2 Los Milagros de Jesús El Mesías - Discursos SUD - Página 2
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Mesías
Publicado el 26 febrero, 2023 por Discursos SUD
Primera Parte
Los Milagros en Perspectiva
1
Milagros
El milagro es algo extraordinario. Parece ir en sentido contrario a las experiencias y hechos de la vida. Aun con la
escritura sagrada, el milagro es aparentemente un suceso diario. Uno no puede leer la Biblia, ya sea el Antiguo
Testamento o el Nuevo Testamenlo, sin encontrar un milagro. Moisés, por ejemplo, condujo a los rebeldes y no
creyentes israelitas día a día por milagros, y esas personas se quedaban perplejos con Dios, por que el Dios de
Israel era un Dios de milagros.
En la corte del Faraón, bajo la dirección de Moisés, Alón echó una vara y se hizo culebra. El Faraón
inmediatamente llamó a sus sabios e hicieron también lo mismo. La vara de Arón devoró la vara de ellos (véase
Éxodo 7:10-12). De este modo, empezó la gran exhibición de señales y maravillas para persuadir al Faraón, para
que dejara ir a los esclavos de Israel.
Los sabios continuaron a duplicar las señales y maravillas que Dios había dado a Moisés. También hicieron que el
agua se convirtiera en sangre (véase Éxodo 7:19-22) y trajeron la plaga de ranas (véase Éxodo 8:5-7) a la tierra de
Egipto. Pero de allí en adelante los sabios no pudieron duplicar las plagas milagrosas de piojos y moscas, la plaga
del ganado, ulcera, granizo, langostas, tinieblas y la anunciada muerte de los primogénitos; y tuvieron que admitir
forzosamente, “Dedo de Dios.es este” (Éxodo 8:19).
Este fue el comienzo de los eventos milagrosos que llegaron a hacer herencia de Israel. Los milagros ocurrieron
antes que el tiempo de Moisés, pero Moisés fue el gran hombre hacedor de milagros. Por el poder de Dios, él
separo el mar rojo y saco a los Israelitas de las manos opresivas de sus enemigos. El Señor les dio de comer maná
del cielo por cuarenta años en el desierto, “sus vestidos nunca se envejecieron sobre [ellos]…. en esos cuarenta
años” (Deuteronomio 8:4). A estas riquezas se le añade Elías y Eliseo, otros profetas, y las tradiciones y escritos de
los rabinos.
Desde este punto de vista, el entero Antiguo Testamento llega a ser una perspectiva en cual la figura del Mesías
sobresale. Y quizá el elemento de más valor en la conmemoración rabínica de los tiempos mesiánicos es ese en el
cual, tan frecuentemente, es explicado que todos los milagros y liberación del pasado de Israel serian re-actuados,
solamente en una manera más amplia, en los días del Mesías. Aunque todo el pasado es simbólico, y típico del
futuro, el Antiguo Testamento es un espejo, por medio del cual las bendiciones universales [de los días
mesiánicos] fueron vistos.1
Todo esto fue un preludio a los milagros del Maestro el Mesías. El vino a la gente la cual su tradición estaba llena
de milagros. Debido a esta tradición, los judíos pudieron creer los milagros de Jesús, y de hecho muchos lo
hicieron, aunque muchos no lo aceptaron como el Mesías. Su Mesías debería ser un segundo Mesías, y aun más
grande, él más grande de los profetas.2 Ellos esperaban que él llevara acabo milagros.3 Juan confirma esto,
declarando la reacción de la gente: “el Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que éste hace?” (Juan
7:31).
