Mmariacaruiz, LA INMACULADA CONCEPCION

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EXEGESIS MARIANA

LA INMACULADA CONCEPCION
Y EL INMACULADO OORAZON DE MARIA

Por T. M. SPARKS, O. P.

El 27 de noviembre de 1830 se apareció Nuestra Señora a un


miembro del Instituto de las Hijas de la Caridad a quien nosotros a­
hora veneramos como Santa Catalina Labouré. El acontecimiento tuvo
lugar en la Casa Madre de la Rue du Bac en París. Allí la Santísima
Virgen mostró a Santa Catalina el modelo de una medalla que ella
deseaba fuera acuñada: la medalla "Milagrosa". En el anverso está la
imagen de Nuestra Señora Inmaculada con las palabras: "Oh María,
concebida sin pecado, rogad por nosotros que recurrimos a vos"; mien­
tras que en el reverso están dos corazones, uno de los cuales está tras­
pasado por una espada (Cf. AAS, XXXIX, 1947, p. 415). Así la mis­
ma Santísima Virgen asoció su Concepción Inmaculada con su Cora­
zón. Nosotros también, desde luego, podemos permitirnos ahora consi­
derarlos juntamente, siguiendo además, como veremos, el ejemplo de
la Iglesia.
Nuestra consideración incluirá tres puntos: primero, el signi­
ficado de nuestros términos; luego, la influencia de la definición del
dogma, una doctrina de nuestra fe solemnemente definida:
cordimariano en general, y en particular, sobre la creciente propaga­
ción de la principal práctica de este culto, que es el Santísimo Rosario;
y finalmente, nuestro tercer punto serán ciertas relaciones teológicas
entre los dos.
El término "Inmaculada Concepción" puede tomarse de mu­
chas maneras. En cuanto a su entendimiento, diremos que designa un
dogma, una doctrina de nuestra fe solemnemente definida:
"Declaramus, pronuntiamus, et definimus, doctrinan quae tenet heatissi­
mam Virginem Mariam in primo instanti suae conceptionis fuisse singulari om­
nipotentis Dei gratia et privilegio, intuitu meritorum Christi Jesu Salvatoris hu­
maní generis, ah omni originalis culpae labe praeservatam immunem, esse a Deo
revelatam, atque idcirco ah omnihus fidelihus firmiter constanterque eredendam".
(Ineffabilis Deus, December 8, 1854, in Coll. Lacensis, VI, p. 836).

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T. M. Sparks, O. P.

En cuanto a la realidad, sinembargo, las palabras "Inmaculada


Concepción" designan primero que todo, un notable hecho en la vida
de una persona particularmente favorecida. Ellas indican aquella gra­
cia inicial con la cual Nuestra Señora llegó al ser, redimida induda­
blemente por Cristo aunque por una redención preventiva. Las mis­
mas palabras pueden también por extensión significar no solo esa gra­
cia en principio, sino también en su duración continuada aún hasta la
eternidad. Así, podemos hablar ahora, de la gracia de la Inmaculada
Concepción como la básica y fundamental santidad que ella posee ac­
tualmente en la gloria. En realidad hay aún otro sentido en el cual
son usadas las palabras "Inmaculada Concepción". Podemos llamar a
la misma Nuestra Señora "La Inmaculada Concepción" tratando con
esto de designarla no precisamente desde el momento en que empezó
su vida, sino tal como está ahora en la gloria. Nuestra Señora misma
nos da el ejemplo. En Lourdes dijo: "Yo soy la Inmaculada Concep­
ción" (Cf. e. g. Pius X, Ad Diem Illum, AAS, p. 450). Y no d e otra
manera llamó Murillo su obra maestra, la cual pinta a Nuestra Seño­
ra en particular gloria: "La Inmaculada Concepción". Hay algo seme­
jante en la jaculatoria que Nuestra Señora dictó para la Medalla Mi­
lagrosa: "Oh María concebida sin pecado, rogad por nosotros que re­
currimos a vos".
Las palabras "Corazón Inmaculado" designan, en la ciencia
teológica, aunque en particular, según parece todo lo que abarca la
devoción a María. La Sagrada Congregación de Ritos, en la redacción
definitiva de la liturgia de esta devoción dió precisamente su interpre­
tación en estas palabras:
"Sub hujus (i. e. Irunaculati) Cordis symbolo Dei Genitricis eximiam sin­
gularemque animae sanctitatem, praesertim vero ardentissimum erga Deum ac
Jesum Filium suum amorem, maternamque erga homines divino Sanguine re­
demptos (Ecclesia) devotissime veneratur". (AAS, XXXVII, 1945, p. 44 seqq. En
subsecuentes referencias al "Decreto" será explanado este documento).

