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EL NACIMIENTO DE LA ANTROPOLOGÍA GRIEGA

POLO Y LA CONCEPCIÓN DE PLATÓN SOBRE EL HOMBRE

JOSÉ IGNACIO MURILLO

Manuscrito recibido: 1 8 - I X - 2 0 0 4
Versión final: 3 0 - I X - 2 0 0 4
BIBLID [ 1 1 3 9 - 6 6 0 0 ( 2 0 0 5 ) n° 7; pp. 7-23]

RESUMEN: El naámiento de la antropología griega. Platón puede ser considerado el ini-


ciador de la antropología como disciplina filosófica. El estudio filosófico del hombre
aparece en el seno de la discusión ontológica cuando se cae en la cuenta de que tiene
una consistencia propia y que presenta unos problemas que no pueden ser decididos
por la mera ontología. Ante todo, el tema del hombre aparece como un problema
gnoseológico: cuál es la relación del hombre con el intelecto, entendido como la ca-
pacidad de conocer lo real como real.
Palabras clave, antropología, alma, intelecto.

ABSTRACT: The birth of greek anthropology - Plato can be considered as the beginner of
anthropology as a philosophical discipline. The philosophical study of man appears
in the context of the ontology, when it is realized that man has its own consistency
and that it presents some problems that can not be resolved by the general onto-
logical approach. Man appears first as a gnoseological problem: which is the relation
between man and intellect, as the capacity to know reality as such.

Keywords: anthropology, soul, intellect.

El saber es una exigencia de la vida humana. La filosofía contempo-


ránea ha puesto de manifiesto que el comportamiento que denominamos pro-
piamente humano es imposible sin el lenguaje. Pero éste no basta tampoco si
no va acompañado de un conocimiento acerca de sí mismo y del lugar que se
ocupa en el mundo. Las decisiones, las relaciones con las otras personas y el
modo en que se organiza la propia vida depende de cómo nos concebimos, y,
en este sentido, se puede decir que la antropología, entendida como conoci-
miento del hombre, debe acompañar desde el principio a la existencia hu-
mana.
Sin embargo, no todos los modos de saber son equivalentes. Algunos de
ellos, como señala Polo, son eminentemente prácticos, como la magia o el
mito. En cambio, el conocimiento filosófico se distingue de ellos por su ca-
rácter teórico, es decir, por ser un tipo especial de contemplación, que, en

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EL NACIMIENTO DE LA ANTROPOLOGÍA GRIEGA JOSÉ IGNACIO MURILLO

principio, deja en suspenso la práctica . Los testimonios más claros de esta


1

actividad pertenecen a los filósofos griegos . Aunque la novedad que aportan


2

ha sido explicada de distintos modos, y a pesar de que muchos filósofos con-


temporáneos han insistido en que los griegos y sus herederos occidentales no
agotan la filosofía, resulta patente que quienes han recibido tradicionalmente
el título de primeros filósofos introducen un cambio de perspectiva respecto
a las formas anteriores de explicar la realidad e inauguran un modo de pensar
del que no tenemos precedentes escritos, sin el que no sería posible entender
el pensamiento occidental, incluso en aspectos que suelen considerarse dis-
tintos de la filosofía, como son la teología cristiana o la ciencia experi-
mental. Por eso, aunque queramos llamar filosofía a todo saber humano ela-
borado, parece razonable reservar dentro de ella un lugar especial para esta
forma de saber que adoptó para sí el nombre por primera vez.
Dada la importancia de ese inicio, no es extraño que muchos filósofos
hayan abordado la interpretación de ese origen como un modo de clarificar
la naturaleza de la actividad que ejercen. En estas páginas me propongo
estudiar la aportación de la filosofía griega al estudio del hombre. En con-
creto, pretendo exponer cómo se constituye la antropología como una parte
del pensamiento filosófico: cuál es el marco teórico en qué nace y qué as-
pectos descubre de la realidad que estudia.
Para lograr este objetivo, es preciso volver la mirada a Platón. En mi
opinión, se puede decir que él es el primer filósofo que presenta una antro-
pología suficientemente elaborada. Una prueba indirecta de esta tesis es que
la antropología de Platón se convirtió en punto de referencia inexcusable
para los pensadores posteriores. Por eso, pensar su punto de partida y su
alcance puede ayudar a comprender mejor en qué consiste la antropología
filosófica y cómo cabe proseguirla en el futuro.

1. Cfr. Curso de teoría, I I , 313.


2. Esto no quiere decir que el saber no anime un tipo de acción práctica, que es la inves-
tigación. Por otra parte, teoría y práctica son actividades humanas. La diferencia entre la
investigación y el resto de la actividad práctica estriba en que en la primera el saber hacer
se orienta al saber, mientras que en la segunda el saber se orienta a la consecución de un
fin distinto de sí mismo. Una característica peculiar de la filosofía griega consiste en des-
cubrir el carácter de fin del saber y en situarlo por encima de las otras actividades hu-
manas.

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JOSÉ IGNACIO MUMLLO EL NACIMIENTO DE I A ANTROPOLOGÍA GRIEGA

1. La herencia presocrática

No deja de resultar extraño que el estudio del hombre, tan cercano y tan
importante para el filósofo, no entre en las preocupaciones de los filósofos
desde el principio. La razón de esta omisión es, a mi modo de ver, que el
hombre no aparece al principio como un tema diferenciado de la filosofía.
Dicho de otro modo, se trata de una inadvertencia —si es que hay que ca-
lificarla negativamente— metódica: lo que se advierte, y los problemas que
esto plantea, no atañen al hombre de un modo distinto a cómo atañen a los
demás seres. Por otra parte, esta omisión, prueba, a su vez, que la filosofía
no nace animada por ningún interés práctico al que se subordine.
Desde Tales, los filósofos advierten que se puede afrontar la totalidad
de lo real como emergiendo de un fundamento que no siempre aparece, pero
que funda en el presente . Esto es lo que legitima el hecho de incluir a Tales
3

