Unidad N.º 1:: Biología

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Biología

UNIDAD N.º 1:

PRINCIPIOS UNIFICADORES DE LA BIOLOGÍA MODERNA

Los fundamentos de la biología moderna incluyen no solamente la evolución, sino también otros tres principios que
se encuentran tan bien establecidos, que los biólogos raras veces los discuten. Uno puede leer la vasta literatura
biológica actual sin que se mencione a ninguno de ellos, pero es imposible comprender las ideas o los datos de la
biología contemporánea sin estar enterado de su existencia. Estos principios, al igual que la evolución, se discutirán
con mayor detalle en el curso de este texto y reaparecerán como temas centrales, pero deben tenerse en cuenta
desde el inicio.

Todos los organismos están formados por células

Uno de los principios fundamentales de la biología es que todos los organismos vivos están compuestos de una o
más unidades similares conocidas como células. Este concepto es de importancia central y tremenda en la biología,
porque coloca el énfasis en la uniformidad básica de todos los sistemas vivos. Por tanto, concede un fundamento
unitario a estudios muy diversos a relativos a muchos tipos diferentes de organismos.

La palabra "célula" fue usada por primera vez en un sentido biológico hace aproximadamente 300 años. En el siglo
XVII, el científico inglés Robert Hooke, usando un microscopio fabricado por él mismo, notó que el corcho y otros
tejidos vegetales están constituidos por pequeñas cavidades separada por paredes. Llamó a estas cavidades
“células", queriendo significar "habitaciones pequeñas”. Sin embargo, célula no adopto su significado actual a
unidad básica de materia viva, hasta unos 150 años después.

En 1838, Matthias Schleiden, un botánico alemán, llegó a la conclusión de que todos los tejidos vegetales consisten
en masas organizadas de células. Al año siguiente, el zoólogo Theodor Schwann extendió las observaciones de
Schleiden a los tejidos animales y propuso una base celular para toda forma de vida. En 1858, la idea de que todos
los organismos vivos están compuestos de una o más células adquirió un significado aún más amplio cuando el gran
patólogo Rudolf Virchow generalizó que las células pueden surgir solamente de células preexistentes: "Donde existe
una célula debe haber habido una célula preexistente, así como un animal surge solamente de un animal y una
planta surge solamente de una planta... A través de toda la serie de formas vivas, sean organismos animales o
vegetales enteros, o sus partes componentes, gobierna una ley de desarrollo continuo".

Desde la perspectiva dada por la teoría de la evolución de Darwin, publicada en el año siguiente, el concepto de
Virchow toma aun mayor significación. Hay una continuidad ininterrumpida entre las células modernas, y los
organismos que ellas componen, y las células primitivas que aparecieron por primera vez sobre la Tierra hace más
de tres mil millones de años.
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Fig. I-12. A) Dibujos de Rober Hooke de dos cortes de un trozo de corcho, reproducidos de su
Micrographica, publicada en 1665 y b) una fotomicrografía electrónica de barrido de un corte de corcho. Hooke fue el
primero en utilizar la palabra “células” para describir los minúsculos compartimientos que en conjunto constituyen un
organismo. Las células de estos trozos de corcho han muerto; todas las que se ven constituyen las paredes externas. Como
veremos en capítulos siguientes, la célula viva está llena de una variedad de sustancias, organizadas en estructuras
distintas y que desarrollan una multitud de procesos esenciales.

Todos los organismos obedecen a las leyes de la Física y de la Química

Hasta hace bastante poco tiempo, muchos biólogos prominentes creían que los sistemas vivos son
cuantitativamente diferentes de los sistemas no vivos, y que contienen dentro de sí un "espíritu vital" que los
capacita para desempeñar actividades que no pueden ser llevadas a cabo fuera del organismo vivo. Este concepto se
conoce como vitalismo, y a quienes lo proponen, como vitalistas.

En el siglo XVII, los vitalistas tuvieron oposición por parte de un grupo conocido como mecanicistas. El filósofo
francés René Descartes (1596-1650) fue un destacado proponente de este punto de vista. Los mecanicistas
comenzaron mostrando que el cuerpo trabajaba esencialmente de la misma manera que una máquina; los brazos y
piernas se movían como palancas, el corazón como una bomba, los pulmones como fuelles y el estómago como un
mortero con su mano. Aunque estos modelos mecánicos simples eran de utilidad para la comprensión del
funcionamiento del cuerpo animal, para el siglo XIX el debate acerca de las características distintivas de los sistema
vivos había progresado más allá. El argumento se centró ahora en si la química de los organismos vivos estaba
gobernada o no por los mismos principios que la química realizada en el laboratorio. Los vitalistas sostenían que las
operaciones químicas llevadas a cabo por los tejidos vivos no podían desarrollarse experimentalmente en el
laboratorio, y clasificaban las reacciones en dos categorías: "químicas" y "vitales". Sus nuevos opositores, conocidos
como reduccionistas (dado que creían que las operaciones complejas de los sistemas vivos podían reducirse a otras
más simples y más fácilmente comprensibles), lograron una victoria parcial cuando el químico alemán Friedrich
Wöhler (1800-1882) convirtió una sustancia "inorgánica" (cianato de amonio) en una sustancia orgánica conocida
(urea). Por otra parte, los alegatos de los vitalistas estaban apoyados por el hecho de que, a medida que el
conocimiento químico mejoraba, en los tejidos vivos se encontraron muchos compuestos nuevos que nunca habían
sido vistos en el mundo no vivo o inorgánico.

A fines del siglo XIX el principal vitalista era Louis Pasteur, quien sostenía que los cambios que tenían lugar cuando el
jugo de fruta se transformaba en vino eran "vitales" y podían ser llevados a cabo sólo por células vivas, las células de
levadura. A pesar de muchos avances en la química esta etapa de la controversia duró hasta casi terminar el siglo.
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Sin embargo, en 1898 los químicos alemanes Edward y Hans Büchner mostraron que una sustancia extraída de las
levaduras podía producir fermentación fuera de la célula viva. (A esta sustancia se le dio el nombre de enzima, de
"zyme", la palabra griega que significa "levadura" o "fermento".) Se demostró que una reacción "vital" era química, y
el asunto fue finalmente dejado de lado. En la actualidad se acepta generalmente que los sistemas vivos "obedecen"
a las reglas de la química y la física, y los biólogos modernos ya no creen en un “principio vital”.

La comprensión acerca de que los sistemas vivos obedecen a las leyes de la física y la química abrió una era nueva
en la historia de la biología. Se estudió un número creciente de organismos desde el punto de vista de su
composición química y de las reacciones químicas que tenían lugar dentro de sus cuerpos. Estos estudios, que
continúan actualmente a un ritmo extraordinario, han producido una gran cantidad de información y proveen de un
fundamento esencial a la biología contemporánea. Tal vez, la prueba mayor ocurrió hace aproximadamente 40 años.
Una de las características más sorprendentes de los seres vivos es su capacidad para reproducirse, para generar
copias fieles de ellos mismos. Aproximadamente en 1950 se mostró que esta capacidad residía en un tipo único de
molécula química, el ácido desoxirribonucleico (DNA). La carrera para descubrir la estructura de esta molécula
comenzaba, y la pregunta en la mente de todos era si la estructura de esta molécula "simple" podría explicar los
misterios de la herencia o no.

Todos los organismos requieren energía

Entre las leyes de la física que son pertinentes a la biología están las leyes de la termodinámica. Establecen
simplemente que (1) la energía puede cambiar de una forma a otra, pero no puede ser creada ni destruida, o sea, la
energía total del universo permanece constante; y (2) todos los fenómenos naturales proceden de modo tal que las
concentraciones de energía tienden a disiparse o volverse aleatorias. Un objeto calentado, que es un ejemplo de
energía concentrada, pierde su calor hacia el entorno.

Un sistema vivo, que es una concentración de energía de otra clase, puede mantenerse frente a esta tendencia
solamente por un ingreso constante de energía. Los organismos vivos son expertos en la conversión energética. La
energía que ingresa ya sea en la forma de luz solar o de energía química almacenada en los alimentos, es
transformada y usada por cada célula individual para hacer el trabajo celular. Este trabajo incluye el dar energía no
sólo para los numerosos procesos que constituyen las actividades del organismo. sino también para la síntesis de
una enorme diversidad de moléculas y estructuras celulares. En el curso del trabajo celular, la energía puede
transformarse ulteriormente en energía cinética, en energía térmica o de nuevo en energía luminosa. Esta
finalmente se disipa y el organismo debe incorporar más energía.

Este flujo de energía es la esencia de la vida. Puede comprenderse mejor a una célula como un complejo de sistemas
para transformar energía. En el otro extremo de la escala biológica, la estructura de la biosfera, o sea, la totalidad
del mundo vivo está determinada por los intercambios de energía que ocurren entre los grupos de organismos que
se encuentran en ella. De modo similar, la evolución puede ser vista como una competencia entre organismos para
el uso más eficiente de los recursos energéticos.

LAS FORMAS DE VIDA

Una de las principales consecuencias de la competencia evolutiva es una increíble diversidad en el mundo vivo. Se
estima que compartimos este planeta con más de cinco millones de especies diferentes de organismos. El
organismos diferentes exhiben una gran variedad en la organización de cuerpos, en sus patrones de reproducción,
crecimiento y desarrollo, y en su comportamiento.

A pesar de la aparentemente abrumadora diversidad de organismos vivos, es posible agruparlos de modo que
revelen no sólo patrones de similitudes diferencias, sino también relaciones históricas entre los diferentes grupos.
En la Sección 4 consideraremos estos patrones y relaciones en detalle. Antes de llegar a la Sección 4, sin embargo,
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encontraremos una maravillosa variedad de organismos. Así, será útil enterarse de la existencia de las cinco grandes
categorías o reinos en que agrupamos los organismos en este texto.

