Nuevo Generos
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Sonia F. Parratt
ÍNDICE
Introducción
Parte I. Los orígenes de los géneros periodísticos
1. Justificación
2. Una clasificación renovadora
2.1. La información
2.2. El reportaje y la entrevista
2.3. La crónica
2.4. Los géneros de opinión
El editorial y el suelto
El artículo
La columna
La crítica
2.5. Elementos complementarios
Cartas al director Informa-
ción de agenda
Información gráfica: fotografías, infografía y humor gráfico
INTRODUCCIÓN
En 1973 el español Gonzalo Martín Vivaldi publicaba en su país la obra Géneros periodís-
ticos: reportaje, crónica, artículo (análisis diferencial), que podría considerarse el primer
manual en lengua española dedicado en exclusiva a los géneros periodísticos en la
prensa. Desde entonces la obra de Vivaldi y sus sucesivas reediciones han cruzado las
fronteras y han sido bastantes los académicos procedentes de España y Latinoamérica
que han continuado con su línea de trabajo produciendo bibliografía diversa sobre esa
materia. La mayoría son manuales que coinciden en tener como referentes las aportacio-
nes de los primeros estudiosos de los géneros periodísticos, realizar recopilaciones de
trabajos anteriores y, en algunos casos, proponer nuevas clasificaciones que difieren en-
tre sí y con frecuencia contribuyen más a la confusión que a un esclarecimiento que
tan es para quienes se adentran por vez primera en el terreno de los géneros.
Este caos de tipologías con denominaciones y descripciones a menudo ambiguas e
incluso incoherentes no se debe necesariamente a la falta de conocimientos de sus au-
tores. El motivo más bien puede encontrarse en tres circunstancias. Primeramente, el pe-
riodismo no es una ciencia exacta en la que, como en las matemáticas, puedan hacerse
afirmaciones tajantes del tipo “dos más dos son cuatro”, no se asienta en esquemas rí-
gidos e inamovibles y prácticamente cualquier manera de entenderlo es válida siempre
y cuando tenga unos fundamentos coherentes. Por otra parte está el factor espacio-
temporal. Es decir, la práctica periodística, y por ende sus productos (los géneros perio-
dísticos), no permanecen invariables en el tiempo sino que van transformándose a medi-
da que cambia la realidad que constituye su materia prima. Del mismo modo puede de-
cirse que, a pesar de existir unas pautas generales comunes y necesarias, cada país, y
dentro de éstos cada publicación, tiene su propia manera de concebir el periodismo.
En
tercer lugar, hay un componente subjetivo innegable a la hora de establecer clasifica-
ciones, que serán más válidas cuanto más se ajusten sus bases teóricas a lo que pode-
mos encontrar en la práctica periodística real.
Una de las principales consecuencias de estos hechos las sintetizan las palabras de
Amalia B. Dellamea:
En realidad, los géneros no son sino herramientas que han ido surgiendo a medida
que el periodismo ha tenido que responder a nuevas necesidades de la sociedad. Aten-
diendo a criterios meramente funcionales, y de manera muy simplificada, puede hablarse
de dos grandes modalidades universales: los relatos de hechos y los comentarios que
exponen ideas sobre dichos hechos. La importancia de cada uno de ellos ha ido va-
riando a lo largo de la historia en función de las ideas políticas, sociales y económicas
que han condicionado la actividad periodística en cada momento.
De hecho, la aparición de cada género suele vincularse a cada una de las etapas
históricas del periodismo moderno, etapas que, si bien no están estrictamente compar-
timentadas por tratarse de fenómenos sociales e ideológicos prolongados en el tiempo,
sí pueden perfilarse mediante unas líneas divisorias orientadoras.
Es alrededor de 1850 cuando suele situarse el nacimiento del periodismo moderno,
ya que aunque antes se publicaran papeles impresos con el aspecto externo de perió-
dicos, la mayoría de los estudiosos sólo consideran que se practicaba periodismo pro-
piamente dicho “a partir del momento en que los periódicos pueden ser instrumentos
para el control social de las instituciones y de los poderes estatales”20. También, como
hemos podido ver, antes de esa fecha se habían empezado a configurar algunas modali-
dades textuales, una especie de géneros primitivos, pero no existía ningún tipo de
sistematización. Los profesores José Luis Martínez Albertos y Ángel Benito utilizan la de-
nominación de etapa del periodismo ideológico para definir el período de predominio
de este tipo de periodismo, que abarcó prácticamente todo el siglo XIX hasta el inicio
de la Primera Guerra Mundial en 1914, aunque en algunos lugares de Europa prevaleció
durante algún tiempo más. Era una época caracterizada por el uso que hacia el poder
dela prensa, poniéndola al servicio de ideales políticos y religiosos.
Durante esta etapa la prensa constituyó una herramienta perfecta para el deba-
te y la consolidación de la nueva clase burguesa surgida tras la Revolución Francesa. Los
textos que se publicaban en los periódicos, en los que la noticia propiamente dicha
apenas ocupaba espacio, denotaban las características propias de lo que hoy entende-
mos como “géneros de opinión” o “géneros para el comentario”. Es decir, el artículo en
sus diferentes variantes (costumbrista, de humor, retrospectivo, etc.), el editorial, el co-
mentario y sus variantes, y la crítica de tipo cultural22. Aunque los profesionales del pe-
riodismo todavía no utilizaban esas denominaciones y su labor seguía vinculada estre-
chamente a la de los literatos, en esa etapa predominaron estas formas del
periodismo ideológico y en etapas posteriores coexistieron con otras formas hegemó-
nicas hasta llegar a nuestros días.
Una segunda etapa es la denominada etapa del periodismo informativo, que du-
rante un tiempo convivió con la primera y cuyos comienzos coincidieron con los inicios
del periodismo profesional que entendía que el periodista debía ser un informador de
hechos y no un ideólogo. Inició su desarrollo aproximadamente entre 1870 y 1914, pe-
ro alcanzó su verdadero auge en el período de entreguerras, es decir entre los años
veinte y treinta. Muchos manuales olvidan que los periódicos The New York Sun y New
York Herald, fundados en 1833 y 1835 respectivamente, desarrollaron ya desde aque-
llos esos años fórmulas nuevas con objetivo de captar lectores, como la división clara en-
tre hechos y opiniones, haciendo así las primeras contribuciones a la consolidación del
relato objetivo de los hechos23.
En las redacciones se irían separando cada vez más tajantemente los textos infor-
mativos de los textos de opinión hasta la popularización del dicho facts are sacred,
comments are free (los hechos son sagrados, las opiniones libres), acuñado en 1921 por
el director del The Manchester Guardian Charles P. Scott.
Varios hechos interconectados influyeron notablemente en ese desarrollo. El au-
mento del consumo de prensa como consecuencia de una mayor demanda de informa-
ción por parte de la sociedad, el creciente número de noticias consideradas de interés
que sucedían en lugares cada vez más lejanos y la mayor competencia entre periódicos,
entre otros motivos, hicieron que los medios de comunicación se sintieran económica-
mente incapaces de cubrir todo lo que estaba sucediendo. Esto impulsó la creación de
entidades encargadas de recopilar las noticias que ocurrían en su área más cercana,
dando lugar así a la aparición de las primeras agencias de información a
mediados del XIX. Entre ellas, ocupó un destacado lugar la norteamericana Associated
Press, creada en 1846.
Como el cometido de las agencias era suministrar información a medios de comu-
nicación de posturas ideológicas diversas al menor coste posible, sus redactores empeza-
ron a cultivar un estilo de escritura que sustituiría al clásico relato cronológico y trataría
de ser lo más objetivo y aséptico posible24. Enviaban primeramente una entrada o lead
con los datos más importantes (las respuestas a las conocidas 6 Ws: qué, quién, cuándo,
cómo, dónde y por qué), seguido de varios párrafos con el resto de la información si-
guiendo la estructura de la conocida pirámide invertida, es decir, en orden de impor-
tancia decreciente. Esto suponía una ventaja para los periódicos receptores de las no-
ticias, ahorraba tiempo en la su preparación para ser publicado y permitía, en caso nece-
sario, recortar el texto por el final sin que se perdiese lo fundamental de la noticia y el
sentido de la narración.
Las nuevas modalidades textuales de la prensa de esta etapa llevaron a los más re-
ticentes a preguntarse si no se estarían diluyendo las líneas divisorias de los géneros
existentes hasta el momento. En realidad, la irrupción del periodismo interpretativo no
hizo sino enriquecer el sistema de géneros tradicionales con otros nuevos que no son ex-
cluyentes sino que, por el contrario, los complementan y por tanto suponen para el pe-
riodista un mayo número de posibilidades a la hora de comunicar los hechos al lector.
Esa hibridación era una muestra más del permanente cambio al que se veían sometidos
los géneros periodísticos, sobre los cuales admitía Ana Atorresi que:
“(...) si bien ciertas características discursivas nos permiten una primera
definición de un género y su reconocimiento a lo largo de una evolución,
es innegable que los géneros se contaminan, es decir, toman algunas ca-
racterísticas de otros géneros. En el caso de los géneros periodísticos, esa
contaminación es por demás evidente: la identidad de los soportes mate-
riales, la proximidad de los temas abordados, las imágenes que se cons-
truyen del locutor y del destinatario, entre otras muchas consideraciones,
revelan algunas de las tantas vías de contaminación32.
Finalmente, a las tres etapas señaladas por la mayoría de los estudiosos es nece-
sario añadir una cuarta que se inicia a comienzos de los ochenta del pasado siglo en los
Estados Unidos y que en años posteriores fue extendiéndose a otros países. Se trata
del service journalism (periodismo de servicio) también denominado periodismo social,
que Ken Metzler definía en 1979 como “la respuesta a muchas cuestiones que preo-
cupan a la gente día a día”33. No puede decirse que haya supuesto un gran cambio pa-
radigmático ni que haya irrumpido repentinamente para sustituir al periodismo que bus-
ca ofrecer información de interés público, sino que convive con éste e incluso lo com-
plementa satisfaciendo otro tipo de necesidades más prácticas de la ciudadanía. Va to-
mando forma durante unos años de profundos cambios que se generaron por varios fac-
tores:
- Los medios de comunicación habían perdido mucha credibilidad, lo que les llevó a
poner en marcha iniciativas para conocer los intereses y preocupaciones de las audien-
cias.
- Es de suponer que los resultados de dichas iniciativas reflejarían las consecuencias del
cambio que se estaba produciendo en las sociedades desarrolladas y sus estilos de vida:
consumidores mejor formados y sobresaturados de información y, en consecuencia, más
exigentes a la vez que inmersos en valores como el éxito social, la autosatisfacción, el
culto al cuerpo o el entretenimiento y con más tiempo libre. Algunos denominan estos
años etapa del periodismo de servicios o del bienestar o social34.
- La aparición de nuevas tecnologías en los medios de comunicación, factor clave que
permitiría ofrecer nuevos productos informativos.
A pesar de que hace un tiempo, y de manera especial en los últimos años, se viene
hablando de este periodismo como algo novedoso en la prensa moderna, en el libro Le
Quotidien Français escrito por el francés Jacques Kayser en 1962 ya se encuentran algu-
nas referencias que, si bien con cierta vaguedad, apuntan al periodismo de servicio al
que aluden los analistas en la actualidad. Cuando Kayser establecía una clasificación de
géneros periodísticos incluía, aunque otorgándoles un carácter secundario, las que de-
nominaba “secciones de servicios”, aquellas donde se insertaban reseñas de orden prác-
tico e indicaciones precisas entre las que los lectores buscaban lo que les interesaba sin
necesidad de leer el resto.
El arte del periodista fue escrito cinco años más tarde por Rafael Mainar, uno de
los primeros periodistas que reflexionaron sobre la necesidad de una enseñanza me-
tódica del periodismo en España. En este manual aparecen las primeras alusiones a los
géneros periodísticos, que el periodista dividía claramente entre información de actuali-
dad y comentarios sobre dicha actualidad51. Ramón Salaverría cita el manual Las luchas
del periodismo, escrito en 1908 por Salvador Minguijón, donde éste “daba pistas que
permiten vislumbrar cómo iba calando también en España el paradigma periodístico an-
glosajón de oponer la información a la opinión”52. Esta era una de ellas: “Hechos e
ideas, relatos y comentarios forman la substancia periodística y según cuál de esos dos
elementos predomine, así se califican ó no de informativas las diferentes secciones”53.
mediante el insulto, y en los que “lo esencial no eran los problemas (...) sino ‘pegar’
firme y acabar con el adversario (...), comentarios triviales, chismorreo administrativo,
adulación o difamación de los hombres públicos (...), todo menos información objeti-
vay serena”62.
Estas últimas palabras nos dejan hoy una doble sensación: por una parte, la de fa-
miliaridad con el uso de las páginas de los diarios para la crítica destructiva hecha fun-
damentalmente con fines políticos, algo que por desgracia es demasiado frecuente en la
prensa española de los últimos tiempos. Por otra parte, la sorpresa que producen las pa-
labras “información objetiva y serena” para aludir a las características fundamentales de
un género de opinión. Cabe pensar que quizás se estaba refiriendo a que las opinio-
nes subjetivas del editorialista debían estar asentadas sobre la base de una información
objetiva.
Esa falta de crédito que merecen al público los editoriales era, a su entender, el
motivo de que se leyesen poco y con recelo las páginas de opinión, por lo que concluía
que “graves reflexiones deben sugerir al articulista las observaciones apuntadas; lo
mejor que puede hacer es adoptar las medidas oportunas para ganarse la confianza del
público”65.
1. Las informaciones.
2. Los artículos, subdivididos en:
- editoriales
de morfología, de metodología y de prensa comparada. CIESPAL, Quito, 1964, p. 51.
- artículos firmados
- artículos sin firma
- artículos insertados bajo menciones especiales (que en Le Quotidien Français denomi-
naría artículos insertados en secciones especializadas), donde se inserta la tribuna libre.
3. Las mezclas de informaciones y comentarios, (a las que posteriormente llamaría
combinados “información-artículo”), subdivididas en:
- todo lo que depende de la encuesta, el reportaje y la corresponsalía del enviado espe-
cial: textos cuyos autores aportan a la vez “informaciones que han recogido, impresio-
nes que tienen y deducciones personales que transmiten bajo su responsabilidad”.
- informaciones y comentarios mezclados: “muy utilizado por los periódicos, pero poco
recomendable” porque el lector difícilmente puede distinguir la información pura
de lo que es opinión del redactor.
- informaciones y comentarios asociados: separados tipográficamente, es un “método
recomendable, cuyo uso parece desarrollarse”81.
