Legalidad y Vinculación Positiva PDF
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Revista de Derecho, Vol. VIII, diciembre 1997, pp. 91-96
ESTUDIOS E INVESTIGACIONES
1. INTRODUCCION
El presente tema se encuentra vinculado a nuestra forma presidencialista de gobierno. Como se sabe,
estas formas de gobierno son derivadas de la idea matriz del sistema presidencial de Estados Unidos, y
se diferencian de este en relación a las prerrogativas y atribuciones del Poder Ejecutivo, que en el caso
presidencialista se ven claramente fortalecidas. Por esta razón, los espacios de discrecionalidad -v. gr.
atribuciones exclusivas- de los presidentes latinoamericanos son mayores. En este sentido, no obstante
primar la vinculación positiva, se vislumbran en estos sistemas constitucionales los llamados espacios
jurídicos vacíos, donde tiene preponderancia la vinculación negativa, debido especialmente a la fuente
dualista de legitimidad tanto del Ejecutivo como del Legislativo. Fundamento que en ningún caso
significa una traición a los principios democráticos, ya que las realidades político y sociales, donde se
aplican estos criterios, requieren de ciertas medidas de discrecionalidad, especialmente en lo relativo a
las prerrogativas presidenciales.
De esta forma, lo que se comprende en este análisis es la actuación de un Órgano Ejecutivo que
cuenta con importantes atribuciones y facultades, las cuales, traducidas a la vigencia de un Estado de
Derecho, requieren necesariamente la sujeción integral a Derecho en cuanto a su existir y obrar. Es lo
que se denomina principio de legalidad o juridicidad.
Por otro lado tenemos el sistema parlamentario, donde la legitimidad monista del Parlamento -sistemas
parlamentarios, racionalizados o no- lo transforman en único órgano dotado de respaldo electoral
directo, como punto de arranque de todo posterior desenvolvimiento institucional, y la ley, obra del
Parlamento, no es sólo "límite" sino, antes bien, principio y fundamento, "presupuesto" legitimador de
la actuación de los demás poderes. Conforme a ello, el principio de legalidad es principio de vinculación
positiva, de tal modo que los demás poderes del Estado sólo pueden obrar con el respaldo de una
previa base legal.
En consecuencia, según sea la forma de gobierno, el papel "legitimador" de la ley es mayor o menor,
ya sea que provenga de un sistema monista -que legitima a los demás poderes del Estado,
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Las relaciones entre Estado y Derecho ponen en conexión dos términos fundamentales de la teoría
jurídica del Estado, tratando con ello de expresar la relación de subordinación en que se encuentra el
primero de ambos términos respecto del segundo.
"Concretamente, puesto que estas son las ideas matrices de aquel espíritu inicial, el Estado de Derecho
debe traducir en sus estructuras, cuanto menos, los presupuestos siguientes:
1) Una profunda convicción sobre la identidad sustancial y última de todos los seres humanos y, en
consecuencia, sobre la necesidad de proclamar y garantizar la dignidad y la libertad -las libertades-
inherentes al individuo.
Por su parte, nuestra Carta Fundamental en su Capítulo Primero, relativo a "Las bases de la
Institucionalidad ", consagra los principios básicos, fundamentales o esenciales que son el cimiento y
estructura de todo el ordenamiento público, es decir, en él se contienen los principios fundamentales
del Derecho Público chileno.
Analizando el artículo 6° (inc. 1°) de la Constitución , se desprende que los órganos del Estado deben
someter (sujeción) su acción a ella y a las normas dictadas en su conformidad (incluidas sentencias,
actos y contratos administrativos, actos contralores, etc.). En este sentido debe existir un fundamento
previo y necesario de una determinada acción por parte de los órganos del Estado, es decir, estamos
hablando del clásico principio de legalidad.
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"Por principio de legalidad debe entenderse la vinculación de los diferentes poderes del Estado a la ley;
a esa ley que ha sido elaborada por la representación popular asentada en el Parlamento. Sólo en su
referencia a dicha norma encuentran, pues, tales poderes la condición -entendida aquí, en su doble
acepción, a la vez como "fundamento" y como "condicionamiento"- de su capacidad de actuar.
