Alonso Maialen - La Mariposa Atrapada
Alonso Maialen - La Mariposa Atrapada
Alonso Maialen - La Mariposa Atrapada
Maialen Alonso
La Mariposa Atrapada
© Maialen Alonso
Web de la Autora:
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Vectores; freepik
—Kate... —escuchó una voz suave que la obligó a sacar una falsa sonrisa
antes de asomarse por la puerta abierta.
—No pasa nada Miranda, papá está cansado. Sabes que eso le pone de mal
humor.
La niña de siete años se agarraba al pomo gastado de la puerta blanca
fijando los ojos en su hermana mayor. Sufría cuando escuchaba las discusiones, y
siempre acudía en busca de su consuelo.
—¡Genial!
Bajó sabiendo lo que se iba a encontrar, lo único bueno de aquello era que
no se preocuparía ni tendría ganas de llorar al ver a su madre o a su padre en la
miseria. Con el tiempo, se había vuelto rutinario el mal ambiente familiar, así que
simplemente lo aceptaba e intentaba llevarlo de la mejor manera posible. Al fin y al
cabo, siempre era igual, los últimos cuatro años de su vida solo iban cuesta abajo.
—Peor que nunca... —se irguió sonándose la nariz con un pañuelo, después
se frotó la frente con cansancio y miró a su hija mayor directamente a los ojos—
Tenemos un pie en la calle.
—¿De qué hablas, mamá? —se sentó junto a ella prestando atención a la
puerta, no quería que Miranda escuchase aquella conversación.
—No lo sé, y no me dice qué ha hecho con él, ese bastardo seguro que lo ha
apostado. Maldito idiota —se levantó aireando las manos—. Si no le quisiera tanto,
se iba a enterar.
Las acompañó hasta la puerta principal y se quedó allí viendo como las dos
se marchaban.
—¿Y esa cara? Te has pasado la noche estudiando ¿no? En serio, tienes que
aprender a diferenciar cuándo un examen es importante, y el de hoy no lo es.
—Nos van a echar de casa Jessy —logró aguantar el llanto con dificultad—.
¿Qué haremos con Miranda? Solo tiene siete años. Ella no debería pasar por algo
como esto...
—¿Estás loca? —casi se enfadó— ¿Crees que tengo ganas de irme de fiesta?
«Pum».
Kate cayó al suelo desperdigando los apuntes y los libros que llevaba en la
mano.
Levantó la cabeza mirando con enfado. Su ceño fruncido duró poco más de
una milésima dando paso a una cara que casi rozaba el terror.
—Madre mía, madre mía... —Jessy llegó aguantando la risa para zarandear
a su amiga— Pensaba que te iba a comer.
—Qué graciosa eres, ¿verdad? Casi me da algo cuando he visto que era el
profesor Howl. Solo me faltaba estar en su punto de mira, el día mejora por
momentos. ¡Maldita sea!
Jessy decidió cerrar la boca antes de hacer otra broma. Cuando Kate estaba
enfadada y frustrada, era mejor dejarla, pues ella no solía estar de mal humor, y
cuando lo estaba, se convertía en una bomba atómica en miniatura capaz de
destruir todo cuanto la rodeaba.
«Parece que al final sí que voy a estar en su punto de mira...» Pensó recogiendo
sus cosas para salir de pitando de allí. «Fantástico, estoy oficialmente acabada».
—¡Te has jugado nuestro dinero! ¿Pero tú estás loco? —al asomarse, les vio
en el pequeño salón. Susan le señalaba con un dedo acusador, peligroso... cuando
ella hacía eso estaba realmente de mal humor— ¡Tienes dos hijas!
—Susan... —intentó convencerla, pero ella se giró con una fiera mirada en
la cara que le cerró la boca al instante.
—Ya basta... —murmuró Kate con tristeza— Miranda está a punto de venir
con Johana.
—Es verdad —se percató Susan limpiándose las lágrimas y mirando el reloj
de la pared—, la señora Johnson estará al caer con las niñas. Tú, vete a buscar un
maldito trabajo, y tú —se dirigió ahora a Kate—. Hoy vas a irte con Jessy, ¿me has
oído?
—Pero mamá...
Miró los libros desganada, decidió que no haría nada aquella tarde, el
domingo se ocuparía del trabajo. Definitivamente necesitaba despejar la mente, tal
como Jessy dijo. Cogió el móvil y mandó un mensaje, en menos de cinco segundos
recibió una respuesta repleta de emoticones divertidos.
«Te paso a buscar a las nueve». Continuó escribiendo. «Prepárate y ponte sexy».
Un segundo de misterio
Susan se puso frente a ella cuando bajó a la entrada para esperar a Jessy.
Agarró la cara de Kate con ambas manos y la miró. Los ojos de su madre brillaban
fuertemente, veía en ellos pena y frustración.
—Solo quiero que seas una chica normal —dijo al fin, tras unos segundos
de silencio—. Sé que lo que menos te apetece ahora es salir, pero necesito que te
diviertas para sentirme mejor. Aunque sea egoísta, me hace feliz.
—Lo necesito —repitió estrechándola hacia sí—. Por desgracia tienes unos
padres desastrosos. Lo siento.
—Es la verdad cariño —se separó para volver a mirarla—. Lo único que me
importa en este mundo es veros sonreír a las dos.
—No quiero que te preocupes del dinero, lo que tienes que hacer es
centrarte en estudiar y no perder la beca —abrió la puerta y besó a Jessy en la
mejilla—. Hola cielo, espero que no te lo ponga demasiado difícil.
***
—La próxima vez te dejaré uno de mis vestidos —avisó Jessy colocándose
frente a su amiga y mirándola, después llevó las manos al pecho de Kate y abrió
los primeros enganches.
—No me voy a poner uno de tus vestidos —gruñó ella dejándola abrir el
escote, pues Jessy era capaz de pasarse la noche abriéndolo una y otra vez—. Son
tan pegados que pareceré Miss Salami. Sabes perfectamente que no me siento
cómoda con esas cosas.
—El día que me muera con casi cien años de edad, seguiré diciéndote que
es un desperdicio esconder ese culito respingón.
Kate pensó que estarían solas, pero su esperanza se desmoronó con aquella
frase. Se pasarían la noche con el grupo de deportistas, pero haría de tripas
corazón por el simple hecho de que Jessy estaba colada de Lance, y para su
desgracia, el moreno muchacho siempre estaba acompañado de su mejor amigo,
que se pasaba el día lanzando miradas de dudoso contenido en su dirección.
Richard era un tipo pesado, plasta y cansino, que parecía tener puesto su
punto de mira en la chica a la que menos le importaba su pegajosa atención, y tal
vez porque Kate no le hacía caso, él no paraba de intentarlo cada vez con mayor
ahínco.
—Deberías darle una oportunidad —rio Jessy cuando al fin divisó al grupo
y vio a Kate suspirando cansada—, no es un mal tío.
—Odio que la gente insista hasta el punto de rozar el acoso —se quejó—,
me es tan indiferente que ni pienso en él.
—No —se paró en seco y agarró a su amiga del brazo para crear contacto
visual. Con el ceño fruncido, sus ojos avisaban del enfado—. No intentes nada
Jessy, no me gusta ni me gustará jamás.
—Puede que simplemente no quiera estar con nadie —repuso justo cuando
llegaban.
—¿Ni tan siquiera para pasar un buen rato? —sonrió guiñando un ojo, y la
pena que sintió Kate se desvaneció de un plumazo con la pregunta.
Caminó hasta la barra con decisión. Tal vez era por todo lo que tenía en la
cabeza, el tema era que estaba sensible a cualquier cosa... pero desde luego, la
había enfurecido con la insinuación.
En uno de los sofás, había un grupo de hombres que calculó, rozarían los
veintimuchos, alguno pasaría seguramente de los treinta. Iban bien vestidos, con lo
que ella pensó, serían trajes muy caros. Charlaban tranquilamente de cosas
divertidas. Uno de ellos resaltaba, pues estaba en silencio disfrutando de su bebida
y, automáticamente llamó la atención de Kate. No supo si su pelo era castaño por
la poca luz del lugar, lo que sí diferenciaba era que su cabello estaba peinado a la
perfección hacia atrás, de forma seria y sexy. Él se sentaba con elegancia y daba
pequeños sorbos a su copa, disfrutando del contenido.
Kate se quedó mirando sin poder evitarlo. Por lo que percibía gracias a la
penumbra, creyó que tenía un atractivo innegable incluso para ella y, le producía
una extraña sensación. Diez segundos eternos pasaron hasta que él respondió a la
mirada, alertado por su instinto y, sus ojos grisáceos parecían brillar en la
penumbra del local dándole un aire fiero, como una bestia escondida en la
oscuridad a punto de lanzarse sobre su indefensa presa.
Kate vio cómo se levantaba para salir de allí, pasando cerca de ella y
perforándola con aquella mirada fiera y su sonrisa ladeada. Se quedó helada
durante unos instantes que le parecieron eternos, incluso después de desaparecer,
el efecto y la intensidad tardaron en desvanecerse de su corazón.
3
En la red
Kate tuvo que llevar a Jessy casi a cuestas escaleras arriba, intentando que
guardase silencio para no despertar a nadie en la casa. Su mejor amiga estaba tan
borracha que era incapaz de mantenerse en pie. Lance las tuvo que llevar en su
coche, y Kate decidió quedarse a dormir, pues para su desgracia, ella no tenía
carnet, y coger un taxi a aquellas horas sería demasiado caro. Por supuesto, no se
montaría en el coche de Lance para que la llevase a casa, Richard también se había
pasado bebiendo y seguramente sus babas, le destrozarían el vestido...
—¿Qué haces Jessy? —se dejó caer en la cama— Vamos, estoy agotada, deja
el ordenador.
Pero Jessy, llena de energía gracias a la cantidad de alcohol que recorría sus
venas, ya estaba sentada en el escritorio. Conociéndola, Kate se levantó, caminando
hacia los cajones de la cómoda, sacó un pijama de repuesto que ella solía usar, y se
apresuró en enchufar los cascos en el ordenador antes de que diera al play y el
estruendo alertase a toda la familia.
—Un rato y te vas a la cama. ¿Entendido? —le dio unos golpecitos de aviso
y se tiró sobre la colcha, quedándose dormida casi al instante.
***
—No seas quejica, ayer te dije que solo un rato y te quedaste dormida —la
mirada de confusión de su amiga alertó que no recordaba absolutamente nada—.
Vamos, levántate y métete en la cama.
Sacó el móvil del pequeño bolso y vio una alerta, tenía varios e-mails, lo
cual la extrañó, no solía recibir correo los fines de semana... y menos por la noche.
«Lo miraré cuando llegue a casa». Decidió ante la curiosidad que le provocó.
—Buenos días —la puerta se abrió haciendo aparecer a Susan, que vio
desde la cocina cómo se acercaba su hija— ¿Te lo pasaste bien ayer?
Se tiró en la cama sin cambiarse de ropa, estaba tan hecha polvo que parecía
que le hubieran dado una paliza. Durmió durante un par de horas, hasta que la
vibración del móvil, que descansaba junto a su cabeza, la desveló. Con pereza lo
agarró mirando la pantalla iluminada, era un aviso del wassup.