como primero en la lista de los filósofos. Tales busca un fundamento que


funda en presente y que puede ser desvelado.
El descubrimiento de que hay algo detrás de lo real que lo fundamenta y
explica, despierta la admiración, según la célebre descripción que hará más
tarde Aristóteles de la actividad filosófica. El descubrimiento conducirá al
proyecto de desvelar y nombrar el fundamento. No es casual que esta preten-
sión se traduzca al principio en el monismo, puesto que la perspectiva unita-
ria es una marca distintiva del pensar teórico. Para el pensar, renunciar a la
unidad es renunciar a sí mismo. En todo caso, sólo cabe achacar a los pri-
meros filósofos su precipitación por encontrarla.
Los primeros filósofos están convencidos de que el fundamento afecta a
todos por igual. Por eso no reservan al hombre un lugar especial en el uni-
verso que intentan explicar. La perplejidad aparece al comprobar que, si bien
la unidad es connatural al conocimiento, la pluralidad que pretende reducir
no lo es. Pero, como el fundamento se reduce a fundar, éste parece verse
condenado a confrontarse con un principio de multiplicidad e ininteli-
gibilidad que se le escapa o en el que se pierde. En el fundamento se reduce
a la unidad la pluralidad de lo que experimentamos, pero el hecho de que
haya pluralidad que deba ser explicada queda, por su parte, inexplicado.
Polo sostiene que, desde Tales se abren dos líneas en el pensamiento
presocrático: una de ellas es la que va de Anaximandro a Heráclito y otra la

3. "En su inicio para la filosofía, frente a la magia, el mito o la técnica, el fundamento es


presencia pura. (...) Si el fundamento es asistencia en presente, la actividad cognoscitiva
entra en escena y deja de lado la conducta práctica". Curso de teoría, II, 313.

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que culmina en Parménides y se prolonga en el pluralismo posterior . Lo que 4

caracteriza a la primera es la preocupación por la alternancia entre los seres


fundados. Anaximandro está preocupado por saber cómo se reparte el funda-
mento entre lo fundado, e introduce el tiempo y, tímidamente, la negación
como formas de resolver el problema. El fundamento no se describe como
algo positivo, sino como una ausencia de determinación: ápeiron . Existir es 5

una injusticia que se paga con la muerte según el tiempo . 6

Heráclito continúa estas preocupaciones, que le conducen a una re-


flexión acerca del lógos. Heráclito es el pensador de la armonía. La realidad
es para él una armonía entre dispares, animada por un fundamento que ama
ocultarse y que no puede ser pensado como estático, sino al que más bien le
corresponde la naturaleza del fuego, siempre cambiante. La importancia de
Heráclito estriba, ante todo, en la reflexión acerca del logos como instancia
unificante de la diversidad cambiante . 7

Según Polo, la filosofía de los primeros pensadores griegos consiste en


una reflexión en torno a la primera operación intelectual: la abstracción. La
abstracción es la introducción de la presencia mental que articula desde sí el
conocimiento sensible. Con su aparición se inaugura el pensar introduciendo
el presente en el tiempo de la sensibilidad interna, marcado por la intención
de pasado propia de la memoria y la intención proyectiva o de futuro de la
cogitativa. El presente permite concebir el tiempo al aunar las dos desde una
perspectiva ajena al flujo temporal . 8

A su vez, la inteligencia es capaz de iluminar la abstracción mediante el


hábito abstractivo. Es gracias a este hábito como los primeros filósofos al-
canzan a formular la noción de physis como la de una actividad que asiste a

4. "Desde Tales aparecen dos líneas; una es la línea Anaximandro-Heráclito; la otra, Parmé-
nides y el pluralismo ulterior. Sobre esta doble crisis de la filosofía trabajaron los sofistas,
que repusieron los temas prácticos y el lenguaje sin acertar a vincularlos con la filosofía.
Protagoras depende de Heráclito, y Gorgias de los eléatas. La reconstrucción de la filo-
sofía es la obra de los grandes socráticos, Platón y Aristóteles; esa reconstrucción sólo po-
día llevarse a cabo si se lograba pensar el fundamento con las otras operaciones mentales,
si se superaba la abstracción". L. POLO, Curso de teoría, II, 316.
5. Cfr. DIELS-KRANZ, 12 A 9. Para la transcripción de los términos griegos se seguirán los
siguientes criterios: a) todo término griego será transcrito en cursiva; b) las vocales largas
del alfabeto se transcriben con su correspondiente latina seguida de una hache.
6. Cfr. DIELS-KRANZ, 12 B 1.
7. "El tema de la filosofía de Heráclito es la tensión del comparecer de lo oculto". Intro-
ducción, 50-51.
8. En este sentido, Polo sostiene que "la filosofía empieza por el descubrimiento de lo in-
temporal". Introducción, 29.

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JOSÉ IGNACIO MORILLO EL NACIMIENTO DÉLA ANTROPOLOGÍA GRIEGA

los contenidos nominales. Por eso el fundamento aparece como la verbalidad


inseparable de un contenido semántico: agúa-agua.
El problema se plantea al intentar explicar cómo la presencia se reparte
entre los diversos contenidos nominales. Anaximandro, en su intento de re-
solverlo, apelara a otra operación intelectual, la negación, que permite la
generalización; mientras que Heráclito intuye que debe existir una instancia,
el lógos, que reúne internamente los contenidos, como si los ensartara.
Parménides, por su parte, es más drástico al resolver el problema de la
unidad. Su solución estriba en considerar lo conocido desde la presencia.
Desde ella, aparece una nueva solución al problema de la multiplicidad de
contenidos: eliminar de ellos como irreal todo lo que no sea relativo a aqué-
lla. Parménides encuentra además un nombre para designar ese objeto: el
ente. De este modo «ente-es» resulta, para él, la última palabra de la filo-
sofía .
9

