Wieviorka Et Al - IdentidadyDiversidad
Wieviorka Et Al - IdentidadyDiversidad
Wieviorka Et Al - IdentidadyDiversidad
Diálogos
Fórum Universal de las Culturas Monterrey 2007
Magolo Cárdenas
Carolina Farías
Cristina González
ISBN 978-970-9715-56-9
Impreso en México
Zaragoza 1300
Edificio Kalos, Nivel C2, Desp. 202 Fundidora y Adolfo Prieto s/n
CP 64000, Monterrey, Nuevo León CP 64010 Monterrey, Nuevo León
(81) 83 44 29 70 y 71 (81)20 33 36 00
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índice
presentación 9
José Natividad González Parás
INTRODUCCIÓN 11
Víctor Zúñiga
Multiculturalismo 25
y poder político en América Latina
Gonzalo Rojas-Ortuste
Los mexicoamericanos: 63
quiénes somos y quiénes seremos
Néstor Rodríguez
El sujeto y la violencia 93
Michel Wieviorka
PRESENTACIÓN
Víctor Zúñiga
11
Víctor Z úñiga
12
Introducción
13
Víctor Z úñiga
14
Introducción
15
Víctor Z úñiga
16
Introducción
17
Víctor Z úñiga
18
significadoS
del mestizaje
Carmen Bernand*
¿Se puede aún hablar a favor del mestizaje en América latina? La pregunta
no es intrascendente, pues durante las dos últimas décadas los cambios
políticos y sociales que se han dado en el continente parecen encauzar
una crítica a ese proceso que caracterizó al mundo iberoamericano. Desde
1992, fecha en la que se celebró el Quinto Centenario del Descubrimiento,
o el “Encuentro de dos Mundos” que resultaron siendo por lo menos tres
–y me animaría a decir cuatro–, los diversos movimientos étnicos denun-
cian la utopía mestiza como una ideología al servicio de las élites. “Lo
mexicano” o “lo andino”, lo “porteño” o lo “caribeño” han cambiado de
significación, y esas identidades globales –en gran parte mitologizadas por
la literatura y las artes– han cedido ante el desarrollo del multiculturalis-
mo, corriente cuyo origen se halla en los Estados Unidos a partir de los
años setenta del siglo XX, y que ha fomentado una serie de constituciones
pluriétnicas y multiculturales en la mayoría de los países latinoamerica-
nos, inclusive en el más ”europeo” de todos, la Argentina.
El mestizaje, como ideología –ya que como hecho es difícil negarlo–,
está mal visto hoy, época marcada por un recrudecimiento de las reivindi-
caciones étnicas. El repudio alcanza incluso al Inca Garcilaso de la Vega,
su representante más ilustre, blanco de críticas injustas que olvidan que a
comienzos del siglo XVII la posición de este cronista peruano, hijo de una
princesa cuzqueña y de un conquistador extremeño, es singular y subver-
siva. El Inca construye una América indígena opuesta a la visión de los
cronistas españoles de su época, porque su perspectiva es el resultado de la
tensión, de las mezclas y de los puntos de contacto entre su lengua materna
21
Carmen Bernard
Los mestizajes del siglo XXI tienen por marco la globalización y la ame-
ricanización. Así como las mezclas del pasado se dieron en sociedades
22
Significados del mestizaje
23
Carmen Bernard
24
multiculturalismo
y poder político
en américa latina
Gonzalo Rojas-Ortuste*
25
Gonzalo Rojas-Ortuste
4
Edward Fischer: “Más allá de la victimización: luchas mayas en la Guatemala de postguerra”,
ponencia en el Seminario Internacional Movimientos Indígenas y Estado en América Latina, Co-
chabamba, mayo del 2003. Charles Hale: “¿Puede el multiculturalismo ser una amenaza? Gober-
nanza, derechos culturales y política de la identidad en Guatemala”, en María Lagos y Pamela
Calla (comps.), Antropología del Estado, Informe sobre Desarrollo Humano-PNUD, La Paz, Cua-
dernos de Futuro, núm. 23, 2007.
26
Multiculturalismo y poder político en America Latina
5
María Elena García y José Antonio Lucero: “Un país sin indígenas: repensando la política in-
dígena en Perú”, ponencia para el Seminario Internacional Movimientos Indígenas y Estado en
América Latina, Cochabamba, mayo de 2003.
27
Gonzalo Rojas-Ortuste
6
Dominique Wolton, La otra mundialización. Los desafíos de la cohabitación cultural global,
Gedisa, Barcelona, 2004.
7
Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista, Siglo XXI, Madrid, 1987.
8
Pero felizmente, puesto que Hale (op.cit.) hace trabajo de campo, no cae en la simplificación
tan poco útil como el rechazo frontal de Zizek. Slavoj Zizek: “Multiculturalismo, o la lógica cultu-
ral del capitalismo multinacional”, en F. Jameson y S. Zizek, Estudios culturales. Reflexiones sobre
el multiculturalismo, Paidós, Buenos Aires, 1998.
9
Charles Hale, op. cit., p. 291.
28
Multiculturalismo y poder político en America Latina
10
Citado en Edward Fischer, op. cit.
11
Jorge León: “Los pueblos indígenas y su participación gubernamental en el Ecuador, 2002-2003”,
en Jorge León et al. (comps.), Participación política, democracia y movimientos indígenas en Los
Andes, Fundación PIEB e IFEA, La Paz, 2005, pp. 20-21.
12
Ibid., p. 23.
29
Gonzalo Rojas-Ortuste
13
Escribe el actual embajador chileno en Argentina: “He tenido oportunidad de ser testigo de mu-
chos eventos importantes de la historia latinoamericana desde mediados de los sesenta, y pocos
me han impresionado tanto como los actos del 22 de enero de 2006, cuando Evo Morales asumió
la presidencia. El clima de esperanza y euforia en La Paz, desbordante de dirigentes de los pueblos
indígenas venidos de todos los rincones del país, y la emocionante ceremonia en el Salón del Con-
greso (...) trasmitieron a todos los que estuvimos allí la certeza de estar asistiendo a un momento
histórico”. Luis Maira: “Dilemas internos y espacios internacionales en el Gobierno de Evo Mora-
les”, en Nueva Sociedad, núm. 209, Nueva Sociedad-FES, Caracas, mayo-junio del 2007, p. 72.
14
Gonzalo Rojas-Ortuste: “Por qué el Mallku se yergue como el gran acusador: El movimiento
étnico-campesino en el 2000 boliviano”, Cuadernos de trabajo, PNUD-DANIDA-ASDI, 2002.
