La Luz Infinita

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LA LUZ INFINITA

SHABAT ES EL DIA DE LA SEMANA en que Dios nos invita a compartir con Èl una
intimidad perfecta, ayudándonos a alcanzar un estado màs elevado de conciencia
en el que nuestro espíritu se fusiona con lo Divino. En Shabat podemos enfocar
todas nuestras emociones hacia Dios con la intensidad de un rayo láser,
sintiéndonos unidos a Èl con todas las facetas de nuestra alma.

Analicemos el versículo en el que Dios nos comunica el precepto de observar


Shabat, que se encuentra en la lectura semanal de la Toràh conocida como Ki Tisà
(Èxodo 31:13,17):

Los israelitas cuidaran el Shabat, haciéndolo un dia de descanso para todas las
generaciones, como un pacto eterno. Es una señal entre Mí y los israelitas que
durante los seis días de la semana Dios Hizo el cielo y la tierra, màs en el séptimo
día [Shabat], Èl dejó de trabajar y Se dedicó a lo espiritual.

Estos versículos nos comunican siete conceptos distintos, siete herramientas o


“joyas” espirituales que pueden enriquecer nuestra observancia de Shabat y
ayudarnos a percibir dimensiones màs elevadas. Cada una de ellas será analizada
detalladamente en otro capítulo de este libro, pero a continuación presentamos una
breve reseña de las mismas:

1. “Haciéndolo [a Shabat] un día de descanso”, convirtiendo a nuestro propio


ser en una morada para la presencia Divina (vèase el capítulo 4).
2. “Como un pacto eterno. Es una señal entre Mí y los israelitas”, se refiere a la
unión entre el Todopoderoso y las almas de la Congregación de Israel (vèase
el capítulo 2).
3. “En el séptimo dia [Shabat], Èl dejo de trabajar y Se dedicó a lo espiritual
(Shabat vayinafash)”, se refiere al alma adicional que recibimos en Shabat
(nèfesh es el termino genérico que significa “alma”; vèase el capítulo 3).
4. “Haciéndolo un día de descanso”. Nosotros “hacemos” del séptimo dìa un
Shabat mediante la preparación de deliciosos manjares que serviremos ese
dia. Al deleitarnos con esas comidas, podemos en cierta medida alcanzar el
goce espiritual (vèase el capítulo 4).
5. “En el séptimo dìa”. Esto alude a la Corona de Dios, el aspecto de la
Majestuosidad Divina que no es relevado en el séptimo día (vèase el capítulo
5).
6. “Yo, Dios, os santifico”. El estado de santidad nos permite discernir la gran
diferencia existente entre la cercanía con Dios que sentimos en Shabat y
nuestra condición durante el resto de la semana (véanse los capítulos 4,5 y
6).
7. Por ùltimo, el Talmud comenta sobre los versículos antedichos: “Dios dijo a
Moisès: “Tengo un obsequio precioso entre Mis tesoros ocultos y su nombre
es Shabat. Ve y hazlo saber a los israelitas”. “Hazlo saber” (Iehodi`am) se
refiere a da`at, el intimo conocimiento de dios que es fruto de observar el
Shabat (vèase el capìtulo 2).

Al estar conscientes de estos medios, podemos iniciar el proceso que nos lleve
al plano meditativo de la experiencia sabática.

Sin embargo, antes de explicar estas herramientas una por una, debemos
abordar otro punto. El precepto de observar Shabat, tal cual se expresa en
ambos versículos de Èxodo 31, fue impartido en referencia a la construcción del
Mishkàn, el santuario portátil que acompaño a los judíos hasta la construcción
del Templo sagrado en Jerusalèn. Las instrucciones para construir el Mishkàn
fueron dadas despues del pecado del becerro de oro. Por ello, se le conoce
como el “Santuario del Testimonio”, puesto que daba fe del hecho de que Dios
había perdonado a los israelitas por haber caìdo en la idolatrìa.

No obstante, el precepto de observar Shabat había sido dado anteriormente,


primero en el capítulo de la Toràh que habla sobre el Maná y nuevamente como
uno de los Diez Mandamientos.

Vereis que Dios os ha entregado el Shabat y por ello os he dado alimento para
dos días el viernes (Exodo 16:28).