La solución de Parménides reviste una gran importancia para el pensa-


miento posterior. Su radicalidad permite caer en la cuenta de modo cons-
ciente de algo que ya se venía ejerciendo desde el principio del pensar filo-
sófico. El hombre es el único animal que distingue la realidad de las aparien-
cias, y esto se debe a una actividad de carácter divino, de la que, de algún
modo, participa. Parménides la designa noüs , entender. Realidad y enten-
10

der son correlativos . La realidad es lo captado por el intelecto y el intelecto


11

es la capacidad de captar lo real. Sólo la aceptación de que existe dicha


capacidad legitima para hacer filosofía. Esto hace comprensible la pretensión
de negar la condición de verdadera realidad a aquello que no se puede pen-
sar. Puesto que para Parménides pensar es pensar en presente, sólo el ente
puede ser conocido y sólo éste es real.
Esta preeminencia de la presencia es seguramente lo que confirma a los
griegos en la prioridad de la vista entre todos los sentidos. Ésta es la mejor
metáfora de la presencia. Pero no hay que olvidar que también de la vista es
preciso desconfiar. La propuesta de Parménides conduce a dividir lo que
aparece en la mera apariencia y en la apariencia fundada, que es la única que
merece el nombre de realidad. Para el conocimiento de la primera reserva el

9. "Es necesario decir y pensar que el ente es (permanece): pues el ser es". DIELS-KRANZ,
28 B 6. "Una sola vía queda al discurso: que es". Diels-Kranz, 28 B 8. S. PIÁ
TARAZONA, "La doctrina del acto de ser en Leonardo Polo: sus precedentes y una pro-
puesta de prolongación", en Futurizar el presente, Málaga, Servicio de Publicaciones de
la Universidad de Málaga, 2003, 259-282, epígrafe 1: el ser en Parménides.
10. Expresado por Parménides con la variante nóos.
11. Cfr. DIELS-KRANZ, 28 B 8.

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EL NACIMIENTO DE LA ANTROPOIOGÍA GRIEGA JOSÉ IGNACIO MURILLO

nombre de dóxa, y de este modo esboza ya la distinción que más tarde con-
sagrará Platón entre el mundo inteligible y el sensible, que tan importante
será para la metafísica posterior.
La formulación Parmenídea del principio de no contradicción —«el
ente es y el no ente no es»— debe entenderse como la expulsión de la nega-
ción del ámbito del conocimiento intelectual. La negación no es de fiar para
Parménides, seguramente porque no sabe qué hacer con ella. Y es verdad
que, en aquellos que recurrieron antes a aquélla, aparece como una vía tenta-
tiva e insegura, que parece hacer naufragar las exigencias de claridad del
filósofo.
Puede resultar extraño que Polo considere que los pluralistas están em-
parentados con la solución parmenídea. Pero se puede decir que tanto a ellos
como a los pensadores atomistas les une una misma perspectiva. Es cierto
que, mientras que los eléatas deciden abolir el movimiento y el cambio por
impensables, éstos buscan explicarlos. Sin embargo, para hacerlo recurren a
realidades consistentes, que están pensadas según el modelo del ente par-
menídeo. Para conseguir su objetivo se ven obligados a dar un lugar, aunque
sea rigurosamente controlado, a la negación, sea en la forma de las fuerzas
opuestas, como el amor y el odio de Empédocles, o sea en la del vacío de los
atomistas, que representa la posibilidad de distinguir y situar relativamente
las entidades consistentes.
Pitágoras, por su parte, se va a detener en otro aspecto, que tendrá una
gran importancia para Platón, y que constituye una nueva formulación del
problema del lógos y la armonía. Para éste lo real es intrínsecamente racio-
nal, y, por lo tanto, pensable, de acuerdo con el número {arithmós).
El número de los pitagóricos es, en mi opinión, un nuevo intento de
pensar la armonía de Heráclito. En este caso, el lógos se identifica como
número, porque éste muestra la capacidad de reunir internamente lo dis-
perso. El número pitagórico no es el número concebido como medida de la
cantidad y como instrumento de cálculo, tal como se suele concebir en nues-
tra cultura. Por el contrario, para entender lo que los pitagóricos entienden
por número, es preciso fijarse en la geometría y en la música. Según la pri-
mera, el número está vinculado a las figuras y, por tanto, a la configuración
del espacio. De acuerdo con la segunda, el número es armonía. El descu-
brimiento del número como proporción influirá mucho en la cultura griega.
La proporción se identifica con la armonía y ésta con la belleza y la racio-
nalidad. El universo pitagórico se concibe como kósmos, en el que cada parte
está acordada con las demás.

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JOSÉ IGNACIO MuRiLLo EL NACIMIENTO DE I A ANTROPOLOGÍA GRIEGA

Pero el intento pitagórico naufraga ante la imposibilidad de encontrar


con exactitud determinadas proporciones. La inconmensurabilidad de la
diagonal del cuadrado con los lados y la del radio de la circunferencia con su
perímetro muestran que en la realidad la racionalidad convive con la irra-
cionalidad. Este problema influye decisivamente en Platón, que, como vere-
mos, pretende rehabilitar el proyecto de los pitagóricos, pero es bien cons-
ciente de los problemas a que se enfrenta.
Por el momento, los descubrimientos que hemos reseñado no permiten
caracterizar al hombre como un ser diferenciado ni permiten convertirlo en
problema. Si la filosofía pretende encontrar el fundamento o desentrañar la
racionalidad (lógos) de la realidad, el hombre es uno más dentro del universo
que se quiere explicar. De todos modos, el descubrimiento que más se apro-
xima a la temática antropológica es la reflexión ontológica, y no meramente
biológica, acerca de la capacidad humana de conocer lo realmente real, que
ya está apuntado en las reflexiones de algunos filósofos, entre los que cabe
destacar a Heráclito . 12

