Jardin de Las Delicias

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Se trata de un tríptico.

Cuando permanece cerrado, contemplamos dos paneles en que se


representa el tercer día de la creación. Al abrirlo, los tres paneles interiores representan el
paraíso, la vida terrenal (el jardín de las delicias) y el infierno.

Su manera de representar estos temas ha sido objeto de toda clase de controversias.

Se trata de un tríptico pintado al óleo sobre madera de roble; de 220 × 389 cm, compuesto
de una tabla central de 220 cm × 195 cm y dos laterales de 220 cm × 97 cm cada una
(pintadas en sus dos lados) que se pueden cerrar sobre dicha tabla central.
Descripción del tríptico cerrado
Cuando el tríptico está cerrado, podemos ver la representación del tercer día de la creación
en grisalla, técnica pictórica en la que se usa un solo color para evocar los volúmenes
propios del relieve. Según el relato del Génesis, Dios creó la vegetación sobre la Tierra al
tercer día. El pintor representa, pues, la tierra colmada de vegetación.

Junto a esto, El pintor parece imaginar el mundo tal como en su época se concebía: una
Tierra plana, rodeada de una masa de agua. Pero extrañamente, envuelve a la Tierra en
una suerte de esfera de cristal, prefigurando la imagen de un mundo redondo.

Dios observa desde lo alto (esquina superior izquierda), en un momento que parecería ser,
más bien, el amanecer del cuarto día. Dios creador lleva una corona y un libro abierto en
sus manos, las escrituras, que pronto se harán vida.

En cada lado del tablero, se puede leer una inscripción en latín del salmo 148, versículo 5.
En el lado izquierdo reza: «Ipse dixit et facta sunt», que quiere decir 'Él mismo lo dijo y todo
fue hecho'. En el lado derecho, «Ipse mandavit et creata sunt», que se traduce como 'Él
mismo lo ordenó y todo fue creado'.
Descripción del tríptico

Al abrir el tríptico por competo, nos enfrentamos a una explosión


de color y figuras que contrasta con el carácter monocromo e
inanimado de la creación.

El paraíso (panel izquierdo)

El panel izquierdo corresponde al paraíso. En él se puede observar a Dios creador con los
rasgos de Jesús. Este sostiene a Eva de la muñeca, como símbolo de que se la entrega a
Adán, quien yace en el suelo con los pies superpuestos en sus extremos.

A la izquierda de Adán, está el árbol de la vida, un drago, árbol exótico propio de las islas
de Canarias, Cabo Verde y Madeira. Este árbol se asociaba antiguamente a la vida, pues
se creía que su jugo carmesí tenía propiedades curativas.

En la franja central y a la derecha, se encuentra el árbol del conocimiento del bien y del
mal, rodeado por una serpiente. Este yace sobre una roca con perfil humanoide,
probablemente símbolo del mal escondido.

Bajo la roca, vemos a una serie de reptiles saliendo del agua y adoptando formas
extraordinarias.

En el centro de la pieza, destaca una fuente alegórica a los cuatro ríos del Edén que
atraviesa verticalmente el espacio cual obelisco, símbolo de la fuente de la vida y la
fertilidad. En su base, se encuentra una esfera con un orificio, donde se observa a un
búho que contempla la escena imperturbable. Se trata del mal que acecha desde el
principio al ser humano, esperando el tiempo de la condenación.

Entre la fuente y el árbol de la vida, sobre el lago, puede verse un cisne flotando. Es
símbolo de la hermandad espiritual a la que pertenecía El Bosco y, por lo tanto, símbolo
de fraternidad.

A lo largo de toda la escena se ve toda suerte de animales marítimos, terrestres y


voladores, incluidos algunos animales exóticos, como las jirafas y los elefantes; también
vemos seres fantásticos, como el unicornio y el hipocampo. Muchos de los animales
están en lucha.
El jardín de las delicias (panel central)

El panel central es el que da título a la obra. Corresponde a la representación del mundo


terrenal, al que simbólicamente se le refiere en la actualidad como "el jardín de las delicias".

