La Estructura Del Drama (Martin Esslin)
La Estructura Del Drama (Martin Esslin)
La Estructura Del Drama (Martin Esslin)
esta en la unión de interés de trama y el interés en los personajes. Aún la acción más
violenta carecerá de impacto y resultará básicamente aburrida si el público no conoce, ni
ama y por lo tanto no se interesa lo bastante en los personajes. ¿Cómo hacer para que los
personajes sean objeto de afecto e interés? Una atinada selección del reparto, la
personalidad de los actores que han de encarnar a los personajes, todo esto puede ayudar
muchísimo. Pero fundamentalmente se trata de ese tercer elemento de suspenso; la
cualidad del diálogo que emplean. Un personaje que nunca dice un parlamento
inquietante, ingenioso, divertido o interesante, tendrá grandes dificultades en atraer la
simpatía del público, o al contrario, su odio. Entonces, no importa cuan ingeniosos sean
los cambios de la trama en que esta metido, los espectadores no les harán caso.
Despertar y mantener la atención del público por medio de la expectación, el
interés y el suspenso es, como ya lo señalé, el aspecto más primitivo y más mundano de
la estructura dramática. Sobre esta base descansan los problemas formales más
complejos y sutiles. Con la excepción del radiodrama, todas las demás formas
dramáticas existen en el espacio (como la pintura o la fotografía) y en el tiempo (como
la música y la poesía). De este modo una combinación de elementos espaciales y
temporales permite un número infinito de transformaciones estructurales entre unidad
espacial con diversidad rítmica por un lado, y unidad de tiempo y ritmo con una amplia
variedad de cambios visuales, por el otro. Puede haber patrones de intensidades que
lleguen a un clímax para después extinguirse; formas ascendentes de intensificación
gradual de todos los elementos (velocidad, ritmo, luz, color) y formas descendentes que
gradualmente se apagan; o también formas circulares en las que el final retoma la forma
del principio, la repetición de varios elementos a intervalos regulares produce una
forma; contrastes violentos y transiciones abruptas y sorprendentes produce otra.
La verdad esencial que hay que recordar sin embargo, es que mientras que la falta
de forma es por así decirlo, amorfa y sin una estructura discernible, toda estructura
depende de la articulación, de la unión de distintos elementos. Esto es bastante
importante en la dimensión espacial en que el agrupamiento de los personajes en el foro,
la distribución de luz y color, hacen la diferencia entre caos y claridad. En la dimensión
temporal esto es aun de mayor; importancia: así como una obra musical se desarrolla
con su propio ritmo y debe ser subdividida en distintas secciones, (los versos y coros de
una canción, los movimientos de una sonata o sinfonía) del mismo modo el movimiento
del drama deberá articularse y conformarse. Si uno se echa a caminar en un pueblo al
que se acaba de llegar para alcanzar un lugar que esta a una o dos millas de trayecto por
un camino recto, la caminata nos parecerá en un principio interminable, la segunda vez,
al recordar señales en el camino que se vuelven objetivos secundarios y que articulan el
viaje, el tedio se hará menor y el tiempo transcurrirá con mayor rapidez. Esto se debe a
que todo cuanto es amorfo y no contiene indicaciones sobre su articulación interna
puede ser infinito.
Una vez que nos damos cuenta de que la distancia esta dividida en cuatro partes,
digamos, cada una de las cuales resulta de fácil acceso, desaparece el terror de dirigirse a
una meta indefinida y distante, así pues, una estructura clara y un diestro "señalamiento"
~5~
del curso de acción, son muy importantes elementos formales en la estructuración del
drama. Y entre mayor sea la variación entre cada segmento y el siguiente, menor peligro
habrá de monotonía, otra peligrosa fuente de aburrimiento.
En una forma artística en la cual la estructuración de la obra es una dimensión
temporal es de tal importancia, resulta muy natural que el ritmo y un sentido de ritmo
sean el dominio esencial del buen dramaturgo así como del director y el actor, esto
empieza con lo largo, o breve, de cada escena o sección de una obra dramática y termina
con la mas pequena pausa que transcurre entre levantar una ceja y decir un parlamento.
La esencia del ritmo es la economía. El drama es, entre otras cosas, un método de
comunicación. Al observar una obra, una película, una serie de televisión, escuchando
una obra por radio, hemos declarado nuestra aceptación al hecho de que algo se nos va a
comunicar y por lo tanto nos empeñamos en descodificar esa comunicación: todo cuanto
ocurre en la pantalla, en el escenario, en esa media hora de transmisión, debe contribuir
a ese acto de comunicación.
