El Diario de Lucía

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El diario de

Lucía
El diario de Lucía.

Un trabajo colectivo resultado del taller libro-arte de la Fundación


Cultural El Hormiguero durante el 2023. Realizado con la participa-
ción y el amor de Dahely, Gabriel, Samuel, María Angel y Maria con
el acompañamiento de Isa y Dani.

Gracias a cada persona que ayudó a que fuera posible construir este
hermoso trabajo de a pedacitos y con calma.

Vereda El Pedregal, Itagüí, Antioquia.


Viernes

Recién llegué a este nuevo lugar. Decidieron que


viniera el viernes para organizar mis cosas durante
el fin de semana e iniciar el colegio el lunes, aun-
que la verdad no sé muy bien qué cosas. Lo único
que pude traer conmigo fueron algunas prendas de
ropa, a Leo y a mi soledad. Incluso estoy iniciando
un nuevo diario porque el viejo tuve que dejarlo.

No quería esto, venir a la casa de mis tíos y convi-


vir con todos porque supuestamente acá me espera
un futuro mejor, pero mi opinión y mi felicidad no
cabían en la maleta. Acá tengo miedo y no sé quién
soy, ni siquiera el que se supone que es mi nuevo
hogar se siente bien.

Solo fue cruzar la puerta y sentir las miradas de


todos, las preguntas de por qué estaba vestida así
o los comentarios de que me debería “arreglar”
más para encajar. Ni siquiera querían a Leo en este
lugar, tuve que hacer un escándalo para que me lo
permitieran.

Estoy muy cansada por el viaje, me están empezan-


do a pesar los ojos.

Adiós.
Lunes

Hoy comencé el colegio, fue horrible. Tuve que


usar una falda de uniforme, tomar dos buses para
llegar y cuando entré al salón me obligaron a pre-
sentarme frente a todo el mundo, pero solo se rie-
ron de mi acento.

El profesor intentó callarlos y decir que no estaba


bien lo que hacían, como si a ellos les importara.

Solo quiero llorar. Me pregunto ¿quién soy?


Sábado

La semana entera fue una pesadilla, estuve sola


todo el tiempo, incluso para comer. Algunas perso-
nas querían hablarme, pero no me parece que tenga
sentido, sé que van a encontrar algún motivo para
reírse de mí y no puedo permitirlo.

Además, esta no es mi casa. Extraño absolutamente


todo: mi cama, mi familia, la comida, mis amigos.
Acá nadie me quiere, he sentido la mirada de mis
tíos y mis primos y sé lo que piensan, desearía nun-
ca haber venido.

Al menos tengo a Leo que me escucha y ronronea


cuando lo toco.

Pero hoy todo fue peor. Como es fin de semana,


mis primos Sebastián y Alfonso iban a salir y desde
mi pieza escuché toda la discusión de mi tía dicien-
do que debían llevarme… ellos sólo respondieron
que yo era muy rara y que con esa ropa no me iban
a sacar a ningún lado. Gritaron como si yo no es-
tuviera en casa, escuchándolo todo. Tuve que salir
a decir que quería quedarme para que todo por fin
parara.

No soporto esto, ojalá pueda volver a casa algún


día.
Miércoles

L se miró en el espejo, no le gustaba lo que veía.

Esa piel oscura bajo la que se marcaban los huesos,


las piernas flaquitas que parecía que en cualquier
momento se pudieran partir en dos por el arco de
las rodillas. Esas caderas angostas y los brazos del-
gaditos con las cicatrices claras que habían dejado
las garras de su gato, los pechos planos y las claví-
culas bajo la piel estirada.

Aunque su cuerpo no le gustara, al menos podía


cubrirlo. Pero con su cara era diferente, la odiaba.

Esas pecas todavía más oscuras, las orejas promi-


nentes y la nariz grande; rasgos que solo se veían
resaltadas bajo el peso de ese marco grande que
necesitaba para ver. Lo único que no odiaba tanto
eran sus labios rellenos que enmarcaban una sonri-
sa agradable las pocas veces que la mostraba.