Pues en seis días Dìos hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que se encuentra
en ellos, mas Èl descanso en Shabat. Por ello, Dìos bendijo el Shabat y lo
santifico (Èxodo 20:11).
En estos versículos, Moisés comunicó a los israelitas el precepto de cuidar
Shabat en términos sumamente generales, sin mencionar las siete herramientas
de revelación que podrían generar un estado màs elevado de conciencia. Las
instrucciones detalladas de estas “joyas” –como las llama el Zohar- fueron
transmitidas sólo despues del pecado del becerro de oro, en Èxodo 31.

Esto se debe a que, durante la revelación en el Sinaì, los judíos sin excepción
alcanzaron un nivel tan intenso de santidad que casi se convierteron en angeles
y, por su cuenta, fueron capaces de absorber una mayor proporción de la
conciencia sabática; empero, despues del pecado del becerro de oro, regresaron
a su nivel de mortales. Sobre ello, dice el versículo: “Manifestè: Sois angelicales,
todos soìs hijos del Altìsimo, mas tal como hombres pareceréis” (Salmos 82:6-7).

Llegado ese punto, el Shabat hubo de transmitirse en forma distinta.

Dios es conocido como Ein Sof, el infinito La Toràh, en tanto la voluntad de Dios,
comparte esta cualidad de infinitud. Sin embargo, no podemos percibir este nivel
de Toràh directamente, dado que es como una luz poderosa concentrada bajo
una superficie. Toda luz que se asoma por encima de la superficie es una
extensión de aquella que está concentrada debajo. Todo haz de la luz Infinita
que brilla por encima de la superficie se origina en la acumulación subyacente,
en gran medida como una rama que está conectada a las raíces de un árbol.

De igual forma, la Toràh posee una dimensión revelada y una tradición esotérica.
La parte manifiesta, la Toràh Escrita y Verbal, se transmite en forma de letras.
Las letras son como recipientes que contienen la luz, condensàndola para
ajustarla a su tamaño y calidad.

Con todo, dado que los misterios de la Toràh son la esencia misma de la Luz
Infinita, la cualidad finita de las letras no puede representar esta fuente de
sabiduría en toda su complejidad. La sabiduría no puede plasmarse en palabras,
sino que permanece en un plano de “visión y percepción”: una visión del
corazón, es decir, una percepción directa de las ideas.

Esto nos ayuda a comprender las enseñanzas del Arí. El Arí explicó que los
misterios de la Torá son una kabalá, "algo que se recibe". No es un conocimiento
que pueda alcanzarse a través de la finitud de las letras, sino una percepción
que debe "recibirse" de un maestro que, a su vez, la recibió de otro que le
antecedió. La percepción de la tradición esotérica es, pues, una fusión de
espíritus con lo Divino que, por su misma esencia, no puede plasmarse en letras.

