16 Marcos Rafael Blanco Belmonte

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Marcos Rafael Blanco Belmonte (1871-1936)

A pesar de que Marcos Rafael Blanco Belmonte fue autor de varios relatos,
diversos cuentos infantiles, un buen puñado de obras dramáticas, una novela
histórica, variados libros de poesía, desde su inicial, juvenil y modernista Aves
sin nido, de 1902 y a pesar de haber sido incluido por Emilio Carrere en La corte
de los poetas, no es posible hablar de él como uno de los autores decisivos
de la época. En su obra, sin ser definitorios, «no le son del todo ajenos cierto
impulso de renovación formal y la asunción de algunos motivos temáticos
característicos del modernismo más exteriorizante: el ritmo de arte mayor
dodecasílabo, las princesas wagnerians, los joyeles evocadores del paso o el
exotismo islámico» (Olmo Iturriarte y Díaz de Castro, 2008: 172). Ello entronca, en
numerosas ocasiones, con una visión hasta cierto punto épica e idealizada de
lo medieval como sucede en los poemas de temática cidiana aquí recogidos:
«La venganza del Cid», «Protesta del campeador», ambos de Los que miran
más allá (1911), «La nochebuena del Cid», de La patria de mis sueños (1913)
o «Los hermanos de Álvar Fáñez», de Al sembrar los trigos (1913). Esta visión
exaltada y patriótica que se desprende de estos poemas es mucho más
explícita en «¡España!», donde las alusiones al pasado medieval de la Península,
así como a otros acontecimientos históricos, están dirigidos a un final en que
el hablante lírico exclama que al morir desea «besar su tierra con mi muerta
boca /y estrechar a mi Patria contra el pecho». «Joya de Ávila», también de
La patria de mis sueños, ubica la voz del sujeto lírico en el Monasterio de Santo
Tomás de Ávila, frente al sepulcro del Infante don Juan, en una clara inmersión
en lo medieval, un recurso sobre el que retorna en «El alma del califa», de
Al sembrar los trigos, ahora desde una óptica orientalista, tan ligada con el
gusto modernista de la época (Olmo Iturriarte y Díaz de Castro, 2008: 172).
«Ante el Castillo de Coca» no es una mera descripción arquitectónica de un
edificio medieval, sino que los muros, las almenas y los fosos permiten a Blanco
Belmonte realizar un recorrido histórico que, principalmente, sobrevuela la
figura de sus constructores y recorre detalles de la Guerra de las Comunidades
de Castilla. Finalmente, «Las joyas del juglar» es un poema de alabanza a lo
popular, explicitada por la vinculación socio-literaria pueblo-romancero.
Debido a lo extenso de la obra de temática medieval de Marcos Rafael
Blanco Belmonte, tan solo hemos incluido algunos poemas. Las referencias a
los poemas no antologados son las siguientes:
«Voces de ayer» (La patria de mis sueños, 1912, pp. 33-37)
«Fe de vida» (La patria de mis sueños, 1912, pp. 65-68)

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«La pena de vivir» (La patria de mis sueños, 1912, pp. 157-160)
«Al sembrar los trigos» (Al sembrar los trigos, 1913, pp. 7-11)
«Vidas de antaño» (Al sembrar los trigos, 1913, pp. 15-24)
«Ante todo, la madre» (Al sembrar los trigos, 1913, pp. 37-43)
«La nochebuena de los siglos» (Al sembrar los trigos, 1913, pp. 105-111)
«Pro patria» (Al sembrar los trigos, 1913, pp. 169-173)
«Alma de golondrina» (Al sembrar los trigos, 1913, pp. 183-187)

La venganza del Cid

I
De Castilla desterrado
con su hueste sale el Cid;
Vivar despide al caudillo
y llora al verlo partir;
Ceñudo marcha Ruy Díaz,
ceñudo va Pero Gil146
el escudero bizarro
del invicto paladín;
van plegadas las banderas,
y, en la mañana de abril,
mudos están los tambores
y sin aliento el clarín.
¡Es un cortejo de luto
la brava hueste del Cid!

Por desamor de Castilla


sale de Castilla el Cid;
las nubes del desafecto
no dejan al sol lucir;
hierven de enojo las almas
de la hueste varonil
que nunca cejó luchando
que siempre venció en la lid;
todos sueñan con vengarse
de aquel agravio ruin
146. Dice la leyenda que Pero Gil fue un caballero del Cid que en la zona de Tramacastilla (Teruel) fue
sorprendido por un contingente musulmán que comenzó a perseguirlo. Al llegar al desfiladero de Barran-
cohondo se vio acorralado y espoleó a su caballo para saltar de un lado al otro del río, salvando una
distancia imposible y huyendo de los musulmanes. Las patas, cuenta la leyenda, quedaron marcadas en
la roca. Hoy en día, a esa zona se la conoce como «Salto de Pero Gil» (Beltrán, 1979: 112).

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que aleja del patrio suelo


al luchador más gentil.
¡Por no caber en Castilla
se va de Castilla el Cid!

Al llegar a la frontera
detiene su hueste al Cid;
despléganse los pendones
grita arrogante el clarín,
los tambores redoblando
rasgan los aires de abril,
y llevan voces de guerra
a los campos de muslín.
–Tú me destierras, Castilla
–exclama el bravo adalid–;
me echas de tu suelo, patria,
no quieres que viva en ti;
¡por la cruz de mi Tizona
juro vengarme o morir!

Y aguijando su caballo
sale de Castilla el Cid.

II
Tiemblas Castilla admirada
al saber nuevas del Cid.
Mueven a gozo y a envidia
las glorias del paladín.
Ya en las vegas egabrenses147
avasalla a Motamid,148
ya entra en Monzón y derrota
al morisco rey Mondhir,149
ya en Segorbe y en Murviedro150
tributos cobra al muslín,
147. Gentilicio del municipio de Cabra (Córdoba).
148. Al-Mutamid​fue el rey de la taifa de Sevilla (1069-1090) y último rey abadí, que libró varias batallas
con Alfonso VI a finales del siglo XI.
149. Monzón hace referencia al municipio oscense hacia el que, a finales del siglo XI, había avanzado la
hueste del Cid desde Lérida.
150. Segorbe: municipio del interior de la provincia de Castellón. Aparecía en el Cantar de mío Cid. Mur-
viedro: Sagunto, municipio de la costa en la provincia de Valencia. La ruta natural para acceder desde
Aragón hasta Valencia atraviesa Segorbe y Sagunto, paralela al curso del Río Palancia.

