4100131030042003-00063-01 (SC-075-2008)

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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACIÓN CIVIL

Magistrado Ponente:
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ

Bogotá, D. C., veintitrés (23) de julio de dos mil ocho (2008).-

Ref: 41001-3103-004-2003-00063-01

Decide la Corte el recurso de casación interpuesto por la


sociedad INVERSIONES LA ESPIGA LIMITADA, respecto de
la sentencia proferida el 7 de noviembre de 2006, por la Sala
Civil - Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Neiva, en el proceso ordinario que ella adelantó contra la
CORPORACIÓN DE AHORRO Y VIVIENDA LAS VILLAS,
hoy BANCO COMERCIAL AV VILLAS S.A.

ANTECEDENTES

1. En la demanda con la que se dio inicio al referenciado


proceso, su promotora, luego de anunciar la formulación de una
acción ordinaria por enriquecimiento sin causa, solicitó declarar
a la demandada civilmente responsable de los perjuicios,
materiales y morales, que sufrió “a consecuencia de los errores
en que incurrió ‘AV VILLAS’, al liquidar el crédito…” materia de
un proceso ejecutivo que ésta le adelantó en el Juzgado
Segundo Civil del Circuito de Neiva, puesto que “cobró en
exceso COSTAS, GASTOS PROCESALES, AGENCIAS EN
DERECHO, INTERESES CORRIENTES Y MORATORIOS” y,
adicionalmente, omitió tener en cuenta tres abonos cancelados
por la deudora.

En tal virtud, reclamó se impusiera a la entidad accionada el


pago de los siguientes valores:

a) El equivalente a 6.000 gramos de oro puro, “por concepto


de perjuicios morales y comerciales”.

b) $231.562.718,20, “por incorrecta liquidación de las UPAC


adeudadas”.

c) $184.132.170,88, “por cobro en exceso de intereses”.

d) $41.563.132,40, “por cobro en exceso en las agencias en


derecho”.

e) Sobre el total de los ítems b) a d) precedentes


($457.258.021,48), la corrección monetaria establecida con
base en el índice de precios al consumidor; los intereses
moratorios causados y que se causen desde el 15 de
septiembre de 1991 hasta cuando se verifique el pago, los
cuales, al 31 de marzo de 2003, ascendían a $532.346.804,oo;
y lo “normado por la ley 45 de 1990”.

f) La cantidad de $86.264.456,40, que corresponde “a la


diferencia entre el valor del inmueble rematado… y la
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liquidación real y correcta del crédito”; la corrección monetaria
sobre dicho valor, establecida con base en el índice de precios
al consumidor; los intereses moratorios causados y que se
causen desde el 2 de mayo de 2000 hasta cuando se verifique
el pago, los cuales, al 2 de abril de 2003, ascendían a
$83.066.928,oo; y “lo normado por la ley 45 de 1990”.

g) La suma de $39.257.741,oo, que corresponde a “las tres


(3) cuotas canceladas a la DEMANDADA…, pero no tenidas en
cuenta por ésta, como pagadas por LA DEMANDANTE…, para
abonar al crédito cobrado…” en el indicado proceso ejecutivo; la
corrección monetaria establecida con base en el índice de
precios al consumidor; los intereses moratorios causados y que
se causen desde el 19 de mayo de 1998 hasta cuando se
verifique el pago, los cuales ascendían a $45.716.516,oo por
los períodos comprendidos entre la indicada fecha y el 29 de
mayo de 1998, así como entre el 8 de agosto de 1998 y el 31
de marzo de 2003; y “lo normado por la ley 45 de 1990”.

2. La actora soportó los compendiados pedimentos, en los


hechos que a continuación se sintetizan:

a) Mediante el pagaré No. 119110-2-18 otorgado el día 27


de enero de 1997, se documentó un crédito por 69.303,3129
UPAC, equivalentes entonces a la suma de $600.000.000,oo,
que la demandante recibió en calidad de préstamo de la
demandada, pagadero en 180 cuotas mensuales, con intereses
durante el plazo del 19% efectivo anual y durante la mora del
38% efectivo anual, sin exceder el tope máximo autorizado por
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la ley.

b) Con la escritura pública No. 170 del día 22 de esos


mismos mes y año, Inversiones La Espiga Ltda., constituyó
hipoteca para garantizar la obligación anteriormente señalada.

c) A partir del 27 de marzo de 1998 la deudora se constituyó


en mora en la atención del señalado préstamo, lo que llevó a la
Corporación de Ahorro y Vivienda AV Villas a promover en su
contra el correspondiente proceso ejecutivo hipotecario, al que
dio inicio con demanda que fundamentó en tal hecho y en la
cual solicitó se librara mandamiento de pago por el capital
representado en “57.669,8042 UPAC”, que el 28 de septiembre
de 1998 equivalían a “$773.446.076,10”, por los intereses
moratorios a la tasa estipulada y por las costas.

