Puerperio Normal y Patologico
Puerperio Normal y Patologico
Puerperio Normal y Patologico
Pernalete
Puerperio Normal
Aspectos generales
Se define como puerperio al período que se extiende desde el nacimiento del feto y la
expulsión de la placenta y sus membranas, hasta la regresión total de las modificaciones
inducidas por la gestación. Durante este período, que dura unas 6 semanas, los órganos
genitales sufren un proceso de regresión al estado normal aunque no igual al que existía antes
del parto. El puerperio puede ser:
Puerperio Tardío: 40-45 días después del parto, el retorno de la menstruación indica su
finalización
La involución de los genitales comienza una vez expulsada la placenta. El útero sufre los
cambios más importantes, porque pasa de un peso aproximado de 1 000 gr, inmediatamente
después del parto, a 500 g a la semana, 300 g a los 15 días y 100 g al mes. De una altura de 36
cm, pasa a 12 cm después del parto y al comienzo de la segunda se-mana desciende hacia la
pelvis verdadera y no se puede palpar por encima del pubis. El tamaño normal lo alcanza unas
4 a 6 semanas luego del parto, aunque siempre será mayor que el que tenía antes. Se estima
que la disminución del tamaño del útero depende de la disminución del tamaño celular, más
que del número de células presentes. El cuello, permeable a dos dedos en los primeros días,
involuciona de tal manera que al final de la primera semana escasamente permite el paso de
un dedo; sin embargo, nunca alcanza su estado preparto porque el orificio externo permanece
rasgado transversalmente.
La vagina también involuciona sin llegar a recuperar la resistencia a la distensión propia de las
mujeres nulíparas. Las rugosidades vaginales aparecen en la tercera semana luego del parto y
del himen sólo quedan las llamadas “carúnculas himeneales o mirtiformes”. En las primeras
24-48 horas luego del parto la mujer, sobre todo multípara, se queja de dolores cólicos en
hipogastrio llamados “entuertos”, producto de las contracciones espasmódicas del útero para
evitar el sangrado y facilitar la expulsión de los restos hemáticos de su cavidad. Los entuertos
aumentan durante el amamantamiento por la liberación de oxitocina y disminuyen
progresivamente, hasta desaparecer espontáneamente después de 48-72 horas postparto. En
las primíparas usualmente no se presentan, a menos que haya habido sobredistensión uterina
como en los casos de feto voluminoso, embarazo múltiple, hidramnios, o bien exista una
retención de restos ovulares o de coágulos. Estos síntomas son fáciles de controlar con el uso
de analgésicos, antiespasmódicos o combinaciones de los mismos. La separación placentaria y
de las membranas se realiza en la capa esponjosa de la decidua, de tal manera que la decidua
basal y la esponjosa permanecen adheridas al útero. Esta última se necrosa y se expulsa
constituyendo los llamados “loquios”, que en los primeros 3 días son sanguinolentos (loquia
rubra), adquiere un aspecto más pálido entre el día 4 y 9 (loquia serosa) y un aspecto lechoso
entre el día 10 y 14 (loquia alba). Microscópicamente los loquios consisten en eritrocitos,
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En el sitio de inserción placentaria, la regeneración del endometrio es más lenta y tarda unas
seis semanas. La menstruación puede aparecer en cualquier momento después de la tercera
semana y lo usual es que ocurra entre la tercera y quinta semana postparto si la paciente no
está amamantando. Con la lactancia hay grandes variaciones en la aparición de la
menstruación; sin embargo, estudios recientes señalan que la menstruación en mujeres que
dan exclusivamente lactancia aparece generalmente después de las 8 semanas del nacimiento
(Visness et al, 1997).
