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Cristina Ambrosini
Apoyo de lectura del libro Pensar la ciencia Capítulo 7
En este capítulo se presentan los autores relevantes de las nuevas propuestas
para significar los modelos y metáforas en el terreno de la epistemología y en el
importante papel cognitivo que cumplen para la producción de conocimientos
científicos y para su reproducción en las estrategias de enseñanza, es decir, para una
didáctica de las ciencias. Para estos autores y luego de la decisiva influencia de la
epistemología de Thomas Kuhn, el postulado fundamental que les permite diferenciarse
de la Concepción heredada admite que las teorías no son consideradas como conjuntos o
sistemas de enunciados, sino como clases de modelos que podemos emplear para
representar diferentes aspectos del mundo. Así, la principal virtud de este enfoque es
que el lenguaje deja de ser lo importante de una teoría para concentrarse en la
formalización de modelos. Dentro de la multiplicidad de autores y distintas versiones de
la idea de “modelo científico” nos concentramos en la propuesta del epistemólogo
estadounidense Ronald Giere quien asume un enfoque pragmático que supera las
diferencias entre ciencias formales y fácticas para incorporar a su epistemología el
aporte de la biología y la psicología al admitir que la ciencia es un “saber hacer”, wa
una actividad que debe ser comprendida en situaciones relaes. Esta posición
epistemológica se identifica como “realismo constructivista” y se diferencia de la
Concepción heredada al admitir que los modelos son construcciones históricamente
aceptadas por una comunidad. Frente a la epistemología “sin sujeto” que propugnó la
Concepción Heredada, Giere insistirá en la importancia del sujeto cognoscente, sus
cambios de estado, sus limitaciones, metas e intereses a la hora de investigar. En este
capítulo se recupera la idea de “metáforas científicas” en la concepción del
epistemólogo Héctor Palma quien reconoce el valor cognitivo y no meramente retórico
o puramente expresivo que aportan en el lenguaje científico. Del epistemólogo francés
Gastón Bachelard presentamos la idea de la metáfora como “obstáculo” epistemológico
dada la fuerza que presentan algunas dentro de nuestra cultura, instaladas dentro del
lenguaje, con una permanencia notable, que merecen ser revisadas desde un punto de
vista reflexivo y crítico. Destacamos que, como todo recurso potente del lenguaje, las
metáforas naturalizan ciertas imágenes y se instalan como prejuicios del “sentido
común”. La revisión de este tema es importante porque el pensamiento científico es
contra-intuitivo y debe abrirse paso a través de una selva de prejuicios y creencias
establecidas a partir de la presencia de ciertas metáforas o imágenes dominantes, según
Bachelard.
“Hay tres autores semanticistas contemporáneos que han tratado extensamente el tema
de la naturaleza de los modelos científicos: además del ya mencionado Ron Giere
(nacido en 1938), están Frederick Suppe (nacido en 1940) y Bas C. van Fraassen
(nacido en 1941). Estos epistemólogos, si bien han llegado a construir marcos teóricos
distintos con el fin de concebir la naturaleza de la ciencia (cf. Estany, 1993; Díez y
Moulines, 1999), confluyen al asumir que no existe una relación directa entre lo que
decimos del mundo (proposiciones) y la manera en que ese mundo se nos muestra
(fenómenos); esta relación está mediada por los modelos, entendidos a la vez como
representaciones abstractas de la realidad y como satisfacciones de los sistemas
teóricos.
Así, los modelos se ubican en el vértice de una estructura en forma de “V”, conectados
con las teorías por un lado y con los fenómenos por el otro, sin que a su vez haya
conexión sustantiva entre estos dos conjuntos de entidades”
https://www.youtube.com/watch?v=KneOpVRI7LQ
Ronald Giere (filósofo estadounidense, 1938) desarrolla su propia versión de la
concepción semántica en el marco de un programa metacientífico más amplio de
análisis, desde una perspectiva cognitivista, es decir, desde la epistemología
evolucionista y desde las ciencias cognitivas, cercanas a la psicología. El enfoque
cognitivista asume que el enfoque semántico debe ser complementado por un enfoque
pragmático, y para ello una de las vías es investigar cómo observan, cómo conjeturan y
cómo deciden los científicos (Cf. Echeverría, 1999, 216). De allí la incorporación de un
componente práctico en el análisis de las teorías científicas.
