Sentencia CSJ 230708 - Obligaciones Naturales

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 28

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACIÓN CIVIL

Magistrado Ponente:
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ

Bogotá, D. C., veintitrés (23) de julio de dos mil ocho (2008).-

Ref: 41001-3103-004-2003-00063-01

Decide la Corte el recurso de casación interpuesto por la


sociedad INVERSIONES LA ESPIGA LIMITADA, respecto de
la sentencia proferida el 7 de noviembre de 2006, por la Sala
Civil - Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Neiva, en el proceso ordinario que ella adelantó contra la
CORPORACIÓN DE AHORRO Y VIVIENDA LAS VILLAS,
hoy BANCO COMERCIAL AV VILLAS S.A.

ANTECEDENTES

1. En la demanda con la que se dio inicio al referenciado


proceso, su promotora, luego de anunciar la formulación de
una acción ordinaria por enriquecimiento sin causa, solicitó
declarar a la demandada civilmente responsable de los
perjuicios, materiales y morales, que sufrió “a consecuencia de
los errores en que incurrió „AV VILLAS‟, al liquidar el crédito…”
materia de un proceso ejecutivo que ésta le adelantó en el
Juzgado Segundo Civil del Circuito de Neiva, puesto que
“cobró en exceso COSTAS, GASTOS PROCESALES,
AGENCIAS EN DERECHO, INTERESES CORRIENTES Y
MORATORIOS” y, adicionalmente, omitió tener en cuenta tres
abonos cancelados por la deudora.

En tal virtud, reclamó se impusiera a la entidad accionada el


pago de los siguientes valores:

a) El equivalente a 6.000 gramos de oro puro, “por


concepto de perjuicios morales y comerciales”.

b) $231.562.718,20, “por incorrecta liquidación de las


UPAC adeudadas”.

c) $184.132.170,88, “por cobro en exceso de intereses”.

d) $41.563.132,40, “por cobro en exceso en las agencias


en derecho”.

e) Sobre el total de los ítems b) a d) precedentes


($457.258.021,48), la corrección monetaria establecida con
base en el índice de precios al consumidor; los intereses
moratorios causados y que se causen desde el 15 de
septiembre de 1991 hasta cuando se verifique el pago, los
cuales, al 31 de marzo de 2003, ascendían a
$532.346.804,oo; y lo “normado por la ley 45 de 1990”.

f) La cantidad de $86.264.456,40, que corresponde “a la


diferencia entre el valor del inmueble rematado… y la
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 2
liquidación real y correcta del crédito”; la corrección monetaria
sobre dicho valor, establecida con base en el índice de precios
al consumidor; los intereses moratorios causados y que se
causen desde el 2 de mayo de 2000 hasta cuando se verifique
el pago, los cuales, al 2 de abril de 2003, ascendían a
$83.066.928,oo; y “lo normado por la ley 45 de 1990”.

g) La suma de $39.257.741,oo, que corresponde a “las tres


(3) cuotas canceladas a la DEMANDADA…, pero no tenidas
en cuenta por ésta, como pagadas por LA DEMANDANTE…,
para abonar al crédito cobrado…” en el indicado proceso
ejecutivo; la corrección monetaria establecida con base en el
índice de precios al consumidor; los intereses moratorios
causados y que se causen desde el 19 de mayo de 1998
hasta cuando se verifique el pago, los cuales ascendían a
$45.716.516,oo por los períodos comprendidos entre la
indicada fecha y el 29 de mayo de 1998, así como entre el 8
de agosto de 1998 y el 31 de marzo de 2003; y “lo normado
por la ley 45 de 1990”.

2. La actora soportó los compendiados pedimentos, en los


hechos que a continuación se sintetizan:

a) Mediante el pagaré No. 119110-2-18 otorgado el día 27


de enero de 1997, se documentó un crédito por 69.303,3129
UPAC, equivalentes entonces a la suma de $600.000.000,oo,
que la demandante recibió en calidad de préstamo de la
demandada, pagadero en 180 cuotas mensuales, con
intereses durante el plazo del 19% efectivo anual y durante la
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 3
mora del 38% efectivo anual, sin exceder el tope máximo
autorizado por la ley.

b) Con la escritura pública No. 170 del día 22 de esos


mismos mes y año, Inversiones La Espiga Ltda., constituyó
hipoteca para garantizar la obligación anteriormente señalada.

c) A partir del 27 de marzo de 1998 la deudora se


constituyó en mora en la atención del señalado préstamo, lo
que llevó a la Corporación de Ahorro y Vivienda AV Villas a
promover en su contra el correspondiente proceso ejecutivo
hipotecario, al que dio inicio con demanda que fundamentó en
tal hecho y en la cual solicitó se librara mandamiento de pago
por el capital representado en “57.669,8042 UPAC”, que el 28
de septiembre de 1998 equivalían a “$773.446.076,10”, por los
intereses moratorios a la tasa estipulada y por las costas.

