01 Teoria de La Constitución
01 Teoria de La Constitución
01 Teoria de La Constitución
I UNIDAD
TEORIA DE LA CONSTITUCIÓN
I. La Constitución Política
(Acepciones de la palabra Constitución - Concepto Jurídico – Clasificaciones – El
carácter multidimensional de la Constitución)
A partir del concepto antes señalado, debemos señalar que los principales
elementos del mismo son los siguientes:
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de la Constitución-
Como toda otra norma jurídica, su contenido no constituye meras
“recomendaciones” sino que impone deberes directos a los sujetos privados y
públicos, que deberán ser obedecidos por todos los habitantes del Estado.
Por lo mismo, cuando una norma jurídica no se ajusta a lo dispuesto en la Carta
Fundamental, tiene un vicio de inconstitucionalidad y no debiera aplicarse, para lo
cual, los órganos competentes deberán realizar el examen específico que el
ordenamiento jurídico les encomienda. Así también la persona o autoridad que no
ajuste su actuar a lo dispuesto en la Constitución, deberá asumir las
responsabilidades y sanciones que correspondan.
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las funciones de los mismos, así como las de otros organismos públicos.
Clasificaciones de Constitución
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José Luis Cea lo dice correctamente: “La Constitución es el más jurídico de los
textos políticos y el más político de los textos jurídicos” 1. Esto por cuanto, la Constitución
establece los principios básicos del modelo político de un Estado, consagra los poderes
del Estado, los órganos que los ejercerán, y los principios fundamentales de
organización del mismo.
Pablo Lucas Verdú nos recuerda que todos tenemos nuestros valores y nuestra
propia jerarquía de valores, y que estos no deben ser entendidos solo como cuestiones
de índole religiosa, ya que un agnóstico o un creyente también los tiene. Tampoco los
valores pueden ser entendidos como “ideologías” en sentido marxista, esto es, ideas que
enmascaran formas de explotación. Los valores no son objetos, pero se predican de los
objetos, o sea, los objetos se califican o se “valoran” conforme a los valores.
Aun cuando todos podemos tener nuestros propios valores, nada obsta a que
podamos consensuar en determinados valores que consideraremos más relevantes y de
común aceptación. Ellos quedarán plasmados en la Constitución, la cual, por este motivo
será considerada un código de valores.
Algo de esto puede encontrarse en el célebre art. 16 de la Declaración francesa
de Derechos del Hombre del Ciudadano: “Toda sociedad en la cual no esté establecida
la garantía de los derechos, ni determinada la separación de los poderes, carece de
Constitución”. Pareciera que los franceses señalaron que esos eran sus valores
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Las constituciones también son un espacio donde los pueblos dejan constancia
de episodios heroicos de su Historia. Normalmente en ellas se alude a epopeyas que
permitieron o inspiraron el nacimiento de la constitución. O como dice García-Pelayo,
evocan “mitos”, los cuales los define como “conjunto de creencias brotadas del fondo
emocional, expresadas en un juego de imágenes y de símbolos, más que un sistema de
conceptos, y que se revelan efectivamente capaces de integrar a los hombres para la
acción política”2.
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(Obras Completas, 1991, p. 947; citado por Humberto Njaim “Las implicancias de la democracia
participativa”, en “Constitución y Constitucionalismo Hoy, Fundación Manuel García Pelayo, p. 723)
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Sin embargo, podría suceder que la Constitución se extienda a otros asuntos (ej:
regímenes matrimoniales, materias económicas, etc.), en cuyo caso la Constitución
material estará compuesta solo por una parte de la Constitución Formal (aquella que
regula materias estrictamente constitucionales), más el conjunto de otras normas (leyes
y tratados principalmente) que regulan materias estrictamente constitucionales. Se
puede graficar de esta forma:
por haber vulnerado la Constitución, sino una ordenanza a la cual dicho Consejo le
había dado rango o jerarquía constitucional. De ese modo, él acuñará la noción de
“Bloque de Constitucionalidad”, para referirse a ese conjunto de normas que, junto con la
Constitución, tienen también su misma jerarquía.
A la segunda tradición la denominaremos “axiológica-naturalista”. Mucho antes
que Favoreu, otro francés, Maurice Hauriou sostuvo que las libertades públicas, aun
cuando puedan no constar en la constitución escrita, formarían parte de una
“superlegalidad constitucionalidad”, porque constituyen un elemento de la legitimidad
constitucional que está por encima de la Constitución escrita. O sea, aun cuando
Hauriou no habla de “bloque de constitucionalidad”, entiende que hay valores que tienen
la misma –o incluso, superior– jerarquía que la Constitución. De esta manera, una ley
que desconozca estos valores tendría la misma sanción que si desconociera la
Constitución escrita, esto es, su inconstitucionalidad.
