Power, E. - Gente de La Edad Media. Cap. 1
Power, E. - Gente de La Edad Media. Cap. 1
Power, E. - Gente de La Edad Media. Cap. 1
Power, Bileen
Gente de la Edad Media / Eileen Power·
trad .. Virginia Erhart, de la edición en in~
glés de 1937.
7a. edici5n Bu~nos Aires: EUDEBA 1993 EU.EEN POWER
288 p. ( Lectores./ Histori~ )
ISBN' 950-23-0053-X
o
GENTE DE LA EDAD MEDIA
¡ LECTORES
EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES
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1
j CAPITULO I
~
1
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EL CAMPESINO BODO
1
1
COMO SE V!VíA EN UN FUNDO CAMPESINO
1 EN TIEMPOS DE CARLOMAGNO
1
1
1 Tres cosas delgadas que proveen ópti-
mamente al mundo: el delgado flu¡o de leChe·
1
que desde la ubre de la vaca cae en el cubo;
la delgada brizna de verde cereal en el suelo;
la delgada hebra en manos de una mujer
1 hacendosa.
¡
•
Tres sonidos que indican prosperidad:
el mugido de una vaca lechera; el estrépito
de una fragua; el crujido de un arado.
The Triads of Ireland (Los juicios de
Irlanda), siglo IX.
1
1
1
1 La historia económica, tal como la conocemos,
1 es la más reciente de las ramas de la historia.
l Hasta mediados del siglo pasado, todo el interés,
1 tanto del historiador como del público, se centraba
1 en los acontecimientos de índole político-constitu-
1 cional, en las guerras y dinastías, en las institu-
1 ciones políticas y en su desarrollo. Por lo tanto,
la historia se refería, sustancialmente, a las clases
1 gobernantes.
~
1 "Alabemos a los varones gloriosos", era el lema
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1@., 11
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1
del historiador, que se olvidaba de agregar "y a anteriores por su vívida comprensión de ese indi-
nuestros padres que nos engendraron." No le preo- viduo tan relegado antes, que es el hombre de la
cupaba escudriñar las oscuras vidas y las activida- calle o (más a menudo en las épocas pasadas) el
des de la gran masa de la humanidad -merced a 1l labriego. Al ·presente, el historiador también se
cuya lenta faena prosperó el mundo-, que cons- interesa en la vida social del pasado y no solamente
tituyen el oculto cimiento_ del edificio político y 1 en las guerras e intrigas palaciegas. Para el escritor
moderno, el siglo XIV, por ejemplo, no es meramente
l
constitucional erigido por los gloriosos varones a
quieues él ensalzaba. Hablar de la gente común el siglo de la Guerra de los Cien Años y del Prín-
hubiera sido rebajar la dignidad de la historia. cipe Negro y EdÚardo III: para él -y esto es mucho
Carlyle puso de , manifiesto un significativo tono más significativo- es la época de la lenta decaden-
revolucionario: "Lo que yo deseo ver -afinnó-
no son nóminas del Libro Rojo,• ni Calendarios l cia del sistema de vasallaje en Inglaterra, hecho
más• trascendental a la larga que la lucha por ~as
de la Corte,-(!-~ ni Archivos Parlamentarios, sino la
Vida del Hombre en Inglaterra: lo que los hombres
l provincias francesas pertenecientes a la corona m-
glesa. Sin embargo, ensalzamos a Jos varones glo-
1
hicieron, pensaron, sufrieron y gozaron . . . En ver- riosos, porque sería un triste historiador aqu~I que
dad es deplorable considerar qué continúa siendo, dejara a un lado a alguna de las grandes figuras
en estos tiempos tan cultos e ilustrados, eso que se 1 cuyo halo glorioso o romántico se ha proyectado
denomina ~Historia'. ¿Podéis obtener de ella, aun-
que· leáis hasta quedaros sin ojos, la más leve som-
bra de respuesta a ese fundamental interrogante
que inquiere cómo vivían los hombres y cómo se
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1
sobre las páginas de la historia, pero al honrad~s
aclaramos debidamente que no solo han part1c1-
pado en la historia los individuos notables, sino
también el pueblo en su totalidad, masa a~6nima
desarroIJaba su existencia, aun cuando esta pre- e indiferenciada, que descansa en tumbas ignora-
gunta solo se refiera al aspecto económico, por 1 das. Al fin han obtenido lo que es suyo nuestros
ejemplo, qué salarios percibían y qué compraban padres que nos engendraron; como dijo . Acton,
con ellos? Desgraciadamente no podéis ... La His- 1 "ahora el gran historiador paladea sus comidas en
toria, tal como está constreñida en dorados volú- la cocina".
menes, es apenas más instructiva que las inexpre- El presente libro se ocupa sobre todo de las
sivas piezas de un chaquete". cocinas en la Historia, y lo que visitaremos en
Carlyle fue una voz clamando en el desierto.
Pero hoy ha surgido la nueva historia, cuya senda
! primer lugar es una finca de campo a comienzos
del siglo ix. El caso es que disponemos de una
él desbrozó: la época actual difiere de los siglos sorprendente cantidad de datos acerca de una pro-
piedad de esa índole, en parte porque Carlomagno
mismo promulgó una serie de reglamentos con el
# Se llama Libro Rojo (Red Book) al registro donde
se hallan incluidos los miembros de la nobleza y de la aris-
objeto de alecCionar a los administradores reales
tócracia británicas. (N. del R.) que se ocupaban en el gobierno de sus tierras. En
## Calendario de la Corte ( Court Calendar) es el esos reglamentos el emperador se referia a todo lo
nombre que recibe en Inglaterra la publicación anual don-
cilf se registra la nómina de las familias reales y de los que ellos necesitaban saber, inclusive a las ho~li
integrantes de sus respectivas cortes. (N. del .R.) zas que debían sembrar en la huerta. Nuestra pnn-
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cipal fuente de información, empero, es un 111ara- funcionario, y las demás por distintos arrendatarios
villoso catastro que redactó Irminon, abad de Saint- que las recibían de la abadía y las usufructuaban.
