
217 Sólo seguir escribiéndole.
Era la única cosa que el abuelo y yo pensábamos que haría para
mantenerme conectado a ella, para hacerle saber que aunque esté lejos, ella
sigue estando cerca de mi corazón.
—Gracias, abuelo.
Después de otro largo abrazo, la enfermera que ha sido tan buena con el
abuelo, Janice, toma unas fotos para nosotros, algunas del abuelo y mías, otras
con Stryder y algunas de los tres juntos. El abuelo sostiene su teléfono cerca de
su pecho, tan malditamente orgulloso. Y está orgulloso de los dos. No eché de
menos la lágrima que cayó de los ojos de Stryder cuando el abuelo lo abrazó tan
cerca como me abrazó a mí. Cuando mi línea de vida susurró palabras de
sabiduría y orgullo al corazón y la mente de mi mejor amigo: “Aún tienes un futuro
impresionante por delante, Stryder. Te graduaste en la Academia de la Fuerza
Aérea de los Estados Unidos, así que mantén la cabeza alta. Sé el hombre increíble
que sé que estás destinado a ser. Estoy muy orgulloso de ambos”.
—Les mostraré a todos en la casa estas fotos. Gracias por el día más
especial de mi vida. —Me da un último abrazo, le desea a Stryder buena suerte
con un apretón de manos y luego se va con Janice por una rampa, dejándonos
a Stryder y a mí solos.
Con una palmada en la espalda, dice:
—¿Listo para emborracharte?
—Más de lo que crees.
Querida Rory,
Recuerdo cómo se sintió el día antes de conocerte.
Se sentía como cualquier otro día de mi vida. Como si estuviera en piloto
automático, pasando por los movimientos, pero nunca viendo lo azul que era el
cielo, el azote del viento de las Rocosas o la sensación de que el sol me golpeaba,
incluso en un crujiente día de invierno.
Mis sentidos se apagaron, no experimentando, pero funcionando lo
suficiente como para pasar mis días.
Me gustaba así, estar desensibilizado del mundo. Funcionó para mí, porque
cuando me tomé el tiempo para sentir, fue cuando más me dolió. Así que lo bloqueé
todo.

218 Eso fue hasta que llegaste.


¿Sabes qué día recuerdo más vívidamente que cualquier otro día de mi vida?
¿Más que el día en que mi padre murió? ¿Más que el día que Ted destruyó mi
preciada posesión? ¿Más que el día que me gradué, mi abuelo a mi lado, el orgullo
brillando en sus ojos?
Es el día en que te conocí.
Más específicamente, el momento en que te vi.
Fue como si el mundo dejara de girar, la fiesta a mi alrededor se
desvaneciera en el fondo y alguien de arriba encendiera todos los sensores de mi
cuerpo.
Juro que pude oler tu aroma a lavanda desde donde estaba parado. Podía
oír tu risa y sólo tu risa. Podía saborear tu dulzura en mi lengua desde los pies.
Podía decir que tu tacto era algo que despertaría mis huesos, me elevaría a un
nuevo nivel para el que no estaba preparado.
Y aun así, me dejé consentir. Me di unos minutos contigo, empapándome de
cada pieza tuya y esa última pieza se conectaba con el puzle de mi vida
haciéndome completo.
Puede que no lo creas, puede que pienses que hemos terminado, pero sé que
estamos lejos de haber terminado. Hay mucho más que escribir sobre nuestra
historia de amor y al infierno si voy a dejar que creas lo contrario.
Quiero que sepas que te amo, más que a la vida misma y un día, Rory, un
día te haré mía de nuevo. Hasta ese día, escribiré.
Seguiré escribiéndote hasta que no haya más tinta en mi proverbial pluma,
porque mi amor por ti es infinito.
Todo lo que te pido es que leas estas cartas y las guardes cerca de tu
corazón.
Te amo con todo lo que hay en mí y nunca pasará un día en que no piense
en ti cuando esté en la cabina. Nunca pasará una noche en la que no desee que
estés en mis brazos. Y nunca habrá un momento en el que respire sin desear que
compartamos el mismo aire, en lugar de vivir a millas de distancia.
Te amo, Rory.
Colby
P.D. La foto adjunta es de Stryder y yo en la graduación. Ojalá hubieras
estado allí.

