DE Verne.: Julio

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OBRAS

DE JULIO VERNE.

DE IjA TIERRA A LA LUNA.


BIBLIOTECA ILUSTRADA DE GASPAR Y ROIG.

DE LA TIERRA
A LA LUNA.
OBRA ESCRITA EN FRANCES
l’OF

JULIO VERME,
TRADCCtnA Al. ESPAÑOL

POR 0. A. RIBOT Y FONTSERÉ.

EDICION ILUSTRADA CON GRABADOS.

MADRID:
IMPRENTA I>E GASPAR Y ROIG, EDITORES.
CALI I l'EL PRINCIPI NI N. i

1 86R
DE LA TIERRA A LA LUNA.

sicos. Era además natural que aplicasen á la ciencia


CAPmJLO PRIMERO. de la balística su natural ingenio y su característica
audacia. Asi se esplican aquellos cañones gigantescos,
EL GUN-CLVn. mucho menos útiles que las máquinas de coser, pero
no menos admirables y mucho mas admirados. Co­
Durante la guerra federal de los Estados-Unidos, nocidas son en este género las maravillas de Parrol.
so estableció en Baltimore, ciudad del Estado de Ma- de Dahlgreen, de Rodman. Los Armstrong, los Pa-
ryland, una nueva sociedad de mucha influencia. Co­ llisier y los Treuille de Breenlieu tuvieron que reco­
nocida es la energía con que el instinto militar se nocer su inferioridad delante de sus rivales ultrama­
desenvolvió en aquel pueblo de armadores, mercade­ rinos.
res y fabricantes. Simples comerciantes y tenderos Así pues, durante la terrible lucha de Nordistas y
abandonaron su despacho y su mostrador para im­ Sudistas, los artilleros figuraron en primera línea. Los
provisarse capitanes, coroneles y hasta generales sin periódicos de la IJnion celebraban con entusiasmo sus
haber visto las escuelas de Wesl-Point (i), y no tar­ inventos, y no había ningún hortera, por insignifi­
daron en rivalizar dignamente en el arte de la guerra cante que fuese, ni ningún cándido booby (2) que
con sus colegas del antiguo continente, alcanzando no se devanase día y noche los sesos calculando
victorias, lo mismo que estos, á fuerza de prodigar trayectorios insensatos.
balas, millones y hombres. Y cuando á un americano se le mete una idea en
Pero en lo que principalmente los americanos la cabeza, nunca falta otro americano que le ayude á
aventajaron ;í los europeos fue en la ciencia de la realizarla. Con sólo que sean tres , eligen un presi­
balística, y no porque sus armas hubiesen llegado á dente y dos secretarios. Si llegan á cuatro, nombran
un grado mas alto de perfección, sino porque se les un archivero, y la sociedad funciona. Siendo cinco,
dieron dimensiones desusadas y con ellas un alcance se convocan en asamblea general, y la compañía
desconocido hasta entonces. Respecto á tiros rasan­ queda definitivamente constituida. Así sucedió en
tes, directos, parabólicos, oblicuos y de rebute nada Baltimore. El primero que inventó un nuevo cañón
tenían queenvidiarles los ingleses, franceses y prusia­ se asoció con el primero que lo fundió y el piiinor->
nos, pero los'cañones de estos, los olmses y los mor­ que lo taladró. Tal fue el núcleo del Gun-Club (3).
teros no son mas que simples pistolas de bolsillo Un mes después de su formación, se componía de
comparados con las formidables máquinas de la arti­ 1833 miembros efectivos y 30,565 corresponsales.
llería norte-americana. A todo el que quería entrar en la sociedad se Ir
No es estraño. Los yenke.es no tienen rivales en el imponía la condición, sino t¡ua non, «le haber ideado
mundo como mecánicos, y nacen ingenieros como ó por lo menos perfeccionado un nuevo canon , ó, ;<
los italianos nacen músicos v los alemanes melafisi-
(2 Holialieon.
(I) Colegio militar lelos Esi.idos-lar<l'>s. >."»i l.ilcialmeole, Sm •Cilii'l-C-i-'
fi BIBLIOTECA ILUSTRADA DE GASPAR Y ROIG.
falta de canon, una arma de fuego cualquiera. Pero Había entre ellos oficiales de todas las graduaciones-
fuerza es decir que los inventores de rewolvers de subtenientes y generales, y militares de todas las
quince tiros, de carabinas giratorias ó de saldes pis­ edades, algunos recien entrados en la carrera de las
tolas no eran muy considerados. En todas las circuns­ armas y otros que habían encanecido en los campa­
tancias los artilleros privaban y merecían la prefe­ mentos. Muchos, cuyos nombres figuraban en el li­
rencia. bro de honor del Gun-Club, habían quedado en el
La predilección á que se les juzga acreedores, dijo campo de batalla, y los demás llevaban en su mayor
un día uno de los oradores mas distinguidos del Gun- parte señales evidentes de su indiscutible denuedo.
Club, guarda proporción con las dimensiones de su Muletas, piernas de palo, brazos artificiales, manos
cañón y está en razón directa del cuadrado de las postizas, mandíbulas de goma elástica, cráneos de
distancias alcanzadas por sus proyectiles. plata, narices de platina, de todo había en la colec­
Fundado el Gun-Club, fácil es figurarse lo que ción, y el referido Pitcairn calculó igualmente que
produjo en este género el talento inventivo de los en el Gun-Club había á lo mas un brazo ¡»or cada
americanos. Las máquinas de guerra tomaron propor­ cuatro personas y dos piernas por cada seis.
ciones colosales, y los proyectiles, traspasando los lí­ Pero aquellos intrépidos artilleros no reparaban en
mites permitidos, fueron á mutilar horriblemente á semejantes bagatelas, y se llenaban justamente de
mas de cuatro inofensivos transeúntes. Todas aquellas orgullo cuando el parte de una batalla dejaba consig­
invenciones hacían parecer muy poca cosa los tímidos nado un número de victimas diez veces mayor que
instrumentos de la artillería europea. Júzguese pol­ el de proyectiles gastados.
las siguientes cifras. Un dia, sin embargo, triste y lamentable dia, los
En otro tiempo, una bala de treinta y seis, á la que sobrevivid on á la guerra firmaron la paz; cesaron
distancia de 300 pies, atravesaba treinta y seis caba­ poco á poco los cañonazos; enmudecieron los morte­
llos cogidos de flanco y sesenta y ocho hombres. El ros; los obuses y los cañones volvieron á los arsena­
arte se hallaba en mantillas. Desde entonces, los pro­ les; las balas se hacinaron en los parques, se borraron
yectiles han ganado mucho terreno. El canon Rod­ los recuerdos sangrientos, los algodoneros brotaron
arían, que arrojaba á siete millas (1) de distancia una magníficamente en los campos pródigamente abona­
bala que pesaba media tonelada (2), habría fácilmente dos, los vestidos de luto se fueron haciendo viejos á
derribado 150 caballos y 300 hombres. En Gun-Club la par del dolor, y el Gun-Club quedó sumido en una
se trató de hacer la prueba, pero aunque los caballos ociosidad profunda.
se .sometían á ella, los hombres fueron por desgracia Algunos apasionados, trabajadores incansables, se
menos complacientes. entregaban aun á cálculos de balística, y no pensa­
Pero sin necesidad de pruebas se puede asegurar ban mas que en bombas gigantescas y obuses incom­
que aquellos cañones eran muy mortíferos, y en cada parables. Pero sin la práctica, ¿de qué sirven las
disparo caían combatientes como espigas en un cam­ teorías? Los salones estaban desiertos, los criados
po que se está segando. ¿Junto á semejantes proyec­ dormían en las antesalas, los periódicos se enmohecían
tiles, qué significaba aquella famosa bala que en encima de las mesas, tristes ronquidos partían de los
Ceutras, en 1587, dejó fuera de combate veinticinco rincones oscuros, y los miembros del Gun-Club, tan
hombres? bulliciosos en otro tiempo, se amodorraban mecidos
¿Qué significaba aquella otra bala que en Zorndoff, por la idea de una artillería platónica.
en 1758, mató cuarenta soldados? ¿Qué era en sus­ —¡Qué desconsuelo! diio un dia el bravo Torn limi­
tancia aquel cañón austríaco de Kesselsdorf, que en ter, mientras sus piernas de palo se carbonizaban en la
1742 derribaba en cada disparo setenta enemigos? chimenea. ¡Nada hacemos!-¡trícía esperaiíi'usl
¿Quién hace caso de aquellos fuegos sorprendentes existencia tan fastidiosa! ¿Qué se hicieron aquellos
de Jena y de Austerlitz que decidían la suerte de la tiempos en que nos dispertaba todas las mañanas el
batalla? Cosas mayores se vieron durante la guerra alegre flauteado de los cañones?
federal. En el combate de Gettysburgo un proyectil —Aquellos tiempos pasaron para no volver, res­
cónico disparado por un canon mató 173 confedera­ pondió Bilsby procurando estirar los brazos que le
dos, y en el paso del Potomac una bala Rodman faltaban. ¡Entonces daba gusto! Se inventaba un
envió 115 sudistas á un mundo evidentemente mejor. obús, y apenas estaba fundido, iba el mismo inventor
Debemos también hacer mención de un mortero for­ á ensayarlo delante del enemigo, y se obtenía en el
midable inventado por J. T. Maston, miembro dis­ campamento un aplauso de Sherman ó un apn-ton
tinguido y secretario perpetuo del Gun-Club, cuyo demanosde Mac-Clellan! Pero actualmente los gene­
resultado fue mucho mas mortífero, pues en el ensa­ rales han vuelto á su escritorio, y en lugar de mor­
yo mató 137 personas. Verdad es que reventó. tíferas balas i’e hierro despachan inofensivas balas de,
¿Qué hemos de decir que no lo digan mejor que algodón. ¡Santa Bárbara bendita! ¡el porvenir de la
nosotros guarismo tan elocuentes? Preciso es admitir artillería se ha perdido en América!
sin repugnancia el cálculo siguiente obtenido por el l — Sí, Bilsby, esclamóel coronel Blomsberry, hemos
estadista Pitcairn: dividiendo el número de víctimas sufrido crueles decepciones. Un dia abandonamos
que hicieron las balas de cañón por el de los miem­ nuestros hábitos tranquilos, nos ejercitamos en el
bros del Gun-Club, resulta que cada uno de estos manejo de las armas, nos trasladamos de Baltimore á
había por término medio costado la vida á 2,375 hom­ los campos de batalla , nos portamos como héroes, y
bres y una fracción. dos ó 1res años después perdemos el fruto de tantas
Fijándose en semejante guarismo, es evidente que fatigas para condenarnos á una deplorable inercia con
la única preocupación de aquella sabia sociedad fue ¡ las manos metidas en los husillos.
la destrucción de la humanidad con un objeto filan­ Trabajo le hubiera costado al valiente coronel dar
trópico, y el peí feccionamiento de las armas de. guerra una prueba semejante de su ociosidad, y no por falta
consideradas como instrumentos de civilización. Aque- 1 de bolsillos.
lia sociedad era una reunión de ángeles esterminado- | —¡Y ninguna guerra en perspectiva! dijo entonces
res, hombres de bien á curta cabal. el famoso J. T. Maston rascándose sucráneode goma
Añádase que aquellos yankees, valientes todos á . elástica. ¡Ni una nube en el horizonte, cuando tanto
cual mas, no se contentaban con fórmulas, sino que hay aun que hacer en la ciencia de. la artillería! Yo,
descendían ellos mismos al teireno de la práctica. que os hablo en este, momento, he terminado esta
misma mañana un modelo de mortero, con su plano,
(1) La milla equivale ! l.OOÿ apiros3i*ceniímetro8,.'que vienen
i ser unas 1res leutr s.
su corle y su elevación, destinado á modificar pro­
Quinientos Kilogramos. fundamente las leyes de la vuerra.
DE La TIERKA \ LA LINA. 7
—¿De veras? replicó foin Hunier pensando invo­ —La acogerá mal, murmuró Bilsby entre los cua­
luntariamente en ei último ensayo del respetable tro dientes que había salvado de la batalla.
J. T. Maston. —No seré yo, esclamó .1. T. Maston, quien le dé el
—De veras, respondió este. ¿Pero de qué sirven voto en las próximas elecciones.
tantos estudios concluidos y tantas dificultades venci­ —Ni yo, esclamaron de acuerdo todos aquellos
das? Nuestros trabajos son inútiles. Los pueblos del belicosos inválidos.
nuevo mundo se lian empeñado en vivir en paz, y —Entre tanto, y para concluir, repuso T. Mas­
nuestra belicosa Tribuna (I) pronostica próximas ton, si no se me proporciona ocasión de ensayar mi
catástrofes debidas al aumento escandaloso de las nuevo mortero sobre un verdadero campo de batalla,
poblaciones. presentaré mi dimisión de miembro del Gun-Club,
—Sin embargo , Maston , respondió el coronel y me sepultaré en las profundidades del Arkansas.
Blomsberry, cu Europa siguen batiéndose para soste­ —Donde os seguiremos todos, respondieion los
ner ei principio de las nacionalidades. interlocutores del audaz J. T. Maston.
—¿Y qué? Tal era el estado de cosas. La exasperación de los
—¡Y qué! podríamos allí intentar algo, y sise, ánimos iba en progresivo aumento, y el Club se ha­
aceptasen nuestros servicios... llaba amenazado de una próxima disolución , cuando
—¿Qué osais proponer? esclamó Bilsby. ¡Cultivar sobrevino un acontecimiento inesperado que. impidió
la balística en provecho de los estranjeros! tan sensible catástrofe.
—Es preferible á no hacer nada, respondió el co­ Al dia siguiente de la acalorada conversación de
ronel. que acabamos de dar cuenta, todos los miembros de
—Sin duda, dijo J. T. Maston, es preferible, pero la sociedad recibieron una circular concebida en los
ni siquiera nos queda tan pobre espediente. siguientes términos:
—¿Y por que? preguntó el coronel. »Baltimore 3 de octubre.
—Porque en el viejo mundo se profesan sobre los «El presidente del Gun-Club tiene la honra de
ascensos ideas que contrarían n todas nuestras cos­ aprevenir á sus colegas que en la sesión del 5 del
tumbres americanas. Los europeos no comprenden «corriente les dirigirá una comunicación de la ma-
que puede llegar ii ser general en jefe quien no ha sido »yor importancia, por loque les suplica que, cuales-
antes subteniente , lo que equivale á decir que no ; «quiera que sean sus ocupaciones , acudan á la cita
puede ser buen artillero el que por sí mismo no lia »que les da por la presente
tundido el cañón, lo que me parece...
—¡Absurdo! replicó Tom Hunier destrozando con »Su afectísimo colega,
su bowieknife (2) los brazos de la butaca en que esta­ Imio.y Bahuicane, P. G. C.»
ba sentado, y en el estremo á que han llegado las j
cosas no nos queda ya mas recurso que plantar ta- 1
baco ó destilar aceite de ballena. CAPITULO 11.
—¡Cómo!esclamó J.T. Maston con voz atronadora, COMUNICACION DEL PRESIDENTE BARB1CANE.
¿no dedicaremos los últimos años de nuestra existen- ,
cía al perfeccionamiento de las armas de fuego? ¿No El 5 de octubre, á las ocho de la noche, una mul­
hade presentarse una nueva ocasión de ensayar el titud compactase apiñaba en los salones del Gun-
alcance de nuestros proyectiles? ¿Nunca mas el fo Club, 21, Uniun-square. Todos los miembros de la
gonazo de nuestros cañones iluminará la atmósfera? sociedad residentes en Baltimore habían acudido á la
'¿îiM‘tf8brevenïïrà una complicación internacional que t ita de su presidente. En cuanto á los socios corres­
nos permita declarar la guerra á alguna potencia tran­ ponsales, los trenes los desembarcaban á centenares
satlántica? ¿No echarán los franceses á pique ni uno en las estaciones de la ciudad, sin que por mucha
sólo de nuestros vapores, ni ahorcarán los ingleses, que fuese la capacidad de la hall de las sesiones, cu­
con menosprecio del deiecbo de gentes, 1res ó cuatro piesen en ella todos. Asi es que aquel concurso de
de nuestros compatriotas? sabios refluía en las salas próximas, en los corredores
—¡No, Maston, respondió el coronel Blomsberry, y hasta en los vestíbulos esteriores, donde se conden­
no tendremos tanta (ficha! ¡No se producirá ni uno saba un gentío inmenso, que deseaba con ansia co­
sólo de los incidentes que tanta falta nos hacen, y nocer la importante comunicación del presidente
aunque se produjesen, no sacaríamos de ellos ningún Barbicane. Los unos empujaban á los otros, y mu­
partido! ¡La susceptibilidad americana va desapare­ tuamente se atropellaban y aplastaban con esa liber­
ciendo, y vejetamos en la molicie! tad de acción característica de los pueblos educados
— ¡Si, nos humillamos! replicó Bilsby. en las ideas del self yovernment (3).
—¡Se nos humilla! respondió Tom liunter. Un extranjero que se hubiese hallado aquella no­
— ¡Y tanto! replicó J. T. Maston con mayor vehe­ che en Baltimore no hubiera conseguido á fuerza de
mencia. ¡Sobran razones para batirnos y no nos batí- oro penetrar en el gran salón, exclusivamente reser­
mos! Se economizan piernas y brazos en provecho de vado á los miembros residentes ó corresponsales, sin
gentes que no saben que hacer de ellos. Sin ir muy que nadie mas pudiese ocupar en él puesto alguno,
jejos, se encuentra un motivo de guerra. Decid, ¿la y asi es que los notables de la ciudad, los magistra­
América del Norte no perteneció en otro tiempo á dos del consejo de los seleclmcn (4) habían tenido que
los ingleses? mezclarse con la turba de sus administrados para
—Sin duda, respondió Tom Hunter dejando con coger a) vuelo las noticias del interior.
rabia quemarse en la chimenea el estremo de su mu­ La inmensa hall ofrecía á las miradas un curioso
leta. espectáculo. Aquel vasto local estaba maravillosa­
—¡Pues bien! repuso J. T. Maston, ¿por qué Ingla­ mente adecuado á su destino. Altas columnas, for­
terra á su vez no lia de pertenecer á los americanos? madas de cañones sobrepuestos que tenían por pe­
—Seria muy justo, respondió el coronel Bloms­ destal grandes morteros, sostenían la esbelta armazón
berry. de la bóveda, verdadero encaje de hierro fundido
_ —Id con vuestra proposición al presidente de los admirablemente recortado. Panoplias de trabucos,
Estados-Unidos, esclamó J. T. Maston, y veréis cómo retacos, arcabuces, carabinas y (fe todas las armas
la acoge. de fuego antiguas y modernas cubrían las paredes

(t i El mas fogoso periódico abolicionista de la Union. (3i Gobierno personal.


(2) Cuchillo de bolsillo de ancha hoja. (ij Administradores de la ciudad elegidos |.»r a | o’.lacion.
1*
BIBLIOTECA ILUSTRADA DE GASPAR Y ROIG.
entrelazándose de una manera pintoresca. La llama bombas, los collares de proyectiles, las guirnaldas
del gas brotaba profusamente de un millar de rewol- de granadas, en una palabra, lodos los útiles del
vers dispuestos en forma de lámparas, completando artillero fascinaban por su asombrosa disposición y
tan espléndido alumbrado arañas de pistolas y cande­ hacían presumir que su verdadero destino era mas
labros formados de fusiles artísticamente reunidos. decorativo que mortífero.
Los modelos de cañones, las muestras de bronce, los En el puesto de preferencia, detrás de una esplén­
blancos acribillados á balazos, las planchas destrui­ dida vidriera, se veía un pedazo de recámara rota y
das por el choque de las balas del Gun-Club, el sur­ torcida por el efecto de la pólvora, preciosa reliquia
tido de baquetones y escobillones, los rosarios de del cañón de J. T. Maslon.

Los artilleros dei Gun-Club.

El presidente, con dos secretarios ácada lado, ocu­ discusiones acaloradas, esta campanilla de nuevo
paba en uno de los estreñios del salón un ancho espa­ género bastaba apenas á dominar la voz de aquella
cio entarimado. Su sillón, levantado sobre una cure­ legión de artilleros sobrescitados.
ña laboriosamente tallada, afectaba en su conjunto Delante de la mesa presidencial, los bancos, colo­
las robustas formas de un mortero de treinta y dos cados de modo que formaban eses como las circun­
pulgadas, apuntado en ángulo de 90°, y estaba sus- | voluciones de una trinchera, constituían una série de
pendido de dos quicios que permitían al presidente parapetos y cortinas en que tomaban asiento los
columpiarse como en los rockings-chaivs (I), que miembros del Gun-Club, y bien puede decirse que
tan cómodos son en verano para dormir la siesta. aquella noche había gente hasta eu las trincheras. El
Sobre la mesa, que era una gran plancha de hierro presidente era bastante conocido para que nadie pu­
sostenida por seis obuses, se veía un tintero de diese ignorar que no hubiera molestado á sus colegas
esquisito gusto, hecho de una bala de cañón admi­ sin un motivo sumamente grave.
rablemente cincelada, y un timbre que se disparaba lmpey Barbicane era un hombre de unos cuarenta
estrepitosamente como un rewolver. Durante las años, sereno, frío, austero, de un carácter eminen­
temente formal y reconcentrado; exacto como un
vD Balancines ó butacas, usadas en los Estados l'nidos, que per-
cronómetro, de un temperamento á toda prueba, de
üiiien mecerse al que se sienia en alguna decll «. una resolución inquebrantable. Poco caballeresco.
It£ LA TIERRA A LA LUNA. 9
aunque aventurero, siempre resuelto á trasladar del —Os suplico, pues, dignos colegas, repuso el pre­
« ampo de la especulación al de la práctica las mas sidente, que me otorguéis toda vuestra atención.
temerarias empresas, era el hombre por escelencia Un estremecimiento circuló por la asamblea. Bar­
de la Nueva Inglaterra, el nordista colonizador, el bicane, sujetando con un movimiento rápido su som­
descendiente de aquellas Cabezas Redondas tan fu­ brero en su cabeza, continuó su discurso con voz
nestas á los Estuardos, y el implacable enemigo de tranquila:
los aristócratas del Sur, de los antiguos caballeros de —No hav ninguno entre vosotros, beneméritos co­
la madre patria. Barbicano , en una palabra, era un legas, que "no haya visto la Luna, ó que por lo menos
vankee completo. no haya oido hablar de ella. No os asombréis si ven­
Había hecho, comerciando con maderas, una fortu­ go aquí á hablaros del astro de la noche, Acaso nos
na considerable. Nombrado director de artillería du­ esté reservada la gloria de ser los Colones de ese
rante la guerra, se manifestó fecundo en invenciones, mundo desconocido. Comprendedme, apoyadme con
audaz en ideas, y contribuyó poderosamente á los todo vuestro poder, y os conduciré á su conquista,
progresos del arma, dando á las investigaciones espe- y su nombre se unirá á los de los treinta y seis Esta­
rimentales un incomparable desarrollo. dos que forman este gran país de la Unión.
Era un personaje de mediana estatura, que, por una — ¡Vívala Luna! esclamó el Gun-Club confun­
rara escepcion en el Gun-Club, tenia ilesos todos los diendo en una sola todas sus voces.
miembros. Sus facciones acentuadas parecían traza­ —Mucho se ha estudiado la Luna, repuso Barbica­
das con cartabón y tira-lineas, y si es cierto que para ne; su masa, su densidad, su peso, su volumen, su
adivinar los instintos de un hombre se le debe mirar constitución, sus movimientos, su distancia, el papel
de perfil, Barbicano, mirado asi, ofrecía los mas se­ que en el mundo solar representa están perfecta­
guros indicios de energía, audacia y sangre fria. mente determinados; se han formado mapas seleno-
En aquel momento permanecía inmóvil en su si­ gráíicos (1) con una perfección igual y tal vez supe­
llón, mudo, meditabundo, con la mirada honda, me­ rior á la ue las cartas terrestres, habiendo la fotografía
dio tapada la cara por un enorme sombrero, cilindro sacado de nuestro satélite pruebas de una belleza
de seda negra que parece hecho á propósito esclusi- incomparable (2). En una palabra, se sabe de la Luna
vamenle para ios cráneos americanos. todo lo que las ciencias matemáticas, la astronomía,
A su alrededor, sus colegas conversaban estrepito­ la geología y la óptica pueden saber; pero hasta aho­
samente sin distraerle. Se interrogaban, recorrían el ra no se ha establecido comunicación directa con
campo de las suposiciones, examinaban á su presi­ ella.
dente, y procuraban, aunque en vano, despejar la Un vivomovimiento de interés y de sorpresa aco­
incógnita de su imperturbable fisonomía. gió esta frase del orador.
Al dar las ocho en el reloj fulminante del gran —Permitidme, prosiguió, recordaros en pocas pa­
salón, Barbicane, como impelido por un resorte, se labras de qué manera ciertas cabezas calientes, em­
levantó de pronto; reinó un silencio general, y el barcándose para viajes imaginarios, pretendieron ha­
orador con bastante énfasis tomó la palabra en los ber penetrado los secretos ae nuestro satélite. En el
siguientes términos: siglo XVII, un tal David Fabricáis se vanaglorió de
—«Denodados colegas: mucho tiempo ha trascurrido haber visto con sus propios ojos habitantes en Ja
va desde que una paz infecunda condenó á los miem- luna. En 1649, un francés,llamado JeanBaudoin, pu­
brosdel Gun-Club aúna ociosidad lamentable. Después blicó el Viaje hecho al mundo déla Luna por Domingo
algunos años, tan lleno de inciden­ González, aventurero español.-En la misma época,
tes, tuvimos que abandonar nuestros trabajos y de Cyranode Bergerac publicó la célebre espedicion que
tenemos en la senda del progreso. Lo proclamo sin tanto éxito obtuvo en Francia. Mas adelante, otro
miedo, y en voz alta, toda guerra que nos obligase á francés (los franceses se ocupan mucho de la luna),
empuñar de nuevo las armas sena acogida con un llamado Fontanelle, escribió la Pluralidad de los
entusiasmo frenético. mundos, obra maestra en su tiempo, pero la ciencia,
—¡Sí, la guerra! esclamó el impetuoso J.T. Maston. avanzando, destruye hasta las obras maestras. Hácia
—¡Atención! gritaron por todos lados. 1835,un opúsculo traducido del New-York Ameri-
—Pero la guerra, dijo Barbicane, es imposible en can nos dijo que sir Jhon Herschell, enviado al cabo
las actuales circunstancias, y aunque otra cosa desee do Buena-Esperanza para ciertos estudios astronó­
mi distinguido interruptor, muchos años pasarán micos, consiguió, empleando a! efecto un telescopio
aun antes que nuestros cañones vuelvan al campo Íierléccionado por una iluminación interior, acercar
de batalla. Es, pues, preciso tomar una resolución y a Luna á una distancia de ochenta yardas (3). En­
buscar en otro órden de ideas un alimento á la acti­ tonces percibió distintamente cavernas en que vivían
vidad que nos devora. hipopótamos, verdes montañas con franjas de encaje
La asamblea redobló su atención, comprendiendo de oro, carneros con cuernos de marfil, corzos blan­
que su presidente iba á abordar el punto delicado. cos y habitantes con alas membranosas como las del
—Hace algunos meses, ilustres colegas, prosiguió murciélago. Aquel folleto, obra de un americano lla­
Barbicane, que me pregunté si, sin separamos de mado Lock (4), alcanzó un éxito prodigioso. Pero
nuestra especialidad, podríamos acometer alguna luego se reconoció que todo era una superchería
grande empresa digna uel siglo XIX, y si los progre­ de que fueron los franceses los primeros que se
sos de la balística nos permitirían salir airosos de rieron.
nuestro empeño» He, pues, buscado, trabajado, cal­ —¡Reirse de un americano! esclamó J. T. Mas­
culado, y ha resultado de mis estudios la convicción ton. ¡Héaquí un cassusbellil
de que el éxilo coronará nuestros esfuerzos, encami­ —Tranquilizaos, mi digno amigo; los franceses,
nados á la realización de un plan que en cualquier antes de reirse de nuestro compatriota, cayeron en
otro país seria imposible. Este proyecto, prolijamente el lazo que él les tendió haciéndoles comulgar con
elaborado, va á ser el objeto de mi comunicación. ruedas de molino. Para terminar esta rápida histo­
Es un proyecto digno de vosotros, digno del pasado ria, añadiré que un llamado Hans Pfaal de Rotter-
del Gun-Club, y que meterá necesariamente mucho
(I) Vocablo compuesto, cuya raíz griega significa Luna.
ruido en el mundo. r2) Véanse las magníficas copias de la Luna obtenida^ por
—¿Mucho ruido? preguntó un artillero apasionado. M. Waren de la Rué,
—Mucho ruido en la verdadera acepción de la pa­ (3) La y»rda vale0,91 cet.t., quees algo masque la vara y a'go
menos que el metro.
labra, respondió Barbicane. (4) El folleto fue publicado en Francia por el republicano Le
—¡No interrumpáis! repitieron muchas voces. virón, que fue muerto en el sitio de liorna en 1849.
10 BlBl.lOTE'.A ILL-THADA DE t ítr.c^
dam, ascendiendo en un globo llenó de un gas es-
traido del ázoe, treinta y siete veces mas ligero que CAPITULO III
el hidrógeno, alcanzó la Luna después de un viaje
aéreo de diez y nueve dias. Aquel viaje, lo mismo EFECTO DE I.A COMUNICA! I >N DE llARBIC.ANE.
que las precedentes tentativas, era simplemente ima­
ginario, y fue obra de un escritor popular en Amé • Es imposible pintar el efecto producido por las úl­
rica, de un ingenio estraño y contemplativo, de Ed- timas palabras del ilustre presidente. ¡Qué gritos!
gard Poé. ¡Qué vociferaciones! ¡Qué sucesión de vítores, de
—¡VivaEdgard Poé! esclamó la asamblea, elec­ hurrahs, de ¡hip, hip! y de todas las onomatopeyas
trizada ñor las palabras de su presidente. con que el entusiasmo condimenta la lengua ameri­
—Ñaua mas digo, repuso Barbicano, de esas ten­ cana! Aquello era un desórden, una barabúnda in­
tativas que llamaré .puramente literarias, de ludo descriptible. Las bocas gritaban, las manos palmo-
punto insuficientes para establecer relaciones for­ teaban, los pies sacudían el entarimado de los salo­
males con el astro de la noche. Debo, sin embargo, 1 nes. Todas las armas de aquel museo de artillería,
añadir que algunos caracteres prácticos trataron de I disparadas á la vez, no hubieran agitado con mas
ponerse con él en comunicación, y asi es que, años violencia las ondas sonoras. No es estraño. Hay
atrás,un geómetra aleman propuso enviar una co­ artilleros casi tan retumbantes como sus cañones.
misión de sabios á los páramos de Siberia. Allí, en Barbicano permanecía tranquilo en medio de aque­
aquellas vastas llanuras, se debían trazar inmensas llos clamores entusiastas. Sin duda quería dirigir
figuras geométricas, dibujadas por medio de refracto­ aun algunas palabras á sus colegas, pues sus gestos
res luminosos, entre otras el cuadrado de la hipote­ reclamaron silencio y su timbre fulminante se este-
nusa, llamado vulgarmente en Francia el puente de nuó á fuerza de detonaciones. Ni siquiera se le oyó.
los asnos. «Todo ser inteligente, decía el geómetra, Luego le arrancaron de su asiento, le llevaron en
debe comprender el destino científico de esta figura. triunfo, y pasó de las manos de sus fieles camara­
Los Selenitas (I), si existen, responderán con una das á los' brazos de una muchedumbre no menos
figura semejante, y una vez establecida la comuni­ enardecida.
cación, fácil será crear un alfabeto que permita con­ No hay nada que asombre á un americano. Se ha
versar con los habitantes de la Luna.» Asi hablaba el repetido con frecuencia que la palabra imposible no
geómetra aleman, pero no se ejecutó su proyecto, y es francesa: los que tal han dicho han tomado un
hasta ahora no existe lazo alguno directo entre la diccionario por otro. En América todo es fácil, todo
Tierra y su satélite. Pero está reservado al genio es sencillo, y en cuanto á dificultades mecánicas, to­
práctico de los americanos ponerse en relación con das mueren antes de nacer. Entre el proyecto de
el mundo sideral. El medio de llegará tan importan­ Barbicano y su realización, no podía haber un ver­
te resultado es sencillo, fácil, seguro, infalible, y él dadero yankee que se permitiese entrever la aparien­
va á ser el objeto de mi proposición. cia de una dificultad. Cosa dicha, cosa hecha.
Un gran runrun, una tempestad de esclamacíones El paseo triunfal del presidente se prolongó hasta
acogió estas palabras. No hubo entre los asistentes muy entrada la noche. Fue una verdadera marcha á la
uno solo que no se sintiese dominado, arrastrada, luz de innumerables antorchas. Irlandeses, alemanes,
arrebatado por las palabras del orador. franceses, escoceses, todos los individuos heterogé­
—¡Atención! ¡atención! silencio! gritaron por to­ neos de que se compone la población del Maryland
das partes. gritaban en su lengua materna, y los vft—
Calmada la agitación, Berbicane prosiguió con una , ralis y los bravos se mezdaban en un confuso es­
voz mas gravo su interrumpido discurso. ¡ trépito.
— Ya sabéis, dijo, cuantos progresos ha hecho Precisamente la Luna, corno si hubiese compren­
la balística de algunos años á esta parte, y áqué gra­ dido que era de ella de quien se trataba, brillaba en­
do de perfección hubieran llegado las armas de fue­ tonces con serena magnificencia, eclipsando con su
go, si la guerra hubiese continuado. No ignoráis ¡ intensa irradiación las luces circunstantes. Todos los
lampoco que, de una manera general, la fuerza de yankees dirigían sus miradas á su centelleante disco.
resistencia de los cañones y el poder espansivo de la ' Algunos la saludaban con la mano, otros la llama­
pólvora son ilimitados. Pues bien, partiendo de este ban con los dictados mas halagüeños; estos la median
principio, me he preguntado á mí mismo si, por me- I con la mirada, aquellos la amenazaban con el puño,
dio de un aparato suficiente, establecido en condicio- : y en las cuatro horas que median entre las ocho y las
nos determinadas de resistencia, seria posible enviar ■ doce de la noche, un óptico de Jones‘s-Fall labro su
una bala á la Luna. fortuna vendiendo anteojos. El astro de la noche era
A estas palabras, un grito de asombro se escapó mirado con tanta avidez como una hermosa lady de­
de mil pechos anhelantes, y hubo luego un momento alto copete. Losamericanos hablaban de él como si
de silencio, parecido á la profunda calma que prece- I fuesen sus propietarios. Hubiérase dicho que la casta
de á las grandes tronadas. Y, en efecto, hubo trona- ¡ Diana pertenecía ya á aquellos audaces conquistado­
da, pero una tronada de aplausos, de gritos, de cía- I res y formaba parte del territorio de la Unión. Y sin
mores que hizo temblar el salón de las sesiones. El embargo, no se trataba mas que de enviarle un pro­
presidente quería hablar, y no podía. No consiguió yectil, manera bastante brutal de entrar en relacio­
nacerse oir hasta pasados diez minutos. nes, aunque sea con un satélite, pero muy en voga en
—Dejadme concluir, repuso tranquilamente. He las naciones civilizadas.
examinado la cuestión bajo todos sus aspectos, la he Acababan de dar las doce, y el entusiasmo no se
abordado resueltamente, y de mis cálculos indiscuti- , apagaba. Seguía siendo igual en todas las clases de
bles resulta que todo proyectil dolado de una veloci­ la población; el magistrado, el sabio, el hombre de
dad inicial de 12,000 yardas (2) por segundo, v diri­ negocios, el mercader, el mozo de cordel, las perso­
gido liácia la Luna, llegará necesariamente a ella. nas inteligentes y las gentes verdes (3) se sentían
Tengo, pues, distinguidos colegas, el honor de pro- J heridas en la fibra mas delicada. Tratábase de una
poneros que intentemos este pequeño esperimento. j empresa nacional. La ciudad alta, la ciudad baja, los
muelles bañados por las aguas de] Patapsco, ios bu­
(i Rabilantes de In luna. ques en bahía no podían cuntene'r la multitud, ébria
(3; Unos 11,000metros.
| (5. Espr.sio.i enteramente aai ricana con que se designa i los
i cándido-.
DE I.A TIERRA \ :.t LI >a. 1 1
<b‘ alegría, j también de gin y de wiskv. Todos ha­ chanzonetaSjá las caricaturas, á las canciones bur­
blaban, peroraban, discutían, aprobaban, aplaudían, lescas que hubieran acogido en Europa, y particular­
lo mismo los ricos arrellenados muellemente en el mente en Francia, la idea de enviar un proyectil á la
sofá de los barroms delante de su copa de sherry Luna, hubieran desconceptuado al que se los hubiese
cubbler (I), que el waterman que se emborrachaba permitido, y todos los li/e-preservers (o) del mundo
con el quebranta-pecho (2) en las tenebrosas tabernas hubieran sido impotentes para librarse de la indigna­
del Fells-I’oint. ción general. Hay cosas de que nadie se ríe en el
Sin embargo, á cosa de las dos, la conmoción se Nuevo-Mundo.
calmó. El presidente Barbicane pulo volver á.su Impey Barbicane fue desde aquel dia uno de los
casa, estropeado, quebrantado, molido. Un Hércules mas grandes ciudadanos de los Estados Unidos, algo
no hubiera resistido un entusiasmo semejante. La como si dijéramos el Washington de la ciencia, y un
multitud abandonó poco á poco plazas y calles. Los rasgo de los muchos que pudiéramoscitar bastará para
cuatro rail-roads del Ohio, ue Susquehanna, de Fi- ’ demostrar á qué estremo llegó la idolatría que á todo
ladelíia y de Washington, que convergen en Bal timo- | un pueblo merecía un hombre.
re, arrojaron al público heterogéneo á los cuatro án­ Algunos dias después de la famosa sesión del Gun-
gulos de los Estados-Unidos, y la ciudad adquirió una Club, el director de una compañía inglesa de cómicos
tranquilidad relativa. i anunció en el teatro de Baltimore la representación
Se equivocaría el que creyese que, durante aquella ' de Much ado about nothing (6). Pero los habitantes
memorable noche, quedó la agitación circunscrita déla ciudad, viendo en este título una alusión malé­
dentro de Baltimore. Las grandes ciudades de la j vola á los proyectos H*‘l presidente Barbicane, invadió
Unión, New-York, Bostón, Alhani, Washington, Rich- el teatro, hizo pedazos los bancos y obligó á variarsu
mond, Crescent-City (3), Charíeston, la Mobila, des- ■ cartel al desgraciado director, el cual, hombre sagaz,
de Tejas á Massachussets, desde el Michigan á las! inclinándose ante la voluntad pública, reemplazó la
Floridas, participaban todas del delirio. Los treinta malhadada comedia con la titulada -4s yon litheit (7)
mil corresponsales del Gun-Club conocían la carta de 1 que durante muchas semanas le valió un lleno com­
su presidente, y aguardaban con igual impaciencia ¡ pleto.
la famosa comunicación del li de octubre. Aquella j
misma noche, las palabras del orador, á medida que ' CAPITULO IV.
salian de sus labios, corrían por los hilos telegráficos, RESPUESTA DEL OBSERVATORIO DE CAMBRIDGE.
que atraviesan en todos sentidos los Estados de la
JJnion, con una velocidad de 218,447 millas por se­ Sin embargo. Barbicane no perdió un solo instante
gundo (4). Podemos, pues, decir,con una exactitild en medio de las ovaciones de que era objeto. Loprimero
absoluta, que los Estados-Unidos de América, diez que hizo fue reunir á sus colegas en el salon de
veces mayores que Francia, lanzaron en el mismo ¡ conferencias del Gun-Club, donde, después de una
instante un solo hurrah, y que veinticinco millones concienzuda discusión, se convino en consultar á los
de corazones, henchidos de orgullo, palpitaron con astrónomos sobre la parte astronómica déla empresa.
un solo latido. Conocida la respuesta, se debían discutir los medios
Al día siguiente, mil quinientos periódicos diarios, ( mecánicos, no decuidando ni lo mas insignificante
hebdomadarios, bimensuales ó mensuales, se apode- \ para asegurar e! buen éxito de tan grande eeperi-
raron de la cuestión, y la examinaron bajo susdife- mento.
rentesjisj'cf.tosJ’ísicos, meterológicos, económicos y Se redactó, pues, y se dirigió al Observatorio de
7 el punto de vista de la prepon­ Cambridge, en el Massachussets, una nota muy
derancia política y de su influencia civilizadora. Al­ precisa, que contenia preguntas especiales.La ciudad
gunos se preguntaron si la Luna era un mundo con­ de Cambridge, en que se fundóla primera Universidad
cluido, y si no esperimentaria ya ninguna trasfor- i de los Estados Unidos, es justamente célebre por su
macion.’¿Se parecería á la tierra durante los tiempos observatorio astronómico. Allí se encuentran reuni-
en que no había aun atmósfera? ¿Qué espectáculo ¡ dos sábios del mayor mérito, y allí funciona el pode-
presentaría al hacerse visible la faz que desconoce el ¡ roso anteojo que permitió á Bond resolveren estrellas
esferoide terrestre? Si bien no se trataba aun mas que j la nebulosa de Andromèdes, y á Clarke descubrir el
de enviar una bala al astro déla noche, todos veian en j satélite de Sirius. Aquel establecimiento célebre tenia
este hecho el punto de partida de una série de espe- ¡ por consiguiente adquiridos muchos títulos honrosos
rimenlos; todos esperaban que América penetraría que justificaban la confianza del Gun-Club.
los últimos secretos de aquel disco misterioso, y al­ | Dos dias después, la respuesta, tan impaciente­
gunos hablaban ya de las sensibles perturbaciones que mente esperada, llegó á manos del presidente Bar-
acarrearía su conquista al equilibrio europeo. I bicane.
Discutido el proyecto, no hubo un solo periódico Estaba concebida en los siguientes términos:
I
que pusiese su realización en duda. Las colecciones,
los folletos, las gacelas, los boletines publicados por ! El director del Observatorio de Cambridge al pre-
las sociedades sabias, literarias ó religiosas, hicieron
resaltar sus ventajas, y la Sociedad de Historia natu­
I sidentedel Gun-Club en Baltimore.
ral de Bostón, la Sociedad americana de Ciencias y Cambridge, 7 de octubre.
Artes de Albany, la Sociedad de Geografía y Estadís­
tica de New-York, la Sociedad filosófica americana de «Al recibir vuestra favorecida del 6 del corriente,
Fdadelfia, el InslituloSmithosoniana de Washington, ' dirigida al Observatorio de Cambridge en nombre de
enviaron mil cartas de felicitación al Gun-Club, con los miembros del Gun-Club de Baltimore, nuestra
ofrecimientos inmediatos de apoyo y dinero. junta directiva se ha reunido en el acto, y ha resuelto
Nunca proposición alguna había obtenido tan nu­ responder lo que sigue:
merosas adhesiones. No hubo ninguna inquietud, »Las preguntas que se le dirigen son:
ninguna vacilación, ninguna duda. En cuanto á las » I ? ¿Es posible enviar un proyectil á la Luna?
»2.a ¿Cuál es la distancia exacta que separa la Tier­
(1) Mezcla de rom, zumo de naranja, azúcar, canela y nuez
moscada. Esta bebida de color amarillo, se sorbe por medio de un ra de su satélite?
soplete de vidrio. Los barrooms son una especie de cafés.
(-2) Bebida horrible del pueblo bajo. Literalmente, en i glós: (S) A'ma de bolsil o que se compone de una ballena fleílble y
Ihoroug kiioch medown. una bala de metal.
(3) Sobrenombre de Nueva-Orleans. í (li.i Mucho ruido por nada, una délas comedias de Shakspeare.
/4) 100,000 leguas. La velocidid de la electricidad. (7i Como 'lucráis, de Sliakspeare.
•i ■> L·IBLluIECA ILUSTRADA DE GASEAR V ROIG.
»3.‘ ¿Cuál será la duración del viaje del proyectil, «3.* ¿A que punto del cielo se deberá apuntar el
dándole una velocidad inicial suficiente, y por consi­ cañón destinado á lanzar el proyectil?
guiente en qué momento preciso deberá dispararse • 6.a ¿Qué sitio ocupará la Luna en el'cielo en el
para que encuentre la Luna en un punto determi­ momento de partir el proyectil?
nado? «Acerca de la primera pregunta:—¿Es posible
»4.‘ ¿En qué momento preciso se presentara la enviar un proyectil á la Luna?
Luna en la posición mas favorable para que »*l pro­ «Sí, es posible enviar un proyectil á la Luna, si
yectil la alcance? se llega á dará este proyectil una velocidad inicial

El Observatorio de Cambridge.

de 12,000 yardas por segundo. El cálculo demuestra »La Luna no describe alrededor de la Tierra una
que esta velocidad es suficiente. A medida que se circunferencia, sino una elipse, de Ja cual nuestro
aleje de la tierra, la acción del peso disminuirá en Í’lobo ocupa uno de los focos, y por consiguiente la
razón inversa del cuadrado de las distancias, es de­ .una se encuentra á veces mas cerca y á veces mas
cir que, para una distancia tres veces mayor, esta lejos de la Tierra, ó, hablando en términos técnicos,
acción será nueve veces menos fuerte. En consecuen­ a veces en su apogeo y á veces en su perigeo. La
cia, el peso de la hala disminuirá rápidamente, y se diferencia en el espacio entre su mayor y menor
anulara completamente en el momento de quedar distancia es bastante considerable para que se la deba
equilibrada la atracción de la Luna con la Tierra, es tener en cuenta. La Luna en su apogeo se halla á
decir á los 47/8í del trayecto. En aquel momento el 247,552 millas (99,040 leguas de 4 kilómetros), y en
proyectil no tendrá peso alguno, y si salva aquel su perigeo á 218,657 millas (88,010 leguas), lo que
punto, caerá sobre la Luna por el solo electo de la <launadíferencia de28,895 millas(11,630 leguasjque
atracción lunar. La posibilidad teórica del esperimento son mas de una novena parte del trayecto que el
queda, pues, absolutamente demostrada, dependiendo proyectil ha de recorrer. La distancia perigea de la
únicamente su éxito de la potencia de la máquina Luna, es, pues, la que debe servir de base á los
empleada. cálculos.
«Acerca de la segunda pregunta:—¿Cuál es la >' Acerca de la tercera pregunta:—¿Cuál será la du­
distancià exacta que separa la Tierra de su saté­ ración del viaje del proyectil, dándole una velocid; <1
lite? inicial suficiente, y por consiguiente, en qué mo-
I'L LA TIERRA A I.A Ll NA.
mentó preciso se deberá disparar para que encuentre minutos, en alcanzar el punto en que se hallen equi­
la Luna en un punto determinado? libradas las atracciones terrestres y lunares, y desde
»Si la bala conservaseindelinidamentela velocidad dicho punto caerá sobre la Luna en cincuenta mil
inicial de 12,000 yardas por segundo que le hubiesen segundos, ó sean trece horas, cincuenta y tres minu­
dado al partir, no tardaría mas que unas nueve llo­ tos y veinte segundos. Convendrá, pues, dispararlo,
rasen llegará su destino; pero corno esta velocidad noventa y siete horas, trece minutos y veinte segun­
inicial va continuamente disminuyendo, resulta por dos antes de le llegada de la Luna al punto á que se
un cálculorígurosoque el proyectil tardará trescientos haya dirigido la puntería.
mil segundos, ó sean ochenta y tres horas y veinte «Acerca déla cuarta pregunta:—¿En qué momento

LA LUNA.