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triunfa en tierra aragonesa


del hijo de Moctadir,151
y cobra fuerte rescate
al señor de Albarracín;152
lauros cosecha Rodrigo
del Ebro al Guadalquivir;
¡no hay monarca ni guerrero
que pueda igualar al Cid!153

Porque en Castilla lo llama


a Castilla vuelve el Cid.
El Rey le sale al encuentro,
y, entre toques de clarín,
avanza por la llanura
la hueste del adalid.
Y al llegar a la frontera
–como en el lejano abril–
detiene el Cid a su tropa
pronta a clamar o a rugir,
y, haciendo gran reverencia,
así dice, al Rey, el Cid:
–Por la cruz de mi Tizona
juré vengarme o morir;
con el favor de los cielos
mi juramento cumplí;
de la tierra castellana
fue ley hacerme salir;
de mi patria me lanzaron
y nunca de ella me fui,
¡se hizo tierra de Castilla
la tierra que pisó el Cid!
Luché contra siete reyes

151. Al-Muqtádir fue rey de la taifa de Zaragoza desde 1046 hasta 1081. Al-Mutamán, su hijo, fue here-
dero de la corona, que mantuvo desde 1081 hasta 1085. El Cid, desterrado de Castilla en 1081, sirvió a
Al-Mutamán junto a sus mercenarios hasta 1086, momento en que Alfonso VI intentó conquistar la ciu-
dad, lo que le hizo romper lazos con los musulmanes por un conflicto personal de intereses, al ser su señor
natural, el rey de Castilla, quien atacaba la ciudad.
152. Municipio de la provincia de Teruel. Fue conquistado por las tropas del Cid en 1090. Aparece nom-
brado, también, en el Cantar de Mío Cid. Durante esos años, el rey de la pequeña taifa de Albarracín
fue Abd al-Malik ibn Razin.
153. Resulta, teniendo en cuenta la distribución geográfica de los espacios anotados, cuanto menos
curioso, por no decir imposible, el recorrido de la hueste del Cid que plantea Blanco Belmonte en estos
versos. Lo podemos tomar bien como un error o bien como una licencia poética.

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y a los siete los vencí;


os los traigo por vasallos
con riquísimo botín.
Y cuando juzguéis pequeños
los reinos que, en buena lid,
os he ganado, ¡mandadme
otra vez fuera de aquí!
Siempre, aún lejos de Castilla,
estará en su patria el Cid.

III
Así procede el buen hijo
de corazón varonil,
cuando la patria lo hiere
con desafecto ruin.
Así son los caballeros
que no humillan la cerviz
ni a la sinrazón altiva
ni al rencor salvaje y vil.
Así fueron los caudillos
que en epopéyica lid
hicieron grande a su patria
luchando contra el muslín.
Así nobles, generosos,
fueron siempre, ¡siempre así!

Hermanos que, en otras tierras,


bravos combates reñís;
emigrantes españoles
que buscáis lejos de aquí
albergue, pan y trabajo,
vuestras armas esgrimid;
y si, al dejarnos, jurasteis
tomar venganza o morir,
luchad cual hombres honrados
y, de la lucha en el fin,
sea, al volver vuestra venganza,
¡la venganza de Mío Cid!
(Los que miran más allá, 1911;
extraído de Romancero del Cid, edición de Luis Guarner, 1954, pp. 437-439)

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Protesta del campeador

I
Murió luchando en Valencia
Cid Rodrigo el Campeador;
murió venciendo con gloria
como con gloria vivió;
Castilla vive de luto,
siente el moro admiración,
y, entre el respeto de todos
–un respeto que es amor–,
lentamente, por jornadas,
desde el Turia al Arlanzón154
llevan el muerto despojo
del que a Castilla ensanchó.
Ayer, pequeño era el mundo
para encerrar su ambición.
¡Hoy cabe entre cuatro tablas
Cid Rodrigo el Campeador!

En San Pedro de Cardeña,


cerca del altar mayor,
entre enemigos pendones
que en cien combates ganó,
descansa el cadáver yerto
del glorioso luchador.155
Plañideras las campanas
gimen con doliente voz,
y en la castellana estepa
no relumbra el claro sol,

154. El río Turia nace en Muela de San Juan (Teruel), concretamente en los Montes Universales y desem-
boca en la ciudad de Valencia. El Arlanzón, por su parte, nace en la Sierra de la Demanda (al sureste de
Burgos) y desemboca en el río Arlanza, afluente del Pisuerga y, a través de este, afluente del Río Duero,
que atraviesa Castilla León para desembocar en Oporto (Portugal).
155. En el monasterio de San Pedro de Cardeña (Castrillo de Val, Burgos) dejó el Cid, al amparo del abad
Sancho, a su mujer Doña Jimena y a sus hijas antes de marchar al destierro, según indica el Cantar de
Mío Cid, hecho que no está atestiguado por pruebas históricas. Realmente, el primer enterramiento del
Cid fue en Valencia en 1099, pero tres años después sus restos fueron trasladados a San Pedro de Car-
deña, cuando el empuje almorávide en Valencia hizo imposible a Doña Jimena mantener el control de
la ciudad y tuvo que trasladarse de nuevo a Burgos. La tumba del Cid sufrió varios espolios durante la
Guerra de Independencia por parte de los soldados de Napoleón. Los huesos que pudieron recuperarse
se llevaron a Burgos para, después, volver a San Pedro, de donde volvieron a salir durante las desamorti-
zaciones de finales del siglo XIX. Actualmente, sus supuestos restos reposan en el crucero de la Catedral
de Burgos.

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porque le faltan espejos


que hasta entonces siempre halló;
la espada del campeón,
y era espejo de grandeza
Cid Rodrigo el Campeador.