El primero de éstos, que incluye las formas de vida más antiguas que aparecieron en este planeta, según se conoce,
es el reino de las Monera. Comprende a los organismos más pequeños y simples, las bacterias y sus parientes (fig. 1-
15a). Cada individuo consiste en una sola unidad estructural: una célula. Este grupo de organismos unicelulares
constituye los procariotas. El vocablo "procariota" significa "antes del núcleo” y se refiere a la organización interna
de las células que no tienen ni un núcleo claramente definido ni otras estructuras que puedan encontrarse en todos
los otros tipos de células. Los primeros procariotas hicieron su aparición al menos hace 3.500 millones de años,
cuando la Tierra era muy distinta del planeta verde que conocemos actualmente, y los procariotas fueron sus únicos
habitantes durante más de 2.000 millones de años.

La segunda categoría importante se conoce como el reino de los Protistas. Los Protistas también están constituidos
en su mayoría por una sola célula, pero las células son estructuralmente muy diferentes de los procariotas. Se los
conoce como eucariotas, los cual significa "con núcleos verdaderos". Las células de todos los organismos de los otros
tres reinos también son eucariotas. Muchos biólogos creen que la transición de una célula procariótica a una
eucariótica fue el hecho más grande y significativo en la historia de la vida, sólo superado en importancia biológica
por la primera aparición de sistemas vivos. Los Protistas son un conjunto extremadamente variado de organismos
(fig. 1 15b) y este reino incluye las células estructuralmente más complejas y versátiles.

Fig. 1-15. a) Los organismos vivos más pequeños y


numerosos que se conocen en la biología son los procariotas, que incluyen las bacterias y las formas íntimamente
relacionadas. A pesar de su pequeño tamaño, las bacterias. al igual que todos los seres vivos, están altamente organizadas
y contienen una variedad de estructuras. Neisseria gonorrhoeae (esferas oscuras), el agente causante de la gonorrea se
muestra aquí ingerido por leucocitos. b) Aunque significativamente más complejos que los procariotas, los protistas
generalmente son bastante pequeños. Esta gota de agua, tomada de un lago de agua dulce, contiene al menos cuatro
tipos diferentes de protistas. El organismo brillante, amarillo verdoso, es un alga, que elabora su propio alimento por
fotosíntesis. Los organismos azules de mayor tamaño son protozoarios: se alimentan de bacterias y de algas.

Ejemplos de Protistas son las amebas, los paramecios y las diversas formas de algas.

El tercer reino está constituido por los hongos, que incluyen organismos tales como los mohos, las levaduras y las
setas (fig. 1-16). Su modo de existencia es muy distinto del de todos los otros seres vivos. Los hongos digieren
macromoléculas complejas, que pueden encontrar en el suelo, el agua, el algodón, el cuero o aun sobre la superficie
de la piel humana, convirtiéndolas en moléculas más pequeñas. Luego absorben estas moléculas más pequeñas en
sus cuerpos, compuestos típicamente por masas de finos filamentos, la superficie de los cuales están en contacto
directo con la fuente de nutrición.
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Fig. 1-16. Esta seta, que crece en el piso de un bosque, es la estructura reproductiva
de un hongo. La mayor del cuerpo del hongo está formada por filamentos subterráneos a través de los cuales se absorben
los alimentos.

Los otros dos reinos son por supuesto las plantas y los animales: Plantae y Animalia. Las plantas se definen más
concisamente como organismos multicelulares que toman la energía de la luz solar. Luego transforman esta energía
en las moléculas complejas que constituyen sus cuerpos. Estas moléculas, que incluyen azúcares, proteínas y
aceites, son las fuentes energéticas para la vida animal.

El quinto reino, los animales, incluye aquellas formas de vida que son multicelulares y dependen de otras formas,
principalmente plantas u otros animales, para su mantenimiento (fig. 1 - 18). Desde nuestro punto de vista
antropocéntrico, animal habitualmente significa mamífero, pero, en realidad, la mayoría de los animales son
invertebrados. Más de un millón y medio de tipos diferentes de animales han sido registrados, de los cuales el 95%
son invertebrados y más de un millón insectos.

En poco más de un siglo, nuestro conocimiento de la diversidad de los organismos, pasados y presentes, de los
procesos que ocurren dentro de sus cuerpos y de las interrelaciones entre ellos ha sobrepasado rápidamente al
obtenido en todos los siglos previos del conocimiento humano. Esta explosión del conocimiento, que continúa a un
ritmo aún más acelerado, es la consecuencia directa de una forma particular de estudio que nosotros llamamos
ciencia (del latín scientia, "conocimiento").

Fig. I-18. Entre los animales, los insectos son notables por su número y
variedad. Una de las principales razones de su éxito, biológicamente hablando, es la diversidad de sus estilos de vida. Éste
es un coleóptero cetónico, habitante de las selvas tropicales de África Occidental. Nótense sus patas provistas de púas,
alzadas en actitud defensiva. Se cree que los adultos de esta especie se alimentan del polen y del néctar de las flores.
Depositan los huevos en maderos podridos y allí se desarrollan las larvas (insectos inmaturos).

LA NATURALEZA DE LA CIENCIA

La ciencia, la biológica u otra, es una manera de investigar principios de orden. El arte es otra forma, al igual que la
religión y la filosofía. La ciencia difiere de ésta, en que limita su búsqueda al mundo natural, el universo físico.
También, y tal vez más significativamente, difiere de ellas en el valor central que da a la observación (en particular
esa clase estructurada de observación que se llama experimentación). Los científicos inician su investigación
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acumulando datos (evidencias) y tratando de encuadrar estos datos en sistemas ordenados, esto es, esquemas
conceptuales que organizan los datos de un modo significante. Acumular y ordenar datos no son dos pasos, ocurren
simultáneamente. O por decirlo de otro modo, la acumulación de datos es llevada a cabo por los científicos como
una manera de responder una pregunta o apoyar o rechazar una idea. Los datos pueden ser generados por la
observación sistemática, incluyendo experimentos deliberados y planeados (de los cuales veremos muchos ejemplos
en los capítulos siguientes); también den ser espigados retrospectivamente cuando se vuelve a evaluar una
observación sistemática anterior o una información verificable registrada por otro (Darwin, al igual que muchos
biólogos antes y después, hizo uso copioso del todos estos métodos.)

Los grandes descubrimientos en la ciencia no son simplemente la adición de datos nuevos, sino la percepción de
nuevas relaciones entre los datos disponibles, en otras palabras, el desarrollo de ideas nuevas. Las ideas de la
ciencia se clasifican en categorías, las cuales, en orden ascendente de validez, son: hipótesis, teorías, y principios o
leyes. En una posición inferior a la de la hipótesis en la escala está la corazonada, o conjetura informada, que es la
forma en que comienza la mayoría de las hipótesis. Un presentimiento se transforma en una hipótesis -y, por tanto,
en una idea que puede ser investigada científicamente- cuando y sólo cuando se expresa de modo tal, que sea
potencialmente verificable, aun cuando la verificación no pueda hacerse de inmediato. La verificación de una
hipótesis a menudo puede hacerse rápidamente, pero en algunos casos, por necesidad, sufre una larga demora. Por
ejemplo, algunas hipótesis corrientes sobre las interacciones que determinan la estructura de las selvas tropicales
no pueden ser verificadas hasta que una cantidad mucho mayor de datos haya sido reunida por los biólogos que
trabajan en el tema. Asimismo, existían varias hipótesis respecto a la organización de la célula, que no pudieron
verificarse hasta que se inventó el microscopio electrónico.

En algunos casos, una hipótesis puede someterse a prueba directamente. Por ejemplo, se puede determinar si las
orugas son repelidas por una sustancia determinada extrayendo esa sustancia de las hojas a las que protegen, según
la hipótesis, de la depredación por las orugas.

Este tipo de prueba frecuentemente implica un experimento controlado, en el cual dos grupos de organismos (o
células) se exponen a condiciones idénticas en todos los aspectos, excepto aquel que está siendo verificado. A
menudo, sin embargo, las pruebas más importantes de una hipótesis son indirectas. Una suposición básica de la
ciencia es que el universo es uniforme y que sus partes componentes actúan y se afectan entre sí de un modo
comprensible y fácil de predecir. Una parte esencial de la prueba de una hipótesis es la deducción lógica acerca de
que otras cosas podría correcta. La deducción constituye una predicción de lo que tendrían que observarse si la
hipótesis fuera correcta e indica el tipo de datos que se necesita reunir a fin de verificarla.

Aunque una prueba de predicción fundamental puede demostrar que una hipótesis es falsa o puede indicar que
debe ser modificada, una prueba de este tipo nunca puede confirmar claramente, de una vez por todas, que una
hipótesis sea verdadera, simplemente porque no podemos estar nunca seguros que hemos examinado toda la
evidencia relevante. Sin embargo, repetidas pruebas exitosas de una hipótesis, ya sea directamente o en
consecuencias que ocurrirán si la hipótesis fuese correcta, proporcionan una evidencia poderosa en favor de la
hipótesis.