15
Como abonando nuestra hipótesis sobre la globalización, conviene recordar que la propuesta
de Asamblea Constituyente se produjo en 1990 de la Confederación de Pueblos Indígenas de Boli-
via (CIDOB). Poco antes, en 1988, se había realizado una Asamblea Constituyente en Brasil, y poco
después en Colombia, y algo después Ecuador, como estamos revisando.
16
Jean Pierre Lavaud: “Bolivia, ¿un futuro hipotecado?”, en Nueva Sociedad, núm. 209, Nueva
Sociedad-FES, Caracas, mayo-junio del 2007.
30
Multiculturalismo y poder político en America Latina
Horizonte y conclusiones:
el asunto de la “reserva moral”
17
Gonzalo Rojas-Ortuste: “Democracia en Bolivia: hoy y mañana. Enraizando la democracia con
las experiencias de los pueblos indígenas”, CIPCA, La Paz, Cuadernos de Investigación, núm. 41,
1994.
18
Jürgen Habermas, Identidades nacionales y postnacionales, REI, México, 1993.
31
Gonzalo Rojas-Ortuste
19
Javier Sanjinés, El espejo del mestizaje, PIEB y Embajada de Francia, La Paz, 2006.
20
Richard Adams y Santiago Bastos, Las relaciones étnicas en Guatemala, 1944-2000, Centro de
Investigaciones Regionales de Mesoamérica (CIRMA), Antigua, 2003.
21
Charles Taylor, Argumentos filosóficos, Paidós, Barcelona, 1997; La ética de la autenticidad,
Paidós, Barcelona, 1994; El multiculturalismo y “la política del reconocimiento”, Fondo de Cultura
Económica, México, 1993.
22
Hans-Georg Gadamer, El problema de la conciencia histórica, Technos, Madrid, 1993; El giro
hermenéutico, Cátedra, Madrid, 1998.
32
Multiculturalismo y poder político en America Latina
suado y aprobado por el Congreso Nacional de Educación, Sucre, 10 al 15 de julio de 2006, p. 20.
Mariflor Aguilar, Confrontación crítica y hermenéutica. Gadamer, Ricoeur, Habermas, Fonta-
24
33
Gonzalo Rojas-Ortuste
25
Luis Macas : “La necesidad política de una reconstrucción epistémica de los saberes ancestra-
les”, en Pablo Dávalos (coord.), Pueblos indígenas, Estado y democracia, CLACSO, Buenos Aires,
2005, p. 41.
26
Araceli Burguete : “Una década de autonomías de facto en Chiapas (1994-2004): los límites”, en
Pablo Dávalos (coord.), op. cit., p. 270.
27
Javier Medina, Municipio Indígena, Ministerio de Participación Popular, PADEP y FAM-Bolivia,
La Paz, 2003.
34
Multiculturalismo y poder político en America Latina
35
diversidad y diálogo
intercultural:
del conflicto a la creatividad
Natalio Hernández*
* Poeta náhuatl, fundador de la Asociación de los Escritores en Lenguas Indígenas (AELI), Casa
de los Escritores en Lenguas Indígenas (CELI) y Alianza Nacional de Profesionales Indígenas Bi-
lingües (ANPIBAC).
37
Natalio Hernández
Ipan se tzontli ihuan macuilpoali xihuitl / Durante cinco siglos, las lenguas
originarias de México han estado excluidas del proceso de construcción
38
Diversidad y diálogo intercultural
Axcan ticmatih / Hoy sabemos que todos estos argumentos que se esgri-
mieron en el siglo pasado no tienen ningún fundamento científico y, por
consiguiente, son falsos. La Unesco reconoce actualmente que la diversi-
dad cultural y lingüística es fuente de imaginación y creatividad; constituye,
asimismo, una riqueza invaluable de la humanidad.
39
Natalio Hernández
Axcan quema asic cahuitl / Es tiempo, pues, de que la educación del país
responda a los retos y desafíos de una educación multilingüe, incluyendo
el estudio de las lenguas indígenas en los planes y programas de estudio,
junto con el español y las lenguas extranjeras, en la perspectiva del diá-
logo intercultural que supere la exclusión, el racismo y la xenofobia en la
formación de los mexicanos del siglo XXI.
40
Diversidad y diálogo intercultural
41
Natalio Hernández
los vencedores, otros a la cultura de los vencidos. Además, las visiones del
mundo eran totalmente distintas. Finalmente, los tlamatinime recocieron
que su pueblo estaba vencido y, por tanto, su cultura quedaba sometida a
nuevos valores y a otra concepción del mundo y de la vida.
El segundo intento de diálogo es el que se realizó en San Cristóbal de
las Casas, Chiapas, en 1996, a raíz del levantamiento del EZLN. Nuevamen-
te la asimetría estuvo presente: los representantes del poder federal y un
código distinto hicieron que el diálogo no tuviera los resultados espera-
dos. Sin embargo, considero que los cauces quedaron abiertos. Aun cuan-
do los Acuerdos de San Andrés Larráinzar no se recogieron plenamente en
la Constitución Política, quedó claro que los pueblos originarios de México
están formados por ciudadanos mexicanos, sujetos sociales que reclaman
una identidad diferenciada y que exigen a la nación su reconocimiento
pleno y su libre determinación. Yo me pregunto: ¿Será capaz la nación del
siglo XXI de caminar junto con estos pueblos, para hacer realidad el sueño
de construir un México donde quepan todos los rostros culturales y todos
los colores?
Sin embargo, junto con estas noticias poco alentadoras para los pueblos
42
Diversidad y diálogo intercultural
43
Natalio Hernández
Por mi parte, deseo compartir un canto que escribí hace más de veinte
años y que, sin embargo, me sigue animando y me sigue nutriendo para
cantarle a la diversidad de la vida:
Ipehuayah cuicatl
Nihcuicatia totlachialis
niquincuicatia tocnihuan
ihuan tlaltipactli,
Tonantzin tlaltipactli;
ipampa totlachialis
quehuac xochitl
ihuan quehuac cuicatl:
xochitl ihuan cuicatl.
44
Diversidad y diálogo intercultural
Canto a la vida
al hombre
y a la naturaleza,
a la madre tierra;
porque la vida es flor
y es canto:
es, en fin,
flor y canto.
I sing to life
to man
and to nature,
to mother earth;
because life is flower
and it is song:
it is, in short,
flower and song.
45
el aquí y el allá:
los migrantes entre su país
de origen y el país de destino
Roger Waldinger*
* Profesor egresado de Harvard, se especializa en temas de migración a los Estados Unidos, y los
aspectos sociales, políticos, culturales, entre otros. Autor de diversos libros sobre el tema.