La revelación de los secretos de la Cabalá fue encomendada por primera vez en


forma escrita a Rabí Shimón bar Yojai, conocido como Rashbí, un erudito del
siglo II, quien redactó el Zohar. Pese a que hubo muchos sabios anteriores que
habían alcanzado un elevado nivel de conocimiento práctico en las enseñanzas
esotéricas de la Toráh, sólo Rashbí fue autorizado para transmitir el Zohar en
forma de letras, dado que vivió después de la destrucción del Templo. En tanto
el Templo se mantuvo en pie, una luz Divina impregnaba el mundo. Los secretos
de la Toráh podían permanecer en la esfera de "la visión y la percepción", que
trascendía los límites de las letras. No obstante, después de la destrucción del
Templo, esta luz fue opacada. Con todo, Rabí Shimón recibió permiso del Cielo
para comunicar algunos de estos secretos por escrito, de modo que un selecto
elenco de discípulos recibiera la luz por el conducto mundano de las letras. A
medida que la santidad de las generaciones disminuía, la luz se empañaba cada
vez más. Nuevamente, del Cielo se dio autorización para que un sabio, el Arí,
plasmara por escrito una mayor cantidad de los secretos de la Toráh. Esto
representó una condensación de la luz, empero autorizada debido a que la visión
del corazón de cada generación iba en franca decadencia, con lo cual surgió la
necesidad de utilizar el medio escrito para transmitir la luz Divina. Unas cuantas
generaciones después del Arí llegó el Baal Shem Tob, quien desempeñó idéntica
función. Sin embargo, cabe señalar que ni el Arí ni el Baal Shem Tob fueron
capaces de confinar su sobrecogedora percepción de la Luz Infinita al medio
escrito. Ellos transmitieron sus enseñanzas verbalmente y fueron sus discípulos
quienes las redactaron sobre papel. Incluso Rabí Shimón escribió sólo la primera
"Mishná" del Zohar; sus alumnos escribieron el cuerpo principal del Zohar unos
70 años después de su muerte.' A medida que la sabiduría y santidad de las
generaciones seguía decayendo, fue cada vez mayor el número de secretos de
la Toráh que debió presentarse en forma escrita; de lo contrario, las personas
sencillamente no podrían percibir la luz. Lo mismo se aplica al precepto de
observar Shabat, cuya importancia es equivalente a toda la Toráh. También se
dice que Shabat es infinito, en las palabras de la Biblia, "una herencia sin
límites". Antes de la entrega de la Torá, los judíos se hallaban en el nivel de
"seres angelicales", "hijos del Altísimo", y por ello la luz de Shabat les fue
entregada directamente, no en la forma limitada de letras sino como la luz
ilimitada del En Sof "Veréis que Dios os ha entregado el Shabat", no como una
revelación que pueda ser contenida por palabras, sino en una forma que sólo
puede verse con el corazón. En cada Shabat con posterioridad a ello, Israel pudo
encumbrarse a alturas sin precedentes, a tal grado que el Shabat anterior
parecía en comparación como un día común y corriente, puesto que cada
Shabat resplandece una luz que nos hace sentir como si nunca antes
hubiésemos observado un Shabat. Cada Shabat adquiere la calidad del primero
y de ahí que el Talmud nos enseña que si los judíos hubieran tan sólo cuidado el
primer Shabat, habrían sido redimidos de inmediato. En otras palabras, cada
Shabat es "un primer Shabat" desde la perspectiva de la nueva luz que es
creada para ese Shabat en particular. Así debió ser —antes el pecado del
becerro de oro— cuando los israelitas se hallaban en un nivel espiritual tan
excelso que eran capaces, por su propia cuenta, de obtener el estado superior
de conciencia sabática de su misma Fuente; de ahí que las siete joyas del
Shabat sólo habrían servido para opacar su conciencia de lo Divino e impedir su
contacto con la Luz Infinita. Con todo, después del pecado, cuando ya los judíos
no pudieron relacionarse con Shabat en el plano de la "visión y percepción",
hubo que comunicarles expresamente las siete joyas de Shabat, cuyas letras
físicas pasarían a ser canales por los cuales ellos absorberían la luz y se
beneficiarían de ella. No obstante, incluso después del pecado del becerro de
oro, aquellos virtuosos que habían alcanzado un cierto nivel de santidad aún
pudieron sentir el Shabat en todo su prístino esplendor. "Tengo un obsequio
precioso entre Mis tesoros ocultos y su nombre es Shabat. Ve y hazlo saber a
los israelitas", dijo Dios a Moisés después del becerro de oro. El Todopoderoso
quiso hacernos saber que, aunque el pecado había opacado las luminarias
etéreas del pueblo y que de ahí en adelante tendrían que esforzarse
considerablemente para recobrarlas, el don del Shabat era que su luz no se veía
obstruida por la naturaleza física de los israelitas, como todas las demás luces.
En Shabat, ellos podrían absorber la luz de la Toráh sin el esfuerzo que se hace
menester durante la semana. Cada Shabat, la cantidad de luz revelada a los
judíos guardaría una proporción directa con la intensidad de su anhelo espiritual.
En los capítulos que siguen examinaremos las "joyas" de la experiencia sabática
que se encuentran a nuestro alcance. Aprenderemos la forma de enfocar nuestra
mente en Dios con una nitidez cada vez mayor, hasta que la miopía heredada de
quienes perpetraron el pecado del becerro de oro se desvanezca por completo.

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