219
Un año y medio después…

M
is pies se hunden en la hierba húmeda, el triste día de Colorado
una anormalidad en medio de los días normalmente soleados.
220 Pero hoy es diferente.
Mantengo los ojos clavados en el suelo, incapaz de ver el mar negro que
me rodea o el traje azul listo para saludar.
Alguien habla, pero las palabras flotan a mi lado, nunca conectan
realmente cuando pienso en la llamada telefónica que recibí hace cinco días...
—¿Es usted Colby Brooks?
—Sí —dije sin aliento por tratar de encontrar mi teléfono en mi casillero.
—Soy Janice, de la residencia de ancianos Mountain View. Tengo malas
noticias. Tu abuelo falleció anoche mientras dormía.
No escuché nada más mientras me hundía en el suelo del vestuario del
escuadrón, el teléfono se deslizó de mi mano, mi cuerpo se volvió completamente
entumecido. No puede haberse ido. Es la única persona que me queda. No puede
haberse ido.
Y cualquier sentimiento aún no ha vuelto a mí.
Parados a ambos lados, los muchachos de mi escuadrón: Bent, Colt y
Rowdy ofrecen su apoyo. Sin decir una palabra, pero estando ahí para mí, como
si estuviéramos ahí para el otro en el cielo, cuidando el uno del otro, cubriendo
los seis del otro.
Bent, mi mejor amigo en el escuadrón, el tipo que me ha tomado bajo su
ala y me ha enseñado todo lo que sabe, me aprieta el hombro cuando la guardia
de honor comienza a doblar la bandera que estaba envuelta en el ataúd de mi
abuelo.
Sin moverme, siento que una parte de mi vida me es arrebatada con cada
pliegue. Un hombre en el que confié para el apoyo moral y el amor, me fue
arrebatado, robado de mi vida, al igual que todas las demás cosas que he
apreciado.
Mi padre.
Mi avión.
Rory.
El abuelo.
Todo arrancado de mis manos, dejándome amargado y vacío.
No vivo una vida. Mi vida está volando. Mi vida gira en torno a mi F-22 y
el control de la poderosa máquina, comiéndose la sensación de que los controles
son empujados y tirados por mis antebrazos cansados y desgastados.
El sonido de la grava bajo los zapatos pulidos suena como un hombre de
uniforme que no sé camina hacia mí, sosteniendo una bandera doblada en forma
de triángulo. Cuando llega a mí, me da la bandera, luego me saluda con sus
manos de guante blanco y finalmente gira una moneda de diez centavos
221 marchando mientras las armas disparan.
Uno.
Dos.
Tres.
Tres disparos al unísono al aire, todos golpeándome directamente en el
corazón, resonando e impactando con cada explosión.
Y a lo lejos, el sonido de zapatos llena el aire huraño, electrificando la
atmósfera con el duelo no expresado.
Buscando lo que parece ser la primera vez, escaneo a la multitud que está
de pie frente a mí. Abrigos y vestidos negros, trajes azules entremezclados y una
silenciosa apreciación de mi abuelo, un hombre que no era perfecto, pero que
estaba muy cerca de mis ojos.
Escaneando los rostros, veo algunos de la residencia de ancianos. Janice
está de pie a la izquierda, con un pañuelo en la mano, secándose los ojos, una
anciana en silla de ruedas a su lado, con un pañuelo en el pecho. A la derecha,
veo a una vieja vecina de antes de que mi abuelo se mudara al asilo.
Al otro lado del camino, encuentro un par de ojos familiares que me miran
fijamente y mi estómago hace un giro.
Stryder.
Demonios, no he hablado con él desde la noche que nos emborrachamos
en la casa de la piscina. Desde la graduación. Desde que se fue al día siguiente,
dejándome una nota deseándome suerte con la escuela de vuelo y eso fue todo.
La única razón por la que supe que estaba vivo fue por Hardie y Joey, que me
llamaron ayer y hoy para ver cómo estaba, lamentando que no pudieran tener
tiempo libre para venir al funeral.
Pero ahora está aquí, con las manos cruzadas delante de él, con su traje
azul, con un aspecto elegante. Más viejo, más voluminoso de lo que recuerdo,
como si hubiera pasado el último año y medio en un gimnasio en lugar del bar
donde supuse que había estado. Es donde Hardie y Joey dijeron que pasaba el
tiempo cuando lo vieron después de la graduación.
