Mitos y Puertas de Entrada Esi
Mitos y Puertas de Entrada Esi
Mitos y Puertas de Entrada Esi
La ESI apunta a que en los ámbitos educativos de todos los niveles se promueva el
cuidado propio y de las demás personas con el objetivo de formar sujetos con
conocimientos adecuados y veraces, que les permitan sentirse valorados,
acompañados y vivir la sexualidad de forma responsable, plena y segura. Esto
implica el respeto por la diversidad de formas de vivir el propio cuerpo y de construir
relaciones sexoafectivas. Por eso, la ESI se acerca fuertemente al enfoque de
género que considera y valora la experiencia de cada una de las personas.
Primer mito: “La ESI es una imposición y les quita a las familias el ‘derecho natural’
de educar a sus hijas e hijos”.
La primera aclaración que debemos hacer en torno a este mito es que parte de una
concepción jurídica errónea (o no vigente), es decir, presuponer que las hijas y los
hijos son “propiedad” de las familias, desconociendo que son sujetos de derecho
que solo están al cuidado de ellas: las hijas y los hijos son en sí mismos sujetos de
derecho.
Por otro lado, la ESI no quita el derecho a las familias de transmitir y educar a las
hijas y los hijos en sus concepciones morales, políticas y simbólicas, aunque sí
puede contradecirlas cuando estas no se dan bajo los lineamientos que prescribe y
vincula la normativa y los marcos epistemológicos de la ESI. A pesar de ello, la
contradicción no implica desautorización de las familias, a menos que se constituya
un delito que se tipifique como maltrato o violencia hacia la integridad de las niñas,
los niños, adolescentes y jóvenes.
Por último, la ESI con perspectiva de género no se plantea como una imposición,
sino como una pedagogía crítica, que pretende invitar, dialogar, fundamentar y
construir sentidos comunes y compartidos.
Segundo mito: “Yo no trabajo con ESI porque las familias me pueden denunciar por
imponer cosas que ellas no quieren enseñar a sus hijos e hijas”.
Ningún docente puede ser juzgado por realizar su trabajo conforme a la normativa y
los marcos jurídicos vigentes y, menos aún, cuando ello implica la defensa de los
derechos de las niñas y los niños, adolescentes y jóvenes. Esto no significa que en la
comunidad institucional y escolar no se produzcan entredichos, interpelaciones o
impugnaciones a las decisiones pedagógicas, epistemológicas y didácticas de las y
los docentes. Justamente por ello, el marco normativo de la ESI prevé el trabajo con
las familias, para indicar el rumbo institucional, para fijar posiciones conforme a las
normativas y para exponer argumentos pedagógicos y políticos.
La ESI implica el trabajo con contenidos determinados para cada nivel, área y/o
disciplina desde las dimensiones de la transversalidad y transdisciplinariedad. Así,
los contenidos y los conocimientos se ajustan a la edad de quien aprende y a las
condiciones y a los modos en que lo hace. Nuevamente, aquí se parte de un error
epistemológico: asociar la sexualidad integral solo a aspectos biológicos ligados a
la sexualidad y a las relaciones sexuales, entendidas como prácticas coitales entre
personas adultas.
Por el contrario, la ESI tiene que ver con la posibilidad del aprendizaje de las niñas,
los niños, adolescentes y jóvenes desde el respeto y la valoración de la intimidad y el
derecho a la sexualidad. Por otro lado, en oposición al mito, la ESI brinda
conocimientos y herramientas de autoprotección y cuidado de sí y de las otras
personas para poder vivir plenamente la propia sexualidad, así como también para
identificar situaciones de maltrato, vulneración y violencia. Además, garantiza el
acompañamiento, la asistencia y el cuidado de situaciones que afectan la
integralidad y los derechos de quien aprende.
Quinto mito: “Yo no estoy formado para enseñar ESI”.
Luego del análisis de las diferentes puertas de entrada, podremos observar que la
clasificación en diferentes puertas tiene más que ver con una conceptualización
para describir y entender cómo ingresar la ESI en las instituciones, que con una real
separación entre los modos de implementación. En la práctica situada, estos modos
se articulan muy fuertemente y deben pensarse desde esa interrelación.
1. La reflexión sobre nosotras y nosotros mismos. Empezar con los saberes, las
representaciones y los prejuicios que poseemos las y los docentes sobre la ESI.
Interpelar nuestra propia disciplina y la formación que hemos recibido.
Esta puerta se relaciona con lo que nosotras y nosotros somos y pensamos como
docentes, poniendo en tensión nuestra propia historia y formación, la relación que
tenemos con la disciplina que enseñamos, nuestro trabajo y función en la escuela, y
el vínculo con la enseñanza y sus objetivos. Este trabajo de reflexión y análisis se
potencia cuando se realiza con otras y otros en los marcos institucionales y
podemos pensar qué saberes y qué conocimientos necesitamos para enseñar ESI y
expresar temores, miedos, inseguridades e incertezas.
2. La enseñanza de la ESI. Trabajar sobre la dimensión de las prácticas escolares en
sus tres vertientes: lo curricular, la organización de la vida institucional y los
episodios que irrumpen lo cotidiano.
Por último, el tercer aspecto de la enseñanza de la ESI como puerta de entrada tiene
que ver con aquellas situaciones que irrumpen en la cotidianeidad de la escuela y
que demandan que pensemos modos estratégicos para abordarlas. Para la
intervención ante episodios complejos, primero es importante detenernos a pensar
sobre lo sucedido, reflexionar desde los sentimientos que nos genera y buscar el
acompañamiento de otras y otros colegas. Aquí, es clave pensarnos como
comunidad escolar y no como sujetos que trabajamos e intervenimos de manera
aislada. Frente a situaciones de esta índole, es fundamental el establecimiento de
redes.
Esta última puerta, tiene que ver con las relaciones, los vínculos y el lugar que se le
brinda a las familias y a la comunidad en el trabajo escolar y, específicamente, en el
trabajo escolar con la ESI. Como lo trabajamos en la clase sobre los mitos sobre la
implementación de la ESI, es importante siempre recordar que esta pedagogía
crítica tiene que ver con un derecho de quienes aprenden y, por ello, en algunas
oportunidades se pueden generar fricciones, tensiones y hasta contradicciones
entre las familias y las escuelas respecto de qué decisiones se toman en los modos
de garantizar ese derecho a aprender.
A modo de síntesis, las puertas de entrada para la ESI son la excusa necesaria y
obligada para dar lugar a la intervención, el trabajo intencionado y la
reconfiguración de la educación en relación con la sexualidad desde una
perspectiva de género y derechos. La educación sexual no se puede omitir, por ello
debemos transformarla en integral, es decir, en un derecho de quienes aprenden y
en donde se procuran las mejores oportunidades desde la enseñanza.