No solamente se esperaba que el Mesías realizara milagros, pero los milagros que realizara estaban anticipados. El
Señor, por medio de Moisés, alimentó a los hijos de Israel en el desierto (véase Éxodo 16:17-17); ¿no debería hacer
Cristo lo mismo?4 La reacción de la gente testificaba que ellos recordaban y entendían cuando lo hacía (véase
capitulo 2). El debería abrir los ojos de los ciegos (véase Isaías 42:7) y levantar a los muertos (véase 1 Reyes 17; 2
Reyes 4), porque no podía hacer menos que el más grande de sus profetas antiguos. Del Mesías, Isaías profetizo:
“Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos sé abrirán. Entonces el cojo saltara como
un ciervo, y cantara la lengua del mudo.” (Isaías 35:5-6).
La gente del tiempo de Cristo busco estas profecías escritúrales que literalmente se cumplieran. Los escritores del
Nuevo Testamento entendieron que en Cristo las profecías se habían cumplido, y las escribieron. No es de
sorprenderse que escribieron claramente que Cristo hizo que el ciego mirara y abrió los oídos de los sordos. Al
hablar al mudo y exitosamente ordenar al cojo, al lisiado, y al paralítico de tomar sus camas y caminar, estaba
literalmente cumpliendo con lo que se esperaba del tan buscado Mesías.5
¿Por qué entonces estos mismos acontecimientos fueron cuestionados por los judíos? La respuesta descansa no en
su incredulidad en los milagros, pero en Jesús, entonces lo acusaron de hacer milagros por medio del poder del
príncipe de demonios, Belcebú. Su pregunta no fue, “¿Se llevó acabo un milagro?” Los sucesos públicos de sus
milagros hicieron el preguntar esta pregunta imposible. En lugar de esto, su pregunta fue, “¿Con que poder o en el
nombre de quien ejecutas milagros?” No cuestionaron su habilidad, pero su autoridad. Ellos reconocieron que él
reclamaba ser el Mesías y demandaban, “Muéstranos una señal.” Pero ellos querían mas que las señales que
simplemente cumplían las profecías de milagros, por que Jesús más que cumplió esas expectaciones. Deseaban de
él una señal específica del cielo, la señal Mesiánica del hijo del hombre. Ellos no buscaban al hombre sumiso,
amoroso, bondadoso y misericordioso que había sido criado en Nazaret como un carpintero, cuya madre y padre,
hermanos y hermanas que ellos conocían. Era el Mesías político que los judíos buscaban, y aun lo buscan.
El Mesías debería liberar a Israel del yugo del cautiverio, como lo había hecho Moisés; restaurarlos a su antigua
gloria y honor sobre las naciones, como lo hizo David; que él vendría con poder de liberarlos de todos sus
enemigos; y clamar la venganza de Dios a aquellos que despiadadamente los utilizaron. Los judíos creían en los
milagros, aun en los milagros de Jesús; pero no creían que Jesús era el Mesías. Ellos buscaban y esperaban de él la
señal de la segunda venida, mientras que las señales que él les daba eran de su primera venida. Ellos miraban mas
allá de sus marcas, y no lo reconocieron.
Los milagros son señales. Los escritores de escrituras a veces describen esas señales como “maravillas,” “poderes,”
y “señales” (véase Mateo 9:6; 24:24; Hechos 14:3; Romanos 15:19; Hebreos2:4).
En el Antiguo Testamento, las señales provienen de Dios por muchas razones. Por ejemplo, verifican la palabra de
Dios, como la puesta del sol de Ezequías (véase 2 Reyes 20:4-11) confirma la dirección de Dios, tal como el vellón
de Gedeón (véase Jueces 6: 36- 40); o confirmó el llamado de Dios, tal como el manto de Elías al recaer sobre
Elíseo (véase 2 Reyes 2:13-14).
Los milagros de Jesús en el Nuevo Testamento también fueron señales. Cada milagro tenía su utilidad y
significado dentro del ministerio de Jesús, generalmente cayendo dentro de una o más de las siguientes
categorías: ser testigo de su identidad como el Mesías; ser testigo de su autoridad y poder; dar evidencia y
confirmar sus enseñanzas; y expresar su compasión.
