Obra Compelta - El Sexto PDF

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JOSE MARíA ARGUEDAS
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Et SEXTO"
SEOUNDA EDICION

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EDITORIAL LOSADA, S.A.


I

¡utolirada Para la
BII|I.IOTECA ('I':{slCA t' COt'?'19¡fPOR.'f\[{
Qrretla hccho el dtPósito qt¡c Pt'cvienc la ltv i. illil
Itl arca y carac ! d ís lirús gttil icas legillr adas
en kt olicina dc Palentes ¡- llarcas rle I¿ .\'¿¡ci"j::

@ Editolial Losada. S. A.
.{lsina I I 3l
Rtrcr¡os.{ilcs, 197{

Segunda edición: :2:t - lll - l97f)

llustró la ct¡bic¡ut
riILVro li.\Ll)ESSARI

l,¡r crlit'iri¡r tr¡nst¡r rlt. cintrr rnil t'it'rrt¡rlitres


Nos tr¡sladaron de noche. Pasamos directamente por
una puerta, del pabellón de celdas de la Intendencia, al
petio del Sexto.
Desde lejos pudimos ver, a la luz de los focos eléctricos
¡le lo ciudad, la mole de la prisión cuyo fondo apenas
iluminado mostraba puentes y muros negros. El patio
er¿ inmenso y no tenia luz. A mcdida que nos aproxi-
m4bamos, el edificio del Sexto crecia. Ibamos en silen-
cio. Ya a unos veinte pesos empezamos a sentir su
fetidez.
Cargábamos nuestras cosas. Yo llevaba un delgado
co¡chón de lana; era de los más afortunados; otros sólo
tenfRn frazadas y periódicos. Marchábamos en fila.
Abrlcron la reja con gran cuidado, pero la hicieron ehi-
rriar siempre, y cayó después un fuerte golpe sobre el
ece¡o. El ruido repercutió en el fondo del penal. fnme-
diatamente se oyó una voz trave que entonó las primeras
notas de la "Marsellesa aprista", y luego otra altisima
que empezó la "Internacional". IJnos segunclos despuél
3e levantó un coro de hombres que cantaban, compitiendo,
ambos himnos. Ya podiamos ver las bocas de las celdas
y la figura de los puentes. El Sexto, con su tétrico cuerpo
estremeciéndose, cantoba, parecía moverse. Nadie en nues-
tras filas cantó; permanecimos en silencio, escuchando.
El hombre gue estaba <ielante de mí, lloraba. Me tendió
la mano, sosteniendo con dificultad su carg:a de periódi-
cos a la espalda. Me apretó la mano; vi su rostro embe-
llecido, sin rastros dc su dureza habitual. Era un preso
spr¡ste que me había odiado sin conocerme y sint ha.b€ql
mc hsblado nunca. Lo examiné detenidamente, ,!\.tó¿
easi aturdido. Crei que al ofr la "Marsell'esa", Sgohada 'O\
Por esos pestilente¡ l:iuros, me rechazaria arin -fl 48ffi
¡¡¡ Lr¡rilc(;at ?
- h
¿t'

\oito"1
-
ffffi&rrambre del cuzco, de la misma lengua que yo
...¡A,iiési
-me diJo- ¡Adtós!
Yr¡ r,r¡ r¡iedé a{rn más sorprendido.
¿Ile cr,ilén se desptdió? Levantó la mano. Y desfila.
mo,3 ¡;n.:r'! s-,i fondo de la prisión, uno a uno,
F,err.ilri;:;:::riiron el canto. Me acordé de los gallos de
pelea ,I+ :ir¡ farnoso galpón limeüo" Cantab¿n toda Ia
noche ,l¡,. ::si'¡fundirse ni equivocarse jamás. ¿Cómo sa-
blar'¿ *l: rr¡ié instante le tocaba su turno a cada uno? Los
prescs ,Í,,,: $*xto también, en sus distcntes celdas, segulan
las n,¡i.¡¡r, ri* ¡os himnos sln retrasarse o adelantarse, al
unlsonn. rolno por lnstlnto. Ios guardias y "soploneg"
que ne:{r rr¡j|odiaron aparentaban caima; nadie sonrló ni
maldijí"1
Me i-".,1":. rlr compañero de celda, aquella noche, Alejan'
drc Cr.ir:r.m un carplntero de las minos de Morococha y
Cerru, , j i':irrnpegino de Sapallange"
1'r¿i .;¡.¿ vela en cuanto me echaron a su celda.
Ter,ia ,., empeqr¡eñecido por la irrltación de los ptlr-
f¡SClt; r]. . rr impresión de ser tuerto. 3u ojo izqulerdo,
que lirii.: r,. ,':r lá.grimas, parecfa inerte.
-*,ii.¡.,:!¡'. ss ugted, señor? preguntó.
f .e tt::, ?1rr nombre. -me
--,.;"f,. ,:::rrirlzcol Han hablado de ti acá.
Sue¡:?-f ,:'.r"naiga -exclamó-.
sldo yo tu compafiero para vivlr en el
Sext¡¡. .::r'.:$rte mf&!
*.-¡$;:rer1 c mla? diJe.
-le noche.
ErÉ; ,r.rs:i r:ie la media
-*ltii¿l;r:t ije me cura este ojo cuando compren-
dió q*t l;, i:.bservaba. -dijo,
,ge ¡¡.r.i:l!-S de la eama, un colehón de paJa refolzado
con Se puso de pfe.
5?dir1,'',|iii:.¡s"
--hi.;.':¡;,,."{:¡rrss los chinches son sonsi-
tos fli'.jrl.t¿,* t.enderemos tu cama.-diJo -aunque
Con r¡ !.r:ix empezó a quemar las chinches que estaban
atra{:l;:!¿r r,l"r ios poros, celdillas y rajadur'as del cemento.
Fie irp;:ñ ri.!,!go y calentó el muro, para pegar alll l¿ vela.
Vi que :-¡'e c.ito y flaco; de cabellos erizados y g"uesos.
Su eueil... 'r:ie{gadfsimo causaba preocupación, parecla de
ung Dr : ,i

8
*¿ Por qué no cantaron los que veniamr:s _le
gunté.
? pre.
sabes? por lo del prefecto... Hace como un
-¿No
año mandó sacar a los presos que habían
Uegado al
Sexto; a la noche siguiente los hizá u""og"" po"
hizo formar acá abajo, en el patio, junto
lista, los
a los excusados.
Les amanaron las manos atiás. f lo" .opior".
barraron la boca con eI excremento de tás Ies em-
vagos. ¡eor
Dios! ¡Es ciertol El estaba parado cerca
de-la reja. ¿Us-
ted le ha conociclo t más flaco qu" Vá, de anteojos,
T"1
bicn alto, medio jorobado. Miró desde
É¡á. ., castigo.
"¡Que no se laven, carajo!', ordenó, .,Méünlos
dos a las celrlas,,. Habia creencia de qr" amarra.
después de esc. pero dicen que está
," matarlan
patrón de haciendas en el mero norte.
t""iqulfo ahora, de
*le dije_. No se trata de él no es
-Si ¿ cierto ?
. -¡Claro, y seguimos cantando! y táao el mundo can-
taremos, cuando el cadáver de ese flaco esü puariéndose.
Su ojo sano tenÍa I expresión dulce y penetrante.
_"'o tiendo ,,.., Hav
mar Ia dirección ou, "urutu
'::-:oT'lt1:1o' saber to-
-que
¿ndar de esros chinchffiJ'"Jilll
estón cojudados.
:r:jj
"Ti",","rj::
Tendimos la cama. Me preguntó por
presos que vinieron connrigo de muchos de los
Ia Intendencia.
*Ahora sí, aqul nadie sabe cuándo
.
tendencia todavia está fácil _dijo, "dd;l. De la In-
veta y se
recostó. "p;;;-;
^--Hazte la idea, compañero. Todos tenemos aqu: .ró
20 meses para arriba: ¡Buenas noches!

Al amanecer del dia siguiente escuché una, armoniosa :

voz de mujer; cantaba muy cerca de nuestra


puse de pie, celda. Me
Cámac sonrefa.
.,Rosita"
-Es en una celda, dijo-, es un marica t"OlOn que
-me frente de nosotros-
l

vive_sola
¡n,
l

te! Ya la verás. Vive sola..Los 'qlie,_rn valien-


asesinosnay aqut
l

la respetan. Ha cortado fuerte, a muchos. i.-uno I

casi Io l
I

J
destripa, Es decidido. Acepta en su eama a los que ella
no más escoge. Nunca se mete con asesinos. "Puñalada"
la ha enamorado, ha padecido. Ya verás a "Puñalada".
Es un negro gTandote, con ojos de asno. Parece no siente
ni rabia ni remordimiento, ni dolor del cuerpo. ¡Verásl
Es Lrn :i¡ri¡: ahl abajo. Su ojo no parece de gente, dema-
siadr; trlinquilo. Cuando sufrfa por "Ros1ta" pateaba a
los poh:ecltos vagos; sacaba el látigo por cualquier cosa.
Se p**le¿li¡¿ como animal intranquilo frente a la reJa
grande" Él es llamador de los presos" Ya llamará a
alguier: rlcntro de un rato. "Rosita" lo tiene todavla en
conden¿r, lüs &scuas. El negro no puede haeerle nada,
porque r,l marica también tiene su banda.
--¿Es él quien canta?
-É1.
-.Per'a s\r voz es legltimamente de mujer'
*-El1a es, pues, mujer. El mundo lo ha hecho asi. Si
hubic:'¡. lá.ido en uno de nuestros pueblos de la sierra,
su m¿iiÍ¡: iir hubiera acogotado. ;Eso es maldición ellá!
Ni uno ¡-!e tilos crece. En Lima sc pavonean. Tendrá,
pues, l¿s d,:s cosas, pero lo que tiene de hombre seguro
es meiiiira; le estorbará. Y aquf canta bonito. ¿Qué
diccs ?
Cantaij¿r el vals "Anita ven": lo entonaba con armt'
niosa y cálida voz.
lls la.rirón ?
-¿ -pregunté.
--Farncsr. eomo Maraví y "Pate'Cabra". Es granCe
entre lc,¡; laclrones. Por eso está aquf, y no lo sueltan.
En r:¡:¡: -instante ofmos ruidos de fierros, lejos.
abriendo las celdas Cámac-. Mejor nos
-Están
levantaq'¡,rs- -dijo
"Rosiaa" ttejó de cantar; la llovizna que cala al angos'
to aire del Sexto, marcando cada gota pequeñlsima de la
garria i;eb|e el cemento manchado, casi mugriento del
muro, sc hieo más patente ; la voz de mujer la habla difu-
mina¡Cr¡; ahora se agitaba; me recordaba la ciudad. "¡En
la c¿Ir*ei tsmbién lluevel", dije, y Cámac se quedó mi-
rándor¡e"
Yc r*e c¡'ié en un pueblo nubloso, sobre una especle de
inmeng<¡ ¡¡nrlén delas cordillera¡. Alll iban a reposar las

10

i¡rr il; ÍiltL iil¡iltr I I r


nubes. Oiamos cantar a las aves sin
{.rboles donde solian dormir o descansar
ni ver ¡og
verlag
al medio dla. El
canto anir¡:aba al mundo asl escondido; nos
lo aproxima_
ba mejor que la luz, en ¡a ,cual r¡uc.stras diferenciá.s
se
irprecisn tanto. Recuerdo que pasaba bajo
el g.ran euca-
¡ipto dc ¡3 plaza, cuand<¡ el campo esta-ba
cubierto por
tas nube.s densas. En e¡ silencio y en esa
especie de ce-
';ueciad feliz, escuchaba el altísimo
ruido de las hoJas y
dcl tronco del inmcnso árbol. y entonces no habia
,li eielo ni scr humano distintos. Si cantaban en t¡erra
es€ ins-
tante los chihuacos y las palomas, de voees
tan
tes, cl canto sc dcstacaba. acompañaba ol sonido pro-diferen-
fundo del árbor que iba del subsueio a¡ infinito
e invisibte
cielo.
Lima bcjo Ia llovizrra, a pesar de su lobreguez, me
rproximaba siempre. algo, a ¡a p¡aza nublada dc
mi alde¡
nativa. Me sorprendió, por eso, que la garúa hubiera
cam-
biado de naturaleza al canto de mujer ofdo alli,
entre los
niehos clel Sexto. y mientras Cámac intentaba
compren_
der el sentido de mi pregunta y de mi
¡rensamiento, un
3¡lto prolongado se oyó en el Sexto; la última vocal fue
iepetida con voz aguda.
--Es "Puñalada" -me dijo Cámac_. Está, llamando
¡ Osborno.
El grito se repitió:
-;Ques d'ese Osborno o ó ól ;eues
¡óól d,ese Osborno
Me acostumbré después, en diez o veinte semanas,

grito; a la incxplicable tristeza con quc el asesino
repetia
eiempre la última silaba.
-;Que-s d'ese Sotuar áárrl
*;Ques d'esc Cortez ééss!
---;Ques d'ese Casimiro iróóól
Deforntaba los apellidos, los gritaba casi en
falsete,
spoyando la voz en la nuc¿. Todo el Sexto parecia
vibrar,
con su iln:undicia y su apariencia de cementerio,
grito agutir-r (rlrc cra a*astrado por er aire en ose
conro rel lranto
final dc una bestia.
¡- \'üces cantaban en coro los vagos o los la.drones, en
sr¡s eolcias, aeompañándose der rrrrdo de cucharas
eon ras

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que marcaban el ritmo. Se excitaban e iban apttrando ra
voz, mientras la llovizna cafa o el sol terrible del verano
pudria los escupitajos, los excrementos, los trapos; no
los desperdicios, porque apenas alguien echaba restos al
botadero, ies vagos más desvalidos se lanzaban al clepó-
sito de fierro y se quitaban los trocitos de zanahoria, las
cáscaras de papa y de yuea. .Las cáscaras de naranja
las masticaban con loeura, y las engullían, sonriendo o
sufriendo.
Sobre el coro de los vagos y el vocerío de los presos
del primer piso, la voz de "Puñalada" hendia el aire, lo
dominaba todo, repercutla en el pecho de los que está-
bamos secuestrados en la prGión. No recuerdo que nadie
permaneciera indiferbnte al oir las prtmeras sflabas de
la llamatla; y no solamente porque todos aguardaban
alguna visita o un encargo, aun qrtienes tenlan a padres
y carnaradas a miles de kil6metros de Lima, como "Mok'
ontullc",y los presos que traJeron de la selva; slno por'
que el torr* del grito, su monotonla, su última sllaba se
hunclte en nosotros, a la luz del sol o baJo la triste llo'
vizna de los illviernos. "iPuñalada!" era su nombre; na-
die sabfa cuál era el que pusieron a ese negro glganto
en su fe cle L¡autismo,
-A.quella mefiaha corrl hasta eI ext'emo del balcón del
tercer piso, para verlo. Estaba apoyado en la gran reja.
Bajé las gradas. Cámac me siguió. El patio pululaba ya
de vagos. No me cran desconocidos; eran idénticos a los
que habia visto en la Intendencia.
Me acerqué a la reja. El negro se fijó en ml. Debl
llamarle Ia atención porque bajé a saltos las escaleras.
No rniraba jamás directamente; hacfa como los caba-
llos quc por la forma de la cabeza y la inmensidad de
los ojos, nos miran por un extremo de ellos. "Puñalada"
era, mu1" elto; en algo influfa su estatura, o lo ayudaba,
a <Iar naturalidad a esa manera eomo premeditada y des',
pcetive de mirar a l* gente. Y como era negro y la
córnea de sus ojos estaba algo oscurecida por manchas
neg:ruucas, srt mireda parecia adormecida e indiferente.
*-;Natlie es como éI, asesino! diio Cámac, en
voz beja. -me
Tenla la facha y Ia expresión del maleantc tfpico.
Volvló a gritar.
d'ese Asc&rbillo billo ó ól
-¡Ques
Pero su voz parecla tener móg potencia en el fondo
del penal que alll, a cielo abierto.
esta reja él controla el ingreso de la coca,
del-Desde
ron, de los naipes, de lss yerbas y de los nuevos pre_
sos; los escoge. Son peor que los indios, estos ladrones
de.¡a costa. IJsan yerbas para maleficios, y chacchan
coca, más que un brujo de la sicrra _me dijo Cámac,
siempre en voz baja.
El neg'ro segula mirándonos.
Cámac.
quedaré -dijo dije.
-¡Vámonos!
_-Me
-leun poco hacia la escalera. yo me acer_
Cámac se retiró
qué más a la reja. Vino desde el fondo del penal un
individuo bajo, gordo, achinado; lo acompañaba un negro
joven. El hombre bajo se echó a ¡eir a mandfbuia
ba-
tiente.
digas, cabro! ¡Vainetilta!
-¡No -diJo-. llamó Cámac_.
compañero!
-¡Venga, -me No se
mezcle,
El hombre gordo tenfa expresión simpática; la risa
sacudfa su cuerpo. Se le veia feliz, como si no estuviera
entre esos nichos y Ia pestilencia de los excrementos.
Cárnac me llamó nuevamente; se acercó a mf y me
llevó del brazo.
-¡Es Maravi!
-dijo-. El otro amo del Sexto. Tiene
tres queridas; ese negrito es uno de ellos. ¡Vámonos!
EI ojo sano del carpintero ardfa, el otro nadaba en
Iágrimas espesas.
*¡Vámonos, amigo! rogó.
Temblaba -meparecia
su ojo sano, no poder rcsistir la
¡ensación de asco que oprimia todo su rostro. Nos fuimos,
. -En el segundo piso están los criminales lo eveza-
dos
-me dijo, al paso-. Son violadores, estafadores,
ladrones no rematados. FIay también un ex Sargento de
Lambayequc, acusado de cstupro. Estamos viviendo so-
bre el crimen, amigo estudiante; equf está abajo y nos-
otros encima; en Morococha y Cerro es al revés; eilos

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encima, los chupa sangre, abajo los trabajadores; ya
sea debajo de le tierra, en la mina, o en los barrios
de lata. Porque en Morococha, los indios obrerog duer-
men en barrios de lata. ¡C6mo aguantan el frfo! Ya los
comuneros de Jauja no quieren ir; las empresas estÁn
enganchando indios, pobfecitos indios de Huancavelica.
Herman* est"udiante, ellos son en esas minas lo que estos
vag'os en el Sexto: to último. rl,os gringos escupen sobre
ellos. ;Sobre nosotros no, no tanto! ¿Qué piensas tú'
cemarada; con qué pensamiento has venido? ¿Tú cono-
ces Morocoeha y Cerro? ¿Sabes que en ningún sitlo de
nuestras cordilleras hace más frio que en Cerro y Mo-
rococha? ¿Fara qué sirve alll un techo de lata? Para
esconder e la gente, que no vean lo que tiemblan' La
cuestión es tapsr y chupar la sangre' Los gringos' pues'
no son ni rte aduf ni de allá; son del billete. iEsa es 8u
patrisl
En ia *scaiera, al borde del segundo piso se detuvo
par& hab:i¿r, cnsi inopinadamente. Me asombré de que
tuviera tar¡ta libertad para hablar €n voz alta de esunto
tan peligroso. Aun en la cÁrcel me parecfan temetarias
esas paiabras" Estábamos habituados a cuidarnos, e mi-
rar a nuest¡'o alrededor antes de decir algo en la ciuded.
Cámac habta perdido ya esa costumbre. Tenia 23 meses
de secuest¡'o en el penal; habla recuperado allí el há-
bito de l¿; libertad. Y como lo escuchaba' pendiente no
sólo de sus pensamientos, sino de su ademán y de la ex-
presión tan desigual de sus oJos, que parecla dar rnós
poder de evidencia a cuanto decla, éI se detuvo, apoylln-
dose en l¡rs barandas de fierro, y continuó explicándome'
Su ojc $a!-;o etra como una estrella, por la limpieza y la
energ{a" ¡1 otro, apagado, nadando en lÁgrimas, hacla
refulgir r¡1ejor, con su trlsteza, al ojo sano.
co'¡p¿ñero. Creo en todo lo que dices; Eigue
-S1,
dije*-. iTe escucho!
.--le
No e$ cierto que el gringo de los trusts no tiene
-¿
patria? ¿$ónde, dónde pone su corazón? ¿Sobre qué
tierra, en qué pueblo? ¿Qué cerro o qué rio recuerda
en el cora¿ón" como a su msdre ? ¿ Qué hace un hombre
que no ha sido cuidado, cuando era huahua, pÓr le voz

14
ceriñosa de su madre? ¿Un gringo que no ha sido criado,
propiamente ? ¿ Entiende usted ? ¿ Que no ha teniclo
crianza de una patria, sino dgl billete, que no huele ni
a México ni & China, ni a Japón, ni a New York, que
ni siquiera tiene el olor de las lágrimas ni de la sanS:re
que ha costado, ni del azufre del demonio? ;Estamos
jodidos, porque ellos mandan todavia en el mundo!
cree usted que aman a los Estados Unidos, o a
su-¿No
Inglaterra? ¿No cree usted que cada quien ama al
pais en que ha nacido ? ¿ No lo cree usted, compañero ?
--le pregunté.
*-De esos g'ringos que h9 visto en Morococha no lo
creo, compaflero. IJno que tiene e su padre y a su madre
y a su patria y va a otra nación para hacer millones con
la sangre y la tierra extranjera, acaso, si es hombre
criado por padres y madres, ¿ puede escupir al trabajador
que le hece ganar millones? ¿Puede escupirlo? iAhistá!
Ese no tigne crianza. Por eso, como maldición, no hay
para él otro apoyo que las balas. ;Balas y billetes, es la
patria del gringo! Y entonce$ todo se lo quiere agarrar.
No hay más remedio para é1. ¡Están condenadogl Y
nosotros, amigo, est&mos bajo los zapatos de los condc-
n¿dos,
habla de los gringos que ha visto en Moroco-
-Usted
ch& y Cerro, Pero ellos son millones. No confunda...
*¿ Y por qué nos mandan B. esos que miran al cholo
no como a gente, sino como a perro ? Asf es, amigo estu-
diante. .Tr1 te ves allá, en las minas y, clarito; no en-
cuentras otro camino: o ellos o nosotros. Asi nos tratan,
asi nos miran. Por eso estamos aquí. ¿O usted no?
--Yo también estoy aquf.
"PuñaladA" y Maravf que es hijo de ellos, hijo
-Conmás
purito; de lo que para mi es mi Javiercito, que a
estas horas debq estar llorando de hambre en Moroc¡cha.
-lesedije-. Estás cansado.
-Vámonos
Sus facciones habian afilado y su piel empalideció.
Lo ayudé a subir.
-me dijo-.
rabia hace tener esperanza
-Lame comeme
Pero
creo la seng:re.
Lo saludaron muchos en el angosto corredor al que
15
t-

daban la.s celdas; pcro tringutro ^sc detuvo. Ya estabtn


Ievantados los presos y transitaban, al parecer' afanosa-
mente, por los angostos pasadizos de las dos alas del
edificio. Tuve Ia impresión exacta de caminar por las
oficinas y corredores de una gran empresa donde todos
iban a sus ocupaciones urgentes. Nttestra celda estaba
muv cerca del alto muro final del Sexto,.que daba a ln
Avenicla Bolivia. Cruzamos todo el corredor. Vi en l¡ts
celdas gente que discutia o trabajaba.
--;Están ocupados! Ven más tardc --eseuehé decir en
el interior de una celd¡r.
compañcro --dijo un hombrc
-Has habiado mucho,
viejo, al vernos pasar. Estaba enfrente en, la otra fila
de celdas.
El hombre viejo apuró t'l paso, y nos alcanzó, por el
úitimo prttntc.
--¿ Estc es el conrpafiero nltevo ? -prcguntó'
- Si - le dije.
hablado mucho, Cámac; Ios he estado obselvan-
-l{as
do - dijo.
Ha hablado mucho'
--Cierto --contesté-. tc-
- No tlebiera clueclarse con un nucvo. Proeuramo's
norlo solo.
-Lo cuiclaré dije-. I:lagamos la prueba.
Me clí cuenta -le
que Cámac est¿¡ba cnfermo, qtle por eso
le asaltaban las cosas y los pensamientos con cxceso de
hondura.
*Señor le dije al vicjo- -. Qr¡c él se reeueste sobre
mi cama. El tiene un colchón de paja con pcriódico; cl
mio cs de lana, muY bueno.
Cám¿c me miró y aceptó de inmediato. Se echó sobre
rnr cama. Le ptr.se la almohada a la espalda' El viejo me
tclrdió la mano.
por un rato
-Sólo -dijo.
Comprendf que temia. Pasó una de sus manos sobre
la frente de Cámac; lo examinó, sorprendido, mirándolo.'
nuevo no es nuevo Cámac-. iYo te dig6
-Este
quc
-dijo
ne es nuevo! Por eso acepto su cama. No te asustes,
compañero.
Sonrió eI hombre viejo, Y salió.