Siempre borracho, siempre haciendo el ridículo.
Y odiaba no poder estar ahí para él. Necesitaba mi ayuda. Demonios,
necesitaba a alguien que lo guiara, pero por lo que parece, podría haber
encontrado una forma de salir de su espiral descendente.
El resto de la ceremonia pasa en un borrón y cuando termina, Bent se
inclina y dice:
—¿Quieres que te lleve a la recepción, volador?
Volador. La señal de llamada que me dieron una vez que me emparejaron
con un F-22, como Bent, Rowdy y Colt. Normalmente las señales de llamada se
222 dan después de un largo proceso, pero los chicos dijeron que la mía era la más
fácil de entender. Como siempre dijo el abuelo, nací para volar. Y al igual que el
abuelo, vieron lo mismo en mí; mi amor por estar en el aire me dio mi nombre.
Aclarando mi garganta, mi voz sonando débil, digo:
—Voy a ir a saludar a alguien muy rápido. Nos vemos en el auto.
Asienten y todos me dan palmaditas en la espalda antes de salir. Con la
bandera de mi abuelo en la mano, camino hacia Stryder que no se ha movido,
parado estoico, esperándome. Una parte de mí odia el hecho de que no pueda
caminar hacia mí. No pudo venir a mí para ofrecerme sus condolencias. Pero
supongo que ya no conozco al hombre que tengo delante. Cuando lo alcanzo,
espera un momento antes de abrazarme y de agarrarme por la espalda.
Y ese único gesto, la familiaridad de alguien de mi pasado, alguien que me
importaba, me pone de rodillas.
—Lo siento mucho, hombre —dice Stryder bruscamente—. Mierda, lo
siento.
En ese momento, su disculpa no sólo me parece singular por lo que le pasó
al abuelo, sino como un intento de salvar la brecha que ha habido entre nosotros.
Y por ese breve segundo, por primera vez en más de un año, siento...
Siento la pérdida de un amigo.
Siento la pérdida de un hermano.
Siento la pérdida de un gran hombre.
—Gracias —susurro, mis palabras se diluyen—. Gracias por venir hoy.
Alejándose, Stryder se ajusta el sombrero y dice:
—Él también fue mi héroe. Aunque obviamente eran muy unidos,
admiraba al abuelo e intentaba hacer lo correcto con él.
—¿Y lo has hecho? —pregunto, sin estar seguro de dónde está Stryder.
Asiente.
—Estoy seguro. Esperemos que esté orgulloso.
—Bien. —Mirando hacia los chicos que me esperan, digo—: Me dirijo a la
recepción donde me pasarán las medallas del abuelo para que las guarde. ¿Te
gustaría venir? Es en la funeraria.
Stryder pone la mano en su nuca, con una expresión de dolor.
—Mierda, ojalá pudiera, pero tengo que ir a trabajar. Apenas tengo este
tiempo libre.
—Lo entiendo. —Me muerdo el labio inferior—. Estoy en la ciudad por
TDY7. ¿Podríamos tomar un trago? ¿Ponernos al día?
223 Mirando detrás de mí, con sus ojos sin mantenerse en los míos, responde:
—Sí. Creo que deberíamos.
—Bien, te enviaré un mensaje de texto. ¿El mismo número?
—El mismo número. —Me abraza por última vez y se aleja, con los
hombros tensos.
Despidiéndome de algunas personas más, me dirijo al auto de alquiler de
Bent donde los tres tipos están apoyados contra la puerta, con los brazos
cruzados. Cuando me ven, se ponen de pie para prestar atención.
Bent es el primero en hablar.
—¿Compañero de clase de la academia?
Asiento.
—Era Stryder. —Saben lo de Stryder, que fue el que me acogió en los
descansos, mi mejor amigo y el único tipo que debería estar volando a mi lado,
pero no lo está.
Giran la cabeza para mirarlo y asienten.
—Parece que le va bien —dice Bent.
—Maldita sea, no entró en la escuela de vuelo —dice Rowdy.
Y Colt añade:

7 Siglas en inglés de Temporary Duty Travel, que en español significa Viaje temporal de trabajo.
—Demonios, parece que le va bien. Yo también lo estaría si tuviera a esa
chica sosteniéndome la mano.