Ser testigo de su identidad como el Mesías. Los milagros eran las credenciales de Jesús, presentadas a la gente en
general y a los líderes en particular como señales de su divinidad. Estas señales hacían valer la afirmación de que
Jesús era el Mesías, además revelo su carácter, y expandió la evidencia de su misión divina. En este contexto,
algunos milagros fueron específicamente dirigidos a la gente, algunos a los líderes de los judíos, algunos a la ley, y
algunos a los Apóstoles. Todo esto para que demostraran, dieran testimonio de, y verificaran que Jesús era el
Cristo, el Mesías esperado.
Para ser testigos de su autoridad y poder. La discusión en “La multitud de Milagros” dará testimonio que ambos
la gente ordinaria y los líderes de los judíos reconocieron que Cristo tenía el poder de hacer milagros. Seguido, aun
cuestionaban su autoridad. Ciertos milagros requerían que todos los que fueron testigos y escucharon de ellos
decidieran concerniente a Cristo, y por lo tanto creer o no creer, aceptarlo o rechazarlo, y él poder reclamar su
autoridad. Estos milagros daban testimonio de su poder sobre todas las cosas, las leyes de la naturaleza, los
elementos, vida, muerte, aflicciones del cuerpo de cualquier clase, y el mundo de espíritus malvados.
Para dar evidencia y confirmar sus enseñanzas. Señales milagrosas llamaron la atención de Jesús temprano en
su ministerio. Con cada milagro muchos curiosos lo siguieron y los creyentes lo observaban maravillados. Los
milagros estaban intencionados para abrir los corazones para ambos los que los vieron y para los que los
recibieron. Para complementar y realzarlos, en cada ejemplo los milagros fueron seguidos con instrucciones. La fe
y la creencia en Cristo resultaban frecuentemente. Aunque esta creencia fue obtenida debido a las señales y por los
milagros más bien que en el profundo conocimiento de la divinidad de Jesús, fomentó la fe que trajo a muchos
hacia el Mesías. Por medio de los milagros Cristo enseño el juicio propio, el uso correcto de su poder, el testimonio
del Padre, y más. Estos milagros ilustraban sus verdades sagradas, y convencieron o animaban a otros a depender
en él y para que activamente siguieran sus enseñanzas.
Para expresar su compasión. En el sermón del monte y en otras ocasiones, Jesús dio detalladamente la relación
divina que debería de existir entre sus seguidores. “Haz a otros;” “ama a tus enemigos;” “bendice a los que te
maltratan’” “pon la otra mejilla,» “ve la extra milla;” “perdona a tus deudores;” “no juzguéis;» “fielmente recibirás,
fielmente darás.” Jesús ejemplifico esto: principios en sus milagros como en ningún otro ejemplo escrito. Los
milagros demostraban la compasión que él enseña en sus sermones y parábolas. Fueron hechos de misericordia
que aliviaban los sufrimientos humanos. Aun cuando él buscaba la privacidad y el aislamiento para poder
descansar, las personas que sufrían lo buscaban y él los sanaba. En esto, Mateo escribió, él cumplió con la profecía
de Isaías porque él “tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias” (Matero 8:17; véase Isaías 53:4).
Las enseñanzas del Señor fueron evidenciadas y ejemplificadas por milagros, dando riquezas y poder a sus
verdades Esas verdades fueron a veces oscurecidas por los enfermo espirituales, su verdadero significado siendo
envueltos en evento actuales, en el futuro, y en el mismo Mesías.
Los milagros son parte del evangelio. Las señales siguen a los que creen. Ellos benefician a los que los recibe como
al que es testigo de ellos. Ambos físicamente y espiritualmente, y testifican de la verdad y divinidad del Señor y de
su obra.
¿Contradicen los milagros las leyes naturales? ¿Son parte de tales leyes? ¿Son los milagros una extensión de ellos?