d) Con auto de 19 de octubre de 1998, el Juzgado


Segundo Civil del Circuito de Neiva, que conoció del
referenciado recaudo coactivo, libró orden de pago por
$777.446.976,10, “equivalente a CINCUENTA Y SIETE MIL
SEISCIENTOS SESENTA Y NUEVE UNIDADES DE UPAC
CON OCHO MIL CUARENTA Y DOS DIEZ MILESIMAS DE
UPAC (1130,3848 UPAC) (sic)”, y los intereses solicitados,
causados a partir del 27 de marzo de ese mismo año. En
dicha providencia, se decretó el embargo y secuestro del
inmueble hipotecado.

e) Adelantado el proceso, el 25 de mayo de 1999 se dictó


A.S.R. EXP. 2003-00063-01 4
sentencia que decretó el avalúo y la venta en pública subasta
del inmueble materia de la garantía hipotecaria, ordenó la
liquidación del crédito y condenó en costas a la ejecutada.

f) En cumplimiento del memorado fallo, por una parte, se


avaluó en $2.500.540.000,oo el inmueble hipotecado y, por
otra, la ejecutante presentó la liquidación del crédito, con corte
a 15 de septiembre de 1999, incluyendo $925.593.437,03
como capital, correspondiente a 57.669,8042 UPAC a razón
de $16.049,68 cada unidad, y $517.470.128,11 como
intereses moratorios, liquidados sobre ese monto al 38% anual
desde el 27 de marzo de 1998, para un gran total de
$1.443.063.565,14. En auto de 7 de octubre del 1999, el
Juzgado fijó como agencias en derecho la suma de
$144.300.000,oo, procediéndose a la liquidación de las
costas, que se totalizó en $144.302.000,oo.

g) Que si se hubieren efectuado correctamente las


liquidaciones del crédito y las costas, se arribaría a resultados
diferentes:

- La del crédito arrojaría un total de $1.027.368.676,06,


discriminada así: por capital, $694.030.718,83,
correspondientes a 57.669,8042 UPAC (saldo insoluto) a
razón de $12.034,56 cada unidad para el 27 de marzo de
1998 (día en que se inició la mora); y por intereses moratorios,
$333.378.957,23, liquidados sobre el mencionado valor, a la
tasa del 38% anual, causados desde la indicada fecha.

A.S.R. EXP. 2003-00063-01 5


- La de las costas ascendería a $102.738.867,60,
representada en $102.736.867,60 por agencias en derecho y
$2.000,oo por inscripción del embargo.

h) En el comentado proceso ejecutivo hipotecario, no se


tuvieron en cuenta los abonos al crédito efectuados por la
deudora, que pasan a relacionarse:

Fecha Valor
19/05/98 $11.595.741,oo
29/05/98 $13.774.000,oo
08/08/98 $13.888.000,oo

i) Se infiere de lo expuesto, que los saldos cobrados en


exceso a la ejecutada, aquí demandante, y pagados por ésta,
son los siguientes: por capital, $231.562.718,20; por intereses
moratorios, $184.132.170,88; y por costas, $41.563.132,40,
para un total de $457.258.021,48. Así mismo, que los abonos
que no fueron imputados al crédito suman $39.257.741,oo. En
definitiva, el detrimento económico sufrido por Inversiones La
Espiga Ltda. equivale a $496.515.762,48.

j) En relación con los anteriores valores, deben tenerse en


cuenta y aplicarse las previsiones de los artículos 64 y 72 de
la ley 45 de 1990. De igual manera, se debe reconocer la
corrección monetaria y liquidarse, mes a mes, intereses
moratorios, conforme las operaciones que se consignaron en
el libelo introductorio.

k) Como en el proceso ejecutivo de que se trata, se remató

A.S.R. EXP. 2003-00063-01 6


el 2 de mayo de 2000 el inmueble hipotecado por la suma de
$1.216.370.000,oo (50% del avalúo) y, de acuerdo con las
correctas liquidaciones del crédito y las costas anteriormente
aludidas, el verdadero valor de lo adeudado ascendía a
$1.130.107.543,60, la diferencia de $86.264.456,40 debe ser
cancelada por la aquí demandada a la actora, junto con la
corrección monetaria, intereses moratorios y las sanciones de
la ley 45 de 1990.

3. Admitida que fue la demanda por auto de 10 de junio de


2003 (fl. 84, cd. 1), se surtió su notificación personal y se
corrió traslado del libelo en diligencia cumplida el 2 de julio del
mismo año (fl. 86, cd. 1).

4. El Banco Comercial AV Villas S.A., antes Corporación


de Ahorro y Vivienda Las Villas, por intermedio de la
apoderada judicial que constituyó para que lo representara, se
pronunció sobre la demanda con oposición a sus
pretensiones, mención expresa de cada uno de sus hechos y
formulación de las excepciones de fondo que denominó
“proceso ya debatido – cosa juzgada”, “falta de causa para
demandar en proceso ordinario”, “inexistencia de sumas
cobradas en exceso” e “inexistencia de perjuicios causados…”
(fls. 94 a 102, cd. 1).