¿Chica?
Girándome hacia donde se fue Stryder, lo veo entre el mar de negro,
sobresaliendo, su sombrero blanco como una flecha apuntando directamente a
él. A su lado, sosteniendo su mano, usando un vestido negro, su cabello rizado
y colgando libremente sobre sus hombros, es la única persona que parece que
no puedo expulsar de mi corazón, por mucho que lo intente.
Que.
Mierda.
Mis ojos se estrechan ante su conexión, sus manos apretadas... su
lenguaje corporal, tratando de leer lo que significa. Tal vez sean amigos.
Pero mientras trato de convencerme de esa lógica, Stryder la lleva de vuelta
a su pequeño VW azul claro y acaricia su mandíbula con protección, su cabeza
se mueve al tacto como si hubieran sido así de íntimos durante años.
Esto no puede estar bien. Debo estar jodidamente delirante. Es imposible
224 que Stryder y Rory estén juntos. Nunca me harían eso.
Él nunca me haría eso.
Mi jodido mejor amigo nunca me traicionaría así.
Y aun así, se inclina hacia adelante y observo, el aire húmedo que nos
rodea se calma, mi visión se hace un túnel mientras Stryder presiona
suavemente un beso en los labios de Rory.
Con los ojos cerrados, ella lo saborea.
Jodidamente... lo saborea.
¿Qué mierda? ¿Cómo pudieron hacer eso?
Puedo sentir mi vida en un espiral fuera de control, mi corazón
endureciéndose en piedra, volviéndose negro en un instante, cualquier última
esperanza de recuperar a Rory robada justo debajo de mí, dejándome
peligrosamente sin aliento.
¿Cuánto tiempo?
¿Cuánto tiempo ha estado sucediendo esto?
Por eso no me ha respondido.
Por esto es por lo que no me ha respondido.
Por eso nunca debí haber ido a esa maldita fiesta, porque incluso dos años
después, esa decisión todavía me persigue hasta hoy. Me ha comido vivo de
remordimiento.
—Suéltate, diviértete. —Esas fueron las palabras que salieron
directamente de la boca de Stryder.
Y cuando lo hice, al apartar la vista de mis objetivos, me vi empujado a un
mundo de dolor en el que nada bueno salía de él, excepto un breve momento con
una mujer tan desgarradora que apenas podía mantenerme en pie cuando
estaba con ella.
Lección jodidamente aprendida.
Mientras aparto los ojos de la escena delante de mí, recuerdo algo que el
abuelo me dijo cuando intentaba convencerme de que persiguiera a Rory, de que
me dejara sentir. “El lado positivo de enamorarse de alguien es que nunca se está
solo”.
Y aun así, aquí estoy, de cabeza por una mujer ahora está con mi antiguo
mejor amigo y me siento más solo que nunca. Estoy perdidamente enamorado de
una mujer que tiró a la basura mi corazón. Me prometió que siempre estaríamos
juntos. Sin embargo, cuando me echó de su apartamento ese día, realmente me
cerró la puerta, a nosotros, al futuro que estaba seguro que aún se haría
realidad. Pero por lo que parece... Ella había dicho la verdad. No valía la pena.
225 Nosotros no valíamos la pena. Pero no le llevó mucho tiempo encontrar a quien
valía la pena.
Puede que haya un lado positivo de enamorarse, pero seguro que hay un
lado negativo en el amor...
226

A
utora éxito de ventas de USA Today, esposa, madre adoptiva y
amante de la mantequilla de maní. Autora de comedias románticas
y romance contemporáneo, Meghan Quinn trae a los lectores la
combinación perfecta de corazón, humor y pasión en cada libro.
E
sta no es una historia sobre un triángulo
amoroso. No hay ningún triángulo involucrado.
Esta no es una historia sobre un embarazo
accidental. Aunque tener un bebé con ella... Lo
haría.
Esta no es una historia sobre mentiras y
engaños, aunque a veces me he mentido a mí
227 mismo.
No, esta es mi historia.
Una historia sobre el sacrificio.
Una historia sobre un hombre que se
enamoró de la chica equivocada.
Una historia que desearía no tener que
contar nunca.
Esta es una historia sobre el verdadero
significado del lado negativo del amor.
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