Los movim:entos de traslación de la Luna.

preciso se presentará la Luna en la posición mas la- ¡ «Acerca de la quinta pregunta:—¿A qué punto del
vorable para que el proyectil la alcance? cielo deberá apuntarse el canon destinado á disparar
«Después de lo que se ha dicho, es evidente que el proyectil?
debe escogerse la época en que se hállela Luna en su «Admitidas las precedentesobservaciones,elcañon
perigeo, y al mismo tiempo el momento en que pase deberá apuntarse al cénit (1) del lugar en que se haga
por el cénit, loque disminuirá el traycctoen una dis­ el esperimenlo, de suerte que el tiro sea perpendicu­
tancia igual al rayo terrestre, ó sean 3,919 millas, de lar al plano del horizonte, y asi el proyectil selibrará
suerte que el trayecto definitivo será de214,966 mi mas pronto de los efectos de la atracción terrestre.
lias (86,410 leguas). Pero si bien la Luna pasa todos Pero para que la Luna suba al cénit de un sitio, pre­
losmesespor su perigeo, no siempre en aquel mo­ ciso es que la latitud de este sitio no sea mas alta que
mento Reencuentra en su cénit. No se presenta en es­ la declinación del astro, ó, en otros términos, que el
tas doscondicionessinoá muy largos intervalos. Será, sitio no se halle comprendido entre 0o y 28° de latitud
pues, preciso, aguardar la coincidencia del paso al pe- Norte ó Sud (2), En cualquier otro punto, el tiro
rigeoy alcenit. Poruña feliz circunstancia, el 4 dedi­ (1; El cénit es el punto d<l cielo situado verticalmente encima
ciembre del año próximo, la Luna ofrecerá estas dos <le la cabeza de un ol servador.
condiciones: á las doce de la noche se hallará en su (21 No hay en efecto mas que las reglones del globo compren­
perigeo, es decir, á la menor distancia de la tierra, y al i didas cnlre el ecuador y el 28° para elo en que la elevación de I»
Luna llegue al cénit Mas allá del 28", la l.una se acerca tanta
mismo tiempo pasará por <•! cénit. menos al cénit cuanto mas avanza hácia lo* polos.
u BlULtOTELA ILUSTRADA DE GASPAR I RO!
tendría que ser necesariamente oblicuo, lo que con­ inmutables, á medida que por la condensación dis­
trariaría el buen resultado del esperimen o. minuía su volumen, su movimiento de rotación se
«Acerca de la sesta pregunta:—¿Qué sitio ncu- | aceleraba, de lo que resultó una estrella principal,
p trá la Luna en el cielo en el momento de partir el centro de las acumulaciones nebulosas.
proyectil? Mirando atentamente, el observador hubiera visto
»En el acto de lanzar la bala al espacio, la Luna, entonces las demás moléculas de la acumulación con­
que alanza diariamente 13° 10' y 35", deberá en­ ducirse como la estrella central, condensarse de la
contrarse alejada del punto cenital cuatro veces esta misma manera por un movimiento de rotación
distancia, ó sean 52° 42' y 20", espacio que corres­ bajo forma de innumerables estrellas. La nebulosa
ponde al camino que ella liará mientras dure el estaba formada. Los astrónomos cuentan actualmente
avance del proyectil. Pero como es preciso tener cerca de 5,000 nebulosas.
también en cuenta el desvio que liara sufrir á la Hay una entre ellas que los hombres han llamado
bala el movimiento de rotación de la Tierra, y como la l’ía láctea, la cual contiene diez y ocho millones
la bala no llegará á la Luna sino después de haber de estrellas, sien lo cada estrella el centro de un
sufrido una desviación igual á diez y sois radios mundo solar.
terrestres, los cuales, contados en laórhitadela Luna, Si el observador hubiese entonces examinado espe­
son unos 11”, se deben estos añadir á los que espre- cialmente, entre aquellos diez y ocho millones de
san el retraso de la Luna, ya mencionado, o sean 64°. astros, uno de los mas modestos y menos brillantes
Así, pues,enel momento del tiro, el rayo visual diri­ (I), una estrella de cuarto órden, la que se llama
gido á la Luna formará con la vertical del sitio del orgullosamente el Sol, todos los fenómenos á que se
esperimeuto un ángnlode 64". debe la formación del universo se hubieran realizado
«Tales son las respuestas que da el Observatorio de sucesivamente á su vista.
Cambridge á las preguntas de los miembros del Gun- Hubiera visto al Sol, en estado gaseoso aun y com­
Club. puesto de moléculas movibles, girando alrededor de
«En resumen: su eje para consumar su trabajo de concentración.
»1.° El canon deberá colocarse en un país situado . Este movimiento, sometido á las leyes de la mecá­
entre 0" 28° de latitud Norte ó Sud. nica, se hubiese acelerado con la disminución de
»2.° Deberá apuntarse al cénit delsitiodel esperi- ¡ volumen, llegando un momento en que la fuerza
mentó. centrifuga prevaleciese sobre la centrípeta, que tien­
»3." El proyectil deberá estar dotado de una velo­ de á impeler las moléculas hácia el centro.
cidad inicial de 12,000 yardas por segundo. Entonces á Ja vista del observador se habría pre­
»4.° Deberá dispararse el 1" de Diciembre del año . sentado otro fenómeno. Las moléculas situadas en el
próximo, á las once, menos trece minutos y veinte , plano del ecuador, escapándose como la piedra de
segundos. una honda que se rompe súbitamente, habrían ido á
«5.° Encontrará la luna cuatro dias después de su formar alrededor del Sol varios anillos concéntricos
partida, el 4 de diciembre, á las doce de la noche en , semejantes á los de Saturno. Aquellos anillos de ma­
punto, en el momento de pasar por el cénit. teria cósmica, dolados á su vez de un movimiento de
■ Los miembros del Gun Club aeben por tanto em­ rotación alrededor de la masa central, se habrían
prender sin pérdida de tiempo los trabajos que re­ roto y descompuesto en nebulosidades secundarias,
quiere su empresa y hallarse prontos á obrar en es decir en planetas.
momento determinado, pues si dejan pasar el 4 de Si el observador hubiese entonces concentrad¿jyj_
Diciembre, no hallarán la Luna en las mismas con-I estos planetas toda su aleiKTotr.TCÍ’hdbrijrVíavo con­
diciones de perigeo y de cénit hasta que hayan tras- ducirse exactamente como el Sol y dar nacimiento á
corrido diez y ocho años y once días. uno ó mas anillos cósmicos, orígenes de esos astros
»La junta directiva del Observatorio de Cambrige ■ de órden inferior que se llaman satélites.
se pone enteramente á disposición del Gun-Club para Asi, pues, subiendo del átomo á la molécula, de la
las cuestiones de astronomía teórica, y une por la molécula á la acumulación, de la acumulación á Ja
presente sus felicitaciones á las de la América en­ nebulosa, de la nebulosa á la estrella principal, de la
tera.» estrella principal al Sol, del Sol al planeta y del pla­
«Por la junta: neta al satélite, tenemos toda la serie de las trans­
formaciones esperimentadas por los cuerpos celestes
J. M. Belfast, desde los primeros dias del mundo.
Director del Observatorio de Cambridge » El Sol parece perdido en las inmensidades del
mundo estelar, y sin embargo, según las teorías que
actualmente privan en la ciencia, se halla subordi­
CAPITULO V. nado á la nebulosa de la vía láctea. Centro de un
LA NOVELA DE LA LI NA. mundo, aunque tan pequeño parece en medio de las
regiones etéreas, es sin embargo enorme, pues su
Un observador dotado de una vista infinitamente volumen es cuatr. cíenlas mil veces mayor que el de
penetrante y colocado en este centro desconocido á la Tierra. A su rededor gravitan ocho planetas, sali­
cuyo alrededor gravita al mundo, habría visto en la dos de sus entrañas mismas en los primeros tiempos
época caótica del universo miríadas de átomos que de la creación. Estos planetas, enumerándolos por el
poblaban el espacio, Pero poco á poco, pasando si­ órden de su proximidad, son Mercurio, Venus, la
glos y siglos, se produjo una variación, manifestán­ Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno.
dose una ley de atracción, á la' cual se subordinaron Ademas, entre Marte y Júpiter circulan regularmente
los átomos hasta entonces errantes. Aquellos átomos otros cuerpos menos considerables, restos errantes
se combinaron químicamente según sus afinidades, tal vez de un astro hecho pedazos, de los cuales el
se hicieron moléculas y formaron esas acumulacio­ telescopio lia reconocido ya ochenta y dos (2).
nes nebulosas deque están sembradas las profundi­ De estos servidores que el Sol mantiene en su ór­
dades del cielo. bita elíptica por la gran ley de la gravitación, algu­
Animó luego aquellas acumulaciones un movi­ nos poseen también sus satélites. Urano tiene ocho,
miento de rotación alrededor de su punto central.
Aquel centro, formado de moléculas vagas, empezó mayor (II El diámetro de Slrius, según Wollaston, es doce voces
qoe ei del Sol, es decir, que tiene 4 500,000 leguas.
á girar alrededor de sí mismo condensándose pro­ (4) Algunos de eslos esteroides son tan pequeños que, á paso
gresivamente. Además, siguiendo leyes de mecánica gimnágico se podría dar una vuelta á su alrededor en un sólo día.
LiE LA TIERRA A LA LENA.
Saturno otros tantos, Júpiter cuatro, Neptuno tal , en el siglo XVI, apusieron completamente el siste­
vez tres la Tierra uno. Este último, uno de los me- | ma del mundo, y el papel que desempeña la Luna
nos importantes del mundo solar, se llama Luna, y ¡ entre los cuerpos celestes.
es el que el genio audaz de los americanos pretendía Ya en aquella época sus movimientos estaban casi
conquistar. . determinados; pero de su constitución física se sabia
El astro de la noche, por su proximidad relativa y ' muy poca cosa. Entonces fue cuando Galileo esplicó
el espectáculo rápidamente renovado de sus diversas los fenómenos de luz producidos en ciertas fases por
fases, compartió con el Sol desde los primeros dias la existencia de montañas á que dió una altura media
de la humanidad la atención de los habitantes de la de 4,500 toesas.
Tierra. Pero el S>d ofende los ojos al mirarle, y los Después, Hevelius, un astrónomo de Danlzig, re­
torrentes de luz que despide obligan á cerrarlos á los bajó á 2,600 toesas las mayores alturas, pero su com­
que lo contemplan. pañero Riccioli las elevó á 7,000.
La plácida Febe, mas humana, se deja ver com- j A fines del siglo XVIII, Herschell, armado de un po­
placiente en su modesta gracia; agrada á la vista, es 1 deroso telescopio, redujo mucho las precedentes me­
poco ambiciosa, y sin embargo se permito alguna vez ' didas. Dió 1,900 toesas á las montañas mas elevadas,
eclipsar á su hermano, el radiante Apolo, sin ser | y redujo por término medio las diferentes alturas á
nunca eclipsada por él. Los mahometanos, compren- I 400 toesas solamente. Pero Herschell se equivocaba
diendo el reconocimiento que debían á esta fiel ami- ! también, y se necesitaron lasobservaciones de Shrui-
g i de la Tierra, han tomado su revolución por regla ler, Louville, Halley, Nasmith, Bianchini, Pastori,
de sus meses (í). Lohrman, Gruilhuysen, y sobretodo, los minucio­
Los primeros pueblos tributaron un culto muy pre- ! sos estudios de MM. Beer y Mee ller, para resolver la
Jerente á esta casta deidad. Los egipcios Ja llamaban cuestión de una manera definitiva. Gracias á los men­
Isis, los fenicios Astarté; los griegos la adorarou bajo cionados sabios, la elevación de las montañas de la
el nombre de Febe, hija de Latona y de Júpiter, y Luna se conoce en la actualidad perfectamente.
esplicaban sus eclipses por las visitas misteriosas de MM. Beer y Moedler han medido 1,905 alturas, de
Diana al bello Endimion. Según la leyenda mitoló­ las cuales seis pasan de 2,600 toesas, y veintidós pa­
gica, el león de Nemea recorrió los campos de la san de 2,400 (3). La mas alta cima sobresale de la
Luna antes de su aparición en la Tierra, y el poeta superficie del disco lunar 3,801 toesas.
Agesianax, citado por Plutarco, celebró en sus ver­ Al mismo tiempo se completaba el reconocimiento
sos aquella amable boca, aquella nariz encantadora, del disco de la Luna, el cual aparecía acribillado de
aquellos dulces ojos, formados por las partes lumino- cráteres, confirmándose en todas das observaciones
sas de la adorable Setena. su naturaleza esencialmente volcánica. De la falta de
Pero si bien losant guos comprendieron á las mil I refracción en los rayos de Iqs planetas que ella ocul­
maravillas el carácter, el temperamento, en una pa­ ta, se deduce que le falta casi absolutamente atmós­
labra, las cualidades morales de la Luna bajo el . fera. Esta carencia de aire supone falta de agua, y de
punto de vista mitológico, los mas sabios que había consiguiente los selenitas, para vivir en semejantes
entre ellos permanecieron muy ignorantes en sele­ condiciones, deben tener una organización especial
nografía. y diferenciarse singularmente de los habitantes de la
Sin embargo, algunos astrónomos de épocas remo­ Tierra.
tas descubrieron ciertas particularidades confirmadas Por último, gracias á nuevos métodos, instrumen­
jWffSmpnte por la ciencia. Si bien los arcadios pre- tos mas perfeccionados registraron ávidamente la
tendieron haberliabitado la Tierra en una época en ¡ Luna, no dejando inexplorado ningún punto en su
que la Luna no existia aun, si bien Simplicio la creyó , hemisferio, no obstante medir su diámetro 2,150 mi­
inmóvil y colgada de la bóveda de cristal, si bien Ta- ! llas, (4) y ser su superficie igual á una 13’ parte de
sio la consideró como un fragmento desprendido del de la del globo, (5) y su volumen una 49a parle del
disco solar, si bien Clearco, el discípulo de Aristóte- > de la esfera terrestre; pero ninguno de estos secretos
les, hizo de ella un bruñido espejo en que se relie- , ’podía serlo eternamente para los sabiqs astrónomos,
jaban las imágenes del Océano, si bien otros, en íin, que llevaron mas lejos aun sus prodigiosas observa­
no vieron en ella mas que una acumulación de vapo­ ciones.
res exhalados por la Tierra, ó un globo medio fuego, Ellos notaron que, durante el plenilunio, el disco
medio hielo, que giraba alrededor de sí mismo, algu­ aparecía en ciertas partos surcado de líneas blancas,
nos sabios, por medio de observaciones sagaces, á y durante las fases, marcado de líneas negras. Estu­
falta de instrumentos de óptica, sospecharon la ma­ diando estas líneas con mayor precisión , llegaron á
yor parte de las leyes que rigen al astro de la noche. ( darse exacta cuenta de su naturaleza. Aquellas lineas
Thales de Mileto, 460 años antes de Jesucristo^ ¡ eran surcos largos y estrechos, abiertos eulre bordes
emitió la opinión de que la Luna estaba iluminada paralelos que terminaban generalmente en las már­
por el Sol. Aristarco de Samos dió la verdadera es- genes de los cráteres. Tenían una longitud compren­
plicacion de sus fases. Cleoménes enseñó que bri­ dida entre 10 y 100 millas, y una anchura de 800
llaba con una luz reflejada. El caldeo Beroso descu­ toesas. Los astrónomos las llamaron ranuras, pero
brió que la duración de su movimiento de rotación darles este nombre es todo lo que supieron hacer.
era igual á la de su movimiento de revolución, y asi En cuanto á averiguar si eran lechos secos de anti­
esplicó cómo la Luna presenta siempre la misma faz. guos ríos, no pudieron resolverlo de una manera
Por último, Hiparso, dos siglos antes de la era cris­ concluyente. Los americanos esperaban poder, un
tiana, reconoció algunas desigualdades en los movi­ día ú otro, determinar este hecho geológico. Se re­
mientos aparentes del satélite de la Tierra. servaban igualmente la gloria de reconocer aquella
Estas distintas observaciones se confirmaron des­ serie de parapetos paralelos descubiertos en la su­
pués, y de ellas sacaron partido nuevos astrónomos. perficie de la Luna por Gruilhuysen, sabio profesor de
Tolomeo, en el siglo II, y el árabe Aboul-Wefa, en el si­ Munich, que las consideró como un sistema de forti­
glo X, completaron las observaciones de Hiparco, ficaciones levantadas por los ingenieros selenitas.
sobre las desigualdades que sufre la Luna siguiendo
la línea tortuosa de su órbita, bajo la acción del Sol.
Después Copérnico, (2) en el siglo XV, y Tycho Brahe (3, La altura de! Mont-Blanc e, de 4,813 metros sobre el nivel
I dei mar.
(1) Unos veintinueve dias y medio. | (4) 869 leguas, es decir, algo mas de una cuarta parte del radio
(2) Véase Lee Fondateurx de 1‘Astronomie moder/ie. admirable terrestre.
libro de M. J. Berlran<l,del Instituto. l (5,i 38.000 000 de kilómetros cuadrados.
BIBLIOTECA ILUSTRADA DE GASPAR Y RülG.
Estos dos puntos, aun oscuros, y otros sin duda, no ríodo de tiempo, o sea en veinte y siete dias y un
podían aclararse definitivamente, sino por medio de tercio (1).
una comunicación directa con la Luna. El movimiento de rotación es el que crea el dia y
En cuanto á la intensidad de su luz, nada había la noche en la superficie de la Luna, pero no hay mas
que aprender, pues ya se sabia que es 300,000 ve­ que un dia ni mas que una noche para cada mes lu­
ces mas débil que la del Sol, y que su calor no ejer­ nar, durando cada uno trescientas cincuenta y cua­
ce sobre los termómetros ninguna acción opreciable. tro horas y un tercio. Afortunadamente para ella , el
Respecto del fenómeno conocido con el nombre de hemisferio que mira al globo terrestre está alumbrado
luz cenicienta, se esplica naturalmente por el efecto por este con una intensidad igual á la luz de catorce
de los rayos del Sol rechazados de la Tierra á la Lu­ Lunas. En cuanto al otro hemisferio, siempre invisi­
na, los cuales completan al parecer el disco lunar, ble, tiene, como es natural, trescientas cincuenta y
cuando éste se presenta en cuarto creciente ó men­ cuatro horas de una noche absoluta, algo atemperada
guante. por la pálida claridad que cae de las estrellas. Este
Tal era el estado délos conocimientos adquiridos fenómeno se debe únicamente á que los movimientos
sobre el satélite de la Tierra, que el Gun-Club se de rotación y revolución se verifican en un período de
propuso completar bajo todos los puntos de vista, tiempo rigurosamente igual, fenómeno común, según
cosmográficos, geológicos, políticos y morales. Cassini y Hers, á los satélites de Júpitér y muy pro­
bablemente á todos los otros.
Algún individuo muy aplicado, pero algo duro de
mollera, no comprendía fácilmente que si la Luna
CAPITULO VI. presentaba invariablemente la misma faz á la Tierra
durante su revolución, fuese esto debido á que en el
LO QUE NO ES POSIBLE DUDAR Y LO QUE NO ES PER­ mismo período de tiempo describía una vuelta al re­
MITIDO CREER EN LOS ESTADOS-UNIDOS. dedor de sí misma. A esto se le decía:—«Vete á tu
comedor, da una vuelta alrededor de la mesa mirando
La proposición de Barbicane había tenido por re­ siempre su centro, y cuando hayas concluido tu paseo
sultado inmediato el poner sobre el tapete todos los circular, habrásdado una vuelta alrededor de tí mismo,
hechos astronómicos relativos al astro de la noche. puesto que tu vista habrá recorrido sucesivamente to­
Todos los ciudadanos de la Unión se dieron a estu­ dos los puntos del comedor. Pues bien : el comedor
diarlo asiduamente. Hubiérase dicho que la Luna es el Cielo, la mesa es la Tierra, y tú eres la Luna.»
aparecía por primera vez en el horizonte y que nadie — Y el discípulo quedaba encantado de la compara­
hasta entonces la había entrevisto en el cielo. Se hizo ción.
de moda, era el alma de todas las conversaciones, sin Tenemos, pues, que la Luna presenta incesante­
menoscabo de su modestia, y tomó sin envanecerse mente el mismo hemisferio á la Tierra, si bien, para
un puesto de preferencia entre las Estrellas. Los pe­ brillar con toda exactitud, debemos añadir que, á
riódicos reprodujeron las anécdotas añejas, en que el consecuencia de cierto balance ó bamboleo del Norte
Sol de los lobos figuraba como protagonista; recorda­ al Sur y del Oeste al Este llamado libración, se deja
ron las influencias que le atribuía la ignorancia de las , ver un poco mas de la mitad de su disco, ó sea cin­
primeras edades; la cantaron en todos los tonos, y cuenta y siete centésimas partes de él próximamente.
poco la faltó para oue citasen de ella algunas frases 1 Luego que los ignorantes por lo que atañe al mo­
ingeniosas. La América entera se sintió acometida de vimiento de rotación de la Luna SMpwroiLXanLc-TxfnTú-
selenomanía. el director del Observatorio de Cambridge, se ocupa­
Las revistas científicas trataron mas especialmente ron de su movimiento de revolución alrededor de la
las cuestiones que se referian á la empresa del Gun . Tierra, y veinte revistas científicas les instruyeron
Club, y publicaron , comentándola y aprobándola sin inmediatamente. Entonces supieron que el firma­
reserva, la carta del observatorio de Cambridge. mento, con su infinidad de estrellas, puede conside­
A nadie, ni aun al inas lego de los yankees, estaba rarse como un vasto cuadrante en que la Luna so
permitido ignorar uno solo de los hechos relativos á pasea indicando la hora verdadera á todos los habi­
su satélite, ni respecto del particular se hubiera tam­ tantes de la Tierra. Supieron también que en este
poco tolerado que las viejas mistress de menos cacu­ movimiento el astro de la noche presenta sus diferen­
men hubiesen admitido supersticiosos errores. La tes fases; que la Luna es llena cuando se halla en
ciencia llegaba á todas partes bajo todas las formas oposición con el Sol, es decir, cuando los 1res astros
imaginables; penetraba por los oídos, por los ojos, se hallan sobre la misma línea, estando la Tierra en­
por los sentidos todos; en una palabra, era imposible medio; que la Luna es nueva cuando se halla en con­
ser un asno... en astronomía. junción con el Sol, es decir, cuando se halla entre la
Hasta entonces la generalidad ignoraba cómo se Tierra y él, y por fin que la Luna se halla en su pri­
había podido calcular la distancia que separa la Luna mero ó su último cuarto cuando forma con el Sol y
de la Tierra. Los sabios se aprovecharon de las cir­ la Tierra un ángulo recto del cual ocupa el ver-
cunstancias para enseñar hasta á los mas negados tice.
que la distancia se obtenía midiendo el paralaje de la Algunos yankees perspicaces deducían entonces Ja
Luna. Y si la palabra paralaje les dejaba á oscuras, consecuencia de que Jos eclipses no pueden producir­
decían que paralaje es el ángulo formado por dos lí­ se sino en las épocas de conjunción ó de oposición, y
neas rectas que parten á la Luna desde cada una de raciocinaban perfectamente. En conjunción la Luna
las estremidades del radio terrestre. Y si alguien du­ tuede eclipsar al Sol, al paso que en oposición es la
daba de la perfección de este método , se le probaba ierra quien puede eclipsar á la Luna, y si estos
inmediatamente que esta distancia media, no sólo era eclipses no sobrevienen dos veces al mes, se debe á
de 234,347 millas (—94,330 leguas), sino que los que el plano en que se mueve la Luna está inclina­
astrónomos no se equivocaban ni en 70 millas (—30 do sobre la elíptica, ó, en otros términos, sobre el pla­
leguas). no en que se mueve la Tierra.
A los que no estaban familiarizados con los movi- ' Respecto á la altura que el astro de la noche puede
mientos de la Luna, los periódicos les demostraban alcanzar en el horizonte, la carta del Observatorio de
diariamente que la Luna posee dos movimientos dis- , Cambridge había ya dicho cuanto podía apetecerse.
tintóaj ftl primero lia i aao de rotación alrededor de
su eje, y el segundo llamado de revolución alrede- ! (1) Es la duración de la revolución sideral, es decir, el lempo
dor de la Tierra, verificándose los dos en igual pe- que tarda la Luna en volver ¿ una misma estrella.
1>E LA TIERRA A LA LUNA. <7
Todos sabían que la altura varía según la latitud del esta parte del globo, á fin de que el proyectil pudiera
lugar desde el cual se observa. Pero las únicas zonas avanzar perpendicularmente y sustraerse mas pronto
del globo en que la Luna pasa por el cénit, es decir, ¡ á la acción ae la gravedad. Esta condición era esen-
en que se coloca directamente encima de la cabeza cial para el buen resultado de la empresa, y no deja-
de los que la contemplan, se hallan necesariamente ba de preocupar vivamente la opinión pública,
comprendidas entre los 28° paralelos y el ecuador. i En cuanto á la línea que sigue la Luna en su revo-
De aquí la importancia suma de la recomendación de ] lucion al rededor de la Tierra, el Observatorio de
hacer el esperimento desde un punto cualquiera de Cambridge se había espresadotan claramente que los

FASES DE LA LUNA

/son

Creciente g Menguo tr
i
w
TIERRA

Prime?
Oanrto.

Luna llena
Vista «le la Luna.

mas ignorantes comprendieron que es una línea cur­ desgracia irreparable de que acusaban al astro ra­
va entrante, una elipse, y no un círculo, en que la diante. Verdad es que cuando se les hacia notar que
Tierra ocupa uno de los focos. Estas órbitas elípticas los cometas tienen una atmósfera y que la Luna care­
son comunes á todos los planetas y á todos los satéli­ ce de ella ó poco menos, se encogían de hombros sin
tes, y la mecánica racional prueba rigorosamente que saber qué responder.
no puede ser otra cosa. Para todos fue evidente que Otros, pertenecientes al gremio de los meticulo­
la Luna se halla lo mas lejos posible de la Tierra es­ sos, manifestaban respecto de la Luna cierto terror
tando en su apogeo y lo mas cerca en su perigeo. pánico. Habían oído decir que, según las observacio­
Hé aquí, pues, lo que todo americano sabia de gra­ nes hechas en tiempo de los califas, el movimiento de
do ó fuerza y lo que nadie podía ignorar decente­ rotación de la Luna se aceleraba hasta cierto punto,
mente. Pero si muy fácil fue vulgarizar rápidamente de lo que dedujeron, lógicamente sin duda,queá una
estos principios, no lo fue tanto desarraigar muchos aceleración de movimiento debía corresponder una
errores y ciertos miedos ilusorios. disminución de distancia entre los dos astros, y que
Algunas almas pacatas sostenían que la Luna era prolongándose hasta lo infinito este doble efecto, la
un antiguo cometa que, recorriendo su órbita alrede­ Luna al lin y al cabo había de chocar con la Tierra.
dor del Sol, pasó ¡unto á la Tierra y se detuvo en su Debieron, sin embargo, tranquilizarse y dejar de temer
círculo de atracción. Asi pretendían espiiear los as­ por la suerte de las generaciones futuras, cuando se
trónomos de salón el aspecto ceniciento de la Luna, les demostró que, según los cálculos del ilustre mate-
!8 BIBLIOTECA ILUSTRADA DE GASPAR Y ROIC.
mático francés Laplace, esta aceleración de movi­ —¡Oh! ¡labalística! ¡labalística! esclamóJ. T. Mas­
miento oslaba contenida dentro de límites muy estre­ ton con voz conmovida.
chos, y que no lardaría en suceder á ella una dismi­ —Tal vez hubiera parecido mas lógico, repuso
nución proporcional. El equilibrio del mundo solar no Barbicano, dedicar esta primera sesión á la discusión
podía de consiguiente alterarse en los siglos veni- del canon...
ñeros. —En efecto, respondió el general Morgan.
Quedaba en último término la clase supersticiosa —Sin embargo, repuso Barbicane, después de
de los ignorantes, que no se contentan con ignorar, maduras reflexiones, me ha parecido que la cuestión
sino que saben lo que no es, y respecto de la [.una del proyectil debía precederá la del cañón, y que las
sabían demasiado. Algunos de ellos consideraban su dimensiones de este debían subordinarse á las de
disco como un bruñido espejo por cuyo medio se po­ aquel.
dían ver desde distintos puntos de la tierra y comu­ —Pido la palabra, esclamó J. T. Maston.
nicarse sus pensamientos. Otros pretendían que de Se le concedió la palabra con la prontitud y espon­
las mil Lunas nuevas observadas, novecientas cin­ taneidad á que le hacia acreedor su magnífico pa­
cuenta habían acarreado notables perturbaciones, sado.
tales corno cataclismos, revoluciones, terremotos, I —Mis dignos amigos, dijo con acento inspirado,
diluvios, pestes, etc., os decir que creían en la in­ nuestro presidente tiene razón en dar á la cuestión
fluencia misteriosa del astro de la noche sobre ios del proyectil preferencia sobre todas las otras. La
destinos humanos. I.a miraban como el verdadero bala que vamos á enviar á la Luna es nuestro men­
contrapeso de la existencia; creían que cada selenita sajero, nuestro embajador, y os suplico que me per­
correspondía á un habitante de la Tierra al cual es­ mitáis considerarle bajo un punió de vista puramen­
taba unido por un lazo simpático; decían con el te moral.
doctor Mead que el sistema vital lo está enteramente Esta manera nueva de examinar un proyectil esci-
sometido, y sostenían con una convicción profunda 10 singularmente la curiosidad de los miembros de la
que los varones nacen principalmente durante la comisión, por lo que escucharon con la mas viva
Luna nueva y las hembras en el cuarto menguante, 1 atención las palabras de J. T. Maston.
etcétera, etc. Pero tuvieron, en fin, que renunciar á i —Mis queridos colegas, repuso este, seré breve.
tan groseros errores y reconocer la verdad, y si bien Dejaré á un lado la bala física, la bala que mata, para
la Luna, despojada de su supuesta influencia, perdió no ocuparme mas que de la bala matemática, la Itala
en el concepto de ciertos cortesanos de todos los po­ moral. La bala es para mí la mas brillante manifesta-
deres, si algunos la volvieron la espalda, se declaró , cien del poder humano; este se resume en ella todo
partidario suyo la inmensa mayoría. En cuanto á l< s entero; creándola es como el hombre se ha acercado
yankees, no abrigaban mas ambición que la de to­ i mas al Criador.
mar posesión de aquel nuevo continente de los aires I —¡Muy bien! dijo el mayor Elphiston.
para enarbolar en la mas erguida cresta de sus mon­ — En efecto, esclamó el orador, si Dios ha hecho
tañas el poderoso pabellón, salpicado de estrellas, de , las estrellas y los planetas, el hombre ha hecho la
los Estados-Unidos de América. | bala, este criterio de las velocidades terrestres, esta
reducción de los astros errantes en el espacio, que cu
definitiva tampoco son mas que proyectiles. ¡A Dios
CAPITULO VIL ¡ corresponde la velocidad de la electricidad, la veloci-
' dad de la luz, la velocidad de las estrellas, la veloci­
EL HIMNO’DEL PROYECTIL. dad do los cometas, la velocida^rfeHos píüiiieftrey-te-
velocidad de los satélites, la velocidad del sonido, la
En su memorable carta del 7de octubre, el Obsei" I velocidad del viento! ¡Pero á nosotros la velocidad de
vatorio de Cambridge había tratado la cuestión bajo la bala, cien veces superior á la de los trenes y á la
el punto de vista astronómico. Pero era preciso resol­ de los caballos mas rápidos!
verla mecánicamente. En este c< ncepto las dificul­ J. T. Maston estaba arrebatado; su voz tomaba
tades prácticas hubieran parecido insuperables á acentos líricos cantando este himno sagrado de la
cualquier otro país que no hubiese sido América. En hala.
los Estados-Unidos pareció cosa de juego. —¿Queréis cifras? repuso, ¡os las presentaré elo­
El presidente Barbicune había nombrado, sin pér­ cuentes! Fijaos sencillamente en la modesta bala de
dida ile tiempo, en el seno del (¡un-CInb una comi­ veinte y cuatro (1); si bien corre con una velocidad
sión ejecutiva. Esta comisión debía en tres sesiones ochocientas mil veces menor que la de la electrici­
dilucidar las tres grandes cuestiones del canon, del dad, seiscientas cuarenta mil veces menor que la de
proyectil y de las pólvoras Se c< mponia de cuatro la luz, setenta y seis veces menor que la de la Tierra
miembros muy conocedores de estas materias,'Bar­ en su movimiento de traslación alrededor del Sol, sin
bicano, con voto preponderante en caso de empate, el embargo, al salir del cañón, escede en rapidez al so­
general Morgan, el mayor Elphislon y el inevitable nido (2), avanza 200 toesas por segundo, 2,000 toe-
J. T. Maston, á quien se confiaron las funciones de sasen diez segundos, 4 4 millas por minuto (—6 le­
secretario. guas), 840 millas por hora (—360 leguas), 20,400mi-
El 8 de octubre, la comisión se reunió en casa del llas por día (—8,640 leguas), es decir, la velocidad de
presidente Baibicane, 3, Republican-street. Como los puntos del ecuador en el movimiento de rotación
importaba mucho que el estómago no turbase con del globo 7.336,500 millas por año (—3.455,760 le­
sus gritos una discusión tan grave , los cuatro miem­ guas). Tardaría, pues, once dias en trasladarse á la
bros del Gun-Club se sentaron á una mesa cubierta Luna, doce años en llegar al Sol, trescientos sesenta
de sandwiclia y de enormes teteras. En seguida años en alcanzar á Neptur.o en los límites del mundo
J. T. Maston fijó su pluma en su brazo postizo, y em­ solar. ¡lié aquí lo que baria esta modesta bala, obra
pezó la sesión. de nuestras manos! ¿Qué será, pues, cuando hacien­
Barbicano tomó la palabra. do esta velocidad veinte veces mayor, la lancemos con
—Mis queridos colegas, dijo, estamos llamados á ui rapidez de 7 millas por segundo? ¡Bala soberbia!
resolver Uno de los mas importantes problemas de la ¡e:.; ándido proyectil! ;nie complazco en pensar quo
balística, tai Ciencia por escelencia, que trata del mo­
vimiento dó los proyectiles, es decir de los cuerpos
(1) Es decir que pesa ¿4 titiras.
lanzados»] espacio poruña fuerza de impulsion cual­ (2) Asi es que cuando se ’a oido el estampido de la boca de
quiera y abandonados luego á sí mismos. furgo, e) que lo ha oído no ¡ nede ya ser herido por la bala.
DL LA TIERR.l A LA LINA. i9
serás allá arriba recibido con los honores debidos á un objetos cuyo volúmen es de 60 pies, son perfecta­
embajador terrestre! mente visibles. Si no se ha llevado rnas lejos el poder
Entusiastas hurrahs acogieron esta retumbante de penetración de los telescopios, ha sido porque este
peroración, y J. T. Maston, muy conmovido, se sen­ poder no se ejerce sino en menoscabo déla claridad,
tó entre las felicitaciones de sus colegas. y la Luna que no es mas que un espejo reflector, no
—Y ahora, dijo Barbicano, que hemos pagado un envía una luz bastante intensa para que se pueda
tributo á la poesía, vámonos directamente al grano. llevar el aumento mas allá de este límite.
—Vamos a! grano, respondieron los miembros de! — ¿Qué pensáis, pues, hacer? preguntó el general.
comité echándose cada uno al coleto media docena de ¿Daréis ¡i vuestro proyectil un diámetro de 60 pies?
sandwichs. —¡No!
—Ya sabéis cuál es el pro', lema que hay que re­ —¿Os comprometéis, pues, á volver la Luna mas
solver, repuso el presidente. Se trata de dar á un luminosa?
proyectil una velocidad de 12,000 yardas por segun­ —Precisamente.
do. Tengo motivos para creer que lo conseguiremos. — ¡Me gusta la ocurrencia! esclamó J. T. Maston.
Pero ahora examinemos las velocidades obtenidas —Es una cosa muy sencilla, respondió Barbicane.
hasta la fecha. Acerca del particular el general Mor- Si se llega á disminuir la densidad de la atmósfera que
gan podrá instruirnos. atraviesa la luz de la Luna, ¿no es evidente que se ha­
—Tanto mas, respondió el general, cuanto que, brá vuelto esta luz mas intensa?
durante la guerra, era miembro de la comisión de es- —Evidentemente.
perimentos. Os diré, pues, que los cañones de á 100 —Pues bien, para obtener este resultado, me bas­
de Dahlgreen, que alcanzaban á 2,500 toesas, daban tará colocar mi telescopio en alguna montaña eleva­
á su proyectil una velocidad inicial de 500 yardas por da, y es lo que haremos.
segundo. —Convenido, convenido, respondió el mayor; ¡tu­
—Bien. ¿Y el columbiad (1) Rodman? preguntó el néis una manera de simplificar las cosas!... ¿Y qué
presidente. aumento esperáis obtener asi?
—El columbiad Rodman , ensayado en el fuerte — Un aumento de cuarenta y ocho mil veces, que
Hamillon, lanzaba una bala de inedia tonelada de nos pondrá la Luna á una distancia que será no mas
pesoá una distancia de 6 millas, con una velocidad que de 5 millas, y los objetos para ser visibles no ne­
de 800 yardas por segundo, resultado que no han cesitarán tener mas que un diámetro de 9 pies.
obtenido “nunca en Inglaterra Amstrong y Palliser. —¡Perfectamente! esclamó J. T. Maston. ¿Nuestro
—¡Oh! ¡los ingleses! murmuró J. T. Maston vol­ proyectil va á tener, pues, 9 pies de diámetro?
viendo hácia el horizonte del Este su formidable —Ni mas ni menos.
mano postiza. —Permitidme deciros, sin embargo, repuso el
—¿Asi pues, repuso Barbicane, 800 yardas son el mayor Elphiston, que aun asi será un peso tal...
máximo déla velocidad alcanzada hasta ahora? —¡Oh! mayor, respondió Barbicane, antes de dis­
—Sí, respondió MorgaD. cutir su peso, permitidme deciros que nuestros pa­
—Diré sin embargo, replicó J. T. Maston, que si dres hacían en este género maravillas. Lejos de mí
mi mortero no hubiese reventado... la idea de que la balística no ha progresado, pero
—Sí, pero reventó, respondió Barbicane con un bueno es saber que ya en la edad media se obtenían
ademan benévolo. Tomemos, pues, por punto de resultados sorprendentes, y aun me atreveré ú decir
partida la velocidad de 800 yardas. La necesitamos mas sorprendentes que los nuestros.
veinte veces mayor. Dejando para otra sesión la dis- i —Eso contádselo á mi abuela, replicó Morgan.
cusion de los medios destinados á producir esta ve­ —Justificad vuestras palabras, esclamó al mo­
locidad, llamo vuestra atención, mis queridos cole­ mento J. T. Maston.
gas, sobre las dimensiones que conviene dar á la —Nada mas fácil, respondió Barbicane, puedo
bala. Bien comprendéis que no se trata ahora de pro­ citar ejemplos en apoyo de mi aserción. En el sitio
yectiles que pesen media tonelada. que puso a Conslantinopla Mahomel II, en 1543, se
—¿Por qué no? preguntó el mayor. lanzaron balas de piedra que pesaban 1,900 libras,
—Porque, respondió al momento J. T. Maston, se . que serian de un regular tamaño.
necesita una bala que sea bastante grande para lia- j —¡Oh! ¡oh! esclamó el mayor; muchas libras
mar la atención de los habitantes de la Luna, en el son 1,900.
supuesto de que la Luna tenga habitantes. —En Malta, en tiempo de los caballeros, cierto
—Si, respondió Barbicane, y también por otra ra­ cañón del fuerte de San Tolmo arrojaba proyectiles
zón aun mas importante. que pesaban 2,500 libras.
—¿Qué queréis decir, Barbicane? preguntó el —¡Imposible!
mayor. ' 1 —Por último, según un historiador francés, bajo
— Quiero decir que no basta enviar un proyectil el reinado de Luis XI había un mortero que arrojaba
para no volverse á ocupar de él; es menester que le I una bomba de 5,000 libras de peso solamente; pero
sigamos durante su viaje hasta el momento de llegar 1 esta bomba, partiendo do la Bastilla, que era un
á su destino. punió en que los locos encerraban á los cuerdos, iba
—¡Cómo! dijeron el general y el mayor algo sor- ¡ á caer á Charenlon, que es un punto en que los
prendidos de la proposición. 1 cuerdos encierran á los locos.
—Sin duda, repuso Barbicane con la seguridad de 1 —¡Imposible!
un hombre que sabe lo que se dice, de otra suerte —¡Muy bien! dijo J. T. Maston.
nuestro esperimento no produciría ningún resultado. —¿Qué hemos visto nosotros después, en resumi­
—¿Pero entonces, replicó el mayor, vais á dar al das cuentas? ¡ Los cañones Armstrong, que disparan
proyectil dimensiones enormes? balas de 500 libras, y los cohnnbiads Rodman, que
—No, escuchadme. Ya sabéis que los instrunien- ' disparan balas de media tonelada! Parece, pues,
tos de óptica han adquirido una perfección suma. que si los proyectiles han ganado en alcance, en
Con ciertos telescopios se han llegado á obtener au­ peso mas han perdido que ganado. Haciendo los de­
mentos de seis mil veces el tamaño netural, y acer­ bidos esfuerzos, llegaremos con los progresos de la
car la Luna á unas 16 leguas. A esta distancia, los ciencia á decuplicar el peso de las balas de Mahu-
met II y de los caballeros de Malta.
(1) Los americanos dan c) nombre de columb:ad á estas enor- '
—Es evidente, respondió el mayor, ¿pero de qué
Oes máquinas de destrucción. metal pensáis echar mano para el proyectil?
20 BI8LI0TECA ILUSTRABA DE CASCAR Y ROIG.
—Óel hierro fundido pura y simplemente, dyo el —Entonces repuso el mayor Elplnston, puesto
general Morgan. que el peso de la hala es proporcionado á su volu­
—¡Hierro fundillo! eselamó J. T. Maston con pro­ men, una bala de hierro fundido, que mida 9 ¡lies de
fundo desden. El hierro es un ni dal muy ordinario diámetro, pesará horriblemente.
para una bala destinada ¡í hacer una visita á la —Horriblemente, sí es maciza; pero no si es hue­
Luna. ca, dijo B irbicane.
—No e.xageroino.s, mi distinguí lo amigo, respon­ — ¡llueca! ¿será, núes, una granada?
dió Morgan; el hierro fundido bastará. — ¡En que se podrán meter partes! replicó J.T.

El r.oluwluad /{"difinr.