Infertilidad postparto
Existe una relación importante entre los niveles de prolactina sérica y el inicio del proceso
ovulatorio. Durante el embarazo, se elevan los niveles de prolactina de 10 a 25 μg/ml al
comienzo, a 200 a 400 μg/ml al final. Esta hiperprolactinemia puerperal se mantiene hasta la
tercera-quinta semana en la mujer que no da lactancia y constituye uno de los factores más
importantes de la inhibición de la ovulación. Por lo que las mujeres que reciben agonistas
dopaminérgicos, como la bromocriptina, para inhibir la lactancia, ovulan y tienen la
menstruación antes que las mujeres que no los reciben (Haartsen et al, 1992).
Infertilidad y lactancia
placenta que llevan a la caída de los niveles de estrógenos y progesterona y al aumento en los
niveles séricos de prolactina. Esta última actúa a nivel de las células alveolares induciendo la
síntesis de proteínas lácteas. La salida de la leche ocurre por contracción de las células
mioepiteliales perialveolares, desencadenada por la estimulación de la oxitocina liberada por
el arco reflejo de succión. Este efecto mantenido de la oxitocina, junto con los niveles
aumentados de prolactina, favorece la lactancia los primeros meses de vida (HoYuen, 1988).
A partir del segundo día y antes del quinto, hay un aumento del tamaño de la glándula con
cambio en el color de la secreción, aumento de la sensibilidad y, en los casos de distensión
brusca, es posible observar elevación de la temperatura, generalmente, de 38 °C, que regresa
a los valores normales a las 12 horas. El crecimiento exagerado de la glándula es usualmente
molesto y se puede tratar con: expresión manual de la mama, aparatos para la extracción de la
leche, sostén de maternidad y, en algunos casos, añadir oxitócicos. Durante la lactancia, hay
que tener presente que algunas drogas tomadas por la madre son capaces de pasar al niño,
aunque la mayoría no tienen efecto significativo a dosis terapéuticas.
La volemia disminuye en un 16% al tercer día postparto, y al final del puerperio temprano llega
al 40%. La resistencia vascular periférica aumenta al perderse el sector de baja resistencia que
representaba el circuito placentario. El gasto cardiaco aumenta un 13% durante el puerperio
inmediato y luego disminuye paulatinamente hasta un 40% en el final del puerperio. La FC, PAS
y PAD vuelven a sus valores pregestacionales hacia la segunda semana postparto.
La progesterona tiene un efecto miorrelajante sobre el intestino, por lo que persiste el reflujo,
pirosis, vaciamiento gástrico enlentecido, constipación, por lo que se recomienda a la paciente
consumir una dieta rica en fibras y líquidos. El metabolismo hepático de los lípidos y la
actividad enzimática de este órgano se normalizan en el puerperio temprano.
Cuidados generales
Una vez completado el parto, la mujer se pasa a la sala de hospitalización donde se debe
controlar los signos vitales 4 veces al día y es de esperar bradicardia moderada e hipotensión,
sobre todo en el puerperio inmediato. En caso de alteraciones como hipertensión inducida por
el embarazo, sangrado genital, etc se debe tomar la presión sanguínea más frecuentemente.
La temperatura suele estar elevada en las primeras 24 horas, lo que se considera un evento
normal en este período. Es debido al engrosamiento linfático y vascular de la glándula
mamaria, por lo que se conoce como “fiebre de la leche”. Después del parto complicado
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también se puede observar elevación en la temperatura corporal, aunque rara vez mayor de
38 °C. Esta elevación y los escalofríos, que se ven a veces en el puerperio inmediato se deben,
en parte, a la absorción de pirógenos a través de los vasos uterinos abiertos, luego del
alumbramiento. Esto puede también explicar la leucocitosis de hasta 30 000 cc con
granulocitosis, linfopenia relativa y eosinopenia absoluta, que se puede presentar en este
período. Sin embargo, la presencia de fiebre prolongada en el puerperio debe considerarse un
signo de alarma y se debe descartar una infección, sobre todo del tracto génito-urinario.