Obsérvese que por primera vez nos encontramos con una clasificación que consi-
dera una categoría propia aquellos textos en los que la información y la opinión se en-
tremezclan, en particular la tercera subcategoría, que podría ser el germen de los que
hoy se consideran géneros interpretativos. Tan sólo un año más tarde Kayser amplia-
ría la clasificación añadiendo estas modalidades82, a las que en un principio había otor-
gado un lugar secundario con respecto a los tres grandes géneros:
1. Extractos de prensa y de emisiones radiofónicas, que consideraba prácticamente
desaparecidos.
2. Folletines, cuentos y novelas, tiras cómicas y fotonovelas: modalidades que, en la
prensa que todavía las cultiva, entrarían dentro de los textos literarios o de entrete-
nimiento y no de la información por lo que no se considerarían géneros periodísticos.
Se caracterizan por el uso del estilo ameno al que había aludido Emil Dovifat una dé-
cada antes.
3. Cartas de los lectores: actualmente los periódicos las ubican dentro de las páginas
dedicadas a los textos de opinión.
4. Secciones de servicio: con información práctica para el lector.
Además -añadía-, no son sólo relatos extensos sino que requieren más tiempo de
elaboración y ofrecen al periodista la oportunidad de utilizar sus habilidades de escritu-
ra y aportar así algo más de sí mismos que simples hechos colocados en orden de impor-
tancia decreciente88. De nuevo parece estar claro que esa denominación se corresponde
con la información o noticia y el reportaje (o al menos un tipo de reportaje).
Más recientemente, encontramos una primera referencia a la palabra género en un
escrito de la también británica Jane Taylor, quien hace una distinción entre noticias y re-
portajes y explica que: “(...) los géneros están sujetos a fluctuantes condicionantes socia-
les, políticos y culturales: tienden a surgir coincidiendo con desarrollos y modas de publi-
cación y sus fronteras mutan a medida que aparecen más variedades para cubrir las de-
mandas más precisas de cada momento”89.
Resumiendo todo lo anterior, y siguiendo al ex-periodista y reconocido manualista
británico Richard Keeble, puede decirse que las hard news son informaciones sobre
cuestiones o eventos recientes, de temática considerada más seria (como política o eco-
nomía), que estructuralmente comienzan con los detalles más significativos para después
continuar con la información menos importante. Puede acompañarse de datos de ba-
ckground o contextualización, pero los análisis y las valoraciones personales deben
quedar fuera. Suelen ser las informaciones que aparecen en la portada, aunque no las
únicas. Keeble las contrapone a “una variedad de géneros en los periódicos”, entre
los que están: las soft news, generalmente dedicadas a temas más ligeros (sociedad, cul-
tura, entretenimiento), de lectura más flexible y con más descripciones; las news feature
(reportaje interpretativo) y sus variantes, que son textos más extensos, con más descrip-
ción, análisis, antecedentes, fuentes y profundidad; y textos de opinión como editoriales,
que reflejan la voz institucional del periódico, o columnas de opinión90.
La única alusión al análisis teórico de los géneros periodísticos que he encontra-
do es la de los profesores norteamericanos Robert O. Wyatt y David P. Badger, que mos-
traron su preocupación por la carencia de una tipología sistematizada que describiera
las diversas formas de redacción periodística y que sirviera a los docentes para ense-
ñar a los estudiantes que se inician en esta práctica. La mayoría de los libros de texto
apuestan por la tradicional tricotomía sugerida por Keeble y formada por los denomina-
dos “Los Tres Grandes”: news (noticias), editorials (géneros de opinión) y features (repor-
tajes). Wyatt y Badger tachan esta clasificación de inadecuada por considerar que tiende
a designar la objetividad y los hechos a las noticias, y la subjetividad y las valoraciones
a reportajes y géneros de opinión, algo que no creen que en la práctica pueda hacer-
se marcando unos límites tan estrictos. También critican que dicha división relega al
reportaje a una posición de cierta trivialidad en comparación con la información por-
que le asigna la función de entretener (una de sus muchas funciones posibles, según
ellos) y estructuras formales poco estrictas, frente a la función de informar y estructuras
formales exclusivamente piramidales de la segunda91.
Así pues, frente a “Los Tres Grandes”, proponen una tipología derivada de la retó-
rica y la crítica literaria, formada por cuatro “modos de composición” o categorías que
raramente se encuentran en estado puro, y que se configuran en función de sus métodos
del discurso (formas) y sus intenciones (efectos): descripción, narración, exposición y ar-
gumentación, a los que añaden la crítica por entender que no entra en la categoría de la
argumentación porque no implica opinión y persuasión sino una evaluación de algo92.
El esquema resumido y simplificado de su propuesta de clasificación es el siguiente:
GÉNEROS PERIODÍSTICOS
En una línea similar se sitúa Mar de Fontcuberta al entender que los cambios pro-
gresivos en el modo de redactar las informaciones supusieron la ruptura de las fronteras
entre los diversos géneros y llevaron a incrementar la tipología de géneros y subgéneros
en un intento de abarcar todas las posibilidades expresivas pueden encontrarse en los
medios de comunicación. La solución que aporta a esto es la propuesta de Héctor
Borrat porque la considera de gran utilidad para analizar todo tipo de textos periodís-
ticos sin necesidad de recurrir a sucesivas y progresivas tipologías de géneros94.
La peculiaridad esta propuesta está en prescindir de géneros no escritos por periodistas, como la tribuna
libre, las cartas al director o los artículos de colaboración, porque entiende que el propio concepto de géne-
ros periodísticos lleva implícita la idea de que son los que utilizan habitualmente los profesionales de la in-
formación.
Otra postura a tener en cuenta es la que adopta Ana Atorresi. Teniendo en cuenta las características
generales de los discursos periodísticos, distingue tres grandes formas de expresión que implican intencionali-
dades diferentes y que a su vez abarcan géneros con características propias:
- Intencionalidad informativa (noticias, crónicas, notas, trabajos de investigación, reportajes, portadas, fotogra-
fías).
- Intencionalidad de opinión (editorial y cola de editorial, comentario, foto-editorial y cartas de lectores).
- Intencionalidad de entretenimiento (dibujos, entretenimientos varios y literatura).
Atorresi no aporta grandes novedades con su clasificación pero sí hace hincapié en la continua evolución
que sufren los géneros (destacada también por autores como Casasús y Gomis), cuyas características proce-
den, a su modo de ver, de la relación directa que se establece entre la lengua y el uso concreto que hace
de ella el hombre en
cada momento. De ahí que si un género discursivo se vincula con una práctica social determinada, la evolución
de las prácticas sociales implicará necesariamente un cambioen los géneros. El hecho de que actualmente pocos
diarios conserven la división tajante entre géneros informativos y géneros de opinión y se mezclen continuamente
características de ambos, lleva a la autora a introducir el término “contaminación”:
“... si bien ciertas características discursivas nos permiten una primera definición de
un género y su reconocimiento a lo largo de su evolución, es innegable que los gé-
neros se contaminan, es decir, toman algunas características de otros géneros. En el
caso de los géneros periodísticos, esa contaminación es por lo demás evidente: la
identidad de los soportes materiales, la proximidad de los temas abordados, las
imágenes que se construyen del locutor y del destinatario, entre muchas otras con-
sideraciones, revelan algunas de las tantas vías de contaminación”110.
José Francisco Sánchez y Fernando López Pan también son defensores de las clasificaciones de géneros
periodísticos por dos motivos: por una parte, cumplen importantes funciones sociales y facilitan la lectura del
periódico; por otra, al final del proceso informativo el periodista se encuentra siempre con la tarea de escribir
textos en los que reflejar la información reunida valiéndose para ello de unos modelos de expresión a los que
puede optar.
Una de las novedades que aportan es que comienzan por abandonar los criterios de objetivi-
dad/subjetividad, intencionalidad/no intencionalidad y, hasta cierto punto, los criterios estilísticos, centrándose
casi exclusivamente en la función que cumplen los textos tanto para quienes los producen como para quienes
los reciben111. Además de la ausencia del aspecto estilístico como criterio de clasificación, destacan la
inexistencia de la dicotomía información/interpretación: con respecto a este último, será el carácter institucional
o corporativo lo que distinga a una noticia de una columna, ya que una noticia no dejará de serlo por la
introducción del elemento interpretativo en su cuerpo. En su intento de alcanzar una nueva propuesta, esta-
blecen tres grandes tipologías:
1) Distinguen, por una parte, los textos que transmiten realidad según unas condiciones válidas y fiables esta-
blecidas por una comunidad profesional y por las audiencias, a los que denominan géneros del reporteris-
mo/noticiosos (de responsabilidad corporativa). Dentro del primer grupo, el de los géneros del reporteris-
mo, prima el criterio de la actualidad, ya utilizado por las tipologías anglosajonas. La actualidad inmediata,
propia de géneros como la noticia y la crónica, conlleva la obligatoriedad de publicación dentro de un de-
terminado plazo según la periodicidad de cada medio, mientras que el interés periodístico de la actualidad
amplia que caracteriza a géneros como el reportaje, la entrevista y el perfil, se mantiene dentro de un
espacio temporal mayor.
2) Por otra parte, nos encontramos con los géneros que proporcionan un punto de vista personal o institucio-
nal sujeto a la verdad pero no a un modo de contarla. Son los géneros de autor (de responsabilidad institu-
cional o individual), que se caracterizan por la transmisión de un modo personal que se refleja en colum-
nas, artículos ycartas de los lectores, o institucional, que son los editoriales, sueltos y notas de redacción.
3) Por último, introducen un tercer macrogénero, constituido por los géneros relacionados con el periodismo
especializado (crítica, crónica especializada, comparativos), que se caracterizan por la especifidad de sus
destinatarios y, lógicamente, de sus autores. De nuevo hacen hincapié en la función, en este caso prescrip-
tiva, de los textos112.
José Ignacio Armentia y José María Caminos defienden una nueva perspectiva de estudio de los géneros
periodísticos que justifican por la irrupción de las nuevas tecnologías. En base a este principio, distinguen tres
series visuales que denominan y describen de esta manera:
1) Serie visual lingüística: referida al uso del lenguaje escrito como medio de confección de los mensajes pe-
riodísticos. Su expresión serían los textos periodísticos en sus cuatro grandes variables o tipologías de
géneros, es decir, géneros de intencionalidad informativa, géneros de intencionalidad interpretativa, gé-
neros de intencionalidad opinativa y géneros para el entretenimiento y el servicioal lector.
2) Serie visual no lingüística: referida al uso de un lenguaje visual para la confección de los mensajes perio-
dísticos. En este caso estaríamos hablando de géneros periodísticos visuales, no lingüísticos, es decir, la
fotografía, el retrato, la caricaturay la tira cómica.
3) Serie visual paralingüística: que combina el lenguaje escrito y el visual para confeccionar los mensajes pe-
riodísticos. Sus expresiones más comunes son los gráficos, planos y la información infográfica en todas sus
variedades o lo que suele conocerse como infoperiodismo113.
Antonio López Hidalgo también ha dedicado gran parte de su carrera al estudio de los géneros. Partiendo
del principio de que la interpretación es una técnica aplicable a los distintos géneros, divide a éstos en tres
tipos:
- Géneros informativos, que a su vez se subdividen en informativos, informativos- interpretativos o informativos
de creación: noticia, crónica, reportaje, informe y entrevista.
Géneros para el análisis (análisis y perfil) y la opinión (artículo, editorial, comentario, ensayo, crítica, columna, suelto,
semblanza, necrológica).
- Géneros para la información útil, característicos del periodismo de servicio. Admite que no son puramente
periodísticos porque no ofrecen información de actualidad sinode utilidad114.
Finalmente, Fernando Martínez Vallvey no ha contribuido a la teoría de los géneros elaborando una cla-
sificación propia sino analizando las carencias que a su entender tienen las tipologías que se han hecho de los
géneros en los medios de comunicación en general. Éstas son las que observa:
- Las tipologías textuales periodísticas están construidas pensando exclusivamente en un modelo ideal que
el periodista debe seguir.
- Este modelo sigue postulados ya superados.
- Ha habido un fuerte influjo dela preceptiva literaria, pero no se ha seguido avanzando en lo que la teoría li-
teraria ha aportado de novedoso.
- Si el texto es un constructo en el que se encuentran productor y audiencia, hay que tener en cuenta a ésta
para elaborar una tipología textual.
- Tampoco puede ser hecha una tipología sin tener en cuenta el contexto de consumo del texto, lo cual es
mucho más importante en los medios de comunicación masivos, cuyos mensajes son más efímeros que los li-
terarios115.
PARTE III. TENDENCIAS DE LOS GÉNEROS PERIODÍSTICOS
Es bien cierto que, como decía Atorresi, los géneros se contaminan entre sí. Pero también es cierto que no puede ne-
garse la existencia de diferencias claras e inequívocas entre algunos géneros que algunos insisten en confundir. Tene-
mos un claro ejemplo de esto en la crónica con respecto al reportaje en profundidad y al artículo literario. Los tres
han evolucionado a la par que el propio ejercicio periodístico, pero a pesar de que la mayoría de las clasificaciones mo-
dernas sitúan a los dos primeros dentro de la interpretación, hoy siguen siendo diferentes: mientras que el cronista ofre-
ce su propia valoración de los hechos, el reportero no es quien da la interpretación sino que los hacen los elementos
que éste aporta para la correcta explicación de los hechos. Además, el cronista simultanea la valoración con los hechos
noticiosos que narra y el articulista convierte su opinión, sea o no sobre un hecho puramente noticioso o sobre un tema
de actualidad, en la esencia del artículo.
En cuanto al artículo literario, quien lo escribe muestra una idea sobre un hecho basada en su propio jui-
cio. El cronista, por el contrario, da al texto su toque personal pero tiene la obligación de contar algo que ha
sucedido. Por otra parte, como bien aseguraba Martín Vivaldi, la crónica es un género ambivalente que “vale en
tanto que relato de hechos noticiosos y en cuanto que juicio del cronista. En cambio, el reportaje y el artícu-
lo (...) pueden carecer de noticias”119. La crónica periodística sin vínculos con la noticia dejaría de ser periodís-
tica.
Javier Díaz Noci ha hecho aportaciones significativas al análisis de los géneros ciberperiodísticos pero
muestra una postura, errónea a mi entender, con respecto a los géneros en la prensa de papel a la que creo
que debo hacer referencia. Asegura que la división de géneros no tiene una base científica, lo que hace supo-
ner que niega la validez científica a todos los trabajos que desde la academia nos han hecho llegar los
estudiosos de esta materia. Afirma Noci que la objetividad o asepsia informativa no es sino una estrategia tex-
tual más y, tomando como base las afirmaciones de otros autores, defiende que la separación entre información
y opinión es engañosa por considerar que enmascara la naturaleza intencional y subjetiva de la información120.