La diferencia entre Favoreu y Hauriou no pasa solo por la denominación (Favoreu
hablaba de bloque, Hauroiu de superlegalidad). La diferencia es que para el primero
(tradición racional positiva), el bloque estaría compuesto por normas escritas, mientras
que para el segundo (tradición axiológica naturalista) lo estaría por valores y derechos,
no necesariamente escritos.
El desafío en el caso chileno será determinar si existe o no un bloque de
constitucionalidad. Humberto Nogueira ha defendido la tesis de que sí existe y estaría
compuesto por el conjunto de derechos fundamentales que constituyen un límite al
ejercicio de la soberanía de acuerdo con el art. 5° inciso segundo de la Constitución.
este bloque estaría formado por: (a) los derechos asegurados por fuente constitucional;
(b) los derechos asegurados por fuente internacional; y (c) los derechos implícitos. Estos
últimos corresponderían a aquellos que, a pesar de no estar expresamente recogidos en
texto interno o internacional, igualmente emanarían de la naturaleza humana (como el
derecho a la verdad, o a la propia imagen).
En 1907, el gobernador del Estado de Nueva York Charles Evans Hughes, antes
de ser Jefe de Justicia de la Corte Suprema de los Estados Unidos, pronunció estas
palabras “vivimos bajo una constitución, pero la constitución es lo que los jueces dicen
que es”.
La circunstancia de que las constituciones suelen estar redactadas en términos
amplios, o “de textura abierta” como decía Hart, obliga a que quien la aplique deba llenar
su contenido mediante la interpretación. Finalmente, el texto constitucional está
compuesto sólo por “palabras” (preceptos o enunciados constitucionales), cuyo
significado y, por lo mismo, efecto jurídico (o sea, las normas constitucionales) serán
fijadas por el juez o tribunal llamado a aplicarlo en casos concretos.
Sobre este particular, suele señalarse que hay dos formas de aproximarse
conceptualmente a la noción de interpretación jurídica, especialmente, de constitucional.
Una primera forma es entender que la interpretación es un proceso intelectual
dirigido a encontrar el verdadero sentido o alcance de un enunciado o de una norma (lo
primero es lo más apropiado, ya que las normas se obtienen luego que un enunciado es
interpretado). Esta primera postura cree, por lo tanto, que los enunciados tienen un único
sentido válido, y que los intérpretes debieran intentar “descubrir” ese único significado.
Desde este punto de vista, el intérprete no aportará nada más a lo que la Constitución
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II. El Constitucionalismo
(Qué es el Constitucionalismo – Evolución histórica – El cambio de paradigma)
¿Qué es el constitucionalismo?
capitales europeas.
En esos términos, se producen las grandes revoluciones en Europa y los
movimientos independentistas en América. Las primeras buscaban un cambio radical en
el régimen político y jurídico, como reacción al absolutismo. Los segundos en tanto, no
sólo aspiraban a lograr la liberación e independencia, sino que además, a organizarse
políticamente, formando un Estado nuevo.
En este contexto, surge el movimiento llamado Constitucionalismo (lo repetiremos
por última vez: estamos hablando del constitucionalismo político), como reacción a los
abusos de un monarca absoluto, y como modelo al cual aspiraban las nuevas naciones
independizadas.
En términos generales, debiéramos definir al Constitucionalismo como aquel
movimiento jurídico-político cuyo objetivo es constituir el poder político, limitarlo
y obtener de ese modo, una mayor protección de los derechos fundamentales de
los individuos.
Como se aprecia, el Constitucionalismo no tiene que ver sólo con el estudio de la
Constitución, ni mucho menos. De hecho en sus albores, ni siquiera existía el concepto
de Constitución como la entendemos hoy.
Más bien, el objeto de estudio del Constitucionalismo se centra en tres ejes
fundamentales:
a) La construcción del poder político. Esta es el área más básica y esencial del
Constitucionalismo, y se refiere a determinar quién es el titular del poder político
en el Estado, cómo lo ejerce (directa o indirectamente), qué tipo de gobierno se
va a adoptar, cuáles son los órganos que constituirán el Estado y cuáles son sus
atribuciones específicas.
b) La limitación del poder político. Una de las aspiraciones más importantes del
Constitucionalismo es poder limitar y encauzar el poder político, de modo de
evitar el despotismo y el ejercicio abusivo del mismo en contra de la población.