II
A San Pedro de Cardeña,
cerca del altar mayor,
astutamente un judío,
en la alta noche llegó,
y, del Cid ante el cadáver,
dijo con trémula voz:
–Cuentan que nadie en el mundo
al Cid Rodrigo afrentó;
voy a escupirle en el rostro.
....................................
Y, por milagro de Dios,
alzó el cadáver la diestra,
y el pesado manoplón
cruzó la faz del villano,
que sin sentido rodó.
¡Ni aun muerto sufre una afrenta
Cid Rodrigo el Campeador!156

III
Creyendo muerta a la Patria,
confundiendo su aflicción
con sollozos de agonía,
hay quien eleva la voz
queriendo inferir afrentas
a la Patria, toda honor.

Si con estrofas fundidas


del cariño en el crisol
pudiera, para mi orgullo,
forjar recio manoplón,

156. La presente leyenda pertenece a la Estoria caradignense, un relato épico-hagiográfico creado


para fomentar el culto a la tumba del Cid.

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fueran mis versos azote


del villano insultador
que sueña escupir sus odios
a la majestad de un sol.
.................................
¡Aún alienta en nuestras almas
Cid Rodrigo el Campeador!157
(Los que miran más allá, 1911;
extraído de Romancero del Cid, edición de Luis Guarner, 1954, pp. 441-442)

La nochebuena del Cid

I
En tierra de moros lucha
Cid Rodrigo de Vivar;
en tierra de moros vence
el glorioso capitán
que ensancha en tierra de moros
el castellano solar,
y que al blandir su Tizona,
como guadaña ideal,
va cosechando laureles
–prendas de honor y lealtad–.
Desde Cardeña a Murviedro,
desde Monzón hasta el mar, 158
lo que perdió el rey Rodrigo
en tiempo lejano ya,
quiere ganar con su brazo
Cid Rodrigo de Vivar;
que si antaño erró un monarca
a impulsos de torpe afán,
al buen vasallo le cumple
el desacierto enmendar.

157. No hemos encontrado referencias a esta leyenda cidiana. Probablemente, fuera una de las Leyen-
das de Cardeña que se popularizaron y difundieron tras la muerte del Cid que fueron elaborados por los
monjes del monasterio.
158. Remitimos a las notas de los dos poemas anteriores para estas tres referencias espaciales.

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II
Castilla va con Rodrigo;
con el Cid, Castilla va;
que Castilla, noble y grande,
tiene un trono y un altar
en el alma grande y noble
de su Campeador leal.
Alma austera, brava y fuerte,
alma toda majestad,
como las pardas llanuras
del castellano solar;
como esos campos desiertos
sin sonrisas de rosal;
pero alma, como esos campos,
de hermosa fecundidad,
que en los pechos es virtudes
y en los trigales es pan.
Castilla está con Rodrigo;
con el Cid, Castilla está;
que es el alma de Castilla
Cid Rodrigo de Vivar.

III
En las vegas valencianas,
orgullo del musulmán,
ha acampado con su hueste
Cid Rodrigo de Vivar,
y allí su pendón de guerra
flota en los aires audaz
como amenaza de muerte,
como terrible alcotán
que nunca teme ser visto,
pues siempre sabe triunfar.
Y al morir envuelta en sangre
–como en púrpura imperial
una tarde de diciembre
llena de encanto sin par,
brotan alegres rumores
que en alas del viento van

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hasta las tropas muslimes


que defienden la ciudad–.
¡Todo es júbilo en la hueste
de Rodrigo de Vivar!

IV
Mientras al arder las jaras,
luz, calor y esencia dan;
mientras cantan los soldados
y, como antaño en su hogar,
dicen en los villancicos
palabras de amor y paz
anunciando la llegada
del Sol de la Humanidad,
con Martín el Asturiano,159
su amigo y deudo leal,
y con el bravo Álvar Fáñez,160
en la lid el más tenaz,
celebra largo consejo
Cid Rodrigo de Vivar.
Y hay en su rostro tristeza,
y hay tristeza en su ademán
cuando Martín y Álvar Fáñez,
con justa severidad,
puesta la mano en el pecho
dictan sentencia fatal.

159. Se refiere a Martín Peláez, caballero asturiano de la hueste del Cid. No aparece en el Cantar de Mío
Cid, pero sí en otros textos cidianos, en los que es descrito como un cobarde caballero de gran corazón,
como sucede en los romances «Modo singular con que el Cid increpa de cobarde a su sobrino Peláez»
o en «Reprende el Cid a su sobrino porque se mostró cobarde» (Durán, 1834: 535). Aparece, también,
en la Crónica de Castilla, concretamente en un episodio en el que es invitado por el Cid en su mesa
para despertar en él una emoción que le permitiera distinguirse en el campo de batalla (Rochwert-Zuili,
2017), que también es recogido en la Chronicle of the Cid de Robert Southey (1808), una traducción en
prosa del Cantar que incluye otros contenidos procedentes de diversas crónicas y romances. En el libro
VI capítulo XXIX de este libro, curiosamente, se cuenta cómo llega Martín Peláez el asturiano a Valencia
cuando el Cid acaba de comenzar el cerco a la ciudad, lo cual recuerda mucho a estas estrofas de
Blanco Belmonte (Southney, 2014). A modo de curiosidad, un anónimo que firmó como «Un ingenio de
esta corte» compuso una comedia titulada Vida y muerte de el Cid campeador y noble Martín Peláez
que vio la luz en la Imprenta de Francisco Surriá en Barcelona en 1770 (Anónimo, 1770).
160. Álvar Fáñez de Minaya (1047-1114) fue uno de los principales capitanes de Alfonso VI durante las
conquistas de las taifas del norte de la Península. En el Cantar de Mío Cid, así como en los romances
cidianos posteriores y en las crónicas, es presentado como uno de los principales lugartenientes, amigos
y soldados del Cid.

