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una oposición cuyo artífice es el ser humano mismo, describir constituye un verdadero nourn sin prece-
cuyo origen se halla en éste. Un observador hipoté- dentes en la historia. Es decir, ningún organismo
tico de ambas instancias, del hombre y de suentorno, vivo ha representado en algún momento un peligro
tendría que constatar que no hay sino un único para la existencia de las condiciones mismas de vida
sistema en el que, entre otros muchos objetos, se en el planeta, o para la mayoría de los seres vivos
encuentra una especie de elementos extremadamen- más evolucionados; ningún ser vivo ha modificado
te activos: el ser humano, y que la acción de éste o se ha colocado en condiciones de modificar tan
perturba de manera constante y cada vez más apre- radicalmente las condiciones que hacen posible la
miante el sistema como un todo. subsistencia de los seres vivos como lo ha hecho el
Aunque fundamentalmente justa, esta imagen ha- ser humano (digamos) en el último siglo.
ce patente la vaguedad de una de las nociones Conviene, sin embargo, precisar el carácter de
esenciales a la descripción misma del problema: esta autodiferenciación. No toda interacción entre el
la de entorno. En efecto, S I éste se toma en un hombre y su entorno la presupone: se trataría, más
sentido lato y cuasi omnicomprensivo (Le. entorno bien, de algo que se encuentra en la base misma de
del hombre + hombre = mundo), la idea misma de toda interacción volitivu, de toda interacción a la
un observador de ambos no sólo es racionalmente que subyazca, en alguna medida, una forma de ha-
contradictoria, sino que resulta falso hablar del hom- cerse cargo de los objetos, una forma de conciencia.
bre a m o un perturbador de consideración del siste- No obstante, es obvio que la acción verdadera-
ma, pues en esa escala, inclusive las grandes modi- mente perturbadora y amenazante del sistema a la
ficaciones producidas por él, por su actividad (el que hemos venido aludiendo no involucra a todas las
clima, por ejemplo) son insignificantes vistas en un formas de acción autodiferenciada del ser humano;
contexto giobalo un poco más amplio (¿qué es, v.gr., esto es, no toda acción de esta índole pone en riesgo
la explosión de UM bomba de hidrógeno en compa- el sistema. Aunque, como veremos más adelante,
ración con las explosiones solares?). Sin mbargo, llevada a sus últimas consecuencias y en combina-
en un sentido estrecho de “entorno”, es decir, consi- ción con otros elementos culturales esa autodiferen-
derando a éste como un sistema activo que involucra ciación sí representa tal peligro.
lo que sería nuestro planeta y lo esencial e inmediato Por sí sola, la autodiferenciación es neutral. Que
para que las condiciones de vida en éste sean preci- alguien se diferencie de sus compañeros o de los
samente las que son y no se alteren sustancialmente, animales y los objetos que en una granja le rodean no
las observaciones que hemos hecho son justas. Exis- puedeconstituirnunca por símismoun peligro para
te en el sistema un elemento crecientemeate pertur- éstos. La autodiferenciación humana del entorno trae
bador y en condiciones de destruir el sistema del que aparejada consigo no sólo la idea de una distinción,
forma parte y, en consecuencia, de destruirse a sí sino también la de una oposición, de una contru-
mismo. posición. El entorno, el resto, se concibe como algo
Por io demás y asumiendo el papel de ese obser- opuesto, algo a lo que se. confronta, a lo que se está
vador hipotético, la circunstancia que acabamos de de frente, como objeto (es decir, etirnol6gkumente,
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EL HOMURE Y SU ElYrORNO
algo que está arrojado frente a uno, algo que se opone otra, aunque, a largo plazo y habida cuenta de que el
a uno, que está delante). vínculo es esencialmente indisoluble, es obvio que
Esta distinción se encuentra entonces presupuesta habrá de serlo para ambas.