Kate miró unos segundos las palabras sin llegar a entender nada, pensó que
tal vez con la resaca, se había confundido de persona.
«Eres mi mejor amiga, sabes que te quiero como la trucha al trucho, ¿verdad?»
«Jessy, no tengo ni idea de lo que estás diciendo. ¿Qué pasa? Estaba dormida...»
«Joder, Joder... ¡Espérame sin mover un solo dedo. Voy a tu casa ahora!»
Kate levantó la cabeza clavando los ojos en Jessy, que sonreía con cierta
incomodidad. Sentía cómo su corazón comenzaba a ponerse nervioso y
automáticamente entró en su cuenta de mail, allí había siete correos nuevos con un
extraño título.
Miró unos segundos la imagen, respiró una y otra vez aterrada, era el
momento de descubrir qué diantres era eso y, la única forma era abriendo el link.
Una página web de exquisito gusto se abrió, la página que aparecía frente a
ella tenía su foto, una que ni recordaba que le hubieran hecho y algunos datos
personales. Sin embargo solo uno, además bien remarcado en letra negrita y en el
que ponía: De interés; Virgen.
Pasó un largo minuto en el que Jessy no fue capaz de abrir los ojos, que
había cerrado con fuerza al abrirse la web. Kate seguía observando aquello como si
su cuerpo estuviera completamente vacío, simplemente era imposible asimilar.
Usando la ruedita del ratón, bajó un poco la página sin tan siquiera
pestañear, tan estática como las muñecas que descansaban sobre la cama a su
espalda. Allí vio las pujas realizadas hasta el momento, comenzando en una
cantidad de 10.000 jugosos dolares.
—¡Madre mía! —gritó Jessy al abrir los ojos y ver que por tercera vez había
pujado el mismo individuo llegando a los 90.000$— Ese tal Obscure va a por todas.
—¿Y cómo diablos has llegado tú a ella? —ironizó— ¡De la misma forma
puede entrar toda la universidad!
—Ayer por la tarde me mandaron un e-mail, no sé quién —se adelantó a la
pregunta de su mejor amiga—, era privado. Solo aparecía un enlace royo lujoso,
me llamó la atención y entré. La verdad es que es muy fiable todo... así con
secretismos y esas movidas...
—No puedo —murmuró pensando que esta vez le daría una bofetada—.
Ayer leí las condiciones, en cuanto se hace una puja no se puede retirar la oferta.
—¡Pero tú...! ¿Te das cuenta? ¡Me voy a tener que acostar con un
depravado, un viejuno arrugado que se tendrá que tomar ocho viagras! —exageró
entrando en pánico.
—Lo siento —repitió apenada. Kate pudo ver su dolor reflejado, lo que
automáticamente la calmó. Suspiró vencida y se volvió a sentar en la silla, que
crujió bajo el golpe de su peso—, pero el sacrificio... puede salvaros. Piensa en
Miranda.
—¡A ella no la uses! —Kate sintió cómo se le quebraba la voz— Vete a casa,
mañana hablamos...
—Vale... —Jessy caminó hasta la puerta, antes de cerrar tras ella se giró
mirando a su amiga completamente devastada— De verdad que lo siento...
pensaba que sería buena idea...
—Pero sí que es cierto que nos podría salvar... Miranda —susurró acto
seguido, pensando en su hermana pequeña—, ella merece cualquier sacrificio.
El domingo por la noche, la página web seguía abierta con su ficha, Kate
estaba simplemente estupefacta por las pujas. A las nueve en punto había
alcanzado la increíble suma de 130.000$ y, con un poco más, pagarían la hipoteca
de su casa y todos los intereses atrasados... nunca más habría cartas de embargo,
deudas, avisos de impagos ni amenazas... Sí, valdría la pena unas horas de
sufrimiento y, seguramente de dolor, por vivir tranquila por primera vez en toda
su vida. La casa sería solamente suya y no del banco...
—Ya está la cena cariño... ¡Cielo santo! —se apresuró a llegar hasta su hija—
¿Estás bien?
James había sido su primer y único novio, aquella época de instituto fue
emocionante. Kate era pura vitalidad, jugaba en el equipo de fútbol, sacaba las
mejores notas y su cuerpo estaba a rebosar de diversión. Se enamoró perdidamente
del capitán del equipo masculino, la pareja perfecta, tenían todo en común. Sin
embargo, la dulzura que envolvió todo se convirtió pronto en un sabor agrio, tan
solo dos meses después de comenzar. James intentó forzarla a mantener relaciones
más intimas de las que disfrutaban, pero ella no estaba lista, era demasiado
pronto... Lo sucedido aquel día seguía poniéndole los pelos de punta, el sonido de
la ropa rasgándose aún aparecía de forma intermitente en sus pesadillas. Y con el
tiempo se dio cuenta de que no estaba preparada, simplemente porque en el fondo
sabía que no era el adecuado.
—Espero una buena explicación de... —Kate gritó ante la repentina voz que
susurró a su espalda— Señorita Garrison, no creo que gritarle a un profesor sea
correcto.
Kate frunció los labios con suavidad, un cinco y medio... nunca había
sacado en sus veinte años de vida, menos de un ocho.
—Levántese —ordenó.
Ella volvió a mirarlo, extendía una mano desde la ventana hacia ella.
—Me alegra descubrir que debe ser la única estudiante del campus capaz
de rechazar la oferta. Sin embargo, el Decano Smith ha dado su visto bueno. Por
supuesto, esto se mantendrá en el más riguroso secreto... —casi gruñó enarcando
una ceja en forma de aviso— Porque de no ser así, habrá consecuencias que no le
gustarán.
Sería raro que nadie entrase cuando las tutorías se realizaban los viernes.
Claro que de ser cualquier otro profesor, no habría pasado nada, pero
absolutamente nadie tenía el valor de molestarlo cuando no debía.
—Vale, pero no sé si podré, está un poco alto.
—Tranquila —Kate juraría que acababa de ver por primera vez en casi dos
años, una fugaz sonrisa en su cara.
Tiró la mochila dentro y le dio la mano al profesor Howl. Solo era metro y
medio de muro, pero ella pesaba sus sesenta y tres kilos muy bien distribuidos y,
levantarla con una mano... Kate casi se hecho a reír ante el grado de confianza de
aquel hombre.
Cada ciertos minutos rodaba un poco los ojos y veía al profesor allí, en
ocasiones sus miradas se encontraron, en otras él observaba algunos papeles, con
el rostro serio y tan centrado que... no parecía él. Su expresión era la de otra
persona.
—Aunque la señorita Swan es su mejor amiga, espero que esto también este
vetado a su conocimiento —avisó él cogiendo el examen para revisarlo.
—Señorita Garrison —la llamó antes de que abriese la puerta—. Lo que está
sufriendo su familia es una desgracia —comentó sin apartar los ojos del papel—,
pero es algo que tiene solución. No deje que estas cosas la hundan, perder la beca
sería un gran error que le causaría más problemas que un desahucio, es su futuro
lo que se juega.
Sé quién eres
Oh, era tan maravillosa que ni la mayor vergüenza del mundo le impediría
volver a disfrutar del paraíso que conformaban todos aquellos libros.
«Centrarse. Qué más da lo que compre, ahora están de moda las novelas eróticas».
Con un fuerte abrazo en el que guardaba ocho libros que escogió con
cuidado, se dirigió a la caja para pagar y correr a casa con la intención de comenzar
su lectura a contrarreloj. Giró por una de las estanterías por las que pasó rato atrás
y chocó dejando caer todos los libros al suelo, ella incluida.
—Otra vez, señorita Garrison. Por lo que veo se vuelve una costumbre
atropellar a la gente.
—¿Profesor Howl? —dudó un instante, pues era la primera vez que le veía
peinado. El cabello oscuro se estiraba hacia atrás de forma firme y las gafas que
llevaba eran más modernas. Como añadido, su ropa estaba planchada e
impoluta— Lo-lo siento... —masculló aceptando la mano que él tendía en ayuda.
Estaba anonadada.
***
—¿Qué diablos...?
«Digamos que en los negocios hay que jugar con ventaja cariño».
«Las respuestas en esta vida, hay que descubrirlas por uno mismo. Que no te
perturbe, simplemente y ante tu inexperiencia, he decidido ser cortés».
«Si quieres ser cortés, al menos responde a algo. ¿Cuantos años tienes?».
«Los bastantes como para llevarte al cielo con una caricia y los necesarios como
para atraer más de una mirada de necesidad. Ahora, deja de preguntar, por hoy ha sido
presentación suficiente, vete a la cama, no son horas para una estudiante».
—¿Ya está dando ordenes? —frunció el ceño intuyendo que no habría más
respuestas— Dice las cosas tan directamente que no sé qué esperarme...
Apagó el ordenador y dio unos pasos hasta la cama, donde se dejó caer
pensando en su última frase. La perturbaba, y lo peor es que estaba segura de que
la cosa seguiría agrandándose.
—¿Estás bien? —la voz de Jessy se deslizó con suavidad hasta ella—
Menuda bronca te ha caído.
—¡¿Qué?! ¡Madre mía! —estalló— Y eso que no han visto ese culito
respingón, que sino, serías millonaria.
«Lo siento, llevo toda la tarde con un trabajo, mi profesor es muy cruel y lo hace
dejar ver en sus castigos. No tiene alma». Se excusó sin nada mejor que decir.
«Te aseguro que sus castigos serán el cielo en comparación con los míos».
Kate se quedó mirando la frase durante varios segundos, tal vez minutos.
Había perdido la noción incluso de sí misma.
«Oh, sales mucho más cara que una, te lo aseguro. Y disfruto enormemente re-
decorando, destruyendo y construyendo».
«Muy bien. Si finalmente ganas la puja, pasará lo que tenga que pasar y lo
aguantaré con todas mis fuerzas incluso si eres el hombre más cruel. Hasta ese día, te pido
que no me hables, no hay nada más que saber, esto un negocio y lo cumpliré lo mejor que
pueda».
Kate estaba tan enfadada que ni tan siquiera pensó en sus palabras hasta
que las vio reflejadas en la pantalla, percatándose de que a él no le gustarían,
simplemente porque a ella le habría desagradado que le hablaran así.
***
Desde luego que le habría gustado saltarse la clase de Howl, pero tenía que
entregar el trabajo y no quería más castigos.
—¿Te vas ya? —preguntó Jessy extrañada— Tú eres doña «nunca falto a
clase».
—Apenas he pegado ojo, en cuanto acabe las dos horas de filo me voy a
casa.
De nuevo, el profesor Howl parecía ir a por todas con Kate, pues la mayoría
de preguntas le tocó responder a ella, que supuso que era a consecuencia de la
segunda oportunidad que le dio con el examen, de alguna forma tendría que pagar
aquel pequeño detalle que la convirtió en una verdadera privilegiada.
Una pequeña notita cayó a su lado, antes de cogerla vio que Jessy le hacía
señas.
«Que no, pesada. Para ya, solo falta que nos pille...»
Tras ver una cara de enfado por parte de Kate, Jessy suspiró aburrida y
volvió la vista a su cuaderno, donde había una página llena de pequeñas
caricaturas que expresaban su aburrimiento.
—¿Qué es?