Germain des Prés, en las inmediaciones de París, Estas tierras tributarias se dividían en muchas al-
para que los miembros de la abadía supieran exac- querías pequeñas llamadas mansos, ocupadas por ·
tamente qué tierras pertenecían a la comunidad v 1 una o más familias. Si se hubiera visitado el manso
quiénes las habitaban. Algo muy similar hizo ~ 1 principal o señorial que los monjes retenían tll su
Inglaterra Guillermo el Conquistador, quien tam- poder, se habría encontrado una cas~ta de tres o
bién compiló un catastro de su reino y lo denominó cUlitrO habitaciones (edificada probafüemente con
Doviesday Book. • piedra) que daban a un 'patio interior, y a un
En el catastro de Irminon se consigna el nom- 1 costado se habría visto un grupo especial de casas,
bre d.e cada fundo (o fisc como lo llamab"II.) per- rodeadas por setos, en las que vivían y trabajaban
teneciente a la abadía, con la descripción tanto de 1 las siervas del manso; también se habrían visto en
las tierras cuyo aprovechamiento vigilaba el admi- torno a las casitas de madera donde vivían los sier-
nistrador de la comunidad religiosa en beneficio de
ésta, como de las que eran ocupadas por .arrenda- 1 vos, los talleres, una cocina, un horno, graneros,
establos y otros edificios característicos d? una
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tarios; figuraban en dicho catastro los nombres de granja, y en derredor un seto de árboles cmdado-
esos arrendatarios y los de sus esposa$ e hijos, así samente dispuestos de modo que encuadraran una
como también los servicios y arrendamientos exac- especie de recinto o patio. Este manso señorial
tos -sin excluir del cálculo ni un tablón ni un tenía asignada una extensión considerable de terre-
huevo- que debían pagar por sus tierras. no: labrantíos, tierras de pastoreo, viñedos, huertas
En la actualidad sabemos no solo el nombre y casi todas las arboledas o forestas del fundo. Por
de casi todos los hombres, mujeres y niños radi- cierto, el cultivo de estas tierras debe de haber in-
cados en esos fiscs pequeños en la época de_ Car- sumido mucho trabajo; en parte, lo hacian traba-
lomagno, sino también innómeros detalles sobre su jadores serviles asignados al manso señorial que
vida cotidiana. vivían en el recinto cercado; pero ellos ni por asomo
Veamos cómo estaba organizado el fundo en podían desempeñar todas las tareas requeridas por
que vivían. Las tierras de la abadía de Saint-Ger- las tierras que los monjes se reservaban para si; e;.'
main estaban divididas en una cantidad de fundos consecuencia, la mayor parte de las labores tema
llamados fiscs, de extensión adecuada como para 1 que ser realizada mediante un régimen de servicios
que pudiera estar a cargo de ellos un administrador. que era cumplido por quienes usufructuaban el
Cada uno de estos fiscs estaba subdividido en tie- resto del fundo.
rras seño?~es y tierras tributarias: las primeras 1 Además del manso señorial habla varios man-
eran administradas por los monjes, quienes delega- sos pequeños dependientes: pertenecían' a hombres
ban esa tarea en un administrador o en algún otro y mujeres que disfrutaban de diversos grados de
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libertad, excepto por el hecho de que todos por
• Nombre con que es conocido el registro del gran igual debían trabajar en la tierra del manso seño-
catastro que organiz6 en Inglaterra Guillermo el Conquista- rial. No hay necesidad de preocuparse por las dis-
dor en el año 1086. ( N. del R. ) tintas clases sociales, pues de hecho había muy poca
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diferencia entre ellas, y al cabo de dos siglos se más días de la semana, estos esforzados arrenda-
fusionaron en una sola clase de villanos medievales. 1 tarios estaban en libertad para cultivar sus propios
Los más importantes eran los llamados coloni, quie- 1 labrantíos, y podemos estar seguros de que lo ha-
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cían con el doble de empeño y dedicación.
nes, aunque personalmente libres (es decir consi-
derados hombres libres por la ley), estaban ligados ! Pero sus obligaciones no terminaban allí, pues
a la tierra, de. modo que nunca podían abandonar j no soiamente debían prestar servicios, sino que
sus alquerías y eran transferidos junto con el fundo
cuando éste era vendido. Cada uno de los mansos
i además tenían que pagar determinados tributos a
Ja casa grande. En aquellos días no había impues-
dependientes era ocupado por una, dos o tres fa- tos estatales, pero cada individuo tenía que pagar
milias que se asociaban para trabajar; comprendía 11 un tributo con destino al ejército, tributo que Car-
una o más casas y los edificios que se necesitan en lomagno exigía a la abadía y que ~sta, a _su vez,
una granja, semejantes a los del manso señorial, imponía a sus arrendatarios; se hacia efectivo me~
aunque más modestos y construidos con madera· diante la entrega de un buey y de determinada
t~a tierras ~abrantías y un prado y, quizás, ~ cantidad de ovejas o su equivalente en dinero; la
vmedo pequeno. En retribución por ese usufructo, frase "pagar al ejército dos chelines de pla~" fi-
el o los propietarios solidarios de cada manso de- gura en primer término en la lis~a de oblig:i;ciones
bían trabajar alrededor de tres días por semana 1 de todo hombre libre. Los labnegos tambien de-
en el fundo de los monjes. La función primordial bían retribuir cualquier privilegio especial conce-
del admiuistrador era cuidar que todos hicieran dido por los monjes: para que se les permitiera
correctamente sus tareas, y tenía derecho a exigir recoger leña en los montes, celosamente reservados
a cada uno de los arrendatarios dos clases de tra- para uso de Ja abadía, tenían que acarrear madera
bajo._ La primera era el· trabajo de campo: todos a Ja casa grande; para apace1,1tar sus cerdos e;i esos
los anos, cada hombre estaba obligado a arar una mismos valiosos montes deb1an entregar varios to-,
determinada porción del labrantío señorial y a otor- 1 · neles de vino, y cada tres años tenían que dar una
gar, además, una coroée,. es decir una proporción de sus ovejas a cambio CleJ derecho a utilizar los
indete~~da de labranza que el administrador prados de pastoreo del manso señorial, l? q~e equi-
podía exigir todas las semanas si era necesario· la valía a una especie de impuesto de cap1tac1ón que
diferenci~ corresponde .ª la dis~ción establ.,,;ida ascendía a cuatro peniques. Ade~ás de estas re~
en la ba¡a Edad Media entre trabajo semanal" tas especiales, cada labriego debia pagar otros U:-
Y "trabajo de favor". La segunda clase de tarea butos en provisiones: todos los años ~ebía sumi-
q~e todo arr~ndatario de una alquería debía cum- nistrar a la casa grande tres pollos, qwnce huevos
plir ~n las tierras de los monjes se denominaba y gran cantidad de tablones, que servían para re-
traba¡o manual, y consistía en ayudar a reparar parar los edificios; a menudo proveía un par de
edificios, talar árboles, recoger fruta, hacer cerve- cerdos, y algunas veces maíz, vino, miel, cera, ja-
za, transportar cargas; de hecho, cualquier tarea bón o aceite. Si además el labriego era artesano,
que fuera necesaria y dispuesta por el administra- debía pagar con productos manufacturados por él
dor. Gracias a estos servicios, los monjes lograban mismo: un herrero haría lanzas para equipar el
que su manso señorial estuviese cultivado. Los de- contingente que la abadía proporcionaba al ejér-
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cuenta de un despensero que se dedicaba exclusi-
cito; un carpintero haría barriles, aros, y puntales vamente a esa tarea.
para las viñas; un aperador haría una carreta. Hasta En pocas palabras, ésta era la fo~ en que .ad-
ministraban sus propiedades los mon1es de Samt-
las esposas
estaban de los labriegos,
atareadas, si eran
pues todos siervas,
los años siempre
tenían obli- .1···
..··•. .