Sobre estas afirmaciones creo necesario hacer dos puntualizaciones.
La primera de ellas es que actualmente ni siquiera los defensores de las teorías de los géneros más con-
servadoras niegan que en el periodismo impreso existen grandes dosis de intencionalidad a menudo enmas-
carada. Pero ello no es motivo suficiente para desterrar el principio de que existe una separación entre la infor-
mación y la opinión. De hecho, y esta es la segunda puntualización, no hay más que acudir a cualquier periódi-
co para observar que las páginas de opinión se siguen separando explícitamente de los contenidos informati-
vos que, si bien incorporan cada vez más textos difíciles de catalogar por su alto grado de hibridación, si-
guen diferenciándose del resto. Así pues, si la propia prensa distingue unos géneros de otros, no deberá ser la
academia quien adelante acontecimientos y modifique las prácticas profesionales.
En el fondo de este debate se encuentra la idea de que en ningún texto periodístico existe objetividad
absoluta posible. Quizás por eso deberíamos partir de la base de que, tal y como afirman muchos analistas, el
periodismo cumple un rol de interpretador de la realidad, no de espejo de ella. A partir de esta premisa, esta-
ríamos admitiendo que todos los géneros se verían impregnados en alguna medida de cierta dosis interpreta-
tiva, lo cual no es un impedimento para descartar la posibilidad de establecer unas tipologías de textos en base
a diferencias que puedan constatarse. Otra cosa bien distinta es ser consciente de que en la medida en
que cambian la realidad que nos rodea y el
periodismo, lo harán también las herramientas con las que este último nos informa sobre dicha realidad, es decir,
los géneros. Pero admitir que se están modificando constantemente no invalida las clasificaciones que puedan ha-
cerse. Los géneros son el resultado de un proceso que no ha terminado ni terminará mientras sigan evolucionan-
do las prácticas profesionales de los periodistas y contar con unos criterios que permitan clasificarlos beneficia tanto
a los periodistas como a sus lectores y a los estudiantes de periodismo.
Con respecto a los periodistas, son útiles porque representan “el dominio técnico que distingue al pro-
fesional del periodismo del que no lo es, la posibilidad de hacer llegar al lector, con relativa rapidez y seguri-
dad, el mensaje de la manera más adecuada”121. En cuanto a su utilidad para la enseñanza del periodismo, ante
el interrogante de si existen reglas que permitan distinguir entre información y opinión, es de suponer que sí
existen, ya que de otra manera no sería posible captar las diferencias entre ambas. Y, como bien dice el profe-
sor Núñez Ladevéze, deben explicitarse “para poder analizar con rigor los procedimientos que los propios pe-
riodistas utilizan para mezclarlas o para disfrazar la opinión presentándola con los rasgos aparentes de la infor-
mación”. De esto se concluye que dichas reglas pueden y deben enseñarse porque constituyen una de las
piedras angulares en el aprendizaje del ejercicio del periodismo.
Hace casi veinte años Lorenzo Gomis ya insistía en la importancia que tiene la enseñanza de la praxis de
los géneros periodísticos para quienes aspiran a ser periodistas en el futuro. Según su parecer, cuanto más én-
fasis se pusiera en la enseñanza de los géneros en las universidades mayor sería la proximidad de lo apren-
dido al periodismo que realmente se practica en los diarios. Igualmente importante veía el aprendizaje de la
teoría de los géneros como método fundamental para la organización pedagógica de los estudios universitarios
de periodismo. Sus palabras no podrían ser más acertadas:
“Lo que distingue una escuela profesional de Facultad universitaria es la teoría. Y la teoría de
los géneros no es ninguna excepción. Una iniciación práctica a las distinciones entre los géne-
ros se puede hacer en unas semanas. Una contemplación de los géneros exige años. El nivel
que alcance la enseñanza de la teoría de los géneros puede ser, por tanto, un buen indicador
del nivel científico que ha alcanzado una Facultad”122.
Actualmente el estudio y el aprendizaje profesional de la práctica de los géneros es uno de los objetivos
más importantes de las disciplinas (la mayoría denominadas Redacción Periodística) que integran los programas
para la formación de los futuros periodistas en las universidades españolas123. La Universidad Carlos III de
Madrid, desde su Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual, es el único centro donde no se
contempla la enseñanza de los géneros desde un punto de vista teórico como paso previo al aprendizaje
práctico de cada uno de ellos. Este hecho insólito demuestra que quienes han elaborado los planes de estu-
dio de dicho centro ignoran que la teoría es siempre un paso previo imprescindible para que el aprendizaje
práctico posterior sea efectivo. E igualmente sorprendente es el hecho de que esa enseñanza práctica de cada
género no siga el orden temporal lógico: los estudiantes deben iniciarse aprendiendo a redactar informaciones
para posteriormente pasar a elaborar reportajes y crónicas y, finalmente, géneros de opinión.
Los géneros constituyen, sin lugar a dudas, la mejor herramienta para que el estudiante aprenda a dife-
renciar la información de la opinión y conozca de primera mano la dificultad que supone ser objetivo. Y aun-
que parece claro que la constante evolución que experimenta el periodismo hace prácticamente imposible ha-
blar de fórmulas cerradas e invariables a la hora de enseñar los géneros, también es cierto que existen una se-
rie de principios generales que han permanecido intactos y que todo plan de aprendizaje debería contem-
plar. Al igual que a los estudiantes de arquitectura se les
requiere conocer la arquitectura clásica para en un futuro ser capaces de innovar en sus proyectos, en perio-
dismo ocurre algo similar. El futuro periodista no podrá cultivar géneros híbridos o experimentar con nuevas
fórmulas si no conoce los géneros tradicionales. Dicho de otro modo (y esto es algo en lo que insisto siempre
a mis alumnos cuando se quejan de tener que seguir determinadas normas para redactar informaciones), uno
debe conocer las reglas para poder saltárselas.
Por otra parte, y como ya señalé anteriormente, las agrupaciones de géneros son igualmente útiles para el
lector de periódicos porque cada género cumple una función diferente y suele responder a distintas demandas.
Satisfacen necesidades sociales distintas y, como bien dice Rafael Yanes, “las diferencias entre ellos son per-
cibidas por el lector, que distingue de forma intuitiva sin ninguna reflexión previa entre un escrito de opinión
y una noticia, y no acepta que se mezcle lo uno con lo otro”, por lo que unificar todos los textos periodísticos
sería estaría atentar contra la información querecibe el lector124.
Además, cuanto más se respeten las convenciones propias del género más confianza depositará en el
mensaje que le llega y más homogéneo resultará el trabajo de redacción. Los géneros facilitan la tarea del
redactor que escribe y la comprensión del público lector”125.
También los periodistas se benefician de los géneros porque les facilitan el trabajo en común. José Luis
Martínez Albertos, uno de los más firmes defensores de la necesidad de una teoría de los géneros periodísti-
cos, ha reflexionado mucho sobre esto en los últimos tiempos y sus conclusiones son, cuando menos, intere-
santes. A su entender, el periodismo existe porque existen unos periodistas o productores de textos que se
someten voluntariamente a una determinada disciplina intelectual al dar forma literaria a sus mensajes126. Es
decir, son los géneros periodísticos los que dan orden y sentido a la actividad periodística.
Siguiendo con los razonamientos de Albertos, el profesor se muestra hoy bastante pesimista con respecto
al futuro de la tradicional separación entre hechos y opiniones, precisamente por lo que la irrupción de las nue-
vas tecnologías está suponiendo para la labor de los profesionales de la información y para el periodismo en
general. Dice que “es comprobable históricamente que fueron los periodismos audiovisuales (...) quienes rom-
pieron la disciplina de los géneros e hicieron caso omiso de las normas profesionales sobre la no confusión
entre los artículos de opinión y los relatos informativos”127.
Basa sus temores en parte en factores provocados sobre todo por los medios audiovisuales: se está pro-
duciendo una tendencia a ignorar el axioma deontológico que propugna la deseable separación entre rela-
tos y comentarios debido a la frivolización de la noticia en la televisión y a los mensajes insuficientemente
comprobados que conducen al rumor, y que traen como consecuencia la “indefinición entre lo que debe pre-
sentarse como un hecho comprobable y lo que sólo es un comentario subjetivo”128.
Los considera importantes hasta el punto de afirmar que existe periodismo en la medida en que unos de-
terminados individuos se someten a una determinada disciplina intelectual al dar forma literaria a sus mensa-
jes y crear así textos periodísticos. Y tantoes así que profetiza:
“El día en que los profesionales de la comunicación periodística renuncien a trabajar de
acuerdo con las exigencias de la citada disciplina mental, ese mismo día el Periodismo habrá
dejado de existir. El Periodismo, en cuanto técnica de trabajo social sometido a ciertos re-
quisitos profesionales, tiene condicionada su supervivencia al respeto efectivo de los comu-
nicadores a una precisa Teoría de los géneros periodísticos”129.
Si se cumplen estos augurios o no sólo podremos saberlo con el tiempo. De momento no estaría de más
que reflexionáramos sobre ellas y hacer lo que esté en nuestras manos para evitar que se cumplan sus pre-
dicciones, quizás pesimistas en exceso pero también realistas.
2. Perspectivas de futuro: los géneros interpretativos y la hibridación de géneros La aparición del periodis-
mo interpretativo supuso en su época una gran innovación conrespecto a la visión que hasta entonces se
había tenido de los géneros periodísticos. Conél alcanzaron su mayor auge géneros como la crónica y las
distintas modalidades dereportaje, y de manera especial el denominado reportaje interpretativo, en profun-
didad ogran reportaje. Las palabras que utilizó Martín Vivaldi en los años setenta para describireste último no
podrían ser más esclarecedoras:
“Cumple una misión, no sólo informativa, sino cultural de primer orden. Informa a los lectores,
comunica cuanto de comunicable haya en el mundo y, al propio tiempo, conforma sus gustos,
afina el paladar literario del público lector (...) puede ser una poderosa fuerza educativa (...)
Puede ser, lo es, la gran palanca para la humanización del hombre ‘deshumanizado’ por causa
de una civilización excesivamente mecanicista (...) Y el gran Periodismo interpretativo convierte
al periódico (...) de simple conjunto de noticias escuetas, en el gran libro diario del saber y del
acontecer humano”130.
Pese a estas evidencias, algunos autores131 no creen que hoy pueda hablarse de géneros interpretativos
propiamente dichos porque entienden que toda interpretación es en realidad una opinión subjetiva y que la
función interpretativa está presente en cualquier texto periodístico. Incluso en los informativos, ya que el
simple hecho de seleccionar unos hechos para ser publicados y redactarlos de una determinada manera sería
una forma implícita de interpretación. Concha Fagoaga, una de las primeras de personas en estudiar este pe-
riodismo en España, reconoció el alcance de la faceta interpretativa de los periodistas al admitir que éstos no
se limitan a reproducir lo que ven y oyen porque los hechos “no se producen descontextualizados de una si-
tuación económica, social y política concreta. (...) no surgen aislados de una realidad más amplia, se insertan
en ella”132. Pero ello no le impidió poner en duda la sacralidad de los hechos auspiciada por los norteamerica-
nos y establecer la trilogía información- interpretación-opinión en la producción de los mensajes periodísticos,
diferenciando asílos mensajes conocidos como interpretativos de los otros más tradicionales.
Otra crítica que reciben estos géneros llega como consecuencia de las nuevas formas que muchos pe-
riódicos han empezado a adoptar tanto por su necesidad de captar la atención de los lectores como por las
posibilidades que las nuevas tecnologías les brindan. Se trata de la incorporación de efectos visuales, color y
noticias breves de lectura fácil y rápida, algo que de entrada podría hacernos pensar que los géneros interpre-
tativos tendrán cada vez menos cabida en la prensa de papel. Estas conjeturas me han llevado a defender
en algunos de mis trabajos de los últimos años la idea de que es perfectamente posible conciliar ambas
formas de entender la labor informativa. Se trata de un proceso descrito por el escritor y profesor norteameri-
cano Roy Peter Clark133 como una falsa dicotomía que no hace más que provocar confrontaciones innecesarias
entre un periodismo de consumo rápido y una manera de ofrecer información mediante el análisis, la profun-
dización y la explicación de los hechos de actualidad. Ambas opciones son compatibles, tan sólo suponen
dos maneras diferentes de afrontar la labor de informar sobre lo que ocurre. A la hora de decantarse por
una u otra aproximación, el periodista estará condicionado por múltiples factores como la línea habitual de
trabajo del periódico para el que trabaja, el tema que va a tratar, la disposición de tiempo, su capacidad narra-
tiva o las necesidades del público al que se va a dirigir, entre otros.
Pienso, aun a riesgo de pecar de nostálgica del periodismo narrativo, que géneros como el reportaje in-
terpretativo siguen siendo imprescindibles para que los ciudadanos de los países democráticos, además de
conocer los hechos de manera escueta tengan acceso a una información más amplia, profunda y detallada que
las informaciones breves no le aportan. Es posible que el estilo de vida en el que estamos inmersos dificulte
mantener el interés por la lectura, pero para que los ciudadanos conozcan lo que pasa a su alrededor y a la
vez entiendan el cada vez más complejo mundo en el que viven, no son suficientes los textos breves y estric-
tamente informativos.
Es grato saber que otros profesores comparten, al menos en su esencia, mis ideas. Juan Cantavella vatici-
na que la interpretación irá cobrando una mayor importancia en la prensa diaria a expensas de la información
pura y simple, lo que llevará a un aumento del número de reportajes interpretativos y de análisis, textos que
intentan “explicar desde el conocimiento técnico profundo la complejidad de un tema actual”134. De hecho,
en su opinión, lo que ocurrirá en un futuro es que las noticias quedarán reducidas a los breves para permitir una
lectura rápida, o bien se presentarán reportajeadas. También el profesor colombiano Julián González se sitúa
en esta línea al entender que los géneros interpretativos como la crónica y el reportaje les permiten diferenciar-
se del periodismo informativo canónico y son un intento por “trabajar la dimensión emocional de los vínculos
entre la prensa y los lectores, dimensión devaluada por el periodismo informativo y su estilo neutro”135.
Por otra parte, como ya señalé antes, puede hablarse de géneros en la medida en que exista en un esti-
lo propio diferente de los demás. Desde este punto de vista, en el periodismo existirían tantos géneros como
estilos. Tradicionalmente se ha hablado de los estilos informativo y editorializante como los propios del pe-
riodismo. Pero desde el momento en que aparece el interpretativo y, más aún, se producen algunas mezclas di-
fíciles de catalogar como uno de estos tres, también se multiplicaría la variedad de géneros y, del mismo mo-
do, la dificultad para delimitar algunos de ellos.
