GARCIA
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Resumen
El interés en este trabajo es abrir un espacio de discusión sobre la temática del vínculo,
desde diversos escenarios.
Desde el psicoanálisis, tomaremos el concepto de vínculo terapéutico como instrumento
de la cura, ya que consideramos es uno de los aspectos más interesantes de los debates
actuales.
A su vez, se examinan otras perspectivas para trabajar este concepto: el vínculo desde la
perspectiva de la Posmodernidad, las relaciones mediadas por el ordenador, y los aportes
que provienen de las Neurociencias.
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Psicoterapeuta Habilitante de la Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica . Asociación
UruguayaPsicoterapia Psicoanalítica violetagarcia@adinet.com.uy Montevideo, Uruguay
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En esta época actual de ritmo acelerado y de consumo indiscriminado ¿las
personas buscan obtener relaciones firmes o por el contrario lo que se desea es que las
relaciones sean ligeras y laxas, para poder deshacerse de ellas en cualquier momento?
Bauman (2005) sostiene que el habitante de esta sociedad es un hombre sin
vínculos, y particularmente sin vínculos tan fijos o establecidos como en otras épocas.
Como los vínculos no son fijos ni inquebrantables, el hombre debe amarrar los lazos que
prefiera usar como eslabón para ligarse con el resto del mundo humano, basándose
exclusivamente en su propio esfuerzo, sólo con la ayuda de sus propias habilidades y de
su propia persistencia.
Cuando se habla de vínculos, se utiliza frecuentemente el término conectarse
como sinónimo de relacionarse. Pero parecen existir diferencias claras entre uno y otro.
El concepto de “red” que se usa en la tecnología comunicacional está relacionado
con las conexiones. La red representa una matriz que conecta y desconecta a la vez y
funciona si ambas actividades –conexión y desconexión- están habilitadas al mismo
tiempo. Las conexiones se establecen a demanda, y pueden cortarse a voluntad.
Del mismo modo las relaciones virtuales, hechas a medida del entorno de la
moderna vida líquida, y a diferencia de las verdaderas relaciones, son de fácil acceso y
salida.
Ninguna conexión tiene garantía de duración. Y esta conexión no debe estar bien
anudada, para que sea posible desatarla rápidamente cuando las condiciones cambien.
Los vínculos de la modernidad –afirma Baumann (Ibid.)- se basan en la
fragilidad, y esa fragilidad inspira el sentimiento de inseguridad.
Todos deseamos la seguridad de la unión y de una mano servicial con la que se
pueda contar en los malos momentos. Sin embargo, desconfiamos de estar relacionados y
particularmente de estar relacionados para siempre, porque tememos que ese estado
pueda convertirse en una carga y ocasionar tensiones que somos incapaces de soportar.
En un entorno de vida moderno, las relaciones suelen ser las encarnaciones más
profundas e intensas de la ambivalencia (Baumann, Ibid., pág. 8).
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En parte bajo esta premisa es que se han simplificado las pruebas necesarias para
que una experiencia sea llamada amor. Los estándares ahora son más bajos, por lo que el
conjunto de experiencias que define el término amor, se ha ampliado enormemente
(Baumann, Ibid., pág. 19).
En una cultura de consumo como la actual, partidaria de los productos para uso
inmediato, donde la demora en la satisfacción y el sacrificio resultan intolerables, las
relaciones se formulan bajo el principio del consumo inmediato, y para uso único,
primordialmente descartable. Si los productos resultan defectuosos o no son satisfactorios
pueden cambiarse por otros, que se suponen más satisfactorios. Tampoco tienen un uso
garantizado permanente: autos, computadoras, celulares perfectamente usables y que
funcionan relativamente bien, pasan a ser desechables en el momento en que sus
versiones mejoradas y nuevas aparecen en el mercado.
¿Hay alguna razón para que las relaciones de pareja sean una excepción a la
regla? (Baumann, Ibid., pág. 29)
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Traducción: “¿Me amarás mañana?” Tema musical interpretado por Carole King en 1972.
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se admite y se acepta esa incertidumbre. Ser dos significa aceptar un futuro
indeterminado (Odo Marquard 2000, en Baumann, Ibid., pág. 36).
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vida, llevarnos a la búsqueda del peligro y empujarnos a rechazar una vida que se sienta
indigna del amor a sí mismo, y por lo tanto, indigna de ser vivida –narcisismo mediante-.
Lo que buscamos en el amor a nosotros mismos es la esperanza de ser amados, de
ser objetos dignos de amor, ser reconocidos como tales y que se nos dé prueba de ese
reconocimiento. Para sentir amor a sí mismo, necesitamos ser amados. Los otros deben
amarnos primero para que nos amemos a nosotros mismos.
