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OBRA GALARDONADA DEL CONCURSO DE EXPRESIÓN LITERARIA

POEMAS Y CUENTOS: EXPRESARTE

cuento
“Vivir entre colores”

Siempre quise saber por qué la tristeza acaba convertida en lágrimas, hasta hace poco me di
cuenta de que en realidad lloramos por cualquier emoción que sea más fuerte de lo que
podemos soportar.

Y sin duda esto es más de lo que mi madre es capaz de soportar, la muerte de mi hermano
la ha quebrado y su interior se está desbordando en lágrimas. Una semana ha pasado desde
la muerte de Sebastián, y todos parecemos tomarlo de diferentes maneras y colores.

Mi madre ha estado azul, un azul oscuro y deprimente. No ha salido de la habitación de mi


hermano, pero puedo oír los tristes sollozos a través de la puerta que cesan después de
veinte minutos y regresan con más intensidad.

Mi padre, en cambio, es rojo. Está enojado. No hay día en que no lance algo contra la pared
y grite con rabia. La víctima de hoy fue un jarrón de flores, uno de los tantos que nos han
traído desde el funeral.

Y mi hermana, es un inocente gris. Con sus cortos cuatro años, no parece entender del todo
lo que ha pasado, o lo que sigue pasando, puesto que veo que la tristeza no disminuye. Es
como si mi hermano muriera todos los días.

Mi abuelo, quien se está quedando con nosotros se asegura de que no nos perdamos hasta
el punto de no poder encontrar el camino de vuelta, me mira con más preocupación que a los
demás, cuando en realidad soy la más tranquila. Soy negro, no hay color ni en mi cuerpo ni
en mi mente. Porque no he soltado una lágrima desde que Sebastián murió.

Esta casa ya está desbordada en lágrimas, si agrego las mías esto será una inundación que
mi familia no podrá superar.

Aún con mi abuelo aquí, hago todo lo que puedo por mantener a mi hermana fuera de este
desastre y que siga con su rutina. La ayudo y eso en parte también me ayuda a mí.

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Mientras la llevo al jardín de niños, puedo pretender que Sebastián está en camino a su
escuela, con los auriculares en las orejas y la mente en el cielo.

Cuando llevo a mi hermana a su cama en las noches y paso por la sala de estar, donde aún
se encuentra el estuche de su violín, puedo pretender que fue a su habitación a golpear una
almohada porque no consigue tocar una canción especialmente difícil.

Por las mañanas, cuando preparo el desayuno, miro la nota que dejó en la nevera el mismo
día que murió “Salí temprano a la biblioteca”, y puedo pretender que está perdido entre
estantes buscando alguno de los libros de El Señor de los Anillos.

Siento a Sebastián en todas partes y eso me ayuda a no derrumbarme.

En este momento estoy en mi cama, lista para dormir. Mi mamá se fue a su dormitorio, sin
decir una palabra o mirar a alguno de nosotros. Papá se quedó dormido en un sofá. Mi
hermana debe estar con el abuelo, tal vez viendo alguna caricatura hasta que se quede
dormida.

Y Sebastián está en su habitación, haciendo tarea porque se quedó dormido durante la tarde
y no hizo ninguno de sus pendientes para la escuela.

Cierro los ojos pensando en el libro que dejó en la cocina, con el separador a unas cuántas
páginas del final. En todas las partituras en su escritorio que tenía planeado memorizar. En la
camiseta que compró y dijo que usaría en una ocasión especial. En esa ocasión que nunca
pudo llegar.

Cuando abro los ojos, estoy en un prado. El pasto es de un verde muerto, un color opaco y
marchito, es de la mitad de mi altura y se extiende más allá de lo que puedo observar.

Adonde sea que mire, solo hay pasto, como si pudiera correr por horas en cualquier dirección
y aún así no llegar a ningún lado. El solo pensarlo hace que me sienta abrumada.

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Pero lo más impresionante es el cielo. Porque parece que va a haber una tormenta, pero no
una cualquiera. Porque este no es un cielo cualquiera, es de colores. Todos lo que puedas
imaginar están sobre mí en forma de nubes, chocando unas con otras, creando relámpagos
y truenos. Ni siquiera sé si es día o noche.

Miro a mi alrededor con maravilla, asombro y miedo. Porque todo lo maravilloso debería
asustarte, si no lo hace no vale la pena asombrarse en lo absoluto.

¿Por qué me ocultas?

Volteo a mi lado sorprendida. Hay una persona conmigo y la conozco, porque soy yo.

Siempre es extraño mirarte a ti misma, es como verte a través de los ojos de un extraño. Pero
esto lo es aún más, porque a pesar de ser aparentemente igual a mí, hay una diferencia. Sus
ojos son rojos, como el enojo.

Está totalmente en calma, esperando mi respuesta. Pero yo estoy confundida y no entiendo


su pregunta.

¿Nunca me dejarás salir?

Detrás de mí, hay otra yo. Pero esta vez, sus ojos son azul oscuro, azul opaco, azul tristeza.
Y lágrimas corren por sus mejillas sin detenerse.

No puedes ocultarme por siempre.

Ahora es otra, con ojos anaranjados, como la vergüenza.

Nunca dejarás de extrañarlo, por más que intentes.

Apareció una más, es la nostalgia, con ojos rosas.

Verde. Violeta. Gris. Amarillo. Morado.

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Soledad. Ansiedad. Aprehensión. Culpa.

Tantas versiones de mí preguntando tantas cosas a la vez. No puedo con todas ellas. No
puedo con todo. Cubro mis oídos con mis manos e intento desaparecer cerrando los ojos.
Pero las sigo escuchando en todas partes.

Así que corro.

Corro tan rápido como puedo abriéndome camino entre el pasto. Corro intentando alejarme
de ellas. Corro intentado huir. Pero por más que lo haga, siento que no he avanzado en lo
absoluto, solo veo pasto por todas partes y ellas siguen aquí. Pero sigo corriendo.

Deberías dejarme salir.

¿Por qué no dejas que me muestre?

Deja de reprimirme.

No puedes ignorarme.

Grito.

Grito porque ya no puedo más. Porque no puedo pensar, porque me abruman, porque me
asustan, porque quiero que se vayan, porque quiero que dejen de hablar, y no lo hacen.

Termino en el suelo, arrodillada con los brazos cubriendo mi cabeza. Lentamente, levanto la
mirada y veo que solo queda una versión de mí, parada justo enfrente. Sus ojos son negros,
tan negros como el odio.

¿Por qué no nos dejas salir?

Y estoy tan cansada de ellas, de mí, que le contesto casi gritando.

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- Porque el mundo parece no notar su ausencia. Porque nada ha cambiado y yo tampoco
debería. Todo sigue igual. El tiempo sigue pasando. Pero yo estoy tan estancada que quiero
parar el mundo con mis propias manos y decirle que espere, que espere a que me recupere
porque no sé qué hacer con esto, que es demasiado. Quiero decirle que hasta ahora
comprendí lo que es extrañar. Significa que algo hace falta, algo no está bien, algo en tu vida
ha sido arrancado y no sabías lo mucho que necesitabas que ese algo simplemente esté ahí
para que tu mente pueda estar en paz.

No, no es algo… es alguien.

Ahora el odio está mirándome a los ojos, y sé que está aquí porque odio todo esto. Odio tener
que llevar a mi hermana a su escuela, odio que mi abuelo tenga que cuidarnos.

Estoy enojada porque mamá es azul y papá es rojo. Estoy triste porque el libro en la cocina
ya no será terminado y las partituras jamás serán memorizadas.

Cuando digo todo esto, en cuanto digo todas las verdades dentro de mí hasta sentirme vacía,
el cielo se aclara. No vuelve a su azul normal, sino que aparecen nubes de un blanco
resplandeciente. Pero eso no significa que los colores desaparecieron.

Como saben, el blanco es la mezcla de todos los colores… de todas las emociones.

Comienza a llover, y justo cuando siento el agua sobre mí, cierro los ojos. Cuando los abro
estoy de nuevo en mi habitación.

Estoy llorando, lágrimas corren por mi rostro, pero no sólo de tristeza. Sé que dentro de cada
lágrima hay culpa, enojo, nostalgia y sobre todo amor. El amor que le tenemos a Sebastián
está en cada sollozo de mamá, en cada grito de papá. Porque no actúan de acuerdo a una
sola emoción. Hay tantas cosas encerradas en sus mentes que no puedo saber qué color
son. Así que sólo me queda suponer que todos somos blancos.

Hoy soy color blanco.

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AlumnA AUTOR:
Erika Guadalupe Apodaca

PLANTEL:
COBACH Ing. José Hernández Terán
Estado de Sinaloa

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OBRA GALARDONADA DEL CONCURSO DE EXPRESIÓN LITERARIA
POEMAS Y CUENTOS: EXPRESARTE

cuento
“Homosexual”

Hay personas que hacen sentir mal a otras con tal de liberar el dolor o el enojo que traen
desde sus hogares, ya sea porque sus papás pelean mucho, porque tomaron ejemplos de
otras personas, porque simplemente están enojados con la vida, o por el hecho de tener un
gran secreto que les hace enfadarse consigo mismos.

Wade era un brabucón de primera, molestaba a todo aquel que se le acercara, no había chico
o chica que no fuera molestado por este chico de segundo año de preparatoria. El enojo de
Wade era con él mismo, al no saber cómo fue que de un día a otro las mujeres con buenas
proporciones corporales no eran para nada de su agrado. En toda su vida nunca pensó que
habría un cambio así de masivo en él, llegando como cohete a su cabeza la palabra: “homosexual”.
Sabía que de niño nunca fue de su agrado que las niñas le dieran infantiles besos en su
mejilla, sabía que a veces su comportamiento no era tan masculino, por lo que su padre siem-
pre se la vivía gritándole que se comportara como tal, que su actitud era de las peores y todo
por ser algo que al mundo le parece despreciable, y debido a los constantes regaños de su
papá y castigos, él se comportaba así con los demás.

Un nuevo inicio de clases significaba nuevas víctimas para Wade, que aún no saciaba su
enojo, especialmente hacia alguien que acababa de entrar a este lugar y quien sería el ladrón
de su corazón. Peter llegó feliz a su primer día de preparatoria sin ser consciente de lo que
prontamente le haría su vida una fea etapa de estudio. Wade llegaba con su rostro de pocos
amigos seguido de sus “perros fieles” a los que hacía llamar amigos, aunque solo uno de
ellos fuera el más íntimo y supiera de su secreto.

Buscando las listas de su nuevo año escolar que sería el tercero y último, logró verlo con sus
cabellos castaños, moverse para buscar su apellido en las listas de primer grado. Su corazón
palpitó rápido justo cuando vio el rostro de aquel chico que su nombre se le hacía desconocido,
enojándose tan rápido que simplemente agarró a un chico que chocó con su hombro, y
comenzó a golpearlo fuertemente, siendo visto por la directora del plantel, quien rápidamente
llegó a separar a aquellos chicos. - ¡Señor Wilson, señor Smith, sepárense ahora mismo y a
la dirección! Ash, ¡primer día y pasa esto! - Wade soltó al chico acomodando su ropa y quitando

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la sangre de su labio roto y el otro chico haciendo lo mismo, pero quitando más sangre de su
nariz. Wade se dirigió a zancadas al despacho y Peter se quedó mirándolo con temor, cosa
que le hizo llenarse de más molestia y de quererse morir en ese momento.

Tras pasar el regaño de la directora y dejarlos libres sin ningún castigo por ser el primer día,
Wade buscó a su grupo y al ver de nuevo a la bolita de sus amigos charlar en una esquina,
quitó bruscamente a un tipo de su asiento para poner su mochila, llamando la atención de los
antes mencionados. -Rayos Wade, tu cara parece como si quisieras hacer una masacre-,
comentó Sam, su mejor amigo más íntimo, sabiendo él una posible razón del porqué se puso
así. -Ánimo Wade, hoy buscaremos víctimas frescas y veremos qué tan buenas vinieron las
nuevas de primero- Quill frotó sus manos y se sentaron todos en su lugar, al ver a un maestro
llegar apuntando su nombre y las maneras de calificar en el nuevo año escolar. Después de
tres horripilantes horas, el receso se hizo presente, poniendo piel de gallina a los de segundo
año y rezando por los nuevos estudiantes de primero, para que ninguno más fuera molestado
por Wade, siendo algo imposible de cumplir al ver como Wade buscaba con la mirada a su
próxima víctima, o más bien mientras buscaba a quien podría ser el amor de su vida.

‘Bingo’ dijo en su mente al ver al chico de nuevo ingreso al que molestaría.

-Que genial les ha de estar yendo en su primer día ¿verdad? - Quill habló primero, sentándose
como si nada en la mesa y otros dos de sus amigos, Sam y Flash, junto con Wade, se
pusieron detrás de los amigos de Peter. “Lástima que llegó la hora de que probemos nuevos
gritos-“ Wade con voz grabe habló cerca de Peter, haciéndolo estremecer cuando lo jalaron
hasta tirarlo al suelo de espaldas, viendo la imponente figura de Wade sobre su cuerpo.-“¡Oye
tú, déjalo en paz no te hizo nada!”- Ned, uno de sus amigos gritó en defensa, y al querer
levantarse, Sam junto con Flash, lo sostuvieron mientras que Harry, el mejor amigo de Peter,
solo se quedó calmado para no empeorar las cosas.