d) Con auto de 19 de octubre de 1998, el Juzgado Segundo


Civil del Circuito de Neiva, que conoció del referenciado
recaudo coactivo, libró orden de pago por $777.446.976,10,
“equivalente a CINCUENTA Y SIETE MIL SEISCIENTOS
SESENTA Y NUEVE UNIDADES DE UPAC CON OCHO MIL
CUARENTA Y DOS DIEZ MILESIMAS DE UPAC (1130,3848
UPAC) (sic)”, y los intereses solicitados, causados a partir del
27 de marzo de ese mismo año. En dicha providencia, se
decretó el embargo y secuestro del inmueble hipotecado.

e) Adelantado el proceso, el 25 de mayo de 1999 se dictó


sentencia que decretó el avalúo y la venta en pública subasta
del inmueble materia de la garantía hipotecaria, ordenó la
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liquidación del crédito y condenó en costas a la ejecutada.

f) En cumplimiento del memorado fallo, por una parte, se


avaluó en $2.500.540.000,oo el inmueble hipotecado y, por
otra, la ejecutante presentó la liquidación del crédito, con corte
a 15 de septiembre de 1999, incluyendo $925.593.437,03 como
capital, correspondiente a 57.669,8042 UPAC a razón de
$16.049,68 cada unidad, y $517.470.128,11 como intereses
moratorios, liquidados sobre ese monto al 38% anual desde el
27 de marzo de 1998, para un gran total de $1.443.063.565,14.
En auto de 7 de octubre del 1999, el Juzgado fijó como
agencias en derecho la suma de $144.300.000,oo,
procediéndose a la liquidación de las costas, que se totalizó en
$144.302.000,oo.

g) Que si se hubieren efectuado correctamente las


liquidaciones del crédito y las costas, se arribaría a resultados
diferentes:

- La del crédito arrojaría un total de $1.027.368.676,06,


discriminada así: por capital, $694.030.718,83,
correspondientes a 57.669,8042 UPAC (saldo insoluto) a razón
de $12.034,56 cada unidad para el 27 de marzo de 1998 (día
en que se inició la mora); y por intereses moratorios,
$333.378.957,23, liquidados sobre el mencionado valor, a la
tasa del 38% anual, causados desde la indicada fecha.

- La de las costas ascendería a $102.738.867,60,


representada en $102.736.867,60 por agencias en derecho y
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$2.000,oo por inscripción del embargo.

h) En el comentado proceso ejecutivo hipotecario, no se


tuvieron en cuenta los abonos al crédito efectuados por la
deudora, que pasan a relacionarse:

Fecha Valor
19/05/98 $11.595.741,oo
29/05/98 $13.774.000,oo
08/08/98 $13.888.000,oo

i) Se infiere de lo expuesto, que los saldos cobrados en


exceso a la ejecutada, aquí demandante, y pagados por ésta,
son los siguientes: por capital, $231.562.718,20; por intereses
moratorios, $184.132.170,88; y por costas, $41.563.132,40,
para un total de $457.258.021,48. Así mismo, que los abonos
que no fueron imputados al crédito suman $39.257.741,oo. En
definitiva, el detrimento económico sufrido por Inversiones La
Espiga Ltda. equivale a $496.515.762,48.

j) En relación con los anteriores valores, deben tenerse en


cuenta y aplicarse las previsiones de los artículos 64 y 72 de la
ley 45 de 1990. De igual manera, se debe reconocer la
corrección monetaria y liquidarse, mes a mes, intereses
moratorios, conforme las operaciones que se consignaron en el
libelo introductorio.

k) Como en el proceso ejecutivo de que se trata, se remató


el 2 de mayo de 2000 el inmueble hipotecado por la suma de
$1.216.370.000,oo (50% del avalúo) y, de acuerdo con las

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correctas liquidaciones del crédito y las costas anteriormente
aludidas, el verdadero valor de lo adeudado ascendía a
$1.130.107.543,60, la diferencia de $86.264.456,40 debe ser
cancelada por la aquí demandada a la actora, junto con la
corrección monetaria, intereses moratorios y las sanciones de la
ley 45 de 1990.

3. Admitida que fue la demanda por auto de 10 de junio de


2003 (fl. 84, cd. 1), se surtió su notificación personal y se corrió
traslado del libelo en diligencia cumplida el 2 de julio del mismo
año (fl. 86, cd. 1).

4. El Banco Comercial AV Villas S.A., antes Corporación de


Ahorro y Vivienda Las Villas, por intermedio de la apoderada
judicial que constituyó para que lo representara, se pronunció
sobre la demanda con oposición a sus pretensiones, mención
expresa de cada uno de sus hechos y formulación de las
excepciones de fondo que denominó “proceso ya debatido –
cosa juzgada”, “falta de causa para demandar en proceso
ordinario”, “inexistencia de sumas cobradas en exceso” e
“inexistencia de perjuicios causados…” (fls. 94 a 102, cd. 1).