Si otros me respetan, es que debe haber algo en mí que solo yo puedo ofrecerles a
los otros y entonces, soy importante, y lo que digo y pienso también es importante. Yo
“hago la diferencia” y no solo para mí mismo. Amar al prójimo como a sí mismo
significaría entonces respetar el carácter único de cada uno, el valor de nuestras
diferencias que enriquecen el mundo que todos habitamos.
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tipo posible de cultura el hombre necesita de la cooperación de los demás si quiere
sobrevivir; debe cooperar ya sea para defenderse, para trabajar o producir.
Hay otro elemento que hace de la pertenencia una necesidad tan vital: la
conciencia de sí mismo, la facultad mental por la cual el hombre se percibe como una
entidad individual, distinta de la naturaleza y de las otras personas. Su existencia le
plantea al hombre un problema que es esencialmente humano: al tener conciencia de sí
mismo como algo distinto a la naturaleza y a los demás humanos, y de que puede
envejecer, enfermar o morir, el hombre siente necesariamente su insignificancia y su
pequeñez en comparación con el universo y con todos los demás. La pertenencia va de la
mano con la posibilidad de que la vida posea algún significado y dirección.
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Una opinión distinta es la que expresa Balaguer (2003) quien sostiene la validez y
legitimidad de la comunicación por la red, como una nueva modalidad de encuentro
vincular que no invalida, cancela o sustituye las viejas formas de conocer al prójimo.
Uno de los aspectos más mencionados en relación a las comunicaciones mediadas
por ordenador es que proporcionan una forma de interrelación anónima. Esta es por lo
menos una sentencia bastante popular entre los usuarios y en los medios de comunicación
de masas.
Sin embargo esta opinión no es plenamente compartida por todos. Quienes tienen
suficientes conocimientos técnicos así como los estudiosos de los fenómenos sociales
sostienen que un completo anonimato en Internet no es posible ni deseable (Mayans i
Planell J., 2000).
Algunas de las primeras investigaciones sobre la comunicación emocional en
Internet, -referidas a si es posible realmente transmitir emociones a través de la red y
cómo se representan las emociones en el ciberespacio- son las realizadas por el MIT
(Massachusetts Institute of Technology) que creó en el 2001 el Centro MIT Initiative on
Technology and Self - fundado y dirigido por Sherry Turkle (psicoanalista y profesora de
MIT) cuyo principal objetivo es reflexionar e investigar sobre el aspecto subjetivo de la
tecnología, la relación que se produce entre las personas y el uso habitual de Internet, los
efectos que provocan esta interacción y la estabilidad psicológica y social de los sujetos
implicados. Se realizaron estudios para tratar de determinar los beneficios que la
comunicación emocional aporta al individuo, no sólo en la vida real, sino también en la
virtual, comprobando que el mayor porcentaje del uso de Internet está siendo dedicado a
efectos de comunicación interpersonal (Horrigan & Rainie, 2001 en Etchevers Goijberg
2005).
A su vez se estudian las causas que fomentan la intensidad de las ciberrelaciones,
tales como la construcción de nuevas identidades (avatares), el uso del anonimato, y los
efectos sociales que pueden conllevar este tipo de prácticas. Cabe preguntarse si acaso se
está creando un nuevo lenguaje a partir del cual los sujetos se sienten conectados más
íntimamente, al igual o más, que si estuvieran cara a cara.
Otra investigación es The Quality of Online Relationships (Cummings, Butler & Kraut
2002 en Etchevers Goijberg 2005) que plantea que a las relaciones on-line se les otorga
menor valor que a las off-line, independientemente que se haya comprobado a su vez, lo
importantes que puedan llegar a ser las relaciones interpersonales cultivadas en este
medio. La discusión está centrada en si estas relaciones complementan o sustituyen a las
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de la vida real. Internet es el mayor espacio de encuentro mundial y el ciberespacio es
utilizado para establecer relaciones interpersonales de una manera mucho más rápida y
directa. Pero este medio como ya expresamos, para muchos no es considerado como
sustituto de las relaciones interpersonales cara a cara, sino como una oportunidad nueva y
diferente de conocer gente, expresarse a sí mismo y determinar qué se busca en una
adecuada comunicación emocional, por los mismos derroteros sólo que a anexando el
factor tecnológico de Internet.
Quizás esta sea una nueva manera de lidiar culturalmente con las emociones, en la
medida que el resguardo de las redes ha posibilitado el despliegue de aspectos del self a
través del anonimato.
La triple transformación que está logrando Internet, los dispositivos móviles y las
redes sociales puede considerarse como la emergencia de una nueva individualidad
interconectada. Se está construyendo un espacio de sociabilidad conectada que recibe
distintos nombres: tercer entorno, sociedad red, cibersociedad (Álvarez JF, Bahlis Dos
Santos N, Cope B, Domínguez Figaredo D, Gil Ortega MC, Kalantzis M 2013).
