Cuatro Efectos de La Salvación

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 4

CUATRO EFECTOS DE LA SALVACIÓN (José Prado Flores)

La salvació n traída por Jesú s tuvo consecuencias directamente


relacionadas con nuestra vida.

La verdad de Jesú s es para vivirla, no para teorizarla, perdiendo de vista


el interés que tiene el Señ or porque seamos hombres íntegramente libres.

Estos efectos de la salvació n son para cada uno; cada quien ha de


apropiarse de ellos:

1. reconciliació n,
2. expiació n y perdó n de los pecados,
3. liberació n y
4. justificació n.

1. La reconciliación

El primer efecto y el má s importante de la muerte y resurrecció n de


Cristo Jesú s es el haber reconciliado al hombre con Dios y con los demá s
hombres. Este es el punto de partida de la obra salvadora de Jesú s; El es el
reconciliador que hace la paz entre el hombre y Dios.

Reconciliar, en griego katallazo, significa hacer la paz después de la


guerra (es hacer la paz donde no la había). Esto es lo que realiza Jesú s. Es
má s, É l mismo es nuestra paz.

Por la desobediencia del primer Adá n está bamos separados de Dios,


enemistados y en guerra pues habíamos declarado un golpe de estado
contra el Señ orío divino, tratando de usurpar el Reino de nuestro Padre.
Entonces fuimos expulsados del territorio de Dios, llamado paraíso y
está bamos imposibilitados de volver allí, pues dos serafines con espadas
de fuego nos impedían el retorno.

Entonces Jesú s, al resucitar de entre los muertos y ser sentado a la


derecha del Padre, nos lleva en su triunfo y con É l somos sentados a la
derecha de Dios, pues por su sangre ya hemos sido reconciliados con Dios.
Se terminó la guerra. Ya estamos en paz.
El, hombre como nosotros, está ahora a la derecha del Padre. En la tierra
está el Dios hecho hombre, y en el cielo el hombre Jesú s glorificado. En
Jesú s está n reconciliadas para siempre la divinidad y la humanidad; en É l
se realiza la perfecta y total unió n del hombre con Dios.

2. La expiación de los pecados

Los judíos acostumbraban tomar un chivo, llamado "chivo expiatorio",


descargar sobre El los pecados de todo el pueblo, para luego arrojarlo
fuera de la ciudad, con el fin de eliminar así sus pecados de ese añ o.

Jesú s es por eso llamado el "Cordero de Dios que quieta el pecado del
mundo", porque carga sobre sí los pecados de todos los hombres de todos
los tiempos; pero no tiene que hacerlo cada añ o, sino que su sacrificio se
hizo de una vez para siempre.

Por esto, Dios no puede ya perdonar ningú n pecado, porque ya está n


perdonados, en el Cordero que fue echado fuera de Jerusalén, y ahí, en la
cruz, junto con El muere todo nuestro pecado.

Jesú s no só lo carga nuestro pecado. El mismo se hace pecado: 2Cor. 5,21.


El que no tenía pecado llega a tener una especie de identificació n con El,
para que muriendo El, muriera también el pecado. Es como una persona
que tiene dos nombres, por ejemplo Luis Manuel; si Luis muere, Manuel
también. Así, en la cruz agonizaba a las tres de la tarde de aquel viernes,
Jesú s-pecado; fue así como, muriendo Jesú s, muere nuestro pecado:
cargando con É l, llevá ndoselo a la tumba, haciéndolo morir junto con É l.
Pero Jesú s no se queda ahí, en su tumba, porque es resucitado por el
Padre, dejando al pecado muerto en el sepulcro. Lo dejó ahí como el
policía que para llevar al reo tiene que entrar con El hasta lo profundo de
la cá rcel, y lo deja esposado, pero no se queda ah con l encarcelado, sino
que sale libre.

Todos nuestros pecados, delitos, fallas, injusticias, iniquidades ya fueron


expiados por la sangre inocente del Hijo de Dios que pago el precio de
todos nuestros pecados. Sin embargo no saldrá sobrando la siguiente
pregunta. Si Jesú s ya pago el precio de nuestros pecados, nosotros ya nos
apropiamos ese perdó n?
3. La liberación

Nosotros ramos esclavos del pecado, porque había una fuerza que nos
arrastraba a hacer lo que no queríamos, las obras de la carne, obras de
injusticia y egoísmo. ramos esclavos, porque no teníamos la fuerza ni
capacidad para dejar de pecar pero Jesú s nos da una fuerza mayor que la
del pecado: la de su Espíritu Santo, que nos permite ya no pecar. Su
Espíritu nos libera del pecado, es decir, no ser má s esclavos del pecado.

La salvació n no es só lo como cuando se lava la ropa sucia, sino la plenitud


de la salvació n se da cuando recibimos la capacidad de no volver a pecar.

Mientras fuimos esclavos del pecado, teníamos que obedecer a nuestro


amo, que era Sataná s. Pero Dios estaba dispuesto a liberarnos de ese amo
que só lo conducía a la muerte, y por eso quiso comprarnos a nuestro
antiguo amo, y nos compro al precio de su preciosísima sangre. Por eso
dirá San Pablo "mirad a qué precio habéis sido comprados".

Ya fuimos liberados, pero tenemos qué preguntarnos si vivimos como


libres o todavía arrastramos las cadenas de la esclavitud.

4. Justificación

Había un juicio donde se pedía la pena de muerte contra nosotros, por


habernos rebelado contra Dios, pero Dios nos declaró absueltos y justos,
gracias a la sangre de Cristo Jesú s. Ante Dios, gracias a la sangre de su
Hijo, ya somos justos.

Ahora bien, si Dios que es justo, ya nos justifico, pero nosotros no vivimos
como justificados, estaríamos haciendo mentiroso a Dios.

La redenció n gracias a la sangre del Hijo de Dios abarca cuatro aspectos:


- La reconciliació n con Dios, con quien ya estamos en paz
- La expiació n de nuestros pecados, gracias a la sangre de Cristo Jesú s
- La liberació n del pecado que ya no tiene poder sobre el que está en
Cristo Jesú s
- La justificació n que consiste que ante Dios ya no somos culpables, sino
que fuimos declarados justos en el tribunal donde se pedía la pena de
muerte sobre nosotros.

También podría gustarte