¿Hay leyes que gobiernen el hacer milagros? Estas preguntas han causado especulación por siglos. Un sin número
de tomos no han podido satisfactoriamente resuelto la diversidad de opiniones en esta cuestión. Pero el deseo
natural del hombre de atar a Dios a las leyes naturales tiene poca o ningún significado a menos que la
interpretación del hombre a esas leyes incluya la existencia de su autor.6 Una verdad parece ser evidente: a pesar
de los argumentos y teorías del hombre, algunas leyes están fuera de su entendimiento y experiencia limitada, y
están mas allá de su poder de controlar o imitar.
La naturaleza contiene muchos milagros maravillosos, y quizás los milagros de Jesús no manifiestan el poder de
Dios no más que los ordinarios y muy seguidos procesos naturales. Pero sus milagros son de una manifestación
diferente. Por ejemplo, el hombre puede plantar una semilla o un semillero; crecerá y se desarrollara, utilizando la
tierra, humedad y el sol. Cada año la parra que nace utiliza esos elementos naturales para producir uvas que el
hombre nutre y lo procesa en vino. Esto es verdaderamente un milagro natural, pero es bien diferente el sacar el
mejor vino de vasijas llenas de agua y haciéndolo nada más al ordenárselo.
Algunos intentan de atribuir leyes a los milagros, teorizando que son la aceleración del proceso natural; otros
asignan nombres a ordenes desconocidas esperan entusiasmados por el día cuando el hombre pueda descubrir y
duplicar el proceso. Pero seguramente aquel que dio a esta tierra su cuerpo de leyes naturales puede en ocasiones
modificar esa ley, ponerla en suspenso, o sujetarla a una ley más alta para que sus diseños y necesidades puedan
ser consumidos.
Dios habla a todo tiempo y a toda la gente por medio de leyes normales y naturales de cada día, leyes que son
inmensas y una atestación inquebrantable de él. El milagro, sin embargo esta mas allá de las operaciones
ordinarias de la ley natural, y revela los poderes de Dios.
El milagro, entonces, no es antinatural o contraria a la ley natural, pero es más alta que la ley natural, por lo
menos como la conocemos. La ley natural que conocemos no está perdida en el milagro; esta simplemente
suspendida.
¿Entonces que es un milagro? Considere los siguientes pensamientos: Élder James E. Talmage: Arbitrariamente
solemos clasificar los milagros como fenómenos inusuales, especiales o transitorios, efectuados por una agencia
que sobrepuja el demonio del hombre, la operación de un poder que sobrepuja nuestro presente entendimiento.8
Élder Bruce R. McConkie: Pero en el sentido del evangelio, los milagros son eventos traídos por el poder de Dios
los cuales están mas allá del poder del hombre para llevarlos acabo. Producidos por un poder sobrenatural, son
maravillas, y señales que no pueden duplicase por los poderes presentes del hombre o por ningún poder que
puedan obtenerse por los avances científicos. Los milagros en el sentido del evangelio son dones del Espíritu;
toman lugar cuando el Señor en su propia formulas manifiesta su poder o cuando el hombre por fe, prevalece
sobre la Deidad para llevar acabo los eventos sobrenaturales.9
Richard C. Trench: Los milagros son el último recurso, reservados para las necesidades grandes del reino de Dios,
no para sus incidentes diarios; no son expedientes baratos, los cuales siempre pueden ser atractivos, pero
solamente actúan cuando nada más pueda proporcionarlos.10
¿Qué es un milagro? Es un don de Dios al hombre para llevar acabo una necesidad, ya sea temporal o espiritual,
que el hombre no pueda cumplir sin la mano divina de Dios. Y una vez recibida y observada, deja al hombre con
reverencia, por aquel Dios que le otorgo ese don divino.
La Multitud de Milagros
Mateo 4:23-24
23 Y Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino,
y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
24 Y su fama se extendió por toda Siria, y le trajeron a todos los que tenían dolencias: los afligidos por diversas
enfermedades y tormentos, y los endemoniados, y los lunáticos y los paralíticos, y los sanó.