El lograr que el espacio social logrado por la comunicación virtual, sea también
un espacio de soporte social facilitador y enriquecedor de las relaciones humanas
virtuales y reales más que una tecnología alienante generadora de patologías, sigue
siendo una preocupación sostenida en este momento.
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personal. En esto son complementarios más que similares en cuanto a sus características
como relaciones y a su papel en la vida de la persona (Orlinsky, 2006).
La relación existente entre intervención terapéutica y vínculo fue establecida por
Freud en 1913 cuando, respondiendo a la pregunta de en qué momento intervenir,
escribió: “Nunca antes de haberse establecido en el paciente una transferencia utilizable,
un rapport en toda regla con nosotros. El primer fin del tratamiento es siempre ligar al
paciente a la cura y a la persona del médico” (Freud, Ibid., pág.1671-2).
Un tema de debate ha sido examinar qué formas de intervención pueden resultar
más apropiadas para producir el cambio terapéutico, dadas determinadas condiciones del
paciente y de la relación que éste establece con su analista. Por cierto, éste es –o debiera
ser–, también un interés central en el trabajo cotidiano de cualquier terapeuta frente a la
variedad de sus pacientes. En el proceso terapéutico, son especialmente relevantes las
variables que dependen del paciente.
Estas comprenden la capacidad de establecer con el terapeuta una buena pareja de
trabajo, una buena alianza terapéutica. Este descubrimiento apoya la concepción diádica
de la terapia, según la cual todos los fenómenos emergentes en la relación terapéutica
dependen de ambos participantes.
En este sentido, la buena intervención terapéutica puede definirse como aquella
otorgada por un terapeuta diestro, es decir, aquel que sabe integrar conocimientos
técnicos y empatía, a un paciente dispuesto a recibirla (Jiménez 2005).
Existen evidencias empíricas de que la calidad del vínculo terapéutico es un
poderoso factor predictivo del resultado del tratamiento. Queda abierta la cuestión, de si
la alianza terapéutica es en sí misma el componente curativo de la terapia o de si más
bien la relación crea el contexto interpersonal necesario para que otros elementos
terapéuticos actúen.
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La investidura personal y la coordinación interactiva de los participantes, en sus
roles de paciente y terapeuta determinan la calidad de la relación de trabajo.
Las cualidades del contacto comunicativo y del afecto mutuo, que reflejan el
rapport interpersonal (Jiménez, 2005).
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el insight que provoca, sino porque el paciente se ha sentido visto y entendido como
objeto de interés y de compromiso por parte del analista.
Desde esta perspectiva se pone énfasis en que los factores personales y
relacionales en conjunción con las teorías son los que producen el cambio.
El reconocimiento de caras
La mirada se constituye en el primer eslabón del reconocimiento de rostros,
indispensable para las futuras relaciones sociales, que posibilita la estructuración de un
Yo Psíquico, y la organización de un Yo Social. Al mismo tiempo la mirada del “otro” es
la que significa y da sentido a nuestras conductas. De este modo el psiquismo no sólo se
estructura por otro, sino además para otro.
Siendo la mirada del otro tan importante en la construcción de la identidad del Yo
Psíquico, el encuentro visual con el otro es el primer momento de la construcción de una
gnosia -reconocimiento del mundo exterior, de los objetos y del cuerpo a través de los
aportes de los sentidos- que expresa la capacidad de reconocimiento de rostros
(prosopagnosia). Abarca aspectos más amplios que la sola configuración espacial del
rostro; incluye la captación de la expresión emocional. Por lo tanto, es indispensable para
la comunicación y la buena adaptación social (Risueño A, Motta I, 2004).
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en el percepto privilegiado para el bebé. Lo busca, lo mira, e intenta imitarlo
precariamente. Esta incipiente imitación, que se da tanto en el infante como en el
cuidador, se debe a la función de ciertas neuronas que han sido denominadas como
"neuronas espejo”.
Se trata de un grupo de neuronas que tienen la facultad de descargar impulsos
tanto cuando el sujeto observa a otro realizar un movimiento, como cuando es el propio
sujeto quien lo hace. Se activan cuando un individuo realiza una acción, pero también
cuando él observa una acción similar realizada por otro individuo. Forman parte de un
sistema de redes neuronales que posibilita la percepción-ejecución-intención. La simple
observación de movimientos de la mano, pie o boca activa las mismas regiones
específicas de la corteza motora, como si el observador estuviera realizando esos mismos
movimientos. Pero el proceso va más allá de que el movimiento, al ser observado, genere
un movimiento similar latente en el observador. El sistema integra en sus circuitos
neuronales la atribución/percepción de las intenciones de los otros: la Teoría de la Mente
(Blakemore y Decety, 2001; Gallese, Keysers y Rizzolatti, 2004; Rizzolatti, 2005;
Rizzolatti y Sinigaglia, 2006 en García E, pág. 7).