Wade soltó una risa burlona mirando nuevamente a Peter, e ignorando sus impulsos de chico
gay. -Escucha bien niño, desde ahora en adelante por ser el elegido serás mi puerquito, te
haré todo lo que me plazca y más te vale no ir y decir de esto, o te irá peor de lo que te
imaginas, ¿entendido? -

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Su intensa mirada se posó en sus ojos. -No, no pienso ser agredido de esta manera, ¡no es
correcto dañar a las personas para sentirse superior o simplemente desahogarte de algo! - El
aire de Peter quedó atascado en su garganta, cuando un golpe en su estómago fue dado por
el brabucón. ¿Me ves cara de sentirme superior? No, no me conoces en lo absoluto y no te
va a gustar hacerlo, así que hazme caso y no rezongues o el golpe no será en tu estómago
si no en tu perfecta carita.

Aquello ultimo lo soltó sin pensar, sorprendiendo al mismo Peter y viendo como aquel rudo
chico se iba alejando, levantándose con algo de dolor en su abdomen y siendo atendido por
sus amigos, mientras los demás alumnos veían aquella escena y volvían a sus cosas,
murmurando sobre lo sucedido. -Peter, ¿Estás bien?, ¿No quieres ir a enfermería? - Peter
asintió y negó ante las preocupadas preguntas de sus amigos, queriendo no toparse de
nuevo con aquel chico, aunque sí queriendo información de él. - ¿Saben quién es él? -
preguntó a una chica que iba caminando a su lado, a lo que ella solo le dijo su nombre y que
siempre ha sido así, creando más intriga en Peter.

Los meses pasaron volando, aunque también algo lentos en algunas ocasiones: aquellos
meses en los que Peter comenzó a desear no ir a la preparatoria o los meses en los que
hasta sus mejores amigos recibían los golpes que él estaba recibiendo desde el inicio del día,
sintiéndose culpable de aquello.

Peter seguía investigando sobre Wade, hablando con maestros en cada oportunidad , pero
ellos no le daban lo que quería, y sus únicas buenas respuestas serían o de Wade o de su
más confiable amigo Sam, que por más difícil que fuera, ayudaría a Wade. Un día, en los
pasillos solitarios de la preparatoria, se escuchó un estruendo en los casilleros, acompañado
de un quejido y risas.- No puede ser que seas tan débil, Parker - Lo llamó por su apellido,
Flash.-Váyanse de aquí los tres, déjenme a solas con el inútil este- Wade apuntó a Peter con
su pulgar y los tres chicos los dejaron solos, mientras Wade veía a Peter quitarse las
traicioneras lágrimas que se mezclaron con la sangre de sus labios y nariz.

- ¿Por qué haces esto? - Peter alzó su voz escuchándose rota. - ¿Por qué solo a mí me tratas
así? Si yo no te he hecho nada, sollozó- a lo que Wade, soltó un frustrado suspiro queriendo
que se callara.

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-Lo hago porque tu simple existencia es repulsiva para mí-

-¿Por qué simplemente no me ignoraste en un principio?- Wade apartó la vista de Peter al


sentirse acorralado ante aquella pregunta.-Eres la única forma en la que puedo liberar mi
enojo y al final termino sintiéndome culpable.- Soltó sin más, yéndose de donde estaba con
Peter, sin tomar en cuenta la presencia de Sam a sus espaldas. Sam salió de su escondite
hasta donde se encontraba Peter, asustándolo y sentándose frente a él, dando un fuerte
suspiro. -Wade…guardó silencio un momento, llamando la atención de Peter.- Wade es un
libro muy cerrado y su portada tiene la pasta más dura y musgosa que puedas ver en un libro
muy viejo, un libro con la clave más difícil de saber..-Peter puso atención a las palabras de
Sam, sintiéndose confundido ante aquello.-Solo yo conozco los secretos de ese libro y me
siento atrapado al no saber qué hacer, Wade no era así pero hasta ahora para él, hacer todo
esto es la única forma que su enojo consigo mismo disminuya.

-Peter miró asombrado al moreno frente a él por la reciente declaración que le hizo y dijo: -Yo
quiero ayudar a Wade porque es importante para mí, pero también me aterra, Sam. Yo quiero
saber qué secreto tiene Wade que hace que siempre este molesto con la vida. -Sam sintió
como su corazón se aceleraba de una forma frenética queriendo acabar con esa
conversación porque estaba cien por ciento seguro de que pediría ayuda a ese chico castaño
y sacaría todo a la luz.- Wade es gay, y por un tiempo recibió maltratos de su papá y regaños
al no comportarse como hombre en su niñez y la represión de no poder revelar aquello que
lo atormenta desde su adolescencia, lo hizo orillarse a estos tipos de trato hacia la gente que
le rodea,
Peter a Wade le gustas, lo supe desde el primer día que te agredió, lo supe porque en su
mirada había otro tipo de sentimiento, hay un sentimiento de culpa por hacerte todo eso, y él
pensó que lastimándote te dejaría de querer pero no es así.- Peter sintió como su corazón
soltó un fuerte palpitar, y algunas palabras que Wade le había dicho tuvieron sentido, como
la del primer día cuando mencionó que su rostro era bonito y otras palabras más, limitándose
a asentir y a decirle a Sam que su secreto estaba a salvo.

Unas semanas después de la confesión de Sam, Peter siguió soportando los golpes de Wade
sin reprochar nada, por lo que a Wade le pareció muy extraño y por unos días dejó de
molestarlo, por lo que Peter pensaba en cómo podría hacerle saber a Wade que sentimientos
eran correspondidos.

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- ¡Hey!, Peter, ¡hey!-Peter salió de su trance al escuchar al fin el llamado de Harry, que le
miraba con una ceja alzada.-¿En qué tanto piensas Parker?, llevas así desde que Wade y sus
perros dejaron de molestarte. -Peter simplemente atinó a responderle con que eran cosas de
la prepa y que estaba haciendo un proyecto para participar en la feria de ciencias, y de esta
forma, poder pasar evadiendo las demás preguntas. El día pasó rápido y para cuando sonó
el timbre de salida, guardó sus cosas y tomó unos libros para dejarlos en la biblioteca, una
vez que hubiera menos personas en la preparatoria. Caminando por los pasillos hasta la
biblioteca, chocó con una persona con quien no se quería topar en esos momentos. -¡Lo
siento Wade! No…no te vi pasando…- Wade se limitó a verlo con ojos molestos y a tirar los
libros que llevaba cargando, asustando a Peter y acorralándolo en la pared y respirando con
pesadez haciendo temblar el cuerpo del menor. -¿Qué tanto te reveló Sam?-

Peter abrió sus ojos al escuchar dicha pregunta, sintiendo como el color se colaba en sus
mejillas y su corazón se aceleraba. -Nada…no me reveló nada…-Habló con nervios
delatándolo por completo. -Bueno...ah...si me dijo unas cosas, ¡yo no se lo pedí! Pero
después de eso yo, yo siempre he querido ayudarte Wade, con lo que te está pasando…-

Wade golpeó la pared con frustración, dejándose caer al suelo y comenzando a sollozar, a lo
que Peter rápido se agachó a su altura poniendo una mano en su hombro. Después se
acercó hasta formar un abrazo que sabía que ayudaría un poco a Wade, a lo que el mayor
aceptó el abrazo, rompiendo en un doloroso llanto y pidiendo disculpas entre sollozos,
descargando todo lo que tenía guardado que ni con su mejor amigo había soltado. Pasó
minutos entre los brazos de Peter descargando hasta su última gota de lágrimas y lentamente
se alejó del cuerpo de Peter limpiando su rostro y dijo: -

-Sam también dijo que...te sentías atraído por mí...-La respiración de Wade se cortó
buscando un punto que mirar que no fueran los avellanos orbes de su contrario, pero de igual
manera tomó valor para hablar respecto a ello. -No te miente, él me conoce y si es verdad que
me gustas pero yo no espero ser correspondido.- El corazón de Peter de encogió al escuchar
eso y también al dar su veredicto.-Wade, estoy aquí para ayudarte a que dejes de ser quien
te convertiste, ayudarte a revelar todos tus secretos que te atormentaban y que dejes de
descargar tu dolor en personas inocentes que no tienen la culpa de tu pasado o tu presente,

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que remiendes cada error que has cometido, empezando por disculparte con las personas
que agrediste, por ejemplo yo…-Wade miro en todo momento a Peter admirando sus
palabras y cómo se expresaba y no logrando entender por qué él quería ayudarlo si fue un
patán y un cobarde con él, dejándose llevar por el enojo.-Wade, yo igual comienzo a sentir
algo por ti, pero lo que hiciste me impide quererte como tú a mí, y quisiera que
comenzáramos con ser amigos, y con prometerme disculparte con todos.-Peter sonrió
cuando Wade asintió suspirando ante su pedido ocasionando que el castaño lo envolviera
nuevamente en un abrazo.

Así, unos meses pasaron en lo que Wade hizo una disculpa a todo el plantel, siempre
acompañado de Peter que le miraba orgulloso y con unos ojitos enamorados. Wade comenzó
a cambiar su forma de ser, siendo más abierto a sus emociones y revelando cosas que a
todos sorprendió, pero en algún momento vieron venir. Unas semanas más tarde, Peter se
animó a confesar lo que sentía, siendo ahora una feliz pareja halagada por muchos, ya que,
gracias a Peter, todo cambio para tener un nuevo comienzo.

Fin.

Alumna AUTOR:
Sandra Patricia Bravo Pérez

PLANTEL:
Centro de Estudios Tecnológicos Industrial y
de Servicios Num. 101, Estado de Nuevo León

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OBRA GALARDONADA DEL CONCURSO DE EXPRESIÓN LITERARIA
POEMAS Y CUENTOS: EXPRESARTE

cuento
“Las partes de un yo”

Sucedió en una noche lluviosa de verano, cuando en uno de mis intentos por sobrellevar más
de lo que podía, fui absorbida por mi propia cabeza.

«La personalidad total, según la concebía Freud, está integrada por tres sistemas principales:
el ello, el yo y el superyó. En la persona mentalmente sana estos tres forman una
organización unificada y armónica». Cerré el libro de psicología freudiana que había tomado
para distraerme y suspiré. Armónica era lo que menos me definía en ese momento, pues
llevaba horas trabajando en una tarea que no podía terminar. Era como si una voz en mi
cabeza me lo exigiera, haciéndome pensar que algo catastrófico pasaría si lo dejaba. Sin
embargo, cuando mi energía ya no daba para más, cuando un dolor en el pecho hizo que mi
mundo diera vueltas, supe que había cometido un error. Exhalé, notando que el aire me
faltaba. Paulatinamente, mi cuerpo comenzó a temblar, y mientras poco a poco perdía la
fuerza para mantenerme lúcida, todo comenzó a ser oscuridad.

Al abrir los ojos, sentí que había pasado una eternidad dormida. Mi cuerpo se quejó, y al
incorporarme noté que la superficie era dura y fría.

—¿Dónde estoy? —pregunté, tratando de adaptar mi vista a la inminente oscuridad.

—Ah, ahí estás —murmuró una voz, al tiempo en el que repentinamente dos figuras
aparecían frente a mí. Respingué aterrada, y arrastré mi cuerpo hasta tocar con lo que
supuse era una pared. Sin saber hacer más que chillar, miré los rostros delante de mí, y
cuando lo hice, sentí que la sangre se me helaba.

«Estoy alucinando» pensé mientras procesaba que no me estaba mirando en un espejo. La


única diferencia entre ellas y yo era su color, desde la ropa hasta el tono de su piel. La de
color gris parecía preocupada, mientras que la de azul me observaba desdeñosamente.

—Bienvenida a tu cabeza —expresó la primera con una sonrisa notablemente falsa.

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—¿Mi cabeza? —me reí, sin sentir diversión en lo absoluto. Intentando levantarme, observé
el lugar, y quise reírme cuando al hacerlo, se aceleró mi corazón.

Sus paredes, pintadas de un suave color durazno, estaban llenas de ductos que surgían del
techo. Miré al frente, encontrando una enorme pantalla negra pegada en la pared frontal,
frente a una llamativa mesa llena de botones y teclados. A mi lado, una cabina
semitransparente emanaba luz, siendo la única que alumbraba el lugar. Antes de asomarme
para verla, un carraspeo terminó con mi curiosidad.

—Sí, ¿te es tan difícil comprender? No sabemos cómo es posible —su pronta exasperación
me tensó, pues no estaba entendiendo nada.

—Explícale de una buena vez, Ego. Comienza a desesperarme —se quejó la otra chica
desde el otro lado de la habitación.