Debía vestirse, ponerse esa falda gris para salir a


desayunar, pero resultaba imposible dejar de mirar
esa silueta delgada frente al espejo.

Dedos de palo, costillas ensanchadas, un corazón


latiendo bajo la piel de papel.

Ojos que se mueven, el sabor de lo familiar en la


boca, sentir que se ha visto algo, pero no terminar
de reconocerlo.

Finalmente, tela que cubre, pero no esconde.

Un morral, una ruta hacia el sufrimiento.


Domingo

Ayer tampoco salí, al menos mi tía no insistió y mis


primos se fueron, por lo que no tuve que verles la
cara por mucho tiempo en el día.

Pero hoy decidieron hacer un almuerzo familiar, sé


que lo hacen porque me tienen lástima, quieren que
yo sea como ellos.

En fin, desde que me lo dijeron en la mañana, sabía


que todo iba a salir mal.

De nuevo la mirada que atraviesa, la burla en la


cara de mis primos y la incomodidad en el tío. Me
siento como carnada siempre que estamos juntos.

“La fea no se va a sentar al lado mío”, “al lado mío


tampoco, me pega las pulgas que se trajo”.
Siempre el intento de intervención de mi tía. El
silencio del tío.

Pelean sin que yo tenga posibilidad de opinar,


como si fuera invisible. Finalmente me siento al
lado de mi tía para que la discusión no se alargue.

“Lucía, sé que ha sido difícil, Lucía, vamos a com-


prar ropa más bonita, Lucía, puedo enseñarte a ma-
quillar, Lucía, cuéntanos cómo ha ido todo…”

No entienden, nadie entiende absolutamente nada,


todos me miran esperando por la respuesta y mis
primos se burlan de que se me tragaron la lengua
los ratones. Solo quería hacerme invisible y salir
corriendo, pero respondí lo más corto posible y
comí rápido para volver a mi habitación.

He escuchado la conversación, la discusión que


tienen afuera, los comentarios sobre mí.
Solo quiero dormir y desaparecer.
Lunes

Hoy estaba comiendo en el colegio y un niño se


me iba a acercar. Tuve suerte de haberme ido antes
de que llegara, no quiero imaginarme lo que iba a
decir o a hacer.

No entiendo por qué todos son siempre tan crueles.


Viernes

Luego de pasar corriendo toda la semana de ese


niño, finalmente dejé que se me acercara. ¿Qué era
lo peor que podía pasar?

De hecho, fue muy amable. Me preguntó si se po-


día sentar a mi lado y me dijo que se llama Juan
Manuel. No hablamos mucho, pero fue agradable
tener a alguien al lado que no me mirara raro.

Igual no debo confiarme, ya veremos qué pasa.


Lunes

Juan Manuel volvió a acercarse y se quedó conmi-


go en el descanso. No sé si quiere que siempre sea
así, tampoco quiero acostumbrarme a una compa-
ñía que puede esfumarse en cualquier momento
¿por qué esperar algo de los demás si se terminan
largando al final?

Sí, sigo sola.

Pero fue muy bueno, incluso me hizo reír un poco


y pude olvidarme de todo lo que ha pasado las últi-
mas semanas por momentos chiquititos.

Lo mejor es mantener distancia, no puedo disfrutar-


lo tanto.
Miércoles

Juan Manuel me mostró un poema y me pidió que


le dijera Juanma. Me sorprendió mucho porque no
creí que me siguiera hablando y menos que le gus-
tara la literatura. Fue muy bonito, hasta sentí que se
asomó una lagrimita rebelde desde el fondo de mi
alma, pero logré contenerla.

Me preguntó cómo me parecía el poema y le termi-


né contando que me gusta mucho leer y escribir. Es
mi manera de conversar, sabiendo que vivo entre
personas que ni siquiera llegan a verme.