Germain y los demás terratenientes francos de la
gación de hilar paños o de hacer una prenda de época de Carlomagno. Tratemos de examinar ahora
vestir .con destino a la casa grande. ~ esos fundos desde un punto de vista más h~ano,
Todas estas cosas eran exigidas y reunidas por el y veamos qué clase de vida llevaban los labnegos.
administrador, a quien llamaban villicus o ma¡or La abadía poseía una finca pequefla, Villaris, cerca
(intendente); era un hombre muy activo y, cuando de París, en el lugar ocupado al present~ por el
leemos los setenta mandatos, distintos y minucio- Parque de Saint-Cloud. Al _hojear las páginas del •
sos, que Carlomagno dirigió a sus administradores, catastro de Villaris descubnmos que vivía allí un
no podemos dejar de compadecerlo: debía obtener hombre llamado Bodo.' Su esposa se llamaba Er-
todos los servicios de los arrendatarios, indicarles mentrude y sus tres hijos Wido, _?erbert .e Hilde-
cada semana su tarea y, asimismo, vigilar que la gard; poseía una alquería pequena con tierras la-
cumplieran; cuidar de que entregaran la cantidad brantías, prados y algunas villas. Acerca de la
exacta de huevos y cerdos a la casa grande y de actividad de Bodo sabemos casi tanto como acerca
que no lo engañaran con tablones doblados o mal del trabajo que cumple un peque~o p~pi~rio de
cepillados. Además debía vigilar a los siervos de la Francia actual. Tratemos ahora de 1n1agmamos
la casa y hacerlos trabajar. Debía hacerse cargo un día de su vida. A fines del reinado de Cario-
del almacenamiento, la venta o el envío al monas- magno, una hermosa mañana de primavera, Bodo
terio de los productos del fundo y de las rentas se levanta muy temprano porque es el día que _le
pagadas por los arrendatarios. Todos los años debía corresponde trabajar en las tierras de los. mon¡".8
presentar al abad un informe completo y detallado y no se atreve a llegar tarde por temor al admi-
de su administración; disponía de un manso propio nistrador. Probablemente ~a mayor seguridad la
por el que, a su vez, tenía que pagar .servicios y semana anterior le ha regalado huevos y legumbres
tributos, y Carlomagno exhortaba a sus adminis- a fin de que esté de buen talante; pero los monjes
no permiten que sus administradores acepten so-
tradores a que fueran puntuales en sus pagos a fin
bornos (como a veces sucede en otros fundos) Y
de que dieran el ejemplo.
Bodo sabe que no le ha de tolerar que llegue tarde
Probablemente, sus obligaciones oficiales Je de- al trabajo. como es el día que le corresponde arar,
jaban muy poco tiempo libre para trabajar en su se pone en marcha con su gran buey y con su
alquería y, en ese caso, tal vez se veía obligado pequeño Wido, para que corra junto al animal con
a emplear a otro hombre en esas tareas, tal como una picana, y se reúne con camaradas de algunas
el mismo Car~omagno aconsejaba que se hiciera. de las alquerías cercanas que también van a tra-
No obstante, a menudo el administrador solía con- bajar a la casa grande. Todos se congregan -algu-
tar con funcionarios subordinados, llamados deans, nos provistos de caballos y bueyes, otros de zapa-
y algunas veces la responsabilidad de recibir y cui- picos, azadones, palas, hachas y guadafias- y luego
dar de las provisiones de la casa grande corría por
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~
(;:,¡
...•.
·•• ... ···.· ..
se alejan en grupos para trabajar en los sembrados, del aearreo. No obstante en todos los fundos siem-
prados y montes del manso señorial de acuerdo con pre había algunos artesanos, sea que fueran ~i~rvos
las órdenes impartidas por el administrador. El <lependientes de la casa grande, sea que vivieran
manso vecino al de Bodo está ocupado por un en mansos arrendados por ellos mismos; y los te-
grupo de familias: Frambert, Ermoin y Ragenold, rratenientes hábiles trataban ·de disponer de tantos
con.SU!'. mujeres e hijos; Bodo les da los buenos días operarios diestros como fuera posible. Carlomagno
al pasar; Frambert ha de construir una cerca alre- ordenó a sus administradores que tuvieran en su
dedor del monte para evitar que los conejos salgan jurisdicción ~'buenos operarios, es decir herreros,
( y se coman las mieses tiernas; a Ermoin le han or- -0rfebres, plateros, zapateros, torneros, carpinteros,
denado que acarree una gran carga de leña a la pescadores, espaderos, operarios que sepan hacer
casa y Ragenold debe reparar un boquete en el láminas de metal, jabón, cerveza, sidra, sidra de
techo de un granero. Bodo se aleja silbando y tiri- peras y otras bebidas; panaderos que hagan paste-
tando de frío con su buey y su muchachito, y no les con destino a nuestra mesa, rederos que sepan
vale la pena acompañarlo porque ara todo el día fabricar redes para pescar y para cazar aves, y
y merienda debajo de un árbol con los otros_ labra- otros que sería demasiado largo enumerar? ~lgu
dores, y todo ello es muy monótono (véase fig. I). nos de estos operarios sin duda estaban traba1ando
R~gresemos y veamos qué hace Errnentrude, para los monjes en el fundo de Villaris.
la mu¡~r de Bodo; también ella está atareada, pues Pero Ermentrude no se detiene en el taller de
es el dia señalado para pagar el tributo en aves de los hombres, va al encuentro del administrador, lo
corral, que consiste en una polla gorda y cinco saluda con respeto, le entrega el ave y los huevos
huevos. Deja a su hijita Hildegard al cuidado de y luego se dirige apresuradamente hacia el sector
su. segundo hijo, de nueve años de edad, y se enca- de la casa destinado a las mujeres, para charlar
mma. a la morada de una vecina que también tiene con las siervas. En aquella época los francos -al
que ir a Ja casa grande. La vecina es una sierva igual que los griegos en la Antigüedad- tenían por
y debe entregar al administrador una pieza de paño costumbre instalar a las mujeres de la servidumbre
de lana, que será enviada a Saint-Germain para en un sector aislado donde realizaban las tareas
hacer un hábito monacal. Su marido ha de trabajar que consideraban adecuadas para ellas. Si en la
todo el día en los viñedos del amo, pues en este casa grande hubiera vivido un noble fran~o, su
fundo por lo general los siervos cuidan de las viñas, esposa habría vigilado el trabajo de sus siervas,
en tanto que lo• hombres libres se ocupan de la. pero como en la casa de piedra de Villaris no vivía
!abranza. . Ermentrude y la mujer del siervo . van ninguno, el administrador debía ocuparse en ~sas
¡untas a la casa señorial; allí reina gran actividad· tareas de inspección. El sector destinado a las mu-
en el taller de los hombres se hallan varios diestro~ jeres estaba formado por un grupito de ¡:;asas y un
operarios: un zapatero, un carpintero, un heiTero taller, rodeados por un espeso seto que tenía un
y dos plateros; no hay más porque los mejores arte- portón provisto de un sólido cerrojo -al igual que
sanos de los fundos de Saint-Germain viven junto un harén- para que nadie pudiera entrar sin auto-
a los. muro~ d~ la abadía, a fin de trabajar para los rización. Los talleres eran sitios cómodos, caldea-
mon¡es alh llllSmo ahorrándose los inconvenientes dos con estufas. Alli Ermentrude (a quien por ser
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mujer se le permitía entrar) encontró a .una docena además, ambos deben levantarse temprano por_ la
de siexvas hilando y tiñendo telas y co~iendo pre~ mañana. En cierta oportunidad, de QWJ1CeY" sena-
das de vestir; todas las semanas, el fatigado admi- ló con su inimitable estilo cómo los antiguos como
nistrador les traía materia prima para su trabajo y chicos buenos se acostaban entre las siete y las
se llevaba lo que habían h~cho. Ca_rloma~o imparte nueve". "En aquellas épocas, el hombre se a~s-
a sús adminisb'adores · diversas 1nstnicciones con j taba temprano simplemente porque la beneménta
reSJ?éCtO a· las · mÚjeres asignadas a sus mansos, ..Y "l Madre Tierra no podía propGrcionarle .velas: ella,
podemos estar seguros de que lo mismo hacían los ·• la buena anciana ... se habna estr~mecido,_ sm du-
monjes de Saint-Germain en sus fincas ejemplares. ·•· da, si alguno de sus pueblos le hubiera pedido can-
"En lo que toca al trabajo de nuestras mujeres 11;'¡!clas. 1Nada menos que velas~ -habría excia';""-
-dice Carlomagno- en el momento oportuno es "'tlo-, ¿quién oyó jamás semejllilte despropós~t~?