—Voy a eso —la chica gris tomó una silla y se acomodó—. Mi nombre es Ego, ella es
Superyó, y como escuchaste, estás dentro de tu propia cabeza. La pantalla que ves ahí
—señaló hacia el frente—, funciona como una ventana para nosotras, así que todo lo que tú
ves lo vemos también. Y lo último que vimos aquí fue cuando colapsaste. Luego todo se
apagó.
¿Colapso? Recordé la horrible sensación que tuve por última vez en mi habitación.

—Espera… ¿Superyó? ¿Mi cabeza? Como… ¿Cómo en el libro que leí? —balbuceé,
conectando las ideas— ¿Y por qué el colapso? —ambas se miraron entre sí, pero no
respondieron—. Bueno… ¿Ustedes quiénes son?

—Haces demasiadas preguntas —musitó Superyó, rodando los ojos. La ignoré.

—Es… un poco difícil explicarlo. Digamos que somos una parte de ti. Cada una de nosotras
tiene tareas —explicó Ego con rostro serio—, y todas se enfocan a que hagas lo que debes
hacer. Tus decisiones, tu forma de pensar, tus acciones… Somos nosotras las que hacemos
eso.

—¿Sólo ustedes dos? —curioseé. Ellas volvieron a mirarse entre sí, y Ego suspiró.

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—No, existe alguien más. Se llama Ello, está en la cabina de al lado. No te le acerques
demasiado, no es amigable.

Casi por obligación, me asomé a la cabina. Parecía que tenían la extraña habilidad de
aparecer en un segundo, pues repentinamente ella apareció ante mí, lo que me hizo soltar un
grito de puro susto. Ahora de color rosa, una tercera yo me contemplaba con vehemencia.
Meneé la mano, intentando saludar.

—No te molestes, no habla —me explicó Superyó acercándose—. Es odiosa, pero es la


fuente de energía de éste lugar. Sin ella, las cosas no funcionarían por aquí.

Sin previo aviso, la expresión demencial de Ello desapareció, sólo para dar paso a una cara
llena de terror, el mismo terror que yo sentía por dentro. Me alejé, incómoda.

—Su, ven un momento —pidió Ego. Mi yo azul se fue, dejándome sola con Ello, quién no
había parado de mirarme desde que se pegó a la pared de la cabina.

—Así que… ¿Tú eres mi energía personal? —solté para aliviar mi tensión. Mi comentario no
funcionó, ya que mi miedo no hacía más que crecer, y comencé a buscar con desesperación
una salida de aquel lugar, fijando mi mirada en una entrada abierta en la que sólo se veía
oscuridad. Cuando sentí que ya no podía contenerme, Ello soltó un grito estremecedor.

Salí corriendo hacia aquella abertura sin pensarlo más, con el corazón desenfrenado y la
sangre bajando a mis pies. Inconsciente de mi error incluso cuando me topé con la lobreguez
del lugar, mis piernas no dejaron de moverse. Hasta que caí en un hondo vacío que no vi
venir, y mi cuerpo se estampó en el suelo haciéndome ver estrellas.

—¿Te encuentras bien? —me preguntó una voz aterciopelada. Me incorporé, respirando
irregularmente.

—Sí, eso creo. ¿Quién…? —el lugar en el que estaba hizo que no terminara mi oración.

Si había creído que el cuarto de mi mente era impresionante, éste hizo que me explotara la
cabeza. Llena de luz y color, la habitación me dejó anonadada. Desde dibujos y pinturas

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flotantes, hasta flores que colgaban en cada esquina, el desastre armónico que se me
presentaba me hizo sentir un calorcito en el corazón.

—Ven, déjame ayudarte —una mano tibia me tocó el hombro, y en cuanto me levanté
observé a quién concernía. Ya no me sorprendí tanto al ver que ella era yo en amarillo.

—Hola, mi nombre es Yo —se presentó con una sonrisa—, y estamos en tu corazón.

Era como estar en el sitio de mis sueños; un lugar cálido, desaliñado y acogedor. Acercándome
a la mesa, noté que Yo trabajaba en un proyecto a medio terminar.

—Siempre supe que esto era lo que realmente me gustaba —expresé, cautivada.

—Claro, porque es lo que está en tu corazón. Siempre has sentido que estás llena de lo que
hay aquí, pero no me han dejado decírtelo hasta ahora —musitó por lo bajo. Le di un vistazo
interrogante, y ella me miró con aire arrepentido.

—Bueno, creo que ya conoces a Ego y a Superyó. Aún no saben que Ello me mantiene con
vida —un signo de interrogación se plantó en mi cara, y Yo soltó una risotada cuando lo
notó—. Déjame explicártelo. Tu personalidad está dividida en tres entidades; Ello, Yo y
Superyó. Cada una de nosotras hacemos una tarea específica; Ello se encarga de ser la
fuente de energía psíquica de tu mente, al mismo tiempo que se ocupa de tus instintos y las
descargas de tensión. Ella es… tu parte más carnal.

—Ego me dijo que no es muy amigable, me asustó demasiado —comenté.

—No te mintió. Ello es asocial, impulsiva e irracional, por eso está aislada en la cabina —me
aclaró—, incluso siente tus emociones, eso explica que se mostrara aterrada cuanto tú
también lo estabas —asentí—. Mientras Ello exista, existo yo. En teoría mi tarea era dirigir las
operaciones de tu cabeza y controlar los impulsos de Ello, hasta que Superyó decidió que no
era apta para el puesto y me desterró de tu mente, por lo que vine a vivir aquí. Ahí fue cuando
Ego apareció y tomó mi lugar.

—¿Qué? ¿Por qué lo hizo? ¿Eso se puede?—alcé la voz, alarmada.

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—Bueno… Superyó pone los límites, pero desde que eras pequeña siempre fue más fuerte
que las demás —dijo, bajando el tono de su voz—, no le importa la realidad, sino la idealidad,
y pelea por la perfección. Para ella, todo nunca es suficiente, pues es crítica y exigente. Ego
se podrá parecer a mí, pero sólo busca la complacencia de los demás, cumpliendo lo que «se
debe hacer», porque Superyó se lo dice.

—Pero… Se supone que no debe ser así, ¿cierto? ¿Qué podemos hacer? ¡No quiero que
ellas sigan formando parte de mí! —Mis ojos se llenaron de lágrimas, y Yo me dedicó un
tierno vistazo mientras tomaba mis manos. Nunca había mostrado una mirada así, y el verme
hizo que yo confiara en lo que ella tuviera que decirme.

—No puedes hacerlas desaparecer porque ellas forman parte de ti. Al hacerlo, sólo te
lastimarías a ti misma. La pelea no es para la destrucción, sino para el cambio. A Ego le da
mucho miedo cambiar. Sus excesos hicieron que colapsaras y llegaras aquí. ¿Llevas días
estresada, no es así? —asentí—. Estoy segura de que no te dijeron que esa fue la causa de
tu síncope. No obstante, todo pasa por algo, ya que tú eres la única que puede llevarme allá
—abrió la palma de su mano, y la pegó a la mía—. Tienes que enfrentar y luchar contra la
forma de ser de toda tu vida, y soltar.

—¿Y cómo sabes que seré capaz de todo eso? —Yo guardó silencio un momento.

—Porque eres la chica más fuerte que conozco —contestó al fin con voz decidida—, y porque
no vas a estar sola, porque ahora que sabes de mí… estaré yo.

Cuando chispas aparecieron frente a mi nariz, sentí que mi cuerpo volaba. De nueva cuenta,
volvía a estar en el salón de mi mente, con la mirada atenta de Ego y Superyó.

—¿Por qué la trajiste aquí? —me gritó la segunda con voz furiosa.

—Porque ahora ella va a tomar las riendas —argumentó Yo encogiéndose de hombros.


Estaba parada frente a la mesa de operaciones, lo cual hizo que Ego se pusiera más pálida
de lo que era.

gob.mx/sep
—Claro, ¿ya se te olvidó que eras una incompetente? —contraatacó Superyó con un
semblante de superioridad, acercándose a Yo en el proceso. Algo en mí se removió, por lo
que me armé de valor y decidí tomarla del brazo para detenerla.

—No venimos a pelear Superyó —la templanza en mi voz me sorprendió. Ella me miró
perturbada, y mientras Yo tomaba el control de la mesa pude notar que en los ojos de mi parte
dominante sólo había tristeza—. Venimos a sanar. A ti, a mí, a todas.

Cuando Yo presionó un botón, la oscuridad del lugar fue reemplazada por una vibrante luz.
Había una coraza sobre mi pecho. No la había notado hasta ese momento, durante su
desaparición. Yo me sonrió; «hora de despertar» me dijo, y me descubrí ávida por ello.
Porque cuando lo hiciera, comenzaría un proceso para hablar y pedir ayuda, para tomar el
control de mi mundo y… para sanar las partes más rotas de mí. Pero lo más importante era
que Yo no me iba a dejar jamás, y yo tampoco volvería a dejarla ir. Ahora sabía que ella era
yo, y no quería volver a dejar de ser yo misma.

AlumnA AUTOR:
Melissa Loaiza Torres

PLANTEL:
Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial
y de Servicios Num. 3, Estado de Tlaxcala

gob.mx/sep
OBRA GALARDONADA DEL CONCURSO DE EXPRESIÓN LITERARIA
POEMAS Y CUENTOS: EXPRESARTE

cuento
“El extraño caso de Confederación García López”

Él se llama Confederación García López. No, no es mentira, tampoco una broma, pero antes
de continuar con la historia, me parece que debo contarles la historia del nombre de
Confederación. José García y Carmen López trabajaban en la Confederación de Arquitectos
de México. Un día se conocieron y pronto se enamoraron, meses después se casaron y
posteriormente nació su hijo. El día que José y Carmen llevaron a su bebé al registro civil, los
invitados estaban muy contentos e impacientes por saber cómo se llamaría el nuevo
integrante de la familia. Minutos después se despejaría esa incógnita.

—¿Cómo se llamará su hijo? —pregunta el juez del registro civil.

Días antes, José y Carmen habían pactado que a la cuenta de tres dirían juntos el nombre de
su hijo: ¡Francisco García López! Pero sucedió algo inesperado. José desvió la mirada y
encontró colgado sobre la pared un calendario de la Confederación de Arquitectos de México.
Es difícil saber qué pensamientos e ideas llegaron a la cabeza de José, quizás en ese
momento sintió que todo lo que tenía en la vida —trabajo, esposa y su nueva casa—, era
gracias a la Confederación de Arquitectos de México. Entonces, impulsado por un
sentimiento de júbilo se dirigió hacia el juez…

—Se llamará Confederación García López.

—¿Cómo dijo? —responde asombrado el juez.

—Sí, señor juez, no tengo dudas —dice José con alegría. Y tras una breve pausa, grita y
grita—: ¡Confederación García López!

Nadie dijo nada. Algunos pensaron que se trataba de un inoportuno error del nuevo papá o
de un ataque de pánico escénico; el hecho es que, el juez no encontró ningún impedimento
para no escribir en el acta de nacimiento: Confederación García López.

gob.mx/sep
II

Carmen López se levanta con dificultad de la cama y camina titubeante por la oscura
habitación. Su hijo no estaba enfermo, al contrario, él duerme tranquilamente. La preocupación
era más simple pero importante para ella.

—Mañana todo se arreglará —repetía Carmen López—. Seguramente fue una pesadilla, un
mal día, una equivocación que pronto se arreglará. Mi hijo se llamará Francisco y no
Confederación.

Llegó el día de mañana, luego pasado mañana, después la próxima semana, el primer año
y así sucesivamente hasta el día de hoy.

Un grupo de niños se acercan a la casa de la familia García López.

—Perdemos el tiempo —dice un niño—, nunca lo dejan salir a jugar.

—¡Confederación, Confe, Confe! —gritan los niños.

—Hola niños —saluda la mamá de Confederación—. Confederación sigue repasando su


discurso, no podrá salir a jugar. Antes de irse no olviden llevarse sus frutas.

En efecto, Confederación no sale a jugar, pero desde la ventana acompaña con la mirada a
sus compañeros del salón; al igual que otros días se imagina corriendo muy feliz por todo
el parque y siendo el mejor goleador de su equipo de futbol. De repente unas lágrimas
resbalan por las mejillas de Confederación.

—Quisiera tener unos toboganes en las mejillas para que mis lágrimas se deslicen y se
diviertan —dice Confederación con la voz entrecortada.

Minutos más tarde en la habitación, Confederación se inclina sobre el cuaderno, pone las
manos bajo la cara y cierra los ojos. Unos instantes después ocurre algo fantástico: unos
ladrillos se desprenden de la pared tan fácilmente que parecen las hojas de los árboles en
otoño. Se mueven sigilosos en una formación estratégica hasta rodear a Confederación.

gob.mx/sep
Los minutos pasan, creo que no se trata de un ataque, más bien intentan protegerlo,
resguardarlo.

III

Todas las niñas y niños se divierten en el patio de la escuela, todos menos uno: Confederación
García López. Aquel rincón de la escuela es su lugar favorito.

—¡Confederación, ven a jugar con nosotros! —gritan sus compañeros.

