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Edición:
Gracia Angulo Flores
Corrección de textos:
Liz Ketty Díaz Santillán
Diseño y diagramación:
José Luis Portocarrero Blaha
De esta edición
© Biblioteca Nacional del Perú
Lima, junio de 2019
Av. De la Poesía n.° 160, Lima 41
Teléfono: 513-6900 / www.bnp.gob.pe
Reservados todos los derechos
ISSN: 0015-0002
SUMARIO
PRESENTACIÓN ....................................................................... 5
HISTORIA Y PATRIMONIO
DE LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ
PROTECCIÓN Y CONSERVACIÓN
LECTURA Y BIBLIOTECAS
12. La Gaceta Bibliotecaria del Perú: Más que un medio de comunicación, una
respuesta a las necesidades de la biblioteca pública
Ruth Soledad Alejos Aranda / Frank Turlis Martínez Roca ...................... 173
PRESENTACIÓN
Podría decirse que la revista Fénix es un símbolo de la Biblioteca Nacional del Perú.
Jorge Basadre, uno de sus más ilustres directores, fue quien la impulsó en 1944, un
año después del fatídico incendio que devoró las instalaciones de la institución y gran
parte de sus colecciones. Como en el caso del ave mitológica, la Biblioteca renació a
partir de sus cenizas gracias a la vocación y compromiso de sus colaboradores, biblio-
tecarios y bibliotecarias, unidos por el amor a nuestro patrimonio documental y por la
disposición para el servicio.
A más de setenta años de ese histórico primer número, resulta evidente que el pa-
pel de los bibliotecarios y bibliotecarias ha evolucionado, y que la misma concepción
de biblioteca se ha renovado. Producto de estas transformaciones, son múltiples las
miradas desde las cuales se puede abordar la labor de estos profesionales hoy en día.
Dicha pluralidad se refleja en el presente número que, además de ser una fuente de in-
formación relevante, busca constituirse como un espacio de diálogo y reflexión sobre
nuestro quehacer profesional.
Esta nueva edición de la revista cuenta con cinco secciones —Historia y patrimonio de
la BNP; Material bibliográfico y documental; Estudios historiográficos; Protección y conserva-
ción; y Lectura y bibliotecas—, en las que se despliega la variedad de temas abordados. Sin
desmerecer la calidad de los textos en su conjunto, podemos destacar algunos como,
por ejemplo, aquel que describe el proceso de recuperación del material bibliográfico
expoliado durante la Guerra del Pacífico (1879-1883), en tanto demuestra los denoda-
dos esfuerzos de la institución por proteger y poner en valor nuestro patrimonio; o el
que presenta el catálogo colectivo, herramienta que permite la identificación, control
y valoración de las colecciones patrimoniales custodiadas en diversas instituciones; o
el texto que, a partir de la experiencia de un encuentro de bibliotecas comunales, re-
flexiona sobre el gran impacto que estas pueden tener en las comunidades en las que
se inscriben; para no extendernos demasiado con esta introducción.
Dicho esto, esperamos que este número, fiel a los objetivos de la revista, renueve el
interés por la investigación e impulse un diálogo fecundo para el mejor desarrollo pro-
fesional de los bibliotecarios y bibliotecarias, así como del público general interesado.
–5–
HISTORIA Y PATRIMONIO DE
LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ
Biblioteca nacional del perú
«MEMORIA RECUPERADA»
LOS LIBROS DEVUELTOS POR CHILE AL PERÚ1
Gerardo Manuel Trillo Auqui
1
Agradezco el apoyo de Jimmy Martínez Céspedes, Rubén Robles Chinchay y Daniela Dulce
Mostacero para la realización de este trabajo.
2
Sobre la cantidad de libros donados por San Martín a la Biblioteca Nacional del Perú, puede con-
sultarse el balance que hace Tesler en referencia a Damián Hudson, quien sostuvo la remisión de
mil volúmenes y las aclaraciones de Galván Moreno. Al respecto ver Tesler, 2014, pp. 20-24.
–9–
Fénix n.° 47 / 2019
En el caso de los libros de San Martín, estos llevan un ex libris (Lozier, 2015),
con una simple ornamentación de borlas que circunscriben su borde, en cierta me-
dida semejante al de la Universidad Mayor de Córdoba; este detalle nos muestra la
formación del libertador, imbuido por la cultura y la lectura. El historiador chile-
no Benjamín Vicuña Mackenna ilustra bien el amor por la lectura del libertador:
«pasaba los días enteros sin soltar los libros de sus manos, embebido en lecturas
serias, que gustaba comentar en sus conversaciones» (Vicuña, citado en Lozier,
2015, p. 59). Efectivamente, el listado de donación nos muestra que San Martín
poseyó libros de diversos tópicos: arte militar, historia, geografía, viajes, enciclope-
dias, derecho, matemáticas, bellas artes, oficios prácticos, literatura, entre otros.3
Siete meses después de su fundación, el marqués de Torre Tagle, supremo dele-
gado del Perú, para dar continuidad al proyecto sanmartiniano, nombró al preben-
dado Mariano Arce como primer bibliotecario del establecimiento nacional. Tam-
bién se designaría a Joaquín Paredes como segundo bibliotecario. Sin embargo,
los inicios de la institución debieron estar acompañados de ciertas dificultades,
como ha señalado Estuardo Núñez respecto a los saqueos que sufrió en medio de
la arremetida realista en Lima por esos años (Núñez, 1971).
Con todo, el siglo XIX fue un periodo de dificultades que los directores y en-
cargados pudieron revertir y así aumentar sus colecciones (Palma, 1884, p. 4). En
algunos casos, se trató de esfuerzos desde el Gobierno, como el dado por una reso-
lución en 1830. Esta gravaba la importación de libros extranjeros con un 3% de su
valor, para otorgar una renta destinada específicamente a la adquisición de libros, lo
que nos muestra el interés que existía en la joven República por adquirir las grandes
obras que se publicaban en el extranjero (Valderrama, 1971). Este esfuerzo debió
conllevar ciertos riesgos por el incremento de la colección, razón por la que el pre-
sidente Luis José de Orbegoso firmó una modificación al reglamento de 1822, en la
que se sancionaba a quienes poseían en su propiedad libros de la Biblioteca de Lima
(Valderrama, 1971). Este decreto también trajo consigo una novedad, una nueva
medida de protección y control: se mandaba dejar estampado en los libros un sello
que identificara su propiedad, una marca ovoide con el escudo de la República y el
nombre de la «Biblioteca Pública de Lima», el que debía colocarse en la portada y en
las páginas 40 y 80.4 También se estableció un segundo tipo de sello, uno caldeado
en el fuego, que llevaría solo la inscripción «Biblioteca Pública de Lima», que debía
ser marcado en el canto superior del libro (Oviedo, 1862).
3
Para un análisis de los temas que se encontraban en la colección de San Martín, ver Caillet-Bois,
T. (1978). El incendio de la biblioteca de Lima y la colección de San Martín. En VV.AA. San
Martín y la cultura. Buenos Aires: Comisión Nacional Ejecutiva de Homenaje al Bicentenario del
Nacimiento del General José de San Martín, Instituto Nacional Sanmartiniano, pp. 28-37.
4
Decreto 435 del Ministerio de Instrucción Pública y Justicia, con fecha 13 de junio de 1836.
–10–
Biblioteca nacional del perú
Figura 1: Sello de tinta dado por Orbegoso, en 1836, para la Biblioteca Pública de Lima.
Ahora bien, estos sellos de tinta o de fuego eran, como siguen siendo hoy en las
bibliotecas, las marcas de propiedad que buscaban evitar la pérdida de los libros y
también ayudaban a reconocerlos para recuperarlos. Es conocido el rezo aplicado en
las bibliotecas de Europa, y dado por bula, que excomulgaba a quienes sustrajeran
indebidamente los libros. En América también se aplicó, como lo ha demostrado para
México Elvia Carreño, identificando los diferentes ex libris que se encuentran en las
bibliotecas de Santa María Nativitas, San Francisco, Palafox, Carmelitas de los Descal-
zos, San Miguel de Chapultepec y otros.
Entre las formas de seguridad y protección, las marcas de fuego fueron una «con-
tribución que México da a la historia universal de las bibliotecas…» (Carreño, 2015, p.
99). Según Rafael Sala «empezaron a usarse en el siglo XVII […] eran hechas en hierro
o en bronce que calentaban para aplicarlos en los cortes del libro» (citado en Carreño,
2015, pp. 38-39). En el Perú también se utilizó el marcaje por parte de las órdenes reli-
giosas. La Biblioteca Nacional del Perú no fue la excepción, así los ejemplares comen-
zaron a evidenciar su pertenencia. Elvia Carreño nos explica la razón de su uso: «El uso
constante de la marca de fuego trajo como consecuencia que se volviera un elemento
más en el libro, la cual, por ser indeleble, garantizaba su integridad y presencia en el
acervo» (2015, p. 105). Además, señala sus características:
–11–
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Figura 2: Toma del corte superior de libro Las Obras en versos de Don Francisco de Borja.
Amberes: La imprenta plantiniana de Balthasar Moreto, 1663 (BNP).
Habíase logrado reunir en ella las más raras y valiosas ediciones de la Biblia.
Recuerdo, entre otras, la políglota complutense de Jiménez de Cisneros, la de
Amberes de Arias Montano, la de Londres de Briat Walton, la Sixtina, la glogo-
lítica de los rusos, los Evangelios en lenguas gótica y vascuense, la antigua Biblia
itálica, las de Duhamel, Saatier, Vence, Sasy, Scio y, Amat (Palma, 1884, p. 4).
Para tener una idea de la colección que llegó a poseer la Biblioteca Nacional del
Perú antes de 1881, seguiremos la descripción de Palma: «en ediciones plantinas, elze-
–12–
Biblioteca nacional del perú
virianas y aun de las llamadas ad usum delphini».5 Obras de la filosofía de Platón, Aris-
tóteles, Bacon, Descartes, Leibniz, Newton y Kant. De la historia, Josefo, Herodoto,
Tucídides, Plutarco, Jenofonte, Tácito, Suetonio y Salustio. Una gran colección de
crónicas de Indias que incluía las de Herrera, Bernal Díaz, Cieza de León, el padre
Acosta, López de Gómara, Garcilaso, el Palentino, la crónica agustina de fray Teodoro
de Vásquez, la historia de Chile de Pedro Figueroa y Córdova, así como la de Basilio
de Rojas. También se contaba con obras de Rivero y Tschudi, Squier, Uricoechea, War-
den y Brasseur de Bourbourg. En geografía y viajeros, se podían consultar las obras de
Estrabón, Pomponio, Pinkerton, Coleti, Alcedo, Spilberg, Drake, Dampiere, North,
Ulloa, Frezier, Feuillet, Malespina y La Condamine.
Sobre historia natural, se contaba con obras de Buffon, Humboldt, Bompland,
Ruiz y Pavón, así como con las «Floras del Janeiro», haciendo referencia al título co-
nocido como Florae fluminense, un tratado sobre la flora brasileira elaborado por el
naturalista fray José Mariano da Conceição Velloso entre 1742 y 1811 que incluye 1639
descripciones de plantas compiladas en once volúmenes. Los grabados fueron hechos
en la oficina Senelfelder por el litógrafo J. Knech, sucesor de A. Senelfelder, quien fue
el descubridor del arte litográfico. La impresión de las láminas fue iniciada en 1827 y
duró cuatro años y cuatro meses en concluirse (Borgmeier, 1937). Esta obra al salir de
imprenta era ya una rareza debido a que su producción sufrió muchas dificultades, al
tratarse de un pedido del emperador Pedro I, quien consideraba que una obra de esa
envergadura realzaría su gloria y la del imperio, por lo que ordenó que se imprimiese
en la Tipografía Nacional, mientras que mandó a hacer las estampas en el taller lito-
gráfico más importante de Francia, el de Senelfelder. Este trabajo costó más de dos
millones de francos; sin embargo, en 1831, en plena producción, el emperador fue
expulsado de Brasil y el nuevo gobierno mandó suspender la impresión negándose a
pagar el pedido. El impresor ganó un proceso judicial por lo que pudo terminar la im-
presión de 3 mil ejemplares de 11 volúmenes cada uno, pero solo logró distribuir 100
ejemplares entre los libreros, remitiéndose 500 ejemplares a Brasil. Según Borgmeier,
los ejemplares que llegaron al Brasil sufrieron muchas pérdidas debido al descuido de
las oficinas gubernamentales, lo que contribuye a considerarla una rareza bibliográfica.
El conocido Salón América contaba en sus estantes con obras de León Pinelo, Vi-
llarroel, Peralta y Barnuevo, Pablo de Olavide, Berriozábal, Juan de Caviedes, Cosme
Bueno, Larriva, Pardo, Segura, entre otros. Se contaba también con una importante
5
El uso de la fórmula latina ad usum dephini hace referencia a la inscripción que llevaba una colec-
ción de 64 libros publicados entre 1670 y 1698, destinados para la educación del delfín. Entre ellos
podíamos encontrar obras censuradas como las de Homero, Aristófanes, Ovidio, llegando incluso
hasta autores como Racine, además de incluirse el Nuevo Testamento. Ver Munari, S. (2013). La
Collezione ad usum Delphini di Huet e Montausier. En C. Esteve (ed.). Implicazioni storiche di una
formula censoria (pp. 263-282).
–13–
Fénix n.° 47 / 2019
colección de 274 manuscritos y archivos de los padres jesuitas sobre temas canónicos y
filosóficos. Otros archivos eran los relativos a los procesos de la Inquisición de Lima y
cartas de los generales de la orden a los provinciales en el Perú.
Otra colección valiosa fue la de las memorias de los virreyes, como las del Príncipe
de Esquilache, del Duque de la Palata, del Conde de Castellar y de Superunda, del
Marqués de Montesclaros, de Villagarcía y Castelfuerte, del obispo Liñán de Cisneros,
Amat y Junyent, Jáuregui y Croix.
El mismo afán por formar una valiosa colección se mantuvo hasta bien entrada la
guerra. Llama la atención el interés del director Odriozola por continuar la búsqueda
de importantes obras ad portas de la llegada del ejército chileno a Lima. A inicios de
diciembre de 1880, Odriozola mandó diversas cartas a las autoridades del Gobierno
para conseguir en el extranjero las memorias históricas sobre la independencia de Co-
lombia y del Perú del general Daniel Florencio O’Leary. Estas memorias contienen los
documentos que Simón Bolívar había ordenado incinerar, según su testamento, vo-
luntad que no llegó a cumplirse por decisión de su albacea, Juan de Francisco Martín,
y su edecán, el oficial irlandés O’Leary, quienes llegaron a incrementar la información
acumulada con otras fuentes. El hijo de este último ofreció al gobierno de Venezuela
los documentos y pidió que se publiquen las memorias, lo que fue aceptado, y entre
1879 y 1888 se publicaron en 32 tomos (Millares, 1961 y Quintero, 2017).
Odriozola estaba bastante enterado sobre este proceso. En Caracas se habían pu-
blicado los ocho primeros volúmenes, por lo que el entonces director remarcó la ne-
cesidad para la biblioteca peruana de contar con estos ejemplares, por lo que solicitó
que se encargase al cónsul de Panamá u otros agentes en Venezuela o Colombia su
adquisición.6
No deja de llamar la atención que Odriozola se dirigiese al Gobierno para indicar
la necesidad de formar un salón destinado exclusivamente a libros americanos. El di-
rector pedía que se remitiera una lista al doctor Tomás Lamas, representante peruano
en Centroamérica, argumentando que son «escasísimos» los libros sobre esta región;
además, ya había entablado correspondencia con los bibliotecarios de Caracas, México
y Buenos Aires para canjear libros.7
En esta constante labor, notamos que Odriozola se empeñaba por conseguir obras
relevantes, como la que encargó al Gobierno, del Catálogo de Henry Harrisse, la co-
nocida Bibliotheca Americana Vetustissima, publicada en Nueva York en 1866, que
describe todas las publicaciones sobre América y su descubrimiento entre 1492 y 1551.
También buscó obras en el sur del continente, como las que encargó para que los
ministros peruanos las adquirieran en La Plata. Buscaba entonces la colección de la
Revista del Río de La Plata y los 24 volúmenes de la Revista de Buenos Aires. Estos pedidos
6
Arch. Min. RR.EE. Caja 273, File 14, Cod. 2-4, f. 185.
7
Arch. Min. RR.EE. Caja 273, File 14, Cod. 2-4, f. 186.
–14–
Biblioteca nacional del perú
los hizo al ministro Aníbal Víctor de La Torre en 1879 y, tras su retiro de la misión,
lo solicitó con insistencia a su sucesor, Evaristo Gómez Sánchez.8 La agenda de cada
misión era otra: más que preocuparse en adquirir libros, los esfuerzos diplomáticos
estaban enrumbados a conseguir algún tipo de apoyo a la causa aliada, ya fuese apoyo
político, de abastecimientos o por medio de la presión pública.9
Con todo, durante la dirección del coronel Manuel de Odriozola (1875-1883), se
logró un buen incremento de los fondos de la BNP y se gestionó con los gobiernos
de turno y particulares, donaciones y compras. No olvidemos que, entre 1878 y 1879,
los eruditos Manuel González de La Rosa y José Toribio Polo realizaron la primera
catalogación de los fondos bibliográficos y de manuscritos de la Biblioteca Nacional.
Lamentablemente, la invasión del ejército chileno a la capital limeña en enero de 1881
trajo como resultado la desaparición de los más de 50 000 volúmenes y 800 manuscri-
tos que se habían catalogado para esos años.10
8
Arch. Min. RR.EE. Caja 273, File 14, Cod. 2-4, f. 187 y 187v.
9
Ver Trillo, G. (2015). Buenos Aires y la guerra del Pacífico. Actores subalternos en la ocupación
de Lima. Diálogo Andino, (48), 55-64.
10
Para una evaluación de la gestión de Odriozola, ver Tauro del Pino, A. (1964). Manuel de Odriozo-
la. Prócer - Erudito - Bibliotecario. Lima: UNMSM.
–15–
Fénix n.° 47 / 2018
Palma, con el cargo de subdirector, inició gestiones con el alcalde de Lima Rufino
Torrico y con el ministro de Francia para impedir que las tropas chilenas concretasen
el saqueo de los libros y manuscritos que custodiaba la biblioteca limeña. Lamentable-
mente sus esfuerzos fueron estériles, no recibió el apoyo ni siquiera de Manuel María
Bravo, director del Archivo Nacional, quien se opuso a presentar una carta de protesta,
tal como lo hiciera Manuel de Odriozola.
Se cargaban en público carros, con toda clase de libros, que se llevaban a casa de
los chilenos y de allí, después de escoger lo que les convenía, el resto lo vendían
11
Carta de Manuel de Odriozola al ministro Mr. Christiancy de EE.UU. en el Perú. Lima, 10 de
marzo de 1881. Biblioteca Nacional del Perú. Archivo Piérola. Código: 500000830.
12
Carta de Ricardo Palma a Nicolás de Piérola. Lima, 5 de abril de 1881. Biblioteca Nacional del
Perú. Archivo Piérola. Código: 500000830.
13
Carta de Chalcuhima a Piérola, 13 de diciembre de 1880. BNP: 5000000637.
–16–
Biblioteca nacional del perú
en el mercado, al precio de seis centavos libra, para envolver especias y cosas por
el estilo (Paz Soldán, 1884, p. 737).
Así como los mencionados, han quedado otros testimonios que evidencian que
muchos libros terminaron en manos de civiles en la misma ciudad de Lima.
No tengo nada bueno que contarte sobre Chile. Nuestro triunfo en Perú, a un
alto costo humano y material, no ha significado, fuera de la gloria militar, ningu-
na ventaja. Los peruanos, perdiendo todo su ejército, su capital y los principales
puertos ocupados, con su marina de guerra destruida, el tesoro en quiebra, con
asonadas de bandidos, oponen, y esto no lo pueden impedir, una resistencia
pacífica, peor que la armada y hay que reconocerles que durante toda la gue-
rra, durante dos años de derrotas, no se dejaron humillar ni se desanimaron,
ni hubo partidos que buscaran un acuerdo con los enemigos (Godoy y Lastra,
1994, p. 357).
[…] hay que reconocer que pese a la anarquía, y a que este país [Perú] perdió
todo su ejército regular, sus ciudades portuarias, las reservas de guano y salitre,
y a pesar que fue desprovisto de las entradas aduaneras de todas las fuentes de
riqueza que poseía, aún no se entrega en forma incondicional. Se mantiene
porfiadamente, a lo mejor más fuerte y eficaz que cuando disponía de 30 mil
soldados armados, ya que no es posible dominar una costa de 300 o 400 millas
de largo y dos cordones cordilleranos de similar longitud y toda la comarca de la
sierra (Godoy y Lastra, 1994, p. 358).
–17–
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La Biblioteca de Lima que fue hace tres años, no solo la mejor de Sud-América,
sino que se encontraba a la altura de muchas de las principales de Europa por la
importancia de las obras que la formaban y, más que todo, por el mérito indiscu-
tible de los preciosos y raros manuscritos que componían la colección de inéditos,
ha desaparecido casi por completo, pues de los cincuenta mil volúmenes impre-
sos que existían en ella, no llegan a un mil los que aún quedan esparcidos por los
cinco salones que ocupaban. De los manuscritos, entre los que había no pocos
de los siglos XV y XVI, no se encuentra hoy uno solo, como tampoco ninguno
de los mapas de la colección geográfica (Durand, 1972, pp. 36-37).
Biblioteca no existe; pues, de los cincuenta y seis mil volúmenes que ella contu-
vo, solo he encontrado setecientos treinta y ocho, en su mayor parte de obras en
latín, y aun estas truncas. De la rica sección de manuscritos queda únicamente
el recuerdo (Durand, 1972, pp. 40-41).
–18–
Biblioteca nacional del perú
libros para poder remitirlos (Otero, 1978, p. 16). Tesler, por su parte, sostiene que
«con posterioridad a la entrega de su biblioteca personal, San Martín pudo haber
efectuado alguna que otra donación más, aunque de menor cuantía» (Tesler, 2014, p.
20). Sea como fuere, la anotación de Palma sobre el ejemplar ha matizado el origen
del libro y su propiedad.
14
Correspondencia fechada el 10 de noviembre de 1883. Correspondencia oficial de la BNP, 1883-
1885.
–19–
Fénix n° 47 / 2019
15
Correspondencia fechada el 30 de noviembre de 1883. Correspondencia oficial de la BNP, 1883-1885.
16
Correspondencia fechada el 30 de noviembre de 1883. Correspondencia oficial de la BNP, 1883-1885.
17
Correspondencia fechada el 4 de diciembre de 1883. Correspondencia oficial de la BNP, 1883-1885.
18
Correspondencia fechada el 10 de diciembre de 1883. Correspondencia oficial de la BNP, 1883-1885.
19
Correspondencia fechada el 22 de enero de 1884. Correspondencia oficial de la BNP, 1883-1885.
20
Correspondencia fechada el 18 de marzo de 1884. Correspondencia oficial de la BNP, 1883-1885.
–20–
Biblioteca nacional del perú
Hasta julio de 1884, don Ricardo Palma, el Bibliotecario Mendigo, había recupe-
rado por esta modalidad 8315 volúmenes (Palma, 1884, p. 10). Según señala en su
segunda memoria, entre julio de 1884 y julio 1888, recuperó otros 5844 volúmenes
(Palma, 1888, pp. 6-7).