5. Agotada la tramitación de la instancia, el Juzgado Cuarto


Civil del Circuito de Neiva le puso fin con la sentencia que
profirió el 3 de mayo de 2005, en la que denegó en su
integridad las súplicas del libelo introductorio y condenó en
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 7
costas a la actora, habida cuenta que “[n]o es viable
jurídicamente pretender que luego de que el órgano
jurisdiccional se ha constituido por decisión de las partes como
elemento dirimente de una cuestión jurídica de fondo que ha
tenido lugar en un juicio previamente establecido y luego de
haberse presentado decisiones mediante la interpretación y
aplicación de la norma general y abstracta al caso particular,
constituyéndose así en un objeto de un juicio lógico, se vuelva
a pretender revivir dicha instancia cuando ello ya hace tránsito
a la cosa juzgada”, entendida “bajo el criterio del principio de
la preclusión o eventualidad,…”, que “respecto de las partes
puede obrar por acción o por omisión”, lo primero “porque se
ejercitó el derecho y la ley no permite emplearlo nuevamente
dentro del proceso” y lo segundo “porque no se utilizó en el
momento oportuno”.

6. En virtud del recurso de apelación que la actora


interpuso contra el comentado pronunciamiento del a quo, el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Neiva decidió
confirmarlo, mediante el fallo impugnado en casación, fechado
el 7 de noviembre de 2006.

LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

1. De entrada, el juzgador de segundo grado se refirió al


enriquecimiento injusto, que consideró fuente de
obligaciones, y sobre el que apuntó que son sus elementos
estructurales “el aumento de un patrimonio y un
empobrecimiento correlativo, amén de la carencia de causa o
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 8
fundamento jurídico que justifique tal desplazamiento
patrimonial”, requisito en torno del cual aclaró que traduce “la
preexistencia de una relación o vínculo jurídico entre el
enriquecedor y el empobrecido que justifique el movimiento
patrimonial (…)”.

Añadió, que a ese fenómeno se han sumado dos condiciones


que operan como requisitos para el válido ejercicio de la
acción respectiva, las cuales son “que ella no se intente
contra disposición imperativa de la ley y que, dado su
carácter netamente subsidiario, no se haya contado con otros
medios para obtener satisfacción por la lesión injusta que le
ha sido ocasionada”.

2. En tal orden de ideas, se ocupó del caso llevado a su


conocimiento y, tras reiterar la naturaleza subsidiaria del
enriquecimiento injusto, así como de memorar que la génesis
de la problemática planteada en este asunto fue el proceso
ejecutivo hipotecario que entre las mismas partes se
adelantó en el Juzgado Segundo Civil del Circuito de Neiva,
destacó:

a) “Inversiones la Espiga Ltda.,… nada dijo sobre el


exceso de la liquidación que ahora esgrime en proceso
ordinario como originaria de enriquecimiento sin causa; pero
debe tenerse en cuenta que la sociedad demandante no hizo
oposición al mandamiento de pago, para rebatir que se le
estaba cobrando una cantidad superior a la adeudada, ni a
las liquidaciones realizadas dentro del proceso ejecutivo, ni
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 9
que había realizado unos abonos, en el escenario natural
previsto por el ordenamiento jurídico para hacerlo, pues tal
reclamo debió plantearse en el proceso ejecutivo en el que
se hizo efectivo el gravamen hipotecario”.

b) Enfatizó que si la ejecutada en ese trámite coactivo no


formuló reparos contra la “orden de apremio” allí proferida,
precluyó de esta manera “la oportunidad para someter a la
jurisdicción la liquidación irregular” practicada, de donde “[l]a
pretensión en la forma como fue expuesta no podría
prosperar…, si hubo silencio en la ocasión propicia para
plantear que la suma indicada como adeudada por la
sociedad era inferior, y que en la liquidación correspondiente
del crédito concedido en UPAC, se había incurrido en
exceso”.

c) Advirtió, además, que “[l]a pretensión dirigida a objetar


la liquidación y el pago hecho como resultado del proceso
ejecutivo hipotecario, de cualquier modo que se intente, es
sinónimo de querer revocar el trámite ejecutivo”, lo cual
estimó impropio cuando el crédito fue finiquitado “de acuerdo
con la ley procesal” y la ejecutada no usó “la oportunidad que
tenía… para proponer las excepciones de mérito, mediante
las cuales bien pudo controvertir la suma por la que se
ejecutaba”, actitud silente que mantuvo igualmente frente a la
liquidación del crédito y al remate del inmueble, porque de lo
contrario “se desconocerían los principios básicos del
derecho procesal que buscan impregnar de autoridad los
trámites de la ejecución que se realizan con el fin de obtener
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 10
satisfacción de un crédito,…”, con lo que, concluyó, se
vulneraría, al tiempo, el “principio de la seguridad jurídica”.

d) Reiteró que la aquí demandante, como ejecutada en el


diligenciamiento judicial al que se ha hecho referencia, no
propuso excepciones de fondo, ni previas, en la oportunidad
fijada por el artículo 509 del Código de Procedimiento Civil y
que si bien, con memorial del 27 de julio de 2002, solicitó la
corrección de errores aritméticos y otros en relación con la
reliquidación del crédito, tal petición “fue denegada” en razón
a que “ya se había adjudicado el bien y se había dispuesto la
terminación del proceso en decisión del 14 de diciembre de
1999”, que se encontraba en firme ante la negativa a
conceder la apelación que se interpuso contra ella.