Uno de los mecanismos de control será la separación de los poderes o división
de las funciones (“el poder debe limitar al poder” decía Montesquieu), a través de
la cual, los órganos del Estado controlarán y fiscalizarán la actuación de los
demás. Otro mecanismo de limitación será la generación de Estados Federales,
donde los poderes de los estados miembros se enfrentan al poder central y
ejercen un sano equilibrio. Por último, también es una limitación la existencia de
derechos fundamentales que analizaremos a continuación.
Sin embargo, el Constitucionalismo “no surge solo”, “ni de un día para el otro”, sino
que responde a una serie de hitos históricos que se han venido sucediendo desde muy
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ANTECEDENTES AL CONSTITUCIONALISMO
(AUN NO PODEMOS HABLAR DE “CONSTITUCIONALISMO”)
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1.- Antecedentes
Tal como iremos viendo a partir de estas líneas, la historia del constitucionalismo es
la historia de la lucha por la libertad. Y también por la igualdad de todos. Una lucha que se
viene dando desde hace muchos siglos y que aún está viva.
Si bien el movimiento constitucionalista nace fundamentalmente en Inglaterra y
Francia, en los siglos XVII y XVIII como reacción al poder absoluto de los reyes, mucho
antes es posible encontrar algunos hitos importantes que son fundamentales para
comprender el contexto de lo que surgirá después.
Hacia el Siglo XII y XIII se inicia en Europa un movimiento generalizado por el cual
las clases privilegiadas (los nobles) sintieron la necesidad de hacer ciertas
reivindicaciones frente a un monarca que muchas veces utilizaba su poder de manera
arbitraria. En tales condiciones, se aprovecharon de circunstancias históricas especiales
en las cuales, advirtiendo una situación de aparente debilidad del rey, lograron arrancarle
acuerdos mediante los cuales, él se obligaba a respetar determinados derechos básicos y
esenciales.
En esta época, se reconocen diversos documentos importantes en España, tales
como los Convenios de León de 1188, y de Zaragoza de 1283, existiendo convenios
similares en Castilla y León y Aragón.
Sin embargo, la suscripción del documento más importante de esta época tuvo
lugar en Inglaterra, en 1215. El año anterior, en 1214, el rey Juan sin Tierra, hijo de
Ricardo Corazón de León, es derrotado en el desastre de Bouvines ante Francia.
Valiéndose de ese hecho y de la debilidad en la que se hallaba la Corona, los barones
ingleses (quienes se encontraban molestos con su rey por cuanto los encontraba
sometidos a impuestos y multas excesivos), lo obligaron a cambiar su conducta. Los
barones se comprometieron mutuamente a obtener de su rey un documento donde el rey
se comprometiera a respetar determinadas garantías, de modo que si él se negaba a
hacerlo, lo destituirían por la fuerza. Como el rey Juan se negó a aceptar tal acuerdo, se
inició la toma de todos los castillos de Inglaterra, así los habitantes de Londres
demostraron su descontento con su rey. Juan Sin Tierra, sin castillos ni partidarios, se ve
en la necesidad de suscribir la carta que se le ofreció.
Este documento se denominó Carta Magna (“Magna Charta Libertatum”, 1215), y
en ella se consignaron cuáles eran los abusos que el rey y sus agentes acostumbraban
cometer, y a su vez, el rey se comprometía a no volver a incurrir en ellos. También, el rey
se compromete:
- a no imponer tributos (impuestos) sin haber obtenido la aceptación de sus
súbditos;
- a no detener ni desterrar a ningún hombre libre sino con arreglo a las
formalidades habituales de la justicia.
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fundamentalmente por:
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En segundo lugar, se crea la idea del Estado legal de Derecho. Según este, todas
las autoridades quedan sometidas a la ley. Por eso se habla también de un Estado
“formal” de Derecho, ya que se satisface con el solo cumplimiento de la ley. El aporte de
esta concepción es que el gobernante quedará obligado a respetar las normas que
emanen del Parlamento, el cual, al estar compuesto por personas electas por votación
popular, representan al pueblo. Así, indirectamente, el gobernante queda sometido a la
voluntad del pueblo mismo, manifestada en las leyes.
En tercer lugar, se plantea la necesidad de positivar los derechos.
Específicamente, se elevan a rango constitucional, de modo que ellos sean indisponibles
no solo por los gobernantes sino también por el Parlamento, quien en virtud de la
supremacía constitucional, no podría afectarlos. La Constitución –y los derechos que en
ella se contiene– aparece, por lo tanto, como un límite para los poderes públicos.