Era obligado que los filósofos cayeran en la cuenta de que la actividad


filosófica era ejercida por el hombre, y que esta circunstancia provocara
también admiración. Si el noüs debe ser situado en alguna parte, parece que
sólo le corresponde la esfera de lo divino, y, sin embargo, nos consta que
también corresponde de alguna manera al hombre. En este sentido, se puede
decir que el problema antropológico comienza a esbozarse como un proble-
ma propiamente filosófico en el ámbito de la gnoseología: la conexión entre
el hombre, un ser débil y perecedero, y el noüs que le permite comunicar con
la entraña de lo real. Pero esta vía, apenas esbozada, no fue recorrida con
decisión hasta la aparición de la sofística. Incluso en un pensador como
Anaxágoras, que subrayó con decisión la importancia del noüs, éste aparece
tan sólo como un principio rector del universo, y queda pendiente la
explicación de cómo podemos disfrutar de su influjo.

2. La crisis sofística y la revolución socrática

Con frecuencia los descubrimientos metafísicos se tornan problemáticos


cuando atendemos desde ellos a lo humano. Llama la atención que la pri-
mera vez que los sabios centran su atención en los problemas humanos a la
luz de los descubrimientos alcanzados por la filosofía hayan adoptado una

12. "No llegarías a encontrar en tu camino, los límites del alma, ni aun recorriendo todos los
caminos: tan profundo es su lógos". DIELS-KRANZ, 22 B 45.

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EL NACIMIENTO DE LA ANTROPOIOGÍA GRIEGA JOSÉ IGNACIO MURILLO

actitud agnóstica o relativista, como si la complejidad de lo humano no


casara con el orden ontológico que la pura y desinteresada teoría desvela.
Aunque también puede ser que éste sea el rédito que hay que pagar por un
desequilibrio. "La antropología —señala Polo— es necesaria; no se puede
hacer metafísica si no se hace antropología, no se pueden ir desvelando las
dimensiones más profundas de la realidad sin que, correlativamente, aparez-
can dimensiones humanas, aunque esto no ha ocurrido siempre de modo
claro, pues se han dado oscilaciones" . 13

El movimiento sofístico se distingue por dirigir su mirada hacia los


problemas humanos. Pero para el hombre, indigente y mortal, la vida prác-
tica es necesaria, y por eso conviene aprovechar nuestros conocimientos para
encauzarla y orientarla. La teoría se quiere poner al servicio de la vida. No
como en el caso de los pitagóricos, por ejemplo, para extraer de ella algunas
normas de vida, sino para ponerla al servicio de los deseos y necesidades
humanas. Pero, al considerar qué puede servir para este fin de lo averiguado
por los filósofos, el balance no resulta alentador. Las grandes soluciones pa-
recen haber dejado fuera al hombre. Gorgias tiene presente la filosofía par-
menídea cuando sostiene que el ser no es, si es, no lo podemos conocer, y si
lo podemos conocer, no lo podemos decir . La cadencia del argumento deja
14

ver, más que una objeción teórica, una reducción del problema al horizonte
de la vida humana. Si el ser es lo que dice Parménides, el pensar es salirse de
las condiciones de la vida humana. Si lo que alcanza el noüs es como
Parménides lo describe, conocerlo es para el hombre lo mismo que no cono-
cer: nada nos aporta. Lo más humano no es ahora el noüs —que en realidad
nunca ha llegado hasta el momento a ser visto como humano— sino el lógos,
pero entendido de una forma nueva: como lenguaje. Y el lenguaje, para
Gorgias, está lejos de ser la casa del ente. Al menos, no del que Parménides
describe.

La sofística plantea por primera vez de modo radical el contraste entre


la vida teórica y la práctica, e intenta desprender al hombre de la primera
para ocuparlo en la segunda, que es la única que le pertenece, y poner a su
servicio el empeño y los recursos de la inteligencia, que la filosofía había
empeñado hasta ahora en la empresa de desentrañar los arcanos del mundo.
Pero ¿cuál es el fin de la vida práctica, a cuyo servicio debe ponerse
ahora el saber? La respuesta de la sofística es que ese fin no es otro que la
satisfacción de las tendencias, o, dicho de otro modo, el éxito. La medida de
las cosas desciende de los cielos al terreno humano. Para Protagoras, quizá

13. Introducción, 42.


14. Cfr. G. REALE, Storia della filosofia antica, voi. I, Vita e pensiero, Milano 1989, 243 ss.

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JOSÉ IGNACIO MURILLO EL NACIMIENTO DÉLA ANTROPOLOGÍA GRIEGA

influido por la filosofía de Heráclito, es el hombre la medida de todas las


cosas, y el criterio que debe usarse para organizarías . 15

En este contexto desarrolla Sócrates su investigación y su desacostum-


brada enseñanza. En el itinerario intelectual que Platón pone en su boca,
Sócrates afirma que quedó impresionado de la enseñanza de Anaxágoras
acerca de que el noüs gobierna todo. Pero la objeción que plantea Sócrates es
que no explica de qué modo lo hace . Por lo demás, las enseñanzas de los
16

filósofos naturalistas que frecuentó dejaron también en él un poso escéptico.