—He limpiado el desván... Madre mía, pensaba que había un alien viviendo
entre tantas cosas.
—Vale.
—Sí, vaya hay más de lo que había calculado... —observó las cinco cajas con
los brazos en jarras— Vale, dile a la señora Gordon que te lleve, me ha dicho que
estaría en casa.
Salió para andar unos pocos metros hasta la puerta de su vecina, una
anciana bonachona que era directora del centro. La recibió con una sonrisa y no
tardó ni un minuto en coger las llaves del coche y salir pitando, su energía causaba
envidia incluso a los más jóvenes. Kate iría con ella para ayudar, pues aunque
estuviera llena de vitalidad, las cajas pesaban y a su edad no era nada
recomendable coger tanto peso.
—Verdad —sonrió.
—¿Estás segura?
—Por supuesto. Así, mientras voy llevando las cajas puede ir ordenando,
tardaremos menos.
Tan rápido como pudo, comenzó a entrar y salir llevando la pesadas cajas,
pues cuando regresaba del primer viaje, pequeñas gotas de agua comenzaron a
caer creando el temor en ella a que algo pudiera estropearse. Logró llevar la última
casi intacta y entró aceptando el ofrecimiento de la señora Gordon de tomar una
taza de chocolate caliente que aliviaría el creciente temblor de su cuerpo.
—Vete a dar una vuelta querida, vas a ver cómo ha cambiado esto en los
últimos tres años. Además, seguro que los muchachos se llevan una alegría enorme
por verte de nuevo.
—¡Claro! —se animó, pues cuando era joven solía ayudarla en sus tareas.
Sin embargo, al entrar en la universidad comenzó a tener cada vez menos tiempo,
y finalmente dejó de ir.
—¡¿Kate?! —el chillido de una voz familiar alejó sus ojos azules de la figura
del entrenador, cuya carrera se había detenido y miraba en dirección a ella con
cierta molestia. Sus sospechas desaparecieron con la rudeza de sus ojos.
—¡Kate! —volvió a escuchar ya frente a ella. Bajó los ojos dos centímetros y
se encontró con una arrebatadora sonrisa de dieciséis años.
En ese momento se dio cuenta de que había sido una egoísta. Por muchas
clases y trabajos que hubiera tenido, no la exculpaba, podría haberse pasado una
hora a la semana para verles... Se sintió terriblemente mal.
—No te preocupes —dijo Tom abrazándola con la fuerza de un oso—.
Entendemos que lo primero sea la universidad, tú has sido la primera de aquí en
conseguir una beca, y eso nos inspira a todos.
Sí, eso la hizo recordar. Ella empezó a ir a centro como otra niña más. Su
familia siempre había sido muy humilde, si vivían en un buen barrio y tenían una
casa grande con jardín, solo era porque se la dejó en herencia un tío de su madre,
aunque su problema de deudas llegó con la quiebra del negocio familiar, por el
que tuvieron que pedir un crédito hipotecando su hogar y, que finalmente no
sirvió para nada más que para dejar una cuenta en números rojos. De no ser por
eso, vivirían en el extra-radio con esos chicos que la miran ahora con admiración...
Ella era la prueba de que si se esforzaban, podrían ir a una buena universidad, lo
que para muchos se traducía en ser el primero de su familia en lograrlo, en los
tiempos que vivían, eso era simplemente increíble.
—Que una alumna aventajada diga eso, no es demasiado justo para el resto,
señorita Garrison —escuchó esa voz seria que reconoció de sus clases más duras.
—Es una alumna con mucho futuro, pero le gusta soñar despierta en clase y
mandar notas que cree, que no veo —sus ojos se afilaron al decir aquello, casi
provocó que a los pies de Kate se abriera un abismo.
Al momento vio que Howl hacía un gesto de orgullo. No era peloteo, era la
pura verdad, y por mucho terror que provocase, todos sus alumnos eran
conscientes de que él era mejor en lo suyo.
—Hay que estar más atentos Kate —su boca se abrió levemente, era la
primera vez que la llamaba por su nombre. Sonó tan extraño... —No estamos en
clase, aquí no es necesario tanto formalismo —se dejó caer a su lado, apoyando los
codos y quedándose relajado y no erguido, que era como acostumbraba ella a
verle.
Kate no pudo evitar preguntarse si era la misma persona que ella conocía y
respetaba... ¿Tal vez tenía un gemelo?
—Nunca habría imaginado que... eres voluntario aquí —se atragantó un
poco al dejar de tratarle de usted.
—Suele pasar cuando eres un monstruo —su respuesta fue lanzada como
un puñal.
—Claque sí, tengo que redimir los casi tres años que llevo sin aparecer.
—Kate —la llamó Harry, uno de los más pequeños—. El viernes por la
tarde tenemos un partido con los del este, ¿vendrás a vernos? Después vamos a
cenar a Giuseppe.
Fue un buen chivatazo, pero se sintió intrigada por sus palabras, ¿intentaba
invitarla? Fue una situación tan extraña que no sabía qué pensar. Pero ver las caras
de los chicos, tan expectantes, no le dejó muchas opciones, a pesar de que no se
fiaba completamente de aquel profesor tan misterioso, no tuvo más remedio que
aceptar. La alegría por su respuesta afirmativa fue acompañada de abrazos
sudorosos, por los que al momento, ella los mandó a los vestuarios corriendo para
que se duchasen cuanto antes. Se despidió de todos, ya era momento de regresar a
casa y continuar con sus lecturas de aprendizaje, aunque durante todo el camino
no pudo dejar de pensar en Howl. Simplemente no entendía cómo podía ser tan
diferente, su modo de profesor era terrorífico, y ahí resultó ser otro chico más, con
cierta picaresca. Realmente llegó a plantearse con total seriedad la posibilidad de
que hubiera un gemelo malvado y otro que lo era un poco menos...
Antes de la tormenta
—¿Por qué?
—¿Cómo?
Kate la miró un poco atontada, desde luego que era una idea
completamente normal en aquella situación, y no podía evitar preguntarse cómo
no se le había ocurrido a ella. Sonrió al sentir una gigantesca tranquilidad, de
aquella forma podría ir sin problemas, sin miedos y sobre todo, con confianza.
Mientras se lavaba los dientes veía las suaves ojeras apostadas bajo sus ojos,
y lo único que la reconfortaba un poco, era saber que aquella tarde al menos
disfrutaría con los muchachos, y con Howl...
—¿Te vas? —preguntó Susan cuando vio a su hija caminar hacia la puerta.
—Sí, el otro día estuve con los chicos en el centro, les prometí que hoy iría a
ver el partido.
—Claro, hasta luego mamá. Por cierto, no me dejes cena preparada, vamos
a ir a Giuseppe después del partido.
—Disfruta.
—Lo siento chicos... —dijo tras correr hacia ellos— Me quedé dormida...
—¿Como en clase? —miró y vio a Howl enarcando una ceja.
***
Cuando el pitido del silbato dio fin al partido, habían ganado por doce
puntos y todos gritaron corriendo hacia su entrenador y ex-entrenadora.
Vitoreando a ambos con orgullo.
—Buen trabajo chicos, así se hace —agregó Howl—. Venga, duchaos y nos
vamos a cenar.
Ambos salieron fuera para esperar a que los chicos regresaran frescos y
limpios, además de hambrientos. Junto al autobús, de pronto se creó un incómodo
silencio.
—Lo siento... —se disculpó incómoda, pues aquello significaba que la había
estado observando de igual modo que ella a él.
—¿Ya tienes novio Kate? —preguntó Tom de pronto, que estaba sentado a
su lado.
—De eso nada —se interpuso Harry con un suave y amistoso empujón—,
se lo pediré yo.
—Sí, vamos a esperar un poco más, por favor —pidió Tom mirando a Kate.
—Bueno, una hora más ¿vale? —pidió mirando a Howl— Hace mucho que
no veo a mis chicos.
—Está bien.
Fin de la subasta
Por desgracia, el tiempo pasó rápido y, cuando Kate se quiso dar cuenta,
estaban en el pequeño autobús llevando a los chicos a sus casas. La noche ya era
plena y cada vez que uno de ellos bajaba despidiéndose con un abrazo, evocaba en
ella aquel sentimiento de desesperación por lo que encontraría al llegar a casa.
Howl la acercó antes de llevar el bus al centro e irse él también. Se despidió rápido,
demasiado en opinión de Kate, que había tenido la esperanza de poder volver a
charlar con él tal y como sucedió en el partido, pero no le dio la opción, así que
entró en casa y subió a su habitación sin hacer ruido para no despertar a nadie.
S.R.
—Vaya... no me esperaba nada como esto —dijo dejándose caer hacia atrás.
—Sí.
—Bueno, pero ten cuidado Kate, un par de copas y no más. Oye... —se pegó
a ella susurrando— no es mucho, pero tengo un dinero guardado. Puedes
comprarte un vestido e ir a la peluquería...
—Sí, me voy a llevar a esta princesa pequeña al cine y a cenar —dijo con
cariño besando a Miranda, que comenzó a gritar emocionada.
—Ya son las cinco —se sentó en la cama mirando el reloj—. Jessy debería
llegar ya...
Justo cuando terminaba de hablar consigo misma, el timbre sonó en el piso
de abajo, risas y saludos de emoción indicaron que se trataba de su mejor amiga.
—Ya te he dicho que al final no era necesario que vinieras —se quejó, pues
no le había hecho caso a través del móvil.
—Vale vale, pero eso no quiere decir que no vayamos a ponerte guapa.
En realidad hubo alguna que otra tarde de aburrimiento en la que sin nada
mejor que hacer, experimentó aquel arte que no había cultivado con mucho interés.
Al final tuvo muy buen resultado, se vio realmente hermosa, pero tal vez por la
falta de costumbre o porque aquel nivel no era para ella, se sintió pesada,
incómoda y pastosa. Su piel tiraba un poco, las pestañas postizas no le dejaban ver
y le lloraban los ojos. Desde luego se quedaba con la belleza natural, no necesitaba
nada más que un poco de BBcream y su eterno perfilador de ojos.
La Fiesta
Cuando ya pasaban unos minutos de las siete, Jessy puso la última horquilla
del recogido urbano que acababa de hacerle a su mejor amiga, aquel pelo rizado y
su tipo de cara, se enmarcaban a la perfección con algo revuelto y lleno de carácter,
sin duda era la apuesta más acertada. Un poco de brillo y... se quedó frente a Kate
para disfrutar del resultado de su trabajo.
—¡Perfecta! Aunque sí te digo, que las pestañas postizas en tus ojos serían...
—No, no —la cortó Kate consciente de que su amiga haría un intento final
por convencerla.
—Bueno, vale —se rindió sonriente—. Me conformo.
—Te veo muy nerviosa —dijo Jessy con dulzura sentándose al lado de
Kate—. Todo saldrá bien ya verás... tengo un presentimiento.
—No pienses en eso ahora. ¿Nos vamos? —preguntó cuando ya eran las
siete y media pasadas.
—Vale...
Jessy se ofreció a llevarla hasta el lugar, y así, Kate no tendría que coger un
taxi. Además, se quedaría más tranquila viendo un poco la zona, y aunque no se lo
dijo a Kate, permanecería por allí unos minutos, por si ocurría cualquier cosa.