De este modo, el principio de legalidad es, al mismo tiempo: 1) un principio de legitimidad, en cuanto
que su actuación queda apoyada así en un Derecho democráticamente consentido, y 2) un principio de
limitación formal o jurídica, en cuanto que su actividad halla en dicho Derecho la frontera del obrar
legítimo"3. Es decir, en el primer caso estamos hablando del criterio de vinculación positiva y en el
segundo sobre la vinculación negativa.
Si bien es cierto que en última instancia, tanto en los actos reglados como en los discrecionales, el
Presidente de la República tiene su principio legitimador en la Constitución (Art. 32) -primando la
vinculación positiva-, existen atribuciones del Presidente, especialmente en lo discrecional, donde la
Ley Suprema además de actuar como principio legitimador, se presenta como una limitación jurídica
frente a los actos del Ejecutivo, y es precisamente en este último aspecto donde tendría lugar el
criterio de vinculación negativa. Para llegar a esta conclusión, es necesario analizar algunos ejemplos
contenidos en la Carta Fundamental.
Este sistema -de vinculación negativa- permite y casi exige la identificación de la ley como límite
impuesto al poder por la representación social en sectores (libertades, tributos, propiedad...)
fundamentales para esa sociedad misma y, por tanto, como ley material identificada con dichos
contenidos. Supone la existencia, por consiguiente, al lado de esos contenidos propios de la ley, de
espacios exentos de ley, ocupables con toda legitimidad y autonomía por los demás poderes. Como
resultado de ello, posibilita la aparición de figuras difícilmente justificables en otro contexto: como, por
ejemplo, el reconocimiento de "actos políticos " naturalmente discrecionales para el poder, es decir, no
sometibles a juicio de legalidad entre los jueces; o como la aceptación de la existencia de reglamentos
independientes o autónomos no apoyados en ley previa y, sin embargo, con eficacia ad extra en la
normación de las conductas de los ciudadanos5.
materias y de determinado modo, nada más. El problema que la existencia de Constitución dejaba
abierto, la limitación de la potestad legislativa, se afronta por la vía indirecta del concepto de ley, que
se convierte así en el primer ariete contra la soberanía parlamentaria. A su vez, es el fundamento de
nuestro sistema presidencialista, corroborado en el artículo 60 de la Carta , el que señala, "sólo son
materias de ley:...".
En resumidas cuentas -como expresa Francisco Rubio Llorente-6, en un Estado Social y Democrático de
Derecho es más posible la construcción de un concepto formal de ley -como ocurre por ejemplo en
España-, y en la configuración de un Estado liberal de Derecho, es más posible la construcción de un
concepto material de ley, como ocurre en nuestro país. Conclusión que concuerda con nuestro sistema
constitucional, basado precisamente en un Estado Constitucional de Derecho -como forma del Estado
Liberal de Derecho-, y en una construcción fundamentada en el concepto material de ley. Este último
concepto limita el accionar del Poder Legislativo fijando los criterios fundamentales en cuanto a qué
materias son legislables, quedando espacios vacíos de ley, donde el Ejecutivo se encarga de llenarlos.
II) Como segunda consecuencia, está lo relativo a la potestad reglamentaria autónoma del Presidente
de la República , en donde puede "ejercer la potestad reglamentaria en todas aquellas materias que no
sean propias del dominio legal " (Art. 32 N° 8 de la Constitución ). Es decir, es el típico reglamento
independiente o autónomo, ya que no se apoya en ninguna ley previa.
Esta potestad reglamentaria autónoma no emana de una habilitación legal sino que constitucional y,
como tal, no existe ley que pueda vulnerar -en ausencia de ley no puede haber ilegalidad-; por lo cual,
en este aparente espacio jurídico vacío, el Jefe de Estado no puede cometer un acto de ilegalidad sino
solamente de inconstitucionalidad, es decir, violando su fuente habilitante constitucional. Frente a esta
situación, los sistemas de control, ya sea la Contraloría General de la República y especialmente el
Tribunal Constitucional (Art. 82 N° 5 y N° 12 de la Constitución ), velarán por la constitucionalidad de
dicha facultad presidencial.
4. CONCLUSIONES
1) Recapitulando, digamos que el enfoque o approach sobre el Estado de Derecho nos ha permitido ir
desentrañando otros conceptos directamente vinculados a él, tales como el principio de legalidad y los
criterios de vinculación positiva y negativa. Por esta razón, el concepto de ley se encuentra muy
relacionado con la evolución del constitucionalismo y del propio Estado de Derecho.