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V
A la tienda donde yacen
diez soldados de Aliatar
que intentando al Cid dar muerte
perdieron la libertad,
llegose con ceño adusto
Cid Rodrigo de Vivar.
Tendió la potente diestra
con el sublime ademán
de un sembrador que a los surcos
lanza simiente ideal;
y con voz pausada y firme
así hablo el Cid:
–Escuchad:
Vosotros, los miserables
que a traición y con puñal
quisisteis romper mi vida...
¡Libres sois! ¡Podéis marchar!
En nombre de Dios que al mundo
hoy dio ejemplo de humildad,
yo os perdono.
..........................................
Y, de esta suerte,
henchida el alma de paz,
celebró la Nochebuena
Cid Rodrigo de Vivar.
(La patria de mis sueños, 1912, pp. 15-21)

¡España!

Aunque abatida por horrible angustia,


cual azucena mustia,
inclines tu cabeza soñadora
¡Yo te amo, Patria, con amor inmenso;
que el cariño de un hijo es más intenso
cuando su madre llora!

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Como ruedan las hojas amarillas


que arranca al roble el ábrego iracundo,
ruedan por tus mejillas
lágrimas tristes de dolor profundo.

¡No llores, Patria! Que en tu noble frente


hay lauro en cien batallas conquistado:
para llenar de gloria tu presente,
basta con el recuerdo del pasado.

Puso Dios en las flores, dulce aroma;


en el fondo del mar, rojos corales;
arrullo blando, en la torcaz paloma;
luz en los astros; miel en los panales;
música en los obscuros ruiseñores;
horror en la borrasca embravecida;
en el iris, purísimos colores,
y en el nombre de Patria bendecida
el más sublime amor de los amores.

Amor, sublime amor, amor tan puro


cual del salterio la vibrante nota,
cual la plegaria que en el templo obscuro
sobre la nube del incienso flota.
El amor a la Patria es una hoguera
y a su ardiente inextinta llamarada
se templa el corazón y el alma entera
como en el yunque la fulmínea espada.

Por ese amor los cisnes brilladores


se convierten en fieros alcotanes,
en Viriatos los rústicos pastores,161
en mártires egregios los Guzmanes;162
por amor a la Patria, el gran Pelayo

161. Viriato fue un líder de la tribu de los lusitanos, que hizo frente a la expansión de Roma en Hispania
a mediados del siglo II a. C. en el territorio suroccidental de la península ibérica, dentro de las llamadas
guerras lusitanas.
162. Guzmán el Bueno (1256-1309) fue un militar y noble leonés fundador de la casa de Medina Sidonia
que participó en numerosas batallas contra los musulmanes durante la conquista durante los reinados
de Alfonso X el Sabio y Sancho IV, entre las que destaca, por su cariz legendario, la defensa de Tarifa en
1294.

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enarbola señera sin mancilla;


por ese amor se escribe un Dos de Mayo,
y alienta un Cid que el reino de Castilla
ensancha al galopar de su caballo.

¿Qué es la patria?... Es un sol que centellea


sobre el horrendo campo de pelea;
es un sol que en el turbio Guadalete163
como sangriento corazón palpita,
un sol que dora el alto minarete
de la Alhambra arrancada al Nazarita.164

La Patria es manto regio desgarrado,


es el sudario del vencido moro,
es un rayo de sol bello y dorado...
¡Bendiga Dios su símbolo sagrado:
la bandera teñida en sangre y oro!

No, la Patria no es solo el estandarte


que en la almena del recio baluarte
o en el picacho del abrupto monte
como jirón de gloria al aire ondea.
No, la Patria no es solo el horizonte
que limita los campos de la aldea;
no es solo el dulce idioma que aprendemos
a balbucir plegaria bendecida,
idioma dulce en que el adiós daremos
cuando el término llegue de la vida.
¡La Patria es mucho más! Es tierno lazo
que une a los seres en estrecho abrazo;
es madre que con férvido cariño
adopta al pobre expósito sin nombre,
es blanda cuna donde duerme el niño,
es un altar donde se postra el hombre.

163. La Batalla de Guadalete, según las crónicas árabes de los siglos X y XI, tuvo lugar en el 711 cerca
del río Guadalete que enfrentó a las huestes del rey godo Rodrigo y a los soldados del Califato Omeya
de Tariq ibn Ziyad. La victoria de estos últimos supuso el inicio del final de la dominación visigoda de la
Península Ibérica.
164. Al contraponer la conquista de Granada a la Batalla de Guadalete, Blanco Belmonte consigue
resumir en unos versos los ocho siglos de dominación musulmana y afirmar, en un sentido patriótico, la
victoria final del cristianismo de los Reyes Católicos sobre el pueblo árabe.

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Tiene la Patria mía,


cual recuerdo de glorias que pasaron:
mosquetes que rugieron en Pavía,
cañones que en Lepanto rebramaron,
broqueles que en Otumba se rompieron,
astillas de las naves arrojadas
que en Trafalgar se hundieron,
y olímpicas espadas
que en Bailén, con esfuerzo sin segundo,
hirieron a las águilas airadas
que volaban triunfantes por el mundo.165
................................................
Como luce la enseña redentora
en el templo sagrado,
así la Cruz destella brilladora
en el pecho del pobre Juan Soldado.166
El templo de la Patria bendecida
es el pecho del hijo que, en campaña,
con épico valor y frente erguida,
muere... ¡porque su patria tenga vida!
Y da su sangre... ¡por salvar a España!

Cuando mi cuerpo débil y rendido


por los embates de contraria suerte
–como un esquife en ancho mar perdido–
logre arribar al puerto de la muerte,
yo no quiero ataúd, ni férrea caja,
ni marmóreo sepulcro, ni mortaja,