—¿Será ese lugar? —señaló al frente un edificio enorme que desde luego,
parecía un teatro.
Pararon y aún faltaba una hora para las nueve. El lugar estaba cuidado a
pesar de ser un sitio abandonado, lo que la perspicaz mente de Kate dedujo, se
debía a que lo , y seguramente la empresa era propietaria del edificio.
—No, en el e-mail solo ponía lo que has visto... pero no creo que haya
problemas.
—No lo sé.
Ambas amigas volvieron a mirarse con sorpresa, acto seguido salieron del
vehículo. Se acercaron a la mujer, de alta estatura y figura esbelta. Era hermosa y
muy llamativa.
—No estés asustada cariño. Yo también vine una hora antes en mi primer
encuentro.
—Ni se os ocurra tratarme de usted —avisó con cariño—. Sí, han pasado
diez años de ese día —confesó—. Sé lo que es ser nueva... Bueno, ¿vienes? —miró a
Kate, que acto seguido fijó los ojos en su amiga—. No puede acompañarnos cielo,
pero resolveré tus dudas.
—Vale...
—Así es, las filtraciones son nuestra prioridad. Y eso es lo que vamos a
solucionar ahora mismo —agregó bebiéndose la copa de un sorbo para levantarse
y caminar hasta el escritorio—. Ven Kate.
Kate se sentó y comenzó a leer con toda atención los puntos que llenaban el
papel. Anna estaba en lo correcto, era un contrato simple en el que se comprometía
a no decir nada ni de la gente ni del lugar.
—Nuestros clientes también están sujetos a ese contrato —avisó—. Para que
lo entiendas mejor, si Obscure hace público algo sobre ti, deberá indemnizarte. En
términos legales estáis atados de la misma forma. Y con respecto a eso que te
preocupa... aunque él haya pagado por ti, ambos decidís lo que queréis hacer. Tu
palabra tiene la misma fuerza que la suya, es importante que quede claro que no
puede forzarte, y para eso es esta fiesta. Además, no tienes que cumplir hoy si no
llegáis a un acuerdo o si te sientes demasiado incómoda, pero sí antes o después.
Os podéis ver las veces que necesites.
—Vale... Es...
—No —soltó una carcajada—. Solo tendrá unos poco años más que tú. Y es
muy guapo —suspiró—. Vaya, solo falta media hora. Ven vamos abajo, hay que
buscarte algo adecuado para la fiesta, la gente empezará a llegar ya. Estás de
suerte, tu estreno aquí ha coincidido con la fiesta de máscaras, eso te dará un poco
más de confianza.
Decir que las palabras de Anna la relajaron era quedarse corto, el simple
hecho de saber que no habría obligación ya era suficiente como para volver a
respirar.
Una habitación que seguramente antaño sirvió como sala para el reparto de
alguna obra de teatro, se abrió ante ella. Estaba repleta de colgadores, vestidos y
complementos para todos los gustos. La iluminación era a su parecer demasiado
fuerte, hasta el punto que las lentejuelas y brillantes soltaban brillos incómodos
para sus ojos.
—Sí así es. Te dejo un momento para que eches un vistazo —avisó con la
vista fija en el móvil—. Los empleados ya están aquí. Vuelvo en cinco minutos.
Al fin y al cabo tampoco quería parecer la monja de aquel lugar, y sin saber
lo que se iba a encontrar en la fiesta, intuía que las mujeres enseñarían un poco más
de carne. Entró al probador y se lo puso con cuidado de no estropear el recogido
que con tanto esfuerzo le había hecho su mejor amiga. Cuando se pudo ver en el
espejo le gustó y, aunque se sentía un poco incómoda con el escote, si era sincera le
quedaba como anillo al dedo.
—Me encanta esa actitud —la señaló con fuerza—. Ojalá todas las chicas de
tu edad fueran así. Hay que aprovechar nuestras armas y las debilidades
masculinas, pero la mayoría de mujeres no lo hacen de forma correcta. ¿Sabes
cuantas chicas se han casado gracias a su cuerpo? —preguntó.
—¿Muchas?
—Casi todas las que conozco. Y los matrimonios no llegan al año. Muchos
hombres se sienten atraídos en un primer momento por el físico, pero al final no es
eso lo que buscas para el resto de tu vida.
Kate asintió con la cabeza, y es que no pudo más que sorprenderse de que
Anna pensase igual que ella. Desde luego que conseguir un marido adinerado
gracias a una cara bonita o un cuerpo escultural tenía fecha de caducidad.
—Toma, creo que esta verde es perfecta para ti —dijo dándole una bastante
sencilla en comparación con las otras—. No estés asustada cariño, yo estaré cerca si
me necesitas. Sé como te sientes, pasé por lo mismo en su día. Te apuntaste por
algún problema gordo, eso lo sé, porque nadie vende su virginidad por capricho.
—¿Tú también?
—Lo siento mucho. Por cierto, tengo una duda... no me habéis pedido en
ningún momento pruebas de que...
—La verdad es que eso es exigencia del cliente, aunque con Obscure no es
necesario, se daría cuenta al momento.
—Claro. Deja tus cosas en una taquilla, mete un código que recuerdes y no
olvides guardar también ahí el móvil, están prohibidos dentro —avisó.
Obscure
En la parte este, en una de las paredes más alejadas, pudo ver un enorme
ventanal blanco que hacía de salida al exterior, un poco de aire fresco le iría
perfectamente. Atravesó y se encontró en un balcón de aspecto antiguo cuya
piedra estaba adornada a base de cincel. No había nadie y la música llegaba lejana.
Paz y tranquilidad que se transformaron en ganas de salir corriendo.
Estaba cerca, tan cerca que sentía el aliento de Obscure chocando contra la
parte posterior de su cuello.
—Bueno, tú fuiste la que dejó claro que esto era un negocio. ¿Qué debería
hacer yo entonces?
Lo peor es que estaba en lo cierto, ella lo dijo: «Si finalmente ganas la puja,
pasará lo que tenga que pasar y lo aguantaré con todas mis fuerzas incluso si eres el hombre
más cruel. Hasta ese día, te pido que no me hables, no hay nada más que saber, esto un
negocio y lo cumpliré lo mejor que pueda».
—Pues haz lo que tengas que hacer —sus palabras salieron entre dientes.
—¿No?
—Me estás irritando.
—Bueno, peor para ti. Continua —apremió clavando los ojos en ella y
marcando media sonrisa.
—No es esto lo que esperaba después de hablar contigo por facebook —soltó
con los labios levemente fruncidos.
—Pides mucho.
—Lo sé, eres una persona discreta que no disfruta desvelando miedos, crees
que eso te hace débil al mundo, y no hay nada que odies con mayor fuerza a que te
vean así.
—Sé que eres una de las mejores estudiantes, que te desvives por tu familia,
que estás aquí por ellos —dijo con suavidad—. Que te cuesta confiar en la gente,
que ya no eres esa chica divertida que fuiste en el instituto... puedo seguir toda la
noche querida. Pero tengo interés en saber que fue de aquella Kate.
—Murió.
Con un suave empujón señaló la zona más apartada del balcón, donde ella
no había mirado. Allí había un banco de piedra rodeado de plantas, con un aire
mágico y misterioso.
—Lo es.
—¿Por qué?
—Porque he pagado más de medio millón. Creo que al menos, mi
consideración por ti se merece eso. Sé que hoy venías dispuesta a saldar tu deuda,
eso te honra, pero como ya te he dicho antes, no voy a permitir que te fuerces a ti
misma.
«Este hombre es como una víbora...» Pensó al instante, pues era impecable la
forma en la que se llevaba todo a su terreno, y eso sin perder la elegancia.
11
Creciente deseo
—Es comprensible tu actitud con los hombres —dijo Obscure tras guardar
silencio, una vez acabada la historia—. Me resulta repugnante que un niñato de
dieciséis años hiciera eso —agregó con una sinceridad que ella pudo sentir
verdadera—. A pesar de eso, deberías ser consciente de que todos en este mundo
tenemos fantasmas y pasado, y privarte de cosas normales para cualquier chica, al
final te ha hecho más mal que bien. Vives enfadada con el mundo, no con los
hombres —añadió atrayendo la mirada desorbitada de Kate.
—Crees que lo sabes todo. ¿Y qué hay de ti? Ese royo misterioso que te
traes —casi escupió ella. Comenzaba a sentirse desnuda y vulnerable, ante lo que
solamente sabía defenderse de un modo, sarcasmo y malhumor—. Un día vas de
Amo sado dando órdenes y avisando de lo que me espera, y ahora eres pura
comprensión y elegancia. ¡Llevo toda la maldita semana leyendo novelas eróticas
de todo tipo por tu culpa! —acabó casi gritando al tiempo que se levantaba dando
énfasis a su queja.
—No será que después de tus sugerentes lecturas... ¿Esperabas algo más
que una buena charla, Kate? —su tono burlón casi la hizo estallar.
—Admito que es la primera vez que una mujer me dice eso. Creo que estoy
en mi derecho a que demuestres tus palabras con hechos.
—¡Eres odioso!
—¿Sí?
—Entonces... ¿cómo va a ser esto? Has dicho que no sería hoy, ya sabes...
—Para eso creo que queda un mes —respondió autoritario—. Y no creo que
tardemos tanto en cumplir nuestro acuerdo.
—Es un club, como esos de los que tanto has leído —respondió divertido,
pues sintió al momento cómo se tensaba, aún sentada sobre sus piernas.
Kate giró la cabeza de golpe sintiendo un latigazo de dolor. Clavó los ojos
en él, completamente traumatizada por sus palabras. ¿Club? ¿Uno de los de
verdad?
—He dicho que iríamos poco a poco, no que nos limitaríamos a un pequeño
mordisco en ese cuello que por cierto, resulta delicioso.
—Acabas de mirarme los labios, y has abierto los tuyos mientras lo hacías.
Eso solo indica deseo.
Estaba furiosa, pero no con él, sino con sí misma, pues lo que acababa de
decir era completamente cierto. El repentino deseo de besar aquella boca que
estaba solamente a unos centímetros de ella la estaba ahogando, pero que lo dijera
así, de aquella forma... Aquel misterioso personaje era un diablo.
—No, claro que no. Lo harás porque es lo que quieres hacer. Te asusta la
incertidumbre de si lo vas a hacer bien —agregó leyendo el temor en sus ojos
azules—, y no te das cuenta de lo arrebatador que es eso. Si no lo haces tú acabaré
por hacerlo yo —avisó con cierto grado de seriedad—, y en ese caso, tal vez no
pueda controlarme por completo. Por lo tanto, digamos que te estoy dando una
buena opción.
Mientras pensaba una cosa tras otra, sin apartar la vista de él, casi
absorbida y llevaba a otro plano, no se dio cuenta de que su cabeza fue
deslizándose hasta que sus labios chocaron contra los que le provocaban tanto
deseo. En aquel instante pareció despertar de la hipnosis, pero una vez dado el
paso ya no tenía que luchar con tanto ahínco, y sentir cómo Obscure abría la boca
con suavidad dejando que a ella llegara el aroma mentolado de su aliento, la
embriagó.
—¡Vaya, vaya! —una voz risueña atrajo la atención de ambos— Veo que
habéis conectado muy bien, no hay nada que me haga más feliz —admitió
caminando hacia el banco que ocupaban.