El periodismo ha cambiado a lo largo de su historia y si por algo se ha caracterizado su desarrollo es por
la búsqueda constante de nuevas formas de expresión por parte de los profesionales de la información. Los
motivos de esto son varios y diversos, entre ellos las innovaciones técnicas, la competencia de otros medios de
comunicación, los nuevos hábitos y necesidades de los lectores o la profesionalización del oficio periodísti-
co. Y su consecuencia más inmediata es la hibridación de los géneros a la que anteriormente hice referencia
y que, es de esperar, seguirá produciéndose a medida que se vayan desarrollando las prácticas de la profe-
sión periodística.
Suele decirse que la formación de géneros híbridos es un fenómeno bastante reciente, pero esto no es
exactamente así porque en el periodismo las normas nunca han sido estrictas al cien por cien. Uno de los pri-
meros manualistas en mencionar las diferencias entre noticias y editoriales, el norteamericano Alphonso G.
Newcomer, daba en 1894 unos sutiles apuntes a lo que años más tarde supondría la ruptura de muchas de las
normas supuestamente tajantes que habían existido hasta el momento. En A Practical Course in English
Composition hacía estas afirmaciones: “La noticia es necesariamente el texto redactado de forma más apresu-
rada de todos los que se pretenden imprimir (...) La redacción de noticias no puede ser el lugar para un
despliegue de la personalidad, pero un cierto grado de ello puede ser aceptable incluso aquí”136.
También la información reportajeada137 sobre la que reflexioné en 2002 ya había sido perfilada en cierto
modo por Martín Vivaldi en los años 1970. Cuando establecía su tipología de géneros, hablaba de un primer ti-
po de reportaje al que llamaba reportaje estándar pero que en una ocasión llamó noticioso y que, si bien en un
principio podría parecer el mismo que posteriormente se denominaría reportaje objetivo, una mirada detallada
a su descripción hace entender que era más similar a la información reportajeada. Decía Vivaldi que se trataba
de un reportaje muy frecuente en los diarios y que consistía en ofrecer el hecho noticioso con más detalles
que la información escueta, sin dejar lugar alguno a la opinión, breve, siguiendo en la mayoría de los casos el
esquema del orden de importancia decreciente138.
Ahora más que nunca encontramos en la prensa todo tipo de textos en los que se observan dos maneras
de hibridación:
- Textos que, referidos a un mismo hecho noticioso, incorporan varios géneros diferentes en una misma pá-
gina pero diferenciados tipográficamente. Suelen ser fundamentalmente informaciones que merecen cierta
extensión y que suelen enriquecerse acompañándose de una entrevista a alguien que tiene algún tipo de re-
lación con el hecho del que se informa, pequeños sueltos firmados por expertos en la materia que opinan
sobre los hechos e incluso una viñeta que refleja lo ocurrido enclave de humor.
Géneros híbridos propiamente dichos: antes eran los géneros interpretativos como la crónica y el reportaje los conside-
rados géneros híbridos por excelencia porque se situaban a mitad de camino entre la información y la opinión. Hoy la
prensa se caracteriza por el creciente número de informaciones reportajeadas, es decir, textosque informan sobre
noticias de reciente actualidad pero que lo hacen con un tratamiento más propio del reportaje, dotándole de una
cierta creatividad narrativapara hacer la lectura más atractiva.
A medida que se han ido dando cuenta de su importancia, las empresas periodísticas han ido dedican-
do mayores esfuerzos a la adaptación de los géneros al nuevo medio hasta llegar al punto en que el ciberpe-
riodismo ha creado una nueva manera de hacer periodismo que “además de buscar, analizar y describir la in-
formación, debe también enlazarla”141. Decía el profesor Armentia al respecto que:
“(...) es necesario que los periodistas se acomoden a una nueva forma de hacer periodismo,
tanto en lo que respecta al lenguaje periodístico utilizado, las diferentes formas de expresión
lingüística (los géneros periodísticos), a las estructuras textuales interna y externa de los relatos
periodísticos, como a los sistemas de presentación y jerarquización de las noticias en este nuevo
canal”142.
Esa nueva forma de trabajar y la manera en que afecta a los géneros periodísticos merecerían que se les
dedicase un manual aparte como de hecho ya está haciendo en muchos países. En España, el periodismo digi-
tal forma parte de los planes de estudio de prácticamente todas las universidades donde se imparte la licen-
ciatura de Periodismo (en 2006 eran 15 las que contaban con alguna materia dedicada en exclusiva al estu-
dio del ciberperiodismo143). Si a esto añadimos que su expansión ha sido tal que las redacciones de práctica-
mente todos los periódicos cuentan ya con sus propias plantillas separadas para las versiones de papel y digi-
tal, es lógico entender que, al menos en las facultades españolas, los planes de estudios contemplen la re-
dacción para prensa digital como una asignatura independiente de la de papel. También contamos con algunos
profesionales que se han especializado en esto y cuyas investigaciones al respecto ya han dado algunos frutos
en forma de publicaciones de gran utilidad, si bien es cierto que todavía escasean las iniciativas que profundi-
zan en el estudio concreto de una teoría de los géneros en la Red.
Al profesor Javier Díaz Noci debe reconocérsele el haber sido pionero en intentar crear una teoría de los
géneros ciberperiodísticos. En el primer Manual sobre redacción ciberperiodística publicado en español en
2003, Noci elaboraba una tipología de géneros ciberperiodísticos tomando como base los modelos del
periodismo impreso, a los que consideraba herramientas útiles para profesionales y alumnos a pesar de sus li-
mitaciones. Partiendo de la idea de Héctor Borrat según la cual los géneros se clasifican en base a los topoi
que predominan en cada uno de ellos, establecía tres tipos, informativos, interpretativos y argumentativos, a
los que añadía los dialógicos144.
Pero posteriormente reconocería que en realidad, más que hacerse una clasificación deberían determi-
narse cuáles son las características que definen los productos informativos que se encuentran en el ciberespa-
cio y ver en qué medida se cumplen. El motivo sería que una teoría de los géneros ciberperiodísticos provoca-
ría problemas debido, entre otras causas, al carácter mixto de los textos y la constante relación entre unos tipos
de textos y otros (la hipertextualidad), que supera incluso a la creciente hibridación de los géneros en la prensa
de papel.
Así pues, partiendo de que entendemos por cibertexto el texto compuesto tanto por palabras escritas
como por todo tipo de componentes informativos multimediales, Noci construye una serie de criterios propios
de los cibertextos (el primero sería el retórico, al que añade: hipertextualidad,
ultimedialidad; interactividad y participación; temporalidad y tempestividad)145 para llegar a una clasifica-
ción muy completa (unos sesenta en total) y rigurosa aunque excesivamente compleja para quienes no se mue-
van habitualmente en el terreno delciberperiodismo.
Creo que para los objetivos que aquí se persiguen será más apropiado mostrar una relación de los géne-
ros que aparecen con más frecuencia en los periódicos digitales y que la mayoría de los estudiosos del ci-
berperiodismo citan utilizando iguales o parecidas denominaciones. Los avances tecnológicos que han lleva-
do a la creación de Internet y la posterior aparición de prensa digital han puesto a la catalogación clásica de
géneros periodísticos en serios problemas ya que lo que sirve para la prensa de papel no parece ser tan útil pa-
ra la digital. Pero antes de hablar de los géneros propios de la Red creo necesario dar al menos algunas pince-
ladas previas sobre cuestiones técnicas y estilísticas relacionadas con el nuevo medio.
Las encuestas son una forma más que importante de lograr una fidelización del público (es decir, que los lecto-
res sigan visitando el periódico a lo largo del tiempo), y mostrar los resultados es una forma de mantener el
interés por opinar.
PARTE IV. UNA PROPUESTA DE CLASIFICACIÓN
1. Justificación
Teniendo en cuenta que los géneros son el fruto de una actividad (la periodística) en permanente evolución,
podría pensarse que las clasificaciones de géneros que nos han hecho llegar distintos autores acabarán por
quedarse obsoletas, si no lo están ya. Ciertamente, algunas ya no se corresponden realmente con el perio-
dismo que se practica en nuestros días, mientras que otras están más actualizadas pero presentan, a mi
modo de ver, algunas carencias que no las hacen tan completas o universales como sería deseable. No es mi
intención hacer una crítica del valioso trabajo que mis compañeros de profesión han llevado a cabo sobre es-
ta materia hasta la fecha sino que propondré mi propia tipología, para lo cual sí creo conveniente explicar los
motivos que me llevan a descartar unos criterios de clasificación y utilizar otros.
El criterio de actualidad, según el cual los géneros se diferenciarían por la mayor o menor inmediatez del
hecho sobre el que informan, no parece válido para clasificar todos los textos que se publican en los diarios,
aunque cabría la posibilidad de utilizar las denominaciones anglosajonas hard news-soft news y breaking news-
features para aglutinar la inmediatez con el tipo de temática. Así, las hard news- breaking news serían de ac-
tualidad más inmediata y sobre cuestiones más serias o “duras” (como informaciones sobre política o la eco-
nomía), y las soft news-features designarían a los textos cuya publicación no urge de inmediato y que tratan
asuntos más ligeros, de interés humano o “blandos” (reportajes y entrevistas). Pero seguiría siendo insufi-
ciente, al menos para el periodismo español, porque no siempre puede hacerse esta asociación y además algu-
nos géneros como la crónica no serían fáciles de ubicar y otros como los de opinión se quedarían fuera de la
clasificación.
Podría optarse por establecer tipologías en base a las formas que adoptan los textos periodísticos, es
decir, sus estructuras. De este modo nos estaríamos situando en la línea de José Javier Muñoz, para quien los
géneros son modalidades de creación lingüística caracterizados por un determinado esquema formal154. Sin
embargo, la vinculación de los géneros periodísticos únicamente a las estructuras conduciría a clasificaciones
excesivamente rígidas porque bien es sabido que las variedades estructurales de los géneros se han diversifi-
cado muchísimo con el paso de los años y ceñir, por ejemplo, la información a la estructura de la pirámide in-
vertida supondría ignorar las informaciones reportajeadas que tanto abundan hoy en la prensa. Otros criterios
posibles serían la ubicación dentro del periódico (de portada, interior, contraportada, páginas especiales, etc.)
o el tema (política, economía, sociedad, cultura, deportes, etc).
Existe también la posibilidad de concebir los géneros periodísticos como “agrupaciones de estructuras in-
formativas cuyo grado de objetividad-subjetividad se mantiene en un grado homogéneo”155, defendida por
John Müller. Se basa en la convicción de que técnicamente se pueden establecer gradaciones de mayor o me-
nor subjetividad de un trabajo periodístico con el método del análisis de contenido.
De este modo, se clasificarían los géneros por su grado de objetividad-subjetividad. El problema que pre-
senta este criterio es que, al igual que los anteriores, es muy relativo. Un análisis de contenido puede ayudar-
nos a demostrar científicamente el nivel de subjetividad u objetividad de un texto, pero lo hará siguiendo unos
parámetros previamente establecidos que, al fin y al cabo, también son subjetivos en la medida en que otro
análisis de contenido puede establecer otros diferentes.
Sería ingenuo asegurar que existen textos periodísticos sin ningún tipo de implicación del periodista que
los escribe. Partiendo de la idea defendida por Martínez Albertos de que el periodista, como operador semán-
tico que es, elige la forma y el contenido de los mensajes periodísticos y manipula lingüísticamente una reali-
dad bruta para conseguir elaborar un mensaje adecuado mediante una codificación que sea apropiada156, todo
texto resultante contiene algún grado de manipulación.
Delimitar la objetividad entraña tantas dificultades que sería más preciso hablar de la intencionalidad de-
fendida por el profesor Albertos. Para él, más bien se trata de una cuestión de honestidad intelectual y sinceri-
dad del informador porque, como asegura un profesor colombiano, “toda noticia, todo reportaje, está lleno de
decisiones de tipo personal del periodista, que van desde la escogencia del tema hasta el instante en que in-
cluye un material, margina otro y organiza el primero en una forma determinada”157. Para otros no es suficiente
hablar de ética o de una determinada actitud del periodista porque “para evitar caer en moralismos estéti-
cos es preciso que haya una regulación desde el derecho y la jurisprudencia (...) y desde la teoría general de
la información”158. José María Desantes y Carlos Soria, especialistas en derecho de la información, confirman
estas dificultades cuando sostienen que difícilmente se puede encontrar un mensaje puro formado sólo por he-
chos o por juicios, que son los elementos que constituyen la base de los mensajes comunicables159.
¿Sería entonces más acertado recurrir a la ya clásica división entre géneros informativos, interpretativos y
de opinión? Su utilidad es obvia, de hecho es imprescindible que los estudiantes la conozcan para que com-
prendan el proceso por el que han atravesado los géneros en el periodismo moderno. Pero sin descartar
esa trilogía, que sigue siendo válida con puntualizaciones, sería necesaria una nueva clasificación que tenga
en cuenta otros criterios igualmente importantes o hechos como que apenas existan ya géneros puros.
Con razón decía Núñez Ladevéze que en todo género periodístico informativo implícitamente siempre hay
interpretación porque el modo de presentar una noticia implica una previa valoración de su importancia so-
cial160. De hecho, cuando afirmamos que el periodismo es un método de interpretación sucesiva de la reali-
dad ya estamos admitiendo que existe un proceso por el que esa realidad atraviesa antes de llegar al pú-
blico.
Un proceso que se inicia con la selección deentre todo lo que pasa lo que considera interesante, continúa
al traducir a un lenguajeinteligible el hecho que nos hace llegar, y finaliza cuando intenta completarlos, si-
tuarlosy ambientarlos para que los podamos entender (reportaje, crónica), explicar y juzgar(editorial y otros
comentarios), facilitando así las respuestas sociales a todo lo quepasa161. Como bien dice Gomis, el perio-
dismo comunica adecuadamente la realidad através de una serie “convenciones comunicativas o de fórmu-
las de redacción quellamamos géneros periodísticos. El lector sabe que no es lo mismo leer una noticia
queleer un comentario y el periodista sabe que no debe escribirlos de la misma manera porque sus
funciones no son las mismas”162.
No obstante, sigue siendo posible distinguir la interpretación (en mi clasificación prefiero hablar de inter-
pretación explícita) de la simple información y de la opinión porque, de hecho, aparece siempre integrada en
la parte informativa de un diario en la que el periodista informa, explica y analiza, pero no emite juicios de valor
de manera explícita como en las páginas de opinión. José Maria Sanmartí describe y sintetiza con
gran acierto cómo se diferencia:
“La relación con el hecho básico se hace más distante, su estructura se vuelve más compleja, el estilo más libre e
incluso personal. La misión del redactor ya no es sólo la de exponer el hecho, los datos básicos (...), sino la de ana-
lizar. La presentación también es más rica, más elaborada con el apoyo decisivo de la tipografía, de la infografía y
de la fotografía”163.