Cuando un científico ha reunido datos suficientes para apoyar una hipótesis determinada, él o ella comunican los
resultados a otros científicos; esta comunicación por lo común se lleva a cabo en una reunión científica (tal como la
reunión en la que se leyeron los trabajos de Darwin y de Wallace) o en una publicación científica, como una revista o
un libro (por ejemplo, El origen de las especies). Si los datos son suficientemente interesantes o la hipótesis es
importante, las observaciones o experimentos serán repetidas en un intento para confirmarla, negarla, o ampliarla.
En consecuencia, los científicos siempre comunican los métodos que usaron para reunir y analizar sus datos, así
como sus conclusiones.

Cuando una hipótesis de importancia amplia y fundamental ha sobrevivido a un número de pruebas


independientes, que implican una diversidad de datos, generalmente se la llama teoría. Así, en ciencia, una teoría
tiene un significado un poco diferente de la palabra "teoría" en el uso común, en el cual "sólo una teoría" lleva
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consigo la implicación de un vuelo de la imaginación, un presentimiento o una noción abstracta, antes que una
proposición cuidadosamente formulada y bien probada. Una teoría que ha resistido repetidas pruebas durante un
período dado se eleva al status de ley o principio, aunque no siempre se lo identifique como tal. La "teoría de la
evolución", que ha sido verificada reiteradamente, directa e indirectamente, durante los pasados ciento treinta
años, es un ejemplo de ello; en lo que concierne a los científicos, esta teoría es un principio biológico básico, al igual
que lo es la "teoría celular". Sin embargo, nuestro conocimiento de muchos de los detalles de la estructura y función
celular y de los detalles del proceso evolutivo está en etapa de teoría, o aun de hipótesis.

Dado que el tema de estudio de la biología es enormemente diverso, los biólogos utilizan una amplia variedad de
enfoques en sus estudios. La observación cuidadosa y sistemática, del tipo practicado por los naturalistas del siglo
XIX, entre los cuales se encontraba Darwin, sigue siendo una piedra angular. Actualmente se complementa con un
imponente conjunto de innovaciones tecnológicas que comenzaron con el microscopio. Los procedimientos
experimentales de la química son esenciales para estudiar los procesos fisiológicos que ocurren dentro de los
organismos y de sus células constituyentes. El estudio de poblaciones de organismos y de sus interacciones
dependen del mismo tipo de matemática estadística usado por los economistas, y se intensifica con las
computadoras, que pueden analizar grandes cantidades de datos rápidamente. Determinar el derrotero de la
evolución en el pasado depende no solamente del trabajo de los paleontólogos de campo y de laboratorio, sino
también de las herramientas intelectuales del historiador y del detective de homicidios. Como veremos en el
transcurso de este texto, no hay un método científico" único” en biología; en cambio, hay una multiplicidad de
métodos, y el método particular a ser usado en cada caso es determinado por la pregunta que debe ser contestada.

La ciencia y los valores humanos

La materia prima de la ciencia son nuestros observaciones de los fenómenos del universo natural. La ciencia, a
diferencia del arte, la religión o la filosofía, se limita a lo que puede observarse y medirse y, en este sentido, se la
clasifica correctamente como materialista. Las corazonadas se abandonan, las hipótesis se invalidan, las teorías se
revisan (y ocasionalmente se hacen añicos) pero las observaciones perduran y, más aún, se usan una y otra vez, en
algunas ocasiones de maneras completamente nuevas. Es por esta razón que los científicos acentúan y persiguen la
objetividad. En las artes, por contraste, el énfasis está en la subjetividad, que es la experiencia filtrada a través de la
conciencia del individuo.

Dado el énfasis en la objetividad, los juicios de valor no pueden hacerse en ciencia de la misma manera que dichos
juicios se realizan en filosofía, en religión y en las artes y, de hecho, en nuestra vida cotidiana. Si algo es bueno o
bello o correcto en un sentido moral, por ejemplo, no puede ser determinado por métodos científicos. Dichos
juicios, aunque puedan estar apoyados por un consenso generalizado, no están sujetos a la comprobación científica.

En otras épocas las ciencias, como las artes, eran practicadas por si mismas, por el placer y la excitación y la
satisfacción de la curiosidad insaciable con la que estamos a la vez maldecidos y bendecidos. En el siglo XX, empero,
las ciencias han engendrado una miríada de logros tecnológicos gigantescos: la bomba de hidrógeno, la vacuna
contra la polio, pesticidas, plásticos indestructibles, plantas de energía nuclear, tal vez inclusive maneras de
manipular nuestra herencia genética; pero no nos han dado ninguna pista acerca de cómo usarlos inteligentemente.
Más aun, la ciencia como resultado de estos mismos logros aparece como inmensamente poderosa. Por eso, no
puede asombrar el que mucha gente esté enojada con la ciencia, como lo estaríamos con una autoridad
omnipotente que, aparentemente, tenga poder para cumplir con nuestros deseos, pero se niegue a hacerlo.

La razón de que la ciencia no pueda solucionar los problemas que deseamos es inherente a su propia naturaleza. La
mayoría de los problemas que ahora enfrentamos pueden ser resueltos solamente por juicios de valor. Por ejemplo,
la ciencia nos dio armas nucleares y puede darnos predicciones acerca del grado del daño biológico que puede
causar su uso. Sin embargo, no puede ayudarnos, como ciudadanos, a pesar comparativamente el riesgo de daño de
una guerra nuclear con el deseo de tener una poderosa defensa nacional.
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La ciencia ha producido el conocimiento que hace posible no solamente la construcción de máquinas de diálisis
renal, sino también el reemplazo quirúrgico de un riñón enfermo por uno sano. Sin embargo, hay muchos más
pacientes que necesitan operaciones de trasplante renal, que riñones sanos disponibles para el trasplante. Los
métodos científicos no pueden ayudamos a decidir quién debería estar en la lista de espera para un trasplante de
riñón y quién debería permanecer dependiendo de tratamientos repetidos de diálisis. De modo similar, los
científicos pueden predecir el grado posible de daño a las plantas y animales de un área determinada por el uso de
pesticidas. También pueden predecir la reducción en las cosechas de alimentos o el incremento de la malaria que
ocurriría si los pesticidas se prohibieran. Pero los científicos, en su calidad de científicos, no pueden hacer la elección
de si deben o no usarse los pesticidas.

Es una de las ironías de la así llamada "era de la ciencia y el materialismo" que, probablemente, nunca antes los
hombres y mujeres ordinarios, incluyendo a los científicos, se han enfrentado con tantos dilemas morales y éticos.
En este texto discutiremos algunos de los dilema originados por los logros de ciencia y la tecnología modernas.
Nuestra mayor preocupación, sin embargo, es proveer al lector con el conocimiento biológico necesario para
comprender los datos importantes y que el formule sus propios juicios de valor acerca de los problemas con los que
nos enfrentamos ahora y también nos enfrentaremos en lo por venir.

La ciencia como proceso

Se es afortunado al estar estudiando biología hoy, en lo que podemos considerar su "edad de oro". Nuevas ideas y
descubrimientos inesperados han abierto fronteras excitantes en muchas áreas diferentes: biología celular, genética,
inmunología, neurobiología, evolución, ecología, para no mencionar sino unas pocas. Dado que hay mucho para
contar la mayoría de los textos de biología, y éste no es una excepción, tienden a subrayar lo que se conoce en la
actualidad, antes que lo que no se conoce, o el modo cómo hemos llega do a conocer lo que conocemos. Esta
tendencia, aunque comprensible, distorsiona la naturaleza de la biología y en realidad, de la ciencia en general.

La ciencia moderna no es una acumulación estática de hechos organizados de un modo particular, sino una masa un
poco amorfa de conocimientos que crece constantemente, desarrollando nuevas prominencias y apéndices que no
es posible predecir. También puede cambiar súbitamente su forma total, como lo hizo la biología en el siglo XIX con
la comprensión de la cantidad y diversidad de evidencia que apoyaba a la evolución. La ciencia no es información
contenida en los libros de textos en las bibliotecas o en los centros de obtención de datos, sino un proceso dinámico
que tiene lugar en las mentes de científicos vivos. Nuestro entusiasmo por narrar lo que los biólogos han aprendido
hasta ahora acerca de los organismos vivos, su historia, sus propiedades y sus actividades, no debe convencer al
lector de que todo está sabido. Muchas preguntas aún no tienen respuesta. Lo que es más importante, muchas
buenas preguntas aún no han sido formuladas. Tal vez sea el lector quien las formule.

El lector puede haber sido persuadido de dedicarse al estudio de la biología por los problemas ambientales
cotidianos, o por un deseo de conocer más acerca de los mecanismos de su propio cuerpo, o por un interés en la
ingeniería genética, o en una carrera de medicina, en suma, porque es "relevante". El estudio de la biología es, en
realidad, pertinente a muchos aspectos de nuestra existencia cotidiana, pero no se haga de esto un foco central
cuando se acometa su estudio. Por sobre todas las otras consideraciones, estúdiese biología porque es "irrelevante"
-esto es, estúdiesela por sí misma-, porque al igual que el arte, la música y la literatura, es una aventura para la
mente y un alimento para el espíritu.
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ÁTOMOS Y MOLÉCULAS

Nuestro Universo comenzó, de acuerdo con la teoría actual, con una explosión que llenó todo el espacio, y en la que
cada partícula de materia se alejó rápidamente de toda otra partícula. La temperatura en el momento de la
explosión, entre 10 y 20 mil millones de años atrás, era aproximadamente 100.000.000.000 grados Celsius. A esta
temperatura ni siquiera los átomos podían mantenerse unidos; toda la materia estaba en forma de partículas
elementales subatómicas. Moviéndose a velocidades enormes, aun estas partículas tenían vida efímera y al chocar
con gran fuerza SE aniquilaban unas a otras, creando partículas nuevas y liberando mas.