Algo en su interior quiso romper las cadenas con las que se había atrapado
a sí misma. Un deseo creciente nacía en el interior de su cuerpo, algo que ni James
le había provocado. Y cuando Obscure, cansado de esperar se lanzó atrapando el
labio inferior de Kate entre los suyos, ella no pudo impedir que aquella gruesa
cadena se hiriera pedazos. Abrió la boca dejando que la aterciopelada lengua de
Obscure traspasase el velo que daba paso a su boca.
12
«Al final pasará...» Pensó agotada mientras se metía en cama para quedarse
dormida al momento.
El sueño que llegó tragándosela, resultó ser una excitante mezcla; terror,
oscuridad, pasión y éxtasis... Sin embargo, solo quedaron sensaciones en ella, pues
al despertar solo recordaba la cara parcialmente cubierta de Obscure. Alargó el
brazo para coger el móvil y ver qué hora era, tenía varios mensajes y el reloj digital
marcaba las ocho y media de la mañana. La primera alerta agrupaba varios wassaps
de Jessy, que parecía completamente ansiosa por saber cómo había ido todo, el
segundo era de un número desconocido.
«Recuerda acudir esta noche a las nueve, en la tarjeta está la dirección. No llegues
tarde o me deberás algo más que un beso de verdad».
—Sí mamá, oye... no me prepares nada, me espera Jessy, desayuno con ella.
Vuelvo a la hora de comer.
***
—¡¿Qué?!
—Bueno... Nos besamos, un poco solo. Hemos hecho un trato, cuando esté
preparada cumpliremos el acuerdo.
Kate alzó los ojos y los clavó en su amiga. ¿Cómo no se había dado cuenta
de aquello? Se le había olvidado completamente. No tenía perdón.
—Ah, vale, qué alivio. ¿No me puedes contar más? Aunque sea algo sobre
él. ¿Está bueno? ¡Por lo menos dime eso!
—¿Estás bien?
Kate se giró con intención de salir por la puerta por la que llegó, pero un
agarre se lo impidió volviendo a llevar su mirada confusa a él, que con una sonrisa
ladeada hizo un gesto para que entrase a la cancha.
—Hace mucho que no juego —frunció el ceño—, y después de ver ese mate,
no quiero que me humilles.
—No seas gallina —enarcó una ceja, sabiendo que aquello le molestaría.
—Trato hecho.
—Te escucho.
—Ya veremos.
Kate botó el balón y salió disparada por el flanco derecho de Howl, que
sorprendido, sonrió. Desde luego que le había cogido desprevenido, aunque eso no
le serviría de mucho. Giró la cabeza y vio que se acercaba a ella como una
estampida de furiosos animales, sin tiempo tiró, para su suerte y a pesar de que
estaba en la línea de triples, metió.
—Te dije que no jugaras como un profesional —se quejó tirándose al suelo
agotada.
—Cierto. ¿Sabes que eres bastante macabro? —atacó con el ceño fruncido,
estaba enfadada y algo le decía que se estaba mofando de ella.
—Sí, por supuesto. Pero para que veas que también soy justo, responderé a
tu pregunta.
Sentados en las gradas y con una bebida energética en las manos, Kate
pensaba en la mejor manera de formular su pregunta, que a pesar de haber
perdido, tras el esfuerzo se la había ganado de forma justa.
—Hay una cosa que me intriga... —comenzó en un susurro. Pudo ver desde
el rabillo del ojo como Howl giraba la cara para mirarla interrogativo—. Me ha
rondado mucho por la cabeza, la verdad es que cuando te vi aquí con los chicos
pensé que tenías un gemelo...
—Algo así...
—Las clases y el trabajo son una cosa Kate, el ocio otra. A pesar de que solo
os saco seis años, soy consciente de cómo son las veinteañeras. Me tomo muy en
serio mi trabajo —continuó con bastante seriedad—. El profesor tal vez se acerque
más a mi verdadero yo, quien sabe. Con los chicos también soy duro —admitió
refiriéndose a los muchachos del centro—, la mayoría no tienen padre, y si lo
tienen no les presta ninguna atención. Admito que me sorprende ver cómo
reaccionan a alguien que les castiga porque han hecho algo mal, ni tan siquiera
rechistan.
—Es difícil —masculló—, es muy tentador el abanico que se abre ante mí.
—Vamos, sentencia. Pero nada que tenga que ver con las clases —avisó
Kate con cierto grado de enfado—, aún me duele la mano por el último castigo.
Howl enarcó las cejas y levantó el dedo índice, confusa Kate esperó a que
aclarase el gesto.
—¿Está tarde? —repitió sin entender muy bien— Bueno pero me tengo que
ir pronto.
—Hasta las ocho serás mía.
Escuchar de su boca las dos palabras serás y mía, casi hicieron saltar por los
aires el corazón de Kate, que comenzó a latir con la fuerza de un terremoto. ¿En
qué diablos estaba pensando?
Se fue a casa casi corriendo, necesitaba ducharse cuanto antes para no coger
un resfriado. Por el camino pensaba en el día que le quedaba por delante. Una cita
con Howl y después un encuentro con Obscure... Su vida había pasado de
tranquila y de anti-hombres a estar llena de ellos, y desde luego, que de tranquila y
monótona, ya nada. Aunque si era sincera consigo misma, nunca pensó que su
corazón volvería a latir de aquella manera, llevaba años rechazando toda
propuesta y con rencor hacia todos los hombres del planeta. Y ahora, se iba al cine
con aquel profesor monstruoso que casi rozaba la crueldad con sus castigos.
13
Sorpresas y deseos
Cuando se paró frente a una moto bastante imponente, Kate no pudo más
que sorprenderse, otra cosa que no se habría esperado ni en cien años.
—Es una pena que no lleves falda, habría sido divertido —se mofó
poniendo la moto en posición y subiéndose en ella.
—No seas tan agria y sube. Agárrate bien —pidió cuando ella ocupó el sitio
tras él—, ¿o es que estás nerviosa?
El resto de la tarde fue tal y como ella esperaba, aunque en algún momento
llevó las bromas un paso más allá haciendo parecer que eran novios, Kate se
percató de que Howl disfrutaba de forma enfermiza molestándola y haciéndola
sentir incómoda. Sin embargo, en el fondo ella había disfrutado con aquella
mentira pública de parecer pareja, y el Howl divertido y lleno de vitalidad que
conoció, fue simplemente inimaginable. Le gustó, y cada día le gustaba más... lo
que era un verdadero problema.
Su primera cita en años acabó justo a las ocho de la tarde, tenía que irse
corriendo, porque pronto era el turno de Obscure, al menos durante unas horas se
había olvidado de él y de la situación que le rodeaba.
—Ha estado bien, hacía mucho que no me reía tanto —comentó apoyando
el torso al frente, sobre el manillar.
***
—Voy a llegar tarde —dijo viendo las rutas de metro y autobús— ¡Oh!
—¿Eres Kate? —preguntó una vez estaban las dos dentro. Ella asintió—
Bien, Obscure vendrá en un momento.
—Anna está por aquí. ¿Necesitas hablar con ella? —Kate negó con la
cabeza— Entonces sigamos.
Después de atravesar el lugar entraron por una puerta, al otro lado había
un pasillo oscuro, pero continuaron su camino hasta otra puerta, al atravesar otra
entrada, acabaron en un cuarto sencillo y amplio.
—Sí.
—Al fin me miras —rio—. Tranquila, he dado instrucción para que el banco
lo ponga como herencia de un familiar lejano, tus padres no sospecharán nada.
Seguramente el lunes les llegue el aviso, con esa cantidad dejaréis de tener deudas.
Obscure se acercó hasta que sus labios se rozaron. Kate volvió a sentir aquel
vértigo, aquellas ganas irrefrenables por besarle. Su simple olor la embriagaba, la
confundía y la volvía loca. Demasiados sentimientos y demasiado deseo mezclados
en un solo cuerpo. Kate cerró los ojos abatida, perdiendo su batalla interna y
pegándose a él, que no encontró obstáculos en probar su boca suave y
aterciopelada con la verdadera intensidad que necesitaba. El beso que comenzó
suave acabó fiero, llevándola a otro nivel, hasta casi rozar el desenfreno.
—Esta noche necesito de ti, algo más que un inocente beso Kate —admitió
Obscure alarmándola.
—¿Qué? —él acortó las distancias de nuevo, haciendo que Kate acabase
recostada sobre el brazo del sofá. Se sintió amenazada, como si acabase de aparecer
un leopardo frente a ella— Cada segundo que pasa me cuesta más no arrancarte la
ropa.
—Tus palabras distan mucho de tus actos, querida. Sé que provoco algo
más que indignación en ti.
Tenía razón, y aquel era el punto que tanto molestaba a Kate. Porqué,
porqué alguien de quien no sabía ni el nombre, a quien no había visto... ¿era capaz
de hacer que sintiera por primera vez aquel deseo?
—No... No sé...
Kate pudo ver en el brillo de aquellos ojos grises una profundidad nueva,
algo le decía que estaba dolido por sus palabras, pero le habría reconocido,
¿verdad? Su mente comenzó a repasar recuerdos, imágenes, pero no estaba segura,
no tenía sentido y él, no ayudaba lo más mínimo. Inmersa en sus pensamientos, se
vio sorprendida por el mordisco suave que apresó el lóbulo de su oreja, que
haciéndola soltar un suave jadeo solo provocó que él se pegase más a ella. Las
manos de Obscure no tardaron demasiado en explorar libremente su cuerpo, que
en total tensión se quedó paralizado pensando que la horrible sensación de ser
forzada y aquel terror puro volverían a inundarla, sin embargo y para su sorpresa,
no fue así. Cada caricia despertaba algo nuevo en ella. Y para colmo, el creciente
frescor en su ropa interior apareció en el momento en el que sintió un fuerte agarre
en el trasero, que se alzó hasta dejarla tumbada completamente en el sofá. Obscure
se colocó con astucia entre sus piernas antes de que Kate se percatase de sus
intenciones y cerrase aquel acceso.
—Llevo mucho esperando esto Kate —avisó haciendo fuerza con las manos
hasta arrastrarla y pegarla completamente a él.
—¡No! —jadeó.
Un gemido salió volando por sus labios cuando el dedo comenzó a moverse
lentamente, provocando un fuerte apetito en ella que jamás había sentido. El
éxtasis comenzaba a nublarle la mente, que a su vez parecía querer jugar con ella
mostrando la imagen de Howl.
—Eres como una mariposa atrapada en la tela de una araña —susurró él—.
No sufras Kate, es normal que estés confusa.
Con el primer roce, Kate sintió un leve picor, y el ansia por llegar al límite
se volvió incontrolable. Dejó de hacer fuerza con las piernas, obligándose a sí
misma a relajar el cuerpo. Tantos años de represión merecían el mayor esfuerzo
que pudiera hacer. Los movimientos que antes fueros suaves, ahora eran fieros. No
mostró ni una pizca de clemencia cuando soltó pequeños pellizcos, retrasando así
lo que ahora, tanto ansiaba Kate.
—No —balbuceó.
—¿No? —se ofendió— Pues tendré que hacer lo necesario para que la tela
no sea capaz de callarte.