Maston; ¡y muestras de nuestras producciones ter­ hierro fundido, para no pesar masque 20,000 libras?
restres! | Nuestro hábil calculador, el intrépido Maston, va á
—Si, una granada, respondió Barbicano, no puedo decírnoslo ahora misino.
ser otra cosa. Una bala maciza de 108 pulgadas po­ —Nada mas fácil, replicó el distinguido secreta­
saria mas de 200,000 libras, y este peso es evidente­ rio de la Comisión.
mente esees i v<>. Sin embargo, como es menester que Y sin decir mas, trazó algunas fórmulas algebrai­
el proyectil tenga cierta consistencia, propongo que­ cas en el papel, viéndose aparecer bajo su pluma X
so le consienta un peso de 20,000 libras. y mas X elevadas hasta la segunda potencia. Hasta
—¿Cuál será, pues, el grueso de sus paredes? pre­ pareció que estraia, sin tocarla, cierta raíz cúbica, y
guntó el mayor. dijo:
—Si seguimos la proporción reglamentaria, res­ —Las paredes no llegarán á tener el grueso de 2
pondió Margan, un diámetro de 108 pulgadas exigirá pulgadas.
paredes que no bajen de 2 pies. —¿Será suficiente? preguntó el mayor con un
—Seria demasiado, contestó Barbicano. Notad ademan dubitativo.
bien que no se traía de una bala destinada ¡í tala­ —No, evidentemente m>, respondió el presidente
drar planchas de hierro; basta, pues, que sus pare­ Barbicano.
des sean bastante fuertes para contrarestar la pre­ —¿Qué s(* luice. pues? repuso Elpliislon bastante
sión de los gases de la pólvora, lié aquí, pues, el perplejo.
problema: ¿Qué grueso debe tener una granada de —Emplear otro metal.
DE I.A TIERf A A LA LUNA. 21
-—¿Cobre? dijo Morgan. tre químico francés, lienry Sainte-Claire-Deville,
—Ño, es aun demasiado pesado, y hay otro mejor llegó eu 1854 a obtener el aluminio en masa com­
que os lo propongo. bada. Este precioso metal tiene la blancura de la
—¿Cuál? dijo el mayor. I )lala, la inalterabilidad del oro, la tenacidad del
—Aluminio, respondió Barbicano. fierro, la fusibilidad de) cobre y Ja ligereza del vi­
—¡Aluminio! esclamaron los tres colegas del pre­ drio. Se trabaja fácilmente, abunda en la naturaleza,
sidente. pues la alúmina forma la base de la mayor parte, de
—Sin duda, amigos míos. Ya sabéis que un ilus- las rocas, es tres veces mas ligero que el hierro, y

Vista ideal del cañón de J. T. Maslon.

parece haber sido creado espresamente para sumi­ —¿Cuánto pesará, pues, el proyectil? preguntó
nistrarnos la materia de que se ha de componer Morgan.
nuestro proyectil. —Hé aquí el resultado de mis cálculos, respondió
—¡Bien por el aluminio! esclamó el secretario de Barbicane; una bala de 180 pulgadas de diámetro y
la Comisión, siempre muy estrepitoso en sus mo­ de 12 pulgadas de grueso (1) pesaría , siendo de
mentos de entusiasmo. hierro colado, 67,440 libras, pero siendo de alumi •
—Pero, mi estimado presidente, dijo el mayor, nio, su peso queda reducido á 19,250 libras.
¿no es acaso el aluminio escesivamenle caro? —¡Perfectamente! esclamó Maston, no nos sepa­
—Lo era , respondió Barbicane; en los primeros ramos del programa.
tiempos de su descubrimiento, una libra de alu­ —Sí, perfectamente, replicó el mayor; ¿pero no
minio costaba de 260 á 280 dollars (—cerca de 1,500 veis que ú 18 dollars laUta|jel proyectil costará...
francos); después bajó á 20 dollars (150 francos), y —Ciento setenta pires mil doscientos cincuenta
actualmente vale 0 dollars (—48 francos 75' cén­ dollars (—928,437 francos 50 céntimos); pero no te­
timos.) máis amigos, no faltará dinero para nuestra empre­
—Aun asi, replicó el mayor, que no daba fácil­ sa, respondo de ello.
mente su brazo a torcer, es un precio enorme.
—Sin duda, mi querido mayor, pero no inase­ (1) Treinta centímetros; la pulgada americana equivale i Í5 mi
quible á nuestros medios. (¡metros.
o
22 BIBLIOTECA ILÚSTRALA DE GASPAR y ROlfi.
—Lloverá en nuestras cajas, replicó J. T. Maston. distancia en que se encuentra la Luna, su caula que­
—Pues bien, ¿qué os parece el aluminio? pregun­ daría reducida á cerca de media linca en el primer
tó el presidente. segundo, lo que es casi la inmovilidad. Trátase,
—Adoptado, respondieron los tres miembros de pues, de vencer progresionalmente esta acción del
la Comisión. peso. ¿Cómo la venceremos? Por la fuerza de impul­
—En cuanto á la forma de la bala, repuso Barbi­ sión.
cano, importa poco, pues, una vez traspasada la at­ —Hé aquí la dificultad, respondió el mayor.
mósfera, el proyectil se bailará en el vacío. Propon­ —En electo, repuso el presidente, pero la allana­
go por tanto que la bala sea redonda, para que gire remos, porque la fuerza de impulsión que necesita­
como bien le parezca y se conduzca del modo que le mos resulta de la longitud de la máquina y de la can­
dé la gana. tidad de pólvora empleada , hallándose esta limitada
Asi terminó la primera sesión do la Comisión. La por la resistencia de aquella. Ocupémonos ahora,
cuestión del proyectil estaba definitivamente resuel­ pues, de las dimensiones que hay que dar al cañón.
ta, y J. T. Maston no cabía de alegría en su pellejo, Téngase en cuenta que. podemos procurarle condi­
pensando que se iba á enviar una hala de aluminio á ciones de una resistencia infinita, si es licito hablar
los selenitas, lo que les daría una alta idea de los ha­ asi, pues no se tiene que maniobrar con él.
bitantes de la Tierra. —Es evidente, respondió el general.
—Hasta ahora, dijo Barbicano, los cañones mas
largos, nuestros enormes columbiads, no han pasado
CAPITULO VIH.
de 25 pies de longitud; mucha sorpresa causarán,
HISTORIA DEL CA>ON. pues, á la gente las dimensiones que tendremos que
adoptar.
Las resoluciones lomadas en la primera sesión —Sin duda , esclamó J. T. Maston. Yo propongo
produjeron en el esterior un grande efecto. I.a idea un cañón cuya longitud no baje de media milla.
de una balado 20,000 libras, atravesando el espacio, - —¡Media milla! esclamaron el mayor y el ge­
alarmaba un poco á los meticulosos. ¿Qué cañón , se neral.
preguntaban, podrá trasmitir jamás á semejante mole —Sí, media milla, y me quedo corlo.
una velocidad inicial suficiente? El proceso verbal de —Vamos, Maston, respondió Morgan, exageráis.
la segunda sesión de la Comisión debía responder —No, replicó el fogoso secretario, no sé en verdad
victoriosamente á esta pregunta. por qué me tacháis de exagerado.
Al dia siguiente por la noche, los cuatro miem­ —¡Porque vais demasiado lejos!
bros del Gun-Club se sentaban delante de nuevas —Sabed, señor, respondió J. T. Maslou, con so­
montañas de sandwiches, á la orilla de, un verdadero lemne gravedad, sabed que un artillero es como una
océano de té. La discusión empezó inmediatamente, bala, que no puede ir nunca demasiado lejos.
sin ningún preámbulo. La discusión tomaba un carácter personal, pero el
—Mis queridos colegas, dijo Barbicana, vamos á presidente intervino.
ocuparnos de la máquina que se ha de construir, de —Calma, amigos, calma, y raciocinemos. Se ne­
su longitud, de su forma,.de su composición y de cesita evidentemente un cañón de gran calibre,
su peso. Es probable que lleguemos tí darla dimen­ puesto que la longitud de la pieza aumentará la de­
siones gigantescas, pero por grandes que sean las di tención de los gases acumulados debajo del proyec­
íicultades, nuestro genio industrial las allanará fá­ til, pero es inútil pasar de ciertos limites.
cilmente. Tened , pues, la bondad de escucharme, y —Perfectamente, dijo el mayor.
no me. escatiméis las objeciones á quema ropa. No —¿Qué reglas hay para semejantes casos? Ordina­
las temo. riamente la longitud de un cañón es la de 2<» á 25
Un murmullo aprobador acogió esta declaración. veces el diámetro de la bala, y pesa de 235 á 240 ve­
—No olvidemos, repuso Barbicano, el punto á que ces mas que ésta.
ayer nos condujo nuestra discusión. El problema se —No hasta, esclamó J..T. Maston impetosa-
presenta ahora bajo esta forma: dar una velocidad mente.
inicial de 12,000 yardas por segundo á una granada —Convengo en ello, mi digno amigo. En efecto,
de 108 pulgadas de diámetro y de 20,000 libras de siguiendo la proporción indicada , para un proyectil
peso. que tuviese 9 pies de ancho y pesase 30,000 libras,
—Hé aquí el problema en efecto, respondió el ma­ el cañón no tendría mas qué una longitud de 225
yor Elphislon. pies y un peso de 7.20o,000 libras.
—Prosigo, repuso Barbicano. Cuando un proyec­ —Lo que es ridiculo, añadió J. T. Maston; tanto
til se lanza al espacio, ¿qué sucede? Se halla solici­ valdría echar mano de una pistola.
tado por tres fuerzas independientes, la resistencia —Lo mismoopino, respondió Barbicano, por loque
del medio, la atracción de la Tierra y la fuerza de propongo cuadruplicar esta longitud y construir un
impulsión de que está animado. Examinemos estas canon de 900 pies.
tres fuerzas. La resistencia del medio, es decir la El general y el mayor hicieron algunas objecio­
resistencia del aire, será poco importante. La atmós­ nes; pero sostenida resueltamente la proposición por
fera terrestre no tiene mas que 40 millas (cerca el secretario del Gun-Club, se adoptó definitiva­
de 16 leguas), que con una rapidez de 12,000 yardas mente.
el proyectil atravesará en cinco segundos, lo que —Ahora sepamos, dijo Elphislon, qué grueso de­
nos permite considerar la resistencia del medio como bemos dar á sus paredes.
insignificante. Pasemos á la atracción de la Tierra, es —Seis pies, respondió Barbicana.
decir al peso do la granada. Ya sabemos que este —¿Supongo que no intentareis colocar en una cji
peso disminuirá en razón inversa del cuadrado de las reña semejante mole? preguntó el mayor..
distancias. Hé aquí lo que la física nos enseña: cuan­ —¡Lo que. sin embargo seria Soberbio! dijo J. T.
do un cuerpo abandonado á sí mismo cae á la super­ Maston.
ficie do la tierra , su caída es de 15 pies (4) en el —Pero impracticable, respondió Barbicano. Creo
primer segundo, y si este mismo cuerpo fuese tras­ (pie se debe fundir el carnui en el punto mismo en
portado á 257,542 millas, ó,en otros términos, á la ¡pie se ha de disparar; ponerle, abrazaderas de. hierro
forjado, y rodearlo do una (dirá de manipostería, de
(i) O se» 4 mel. 90 cenlímet. en rl primer segundo; ¡I 1j distan­ modo que participe de toda la resistencia del terreno
cia en que se encuentra la Luna no seria mus que de i milím. '/a,
ó 590 miiésimas de línea. i circunstante, rundida la pieza, se pulirá el ánima
DE LA TIERRA A LA LUNA.
para impedir el viento (i) de la bala, y de este modo —Pero el hierro fundido es muy frágil, respondió
no habrá pérdida de gas, y toda la fuerza expansiva Morgan.
de la pólvora se invertirá en la impulsión. —Sí, pero también muy resistente. Además, no
—¡Bravo! esclamó J. I. Maston, ya tenemos nues­ reventará, respondo de ello.
tro cañón. Un cañón puede reventar y ser bueno, replicó sen­
—¡No todavía! respondió Barbicane calmando con tenciosamente J. T. Maston, abogando pro aomu sua
la mano á su impaciente amigo. j como si se sintiese aludido.
—¿Por qué? | —Es evidente, respondió Barbicane. Me permito,
—Porque hasta ahora no hemos discutido aun su I pues, suplicar á nuestro digno secretario que calcule
forma ¿Será un cañón, un obus ó un mortero? el peso de un cañón de hierro fundido de 900 pies
—Un canon, respondió Morgan. de longitud y de un diámetro interior ó calibre de 9
—Un obus, replicó el mayor. pies, con un grueso de 0 pies en sus paredes.
—Un mortero, esclamó j. T. Maston. —Al momento, respondió J. T. Maston.
Iba á empeñarse una nueva discusión que prome­ Y como lo había hecho en la sesión anterior, puso
tía ser bastante acalorada , y cada cual preconizaba sus fórmulas con una maravillosa facilidad, y dijo al
su arma favorita, cuando intervino el presidente. cabo de un minuto:
—Amigos míos, dijo, voy á poneros á todos de —El cañón pesará 68,040 toneladas (—68.040,000
acuerdo. Nuestro columbiad participara á la vez de kilógramos).
las tres bocas de fuego. Será un cañón, porque la —¿Y á 2 céntimos la libra (—10 céntimos), cos­
recámara y el ánima tendrán igual diámetro. Será tará?...
un obus, porque disparará una granada. Será un —Dos millones quinientos diez mil setecientos y
mortero,, porque se apuntará formando en el hori­ ' un dollars (—13.608,000 francos).
zonte un ángulo de noventa grados, y, además, le J. T. Maston, el mayor y el general miraron con
será imposible retroceder, estará fijo en tierra, y asi inquietud á Barbicano.
comunicará al proyectil toda la fuerza de impulsión —Señores, dijo éste, repito lo que dije ayer; estad
acumulada en sus entrañas. tranquilos, los millones no nos" fallarán.
—Adoptado, adoptado, respondieron los miembros Dadas estas seguridades por el presidente, la Co­
de la comisión. misión se separó, quedando citados lodos sus indivi­
—Permitidme una sencilla reflexión, dijo Elphis- duos para el día siguiente en que celebraron la tor­
ton; ¿este cañon-obus-mortero será rayado? cera sesión.
—Ño, respondió Barbicane, no; necesitamos una
velocidad inicial enorme, y ya sabéis que la bala sale ' CAPITULO IX.
con menos rapidez de los cánones rayados que de los < LA CUESTION DE LAS PÓLVORAS, o
lisos.
—Justamente. Aun había que tratar la cuestión de las pólvoras.
— ¡En fin, ya es nuestro! repitió J. T. Maston. Esta última decisión era aguardada con ansiedad por
—Aun falta algo, replicó el presidente. el público. Dadas la magnitud del proyectil y la lon­
—¿Qué falta? 1 gitud del canon, ¿cuál seria para producir la impul­
—Aun no sabemos de qué metal se ha de com­ sión la cantidad de pólvora necesaria? Este agente
poner. terrible, cuyos efectos sin embargo ha dominado el
—Decidámoslo sin demora. hombre, iba á ser llamado para desempeñar su pa­
—Iba á proponéroslo. pel en proporciones insólitas.
Los cuatro miembros de la Comisión se zamparon . Se cree generalmente y se repite sin cesar que la
una docena de sandwichs por barba seguidos de una , pólvora fue inventada en el siglo XIV por el fraile
buena taza dote, y siguió la discusión. Schwarlz, cuyo descubrimiento le costó la vida. Pero
—Dignísimos colegas, dijo Barbicane, nuestro ca­ en la actualidad e3tá casi probado que esta historia
ñón debe tener mucha tenacidad y dureza, ser in Ri­ se debe colocar entre las leyendas de la edad media.
sible al calor, ser inoxidable é indisoluble á la acción La pólvora no ha sido inventada por nadie; resulta
corrosiva de los ácidos. directamente del fuego griego, compuesto como ella
—Acerca del particular no cabe la menor duda, de azufre y salitre, si bien estas mezclas, que en el
respondió el mayor, y como será preciso emplear una fuego griego no eran mas que mezclas de dilatación,
cantidad considerable de metal, la elección no puede en la pólvora, tal como se conoce actualmente, al in ■
ser dudosa. llamarse producen un estrépito.
—Entonces, dijo Morgan, propongo para la fabri­ Pero si bien los eruditos conocen perfectamente la
cación del columbiad la mejor elección que se cono­ falsa historia de la pólvora, pocos son los que saben
ce, es decir cien partes de cobre, doce de estimo y darse cuenta de su poder mecánico, sin cuyo conoci­
seis de latón. miento no es posible comprender la importancia del
—Amigos míos, respondió el presidente, convengo asunto sometido á la Comisión.
en que la composición que se acaba de proponer ha Un litro de pólvora pesa próximamente 2 libras
dado resultados escelentes^pero costaría mucho y se (—900 gramos) (2), y produce inflamándose 400 li­
maneja difícilmente. Creo, pues, que se debe adop­ bras de gases, que haciéndose libres, y bajo la acción
tar una materia que es escelente y al mismo tiempo de una temperatura elevada á 2,400°, ocupan el es­
barata, cual es el hierro fundido. ¿No sois de mi opi­ pacio de 4,000 litros. El volúmen de la pólvora es,
nión, mayor? pues, á los volúmenes de los cases producidos por
—Estamos de acuerdo, respondió Elphiston. su combustión ó deflagración lo que 1 es á 4,000.
—En efecto, repuso Barbicane, el hierro fundido Juzgúese cuál debe ser el ímpetu de estos gases
cuesta diez veces menos que el bronce, es fácil de cuando se hallan comprimidos en un espacio cuatro
fundir y de amoldar, y se deja trabajar dócilmente. mil veces demasiado reducido para contenerlos.
Su adopción economiza dinero y tiempo. Recuerdo, lié aquí lo que sabian perladamente los mien-
además, que durante la guerra, en el sitio de Atienta, bros de la Comisión cuando se citáron para la sesión
hubo piezas de hierro que de veinte en veinte mi­ tercera. Barbicane concedió la palabra al mayor El­
nutos dispararon mas de mil tiros sin esperimenlar phiston, que había sido durante la guerra director de
deterioro alguno. las fábricas de pólvora.
(1) Viento so llama en el tecnicismo balístico al espacio qne
algupas veces queda entre el proyectil y el nnima de la pieza. (?) La libra americana es de !>3 gramos.
9’
24 BIBLIOTECA ILUSTRADA DE GASPAR Y ROIG.
—Mis bueno3 camaradas , dijo el distinguido quí­ —Me parece pues, respondió J. T. Maston, que no
mico, vamos á hacernos cargo de guarismos irrecu­ debemos vacilar, y que la elección está hecha.
sables que nos servirán de base. La bala de veinticua­ —A no ser que prefiráis la pólvora de oro, replicó
tro, deque hablaba ayer el respetable J. T. Maston el mayor riendo, lo que le valió un ademan amenaza­
en términos tan poéticos, sale de la boca de fuego em­ dor con que le contestó la mano postiza de su suscep­
pujada por diez y seis libras de pólvora. tible amigo.
—¿Estáis seguro de la cifra? preguntó Barbi­ Hasta entonces Barbicane se había abstenido de
cano. I tomar parte en la discusión. Dejaba hablar y escu-
—Absolutamente seguro, respondió el mayor. El I chaba. Evidentemente meditaba algo. Se contentó con
cañón Armstrong no se carga mas que con setenta y preguntar sencillamente:
cinco libras de pólvora para arrojar un proyectil de —¿Y ahora, amigos, qué cantidad de pólvora pro­
ochocientas libras, y el columbiad Rodman no gasta ponéis?
mas que ciento sesenta libras de pólvora para enviar Los tres miembros del Gun-Club se miraron mu­
á G millas de distancia su bala de media tonelada. tuamente.
Estos son hechos acerca de los cuales no cabe la me­ —Doscientas mil libras, dijo en fin Morgan.
nor duda, pues los he comprobado yo mismo en las —Quinientas mil, replicó el mayor.
actas de la Junta de artillería. —Ochocientas mil, esclamó J. T. Maston.
—Perfectamente, respondió el general. Esta vez Elphiston no se atrevió á calificar á su
—De estos guarismos, repuso el mayor, se deduce colega do exagerado. En efecto, se trataba de enviar
que la cantidad de pólvora no aumenta con el peso de á la Luna un proyectil de veinte mil libras, dándole
la bala. En efecto, si bien se necesitan diez y seis li­ una fuerza inicial de doce mil yardas por segundo.
bras de pólvora para una bala de veinticuatro, ó en Siguió á la triple proposición hecha por losdres cole­
otros términos, si bien en los cañones ordinarios se gas un momento ae silencio.
emplea una cantidad de pólvora, cuyo peso es dos El presidente Barbicane lo rompió.
terceras partes el del proyectil, esta proporción no es —Mis bravos camaradas, dijo con voz tranquila,
constante. Calculad, y vereis que, para una bala de yo parto del principio de que la resistencia de nues­
media tonelada, en lugar de trescientas treinta y tres tro cañón construido en las condiciones requeridas
libras ile pólvora , se reduce esta cantidad á ciento es ilimitada. Voy pues á sorprender al distinguido
sesenta libras solamente. J. T. Maston dictándole que ha sido tímido en sus
—¿Y de eso qué pretendéis deducir? preguntó el cálculos, y propongo duplicar sus ochocientas mil
presidente. libras de pólvora.
—Si lleváis vuestra teoría al último estremo, mi —¿Un millón seiscientas mil libras? esclamó J. T.
querido mayor, dijo J. T. Maston, resultará que cuan­ Maston saltando de su asiento.
do una bala tenga un peso suficiente, no se necesi­ —Como lo digo.
tará pólvora alguna. —Pero entonces fuerza será recurrir á mi canon de
—Mi amigo Maston se chancea hasta en las oca­ media milla de longitud.
siones mas solemnes, replicó el mayor, pero tranqui­ —Es evidente, dijo el mayor.
lícese ; no tardaré en proponerle cantidades de pól­ —Un millón seiscientas mil libras de pólvora, re­
vora que dejarán satisfecho su amor propio de arti­ puso el secretario de la Comisión, ocuparán próxima­
llero. Pero tenia interés en dejar consignado que mente un espacio de 22,000 pies cúbicos (t), y como
durante la guerra la esperiencia demostró que para vuestro cañón no tiene mas que una capacidad de
cargar las piezas de mayor calibre el peso de la pól­ 54,000 [lies cúbicos (2) quedará cargado de pólvora
vora podía reducirse á una décima parte del que tie­ hasta la mitad, y el ánima no será bastante larga
ne la bala. para que la detención de los gases dé al proyectil un
— No hay nada mas exacto, dijo Morgan. Pero impulso suficiente.
antes de determinar la cantidad de pólvora necesaria La objeción no tenia réplica. J. T. Maston estaba
para dar el impulso, opino que convendría ponernos en lo justo. Todos miraron á Barbicane.
de acuerdo sobre su naturaleza. —Sin embargo, repuso el presidente, se necesita
—Emplearemos la pólvora de grano grueso, res­ la cantidad de pólvora que he dicho. Pensadlo bien,
pondió el mayor, porque su deflagración es mas rápi­ un millón seiscientas mil libras de pólvora produci­
da que la de la pólvora fina. rán seis mil millones de litros de gas. ¡Seis mil millo
—Sin duda, replicó Morgan, pero se desmenuza nes! ¿Lo entendéis?
mas fácilmente, y al fin y al cabo altera el ánima de —¿Pero entonces cómo hacerlo? preguntó el ge­
las piezas. neral’.
—Lo que seria un inconveniente para un canon —Muy sencillamente. Es preciso reducir esta enor­
destinado á un largo servicio, pero no para nuestro me cantidad de pólvora conservándola este poder me­
columbiad. No corremos riesgo alguno ue esplosion, cánico.
y necesitamos que la pólvora se inflame instantánea­ —¡Bueno! ¿pero cómo?
mente para que su efecto mecánico sea completo. —Voy á decíroslo, respondió tranquilamente Bar­
—Podríamos, dijo J. T. Maston, abrir varios oidos bicane.
para aplicar el fuego á un mismo tiempo á distintos Sus interlocutores le miraban ávidamente.
puntos. —Nada, en efecto, es mas fácil, dijo, que reducir
—Sin duda, respondió Elphiston, pero complica­ esta masa de pólvora á un volumen cuatro veces me­
ríamos la operación. Me atengo pues á mi pólvora de nos considerable. Todos conocéis esa curiosa materia
granos gruesos que allana todas las dificultades. que constituye los tejidos elementales de los vegeta­
—Sea, respondió el general. les, llamada celulosa.
—Para cargar su columbiad, añadió el mayor, —Os comprendo, querido Barbicane, dijo el ma­
Rodman empleaba una pólvora de granos gruesos yor.
como castañas, .hecha con carbon de sauce, tostado —Esta materia, prosiguió el presidente, se saca
sencillamente en calderas de hierro fundido. Era una perfectamente pura de varios cuerpos, especialmente
pólvora dura y brillante, que no manchaba la mano, del algodón, y no es mas que la pelusa de los granos
contenia una gran proporción de hidrógeno y de oxí­ del algodonero. El algodón, combinado con el ácido
geno, se inflamaba instantáneamente, y, aunque muy
desmenuzable, no deterioraba sensiblemente las bo­ (t) Poco menos de 800 metros cúbicos.
cas de fuego. !S) Dos mil metros cúbicos. >
l»E LA TIERRA A LA LUNA. 25
nítrico en frío, se trasforma en una sustancia emi­ -•O piróxilo, respondió Elphiston.
nentemente insoluble, eminentemente combustible, —O algodón fulminante, replicó Morgan.
eminentemente esplosible. En 1832, Brasonnot, quí­ —¿No hay un solo nombre americano que pueda
mico francés, descubrió esta sustancia, á la cual dió ponerse al pie de este descubrimiento? esclamó J. T.
el nombre de xiloidina. En 1838, Pelouze, otro fran­ Maston á impulsos de su ámor propio nacional.
cés, estudió sus diversas propiedades, y, por último, —Ni uno, desgraciadamente, respondió el mayor.
en 1846, Shonbein, profesor de química en Basilea, —Sin embargo, repuso el presidente, debo decir,
la propuso como pólvora de guerra. Esta pólvora es para halagar el patriotismo de Maston, que los traba­
el algodón azótico ó nítrico... jos de un conciudadano nuestro se refieren al estudio

El capitán Niclioll.

de la celulosa, pues el colodion, uno de los principa­ —Nada, en efecto, mas sencillo, dijo Morgan.
les agentes de la fotografía, no es mas que piróxilo —Además, el piróxilo es inalterable á Ja humedad,
disuelto en el éter con adición de alcohol, y lia sido cualidad preciosa para nosotros, que necesitaremos
descubierto por Maynard, que estudiaba entonces muchos días para cargar el cañón; se inflama á
medicina en Boston. ios 170° en lugar de 240, y su deflagración es tan
—¡Pues hurrali por Maynard y por el algodón ful­ súbita, que se inflama sobre la pólvora ordinaria, sin
minante! esclamó el entusiasta 'secretario del Gun- que tenga tiempo de inflamarse ésta.
Club. —Perfectamente, respondió el mayor.
—Volvamos al piróxilo, repuso Barbicano^Cono­ —Sólo que cuesta mas cara.
céis sus propiedades, por las cuales va á ser para —¿Qué importa? dijo J. T. Maston.
nosotros tan precioso. Se prepara con la mayor faci­ —Por último, comunica á los proyectiles una velo­
lidad, sumergiendo algodón en ácido nítrico humean- cidad cuatro veces mayor que la que les da la pólvora
le (1) por espacio de quince minutos, lavándolo , ordinaria. Y si se mezclan con el piróxilo ocho déci­
después en mucha agua y dejándolo secar. mos de su poso de nitrato de potasa, su fuerza cs-
pansiva aumenta considerablemente.
(I) Llamado asi, porque al contacto del aire húmedo desdide es- ' —¿Será necesaria esa mezcla? preguntó el mayor.
pesas humaradas blanquinosas. ¡ —Me parece que no, respondió Barbicañe.. Asi
26 BIBLIOTECA ILUSTRADA DE GASPAR Y RO1G.
pues, en lugar de mil seiscientas libras de pólvora, hombres hubiera tenido funestas consecuencias-
nos bastarán quinientas libras de algodón fulmi­ Aquel rival de Barbicano era un sabio como él, de
nante , y como no hay peligro en comprimir qui­ carácter altivo, audaz, convencido, violento, un yan-
nientas libras de algodón en un espacio de 26 pies kee de pura sangre. Se le llamaba el capitán Nicholl,
cúbicos, esta materia no ocupará en el columbiad mas y residía en Filadelíia.
que una altura de 30 loesas. Asi recorrerá la bala mas Nadie ignora la curiosa lucha que se empeñó du­
de ?00 pies de ánima bajo el esfuerzo de seis mil mi­ rante la guerra federal entre el provecí il y la coraza
llones de litros de gas, antes de emprender su marcha délos buques acorazados, estando aquel destinado á
hacia el astro de la noche. atravesar á ésta y estando ésta resuella á no dejarse
Al oíroste período,3. T. .Víaston no pudo reprimir atravesar. De esta lucha nació una trasformacion ra­
su entusiasmo, y cou la velocidad de un proyectil se dical de la marina en los Estados de los dos conti­
arrojó en los brazos de su amigo, al cual hubiera nentes. La bala y la plancha lucharon con un encar­
derribado, si Barbicano no hubiese sido un hombre nizamiento sin ejemplo, la una creciendo y la otra
hecho á prueba de bomba. engrosando en una proporción constante. Los bu­
Este incidente fue el punto final de la tercera se­ ques, armados de formidables piezas, marchaban al
sión de la Comisión. Barbicane y sus audaces colegas, combate al abrigo de su invulnerable concha. Los
para quienes no había Dada imposible, acababan de Alerrimac, los Monitor, los Ram-Tencssc, los H e-
resolver la cuestión tan compleja del proyectil, del chausen(2) lanzaban proyectiles enormes, después
canon y de la pólvora. Formado su plan , ya no fal­ de haberse acorazado para librarse de los proyectiles
taba mas que ejecutarlo. de los otros. Causaban á otros el daño que rio que­
—Poca cosa, una bagatela, decía J. T. Mas- rían que los otros les causasen, siendo este el prin­
ton (1). cipio inmoral en que descansa todo el arte de la
guerra.
Y si Barbicane fue un gran fundidor de proyecti­
CAPITULO X. les, Nicholl fue un gran forjador de planchas. El uno
CN ENEMIGO PARA VEINTICINCO MILLONES DE AMIGOS. fundía noche y día en Baltimore, y el otro forjaba día
y noche eu Filadelíia. Los dos seguían una corriente
, Los inas insignificantes pormenores de la empresa de ideas esencialmente opuesta.
del Gun-Club escitaban el interés del público ameri­ Apenas Barbicane inventaba una nueva bala, Ni-
cano, que seguía uno tras otro lodos los pasos de la clioll inventaba una nueva plancha. El presidente del
Comisión. Los menores preparativos del tan colosal Gun-Club pasaba su vida pensando en la manera de
esperimenlo, las cuestiones de cifras que provocaba, abrir agujeros, y el capitán pasaba Ja suya pensando
las dificultades mecánicas que había que resolver, en en la manera de impedirle que los abriese, lié aquí
una palabra, la ejecución del gran proyecto le absor­ el origen de una rivalidad continua que se convirtió
bía completamente. en odio personal. Nicholl se aparecía á Barbicane en
Mas de un año había de mediar entre el principio sus sueños bajo la forma de una coraza impenetrable
y la conclusión de los trabajos, pero este transcurso contra la cual se estrellaba, y Barbicano se aparecía
de tiempo no podía ser estéril en conmociones. La en sus sueños á Nicholl como un proyectil que le
elección del sitio para la fundición, la construcción atravesaba de parte á parte.
del molde, la fundición del columbiad, su muy peli­ Los dos sabios, si bien seguían dos líneas diver-
grosa carga, eran mas que suficientes para escitar la Íjenles, se hubieran al íin encontrado á pesar de lodos
curiosidad pública. El proyectil, apenas disparado, os axiomas de geometría, pero se hubieran encontra­
desaparecería en algunos décimos de segundo, sin do en el terreno del duelo. Afortunadamente aque­
ser accesible á ninguna mirada; pero lo que llegaría llos dos ciudadanos tan útiles á su pais se hallaban
á ser después, su manera de conducirse en el espa­ separados uno de otro por una distancia de 50 á 60
cio, el cómo alcanzaría la Luna, no podían verlo con millas, y sus amigos hacinaron en el camino tantos
sus propios ojos mas que unos cuantos privilegiados. obstáculos que no llegaron á encontrarse nunca.
Asi pues, los preparativos del esperimenlo, los por­ No se poaia decir de una manera positiva cuál de
menores precisos de la ejecución consti uian entonces los dos inventores había triunfado del otro. Los re­
el verdadero ínteres, el interes general, el ínteres sultados obtenidos volvían difícil una apreciación
público. ¡usía. Parecía sin embargo que en último resultado
Sin embargo Imbo un incidente que sobrescitó de la coraza había de ceder á la bala. Con todo había
pronto el atractivo puramente científico. dudas entre las personas competentes. En los úlli -
Ya se sabe que el proyecto de Barbicano había mos esperimentos, los proyectiles cilindro-cónicos
agolpado en torno de éste numerosas legiones de de Barbicane se clavaron como alfileres en las plan­
admiradores y amigos. Pero aquella mayoría, por chas de Nicholl, por cuyo motivo éste se creyó vic­
grande, por eslraordinaria que fuese, no era la una­ torioso, y atesoró para su rival una dosis inmensa de
nimidad. Un hombre, un solo hombre en lodos los desprecio. Pero mas adelante, cuando Barbicane sus­
Estados de la Unión, protestó contra la tentativa del tituyó las balas cónicas con simples granadas de seis­
Gun-Club, la atacó con violencia en todas las oca­ cientas libras, el presidente del Gun-llub tomó su des­
siones que le parecieron oportunas, y es tal la natu­ quite. En efecto, aquellos proyectiles, aunque ani­
raleza humana, que Barbicane fue mas sensible á esta mados de una velocidad no mas que regular (I),
oposición de uno solo que á los aplausos de todos los rompieron, taladraron, hicieron sallar á pedazos las
demás. planchas del mejor metal.
Y eso que conocia el motivo de semejante antipa­ A este punto habían llegado las cosas, y parecía
tía, y eso que conocía la procedencia de aquella ene­ que la bala había quedado victoriosa, cuando termi­
mistad nislada, enemistad personal y antigua, fun­ nó la guerra, y terminó precisamente el mismo dia
dada en una rivalidad de amor propio. en que Nicholl concluía una nueva coraza de hierro
El presidente del Gun-Club no había visto ni una forjado, que era en su género una obra maestra, ca­
vez en la vida á aquel enemigo perseverante, lo que paz de burlarse de todos los proyectiles del mundo.
fue una dicha, porque el encuentro de aquellos dos El capitán la hizo trasladar al polígono de Washing­
ton, provocando á que la rompiese al presidente del
(1) Aquí el autor fianeé» pono una nota revindicando á favor de
un compatriota suyo la invención del colodíon, poro nosotros, como (2) Buques de la armada americana.
sabemos cuín bombistas son los franceses, la omitimos para no (3) El peBo de la pólvora empleada se reducía i >/l2 del de la gra •
esponernos U cometer una injust cia. nada.
DE LA TIERRA A LA LUXA. 27
Gun-Club, el cual, hecha la paz, se negó á la ría, el objeto á que se le destinaba, caería, y la caída
prueba. de una mole semejante, multiplicada por el cuadrado
Entoures Nicholl, furioso, ofreció esponer su plan­ desu velocidad, comprometería singularmente algún
cha al choque de las balas mas inverosímiles, llenas punto del globo. Sin atacar los derechos de los ciu­
ó huecas, redondas ó cónicas. Ni por esas; el presi­ dadanos, habia llegado el caso en que la intervención
dente no quería comprometer su última victoria. del gobierno era de absoluta necesidad, pues no era
NichoII, exasperado por la incalificable obstinación justo comprometer la seguridad de todos por el ca­
de su adversario, quiso tentar á Barbicano dejándole, pricho de uno solo.
todas las ventajas. Barbicane siguió terco en su ne­ Véase á qué exageraciones se dejaba arrastrar el
gativa. ¿A cien yardas? Ni á setenta y cinco. capitán Nicholl. Nadie participaba desu opinión, ni
—A cincuenta, osclanió el capitán insertando su tuvo en cuenta sus funestos pronósticos. Se le dejó
provocación en todos los periódicos ; colocaré mi gritar y desgañifarse cuanto le diera la gana. Asi
plancha á veinticinco yardas del canon, y yo me co­ quedó constituido el capitán en defensor de una causa
locaré detrás de ella. l perdida de antemano; se le oía , pero no se le escu-
Barbicane, hizo contestar que aun cuando el capi­ ' chaba, y no privó al presidente del Gun-Club ni de uno
tán Nicholl se colocase delante , no dispararía un solo de sus admiradores. Barbicane no se tomó si-
tiro. ¡ quiera la molestia de contestar á los argumentos de
Nicholl, al oir esta contestación , no pudo conte­ su rival implacable.
nerse; se deshizo en personalidades; dijo que la co­ Acorralado en sus últimas trincheras, Nicholl, ya
bardía era indivisible, que el que so niega a tirar un ¡ que no podía pagar con su persona, resolvió pagar con
cañonazo está muy cerca de tener miedo al cañón; | su dinero. En el Enquircr de Ríchmond propuso pú­
que, en suma, los artilleros que se balen á 3 millas blicamente una serie do apuestas en la forma si­
de distancia han reemplazado prudentemente el valor guiente :
individual por las fórmulas matemáticas, y que hay
por lo menos tanto valor en aguardar tranquilamente Apostó:
una bala detrás de una plancha, como en enviarla 1. " A que no se reunirían los fon­
según todas las reglas del arte. dos necesarios para llevar á cabo la
Siguió Barbicane haciéndose el sordo. O tal vez no empresa del Gun-Club...................... 1,000 dollars.
tuvo noticia de la provocación, absorbido enteramen­ 2. ° A que la fundición de un ca­
te como estaba entonces por los cálculos de su grande ñón de 900 pies resultaría impracti­
empresa. cable y no tendría buen éxito. . . . 2,000
Cuando dirigió al Gun-Club su famosa comunica­ 3. ° A que seria imposible cargar
ción , el capitán Nicholl se salió de sus casillas. Mez­ el columbiad, y á que la pólvora se
clábanse con su cólera una suprema envidia y un inflamaría por la sola presión del pro-
sentimiento absoluto de su impotencia. ¿Cómo inven­ , yectil.................................................... 3,000
tar algo superior á aquel columbiad de 900 pies? í ° A que el columbiad revenla-
¿Qué coraza podía idearse para resistir un proyectil ria al primer disparo......................... 4,000
de treinta mil libras? Nicholl quedó abatido, aterra­ !>." A que la bala no alcanzaría
do, anonadado por aquel canon, pero luego se reani­ á mas de (> millas y caería á los po­
mó y resolvió aplastar la proposición bajo el peso de cos segundos de haberla disparado. 3,000
sus argumentos.
Atacó con violencia los trabajos del Gun-Club, pu­ Como se. ve, era importante la suma que en su obs­
blicando al efecto numerosas cartas que los periódicos tinación invencible arriesgaba el capitán. Tratábase
reprodujeron. Quiso demoler científicamente la obra nada menos que de 15,000 dollars (I).
de Barbicano. Empeñado el combate, se valió de ra­ A pesar de la importancia de la apuesta, recibió
zones de toilo género con liarla frecuencia especiosas el 19 de mayo un pliego lacrado, de un laconismo so­
y rebuscadas. berbio :
Empezó á combatir á Barbicane por sus cifras. Se «Baltimore 18 de octubre.
esforzó en probar por A-j-B la falsedad de sus fór­ «Aceptadas.
mulas, y le acusó de ignorar los principios rudimen­ ’ «Barbicane.»
tarios de la balística. Echó cálculos para demostrar,
amen de otros errores, que era absolutamente impo­
CAPITULO XI.
sible dar á un cuerpo cualquiera una velocidad de
doce mil yardas por segundo; con el álgebra en la FLORIDA Y TEJAS.
mano sostuvo que aun en el supuesto de que se con­
siguiera esta velocidad, jamás un proyectil tan pesado Una cuestión fallaba resolver, y era la elección del
traspasaría los límites de la atmósfera terrestre. Ni lugar favorable al esperimenlo. El observatorio de
siquiera iría mas allá de 8 leguas. Mas aun; supo­ Cambridge había recomendado con eficacia que el
niendo adquirida Ja velocidad suficiente, la granada disparo se dirigiese perpendicularmente al plano del
no resistiría la presión de los gases desarrollados por horizonte, es decir hácia el cénit, y la Luna no sube
la combustion de un millón seiscientas mil libras de al cénit sino en los lugares situados entre Io y 28‘ de
pólvora, y aunque la resistiera, no soportaría una latitud, ó lo que es lo mismo, Ja declinación de la
temperatura semejante, se fundiría al salir del co­ Luna no es nías que de 28° (2). Tratábase pues de
lumbiad, y convertida en lluvia de hierro derretido, determinar exactamente el punto del globo en que se
caería sobre el cráneo de los imprudentes especta­ habia de fundir el inmenso columbiad.
dores. i El 20 de octubre, hallándose rounido el Gun-Club
Barbicane, sin hacer caso do estos ataques, conti­ en sesión general, Barbicane se presentó con un mag-
nuó su obra. ; nílico mana de los Estados-Un idos de Z. Belltropp.
Entonces Nicholl miró la cuestión bajo otros as­ I Pero sin darle tiempo de desarrollarlo, J. T. Maston
pectos. Dejando á un lado su inutilidad absoluta, i pidió la palabra con su habitual vehemencia, y se es-
consideró el esperimenlo como muy peligroso para presó en los siguientes términos:
los ciudadanos que autorizasen con su presencia tan i —Dignísimos colegas, la cuestión que.vamos á de-
reprobado espectáculo y para las poblaciones próxi­
mas á aquel cañón vituperable. Hizo notar también ; (1) Ochenla y un mil trescientos francos.
i (i) La declinación <le un astro es su latitud en la esfera celeste;
que el proyectil, si no alcanzaba, como no lo alcanza - la ascensión recta es la longitud.
28 BIBLIOTECA ILUSTRADA DE GASPAR Y ROIG.
batir tiene una importancia verdaderamente nacio­ que por su situación merece tenerse en cuenta.
nal, y va á depararnos la ocasión de ejercer un gran­ En Tejas las ciudades son mas numerosas é impor­
de acto de patriotismo. tantes. Corpus-Christi, en el distrito de Nueces, y
Los miembros del Gun-Club se miraron unos á todas las poblaciones situadas en el rio Bravo, Lare­
litros sin comprender dónde iría á parar el orador. do, Comelitas, San Ignacio, en el Web, Roma, rio
—Ninguno de vosotros, prosiguió éste, ha pensado Grande-City, en el Starr; Edinburgo, en el Hidalgo;
ni pensará nunca en transigir con la gloria de su país, Santa Rita, el Panda, Brownsville, en el Cameron,
y si hay algún derecho que la Unión pueda re vindicar formaron contra las pretensiones de la Florida una
es el de fundir en su propio seno el formidable cañón liga imponente.
del Gun-Glub. Asi pues, en las circunstancias ac­ Los diputados téjanos y floridenses, apenas cono­
tuales... cieron la decisión, se trasladaron á Baltimore por el
—Insigne Maston... dijo el presidente. camino mas corto, y desde entonces el presidente
—Permitedine desenvolver mi pensamiento, re­ Barbicane y los miembros mas influyentes del Gun-
puso el orador. En las circunstancias actuales, tene­ Club se vieron día y noche asediados por formidables
mos que buscar un sitio bastante cerca del Ecuador, reclamaciones. Con menos afan se disputaron siete
para que el esperimento so haga en buenas condi­ ciudades de Grecia la gloria de haber sido la cuna
ciones... de Homero que el Estado de Tejas y el de la Florida
—Si me dejaseis hablar... dijo Barbicano. la de ver fundir un cañón en su regazo.
—Pido que no se opongan obstáculos á la libre Aquellos feroces hermanos recorrían armados las
discusión délas ideas, replicó el displicente J. T. Mas­ calles de Baltimore. Era inminente un conflicto de
ton, y sostengo que el territorio desde el cual se lan­ incalculables consecuencias. Afortunadamente la
ce nuestro glorioso proyectil, debe pertenecer á la trudencia y buen tacto del presidente Barbicane con-
Unión. uraron el peligro. Las demostraciones personales ha­
—¡Sin duda! respondieron algunos miembros. laron un derivativo en los periódicos de varios Esta­
—¡Pues bien! puesto que nuestras fronteras no son dos. En tanto que el New-Yorlc Herald y la Tribu-
bastante estensas, puesto que al Sur nos opone el ne se declaraban partidarios de Tejas, el Times y el
Océano una barrera insuperable, puesto que tenemos American fíaview se constituían en órganos de los
necesidad-de irá buscar mas allá délos Estados-Uni­ diputados floridenses. Los miembros del Gun-Club
dos en un pais limítrofe este 28° paralelo, se nos pre­ estaban perplejos.
senta un casus belli legítimo, y pido que se declare Tejas hacia orgulloso alarde de sus veintiséis Es­
la guerra á Méjico. tados que parecía poner en batería ; pero la Florida
—¡No! ¡no! esclamaron muchas voces á la vez. contestaba que siendo ella un país seis veces mas
—¿Con qué no? replicó J. T. Maston. No es un rqueño, tenia doce condados que son, relativamente
monosílabo que no comprendo cómo se pronuncia en la ostensión del territorio, mas que los veintiséis
este recinto. de Tejas.
—¡Pero escuchad!... ■ Tejas sacaba á relucir sus 300,300 indígenas,
—¡No puedo escuchar nada! esclamó el fogoso ora­ pero la Florida, menos estensa, se consideraba mas
dor. Tarde ó temprano la guerra se hará, y pido que poblada con sus 56,000. Acusaba á Tejas de tener
estalle hoy mismo. una especialidad de fiebres palúdicas que costaban la
—¡Maston! dijo Barbicano, haciendo sonar el tim­ vida todos los años á algunos miles de habitantes. Y
bre con estrépito, ¡os quito la palabra! tenia razón.
Maston quiso replicar, poro algunos de sus colegas Tejas, á su vez, replicaba que la Florida respecto
pudieron contenerle. á fiebres nada tenia que envidiar á nadie, y que no
—Convengo, dijo Barbicano, en que el esperimen- era prudente que acusase de insalubres a otros paí­
lo no se puede ni se debe intentar sino en territorio ses un Estado que tenia la honra de poseer entre sus
de la Unión, pero si mi impaciente amigo me hu­ enfermedades endémicas el vómito negro. Y Tejas
biese dejado hablar, si hubiese con la vista recorrido tenia razón también.
este mapa, sabría que es perfectamente inútil decla­ Además, añadían los lejanos en el New-Yorlc lie-
rar la guerra á nuestros vecinos, en atención á que raid, algunas consideraciones merece un Estado
ciertas fronteras de los Estados-Unidos se cstienden que produce el mejor algodón de América y la mejor
mas allá del 28° paralelo. Mirad en el mapa, y veréis madera de construcción para buques, encerrando
que tenemos á nuestra disposición, sin salir de nues­ también en sus entrañas ¡soberbio carbón de piedra y
tro país, toda la parte meridional de Tejas y de las minas de hierro que dan un 50 por 100 de mineral
Floridas. puro.
El incidente no tuvo consecuencia, si bien á J. T. A esto el American llevicw contestaba que el sue­
Maston le costó no poco dejarse convencer. Se deci­ lo de la Florida, sin ser tan rico, ofrecía mejores
dió fundir el columbiad en el suelo de Tejas ó en el condiciones para fundir y vaciar el columbiad,
de la Florida. Pero esta decisión debía crear una ri­ porque estaba compuesto de arena y arcilla.
validad sin ejemplo entre las ciudades de estos dos —Pero, replicaban los téjanos, antes de fundir algo,
Estados. sea lo que quiera, en un país, espreciso llegar al país,
En la costa americana el 28° paralelo atraviesa la y las comunicaciones con la Florida son difíciles, al
Península de la Florida y la divide en dos partes paso que la costa de Tejas ofrece la bahía de Calves-
casi iguales. Después, echándose al golfo de Méjico, ton, que tiene catorce leguas de estension y podría
sirve de subtensa al arco formado por las costas del contener á la vez todas las escuadras del mundo.
Albama, del Missisipi y de la Luisiana. Entonces, —¡Bueno! repetían los periódicos defensores de la
abordando Tejas, de que corta un ángulo, so prolon­ Florida, ¡gran cosa teneis con vuestra bahía de Gal—
ga por Méjico, salva la Sonora, pasa por cima de la veston situada encima del 29° paralelo! ¿No tenemos
antigua California y se pierde en los mares del Pací­ acaso nosotros la bahía del Espíritu Santo, abierta pre­
fico. Situadas debajo de este paralelo, no había mas cisamente al 28° de latitud, y por la cual los buques
que las porciones de Tejas y ae la Florida que se ha­ llegan directamente á Tampa-Town?
llasen en las condiciones de latitud recomendadas —¡Magnífica bahía! respondía sarcásticamente Te­
por el observatorio de Cambridge. jas. ¡Una bahía medio cegada!
En su parte meridional, la Florida, erizada de fuer­ —¡Vosotros sois los que estáis cegados por la pa­
tes levantados contra los indios errantes, no tiene sión! esclamaba Florida. ¡Cualquiera al oiros diría
ciudades do importancia. Tampa-Town es la única que yo soy un país de salvajes.
DE LA TIERRA A LA LUNA. ‘29
—La verdad es que los seminóles recorren vuestras acometerse sino en un terreno esencialmente ameri­
praderas. cano.
—¿Y vuestros apeches y comenches son gente ci­ A estas palabras Tejas se salió de sus casillas.—
vilizada? ¡Americanos! esclama, ¿no lo somos tanto nosotros
Después de algunos dias de dimes y diretes, la como vosotros? ¿Tejas y la Florida no se incorpora­
Florida llamó á su adversario á otro terreno, y una ron acaso las dos á la Unión en 1845?
mañana salió el Times con la pata de gallo dé que, —Sin duda, respondió el Tunes, pero nosotros
siendo la empresa esencialmente americana, no podía pertenecemos á los americanos desde 1820.