Realmente las palabras "Corazón Inmaculado" designan, en e­


fecto el Corazón físico, viviente y glorioso de Nuestra Señora, especial­
mente en tanto en cuanto es un símbolo cierto. Ellas designan este Co­
razón tal como está actualmente (Cf. Sparks, Summarium de cultu Cor­
dis lnmaculati B. V. M., pp. 20-22; en referencias subsecuentes esta o­
bra se citará "Summarium"; Cf. etiam H. Em. Card. Agagianian in
Oss. Rom., 21-1-53); especialmente en cuanto a que tiene un simbolis­
mo definitivo.
Algunas veces hallamos, también, en oraciones aprobadas por
la Iglesia, que se quiere significar la persona misma de Nuestra Seño­
ra cuando se invoca su Corazón: "Dolce Coure di Maria, siata la sal­
vezza mia" (Ench. Indulg., Romae, 1952, n. 386): "O Coure purissimo
di Maria Vergine . . ottenetemi . . . " (lbid., n. 387); "O Coure di Ma-
· .

ria, Madre di Dio e Madre nostra . . . " (Ibid., n. 393). Como Santo To-
más observa (Sum. Theol., 111, q. 25, a. 1), propiamente hablando no
es una parte, sino todo el ser .subsistente el que se venera. En otras
palabras, en esta devoción del Corazón Inmaculado, el mediato o re-

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La Inmaculada Concepción y el Inmaculado Corazón de María

moto objeto (material) es la misma persona de la Santísima Virgen.


Se debe especial consideración a la palabra "inmaculada". E­
timológicamente, significa con claridad ser sin mancha, defecto o im­
perfección. Ocasionalmente en latín como en castellano, aun hablando
de la prerrogativa especial de Nuestra Señora, podemos encontrar sinó­
nimos: e. g. "intaminata" (AAS, XXXV, 1935, p. 104), esto es incon­
taminada, sin mancilla, impoluta.
Sin embargo, la terminología más aceptada en cuanto concier­
ne a la designación del Corazón de María -o podríamos decir la más
precisa terminología, teológicamente hablando- es, después del decreto
de la Sagrada Congregación de Ritos, "Inmaculada". Otros han sido y
son usados aún para indicar las inefables cualidades de su Corazón, pe­
ro no son tan distintivos como "Inmaculado". San Juan Eudes Meze­
rai, el "Padre, Doctor y Apóstol del culto litúrgico a los Sagrados Co­
razones" (Cfr. e. g. S. Pius X, AAS, 1, 1909, p . 480), fue el primero
en titular ex profeso, el tratado teológico sobre el Corazón de María
"Le Coeur Admirable" (Cfr. ed. 1935 París). El emplea muchos otros
adjetivos en sus celosos esfuerzos para explicar los misterios de es­
te Corazón: "Tres saint", "Tres digne", "Sacre", "Tres auguste". En la
última edición del Enchiridion Indulgentiarum (Roma, 1952, p. 259),
la sección que contiene las oraciones al Corazón de Nuestra Señora se
titula "Ad Cor Purissimum Mariae". La palabra "Inmaculada" sin
embargo, tiene un significado absolutamente propio después de la de­
finición del dogma de la Inmaculada Concepción. Allí la gracia espe­
cial de Nuestra Señora es llamada un singular privilegio. Y un eco de
esto se encuentra en el decreto de la Sagrada Congregación de Ritos
sobre el Corazón de Nuestra Señora: él simboliza "eximia y singular
santidad" de María. De otros santos, por ejemplo, del Santo Patriarca
San José, puede decirse que es purísimo, o de un corazón purís imo; pe­
ro, desde 1854, al menos, estamos acostumbrados a hablar sobmente
de María o de su Corazón, como el ser Inmaculado.