Con un rápido movimiento, metió las manos bajó la tela del pantalón
elástico que llevaba puesto, sintiendo la humedad en todo su esplendor, y que
hacía que la ropa interior pareciese una segunda piel.
Kate quiso decir cuan en desacuerdo estaba, pero el calor de aquella mano
era más fuerte que sus mentiras. Para su suerte y desgracia, lo hizo, pareció
disfrutar con la humedad, pues se tomó un rato largo hasta que introdujo un
punzante dedo que hizo que todo el cuerpo de Kate se encogiese bajo él. La terrible
incomodidad de aquella pequeña intromisión disminuyó con rapidez,
seguramente gracias al pulgar que se movía por el exterior de forma gloriosa.
Llegando a aquel punto, la mente de Kate se tiñó de un brillante y puro color
blanco, el mundo dejó de existir, hasta que no tuvo constancia ni de sí misma.
Un oscuro pasado
El primer domingo del segundo mes, tras acabar en ropa interior y sentir
una llama de locura quemarle el cuerpo, Kate se debatía entre el placer de las
caricias que recorrían cada centímetro de su piel. Comenzaba a darse cuenta de
que resultaba ser muy complicado mantener sus sentimientos a raya, de tal forma
que pensaba en ellos a todas horas del día. Inmersa en las zonas más oscuras de su
mente. No comprendía la razón, la razón de porqué no podía dejar de pensar en
ambos y, desde luego, jamás imaginó que Howl se colaría en su mente en un
momento de tanta intimidad.
—Veo que no dejas de ser un poco cínico —al mirarle de cerca, Kate habría
jurado que acababa de marcar su mismo gesto bajo la máscara—. ¿Por qué no te
quitas eso? No me voy a asustar —continuó, intentando presionarlo— No soy
alguien que dé al físico más importancia de la que merece. Al fin y al cabo, con el
tiempo la belleza se desvanece.
—Eso son muchas preguntas, pero te concederé algo —la cortó—. En esos
libros que lees últimamente de forma tan asidua... los eróticos —recordó con cierta
burla lo que ella le había comentado en algunos mensajes—, los protagonistas
masculinos suelen tener unas historias bastante desagradables, ¿verdad?
—¿Tu... tu madre?
—Sí. Mi madre era la hija pequeña de una familia importante, pero fue tan
estúpida como cualquier muchacha de un barrio pobre, se dejó enamorar por el
idiota de turno —paró unos segundos y suspiró, era un pasado superado, pero
hacía muchos años que no pensaba en aquello—. Como castigo, mi abuelo la dejó
en la calle, sin nada. Me dio a luz y como ya no tenía los beneficios de antes, me
vendía para comprar droga.
—Un niño puede ser una delicia para cierto tipo de engendros —sonrió con
un halo de molestia—. Tenía siete años. Estuve así hasta los catorce, mi tío me
encontró y me llevó con él tras la muerte de mi madre por sobredosis. Eso es todo.
Con un fuerte agarre la llevó por el club hasta la puerta, donde pidió un
coche de la compañía. El chófer que siempre se ocupaba de ella llegó y, para
sorpresa de Kate, antes de dejarla libre, Obscure la besó de forma salvaje hasta
dejarla sin aliento. Fue la mejor forma de impedir que de su boca saliera un adiós.
Dentro del coche y sabiendo que aquel chófer no pronunciaría una sola
palabra, sacó el móvil y se puso los cascos para escuchar música. Las sensaciones
pronto volaron hasta su mente, encendiendo el fuego de la confusión que la
consumía. Con lo poco que le conocía, ¿por qué le gustaba tanto? Howl era una
respuesta más sencilla, pues a pesar de que al inicio había provocado en ella más
miedo que amor, le conocía desde hacía dos años... y aquellas últimas semanas
había sido capaz de ver otra parte oculta de él.
«Esto acabará con mi poca salud mental». Se dijo con total convicción.
Comenzó a pensar y darle vueltas a mil cosas, pero solamente llegaba a una
conclusión, necesitaba alejarse de ellos unos días, un par de semanas...
Tras morderse el labio con un alto grado de nerviosismo, miró el móvil, que
marcaba las cuatro de la mañana. Abrió el wassup y comenzó a escribir en la
conversación que solía mantener con Obscure, de cosas tontas y banales que le
aportaron más que la charla más culta del planeta. Con un escueto párrafo, intentó
expresar su agobio actual, casi suplicando que la dejara un par de semanas de
libertad. Tras mandarlo, vio que lo leyó a los pocos segundos y no tardó mucho
más en comenzar a escribir su respuesta.
Un poco vencida y agotada, pensó que tal vez decirle la realidad que estaba
sufriendo su corazón le abriría una puerta de escape, pero también era consciente
de que él podría sentirse molesto... Cerró los ojos unos segundos y soltó el suspiro
más largo de su vida.
«Creo que tengo demasiados sentimientos por ti, cosa que ni yo misma entiendo, el
problema es que los mismos sentimientos me los provoca otra persona».
—No puedo ser más clara —se dijo a sí misma observando al detalle que
esta vez se tomaba más tiempo en responder.
«Quién».
«Uno de mis profesores, paso mucho tiempo con él en un centro para muchachos
con problemas familiares».
—Se ha... ¿enfadado? —la molestia no tardó en hacer acto de presencia, por
lo que sin pensar, escribió su respuesta.
«No seas crío! Acabo d decirte k m gustas más allá dl dinero k has pagado por mí. K
quieres k aga si otra persona, tmbn provoca sntimientos. Ncsito aclararme».
«Con esa ortografía, solo conseguirás de tu profesor tantos castigos que no habrá
expediente lo suficientemente grande como para meterlos. Desaparece y aclárate para
cumplir el contrato cuanto antes».
«Sinceramente, no sé como me puede gustar alguien tan idiota como tú. Adiós».
Con enfado, tiró el móvil tan lejos como pudo, no quiso ver más respuestas,
pues odiaba cuando se ponía en aquel plan.
Ardiente verdad
Mientras los días se iban sucediendo uno tras otro, su mente no se aclaró, y
lo único que acabó ocurriendo fue que Kate extrañaba más a esas dos personas
que, para su desgracia, habían puesto su mundo patas arriba. Pero lo peor no
resultó ser eso, luchar consigo misma, sino que tras una semana de aislamiento, su
móvil solamente había sonado para dejar constancia de los mensajes de su mejor
amiga, ni Howl ni Obscure le mandaron un miserable hola... lo que su mente
tradujo en que ella no era importante para ninguno, tanto sufrimiento y
confusión... por y para nada.
«Soy una ilusa. ¿Cómo pude llegar a imaginar que yo sería importante para ellos?»
La mente de Kate se volvió en su contra, comenzó a lanzar acusaciones y
humillaciones en contra de su portadora haciendo que se sintiera de lo más
miserable y, que vencida, no encontraba más respuesta a aquello aparte del simple
hecho de que era una imbécil enamoradiza. Aquello que tanto había evitado los
últimos años de su vida, ahora la estaba engullendo por completo.
—Cielo, llevas unos días con una cara terrible —se percató Marjorie—. El
sábado hay una fiesta en la casa de la colina.
—De verdad, ¿por qué todas las mujeres de vuestra rama familiar no
aceptan jamás una negativa? Podríais helar el infierno con esa mirada. Está bien —
continuó vencida—, daré una vuelta, me tomo algo, saludo y me vuelvo.
El lugar era tan elegante como recordaba, la iluminación exterior tenía una
suave intensidad y los cuidados jardines parecían tener un halo de fantasía. Llamó
a la puerta principal, esperó un par de minutos, pero nadie vino a recibirla, por lo
que sacó la invitación del bolso para asegurarse de que no se había confundido de
hora.
Pensó en irse, pero su mano se alzó sin recibir la orden de actuar y la puerta
resultó estar abierta.
«¡Tan ricos que no tienen quien abra las puertas!» Se mofó mentalmente.
Cuando llegó al imponente salón principal, las luces en general eran suaves
e íntimas, un poco misteriosas y, en cierto grado, incómodas. Giró un par de veces
sobre su propio eje, pero lo único que le provocaba aquel lugar era pavor, como si
en cualquier momento fuera a aparecer un psicópata armado con una moto sierra.
Cuando se dio la vuelta para salir de allí a toda velocidad, el eco de una
suave melodía se alzó llamando su atención. Se paró tras dar dos pasos, afinando
el oído para intentar localizar la procedencia, parecía que era del piso superior. Se
acercó a las gigantescas escaleras, que cubiertas por una elegante alfombra
bermellón, le dieron la impresión de que la llevarían al infierno
Pero, una vez más, su intento de huida se vio frustrado, y la expresión que
se dibujó en su rostro casi daba a entender que acababa de ver un verdadero
fantasma. A lo alto de las escaleras, a varios metros de su posición y, que hacía un
segundo estaban vacías, acababa de aparecer una silueta. Un paso tras otro,
comenzó a bajar con una pasmosa tranquilidad al tiempo que Kate era capaz de
distinguir de manera enfermiza aquella manera de andar elegante, aquella forma
de erguirse... y la brillante máscara dorada que le cubría el rostro. Obscure estaba
allí.
Cuando llegó abajo, a tan solo unos escalones de distancia, Kate se impulsó
hacia delante sin pensar. A pocos centímetros de él le observó, y con las manos le
palpó los brazos, como si necesitase cerciorarse de que era real. ¿Por qué estaba
allí? Ni un hola había recibido por su parte desde que se marchó.
—¿Dando órdenes? —preguntó— Creí que te había quedado claro que eso
no me gusta.
—La respuesta es clara Kate —comenzó posando las manos sobre sus
hombros desnudos—. Yo también necesitaba aclararme. La información que me
diste me dejó mentalmente bloqueado, tus sentimientos fueron totalmente
inesperados.
—¿Porque te dije que me gustabas? —se extrañó, pues no era algo tan
imposible.
—No, Kate. Tiene una explicación sencilla. ¿Recuerdas el día que chocamos
hace unos meses? —ella asintió— Esa fue la segunda vez que chocábamos.
—La primera fue hace justo dos años, mi primer día en la universidad. Una
joven que en aquel momento estaba rechazando una nada indiscreta declaración
de amor y cuya furia se desprendía incluso por los poros de su piel, me dejó
estupefacto.
—Temor —le cortó ella—. Jamas sentí repulsa, pero me asustabas, a mí, a
los demás... incluso al decano... —admitió.
—Pero...
—Te lo estoy pidiendo. Necesito que pienses con tranquilidad en todo esto,
y en el futuro, cuando vuelvas, si tienes claros tus sentimientos, me lo dirás. Quiero
estar contigo, pero también quiero que tú lo tengas claro. ¿Entendido?
Juntos
La música que estaba escuchando con el móvil cesó con una nueva alerta,
era su conversación con Howl.
«¿Ya estás de vuelta?»
Los dedos de Kate se pararon antes de escribir una sola letra, y es que su
mente le jugó una mala pasada.
«Por muchas ganas que tenga de eso que estás imaginando y, que te impide escribir,
tenemos que hablar».
Apenas tuvo veinte minutos para dejar sus cosas y refrescarse, además,
Susan estaba bastante curiosa. Después de un viaje Kate jamás salía, la costumbre
en casa era ver una película juntos.