La manifiesta contradicción entre las doctrinas parecía dejar claro que éstos
intentaban conocer lo que excedía a las capacidades humanas . 17

De este modo justifica Sócrates su determinación de ocuparse de lo


humano , como aquello más cercano y, por otra parte, ineludible. Esta acti-
18

tud parece acercarle al espíritu de la nueva sofística. Sin embargo, lo que


Sócrates va a emprender es al mismo tiempo una crítica y el inicio de un
itinerario que, en mi opinión, sienta las bases de la antropología como
ocupación filosófica diferenciada. Pues lo que Sócrates pretende no es al-
canzar el éxito ni incrementar el poder o el placer, sino, en primer lugar, des-
cubrir qué es el hombre. Sólo la respuesta a esta pregunta puede servir para
encauzar la acción humana, pues ¿cómo podemos saber qué es lo bueno para
el hombre si desconocemos en qué consiste?
Aristóteles señala el interés de Sócrates por la definición™. Definir, en-
contrar la esencia de las cosas humanas, este parece ser el proyecto socrá-
tico. Con él consigue este autor introducir en la vida humana la consistencia
y estabilidad que había admirado hasta entonces a los filósofos.
Reale sostiene que las grandes aportaciones de Sócrates a la historia del
pensamiento son la noción de alma ® y la de virtud . Psychéh, un término de
2 21

antigua tradición, pasa a significar ahora el yo consciente y la personalidad


moral. En esta nueva concepción del alma la inteligencia tiene un lugar

15. Cfr. DIELS-KRANZ, 80 B 1.


16. Cfr. PLATÓN, Fedón, 97 e ss.
17. Cfr. JENOFONTE, Memorables, I, 11 ss.
18. Cfr. PLATÓN, Apología, 19 c ss.
19. Cfr. ARISTÓTELES, Metafísica, I, 6, 987 b 1 ss.
20. En este punto Reale corrige la tesis de Rohde en Psyche, Tübingen 1893, que no reconoce
ninguna importancia a Sócrates en la evolución del concepto de alma. Cfr. G. REALE,
Storia della filosofa antica, voi. I, Vita e pensiero, Milano 1989, 300 ss. Por el contrario,
actualmente es común atribuirle la paternidad de la noción occidental de alma. Cfr.
F. SARRI, Socrate e la genesi dell'idea occidentale di anima, Abete, Roma 1975.
21. Cfr. G. REALE, Ibidem.

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EL NACIMIENTO DE LA ANTROPOLOGÍA GRIEGA JOSÉ IGNACIO MURILLO

esencial. La guía del alma es el saber acerca del bien, y éste se consigue con
la investigación. El fracaso del hombre se debe a la ignorancia, pero no a la
de los medios que conducen a los fines que se propone, sino a la de aquello
que realmente le conviene. Desde Sócrates, también en el mundo de las ten-
dencias existe una norma y cabe distinguir entre las apariencias y la ver-
dad . A ese bien del hombre, inseparable del saber, que aparece como la
22

más específica de las características humanas es a lo que Sócrates denomi-


nará en adelante virtud {aretéh), dando un sentido nuevo y que tendrá una
dilatada influencia en todo el pensamiento posterior.

3. Las líneas maestras del proyecto de Platón

Platón es un discípulo de Sócrates. Su pensamiento sería incom-


prensible sin el de aquél. Sin embargo, Platón no conserva el espíritu de su
maestro en un punto importante. Para Platón no cabe ocuparse adecuada-
mente del hombre sin encontrar su lugar en el universo. Dicho de otro modo,
es preciso situar los hallazgos antropológicos en el contexto de la ontología.
En el terreno de la ontología, Platón realiza una importante aportación,
que le permitirá dar una nueva orientación al problema cosmológico: la con-
sistencia que los filósofos anteriores habían situado en los elementos, o que
Parménides había atribuido al ente, se halla en las ideas. Aquello de que
Sócrates buscaba la definición es estable e inmutable y, además, es el objeto
de la mente, del noüs. Si lo real es aquello que la mente alcanza, ésta no sólo
entiende el ente, sino también todas y cada una de las ideas.
Las ideas tienen una ventaja sobre el ente a la hora de explicar la rea-
lidad. Si sostenemos que lo realmente real se identifica con el ente, no re-
sulta fácil detectar ninguna comunidad entre éste y las realidades entre las
que vivimos, objeto de la dóxa. Por el contrario, entre las ideas y lo que no
es objeto adecuado de la mente —lo sensible— se encuentra al menos una
relación de semejanza. ¿Qué se parece a qué? A Platón no le parece acertado
afirmar que lo realmente real e inmutable se parece a lo perecedero, a lo que
apenas tiene ser. Más bien es esto lo que se parece a las ideas y adquiere
cierta consistencia en la medida en que disfruta de su influjo.

22. Cfr. J. I. MURILLO, "¿Por qué es tan difícil vivir una vida? Lo uno y lo múltiple en las
tendencias humanas", en J. ARANGUREN, (ed.), La libertad sentimental, Cuadernos de
Anuario Filosófico, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, Pamplona
1999,31-54.

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JOSÉ IGNACIO MURILLO EL NACIMIENTO DE LA ANTROPOLOGÍA GRIEGA

La filosofía experimenta de nuevo un vuelco. Ahora aparece una nueva


posibilidad de conservar la intuición y la radicalidad de Parménides acep-
tando la realidad de lo diverso y, de este modo, cabe la aspiración de intro-
ducir racionalidad en el mundo de la dóxa. Queda claro que la aparente
traición al espíritu de Sócrates no es sino una justificación ontológica de su
empresa. Los asuntos humanos pueden ser gobernados por el noüs y no me-
recen sin más ser expulsados de la realidad, ya que también hasta ellos llega
su influencia.
Según Reale, la aportación más decisiva de Platón consiste en haber in-
troducido la distinción entre el mundo sensible y el mundo inteligible . Esto 23

se corresponde con una primera aportación antropológica: la distinción entre


dos planos del conocimiento humano. Por una parte, al mundo de la dóxa,
que ahora ya no es completamente irreal, le corresponde el conocimiento
sensible ; mientras que al mundo inteligible, donde tienen su sede las ideas,
24

le corresponde la ciencia (epistéhme).