16
hablaremos
-Ya Pedro -dijo.
Cámac.
-Es el líder-dijo
obrero!
-¡Ah, estado en Rusia. Dicen los apristas que está
-Ha al oro de Moscú.
vendido
lo he oído decir. Pero no charlemos. Ya vuelvo
*le-Sl,dije.
momento, compañero estudiante!, ¿tú eres de
la-¡Un
sierra, no?
*Si dije-. Soy de un pueblo chico, de quebrada.
-le
sabe. Pedro tiene miedo de que te cqntagie. No
--Se
estoy para eso todavia. No tengo el bacilo. El médico
del penal no examina a nadie; nos mira solamente. Dice
que tengo el hígado. Pero Pedro sospecha. Yo no. He
visto enfermarse y padecer a los tisicos hasta que han
muerto. Sé cc,mo es. No tengas miedo.
-Tú sabes, compañero, que no tengo miedo
--le dije-.
Quedas bien en mi cama.
amigo! Ahora anda; mira bien el Sexto de
-¡Claro,
día. ¡Convéncete! Ve cómo comienza un dia de trabajo
en la córcel. Porque Ia fntendencia no es cárcel. Es alo-
jamiento no más: ¡Anda afuera, compañero! El hombre
es bien curioso.
Cerca de la puert: de nuestra celda me apoyé en las
barandas de fierro, y no pude examinar las cosas con la
tranquilidad necesaria. De pie, miré el fondo del penal;
y mientras la hirviente multitud de los vagos y crimina-
les que deambulaban en el patio bajo murmuraba en
desorden, pensé en mi compañero de celda. Nadie me
interrumpió; no se ocupaban de mi los presos politicos
del tercer piso. Volvf a sentirme nuevamente como err
rrna pequeña y absurda eiudád desconocida, de gente ata-
reada y cosmopolita. Así, toda mi razón y mis sentimien-
tos volvieron hacia mi compañero de celda.
¿ Qué era más impresionante en Cá.mac: la claridad
de la imagen que tenía del mundo, o los pocos, los muy
pocos medios de los que parecia haberse valido pbra lle-
gar a descubrimientos tan categóricos y crueles? Su
facha, sus modales; su modo de tratarme, ya de tú, ys
de usted; su carna de paja reforzada de periódicos; su

17
Fr-_----
I

saco y pantalón de heehura poblana, no guardaban rela'


ción que estamos acostumbrados a ver que se corres-
-la en Lima- con la claridad de sus reflexiones y
ponden
la belleza de su lenguaJe. No rebuscab¿ términos ni los
aliñaba, corno lo$ polfticos a los que habla oldo hasta
entonces. Era sin duda un ¿gitador, pero sus palabras
nombrahan directamente heehos, e ideas que naclan de
los hechos, como la flor del berro, por ejemplo, que crece
de las aguadas. Sólo gue la hierba no seca el fangc' y
las palatrras parecfan fatigar mortalmente a CÁmae.
La vaz de "Rosita" interrumpió bruscamente mis re'
flexiones. Cantó de nuevo, en frente mto, desde el inte'
rior de una celda. Luego salió; se arregló con ambas
m&nos el peinado y miró a alguien que debía estar bsjo
la celda de Cámac, en el corredor del segundo piso. Teni¡
los labios pintados. Miró un buen rato, ccn alborozo y
coqueterla, hacia el segr:ndo piso; giró después sobre los
tacos y entró a la celda; caminaba al modo de las mtr-
jeres de)gadas que Sustan de mover las caderas. y la
cintura, provocativamente.
'*;Es al $argento! gue deaian a mi lado-. ¡Ya
lo tiene I
-ol
Volvió a salir a la puerta.
Los presos comunes y log vagos no se arremolinaron
delante de su celda. No pasó nada especial. Miré largo
rato a uno y otro lado de los corredores y del piso bajo.
"f,uñalada" segula de pie, alto y sombrto, en la puerta
de la cárcel; Maraví volvla. Pasó frente a "Rosite" y lo
saludó con la mano, sonriendo siempre. Fue al tlnico que
saludó. Yo regresé a la celda.
*Ese "Rosita" debe querer algo Cámac-. ¡No
centa asÍ a estas horas! Dicen que-dijo
está enamoredo del
Sargento. ¿ Qué salida üene aqul ese hombre ? "Rosita"
coquetea bien. El Sargento es un hombrazo, y viene por
estupro. El negro va rabiar, va rabiar de muerte.

1B
La luz del créprisculo iluminaba los inmensos nichos.
Porque la prisión del Sexto es exactamente como la ré-
plice d€ algún "cuartel" del viejo cementerio de Lima.
El Japonés obsérvó, anhelante, que los huecos de los
antlguor wáteres estaban desocupados; buscó con la vista
s "Puñalada", a Maraví, al ,,Colao" y a .,pate'Cabra,,.
No estaban,afuera, en el pasadizo.
I¿a, luz del dia, un inusitado sol de invierno, era ya
trlete ¿hf abajo, en el prlmer piso, sobre la humedad, los
esCupitajos, las mAnchas verdes de la coca masticada, y
más ¿ún Junto a los huecos de los excusados.
El Japonés corrió hacia uno de los huecos, se bajó el
trapo que le servla de pantalón y, sin atreverse a quedar
en cuclillas, agachado a medtas, se puso a defecar. Los
otros presos comunes que lo vieron le deJaron haeer.
Algunos miraron hacia las celdas casi con el mismo te-
rror que e¡ japonés y se agruparon, como formando una
cortina,; otros se reian y volvian la vista de los wáteres
a las celdae. Pero no aparecieron ,,puñalada,, ni Maravj
ni Pate'Cabra". El japonés defecó en pocos segundos;
deJó parte de sus excrerfientos sobre el piso; no podia
tener la punterfa que los otros, a causa dei miedo. Luego
se amarró los pantalones, anudando algunas de las mu-
chas puntas de las roturas del trapo.
Lo vi casi feliz. Sonrtó en la so¡nbra, entre el vaho
que empezaba a brotar de la humedad y la porquer{a
acumulada en las esquinas de los antiguos tabiques.
euie-
nes obsérvaron las celdas, a la expectauva, con
ranza de que ,,puñalada,' apareciera,
la esp-._
aplaudieron,
El Japonés se buscó los sobacos, hurgé con Ios dedos
SU cue¡po, y empezó, con su costumbre habitual,
a echar
pioJos el suelo. Se apagó el relámpago de dicha que

19
auinró su rostro; enlpezó a camillar con la torpeza' como
fingida, con que solía andar. Avanzó sonriendo hacia
quienes aplaudieron. Cotr esa sonrisa fija, httmildfsima,
aplacaba a sus camaradas de prisión; aun, a veces, a
"Puñalad¿r".
En algo, en algo se parecia el rostro de este iap3nés,
asi opacado por la suciedad, al sol inmenso que caia
al nrar cerca de la isla dc San Lorenzo.
"¿ Qué tienen de semejante, o estoy empezando a
enloqueccr?", me preguntaba.
En los inviernos de Lima cl crepúsculo eon sol es
muy ralo. Los inviernos son nublados y fúnebres, y
cuanclo rcpcntinametrtc se abre cl cielo; aI atardecer,
algo quccia de la triste humedad en la luz del crep{rsculo,
El sol aparece inmenso, sin fuerzas; se lc puede contem'
ptar de frc-nte, y quizá por eso su resplandor llega tan
plofundamcnte r los seres anhelantes. Nosotros podia-
mos verio desde lo alto del tercer piso del Sexto; lo vela-
mos hundirse junto a las rocas de la isla que ennegrec¡8.
Era un sol cuya triste sangre dominaba a Ia luz, y des-
pertaba sospechas irracionales; yo lo encontraba
semejante al rostro del japonés que se arrastraba son'
riendo por los rincones de la prisión,
El rostro del japonés del Sexto, con su sonrisa inapa-
gable, trascendia una tristeza que parecia venir de los
confincs del mundo, cuando "Puñalada", a puntapiés,
no lL' permitia defecar.
- ¡Hirohito carajo; baila! -le gritaba el negro.
Lo empujaba. El japonés pretendia acomodarse sobre
algún hueco de los exwáteres, y eI negro lo volviÁ a
tumbar con el pie. lJo-eran puntapiés verdaderos, porgue
con uno habría sido suficiente para matar a ese desper-
dicio humano. Jugaba con é1.
El japonés acababa por ensuciarse, echado como es-
taba, sobre sus harapos. El negro se tapaba las narices,
y reia a carcajaclas, micntras sus "paqueteros" lo aplau'
dÍan. Luego ét y su gl'upo se iban a las celdas o conti-
nuaban conversando cerca de la reja,
- -Dste jirpor.rós. ,1 Por qtré ¡1cl sc ensuciará en cualquier

20
olra parte? ¿A qué tiene que venir donde lo ven?
preguntó r¡n preso politico. -me
qué? A defecar. ¡En dónde no lo verfan! Además,
-¿Aes la disciplina que tienen estos japoneses. Se mc-
cholo,
rlrá todo en é1, sobrevivirá la disciplina. iEso es!
Prieto, un lider sprista. -dijo
lo creo yo-. Se defiende asf, simplemente
se-No -dijeque darle gusto a "Puñalada" y a
defiende. Tiene
los otros.
más de una teorfa para esto. Yo dirla que es
el -Hay
Perú que da lugar a que suceda "Mok'ontullo",
un empleado arequipeño, aprista, que -dijo
no conocfa Lima.
Lo traJeron preso, de noche, directamente al Sexto.
El Perú ? ¿ Qué tiene que ver ? indignado
el-¿ -replicó
preso que habfa iniciado la conversación.
pues, en el Perú, cholito! "Mok'-
-iEstamos,
ontullo" y eI General, -contestó
- "Puñalada" ¿de dónde crees
que han venido? ¿Del cielo? ¿Quién los ha engendrado?
dirlas también, con ese criterio, que Dios los ha
-Tú
hecho.
¿Entonces, quién? Prieto con vehe-
-;Dios! ¿El
mencia- diablo ereador-alegó
de todas las cosas, del
cielo y de la tierra? ¿Tú no te acuerdas que el Obispo
le entrega las llaves del Tabernáculo, el Jueves Santo,
a nuestro General Presidente? Y él nos manda aquí, a
hermanarnos con "Puñalada" y con "Rosita", y con este
japonés que para maldita su suerte atravesó el Paclfico
en busca del Perú ¡que era de oro hace 500 años!
eso que éste no vio cuando "Puñalada" obligó al
-Y
"Pianista" a tocar sobre el japonés.
hermano. Tú tampoco lo viste dirigió a ml,
-Sf, Les contaré, conviene que
Prieto-. lo-se
sepan; asl com-
paran y justiprecian. "Puñalada" tumbó al japonés junto
a los huecos de los wáteres; y cuando vio que ya se
hacfa, Ilamó a gritos al "Pianista". "¡Ven, mierda; ven,
huerequeque!", Ie gritó. Lo arrastsó junto al japonés.
"¡Toca sobre su cucrpo, carajol" ordetró-.;Ttrca
un vals! "ldolo". Aunque sea "La -leCucaracha". "¡To-
ca, huerequeque!. Lo hizo srrodillar. Y el "Pianista"
tocó sobrela costillas del japonés, mientr&s el desgra-
2l

t*
I

cjado se ensuciaba. El negro se tapó las narices: "¡Toca


hasta que acabe!", gritaba. El pobrecito siguió reco-
rriendo las costillas del japonés, moviendo la cabeza,
llevando el compás, con entusiasmo, como has visto que
toca el filo cle las barandas. "Puñalada" y sus socios se
rcian. Yo tengo en el higado esas risas, como al buitre
de nuestro buen padre Prometeo. ¿No es cierto?
Prieto miró a "Ivfok'ontullo".
que aguantar, hermano! é.ste-. A todos
los-;Hay -dijo
buitrcs, hasta la hora exacta. En Arequipa está más
cerca.
Se pelsignó "l\{ok'ontullo, y se fue hacia su celda.
junto al segundo puente.
Era alto, de pelo muy castaño, casi dorado en la nuce.
El vigor de su cuerpo, y sus ojos, transmitfan esperanza,
aun cua¡do la t'tnoción lo rendi¿ y se persignaba.
Se fueron también los otros, y quecié solo en el ángulo
donde ei angosto corredor del plso terminaba, casi sobre
la gran reja y los huecos de los excusados, frente a la
isla.
La luz del crepúsculo iluminaba la torre de la iglesia
de Iüari:r Auxiliadora. La isla flotaba entl'e un vapor
rojizo dc nubes. La fctidez de los excusados y dcl bcta-
dero subia. hasta el patio.
La alta torre de María Auxiliadcr¡, con su reloj, nos
recordaba 1a r:Íudad. En las mañanas, el rcpique de sus
campanas quc el ruido de los claxones ensordecia, y la
propia cúpula gris pero aguda que parecia tan próxima,
casi al alcance cle nuestras manos, nos transmitia el rit-
mo dc la crirclad, sr¡ pulso. Pero en las tardes, a "la hora
puñal", ;' más, cuando se abrÍa un cr€púsculo con sol,
esa torrr: nus l¿¡ceraba,
"La hora puñai" era la úii.ima del dia, la del encierro.
A las sictc cn punto venlan los guardias a meternos
on las celdas. Mirábamos, muchos, hacia la ciudad s
csa hora, especialmente los que no hablamos podido acos.
tumbrarnos a i& rutina de la prisión y vivlamos cada
dfa como si fuera el primero del secuestro.
";Si estuviera alli siquiera la tone de Santo Dornir,go
o de la Catedrall ¡Y no ésta de'cemento, sin
-decla-.
¿lma, sin lengua, nada más que con alarde de tamañol,.
Valla únicamente porque estaba cerca de Azcona, don-
de los provincianos levantaban casas o chozas junto a
Ios algodonales, o metiéndose en los cercarlos.
;Hierve Azconal ;Hierve! ;Se harán
duefios los serranos,-exclamaba-.
como Raúl que ha criado chanchcs
elandestinamente !

De tanto mirar la torre, a esa hora en quc empezaba


a arreciar el hedor de los excusados y del botadero, am-
bas cosas se confundieron en mi memoria: la pestilencra
del Sexto y la torre de cemento-
Y a esa hora precisamente, antes de la hora puñal,
se atrevían a bajar al patio alg'unos presos politicos,
pare eaminar a lo largo de la prisión, chartando. porque
no habh luz eléctrica en las eeldas, y en el patio podía-
mos ver, en la penumbra del opaco alumbrado, el euerpo
de los vagos, ya fatigados, aunque busc¿rnrio slempre
algún desperdicio en el suelo.
Pululaba de gente el patio y et pasadizo, sobre crryo
aire denso cruzaban los seis puentes de los pisos altos
de la cárcel.
De euatro en cuatro, o de tres en tres, por lo menos,
entre los presos comunes, ladrones y vagos no penados
ni convictos, paseaban los detenidos políticos. Los vagos
nos miraban; echaban s¡e piojos sobre el piso o al aire.
Pero había que caminar, y los vagos no ofrecfan más
peligro que el de sus piojos y su lloriqueo. Mendigaban.
En el invierno temblaban de frio. Uno de ellos, un ne-
Kro, cobraba diez centavos por exhibir su miembro viril,
inmenso como el de una bestia de carga. ',¿Se lo saco,
señorcito? ;Sólo diez centavosl", rogaba.
Los grandes asesinos y ladrones no salian sino r.ara
vez al corredor; a esa hora permanecían en sus celclas,
rodeados de su séquito.
Yo no bajaba sino eon Juan, a quien llamábamos
"Mok'ontullo", y con Torralba. Los dos teni¿n u4a gran
salud. . Eran creyentes de ideas opuestas. Nos mirábamos
y relamos. Yo les había puesto sus sob¡enombres.
--Tienes ojos viperinos decla a Torralba.
-le
23
Porque eran oblicuos sus ojos, nefíros y con ojeras que
le daban aún más negrura.
Él y rni compañero de celda, Cámac, eran comunistas.
"Mok'ontullo" era aprista.
Entre la gran reja de acero y las celdas de la prisión
habfa un patio. Cuando construyeron el penal, instalaron
los servicios de desagüe wáteres y un botadero-
-seis
al lado izquierdo del patio. Pero los presos arrancaron
poco a poco la madera que formaba una cortina delante
dc las tres filas de tazas; luego desportillaron y rompie-
ron los wáteres. tos guardias demolieron los restos a
golpe de martillo. Se creyó que lo sustituirian con otros
de cemcnto, pero no pusieron nada; dejaron sólo los hue-
cos abiertos. Allí defecaban los presos comunes, a cuerpo
limpio. Los poltticos tenfamos una ducha y un wáter en
el tercer piso. Eramos más de trescientos; y haeíamos
cola todo el día a¡te la ducha y el wáter.
Pero Maraví, "Puñalada", "Rosita", "Pate'Cabra" y
otros grandes del piso bajo, defecaban sobrc poriódicos,
en sus celdas, y mandaban vaciar los paquetes en los
huecos, con los vag:os y aprendices de ladrones que for-
maban el serwicio de cada uno de ellos. Eran los .,paque-
teros"; otros les llamaban "chasquis", los coneos del
Inca.

24
"Puñalada" subió al segundo piso. Nunca lo habia
hecho antes. Dejó en la gran puerta a uno de sus ,¡pa-
queteros" charlando con el guardia.
Era casi el medio día. La mayor parte de los presos
estaba en los corredores. El asesino subió lentamente las
gradas; los presos se alarmaron; los del segundo piso lo
esperaban en la puerta de sus celdas; muchos polfticos
bajaron apresrrradamente a ese piso; los demás se aco_
modaron junto a las barandas de hierro de la nave
opuesta.
Cuando "Puñalada" llegó al pasadizo, su cabeza toca-
ba casi el techo. Andaba como si sus piernas fueran
demasiado gran<les y débiles; se le iban.
-Señores -dijo
ante un grupo que le cerraba el
paso-, un permiso.
Los presos le dieron campo. ,,puñalada" llevaba puesto
el mugriento sombrero de paja que raras veces usaba,
Una llovizna con mucha luz caÍa al callejón, porque cl
cielo aparecia despejado por el oriente; el sol lanzaba
poderosos rayos muy cerca del Sexto, iluminaba los ,puen-
tes y aun el piso barroso del penal donde las moscas
jugaban.
Mientras "Puñalada" avanzaba como desganado, el
murmullo de todos los presos aumentaba. ,.Rosita" salió
al callejón. Vio al negro, y se echó a correr. Subió ha-
cia el lado opuesto de la celda del Sargento y en u¡r
instante estaba ya de pie, exactamente frente a la celda.
El negro parecía viejo y cansado; mascaba terroncs
de azúcar. "Rosita" lo miraba camin&r, detenidafiente.
estudiante, no va a pasar nada _mc
-Compañero
dijo Cámac.
Estábamos en un ángulo clel corredor, junto a la parccl
que daba a la Avenida Bolivia.
'25

l**
negro va a su muerte o a nada CÁmac-.
La-El
gente presiente, por eso lo han dejado-dijo
pasar. Los ne-
gros son faramallas.
*-Este no dije.
-le el Sargento, a la puerta de
Salió, por fin, su celda, Vio
al neg.ro. Alguien dijo en ese momento, casi gritando:
"Clavel" está afuera!
-;Rl
Todos miraron hacia abajo.
IJn niuchacho de pelo largo estaba apoyado en la pared
de enfrente. La lvz hacfa resaltar su rostro bl&nco y su¡
cejas deigadas. ParecÍa un sonámbulo.
"Puñalada"! un hombre achinado que
-iEh,del brazo
',e¡¡ía -gritó
al muchacho-. ;Miral
.El negro ladeó un poco el rostro, volvió los ojos hacia
ei muchacho, sin detenerse. 'Y siguió andando.
--Sargento -dijo en voz alta, cuando estuvo a un pago
dei ex gurardia--, fácil se llega aqui.
SacrS dei bolsi¡lo de la sucia americana una chavete
muy aiiKosla que parecia tener la hoja quemada. L¡
punls y ci pequeño trozo afilado empezaron a bri¡lsr,
porque el negro movió la hoja.
"Rosita" permaneció tranquilo; en su rostro delgado,
la boca engrasada de rouge y los ojos resaltaban; miro-
ba al ne¡;ro con ironia.
fácil se regresa! desde el otro lado, ante
la-;Más
vacrla¿tóu del Sargento. -dijo
*-Así es. ;Todo fácil, a su tiempo! ,,puñala-
da", si:. -replicó
l' a "Rosita". Sus enorntes
lt:¡r¡a ojos segufan
detenidcs rn el Sargento, que estaba muy cerca de é1.
--;L,lámilloI el hombre achinado al muchacho,
en el piso bajo. -dijoSu voz pretendió ser confidencial. El
negro dir: media vuelta y dejó al Sargento mudo, como
en ¡rosir:.:c,n de f irmes.
Cuando r ¿r "Puñalada" habfa pasado frente a muchaa
celdas, el Sargento sacudió la cabeza y se echó a corfer,
pero le (.(.:r:rfon el paso varios presos.
c'mierdal Te sacaré las tripas de
-;l,lcglo , :legrcsa -gritó-.
gallinazr:, I
*'.No e¡[á usté armado
--le dijo un hombre a¡to y
26

_.i
fornido a quien llamaban ul ,,girlrrno.,-.
Déjelo para
cuando vuelva, l

"Roslta" dudaba; sus ojos iban del negro al


gento cuya Írente se cubrla de sudor. ex sar-
Yo miré al "Clavel", el muchacho que exhibieron
ante
"Puñalada". Estaba llorando; la iuz fuerte hacia
resaltar
sus lágrimas. De sus ojos cerrados, desde
sus r.)staña3
largas, muy negras, seguramente pintadas,
torrentes las lágrimas. Seguía recostado
fr.,,t,.fr*-l
contra ¡;r l)ared;
su piel parecÍa suave como la de una criatura.
ya, carajol que gritó Maravi.
-iTráelo
El hombre achinado dudó -oímos
un instante, luego rió, le dio
un tirón del brazo nl muchacho y lo arrastró por
t-recho pasadizo hacia la celda el es-
del asesino.
-¿ Viste que lloraba ? _le pregunté a Cámac.
lo trajeron donde Maravi, directamente de Ia
-Se
calle, hece meses. No sale sino ¿ ratitos,
siernpre con
el chino a su lado. ;Me duere er pechor
camac.
Lo iba a llevar a nuestra celáa; pero -contestó
oÍmos grltos de
MaravÍ. ,,Rosita" ya no se ocupaba del Sargento;
hacia abajo. miraba
__; Ye mierdel
;Se jodió todo mierda! _vociferó
En seguida ofmos el llanto del muchacho. y Maraví.
aparcció
gespués lanzado a prrntapiés, no por el chino,
Maraví mismo. El muchacho cayO at .u"lá, 'o. sino por
bruces.
Tenia amarrado un trapo azul en la
lo arrastró del cuello hasta cerca Aet ang.uio Itfaravi
"abeza.
del penal o
hizo que se apoyara en el muro.
ya, diositol _rogó el muchacho. La
le -;Déjame
chorreaba hasta el cuello. sang.re
Maravi le dio un sr
de costado r.
suelo, "na..u,o'?l;""i1"illt:" o,l, """rT,lo,l"tÍ
y se marchó.
*¡Cuidalot --le gritó al chino.
Un pequeño charco de sangre había queda{o
mento y lucia sobre la mugre del piso,
en el ce-
clr el sitio donde
el muchacho cayó al ser arrojado de la celda. Tres de
los vagos que estuvieron cerca, se lanzaron
empezaron a lamer la sangre.
at suelo y
Nos fuimos. yo me eché boca abajo, sobre mi colchón

¿t
1*
de paja. Sentia el mundo como una náusea que trateba
de ahogarme. Cámac puso sus manos sobre mi cabeza-
la primera vez --me dijo-. Esos pobrecitos
-No es
siempre comen la sangre, cuaddo hay una pelea. ¿ No
estás viendo ? Nucstros gobiernos, nuestros jefes que vie-
nen desci+: ei Pizarro, eon los gringos que sc aprovechan,
nos convierten en pcrros. ¿Ves cónro engrien a su Ma-
ravi ? Le lraen a su querida, le tracn de flJnte hast&
su celt.la. ¿ Para qué, amiguito ? Ahistá seguro ahora lo
va negociar. ¿Tú crees que lo arroja por su gusto? Algo
hay, algo hay, tan sucio como el corazón de los que en
este niundo no vivcn sino por la plata y para el negocio.
¿ Dónde está Ia diferencia entre el negocio de esos, de
afuera, y de éstos, aqui adentro?
Fatigado se recostó. Acezaba, estaba como asfixián-
dose. I[e ievanté yo, entonces.
--¿'iJú también? preguntó vié¡rdome-. No se
-me
trata cle e.:c. Hay que fregar a los que hacen del hombre
eso que hemos visto. Con mi cuerpo reventado ¡yo voy
a v¡viri ¿Tú estás sabiendo? Como a ese muchacho,
peor, ios soplones de la Oroya me patearon, me bañaron,
me colgarun hasta que perdi el sentido. Asf estamos. Mi
cuerpo habfa sido más fuerte que un& piedra, si no ¿cómo
venceria el hombre a le injusticia? Aquf, en mi pecho,
cstá brlllando el amor a los obreros y e los pobrecitos
oprimidos. ¿Quién va a apagar eso? ¿La muerte? No
hay m.¡erte, amiguito. Sábelo; que eso te consuele como
a mi. ;No lray muerte, sino para los que tiran para atrás!
Esos Jlos joden pero están muriendo. iMañana empiezo
a hacr:rtc 'r¡na mesa y una guitarral iNos entretendre-
mos! ;Pensaremos! ¡Iremos adelante!
De su ojo sano, de veras, broteba la vida. Su cuerpo
apenas podla moverse, pero la luz de ese único ojo volvió
a h:lcrLrne sentir el mundo, puro, como el canto de los
pájaros ¡r el comenzar del dia en los altfsimos valles fun'
dan eil ei ser humano la dicha eterna, que es la de. la
propia tierra.
-'Cá¡nac, hermanito dije-, sé ahora que podra
aguantar la prisión. -le
IIe tlio la mano. Su ojo enfermo palpitaba un podo.
2B

_.1
La vehemencia con que habló, en vez de agitarlo más, lo
calmó, aunque uno de sus brazos temblaba.
hierve en Lima
-La corrupción
caliente; -dijo-
es pueblo grande. La suciedad
porque es
aumenta cada
día; nadie iimpia; aqui y en ios palacios. ¿Tú crees que
junto al Mantaro viviria, habría este MaravÍ y esos lame
salgres, el "Rosita" y ese pobre ,,Clavcl" ? Lo hubiéra-
mos matado en su tiempo debido, si hubiera sido. AllÁ
no nacen. El alma no le hace contra a su natural sino
cuando Ia suciedad lo amarga: Aquí, en el Sexto, la mu-
gre está afuera; es por la pestilencie y por el hambre,
En los palacios de los señores la mugre eí dc antiguo,
es más por adentro. VendrÁ de la ociosidad, de 16 plata
guardada, conseguida a costa. de la quemazón de medio
mundo, de esta pestiiencia que estamos sufriendo.
pestilencia hay en los barrios de Lima. yo he
-Esta
visto en un callejón una fila larga de hombres y mujeres
con sus bacinicas llenas y sus baldes, esperando, hacien-
do turno frente a un cafio de agua.
hombre, pues, sufre, pero lucha. Va adelante.
-El
¿Que es más grande, dices, el afán de los gringos y de
sus compadres peruanos para enriquecerse hasta los in-
fiernos o el sufrimiento de nosotros que acera nuestro
cuerpo ? ¿ Quién va a ganar al fin ? ¿ El terrcero o el
primer piso de Sexto ?
Se puso de pie; se acercó a un cajón que nos servla
para sentarnos.
-De esto voy e hacer
en el
una guitarra y una
Sextol
mesa
-dijo-. ¡Cantaremos
Entró Pedro a Ia celda.