La Sagrada Congregación de Ritos ha resumido en su decreto,


como también se hizo en la lección VI del oficio de la fiesta, la historia
anterior al 1.854 sobre el culto litúrgico del Corazón Inmaculado, así:
"Cultus liturgicus erga Cor Beatae Mariae Virginis, cujus remota vestigia
praebent commentarii Patrum de Sponsa Cantici Canticorum, cuique piures me­
diae el recentioris aetatis viri sancti el mulieres proxime viam pararunt, ab ipsa
Sede Apostolica primum approbatus est ineunte saeculo undevicessimo... "

El Padre M. Peinador, C. M. F., el Padre José M. Bover, S. J.


y el P. N. G. Garcés, en el volumen IV de Estudios Marianos (Madrid,
1945, pp. 11-263). y el Padre John Murphy en Mary's Immaculate Heart
(Milwaukee, 1951, pp. 2-39), nos hablan más ampliamente acerca de
estos principios precursores al "Ineffabilis Deus" de la devoción al Co­
razón Inmaculado de María.
Después de la definición dogmática de 1854, de la misma ma­
nera que la doctrina Mariológica o Mariología hizo grandes avances, a­
sí lo hizo también esta devoción. (Cf. Pius XII "Inter complures" Oss.

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Rom. 25-X-54). En 1855 (Cf. AAS, XXXVII, 1945, p. 50) por primera
·
vez la Santa Sede concedió un oficio propio a esta fiesta. Pronto las
peticiones para el nuevo oficio fueron más frecuentes; nuevas asocia­
ciones de fieles se dedicaron al Corazón de María; fueron aproba­
dos el escapulario del Corazón Inmaculado, el de los Sagrados Corazo­
nes y el "Escapulario Verde"; se consagraron diócesis, órdenes religio­
sas y naciones al Corazón Inmaculado; fueron aprobadas nuevas . indul­
gencias pertinentes por la Santa Sede (Cf. Pujolras, H., C.M.F., Cultus
Purissimi Cordis B. M. Virginis, Milano, 1943, pp. 102, 121). ·Se hicie­
ron peticiones para la consagración del Mundo al Corazón Inmaculado
(Cf. Garrigou-Lagrange, R., The Consecration of the Human Race to
the lnmaculate Heart of Mary, traducida por Brown, en The Dominican
Bulletin, Oak Park, junio de 1944, p. 3). Todo esto culminó en la con­
sagración hecha por Su Santidad Pío XII en octubre 31 de 1942 y en
diciembre 8 del mismo año; además el decreto tantas veces citado de
la Sagrada Congregación de Ritos de 1944, que coloca la celebración
de la fiesta en la octava de la Asunción, da una redacción definitiva
al culto litúrgico y así fija el uso preciso de la palabra "Inmaculada"
-cuyo significado se hizo tan dogmáticamente claro en 1854- hasta
donde llega el culto litúrgico. Un retoque final se dió apropiadamente
en el año centenario Mariano de 1954 con la carta encíclica "Ad Coe­
li Reginam" la cual ordena la renovación anual de la consagración del
humano linaje en la fiesta de María Reina (Oss. Rom. 24-X-54). Es­
te extraordinario y feliz desarrollo y madurez de la devoción, se debe
naturalmente, sobre todo, a la definición de 1854.
El principal formulario "alitúrgico" de oración de la devoción
al Corazón Inmaculado es el Santo Rosario. "Hic precandi modus" di­
ce Pío XI. "Quem S. Dominicus mirabiliter provexit, non sine Deipa­
r ae Virginis instinctu supernoque admonitu" (AAS XXIX, 1937, p.
376). León XIII habló del Rosario como "La oración para implorar la
protección (de María), ofrecida durante todo el mes de octubre por
todas las naciones a su Purísimo Corazón" ("Salutaris Illi", AAS, 1883,
p. 209). Pío XII empezó el acto de consagración del linaje humano al
Corazón Inmaculado por la salutación a María como "Reina del San­
tísimo Rosario . . . " (AAS, XXXIV, 1942, pp. 324, 345). Y Nuestra Se­
ñora misma, a las riquezas de cuyo Corazón Inmaculado se ha dado
particular énfasis en Fátima, es venerada en este bendito santuario
especialmente después del 13 de octubre de 1917, sobre todo como Se­
ñora o Reina del Rosario.
El uso de esta oración tan estrechamente unida a la devoción
del Corazón Inmaculado, ha crecido maravillosamente desde 1854. Nues­
tra Señora misma claramente quiso que esto sucediera, cuando ella -la
l culada Concepción"- apareció en Lourdes a Santa Bernardita
"II;llla
con un Rosario ceñido a su cinto e hizo deslizar las cuentas entre sus
dedos mientras Bernardita recitaba las Ave Marias. Pronto se empe­
zaron la gran basílica del Rosario en Lourdes y otro privilegiado san­
tuario dedicado a Santo Domingo en Prouille, no muy distante. Se
formaron monasterios para rezar el Rosario siempre' "perpetuamente".
El Sapientísimo Soberano Pontífice que tanto hizo por la causa del
Tomismo con su encíclica "Aeterni Patris" (cuyo septuagésimo quinto