3. Así las cosas, el ad quem aseveró que como la


ejecutada “no hizo ejercicio del derecho de defensa”, se dictó
sentencia que dispuso el remate del inmueble hipotecado y la
práctica de la liquidación del crédito, “por lo que las
pretensiones invocadas en este proceso deben ser
desestimadas, tal y como lo resolviera la primera instancia,
pues conduciría (sic) a dejar sin efectos los actos procesales
que haya (sic) en el ejecutivo se agotaron”, aserto que
respaldó con trascripción de la sentencia proferida el 16 de
diciembre de 2005 por esta Sala de la Corte.

4. Para terminar, el Tribunal negó que en este proceso se


haya declarado la excepción de cosa juzgada, tema que
dilucidó con reproducción de otro fallo de esta Corporación,
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 11
del 10 de septiembre de 2001.

LA DEMANDA DE CASACIÓN
CARGO ÚNICO

1. Con respaldo en la causal primera de casación, el


recurrente denunció la violación directa, por aplicación
indebida, de los artículos 332, 333 y 396 del Código de
Procedimiento Civil; y por falta de aplicación, del primero de
tales preceptos, del artículo 512 de la misma obra y de las
siguientes normas: “Art. 8º de la Ley 153 de 1987 (sic), Ley 45
de 1990; 830, 831 del Código de Comercio; 16, 1519, 1527,
1528, 1941 y 2221 del Código Civil; artículo 235 del C. P.
modificado por el Decreto 141 de 1980 Art. 1º hoy artículo 305
del Estatuto Penal vigente; y artículo (sic) 228 y 230 de la
C.N.”.

2. En desarrollo del cargo, se ocupó el censor


primeramente de la cosa juzgada, en relación con la cual
distinguió como sus elementos la identidad de “cosa pedida”,
“de razón” y “de personas”. Apuntó que los dos últimos,
configuran el “límite objetivo” de ese fenómeno y precisó que
“se ha entendido por objeto el bien corporal o incorporal que
se reclama, o sea, las prestaciones o declaraciones que se
piden de la justicia; por causa, el fundamento inmediato del
derecho que se ejerce, es decir, el hecho o hechos jurídicos
que sirven de fundamento a las pretensiones”, análisis que le
permitió concluir, por una parte, que de la plena identificación
de esos aspectos “podrá saberse que el planteamiento nuevo
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 12
de determinadas cuestiones, y las futuras decisiones acerca
de estos puntos, solamente estarán excluidas en cuanto
tengan por resultado hacer nugatorio o disminuir de cualquier
manera el bien jurídico reconocido en la sentencia precedente”
y, por otra, que tanto la “identidad de causa y de objeto tiene
que buscarse principalmente en su raíz, que es el conjunto y
el contenido real de los hechos propuestos en la demanda
como generadores de situaciones jurídicas concretas, cuya
protección se solicita del Estado”.

3. Con ese fundamento, afirmó que el Tribunal, con su


sentencia, cambió la decisión del juzgado del conocimiento
adoptada en audiencia realizada el 4 de diciembre de 2003,
mediante la cual se “dispuso declarar no probada la excepción
de cosa juzgada propuesta por la parte demandada”, la cual
adquirió ejecutoria debido a que esa misma Corporación, con
auto de 6 de febrero de 2004, declaró desierta la apelación
que contra dicho proveído se interpuso. Coligió que, “[e]n tales
condiciones, no se dieron los supuestos de que trata el
artículo 332 del Código de Procedimiento Civil”.

4. A continuación, el recurrente señaló que los hechos de


la demanda ordinaria de enriquecimiento sin justa causa
“envuelven una obligación natural de las que contempla el Art.
1527 del C.C., que como también lo tiene bien definido la
doctrina y la jurisprudencia, tienen su origen en una
disposición legal expresa (Art. 8º de la Ley 153 de 1887) y no
en la mera determinación judicial”.

A.S.R. EXP. 2003-00063-01 13


En tal orden de ideas, ubicó esa clase de obligaciones
-naturales- en medio de las “obligaciones civiles” y de los
“deberes morales”, como quiera “que avisan (sic) cuando son
de naturaleza civil, en cuanto a sus elementos, y de las
morales en cuanto no están sancionadas por una acción, pero
que autorizan para exigir lo pagado en exceso o no lo (sic)
pagado en las oportunidades que determina la ley”, y señaló
que ellas “son verdaderas obligaciones”, puesto que hacen
presencia “acreedor, deudor y cosa debida”, que en este caso
consiste en “lo pagado en exceso, por el engaño de que fue
objeto la justicia, por cuenta de la hoy accionada, tanto en el
valor del UPAC, como en los abonos realizados en forma
directa a la acreedora”.