-Abusas,
Cámac
-le no dijo -. Recuéstate. No eres un
buen comunista porque te has formado una coraza.
Ol cuando dijiste: "Me duele el pecho". Debes descansar.
¿ Qué clase de ejemplo le das a este muchacho ?
Cámac se recostó. Pedro acercó el cajón a Ja cama;
se sentó y nos mlró.
Pedro dijo Cámac-.
¡Tantos años de
-Camarada
lucha y no conoces, a-leveces, a la gente! He dicho eso
del pecho; hemos visto lo del ',Clavel", y hemos venido

I 29

L__
aqu¡, no a llorar, sino a pens&r' Los serranos
corazón y todo. pensamos
--Los do¡ estamos quizá mejor que
antes de la pesadiila
que hemos visto _le dije.
Pedro tonía la expresión
siempre. sus cejas canosas,entre serena y cansada (¡e
argo erizadas, acentuaban
el color g.ris, un poco turbio a"--"l._,"
*-Todo ha sido una o¡o..-
farsa _dijo.
-¿ Todo ? _ le pregunté.
negocio de ,,Rosita,,, Maravf
-Un ya está
"Clavel" y los guardias. El
encerrado en una c"lja. iast"
le han puesto de cortina. si" un trapo
aa: en ¡a celda que hicieron ";;ü;-iuio ..,r,a' sorpre-
Oesatoiai es'tlla agonizando
un vag'o. Sc lo han llevado al
coru-al d;-;;;"., pera que
muera allÍ. La misma-histori¿.
¡ufu"."l"-fr"mbre.,,Cte-
vel" será entrbgado al ne':ro, q";-;.
;;,
romper el equitibrio de tos gran-d"""o"rlJ*.r decidido a
.-¿f cl Sargento? _pregunté. piso.

-El prurano
bradas
puede.hacerlo cambiar.
de cabecera d: costa. ;;;i*.,';;;
Viene de tas que-
del Subprefecto. Tiene una historia ,". intrig¡
la clase dc pequeños propietarios brava. pertenece a
Hace moier su caña con un
¿e ta. zoia cañave¡era.
traplche movido por bueyes.
Durante los dias de fiesta,
bres gritan como torol
f.s b*..J.irr, u.o. fro.-
"n
r" .;, j;j:r';..ili,1,
demostrar ., ;;;;;: J1¡fi,ffi:
no ha querido quedarse en.el
tercer piso y-na bajado al
segundo. Lo tienen ya allf tres
los mariconcs. yo he hablado meses. úente asco por
puede complicar las cosas. "."-ni".rJr"as veces. nt
-r-;;;";:
"¿No hay por aqui ninguniro pr.,_uy ."iu'o
Es
dicen en su pueblo quienes *i?,,: ;;
y lanzan guapidos, imitando d""urn u"'d;;;o",ir,^i."oii*"
a cuchilo,
el mugido üi"".rio ¿" ¡o"
toros. El tranquilo neg.ocio ¿e roi,
del Sexto puede alterr ;";; ; ,,pichicata,,
-
ro s g u :r r.c i a s
r
; ;, ;""'; l.T;, ""3"T:" T;"i:" ffi:.
otros esta coyuntura. Si se produc"
"*:
.i
ciaremos al Comisario como responsable. ""1¿"o"lo denun_
-Mngún periódico querrá informar _-_te di¡e.
30

_i
-Lo hará "Hoz y Martill<¡". Lo que deseo ver es la
ectitud que tomarán los apristas.
-Protestarén dije*. En esto no puede discrepar
nadie. Que ellos-le
denuncien en ,,La Tribuna,' clandestina.
Pedr.o sonrÍó.
-Si desean
protestarán
sacar alguna ventaja del Comi.sario no
y aun puede que nos desmientan en su pe-
¡iódico. Tú no tienes experiencia, compañero estudiante.
El oportunismo al menudeo y en lo gr.ande es la línea fiel
del apra. Y por tanto maniobrar se embarullan, se extra-
vla¡, se embrollan ellos mismos. La doctrina no es ni
quiere el "jefe" que sea clara. Tampoco la puede plan-
tear claramente. No es por ehtero fascista; declara ser
marxista y está contr& el comunismo, es anti-imperialista
y atacc a la URSS para neutralizar o ganarse el apoyo
de los Estados Unidos. El "jefe" se proclama antifeudal,
pero se rorlea de señores que son grandes del norte; ellos
lo esconden en sus casas, lo protegen, hasta lo mantie-
nen; y es ídolo de los obreros de €sos mismos señores
feudales. Engaña a unos y a otros; recibe el halago de
los poderosos, por lo bajo, en las alcobas, y mantiene enia-
ce con los proletarios de los ingenios, apar.ece ante ellos
como el revolucionario incorruptible y sacrificado. pero
¿ qué les ofrece ? Adjetivos, adjetivos. En el fondo, y
que lo diga Cámac, que ha, luchado junto a los obreros
mineros apristas, constituyen la reserva del imperialismo
yanqui y de la reacción nacional. A la larga se ianzarán
contra nosotros, el proleteriado y el campesinado. Serán
un €nemig'o peor que el General que ahora defiende desde
el poder al imperialismo y a sus lacayos nacionales.
Cámác escuchaba atentamente a pedro.
-Gracias,
camarada dijo-, por hablarnos asf en
-leestudlante
nuestra celda. Este joven necesita explicación.
En las minas los apristas luchan fuerte ta¡r igual que
nosotros. Pero, de repente, como irracionales, se echan
atrás. No es por miedo. Dan pretextos dÉ mentira y
paran.. Después sale el mismo cuento: un dirigente ha
venido de Lima y con un discurso los ha atarantado.
¿Qué les dlcen? Confiaban en las reivindicaciones por
las que peleábamos, entraban a, la candela con l¿ misma

3t
I

fuerza que el mÁs bravo camarada, pero al dia slg'ulente


nos trotaban con desconfianza, hasta con asco. Nosotro¡
{
segufamos adelante, con el apra que nos maniataba. y
cafamos. Los soplones y los subprefectos nos hacian eol-
gar a su gusto. ¿ Qué les decian los dirigentes a estos
compañeros? Ivfentiras, puras calumnias: que estábamos
vendidos a los rusos, en contra de dios y de la pstria.
¿Creen en la patria? ¿Creen en dios?
sabe Pedro-. Pr:ro manejan esas pela-
con astucia.-dijo
-Quién
bras
Cuando iba a hablar yo, entró a la celda "Mok'ontu-
llo". Se persignó con cierta ironía, y preguntó:
Están en sesión ? ¿ Interrumpo ?
-¿ contesté*. Estarnos hablando de todo.
-No -lerezar si gusta Pedro; lo miró con ci,:r-
ta-Puede
dulzura. -dijo
No creo en los frailes, pero
de-Perdonen -contestó-.
veras soy cristiano. Y una sesión de comunistas me-
rece santiguarse.
_-¿En qué se diferencia una sesión de esto que ve?
¿En la formalidad? Además, este joven, como usted sabe,
no es comunista. Es un estudiante sin partido.
nt¡ discutiré con usted. No soy discutidor. Yo
-Yo Para discutir están
peleo. Prieto y, sobre todo, Luis. He
venido a truscar al estudiante y r Cámac.
*Le he hecho sólo una pregunta
-le dijo
ahf comienza la discusión; usted
Pedro.
con su expe-
-De
riencia me arrincona y me derrota, falsamente. Porque
con Luis seria distinto. Nosotros tenemos cerebro y
músculos. Yo, modestamente, soy el músculo.
Pedro me miró con inteligencia.
que afirmaba usted sólo cumple órdenes.
-Lo señor, y a mucha
-dijo-,
honra. IJsted tamblén cumple
-Sí, pero de jefes extranjeros
órdenes, "Mok'on-
tullo". -contestó
Su rostro slcmpre dulce y feliz endureció violentamen-
t .

te, aparecieron en sus mejillas unes mancha" oaaurna,


como grarros.
venido por Cámac y por Gabrlel. No por usted,
-He acercándose un poco a Pedro.
-dijo,
32

I
qué se ofellde, joven, si únicamentc ¡eafirmo
-¿Por
l,r que usted mismo confiesa? Adcmás, compañero ¿cree
qre hay aliferencla entre Cámac y yo ? Pedro.
Como entre dios y el -replicó
diablo. Piensan
-;Diferencia!
tgual, señor, pero no sienten Ígua). Cámac es indio.
Pedro se levantó,
los tres si queremos de veras a
-Vámonns descanse --dijo-
Cámae. algo.
Que
"Mok'ontullo" Ctlmac-. Te digo como
a -Oye,
un hermano que estás-hablóequivocado.
Permaneció un instante, el arequipe$o, contemplando
a Cámac. Me miró luego a mi, y después a Pcdro. Las
manchas de su rostro se disiparon. Sus eejas negrisimas
dieron una apacible sombra a sus ojos.
-;Es
distinto! ;Bien distinto: Lo que veo no
-dijo-. ningún
me lo va a confundir hablador. Descansa, hcr-
mano Cámac.
Salió. Pedro y yo lo seguimos. No se detuvo en cI
corredor "Mok'ontullo". Se dirigió a su celda, sin des-
pedirso.
amigo cstudiante --me dijo Pedro--. La
-Reflexiona,
prisión sirve para eso.
El tenla euarentinueVe meses de prisión. Habfa lucha-
do veintc años dirigiendo obreros; cra un tejedor califi-
cado que lefa mucho. Y arrn cuando a veces hablaba elr
términos algo librescos, su actitud, sus movimicnto-s, su
modo de gesticular, eran los de un obrero. Porque en el
Perú todo lo externo del honrbre corresponde aún, casi
exactamcnte, a su cla,se.
I-e tomé del brazo y cnnriné con él un poco.
-,Este "Mok'ontttllo" es sincero -le diie-. Lrtcnará
¡rol la revolución.
- No - me contcstó en voz muy baja-. Tiene una po-
tencia de 'línamo, pelo cit,ga. Si le mandan qtte te dé
una puñalada, lo hará sin pcstañear, aunque después llo-
rc algo sob¡e tu cadáver. Cree en dtos y dn sus Jefes;
cso le basta. No se puede tratar con militantes como é1.
Ya lo viste. No tic'ne ni desea tener ideas. Son cl
nrfisculo del partido, es decir, el puño con que golpea a
srrs adve¡salios. ;Tr'átalo nrás, compañero estudiante! No

1_
te desanimcs por lb que digo. yo por mi p""t" prlfi.ro
a Luis, que es la falsedad; pero se controla, esconde sul
intenciones, y alli, en sus maniobras para no deci¡ la
verdad de lo que quiere, descubres o tanteas adónde va.
Su Juego es conocido; todos obran más o menos con la
misma falsia, muestran igual fachada, la misma palabre-
rfe. Pero frente a ellos uno se orienta, como el chuncho
en la selva. Con "Mok'ontullo" una conversación sobre
po¡ftica no puede durar sino lo que has visto; si dura un
poquito más vienen las patadas.
Los presos pasaban junto a nosotros, sin detenerse;
nade parecia haber quedado en los corredores del escán-
dalo del medio dfa; todos estaban seguramente dedicadcs
yÉ a sus ocupaciones habituales. Del primer piso subla
el murmullo de siempre.
¿ tiene ideas ? pregunté--. ¿ Qué ideas ?
-Luis, quiere la revolución;
-le odia a los garnonales y a
los-Luis
yanquis: pero odia más a los comunistas. No es pJ-
sible hacerle entender que la revolución soviética ha libe-
rado a los obreros y a los campesinos de la tiranla de Io¡
terratenientes y de la burguesía y que es un poder nuevo
en el mundo. En eso es tan ciego como ese joven are-
quipeño. La "amenaza" rusa es para él más grande qua
la yanqui. Está en contra de la República Española.
a Franco. No es posible hacerle entender que
P¡efiere
el apra se identifica con el imperialismo en el asunto mós
importante del mundo en este momento. No han celebra-
do oficialmente la derrota de la República; pero tuviero¡.r
una sesión los dirigentes apristas del Sexto, a las dos
semanas de la caida de Madrid. Salieron con las caras
felices de esa reunión. "Es una derrota de los ru:os
aunque sea una desgracia para España", me dijo Luis.
hablando claramente, como pocas veces. ,.Tú has sido
un campesino explotado", le contesté. ,.¿Cómc puedes no
ver siquiera que la derrota de la República significa el
afianzamiento de los militares tiranos de Latinolméri-
ca?" "A los tiranos los liquidaremos nosotros, tarde o
temprano; si el eomunismo vence en el mundo no habrá
salvación. Además --afirmó riéndbse,--, .no he sido ten
pobre conro crees, mi padre es un campesino libre. y

34

_t
'mÉ haee feliz que revicntes por esta derrota de Rusia".
llo quiso seguir discutiendo; se fue a su celda.. Lo aplau-
dlcron unos pocos compañeros qtte nos escuchabnn. To-
¡:rlba le dio un puntapié a uno de los que aplaudian. Se
'c vinieron encima tres o cuatro. Yo pude ponerme en
":rcdio, y paré la pclea. Amenazaron a Torralba con rom-
perle los huesos después, pero no lo hicieron. Fueron ¡.
.la celda de Lt¡i-s y cantaron la marsellesa aprista. Por
ir noche se quedaron unos cinco o seis en esa celda; can-
*-r.ton valses y marineras, jalearon hasta muy tarde. A
rni me dolia el pecho como a Cám¡c. Pero al día siguien'
tc ya estaba tranquilo. En la prisión hey que dominar
tor nervios más que afuera, porque aqui adentro no po-
dcmos luchar.
te Universidad el apra no eolaboró eon el Comi-
té-En
de Defensa de la República Españols, pero no nos
rtrearon ---le dije -. Ere espantoso que los muchachos
p.rrnanecieran indiferentes aun cuando los italianos in-
vadieron España y bombardearon las ciudades.
partido popular tiene su l¡do insensible *-mc
-Todo
dijo Pedro--. Y por alll puede.s conoeerlo. al instanto.
Nosotros. los comunistas, fuimos insensibles ante la car-
nieeria que se hizo eon los italianos en el frente de Gua-
dalajara. Aniquilaremos, eubiertos de gloria, a los fascis-
tas, a los gamonales, a los imperialistas, a los que viven
de la sangre humana. Queremos un mundo libre de ex-
plotadores. ¿Por qrré no vienes a nuestra sesión próxima?
--le dije-- si Cámac puede asistir.
-Iré
-Asistirá. Es peor que se quede en su celda, desespe'
rado, pensando en la reunión. Quizá esto lo desgasta més
que la emoción con que habla en las sesiones
Pedro me dejó ccrca del primer puente. Se fue a su
celda.
Descubri el trapo que habfan puesto de cortina a una
eeld¡r dela fila izquierda, en el primer pisg. Al parecer
ta eelda no tenla ningrin vigilante; no estaba el hombre
echinado. Me quedé un buen rato mirando abajo- L:s
vagoc caminaban, como extraviados. El "Pianista" ape-
reció det fondo del penal, corriendo. Solfa hacer ejerci-
eios; y siempre cala al suelo, porquc se le rendlan las

35
piernas. .Esta vez se detuvo cerca de la celda eneorti-
narla; no cayó; se sentó conscientemente en el suelo, eon
la cara hacia la celda. Empezó a "toca{' en el piso y a
mover la cabeza. Cantaba; podía oirle desde la altura-
Su voz delgada, temblorosa, conlo la que sale dc un vien-
tle vacío, intentaba scguir alguna melodia. Luego se
calló y qrredó como pensativo, con la cabeza apoyada
sobrc el pecho. Tenfa las piernas al aire por las roturas
dc.l pantalón; la piel de su espalda, cubierta de mugre,
casi no se distinguía de la oscura tela del saco que no
alcanzaba a taparle sino los hombros y los costados del
cuerpo. Su cuello estaba escondido por lo.s cabellos ere-
cidos en crenchas apelmazadas por la suciedad. Empezó
a caer una llovizna densa. "¿Cómo puede funcionar aún
el cuerpo de un hombre así aniquilado, convertido en es-
queleto que la piel apenas cubre?", me preguntaba. Pero
el "PianisLe" ^se animó de repente; cantó de nuevo, tocan-
do el piso con los dedos entr¡siasmado. Levantó la cara
hacia l¿ celcla donde estaba encerrado "Clavel". Entonces
apareció el hombre achinado, de debajo del puente; le-
vantó al "Pianista" del cuello, le dio un puntapié y lo
lanzó de espaldas a un costado de la celda. Pude verle
la barriga, cl ombligo que palpitaba; más lejos of que
gritaba }faraví. El hombre achinado arrastró el cuerpo
dcl "Pianista", así de espaldas, varios pasos. "Te he dado
fuerte", dijo.
Se quedó allí el cuerpo, rceibiendo la lluvia en la cara
v cn Ia barriga.
Contaban en el Sexto que este vago fue de veras un
estrrdiante de piano, y que cayó al Sexto durante la cele-
bración tle un 22 de Febrero. No tenía documentos y lo
r.('haron ai primer piso. "Puñalada" se lo envió a Maraví.
Lo violaron tres maleantes durante la noche, y lo tuvie.
ron encerrado en la celda cuatro días. Cuando lo arro-
jaron estaba ya enloquecido. Tocaba el piano en los
suelos y en las barandas. Nadie lo conocla, nunca h8.bia
sido aprista. Un "soplón" lo capturó para hacer méritosi
lo encontró en una calle donde habían reventado una
sarta de cohetes. Cuando Maravi lo arrojó de su celda,
durmió después en la de todos los ladrones y de los vagos,

36

l
llda en la del neg.ro que mostraba por diez eentavos su_
r¡'rnenso miembro viril.
Llegó Ia fecha dc calificación de los vagos, y lo solta_
¡on- Pero no pudo caminar sino unos pasog en la Av,
¡tlfonso Ugarte. Los automóviles y omnibuses lo aterro-
¡izaron. Al dia siguiente lo recogieron Ios guardias.
Estaba como escondido junto & uno de los excugadog
orn¿mentales de la Avenida. ,,Mejor que lo maten de
una vez las fieras del primer piso", habia dicho uno de
Ios guardias, Y el "Pianista" fue el primer ,.vago" en
¡et?esar al Soxto. Sc lanzó a correr en el piso húmedo
y csyó cerca del fondo. Maravi le hizo servir -una copa
de ron, para animarlo. y el .,pianista" cantó, senháo,
unos instantes. Luego se durmió en el piso. Lo cargaro¡
los "paqueteros" de Maravl a ta celda del negro demente
que no tardaría en volver. y allf estaba alojado ahora con
otros tres vagos, dementes todos, a causa de las violacio-
nes y el hambre. Uno de ellos mostraba sus úlceras con
airarente orgullo; era silencioso, casi verde del rostro,
f'Mok'ontullo" me encontró todavia en el pudnte donde
me habla dejado Pedro. Le conté lo que habÍa visto y le
ñostré el cuerpo del ,.mrisico"
--No está muerto dijo-. Los vagos conocen bien
un cuerpo múerto. -meiDejémoslo que muera! Seré meJor
para él y para nosotros.
po.drfamos abrigarle?
-¿No -le pregunté.
--Debe bener ya la sifilis. Espera.
Fuc a su cclda y trajo una camiseta de punto.
- Pcngámosle esto Le duraré quizá hasta
-dijo__.
la noche. Se lo quitarán después. No se Ie puccle tracr
ni comida; se Ia quitan a patadas. por eso no se acerca
a la rdja, cuando volvemos del comedor. ¿ No es mejo¡
que muera ?
I'ui a mi cclda. Cámac dormia. Saqué de mi cajón un
chocolate y una chompa. Sali epurad;.
,
una locura
-Estodo. dijo ,,Mok'onlullo"_. Se lo gui-
+,arán -me a la celda
frá a parar de Maravf, por págo
de ron, de coca, o simplemente por miedo. El chocolate
no sabrá quizá ni comerlo.

3?
ahompa es vieja. ¿ No te a¡imarÍas a esperar que
-La el chocolate ?
coma
-Aguarda -dijo. a su celda y trajo un cuchillo.
Fue nuevamente
las cosas tú dijc-. Cérdova, mi com-
-Llevade celda, ha de -me
pañero vigilar, si nos molestan, él lla-
mará a todos los políticos. Nos temen. Saben que noso-
tros hemos despachado a algunos soplones y militare.s.
Sajamos Ia escalera.
"Puñalada" estaba junto a ia reja, e¡rsombrerado. Nos
miró cor] dcienimiento, como no io había hecho ninguna
vez. Dcbiamos cruzar más de la mitad del piso de los
vagos- Avanz&mos tranquilamente. "Mok'ontullo" iba
escoltándome. Miré hacia el piso alto y vi que alg'unos
presos estaban asomados a las barandas. Había pocos
vagos, afucra, en el corredor del primer piso. Pero fueron
saliendo a medida que pasábamos por las puertas de las
celdas. El "Pia¡1ista" pretendió levantarse cuando llega-
mos ha-cib é1. ";Está vivol", dije. "Mok'ontullo" sonrió.
Él lo alzó dc los brazos. Lo llevó caminando hacia la
escalera; las piernas del "músico" se enredaban; tenia
los ojos cerrados. Los vagos empezaron a seguirnos.
-- ; Fuera, carajo I ; Dejen a los políticos ! --gritó lvf a-
raví, dcsde la puerta de su cclda.
Tudos rcilocedieron.
Llegamos a la cscale¡'a, bajo techo. Hicimos que el
"Pia¡rista" se sentara. "Mok'ontullo" le quitó eI saco,
sin romperlo más. No tintaba su cuerpo. Estaba helado
y hún'redo. OlÍa a algo ácido y anlargo. Lc pusinros la
camiseta I' dcspués la chompa de la¡rl. Iba a ponerle en
la boca un pedazo de chocolate.
-Antcs algo caliente -oí la voz de "Rosita" quc sc
acercaba con una taza en las manos.
Era cocoa.
"l\fok'ontulio", sorprcndido, rccibió la taza. Lc abrió
la boca al "¡núsico", pcro se dcLuvo.
"Roslta"-, déle nomás. Está templadita.
-No -drjo
Le hizo bcber a pocos. El "Pianista" abrió los ojos.
Sig ruu bIbto11¡lU ¡ olTlo cn sUCños.