Fue preciso guardar i los diputados con centinelas de vista

—Ya lo creo, replicó la Tribuna; ¡después de ha­ íin míe se anexionó voluntariamente á los Estados-
ber sido españoles ó ingleses por espacio <le 200 años, Uníaos de América!
os vendieron á los Estados-Unidos por cinco millones —¡Por miedo á los mejicanos! respondió la Flo­
de doilars! rida.
—¡Qué importa! replicaron los floridense, ¿debe­ ¡Miedo! Desde el momento que se pronunció esta
mos por ello avergonzarnos? ¿En 1803, no fue com­ palabra, demasiado fuerte en realidad, la posición se
prada la Luísiana á Napaleon por diez y seis millo­ ¡tizo intolerable. Era de temer un degüello de los dos
nes de doilars (1)? partidos en, las calles de Baltimore. Necesidad hubo
—¡Qué vergüenza! escamaron entonces los dipu­ de poner centinelas de vista á los diputados.
tados de Tejas. ¡Un miserable pedazo de tierra como El presidente Barbicano se hallaba metido en un
la Florida ponerse en parangón con Teias, que, en atolladero. Llegaban continuamente á sus manos
lugar de venderse, se hizo ella misma independiente, notas, documentos y cartas preñadas de amenazas.
espulsó á los mejicanos el 2 de marzo de 1836 y se ¿Qué partido había de tomar? Bajo el punto de vista
declaró república federal después do la victoria alcan­ ¿le la posición, facilidad de las comunicaciones y ra­
zada por Samuel Houston en las márgenes del San pidez de los trasportes, los derechos de los dos Esta­
Jacinto sobre los tropas de Santa-Anna! ¡Un país en dos eran perfectamente iguales. En cuanto á las
personalidades políticas, nada tenían que ver en el
(1) 82 millones do francos. asunto.
,'{() liltll.lo IECA II.I STRAl» X HE GAM’Aíl X lU'lli.
La vacilación y la perplegidad se habían prolongado oirás sociedades cienlilit as prometían enviar delega-
ya mucho y ofrecían visos de perpetuarse, por lo qu>' 1 dos á Temps-Town, los astrónomos de Greenwich, en
Barbicane trató de salir resueltamente del paso ocur- t una sesión que, celebraron, pasaron resueltamente ,i
j u-ndosele una solución que era indudablemente la la orden del día al darse cuenta de. la proposición
mas discreta. de, Barbicane. ¡A tanto llega la envidia inglesa!
—Todo bien considerado, dijo, es ex idente que las Pero el efecto fue escótente en <•] mundo cienlifieo
dificultades suscitadas por la rivalidad de Tejas y la en general, desde el cual se propagó á todas las clases
Florida se, reproducirán entre las ciudades del Estado de, la sociedad que acogieron el proyecto con el ma­
favorecido. La rivalidad descenderá del género á la yor entusiasmo. Este hecho ora de una importancia
especie, del Estado á la ciudad, y no habremos adelan­ inmensa tratándose de una suscricion para reunir
tado nada. Pero Tejas tiene once ciudades que gozan un capital considerable.
de las condiciones requeridas, y las once, dispután­ El 8 de octubre,'el presidente Barbicano redacto
dose el honor de la empresa, nos crearán nuevos con­ un manifiesto capaz de entusiasmar las piedras, en
flictos, al paso que la Florida no tiene inas ciudades el cual hacia un llamamiento rí lodos los hombres de
que Tampa-Town. Optemos, pues, por la Florida. buena voluntad que pueblan la Tierra. Aquel do­
Esta disposición, apenas fue conocida, puso á los cumento, traducido á lodos los idiomas, tuvo un éxito
diputados de Tejas de un humor de perros. Seapode- portentoso. .
ió de ellos un furor indescriptible, y dirigieron pro­ Se abrió suscricion en las principales ciudades do
vocaciones nominales á los distintos miembros del la Unión para centralizar fondos en el banco de Balli
Gun-Club. Los magistrados de Baltimore no podían more, 9, Baltiniore-slreet, y luego se establecieron
tornar mas que uri partido, y lo tomaron. Mandaron también centros de suscricion en los diferentes Esta­
preparar un tren especial, metieron en él de grado ó dos de los dos continentes:
fuerza á los téjanos, y dejaron la ciudad con una
rapidez de 30 millas por hora. En Viena, S. M. Rothschild.
Pero por precipitado que fuese su forzoso viaje, En San Petersburgo, Stieglitz, y Compama.
tuvieron tiempo de echar un último sarcasmo ame­ En París, el Crédito Moviliario.
nazador á sus adversarios. En Stockolmo, Totlie y Arfuredson.
Aludiendo á la poca eslension de la Florida, Penín­ En Lóndres, N. M. Ro’thseliild é hijo.-..
sula en miniatura encerrada entre dos mares, se con­ En Turin, Ardouin y Compañía.
solaron con la idea de que no resistiría al sacudimiento En Berlin, Mendelsoím.
del disparo y sallaría al primer cañonazo. En Ginebra Lombard O.lier y Compama.
—¡Qué salte! respondieron los lloridenscs con un En Constantínopla, el Banco otomano.
laconismo digno de los tiempos antiguos. En Bruselas, S. Lamber!.
En Madrid, Daniel Weisweller.
En Amsterdam, el Crédito neerlandés.
CAPITULO XII. En Roma, Torlonia y Compañía.
En Lisboa, Lecesne.
LRB! ET 0RB1. En Copenhague, el Raneo pri nido.
Resueltas las dificultades astronómicas, mecánicas En Buenos-Aires, el Banco Maun.
v topográficas, se presentaba la cuestión económica, En Rio Janeiro, la misma casa.
tratábase nada menos quede, procurarse una enorme En Montevideo, la misma cítsa.
cantidad para la ejecución del proyecto. Ningún par­ Eil Valparaíso, lomas La Chambre, y Compañía.
ticular, ningún Estado hubiera podido disponer de En Méjico, Martín Duran y Compañía. _
los millones necesarios. En Lima, Tomás La Chambre y Compañía.
Por mas que la empresa fuese americana, el presi­
dente Barbicane tomó el partido de darle un carácter Tres dias después del manifiesto del presidente
de universalidad para poder pedir su cooperación á Barbicane se habían recaudado en las varias ciudades
todas las naciones. Era á la vez un derecho y un de­ de la I nion cuatro millones de dollars (i), con los
ber de toda la Tierra intervenir en los negocios de cuales el Gun-Club pudo empezar á marchar.
su satélite. Abrióse con este objeto una suscricion Algunos dias después se supo en América por par
queso eslendió desde Baltimore el mundo culero, tes telegráficos que en el estranjero se cubrían las
suscriciones con una sapidez asombrosa. Alguno:,
Urbi et orbi. . , países se distinguían por su generosidad, pero otro
La suscricion debía tener un éxito superior a todas
las esperanzas. Tratábase, sin embargo, de un dona­ ; soltaban el dinero no tan fácilmente. Cuestión de
tivo, y no de un préstamo. La operación, en el sen­ temperamento.
tí lo literal de la palabra, era puramente desinteresada Rusia para cubrir su contingente, apronto la enor­
sin la mas remota probabilidad de beneficio. me suma de 308,733 rublos (2).
Pero el efecto de la comunicación de Barbicane no Francia empezó riéndose de la pretensión de los
se había limitado ábs fronteras do los Estados-Unidos, Americanós. Sirvió la Luna de protesto á mil chan-
sino que había salvado el Atlántico y el Pacífico, ¡ zonetas y retruécanos trasnochados y á dos docenas
invadiendo á la vez Asia y Europa, Africa y la Ocea- de sainetes en que el mal gusto y la ignorancia
nía. Los observatorios de la Unión se pusieron inme­ ' andaban á la greña. Pero asi como en otro tiempo los
diatamente en contacto con ios de los países eslran- franceses soltaron la mosca después de cantar, la
icros. Algunos, los de París, San Petersburgo, el soltaron esta vez después de reir, y se suscribieron
Cabo, Berlín, Altona, Estoimlmo, Varsovia, llambur- por una cantidad de 233,930 francos. A este precio,
go, Ruda, Bolonia, Malta, Lisboa, Renares, Madras y derecho tenían á divertirse un poco.
Pequin cumplimentaron al Gun-Club; los demás se El Austria, atendido el mal estado de su hacienda,
se mostró bastante generosa. Su parteen ^oritri-
encerraron en una prudente espeetntiva.
En cuanto al observatorio de Greenwich, con el bucion pública se elevó á la suma de. 210,000 llorí­
beneplácito de los otros veintidós establecimientos
nes que fueron bien recibidos (3).
astronómicos de la Gran Bretaña, no se anduvo en Suecia y Noruega enviaron 32,000 rixdales (4) que
chiquitas ni en paños calientes, sino que negó termi­ ti) 21 millones de francos 21,1180,000
nantemente la posibilidad del éxito, y se colocó sin (2) 1.47S.OHO francos.
vacilar en las filas del capitán Nicholl, cuyas teorías (5) 5?0,000 francos.
prohijó sin la menor reserva. Así es que en tanto que ‘ (4) francos.
1>E LA TIENRA A LA LOA. 3i
relativamente al pais son una cantidad considerable, Bretaña. Dieron á entender que la empresa del Gun-
pero hubiera sido mayor aun sise hubiese abierto Club era contraria el principio do no intervención, y
suscricion en í'.risliania al mismo tiempo que en no soltaron ni un cuarto.
Esteladme. Por no sabemos qué razón, á los Norue­ A esta noticia, el Gun-Club se contenió con enco­
gos no les gusta enviar su dinero á Suecia. gerse de hombros y siguió su negocio. En cuanto á
Prusia demostró la consideración que le merecía la América del Sur, el Perú, Chile, el Brasil, las pro­
la empresa enviando 256,000 Ibalers (1). Todos sus vincias de la Plata,Colombia, remitieronálosEstados-
observatorios se suscribieron por una cantidad im­ ' Unidos, 300,000 pesos (9). El Gun-Club se encontró
portante y Fueron los que mas procuraron alentar al con un capital considerable , cuyo resúmen es el
presidente Barbicano. siguiente:
Turquía se condujo generosamente, pues siendo la
Luna quien regula el curso de sus años y su ayuno Suscricion de los Estados-
del Ramadan, se hallaba personalmente interesada Unidos.......................... 4,000,000 dollars.
en el asunto. No podía enviar menos de i.372,640 Suscricionesestrangeras. 1,446,675 —
piastras (2) y las dió con una espontaneidad que re­ Total.......... 5,446,675 dollars,
velaba, sin embargo, cierta presión del gobierno de la 5.446,675 dollars (10) entraron á consecuencia de
Puerta. la suscricion en la caja del Gun-Club.
Bélgica so distinguió entro todos los Estados de I A nadie sorprenda la importancia de la suma. Los
segundo urden con un donativo de 313,000 francos, . trabajos de fundición, taladro y albañilería, el tras-
que vienen á corresponder á doce céntimos por ha­ 1 porte de los operarios, su permanencia en un país
bitante. i casi inhabilitado, la construcción de hornos y anda-
Holanda y sus colonias se interesaron en la cues­ , míos, las herramientas, la pólvora, el proyectil y los
tión por 110,000 florines (3), pidiendo sólo una re­ gastos imprevistos debían, según el presupuesto,
baja del .’> por 100 por pagarlos al contado. consumirle casi completamente. Algunos cañonazos
Dinamarca, cuyo territorio es muy limitado, dió, déla guerra federal costaron 1,000 dollars, y de
sin embargo, 9,000 ducados finos (4), lo que prueba consiguiente bien podía costar cinco mil veces mas
la afición de los Dinamarqueses á las espediciones el del presidente Barbicane, único en los fastos de la
científicas. artillería.
La Confederación germánica contribuyó con El 20 de octubre se a justó un contrato con la fá­
34,285 florines (ii). Pedirle mas hubiera sido golle­ brica de fundición de Goldspring de cerca de New-
ría, y aunque se lo hubieran pedido, ella no lo hubie­ York, la cual se comprometió á trasportar á Tampa-
ra dado. Town, en la Florida meridional, el material necesario
Italia, aunque muy entrampada, encontró 200,000 para la fundición del columbiad.
libras en los bolsillos de sus hijos, pero dejándolos Todo lo mas tarde, la operación debía quedar
limpios como una patena. Sí hubiese tenido Venecia, terminada el 15 del próximo octubre, y entregado el
hubiera dado mas; pero no la tenia. cañón en buen estado, bajo pena de una indemniza­
Los Estados de la Iglesia no creyeron deber enviar ción de 100 dollars (11) por día hasta el momento de
menos de 7,040 escudos romanos (6), y Portugal lle­ volverse á presentar la Luna en las mismas condicio­
gó á desprenderse por la ciencia hasta de 30,000 nes requeridas, es decir por espacio de diez y ocho
cruzados (7). años y once dias.
En cuanto á Méjico, no pudo dar mas que 86,000 El ajuste y pago de salario de los trabajadores y las
pesos fuertes (8), pues los imperios que se fundan demás atenciones de esta índole eran de cuenta de la
andan algo apurados. compañía del Goldspring.
Doscientos cincuenta y siete francos fuerou el mo­ Este convenio, hecho por duplicado y de. buena fe,
desto tributo de Suiza para la obra americana. Diga­ fue firmado por Y. Barbicane, presidente del Gun-
mos francamente que Suiza no acertaba á ver el lado Club, y por J. Murphison, director de la fábrica de
práctico de la operación ; no le parecía que el acto Goldspring, que aprobaron la escritura.
de enviar una bala á la Luna fuese de tal naturaleza
que estableciese relaciones diplómáticas con el astro CAPITULO XIII.
de la noche, y se le antojó que era poco prudente
aventurar sus capitales en una empresa tan aleatoria. STONE'S-HILL.
Si bien se medita, Suiza tenia tal vez razón.
Respecto á España, no pudo reunir mas que 110 Hecha ya la elección por los miembros del Gun-
reales. Dió por escusa de su mezquindad que tenia que Club én detrimento de Tejas, los americanos de la
concluir sus caminos de hierro. La verdad es que la Unión, que saben lodos leer, se impusieron la obli­
ciencia en aquel país no está muy considerada. Se gación de estudiar la geografía de la Florida. Nunca
halla aun aquel pais algo atrasado. Y, además, ciertos jamás habían vendido los libreros tantos ejemplares
españoles, y no de los menos instruidos, no sabían de Hartram,s travel in Florida, de fíoman's natural
darse cuenta exacta del peso del proyectil comparado hiotory of East and W’est Florida, de WÍlliam‘s
con el de la Luna, y temían que la sacase de su órbi­ territory of Florida, de Cleland on Ihe culture of
ta, que la turbase en sus funciones de satélite y pro­ Ihe Sugar. Cañe in East Florida. Fue necesario tirar
vocase su caida sobre la sufierlicie del globo terrá­ nuevas ediciones. Aquello era un delirio.
queo. Por lo que pudiera tronar, lo mejor era abste­ Barbicane tenía que hacer algo mas que leer; que­
nerse. Asi se hizo, salvos unos cuantos realejos. ría ver con sus propios ojos y marcar el sitio del co­
Quedaba Inglaterra. Conocida es la desdeñosa anti­ lumbiad. Sin pérdida do un instante puso á disposi­
patía que acogió la proposición de Barbicano. Los In­ ción del observatorio de Cambridge los fondos necesa­
gleses no tienen mas que una alma sola para los vein­ rios para la construcción de un telescopio, y entró
ticinco millones de habitantes que encierra la Gran en tratos con la casa Breadwill y Compañía de Albany
para la fabricación del proyectil de aluminio. En se­
(1) 937 500 francos. guida partió de Baltimore, acompañado de J. T. Mas-
(2) 543,160 francos.
(3) 235,400 francos.
ton, del mayor Elphislon y del director de la fábrica
(4¡ 117,114 francos. de Goldspring.
, (5) 72,0110 francos.
(6) 38.006 francos. I i9) 59 francos 48 céntimos.
(7) 113,200 francos. i (10) 1.000.6,260 francos.
(8) 1.727 francos. i (11/ 29.520,983 francos 10 cóniiniss.
32 BIBLIOTECA II.CSTHADA l>K GASPAR V BOIG.
Al (lia siguiente los cuatro compañeros de viajo , tinguió la costa floridense. Al acercarse á esta, Bar­
llegaron á Nueva Orlean», donde se embarcaron bicane, se halló en presencia de una tierra baja,
inmediatamente en el Tampico , aviso de la marina llana, de aspecto bastante árido. Después de haber
federal que el gobierno ponía ¡i su disposición, y ca­ costeado una cadena de ensenadas materialmente
lentadas las calderas, las orillas de la Luisiana des­ cubiertas de ostras y cangrejos, el Tampico entró en
aparecieron luego de su vista. la bahía de Espíritu Santo.
La travesía no fue larga. Dos dias después de partir Dicha bahía se divide en dos radas prolongadas, la
el Tampico, que había ganado 480 millas (I), dis­ rada de Jampa y la rada de llillisboro, por cuya boca

La fábrica de fundición de Goldspring, cerca de Niicva-York.

penetró el buque. Poco tiempo después, el fuerte Barbicane, en el momento de saltará tierra, vió
Brooke descubrió sus baterías rasantes por cima de que le salieron al encuentro los 3,(TOO habitantes de
las olas, y apareció la ciudad de Jampa, negligente­ Jampa-Jovvn. Bien merecía este honor al presidenlo
mente echada en el fondo de un puertecillo natural del Gun-Club que les había dado la preferencia. Fue
formado por la desembocadura del rio llillisboro. acogido con formidables aclamaciones; pero él se sus­
Allí fondeo el Tampico, el 22 de octubre, á las siete trajo á la ovación, se encerró en un cuarto de la fon­
de la tarde, y los cuatro pasajeros desembarcaron da Franklin y no quiso recibir <í nadie. Decididamen­
inmediatamente. te, no se avenía sucarácler con el oficio de hombre
Barbicane sintió palpitar con violencia su corazón célebre.
al pisar la tierra floridense; parecía tantearla con el Al día siguiente, 23 do octubre, algunos caballos de
pie como hace un arquitecto con una casa cuya soli­ raza española, de poca alzada, pero de mucho vigor y
dez desea conocer. J. T. Maston escarbaba el suelo brío, relinchaban debajo de sus ventanas. 1‘eronoeran
con su mano postiza. | cuatro, sino cincuenta, con sus correspondientes
—Señores, dijo entonces Barbicane, no tenemos ginetes. Barbicano, acompañado de sus tres camara­
tiempo que perder, y mañana mismo montaremos á das, bajó y se asombró de pronto viéndose en medio
caballo para empezar á reconocer el país. de aquella cabalgata. Notó que cada ginele llevaba
¡ una carabina á la bandolera y un par de pistolas en el
(1) linas doscientas leguas. cinto. Un jóven floridense le espheó inmediatamente
Ob' l-A I IERRA A I.A l.l NA.
la razón que había para aquel aparato de berzas. cil; no tendremos que luchar con las aguas, lo que
—Señor, dijo, hay .seminólas. nos permitirá prescindir de todo sistema de tuberías
—¿Qué son seminólas? largas y penosas, cosa digna de consideración, cuando
—Salvajes que recorren las praderas, y nos ha se trata de abrir un pozo de 900 pies de profun­
parecido prudente escoltaros. didad.
—¡Va! dijo desdeñosamente J. T. Maston montando —Tenéis razón, dijo el ingeniero Murchisson; debe­
á caballo. mos, en cuanto podamos, evitar los cursos de agua
—Siempre es bueno, respondió el íloridense, tomar durante la perforación; pero si encontramos manan­
precauciones. tiales, no hay ipie amilanarse por eso, los agotaremos
—Señores, repuso Barbicano, os agradezco vuestra con nuestras máquinas ó los desviaremos. No se trata
atención, y partamos. de un pozo artesiano ( i), estrecho y oscuro, en que
La cabalgata se puso en movimiento y desapareció la terraja, el cubo, la sonda, en una palabra, todos
en una nube de polvo. Eran las cinco de la mañana; los instrumentos del perforador trabajan á ciegas. No.
el sol resplandecía ya, y el termómetro señalada Sí" Nosotros trabajaremos al aire libre, á plena luz, con
(i), pero frescas brisas de mar moderaban la tempe­ el azadón ó el pico en la mano, y con el auxilio de
ratura escesiva. los barrenos saldremos pronto del paso.
Barbicano, al salir de Tampa-Town, bajó hácia el Sin embargo, respondió Barbicano, si por la ele­
Sur y siguió la costa, ganando el creek (2) de Aliíia. vación ó naturaleza del terreno podemos evitar una
Aquel arroyo desagua en la bahía de Hillisboro, doce lucha con las aguas subterráneas, el trabajo será
millas debajo de Tampa-Town. Barbicano y su escolla mas rápido y saldrá mas perfecto. Procuremos, pues,
costearon la orilla derecha remontando hácia el Este. abrir nuestra zanja en un terreno situado á algunos
Las olas de la bahía desaparecieron luego detrás de centenares de toesas encima del nivel del mar.
un accidento del terreno , y únicamente se ofreció á —Tenéis razón, M. Barbicano, y, si no me enga­
su vista la campiña. ño, no tardaremos en encontrar el sitio que nos
La Forida se divide en dos parles: una al Norte, conviene.
mas populosa, menos abandonada, tiene por capital — ¡Ah! ya quisiera haber dado el primer azadoiia-
Tallahescée, y posee uno de los principales arsenales zo, dijo el presidente.
marítimos de los Estados-Unidos , que es Pensecola; —¡Y yo el último, esclamó J. T. Maston.
la otra, colocada entre los Estados-Unidos y el golfo —Todo se andará, señores, respondido! ingeniero,
de Méjico, que la estrechan con sus aguas, no es mas y, creedme, la compañía del Goldspring no tendrá
que una angosta península roida por la corriente que pagar indemnización alguna por causa de re­
del Gulf-Stream, punía de tierra perdida en medio de traso.
ín pequeño archipiélago, doblándola incesantemente — ¡Por santa Bárbara que tenéis razón! replicó
los numerosos buques del canal de Behame. Aquella J, T. Maston; 100 dollars por día hasta que la Luna
punta es la centinela avanzada del golfo do las gran­ se vuelva á presentar en las mismas condiciones, es
des tempestades. Tieneaquel Estado una superficie de decir durante diez y ocho años y once dias, consti­
38.033,207 acres (3), entre los cuales había (pie es­ tuirían una suma de 058,000 dollars (5). ¿Sabéis
coger uno situado mas acá del 28" paralelo que con- eso?
vinieseá la empresa, por lo que Barbicano, sin apearse, —Ni tenemos necesidad de saberlo, respondió el
examinaba atentamente la configuración del terreno ingeniero.
y su distribución particular. A cosa de las diez de la mañana, la comitiva ha­
La Florida, descubierta p?»r Juan Ponce de León, bía avanzado unas 12 millas. A los campos fértiles
en 1512, el Domingo de llamos, debióá esta circuns-* sucedió entonces la región de los bosques. Allí se
tancia el nombre que llevaba en un principio de presentaban las esencias mas variadas con una pro­
Pascua Florida. No la hacían en verdad muy digna fusión tropical. Aquellos bosques ('asi impenetrables
de él sus costas áridas y abrasadas. Pero á algunas estaban formados de granados, naranjos, limone­
millas de la playa, la naturaleza del terreno se fue ros, higueras, olivos, albaricouueros, bananeros y
modificando poco á poco, y el país se mostró acree­ cepas de viña, cuyos frutos y llores rivalizaban en
dor á su denominación primitiva. Entrecortaba el colores y perfumes. A la olorosa sombra de aquellos
terreno una red de creeks, ríos, manantiales, estan­ árboles magníficos, cantaban y volaban numerosísi­
ques y lagos, que le daba un aspecto parecido al que mas aves de brillantes colores, entre las cuales se
tienen Holanda y Guyana; pero el campo se (‘levó distinguían muy particularmente las cangrejeras,
sensiblemente, y no tardó en ostentar sus llanuras cuyo nido debería ser un estuche de guardar joyas
cultivadas, en que se daban admirablemente todas ’ para ser digno de su magnífico plumaje.
las producciones vegetales del Norte y del Mediodía. J. T. Maston y el mayor no podían hallarse en pre­
El sol délos trópicos y las aguas conservadas por la sencia de aquella naturaleza opulenta, sin admirar su
arcilla del terreno pagan todas los gastos de cultivo espléndida belleza.
de su inmensa vega. Praderas de ananas, de ¡cacos, Pero el presidente Barbicano, poco sensible á tales
de. tabaco, de arroz, de algodón y de cañas de azúcar, maravillas, tenia prisa en seguir adelante. Aquel país
que se eslienden á cuanto alcanza la vista, ofrecen tan fértil le desagradaba por su fertilidad misma. Sin
sus riquezas con la prodigalidad mas espontánea. ser hidróscopo, sentía el agua bajo sus pies, y bus
Mucho satisfacía a Barbicano la elevación progre­ caba, aunque en vano, señales de una aridez incon­
siva del terreno, y cuando J. T. Maston le interrogó testable.
acerca del particular: Se siguió avanzando, y hubo que vadear varios
—Amigo mío, lo respondió, tenernos el mayor in­ ríos, no sin algún peligro, porque estaban infestados
terés en fundir nuestro columbiad en un terreno de caimanes de 15 á 18 pies de largos. J.T. Maston
alto. ¡ les amenazó con su temible mano postiza, pero sólo
—¿Para estar mas cerca de la Luna? preguntó con i consiguió meter miedo á los pelicanos, yaguazas y
sorna’ el secretario del Gun-Glub. faetones, salvajes habilantesde aquellas costas, mien­
—No, respondió Barbicano sonriéndose. ¿Qué im- j tras los grandes flamencos de color de rosa le mira­
portan algunas toesas mas ó menos? Pero en terrenos I ban como embobados.
altos la ejecución de nuestros trabajos será mas fá­ Aquellos huéspedes de las regiones húmedas des-
(1) Del termómetro t’chrentreit. Son 28" cenlíijrados. (4) Diez años se invirtieron en abrir el pozo de Grenelle, que
(2) Arroyo. tiene t» 17 metros de profundidad.
(3) l5.3ffti.440 hectáreas (51 3.566,902 francos.
34 BIBLIOTECA ILUSTRADA DE GASPAR V ROlfi.
aparecieron á su vez, y árboles menos corpulentos se de escoger, y pudo manifestarse severo respecto do
desparramaron por bosques menos espesos. Algunos la inteligencia y habilidad de sus trabajadores. Es do
grupos aislados se destacaron en medio de llanuras creer que formó su laboriosa legión con la flor y nata
infinitas cruzadas por rebaños de gansos azorados. de los maquinistas, fogoneros, fundidores, mineros,
—¡Por fin llegamos! esclamó Barbicane levantán­ albañilesy artesanos de lodo género, negros ó blancos,
dose sobre los estribos; ¡lié aquí la región de los sin distinción de colores. Muchos partieron con su
pinos! familia. Aquello era una verdadera emigración.
—Y la de los salvajes, respondió el mayor. El 3t de octubre, á las diez de la mañana, la legión
En efecto, algunos seminólas aparecían á lo lejos, desembarcó en lo.; malecones de 'lampa Town, y fá­
agitándose, revolviéndose, corriendo de un lado á cilmente se comprende el movimiento y actividad
otro montados en rápidos caballos, blandiendo largas que reinarían en aquella pequeña ciudad cuya pobla­
lanzas ó descargando fusiles de estampido sordo. Li­ ción se duplicabla en un dia. En electo, Tampa-
mitáronse á estas demostraciones hostiles, sin inquie­ I Town debía ganar mucho con aquella iniciativa del
tar á Barbicane y á sus compañeros. i Gun-Club, no precisamente por el número de traba-
Estos ocupaban entonces el centro de una llanura i ¡adoresque se dirigieron inmediatamente á Stone's
pedregosa, vasto espacio descubierto de una osten­ | Hill, sino por la afluencia de curiosos que convergie-
sión de algunos acres, que sumergía el sol en abra­ ! ron poco a poco de todos los puntos del globo hacia
sadores rayos. Estaba formada la llanura por una la península.
especie de dilatado entumecimiento del terreno, que I Se invirtieron los primeros dias en descargar los
ofrecía al parecer á los miembros del Gun-Club to­ utensilios que trasportaba ¡a flotilla, las máquinas,
das las condiciones que requería la colocación de su los víveres, é igualmente un gran número de casas
columbiad. 1 de palastro compuestas de piezas desmontadas y nu­
—¡Alto! dijo Barbicane deteniéndose. ¿Cómo se meradas. Al mismo tiempo, Barbicano trazaba un rail-
llama este sitio? I way de 15 millas para poner en comunicación Stone's
—Stone's Hill (I), respondió uno de los llori- llili con Tampa-Town.
denses. Nadie ignora lo que es un camino de hierro ame­
Barbicane, sin decir una palabra, se apeó, sacósiis ricano. Caprichoso en sus curvas, atrevido en sus
instrumentos y empezó á determinar la posición del pendientes, despreciando terraplenes, desmontes y
sitio con la mayor precisión. La escolta, agolpada en obras de arte, escalando colinas, precipitándose pol­
torno suyo, le examinaba silenciosa. los valles, el rail-road corre á ciegas y sin cuidarse
El Sol pasaba en aquel momento por el meridiano. de la línea recta; no es muy costoso, ni ofrece grandes
Barbicane, después de, algunas observaciones, apuntó dificultades de construcción, pero descarrila ron
rápidamente su resultado y dijo: completa libertad. El camino de Tampa-Towná Sto­
—-Este sitio está situado á 300 toesas sobre el nivel ne's Hill no fue mas que una bagatela, y su construc­
del mar, á los 27° 7' de latitud y 5° 7' de longitud ción no requirió mucho tiempo, ni tampoco mucho
Oeste (2); me parece que por su naturaleza árida y dinero.
pedregosa presenta todas lascondicionesque elespe- Por lo demás, Barbicane era el almadeaqnellamu-
rimento requiere; en esta llanura, pues, levantare­ clredumbre que acudió á su llamamiento. El la alen­
mos nuestros almacenes, nuestros talleres, nuestros taba, él la animaba, él la comunicaba su energía, su
hornos, las chozas de los trabajadores, y desde aquí, entusiasmo, su convicción; se hallaba en todas par­
desde aquí mismo, repitió golpeando con el pie en tes como si hubiese estado dolado del don de ubicui­
el suelo, desde aquí, desde la cúspide de Stone's dad, seguido siempre de J. T. Maslon, su mosca
Hill, nuestro proyectil volará á los espacios del mundo •zumbadora. Con él no habia obstáculos, ni dificulta­
solar. des, ni embarazos; era minero, albañil y maqui­
nista tanto como artillero, teniendo respuestas para
CAPITULO XIV. todas las preguntas, y soluciones para todos los
problemas. Estaba en correspondencia activa con
ZAPAPICO, Y PALA. el Gun-Glub y con la fábrica do Goldspring, y dia y
noche, con las calderas calientes, con el vapor en
Aquella misma tarde, Barbicane y sus compañeros presión, el Tampico aguardaba sus órdenes en la rada
regresaron á Tampa-Town, y el ingeniero Murchisson de Hillisboro.
se volvió á embarcar en el Tampico para Nueva- El 1.“ de Noviembre, Barbicane salió de Tampa-
Orleans. Tenia que enganchar un ejército de traba­ Town con un destacamento de trabajadores, y al dia
jadores y recoger la mayor parte del material. Los siguiente se habia levantado alrededor de Stone's-
miembros del Gun-Club se quedaron en Tampa- llilI una ciudad de casas mecánicas que se cercó de
Town para organizar los primeros trabajos con la empalizadas, la cual, por su movimiento, por su ac­
ayuda de’la gente del país. tividad, poco ó uada tenia que envidiar á las mayo­
Ochó dias después de su partida, el Tampico re­ res ciudades déla Unión. Se reglamentó disciplina­
grosaba á la bahía del Espíritu Santo con una Bolilla riamente el régimen de vida y empezaron las obras
de buques de vapor. Murchisson había reunido qui­ ordenadamente.
nientos trabajadores. En los malos tiempos de la es­ Cortaduras escrupulosamente practicadas permi­
clavitud le hubiera sillo imposible. Pero desde que tieron reconocer la naturaleza del terreno, y empezó
América, la tierra de la libertad, no abrigaba en su la%scavacion el 4 de noviembre. Aquel dia Barbicano
seno masque hombres libres, estos acudían donde reunió á los maestros de los talleres y les dijo:
quiera que les llamaba un trabajo generosamente —Todos conocéis, amigos míos, el objeto por el
retribuido. Y el Gun-Club no carecía de dinero, y cual os he reunido en esla parte salvagede la Flori­
ofrecía á sus trabajadores un buen salario con grati­ da. Trátase de fundir un cañón de 9 piés de diáme­
ficaciones considerables y proporcionadas. El opera­ tro interior, 6 pies de grueso en sus paredes y 19
rio reclutado para la Florida podía contar,concluidos y medio de revestimiento de piedra. Es, pues, pre­
los trabajos, con un capital depositado en su nombre ciso abrir una zanja que tenga de ancho Oh pies y una
en el banco de Baltimore. Murchisson tuvo, pues, don- profundidad de Ó00. Esla obra considerable debe
concluirse enocho meses, y de consiguienteteneis que
(1) Colina de piedras, sacar, en doscientos cincuenta y cinco días, 2.543,400
(2) En el meridiano de Washington La diferencia en el me­
ridiano de París es de 79* 2¿-. La longitud, es, pues, en medidas pies cúbicos de tierra, es decir diez mil pies cúbicos
rancosas, 84» 23*. al dia. Esto, que no ofrecería ninguna dificultad á
bi: LA III Hit \ Á LA LUNA, 35
mil operarios que trabajasen con holgura, será mas ger el pico y el azadón para atacar la roca debajo del
penoso en un espacio relativamente limitado. Sin mismo disco, procurando sostenerlo con pies dere­
embargo, puesto que es un trabajo que se ha «le ha­ chos de mucha solidez: estos pies derechos se qui­
cer, se hará, para lo cual cuento tanto con vuestro taban sucesivamente á medida que se iba ahondando
ánimo como con vuestra destreza. el agu jero. Asi el disco iba bajando pocoá poco y con
A las ocho de la mañana sedió el priinerazadonazo él la pared circular de manipostería, en cuya parte
en el terreno lloridense, y desde entonces el poderoso superior trabajaban incesantemente losalbañiles, de­
instrumento no tuvo en manos de los mineros un jando aspilleras ó respiraderos para que durante la
sólo momento de ocio. Las tandas de operarios se fundición encontrara salida el gas.
relevaban de seis en seis horas. . Este género de trabajo exige en los obreros mucha
Por colosal que fuese la operación, no traspasaba habilidad y cuidado. Alguno de ellos, cavando bajo el
el límite de las fuerzas humanas. ¡Cuántos trabajos disco, fue peligrosamente herido por los pedazos de
mas difíciles, y en que Babia sido necesario combatir piedra que saltaban, y hasta hubo alguna muerte;
directamente ¡os elementos, se. habían llevado feliz­ pero estos percances del oficio no amenguaban ni un
mente á cabo! Sin hablar mas que de obras análogas, solo minuto el ardor de los traba jadores. Trabajaban
basta citar el Pozo del Tio José, construido cerca del éstos durante el dia á la luz de un sol que algunos
Cairo por el sultán Saladino, en una época en que las meses después daba á aquellas calcinadas llanuras un
máquinas no habían completado aun la fuerza del calor de 99 grados. Trabajaban durante la noche,
hombre. Dicho pozo baja, al nivel del Nilo, á una pro­ envueltos en los resplandores de la luz eléctrica. El
fundidad de 300 pies. ¡Y aquel otro pozo abierto en ruido de los picos rompiendo las rocas, el estampido
Coblenza por el margrave Juan de Badén á la pro­ de los barrenos, el chirrido de las máquinas, los tor­
fundidad de 600! Pues bien, ¿de qué se trataba en bellinos de humo agitándose en el aire trazaban alre-
último resultado? De triplicar esta profundidad y du­ dedorde Stone's-llill un círculo de terror que no se
plicar su anchura, lo que baria la perforación mas atrevían á romper las manadas de bisantes ni las
fácil Asi es «pie no Babia un peón , ni un oficial, ni partidas de seminólas.
un maestro que dudase del éxito de la operación. Los trabajos avanzaban regularmente. Grúas mo
Lúa decisión importante, lomada por el ingeniero vidas por la fuerza del vapor activaban la traslación
Murchison, «le acuerdo con el presidente Barbicane, de los materiales, encontrándose pocos obstáculos
Babia de acelerar mas y mas la marcha de los traba­ inesperados, pues todas las dificultades estaban pre­
jos. Por un articulo del contrato, el Columbiad debía vistas y había habilidad para allanarlas.
estar reforzado con zunchos ó abrazaderas de hierro El pozo, en un mes, Babia alcanzado la profundidad
forjado. Estos zunchos eran un lujo de precauciones proyectada para este tiempo, ó sean 112 pies. En di­
inútiles, de que el canon podía prescindir sin nin­ ciembre, esta profundidad se duplicó, y se triplicó en
gún riesgo. Se suprimió, pues, dicha cláusula, con enero. En febrero, tuvieron los trabajadores que com­
lo que se economizaba mucho tiempo, porque se pudo batir una capa de agua que apareció de improviso,
entonces emplear el nuevo sistema de perforación i viéndose obligados á recurrir á poderosas bombas y
adoptado actualmente en la construcción de los pozos, | aparatos de aire comprimido para agotarla y á tapar
en que la perforación y la obra de manipostería se ha- ¡ los orificios como se tapa una via de agua á bordo de
cen al mismo tiempo. Gracias á este procedimiento 1 nn buque. Se dominaron aquellas corrientes, pero á
sem illo, no hay necesidad de apuntalar la tierra, pues consecuencia de la poca consistencia del terreno, el
la pared misma la contiene con un poder inquebran­ disco cedió algo, y hubo un derrumbamiento parcial.
table y desciende por su propio peso. El accidente no podía dejar de ser terrible, y costó la
No debía empezar esta maniobra hasta alcanzar el vida á algunos trabajadores. Tres semanas se invir­
azadón la parte sólida del terreno. tieron en reparar la avería y en restablecer el disco
El 4 de Noviembre, cincuenta trabajadores abrie­ devolviéndole sus condiciones de solidez; pero, gra­
ron en el centro mismo del recinto cercado, es de­ cias á la habilidad del ingeniero y á la potencia de
cir, en la parte superior de Slone's-Hill, un agujero las máquinas empleadas, el edificio, un instante com­
circular de 60 piésde ancho. prometido, recobró su aplomo, y la perforación siguió
El pico encontró primero una especie de terreno adelante.
negro, de seis pies de profundidad, de cuya resisten­ Ningún nuevo incidente paralizó en lo sucesivo la
cia triunfó fácilmente. Sucedieron á este terreno dos marcha de la operación, y el 10 de junio, veinte dias
pies de una arena lina, que se sacó y guardó cuidado­ 1 antes de espirar al plazo fijado por Barbicane, el pozo
samente porque debía servir para la construcción del enteramente revestido de su muro de piedra, Babia
molde interior. i alcanzado la profundidad de 900 pies. En el fondo,
Apareció después de la arena una arcilla blanca la manipostería descansaba sobre un cubo macizo que
bastante compacta, parecidaá la marga de Inglaterra, | media 30 pies de grueso, al paso que en su parte su-
que tenia un grueso de cuatro pies. I perior se hallaba al nivel del suelo.
En seguida, el hierro de los picos echóchispas bajo i El presidente Barbicane y los miembros del Gun-
la capa dura de la tierra, que era una especie de roca Club felicitaron con efusión al ingeniero Murchisson,
formada de conchas petrificadas, muy seca, muy cuyo trabajo ciclópeo se había llevado á cabo con una
sólida, y con la cual tuvieron en lo sucesivo que lu­ 1 rapidez asombrosa.
char siempre los instrumentos. En aquel punto, el Durante los ocho meses que en dicho trabajo se
agujero tenia una profundidad de 6 pies y medio, invirtieron, Barbicane no se separó un instante de
y empezaron los trabajos de albañilería. • Slone’s-Hill, y al misino tiempo que vigilaba de cerca
Construyóse en el fondo de la escavacion un torno las operaciones de la escavacion, no olvidaba un solo
de encina, una especie de disco muy asegurado con instante el estado de bienestar y salud de los traba­
pernos y de una solidez á toda prueba. Tenia en su jadores, siendo bastante afortunado pira evitar las
centro un agujero de un diámetro igual al que debía epidemias que suelen engendrarse en las grandes
tener el Columbiad esteriormente. Sobre aquel apa­ aglomeraciones de hombres, y que tantos desastres
rato se sentaron las primeras hiladas de piedras, causan en las regiones del globo espueslas á todas las
unidas con inflexible tenacidad por un cemento de influencias tropicales.
hormigón hidráulico. Los albañiles, después de ha­ Verdad es que algunos trabajadores pagaron con
ber trabajado de la circunferencia al centro, se halla­ la vida las imprudencias inherentes á trabajos tan
ron dentro de un pozo que tenia 25 pies de ancho. peligrosos. Pero estas deplorabas catástrofes son
Terminada esta obra, los mineros volvieron á co- inevitables, y los americanos no hacen de ellas nin-
36 BIBLIOTECA ILUSTRADA DE GASPAR Y ROIG.
gun caso. Se cuidan mas de la humanidad en gene­ citados por su lujo de precauciones, entre otros
ral que del individuo en particular. Sin embargo, 1 'rancia, donde se cuenta con un accidente por cada
Barbicane profesaba escepcioiialmente los principios 200,000 francos de trabajo.
contrarios, y los aplicaba en todas las ocasiones. Asi
es que, gracias á su solicitud, á su inteligencia, ásu CAPITULO XV.
útil intervención en los casos difíciles, á su prodi­ I.A FIESTA 1)E I.A FUNDICION.
giosa y filantrópica sagacidad, el término medio de
las catástrofes no escedió al de los países de Ultramar Durante los ocho meses que se invirtieron en la ope­

tos trabajos avanzaban regularmente.