5. Agotada la tramitación de la instancia, el Juzgado Cuarto


Civil del Circuito de Neiva le puso fin con la sentencia que
profirió el 3 de mayo de 2005, en la que denegó en su
integridad las súplicas del libelo introductorio y condenó en
costas a la actora, habida cuenta que “[n]o es viable
jurídicamente pretender que luego de que el órgano
jurisdiccional se ha constituido por decisión de las partes como
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elemento dirimente de una cuestión jurídica de fondo que ha
tenido lugar en un juicio previamente establecido y luego de
haberse presentado decisiones mediante la interpretación y
aplicación de la norma general y abstracta al caso particular,
constituyéndose así en un objeto de un juicio lógico, se vuelva a
pretender revivir dicha instancia cuando ello ya hace tránsito a
la cosa juzgada”, entendida “bajo el criterio del principio de la
preclusión o eventualidad,…”, que “respecto de las partes
puede obrar por acción o por omisión”, lo primero “porque se
ejercitó el derecho y la ley no permite emplearlo nuevamente
dentro del proceso” y lo segundo “porque no se utilizó en el
momento oportuno”.

6. En virtud del recurso de apelación que la actora interpuso


contra el comentado pronunciamiento del a quo, el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Neiva decidió confirmarlo,
mediante el fallo impugnado en casación, fechado el 7 de
noviembre de 2006.

LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

1. De entrada, el juzgador de segundo grado se refirió al


enriquecimiento injusto, que consideró fuente de obligaciones,
y sobre el que apuntó que son sus elementos estructurales “el
aumento de un patrimonio y un empobrecimiento correlativo,
amén de la carencia de causa o fundamento jurídico que
justifique tal desplazamiento patrimonial”, requisito en torno
del cual aclaró que traduce “la preexistencia de una relación o
vínculo jurídico entre el enriquecedor y el empobrecido que
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justifique el movimiento patrimonial (…)”.

Añadió, que a ese fenómeno se han sumado dos condiciones


que operan como requisitos para el válido ejercicio de la
acción respectiva, las cuales son “que ella no se intente contra
disposición imperativa de la ley y que, dado su carácter
netamente subsidiario, no se haya contado con otros medios
para obtener satisfacción por la lesión injusta que le ha sido
ocasionada”.

2. En tal orden de ideas, se ocupó del caso llevado a su


conocimiento y, tras reiterar la naturaleza subsidiaria del
enriquecimiento injusto, así como de memorar que la génesis
de la problemática planteada en este asunto fue el proceso
ejecutivo hipotecario que entre las mismas partes se adelantó
en el Juzgado Segundo Civil del Circuito de Neiva, destacó:

a) “Inversiones la Espiga Ltda.,… nada dijo sobre el


exceso de la liquidación que ahora esgrime en proceso
ordinario como originaria de enriquecimiento sin causa; pero
debe tenerse en cuenta que la sociedad demandante no hizo
oposición al mandamiento de pago, para rebatir que se le
estaba cobrando una cantidad superior a la adeudada, ni a las
liquidaciones realizadas dentro del proceso ejecutivo, ni que
había realizado unos abonos, en el escenario natural previsto
por el ordenamiento jurídico para hacerlo, pues tal reclamo
debió plantearse en el proceso ejecutivo en el que se hizo
efectivo el gravamen hipotecario”.

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b) Enfatizó que si la ejecutada en ese trámite coactivo no
formuló reparos contra la “orden de apremio” allí proferida,
precluyó de esta manera “la oportunidad para someter a la
jurisdicción la liquidación irregular” practicada, de donde “[l]a
pretensión en la forma como fue expuesta no podría
prosperar…, si hubo silencio en la ocasión propicia para
plantear que la suma indicada como adeudada por la
sociedad era inferior, y que en la liquidación correspondiente
del crédito concedido en UPAC, se había incurrido en
exceso”.

c) Advirtió, además, que “[l]a pretensión dirigida a objetar


la liquidación y el pago hecho como resultado del proceso
ejecutivo hipotecario, de cualquier modo que se intente, es
sinónimo de querer revocar el trámite ejecutivo”, lo cual estimó
impropio cuando el crédito fue finiquitado “de acuerdo con la
ley procesal” y la ejecutada no usó “la oportunidad que tenía…
para proponer las excepciones de mérito, mediante las cuales
bien pudo controvertir la suma por la que se ejecutaba”,
actitud silente que mantuvo igualmente frente a la liquidación
del crédito y al remate del inmueble, porque de lo contrario “se
desconocerían los principios básicos del derecho procesal que
buscan impregnar de autoridad los trámites de la ejecución
que se realizan con el fin de obtener satisfacción de un
crédito,…”, con lo que, concluyó, se vulneraría, al tiempo, el
“principio de la seguridad jurídica”.

d) Reiteró que la aquí demandante, como ejecutada en el


diligenciamiento judicial al que se ha hecho referencia, no
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propuso excepciones de fondo, ni previas, en la oportunidad
fijada por el artículo 509 del Código de Procedimiento Civil y
que si bien, con memorial del 27 de julio de 2002, solicitó la
corrección de errores aritméticos y otros en relación con la
reliquidación del crédito, tal petición “fue denegada” en razón
a que “ya se había adjudicado el bien y se había dispuesto la
terminación del proceso en decisión del 14 de diciembre de
1999”, que se encontraba en firme ante la negativa a conceder
la apelación que se interpuso contra ella.