I
"Rosita" se fue con la taza vacfa. Llamó a Maravl y
;c dijo algo. El asesino le dio la mano.
Yo sostenia el cuerpo del "Pianista". Se cchó a ca¡r-
Irr en voz bajisima, sin quitar los ojos de "Mok'ontullo".
Y cuando me agaché para frotarle las piernas, escuché
g'randes carcajadas junto a ¡a reJa. "Puñalada" y los
I'rgos que estaban con é1, reian. El "Pianista" no escrr-
chaba las carcajadas; siguió cantando.
--Voy a traerle un pantalón dije a mi compañero.
-le
contestó. EI "Pianista" segufa miróndolo,
-Sisin-me
casi pestañar. La luz de sus ojos parecía surgir len-
lamente desde la materia turbia en que sc habian con-
\'ertido.
Subl a saltos las gradas. Etttré a nri celda. Cámac
seguÍa dormido.
Cuando bajé las escaleras, Pedro me acompañó hasta
cl segundo pi.so. Oí que pedia quc ¡ro me siguieran.
l,os guard¡as y "Puñalada" continuaban festejando.
ese pantalón encima dr-l otro - me dijo
-Pongámosle
" llfok'ontull<¡" .

Con la misma cucrda dc su haraposo pantalón. lc ama-


rranrr)s el mio.
- -No pesa nada me dijo "Mok'o¡'¡tullo" a pesar dr
quc cs nrás alto quc tú. Ya no canta.
Pero sus ojos habian ctareado. Eran de color gris.
conro cl dc cicrtas piedras que no destiñcn ni en la su-
¡rcrficie ni bajo el agua de ¡os r¡os.
' ;Es fácil abrigar a un hombrcl --dije.
a "Rosita"
-- ;Hasta resucitarlo es fácill Llama nte
dijo "Mok'ontullt¡". No le conrprcndi.
--;Llámalol
-repitió.
"Rosita" e.staba de pie cn la puerta de su cc.lda. !'u¡.
- Mi amigo lo ll¿rma -..-le dije.
Sonrió.
- Nr¡ es necesario. Digale que nadic va a quitarle kr
que le han dado --cLrntestó. ,
No lc d.i las gracias. Regresé. Senti qrre me seguia.
--Déjcnlo alli --dijo "Rosita"- . Nadie va I tastidiar¡o.
Dud¡rmos los dos. ¿Adónde llevarlo? E¡t S\¡ celda l<¡
rlt's¡lt¡dar'ia¡r Ios otros vagos.

39

l
No me creen r con impaciencia ,,Rosi-
-¿ ;Creen que no-prJguntO
ta"-. podré?
-Alli, en la escalera dormirá mejor. Su celda apesta.
¡Déjenlol
"Mok'ontullo" lo cargó hasta el descansillo, lo ¡ecostó
contra el rnuro del fondo. Hizo que apoyara su cabeze
en el ángulo de las paredes. El ,,Pianista" cerró los ojos.
es para dormir "Mok'ontullo-. Es porque
su-No -diJo
cuerpo se siente feliz, ¡Vámonosl
Pero vio Ia tableta de chocolate que yo lenfa en la
mano. l"[e la pidió; bajó Ias gradas y se la entregó a
"Rosita", qtre estaba en el corredor al centro.
Crel que los guardias, "Puñalada" y los presos que to
acompañaban dirigirían a mi amigo una gran carcajada.
Sólo uno silbó muy despacio, maliciosa.mente.
la co{roa. y por su protección al ,,pianista"
-Por
dijo "Mol<'ontullo" a "Rosita"- ¡Graciasl -le
Recibió Ia tableta sin sonrelr, muy seriamente.
lr; neccsito, usted sabe. Pe¡.o no le puedo recha-
-.lVo
zat a. [sl.{]. - contestó en voz alta.
Miró haci¿¡ la reja. "Puñalada", los guardias y el coro
de prescs guardaron silencio. Los del fondo del penal
empezaron a acercarse. Maravf salió unos pasos fuera
de su ceida. "Mok'ontullo" regresó hacia la escalera.
"Rosita" lo siguió con los ojos. El "músico" estaba como
dormido. Sus barbas ralas y sus cejas confundidas por
la lnmundicia; las plantas de sus pies, blancas, resalta-
ban entre i,a ropa limpia. Respiraba con esfuerzo.
--;Va e. rantar, de nuevo! dije a ,,Mok'ontullo"-.
Vámonos de una vez. -le
i:riry enfermo. Ya no cantará sino junto a dios
-Está
--me co¡ltestó.
Lo mlrabarl rnuchos desde las escaleras. Se cuadró, y
vi que rezeb¿. De espaldas, su cuerpo ancho, de hombros
poderosos, su cucllo casi rojo, apar.ecÍan rendidos ante
la figura deshecha del "Pianista" que pretendla abrjr
los ojos y movfa los labios.
Se persigrró mi amigo, me agarró del brazo y subimos.
Cantaba cnt¡e dientes la Marsellesa sprista. Los presos
comunes de1 segundo piso se habfan agolpado en la es-

40r
I
cr¡erl. Ifl piurano detuvo a "Mok'ontullo". Estaba en la
Filtrcra fila.
marlcón ése ha seJvido --diJo-. pero sl no do-
-El al "Pianiste"
ñ¡rrde haste el fin, algo le va a suceder,
¡Usted eg del no¡te?
arequlpeño.
-Soy si fuera. En todo lugar hay valientes. Aqui
-Como
cdaré también yo. Cuando viene la calentura del humor
hry que echarlo afuera en la mejor ocasión.
se meta mucho .-le diJo ,.Mok,ontullo"-, ya
-Nosabe.
usted
que saber para entrar. Ahora es tiempo.
-Hay
Su sombrero limpio de paja le daba sombra, su pan-
talón tenfa una a.ncha corre& que le ceñia el vientre
¡bultado pero recio.
con tranquilidad *nos
-Vayan maestro, que dios ledijo. *le
-Adiós, y seg'uimos subiendo. ayude
'lfok'ontullo",
contestó

no se ocupa de los chicos con voz fuerte


y -Dios
colérica el piurano. -habló
y
Luis Prieto nos esperaban al final de las gradas, en
el tercer piso.
Luls estaba sombrlo.
dejaste arrastrar por éste, como un perro
-Te
dijo a "Mok'ontullo", -le
-¿ Quiénhe sabido?su-lenombre ni me interesa
es éste grité.
-Nunca
testó. -me con-
sl conozco el suyo y todo lo que hay dentro.
-Yo cosa de nosotros, no te metas, Gabriel --me rogó
-Es
humildemente "Mok'ontullo".
Luis escupió sobre las barandas, nos dio la espalda y
se fue; "Mok'ontullo" lo siguió, apurado; tras él desfila-
ron Prieto y los que se habfan reunido frente a la esca-
lera; entraron a la celda de Luls, eerca del primer puente.
Pedro, Torralba y Fermln, el zapatero, estaban en tel
puente. No habfa calido Cámac y me sentf algo descon-
cert&do,
Pedro sonrefa. Me llamó.
te pareeió Luis? preguntó.
-¿Qué -me
41
salvaje que no Eabe disimular.
-Un no neeesltaba hacerlo. Por el contrario, tenh
-Ahors
quc mostrarse asf.
entonces ? Me parece un hombre
Es sólo un actor,
-¿
violento y
rústico.
Se acercaron a nosotros log presos; estÁbamos crsi
rodeados por los aprirtss. Me .volvl. hacia ellos, uno por
uno. Recordaba al ettudiante ¡'reyre, un puneflo ttmldo.
baJito, a quien ls prisión deprlmta. Hast¿ él me mirabr
con odib, como ¡i nunc¡ hubiera sldo mi ¡migo.
de Ru¡l¡. carajo! uno.
-;tsclavos -gritó
peor er Gabrlel. Hlpócrite. ¡Hay que zurr¡rlo!
-El
Fr'ryre me dlo un puntaplé, apoyándos€ cn dot de rur
eompsrlcms para rleanz¡rtne.
dlto Pedro-. No hcmor de pelelrnor
-Settores
como -les
los dellncuentes. detuvo a Torrrlba con el
brazo.
-Y
he hecho contra ust¿det? ¿Quó tc
he-¿Quó
hecho a tl ? dlje al c¡tudiante y-grlt¿--.
mc aproxhné e é1.
-le
dc Rr¡¡ia! ;Traldore!! *gritó algulen.
-iEscl&vos
ocultÁndose tras lor que nor roderben.
--No les hagas caro. Te qulercn moler. ;Vcn! --ol la
voz dc CÁmae.
Los aprista.r vlrron al mlnero y se agruparon. abrlen-
do el etrrr¡lo.
--Har querlrlo enredar a Juan --dljo Freyre. casl gi-
miendo-. !,o has llevado donde el "Ros¡t8". Ero cs uil
táctlee eonoclda de los comunistas, calumniar. cnlodr.
Eso se easti8a.
que tienes la eabcza y el corazón mA¡ cortom-
-Parece
pido que Maravl. Hcmos barado a auxill¡r r un morl-
bundo . ic grité.
comunistrs son el inficrno! Pcro Gabriel deb:
ser-¡Estos
sólo un instrumento. ¿ No er clerto ?
Se abrió paso entre los presos un hombre; y rtconoef
al aprísta qrre rne odiaba en ta Intendencle y qüc me
estrechó l¡ mano, llorando. al oir los hlmnos que todor
los presos cantaron a nuestra llegada al Sexto.
--¿Cómo puedes creer eso, hermano?
-le dije. eólo
Pert¡ en sus ojos, eomo en los de sus eonrpañeros,

42
hblr odto, un odio denso y ciego. Torralba y ferrnln,
cl trpatero, mir¿ban a los apristas con desprecio. podlo
cl¡llar en cualquler in¡tante Ia lucha; las b¿randas no
ctrn altas y cualquiera de nosotros corrfa el riesgo de
cr.r o de ser arrojado al fondo, sobre la mugre de ce-
rncnto de los vagos.
Pedro se lrguló. Cémac venfa.
es completamente
-Estoun lfo de comadres,s.bsurdo, compañeros _dijo_.
Ps¡ece y estamos aquf por cosas de
hombres.
Cámac me tomó dél brazo.
t.
quieren hacer ,,chacf,,, estos compañeros. En ls
-Te
prtaión nos enrabiamos por cuelquter cosa.
¡Vamos a
.rnpezar por la gu¡tarra! ¡Hasta lueguito, compañeros!
--{iJo, y se dio medla vuelta, llevá,ndome hacia nuestra
eelda.
en claro la intriga. Juan saldrá limpio de este
-Queda y tri.
maniobra, cagado.
Era Ia voz del preso con quien vlne de la Intendeneia.
3f que ¡os epristas se dispersaban, satisfechos con la de_
claración del cuzquefio.
buscaré Le hablaré en quechua. yo
he-Lo
lo
visto llorar; -dije-.
me ereerá.
si llora Torralba.
-Peo¡
Entramos -dijo
a Ia celda.
se ha equivocado esta vez. Es astuto; tiene un
-Luis seg'uro. Pero esta vez por
instinto ¿ qué ha fallado de
csa manera? Hay que pensar en et asunto.
Pedro se sentó sobre et cajón, mtrándonos.
fue ?
-¿ Cómo -me
raro, íncrelble
preguntó.
después de que le ex-
-ti!e la historia del ,,múslco"
pliqué -eomentó y de
Maravf_. Cometie_
ron ustedes una imprudencia. pero habia que tratar que
todo coneluyera bien. Una tueha de los presos comunes
y de los pottticos no es improbable y acaso el Comisaric
lo eelebrarla. Lo hemos evitado siempre. .,Rdsita,, sin
duda que admira a Juan. Luis ha crefdo que el prestigio
del héroe de Arequipa, del luchador Joven más temererlo
que tlenen los apristas en el Sexto, ¡ba e quedar man-
chado por ese diálogo con ..Rosita',, por el obsequio so-

43
lemne que le hizo del chocolate. Fue cómlco, sin duda.
Pero Lr¡is Io ha hecho r€saltar, lo ha perennizado. Ha
cometido una estupidez útil.
Cárnac dudaba.
en camblo, camarada, has sacado buen partido de
-Túequivocación. Lós comunistas han permanecido, creo,
esta
serenos. Somos treinta y ninguno se ha rnetido, ni cuan-
do te insultaban.
comunista que no procede con la cabeza frfa no
-El el nombre del partido,
merece
usted sabe que yo no tengo mi cabeza
-Camarada,
fria nunca. ;Esto de "Mok'ontullo" me duelel
camarada. Tú tlenes ese riesS:o' ¿Por qué te due-
le-Sf,
que un aprista como él se desprestigie ? ¿ Nó tratan
ellos no sólo de despfestigisrnos, sino de destruirnos?
";Eselavos de Rusia!". ¿Tu corazón no se enciende cuan'
do oyes ese in¡ulto ?
trata de "Mok'ontullo". Es luehador inoeente re-
-Se
volucionaris dó nacimiento.
puño de! apra para golpear a cualquiera que de-
-Et
see destruir; al Corazón de Jesús, si creen en algún mo'
mento que les conviene.
--Camarada -le dije a Pedro-. La lntuición no puede
dcmostrarse con razones. Nuestra inttrición, la de Cámae
y Ia mla, es que "Mok'ontullo" es un aprista mtry disci'
plinado; es quizá un fanátieo, pero sigtte al apra no por
fascinación solamente, sino por las promesas politicas.
---,' Qué idca-- tiene ? I'edro, exaltándose--.
-exclamó
¿No hn dicho que deja que los lideres plenscn y qrte él
sóio es t'l músculo del partido? ¿Qrté otra cosa son esa
jaur'ía r¡uc nos rodeó en el prtcntc, y quc ante una impru-
dencia pcqrioña de ertalqttie'ra dc nosr¡tros nos hr¡bicran
lanzád. des,lr: el tcrcer piso, pare el regocijo de los vagos,
del Cor¡isario y de todos los feaecionarios del Perrl? Son
el meiol' aliado del Ceneral, ahora, y más tarde será
aún peor'. .
- .;Y ¡or qué están prcsos, entonces? .;Por qué hay
aquí, en rl Sexto, centenares de apristas? ¿No tratan de
conquistar dereehos por lo^s que usted, Cámae, y todos
los ccrnr¡nistas lrtchan afttera?

44 I

I
representan ah pequeña burguesfa. Mucitos
de-Ellos
sus lidcres son gente de la llamada "aristocracia";
qureren un gobierno anticomunista que reprcrsente los i¡r-
iereses de la pequeña burguesla. Pero ¿ cuál es la aspi-
::ación de la pequcffa burguesia ? ¿,La lcvolr¡ción socia-
:-s!a, es decir, la revolución? No, amigo esludiante; a lo
:,!nico que aspiran es a i¡rcorporarse a la clase de la alta
Dr|guesía, dcsplazar a las familias tradicionalcs y des-
empeñar ellos la función de esas fanrilias. Acabarárl por
aliarse, cuando y en el momento que convenga a Ia clase
seflorial esclavi"sta y feudal que ahora gobierna; scrán
engullidos por esa casta, domesticados y convertidos cn
parachoques de la revolución. iHay que odiar a sus ca-
becillasl ¡Estudiarlos y odiarlos a muerte como a los
jefes de la r'eacción tradicional!
--Yo no puedo odiar a hombres como Juan -le dije-.
I
Scgún la propia teoria qtrc usted acab¿ dc cxplica,r, Juan
ps r¡n engañado, no un traidor, y no lo puedo odiar.
--Es pcor que ulr jefe aprista - tlijo cl zaliatero rlrrc
c¡rseñaba marxismo c¡r el Sexto a lc.¡s corr,ullist¿ts-. Sr¡r
l¡omb¡'es como Juan cl npra no tcndr'íl poder'.
--I!fe han t¡aicio¡rado los mincros apristas tnr¡cho - cli-
jo Cámac Pero odial', ocliar que se tliga a uu oblclo,
st'r'á pues necesario, pelo mi corazón no a¡rrcnde. ;Cdit-r
a los g.'ingos t¡¿rlditos y morir'é luchanclo cc¡ntr:r cllr¡^s I

Pero a r¡n cabecilla ollrcro cngairado, sóLt cn (rl ¡t;i?llrtitto


de su traición; dcspués sc n1c pasa. Los veo suflir'igual,
igualito que yo; escupidos l<l nrisnto por lus glirrgos y
sr¡.s capa taces.
Tc falta teor'ía, Cárrrac. l)ebcs cscuch¿rr bien l¿rs cli¡-
ses tlc. Ft'rnrin, y lr:cr. Tú no lecs. Yo no he dicho c¡ic
otlics a los obrcros.
- Si lcenros. con Gablicl; él nrc cxplica.
Gab¡icl no r's ¡narxista. Le¡li¡r frrc implecable con los
nrcrrchcviclrros. Sienr¡rlc les llanraba: "!_:sos lacayos clc )a
burguesía. . . "
Cánrte ibri a dccir algo, pclo sc allcirintirl, y mirú
trist(.I'nc¡rtc a Pedro.
Estás fatigado; te vamos a dejar. Piensa bien cn un:r
, sola cosa: .'. por clué los di¡igentes del apra no han admi-
I

i
I 45
I
I
tido nunea un frente común con nosotros ? Tendrenros
reunión pronto, sobre este tema.
Se levantó Cel 4ajón, y se fue. FermÍn y Torralba !c
siguieron.
-.-También en Rusia habia indios
¿no? __me prcgun.
tó Cámac.
--Sl _'le dije., . pero no hablaban un idioma distinto
que sus amos. Eran rusos,
-¿ Y hablando el mismo idioma los maltrataban como
¡ los indios de aqui ?
Cámac, como los señores de nuestras haciendes
de-Si.
la costa.
--;Qué cosas, Gabriel! Cada u¡ro es cada uno. Mejor
por ahora. comenzamos a hacer la guitarra. yo sé lo que
quiero, mejor que pedro. per.o él ve ¡ejos; yo las minas.
¿Se puede enseñar a odiar? Eso escoge el corazón c:¡r
sus ojos.
--Se puerle enseñar.
te pateó. pero mañana, pasado, habtará,n otra
vez-Freyre
en qucchua, y amistarán. No es lo mismo cuando a
uno lo pateatl por ambiciones egoistas o por la paga.
.-¿No te enseñaron a odiar a los gringos?
. --;No! ¿Cómo, pues? Gente de fuera que se lleva la
tierra de uno; que se engorda con lo de uno; y todavia te
' lj escupe, te hace moler a pat?das en las cái.cele:, pone
¡etreros en sus clubes diciendó que a p3rros y peruanos
es prohibido entrar. ;Es odio natural, pues, como a una
serpier'¡te: ;Mejor haremos la guitarral eue pedro en-
cargue a su hermana las clavijas, las cuerd¿rs y los trastes.
Cola tenemos en la prisión.
Palontita blunea, pal<tnrit a blanca
cttculi;
d,e noche lp ret.go a t,crte
porque de dío no pu,eilo,
cuculí tnadrugad,ora.

Cámac cantó despacio, con muy débil y delgada voz.


Y tú ? dijo.
-¿ -me

46

l
Turc¡t:a a dóndc l.as
col agresuÍado ouelo
baiq y calnlrr ni uldo
qt.e en tüste ilolor ¡r¿Dci¡t¿.

-¡Eso! Manos a la obra.


Guardaba en el cajón un martillo, una sierra pequeña, un
cepi¡¡o y berbiqui con varias mechas,
tenia ánimo para usar los instrumentos. Ahora
-Nocómo
veñls trabajo. ¿Qué harla ,.Mok'ontullo', si lo nom-
braran Subprefecto del Cerro? ¿eué haria?
--Lo que sus jcfes le ordenaran.
.-iNb di5pararia contra lob obreros! Dicen que ha li_
quidado a dos soplones; que ha ceminado disfrazado fren-
ic a ¡es narices de los guardias, que ha entregado ¡nen_
rajes con peligro de muerte a cada instante. ¿ A es€ ¡e
van a ordenar que dispare contra obreros? ;yo me rio!
-.-No lo harían subprefecto ¿no es cierto?
- Les pesaria si ¡o nombraran. El perú es de fierro.
Sobre el fierro hay arena ¿ no es cierto ? Llega el viento,
¡€ l¡eva la are¡ra y las pajitas; el fierro después blilla
fuerte. La arena sucia son los gringos. los gamonales.
¡os capataces y los soplones; Ios traidores. El viento dc
la revo¡ución los barrerá. Entonces la ma¡ro del obrero y
del campesino hará ,que el perú brille para siempr€ co¡r
el alumbrar de la ju-stic:a. iC¡rray. entonces sobre las
cumbres dp nuestros cer¡os, en el nevado, teniblanclo, la
bsndera peruana no tendrá iguall ;La bandera perua¡ra,
con su llama y sr¡ arbolitol ¡Yo. pues, soy peluanol ¿por
qué mataron en la carrete¡.a de Lima a Trujillo .¡ A¡.évalr¡ ?
Ibr a contestarle. La voz de ..Ros¡ta.' ¡¡os i¡¡tet.rumpió.
Partbé conturrca¡d,o
tni poettu ,nri.s tfísle
lc d,iré o todo cl ¡nttttdo
lo que tú tn quicisle..
a
-*El marica está con melancolia -dijo Cámac.
--El piurano puede quitar.le todo.
adelantó mucho el ,,Rosita', ¿ No sabrá e I piu-
-Ya ?
rano...

41
"itosita" volvió a cantat'. Tutio t'l penal qucdó como
en silerrcio.
- El natural dcl lronrblc sc pudlc cll Lima - dijo Cá-
nrac-. Fjl marica está calrtando y palcce reilta su voz
cn cl Scxto. Quizá c'ste honrb¡e ¡¡o es l¡acido de mujer;
Io habrá parido una de esas celdas de abajo. Será pues
hijo del vicnto en las pestilencias y cl car'gazó¡t de sufri-
niir.ntos y c11 los orines quc hay abajo. St¡ flor es, su
f lol ve¡ dadt'r'a. Asi como cat¡ta trist t', nraña¡ra puede
tlt'str'inal a cttalc¡ttieta, quizá al pii.tt'atto. .
.

A n¡cditl¡ c1rre. Cánrac iba atializanclo t'l cantt¡ del "Ro-


sita", l¿r voz dclgatla. clat tr y se'rttinrc¡ttal del invertido
¡rent'tlaba cn la nritteria integlir del Sexto. ";Ils su flor,
.su flol verdadera! A nosotlos también parece llos toca
-_sigrrió dicicndt¡ f¿i¡1¡¡-. Pero cttalidr¡ tt'll8alllos tlttcs-
tla giritalra. 1'a no etttt:tr'á a est¿r cclda. Y¿r tlo t'a it
ent rlr"'.