165. Referencia aquí, Blanco Belmonte, varias batallas relevantes en la historia de España. La Batalla de
Pavía enfrentó al ejército francés de Francisco I contra las tropas de Carlos V en 1525, con victoria de
estas últimas. La Batalla naval de Lepanto frenó en 1571 el expansionismo otomano con la victoria de la
Liga Santa (comandada por Juan de Austria, hijo ilegítimo de Carlos V) sobre la armada turca. La Batalla
de Otumba enfrentó a las tropas de Matlatzincátzin y a las de Hernán Cortés, a la postre vencedoras, en
el marco de la Conquista de México en 1520. La Batalla de Trafalgar, como se entrevé en el verso, supu-
so la derrota de los aliados Francia y España por parte de la armada británica al mando del almirante
Nelson en las costas del Cabo Trafalgar (Barbate, Cádiz) en 1805. Finalmente, la Batalla de Bailén, el 19
de julio de 1808, cobró entidad mítica para los españoles al suponer la primera derrota de los ejércitos
de Napoleón a campo abierto en el marco de la Guerra de la Independencia.
166. Se refiere Blanco Belmonte a un antiguo cuento popular andaluz que narra la historia de Juan Sol-
dado, un hombre cristiano que, tras veinticuatro años de servicio al rey, únicamente había conseguido
una libra de pan y seis maravedís. El relato, que fue recogido en 1859 por Cecilia Böhl de Faber y Ruiz
de Larrea (firmando como Fernán Caballero) en Cuentos y poesías populares andaluces, tuvo cierta
repercusión a lo largo del siglo XIX (Fernán Caballero, 1859: 124-137). Su popularidad se extendió durante
el siglo XX, como demuestra el telefilme protagonizado y dirigido por Fernando Fernán Gómez en 1973
titulado Juan Soldado.

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yo quiero en ansia loca


en la fosa común encontrar lecho,
besar su tierra con mi muerta boca
y estrechar a mi Patria contra el pecho.
(La patria de mis sueños, 1912, pp. 25-30)

Joya de Ávila167

Bien hace el buen caballero


que, empuñando firme acero
sobre el mármol sepulcral,
con expresión de bravura,
volando está a una hermosura
que duerme el sueño eternal.

Bien hace el rudo caudillo


–que a su linaje dio brillo
batallando por la Fe–
cuando, en la piedra vetusta,
protege a la dama augusta
que yace en Santo Tomé.

Noble dama, gran señora


de majestad seductora,
de porte altivo y gentil,
tiene en su imagen belleza
que recuerda la pureza
de los lirios de marfil.

El tiempo transcurre en vano


sobre el mármol soberano
donde grabadas están
las perfecciones de diosa
de la que educó, piadosa,
al buen príncipe don Juan.168

167. Se refiere al Monasterio de Santo Tomás de Ávila, fundado en 1480 en honor a Santo Tomás de Aqui-
no y donde está enterrado el infante Don Juan, hijo de los Reyes Católicos.
168. Se refiere Blanco Belmonte a la nodriza y educadora del Infante don Juan. No hemos encontrado
información sobre esta sepultura en el Monasterio de Santo Tomás de Ávila, donde sí está enterrado el
Infante Don Juan, en un sepulcro de mármol de Carrara realizado por Domenico Francelli.

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Marcos Rafael Blanco Belmonte

Flor de sonrisa en su boca.


En la nieve de la toca
brilla su rostro de abril,
y mueve a tierno respeto
el cuerpo, cuyo secreto
se oculta en amplio monjil.

¡No está muerta! ¡Está dormida!


Aun el ritmo de la vida
quiere en su pecho asentar,
y, en el templo solitario,
las cuentas de su rosario
aun se escuchan resbalar.

Descansa de la jornada,
y, cual rosa perfumada,
cierra su cáliz de miel;
duerme con dulce recato,
tal vez dócil al mandato
de su gran reina Isabel.

Duerme soñando con cielos


donde nunca sienta celos
su valiente campeón:
el de barba aborrascada,
el de la tajante espada,
el de honrado corazón.

Duerme la rival preclara


de aquella ilustre Vergara
–maestra en el arte de hablar–
de la infanta catalina,
de la sapiente latina
y de Florencia Pinar.169

Duerme, que no se despierte


la que en su lecho de muerte
aún mueve a la admiración;

169. Poeta española de mediados del siglo XV que fue dama de la corte de Isabel I.

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Entre los poetas míos. Antología de poesía contemporánea de tema medieval en España (1900-1920)

duerme la dama hechicera


de Dávila compañera170
de los Velázquez blasón.171

Y el esposo, siempre amante,


estrecha el recio montante,
y lo adusto de su faz
y la hosquedad de su ceño.
Dicen: ¡Respetad el sueño!
¡Dejadla dormir en paz!

No temas, buen caballero,


abandona el firme acero
que blandiste por la fe;
ante tu beldad discreta
se arrodilla el que, poeta,
visita a Santo Tomás.
(La patria de mis sueños, 1912, pp. 71-75)

El alma del Califa

I
Elegido del Profeta para espejo de su gloria,
cien combates le brindaron el laurel de la victoria,
cien dolores desgarraron su indomable corazón;
era cumbre, y ostentaba la grandeza de la altura;
era mar, y de los mares encerraba la amargura;
y era rey, aunque en las venas tuvo sangre de león.

Su mirada refulgía con relámpago de acero;


su rencor era exterminio de vandálico guerrero;
su justicia caminaba con empuje de huracán,
y en la tregua y en la lucha, siempre firme y sin desmayo,

170. La casa de los Dávila fue un linaje español originario de la Corona de Castilla que tuvo su origen en
Ávila y que tuvo importancia en la conquista de la ciudad.
171. Puede referirse a la familia de Juan Velázquez de León (conquistador español que participó en la
Conquista de México) y de su cuñado Diego Velázquez de Cuéllar (primer gobernante de Cuba). A par-
tir de la llegada de ellos a América, buena parte de la familia se trasladó allí, empleándose en distintos
cometidos vinculados con la política.

284
Marcos Rafael Blanco Belmonte

negro abismo iluminado por la cólera del rayo


era el alma misteriosa del tercer Abderramán.172

Sus dominios ensanchaba como el sol en las esferas,


–sin obstáculo, sin dique, sin estorbo, sin fronteras–
como el sol, que está seguro de mirar todo a sus pies.
Y era un grito cada piedra y un temblor cada muralla
cuando al viento desplegaba su estandarte de batalla
el terror de las ciudades: el Califa cordobés.

Su palacio era un estruendo de magnífica opulencia,


sus diamantes sobornaran de un Imperio la conciencia,
sus esclavas eran rosas encendidas de pasión;
para timbre de su gloria levantábase la aljama;
su renombre por el mundo iba en las alas de la fama,
y su genio era muy grande, y más grande su ambición.