La distinción entre lo sensible y lo inteligible tiene una gran relevancia
para la antropología. El hombre aparece ahora como un ser a caballo entre
dos mundos. Por un lado, su cuerpo, que pertenece al mundo de la sensibi-
lidad y el cambio; y, por otro, su alma, que pertenece al mundo inteligible.
Por primera vez cabe una concepción dualista del hombre, si bien en Platón
ese dualismo es más que matizable, pues la afirmación socrática de que el
hombre es esencialmente su alma, al ser asumida por Platón, no deja nada
claro que el cuerpo forme parte verdaderamente del ser humano. Si el cuerpo
es sólo un envoltorio del que conviene desprenderse, la etapa corporal del
hombre no es otra cosa que algo que le ocurre al alma; como señala Platón,
es sólo una caída desde su estatuto propio.
De todos modos, es cierto que esta afirmación de Platón, que parece su
tesis definitiva, es acompañada en sus escritos de una serie de observaciones
en las que parece aceptar al hombre como un ser plural. Así ocurre, por
ejemplo, en la tesis de las tres almas tal como es afirmada en la República,
que parecen asumir que el cuerpo añade algo o que, al menos, la unión entre
el alma y el cuerpo genera un ser que tiene características propias y del que
cabe ocuparse científicamente.
En cualquier caso, la concepción antropológica de Platón debe ser con-
siderada a la luz de su teoría protológica y de su teoría de las ideas. ¿Cuál es
el lugar que ocupa lo humano entre las realidades inteligibles?

23. Cfr. G. REALE, Storia della filosofia antica, vol. II, Vita e pensiero, Milano 1988, 59 ss.
24. Platon distingue entre la eikasía o imaginación, que tiene como objeto las imágenes sen-
sibles, y la pístis o creencia, para los objetos sensibles. Cfr. República, VI, 509c ss.

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EL NACIMIENTO DE LA ANTROPOLOGÍA GRIEGA JOSÉ IGNACIO MURILLO

Ante todo hay que señalar que considerar las ideas como lo realmente
real, provoca un nuevo problema. Desde ahora, el problema de la pluralidad
se plantea con matices propios. Si hay muchas ideas, la unidad no es un pro-
blema ajeno a la mente, sino que le afecta internamente. La correspondencia
entre mente y uno ya no es clara y hay que reconsiderarla.
Considerar que cada idea es un pensable por separado conduce a Platón
a hipostatizarlas. Las ideas son en sí. Pero en este caso queda por resolver
cómo pueden ser todas simultáneamente. Una idea no es otra idea. Este no
ser es la mutua exclusión de una idea respecto de otras. Pero el no ser, para
cumplir su función separadora debe ser, a su vez, pensable, y aún una de las
ideas supremas, en compañía del ser. De este modo se introduce el no ser
(méh orí) en el mundo realmente real y se consuma el parricidio de Parmé-
nides.
Ahora bien, la separación de las ideas entre sí no puede ser la última
palabra. El lenguaje da cuenta de la interrelación entre ellas, como ocurre,
por ejemplo, en el juicio. Para controlar a Gorgias y la sofística es preciso
restituir el lógos al lenguaje, y para ello es preciso encontrar la unidad e in-
terrelación (koinonía) en el mundo de las ideas. Heráclito abordó el proble-
ma apelando a una physis que ama ocultarse y que, en último extremo, no se
puede nombrar. Pero esta solución de tintes místicos está lejos de resolver el
problema del lenguaje; más bien conduce a su anulación.
En primer lugar, Platón se encuentra en la necesidad de ordenar las
ideas de alguna manera. No todas ellas se encuentran al mismo nivel. Es
preciso aceptar que algunas de ellas son más altas que las otras. Al ser y el
no ser se añaden otras en una lista que no parece cerrada, al menos en los
diálogos platónicos (movimiento, quietud, idéntico, diverso). Pero el proble-
ma del orden de los trascendentales, como señala Polo , consiste en saber
25

cuál es el primero y si todos ellos pueden estar vigentes al mismo tiempo. La


totalización platónica implica excluir algunos universales.
Para Polo, la solución platónica continúa planteándose en el ámbito de
problemas suscitado por la operación de abstraer, y, por lo tanto, en el marco
de la concepción griega de la physis. La unidad de los nombres no puede
deberse a ellos, sino a la verbalidad que los acompaña. Anaximandro había
propuesto un verbo indiferenciado para todos ellos (ápeiron), mientras que
Heráclito señala más bien el carácter ocultante de la physis. De este modo
cae en la cuenta de la naturaleza huidiza de la presencia mental. Platón, en
cambio, separa el carácter verbal y lo reúne en un único principio que los
contiene todos. La solución de Platón consiste, por tanto, en separar el carác-

25. Cfr. Curso de teoría, II, 332-333.

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JOSÉ IGNACIO MURILLO EL NACIMIENTO DE LA ANTROPOLOGÍA GRIEGA

ter verbal de la physis de los contenidos ideales. El primer principio no es


una idea, sino algo que está por encima de todas ellas y que las sostiene. Las
ideas quedan así reducidas a ser contenidos nominales, y de este modo pue-
den conservar su aislamiento.
La insuficiencia de las ideas está conectada en Platón con su doctrina
protológica. En mi opinión, Platón llega al Uno como primer principio al
darse cuenta de que la unidad es un requisito de cada contenido ideal. Pero,
si es así, no puede tratarse de un número, que también es idea y que exige
este requisito como todas las demás. La unidad no es un contenido. En este
sentido no puede ser pensada. Pero sin unidad no cabe ninguna idea, ni rea-
lidad alguna en general. Por otra parte, si el problema es la unidad del mun-
do de las ideas y de la realidad en general, y el ente ha perdido su monopolio
como realidad consistente, el ente no puede ser el principio de unidad en la
medida en que es distinto de ella. De este modo, entre los contenidos verba-
les hay uno que prima: la unificación unida a la determinación que los hace
pensables.
Platón debe admitir una contrapartida al primer principio, que es el
principio de la indeterminación. A éste le denomina la diada de lo grande y
lo pequeño, puesto que el tamaño, que no tiene límite ni por arriba ni por
abajo, es una imagen adecuada de esa indeterminación que, entre otras cosas,
no puede ser pensada sino por relación a lo determinado.
Platón denomina al primer principio Uno y Bien. Con esta doble deno-
minación se señala la doble influencia del primer principio sobre el resto de
los seres y se concibe de un modo nuevo la relación entre la physis y lo por
ella fundado. Por una parte, el fundamento se encuentra presente en todo lo
real proporcionalmente a su jerarquía. En otras palabras, el Uno es difusi-
vo . Por otra parte, los seres se orientan a él como en un camino de retorno.
26

En este sentido el uno es atractivo, y puede ser denominado Bien.