4ft
Esa noche los presos de abajo cantaron durante horas.
"Puñalada durmió en la celda de "Clavel". Maravl se em-
borrachó; ofmos sus gritos. El vals "Anita ven" Io repi-
tieron incansablemente.
El Cabo le guiñó el ojo a "Puñalada", al anoch¿cer.
mientras lo encerraba en la celda que hicieroñ desocupar
para el "Clavel".
Maraví hacía cantar el vals, pero en otras celdas det
primer piso también cantaban. Con la humedad de la
noche y el viento, la fetidez del primer piso subía, inva-
dfa las celdas, iba a la calle; llegaba a todas partes, Junto
con el ruido de las cucharas que los asesinos del primer
piso hacían tocar pare marcar el compás de valses, pol-
kas y pasodobles. La fetidez ahogaba las celdas aquella
noche; llovfa.
Silencio, desgraciados!

piso. -gritó alguien en nuestro

Repitió sl grito más eerea, sin duda con Ia boca cntre


los barrotes de la puerta. Reconoci la voz. Ela la de
"Pacasmayo", un preso sin partido que un diputado habia
hecho sepultar en el Sexto. Durante los últimos dias
sufría de intranquilidad. El médico lo habia sentenciado.
A "Pacasmayo" le atacó un mal extraño en el penal,
casi de repente. Fue enrojeciendo; las pequeñas venas
de su rostro saltaron en la piel, sus mejillas se amora-
taron; el cuello también se le encendió y unas arrugas
largás y pálidas lo cruzaban. Habia sido un hombre
t'uerte y guapo. El diputado lo acusó de comunista por-
que una mujer a la que qmbos cortejaban prefi¡jó a
"Pacasmayo".
har'é podrir en el Sexto habla
-Te
Cáreel del -levagos. dicho en la
puerto-. Te joderán los

49
- I'cro no colnerás lo quc he eomido o eom:rás mis
sobras contestó "Pacasmayo".
-le
El diputado hizo que los soplones lo agarraran' y le
escupió después en la eara varias veces'
paga con la muerte, únicamente ecn la
--;Dsto se
mt¡erte! -gritó entre lágrimas el hombre.
';Te hnré moler los pulmonesl --le había amcnaz¿rdo
el diputado.
Y por la noche fue él mismo a dirigir la tortura' Los
soptones no le obedeeieron, segútn contaba "Pacasmayo";
se portaron como cristianos'
"Yo andab¡t como un tifíre en la cárcel; iba a mrrir
de rabia. Habla eomo veinte presos, todos lloriquea'ndo'
menos tlos apristas qrte jttraron conmigo liquidar al car-
niccro ése euando saliéramos libres. Uno de ellos quc
ahora está en la isln, les dijo a los soplones: "señores'
alg:rin día vamos fl salir nosotros; ehora estamos frcnte
¡ irente, ustedes por la paga, nosotros por la patria' Ni
nos acordaremos de ustedes en el dia del triunfo; castiga'
remos a los gamonalcs que se valen de ustedes como Cc
t¡n garrote: pero si a este joven lo tol'tt¡ran, por tlnn
eoehinada del diputado, los marcaremos para siemprc;
y no habrá perdón". "Nosotros no; sabemos que cs una
eoehinada". eontestaron. y cumplieron' "¿Dónde están
lns medias de arena con qtlc se muele los pulmones dc
estos enemigos dc la patria?", Fri'.aba el diputado, en
el eorrcdor, afttera de ln cclda. "Aqtlí no hay de esas
cosas: llér'elo a Lima", contestó un soplón' "¿ Que no
ha¡'? Sé qrre hay: yo rnismo he -presencindo cr¡ando le
sacaban el alma a un aprista. Los haré botar si no obe'
doccn". "F)se señor es dtteño de lanchas; lo c'noeemos:
nunca se ha metido en lios. Err l-ima no lo conocen; alli
pucde usted eonseguir que lo muclan como a comunista
o apri^sta. Es t¡n consejo. señor diputado; nosotros tra-
bajamos aqui más de un año".
Ya en cl Sexto, los vagos no pudieron haeerle nada a
"Paeasmayo", porquc tos politicos eran entolrc:s más
fuertes v porqltc el d¡putado no tuvo inflt¡encia sufi¡ienta
par¡ hacerlo meter, ln primera noche, "por equivocación"
en nlguna de ta.¡ ct'ldas de los "jefes" del primer piso:

l'r0
pero le prendió esa extraña enfermgdad que lc hacía sal-
tar las venas y enrojecía su piel.
Le deciamos "Pacasmayo" porque era oriundo de ese
iuerto; lo nombraba con mucha frecuencia, ponderando
tu belleza. Era un gran jugador de casino: llevaba la
cuenta de todas las cartas y er¿ imposible derrotarlo.
"Asl se juega en Pacasmayo", decia él siempre.
Había demorado casi un año cn conseguir la protección
del Obispo de Trujitlo, por intermedio de un pariente.
trl pariente le aseguró muchas veces que iba a salir libre;
y una Vez "Puñalada" lo llamó al atardecer.
--;Quées dese Strodoyro, roóó, con todoóól
No nos dimos cuenta a quién llamaba. pero él reco-
noció su apellido. Estremadoyro. Esperó qrre cl as:sino
volviera a pregorlarlo; corrió a su celda. distribuyó su
fopa y todas sus cosa"s entre sus compañcros d3 celda
y bajó, llevando una pequeña maleta.
"Con todo" significa en el Sexto, salir libre o transfc-
rido a otra cárcel; pero casi nunc¿ llamaban a uno solo,
"con todo", para pasarlo al Frontón. Eso significaba Ia
libertad-
"Pacasmayo" no se despidió sino de sus dos compar-te-
ros de celda. Abrieron la gran reja; lo vimos cruzar cl
pAtio y dil'igir,se a las ofieinas de la Comis¿rria. Solíamos
contemplar siempre estos via jes, tan raros; algo de uno
mismo salía a la calle acompañando al preso que era
puesto en libertad. Su caminata por Ia tierra del extenso
patio era seguida pcr los presos con una sensación de
deslumbramiento, de contacto con el mundo feliz de la
calle y de los campos.
Pero "Pacasmayo" volvió poco antes de la ,'hora pu-
ña1", con su maletita y en silencio.
Le abrieron la reja; un Cabo to empujó suavcmente
haeia adentro. Rodeado por un grupo de \.a.Tos perma-
neció un tato, indeciso.
--¡Sube! -le gritó alguien.
Porque los vagos y rateros, creyéndolo inocento, em-
pezaron a echarle piojos y a cercarlo.
Corrió a las gradas, y subíó. Sus compañeros de eelda
!o rb:a:aron y lo llevaron.

5l
- ;Fue una burlal - diio.
Algurros eelebralon su vuelta, hasta rieron a carca-
jadas.
Se supo después que la orden de libertad para ,,pacas-
mayo" frre impartida por escrito. Pero unos minutos
antes dc. que se cunrpliera, el Director de Gobierno habló
por teléfono y anuló la orden. Era un método frecueltte.
Ent¡e los cantos, lto por incesantes menos tristes, de
los vagos y asesinos, aqüella noehe, el gt.ito de ,,pacas-
mayo" llenó el airc, estalló bajo mi pecho.
- -;Es "Pacasmayo"l Cámac-. Ya está mal de
la cabeza. La voz no Ie -dijo
sale de la garganta, sino de la
nuca. ;Pobrceitol.
Los vagos fueron contagiándose del infierno que pa-
recia tener su centro err la pandilla de Maraví, cuya celda
estaba debajo de la nuestra, al fondo de las dos filas
de nichos. Los grítos de "Pacasmayo" debieron c&usar
desconsuclo en el tercer piso; pero no fueron seguramen-
te ni escuchados entre la borrachera y los cantos de los
maleantes y asesinos. No se. repitieron; sus compañeros
dt celda Io habrlan aplacado.
asesinos también cantan, ¿ para qué ? --ma
-Estos
dijo Cámac-, cantan feo, como preparándose pa¡a sus
asquerosidades. Tengo mucho tiempo en el Sexto; ahora
están cantando como sin saber por qué. No pueden ter-
min¿rr. Todas las noches cantan, pero ahora están creo,
descalabrándose, ccrriendo no se adónde.
- Es por todo lo que ha pasado durante el dla.
-;Tremendo negro, el "Puñalada"!
Por fin, los cantos languidecieron, se apagaron poco
a poco. Y cuando en el silencio se podía ya olr el paso
de los arrtomóviles por la Avenida Bolivia, y la fetidez
del ¡rlimero nos agobiaba más intensamente, otra vez
€fritó "Pacasmayo":
--;Silencio, desgraciadosl ;Silencio, Strodoyro, roóó... !
Imitó bien la voz de "Puñalada" al pronunciar la últi-
ma silaba de su propio apellido, tal como el negro lo
defolmaba.
Lo hicieron ca'lla¡.

52
Al dls siguiente, saif a las barandas en cuanto abrie-
ron mi celda.
Uno de los "paqueteros" de Maravf corrió a la pue¡ta
del penal. Habló con los guardias de turno. Luego abrie-
ron Ia reja. Un guardia acompañó al .,paquetero,' y co_
rrieron hacia el fondo del penal. Entraron a la celda del
"Pi¡nlsta".
Sacaron al "músico" completamente desnudo. El guar-
dia lo sostenia de las piernas y el ,'paquetero', de los
brazos. Estaba rlgido. Bajo la piel casi negra, quemada
por él frlo y cubierta de inmundicia, resaltaban los hue-
sos. Lo llevaron corriendo. El guardia ¡esbaló dos veces
sobre los desperdicios de coca que los ladroneÉ arroJaban
de sus celdas al pasadizo, todas la nochcs. Sobre eI piso
cesl enlodado por los orines, la lluvia y la coca masticada,
el guardia no pudo correr bien; el ,.paquetero" descalzo
los arrastraba tirando de los brazos del cadáver.
porquerfa! el guardia, y soltó los pies
del-¡Esta
muerto-. ¡Jálalo -dijo
tri solol
Y trató de ahuyentar a los vagos que segutan al ca-
dáver, corriendo,
-Asl arrastrarán mañana c cualquiera de esos _oi la
voz del piurano.
l,os pocos presos polfticos que ya hacfan cola frente
a la ducha no se movieron.
"Rosita" es un maricón de verasl _dijo el piu_
-¡Elen voz
rano alta desde el extremo del segundo piso, junto
a las gradas.
El "paquetero", acompañado por el guardia, pasó sl
patlo grande del Sexto y ya en la tierra siguió arrastran-
do el cadáver. Lo llevaron no hacia las cficinas, sino con
direcclón a la pucrta de la calle Chota, por donde cntrrn
y salen los camiones. El ,,paquetero" volvió corrieltdo.
Antes de entrar al penal levantó un poco de tierra del
piso y se refregó las msnos. Los vagos seguían cerca
de la gran reJa. No hablaban; daban vueltas, casi en el
mismo sitio. El japonés no estaba entre ellos;rapoyado
en una especie de estaca que habie frente a los h,lecos
de los ex wáteres, se comia los piojos, sonriendo; los mas_
ticaba con dlficultad.

53
Ba.jé al scgundo piso. El Piurano cstaba cn cl extremo
<icl corr¡:dor.
-' me diio--. ¿ Siente usted el olor de estos
-Jovcn ? Parece que buscan
pobrccitos algo ahora, dando vuel-
tas. ¿Po;' r¡ué no los matarón?
Iba a conlestar, pero los vagos sc itlqtlietaron' Mirl-
¡ncs hacia el fondo del penal y vimos a "I'ufialada" que
cerraba la puerta de l¿ celda del "Clavel"'
Avanzó hacia la reja con su andar lento; sus piernas
demasiado largas parecian estorbarle un poco A medida
que sc acercaba a la reja grandc, los vagos fueron dis-
iersándose, abriéndose hacia anlbas alas del
edificio' El
ncgro pasó sin vcr a nadie; parecia soñoliento' El ja-
ponés qrredó solo, masticando piojos, buscándolos dentro
áe su boca para morderlos. "Puñalada" se fijó en él' Se
dctuvo. El japonés cstaba atento a algo c¡ue tenfa entre
los derlos: se lo acercó a los ojos, lo examinó y se lo puso
sobrc la lengu:r.
-- ;Con azúcar, cso es rico con azúcar! --le dijo "Pu-
ñalada".
Sacó dc sus bolsillos un terrón blanco' Fue hacia el
japoné-s.
- Este quedó rÍgido al descubrirlo'
- ¡b." ia boca, "Clavel" -ie dijo-- ¡ Abre le boca I
Repitió ia orden porque el japonés no Ie entendia'
Le prtso cl terró¡r de azúcar sobrc Ia lengua' sonrió
tristemcntc, y se dirigió lracia l.; reja'
El japonés peI'maneció inmóvil unos instantes' lttego
cmpezó a chasqucar la lengua' y fue con1o derrumbá¡r-
dose sobre strs propios pies. Quedó sentado apoyándose
en la estat:a.
--¡Si entiendo esta vida -exclamó cl piurano- tengo
que dcspachar a alguno de los dos, "Puñalada" o el
"Rosita"!
japonés
- -¿ Para morir loco, después, aqui, como ese
o el "Pianista" ? --le dije.
---Ustcd habla de razÓn. Mataré mejor al Subprefecto'
cuando me suelten, y tiraré para la montaña'
-'.iEsol Mientras tanto hay que aguantar firme aqul'
que se puede. ;No hay Diosl -dijo' y se diri-
gió-Si'es
a su celda.

54
En el camino se encontró con ',Rosita" que salia de la
celda del Sargento, a esa hora.
dfas, señor: que lo saludaba-. ¡Usted
es-¡Buenos
amig'o de mi marido! -of
El piurano le dio campo sin decir una palabra. ,'Ro:i-
ta"'vino hacia las gradas, contoneóndose, caminando a
paso rápido. Ya estaba con los labios pintados. Varios
presos salieron tras él; lo miráron asombrados.
-me saludó-. Voy a ver a su
dias, señor
-Buenos
protegido.
Y bajó las gradas, muy contento.
El piurano que se había quedado como paralizado, se
echó a correr hacia la celda del Sargento; abrió la reja
y entró.
amigo! grité.
Ya "Rosita" habia-le
-;Calma, bajado al primer piso.
El piurano lanzó al Sargento, afuera, contra la bara¡r-
da del corredor. lll ex guardia estaba a medio vestirse,
se abrochaba los pantalones.
hijo de chancho! dijo el piurano.
-¡Pelea, -leespaldas
Se cuadró en el corredor, de hacia mí.
contramadre, churre!
-;Pelea,
Y se lanzó sobre el Sargento.
Corri; otros me ganaron y no me dejaron ver.
-of laLo
degollarte! voz del piurano.
-;Debia
Lo agarraron entre varios. rodearon y lo arrastra-
ron algunos pasos.
El Sargento trataba de lcvantarse del suclo, ccn la
boca rota y sangrando.
con el maricón, aqui, cn nuestra vecin-
-Ha dormido
dad el piurano.
A -dijo
cuatro patas el Sargento ganaba su celda, echando
sangre.
--Oiga, ¿ a usted qué le importa ? Esto no es su casa.
es e¡ Sexto dijo en tono enérgico uno de los presos--.
Si pudiera, -le
yo también me la traerla al "Rosita". Otras
cosas son peores. ¡Lárguese a su celdal iR?rima los
celos!
Lo soltaron. Vimos que el "Rosita" estaba apoyado en
el muro de enfrente, en el primer piso, con la misma

55
exp¡'csión irónica con quc cl dia at¡tr:r'ior miró el paso de
"Puñalad¿r" hecia la celcla del Sargt'nto.
cs cl Scxto, anrigo! es su casa: 8
-;Itstoci preso. Iila un zanrbo;No
repetir -volvió
clegante, acusado de tra-
ficante dc drogas.
El piurarro quiso contestar y no pudo. Quedó aturdido
un insta¡rte. Huyó después a su celda. Pasó junto a ml
hablando e¡rtre dicntcs.
Yo lo st'gui. Ife detuve url rato jr.rnto a la reja de su
celda. En el piso allo los presos polilicos cstaban aso-
nrftdos a las b¿randas, mirándome. Cuando me di cuenta
quc nle obselvaban, me c¡.¡caminé hacia las gradas, para
volver.
E¡rconhé a "Rosita" que n1e cspct'aba cn el descansi-
llo; llevaba soblr' un brazo el palttirlór1, la chompa y la
camist-la dc punto con que habiamos vt'stido al "músico"
el dia anterior.
-.loven - me dijo, y varios a¡rrislas cscuchaban, cerca,
dcsde las gradas- aquf tiene la ropa; sólo cuando mu-
lió le quitaron. En vida fue respetado.
Il{c alcanzó las prendas, con la misma expresión de
ironia con quc 'r'io cómo golpeaban al Sargento.
-.-Lo nrataro¡r p¿rr¿r quitársclas. Ustcd lo ¡nandó ma-
tar'. ;Llér'cselasl * lc dije.
- iQué cojudol -me co¡rtestó. Arrojó la ropa a las
tradas, hacia abajo, y se fue. Pisó sobre la camiseta,
al pasar.
Los v:rgos se accrcaro¡r, dudando. Uno de los "paque-
ttros" de "Puñalada" lanzó a empclioncs a los vagos,
a uno y otro iado; levantó dcl suclo la ropa y escapó
corricndo.
Los vagos se quedaron mirándonos. E¡1tre sus barbas
cr!'cidas y la frcnte carquientd,'sus ojos fatigados nos
¿lcanzaban, implorando. Pero sonó la campanilla que to-
caban al traer cl desayuno y partieron apresuradamente,
es lo que has conseguido con 1o de aycr
-Eso
dijo -me
uno de los apristas; le llamaban "Pcón de Ajedrez",
porque tenia la boca torcida-, que mataran al "Piúnlst¿".
Lo habrán estrangulado. iTú debieras estar en su lugar!
'Sucl¡.
56
"Peón de Ajedrez" era casi un enano; yo lo admiraba
por le maestría con que modeleba figuras en miga de pan.
Ahora me miraba con desprecio,
tienes razón contesté.
-Quizárevu.:lto -te asl
el penal; ganas tu sueldo moscovita
-ffa,s
otro.
-dijo
. SlUfa ,la-s gradas y me
insultóndome.
abrieron p:rso. pero siguleron

-¡Serrano 'e mie¡da!


culo de los comunistas!
-¡Lambe vende patria!
-iTraidor,
No contesté a ninguno: el coro de insultos me recordó
de pronto uno de los días más grandes de mi infancia.
culo de los comunistas! __seguÍa repitiendo
-¡Lambe
tras de mi la misma voz.
' --gritó otro.
-¡Judas!
Yo volvi a ver en esos instantes, en la memoria, la
marcha de los cóndores cautivos por las calles de mi
aldea nativa. Una orquesta de pitos y tambores marca_
ban el compás. El cerro Auquimarca ardla con el sol;
estaba cubierto de las rojas flores de k'antu y el sol a
esa hora lo heria de frente. Aún sobre las piedras oscu-
ras de la montaña sombrillas de ftores creeían y jugaban
con el viento. El resto de la tierra, yerbas y arbustos,
en ese mes de agosto, estaban ya quemados pdr la helada.
Frente al Auquimarca asf radiante, marchaban los cón-
dores atrapados en la cordillera para la corrida de toros.,
Cuatro hombres, dos de cada lado, les abrian y apresaban
las alas. La mrrltitrrd aeompañaba en silencio el eortejo;
só¡o a instantes vivaban a la patria en su castellano bár-
baro. Yo iba llorando delante tle los r¿r¿/cis * cautivos;
Ios otros niños festejaban la marcha, corrían de r¡na ace-
ra a ot¡'a, refan, lanzaban gritos de júbilo. yo conteÁ-
plaba padeciendo la marcha de esos cóndores a los que
haelan caminar a saltos, mientras que los señores del
pueblo aplaudían desde las racer&s y balcones. Cada cón-
dor llevaba al cuello cintas de colorcs. Caminaban con la
cabeza eehada a un lado; la mancha blanca, inmensa,
.8€rcs mfilcos. El cóndo¡ es un ¡utl.

57
del lomo y las alas se extendla baJo la luz. Abrazaban
casi todo lo ancho de la calle, con las alas. Iban a saltos;
yo tenic la impresión de que sus patas les dolfan, porque
apenas tocaban las piedras del suelo, las levantaban su-
friendo.
--*¿Por qué lloras; por qué no te vas? pregun-
taban. -me
--Estoy acompañando decia.
-les
Iba retratando a los eóndores en mi pecho, para siem-
pre. Entraba el cortejo a la plaza, que era un campo
seco, con un pequeño arbolito de lambras en el centro;
y tocaban ias campanas; repicaban menudo, como cuando
cada cinco o diez años llegaba el Obispo. La p\aza era
grande y plana; alrededor estaba el pueblo, en las faldas
del cerro.
El Auquimarca, enrojecido por las flores de k'antu, ss
descubria todo en la plaza, con las piedras gigantes que
tenía cerca de la cumbre y, a trechos, en los costados.
Los cóndores debian reverenciar a la montaña. Los
detenfan en la bocacalle, y los haclan danzar al compás
de un ritmo especial que los músicos tocaban con esmero.
un muchacho vestido de seda roja, con zapatillas, y un
glan sombrero cubierto de espejos, danzaba sirviendo de
modelo y de gufa a los cóndores. La multitud se descu-
brfa y cantaba en coro. Agitaban a los cóndores; su-s
g:uardas lanzaban ¡Jritos. Después les hacían dar un rodeo
por toda la plaza. Frente a la iglesia se repetia la danza.
La marcha por la plaza duraba horas, cada vez más
lenta. Con el sol y la caminata a pie, tensadas sus alas
los cóndores abrían el pico, acezaban.
Cuando. por fin, les hacian subir las gradas que con-
dr.tcían al corredor de la cárcel, y los metÍan presos, en-
costalándolos uno por uno. .siempre entre música y cantos,
yo me ab¡azaba a alguno de los pilares del corredor.
Las mrtjeres cntonccs eantaban rrn jrrrolrrri, el más triste.
y los piteros cesaban.
El sol enccndía la tierra de Ia plaza; el arbolito de
Iambras nadaba en el fuego blanco del piso y de la facha-
cla del templo en cuya cal la luz repercutía. El Auqui-
nlartce, r:on las revert'ncias, aparecía más silencioso, más

5B
rojo y solemne bajo el cielo cristalino. El jorohti tristi-
simo penetraba en todas las cosas del pueblo asf ilumi-
nado y conmovido. Reventaban dinamitazos en honor de
los cóndores. El canto de las mujeres seguia; tenfa más
poder que los truenos, que la luz y la faz enrojecida de
la montaña.
Con ls, boca sobre el madero del pilar yo oia y lloraba;
mi cuerpo sentia al mundo empapado, dominado por el
espectá.culo de la marcha y por el jarahui que lo pene-
traba y rendfa:

Yano k'enti, yona k'enti


saykusk'a,
nay llak'tantantan h antilchkan ki
tt.taAaspil.

I Picallor, piiallor negro.


cansado,
desde qué pu.eblo llegas
contertido en sotnb¡'tt. J

--Te fregaste. Tienes una muerte encima me dijo


Pl.ieto euando llcgué al tercer piso del penal.
--Asi es contesté, entre streño,s.
Encontré -le
a Pedro en mi celda.
--Te estamos esperando -,me dijo.
Cámac seguia recostado.
le he permitido que se levante.
-No que yo he matado al "Pianista" por orden cle
-Dicen
Moscú
-dije.
parecerá un disparate - me contestó Pero
-Te
Luis va a aprovechar del incidente a fondo. La teoria
de e llos es quc los comutristas desean In agitación y el
desorden como sea, donde sea y por ctlalquier medio. En
el segundo piso se ha provocado un lio grande para el
piurano, a quien temian y respetaban. Ahor¿r aparecer'á
como un hombre ridiculo. Aqui, tír figurarás cúmo t¡n
¡nstn¡mento mío. Hemos erredado los tres pisos qUe
mantuvimos siempre separados,
---No están separados dije.
-le
59
--Ahora no. Los vagos, asesinos y ladrones considera-
ban el terccr piso como algo inalcanzable, ahora se ha
cstablecido ciclto contacto.
- ;Ladrones, r'agos ascsinos! contestó Cámac- ¿Aca- l

so u¡r comllnista debc hablar asi, en esa forma? EI "Pia-


nista" cla un ¡roblccito inoccntc; valia más que yo y tú,
canlarada, por slls sufrinricntos. Nosotros tenemos la es-
peranza, es el sol quc nos alumbra por dentro. El "Pia-
nista" era la peor víctima de la sociedad capitalista.
--Cabriel precipitó su muerte. Pero tú, compañero,
siempre hablas sobre lo que ,r'es; teorizas a base de tu
cxperiencia pcrsonal. Asi vas derecho a la confwión. Los
tt'es pisos del Sexto debcn mantenerse separados para
que exista t'l orden. el orden Centro de la prisión, sin el
ctritl no podcrtrtrs nlar)tcncl l)ur.stt'o ptopio ot'den.
¿Tir no has habladc¡ con el piurano? --le preguntó
Cárnac.
- -Sí, pcro no lo he buscado. Han sido encr¡entros ill-
fr¡rmales.
- f'eLo ¡'o no lo cnmprendo a usted
Yo no tcngo el honol de ser comuni.sta.-leSidije a Pedro-.-.
he precipitsdo
la mtrcr'te del "Pianista" la responsabilidad es sólo mín.
Pcdro sonrió.
- .¿ Cónro vas a denlostrarles a los apristas que no re-
cibes órdencs mfas? Quizá Juan te crecría, el único.
Tierre mucha intuición y poca inteligencia.
-'-Hablaré con Luis.
- No te recibirá. Es posible qrre él también sepa que
no eres comunista, pero demostrará lo contrario con ar-
gumcntos efectistas, inmejorablcs pala su gcnte. No
scría raro que "Mok'ontullo" te castigue pronto. Debes
cstar preparado. ¿Por qué no !ia salido a defcnderte?
Cumple órclenes. Lidio con lc: apristas desde que el apra
existc. Es un partido fascista, la cachiporla es el mejor
nlétodo de lucha para ellos. ;Ql¡e no se vea la razón, que
no se deseubra la verdadl ¿Cómo? A golpe limpto; ll-
quidando fisicamente a los que pueden demostrar que
están eqrrivocados, que los están engañando.
- Pe¡o los incidentes de ayer y de hoy no son poltticos.
. Lrris los ha convertido en politicos. Creí qrre e.staba
60
cquivocado; la muerte del "Pieniste" y la pelea del piu-
rano con el Sargento le darÉn argumentos. Ellos huyen
de ta polémico doctrinaria; son en cambio hábiles en po-
littquerla. La intervención tuya y de Juan para auxiliar
¡l "Pianista" fue un acto lmprudente y temerario, pero
natural ent¡e quienes aman a los que sufren. Luis, vio
en el incidente, primero, un peligro para Juan; ahora
tr¿taró de confirmar que 3u rospecha de pretender enlo-
der ¿ Juan y crear un revuelto entre todos los presos del
Sexto ha sido exacta. ¿ No te insultaron mientras subfas
tc escalere? Sin que Luis lnterviniera, ya los apristas
comunes le estaban d&ndo la razón.
la pelea del piurano con el Sarg6nto, la venta
de-Pero
"Clavel" ¿ "PuÍalada", no tiene nada que ver con lo
que hiclmos ayer.
será hÁbilmente enlazado, Debemos mantener-
-Todo
nos Berenos. Hay algo en favor tt¡yo. Juan quizá no crea
en lo que le digan.
Cámac se levantó un poco, apoyó la c¿beza sobre el
muro.
Juan y quiere hacer algo contra
-Si cree
Gabrlel, -dijo-
odiaré a los aprlstas como odio a los gringos,
o más. Veria que, de verdad, son la cacana del mundo.
odio, Cámac, es el fuego sagrado del comunista;
sin-El
eso arma, sin esa fuerze invencible, no haremos la
unidad de todos los pueblos, su hermandad cterna. No
transformaremos el mundo.
--¿Y los odiados? -le pregunté.
obedezcan o mueran. El apra cs sólo un inci-
-Que
dente pasaJero en el Perú, nosott'os los marxistas cons-
tituimos el futuro, la fuerza mundial de renovación. De-
bemos quemar sin piedad todo lo que sirva de obstáculo
en el camino; sin piedad pero en su debido tiempo; toda
precipitación o retardo puede comprometer la marcha,
demorarla por años. Esa es nuestra responsabilidad.
odiar a ese rebaño de gente inocente y enga-
-¿Debo
iada que me llamaba Judas por haber intentado auxjliar
¡ un moribundo? ¡Hablaré con Luis!
Gabriel, un pequeño burgués sentimental. Haz
la-Eres,
prueba; busca a Luis, pero no ahora mismo, porque

61
no te recibiría. Ese lebaño del que hablas con pena puede
ser lanzado cualquier dfa contra cualquiera que hayan
elegido los lideres. También ellos odian. Pero ¿a quién?
¡Esa cs la diferencia! Los llderes han hurgado en el
resentimiento de los obreros y de la pequeüa burguesia,
de los artesanos y de los profesionales despreciados por
la aristocracia feudal; han revuelto ese odio; lo han hecho
grande, pero para manejarlo a voluntad. Hoy, en el Sexto.
es contra Gabriel, que se compadeció de un vag:o moribun-
do, es contra el civilismo y los militares; un civilismo
nebuloso; mañan¿ será sólo eontra los comunistas y a
favor ;quizá! de los militares. Es el fascismo indoame-
ricano, ¿ no es cierto ?
Hablaba en voz alta, sus ojos algo turbios, siempre
estaban dirigidos hacia mi y parecian endurecer a cada
instante. ¿ Qué era más notable en su expresión ? ¿ La
erueldad o la esperanza?
Gesticulaba y hacía más rott¡ndo su pensamiento .cirl
los golpes de puño que daba en el aire. Pero no se movia
del sitio; tenia los pies como en aetitud de firmes; eso
lo hacía aparecer con la sobriedad de un obrero. Llevaba
cuat¡'o años de prisión en el Sexto, pero su ardor, el entu-
siasnro con que hablaba parecían demostrar que el Sexto
no lo afcctaba, que el diario espectáculo del primcr piso
no existia para é1. Era un hombre viejo.
fui anarquista; del embrollo, de la negación, pasé
a -Yo
la luz del comunismo. Lo veo todo claro
-dijo-. cleCui-
date, Gabriel. No procedas sólo bajo el impulso los
sentimicntos, aunque sean buenos. Tú ves lo que ha pasa-
do con ese vago; has contribuido sin duda a su muerte.
era un vago! Fue un estudiante de piano; tra-
-;No durante
bajaba el día como dependiente de una tienda.
Era huérfano. Aqul le quitaron el alma...
--Y 1o convirtieron en vago. Tres veces lo soltaron y
las tres veces lo volvieron a traer pronto. Eso no cambia
la figura. Se trata de impedir que los apristas echen tu
responsabilidad contra los comunistas, que traten de em-r
barrarnos. Estás obligado a a¡rudarnos.
- ¿ Qué debó hacer ?