menester proporcionarles los implementos necesa- · ¡y con tanta excelente luz solar que se desperdicia
rios, esto es, hilo, lana, gualda, bermellón, rubia, durante el día y que yo proveo gratuitamente!
peines para lana, cardas, jabón, grasa, vasijas y Después de esto, ¿qué no pretenderán estos des-
otros objetos, y haced de modo que el sector des- natllralizados?" • En parte esta situación IWn pre-
tinado a nuestras mujeres esté bien cuidado, que valecía en tiempos de Bodo.
tenga casas y habitaciones provistas de estufas y Así es, entonces, cómo pasaban habitualmen~e
bodegas que estén rodeadas por un buen seto, y sus jornadas de t;abajo Bodo y ~~entrude. Sm
cuidad de que las puertas sean sólidas a fin de embargo se podría hacer una ob¡eción; todo esto
que las mujeres puedan hacer adecuadamente los está muy bien, de acuerdo: tenemos datos sobre
trabajos que se les encomienden." 3 Pero Ermen- los fundos en que vivían esos labriegos, sobre los
trude, después de haber charlado, tiene que mar- arrendamientos que tenían que pagar y sobre los
charse apresuradamente, y lo mismo debemos ha- servicios que debían prestar; pero, ¿cómo sentían,
cer nosotros. Retorna a su alquería y comienza a pensaban y se divertían cuando no estaban traba-
trabajar en el viñedito; después de una hora o dos, "ando? Los arrendamientos y los servicios son solo
regresa para preparar la comida de sus hijos y ~lementos superficiales, un catastro donde se ~si~
luego pasa el resto del día tejiéndoles abrigadas tan los fundos solo describe lo rutinario; sería mutil
prendas de lana. Todas sus amigas están trabajan- tratar de bosquejar la vida de una universidad so-
do en las alquerías de sus respectivos maridos: bre la base de la lectura de su lista de cursos, Y
algunas se ocupan del gallinero, otras cuidan las es igualmente inútil tratar de describir la vida de
legumbres, otras cosen en sus casas puesto que en Bodo por medio del inventan.o. de los fund?.s de
una alquería las mujeres tienen que trabajar a la sus amos. En verdad no está bien que corna1S en
par que los hombres: en tiempos de Carlomagno, la cocina si nunca habláis con los servidor~. ~or
por ejemplo, en la práctica, esquilar las ovejas era ende para comprender los pensamientos, sen~en
una tarea casi exclusivamente femenina. Por fin, tos y diversiones de Bodo, debemos despedirnos
Bodo regresa a la hora de la comida y, tan pronto del catastro del abad Irminon y atisbar en rincones
;¡
como se pone el sol, se acuestan, pues sus velas que son, ciertamente, bastante oscuros, pues el
fabricadas a mano dan solo una luz vacilante y, material es escaso en el siglo rx -y por ello es
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1
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imprescindible acudir al secreto de fa tinta sim· río entonaba el aleluya en presencia del empera-
f!~ca-, aunque con fa ayuda de Chaucer y de dor, Carlomagno se volvió hacia uno de los obisp<>s
gland y de unos cuantos archivos ofipiales es diciéndole: "Mi funcionario canta muy bien", a lo
posible tener una idea bastante exacta de los sen- que el grosero obispo replicó: "En nuestra cam-
timientos de cualquier campesino que haya vivido piña cualquier rústico zumba tan bit;? como ~e
seis ·siglos más .tarde. Los sentimientos de Bodo, cuando guía sus bueyes en la labranza. 6 Tamb1en
por cierto, eran ii'luchos · y muy intensos. Cuando es indudable que Bodo aprobaba los nombres que
alguna fría mañana se levantaba para arar los acres carlomagno daba a los meses del año :;n su prol?ia
del abad, en medio de la escarcha -en tanto que lengua franca, pues llamaba a enero mes del m·
sus propias tierras reclamaban su trabajo- a me- viemo", a febrero "mes del barro", a marzo "mes
nudo tiritaba, se sacudía la escarcha de la barba de la primavera", a abril "mes de la Pascua flo-
y deseaba que la casa grande y todas sus tierras rida··, a mayo "mes de la alegría", a junio "m~ de
se fueran a pique al fondo del océano (al que, en la labranza", a julio "mes del 1!_eno'', a _ag~sto '!!1es
realidad, nunca había visto y no podía imaginar). de la cosecha'', a setiembre mes de1 viento , a
O quizá deseaba ser el cazador del abad y estar octubre ''mes de Ja vendimia", a noviembre "mes
cazando en la foresta, o un monje de Saint-Germain del otoño" y a diciembre "mes santo''.7
y estar cantando melodiosamente en la iglesia de Y Bodo era un ser supersticioso. Ya hacia mu-
la abadía, o un mercader y estar acarreando far- chos años que los francos eran- cristianos, pero así
dos de mantos y cintos a lo largo de la carretera y todo, el labriego, pese a su cristi~r?smo, se afe-
a París: en una palabra, deseaba ser cualquier cosa, rraba a viejas creencias y supers~c1ones: ~n las
excepto un pobre labriego que ara la tierra ajena. fincas de los santos monjes de Samt-Gennam hu-
~n e.:'c?tor anglosajón ha imaginado un diálogo con bierais comprobado que los campesino~ recitaban
el: Bien, labrador, ¿c6mo marcha tu trabajo?" antiquísimos conjuros, añejados por el tiempo, tro-
"¡Oh, señor, trabajo rudamente: salgo al amanecer, zos de las canciones que musitaban los labradores
llevo los bueyes al campo y los unzo al arado. francos cuando sus tierras estaban hechizadas -mu-
Pese ª. que el invierno· nunca ha sido tan riguroso, cho antes de avanzar en dirección al sur adentrán-
no me atrevo a quedarme en casa, por temor a mi dose en el Imperio Romano- o jirones de los h~
señor; debo arar, cada día, un acre íntegro o más, chizos practicados por los apicultores cuand~ ~w
después de uncir los bueyes y de unir la reja al daban sus enjambres en las playas del ~ar _B~lti~o.