49
Roger Waldinger
50
El aquí y el allá
51
Roger Waldinger
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El aquí y el allá
53
Roger Waldinger
Actividades transfronterizas
54
El aquí y el allá
Actividades trans-fronterizas:
diferencias entre países de origen - probabilidades
0.9
0.8
0.7
0.6
0.5
0.4
0.3
0.2
0.1
0.0
sin con sin con sin con
controles controles controles controles controles controles
Vota en elección
en país natal Manda remesas Un viaje de regreso
Este patrón se observa en todos los grupos. En cada caso, el viaje al país
natal es un fenómeno ampliamente desplegado, mientras que la votación en
el país de origen es bastante rara. No obstante, hay diferencias que podemos
destacar. Entre los dominicanos hay una alta tasa de actividad transfron-
teriza: viajan a su país con frecuencia, mandan remesas a un nivel que no
comparte ningún otro grupo de la encuesta y, aunque los dominicanos que
han votado en una elección en su país natal representan minoría, ésta es
mayor que la de los otros países latinoamericanos, salvo Colombia. El caso
de los cubanos muestra un patrón opuesto: prácticamente no votan en las
elecciones de la isla; y aunque los que viajan al país de origen son mucho
menos que los de otros países, aun así se trata de una minoría bastante
grande, y su alto nivel no refleja el asentamiento de esta población. Por
esta causa, el nivel de viajes baja después la aplicación de las variables de
control. En cuanto a los salvadoreños, se observa que el envío de remesas
alcanza un nivel alto; pero el nivel de votación en El Salvador –al igual que
el nivel de viajes de regreso– es bajo, lo cual refleja las circunstancias en las
que los salvadoreños entraron a los Estados Unidos.
Aunque observamos que el país de origen influye en cada tipo de ac-
tividad transfronteriza, hay factores con un impacto importante, como el
asentamiento. El envío de remesas es el comportamiento más estable. Los
años vividos en los Estados Unidos no influyen en el envío de remesas,
55
Roger Waldinger
0.9
0.8
x x
0.7 x
0.6 x
0.5
x
0.4
0.3
0.2
0.1
0
5 10 15 20 25
Años de residencia en Estados Unidos
56
El aquí y el allá
Los nexos y las lealtades con el país de origen y el país receptor –a diferen-
cia del primer conjunto de indicadores, que analiza comportamientos– se
refieren, en principio, a la identificación subjetiva con el lugar de origen
y con el país receptor. Las primeras dos preguntas que se hicieron eran
puramente subjetivas, y estaban relacionadas con la identidad y el sentido
de pertenencia al hogar, a diferencia del tercer ítem, que preguntaba a los
encuestados sobre su posible comportamiento futuro en términos de su
intención de retornar al país de origen.
En general, la muestra revela que para la mayoría de los entrevistados
la vinculación subjetiva con el país natal y su gente sigue siendo fuerte: el
68 por ciento de los encuestados se considera primero como nacional –por
ejemplo, salvadoreño primero, opuesto a hispano o estadounidense pri-
mero–, y el 61 por ciento sostiene que su país de origen es su “verdadero
hogar”. Sin embargo, este sentido de lealtad con el país de origen parece
tener una importancia abstracta o meramente simbólica, pues sólo el 34
por ciento de la muestra hace planes de regresar a él.
El patrón de los dominicanos vuelve a ser distinto de los demás. Entre
ellos se encuentra el compromiso más fuerte con el país de origen. El vín-
culo subjetivo con la tierra natal sigue siendo fuerte antes y después de la
aplicación de las variables de control. No es sorprendente ver que los cuba-
nos muestran un patrón opuesto: aun cuando se note que la identificación
subjetiva con Cuba sigue fuerte, pocos planean un regreso permanente. En
cuanto a los salvadoreños, el sentido de filiación con el país de origen no
aparece como lo más fuerte, puesto que esta población ha llegado hace
57
Roger Waldinger
0.8
0.7
0.6
0.5
0.4
0.3
0.2
0.1
0.0
sin con sin con sin con
controles controles controles controles controles controles
58
El aquí y el allá
puede ver que los entrevistados que prefieren el uso del inglés, o que son
bilingües, no planean un regreso permanente, ni tampoco piensan que el
“hogar verdadero” se encuentra en el país de origen. No obstante, al refe-
rirse a la identidad autodescrita, ninguno de estos grupos se diferencia del
de los entrevistados que usan o prefieren el español. Un patrón semejante
se observa cuando se examina la influencia del ingreso, que no impacta
ni en los planes de regreso ni en el sentimiento de “hogar verdadero”;
sin embargo, en comparación con los demás, los entrevistados con altos
niveles de ingreso son los que tienen mayor probabilidad de afirmar una
identidad ligada al país de origen, lo que nos sugiere que estas respuestas
reflejan una identidad de valor más simbólico que práctico.
59
Roger Waldinger
Conclusión
El principio del siglo XXI –como el principio del siglo anterior– es una épo-
ca de migración masiva donde el flujo de personas que intenta salir de
los países pobres rumbo a los países ricos no deja de aumentar. En sus
esfuerzos por trasladarse de un lado al otro, hay un recurso en el cual los
migrantes siempre pueden confiar: el apoyo de parientes o de compatrio-
tas. Por esta razón las redes sociales –que ligan a los recién llegados con
los ya establecidos en el país de destino– siguen impulsando y facilitando
las migraciones internacionales, a pesar de todos los esfuerzos de los países
ricos, que desean cerrar sus puertas.
En los países de origen se tiene la creencia de que los migrantes se van
para permanecer lejos, de que intentan construir una vida nueva y dejar las
redes que los conectan a sus comunidades de origen. Sin embargo, los estu-
dios de migración nos muestran que la realidad actual no es distinta a la de
épocas anteriores. En vez de asentarse en el país de destino, los migrantes
sueñan con el regreso. Llegan con el objetivo de acumular recursos, con el
fin de llevarlos a su país de origen y poder tener una vida mejor. Y aunque
es cierto que este sueño a veces se convierte en realidad, la experiencia de la
mayoría es otra: muchos migrantes permanecen en el país de destino sin re-
nunciar al sueño del retorno. Eventualmente, las raíces en el país de destino
profundizan y llegan a un punto en que pocos pueden negarlas.
