Hipocondria - El Enfermo Imaginario - 4

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Título: Hipocondría, el enfermo imaginario

Autor: PsicoActiva
Página web: http://www.psicoactiva.com

LA HIPOCONDRIA: EL ENFERMO IMAGINARIO


    La hipocondría es, en esencia, una actitud que el
individuo adopta ante la enfermedad. La persona
hipocondríaca está constantemente sometida a un
análisis minucioso y preocupado de sus funciones
fisiológicas básicas, pensando en ellas como una fuente
de segura enfermedad biológica. 
    La característica esencial de la hipocondría es la
preocupación y el miedo a padecer, o la convicción de
tener, una enfermedad grave, a partir de la
interpretación personal de alguna sensación corporal u
otro signo que aparezca en el cuerpo. Puede ocurrir,
por ejemplo, con lunares, pequeñas heridas, toses,
incluso latidos del corazón, movimientos involuntarios,
o sensaciones físicas no muy claras. Aunque el médico
le asegure que no tiene nada, el hipocondríaco
solamente se queda tranquilo un rato, pero su
preocupación vuelve de nuevo.

      La interpretación catastrófica de los signos corporales más ínfimos por parte
del individuo, es el mecanismo que desencadena la hipocondría. Se sabe que este
trastorno afecta a menudo a ambientes familiares, es decir, que muchos
miembros de una familia tienden a estar afectados. Hay familias que son
especialmente sensibles y están muy inclinadas hacia la interpretación de los
signos de enfermedad en todos los ámbitos de la vida. De esta forma, los
miembros de la misma familia aprenden a interpretar de negativamente cualquier
signo corporal y lo asocian con angustia, miedo o ansiedad.

     No debemos descartar que una persona hipocondríaca esté realmente


enferma. En muchas ocasiones lo que hace es centrar su atención en síntomas
leves o imaginarios (mareos, dolor de cabeza, etc.), y no en los verdaderamente
importantes. Asimismo, el hipocondríaco al centrar su atención emocional en una
determinada función biológica, puede terminar por formar síntomas orgánicos
reales (reacciones psicosomáticas).

Sintomatología

    Estamos ante un trastorno asociado muy a menudo con la ansiedad, por lo que
el principal síntoma de la hipocondría es la preocupación exagerada que siente por
su salud. El hipocondríaco medita constantemente sobre sus síntomas, reales o
imaginarios, llegando a percatarse de signos funcionales que normalmente se
escapan a la conciencia (intensidad de los latidos cardíacos, funciones digestivas,
etc.). Puede describir su cuadro clínico con una sutileza impresionante, aclarando
repetidas veces el alcance de cada uno de sus síntomas físicos. La atención del
hipocondríaco se centra no sólo en el estudio de sí mismo (se toma el pulso, la
temperatura, el número de respiraciones por minuto y la tensión arterial varias
veces al día), sino también en la cantidad y composición de los alimentos. Sabe
con qué aguas hace mejor la digestión, qué grados de ventilación o de
temperatura le convienen, etc.

    La característica esencial de la hipocondría es la preocupación y el miedo a


padecer, o la convicción de tener, una enfermedad grave, a partir de la
interpretación personal de uno o más signos o síntomas somáticos. La
sintomatología más típicamente hipocondríaca es la sugestiva, que experimenta
acompañada de una especial alteración negativa del estado de ánimo, sumamente
desagradable, y que le hace colocarse en una actitud fóbica frente a sus
molestias, de las que siempre cree que son el comienzo de enfermedades graves.
Finalmente, el hipocondríaco acaba renunciando a casi todo para consagrarse a
cuidar su enfermedad imaginaria.

    En la hipocondría las preocupaciones del enfermo hacen referencia a funciones


corporales (latido cardíaco, sudor o movimientos peristálticos), a anormalidades
físicas menores (pequeñas heridas, tos ocasional) o a sensaciones físicas vagas y
ambiguas (corazón cansado, venas dolorosas...). El individuo atribuye estos
síntomas o signos a una enfermedad temida y se encuentra muy preocupado por
su padecimiento.  Pero en realidad no existe ninguna enfermedad médica
asociada a los síntomas, y si el paciente está enfermo verdaderamente, su
enfermedad no está relacionada con ellos.

