Qué Hacer Con La Biblioteca en Casa
Qué Hacer Con La Biblioteca en Casa
Qué Hacer Con La Biblioteca en Casa
en casa
Vivimos cada vez más replegados de la esfera pública en el
hogar, donde los libros acolchan el nido. Los escritores
reflexionan sobre la convivencia con su duplicación digital.
Ingrid Sarchman
0
03/02/2023 17:55
Clarín.com
Revista Ñ
Actualizado al 03/02/2023 17:55
El valor de refugio
En 1957 el filósofo francés Gaston Bachelard publicó Poética
del espacio. Allí señalaba que, así como la casa constituye una
capa protectora entre la vida exterior y la íntima –como una
segunda piel–, los distintos ambientes de ese hogar y los objetos
dispuestos podrían ser pensados como órganos que garantizan
la vida interior tal como sucede en el cuerpo. Así, cada rincón y
cada mueble tendría a su cargo una función específica
relacionada con la incorporación y aporte de nutrientes,
circulación y limpieza del aire, y hasta evacuación de desechos,
entre otras necesidades.
La homología de Bachelard funcionaba en varios sentidos. En
el mundo occidental, de la segunda mitad del siglo XX
confluían dos fenómenos: la tendencia al repliegue de la vida
pública y el desarrollo de una industria asociada al confort
hogareño. En paralelo, el crecimiento de la llamada industria
blanca (heladeras, lavarropas y otros electrodomésticos),
acompañado de la profesionalización de la comunicación
publicitaria, contribuyó a la conformación de un medio
ambiente acolchonado y privado, desconectado de los grandes
problemas públicos. Pero contrario a otros autores que, a partir
de esta tendencia –en la que se incluían los aparatos de
comunicación como la radio o el televisor– denunciaban anomia
y narcotización de los sentidos, para Bachelard esta actitud
potenciaba la creatividad. Desde esta perspectiva, la poética del
espacio proponía un nuevo modo de percibir, y en consecuencia
habitar, los ambientes conocidos. Al poner el foco en los
rincones más oscuros de la casa, en los cajones que nunca se
abren o en un estante de difícil acceso, establecía un curioso
método de autoconocimiento. Las bibliotecas y su (des)orden
podrían ser pensadas como engranajes de este organismo-
máquina que, en sucesivas metamorfosis, contribuirían a la
historia personal del poseedor. Esta mirada vital se oponía,
como se mencionó más arriba, a una más sombría relacionada
con el repliegue en el mundo privado, el desinterés en la vida
pública, la apatía y el consumo desmedido, que considera el
acopio de libros una mera acumulación sin valor.
Para finales del siglo XX, la aparición de internet en el ámbito
doméstico potenció aún más esta tendencia. De alguna manera,
que las personas estuvieran conectadas y disponibles contribuyó
a una atomización más evidente. Leer y escribir dejaron de ser
actividades exclusivas del papel, el lápiz y la mano. Las
pantallas y los teclados contribuyeron a crear una burbuja en
torno al lector/escritor. Esta deslocalización del espacio de
lectura (y de escritura) se relaciona con lo planteado por el
filósofo alemán Peter Sloterdijk en la trilogía de
ensayos Esferas, publicados entre 1997 y 2004. Allí señalaba
que la humanidad era resultado de la interacción con su medio,
con sus respectivas atmósferas. La pregunta de nuestro tiempo
sería ¿qué tipo de espacio habitamos y de qué tipo
de herramientas nos rodeamos, con qué objetos y con quiénes?