arado!» "¿Tienes algún compañero?" "Tengo un El cristianismo le ha conferido su matiz distintivo
muchacho, que azuza los bueyes con una picana a estos ensalmos, pero no ha borrado su orig~n. pa-
y que ahora está ronco de frío y de· tanto gritar." gano y, como el cultivo del suelo es I~ .acttVIdad
(¡Pobrecito Widol) "Bien, bien, ¿es un trabajo muy humana más antigua e inalterable, las vie1as creen-
duro?" "Si, por cierto, es un trabajo muy duro."• cias y supersticiones se adhieren a ella, y los an-
No obstante, a pesar de lo rudo que era su tra- tiguos dioses, desalojados desde tiempo . atrás de
bajo, Bodo cantaba con fuerza para animarse a sí casas y caminos, totlavía deambulan, furtivamente,
mismo y para animar a Wido, pues ¿no se ha na- en los morenos surcos. Y así en las tierras del abad
rrado acaso que cierta vez, mientras un funciona- Jnninon, los labriegos musitaban ensalmos desti-
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nados al ganado enfermo (y también a sus hijol
enfermos) y recitaban palabras mágicas para Jo.. en paz bendita, protegido por Dios
retoma al hogar sano y salvo.
grar que sus campos fueran fértiles. Si hubierais Detente, detente, abeja,
caminado detrás de Bodo cuando roturó su pri- Santa María te lo ordena,
mer surco, probablemente le habríais visto sacar tú no debes partir,
de su chaquetón un pastelito hecho por Ennentrude ni volar al bosque.
Tú no debes huir
con distintas sustancias alimenticias, detenerse, en- ' ni alejarte de mí,
terrado en el surco y canturrear: quédate quietecita,
sométete a la voluntad de Dios.9
¡Tierra, Tierra, Tierra! ¡Oh, Tierra, madre nuestra!
Quiera el Señor Eterno y Todopoderoso otorgarte Si al ir hacia su casa Bodo se detenía y veía
acres fértiles que crezcan con pujanza, grávidos una de sus abejas prendida en un zarzal, inmedia-
de frutos y pletóricos de vigor;
legiones de espigas y ~landecientes cañas tamente expresaba un deseo tal como aún en la
el florecer de la cebada y la fecundidad de'J trigo actualidad hacen algunas personas cuando pasan
de toda la tierra la coseCha ... debajo de una escalera. La Iglesia también ense-
¡Acre, grávido de riqueza, haz que surja alimento para el fió a Bodo a agregar las palabras "así sea, Señor"
hombre! a su ensahno contra el dolor. Durante- sucesivas
¡Vuélvete bendito, floreciendo brillantemente!
Y Dios que dio forma a Ja Tierra nos conceda generaciones, sus antepasados habían creído que
la dádiva de la fertilidad, si se tenía una punzada en un costado o un dolor
de modo que cada espiga pueda proveernos en cualquier parte, la causa era un gusano que
la necesidaa.• · estaba en la medula de los huesos devorándolo a
uno, y que la única forma de librarse de él era
Y luego habríais visto que Bodo comenzaba a colocar un cuchillo, la punta de una flecha o cual-
arar. quier otro objeto de metal en el lugar dolorido y
Prudentemente, la Iglesia no se opuso a estos Juego, mediante un ensahno, lograr que el gusano
antiguos ritos. Enseñó a Bodo a rezar al Padre pasara a la hoja de metal. El ensahno que siempre
Eterno en lugar de hacerlo al Padre Cielo y a la habían recitado sus antepasados paganos -y que
Virgen Maria en remplazo de la Madre Tierra, y Bodo continuaba diciendo cuando su hijito Wido
con estos cambios le permitió que continuara uti- tenía un dolor- era: "Sal, gusano, con nueve gu-
lizando el antiguo conjuro que había aprendido de sanillos, pasa de la medula al hueso, del hueso a
sus antepasados. Le ensefió, por ejemplo, a invo- la carne, de la carne a la piel y de la piel a ésta
car a Cristo y a Maria en los ensalmos que se flecha'', y luego, obedeciendo a la Iglesia agrega-
aplicaban a las abejas: cuando Ennentrude adver- ba: "Así sea, Sefior''.10 Sin embargo,· los actós. de
tía que ;rus abejas iban a formar un enjambre, se Bodo no siempre tenían significado cristiano: a ve-
detenía Junto a su choza y recitaba este breve en- ces visitaba a algún hombre que g()zaba de repu-
salmo:
tación mágica o reverenciaba · súpetsticiósa!nente
Cristo, hay un enjambre de abejas fuera,
algún árbol rétorcido del que se contaban viejas
vuela hacla acá, i:ebaí!ito mio, historias, nunca olvidadas por C()ml?leto. E~ .e~os
casos, la Iglesia era severo,. Cuando Bodb' se ·con-
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fes.aba, el sacerdote solía preguntarle: "Has consul- de haber descanso en el día del Señor. Mas per-
tado a magos y hechiceros, has hecho promesas so- · mitidles que acudan de todos los confines a fin de
lemnes a árboles y fuentes, has bebido algún filtro asistir a la misa qne se celebra ·en la Iglesia y a
mágico?", 11 y Bodo se veía obligado a confesar lo ensalzar a Dios por todo lo bueno que ha hecho
que había hecho la última vez que su vaca estuvo par nosotros en este día".1.3 Sin embargo, en las fies-
enferma. Pero, aunque la Iglesia era severa, tam- tas de guardar, Bodo, Ermentrude y sus camaradas
bién actuaba con bondad. "Cuando los siervos acu- par desgracia no se contentaban con ir apacible-
den a vosotros -decía un obispo a sus sacerdotes- mente a la iglesia y regresar también apaciblemente
no debéis hacerlos ayunar tanto como a los ricos: a sus casas. Tenían la costumbre de pasar los días
dadles solamente la mitad de la penitencia." 12 La . feriados bailando, cantando y bromeando, como lo
Iglesia sabía muy bien que Bodo no podría arar ha hecho siempre la gente de campo hasta nuestros
todo el· día con el estómago vacío; en cambio, los tiempos, más lóbregos y demasiado conscientes de
nob~es franco~, cazadores, bebedores y comilones,. sí mismos. Eran muy alegres y nada refinados,
podian .arreglarselas sin una comida. y el lugar que siempre elegían para sns danzas era
Fue esta severa y al mismo tiempo bondadosa el camposanto parroquial. Lamentablemente lo que
Iglesia, la que concedió a Bodo sus momentos de entonaban mientras bailaban en corro eran anti-
descanso, ya 9ue gracias a su mediación el piadoso guas canciones paganas de sus antepasados -restos
emperador dispuso que los domingos y fiestas de de las ceremonias con que se celebraba la llegada
guardar no se hiciera ningún trabajo servil o de de Ja primavera y que no podían olvidar- o lasci-
otra especie. El hijo de Carlomagno reiteró el edic- vas canciones de amor que disgustaban a la Igle-
to de su padre en el año 827; decía así: "De acuer- sia. Los concilios se quejaban reiteradamente de
do con la ley de Dios y con lo ordenado en sus que los campesinos (y algunas veces también los
edictos por nuestro padre, de memoria bienaven- sacerdotes) cantaran "canciones impías con un coro