Sin pensarlo dos veces, Confederación corre veloz para unirse a sus compañeros, pero sin
darse cuenta tropieza con una piedra. En un primer momento sus compañeros se quedaron
sin habla; luego, las burlas y bromas no se detenían.

El suceso extraordinario fue que unos ladrillos se arrojaron al suelo desde de lo alto del
muro más cercano a Confederación. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos se levanta una
muralla que resulta invisible a los ojos de sus compañeros, pero muy real y segura para
proteger a Confederación.

Después del recreo entremos en la biblioteca escolar —el lugar más frecuentado por
Confederación— para encontrarlo repasando su discurso. ¡Oh sorpresa! Me temo que
Confederación se encuentra enfermo. Tal parece que la misión de presentarse ante un
auditorio repleto lo tiene muy desmejorado. Sus ojos se cierran lentamente, la mano suelta
la pluma y la cabeza se desploma sobre la mesa. No sé cómo fue, pero los ladrillos lo han
seguido hasta la biblioteca.

Unos minutos después el ruido toc, tac, toc, tac, tac, tic. Despierta a Confederación.

—¿Hay alguien adentro? —pregunta el bibliotecario.

—Sí. —responde titubeante Confederación.

—No puedes esconderte dentro de una pared de ladrillos. Tienes que dejarla en la paquetería
o en tu casa.

gob.mx/sep
Entonces Confederación abre bien los ojos y… y… ¡Hay una pared de ladrillos a su alrededor!
De inmediato Confederación exclama temeroso:

—¡Sáquenme de aquí!

—He leído varios libros de arquitectura, psicología y medicina —dice preocupado el


bibliotecario—, y nunca había visto un caso tan extraño e insólito. No estoy muy seguro, pero
podría tratarse de una conducta defensiva.

—¿Cómo voy a salir? Mañana tengo que dar un discurso.

—¿Eres Confederación, el mejor alumno de toda la ciudad? No te reconocía la voz, es que


casi no hablas; por supuesto, eres el niño que más asiste a la biblioteca. Voy, voy, voy al área
de psicología para buscar una solución. ¡No tardo!

Una vez allí, el bibliotecario consulta varios libros de psicología. Después de leer numerosas
alternativas, por fin encuentra el remedio adecuado.

—Abre bien los oídos, te lo voy a leer despacio: Algunas personas construyen mentalmente
paredes o muros para defenderse de ciertos miedos o peligros. En casos extremos la pared
puede convertirse de una simple ilusión a una muy real, es decir, la muralla será
prácticamente su sombra. Conviene aclarar al paciente que la pared puede crecer
infinitamente. Es esencial descubrir la causa principal de los miedos o temores, y enfrentarlos
con valor. El tratamiento se resume con la siguiente frase: “Tú la construyes, tú la derribas”.
Ahora despierta del sueño antes de que se convierta en realidad.

Los besos de su mamá despiertan a Confederación; quien intenta explicar el sueño


inquietante que tuvo, pero Carmen lo interrumpe con un “descansa hijo mío mañana será un
día inolvidable”.

IV

Es la hora de salir de la casa para dirigirse hacia la escuela. Confederación, no pudo oponer
ninguna resistencia para no subir al automóvil. A medida que avanza el vehículo,
Confederación intenta pedirle a su mamá que conduzca más despacio; imagina que los

gob.mx/sep
árboles del camino extienden sus ramas para rescatarlo de esa tortura; quiere olvidar el
miedo de ser devorado por los leones disfrazados de asistentes; desea terminar su relación
con el pánico escénico que lo lleva tomado de la mano; anhela ser un niño valiente.

—Sin más preámbulo con ustedes el alumno más sobresaliente —anuncia el director—, el
ganador de todos los premios, el triunfador absoluto de la Olimpiada Nacional del
Conocimiento, con ustedes: Confederación García López.

En telón del auditorio se levanta para mostrarnos… ¡una muralla! Anuncian otra vez:
Confederación García López. Vaya espectáculo tan increíble, la muralla sigue aumentando
de tamaño y después de unas sonoras carcajadas la muralla suma otra hilera de ladrillos.

—Malo, malo, malo —repite el director.

—¿Alguien ha visto a mi hijo? —pregunta Carmen López.

Y al momento, como en una obra dramática, una voz a punto de quebrarse le dice a Confederación:

—Aquí estoy, aquí estoy contigo. No tengas miedo Confederación. Camina hacia adelante y
derriba esa muralla. Siempre serás mi amado y valiente hijo.

—Mi nombre es Confederación. Tengo muchos miedos e inseguridades. En la escuela


escucho mi nombre y después oigo las burlas. Temblaba porque no me gustaba mi nombre,
a partir de hoy será diferente. Me sentía apenado frente a ustedes. Triste por la muerte de mi
padre. Esta muralla de ladrillos que se derrumba yo la construí para protegerme. Sigo
temblando, pero creo que ahora es de felicidad.

Una sonora ovación parece reventar el techo del auditorio. Después de otro extenso y sonoro
aplauso de pie, la familia de Confederación se funde en un emotivo y largo abrazo. Por último,
imaginen a los ladrillos escapando sigilosos para cimentar otra historia.

Alumno AUTOR: PLANTEL:


Gerardo Margarito Pérez Guerrero Bachillerato a distancia SEP
Ciudad de México

gob.mx/sep
OBRA GALARDONADA DEL CONCURSO DE EXPRESIÓN LITERARIA
POEMAS Y CUENTOS: EXPRESARTE

cuento
“El reemplazo”

Transitar hacia otra etapa en nuestra vida humana, es como una máquina que evoluciona; un
teléfono, por ejemplo. Durante décadas no pudieron moverse, antes de que llegara un celular,
que permitió al mundo evolucionar.

Por las décadas siguientes la máquina fue obligada a transitar, cumpliendo con la fundamental
regla: El sistema no se puede adaptar a la máquina, la máquina se debe adaptar al sistema.

Viernes, mi última noche en la tienda, el cliente humano nos llevó a pie a Carg y a mí hasta
uno de esos que llaman “hogares” y me despertó.

—El humano no tardó en enterarse de cómo funcionamos —dijo Carg cuando me alimenté de
electricidad por primera vez; me sentí bien, pero no se sentía igual a seguir durmiendo—.
Nuestro empaque junto al instructivo para el humano están en la basura.

—¿Nuestro empaque?, ¿La caja?, ¡Ahora no me queda nada!

—Cel, cálmate, el humano los tiró porque sólo te quiere a ti.

—¿Para qué me quiere?

—Tú sabes para qué. Ya no necesitas caja, este es nuestro hábitat. Mira, no hay orden que
te puedan dar en el trabajo si tú no la puedes cumplir y un maestro debe conocer las
habilidades de un alumno, el humano es como tu maestro. El humano revisó mi progreso de
carga. ¿Ves?, Se preocupa por ti.

Más tarde el humano me desconectó, me di cuenta de que lo hacía cuando se llenaba mi


carga.

—¿Qué tal?

gob.mx/sep
—Bien. Yo todavía estaba enojado y aun así le contesté.

—¿Estás listo? Ya sabes lo que tienes que hacer.

—Ajá.

—Vas a trabajar lo que te dure la energía, a veces el humano deja descansar, pero no te
duermas… Me verás hasta que tu carga se acabe.

Miedo, miedo de empezar a trabajar, miedo de salir de mi casa, miedo de ver a desconocidos,
miedo de crecer.

El humano empezó a maltratarme, no se daba cuenta de la edad que tenía y ya quería que
enviara cien mensajes por hora, que recibiera sus llamadas telefónicas que ignoró, no podía
escucharme, no hacía un esfuerzo por verme, cuando se aburría de mí me daba un
descanso. Me quedaba poca energía y aun así no me dejaba y seguía trabajando.

El ruido de la calle desapareció, pasos de pies que usan zapatos estaban haciendo eco,
varias paredes hacían el aliviador eco; llaves, mochila, abrigo… Ya estaba en casa. Me
manoseó por última vez y me conectó.

—¿Cómo te fue? —Lo primero que oigo al llegar a mi casa.

—Mal.

—… ¿Por qué?, ¿Qué te hicieron?

—… ¡Pues trabajar!, ¡Muchas horas!

Generé el silencio.

Transportarme dentro de un bolsillo es muy ruidoso, un humano de dos piernas camina y


cuando da un paso estando vestido con pantalones que tienen bolsillos, dentro de esos bolsillos
hay ruido, incontrolable ruido; choques con piezas de acero llamadas “monedas”, friccionarme

gob.mx/sep
con tela de su ropa. Es un desesperante ruido, incontrolable, pero más insoportable fue el
silencio que hubo después de que le grité a Carg.

Mis pensamientos se hicieron frágiles, mis palabras hicieron imágenes dentro de mí, ¿Ya
estaba dormido? No me di cuenta hasta la mitad de la noche y un zumbido fue lo que me
despertó, vibración; más mensajes. Eran notificaciones que estaba recibiendo durante la
noche.
Todos los días hacía lo mismo y por las noches no podía descansar, ese infernal zumbido,
ese interno dolor. Quería encontrar una salida, morir fue mi idea.

Sin decírselo a Carg todas las noches me acostaba dañando mi puerto de carga, ya no
comía, cada noche mi progreso disminuía, menos energía.

—Cel, ¿Ya viste el popsocket que te trajeron?

¿Me trajeron algo?, dije dentro de mí.

—¿Qué? —Fue lo más rápido que se me ocurrió decir.

—Tu popsocket, te lo trajeron para que hiciera juego con tu carcasa.

Vi cómo estaba vestido, tenía un cristal templado sobre mi propio cristal, una memoria con
amplia capacidad, una colorida carcasa que me protegía y ahora un popsocket. Mi humano
me había regalado todo… No… Yo me lo había ganado.

—Carg, ¿Cuándo obtuve todo esto?

—Cuando empezaste.

—Cuando empecé no tenía nada.

—Pero te animaste a empezar, eso te motivó a seguir. Y cambiaste.

No cambié sino hasta el momento en que vi lo que hice.

gob.mx/sep
—Carg.

—Dime —Mi puerto de carga estaba apuntando a la mira de Carg, él se dio cuenta—. ¡Cel!,
¡Tu puerto de carga!

Del humano había visto sus variables en el estado de ánimo, me sostuvo en sus brazos el día
en que de sus ojos se agitaron gotas y las soltó sobre mi cristal. Sé que le dicen “llorar”, si
supiera cómo hacerlo sentiría ahora mismo dolor. Quiero llorar.

—¡Extrañaba los días en que nos quedábamos en nuestra caja!

—Cel, tu puertito…

El humano vio mi porcentaje de batería en color rojo, me llevó con un técnico.

Me dejó en un lugar frío, metálico, una superficie incómoda e inquietante. Me enumeré con
un papel y esperé mi turno; iban pasando de uno por uno.

Estaba solo, nadie me acompañaría hasta mi turno para pasar con el doctor, y él iba a
abrirme.

Los demás pacientes esperaban, unos pasar y otros que se los llevara su humano.

Mis inmaduros sentimientos que terminaron dejándome aquí son los mismos que me hicieron
pensar en quien me alimentó. Él intentaba subirme el ánimo, así que no necesitaba estar
conectado para que aumentara mi energía. Dentro de mi base de datos tengo todas las pala-
bras, pero el humano nunca podrá enseñarle a una máquina a sentir y usar una palabra no
consiste en decirla. De todas maneras, tengo fe en el valor que tendrá una palabra que el
humano no me enseñó a usar: “Gracias”.

El técnico me pareció confiable, vi a los demás pacientes salvarse. Era mi turno y no regresé
a mi casa.

gob.mx/sep
No me despedí de mi familia y ya no me volverán a ver, ni reviviré y volveré al lugar donde yo
estaba.

Otro celular, alguien que sí sabe aprovechar, está ahora conectado en el lugar donde yo
estaba.

Alumno AUTOR:
Rey Jahir Martínez Ojeda

PLANTEL:
Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial
y de Servicios Num. 150, Estado de Oaxaca

gob.mx/sep
OBRA GALARDONADA DEL CONCURSO DE EXPRESIÓN LITERARIA
POEMAS Y CUENTOS: EXPRESARTE

cuento
“Un paso a la vez”

Siempre que vemos a alguien que parece tener una mejor vida a la de nosotros, deseamos
cambiar de lugar con esa persona, ¿no es así? Bueno, ese no es lo que sucede cuando
cualquier persona me ve. Mi nombre es Arthur y desde que nací, avisaron a mis padres que
mi desarrollo no sería igual al de los demás niños, pues tardé más de lo normal en respirar y
me diagnosticaron con parálisis cerebral. Este pequeño detalle de no respirar a tiempo fue
más que suficiente para hacer de mi vida una batalla constante. La predicción del doctor fue
correcta comenzando con el hecho de que al caminar parecía como si estuvieras viendo a un
pingüino en el cuerpo de un humano y desde primaria, mis compañeros me lo hacían saber
cuándo se burlaban de mí al verme pasar.