Uno de los problemas que plantea el pensamiento de Platón es deter-
minar cómo se conocen los principios. Platón afirma que el Uno está más
allá de toda intelección. Podemos conocer que existe y contemplarlo, pero no
parece existir capacidad alguna que esté a la altura de su capacidad. En efec-

26. "Si se tiene en cuenta que el pantelóhs on es el fundamento, parece que ha de primarse el
Bien, pues en él reside la razón de difusividad. Si se tiene en cuenta que la difusión es un
descenso y, por lo tanto, una desconcentración, parece que la cumbre en cuanto tal ha de
reservarse al Uno, lo que equivale a decir que en la difusión el Uno se pierde o genera la
pluralidad numérica, que no es perfecta —así entiende Platón la diada—. Ésta podría ser
una de las razones del recurso a la matemática; otra sería la luminosidad propia de la ver-
dad, cuya raíz es lo Bello del Bien —el kalós kaí agathós—, que también se debilita al
extenderse". L. POLO, Curso de teoría, vol. II, 333.

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EL NACIMIENTO DE LA ANTROPOLOGÍA GRIEGA JOSÉIGNACIO MURILLO

to, Platón no parece aceptar que el noüs esté a la altura del Uno. De hecho,
no deja clara cuál es la naturaleza de aquél. La presencia de esta ambigüedad
en su doctrina la prueban las especulaciones neoplatónicas para resolver el
problema. Para Plotino, por ejemplo, el noüs procede como primera emana-
ción del Uno, y esto deja claro que no es capaz de albergarlo . Esto es com- 27

prensible si resulta cierto que, como se ha dicho, el primer principio de


Platón es denominado Uno porque la unidad es condición indispensable del
ser y del poder ser pensado. A propósito de lo cual, es preciso recordar que
para la filosofía griega el ser no depende del pensar, como para el idealismo,
pero sí que hay una estricta correlación entre ambos. Esa correlación es la
que lleva al neoplatonismo a situar el ente en el orden de la primera emana-
ción y a situar al primer principio más allá del ser.
Esta dificultad es importante para la antropología platónica. Si en algún
ser queda clara la orientación al Bien es en el hombre. Éste es presentado, en
su formulación mítica, como éros, un híbrido de abundancia y miseria, poros
y penía. La miseria es su punto de partida, la abundancia marca su orien-
tación.
Esa orientación se puede entender dentro del sistema platónico como
una compensación de la difusividad descendente que genera toda la realidad.
Pero la dificultad que hemos mencionado al hablar del noüs, es decir, la
ausencia de correlación entre éste y la realidad suprema, se extiende al resto
de las actividades implicadas en la ascensión. El Uno contiene los verbos
correspondientes a todas la ideas, pero no los verbos de las actividades hu-
manas , comenzando por el entender.
28

La prueba de esta dificultad es, como señala Polo, la diferencia entre la


difusión y la actividad del Demiurgo . Platón se ve obligado a explicar el
29

modo en que el mundo sensible es una imitación del mundo real producida
por una instancia distinta del Uno. El neoplatonismo se separa de esta inter-
pretación al intentar explicar el universo como una emanación desde el prin-
cipio, pero para ello debe postular la conversión de cada una de las reali-
dades inteligibles a aquella que la origina . 30

27. Cfr. PLOTINO, Enéadas, v 6,5-6.


28. "La dificultad es evidente; entender la actividad del alma como la compensación del des-
censo ontológico es empobrecer a la cumbre: como totalidad verbal no contiene los ver-
bos de tales actividades. Por ejemplo, si la verdad se compensa con la inteligencia, resulta
que la Verdad no es el inteligir, o el inteligir no es primordial. Esta dificultad es gravísi-
ma, pues implica que el inteligir no es perfecto en sus propios términos, o que la verdad es
externa a él en principio". Curso de teoría, I I , 334.
29. Cfr. Curso de teoría, I I , 335.
30. Cfr. p. ej., PLOTINO, Enéadas, V 4, 2.

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JOSÉ IGNACIO MURILIO EL NACIMIENTO DE LA ANTROPOLOGÍA GRIEGA

Platón, en cambio, acepta la diferencia, que no es otra que la diferencia


entre el noüs y la realidad suprema (el pantelóhs orí). En ella se ve también
que el noüs se encuentra por debajo del Uno-Bien, y que su actividad se
subordina a él en la forma de la imitación.
Conviene señalar que, si hemos de buscar en alguna parte el lugar del
hombre y de su actividad en el contexto de la metafísica, es en el Demiurgo.
El hombre es, de algún modo, a su imagen, en la medida en que es capaz de
ordenar su vida y la realidad, comenzando por sí mismo y por la polis, de
acuerdo con el modelo supremo . La diferencia entre el hombre y el
31

Demiurgo, aparte de en su radio de acción, estriba en que el hombre se en-


cuentra apartado de la contemplación de lo realmente real. Por eso, una parte
importante de la antropología platónica consiste en la descripción del modo
en que el hombre puede llegar a reintegrarse en ella. Se trata de la muerte, en
cuanto liberación de lo sensible, posibilitada por la filosofía. Es en este
punto donde tiene su lugar la doctrina de la belleza y el entusiasmo, que
explica el modo en que el alma se levanta hasta la realidad suprema.