Otra posibilidad, acertada aunque insuficiente a mi entender, es la defendida por el periodista Álex Gri-
jelmo, que diferencia los géneros por el grado de presencia del informador en el texto. De este modo, en la no-
ticia el redactor estaría prácticamente ausente y sólo adivinamos que existe porque ha sido redactada, mientras
que en el artículo se convierte en el protagonista164. Siguiendo este criterio sería fácil colocar la noticia escueta
en un extremo y el artículo firmado en el opuesto, pero no debemos olvidar que incluso en las informaciones
más breves y puras hay algún tipo de implicación de quien ha decidido publicar ese hecho y no otro o redac-
tarlo de una manera u otra. Por eso pienso que este criterio debería, por una parte, matizarse hablando de
presencia explícita, y por otra tener en cuenta que no hay una fórmula para determinar el grado exacto de pre-
sencia del autor en cada género, de ahí que en mi propuesta (como se verá más adelante) no establezca medi-
das sino una simple flechaque avanza del menor al mayor grado.
La propuesta que lanzó Martínez Albertos hace algún tiempo es una de las más precisas y completas que
se han hecho porque consiste, a grandes rasgos, en definir las diferencias entre los géneros por el estilo en que
están elaborados y la actitud que adopta quien escribe. De este modo, el estilo informativo de primer nivel
correspondería a la noticia y el reportaje informativo, escritos con la actitud de informar y relatar; el informativo
de segundo nivel (la interpretación aparece como una manera de informar) corresponden al reportaje interpre-
tativo y la crónica, escritos con actitud de interpretar y No niego la importancia del estilo, aunque pienso que
es una consecuencia directa e implícita a la intención o finalidad que se persigue, que es el criterio básico en
que se apoya mi clasificación, como se verá más adelante.
A la hora de encontrar los criterios más precisos para crear una tipología, me parecen sumamente intere-
santes las reflexiones que hace el autor brasileño Luiz Beltr o cuando distingue los que califica de periodismo
extensivo y periodismo intensivo. En el primero “predomina la información, sin preocupación por el análisis,
producido bajo la presión del tiempo y del espacio”, mientras que el segundo se ejerce “sobre la base de la re-
flexión, cuyos temas y materias son seleccionados y las informaciones son transmitidas del modo más com-
pleto posible y en profundidad, ya que se trata de establecer y exponer el problema creado por el hecho”165.
Son unas premisas muy a tener en cuenta porque tienen en cuenta la actitud del informador, su manera de
trabajary las formas resultantes de su trabajo.
Antes de exponer cuáles son los criterios que utilizo como base para mi clasificación creo que preciso
señalar que, cuando hablo de clasificaciones de géneros periodísticos no me estoy refiriendo a la parcelación
de todos los textos que aparecen en los periódicos, ya que los contenidos de éstos no son exclusivamente,
aunque sí mayoritariamente, periodísticos. Clasifico los contenidos de un periódico de esta manera:
- Géneros periodísticos y sus elementos complementarios. Estos últimos, precisamente por su carácter de
complementariedad con respecto a los primeros, no son estrictamente géneros pero merecen ser mencio-
nados.
- Géneros literarios y entretenimiento.
- Publicidad.
Por tanto, los géneros sólo se asociarían a textos publicados con el fin de transmitir algún tipo de in-
formación u opinión vinculados a hechos de actualidad y de interés público. Quedarían excluidos los conteni-
dos que no cumplen con los requisitos de la información periodística, como la publicidad y el entretenimiento,
es decir, todo aquello cuyo fin sea únicamente vender o entretener (pasatiempos o literatura en el sentido es-
tricto de la palabra, como las novelas por entregas que algunos denominan géneros amenos). La columna per-
sonal y la tira cómica serán consideradas géneros en la medida en que sus contenidos se vinculen a hechos de
actualidad.
También debo señalar que para llegar a una clasificación parto de unas premisas que defiendo porque
considero básicas, a saber:
- Aun admitiendo que el periodismo es una actividad cambiante y que algunos de sus principios no han per-
manecido invariables, es fundamental que los periódicos mantengan la idea básica de separar la opinión de
la información, tanto desde el punto de vista formal para que el lector las identifique, como desde el deber
moral del informador. Bien es sabido que ni los hechos son tan sagrados ni las opiniones tan libres como de-
bieran, pero los periodistas nunca deberían olvidar que en este dicho sigue estando el sentido de su activi-
dad profesional.
- Una tipología completa debe dar cabida, en la medida de lo posible, a todos los textos resultantes del
quehacer periodístico.
- Podrían existir tantos géneros como textos periodísticos porque nunca habrá dos textos iguales, pero sí
pueden distinguirse unas características comunes que permiten hablar de modalidades (al menos por el mo-
mento, quizás llegue a ser más difícil si la tendencia a la hibridación continúa) o grandes tipos de géneros.
- Los que califico de subgéneros son más difíciles de clasificar, no sólo por la hibridación sino también porque
varían en función de cada país e incluso dentro de los diarios de un mismopaís.
- Especialmente desde el punto de vista didáctico, más importante que establecer divisiones entre los tipos de
géneros es conocer las variedades que existen y las características que los distinguen entre sí para posterior-
mente poder ponerlos en práctica.
¿Cuál sería entonces el criterio o los criterios más adecuados para hacer una clasificación? Mi respuesta
comienza con otra pregunta: ¿Cuál es el motivo de que en la prensa unos textos sean diferentes de otros o, lo
que sería lo mismo, por qué existen los géneros periodísticos? Porque el periodista, una vez que ha seleccio-
nado los hechos sobre los que va a informar, procede a valorarlos y jerarquizarlos, y es en ese momento cuan-
do comienza un proceso de toma de decisiones (algunas de ellas casi inconscientes) que van desde el lugar y
tamaño que van a ocupar los textos que plasmarán esos hechos hasta los recursos gráficos que los acompaña-
rán, la profundidad con se que van a tratar o el enfoque que se les darán dependiendo del tema que traten.
Los resultados de esas decisiones darán lugar a los géneros.
Dicho esto, y dada la dificultad que supone llegar a una conclusión definitiva, me parece más acertado
configurar una clasificación menos rígida que muchas de las que se han hecho, en la que más bien deberían te-
nerse en cuenta las actitudes comunicativas de los informadores. Éstos, una vez decidido qué es lo que van a
contar al lector y dependiendo de las características del periódico para el que trabajen, del espacio del que
dispongan y, sobre todo, del tema sobre el que quieren informar, seguirán tres pasos haciéndose estas pregun-
tas:
1.- ¿Qué función esperamos que cumpla el texto que vamos a escribir? Es decir, los periodistas decidirá si tan
sólo quieren transmitir información sobre unos hechos, si el lector esperará que se le explicasen con más
profundidad, o si quieren transmitir una opinión personal sobre los mismos. La dificultad que podría existir
para decidir dónde se sitúa exactamente cada género se resuelve partiendo de que, como suele pensarse
que la interpretación está implícita en todo texto periodístico, optaré por hablar de interpretación explícita.
El problema de la subjetividad, supuestamente presente en todos los textos en mayor o menor grado, que-
da resuelto con la idea de Albertos expuesta antes: se trata de que haya honestidad intelectual, una in-
tención de objetividad. Por eso, al referirme a la opinión, hablaré de opinión explícita.
2.- Como consecuencia de lo anterior, ¿cuál será el grado de presencia del autor en el texto? Es decir, el perio-
dista decidirá la manera en que afrontará como persona aquello que quiere contar, la actitud que adoptará
al respecto (con distanciamiento, implicándose para contar algo que ha vivido en primera persona, emi-
tiendo juiciosde valor, etc.).
3.- Y como última consecuencia, ¿qué forma adoptarán los textos resultantes? Es decir, optar por un texto bre-
ve, extenso, con un lenguaje más o menos creativo, acompañado o no de ilustraciones, etc.
En resumen, mis criterios de clasificación son: por una parte, la función o más bien la finalidad, es
decir, qué es lo que el autor pretende cuando construye un texto (informar sobre hechos para que el lector
tenga un conocimiento de la actualidad, interpretar dichos hechos para que los comprenda mejor y con más
profundidad, u opinar sobre ellos para persuadirle y modificar sus ideas o incitarle a la acción); por otra parte, y
como consecuencia de lo anterior, el grado de presencia del autor (que se plasma en la interpretación implí-
cita o explícita, la creatividad en el texto, libertad formal y estilística, la firma).
Esta es por tanto mi propuesta, hecha en base a los dos criterios de clasificación de los textos:
1. La función que cumplen: Partiendo de la idea defendida por José Luis Martínez Albertos de que cualquier
intento de clasificación nos remite en último extremo a dos productos básicos (el relato y el comentario), distin-
go dos grandes funciones, la de informar y la de opinar de forma explícita. La primera de ellas se subdivide en
las de informar (entendida desde el punto de vista estricto) y la de interpretar, basándose en la idea, también
apoyada por Albertos, de que la interpretación es una manera de informar.
2. Teniendo en cuenta lo dicho sobre la relativa presencia de interpretación en todos los textos, preciso
que en este caso se trata de una interpretación explícita. Las líneas divisorias aparecen punteadas para indicar
que se trata de una división orientadora porque no siempre puede separarse tajantemente la información en
el sentido estricto de la interpretación. La segunda, referida a la opinión explícita (no podemos negar un
cierto grado de subjetividad implícita en muchos textos), contiene todas las variantes de géneros de opinión.
3. La implicación el autor: Consecuencia del anterior. No sólo se evidencia en la mayor o menor dosis de
opinión sino en aspectos como el grado de creatividad en la redacción o la presencia de la firma el autor. Co-
mo no existe una fórmula para cuantificar con exactitud la presencia del autor en cada género, mi propuesta
no establece medidas sino una simple flecha que avanza desde el menor al mayor grado y que aparece
también punteada para porque la gradación no es tajante ni pretende ser normativa.
De este modo, en un extremo se situaría la información breve escrita con la mayor asepsia posible, pa-
sando por la información estándar y la información reportajeada. Le seguiría el reportaje, donde la mayor impli-
cación del autor es patente en cuestiones como la elección del enfoque, el estilo de redacción, la aparición
de la firma e incluso el uso de la primera persona. La crónica avanzaría un paso más porque suele contener,
además de un estilo directo y muy personal, una valoración de unos hechos. Esta valoración es mayor en las
crónicas temáticas que en las locales, pero incluso en estas últimas el cronista elige el enfoque que va a dar y
narra los hechos como testigo directo de los mismos. Al final de la flecha se situarían los géneros de opinión,
empezando por los editoriales que siguen unas normas estilísticas y convenciones formales. Les seguirían las
críticas y, finalmente, los artículos firmados y las cartas al director, donde los únicos límites para opinar los
ponen unas normas mínimas de respeto a las personaso instituciones de las que se habla.
OPINIÓN
Breve Informa- Información Informa- Reportaje Entrevista Crónic Cróni- Editorial Crítica Artícu-
ción co- ción múltiple reporta- Objetivo literaria En- ca a temáti- lo
Subgéneros
En esa misma década, Gonzalo Martín Vivaldi equiparaba la noticia con otros tér-
minos como parte, informe o información172 y desde entonces el uso de este último
se ha extendido tanto que la mayoría de los teóricos españoles lo consideran más ade-
cuado para referirse al texto resultante de dar forma periodística a la noticia. El propio
Vivaldi concebía la noticia como algo más escueto, es decir, el hecho noticioso con sus
detalles más esenciales.
De modo similar al anterior nos llegaría unos años más tarde desde América La-
tina la denominación de nota informativa. Con él se refería Juan Gargurevich a la presen-
tación de hechos acaecidos recientemente, redactada de modo eminentemente factual
de acuerdo a normas técnicas y que sólo persigue presentar hechos. Estos son, en lí-
neas generales, los principios que a juicio del profesor peruano debía manejar un redac-
tor de notas informativas y que, como veremos más adelante, coincide plenamente con
los principios del periodismo español:
- Elección del hecho, que debe ser de actualidad absoluta, es decir, calificado previa-
mente como digno de ser noticia según una escala conocida de valores periodísticos.
- Redacción del lead o entrada, procurando responder brevemente a las preguntas clá-
sicas: quién, qué, dónde, cuándo, cómo y, a ser posible, por qué.
- Redacción del resto de la información, el llamado cuerpo, siguiendo el esquema de la
pirámide invertida, es decir, colocando los detalles siguiendo un orden de importancia
decreciente.
- Abstención de opinión aportando sólo hechos.
- Estilo redaccional claro, conciso, breve y preciso173.
En la actualidad, el periodismo español entiende por información aquel texto pe-
riodístico cuyo fin es informar asépticamente sobre un hecho de actualidad más inme-
diata. En líneas generales, todas las informaciones suelen coincidir en estas característi-
cas:
- Están formadas por un titular (título, a veces acompañado de antetítulo, que sitúa
geográfica o temáticamente la noticia, y/o subtítulo, que suele complementar al tí-
tulo o aportar un dato importante pero secundario con respecto al título), que debe
ser breve (unas once palabras), claro y, a ser posible, atractivo. Es, por decirlo de algu-
na manera, un escaparate, es decir, un resumen de lo que vamos a encontrar si pro-
seguimos con la lectura, que resulta atractivo pero que a la vez debe reflejar fielmente
el contenido de la información. Al contrario que en los géneros de opinión, donde los
titulares son más expresivos, aquí deben ser puramente informativos. En el caso de los
breves, el titular es mucho más escueto y nunca lleva antetítulo o subtítulo.
- El lead o párrafo de entrada en el que se condensan los datos esenciales que res-
ponden a las 6 Ws. Algunos autores lo denominan también entradilla, pero en
realidad son cosas diferentes. El lead (que viene de líder, “el que va en cabeza”) suele
ser el primer párrafo con los datos más importantes, que en los siguientes se irán
ampliando, y no se distingue tipográficamente del resto, mientras que la entradilla
(unas 35 palabras) suele utilizarse en informaciones que por su extensión incorporan un
párrafo inicial, a varias columnas y en negrita, donde se resume toda la noticia de
principio a fin.
