Pascualina Dinero y Algo Mas

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Dinero “inorgánico” y

producción real de la economía |


Pasqualina Curcio
Un error frecuente en el discurso, incluyendo el de algunos economistas, es el
relacionado con el dinero “inorgánico” el cual definen como “aquel que no está
respaldado en la producción real de la economía”. Comenzamos diciendo que el
dinero “inorgánico” no existe como categoría económica. El dinero adicional
siempre tendrá un “respaldo” en la producción, éste será mayor o menor
dependiendo de qué tan lejos de la plena capacidad productiva se encuentre esa
economía.
En el caso venezolano actual y dado que estamos en guerra económica, se debe
incorporar un aspecto adicional al análisis: la cantidad de dinero que se está
requiriendo es para restablecer los niveles de consumo de los hogares que han
sido afectados por el ataque criminal al bolívar.

Veamos un ejemplo.
Supongamos que se trata de una economía en la que se producen tres bienes:
harina de maíz, queso y café. Supongamos primero que, en esa economía no
existe el dinero sino el trueque. Dependiendo del trabajo materializado en el
proceso de producción 1 Kg de harina equivale y puede intercambiarse por ½ Kg
de queso y por ½ Kg de café. Por lo tanto, ½ Kg. de queso equivale a ½ Kg de
café.

Todo funciona bien en el intercambio hasta que, el propietario del café no quiere
adquirir queso, pero éste si quiere café. Surge entonces el dinero, cuyo valor, en
un primer momento en la historia, dependía del valor del oro y la plata, una
mercancía que por sus características todos querían atesorar. Dependiendo del
valor del oro y la plata, es decir, del trabajo materializado en su producción, se
harían las equivalencias con el resto de las mercancías.

Supongamos que 1 onza de oro equivalía a 1 Kg de harina, ½ onza de oro a ½ Kg


de café y ½ onza de oro a ½ Kg de queso. Ahora el propietario del queso le dará
al del café 1 onza de oro a cambio de 1 kg de café. Como el oro es muy pesado y
difícil de dividir para aquellos que solo quieren 100 gramos de café, se optó por
convertirlos en billetes y monedas, más livianos y divisibles. Arbitrariamente se
decidió que 1 onza de oro equivaldría a 100 bolívares (bs), por lo tanto, ½ onza
de oro equivaldría a 50 bs. Ahora 1 Kg. de harina tendrá un precio de 100 bs., el
precio de ½ Kg de café será 50 bs. y el ½ de queso también 50 bs.
Esa decisión de que 1 onza de oro equivaldría a 100 bs. es arbitraria,
perfectamente pudo haberse establecido que 1 onza de oro equivaldría a 10.000
bs. o a 1 bolívar. ¿Qué efecto hubiese tenido que la equivalencia hubiese sido 200
en vez de 100? Respuesta: la denominación más o menos alta de los billetes y por
supuesto la cantidad de dinero que circula en esa economía: si se hubiese
decidido que 1 onza de oro equivale a 200 Bs, entonces en esa economía
circularían 2 veces más bolívares, pero la cantidad de bienes producidos seguirá
siendo la misma.

Esto no es cualquier detalle, distinguir entre el valor del dinero y la cantidad de


dinero que circula en la economía es crucial para comprender lo que actualmente
ocurre en Venezuela.

Luego, en 1944, los poderosos decidieron en Bretton Woods que las


equivalencias del dinero de todas las economías se harían con respecto al dólar y
no al oro. Entonces, por ejemplo, si 1 onza de oro equivalía a 1 dólar, entonces
100 bs. equivaldrían a 1 dólar. Más tarde en 1973, unilateral y arbitrariamente
decidieron que el valor de 1 dólar ya no equivaldría a 1 onza de oro, sino que
equivaldría a la confianza, o sea, a cualquier cosa.

En esa economía se producen en un mes 100 Kgs de harina, 50 Kgs de café y 10


Kg de queso. En términos monetarios serían 10.000 bs. de harina (100 Kgs por
100 bs./Kg), 5.000 bs. de café y 1.000 bs. de queso, la producción total es 16.000
bs. mensuales. Hay 10 trabajadores y el salario de cada trabajador es 300 bs.
mensuales que le alcanzan para 1 kg. de harina, 1 de queso y 1 de café al mes,
con eso viven ellos y su prole. En esa economía circulan 16.000 bs. La ganancia
mensual que se reparte entre los dueños del capital es 13.000 bs., 81,2% de lo
que se produce.

Suponga ahora que, de manera repentina, arbitraria y con objetivo políticos y de


guerra, un cuarto agente de la economía interviene desde fuera e
independientemente de lo que se produce y cuánto, dice que la equivalencia del
bolívar con respecto al dólar ya no es 100 bs. por dólar sino 200 bs., es decir,
disminuye el valor del bolívar, lo deprecia. En ese caso las equivalencias del
dinero con la harina, el queso y el café también variarán: ahora 1 Kg de harina
tendrá un precio de 200 y no de 100, el ½ de queso equivaldrá a 100 bs. y no 50,
de la misma manera el del café. Los neoclásicos lo llaman paridad de poder de
compra.
Si se fijan bien, la relación de intercambio entre la harina, el queso y el café sigue
siendo la misma, 1 Kg de harina equivale a ½ de queso y ½ de café, lo que varió
es la equivalencia con respecto al dinero.

