La Química de Las Emociones

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 5

La química de las emociones

Dos investigadores del cerebro explican qué


mecanismos intervienen en el amor, la ira, el miedo
o la fidelidad
Barcelona 31 MAY 2005

Las emociones son una parte muy importante de nuestras vidas. Pero
¿Qué es exactamente una emoción? ¿Puede reducirse a una fórmula
química? ¿Qué mecanismos se activan en el cerebro cuando sentimos
amor, ira, miedo o tristeza? A responder a estos interrogantes fueron
convocados por Aula EL PAÏS y la Dirección de Promoción de la
Cultura Científica del Ayuntamiento de Barcelona dos especialistas,
Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología de la Universidad
Autónoma de Barcelona, y Antoni Bulbena, psiquiatra responsable
del Instituto de Atención Psiquiátrica.

Según explican, una emoción es, en primer lugar, una función


fisiológica que dispara una serie de respuestas en el organismo. "Se
estimula el nervio vago -cosquilleo en el estómago-, las glándulas
suprarrenales liberan hormonas como la adrenalina o el cortisol, y la
musculatura se tensa. Tiene una función protectora. Se estima que
un estudiante comienza a liberar adrenalina 16 días antes de un
examen. Durante la prueba se produce un pico que le hace rendir
más y cuando termina baja", explica Morgado.

En el amor romántico intervienen sustancias


como la feniletilamina, de efectos parecidos a
una anfetamina, que pasan pronto.
La respuesta emocional es tan rápida e
impulsiva que ha salvado a mucha gente, pero
también ha provocado reacciones inapropiadas
Pero el cerebro no sólo produce esa respuesta, sino que la recoge de
nuevo y la elabora. "Hay un mecanismo de ida y vuelta", añade.
"Cuando el cerebro se hace consciente del efecto de la emoción en el
cuerpo, tenemos un sentimiento". Las emociones tienen como primera
misión, proteger a la especie. Morgado recurre a una imagen muy
común: una persona que pasea por el bosque y ve algo que parece
una serpiente. Los ojos envían la información al tálamo, pero éste no
tiene capacidad para discernir si es una serpiente o una rama. Para
saberlo, ha de enviar la información a la corteza cerebral occipital. El
tálamo no espera a obtener la respuesta. Simultáneamente da la
orden a la amígdala para que ponga en marcha la respuesta
emocional de huida. El cuerpo libera adrenalina, el paseante da un
salto. Por si fuera una serpiente. Al cabo de una fracción de segundo,
llega la respuesta de la corteza: no, no es una serpiente, es una rama.
El cuerpo se relaja. "La respuesta emocional es tan rápida e
impulsiva que ha salvado a mucha gente, pero también es la que
hace responder con un puñetazo a algo que se percibe como una
agresión", sostiene Morgado.

Hay emociones que dejan un recuerdo imborrable, como si se


grabaran a fuego en el cerebro. "El atentado del 11-S fue una noticia
tan impactante que todos recordamos dónde estábamos cuando nos
enteramos", explica Morgado. En este caso, la amígdala envía la
información al hipocampo, que interviene en la formación de la
memoria. Cuanto más fuerte es una emoción, con más fuerza se
graba en la memoria. Si ese recuerdo llega a alterar el equilibrio
emocional aparece, según Bulbena, el síndrome postraumático. .

Hace más de un siglo se produjo un accidente en Nueva Inglaterra


(EEUU) muy relevante para la neurología. Se estaba construyendo el
ferrocarril y una explosión lanzó una barra de hierro que atravesó el
cráneo de Phineas Gage, el capataz. La barra entró por la mandíbula
derecha, perforó parte del cerebro y salió por la parte frontal superior
izquierda. Por incomprensible que pueda parecer, no murió. Ni
siquiera perdió totalmente el conocimiento. Pese a que el médico no
pudo hacer mucho más que lavarle la herida, sobrevivió. Y se
recuperó en apenas unos días. Un milagro. Pero Phineas ya nunca
fue la misma persona. Tenía conciencia, inteligencia, hablaba y se
movía sin dificultad. Pero había perdido el respeto por sí mismo y no
atendía a ninguna convención social. No controlaba sus impulsos
emocionales.

Alguien guardó la barra y el cráneo y ahora podemos saber qué


ocurrió: la barra había dañado la corteza orbito frontal, una zona que
actúa como un intercomunicador, una estación intermodal que
comunica el cerebro frontal, encargado de la lógica y el razonamiento,
y la amígdala, encargada de las emociones.