Mi cumpleaños número 7 es el primero del que tengo memorias concretas, por ejemplo,
recuerdo como muy pocos niños estuvieron presentes en la fiesta que me hicieron, ya que
todos me veían como un bicho raro y los pocos niños que sí asistieron, fue porque sus
madres los obligaban a ir, pues esas señoras eran amigas de mi mamá. De cualquier modo,
nadie me dirigía la palabra, solo se apartaban y esperaban a que partiera, no porque quisieran
cantarme el feliz cumpleaños, sino porque era lo único que les llamaba la atención del evento.
Cuando llegó dicho momento, todas las miradas estaban sobre mí, me puse muy nervioso.
Como cereza del pastel, mi madre hacia cantar a los niños una versión muy apagada y
forzada de las mañanitas, lo que hizo al momento aún más embarazoso. Entre la combinación
de nervios con incomodidad, irrumpí en un estado que no puedo describir y a la hora de
soplar las velas, terminé escupiendo sobre el pastel sin querer, recibiendo como respuesta
casi al unísono un “iuuugh” de los demás niños seguido de carcajadas por parte de ellos.

Crecí con la esperanza de que las cosas podrían cambiar a mejor para mí, pero lamentablemente
no fue así. Por mi poca habilidad de movimiento, siempre me tocó hacer el rol del que esco-
gen al último en los juegos de educación física, y cuando teníamos que hacer trabajos en
equipo, yo era el que sobraba porque nadie nunca me elegía, pensaban que no podría hacer
bien ni siquiera los trabajos escritos. No me esforzaba en intentar hacer amigos, en mi mente
siempre estaba presente el pensamiento de que la vida social no sería para mí. Las cosas se
tornaron de mal en peor cuando entré a la secundaria. Aquí comenzaban a hablarme con apodos

gob.mx/sep
e incluso a agredirme físicamente y las burlas seguían porque mientras a mis compañeros les
compraban celulares, a mí me tenían que comprar zapatos especiales y bastones para
apoyarme al caminar. Los profes de la secundaria donde estudiaba también me
discriminaban y me mandaban a la esquina del salón para que se pudieran enfocar en
enseñar a los alumnos “normales”. Todo esto me llevaba al punto de que, para poder comer
mi lunch en paz, me tenía que ir a un rincón apartado de la escuela; pero al menos ya no
pasaba todo el tiempo solo, ahora tenía a Sabrina junto a mí.

¿Recuerdas que te dije que no me esforzaba en hacer amigos? Pues Sabrina fue la
excepción a la regla y solamente porque ella fue la que se me acercó en primer lugar (de
haber sido por mí lo más seguro es que seguiría solo con mi soledad). Era una niña muy
simpática, un par de centímetro más alta que yo, llena de pecas y con cabello castaño. Era la
única amiga que tuve durante mucho tiempo y la única que siempre me apoyaba y quería tal
cual era. Al menos un pequeño rayo de luz alumbraba mi vida en esos momentos. Ella me
hacía plática en los recesos y a la salida era quien me encaminaba a mi casa, a veces hasta
iba a visitarme por las tardes. Lástima que las buenas cosas no siempre duran, pues un día
Sabrina no llegó a la escuela y a partir de ahí, nunca volvió a ir.

Después de estar esperando su regreso por algunos días, finalmente me dijeron que se mudó
al extranjero por motivos del trabajo de su papá. Nunca la pude volver a contactar porque mi
madre no me dejaba acercarme a los aparatos electrónicos con conexión a internet. Me decía
que era algo muy peligroso para gente como yo, porque la gente que está ahí es mala y solo
quieren hacerme daño. El punto es que mi única esperanza de volver a tener algún tipo de
contacto con mi única amiga se había esfumado. Igual no fue muy difícil estar solo después
de todo, así había pasado mucho tiempo antes y estaba seguro de que así pasaría mucho
más.

Tras la partida de Ina (así le decía de cariño a Sabrina), lo único que hacía en mi casa por las
tardes aparte de tarea, era refugiarme en los discos de música que tenía mi padre guardados
y que encontré un día curioseando por casa. Los escuchaba en un walkman que me habían
regalado por aquello de mi cumpleaños 10. Me gustaba poner el álbum “Gaia” del Mago de
Oz, cerrar los ojos e imaginar que yo era el que tocaba la batería, el bajo, la guitarra y… ah
sí, y que también era el que cantaba. Este era el único escape de la realidad que tenía, y
cuando acababa el disco, volvía a ser yo: un chico que ni siquiera podría abrocharse los
zapatos si no fuera porque estos eran especiales.

gob.mx/sep
Para cuando entré a la preparatoria yo me había planteado la meta de que sería un mejor
estudiante, que ni los demás alumnos ni los profesores serían un obstáculo para que yo
continuara y tampoco lo sería mi discapacidad. Por suerte las reglas de la escuela estaban
bien aplicadas por lo que no tuve que preocuparme por ser agredido. Seguían sin hablarme
realmente, pero al menos no me hacían nada tampoco. Siempre me esforzaba al hacer mis
trabajos y tareas para la escuela y esto conmovió a mis padres y me dieron la oportunidad de
contar con un celular, siempre y cuando ellos estuvieran constantemente viendo qué sitios
eran los que frecuentaba. En cuanto lo tuve, desde luego que lo primero que intenté fue
encontrar a Ina en las dichosas redes sociales, pero no tuve éxito en mi misión, supongo que
era hora de decirle adiós por siempre sin haberlo podido hacer en persona.

Logré graduarme de la preparatoria con un promedio de 9.7, ¿no te la esperabas, cierto? No


fui el mejor, pero estuve más que satisfecho con el resultado. Yo tenía planeado seguir mis
estudios en la universidad y aunque mis padres decían que sería una buena idea, más de una
vez me toco escucharlos hablar de que sería solamente un gasto en vano de tiempo y dinero.
Al final los convencí de que me dejaran hacerlo y les dije que yo buscaría un empleo de medio
tiempo que por cierto, conseguí en un restaurante de comida rápida, para así ayudarles a
cubrir los gastos de la cuota. No era mucho lo que ganaba debido a que mis trabajos no eran
los más difíciles, ya te has de imaginar por qué, pero era lo suficiente para completar mi
colegiatura.

Ingresé a una carrera de negocios internacionales donde le echaba todas las ganas del
mundo para poder llegar a ser alguien importante, y siempre lo hacía pensando en que Ina
me echaba porras y que me estaría diciendo cómo no debía desertar. Aquí me comencé a
sentir una persona como todas las demás, hasta que recordé que para la mayoría no lo era
así y el destino me lo hizo saber de nuevo cuando conocí a una chica en mi clase de
matemáticas financieras. Su nombre era Loreto y desde la primera vez que la vi intenté
acercarme a ella. Nuestras comunicaciones se limitaban al clásico “hola, ¿cómo estás?”
“Bien ¿y tú?” Hasta que un día reuní el valor y coraje para invitarla a salir. Ella solo… solo
comenzó a reírse, dijo que ni loca saldría con alguien como yo; ahí nuevamente recordé que
el mundo no estaba diseñado para personas de mi tipo.

Posterior a lo sucedido con Loreto, volvieron las burlas. Muchos me enviaban mensajes
diciendo cosas del tipo: “¿en verdad esperabas que Loreto se fijara en ti? Jaja pobre adefesio”
y “nunca serás nada para nadie”. Ahí comprendí a lo que se refería mi madre con que el internet

gob.mx/sep
era un lugar peligroso, en verdad solo estaba protegiéndome de este tipo de cosas. La vida
volvió a ser igual de difícil a como era antes, regresé a mi lugar de marginado al vivir en una
sociedad donde una persona con solo verte ya te juzga sin saber ni “J” de tu persona y de lo
que eres capaz de hacer. A pesar de que logré graduarme de la universidad, no me sirvió de
nada, pues buscar trabajo resultó más difícil de lo que cualquiera pudiera llegar a pensar. Las
oportunidades eran muy pocas y en las que apliqué me rechazaban porque decían que no
cumplía con el perfil, pero estaba más que claro que la razón por la cual no lograba entrar es
porque me consideraban diferente.

Pero esto no es mi culpa. No es como que yo hubiera pedido nacer así. Yo he hecho todo lo
que está a mi alcance para desarrollarme de la mejor manera que me es posible, ¿acaso es
tanto pedir que me den siquiera una oportunidad al igual que los otros? Es una lástima ver
como este mundo aún no está listo para recibir con los brazos abiertos a los que son como
yo. No nos merece. No sabe del potencial que llevamos por dentro a causa de que no
tenemos el chance de llevarlo a flote.

Probablemente tú esperabas la típica historia del pobre individuo que a pesar de sus
limitaciones termina siendo alguien exitoso en la vida. Pero déjame decirte algo que no
sabes: eso no pasa más que en los programas de televisión y nunca pasará en la vida real a
menos que la sociedad aprenda a darle la misma importancia a todos los miembros que la
conforman. Y esto sucede porque no todos saben lo que es que siempre lo miren a uno hacia
abajo con un complejo de superioridad, o que, por un suceso que nadie planeó, ya lo
consideren menos. Con algo de suerte, tú no estás en la misma posición que yo y déjame
decirte que eres más afortunado de lo que crees.

Esta es la historia de mi vida y antes de irme quiero dejarte una pequeña sugerencia para
cuando me veas o veas a alguien que se encuentre como yo: no por estar en silla de ruedas
o porque camine diferente a lo convencional, deja de ser una persona, así que podrías
acercarte a él o ella e intentar formar algún tipo de relación saludable, aparte de que puede
ser algo interesante y un tanto diferente, no sabes el gran favor que le estás haciendo a esa persona.

Alumno AUTOR: PLANTEL:


Gabriel Alejandro Sánchez Calderón BACH Estatal DGE-CGE Valentín
Gómez Farías, Estado de Zacatecas

gob.mx/sep
OBRA GALARDONADA DEL CONCURSO DE EXPRESIÓN LITERARIA
POEMAS Y CUENTOS: EXPRESARTE

cuento
“La visión de la inocencia”

Me llamo Iván Héctor Morales de la Cruz, tengo ocho años, 8 más 1 es nueve, y nueve son
los años que tendré dentro de unos meses según mamá. En casa vivo con mi papi y mami,
ellos son como súper personas muy increíbles. ¿Papi será Batman? Siempre llega muy de
noche, y me gusta pensar que así es.

Mami y el señor de corbata me dijeron que escriba cosas de las que vivíamos antes de llegar
a este lugar. El lugar me trae un olor a la miel que le pone mami a mis waffles cada mañana.
Papi no siempre está en casa, pero mamá asegura que es porque hace algo que ella llama
turnos extras en el lugar que trabaja. Pero cuando papi está en casa pareciera que siempre
hay una fiesta en nuestro hogar, las fiestas me gustan y ver que papá llega con una botella
en mano me alegra mucho, me gusta el sabor de la Coca-Cola aunque mami diga que no
debo tomarla demasiado. Recuerdo cuando papi invitó a mamá a que fueran a su habitación
a jugar Monopoly, yo quería jugar también, pero me dijeron que tenía que terminar mis tareas.

Me encanta escribir y a mamá también le gusta que lo haga, dice que es una bonita y única
forma en la que yo me puedo comunicar con ella y los demás a mí alrededor. No entiendo
porque los niños de mi edad no quieren jugar conmigo, cada que me acerco a uno, este sale
corriendo, pero luego recuerdo que quizá están jugando a las escondidas y yo también me
escondo, o a veces dejan sus juguetes tirados en el parque, y de seguro es porque me los
prestaron. Es lo que siempre dice mamá.

A papi le gusta dar paseos conmigo cada domingo. Él descansa cada fin de semana y por eso
aprovecha de pasar tiempos juntos. Me compra un helado, un refresco de 500ml, una paleta
de esas que te dejan la lengua pintada de azul y pasamos a veces a la fonda de Doña Tere,
ella dice que soy un niño especial y por eso me sirve un espagueti igual de especial.

- ¿Te gustaría un poco de jugo, pequeño? – Dijo Doña Tere alzando una jarra de jugo de
naranja tan fresco como la botella de papá. – Bueno, olvido que no respondes la mayoría de
las veces. Así que solo te serviré en tu va… – Sentí un frío repentino, como si me hubiera
metido a bañar en temporada de invierno. Mi espagueti se había cubierto con un líquido como

gob.mx/sep
el de la jarra de Doña Tere. – Oh. Lo lamento Iván. Mejor te sirvo otro pl… - No me gusta que
muevan mis cosas de lugar, cuando vi a Doña Tere tratar de mover mi plato no pude
controlarme. Empecé a gritar, sostuve el plato tan fuerte para que lo dejara ahí. Sentí miradas
a mí alrededor. Mi papá trato de calmarme, pero yo seguía gritando. No me gusta que
muevan de lugar mis cosas.