~rada, decr~tamos que ningún trabajo servil se de danzarines" o de que disfrutaran con "coplas,
e;ecute en dia domingo: sea cumplir labores rús- danzas y canciones lascivas y pervertidas y simi-
ticas, sea cuidar las viñas, sea arar los campos, sea. lares tentaciones del demonio". 14 Una y otra vez
cosechar .granos, sea segar heno, sea plantar setos los obispos prohibieron esas canciones y danzas,
o construir cercas de madera, sea talar árboles sea pero en vano; en todos los países europeos, desde
trabajar en las canteras o edificar casas; no se cÍebe, la Edad Media hasta Ja época de la Reforma y aun
tampoco, trabajar en la huerta ni acudir a los tri- después de ella, los campesinos continuaron can-
bun,a~es de justicia ni cazar. En domingo, empero, tando y bailando en los camposantos. Doscientos
es licito hacer tres clases de servicios de transporte, años despnés de Ja muerte de Carlomagno se ori-
a saber: acarrea.r~~·para el ejército, transportar ali- ginó Ja leyenda de los bailarines de Kolbigk: a pe-
mentos o llevar el·_cuerpo de un señor a su tumba . sar de !as admoniciones del sacerdote, en Ja No-
si ·~aera I}eces&.ri.o .. Ítem, las mujeres no harán su~ chebuena danzaron en el cementerio parroquial y
trabajos -~extiles, ni, cortarán géneros, ni los cose- echaron raíces en ese lugar durante un año, hasta
rán, ni cardarán lana, ni batirán cáñamo ni lava- que el arzobispo de Colonia los liberó. Algunos
rán .ropa en público, ni esquilarán ovejas: y así ha afirmaban que no quedaron inmóviles, sino que tu-
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bién era muy aficionado a esos cantares. El mo-
vieron que seguir bailando en el ~urso del año narca siempre estaba dispuesto a escuchar a un
íntegro y que cuando los liberaron estaban dan- juglar, y Eginardo, su bióg_rafo, nos dice: "Anotaba
zando enterrados hasta la cintura. La. gente solia los cantares bárbaros y antiguos, en los que se can-
repetir la coplita latina que cantaban los bailarines taban los hechos y las guerras de los reyes, y los
de Kolbigk: aprendía de memoria". 11 Por lo menos se ha con-
Equtttd,at Bovo 'pet' nlvam frondosam
servado una de esas antiguas sagas -que tanto le
Ducebat albi Merswlndem fonnosam. complacía que quedaran asentadas por. escrito- en
Quid stamw? Cur non imus? • 15 la cubierta de un manuscrito latino, garabateada
por un monje en sus ratos de ocio. Luis el Piadoso,
En la actualidad aún se cuenta otra leyenda hijo de Carlomagno, fue muy distinto.. Desechó ~os
post~or, cuyo protagonista es un sacerdote de poemas nacionales que habla aprendido en su JU-
Worcestershire, quien no pudo dormir en toda la ventud y no quiso que fueran leídos, recitados ni
noche porque la gente, reunida en el camposanto enseñados; no permitió que se hiciera justicia a los
de su iglesia, bailaba y cantaba una canción con el juglares en los tribunales y prohibió las danzas,
estribillo: "Amada, ten piedad", de modo que esas canciones y relatos triviales en sitios públicos y en
palabras quedaron grabadas en su mente y a la día domingo; pero también arrastró el reino de
mañana siguiente, en la misa, en lugar de decir: su padre a la desgracia y a la ruina. Los juglares
Dom!nm vobiscum, exclam6: "Amada, ten piedad", retribuyeron a Carlomagno la bondad que les de-
y se produjo un tremendo escándalo que fue re- mostró dándole fama imperecedera, pues durante
gistrado en una crónica. 10 la Edad Media se difundieron las leyendas del Em-
Algunas veces, nuestro Bodo no bailaba, sino perador, quien comparte con el rey Arturo la glo-
9ue escuchaba las canciones de los juglares vaga- ria de ser el héroe de uno de los más importantes
bundos; los sacerdotes no aprobaban en absoluto ciclos romancescos del período medieval. Cada si-
a estos juglares, pues decían que sin duda se irían glo lo vestía con las ropas de la época y le cantaba
al infierno porque, en lugar de entonar himnos cris- nuevas baladas. Lo que los monacales cronistas re-
tianos, cantaban profanas canciones seculares cuyo cluidos en sus celdas nunca pudieron hacer por
tema eran las notables ha7.aiias de los héroes pa- Carlomagno, lo hicieron estos despreciados y exe-
ganos de estirpe franca. Pero a Bodo le agrada- crados juglares; le dieron algo que acaso sea m~
ban, y a la gente que socialmente estaba por enci- deseable y más duradero que un lugar en la his-
ma de Bodo también; inclusive, los concilios de la toria: un sitio en la leyenda. No cualquier empe-
Iglesia algunas veces habían tenido que amonestar rador gobierna al mismo tiempo en los reinos
a abades y abadesas porque prestaban atención a del mundo y en aquellos reinos áureos de que ha-
los trovadores, pero lo más grave era que el mis- bló Keats: y en los áureos, Carlomagno impera
mísimo emperador, el bueno d~ Carlomagno, tam- junto al rey Arturo, y sus pares compiten en justas
• Cabalgaba Bovo por el bosque frondoso • Alusión al __primer "'~erso del son.eto de Keats On
Conduciendo junto a si a la linda Merswindem. firll looklng into Gho¡>mtmil Homer. (N. del 11.)
¿Por qué nos detenemos? ¿Por qué no seguimos?
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con los Caballeros de la Mesa Redonda. Sea como ·ón de sus hijos e hijas que jamás comía sin ellas
fuere, Bodo se benefició con el entusiasmo de Car- ~do estaba en su casa y nunca viajaba sin su
lomagno por los juglares; y es probable que ya en compañía. Sus hijos cabalgaban junto a él y sus
vida del emperador haya escuchado los primeros bi'as lo sel(UÍan más atrás; alguno de sus guardias,
gérmenes de esas leyendas que posteriormente se seleccionados con ese propósito, vigilaban la reta-
vincularon al nombre del monarca. Podemos ima- dia del grupo formado por el séquito de sus
ginar a Boda en el camposanto de la iglesia escu-
chando absorto los fabulosos relatos de la Marcha
fij:. Eran éstas muy hermosas y muy queridas
r su padre, y en consecuencia es extraño que no
de Hierro de Carlos hacia Pavía, tal cual la repro-
dujo más tarde en su crónica un viejo monje chis-
t haya buscado marido, sea entre sus allegados,
sea en un país extranjero. Al contrario, hasta su
moso de Saint-Gall.18 , muerte las retuvo a todas en el hogar afirmando
Es muy probable que tales leyendas le hayan que no podría prescindir de su compañía•.20
proporcionado a Bodo el conocimiento más apro- Entonces, con un poco de suerte, Bodo quiZás
ximado que pudo alcanzar acerca del emperador, haya contemplado tembloroso un portento absolu-
de quien estaban orgullosos hasta los pobres sier- tamente nuevo para él: el elefante del emperador.