"Sólo de pensarlo se me ponen los pelos de punta". Cuando


pensamos algo que nos produce miedo, se activa la amígdala, ésta
dispara la respuesta emocional: el pelo se eriza, aparece la carne de
gallina, el frío recorre la espalda. "Es una suerte que eso ocurra",
sostiene Morgado. "Las personas que son capaces de anticipar así la
respuesta a una emoción, están mejor preparadas para tomas
decisiones sin equivocarse". ¿Quién dijo que los fríos son mejores
ejecutivos?

Pero a veces estas sensaciones no responden a una realidad, según


Bulbena, sino a una patología del propio cerebro. Un estudio ha
comprobado que los niños que tienen lesionada la corteza órbito-
frontal no pueden establecer una buena relación entre el cerebro
emocional y el racional y de mayores tienen dificultades para saber
qué está bien y qué está mal. Lo cual plantea otro interrogante ¿qué
ocurre en el cerebro de un psicópata?

Morgado muestra imágenes de la actividad cerebral de una persona


normal y de un asesino en serie confeso y convicto. No son iguales:
"En el del asesino, la parte anterior no funciona correctamente. No
sólo tienen un vacío de actividad en la parte racional, sino que tienen
muy activa la parte del cerebro emocional. Eso se ha comprobado en
más de cuarenta asesinos", explica. Aquí juega un papel esencial una
sustancia, la serotonina, que es un neurotransmisor que estabiliza la
fisiología del cerebro en general y modula la conducta. Atempera los
impulsos y protege contra la agresividad. Quienes tienen niveles
bajos de serotonina son más agresivos. Una idea de la importancia
de este neurotransmisor es que en el cerebro se han identificado 15
receptores distintos, lo que significa que interviene en muchas
funciones.

En la química del amor interviene el apetito sexual y es conocido que


una hormona masculina, la testosterona, aumenta en los machos la
agresividad. Pero no lo es tanto que existe una sustancia que fomenta
la monogamia. "Hay una especie, los ratoncitos de la pradera, que
son monógamos. Cuando un macho y una hembra copulan,
permanecen ya juntos de por vida. No se separan hasta que uno de
los dos muere. El responsable de ello es la vasopresina. Si a un ratón
se le inhibe la capacidad de segregar esta sustancia, se vuelve
polígamo. El mismo efecto produce la oxitocina en la hembra", explica
Morgado.

En las personas, también intervienen la oxitocina y la vasopresina,


pero no está tan claro que tengan las mismas funciones que en los
ratoncitos. Pero sí se sabe que en el amor adolescente, el amor
impetuoso y romántico, intervienen sustancias como la
feniletilamina, que segrega el cerebro y tiene efectos parecidos a una
anfetamina, que hacen que este tipo de enamoramiento sea más
emocional, y por tanto, más ciego. Hay una autora, Hellen Fisher, que
sostiene que este amor dura unos 17 meses. El amor pausado de la
madurez, en cambio, tiene más de sentimiento. En este amor, el
cerebro libera endorfinas, unas sustancias parecidas a la morfina
que generan bienestar. Estas sustancias producen sensación de
relax, tienen un efecto analgésico y cierto poder adictivo, por eso
cuando se rompe un amor de este tipo o muere la pareja, se le echa
mucho de menos.

Curiosamente, según Bulbena, las sustancias que crean adicción


amorosa se encuentra en el chocolate, pero en cantidad insuficiente
como para producir efectos. Morgado apostilla que algún estudio ha
llegado a decir que algunas mujeres prefieren el chocolate a hacer el
amor.

Hay también una patología de las emociones. Por ejemplo, en la


depresión, los mecanismos bioquímicos que hacen que una sensación
sea agradable, está inactivada. Las personas deprimidas tienen,
según Bulbena, una dificultad para percibir como positiva o
placentera una experiencia. Bulbena definió los síntomas que definen
algunas de las patologías más frecuentes (ver cuadro adjunto).

Lo contrario de la depresión es la manía, que cursa con euforia,


irritabilidad, ideas de grandeza, insomnio, conversación excesiva,
pensamiento acelerado y mucha actividad sexual. Un maníaco se
siente cargado de energía y lo puede hacer todo. Hay además, una
relación aún por explorar científicamente entre estas patologías y la
estación del año. "Probablemente tenga que ver con la cantidad de
luz solar. Que la luz interviene en los procesos neuroquímicos lo
demuestra el hecho de que las variaciones estacionales se observan
tanto en España como en Australia", dice Bulbena.

También podría gustarte