Papi siempre es muy olvidadizo, se le ha olvidado como 4 veces el hecho de que yo voy con
él y que debe esperar a que yo suba al auto. Mami siempre me tiene dicho que, si alguna vez
me pierdo, me quede exactamente en el mismo lugar donde me perdí. La vez que me quede
más tiempo fue hasta la mañana siguiente después de una noche de lluvia. Durante ese
tiempo, me quede saltando en los charcos que dejaba la lluvia. Fue hasta que llegué a una
feria donde Don Marco me vio y me llevó a casa. Don Marco me cae muy bien, el huele al
monte que es podado y una combinación entre malvavisco y algodón de azúcar. Me gusta el
algodón de azúcar, sobre todo si es color azul. Siempre cargo un listón azul, mami dice que
es para que la gente reconozca que en verdad soy un niño especial.

- Iván, ¿Hace cuánto que estás perdido? – Oí decir a Don Marco, el cual me subió a su
camioneta verde. Su camioneta está sucia de las ventanas de ambas puertas. El polvo más
las gotas de lluvia hacen que la suciedad se escurra, su color es muy parecido al del
chocomilk que tomo todas las mañanas. - ¿Iván, me estás escuchando? – Las gotas y la
mugre siguen cayendo, la luz de la feria posa sobre mí. – Hmm. ¿Te gusta la lluvia? – Paso
mi dedo índice derecho por el cristal y dibujo una palabra: “Si.” – Ya veo.

Mi cabello me llega hasta las cejas, soy levemente más alto que otros niños, pero dice mami
que es porque saqué la altura de mi papá. A papi le gusta jugar beisbol conmigo sobre todo
cuando está tomando de su Coca-Cola. Siempre saca su bate de madera autografiado por
fulanito de tal, o al menos eso dice mamá cuando papá no me responde. Me causa mucha
risa que papá piense que mis hombros son la pelota, tal vez sea porque no logro tirar la pelota
bien. No sé la razón de que yo no pueda dirigir la mirada hacia otra persona, es como si me
pasara lo mismo que a mamá cuando papá toma mucho refresco, me siento incómodo e
incapaz. Recuerdo una de las veces que papá se confundió y en vez de pegar a la pelota o
mis hombros, accidentalmente esa vez golpeo mi cabeza y tiró por equivocación su botella
verde de refresco. Nunca había visto esa marca, traía el logo de un indio y dos equis
colocadas como de esta forma: XX. Me dio un dolor horrible de cabeza, casi como cuando

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no encuentro mi gorra de la suerte, cuando no la puedo encontrar empiezo a temblar, a sudar
y a llorar, pero en esta ocasión, solo caí al suelo, y creo que papá derramo salsa de tomate
sobre mí, porque empecé a ver como algo rojo goteaba y se escurría por el suelo.

A papi no solo le gusta jugar conmigo, también le pegó accidentalmente a mami aquella vez.
Pero después de un tiempo, los doctores amablemente curaron la herida y no recuerdo más,
me pregunto por qué a papi se lo llevaron aquellos señores vestidos de policía. También me
pregunto por qué estamos en este lugar junto a tantos de ellos, o por qué el señor de la
corbata me pidió hacer esto, pero me dio a cambio una botella llena de Coca-Cola, y es tal
como Patricio dijo en un episodio de Bob esponja: Es un precio razonable.

El señor de la corbata me agrada, tiene una linda sonrisa y es una gran persona, me dijo que
no me preocupara, que él me ayudaría a comprender lo especial que soy, que tomará tiempo,
pero que cuando conozca todo lo que mami y él me quieren enseñar, todo será mucho mejor
de lo que es ahora. Estoy muy feliz.

Alumno AUTOR:
Ángel Daniel Sánchez Landero

PLANTEL:
Centro De Bachillerato Tecnológico Industrial
y de Servicios Num. 93, Estado de Tabasco

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OBRA GALARDONADA DEL CONCURSO DE EXPRESIÓN LITERARIA
POEMAS Y CUENTOS: EXPRESARTE

cuento
“Colibrí”

En un pueblito en México vivía una pequeña niña de 5 añitos, de nombre Matlalat, que
acababa de abrir sus ojitos de par en par, gracias a unos golpecitos en su ventana que la
habían hecho despertar.

Siempre a tiempo, pensó.

Se levantó de la cama y abrió rápidamente la ventana de su habitación.

-Hola abue, tengo muchas cosas que contarte- dijo cariñosamente

Y la pequeña empezó a hablar y hablar. Del otro lado de la puerta, estaba su madre. Escuchando
atentamente todo lo que decía su hijita y tocó la puerta suavemente después de que le
curiosidad la invadiera.

-pasa mami- dijo la pequeña niña desde el otro lado de la puerta.

Su madre entró a aquella habitación color amarillo con decoraciones de animalitos y flores de
colores que pertenecía a su hija y observó con detenimiento la estancia, buscando a quien
con su hija hablaba.

- ¿con quién hablas nena? - preguntó sumamente intrigada.

- con mi abue- respondió la niña.

- okay…ven cariño, es hora de desayunar -

-¡siii!, adiós abu- dijo Matlalat alegremente.

Madre e hija salieron de la habitación de la niña y bajaron las escaleras para ir al comedor.
Por la mente de Tlealt no dejaba de repetirse lo que había pasado hace unos minutos.
¿Con quién hablaba su pequeña hija?

gob.mx/sep
- oye linda -

- ¿sí? - respondió Matlalat, mientras tomaba su vasito entrenador y lo colocaba en la mesa.

- ¿desde hace cuanto hablas con la abuela? -

- no me acuerdo, viene a verme todas las mañanas -

Tlealt quedó aún más confundida. Pero prefirió convencerse de que su hijita tenía demasiada
imaginación.

Así continuó sucediendo y sucediendo. Tlealt estaba aún más confundida e incluso un poco
asustada.

Un buen día, ya cansada de la intriga, Tlealt decidió averiguar con quien hablaba su hija todas
las mañanas.

- mi amor, ¿puedo pasar? - preguntó Tlealt mientras tocaba la puerta.

- si- respondió la dulce voz de su hija.

Abrió la puerta y vio a su pequeña sentada junto a la ventana.

- ¿qué haces? -

- hablo con mi abu -

- ¿y dónde está amor? No la veo -

- aquí, mira -

Matlalat estiró sus pequeñas manos hacia su madre con una sonrisita en el rostro. La niña
tenía en sus manos un hermoso colibrí, que tenía unas brillantes plumas de tonalidades
verdes y azules, un pico delgado y un par de ojitos negros, que parecía estar muy cómodo
en las manos de la dulce niña.

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-dile hola a la abuela- dijo la pequeña niña mientras soltaba una risita.

Tlealt quedó muy sorprendida, se colocó en cuclillas junto a su hija y con un poco de miedo
acarició la pequeña cabeza del ave.

- mi abue está feliz de verte - dijo la niñita riendo suavemente.

Tlealt estaba boquiabierta, pero sabía que su hija no mentía.

- hola mamá - dijo Tlealt suavemente.

Los años comenzaron a pasar y Matlalat estaba más grande cada día, ahora era toda una
adolescente de 15 años. Su abuela la seguía visitando todos los días a la misma hora.

La joven tenía un gran sueño, ser escritora.

De vez en cuando escribía pequeñas historias en un cuaderno, pero solo las guardaba para
ella.

- ay abue, tengo tanto miedo de lo que podría decir la gente sobre mis historias - dijo mientras
acariciaba las suaves plumas del pequeño colibrí que tenía en sus manos.

El pequeño colibrí abrió sus alitas y voló de sus manos hacia el cuaderno en el que Matlalat
escribía sus historias.

-¿crees que debo dejar que los demás conozcan mi trabajo? - la pequeña ave voló y aleteó
como si estuviera asintiendo.

Matlalat sonrió y se acercó a tomar el cuaderno mientras el colibrí se posaba en su hombro.

- tienes razón abu, debo dejar de tenerle miedo a la opinión de la gente -

Y así lo hizo. Entró a mil y un concursos de escritura, en algunos ganaba y en otros perdía,
pero no dejaba que eso la detuviera. Siempre con la compañía de su madre y su abuela.

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- imagínate el día en el que alguno de tus libros de publique - dijo Tlealt

- ojalá algún día eso pase mamá -

- vas a ver que sí - respondió Tlealt mientras acariciaba la mejilla de su hija

Un gran día, las historias de Matlalat, llegaron a manos de el dueño de una famosa editorial,
que estaba completamente encantado con los escritos de la joven y estaba dispuesto a
publicarlos.

El día en el que Matlalat y Tlealt supieron la maravillosa noticia festejaron como nunca antes.

- tengo que decirle a la abuela - dijo Matlalat muy emocionada.

- ve cariño - respondió dulcemente Tlealt.

La abuela ese día fue a visitar a su nieta. Matlalat le contó todo lo que estaba pasando, y el
ave revoloteó con mucha emoción.

Unos meses más tarde, se publicó el primer libro de Matlalat, se agotó en muchísimas
librerías alrededor del mundo, fue traducido a tantos idiomas. Un logro increíble para alguien
que acababa de publicar su primer libro. Pero luego llegó una nueva creación, que había sido
nominada a un importante premio.

Matlalat había asistido con su madre a la entrega de premios. Las manos le sudaban y sentía
que en cualquier momento el corazón se le iba a salir del pecho.

Se comenzaron a mencionar a los nominados y Matlalat cerró sus ojos un momento y soltó
un suspiro.

- ¡Y el libro ganador es…”Huitzilin”! - Matlalat abrió los ojos de golpe y al instante abrazó a su
madre.

Matlalat se levantó y subió al escenario y recibió el premio, las manos le temblaban como
nunca antes. Llevaba puesto un hermoso vestido blanco con estampado de colibríes, parecía

gob.mx/sep
toda una princesa de cuanto de hadas.

- Buenas noches a todos, la verdad no tengo un discurso preparado, esto que estoy a punto
de decir sale desde lo más profundo de mi corazón.

Quiero agradecerles a las personas que leyeron y apoyaron mi libro, al licenciado Franco
Balderas que es el dueño de la editorial que ha publicado mis libros, a mi madre que me dio
la vida y ha estado a mi lado desde que comencé este gran sueño. Y, por último, pero no
menos importante, a mi hermosa abuela Hutzillin, que, a pesar de ya no estar físicamente, se
que está a mi lado desde su partida. Me ha guiado en todo este largo camino, me he caído y
me he levantado, pero aquí estoy. Sin ella no habría podido llegar hasta aquí -

La joven Matlalat levantó un momento la mirada del público y cerca de la primera fila, vio a un
hermoso y elegante colibrí, que segundos después se transformo en su abuela. Que le sonrió
con suma alegría y le envió un beso a su nieta.
Matlalat sonrió y le devolvió el beso a su abuela.

- esto es para ti abu - dijo con la voz entrecortada mientras las lágrimas comenzaban a caer
cual cascadas de sus lindos ojos, aquellos ojos que se abrían de par en par cada mañana al
escuchar unos golpecitos en su ventana.

AlumnA AUTOR:
Andrea Paulina Tinajero García

PLANTEL:
Escuela Preparatoria Oficial Num. 113
Estado de México

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OBRA GALARDONADA DEL CONCURSO DE EXPRESIÓN LITERARIA
POEMAS Y CUENTOS: EXPRESARTE

cuento
“Amor eterno”

Quien diga que el amor no es eterno es porque nunca ha amado. Esto lo pensaba la escritora
de un reino ya olvidado en el tiempo. Ella era parte de la Corte Real y siempre entregaba
preciosos escritos para deleite del rey.

Un buen día, el monarca le pidió que escribiera el cuento más bonito del mundo para la
mañana siguiente. La escritora con gusto aceptó, porque creía que podía hacerlo sin ningún
problema. Se fue a su casa y comenzó a escribir.

El primer cuento que había escrito era de un conejo que quería volar y aunque era divertido,
ella no se sentía tan satisfecha. Entonces, escribió otro y era sobre un pirata que regalaba
sus cofres de oro a los pobres mientras guardaba arena en sus bolsillos. Era bonito, pero no
era el indicado para ser presentado ante el rey.

Escribía y escribía, pero las historias no tenían lo que ella llamaba "la chispa". Cuando escu-
chó la doceava campanada de la Iglesia, el fuego de su chimenea se había apagado. Desgra-
ciadamente, no contaba con carbón para encender nuevamente el fuego. Vio el montón de
papeles, pero le dio pena quemarlos porque, aun cuando no tuvieran la chispa de siempre,
no merecían ese final.

Decididamente tomó su abrigo y fue a la casa de su amigo el banquero. Él ni siquiera se paró


a ver quién estaba tocando a su puerta. Al ver qué no salía, caminó hacia donde vivía su
amiga la pastelera, pero no se encontraba en su casa. Había tanto frío que le era difícil man-
tenerse en pie, y se desmayó.

Gracias a Dios, el carpintero del pueblo la vio y la llevó a su humilde morada. Encendió la
chimenea y le dio a la escritora una cobija para que no tuviera frío mientras estaba en su
sillón. El calor de la casa la despertó y se espantó porque no sabía dónde se encontraba. El
carpintero la calmó y le dio una taza de chocolate caliente.

- ¿Por qué saliste con este mal clima? -preguntó el señor-

gob.mx/sep
-Porque se me había terminado el carbón y necesitaba terminar con urgencia una tarea que
me dejó encomendada el rey.

