Ensayo Género

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Ensayo noción de género

La noción de género ha sido usada para atribuir relaciones sociales entre los sexos, construcciones
culturales en torno a los roles de mujeres y hombres, por lo tanto, es una categoría social impuesta
sobre el cuerpo sexuado, sin embargo tal como lo resalta la historiadora neoyorquina Joan Scott
(1996) dicha definición no resuelve preguntas fundamentales como ¿Porqué las relaciones son
como son, cómo funcionan y cómo cambian?, de allí la necesidad de entender el género desde un
enfoque analítico-histórico, como una forma primaria de relaciones significantes de poder, donde
la economía y la política juegan también un papel estructurante. Muchas personas, particularmente
las mujeres no tienen acceso a los recursos necesarios para desempeñar el rol que quisieran en su
sociedad, deben superar obstáculos para acceder a ciertos recursos o para controlarlos y esto está
estrechamente relacionado con su condición diversa y heterogénea de clase social, pertenencia
étnica, religión, orientación sexual y capacidades (COSUDE).

A pesar de los años de estudios de género, llama la atención que se mantiene la pareja binaria
género/sexo, aunque desde la desconstrucción se propone que, así como el género, el sexo debe
ser entendido como un sistema de significado atribuido, ambos productos de la cultura (Scott,
2011). En nuestras sociedades la relación entre los varones y las mujeres se ha naturalizado y
generalizado, asignando códigos y significados a los comportamientos, atribuyendo la categoría de
femeninos a aquellos relacionados con la subordinación, debilidad y explotación, contrariamente a
los comportamientos masculinos asociados con la dominación, la fortaleza, y la “protección” (Scott,
1996), desde mi punto de vista son justamente las estructuras familiares y sociales de origen las que
reafirman dicha codificación que los individuos interiorizamos, que nos construyen, moldeando
nuestra vida, especialmente en lo referente a la vivencia de nuestra sexualidad y de las relaciones
de poder que establecemos con los otros.

Si bien todo lo anterior está basado en verdades indiscutibles a nivel general, en nuestras vidas
particulares y colectivas como mujeres del sur global no se tejen historias generalizadas de opresión,
en este sentido me identifico con la crítica que la socióloga India Chandra Mohanty, hace al proyecto
político del feminismo occidental, el cual pasa por encima las diferencias entre las mujeres del sur
global, sin considerar que en realidad las experiencias de opresión son diversas dependiendo de
causas históricas, culturales e individuales.

Para Mohanty (2008) “si la lucha por una sociedad justa se considera en términos de un movimiento
de las mujeres como grupo que va de la carencia a la posesión de poder, entonces la nueva sociedad
sería idéntica a la organización existente de relaciones de poder”, frente a la pregunta de la autora
¿se puede asumir que la ascensión al poder de las mujeres como grupo es suficiente para desarmar
la organización de relaciones existente?, yo he podido observar que “las mujeres” como la autora
señala no son necesariamente superiores o infalibles, por ejemplo en Colombia tenemos a una
vicepresidenta, en mi departamento hubo una secretaria de agricultura y desarrollo rural y en un
resguardo indígena donde viví y trabajé conocí las prácticas de una mujer que ostentaba el cargo de
gobernadora, todas ellas en diferentes escalas de poder no representaron para su
país/región/comunidad y ni peor aún para las demás mujeres un cambio significativo hacia la
justicia y la equidad, por el contrario replicaron los modelos patriarcales y capitalistas dominantes,
además de ilegítimos o ilegales y corruptos.
Con este ejemplo, personalmente puedo confirmar que como dice Mohanty “el meollo del asunto
se encuentra en la suposición inicial de que las mujeres son una categoría o grupo homogéneo (las
oprimidas)”, a lo que ella llama la jugada colonialista, mediante la cual se apropia las pluralidades
de la ubicación simultánea de diferentes grupos de mujeres en marcos de referencia de clase y
étnicos, y al hacerlo finalmente se les roba su agencia histórica y política. O como he podido
constatar, en otros casos los procesos colectivos se corrompen, o se asume el actuar de pocas
mujeres como representativo de todas “las mujeres”.

La forma de análisis feminista occidental homogenizados borra todos los modos y experiencias
marginales de resistencia, pero “el poder solo puede entenderse en el contexto de la resistencia”
(Foucault, citado por Mohanty, 2008), si bien se ha buscado instaurar una imagen universal de “la
mujer del tercer mundo” antihistórica, en el marco de un discurso colonizador, que define, codifica
y mantiene las conexiones entre el primer y tercer mundo, desde el Sur se tejen propuestas
subversoras del orden social que oprime a las mujeres de diferentes formas en razón de su condición
racializada y de pobreza, proponiendo un feminismo autónomo y local (Lozano, 2010). Esta
socióloga colombiana resalta la necesidad de redefinir la categoría género, hurtándola del dualismo
y haciéndola más flexible y fluida, lo que puede hacerla más útil para el estudio de los mundos otros
“occidentalizados ya, tal vez, pero en resistencia”, como es el caso de las mujeres negras del Pacífico
colombiano que han transitado por complejos caminos de injusticias, inequidades y violencias de
todo tipo y a su vez han sido artífices (muchas veces invisibles) de las luchas por el reconocimiento
de sus derechos territoriales y comunitarios.

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