El área genital se debe mantener cubierta con toallas sanitarias, y se debe practicar aseo
perineal con soluciones jabonosas y antisépticas, por lo menos dos veces al día, sobre todo
después de evacuar, con el cuidado de hacerlo de adelante hacia atrás (de vulva al ano), para
evitar contaminación con heces. En las primeras horas, la aplicación de hielo local disminuye el
edema y el dolor de la episiotomía, luego de 24 horas se debe sustituir por compresas de agua
caliente para aliviar el dolor. El uso de fajas no ha demostrado tener valor en la prevención de
la flaccidez de la pared abdominal o de favorecer la involución uterina pero, en algunas
mujeres, tiene un valor psicológico importante y no están contraindicadas. Se recomienda la
deambulación precoz, luego de pasado el efecto anestésico, porque disminuye la incidencia de
problemas vasculares de los miembros inferiores como trombosis venosa y embolismo
pulmonar, el estreñimiento, la retención de orina y se acelera la recuperación del estado
general.
El malestar general presente en el puerperio precoz como consecuencia del dolor de la zona
perineal, entuertos, aumento del tamaño de las mamas, etc., pueden disminuir con la
administración de analgésicos convencionales cada 4 a 6 horas. La falta de peristalsis intestinal
es debida al enema preparto, no obstante se puede presentar constipación sobre todo en
ausencia de deambulación temprana o dieta completa. La madre puede presentar cierto grado
de depresión transitoria postparto.
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La primera visita postparto debe ser a las 3 semanas para practicar examen físico completo,
con énfasis en la esfera genital, cicatrización de la episiotomía, características del cuello e
involución uterina, senos, etc. El inicio de las relaciones sexuales se puede hacer luego de las 2
primeras semanas de puerperio, pero es importante recordar que el puerperio, sobre todo sin
lactancia, no protege contra el embarazo.
Anticoncepción
Puerperio patológico:
Complicaciones hemorrágicas
La hemorragia puerperal se define como aquel sangrado de 500 ml o más, proveniente del
tracto genital, luego de la salida de la placenta y sus membranas en los primeros 40 días
postparto. Sin embargo, el promedio de pérdida sanguínea durante un parto vaginal no
complicado es discretamente mayor de 500 ml y cerca del 5% de las parturientas pierden más
de 1 000 ml, por lo que el diagnóstico y tratamiento de la hemorragia puerperal debe ser
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individualizado y se debe basar en un adecuado juicio clínico porque constituye una de las
principales causas de mortalidad materna (ACOG, 1990).
La hemorragia puerperal puede ser dividida, dependiendo del tiempo de aparición, en primaria
o precoz (HPP) y secundaria o tardía (HPT). La HPP ocurre en las primeras 24 horas luego del
nacimiento y está asociada con problemas agudos como coagulopatías, trabajo de parto
prolongado, corioamnionitis, anomalías de la inserción placentaria, uso de agentes que relajan
el músculo uterino como el halotano o el sulfato de magnesio y retención de restos
placentarios; esta última es la causa más frecuente de hemorragia puerperal. La HPT ocurre
después de las primeras 24 horas posteriores al parto o la cesárea y antes de las 6 semanas de
puerperio, generalmente se debe a subinvolución del lecho placentario, retención de restos,
endometritis o enfermedad trofoblástica (ACOG, 1998).
Toda paciente con HPP debe ser sometida a una revisión uterina exhaustiva con la finalidad de
evaluar el tono uterino, extraer coágulos intracavitarios y descartar la presencia de restos
ovulares, también se debe practicar revisión instrumental del canal del parto para cerciorase
que no existen desgarros, ruptura uterina, dehiscencia de cicatriz anterior, etc. Las causas más
frecuentes de hemorragia puerperal se analizan a continuación y otras se desarrollan en los
capítulos correspondientes.
o Atonía/hipotonía uterina
Se sabe que el flujo sanguíneo uterino es de aproximadamente 600 ml/min al término del
embarazo, por lo que si el miometrio no se contrae rápidamente puede ocurrir una pérdida
hemática cuantiosa. La atonía/hipotonía uterina es la causa más frecuente de HPP y, a pesar de
que puede ocurrir luego de cualquier parto, existen factores de riesgo que permiten su
predicción y adecuado control los cuales se enumeran a continuación (Clark et al, 1984).