Marcos 1:32-34, 39
32 Y cuando cayó la tarde, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que estaban enfermos y los
endemoniados;
33 y toda la ciudad se agolpó a la puerta.
34 Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades y echó fuera muchos demonios; y no dejaba
hablar a los demonios, porque lo conocían.
39 Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.
Marcos 6:53-56
53 Y cuando pasaron al otro lado, llegaron a la tierra de Genesaret y arribaron a la orilla.
54 Y saliendo ellos de la barca, de inmediato le reconocieron.
55 Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer enfermos en lechos de todas partes a donde oían
que él estaba.
56 Y dondequiera que entraba, en aldeas, o en ciudades o en campos, ponían en las calles a los que estaban
enfermos y le rogaban que les permitiese tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban
sanos.
Mateo 15:29-30
29 Y partiendo Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí.
30 Y vino a él mucha gente que tenía consigo cojos, ciegos, mudos, mancos y muchos otros enfermos; y los
pusieron a los pies de Jesús, y él los sanó;
Mateo 12:15-16
Mateo 14:14
14 Y cuando salió Jesús, vio un gran gentío, y tuvo compasión de ellos y sanó a los que de ellos estaban enfermos.
Mateo 9:35
35 Y recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del
reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
Mateo 19:2
Lucas 6:17-19
17 Y descendió con ellos y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud del
pueblo de toda Judea, y de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que habían venido para oírle y para ser
sanados de sus enfermedades;
18 y los que habían sido atormentados por espíritus inmundos eran sanados.
19 Y toda la gente procuraba tocarle, porque salía poder de él y sanaba a todos.
Lucas 7:19-22
19 y los envió a Jesús para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
20 Y cuando los hombres vinieron a él, le dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti para preguntarte: ¿Eres tú
aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
21 Y en esa misma hora sanó a muchos de enfermedades, y de plagas y de espíritus malos; y a muchos ciegos les
dio la vista.
22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, dad las nuevas a Juan de lo que habéis visto y oído: que los ciegos ven, los
cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y que a los pobres es
anunciado el evangelio;
Marcos 6:5
Contra-referencia
Mateo 8:16-17 — Lucas 4:40-41 — Mateo 14: 34-36 — Lucas 9:11 — Marcos 3:10 — TJS Mateo 4:22
Generalmente, cuando a uno se le pregunta que recuerde los milagros de Jesús, viene a nuestra mente que él sanó
al ciego, al cojo, y al enfermo, y levanto a los muertos. La tendencia es limitamos a los treinta y tres o treinta y
cuatro milagros específicamente identificados en los evangelios. La multitud de milagros se pasan por alto muy
frecuentemente por la carencia de detalles con la que les escritores del evangelio se referían a ellos. Pero con esta
falta de detalles descansa la grandeza de estos milagros. Doce ejemplos de la multitud de milagros se encuentran a
continuación.
Mateo 4:23-24. Mateo reporta que Jesús fue tentado en el desierto, que Juan el Bautista había sido echado a
prisión y que Jesús había comenzado sus primeros viajes predicando que el reino de Dios estaba cerca. Después
del llamado de Pedro, Andrés, Santiago y Juan, Mateo escribe, Jesús estaba enseñando en las sinagogas de Galilea
y “sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.” Aunque esta es una declaración general, es
extremadamente revelador del comienzo del ministerio de Jesús. Lejos de ser restrictivo en sus milagros, el
Maestro estaba otorgando a muchos. Continuando, Mateo declara que la fama de Jesús corrió por toda Siria, y que
aquellos que sufrían de diversas enfermedades y tormentos, aquellos posesionados por demonios, el enfermo
mental, y el paralítico fueron traídos a él. Las escrituras testifican que él sanó a todos.