cuando se habla de una dicotomía entre un sujeto y Tenemos entonces que ver aquí con una actitud
un objeto y constituye, en esa medida, un supuest'o del ser humano de frente a su entorno. Una actitud
hndamental de nuestra racionalidad y de la auto-coni- que es, además, negativa, no necesariamente en un
ciencia misma, presentándose, además, tanto en sentido moral (si bien éste no está del todo excluido),
la forma de una auto-conciencia individual como en la sino en cuanto que tiene como punto de partida
de una autoconciencia espec@ca. Es decir, uno r e a - justamente la negación de una igualdad, la autodife-
noce al entorno como algo que se encuentr a f r e n k renciación, que, como a continuación veremos, es
a uno, pero, dentro de éste, se reconoce, en primer algo más que un simple diferenciarse: es una eleva-
lugar, a los otros como algo más o menos equipa- ción del hombre sobre el entorno, una auto-suhli-
rable a uno mismo (aunque ello no excluya nece- mación frente a la naturaleza, su propia instauración
sariamente la confrontación, la oposición a ellos, como el personaje central de la vida terrestre.
como totalidad o parcialmente); uno reconoce, en Hay en todo lo anterior una serie de presuposicio-
segundo lugar, a lo otro sin los otros, como algo que nes que conviene hacer explícitas. En efecto, la idea
uno puede poner a su servicio, utilizar, explotar, di: de la naturaleza inmediata, del entorno --como lo
lo cual uno puede apropiarse y controlar. hemos estado designando- da por sentado:
La serie misma de los verbos que describen l>Iii
relaciones más frecuentes entre el entorno y el hom- u) que Iu naturaleza es algo susceptible de control
bre y las sociedades pone de manifiesto y d el signo pur parte de una de sus partes integrantes;
distintivo de las mismas: se trata de relaciones de h) que los fines de los seres humanos son compati-
poder, de relaciones de dominio y de apropiación. bles con las necesidades del sistema a controlar;
Una característica esencial de estas relaciones es en todo caso, que éste es suficientemente flexible
que en ellas una d e las partes se ve violentada y o que cuenta con una capacidad de recuperación
es objeto d e alguna forma de depredación por parte suficientemente grande como para adecuarse a la
de la otra. Por supuesto, el sometimiento a los fines realización de aquéllos;
-cualesquiera que éstos sean- de la otra y la c ) que la naturaleza es normalmente neutra a los
consideración utilitaria de ésta son igualmente ras- fines humanos, pero que en ocasiones puede pre-
gos importantes de esa relación; hay, en otras; sentar obstiículos o condiciones desventajosas pa-
palabras,por io menos en la intención, el que domi-. ra su realización, por lo que se hace necesario
na y lo dominado, el que explota y lo explotado,, conocerla mejor;
etcétera . d ) que la conocemos suficientemente como para
Asílas cosas, es natural que una relación en la que. transformarla sin alterar esencialmente su carác-
una de las partes albergue y ponga en práctica -en ter, sin h;icer peligrar su equilibrio, y, por lo tanto,
lo posible- tales intenciones sea perjudicial pira l a que sabemos del alcance de nuestras transforma-
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ciones en relación con el sistema considerado
wmo un todo.
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EL HOMBRE Y SU ENTORNO
tal actitud. Una excepción notable a este respecto la e l resto de ésta parecería cobrar sentido únicamente
constituyen figuras como Spinoza y Heidegger (y en relación con él. Es fácil reconocer en estas des-
quizá también Wittgenstein). cripciones uno de los gérmenes de la auto-diferen-
Tal vez pueda afirmarse que el origen de esta ciación a que hemos estado aludiendo. Pero, ade-
concepción del mundo o de este elemento casi irre- más; se pone en evidencia aquí otra característica de
nunciable de la absoluta mayoría de las concepcio- las relaciones entre el hombre y la naturaleza en la
nes del mundo que se han presentado en nuestra concepción que tenemos de ella en el Occidente, que
tradición cultural occidental es, por una parte, de no está de más subrayar: el hombre es elpropietario
carácter por lo menos parcialmente extra-filosófico, de la naturaleza, por lo que (en la interpretación más
refigimo,es decir, más precisamente, la Biblia; y, natural de esta circunstancia) puede disponer a su
por ia*óa&,en un racionaiismo en cierne presente arbitrio de ella.