Imagine que, en el mejor de los escenarios, el precio del valor de la fuerza de


trabajo también se expresara según la nueva equivalencia del dinero. Ahora, el
salario sería 600 y no 300 bs. Eso implicaría que, primero, el trabajador tendría el
mismo poder adquisitivo o salario real, es decir, puede seguir adquiriendo 1 Kg
de harina, 1 de queso y 1 de café, por lo tanto, en esa economía se seguirá
produciendo los mismos 100 Kgs de harina, 50 Kgs de café y 10 Kg de queso.

Es la misma economía, los mismos 10 trabajadores que siguen produciendo y


consumiendo la misma cantidad de mercancías y el intercambio entre cada
mercancía sigue siendo igual.

La diferencia es que, ahora, en términos monetarios, debido a la depreciación


inducida del bolívar, la producción nacional, aunque sigue siendo 100 Kgs de
harina, 50 Kgs de café y 10 Kg de queso equivaldrá a 32.000 bs. de producción
nacional y no a 16.000 bs. En cuanto a la cantidad de dinero que debería circular
en esa economía, ahora debería ser mayor, es decir, 32.000 bs. y no 16.000. Esa
cantidad de dinero adicional está “respaldada” en los mismos niveles de
producción y consumo, pero además se requiere para poder realizar los
intercambios de esas mercancías incluyendo la fuerza de trabajo. Ahora la
ganancia es 26.000 bs., sigue siendo el 81,2% de lo que se produce.

El valor del dinero, independientemente de las cantidades que circulan, es el más


importante de cualquier economía porque es la equivalencia con los valores de
cambio del resto de las mercancías incluyendo la fuerza de trabajo. No por
casualidad su manipulación es el arma más poderosa del imperialismo.

En Venezuela no estamos en el mejor de los escenarios, por el contrario, mientras


el precio de la harina, el queso y el café se ajustó cuando el valor del dinero pasó
de 100 a 200 bs por dólar, el precio de la fuerza de trabajo, o sea el salario, se
mantuvo igual, en 300 bs mensuales, solo nos alcanza para adquirir la mitad de
harina, café y queso que consumíamos antes. Esto debido a que algunos dicen
que no se pueden incrementar los salarios, porque no se puede aumentar de
16.000 a 32.000 la cantidad de bolívares porque no tiene respaldo en la
producción. En este ejemplo donde circulan los 16.000 bs., el burgués mantiene
su 81% de ganancia, pero a costa de los trabajadores que comemos menos.

La importancia del salario para el macroscópico


universo de millones de trabajadores | Pasqualina
Curcio

Hay quienes en Venezuela despachan el asunto del salario como si no fuese


relevante, como si se tratase de un aspecto más entre otros tantos temas. Con
ligereza transmiten el mensaje de que mientras sigamos asediados por EEUU no
hay mucho que se pueda hacer para ajustarlos a niveles dignos.  No plantean
soluciones y ante las solicitudes de aumentos salariales la respuesta es: “no se
puede repartir lo que no existe, hay que producir y para eso hay que trabajar”
como si no lo hiciéramos todos los días.
Somos casi 14 millones de trabajadores activos los que en Venezuela vivimos,
repito, vivimos, de una quincena. El 92% de la población ocupada de este país,
según los últimos datos del INE, pertenecemos a la clase asalariada, de los
cuales, 3,3 millones trabajamos en la administración pública. Del salario mínimo
legal también viven 5 millones de pensionados. Sumamos 19 millones de
personas, algo así como el 63% de la población. El otro 37% de la población
incluye a los menores de 15 años, o sea nuestra prole, más aproximadamente un
millón de personas desempleadas, y unas 347.170 personas que según cifras del
INE son patronos, es decir pertenecen a la otra clase: a la burguesía.

El salario es importante no solo porque de este depende la vida y la calidad de


vida de un gentío aquí en Venezuela y en el mundo entero, sino porque, dada una
acumulación originaria del capital, y en el marco del proceso social del trabajo,
determina las grandes desigualdades que derivan en pobreza, injusticias, hambre
y miseria. Comprender por qué el 1% de la población mundial se apropia del
82% de lo que se produce, que dicho sea de paso lo produce el trabajador, pasa
por analizar cómo se distribuye la riqueza en el propio proceso social del trabajo
y por lo tanto cómo se reparte dicho producto entre salario, repito, salario, y
ganancia. No por casualidad uno de los primeros postulados del neoliberalismo
ha sido la congelación de los salarios y la liberación de los precios, lo que no es
otra cosa sino el propósito de aumentar la ganancia, siendo esta la diferencia
entre el precio y el salario. 