3. Así las cosas, el ad quem aseveró que como la


ejecutada “no hizo ejercicio del derecho de defensa”, se dictó
sentencia que dispuso el remate del inmueble hipotecado y la
práctica de la liquidación del crédito, “por lo que las
pretensiones invocadas en este proceso deben ser
desestimadas, tal y como lo resolviera la primera instancia,
pues conduciría (sic) a dejar sin efectos los actos procesales
que haya (sic) en el ejecutivo se agotaron”, aserto que
respaldó con trascripción de la sentencia proferida el 16 de
diciembre de 2005 por esta Sala de la Corte.

4. Para terminar, el Tribunal negó que en este proceso se


haya declarado la excepción de cosa juzgada, tema que
dilucidó con reproducción de otro fallo de esta Corporación,
del 10 de septiembre de 2001.

LA DEMANDA DE CASACIÓN
CARGO ÚNICO

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1. Con respaldo en la causal primera de casación, el
recurrente denunció la violación directa, por aplicación indebida,
de los artículos 332, 333 y 396 del Código de Procedimiento
Civil; y por falta de aplicación, del primero de tales preceptos,
del artículo 512 de la misma obra y de las siguientes normas:
“Art. 8º de la Ley 153 de 1987 (sic), Ley 45 de 1990; 830, 831
del Código de Comercio; 16, 1519, 1527, 1528, 1941 y 2221 del
Código Civil; artículo 235 del C. P. modificado por el Decreto
141 de 1980 Art. 1º hoy artículo 305 del Estatuto Penal vigente;
y artículo (sic) 228 y 230 de la C.N.”.

2. En desarrollo del cargo, se ocupó el censor primeramente


de la cosa juzgada, en relación con la cual distinguió como sus
elementos la identidad de “cosa pedida”, “de razón” y “de
personas”. Apuntó que los dos últimos, configuran el “límite
objetivo” de ese fenómeno y precisó que “se ha entendido por
objeto el bien corporal o incorporal que se reclama, o sea, las
prestaciones o declaraciones que se piden de la justicia; por
causa, el fundamento inmediato del derecho que se ejerce, es
decir, el hecho o hechos jurídicos que sirven de fundamento a
las pretensiones”, análisis que le permitió concluir, por una
parte, que de la plena identificación de esos aspectos “podrá
saberse que el planteamiento nuevo de determinadas
cuestiones, y las futuras decisiones acerca de estos puntos,
solamente estarán excluidas en cuanto tengan por resultado
hacer nugatorio o disminuir de cualquier manera el bien jurídico
reconocido en la sentencia precedente” y, por otra, que tanto la
“identidad de causa y de objeto tiene que buscarse
principalmente en su raíz, que es el conjunto y el contenido real
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de los hechos propuestos en la demanda como generadores de
situaciones jurídicas concretas, cuya protección se solicita del
Estado”.

3. Con ese fundamento, afirmó que el Tribunal, con su


sentencia, cambió la decisión del juzgado del conocimiento
adoptada en audiencia realizada el 4 de diciembre de 2003,
mediante la cual se “dispuso declarar no probada la excepción
de cosa juzgada propuesta por la parte demandada”, la cual
adquirió ejecutoria debido a que esa misma Corporación, con
auto de 6 de febrero de 2004, declaró desierta la apelación que
contra dicho proveído se interpuso. Coligió que, “[e]n tales
condiciones, no se dieron los supuestos de que trata el artículo
332 del Código de Procedimiento Civil”.

4. A continuación, el recurrente señaló que los hechos de la


demanda ordinaria de enriquecimiento sin justa causa
“envuelven una obligación natural de las que contempla el Art.
1527 del C.C., que como también lo tiene bien definido la
doctrina y la jurisprudencia, tienen su origen en una disposición
legal expresa (Art. 8º de la Ley 153 de 1887) y no en la mera
determinación judicial”.

En tal orden de ideas, ubicó esa clase de obligaciones -


naturales- en medio de las “obligaciones civiles” y de los
“deberes morales”, como quiera “que avisan (sic) cuando son
de naturaleza civil, en cuanto a sus elementos, y de las morales
en cuanto no están sancionadas por una acción, pero que
autorizan para exigir lo pagado en exceso o no lo (sic) pagado
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en las oportunidades que determina la ley”, y señaló que ellas
“son verdaderas obligaciones”, puesto que hacen presencia
“acreedor, deudor y cosa debida”, que en este caso consiste en
“lo pagado en exceso, por el engaño de que fue objeto la
justicia, por cuenta de la hoy accionada, tanto en el valor del
UPAC, como en los abonos realizados en forma directa a la
acreedora”.