Dada la importancia de las redes sociales, la multiplicación de estra-
tegias migratorias y el carácter paulatino del proceso de asentamiento, no
es sorprendente encontrar redes que conectan a los países de origen con
los de destino. En nuestra época de migración masiva, como en la del siglo
60
El aquí y el allá
61
LOS MExicoamericanos:
quiénes somos y quiénes seremos
Néstor Rodríguez*
Definición
63
Néstor Rodríguez
Primera generación
La primera es la generación de la colonización. Empieza en el año 1848,
con el tratado de Guadalupe Hidalgo –en Texas antes, con la independen-
cia en 1836– que dio por terminada la guerra entre los Estados Unidos y
México. En un principio, el tratado garantizaba los derechos de los mexi-
canos que se quedaron en territorio de Estados Unidos. Supuestamente,
después de la guerra ellos contarían con todos los derechos y protecciones
como ciudadanos estadounidenses. Pero la realidad fue otra. Las relacio-
nes sociales entre los euroamericanos –los llamados anglosajones– y los
mexicanos en el nuevo territorio de Estados Unidos reproducían un siste-
ma colonial en el sentido estricto del término. En él los euroamericanos
tomaron control de todas las instituciones gubernamentales y casi todas
las tierras que eran propiedad de los mexicanos. Ésta es la formación ori-
ginaria de la sociedad mexicoamericana.
Este periodo está marcado por la expulsión y la explotación, porque
los mexicanos que se convirtieron en mexicoamericanos –con excepción
de algunos que colaboraron con los colonizadores– se convirtieron en una
fuerza de trabajo muy pobre que se mantuvo buscando empleo en ran-
chos, minas, campos agrícolas y en labores de limpieza y construcción en
pueblos y ciudades, en un contexto de miseria y hambre. Sin protección
alguna del Estado mexicano, se produjeron enormes abusos para esa po-
blación, muchos de los cuales terminaron en fatalidades.
El conflicto y la tensión que experimentó esta generación se resguar-
dó en la memoria de los mexicoamericanos gracias, en parte, a corridos
como “Gregorio Cortez con su pistola en la mano”, “Jacinto Treviño” y el
de Joaquín Murrieta, un chileno mítico identificado como mexicano en el
corrido.
Segunda generación
La segunda generación resulta de las grandes olas de migración que pro-
dujo la Revolución Mexicana, cuando miles de mexicanos cruzaron la
frontera hacia Estados Unidos en busca de refugio político y trabajo. Este
fue un periodo de crecimiento económico en los Estados Unidos, y el mer-
cado necesitaba trabajadores para las industrias, la agricultura, la minería
y la construcción.
64
Los mexicoamericanos
La tercera generación
La tercera generación aparece en los años cuarenta, y sigue su curso hasta
los ochenta. Ésta trae consigo una serie de transformaciones sociales y
psicológicas. Desde el punto de vista social, se produjo una separación
tajante, o parcial, entre los mexicoamericanos en los Estados Unidos y los
mexicanos recién emigrados. Esto sucedió por varias razones. La primera
es que los inmigrantes mexicanos entraban de manera más lenta y con-
trolada, con el Programa Bracero y, posteriormente, por los controles que
aparecieron con la implementación de la campaña del Gobierno estado-
unidense llamada Operación Mojado; que deportó a más de un millón de
mexicanos en 1954. La segunda razón es que a los jóvenes mexicoamerica-
nos se les prohibía hablar español en las escuelas y, con el tiempo, fueron
perdiendo el dominio de su lengua materna.
Es en la tercera generación cuando surge el rótulo social e individual
de “ser mexicoamericano”. Al mismo tiempo, algunos grupos se identifi-
caron como “chicanos”, principalmente quienes fueron los protagonistas
65
Néstor Rodríguez
Cuarta generación
La cuarta generación aparece en los ochenta, y continúa hasta nuestros
días. En ella la subsociedad mexicoamericana deja de ser el grupo lati-
no dominante en los Estados Unidos. Con olas enormes de inmigración
provenientes de Centroamérica, Sudamérica y el Caribe, los mexicoame-
ricanos se convirtieron en un grupo entre muchos de origen latino en los
Estados Unidos. En algunos casos, en las ciudades grandes de los Estados
Unidos la población de inmigrantes latinos está llegando a ser mayor que
la población propiamente mexicoamericana.
Este cambio está produciendo una transición en la identidad méxi-
coamericana, tanto en términos sociales como individuales. La construc-
ción identitaria méxicoamericana ya no es tan vigorosa como lo fue para la
tercera generación. Los mexicoamericanos de ahora, por ejemplo, tienen
diferentes posiciones respecto a los grandes flujos de migración de mexi-
canos y otros latinoamericanos.
Una postura, abierta o veladamente antiinmigrante, es oponerse a la
migración y apoyar medidas de control de la frontera y la repatriación
de los indocumentados. No es de extrañar que varios jefes y agentes de
la Patrulla Fronteriza sean mexicoamericanos. Una razón por la que se
convierten en agentes de migración es que en algunos condados pobres
en la frontera esta instancia constituye una fuente importante de empleo.
Algunos de esos condados han invertido en la construcción de centros de
detención de inmigrantes para crear empleos de guardias para trabaja-
dores que son principalmente mexicoamericanos.
Al lado de esta, convive otra postura proinmigración, también presente
en la comunidad mexicoamericana. Es una de lucha en defensa de los
inmigrantes latinos. Estos aliados de los inmigrantes participan de varias
maneras y a través de diversas instituciones y agencias de diferente na-
turaleza: hay centros comunitarios de asistencia legal, otros de carácter
religioso o de ayuda a grupos vulnerables y también centros académicos.
66
Los mexicoamericanos
67
Néstor Rodríguez
Restricción cultural: en casi todos los casos, las escuelas públicas no per-
mitían que los niños mexicoamericanos hablaran español; y quienes lo ha-
cían eran castigados. Así, muchos niños desarrollaron la creencia de que
el español era una lengua hablada por quienes pertenecían a una cultura
inferior, lo cual creó, en consecuencia, un complejo de inferioridad.
68
Los mexicoamericanos
69
Néstor Rodríguez
70
La central de autobuses de alicante
es el centro del mundo.
guerras en las fronteras y paz
en el mercado a lo largo de las rutas
norteafricanas hacia europa*
Michel Peraldi**
* Aplico a esta ciudad española uno de esos comentarios de Dalí cuando llegó a la estación de
Perpiñán, palabras que hoy día se imprimen en tazas para café, camisetas y vistas de la ciudad
con el logo de Dalí. Los testigos dicen que, en un día particularmente caliente, el artista dijo en
dos frases separadas: “La estación de Perpiñán es el centro del mundo… para las moscas”. Esto
hace que uno trate de explorar la posibilidad de pensar efectivamente en el centro del mundo al
aplicarlo incluso a la estación más improbable. El título de este ensayo es también un tributo, no
a Dalí, que nada tiene que ver con este relato, sino a otro usuario de la estación de Perpiñán, que
se reconocerá a sí mismo.