4. Perspectivas y problemas abiertos por la antropología de Platón

Como decíamos al principio, la doctrina del hombre de Platón es la


primera que se puede presentar como una antropología filosófica. En este
sentido, Platón es el primero que estudia al hombre en el marco de la aproxi-
mación filosófica, y que detecta en este tema algunos problemas especiales.
El primero de ellos es el que ya se venía esbozando desde el inicio de la
filosofía. La filosofía es la primera que descubre la dignidad humana preci-
samente porque descubre en el hombre un modo de la presencia de lo divino:
la presencia del noüs. Si el hombre es capaz de hacer filosofía es porque en
él hay algo especial: la capacidad de captar lo real como real. La dificultad
de aceptar esta tesis estriba en que hay que conciliar la realidad mortal y mu-
dable del hombre con su relación privilegiada con lo divino.
Platón es el primero que ofrece una solución decidida del problema de
la relación del hombre con esa instancia divina. Si lo divino se caracteriza
por la estabilidad y la inmutabilidad, cabe aceptar en el hombre un principio

31. Así se percibe en Plotino, que identifica sustancialmente el Alma del mundo —que es
análoga al alma humana, pero respecto a todo el universo— con el Demiurgo. Cfr.
PLOTINO, Enéadas, IV, 546 ss. Aunque en otros pasajes, el Demiurgo también se iden-
tifica con el Intelecto. Por otra parte, hay que tener en cuenta que en el caso de Plotino, el
carácter productivo del Demiurgo queda matizado por la tesis de que la actividad creadora
es la contemplación.

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EL NACIMIENTO DE LA ANTROPOLOGÍA GRIEGA JOSÉ IGNACIO MIMILO

divino, que es aquello en lo que consiste verdaderamente, y que pertenece al


mundo de las ideas. La actividad filosófica ya no es simplemente una activi-
dad esporádica del hombre, sino la actividad que lo define íntimamente. El
hombre es filósofo en la medida en que intenta retornar a su verdadero ser, y
la contemplación a la que aspira es aquello en que consiste su verdadera
vida.
Pero la solución platónica plantea algunos problemas, que impiden con-
siderarla definitiva.
La actividad para Platón es o bien la actividad determinante del Uno, o
bien la actividad productiva del Demiurgo. Pero, ¿queda de este modo expli-
cado definitivamente el modo en que el influjo del noüs se hace efectivo?
Mientras no se indague en la naturaleza del intelecto y en su lugar en el cos-
mos, el problema que Sócrates plantea a Anaxágoras no quedará totalmente
resuelto.
Por otra parte, precisamente porque no queda claro qué hace el noüs, el
lugar del noüs dentro de lo humano sigue siendo problemático. En efecto,
como advierte Polo, Platón no acierta a descubrir el acto de entender. El
Demiurgo simplemente produce, pero las ideas existen al margen del acto de
pensarlas y la relación del intelecto con ellas es, en el caso del hombre, me-
ramente desiderativa, mientras que en el caso del Demiurgo, la contempla-
ción de las ideas no les afecta, sino que las da por supuestas.
Otro de esos problemas es, como ya hemos apuntado, el de la unidad de
lo humano. ¿Debemos considerar al hombre como un alma exiliada o como
una mezcla de lo inteligible y lo sensible? Si la relación entre lo sensible y lo
inteligible consiste en que lo primero imita lo segundo, ¿en qué sentido se
puede hablar del cuerpo como un impedimento? Las afirmaciones de Platón
parecen atribuir toda la eficacia obstructiva de lo sensible a una caída del
alma. Pero la misma posibilidad de que lo inferior dificulte lo superior pare-
ce postular una actividad al margen de la imitación. De acuerdo con la proto-
logía platónica, el Uno como primer principio se opone a la Diada como
principio de la indeterminación, pero ¿cuál es el sujeto de ese influjo? Es la
realidad fruto del influjo determinante del Uno sobre la Diada, de modo que
ésta última es el sujeto configurado y la sustancia misma de los seres? Pero,
si es así, ¿cómo entender que lo sensible pueda influir sobre una realidad in-
teligible ya constituida, como ocurriría en el caso del alma? Aristóteles
ofrecerá una vía de solución distinguiendo entre la forma y el fin, si bien
encontrará también dificultades para resolver el problema del sujeto.
Por otra parte, la ética ascética de Platón deja pendiente un problema: el
lógos que unifica el universo no sustituye el entusiasmo que es el motor de la

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JOSÉ IGNACIO MURIUD EL NACIMIENTO DE LA ANTROPOLOGÍA GRIEGA

huida humana hacia la realidad suprema. En estas condiciones, queda por


aclarar cuál es el modo del ascenso y qué gana en él el hombre en cuanto
tal .
32

En opinión de Polo, estas dificultades se deben a la insuficiencia de la


teoría del conocimiento platónica. Platón pretende dar razón de las relacio-
nes entre las ideas sin salir de la abstracción. Las ideas platónicas son abs-
tractos, pero la conexión entre las ideas exige aceptar el valor cognoscitivo
del juicio. Ésta aportación, unida al descubrimiento de la índole activa del
noüs como posesión del fin es lo que permitirá a Aristóteles dar un paso más
allá de Platón, prolongando sus aportaciones y resolviendo algunas de las
aporías tan genialmente formuladas por su maestro.

José Ignacio Murillo


Departamento de Filosofía
Universidad de Navarra
e-mail: jimurillo@unav.es

32. "Platón no examina los avatares del camino ascendente, sino que da por descontado que
se anda. Pero eso no se puede admitir en el orden práctico, pues la práctica humana no es
infalible. Lo que llamo huida es un entero prescindir del mal, una abrupta atracción de lo
perfecto, una ascética sin virtudes. El no considerar las dificultades —los peldaños de la
subida, por decirlo de algún modo— ni la elevación como un crecimiento de la capacidad
humana, presta la inevitable vaguedad del éxtasis al proyecto platónico, y postula la infa-
libilidad de la vida espiritual". Curso de teoría, II, 334.

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