La maravilla de esta experiencia es que diferente a los milagros deliberadamente dirigidos a individuos que
generalmente uno piensa en, aquí Jesús estaba sanando una gran cantidad de personas, aunque sin duda en base
individual. La reacción de la gente a todo esto parecía muy natural y honesta. Venían a él queriendo ser sanados y
para que las personas que amaban fueran sanadas. Los milagros inmediatamente atrajeron la atención de la gente
a Jesús, y el mensaje había sido escuchado al ir pasando de persona a persona y de aldea a aldea, ¡un sanador
estaba entre ellos! Los ruegos de los enfermos para ser llevados a Jesús estaban en el aire. Habían recibido una
oportunidad de obtener alivio de sus enfermedades de ese momento o de toda una vida, y “él los sanó.” Tales
curaciones son los ejemplos más grandes de la ilimitada compasión del Salvador en todas las escrituras.
Marcos 1:32-34. Marcos escribe que en el día de reposo, Jesús había estado enseñando en la sinagoga de
Capemaum. La gente de allí estaba maravillada de su doctrina y reconoció que hablaba con autoridad. Era
costumbre en ese tiempo enseñar de los escritos existentes rabínicos, promulgando solo doctrina que pudiera ser
apoyado por una reconocida autoridad rabínica. En lugar de esto, El Señor enseñaba utilizándose a él mismo,
como la autoridad, y tenía atónitos y maravillados a sus escuchas. Jesús no solamente enseño a la gente, pero en
las sinagogas él daba testimonio de su poder cuando echo un espíritu inmundo de uno endemoniado.
De la sinagoga, Él Señor se fue a descansar a la casa en donde la madre de la esposa de Pedro estaba postrada
enferma. Los Apóstoles suplicaron al Señor por ella, y él la sanó. Este fue el segundo milagro llevado acabo en el
día de reposo. Por que en el día de reposo, la gente no podía viajar; llevar a los enfermos a Cristo estaba prohibido.
Nada mas podían caminar dos mil pasos, la máxima longitud permitida de un viaje en el día de reposo bajo la ley
rabínica. Ellos esperaron. Tanta conmoción se había creado por los milagros del Señor que cuando el toque final
de la trompeta dio la señal que el día de reposo había terminado, y “cuando se puso el sol,” la gente llevó a sus
enfermos y endemoniados a él.
Los enfermos vinieron de todas partes en Capernaum hasta que “toda la cuidad estaba reunida a las puertas.” No
había otra pregunta en sus mentes pero que Jesús los pudiera curar. Sus características, no detalladas a nosotros
pero indudablemente conocidas por la gente, se habían encariñado con él. Y venían a recibir de su gran
compasión. Hasta este día de hoy hasta donde demuestra el registro, él no les enseño o les predicó. Había hecho
eso antes. El nada mas había “sanado a muchos de los enfermos de diversas enfermedades y echado muchos
demonios.”
Marcos 1:39. Después de la experiencia en Capernaum, Jesús se fue a un lugar solitario. Pedro y otros discípulos
lo encontraron y reportaron que todos los hombres lo buscaban. Jesús regresó a su misión, predicó en las
sinagogas por todo Galilea, y “echó fuera demonios.”
¿No es de maravillarse por que muchos lo buscaban? El sanador de cuerpo y alma, que enseñó con autoridad y no
como los escribas, estaba dando gratuitamente de su gran compasión. De estos pocos pasajes es obvio que
muchos, muchos milagros se llevaron acabo.
Marcos 6:53-56. Antes de los escritos de Marcos esta experiencia él escribió, la alimentación milagrosa de los
cinco mil y la experiencia singular de Jesús caminando sobre el agua. Concluyendo esto él anotó que ellos
arribaron a la tierra de Genesaret. La fama de Jesús había precedido por los muchos milagros que ya se habían
llevado acabo, y las escrituras reportan que la gente “lo conocía.” Ellos recorrieron la entera región y dijeron a
todos que él estaba entre ellos. Comenzaron a traer a sus enfermos, porque sabían que él los sanaría. Por cada
cuidad y aldea, la noticia de su venida le precedía. A donde quiera que iba la gente deseaba de su compasión,
ponían a los enfermos en las calles, y rogaban que les dejase tocar su manto; y todos los que le tocaban quedaban
sanos.