** Antropólogo estudioso de las franjas y dinámicas trans-fronterizas en el mundo mediterráneo.
Desde 1997 es director de investigaciones del CNRS (Centre National de la Recherche Scientifique),
a partir de 2005, funge como director del Centro Jacques Berque para el Desarrollo de las Ciencias
Humanas y Sociales en Rabat, Marruecos.
1
J. Sempere Souvannavong, “Les pieds-noirs à Alicante”, en Revue européenne des migrations
internationales, vol. 17, núm. 3, 2001.
2
J. Sempere Souvannavong, “El tránsito de argelinos por el puerto de Alicante”, en Investigacio-
73
Michel P eraldi
74
La central de autobuses de Alicante
5
A. Tarrius, Les fourmis..., op. cit.
6
En el árabe de Argelia éste es un término común para designar a los “viejos” pensionados que
han vivido parte de sus vidas profesionales en Francia.
7
En 1987 Francia había distribuido alrededor de seis millones de visas de todo tipo, dos millo-
nes en el año 2000. La cifra permaneció estable tras ese año. España e Italia tienen políticas más
variables, la cantidad de visas distribuidas cada año van de 500 mil a un millón.
75
Michel P eraldi
8
Por ejemplo, Eurolines es una empresa con capital español, registrada en Bruselas. Linebus
tiene capital portugués.
76
La central de autobuses de Alicante
9
M. Peraldi (ed.), Cabas et containers. Activités marchandes informelles et réseaux migrants
transfrontaliers, Maisonneuve et Larose, París, 2001.
10
Al responder a quienes le reprocharon que no diera a sus obras una clara perspectiva política,
E. Goffman dijo que “quien quiera luchar contra la alienación y despertar a la gente hacia sus
verdaderos intereses la pasaría mal debido al sueño profundo. Mi intención no es cantarles una
canción de cuna, sino sólo entrar de puntitas y ver cómo roncan”, en Les Cadres de l’Experience,
Minuit, París, 1974. Digamos entonces en el mismo tenor que puede ser más útil, incluso desde
una perspectiva política, describir qué es lo que ocurre, circula y se realiza en la circulación.
11
Mercantone, lit. “mercadote”, en Nápoles son las zonas comerciales que se han abierto en las
afueras de la ciudad, reagrupando mayoristas, sobre todo del vestido y el calzado.
12
El término puede traducirse en general como “travestis”, ya que se refiere a hombres-mujeres
que se ganan la vida mediante la prostitución. Este tipo de prostitución es una antigua institución
en Nápoles, ya que los travestis se hallaban bien integrados en la sociedad napolitana, figurando
en el teatro popular, en la música y la literatura. La tradición dice que los femenielle son los
“descendientes” de los castrati, que cantaban en la ópera cuando a las mujeres se les tenía pro-
hibido.
13
C. Schmoll: “Une place marchande cosmopolite. Dynamiques migratoires et circulations com-
merciales à Naples”, tesis doctoral, Université París X, Nanterre, diciembre del 2004.
77
Michel P eraldi
14
Aunque nunca se verificó por completo, los decires y las investigaciones en el Magreb sostie-
nen la sospecha de que existe un mercado de visas europeas. Éstas se venden por entre mil y mil
quinientos euros, dependiendo del país. Según el reportaje de un periodista que intentó hacer el
recorrido (Courrier International, núm. 522, noviembre del 2000), en ese año costaba alrededor de
cuatro mil euros una visa española en Tánger. El transporte en patera costaba entre mil 500 y dos
mil euros.
15
Tomado de la narración de Abdel-majid Arrif, Les Ronces: A Moroccan Voyage in the Boats of
Death [Un viaje marroquí en los barcos de la muerte], publicado en Marruecos.
78
La central de autobuses de Alicante
16
C. Geertz: “Suq: the Bazaar Economy in Sefrou”, en C. Geertz, H. Geertz y L. Rosen, Meaning
and Order in Moroccan Society, Cambridge University Press, Cambridge, 1978.
79
Michel P eraldi
17
M. Peraldi, La fin des norias?, Maisonneuve et Larose, París, 2002.
18
M. Morokvasic-Müller y R. Hednig (eds.), Les nouvelles mobilités en Europe, L’Harmattan, Pa-
rís, 1996.
19
M. Morokvasic: “Migrations en Europe: l’impact de l’élargissement a l’est de l’Union”, en La
revue internationale et stratégique, núm. 50, verano del 2003.
20
E. Bribosia y A. Rea, Les nouvelles migrations. Un enjeu européen, Complexe, Bruselas, 2002.
80
La central de autobuses de Alicante
21
J. F. Bayart, Le Gouvernement du monde. Une critique politique de la globalisation, Fayard,
París, 2004.
22
V. Manry y M. Peraldi: “Le lien et le gain. Le marché aux puces de Marseille: une aberration
économique?”, en N. Barbe y S. Latouche (dirs.), Economies choisies? Echanges, circulations et
débrouille, MSH, París, 2004.
23
La palabra mieterranes está hecha de dos palabras: mie, la parte interna de una barra de pan
y terranes que significa tierra. Por lo tanto, en este texto se usa para significar “el interior de un
trozo de tierra” o “tierra adentro”.
81
Michel P eraldi
Cabotaje
Todos los grandes bazares que se han esparcido en los mercados internos
y externos de Europa, sobre todo para sus vecinos pobres, no existirían
24
R. Marchal, Dubaï. Cité globale, CNRS, París, 2001.
82
La central de autobuses de Alicante
sin las rutas que permiten cierto tipo de cabotaje que une los carriles ma-
rítimos y terrestres: el barco con el autobús, incluso más que el tren y el
avión. Interminables circuitos unen Estambul con casi todos los estados
originalmente del viejo bloque socialista, hasta los distantes Turkmenistán
y Tayikistán. Cuando conduje mi investigación en Estambul,25 se podía ver
a lo largo de Ordu Cadesi, una amplia arteria que alimenta los distintos
mercados de Estambul, docenas de autobuses estacionados, todos con
letreros de destinos hacia el Oriente; el chofer dormía en su asiento tras
el que se hallaba pintada una AK-47 como para disuadir un intento de se-
cuestro, que son numerosos en los caminos al Oriente.