—Sé que me estás ocultando algo señorita —avisó cruzando los brazos y
escrutando a su hija—, y descubriré qué es.
Al fin pudo empujar a su madre para que la dejase sola, bastantes cosas
tenía en la cabeza como para que su madre continuara atormentándola. Solo
faltaban unos minutos para las ocho cuando Kate comenzó a bajar las escaleras.
Allí encontró dos figuras agazapadas, asomándose por la cortina de color blanco
mientras susurraban.
—Hija, como padre tuyo que soy —comenzó él con seriedad mientras
posaba las manos sobre sus hombros—. Lo desapruebo completamente... No me
gusta.
—Ni caso hija, no escuches al idiota de tu padre, pero tienes que traerlo a
casa, ¿mañana?
—¿A sí? —con media sonrisa se dispuso a contraatacar— Que sepas que mi
padre acaba de decir que no te aprueba, no le gustas.
—Tengo una duda —tras una pausa, Kate continuó—. ¿Qué va a pasar con
el contrato? O con... ¿nosotros?
—Me alegra saber que has pensado en esto tanto como yo, el contrato
seguirá como hasta ahora, los fines de semana me pertenecen —aclaró—. Lo que
me interesa saber es qué sientes. Yo ya te lo dije Kate, después de dos años sé que
te quiero.
—Te has negado a sentir nada por nadie durante mucho tiempo —habló
por ella—. Soy consciente de eso, y de hecho, si tu respuesta hubiera sido otra,
estaría decepcionado. Ya te dije que estuve observándote, sé cómo reaccionas ante
todo. Ni hiciste más amigas aparte que la que tenías al entrar en la universidad. No
quiero que te fuerces —continuó—, por ahora me conformo con lo que estés
dispuesta a dar, o a dejar que yo te dé.
—¿Yo?
—¿Cómo?
—Adelante.
—Esa, querida, es una buena pregunta —soltó un suspiro que trajo cierta
preocupación hasta Kate—. Veamos, tú has tenido un único novio tras el cual, no le
has dado ni la hora a nadie del sexo contrario —se mofó—. Y yo, bueno. He estado
con más mujeres de las que me pueda o quiera, recordar. Sin embargo, no podría
llamar novia a ninguna.
—Muy cierto. Has sido mi primera cita en un cine —confirmó con una
sonrisa aniñada—. He ido a fiestas y eventos, pero el acompañante es como el traje
de necesario.
—Idiotas no, Kate. Somos diferentes porque otras personas nos han hecho
así. Pero nunca es tarde para experimentar, y yo nunca había querido ir con
ninguna mujer al cine.
—¿Entonces?
—Supongo que los dos tenemos mucho que aprender. Intentaré hacerlo
bien —confesó Kate—. Deberás ser paciente.
Sentimientos
Se sintió un poco culpable sin razón, pero se excusó a sí misma con bastante
elegancia. Howl le gustaba, a pesar del engaño... Al fin y al cabo desde que lo
conoció como Obscure y, tras mirarle directamente a los ojos, era innegable que la
sensación de que le conocía había sido latente en ella. Con un suspiro supo que no
sería fácil, pero su elección estaba hecha desde el principio, negar lo que sentía era
un idiotez.
Aquella frase tonta le sacó una sonrisa. Volvió a suspirar por décima vez
aquel día y respondió con lo mismo. La respuesta llegó pronto.
Kate despertó con los primeros rayos de sol. Su cuerpo se estiró hasta el
límite con placer, y es que hacía días que los malos sueños y las preocupaciones no
la dejaban pegar ojo. Además, aquel final de verano traía consigo también, el final
de su antigua vida, estaba decidida a cambiar ahora que comenzaba a darse cierta
cuenta, de todas las cosas que se había perdido, como si se hubiera castigado a sí
misma por lo que pasó cuando ella no tenía culpa alguna. Durante el viaje en
autobús, quiso contarle todo a Jessy, pero ante lo indiscreta que era la muchacha, la
idea volvió por donde había llegado. En solo un par de horas toda la universidad
acabaría enterándose.
—¡Pero bueno!
—Lo-lo siento... —balbuceó cuando sus ojos se encontraron. Él, volvía a ser
él.
—Sí, señor...
—Ya dije que no debería corretear por los pasillos —avisó con seriedad
colocándose las gafas de color negro, después cerró la ventana impidiendo que los
rayos de sol les cegaran.
—Creo que los trabajos que suelo ponerle como castigo, no surten el efecto
deseado —comentó con seriedad.
Con los ojos hacia el suelo, Kate miraba sus zapatos dando pasos a su
alrededor. ¿Qué estaba haciendo?
—Tal vez una buena azotaina impida que vuelva a cometer el mismo error
—su tono burlón pasó desapercibido con aquella frase que hizo que Kate, alzase la
mirada de golpe—. Ya me presta atención. Me pregunto si debería hacerlo.
Cuando aflojó la dureza de su mirada y estiró los brazos hacia ella, los
nervios de Kate también disminuyeron. Con un paso bastante desconfiado, acabó
acercándose a él, que por sorpresa la brazo lanzándola sobre su pecho.
—Bastante.
—Si continuas saltándote las normas, vas a darme motivos para que te
castigue de verdad.
Sus días de clase no iban a ser nada fáciles. Aunque de vez en cuando,
estaría bien darle motivos de castigo para poder verse furtivamente.
18
Al ser la primera semana de clase, los trabajos aún no llegaban con fuerza,
por lo que Kate tenía bastante tiempo libre. Aquella misma tarde volvieron a
quedar para ir al cine. Caminar con él entre la gente, con normalidad, mientras
hablaban de algunas tonterías... era simplemente magnífico. Cuando la película
terminó, ya comenzaba a anochecer. Su madre era muy permisiva, pero los días de
clase había toque de queda.
—No lo haré con una condición —ella le miró esperando que continuase.
Sin necesidad de hablar, él enarcó las cejas al tiempo que alzaba la mano,
mostrándosela a Kate. Durante unos segundos la miró sin entender, hasta que una
pareja pasó a su lado, caminando tranquilamente de la mano.
—Por eso lo hago. No hay nada mejor que pasear con una chica sonrojada,
aunque hay formas mejores de provocar eso... claro que este no es un sitio
adecuado.
Al final se veían prácticamente cada día. Si no era durante las clases, era
una cita y sino, en el centró con los muchachos. En cierto modo, era un poco
agotador. El profesor, el novio, el entrenador... Cada uno, de una forma y, sin
embargo, todos tenían algo que le gustaba. Los viernes por la tarde no podrían
verse, Howl tenía demasiado trabajo y alguna que otra reunión, pero sería un buen
descanso, pues al fin y al cabo, los fines de semana continuarían respetando su
contrato. Aunque Kate quiso negarse que esperaba aquel momento de intimidad,
acabó sorprendida por lo nerviosa que estaba aquel fin de semana, pues era el
primero que pasarían en aquel club como novios.
Cuando abrió la puerta se quedó quieta sin llegar a entrar. Howl estaba allí
esperándola... como Obscure.
—Creo que por el momento te será más fácil que continuemos así —desveló
acercándose a ella para cerrar la puerta.
Una sinceridad directa a la que ella debía responder de igual modo. Pensó
durante algunos segundos en mil cosas al mismo tiempo.
—No, no lo haré.
—¿Qué pasa?
—Si con aquí te refieres al club, sí. Muchas —una punzada incómoda hizo
que Kate carraspease—. Pero si te refieres a esta habitación, ninguna más que tú.
Kate tuvo que hacer un gran esfuerzo para contener la risa tonta que
luchaba por salir. Aquello la hizo sentir irremediablemente orgullosa. Aunque las
ganas desaparecieron en cuanto el tirante de su sencillo vestido azul se deslizo con
el toque de un dedo.
—No me pongas esa cara Kate. Llevo una semana infernal. ¿Acaso tu no
has esperado que ocurra nada hoy?
En momentos así, odiaba que le costara tanto explicar lo que sentía, pero
era ir un paso más allá de admitir que le gustaba. Decirle cuanto le deseaba ya
provocaba el terror de que se riera o peor, se marchara aburrido por lograr lo
ansiado. El beso sobre su hombro se llevó sus malos pensamientos. Agradecida,
cerró los ojos mientras él bajaba el otro tirante. Con una suave presión la tumbó
hacia atrás mientras la prenda bajaba hasta su cintura, haciendo que Howl perdiera
el interés en ella mientras lo dirigía únicamente sobre el sostén. La respiración de
Kate no tardó en acelerarse cuando su cabeza descifró aquella mirada de deseo y,
aunque alagada, la vergüenza no tardó en mordisquearla soltando una dosis de
veneno.
—Sí —suspiró frunciendo el ceño mientras volvía a abrir los ojos para
mirarla—. No es fácil controlarse tanto.
Error
Después de comer hizo que Jessy fuera a casa bajo la orden de llevar
algunos de sus vestidos. Su amiga, sorprendida y rozando el histerismo, no tardó
ni una hora en presentarse allí sin apenas peinarse.
—¿Hoy? —preguntó cerrando la de la habitación.
—¡Hoy! —gritó fuera de sí— Tienes que estar espectacular, nada ni nadie
podrá resistirse.
—Ahora mismo —comenzó Jessy con total seriedad, más de la que nunca
mostró—, podría ser yo la que te desvirgue.
—No es coña —avisó—. Nunca pensé que.... alguien pudiera tener tanta
sensualidad. Espera a que acabe contigo...
La primera prueba para Kate fue la recepción del club. Observó con
atención la expresión de la recepcionista cuando se quitó el abrigo. El asombro y la
sorpresa hicieron acto de presencia automáticamente, no puso una mueca, ni hizo
ningún gesto de desagrado... lo cual era bueno.
No hubo respuesta, así que sin cerrar la puerta para aprovechar la luz de
fuera, entró hasta que chocó contra el sofá y comenzó a tantear con las manos a su
alrededor, a sabiendas de que cerca tenía que encontrarse una lujosa lampara que
irradiaba con suavidad un par de metros a la redonda. Su búsqueda se frustró
cuando la puerta se cerró de golpe llevándose la poca luz de la que había
disfrutado.
—Más vale que salgas de aquí ahora, Alfa —avisó Howl, que no llevaba
puesta la máscara. Su cara expresaba al detalle su furia.
—Te aseguro que no volverás a pisar este lugar —dijo cuando pasó junto el
hombre a su lado—, ni ningún otro. Esto no quedará así.
La puerta se cerró a su espalda y Howl se tomó dos minutos para que Kate
respirase tranquila antes de acercarse a ella. Cuando lo hizo se agazapó frente a
ella, que con la mirada levemente perdida, intentaba tragar lo sucedido.
No sin esfuerzo, había contenido muchas lágrimas frente a él, pero aquella
vez simplemente no pudo ni hacer el intento de retenerlas. El repentino suceso
trajo demasiados recuerdos a ella, que abalanzándose, se abrazó a Howl con todas
sus fuerzas.
—Me aterra ver cómo te afecta lo que sucedió Kate. Me aterra tanto que me
pregunto si no debería desaparecer de tu vida, porque sé que llegará un momento
en el que lo quiera todo de ti, hasta el aliento.