Así, al momento de su reinauguración, la Biblioteca Nacional del Perú contaba
con 27 894 volúmenes (Palma, 1884, pp. 3-4). Sin lugar a duda, una cantidad ínfima
a los 56 000 volúmenes que custodiaba antes de la guerra, pero es una cifra que evi-
dencia el magnánimo esfuerzo que realizó Palma para cumplir su encargo.
–21–
Fénix n° 47 / 2019
21
Encontrados en una tienda de libros usados en la ciudad de Santiago, Chile. Reportaje realizado
por Mariella Patriau, Panorama. Recuperado del portal digital youtube: https://bit.ly/2FWYCg3
–22–
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mover una «campaña persuasiva para que las autoridades culturales de Chile procu-
ren la devolución de ese rico fondo bibliográfico capturado como botín de guerra»
(Lévano, 2003). Esta idea de campaña fue compartida por el director de la BNP de
entonces, Sinesio López, y circuló como un tema pendiente por esos años, pero que
a su vez significó el rechazo de una parte de la población chilena y mucho más de di-
versos políticos, llegándose incluso a negar un hecho histórico, como fue el saqueo.22
22
Ver las opiniones negacionistas emitidas al respecto en el reportaje realizado por Mariella Patriau,
Panorama. Recuperado del portal digital youtube: https://bit.ly/2FWYCg3
–23–
Fénix n° 47 / 2019
–24–
Biblioteca nacional del perú
23
Ministerio de Cultura. (24 de febrero del 2015). En Ministerio de Cultura recibe 42 bienes culturales
extraídos ilegalmente del Perú. https://bit.ly/2DOcMNB
24
Se declaró con Resolución Viceministerial N.o 058-2017-VMPCIC-MC, del 7 de abril del 2017.
–25–
Fénix n° 47 / 2019
fico (DEPDB). Los primeros realizaron las labores de limpieza preventiva, aislamiento
de material contaminado (hongos) y estabilización de los que estaban en situación de
deterioro, y, los segundos efectuaron la compulsa de la existencia física de los volú-
menes con el listado de procedencia antes de ser trasladados a la bóveda de nuestra
Biblioteca Nacional.
Después de esta última labor, se pudo comprobar que las mencionadas 64 cajas de
este nuevo grupo de «Libros devueltos por Chile» contenían, en total, 728 volúmenes
y no 718, como se había establecido en los documentos oficiales de procedencia. Al
finalizar el análisis, los 728 volúmenes fueron trasladados a la bóveda del cuarto piso
de la institución bajo el control y supervisión del personal de seguridad. Este grupo,
junto a los dos primeros llegados anteriormente, hacen un total de 730 volúmenes.
Figura 4: Recepción de
los libros devueltos en la
BNP el 1 de diciembre
de 2017.
–26–
Biblioteca nacional del perú
COMENTARIOS FINALES
El largo proceso de recuperación del patrimonio bibliográfico saqueado en el con-
texto de la Guerra del Pacífico nos ha permitido entender la necesidad de conocer
aquellas joyas bibliográficas que constituyeron los inicios de la Biblioteca Nacional del
Perú. Asimismo, evidencia los esfuerzos fundacionales para que todos los ciudadanos
puedan acceder al pensamiento y al reconocimiento de sus derechos. Por otro lado, a
pesar del desastre que significó perder casi toda su colección, la Biblioteca Nacional
del Perú ha podido reconstruirse a partir de diversos directores que han liderado el
reconocimiento de la importancia de lo que fue esta, lo que en términos culturales
podríamos denominar un proceso de patrimonialización por parte de la sociedad pe-
ruana, ya que la reconstrucción se dio con el apoyo de la ciudadanía que participó
activamente a través de la ubicación de sus libros en diversos lugares de la ciudad, así
como a través de colectas para adquirir colecciones en venta, que finalmente llegarían
a la Biblioteca Nacional del Perú.
Nuevamente en la agenda bilateral, luego de haberse tomado una actitud ne-
gacionista en los últimos años se retomaron los gestos de entrega. La política chi-
lena, orientada por la opinión pública, redirigió su visión al reconocimiento de
lo ocurrido en la nefasta guerra, por lo que las últimas devoluciones, así como
las recuperaciones de particulares, evidencian un giro de visión respecto a lo que
significa hoy en día el recuerdo de la guerra y su uso como discurso. De ahí que la
última devolución deba ser entendida como un gesto de hermandad y esfuerzo de
contribuir a una memoria global entre ambas naciones, reconociendo los diversos
esfuerzos realizados para que los libros saqueados en la guerra sean devueltos, no
solo como joyas o trofeos de guerra, sino como reconocimiento a la cultura en esta
parte del mundo.
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–27–
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–29–
Biblioteca nacional del perú
En julio del año 1918 falleció repentinamente el notable escritor Manuel González
Prada, de un síncope cardiaco. En ese momento ejercía la dirección de la Biblioteca
Nacional del Perú. Fue reemplazado entonces por Alejandro Deustua,1 destacado hu-
manista, considerado como uno de los padres del ejercicio filosófico en nuestro país.
A continuación, vamos a destacar diversos aspectos de la obra realizada por Deus-
tua en nuestra institución durante los años comprendidos entre 1918 y 1928, periodo
en que estuvo a cargo de la dirección de la antigua Biblioteca de Lima. Para entender
un poco el perfil del director trataremos sobre su personalidad y en seguida desarrolla-
remos temas relacionados propiamente con la gestión, tales como infraestructura del
local, colecciones de textos y el personal bibliotecario.
1
Nació en Huancayo en 1849. Viajó a Lima, donde se matriculó en el colegio Nuestra Señora
de Guadalupe. Su formación universitaria la realizó en la Universidad de San Marcos, en donde
optó el grado de bachiller en Filosofía en 1869. En 1872 obtuvo el doctorado, y en 1875 se graduó
de abogado. Durante la Guerra del Pacífico, participó en la batalla de Miraflores como sargento
segundo. Luego, en 1882, pasó a ser jefe de cátedra de Literatura General y Estética en dicha
universidad. En las postrimerías del siglo XIX, fue enviado a Europa por el gobierno para estudiar
los sistemas educativos. Después de haber ocupado importantes cargos públicos y haber ejercido la
docencia universitaria por varios años, murió en 1945 (Castro, 2013, p. 15).
–31–
Fénix n° 47 / 2019
2
El primer choque estudiantil se produjo en la Facultad de Letras, cuyo decano era justamente
Alejandro Deustua. El Comité de Reforma le presentó un pliego de reivindicaciones, el cual
rechazó rotundamente (Sánchez, 1988, p. 25).
–32–
Biblioteca nacional del perú
Motivado por estas lecturas, Deustua se dedicó más —como él mismo lo seña-
la—: «a penetrar en el organismo social para observar sus funciones...» (Riva-Agüero,
1998, p. 168). A partir de sus observaciones concluyó que en política era «preciso
buscar causas y no responsabilidades, para encontrar el remedio, y no castigos para
fomentar simpatías y no odios» (Riva-Agüero, 1998, p. 172). Una de esas causas era
la incapacidad moral de las clases dirigentes, por lo que «habrá revoluciones [...]
mientras no se opere en la conciencia de los que dirigen el país» (Riva-Agüero, 1998,
p. 173). Es por esta razón que se inclinó totalmente por la educación moral de las
elites.
Deustua fue ante todo un hombre preocupado por el desarrollo de la educación
en el país, pero particularmente la de tipo moral y elitista, en donde el Estado debía
tener un rol fundamental como ente rector. Antes que instruir en algún oficio debía
educar «para conducir a los hombres hacia la adquisición de hábitos de trabajo, de or-
den, sin los cuales no podía haber ciudadanos eficientes» (Eguiguren, 1950, p. 214). Al
ser «la inteligencia filosófica mejor cultivada de San Marcos en el último medio siglo»
(Eguiguren, 1940, p. CLVII), supo trasmitir sus ideas a las nuevas generaciones a pesar
de que en pocas oportunidades tuvo acogida.3 Sin embargo, fue incansable maestro,
llegando, como ya se dijo, a mantener correspondencia con José de la Riva-Agüero, su
discípulo, durante más de dos décadas. Su interés pedagógico incluso lo llevó a publi-
car por mucho tiempo, para convertirse en un caso de «longevidad intelectual, ya que
después de haber cumplido ochenta años, siguió trabajando con las ideas filosóficas
y casi nonagenario compuso un libro sobre la Estética de José Vasconcelos y su obra
Sistemas de Moral» (Eguiguren, 1950, p. 21).
Incansable lector y conocedor de la bibliografía europea4 con relación a la filo-
sofía política del momento, tampoco se fatigó en citar constantemente para reco-
mendar lecturas y comparar autores, ejerciendo una influencia notoria en diversas
generaciones de alumnos. Sobre todo, en aquellos llamados a conducir el país desde
palacio. Deustua creía que gobernar era educar; por tanto, a partir de esta postura
3
En carta dirigida a José de la Riva-Agüero, desde Roma, el 15 de enero de 1910, Deustua afirmaba
que ninguno de sus discípulos, con excepción de dos de los más nuevos, le dio el abrazo de despedida;
incluso muchos no le habían contestado sus cartas, entre ellos Lavalle, Morales, Palma, Maguiña,
Althaus. Además, el ministro de Instrucción propuso al Congreso que le autorizara para deshacer
todo lo que había conseguido en la organización de la enseñanza media y superior (Riva-Agüero,
1998, p. 210).
4
Leyó a Seignobos, Guiseppe Ferrari, Lombroso y Laschi, Otonieri, Maura, Bergson, Pascual Villari,
Carrer, Giorgio Arcoleo, Pompeo Molmenti, Alejandro Chiapelli, James, Merlen O., Namur
Wesmal Charlier, Troilo, Abel Rey, Barzellotti y Bertini. En 1932, las lecturas se inclinan hacia
autores hispanoamericanos tales como Alcides Arguedas, Aguilar y Guevara (Riva-Agüero, 1998,
pp. 159-271).
–33–
Fénix n° 47 / 2019
se entiende su preocupación por tener a las elites bien educadas, puesto que desde
el gobierno iban a «desempeñar funciones pedagógicas con sus ciudadanos» (Ri-
va-Agüero, 1998, p. 165).
Su interés por los libros y por trasmitir el contenido de estos, exclusivamente a los
jóvenes de la elite limeña, fueron quizás los signos exteriores que Deustua dejó cono-
cer naturalmente de su personalidad, para que el gobierno se fijara en él como nuevo
responsable de la dirección de la Biblioteca Nacional en 1918.
LA SEDE INSTITUCIONAL
Desde los inicios de su gestión, en noviembre de 1918, Deustua se preocupó por
el mobiliario de la institución, enviando solicitudes al gobierno de turno con el fin
de adquirir uno nuevo. De esta manera consiguió la construcción de mesas de cedro
y sillas (Biblioteca Nacional del Perú, 1919e, p. 4). Durante el año 1920 continuó su
labor en este rubro solicitando diversos pedidos ante el Poder Ejecutivo, los cuales no
fueron atendidos. Como consecuencia tuvo que acudir, a inicios de 1921, al presidente
de la Cámara de Senadores, Augusto Bedoya, para solicitarle muebles en desuso, en
vista que dicha cámara había adquirido nuevo mobiliario.
Con respecto a la construcción de una nueva estantería para la biblioteca, elevó
una propuesta al director general de Instrucción Pública, la cual fue aceptada al mes
siguiente por el Ministerio de Instrucción (Biblioteca Nacional del Perú, 1919, p. 4).
Las fiestas por las celebraciones del centenario de nuestra independencia induda-
blemente marcaron la gestión de Alejandro Deustua. Es por ello que se preocupó por
aspectos básicos como el pintado de la fachada y el claustro de la Biblioteca, trabajo
que no se realizaba desde el año 1908, según advierte él mismo en carta dirigida al
director general de Instrucción. Sin embargo, a pesar de sus iniciativas por mejorar el
antiguo local, hubo una serie de limitaciones presupuestales. Por ejemplo, en octubre
de 1921, luego de las celebraciones patrias, Deustua comunicó a dicho director, que
por deficiencia de los fondos públicos dejaba de pagarse al contratista encargado de
la confección de la estantería del nuevo salón Perú, lo que impidió obviamente que la
obra fuera entregada de manera oportuna al servicio del público lector.
Llama la atención esta falta de recursos en un periodo marcado por un interés
de parte del gobierno de Augusto B. Leguía (1919-1930), de hacer diversas obras
públicas de manera acelerada. Por ejemplo, en esa gestión se edificó el Teatro Forero
(1920), el nuevo local del colegio Guadalupe (1920), el Banco Central de Reserva
(1920), la avenida Leguía (inicios de 1921), el monumento a San Martín, entre otras
obras. Quizás hubo prioridades de parte del gobierno en sus gastos públicos, optan-
do más por la ejecución de obras monumentales que impactarían en la población y
en las distinguidas delegaciones extranjeras que asistieron a las celebraciones por el
centenario. Sin duda, el local de la antigua biblioteca de Lima no estaba en la agenda
presidencial.
–34–
Biblioteca nacional del perú
LAS COLECCIONES
Por otro lado, Deustua puso gran interés en la adquisición de publicaciones ex-
tranjeras a través de principales librerías europeas como las de Francia e Italia. En una
carta dirigida al director de Instrucción Pública, le señalaba la necesidad de liberar de
derechos, rápidamente, a los libros llegados del extranjero a la Aduana del Callao, en
vista de los constantes «desvalijamientos, a causa del gran número de gentes maleantes
que por allí merodean» (Deustua, 1921a).
También tuvo gran celo respecto al incumplimiento de los contratos celebrados
con dichas librerías. A veces, las remesas de libros que debían enviar los libreros
extranjeros eran escasas a pesar de que la biblioteca cumplía con los pagos a estos
proveedores. En cierta ocasión incluso solicitó el apoyo de Anselmo Barreto,5 para
que acudiera al librero Victoriano Suárez,6 de Madrid, para solicitarle explicaciones
sobre su exiguo envío.
De igual manera, Deustua procedió con la Casa Fratelli Boca, a la cual había envia-
do mil liras por los libros que le solicitó, de los cuales solo llegó una pequeña parte.
La librería italiana no contestó las diversas cartas que el director le envió solicitando
explicaciones al respecto. En consecuencia, requirió la ayuda de otro funcionario pú-
blico, el doctor Arturo Osores, quien había sido nombrado ministro plenipotenciario
del Perú en Italia.
Deustua no fue indiferente a las críticas de intelectuales peruanos como Julio
C. Tello respecto a la carencia de obras de las que adolecían diversas bibliotecas pú-
blicas de nuestro país. Por ejemplo, en cierta ocasión, Tello aseveró que «muchas y
muy interesantes obras eran desconocidas en la biblioteca de la Universidad de San
Marcos» (Deustua, 1921c).7 Ante tal cuestionamiento, Deustua respondió al joven
congresista que le indicara la relación de obras ausentes para adquirirlas e incorpo-
rarlas de inmediato a la Biblioteca Nacional del Perú.
5
Fue un destacado jurista limeño, ministro plenipotenciario en España en 1920.
6
El librero Victoriano Suárez editó en 1906 la obra Alma América: poemas indo-españoles, del poeta
peruano José Santos Chocano. Quizás de allí la cercanía con esta librería editorial. Posiblemente,
el problema surgió debido al desplazamiento que sufrieron los libreros tradicionales del mundo de
la edición, pues las nuevas empresas editoriales ya no se dedicaban a la comercialización del libro
en sí, sino exclusivamente a la diagramación, impresión y encuadernación. Estos nuevos oficios se
desarrollaron sobremanera con la aparición de las escuelas de artes gráficas, de las cuales salieron
dibujantes profesionales, el uso del fotograbado y el surgimiento de las impresiones off set (Martí-
nez, 2001, pp. 269-270).
7
José Carlos Mariátegui también hizo duras críticas respecto al capital bibliográfico de la Biblioteca
Nacional del Perú, catalogándolo de insignificante e incluso inexistente, en un artículo publicado
en la revista Mundial del 13 de marzo de 1925.
–35–
Fénix n° 47 / 2019
8
Durante la gestión de Manuel González Prada, se elaboraron registros de entrada de libros, folletos,
revistas, almanaques e incluso de libros en vías de publicación (Sánchez, 1986, p. 370).
9
Esta institución fue creada en Estados Unidos en 1855, con fondos provenientes del patrimonio del
científico británico James Smithson. Actualmente, está conformada por centros de investigación,
museos y un zoológico.
10
Al respecto debemos subrayar la obra realizada por el historiador Horacio H. Urteaga, quien
publicó una serie de fuentes documentales prehispánicas y coloniales desde la dirección del
Archivo General de la Nación durante las décadas de 1920 y 1930, junto al bibliotecario Carlos
Romero, quien fue director de la Biblioteca Nacional del Perú entre 1928 y 1943.
–36–
Biblioteca nacional del perú
planta del salón Europa de la biblioteca, llegando a confeccionar más de doce mil fi-
chas catalográficas de libros extranjeros principalmente (Biblioteca Nacional del Perú,
1919a, p. 36).
Sin embargo, respecto al tema del catálogo, parece que su elaboración no estuvo
exenta de dificultades. Por ejemplo, al conservador más antiguo de la biblioteca, Car-
los Romero, «le interesaba que no hubiera catálogo de la Biblioteca, pues, así man-
tendría su prestigio de ser él, nada menos, que el ‘catálogo vivo’ de la institución»
(Sánchez, 1969, tomo I, p. 156).
Por otro lado, llama la atención la política de adquisiciones seguida por Deus-
tua para incrementar las colecciones. Si revisamos los listados de las obras extran-
jeras recibidas en la biblioteca en el mes de marzo de 1919, notamos la presencia
de textos que tratan temas altamente especializados. Por ejemplo, llegaron tres
ediciones de una obra del sinólogo Wilhelm Schott (1807-1889) bajo el título:
Altaische studien order untersuchungen auf dem gaviete der tatarischen Sprachen (1870).
Sin duda, la política institucional estuvo marcada por adquirir bibliografía sobre
estudios de lenguas orientales y, en general, acerca de la cultura de esta lejana
región del mundo.
Recordemos que en la segunda mitad del siglo XIX e inicios del XX, las inves-
tigaciones arqueológicas hicieron posible el descubrimiento de valiosos tesoros de
la cultura Caldeo-Asiria, por ejemplo, así como de la ciudad bíblica de Babilonia.
Es entendible, por tanto, que en este periodo se publicaran estudios relacionados
con estos hallazgos, los cuales captaron el interés del director y sus colaboradores,
implementando así una colección extranjera con material muy actualizado para su
época. Destacan los trabajos acerca de la gramática china y asiria, filología arábiga
y hebrea, religión e historia babilónica, magia caldea, exploraciones en el valle del
río Éufrates, escritura cuneiforme, numismática china, entre otros temas (Biblioteca
Nacional del Perú, 1919, pp. 17-31).
A finales de la gestión de Deustua, alrededor del año 1927, hubo un incremen-
to en las remesas de libros chilenos a la biblioteca (Sánchez, 1969, tomo I, p. 246).
Pero fue a partir del año 1928 que la política de canje entre ambos países se inten-
sificó. Los ejemplares eran ediciones de las principales casas editoriales chilenas
tales como Nascimento. Este intercambio bibliográfico se dio en el contexto de
una política de amistad entre el hermano país del sur y el Perú, que se fue consoli-
dando durante los últimos años del segundo gobierno de Augusto B. Leguía (1919-
1930). Cabe señalar que no solo arribaron textos chilenos sino también personas
de dicho país vinculadas al libro peruano en particular y al hispanoamericano en
general, como José Toribio Medina. A pesar de que la llegada de este bibliógrafo se
dio cuando Deustua ya no ejercía la dirección de la biblioteca, hacemos mención
de este acontecimiento por el impacto que tuvo en la intelectualidad limeña (Sán-
chez, 1969, tomo I, pp. 250-252).
–37–
Fénix n° 47 / 2019
EL PERSONAL BIBLIOTECARIO
Con respecto al personal, Deustua manejó, al inicio de su gestión, a un grupo
de jóvenes colaboradores norteños, específicamente de Chiclayo. Entre ellos estaban,
Carlos Doig y Lora (1896-1965)11 y Juan José Lora (1902-1961), desempeñándose como
conservador y auxiliar de la biblioteca, respectivamente. Ambos, años más tarde, fue-
ron figuras notables en el campo literario. El crítico Armando Arteaga (2010) hace
una síntesis clara sobre el aporte de dichos poetas vanguardistas lambayecanos. Quizás
tanto Doig como Lora llegaron a la biblioteca durante la gestión de Manuel González
Prada (1916-1918), atraídos posiblemente por su obra, propia de un espíritu rebelde,
cuestionador de las formas ortodoxas de hacer poesía y representante del reformismo
social.
Otro joven colaborador, que fue promovido por Deustua, fue J. Salvador Romero
Sotomayor (1890-1951), historiador que, a sus treinta años, fue nombrado conserva-
dor en reemplazo de Doig. Fue miembro de número de la Academia Nacional de la
Historia (antiguamente conocida como Instituto Histórico del Perú), desempeñándose
como prosecretario de esta institución. Le tocó vivir una situación difícil al informar
acerca de los libros de actas de la Academia que se perdieron definitivamente en el
incendio de la Biblioteca Nacional del Perú en 1943. Romero Sotomayor reunió nu-
merosas fichas bibliográficas sobre arte, indumentaria, numismática y especialmente
acerca de la música en el Perú, las cuales lamentablemente también desaparecieron
con el incendio (Basadre, 1975, p. 6). También colaboró en la elaboración de una guía
musical del Perú, dirigida por Carlos Raygada, que fue publicada en la revista Fénix de
la Biblioteca Nacional del Perú en 1964.
Un colaborador muy influyente, que marcó la gestión de Deustua, fue Carlos A.
Romero,12 subdirector de la biblioteca. La figura de este notable bibliógrafo autodidac-
ta ha sido vejada de manera lamentable, ya que le tocó asumir la responsabilidad del
incendio que destruyó la Biblioteca. Este fatídico hecho opacó la reputación que había
logrado hasta ese momento. Uno de sus grandes logros previos fue su proclamación
como correspondiente de la Real Academia de la Historia de Madrid, justamente el
11
Doig y Lora perteneció a un grupo de universitarios provincianos que organizó un centro a favor del
político Augusto B. Leguía y llegó a publicar un diario bajo el título Germinal. En este grupo también
estuvieron José Antonio Encinas, Hildebrando Castro Pozo, entre otros (Sánchez, 1988, p. 17).
12
Carlos Romero nació en 1863. Estudió en el colegio Nuestra Señora de Guadalupe. Participó en la
Guerra del Pacífico, bajo las órdenes del sargento Augusto B. Leguía, presidente del Perú en la década de
los años veinte. Trabajó en la Biblioteca Nacional del Perú por sesenta años, quince de los cuales fue su
director (1928-1943). Durante su gestión tuvo lugar el incendio de la Biblioteca en mayo de 1943. Era
un octogenario cuando se le imputó el cargo de haberlo ocasionado. Anteriormente, había sido acusado
de ser cómplice de la desaparición de piezas bibliográficas valiosas, por lo que se ordenó el inventario de
ellas. Finalmente nunca se comprobó este cargo.