en la actitud intelectualista que permea la cultura Por supuesto que la intención de las citas anterio-
griega. res no es la de responsabilizar a la Biblin del
Gran parte de nuestras afirmaciones anteriores deterioro de la naturaleza. Lo que sí parece poder
pueden interpretarse en el sentido del segundo de afirmarse es que una concepción religiosa, cosmo-
estos factores. Pero no es frecuente la discusión gónica, como la contenida en ella, aunada a una
en este orden de ideas del primero de ellos, por lo consideración crecientemente racional y seculari-
que será conveniente detenerse un momento en él. zante (originada en Grecia) del mundo bien podría
Indudablemente, el puesto asignado al hombre en servir como explicación de nuestra idea y actitud
el Génesis es absolutamente privilegiado: por enci- actuales de y frente a la naturaleza. Es evidente que
ma de él sólo se encuentra Dios mismo. éstas son el resultado de un lento proceso de racio-
nalización y secularización del mundo, de un proce-
Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, so de supuesta desmitificación y objetivación (en sus
para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves dos sentidos: el de “ver las cosas como son” y el de
del cielo, sobre los ganados y sobre todas las bes- hacerlas objetos, de oponerlas a nosotros).
tias de la tierra y sobre cuantos animales se muevan Es importante para corroborar estas aserciones
sobre ella ... [y más adelante]... Procread y multipli- acerca del carácter gradual de tal secularización
caos, y henchid la tierra, sometedla y dominad sobre traer a colación en este lugar la figura de Paracelso
los peces del mar, sobre las aves del cielo... y sobre y recordar, en general, la concepción de la naturaleza
todo cuanto vive y se mueva sobre la tierra. que prevaleció en el Renacimiento. Para éste, la
naturaleza es un ente vivo en el que el hombre
Y dijo también Dios: “Ahí os doy cuantas hierbas constituye un eslabón ciertamente privilegiado en la
de semilla hay sobre la tierra, y a todas las aves del gran cadena del ser. El hombre participa de la gracia
cielo...” divina y, en esa medida, es algo más que un receptor
Como se ve, en el Génesis el hombre no sólo de las influencias astrales; al mismo tiempo, sin
ocupa el lugar preeminente de la Creación, sino que embargo, existe una simpatía universal entre todas
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ILKAPALAPA 27
las pwtes que integran el universo, por lo que el enfrenta negativamente a la naturaleza. De hecho,
hombre puede tanto influir en el mundo, como ser las concepciones renacentistas harían evidente que
influido p"r él. La naturaleza es, en opinión de un ni siquiera en ella las actitudes prevalecientes han
representante típico y a la vez conspicuo de esta tenido siempre este carácter. En consecuencia, pare-
época como Paracelso, un libro que el hombre tiene cería justo afirmar que son más bien ciertos elemen-
la posibilidad de leer y entender. Las cosas son tos h i t o s a ella los que, en conjunción y alcanzado
entonces signos, la ciencia interpretación de ellos. un cierto grado de desarrollo, dan lugar a las actitu-
Un» puede entender y saber de Dios por io menos des aludidas.
de dos formas: leyendo el Libro, esto es, la Biblia, o Resulta fascinante a este respecto citar aquí
leyendo el libro de la naturaleza. otras tradiciones que, después de todo, no se en-
Paracelsci y sus seguidores creían firmemente en cuentran ni temporal ni espacialmente tan alejadas
la analogía exacta entre el macrocosmos y el micro- de nosotros.