El cuadro clínico se caracteriza por que el tono uterino es muy débil y la pérdida hemática
puede llevar a la paciente a cuadros de inestabilidad hemodinámica, anemia aguda y en casos
severos, a shock hipovolémico.
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Si la evolución del caso ha sido tórpida, se deben evaluar los líquidos administrados y
excretados mediante una sonda de Foley para medir la diuresis, que debe ser de por lo menos
de 30 ml/hora para evitar la sobrecarga cardíaca por hipervolemia o la insuficiencia renal de
tipo pre-renal. Se debe reponer la sangre pérdida con sangre fresca o concentrados globulares.
Una de las secuelas más severas que se pueden derivar de una hemorragia puerperal es la
necrosis hipofisiaria o síndrome de Sheehan el cual se produce, generalmente, por isquemia y
necrosis de la glándula hipófisis hipertrofiada por el embarazo. El compromiso de la función
endocrina depende del grado de lesión y se pueden presentar cuadros de panhipopituitarismo,
hipotiroidismo e hipocortisismo, cuando la lesión es muy extensa. El caso típico se caracteriza
por ausencia de lactancia, amenorrea, atrofia mamaria, caída del vello púbico y axilar,
subinvolución uterina, hipotiroidismo e insuficiencia adrenocortical.
o Inversión uterina
Es una complicación rara, aunque peligrosa, del tercer período del parto y del puerperio que se
caracteriza porque el órgano se va invaginando dentro de sí mismo. La incidencia de inversión
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Etiología. Si la placenta se ha separado y el útero está contraído, la tracción suave del cordón
permite la salida fácil de la placenta. Si se lleva a cabo la misma maniobra con la placenta aún
adherida, a veces en forma patológica, o con el útero relajado aumenta el peligro de inversión,
especialmente si la placenta se insertó en el fondo uterino y la tracción es enérgica. Por todo lo
expuesto, se advierte que la incidencia depende de la experiencia del operador. Otros factores
asociados incluyen primiparidad, macrosomía, presión en el fondo uterino (maniobra de
Credé), tracción excesiva del cordón, vaciamiento repentino del útero distendido y extracción
manual de la placenta.
Clasificación. Existen muchas clasificaciones para la inversión uterina; sin embargo, las más
usadas son las relacionadas con la duración y la severidad de la misma (Hankins et al, 1995).
Inversión de primer grado: Aquella en la cual el fondo se invagina dentro del útero sin
sobrepasar el cuello.
Inversión de segundo grado: El fondo atraviesa el cuello y aparece en la vagina sin salir
a la vulva.
Inversión de tercer grado: El fondo se exterioriza a través de la vulva.
Inversión de cuarto grado: La inversión del órgano es total, incluyendo cuerpo, istmo y
cuello.
Aguda: Cuando la inversión de diagnostica antes de las primeras 24 horas del parto y
puede o no existir contracción cervical.
Subaguda: Cuando el intervalo entre el diagnóstico y el momento del parto es mayor
de 24 horas y menor de 4 semanas; siempre hay contracción cervical
Crónica: La presencia de inversión por 4 semanas o más.
Aspectos terapéuticos. Una vez que se diagnostica la inversión uterina las medidas inmediatas
son esenciales. Lo primero que se debe hacer es obtener una buena vía para la administración
endovenosa de fluidos, colocar a la paciente en posición de Trendelenburg y, bajo anestesia
general, intentar llevar el útero a su posición aunque, en contados casos, se puede hacer un
primer intento sin anestesia. La reposición manual del órgano por vía vaginal se puede realizar
siguiendo la maniobra de Johnson, que consiste en introducir la mano en la cavidad y tomar el
fondo invertido colocando el dedo pulgar del operador en el segmento uterino anterior y el
resto de los dedos en la cara posterior. Una vez hecho esto, se trata de deslizar el fondo
ejerciendo presión hacia adentro y arriba en dirección del ombligo, a través del cuello y del
anillo de contracción que se forma en estos casos y que es el que impide el reposicionamiento
uterino.