–38–
Biblioteca nacional del perú
28 de julio de 1921, por ser miembro de número del Instituto Histórico del Perú. Un
logro profesional con reconocimiento internacional a este notable editor de joyas ma-
nuscritas relacionadas con nuestra historia.13
Romero asumió la dirección de la biblioteca de manera interina tanto en reempla-
zo de González Prada como de Deustua. Se mostró refractario a las políticas de catalo-
gación de libros llevada a cabo por sus superiores mediante la contratación de jóvenes
intelectuales, puesto que las consideraba deficientes (Basadre, 1975, p. 19).
Al respecto, el 6 de diciembre de 1918, Teobaldo González, también colaborador
de la biblioteca durante la gestión de Deustua, remitió una carta a Luis Valera y Or-
begoso, periodista influyente que tenía a cargo la página editorial titulada «La Hora
Actual» del diario El Comercio:
Sobre este tema, quizás Romero observó la presencia de una joven generación de
auxiliares y conservadores en la institución en la que había laborado por más de trein-
ta años. Este nuevo personal puso su esfuerzo en contabilizar el número de existencias
13
Carlos Romero fue, además, director de la Revista Histórica en el año 1921, importante medio de
divulgación de documentos históricos que dedicó un número exclusivo al centenario de nuestra
independencia.
14
Luis Varela y Orbegoso (Lima, 1878-Madrid, 1930) fue un destacado periodista descendiente del
presidente del Perú Luis de Orbegoso. Estuvo vinculado a familias acaudaladas del norte del país.
Fue profesor del Colegio Nuestra Señora de Guadalupe y miembro del equipo de colaboradores del
diario El Comercio desde el año 1908 hasta su muerte. Escribió sobre genealogía en el Perú, editó
algunas crónicas coloniales y publicó textos sobre los parlamentarios peruanos. Su correspondencia
se halla actualmente en la Biblioteca Nacional del Perú y abarca los años comprendidos entre 1900
y 1930, la cual hemos consultado para la elaboración de este artículo.
15
Al respecto Luis Alberto Sánchez, en un prólogo a las Adiciones a La Imprenta en Lima, detalla que
él fue testigo de cómo varios eruditos peruanos «pecaban de avaros» en proporcionar datos a los
demás. Por ejemplo, José Toribio Polo, Nemesio Vargas, Manuel de Mendiburu, Enrique Torres
Saldamando, Pablo Patrón (Romero, 2009, p. 15).
–39–
Fénix n° 47 / 2019
de la institución. Era lógico que el papel de Romero como «catálogo viviente» pudiera
verse disminuido ante la presencia de un catálogo formal que incluyera un registro
completo y ordenado de los libros. Y si a esta situación desfavorable, se agrega la per-
tenencia de Romero a una generación de estudiosos autodidactas reticentes para com-
partir sus conocimientos históricos y bibliográficos,15 era comprensible que no tuviera
una cordial transferencia de información con el personal recién llegado.
Por esta época también hacía sus primeras prácticas en nuestra institución el aún
muy joven historiador Jorge Basadre Grohmann (Tacna, 1903-1980). Fue propuesto e
incorporado por Deustua en reemplazo de Juan José Lora, que ejercía la función de
auxiliar de biblioteca. El director consideraba a Basadre como un profesional idóneo
para la plaza mencionada, ya que reunía diversas capacidades profesionales al poseer
varios idiomas y tener una vasta cultura general. Por otro lado, también subrayaba el
hecho de que Basadre había realizado durante un año la catalogación de documentos
antiguos de la biblioteca por encargo de la Universidad de San Marcos.16
Deustua asignó a Basadre, en un primer momento, la tarea de registrar los libros
del salón Europa que albergaba la colección de libros extranjeros. Posteriormente,
se dedicó exclusivamente a fichar libros del siglo XX pertenecientes a dicho salón,
también por encargo del director, que deseaba brindar un mejor servicio con este
material. El director puso gran empeño en el desarrollo de esta colección, quizás por
su vinculación directa con los estudios filosóficos en particular y con los de corte hu-
manístico en general, los cuales se editaban básicamente en el extranjero. Cabe señalar
que incluso intentó convencer a Basadre a que se dedicara a la investigación filosófica
(Basadre, 1975, p. 5), sin saber que en el futuro se convertiría en uno de los estudiosos
más reflexivos sobre nuestra historia republicana.
Otro colaborador durante la gestión Deustua fue Teobaldo González López (1894-
1959), joven profesor que tuvo la misión de redactar los rasgos biográficos de Ricardo
Palma, con motivo de su fallecimiento en octubre de 1919. Esta reseña fue publicada
por Deustua en el Boletín de la Biblioteca Nacional (González, 1919, pp. 27-35), jun-
to con el discurso que ofreció, durante la inhumación de los restos del autor de las
Tradiciones Peruanas, en el cementerio general Presbítero Maestro. Cabe resaltar que
González, con solo veintitrés años, ya tenía el peso académico necesario para asumir
tan minuciosa pero, a la vez, patriótica tarea.17
González también, gracias a los vínculos que tenía con los medios periodísticos,
hizo lo posible por dar a conocer las publicaciones oficiales de la biblioteca, como el
16
Basadre también formó parte de un grupo de estudiantes liderado por Raúl Porras, que se dedicó vo-
luntariamente a registrar un conjunto documental denominado Papeles varios, compuesto por quince
mil folletos nacionales impresos durante las épocas colonial y republicana (Basadre, 1975, p. 4).
17
Según Luis Alberto Sánchez, González era un aficionado a la Historia y más bien ejercía un
profesorado en el Deustche Schule (Colegio Alemán) durante varias horas lectivas.
–40–
Biblioteca nacional del perú
Boletín y la Memoria del director de turno. Así, por ejemplo, se contactó con el mencio-
nado Luis Varela y Orbegoso para que dedicara algunas líneas en el diario El Comercio
a dichas publicaciones (González, 1919).
Dos años después, durante el periodo de celebraciones por el centenario de nuestra
independencia, González publicó en el número extraordinario de la revista Mundial de
1921 un trabajo sobre historiografía peruana elogiado, a través de la Revista Universita-
ria de la Pontificia Universidad Católica del Perú, por el historiador José de la Puente
Candamo, más de cincuenta años después (Puente Candamo, 1979, pp. 43-61).
González fue conservador de la Biblioteca, aun siendo muchacho (González, 1917),
entre 1917 y 1924, alternando posteriormente sus labores como juez de paz letrado
de Lima con las de profesor escolar y universitario. En la década de 1930 enseñó en
la Universidad Católica y en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Beltroy,
1957, pp. 72-73)18 dictando los cursos de Filosofía del Derecho y Derecho Penal respec-
tivamente. Dejó el cargo que tenía en la biblioteca debido a que el presidente Leguía
deportó a su padre, que era coronel en 1924 (González, 1921), quedando trunca su
carrera como bibliotecario.
Finalmente, otro colaborador fue Luis Alberto Sánchez, que se encargó de la conta-
bilidad durante la gestión de Deustua. Fue miembro de Partido Aprista Peruano desde
1931. Descolló como intelectual escribiendo historias noveladas, así como importantes
estudios de crítica literaria. A partir de 1919, laboró como secretario y contador de la
biblioteca quedándose hasta 1931 (Sánchez, 1988, p. X). Aquí realizó diversas búsque-
das de información que posteriormente usó en sus obras. Pero su labor bibliotecaria
estuvo muy vinculada a la vida política que se formalizó en 1930 al iniciar su militancia
en el Partido Aprista Peruano.
Creemos que el personal bibliotecario, durante la gestión del doctor Deustua, no
solo estuvo dedicado a las tareas en torno al libro, ya que aún no existía un personal
especializado. Más bien dicho personal compartía sus labores bibliotecarias con la cáte-
dra universitaria, la composición literaria, las investigaciones históricas, el periodismo,
el ejercicio político, la reflexión filosófica e incluso las prácticas masónicas.19 Además,
debemos señalar que la historia de este personal no puede entenderse sin la Reforma
Universitaria sanmarquina y sin la particular historia política de la década de 1920 que
18
González también escribió varios artículos periodísticos, algunos dedicados a Manuel González
Prada con motivo de su repentino fallecimiento en 1918. En la década de los años cincuenta fue
miembro del Consejo Universitario de la Universidad Mayor de San Marcos. También fue miem-
bro fundador del Instituto Peruano de Sociología y de la Academia Peruana de Ciencias Políticas
(Estenós, 1955, p. 222).
19
No solo Deustua era masón; también el contador de la biblioteca, Luis Alberto Sánchez, que se
inició en la logia Virtud y Unión Número 3 a comienzos de 1925. Fue invitado por José Ángel
Escalante, un leguiísta cusqueño (Sánchez, 1969, tomo I, p. 226).
–41–
Fénix n° 47 / 2019
estuvo marcada por don Augusto B. Leguía, presidente del Perú en dos oportunidades
(1908-1912; 1919-1930). Las relaciones específicas entre este personal de la época de
las celebraciones del centenario de nuestra independencia y el gobierno de turno aún
están por estudiarse.
CONCLUSIONES
La gestión de Alejandro Deustua (1918-1928) se desarrolló en un periodo institucio-
nal, denominado por Jorge Basadre como el de la «Segunda Biblioteca Nacional», que
comprende los años posteriores a la Guerra del Pacífico (1879-1883) hasta el incendio
del año 1943.20 Fue una época donde los directores trataron, cada uno con sus énfasis
particulares, de recomponer y ordenar la biblioteca, seriamente saqueada durante dicha
contienda. Sin duda, el trabajo realizado por Ricardo Palma, en una primera etapa, des-
taca sobremanera por mérito propio. El autor de nuestras Tradiciones peruanas, se encargó
de recuperar e identificar nuestro tesoro bibliográfico perdido después de la guerra por
cerca de treinta años. Los directores que le sucedieron, entre ellos Deustua, se apartaron
un poco del trato directo con los libros, y optaron más bien por engrosar el personal
bibliotecario con puestos de portapliegos, meritorio, amanuense, auxiliar y conservador,
con lo cual se buscó realizar funciones de carácter organizativo tales como elaboración de
catálogos, listados de documentos, así como de ordenamiento de las colecciones.
Después de 1912, ya no hubo un despliegue bibliófilo exclusivo: se deja de se-
llar los textos con logos o abreviaturas que aludían al director de turno, como lo
hacía Palma, tal vez con el propósito de salvaguardar el patrimonio bibliográfico
del país, al margen de los elementos egocéntricos que podrían reflejar esta actitud.
En fin, al parecer, la función pública se va organizando de manera oficial, dejando
de tener características propias de un entorno privado. Deustua, por ejemplo, al
alternar el ejercicio de sus funciones con la cátedra universitaria, iba reclutando
jóvenes estudiantes para laborar en la biblioteca. En el fondo, pensaba ya en un
personal formado en un nivel educativo superior, lo que iba en la línea de su vi-
sión elitista. Por su parte, González Prada, jefe institucional ente 1912 y 1918, se
preocupó sobremanera por saber el número real de las existencias en las estante-
rías y cuestionó contundentemente el trato personal que Palma había dado a los
textos. Deustua continuaría esta gestión, como lo hemos señalado, sorteando los
diversos obstáculos que se levantaban al mismo tiempo. Sin duda, hubo un inten-
to por ordenar para divulgar las existencias de la biblioteca, de tal forma que estos
bienes estatales estuvieran al servicio de los ciudadanos.
Finalmente, quisiéramos cerrar este artículo comentando un poco sobre el per-
fil de Alejandro Deustua como servidor público y político. Es de resaltar que el
20
En mayo de 1943, un incendio destruyó parte del local de la Biblioteca Nacional del Perú. Romero
era el director en aquel fatídico momento perdiéndose piezas bibliográficas muy valiosas.
–42–
Biblioteca nacional del perú
cargo de bibliotecario fue solo uno de los que ejerció en el Estado. En 1898 fue
secretario de Instrucción Pública; en 1902, primer ministro; en 1920, rector de la
Universidad de San Marcos, entre otros cargos. Sin embargo, buena parte de ellos
estuvieron relacionados con la gestión educativa, que fue su gran preocupación.21
Como educador contó con un conjunto de discípulos con el que tuvo cierta afini-
dad. En este grupo estuvieron Víctor Andrés Belaunde, Francisco García Calderón y
José de la Riva-Agüero; pero, a la vez, se vinculó tanto en la universidad como en la
Biblioteca Nacional del Perú, con otro alumnado rebelde entre el que estaban Jorge
Basadre, Raúl Porras, por ejemplo, con quienes discrepó.
Por último, en el ámbito político, Deustua se desempeñó como civilista, integrando
el Partido Civil desde sus inicios,22 pero con el tiempo se convirtió al leguiísmo, con el
que colaboró oficialmente durante de la década de 1920. Anteriormente, en 1908, ya
había mostrado su simpatía por el creador de la Patria Nueva, al apoyar su iniciativa de
convocar a todos los partidos para llegar a un acuerdo conjunto por el bien del país.
Pero, como sabemos, Leguía se fue transformando en la medida en que más se
alimentaba de poder durante la década de 1920. Cambió la Constitución para reele-
girse, realizó proscripciones para combatir enemigos políticos, estudiantes, obreros,
etcétera, entre otras prácticas poco democráticas, que afectaron incluso al padre de
uno de los miembros del personal de la biblioteca. La pregunta de rigor que nos
hacemos es ¿por qué Alejandro Deustua se mantuvo en el cargo de director de la
biblioteca y como rector de la Universidad de San Marcos, a pesar de las particulari-
dades del régimen?, ¿por qué receló tanto de Basadre —según Luis Alberto Sánchez—,
por haber publicado un elogio de La Internacional, en un contexto coercitivo que lo
hacía justificable?
Como lo hemos señalado, Deustua fue un agudo crítico de los personalismos
en las clases dirigentes. Además, avaló ejercer el derecho a la insurrección, como
un mecanismo de progreso moral, ante la presencia de un gobierno conducido por
intereses egoístas nada cercanos al bien común. ¿Por qué postergó tanto su crítica
hasta las postrimerías del gobierno de Leguía?23 Dejamos planteada la pregunta para
21
En 1922, incluso con el propósito de oficializar y publicitar sus propuestas educativas, Deustua
colaboró con un artículo en una lujosa publicación editada por la Société de Publicité Sud-
Américaine Monte Domecq, casa editora del publicista paraguayo Ramon Monte Domecq,
titulada El Perú en el primer centenario de su independencia, en castellano e inglés.
22
Partido fundado por Manuel Pardo en 1871. Considerado como el primer partido político en la
historia de nuestro país.
23
Al respecto, Luis Alberto Sánchez, en sus memorias, detalla acerca de un discurso dado por
Deustua en la apertura del año académico de 1929 en la Universidad de San Marcos, lo que resultó
un severo cuestionamiento a la actitud del gobierno para con dicho centro de estudios (Sánchez,
1969, tomo I, pp. 230-231).
–43–
Fénix n° 47 / 2019
ser resuelta por aquellos estudiosos interesados en la historia de las ideas políticas
en nuestro país.
BIBLIOGRAFÍA
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yeque. Terra Ignea. Recuperado de https://bit.ly/2r6q68t
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universitaria y la sátira a inicios del siglo XX. Boletín de la Biblioteca Nacional del Perú,
43(99), 75-142.
–44–
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de Sociología.
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Universidad de San Martín de Porres.
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Tomo I. Lima: Eds. Villasán.
— (1986). Manuel González Prada: Obras (Tomo 2, Vol. 3). Lima: Ediciones Copé.
— (1988). La vida del siglo. Caracas: Biblioteca Ayacucho.
MATERIAL BIBLIOGRÁFICO Y
DOCUMENTAL
Biblioteca nacional del perú
CRISTÓBAL PLANTIN
Cristóbal Plantin fue el más importante impresor del siglo XVI. Se inició pri-
mero como encuadernador y luego llegó a ser un gran maestro de la imprenta.
Nació en Francia en el año de 1520 y se formó en las artes de la imprenta con
Roberto Macé en Normandía. Con el trascurrir de los años, se trasladó en 1549
a la ciudad de Amberes con su familia para dedicarse a su oficio, puesto que este
lugar le ofrecía todas las facilidades para desenvolverse profesionalmente, tal como
lo señala De Nave:
Amberes presentaba todas las ventajas posibles. Allí se encontraban todas las
materias primas y los mejores equipos necesarios para el arte de la encuaderna-
ción. Además, su mercado monetario facilitaba la obtención de capitales para
el establecimiento de un negocio. Por último, la ciudad era un punto de con-
vergencia de la clientela rica interesada en los oficios artísticos (De Nave, 1988,
p. 14).
1
Los caracteres son señas o marcas de las letras que se imprimen o graban en el papel.
2
De hecho, uno de sus empleados y aprendices fue Luis Elzevier, personaje representativo de la impren-
ta del siglo XVI.
–49–
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Para cumplir con este fin, el rey encomendó a su capellán personal Benito Arias Mon-
tano, que era un importante miembro de la Iglesia católica y que había asistido y tenido
una gran actuación en el Concilio de Trento,3 que se encargase de la edición de esta gran
obra. Fue así que el rey mandó a su capellán a Amberes para reunirse con Plantin para
empezar ambos a elaborar una las mejores obras maestras de la bibliografía y que, hoy
por hoy, es considerada como una joya bibliográfica admirada no solo por su contenido,
sino también por su impecable trabajo de imprenta, es decir, la forma.
3
El Concilio de Trento se realizó de 1545 a 1563. Su objetivo fue definir las doctrinas de la Iglesia en
respuesta a los protestantes.
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que fue pintor y participó con sus dibujos, y Francisco van Ravelingan, quien supervi-
só la impresión de los textos en hebreo y sirio.
Acosta (2017), en su diapositiva número 20, menciona que se imprimieron 1200
ejemplares en papel para el público y 13 en pergamino para el rey Felipe II; ahora bien,
Delen (1957) indica lo mismo, pero los detalla según el tipo de papel y el precio con
el que se vendían:
Sinesio López, ex director de la Biblioteca Nacional del Perú (BNP) cuenta que
Ricardo Palma en su casi huérfana y loable labor, logró recuperar del Mercado
Central de Lima unos 8 mil libros.
Posteriormente, en 1884, el ex presidente chileno Domingo Santa María tam-
bién devolvió a nuestro país unos 10 mil ejemplares.5
En noviembre del año 2007, el gobierno chileno nos devolvió, luego de una ardua
gestión diplomática, 3788 volúmenes de libros. En este lote llegaron tres tomos —de
los ocho— de la Biblia Políglota de Amberes; los volúmenes son el VI, VII y VIII, a los que
Benito Arias Montano llamó apparatus. Al respecto, Acosta (2017) señala que los tres
últimos volúmenes son los denominados apparatus, y Voet (2008) indica que en estos
tomos se incluyeron tratados sobre las costumbres de los antiguos hebreos, asimismo
diccionarios y gramáticas de hebreo, caldeo, siriaco y griego, que ayudaron a entender
mejor esta obra, y que por dichas características se le puede calificar de una Biblia de
estudio para eruditos:
4
Estos detalles nos ayudan a determinar cuál es el valor de estos ejemplares en la actualidad.
5
En esta entrega no se tenía mayor información sobre la Biblia Regia
–51–
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Five of these contained the actual texts, and the last three formed these- called
apparatus: it included a series of detailed and valuable treatises on the manners
and customs, weights and measures of the ancient Hebrews; grammars and dic-
tionaries for Hebrew, Chaldaic, Syriac and Greek; and revised versions of parti-
cular texts with emendations or interlinear glosses (2008, p. 60).
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Biblioteca nacional del perú
Para realizar este contraste, se utilizaron las siguientes fuentes para comparar el
contenido de los volúmenes de esta importante obra:
1. Las diapositivas de la exposición de Acosta titulada «Benito Arias Montano: Vida y obra»:
Acosta (2017) presenta de manera sucinta el contenido de la Biblia Regia. Esto
sirvió inicialmente para comparar los volúmenes VI, VII y VIII con el catálogo en
línea (OPAC) de la BNP. En su revisión, se pudo observar que la numeración que
tenían estos tres volúmenes no correspondía. De esta manera, se inició la búsqueda
de la verdadera numeración de los llamados apparatus.
II 720 Introducción de Arias Montano sobre la paráfrasis caldea. Primeros profetas. Libros Jo-
sué, Judices, Ruth, Samuel, Reyes, Paralipomenon.
III 810 Esdras, Nehemías, Tobías, Judith, Esther, Job, Psalterium, Ecclesiastés, …
IV 919 Profetas posteriores. Esaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel. Duodécimos profetas. Hosee,
Joel, Amos, Abdías, Jonás, Micheas, Naum, Habacuc, Zacharías, Malaquías, …
VI 544 Nuevo testamento, en griego con interpretación de la Vulgata latina. Con diccionario
griego en los márgenes. Interpretación latina del antiguo testamento hebraico según San-
tes Pagnini, Arias Montano, Raphelengius, …
VIII 420 Apparatus. Términos hebraicos. Interpretaciones latinas de Santes Pagnini. Considera-
ciones varias de Arias Montano sobre el antiguo testamento, cartas de Felipe II, ...
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Volumen Felipe II y la Biblia Poliglo- Ejemplares de la Biblio- Biblioteca Nacio- Casa Museo Plantin
ta de Amberes teca Nacional del Perú nal de España Moreto
VI El libro indica que el conte- El lomo está etiquetado 6 6
nido es del volumen 8 con el número 8
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Biblioteca nacional del perú
Esta referencia
señala que se
hicieron dos tiradas
de los Apparatus y
algunos se volvieron
a componer.
Esta referencia indica que el ejemplar que tiene la BNE coincide con el que te-
nemos en la BNP. Este dato, al parecer, terminaría por derrumbar la hipótesis que
sostiene que las etiquetas estaban mal puestas.
CONCLUSIONES
- Lo que se muestra en este ensayo es un avance del estudio de esta importante joya
bibliográfica que todavía tiene mucho que enseñarnos.
- El análisis de este libro ayudará a entender parte de la historia del Perú antes de la
Guerra con Chile.
- Esta es una joya bibliográfica que da cuenta de la importancia de las colecciones
que tenía la BNP.
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BIBLIOGRAFÍA
Acosta, A. (2017). Benito Arias Montano: Vida y obra. Recuperado de https://bit.
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Biblioteca Nacional del Perú (2017). BNP inaugura exposición “Memoria recuperada:
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bnp-inaugura-exposicion-memoria-recuperada-libros-devueltos-por-chile-al-peru/
Delen, A. (1957). Cristobal Plantin: Impresor del humanismo. Madrid: Escuela Nacio-
nal de Artes Gráficas, Dirección General de Enseñanza Laboral.
Díaz, N. (6 de noviembre de 2007). ¿Aún hay más libros saqueados en Chile? La República.
