Bolivar 2
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Bolivar 2
BOLIVAR
1) Infancia. Su educación.
Huérfano de padre a los tres años y de madre a los 9, lo educó Simón Rodríguez de acuerdo
con los preceptos de Juan Jacobo Rousseau que le concedían primacía a la salud corporal y
a la fortaleza física. Resultado: a los 16 años le escribe a uno de sus tíos maternos una carta
que parece escrita por un niño de 8 años, llena de errores ortográficos. Su preceptor
Rodríguez le leía, en cambio, las "Vidas Paralelas" de Plutarco. Así se familiarizó con las vidas
heroicas de Alejandro, de Aníbal, de César. Se ejercitó en la milicia a los 15 años. Obtuvo el
título de subteniente de las Milicias de Aragua. Llegó a Madrid a los 16 años sano de cuerpo
y virgen de alma, pero con inmensos deseos de aprender.
Lo consiguió en casa del marqués de Ustáriz, bajo la dirección de notables maestros. Tres
años de estudios intensivos le proporcionaron un asombroso caudal de conocimientos:
historia, matemáticas. literatura, filosofía, idiomas. Todo lo absorbió como una esponja.
Lector infatigable, se empapó rápidamente de las ideas de la Revolución Francesa.
sucedido si acuerdan repartirse la zona de lucha? Tal vez Bolívar hubiera regresado a Santa Fe y
Caracas.
1) María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza. Se casó con élla el 26 de mayo de 1802. Menos de
un año después (el 22 de enero de 1803) enviudó. Su temprana desaparición torció el
rumbo de su vida, como ya se explicó. Bolívar tenía 20 años.
2) María Joaquina Costas. 1825. Al llegar a Potosí, después de la victoria de Ayacucho, María
Joaquina colocó sobre sus sienes una corona de laurel, mientras le advertía: "Cuídese,
Libertador, piensan asesinarlo esta noche". Efectivamente, un oficial español, tío de María
Joaquina, lo buscó esa noche inútilmente para matarlo. ¿ Qué había pasado? Joaquina
brindándole lecho y amor, lo había salvado ...
3) 1815. Julia Cobier. Esta criolla dominicana (Luisa, la denominan algunos historiadores), a
fines de 1815, en Jamaica, estando el Libertador a punto de suicidarse (carta a su amigo
Maxwell Hyslop), debido a su absoluta pobreza le tendió generosamente la mano. Tenía la
misma edad de Bolívar, 32 años. Era bella y rica. Se enamoraron. Este encuentro
proporcionó a Bolívar un renacimiento de sus energías. "Sólo así, dice Liévano Aguirre, se
explica la producción de un documento tan trascendental como la Carta de Jamaica, en
momentos tan poco propicios para que Bolívar mirara con confianza el porvenir". El haber
estado con élla, la noche del 9 de diciembre de 1815, le salvó la vida. Un español había
inducido al negro Pío, criado de Bolívar, para que lo asesinara. Pero, providencialmente, la
noche mencionada, Amestoy, empleado del Libertador, fue a pedirle algunas órdenes:
Como tardara, resolvió recostarse en la propia hamaca de su jefe y se quedó dormido. Más
tarde, el negro Pío, al observar la hamaca ocupada, creyó que su patrón había regresado y
mató a Amestoy de varias puñaladas. Pío confesó su crimen. Como se observa: una mujer,
la esposa, con su muerte lo lanzó a la gloria; otras, con sus encantos, le salvaron la vida!
Bolívar le dijo: "Manuela, eres la Libertadora del Libertador". Lo amó hasta la muerte. La de
él (1830) y la de élla (1859). Desterrada de la Nueva Granada, halló como último refugio un
minúsculo puerto de la desolada costa peruana. Lugar desapacible, perdido entre arenales
y azotado por todos los vientos. Allí la visitó Garibaldi, el prócer italiano. También aquél
judío errante, pedagogo, trotamundos, medio loco, don Simón Rodríguez, que había
forjado el cuerpo y el alma de Bolívar niño para las tremendas faenas de la revolución de
independencia, y había sido testigo de su solemne juramento en la ciudad eterna.
Quién hubiera podido oír y recoger las conversaciones de esos dos seres que estuvieron
tan cerca de la mente y del corazón del hombre providencial! Remembranzas de la niñez
en la hacienda de San Mateo, cuando Rodríguez lo mantenía en íntimo contacto con la
naturaleza, recuerdo de sus andanzas , a pie, por Europa, la Europa napoleónica; también
la entrada en Quito "bajo lluvia de flores y al estruendo de músicas marciales", las horas
felices de "La Magdalena", en Lima, el final infortunio, la noche septembrina. .. Tal vez los
sollozos terminaron por ahogar el diálogo de los dos seres que más amaron a Bolívar, éste
americano universal, mezcla de César, de Quijote y de Cristo!