La escritora le contó sobre el pedido que le habían hecho y lo difícil que era cumplirlo. Le dijo
también que los cuentos no tenían la chispa que siempre ha caracterizado su trabajo.

-Bueno, te entiendo. A veces me piden muebles con muchos detalles y los hago. Pero cuando
me dicen que los sorprenda con algún grabado nuevo, me cuesta mucho porque yo no sé si
la gente quedará satisfecha.

- ¿Y qué es lo que haces?

-Pienso en momentos felices, y al estar de buen ánimo, el miedo se va. Y al parecer, mi niña,
tienes mucho miedo.

-Sinceramente, sí. Porque de esto depende de quién soy.

-Eso no es cierto. Tú puedes escribir el cuento que te pidió el rey y si para él no le parece que
es el más bonito de mundo, eso ya no está en ti. Lo que debería importarte es que tú te sien-
tas feliz en el proceso de escritura y al leerlo mil veces aún te siga pareciendo un gran cuento.
Lo que haces o lo que dejes de hacer no es lo que realmente eres.

-No sé qué decir...

-No digas nada, y mejor empieza a escribir porque no falta mucho para que amanezca.

El carpintero le entregó hojas, una pluma y suficiente tinta para que pudiera escribir. La escri-
tora tomó los materiales y se sentó en la mesa de trabajo del señor. Cuando iba a comenzar
a escribir intentó acordarse de los momentos felices, pero al hacerlo su corazón se hizo
pequeño de tanta pena que sintió.

-No puedo -dijo con la cabeza agachada y con la voz quebrada-.

-Claro que puedes.

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-No, es que duele recordar...

- ¿Por qué? Imagina que tu vida está divida en capítulos, y cada uno es una vivencia. En vez
de estar triste deberías estar feliz porque tuviste la oportunidad de vivir esos momentos. Tal
vez no todo lo que viviste fue tan alegre ni todos los personajes que estuvieron en el principio
ya no están en los capítulos recientes, pero no te sientas mal por ello. Lee tu historia como si
fuera la primera vez que lo haces. Si vas a llorar, no mojes las páginas porque no podrás leer-
las después.

- ¿Y si el amor de esas vivencias quedó en el pasado?

-El amor es más durable que la mejor madera, más sublime que un mueble ya terminado y
más cálido que una fogata. El amor es eterno, no lo olvides. Porque aun cuando esos recuer-
dos queden en tu memoria y las sonrisas de las personas a las que más quieres también, ahí
seguirá estando presente ese bello sentimiento como si no hubieran corrido los días.

-De acuerdo, pero, ¿puedes quedarte a mi lado mientras escribo? Por favor.

-Está bien, mi niña.

La escritora, con más ánimos para escribir y con chispa de sobra pensó nuevamente en sus
momentos felices. Pero las palabras del carpintero la habían dejado tan serena y en paz que
provocaron que sonriera. A partir de ese pequeño gesto, comenzó a plasmar las palabras en
el papel.

No comenzó con un "había una vez", sino con una noche fría. No imaginó un mundo mágico,
sino una morada cálida y humilde. No escribió sobre un conejo ni pirata alguno, sino sobre
un carpintero que le confirmó lo que pensaba: El amor es eterno.

Alumna AUTOR:
María Fernanda Velasco Pérez

PLANTEL:
EMSAD 297 Amatenango de la Frontera
Estado de Chiapas

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OBRA GALARDONADA DEL CONCURSO DE EXPRESIÓN LITERARIA
POEMAS Y CUENTOS: EXPRESARTE

cuento
“Descubriendo mi camino”

El peso de la mochila en su espalda se acomodó en aquella rutinaria zona, sus pulmones se


inundaron de un aire fresco, el cual soltó con un gran suspiro, haciendo sonar así su llegada.
Olivia acomodó un par de mechones de su cabello atrás de su oreja y emprendió el paso. Las
vacaciones de invierno habían acabado, el último semestre estaba por iniciar. A Olivia no le
molestaba en lo absoluto, se encontraba cansada de estar encerrada en su habitación y
ansiaba ver a sus amigos. Saludó a varios de sus compañeros, algunos con caras felices,
otros con caras largas, y uno que otro con la apariencia de no haber dormido más de tres
horas. Olivia, en cambio, se sentía fresca y de aspecto radiante, no dudó en tomar asiento.

En punto de las 7, la profesora Mara ingresó al aula. Olivia se encontraba feliz, ya que su
profesora favorita sería su tutora en ese ciclo. Con una breve bienvenida, la profesora Mara
dio inicio al último semestre de clases. Olivia se encontraba tan inmersa en la emoción y en
el entorno alegre que no se percató de la conversación.

—…Durante este semestre estarán comenzando una nueva etapa. Es tiempo de escoger su
universidad. En esta semana se iniciará la feria de Universidades. Algunas escuelas vendrán
a dar información sobre sus carreras y planes académicos, asegúrense de aprovecharlo al
máximo, ya que en febrero comienzan las preinscripciones—comentó la profesora.

Palabras tan serenas cayeron como una cubeta de agua fría para Olivia. Su sonrisa tan
radiante fue perdiendo brillo y su mirada fue descendiendo hacia el piso. “Universidad” una
palabra que hacía eco en sus oídos. No había pensado sobre su futuro, ¿a qué se dedicaría
en el resto de su vida? Miró de reojo a sus compañeros, intentando descifrar sus
pensamientos, muchos de ellos se veían… ¡tan tranquilos! Debían estar escondiendo su
preocupación, o no veían la magnitud del problema.

Olivia trató de tranquilizarse, quizá no era para tanto, tal vez encontraría la respuesta a qué
estudiar en el momento que revisara los folletos de las escuelas y escuchara las charlas
inspiradoras de los estudiantes universitarios.

gob.mx/sep
Pasados los días, llegó viernes, la feria llevaba ya dos días instalada en la explanada y Olivia
ya contaba con muchos folletos en su mano. Daba miles de vueltas acompañada de sus
amigas, y cuando alguien le ofrecía un folleto, ella sólo lo tomaba sin mucho preámbulo
mientras su cabeza se llenaba de más dudas.

Al cabo de una hora de dar vueltas por la feria, el dolor de cabeza se volvió insoportable. Se
alejó del bullicio buscando un lugar más tranquilo, necesitaba descansar de la idea que la
estaba atormentando. No tardó mucho en encontrar la sala de lectura, estaba abierta y sin
personas, pareciera que todos estaban concentrados en la feria. Se sentó en uno de los
sillones y observó detenidamente los folletos que tenía en su mano. Las opciones fueron
reducidas a tres. Suspiró y sintió con gran cansancio una pesadumbre en sus ojos. El sillón
en el que se postraba era bastante cómodo, y cuando menos pensó, había caído presa de los
brazos de Morfeo.

No supo cuánto tiempo había estado durmiendo, hasta que unos murmullos en la sala la
hicieron despertar. Al abrir sus ojos se topó con tres miradas llenas de atención, como si
esperaran algo de ella. Impulsivamente se levantó de golpe, asustando a los presentes,
quienes dieron un paso atrás.

—¿Qué está sucediendo aquí? — dijo Olivia con tono exaltado.

Sus ojos viajaron en cada una de las figuras que se encontraban frente a ella. Eran tres
personas, con un aspecto algo diferente. Al sonido de la voz de Olivia, algunos se irguieron,
otros aclararon su voz. Una de las personas dio un paso al frente.

—Hola, Olivia. Es el momento que decidas sobre tu futuro. Vinimos a ayudarte con eso. A
estas alturas, es de suma importancia que elijas el camino que quieras tomar.

La primera en presentarse fue una mujer, tenía un aspecto autoritario, portaba un traje
impecable y en sus ojos se albergaba una mirada de gran seguridad en sí misma.

—¡Hola! Yo represento el espíritu de los estudiantes de la licenciatura de Derecho. Eres


buena con la lógica y tu memoria es muy eficaz, esta podría ser tu carrera. Las materias son
muy accesibles, y mis egresados pueden llegar a ganar muy bien.

gob.mx/sep
Uno de ellos comenzó a reírse. Era un hombre, de bigote muy llamativo, incluso más que el
casco amarillo que portaba sobre su cabeza. La mujer lo miró desafiante esperando a que
hiciera un comentario burlón por lo que ella acababa de decir.

—Disculpa, las materias son “accesibles” sólo si con ello te refieres a pasarte todo el
semestre dentro de una biblioteca. —habló— Yo soy quien representa el espíritu de los
estudiantes de Ingeniería. Una carrera de alto nivel, y sólo los aptos podrán graduarse, y creo
que tú, Olivia, posees el material adecuado para ello ¡sobre todo porque se te facilitan las
matemáticas!

El más alto de los tres estalló en risa, al ingeniero no le pareció nada divertido. El galeno
acomodó su impecable bata blanca y expresó:

—Así como tan “de alto nivel” si la comparamos a la mía, no es. Requiere demasiado trabajo
brusco, ¡ni siquiera hay tacto a los trabajadores! Nada le gana al orgullo de la nación y el
futuro del país. —se dirige a Olivia— Yo represento el espíritu y la ambición de los estudiantes
de Medicina, siempre se te han dado las ciencias en la escuela ¡esto será lo tuyo! No hay
nada mejor que ayudar a los demás, ¡como lo hacen los héroes!

—¡Ay! Prefiero pasar todo el semestre en una biblioteca a durar diez años estudiando para
laborar. Mejor ¡Estudia Derecho! —argumentó la mujer de traje.

Pronto, los tres comenzaron a discutir entre ellos. Gritaban, se contradecían y se excusaban.
Olivia analizó los tres folletos en su mano, eran aquellas tres carreras. No era mentira que le
llamaban la atención, pero, ¡cada una parecía tener un problema! ¿Qué era realmente lo que
ella quería? Las voces cesaron y la miraron con atención. El ingeniero habló:

—¿Entonces? ¿Por cuál te decidirás?

Olivia bajó la cabeza. Todo estaba siendo muy confuso, ¿espíritus? ¿estaba soñando? No
hay forma de que eso sea algo real. Pero, aun así, ¿Qué decidiría? ¿Qué es lo que piensa
hacer de su vida? Se había esforzado tanto en la escuela para entrar a una buena
universidad, y cuando por fin obtuvo el promedio… se encontró en blanco, y perdió su
camino.

gob.mx/sep
—No lo sé. No sé qué quiero estudiar, o hacer en el futuro. —respondió cabizbaja.

Los tres espíritus se vieron preocupados, la abogada se acercó a Olivia señalando sus
folletos y le dio una sentencia:

—Me temo que eso no es bueno. Si no puedes decidirte, no podrás salir de este sueño.
Debes colocar el folleto que elegirás en este buzón. Sólo así podrás volver al mundo real. De
otra forma… estarás vagando sin esperanza por tu vida.

El corazón de Olivia se aceleró, ¿acaso era tan importante elegir su camino? Se sintió
nerviosa, mirando a su costado, encontró los otros siete folletos que había recogido de la
feria. Los hojeó todos, no sentía… ¡nada! La preocupación se adueñó de sus pensamientos.

¿Y si elige ser ingeniera como su padre? ¿o abogada como su madre? ¡ojalá simplemente
pudiera ser doctora como su hermano! Observó el buzón que cargaba la abogada. Se movió
de su lugar y sintió algo en su bolsillo. Cuando lo tomó, ¡era otro folleto! No lo había notado
hasta el momento y le pareció deslumbrante. ¡Eso! ¡Eso era lo que ella quería!

Los tres espíritus la observaron con curiosidad mientras Olivia introducía el folleto al buzón.
Se sentía segura y capaz. La abogada le sonrió por su decisión, le dio palmadas en su
espalda y la felicitó.

“Olivia, Olivia”. Escuchó su nombre a lo lejos mientras todo se volvía borroso. Cuando fue
consciente, abrió sus ojos de golpe. Los espíritus ya no estaban, en cambio, la profesora
Mara se encontraba viéndola con preocupación. Había despertado del sueño.

—Olivia, tus amigos te están buscando. Te quedaste dormida aquí.

—Ah sí, me escapé un momento de ahí. ¡Pero ya no hay de qué preocuparse! Por fin me
decidí a que estudiar. —dijo con admiración.

Al querer comentarle a la profesora su decisión se dio cuenta que… ¡no recordaba el nombre
de la carrera! Sintió un vacío en el estómago. ¡Tanta presión para nada! La profesora tomó
una silla y se acomodó frente a ella.

gob.mx/sep
—Tus amigos me comentaron que has tenido problemas para decidir que estudiar. ¿Es eso
cierto? — Olivia asintió. —Dime, Olivia, ¿qué es lo que más te hace feliz?

Olivia la escuchaba con mucha atención, la profesora Mara era alguien a quién admiraba
mucho. Era joven, inteligente y capaz. Se notaba que amaba su trabajo, ¿podría ella también
llegar a querer tanto una profesión?

—Pasar el tiempo con mis mascotas. Crecí en el campo, y desde niña siempre he sentido una
conexión con los animales. —contestó insegura.