ración de la zanja, se llevaron simultáneamente ade­ los monumentos de Washington. Para él no había nada
lante con suma rapidez los trabajos preparatorios de mas bello, ni aun en Grecia, donde, según él mismo
la fundición. Una persona estraua, que, sin estar en decía, no había estado nunca.
antecedentes, hubiese llegadode improvisoáStone'S- Sabido es que.en su tercera sesión la Comisión
llill, hubiera quedado atónita ante el espectáculo que resolvió valerse para el columbiad del hierro fundido,
se hubiera ofrecido á sus miradas. especialmente del hierro fundido gris, que es, en
A 600 yardas de la zanja se levantaban 1,200 hor­ efecto, un metal tenaz, dúctil, nada agrio, de fácil
nos de reverbero, de 600 pies de ancho cada uno, pulimento, propio para todas las operaciones de mol­
circularmente situados alrededor de la zanja misma, deo, y tratado con el carbón de piedra, es de una
que era su punto central, separados uno de otro calidad superior para las piezas de gran resistencia,
Sor un intervalo de media toesa. Los 1,200 hornos tales como cañones, cilindros de máquinas de vapor
irmaban una linea quo no bajaba de 2 millas (I). y prensas hidráulicas.
Estaban todos calcados sobre el mismo modelo, con Pero el hierro fundido, si no ha sido sometido mas
una alta chimenea cuadrangular, y producían un que á una sola fusión, es muy rara vez bastante ho­
singular efecto. Soberbia parecía á J. T. Maston mogéneo, por lo que se le acendra y depura por me­
aquella disposición arquitectural, que le recordaba dio de una segunda fusión que le desembaraza de sus
últimos depósitos terrosos.
(1) 3,600 metros. Por lo mismo el mineral de hierro, antes de en-
I>E l.A 1 IERRA \ I.‘. LUNA. 37
\iatse á Tampi-Town, sometido á los altos hornos | New-York y cargarlos de fundición en barras, aun-
le Goldspring y pu-sloen contacto con carbón y si­ rue para eso se necesitaron sesenta y ocho buques
licio elevado á una alta temperatura, re había trans­ i e 1,000 toneladas, una verdadera escuadra, que el 3
formado en carburo (í ), y después de esta primera i e mayo salió de la barra de New-York, entró en el
•peracion, se dirigía el metal a Stoip's-llill. Paróse Océano, siguió á lo largo de las costas americanas,
trataba de I.>••.(,00,000 de libras de, hierro fundido, penetró en el canal de Baliama, dobló la punta de la
que son una cantidad enorme para trasportar por los florida, yol 10 del mismo mes, remontándola bahía
rail-ways. El precio del transportehubiera duplicado del Espíritu Santo, pasó á fondearsin avería alguna en
■I de la materia. Pareció preferible petar buques de el puerto de 'lampa Town. Allí el cargamento se tras-

l.a fundición.

iadó ú los vagones del railroad de Stone's-llill, y, á de piedra, y un crisol ó laboratorio en que se ponían
mediados de enero, la enorme cantidad de metal había las barras que habían de fundirse. El suelo fie este
llegado á su destino. crisol, inclinado en ángulo de 25°, permitía al metal
Bien se comprende que mil doscientos hornos noeran derretido correr hácia los depósitos de recepción, •!••
unescesopara derretir á un mismotiempo 68,000 to­ los cuales partían doce arroyos divergentes que desa­
neladas de hierro. Cada horno podía contenercerca de guaban en el pozo central.
114,000 libras de metal, y todos, construidos y dis­ Un dia, después de terminadas las obras dealbañi-
puestos según el modelo de los que sirvieron para lería, Barbicano mandó proceder á la construcción
tundir el cañón llodman, afectaban la forma de un del molde interior. La cuestión era levantar en el
trapecio y eran muy rebajados. El aparato para cal­ centro del pozo, siguiendo su eje, un cilindro de H00
dear y la chimenea se hallaba en los dos estreñios pies de altura y 9 pies de diámetro que llenase exac­
del horno, el cual se calentaba por igual en toda su tamente el espacio reservado al ánima del columbiad.
estension. Los hornillos, hechos de. tierra refractaria, Este cilindro debía componerse de una mezcla de
constaban de una reja en que se colocaba el carbón tierra arcillosa y arena, á que se anadian heno y
paja. El intervalo que quedase entre el molde y la
(I) Por la oporarion di* la ••.•finid-ira en los lionies. -|iiil:iiulole
»I carboii'i y el silicio, el bier-’ii fundido se eouvier -’ en hierro
obra de fábrica debía llenarlo el metal derretido para
dulce. formar las paredes ibd canon de mi grueso de 6 pies.
BIBLIOTECA ILUSTRADA DE GASPAR I ROIG.
Para mantener equilibrado el cilindro, preciso fue el hierro se hubo derretido enteramente, se le dejé/
reforzarlo con armaduras de hierro y sujetarlo á tre­ reposar un poco con el fin de facilitar la separación
chos por medio de puníales trasversales que iban de las sustancias heterogéneas.
desde él á las paredes del pozo. Estas traviesas, des­ Dieron las doce. Sonó de pronto un cañonazo, per-.
pués de la funuicion, quedaban formando cuerpo co­ diéndoseen el aire, como un relámpago, su resplan­
mún con el canon mismo, sin que éste sufriese por la dor momentáneo. Mil doscientas aberturas se desta­
interposición ningún menoscabo. paron á la vez , y mil doscientas serpientes de fuego
Habiendo terminado esta operación el 8 de julio, se arrastraron hacia el pozo central, desarrollando
podía procederse inmediatamente á la fundición, y se sus anillos candentes. Al llegar al pozo, se precipita­
•'ijó ésta para el día siguiente. ron á una profundidad de 900 pies con espantoso es­
—Será una gran tiesta el acto de la fundición, dijo trépito. Aquel espectáculo era conmovedor y magní-
.1. T. Maston á su amigo Barbcane. íico. La tierra temblaba, y lasólas de metal hirvienle,
—Sin duda, respondió Barbicane, pero no será una lanzando al cielo torbellinos de humo, volatilizaban
tiesta pública. al mismo tiempo la humedad del molde y la arrojaban
—¡Cómo! ¿No abriréis las puertas del recinto á por los espiráculos ó respiraderos del muro de piedra
todo el que se presente? bajo la forma de impenetrables vapores. Aquellas
—No liaré semejante disparate, Maston; la fundi­ nubes facticias, subiehdo hácia el cénit á una altura
rían del columbiad es una operación delicada que de 500 toesas, desenvolvían sus densas espirales, ün
puede también ser peligrosa, y prefiero que se ejecute salvaje, errante mas allá de los límites del horizonte,
a puertas cerradas. Al dispararse el proyectil, todo el hubiera podido creer en la formación de un nuevo
bullicio que se quiera, pero antes nada. cráter en las entrañas de la Florida, y sin embargo
En efecto, la operación podía dar origen á peligros aquello no era una erupción, ni una tromba, ni una
improvistos, y además una grande atinencia de es­ tempestad, ni una lucha de elementos, ni ninguno
pectadores estorbaría tal vez para conjurar una ca­ de los fenómenos terribles que es capaz de producir
tástrofe. Convenía mucho conservar la libertad de la naturaleza. ¡No! el hombre habia creado aquello.-
movimiento. Asi es que á nadie se permitió entrar vapores rojizos, aquellas llamas gigantescas dignas
<>n el recinto, á escepcion de una delegación de in­ de un volcan, aquellas trepidaciones estrepitosas aná­
dividuos del Gun-Club que se había trasladado á logas á los sacudimientos de un terremoto, aquellos
Tampa-Town. Figuraban entre ellos el entusiasta mugidos rivales de los huracanes y las borrascas, y
Bilsby, Toro Hunler, el coronel Blomsbery, el mayor era su mano quien precipitaba en un abismo abierto
Elpbiston, el general Morgen y otros, para quienes la por ella todo un Niágara de metal derretido.
fundición del columbiad era una cuestión personal. |
J. T. Maston se hizo muy espontáneamente su cice- l
roñe; no les omitió ningún pormenor; les condujo á, CAPITULO XVI.
tudas partes, á los almacenes, á los talleres, alas EL COLUMBIAD.
máquinas, y les obligó á visitar uno tras otro, no obs­
tante ser perfectamente iguales, doscientos hornos. ¿La operación habia tenido buen éxito? Acerca del
Al hacer la visita número mil doscientos, estaban algo particular no se podía juzgar mas que por conjetu­
cansados. ras. Todo sin embargo inducía á creer que la fundi­
La fundición debía ejecutarse á las doce en punto ción se habia verificado debidamente, puesto que el
del día. El día anterior se había invertido principal­ molde habia absorbido todo el metal licuado en Ios-
mente en cargar cada uno de los hornos con ciento hornos. Pero nada en mucho tiempo se podría ase-
catorce mil libras de barras de metal, colocadas de I Í¡urar de una manera positiva. La prueba directa ba­
manera que dejasen algunos huecos para que el aire tía de ser necesariamente muy tardía.
inllamado pudiese circular entre ellas libremente. Des­ En efecto, cuando el mayor llodman fundió su
de la madrugada empezaron las doscientas chimeneas canon de ciento sesenta mil libras, el hierro lardó
á vomitar en la atmósfera sus torrentes de llamas, y I en enfriarse mas de quince dias. ¿Cuánto tiempo, pues,
agitaban la tierra sordas trepidaciones. Habia que ¡ el monstruoso columbiad, coronado de torbellinos de
quemar tantas libras de carbón de piedra cuantas ¡ vapor y defendido por su calor intenso, iba á ocul­
<‘ran las libras de metal que habia que fundir. Habia 1 tarse á las investigaciones de sus admiradores? Difí­
pues, 68 millas de carbón que proyectaban delante del ' cil era calcularlo.
di'co del sol un denso cortinaje de humo negro. 1 Durante este tiempo la impaciencia de 'os miem­
No tardó el calor en hacerse insoportable en aquel ' bros del Gun-Club pasó por una dura prueba. Pero
c írculo de hornos cuyos ronquidos parecían retum­ fuerza era esperar, y mas de una vez la curiosidad y
bos de trueno, aumentando el estrépito poderosos el entusiasmo espusieron á J. T. Maston á asarse vi­
ventiladores que en su continuo soplo saturaban de 1 vo. Quince dias después de verificada la fundición,
oxígeno todos aquellos focos candentes. subía aun al cielo un inmenso penacho de humo, y ei
Dependía en gran parte el buen éxito de la opera- ! suelo abrasaba los pies en un radio de doscientos
cion de la fundición, de la rapidez con que se lacón- I pasos alrededor de la cima de Stone's Hill.
dlíjese. A una señal dada, que consistía e:i un caño- ¡ Pasaron dias y días, semanas y semanas. No habia
nazo, todos los hornos á la vez debían abrir paso al medio de enfriar el inmenso cilindro, al cual era im­
hierro derretido y vaciarse enteramente. posible acercarse. Preciso era aguardar, y los miem­
Tomadas estas disposiciones, maestros y trabaja­ bros del Gun-Club tascaban su freno.
dores aguardaron el momento fijado con mucha im­ —Nos hallamos ya en 10 de agosto, dijo una ma­
paciencia y también con cierta zozobra. No habia ñana J. T. Maston ¡Faltan apenas cuatro meses para
nadie en el recinto, y cada maestro fundidor ocupaba llegar al f.° de diciembre, y aun tenemos que sacar
su puesto cerca de los agujeros por donde debia salir el molde interior, formar el ánima de la pieza, cargar
el metal licuado. el columbiad! ¿Tendremos tiempo? ¡Ni siquiera po­
Barbicane y sus colegas contemplaban la operación demos acercarnos al cañón! ¿No se enfriará nunca?
desde una eminencia cercana, teniendo delante un ¡Seria un chasco horrible!
cañón , pronto á dispararse á una señal del inge- I En vano se trataba de calmar la impaciencia de;
niero. secretario; Barbicane no despegaba los labios, per"
Algunos minutos antas de dar las doce, empezó el | su silencio ocultaba una sorda irritación. Ve1 so abso
metal á formar gotas que se iban dilatando, se fue­ hitamente detenido por un obstáculo del cual sólo
ran llenando poco á poco los receptáculos, y cuando ' podía triunfar el tiempo, enemigo temible en aquellas
DE La Htl'.Í.A LA LL5A.
circunstancias, y hallarse á discreción suya, era duro libremente en el recinto .le Sloue‘s-llill. y ya se com­
para un hombre de guerra. prende lo que seria la afluencia de visitantes.
Sin embargo, observaciones diarias permitieron com­ Innumerables curiosos, procedentes de todos los
probar modificaciones en el estado del terreno. Hacia puntos .le los Estados-Unidos, se dirigían á la Flori­
••I 15 de agosto, la intensidad y densidad de los va­ da. Durante aquel año la ciudad de Tampa, consa­
lieres bahía disminuido notablemente. Algunos dias grada enteramente á los trabajos del Gun-Club, se
después, la tierra no exhalaba mas que un ligero había desarrollado de una manera prodigiosa, y con­
vaho, último soplo del monstruo encerrado en su taba entonces una población de 50,000 almas. Des­
ataúd de piedra. Poco á poco se apaciguaron las con- pués de envolver en una red de calles el fuerte
v fisiones del terreno, y se circunscribió el círculo Brooke, se fue prolongando por la lengua de tierra
de calórico; los espectadores mas impacientes se que separa las dos radas de la bahía del Espíritu
acercaron, ganando un día 2 loesas , al otro 4, y Santo. Nuevos cuarteles, nuevas plazas, un bosque
el 22 de agosto, Barbicane, sus colegas y el inge­ entero de casas nuevas habían brotado en aquellos
niero pudieron llegar á la mesa de hierro colado que míales antes desiertos, al calor del sol americano.
asomaba al nivel de la cima de Stone’s-Hill, sitio sin Habíanse fundado compañías para erigir iglesias, es­
duda muy higiénico, en que no estaba aun permitido cuelas y habitaciones particulares, y en menos de un
te ler frío en los pies. año se decuplicó la estension de la ciudad.
—¡Loado sea Dios! esclamó el presidente del Gun- Sabido es que los yankees han nacido comercian­
I tes. A donde quiera que les lance la suerte, desde la
Club con un inmenso suspiro de satisfacción. I
Se volvió a trabajar aquel mismo día. Procedióse zona glacial á la zona tórrida, es menester que se
inmediatamente ;i la estraccion del molde interior ponga en ejercicio su instinto de los i.egocios. Hé
para dejar libre el ánima de la pieza; funcionaron sin aquí por qué simples curiosos, que se habían tras­
descanso el pico, el azadón y la teraja; la tierra ar­ ladado á la Florida sin mas objeto que seguir las
cillosa y la arena habían adquirido con el calor una operaciones del Gun-Club, se entregaron, no bien se
dureza suma; pero con el auxilio de las máquinas se hubieron establecido en Tampa, á operaciones mer­
venció la resistencia de aquella mezcla que ardia aun cantiles. Los buques Helados para el trasporte del
al contado de las paredes de hierro fundido; se sa­ material y de los trabajadores habían dado al puerto
caron rápidamente en carros de vapor los materiales una actividad sin ejemplo. Otros buques de todas
eslraidos, y se hizo lodo tan bien, se trabajó con tanta clases, cargados de víveres, provisiones y mercan­
actividad, fue tan apremiante la intervención de Bar­ cías, surcaron luego la bahía y las dos radas; gran­
bicane, y tenían tanta fuerza sus argumentos á que | des contadores de armadores y corredores se es­
dió la forma de dollars, que el 3 de setiembre había tablecieron en la ciudad , y la Shippiny Gaccl-
desaparecido hasta el último vestigio del molde. te (1) anunció diariamente en sus columnas la llegada
Inmediatamente después empezó la operación de de nuevas embarcaciones al puerto de Tampa.
alisar el ánima, á cuyo efecto se establecieron con la Mientras se multiplicaban los caminos alrededor
mayor prontitud las máquinas convenientes, y se pu­ de la ciudad , ésta, teniendo en consideración el pro­
sieron en juego poderosos alisadores cuyo corte mor­ digioso desarrollo de >u población y su comercio,
dió rápidamente las desigualdades de. la fundición. Al fue unida por un camino de hierro á los Estados me­
cabo de algunas semanas, la superficie interior del ridionales de la Unión. Por medio de un rail-way,
inmenso tubo era perfectamente cilindrica, y el ánima Móbila se enlazó con Pensaula, el gran arsenal ma­
de la pieza había adquirido un pulimento perfecto. rítimo del Sur, desde cuyo punto importante el ca­
Por último , el 22 de setiembre, no habiendo aun mino de hierro se dirigió á Tallahassee, donde había
trascurrido un año desde la comunicación de Barbi­ ya un pequeño trozo de vía férrea, que no pasaba de
cane, la enorme máquina, calibrada rigorosamente y 21 millas, por el cual Tallahassee se ponía en comu­
absolutamente vertical, según comprobaron los mas nicación con Saint-Marks, en la costa marítima.
delicados instrumentos, estaba en disposición de fun­ Aquel rail-way se prolongó hasta Tampa-Tuwn, vi­
cionar. No había que esperar mas que á la Luna, pero vificando á su paso y dispertando las comarcas muer­
todos tenían una completa confianza en que tan hon­ tas de la Florida central. Gracias á las maravillas de
rada señora no faltaría á la cita. La conocían por sus la industria, debidas á la idea que cruzó por la mente
antecedentes, y por ellos la juzgaban. de un hombre, Tampa pudo darse la importancia de
La alegría de J. T. Maston traspasó todos los lí­ una gran ciudad. La había dado el sobrenombre de
mites, y poco la faltó para ser víctima de una espan­ -Ifooft City y la capital de las dos Floridas sufrió un
tosa carda por el afan conque abismaba sus miradas eclipse total', visible de lodos los puntos del globo.
en el tul o de 900 pies. Sin el brazo derecho de Bloms- Almra comprende cualquiera el fundamento de la
berry, que el digno coronel había felizmente conser­ gran rivalidad entre Tejas y la Florida, y la exaspe­
vado, el secretario del Gun-Club , como un segundo ración de los téjanos cuando se vieron desanidados
Eroslrato, hubiera encontrado la muerte en las pro­ en sus pretensiones por la elección del Gun-Club.
fundidades del columbiad. Con su sagacidad previsora bahía adivinado cuanto
El cañón estaba, pues, concluido, y no cabía duda debia ganar un país con el esperimonto de Barbicane
alguna acerca de su ejecución perfecta. Asi es que, y los beneficios que producirla un cañonazo semejan­
el 6 de octubre, el capitán Nicholl, no obstante sus te. Tejas perdía por la elección de Barbicane un vas­
antipatías, pagó al presidente Barbicane la segunda to centro de comercio, un camino de hierro y un
apuesta, y Barbicane en sus libros, en la columna de aumento considerable de población. Todas estas ven­
ingresos, apuntó una suma de 2,000 dollars. Motivos tajas las reportaba la miserable península íloridense,
hay para creer que la cólera del capitán llegó al últi­ echada como una estacada entre las olas del golfo y
mo estremo causándole una verdadera enfermedad. las del Océano Atlántico. Asi es que Barbicane parti­
Sin embargo, quedaban aun tres apuestas, una cipaba con el general Santa-Anua de todas las anti­
de 3,000 dollars, otra de ¡,000 y otra de 5,000, y patías de Tejas.
con sólo ganar dos de. ellas, no hubiera librado mal Sin embargo, aunque entregada ásu furor mercan­
del negocio. Pero el dinero no entraba para nada en til y á su pasión industrial, la nueva población de
sus cálculos, y el éxito obtenido por su rival en la Tampa-Town no olvidó las interesantes operaciones
fundición de su cañón, á cuyo proyectil no hubiera del Gun-Club. Todo lo contrario. Seguía con ansia
resistido una plancha de 10 toesas, le daba un golpe los menores accidentes de la empresa, y la enlusias-
terrible.
El 23 de setiembre se permitió al público entrar ;1j óai etü niaríliin.f.
ÍC> BIBLIOTECA ILUSTRAD A DE GASPAR V AO1C.
maba cualquier azadonazo. La continuo ir y venir, riosidad de los numerosos viajeros no se hallaba ente
una procesión, una romería hubo constantemente en ramente satisfecha. Muchos contaban con el espec­
tre la ciudad y Stone's-ltill. táculo de la fundición, de. la cual no alcanzaron mas
Fácilera prever que al llegar el día del esperimento que el humo. P-ca cosa era para aquellas gentes
la concurrencia ascenderla á millones de personas, ' ávidas, pero Barbicano, como es salido, no quiso
que de todos los puntos de la tierra se iban acumulan­ 1 admitir a nadie durante aquella operación. Hubo des-
do en la circunscrita península. Europa emigraba á | contento, refunfños, murmullos; hubo roconven-
América. 1 ciones al presidente, de quien se dijo que adolecía de
Pero preciso es confesar que hasta entonces la cu­ absolutismo, y su c« mlucta fue declarada poco ame-

E! banqudc (a r| Colun lint.

ricana. Hubo casi una asonada alrededor de la cerca curiosidad escitada. Aquello fue un delirio. Mujeres,
de Stone's-Hill. Pero ni por esas; Barbicane era niños, ancianos, todos se impusieron el deber de pe­
inquebrantable en sus reso uciones. netrar en el fondo del alma del colosal cañón preñado
Pero cuando elcolumbiai quedó enteramente con- de misterios. Se lijó el preció á 5 dollars por perso­
cluulo, preciso fue abrir las puertas, pues hubiera na, y á pesar de su elevación, en los dos mese3 que
sido poco prudente contrariar el sentimiento público precedieron inmediatamente al esperimento, la a fluen-
manteniéndolas cerradas. Barbicane permitió entrar [ cia de visitantes permitió al Gun-Club meter en caja
en el recinto á todos los que llegaban, si bien, em­ cerca de 500,000 dollars (I).
pujado por su talento práctico, resolvió especular en 1 Inútil es decir que los priine-os que visitaron el
grande con la curiosidad general. La curiosidad es ¡ columbiad fueron los miembros del Gun-Club, á
siempre para el que sabe esplolarla una fábrica de | cuya ilustre asamblea estaba justamente reservada
moneda. , está preferencia. Esta solemnidad se celebró el 25
Gran cosa era contemplar el inmenso columbíad, de setiembre. En un cajón de honor bajaron el presi-
pero la gloria de bajar á sus profundidades parecía á sidente Barbicano, J. T. Maslon, el mayor Elphiston,
los americanos el non plus ultra de la felicidad po­ el general Morgen, el coronel Blomsberry, el ingeniero
sible en este mundo. No hubo un curioso que no Murchison y otros miembros distinguidos de la céle­
quisiese darse á toda costa el placer de visitar inte­ bre sociedad en número de unos diez. Mucho calor
riormente aquel abismo de metal. Alados y suspen­ hacia aun en el fondo de aquel largo tubo de metal.
didos de una cabria que funcionaba á impulso del
vapor, se permitió á los espectadores satisfacer su I, Olll) liMOS.
Se sentía dentro alguna sofocación. ¡Pero quéalegria! CAPITULO XVIII.
¡qué encanto! Se colocó una mesa de diez cubiertos
en )a recámara de piedra que sostenía el coíuméiad, El. PASAJERO liEL ATLANTA.
alumbrado a giorno por un chorro de luz eléctrica.
Esquisitos y numerosos manjares, que parecían ba­ Si tan estupenda noticia, en vez de volar por los
jados del cielo, se colocaron sucesivamente delante hilos telegráficos, hubiera llegado sencillamente por
de los convidados, y botellas de los mejores vinos se el correo? cerrada y bajo un sobre, si los empleados
apuraron profusamente durante aquel espléndido de Francia, Irlanda, Terrauova y Estados-Unidos de
banquete á 900 pies bajo tierra. América no hubiesen debido conocer necesariamente
El festín fue muy animado y también muy bulli­ la confidencia telegráfica. Barbicane no habría vaci­
cioso. Se entrecruzaron numerosos toasts; se brindó lado un solo instante. Hubiese callado por medida de
por el globo terrestre, se brindó por su satélite, se prudencia, y para no desprestigiar su obra. Aquel
brindó por el Gun-Club, se brindó por la Unión, por telegrama, sobre todo procediendo de un francés, po­
la Luna, por Febe, por Diana, por Selena, por el día ser una burla. ¿Qué apariencia de verdad tenia la
astro de la noche, por la pacifica mensagera del fir­ audacia de un hombre capaz de concebir la idea de
mamento. Los hurrahs , llevados por las sonoras un viaje semejante? ¿Y si en realidad había un hom­
ondas del inmenso tubo acústico, llegaban ásuestre- bre resuelto á llevar á cabo tan singular propósito,
mo como un trueno, y la multitud, colocada alrede­ no era un loco á quien se debía encerrar en una casa
dor de Stoncs-Hill, se unía con el corazón y con los de orates, y no en una bala de canon?
gritos á los diez convidados hundidos en el fondo del Pero el parte era conocido, porque los aparatos de
gigantesco columbiad. trasmisión son por su naturaleza poco discretos , y la
J. T. Maston no era ya dueño de sí mismo. Difícil proposición de Miguel Ardan circulaba ya por los di­
seria determinar si gritaba masque gesticulaba, y si versos Estados de la Unión. No tenia, pues, Barbicane.
bebía mas que comía. Lo cierto es que no cabía de ninguna razón para guardar silencio acerca de ella,
gozo eu su pellejo, que no hubiera dado su posición y por tanto reunió á los individuos del Gun-Club, que
por el imperio del mundo, aun cuando el cañón car­ se hallaban en Tampa-Town, y sin dejarles entrever
gado, cebado y haciendo fuego en aquel instante, su pensamiento, sin discutir el mayor ó menor crédito
hubiera debido enviarle hecho pedazosá los espacios que le merecía el telegrama, leyó con sangre fría su
planetarios. lacónico testo.
¡Imposible!—Es inverosímil!—Pura broma!—¿Se
CAPITULO XVII. están burlando de nosotros!—¡Ridículo!—¡Absurdo!
Durante algunos minutos, se pronunciaron todas las
CN PARTE TELEGRÁFICO. frases que sirven para espresar la duda, la increduli­
dad, la barbaridad, la locura, con acompañamiento de
Pudiérase decir que estaban terminados los gran­ los aspavientos y gestos que se usan en semejantes
des trabajos emprendidos por el Gun-Club, y sin circunstancias. Cada cual, según su carácter, Se son­
embargo tenían aun que trascurrir dos meses antes reía, ó reía, ó se encogía de hombros, ó soltaba la
de enviar el proyectil á la Luna. ¡Dos meses que de­ carcajada. J. T. Maston fue el único que tomó la cosa
bían parecer dos años á la impaciencia universal! por lo serio.
Hasta entonces los periódicos habían dado diariamente —¡Es una soberbia idea! esclamó.
cuenta de los mas insignificantes pormenores de la —Sí, le respondió el-mayor, pero si alguna vez es
operación, y sé devorabau con avidez sus columnas: permitido tener ¡deas semejantes, es con la condición
pero era de temer que en lo sucesivo disminuyese de no pensar siquiera en ponerlas en práctica.
mucho el dividendo de interés distribuido entre todas —¿Y por qué no? replicó con cierto desenfado el
las gentes y no había quien no temiese que iba á secretario del Gun-Club, aprestándose para el com­
dejar pronto de percibir la parte de conmociones bate que sus colegas rehuyeron.
cotidianas que le tocaba. Sin embargo, el nombre de Miguel Ardan corría de
No fue asi. El mas inesperado, el mas estraordina- boca en boca eu la ciudad de Tampa. Estranjeros é
rio, mas increíble, mas inverosímil incidente volvió á indígenas se miraban, se Interrogaban y se burlaban,
fanatizar los ánimos anhelantes y á causar en el mun­ no del. europeo, que era en su concepto un mito, un
do una sorpresa y una sobrescilacion hasta entonces ente de razón, un sér quimérico, sino de J. T. Mas­
desconocidas. ton, que había podido creer en la existencia de aquel
Un dia, el 30 de setiembre, á las 2 y 47' de la tar­ personaje fabuloso. Cuando Barbicane propuso enviar
de, llegó á Tampa-Tuwn, con dirección al presidente un proyectil á la Luna, la empresa pareció á todos
Barbicano, un telegrama trasmitido por el cable su­ natural y practicable, y no vieron en ella mas que
mergido entre Valentía (Irlanda), Terrauova y la costa uua simple cuestión de balística. Pero que un sér
americana. racional quisiera tomar asiento en el proyectil ó in­
El presidente Barbicane rompió el sobre, leyó el tentar aquel viaje inverosímil, era una proposición
parte, y no obstante su fuerza de voluutad para ha- , tan sin pies y cabeza que no podía dejar de parecer
cersc siempre dueño de sí mismo, sus labios palide­ una chanza, una farsa, y, valiéndonos de un vocablo
cieron, y su vista se turbó á la lectura de las veinte j del cual los franceses en su lenguaje familiar tienen
palabras de dicho parte. la traducción exacta, un humbug (1).
lié aquí el testo del telegrama, que se conserva Las chanzonetas duraron sin interrupción hasta la
aun en ios archivos de Gun-Club : noche, y se puede asegurar que toda la unión proruiu-
pió en una sola carcajada, lo que es poco común en
Francia, París.
un país en que las empresas imposibles encuentran
»30 setiembre, 4 b. mañana. fácilmente panegiristas, adeptos y partidarios.
Con todo, la proposición de Miguel Ardan, como
Barbicane, Tampa, Florida, todas las ideas nuevas, no dejaba de preocupar á mas
Estados-Unidos. de cuatro, por lo mismo que se apartaba de la corrien­
te de las conmociones acostumbradas, «lié aquí, de­
Reemplazad granada esférica por proyectil cilindro- 1 cían, una cosa que no se había ocurrido á nadie.»
cónico. Partiré dentro. Llegaré por el vapor Allanta. i
(t) Mysliftcatlon. En España tiene un equivalente en filfa, pa­
Miguel Ardan. labra recientemente introducida en el lenguaje vulgar, que no se
encuentra aun en el diccionario.
•Í2 BIBLIOTECA ILUSTRAD\ DE CASPAR Y ROIG.
Aquel incidente fue luego una obsecion por su misma del presidente brillaron con una llama súbita, se cor-
estrañeza. Daba en qué pensar. ¡Cuántas cosas nega­ ■ raron sus puños con violencia, y se le oyó murmurar:
das la víspera han sido una realidad al dia siguiente’ —¡Es, pues, cierto! jes, pues, posible! ¡este fran­
¿Por qué un viaje á la Luna no se ha de realizar un cés existe! ¡y estará aquí dentro de quince días! Pero
dia ú otro? Pero siempre tendremos que el primero es un loco, y nunca consentiré...
que á él quiera arriesgarse debe ser un loco de atar, Y, sin embargo, aquella misma tarde escribió á la
y decididament-', puesto que su proyecto no puede casa Bree.dvill y compañía para que suspendiese hasta
lomarse por lo serio, hubiera hecho bien en callarse, nueva órden la fundición del proyectil.
en lugar de poner en fermentación á una población Espresar ahora la conmoción que se apoderó de la
entera con sus ridiculas salidas de tono. I América toda, defecto que produjo la comunicación
¿Pero aquel personaje existía realmente? Hé aquí ile Barbicane, lo que dijeron los periódicos de la
la primera cuestión. El nombre de Miguel Ardan no Unión, el asombro que les causóla noticia y el entu­
era desconocido en América. Era el nombre de un siasmo con que la acogieron y con que cantaron la
europeo muchas veces citado por sus atrevidas em- llegada de aquel héroe del antiguo continente; pintar
)resas. Además, aquel telegrama que había atravesado la agitación febril de cada individuo, contando las
as profundidades del Atlántico, la designación del horas, contando los minutos, contando los segun­
juque en que e.1 francés decía haber tomado pasage, dos; dar una idea, aunque débil, de aquella obse­
a fecha fija de su llegada próxima, eran circunstan­ sión fatigosa de todos los cerebros subordinados á un
cias que daban á la proposición ciertos visos de vero­ ’ solo pensamiento; manifestar las ocupaciones cedien­
similitud. La empresa requería sin duda un valor do á una sola preocupación, los trabajos detenidos,
inaudito. Pronto los individuos aislados se agruparon; el comercio suspendido, los buques próximos á zar­
los grupos se condensaron bajo la acción de la curio­ par permaneciendo anclados en el puerto para pre­
sidad como en virtud de la atracción molecular se senciar la llegada del Atlanta, los trenes llegando lle­
condensan los átomos, y al cubóse formó una multi­ nos y volviendo vacíos, la bahía del Espíritu Santo
tud compacta que se dirigió á la habitación del presi­ incesantemente surcada por vapores, packets-boals.
dente Barbicane. yates de, placer, lly-boals de todas las dimensiones;
Este, desde la llegada del parte, no había mani­ ¿numerar los millares de curiosos que cuadruplica­
festado acerca de él opinion alguna; había dejado á ron en quince días la población de Tampa-Town y
J. T. Maston descubrir la suya sin aprobar ni des­ tuvieron que acampar bajo tiendas como un ejército
aprobar; se mantenía al pairo, y se proponía aguardar en campana, seria una pretensión temeraria superior
los acontecimientos. Pero echaba las cuentas sin la á todas las fuerzas de los hombres.
huéspeda; no contaba con la impaciencia pública, y ! El 20 de octubre, á las nueve de la mañana, los
vió con muy poca satisfacción a los habitantes de vigías del canal de Bahaina distinguieron una densa
Tampa reunirse bajo sus ventanas. Los murmullos, 1 humareda en el horizonte. Deshoras después, un va­
los gritos, las vociferaciones le obligaron á presentar­ por de alto bordo era por ellos reconocido, y el nom-
se, Tenia todos los deberes y, por consiguiente, todas ' bre del Atlanta fue trasmitido á Tampa-Town. A las
las desazones de la celebridad. I cuatro, el buque inglés entraba en la bahía del Espí­
Se presentó, y la multitud guardó silencio. Un ritu Santo. A las cinco, cruzaba á todo vapor la rada
ciudadano tomó la palabra, y dirigió á Barbicane la de Hillisboro. A las seis, fondeaba en el puerto de
siguiente pregunta: Tampa.
—¿El personaje designado en el parto bajo el noni - El áncora no había aun mordido el fondo de arena,
bre de Miguel Ardan se ha puesto en marcha para cuando quinientas embarcaciones rodeaban el Ailan-
América? ¿Sí ó no? ¡ ta, y el vapor era tomado por asalto. El primero que
—Señores, respondió Barbicane, no sé mas que lo pisó su cubierta fue Barbicane, el cual dijo con una
que sabéis vosotros. i voz cuya conmoción quería en vano reprimir.
—Pues es preciso saberlo, gritaron algunos con —¿Miguel Ardan?
impaciencia. —¡Presente! respondió un individuo encaramado á
—El tiempo nos lo dirá, respondió con sequedad el la toldillo.
presidente. Barbicane, con los brazos cruzados, con la vista
—No reconocemos en el tiempo ningún derecho investigadora, con la boca muda, miró fijamente al
para mantener en un estado de ansiedad penosa á un pasajero del Atlanta.
pueblo entero, replicó el orador. ¿Habéis modificado Era éste un hombre de cuarenta y dos años, alto,
los planos del proyectil en conformidad con lo que pero algo cargado de espaldas como esas cariátides
dice el telégrama? 1 que sostienen balcones en sus hombros. Su cabeza
—No todavía, señores; pero teneis razon; es pre­ enérgica, verdadera cabeza de león, sacudía de cuan­
ciso saber á qué atenernos, y el telégrafo, que ha do en cuando una cabellera roja que parecía real-
causado toda esta conmoción, completará nuestros in­ I mente una guedeja. Una cara corla, ancha en las sie­
formes. nes, adornada con unos bigotes erizados como los del
—¡Al telégrafo! ¡al telégrafo! esclamó la muche­ gato y mechones de pelos amarillentos que salpica­
dumbre. ban sus mejillas, ojos redondos, de que partía una
Barbicane bajó, y, seguido del inmenso gentío, se mirada miope y como estraviada, completaban aque-
dirigió á las oficinas de la administración. i lia fisonomía eminentemente felina. Pero la nariz era
Pocos minutos después, se envió al síndico de los de un dibujo atrevido, la boca perfecta, la frente alta,
corredores marítimos de Liverpool un parte en que inteligente, y surcada como un campo que no ha es-
se le hacían las siguientes preguntas: ! tado nunca inculto. Un cuerpo bien desarrollado,
—¿Qué buque es el Allanta?—¿Cuándo salió de Eu­ descansando sobre unas largas piernas, brazos mus­
ropa?—¿Llevaba á bordo á un francés llamado Miguel culosos, que eran poderosas y bien apoyadas palan­
Ardan? cas, un contiuente resuelto, hacían de aquel europeo
Dos horas después Barbicane recibía informes de un buen mozo sólidamente constituido, que mas pa­
una precisión tal que no permitían ninguna duda. recía forjado que fundido, valiéndonos de una de lus
—El vapor Atlanta, de Liverpool, se hizo á la mar espresiones del arte metalúrgico.
el 2 de octubre,—con rumbo á Tampa-Town,—lle­ Los discípulos de Lavater ó de Gratiolet hubieran
vando á bordo a un francés que con el nombre de sin dificultad encontrado en el cráneo y en la fisono­
Miguel Ardan consta en la lista de los pasajeros. mía de aquel personaje los signos indiscutibles de la
Al ver esta confirmación del primer parte, los ojos combatibilidad, es decir del valoren el peligro y déla
I»E LA TIERRA A LA LISA. 43
tendencia á soprepujar los obstáculos; los de la bene­ sentencia de muerte de su mas cruel enemigo, y era
volencia y los de apego á lo maravilloso, instinto que muy capaz de venderse como esclavo para rescatar á
induce á ciertos temperamentos ¿apasionarse por las un negro.
cosas sobrehumanas; pero; en cambio, las protube- • En Francia, en la Europa entera, todo el mundo
rancias de la adquisividad, de la necesidad de poseer conocía á un personaje tan brillante y que tanto ruido
y adquirir, faltaban absolutamente. metía. ¿No hablaban acaso de él incesantemente las
Para completar el retrato físico del pasajero del cien trompas de la fama, puestas todas ¡i su servicio?
Atlanta, e> oportuno decir que sus vestidos eran ¿No vivía en una casa de vidrio, tomando el universo
holgados, que no oponían el menor obstáculo al jue­ entero por confidente de sus mas íntimos secretos?
go de sus articulaciones, siendo su pantalón y su Eso no obstante, no le faltaba una buena colección de
gaban tan sumamente ancli >s, queél mismo se llama­ enemigos entre los individuos á quienes había ajado,
ba la muerte con capa. Llevaba la corbata en des­ herido ó atropellado mas órnenos al abrirse paso con
aliño, y su cuello de camisa muy escotado dejaba ver los codos entre la muchedumbre.
un cuello robusto como el de un toro. Sus manos Pero generalmente se le quería bien, y hasta se le
febriles arrancaban de dos mangas de camisa que mimaba como á un niño. Era, según la espresion po­
estaban siempre desabrochadas. Bien se conocía que pular, un hombre á quien era preciso tomar ó dejar,
aquel hombre no tenia nunca frió, ni en medio del y se Je tomaba. Todos se interesaban por él en sus
invierno, ni en medio de los peligros. atrevidas empresas y le seguían con la mirada inquie­
Iba y venia por la cubierta del vapor, en medio de ta. ¡Era audaz con tanta imprudencia! Cuando algún
la multitud que apenas la dejaba espacio para mo­ amigo queria detenerle prediciéndole una catástrofe
verse, sin poderse estar quieto un momento. Pero él próxima, respondía sonriéndose amablemente:—El
derivaba sobre sus anclas, como decían los marineros, bosque no es quemado sino por sus propios árboles.
y gesticulaba y tuteaba á todo el mundo, y se mordía Y no sabia, al dar esta respuesta, que citaba el mas
¡as uñas con una avidez convulsiva. Era uno de esos bello de lodos los proverbios árabes.
originales que el Creador inventa por un capricho Tal era aquel pasajero del Atlanta, siempre agitado,
pasajero, rompiendo el molde en seguida. siempre hirviendo al calor de un fuego interior,
En efecto, la personalidad moral ae Miguel Ardan siempre conmovido, y no por lo que pretendía hacer
ofrecía un campo muy dilatado á la investigación de en América , en lo cual ni siquiera pensaba, sino por
los observadores analíticos. Aquel hombre asombroso efecto de su organización calenturienta. Era segura­
vivía en una perpetua disposición á la hipérbole y no mente un contraste el mas singular el que ofrecían el
habia traspasado aun 11 edad de los superlativos. En francés Miguel Ardan y el yankee Barbicane, no obs­
la retina de sus ojos se juntaban los objetos con di­ tante ser los dos emprendedores, atrevidos, audaces,
mensiones desmedidas, de lo que resultaba una aso­ caila cual á su manera.
ciación de ideas gigantescas. Todo lo veía abultadísi­ La contemplación á que se abandonaba 'el presi­
mo y en grande, á escepcion de las dificultades y los dente del Gun-Club en presencia de aquel rival que
hombres que los veia siempre pequeños. acababa de relegarle a un segundo término fue
Estaba dotarlo de una naturaleza poderosa, exhor­ muy pronto interrumpida por los hurrahs y vítores
tó tanto, superabundante; era artista por instinto, de la muchedumbre. Tan frenéticos fueron los gritos,
muy ingenioso, muy decidor, pero aunque no hacia y formas tan personales tomó el entusiasmo, que Mi­
nunca un fuego graneado de chistes, el chiste que se guel Ardan, después de haber apretado millares de
permitía era siempre una descarga cerrada. En las manos en que estuvo espuesto á dejar sus dedos,
discusiones se cuidaba muy poco de Ja lógica; rebelde tuvo que buscar un refugio en el fondo de su cama­
al silogismo, no lo hubiera nunca inventado, y todas rote.
sus salidas eran suyas y no mas que suyas. Atrope­ Barbicane le siguió, sin haber pronunciado una
llando por todo y para todo, apuntaba en medio del palabra.
pecho argumentos adhominem certeros y seguros, y —¿Sois vos Barbicane? le preguntó Miguel Ardan,
te gustaba defender con el pico y con las zarpas las cuando estuvieron sólos los dos, con un tono como si
causas desesperadas. hubiese hablado á un amigo de veinte años.
Tenia, entre otras manías, la de proclamarse como —Sí, respondió el presidente del Guu-Glub.
Shiikspeare un ignorante sublime, y hacia alarde de —Pues bien, os saludo, Barbicane. ¿Cómo estáis?
despreciar á los sabios. Los sabios, decía, no hacen ¿Muy bien? ¡Me alegro! ¡me alegro!
mas que lleva r el tanteo, mientras nosotros jugamos. —¿Con qué, dijo Barbicane entrando en materia
Era un bohemio del inundo de las maravillas, que se sin preámbulos, estáis decidido á partir?
aventuraba mucho sin ser por eso aventurero, una —Absolutamente deci lido.
cabeza destornillada, un Faefonte que se empeña en —¿Nada os detendrá?
guiar el carro del sol, un ¡caro, con alas de reserva. —Nada. ¿Habéis modificado el proyectil como os
Por lo demás, pagaba con su persona y pagaba bien; indicaba en mi parte?
se arrojaba, sin cerrar los ojos, á las mas peligrosas —Aguardaba vuestra llegada. Pero, preguntó Bar­
empresas, quemaba sus naves con mas decisión que bicane con insistencia, ¿lo habéis reflexionado bien?
Agalócles, y siempre dispuesto á romperse el alma ó —¡Reflexionado! ¿tengo acaso tiempo que perder?
desnucarse, caia invariablemente de pies, como esos Se me presenta la ocasión de ir á dar una vuelta
monigotes de médula de saúco con plomo en la base por la Luna, y la aprovecho, hé aquí todo. No creo
que sirven de diversión á los niños. que la cosa merezca tantas reflexiones.
En una palabra, su divisa era: A pesar de todo, y Barbicane devoraba con la vista á aquel hombre
el amor á lo imposible constituia su ruhing pas- que hablaba de su proyecto de viaje con una ligereza
sion (1), según la feliz espresion de Pope. y un desden tan completos y sin la mas mínima in­
Pero aquel hombre emprendedor lema como nin­ quietud ni zozobra.
gún otro los defectos de sus cualidades. Se dice que —Pero al menos, le dijo, ¿tendréis un plan, ten­
quien nada arriesga, nada tiene. Ardan nada tenia y dréis medios de egecucion?
lo arriesgaba siempre todo. Era un despilfarrador, un —Escelenles, amigo Barbicane. Pero permitidme
tonel de las Danáides. Perfectamente desinteresado, haceros una observación : me gusta contar mi histo­
hacia tantas buenas obras como calaveradas; caritati­ ria una vez solaá todo el mundo, y luego no cuidarme
vo, caballeresco , generoso, no hubiera firmado la mas de ella. Asi se evitan repeticiones, y, por consi­
guiente, salvo mejor parecer, convocad a vuestros
{!' Su pasión domíname. ' amigos, á vuestro* colegas, ála ciudad entera, á toda
14 BIBLIOTECA U.L’STKADV LEGA-PAR V ¡l'ilG
la Florida, ¡i todos los americanos, si queréis, y ma­ —Señores, dijo, á pesar del calor que hace aquí
ñana estaré dispuesto á desenvolver mis medios y á j dentro, voy á abusar de vuestros momentos para da-
responder á todas las objeciones cualesquiera que , ros algunas explicaciones acerca de proyectos que
sean. Tranquilizaos, los aguardaré á pie firme. ¿Os parece que os interesan. Yo no soy un orador, ni un
parece bien? sabio, ni creía tener que hablar en público; pero mi
—Muy bien, respondió Barbicano. | amigo Barbicane me ha dicho que os gustaría oirme,
Y salió del camarote para participar á la multitud I y cedo á sus súplicas. Oídme, pues, con vuestras seis­
la proposición de Miguel Ardan. Sus palabras fueron cientos mil oidos, y perdonad las muchas faltas del
acogidas con palmadas y gritos de alegría, porque la autor.
proposición allanaba todas las dificultades. Al día Este exordio tan á la buena de Dios gustó mucho
siguiente, lodos podían contemplar á su gusto al héroe i| á los concurrentes, y lo demostraron con un in­
europeo. Sin embargo, algunos de los nías obstinados menso murmullo de satisfacción.
espectadores no quisieron dejar la cubierta del Atlan —Señores, dijo, podéis aprobar ó desaprobar, se­
ta, y pasaron la noche á bordo. J. T, Maston, entre gún meior os parezca, y empiezo. En primer lugar,
otros, había clavado su mano postiza en un ángulo no olvidéis que el que os habla es un ignorante., pero
de la tablilla, y se hubiera necesitado un cabrestante de una ignorancia tal que hasta ignora las dificulta­
para arrancarle, de su sitio. des. Asi es que eso de irse á la Luna metido en un
—¡Es un héroe! ¡un héroe! esclamaba en todos los ( proyectil le ha parecido la cosa mas sencilla, mas fá­
tonos, ¡y, comparados con él, con ese europeo, noso­ cil, mas natural del mundo. Tarde ó temprano había
tros no somos mas que unos marcas! I de emprenderse este viaje, y en cuanto ai género de
En cuanto el presidente, después de suplicar û los 1 locomoción adoptado, no hago mas que seguir senci­
espectadores que se retirasen, entró en el camarote llamente la ley del progreso. El hombre empezó poi
del pasajero, y no se separó de él hasta (lue la campa­ viajar á gatas, luego nada mas que con los pies, en
na del vapor señaló la hora del relevo de la guardia ■ seguida en carro, después en coche, mas adelante en
de media noche. I barco, posteriormente en diligencia, y, por último, eu
Pero entonces los dos rivales en popularidad se vagón por caminos de hierro. Pues bien: el proyectil
apretaron muy ansiosamente la mano, y ya Miguel es el medio de locomoción del porvenir, y todo bien
Ardan tuteaba al presidente Barbicano. considerado, los planetas no son otra cosa, no son mas
3ue halas de cañón disparadas por la mano del Cria-
CAPITULO XIX. or. Pero volvamos á nuestro vehículo. Algunos dé
UN MEETING. vosotros, señores, creen que la velocidad que se le va
á dar es escesiva. Los que asi opinan están en un
Al dia siguiente, el astro del día se levantó mucho error. Todos los astros le escedeu en rapidez , y la
mas tarde de Jo que deseaba la impaciencia pública. Tierra misma, en su movimiento de traslación alrede­
Un sol destinado a alumbrar semejante fiesta no debía dor del Sol, nos arrastra con una velocidad tres veces
ser tan perezoso. Barbicane, temiendo por Miguel mayor. Pondré algunos ejemplos, y sólo os pido que
Ardan las preguntas indiscretas, hubiera querido me permitáis contar por leguas, porque las medidas
reducir el auditorio á un pequeño número de adeptos, americanas me son poco familiares, y podría incurrir
á sus colegas, por ejemplo. Pero ipas fácil le hubiera en algún error en mis cálculos.
sido contrarestar el Nfígára cóií un dlqtfe. Tuvo, piles, La demanda pareció muy justa y no tropezó con
que renunciar á sus proyectos y dejar correr á su ninguna dificultad. El orador prosiguió;
nuevo amigo los peligros de una conferencia pública. —Voy, señores, á ocuparme de la velocidad de
El nuevo salon de la Bolsa de Tampa-Town,- no diferentes planetas. Confieso, aunque parezca falta
obstante sus colosales dimensiones, fue considerado de modestia, que, no obstante mi ignorancia, conozco
insuficiente para la ceremonia, porque la reunión muy exactamente este insignificante pormenor astro­
proyectada tomaba las proporciones de un verdadero nómico; pero antes de dos minutos sabréis todos
meeting. acerca del particular tanto como yo. Sabed, pues,
El sitio escogido fue una inmensa llanura situada que Neptuno anda 5,000 leguas por hora; Urano, ’
fuera de la ciudad. Pocas horas bastaron para poner­ 7,000; Saturno, 8,858, Júpiter, 11,675; Marte, 22,011
lo á cubietto de los rayos del sol. Los buques del la Tierra 27,500, Vénus 32,190, Mercurio 52,520;
puerto, que tenían de sobra velas, jarcias, palos de , ciertos cometas, 1.400,000 leguas en su perihelio.
reserva y vergas, suministraron los accesorios nece- ! En cuanto á nosotros, verdaderos haraganes, que
varios para la construcción de una tienda gigantesca. ¡ tenemos siempre poca prisa, nuestra velocidad no
Un inmenso techo de lona se estendió muy pronto 1 pase de 9,900 leguas, y disminuirá incesantemente.
sobre la calcinada pradera y la defendió de los ardo­ Y ahora pregunto si no es evidente que todas esas ve­
res del dia. Trescientas mil personas pudieron colo­ locidades serán algún dia sobrepujadas por otras, de
carse en el local y desaliaron durante algunas horas las cuales serán probablemente la luz y la electrici­
una temperatura sofocante, aguardando la llegada del dad los agentes mecánicos.
francés. Una tercera parte de aquellos espectadores Nadie puso en duda esta afirmación de Miguel
podía ver y oir, otra tercera parte veia mal y no oia Ardan.
nada, y la otra restante ni oia ni veia, lo que sin em­ —Amados oyentes mios, repuso, si nos dejásemos
bargo no impidió que fuese la mas pródiga en aplausos. convencer por ciertos talentos limitados (no quiero
A las 1res apareció Miguel Ardan, acompañado de calificarlos de otra manera), Ja humanidad estaría
los principales miembros del Gun-Club. Daba el encerrada en un círculo de Popilio de que no podría
brazo derecho al presidente Barbicano, y el izquierdo salir, y quedaria condenada á vegetar en este globo
á J. T. Maston, mas radiante que el sol de medio dia, sin poder lanzarse nunca á los espacios planetarios.
y casi tan rutilante como él. No será así. Se va á ir á la Luna, se irá a los plane­
Ardan subió á un estrado, desde el cual paseaba sus tas, se irá á las estrellas, como se va actualmente de
miradas por un océano de sombreros negros. No pa­ Liverpool á New-York, fácilmente, rápidamente, se­
recía turbado, ni manifestaba el menor embarazo; guramente, y el océano atmosférico se atravesará
estaba allí como en su casa, jovial, familiar, ama­ como se atraviesan los océanos de la Tierra. La dis­
ble. Respondió con un gracioso saludo á los hurrabs tancia no es masque una palabra relativa, y acabará
con que le acogieron; reclamó silencio con un ade­ por reducirse á cero.
man; tomó la palabra en inglés, y se espresó muy La asamblea, aunque muy predispuesta en favor
correctamente en los siguientes términos : del francés, quedó como atónita delante de tan
i'L !A IIEIUH \ t.v lisa. 45
ú'.eMila teoría. Miguel Ardan lo comprendió. durante su vida. Haceos cargo do que yo no gastaré
—No os lie convencido, insignes huéspedes, aña­ en la travesía mas que !>7 horas. ¡Pero vosotros os
dió sonriéndose arablemente. Raciocinaremos, pues. figuráis que la Luna está muy lejos de la Tierra, y
¿Sabéis cuánto tiempo necesitaría un tren directo para que untes de emprender un viaje para ir á ella, se ne­
llegar á la Luna? No mas que 300 dias. Un trayec­ cesita meditarlo mucho! ¿Qué diríais, pues, si se tra-
to de 86,410 leguas. ¡Vaya una gran cosa! No llega tase de irá Neptuno que gravita del Sol á 1,147 mi­
al que se tendría que recorrer para dar nueve veces llones? Hé aquí un viaje que, aunque no contase mas
la vuelta alrededor de la Tierra, y no hay marinero que á a céntimos por kilómetro, podrían emprender
ni viajero un poco diligente que rio haya andado mas muy pocos. El mismo barón de Rostchild, con sus