2) De esta manera llegamos al tema de las formas de gobierno y las fuentes de legitimidad de los
poderes del Estado. En este sentido, nuestro país, basado en un fuerte presidencialismo, presenta
características determinadas en cuanto al tipo de Estado de Derecho, al concepto de ley y su
vinculación de los poderes del Estado, especialmente lo relativo al Poder Ejecutivo.
3) En efecto, nuestra Carta Fundamental establece un Estado Constitucional de Derecho -Forma del
Estado liberal de Derecho-, el concepto de ley material y la vinculación positiva. Todas ellas
justificativas de su fuerte presidencialismo.
4) Avalando lo anterior, pero a su vez contradiciendo el criterio fundamental -de vinculación positiva-,
se da la existencia de la vinculación negativa en la Constitución. Como se ha mencionado, si bien es
cierto que en última instancia tanto en los actos reglados como en los discrecionales el Presidente de la
República desprende su principio legitimador de la Ley Suprema (Art. 32) -primando la vinculación
positiva-, posee atribuciones, especialmente en lo discrecional, donde el Texto Superior además de
principio legitimador actúa como limitación jurídica frente a los actos del Ejecutivo, dando cabida, de
acuerdo a nuestro razonamiento, a la vinculación negativa.
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7) Lo que da lugar a figuras muy poco justificables con el Estado de Derecho, tales como los actos
políticos o de gobierno y el típico reglamento independiente o autónomo -que no se apoya en una ley
previa-, los que presentan ciertos problemas en cuanto a su control por parte de los órganos
jurisdiccionales. Por ejemplo, en el caso del ejercicio por parte del Presidente de la potestad
reglamentaria autónoma. En efecto, no obstante su fidelidad con el ordenamiento jurídico -su
constitucionalidad-, podría revestir en ciertos casos de arbitrariedad -nunca de ilegalidad, ya que su
fuente habilitante no es la ley sino la Constitución- en su aplicación hacia los administrados; en dicha
circunstancia, se podría recurrir al control Jurisdiccional mediante el ejercicio de la acción constitucional
de protección (Art. 20 de la Carta Estatal ), a fin de que los Tribunales tomen las medidas necesarias,
para asegurar el imperio del derecho y la debida protección o amparo del afectado."En torno a este
último aspecto, los publicistas del tema afirman que en la historia fidedigna del establecimiento de la
norma en estudio no existen mayores antecedentes que precisen el sentido y alcance de dichas
expresiones, por lo que recurriendo a los principios generales estiman que presentando ambos
vocablos una raíz común -implicar una contrariedad a derecho- la ilegalidad tendría cabida en la
actividad reglada de la Administración y la arbitrariedad en la actividad discrecional"7. Lo que en la
práctica se traduce en serias dificultades al recurrente para probar dicha arbitrariedad, y en última
instancia, de poder obtener la debida protección de sus derechos con el ejercicio de dicha acción
constitucional.
9) Por último, nos interesa dejar constancia que en la presente exposición se ha realizado una
distinción entre Estado de Derecho y Estado Democrático, ambos conceptos precisamente no
coincidentes en nuestro Ordenamiento Constitucional -ni en la doctrina-. No es misterio para nadie
constatar la existencia de elementos no democráticos en la Constitución , los que distorsionan
claramente la expresión de la voluntad popular. Como sabemos, el concepto de Estado de Derecho es
inacabado, perfectible y esencialmente evolutivo; por esta razón, la forma actual en que se ha
consagrado en la Ley Fundamental , no es definitiva, esperando que en una posterior evolución del
mismo, se dé un mayor énfasis en lo social y democrático. Pero en todo caso, no se pone en duda la
vigencia -aunque relativa- en nuestro país de un Estado de Derecho.
NOTAS
1 Garrorena Morales, Angel, El Estado español como Estado social y democrático de Derecho. Cuarta
reimpresión, Editorial Tecnos, S.A., Madrid, 1991, pp. 159 y 160.
2 Soto Kloss, Eduardo, Derecho Administrativo. Bases Fundamentales. Editorial Jurídica de Chile,
Santiago, 1996, Tomo II, p. 24.
6 Rubio Llorente, Francisco, La forma del poder (Estudio sobre la Constitución ), Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1993.
7 Silva Cimma, Enrique, Derecho Administrativo Chileno y Comparado, primera edición, Editorial
Jurídica de Chile, Santiago, 1994, p. 202.
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