Recuperado de https://bit.ly/2TKy44i
Voet, L. (2008). The Golden Compasses: The History of the House of Plantin-More-
tus. Recuperado de https://bit.ly/2Qkf2Tp
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Biblioteca nacional del perú
Creador y pensador incansable, Ricardo Palma (1833-1919) tuvo una vida intelec-
tual muy activa. Una vastísima producción de tradiciones peruanas (más de 300 pu-
blicadas en ocho volúmenes), poemas, obras de teatro, escritos picarescos, escritos
lexicográficos y críticas periodísticas dan fe de ello. Se suma a esta labor su conocida
actividad como reconstructor de la Biblioteca Nacional del Perú tras la Guerra del
Pacífico, en el periodo 1883-1912. Su descomunal y prolífica obra ha sido abordada
desde muy distintas ópticas, desde su actividad literaria, pasando por su esfera política
y bibliotecaria, habiéndose en el camino elaborado trabajos específicos sobre su escri-
tura picaresca, sobre sus anotaciones en los libros,1 e incluso sobre su relación de amor
y odio con la historia y los historiadores.
A un año del centenario de su muerte, y habiéndose declarado Patrimonio Cultural
de la Nación ocho manuscritos de la obra intelectual de Ricardo Palma mediante Reso-
lución Viceministerial N° 131-2018-VMPCIC-MC, del 21 de agosto de 2018, el presente
trabajo es una presentación de dos fuentes primarias conservadas en la Biblioteca Nacio-
nal del Perú, las cuales nos dan nuevas luces sobre la obra creativa de don Ricardo Palma.
1
Las anotaciones contienen todo un mundo de información, sostiene Roy L. Tanner. Aunque invasi-
vas, nos muestran parte del genio creativo cultural de Palma. (Tanner, 1992)
2
Ejemplar signado con el código XDCH 00103. Sala de manuscritos y libros raros de la Biblioteca
Nacional del Perú. N° Inventario 2011: 4000000116. Es necesario agradecer las facilidades y apoyo
brindado por Gerardo Trillo, Laura Martínez y Jorge Huamán.
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3
En su famosa Nota informativa (acerca de la Biblioteca Nacional), Manuel González Prada comentaba
sobre esta costumbre de Palma: «Escollos y apostillas hormiguean en los textos, así como anotaciones
en antiportadas, portadas y colofones» (González Prada, 1912, p. 10).
4
Guillermo Lohmann Villena considera que el autor del texto fue Antonio Ruiz Cano, el marqués de
Soto Florido (Lohmann, 1976).
5
Biblioteca Nacional del Perú. Lima: Impr. del Universo, de Carlos Prince, 1883. Código: 869.558 / T
1883 (2 ejemplares) y XJF 869.558 / T 1883. Sala de manuscritos y libros raros.
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con Holguín, basado en lo que de la obra de Palma se sabía, llama mucho la atención
esta prórroga de Palma para hablar de Micaela Villegas, lo que lleva a sospechar que
es muy probable «...que el tradicionalista tuviera cierta resistencia para hacerla figura
central de alguno de sus relatos» (Holguín, 2013, p. 166). La revisión del Drama de los
palanganas…, de la Colección Devueltos por Chile abre puertas, mostrándonos nuevas
evidencias sobre la labor creativa del Ricardo Palma escritor. Sobre esta obra dice el
tradicionalista: «Un librejo de esa época, destrozando a Amat en su vida, ya pública, ya
privada, lo pinta como el más insaciable de los codiciosos y el más cínico defraudador
del real tesoro» (Palma, 1894, p. 301). Las anotaciones manuscritas dejadas en el ejem-
plar nos permiten reconocer el acercamiento definitivo de Palma a la evocación de las
relaciones de Amat con Micaela Villegas, acercamiento este que se complementó luego
de la guerra con un ejemplar inexistente hoy que debió quemarse en el incendio de
1943. (Ver figura N° 2, página 61). Afirma Palma:
Micaela Villegas (La Perricholi) fue una criatura ni tan poética como la retrató
José Antonio de Lavalle en el Correo del Perú, ni tan prosaica como la pintara su
contemporáneo el autor anónimo del Drama de los palanganas, injurioso opúscu-
lo de 100 páginas en 4.º, que contra Amat se publicó en 1776, a poco de salido
del mando, y del que existe un ejemplar en el tomo XXV de Papeles varios de la
Biblioteca Nacional (Palma, 1894, p. 299).
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En el manuscrito dice:
—Hermano Martín, cuando vivías obedeciste siempre mis ordenes, y espero que
ahora que estás muerto no me niegues la obediencia. Te mando que no hagas
más milagros.
Las ideas que habían sido usadas, Palma las tachaba, como se puede observar en las
figuras 4 y 5 (ver páginas 65 y 66), mientras que las que no habían sido usadas queda-
ban sin mácula, a la espera de que la ocasión así lo ameritase. De esta forma el autor
evitaba citar dos veces un mismo texto y lograba mantener un control de sus ideas.
6
Biblioteca Nacional del Perú. Código: P26. Sala de manuscritos y libros raros. Esta obra llegó a la
Biblioteca Nacional del Perú como parte de la compra que la institución hizo a las hijas del tradicio-
nalista de «libros y objetos personales» que habían pertenecido a don Ricardo (Biblioteca Nacional
del Perú, 1949).
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Quizá una de las mayores críticas que estudiosos como Enrique Torres Saldamando
o Rubén Vargas Ugarte,7 para citar solo a algunos de ellos, han hecho a Ricardo Palma
es la referente a su falta de rigor para citar. Una de las formas que el escritor usaba, tan-
to para no olvidar textos que le interesaban como para no citar dos veces una misma
idea, era este sistema de fichas tachadas. Podríamos, incluso hacer un recuento de fra-
ses tachadas y su relación con los impresos palmianos. Cítese como ejemplo la imagen
correspondiente a la Fig. 5, folio 6 r. La primera sección tachada «Un pasquín contra
Bolívar» fue usada tal cual en las Tradiciones en salsa verde, en la tradición llamada «Un
desmemoriado» (Palma, 2007, p. 40). La segunda sección tachada dice: «Hay mujer
que, como fea, no tiene nada que pedirle a Dios», se publicó como parte de un texto
ya citado: «Por qué fray Martín de Porres no hace ya milagros», donde escribe Palma:
«Hasta la Carita de Cielo, hembra que como fea no tenía nada que pedir á Dios» (Pal-
ma, 1906, p. 71). La misma suerte se tiene al buscar la siguiente frase tachada: «¿De qué
madera se fabricarán las tablas de logaritmos? Esta frase fue usada en la tradición «El
gran poder de Dios», y vio la luz como «Así me ocupé yo por entonces en profundizar
el concepto, como me ocupo hogaño en averiguar de qué madera se fabrican las tablas
de logaritmos» (Palma, 1906, p. 145). Ocurre algo similar con la penúltima frase tacha-
da, donde se lee sin más: «Ser más blanco que el caballo del Apocalipsis». Esta frase
aislada cobra vida dentro de «Historia de una excomunión», donde es usada para mos-
trar el sentirse ofendido de Fernando Pérez Oblitas, religioso al que una mujer llamó
«zambo, borrico y majadero», y apunta Palma «¿Pero lo de zambo, á quien se tenía por
más blanco que el caballo del Apocalipsis?» (Palma, 1906, p. 99). Finalmente, la última
frase tachada desliza una idea sutil: «El derecho de protesta es un derecho femenino».
Esta frase se menciona en el texto «Los tres etcéteras del Libertador», donde afirma
Palma: «Ya se sabe que el derecho de protesta es derecho femenino» (Palma, 2007, p.
99). Como se puede ver, cada segmento de este cuaderno de notas es, pues, una mina
de oro por estudiar.
PALABRAS FINALES
El acervo documental de la Biblioteca Nacional del Perú es tan vasto como fasci-
nante. Cada sección posee ejemplares a la espera de ser investigados. Esta escueta mira-
da a las anotaciones de Ricardo Palma nos permite humanizar al escritor, nos permite
ingresar a la esfera de lo privado del Ricardo Palma hombre, y con ello nos brinda la
posibilidad de vislumbrar parte de los procesos creativos de uno de los más importan-
tes escritores de nuestras letras, de quien muy bien decía José de la Riva-Agüero: «...sin
hipérbole alguna y pesando cuidadosamente las palabras, se os debe proclamar uno
de los más principales y eficaces agentes en la formación del sentimiento de nuestra
7
Muchas de ellas han sido reseñadas por Vargas Ugarte en su texto «Don Ricardo Palma y la Historia»
(Vargas, 1967).
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Biblioteca nacional del perú
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Lohmann, G. (1976). Un tríptico del Perú virreinal: El Virrey Amat, el marqués de Soto Flo-
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Fénix n° 47 / 2019
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Biblioteca nacional del perú
1. ANTECEDENTES
La Biblioteca Nacional del Perú custodia, desde su fundación, un importan-
te patrimonio bibliográfico documental. Esta fue la primera entidad cultural que
cobijó entre sus fondos una variada documentación colonial y republicana perte-
neciente en su mayoría a la Compañía de Jesús y al Tribunal del Santo Oficio de
Lima. Durante la dirección del coronel Manuel de Odriozola (1875-1883), —quien
gestionó con los gobiernos de turno y particulares, donaciones y compras de valio-
sos manuscritos—, los fondos documentales de la BNP empezaron a crecer. Así, en-
tre 1878 y 1879, contrató a los eruditos Manuel González de la Rosa y José Toribio
Polo para realizar la primera catalogación de los fondos bibliográficos, siendo este
último el encargado de registrar la colección de manuscritos. Lamentablemente, la
invasión del ejército chileno a la capital limeña en enero de 1881 trajo como resul-
tado la desaparición de los más de 800 manuscritos que se habían catalogado hasta
ese momento (Tauro, 1964).
En 1883, tras nombrarse a Ricardo Palma como nuevo director de la Biblio-
teca Nacional de Perú y del Archivo Nacional, y gracias a la ayuda de los bibliófilos
Enrique Torres Saldamando y Carlos Alberto Romero, se recuperó la recordada
sección de manuscritos de la biblioteca (Durán, 1972). Para facilitar el trabajo de
los investigadores, Palma seleccionó un grupo de documentos del antiguo Archivo
Nacional que por su relevancia histórica y política debían conocerse, y los empastó
en varios tomos sin ningún criterio temático o cronológico. Estos documentos, al
igual que la colección de Papeles Varios, se perdieron en el fatídico incendio de
1943.1 El inventario elaborado por Ella Dunbar sobre los manuscritos recupera-
1
Según señala Ricardo Palma (1891), en su Catálogo de los libros que existen en el salón América, para 1890,
existieron 190 tomos, además de los 41 tomos de Documentos del Virreinato, compuesto de impresos y
manuscritos. A esto se suman los 46 volúmenes de manuscritos de la Colección Paz Soldán (1891). Con
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dos después del incendio nos permite apreciar la destrucción masiva del material
documental, perdiéndose la totalidad de los tomos empastados. Todo lo contrario
sucedió con un pequeño grupo de manuscritos que resultaron ilesos por encon-
trarse celosamente custodiados en la oficina de la dirección.2 En 1948, durante
la dirección de Cristóbal de Losada y Puga, recién se inició la descripción de los
manuscritos recuperados, los mismos que se sumaron a los que se adquirieron des-
de 1943. Para dicha tarea se convocó a Raúl Rivera Serna, historiador y paleógrafo
de la UNMSM, quien se ocupó de la ordenación y clasificación de los documentos
catalogando, bajo criterios cronológicos y temáticos, los fondos documentales de
los siglos XVI-XVIII.3 En la década de 1970, Irma García, jefa de la sección Ma-
nuscritos, continuó la catalogación según lo normado por su predecesor, dejando
para un posterior registro aquellos manuscritos que, por la dificultad de la letra,
mutilación de los expedientes y estado de conservación, requerían de una previa
investigación y manipulación especial.4 Con el tiempo también vinieron a engrosar
este grupo de materiales, manuscritos que la BNP gestionó por compra, donación
y canje. Todo este patrimonio documental que no se logró inventariar es lo que se
conoce como «Manuscritos sin procesar».
Por iniciativa de Delfina González del Riego Espinosa y Gerardo Trillo
Auqui, entonces directores del Centro de Servicios Bibliotecarios Especiali-
zados (CSBE), este conjunto documental se empezó a organizar y catalogar
para su puesta en valor y su registro como patrimonio cultural de la nación.
La Biblioteca Nacional del Perú, con la realización del presente proyecto, ha
rescatado del olvido 21 175 piezas documentales, inéditas y únicas en el mun-
do, de las principales instituciones y colecciones familiares de nuestra historia
virreinal y republicana. De los 59 fondos documentales que integran ahora la
colección de manuscritos procesados (institucionales y fácticos) destacan los
el tiempo el número de manuscritos ascendió, según lo detalla el padre Rubén Vargas Ugarte (1940)
en su libro Manuscritos peruanos de la Biblioteca Nacional de Lima.
2
Ver el Boletín de la Biblioteca Nacional del Perú, (1 y 2)., 1943-1944. Inventario de las obras recuperadas
después del incendio e Inventario de los libros y manuscritos existentes en la dirección de la Biblio-
teca Nacional después del incendio. La historiadora Ella Dunbar Temple, jefa del Departamento
de Consulta, fue comisionada por Jorge Basadre, director de la Biblioteca Nacional del Perú, para
realizar el inventario de los libros, manuscritos, folletos y periódicos que se salvaron del devastador
incendio.
3
Raúl Rivera Serna publicó en el Boletín de la Biblioteca Nacional del Perú durante los años de 1949-1972,
en 18 entregas, el catálogo de los manuscritos correspondiente a los siglos XVI-XVIII.
4
Ver Biblioteca Raúl Porras Barrenechea. Manuscritos. Boletín de la Biblioteca Nacional del Perú, (81-
84), 1979-1980. Irma García junto a Rosario de Zela, bibliotecóloga y paleógrafa, catalogaron los
manuscritos que pertenecieron al insigne historiador.
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a. Clasificación
La primera tarea del proceso de clasificación es la identificación de las
unidades documentales. Por cada siglo, la documentación se clasificó por
fondos institucionales con sus respectivas secciones y series documentales.
La clasificación en secciones y series documentales, asimismo, siguió crite-
rios diferenciados de acuerdo a la naturaleza de cada fondo documental.
Para la clasificación de secciones de los fondos institucionales se siguió el
mismo criterio de la organización interna de oficinas o direcciones admi-
nistrativas.
Para este caso expondremos el ejemplo de los sistemas de justicia en los
corregimientos. Ante los corregimientos se litigaba y solucionaban juicios o
causas; a estas se las dividía en causas de tipo civil y criminal. En el Virreina-
to existían varias instancias de justicia, pero se consideraba al corregimiento
como una instancia de justicia ordinaria. Por tanto, se tiene que una causa
de tipo civil dentro de un corregimiento está ubicada en la siguiente forma:
entendiendo que el fondo documental es «Corregimiento», la sección docu-
mental es «Justicia ordinaria» y la serie documental es «Causas civiles».
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Biblioteca nacional del perú
b. Ordenación
El proceso archivístico de la ordenación se basó en tres criterios: cronoló-
gico, alfabético y toponímico.
5
Consejo Internacional de Archivo, ISAD (G): Norma Internacional General de Descripción Archi-
vística. Madrid: 2000. La Norma ISAD (G) es una guía general para la elaboración de descripciones
archivísticas creada por el Comité de Normas de Descripción del Consejo Internacional de Archivos,
la cual tuvo como lugar de gestación definitiva la sesión plenaria del Comité que se celebró en Esto-
colmo, Suecia, del 19 al 22 de octubre de 1999.
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Título/Asunto
Es el campo que nos permite identificar al
individuo o institución que genera la razón
ÁREA DE del documento. Es la entidad por la cual
Generador
CONTEXTO se inicia algún procedimiento en materia
administrativa, económica, judicial, religio-
sa, etc.
Es el campo que describe aspectos funda-
mentales del documento que permiten co-
ÁREA DE
nocer el asunto de su origen, las personas
CONTENIDO Y Descripción
o instituciones que intervienen, el tipo de
ESTRUCTURA
documento que se crea y el desenlace que
pueda tener dicho trámite.
Es el campo que identifica las condicio-
nes físicas en las que se encuentra el do-
ÁREA DE cumento. En él se especifican los agentes
CONDICIONES DE Estado de conservación naturales o humanos que han podido
ACCESO Y USO interferir en el estado de su conservación
como la humedad, la oxidación de la tin-
ta, la manipulación humana, entre otras.
–74–
Biblioteca nacional del perú
Consideramos que este trabajo debe ser el punto de partida para que la BNP
continúe empleando la norma ISAD (G), para los manuscritos que ya se en-
cuentran identificados en las fichas descriptivas6 y en el inventario 2011. Es
imprescindible que nuestra institución se adecúe a los estándares internacio-
nales y a la vez se homogenicen los catálogos de manuscritos, lo cual permitirá
un óptimo ordenamiento y control de los documentos.
Cuadro 3: Manuscritos procesados
6
Raúl Rivera Serna catalogó los manuscritos de la Biblioteca Nacional del Perú por medio de fichas
descriptivas, ordenadas de manera cronológica y temática. En la actualidad estos instrumentos des-
criptivos se encuentran en la Sala de Libros Raros y Manuscritos.
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4. MANUSCRITOS IMPORTANTES
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Sobre el primer sello, se sabe, por referencia del historiador Fernando Silva
Santisteban, que la BNP recibió una importante trasferencia documental
del antiguo Museo Bolivariano (Silva Santisteban, 1956). Para el segundo,
existen indicios de que formó parte de la colección de manuscritos y libros
de la biblioteca del general Agustín Justo que ingresó a la BNP en 1945.7 Esta
7
Según Jorge Basadre (1975), en Recuerdos de un bibliotecario, un grupo de manuscritos que perteneció al
historiador Emilio Gutiérrez de la Quintanilla fue a parar años más tarde en poder del librero argen-
tino Julio Suárez quien, posteriormente, lo vendió al general Agustín Justo. Destaca entre el grupo la
obra de Julio Basilio Cortegana titulada Historia del Perú.
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Fénix n° 47 / 2019
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Biblioteca nacional del perú
5. CONCLUSIONES
a. El proyecto ha permitido ubicar, identificar, inventariar y poner en valor una
importante documentación que impulsará la realización de nuevas investigacio-
nes sobre nuestra historia virreinal y republicana.
b. El registro documental, mediante la norma ISAD (G), ha permitido la correcta
identificación, explicación del contexto y contenido de los fondos documenta-
les de la BNP.
c. El proyecto ha permitido elaborar un cuadro esquemático de los fondos docu-
mentales de la BNP.
BIBLIOGRAFÍA
Basadre, J. (1975). Recuerdos de un bibliotecario peruano. Lima: Editorial Historia.
Palma, R. (1891). Catálogo de los libros que existen en el salón América. Lima: Biblioteca
Nacional del Perú.
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Vargas, R. (1940). Manuscritos peruanos de la Biblioteca Nacional de Lima (tomo III). Bi-
blioteca Peruana. Lima: s/e.
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ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
Biblioteca nacional del perú
LECTORES, HISTORIETAS Y
TIRAS CÓMICAS EN LIMA, 1947-1956
Luis Rodríguez Toledo
«Vas a ver qué fácil es vender revistas, Esteban. Las ponemos en cual-
quier sitio, la gente las ve y, listo, las compran para sus hijos. Y si
queremos nos ponemos a gritar en la calle el nombre de las revistas, y
así vienen más rápido... ¡Ya vas a ver qué bueno es hacer negocios!...».
INTRODUCCIÓN
Usualmente, se afirma que en el Perú la historiografía sobre el siglo XX es escasa,
aunque la producción de libros y artículos en los últimos años sobre aquel periodo ha
demostrado que los procesos históricos recientes han despertado un inusitado interés
por parte de la comunidad científica. Sin embargo, los temas tratados suelen centrarse
en personajes políticos, movimientos sociales, instituciones, intelectuales y gobiernos.
La exclusiva atención por la producción académica de los intelectuales de inicios del
siglo XX o la protesta social lleva a suponer que más allá de ello no hay historia. ¿Qué
hacían los limeños fuera de las articulaciones políticas? ¿Leían todos los limeños los
escritos de José Carlos Mariátegui o José de la Riva-Agüero? ¿Qué leían los limeños a
mediados del siglo XX? ¿Quiénes leían qué? Aunque pueda parecer obvio, se nos olvi-
da que, así como hoy, las personas de ese entonces dedicaron un sustancial tiempo a
divertirse, escuchar música y valses criollos en algunas peñas; otros hicieron lo propio
con la música andina en los coliseos; fueron a los cines de barrio; escucharon y rieron
con programas de radio, y muchos, muchísimos, leyeron tiras cómicas en los diarios,
revistas de historietas, novelitas rosa o revistas de policiales y aventuras.
Darnton (2008) afirma que la historia literaria es un artificio conformado a lo largo
de muchas generaciones, ampliado, abreviado y modificado que tiene poco que ver
con la verdadera experiencia de la literatura en el pasado y, por lo mismo, con lo que
se leía (p. 11). En el Perú, el canon literario1 ha establecido una serie de obras, autores
y corrientes como partes constituyentes de la historia literaria del país. Los ensayos
críticos de intelectuales como José Carlos Mariátegui o Luis Alberto Sánchez no hacen
sino confirmar esta genealogía; sin embargo, esta construcción intelectual nos suele
1
Con el canon literario me refiero a una sucesión de textos y autores que constituyen oficialmente la
historia literaria del país.
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llevar a pensar que algunos autores y sus novelas eran populares durante el tiempo en
que las escribieron cuando no necesariamente fue así y al mismo tiempo, nos lleva a
omitir que hubo una producción escrita y gráfica muy difundida y popular que revela
los gustos e inclinaciones de los limeños lectores de mediados del siglo XX. Darnton
(2003) señala que la literatura ya ha dejado de verse como una sucesión de grandes
títulos y grandes hombres. Tampoco se trata de un corpus de textos; es una actividad
dinámica entre lectores y símbolos impresos (p. 432). Mornet y Darnton se pregunta-
ban retóricamente si todos los franceses leían a Rousseau antes de la Revolución Fran-
cesa. Una interrogante similar puede valer para nuestro estudio si nos preguntamos si
todos los limeños leían a nuestros grandes literatos. Si en la Francia prerrevolucionaria
se leían novelas del marqués de Sade, ficción, aventuras y obras eróticas, en la Lima
de mediados del siglo XX, entre otras cosas, se leían muchas tiras cómicas, tanto las
importadas desde México, Argentina o Chile, como las nacionales publicadas en los
diarios capitalinos.
En este artículo trataremos de brindar nociones para comprender parte de la expe-
riencia de la lectura en la Lima del siglo pasado a partir del consumo de las historie-
tas y tiras cómicas, enfocándonos en tres casos: la tira cómica «Pachochín» de Carlos
Roose Silva, publicada en La Tribuna entre 1947 y 1948; las tiras cómicas «Sampietri»,
«Serrucho», «Chabuca», «Boquellanta» entre otras, publicadas en Última Hora entre
1950 y 1974, y Avanzada, una publicación dirigida a un público infantil, editada entre
1953 y 1968. Si bien muchas de estas tiras cómicas exceden el marco temporal de esta
investigación, pues se siguieron publicando después de 1956, hemos escogido ese año
como un límite arbitrario, ya que hasta esa fecha tenemos evidencias concretas y recu-
rrentes del gusto de los lectores limeños por las historietas.