Los trenes de proyectiles para.la Lana.

inmensos tesoros, no tendría para pagar el pasage, y millares de cuento Sirio, á cincuenta y dos mil mi­
tendría que quedarse en casa por faltarle 147 mi­ llares de cuento Arcturo , á ciento diez y siete mil
llones. millares de cuento la estrella Polar, á ciento setenta
Esta lógica sui generis gustó mucho á la asamblea, millares de cuento la Cabra, y las demás estrellas á
tanto mas cuanto que Miguel Ardan, muy penetra­ millones y millones de millones de millones de Cuen­
do del asunto, lo trataba con un entusiasmo sober­ to de leguas. ¡Y hay quien se ocupe de la distancia
bio. No pudíendo dudar de la avidez con que se reco­ que separa á los planetas del Sol! ¡Y hay quien sostie­
gían sus palabras, prosiguió con admirable aplomo: ne que esta distancia es distancia! ¡Error! ¡mentira!
—Y ahora os diré, mis buenos amigos, que la dis­ ¡aberración de los sentidos! ¿Sabéis lo que yo opino
tancia que separa á Neptuno del Sol es muy poca co­ acerca del mundo que empieza en el Sol y concluye
sa comparada con la de las estrellas. Para evaluar la en Neptuno? ¿Queréis conocer mi teoría? Es muy
distancia de estos astros, es menester valerse de esa sencilla. Para mí, el mundo solar es un cuerpo sóli­
enumeración fascinadora en que la cantidad mas pe­ do, homogéneo; los planetas que lo componen se
queña consta de nueve guarismos, y tomar por uni­ acerean, se tocan, se adhieren, y el espacio que que­
dad el millón de millones. Perdonadme sí me deten­ da entre ellos no es mas que el espacio que separa
go tanto en este asunto, que es para mí de un interés las moléculas del metal mas compacto, plata ó hierro,
capitalísimo. Oid y juzgad. La estrella Alpha, que oro ó platino. Estoy, pues, en mi derecho afirmando y
pertenece á la constelación del Centauro, se halla á repitiendo con una convicción de que participareis
ocho mil millaresde cuento de leguas, á cincuenta mil todos:—La distancia es una palabra hueca, la dis­
millares de cuento se halla Wega , á cincuenta mil tancia, como hecho, como realidad, no existe.
46 BIBLIOTECA ILLSTRADA DE GASPAR Y R01G.
—¡Muy bien dicho! ¡Bravo! ¡Hurrah! esclamó uná­ evidente que en alguno» de ellos el que los habitase
nime.nenie la asamblea electrizada por el gesto y el se abrasaría y se helaría en otros, según su mayor •
acento del orador y por el atrevimiento de sus con- menor distancia del Sol.
cepciones. —Siento, respondió Miguel Ardan, no conocer
—¡No! esclamó J. T. Maslon con mas energía que personalmente á mi distinguido antagonista, para
ios otros, ¡la distancia no existe! poder contestarle. Su objeción no carece de fuerza,
Y arrastrado por la violencia de sus movimientos pero creo que se la puede combatir victoriosamente
y por el empuje de su cuerpo que casi no pudo domi­ como se pueden combatir todas las teorías fundadas
nar, estuvo muy espueslo á caer al suelo desde el en la habitabilidad de los mundos. Si yo fuese físico,
estrado. Pero consiguió restablecer su equilibrio, y le diria que, si bien es verdad que hay menos calóri­
evitó una caída que le hubiera brutalmente probado co en movimiento en los planetas próximos al Sol, y
que la distancia no es una palabra vacía de sentido. mas calórico en movimiento en los que de él están
Luego el discurso del entusiasta orador siguió su ca­ lejos, este simple fenómeno basta para equilibrar el
mino: calor y volver la temperatura de dichos mundos so­
—Amigos míos, dijo, me parece que la cuestión portable á seres que están organizados como m>.<
queda resuelta. Si no he logrado convenceros á lodos, otros. Si fuese naturalista . le diría, de acuerdo con
se debe á que he sido tímido en mis demostraciones, muchos ilustres sabios, que la naturaleza nos sumí
débil en mis argumentos, y echad la culpa á la insu­ nislra en la tierra ejemplos de animales que viven en
ficiencia de mis estudios teóricos. Como quiera que distintas condiciones de habitabilidad; que los pe­
sea, os lo repito, la distancia de la Tierra á su saté­ ces respiran en un medio que es mortal para los
lite es en realidad poco importante é indigna de preo­ más animales; que algunos habitantes de ios maro-
cupar á un pensador grave y concienzudo. No creo, se mantienen debajo de capas de una gran profundi­
pues, avanzar demasiado diciendo que se establece­ dad, soportando, sin ser aplastadas, presiones de cin
rán próximamente trenes de proyectiles, en que se cuenta ó sesenta atmósferas; le diria que algunos in­
hará con toda comodidad el viaje de la Tierra á la Lu- sectos acuáticos, insensibles á la temperatura, se en­
ni. No habrá que temer choques, sacudidas ni des­ cuentran á la vez en los manantiales de agua hirviendo
carrilamientos, y llegaremos rápidamente al término, y en las heladas llanuras del Océano polar; le diria,
sm fatiga, en línea recta, y antes de veinte años la por último, que es preciso reconocer en la naturale­
mitad de la Tierra habrá visitado la Luna. za una diversidad de medios de acción, que no deja
—¡Hurrah! ¡hurrah por Miguel Ardan! esclama- de ser real por ser incomprensible, la cual es omni­
ron todos los concurrentes, hasta los menos conven­ potente. Si fuese químico, le diria que los aerolitos,
cidos. que son cuerpos evidentemente formados fuera del
—¡Hurrah por Barbicano! respondió modestamen­ mundo terrestre, han revelado á la análisis indiscuti­
te el orador. bles vestigios de carbono, el cual no debe su origen
Este acto de reconocimiento hácia el promotor de masque á seres organizados, y, según los esperimen-
la empresa Tue acogido con unánimes aplausos. tos de Reichenbach, ha tenido necesariamente que
—Ahora, amigos mios, añadió Miguel Ardan, si ser animalizado. En fin, si fuese teólogo, le diria
tenéis que dirigirme algún argumento, pondréis evi­ que, según San Pablo, la Redención divina no se
dentemente en un apuro á un pobre hombre como aplica esclusivamente á la Tierra, sino que com­
yo, pero no obstante procuraré responderos. prende á todos los mundos celestes. Pero yo no
M divos tenia el presidente del Gun-Club para es­ soy teólogo, ni químico, ni naturalista, ui físico, y
tar satisfecho del giro que tomaba la discusión. Ver­ como ignoro completamente las grandes leyes que
saba sobre teorías especulativas en que Miguel Ar­ rigen al universo, me limito á responder:—No sé
pian, en alas de su viva imaginación, volaba muy al­ si los mundos están habitados, y como no lo sé, voy
to. Era , pues, preciso impedir que la cuestión á verlo.
descendiera del terreno de la especulación al de la ¿Aventuró el adversario de las teorías de Miguel
práctica, del cual no era fácil salir bien librado. Bar- Ardan algún otro argumento? Es imposible decirlo,
bicane se apresuró á lomar la palabra, y preguntó á porque los gritos frenéticos de la muchedumbre hu­
su nuevo amigo si era de opinion de que la Luna ó bieran impedido á todas las opiniones manifestarse.
los planetas estuviesen habitados. Cuando se hubo restablecido el silencio hasta en los
—Gran problema me propones, mi digno presiden­ grupos mas lejanos, el orador victorioso se contentó
te, respondió el orador sonriendo; sin embargo, con añadir las siguientes consideraciones.
hombres de muy poderosa inteligencia, Plutarco, —Ya veis, valerosos yankees, que yo no he hecho
Swedenborg, Bernardine de Saint-Pierre y otros mu­ mas que desdorar una cuestión de tanta trascenden­
chos, se han pronunciado por la afirmativa. Conside­ cia. No he venido aquí á dar lecciones, ni á sostener
rando la cuestión bajo el punto de vista de la filoso­ una tesis sobre tan vasto objeto. Omito otra serie de
fía natural, me inclino á opinar como ellos, porque en argumentos que militan en pró de la habitabilidad de
el mundo no existe nada inútil, y contestando, ami­ los mundos. Permitidme insistir en un solo punto. A
go Barbicano, á lu cuestión con otra, afirmo que si los que sostienen que los planetas no son habitados,
los mundos son habitables, están habitados, ó lo han es preciso responderles:—Es posible que tengáis ra­
estado, ó lo estarán. zón, si se demuestra que la Tierra es el mejor de los
—¡Muy bien! esclamaron los espectadorea.de las mundos posibles, lo que no está demostrado, diga
primeras filas, que imponían su opinion á las úl­ Voltaire lo que quiera. Ella no tiene mas que un sa­
timas. télite, al paso que Júpiter, Urano, Saturno y Neptuno
—Es imposible responder con mas lógica y acier­ tienen varios que les están subordinados, lo que
to, dijo el presidente del Gun-Club. La cuestión que­ constituye una ventaja que no es despreciable. Pero
da reducida á los siguientes términos: ¿Los mundos lo que principalmente hace nuestro globo poco có­
son habitables? Yo creo que lo son. modo, es la inclinación de su eje sobre su órbita, d«*
—Y yo estoy de ello seguro, respondió Miguel que procede la desigualdad de los dias y las noches y
Ardan. la molesta diversidad de estaciones. En nuestro des­
—Sin embargo, replicó uno de los concurrentes, venturado esferoide hace siempre demasiado calor ó
•iiay argumentos contra la habitabilidad de los mun­ demasiado frió: en él nos helamos en invierno y no.-
dos. En la mayor parte de ellos seria absolutamente abrasamos en verano; es el planeta de los reumatis­
indispensable que los principios de la vida se modifi­ mos, de los resfriados y de las fluxiones, al paso que
casen, pues, sin hablar mas que de los planetas, es en la superficie de Júpiter, por ejemplo, cuyo eje está
DE LA TIERRA Á LA LINA. 47
i.iuy poco inclinado (I), los habitantes podrían gozar —Teneis razón, caballero, respondió Miguel, la
de temperaturas invariables, pues si bien hay allí la discusión se ha estraviado. Volvamos á la Luna.
zona de las primaveras, la de los veranos, la de los —Caballero, repuso el desconocido, estais empe­
otoños y la de ios inviernos, cada cual puede escoger ñado en que. se halla habitado nuestro satélite. Cor­
el clima que mas le conviene y ponerse durante toda riente. Pero si existen selenitas, es seguro que éstos
su vida al abrigo de las variaciones de temperatura. viven sin respirar, porque (por vuestro interés os lo
No tendréis ningún inconveniente en convenir con­ digo) no hay en la superficie de la Luna la menor mo­
migo en esta superioridad de Júpiter sobre nuestro lécula tle, aire.
planeta, sin hablar de sus años, de los cuales cada Al oir esta afirmación, levantó Ardan >u melenuda
uno vale por doce de los nuestros. Es, además, evi­ cabeza, comprendiendo que con aquel hombre se
dente para mí que, bajo estos auspicios y en condi­ iba á empeñar la lucha sobre lo mas capital de la
ciones de existencia tan maravillosas, los habitantes cuestión. Le miró ásu vez fijamente, y dijo:
de aquel mundo afortunado son seres superiores,que —¿Con que no hay aireen la luna? ¿Y quién lo
en él los sabios son mas sabios, los artistas mas ar­ dice?
tistas, los malos menos malos y los buenos mucho —Los sabios.
mejores. ¡Ay! ¿qué le falta á nuestro esferoide para —¿De veras?
alcanzar esta perfección? Muy poca cosa, un eje de —De veras.
rotación menos inclinado sobre el plano de su ór­ —Caballero, replicó Miguel, lo digo seriamente,
bita. profesóla mayor estimación á los sabios que saben,
—¿Nada mas? esclamó una voz impetuosa. Pues pero los sabios que no saben me inspiran un desden
unamos nuestros esfuerzos, inventemos máquinas y profundo.
enderecemos el eje de la Tierra. —¿Conocéis alguno que pertenezca á esta última
lina salva de aplausos sucedió á esta proposición, categoría?
cuyo autor era y no podia ser mas que J.T. Maston. i —Alguno conozco. En Francia hay uno de ellos
Es probable que el fogoso secretario hubiese sido ar­ que sostiene que matemáticamente el pá jaro no puede
rastrado á tan atrevida proposición por sus instintos volar, y otro cuyas teorías demuestran que el pez no
«le ingeniero. Pero, á decir verdad, muchos la aplau­ está organizado para vivir en el agua.
dieron de buena fé, y si hubieran tenido el punto de —No se trata de esos sabios, y los nombres que yo
apoyo reclamado por-Arquímedes, los americanos hu­ podría citar en apoyo de mi proposición no serian
bieran construido una palanca capaz de levantar el rehusados por vos, caballero.
mundo y de enderezar su eje. ¡El punto de apoyo! —Entonces pondríais en grave apuro á un pobre
Hé aquí lo único que faltaba á aquellos temerarios ignorante como yo que, por otra parte, no desea ma«
mecánicos. que instruirse.
Con todo, una idea tan eminentemente práctica al­ —¿Por qué, pues, os ocupáis de cuestiones cien­
canzó un éxito estraordinario. Se suspendió la discu­ tíficas, si no las habéis estudiado? preguntó el desco­
sión por espacio de un cuarto de hora, y durante nocido bastante brutalmente.
mucho, muchísimo tiempo se habló en los Estados —¿Por qué? respondió Ardan; por la misma razón
Unidos de América de la proposición tan enérgica­ que es siempre intrépido el que no sospecha el peli­
mente formulada por el secretario perpetuo delGun- gro. Yo no sé nada, es verdad, pero precisamente e*
Club. mi debilidad quien forma mi fuerza.
—Vuestra debilidad va hasta la locura, esclamó el
CAPITULO XX. desconocido, con un tono bastante agrio.
—¡Tanto mejor, respondió el francés, si mi locura
ATAQUE \ RESPUESTA. me lleva á la Luna!
Barbicano y sus colegas devoraban con la mirada ó
Parecía que este incidente debía terminar la discu­ aquel intruso que acababa tan audazmente de colo­
sión. Era la última palabra, y difícilmente se hubiese carse como un obstáculo delante de la empresa. Na­
encontrado otra mejor. Sin embargo, cuandosehubo die le conocía, y el presidente, que no las tenia todas
calmado la agitación, oyéronse las siguientes frases consigo respecto á las consecuencias de una discusión
pronunciadas con voz fuerte y sonora: tan francamente empeñada, miraba con cierto recelo
—Ahora que el orador ha pagado á la fantasía e! á su nuevo amigo. La asamblea estaba atenta y algo
debido tributo, ¿querrá entrar en materia, y, sin inquieta, porque aquella polémica daba por resultado
teorizar tanto, discutir la parte práctica de su espe- llamar su atención sobre los peligros ó imposibilidades
dicion? de la espedicion.
Todas las miradas se dirigieron hácia el nprsonaje —Las razones que prueban la falta de toda atmós­
que de este modo hablaba. Era un hombre ITaco, en­ fera al rededor de la Luna son numerosas y conclu­
juto de carnes, de un semblante enérgico, con una yentes, respondió el adversario de Miguel Ardan. Me
enorme perilla á la americana que marcaba todos los atrevo á decir á priori que en el caso de haber exis­
movimientos de su boca. Aprovechando hábilmente la tido alguna vez esta atmósfera, la tierra la habría ar­
agitación que de cuando en cuando se había produ­ rebatado á su satélite. Pero prefiero oponer hechos
cido en la asamblea, consiguió poco á poco colocarse irrecusables.
en primera lila. Con los brazos cruzados y los ojos —Opoqffl cuantos hechos queráis, respondió Miguel
brillantes y atrevidos, miraba imperturbablemente al Ardan con perfecta galantería.
héroe del meeting. Después de haber formulado su —Ya sabéis, dijo el desconocido, que cuando rayos
pregunta, calló, sin hacer ningún caso de millares luminosos atraviesan un medio tal como el aire, se des­
de miradas que convergían en él, ni de los murmullos vian de la línea recta, ó, en otros términos, esperi-
de desaprobación que provocaron sus palabras. Ha­ mentan una refracción. Pues bien, los rayos de las
ciéndose aguardar la respuesta, sentó de nuevo la estrellas que la Luna oculta, al pasar rasando el bor­
cuestión con el mismo acento claro y preciso, y luego de del disco lunar, noesperimentan desviación alguna,
añadió: ni dan el menor indicio de refracción. Es, pues,
—Estamos aquí para ocuparnos de la Luna y no de evidente que no se halla la Luna envuelta en una at­
la tierra. mósfera.
Todos miraron á Ardan con cierta ansiedad y hasta
(1) La inclinación del ege de Júpiter sobre suege no es masque
con cierta lástima como si previesen su derrota, pues
de 3? 5'. en realidad, siendo cierto el hecho que la observación
iS BIBLIOTECA ILIMRAOA PL GASI’aB Y RüiG.
revelaba, la consecueneia que de .1 deducía el des­ —Ya veis, pues, mi querido caballero, (pie no
conocida era rigurosamente lógica. conviene pronunciarse de una manera absoluta con­
—lié aquí, respondió Miguel Ardan, vuestro mejor, tra la existencia <’e una atmósfera en la superficie de
por no decir vuestro único argumento valedero, con ' la Luna. Esta atmósfera es probablemente muy poco
r| cual hubierais puesto en un brete al sabio obligado densa, bastante sutil, pero la ciencia en la actualidad
:¡ contestaros; pero yo me limitaré á deciros que admite generalmente su existencia.
vuestro argumento no tiene un valor absoluto, por­ —No en las montañas, por mas que lo sintáis, res­
que supone que el diámetro angular de la Luna está pondió el desconocido, que n<> «pieria «lar su brazo á
perfectamente determinado, lo que no es exacto. torcer.
Pero dejando á un lado vuestro argumento, decidme — Pero si en el fondo de los valles, y no elevándose
si admitís la existencia de volcanes en la superficie de mas allá de. algunos centenares de pies.
la Luna. —Aunque asi fuese, haríais bien en tomar vuestras
—De volcanes apagados, sí; de volcanes encendi­ precauciones, porque el tal aire estará terriblemente
dos, no. enrarecido.
—Dejadme, no obstante, creer, sin traspasar los —¡Oh! caballero, siempre habrá el suficiente para
limites de la lógica, que los tales volcanes estuvieron un hombre solo, y, además, una vez allí, procuraré
en actividad durante algún tiempo. economizarlo todo lo que pueda y no respirar sino en
—Es cierto, pero como podían suministrar ellos las grandes ocasiones.
mismos el oxígeno necesario para la combustion, el Una estrepitosa carcajada retumbó en los oidos de!
hecho de su erupción no prueba en manera alguna la misterioso interlocutor, el cual paseó sus miradas por
presencia de una atmósfera lunar. la asamblea, desafiándola con orgullo.
—Adelante, respondió Miguel Ardan, y dejemos —Ahora bien, repuso Miguel Ardan con cierla in­
áun lado esta clase de argumentos para llegar á ob­ diferencia, puesto que estamos de acuerdo sobre la
servaciones directas. Pero os prevengo que voy á citar existencia de una atmósfera lunar, tenemos también
nombres propios. que admitir la presencia de cierta cantidad de agua.
—Citadlos. Esta es una consecuencia que me alegro de poder
—En 1715, los astrónomos Louville y Halley, ob­ sacar por la cuenta que me tiene. Permitidme, ade­
servando el eclipse del 3 de mayo, notaron ciertas más, mi amable contradictor, someter una observa­
fulminaciones de una naturaleza estraña, frecuente­ ción á vuestro ¡lustrado criterio. Nosotros no cono­
mente repelidas. Las atribuyeron á tempestades que cemos mas que un lado del disco de la Luna, y aun­
se desencadenan en la atmósfera de la Luna. que haya poco aire en el lado que nos mira, es po­
—En 1715, replicó el desconocido, los astrónomos sible que haya mucho en el opuesto.
Louville y Halley tomaron por fenómenos lunares fe­ —¿Por qué razon?
nómenos puramente terrestres, tales como bólidos, —Porque la Luna, bajo la acción de la alraccion
aerolitos ú otros, que se producían en nuestra atmós­ terrestre, ha tomado la forma de un huevo que vemos
fera. lié aquí lo que respondieron los sabios al anun­ por su estremo mas pequeño. De aquí ha deducido
cio del citado, fenómeno y lo mismo respondo yo, ni Ilansem, cuyos cálculos son siempre de trascendencia,
mas ni menos. que el centro de gravedad do la Luna está situado en
—Quiero suponer que tengáis razón, respondió el otro hemisferio, y por consiguiente todas las masas
Ardan, sin que la contestación de su adversario le de aire y agua han debido ser arrastradas al otro es­
hiciese la menor mella. ¿Herscbell, en 1787, no ob­ tremo de nuestro satélite desde los primeros dias. de
servó un grau número de puntos luminosos en la su­ su creación.
perficie de la Luna? —¡Paradojas! esclamó el desconocido.
—Es verdad, pero sin esplicarseacerca de su ori­ —¡No! teorías, que se apoyan en las leyes de la
gen. El mismo no dedujo de su aparición la necesidad mecánica, y que me parecen difíciles de refutar.
de, una atmósfera lunar. Apelo al buen ¿uicio de esta asamblea, y pido que
—Bien respondido, dijo Miguel Ardan, cumpli­ ella diga si la vida, tal como existe en la Tierra, es ó
mentando á su antagonista; veo que sois muy fuerte no posible en la superficie de la Luna. Deseo que se
en selenografía. vote esta proposición.
—Muy fuerte, caballero, y añadiré que MM. Beer La proposición obtuvo los aplausos unánimes de
y Moedler, que son los mas ¡lábiles observadores, los trescientos mil oyentes. El adversario «le Miguel Ar­
que mejor han estudiado el astro de la noche, están dan quería replicar, pero no pudo hacerse oir. Caía
de acuerdo sobre la falta absoluta de aire en su super­ sobre él una granizada de gritos y amenazas.
ficie. —¡Basta! ¡basta! decían unos.
Se produjo cierta sensación en el auditorio, al cual —¡Fuera el intruso! repetían otros.
empezaban á convencer los argumentos del perso­ —¡Fuer»! ¡Fuera! esclamaba la irritada muche­
naje desconocido. dumbre.
—Adelante, respondió Miguel Ardan con la mayor Pero él, firme, agarrado al estrado, dejaba pasar
calma, y lleguemos ahora á un hecho importante. sin moverse la tempestad, la cual hubiese tomado
M. Laussedat, hábil astrónomo francés, observando el proporciones formidables, si Migue! Ardan no la hu­
eclipse de. 18 de julio delSCO, comprobó que los cuer­ biese apaciguado con un gesto. Era de un carácter
nos del creciente solar estaban redondeados y trun­ demasiado caballeresco para abandonar á su contra­
cados. Este fenómeno no pudo ser producido Üas que dictor en el apuro en que le veía.
por una desviación de los rayos del sol al atravesar la —¿Deseáis añadir algunas palabras? le preguntó
atmósfera de la Luna, sin que haya otra esplicacion con la mayor cortesía.
posible. —¡Sí! ¡ciento! ¡mil! respondió el desconocido, con
—¿Poro el hecho es cierto? preguntó con viveza el arrebato. Pero no,-me basta una sola. Para perseve­
desconocido. rar en vuestro proyecto, preciso ¡es que seáis...
—Absolutamente cierto. —¿Imprudente? ¿Cómo podéis tratarmeasí,sabien­
Un movimiento inverso al que había experimentado do que he pedido una bala cilindrica cónica á mi ami­
la asamblea poco antes se tradujo en rumores de go Barbicane, para no dar por el camino vueltas y
aprobación ásu héroe favorito,cuyo adversario guar­ revueltas como una ardilla?
dó silencio. Ardan repitió la frase, y, sin envanecerse —¡Desgraciado! ¡al salir del cañón, la repercusión
por la ventaja que acababa de obtener, dijo sencilla­ sola os hará pedazos!
mente: —Mi querido contradictor, acabéis de poner el
l'E LA TIERRA A LA 1.1 NA. .¡!>
dedo en la llaga, en la verdadera y única dificultad; . Tampoco Barbicane le perdía á él de vista, y las
pero la buena opinion que tengo formada del genio miradas de aquellos dos hombres se cruzaban com->
industrial de los americanos me permite creer que dos espadas diestramente esgrimidas.
llegarán á resolverle. Los gritos de la multitud duraron tanto como la
—¿Y el calor desarrollado por la velocidad del marcha triunfal. Miguel Ardan se dejaba llevar con un
proyectil al atravesar las capas de aire? placer evidente. Su rostro estaba radiante. De cuan­
—¡Oh! sus paredes son gruesas, ¡y habrá con tanta do en cuando parecía que el estrado se balanceaba
rapidez traspasado la atmósfera! como un buque azotado por las olas. Pero los do--
—¿Y víveres? ¿y agua? héroes de la fiesta, acostumbrados á navegar, no se
—He calculado que podría llevar víveres y agua mareaban, y su buque llegó sin uinguna avería al
para un año, y la travesía durará cuatro días. puerto de Tampa-Town.
—¿Pero y aíre para respirar en el camino? Miguel Ardan pudo afortunadamente ponerse a
—Lo liaré artificialmente por procedimientos quí­ salvo de los abrazos y apretones de manos de sus vi­
micos bien cono. idos. gorosos admiradores. En la fonda Franklin encontró
—¿Pero vuestra caída en la Luna, suponiendo que un refugio, subió á su cuarto y se metió entre sába­
lleguéis á ella? nas, mientras un ejército de 100,000 hombres velaba
—Será seis veces menos rápida que una caída en bajo sus ven timas.
la Tierra, porque el peso os seis veces menor en la Al mismo tiempo ocurría una escena corla, gra­
superficie de la Luna. ve y decisiva entre el personaje misterioso y el pre­
—¡Pero aun así será suficiente para romperos co­ sidente del Gun-Club.
mo un pedazo de vidrio! Barbicane, apenas se vió libre, se dirigió á su ad­
—¿Y quién me impedirá retardar mi caída por versario.
medio de cohetes convenientemente dispuestos y en­ —¡Venid! le dijo con voz breve.
cendidos en ocasión oportuna? El desconocido le siguió, y no tardaron en hallarse
—Por último, aun suponiendo que se hayan re­ los dos solos en un wliarf abierto en el Joncs-
suelto todas las dificultades, que se hayan allanado Fall.
todos los obstáculos, que se hayan reunido á favor No se conocían aun, y se miraron.
vuestro todas las probabilidades, aun admitiendo —¿Quién sois? preguntó Barbicane.
que lleguéis sano y salvo á la Luna, ¿cómo volve­ —El capitán Nicholl.
reis? —Me lo figuraba. Hasta ahora la casualidad no os
—¡No volveré! habia colocado en mi camino...
A esta respuesta, sublime por su sencillez, la —¡Me he colocado en él yo mismo!
asamblea quedó muda. Pero su silencio fue mas elo­ —¡Me habéis insultado!
cuente que todos los gritos de entusiasmo. El desco­ —Públicamente.
nocido se aprovechó de él para protestar por última —Me daréis salisfacion del insulto.
vez. —Ahora mismo.
—Os matareis infaliblemente, esclamó, y vuestra —No, quiero que todo pase secretamente entro nos­
muerte, que no será mas que la muerte de un insen­ otros. Hay un bosque, el bosque deSkernau, á 3 mi­
sato, ni siquiera servirá de algo á la ciencia! llas deTmilpa. ¿Le conocéis?
—¡Proseguid, mi generoso desconocido, porque, —Le conozco.
la verdad, vuestros pronósticos son muy agrada­ —¿Tendréis inconveniente en entrar en él por un
bles! lado mañana por la mañana á las cinco?
—¡Ah! ¡eso es demasiado! esclamó el adversario de —Ninguno, si á la misma hora entráis vos por el
Miguel Ardan, y no sé por qué pierdo el tiempo en otro lado.
una discusión tan poco formal. ¡No desistáis de vues­ —¿Y no olvidareis vuestro rifle? dijo Barbicane.
tra loca empresa! ¡No es vuestra la culpa! —Ni vos el vuestro, respondió Nicholl.
—¡Olí! no salgáis de vuestras casillas! Pronunciadas estas palabras con la mayor calma,
—¡No! sobre otro pesará la responsabilidad de el presidentedel Gun-Cluby el capitán se separaron.
vuestros actos! Barbicane volvió á su casa, pero, en vez de descansar,
—¿Sobre quién? preguntó Miguel Ardan con voz pasó la noche buscando el medio de evitar la reper­
imperiosa. ¿Sobre quién? decidlo. cusión del proyectil y resolver el difícil problema
—Sobre el ignorante que ha organizado esta ten­ presentado por Miguel Ardan en la discusión del
tativa tan imposible como ridicula. meeting.
El ataque era directo. Barbicane, desde la inter- :
vención uel desconocido, tuvo que esforzarse mucho
para contenerse y conservar su sangre fría; pero vién- ‘ CAPITULO XXI.
dose ultrajado dé una manera tan terrible, se levantó ;
precipitadamente, y ya marchaba liácia su adversario CÓMO ARREGLA UN FRANCÉS UN DESAFÍO.
que le miraba frente á frente y le aguardaba’ con la ,
mayor serenidad, cuando se vio súbitamente separa­ Mientras entre el presidente y el capitán so con­
do de él. certaba aquel duelo terrible y salvaje en que un
De pronto cien brazos vigorosos levantaron en alto hombre se hace á la vez res y cazador de otro hom­
el estrado, y el presidente del Gun-Club tuvo que bre , Miguel Ardan descansaba de las fatigas del
compartir con Miguel Ardan los honores del triunfo. triunfo. Pero no descansaba, no es esta la espresion
La carga era pesada, pero los que la llevaban se iban propia, porque los colchones de las camas america­
relevando sin cesar, luchando todos con el mayor nas nada tienen que envidiar por su dureza al már­
encarnizamiento unos contra otros para prestar á , mol y al granito.
aquella manifestación el apoyo de sus hombros. Ardan dormía, pues, bastante mal, volviéndose de
Sin embargo, el desconocido no se había aprove­ un lado á otro entre las servilletas que le servían de
chado del tumulto para dejar su puesto. ¿Peroacaso, sábanas, y pensaba en proporcionarse un lugar de
aunque hubiese querido, hubiera podido evadirse descanso mas cómodo y mullido en su proyectil,
en medio de aquella compacta muchedumbre? Lo cuando un ruido violento le arrancó de sus sueños.
cierto es que no pensó en escurrirse, pues se man­ Golpes desordenados conmovían su puerta como si se
tenía en primera lila, con los brazos cruzados, y mi­ diesen con un martillo , mezclándose con aquel es­
raba á Barbiómc como si-quisiera comérselo. trépito demando matutino gritos desaforados.
50 BIBLIOTECA ILUSTRADA DE GASPAR T RO1G.
—¡Abre! gritaba una voz desde fuera. ¡Abre pron- ■ —¿Hace mucho tiempo?
to, en nombre del cielo! —Cosa de una hora.
Ninguna razón tenia Ardan para acceder á una —¡Hemos llegado tarde! esclamó Maston.
demanda tan estrepitosamente formulada. No obs­ —¿Y habéis oido algún tiro? preguntó Migue.
tante, se levantó y abrió la puerta, en el momento Ardin.
de ir ésta á ceder á los esfuerzos del obstinado visi­ —No.
tante. —¿Ni uno solo?
El secretario del Gun-Club se metió en el cuarto. — Ni uno solo. Me parece que el tal cazador m>
No hubiera una bomba entrado en él con menos ce­ hace negocio.
remonias. — ¿Qué hacemos? dijo Maston.
—¡Anoche, esclamó J. T. Maston e.r.-abrupto, —Entrar en el bosque, aunque sea esponiéndono-
nuestro presidente, durante el ineeting fue pública­ á un balazo por un quiprocuo.
mente insultado! ¡Ha provocado á su adversario, que —¡Ah! esclamó Maston con un acento de verdad
•>s nada menos que el capitán Nicholl! ¡Se baten los salido del fondo de su corazón, preferiría diez balas
dos esta mañana en el bosque de Skersnaw! ¡Lo sé en mi cabeza á una sola en la de Barbicane.
to lo por el mismo Barbicane! ¡Si éste muere, iraca- —¡Adelante, pues! respondió Ardan estrechando
-;m sus proyectos! ¡Es, pues, preciso impedir el la mano de su compañero.
• hielo á toda Costa! ¡No hay mas que un hombre en el A'los pocos segundos, los dos amigos desapare­
mundo que ejerza sobre Barbicane bastante imperio cieron en el espeso bosque de cedros, sicómoros, tu­
para detenerle , y este hombre es Miguel Ardan. liperos, ¡cacos, pinos, encinas y mangos, que entre­
En tanto que j. T. Maston hablaba como acaba­ cruzaban sus ramas formando una inestricable red y
mos de significar, Miguel Ardan, sin interrumpirle, privando á la vista de lodo horizonte. Miguel Ardan
se metió su ancho pantalón, y no habían trascurrido y Maston no se separaban uno de otro, cruzando si­
aun dos minutos, cuando los dos amigos ganaban á lenciosamente las altas yerbas, abriéndose camine
•■seape los arrabales de Tampa-Town. por entre vigorosos bejucales, interrogando con la
Durante el camino, Maston acabó de poner á Ar­ mirada las matas y el ramaje perdidos en la sombría
dan al corriente de todo el negocio. Le dió á conocer , espesura y esperando oir de un momento á otro el
las verdaderas causas de la enemistad de Barbicane ' mortífero estampido de los rifles. Imposible Ies hu­
y de Nicholl, la antigua rivalidad, los amigos co­ biera sido reconocer las huellas que njarcasen el
munes que mediaron para que los dos adversarios tránsito de Barbicane, marchando como' ciegos por
no se encontrasen nunca cara á cara, y añadió que senderos casi vírgenes y cubiertos de broza, en que
se trataba únicamente de una emulación de plancha y un indio hubiera seguido uno tras otro todos los
de proyectil, de suerte que la escena del meeling no pasos de un enemigo.
había sido mas que una ocasión rebuscada desde Pasada una hora de investigaciones estériles y
mucho tiempo por el rencoroso Nicho!! para armar ociosas, los dos compañeros se detuvieron. Su zozo­
camorra. bra iba en aumento.
Nada mas terrible que esos duelos propios de los —Necesariamente debe haber concluido todo, dijo
americanos, durante los cuales los dos adversarios se Maston desalentado. Un hombre como Barbicane no
buscan por entre la maleza y matorrales, se acechan se vale de astucias contra su enemigo, ni le tiende
desde un escondrijo cualquiera y se disparan las ar­ lazos, ni procura desorientarle. ¡Es demasiado fran­
mas en medio de lo mas enmarañado de las selvas co, demasiado valiente! ¡Ha acometido, pues, el pe­
como bestias feroces. ¡Cuánto, entonces, deben en­ ligro de fronte, y sin duda tan lejos del leñador que
vidiar los combatientes las maravillosas cualidades de éste no ha oído la detonación del arma!
los indios de las Praderas, su perspicacia, su astucia, —¡Pero y nosotros! ¡nosotros! respondió Miguel
su conocimiento de los rastros, su olfato para perci­ Ardan. En el tiempo que ha trascurrido desde que
bir al enemigo! Un error, una vacilación, un mal entramos en el bosque, algo habríamos oido.
fia so pueden acarrear la muerte. En estos momentos, —¡Y si hubiésemos llegado demasiado tarde! es­
os yankees se hacen con frecuencia acompañar de clamó Maston con un acento de desesperación.
sus perros, y cazando y siendo cazados á un mismo Miguel Ardan no supo qué responder. El y Maston
tiempo, se persiguen alguna vez horas y horas. prosiguieron su interrumpida marcha. De cuando
—¡Qué diablos de gentes sois! esclamó Miguel Ar­ eu cuando gritaban con toda la fuerza de sus pu!
dan cuando su compañero le pintó con mucha ener­ mones; ya llamaban á Barbicane, ya á Nicholl; pero
gía todos los pormenores. ninguno de los dos adversarios respondía á sus vo­
—Somos como somos, respondió modestamente ces. Alegres bandadas de pájaros, que se levan­
J. T. Maston; pero démonos prisa. taban al ruido de sus pasos y de sus palabras, des­
El y Miguel Ardan tuvieron mucho que correr para aparecían entre las ramas, y algunos gansos azora­
atravesar la llanura humedecida por el roefo , pasar dos huían precipitadamente hasta perderse en el
arrozales y torrentes y atajar por el camino mas fondo de las selvas.
corto, y aun asi no pudieron llegar a) bosque de Unit hora mas se prolongaron aun las pesquisas. Ya
Skernaw antes de las cinco y media. Hacia inedia había sido esplorada la mayor parte del bosque. Nada
hora aue Barbicane debía encontrarse en el teatro de revelaba la presencia de los combatientes. Motivos
la luclia. había para dudar de las afirmaciones del leñador, y
Allí estaba un viejo leñador haciendo pedazos al­ Ardan iba ya á renunciar á un reconocimiento que
gunos árboles caídos. le parecía inútil, cuando de repente Maston se de­
Maston corrió hácia él gritando: tuvo.
—¿Habéis visto entrar en el bosque á un hombre ¡ —¡Silencio! dijo. ¡Allí hay alguno!
armado de rifle, á Barbicane, el presidente... mi —¿Alguno? respondió Miguel Ardan.
mejor amigo?... ! —¡Sí! ¡un hombre! Parece inmóvil. No tiene e!
Él digno secretario del Cun-Club pensaba cándida- ¡ rifle en las manos. ¿Qué hace, pues?
mente que su presidente no podio dejar de ser cono- ; —¿Pero le reconoces? preguntó Miguel Ardan,
cido de todo el mundo. Pero no pareció que el leña cuya vista corta era para él un grande inconveniente
dor le comprendiese. en aquellas circunstancias.
—Un cazador, dijo entonces Ardan. —¡Sí! ¡sí! ahora se vuelve, respondió Maston.
—¿Un cazador? sí, le he visto, respondió el le- 1 —¿Y quién es?...
ñador. ' —El capitán Nicho!).
DE LA TIERRA \ El LCVA. 5Í
—¡Niehuli! respondió Miguel Ardan, sintiendo —L'n poco de paciencia, respondió Ardan, no puedo
oprimírsele el corazón. ' dárosla á conocer sino en presencia de Barbicane.
—¡Nícholl desarmado! ¿Con que nada tenia ya que —Busquémosle, pues, esclamó el espitan.
temer <le su adversario? . Inmediatamente los tres se pusieron en marcha.
—Vamos hácia él, dijo Miguel Ardan, y sabremos I El capitán, después de haber puesto en el seguro el
á qué atenernos. i rifle que llevaba amartillado, se lo echó á la espalda
Pero él y su compañero no habían aun dado cin­ y avanzó con paso reprimido, sin decir una palabra.
cuenta pasos, cuando se detuvieron para examinar Durante media hora, las pesquisas siguier >n sien-
mas atentamente al capitán. ¡Se habían figurado en­ ¡ do inútiles. Maston se sentía preocupado por un
contrar un hombre sediento de sangre y entregado ' siniestro presentimiento. Observaba con severidad á
enteramente ásu venganza! Al verle, quedaron ató­ Nicholl, preguntándose si habría el capitón satisfecho
nitos. ' su venganza, y si el desgraciado Barbicane, herido
Entredós tuliperos gigantescos había tendida una de un balazo, no yacía sin vida en el fondo de un
red de malla estrecha, en cuyo centro un pajarillo, matorral ensangrentado. Miguel Ardan había al pa­
con las alas enredadas, forcejeaba lanzando lastimo- recer concebido la misma sospecha, y los dos inter­
sí s quejidos. El cazador que bahía armado aquelld* rogaban con la mirada al capitán Nicholl, cuando
inextricable artimaña, no era humano; era una araña Maston se detuvo de repente.
venenosa, indígena del pais, del tamaño de un huevo Medio oculto por la yerba, aparecía á veinte pasos
ile paloma, y provista de enormes patas. El repug­ de distancia el busto de un hombre apoyado en el
nante animal, en el momento de precipitarse contra tronco de una caoba jigantesca.
su presa, se vió á su vez amenazado de un enemigo — ¡Es el! dijo Maston.
temible, y retrocedió para buscar a«ilo en las altas Barbicane no se movía. Ardan alésmó sus miradas
ramas del tulipero. en loa ojos del capitán, pero éste permaneció impasi-
El capitán Nícholl, que, olvidando los peligros que sible. Ardan dió algunos pasos gritando.
lq amenazaban, había dejado el rifle en el suelo, se —¡Barbicane! ¡Barbicane!
ocupaba en libertar con la mayor delicadeza posible á No obtuvo respuesta. Entonces se precipitó hácia su
la víctima cogida en la red ae la monstruosa araña. amigo; pero en el momento de irle á coger défbra-
Cuando hubo concluido *u operación , devolvió la li­ ' zo, se contuvo lanzando un grito de sorpresa.
bertad al pajarillo, que desapareció moviendo alegre­ Barbicane, con el lápiz en la mano, trazaba fór-
mente las ajas. I muías y figuras geométricas en un libro de memo­
Nicholjle veia enternecido huir por entre las ra­ rias, teniendo echado en el suelo de cualquier modo
mas, cuando oyó las siguientes palabras pronuncia­ su rifle desmontado.
da-: con voz conmovida: Absorvido en su ocupación, sin pensar en su desafio
—¡Sois un valiente y un hombre de bien á carta ni en su venganza, el sabio nada había visto ni oído.
cabal! Pero cuando Miguel Ardan le dió la mano, se le­
Se volvió. Miguel Ardan se hallaba en su presencia vantó y le miró con asombro.
repitiendo en todos los tonos: —¡Cómo! esclamó, jtú, aquí! ¡Ya pareció aquello,
—¡Y un hombre generoso! amico mío! ¡Ya pareció aquello!
—Miguel Ardan! esclamó el capitán. ¿Qué venís á -¿Qué?
hacer aquí, caballero? —¡Mi medio!
—Vengo, Nícholl, á daros un apretón de manos, y —¿Qué medio?
a impedir que matéis á Barbicano ó que él ob mate. 1 —¡El medio de anular el efecto de la repercusión
—¡Barbicane! ¡dos horas hace que le busco y no le al arrancar el proyectil!
encuentro! ¿Dónde se oculta! —¿De véras? dijo Miguel mirando al capitán con
—Nícholl, dijo Miguel Ardan, eso no es decoroso. el rabo del ojo.
Se debe respetar siempre á un adversario. Tranquili­ —¡Si, con agua! ¡con agua común, que amorti­
zaos, que si Barbicane vive, le encontraremos, tanto guará!... ¡Ah! ¡Maston! esclamó Barbicane, ¡vos
mas cuanto que, á no ser que se divierta como vos también!
en socorrer pájaros oprimidos, él también os estará —El mismo, respondió Miguel Ardan, y permíte­
buscando. Pero Miguel Ardan es quien os lo dice, me presentarte al mismo tiempo al digno capitán
cuando le hayamos encontrado, no se tratará ya de Nicholl.
duelo entre vosotros. —¡Nicholl! esclamó Barbicane, que se puso en pie
—Entre el presidente Barbicane y yo, respondió al momento. Perdón, capitán, dijo, había olvidado...
gravemente Nícholl, hay una rivalidad tal que sólo la estoy pronto...
muerte de uno de los dos... Miguel Ardan intervino sin dar á los dos enemigos
—¡No prosigáis , repuso Miguel Ardan; valientes tiempo de interpelarse.
como vosotros, aun siendo enemigos, pueden esti­ —¡Voto al chápiro! dijo, ¡Fortuna ha sido que va­
marse. No os batiréis. lientes como vosotros no se hayan encontrado antes!
—¡Me batiré, caballero! Ahora tendríamos que llorar á uno ú otro de los dos.
—¡No! Pero, gracias á Dios que ha intervenido, no hay ya
—Capitán, dijo entonces J. T. Mastoncon la mayor nada que temer. Cuando se olvida el odio para abis­
sinceridad y ardiente fe, soy el amigo del presidente, ¡ marse en problemas de mecánica ó jugar una mala
'U alterego; si queréis absolutamente matar á alguien, pasada á las arañas, el tal odio no es peligroso para
matadmeá mí, y será exactamente lo mismo. ¡ nadie.
—Caballero, dijo Nícholl apretando convulsiva- , Y Miguel Ardan contó al presidente la historia del
mente su rifle, esas chanzas... capitán.
—¡El amigo Maston no se chancea, respondió Mi­ —Ahora quisiera me dijeseis, prosiguió, si dos
gue! Ardan, y comprendo su resolución de hacerse hombres de tan buenos sentimientos como vosotros
matar por el hombre que es su amigo predilecto! han sido creados para romperse la cabeza á balazos.
Pero ni él ni Barbicane caerán heridos por las balas En aquella situación, un si es no es ridicula, había
del capitán Nicholl, porque tengo que hacer á los dos algo tan inesperado, que Barbicane y Nicholl no sa­
rivales una proposición tan seductora, que la acep­ bían qué actitud guardar uno respecto de otro. Mi­
tarán con entusiasmo. guel Ardan lo comprendió, y resolvió precipitar la
—Qué proposición? preguntó Nicholl con visible I reconciliación.
incredulidad. I —Mis buenos amigos, dijo dejando asomar á.iUS lá-
■W
¡2 BIBLIOTECA ILUSTRADA df Gaspar y koic.
bios.su mejor sonrisa, entre vosotros no ha habido —Sí, lo creo, replicó el presídeme.
nunca mas que una mala inteligencia. No ha habido —Y al amigo Nicholl está persuadido de que vol­
otra cosa. Pues bien, para probar que lodo entre verá á caer á la Tierra.
vosotros lia concluido, y puesto que sois hombres á —Estoy seguro, esclamó el capitán.
quienes no duelen prendas y saben arriesgar su pe­ —Corriente, repuso Miguel Ardan. No trato de
llejo, aceptad francamente la proposición que voy á poneros de acuerdo; pero os digo muy buenamente:
haceros. Partid conmigo, v lo veremos.
— Hablad, dijo Nicholl. —¡Qué ¡dea! murmuró J. T. Maston asombrado
—El amigo Barbicano cree que su proyectil irá Al oir aquella proposición tan imprevista, los do-
derecho á la Luna. rivales se miraron recíprocamente, y siguieron obser-