Y aún más grande, con grandeza de pavor y de agonía,


en el campo de su vida la tristeza se extendía
cual retama gigantesca, cual mandrágora fatal;
ni en los mares de la dicha navegó la regia barca,
ni hubo mieles que endulzaran la amargura del Monarca,
ni un capullo de sonrisa que alegrase el abrojal.

No hay palmeras que engalanen las orillas del Mar Muerto;


no hay jazmines ni claveles en la arena del desierto;
no hay violetas en el cráter del volcán abrasador,
y en el pecho devastado por envidias y traiciones,
al morir las esperanzas sin brotar las ilusiones,
hecho adelfa ensangrentada surge el odio triunfador.

II
Se encendieron almenares en lejanos horizontes,
y, luciendo cual pupilas en la cresta de los montes,
arrancaron un rugido al Califa musulmán;
un rugido formidable de amenaza tremebunda,

172. Abderramán III (891-961) fue el primer califa omeya de Córdoba (929-961). Fundó Medina Azahara
y condujo al emirato de Córdoba a una notable expansión militar, política y cultural.

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Entre los poetas míos. Antología de poesía contemporánea de tema medieval en España (1900-1920)

el rugido fragoroso de la mar cuando iracunda


quiere erguir hasta los cielos las espumas de su afán.

Con el vuelo de neblíes, dos mancebos africanos


escalaron las montañas, descendieron a los llanos,
y, al entrar en la campiña que fecunda Guad-Kebir,173
con asombro contemplaron uno y otro mensajero:
como un campo todo espigas, una vega todo acero,
galopando fulgurante a la voz del gran Emir.

Del Emir que, a rienda suelta, avanzaba en su caballo,


anhelando dar castigo a traiciones del vasallo
que en Zamora, cual rebelde, tremolara su pendón.
¡Guerra y muerte!, van gritando los jinetes musulmanes;
y colaban los corceles con impulso de alcotanes,
y el Califa murmuraba: «¡Guerra a muerte! ¡No hay perdón!».

En peligro está el rebelde; en peligro está Zamora;


su temor es un silencio que se acrece hora tras hora;
son de sangre los arroyos que hasta el Duero raudos van;
todo es rojo: tres combates han tendido su alcatifa,
rojos son los alquiceles de la hueste del Califa,
y son rojos los designios del soberbio Abderramán.

Ya está rota la armadura, una brecha hay en la torre,


y por ella la esperanza con la hirviente sangre corre;
mas no ceden los rebeldes, ni se humillan al perdón;
han templado sus alientos en la hoguera del delirio,
Ben Yacub y sus guerreros, en la torre, piedra son.

Y una noche menos negra que la envidia de un villano,


una noche en la que el sueño con su influjo soberano
abrió treguas en el ansia de matar o de morir,
profanando del silencio la grandeza abrumadora,
un sollozo formidable rasgó el pecho de Zamora
y un clamor de regocijo llenó el campo del Emir.174

173. Río Guadalquivir.


174. Hace referencia a la Batalla de Alhandic o Batalla del Foso de Zamora (939) que enfrentó a las
tropas de Ramiro II de León contra las de Abderramán III, que salió victorioso y consiguió, así, conquistar
la ciudad.

286
Marcos Rafael Blanco Belmonte

III
Un malvado despreciable de la raza de los viles
que han nacido, siendo Judas, con entraña de reptiles,
allegose hasta el Califa y, con gozo de traidor,
entregando a un pequeñuelo que asustado gime y llora,
así dice: «Ten la llave de la plaza de Zamora!
¡Ten al hijo del rebelde que ha ofendido a su señor!».

..................................................................

Entre el luto de la noche, más veloz que rauda flecha,


cruza el campo, salva el Duero y, a galope, por la brecha
un guerrero muslemita entra al fin en la ciudad.
Su mirada deslumbrante cuando brilla lanza un reto,
y la guardia le abre paso y se inclina con respeto
cual se inclinan las palmeras al sentir la tempestad.

En la torre del Alcázar, abrumado por la angustia,


Ben Yacub mira a su esposa, pobre flor que yace mustia,
mientras flota el estandarte que aún convoca a rebelión.
Al perder al hijo amado que era luz de su existencia,
solo aguarda de la muerte redentora la clemencia:
que la muerte es el descanso cuando estalla el corazón.

Y a la torre del Alcázar, que es penacho de Zamora,


el guerrero muslemita ha llegado con la aurora
–que entre púrpura se alzaba del Oriente en el altar–,
y con gesto soberano de ternura y de consuelo
puso en brazos de los padres al amado pequeñuelo
y les dijo blandamente: «¡Que no llore al despertar!».

..................................................................

Cuando el sol rasgó las nubes, pregonero de victoria,


en su gloria sintió envidia admirando aquella gloria
de unos padres sollozando de un guerrero ante los pies.
El niñito despertaba arrullado por la brisa,
y a los labios del guerrero asomaba una sonrisa:
¡La primera! ¡La más dulce del Califa cordobés!
(Al sembrar los trigos, 1913, pp. 27-30)

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Los hermanos de Álvar Fáñez175

I
No figura su nombre en la Gesta del Cid,
aunque el bravo Álvar Fáñez fue con él a la lid.

Era bueno entre todos, sin llegar al mejor,


porque estaba ante todos el gran Cid Campeador.

Mío Cid era el caudillo, Álvar el capitán;


un águila, Rodrigo; su deudo, un alcotán.

Marchaban como suelen ir el tigre y el león,


parejos en las garras, mas no en el corazón.

Pues acatando el mundo la fuerza como ley,


entre hombres y entre fieras hay príncipes y rey.

II
Primero que Peláez, que Ordóñez y que Gil,176
va siempre el de Minaya con ímpetu viril.

Y él lleva a los combates la enseña de Vivar,


la enseña que en el orbe nadie pudo humillar.

Un pendón desteñido por la lluvia y el sol,


y teñido mil veces con sangriento arrebol

El pendón era un grito de entusiasmo leal,


cual la voz de Castilla, la Castilla inmortal...