En esta investigación se han analizado todas las tiras cómicas de «Pachochín» en La
Tribuna, cuya colección completa está custodiada por el Instituto Riva-Agüero; las tiras
cómicas de Última Hora entre 1950 y 1960, cuya colección completa se encuentra en la
Biblioteca Nacional del Perú; y solo se ha podido consultar el tomo anual de Avanzada
correspondiente al año 1955 ya que, como suele suceder con las revistas de historietas,
estas no se encuentran en ningún repositorio, y se tuvo que recurrir a anticuarios y reven-
dedores para acceder a esta fuente. Esta situación también demuestra la poca atención y
escaso interés de la comunidad académica por las historietas y tiras cómicas, manifestada
en el hecho que, pocas veces, han sido estudiadas desde una perspectiva histórica.2
La poca atención de los historiadores por las historietas y tiras cómicas como fuen-
tes y objeto de estudio es gratuita puesto que la relación entre imagen y texto que se
articula en estos productos culturales desempeña un papel fundamental, pues reúne
información y permite la memorización (Chartier y Hébrad, 1994, p. 420). Además, la
2
Las pocas referencias corresponden a los trabajos de Ramón Mujica (2006), Isabelle Tauzin (2013), y
las recientes investigaciones de Silva (2016), Llosa (2016) y Rivera (2018).
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Biblioteca nacional del perú
facilidad que tiene la imagen para transmitirse, circular y contener varios significados, la
convierten en una de las fuentes más eficaces a la hora de transmitir opiniones, discur-
sos y estereotipos, en tanto las historietas reproducen imágenes con signos de realidad y
no son enteramente ficticias, sino que remiten a otra realidad, transmiten los sentires y
prejuicios del dibujante y del grupo social al que pertenece (Barbieri, 1993, pp. 24-25).
3
Última Hora, 17 de noviembre de 1952.
–87–
Fénix n° 47 / 2019
historietas. No en vano, en 1956, el librero Juan Mejía Baca dijo que el peruano leía
sobre todo historietas, revistas infantiles y novelitas rosa; y afirmaba que la idea que el
peruano no leía era falsa, pues sí lo hacía; el problema consistía en conocer qué leía.
Al respecto, la revista Extra publicó una portada con el título «La batalla del libro la
ganan las historietas» parodiando la situación:
Las historietas fueron tan populares en la época que incluso diarios y revistas como
La Prensa, Caretas, Extra y Última Hora empezaron a cuestionar su influencia en los
niños debido a que los padres compraban masivamente estas revistas de historietas
junto con el periódico casi de forma cotidiana. La Prensa criticó estas revistas cómicas
porque atentaban contra la integridad moral de los niños; por la época, la Asociación
Nacional de Artistas y Escritores manifestó que se importaba una gran cantidad de his-
torietas desde México, Chile, España y Argentina, lo cual estaba en concordancia con
el desarrollo de las industrias del cómic en Latinoamérica en la década del cincuenta,
una «edad de oro» que las llevó a expandirse a otros mercados como el peruano (Cata-
lá, Drinot y Scorer, 2017, p. 8). La opinión de los quiosqueros y canillitas es relevante,
porque ellos afirmaron que parte de su venta diaria consistía en el comercio de histo-
rietas y, de hecho, la alta demanda condicionó la venta de revistas usadas en la puer-
tas de los colegios, cines y plazas, y es conocido también que apareció el alquiler de
historietas para la lectura momentánea. La literatura también nos puede acercar a este
mundo inundando de historietas: Julio Ramón Ribeyro (2009), quién nació en 1929
y, por ende, vio el consumo masivo de historietas en los años cuarenta y cincuenta,
describió en su cuento «Juegos de infancia», cómo los jóvenes clasemedieros de Lince
gastaban el tiempo leyendo tiras cómicas (p. 41), y Enrique Congrains (1954), en «El
niño de junto al cielo», retrató cómo los protagonistas Pedro y Esteban consideraban
que la venta de «chistes» usados en la plaza San Martín era un negocio rentable.
La discusión sobre el consumo de historietas que se generó en la prensa evidencia la
gran aceptación de este artefacto cultural por parte de los lectores limeños. La Prensa y
Última Hora propusieron que se impidiera la importación de ese tipo de publicaciones y
manifestaron la necesidad de fomentar una literatura sana e infantil.4 El hecho que am-
bos periódicos criticaran el éxito de estas revistas especializadas se debió a que las veían
4
Última Hora, 11 de octubre de 1956.
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como una competencia directa. Esta competencia se debía a que una industria del cómic
como la desarrollada en México, Chile, Brasil o Argentina no se generó en el Perú: las
historietas nacionales se publicaban en viñetas de tres o cuatro cuerpos en los diarios
capitalinos y su éxito estaba relacionado con el consumo de diarios. Así, las tiras cómicas
no eran elementos circunstanciales en los periódicos; en gran parte de la prensa ocupa-
ban espacios de importancia, definían muchas veces la naturaleza del periódico y eran
herramientas que atraían y fidelizaban a los lectores. Por ello, cuando se decidió incluir
nuevas historietas estas eran anunciadas en el diario como un producto más; incluso a
veces se usaron algunos de sus personajes para comunicar asuntos de importancia.
Carla Sagástegui, Mario Lucioni, y los especialistas en crear taxonomías de la histo-
rieta peruana, ubican los antecedentes del cómic peruano en las primeras viñetas de El
Perú ilustrado, a fines del siglo XIX, particularmente en la historieta muda «Aventura de
una suegra» de José Gálvez. El mismo arquetipo y diseño estético de las historietas de
ese periodo aparecieron en Actualidades, Monos y Monadas y Fray K. Bezón. Estas viñetas
aún tenían connotaciones políticas y eran más mordaces críticas sociales que elementos
de una lectura recreativa. Posteriormente, aparecieron algunos proyectos de revistas de
historietas como La Revista Semanal (1928), en donde Armando Lazarte publicó «Las
aventuras de Cirilín Oxford» y «Las aventuras de don Perico D. Acanga», y Carlos Ro-
mero hizo lo propio con «Los esposos Maz Oletones» y «Cotorrita, Tribulete y su perrito
Facundo». En los treinta aparecieron revistas destinadas al público infantil como Cholito
(1931) y Abuelito (1932), pero sería sobre todo Palomilla (1940) la primera revista peruana
íntegramente dedicada a la historieta, como señala Sagástegui (2003, p. 24).
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Palomilla, dirigida por Guillermo Ugarte Chamorro, fue una publicación que se
presentaba como «la revista de los niños peruanos», y las historietas que contenía eran
relatos de aventuras y comedias de situación. La revista tenía personajes un tanto
olvidados actualmente como «Frejolito», «Pepilín y Nolicón» y «Pepoyo y Chabike» de
Ricardo Marruffo, y «Juan Mella» de Julio Fairlie. También aparecían por entregas las
historietas de «El hombre sombra» de Carlos Núñez, «Pedrito, el indiecito estudiante»,
«El bandolero fantasma» de Demetrio Peralta y «Perdidos en la selva» de Carlos Rome-
ro. Esta revista se publicó durante tres años y llegó a tener cuarenta números con un
tiraje de veinte mil ejemplares (Lucioni, 2001, p. 263). Lucioni manifiesta que cuando
se dejó de editar Palomilla, hubo un vacío en la producción de historietas peruanas.
Quizá, por ello, los diarios se llenaron de strip internacionales, hasta que a fines de los
cuarenta apareció el que sería considerado el primer personaje peruano de una tira
cómica, Pachochín (Silva, 2016, p. 33).
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Biblioteca nacional del perú
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«Pachochín», al parecer, tuvo un inusitado éxito en los lectores del diario, tanto así
que, a fines de 1947, La Tribuna entrevistó a las dos jóvenes promesas de su equipo edi-
torial: Manuel Scorza y Carlos Roose. En aquel texto, el historietista remarcó los moti-
vos que lo llevaron a crear a su singular personaje; Crose manifestó que, en el medio,
no había ningún personaje peruano, por lo tanto, buscó y dibujó a uno que pudiera
satisfacer a los lectores peruanos.5 De esta manera, Crose buscó crear una historieta
nacional en la que se representaran todos los individuos de la calle. Sin embargo, La
Tribuna, a pesar de su éxito editorial y periodístico, tuvo un alcance limitado, no solo
por el número de tiraje, sino por el contenido y los tipos sociales a los que el diario
podía llegar, sobre todo a grupos sociales medios. Como manifiesta Isabella Cosse,
muchas veces los efectos y percepciones que una historieta transmite en los lectores
distan de los objetivos del autor, debido a que la historieta, como todo objeto artístico,
es una obra que está en constante comunicación, redefinición e interpretación entre el
creador y su público (2014, p. 26). Así, «Pachochín» pudo haber sido creado como una
historieta que pretendiera reflejar lo nacional, pero solo los individuos de clase media
se sintieron atraídos y representados por las aventuras del personaje, ya que lograban
descifrar los códigos de comunicación que se transmitían.
La tira cómica «Pachochín» presentaba un individuo de clase media; los escena-
rios, el estilo de vida, las amistades y el ocio demuestran que nuestro personaje no
era un miembro de la aristocracia pero tampoco un proletario; de hecho critica al
primer grupo social e intenta alejarse del segundo. «Pachochín» trabajaba en una
oficina, era un empleado de «cuello blanco», estaba alejado del espacio obrero, qui-
zás por ello podía interactuar directamente con los jefes, un distintivo de un sector
social diferenciado como menciona Parker (1998, pp. 15-16), y a veces podía intentar
poner un negocio propio. El espacio doméstico estaba caracterizado por una casa
decente, una sala de estar y una biblioteca en la que nuestro personaje a veces leía en
las noches, es decir, tenía a su disposición un tiempo de ocio del que pocas personas
del mundo obrero disponían; por ello, podía acudir a teatros, cines, restaurantes
elegantes, cafés, podía incluso viajar y practicar deportes con los compañeros de
oficina. Así, todos estos códigos de comunicación solo pudieron ser comprendidos
por las personas de clase media que compartían el mismo estilo de vida del que se
mofaba Crose. Esto se explica porque el humor necesita una audiencia familiarizada
con los temas que la historieta convoca, ya que, como menciona Freud (1988), reírse
con otros revela la existencia de una amplia concordancia psíquica (pp. 1030-1167).
El éxito de la historieta puede rastrearse en diversas fuentes. La Tribuna afirmó
en la época que la creación de Crose «(…) es ya un personaje popular. Los niños
esperan ansiosos su visita matinal, y los adultos lo siguen con vivo interés en sus
andanzas irónicamente ingenuas». Por otro lado, Crose en muchas viñetas agrade-
5
La Tribuna, 7 de diciembre de 1947.
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6
La Tribuna, 14 de diciembre de 1947.
7
La Tribuna, 17 de mayo de 1948.
8
La Tribuna, 16 de julio de 1948.
–93–
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Los lectores de Última Hora eran de variopinta composición social. El diario, al ser
de tono popular, estaba dirigido a los sectores medios y bajos, pero esto no limitaba su
alcance. Incluso, debido a la intensa migración de los cincuenta, los pobladores de ba-
rriadas también se convirtieron en un potencial mercado de consumidores del diario
ya que también publicaba noticias de sus provincias y regiones.
En sus inicios, Última Hora también publicaba tiras cómicas internacionales
como las de «Pato Donald», «Brick Bradford, el indomable», «Roy Rogers, el rey de
los vaqueros» y «Pancho Tronera». Todas estas se aglomeraban en una página bajo
el título de «Campeones de la historieta»; pero junto a ellas, apareció la tira cómica
Sampietri de Julio Fairlie. Esta historieta presentaba a un limeño criollo, jaranero,
enamorador y vivaz, que representaba al típico hombre de clase media que trataba de
aparentar un estatus socioeconómico que no le pertenecía. El enorme éxito de esta
tira cómica obligó al diario a interesarse en un nuevo servicio de historietas perua-
nas en el que se publicaran diferentes tipos peruanos, por lo que se inició el proyecto
de «Tiras cómicas 100% nacionales». «Sampietri» era popular, pero no reflejaba la
experiencia de todos los habitantes de la ciudad; por ello se decidió crear diversos
personajes que representaran a todos los grupos sociales. Catalá, Drinot y Scorer
(2017) han propuesto que las historietas de Última Hora pudieron ser el comienzo de
la representación gráfica de la peruanidad (p. 10).
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9
Última Hora, 9 de setiembre de 1952.
10
Última Hora, 13 de setiembre de 1952.
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Baltazar, era una mujer de clase media. Apenas acababa de terminar el colegio y estaba
indecisa entre buscar trabajo, estudiar o casarse, aunque ninguna de las tres activida-
des la convencían del todo; en todo caso no tenía necesidad, pues vivía en una familia
con recursos, con servicio doméstico y comodidades; era convenida, inteligente, frívola,
práctica y libertina; su representación estaba muy sensualizada, muy a tono con las repre-
sentaciones de mujeres en revistas como El Tony o Rico Tipo; tenía el busto y las caderas
pronunciadas y usaba su cuerpo como un medio para conseguir sus objetivos, pues co-
nocía que podía manejar a los hombres de esa forma. Por su parte, «Serrucho», de David
Málaga, era un provinciano, migrante desde Huancayo, que había llegado a Lima, y en
sus aventuras citadinas se veía envuelto en muchos problemas por su desconocimiento
de los códigos urbanos. Al igual que los otros personajes también era preso de prejuicios,
pues se asumía que tenía una naturaleza lasciva, adictiva, delincuencial y violenta.
Todas estas tiras cómicas, junto a «Sampietri», eran autoconclusivas. Por otro lado,
se publicaron historietas serializadas que tenían un argumento que se desarrollaba a lo
largo de los días como «Cadena de oro» y «Yasar del Amazonas». La primera, historieta
de Juan Ossio, narraba las aventuras de Juan Santos, un indígena heroico, fuerte y
suspicaz que luchaba en su medio natural, los Andes, contra doctores maniáticos, inva-
siones extraterrestres, fantasmas, bandoleros y civilizaciones perdidas. Era un relato
de aventuras que presentaba al mundo andino como un lugar donde lo misterioso e
insólito era posible, de hecho, la fuente del poder de Juan Santos era un objeto má-
gico. La segunda era una historieta de Jorge Salazar que, a semejanza de «Tarzán» u
otro tipo de narrativas con el mismo contenido, presentaba las vicisitudes del héroe
que luchaba contra animales feroces, tribus salvajes y bandoleros inescrupulosos en
un escenario plagado por el semisalvajismo; por ello, el héroe muchas veces ayudaba
a los occidentales a sobrevivir en un ambiente tan hostil.
Un elemento que nos revela la lectura de estas tiras cómicas es el agradecimiento
personalizado que hacían dibujantes como Fairlie o Málaga a sus lectores por las
ideas que les sugerían para componer sus tiras cómicas. Con recurrencia ambos
caricaturistas colocaban al final de las viñetas el nombre y el lugar de residencia del
colaborador. Si bien no tenemos acceso a ese tipo de cartas, podemos deducir que
las tiras cómicas también se convirtieron en espacios en los cuales se interrelacio-
naban el lector y el creador; a su vez, el vespertino constantemente informaba a los
lectores cuando las tiras cómicas se suspenderían brevemente por las vacaciones de
los dibujantes, y anunciaban su regreso, ya que se consideraba que los consumidores
deberían estar informados de estas situaciones.
La influencia de estas tiras cómicas puede rastrearse también en otras manifes-
taciones sociales y culturales. Así, por ejemplo, «Sampietri» fue inspiración de un
vals de Eduardo Rosales Villanueva, interpretado por Luis Abanto Morales en los
cincuenta. También se conoce la existencia del vals «Desembólate chontril» de Ma-
rio Cavagnaro, sabiendo que «chontril» era uno de los tantos términos que se usaba
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en la tira cómica para ofender a «Serrucho». Por otro lado, en la jerga cotidiana, las
referencias a los personajes eran constantes. Así se usaba la palabra «serrucho» y sus
sinónimos «chontril» y «chontano» para referirse a los migrantes; lo mismo sucedía
con «Boquellanta» que era una elipsis de «boca de llanta», un término ofensivo para
llamar a la población afroperuana; y el término «sampietri» fue usado como sinónimo
de «sablista», el argot para referirse a los prestamistas inescrupulosos. Pronto la palabra
fue usada para llamar también a los vagos, enamoradores y pícaros, y derivados del
término como «zampado», hicieron referencia a su actitud jaranera. «Chabuca» no
solo era el apodo dado a las mujeres que se llamaban Isabel, sino que en la época se
refería sobre todo a las «mujeres nalgonas» y es así como la tira cómica de Baltazar la
mostraba. Así, en diversas ocasiones, los lectores de Última Hora y otros diarios como
La Crónica usaban los términos presentes en las tiras cómicas para transmitir sus opi-
niones. También los diccionarios de jergas y replanas compuestos en los cincuenta y
setenta nos confirman que estas palabras tuvieron un uso bastante intenso entre los
sectores populares (Bonilla, 1957; Bendezú, 1975 y 1977; Ugarte, 1997). Como men-
ciona Roger Chartier, la lectura no es una actividad pasiva; por el contrario, los lecto-
res aprehendían, manejaban y se apropiaban de los contenidos de las obras que leían
(1994, p. 33). Mara Burkart consideraba, asimismo, que estos artefactos culturales
podían ser apropiados por los lectores y en eso consistía la relación dinámica entre el
mundo social, los autores y editores (2017, p. 19). Así, los lectores populares de Última
Hora se apropiaron de los términos que se usaban en las tiras cómicas para ofender,
calificar y adjetivar en sus propias vivencias cotidianas.
No solo las personas del común se apropiaron de los términos. Última Hora usó
estas palabras para publicar constantes noticias y portadas donde hacían referencia
a «sampietris, serruchos y boquellantas», y no se referían a los personajes de sus tiras
cómicas sino a sujetos acriollados, migrantes andinos y afroperuanos. El éxito de las
tiras cómicas de Última Hora fue tal que, incluso en 1952, los exalumnos del colegio
Salesiano formaron un club, una institución llamada Sampietri en Chacra Colorada,
donde los miembros del club vestían igual que el popular personaje y tenían pegado
el dibujo en el saco a manera de insignia. También, a fines de los cincuenta (1959), ya
se había advertido que se había creado una barriada llamada «Sampietri» en el Rímac.
Más adelante, Villasis (1977), al publicar Una Lima Q’ se pasa, usó las viñetas de estos
personajes («Sampietri», «Chabuca» y «Serrucho») para componer sus remembranzas
de las costumbres y vida de los limeños, haciendo referencia a los criollos, jaraneros,
migrantes y a las mujeres convenidas y derrochadoras. Finalmente, en 1960, Caretas
realizó una entrevista a los principales caricaturistas de la época, Crose, Málaga, Fairlie
y Baltazar, en la que reconocían que sus personajes eran leídos por muchos limeños,
ya que afirmaban: «No hay que olvidar a ese lector que toma el periódico y lo primero
que hace es devorarse las tiras cómicas. Y que, prefiere, en vez de las últimas noticias,
las gracias más frescas de la mañana» (Caretas, 63, 1960).
–98–
Biblioteca nacional del perú
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Fénix n° 47 / 2019
(1998, p. 495). El padre Durand Flórez, al presentar su revista, se dirigía a los niños y
decía que la publicación «(…) entrega páginas sanas, alegres, heroicas, formativas. Unas
te incitarán a formar tu carácter, tu personalidad, abriendo ante tu vista horizontes, no
de fantásticas quimeras sino de realizable ideal».11
Los directores artísticos de Avanzada eran Rubén Osorio y Hernán Bartra, que
venían de Última Hora y fueron los creadores de la mayoría de los personajes de la re-
vista. Ambos fueron convocados por el padre Durand para publicar una historieta sos-
tenida por fondos eclesiásticos y que sería distribuida en los colegios. El «fenómeno»
de Avanzada permitió que, en sus quince años de duración, publicara ciento noventa
números y tuviera un tiraje de veinte mil ejemplares (Lucioni, 2002, p. 210). Algunos
de los personajes creados por esos caricaturistas fueron «El padre La Fuente»; «Coco,
Vicuñín y Tacachito»; «Meteoro»; «Pirulín y su monito César»; «Loreto, el justiciero del
Amazonas»; «Fif-faftes, el zancudo atómico»; «Fulbito y su pandilla»; «Cuntur Sonko»;
«El capitán Leiker», entre otros. Los dibujantes de la revista eran Ricardo León Torres
y Javier Flórez, y como colaboradores figuraban Ricardo E. Flórez y Alki Autás. Por su
propia naturaleza, la revista Avanzada tenía un precio más elevado que los diarios La
Tribuna o Última Hora; así, el periódico aprista valía cuarenta centavos, el vespertino
de Beltrán costaba cincuenta centavos, el proyecto de la revista «Pachochín» costaría
un sol, y Avanzada costaba dos soles por ejemplar suelto, pero cabía la posibilidad de
suscribirse anualmente y recibir catorce números por veinticinco soles.
Las historietas que se publicaban, al pertenecer al género del comic book, presenta-
ban historias argumentadas que se comentaban a lo largo de varios números como las
entregas del cómic norteamericano. Casi nunca hubo strips debido a la naturaleza de
la periodicidad de Avanzada, pues las tiras cómicas autoconclusivas no tenían sentido
en una publicación que tenía una recurrencia quincenal o mensual, ya que el efecto y
popularidad de las viñetas diarias consistía en la repetición constante, lectura y convi-
vencia. «Meteoro» y «Pirulín y su monito César» fueron presentados en la edición de
abril de 1955. La primera historieta trataba sobre las aventuras de un superhéroe que
trabajaba junto a la policía para combatir a los malhechores de la ciudad; la segunda
historieta seguía las aventuras de un niño y su monito, a quién había rescatado de un
malvado explotador de animales. Por otro lado «El capitán Leiker» era una relato de
aventuras donde el personaje era un luchador interplanetario.
Por su parte, «El padre La Fuente» relataba las penurias y vicisitudes por las que pa-
saba el protagonista de la historieta en sus misiones evangelizadoras en la selva; «Loreto,
el justiciero del Amazonas», a semejanza de «Yasar del Amazonas», también relataba los
incidentes en los que se envolvía el héroe nativo. Según Lucioni, Avanzada presentó al
público limeño el paisaje exótico e inédito de la selva (2002, p. 210); por último, «Coco,
Vicuñín y Tacachito» presentaban las aventuras de tres personajes infantiles que preten-
11
Durand, 1953, p. 1.
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Biblioteca nacional del perú
REFLEXIÓN FINAL
¿Qué leían los limeños a mediados del siglo XX? Los lectores de aquella época es-
taban inclinados, sobre todo, al consumo de historietas. Los diversos debates sobre la
importación de cómics en el Perú demuestran que el consumo de estos artefactos cul-
turales estaba muy difundido. Los mismos libreros, quiosqueros y personas en general
reconocían que el limeño de la época leía, sobre todo, tiras cómicas o «chistes». Los
diarios, reconociendo la importancia de este medio de masas, publicaron constantes
historietas en sus páginas, favoreciendo, especialmente, a las nacionales, pues podían
generar un grado mayor de empatía entre el público maduro que las internacionales,
que parecían ser de gusto de un público más joven. Las historietas como elementos de
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lectura demandaron que diarios como La Tribuna y Última Hora visibilizaran y popula-
rizaran a sus personajes e incluso elaboraron proyectos, como el de la creación de una
revista de historietas, en el primer caso, y la publicación de un servicio de tiras cómicas
nacionales para el segundo.