Es un maldito, me agrada y eso me molesta porque


yo me había hecho una promesa.
Martes

Hoy me fui tarde de la casa porque últimamente


parezco tener la cabeza trepada en la luna. Mi sor-
presa cuando salí y vi ese pelero que ya conozco
caminando por la calle, definitivamente me aterri-
zó. ¿Qué hacía Juanma por ahí? ¿Me estaba per-
siguiendo? ¿Hace cuánto sabía dónde vivo? ¿Será
que es una burla y está recopilando fotos para mo-
lestarme o algo así?

Dios mío, no puedo con tanto.

Finalmente esperé que se alejara más y llegué tar-


dísimo al colegio. Ojalá nadie se haya dado cuenta
de que pasé todo el descanso escondida en el baño
porque no quería que él me encontrara.
Jueves

Creo que haber pasado dos días escondiéndome


en el baño no fue una buena idea. Me cansé a los 5
minutos y se me terminó mojando la falda del uni-
forme, esa falda horrible. Tuve que salir para poder
lavarla y me lo encontré. Los dos quedamos tiesos,
yo no sabía qué decir y él solo me miraba. Quería
salir corriendo, pero algo me congeló.

Finalmente me preguntó si estaba bien, yo parecía


un huracán de pensamientos y le conté que lo había
visto por la casa. Le dije mil de las cosas que tenía
encerradas en la cabeza, él solamente se carcajeó.

Desde el principio sabía que yo vivía cerca, según


él es difícil ignorar cuando alguien nuevo llega
al barrio. Pero no había aparecido ni mencionado
nada porque “quería darme mi espacio”.
Está loco, no tengo dudas.

No dijo mucho más, solo me invitó a caminar por


el lugar, parece que no está enojado por haber in-
tentado huir.
Sábado

L iba a salir y, como todas las mañanas, recordó


todos los comentarios y burlas mientras se miraba
en el espejo, pero esa vez era diferente.

Se tomó algunos minutos y se metió al baño. Entre


abrir cajones, destapar frascos y jugar con el cabe-
llo entre movimientos desconocidos para sus ma-
nos, dejó de reconocer a la persona que se reflejaba
en ese vidrio grandote. Corrió de vuelta a su habi-
tación, como si fuera una ratica huyendo, y después
de algunos cambios de ropa salió.

Sabía que la incomodidad y el sentimiento de pa-


yaso la estaban sobrepasando, pero era lo que todos
querían, así tal vez la dejarían en paz.

No esperaba que al asomarse a la sala para cruzar el


pasillo chiquito, que la separaba de la puerta de la
calle, todos estuvieran allí. Las miradas se clavaron
en ella.

Por primera vez desde que había llegado, el tío


decía algo: “no va a salir así, como una puta”. Las
voces estallaron nuevamente.

De repente L era puta, payaso, falsa, intento fallido,


nudo que se derramaba, palillo que se quebraba,
ave náufraga.

Se devolvió e intentó arrancarse la piel mientras se


lavaba con furia. Después se metió a la cama, bajo
la ropa que se había probado de manera tan ridícu-
la.

Los golpes en la puerta frenaron sus sollozos,


quería escuchar. La estaban buscando, él la estaba
buscando.
Sábado

Cuando Juanma entró y le conté lo que pasaba me


puse como un tomate, me pasó una blusa y un pan-
talón de los que estaban regados por la cama y me
convenció de salir de alguna manera.

Caminamos y llegamos a un parque, se tiró al piso


y cuando menos esperaba había sacado cosas y más
cosas de su morral, parecía mágico.

Pintura, colores, papeles, noticas, revistas y libros


¿Dónde los tenía escondidos?

El resto de la semana la pasamos así, pintando, ca-


minando, pegando recortes y muriendo de la risa.
Tanto que se me había olvidado escribir, los días se
fueron muy rápido y el cansancio no me permitía
hacer mucho más que acariciar a Leo antes de caer
dormida.
Hoy mi tía se acercó a hablarme, susurrando, como
para decir algo malo. Me preguntó si tenía novio y
noté su sonrisa de emoción, le dije que no, pero su
respuesta fue “bobita, no sientas pena” entre una
risita exasperante.