cosmos: e l hombre es una réplica en pequeño del En el año de 1855, el 14'presidente de los Estados
gran mundo que lo rodea y en su interior están Unidos, Franklin Pierce, se trasladó, al frente de su
representadas todas las partes del universo. Paracel- comitiva, a la región que hoy conocemos como
so es, en un sentido importante y como consecuencia Washington, en el noroeste de ese país. Su misión
de io anterior, el primer homeópata: las enferme- consistía en persuadir por medios pacíficos a los
dades no son sino la irrupción en el organismo de indígenas de la región, los duwamish, de la conve-
elementos que perturban el equilibrio existente en el niencia de vender sus tierras y aceptar la oferta
cuerpo. La medicina, curar, tiene como objeto el res- estatal de otorgarles una reserva. La tierra así obte-
tablecimiento de ese equilibrio, la restauración de la nida estaba destinada a los colonos blancos. El nom-
armonía del cuerpo y de éste con el universo. Es bre del jefe de este grupo indígena es también bas-
entonces evidente, en vista de la analogía menciona- tante conocido: Seattle.' Vale la pena citar aquí
da, que el lugar que en esta concepción se asigna al algunos pasajes de su célebre respuesta.
hombre es radicalmente diverso del sitio auto-dife-
renciado y especial al que hemos estado hacien-
do referencia. El Gran Jefe en Washington nos envía decir que es su
Hemos afirmado también, por otra parte, que la deseo comprar nuestras tierras. Nos envía también
actitud autodiferenciada del ser humano no se da en saludos amistosos y palabras de buena voluntad. Apre-
todas las tradiciones culturales. Nuestras reflexiones ciamos estos gestos en todo lo que valen, pues sabe-
han tenido en mente hasta aquí, en todos los casos, mos muy bien que el Gran Jefe no necesita de nuestra
a la tradición occidental o a aquellas culturas en amistad.
donde los elementos de ésta que hemos estado dis- Nos vemos, sin embargo, obligados a reflexionar
cutiendo desplazan a otros propios y tal vez limitan- sobre su oferta, pues sabemos perfectamente que si no
tes de aquéllos. Con esto no quiere decirse que vendemos, probablemente vendrá el hombre blanco y
nuestra forma de vida occidental sea la Única que se con rifles 110slas quitará.
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EL HOMBRE Y SU EKIDRNO
Pero, en realidad, jcómo puede uno vender o mm- Soy unpiel roja y no lo entiendo... Quizá porque soy
prarel cielo o el calor de la tierra? No podemos pensar un salvaje no lo entiendo de otra manera... Esto es lo
de esa manera. Si no somos nosotros los que poseemos que nosotros sabemos: no es la tierra la que pertene-
la frescura del aire, N el brillo del agua, jcómo pueden ce al hombre, sino el hombre el que es parte de la
Uds. comprárnoslos?... Cada parte de esta tierra es tierra...
sagrada para nosotros, cada punta de los pinos, cada
grano de arena de las playas, cada niebla en los bos- Tenemos aquí, tan crudamente expresadas como
ques... Somos una parte de la tierra y ella es una parte de es posible, dos actitudes encontradas si las hay en
. bosques nos dan alegría. No sé, pero
nosot m..Estos relación con la naturaleza. Puede, sin duda, argu-
creo que nuestra forma de ser es diferente a la de Uds. mentarse que las citas de Seattle son poéticas e
Sabemos que el hombre blanco no la entiende: una inapropiadas para la problemática que nos ocupa,
parte de la tierra le resulta igual a cualquierotra porque que la auto-diferenciación es irreversible y que si
es siempre un extraíio que llega de noche y toma de la bien trae aparejados problemas ambientales y de
tierra lo que necesita. La tierra no es algo fraterno para otro tipo, es también imprescindible si es que las
él, sino un enemigo al que hay que conquistar y domi- necesidades humanas, primarias y secundarias (y
nar para después seguir... terciarias) han de ser satisfechas ahora o después. Es
cierto que el costo a pagar es alto, pero, después de
todo, éste no es tan grande como se piensa y, en
especial, los perjuicios de cualquier índole que con
ello se causan no son irreparables; ciertamente la
técnica nos produce problemas, pero es también
la técnica la que los resuelve (además de resolvernos
muchos otros).