Por otra parte, la compleja estructura social de la Lima del siglo XX obliga a pensar
que no todos leían lo mismo o que no todos podían comprender los códigos comu-
nicativos que se querían transmitir, porque el humor demanda la necesaria compren-
sión de elementos y símbolos con los cuales uno debe estar socialmente familiarizado.
Por ello, las tiras cómicas eran populares para ciertos segmentos de la población que
las consumían, generalmente aquellas que los representaban, como pasó con «Pacho-
chín», una historieta de éxito entre las clases medias; «Serrucho», «Sampietri» y «Bo-
quellanta» tuvieron acogida en los grupos medios y bajos, en los sectores populares e
incluso entre los migrantes, y las historietas de Avanzada estuvieron dirigidas y fueron
leídas por un público infantil y juvenil.
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PUBLICACIONES PERIÓDICAS
Avanzada (1955)
Caretas (1954, 1560)
El Comercio (1953)
Extra (1955, 1956)
La Crónica (1953)
La Tribuna (1947, 1948)
Última Hora (1950, 1952, 1955, 1956)
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EL MURCIÉLAGO: LA CARICATURA
POLÍTICA PERUANA DURANTE
LA GUERRA DEL PACÍFICO
Raúl Rivera Escobar
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Sin embargo, como era lógico suponer, las baterías intelectuales del gran escritor y
periodista peruano apuntaron, a lo largo del tiempo en que se permitió la circulación
de El Murciélago, hacia la clase dirigente de Chile, los intelectuales y los militares de
ese país.
El discurso del periódico permaneció invariable siempre, satirizando a personajes
como el presidente de Chile Aníbal Pinto, el escritor e historiador de ese mismo país
Benjamín Vicuña Mackenna o el jefe de su armada Williams Rebolledo, y criticando
decididamente, a través de su típico lenguaje humorístico, las ambiciones del país del
sur por la riqueza salitrera de Bolivia y Perú, su principal motivación para emprender
el conflicto.
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ANÍBAL PINTO
La captura del Rímac se constituyó para el país del sur en un escándalo que derivó
en un cambio de gabinete y que alcanzaría al propio Aníbal Pinto.
El 20 de agosto, el presidente de Chile era ridiculizado por Bressler, quien lo di-
bujaría bajo la forma de un caballo, tendido en el suelo y siendo agredido por una
serie de furiosos canes con rostro humano. De esta manera, el dibujante alegorizaba
la postura de los políticos de ese país, que no dudaron en atacar duramente a Pinto y
responsabilizarlo por aquel serio revés.
Pinto es presentado también en otra caricatura del 8 de octubre, el mismo día en
que el monitor Huáscar se batía contra la flota chilena en Punta Angamos. El primer
mandatario de Chile aparece, esta vez, como una alegoría del Estado, tendido boca abajo
en una mesa, tratando de alcanzar una medalla con la inscripción «1879» que porta en
el pico un cóndor que luce erguido sobre un saco de salitre y un libro con la misma ins-
cripción de la medalla. Mientras tanto, una religiosa, oficiando de enfermera, le aplica
con una regadera una «cura» a una «herida» que lleva en el trasero con la inscripción
«1858», en referencia a la grave crisis económica que se diera en Chile aquel año, como
consecuencia de la caída de la plata y el trigo, los sectores productivos que eran la base
del avance económico chileno (Biografía de Chile, el portal de la Historia de Chile, 2018).
El humorista contrapone así, irónicamente, dos coyunturas totalmente disímiles: la
crisis de 1858, como una herida aún por cerrar, frente a la aún inalcanzada victoria de
1879, que significaba superar las necesidades del pasado una vez conquistada, definiti-
vamente, aquella codiciada fuente de riqueza para el país que era el salitre.
VICUÑA MACKENNA
Dentro de las muchas viñetas de humor gráfico publicadas en El Murciélago a lo
largo de estos meses, destacan, de manera especial, las dedicadas a satirizar la figura del
eminente periodista, político y escritor sureño Benjamín Vicuña Mackenna.
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de destacados políticos chilenos (entre los que se reconocen al senador Eulogio Alta-
mirano, el ministro Domingo Santa María y hasta al propio presidente Pinto, siempre
bajo la forma de un caballo), con la intención de aludir a la incompetencia de la clase
política sureña para enfrentar las responsabilidades del conflicto.
La misma actitud de ridiculizar a aquella sociedad «civilizadora», se advierte tam-
bién en la «Galería de guerreros célebres de Chile», del 27 de setiembre, en la que el
dibujante consigna como tales, de modo hilarante, a toda una colección de militares
vetustos, lisiados y hasta alcohólicos.
En este último caso, especialmente, otra vez el enfoque irónico del dibujante ven-
dría a contraponerse crudamente con la realidad, ya que nos presentaría a un ejército
sureño debidamente organizado, equipado y preparado para el enfrentamiento bélico,
frente a fuerzas mal dirigidas, escasamente equipadas e improvisadas que eran, cier-
tamente, los ejércitos aliados: diferencias fundamentales que, a la larga, habrían de
definir el desenlace de la guerra.
CONSIDERACIONES FINALES
Después del combate de Angamos, que trajo como consecuencias la muerte de
Grau y la captura del Huáscar, lo que significó la desaparición definitiva de nuestro
reducido poderío naval, El Murciélago dejó de aparecer regularmente.
Desde 1879, su director, Manuel Atanasio Fuentes, ejercería cargos diversos, como
decano del Colegio de Abogados de Lima o inspector de cárceles, hasta que en enero
de 1881 se produciría la toma de Lima por el ejército invasor, tras las funestas jornadas
de San Juan y Miraflores (Salas, 1998, p. 307). Fuentes se autoexilió entonces en 1882
a Guayaquil, donde permaneció el resto de la guerra, en una actitud que fue bastante
criticada por muchos de sus enemigos.
Es bastante probable que los jefes chilenos estuvieran al tanto de las actividades
del periodista peruano antes de la ocupación de la capital, lo que puede explicar su
decisión de establecerse en aquella ciudad ecuatoriana.
En Guayaquil, el periodista peruano siguió editando, desde 1884, El Murciélago,
aunque esta vez orientado por nuevas motivaciones relacionadas con la crítica abierta
al gobierno del general Miguel Iglesias, firmante del discutido Tratado de Ancón.
Así terminaría esta aventura periodística que dio un importante espacio al desarro-
llo de la sátira gráfica local, en un momento en que el triunfalismo exaltado por las
hazañas de Grau y el Huáscar hicieron creer a la opinión pública nacional la ilusión de
un desenlace bélico favorable al Perú.
Las caricaturas de El Murciélago, en tal sentido, recogen una postura que, con el
tiempo y los hechos, iría perdiendo valor, al punto de abrir el camino a la gran tragedia
en que se convirtió para el Perú, ulteriormente, la Guerra del Pacífico.
Fuere como fuere, aquellas expresiones del ingenio local nos ilustran sobre el rele-
vante papel ideológico y propagandístico en el cual estuvo involucrado el arte festivo
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nacional y que significó un recurso eficaz para realzar la moral de los defensores de la
causa peruana.
En esos términos, la repercusión o ascendiente que dichos mensajes tuvieron sobre
la opinión pública local de entonces es un indicador del particular valor documental
que, finalmente, es posible extraer de ellos.
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INTRODUCCIÓN
A comienzos del siglo XX, el Perú estuvo gobernado por la oligarquía peruana du-
rante el periodo denominado la República Aristocrática, cuya economía se fundamentó
en la industria, finanzas y agroexportación, y estuvo supeditada por el capital inglés.
Durante esta etapa, la capital estuvo gestionada por Federico Elguera Seminario, al-
calde de Lima, quien impulsó el progreso y la expansión de la ciudad enrumbándola
hacia la modernidad. Es en este contexto que apareció Prisma. Revista social, ilustrada,
de artes, letras, sports, &, dedicada al renacimiento literario y artístico en el Perú, y al
acontecer histórico y cultural de la sociedad limeña.
El equipo de Procesos Técnicos de la Dirección de Gestión de las Colecciones
de la Biblioteca Nacional del Perú, a cargo de Delfina González del Riego, realizó
la puesta en valor de la publicación, a través de un registro analítico hemerográfi-
co, el cual constituye una herramienta fundamental para recuperar la información
más relevante de la revista y que tiene como objetivo servir de instrumento de
consulta y orientación al investigador peruano en su recuperación de informa-
ción. Para la realización de esta labor se tuvo como fuente complementaria la tesis
de la bibliotecóloga Ana More Giraldez,1 hija del recordado periodista, escritor y
ensayista peruano Federico More, quien realizó un estudio hemerográfico de la
publicación en 1966.
El presente artículo explica, en primer lugar, cómo y en qué contexto surgió la
revista Prisma; en segundo lugar, describe una fisonomía hemerográfica de la publi-
cación, la cual permitirá descubrir las características principales de la publicación,
la estructura y la iconografía utilizada; y en tercer lugar, detalla, en forma cronológica,
los principales acontecimientos que sucedieron en la revista. Finalmente, este artículo
pone de manifiesto la relevancia de la revista Prisma como patrimonio cultural de la
nación, y como guía para futuras investigaciones.2 El artículo está complementado con
1
Bibliotecóloga que perteneció a la promoción 1966 de la ex Escuela Nacional de Bibliotecarios
de la Biblioteca Nacional del Perú, quien falleció el 15 de noviembre de 2017. Este trabajo
rinde homenaje a su labor bibliotecaria, ejemplo de perseverancia y excelencia en su tarea
profesional.
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2
El presente trabajo es fruto del apoyo de la Dirección de Gestión de las Colecciones, de la jefa del
Equipo de Procesos Técnicos, Lili Romero Aro, y de los colaboradores Juan Carlos Correa y Sandra
Antonio Vera. De igual manera, agradezco a Osmar Gonzales Alvarado, director de Desarrollo de
Políticas Bibliotecarias por su apoyo en la asesoría del presente trabajo. Además, merecen mención
Jorge Mateo y Jason Mori, personal de la Dirección de Acceso y Promoción de la información (DAPI).
–120–
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lizada en el taller del fotógrafo inglés Charles Southwell–, y por esta razón se aventuró a
establecer este novedoso procedimiento industrial de ilustraciones de libros y periódicos
en Lima. Es en este punto en el que los proyectos de Larrañaga y Moral se encuentran y
favorecen la creación de la revista Prisma, tal como lo detalla la revista Variedades:
Así, Prisma fue fruto del encuentro de estos tres grandes intelectuales, quienes vie-
ron en la revista un medio cultural para difundir el estudio y la reflexión crítica sobre
la realidad peruana.
(1905)
3
José Simón Pardo y Barreda fue un abogado, político y diplomático peruano, que ocupó la presiden-
cia del Perú en dos ocasiones: entre 1904 y 1908, y de 1915 a 1919. Hijo de Manuel Pardo y Lavalle,
fundador del Partido Civil.
4
Ramón de Campoamor (Asturias, 1817 - Madrid, 1901) fue un reconocido escritor español. Su legado
refleja las corrientes intelectuales de la época, tales como el positivismo o el tradicionalismo religioso.
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Figura 1: Homenaje de Ricardo Palma al general Roque Sáenz Peña en su visita a la Bibliote-
ca Nacional del Perú (invitados posando). Lima, dic. 1905.
Primera fila (de derecha a izquierda): Clemente Palma, Alejandro Garland, Carlos Paz Sol-
dán, Pablo Patrón, Carlos Rey de Castro, Antonio Arenas, José M. Corvacho, Jacinto García,
capitán Gómez Miro Quesada y persona desconocida.
Segunda fila (sentados de derecha a izquierda): Sr. Irigoyen, Salvador Cavero, Don Ricardo
Palma, Cristina Román de Palma, Roque Sáenz Peña, Carlos Germán Amézaga y Andrés
Avelino Aramburu.
Fuente: Archivo Fotográfico de la Biblioteca Nacional del Perú.
(1906)
No treinta y dos, sino cien páginas ilustradas fue indispensable consagrar á la su-
cinta descripción que nos propusimos, y nuestros suscriptores han recibido ese
hermoso cuaderno de historia gráfica en las mismas condiciones que un número
ordinario de Prisma, con la satisfacción consiguiente («A través de un prisma»,
1906a, p. 22).
–124–
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5
Pintor francés famoso por sus pinturas idílicas y voluptuosas de temas mitológicos, alegorías de pasto-
res y sus diversos retratos de madame de Pompadour.
6
Alfred Charles Freiherr de Rothschild fue el segundo hijo de Lionel Freiherr de Rothschild y Char-
lotte Freifrau von Rothschild de la prominente familia Rothschild. Se convirtió en el director del
Banco de Inglaterra, cargo que ocupó durante 20 años, y representó al gobierno británico en 1892 en
la Conferencia Monetaria Internacional en Bruselas.
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(1907)
7
Daniel Hernández Morillo (1856-1932), pintor huancavelicano que a la edad de 14 años se incorporó
al taller del pintor italiano Leonardo Barbieri, quien dirigió en Lima una academia de pintura. Gra-
cias a una beca otorgada por el Estado peruano, viajó a Europa donde logró incursionar en varios
géneros pictóricos como el retrato, el costumbrismo, el paisaje, la decoración, entre otros. Por su
célebre cuadro La perezosa, fue premiado con la segunda medalla en el Salón de París, en 1899. Al
año siguiente participó en la Exposición Universal de París con motivo del cambio de siglo, en la que
obtuvo la medalla de oro por su cuadro Amor cruel y la perezosa, que le valió además la condecoración
de la Legión de Honor (1900).
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Quedan así contestados los señores autores de la carta que publicamos y, ellos,
nuestros demás suscriptores, enterados de nuestros propósitos entusiastas de
complacer sus deseos en la medida de nuestras fuerzas y de la protección que nos
dispense (Prisma, 17 agosto de 1907, p. 7).
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de nuestra revista bajo su nueva forma, que estamos seguros será del agrado del
público («Nuestra información gráfica», 1907, p. 15).
Con este párrafo, el editor y el director de Prisma resuelven transformar esta revista
en una de corte más popular, amena y casera, debido a la impresión de que la revista
había tenido un carácter demasiado literario, estricto y aristocrático. Con este giro, lo
que pretendían era ampliar los estratos de los lectores. Por tal motivo, este fue el fin de
Prisma y significó el inicio de otra aventura editorial: la revista Variedades.
NOTAS FINALES
. La aparición de Prisma, en 1905, significó el inicio del desarrollo de las artes grá-
ficas en el Perú porque fue la primera publicación en ejecutar en Lima el fotogra-
bado en colores, procedimiento que se aplicó en las portadas e ilustraciones de la
revista. Esta tecnología le permitió al quincenario contar con fieles admiradores;
sin embargo, al ser una revista lujosa, con una impresión impecable, era poco acce-
sible para gran parte de la población por lo que estuvo dirigida a la elite limeña.
. La revista Prisma fue el medio por el cual los principales representantes del mo-
dernismo pudieron llegar, a través de su literatura, a la sociedad limeña. Tal es el
caso de los peruanos José Santos Chocano, que colaboró en la publicación con
25 artículos; Clemente Palma, con 76 textos; José Eufemio Lora y Lora, con 2
artículos; José Gálvez Barrenechea, con 26 textos; Angélica Palma quien, en el
año en que su hermano Clemente asumió la dirección, publicó, en la forma de
una novela epistolar por entregas, 14 cartas con el seudónimo de Araceli; Ven-
tura García Calderón, con 2 artículos; y otros distinguidos representantes de la
literatura peruana. En el caso de los extranjeros se puede mencionar a Leopoldo
Lugones (Argentina), con 6 artículos; José Martí (Cuba), con 2 textos; Rubén
Darío (Nicaragüa), con 20 artículos; Salvador Ruedas (España), con 9 colabora-
ciones; entre otros autores.
. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, aparecen en Lima las «Veladas literarias»
organizadas por Juana Manuela Gorriti. En estos encuentros nació una generación
de mujeres ilustradas del Perú, que tuvo el propósito de luchar por la igualdad y
diversidad de los derechos de la mujer peruana como la educación y el trabajo. El
espacio que utilizaron para expresar su conocimiento fue la prensa de la época y
Prisma no fue ajena a estas ideas, puesto que difundió los artículos de estas muje-
res peruanas. Constantemente, la mujer tuvo una participación en las páginas de
Prisma y muchos de sus colaboradores eran simpatizantes de las ideas liberales que
revalidarían los derechos de la mujer en el Perú.
. La sociedad limeña de comienzos del siglo XX se vio reflejada en las páginas de
Prisma. El uso de la imagen fotográfica, por parte de Manuel Moral, representó un
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BIBLIOGRAFÍA
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cación.
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Biblioteca nacional del perú
Las bibliotecas como conjunto y los fondos antiguos y los libros antiguos como
unidad forman parte del patrimonio cultural de los pueblos. Esta afirmación no
admite discusión ya que estos fondos y libros representan el conjunto de los co-
nocimientos que han interesado a los antecesores y que han servido de soporte
al conocimiento que se posee en la actualidad. Se trata de objetos patrimoniales
–135–
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que deben de ser conservados para su traspaso a las generaciones venideras. Son,
junto con el resto de los objetos patrimoniales, la plataforma sobre la que cada
pueblo ha consolidado una cultura que le es propia, que lo identifica, que lo
pone en relación con otros pueblos en la construcción de culturas nacionales o
de la cultura universal (p. 42).
Por ese motivo resulta más que imperioso identificar y hacer visibles estas biblio-
tecas con el fin de evitar su pérdida o desaparición. Al respecto, los catálogos han
sido la herramienta base que ha acompañado a las bibliotecas desde su creación. Los
catálogos, asimismo, permiten reconocer las existencias que estas albergan, y contro-
lar su permanencia a lo largo del tiempo, dado que, por lo detallado de su descrip-
ción, sirven de instrumento de identificación no solo topográfica, sino material en
tanto reconoce los datos más destacables del bien (Villaseñor, 1999). Sean en forma
de listas descriptivas a modo de inventario de las bibliotecas de Ninive o Edfou, el
Pinakes, creado por Calímaco de Cirene para la sistematización de la famosa Biblio-
teca de Alejandría, los catálogos de la Biblioteca Bodleiana de Oxford y la Mazzarine,
o como los actuales sistemas en línea, los catálogos son, como lo expresa la biblio-
tecóloga española María Rosa Garrido, «el elemento fundacional de acceso a los
documentos (…), puente entre los fondos documentales de un centro y del usuario»
(Garrido, 1999, p. 37). En síntesis, el catálogo se define como el producto material
final del procesamiento técnico, reflejado en el conjunto de asientos bibliográficos a
partir de la normativa, el cual responde a dispositivos bibliotecológicos que emplea
la institución y debe responder a las existencias de autores o responsables de la obra,
las existencias totales, sus ediciones y las obras existentes sobre una materia determi-
nada (Garrido, 1999, p. 36).
Existen tantos tipos de catálogos1 como características puede tener un documento.
Entre los más resaltantes están los agrupados por extensión —los individuales, creados
por cada institución y los colectivos que reúnen a diversas instituciones—; especiales,
que engloban un solo tipo de material bibliográfico o de una sección ya existente en
un catálogo general (manuscritos, incunables, etc.); por cobertura geográfica, regiona-
les o nacionales, y por uso, internos y públicos. Asimismo, estos tipos pueden confluir
en un mismo catálogo, constituyendo ejemplos claros el catálogo de obras raras PLA-
NOR de la Biblioteca Nacional del Brasil (colectivo, nacional y público); el Gesamtkata-
log Der Wiegendrucke2 de la Biblioteca Estatal de Berlín, dedicado a la identificación de
1
Para mayor detalle revisar Orera, L. (2007). El control y acceso al patrimonio bibliográfico a través de
los catálogos disponibles en Internet. y Villaseñor, I. (1999). Repertorios con una función análoga a las
bibliografías generales internacionales. Catálogos y catálogos colectivos de grandes bibliotecas.
2
Versión inglesa disponible en https://www.gesamtkatalogderwiegendrucke.de/GWEN.xhtml
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Para Castillo (2003), los catálogos colectivos pueden clasificarse de manera similar
a las bibliotecas, según su tipología y ámbito de actuación, es decir:
3
Disponible en https://data.cerl.org/istc/_search
4
Disponible en http://ccuc.cbuc.cat/*spi
5
Disponible en http://Catálogos.mecd.es/CCBIP/ccbipopac/
–137–
Fénix n° 47 / 2019
administrativos de corte público por los cuales se pueden efectuar acciones de pro-
tección sobre el patrimonio bibliográfico (p. 20), además de servir como control de
existencias tanto de las entidades participantes como de las bibliotecas nacionales, a
modo de generar estadísticas sobre el patrimonio bibliográfico nacional: ubicación
geográfica, cantidades, número de bibliotecas patrimoniales, problemas de conserva-
ción frecuentes, entre otros aspectos. Al ser vehículos de cooperación, permiten el
establecimiento de la normativa estandarizada sobre la catalogación, metadatos, pro-
tocolos de intercambio de información, e incluso lineamientos básicos para la conser-
vación del material.
6
Disponible en http://catalogos.mecd.es/CCPB/ccpbopac/
–138–
Biblioteca nacional del perú
7
Creado a partir de la Ley N.o 10/2007, del 22 de junio de 2007, en cuyo artículo 15, acápite 2, se
señala que su objetivo y funciones se regulan mediante el Real Decreto N.o 1573/2007, del 30 de
noviembre, por el que se aprueba el Reglamento del Consejo de Cooperación Bibliotecaria.
8
Para mayor detalle de la organización actual, consultar https://bit.ly/2Qppyc3
–139–
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Figura N° 2: Vista del buscador del Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Mexicano.
9
Disponible en https://bit.ly/2Qu7QUI
–140–
Biblioteca nacional del perú
Sofía Brito enfatiza que para alcanzar estos objetivos fue necesario establecer prin-
cipios de acción y normatividad para garantizar el buen funcionamiento y uso de la
información (Brito, 2008). Asimismo, se desarrolló la arquitectura del sistema y se
establecieron lineamientos para los registros:
–141–
Fénix n° 47 / 2019
10
Datos recopilados de la sistematización de la información de las fichas fotocopiadas del mapeo a
provincias por el personal de la DEPDB.
11
A través del Informe N.º 124-2017-BNP/CSBE.
–142–
Biblioteca nacional del perú
Entre sus beneficiarios directos están las entidades de corte público y/o privado:
eclesiásticas, universitarias, regionales, municipales, privadas, entre otras, y los agentes
de los Módulos de Verificación de Bienes Culturales del Ministerio de Cultura, los
cuales podrán emplear el Catálogo Colectivo como fuente de contrastación en caso de
la exportación de bienes. Los beneficiarios indirectos son los ciudadanos en general,
al generarse nuevos canales de difusión del patrimonio bibliográfico, así como el des-
cubrimiento de nuevas fuentes de investigación.
12
Presentado mediante Informe N.° 042-2018-BNP-J-DPC.
–143–
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13
Registro que identificará a las bibliotecas de diverso tipo a nivel nacional, el cual estará operado por
la Dirección de Desarrollo de Políticas Bibliotecarias (DDPB) de la BNP.