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La Inmaculada Concepción y el Inmaculado Corazón de María

aniversario conmemoramos en el año mariano) hizo tanto además con


sus grandes encíclicas y documentos sobre el Rosario y con su sólida
reforrria de la cofraternidad del Rosario en la Constitución apostólica
"Ubi Primum" de octubre 2 de 1898: haciendo posibles las grandes cru­
zadas mundiales del Rosario en e stos días, reminicencias, por cierto, de
la cruzada del Rosario de San Pío V. Las cruzadas modernas no pue­
den ser menos efectivas, confiamos firmemente, que la de 1571: Nues­
tra Señora de las Victorias (Cf. Bulletino del Clero Romano, octubre
de 1954, p. 378). El Corazón Inmaculado triunfará (es interesante no­
tar esta asociación no solo en la fiesta del Rosario sino en cualquier
o�ra parte, como en la iglesia de Notre Dame des Victoires en París
-tan querida a Santa Teresita de Lisieux- donde el Padre Desgene­
ttes estableció su famosa archicofraternidad del Corazón Inmaculado).
Precis amente como la Mariología se desarrolló una vez que la prerro­
gativa básica de la Virgen se hizo bien clara, así también sucedió con
el culto de su Corazón Inmaculado, el cual es una síntesis de la Ma­
riología (Cf. Summarium, p. 30); y de la misma manera el uso uni­
versal del santo Rosario, que es la oración Mariana por excelencia (Cf.
AAS, XXXIX, 1947, p. 504).

Nuestra última consideración es de relación, especialmente la


relación teológica existente entre la Inmaculada Concepción y el Cora­
zón Inmaculado.
Es importante recordar aquí que el objeto de la devoción al
Corazón Inmaculado es el mismo corazón físico de la Virgen Inmacu­
lada, viviente y glorioso, un verdadero símbolo; pero él (es decir este
objeto) abarca especialmente todo lo que la Iglesia venera bajo este
símbolo: es decir, "la eximia y singular santidad de alma de la Ma­
dre de Dios, pero especialmente, su muy ardiente amor a Dios y a
Jesús su Hijo, así como su maternal afecto (pietas) por los hombres
l'edimidos con la Sangre divina" (Cf. el Decreto de la S. C. de Ritos
y Sumarium, p. 15).
Los antiguos teólogos consideraban que el objeto de la devo­
ción era el amor de Nuestra Señora hacia Dios. Por esto talvez, algu­
nos antiguos cuadros del Corazón Inmaculado, lo representan solo ro­
deado de rosas. El Decreto de la Sagrada Congregación de Ritos nos ha
manif�tado claramente que está también incluída la santidad de Nues­
tra Señora: y en las palabras del decreto hay, pudiéramos decir, una
especie de regreso a la encíclica lneffabilis Deus, en los adjetivos que
describen su santidad como "eximia y singular". De aquí que la Santa
Madre Iglesia, al propagar la devoción al Corazón Inmaculado' devo­
ción que una vez entendida es tan instructiva para los fieles, insista
que bajo este símbolo nosotros rendimos homenaje explícito a la gra­
cia de la Inmaculada Concepción.
Esta es la �?cía que hace a María tan admirable a los ojos
.
de D10s (Cf. lneffabilis Deus), y la cual hace que El la mire con tan
gran complacencia ya que es ella su especial obra maestra. Esta gra­
cia agrada tanto a Nuestra Señora que escoge ser llamada por ello:
"Yo soy la Inmaculada Concepción"; y representársele como identifi-

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T. M. Sparks, O. P.

