Psicoanálisis Contemporáneo: Propuestas para La Clínica Actual

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 10

PSICOANÁLISIS CONTEMPORÁNEO: PROPUESTAS PARA LA

CLÍNICA ACTUAL

Lic. Psic. Adriana Anfusso1

Resumen
Se parte desde una perspectiva pluralista que aspira a contemplar la dialéctica
biología-cultura o natura-nurtura, tratando de integrar el modelo monádico pulsional
(nunca ingenuamente solipsista) que nos legó Freud, con el modelo relacional
contemporáneo que tampoco es simplemente ambientalista pero destaca la matriz del
vínculo interpersonal como base de la estructuración humana.
Tres temas son centro de nuestra reflexión: la considerable importancia del
trabajo subjetivo inconsciente del analista en sesión, la naturaleza obviamente activa y
no sólo pasiva de cualquier paciente y la importancia de las muchas negociaciones de
distinta índole que se tramitan en la díada terapéutica.

Palabras clave: Subjetividad del analista, paciente-sujeto activo, negociación terapeuta-


paciente.

1
Socia Habilitante de la Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica (AUDEPP). Docente del
Instituto Uruguayo de Psicoterapia de AUDEPP (IUPA).
Fundación Winnicott (Uruguay). Miembro fundador y docente.
adriana.anfusso@gmail.com
Montevideo, Uruguay

1
PSICOANÁLISIS CONTEMPORÁNEO: PROPUESTAS PARA LA
CLÍNICA ACTUAL

Introducción

¿Uno o varios psicoanálisis hoy? ¿Modelos contemporáneos de la mente total o


parcialmente articulables con el psicoanálisis clásico y entre sí? ¿Nuevas
metapsicologías inconciliables con las restantes? Preguntas siempre inquietantes que
cuesta formular, más aún cuando es tan difícil encontrar acuerdos en torno a ellas. Unos
nos afiliaremos férreamente al Psicoanálisis Clásico o a cualquiera de las otras teorías o
corrientes desconociendo el valor de las restantes, otros nos declararemos eclécticos e
intentaremos poner todas las teorías en pie de igualdad con posible sacrificio de la
rigurosidad, los miembros de un tercer grupo nos definiremos como pluralistas y
trataremos de integrar los conceptos que consideramos compatibles discriminando y
respetando las afinidades y divergencias epistemológicas entre las distintas perspectivas.

Pero es inevitable el choque con un problema adicional, con la Babel


psicoanalítica. Se da a menudo debido a la frecuente utilización de exactamente los
mismos términos para referirse a fenómenos cuya definición es absolutamente diversa.
Un ejemplo, el concepto de “trauma” según Freud (1923) y Winnicott. El primero lo
relaciona con lo pulsional, lo económico y lo sexual. Winnicott lo vincula con el
desarrollo, la falla en los cuidados ambientales tempranos y la interrupción de la
continuidad existencial de un ser humano inmaduro que enferma al verse obligado a
adoptar una reacción defensiva de tipo Falso Self.

Al respecto R. Bernardi plantea brillantemente, e intuyo que refiriéndose tanto a


personas como a instituciones:

“Si desde el punto de vista intelectual, el cambio de paradigma implica, como dice Kuhn,
un cambio de gestalt, desde el punto de vista emocional pone en juego idealizaciones,
equilibrios narcisistas, afiliaciones o exclusiones, sentimientos de amor y odio de
naturaleza diferente.” (Bernardi, R., 2013)2

2
Bernardi, R. (2013). Conferencia previa a THERIP. El mundo fragmentado de Psicoanálisis: ¿Es
posible el diálogo? Lugar: Royal College of Art, Londres. 26 de julio de 2013.
2
En aras de la brevedad, me referiré a los aportes a la clínica actual del Psicoanálisis
Contemporáneo que abarca los terrenos intrapsíquico e interpersonal, centrándome en
los tres temas que subtitulan este artículo. Lo haré desde afinidades personales con a) D.
W. Winnicott y Christopher Bollas, representantes conspicuos del Pensamiento
Psicoanalítico Independiente Británico y b) desde la perspectiva de algunos autores que
integran el Psicoanálisis Relacional estadounidense cuya confluencia me importa
destacar.3