En cuanto lugar, se destaca la creación de acciones constitucionales. La primera
en surgir será lo que en Chile conocemos como acción o recurso de amparo, a través del
Habeas Corpus Act (Inglaterra, 1679). Lo importante de esto es que se dota a los
Tribunales de Justicia la potestad para controlar principalmente al ejecutivo en lo relativo
a evitar que éste afecte los derechos fundamentales de las personas.
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El Estado deja de tener, por lo tanto, un rol meramente abstencionista, pasivo, que
“no viole mis derechos”, sino que se requiere de un Estado mucho más activo, donde se
requiere que promueva los derechos, que invierta, que actúe de manera decidida.
Cambia por lo tanto la idea de igualdad. Desde una igualdad meramente formal
presente en el Constitucionalismo Liberal, y que se respetaba por el solo hecho que el
Estado no hiciera diferencias arbitrarias, ahora se habla de una igualdad material, esto
es, una igualdad real, donde todas las personas efectivamente pudiesen acceder a los
mismos beneficios.
El eje de la legitimidad se traslada desde la protección de la libertad de las
personas, por una búsqueda de la verdadera igualdad de todos. Se comienza a hablar de
la necesidad que el Estado sea “eficaz” en el logro de sus objetivos. Y sus objetivos se
trasladan desde “la protección de los derechos” a “el logro de los derechos” de los
individuos.
Para este constitucionalismo, la Constitución aparece como una carta más nutrida,
más compleja, que implica exigencias y deberes de actuación por parte del Estado. Sigue
teniendo máxima jerarquía, pero con un contenido más rico. Ya no solo es limitadora, sino
orientadora de la labor del Estado.
Por último, es imprescindible señalar que las Constituciones que forman parte del
Constitucionalismo Social no reniegan del todo de los postulados del Liberal, sino más
bien lo complementan. Como dice el argentino Germán Bidart Campos, “el trayecto del
constitucionalismo social respecto del clásico o moderno no altera ni desfigura en nada a
este último; queremos decir con toda claridad que el constitucionalismo social suma, pero
no sustrae; añade pero no destruye a la libertad; completa, pero no disminuye los
derechos civiles” (1989: p. 341)”.
Por lo tanto, dentro de las características esenciales del Constitucionalismo
Social, podríamos mencionar:
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insuficiente y que el Estado debe ocuparse que la igualdad no esté solo “en la ley”, sino
también “en la realidad”, para lo cual debe proveer todas las condiciones que sean
necesarias para que ello se produzca.
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5.- El Neoconstitucionalismo
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Los paradigmas significan, por tanto, un piso a partir del cual se construye el
conocimiento, de modo tal que un cambio de paradigma puede significar una
reformulación entera de la disciplina en cuestión.
Así por ejemplo, las teorías heliocéntricas de Copérnico y Galileo que consisten es
que el sol no es quien gira en torno a la tierra sino al revés, implicó necesariamente un
cambio de paradigma científico, que revolucionó todo el pensamiento de la física y la
astronomía. Lo mismo ocasionó Newton cuando descubre la ley de gravedad, y Einstein
cuando determinó que el tiempo y el espacio son relativos, y que van a depender de la
velocidad en la que se mueva el observador.
Otro cambio de paradigma está representado por la aparición de la sociedad de la
información, donde ésta se encuentra al acceso de cualquier persona, sea donde sea que
esté.
Más allá de las diferentes corrientes del constitiucionalismo, previamente
estudiadas, un cambio de paradigma similar, aunque en el campo de las ciencias
sociales, es el que se produjo, precisamente con el nacimiento del Neoconstitucionalismo,
al quebrarse el paradigma del Constitucionalismo de Estado e iniciarse un nuevo
paradigma, como es el del Constitucionalismo Humanista.
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del Ser Humano su término clave, y siendo su objetivo la defensa y promoción de los
derechos humanos.
Las normas de los Códigos Políticos (Constituciones) que se adscriben a esta
fórmula, si bien tienen un alto contenido valórico, tienen además una fuerza vinculante
mucho más notoria: sus disposiciones son operativas directamente y pueden ser
invocadas como criterio de solución de conflictos concretos.
Son Constituciones más cercanas al Ser Humano, y por lo tanto, más
preocupadas de “cómo defender mejor a las personas”, que de “cómo gobernarlas mejor”.
Por lo mismo, los derechos consagrados en las Constituciones Humanistas tienen
una eficacia horizontal, no sólo exigibles frente al Estado sino que también respecto de
cualquier otra persona.