14
Los agentes participantes pueden solicitar la reserva de sus fondos para mantenerlos a modo de
catálogo privado mediante el inicio de su sesión. Así se verá la descripción del material mas no la
ubicación.
–144–
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–145–
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–146–
Biblioteca nacional del perú
PLAN DE IMPLEMENTACIÓN
La implementación del proyecto involucra los siguientes aspectos:
–147–
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Presupuesto, delimitándose los alcances de ambas partes sobre las actividades especí-
ficas y responsabilidades, garantizando con ello la perdurabilidad de la participación
de las entidades.
Asimismo, se efectúa la capacitación del personal de las bibliotecas patrimoniales,
considerándose los siguientes aspectos:
En cuanto al registro de los fondos, las entidades son responsables de proveer los
recursos tecnológicos necesarios para el acceso e ingreso de información al sistema web
de registro (computadora, software, acceso a Internet), así como ingresar los registros a
la plataforma para su revisión correspondiente por el personal del Equipo de Trabajo
de Gestión del Patrimonio, dependiente de la DPC, el cual verifica si tanto los datos
bibliográficos como las imágenes referenciales subidas a la plataforma identifican co-
rrectamente al bien, procediéndose a la corrección y/o publicación de este.
Finalmente, se acompaña la ejecución del proyecto mediante la difusión de las ven-
tajas del Catálogo Colectivo para atraer más participantes, así como la sensibilización y
posicionamiento del patrimonio bibliográfico documental en el imaginario colectivo,
a través de videos y posts en las redes sociales de la BNP, en coordinación con la Ofi-
cina de Comunicaciones.
CONCLUSIONES
Los catálogos son herramientas eficaces en cuanto a la identificación y control de
los materiales que se custodian en las bibliotecas, permitiendo monitorear las existen-
cias y los faltantes de los fondos. El establecimiento de los catálogos colectivos permite
aunar esfuerzos para la recuperación y difusión de las bibliotecas patrimoniales que,
sea por falta de recursos o capacidades, vean en peligro la integridad de sus fondos.
Ejemplos como los de España, México y Argentina afianzaron la base para posicionar
esta herramienta como esencial en el reconocimiento de la riqueza cultural impresa de
sus naciones, estableciéndose como parte de la política de las bibliotecas nacionales
en su rol de órganos competentes sobre el material bibliográfico documental, acorde
–148–
Biblioteca nacional del perú
BIBLIOGRAFÍA
Brito, S. (2008). El catálogo colectivo: patrimonio bibliográfico mexicano como me-
dio de cooperación en catalogación y control de Autoridades. En F. F. Martínez
Orellano (Comp.), III Encuentro de Catalogación y Metadatos (pp. 257-270). México
D. F.: UNAM.
–149–
Fénix n° 47 / 2019
Villaseñor, I. (1999). Repertorios con una función análoga a las bibliografías generales
internacionales. Catálogos y catálogos colectivos de grandes bibliotecas. En I. de
Torres Ramírez (Ed.), Las fuentes de información: estudios teórico-prácticos (pp. 179-
193). Madrid: Síntesis.
–150–
Biblioteca nacional del perú
1
En adelante BNP, Biblioteca o Biblioteca Nacional.
2
Decreto de fundación, publicado en la Gaceta del Gobierno de Lima Independiente (29 de agosto de
1821). En línea: http://www.cervantesvirtual.com/portales/biblioteca_nacional_del_peru/historia/
[2017, 05 de setiembre]
–151–
Fénix n° 47 / 2019
américa, desde la segunda mitad del siglo XVI. A la par, se integran manuscritos que
recogen los primeros momentos de la presencia hispana en el país. Esto se debe a que
los antecedentes de la biblioteca se remontan hasta 1568, año en que la orden jesuita
fundó el Colegio Máximo de San Pablo en donde se creó una biblioteca con el obje-
tivo de atender las necesidades informativas de los alumnos y miembros de la misma
orden religiosa. Por entonces, la colección comprendía las materias principales de la
época como eran la teología, derecho canónico, medicina, economía e historia; libros
que entonces se redactaban en latín y griego, reservándose el castellano y otras lenguas
romances, para la difusión común.
Es necesario recordar que la referida congregación religiosa jugó un papel precursor
en el desarrollo de la historia del libro en el Perú, pues en el mismo local del Colegio
de San Pablo, alojó al turinés Antonio Ricardo y su imprenta. Es en este espacio donde
se elaboró el primer trabajo de impresión sudamericano, la Pragmática, sobre los diez días
del año3 (1584)4; y también el primer libro de esta región, la Doctrina Christiana, y cate-
cismo para instrvcción de Indios, y de las demas personas, que han de ser enseñadas en nuestra
Santa Fé. ...traduzido en las dos lenguas generales, de este Reyno, Quichua, y Aymara (1584).
Por otro lado, en 1616 se implementó el Colegio de Caciques para indios nobles,
institución que luego de 1767, cuando se ordenó la expulsión de los jesuitas, tomó el
nombre de Colegio del Príncipe. Aunque la administración de la biblioteca de la or-
den exiliada fue transferida a la Universidad Mayor de San Marcos, se conservó la ubi-
cación física en el mismo edificio. Con el tiempo, la histórica colección bibliográfica
se enriquecería con algunos de los libros que pertenecieron a la biblioteca personal del
general José de San Martín, además de ejemplares cedidos por otros personajes como
Bernardo Monteagudo e Hipólito Unanue; de esta forma se constituyó la primera
colección de la Biblioteca Nacional. Sin embargo, cabe señalar que también, desde ese
primer momento, la integridad de sus colecciones se vio expuesta al riesgo.5
Sin que el objetivo de este artículo sea ofrecer una ligera síntesis de la historia de la
entidad corresponde indicar que, en su desarrollo, la gestión de la BNP se ha visto im-
3
Edicto publicado por disposición del Rey Felipe II de España, que recoge el cambio del calendario
juliano al gregoriano. El Papa Gregorio XIII dispuso, en febrero de 1582, que para equilibrar el nuevo
calendario con las estaciones del año, se suprimieran diez días del año 1582, los que se hicieron efec-
tivos al llegar el 4 de octubre de 1582 del calendario juliano, pasando a ser el día inmediato, el 15 de
octubre de 1582, del nuevo calendario gregoriano.
4
Gracias a la tecnología, podemos apreciar la versión digital íntegra de este documento. La biblioteca
John Carter Brown ha cedido las imágenes del ejemplar que custodia a la Biblioteca Digital Mundial,
en la siguiente dirección: https://dl.wdl.org/2837/service/2837.pdf
5
Biblioteca Nacional del Perú (1971: 79): «En los años de 1823 y 1824 sufre el saqueo de la Biblioteca
Nacional por los realistas, al retirarse estos de Lima. Bandos y amenazas de severas sanciones consi-
guen la recuperación de los libros saqueados».
–152–
Biblioteca nacional del perú
pregnada del perfil y motivaciones de las diversas personalidades que la han dirigido:
juristas, clérigos, militares, historiadores, literatos, entro otros intelectuales, sin omitir
el momento en el que fuera ocupada como cuartel militar por un destacamento del
ejército chileno durante la Guerra del Pacífico. Después de este último tránsito (1881-
1883), se encargó su reconstrucción a quien ha sido un referente particular en el con-
texto de la cultura peruana, el tradicionalista Ricardo Palma, quien por su intensiva
labor se ganó el seudónimo del «bibliotecario mendigo».
Con Palma, la institución inició su segunda etapa histórica que involucró un cre-
cimiento constante de sus fondos, gracias al aporte de reconocidas personalidades del
ámbito cultural, tanto nacional como internacional, que retribuían así al prestigio del
ilustre director. Sin embargo, sesenta años de crecimiento se verían interrumpidos por
un nuevo evento que marcó de manera permanente su devenir: el incendio del 10 de
mayo de 1943.
Este último evento afectó buena parte de sus materiales y lo que se pudo recupe-
rar aún conserva los estragos del siniestro. Sin embargo, se han implementado en el
tiempo diversas acciones para rehabilitarlos y, con ello, facilitar su consulta y difusión.
Sobre las acciones que al respecto se realizan actualmente, trataremos en la siguiente
sección de este artículo.
LA CATÁSTROFE DE 1943
El 10 de mayo de 1943, la capital del Perú despertó con una terrible novedad. En
horas de la madrugada, su principal espacio de lectura empezó a ser consumido por
un incendio de gran magnitud que afectó la mayoría de sus colecciones. El hecho fue
noticia de portada en el primer diario del país que, en su edición vespertina, repor-
tó el titular: La Biblioteca Nacional fue destruida por un voraz incendio.6 Pero no solo la
Biblioteca Nacional fue afectada; también llegó a comprometerse la infraestructura
del Instituto Histórico y la Sociedad Geográfica, entidades con quienes compartía el
edificio. Sin embargo, al controlarse la expansión del fuego, se evitó que este invadiera
espacios contiguos ocupados por el Archivo Nacional, la Iglesia y convento de San Pe-
dro y el Instituto Pedagógico Nacional de Mujeres.7 A partir de este hecho, el Archivo
Nacional se mudó a un nuevo espacio en el edificio del Palacio de Justica.
De las colecciones de la biblioteca, pudieron mantener su integridad los ma-
teriales que estaban en el despacho del director y la Sala de Revistas. 8 Este dato
es ampliado por el historiador Jorge Basadre, quien muy pronto y para remontar
la adversidad, recibió el encargo de reconstruir la institución dañada. Este llegó
a identificar que en el despacho de la dirección se guardaban importantes docu-
6
El Comercio, edición de la tarde. Lima, 10 de mayo de 1943 (p. 1)
7
El Comercio, ib.
8
El Comercio, ib.
–153–
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mentos, los que se mantuvieron aislados de las llamas. Así, se salvó el archivo
Paz Soldán, las memorias del general Luis La Puerta y los numerosos folletos que
integran la «Miscelánea Zegarra».9 Esto fue un aliciente para la organización de la
colección básica que permitiría levantar la nueva biblioteca, tal como el mismo
historiador advierte:
(…) Muchas de estas obras por ser editadas al estilo de la tipografía antigua,
tienen un ancho margen blanco a su alrededor y protegidos por gruesas tapas
de cartón que servían de pasta han podido salvarse de la acción destructora del
fuego, carbonizándose únicamente los bordes y las pasta, no así el contenido del
texto.12
En los días siguientes se inició la identificación del material que se iba recupe-
rando. El mismo Carlos A. Romero reporta la ubicación de un ejemplar de la obra
de fray Diego de Córdoba y Salinas, la Coronica de la religiosissima provincia de los
doze apóstoles del Perv13 (1651), algunos tomos de la revista Mercurio Peruano, varios
9
La magnitud de esta colección es impresionante porque está constituida por más de 200 volúmenes.
Cada uno presenta en promedio unos 10 folletos de contenido variado, lo mismo en cuanto a la
cobertura cronológica, s. XVI-XIX.
10
Basadre, J. (1974: 1, 30).
11
Al respecto Aguirre, C. (2016: 112) menciona que se obtuvieron en préstamo, «…equipos para secar
libros y otros materiales húmedos». Imaginamos que, para la época, debió tratarse de equipos de
ventilación o deshumedecedores que trabajaban con este procedimiento.
12
La Prensa, miércoles 12 de mayo de 1943.
13
Identificada en la bibliografía actual como Crónica franciscana de las provincias del Perú.
–154–
Biblioteca nacional del perú
Este breve documento ofrece una descripción lapidaria sobre el lamentable es-
tado de la BNP. Las nuevas autoridades encontraron cajas de libros que nunca
habían sido abiertas, cartas que jamás se contestaron y no lograron ubicar valio-
sos manuscritos (p. 111).
14
El Comercio, jueves 13 de mayo de 1943.
15
El Comercio, jueves 20 de mayo de 1943.
16
La identificación del reporte es similar, con leves variaciones, en el Índice onomástico de la 1ª Lista de
Libros, Periódicos y Folletos identificados después del incendio; (N° 1, 1943, pp. 25-45), y en la Relación de
libros y Folletos salvados del incendio (N° 9, 1946, pp. 53-69).
–155–
Fénix n° 47 / 2019
no desarrollada por estos lares. Así, lo que se pudo identificar se fue integrando a la
colección. Si había alguna forma de estabilizarlo, se procedía a la limpieza superficial
y empaquetado en papel simple o tipo kraft; en ciertos casos, cuando la manipulación
era un riesgo frente a la necesidad de consulta, se aplicó algún tipo de laminación o
refuerzo con adhesivo convencional y papel glassine; y si los materiales lo permitían, se
acudía a la encuadernación, sea esta de restitución o adicional, siempre con vistas a su
protección. Sin embargo, en el camino fue quedando y constituyéndose un bloque de
material frágil, disociado y sin identificar reconocido por una «etiqueta» que ganó ca-
tegoría en el tiempo: «libros quemados», «libros salvados del incendio» o simplemente
«quemados».
De hecho, se tenía una noción de lo que podría encontrarse entre los «libros que-
mados», ya sea por la referencia del espacio temporal que comprendía o los datos
ofrecidos por antiguos reportes de existencias y, por ello, se mantenían con cierto
cuidado y celo a la espera del tratamiento oportuno. Así, los «quemados» se mantu-
vieron aislados por largo tiempo para no atentar contra su fragilidad y porque aún no
se manejaban los procedimientos técnicos necesarios para su adecuada recuperación.
Recién en el año 2008 fueron trasladados a la nueva sede institucional de la Biblioteca
Nacional. Para entonces, el cálculo grueso indicaba que se trataba de 1200 unidades
documentales. Actualmente, estas se encuentran dispuestas en un depósito asignado
de modo exclusivo para su conservación y recuperación.
17
Actualmente, la entidad ha cambiado su estructura orgánica (2018) y esa área se denomina Dirección
de Protección de las Colecciones.
18
La denominación específica es: «Proyecto de Recuperación del Patrimonio Bibliográfico Documental
del Incendio de 1943».
–156–
Biblioteca nacional del perú
Tratándose de una biblioteca que, hasta el momento del incendio, debió desempe-
ñar actividades como repositorio de carácter patrimonial, es propio que la mayor parte
del material comprenda los siglos previos al XX. Las cifras indicadas sufrirán variación
conforme avance la investigación bibliográfica y se determine la fusión o separación
de los materiales. Ahora bien, podemos adelantar que el trabajo de identificación pre-
senta ciertas dificultades, en el caso de los impresos, debido a la carencia de cubiertas,
portada, hojas iniciales y/o finales, y en lo que corresponde a algunos manuscritos, ya
Denominación tentativa.
19
http://unesdoc.unesco.org/images/0026/002617/261712S.pdf
–157–
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que presentan un alto nivel de suciedad o las hojas están adheridas unas a otras. Al
momento de su rehabilitación, luego de una limpieza más profunda o restauración,
podrán ser mejor identificados.
En cuanto a la identificación de los documentos, la información que se va acopian-
do se registra en una hoja de cálculo Excel con los campos de descripción compatibles
con los estándares de MARC21 y AACR2, además de las recomendaciones de ISB-
D(A) para la descripción de material antiguo. Se ha establecido la necesidad de contar
con 35 campos de ingreso que recogen información tanto a nivel descriptivo como
de control. Para atender las variaciones idiomáticas relacionadas con los nombres de
autor, se contempla su normalización recurriendo a la herramienta Worldcat Identities.
Para las referencias externas, se consultan principalmente los catálogos en línea de las
bibliotecas nacionales de México, España y Francia, además del de la Library of Con-
gress, ya que estas entidades cuentan con un notable volumen de fondos antiguos, a los
cuales se ha aplicado un exhaustivo nivel de descripción.
Como alentador avance, se han ubicado los manuscritos originales de algunas de
las obras representativas de Ricardo Palma, publicadas en el siglo XIX, como son sus
Recuerdos de España, Neologismos y americanismos, y Tradiciones en salsa verde. A ello se
suma uno de los primeros impresos peruanos, Relectio legis quandiv, realizado por Fran-
cisco del Canto (1605) y la correspondencia de José de la Serna (1820-1824), uno de
los últimos virreyes del Perú, documentación que refleja momentos de la lucha por la
independencia.
Como se sabe, el impacto de fuego y agua se evidencia de manera muy diversa en
restos y adherencias de hollín y polvo, deformación y friabilidad del papel, además de
la presencia de microrganismos en situación inactiva. Por ello se han tomado primeras
acciones dirigidas a la conservación preventiva del material. En primer lugar, se realiza
una primera evaluación cuya información se recoge en una ficha de conservación para
cada objeto, a la que se suman diversos detalles físicos como dimensiones, número de
hojas, características de la encuadernación, entre otros aspectos. Esta información es
registrada por el personal especializado de la entidad, el cual cuenta con la formación
y experiencia que exigen estas labores.
Luego, el material es sometido a una limpieza superficial, para luego ser dispuesto
en un sobre de cuatro solapas de papel neutro con reserva alcalina, que se constituye
en la primera barrera de protección; un segundo nivel de resguardo corresponde al em-
pleo de soportes de cartón, con calidad de archivo, ISO 9706, para ofrecer condiciones
de estabilidad al material y no exponerlo a la deformación mecánica. Finalmente, los
documentos se disponen en una caja elaborada en cartulina de fibra de algodón de
360 g. Es en este último medio de protección en el que se trasladan los documentos
a los depósitos de la BNP reduciendo así el daño mecánico por manipulación y fric-
ción, además de facilitar su organización y un mejor aprovechamiento del espacio en
estantería.
–158–
Biblioteca nacional del perú
21
Disponibles en la biblioteca digital de la entidad: http://bibliotecadigital.bnp.gob.pe
–159–
Fénix n° 47 / 2019
BIBLIOGRAFÍA
Aguirre, C. (2016). Una tragedia cultural: el incendio de la Biblioteca Nacional del
Perú. Revista de la Biblioteca Nacional, (11-12), pp. 107-139.
Biblioteca Nacional del Perú (1943-1946). Boletín de la Biblioteca Nacional. Lima: Biblio-
teca Nacional del Perú, n° 1 al 9.
Biblioteca Nacional del Perú, ed. (1971). La Biblioteca Nacional del Perú: aportes para su
historia. Lima: Biblioteca Nacional del Perú.
22
Colador fabricado con madera y pelo de caballo empleado para la preparación de pasta de almidón.
–160–
Biblioteca nacional del perú
Díaz, N. (2008). Biblioteca Nacional del Perú. Historia. Alicante: Biblioteca Virtual Mi-
guel de Cervantes. [En línea]. Disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/
portales/biblioteca_nacional_del_peru/historia/ [2018, 10 de octubre]
El Comercio (10 de mayo de 1943). La Biblioteca Nacional fue destruida por un voraz
incendio, p. 1.
Núñez, P. (2010). Las tres edades de la Biblioteca Nacional. Libros & Artes: revista de
cultura de la Biblioteca Nacional del Perú, (40-41), pp. 20-24.
–161–
LECTURA Y BIBLIOTECAS
Biblioteca nacional del perú
1
Ley N.° 27972, Ley Orgánica de Municipalidades. Disponible en https://bit.ly/2H14DDA
2
Ley N.° 30034, Ley del Sistema Nacional de Bibliotecas. Disponible en https://bit.ly/2rbmyll
–165–
Fénix n° 47 / 2019
BIBLIOTECAS COMUNALES
Durante muchos años se utilizó el concepto de «populares», en un sentido amplio,
para definir:
En los años noventa, cuando se vivía una época de violencia en nuestro país, el
concepto de «popular» se fue tergiversando y asociando con lo subversivo. Debido a
ello, varios de estos espacios comenzaron a utilizar los conceptos de «comunitarios» y
«comunales».
En el contexto peruano, se puede observar una tipología de bibliotecas públicas
divididas en «[…] Biblioteca Municipal, Biblioteca Comunal y Biblioteca Parroquial.
La primera es promovida y gestionada por Municipalidades; la segunda, por las organi-
zaciones comunales de base y la tercera, por las Parroquias» (Castro, 2002, p. 28). Es-
tudios posteriores incluyen, además de los tipos de bibliotecas mencionados, un nuevo
tipo de biblioteca comunal caracterizado por el espacio geográfico en que se sitúa:
–166–
Biblioteca nacional del perú
espacio, sino sus usuarios, es decir, el público al que atiende a través de sus servicios y
actividades. Entonces, se propone que:
[…] la biblioteca no debe verse limitada por sus paredes, ni sus recursos deben
encadenarse a los estantes. La información debe llegar adonde se la necesita,
debe circular, debe moverse... Las propuestas de bibliotecas móviles, de maletas
viajeras, de sucursales bibliotecarias, abundan en los cuatro rumbos del mundo
(Civallero, 2011, p. 13).
Por lo expuesto, se concluye que las bibliotecas cumplen una función social al adap-
tarse al contexto en que se encuentran, además de atender a sus usuarios a través de
servicios basados en sus necesidades informativas y culturales. Asimismo, los diversos
tipos de bibliotecas comunales se rigen a partir de la dinámica que desarrollan y de
acuerdo con las posibilidades económicas presentes en su organización dentro de la
comunidad.
–167–
Fénix n° 47 / 2019
nominada «El rol de las bibliotecas comunitarias para el desarrollo del Perú», que se
realizó el sábado 22 de julio de 2017 en Puente Piedra. Esta actividad se inició con
una videoconferencia a cargo de Arley Orozco, bibliotecario colombiano, participan-
te de la Red de Bibliotecas Populares de Antioquía (Rebipoa), Medellín, Colombia.
Orozco expuso sobre cómo se inició el vínculo de coordinación entre representantes
de las bibliotecas populares y el Estado. Si bien no se buscaba que las bibliotecas po-
pulares pierdan su esencia comunitaria, las coordinaciones permitieron generar un
mayor alcance e impacto sobre la importancia de las bibliotecas para las comunidades.
Posteriormente, tras la presentación de los asistentes, un pequeño grupo conformado
por gestores culturales y bibliotecarios peruanos que desarrollan experiencias de bi-
bliotecas comunales, se dio inicio a las coordinaciones para organizar el programa del
Primer Encuentro Nacional de Bibliotecas Comunales.
La segunda mesa de trabajo se realizó el 19 de agosto de 2017. En esta oportunidad,
los asistentes realizaron un intercambio de experiencias para conocer mejor el trabajo
que desarrollan dentro de sus comunidades. En las semanas posteriores se fueron
estableciendo las coordinaciones y concertando reuniones con representantes de ins-
tituciones públicas y privadas, cuyo ejercicio académico y laboral estaba vinculado con
el fomento del libro, la lectura y las bibliotecas.
Se reunieron con Alejandro Neyra Sánchez, entonces director de la Biblioteca Na-
cional del Perú; Ezio Neyra Magagna, entonces director de la Dirección del Libro y la
Lectura del Ministerio de Cultura del Perú, y Ana María Talavera Ibarra, decana del
Colegio de Bibliotecólogos del Perú. Asimismo, se estableció contacto con jóvenes
estudiantes de Bibliotecología y Ciencias de la Información para el apoyo voluntario
en las actividades de coordinación, registro y logística durante el evento.