Otro método para el manejo de esta patología es el método hidrostático, en el que se usan 2
litros de solución salina a 40 °C, colocados a dos metros de altura que se introducen
rápidamente a través de dos catéteres de goma que se colocan en el fondo de saco vaginal
posterior. El operador coloca las manos en el introito vaginal e impide que se salga el líquido,
esto produce una sobredistención de la vagina y hace que el fondo uterino vuelva a su posición
original, posteriormente se realiza una revisión manual para verificar que el fondo esté en su
sitio y se colocan agentes que favorecen la contracción uterina. La reducción generalmente se
logra a los 5 minutos de iniciar este método (Momani and Hassan, 1989).
En los casos crónicos se puede intentar la reposición manual por vía vaginal, aunque es más
frecuente el fracaso que en los casos agudos por la contracción cervical, por lo que hay que
recurrir a técnicas quirúrgicas, de las cuales sólo se mencionan las de uso más común.
o Hematoma perineal
Otros factores de riesgo señalados incluyen: primiparidad, toxemia, gestación múltiple, várices
vulvovaginales, tactos repetidos, prolongación de la segunda etapa del parto y anomalías de la
coagulación.
Aspectos terapéuticos. La conducta a seguir depende del tamaño del hematoma así, cuando es
menor de 5 cm y no se expande, algunos autores recomiendan la conducta expectante con el
uso de hielo local y presión para evitar la expansión. Se deben usar anti-inflamatorios y
analgésicos para aliviar el dolor y medir el hematoma en dos dimensiones para verificar que no
aumente de tamaño (Zahn and Yeomans, 1990). Cuando el hematoma es mayor de 5 cm y/o se
expande, la conducta debe ser la exploración quirúrgica de la episiotomía o del desgarro
suturado, localizar y ligar el o los vasos sangrantes y proceder luego a la síntesis por planos de
la herida para evitar la formación de espacios muertos y asegurar una buena hemostasia.
Las debidas a las transfusiones, que con frecuencia son necesarias en estos casos.
Complicaciones hemorrágicas por la coagulación intravascular diseminada ocasionada
por agotamiento de los factores de coagulación.
Anemia.
Fiebre, por la reabsorción del hematoma o cuando hay un proceso infeccioso asociado.
Formación de nuevos hematomas.
Tromboflebitis de venas profundas.
Cicatrices defectuosas con dispareunia posterior.
Fístulas. Subinvolución del lecho placentario
Esta entidad tiene lugar cuando el proceso de reparación histológica del endometrio demora
más de las 4 a 6 semanas normales. Se caracteriza por un sangrado genital escaso pero
persistente, de sangre roja rutilante que puede alternar con manchas parduscas por sangre
oxidada. Generalmente, la causa subyacente es la presencia de una infección crónica del lecho
endometrial como se ve en la tuberculosis y las infecciones por Chlamidia, que produce
escarificación y reapertura de los vasos trombosados con la consiguiente hemorragia.
Comprende aquellos casos de hemorragias puerperales ocasionadas por una placenta áccreta,
en el que las vellosidades coriales llegan hasta el miometrio sin invadirlo; placenta íncreta, en
el que las vellosidades coriales invaden el miometrio o a una placenta pércreta, en el que las
vellosidades coriales llegan hasta la serosa uterina. Estas anomalías pueden ser de carácter
focal o difuso y su incidencia varía entre 1/540 a 1/70 000 partos con un promedio de 1/7 000
(Cunningham et al, 1997).