—Mírate maldita sea —limpió las lágrimas del rostro de Kate mientras
suspiraba.
—Ven, vamos.
—¿Dónde vamos?
—A casa.
Extrañada, decidió no preguntar nada más. Subieron al coche, pero antes de
ponerlo en marcha, Howl hizo una llamada a Anna para contarle lo sucedido.
Hasta Kate, que estaba sentada en el asiento de al lado, llegaron los gritos de ira
que soltaba la mujer, llenos de improperios, insultos y amenazas que no parecían
ser en vano.
—Mañana me ocuparé del resto. Voy a destrozar a ese bastardo —avisó con
seriedad tirando el móvil al asiento de detrás..
—¿Qué vas a... que vas a hacer? —preguntó ella con alarma.
Kate no dijo nada más, ni tampoco iba a mover un dedo por impedirlo. La
gente tan miserable como aquel hombre jamás pagaba sus actos y, si al fin ocurría,
desde luego que ella no sería quien lo protegiera.
Llegaron a la planta treinta, la última. Tras salir solo se veían dos puertas,
por lo que Kate, sospechó que las casas allí, además de gigantescas, no serían para
todos los bolsillos, por muy abultados que estuvieran.
20
Redención
Las luces se encendieron solas, seguramente por algún sensor que se activaba solo
al notar la presencia, o tal vez que iba unido a la puerta con algún mecanismo. A
pesar de que Kate se había esperado una casa llena de lujos y con aire soberbio, no
pudo más que sorprenderse al ver un hogar un poco más normal de lo sospechado.
Se notaba la buena posición, pero era todo sencillo y un poco extraño para el lugar
en el que se ubicaba la casa, más parecido a un hogar que a un apartamento de
revista en el que estaba prohibido tocar nada.
Mientras Howl se acercaba al mueble bar para servir un par de copas, Kate
aprovechó para observar con libertad. Una cocina abierta que parecía que nunca se
utilizaba, un salón enorme que ocupaba prácticamente la planta entera y unas
escaleras que seguramente dirigían al dormitorio. La enorme cristalera atrajo su
atención, por lo que se acercó para ver cómo la ciudad se extendía a sus pies. Allí,
le parecía encontrase en el edificio más grande de la ciudad, y sin saber porqué, se
sintió poderosa.
Kate alzó la vista sin despegar los ojos del cristal. A su espalda se alzaba
Howl. Cuando ella aceptó la copa que él tendía, vio, en el reflejo, cómo él agachaba
la cabeza para apoyarla sobre su nuca.
—¿Estás mejor?
—¿Ah sí?
—No te lo tengas tan creído —murmuró ella cuando vio que sonreía.
—Si mañana vienes con pijama y sin peinar, me seguirás gustando igual
que ahora. ¿Has cenado Kate?
—¿Eh? No...
—La verdad es que tengo el estómago cerrado —se quejó Kate sentándose
en el taburete.
Con una tortilla francesa en el plato y otra copa de buen vino al lado, se
sorprendió de estar cenando con él. Un sentimiento de normalidad envolvía el
momento, como si no fuera la primera vez que compartían aquella experiencia tan
normal para otros. Cuando terminó, Howl dejó los platos en el fregadero, cogió las
copas de ambos y se dirigió al enorme y blanco sofá que estaba frente al ventanal,
en aquel momento Kate se percató de que no había ninguna televisión.
—¿Conmigo?
—Ya te lo dije antes, después de lo que ha pasado, debería dejarte ir, pero
sé que no puedo.
—¿Todavía sigues con esa tontería? —casi se enfadó— Vas a hacer que diga
cosas que no quiero decir Howl.
Kate entornó la mirada al tiempo que la posaba sobre él. Ella había perdido,
lo supo nada más conectar sus ojos con los de Howl, que a pesar de tener aquella
sonrisa soberbia en la cara, podía verse la oscuridad al fondo.
—Eso no pasará Howl... No hay nada que no quiera hacer contigo —Kate le
miró al fin, sintiéndose nuevamente vencida por sus propios sentimientos.
Ambos se miraron en silencio. Kate podía ver en los grises ojos de Howl
todos los sentimientos que albergaba dentro y, hasta aquel instante eterno, no
había pensado en que él llevaba dos años mirándola en silencio. Dos largos y
agotadores años... Sin necesidad de decir más, Howl se levantó del sofá tendiendo
su mano a Kate, que la agarró un poco temblorosa para que tirase de ella
llevándola hasta las escaleras. Subieron, giraron a la derecha y entraron en una
amplia habitación.
—Hoy, te daré una tregua —comenzó a decir Howl cuando estaban dentro,
rodeados por la penumbra a excepción de la luz que entraba por la enorme
ventana y que ocupaba una pared—. Te daré el beneficio de la oscuridad.
—Sí, porque la próxima vez estarás desnuda contra la ventana, a plena luz
del día. Cualquiera con buena vista que esté en el edificio de enfrente o que tenga
un telescopio podrá verte.
—Es broma, ¿no? —la sonrisa desapareció de su cara.
—No.
—¡Howl! —le gritó cuando él llevó las manos a la cremallera trasera del
vestido para bajarla. La conversación no había terminado para Kate—. Lo digo en
serio.
—Y yo.
—Más vale que te olvides de eso... —la fuerza de su voz se fue quebrando
hasta desaparecer cuando los besos llenaron su cuello, bajando por sus hombros
hasta acaparar la clavícula.
—Creo que esta noche, la única que va a olvidar algo, eres tú.
—Voy a tener que hacer un gran esfuerzo —admitió él con media sonrisa.
Siendo su primera vez, Howl sabía que no podía dar rienda suelta a su
deseo ni saciar por completo su hambre, pero saber que con el tiempo llegaría
aquel momento, apaciguó un poco su mente.
—Hoy será tu redención —dictó Howl pegando sus labios contra ella
mientras se deshacía del sostén—, después de tantos años serás libre.
Agarrando las manos de Kate con las suyas, la guió hasta su camiseta, que
no tardó en caer al suelo. Era la primera vez que ella sentía piel contra piel, el calor
que desprendía el pecho de Howl sobre el suyo propio era embriagador. Segundos
después, los pantalones no tardaron también en quedar sumidos en el olvido. Por
primera vez, Kate sintió y escuchó los jadeos de necesidad saliendo de la boca de
Howl, que pegándose a la de ella, no hizo ningún esfuerzo en acallarlos.
Paró unos segundos mientras ella luchaba contra sí misma. Tuvo que hacer
un esfuerzo descomunal por aflojar la presión de sus músculos, que desesperados,
se abrazaban al miembro que intentaba llegar hasta el final. Cuando Howl sintió la
libertad, comenzó a arrastrarse por su interior hasta llegar al final, teniendo que
parar nuevamente unos segundos, no por ella, sino por él. Cuando notó que el
cuerpo de Kate comenzaba a acostumbrarse a su invasión, salió y volvió a entrar
aumentando la velocidad con cada segundo que pasaba. Él gruñía sobre ella como
una bestia mientras se balanceaba una vez tras otra. Cuando ambos estaban a
punto de explotar, Howl llevó la boca hasta uno de los endurecidos pezones para
morderlo con fuerza, lo que provocó en Kate un éxtasis mayor del que ya sentía.
Sin más avisos, su interior se derritió con las convulsiones mientras Howl se venía
dentro, aprisionado por las perfectas paredes que le parecieron estar hechas única
y exclusivamente para él.
—Espero que puedas sacar tus últimas fuerzas Kate —pidió con la
respiración acelerada mientras le acariciaba el trasero observando con delicia la
expresión lujuriosa que había en su rostro.
—Un... segundo... —pidió ella luchando por respirar al tiempo que apoyaba
su frente contra la de él.
—Lo siento cielo, no puedo esperar ni eso —avisó agarrándola por las
caderas con fuerza para alzarla y volver a introducirse en su interior.
Kate apenas era capaz de mantenerse erguida, por lo que extendió los
brazos rodeando a Howl por el cuello e intento endurecer la espalda mientras,
guiada por el, se balanceaba de arriba abajo no sin ayuda, pues sus manos se
deslizaron hasta las nalgas, agarrándolas con fuerza y ayudando a Kate en su
cometido.
Apenas unos minutos después, Howl se dejó caer hacia atrás llevándosela
consigo, disfrutando de los segundos posteriores al éxtasis.
21
Compromiso
Los días pasaron con rapidez mientras sin percatarse, Kate volvía a ser cada
vez más como era en realidad, como siempre debió haber sido, aquella joven
muchacha llena de vitalidad, sonriente y enérgica emergía sin remedio del lugar
que la tuvo presa. Sentir cómo las cadenas se quebraban la asustó, pero sabiendo
que Howl estaba a su lado le dio la fuerza que necesitaba para no seguir
aumentando la fortaleza de los muros que comenzaban a caer en el olvido. Aún
tenía un largo camino por delante, pero los cimientos ya eran firmes y fuertes,
capaces de sostener todo el peso.
—Siéntese todos por favor —habló el hombre de pelo rubio—. Muy bien.
Me llamo John Sanders, desde hoy seré su nuevo profesor de Filosofía.
—El profesor Howl ha tenido que dejar su puesto por temas que no
incumben a ninguno de ustedes. Bien, vamos a comenzar la clase, me han dicho
que vamos por...
La voz de aquel hombre tan agrio desapareció sin llegar a los oídos de Kate,
que comenzaba a entrar en pánico. ¿Y si les habían descubierto? Llevaban meses
juntos, a escondidas... tal vez alguien les había visto en alguna cita... Si en aquel
momento hubiera podido salir de allí corriendo, lo habría hecho, pero no podía
poner en peligro su beca, aunque sí que asumió un riesgo, mandó varios mensajes
a Howl por debajo de la mesa, esperando que no la pillasen, pero no hubo ninguna
respuesta a sus súplicas por saber qué estaba pasando, y el miedo porque hubiera
desaparecido comenzó a ser latente en su cabeza.
Fue la hora más larga de toda su vida, cada segundo, cada minuto... se
convirtieron en una eternidad. Cuando el timbre sonó y Jessy se levantó, ella
continuó sentada, mirando su libro abierto.
Cuando buscó con la mirada aquella voz conocida, vio a Howl allí, normal,
como ella le conocía, y no como se presentaba cada día en la universidad.
Jessy no daba crédito a lo que veían sus ojos. Aquel momento acabó con los
susurros y provocó algunos suspiros de decepción.
—Pero... ¿por qué? —el terror de que se fuera comenzó a lanzar mordiscos
al corazón de Kate— Tu trabajo te encanta.
Kate miró el reluciente anillo en su dedo y luego alzó los ojos hasta Howl,
que con el rostro serio, esperaba con paciencia su sentencia.
—Me pareció correcto hablar antes con tus padres. Ahora solo me falta la
bendición de la novia.
—¿No dices nada? —la apremió Susan cuando los segundos de silencio
comenzaban a ser insoportables.
—Sí, para los muchachos más desamparados, soy el jefe de obra —avisó
Petter con orgullo.
—A ver si eso te aleja de las tonterías que haces, cariño —gruñó Susan sin
apartar el orgullo que sentía.
—Espero que cuando te gradúes, seas una buena profesora. El director será
implacable —bromeó guiñando un ojo.