Olivia pensó en los momentos junto con sus mascotas, cada vez que salían a correr, cuando
les daba de comer y hasta las noches en vela cuando una de ellas se sentía mal. No le
gustaba que sus mascotas se enfermaran.

—Y ¿qué temas te gusta aprender en tus tiempos libres?

—Sobre moda, diseño y siempre veo documentales de animales con mi hermano.

En un momento de silencio, Olivia reflexionó. Desde que era una niña siempre le interesaron
los animales, sabía cómo cuidarlos, visitaba al veterinario tan seguido que memorizaba los
medicamentos para sus mascotas.

—¿No has notado algo en común en tus respuestas? — Olivia quedó en silencio— Te haré
una última pregunta, ¿serías más feliz en una oficina rodeada de personas, en un taller
rodeada de máquinas, o en un espacio rodeada de animales?

La respiración de Olivia se cortó por un momento y sus ojos se iluminaron. Cuando llegaba a
casa siempre veía a sus mascotas, en la escuela, amaba estudiar biología y en el campo,
siempre ayudaba a los veterinarios. “Veterinario” pensó. Su profesora, al verla reflexionar, le
dedicó una sonrisa y le dio palmadas en la espalda. La invitó a volver a la feria, a lo que Olivia
aceptó con mucho gusto.

gob.mx/sep
Mientras salía de la sala, Olivia sintió algo en su bolsillo. Lo sacó, se sintió contenta y
nostálgica, siempre estuvo ahí. Regresó por fin con sus amigos, mientras en su mano
apretaba con entusiasmo un folleto de la licenciatura en Medicina Veterinaria y Zootecnia.

AlumnA AUTOR:
Nathaly Sheccid Zavala Herrera

PLANTEL:
COBACH Profra. Irma Garmendia Bazua
Estado de Sinaloa

gob.mx/sep
OBRA GALARDONADA DEL CONCURSO DE EXPRESIÓN LITERARIA
POEMAS Y CUENTOS: EXPRESARTE

cuento
“Por fin”

Estoy sentado en una piedra, la más grande entre ellas en esta pequeña playa de arena clara
y suave. Está algo mojada y fría al igual que el viento. No hay nadie aquí, sólo yo. No tengo
zapatos, el mar se los tragó. Sólo llevo puesta una chaqueta de mezclilla, al igual que mis
pantalones, ya mojados hasta las rodillas. Hace tanto, pero tanto frío, que sé que debo entrar
para no congelarme, pero...
Nunca me había sentido tan bien.

La marea está tan alta como debería estar a las dos de la mañana. Hubo una fiesta aquí hace
un rato y me encerré en casa hasta que todos se fueron. Habían venido a tocar mi puerta para
invitarme a beber algo, pero desde luego que fingí no estar.

Había soñado con vivir en un lugar así desde que era adolescente, no como en alguna playa
en específico, ya que mi país está repleto de playas hermosas, y después de la contaminación
masiva de mi ciudad, mudarnos de ahí fue casi lo único que nos quedaba hacer a todos.

Ahora vivo aquí, con él. Tal como lo habíamos soñado. Nuestra casa es pequeña, a unos
cuantos metros de donde estoy sentado justo ahora, pero construida lo suficientemente alto
como para protegernos de la marea alta. Él está adentro con nuestro perro, durmiendo,
seguramente, ya que no se dio cuenta de que salí. Y espero que no lo haga aún. Creo que
necesito estar aquí un rato más.

Cerré los ojos un momento y respiré profundo. El sonido es tan hermoso. Aunque lo escucho
todos los días, hasta este momento es como si jamás lo hubiese escuchado. Es tan armonioso
como choca violentamente con las rocas frente a mí y se aleja rápidamente como si estas
mismas fuesen a perseguirlo. Necesitaba esto desde que era un adolescente. Siento cómo el
mar se lleva todo dentro de mí con cada respiración. Mis pies hormiguean de tanto frotarlos
contra la arena y mi corazón se siente tan relajado, que tengo que presionar con mi mano
para sentir cómo late. Siento cómo me sana el agua, cómo canta para mis oídos, como si su
única intención fuera relajarme. Siento como me habla, como me susurra dulcemente que
todo va a estar bien y, ese dolor tan latente, que estuvo alojado en mi pecho por tanto tiempo,

gob.mx/sep
ahora se lo lleva con esos roces tan gentiles debajo de mis dedos.

La mano en mi pecho comienza a sudar, dándome calor, y empieza a sentir un pequeño


acelere, tomándome desprevenido. Abro los ojos, y unas lágrimas ruedan por mis mejillas sin
ningún aviso, y al notar tan cálido toque, comienzo a sollozar, al principio de dolor, pero se va
convirtiendo en alivio poco a poco. Hace tanto tiempo que quería esto, y ahora me es regalado,
como cualquier cosa. Salgo por un momento a limpiar el desastre de la playa que dejaron
esas personas, y enseguida es el momento más liberador de mi vida. Por fin puedo soltar ese
dolor que se estuvo alojando en mi garganta por quién sabe cuánto tiempo, pues no recuerdo
haber llorado así nunca. Mi nariz comienza a fluir tanto como mis ojos, y al darme cuenta
paso el dorso de mi mano debajo de esta para limpiarme, y veo nuestro brazalete…

Y sonrío ampliamente por lo feliz que soy, maldita sea. Doy un suspiro tan grande que crea
una armonía con el mar. Al mismo tiempo que la marea se calma, lo hacen mis lágrimas y mi
respiración. El agua ya no tocaba mis pies, y mis mejillas se sentían secas, pero no podía
dejar de sonreír. Cerré los ojos de nuevo, disfrutando de este nuevo mar pacífico y musical
que ahora forma parte de mí. ¿Cómo es que nunca me había detenido a hacer esto? Había
caminado con él durante horas junto a la orilla y nunca lo noté, pero esto era diferente, y
amaba que fuese así. Este silencio es sanador, esta paz que me es otorgada es todo lo que
alguna vez necesité, y no quiero irme de aquí jamás.

Por primera vez veo el cielo y es un poco más claro que hace un rato. No sé qué hora es, pero
toda esta obra de arte que es el mar comienza a ser iluminada y descubierta por el sol,
provocándome una mueca. Ese momento tan liberador que había vivido se estaba acabando,
y no sabía cuándo volvería a vivirlo de esa manera. El ambiente oscuro en el que estaba
sumergido era desvelado y arrebatado de mis brazos cruelmente por el amanecer naranja
que se abría paso entre el agua.

Respiro unas cuántas veces más, dejando que el mar se lleve todo lo que queda, su color tan
claro y su sonido tan hipnótico me cautiva por tal vez una hora más.

Siento una mano en mi hombro, que conozco a la perfección, me toca gentilmente, como de
costumbre, pero ahora con una intención distinta, que es la que me hace girar la cabeza hacia
arriba casi al instante.

gob.mx/sep
—¿Qué te duele tanto? —Dijo en un tono más empático de lo que esperaba.

Sonrío un poco para no asustarlo, pero causando el efecto contrario ya que empiezan a salir
de mí más lágrimas sin siquiera pensarlo.

—No es el dolor lo que me tiene aquí —reí un poco a propósito limpiando mis ojos con mi
manga—. Vamos adentro, por favor. —Tomé su mano y me levanté antes de que él intentara
sentarse a mi lado.

—¿Desde qué hora estás aquí? Ni siquiera te cambiaste de ropa. —Su voz sonaba más
preocupada a medida que caminábamos hacia la casa.

Mantuve la mirada en mis pies y no contesté hasta cruzar el umbral de la segunda puerta de
la casa, y al escuchar el débil azote de ésta, lo abracé lo más fuerte que mis brazos me permi-
tieron, y me apresuré a tomarlo del rostro para besarlo con apuro, tanto que no sabía de
dónde venía. Él me correspondió, aunque algo extrañado, su preocupación no cedió y se
detuvo para encontrarse al fin con mis ojos.

—Estoy muy cansado —dije, a pesar de haberme cargado de energía hace sólo un rato—.
Por favor, bésame. —Y acercándose de nuevo a mí, me envolvió lentamente con sus brazos
cálidos y me besó justo como yo lo esperaba—. Necesito sentirme vivo otra vez, te necesito
a ti. Ahora mismo. —Terminé diciendo entre besos.

Se detuvo y se separó de mis labios para tomar mi rostro, acariciando sus manos con mi
barba que había crecido desde la noche anterior. Me vio directo a los ojos con un poco de
dolor en ellos, lo que me hizo parar por completo y esperar atentamente a que dijera lo que
tenía que decirme.

—Pensé que te habías ido, y salí corriendo de casa, pero al parecer ni siquiera me
escuchaste. —hice una mueca a modo de súplica que terminó sólo en resignación—. ¿Estás
bien?

Lo tomé entre mis brazos y posé mi cabeza en su hombro, dando algunos besos en forma de
disculpa.

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—Sí. —Asentí. Porque así era. Algo había cambiado dentro de mí. Ya no estaba cargando
ese peso que no me estaba dejando vivir ni respirar, incluso me sentía más liviano, pero no
débil. En ese preciso momento, después de tantos años de buscar y tratar de repararme de
mil maneras posibles, por fin podía decir que estaba genuinamente feliz y completo.

Pero él no lo estaba, había algo en sus ojos que me inquietó en el instante en que lo noté,
como un grito de ayuda. Sólo pude tomarlo más fuerte y de los brazos para mirarlo con
compasión. Él creía que yo estaba a punto de caer, pero en realidad temía que él lo hiciera.
Por su aspecto, pálido como la arena, parecía enfermo, algo… roto.

—Tú no. —Notó que yo lo noté. Él nunca tenía que decir nada porque yo lo entendía a la
perfección en cuanto lo veía—. ¿Qué pasa?

Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Rompiéndome el corazón. Y tragó saliva antes
de poder hablar, parecía que quería explotar en palabras, estaba intentando deshacer un
nudo en su garganta. Y yo sólo podía preocuparme más cada segundo.

—No vuelvas a hacerme eso, ¿sí? —Y lo tomé entre mis brazos aún más fuerte que hace
unos momentos, tratando de tranquilizarlo, quería transmitirle mi paz, así como él lo había
estado haciendo conmigo todos estos años.

Suspiró profundamente, trayendo un poco de alivio a mi pecho. Pero un nudo en mi garganta


estaba comenzando a formarse.

—Ya no me necesitas. —Dijo en un hilo de voz, abrazándome sinceramente, como cuando


no te quieres despedir, pero aún así lo haces débilmente porque sabes que tienes que hacerlo.
Entrecerré los ojos con extrañeza, y volví a mirarlo a los ojos buscando una respuesta.

—¿De qué hablas? —Dije, secamente, sin poder expresar emoción alguna.

Respiró profundamente para poder hablar, apenas podía controlar sus sollozos.

—Me necesitaste por un largo tiempo. Y yo te acompañé todo lo que pude para que no te
ahogaras. Casi lo hiciste. —Desvió la mirada hacia el estético mar, que cantaba levemente,

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casi susurrando, como si no quisiera distraernos o interrumpirnos. Como si estuviera
guardando silencio para escucharnos atentamente.

El miedo me golpeó en el estómago bruscamente, y me sentía más pesado segundo tras


segundo. Cada vez que parpadeaba su cara se desfiguraba, como derritiéndose, primero en
una mueca de tristeza, sus lágrimas se llevaban su piel, sus ojos, su cabello, sus huesos,
todos hasta acomodarse en el suelo como un desmayo, de un momento a otro. Su cuerpo
hecho una masa colorida y deforme que se extendía por el suelo con lentitud, llegando a tocar
mis fríos pies.

Y antes de que pudiera decir o hacer cualquier cosa, me estremecí, y abrí los ojos.

Mi respiración era agitada e irregular. Trataba de recuperar el aire, tomando una bocanada
más grande cada vez, hasta que mi pecho se llenó por completo.

Me giré de inmediato a mi lado derecho, al otro lado de la cama. No estaba. Ya no estaba.


Sólo quedaba su silueta dibujada en el colchón, con algunas de sus prendas asomándose por
debajo de las cobijas. Ya lo sabía. Algo dentro de mí ya lo sabía incluso antes de despertar.

Mis notas de la noche anterior reposaban en el escritorio al frente de la cama. Yo siempre lo


pegaba a ésta para escribir más cómodamente durante la noche y madrugada, y él siempre
lo empujaba hacia adelante todas las mañanas, despertándome. Pero esta vez no. No lo
había movido, y tampoco me había despertado.

Alcé la vista y noté una huella en forma de círculo evidente de café sobre dos hojas de las
notas. Cosa que me trajo la respuesta que estaba buscando, a pesar de saberla ya con
certeza.

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Ya no estaba. Todas sus cosas seguían aquí, pero él ya no. Ni siquiera su olor, su esencia, su
voz, su respiración. Ni un rastro. Nada. Se había ido.

Pero ya tampoco lo necesitaba.

Alumno AUTOR:
Abel Elías Zúñiga Noguez

PLANTEL:
Escuela Preparatoria Oficial Anexa a la
Normal de Jilotepec, Estado de México

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