vos que nunca tuvieron ocasión de acompañarlo en Harúm al-Raschid, el gran sultán de Las mil y
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la corte ni en el campo de batalla. Pero Carlos era una noches, se lo habla enviado a Carlos, quien
un gran viajero: al igual que todos lós monarcas lo llevaba consigo en todos sus viajes; su ':1º~~re
de la temprana Edad Media, cuando no estaba en era "Abu-Lubabah", expresión árabe que significa
guerra, pasaba el tiempo recorriendo su reino. "el padre de la inteligencia",• y murió como un
Se detenía en alguno de sus fundos y cuando él héroe en una éxpedición contra los daneses, en el
y su séquito lo habían literalmente "devorado", se año 810.2 1 Sabemos de buena 'tinta que mucho des-
trasladaba a otro. A veces cambiaba de método y pués, cuando su hijito Gerbert hacia una travesu-
visitaba los fundos de sus obispos o de sus nobles, ra, Ermentrude lo amenazaba diciéndole: "Vendrá
quienes lo agasajaban como correspondía a su real Abu-Lubabah con su larga trompa y te llevará",
mvestidura. Acaso algún día, cuando se encami- ~ Wido, que tenía ocho años y ya se ganaba la
naba a París, haya visitado de paso a los amos de vida, sostenla que no tendría miedo de enfrentar
Bodo hospedándose en la casa grande, y entonces al elefante. Sin embargo, cuando lo apremiaban,
nuestro labriego quizá lo haya visto de cerca, pues admitía que lo atraía mucho más el otro regalo
es probable que Carlomagno llegara cabalgando, ofrecido al emperador por Harúm al-Raschid: el ca-
vestido con su chaquetón de piel de nutria y su , riiioso perro que respondía al nombre de "Bece-
sencillo manto azul. (Eginardo refiere que al em- rillo•. ••
perador no le agradaban las prendas suntuosas y Sin duda, cuando anibaban esos personajes tan
que los días comunes se vestía como la gente del importantes,, Bodo debía de· estar muy atareado,
pueblo); 19 es posible que detrás del emperador
avanzaran sus tres hijos y su guardia de corps, y
• Abu-Lubabah: es muy interesante el hecho de que
luego sus cinco hijas. Eginardo nos dice, asimis- el nombre no se haya comnnpido al pasar a las aOOlCal.
mo, que el emperador ·cuidaba tanto la educa- .. En espaiiol eo el orlginal. (N. del R.)
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pues antes de que llegaran había que limpiar todo, de animales ni de aves, y, como a causa de_ la na-
reunir a los reposteros y a quienes se ocupaban de turaleza del lugar no era posible conseguir pes-
los embutidos y preparar un gran banquete; y, aun- cado con premura, el obispo ordenó que se ofre·
que la mayor parte del trabajo la hacían los siervos, ·era al emperador un queso excelente, rico y cre-
es probable que Bodo tuviera que dar una mano, :oso. Carlos, el muy sobrio, con la buena volun-
El anciano monje chismoso de Saint-Gall nos ha tad que demostraba en todas partes y en toda oca-
transmitido algunos divertidos episodios del revue- 'ón le ahorró un bochorno al obispo y no solicitó
lo que se producía cuando Carlos visitaba sin pre- Sl '
manjares más suculentos; por e1 centran?,
. t ornan-
vio aviso a sus súbditos: do su cuchillo, sacó la cáscara -que segun supuso
"Había cierto obispado por el cual Carlos de- sería insípida- y comenzó a comer la parte blanca
bla pasar necesariamente cuando viajaba, y por del queso. Al punto, el obispo, que estaba de _pie
cierto le hubiera sido muy dilícil eludirlo: el obis- junto a él como si fuera un servidor, se aproxunó
po de ese lugar, siempre ansioso de complacerlo, y le dijo: '¿Por qué hacéis eso, señor emperador?
ponla todo lo que tenía a disposición del empera- Desperdiciáis la mejor parte'. Ent~nces, Carlo.s,
dor. Pero una vez el m0 narca llegó inesperadamen- que no engañaba a . n~die y no cre".' que n~die
te y el obispo tuvo que revolotear de acá para allá pudiera engañarlo, sigwendo el conse¡o del ob1s.Po
como una golondrina, y lograr que barrieran y se llevó a la boca un trozo .de cáscara, lo masticó
limpiaran no solo palacios y casas, sino también y se lo tragó lentamente C?mo si ~era mant~.
patios y cuadra.s; luego, cansado y exasper~o, fue Luego, aprobando el conse¡o del obISP?• ~eplicó:
a recibir al emperador. Carlos, el muy piadoso, 'Muy cierto, mi amable huésped'. Y anadió: '.No
lo advirtió, y después de examinar todo detallada- os olvidéis de enviarme a Aix, todos los años, dos
mente dijo al obispo: 'Gentil huésped mío, cada carretadas de este mismo queso'. Se alarmó el obis-
vez que yo ~ego disponéis qu~ todo se Jin;ipie .ª po ante las dificultades que ofrecía la empresa y,
temeroso de perder su jerarquía y su cargo, res-
la perfección ; entonces, el obispo, como s1 ·reci-
biera inspiración divina, inclinó la cabeza, tomó la pondió: 'Señor, yo puedo conseguir los quesos, pero
nunca vencida mano derecha del rey y, acuitando me es impoSI"ble decir cuáles son de esta calidad
su exasperación, la besó y dijo: 'Es muy justo, mi y cuáles de otra. Temo que acaso incurra en vues-
señor, que, dondequiera que vayáis, todas las CO· · tra censura'. Entonces Carlos, a cuya penetración
sas queden limpiadas por completo'. Entonces y sutileza nada podía escapar -por nuevo y extra-
Carlos, el más prudente de los reyes, advirtió cuál ño que fuera- dijo así al obispo, quien conocía esos
era la situación y le dijo: 'Así como vacío, también quesos desde niño y sin embargo todavía ?º era
puedo llenar'. Y añadió: 'Podéis quedaros con capaz de distinguirlos: 'Cortadlos en dos; umd lue-
el fundo que limita con vuestro obispado, y todos go con una brocheta aquellos que consideréis de
vuestros sucesores pueden disponer de él hasta el buena calidad y, después de conservarlos algún
fin de los tiempos'. En ese mismo viaje también tiempo en vuestra bodega, enviádmelos. El resto
visitó a un obispo por cuyas tierras debla necesa- podéis guardarlo para vos, vuestra clerecía y vues-
riamente pasar. Era el sexto día de la semana y tra familia'. Esto se hizo por espacio de dos añ~
por lo tanto el emperador no deseaba comer carne y el rey ordenó que el presente de queso se reci-
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hiera sin formular reparos; el tercer ¡újo el obispo sobornos. Teodulfo, obispo de Orléans, que fue uno
en .persona trajo los quesos tan laboriosamente re- de los missi del emperador, nos ha dejado un poe-
unidos. Entonces Carlos el muy justo se compa- ma en latin muy divertido, en el que describe las
deció de sus fatigas y de su ansiedad y agregó a tentativas hechas por clérigos y laicos, que se api-
su obispado un excelente fundo, que proporcionó ñaban ante su tribunal como un rebaño para com-
trigo y vino al obispo y a sus sucesores".22 Pode- prar justicia.23 Cada uno ofrecía lo que le permi-
mos compadecer sin duda al pobre y aturdido obis- tlán sus recursos: el rico regalaba dinero, piedras
po que tuvo que reunir dos carretadas de queso, preciosas, valiosos presentes, alfombras de Oriente,.