5. En punto de lo que denominó “deberes morales”, dijo


que “nacen de la conciencia del acreedor, de donde surge que
el deudor que ha pagado en exceso tiene la acción -ordinario
de enriquecimiento sin justa causa- para exigir la devolución
de lo que así realizó en desmedro de su patrimonio…” y que
pese a que “sólo hay obligación natural allí donde existió o
pudo existir una obligación civil, razón por la cual se afirma
que estas obligaciones es (sic) una obligación civil
desvirtuada”, bien puede ocurrir que “por circunstancias
especiales, como ocurrió en este caso, no puede afirmarse
que el allí deudor perdió o quedó desprovisto de la acción
reclamar (sic) su derecho toda vez que el Art. 8º de la Ley 153
de 1987 (sic) así lo autoriza”.

6. Sobre la base de que el artículo 1527 del Código Civil no


A.S.R. EXP. 2003-00063-01 14
comprende todas las hipótesis de obligación natural, consideró
el casacionista que “la propuesta en la demanda y por la que
se avocaron a proceso las partes” es de ese linaje, pero “con
connotaciones de un enriquecimiento sin causa por ser un
caso no contemplado en la ley”, lo que le permitió reprocharle
al Tribunal que no hubiera encontrado “que allí donde había
un deber de conciencia, existe una obligación natural” y que,
por consiguiente, hubiese ignorado el artículo 1528 del Código
Civil.

7. Una vez el censor dejó precisado que “no discute la


legalidad o ilegalidad” de la memorada ejecución, por cuanto
de dicho mecanismo “no surge que el remate y lo que se
adelantó allí sea un proceso contencioso para que adquiera la
virtualidad de hacer tránsito a cosa juzgada; como sí ocurre
cuando se decide sobre excepciones propuestas que nunca
fueron esgrimidas como medio de defensa”, el recurrente
puntualizó, por una parte, que el ad quem “así desconoció la
naturaleza del proceso de ejecución y las restantes normas
denunciadas en el cargo”; por otra, que la supuesta
imposibilidad de adelantar la presente acción “es errada
porque ese no fue el sentido en que se demandó en el
proceso ejecutivo”; y, finalmente, insistió en que el banco
cobró más de lo debido e ignoró los abonos que se hicieron a
la deuda, “por lo que incurrió en un enriquecimiento sin causa
de los que establece la doctrina y la jurisprudencia de acuerdo
con el Art. 8º de la Ley 153 de 1987 (sic) que a la postre
resultó quebrantado por el adquem (sic), por falta de
aplicación; y al interpretar en forma indebida el art. 332 del C.
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 15
de P.C., como cuando dijo que mediante esta vía era
imposible obtener las condenas con el supuesto que debió
ejercerse la defensa en el proceso ejecutivo, equivocación
notoria pues ese proceso no es excluyente de las sanciones
civiles escogidas por este camino ordinario que en nada
impide para repetir lo pagado por una obligación de objeto
ilícito a sabiendas”.

CONSIDERACIONES

1. Sobre la base de que la acción intentada es de


enriquecimiento sin causa y que, a más de los elementos
estructurales que la caracterizan, su válido ejercicio está
sujeto a dos condiciones, entre ellas, la de que, “dado su
carácter netamente subsidiario, no se haya contado con otro
medio para obtener la satisfacción por la lesión injusta que la
ha sido ocasionada”, el Tribunal descendió al caso llevado a
su conocimiento y, respecto de lo ocurrido en el proceso
ejecutivo hipotecario en que se cimentó la pretensión
reclamada, aseveró que la allí demandada, Inversiones La
Espiga Ltda., no ejercitó su derecho a la defensa, habiendo
estado en posibilidad de hacerlo, como quiera que no atacó el
mandamiento de pago que en ese asunto se libró, ni propuso
excepciones de ninguna naturaleza, ni adujo la más mínima
inconformidad con la sentencia que se profirió, ni objetó las
liquidaciones del crédito y de costas que se practicaron, ni se
opuso al remate del inmueble hipotecado, ni controvirtió el
pago que se hizo al acreedor, ni cuestionó la decisión de
terminar el proceso, precisamente, como consecuencia de la
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 16
solución de la deuda.

Así las cosas, infirió el fracaso de las pretensiones elevadas


en la demanda iniciadora de esta controversia, puesto que
acogerlas, “conduciría a dejar sin efecto los actos procesales”
cumplidos en el tantas veces señalado trámite ejecutivo, tesis
que sustentó con la sentencia de esta Sala del 16 de
diciembre de 2005, en la cual, entre otros muchos
razonamientos, se destacó la preclusión que opera para
quien, habiendo sido demandado en un proceso ejecutivo
anterior, no propuso allí las excepciones meritorias que cabían
contra el título base de la acción e intenta luego controvertir
los elementos que sirvieron de fundamento a la ejecución en
un proceso ordinario gestionado con posterioridad.

