De La Esperanza A La Alegría 1
De La Esperanza A La Alegría 1
De La Esperanza A La Alegría 1
AGRADECE ESTE MOMENTO. Comenzamos este momento poniéndonos en la presencia del Señor En el nombre del Padre, y del
Hijo y del Espíritu Santo. Es una gracia muy grande que podamos mirar con atención amorosa tu vida. No tengamos prisa, que
adonde tenemos que llegar es a nosotras mismas. Regalémonos un poco de silencio y soledad: resulta imprescindible para que
seamos conscientes del encuentro de Jesús con nosotras.
PREGÚNTATEMONOS: Llevamos mucho tiempo en torno a ti, Señor. De diferentes maneras hemos estado metidas en
cosas que tienen que ver contigo. Pero ¿Me he encontrado contigo? ¿Te has encontrado conmigo, cara a cara?
INVOCAMOS AL ESPÍRITU
Ven Espíritu Divino · Hnas de María de Schoenstatt
ACERQUEMONOS A MIRAR. Leemos despacio: Lucas 2,22-40, entero o en forma más breve. Trata del encuentro
con Jesús de dos ancianos, que esperaron lo indecible hasta que lo vieron.
Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén
para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al
Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel;
y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al
Mesías del Señor.
Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo
acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los
pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este
ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma
una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido
siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y
oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que
aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por
su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.
Ponemos los ojos en María «Ella brilla ante el pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza y de
consuelo» (LG 68)
Pongamos ante los ojos de la mente el icono de María Madre que va con el Niño Jesús en brazos. Lo lleva al Templo, lo
lleva al pueblo, lo lleva a encontrarse con su pueblo” (Papa Francisco).
“Hermosa María –dice el sol vencido-, de vos ha nacido el Sol que podía dar al mundo el día que ha deseado. Esto dijo,
humillado, a María el sol, porque vio en sus brazos otro Sol mayor” (Himno)
Verónica Sanfilippo - Ha Traído la Esperanza –