175. Para Álvar Fáñez, remitimos a las notas de poemas anteriores de Blanco Belmonte.
176. Para Martín Peláez y Pero Gil remitimos, también, a las notas anteriores. García Ordóñez, noble
castellano conde de Nájera, que mantuvo una buena relación con el Cid, al menos, hasta 1079, siendo
incluso uno de los garantes de las arras entregadas a Doña Jimena. Su relación, según el Cantar, se trun-
ca tras la Batalla de Cabra. Suele aparecer referido en la tradición cidiana como uno de los enemigos
del Cid, junto a los Infantes de Carrión, lo cual no acaba de concordar con la imagen que da Blanco
Belmonte, que se asemeja más a la visión elogiosa de Rodrigo Jiménez de Rada en De rebus hispaniae
(Montaner Frutos, 2011: 841).

288
Marcos Rafael Blanco Belmonte

La que eleva en Cardeña su plegaria de luz,177


y al rey Alfonso manda que jure ante la Cruz.178

III
Si el Cid sale al destierro, su primo se va con él;
abrojos hallan a ambos y juntos beben hiel.

Cuando entran en la lucha con épica lealtad,


el rayo es Álvar Fáñez, el Cid... ¡la tempestad!

Los moros a Álvar Fáñez apodan Maldición,


y a Cid Rodrigo llaman El padre del perdón.

La gloria y el caudillo se buscan con afán,


como el templado acero y el poderoso imán.

Pero la gloria es astro que, siempre, al refulgir,


primero que los valles, las cumbres va a bruñir.

IV
En cien y cien combates, con fiera decisión,
la hueste cogió lauros siguiendo a su pendón.

Al bélico estandarte que tremolaba audaz


en manos de Álvar Fáñez, que nunca quiso paz.

Él era el brazo fuerte y el centinela fiel;


relámpago de espada con alma de lebrel.

Llevando la bandera llegó a la senectud;


la sombra y el silencio velaron su ataúd.

Y Pero Abad olvida al ínclito adalid,179


que, a no existir Rodrigo, hubiera sido un Cid.

177. Sobre San Pedro de Cardeña, remitimos a notas anteriores.


178. La Jura de Santa Gadea, porpularizada a través del «Romance de la Jura de Santa Gadea», fue un
juramento que hubo de prestar el rey Alfonso VI al Cid a fin de demostrar que no había participado en
el asesinato de su hermano Sancho II de Castilla.
179. Monje copista de la versión más antigua conservada del Cantar de Mío Cid.

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Entre los poetas míos. Antología de poesía contemporánea de tema medieval en España (1900-1920)

V
Hermanos de Álvar Fáñez, del bravo capitán,
hay muchos que olvidados por siempre dormirán.

Ni nombre, ni memoria, ni lauro, ni blasón,


se guarda de esos hombres de honrado corazón.

Que alzaron los pendones del mundo en el confín,


venciendo en Garellano, Otumba y San Quintín.180

Por ellos la victoria esclava nuestra fue;


por ellos todo un mundo se incorporó a la fe.

¡No es justo que esos hombres, cansador de triunfar,


no encuentren un recuerdo después del de Vivar!

VI
¡Salud a cuantos viven de España bajo el sol!
¡Salud al que se ufana llamándose español!

¡Salud a los tenientes de todo Capitán!


¡Salud a los segundos que nunca brillarán!

Por ellos, abnegados y ricos en virtud,


descuellan esas cumbres de magna excelsitud.

Por ellos con la gloria se ciñe el campeón.


¡Salud al que combate con santa abnegación!

Cuando el deber nos llame, ¡marchemos a la lid!


¿Qué importan los laureles?... ¡Sean todos para el Cid!
(Al sembrar los trigos, 1913, pp. 55-60)

180. Para la Batalla de Otumba, remitimos a notas anteriores. En cuanto a la Batalla de Garellano, en-
frentó a las tropas francesas y españolas en 1503 durante la segunda guerra de Nápoles, con victoria de
las segundas. La famosa Batalla de San Quintín, enfrentó en el marco de las guerras italianas a las tropas
francesas y a las españolas, con la importante victoria de estas últimas.

290
Marcos Rafael Blanco Belmonte

Ante el Castillo de Coca181

I
Con majestad suprema de majestad caída
te acercas al instante postrero de tu vida
como gallardo símbolo de un tiempo que pasó;
los hombres no pudieron rendir tu fortaleza,
altiva y triunfadora se alzaba en tu cabeza
pensando en lo invencible... ¡y el tiempo te venció!

Abierto sigue el foso, aun ciñes la coraza


de adarves y de torres que fueron amenaza
para la tropa braza deshecha en Villalar.182
Y el odio y la perfidia, soñando en el ultraje,
chocaron en tus muros rindiendo el homenaje
que rinden al escollo las olas de la mar.

En ti vivió la raza del alto caballero


que fulguró en Castilla como terrible acero
y quiso de Castilla romper la tradición;
en ti vivió aquel prócer de su deber esclavo
que al empujar su hueste contra Padilla y Bravo183
mostrose fiero tigre enfrente del león.

Para labrar sus torres, Fonseca dio un tesoro,


y un arquitecto hispano y un alarife moro
forjaron tu belleza, tejieron tu esbeltez;184
y así tus líneas guardan el ritmo sobrio y puro
del arte prodigioso que cinceló en tu muro
la rosa de la ojiva besando el ajimez.

181. Fortaleza de la ciudad de Coca (Segovia) construida en el siglo XV por Alonso de Fonseca y Ulloa
(1418-1473) señor de las villas de Coca y Alaejos y arzobispo de Sevilla. Es hoy una de las principales
muestras del arte gótico-mudéjar. La situación del castillo cuando lo describe Blanco Belmonte es prác-
ticamente de ruina. Fue restaurado en 1956.
182. Batalla de Villalar (23 de abril de 1521), que enfrentó, en el marco de la Guerra de las Comunidades
de Castilla, a las fuerzas de Carlos V y a los comuneros de Santa Justa. La derrota de estos últimos, y la
ejecución de sus líderes (Juan de Padilla, Juan Bravo y Fracisco Maldonado) puso prácticamente fin al
conflicto comunero, que únicamente continuó en Toledo hasta febrero de 1522.
183. Líderes de las revueltas comuneras, ejecutados tras la batalla de Villalar. El Castillo de Coca fue
atacado por las tropas comuneras en represalia del incendio de Medina del Campo, llevado a cabo
por Antonio de Fonseca, capitán de los reyes católicos y dueño del castillo. La imposibilidad de acceder
al castillo provocó que los comuneros destruyeran la cercana fortaleza de Alaejos (Valladolid).
184. Remitimos a notas anteriores sobre Alonso de Fonseca y Ulloa.