Mateo 15: 29-30. Después que Jesús sano a la hija de la mujer cananea, subió a un monte, uno de sus lugares
favoritos para enseñar, y la gente vino a él. Trajeron consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y a muchos otros
enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó. La gente se quedó con él Señor por tres días, siendo
alimentados al principio por verdades espirituales del reino, y después por la nutrición física de la cena milagrosa
de panes y pescados. Esta multitud consistía de cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Mateo 12:15-16. Nuevamente era día de reposo. Jesús sano a un hombre con la mano seca, después de esto le
siguió mucha gente, y él los sano.
Mateo 14:14. Aquí se anota que en la alimentación tic los cinco mil (un conteo que otra vez excluía a mujeres y
niños) él Salvador sanó a todos los enfermos en la multitud.
Mateo 9:35. Esta escritura anota que Jesús sanó cada enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
Mateo 19: 2. En este ejemplo Jesús nuevamente tenía una gran multitud siguiéndolo y él los sanó.
Lucas 6:17-19. Después de que Jesús había orado toda la noche llamó a sus Apóstoles. Después él predicó en un
llano, y una multitud vino a oírle, y para ser sanados de sus enfermedades. Algunos en el grupo habían sido
atormentados de espíritus inmundos, y él los sanó. Las emociones de la gente aumentaron, y la gente procuraba
tocarle. La compasión del Señor debió ser inmensa. Cristo, el gran sanador, debió ser tentado profundamente, por
que Lucas anota que la virtud [salió] de él y él sanó a todos.” Lucas 7:19-22. Mientras estaba encarcelado, Juan el
Bautista mando dos de sus discípulos a preguntarle a Jesús, “¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a
otro?” Jesús les pidió que observaran los milagros de sanar que estaba llevando acabo y después que le reportasen
a Juan. Después él sanó a muchos de sus padecimientos y plagas.
Marcos 6:5. En su propio pueblo Nazaret, Jesús no pudo hacer ningún milagro, debido a la incredulidad de la
gente aunque Marcos anota, casi despreocupado, “salvo que sanó a unos pocos de ellos, poniendo sobre ellos las
manos.” Había habido muchos milagros que “unos pocos enfermos sanaron” pudiendo parecer ser pocos.
La impresión obtenida al leer los evangelios es que Jesús sanó a miles. Los milagros fueron, de una magnitud
asombrosa, muy fuerte. A donde quiera que iba Jesús, el sanó al enfermo. El no llevo acabo solamente treinta o
cuarenta milagros espectaculares, -su ministerio fue de milagros espectaculares. Los detallados milagros fueron
anotados por propósitos específicos por escritores inspirados. Fueron seleccionados de los miles de milagros para
instruir, para confirmar, y para completar las enseñanzas de Cristo.12 Los milagros sirven para un único propósito.
Ellos dejan estupefactos a muchos e instantáneamente generan asombro y entusiasmo. Sacuden a la gente de estar
de capa caída por la existencia común, y los llaman a abrir sus ojos a una superficie más espiritual. No fue maldad
el solicitar un milagro, por que casi todos los milagros anotados fueron solicitados para llenar una necesidad
personal. El pecado descansa en la incredulidad en los milagros, y en la incredulidad de aquel que los otorga. Los
milagros fueron las señales de Cristo de juntar a su gente como una gallina junta a sus pollitos, para enseñar
principios y doctrinas, y para demostrar compasión. Y sobre todo, ellos daban testimonio de que él era el Mesías.
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