En uno de los bares en el mercado de autos usados de Essen, Ale-
mania, pude conversar largamente con un conductor de autobús retirado
que había llegado a comprar su siguiente auto. Belga de origen albano,
musulmán, había conducido durante quince años a lo largo de la ruta de
peregrinación para una empresa de autobuses belga: Bruselas-Meca y de
regreso. El uso del autobús, más que de aviones, resulta evidente por el
precio. Un boleto de regreso Marsella-Nápoles cuesta por debajo de los
cuarenta euros, diez veces menos que el mismo viaje por avión. Además,
muchos comerciantes de maleta prefieren cruzar las fronteras terrestres
y no someterse a las inspecciones y escrutinio de los aeropuertos. Dicen
que los aduanales de las fronteras terrestres están mejor dispuestos a ne-
gociar, y el manejo de la carga es más conveniente. Muchos viajeros de
Estambul a Argelia, particularmente de Constantina, toman el camino a la
ciudad de Túnez, desde donde toman un avión. De este modo, incluso si es
inevitable utilizar el avión, algo del viaje se hace por carretera.
Hay, por lo tanto, de país en país, cientos de empresas que arriendan
autobuses para dar servicio a las ciudades y comercios de Europa y ase-
gurar un constante flujo de navegación costera de un litoral a otro. Es
cabotaje, pues se trata de enlazar cruces tácticos entre las grandes líneas
aéreas y marítimas, ya sea recorriendo estas mismas rutas para aquéllos
que rechazan el avión, o uniendo los puntos muertos del mapa de ru-
tas aéreas. Esta interminable sucesión de autobuses constituye de algún
modo una primera red circulatoria que une la costa sur con la norte. Se
ve duplicada por otra red, también terrestre, que forman los servicios de
camioncini, principalmente marroquíes, con alcances cortos o largos, que
viajan a lo largo de Europa llevando indiscriminadamente pasajeros y mer-
25
M. Peraldi (ed.), Cabas et containers..., op. cit.
83
Michel P eraldi
Espacio entramado
26
J. F. Bayart, op. cit.
84
La central de autobuses de Alicante
27
A. Sayad, La double absence, Le Seuil, París, 1999.
28
A. Bensaad: “Echanges et flux migratoires transsahariens: Agadez, place marchande et carre-
four migratoire”, en M. Peraldi, La fin... op. cit. E. Grégoire: “Sahara nigérien: terre d’échanges”
en Autrepart, núm. 6.
85
Michel P eraldi
29
C. Bromberger: “Le pont, le mur, le miroir : coexistences et affrontements dans le monde médite-
rranéen”, en T. Fabre y E. La Parra (eds.), Paix et guerres entre les cultures, Actes Sud, Arles, 2005.
30
S. Palidda (ed.), Socialita e inserimento degli immigrati a Milano, Franco Angeli, Milán, 2000.
86
La central de autobuses de Alicante
31
De 752 maquiladoras europeas de la industria del vestido ubicadas en Túnez, 47 por ciento se
han establecido en los últimos cinco años, uniéndose a otras empresas pioneras que han aprove-
chado los considerables beneficios fiscales desde 1972. Además, en los últimos tres años, Túnez
se ha vuelto uno de los diez principales exportadores de textiles –tela, ropa, zapatos. La industria
textil se ha vuelto la más importante del país, empleando en 1996 a 240 mil obreros en empresas
con más de diez empleados. Esto constituye 47 por ciento de los empleos industriales del país.
Más tarde se les unieron las grandes empresas norteamericanas manufactureras de pantalones
de mezclilla –Levi’s, Lee Cooper–, luego las principales marcas deportivas en las zonas libres de
impuesto de Monastir, Sousse y Bizerte, donde también se nota la rehabilitación de pequeñas
manufacturas de zapatos que se establecieron “orgánicamente” en los distritos poco favorecidos
de la vieja Nápoles.
Un estudio preliminar que realizamos en Túnez nos permitió establecer que esas empresas
reubicadas en los últimos diez años vienen de Nord-Pas de Calais, en Francia, y de Venecia, Emilia
Romagna y la Toscana en Italia, es decir, esas regiones que recientemente se consideraban bri-
llantes ejemplos de distritos productivos y “milagros económicos”. M. Peraldi: “Les petits mondes
de la confection en Tunisie”, en Les migrations au Maghreb, Actas del coloquio de Sousse, Kartha-
la, París, 2005.
32
J. F. Bayart (ed.), La réinvention du capitalisme, Karthala, París, 1994.
87
Michel P eraldi
porque son creados por una lógica destructiva creativa que no se adap-
ta a la rigidez impuesta por el Estado en las instituciones económicas y
políticas.33 Así, para relanzar los ciclos, debe haber espacios-tiempos so-
ciales que geográficamente se hallen en la periferia y temporalmente se
muevan al mismo ritmo económico. Esto es lo que un periodo particular
llamó transportadores:34 en Europa se están reformando zonas abiertas a
la circulación y los riesgos, pero muy distantes de los centros imperiales
como para no verse dominadas por ellos. Estos modernos transportadores
europeos no se comparan en lo visual con los transportadores de los viejos
imperios. Son más bien como una lona que se ha tejido con las redes y
nodos, más voluntariamente asociativa que un territorio continuo jerár-
quicamente organizado. Para citar un término empleado por M. Castells,35
Europa y sus mercados generan espacio de flujo discontinuo. Uno de estos
espacios se halla en el este, englobando las áreas que forman parte del
espacio Schengen actual y futuro. La otra, por el contrario, se halla en el
sur, abarcando sobre todo al Magreb y Turquía, y extendiendo sus líneas
de constelación hacia Oriente Medio. Dos planos espaciales de los que Es-
tambul es el pivote, una ciudad mundial para aquéllos que no la ven desde
el nivel del capitalismo estadounidense, sino también desde una perspec-
tiva europea. Estos transportadores incluyen a los abandonados, recalci-
trantes y resistentes; una difusa solidaridad económica que crea, extiende
y continúa las redes, y no un marco territorial que impone límites. Estas
redes tienden sus hilos desde el exterior y hacia el interior del espacio
político europeo, a las ciudades y secciones de las ciudades que constitu-
yen el cruce de caminos y los nodos de intercambio comercial. Y nosotros
sugerimos que todos estos sitios cuyo funcionamiento hemos descrito,
desde el mercantone de Nápoles hasta los mercados de autos usados en
Alemania, desde el puerto de Amberes con su adjunta plaza Mayor36 hasta
los inmensos mercados fronterizos que nacen, desaparecen y renacen en
los confines del Europa Oriental, cuando cayeron los muros desde Trieste
33
E. Wallerstein: “Le système du monde du XVe siècle a nos jours”, en Le mercantilisme et la
consolidation de l’economie-monde européenne, vol. 2, Flammarion, París, 1980. J. J. Sempere
Souvannavong, op. cit.