Por último, el ad quem precisó que en este asunto no se ha


“declarado la cosa juzgada” de la sentencia con que se
definió el referenciado proceso ejecutivo, aspecto en torno
del cual hizo suyas las consideraciones de la sentencia de la
Corte del 10 de septiembre de 2001, en particular que
“vencido en silencio el término para proponer excepciones de
mérito, o sea el establecido en el artículo 509 atrás citado,
deviene inexorablemente la preclusión contra el ejecutado,
impidiéndole invocar después en un proceso ordinario
hechos que se hubieran podido alegar como tales
excepciones en el trámite de la ejecución; si así no fuera, el
proceso ejecutivo como instrumento auxiliar para hacer
efectivo el pago de las obligaciones perdería su razón de ser,
amén de que quedaría al talante del ejecutado optar por
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 17
acudir allí a oponerse al cobro judicial; o guardar silencio,
cualquiera fuera el motivo que hubiera inspirado su omisión,
y dejar para ir después a la vía ordinaria a exponer sus
defensas, proceder éste que no solo atentaría contra la
seguridad jurídica y la lealtad procesal, sino que le otorgaría
a la ejecución coactiva judicial un carácter meramente
provisional, lo que, ni por asomo, permite la ley”.

De igual manera, en la providencia invocada por el Tribunal,


la Sala especificó que “[n]o se trata, pues, de que a la
sentencia que se profiera para ordenar llevar adelante la
ejecución o decretar la venta en pública subasta del bien
hipotecado, cuando el ejecutado no haya propuesto
excepciones, produzca efectos de cosa juzgada, los cuales,
como se dijo, están reservados en el proceso ejecutivo para
la sentencia que resuelva excepciones de mérito en los
términos referidos en el artículo 512 del C. de P.C., sino de
darle firmeza a aquélla y a sus consecuencias por efecto de
la comentada preclusión, y, por sobre todo, al pago que
finalmente se obtiene por vía coactiva judicial, el cual, en
casos como el presente, se halla precedido de esa
determinación judicial que a su turno lo legitima”.

2. Del anterior recuento se extracta que el fallo


confirmatorio del Tribunal, desde el punto de vista jurídico,
tiene soporte, esencialmente, en la naturaleza subsidiaria de
la acción de enriquecimiento sin causa, que se traduce en
que su efectivo ejercicio requiere que el demandante no haya
tenido a su alcance otros instrumentos legales para evitar o
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 18
contrarrestar el desequilibrio económico que denuncia,
requisito que en el caso sub lite no encontró satisfecho, en
tanto y en cuanto que la gestora de este asunto intervino
como ejecutada en el proceso que la Corporación de Ahorro
y Vivienda Las Villas, hoy Banco Comercial AV Villas S.A.,
promovió para el cobro de la obligación entre ellas
preexistente, garantizada con hipoteca, y no hizo allí uso de
ninguno de los mecanismos de defensa de que disponía, con
los cuales hubiera podido controvertir el cobro en exceso de
que aquí se duele.

3. Tal comprensión de los alcances de la sentencia de


segunda instancia, en comparación con los argumentos que
sustentan el único cargo formulado en casación,
compendiados en el respectivo acápite anterior, dejan al
descubierto que la censura no se ocupó de ninguno de los
indicados fundamentos de dicho fallo, como quiera que el
ataque que por la causal primera del artículo 368 del Código
de Procedimiento Civil -violación directa- propuso la
demandante, se concentró, básicamente, en dos temas, a
saber: el de la cosa juzgada y el de las obligaciones
naturales, ambos por completo extraños a los razonamientos
del Tribunal.

4. Siendo ello así, la controversia que el recurrente


formuló en contra del proveído impugnado, en el ámbito del
recurso de casación que se examina, cae en el vacío y, por
lo mismo, no está llamada a producir consecuencias, por
sobre todo a ocasionar el quiebre del referido
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 19
pronunciamiento.

Al respecto, pertinente es recordar que “„por vía de la causal


primera de casación no cualquier cargo puede recibirse, ni
puede tener eficacia legal, sino tan solo aquellos que
impugnan directa y completamente los fundamentos de la
sentencia o las resoluciones adoptadas en ésta; de allí que
haya predicado repetidamente que los cargos operantes en
un recurso de casación únicamente son aquellos que se
refieren a las bases fundamentales del fallo recurrido, con el
objeto de desvirtuarlas o quebrantarlas, puesto que si alguna
de ellas no es atacada y por sí misma le presta apoyo
suficiente al fallo impugnado éste debe quedar en pie,
haciéndose de paso inocuo el examen de aquellos otros
desaciertos cuyo reconocimiento reclama la censura‟ (Se
subraya; cas. civ. 23 de junio de 1989, Exp. 5189, reiterada
en cas. civ. 15 de diciembre de 2003, Exp. 7565)” (Cas. Civ.,
sentencia del 19 de diciembre de 2005, expediente No. 1989-
01859-01).

5. Ahora bien, si ninguno de los pilares del fallo


impugnado, esto es, en concreto, el carácter residual de la
acción de enriquecimiento sin causa y la circunstancia de
que la demandante gozó de todas las oportunidades para
defenderse en el juicio ejecutivo mencionado sin haberlas
utilizado, fueron controvertidos en casación, lógico es colegir
que ellos mantienen su plena vigencia y que, por tanto,
brindan cabal sustento a la decisión adoptada por el Tribunal,
de confirmar la desestimación que el a quo hizo de las
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 20
pretensiones de la demanda, determinación que, por
consiguiente, no está llamada a derrumbarse.