A medida que el Universo se enfrió, comenzaron a ensamblarse dos tipos de partículas estables que previamente
estaban presentes solo en cantidades relativamente pequeñas. (Para entonces varios cientos de miles de años
después de la Gran Explosión ("Big Bang")), la temperatura había caído a 2.500°C (aproximadamente la temperatura
de un alambre calentado al blanco en una lámpara incandescente). Estas partículas (protones y neutrones son
partículas subatómicas muy pesadas que manteniéndose unidas por fuerzas que aún no se comprenden en su
totalidad, formaron núcleos de átomos. Estos núcleos, con sus protones cargados positivamente, atrajeron a
pequeñas partículas livianas cargadas negativamente, los electrones) que se movían rápidamente alrededor de ellos.
Así aparecieron los átomos.

A partir de estos átomos, desintegrados, formados y vueltos a formar en el curso de varios miles de millones de
años, se formaron todas las estrellas y planetas de nuestro Universo, incluyendo nuestra estrella y nuestro planeta. Y
es a partir de los átomos presentes en este planeta que se plasmaron y evolucionaron los sistemas vivos. Cada
átomo de nuestro propio cuerpo tiene su origen en esta enorme explosión que ocurrió entre 10 y 20 millones de
años atrás. Usted y yo somos carne y sangre, pero también somos polvo de estrellas.

Este libro comienza donde la vida comenzó con el átomo. Al principio, dejando el Universo de lado, parecería que los
átomos inanimados tienen poca relación con la biología, sin embargo, sea paciente. Un examen más atento muestra
que las actividades que asociamos con el estar vivo dependen de las combinaciones e intercambios entre átomos y
que la fuerza que mantiene al electrón unido al núcleo atómico almacena la energía que impulsa a los sistemas
vivos.

ÁTOMOS

Toda la materia, incluyendo los organismos vivos más complejos, está constituida por combinaciones de elementos.
Los elementos son, por definición, sustancias que no pueden ser desintegradas en otras sustancias por medios
químicos ordinarios. La partícula más pequeña de un elemento es un átomo. Hay 92 elementos en la naturaleza y
cada uno difiere de los otros en la estructura de sus átomos (cuadro 1-1).

Los átomos de cada elemento diferente tienen en sus núcleos un número característico de partículas cargadas
positivamente, llamadas protones. Por ejemplo, un átomo de hidrógeno, el más liviano de los elementos tiene un
protón en su núcleo; el número de protones en el núcleo de un átomo cualquiera se llama número atómico. Por
tanto, el número atómico del hidrógeno es 1 y el del carbono es 6.
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Fuera del núcleo de un átomo hay partículas cargadas negativamente, los electrones, que son atraídos por la carga
positiva de los protones. El núcleo de electrones en un átomo iguala al número de protones en su núcleo. Los
electrones determinan las propiedades químicas de los átomos y las reacciones químicas implican cambios en los
números y energía de estos electrones.

Los átomos también contienen neutrones, que son partículas sin carga de aproximadamente el mismo peso que los
protones. Estos también se encuentran en el núcleo del átomo, donde parecen tener un efecto estabilizador. El peso
atómico de un elemento es igual al número de protones más neutrones del núcleo de sus átomos. El peso atómico
del carbono es 12, mientras que el del hidrógeno, que no contiene neutrones, es 1. Los electrones son tan livianos,
en comparación con los protones y neutrones, que su peso habitualmente no se considera. Cuando uno se pesa,
sólo aproximadamente 30 gramos del peso total está integrado por electrones.

Modelos de estructura atómica

El concepto del átomo como unidad indivisible de los elementos data aproximadamente de 200 años. Sin embargo,
nuestras ideas acerca de su estructura han sufrido muchos cambios y pueden seguir sufriéndolos en el futuro. Estas
ideas, o hipótesis, habitualmente se presentan en forma de modelos, al igual que muchas otras hipótesis científica.

En el modelo más primitivo del átomo, que subrayaba su indivisibilidad, se describía al átomo como una bola de
billar. Cuando se tuvo conocimiento de que los electrones podían ser eliminados del átomo, el modelo de la bola de
billar cedió el puesto al modelo del budín de ciruela, en el que los átomos estaban representados por una masa
sólida cargada positivamente, con partículas cargadas negativamente, los electrones, inmersas en ella.
Posteriormente, sin embargo, los físicos encontraron que un átomo es, de hecho, espacio en su mayor parte vacío.
La distancia del electrón al núcleo, según indican los experimentos, es aproximadamente 1.000 veces mayor que el
diámetro del núcleo. Los electrones son tan pequeños que el espacio está casi completamente vacío. Así apareció el
modelo planetario del átomo, que es el más conocido, en el cual los electrones se mueven en órbitas alrededor del
núcleo (fig. 1-3 a). Posteriormente, fue reemplazado por el modelo de Bohr, que recibió este nombre del físico Niels
Bohr. El modelo de Bohr (fig. 1-3 b) remarcaba el hecho de que los diferentes electrones de un átomo tienen distinta
cantidad de energía y están a diferentes distancias del núcleo. Como veremos, ni el modelo planetario, ni el modelo
de Bohr dan un "cuadro" exacto de un átomo, y han sido reemplazados por otro modelo, el modelo orbital. Sin
embargo, el modelo de Bohr puede ayudarnos a comprender ciertas propiedades de los átomos que son de gran
importancia en la química de los sistemas vivos.
Biología

Fig. 1-3. Dos modelos del átomo de carbono: a) el modelo planetario y b) el modelo de
Bohr.

ENLACES Y MOLÉCULAS

Cuando los átomos entran en interacción mutua, de modo que se completan sus niveles energéticos exteriores, se
forman partículas más grandes. Estas partículas constituidas por dos o más átomos como moléculas y las fuerzas
que las mantienen unidas se conoce enlaces. Hay dos tipos principales de enlaces: iónico y covalente.

Enlaces iónicos

Para muchos átomos, la manera más simple de completar el nivel energético exterior consiste en ganar, o bien
perder, uno o dos electrones. Por ejemplo, el cloro (número atómico 17) necesita un electrón para completar su
nivel de energía exterior.

En oposición, el sodio (número atómico 11) tiene un solo electrón en su nivel de energía exterior. Este electrón es
fuertemente atraído por el átomo del cloro y salta del sodio al cloro. Como resultado de esta transferencia, ambos
átomos tienen niveles energéticos exteriores completos y todos los electrones están en el nivel energético más bajo
posible. En el proceso, sin embargo, los átomos originales se han cargado eléctricamente. Los átomos así cargados
se conocen como iones. El átomo de cloro, al haber aceptado un electrón del sodio, ahora tiene un electrón más
respecto al número de protones y es un ion negativamente cargado, el cloruro Cl -Por el contrario, el ion sodio tiene
un electrón menos que el número total de protones y queda positivamente cargado: Na+.

A raíz de sus cargas, los iones positivos y negativos se atraen entre sí. Así, el ion sodio (Na +), con su única carga
positiva es atraído por el ion cloruro (Cl-), con su única carga negativa. La sustancia resultante, el cloruro de sodio
(NaCl), es la sal de mesa común (fig. 1-7). De modo semejante, cuando un átomo de calcio (número atómico 20)
resultante (Ca2+) puede atraer y mantener dos iones Cl-. El cloruro de calcio se identifica en símbolos químicos como
CaCl2, con el subíndice 2 como indicador que están presentes dos iones de cloruro por cada ion de calcio.

Los enlaces que implican la atracción mutua de iones de carga opuesta se conocen como enlaces iónicos. Dichos
enlaces pueden ser bastante fuertes, pero, como veremos en el próximo capítulo, muchas sustancias iónicas se
separan fácilmente en agua, produciendo iones libres. Los iones pequeños, tales Na + y el Cl, constituyen menos del
1% del peso de la mayoría de la materia viva, pero desempeñan papeles centrales. El ion potasio (K +) es el principal
ion con carga positiva en la mayoría de los organismos, y en su presencia puede ocurrir la mayoría de los procesos
Biología

biológicos esenciales. Los iones calcio (Ca2+), potasio (K+) y sodio (Na+) están implicados todos en la producción y
propagación del impulso nervioso. Además, el Ca2+ se necesita para la contracción de los músculos y para el
mantenimiento de un latido cardíaco normal. El ion magnesio (Mg 2+) forma parte de la molécula de clorofila, la
molécula que en las plantas verdes y en las algas atrapa la energía radiante del sol.

Fig. 1-7. a) Los iones con carga opuesta se atraen, como ocurre con los de sodio y cloro
que se representan aquí como esferas. La sal de mesa es cloruro de sodio cristalino, un enrejado de iones Na + y Cl,
alternados, que se mantienen unidos por sus cargas opuestas. Estos enlaces entre iones cargados de manera opuesta se
conocen como enlaces iónicos. b) La regularidad del enrejado se refleja en la estructura de los cristales de sal, aumentada
aquí alrededor de catorce veces.

Enlaces covalentes

Otra forma en la cual el átomo puede completar su nivel de energía exterior es compartiendo electrones con otro
átomo. Los enlaces formados por pares de electrones compartidos se conocen como enlaces covalentes. En un
enlace covalente, el par de electrones compartidos forma un orbital nuevo (llamado orbital molecular) que envuelve
a los núcleos de ambos átomos (fig. 1-9). En un enlace de este tipo, cada electrón pasa parte de su tiempo alrededor
de un núcleo y el resto alrededor del otro. Así, al compartir los electrones, ambos completan su nivel de energía
exterior y neutralizan la carga nuclear.