No es cualquier tema el de los salarios, es lo central. Despacharlo repitiendo


dogmas monetaristas y afirmando que no hay dinero para ajustarlos cuando en
Venezuela el grado de explotación/ganancia ha aumentado 270% en menos de 4
años, mientras el salario mínimo legal ni siquiera cubre el 0,65% de las
necesidades materiales mínimas de la clase obrera, no solo es paradójico en un
discurso en el que mencionan sin cesar la palabra socialismo, sino que refleja un
preocupante desconocimiento acerca de la cada vez mayor desigualdad entre
salario y ganancia en nuestro país, además de un irrespeto hacia el elevado nivel
de conciencia de la clase obrera venezolana, vanguardia en las luchas
antineoliberales desde 1989. 

En tiempos neoliberales, durante la IV República, específicamente entre los años


1978 y 1998, el salario real o poder adquisitivo de los trabajadores venezolanos
cayó 65% a pesar de que la producción nacional aumentó 30% durante el mismo
período. A la par, durante esos 20 años, momentos oscuros de nuestra historia
económica, el grado de explotación hacia los trabajadores por parte de la
burguesía aumentó 205% (datos del BCV). 

A partir de 1999, con la llegada del comandante Chávez y de la Revolución


Bolivariana, se revirtieron estas tendencias: entre 1999, y más específicamente
2003 y 2013, el salario real o poder adquisitivo aumentó 77% y el grado de
explotación disminuyó 38%, durante ese periodo la economía creció 68% (datos
del BCV). En el tránsito hacia el socialismo, Chávez le dio en el centro al modo
de producción capitalista: repartir de manera menos desigual, entre el obrero y el
burgués, el valor que se agrega en el proceso de producción. El objetivo era ir
disminuyendo la brecha entre el salario y la ganancia y por lo tanto, la
desigualdad de la distribución de lo que se producía, lo cual a su vez se reflejó en
una caída de 57% de la pobreza en nuestro país. Esto lo logró, primero, llevando
el salario mínimo legal a los niveles de la canasta alimentaria. Segundo,
controlando los precios de los bienes esenciales (alimentos, medicamentos) cuya
producción se encontraba en manos de grandes monopolios privados. Tercero y
muy importante, sobre todo en economías inflacionarias como la nuestra,
ajustando el salario mínimo legal cada vez que variaban los precios.

En 2013 el imperialismo intensificó la guerra económica contra el pueblo


venezolano. Entre las armas que ha empleado se encuentra el ataque al bolívar a
través de la manipulación política del tipo de cambio, lo que ha derivado en una
depreciación inducida del bolívar por el orden de 3,1 billones por ciento desde el
2013 hasta la fecha y un aumento de los precios, también inducido, de 63 mil
millones por ciento durante el mismo período. El punto es que, en este escenario,
el aumento de los salarios nominales ha estado rezagado con respecto al de los
precios, solo han aumentado 5 mil millones por ciento lo que ha derivado en una
caída del 99% del poder adquisitivo de la clase obrera en contraposición de un
aumento del grado de explotación/ganancia superior a 270% en menos de 4 años
(entre 2014 y 2017, seguramente mayor hasta 2021). 

En el año 2014, de todo lo que se producía en Venezuela, el 36% se destinaba a


los 13 millones de asalariados, mientras que el 31% se destinó a los 400 mil
patronos. En 2017 (última cifra publicada por el BCV) solo el 18% se repartió a
los 13 millones de trabajadores mientras que los 400 mil burgueses se apropiaron
ya no del 31% de la producción sino del 50%, o sea la mitad. 

No solo se está produciendo 64% menos con respecto al 2014 consecuencia


principalmente de las agresiones imperiales, sino que, lo poco que se está
produciendo, se está repartiendo de manera más desigual entre los salarios y las
ganancias reflejándose en un deterioro de la calidad de vida de los trabajadores a
costa de una mayor explotación, lo cual ha sido consecuencia del rezago de los
salarios nominales ante los aumentos más que proporcionales de los precios. Es
esta desigualdad en la distribución de la producción nacional lo que al parecer no
conocen o no comprenden quienes despachan el tema del salario a la ligera. Es
un asunto de cómo se está distribuyendo la producción, aunque esta sea menor.
Sin dejar de mencionar que, con un poder adquisitivo que tiende a cero, será
complicado, para no decir imposible, aumentar la producción.

Los trabajadores venezolanos nos merecemos, por nuestra elevada y más que
comprobada conciencia de clase, un debate de altura sobre este tema. No nos
conformamos con repeticiones de dogmas, de paso monetaristas, que buscan
justificar el no aumento de los salarios sin aportar ninguna solución. Qué bueno
sería que, en la agenda parlamentaria, con mayoría revolucionaria, se le diera
prioridad e importancia al tema de los salarios que afecta al 99% de la población
(27 millones de venezolanos incluyendo a nuestra prole) por encima del debate
acerca de las mejores concesiones que podríamos ofrecer a un microscópico
grupo de capitalistas privados extranjeros para que vengan a “invertir” en zonas
repletas de riquezas naturales dispuestas especialmente para ellos. 

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