Mmariacaruiz, LA INMACULADA CONCEPCION
Mmariacaruiz, LA INMACULADA CONCEPCION
Mmariacaruiz, LA INMACULADA CONCEPCION
LA INMACULADA CONCEPCION
Y EL INMACULADO OORAZON DE MARIA
Por T. M. SPARKS, O. P.
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T. M. Sparks, O. P.
ria, Madre di Dio e Madre nostra . . . " (Ibid., n. 393). Como Santo To-
más observa (Sum. Theol., 111, q. 25, a. 1), propiamente hablando no
es una parte, sino todo el ser .subsistente el que se venera. En otras
palabras, en esta devoción del Corazón Inmaculado, el mediato o re-
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Rom. 25-X-54). En 1855 (Cf. AAS, XXXVII, 1945, p. 50) por primera
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vez la Santa Sede concedió un oficio propio a esta fiesta. Pronto las
peticiones para el nuevo oficio fueron más frecuentes; nuevas asocia
ciones de fieles se dedicaron al Corazón de María; fueron aproba
dos el escapulario del Corazón Inmaculado, el de los Sagrados Corazo
nes y el "Escapulario Verde"; se consagraron diócesis, órdenes religio
sas y naciones al Corazón Inmaculado; fueron aprobadas nuevas . indul
gencias pertinentes por la Santa Sede (Cf. Pujolras, H., C.M.F., Cultus
Purissimi Cordis B. M. Virginis, Milano, 1943, pp. 102, 121). ·Se hicie
ron peticiones para la consagración del Mundo al Corazón Inmaculado
(Cf. Garrigou-Lagrange, R., The Consecration of the Human Race to
the lnmaculate Heart of Mary, traducida por Brown, en The Dominican
Bulletin, Oak Park, junio de 1944, p. 3). Todo esto culminó en la con
sagración hecha por Su Santidad Pío XII en octubre 31 de 1942 y en
diciembre 8 del mismo año; además el decreto tantas veces citado de
la Sagrada Congregación de Ritos de 1944, que coloca la celebración
de la fiesta en la octava de la Asunción, da una redacción definitiva
al culto litúrgico y así fija el uso preciso de la palabra "Inmaculada"
-cuyo significado se hizo tan dogmáticamente claro en 1854- hasta
donde llega el culto litúrgico. Un retoque final se dió apropiadamente
en el año centenario Mariano de 1954 con la carta encíclica "Ad Coe
li Reginam" la cual ordena la renovación anual de la consagración del
humano linaje en la fiesta de María Reina (Oss. Rom. 24-X-54). Es
te extraordinario y feliz desarrollo y madurez de la devoción, se debe
naturalmente, sobre todo, a la definición de 1854.
El principal formulario "alitúrgico" de oración de la devoción
al Corazón Inmaculado es el Santo Rosario. "Hic precandi modus" di
ce Pío XI. "Quem S. Dominicus mirabiliter provexit, non sine Deipa
r ae Virginis instinctu supernoque admonitu" (AAS XXIX, 1937, p.
376). León XIII habló del Rosario como "La oración para implorar la
protección (de María), ofrecida durante todo el mes de octubre por
todas las naciones a su Purísimo Corazón" ("Salutaris Illi", AAS, 1883,
p. 209). Pío XII empezó el acto de consagración del linaje humano al
Corazón Inmaculado por la salutación a María como "Reina del San
tísimo Rosario . . . " (AAS, XXXIV, 1942, pp. 324, 345). Y Nuestra Se
ñora misma, a las riquezas de cuyo Corazón Inmaculado se ha dado
particular énfasis en Fátima, es venerada en este bendito santuario
especialmente después del 13 de octubre de 1917, sobre todo como Se
ñora o Reina del Rosario.