Los átomos que necesitan ganar electrones para tener un nivel energético exterior completo y por tanto estable,
tienen un fuerte tendencia a formar enlaces covalentes. Así, por ejemplo, un átomo de hidrógeno forma un enlace
covalente simple con otro átomo de hidrógeno. También puede formar un enlace covalente con cualquier otro
átomo que necesite ganar un electrón para completar su nivel de energía exterior.

La capacidad de los átomos de carbono para formar enlaces covalentes es de extraordinaria importancia en los
sistemas vivos. Un átomo de carbono tiene cuatro electrones en su nivel energético exterior. Puede compartir cada
uno de estos electrones con otro átomo, formando enlaces covalentes hasta con cuatro átomos (fig. 1 - 10). Los
enlaces covalentes formados por un átomo de carbono pueden hacerse con cuatro átomos diferentes (los más
frecuentes son hidrógeno, oxígeno y nitrógeno) con otros átomos de carbono. Esta tendencia de los átomos de
carbono a formar enlaces covalentes con otros átomos de carbono da lugar a las moléculas grandes que forman las
estructura organismos vivos y que participan en los procesos vitales esenciales.
Biología

Fig. 1-9. En una molécula de hidrógeno, cada átomo comparte su único electrón con
el otro átomo. Como resultado, ambos átomos tienen efectivamente un primer nivel energético completo, que contiene
dos electrones, lo que constituye una distribución muy estable. Este tipo de enlace, en el cual se comparten electrones, se
conoce como covalente.

Fig. 1.10.
Cuando un átomo de carbono forma enlaces covalentes con otros cuatro átomos, los electrones de su nivel de energía
exterior forman nuevos orbitales. Estos nuevos orbitales, que son todos de la misma configuración, se orientan hacia los
cuatro vértices de un tetraedro. Así, los cuatro orbitales se encuentran separados tanto como es posible. b) Cuando un
átomo de carbono reacciona con cuatro átomos de hidrógeno, cada uno de los electrones en su nivel de energía exterior
forma un enlace covalente con el único electrón de un átomo de hidrógeno, produciéndose una molécula de metano. c)
Cada par de electrones se mueve en un orbital molecular nuevo. La molécula adopta configuración de un tetraedro.

Enlaces covalentes polares

Los núcleos atómicos de diferentes elementos tienen diferente atracción por los electrones. Los factores que
determinan la fuerza con un núcleo atrae a sus electrones exteriores, incluyen el número de que contiene, la
proximidad de los electrones exteriores al núcleo y el de otros electrones, de "protección", entre el núcleo y los eles
exteriores. En los enlaces covalentes formados entre átomos de ele diferentes, los electrones no se comparten
igualmente entre los átomos implicados; en cambio, los electrones compartidos tienden a pasar tiempo alrededor
del núcleo que ejerce la mayor atracción. El átomo alrededor del cual los electrones pasan más tiempo tiene una
carga ligeramente negativa; el otro átomo, una carga ligeramente positiva, dado que los electrones pasan menos
tiempo a su alrededor y, así, su carga nuclear no está completamente neutralizada (fig. 1-11).

Fig. 1-11. En una molécula polar, como el cloruro de hidrógeno (HCl), los electrones
compartidos tienden a pasar más tiempo alrededor de uno de los átomos, en este caso el átomo de cloro, que en torno del
otro. Como resultado, el átomo que atrae a los electrones con más fuerza (cloro) tiene una carga ligeramente negativa, y
el átomo que atrae a los electrones con menos fuerza (hidrógeno), tiene una carga ligeramente positiva.
Biología

Los enlaces covalentes en los cuales los electrones están compartidos desigualmente se conocen como enlaces
covalentes polares, y las moléculas que contienen estos enlaces se dice que son moléculas polares. Dichas moléculas
a menudo contienen átomos de oxígeno, a los cuales los electrones se encuentran fuertemente atraídos. Las
propiedades polares de muchas moléculas que contienen oxígeno tienen consecuencias muy importantes para los
seres vivos; por ejemplo, muchas de las propiedades especiales del agua (H 2O), de la cual depende la vida, derivan
en gran medida de su naturaleza polar, como veremos en el capítulo próximo.

Los enlaces iónicos, covalentes polares y covalentes en realidad pueden ser considerados como versiones diferentes
del mismo tipo de enlace. Las diferencias dependen de las diferentes atracciones que ejercen los átomos que se
combinan sobre los electrones. En un enlace covalente completamente no polar, los electrones se comparten por
igual. Dichos enlaces pueden existir sólo entre átomos idénticos: H 2, CI2, O2, y N2, por ejemplo. En los enlaces
covalentes polares, los electrones se comparten de modo desigual, y en los enlaces iónicos hay una atracción
electrostática entre los iones negativa y positivamente cargados, como resultado de que han ganado o perdido
previamente electrones.

Enlaces dobles y triples

Hay varias formas en las cuales los átomos pueden participar en enlaces covalentes y llenar sus niveles energéticos
exteriores. Por ejemplo, el oxígeno tiene seis electrones en su nivel de energía exterior. Cuatro de estos electrones
están agrupados en dos pares y generalmente no están disponibles para el enlace covalente; los otros dos no están
apareados y cada uno puede ser compartido con otro átomo en un enlace covalente. En la molécula de agua (H 2O),
uno de estos electrones participa en un enlace covalente con un átomo de hidrógeno y el otro en otro en un enlace
covalente con un átomo de hidrógeno diferente. Se forman dos enlaces simples y los tres átomos completan así sus
niveles energéticos exteriores.

La colocación de los enlaces es diferente en otra sustancia familiar, el dióxido de carbono (CO 2). En esta molécula, los
dos electrones disponibles cada átomo de oxígeno participan con dos electrones de un único átomo de carbono en
la formación de dos enlaces covalentes. Cada átomo de oxígeno está unido al átomo central de carbono por dos
pares de electrones (cuatro electrones). Dichos enlaces son llamados enlaces dobles y se simbolizan en una fórmula
estructural con dos líneas que conectan los símbolos atómicos: O=C=O. Los átomos de carbono pueden formar
enlaces dobles y hasta triples (en los que se comparten tres pares de electrones) tanto entre sí como en los otros
átomos, y así, la variedad de tipos de moléculas que puede formar el carbono es muy grande.

Los electrones compartidos en enlaces dobles y triples forman orbitales que difieren en configuración de los
orbitales que se completan con un único par de electrones. Por ejemplo, cuando cuatro enlaces simples satisfacen
los requerimientos electrónicos del carbono, estarán dirigidos hacia las cuatro esquinas de un tetraedro que tiene al
átomo de carbono en su centro, como puede verse en la fig. 1-10. Cuando dos enlaces son reemplazados por un
enlace doble, los enlaces simples restantes forman los brazos de una Y, y el doble enlace, la pata (fig. 1-12). Cuando
un único átomo de carbono constituye dos enlaces dobles, como ocurre en el dióxido de carbono, los tres átomos
enlazados se disponen en línea recta.

La simetría de la molécula del dióxido de carbono tiene una consecuencia importante. Los enlaces covalentes dobles
en el dióxido de carbono, como todos los enlaces covalentes entre átomos no idénticos, son polares. Sin embargo,
dado que la molécula es perfectamente simétrica, los electrones son tironeados en direcciones opuestas por los dos
átomos de oxígeno. cancelándose la distribución desigual de carga. Como resultado, la molécula de dióxido de
carbono es no polar. De modo similar, la simetría de la molécula de metano (véase fig. 1-10) produce una molécula
no polar, aunque los enlaces individuales entre los átomos son polares.

Los enlaces simples son flexibles y dejan a los átomos libres para rotar uno con relación a otro. Los enlaces dobles y
triples mantienen a los átomos relativamente rígidos en su relación mutua. La presencia de enlaces dobles en una
molécula puede significar una diferencia apreciable en sus propiedades. Por ejemplo, tanto las grasas como los
Biología

aceites están compuestos por átomos de carbono e hidrógeno unidos covalentemente, pero en las grasas los
enlaces son todos simples, y en los aceites algunos de ellos son dobles. La rigidez que causan estos enlaces dobles
evita que las moléculas se compacten y, como consecuencia, los aceites son líquidos a temperatura ambiente. Por
oposición. en las grasas las moléculas pueden curvarse y retorcerse, manteniéndose muy juntas en una estructura
sólida a temperatura ambiente.

Fig. 1-12. Modelo orbital de un doble enlace carbono-carbono. Un par de


electrones ocupa el orbital interior entre los átomos de carbono. El otro par de electrones ocupa el orbital exterior, que
tiene dos fases, una por encima del plano y otra por debajo. Esto crea un enlace rígido en torno del cual no pueden rotar
los átomos. Cada uno de los dos orbitales más pequeños (mostrados en gris) que se extienden desde cada átomo de
carbono, contiene un electrón y puede formar un enlace covalente con otro átomo. Así pueden formarse dos enlaces
covalentes en cada extremo de esta estructura.

NIVELES DE ORGANIZACIÓN BIOLÓGICA

Uno de los principios fundamentales de la biología es que los seres vivos obedecen a las leyes de la física y la
química. Los organismos están constituidos por los mismos componentes químicos (átomos y moléculas) que las
cosas inanimadas. Esto no significa, sin embargo, que los organismos sean "solamente" los átomos y moléculas de
los cuales están compuestos Como hemos visto, hay diferencias reconocibles entre los sistemas vivos y los no vivos.
Para comprender el fundamento de estas diferencias, consideremos el más minuciosamente estudiado entre todos
los seres vivos, la bacteria Escherichia coli.
Biología

Los átomos que constituyen esta bacteria (véase cuadro 1-4) se combinan entre sí de forma muy específica. Gran
parte del hidrógeno y del oxígeno está presente en forma de agua, lo cual da cuenta de la mayor parte del peso de la
E. coli. Además del agua, cada bacteria contiene aproximadamente 5.000 clases de macromoléculas diferentes
(moléculas muy grandes). Algunas de ellas desempeñan funciones estructurales, otras regulan la función celular y
casi 1.000 están implicadas en descifrar la información genética. Algunas de las macromoléculas actúan
recíprocamente con el agua para formar una película delicada y flexible que encierra a todos los otros átomos y
moléculas que componen la E. coli. Así encerrados, constituyen, notablemente, una célula, o sea una entidad viva.