En este se representa a decenas de personas totalmente desnudas, blancas y negras. Los


personajes están distraídos mientras disfrutan de toda clase de placeres, especialmente
sexuales, y son incapaces de advertir el destino que les espera. Algunos personajes miran al
público, otros comen frutos, pero, en general, todos conversan entre sí.

Para la época del pintor, la desnudez en la pintura era inaceptable, excepto que se tratara de
la representación de los personajes mitológicos, como Venus y Marte y, claro está, Adán y
Eva, cuyo fin último era aleccionador.

Gracias al ambiente algo más permisivo del Renacimiento, abocado al estudio de la anatomía
humana, El Bosco no teme en representar frontalmente la desnudez de personajes comunes,
pero, por supuesto, lo justifica como ejercicio moralizador.

Hay animales comunes y exóticos, pero sus tamaños contrastan con la realidad conocida.
Vemos aves y peces gigantes, y mamíferos de escalas variadas. La vegetación y, muy
especialmente las frutas de tamaños descomunales, forman parte de la escena.

El madroño tendrá, de hecho, una aparición recurrente. Se trata de una fruta a que se le
consideraba capaz de emborrachar, ya que fermenta con el calor y su consumo excesivo
genera intoxicación. Fresas, zarzamoras y cerezas son otras de las frutas que aparecen,
asociadas a la tentación y la mortalidad, al amor y al erotismo respectivamente. No podían
quedar fuera las manzanas, símbolo de la tentación y el pecado.

Detalle de la piscina central, rodeada de jinetes en diferentes animales.


En la franja superior de la composición y al centro, se encuentra una alegoría a la fuente del
paraíso, ahora agrietada. Esta fuente completa un total de cinco construcciones fantásticas.
Sus fracturas son símbolo del carácter efímero de los placeres humanos.

Detalle de la esfera central, resquebrajada, mientras los personajes practican actos eróticos.
Al centro del plano, se observa una piscina llena de mujeres, rodeadas por jinetes que
montan toda clase de cuadrúpedos. Estos grupos de jinetes se asocian a los pecados
capitales, especialmente la lujuria en sus diferentes manifestaciones.
El infierno (panel derecho)

En el infierno, destaca la figura central del hombre-árbol, al que se identifica con el demonio. En
el infierno, este parece ser el único personaje que mira hacia el espectador.

En esta sección, las personas reciben su merecido por los pecados cometidos en el jardín de
las delicias. Son torturados con los mismos elementos que disfrutaron en el jardín de las
delicias. El Bosco condena aquí el juego, la música profana, la lujuria, la codicia y avaricia, la
hipocresía, el alcoholismo, etc.

El protagonismo de los instrumentos musicales usados como armas de tortura, le ha merecido a


este panel el nombre popular de "infierno musical".

Asimismo, el infierno se representa como un espacio de contrastes entre el frío y el calor


extremos. Esto se debe a que en la Edad Media existían varias imágenes simbólicas de lo que
podría ser un infierno. Algunas estaban asociadas al fuego eterno y otras al frío extremo.

Por ello, en la parte superior del panel del infierno, vemos cómo múltiples incendios se
precipitan sobre las almas en desgracia, como si de una escena de guerra se tratase.

Justo debajo del hombre-árbol, vemos una escena de frío extremo, con un lago congelado
sobre el que danzan unos patinadores. Uno de ellos cae al agua invernal y lucha por salir.

Considerada como una de las obras más fascinantes, misteriosas y atrayentes de la historia del arte,
el cuadro forma parte de los fondos de exposición permanente del Museo del Prado de Madrid, donde
ingresó como depósito del Patrimonio Nacional en 1939

pintor neerlandés Jheronimus Bosch (el Bosco)


Es una obra de contenido simbólico, sobre el que se han ofrecido variadas interpretaciones,
como El carro de heno o la Mesa de los pecados capitales, obras, todas ellas, adquiridas por
el rey Felipe II de España, gran admirador del pintor, y guardadas durante algún tiempo en el
Monasterio de El Escorial. Obedece a una intención moralizante y satírica que iba a hacer
fortuna ya en su época, como demuestra la temprana aparición de copistas e imitadores.

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