5. En punto de lo que denominó “deberes morales”, dijo que


“nacen de la conciencia del acreedor, de donde surge que el
deudor que ha pagado en exceso tiene la acción -ordinario de
enriquecimiento sin justa causa- para exigir la devolución de lo
que así realizó en desmedro de su patrimonio…” y que pese a
que “sólo hay obligación natural allí donde existió o pudo existir
una obligación civil, razón por la cual se afirma que estas
obligaciones es (sic) una obligación civil desvirtuada”, bien
puede ocurrir que “por circunstancias especiales, como ocurrió
en este caso, no puede afirmarse que el allí deudor perdió o
quedó desprovisto de la acción reclamar (sic) su derecho toda
vez que el Art. 8º de la Ley 153 de 1987 (sic) así lo autoriza”.

6. Sobre la base de que el artículo 1527 del Código Civil no


comprende todas las hipótesis de obligación natural, consideró
el casacionista que “la propuesta en la demanda y por la que se
avocaron a proceso las partes” es de ese linaje, pero “con
connotaciones de un enriquecimiento sin causa por ser un caso
no contemplado en la ley”, lo que le permitió reprocharle al
Tribunal que no hubiera encontrado “que allí donde había un
deber de conciencia, existe una obligación natural” y que, por
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consiguiente, hubiese ignorado el artículo 1528 del Código Civil.

7. Una vez el censor dejó precisado que “no discute la


legalidad o ilegalidad” de la memorada ejecución, por cuanto de
dicho mecanismo “no surge que el remate y lo que se adelantó
allí sea un proceso contencioso para que adquiera la virtualidad
de hacer tránsito a cosa juzgada; como sí ocurre cuando se
decide sobre excepciones propuestas que nunca fueron
esgrimidas como medio de defensa”, el recurrente puntualizó,
por una parte, que el ad quem “así desconoció la naturaleza del
proceso de ejecución y las restantes normas denunciadas en el
cargo”; por otra, que la supuesta imposibilidad de adelantar la
presente acción “es errada porque ese no fue el sentido en que
se demandó en el proceso ejecutivo”; y, finalmente, insistió en
que el banco cobró más de lo debido e ignoró los abonos que
se hicieron a la deuda, “por lo que incurrió en un
enriquecimiento sin causa de los que establece la doctrina y la
jurisprudencia de acuerdo con el Art. 8º de la Ley 153 de 1987
(sic) que a la postre resultó quebrantado por el adquem (sic),
por falta de aplicación; y al interpretar en forma indebida el art.
332 del C. de P.C., como cuando dijo que mediante esta vía era
imposible obtener las condenas con el supuesto que debió
ejercerse la defensa en el proceso ejecutivo, equivocación
notoria pues ese proceso no es excluyente de las sanciones
civiles escogidas por este camino ordinario que en nada impide
para repetir lo pagado por una obligación de objeto ilícito a
sabiendas”.

CONSIDERACIONES
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1. Sobre la base de que la acción intentada es de
enriquecimiento sin causa y que, a más de los elementos
estructurales que la caracterizan, su válido ejercicio está sujeto
a dos condiciones, entre ellas, la de que, “dado su carácter
netamente subsidiario, no se haya contado con otro medio para
obtener la satisfacción por la lesión injusta que la ha sido
ocasionada”, el Tribunal descendió al caso llevado a su
conocimiento y, respecto de lo ocurrido en el proceso ejecutivo
hipotecario en que se cimentó la pretensión reclamada, aseveró
que la allí demandada, Inversiones La Espiga Ltda., no ejercitó
su derecho a la defensa, habiendo estado en posibilidad de
hacerlo, como quiera que no atacó el mandamiento de pago
que en ese asunto se libró, ni propuso excepciones de ninguna
naturaleza, ni adujo la más mínima inconformidad con la
sentencia que se profirió, ni objetó las liquidaciones del crédito y
de costas que se practicaron, ni se opuso al remate del
inmueble hipotecado, ni controvirtió el pago que se hizo al
acreedor, ni cuestionó la decisión de terminar el proceso,
precisamente, como consecuencia de la solución de la deuda.

Así las cosas, infirió el fracaso de las pretensiones elevadas en


la demanda iniciadora de esta controversia, puesto que
acogerlas, “conduciría a dejar sin efecto los actos procesales”
cumplidos en el tantas veces señalado trámite ejecutivo, tesis
que sustentó con la sentencia de esta Sala del 16 de diciembre
de 2005, en la cual, entre otros muchos razonamientos, se
destacó la preclusión que opera para quien, habiendo sido
demandado en un proceso ejecutivo anterior, no propuso allí las
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excepciones meritorias que cabían contra el título base de la
acción e intenta luego controvertir los elementos que sirvieron
de fundamento a la ejecución en un proceso ordinario
gestionado con posterioridad.