Una célula de E. coli es muy pequeña, de tamaño no mayor que un guion aunque se la aumente con el microscopio
óptico más potente, pero posee ciertas capacidades asombrosas. Al igual que otros organismos vivos, puede
transformar la energía tomando moléculas del medio y utilizándolas para alimentar sus procesos de crecimiento y
reproducción. Puede intercambiar información genética con otras células de E. coli. Puede moverse impulsándose
con la rotación de fibras delgadas y flexibles unidas a una estructura que se asemeja a la caja de cambios de un
automóvil, pero es mucho más antigua. La dirección del movimiento no es al azar, la E. coli, pequeña como es, tiene
un número de distintos dispositivos sensores que la capacitan para detectar y moverse hacia los alimentos y alejarse
de las sustancias nocivas.

La E. coli es uno de los organismos microscópicos más comunes. Su residencia preferida es el tracto intestinal del ser
humano, donde vive en íntima asociación con las células que forman el tapiz de ese tracto. Estas células humanas se
asemejan a la E. coli en muchos aspectos importantes: contienen aproximadamente la misma proporción de estas
seis clases de átomos y, como en la E. coli, estos átomos están organizados en macromoléculas. Sin embargo, las
células humanas también son muy distintas de la E. coli. Por un lado, son de tamaño mucho mayor, por otro, mucho
más complejas. Lo más importante es que no son entidades independientes como en las células de E. coli, pues cada
una forma parte de un organismo más grande. Las células individuales están especializadas para cumplir funciones
particulares, que ayudan a la función del organismo conjunto. Cada célula del tapiz intestinal vive durante unos
pocos días el organismo, con suerte, vivirá varias décadas.

La E. coli, las células de su huésped humano y otros microorganismo viven en el tracto intestinal, actúan entre sí.
Habitualmente esto ocurre sin consecuencias, de modo que no nos damos cuenta de estas interacciones, per
ocasionalmente tomamos conciencia del delicado balance que existe. P ejemplo, muchos de nosotros hemos tenido
la experiencia de tomar un antibiótico para curar un tipo de infección, causada usualmente por un tipo de célula de
levadura. Lo que ha ocurrido es que el antibiótico ha matado no sólo a las bacterias que causan nuestra infección
inicial, sino también a las E. coli y los otros habitantes normales de nuestro tracto intestinal. Las células de levadura
no son susceptibles al antibiótico y, por tanto, se apoderan del territorio, del mismo modo que ciertas especies de
plantas se apoderarán rápidamente de cualquier pedazo de terreno del que se elimine la vegetación original

Las E. coli y las células con las que interactúan ilustran lo que conocemos como niveles de organización. El primer
nivel de organización con el cual los biólogos habitualmente se relacionan es subatómico: las partículas que forman
átomos. La organización de estas partículas en átomos representa un segundo nivel y la organización de los átomos
en moléculas representa un tercer nivel. Aunque cada nivel está formado por componentes del nivel precedente, la
nueva organización de los componentes en un nivel dado da como resultado la aparición de propiedades nuevas
que son muy diferentes de las del nivel precedente. Por ejemplo, a temperaturas corrientes, el oxígeno y el
hidrógeno son gases, y el agua (compuesta por hidrógeno y oxígeno) es líquida, con propiedades muy distintas de las
de cada uno de estos gases.

En un cuarto nivel de organización surge la propiedad más notable de todas: la vida, en la forma de una célula. Otras
propiedades surgen cuando las células individuales, especializadas, se organizan en un nivel todavía superior: en un
organismo multicelular. Organizadas de una manera, las células forman un hígado; organizadas de otra, el tracto
intestinal; de otra, el cerebro humano, que representa un nivel extraordinario de complejidad organizadora. Con
todo, esto es, a su vez, sólo parte de una entidad mayor, cuyas características son diferentes de aquellas del cerebro.
aunque dependen de las de éste. El organismo individual tampoco es el nivel último de organización biológica. Los
organismos vivos actúan recíprocamente y, finalmente, los grupos mismos de organismos vivos constituyen parte de
Biología

un sistema más vasto de organización. Este nivel último de organización, la biosfera, comprende no solamente la
gran diversidad de plantas y animales y microorganismos y sus interacciones mutuas, sino también las características
físicas del ambiente y de propio planeta Tierra.

Las células: Introducción

Hemos progresado desde las partículas subatómicas, a través de los átomos y moléculas. En cada nivel de
organización aparecen nuevas propiedades. Por ejemplo, el agua, como hemos visto, no es la suma de las
propiedades del hidrógeno y del oxígeno elementales; es algo más, y también algo diferente. En las proteínas, los
aminoácidos se organizan en polipéptidos y las cadenas polipeptídicas se ordenan en un nuevo nivel de
organización: la estructura terciaria o cuaternaria de la molécula de proteína completa. Solamente en este nivel de
organización emergen las propiedades complejas de las proteínas, y sólo entonces la molécula puede asumir su
función.

Las características de los sistemas vivos, como las de los átomos y las moléculas, no emergen gradualmente a
medida que aumenta el grado de organización. Aparecen súbita y específicamente en forma de una célula viva, algo
que es más que sus átomos y moléculas constituyentes y que es diferente de ellos. Nadie sabe exactamente cuándo
o cómo comenzó su existencia este nivel de organización nuevo: la célula viva. Sin embargo, el conocimiento
creciente de la historia de nuestro planeta y los resultados de numerosos experimentos de laboratorio,
proporcionan evidencias en favor de la hipótesis que postula que las células vivas se auto ensamblaron
espontáneamente a partir de moléculas presentes en los mares primitivos.

Las primeras células

Desde una perspectiva bioquímica, tres características distinguen a las células vivas de otros sistemas químicos: 1) la
capacidad para duplicarse generación tras generación; 2) la presencia de enzimas, las proteínas complejas que son
esenciales para las reacciones químicas de las que depende la vida; y 3) una membrana que separa a la célula del
ambiente circundante y le permite mantener una identidad química distinta. ¿Cuál de estas características apareció
primero e hizo posible el desarrollo de las otras? Esta continúa siendo una cuestión discutible. Sin embargo,
funciones del RNA recientemente descubiertas sugieren que el punto de partida bien puede haber sido el auto
ensamble de las moléculas de RNA a partir de nucleótidos producidos por evolución química.

En otros estudios, que simulaban las condiciones existentes durante los primeros miles de millones de años de la
Tierra, Sidney W. Fox y sus colaboradores en la Universidad de Miami han producido estructuras proteínicas
limitadas por membrana, las que pueden llevar a cabo algunas reacciones químicas análogas a las de las células
vivas. Estas estructuras son producidas mediante una serie de reacciones químicas, comenzando con mezclas secas
de aminoácidos. Cuando las mezclas se calienten a temperaturas moderadas, se forman polímeros (conocidos como
proteinoides térmicos), cada uno de los cuales puede contener hasta 200 monómeros de aminoácidos. Cuando
estos polímeros se colocan en una solución salina acuosa y se mantienen en condiciones adecuadas, forman
espontáneamente microesferas proteinoides (fig. 4-5). Las microesferas crecen lentamente mediante la adición del
material proteinoide en solución y, finalmente, forman por gemación microesferas más pequeñas. Estas
microesferas no son células vivas, pero su formación sugiere los tipos de procesos que podrían haber dado origen a
entidades proteínicas con mantenimiento autónomo, distintas de su ambiente y capaces de llevar a cabo las
reacciones químicas necesarias para mantener su integridad física y química.

No se sabe cuándo aparecieron las primeras células vivas sobre la Tierra, pero podemos establecer alguna suerte de
escala temporal. Los fósiles más tempranos encontrados hasta el momento, que se asemejan a las bacterias
actuales, datan de entre 3.400 y 3.500 millones de años, alrededor de 1.100 millones de años después de la
formación de la Tierra. Aunque los fósiles son tan pequeños que su estructura puede observarse sólo con el
Biología

microscopio electrónico, son lo suficientemente complejos como para dejar en claro que algún pequeño agregado
de sustancias químicas habría transpuesto la zona de penumbra que separaba lo vivo de lo no vivo, millones de años
atrás.

¿Por qué en la Tierra?

Sobre la base de los estudios astronómicos y de las exploraciones llevadas a cabo por vehículos espaciales no
tripulados, parece que sólo la Tierra, entre los planetas de nuestro sistema solar, sustenta vida. Las condiciones en la
Tierra son ideales para los sistemas vivos basados en moléculas que contienen carbono. Un factor principal es que la
Tierra no está demasiado cerca ni demasiado lejos del Sol. Las reacciones químicas de las cuales depende la vida, o
lo que conocemos como tal, requieren de agua líquida y virtualmente cesan a temperaturas muy bajas. A
temperaturas altas, los compuestos químicos complejos esenciales para la vida son demasiado inestables para
sobrevivir.