62
I

los nervios; no dar satisfacción ninguna ni


-Templar
pedir explicaciones.
-Me insultaron y no les contesté.
bien. Seguir igual.
-Muy no estoy sometido a la disciplina. Soy
-Pero libre de
seguir el consejo mlentras esté de acuerdo. . .

-Claro; sin embargo. ..


CÁmac-. La prisión te hace cam-
biar el p¿so a-dijo
-Camarada ti también. El asunto no es serio. ;ya
verás! Agradezco tus palabras...
te equivocas, Gabriel tendrá que cambiar de celda
-Si fríamente pedro.
-interrumpió
Cámac lo contempló con su ojo sano.
*T\i te equivocas, camarada, esta vez. No hay que
eonfiar ta¡¡to en el cerebro. Hay veces que la adivinación
del ánimo también es segura. Ahistá la diferencia entre
el se¡rano y el criollo. A ver, ¿ quién gana ? El punto
es Juan.
es un fanático.
-Juaneso mismo, pues, camarada. Hay que tener, a
-Poradivinación
veces. del alma. ,

Cámac se levantó. De pie, con su ojo derecho cubierto


de lágrimas espesas y et otro que brillaba, los huesos ¿rl
alre, alto, conf¡ado, me dio Ia impresión de un fantasma
protector. Hizo urr ademárr de burla con el brazo.
--Estas son politiquerlas de Luis. Está jodido ahora
-dijo-. ;Meterse en cochinadasl Se le ha pasado la
mano.
Pedro quedó absorto. Luego sonrió, ante el gesto dis_
plicente de Cámac.
camarada. Y vistete pronto. ye Torralba debe
-Ojalá,
estar esperando con el desayuno
y sal¡ó afuera. -dijo con voz tranquila
-Estos teóricos
fundidad.
lefdos, también en todo meten la ¡rro-
Está claríto el a-sunto. El ,,Mok'ontullo" no
va a aceptar. iQué caraya! ¿euién conoce a la gente
el de escuela o el que anda por el mundo ?
--Pedro es obrero.
.--Dir'igente profesional, sabe mucho de lo grande: en
lo chico siete veces se marea.

63
ha amenazao(r,
-Me Hasta el grande se amosca cuando le c<rn-
-;Carachol
tradicen bien. ¡Ya verás! iTodo arregladol Y seguire-
mos con la guitarra.
Preparábamos el desayuno en la celda de Torralba.
Había un turno para hacerlo. Pero a todos auxiliaba el
dueño de la celda.
El "Angel del Sexto" trala el desayuno "oficial" al
terccr piso. Un nyudante cargaba el balde dcl "café" y
el "Angel" el saco del pan. El "café" era una ag:ua negra
que olía a sillao chino, y casi nadie 1o rccibía. El pan
en cambio era sabroso y grande; ei saco del "Angel"
trascendfa a horno serrano. Yo me acostaba por las no-
ches con la ilusiót1 de ese pan del Sexto que me rccor-
daba et dulcísimo ambiente de los hornos poblanos, cuyo
olor a pan caliente llega a varias cuadras de distancia.
Le llamábamos "El Angel del Scxto" al muchacho del
pan porque dentro del saco trafa a los presos cartas y
regalo.s de los parientes, de las enamoradas o de los ami-
gos, y los periódicos. Por un acuerdo solemne qtre nadie
quebrantó, el "Anget" no fue aprovechado para llevar
o traer mensajes polfticos.
Era un hombre joven, alto, pálido e ingenuo, oriundo
de Cajamarca. Compraba también para los presos algu-
nos materiales indispensables 'le trabajo, poco a poco:
alambre, elavos, cola, especialmente para quienes no te-
nfan parientes nl amigos en Lima. No cobraba; los presos
le daban propinas; cn las casas adonde llevaba cartas lo
agasajaban y algunos le recompensaban muy bien. Pero
scn'ía igual a los que no tenfan dinero. Las mujercs e
hijos de muchos presos agonizaban de hambre; el "Arrgel"
llegaba a esas casas llevando los ob.jetos que los presos
fabricaban en sus celdas; "Popeycs", jrregos de ajedrez,
to<la clase de figuras hechas de miga de pan; juguetes
y artcfactos de madera o alambre. No recibia nunca di-
nero por estos sen'icios. "Yo estoy libre, tengo mi suel-
do", decÍa. TraÍa también malas noticias. La infidelldad
de amantes y psposas; la negativa o el olvido de las
en anro¡atl¿ts.
-.Tu nrnjer live nhora con ttn soplón, con el mismo
64

i iüii¡:in ¡ii, ¡¡¡r ¡ia¡r. r :: . i¡:. úlll¡l¡ii¡lt¡lmLÜt


il: 'i ll"T;fiJ] sexto' cuando venra de visita -re
;:n**,";lh"J":n';"TL"'1"ff Ti:,;,lll'n:
muJer caliente!
,,,'t;fi::rt"a ¡Maldita la hora...!
¿y
-Con tu mamá * el "Angel"'
El hombre uo.."o "ontustó
al mensajero' Lloró, mlró al
chacho, dudando. mu-
-ip" veras, de veras que rni hijo... ?
-Cierto, señor _le Oi-jo*. y"-iiii" a
la-mamá de usted. equi tiene ,in;ü. " Breña, donde
Pedro Io hizo entrar a Ia
celda,
-'Ahf está el niño- Su. mamá de
mejor; que la seflora de usted usted dice que es
,,ri""ro. p""l chuchumeca.
-¡Eso, amigo!
ella!
iTod¡. ta ,iu"Jr-oJ-i]ríir,.
.o¡"o
¿eué es un soplón? ".¡oo
-Basta, camarada_*le dijo pedro_.
fierro a esos recuerdos ¡y adelante! Una puerta de
-Ahora más, mucho más.
El rnensajero dejó el pu" ;Mi hijo este linret
*¡eué alivio! *dijo, y sc V io. ;;;;.,
dirigió iico cul¿.s más
lii'l;,'i.""r;";;[ffii:ü "-;;""'; J';;; "" ,a ceda,
veras, estov contento *decía-'
¡u"-De..ii" lunü ,í, esa perra'
(
En la calle no
" castigo?
meJor ¡con un.noplón! ¿¡r"y
Pero no tomó el desayuno;
hacia el extremo izoule¡á.o salió al corredor, avanzó
como tratando de de.scubri" 'i. ürr"'rrrl'.u.,1 ou.n
que cubrla el cielo. "' i.i"'Jnil li nl.¡t" ".to,
Lt¡ego abrió el sobre y leyó "u.i.
de su madre. la carta
Yo también recibf c,
¡a deportación o por ,:"j:: de los amigos' Me ofrecfan

_ Me IIamó desde el ?. *,.


:.*:;it;;#;",:"3.ia,]!xii: :. j
No le contesté. corre$or. ";;
-J1an quiere hablarle _tnsistió.
enfermo? ,No puede -venirt
-¿Está ticne
-Usted que i"] et no puede
salir.

65
No puede salir ? Entonces lo acómpaño.
-¿
Pedro quiso decirle algo a Luis, pero no tuvo tiempo.
La celda de Juan quedaba enfrente de la de To¡ralb¡,
cerca del segundo puente.
Los apristas guardaron silencio mientras cruzamos el
puente y seguimos por el pasadizo, hasta Ia celda dc
"Mok'ontullo". Sentados en 'una banca estaban prieto,
Freyre, Ferrés y Juen. Ferrés respiraba acezando.
"Mok'ontullo" se puso de pte al verme; me dio la mano
con cierta solemnidad y me invitó a sentarme en un ban-
quito que estaba cerca dei muro opuesto. Luis se santó
en la banca, junto a "Mok'ontullo".
juzgar? --pregunté.
-¿Me van a
Un retrato de Haya abrazando al "Cachono" presidia
la celda.

-dijo Luis-.
esclarecer los hechos Sién-
tese.
-Deseamos
Era corpulento, mediano de estatura, sus ojos am¡ri-
Ilos e inexpresivos.
.-¿ Esclarecer ?
No pude contener la risa.
ha tomado este caao como un misteiio o una
-Usted
intriga. He oldo ya de Pedro un dlscurso iargo sobre el
caso. ¿ Qué hay que esclarecer "
indujo a Juan a un enredo con "Rosita". Usted
-Usted
sabia que el "Rosita", hace un año, se atrevió a enviarle
un papel a Juan y que se paseaba enfrente de esta celda.
Aprovechó usted el desmayo de un vago y la amistad de
Juan para inducirlo a bajar al primer p!so.
Juan quien me dijo que llamara al "Rosita". Le
-l-ue
agradecimos por su protección al "Pianista". Le trajo
una taza de cocoa tibia. ;Todo esto es ridículo, indigno!
En su discurso de esta mañana Pedro no se refirió a que
el "Rosita". . .

se lo dijo, porque usted lo sabia Lui.s


-No la palabra. -replicó
quiso hablar.
-Pido --Freyre
Luis lo mrró severamente.
*¿Qué vas a decir? preguntó.
-le
--Estos comunistas nunca dicen la verdad. llodo Io que
66
h¡blan es falo. ú¡te es un disfrazedo; le hemos descu:
bierto leg orejas.
, -¿No hemos paseado muchas. tardes, antes del encie_
rr9,. con Juan y Torralba en el primer piso ? Nunca vi
al "Rosita". . .
_-¡Comirañerosl *gritó cpsi,,Mok'ontullo,.._. ¡Expúl-
lenme! Esto es una porqugrla. Te has equivocado, Luis.
de ta prisión
-Cosas
Freyre, Lt¡is, prieto y-dije.
Ferrés quedaron perplejos, mi-
rÁndome.

-Los comunistas no tienen nagión, patria ni destino


-dtJo, por ftn, Luis, revqlviéndose en su sitio-.. Traba-
Jtn para un pafs extranJero, todos a sueldo. Nosotros, el
apra, repre!¡€ntamos ¡l perrl, somos su cuerpo, su sangre.
Por e¡o los eomunistas tuchan antes que nlda contra el
epra; desprestigiar a gus dirigentes es su mira, envolver-
los en cualquier cochinada, mancharlos. provocar la re-
vuelta permanente, el caos, ta ruina de¡ pafs, porque sólo
asl eampearlan para imponer el yugo sángriento de los
.sovlet¡. ¡Los aplastaremos como gea, como a serpientes
venenosas! Yo crel que usted era un instnumento de
estos...
-Amigo
graves -le dije--
y terribles.
ellos afirman de ustedes cosas más
No crco que nadie sea más patriota
que Cámac v que Juan... ¿euién siembra este odio que
cieS:a tanto como para ver on un hombre puro como
Cámac una serpiente. . . ?
--;Qué sabe usted de potitical Bien veo que es usted
un pobre estudiante, un comunistoide. ya no me interesa
lo que diga. ;Hasta luego!
Juan se levantó. Yo le hice una señal para que no
avanzara. Y salí.
Dos apristas hacian guardia en la puerta.
,,pienista" ?
-¿ Murió el
puerta.
Juan desde la
-preguntó
dije.
-Sf
Nadie-le
me siguió. Los apristas me dejaron pasar en
silencio.
:i pidió que lo expu¡senl
-¡Juan dije a Pedro y a
-les
67
los comunistas que estaban en la celda de Torralba-'
Todo ha sido una estupidez de Luis.
años de prisión alteran los nervios Pe-
-Cinco
dro-, -dijo
Ahora nos odiarán más, Y no expulsarán a Juan.
tú te equivocaste, carnarada dijo Cámac.
historia no ha terminado. Luis -le
-También es astuto como
un-La
zorro viejo.
Por qué tenemos que luchar también en el Sexto ?
-¿
¿No estamos presos por la misma causa? *pregunté.
Ia separación y la rivalidad es más necesaria
-Aquf
para los aprlstas Pedro-. No van a permitir
-replicó
nunca un esclarecimiento doctrinario. Ellos viven del
calor de sus odios soiamente; ese odio ciego que no debe
apagarse. El nuestro es lúcido y abarca a todo el mundo;
astÁ perfectamente dirigido.

68
"Pacasmayo" se paseaba angustiado en el largo corre-
dor del tercer piso. .,peón de Ajedrez" Ie habfa enseñado
a modelar las figuras del ajedrez en miga de pan,
*Peruanicemos el ajedrez dicho jovialmente
"Pacasmayo", cuando se sintió-había
diestro en el oficio,
Y con gran alegrfa modeló un Inea que haría de Rey,
una Coya como Reina, y unos torreones de pucará t de
estilo imperial, que servirian de torres.
reemplazar al caballo _dijo, rnuy
-La llama no puede
preocupado-. ¿ Qué hacemos ? La llama es mansita, es
un ¡indo animal de earga. ¡No, no puede legítimamente
reemplazar a,l caballo!
Y consultó con muchos presos, empezando por los lide-
res de los dos partidos.
El no hacla distingos políticos.
un hombre de trabajo _afirmaba__. l\.[is lan_
-Soy
chas siguen funcionando, se$ con eI General, sea con
cualquiera. Yo estoy aqui por culp¿ 6s un desgraciado.
no tendrfa poder si no fuera por Ia tiranla _le
-Quemuchas
dljeron veces.
Y qTlién me dice que estaré mejor con el apra o
-¿
comunismo en el gobierno? A lo meJor me
el
quitan torio,
y me fondean. ¡Mejor no discutirl IrIo quiero una in-
tranquilidad más. .,pscasmayo" sabe lo que hace.
Y no trataron de catequizarlo. Era fuerte, cuellicorto
y de brazos a¡go largos; su estatura, la nariz aguileña,
los ojos alegres, le daban un aire de hombre simpático.
Derrotaba en casino a apristas y comunistas.
más que los dos partidos... en casino _de_
-Valgo
cia-. Soy el compañero jefe y el camarada jefe.
Cuando aprendió a modelar figr¡ras y se le ocurrió pe_
. Fort¡lera tncr.

69
ruanizar el ajedrez, proclamó ell todas partes, celde por
celda, su gran acierto.
que me está gustando el Sexto, ;Qué ideas se
le-Creo
vienen a uno en le prisiónl La cuestión es no amar-
garse. ¿Qué te parece este inca como rey del ajedrez?
¿ No tiene más facha de rey que el otro ? ¡Solo en Pacas-
mayo nacen hombres así, inventores I ;Pacasmayo, de
hembras finas !
Cámac le aconsejó que sustituyera el eaballo por un
puma.
a un cholo legitimo podia ocurrírsele una idca
-Sólo
tan autóctona ¿ Sabes lo que me aconsejó Prie-
-dijo-.
to? ¡Un cóndor! Un animal del cielo en lugar de un
caballo.
-le dije-.
es posible Depcndc de tu habilidad.
-Todo burro! ---exclamó, riéndose.
-;Qué
Me rodeó el cucllo con ttno de sus brazos.
_-El ajedrez se inventó cuando ei avión no existía. ¿Te
imaginas la invención de un jttego así con el zafarran-
cho moderno ? Toda la lucha era terrestre.
puma no es animal domesticado. No te va a servir'
-El choio tan bruto! ¿Qrré te enseñan en la Uni-
-iQué? Necesitamos
versidad una correspondencia. No habfa
cabalk¡s cn el Perú. ¿ Qué animal de cuatro patas, fiero,
existia aquf ? El
¡ Purna !

--"Pacasmayo" je, ins.stiendo en son de bur-


di
la-, el puma -le verdadera fiera; no es un animal
es una
noble de combate como eI caballo"
lo haré noble en el ajedrez peruano! Más noble
-;Yo
que tú. ¿Cómo es el Puma?
Cámac se hechó a reir de buena gana.
no soy indio "Pacasmayo"--. No tengo por
-Yo
qué haber visto -dijo
a un Puma'
yo sólo en fotogra-
--Valgan verdades -dijo Cámac--,
fía lo he conocido.
---Vamos a otra parte, entonces. Aqui son muy igno-
rantes salió de nuestra cetda y cerró la t'eja. .
-dijo;
--iHey, "Pacasmayo" I -le grité desde Ia puerta-.
¿Y quién te dio la idea del Puma?
--Tú no fuiste -eontestó sin volver la. cara.
?0
Celda por celda buscó la reproducción de un puma. La
encontró en la propia celda de su maestro, en una Geo-
grafla del Perú, que "Peón de Ajedrez" habia hecho
comprar con el "Angel" para estudiar en el Sexto. Los
presos se enteraron de que "Pacasmayo" buscaba un p,r-
má, y todos se empeñaron en buscar sus libros y papeles.
Un estudiante aprista encontró una pequeña fotografia
en colores que formaba parte del álbum de una fábrica
de chocolates. Se la llevó a "Pacasmayo".
Ésta es buena. La del "Peón" no
-¡Eco!
tiene vida. -dijo-.
Durante la noche h'abla modelado un puma en actitud
de ataque, apoyado en las patas traseras, con las manos
mostrando las garras, la boca ebierta y las orejas echa-
das atrÁs. Tuvo mucho éxito. "Peón de Ajedrez" y otros
diez presos que tenían verdaderos talleres ensayaron la
venta del ajedrez peruano.
El contagioso buen humor de "Pacasmayo" fue apa-
gándose cuando las venillas de su cara saltarotr dc rc-
pente y la piel de su cuello y de la cara enrojeció. Le
rogó al médico que lo examinara. Ofreció pagarle la
consulta.
El médico daba un paseo por las celdas, nriraba a los
presos enfermos. "No es nada", decia. "Sanará solo".
A Cámac, le repetia la misma sentencia, semana a sema-
na: "Tiene usted el hígado; si se agrava lo enviaré al
hospita¡". A "Pacasmayo" le hundió el dedo en la cara
y el_ cuello. Las partes tocadas se volvieron blancas y
apenas el médico levantó el dedo, el color rojo encendido
se extendió en seguida y cubrió la mancha.
*No necesita hospital Es de la sangre; y¿
pa-sará. Tranquilicese. -dijo--.
Y se fue. Era un hombre gordo que sufria al subir las
8:rad&s hasta cl tercer piso. Llegaba de mal humor. Se
hurgaba los dientes con un palito y pasaba por las cel-
das sin mirar las cosas.
es mal médico una vez Pedro-..Calcula
-Nobien.
muy. Cuando ordena-dijo
el pase de un preso al hos-
pital, es cuando ya no tiene remedio. para eso le pagan.
No ha fallado ni una vez.