- El cuerpo, que desarrolla y completa la información, habitualmente escrito siguien-
do el esquema de la pirámide invertida, es decir, contando los hechos en orden de im-
portancia decreciente, dejando los datos más secundarios para el final. Todo ello en
párrafos con una coherencia temática pero independientes entre sí desde el punto de
vista gramatical de modo que sean comprensibles separadamente y puedan suprimirse
desde el final sin que pierda sentido el texto. De este modo, el lector no tendrá
queleer el texto completo para estar informado del hecho si así lo desea. En él se am-
plían los datos apuntados en el lead (no se repiten), se añaden comentarios emitidos
por los protagonistas de la noticia o personas relacionadas, se dan antecedentes y po-
sibles consecuencias. En el caso de los breves el cuerpo suele limitarse a uno o dos pá-
rrafos, mientras que en las informaciones reportajeadas las estructuras no son tan rígi-
das, la libertad expresiva es mayor, y los textos se enriquecen introduciendo otros tex-
tos de apoyo.
- No suelen firmarse.
Sobre los orígenes del reportaje moderno existen opiniones muy dispares, aunque
lamás plausible parece aquella según la cual este género tiene sus raíces en las in-
formaciones que, consideradas insuficientes, se ampliaban añadiéndoles más detalles.
Para otros, el reportaje surgió como resultado de añadir elementos complementarios a la
entrevista escueta para ayudar a dar una idea del ambiente o del personaje178. En
realidad resulta muy difícil decidir en qué momento se publican en los periódicos textos
que puedan identificarse como reportajes porque su concepción como género ha varia-
do con el tiempo, aunque en el caso de la prensa española suele situarse su primera
aparición en la prensa española a finales del siglo XIX. El reportaje interpretativo llega-
ría a España en torno los 1960 cuando los periodistas intentaban ir más allá de la simple
información de los hechos tratando de explicar las causas y antecedentes, darles un
sentido y analizarlos en su contexto, bajo la influencia de la novela y del cine cuyas técni-
cas de montaje supusieron una ruptura absoluta con las secuencias cronológicas habitua-
les con maneras más ágiles de contar historias.
Pero los verdaderos protagonistas de este tipo de periodismo fueron las revistas
norteamericanas de mediados de los años 1950 como la revista Time, cuya fórmula se
extendería posteriormente a los periódicos, y posteriormente Life, Paris Match y O Cru-
zeiro Internacional.
En el caso de América Latina, surgió el famoso triángulo texto- imagen-diseño para
los grandes reportajes y que los diarios no tardarían en adoptar179. Se trataba de sacar
el mayor partido a las posibilidades que ofrecía el diseño gráfico mediante una presen-
tación atractiva que combinase el texto con imágenes, fotos y pies de fotos, para lla-
mar la atención del lector a la vez que se le facilitaba la lectura. La importancia de este
triángulo fue tal que aún se considera un elemento indispensable de cualquier reportaje,
mientras que en el periodismo español sólo lo es para el denominado gran reportaje.
También establecía una tipología que, sin lugar a dudas, ha servido de base a prác-
ticamente todas las clasificaciones posteriores que se han hecho. Distinguía entre el re-
portaje estándar, más vinculado a la noticia, sin valoraciones, escrito habitualmente se-
gún el esquema de la pirámide invertida; y reportaje en profundidad, gran reportaje
o reportaje interpretativo, más personal, libre, que ahonda, explica y analiza los hechos
que relata.
El análisis (fig. 11) analiza un hecho de actualidad que ha sido noticia y requiere una
explicación posterior más seria, detallada y especializada, por lo que su componente in-
terpretativo es alto. Suele encargarse a personas que no son necesariamente periodis-
tas pero sí grandes conocedoras o expertas en el tema que tratan y su mérito radi-
ca más en la capacidad para profundizar y analizar cuestiones complejas que en sus do-
tes literarias.
La mayoría de los periódicos españoles colocan la palabra análisis sobre el título,
de un modo similar a la prensa anglosajona, que utiliza el epígrafe news analysis. Algu-
nos ven en este género el futuro de una prensa de calidad en la que se ponga en prácti-
ca un periodismo de precisión inexistente en otros medios de comunicación.
La entrevista
Como paso previo a cualquier explicación sobre este género periodístico, es preciso
puntualizar que la entrevista no se refiere al procedimiento de obtención de información
mediante el cual un periodista entra en contacto con la persona que le suministra dicha
información con la técnica pregunta-respuesta, sino al texto final resultante de poner por
escrito dicho acto. Tampoco se refiere al acto en el que el periodista hace preguntas a
alguien, como las ruedas de prensa. Para poder hablar de entrevista como género
debe
haber un acuerdo previo entre el entrevistador y el entrevistado para que exista un
encuentro formal en el que, si fuese necesario, las preguntas estarían previamente marcadas.
Los orígenes de la entrevista como “diálogo periodístico” no están muy claros. Al-
gunos analistas los sitúan a finales del siglo XVIII, cuando se utiliza el periódico como
vía para exponer conversaciones de interlocutores imaginarios con ideas antagónicas
sobre cuestiones de actualidad. El periódico limeño El Peruano introdujo este tipo de
conversación entre el editor y un interlocutor bajo el epígrafe de “El Invisible”, y la
transcribía identificando a cada uno de ellos con su inicial del modo en que se hace en
la actualidad188. Esta técnica del diálogo evolucionaría hasta llegar a la entrevista perio-
dística entendida como la transcripción textual de un diálogo entre el periodista y un
personaje real para dársela a conocer al lector.
La primera se equipara al modo de entender este género que tenían los estudio-
sos hasta ese momento. Apenas cuatro años más tarde, Vivaldi modernizaba su visión de
este género y decía de él, refiriéndose a la entrevista psicológica o de carácter, que se
trataba de “uno de los tipos de reportaje más cultivados en el Periodismo mo-
derno”193.
En América Latina suele otorgarse a la entrevista el rango de género indepen-
diente del reportaje. Juan Gargurevich la definía como la “transcripción textual de un
diálogo entre un periodista y un personaje real con el objetivo de dar a conocer las res-
puesta de éste al lector” 194. Contrariamente a autores anteriores, no creía que la técni-
ca de obtención de información mediante preguntas fuera una entrevista propiamente
dicha, sino una parte del trabajo del periodista que recaba datos para poder escribir una
nota informativa. Pero paradójicamente, al configurar una tipología, añadía
a la de personalidad la de actualidad, “una manera de obtener información de
actualidad muy reciente a través de conferencias de prensa, encuestas, declaraciones de tes-
timonios, etc”.
Algunos autores creen que la entrevista tiene la entidad suficiente para otorgarle el
rango de género independiente, incluso hay quien la ve como un género genuinamente
informativo que se sitúa al mismo nivel que la información, bien por entender que es un
género pretendidamente imparcial y sin interpretación explícita (Julio del Río)195,
bien por considerar que, como la información, está obligada a responder a las
clásicas seis Ws (Antonio López Hidalgo)196. Pero parecen olvidar que la imparcialidad
informativa se pierde en el momento en que el periodista decide qué preguntas va a
hacer o cuálesva a omitir.
Por el contrario, equiparar la entrevista al reportaje como hace Ana Atorresi197 se-
ría admitir que no existe otro tipo de reportaje aparte de la entrevista. Por eso me pa-
rece más oportuno considerarla un subgénero del reportaje, más o menos interpretati-
va dependiendo de la modalidad, porque las funciones que cumple son las mismas y,
como decía Azorín, “toda entrevista puede ser reportaje y en todo reportaje hay entre-
vista”198. Gabriel García Márquez escribe sobre este género unas palabras muy significa-
tivas a la vez que bellas, dignas de ser transcritas:
(...) he omitido a conciencia la entrevista como género, porque siempre la
he tenido aparte, como esos floreros de las abuelas que cuestan una fortu-
na y son el lujo de la casa, pero nunca se sabe dónde ponerlos. Sin em-
bargo, es imposible no reconocer que la entrevista –no como género sino
como método- es el hada madrina de la cual se nutren todos. Pero no me
parece un género en sí misma, como no me parece tampoco que lo sea
el guión en relación con el cine199.
- El autor de la entrevista debe saber lo que se desea obtener antes de realizarla, lo que
requiere una recopilación previa de documentación sobre el entrevistado y la prepara-
ción las preguntas en función de la documentación obtenida.
- En el transcurso de la entrevista, las preguntas deben ser lo más concretas y directas
posible.
- El entrevistador debe ser capaz de crear un buen ambiente pero no hablar demasiado
para obtener la mayor información posible del protagonista.
- También debe tener la capacidad para ver, observar, escuchar, improvisar y percibir
todo aquello que uno expresa sin palabras, con gestos, movimientos, tono, etc. Es lo que
suele denominarse información subliminal202.
- El objetivo último que persigue es hacer que el lector se sienta casi testigo de la con-
versación.
En cuanto a las modalidades, tomando como base la clasificación de dos grandes
tipologías propuesta por Quesada, propongo ésta:
1.Entrevista informativa (fig. 7): también denominada entrevista objetiva, recoge las de-
claraciones que hacen sobre un hecho de actualidad personas implicadas, o bien per-
sonajes conocidos de quienes se trata de obtener ideas sobre su actividad profesio-
nal, social, política o artística, no sobre aspectos de su vida íntima, porque interesa el
personaje como experto en una materia. El periodista se limita a transcribir la conver-
sación mediante el sistema de pregunta y respuesta, sin comentarios ni interpretacio-
nes. Es el tipo más abundante en la prensa española, de hecho es muy criticado el su-
puesto abuso de esta modalidad por considerar que cede el protagonismo a las
fuentes hasta el punto de que son ellas quienes marcan las agendasde los medios203.
Un subtipo de esta modalidad es la conversación objetiva, que consiste en trans-
cribir una conversación previamente grabada que ha tenido lugar entre dos personajes
sobre una misma cuestión a quienes se deja hablar libremente sin intervenciones por
parte del periodista. Éste firma el texto pero su papel se reduce a escribir una en-
tradilla en la que se introduce brevemente a los personajes y a resumir la trascripción de
la conversación enlazando los fragmentos204.
2.Entrevista literaria o de creación (fig. 8): también recibe el nombre de entrevista
perfil y el periodista Álex Grijelmo la describe como una “información-interpretación
en la que trasladamos las ideas de un personaje informativo tamizadas por la propia vi-
sión del periodista”205.
3.Da a conocer la personalidad del entrevistado mediante un lenguaje más literario y
mayor libertad formal. No recurre a la pregunta-respuesta sino que se reproducen las
declaraciones del entrevistado entrecomilladas y alternadas con descripciones y expli-
caciones sobre el personaje, su vida y su actitud durante mientras es entrevistado. Es
más atemporal, aunque se habla de oportunidad periodística206 cuando se hace coin-
cidir su publicación con un acontecimiento que tenga alguna relación con el personaje
entrevistado. Suele ubicarse sobre todo en suplementos o páginas culturales.
3.3. La crónica
La crónica periodística es uno de los géneros más difíciles de definir porque comparte
facetas de otros géneros y su significado varía sustancialmente de un país a otro. La pa-
labra deriva de la voz griega cronos, que significa tiempo, de ahí que siempre se haya
asociado al relato de hechos siguiendo un orden temporal. Suele citarse la obra de Julio
César De bello gallico sobre la guerra de las Galias, escrita entre los años 58 a.C. y 49
a.C., como una de las primeras crónicas que se conservan, aunque consta que antes
de esa fecha Alejandro Magno ya se hacía acompañar por sus propios cronistas para que
registraran minuciosamente sus conquistas.
Siglos más tarde llegarían a América tras la conquista los autores de las que denomina-
rían crónicas o “relaciones en las que se trataba de hechos reales, sucesos ocurridos
durante un lapso determinado, historias contadas ‘de principio a fin’ y con una caracterís-
tica fundamental: se refieren a sucesos verdaderos”207. En España, la mayoría de los es-
tudiosos sitúan sus orígenes en las crónicas de Indias, unos relatos de carácter histórico
escritos por los colonizadores españoles que narraban las experiencias vividas durante
los viajes en los primeros añosde conquista y colonización de los territorios americanos.
La aparición de la crónica como género periodístico sucede cuando empiezan a
editarse periódicos con una cierta periodicidad. El antiguo cronista adapta su forma de
trabajar al nuevo medio y se convierte en periodista, escribiendo sus textos conforme
una manera más sistematizada de narrar los sucesos ante la necesidad de ofrecer infor-
maciones más elaboradas sobre hechos políticos, sociales o económicos. En América
Latina fue un género muy cultivado e influido por la literatura hasta la irrupción del
periodismo informativo procedente de los Estados Unidos, mientras que en España se
mantuvo más firme la tradición cronista.
En el periodismo latino la palabra crónica sirvió durante años para designar cual-
quier tipo de noticia, probablemente por influencia del género literario del mismo nom-
bre, al igual que se llamaba cronistas a los que hoy serían periodistas. La escuela anglo-
sajona, por el contrario, no cuenta con un vocablo para referirse a este tipo de texto
dado que apenas hace distinciones de géneros. En algún momento se han querido ver
paralelismos con las interpretative stories o con las feature stories, pero a mi entender
éstas se asemejan más a ciertos tipos de reportaje propios del periodismo español.
- En contraste con otro tipo de textos más especializados, la crónica periodística es li-
gera, adornada con galas literarias pero sin tecnicismos intraducibles; breve y ordena-
da, como corresponde al espacio del periódico y al hombre de cultura media que lo
lee.
- Aunque Graña distingue la crónica puramente informativa en la que predomina el ele-
mento noticia, de otra más literaria, entiende que la crónica periodística más perfecta
es aquella que condensa en síntesis artística el elemento informativo y el más literario o
interpretativo213.
- Contiene, o debe contener, las respuestas a las consabidas preguntas ¿qué?,
¿quién?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿por qué? y ¿cómo?, pero se les da un carácter más retó-
rico, se cuenta con más libertad estilística y un vocabulario más rico que la infor-
mación, y más espacio que ésta, sin olvidar nunca que debe ser comprensible para el
lectormedio.
- La crónica admite una gran variedad de fondo y de forma, por lo que se podrían enu-
merar muchas subespecies como la doctrinal, artística, literaria propiamente dicha,
biográfica, personal, descriptiva, utilitaria, amena, etc.
También Emil Dovifat se refirió a ella años más tarde, sin entrar en mucho detalle,
como un tipo de reportaje en el que el periodista escribe sobre cierto tipo de hechos de
forma reiterada. Sería a partir de la clasificación de Martín Vivaldi cuando se la empeza-
ría a considerar de forma más generalizada un género interpretativo por ese toque
personal que el cronista da a sus relatos de hechos al valorarlos. Vivaldi hizo la primera
definición precisa refiriéndose a ella como “en esencia, una información interpretativa y
valorativa de hechos noticiosos, actuales o actualizados, donde se narra algo al pro-
pio tiempo que se juzga lo narrado”214. Estas eran las características que leatribuía:
- Estilo personal pero sin desvirtuar los hechos ni deformar la realidad.