Por último, el ad quem precisó que en este asunto no se ha


“declarado la cosa juzgada” de la sentencia con que se definió
el referenciado proceso ejecutivo, aspecto en torno del cual
hizo suyas las consideraciones de la sentencia de la Corte del
10 de septiembre de 2001, en particular que “vencido en
silencio el término para proponer excepciones de mérito, o
sea el establecido en el artículo 509 atrás citado, deviene
inexorablemente la preclusión contra el ejecutado,
impidiéndole invocar después en un proceso ordinario hechos
que se hubieran podido alegar como tales excepciones en el
trámite de la ejecución; si así no fuera, el proceso ejecutivo
como instrumento auxiliar para hacer efectivo el pago de las
obligaciones perdería su razón de ser, amén de que quedaría
al talante del ejecutado optar por acudir allí a oponerse al
cobro judicial; o guardar silencio, cualquiera fuera el motivo
que hubiera inspirado su omisión, y dejar para ir después a la
vía ordinaria a exponer sus defensas, proceder éste que no
solo atentaría contra la seguridad jurídica y la lealtad procesal,
sino que le otorgaría a la ejecución coactiva judicial un
carácter meramente provisional, lo que, ni por asomo, permite
la ley”.

De igual manera, en la providencia invocada por el Tribunal, la


Sala especificó que “[n]o se trata, pues, de que a la sentencia

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que se profiera para ordenar llevar adelante la ejecución o
decretar la venta en pública subasta del bien hipotecado,
cuando el ejecutado no haya propuesto excepciones,
produzca efectos de cosa juzgada, los cuales, como se dijo,
están reservados en el proceso ejecutivo para la sentencia
que resuelva excepciones de mérito en los términos referidos
en el artículo 512 del C. de P.C., sino de darle firmeza a
aquélla y a sus consecuencias por efecto de la comentada
preclusión, y, por sobre todo, al pago que finalmente se
obtiene por vía coactiva judicial, el cual, en casos como el
presente, se halla precedido de esa determinación judicial
que a su turno lo legitima”.

2. Del anterior recuento se extracta que el fallo


confirmatorio del Tribunal, desde el punto de vista jurídico,
tiene soporte, esencialmente, en la naturaleza subsidiaria de
la acción de enriquecimiento sin causa, que se traduce en que
su efectivo ejercicio requiere que el demandante no haya
tenido a su alcance otros instrumentos legales para evitar o
contrarrestar el desequilibrio económico que denuncia,
requisito que en el caso sub lite no encontró satisfecho, en
tanto y en cuanto que la gestora de este asunto intervino
como ejecutada en el proceso que la Corporación de Ahorro y
Vivienda Las Villas, hoy Banco Comercial AV Villas S.A.,
promovió para el cobro de la obligación entre ellas
preexistente, garantizada con hipoteca, y no hizo allí uso de
ninguno de los mecanismos de defensa de que disponía, con
los cuales hubiera podido controvertir el cobro en exceso de
que aquí se duele.
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3. Tal comprensión de los alcances de la sentencia de
segunda instancia, en comparación con los argumentos que
sustentan el único cargo formulado en casación,
compendiados en el respectivo acápite anterior, dejan al
descubierto que la censura no se ocupó de ninguno de los
indicados fundamentos de dicho fallo, como quiera que el
ataque que por la causal primera del artículo 368 del Código
de Procedimiento Civil -violación directa- propuso la
demandante, se concentró, básicamente, en dos temas, a
saber: el de la cosa juzgada y el de las obligaciones naturales,
ambos por completo extraños a los razonamientos del
Tribunal.

4. Siendo ello así, la controversia que el recurrente formuló


en contra del proveído impugnado, en el ámbito del recurso de
casación que se examina, cae en el vacío y, por lo mismo, no
está llamada a producir consecuencias, por sobre todo a
ocasionar el quiebre del referido pronunciamiento.

Al respecto, pertinente es recordar que “‘por vía de la causal


primera de casación no cualquier cargo puede recibirse, ni
puede tener eficacia legal, sino tan solo aquellos que
impugnan directa y completamente los fundamentos de la
sentencia o las resoluciones adoptadas en ésta; de allí que
haya predicado repetidamente que los cargos operantes en un
recurso de casación únicamente son aquellos que se refieren
a las bases fundamentales del fallo recurrido, con el objeto de
desvirtuarlas o quebrantarlas, puesto que si alguna de ellas no
A.S.R. EXP. 2003-00063-01 19
es atacada y por sí misma le presta apoyo suficiente al fallo
impugnado éste debe quedar en pie, haciéndose de paso
inocuo el examen de aquellos otros desaciertos cuyo
reconocimiento reclama la censura’ (Se subraya; cas. civ. 23
de junio de 1989, Exp. 5189, reiterada en cas. civ. 15 de
diciembre de 2003, Exp. 7565)” (Cas. Civ., sentencia del 19 de
diciembre de 2005, expediente No. 1989-01859-01).

5. Ahora bien, si ninguno de los pilares del fallo


impugnado, esto es, en concreto, el carácter residual de la
acción de enriquecimiento sin causa y la circunstancia de que
la demandante gozó de todas las oportunidades para
defenderse en el juicio ejecutivo mencionado sin haberlas
utilizado, fueron controvertidos en casación, lógico es colegir
que ellos mantienen su plena vigencia y que, por tanto,
brindan cabal sustento a la decisión adoptada por el Tribunal,
de confirmar la desestimación que el a quo hizo de las
pretensiones de la demanda, determinación que, por
consiguiente, no está llamada a derrumbarse.