6. De pasarse por alto, sólo en gracia de discusión, la


deficiencia que se deja advertida, suficiente, como se dijo,
para colegir el fracaso del recurso extraordinario auscultado,
la Corte, de todas maneras, tendría que llegar a similar
conclusión, por las razones que a continuación se consignan.

6.1. Si se admitiera, como lo propuso el recurrente, que el


fallo impugnado reconoció efectos de cosa juzgada a la
sentencia que en el trámite ejecutivo a que se ha hecho
alusión se dictó, no se encuentra que tal postura desborde,
en esencia, el ordenamiento legal y, por ende, que configure
el quebranto directo de las normas sustanciales indicadas en
la acusación.

En efecto, como lo analizó la Sala en su sentencia proferida


el 15 de febrero de 2007 (expediente No. 1998-00339-01), el
desenvolvimiento legislativo en torno del proceso ejecutivo,
partiéndose del Código Judicial, que habilitaba para éste la
posibilidad de que la decisión de excepciones fuera revisada
en proceso ordinario posterior (art. 1030), muestra que tal
opción quedó completamente clausurada con la entrada en
vigencia del Código de Procedimiento Civil, Decreto 1400 de
1970, en tanto que éste, por una parte, estableció que
“[d]entro de los diez días siguientes a la notificación del
mandamiento ejecutivo, el demandado podrá proponer en un
solo escrito todas las excepciones que tuviere,…” (art. 509);
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 21
por otra, facultó al juez de ese proceso para resolverlas (art.
510); y, finalmente, consagró en el artículo 512 que la
“sentencia de excepciones hace tránsito a cosa juzgada,
salvo cuando declare probada alguna de las previas
contempladas en los numerales 1, 3, 4 y 5 del artículo 97, y
en los casos previstos en los numerales 3 y 4 del artículo
333”.

A lo anterior se suma la modificación que al artículo 170 del


mencionado estatuto introdujo el Decreto 2282 de 1989, en el
sentido de que “el proceso ejecutivo no se suspenderá por
que exista un proceso ordinario iniciado antes o después de
aquél, que verse sobre la validez o la autenticidad del título
ejecutivo, si en éste es procedente alegar los mismos hechos
como excepción”.

Ese entendimiento de la cuestión y la circunstancia de que la


referida postura legislativa, delineada en el mencionado
Decreto 1400 de 1970, en lo fundamental, no fue alterada por
las reformas que a tal compilación legal posteriormente se le
han hecho (Decreto 2282 de 1989 y Ley 794 de 2003), le
permitió a la Corte, en el memorado pronunciamiento,
concluir que el artículo 512 citado “determinó, como regla
general, la cosa juzgada para la sentencia adoptada en el
proceso ejecutivo”; que “[d]esde entonces, hay plena
coherencia entre los efectos perentorios de la sentencia y la
autorización a los demandados para que discutan en el
mismo proceso ejecutivo cualquiera de los medios de
defensa que tengan a su favor”; que “el Código de
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 22
Procedimiento Civil de 1970 determina que el juez del
proceso ejecutivo detenta el monopolio de la decisión sobre
el litigio a que da lugar el cobro de las obligaciones dentro del
ordenamiento jurídico”; y que “[e]n síntesis, cuando el artículo
512 del Código de Procedimiento Civil cubre con el manto de
la cosa juzgada la decisión sobre las excepciones de mérito,
no sólo se refiere a las que efectivamente fueron propuestas,
sino también a las que pudieron y debieron plantearse, pues
atentaría contra la lealtad procesal que el deudor demandado
que ha sido conminado para el pago de una obligación,
guarde estratégico silencio en el juicio ejecutivo…” (se
subraya).

Se sigue de lo expuesto, que el Tribunal no incurrió en los


desvíos jurídicos que le imputa la censura, ya sea que sus
argumentos se entiendan afincados en la preclusión que
operó en contra de la aquí demandante, desde cuando
concluyó el proceso ejecutivo al que la convocó la entidad
demandada, para protestar por la cuantía de lo que en ese
diligenciamiento coactivo se cobró, o por el monto de las
liquidaciones definitivas que allí se practicaron, y que fueron
los valores efectivamente pagados a la acreedora; ora que se
entienda que el respaldo del fallo impugnado consistió, como
lo interpretó el recurrente, en los efectos de cosa juzgada de
la sentencia que ordenó seguir adelante el indicado proceso
ejecutivo y, por ende, el avalúo y remate del inmueble
hipotecado con que se garantizó el crédito allí exigido.