En sus diarios, Max Frisch describe como cuando fue invitado por primera vez al
teatro de Zurich para que se le comisionara su primera obra, llego demasiado temprano y
se sentó en el auditorio que se encontraba vacío y a oscuras. De pronto se encendieron
las luces de escena, un tramoyista apareció y colocó algunas sillas para el ensayo que
estaba por empezar, Frisch nos describe como observo toda esta actividad con atención
arrobada, como de pronto cada movimiento del hombre adquirió una significación
tremenda, simple y sencillamente por que eso sucedía en un escenario iluminado. Pues
estamos condicionados a pensar que un escenario (o una pantalla de cine o televisión) es
un espacio en que se muestran cosas significantes; por eso concentran nuestra atención y
nos incitan a hacer un esfuerzo para ordenar todo lo que ahí sucede en un dibujo
significativo, para apreciarlo como un dibujo. De aquí se sigue que todo lo que resulta
innecesario o no contribuye a ese dibujo nos parecerá una intrusión o un agente irritante,
el dramaturgo, el director, los actores, el diseñador de escenografía y vestuario deben
estar constantemente concientes de la función de cada detalle dentro de toda la
estructura. Un parlamento puede no contribuir directamente al movimiento de la trama,
pero puede ser necesario para establecer alguna clave importante sobre el personaje; una
pieza de mobiliario en el foro puede no usarse para la acción pero puede ser importante
para establecer una atmósfera. En El Tío Vania, Chéjov especifica que sobre el
escritorio de ese terrateniente ruso debe colgar un gran mapa de África. África nunca
entra en la obra, pero la sola incongruencia del mapa ilustra el carácter poco práctico de
Vania.
Debió encontrar el mapa en la bohardilla, o comprarlo, muy barato, en alguna
tienda de viejo y lo colgó porque tal vez le recordaba un mundo de aventura mas allá de
su alcance, o tal vez, sólo para tapar una mancha de humedad en la pared. Así pues,
podemos ver el mapa de África como un brillante ejemplo de caracterización por parte
de Chéjov, y además, como un ejemplo muy económico. Su presencia no alarga la obra
ni un segundo. Y no obstante nos transmite mucho.
Esto no quiere decir que todos los diversos elementos de acción, diálogo, diseño o
~6~
música que una representación utiliza para comunicarse con los espectadores deban ser
aprehendidos concientemente por cada uno de ellos como parte de la comunicación total
que recibe. Gran parte del impacto del drama es subliminal e instintivo. En la vida real
reaccionamos a la apariencia y modo de hablar de un nuevo conocido de un modo
instintivo y sin que analicemos concientemente cada elemento de la impresión general
que nos produce. Igualmente, en una obra encontramos simpático al héroe, atractiva a la
heroína sin que el proceso por medio del cual hemos llegado a esa reacción sea
consciente. Pero eso sí, el proceso de escoger a alguien que evoque esa reacción
instintiva para interpretar ese papel, debe ser una decisión consciente y deliberada por
parte del director y el actor que se escoja deberá a su vez hacer esfuerzos deliberados
para retratar un personaje simpático y atractivo.
La estructura total de la obra dramática depende pues, en un delicado equilibrio de
multitud de elementos, todos los cuales deberán contribuir al dibujo total y todos los
cuales serán absolutamente interdependientes. Una escena muy quieta parecerá muy
tediosa después de otra escena quieta; se la recibirá con alivio después de una muy
ruidosa. El contexto lo es todo: dentro del contexto adecuado, un gesto casi
imperceptible puede mover montañas, la frase mas sencilla puede volverse la mas
sublime expresión poética. Este es el verdadero milagro del drama y su verdadera
poesía.
No obstante, si bien los efectos pueden parecer misteriosos, la manera por la cual se
alcanzan debe ser analizada y comprendida. Una vez que la atención y el interés del
público se han capturado, una vez que se le indujo a seguir la acción con la mayor
concentración y participación, su poder de percepción aumenta, su emoción fluye
libremente y de hecho llegará a alcanzar un estado más elevado de conciencia: más
receptivo, más observador, con mayor capacidad de discernir la unidad y dibujo de
existencia humana subyacente.
Esto es lo que hace que la verdadera receptividad a cualquier manifestación
artística sea tan semejante a la experiencia religiosa (o a la agudizada conciencia del
mundo que inducen ciertas drogas).
Y entre todas las experiencias artísticas de este tipo el drama es la más poderosa.