Por último, bajo este prisma, los textos fundamentales siguen teniendo una
posición de preeminencia normativa frente a las demás normas internas, pero quedan
sujetas a las limitaciones propias que signifique el respeto por los derechos
fundamentales que emanen de la naturaleza humana, especialmente aquellos
consagrados a nivel de Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos.
En este contexto, la idea de una “Constitución Humana” involucra por lo tanto, el
cumplimiento de ciertos parámetros ideales que le permitan a una Carta Fundamental ser
justo acreedor de semejante denominación.
Es el profesor Miguel Angel Fernández quien mejor sintetiza este cambio, y lo
refleja en el siguiente cuadro explicativo:
Supremacía : Formal sobre las normas estatales Formal y material sobre toda conducta
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Concepto
Esta idea supone que el poder constituyente tiene por objeto dar vida, producir
(“constituir”) una sociedad política organizada. Esta noción está ligada con las
concepciones contractualistas del origen del Estado (Hobbes, Locke, Rousseau, Kant),
según las cuales éste no emerge como algo natural o como un mero hecho de fuerza
(teorías naturalistas y realistas, respectivamente), sino por un acto voluntario donde
participan todas las personas o ciudadanos.
De esta forma, el poder constituyente tiene una función mucho más compleja que
la mera redacción de la Constitución, sino que da origen a la sociedad que se verá
regulada por tal Constitución.
Así entendido el poder constituyente, éste solo puede recaer en la base social
que da vida a esta nueva organización, o sea en el pueblo. No hablamos
necesariamente de legitimidad, sino de argumentos lógicos: solo el pueblo puede dar
vida a su propia organización.
Esta mirada sobre el poder constituyente lo entiende como aquella función del
Estado que le corresponde la creación (o generación) de la Constitución Política, o bien
su modificación (reforma).
Desde esta perspectiva, el poder constituyente sólo tendría una atribución
normativa, como es la de dictar o reformar una Constitución. Así como el poder
legislador legisla, o sea, aprueba leyes, el poder constituyente aprueba constituciones.
Así entendido el poder constituyente, puede ser clasificado en Poder
constituyente originario y Poder constituyente derivado.
Clasificación
Como se dijo, esta clasificación parte de la base que estamos hablando del
Poder Constituyente Constitucional.
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c) Debe ser fiel a la tradición cultural del pueblo, de modo de no imponer un modelo
que no se ajuste a la historia o al sentir del mismo.
Sobre este poder, la definición es más clara y menos discutida: es aquel poder
encargado de modificar o reformar la Constitución Política. A diferencia de la anterior, el
ejercicio de esta función sí está regulado en las Cartas Fundamentales.
Normalmente –en un sistema democrático- esta función recae en los órganos co-
legisladores (Parlamento y Ejecutivo).
Aun cuando la noción de poder constituyente derivado ofrece menos dificultades
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que la del poder constituyente originario, hay quienes sostienen con buenos argumentos
que, en rigor, el poder constituyente derivado es un poder constituido. Y esto, por cuanto
quien lo ejercerá, o sea, quien reformará la constitución será el ente u órgano que haya
definido el poder constituyente originario. Si entendemos de este modo la dinámica del
poder constituyente, el único que puede calificarse como tal sería el originario, ya que el
derivado es, como se dijo, poder constituido.
Si bien se discute si el poder constituyente originario está sometido a límites o no,
dicha discusión no existe a propósito del poder constituyente derivado. Esto último en
atención a que siempre el poder constituyente derivado está sometido a un límite formal:
y es que sólo podrá modificar la constitución de acuerdo al procedimiento y a los quóra
que hayan quedado establecidos en la Constitución. No es posible modificar la Carta
Fundamental si no se respetan las normas pre establecidas en ella.
De esta forma, si se cree que el poder constituyente originario está sometido a
los tres límites antes analizados (marco de su función, derechos y cultura), entonces el
poder constituyente derivado tendría cuatro límites (los mismos del originario, más el
procedimiento de reforma). Si, en cambio, se sostiene que el poder constituyente
originario no está sometido a límites, entonces el poder constituyente derivado sólo
estaría restringido por el procedimiento de reforma.
Por último, es necesario aclarar dos puntos más.
En primer lugar, se debe mencionar que, dentro de las reformas de la
Constitución, existen tres clases:
- Las reformas de adición: se agrega una norma nueva a la Constitución.
- Las reformas de enmienda: se sustituye una norma constitucional por
otra.
- Las reformas derogatorias: se elimina una norma constitucional de la
Carta Fundamental.
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