6.2. En lo que hace al entendimiento que -ciertamente con


A.S.R. EXP. 2003-00063-01 23
dificultad- puede colegirse del argumento de la censura
consistente en que el enriquecimiento sin causa cuyo
reconocimiento se solicitó en la demanda con la que se dio
inicio al litigio es fuente una obligación natural, la cual, por las
particularidades del caso, no está desprovista de la posibilidad
de repetir lo pagado en exceso, pertinente es señalar, lo
primero, que si ese fuera el genuino fundamento de la acción,
el defecto en que hubiera incurrido el Tribunal, al
desconocerlo, como en la acusación ahora examinada se
reprocha, sería la equivocada interpretación de la demanda,
anomalía que en casación únicamente puede plantearse por
el camino del quebranto indirecto de que también trata el
numeral 1º del artículo 368 del Código de Procedimiento Civil,
y no por la vía directa, que fue la escogida por el recurrente
para formular el cargo único que propuso, desvío que, per se,
hace frustránea la acusación.

Lo segundo, el desacierto que envuelve, en sí misma, la tesis


sostenida por el censor.

En términos del artículo 1527 del Código Civil, “[l]as


obligaciones son civiles o meramente naturales”. Las
primeras, “son aquellas que dan derecho para exigir su
cumplimiento”; y las segundas, “las que no confieren derecho
para exigir su cumplimiento, pero que cumplidas autorizan
para retener lo que se ha dado o pagado, en razón de ellas”.
Como lo precisó la Corte, “[e]sto es lo que caracteriza
fundamentalmente la obligación natural y sirve para
identificarla: la carencia de acción para que al deudor se
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 24
pueda exigir su cumplimiento; pero la obligación natural existe,
como tal obligación, a condición de que en ella concurran
todos los requisitos de las obligaciones civiles, es decir, sólo
existe a condición de que en ella estén determinados el objeto
o cosa debida y los sujetos de la prestación…” (Cas. Civ.,
sentencia del 25 de agosto de 1966; se subraya).

De suyo, entonces, que si la acción de enriquecimiento sin


causa propende porque en la sentencia en que se reconozca
su existencia se adopten, al tiempo, las determinaciones que
sirvan efectivamente para revertir el desequilibrio económico
que dio causa a ese alterado estado cosas, decisiones
judiciales que comportan una condena para el demandado,
cuyo cumplimiento podrá ser exigido e, incluso, forzado, aflora
nítido que las obligaciones que surgen de la aplicación de la
mencionada institución jurídica no corresponden a una de
aquellas que carecen de acción y, mucho menos, de una
inejecutable, de lo que se descarta que ella consista en una
obligación natural. Igualmente desafortunada resulta la
asimilación que se pretende realizar, si lo que plantea es que
el desplazamiento patrimonial sin causa justificada, que da pié
para que se ejerza la acción de que se trata –actio in rem
verso-, pueda consistir en el pago de una obligación natural,
excepcional en cuanto que sí podría repetirse a favor de quien
lo ha realizado, toda vez que en todos los eventos en los que
se esté en presencia de obligaciones naturales, el pago que
de ellas se haga será un pago válido, carente de posibilidad
de repetición, por la sencilla razón de que el pago efectuado
tiene claramente una causa jurídica, suficiente para justificar la
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 25
firmeza de lo dado o entregado, como es la existencia previa
de una obligación en sentido técnico, como lo es, ciertamente,
la obligación natural.

Finalmente, en el contexto citado, en nada contribuye que se


sostenga que la enumeración del artículo 1527 del Código
Civil contiene una lista abierta o no taxativa de obligaciones
naturales, como ciertamente lo ha sostenido la Corte en
oportunidades anteriores (Cas. Civ., sentencia del 25 de
agosto de 1966, CXVII, 219 arriba citada), pues de ser eso
así, como en efecto lo es, de allí no se puede colegir que la
obligación surgida del enriquecimiento torticero corresponda a
una obligación natural, o que se pueda aducir que el
desplazamiento patrimonial injustificado constituye el pago de
una obligación natural sujeta, por excepción, a repetición, toda
vez que el carácter abierto o enunciativo de esta lista no
puede conducir a considerar que tal apertura permita
identificar dentro de la categoría de las obligaciones naturales,
relaciones jurídicas que le son completamente extrañas.

7. Es corolario del análisis efectuado, que si ninguno de los


pilares de la sentencia del Tribunal fue atacado en casación,
dicha decisión sale indemne del recurso, lo que marca el
fracaso de éste y, por consiguiente, que no hay manera que
quebrar el fallo de segunda instancia.

DECISION

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en


A.S.R. EXP. 2003-00063-01 26
Sala de Casación Civil, actuando en nombre de la República y
por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia de 7 de
noviembre de 2006, proferida por la Sala Civil - Familia del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Neiva, en este
proceso ordinario.

Se condena en costas en casación, a la parte recurrente.


Liquídense.

Cópiese, notifíquese, cúmplase y, en oportunidad,


devuélvase el expediente al Tribunal de origen.

ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ

JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR

RUTH MARINA DÍAZ RUEDA

PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA

A.S.R. EXP. 2003-00063-01 27


WILLIAM NAMÉN VARGAS

CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE

EDGARDO VILLAMIL PORTILLA

A.S.R. EXP. 2003-00063-01 28

También podría gustarte