- Libertad de recursos estilísticos: comparación, metáfora, ironía, anécdota, pero
siempre con claridad comunicativa y concisión.
- Forma narrativo-informativa, sin preocuparse por la pirámide invertida.
- El sujeto-protagonista son los hechos noticiosos, más el cronista como intérprete
delos mismos: importan tanto el qué como por qué, el cómo y el para qué.
- El tema es la noticia radiografiada: no sólo la anatomía del suceso sino también su psi-
cología215.
En su clasificación, Vivaldi prescindía de las tipologías de algunos autores de su
época que contemplaban variedades como las crónicas deportivas, de sucesos, parla-
mentarias, de espectáculos, locales, del extranjero, de guerra, de viajes, etc. Se limitaba a
distinguir entre:
- Crónica propiamente dicha: basada en la gran noticia.
- Croniquilla: le daba este nombre porque se refería a lo pequeño, cotidiano y aparen-
temente intrascendente, lo que algunos autores llamaban folletín216.
Estas modalidades tenían para él los subtipos de columna y suelto o glosa, nin-
guno de los cuales guarda hoy relación con la crónica, como puede verse en la clasifica-
ción que propongo. Por su parte, desde México Guillermina Baena propone
hasta ocho variedades elaboradas con un criterio temático: noticiosa, parlamentaria, de-
portiva, de sociales, local, de nota roja, cultural y literaria217.
En los países de América Latina, la crónica fue adquiriendo otros matices y hoy se
equipara al reportaje en unos países, mientras que en otros se refiere a la columna lite-
raria. Otra definición procedente de Colombia asegura que es el género de mayor anti-
güedad en Latinoamérica: “Su aparición tiene como soporte la literatura; sobre todo las
situaciones contadas como relatos y apoyadas en el despliegue de fantasía realizada
por los escritores que referían hechos de ficción, y donde el paisaje y las historias consti-
tuían la base de la obra escrita”218.
En Cuba lo llaman también artículo de fondo. De hecho, las crónicas que se escri-
bían en España a principios del siglo XX eran prácticamente artículos y a menudo se utili-
zaban indistintamente ambas palabras. En Francia suele denominarse crónica al artículo
periodístico que comenta un hecho de actualidad o una idea.
En nuestros días, lo que el periodismo español entiende por crónica es, de manera
muy sintética, “la narración temporal de un acontecimiento”219. Manuel Bernal lo ex-
plica con más detalle: “Es una información de hechos noticiosos, ocurridos en un período
de tiempo, por un cronista que los ha vivido como testigo, investigador e, incluso, co-
mo protagonista y que, al mismo tiempo que los narra, los analiza, e interpreta, me-
diante una explicación personal”220.
Estos son los rasgos que la caracterizan:
- Contiene ciertos elementos de la información porque siempre tiene una base informa-
tiva, unos hechos noticiosos que dan pie a escribir una crónica sobre lo sucedido (de
hecho las del extranjero suelen titularse como noticias); y también del
reportaje interpretativo porque profundiza y analiza, está firmada y escrita con un es-
tilo personal y creativo pero no recargado, aunque la implicación del autor es aún ma-
yor al participar como testimonio directo de unos hechos que valora en base a lo visto
y a unos conocimientos; pero su función principal no es opinar sino informar sobre
algo interpretándolo según sus impresiones.
- Al contrario que el carácter ocasional de otros géneros, implica una cierta continuidad
por parte de la persona que escribe, que además narra siempre lo ocurrido entre dos
momentos (el principio y el fin de unos hechos) o dos fechas.
- El cronista es un especialista, bien en el tema que aborda en el caso de la crónica te-
mática, bien en la zona que cubre en el caso de la crónica del corresponsal.
- Suele tener una extensión considerable.
- Estructuralmente, suele iniciarse con un planteamiento de lo ocurrido, seguido de la in-
terpretación de los hechos (su explicación, análisis y valoración) o varios posicionamien-
tos posibles al respecto y, finalmente, una conclusión (a modo de consejo o exhorta-
ción) que sintetice el resultado de lo analizado.
Dos son los tipos de crónica que pueden diferenciarse:
1.Crónica local (12): su autor suele ser un periodista desplazado de manera permanente
o temporal como los corresponsales conocedores de la actualidad informativa de otras
ciudades o países221, o los enviados especiales que cubren determinados aconteci-
mientos puntuales como conflictos bélicos, cumbres, procesos judiciales, debates par-
lamentarios o grandes acontecimientos deportivos. Hoy la mayoría de las crónicas pro-
cedentes del extranjero que se publican en los diarios españoles son más informativas
que interpretativas, ya que los corresponsales suelen limitarse a informar objetiva-
mente de lo que ocurre sin entrar en valoraciones que requerirían un cono-
cimiento mucho más profundo y, en consecuencia, mucho más tiempo para elaborar-
las.
2.Crónica temática (Fig. 13): no debe confundirse con la crítica del especialista, que es
un género de opinión en el que el autor emite un juicio sobre algo ya sucedido. En es-
te caso, la propia crónica informa sobre el hecho a la vez que lo valora. El autor suele
ser un periodista especializado en cubrir informativamente determinados hechos rela-
cionados con el deporte, la tauromaquia, eventos de sociedad o cultura. Los presencia
de principio a fin y eso le permite narrarlos y hacer llegar al lector sus impresiones de
lo que ha presenciado.
3.4. Los géneros de opinión
Comentar es una actividad complementaria a la de redactar para informar sobre la actua-
lidad. Es decir, los textos de opinión que se publican en la prensa contienen opiniones
acerca de los hechos de actualidad que hemos conocido a través del resto del periódico.
Ese carácter de complementariedad podría hacernos pensar que el comentarista
desempeña un rol secundario con respecto al informador. Pero esto no es así, incluso es
lo contrario para autores como Héctor Borrat, quien hace estas afirmaciones al respec-
to:
“Si el comentarista cubre menos temas de actualidad política que el na-
rrador es porque su propia actuación confiere un mayor rango a los temas
cubiertos: produce un efecto de halo. Las decisiones de exclusión, inclu-
sión y jerarquización de los temas de la actualidad política que hace el na-
rrador ofrecen al comentarista un primer repertorio de temas posibles,
sobre el cual habrá de decidir sus propias exclusiones, inclusiones y jerar-
quizaciones. Comentar un tema es conferirle, ya, un rango más elevado
que el de aquellos temas que sólo son narrados. Dedicarle un editorial es
asignarle el más alto rango”222.
Una característica común a todos los periódicos es que cuentan con una sección
dedicada a la opinión cuyo tamaño depende de la publicación. Cuando se da la circuns-
tancia de que se publica un texto de opinión en las páginas destinadas a la información,
suele diferenciarse del resto colocándolo dentro de un recuadro o con un tipo de le-
tra distinto, lo cual indica la intención (y el deber) de hacer saber al lector que está ante
un texto con una finalidad distinta al resto.
Y si en algo coinciden todos los textos opinativos es que sus autores, para llevar al
lector un paso más allá de la información, hacerle reflexionar y lograr convencerle de
algo, tiene el deber de basar sus opiniones en datos correctos y exentos de manipula-
ción.
Para llevar esta tarea a buen término se requiere un profundo conocimiento de la ac-
tualidad y un buen dominio del lenguaje, es decir, lo que Vivaldi describió de esta mane-
ra a comienzos de los 1970: “escribir bien significa saber de lo que se escribe y, al propio
tiempo, ser un artífice, un virtuoso del lenguaje”224.
El editorial
Con frecuencia se habla de la función editorializante o emisora de opinión del periódi-
co en referencia a las páginas que dedica a los textos de opinión y de los editorialistas
para aludir a los autores de dichos textos. Si bien esto no es incorrecto, en realidad la pa-
labra editorial se restringe a algo mucho más concreto, que es el género comúnmente
denominado de esa manera.
La idea más extendida es que el editorial actual procede del periodismo del siglo
XVIII, cuando la burguesía francesa extendía su opinión con gran maestría por práctica-
mente todas las páginas de los periódicos. Con el tiempo fue restringiéndose la opinión
hasta llegar a ocupar una sola página, al menos en teoría. Esta práctica se extendió a
los Estados Unidos, donde se empezó a denominar a ese espacio “página editorial” para
distinguirlo del resto que contenía noticias, un esquema que pronto sería adoptado por
otros países donde “existían principios de ética que anunciaban que el diario debía
tener un lugar para las noticias y otro para las opiniones”225. Así se convirtió el edito-
rial en un espacio destacado cuyos contenidos, dependiendo de la garra con que se es-
cribiesen, podían llegar incluso a cambiar el transcurso de los acontecimientos políticos
de un país.
El manual primer manual de periodismo en español también hablaba del editorial
sin distinguir una tipología de géneros de opinión, pero sí establecía una clasificación de
editoriales en función del grado de intencionalidad de quien los escribía. Y aunque ad-
mitía que en la práctica se mezclaban y combinaban en diferentes proporciones, consi-
deraba que contar con una tipología era esencial para la didáctica del periodismo. Dife-
renciaba entre el editorial informativo en el que el articulista pretendía informar y cuyo
contenido eran hechos escuetos y precisos; editorial interpretativo, en el que a los he-
chos se agregaban causas, posibles efectos o consecuencias, otros hechos relaciona-
dos, ideas o conclusiones que el periodista deducía de ellos, mediante la discusión y la
argumentación; persuasivo, que añadiría la necesidad de convencer, inculcar en el áni-
mo del lector dicha interpretación, usando una mayor habilidad dialéctica y un mayor
conocimiento del problema y del público; incitativo, cuyo fin es inducir a la acción, para
lo que se requería una hábil suma de los anteriores; y un último tipo, el estético o cómi-
co, bastante inusual, en el que el articulista se proponía entretener mediante el uso del
ingenio, el humor o la imaginación226.
Por lo demás, la descripción que se hacía hace casi ochenta años del artículo edito-
rial difería tan poco del concepto actual que coincidía por completo en los aspectos hoy
considerados fundamentales de este género, que son éstos:
- El objeto del editorial es, sobre todo, interpretar o comentar las noticias pero sin
prescindir de los elementos informativos, que dan pie a la opinión.
- Generalmente no se firma.
- No es el autor quien opina, afirma o niega, acusa o ensalza, sino el conjunto del perió-
dico como empresa o institución, que se arroga también la representación unánime
de su público.
- Quien lo escribe pierde en personalidad al someter su criterio personal al de la em-
presa, pero gana en autoridad por la influencia que tiene en la sociedad la opinión del
periódico como institución.
Y con respecto al estilo,
- El propósito del artículo editorial debe ser evidente y bien definido.
- Al articulista se le pide narración ordenada o exposición lógica, mucha información,
mucha memoria, mucha dialéctica y poca emotividad agresiva.
- En muy contadas ocasiones se apela en los editoriales a la grandilocuencia y, por el
contrario, la elocución debe ser sencilla y sin pretensiones de arte literario o purismo
exagerado227.
No menos importantes son las similitudes con los editoriales actuales en lo que
respecta a las aptitudes que se apuntaban como fundamentales en todo articulista que
se preciase:
“(...) es menester documentarse con toda seriedad para que el artículo
produzca el efecto deseado. La amplitud de la información, y una com-
prensión más profunda de los acontecimientos, imponen el estudio de sus
relaciones con la sociología, con la estadística, la historia, la economía, la
religión, el derecho en todas sus ramas, y hasta con ciencias ajenas, al pa-
recer, a la actividad periodística. El público exige, aún en los editoriales,
más información que comentario; sólo acepta éste cuando constituye más
bien una exposición de relaciones con otros hechos asociados”228.
Tres décadas más tarde, Emil Dovifat apenas avanzaría con respeto a lo aportado
por el primer manual, tan sólo señalaba datos ya conocidos como que el editorial es
el más representativo del periódico, no se firma y representa la voz del periódico como
un todo y refleja directamente el acontecimiento sin divagaciones.
O que el mejor editorialista es “aquel que trata un acontecimiento señalado de
forma que obre a la vez eficazmente en interesar al lector y en dirigir su opinión”231. Qui-
zás su mayor contribución haya sido su clasificación del editorial, que combinada con
las aportaciones que haría Gonzalo Martín Vivaldi posteriormente232, nos llevan a una cla-
sificación muy próxima a las que establecen los manuales actuales. Distinguían estas mo-
dalidades:
- El editorial de lucha, que ataca, sugestiona, es de acción y suele ser político. Sería el
denominado inductivo, que pretende inducir a la acción, mover la voluntad de los lec-
tores.
- El editorial que toma posición y la fundamenta para tratar de convencer. Es el convin-
cente, en el que se intenta llevar a los lectores hacia la verdad mediante la dialéctica.
- El editorial aclaratorio e instructivo, que explica e ilustra relaciones complicadas. Se tar-
ta del interpretativo, en el que a los hechos se añaden elementos relacionados con
ellos para lograr la comprensión por parte del lector.
- El informativo, cuya esencia son los hechos escuetos y precisos, expuestos en una
forma narrativo-expositiva.
- El retrospectivo, que cuenta lo ya sucedido con un mordaz “ya lo decía yo”.
- El que mira al porvenir y trata de convencer de lo que traerá el futuro.
- El especulativo, que se extiende en consideraciones y tiene un tono más informal.
Jacques Kayser hizo grandes contribuciones que darían pie a una clasificación
completa de los géneros periodísticos, aunque cuando hablaba de los editoriales no
hacía sino corroborar lo que ya habían determinado otros estudiosos años atrás al ase-
gurar que “comprometen ostensiblemente la responsabilidad del periódico”233. Por su
parte, Gonzalo Martín Vivaldi se refería al artículo editorial como comentario editorial. Si
la información era para él poner la noticia por escrito, el comentario sería la interpreta-
ción de dicha información234. Pero en ninguna de sus explicaciones daba a entender que
este género sea lo que hoy entendemos por editorial, es decir, una opinión expresada
por el periódico como entidad. Más bien parecía englobar, a mi parecer, todo tipo de
textos de opinión que se publicaban en los periódicos.
Hoy el editorial (fig. 14) es un género que cultivan prácticamente todos los dia-
rios, si bien existen algunos, generalmente tabloides, que prescinden de él porque sus
aspiraciones son más de entretenimiento que de influencia en la opinión de un país. Se
caracteriza por:
- Refleja la postura del periódico respecto a algo.
- Suele escribirlo el director u otra persona con un alto grado de responsabilidad, pe-
ro no se firma, su autoría es el periódico como institución.