No puedo vivir tranquila, pero al menos se veía


contenta. Es algo, ¿no?
Miércoles

Nunca nada puede salir bien en mi vida. Hoy fue


un día horripilante. Yo siempre tuve razón y debí
haberme alejado hace mucho.

Todo estaba tan bien. Había dejado de sentirme


sola y justo hoy a Juan Manuel se le ocurrió que era
buena idea decirme que yo le gustaba. Fue de ca-
mino al parque, después del colegio. Justo cuando
comenzaba a sentir que podía huir de esa casa a la
que no pertenezco.

Pero ya me di cuenta que ni siquiera pertenecía con


él, todo fue una broma muy pesada.

¿Enamorar a la rarita?

Sí, soy ingenua, pero tengo límites. No hay ningún


otro motivo por el que alguien se acercaría a mí
que no sea burlarse. Al parecer soy un chiste, nada
más.

Me siento asqueada, enferma de solo imaginar la


cara de risa de él y sus amigos. No puedo creerlo.
Miércoles

Después de los días felices, no sé cómo sentirme.


Los días van y vienen y yo sigo en modo avión, ni
siquiera sabía que había pasado tanto tiempo desde
que escribí aquí.

Leo me mira y ronronea encima de mí, creo que


sabe que estoy triste. Me escucha contarle días azu-
les todo el tiempo y pareciera entender. Se acurruca
a mi lado y me intenta mimar, se siente suavecito,
no necesito nada más.
Martes

Tal vez Leo no era todo lo que necesitaba. Intento


ser sincera conmigo misma, no es fácil, pero re-
conocerlo me ha ayudado. Aunque la respuesta no
esté en las personas, este fin de semana he intenta-
do pintar para tener más colorcitos en la vida y ver
todo diferente.

Volví al parque donde estuve con Juan Manuel, nos


vi en cada rincón.

Intento darle un nuevo significado a la existencia a


través de lo que él me enseñó.
Sábado

Hoy fui a caminar un ratito para pensar, relajarme,


respirar. Quería pintar pero me encontré un afiche
diciendo que va a haber un taller de libro-arte para
jóvenes. Siento un impulso inmenso de ir pero me
devolví rápido a mi casa porque no pude evitar
pensar en él.

No quiero llegar a que la gente me trate raro, que


me miren extraño y se rían de nuevo de mí. No
puedo con más cambios, con más turbulencias, no
quiero apegarme y terminar huyendo, llorando.

No quiero ir sola, no puedo más. Hacer arte por mi


cuenta, sola, puede ser más que suficiente.
Miércoles

Creo que fui muy dura con Juan Manuel, ni si-


quiera dejé que explicara lo que sentía, solo asumí
y lo alejé de mi vida. Cuando él, sin que yo me
diera cuenta, me ayudó a ver el mundo y la vida de
manera distinta, fue diferente a lo que todos han
sido conmigo. Me mostró nuevos lugares, cosas,
y nunca le interesó cambiar lo que soy, solo me
acompañó.

No sé por qué necesito arruinarlo todo, dudo que


me perdone. No sé con qué cara mirarlo después de
todo.
Viernes

Hablé con Juan Manuel. Le llevé helado afuera de


su casa y le pedí perdón por alejarme, por dejar que
mis heridas hablaran por mí.

Me han lastimado mucho, eso no significa que deba


hacer lo mismo, así no soy yo.

Lo extrañaba, extrañaba reírme con él y pintar, ca-


minar y comer con alguien que me escuchara, que
me viera como lo que realmente soy. Y aunque sé
que las cosas no van a ser iguales de un día a otro,
lo quiero y me quiere. Las cosas pueden sanar.
Jueves

Los días se han sentido más tibios. Aunque me cos-


tó, pude disfrutar algunos días estando sola, pintan-
do, caminando y pensando en mí.