I. La tradición winnicottiana en el siglo XXI

Es mucha la importancia que ha adquirido para los profesionales de la salud


mental4 el contacto con la obra de Winnicott, especialmente por sus aportes quizás más
conocidos, el del tercer espacio paradójico interno-externo de lo transicional “donde
vivimos la mayor parte del tiempo” y su conceptualización de la psicoterapia como la
superposición de dos zonas de juego (bastante sofisticadas): la del analista y la del
paciente.

La bibliografía acerca de sus teorías se ha multiplicado exponencialmente.


Colegas latinoamericanos5, al igual que otros de Italia, España y del Grupo
Independiente Británico así como representantes del Psicoanálisis Relacional
estadounidenses han dado nuevo impulso a la tradición winnicottiana en su intento por
comprender el origen y naturaleza de nuevas formas de sufrimiento psíquico que
aquejan hoy a quienes nos consultan, en el afán de darles respuesta. Esta situación nos
obliga a abandonar zonas seguras de conocimientos ya asentados para incursionar en
territorios plagados de cuestionamientos, de asuntos desconocidos y de propuestas
novedosas que debemos considerar y evaluar.

Algo más de una década ha corrido de este nuevo siglo. Breve lapso en términos
históricos pero tramo significativo en la vida de cualquiera. Máxime cuando como ahora

3
Benjamin, J.; Mitchell, S.; Safran, J.; Renik, O.; Aron, L.: Greenberg, J., etc.
4
Green, A.; Pontalis, J.; Roussillon, R.; Gaddini E. y R.; Gianakoulas, G.; Phillips, A., Davis, M; Abram,
J.; etc.
5
Se han realizado desde 1991 a la fecha veintitrés Encuentros Latinoamericanos sobre el Pensamiento de
D. W. Winnicott. Anualmente han sido sede de ellos Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Uruguay,
con la participación de colegas de toda América Latina, Europa y EE.UU.
3
se nos cae encima una avalancha de fortísimos y acelerados cambios que afectan todos
los niveles de nuestro funcionamiento: físico, psíquico, emocional, social…

La general vigencia de Winnicott, un adelantado para su época, coexiste con


algunos planteos que hoy se están volviendo obsoletos. ¿El hogar sigue siendo, como en
el Siglo XX, el punto de partida para la mayoría de las generaciones más jóvenes? Los
cambios en la constitución de la familia nos confirman que no. Quizás corresponda que
aunemos esfuerzos para encontrar soluciones sustitutivas saludables para quienes
asoman al mundo en estructuras muy distintas a las habituales en el siglo XX. El
desarrollo, la salud o enfermedad de cada individuo, de todas las disciplinas del
conocimiento y de innumerables fenómenos sociales y culturales del futuro dependen de
tal decisión.

II. La subjetividad del analista

Tema del que poco se habla y que solemos guardar en la trastienda. ¿Quién se
animaba hasta hace poco a confesar entre colegas que había dado una opinión, que
ofreció una información, que no pudo evitar derramar una lágrima en la consulta?
¿Miedo de mostrarnos y ser acusados de perder nuestra identidad profesional? ¿Deseo
de mantener cierta imagen y no exponernos al ostracismo? La tendencia a sobrevalorar
la neutralidad y la abstinencia del analista quizás hizo descuidar en demasía aspectos
innegables del funcionamiento subjetivo e inconsciente del analista que no pierde su
calidad de humano cuando entra a la consulta.