Una primera dificultad que habría que señalar en
relación con lo anterior es la de la purcialuución.
Nuestro saber científico y técnico es cada vez más
particular. Un cierto modo de vivir, un cierto uso de
la técnica puede producir un cierto problema, pero
éste puede no manifestarse como tal sino después,
cuando éste ha alcanzado un cierto grado de desa-
rrollo y de uncierto modo. No tenemos control sobre
la manera en la que tal uso afecta a la totalidud del
sistema, puesto que nuestro conocimiento de éste es
necesariamente parcial. Así, v.gr., decir en 1970 que
la producción de aerosoles no representa ningún
problema significa Únicamente que no nos hemos
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IZTAPALAPA 27
percatado tcdivía de ninguno; en 1991, con los Por supuesto, aquí nos enfrentaríamos también a
hoyos en la capa de ozono, tal afirmación sería falsa. la dificultad de caracterizar menos vagamente una
Otro ejemplo: producir alteraciones genéticas a cier- expresión como "respeto a la naturaleza". Aunque
tos organismos y tratar a éstos a partir de esa base la formulación elegida parecería sugerir una cone-
no parece significar ahora un problema, pero nues- xión con la moral o la religión, lo cierto es que la
tro conocimiento de las estructuras de equilibrio cuestión puede expresarse más neutralmente. apelan-
establecidas por la naturaleza a lo largo de miles de do, por ejemplo, a conceptos como 'conservación' y
años y nuestra experiencia al respecto deberían pre- 'autosubsistencia'?
venirnos al respecto, etcétera. Debemos admitir, por Último, que varias de las
Lo que podría concluirse de lo anterior sería la suposiciones que subyacen a las actitudes autodife-
necesidad o, por lo menos, la conveniencia de una renciadas y sus consecuencias frente a la naturaleza
actitud prudente con respecto a las modificaciones no son, en rigor, refutables; no podemos, por ejem-
producidas por las nuevas tecnologías y, más que plo, demostrar conclusivamente la irreversibilidad
nada, un elemento de sano escepticismo en relación de algunos perjuicios al medio ambiente o que las
con nuestras capacidades de conocimiento y control tecnologías correctivas no son seguras? Pero tam-
de la naturaleza. Nuestra vida se encuentra ligada, poco pueden demostrarse los inversos: que sí lo son,
al parecer indisolublemente, a ciertos fines y ciertos que no hay daño técnicamente irreparable. Difícil-
modos. La pregunta que aquí surge es la de si -y mente seremos testigos de l o segundo; ser testigos
hasta dónde- esos fines y esos modos resultan de lo primero se acerca cada vez más a la imposibi-
compatibles con un cierto respeto a la naturaleza. lidad lógica.
Notas
1El nombre "Seattle" es, en realidad, una mrruptión de humanos: iS' se quisiera diluir los 15 metros cúbicos de
"Sealth". El nombre verdadero del jefe de los duwamish sustancia radiactiva que la explosión arrojó, de tal manera
es, en consecuencia, este último. que, en alguna medida, ya no representaran un grave peli-
2 Una posibilidad en tal sentido sería la evaluación crítica e gro para la vida, se necesitaría utilizar durante 50 años el
históricamente referida de las relaciones entre riesgo, pel¡- agua de todos los ríos de la Tierra". Se ha estimado, en
go, daño y decisión. Una interesante discusión de estos términos más realistas, que la degradación naiural de tales
temas puede encontrarse en Luhmann, N.Soziologie des sustancias llevará unos mil años. Cfr. V. Tschernoshenko,
R & ~ o sWalter
, de Gruyter, Berlín-Nueva York, 1991. 'Entrevista" en el Spiegei 5/1992.
3 Chernobyl nos ofrece, sin embargo, un ejemplo de un
daño que podemos considerar irrcversible en términos