cada con ella en la Medalla Milagrosa, por ejemplo, y en la aparición


en la capilla de San Andrea della Fratte en Roma como la "Madonna
del Milagro". Esta es la gracia santificante, gracia tan perfeccionada
y cumplida en el alma de María desde el primer instante de su exis­
tencia: esa gracia que nosotros amorosamente y con cierta majestad
saludamos cuando ofrecemos al Corazón Inmaculado el "Ave, gratia
plena" de nuestro Rosario. Esta es la gracia, la gracia redentora más
escogida de Cristo -"intuitu meritorum Christi"- la cual no cura -no
"sanans"- porque ella se recibe por un sujeto sin la enfermedad del
pecado. Del alma de Nuestra Señora en su Concepción, podemos en
verdad decir: "perfectíssime illustratur a lúmine gratiae" (Cf. Sum.
Theol., I-II, q. 112, a. 4). Esta es la gracia que en sí misma es más
positiva, más admirable, aunque tengamos que expresarla en una for­
ma negativa, diciendo: "la In-maculada Concepción". Esta es esa ma­
ravillosa y positiva realidad del alma de María que se deriva de Dios
y Cristo su causa: ella indica lo opuesto a mácula " (quae) significat
privationem quamdam nitoris animae in ordine ad suam causam que
est peccatum" (Sum. Theol., I-II, q. 86, a. 1, ad 3). La concepción de
María es Inmaculada: hay .en ella ese "nitor animae ... ex refulgentia
divini luminis" (lbid., Corp.).
Cuando nosotros amorosamente admiramos la maravillosa san­
tidad inicial de la Virgen Inmaculada, veneramos no solo esa admira­
ble cualidad de su alma por la cual ella participa en tan gran manera
de la naturaleza divina (Cf. II Pedro, 1:4), esto es, su gracia santifi­
cante que habita en sujeto totalmente inmune de pecado .y defecto
moral. Veneramos también esa plenitud inicial de gracia que incluye
las más perfectas virtudes sobrenaturales y los dones del Espíritu San­
to.
Pero al venerar la santidad del Corazón Inmaculado, vamos
más allá de la santidad inicial de Nuestra Sefi.ora: veneramos la s:m­
tidad consumada de María; veneramos su santidad actual tal como es
ahora: veneramos a la Reina cuya santidad sobrepasa todo cuanto po­
damos pensar (Cf. e. g. Pío XII en "Ad Caeli Reginam"), una santi­
dad maravillosamente acrecentada por el ejercicio de las más excels:J.s
virtudes de María durante su vida, una santidad ahora gloriosamente
coronada de eximios méritos.
El decreto del Corazón Inmaculado añade la palabra "praeser­
tim" cuando empieza a hablar del amor de Nuestra Señora hacia Dios
y los hombres como el objeto de la devoción al Corazón Inmaculado.
Es decir, cuando honramos el Corazón de Nuestra Señora, reconoce­
mos los grandes dones que Dios le ha dado, los que Dios nos ha dado
por ella y nos unimos a su "Magníficat"; honramos no solo su santi­
dad inicial sino su santidad consumada; pero sobre todo, praesertim,
rendimos honor a su "ardentísimo amor a Dios y a Jesús su Hijo y
su maternal afecto hacia los hombres redimidos por la divina Sangre".
Las primeras prácticas de la devoción dieron más importancia
al amor de María hacia Dios, un amor el más puro y generoso' un a­
mor que en la tierra condujo a la más elevada contemplación (véase
el evangelio de "María y Marta", en el rito de la Orden de Predica­
dores, de la fiesta de la Virgen María, la Asunción, el 15 de agosto).

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La Inmaculada Concepción y el Inmaculado Corazón de María