¿Por qué tanta demora en reconocer, nosotros, especialistas en el tema cuando se


trata de los otros, la fuerza de nuestra vida interior tan determinante de nuestro ser y
hacer? Quizás el no haber reconocido ni examinado suficientemente el poder de nuestra
subjetividad inconsciente y sus efectos nos impidió, de paso, minimizar lo negativo y
potenciar lo positivo de esta ineludible inclusión. Al negar la presencia de esta realidad
en los consultorios ¿no habremos fomentado en exceso la represión en el desempeño de
nuestra función? ¿Tiene el mismo efecto el encuentro con una persona controlada e
inhibida que el que propicia alguien que, sin abandonar su actitud profesional, actúa con
espontaneidad y deja entrever lo genuino y verdadero de sí mismo?

O. Renik dice:
4
“No creo que la neutralidad sea un ideal que el analista haya de perseguir, un ideal
deseable, aun cuando pudiésemos solamente aproximarnos a él, y dada la falibilidad
humana. Cuando observamos lo que en realidad hacemos, y lo que verdaderamente
funciona, nos percatamos que el concepto de neutralidad no describe fielmente la actitud
de un clínico eficaz. De hecho, la neutralidad representa una actitud que interfiere en un
análisis productivo. Hay ocasiones en las que un analista puede y debe opinar acerca de
cuál es la mejor  forma de resolver el conflicto del paciente (cuando la contribución más
crucial que puede hacerse al trabajo analítico es precisamente la comunicación de estas
opiniones), y hay otras ocasiones, sin embargo,  en las que un analista no debería elaborar
-y mucho menos comunicar- sus opiniones acerca del conflicto del paciente. Por tanto, el
concepto de neutralidad analítica que prescribe al analista que nunca tome partido
respecto al conflicto del paciente es un concepto malentendido e inútil. Es cierto que
queremos una teoría de la técnica analítica que proteja la autonomía del paciente, pero
hemos de reconocer que, en último término,  el concepto de neutralidad analítica no
nos sirve para tal propósito.” (Renik, 1996).6

Winnicott siempre se propuso ser lo menos intrusivo posible con sus pacientes.
Pero no por eso se privaba de revelar, a veces a sabiendas y otras de manera no
intencional, asociaciones, ideas, ocurrencias o estados subjetivos nacientes que
vagamente sentía conectados con la problemática del paciente. Como si iniciara, desde
su interior, en el caso de pacientes adultos, un juego de garabatos verbales que cada uno
podrá tomar y “usar” a su manera transformándolo en un objeto significativo para él o
bien podrá rechazarlo, no tomarlo en cuenta.

Los pacientes nos enfrentan diariamente a cantidad de desafíos e incertidumbres


diarios que nos perturban en mayor o menor medida y que generalmente no
compartimos. Solemos preguntarnos “¿Y ahora? ¿Por qué este largo silencio tan poco
habitual?” “¿De dónde vendrá esa asociación?” “¿Le digo o me callo?” “¿Le comentaré
al supervisor esto que pasó hoy?”

Incluso los silencios del analista pueden catalogarse como momentos de


asociación libre.

Comenta Bollas:

“… el analista debe permitir que su propia receptividad inconsciente se conecte con el


trabajo inconsciente del analizando. Para lograrlo, bastará con la escucha silenciosa,
algún eco ocasional y, a veces, en lo que puede parecer una actitud poco convencional, el
comentario espontáneo que tiene poca relación aparente con lo que está contando el
analizando.” El analista puede decir a su paciente que lo ve “hablar más libremente con
él. ¿Por qué dijo eso? Considerándolo más tarde, el analista informó que no tenía la

6
Renik, Owen “The perils of neutrality” fue publicado originalmente en The Psychoanalytic
Quarterly, vol. LXV, No. 3, págs. 495-517 (1996). Copyright The Psychoanalytic Quarterly.
Traducido y publicado con el permiso de The Psychoanalytic Quarterly y del autor.
5
menor idea. (…) pero es importante que el terapeuta no supiera por qué lo dijo.” 7(Bollas,
2013).

Ese no saber puede ser la base de un trabajo co-creativo inconsciente de la


pareja terapéutica.