Pero es bonito compartir la existencia con esa gente


que queremos, que nos quiere.

Le conté a JuanMa del taller de libro-arte que ví el


otro día, quería que me acompañara. Él no quiso,
me dijo que por qué no iba sola.

Voy a pensarlo, no sé qué hacer.


Martes

Fue el primer día del taller, no éramos muchos y


todos parecíamos algo tímidos.

Hablamos y nos reímos, me ayudaron a integrarme


y me preguntaron por mí. Me sentí tan emocionada
pero tan asustada que quería volar.

Todos fueron muy lindos, María nos habló de algu-


nas cosas que le dolían en la vida y pintamos sobre
lo que nos lastimaba a cada una, los monstruos que
nos daban miedo. Lloré un poquito pero creo que
nadie vio.

Parece que sí fue una muy buena idea venir, ya


quiero que sea la otra semana.
Lunes

Las cosas de a poco han cambiado bastante. En la


casa de mi tía todo sigue siendo difícil, pero cada
vez nos calmamos más y el lugar se siente más
como mi casa.

Pinté las paredes e hice collages para pegar, tomé


algunas fotografías y textos para decorar rinconci-
tos. Hay muchas formas de habitar los espacios y
eso me ha ayudado a mí.

Leo es menos tímido y sigue siendo mi bebé, me


ronronea en el pecho. Los días que lloro y me
siento mal, acariciarlo me calma y me hace sentir
mejor.

JuanMa me visita de vez en cuando, seguimos sa-


liendo a pintar, hablar, caminar o un poco lo que
pueda surgir.
Lo bueno es que no salgo solo con él. A los de li-
bro arte, que están un poquito locos, siempre se les
ocurre algo para hacer. Desde ir a pintar un muro
hasta gritar en conciertos o ir a talleres, todo pare-
ciera ser un buen plan para ellos. Yo los sigo y me
río mucho.

Conocerlos y tenerlos de amigos me ha salvado


muchas muchas veces.
Viernes

Debo confesar que te tenía en el olvido y encontrar-


te fue una casualidad. Realmente estaba buscando
algunas pinturas y cosas viejas y ví tus hojas en una
esquina, no pude resistirme a revisarte y a sacar un
lapicero.

Han pasado muchos meses desde la última vez que


escribí en tí, tal vez este sea el momento de despe-
dirme de estas páginas que me ayudaron a sobrelle-
var tantos cambios.

Primero, quiero contarte que ahora la vida es bue-


na, he descubierto personas maravillosas y espacios
que me gustan. No todo es perfecto, de hecho aún
tengo días muy malos, pero ahora hay más colores
y sonrisas que me ayudan a sobrellevar la existen-
cia.
Ha pasado tanto tiempo, que de hecho JuanMa y yo
ahora somos novios, luego de tantos días y tantas
cosas que pasaron. Fue complicado, pero el arte y
lo raritos nos unió.

Los de libro-arte no han cambiado mucho, siguen


estando igual de locos, solo que ahora comparto
más que un taller con ellos, nos hemos vuelto bas-
tante cercanos y realmente los amo con toda mi
alma.

Me he dado cuenta que las personas somos como


fichas de rompecabezas, y aunque nos sintamos
solos, siempre encontraremos dónde y con quiénes
encajar, pero no podemos forzarnos a hacerlo ni
negarnos a buscar nuestras piezas que encajen por
miedo a nunca hacerlo. Toma tiempo, pero algún
día pasa.

Gracias por haber sido mi refugio, por permitirme


escribir y contarte todo lo que pasaba, por seguir
guardando mis historias y secretos aunque los días
y los meses cambien.

Por último, quiero decirte que no he dejado de es-


cribir, pero ahora lo hago de manera diferente, en
otras hojas y espacios.

Gracias de nuevo y por siempre.

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