La Teoría de la Mente es la capacidad de comprender, explicar y predecir el
comportamiento de otras personas a través del proceso de realizar inferencias acerca de
sus estados mentales: sus conocimientos, intenciones, deseos y creencias (Baron -
Cohen, S, 1995). Es importante señalar que la T. de la M. ha sido y es en la actualidad
uno de los principales modelos explicativos de los déficit que aparecen en diversos
trastornos, particularmente en los llamados trastornos generales del desarrollo o del
espectro autista.
El desarrollo de una adecuada T. de la M. es condición necesaria para el
establecimiento del sentimiento intuitivo de privacidad personal y para la integración e
interacción social adecuadas.
Como consecuencia de esta integración, se estructura la inteligencia social que
hace posible controlar las actitudes y respuestas del otro/otros operando sobre la
formación de sus representaciones, en beneficio propio o del grupo. Dentro de la
multiplicidad de elementos que abarca este concepto, se recogen aspectos metacognitivos
como la interpretación de emociones básicas, la capacidad de captar el discurso
metafórico, las mentiras o la ironía, la posibilidad de interpretar emociones sociales
complejas a través de la mirada o la cognición social y la empatía.
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La empatía es la capacidad para experimentar y representar los estados
emocionales de otros, siendo crucial en muchas formas de interacción social adaptativa.
Tiene dos componentes: uno cognitivo, muy relacionado con la capacidad para abstraer
los procesos mentales de otras personas, y otro emocional, que sería la reacción ante el
estado emocional de otra persona (Moya-Albiol L, Herrero N, Bernal MC, 2010). La
observación o imaginación de otra persona en un estado emocional particular activa de
manera automática una representación de ese estado en el observador, con las respuestas
fisiológicas asociadas. Al tratar de comprender y de ponerse en el lugar del otro, la
persona se acerca al estado emocional del otro y reacciona. Dicha reacción sería el
componente emocional de la empatía.
Así, la empatía favorece la percepción tanto de las emociones (alegría, tristeza,
sorpresa) como de las sensaciones (tacto, dolor) de otras personas. Por todo ello es
llamada cognición social y se considera que desempeña un papel central en la disposición
pro-social de las personas y en su supervivencia, ya que ésta depende de la habilidad para
funcionar de manera óptima dentro del contexto social, para lo cual es fundamental
comprender lo que sienten los demás (Moya-Albiol L, Herrero N, Bernal MC 2010).
Somos criaturas sociales y nuestra supervivencia depende de entender las
intenciones y emociones que traducen las conductas manifiestas de los demás. Las
investigaciones neurocientíficas han demostrado la existencia de mecanismos fisiológicos
implicados en estos procesos tanto en neuronas específicas como en sistemas neuronales
que sustentan los constructos cognitivos y sociales.
En suma, las neuronas espejo permiten entender la mente de nuestros semejantes,
y no a través de razonamiento conceptual, sino directamente, sintiendo y no pensando
(Rizzolatti, Fogassi y Gallese, 2001).
Comentarios finales
Hemos querido plantear diferentes aportes a la teoría del vínculo.
En primer lugar, describimos algunas condiciones de construcción de la
subjetividad e intersubjetividad, que hacen a los modos de producción de nuestra cultura
y sociedad y el uso de la comunicación virtual y sus posibles efectos.
En la sociedad actual, en que las condiciones de subjetivación han tenido un viraje
drástico, nuestra disciplina tiene mucho para profundizar y analizar sobre cómo se
manifiestan los vínculos sociales. La irrupción de las nuevas formas de comunicación
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mediante las TICS abre un camino para la incertidumbre y la curiosidad por saber cuáles
son sus efectos desde su rol de mediadores de vínculos.
Desde el ámbito de la estructuración neurobiológica, examinamos las condiciones
de génesis para la producción del vínculo y particularmente el rol de las neuronas espejo.
A partir de las Neurociencias, encontramos bases biológicas firmes que permiten
comprender desde esta perspectiva, como se activan aspectos cruciales de la
socialización, como la imitación, la empatía e incluso la identificación.
Los vínculos hacen a la constitución de nuestro psiquismo, ya sea que se
considere que tienen un papel fundante en la integración de éste, o si se piensa que son
los que aseguran las condiciones de formación del Yo psíquico.
En nuestro quehacer cada vez es más evidente la importancia del vínculo que
paciente y terapeuta puedan construir, y muchos sostienen que de ello depende la
posibilidad de cura o de cambio psíquico.
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