Obviamente este tema debe acompañarse de una discusión seria acerca de los
alcances y límites del cambio propuesto y más particularmente de la “actitud
profesional”8 (Winnicott).

“Ser confiable en todos los aspectos es la principal cualidad que necesitamos. Ello
significa no sólo respetar a la persona que acude a nosotros y su derecho de disponer de
parte de nuestro tiempo y nuestra preocupación. Todos nosotros tenemos nuestra propia
escala de valores, y eso nos permite no tratar de modificar el sentido del bien y del mal de
la persona que nos consulta. El hecho de hacer un juicio moral y expresarlo destruye la
relación profesional en forma total a irrevocable.” (Winnicott, 1980).

III. ¿Pacientes-objeto o pacientes-sujetos?

El lenguaje y la teoría nos inducen a llamar “objetos” a las “personas” y


“pacientes” a quienes dan sentido a nuestra función. ¡Paciente! ¿Condensación de
paciencia y pasividad? Se les puede seguir atribuyendo un rol pasivo aun cuando son,
como la mayoría de los mortales, personas alternadamente pasivas, activas y que en
ocasiones presentan un sinfín de gradaciones intermedias. Además, lo activo o pasivo
de alguien no es sólo un asunto personal. Depende también del contexto que lo rodea.
Pero la verdad es que los pacientes nos enfrentan a cantidad de desafíos e
incertidumbres cotidianos a los que la teoría interpretativa no da respuesta. Así es como
se muestran activos y nos hacen entrar en actividad a nosotros también. Por otra parte,
no parece que en estos tiempos dispongan de la misma paciencia que antes.

“Al proceso terapéutico Winnicott lo concibe, según fórmula no por conocida menos
sorprendente, como una situación en la que dos personas se comunican empáticamente
“jugando” juntas. Apuesta no sólo a la interpretación sino, fundamentalmente, a lograr
experiencias compartidas que apuntan al autodescubrimiento que, como por arte de magia,
a veces logra el paciente gracias al vínculo con su analista.” 9 (Anfusso e Indart, 2009)

7
Bollas, C. (2013) La pregunta infinita. Buenos Aires: Paidós. P. 179.
8
“… si se entra en la práctica de la psicología, es necesario hacerlo dentro de cierto marco: la entrevista
debe realizarse en un marco adecuado, y tener un límite de tiempo fijado de antemano. Dentro de este
marco somos confiables, mucho más que en nuestra vida diaria.” (Winnicott, D. (1980) La familia y el
desarrollo del individuo. Buenos Aires: Paidós. P. 155).
6
Podemos recurrir como ejemplo al juego del garabato que Winnicott proponía a
los niños en sus breves “consultas terapéuticas”. Él denominaba “momento sagrado del
autodescubrimiento” al que se daba cuando el pequeño paciente podía, a través de las
secuencias de dibujos compartidos, vivenciar, reconocer y explicarse el asunto que lo
perturbaba. Una especie de auto-interpretación.

Bollas plantea que, en último término, buena parte de un análisis y muchas


sesiones puede que resulten ser interjuegos dialécticos de dos subjetividades cuyo
estudio, en vez de llamarse “teoría de las relaciones de objeto”, debería llamarse “teoría
de las relaciones de sujeto”. Por otra parte considera más riguroso reservar el término
“objeto transicional” para el que deriva de la superposición, en un solo individuo, de lo
interno de su ser con lo externo que lo rodea. Y propone denominar “objeto
intermedio” al que es producto de la contribución de dos subjetividades.

Aun hoy a los pacientes se los trata como “objetos pasivos” y muy raramente se
les reconoce la calidad de “sujetos activos” o de “analizantes” capaces de modificarse a
sí mismos y a otros, incluso a sus propios analistas.