Pero este puro y único amor que María Inmaculada tiene hacia Dios
.
es el que le dá su especial aptitud en el papel de Mediadora (Cf. Sum­
ma Theol., III, q. 26, a. 1; Larnicol, C., C.S.Sp., De Verbo Incarnato et
de B. V. Maria, Roma, 1948, p. 223) y la vuelve ahora, místicamente,
más sensible a los pecados contra Dios (Cf. Pío XII, sobre la VIrgen _
de Siracusa, en el Oss. Rom., 19-X-54; Garrigou-Lagrange, R., en el
.
Angelicum, noviembre de 1954, "La capacité de Souffrir en Mar1e Im­
maculée"; Sparks, T., O.P., "Reparation to de Immaculate Heart of
Mary" en "From an Abundant Spring'', New York, 1952, p. 39 sgts.).
El amor de María por Jesús su Hijo la hizo una en espíritu
con El. Su altura o profundidad, como se quiera, hicieron más grande
su participación en el Calvario: el ofrecimiento a Dios por nuestra
causa de su más preciado Tesoro efectuó, de una manera subordinada
naturalmente, nuestra salvación.
Y es este amor por Jesús el que abarca también ese objeto
de veneración en el culto Cordimariano que es el "maternal afecto de
la Madre de Dios hacia los hombres redimidos por la divina Sangre".
Por eso María ve a Cristo en nosotros, ve almas por las cuales su di­
vino Hijo murió, por eso ella nos ama. Al venerar el Corazón Inma­
culado, honramos no solo su maternal afecto -que Santo Tomás llama
el afecto inmediato de caridad (Com. en I Tim. cap. 4, lec. 2)- el cual
trajo con Cristo, nuestra salvación en el Calvario, sino también ese
maternal afecto que María tiene por nosotros ahora en el cielo. Ella
-omnipotencia suplicante- es allá nuestra Reina, obrando siempre su
especial intercesión por nosotros, que aboga por la causa de sus hijos,
que implora las gracias por ella merecidas en el calvario, para noso­
tros. Para este maternal afecto, ejercitado en la tierra y ahora en el
cielo, la más apta preparación fue la Concepción Inmaculada de María
y sus consecuencias de inmunidad a la concupicencia y a todo defecto
moral. Ella hizo a su alma merecedora del oficio de nueva Eva, la
Madr e perfecta de todos los que viven en Cristo, la más fiel consorte
del nuevo Adán en la obra de la Redención del humano linaje (1).
El pecado tiende a "endurecer" nuestros corazones, a insensi­
bilizarlos a la gravedad de las ofensas contra Dios. La perfecta inmu­
nidad de María (del pecado), su "ausencia de mancha" le permiten a­
preciar la enormidad y gravedad del pecado. Su corazón lleno de a­
mor a Dios y a los hombres fue "sensibilísimo" (Cf. Ench. Indulg. n.
383: "Il V ostro sensibilissimo Coure"); y aún ahora no podemos dejar
de hablar de esa mística "sensibilidad" de la cual hallamos expresión
en tales apariciones como la de la "Madonna llorosa" en la Salette (Cf.
también en la "Madonna de las lágrimas, de Siracusa" Oss. Roma' 19-
'
X-54)?

(1) - Añadamos esta nota sobre el corazón físico de María Inma<'ulada.


La negación de mácula en María, al principio y a través de su vida, incluye la
libertad aun de movimientos de concupicencia. En cuanto que todos los movimien­
tos de nuestra alma son "reflejados" en el órgano físico del corazón -el corazón
es así el órgano "manifestador" (Cf. Parente, P., en Il Coure Immacolato Roma
C �
1946, p. 25) - hay cierta limpieza, integridad, ausencia de mancha, en el orazó
de María que nosotros legítimamente también veneramos.

-223
T. M. Sparks, O. P.

La consideración del Corazón de María, de su gran amor para


con Dios y los hombres, de su profundísimo conocimiento del pecado
como ofensa contra Dios e inmenso mal del hombre, naturalmente da
pié a nuestro deseo de volver a ese amor de consagración (Cf. Pío XI
en "Miserentissimus Redemptor, AAS, XX, 1928, p. 169), y de dar sa­

tisfacción cumplida al afligido e Inmaculado Corazón de Nuestra Se­


ñora (2). Esta consagración que el mundo entero quiere en adelante
renovar cada 31 de mayo (Cf. Pío XII, Ad Coeli Reginam, Oss. Rom.,
25-X-54). Esa reparación que muchas almas hacen especialmente los
primeros sábados (Cf. Murphy, op. cit., p. 110); como también la prác­
tica de la reparación a la Inmaculada Concepción en los primeros sá­
bados que San Pío X llenó de indulgencias (Cf. AAS, IV, 1912, p. 623)
encuentran su complemento en la reparación del Corazón Inmaculado
de María.

La Inmaculada Concepción pues y su definición dogmática, son


básicas en la devoción al Corazón Inmaculado. La devoción alcanzó
rápidamente su definitivo desenvolvimiento una vez que el dogma fue
declarado; el uso de su especial formulario de oración, el Rosario, al­
canzó mundiales proporciones. El rico sentido de la devoción es solo en­
tendido una vez que se ha dado su propia apreciación a la fundamen­
tal ausencia de mancha en María. Quiera María, Reina, adelantar tal
entendimiento y apreciación.

(2) - La devoción al Corazón Inmaculado en nosotros, en nuestras al­


mas, pertenece a la virtud de hiperdulía (Cf. Sununarium p. 29) y al Don de
Piedad del Espíritu Santo.

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