El uso de esta oración tan estrechamente unida a la devoción
del Corazón Inmaculado, ha crecido maravillosamente desde 1854. Nues
tra Señora misma claramente quiso que esto sucediera, cuando ella -la
l culada Concepción"- apareció en Lourdes a Santa Bernardita
"II;llla
con un Rosario ceñido a su cinto e hizo deslizar las cuentas entre sus
dedos mientras Bernardita recitaba las Ave Marias. Pronto se empe
zaron la gran basílica del Rosario en Lourdes y otro privilegiado san
tuario dedicado a Santo Domingo en Prouille, no muy distante. Se
formaron monasterios para rezar el Rosario siempre' "perpetuamente".
El Sapientísimo Soberano Pontífice que tanto hizo por la causa del
Tomismo con su encíclica "Aeterni Patris" (cuyo septuagésimo quinto
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Pero este puro y único amor que María Inmaculada tiene hacia Dios
.
es el que le dá su especial aptitud en el papel de Mediadora (Cf. Sum
ma Theol., III, q. 26, a. 1; Larnicol, C., C.S.Sp., De Verbo Incarnato et
de B. V. Maria, Roma, 1948, p. 223) y la vuelve ahora, místicamente,
más sensible a los pecados contra Dios (Cf. Pío XII, sobre la VIrgen _
de Siracusa, en el Oss. Rom., 19-X-54; Garrigou-Lagrange, R., en el
.
Angelicum, noviembre de 1954, "La capacité de Souffrir en Mar1e Im
maculée"; Sparks, T., O.P., "Reparation to de Immaculate Heart of
Mary" en "From an Abundant Spring'', New York, 1952, p. 39 sgts.).
El amor de María por Jesús su Hijo la hizo una en espíritu
con El. Su altura o profundidad, como se quiera, hicieron más grande
su participación en el Calvario: el ofrecimiento a Dios por nuestra
causa de su más preciado Tesoro efectuó, de una manera subordinada
naturalmente, nuestra salvación.
Y es este amor por Jesús el que abarca también ese objeto
de veneración en el culto Cordimariano que es el "maternal afecto de
la Madre de Dios hacia los hombres redimidos por la divina Sangre".
Por eso María ve a Cristo en nosotros, ve almas por las cuales su di
vino Hijo murió, por eso ella nos ama. Al venerar el Corazón Inma
culado, honramos no solo su maternal afecto -que Santo Tomás llama
el afecto inmediato de caridad (Com. en I Tim. cap. 4, lec. 2)- el cual
trajo con Cristo, nuestra salvación en el Calvario, sino también ese
maternal afecto que María tiene por nosotros ahora en el cielo. Ella
-omnipotencia suplicante- es allá nuestra Reina, obrando siempre su
especial intercesión por nosotros, que aboga por la causa de sus hijos,
que implora las gracias por ella merecidas en el calvario, para noso
tros. Para este maternal afecto, ejercitado en la tierra y ahora en el
cielo, la más apta preparación fue la Concepción Inmaculada de María
y sus consecuencias de inmunidad a la concupicencia y a todo defecto
moral. Ella hizo a su alma merecedora del oficio de nueva Eva, la
Madr e perfecta de todos los que viven en Cristo, la más fiel consorte
del nuevo Adán en la obra de la Redención del humano linaje (1).
El pecado tiende a "endurecer" nuestros corazones, a insensi
bilizarlos a la gravedad de las ofensas contra Dios. La perfecta inmu
nidad de María (del pecado), su "ausencia de mancha" le permiten a
preciar la enormidad y gravedad del pecado. Su corazón lleno de a
mor a Dios y a los hombres fue "sensibilísimo" (Cf. Ench. Indulg. n.
383: "Il V ostro sensibilissimo Coure"); y aún ahora no podemos dejar
de hablar de esa mística "sensibilidad" de la cual hallamos expresión
en tales apariciones como la de la "Madonna llorosa" en la Salette (Cf.
también en la "Madonna de las lágrimas, de Siracusa" Oss. Roma' 19-
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