IV. Psicoterapia: juego, co-construcción, negociaciones…

El jugar sin reglas de paciente y terapeuta, tal como plantea Winnicott, es una
propuesta que conduce a recorridos y metas absolutamente imprevistos que se van
generando en la interacción y que no apuntan a un objetivo claramente pre-definido. No
es a partir de normas o fórmulas estereotipadas sino desde lo incierto que cabe la
posibilidad de que aparezca o se amplíe el espacio de lo genuino, espontáneo y más
propio de los “jugadores”, el territorio del self verdadero del profesional, del analizando
o de ambos.

La caracterización de la psicoterapia como un área de juego donde se


superponen parcialmente las zonas transicionales de terapeuta y paciente permite
concebir el proceso terapéutico como un juego co-creado por ambos participantes. Esta
definición exige incluir lo subjetivo y lo objetivo de analista y paciente más los
correspondientes intercambios entre lo interno y lo externo que se configura en cada

9
Anfusso, A. e Indart, V. (2009) ¿De qué hablamos cuando hablamos de Winnicott? Montevideo:
Psicolibros Waslala.
7
uno. Este hecho demanda una permanente negociación que se traduce en construcción,
destrucción y reconstrucción de metáforas y símbolos verbales o de propuestas actuadas
pre-verbales y/o pre-representacionales que faciliten la experiencia de mutualidad 10.

La psicoterapia como juego permite encuentros que dan sentido al hecho de ser y
existir. Habilita la vivencia de estar conectados, de sentirnos comprendidos,
reconocidos, encontrados y “usados” (sin ser “abusados”) y hace que surja en nosotros
la posibilidad de confiar, de creer que el futuro nos deparará experiencias de
equivalente valor. Podremos guardar la esperanza de vivir posibles reediciones de tales
vivencias placenteras (no orgásmicas ni pulsionales sino experienciales), y de sentirnos
“existentes” dentro de vínculos significativos. Este proceso comienza dándose en ambos
miembros de cualquier díada madre-bebé que interactúa armoniosamente, lo bastante
como para no generar disturbios en el desarrollo del niño. Esta díada originaria
Winnicott la propone como patrón paradigmático inicial de uno de sus sucedáneos, el
par terapeuta-paciente. Para los autores contemporáneos que se pliegan, con inevitables
sesgos personales, a la tradición de los Independientes de la Sociedad Británica de
Psicoanálisis, la “cura” consiste en otra cosa que “amar y trabajar” o alcanzar la
“ambivalencia” y la “Posición Depresiva”. Se trata de ampliar la gama de intereses
culturales, de cultivar la mismidad junto al respeto y la “preocupación” (concern) por
los demás y de ser capaz de encuentros creativos con nosotros mismos y también con
otros que compartan nuestros intereses, cuyo bienestar nos genere una normal
“preocupación” que se acompañará de parecida predisposición de esos “otros” hacia
nosotros.

Bollas nos dice que, a menudo, en su práctica, la “interpretación” llega como


producto de la negociación entre terapeuta y paciente. Él plantea abandonar la idea
predominante del observador objetivo y abstinente que sabe de lo reprimido del paciente
y lo vuelve consciente comunicándoselo mediante la verbalización. La interpretación
puede ser correcta o errada, el paciente podrá aceptarla, corregirla, negarla o resistirse a
ella. Pero aun siendo correcta puede que el paciente no esté en condiciones de aceptarla,
10
“Con el concepto de mutualidad o experiencia de mutualidad (experience of mutuality) –que toma de
Bruno Bettelheim–, Winnicott se adentra en el estudio específico de las <influencias mutuas muy
tempranas> entre la madre y el bebé. Por mutualidad entiende <el comienzo de una comunicación
entre dos personas>, cuyo prototipo es la díada madre-hijo (que hace extensivo al par analista-
paciente), y que surge cuando se desarrolla una situación de “alimentación mutua”. LaCruz, Javier
.elgestoespontaneo.com/html/vocabulario/m.html.
8
en cuyo caso lo deseable sería que el terapeuta no interpretara sistemáticamente este
hecho como una “resistencia” y que retirara su “interpretación” promoviendo, en todo
caso, lo que él llama “dialéctica del disenso”. Sería algo así como decir: “¡Vea! Usted
piensa así y puede que tenga razón. Pero yo pienso de otro modo y tengo mis propias
razones para hacerlo.” O sea que cabe considerar cómo este autor, un post-winnicottiano
confeso y muy valorado en la actualidad, considera que en muchas ocasiones la
llamada “interpretación” puede adquirir el carácter de una negociación y por tanto en
estos casos sería más correcto incluirla dentro de la categoría de “intervención”.

