Reflexión Tema 11 - M.F

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Pontificia Universidad Javeriana

Facultad de Teología
Asignatura: Moral fundamental
Docente: Alberto Munera Duque, SJ y Maria Isabel Gil Espinoza
Estudiante: Juan Diego Hernández Gaviria

SÍNTESIS ANALÍTICA Y CRITICA DE TEMA 11: ANTROPOLOGÍA


TEOLÓGICA CRISTIANA: MORAL DE LA LEY Y MORAL DEL ESPÍRITU –
OBJETIVO Y SUBJETIVO – JUICIO MORAL
Iniciamos hablando de la confesión, la cual recordábamos como antiguamente el
sacramento de la confesión solo se vivía en tres momentos (AAA) “adulterio, asesinato y
anatema” y como lastimosamente dicho sacramento se ha convertido en una penitencia
arancelaria y con características mágicas que nos alejan del verdadero sentido de dicho
sacramento. Es importante resaltar así mismo la diferencia entre ley eterna y ley natural.
La ley eterna hace referencia a la afirmación cristiana que todo está orientado a Dios, todo
ser humano está llamado a la santidad y la ley natural, es la creencia a que Dios ha
establecido una ley natural en todos nosotros, es así como los Tomistas creen que Dios al
ser un legislador, Él nos ha puesto unas leyes naturales. Y dicha ley natural está orientada a
hacer el bien y evitar el mal y esto se reduce a la captación del bien y del mal, según las
circunstancias.
Es importante, no perder de vista que la ley natural no puede nublar la claridad que tenemos
en cuanto a la conciencia y al descubrir que la conciencia nos ayuda a discernir el bien o
mal que se hace y entonces todo ser humano tiene en su interior una ley puesta allí por
Dios, pues no podemos olvidar y mucho menos anular el echo de que Dios ha dejado en
nuestras manos elegir el bien o el mal guiados por nuestra conciencia, y si en algún
momento consciente o inconsciente nos alejamos de la opción fundamental, podemos
reconectar con ella, pues por la libertad recibida de Dios siempre podemos elegir vivirnos
orientados desde la opción fundamental que hemos asumido.
Es así, como se hace indispensable recordar que la teología moral, no puede basarse en
normas sino en una opción libre, que nos lleva a aceptar y reconocer que hay actos
extrínsecos que van en contra de nuestra libertad, pero que nos corresponde a cada uno
tomar conciencia de ellos y elegir no actuar desde el mal. Y entonces, al tener claro lo
mencionado anteriormente, también se hace indispensable hablar de la economía de la ley,
la cual nos deja claro en cuanto a ley divina, como Cristo no designa propiamente una
legislación promulgada por Dios para orientar la vida, sino que justamente lo que nos
enseña Jesús, es que lo que salva y diviniza al hombre y a la mujer es la adhesión libre al
proyecto del Reino.
Entonces, esto nos lleva a afirmar que la salvación no ocurre por la ley, es decir, no se da
por el cumplimiento de la ley, sino por nuestra decisión libre de vivir orientados desde la
opción fundamental, “el amor”. La única ley del cristiano es Cristo y la única ley de Cristo
fue “amar” y obedecer a su Padre, es por ello que los ministros de la Iglesia no son
escrutadores, ni jueces de la conciencia humana, pues tal y como lo dice “Gaudium et
Spes” “Dios es el único juez y escrutador del corazón humano. Por ello, nos prohíbe
juzgar la culpabilidad interna de los demás.” (Concilio Vaticano II, constitución pastoral
sobre la Iglesia en el mundo actual, n. 28). Nosotros, debemos acompañar los procesos
interiores, por medio del discernimiento, ofreciendo al Pueblo de Dios, herramientas que
les ayude a discernir su actuar, sin influir en ello y mucho menos juzgar.

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