En lugar de reducir la epistemología a un enfoque teórico, aquí se admite que la
ciencia es un “saber hacer” y su unidad de análisis son las operaciones cognitivas de los
científicos. Para Giere, las ciencias cognitivas (psicología cognitiva, lógica, inteligencia
artificial, neurociencias, lingüística, filosofía de la mente, etc.) y las ciencia sociales
proporcionan el mejor marco para explicar cómo los científicos individuales utilizan sus
capacidades cognitivas (percepción, lenguaje, memoria, imaginación, etc.). En contra de
lo que considera el fundamentalismo justificacionista de los neopositivistas, para Giere,
la tarea de la epistemología está orientada a comprender el trabajo de los científicos, la
evolución de las comunidades científicas. El enfoque cognitivo de la ciencia se aleja de
las posturas que ven a los científicos adheridos a patrones ideales de racionalidad y de
aquellas otras que relativizan el conocimiento científico según las teorías sociológicas
(Cf. García, 2014). Los postulados, leyes y ecuaciones que aparecen en los textos
científicos definen estas entidades. (Cf. Díez y Lorenzano, 2002, 52). Para desarrollar
una teoría naturalista de la ciencia, Giere sugiere incluir en la palabra “teoría” tanto el
conjunto o los modelos como una amplia serie de hipótesis que utilizan esos modelos.
Allí se justifica el uso del nombre “realismo constructivista”: los modelos teóricos son
constructos humanos (no revelados directamente por la naturaleza), pero algunos
pueden proporcionar un mejor ajuste con el mundo que otros aunque este mejor ajuste
no pueda justificarse apelando exclusivamente al mundo. Esto no supone un relativismo
radical puesto que la eficacia del modelo para orientarnos en el mundo depende de la
aceptación o no por parte de una comunidad, ya que los modelos son entidades
“socialmente construidas” (Díez y Moulines, 1999, 349). Para citar un ejemplo:
podemos guiarnos en Buenos Aires usando dos mapas distintos de la ciudad pero no
podremos hacerlo bien si el mapa es de la ciudad de Rosario. Esto implica poner
constricciones a la similaridad entre el modelo y la realidad ya que, por ejemplo, en
cierto sentido los mapas de Buenos Aires y Rosario tienen aspectos similares en cuanto
modelos de ciudades pero difieren en otros aspectos y la diferencia está dada por los
intereses o prácticas de uso, y en este sentido su posición se aleja del realismo (Cf. Díez
y Moulines, 1999, 350).
2) Con el mundo (sistema) que intenta modelizar, y con el cual mantiene una
relación de “parecido” o “similaridad”.
Según Aduriz Bravo (2012), esta concepción de modelo científico es sencilla y
potente: cualquier representación subrogante que permite pensar, hablar, actuar con
rigor y profundidad sobre el sistema que se intenta estudiar es un modelo teórico. No
solamente los modelos altamente matematizados sino también las maquetas, imágenes,
tablas, redes, analogías que no se reduzcan a ser meros “calcos” y sirvan para predecir,
explicar, describir e intervenir. La analogía que puede aplicarse a esta concepción del
modelo teórico es el de mapa. Un mapa es una forma pensada o imaginada de “ver” un
terreno. El mapa no es igual al terreno, por ejemplo no es bidimensional, tiene letras,
colores y marcas que el terreno no tiene pero igual nos permite, de manera eficaz,
orientarnos en el terreno e intervenir de múltiples maneras sobre ese terreno. Lo que es
más importante aún, estos modelos o mapas pueden servir para afrontar retos
intelectuales novedosos, mediante razonamientos abductivos o analógicos (Cf. Aduriz
Bravo, 2010, 155). En alguna de las tantas clasificaciones de los modelos, se encuentra
la que distingue entre modelos científicos y modelos didácticos (Chamizo 2010 30).
Respecto a estos últimos se abre un campo de acción para la epistemología ya que la
utilización de modelos en la enseñanza de las ciencias requiere una revisión de sus
presupuestos o compromisos ontológicos, lo que involucra las estrategias de
“transposición didáctica” que puede entenderse como la transformación del
conocimiento científico en conocimiento factible de ser enseñado en un aula (Chamizo
2010 31). “La construcción de un modelo es un compromiso entre las analogías y las
diferencias que tienen con la porción del mundo que se está modelando”, afirma
Chamizo, para destacar que un modelo, sea científico o escolar, debe ser comprendido
dentro de una secuencia histórica. A su vez pueden ubicarse, dentro de los modelos
didácticos: los expresados por los expertos para ser presentados en el aula y los
expresados por los alumnos para dar cuenta de su propia construcción de
conocimientos. A menudo se presenta a los primeros en forma de láminas, dibujos,
esquemas, descontextualizados, sin indicar sus limitaciones ni su carácter de
construcción mental, factible de ser interpretados de maneras diversas. Como vemos,
estos autores, Galagovsky, Lombardi, Aduriz Bravo, Chamizo, destacan la capacidad
humana de modelizar la realidad y luego valerse de estos modelos para la construcción
del conocimiento científico y para su enseñanza.