Aspectos clínicos. La aparición y severidad de los síntomas está relacionada con la cantidad de
sangre acumulada y puede ser desde un simple malestar, con mareos ocasionales, hasta el
shock hipovolémico franco. La clínica es la de una paciente con palidez cutáneo-mucosa
importante, taquicardia e hipotensión. Al tacto se palpa un tumor parauterino de forma
alargada que se dirige hacia arriba y afuera y que puede llegar hasta el flanco, de consistencia
blanda, levemente doloroso. El abdomen es blando y algo doloroso a la dígitopresión. Las
imágenes del ultrasonido, la tomografía y la resonancia magnética nuclear pélvica son de gran
utilidad para el diagnóstico y evaluación (Hankins et al, 1995).
Se caracteriza por sangrado genital en cantidad variable luego de una cesárea. La etiología
habitualmente es una técnica quirúrgica inadecuada o una endometritis que condiciona
una reabsorción más rápida del material de sutura.
El diagnóstico se hace colocando una pinza de Foerster en el labio anterior del cuello, se
arrastra levemente hacia el operador con la mano derecha y se introducen los dedos índice y
medio de la mano izquierda para tocar el segmento y detectar el sitio de la fuga.
o Dehiscencia de episiorrafia
Consiste en la fuga total o parcial del material de sutura de la episiorrafia y su incidencia oscila
entre 0,1% y 2,1% (Ramin and Gilstrap, 1994). Entre los factores predisponentes para esta
complicación están la infección bacteriana, el virus papiloma humano, el hábito tabáquico, los
trastornos de la coagulación, etc.
Ligadura bilateral de la arteria uterina. Se utiliza como una alternativa previa a la ligadura de
las arterias hipogástricas y de la histerectomía cuando la paciente desea mantener su vida
reproductiva. Es una técnica sencilla que puede ser realizada por la mayoría de los obstetras.
Se toma muy superficialmente el peritoneo visceral a cada lado del segmento uterino, en la
base del ligamento ancho aproximadamente a 2 cm del margen lateral del útero, y se hace un
pequeño ojal que permita la introducción del dedo índice. A través de él se practica una
disección atraumática del tejido laxo que rodea los vasos uterinos y el uréter dirigiendo el
dedo índice de la mano derecha hacia abajo y adentro y el dedo índice de la mano izquierda
hacia arriba y afuera, siguiendo hipotéticamente la trayectoria del uréter que puede ser
fácilmente identificado. Se pasa por detrás de la arteria una pinza de cístico, se coloca en su
punta material de sutura absorbible #1 y se practica la ligadura sin necesidad de seccionar la
arteria. Luego se procede de igual forma del lado contralateral.
o Rotura uterina
La rotura del útero puede comunicarlo directamente con la cavidad peritoneal (completa) o
puede estar separado por el peritoneo visceral que recubre el útero o por el ligamento ancho
(incompleta). Es importante diferenciar entre una rotura uterina y una dehiscencia de la
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cicatriz anterior de una cesárea. La rotura se refiere a una solución de continuidad de una
incisión uterina anterior en todas sus capas, con rotura de las membranas fetales que
permiten la comunicación de la cavidad uterina con la peritoneal. En estas circunstancia el feto
o parte de él está libre en la cavidad abdominal y el sangrado a través de la herida es
abundante. En el caso de la dehiscencia, las membranas fetales no se rompen y el feto no
protruye hacia la cavidad peritoneal. Generalmente, en estos casos, la separación no envuelve
toda la herida uterina anterior sino una parte de ella, el peritoneo que recubre el defecto está
intacto y el sangrado está ausente o es mínimo.
o Infección puerperal:
Factores predisponentes
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Durante el embarazo, parto y puerperio inmediato existen unos factores que contribuyen a
prevenir la infección: Se modifica la flora bacteriana del tracto genital disminuyendo los
microorganismos aerobios gram negativos y anaerobios, aumenta la actividad antibacteriana
del líquido amniótico así como el recuento leucocitario y la actividad de los leucocitos. Sin
embargo, otros factores acrecentarían el riesgo de infección puerperal:
Locales
• La herida placentaria, las heridas del canal blando incluidos episiotomía y posibles desgarros
perineales junto con la hemorragia contribuyen a la contaminación bacteriana.