6. De pasarse por alto, sólo en gracia de discusión, la


deficiencia que se deja advertida, suficiente, como se dijo,
para colegir el fracaso del recurso extraordinario auscultado,
la Corte, de todas maneras, tendría que llegar a similar
conclusión, por las razones que a continuación se consignan.

6.1. Si se admitiera, como lo propuso el recurrente, que el


fallo impugnado reconoció efectos de cosa juzgada a la
sentencia que en el trámite ejecutivo a que se ha hecho
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alusión se dictó, no se encuentra que tal postura desborde, en
esencia, el ordenamiento legal y, por ende, que configure el
quebranto directo de las normas sustanciales indicadas en la
acusación.

En efecto, como lo analizó la Sala en su sentencia proferida el


15 de febrero de 2007 (expediente No. 1998-00339-01), el
desenvolvimiento legislativo en torno del proceso ejecutivo,
partiéndose del Código Judicial, que habilitaba para éste la
posibilidad de que la decisión de excepciones fuera revisada
en proceso ordinario posterior (art. 1030), muestra que tal
opción quedó completamente clausurada con la entrada en
vigencia del Código de Procedimiento Civil, Decreto 1400 de
1970, en tanto que éste, por una parte, estableció que
“[d]entro de los diez días siguientes a la notificación del
mandamiento ejecutivo, el demandado podrá proponer en un
solo escrito todas las excepciones que tuviere,…” (art. 509);
por otra, facultó al juez de ese proceso para resolverlas (art.
510); y, finalmente, consagró en el artículo 512 que la
“sentencia de excepciones hace tránsito a cosa juzgada, salvo
cuando declare probada alguna de las previas contempladas
en los numerales 1, 3, 4 y 5 del artículo 97, y en los casos
previstos en los numerales 3 y 4 del artículo 333”.

A lo anterior se suma la modificación que al artículo 170 del


mencionado estatuto introdujo el Decreto 2282 de 1989, en el
sentido de que “el proceso ejecutivo no se suspenderá por
que exista un proceso ordinario iniciado antes o después de
aquél, que verse sobre la validez o la autenticidad del título
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ejecutivo, si en éste es procedente alegar los mismos hechos
como excepción”.

Ese entendimiento de la cuestión y la circunstancia de que la


referida postura legislativa, delineada en el mencionado
Decreto 1400 de 1970, en lo fundamental, no fue alterada por
las reformas que a tal compilación legal posteriormente se le
han hecho (Decreto 2282 de 1989 y Ley 794 de 2003), le
permitió a la Corte, en el memorado pronunciamiento, concluir
que el artículo 512 citado “determinó, como regla general, la
cosa juzgada para la sentencia adoptada en el proceso
ejecutivo”; que “[d]esde entonces, hay plena coherencia entre
los efectos perentorios de la sentencia y la autorización a los
demandados para que discutan en el mismo proceso ejecutivo
cualquiera de los medios de defensa que tengan a su favor”;
que “el Código de Procedimiento Civil de 1970 determina que
el juez del proceso ejecutivo detenta el monopolio de la
decisión sobre el litigio a que da lugar el cobro de las
obligaciones dentro del ordenamiento jurídico”; y que “[e]n
síntesis, cuando el artículo 512 del Código de Procedimiento
Civil cubre con el manto de la cosa juzgada la decisión sobre
las excepciones de mérito, no sólo se refiere a las que
efectivamente fueron propuestas, sino también a las que
pudieron y debieron plantearse, pues atentaría contra la
lealtad procesal que el deudor demandado que ha sido
conminado para el pago de una obligación, guarde estratégico
silencio en el juicio ejecutivo…” (se subraya).

Se sigue de lo expuesto, que el Tribunal no incurrió en los


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desvíos jurídicos que le imputa la censura, ya sea que sus
argumentos se entiendan afincados en la preclusión que
operó en contra de la aquí demandante, desde cuando
concluyó el proceso ejecutivo al que la convocó la entidad
demandada, para protestar por la cuantía de lo que en ese
diligenciamiento coactivo se cobró, o por el monto de las
liquidaciones definitivas que allí se practicaron, y que fueron
los valores efectivamente pagados a la acreedora; ora que se
entienda que el respaldo del fallo impugnado consistió, como
lo interpretó el recurrente, en los efectos de cosa juzgada de
la sentencia que ordenó seguir adelante el indicado proceso
ejecutivo y, por ende, el avalúo y remate del inmueble
hipotecado con que se garantizó el crédito allí exigido.