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Entre los poetas míos. Antología de poesía contemporánea de tema medieval en España (1900-1920)

Naciste por tu dicha en horas de fortuna,


cuando brotó un imperio del mar en la ancha cuna,
cuando el poder del moro se hundió junto al Genil;185
naciste en la epopeya sublime de la Historia,
y unido a tus recuerdos palpita la memoria
del inmortal Cristóforo186 y el ínclito Boabdil.187

II
Aun vives, y es tristeza mirarte en la agonía.
Cual timbre soberano de honor y de hidalguía
eras rubí sangriento cuajado en el pinar,
y el cristalino Eresma juntándose al Voltoya188
te reflejó en sus aguas como blasón y joya
al ir de tumbo en tumbo corriendo hacia la mar.

En ti alentaba España, la que engendró a Cisneros,189


la madre sacrosanta de sabios y guerreros,
la España de Fernando, la España de Isabel;
aquella Patria hermosa de aliento tan fecundo
que al mundo halló pequeño y, al ensanchar el mundo,
para extender su gloria... ¡tampoco cupo en él!

Jamás en tu recinto se entronizó el villano,


jamás tu recio tronco fue nido de gusano,
jamás manchó tus muros la infamia o la traición;
si en odio hacia Fonseca te dejan arruinarte,
por odio hacia Fonseca debieran conservarte
cual se conserva el hierro ganado al campeón.

A imagen de tu dueño triunfaste por ser fuerte,


y al expirar tu dueño se aproximó tu muerte
velada con olvidos y torpe ingratitud.

185. Río del sur de España que nace en Sierra Nevada y desemboca en el Guadalquivir, a la altura de
Palma del Río (Córdoba). En sus orillas, se libraron numerosas batalla durante la conquista de los reinos
musulmanes de Córdoba y Granada.
186. Cristóbal Colón.
187. Boabdil, conocido como Muhammad XI (1459-1533) fue el último sultán del reino nazarí de Granada.
188. El Voltoya es un río afluente del Eresma, que es subafluente del Duero, previa unión con el río Adaja.
189. Francisco Giménez de Cisneros (1436-1517) fue cardenal del arzobispado de Toledo, primado de
España e inquisidor general de Castilla. Gobernó la corona por la incapacidad de la reina Juana tras la
muerte de Felipe el Hermoso (1506-1507) y tras la muerte de Fernando el Católico (1516-1517), esta última
en espera de la mayoría de edad de Carlos V.

292
Marcos Rafael Blanco Belmonte

Ayer hasta las nubes te alzabas como un reto,


y hoy surges vacilante cual pálido esqueleto
que aguarda por consuelo la paz del ataúd.

Los que temblaron siempre, a ti llegan audaces


–así al despojo acuden en bando las rapaces–
y turban el silencio que envuelve al panteón.
Y tú, cual un cadáver al borde de la tumba,
resbalas lentamente. Contigo se derrumba
el nido de una estirpe modelo de tesón.

III
Cuando de ti me alejo, noble señor de Coca
la queja que no exhalas brotar quiere en mi boca
para pedir que amparen tu triste soledad.
Tu orgullo fue el orgullo del héroe y del magnate,
tu fuerza fue la fuerza de un arma de combate,
tu culpa fue la culpa de no sentir piedad.

¡Que España te defienda, joyel de arquitectura!


¡Que el Arte con su escudo proteja tu hermosura
salvando los florones que el tiempo respetó!
.......................................................
Yo admiro tu grandeza sin admirar tu gloria,
y, porque te hizo grande, en nombre de la Historia
perdono a tu caudillo que nunca perdonó.

Coca, 1913
(Al sembrar los trigos, 1913, pp. 191-195)

Las joyas del juglar [selección]

I
Guardo en mi hogar, cual trozos de la Historia
joyeles despojados de riqueza;
les da el recuerdo su mejor belleza
y es su pasado evocación de gloria.

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Storyca 8 (2018)
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Entre los poetas míos. Antología de poesía contemporánea de tema medieval en España (1900-1920)

Son emblemas que cifran la memoria


de un alma toda amor que lucha y reza;
blasones de romántica nobleza
yo conservo, cual limpia ejecutoria.

Un Cristo que un obscuro imaginero


talló para el adorno de algún coro,
una tizona de templado acero,
un jirón de bandera –sol de oro–,
un vetusto ejemplar del Romancero,
y una guzla que fue de un jeque moro.

II
Mi guzla
En un obscuro rincón de la Mezquita
que al beso de la Cruz se hizo cristiana,
he encontrado una guzla musulmana
donde un alma de ayer vive y palpita.

Cuando sus cuerdas la emoción agita,


brota de ellas la estrofa soberana
que junta a la entereza castellana
la oriental languidez del islamita.

Es trova por su mágica ternura


y es oración por su bendito anhelo
lo que mi guzla en su temor murmura.

Pero al tender como la alondra el vuelo,


sea salve, bendición, romance o sura.
¡Es latido de fe que sube al Cielo!
III
El Romancero
El pueblo lo escribió. La noble hazaña
al rodar de los campos a la villa
era más que un romance: era Castilla
que se ensanchaba para ser España.

294
Marcos Rafael Blanco Belmonte

Era grito de guerra en la campaña,


era el aliento de la fe sencilla
de aquel que derrotado no se humilla
y al lograr la victoria no se ensaña.

Bajo tapas de rancio pergamino


guarda, como tesoro peregrino,
todo un mundo de ensueños y de gloria.

Y hay en el Romancero soberano


la cuna del idioma castellano
y el raudal fulgurante de la historia.
(Al sembrar los trigos, 1913, pp. 199-205)

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Storyca 8 (2018)
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