7t
"Pacasmayo" quedó más enfermo dcspués de la cor¡
sulta con el médico. Esperó la ot¡a visita, pcro el médico
no vino. jugaba casino inlranquilo; llevaba la cuenta de
las cartas maquinalmente y ya no celebraba sus victorlas.
cansado de gana,r
-Estoy
Arrancó -decia.
de la parcd de su celda una fotografia de.Do-
lores del Rio y la tiró en un rincón.
habia dicho a sus dos com-
-Estoydcsentenciado
pañeros celda, que -les
eran apristas-. ¿ A qué guardar
ilusiones? Dolores era mi amor. IJstedcs dirán que no
es cierto o que soy un idiota; las otr.as que he tenido eran
solo carne. .Ahora con la sangre cnvenenada, no tengo
derecho de mirarla ni a tocar a
ninguna.
Sus compañeros ¡c explicaron que cl médico ¡ro era sino
otro instrumento dc tortura dcl gobierno, que vcnia no
a, curar, sino a asustar a los enfernlos y a vcr quién esta-
ba próximo & morir. "No les convienc quc un politico
muere aquf. Dcbe morir en la Sala San Canrilo, ciue es
como una cuev¿, pero forma parte dcl l{ospital Dos de
Ilfayo. Luego afirman que pese a los t's¡nerados cuidados
de los médicos, fulanc.¡ de tal, agitrdclr social, murió en el
hospital, Creen que asi no hay Iugar a protcstar ni a cali-
ficar al Gcneral de tirano sanguinario. Te f¡rlta una fe
polltica, "Pacasmayo", eso tc ayuclaria a mant(,ner tu se-
rcnidad".
*¿ Qué fe polÍtica puedo tener yo ? Eso nace en uno.
Yo tengo mis lanchas. No soy un pobrc. Lo úrrico que
deseo es curarme o ntorir pronto. No qtiicro poclrirmc.
aprista nruere feliz, si ca.c en Ia pelea o en la ¡rri-
-El
sión explicaron.
-lc rnucre fcliz, oye, amigo; ni Dios nrur.ió feliz, a
-l.IaCie
pesar de que salvaba al rnundo.
Y pasó l¿r noche intrancluilo, de pic frcntc a la reja.
Cuando volvió el nrédico, ,,Pac¡sntayo" no esperó a que
¡iegaia a su cclda; corrió a su encuentro.
-Doctor
sult&. -iesoydijo-,
Yo no
aqui tiene dicz libras por la conl
politico. Itrstoy aquÍ por una intriga, de
faldas. Digame qué es cso que dicc usted que tengo en la
sangre.

nt
Le tcn¡blab¡n la.s ¡r:enos. El nlódrco lo lniró sorl_.rcltclrcll.
Se quitó el palito dc la boca. Trató cle rcco¡di¡,r.
*No me importa la causa por la quc está usiOti pre::o
--contestó frÍamc¡rtc.-. ¿ Comprende ? Eso no n)c jm_
porta, Y espere que iieguc su turno.
Lo apartó corr cl brazo, c hizo su recorrido de sicntpl,o,
"Pacasmayo" ya no lo esperó. ,\l llegar a la última ccjda.
cl médico se detuvo.
-- Diganle nomás a esc ir¡.cíio rluc cs dc la sangrc _ r1i_i,r
cn voz alt¿*-, Ya io ¡'tcucrrio.
,¡\l oir su t'oz, ..paclrsr¡a),o", r¡ric c:;taba cn cl lri0jrt.,
sc dirigió a lits grad;rs; r.!o al ¡né<iico bljar; ,.puiiaiaclri.,
spartó a los vlgos rlo la pucrta; el méd:co csnr:¡l.r irur l¿
abrieran la rcja y satió al ¡iatio.
r\sesino! -,gritó .,I)acas¡¡layo.'.
-;
Los guardias se dis¡;usie ron a abrir de nuevo l:r r.r. jrr;
pero el ¡¡rédico volvió unos píLso.s J, les dijo algo cn scci:{)|.().
*Tc van a ¡noler e-sta nochc, hcrmano _.ie di.io
rili,r
tlc los con':plúeros de cclda ¿ ,,pacasmayo',.
-- Ojalá aliyiado,
-contestó,
Los laclrones y los vagos nriraron hacia arr.iba p:tla
rcconocer al que se h¡rbia at¡.evido a in-sult;rr al :nidrc,,.
llstuvo allf mis¡no un largo rato, el preso. Los p(,1Í,.rr,,s
no sc aglonteraron; sr¡s propios conlp:Iñcros c.lc ctltla ir;
dcjaron solo.
Cas¡ tranquilo, .,pacasmayo" volvió a su cckiir. y :;c
ocupó de ablandar migii. rlc pan escupiendo ¡,brrniant,:-
nlcnte sobre la ntasa.
Los presos estuvicro¡r atcntos por la nochc al r,.lrdo clc
la gran rcja.
--Dcbe estar contlcl¡ado - ctijo Cámac, cuanclo l¿r li.:::
del ama¡recer cmpezó a clarrar cll nuL-stra ccld¿r l.-,,
le dijo cl médico a los guardia.s. ¿ para qué moicr a r,i.
I
hombre condcnado ? ¿ Scrá la sifilis ?
i
Aquclla noche de la cntrega dcl ,.Clavel', a ,,puh¡,.lacla.,
y dcl canto dt'.senfrcntdo de los vagos ), a.sesinos, ,,F:i_
casmayo" vo¡\'ió a perder la tranquiticlacl. A ia nr¿tñan¡
sigu¡enl.e satió muy tarde dc su cclda; estuvo plscár:ti,,:;r.
hasta cerca del n.¡ctlic¡ tlia cn el corrctlor, y r)o c()lttlr;t r)
r nin8uno de los anrigos que pt.ctc¡ldicron hablarjr:. N,¡
L

se enteró de la muerte del "Pianista" ni oyó cómo me in'


sultaron los compañeros mientras subia la escalera e iba
a mi cetda. Los presos le daban campo para que cami-
¡rara, así, solo y sombrío. De repente, abrió la puerta de
nuestre .celda. Cámac cepillaba la madera del cajón que
habíamos desclavado; yo le ayudaba. El rostro de "Pa-
casmayo" parécia ahora hinchado.
no! _-dijo-. ¡Es demasiado! Un burdel en el
-;Esto
Sexto. ¡Vengan!
Salimos.
---dijo, en voz baja.
-;Miren!
Los presos del segundo piso estaban asomados a las
barandas. No vimos ai piurano. Junto a l¿ celda del
"Clavel", el hombre achinado y un ncgro joven hacian
guardia.
Se abrió la celda y vimos salir de ella al zambo ele-
gante. Enseguida, de la sombra del corredor apareció un
hombre gordo; se dirigió a la celda del "Clavel". El negro
le abrió la puerta, el hombre entró. El zanrbo cruzó rá-
pidamente el callejón, subió las gradas y oinros sus pasos
en el segundo ¡riso.
--;Es bueno ! - dijo-. Ca¡'iñoso. ¡Está medio loco I
"Pacasmayo" se dirigió hacia las gl'adas, casi corriendo.
"Puñalada", que vigilaba de pie, desde la gran reia,
giró hacia la derecha para observ¿¡r a "Pacasmayo".
Valios presos salielon cn nutstro piso al oir la carrera.
"Pacasmayo" entró a su celda y la cerró.
Cámac y yo nos quedamos apoyados en las barandas,
sin hablarnos. mirando la celda enco¡tinada que estaba
en fl'ente, muy cerca de la nuestra.
Los vagos sc fuelon acercando a esa celda. aun el ja-
ponés vino coniendo. encorvado, rascándose los sobaeos.
Avanzaron lcntamente. Los presos del segundo piso, como
nosotros dos, miraba¡l atehtamente la celda.
--¿Tú irias? -Preguntó uno.
-Ahora pronto. si. Mañana o pasado tendrá. la sifilis
o, por lo mel)os, purgación. Y estará cansado. Estg no
dut'a ulia semana.
bestia el Maravi?
-;Qué
- Los ncgocios son los negocios. Él no la olió; ésta
es

14
idea del negro "Puñalada". Con esa cara de cabalto viejo,
tiene pens¿miento.
BaiamoÁ ?
-¿ primero.
-Tr1 estará muy sucio después.
-F)so tú, yo prefiero lo mío.
-Anda
:La puñeta. No quieres mostacita.
sabe lo que hace. Cada cual es bestia con.
-Sí. aCristo
forme su ser.
--Yo bajo.
Lo vimos caminar por e¡ estrecho pasadizo; bajar las
gradas y acercarse a "Puñalada". Hablaron delante de
los g'uardias. Luego el preso le entregó unos billetes,
"Puñalada" le dio algo en cambio.
El preso que era injerto, a.lcanzó a los vagos y pasó
entre ellos. Algunos le echaron piojos.
Los vagos se detuvieron a tres celdas de distancia. El
negro joven y alto, dio unas palmadas y blandió una
chaveta. Pero los vagos no retrocedieron; se quedaron
mirando la celda del "Clavel". Salió por fin el hombre
gordo, Y el injerto que habÍa esperado a unos pasos, fue
donde el negro. Le entregó algo en la mano. El negro
abrió la nuerta. El hombre gordo, atemorizado ante la
muralla de vagos, se quedó parado en el sitio.
joven-. ¿ No ve
-le dijo el negro
nomás que
-Vaya
son gallinas ?
El injerto entró a la celda del ,,Clavel,'.
El gordo avaÍrzó r'esueltamente; los vagos le abrieron
campo, pero le echaron piojos, rodeándolo. El gordo
corrió.
En ese instante, Maravi salió de su celda. Dio unos
pasos indecisos. Se restregó los ojos. Le siguieron un
negritoy otro muchacho.
roscas! gritó.
Los dos volvieron a -les
-;Adentro, la cetda.
Los vagos overon la voz del asesino: dejarotr de seguir
al gordo, y asÍ dispersos, contemplaron a Marrvi. Sin
embargo fueron como alineándose, a medida que Maravi
avanzaba.
El asesino estaba borracho. Caminaba intcntando man-

75
tenerse firme, 1' daba pasos lentos; apoyaba bien un pie
y luego nrovia el otro. eon cuidado, conservanrto erguido
el cuerpo. Los vagos lo miraban indecisos. El japonés
lanzó una cat'cajada dt-sde atrás. l.Io podía hab3r visto
a lvfaravi desde su sitio, o quizá lo descubrió por unos
scgundos y r'io su andar cómico, su expresión de angus-
tia. Los otros vagos se quedaron en silencio; pero el ja-
ponés volvió a reír; entonces mrrchos lo acompañaron;
ricron de buena gana, fuerte, y se atrevieron a avanzftr.
Il{aravi no lcs hizo caso o no los oyó; él tambié;r conti-
¡rrtó andando, con un movimiento como de pato.
El negro joven silbó. Ir{arar.i iba hacia é1, no hacia
los vagos.
"PuñalaCa" habló con los guardias y se encaminó rá-
pidamente a su cclda. Salió con un látigo trenzado en
Ia mano. Lo vimos correr por prjmera vez. Lls vagos se
acercaban hacia la celda del "Clavel", mientras el japo-
nés seguia riéndose, apoyando su cuerpo contra el muro.
Cuando sintieron sobre sus cabezas los primeros golpes
dcl látigo, losvaÉíos se dispersaron. Volvieron a reunirse.
pero "Puñalada" derribó a varios a puntapiés o lanzándo-
los al suelo a puílet¿zos y arrastrándolns de los cabellos.
mierdas! ¡Tan'l;r" última horal
-;Fuera,
Vio al japonés, sonriente, apcryarlo en el -¡¡ritó.
mt¡ro. Le dio
uni:. patacia en la barriga, contra la pared; eI japonés se
derrumbó. L-l negro siguió golpcándolo con ci taco en
el t'stómago -r,' en el pecho.
Los vagos huycron, sc escondieron en slls celdas, algu-
nos se amontonaron en el rincón de los u'áteres donde la
Iuz de la neblina era más fria.
l,{arávf aprobaba con movimientos de cabeza la faena
de "Puiralada", pcro sifiuió caminando hacia la celda del
"Clavel". Cuando se vio solo frente al asesino más afa-
mado del Sexto, "Puñalada" dudó. De un latigazo hizo
saltar el barro del suelo, los orines y los restos de coca.
Itl negro jovcn movió la chaveta varias veces, hastr que
brilló un poco la punta afilada, porque el cielo estaba
op¿rco y frío. Marar'Í no les hizó caso; por el contrario.
aprendió a canrinar mejor eon su mismo paso, medido,
psra no bambolearse. Crrando estuvo ya muy cerca de

?6
la puerta de la celda del "Clavel", la abrieron desde den-
tro, y apareció el injerto. Se heló su rostro, cuando vio
a Maraví en frente y a "Puñalada" con el látigo en
la mano.
he pagado cinco librasl
-dijo el
injerto, de pron-
to,-iYo
como hablando inconscientemente.
hermano! dijo entonces Maravf a "Puña-
-;Ven,;L'as puesto-lea puta!
lada"-. Ta bien; 'que sea puta.
¡Ni de mí ni de ti! ;Puta! ¡Dame un abrazo!
"Puñalada" no dijo nada; se quedó esperando, sin dejar
de mirar las manos de Maravi. Estudió su caminata, el '1

movimiento de su cuerpo; luego, con el látigo en la mu- J


ñeca, aceptó el abrazo. d
compadre, no aguanto queridas finas. La'e pues- jI
to-Yo,
a puta el negro.
EI injerto-dijo
escapó y llegó pronto junto a su amigo, en ¡
el segundo piso.
vaina! que decfa-. Hasta agua caliente
-;Qué
tiene. -of el susto. Casi me jodcn.
Pero no vale
no dices lo de las cinco libras, te abren la barriga,
Te-Si
salvaste de milagro.
al Maravf. No tenía chaveta.
-Y salvé
salvaste el negocio al negro. Y todavla te cobra.
-Le
Maravf era bajo; el negro "Puñalada" lo llevó B su.
celda, todo agachado, sosteniendo al asesino, haciéndolo
caminar rápido.
pena, en medio de todo, el "Clavei"
-Me daTe
injerto-. hacc cariño, cuando entras; pero-dijo
creo
el
es
porque está loco.

Los latigazos de "Puñalada", el tumulto y la carcsjada


de los vagos despertaron la curiosidad de todos los presos
del Sexto. Más de trescientos hombres contempleron al
injerto correr hacia la escalera, y a Maravf y "Pufialada"
ir abrazados hasta el fondo del penal donde el asesino
tenia su celda.
Luis y Pedro habian quedado frente a rfrente cuando il
¡
los dos jefes del primer piso desaparecieron en la celda .!
de Maravf. Hablaban en voz alta los presos en los tres
'{
lt I
;l
:,1

i'
¡
clrculos. Lós vagos fuefon apareciendo del rincón do los
w¿t€res. Empezó a caer la menuda y penetrante llovizna
limeña. El hombre achinado, guarda det "Clavel". se
ecercó donde el Japonés, lo empujó con el pie dos vecesi
sacó un esp€jito de su bolsillo y lo acercó a la boca del
vago. Examinó luego el espeJo, y sonrió. Levantó de
los brazos al japonés; lo arrastró lejos y lo metió en una
celda. Cuando volvió, le estrechó la mano al negro joven.
--Tá bien -dijo*. Todo bien.
tsxaminé las barandas de nuestro piso. No estaban ni
"Pacasmayo" ni Juan.
Pedro se dirigió resueltamente hacia la celda de Luis.
l¡ste segufa apoyado en ¡a baranda. Hablaron un rato
afuera, y luego entraron a la celda de Luis.
me duele el pecho dijo Cámac-. Ba-
-Otra vez
treremos con esta porquerfa que-meel feudal capita¡ismo
amontona. Como en el tiempo de los incas no habrá
jamtls un invertido ni un ocioso. No habrá come-sa¡rgles
de gente. ;VÁmonos, Gabriell
Le ayudé a caminar y a recostarse en la cama.
Su oJo sano tenla por primera vez, no la luz radiantg
de siempre, sino que temblaba, por la debilidad y la deses-
peración. Era pardo con resplandores casi amarillos, y
esas luces jugaban en lo profundo, expresaba! su p3ns&-
miento, el esfuerzó con que buscaba las palabras. Los
pórpados rojos de su ójo enfermo también palpitaban;
mov¡an el lfquido espeso que, como lágrimas, empezaba
a desbordarse hacia la cara.
el único que me llora * dijo-. El cholo que sabe
-Esadonde
bien va no llora jamás. ¿ Oiste que el injerto y
el otro han dicho que está loco ? He sabido que el "Cla-
vel" es hijo de serrano, qu€ nació en Cantagallo. Los
serranos a veces procrean y se van. No hay constancia
en el serrano, a veces, cuando viene a Lima. Se larga,
de repente, a su querencia, y ni ahi ya vive tranquilo.
Mejor es no probar Líma; si se prueba una vez ya tiends
el veneno.
y Pedro deben estar discutiendo el casc del
-Luis
"Clavel". No se puede hacer algo ? El abrazo dc los
¿
asesinos me muerde todo el cuerpo. Cámac, ¿ qué ha.
cemos ?
seguirá entrando gente donde el ,,Clavel,,. Ahora
es-Y
cinco libras, mañana serÍl tres, después dos, una, y,
hasta por una camisa sucia lo entregará, ¡por un botónl
El "Puñalada" es el azote con que el capitalisnto raja
nuest'ra frente. Ha estropeado a muchos politicos. Han
salido locos de su celda; es peor que Maravl en eso. Están
amaestrados. Ninguno tiene sentencia. Los guardan aquf
rinico para cuchillo de los políticos. ¿ eué es el encierro ?
Nada, Gabriel. Estos hijos legítimos del gobierno son el
tormento. ;"Puñalada"l, ahistá su nombre. parece esco_
gido por el General mismo y por mister Gerente de las
minas del Cerro. Ellos también andan abrazadltos. como
los jefes del primer piso.
*le dije, porque observé que su ojo sano per_
-Cámac
día luz, que sus resplandores profundos se confundían_.
Cámac, el Perri es mucho máB fuerte que el General y
toda su banda dc hacendados y banqueros, es más fuerte
que el mister Gerente y todos los,gringos. Te cligo que
es más fuerte porque no han podido destruir el alma del
pueb¡o al que los dos pertenecemos. He senticlo el odio,
aunque a veces escondido, pero inmorlal que sienten por
quienes los martirizan; y he visto a ese pueblo bailar sus
antiguas danzas; hablar en quechua, que es todavía en
algunas provincias tan rico como etl el tiempo .de los
incas. ¿Tú no has bailado el toril en Sapallanga y en
Morococha n]isma? ¿No te has sentido superior al mundo
entero al ver en la plaza de tu pueblo la ,,chonguinada.',
las "pallas" o el "sachadanza),? ¿eué sol es tan grande
como el que hace,lucir en los Andes los trajes que el
indio ha creado desde la conquista? ;y eso que tú no has
visto las plazas de los pueblos del Cuzco, pulro. Huanca_
ve¡ica y ApurtmacJ Sientes, he¡,m¿no, quc en esos cuel,-
pos humanos que danzan o que tocan
"i ".p" yel elhombre
nete o el pinkullo y el siku. hay un universo;
clari_
peruano antiguo triunfante que se ha servido de
lo¡ ele_
mentos españoles para seguir su propio camino. Los rÍos,
las montañas, los pájaros hermosos de nuestra tierra, la
inmensa cordillera pelada o cubier.ta de bosques
miste-

79
riosos, sc refleian en esos calltos y danzas' Es ci podcr
de nuestro espiritu. ¿ Y qué hay en los señores y en los
místeres que dominan nuestra patria ? ¿ Qué hay de cs-
piritu en ellos? Sus muieres tienden a la desnudez, casi
todos los hombres a los placeres asguerosos y a amonto-
nar dinero a cambio de más infierno para los que traba-
jan, especialmente para Ios indios.
Cámac se reanimaba a medida que yo le iba habla¡rdo'
Se incorporó un poco; apoyó la cabez¿r sobre el muro' Su
ojo sano estdba atento a mis palabras y recuperaba su
enerS'la.
es la diferencia que hay entre estos señores y
-¿Cuál
los cholos e indiog para quienes toda la miseria es co¡r-
¡iderada legftima a su condición de indios y cholos ? Son
ellog los que mueren, como tú dijiste una vez' No se pug-
de en este mundo mantener por siglos regfmenes que
martirizan I millones de hombres en bcneficio de unos
pocos y de unos pocos que han permanecido extranjeros
iuratte siglos en el propio paÍs en qrrc nacieron' ¿Qüé
ideal, hermano Cámac, inspira a nuestros dominadores y
tiranos que consideran a cholos e indios de Ia costa y de
ls sierra como & bestias, y miran y oyen, a veces, desde
lejos y con asco, su música y sus danzas en las que nues-
tra patria se expresa tal cual es en su grandeza y su
ternura? Si no han sido capace-" de cntender ese lenguaje
del Perrl como patria antigua y única, no merecen sin
duda dirigir este pais. Y creo que lo han sospechado o
eaa¡zread)de. .9e empeñan ahora en cDtlDD2pef d )nüq
en infundirle el veneno del lucro y arrancarle su idioma,
sus cantos y sus bailes, su modo de ser, y convertirlo en
mlserable imitador, en infeliz gente sin lengua y sin cos-
tumbres. Están arrojando a los indios por hambre, de las
alturas, y los amontonan en las afueras de las ciudades,
entre el polvo, la fetidez del excremento y el calor. Pero
se están poniendo una cuña ellos mismos. A un hombre
con tantos siglos de historia, no se le puede destruir y
sacarle el alma fácilmente; ni con un millón de maleantds
y asesinos. No queremos, hermano Cámac, no permitire-
mos que el veneno del lucro sea el principio y el fin de
sus vidas. Queremos la técnica, el desarrollo de la cien-

60
cia, el dominio del universo, pcro al servicio del ser
humano, no para enfrentar mortalmente a. unos con-
tra otros ni para uniformar. sus cuerpos y almas, para
que nazcan y crezcan peor que los perros y los gusanos,
porque aun los gusanos y los perros tienen cada cual su
diferencia, su voz, su zumbido, o su color y su tamaño
distintos. No rendirernos nuestra alma.
Cámac se puso de pie. Me abrazó; su ojo sano res-
plandecfa.
así! Yo te haré tu guitarra; antes de
-¡Háblame
morirme oiré todavía que la tiemplas; Porgue yo estoy
muy mal por dentro, Sólo los comunistas...
yo no soy comunista, C6mac; muchos otros
-Pero de los ideales
participan de justicia y libertad, acaso me-
jor que los comunistas.
Ideales ? ¿ Adónde est¿ eso ? Quizá participarán,
-¿ Quizá, hermano.
pues. Pero quemarse para que se hagan,
y después aniquilar con mano de fierro a los que se
opongan, no, Gabriel. No, hermanito; per<lona. Se rompen
o se venden. Yo los he visto; maulean ante Ia boca de
los fr¡.siles; no entran, se corren. Hay que tener manc
de fierro, corazón de fierro, para pelear; ojos de fierro
para no asustarse. Sólo los comunistas... y también los
apristas, pero no tienen claro sus ideas; están en¡cdados,
hermanito. Créeme...
En e.se momento entraron a nuestra celda Luis y Pe-
dro, juntos.
Gabriel, con su palabra, ha hecho que me le-
-Este
vante *dijo Cámac.
Se limpió el ojo enfermo con la manga del saco.
Perú hemos hablado. Hermano Luis, muy hon-
-Del
rado me siento que entres a esta celda en conrpáñia de
Pedro.
Luis-, Vamos a pedir una entrevista
-Gracias
con -dijo para protestar del espectáculo que he-
el Comisario
mos visto y exigir que se expulse del Sexts a "Puñalada"
y Maravi. Ninguno tiene sentencia. Yo y Pedro firma-
remos la petición por los partidos y Gabriel por los estu-
diantes y lcrs presos sin partido. Aquf est4 el documento.

81
Ife :ilcan:zó el papel; cqntenia pocas lineas en las que
se s¿l¡ciiaba una entrevista con el Comisario.
Luis habia cambiado. Me habló cordialmente, y sonrió
cuando ie devolvi el papel ya firmado.
conjuntamente para suprimir los b¡u-
-l¡sl'r¿¡srn6s
tales excesos de "Puñalada" y Maravi
nadie podrá vencernos, hermano-dijo.
--dijo Cámac*-.
-Asilo podrcnros conseguir.
Todo
el momento y en este asunto e:tamos de acucrdo.
-Por
Luis dijo esto y volvió a recuperar su expresión de re-
serva y arrn de menosprecio hacia los tres.
el trámÍte Bajenros a entregar
el -Seguiremos
documento. -dijo-.
Salimos. Ya se habían despejado los corredores. Junto
a'l¿ celda" dcl "Clavel" continuaba haciendo guardia el
hombre achinado y el negro joven: muchos presos comu-
nes seguian asomados ¡ las barandas del seg"undo piso.
enfrente de la celda del "Clavel". "Rosita", a quien nc vi
durante todo cl tiempo que duró cl escándalo del medio
dia, tanrbrén ocupaba su lugar en el segundo piso, delante
dc la celd¿ del Sargento. Miraba a los otros presos con
la misma sonrisa irónica que ya conocia. No estaba el
piurano.
I3ajamos las gradas. "Puñalada" habia vuelto a su
puesto, en Ia gran reja. Nos vio acercarnos y continuó
obscrvándonos hasta que llegamos junto a é1. Sus gran-
des ojos mansos giraban del u¡ro al otro y se detuvieron
en Luis, que tenia cl sobre en la mano. l,tris le hizo cam-
l)rar Ia mirada a otra parte. El negro se apartó unos
pasos de la reja. La energía del dÍrigente aprista se reve-
ló en ese instant¿. Sus ojos de manchas amarilla-s y los
hombros, qrre parecÍan contener dificilmente un pode¡ d€
agresión que trasccndia, dominaron al asesino.
"Puñalada" permaneció quieto y alcjado.
es del Cabo? Luis al guardia quc
-¿Qué
estaba al otro lado de la-preguntó
reja.
viene ,
-Ahurita
Pedro conservaba-dijo.
su actitud de hombre sancillo, eomo
la de un abuelo.
Vino el Cabo desdc la puerta de Ia calle Chota: "Ha-

82
bró derpachado en un canrión el cuelao desnudo del "Pia-
nista". dtJe.
;-Si --contestó el guardia que me habla oldo, a pesar
de que pronuncié tas palabras muy despacio, para mi
mtsmo.
Ni Luis ni Pedro atendieron a este diálogo.
Llegó el Cabo.
- -Le agradeceré que entretue al Comisar¡o esta .cf,mu-
nicaclón que está firmada a nombre de todos los politi-
cos. --le dijo Luis.
el Comis¡rio
-Ya no €stó -contestó.
al oficial de guardia. Debe ser entregada hoy
-Déjela
mismo.
El Cabo dudó: buscó a "Puñalada".
qt¡e consultarle? --le prcguntó Pedro en for-
ma -¿Tiéne
confidencial.
quién ? --dijo el Cabo. y se dirigió hacia las ofi.
-¿ A
cinas.
Lo vimos cruzar el gran pstio e ingresar al Despacho
del Comisario. Esperamos. El Cabo salió a los pocos
minutos y volvió a paso rápido.
--¡Suerte! --dijo antes de haber llegado a la reja-...
E¡t¡ba; habta vuelto. Dlce quc en la mañana los recibirá,
a alguna hora.
- Gracias -.-le contestó Luis.
"Pullalada" nos observó nuevamente. como sorprendi-
do. Luego miró a¡ Cabo. Luis y Pedro ya no le hicieron
caso. Regresamos.
"Rosfta" se acercaba a las gradas. Subió antes que
no!'otros; se detuvo un instante. junto a la puerta de la
celda del p¡urano. y luego entró resueltamente.
---Yo me quedo aquÍ uD rato -... les dije a Pedro y Luis.
-No te metas en llos de los comunes --me advirtió
Pedro-. Puedes arrepentirte,
I.o¡ dos continuaron subiendo la escalera, hacia el ter-
cer piso.
El piurano salió en seguide de su celda. I
-Hablar
a las claras
-dljo, ya afuera.
"Rosita" se qrredó de pte qn la puerta de la celdh.
de ahl
-le advirtló e¡
plurano.
-Aptlrtes€
83
--Bueno el "Rosita", y se arrimó a las baran-
-dijo
das-. ¿ Por qué vamos a hablar para los otros tam'
bién? ;,Quiere usted una pelea a chaveta, o va a pedirle
perdón a mi marido ?
usted... Yo no sé las costumbres d'este lugar.
En-Vea
mi pucblo nu'hay maricas. Cada hombre tiene su
hcmbra, hembra desde nacida. ¿Qu'es usted? Ni Dios
lo sabe. En cuanto al Sargento nc'está pa'dispensar a
naides ni yo pa'pelear eon chaveta. Algún dla saldremos
di'aqui. Brlsqueme en Chulucanas; usté con su chaveta,
yo eon mi cuchillo. Pitiiendo perdón al pueblo, quiztls yo
lo destripo, o usté a mí. Aquf yo no me meto más con
naldes. Soy mismo que extranjero. Quédese tranquila'
Mejor pa'usté qui'hayga sucedido lo d'esta matlana. El
rosquetc necesita hombre humillado, mismo que un perro.
Asi está el Sargento. Su boquita usté le eura pronto.
- Si me va mal con mi marido lo marearé para siem'
pre y no lo teconocerá ni su madre "Roslta".
-eontestó
me diga, pues! Conozeo a los hombres porqu'en
mi-;No
pueblo hay bravos y maulas, como en todo luger. El
Sargento y'astá bajo les sombras de usté, nade más.
¿Adónde va d'ir? Suerte de un rosca, encontrar varón
grande, buenmozo, humildito.., El otro mÁs bien...
lo sabe, ya lo sabe -dijo el "Rosita" y se fue.
-Ya
A las barandas de los dos pisos se habian asomado mu'
chos presos y escucharon el diálogo.
Cuando el "Rosita" se marchó, el zambo elegante se
dirigió hacia el piurano; pero éste entró a su celda y la
cerró con violencia. El zambo siguió de frente. No se
atrcvió a entrar en I¿ celda del piurano.
un machote! dijo a otro preso anciano qrte
ocupaba
-le
-;Es una de lar prlmeras celdas.
señor, y habla como hombre que es.
-Sí
Yo subi al tercer plso, tranqullo, easi feliz, Los rprls'
tas me dejaron pasar sln molestarme. Freyre pareela
compungido. t
hablaremos diJo.
Antes de entrar a-me
-Ya mi celda miré hacia abajo. El "Pa-
te'cabra" le entregaba una contrasella al negro Joven; cl
hombre achinado sbrió la puerta y dejó pasar a "Pate'