El tamaño y la masa de la Tierra también son factores importantes. Los planetas mucho más pequeños no tienen
suficiente atracción gravitacional como para mantener una atmósfera protectora, y cualquier planeta de tamaño
mucho mayor es probable que tenga una atmósfera tan densa que la luz Sol no pueda alcanzar su superficie. La
atmósfera de la Tierra bloquea muchas de las radiaciones más energéticas provenientes del Sol, que son capaces de
romper los enlaces covalentes entre los átomos de carbono. Sin embargo, permite el pasaje de la luz visible, lo que
posibilitó uno de los pasos más significativos en la evolución de los sistemas vivos complejos.

HETERÓTROFOS Y AUTÓTROFOS

La energía que produjeron las primeras moléculas orgánicas provino de una variedad de fuentes existentes en la
Tierra primitiva y su atmósfera: calor, radiaciones ultravioletas y perturbaciones eléctricas fueron las primeras
células primitivas, o estructuras semejantes a células, ellas requirieron de un aporte continuo de energía para
mantenerse, crecer y reproducirse. El modo en el cual estas células obtuvieron la energía es objeto actualmente de
una discusión vivaz.

Los organismos modernos, y las células de las cuales están compuestos pueden satisfacer sus requerimientos
energéticos en una de dos formas. Los heterótrofos son organismos que dependen de fuentes externas de
moléculas orgánicas para obtener su energía y sus pequeñas moléculas estructurales (Hetere proviene de la palabra
griega que significa otro y trofo de trophos, “el que se alimenta"). Todos los animales y los hongos, así como muchos
organismos unicelulares, son heterótrofos. Los autótrofos, por contraste se “autoalimentan". No requieren de
moléculas orgánicas procedentes de fuentes externas para obtener su energía o para usarlas como pequeñas
moléculas de tipo estructural: en cambio, son capaces de sintetizar sus propias moléculas orgánicas ricas en energía
a partir de sustancias inorgánicas simples. La mayoría de los autótrofos, incluyendo a las plantas y varios tipos
diferentes de organismos unicelulares, son fotosintéticos, lo que significa que la fuente de energía para sus
reacciones de síntesis es el sol. Ciertos grupos de bacterias, sin embargo, son quimiosintéticas; estos organismos
capturan la energía liberada por reacciones inorgánicas específicas, para impulsar sus procesos vitales, incluyendo la
síntesis de las moléculas orgánicas necesarias.

Tanto los heterótrofos como los autótrofos parecen estar representados entre los microfósiles más antiguos. Se ha
postulado durante largo tiempo que la primera célula viva fue un heterótrofo extremo. De acuerdo con esta
hipótesis a medida que los heterótrofos primitivos aumentaban en número comenzaron a agotar las moléculas
complejas de las que dependía su existencia y que había llevado millones de años acumular. Cuando el suministro de
estas moléculas disminuyó, comenzó la competencia. Bajo la presión de esta competencia, las células que podían
hacer un uso eficiente de los recursos limitados de energía disponible, fueron aquellas que tuvieron más
Biología

probabilidad de sobrevivir y reproducirse. En el curso del tiempo, aparecieron otras células capaces de sintetizar
moléculas orgánicas a partir de materiales inorgánicos simples.

Sin embargo, descubrimientos recientes han planteado la posibilidad de que las primeras células pueden haber sido
autótrofos quimiosintéticos o fotosintéticos antes que heterótrofos. En primer lugar, se han descubierto varios
grupos diferentes de bacterias quimiosintéticas que hubieran sido muy adecuados para las condiciones que
prevalecen en la joven Tierra. Algunas de estas bacterias son habitantes de los pantanos, mientras que otras se han
encontrado en profundas trincheras oceánicas, en áreas donde los gases escapan por las fisuras de la corteza
terrestre. Hay evidencia de que estas bacterias representan los sobrevivientes de grupos muy antiguos de
organismos unicelulares: segundo, moléculas orgánicas que son, en las plantas, los precursores químicos de la
clorofila fueron producidas en experimentos análogos a los llevados a cabo por Miller. Cuando estas moléculas se
mezclan con moléculas orgánicas simples en un ambiente sin oxígeno e iluminado, ocurren reacciones fotosintéticas
primitivas. Estas reacciones se asemejan a las reacciones que ocurren en ciertos tipos de bacterias fotosintéticas.

Aunque los biólogos actualmente son incapaces de resolver el problema acerca de si las primeras células fueron
heterótrofas o autótrofas. es seguro que sin la evolución de los autótrofos la vida en la Tierra pronto habría llegado a
su fin. En más de los 3.500 millones de años transcurridos desde que la vida apareció, los autótrofos más exitosos (o
sea, aquellos que han dejado la mayor descendencia y se han diversificado en la mayor variedad de formas) han sido
los que desarrollaron un sistema para hacer uso directo de la energía solar en el proceso de fotosíntesis. Con el
advenimiento de la fotosíntesis, el flujo de energía en la biosfera asumió su forma dominante moderna: la energía
radiante del sol. canalizada por medio de los autótrofos fotosintéticos a todas las otras formas de vida.

PROCARIOTAS Y EUCARIOTAS

Como notamos en la Introducción, la teoría celular es uno de los fundamentos de la biología moderna. Esta teoría
afirma simplemente que: 1) todos los organismos vivos están compuestos por una o más células: 2) las reacciones
químicas de un organismo vivo, incluyendo sus procesos liberadores de energía y sus reacciones biosintéticas tienen
lugar dentro de las células; 3) las células se originan de otras células; y 4) las células contienen la información
hereditaria de los organismos de los cuales son parte, y esta información pasa de célula progenitora a célula hija.
Toda la evidencia disponible indica que hay una continuidad ininterrumpida de las células modernas y los
organismos que ellas componen con las primeras células primitivas que aparecieron sobre la Tierra.

Todas las células comparten dos características esenciales. Una es una membrana externa, la membrana celular
(también conocida como membrana plasmática), que separa a la célula de su ambiente externo. La otra es el
material genético-la información hereditaria-, que dirige las actividades de una célula y le permite reproducirse,
transmitiendo sus características a la progenie.

La organización del material genético es una de las características que distinguen dos tipos fundamentalmente
distintos de células, las procariotas y las eucariotas. En las células procarióticas el material genético está en forma de
una molécula grande y circular de DNA a la que están débilmente asociadas diversas proteínas. Esta molécula se
denomina cromosoma. En las células eucarióticas, por el contrario, el DNA es lineal y forma un cierto número de
cromosomas separados, más aun, está fuertemente unido a proteínas especiales llamadas histonas, que son parte
integral de la estructura del cromosoma. Dentro de la célula eucariótica, los cromosomas están rodeados por una
doble membrana la envoltura nuclear, que los separa de los otros contenidos celulares en un núcleo bien definido
(aquí el nombre eu, significa “verdadero" y karyon, significa "núcleo" o "centro"). En las procariotas ("antes de un
núcleo"), el cromosoma no está contenido dentro de un núcleo rodeado por una membrana, aunque está ubicado
en una región definida llamada nucleoide.

Los componentes restantes de la célula (o sea, todo lo que está dentro de la membrana celular, excepto el núcleo o
nucleoide y sus contenidos) constituyen el citoplasma. El citoplasma contiene una gran variedad de moléculas y de
cuerpos especiales llamados orgánulos. Estas estructuras especializadas desempeñan funciones particulares dentro
Biología

de la célula. Tanto los procariotas como los eucariotas contienen orgánulos muy pequeños, llamados ribosomas
sobre los cuales se ensamblan las moléculas de proteínas. además, los eucariotas contienen una variedad de
orgánulos más complejos, que a menudo están incluidos dentro de membranas.

La membrana celular de los procariotas está rodeada por una pared celular externa que es elaborada por la propia
célula. Ciertas células eucarióticas, incluyendo a las de las plantas y hongos, tienen paredes celulares, aunque su
estructura es diferente de la de las paredes celulares procarióticas. Otras células eucarióticas, incluyendo a las de
nuestros propios cuerpos y a las de otros animales, no tienen paredes celulares. Otro rasgo que distingue a los
eucariotas de los procariotas es el tamaño: las células eucarióticas habitualmente son de mayor tamaño que las
procarióticas.

Los procariotas modernos incluyen las bacterias (fig. 4-8) y las cianobacterias (fig. 4-9), grupo de procariotas
fotosintéticos que se llamaban antes algas azules*. Según el registro fósil, los primeros organismos vivos más
primitivos eran células comparativamente simples, que asemejaban a los procariotas de la actualidad. Los
procariotas fueron las únicas formas de vida de este planeta durante casi 2.000 millones de años, hasta que
aparecieron los eucariotas.

Fig. 4 – 8
Células de Escherichia coli, el procariota heterótrofo que es el más minuciosamente estudiado de todos los organismos
vivos. El material genético (DNA) está en el área más clara en el centro de cada célula; esta región, que no está rodeada
por una membrana, se conoce como nucleoide. Los cuerpos pequeños y densos en el citoplasma son ribosomas. Las dos
células en el centro terminan de dividirse y todavía no se han separado.

Fig. 4 – 9 Fotomicrografía
electrónica y diagrama de una célula procariota fotosintética, y la cianobacteria Anabaena azollae. Además del material
genético, esta célula contiene una serie de membranas en las que están insertas la clorofilia y otros pigmentos
fotosintéticos. La Anabaena sintetiza sus propios compuestos orgánicos ricos en energía, en reacciones químicas
impulsadas por la energía radiante.
Biología

La figura 4-10 da un ejemplo de un eucariota fotosintético unicelular, el alga Chlamydomonas. Es un habitante


común de los estanques acuarios de agua dulce. Estos organismos son pequeños y de color verde brillante (a raíz de
su clorofila), y se desplazan muy rápidamente, saliendo disparados como flecha. Al ser fotosintéticos, habitualmente
se los encuentra cerca de la superficie del agua.

