La Luz Infinita
La Luz Infinita
La Luz Infinita
SHABAT ES EL DIA DE LA SEMANA en que Dios nos invita a compartir con Èl una
intimidad perfecta, ayudándonos a alcanzar un estado màs elevado de conciencia
en el que nuestro espíritu se fusiona con lo Divino. En Shabat podemos enfocar
todas nuestras emociones hacia Dios con la intensidad de un rayo láser,
sintiéndonos unidos a Èl con todas las facetas de nuestra alma.
Los israelitas cuidaran el Shabat, haciéndolo un dia de descanso para todas las
generaciones, como un pacto eterno. Es una señal entre Mí y los israelitas que
durante los seis días de la semana Dios Hizo el cielo y la tierra, màs en el séptimo
día [Shabat], Èl dejó de trabajar y Se dedicó a lo espiritual.
Al estar conscientes de estos medios, podemos iniciar el proceso que nos lleve
al plano meditativo de la experiencia sabática.
Sin embargo, antes de explicar estas herramientas una por una, debemos
abordar otro punto. El precepto de observar Shabat, tal cual se expresa en
ambos versículos de Èxodo 31, fue impartido en referencia a la construcción del
Mishkàn, el santuario portátil que acompaño a los judíos hasta la construcción
del Templo sagrado en Jerusalèn. Las instrucciones para construir el Mishkàn
fueron dadas despues del pecado del becerro de oro. Por ello, se le conoce
como el “Santuario del Testimonio”, puesto que daba fe del hecho de que Dios
había perdonado a los israelitas por haber caìdo en la idolatrìa.
Vereis que Dios os ha entregado el Shabat y por ello os he dado alimento para
dos días el viernes (Exodo 16:28).
Pues en seis días Dìos hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que se encuentra
en ellos, mas Èl descanso en Shabat. Por ello, Dìos bendijo el Shabat y lo
santifico (Èxodo 20:11).
En estos versículos, Moisés comunicó a los israelitas el precepto de cuidar
Shabat en términos sumamente generales, sin mencionar las siete herramientas
de revelación que podrían generar un estado màs elevado de conciencia. Las
instrucciones detalladas de estas “joyas” –como las llama el Zohar- fueron
transmitidas sólo despues del pecado del becerro de oro, en Èxodo 31.
Esto se debe a que, durante la revelación en el Sinaì, los judíos sin excepción
alcanzaron un nivel tan intenso de santidad que casi se convierteron en angeles
y, por su cuenta, fueron capaces de absorber una mayor proporción de la
conciencia sabática; empero, despues del pecado del becerro de oro, regresaron
a su nivel de mortales. Sobre ello, dice el versículo: “Manifestè: Sois angelicales,
todos soìs hijos del Altìsimo, mas tal como hombres pareceréis” (Salmos 82:6-7).
Dios es conocido como Ein Sof, el infinito La Toràh, en tanto la voluntad de Dios,
comparte esta cualidad de infinitud. Sin embargo, no podemos percibir este nivel
de Toràh directamente, dado que es como una luz poderosa concentrada bajo
una superficie. Toda luz que se asoma por encima de la superficie es una
extensión de aquella que está concentrada debajo. Todo haz de la luz Infinita
que brilla por encima de la superficie se origina en la acumulación subyacente,
en gran medida como una rama que está conectada a las raíces de un árbol.
De igual forma, la Toràh posee una dimensión revelada y una tradición esotérica.
La parte manifiesta, la Toràh Escrita y Verbal, se transmite en forma de letras.
Las letras son como recipientes que contienen la luz, condensàndola para
ajustarla a su tamaño y calidad.
Con todo, dado que los misterios de la Toràh son la esencia misma de la Luz
Infinita, la cualidad finita de las letras no puede representar esta fuente de
sabiduría en toda su complejidad. La sabiduría no puede plasmarse en palabras,
sino que permanece en un plano de “visión y percepción”: una visión del
corazón, es decir, una percepción directa de las ideas.
Esto nos ayuda a comprender las enseñanzas del Arí. El Arí explicó que los
misterios de la Torá son una kabalá, "algo que se recibe". No es un conocimiento
que pueda alcanzarse a través de la finitud de las letras, sino una percepción
que debe "recibirse" de un maestro que, a su vez, la recibió de otro que le
antecedió. La percepción de la tradición esotérica es, pues, una fusión de
espíritus con lo Divino que, por su misma esencia, no puede plasmarse en letras.