Partiil conmigo, y vereis.

vándose con atención. Barbicane aguardaba la res­ sidente Barbicano, el singular desenlace qub había
puesta del capitán. Nicholl espiaba las palabras del tenido. El papel desempeñado por el caballeresco
presidente. europeo, su inesperada proposición con que zanjó
—¿Qué resolvéis? dijo Miguel con un acento que las dificultades, la simultánea aceptación de los dos
obligaba. ¡Ya que no hay que temer repercursiones!... rivales, la conquista del continente lunar á la cual
—¡Aceptado! esclamó Barbicane. iban á marchar de acuerdo Francia y los Estados-
Pero por pronto que pronuncióla palabra, Nicholl Unidos, lodo contribuía á aumentar mas y mas la po­
la acalló de pronunciar al mismo tiempo. pularidad de Miguel Ardan. Ya se sabe con que frenesí
—¡Hurrali! ¡bravo! ¡viva! ¡hip! ¡hip! esclamó Mi­ los yankees se apasionan de un individuo. En un
guel Ardan tendiendo la mano á los dos adversa­ país en que graves magistrados tiran del coche de
rios. Y ahora que el asunto está arreglado, permi­ una bailarina para llevarla en triunfo, juzgúese cual
tidme, amigos míos, trataros á la francesa. Vamos seria la pasión que se desencadenó en favor del fran­
á almorzar. cés, audaz sobre todos los audaces. Si los ciudadanos
no desengancharon sus caballos para colocarse ellos
CAPITULO XXII. en su lugar, fue probablemente porque el no tenia
EL NUEVO CIUDADANO DE LOS ESTADOS-UNIDOS. caballos, pero todas las demás pruebas de entusiasmo
le fueron prodigadas. No había uno solo que no estu­
Aquel mismo día l.i América entera supo, al mismo viese unido á él con el alma. E.v pluribus unum, se­
íiempo que el desalío del capitán Nicholl y del pre­ gún la divisa de los Estados-Unidos.
DE LA TIERRA A LA LUNA. '¡3
Desde aquel día, Miguel Ardan no tuvo un momen­ Unión le produjeron casi una gastro-enterilis. Tan­
to de reposo. Diputaciones procedentes de todos los tos brindis, acompañados de fuertes licores, hubieran
ángulos de la Unión le felicitaron incesantemente, y desde el primer dia producido á cualquier otro un
de grado ó fuerza tuvo que recibirlas. Las manos que delirium tremens (2); pero él sabia mantenerse, den­
apretó y las personas que tuteó no pueden contarse; tro de los límites de una media embriaguez alegre y
pero se rindió al cabo, y su voz enronquecida por decidora.
tantos spcachs (l) salía <ie sus labios sin articular Entre las diputaciones de toda especie que le asal­
casi sonidos inteligibles, sin contar con que los toasts taron, la de los lunáticos no olvidó lo que debía al
que tuvo que dedicar á todos los condados de la futuro conquistador de la Luna. Un dia, algunos de

Llegada d« I proyectil á Stonc’s-Uill.

aquellos desgraciados dementes, asaz numerosos en ¡as defunciones nurríenlaron considerablemente el dia
América, le visitaron para pedirle que les llevase con 21 de Enero, en el momento de un eclipse. Durante
él á su país natal. Algunos pretendían hablar el sele­ los eclipses de la Luna, el célebre Bacon se desvane­
nita y quisieron enseñárselo á Miguel Ardan. Este se cía, y no volvía en sí hasta después de la completa
prestó con docilidad á su inocente manía y se encar­ emersión del astro. El rey Cárlos'VJ, durante el año
gó de comisiones para sus amigos de la Luna. 1399, sufrió seis arrebatos de locura que coincidieron
—¡Singular locura! dijo á Barbicane después de con la Luna nueva ó con la Luna Mena. Algunos médi­
haberles despedido, y es una locura que ataca con cos han clasificado la epilepsia ó mal caduco entre las
frecuencia inteligencias privilegiadas. Arago, uno de enfermedades que siguen las fases de la Luna. Parece
nuestros sabios mas ilustres, me decía que muchas que las afecciones nerviosas han sufrido á menudo su
personas muy discretas y muy reservadas en sus influencia. Mead habla de un niño que esperimenta •
concepciones, se dejaban llevar á una exaltación suma, taba convulsiones cuando la Luna entraba en oposi­
á increíbles singularidades, siempre que de la Luna ción. Gall había notado que la exaltación de las per­
se ocupaban. ¿Crees tú en la influencia de la Luna sonas débiles aumentaba dos veces cada mes, una
en las enfermedades? en el novilunio y otra en el plenilunio. En fin, hay
—Poco, respondió el presidente del Gun-Club. mil observaciones del mismo género sobre los vérti­
—Lo mismo digo, y sin embargo, la historia registra gos, las fiebres malignas, los somnabulismos, que
hechos asombrosos. En 1693, durante una epidemia, tienden á probar que el astro de la noche ejerce una
(2) Especie de temblor con imbecilidad, característico de los que
(1) Discursos. abusan de bebidas espirituosas.
4
¡>í BIBLIOTECA ILUSTRADA DE GASPAR Y ROIG.
misteriosa inlluencia sobre las enfermedades Ierres- ' que tienen ánima ó alma, que es lo misino, poique
tres. yo no lo creo.
—¿Pero cómo? ¿por qué? preguntó Barbicane. bebemos aquí hacer mención de una preposición
—¿Por qué? respondió Ardan. Te daré la misma | relativa á J. T. Maston. Cuando el secretario del
respuesta que Arago repelía diez y nueve siglos des­ Gun-Cluh oyó que Barbicane y Nicholl aceptaban la
pués que Plutarco:—Tal vez porque no es verdad. preposición de Miguel, le entraron ganas de unirse á
En medio de su triunfo, no pudo Miguel Ardan ellos y formar parle de Ja espedicion. Formalizó un
librarse de ninguna de las gabelas inherentes al esta­ dia su deseo. Barbicane, sintiendo mucho no poder
do de hombre célebre. Losque especulaban con lo que ¡ acceder á su demanda, le hizo comprender que el
está en voga quisieron exhibirle. Barmtin le ofreció . proyectil no podía llevar tantos pasajeros. J. T. Mas­
un millón para pasearlo de una ciudad á otra en ton, desesperado, acudió á Miguel Ardan, quien le
Indos los Estados-Unidos y darlo en espectáculo aconsejó resignación y recurrió á argumentos ad lio-
como un animal curioso. Miguel Ardan le trató de minem.
cornac (1) y le envió á paseo. —Oye, querido Maston, le dijo, no des á mis pala­
Sin embargo, aunque se negó á satisfacer Je esta ! bras un alcance que no tienen;'pero, sea dicho mitre
manera la curiosidad pública, circularon por todo el ' nosotros, la verdad os que eres demasiado incom­
mundo y ocuparon el puesto de honor en los albunes pleto para presentarle en la Luna.
sus numerosos retratos, de los cuales se sacaron —¡Incompleto! esclamó el valeroso inválido.
pruebas de todas las dimensiones, desde el tamaño —¡Sí, mi valiente amigo! Da por sentado que en­
natural hasta las reducciones microscópicas para contremos habitantes allí arriba. ¿Querrás darles una
sellos de correo. Se podía cualquiera proporcionar triste idea de lo que pasa aquí, enseñarles lo que es
un ejemplar en todas las actitudes imaginables, re­ la guerra, demostrarles que los hombres invierten
trato de cabeza, retrato de busto, retrato de cuerpo el tiempo mas precioso en devorarse, en comerse,
entero, sentado, en pie, de perfil, de espalda. Se en romperse brazos y piernas, en un globo que po­
tiraron mas de 1.500,000 ejemplares, y podía muy dría alimentar cien mil millones de habitantes, y
bien, pero no quiso, haber aprovechado la ocasión . cuenta apenas mil doscientos millones? Vamos, ami­
de enriquecerse con sus propias reliquias. Sin mas ¡ go mío, no quieras que en la Luna nos den con la
que vender sus cabellos á dollar cada uno, tenia los I puerta en los hocicos, que nos echen á cajas des­
suficientes para hacer una fortuna. templadas.
Para decirlo todo, diremos que esta popularidad no —Pero si vosotros llegáis en pedazos, replicó J.
le desagradaba. T. Maston, seréis tan incompletos como yo.
Al contrario. Se ponía á disposición del público y I —Es una verdad dcPero Grullo, respondió Mi­
se carteaba con el universo entero. Se repetían sus guel Ardan, pero nosotros llegaremos muy enleritos.
chistes, se propagaban sus felices ocurrencias, sobre­ En efecto, un esperimenlo preliminar, intentado
todo las que él no había tenido. Por lo mismo que por via de ensayo el 13 de octubre, bahía dado los
las tenia en abundancia, se le atribuían muchas mas. mejores resultados y hecho concebir las mas legíti­
Asi es el mundo. Mas limosnas se hacen al rico que mas esperanzas. Barbicane, deseando darse cuenta
al pobre. del efecto de repercusión en el momento de partir un
No solamente tuvo propicios á los hombres, sino ' proyectil, mandó traer del arsenal de Pensacola un
que también á las mujeres. ¡Cuántos buenos inatri- 1 mortero de 32 pulgadas (—0,75 cent.), que colocó
monios so le hubieran presentado por pocos deseos en la rada de Hillisboro, á fin de que la bomba ca­
que hubiera manifestado de casarse! Las viejas mis- yera en el mar y se amortiguase su choque. Tratá­
sess particularmente, lasque habían pasado cuarenta base únicamente de esperimenlar el sacudimiento á
años llainaudo inútilmente á un marido caritativo, la salida y no el choque al caer.
estaban día y noche contemplando sus fotografías. Para esto curioso esperimenlo se preparó con el
La verdad es que hubiera encontrado compañeras mayor esmero un proyectil hueco. Una gruesa almo­
á centenares, aunque las hubiese impuesto la con­ hadilla, aplicada á una red de resortes de acero de­
dición de seguirle en su peregrinación aérea. Las ' licadamente templados, forraba sus paredes interio­
mujeres son intrépidas cuando no tienen miedo á 1 res. Era un verdadero nido cuidadosamente mullido
lodo. Pero Ardan no tenia intención de fundar una y acolchado.
dinastía en el continente. limar y ser allí el tronco de —¡Qué lástima no poder meterse en él! decía J. T.
una raza cruzada de francés y americano. Se negó, Maston lamentando que su volumen no le permitiera
pues. intentar la aventura.
—¡Ir allá arriba, decía, á representar el papel de La ingeniosa bomba se cerraba por medio de una
Adan con una hija de Eva! ¡Gracias! ¡No tardaría lapa con tornillos, y se introdujo en ella un gatazo
en encontrar serpientes! de lomo y lomo, y después una ardilla perteneciente
Apenas pudo sustraerse á las alegrías demasiado re­ al secretario perpetuo de! Giin-Club, J. T. Maston, á
petidas del triunfo, fué seguido de sus amigos, á ha­ la cual ósle profesaba un verdadero cariño. Pero se.
cer una visita al columbiad. Se la debía. Además, se quería saber prácticamente cómo soportaría el viaje
había hecho muy fuerte en balística, desde que vivía un animalito tan poco sujeto á vértigos.
con Barbicane, J. T. Maslony tutti quanti. Su mayor Se cargó el mortero con ciento sesenta libras de
placer consistía en repetir á aquellos brabos artilleros pólvora, y, colocada en él la bomba, se dió la voz de
que no eran mas que homicidas amables y sabios. luego.
Respecto del particular no se agotaba nunca su in­ El proyectil salió inmediatamente con la rapidez
genio epigramático El día en que visitó el columbiad, propia de los proyectiles, describió mageshinsamen-
lo admiró mucho y bajó hasta el fondo del ánima de le. su parábola, subió á una altura próximamente
aquel gigantesco mortero que debía muy pronto lan­ de 1,000 pies, y formando una graciosa curva, cayó
zarlo por el aire. en el mar y se abismó en medio de las olas.
—Al menos, dijo, este canon no hará daño á nadie, Sin pérdida do. tiempo se dirigió una embarcación
lo que, tratándose de un cañón, no deja de ser una al sitio de la caída, y hábiles buzos que se echaron
maravilla Pero en cuanto á vuestras máquinas que al agua y capuzaron como peces, alaron con cables el
destruyen, que incendian, que rompen, que matan, proyectil, y éste fue izado rápidamente á bordo. No
no me habléis de ellas, y, sobretodo, no me digáis habían trascurrido cinco minutos desde el momento
en que fueron encerrados los animales, cuando se le­
IU Conductor de elefantes. vantó la lapa de su mazmorra.
hE I A TIEIlllA A I.A lUjx. 1
Ardan, i>;irbit*an**, Maslon y N'h l.oil se hallaban garitas, que los arquitectos d-> la edad inedia colo­
en la embarcación y examinaron la operación con caban en el ángulo de las fortalezas. No le faltaban
nn sentimiento de interés que fácilmente se com­ mas que saeteras y una veleta.
premie. Apenas se abrió la bomba , salió el gato —Estoy esperando, esclamaba Miguel Ardan, que
echando chispas, lleno de vida, aunque no de muy salga de aqui un hombre de, armas con arcabuz y
hilen humor, si bien nadie hubiera dicho que acaba­ coraza. Nosotros estaremos dentro como unos seño­
ba de regrosar de una espelición aérea. ¿Poro y la res feudales, y con un poco de artillería, harían)'.s
ardilla? ¿Dónde está que no se encuentra de ella ni frente á todos" los ejércitos selenitas, en la hipótesis
rastro? Fuerza fue reconocer la verdad. El gato so de que los haya en ia Luna.
había comido á su compañero de, viaje. —¿Es decir que el vehículo te gusta? preguntó
La pérdida de su graciosa y desgraciada ardilla Barbicano á su amigo.
causó una verdadera pesadumbre á J. T. Maston , el —Sí, me gusta, me gusta, respondió Miguel Ar­
cual se propuso inscribir el nombre de tan digno dan que lo examinaba con su amor á lo bello, carac­
animal en el martirologio de la ciencia. terístico de los artistas. Me gusta, pero siento que no
Despeos de un esperimenlo tan decisivo y coro­ sean sus formas mas esbeltas, mas ligeras, su cono
nado do un éxito tan feliz, todas las vacilaciones y mas gracioso; debería terminar con un florón de
zozobras desaparecieron. Para mayor abundamiento, metal tallado, ó con una quimera , una gárgola, una
los planos do Barbicano debían perfeccionar aun mas I
salamandra saliendo del luego con las alas desplega­
el proyectil y anular casi enteramente los efectos do das y las fáuces abiertas...
la repercusión. No faltaba ya mas que ponerse en —¿Para qué, dijo Barbicano, cuyo carácter positi­
camino. vo era poco sensible á las bellezas del arlo.
Dos días después, Miguel Ardan recibió un men­ —¿Para qué, amigo Barbicano? ¡Ay! en el mero
saje del presidente de la Unión, siendo este un honor hecho de preguntarlo, temo que no lo comprenderás
que halagó mucho su amor propio. nunca.
Lo mismo que á su caballeresco compatriota el —Habla, hombre, habla.
marqués de La-Fayetle, el gobierno le confirió el ti­ —Pues bien, en mi .concepto, en lodo lo que se
tulo de ciudadano de los Estados-Unidos de Amé­ hace debe intervenir algo el gusto artístico, y es me­
rica. jor. ¿Conoces una comedia imlia que se llama El
Carretón del Niño!
1
—No la he oido nombrar en la vida, respondió
El. WAGON l'KOVECTIL. | Barbicano.
—Lo creo, no es menester que me lo jures, repu­
Concluido el monstruoso columbiad, el interés pú­ so Miguel. Sabe pues, que en dicha pieza hay un la­
blico fue inmediatamente llamado por el proyectil, drón que, en él momento de agujerear la pared de
nuevo vehículo destinado á trasportar, atravesando el una casa, se pregunta si dará á su agujero la forma
espacio, ¡i los tres atrevidos aventureros. Nadie había de una lira, de una flor, de un pájaro 6 de una ánfo­
olvidado que en su comunicación de 30 de setiembre ra. Pues bien, dime, amigo Barbicano, si en aquella
Miguel Ardan pedia una modificación de los planos i época hubieras formado parle de un jurado para juz­
adoptados por los miembros de la Comisión. gar á este ladrón, ¿le hubieras condenado?
El presidente Barbicano pensaba entonces muy , —Y no le hubiera valido la bula de Meco, respon­
justamente que la forma del proyectil importaba | do» el presidente del Gun-Club ; le hubiera condena­
poco, porque, después de haber atravesado la at­ do sin vacilar, y con la circunstancia agravante de
mósfera en algunos segundos, su trayecto debía efec­ fractura.
tuarse, en un absoluto vacío. La Comisión había —Pues yo le hubiera absuelto, amigo Barbicano,
adoptado la forma redonda para que lu bala pudiese lie aquí por qué tú do podrás nunca comprenderme.
girar sobre si misma y conducirse á su arbitrio. Mas —Ni trataré de ello, valeroso artista.
desde el momento que se. la trasformaba on vehículo, —pero al menos, añadió Miguel Ardan, ya que <d
la cuestión era ya muy diferente. Miguel Ardan no esterior de nuestro wagón deja algo que desear, se
quería viajar á la manera de la.< ardillas ; deseaba me permitirá amueblarlo á mi gusto , y con todo el
subir con la cabeza hacia arriba y con los pies háciit lujo que corresponde á embaidores de la Tierra.
abajo, con tanta dignidad como en la barquilla de un —Acerca del particular, mi bravo Miguel, respon­
globo aerostático, sin duda mas de prisa, pero sin dió Barbicane, harás de lu capa un sayo, y tienes
entregarse á una sucesión de cabriolas puco deco­ carta blanca.
rosas. Pero antes de pasar á lo agradable, el presidente
Se enviaron, pues, nuevos planos á la casa Bread­ del Gun-Club había pensado en lo útil, y el procedi­
will y compañía de Abbany, con recomendación de miento inventado por él [Mira amortiguar los efectos
ejecutarlos sin demora. El'proyeclil, con las modifi­ de la reparación fueron aplicados con una inteligen­
caciones requeridas, fue fundido el 2 de noviembre y cia perfecta.
enviado inmediatamente á Stone's-Hill por los rail­ Barbicane se había dicho, no sin razón, que no
ways del Este. habría ningún resorte bastante poderoso para amor­
El 10 llegó sin accidente al lugar de su destino. tiguar el choque, y durante su famoso paseo en el
Miguel Ardan, Barbicano y Nichol! aguardaban con bosque de Skerspaw, logró al cabo resolver esto
la mayor impaciencia aquel vagon-proycctil en que gran dificultad de una manera ingeniosa. Pensó en
debían lomar asiento para volar al descubrimiento de pedir al agua tan señalado servicio, lió aquí cómo.
un nuevo mundo. El proyectil debía llenarse de agua hasta la altura
Fuerza es convenir en que el tal proyectil era una de 3 pies. Esta capa de agua estaba destinada á sos­
magnífica pieza de metal, un producto metalúrgico tener un disco de madera perfectamente ajustado,
que hacia mucho honor al genio industrial de los que se deslizase rozando [>or tas paredes interiores
americanos. Era la primera vez que so obtenía el del proyectil, y constituía una verdadera almadía m
aluminio en masa tan considerable, lo que podia jus­ que se colocaban los pasajeros. La masa líquida esta ­
tamente considerarse como un resultado prodigioso. ba dividida por tabiques horizontales que, al partir el
El precioso proyectil centelleaba á los rayos del sol. A< proyectil, el choque debía romper sucesivamente.
verlo con sus formas imponentes y coq su sombrero Entonces todas las capas de agua, desde la mas alia
cónico encasquetado , cualquiera le hubiera tomado á la mas baja, escapándose por tubos de desagüe ha­
por una de aquellas macizas torrecillas, tí manera do I cia la parte superior del proyectil, obraban como un
r
5G BIBLIOTECA ILUSTRA l OK GASPAR Y ROLG.
resorte, no puliendo el disco, por estar dolado de lóculo especial bajo una presión de varias atmósfe­
tapones sumamente poderosos, chocar con el fondo ras. Bastaba dar vuelta á una llave para que durante
sino después de la sucesiva destrucción de los diver­ seis dias el gas alumbrase y calentase el tan cómodo
sos tabiques. Aun asi, los viajeros esperímenlarían vehículo. Se ve pues, que nada faltaba de lo esencial
una repercusión violenta después de la completa á la vida y hasta el bienestar. Además, gracias á los
evasión de la masa líquida, pero el primer choque instintos de Miguel Ardan, á lo útil se juntó lo agra­
quedaría casi enteramente amortiguado por aquel dable bajo la Ibrina de objetos artísticos. Si no le hu­
resorte de tanta potencia. biese faltado espacio, Miguel hubiera hecho de su
Verdad es que 3 píes de agua sobre una superficie proyectil un verdadero taller de artista. Se engañaría
de 54 pms cuadrados debían pesar cerca de 11,500 sin embargo el que creyese que tres personas debían
libras; pero, en concepto de Barbicane, la detención ir en la tal torre de metal apretadas como sardinas
de los gases acumulados en el columbiad bastaría en un barril. Tenían á su disposición uua superficie
para vencer este aumento de peso, y además el cho­ de unos 54 pies cuadrados sobre 10 de altura, lo que
que debía echar fuera toda eí agua en menos de un permitía á sus huéspedes cierta holgura en sus mo­
segundo, con lo que el proyectil volvería á tomar vimientos. No hubieran estado tan cómodos en nin­
casi al momento su peso normal. gún vagón de los Estados-Unidos.
Hé aquí lo que habia ideado el presidente del Gun- Resuelta la cuestión délos víveres y del alumbrado,
Club y de qué manera pensaba haber resuelto la gra­ quedaba en pie la cuestión del aire. Era evidente que
ve dificultad de ía repercusión. Por lo demás, aquel el aire encerrado en el proyectil no bastaría para la
trabajo, perspicazmente comprendido por los inge­ respiración de los viajeros durante cuatro días, pues
nieros de la casa BreadwilJ, fue maravillosamente cada hombre consume en uua hora casi lodo el oxí­
ejecutado. Una vez producido el efecto y echada geno contenido en IDO libras de aire. Barbicane, con
fuera el agua, los viajeros podían desprenderse fácil­ sus dos compañeros y dos perros que quería llevarse,
mente de los tabiques rotos y desmontar el disco mo­ debía consumir cada veinticuatro horas 2,401) libras
vible que le sostenía en el momento de la partida. de oxigeno, ó, á poca diferencia, unas 7 librasen
En cuanto á las paredes superiores del proyectil, peso. Eia, pues, preciso renovar el aire del proyectil.
estaban revestidas de un densfi almohadillado de cue­ ¿Cómo? Por un procedimiento muy sencillo, el de
ro y aplicadas á muelles de acero perfectamente tem­ MM. Reiset y Regnault, indicado por Miguel Ardan
plado que tenían la elasticidad de los resortes de un en el curso de la discusión durante el ineeting.
reloj. Los tubos de desahogo, disimulados bajo el al­ Se sabe que. el aire se compone principalmente de
mohadillado, no permitían siquiera sospechar su veintiuna parles de oxígeno y setenta y nueve de
existencia. ázoe. ¿Qué sucede en el acto de la respiración? Un
Asi pues, estaban lomadas todas las precauciones fenómeno muy sencillo. El hombroabsorbe el oxigeno
imaginables para amortiguar el primer choque, y del aire, eminentemente propio para alimentar la
hubiera sido necesario, según decia Miguel Ardan, vida, y deja el ázoe intacto. El aire aspirado ha per­
para dejarse aplastar ser un hombre de alfeñique. dido cerca de un cinco por ciento de su oxigeno y
El proyectil media esteriorinenle 9 pies de largo y contiene entonces un volumen á poca diferencia igual
14 de ancho. Para que no escediese del peso desig­ de ácido carbónico, producto delinilivo de la com­
nado, se había disminuido algo el grueso de rus pa­ bustión de los elementos de la sangre por el oxígeno
redes y reforzado su parle interior, que tenia que su­ inspirado. Sucede, pues, que en un medio cerrado, y
frir toda la violencia de los gases desarrollados por la pasado cierto tiempo, lodo el oxígeno de| aire es re­
conllag ación del piróxilo. Lo mismo se hace con las emplazado por el ácido carbónico, gas esencialmente
bombas y granadas cilindro-cónicas, cuyas paredes deletéreo.
se procura que sean siempre mas gruesas en el fondo. La cuestión so reducía á lo siguiente. Habiéndose
So penetraba en aquella torre de metal por una conservado intacto el ázoe, primero: rehacer el oxí
abertura estrec ha practicada en las paredes del cono, geno absorbido; segundo: destruir el ácido caí bonico
y análoga á los agujeros para hombre de las calderas aspirado. Nada mas fácil por medio del clorato de
de vapor. Si' cerraba herméticamente por medio de potasa y de la potasa cáustica.
una chapa de aluminio que sujetaban por denl.ro po­ El clorato de potasa es una sal que se presenta
derosas tuercas de presión. Los viajeros podrían, bajo la forma'de pajitas blancas. Calando se la eleva á
pues, salir de su movible cárcel, si bien les parecía, uua temperatura que pase de 400", se trasforma en
al llegar al astro de la noche. cloruro de potasio, y el oxígeno que contiene se des­
Pero no bastaba ir, sino que era preciso ver du­ prende enteramente. Diez y ocho libras de clorato de
rante el camino. Babia al efecto abiertas en el almo­ potasa dan7 libras de oxigeno, es decir, la cantidad que
hadillado cuatro tragaluces con su correspondiente necesitan gastar los viajeros en veinticuatro horas.
cristal lenticular sumamente grueso. Dos de los tra­ Ya está rehecho el oxigeno.
galuces estaban abiertos en la pared circular del pro­ En cuanto á la potasa cáustica, es una materia muy
yectil, otro en su parte inferior y otro en el cono. ávida del ácido carbónico mezclado con el aire, y
Los viajeros durante su marcha se hallaban, pues, en basta agitarla para que se apodere do, él y forme bi­
aptitud de observar la Tierra que abandonaban, la carbonato de potasa. Ya tenemos también absorbido
Luna á la cual se acercaban y los espacios planetarios. el ácido carbónico.
Los tragaluces estaban protegidos contra los cho­ Combinando estos dos medios, hay seguridad de
ques de la partida por planchas sólidamente incrus­ volver al aire viciado todas sus cualidades vivificado­
tadas que fácilmente podían echarse fuera destorni­ ras, y esto os lo que los dos químicos MM. Reisset y
llando tuercas interiores. Asi el aire contenido en el Regnault habían esperimenlado con éxito.
proyectil no podía escaparse, y eran posibles las ob­ Pero, fuerza es decirlo, el esperimento hasta en­
servaciones. tonces se habia hecho únicamente in anima vili.
Todos estos mecanismos, admirablemente estable­ Por mucha míe fuese su precisión científica, se
cidos, funcionaban con la mayor facilidad, y los in­ ignoraba absolutamente como lo sobrellevarían los
genieros no se habían mostrado menos inteligentes hombres.
en toiios los accesorios del vagon-proyectil. Tal fue la observación que se hizo en la sesión en
Recipientes sólidamente sujetos estaban destina­ que se trató tan grave materia. Miguel Ardan no que­
dos á contener el agua y los víveres que necesitaban ría poner en duda la posibilidad de vivir por medio
Jos tres viajeros. Estos podían procurarse hasta fuego do aquel aire facticio, y se brindó á orsayarlo en si
y luz por medio de gas almacenado en un recep- mismo antes de la partida.
DE LA TIERRA Á LA LUNA. 57
Pero el honor de la prueba fue enérgicamente re­ i bre, á las seis de Ja mañana, después de dar un apre-
clamado por J. T. Maston. i ton de manos uá OUQ
sus amigos jy haber recomendado es-
la que yo no parlo, dijo este bravo artillero, lo presamente que no se abriese su cárcel antes de lar,is
menos que se me debe conceder es que habite el seis déla larde del día 20, se deslizó en el proyectil,
provectd durante ocho dias. I cuya plancha se cerró luego herméticamente.
Hubiera sido crueldad no acceder á su demanda. ¿Qué sucedió durante aquellos ocho dias? Imposi-
be le quiso dar gusto. Se puso á su disposición una ble es saberlo. Las gruesas paredes del proyectó no
ciintidad sulicienle de clorato de potasa y de pólasa 1 permitían llegar fuera ningún ruido de los que den-
caustica con víveres para ocho dias, y el 12 de noviem- tro de él se producían.