El I Encuentro Nacional de Bibliotecas Comunales se realizó los días 10 y 11 de
noviembre de 2017, en la Biblioteca Comunal «Don Quijote y su Manchita». El evento
contó con la asistencia de bibliotecarios, gestores culturales, mediadores de lectura y
voluntarios, que participan y colaboran de manera activa en bibliotecas comunales y bi-
bliotecas itinerantes de Lima y otros departamentos del Perú como Áncash, Cusco, Huá-
nuco, Lambayeque y Puno. Con el lema «Bibliotecas para transformar la comunidad»,
el I Encuentro Nacional de Bibliotecas Comunales se propuso los siguientes objetivos:
–168–
Biblioteca nacional del perú
–169–
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–170–
Biblioteca nacional del perú
CONCLUSIONES
Las bibliotecas comunales son instituciones gestionadas por una comunidad, sobre
la base de sus posibilidades económicas o a través de la captación de recursos de la
sociedad civil y de las empresas privadas. Pueden clasificarse en bibliotecas comunales,
bibliotecas itinerantes (móviles), bibliotecas parroquiales y bibliotecas rurales. Son de
carácter público porque atienden a los diferentes grupos de usuarios por medio de
servicios orientados a brindar información, promover el arte comunitario y fomentar
la lectura. Son también espacios de carácter social y político, pues a través de ellas se
propicia el diálogo y la reflexión sobre las problemáticas locales y nacionales. Quienes
están a cargo de dirigirlas tienen toda la disposición de hacerlo, a pesar de no haber
recibido una formación bibliotecaria profesional.
Por ese motivo, es fundamental propiciar espacios de diálogo como el Encuentro
Nacional de Bibliotecas Comunales, en los que se pueda intercambiar las buenas prác-
–171–
Fénix n° 47 / 2019
ticas en servicios bibliotecarios, y en donde las personas a cargo puedan ser capacitadas
por profesionales con conocimiento en gestión y organización de bibliotecas.
Los profesionales en Bibliotecología y Ciencias de la Información, considerando la
misión social de la especialidad, pueden contribuir en la articulación de las bibliotecas
públicas comunales. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (pla-
taformas web, recursos en línea, medios sociales, etc.) pueden aportar en la construc-
ción de una red bibliotecaria fortalecida y sostenible, de modo que, a través de ellas, se
logre garantizar el acceso al conocimiento y el concepto de biblioteca sea revalorizado
por nuestra sociedad.
BIBLIOGRAFÍA
Alejos, R. (2003). Biblioteca pública municipal: Análisis de la organización y funcionamiento
de las bibliotecas municipales de Lima Metropolitana y la provincia constitucional del Ca-
llao (Tesis de pregrado). Lima: UNMSM. Recuperado de https://bit.ly/2Q136GY
Castro, C. (2002). La Biblioteca Nacional del Perú y las bibliotecas públicas municipales:
Avances y perspectivas (Tesis de pregrado). Lima: UNMSM. Recuperado de https://
bit.ly/2raTPNK
IFLA (2001). Directrices IFLA/UNESCO para el desarrollo del servicio de bibliotecas públi-
cas. Recuperado de https://bit.ly/2tyaA83
–172–
Biblioteca nacional del perú
La Gaceta Bibliotecaria del Perú aspira a proveer a las necesidades del personal
que actualmente labora en las bibliotecas públicas del Perú. Ella expondrá
en sus páginas noticias e informaciones sobre el progreso de la institución
bibliotecaria. Asistirá al personal encargado de las bibliotecas mediante la
disposición de normas elementales sobre el tratamiento que el lector y el
libro deben recibir. Estudiará los problemas de la política bibliotecaria del
Perú y sugerirá normas para su expansión. Es un programa destinado al Perú
(1963, 1, p. 6).
1
En el Perú fue director de la Biblioteca Nacional, de 1962 a 1966, y ministro de Educación Pública, en
1965 y 1966. Ocupó cargos en importantes instituciones como educador y filósofo. Fue catedrático
de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y vicerrector de la Universidad de Lima. Asimismo,
enseñó en diversas universidades norteamericanas y fue funcionario internacional de la Unesco y la
OEA.
–173–
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Ley N.° 10847, que crea el impuesto a las ventas al por menor de las joyas y objetos de lujo de uso per-
2
sonal, que en su Artículo 14.° señala el monto a invertir en la construcción del edificio de la Biblioteca
Nacional del Perú hasta por un monto de seiscientos mil soles de oro y, con el saldo, constituir el Fondo
San Martín, que se distribuiría de la siguiente forma: un 25% para la Biblioteca Nacional del Perú y
el porcentaje restante para las bibliotecas municipales de las capitales de departamentos, provincias y
distritos.
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Fue un anhelo de los fundadores que la Gaceta tuviera cuatro números anuales; sin
embargo, esto solo se logró en los dos primeros años (1963 y 1964). Con el paso de los
años, la publicación se hace anual, bienal y de doble numeración indistintamente. Para
el 2003, y después de dieciséis años de postergaciones, por diversas razones, reapareció la
Gaceta con el N° 38. Desde entonces, y pasados otros quince años más, aún no hay visos
de que se reanude la publicación, a pesar de que se cuenta con valiosa información sobre
el desarrollo bibliotecario realizado, en estos años, desde la BNP y el Sistema Nacional
de Bibliotecas, así como en las bibliotecas públicas municipales del país. Por otro lado,
la misma naturaleza de la Gaceta hizo que las ediciones no tuvieran más de diez folios
siendo la más corta de ocho páginas y la más extensa de tan solo dieciséis páginas:
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produjo un hito en la historia de la Biblioteca Nacional del Perú cuando María Clara
Bonilla Rambla de Gaviria se convirtió en la primera directora bibliotecóloga y pasó
a dirigir la Gaceta durante cuatro años (Nos 26-29). Posteriormente, el historiador, es-
critor y profesor universitario José Tamayo Herrera dirigió la publicación durante los
años 1980 y 1981 (Nos 30 y 31). Luego, el historiador Franklin Pease García Yrigoyen,
asumió la dirección durante cuatro años, entre 1982 y 1985 (Nos 32 y 33); Juan Mejía
Baca se hizo responsable durante 1986 y 1987 (Nos 36 y 37); y, finalmente, después
de dieciséis años, reapareció durante la gestión y con el impulso de Sinesio López
Jiménez en 2003 (N° 38).
Nos 11-12 1965 Carlos Cueto Fernandini N.° 34 1984 Franklin Pease García
Nos 13-14 1966 Carlos Cueto Fernandini N.° 35 1985 Franklin Pease García
Nos 15-16 1966 Carlos Cueto Fernandini N.° 36 1986 Juan Mejía Baca
N° 17 1967 Guillermo Lohmann Villena N.° 37 1987 Juan Mejía Baca
N° 18 1968 Guillermo Lohmann Villena N.° 38 2003 Sinesio López Jiménez
Los puntos focales de inicio en las Gacetas lo representan sus notas editoriales,
las cuales representaron el interés de cada director o responsable que las suscribieron
acerca de los temas que estaban más allá del quehacer de las bibliotecas públicas, pero
que en conjunto coadyuvaron a su desarrollo. Por ello, en el Cuadro N° 3, se detallan
las editoriales que acompañaron cada número de la Gaceta.
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Los municipios tienen al frente, una responsabilidad mayor con respecto a las
bibliotecas que, por Ley están llamados a organizar y mantener… La biblioteca
pública es un órgano indispensable y permanente para el desarrollo cultural,
económico y social de los pueblos. Ningún municipio puede descuidar esta res-
ponsabilidad (Cueto, 1964, pp. 1-8).
N° 1 1963 2 3 5
N° 2 1963 4 2 6
N° 3 1963 5 2 7
N° 4 1963 3 3 6
N° 5 1964 3 3 6
N° 6 1964 3 3 6
N° 7 1964 5 1 6
N° 8 1964 3 1 4
os
N 9-10 1965 2 3 5
Nos 11-12 1965 3 2 5
Nos 13-14 1966 3 2 5
Nos 15-16 1966 8 0 8
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N° 17 1967 6 2 8
N° 18 1968 5 2 7
N° 19 1968 5 0 5
N° 20 1969 5 0 5
N°21 1972 5 1 6
os
N 22-23 1972-1973 5 1 6
Nos 24-25 1974-1975 5 0 5
os
N 26-29 1976-79 6 1 7
N° 30 1980 7 2 9
N° 31 1982 5 3 8
os
N 32-33 1982-1983 7 5 12
N° 34 1984 5 4 9
N° 35 1985 5 2 7
N° 36 1986 6 2 8
N° 37 1987 9 2 11
N° 38 2003 7 5 12
Total 137 57 194
Fuente: Elaboración propia.
Son 194 artículos, de los cuales 137 (71%) fueron escritos por mujeres y 57 (29%),
por varones. El siguiente cuadro muestra la cantidad de artículos que ha escrito cada
autor. Por ejemplo, se observa que una sola autora ha escrito 37 artículos en contraste
con un autor que ha escrito solo 10.
25 57 59 137
1 10 1 37
1 7 1 9
1 5 1 8
2 4 1 7
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2 3 2 5
3 2 1 4
15 1 3 3
4 2
45 1
Fuente: Elaboración propia.
De la revisión de cada Gaceta, se puede establecer que Carmen Checa de Silva, con
37 artículos, es la persona que más escribió; le siguen Zoila Salas con 9 artículos; An-
tonieta Ballón con 8; Nelly Mackee con 7; Anahí Baylón y Antonieta Martínez escri-
bieron 5 textos cada una; Bettina Summers presenta 4 colaboraciones; María Bonilla
de Gaviria, María La Serna de Mas e Irma Málaga presentan 3 artículos cada una; Lilly
Caballero de Cueto, Melita López, Irma Quiñones y Martha Miyashiro escribieron 2
colaboraciones cada una, y 43 autoras presentaron un solo texto.
En cuanto a los hombres, se han identificado 57 artículos. En este grupo se en-
cuentran: Carlos Cueto Fernandini con 10 textos; Luis F. Málaga con 7 artículos,
José Flores Cueto, con 5 textos; Carlos Puntriano y Juan Metcalf, con 4 artículos cada
uno; Carlos Fuentes, Ricardo Arbulú Vargas y Carlos Schaefer, con 3 textos cada uno;
Alfredo Mires, Carlos Fuentes y Jorge Basadre, con 2 artículos cada uno, y 15 autores
colaboraron, por lo menos, con un artículo.
Debemos mencionar, además, que en la Gaceta Bibliotecaria del Perú aparecieron
110 artículos sin autor identificado. Para efectos de este estudio, los denominamos ar-
tículos institucionales, pues fueron escritos desde diversas unidades orgánicas de la BNP:
Departamento de Fomento de Bibliotecas Populares y Escolares, conocido como Fon-
do San Martín; Oficina Nacional de Bibliotecas Públicas, Dirección General de Biblio-
tecas Públicas y, en el último número (2003), el Centro Coordinador de Bibliotecas
Públicas. Estos artículos son constantes en cada número y van desde la legislación
sobre bibliotecas públicas, hasta libros para su distribución, artículos de la Unesco,
informes sobre congresos y seminarios, encuestas a bibliotecas, entre otros.
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esta publicación periódica, esperando que se publiquen más números para beneficio
de la comunidad bibliotecológica del Perú y del mundo.
Considerado el padre de la Bibliotecología en el Perú, Jorge Basadre Grohmann
(1903-1980), con su erudición e inmensa capacidad como lector y bibliotecario, pre-
sentó las bases sobre el rol de las bibliotecas públicas dentro de una política bibliote-
caria nacional, a través de su artículo «Los objetivos de la biblioteca pública» (N° 1),
enmarcados dentro de la Declaración del Callao.3 Con estas ideas, deseos o aspira-
ciones, Basadre reconoce a la biblioteca pública como institución viva, organizada e
implementada para el servicio de la comunidad, para «ir creando en el pueblo, por
medio de la biblioteca, la conciencia que proviene de la cultura, la comprensión y la
solidaridad patriótica, moral y humana» (Basadre, 1963, p. 1).
Otro de los profesionales destacados a mencionar es Luis F. Málaga Bedregal4
quien, con una visión profunda del rol de la biblioteca pública, escribe «Desarrollo de
la biblioteca pública I, II, III y IV» (1.° al 4.°, 1963). En esta serie de artículos se destaca
lo que deben saber las autoridades ediles sobre la institución que sirve a su comunidad
y define por primera vez a la biblioteca popular: «La biblioteca pública es uno de los
más poderosos instrumentos de cultura que puede ayudar decisivamente al desarrollo
económico y social de los pueblos…» (Málaga, 1963, p. 3). Por otro lado, describe al
tipo de lector de una biblioteca y también añade algunas disposiciones legales nacio-
nales e internacionales, entre ellas las de la Unesco, que sirvieron de inspiración para
el desarrollo de las bibliotecas públicas en todos sus aspectos.
Otros destacables artículos escritos por Málaga son «Las bibliotecas municipales de
provincias» (N° 4, 1963)», estudio que muestra la realidad de la biblioteca pública en el
Perú, y «El edificio de la biblioteca pública I. El planeamiento y el programa» (N° 9-10,
1965), que responde a la necesidad de contar con diseños de bibliotecas planificadas
arquitectónicamente y de acuerdo a la realidad del país. Al respecto, escribe «El edifi-
cio de la biblioteca pública II. La preparación y ejecución del proyecto arquitectónico».
En esta segunda parte es interesante notar que ya, en esos tiempos, se hablaba del ar-
quitecto como pieza clave en el diseño para una biblioteca en los casos de adaptación,
remodelación o construcción de dicho establecimiento.
En cuanto a experiencias en bibliotecas públicas, Málaga escribe «La Biblioteca
Central Regional de Enugu» [Nigeria] (N° 6, 1964), que comenta el estudio y evalua-
ción de un documento oficial de la Unesco y propone un análisis de la organización de
los servicios de dicha biblioteca, a fin de llamar la atención del gobierno, autoridades
locales y público en general sobre el apoyo a las bibliotecas públicas.
3
Este cuerpo de principios fue leído en un discurso por Jorge Basadre en octubre de 1958, durante una
ceremonia del Bibliobús, perteneciente a la Biblioteca Pública del Callao.
4
Reconocido profesional que pertenece a la primera promoción de bibliotecarios egresada de la Escue-
la Nacional de Bibliotecarios, en 1944, y autor de la Tabla de notación interna.
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Olivia Ojeda de Pardón también contribuyó con la Gaceta a través de una serie de
artículos como «El Fondo San Martín en las provincias» (N° 5, 1964), en el cual da
a conocer la existencia de 147 bibliotecas públicas municipales en funcionamiento,
constituyéndose en el primer intento de conocer la realidad de las bibliotecas munici-
pales del Perú. Asimismo, detalla las tareas pendientes del Fondo San Martín, y reitera
la importancia de conocer cómo funcionan las bibliotecas, qué servicios prestan, quié-
nes son los usuarios, cuántas colecciones tienen, qué actividades realizan, además del
presupuesto y apoyo de las autoridades (N° 8, 1964). En otras ediciones, informa sobre
la capacitación del personal, la supervisión periódica y la donación de libros efectuada
a las bibliotecas municipales del Perú (Nos 13-14, 1966); y, asimismo, pone énfasis en
el reconocimiento de la realidad bibliotecaria a través de la encuesta, supervisión y
capacitación del personal (Nos 15-16, 1966).
Otra destacada bibliotecóloga es Antonieta Ballón, quien publicó diversos artícu-
los muy importantes orientados a la organización de las bibliotecas públicas municipa-
les. Así tenemos «Biblioteca Municipal del Callao» (N° 1, 1963), en el que desarrolla
los fines de la biblioteca pública peruana y la evolución de sus servicios, y describe a
sus lectores usuarios y las actividades culturales de esta. Escribe también «Asociaciones
de amigos de la biblioteca pública» (N° 2, 1963), a través del cual hace un llamado a la
colectividad para unirse y trabajar en beneficio de la biblioteca pública.
Por otro lado, en «La Biblioteca Piloto del Perú expone sus experiencias. Signifi-
cado de una ayuda internacional» (N° 5, 1964), se refiere a la ayuda económica que
la Fundación Rockefeller brindó a la Biblioteca Piloto del Callao por un periodo de
tres años. Asimismo, siguiendo el trabajo realizado en el Callao, escribe «Análisis de la
colectividad del Callao» (N° 15, 1966), uno de los primeros diagnósticos de las biblio-
tecas que presenta factores históricos, geográficos, educativos, culturales y sociales que
complementan el diagnóstico. Muchos de sus artículos son didácticos y están orienta-
dos a ser ejercicios prácticos en las bibliotecas públicas. De esta manera, «Selección de
libros en la biblioteca pública» (N° 3, 1963) describe las clases de material bibliográfico
y las normas para su selección.
Ricardo Arbulú Vargas también colaboró con dos artículos (Nos 9-10, 1965; N° 17,
1967) sobre el Servicio de Extensión-El Agustino, en los que menciona el trabajo desa-
rrollado con la comunidad, su personal, la colección, mobiliario, los procesos técnicos
y las necesidades de la biblioteca.
Nelly McKee, exdecana del Colegio de Bibliotecólogos del Perú, también publicó
en la Gaceta. En el texto «Escuela Nacional de Bibliotecarios» (N° 3, 1963) hace una
reseña del inicio de la Escuela en 1943 hasta las actividades desarrolladas en 1963;
asimismo, escribe la serie de artículos «Capacitación para encargados de bibliotecas
públicas de provincias» (N° 6, 1964; N° 7, 1964; N° 8, 1964; Nos 9-10, 1965; Nos 11-12,
1965; Nos 13-14, 1966, y Nos 15-16, 1966) sobre las capacitaciones para los bibliote-
carios de provincias organizadas y llevadas a cabo entre los años 1964 y 1966. Así,
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Con especial dedicación y mística hacia el desarrollo de las bibliotecas públicas, logró
meritorios resultados, como la expansión y diversificación de servicios, descentraliza-
ción, capacitación, tecnificación, supervisión, entre otros. En el proyecto «Promoción de
servicios bibliotecarios. Red de Bibliotecas Públicas» (N° 30, 1980) describe los trabajos
de la Oficina Nacional de Bibliotecas sobre el Catálogo Unido, presenta un listado de
30 000 entradas de autor y otro de encabezamiento de materia, actividades subvencio-
nadas por el Convenio Andrés Bello y la Organización de Estados Americanos (OEA).
Como maestra también contribuyó con el prólogo de la obra «Encuadernación en
la biblioteca pública» (N° 3, 1981) de Julio Wong y Carlos Fuentes Paredes, en el que
presenta el manual de encuadernación básica que serviría de guía para todos los respon-
sables de las bibliotecas públicas municipales.
Es importante destacar su contribución a la Escuela Nacional de Bibliotecarios al
escribir «Entrenamiento en el servicio bibliotecario para auxiliares» (Nos 22-23, 1973), en
el que informa del adiestramiento básico a los encargados de bibliotecas municipales en
técnicas elementales y atención de los servicios bibliotecarios. Prosigue con «Cursillos de
capacitación» (Nos 26-29, 1980), en el que hace una relación de cursos realizados entre
1976 y 1979, presenta estadísticas importantes de lugares, fechas, ubicación de cada bi-
blioteca, organizadores y número de participantes (resalta que, en ese periodo, un total
de 246 personas recibieron capacitación). En «Capacitación del personal» (N° 34, 1984)
presenta un cuadro detallado de las personas beneficiadas con la capacitación. En el
mismo número hace un detallado informe sobre la encuesta que el Fondo San Martín
envió a todo el país; menciona las fortalezas y debilidades de las bibliotecas municipales,
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5
El Organismo Regional para el Desarrollo de la Zona Afectada por el Sismo (ORDEZA) fue creado por
D. L. N.º 19967, de 29 de marzo de 1973, con el propósito de convertirse en un organismo rector del
desarrollo regional y ser la primera experiencia en materia de autoridad regional de desarrollo en el país.
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Otros artículos escritos por Carmen Checa son los siguientes: «Biblioteca pública
en Bolivia» (Nos 26-29, 1980), donde describe a la Biblioteca Municipal de La Paz y los
servicios bibliotecarios públicos de Cochabamba. Por otro lado, destacamos el interés
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de Carmen Checa en dejar constancia del trabajo con sistemas integrados de informa-
ción. Así, bajo el título «Sistemas integrados de información para el desarrollo micro-
regional y proyección regional. Tacna» señala que, por esa época, ya se coordinaba la
propuesta de sistemas integrados por ser «un programa de trabajo conjunto, novedoso
y apropiado a las políticas de descentralización y regionalización» (Checa, 1988, p. 3).
Para realizar este trabajo, se realizaron reuniones de coordinación de proyectos, redes
y sistemas integrados de bibliotecas e información para conocer las experiencias de
Argentina, Colombia y Chile, y plantearlas en Tacna como plan piloto.
La maestra Carmen Checa deja constancia de la 21.ª Conferencia General de la
Unesco, celebrada en 1990, en Bélgica, y la explica detalladamente en el trabajo «Reu-
nión sobre el estado actual y las estrategias para el desarrollo de los servicios de biblio-
tecas públicas en América Latina y el Caribe» (Nos 32-33, 1982-83). En el N° 37 (1987),
escribe «Sobre la organización y funcionamiento de las bibliotecas públicas peruanas»,
en donde detalla el informe efectuado por la bibliotecaria francesa Marie-Annick Ber-
nard, en 1986, en la Dirección de Bibliotecas Públicas de la Biblioteca Nacional del
Perú, uno de los pocos trabajos realizados sobre algún tipo de diagnóstico de la reali-
dad de las bibliotecas municipales en el Perú.
Es importante destacar que Carmen Checa también reconoció la labor de otros
profesionales cuando escribe «Carlos Cueto Fernandini y el Fondo San Martín» (N°
19, 1968), a modo de homenaje póstumo al director de la Gaceta Bibliotecaria del Perú,
símbolo de trabajo, entrega e identificación con el quehacer bibliotecario.
Del mismo modo, destaca a otro profesional al escribir el artículo «Juan Mejía
Baca. Director de la Biblioteca Nacional del Perú» (N° 36, 1987), en donde hace una
emotiva semblanza del reconocido editor y librero.
En el último número de la Gaceta Bibliotecaria del Perú (N° 38, 2003), coincidente-
mente, escribe su último artículo «Cómo se logró plasmar el Centro Coordinador de
Bibliotecas de Piura», que describe todas las acciones realizadas para implementar este
centro coordinador mediante alianzas estratégicas con las autoridades, la comunidad y
los usuarios de la Biblioteca Municipal, preocupados en difundir en la región el modelo
de servicios bibliotecarios, promoción de la lectura y acceso a las tecnologías.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Se podría seguir hablando de la Gaceta Bibliotecaria del Perú y de sus colaboradores. Hay
mucho todavía que descubrir en sus páginas y valorar el ejemplo que dejaron forjadores del
trabajo bibliotecario en las unidades que, hoy por hoy, se constituyen en el vehículo más
accesible que tienen las comunidades para salir de la pobreza, la indiferencia y el olvido de
los gobiernos. Las bibliotecas nunca dejarán de ser un eje en el engranaje del desarrollo
de las sociedades y ciudadanos. Es nuestra obligación preservarlas, apoyarlas y luchar para
que cada día se creen más unidades de información, ya sea desde la Biblioteca Nacional del
Perú o desde nuestro papel como ciudadanos comprometidos con el país.
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BIBLIOGRAFÍA
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Castro, C. (2002). La Biblioteca Nacional del Perú y las bibliotecas públicas municipales:
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San Marcos.
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