- Predomina el uso de un lenguaje sencillo y sus contenidos generalmente son referi-
dos a una noticia o acontecimiento reciente. El resto depende principalmente de la na-
turaleza de la publicación a la que pertenece y el tipo de lectores al que se pretende
llegar.
El suelto
Es el género de opinión más breve de cuantos hay, de ahí que muchos le atribuyan una
dificultad añadida. Originariamente era una aclaración de apenas unas líneas escritas
en el margen que precisaba algún punto confuso de una obra filosófica. Posteriormente,
a mediados del siglo XX, aparecen referencias a él en Alemania, donde algunos perió-
dicos sustituían los editoriales por varias glosas.
Se consideraba una forma periodística de lenguaje enérgico, contundente y de for-
mas menos elegantes, utilizada sobre todo para lanzar ataques aunque a veces también
para esclarecer brevemente una cuestión política, aportar una observación al respecto o
mostrar su importancia235.
Evelio Tellería habla de glosa para referirse a “un comentario, interpretación o ex-
plicación que se hace a un texto”, mientras que el suelto sería para él lo que nosotros
consideramos un breve, es decir, una “información breve de asunto sin gran impor-
tancia, que se inserta en cualquier rincón de página interior de un periódico, con un tí-
tulo sin gran despliegue, algo así como una cuña o noticia corta”236.
Por su parte, Martín Vivaldi sitúa el suelto dentro del subtipo de la crónica denomi-
nado croniquilla porque “es la breve glosa de un hecho, de un suceso, de una idea, de
una pequeña noticia” 237. Sorprende que añada que “se diferencia de la simple ‘nota’
porque, no sólo informa, sino que juzga y valora (...)”238. Parece que concebía el suelto
como un texto breve en el que se informaba de algo a la vez que se hacían valoraciones
sobre ello. Hoy la función del suelto queda restringida al comentario breve sobre una no-
ticia que ha sido publicada en otro texto de carácter informativo. En el resto de las carac-
terísticas que le atribuye, Vivaldi sí coincidía con los manuales actuales: la estructura sim-
ple y breve, casi esquemática; el tema referido a un aspecto concreto y delimitado; la in-
tención incisiva, punzante, irónica, humorística; y las cualidades necesarias de su autor:
ingenio, agudeza y cultura239.
En realidad los sueltos vienen a ser una especie de editoriales comprimidos,
aunque con menos pretensiones y por tanto escritos con un lenguaje más sencillo y
ágil,sin firma y que se ubican en las páginas de opinión (fig. 14).
El artículo
Los primeros artículos que se publicaron en España eran los llamados artículos de cos-
tumbres escritos a comienzos del siglo XIX por personajes como Larra o Mesonero Ro-
manos, quienes relataban en tono irónico o satírico escenas de costumbres sociales y po-
líticas. Posteriormente seguirían esta línea escritores como Azorín o Baroja y también fir-
mas conocidas del periodismo español como Julio Camba o Wenceslao Fernández Flo-
res.
Desde el punto de vista teórico, encontramos la primera referencia al artículo fir-
mado en 1950, en el libro Periodismo. Tomo I de Emil Dovifat, bajo la denominación de
artículo de fondo240. Todo indica que se trata prácticamente del mismo género al que
nos referimos hoy porque explica que es un género más extenso que el editorial, con
una estructura más meditada por la necesidad de mantener el interés del lector hasta el
final, una libertad estilística para quien lo escribe y, sobre todo, una labor de convenci-
miento, aunque no concreta si va firmado o no.
Jacques Kayser lo concretó algo más este género, al que denominaba artículo fir-
mado y cuyo máximo exponente sería el artículo principal. Le daba ese nombre porque
va firmado por un colaborador externo que presta su servicio con cierta periodicidad, es
responsable de lo que escribe y recibe por parte del periódico un tratamiento destacado
con respecto a los demás colaboradores241.
La columna
Originariamente el entrefilet era un espacio situado entre dos columnas del periódico
que a veces quedaba libre y se aprovechaba para insertar alguna opinión de actualidad.
Algunos consideran que su impulsor fue el alemán Hermann Wagener, fundador del pe-
riódico de extrema derecha Kreuzzeitung en el siglo XIX. Este género derivaría en los
que a mediados del siglo pasado se denominaban en Alemania artículos cortos o entrefi-
letes, “artículos condensados, reducidos por ello en su mayor parte a la
exposición de los hechos y un cotejo concluyente”248. Sus equivalentes en los periódicos
norteamericanos eran la columna del día (today column)249, para muchos precursora del
columnismo actual, mientras que en los franceses eran las consideraciones del día, la ma-
yoría sobre cuestiones culturales hechas por escritores conocidos (chroniqueurs) que
atraían a un gran número de lectores250 y que se convertían en colaboradores habitua-
les de los periódicos.
Gonzalo Martín Vivaldi la concebía como un tipo de crónica al considerar que
debía ser interpretativa y valorativa de hechos noticiosos de cualquier índole. Es de-
cir, era una crónica con la peculiaridad de que quien la escribía lo hacía con una perio-
dicidad y solía disponer para ello de un espacio fijo en el periódico. Y aunque podía
tener la forma de un artículo, “un articulista, más o menos habitual, no es un columnis-
ta”251, afirmaba de una manera un tanto confusa.
Juan Gargurevich aportó una definición válida, decía él, para el ejercicio del perio-
dismo en América Latina:
“Columna es un artículo de lugar y periodicidad fijos de publicación, fir-
mado, con título general igualmente habitual a modo de identificación,
que expresa opiniones personales sobre personas o eventos determina-
dos y que sirve también de complemento de información”252.
Sobre el contenido de las columnas, Evelio Tellería hizo una descripción muy pre-
cisa perfectamente equiparable a la de la concepción española de este género:
“El material que se trata en estas columnas juega con el sentido y el estilo
personal que le da el columnista: a veces es un análisis sesudo, meditado,
profundo de una cuestión; otras, es un material satírico, irónico, festivo o
humorístico; otras, es un simple comentario personal basado en informa-
ciones que también se brindan...”253.
y lugar fijos en el periódico, y cuyo autor es un colaborador fijo que opina sobre
asuntos de actualidad imprimiéndoles un carácter personal. Aunque no siempre es así,
suele tener el formato de una columna, en él el tema se trata con un tono más ligero, li-
terario, irónico o informal que el artículo, y su autor es una persona conocida de quien
a menudo interesa más la persona que su opinión. Una posible clasificación de tipos es
esta:
1.Columna de actualidad (fig. 20): aquella en la que el columnista opina sobre cuestio-
nes de la actualidad más inmediata.
2.Columna personal (fig. 21): en la que el autor utiliza un estilo mucho más personal pa-
ra opinar sobre temas más ligeros y no necesariamente vinculados a la actualidad in-
formativa.
La crítica
En sus inicios este género se hizo un hueco en los periódicos como informaciones sobre
libros y posteriormente sobre teatro. Su función no era opinativa, de hecho en 1724 el
periódico francés Le Journal des Savants prohibía que estas críticas emitiesen juicios y
las reducían a “un análisis seco, austero, descriptivo de la obra”254. Pero con el tiempo
cambiaría su sentido y durante años permanecería prácticamente inalterable. En 1950
nos llegaban desde Alemania apreciaciones sobre este género que bien podrían haber
sido hechas en la actualidad:
“Debe tener un contacto estrecho con los acontecimientos, para poder
representarlos no sólo en forma puramente artística, sino también con ca-
lidad de noticia. Con eso queda sometida a la ley de la actualidad a toda
costa. (...) Es ineludible para toda crítica la forma bella de la expresión lite-
raria (...), producto de la capacidad de juicio y el talento objetivos. Sin es-
tas premisas no hay juicio crítico alguno que tenga derecho a la audiencia
pública en el periódico o la revista”255.
En algunos países de América Latina se considera un texto altamente especiali-
zado que no tiene límites de espacio ni tiempo y se distingue de la reseña, un equivalen-
te de lo que en España es la crónica cultural y que Gargurevich define de esta manera:
“(...) es un tipo de artículo periodístico que da cuenta a la vez que valora
un evento de los llamados ‘culturales’, trátese de la aparición de una obra
científica, literaria o del estreno de un espectáculo de cualquier tipo y que
se publica en el diario con intención de orientar”256.
Hoy el periodismo español entiende por crítica (fig. 22) un análisis valorativo de
la producción artística (teatro, música, arte, literatura) propio de la sección cultural del
periódico y escrito por personas con un alto grado de especialización, de ahí que
también reciba el nombre de crítica especializada. Estos son sus rasgos más característi-
cos:
- La función del crítico es apreciar la relación entre el propósito del autor de la obra
y los resultados obtenidos con ella con el fin último de ayudar al lector a entender
laobra y orientarle.
- El autor suele ser un especialista en la materia que debe valorar una obra no desde un
ángulo subjetivo sino de una manera desinteresada y como resultado de un análisis ob-
jetivo, detallado y fundamentado.
- El autor, que antes ha sido espectador o lector de la obra, suele comenzar su crítica in-
formando al lector sobre quién es el autor, qué otras obras ha escrito, compuesto o
realizado y lo que supone su nueva obra dentro de toda su producción anterior. A con-
tinuación pasa a describir la obra y finalmente, en base a sus conocimientos como ex-
perto, emite unas valoraciones razonadas y tratando de ser convincente.
Información de agenda
La prensa suele recoger textos breves en los que se anuncian actos o convocatorias
del día, y que suelen enmarcarse en secciones especiales a veces denominadas agenda o
servicios, ya que no tienen envergadura suficiente para publicarse como informaciones ti-
tuladas e independientes. Se relacionan preferentemente con las necesidades cotidianas
de las personas: serían la agenda cultural, información sobre el tiempo, lotería, bursátil,
cartelera, de radio y televisión, etc. (fig. 25).
La información gráfica
Fotografías
La información periodística no textual existe prácticamente desde la aparición de la
prensa, se inició con las ilustraciones hechas a mano y se consolidó con la creación de la
fotografía y su incorporación al periodismo como recurso informativo. La primera ilustra-
ción de este tipo es una caricatura aparecida en el semanario belga Nieuwe Tijdingen
fundado en 1605. Este periódico empezó a complementar los textos con dibujos, aún
cuando éstos a menudo eran simples escenas alusivas al contenido del texto. Sería el
británico Weekly Newest el que publicaría en 1638 un grabado de una página completa
para ilustrar la erupción de un volcán, con una concordancia entre elgrabado y la na-
rración del cronista. En los Estados Unidos, fue el diario The New York Mirror el primero
en utilizar ilustraciones como complemento de los textos en 1823, una costumbre
que se generalizaría pocos años después con el advenimiento de la penny press259. Hoy
la aparición de ilustraciones en la prensa se reduce prácticamente a los retratos, repre-
sentaciones gráficas de una o varias personas protagonistas de la información. Están
prácticamente en desuso pero sirven para sustituir a las fotografías en casos como los
procesos judiciales en los que se prohíbe el acceso de cámaras a las salas.
El primer reportaje fotográfico se tomó en 1850, cuando un alemán tuvo la idea de
fotografiar las diferentes fases del montaje de una estatua en Munich. La guerra civil nor-
teamericana supuso una gran oportunidad para que los fotógrafos desarrollaran sus tra-
bajos en la prensa y compitiesen con los artistas dibujantes. Dos décadas después sur-
gieron los primeros grandes reportajes, como los del reportero estadounidense de ori-
gen danés Jacob Augusto Iris, quien “encontró en la fotografía un modo de llamar la
atención sobre las duras condiciones de vida de los inmigrantes en los Estados Uni-
dos”260.
A partir de los años 1930 los fotógrafos eran ya definitivamente profesionales pero
sus principales consumidores no eran los periódicos sino las revistas ilustradas, entre las
que jugó un papel destacado la norteamericana Life creada en 1936. También la agencia
Associated Press iniciaba en esos años sus servicios de fototelegrafía a algunos suscripto-
res. A partir de entonces, las grandes guerras que se sucedieron en todo el mundo fue-
ron las mejores oportunidades para que los fotógrafos de prensa pusieran en práctica sus
conocimientos e hicieran importantes contribuciones al desarrollo de la fotografía como
elemento fundamental en los periódicos.
Desde entonces su desarrollo y diversificación han sido constantes y hoy podemos
asegurar que las fotografías han alcanzado un gran protagonismo en las páginas de los
diarios por su capacidad para transmitir información, interpretación e incluso opinión im-
plícita, además de captar la atención del lector y aportar dinamismo visual. El fotógrafo
(solo o acompañado del reportero) acude al lugar de los hechos, toma un buen número
de fotografías y, posteriormente, selecciona de entre todo el material fotográfico lo más
adecuado para su publicación y redacta el pie de foto que considera más adecuado.
Infografía
La fotografía ha sido considerada durante años el elemento gráfico más significativo del
periódico, pero a él se han ido sumando otros a medida que los avances tecnológi-
cos permitían incorporar otros recursos. Gracias a la aparición de la informática, sus pro-
gramas de diseño y el color, los periodistas conocieron nuevas maneras de trabajar
con la información que manejaban y hoy los periodistas encargados de las infogra-
fías (fig. 29) de un diario, los llamados infógrafos, son auténticos profesionales que ade-
más deben conocer como nadie el hecho al que acompañará la infografía para que ésta
sea informativamente completa.
Mapas que ubican al lector en el lugar de los hechos, gráficos o cuadros estadís-
ticos utilizados para mostrar resultados de encuestas, elecciones o hábitos de consumo,
planos de recorridos de carreras, combates bélicos, procesiones, accidentes, etc. enri-
quecidos con texto y fotografías, constituyen el material infográfico elaborado con orde-
nador tras un proceso de recogida de datos, selección y jerarquización cuyo fin último es
ofrecer información al lector.
El profesor José Manuel de Pablos creó hace ya quince años el concepto de info-
periodismo y la consecuente consideración de la infografía como género. Gracias a ella
-asegura de Pablos- los lectores, “acostumbrados a pasar su vista sobre las páginas
del diario, a veces la posan en titulares, pies de fotos, sumarios, fotografías, algún
anuncio y otros pocos elementos gráficos y de mayor tamaño a la medida de los ele-
mentos tipográficos-textuales de lectura del periódico”262. Ciertamente, esta combina-
ción de lo visual con lo textual ha hecho posible crear nuevas maneras de acercar al
ciudadano la información con una complejidad que va mucho más allá de las simples
ilustraciones que completan una información, llegando incluso a constituir el núcleo prin-
cipal de la información. Pero, al menos por el momento, las infografías nunca se pu-
blican solas sino acompañando a un texto que, por breve que sea, debemos
leer para conocer el hecho principal del que la infografía nos dará más detalles. A
losumo podría hablarse de una interdependencia entre el texto y la infografía.