J. T. Maslon había engordado

El 2t> de noviembre, á las seis en punto, so levantó sible en la superficie de la Luna un objeto cuyo volú-
i plancha. Los amigos de J. T. Maston no dejaban ¡ men no escediese de 0 pies.
e esperimentar cierta zozobra. Pero pronto selran- Entre el anteojo y el telescopio hay una diferencia
uilizaron oyendo una voz alegre que prorumpía en í importante, que conviene recordar en este momento,
m hurrach formidable. i El anteojo se compone de un tubo que en su estremo
El secretario del Gun-Club apareció Juego en el ' superior lleva una lente convexa que se llama objetivo,
'ártico del cono en actitud de triunfo. y en el estremo inferior una segunda lento llamada
¡llama engordado! ocular, á la cual se aplica el ojo del observador. Los
1 rayos que proceden deJ objeto luminoso atraviesan la
primera de dichas lentes y van á formar por refrac­
CAPITULO XXIV. ción una imágen invertida en su foco (i). Esta irná-
El. TELESCOPIO DE LAS MONTANAS DE PIEDRA.
gen se observa con el ocular, que la aumenta exacta-
i mente como la aumentaría un microscopio. El tubo
El 20 de octubre del año precedente, después de ¡ dol anteojo está, pues, cerrado en un estremo por el
cerrada la suscricion, el presidente del Gun-Club ha­ l objetivo y en el otro por el ocular.
bía abierto un crédito id Observatorio de Cambridge El tubo del tolescopio, al contrario, está abierto
para las sumas que requiriese la construcción do un por su estremo superior. Los rayos que parlen del
enorme instrumento de óptica. Este aparato, anteojo (1) Es c) punto en uue los rayos luminosos so retinen después
ó telescopio, debía ser de tanto poder que volviese vi­ de haber eido refractados.
UIBl.iOTtCA II.ISTHAHA DL GASi'Alt Y 1101(1.
objeto observado penetran cu él libremente y van á ¡ dar ii una lente es limitado , porque, siendo mucho,
herir un espejo metálico cóncavo, es decir, conver­ no deja pasar los rayos luminosos. Además, la cons­
gente. Estos rayos reflejados encuentran un espejo trucción de tan enormes lentos es escesivamente di­
que les envía al ocular dispuesto de modo que au­ fícil y se cuenta por años el tiempo considerable que.
menta la imágen producida. exige.
Así, pues, en los anteojos, la refracción desempeña Pero aunque las imágenes se presentan mas cla­
el papel principal, y en los telescopios la reflexión. ras en los anteojos, ventaja inapreciable cuando se.
De aquí el nombre de refractores dado á los primeros, trata de observar la Luna, cuya luz es simplemente
y el de reflectores dado á los segundos. Toda la difi­ reflejada, se resolvió emplear el telescopio, que es de
cultad de ejecución de estos aparatos de óptica eslriva una ejecución mas pronta y permite obtener mayor
en la construcción de los objetivos, ya sean lentes, ¡ aumento. Sólo que, como los rayos luminosos pier­
ya sean espejos metálicos. den una gran parte de su intensidad atravesando la
Sin embargo, en la época en que el Gun-Club in­ atmósfera, el Gun-Club determinó colocar el instru­
tentó su colosal esperimento, estos instrumentos se mento en una de las mas elevadas montañas de la.
hallaban muy perfeccionados v daban resultados Unión, lo que había de disminuir la densidad de las
magníficos. Estaba ya lejos aquel tiempo en que Ga­ capas aéreas.
lilea observó los astros con su pobre anteojo que no En los telescopios, como liemos visto, el ocular, es
aumentaba las imágenes mas que siete veces su ta­ decir la lente colocada en el ojo del observador, pro­
maño propio. Ya en el siglo XVI los aparatos de ópti­ duce el aumento, y el objetivo que consiente los au­
ca se ensancharon y prolongaron de una manera mentos mas considerables es aquel cuyo diámetro es
considerable, y permitieron penetrar en los espacios I mayor y mayor también la distancia focal. Para
planetarios á una profundidad hasta entonces desco­ agrandar cuarenta y ocho mil veces, preciso era es-
nocida. Entre los instrumentos refractores que futí- . ceder singularmente en magnitud los objetivos de
donaban en aquella época, se cita el anteojo del Oh - i Herschell y de lord Rosse. En esto consistía la difi­
servatorio de 1‘oulkewe en Rusia, cuyo objetivo era ! cultad, porque la fundición de. los espejos es una
de 15 pulgadas(-38cenlímetrosdeancho d),elanleojo operación muy delicada.
del óptico francés Lerebours, provisto de un objetivo ; Afortunadamente, algunos años aillos, un sabio del
igualal precedente, y, en fin, el anteojo del Observa­ instituto de Francia, León Foucault, había inventado
torio de Cambridge, dotado de un objetivo que tiene un procedimiento nue volvía muy fácil y muy pronta
19 pulgadas de diámetro (-48 cent.) la pulimentación de los objetivos reemplazando el
Entre los telescopios se conocían dos de una po­ espejo metálico con espejos plateados. Basla fundir
tencia notable y de dimensión gigantesca. El primero, un pedazo do vidrio del tamaño que se quiera y me­
construido por Herschell, era de una longitud de 3G talizarlo en seguida con una sal de plata. Este pro­
pies y poseía un espejo que tenia i pies y medio de i cedimiento, cuyos resultados son escclenl.es, fue el
ancho, permitiendo obtener aumentos de seis mil i adoptado para la fabricación del objetivo.
veces. El segundo, se levantaba en Irlanda, en Birrcas- | Además, se le dispuso según el método ideado por
tío, en el parque de Parsonstown, y pertenecía á Herachel para sus telescopios. En el grande aparato
lord Roisse. La longitud tle su tubo era de 48 pies, y del astrónomo de Slough , la imagen de los objetos,
de tí pies (i m. 93 cent.)' (2),-y Agrandaba los obje­ reflejada por el espejo inclinado hacia el fondo del tu­
tos seis mil cuatrocientas veces, habiendo sido pre­ bo, venia á presentarse en el otro eslremo en que s<¿
ciso levantar una inmensa construcción de cal y canto hallaba situado el ocular. De esta manera el observa ■
para disponer los aparatos que requería la maniobra dor, en lugar de colocarse en la parte inferior del
del instrumento, el cual pesaba 28,000 libras. tubo, subia á la superior, y allí, armado de su Garla,
Pero, como se ve, á pesar de tan colosales dimen­ abismaba su mirada en el enorme cilindro. Esta
siones, los aumentos obtenidos no pasaban, en nú­ combinación tiene la ventaja de suprimir el espejo
meros redondos, de seis mil veces. Pero un aumento pequeño destinado á volver á enviar la imágeu al
de seis mil veces no aproxima la Luna mas que ó 39 ocular. La imágen, en lugar de dos reflexiones, m»
millas (—16 leguas), y sólo deja percibir los objetos sufre mas que una. Hay de consiguiente un número
que tienen un diámetro de 60 pies, á no ser que menor de rayos luminosos estinguidos, por lo que la
estos objetos sean muy prolongados. imagen aparece monos debilitada, y se obtiene ma­
Ahora se trataba de un proyectil de 9 pies de an- i yor claridad, que es una ventaja preciosa en la ob­
cho y 15 de largo, por lo que era menestar acercar servación que debía hacerse (3).
por lo menos la Luna á 5 millas (—2 leguas), y pro­ Tomadas estas resoluciones, empezaron los traba­
ducir al efecto un aumento de cuarenta y ocho mil jos. Según los cálculos de la dirección del Observa­
veces. torio de Cambridge, el tubo del nuevo reflector de­
Tal era la cuestión que tenia que resolver el Oh- ' bía tener 280 pies de longitud y su espejo lfi pies de
servatorio de Cambridge, el cual no debía detenerse 1 diámetro. Por colosal que fuese semejante instrumen­
por ninguna dificultad económica, y de consiguiente i to, no era comparable á aquel telescopio de 10,000
sólo había de pensar en allanar las materiales. pies (—3 kilómetros y medip) de longitud, que el as­
En primer lugar, fue preciso optar entre los toles- I trónomo Hooke proponía construir algunos años
copios y los anteojos. Estos tienen ventajas sobre los 1 atrás. Con todo, la colocación ti el aparato presentaba
telescopios. En igualdad de objetivos , permiten ob­ grandes dificultades.
tener aumentos mas considerables, porque los rayos , En cuanto á la cuestión del sitio, quedó muy pron­
luminosos que atraviesan las lentes pierden menos to resuelta. Tratábase de escoger una montana alta,
por la absorción que por la reflexión en el espejo me- ¡ y las montañas altas no son numerosas en los Esla-
tálico de los telescopios. Pero el grueso que se puede I dos-Unidos. •
En efecto, el sistema orográfico de este gran país
(1) Costó 80,000 rublos (320,000 francos.
(2) Seoyenablar con frecuencia de anteojos que llenen una se reduce á dos cordilleras de mediana elevación,
longitud mucho mas considerable, de uno, entro otros, de300 pies entre las cuales corre el magnífico Mississipí que ios
de foro, que se estableció por el celo de Domingo Castlnl en el americanos llamarían el rey de los ríos, si admitiesen
Observatorio de París: es nocesarlo advenir que dichos anteojos
no tenían tubo. El objetivo estaba suspendido en el aire por me­ un rey cualquiera.
dio di mástiles, y el observador, teniendo an ocular en la mano, bc Al Éste se levantan los Apclaches, cuya cima mas
colocaba lo mas exactamente posible en el foco del objetivo. Se elevada, en el New-Hampsire, no pasa de 5,600 pies,
comprende euán incómodo era el uso de semejantes instrumentos
v cuánta dificultad habla en colocarse en el centro de lentes pues­ lo que es muy modesto.
tos en tales condicione». (5) Estos reflectores se llaman front view lelencope.
DE LV TIERRA Á IA LINA.
Al Oeste, al contrario, se encuentran las montañas había hecho su tercera apuesta. Tratábase de cargar
de piedra, inmensa cordillera que empieza en el es­ el columbiad introduciendo en él 400,900 libras'de
trecho de Magallanes, sigue la costa occidental de la algodón fulminante. Nicholl opinaba, tal vez con fun­
América del Sur bajo el nombre de Andes ó Cordille­ damento, que la manipulación de una cantidad tan
ras, salva el istmo de, Panamá y corre atravesando la formidable de piróxilo acarrearía graves catástrofes,
América del Norte hasta las playas del mar polar. y que esta masa eminentemente esplosiva se inflama­
Estas montañas no son muy elevadas. Los Alpes ó ría por sí misma bajo la presión del proyectil.
el Himalaya los mirarían con ¿I mas soberano desden Aumentaban la inminencia del peligróla indiscre­
desde lo alto de su estatura. Su mas elevada cima no ción y ligereza de los americanos, que durante Ip.
tiene mas que 10,700 pies, al paso que el Mont- guerra federal, solían cargar sus bombas con el ci­
Blanc mide 14,439, y el Kinlschindjinga (1) 26,770 garro en la boca. Pero Barbicane esperaba salirse con
encima del nivel del mar. la suya y no naufragar á la entrada del puerto. Es­
Pero como el Gun-C.lub estaba empeñado en que cogió sus mejores operarios, les hizo trabajar bajo su
el telescopio, lo mismo que el columbiad, se coloca­ propia inspección, no les perdió un momento de vis­
se en los Estados de la Unión, preciso fue contentar­ ta, y, á fuerza de prudencia y precauciones, consi­
se con las montañas de piedra, y todo el material ne­ guió inclinar á su favor todas las probabilidades de
cesario se dirigió á la cima de í.on's Pcak, en el ter­ éxito.
ritorio del Missouri. Se guardó muy bien de mandar conducir todo el
La pluma y la palabra no podrían espresar las cargamento al recinto de Stone‘s Bill. Hízole llegar
dificultades de todo género que los ingenieros ameri­ poco á poco en cajones perfectamente cerrados. Las
canos tuvieron que vencer, y los prodigios que hi­ 400,000 libras de piróxi o se dividieron en paquetes
cieron de, habilidad y audacia. Aquello fue un verda­ de á 500 libras, lo que formaba 800 gruesos cartu­
dero esfuerzo sobrehumano. Hubo necesidad de subir chos elaborados con esmero por los mas hábiles tra­
piedras enormes, colosales piezas ile fundición, abra­ bajadores de Pensacola. Cada cajón contenía 10 car­
zaderas de estraordinario peso, trozos de cilindros vo­ tuchos y llegaban uno tras otro por el raíl-road de
luminosísimos, y el objetivo, que pesaba él sólo mas Tampa-Town, y de este modo no había nunca á la
de 30,900 libras, encima del límite de las nieves per­ vez en el recinto mas de 500,000 libras de piróxilo.
petuas, á mas de 10,000 picS de elevación, después de Cada cajón, al llegar, era descargado por operarios que
haber atravesado praderas desiertas, bosques impene­ andaban descalzos, y cada cartucho era trasportado
trables, torrentes espantosos, lejos de todos los cen­ á la boca del columbiad, bajándolo al fondo por me­
tros de población, en medio de regiones salvajes en dio do grúas movidas á brazo. Se habían alejado todas
que cada pormenor de la. existencia se convierte en un las máquinas de vapor, y apagado lodo fuego á dos
problema casi insoluble. Y el genio de los america­ millas á la redonda. Bastantes dificultades habia en
nos triunfó de tantos y tan inmensos obstáculos. Me­ preservar aquellas cantidades de algodón fulminante
nos de un año después de haberse principiado los tra­ de. los ardores del sol, aunque fuese en noviembre.
bajos, en lo; últimos dias del mes de setiembre, el Asi es que se trabajaba principalmente de noche, á la
gigantesco reflector levantaba en el aire un tubo claridad de una luz producida en el vacío, la cual,
de 280 pies. Estaba suspendido de un enorme anda­ por medio de los aparatos de Ruhmkorff. creaba un
mio de hierro, permitiendo un mecanismo ingenioso día artificial hasta en el fondo del columbiad. Allí se
dirigirlo- fácilmente liácia todos los puntos del cielo y colocaban los cartuchos con perfecta regularidad y
seguir los astros de uno á otro horizontWúrante su se uñían entre sí por medio de un hilo metálico des­
marcha por el espacio. tinado á llevar simultáneamente la chispa eléctrica
Había costado mas de 400,000 dollars (2). La pri­ al centro de cada uno de ellos.
mera vez que se asestó á Ja Luna, los observadores En efecto, el fuego debia comunicarse al algodón
esper ¡mentaron una sensación de curiosidad é in­ pólvora por medio de la pila. Todos los hilos, cubier­
quietud á un mismo tiempo. ¿Qué iban á descubrir tos de una materia nislanora, venían á reunirse en
en el campo de aquel telescopio que aumentaba cua­ uno solo, convergiendo en uu oído estrecho abierto
renta y ocho mil voces los objetos observados? ¿Po­ á la altura del proyectil; por aquel oido atravesaban
blaciones, rebaños de animales lunares, ciudades, la gruesa pared de fundición y subiah á la superficie
lagos, océanos? No, nada que la ciencia no conociese del suelo pop uno de los respiraderos del revestimien­
ya, y en todos los puntos de su disco la naturaleza to de picara conservado con este objeto. Llegado ya
volcánica de la Luna pudo determinarse con una pre­ á la cúspide de Stone's-Hill, el hilo, que estaba sos­
cisión absoluta. tenido por palos, á manera de los hilos telegráficos,
Pero el telescopio do las montañas.de Piedra, an­ en un trayecto de dos millas, se unía á una poderosa
tes de prestar sus servicios al Gun-Club, los prestó pila de Banzen pasando por un aparato interruptor.
inmensos á la astronomía. Gracias á su poder ue pe­ Bastaba, pues, empujar con el dedo el boto» del apa­
netración, las profundidades del cielo fueron sondea­ rato para restablecer instantáneamente la corriente
das hasta los últimos límites, se pudo medir riguro­ y prender fuego á las 400,000 libras de algodón ful­
samente el diámetro aparente do un gran número de minante. No es necesario decir que la pila no debía
estrellas, y M. Clarke, del Observatorio de Cambrid­ funcionar hasta el último momento.
ge, descompuso la crab nébula (3) del Toro, que no El 28 de noviembre, los 8Ó0 -cartuchos estaban
Labia podido reducir jamás el reflector de lord Rosse. debidamente colocados en el fondo del columbiad.
Esta parte de la operación se había llevado á cabo
felizmente. ¡Pero cuántas zozobras, cuántas inquie­
CAPITULO XXV. tudes, cuántos sobresaltos habia sufrido el presidente
ÚLTIMOS PORMENORES. Barbicane! ¡Cuántas luchas habia tenido que soste­
ner! En vano habia prohibido entrar en Stone‘s-
Había llegado el 22 de noviembre, y diez dias des­ Hill; todos los dias los curiosos armaban escándalos
pués debia verificarse la partida suprema. Ya no que­ en las empalizadas, y algunos, llevando la impruden­
daba que hacer mas que una operación, pero ora una cia hasta la locura, fumaban en medio de las cargas
operación delicada, peligrosa, que exigía precaucio­ de algodón fulminante. Barbicane se ponía furioso, y
nes infinitas, y contra cuyo éxito el capitán Nicholl lo mismo J.T. Maston, que echaba á los intrusos
con la mayor energía, y recogía las colillas de cigar­
(!) La mas alia cima del Himalaya. ro que los yankees tiraban de cualquier modo. La
(2) i,600,000 francos.
(3) Nebulosa <|uc aparece bajo la forfüa de un cangrejo. tarea era ruda, porque pasaban de 300,000 indivi-
60 BIBLIOTECA ILUSTRADA DE GASPAR Y ROIG.
dúos los que se agrupaban alrededor de las empali­ útiles. Si hubiesen dejado á Miguel Ardan despacha!-
zadas. Miguel Ardan se había ofrecido á escollar los se á su gusto, habría llevado también algunos sacos
cajones hasta la boca del columbiad; pero habiéndoli' de tierra para sembrarlas. Ya que im pudo hacer todo
sorprendido á él mismo con un enorme cigarro en la loque (pieria, cargó con una docena de arbustos que,
boca, mientras perseguía á los imprudentes á quienes envueltos en paja con el mayor cuidado, fueron colo­
daba el mal ejemplo, el presídeme del Guu-Club vió cados en un rincón del proyectil.
que no podia contar con un fumador tan intrépido, y , Quedaba aun la importante cuestión de los víveres,
en lugar de nombrarle vigilante, hizo que fuese vigi­ pues era preciso prepararse para el caso en que se
lado muy especialmente, llegase á una comarca de. la Luna absolutamente
En liu, i onio Iniv un bius para los artilleros, el estéril. Barbicane se lo arregló de modo que reu­
culumbiad se cargó, y lodo fué á pedir de. boca. Mu- nió viveros para uu año. Pero debemos advertir,
clin peligro corría el capitán Niclmli de perder su para que nadie, se haga cruces ni ponga en cua-
tercera apuesta. Aun había que introducir el proyec­ . rentena lo que decimos, que los víveres consistieron
til en el columbiad y colocarlo sobre el algodón ful­ en conservas de (‘.arnés y legumbres, reducidas á su
minante. 1 menor volumen posible bajo la acción do la prensa
Pero antes de proceder á esta Operación, se dis­ hidráulica, y que contenían una gran cantidad de
pusieron c<m orden en el wagón proyectil los obje­ elementos nutritivos; verdad es ([lie no eran muy
tos (pie el viaje requería. Estos eran bastante nume­ , variados; pero en una espedicioii era preciso no an-
rosos, y si se hubiese dejado hacer á Miguel Ardan, , darse con dengues y zalamería. Había también una
habrían muy pronto ocupado todo el espacio reservado 1 reserva do aguardiente que se elevaba á irnos íjü ga-
á los viajeros. Nadie es capaz de figurarse lo que el i Iones (I) y agua nada mas que para dos meses, pues
buen francés quería llevará la Luna. Una verdadera según las últimas observaciones de los astrónomos,
pacotilla de superfluidades. Pero Barbicane. intervino, nadie podia poner en duda la presencia de cierta
y lodo se redujo ¡i |o estríclameiile necesario. cantidad de agua en la superficie de la Lima. En
Se colocaron en el cofre de los instrumentos varios , cuan lo á los víveres, insensatez hubiera sido creer
termómetros, barómetros y anteojos. que habitantes de la Tierra no habían de. encontrar
Los viajeros tenían curiosidad de examinar la Luna allí arriba con que alimentarse. Acerca del p irlieular,
durante la travesía, y para facilitar el reconocimiento ¡ Miguel Ardan no abrigábala menor duda. Si la hu­
de su nuevo mundo, iban provistos de una escelente ' biese abrigado, no hubiera pensado siquiera en em­
carta de Beery Moedler, Alippa ¡telenograplaca pu- ' prender el viaje.
blicado en cuatro hojas, riue pasa con razón por una Por mra parte, dijo uu dia á sus amigos, no que­
verdadera obra maestra tle observación y paciencia. daremos completamente abandonados de nuestros
En dicho mapa se. reproducen con escrupulosa exac­ camaradas de la Tierra, y ellos procurarán no olvi­
titud los mas insignificantes pormenores de la porción darnos.
del astro que mira á la Tierra; montañas, valles, . —No, jamás, respondió J. T. Maston.
circos, cráteres, picos, ranuras, so ven en él con sus i —¿Cómo entendéis eso? preguntó Nicholl.
dimensiones exactas, con su fiel orientación, y hasta —Muy sencillamente, respondió Ardui. ¿N<> (pie-
con su denominación propia, desde los montes lloe- dará siempre aquí el columbiad? ¡Pues bien! Cuan­
riel y Leibnitz, cuya alta cima descuella en la parle tas veces la Luna se presente en con iliciones favora­
oriental del disco, hasta la Alare fri¡/oris, (pie se bles de cénit, ya que no de perigeo, es decir una
esliendo por las regiones circumpolares del Norte. vez al año á pora diferencia , ¿no se nos podrán en­
Era, pues, un precioso documouto para los viajeros, viar granadas cargadas de víveres, que nosotros reci­
porque les permitía estudiar el país antes du entrar biremos en dia fijo?
en él. —¡llurrah! ¡Iiurrah! esclamó J. T. Maston, como
Llevaban también tres Tilles y tres escopetas del hombre á quien se ha ocurrido una idea; ¡muy bien
sistema de balas esplosivas, y además pólvora y líalas dicho! ¡perfectamente dicho! ¡No, en verdad, queri­
en grim cantidad. dos amigos, no es olvidaremos!
—No sabemos con quien tendremos que habérnos­ •—¡Cuento con ello! Asi pues, ya io veis, temlre-
las, decía Migwel Ardan. Podemos encontrar hombres . mos regularmente noticias del globo, y, por loque á
ó animales que lomen ;i mal nuestra visita. Es, pues, ¡ nosotros toca , muy torpes hemos de ser para no ha-
preciso tomar precauciones. . llar medio de ponernos en comunicación con nuestros
A mas de los instrumentos do defensa personal, buenos amigos de la Tierra.
Labia picos, azadones, sierras de mano y otras her­ i Había en estas palabras tal confianza, que Miguel
ramientas indispensables, sin hablar de los vestidos Ardan, con su resuello continente y su soberbio
adecuados á todas las temperaturas, desde el frió de. aplomo, hubiera arrastrado en pos de sí á lodo el Gun-
las regiones polares hasta el calor de la zona tórrida. Club. Lo que él decía parecía sencillo, elemental, fá­
Miguel Ardan hubiera querido llevarse cierto nú­ cil, de un éxito asegurado, y necesario hubiera sido
mero de animales, aunque no un par do cada especie tener un apego mezquino á este miserable globo ter­
de lodas las conocidas, pues él no veía la necesidad ráqueo para no seguirá los tres viajeros en su espe-
de aclimatar en la Luna serpientes, tigres, cocodri­ dicion lunar.
los y oíros animales dañinos. Cuando estuvieron debidamente colocados en el
—No, decía á Barbicano, pero algunas bestias de proyectil todos los objetos, se introdujo entre sus ta­
carga, toros, asnos ó caballos harían buen efecto en biques el agua destinada á amortiguar la repercu­
el país y nos serian sumamente útiles, sión, y el gas para el alumbrado se encerró en su re­
—Convengo en ello, mi querido Ardan, respondía cipiente. En cuanto al clorato de potasa y á la potasa
el presidente del Gun-Club, pero nuestro vngon- I cáustica, Barbicane, temiendo en el camino retra-
proyeclil no es el arca de Noe. No llene su capacidad, ■ sos imprevistos, se llevó una cantidad sulicienle para
ni tampoco su objeto. No traspasemos los límites de | renovar por espacio de dos meses el oxigeno y absor-
lo posible. I ber el carbónico. Un aparato sumamente ingenioso
En fin, después de prolijas discusiones, quedó con­ ■ que funcionaba automáticamente, se encargaba de
venido que los viajeros se contení.irían con llevar i devolver al aiim sus cualidades vivificadoras y de
una escelente porra de caza perteneciente á Nicholl purificarlo completamente. El proyectil estaba, pues,
y un vigoroso perro de Terrauova de una fuerza 1 en disposición de echar á volar, y ya no faltaba mas
prodigiosa. En el número de los objetos indispensa­
bles se incluyeron algunas cajas de granos y semillas (1) Cerra <lc 200 litros.
DE LA TIERRA A LA LUXA. ui
que bajarlo al coiumbiad. La operación estaba eri- ; Afortunadamente, nada de esto sucedió, y algunas
zada de dificultades y peligros. horas después el wagón-proyectil, bajando poco á
Se trasladó la enorme granada á la cúspide de Sto- poco por el ánima del cañón, se acostó cu su lecho de
ne's-Hill, donde grúas de grao potencia se apodera- I piróxilo, verdadero edredón fulminante. Supresión
ron de ella y la tuvieron suspendida encima del pozo no hizo mas que atacar con mayor fuerza la carga
de metal. del coiumbiad.
Aquel momento fue palpitante. Corno las cadenas, • —He perdido, dijo el capitán entregando al presi­
no pudiendo resistir tan enorme peso, se hubiesen dente Barbicane una suma de 3,000 dollars.
rolo, la caída de una mole tan enorme hubiera indu- ¡ Barbicane no quería recibir cantidad alguna de un
dablemente determinado la inflamación del algodón 1 compañero de viaje, pero tuvo que ceder á la obsti­
fulminante. nación de Nicholl, el cual deseaba cumplir todos

Interior del proyectil.

sus compromisos antes de abandonar la Tierra. El tiempo estaba magnífico. A pesar de aproxi­
—Entonces, dijo Miguel Ardan, ya no tengo que marse el invierno, el Sol resplandecía y bañaba con
desearos mas que una cosa, mi bravo capitán. sus radiantes efluvios la Tierra que 1res de sus habi­
—¿Cuál? preguntó Nicholl. tantes iban á abandonar por un nuevo mundo.
—Que perdáis vuestras otras dos apuestas. Asi es­ ¡Cuántas gentes durmieron mal durante la noche
taremos seguros de no quedarnos en el camino. que precedió á aquel dia tan impacientemente desea­
do! ¡Cuántos pechos estuvieron oprimidos bajo el
peso de una ansiedad penosa! Todos los corazones
CAPITULO XXVI. palpitaron inquietos, á escepcion del de Miguel Ar­
¡fuego! dan. Este impasible personaje iba y venia con su ha­
bitual movilidad, pero nada denunciaba en él una
Había llegado el l.° de* diciembre, día fatal, por­ preocupación insólita. Su sueño bahía sido pacífico,
que si la partida del proyectil no se efectuaba aque­ como el de Turen» al pie del cañón, antes de la ba­
lla misma noche, á las diez y cuarenta y seis minu­ talla.
tos y cuarenta segundos, mas de diez y ocho años D sde que amaneció, una innumerable muchedum­
tendrían que trascurrir antes que la Luna se volvie­ bre cubría las praderas que se estienden hasta per­
se á presentar en las mismas condiciones simultáneas derse de vista alrededor de Stoné‘s-Hill. Cada cuarto
de zenit y perigeo. de hora, el rail-road de Tampa acarreaba nuevos cu-
I¡2 IIIHI.lOl ECA IUSTKA11A DE G.ASI'AH Y 1WIG.

rio.-os. I.a inmigración lomó luego proporciones fa­ nales alterados por la acción ardiente de las espe­
bulosas, y según los registros del Tainpa-Town Ob­ cies se repetían y cruzaban incesantemente, produ­
servar, durante aquella memorable jornada, hollaron ciendo una barabúnda de todos los diablos. Pero en
cotí su pie el suelo de la Florida cinco millones de aquel l.u de diciembre los gritos eran raros. En
espectadores. vano los vendedores so hubieran puesto roncos
Un mes hacia que la mayor parto de aquella mul­ para estimular á la gente. Nadie pensaba en comer
titud vivaqueaba alrededor del recinto, y echaba los ni en beber, y, á las cuatro de la tarde eran muchos
cimientos de una ciudad que se llamó después Ar- los espectadores, muchos los que componían aquella
dan's-Town. Erizaban la llanura barracas, cabañas, inmensa multitud que no habían aun tomado su acos­
bohíos, tiendas, toldos, rancherías, y estas habitacio­ tumbrado lunch. Babia otro síntoma mas significa­
nes efímeras abrigaron una población bastante nume­ tivo : la violenta pasión de los americanos á los jue­
rosa para causar envidia á las mayores ciudades de gos de azar era vencida por la agitación que so. no­
Europa. taba en todas parles. Bien se conocía que el grande,
Allí tenían representantes todos los pueblos do la acontecimiento que. so aguardaba embargaba todos
tierra; allí so hablaban á la vez todos los dialectos los sentidos y no dejaba lugar á ninguna distracción,
del mundo. Reinaba la confusión de lenguas, como al ver que las bolas de billar no salían do las trone­
mi los tiempos bíblicos de la torre de Babel. Allí las ras, que los dados del cliaquelete dormían en sus
diversas clases de la sociedad americana se confun­ cubiletes, que la ruleta permanecía inmóvil, que los
dían en una igualdad absoluta. Banqueros, labrado­ naipes del whist, de la veintiuna, del rojo y negro,
res, marinos, comerciantes, corredores, plantadores del monte y del faro permanecían tranquilamente
do algodón, negociantes, barqueros, magistrados, encerrados en sus cubiertas intactas.
se codeaban con una sencillez primitiva. Los criollos Durante el día corrió entre aquella multitud an­
de la T.uisiana fraternizaban con los propietarios de. siosa una agitación sorda, sin gritos, como la que
la Indiana; los aristócratas del Kentuc.ky y del Te- procede á las grandes catástrofes. I n malestar indes­
nessee, los Virginia nos elegantes y altaneros, depar­ criptible reinaba en los ánimos, un entorpecimiento
tían de igual á igual conlos cazadores medio salva­ penoso, un sentimiento indefinible, que oprimía el
jes do los Lagos y con los traficantes de bueyes de corazón. Todos hubieran querido que el sucoso hu­
Cincinati. Cubierta la cabeza con sombrero blanco biese ya terminado.
de castor de anchas alas ó con el clásico panamá, Sin embargo, á eso de las siete, so disipó do. pronto
vestidos con pantalones azules de algodón de. las fá­ aquel pesado silencio. La Luna apareció en el hori­
bricas do Opelotisas, ataviados con sus elegantes blu­ zonte. Su aparición fue saludada por millares de hur-
sas de lienzo crudo, calzados con botines de colores rahs. Había acudido puntualmente á la cita. Los cla­
brillantes, ostentaban eslravagantos chorreras de. ba­ mores subían al ciclo; los aplausos partieron de to­
tista y hacían centellear en su camisa, en sus boca­ dos los puntos, y entre tanto la blanca Folie, brillando
mangas, en su corbata, en sus diez dedos y hasta en Iacííicamonte en un cielo admirable, acariciaba la
bis lóbulos de sus orejas, todo un surtido de sortijas, multitud con sus rayos mas afectuosos.
alfileres, brillantes, cadenas, aretes y otras zaranda- En aquel momento se presentaron los intrépidos
las cuyo valor era igual á su mal gusto. Mujeres., ni­ viajeros. Se centuplicó á su aspecto el general cla­
ños, criados, con tragos no menos opulentos, acom­ moreo. Unánime é. instantáneamente el canto nacio­
pañaban, seguían, precedían, rodeaban á estos ma­ nal do los Estados-Unidos so escapó de todos los
ridos, estos padres, estos señores, que parecían jefes pechos anhelantes, y el Yankec doodle, cantado á
de tribu en medio de sus innumerables familias. coro por cinco millones de voces, se elevó como
A la hora do comer era de ver cómo aquella mul­ una tempestad sonora basta los últimos límites de la
titud se precipitaba sobre los platos especiales del atmósfera.
Sur y cómo devoraba, con un apetito capaz de pro­ Despues de este irresistible arranque, el himno
ducir una crisis alimenticia en la Florida, manja­ cesó, las últimas armonías se ostinguieron poco á
res que repugnarían á un estómago europeo, tales poco, las notas so. perdieron y disiparon en el espa­
como ranas en pepitoria, monos estofados, íisb- cio. y un rumor silencioso flotó encima do aquella
chowder (1), didelfo frito, zorra casi cruda, ó ma­ multitud tan profundamente impresionada.
gras de oso asadas á las parrillas. Sin embargo, el francés y los dos americanos ha­
Poro también; cuán grande era, para facilitar la bían entrado en el recinto reservado, á cuyo alrede­
cocción en el estómago do manjares tan indigestos, dor so agolpaba la inmensa muchedumbre. Les
la variada sério de licores! ¡Quégrilos tan escitali- acompañaban los miembros de] Gun-Club y diputa­
vos, qué vociferaciones tan apremiantes resonaban ciones enviadas por los Observatorios europeos. Bar­
en las barroms ó tabernas adornadas profusamente bicano, frío y sereno, daba tranquilamente sus últi­
con vasos, copas, frascos, garrafas, botellas y olías mas órdenes. Niclioll, con los labios cerrados, las
vasijas de formas inverosímiles, con morteros para manos cruzadas á la espalda, andaba con paso (irme
pulverizar el azúcar y con paquetes do paja ! y mesurado. Miguel Ardan , siempre despreocupado,
—¡Julepe do yerba buena! gritaba con voz sonora en trago, de perfecto viajero, con las polainas de cue­
un vendedor. ro, con la bolsa de camino colgada del hombro y el
—¡Ponche do vino de Burdeos! replicaba otro, con cigarro en la boca, distribuía al pasar sendos apreto­
un tono que. parecía estar gruñendo. nes de manos con una prodigalidad de príncipe. Su
—¡ Gin-sling! repitia otro, verbosidad era inagotable. Alegro, risueño, decidor,
—¡El Inicn cocktail! ¡o) buen brandy-smash! hacia al digno J. T. Maston muecas de, pilludo. En
decían otros varios. una palabra, era francés, y, lo que es peor aun, pa­
—¿Quién quiere el verdadero ment-julep, á la úl­ risiense hasta dejarlo de sobra.
tima moda? entonaban algunos mercaderes diestros, Dieron las diez. Babia llegado el momento de co­
haciendo pasar rápidamente de un vaso á otro, con locarse en el proyectil, pues la maniobra necesaria
la habilidad de un jugador do cubiletes, el azúcar, para bajar á él, el atornillar la tapa y el quitar las
el limón, la yerba-buena, el hielo, el agua, el coñac grúas y los andamios inclinados sobro la boca del
v la pifia de América que componen una bebida re­ co'umbiad exigían algún tiempo.
frigerante. Barhicane había arreglado su cronómetro, que no
En los demás dias, oscitaciones dirigidas álos gaz- discrepaba un décimo de segundo del del ingeniero
Murchison, encargado de dar fuego á la pólvora por
(1) Manjar compuesto de difprcnics pescados. medio de. la chispa eléctrica. De esta manera los via-
1>E LA TlEIlKA A LA I.LNA. 03
loros encerrados en <*l proyectil podrían seguir tam­ un verdadero terremoto. La Florida sintió el sacudi­
bién con su mirada la impasible manecilla hasta que miento hasta el fondo de sus entrañas. Los gases de
marcase el ¡listante preciso de su partida. la pólvora, dilatados por el calor, rechazaron con in­
Había, pues, llegado el momento de. la despedida. comparable violencia las capas atmosféricas, y aquel
I.a escena fue patética, y hasta el mismo Miguel Ar­ huracán artificial, cien veces mas rápido que el hu­
dan , no obstante su jovialidad febril, se sintió con­ racán de las tormentas, cruzó el aire como una
movido. J. T. Maston había hallado bajo sus párpa­ tromba.
dos secos una antigua lágrima que reservaba sin du­ Ni un sólo espectador quedó en pie. Hombres,
da para aquella ocasión, y la vertió en el rostro de mujeres, niños, todos fueron derrihados como espi­
su querido y bravo presidente. gas sacudidas por el viento de la tempestad; hubo
—¡Si yo partiese! dijo. ¡Aun es tiempo! un tumulto formidable; muchas personas al caerse
—¡Imposible, mi antiguo amigo Maston! respon- ¡ hirieron gravemente, y J. T. Maston,que impruden­
dió Barbicano. temente se colocó demasiado cerca de la pieza, fue
Algunos instantes después, los tres compañeros arrojado á veinte toesas y pasó como una bala por
ocupaban su puesto en el proyectil y habían ya ator­ encima de la cabeza de sus conciudadanos. Tres­
nillado interiormente la lapa. La boca del Columbiad, cientas mil personas quedaron momentáneamente
enteramente despejada, se abría libremente hacia sordas y como heridas de estupor.
el cielo. La corriente atmosférica, después de. haber derri­
Nicholl, Barbicane y Migue] Ardan se hallaban de­ bado barracas, hundido chozas, desarraigado árboles
finitivamente encerrados en su vagón de metal. en un radio de 20 millas, arrojado los trenes del rail-
¿Quién seria capaz de pintar la ansiedad universal way, hasta Tampa, cayó sobre, esta ciudad como un
llegada entonces á su parasismo? alud, y destruyó un centenar de edificios, entreoíros
La Luna avanzaba en un firmamento de. límpida la iglesia de Saint-Mary y el nuevo palacio de la
pureza , apagando al pasar el centelleo de las estre­ Bolsa, que se agrietó en toda su longitud. Algunos
llas. Recorría entonces la constelación de Géminis buques del puerto, chocando unos contra otros, se
y se hallaba casi á la mitad del camino del horizonte fueron á pique, y diez embarcaciones, ancladas eu la
y el cénit. No había, pues, quien no pudiese compren­ rada, se estrellaron en la costa, después de haber ro­
der fácilmente que se apuntaba delante del objeto, co ­ to sus cadenas como hebras de algodón.
mo apunta el cazador (leíante de la liebre qu« quiere Pero el círculo de las devastaciones se estendió
matar y no á la liebre misma. mas lejos aun, y mas allá de los límites de los Esta­
Hn silencio imponente y aterrador posaba sobro dos-Unidos. El efecto de. la repercusión, ayudada
tuda la escena. ¡Ni un soplo de viento en la tierra! por los vientos del Oeste, se dejó sentir en el Atlán­
¡Ni un soplo en los pechos! Los corazones no se atre­ tico á mas de 300 millas de las playas americanas.
vían á palpitar. Todas las miradas convergían azora­ Una tempestad ficticia, una tempestad inesperada,
das en la boca del columbiad. que no había podido prever el almirante Fitz-Roy,
Marcliison seguía con la vista la manecilla de su puso en dispersión su escuadra, y muchos buques,
cronómetro. Apenas faltaban cuarenta segundos para envueltos en espantosos torbellinos que no les dieron
el momento de la partida, y cada uno de ellos dura­ tiempo de cargar ni rizar una sola vela, zozobraron
ba un siglo. en un instante, entre ellos el Child-lícrald de Liver­
Hubo al vigésimo un estremecimiento universal, pool, lamentable catástrofe que fue objeto de las mas
y no hubo uno solo en la multitud que nof pensase vivas-reclamaciones déla prensa de. la Gran Bretaña.
que los audaces viajeros encerrados en el proyectil En fin, y para decirlo todo, si bien el hecho no
contaban también aquellos terribles segundos. Se tiene mas garantía que la afirmación de. algunos in-
escaparon gritos aislados. digenasifcmedia hora después do la partida del pro­
—¡Treinta y cinco!—¡treinta y seis’—¡treinta y yectil, algunos habitantes de Corea y de Sierra Leo­
siete!—¡treinta y ocho!—¡treinta y nueve!—¡cua­ na pretendieron haber percibido una conmoción sor­
renta! ¡Luego!! da , última vibración de las ondas sonoras, que,
Inmediatamente Murcliison, empujando con el de­ derspuesde haber atravesado el Atlántico, iba á morir
do el interruptor del aparato, restableció la corrien­ en las costas africanas.
te y lanzó la chispa eléctrica al fondo del colum­ Pero volvamos á la Florida. Pasado el primer ins­
biad. tante del tumulto, los heridos , los sordos, todos los
Una delonacion espantosa, inaudita, sobrehuma­ que coin ponían la multitud salieron de su asombro, y
na, de que no hay estruendo alguno que pueda dar lanzaron gritos frenéticos, vitoreando ó Ardan, á
la mas débil idea, ni los estallidos del rayo, ni el es­ Barbicane y A NitcholL Millones de hombres, arma­
trépito de. las erupciones, se. produjo instantánea­ dos de telescopios y anteojos de larga vista, interro­
mente. Un haz inmenso do fuego salió do las en­ gaban el espacio , olvidando las contusiones para no
trañas de la tierra como do. un cráter. El suelo se le­ pensar mas que en el proyectil. Pero lo buscaban en
vantó, y apenas hubo uno que otro espectador que vano. No se le podía ya distinguir, y era preciso re­
pudiera entrever un instante el proyectil hendiendo signarse á aguardar que llegaran los telégramas de
victoriosamente el aire en medio de inllamados va­ Longs' Peak. El director del Observatorio de Cam­
pores. bridge (1) ocupaba su puesto en las montañas de pie­
dra, siendo á él, astrónomo hábil y perseverante, á
‘ CAPITULO XXVII. quien so habían confiado las observaciones. .
TIEMPO NUBLADO.
Pero un fenómeno imprevisto, aunque fácil de pre­
ver, y contra eLcual nada podían los hombres, some­
En el momento de elevarse al cielo á una prodi­ tió la impaciencia pública á una ruda prueba.
giosa altura, la candente luz, la.llama dilatada ilu­ El tiempo, hasta entonces tan sereno, se echó á
minó la Florida entera,-y hubo un momento de in­ perder de pronto; el cielo so cubrió de oscuras nu­
calculable brevedad en que el día sustituyó á la no­ bes. ¿Podía suceder otra cosa, después do, la revolu­
che en una considerable ostensión de territorio. El , ción terrible que esperimentaron las capas atmosfé­
inmenso penacho de fuego se percibió desde 100 mi- | ricas y de la dispersion de la cantidad enorme de
Has en el mar, lo mismo en el golfo que en el Atlán­ vapores procedentes de la deflagración de 200,000
tico. y mas de un capitán anotó en su diario de á libras de piróxilo? Todo el órden natural se había
bordo la aparición de aquel gigantesco metéoro.
La detonación del columbiad fue acompañada de (1) M. Belfast.
64 BIBLIOTECA ILUSTRADA DE GASPAR Y ROIG.
lerturbado, lo que no puede asombrar á los que sa­ ningún caso, y justo era, ya que los hombres habían
tén que con frecuencia en los combites navales se turbado la atmósfera con su cañonazo, que sufriesen
ia visto modificarse de pronto el estado atmosférico 1 las consecuencias.
por las descargas de la artillería. Durante el primer dia, no hubo quien no tratase
El sol, al día siguiente, se levantó en un horizonte de penetrar el velo opaco de las nubes, pero lodos
cargado de espesas nubes, que formaban entre el perdieron el tiempo miserablemente. Además, mira­
cielo y la tierra una pesada é impenetrable cortina, ban todos mal mirando el cielo, pues, á consecuencia
que se estendió desgraciadamente hasta las regiones del movimiento diurno del globo, el proyectil debía
ue las montañas de Piedra. Fue una fatalidad. De ' necesariamente pasar entonces por la línea de los
todas las parles del globo se elevó un concierto de antípodas.
reclamaciones. Pero la naturaleza no hizo <|e ellas Como quiera que sea, cuando la Tierra quedó

El director se hallaba en su puesto.

envuelta en las tinieblas de juna noche impenetrable negro en el plateado disco de la Luna. Pero el tiempo
y profunda, fue imposible percibirla Luna levantada permaneció inexorablementeoncapotado, lo que llevó
en el horizonte, como si espresamcnte la casta diosa al último estremo la exasperación pública. Se injurió
se ocultase á las miradas de los temerarios ó profa­ á la Luna porque no se presentaba. ¡Volubilidad hu~
nos que habían hecho fuego contra -ella. No hubo mana!
observación posible, y los parles de Long‘s-Peák J. T. Maslon, desesperado, marchó á I.ong's-Peak.
confirmaron este funesto contratiempo. Quería observar por sí mismo, no cabiéndole la me­
Sin embargo, si el resultado del esperimenlo fue nor duda de que sus amigos habían llegado al tér­
el que se esperaba, los viajeros que partieron el I.“ de mino de su viaje. Por otra parte, no se halda oido
diciembre a las 10 y 46' y 40" de la noche debían decir que el proyectil hubiese caído en un punto
llegar el 4 á media noche. Hasta el 4 á media noche cualquiera de las islas Qfiatinentes terrestres, y
era pues preciso tomar paciencia sin alborotar de­ J. T. Maslon na admitía ni tln solo instante posibili­
masiado, naciéndose todos cargo de que era muy dad de una caída en los océanos que cubren las tres
difícil, no siendo en condiciones muy favorables, cuartas parles del globo.
observar un cuerpo tan pequeño como la granada. El 5 siguió el mismo tiempo. Los grandes teles­
El 4 de diciembre, desde las ocho de la tarde hasta copios del antiguo mundo, de Herschel, de Rosse,
media noche, hubiera sido posible seguir el curso de Fouseaul, estaban invariablemente asestados al
del proyectil, el cual habría parecido como un punto astro de la noche, porque en Europa el tieinpo era
HE I.A 1IEHIIA A LA LINA. f»o

precisamente magnífico; pero la debilidad relativa de «Los elementos de este nuevo astro no han podido
dichos instrumentos invalidaba todas las observa­ «aun determinarse. No se conoce su velocidad de
ciones. «traslación ni su velocidad de rotación. Puede cal-
No hizo el 6 mejor tiempo. La impaciencia ator­ «cularse en 2,8.33 millas próximamente (—4,500 le­
mentaba las tres cuartas partes del globo. Hasta hu­ nguas) la distancia que le separa de la superficie de
bo quienes propusieron los medios mas insensatos «la Luna.
para disipar las nubes acumuladas en el aire. «En la actualidad se pueden establecer dos liipó-
El 7 el cielo se modificó algo. Hubo alguna espe­ «tésis, y según cual sea lo que corresponda al hecho,
ranza, pero esta duró poco, pues por la noche espe­ «modificar de distinta manera el estado de cosas:
sas nubes pusieron la bóveda estrellada á cubierto de »() la atracción de la Luna prevalecerá sobre todas
todas las miradas. «las fuerzas, y arastrará el proyectil, en cuyo caso
La situación se agravaba. El 11, á las nueve y once ' «los viajeros llegarán al término de su viaje;
minutos de la mañana, la Luna debía entrar en su . «O, conservándose el proyectil en una órbita inmu­
último cuarto, y luego ir declinando, de suerte que dable, gravitará alrededor del disco lunar hasta la
después, aunque el tiempo se despejase, la observa­ ^consumación de los siglos.
ción seria puco menos que infructuosa. La Luna »Hé aquí lo que las observaciones nos dirán un
entonces no mostraría mas que una porción siempre «dia ú otro, pero por ahora el único resultado de. la
decreciente de su disco hasta hacerse Luna nueva, es «tentativa del Gun-Club ha sido dotar nuestro siste-
decir,’que se pondría y saldría con el sol, cuyos rayos »ma solar de un astro nuevo.
la volverían absolutamente invisible. Seria por con­
siguiente preciso aguardar hasta el 3 de enero, á las | J. Belfast.
12 y 44’ del día para volverla á encontrar llena y em­
pezar de nuevo las observaciones. ¡Cuántas cuestiones suscitaba un desenlace tan
Los periódicos publicaban estas reflexiones con mil inesperado! ¡Qué situación preñada de misterios re­
comentarios, y aconsejaban al público que se armase servaba el porvenir á las investigaciones de la cien­
de paciencia. cia! Gracias al valor y abnegación de tres hombres,
El 8, nada. El 9, reapareció el sol un instante como una empresa tan fútil en apariencia, cual era la de
para burlarse de los americanos. Estos le recibieron enviar una bala á la Luna, acababa de tener un resul­
con una estrepitosa silba, y él, herido sin duda en su ¡ tado inmenso, cuyas consecuencias son incalculables.
amor propio por una acogida semejante, se mostró ¡ Los viajeros encarcelados en un nuevo satélite, si
muy avaro de sus rayos. bien es verdad que no habían alcanzado su objeto,
El 10, ninguna variación notable. Poco le faltó | formaban al menos parte del mundo lunar; gravita­
■para que J. T. Maston perdiese la chaveta, inspirando \ ban alrededor del astro de la noche, y por la primera
serios temores el cerebro del digno veterano, tan vez podía la vista penetrar todos sus misterios. Los
bien conservado hasta entonces bajo su cráneo de nombres de Nicholl, de Barbicano y de Miguel Ardan
guita-percha. deberán, pues, ser siempre célebres en los fastos
Pero el II se desencadenó en la atmósfera una de astronómicos, porque estos atrevidos esploradores,
esas espantosas tempestades de. las regiones inter­ deseando ensanchar el círculo de los conocimientos
tropicales. Fuertes vientos del,Este barrieron las humanos, atravesaron audazmente el espacio y se
rmbes tan tenazmente acumuladas, y por la noche el jugaron la vida en la mas sorprendente tentativa de
diícrdel astro de la noche, á la sazón rojizo, paso los tiempos modernos.
majestuosamente en medio de las límpidas constela­ Conocida la nota de Long‘s-Peak hubo en el uni­
ciones del cielo. verso entero un sentimiento de sorpresa y espanto.
¿Era posible-auxiliar á aquellos heróicos habitantes
de la Tierra? No, sin duda alguna, porque se habían
CAPITULO XXVIII. colocado fuera de la humanidad traspasando los lí­
UN ASTRO NUEVO.
mites impuestos por Dios á las criaturas terrestres.
Podían procurarse aire durante dos meses. Tenían
Aquella misma noche, la palpitante noticia espe­ víveres para un año. ¿Pero después?... Los corazones
rada con lauta impaciencia cayó como un rayo en mas insensibles palpitan al dirigirse tan terrible pre­
los Estados de la Union, y luego, atravesando el Océa­ gunta.
no, circuló por todos los hilos telegráficos del globo. Un hombre, uno solo, se negaba á admitir que la
El proyectil bahía sido percibido, gracias al gigan­ situación fuese desesperada. Uno solo tenia conlianza,
tesco reflector de Long‘s-Pek. y era su amigo adicto, audaz y resuelto como ellos,
lié aquí la nota redactada por el director del Obs- el buen J. T. Maston.
servatorio de Cambrige, la cual contiene la conclu­ No les perdía de vista. Su domicilio fue en lo su­
sion científica del grande esperimcnlo del Gun-Club, cesivo Long‘s-Peak; su horizonte, el espejo del in­
menso reflector. Apenas la Luna aparecía en el ho­
Long*s-Peak, 12 de diciembre. rizonte, la encerraba en el campo del telescopio, y la
A los señores miembros del Observatorio de Cam­ seguía asiduamente en su marcha por los espacios
bridge. planetarios. Observaba con una paciencia eterna el
«El proyectil disparado por elcolumbiad de Stone's- paso del proyectil por su disco de plata, y en reali­
»Hill ha sido percibido por MM. Belfast y J. T. Mas­ dad el digno veterano viviaén comunicación perpé-
ton, el 12 de diciembre, ¡í las 8 47' de la noche, ha— tua con sus tres amigos, y no desesperaba de volverlos
wbiendo entrado la Luna en su último cuarto. á ver un día ú otro.
«El proyectil no ha llegado á su término. Ha pa­ «Me cartearé con ellos, decía al que quería oirle,
usado, sin embargo, bastante cerca de él para ser re­ cuando las circunstancias lo permitan. Tendremos
atenido por la atracción lunar. i de ellos noticias, y ellos las tendrán de nosotros. Las
»Allí su movimiento rectilíneo se ha convertido en I conozco, son hombres de mucho cidetre,Llevan con-
aun movimiento circular de una rapidez vertiginosa, sigo en el espacio todos los recursos del arte, de la
»y ha sido arrastrado siguiendo una órbita elíptica I ciencia y de la industria. Con esto se hace cuanto se
«alrededor de la Luna, de la cual ha pasado á ser el ' quiere, y ya veréis como salen del atolladero.»
«verdadero satélite.
FIN.
INDICE.

PÁGINAS.

Capítulo I. — El gun-club............................................................................................ 5
II. — Comunicación del presidente Barbicano............................................ 7
III. — Efecto de la comunicación de Barbicano.................................................. 10
IV. — Respuesta del observatorio de Cambridge...................................... I(
V. — La novela de la Luna................................................................................... 14
VI. — Lo que no es posible dudar y lo que no es permitido creer en los
Estados-Unidos...................................................................................... 16
VIL — El himno del proyectil. '................................................. . . . . 18
VIII. — Historia del canon.................................................................................. 22
IX. — La cuestión de las pólvoras.................................................................. 23
X. — Un enemigo para veinticinco millones de amigos............................ 26
XI. — Florida y Tejas....................................................................................... 27
XII. — Urbi et orbi............................................................................................. 30
XIII. — Stone’s-hill............................................................................................. 31
XIV. — Zapapico, y pala............................................................................... 31
XV. — La fiesta do la fundición........................................................................ 30
XVI. — El columbiad........................................................................................... 38
XVII. — Un parte telegráfico............................................................................... 40
XVIII. — El pasajero del Atlanta........................................................................ id.
XIX. — Un meeting. . . ............................................................. . . . . 44
XX. — Ataque y respuesta................................................................................. 47
XXI. — Cómo arregla un francés un desafio.................................................. 49
XXII. — El nuevo ciudadano de los Estados-Unidos............................ 52
XXIII. — El wagón proyectil................................................................................. 55
XXIV. — El telescopio de las montañas de piedra. ....................................... 57
XXV. — Ultimos pormenores.............................................................................. 59
XXVI. — ¡Fuego!.................................................................................................... 61
XXVII. — Tiempo nublado..................................................................... '. . . 63
XX VIH. — Un astro nuevo....................................................................................... 05

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