Diagnóstico

    La hipocondría hay que distinguirla de ser aprensivo; en la hipocondría el


malestar es significativo y afecta la vida laboral, social u otras áreas importantes
de la vida del sujeto. Hay que considerar también que la duración de la
sintomatología sea significativa, al menos 6 meses, antes de diagnosticar dicha
enfermedad.

    Se debe asegurar que el paciente no tenga verdaderamente ninguna


enfermedad física. Una vez que se ha descartado, si el paciente sigue con
angustia, preocupación y dudas acerca de su estado de salud, es conveniente
estudiar la posibilidad de un trastorno psicológico.

    Los Criterios Diagnósticos de Investigación (CIE 10) para la hipocondría


especifican que debe existir la convicción de "estar padeciendo como máximo dos
enfermedades médicas importantes" y exigen que, por lo menos, una de ellas sea
correcta y específicamente nombrada por el individuo que presenta el trastorno
hipocondríaco.

    En psiquiatría, la actitud hipocondríaca aparece como un síntoma en algunas


formas de depresión endógena, especialmente en la melancolía involutiva
(depresión de los ancianos). También puede adquirir en ciertos casos los rasgos
de un desarrollo delirante, de contenido hipocondríaco, en la llamada paranoia
hipocondríaca. Multitud de neuróticos, tanto histéricos, neurasténicos, como
organoneuróticos y pacientes psicosomáticos, destacan en su cuadro clínico
general la actitud hipocondríaca.

Tratamiento

    En algunos casos, se utilizan psicofármacos inicialmente para controlar los


síntomas ansiosos tan importantes que padecen estos pacientes.

    Conjuntamente, se puede utilizar una terapia psicológica cognitivo-


conductual, en la que se promueve la pérdida de la angustia y el miedo a la
enfermedad que el hipocondríaco siente.

    En un principio se le pide que no acuda a más la consulta del médico ni a las
urgencias hospitalarias y que no hable de salud ni de enfermedad. Para esto es
muy conveniente la colaboración de la familia del paciente, ya que han de
entender que tiene un problema real, aunque no el que el paciente refiere, sino
otro igualmente preocupante. Una vez que se ha establecido este marco fuera de
la consulta, comienza el tratamiento psicológico propiamente dicho.

    Como ya hemos dicho, el tratamiento básico consiste en perder el miedo a la


enfermedad y a la muerte. Muchas veces la propia angustia producida por el
pensamiento de estar enfermo, como sensación desagradable e incontrolable, se
convierte en el desencadenante dicho miedo. Para conseguir la desaparición de
estos temores, se emplea la desensibilización en la imaginación a situaciones
temidas y evitadas, para que finalmente el paciente pueda acercarse a ellas sin
angustia y sin miedo.

    El paciente puede entonces comenzar a reinterpretar sus sensaciones


corporales y sentir también aquellas que son agradables o neutras y su cuerpo
deja de ser una fuente de dolor o temor y se puede convertir en un generador de
placer y confianza.

    Finalmente, se trabaja para que el paciente pueda enfrentar con éxito otros
problemas que aparecen en su vida cotidiana: toma de decisiones difíciles, cambio
de trabajo, separaciones, etc. Se intenta evitar de forma que en el futuro se
desencadenen situaciones de depresión o angustia continuada que le pueden
hacer recaer en sus problemas hipocondríacos.

Bibliografía:

Belloch, A., Sandín, B. (1996): Manual de psicopatología. McGraw-Hill


Interamericana. España.

CIE 10, Trastornos mentales y del comportamiento. Descripciones clínicas y


pautas para el diagnóstico. (1992) Organización Mundial de la Salud. Madrid.
Mediator.

DSM-IV, Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. (1997).


Barcelona. Masson.

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