Una última razón para insistir en la negociación como componente indispensable


de los encuentros interpersonales propios de la psicoterapia. Terapeuta y paciente
necesitan llegar a acuerdos para sentirse cómodos y “auténticos” cediendo terreno hasta
donde cada uno pueda (falso self normal) y defendiendo hasta la última trinchera lo que
para cada uno es cosa irrenunciable (verdadero self). De lo contrario estaríamos frente a
una situación de sometimiento o de Falso Self patológico.

Un caso extremo de ausencia de espontaneidad, de sensación de vacío y de enajenación


podría quedar ilustrado con una de las “cartas desesperadas” que Marilyn Monroe
escribió a mano, y en papel del Hotel Bel-Air, a Lee Strassberg, su mentor artístico. Allí
decía:

"Mi voluntad es débil, no puedo soportar nada. Sueno como loca, pero creo que me estoy
enloqueciendo"(…) Es sólo que me paro frente a una cámara y mi concentración y todo lo
que trato de aprender me abandona. Entonces siento que no existo en la raza humana…”
11

Pero no todo es pesimismo. Si usted ha llegado hasta aquí en su lectura es


porque seguro lo animan entusiasmo y compromiso suficientes por un determinado
asunto, en este caso el psicoanálisis. ¡Aleluya! Podemos dar por sentado entonces que
dispone usted de un Verdadero Self en amplias funciones y que mientras la situación
perdure nuestra disciplina podrá mantenerse a salvo de cualquier eventual derrumbe.

11
El Observador. (2013). Montevideo, Uruguay. Subastan en la red cartas de Marilyn. VIERNES, 29DE
MARZO DE 2013. http://www.elobservador.mx/index.php/espectaculos/relax/31900-subastan-en-la-red-cartas-
de-marilyn-
9
Bibliografía
Anfusso, A. e Indart, V. (2009) ¿De qué hablamos cuando hablamos de Winnicott?
Montevideo: Psicolibros Waslala.

Bollas, C. (2013) La pregunta infinita. Buenos Aires: Paidós.

Bollas, C. (1993) Fuerzas de destino. Psicoanálisis e idioma humano. Buenos Aires:


Amorrortu.

El Observador (2013) Montevideo, Uruguay. Subastan en la red cartas de Marilyn.


VIERNES, 29 DE MARZO DE 2013.
http://www.elobservador.mx/index.php/espectaculos/relax/31900- subastan en-la-red-cartas-de-
marilyn-

Gedo, J. The Evolution of Psychoanalysis. Contemporary Theory and Practice. New York:
Other Press.

LaCruz, J. (2010) Vocabulario.


http://www.elgestoespontaneo.com/html/vocabulario/m.html

Mitchell, S. (1993) Conceptos relacionales en psicoanálisis. Una integración México:


Siglo Veintiuno Editores.

Renik, O., (1996) The Perils of Neutrality. (En línea) The Psychoanalytic Quarterly,
vol. LXV, No.3. Aperturas Psicoanalíticas.
http://www.aperturas.org/articulos.php?id=0000188&a=Los-riesgos-de-la-
neutralidad.

Winnicott, D. (1999) Escritos de Pediatría y Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

Winnicott, D. (1993) Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. Buenos


Aires: Paidós.

Winnicott, D. (1980) La familia y el desarrollo del individuo. Buenos Aires: Paidós.

10

También podría gustarte