Se ha visto que presentan una mayor incidencia de endometritis postparto las mujeres con
vaginosis bacteriana y las portadoras genitales de S. agalactiae, enterococos o enterobacterias.
Generales
• Bajo nivel socioeconómico que incluye malnutrición, escasa educación, cuidados sanitarios e
higiene.
Etiología
Agentes microbianos
• Streptococo D y enterococos. Son parte de la flora microbiana del tracto genital inferior de
mujeres asintomáticas.
• S. aureus. Puede producir un síndrome de shock séptico que se caracteriza por fiebre súbita,
vómitos, diarrea e hipotensión, con o sin exantema escarlatiforme.
• E. Coli principalmente, Klebsiella sp., Proteus sp. Representan una tercera parte de los
cultivos endocervicales de puérperas. Suelen dar infecciones polimicrobianas.
• Gardnerella vaginalis. A veces se ha aislado sóla, pero puede tener una función sinérgica con
los anaerobios.
Anaerobios
• Peptostreptococcus sp.
• Bacteroides sp.
• Clostridium sp. Raro pero fulminante. Tienen tendencia a infectar tejido necrótico decidual y
suelen asociarse a loquios purulentos y malolientes.
Mycoplasma hominis y Ureaplasma urealyticum Se aíslan con frecuencia del tracto genital de
mujeres grávidas. No suelen dar infecciones graves, asociándose con niveles bajos de
anticuerpos.
Patogenia
Fuentes de contagio
Propagación
• Vía mucosa: Se ocasiona por contigüidad. La forma más común es la endometritis puerperal
que puede diseminarse a trompas, pelvis y peritoneo.
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• Vía linfática: A partir de heridas o desgarros donde el tejido conjuntivo queda al descubierto,
los gérmenes penetran en profundidad e invaden los distintos espacios pelvianos ocasionando
celulitis. Si la vía de entrada es el cérvix, lo más frecuente es la parametritis; si se trata del
periné o la vagina será la paracolpitis y los abscesos de fosa isquiorrectal, y si se trata de la
cavidad uterina puede extenderse también en el triángulo de Scarpa o en la región glútea
siguiendo los vasos femorales o glúteos respectivamente.
Formas localizadas
– Vaginitis: Es un cuadro menos frecuente que el anterior, con sus mismas causas y añadiendo
la posibilidad del olvido de una gasa en vagina. La clínica es la misma, pero los síntomas son
más graves con dolor intenso, fiebre alta e incluso con disuria y retención de orina.
• “Loquiometra”: En este caso los loquios no tienen una capacidad infectante, y la fiebre que
se produce es por reabsorción de los mismos. No es una endometritis.
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• “Piometra”: Los loquios son altamente infectantes, con aspecto purulento y provocan
endometritis puerperal.
Formas propagadas
Por contigüidad
– Pelviperitonitis: Se añade una agudización del cuadro general a los síntomas propios de la
afectación de los órganos pélvicos. Suele aparecer en la segunda semana del puerperio. Hay
fiebre alta, en agujas con escalofríos; se produce distensión abdominal con defensa pudiendo
llegarse al íleo paralítico. A la exploración encontraremos un útero subinvolucionado,
doloroso, poco móvil o fijo, e incluso abombamiento del Douglas en caso de absceso.
Tratamiento antibiótico
Ante la sospecha clínica, hay que iniciar un tratamiento antibiótico empírico que se mantendrá
hasta recibir el resultado de los cultivos y antibiogramas. Se puede comenzar con ampicilina (1
gr./6 horas/IV) más gentamicina (80 mgr./8horas/IV). Si no existe respuesta al tratamiento
anterior, o inicialmente, en caso de infección propagada, se puede asociar clindamicina (6oo
mgr/8 h/IV) o Metronidazol (500 mgr/8 h/IV).
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Tratamiento quirúrgico
Tratamiento específico
Bibliografía