34
M. Foucher, Fronts et frontières. Un tour du monde géopolitique, Fayard, París,1991.
35
M. Castells, “El espacio de flujo se compone de microrredes personales que proyectan sus
intereses en las macrorredes funcionales mediante el ensamble global de interacciones en el
espacio de flujo”, La société en reseaux, vol. 1, Fayard, París, 1998, p. 468. Para entender a Castells
de manera más práctica, el espacio de flujo consiste en algún modo de tiempo compartido y de in-
tereses colectivos, como en el taller, pero en un espacio extendido por redes. Siempre de acuerdo
con Castells, es el trabajo-tiempo comprimido e interdependiente en el espacio extendido. Ibid.
36
P. Hebberecht: “La Place Falcon, Anvers” en M. Peraldi, La fin... op. cit.
88
La central de autobuses de Alicante
37
Una empresa europea que se reubica en otro país no lo hace sólo para maximizar sus utili-
dades, como lo dicen las interpretaciones simplistas. Sale del territorio nacional, del “dominio
sagrado” de la política, para exponerse a sí misma a los placeres de la interacción y la negociación
personalizadas. De hecho, se puede considerar que esas zonas libres de impuestos son “nichos”
en los que las empresas han negociado un derecho de no interferencia por parte de las burocra-
cias institucionales locales y nacionales sobre sus procesos productivos y organizativos. Estas
son, por supuesto, las organizaciones mejor administradas y controladas en las zonas libres de
impuestos. Esto da el efecto de que en ciertos países, en especial en la Europa Oriental, ni siquiera
hay un marco institucional equivalente a las zonas libres de impuesto, sino un embrollo de ne-
gociaciones y arreglos más o menos secretos que garantizan la integridad de esas empresas ex-
tranjeras. Por más atractivo que esto parezca a los emprendedores, esta situación, caracterizada
por la concreta ausencia de las contrapartes institucionales del Estado, no les da la posibilidad de
“reinar sobre” su personal (a veces renegado) sin engrasarse las manos, con frecuencia a un ritmo
creciente. O al menos, si quieren administrar sus empresas como tiranos autoritarios y abusivos
–lo que algunos hacen–, deben preparar el terreno con las sociedades civiles en las que deben
operar. Dicho de otro modo, la ausencia del Estado no significa la ausencia de negociación, y la
ausencia de contrapartes institucionales no implica la ausencia de intermediarios. Por el contra-
rio, si uno refiere las descripciones de ciertas situaciones que hemos documentado en Túnez, los
empresarios están inmersos en una serie permanente de negociaciones complejas, incluso en dis-
cusiones sin fin, no sólo con su personal actual, sino también con los múltiples agentes del poder
y la regulación hasta el nivel más bajo. M. Peraldi: “Les petits ...”, op. cit. Para ponerlo de manera
aún más concreta, cuando la contratación de personal exclusivamente femenino no se negocia
mediante los procedimientos contractuales establecidos por el Estado, se negocia, persona por
persona, con los padres, hermanos o maridos. Lo mismo sucede con los incrementos de salario y
las promociones, las renuncias, los ceses, la competencia, etcétera.
89
Michel P eraldi
Conclusión
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La central de autobuses de Alicante
91
el sujeto
y la violencia
Michel Wieviorka*
Objetividad y subjetividad
* Sociólogo francés, destacan sus trabajos sobre violencia, terrorismo, racismo, movimientos so-
ciales y la teoría del cambio social. Sus obras han sido traducidas a diversos idiomas. Ha sido elegi-
do en Durban presidente de la Asociación Sociológica International para el periodo 2006-2010.
1
André Lalande, Vocabulaire technique et critique, PUF, París, 1968.
2
“Cuando nosotros, que vivimos sujetos a la ley civil, somos forzados a celebrar un contrato
que la ley no exige, podemos reclamar con el auxilio de ella contra la fuerza”, Montesquieu, Del
espíritu de las leyes, libro XXVI, cap. XX.
3
Cf. Sami Makki, Militarisation de l’humanitaire, privatisation du militaire, CIRPES, París, 2004.
En el 2005, 45 mil civiles pertenecientes a 453 compañías llamadas “contractors” apoyaban a una
fuerza de 145 mil hombres y desempeñaban algunas actividades que corren normalmente a cargo
93
Michel W ieviorka
interior también corre a cargo del sector privado –una tendencia observa-
ble en el mundo entero–, el monopolio de la fuerza legítima del Estado es
puesto en entredicho y, junto con él, la posibilidad de abordar la violencia
de forma objetiva, como en la citada definición de Lalande citada.
La entrada, desde los años sesenta, en la era de las víctimas, refuerza
de modo acentuado esta discusión. El auge de las identidades particulares
conlleva dimensiones vinculadas con los conceptos de memoria y vícti-
ma de considerable importancia. Hoy en día numerosos actores reclaman
reconocimiento, y a veces, reparación por los crímenes de los cuales sus
antepasados fueron víctimas, al tiempo que se expresan en público acer-
ca de las violentas injusticias de las que son eventualmente objeto en la
actualidad, movimientos de índole cultural, religiosa, étnica o nacional;
movimientos negros, indígenas, de descendientes de sobrevivientes de un
genocidio, también de padres o hijos de víctimas de un poder dictatorial
o totalitario. Del mismo modo, en varios países, movilizaciones cada vez
más diversificadas y eficaces atraen la atención sobre la violencia sufrida
por las mujeres, los niños, los minusválidos, los adultos mayores. Estos
actores proyectan la violencia pasada y presente no tanto a través del pris-
ma del orden amenazado, o del Estado puesto en tela de juicio, sino des-
de el punto de vista de la experiencia vivida y de sus consecuencias para
quienes sufren de violencia, hablan del trauma sufrido y de sus efectos
con el paso del tiempo, por ejemplo. La violencia es, en este caso, nega-
ción o atentado contra la integridad física y moral de una persona, con
implicaciones que en ocasiones retumban en las siguientes generaciones
y dificulta el proceso de construcción como sujeto; su evocación invade el
ámbito de la subjetividad, funge como proceso de subjetivización. Desde
este punto de vista, la violencia afecta existencias singulares, personales
o colectivas.