Fig. 4-10.
Fotomicrografía electrónica de Chlamydomonas, una célula eucariótica fotosintética, que contiene núcleo limitado por
membrana (“verdadero”) y numerosos orgánulos. El orgánulo más prominente es el cloroplasto único, de contorno
irregular, que ocupa la mayor parte de la célula. Está rodeado por una membrana doble y es el sitio donde ocurre la
fotosíntesis. Otros orgánulos limitados por membrana, los mitocondrios, suministran energía para las funciones celulares,
incluyendo el latigazo de los dos flagelos (uno de los cuales es visibles en la fotomicrografía). Estos movimientos impulsan
a la célula en el agua. Las reservas alimenticias del organismo se encuentran en forma de gránulos de almidón. El
citoplasma está rodeado por una membrana celular, y ésta, a su vez, por una pared celular compuesta por polisacáridos.

Los orígenes de la multicelularidad

Hasta donde nos puede informar el registro fósil, los primeros organismos multicelulares hicieron su aparición hace
apenas 750 millones de años (fig. 4-11). Créese que los principales grupos de organismos multicelulares: hongos,
plantas y animales, han evolucionado a partir de diferentes tipos de eucariotas unicelulares.

Fig. 4 – 11 Esfera del reloj biológico. La


vida aparece por primera vez relativamente temprano en la historia de la Tierra, antes de las 6 horas en una escala de 24
horas. Los primeros organismos multicelulares no aparecen hasta las primeras horas de la noche de ese día de 24 horas, y
Biología

Homo, el género al cual pertenecen los seres humanos, es recién llegando, aproximadamente 30 segundos antes de la
medianoche.

Las células de los organismos multicelulares modernos son muy semejantes a las de los eucariotas
unicelulares. Están limitadas por una membrana idéntica, en apariencia, a la membrana celular de un eucariota
unicelular. Sus orgánulos están construidos de acuerdo con el mismo diseño. Las células de los organismos
multicelulares difieren de los eucariotas unicelulares en que cada tipo de célula está especializada para llevar a
cabo una función relativamente limitada en la vida del organismo. Sin embargo, cada una sigue siendo
notablemente una unidad con mantenimiento autónomo.

Nótese cuán similar es una célula de una hoja de una planta de maíz (fig. 4-12) a una Chlamydomonas. Esta
célula vegetal también es fotosintética y satisface sus propias necesidades de energía a partir de la luz del sol.
Sin embargo, a diferencia del alga, es parte de un organismo multicelular y depende de otras células para
obtener agua, minerales, protección contra la desecación y otras necesidades.

Fig. 4 – 12 Fotomicrografía electrónica de una célula de una hoja de maíz (derecha) y un dibujo de la misma (izquierda),
Puede verse el núcleo a la derecha de la célula. El material granular dentro del núcleo es cromatina; contiene DNA
asociado a histonas. Nótese la abundancia de mitocondrios y cloroplastos, todos rodeados por membranas. El vacuolo y la
pared celular son característicos de las células vegetales, pero generalmente no se encuentran en las células animales.

El cuerpo humano, constituido por billones de células individuales, está compuesto, cuando menos, por 200 tipos
diferentes de células, cada una especializada para su función particular, pero todas trabajando como un conjunto
cooperativo. La figura 4-13 muestra células de una tráquea animal. Estas células son epiteliales, el tipo de células
que tapizan todas las superficies internas y externas del cuerpo de los animales. Las células epiteliales de la tráquea
son parte de un sistema complejo de órganos encargados de enviar oxígeno a las otras células del cuerpo.
Biología

Fig. 4 – 13 Células de la superficie de la tráquea de un murciélago. La superficie libre de la célula de mayor tamaño está
cubierta con cilios, que son especialmente iguales en estructura a los flágelos de Chlamydomonas. (Cuando son más
escasos y más largos se llaman habitualmente flágelos, mientras que cuando son más cortos y más numerosos se llaman
cilios). Próximas a las células ciliadas se encuentran las células que secretan mucus sobre la superficie celular. Las
corrientes de mucus, barridas por los cilios, eliminan partículas extrañas de la superficie de la tráquea. Nótese los
mitocondrios localizados cerca de la base de los cilios.

Como discutimos en la Introducción, los procariotas, los protistas, los hongos, las plantas y los animales constituyen
las cinco categorías principales o reinos, en los cuales los organismos se clasifican en este texto. Los procariotas
(reino Monera) son esencialmente unicelulares, aunque en algunos tipos las células forman racimos, filamentos o
cadenas: este reino incluye formas quimiosintéticas, fotosintéticas y heterótrofas. Los protistas son un grupo diverso
de organismos eucarióticos unicelulares y algunos multicelulares simples: incluyen tanto heterótrofos como
autótrofos fotosintéticos. Los hongos, las plantas y los animales son todos organismos eucarióticos multicelulares.
Todos los animales y hongos son heterótrofos, mientras que todas las plantas, con unas pocas excepciones curiosas
(como la pipa india o monótropa y la cuscuta, que son parásitos), son autótrofos fotosintéticos. Dentro del cuerpo
de una planta multicelular. sin embargo, algunas de las células son fotosintéticas, como las células de una hoja, y
algunas son heterótrofas, como las células de una raíz. Las células fotosintéticas suministran sacarosa a las células
heterótrofas de la planta.

UNIONES CÉLULA-CÉLULA

Hasta aquí en nuestra discusión acerca del transporte de sustancias al interior de las células, hemos supuesto que
las células individuales existen aisladas, rodeadas por un medio acuoso. Sin embargo, esto, generalmente no es así
en el caso de los organismos multicelulares. Las células están organizadas en tejidos grupos de células especializadas
con funciones comunes. Por ejemplo, en los animales, los cuatro tipos principales de tejido son el muscular, el
nervioso, el conjuntivo y el epitelial (de recubrimiento). Los tejidos están organizados, a su vez, en forma
concertada, para constituir órganos, como el corazón, el cerebro o el riñón cada uno de los cuales, semejante a un
orgánulo subcelular, tiene un diseño que se ajusta a su función específica.

Como se puede imaginar, en los organismos multicelulares es esencial que las células individuales se comuniquen
entre sí de modo que puedan colaborar para crear un órgano o un tejido armonioso. Los impulsos nerviosos se
transmiten de neurona a neurona, o de neurona a músculo o glándula. Las células en el cuerpo de una planta o de
un animal liberan hormonas que se trasladan a cierta distancia y afectan a otras células del mismo organismo. En el
curso del desarrollo, las células embrionales ejercen influencia sobre la diferenciación de las células vecinas en
órganos y tejidos. Todas estas comunicaciones se cumplen por medio de señales químicas, o sea, por medio de
sustancias transportadas hacia afuera de una célula y que se trasladan a otra célula. Cuando alcanzan a la
membrana celular de la célula blanco, pueden, realmente, ser transportadas hacia su interior por uno de los
procesos que hemos considerado, o bien pueden acoplarse a receptores de membrana específicos en la superficie
de la célula blanco, poniendo por ello en marcha reacciones químicas dentro de la célula.

Sin embargo, a menudo las células dentro de un tejido o un órgano están fuertemente comprimidas, permitiendo
que se produzcan contactos íntimos y directos de varios tipos entre ellas. Entre las células vegetales, que están
separadas unas de otras por paredes celulares, hay canales llamados plasmodesmos, que atraviesan las paredes y
conectan directamente el citoplasma de células contiguas (fig. 6-18). Los plasmodesmos, que tienen entre 30 y 60
nanómetros de diámetro, parece que son alineados por la membrana celular; además, contienen generalmente
extensiones tubulares del retículo endoplásmatico conocidas como desmotúbulos.

En los tejidos animales, las estructuras conocidas como uniones nexus (gap junctions) permiten el pasaje de material
entre las células. Estas uniones aparecen como enjambres fijos de canales muy pequeños (de aproximadamente 2
Biología

nanómetros de diámetro), rodeados por una formación ordenada de proteínas (fig. 6-19). Los experimentos con
moléculas marcadas radiactivamente han mostrado que a través de estos canales pasan pequeñas moléculas
mensajeras. Las uniones nexus también sirven para transmitir señales eléctricas en forma de iones. Por ejemplo, las
contracciones de las células musculares en el corazón están sincronizadas por el flujo de iones sodio (Na +) a través
de uniones comunicantes.

El transporte de materiales hacia dentro y hacia fuera de las células a través de los canales de plasmodesmos o de
uniones nexus, a través de proteínas integrales de membrana, y por medio de endocitosis y exocitosis, parece
corresponder, superficialmente, a tres procesos bastante diferentes. Sin embargo, ellos son fundamentalmente
similares por el hecho de que los tres dependen de la estructura tridimensional precisa de una gran variedad de
moléculas de proteínas específicas. Estas moléculas proteínicas, no sólo forman canales a través de los cuales puede
ocurrir el transporte, sino que además dotan a la membrana celular de la capacidad para “reconocer" moléculas
particulares. Esta capacidad es el resultado de miles de millones de años de un proceso de evolución, que comenzó,
hasta donde podemos vislumbrar, con la formación de una frágil película alrededor de unas pocas moléculas
orgánicas. Esta película separó las moléculas de su ambiente externo y les permitió mantener el tipo particular de
organización que reconocemos como vida. Es una de las muchas capacidades críticas transmitidas de padres a hijos
cada vez que una célula se divide, procesos que examinaremos próximamente.

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