….aprender a hacer ciencia implica que los alumnos sean capaces de crear, expresar y comprobar sus
propios modelos, es decir modelar. Como ya se indicó el modelaje requiere de tres pasos:
• A partir del mundo real conocimiento, imaginación y creatividad para concebir el modelo mental.
• A partir del modelo mental recolección de datos y construcción física del modelo para expresarlo
socialmente ya sea de forma material o matemática.
• A partir del modelo expresado material o matemáticamente su contrastación y encaje con el mundo real.
Todas estas habilidades debieran de formar parte explicita en los procesos educativos a cualquier nivel y
su posible comprensión puede facilitarse con la tipología de modelos aquí presentada, particularmente en
lo que se refiere a la analogía. (Chamizo 2010 35-36)
https://www.youtube.com/watch?v=J5NGu0lqyPo
Por ello, en relación con lo real, en un similar sentido al señalado por Black, Ricoeur
indica en La metáfora viva, que “La metáfora es al lenguaje poético lo que el modelo es
al lenguaje científico” (1977, 357). Ello muestra que, al igual que el lenguaje científico,
la metáfora es, según señala Hesse, un “instrumento de re-descripción […], uno de los
medios principales por los cuales esta se lleva a cabo” (citada por Ricoeur, 1977, 361).
Para el epistemólogo argentino Héctor Palma esta capacidad metafórica de la ciencia no
es meramente supletoria y provisional sino que el valor de las metáforas es
constituyente de la producción científica y sobre todo de su enseñanza.
Es indudable que las metáforas sí tienen cualidades estéticas y retóricas, así como
también tienen claramente funciones heurísticas y didácticas. Sin embargo, se comete
un error al creer que las metáforas sólo tienen esas funciones. Yo creo, por el contrario,
que tienen además -y redoblando la apuesta diría que primordialmente- un valor
cognoscitivo por sí mismas. En efecto, en numerosas ocasiones el científico describe y
explica la realidad a través de metáforas; en el nivel de la enseñanza, los docentes
hablan acerca de la ciencia a través de metáforas, pero también los estudiantes articulan
y construyen su conocimiento acerca de la ciencia a través de esas metáforas.
(Palma, 2008, 10)
Aquí se admite que las metáforas no son solamente formas subsidiarias del lenguaje que
luego deben “traducirse” a otro lenguaje original, neutro y transparente, sino que ellas
tienen un valor epistémico, y son constitutivas en la producción de conocimiento que
realizan los científicos y luego apropian los estudiantes. En base a este supuesto, no
tiene sentido advertir o denunciar acerca de los supuestos peligros del uso de metáforas,
sino por el contrario, se trata de reconocer las posibilidades y las potencialidades para
comprender mejor el tipo de compromisos epistemológicos que subyacen a la
adjudicación de significados en la construcción de las teorías científicas. A partir de esta
capacidad de la metáfora para construir similitudes y de presentar una estructura
coherente de ideas, se abren nuevos caminos de investigación, lo que da lugar a nuevos
conocimientos (Cf. Massarini, 2010, 127). En muchos casos es difícil ubicar el origen
de las metáforas ya que son el resultado de imágenes socialmente aceptadas y
naturalizadas en cada época, y que circulan en distintos discursos disciplinares.
Replicando una idea ya presente en Kuhn respecto a los paradigmas, podemos decir que
las metáforas son como “lentes” o “anteojos” a través de las cuales vemos el mundo.
Por ello, como veíamos con Ricoeur -y con los teóricos de la hermenéutica, en líneas
generales- las metáforas (en su significación más restringida) son modos de ver-como.
Allí reside el valor cognitivo de la metáfora: nos recuerda que el mundo podría haber
sido recortado de otra manera y de hecho históricamente lo ha sido, según nos muestran
algunos historiadores de la ciencia. La metáfora puede también abrir nuevos mundos y
promover el desarrollo de la ciencia. Si la naturaleza tiene “articulaciones” que los
términos de familias naturales tratan de localizar, entonces la metáfora nos recuerda que
otro lenguaje podría haber localizado articulaciones diferentes, haber recortado el
mundo de otra manera. (Palma, 2008, 89)
https://www.youtube.com/watch?v=BkPPadVY7QM