pero es posible que el verdadero acreedor a nues- armas, caballos, vasos antiguos de oro y de plata,
tra simpatía sea Bodo, quien probablemente fue cincelados con imágenes de los trabajos de Hércu-
obligado a pagar un tributo adicional en quesos les; el pobre ofrecía odres de cuero de Córdoba,
para satisfacer el paladar del emperador, aunque curtidos y sin curtir, telas y lienzos excelentes (¡la
sin recibir, como recompensa, ningún excelente pobre Ermentrude debe de haber estado muy ata-
fundo. reada todo el mes que precedía a la llegada de los
Una visita del emperador, empero, sin duda jueces!), cofres y seda. "Con este alud de regalos
debe de haber sido un acontecimiento extraordi- -exclama .el escandalizado obispo Teodulfo- con-
nario en su vida, digno de ser comentado durante fiaban en derribar la muralla de mi conciencia,
afios y narrado a sus nietos. Pero había otro acon- pero no habrían creído que podían conmoverme
tecimiento que sucedía anualmente, y que Bodo a mí si no lo hubieran hecho antes con otros jue-
y sus amigos esperaban con ansiedad: una vez al Ces.~~ Por cierto, si esta pintura es veraz, los jueces
afio, los jueces ambulantes del rey -los missi do- reales deben de haber viajado seguidos por una
minici- instalaban sus tribunales en la comarca a verdadera caravana -habitualmente de carretones
fin de verificar si los condes locales habían admi- y caballos- destinada a transportar sus regalos.
nistrado justicja con equidad. Solían llegar dos, un Hasta Teodulfo mismo tiene que admitir que para
obispo y un conde, y quizás esa noche se alojaban no herir los sentimientos de la buena gente se vio
en la casa grande en calidad de huéspedes del obligado a aceptar ciertas bagatelas sin importan-
abad; al día siguiente proseguian rumbo a París cia, tales como huevos, pan, vino, pollos y aveci-
donde administraban justicia frente a la iglesia, al llas, •cuyos cuerpos -dice relamiéndose los la-
~ libre, y de toda la comarca llegaban hombres bios- son pequeños pero muy sabrosos". A nos•
nnportantes y humildes, nobles, individuos libres otros nos parece que detrás de esas avecillas y de
v coloni, quienes exponían sus agravios y solicita- esos huevos asoma la ansiosa cara de Bodo.
ban reparación. Bodo, si alguien lo había injuria- Una vez por afio Bodo disfrutaba de otro es-
do o robado, sin duda acudía y daba cuenta del parcimiento, pues regnlarmente el nueve de octu-
hecho a los jueces. Pero, si era sagaz, no se pre- bre, cerca de las puertas de París, se inauguraba
sentaba con las manos vacías confiando solo en la la gran feria de San Dionisio que duraba un mes
justicia. Carlomagno era muy severo, pero, a me- íntegro... Una semana antes de la fecha indicada
nos que los missi fueran excepcionalmente hones- comenzaban a brotar tiendecillas y cobertizos, en
tos y piadosos, no solían ser remisos para aceptar cuyos frentes abiertos los mercaderes podían exhi-
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bir sus productos; y Ja abadía de San Dionisio, que deseaban era deambular entre las filas de puestos
tenla el derecho de cobrar una tasa a todos los
mercaderes que acudían a vender a Ja feria, cui-
daba de que ésta estuviera bien cerrada con cercos
r contemplar los insólitos objetos reunidos allí, pues
mercaderes acudían a San Dionisio a fin de
osnder suntuosos productos del lejano Oriente a
y de que todos entraran por las puertas y pagaran r6s superiores de Bodo; y los acaudalados nobles
Ja correspondiente tasa, pues era notorio que algu- francos regateaban el precio que habrían de pagar
nos mercaderes astutos solían deslizarse por debajo r mantos de seda.y de púrpura con guarniciones
de las cercas o saltar por encima de ellas para elu- ~jadas, por justillos de cuero labrado, por plu-
dir el. impuesto. Entonces, las calles de París se mas de pavo real y por el plumaje escarlata de los
atestaban de mercaderes que transportaban sus pro- flamencos (que llamaban "piel de fénix"), por per-
ductos en carros y en caballos y bueyes; desde el fumes, perlas y especias, almendras y pasas de uya
día de Ja inauguración, en París se interrumpían las y por monos para que sus mujeres se '.'°tretuvie-
transacciones corrientes durante un mes y todos los ran. 20 Esos mercaderes solfan ser venecumos, aun-
negociantes instalaban puestos en algún lugar de que con mayor frecuencia se trata~ de sirios ? as-
Ja feria y trocaban el trigo, el vino y la mruI de Ja tutos judíos, y Bodo y sus companeros se neron
región por mercaderías más raras procedentes de ruidosamente cuando se les relató de 9ué m~era
comarcas extranjeras. La abadía de Bodo proba• un mercader judío habla embaucado a cterto obispo
bleinente tendría algún puesto en Ja feria y allí se -que siempre andaba en busca de novedades- re-
venderla parte de los paños tejidos por las siervas llenando un ratón con especias y ofreciéndoselo en
en el sector de las mujeres, los quesos y la carne venta, mientras aseguraba que "había traído de Ju-
salada preparados en las alquerías, o el vino su- dea este inapreciable animal nunca visto antes" y
ministrado por Bodo y sus compañeros en calidad se negaha'. a aceptar menos <J.e una medida de plata
de tributo. Seguramente Bodo se tomaba vacacio- por él.•• A cambio de esos lujosos productos, los
nes y concurría a la feria. En verdad, ese mes al mercaderes se llevaban telas de frisa .,-que eran
administrador le debe de haber costado mucho tra- muy estimadas-, trigo y perros de caza, y a veces
bajo retener a los hombres en sus tareas; Carlo- un delicado trabajo de orfebrería, cincelado en un
maguo se vio obligado a promulgar una ordenanza taller monástico, y Bodo solfa escuchar cientos de
especialmente dedicada a sus administradores in- lenguas y dialectos, pues en las callejuelas se co-
dicándoles: "Debéis cuidar de que nuestros sier-
deaban individuos procedentes de Sajonia y Frisia,
vos cumplan correctamente las tareas que es licito
exigirles sin perder el tiempo en correrías por mer- de España y Provenza, de Ruan y Lombardía Y
cados y ferias•. Pero Bodo, Ermentrude y sus tres quizá también uno o dos de Inglaterra; asimismo
hijos, engalanados con sus mejores atavíos, no de vez en cuando se hacia presente un erudito ir-
creían que ir a Ja feria hasta dos o tres veces fue- landés con el propósito de vender un manuscrito,
ra perder el tiempo. Alegaban que les era impres- llevando a flor de labios las dulces y extrañas can-
cindible comprar sal para sazonar Ja carne que ciones de hlanda:
se consumfa en invierno o tintura bermellón para
Un seto de árboles me circunda,
teiiir una blusa de niño, pero lo que en realidad su canción un mirlo canta para mi;
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