6.2. En lo que hace al entendimiento que -ciertamente con


dificultad- puede colegirse del argumento de la censura
consistente en que el enriquecimiento sin causa cuyo
reconocimiento se solicitó en la demanda con la que se dio
inicio al litigio es fuente una obligación natural, la cual, por las
particularidades del caso, no está desprovista de la posibilidad
de repetir lo pagado en exceso, pertinente es señalar, lo
primero, que si ese fuera el genuino fundamento de la acción, el
defecto en que hubiera incurrido el Tribunal, al desconocerlo,
como en la acusación ahora examinada se reprocha, sería la
equivocada interpretación de la demanda, anomalía que en
casación únicamente puede plantearse por el camino del
quebranto indirecto de que también trata el numeral 1º del
artículo 368 del Código de Procedimiento Civil, y no por la vía
directa, que fue la escogida por el recurrente para formular el
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cargo único que propuso, desvío que, per se, hace frustránea la
acusación.

Lo segundo, el desacierto que envuelve, en sí misma, la tesis


sostenida por el censor.

En términos del artículo 1527 del Código Civil, “[l]as


obligaciones son civiles o meramente naturales”. Las primeras,
“son aquellas que dan derecho para exigir su cumplimiento”; y
las segundas, “las que no confieren derecho para exigir su
cumplimiento, pero que cumplidas autorizan para retener lo que
se ha dado o pagado, en razón de ellas”.
Como lo precisó la Corte, “[e]sto es lo que caracteriza
fundamentalmente la obligación natural y sirve para identificarla:
la carencia de acción para que al deudor se pueda exigir su
cumplimiento; pero la obligación natural existe, como tal
obligación, a condición de que en ella concurran todos los
requisitos de las obligaciones civiles, es decir, sólo existe a
condición de que en ella estén determinados el objeto o cosa
debida y los sujetos de la prestación…” (Cas. Civ., sentencia
del 25 de agosto de 1966; se subraya).

De suyo, entonces, que si la acción de enriquecimiento sin


causa propende porque en la sentencia en que se reconozca su
existencia se adopten, al tiempo, las determinaciones que
sirvan efectivamente para revertir el desequilibrio económico
que dio causa a ese alterado estado cosas, decisiones
judiciales que comportan una condena para el demandado,
cuyo cumplimiento podrá ser exigido e, incluso, forzado, aflora
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nítido que las obligaciones que surgen de la aplicación de la
mencionada institución jurídica no corresponden a una de
aquellas que carecen de acción y, mucho menos, de una
inejecutable, de lo que se descarta que ella consista en una
obligación natural. Igualmente desafortunada resulta la
asimilación que se pretende realizar, si lo que plantea es que el
desplazamiento patrimonial sin causa justificada, que da pié
para que se ejerza la acción de que se trata –actio in rem
verso-, pueda consistir en el pago de una obligación natural,
excepcional en cuanto que sí podría repetirse a favor de quien
lo ha realizado, toda vez que en todos los eventos en los que se
esté en presencia de obligaciones naturales, el pago que de
ellas se haga será un pago válido, carente de posibilidad de
repetición, por la sencilla razón de que el pago efectuado tiene
claramente una causa jurídica, suficiente para justificar la
firmeza de lo dado o entregado, como es la existencia previa de
una obligación en sentido técnico, como lo es, ciertamente, la
obligación natural.

Finalmente, en el contexto citado, en nada contribuye que se


sostenga que la enumeración del artículo 1527 del Código Civil
contiene una lista abierta o no taxativa de obligaciones
naturales, como ciertamente lo ha sostenido la Corte en
oportunidades anteriores (Cas. Civ., sentencia del 25 de agosto
de 1966, CXVII, 219 arriba citada), pues de ser eso así, como
en efecto lo es, de allí no se puede colegir que la obligación
surgida del enriquecimiento torticero corresponda a una
obligación natural, o que se pueda aducir que el
desplazamiento patrimonial injustificado constituye el pago de
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una obligación natural sujeta, por excepción, a repetición, toda
vez que el carácter abierto o enunciativo de esta lista no puede
conducir a considerar que tal apertura permita identificar dentro
de la categoría de las obligaciones naturales, relaciones
jurídicas que le son completamente extrañas.

7. Es corolario del análisis efectuado, que si ninguno de los


pilares de la sentencia del Tribunal fue atacado en casación,
dicha decisión sale indemne del recurso, lo que marca el
fracaso de éste y, por consiguiente, que no hay manera que
quebrar el fallo de segunda instancia.

DECISION

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en Sala


de Casación Civil, actuando en nombre de la República y por
autoridad de la ley, NO CASA la sentencia de 7 de noviembre
de 2006, proferida por la Sala Civil - Familia del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Neiva, en este proceso
ordinario.

Se condena en costas en casación, a la parte recurrente.


Liquídense.

Cópiese, notifíquese, cúmplase y, en oportunidad,


devuélvase el expediente al Tribunal de origen.

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ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ

JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR

RUTH MARINA DÍAZ RUEDA

PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA

WILLIAM NAMÉN VARGAS

CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE

A.S.R. EXP. 2003-00063-01 27


EDGARDO VILLAMIL PORTILLA

A.S.R. EXP. 2003-00063-01 28

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