Articulo8 7 8
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Aquel hombre que había ido a la milpa escuchaba todas las palabras y
oyó que era la voz del hombre que había sido marido de su mujer. Lo que lle-
vaba aquel difunto se oía bien que todavía estaba hirviendo y algunos de sus
compañeros le decían que lo aventara y ellos le convidaban un poco de lo
que llevaban. El hombre, al escuchar y reconocer aquella voz, marchó para
su casa y al llegar le dijo a su mujer: “Pon a calentar el agua, vamos a matar
al marrano.” Empezó a arreglar y adornar su altar; al terminar mató a su
marrano; su mujer empezó a moler e hizo tamales y luego luego pusieron
la ofrenda al anochecer. Al siguiente día, al amanecer, aquel hombre no se
levantaba y cuando lo fueron a ver ya estaba muerto. Es porque no quiso
que pusieran ofrenda y aunque lo hizo después ya no le valió porque ya se
habían ido aquellos difuntos. Y ahora, por muy humilde que la gente sea,
siempre se ponen ofrendas en el altar.