La tensión entre objetividad y subjetividad de la violencia no constituye
un problema puramente teórico; también puede originar reñidos debates
políticos. Por ejemplo, Francia se preguntó en los ochenta y noventa si la
inseguridad vinculada con la delincuencia y la criminalidad aumentaba de
modo objetivo o si, más bien, lo que había crecido era el sentimiento de
inseguridad, sin relación automática con una intensificación real en los he-
chos, como lo afirmó al inicio la izquierda antes de apartarse progresiva-
mente de esta visión del problema. Entre menor la posibilidad de vincular en
94
El sujeto y la violencia
4
Alexis de Tocqueville, L’Ancien Régime et la Révolution, Gallimard, París, 1967.
5
Por ejemplo, Ted Robert Gurr, ed, Handbook of Political Conflict, The Free Press, Nueva York,
1980.
95
Michel W ieviorka
El Sujeto de la violencia
6
Norbert Elias, Sur le processus de civilisation, vol.1, La civilisation des moeurs, vol.2, La dyna-
mique de l’Occident, Pocket, París, 1974, 1975 (1939).
7
Theodor Adorno, The Authoritarian Personality, Harper, Nueva York, 1960.
96
El sujeto y la violencia
8
Hannah Arendt, Eichmann à Jérusalem. Rapport sur la banalité du mal, Gallimard, París, 1966.
9
En Michel Wieviorka, La Violence, Hachette-Littératures, col. Pluriel, París, 2005.
97
Michel W ieviorka
10
Stanley Milgram, Soumission à l’autorité, Calmann-Lévy, París, 1974
98
El sujeto y la violencia
Esta tipología, presentada aquí de forma muy escueta, ameritaría sin duda
ser precisada, y el vocabulario utilizado no es tal vez el más apropiado,
pero conviene señalar que no disponíamos hasta ahora de las categorías
sociológicas que permitirían dar mejor cuenta de estos diferentes casos.
Conlleva la ventaja de abarcar los aspectos más misteriosos y cruciales de
la violencia: no las frustraciones que revela eventualmente, ni los cálculos
más o menos racionales de quien recurre a ella en caso de necesidad, ni
tampoco la cultura de la cual procede, sino más bien las lógicas de pérdida
y sobrecarga de sentido, de acuerdo a las cuales ocurre a veces una cons-
trucción de la violencia, la parte de exceso o de defecto que conlleva, la
subjetividad torcida, pervertida o también, a veces, perversa, que la vuelve
posible.
Violencia y globalización
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Michel W ieviorka
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El sujeto y la violencia
101
Michel W ieviorka
11
Charles Tilly, en La France conteste de 1600 à nos jours, Fayard, París, 1986, propone este
concepto explicando que toda población, en una sociedad dada, durante un número dado de
años, posee un repertorio limitado de acciones colectivas, es decir de formas de acción comunes
basadas en intereses compartidos. El repertorio varía de una sociedad a otra.
12
Richard Senté: “Récits au temps de la précarité”, en Michel Wieviorka (dir), Les sciences socia-
les en mutation, Editions Sciences Humaines, Auxerre, 2007, p. 437.
102
El sujeto y la violencia
103
Michel W ieviorka
104
El sujeto y la violencia
Tres registros
Las democracias son cada vez más sensibles al punto de vista de las
víctimas y los temas del sufrimiento, el traumatismo, el perdón o la re-
conciliación ocupan un lugar considerable en el espacio público de sus
debates. ¿Qué significa salir de la violencia, en un ámbito democrático,
para una víctima, un descendiente o un superviviente? Desde luego, para
estos individuos y estos grupos las experiencias dolorosas que han re-
105
Michel W ieviorka
106
El sujeto y la violencia
demás eran libres; es haberse visto despojado de sus bienes, sus derechos,
su pertenencia cívica o nacional a un grupo más amplio que el suyo. Para
continuar con el ejemplo del nazismo, los judíos alemanes estaban muy
bien integrados a la sociedad y a la nación alemana, casi asimilados y,
cuando los nazis les dieron a conocer el rechazo de la sociedad y la nación,
muchos de ellos no pudieron oír siquiera lo que les decían. Así, el gran his-
toriador y sociólogo Norbert Elias, refugiado en 1935 en Inglaterra, relata
en un texto autobiográfico cómo sus padres se negaron a tomar en cuenta
sus consejos de huir de Alemania: “No nos puede ocurrir nada, no hemos
hecho nada malo”, le contestaron básicamente.13 Cuando la participación
individual en la modernidad se ve negada de esta forma por una violencia
extrema, lo que está en juego no es nada más una identidad colectiva, la
pertenencia a un grupo, sino una identificación, más o menos asumida,
con valores universales en los cuales la víctima del rechazo se reconoció
o consideró en algún momento dado como referencias valiosas y válidas
para todos, y de los cuales se vio excluido, rechazado con brutalidad.
Un tercer registro se relaciona con la subjetividad personal, con la ca-
pacidad de todo ser humano de ser Sujeto. La violencia extrema aniquila,
o en todo caso, afecta fuertemente al Sujeto. Deshumaniza a la persona,
al tratarla como cosa o animal, o bien la demoniza, imputándole poderes
maléficos –así, a lo largo de la historia, las mujeres han sido con frecuen-
cia tachadas como brujas. Es por ello que los sobrevivientes de una trage-
dia bárbara consideran a veces que ya no les es posible vivir: pierden fe en
la humanidad del Sujeto personal al sufrir en carne propia su negación y
ver cómo desapareció a manos de sus verdugos. ¿Cómo vivir después de
Auschwitz?, ha sido una pregunta recurrente.
13
Norbet Elias par lui-même, Fayard, París, 1991.
107
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108
El sujeto y la violencia
109
Michel W ieviorka
14
Bill Clinton, Ma vie, Odile Jacob, 2004, p.825.
110
El sujeto y la violencia
Olivier Pétré-Grenouilleau, Les traites négrières, Essai d’histoire globale, París, Gallimard, 2004.
15
En “Le siècle et le pardon”, conversación con Michel Wieviorka, Le Monde des débats, diciem-
17
bre de 1999.
111
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El sujeto y la violencia
18
Me permitiré, en este punto, remitir a los análisis presentados en la publicación que dirigí: Le
printemps du politique, Robert Laffont, París, 2007.
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El sujeto y la violencia
Especialmente John Dover, War without Mercy, Race and Power in the Pacific, Pantheon Books,
19
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Este libro se terminó de imprimir en mayo de 2008,
en los talleres de Gráfica, Creatividad y Diseño, S.A. de C.V.
La edición consta de 1,200 ejemplares.
Para los interiores se utilizó papel Cultural de 90 gr.
y Sundance felt de 216 gr. para los forros.
En su composición se utilizaron tipos de la familia Leawood.
El cuidado de la edición estuvo a cargo del Fondo Editorial de Nuevo León.