84
,.Clavel". ,,pui¡lad¿,,
Tb.T:' a ¡a cetda del
vig{laba;
desde la re.ia
con. su gran estetura domlnaba todo el primcr
p¡ro, como si fuera rlnicamente Bu pedestsl,
prepia.
su can¡ho
estoy esperando Cámac_. ¡FlJate cómo
-Ie la
avanza -dijo
guitana! Tendró que ser chica.
_ -¿No te h¿ce mucho daño trabajar? Me diJiste que
te sentfas morir.
antes de haber hecho la guitarrr y la mesa. Como
te-No
decfa, sólo los comunistas. , ,
. -.No, Cámac, en eso no estoy de acuerdo. Son muy
pocos y fanáticos.
su fuerza.
-Ahistá
-Y su defecto.
que sea¡¡ pequetlo burgués. Corazón de fie-
rro-LÁstima
se necesita. ¿para qué sirve el que suella desde sen-
tado? ¿El que no precisa y entra candel¿ en mano con-
tra el opresor? ¡Candela en ¡nano y corazón de fierro!
no es de fieno, y es sensible.
-El mfode huahua, como el del cegatón que está en
-Como
medio, Piensa pero no sabe adonde lr. ¡por eso llora!
Ternplaremos tu corazón aqui.
-Tr! también
*Ahora.
lloras, Cámac. Llor¡s por los demás.
Porque estoy enfermo. En eso sé que estoy
muriendo. .. pero asi también quemarla... Me levantaría.
Tocamn la canrpanilla anuncian{o el rancho de los va-
gos, Les servfan una sola vez al dia.
-Perdón,
Cámac dije-; voy a verlos. No sé si el
-le
japonés. . .
Lo dejé pensativo, cotr los puños cerrados y muy
pálido.
un instante
-Sólo -ley diJe.
Un negro alto y recio un muchacho tralan Ia eomida
para los vagos, en dos ollas grandes" E¡ negro entrabs,
armado de un palo.
No lograba conseguir que los vagor formaran cola.
Habla entre ellos muchos i.diotizados y casi locos. Se
acercaban en tumr¡lto donde el ranchero, con sug latas
pequeñas en las manos. Algunos tenian platos
de fierro
desportillados, y otros sólo cartones y trozos de periódi_

85
cos, o nada' El negro ahuyentaba con el
palo ¿ lo¡ de'
mÁs, mientres alguno recibla la especie de mazamorro
servtan' Todos hufan lejos con su lata
iii"s"i¿"
-"i"pratoque les
o llenos; y cevoraban la masa de ar¡oz' fideos
y frijoles en un instsnte' Se llevaban la
agusanedos,
masa & l& boca, con las manos' Y volvian en seguida'
alrededor de las ollcs
tietenaiettOo recibir mlls' Giraban sin
ij "i i"s*. Los débites se a llegarfrecuentemente
guedaban
hasta el negro y
iecibir iaaa, y si alcanzaban
corrsegufan un cucharón en las manos'
o sobre algrln
para
podian correr lo suficiente. como
papel sucio, no
iuir ¿" los más fuertes. Tragaban la ración en plena
Se metian los frijolcs a la boc¿r con cartón
o
"o.r"au.
papel y totlo: o se mordian sus propias manos' No tenlsn
ti"rr,po O" masticap' Los fuertes los segulan;
les
"""i psra captursr los restos; los lsmlanl
abrian las manos
V-i"-i"" entre los dos el piso, si en la huida el vago
'perseguido
dejaba .."' p""i" o tod& la ración al suelo'
' dlferencia grande entre el japonés y el "Pia-
tlau¡a una
nista", a la hora del rancho' Ambos ocupaban el
último
los vagos. Pero el japonés luchaba con ver'
lugar entre
dadera audacia por su rancho SaltabB' se metla en el
las patadas que recibia de los
tum{tlto; no le importaban
r",i"l"J"t o ¡os codazos que le daban de uno yfila'
otro lado'
lrr em'
A veces, cuando habia llegado a la primere
pujaban. o lo arrsstraba¡r de un pie; le ronrpian sus ha-
i'apos. nf también entonces daba patadas hacia
atr¿lsl 8c
agarfaba decididamente de los fuertes que hablan llegado
tr negro; o volvia. si lograban al'ras'lrarlo' Se rne-
i,ir,to
ii,r d" nuevo, a cuatro p&tas' por entrc lasAlpiernas negro le
de

los oü'os y llegaba delante del ranchero'


ese japo-
regocijaba el eÁpecinamiento y la valentia de palo y
nés de barbas r&¡as y largas' Lo dcfen<Jia con su
le permitia devorar su ración alli mismo' junto 8l ran'
chero. No llevaba cartón ni papel' et negro le servia el

revuelto caliente en las manos' El japonés lo tragsba


en un
rápido; le repetían y devoraba la segunda ración
hacia arliba' El cielo se refle'
instante, levantando la cara
jaba en su rostro; ta luz opaca del cielo sucio se recreaba
barbas ralas, en sus ojos cerrados; mientras él'
con
"i "u.
86
gran €sfuerzo, pasaba por la garganta la mazamorra rc-
negrida. Luego se marchaba, encorvado, lamiéndose las
manos y la boca. Más tarde. alguno que no habia alcan-
zado a recibir su ración iba directamente donde él y lo
golpeaba a patadas o puñetazos. Sonreia el japonés y se
defendia el estómago, encogiéndose.
---¡Vomita, mierda!
-.le gri'raban más de una vez.
- -;Vornita, Hirohitol
I{asta que "Prrñalada" restallaba el látigo en el,suclo
o Maravi lanzaba un grueso insulto desde el fondb del
pcnal.
Ya libre. al ¡aponés )o quedaba la otra preocupaci(in
miis grave: el dcfe'car sin quc "Ptrñalada" lo descr¡brier¿r.
El "Pianista", en cambio, e'speraba r¡uc cl ncgro dis-
persa¡'a a los otros co¡r su palo, luego de reconocer que
habia servido a tocios y repetido ¿r muchos. Entonces se
acercab¿r temeroso, como ante una f iela. al negro. Le
cstiraba las manos separadas. Con mucho desprecio, r'l
ranclrcro le llenaba una y otra mano. Él también traSíaba
la ración alli mismo, dela¡rte del negrrr !)l ayudante del
Ianchclo se le accrcaba para protcgerlo
Alcanza pué las manos. huerequeqrre It' decia t¡l nc-
g¡0, si podia repetirle la ración.
En su cara filuda, sus barbas abundantes y la melona
que le cubria el cuello, sr.rs ojos hrrndidc-¡s relan¡paguca-
bart un poco, cuando rccibia la yapa. S<-¡¡rreia, sc l¡urnt-
llaba ante el ayudante. que era su protect<-rr. se Ínclinabl¡
ante é1. El negro lo insultaba.
. ;Piltrafa, largo dc aquíl le gritaba.
El "Pianista" sc iba, hacicndo ejcrcicios dc rcspiración.
Tenia la obscsión dc !a fucrza fisica. Pcro, frccr¡entcmen-
ie, se quedaba sin rancho. Llegaba adonde el rcgro
cuando ya no quedaba nada en las ollas. El ayudante que
no tcnia ninguna autorid¿rd a¡rte el negro, lo ntiraba tris-
lemente; :'ascaba las ollas y lc servia un poquito del
revuelto. Raras veces, sacaba un pan con maltequilla de
sr¡s bolsillos y hacia que el "Pianista" lo conrjcra a la
sombra del neg'ro. El ranchero 1o miraba despectivamen-
tc, aunquc se qucdaba hasta que hubiora tragado, casi
sin masticar, todo el pan.

B?
'l I

.--¿Eres pendcjo. o qué? - lc decia errtonces el ¡tegro.


Pero aun cuando no recibia nada, se alejaba haciendo
ejercicios de respiración, como si hubiera comido.
El negro sonreía, mientras el ayudante se quedaba
p¡eocupado y descontento.
Ni el japonés ni el "Pianista" pudieron conservar las
Iatas que los pollticos les obsequiábamos. Se las quitaban
el mismo dÍa.
Tampoco podiamos traerles sobras del comedcr, porque
los otros los alejaban de la gran reja. a golpes, y nos
esperaban gimoteando:
*iPatronc.ito, Ias sobritas!
A la larga, cada politico tenia ',su vago", que no,er.a
siempre el que más necesitabe" Debia de tener fuerzas
para ahuyentar a los otros o contar con la protección o
Ia neutralidad dc "Puñalada", o siquiera de alguno de
los "paqueteros", y eso costaba caro.
Los grandes del primer piso tenían primus en sus cel-
das, y sus servidores cocinaban para ellos. ,,Rosita" no
necesitaba slrvientes; cocinaba él mismo. La adnrinistra-
c¡ón del penal les entregaba en crudo el rancho; además.
les traian de la calle un buen surtido.de recado. Algunos
politicos, asociándose, cocinaban en sus celdas. '.Ilosita.'
hacfa la comida para él y el Sargento.
Aquel medio dia, el mismo tumulto de siempre rodeaba
al negro ranchero, que estaba armado de su palo, Et
japonés ya no rondaba al grupo para encontrar una !en_
dija y meterse. No estaba fampoco en primera fila, esti-
rando sus dos mhnos hacia el negro. Eso',significaba Ia
muerte. Vago que enfermaba, motia; nadie le llevaba
alimentos a su celda. -Iba consumiéndose por hambre;
moría entre la fetidez de sus últimos excrementos y or.i-
nes. Sus compañeros de celda lo arrojaban afuera al
anochecer, si lc¡ veian agonizante.
Volvf a mi celda. Cámac cepillaba, agachado.
ya no quedan sino los ulcerosos, tos idiotas,
los-Ahora
"paqueteros" y discípulos de los asesinos dijer.
En el japonés y el "Pianista" habia algo de -le
la santidad
y de la madre tierra;
del cielo
Cámac se puso de pie:

88
--¿ Qué dices ? -preguntó.
los piojos; el
-Mordfasolos a otro ,,tocaba piano". Ambos
camlnaban la sombra de estos muros. Los marti-
rizaban de distinto modo, hermano Cámac. No los ma-
chucaron, sin embar¡Jo, hasta formar de ellos una masa
sin nombre, como a los otros. En el cuerpo del japonés
se arrastraba el mundo, alll abajo; conservaba su forrna,
aun su energía. De los wáteres a los rincones, caminan_
do, o apoyado en la estaca, llevaba un semblante que no
muére. El "Pianista" ola la m{rsica de afuera, de la ln-
ventada por el hombre, de la arrancada del espacio y de
la superficie de Ia tierra. El hombre oye, hermeno, a lo
profundo. Ya no están. Quedamos solos.
CÁmac dudaba. Su ojo sano se detuvo en mf, me exa-
minó todo el tiempo.
solos! ¿No te estarás .,tocando',? _-me
-¡Quedamos
dijo-. No entiendo. Ese japonés era para nosotros como
un representante del milltarismo japonés. ¿No sabfas que
llegó vestido de soldado ? Mejor para él que se hayga
muerto. Asf ha de acabar el militarismo japonés.
-Ifermano Cámac dije--. El militarismo japonés
tiene su agregsdo en -le
la Embajada. Este ,.Hirohito" lle-
vaba una representación más alia. Se Ievantará sin duda;
no es mortal.
-A ti te
g:uitarra.
hicieron ¿ con qué ? Grande vas a tocar la
Ayúdame. Ya falta poco. yo también quiero
olrte. Tú estás necesitando más. ipuedes alocartel

89
A las once d€ Ia matlana del dfa siguiente "Puflalada
llamó a los que habiamos firmado la petición al Comi-
sario.
EI Cabo nos esperaba en la reja. "Puñalada" se man-
tuvo alejado esta vez, siguió mirando hacia el fondo del
penal.
Nos acompañaron el Cabo y un g"uardia.
aqul el Cabo, cuando llegamos a la
-Esperen
mitad -dijoy se dirigió hacia las oficinas.
del gran patio,
Con unos pasos más a la izquierda, podlamos ver la
calle tras la reja del cr¡artel.
minuto, para mtrar la calle --le dije al 8:uardia'
y -IJn
sin esperar su respuesta me dirigí, caminando despacio,
hasta el pequeño pabellón que quedaba en el centro del
patio.
guardia-' Va a venir el Comi'
-;Regrese!
sario,
-gritó el
Pude ver la Avenida Alfonso Ugarte' En un instante'
varios automóviles, un camión y muchas personas cru'
zaron por la puerta del Sexto. EI movimiento de la ciu-
dad, la felicidad de poder andar iibremente en las calles,
de sentir la energía de la Capital, aunque lóbrega en el
invierno, me exaltaron.
visto Lima dije a Luis y Pedro-. ¡Es la
-les
-Hela verdadera vidu!
vida,
nuevo dijo Luis-" Todavia te preocu-
-Eres -me
.pa eso.
Esperamos largo rato en el patio. No hablamos. Luis
y Pedro se miraban como extraños. Pedro tenfa en lrls
manos el pliego de los reclamos. Se daba vueltes en el
mismo sitio, de vez en cuando. Luis se mantuvo quieto,
con la cara hacia las oficinas del cuartel.

90
---¿De qué provincia es usted?
tras un largo silencio. -le pregunté a Luis,
-De Cutervo -me dijo*. La tierra de los valientes.
a punto de sonreir. !
-Y estuvo t.

--¿Y usted? --,me dijo, mirándome mr¡y despectiva- ¿


ü
mente. s

-*De un pequeño pr¡eblo, cerca de Chalhuanca. Todos $


;
son mensos allá.
il
--Se nota .--me dijo -. Aunque nunca se sabe quién ;r
cs manso hasta Ia hora de los loros. Pedro es limeño; if
por su cara cualquiera pensaria qlre no mata una mosca, *
y es bravo, bien bravo. ,ü
fl
Pedro tenía apariencia frágil. H
En qué consiste la braveza ? Unos son bravos para
-¿ cosas, otros en casos distintos
ciertas

-,contestó Pedro.-, fl
No es lo mismo, por ejemplo, el valiente qr¡e slgue avan- 1i
zando a pesar de la caballería y de las balas y cl qtre i,l
'toma una dccisión que ha de significar el compromiso Í¡
grande de un partido, su éxito o su retroceso. ¿ No es
cierto ?

-dijoenLuis--. Aunque hay valientes que tie-


es
-Así
nen que actuar los dos campos.
cierto Pedro.
-Es
El Comisario-contestó
salió por fin de su despacho. El Cabo
vino corriendo.
nosdijo.
-Acérquense
El Comisario se detuvo como a diez pasos de la oficrna,
muy a la derecha, en el campo.
Era un l{ayor de policia, sanguineo, de orejas ntuy
grandes, \'enósas y transp¿rrentes, a pesar de que el ros-
tro del hombre era pletórico.
Qué quieren ? sin que hubiéra¡nos llega-
do-¿
cerca de é1. -preguntó
usted leereste breve documento -dijo p_'-
-Sirvase
dro, y le alcanzó la hoja que tenia en las manos.
Ahl el Comisario después de leer el do-

cumento. -exclamó
Nos miró uño a ¡¡6-. ;Lucen bicn ! ¡ Se ve
que están atendidos como reyesl ¿Qué creen ustedes que
es la prisión'? ¿ Un lugar de recreo ? Aqui han venido i
ustedes a padecer, a estar jodidos, no a engordar y gozat. {
t
91
¿ Que "Puñalada" hace esto ¡' lo otlo, que I'rlaravi sc enr-
borracha; que los dos abusan de los vagos, que les hacen
esto y lo otro ? A ustedes ¿ qué les importa ? A ustedes
no los joden dircctamente. Los vagos también han sido
encerrados aqui para sufrir; son gente sin ley y sin padre
ni madre, ladroncs, ociosos de porqueria, come piojos.
;Que Ios jodanl Y si lo que hacen con ellos les duele a
ustedes, mejor que mejor. Yo les doy mi aprobación...
nos duele dije internrmpiéndole-. Nos da
-Noque en una .cárcel
asco -le del Perú, trrr asesino mantenga
un burdel con el conocimiento de usted, que es u¡r jefe.
Nosotros tenemos asco de ustedes, traidores
¿ -¡Ascol
la patria. Den gracias a Dios de clue no los metemos
uno por uno a las celdas del primer piso. Eso scria el
justo castigo.
los han metido a muchos Luis-. Y si Dios
-Sf, los que dieron la orden ésa
existe, -dijo
serán castigados.
amenazas, bestia? el Comisario-. ¿To-
-¿Me
davia -gritó
me amenazas? ¡Te haré meter a la celda de "Pu-
ñalada". ..!
Sus orejas se llenaron de sangre, se movieron unos
millmetros al enccnderse y recibir la corriente.
*Sefior Comisario dijo Pedro con voz tranquila,
casi tierna-, usted nos-le ve. No puede negar, por lo ms-
nos, que somos seres humanos, que somos semejantes a
ustcd en cuanto a nuestro ser de carne y hueso. La pér-
dida de la llbertad es un castigo terrible. ¿Por qué fo-
mentar en la prisión que la maldad tenga toda-s las
garantias contra lo¡rdébiles? "Puñalada" tiene bajo vi-
gilancia, en una celda especial, a un pobre muchacho, y
cobra dinero, cinco libras, por cada visita. El muchacho
está loco. Este caso es un crimen contra las rcglas más
eiementales de la sociedad cristiana...
El Mayor le interrumpió.
bien informado está usted! Me doy cuenta que
-;Qué
usted ya ha hecho una visita a ese maricón. ¿ Cómo sabe
si no que "Puñalada" cobra 50 soles por cada entrada ?
¿Cómo sabe que estÁ loco? Oiga usted; a los maricones
¡es gusta. . .
dcbc scr ulr honrbrc disfrazado k dijo Ltris,
-Ustcd
92
cnelgia que hizo ¡'ctroceder cl cuerpo
miránd<¡lc¡ co¡l cs¿r.
de "Puñalada", el día antcrior-. Los jeles de nuestla
policia no pueden haber llegado nunca tan bajo.
El Mayor quedó r'ígido, fue palideciendo. Luis continuó.
enco¡-ttramos diferencia entre el pensamiento de
-No y eI dc "Puñalada".
ustcd
ejercicio dc la maldad sin cxaltarme-- es
un-El
abismo sin fondo.
-dije
-_Cabo. Traiga cinco guardias --ot'de¡ró cl Comisario.
Temblaban sus labios; ya llo nos mi¡aba. La sangre
de su cara hahia fugado; y me di cuenta entonces de que
era narigón, que tenia una nariz afilada y alta, con Sran-
des fosas nasalcs cubiertas de pelos.
a estos, de los brazos, para atrás -ordcnó
a -Agarren
los guardias.
muy fuerte, mi Mayor atrevió a decir el
-No
Cabo.
-se
ti, una patada en los hucvos -le dijo a Luis.
-A
l\fidió la dista¡rcia y se le fue e¡rcima.
patea "Puñalada" a los vagosl Luis,
-¡Asi el Comisario se acomodaba para lanzarse. -dijo
mieirtras
Luis ccrró los ojos.
dos escupes el MaYor.
-Y -dijo en la cara.
Le escupió dos veccs
no tengo sal^r'a para los otros. Un buen puntapié
en-Ya
cl culo. Voltéenlos.
I\fe atacó primero a mí; hundió la punta de sus botas
cn una de mis picrnas.
este viejo le voy a doblar. ;Carajo!
-A
Y Io hizo. Luego sc fuc; ordeuó mientras andaba:
así, mancornados.
-Llévenios
La sombra del cielo nublado habia crecido; teñia el piso
clel inmenso patio de tierra, lo tcñia de ese gris húmedo
y fiinebre del invierno limcño' Se dice que por venganza
un cacique aconsejó a Pizarro que fundara l-ima en cl
único valle triste, sin cielo, de la costa. Los tres cami-
nábamos despacio, tragando la neblina, acércánrionos a
la mole aún más lóbrega del Sexto.
Pedro caminaba con dificultad.
golPeó en la columna --dijc.
-Me
93
-No me acertó,
masiado loco.
felizmente
-dijo Luis-. Estaba de-
No serÁ de veras un disfrazado ?
¿
es enfermo el Cabo*-. Ahora se va
¿ -Creo -contestó
encerrar en su despacho.
que me limpie la cara, amigo pidió Luis.
-Deje
El Catro miró un rato haci¿ las oficinas.-le
*Ya estará encerrado ordenó que nos soltaran.
-y visto
debe traber todo dije.
-"Puñalada" el Cabo-. El Comisario -les los hizo lle-
-No
var a un-contestó
costado. Ningún preso ha visto.
Luis se limpió la cara con un pañuelo.
la primera vez Seguro que esto nO se
-Es ;Que la mancha
o¡vida. -dijq-.
queda para siempre en la cara,'
que será necesario lavar con sangre la afrental Ningúrr
otro remedio seria suficiente.
Guardó silencio con el rostro inclinado hacia el suelo.
No habló más.
Luis era prieto, de color casi indio; tenia pequeñas mÉn-
chas blancas en la cara. Caminaba a mi lado, con la cabe-
za rendida,; su nariz alta y el hueso del centro muy mar-
cado, se destacaban. A pesar de esa actitud inclinada, todo
su cuerpo caminando lento sus ojos que yo no podia
ver- parecia cargado por -no una ferocidad que trascendia.
Su cuerpo se desplazaba pesadamente a causa de las
&menazas que sin duda bullian en su conciencia, que sc
desencadenaban por dentro.
Me miró, por lO bajo. Habia enrojecido algo la córnea
de sus ojos. Esa mancha sanguinolenta se fijó en mí. La
huella quedó en todo mi cuerpo.
-Luis dije-. El Perú vale esta inmolación y mu-
cho más.-leCuando hombres que plensan como nosot¡'os
tengan el poder, echaremos podredumbre de siglos aI mar.
El Perú brillará en el mundo como una gran estrel¡a. Su
luz será la nuestra, ia que hayamos enccndido nosotros.
Luis se volvió hacia mi, sin levantar mucho la cabeza.
No contestó en seguida; se detuvo unos instantes. Pedro
lo contemplaba preocupado. A medida que pasaban los
segundos fue disipándose la cargazón terrible de su cuer-
po y de sus ojos. Yo esperé su respuesta, esperanzado;
no quedaba ya en mi ninguna huella perturbadora de

94
nuestra entrevista con la b€stia. Luis permaneció, mir¿n-
dome, algo confundido; Iuego se dirigió hacia pedro, cuya
paz y ternura, afloraban de nuevo. Se volvió hacia mt,
Luis. Ya sabfa casi palabra a palabra lo que contestar¡a.
Otra vez la . expresión despectiva y orgullosa dominaba
sú rostro.
no piensas como nosotros los apristas y
se-Tú
echó a andar-. Nuestro gran partido hará la-dijo,
obra de
renovación que dices. Prenderá la estrella dc cinco pun-
tas que los comunistas odian. . .

no odio a los apristas interrumpí-. Son ellos


los-fo -le Y eso es iltsensato.
que odian a todos los demás.
*Pregúntale a Pedro si no nos odian,
odiamos al pueblo aprista pedro, y se de-
-No El Cabo nos permitió esos-dijo
tuvo. dcscansos--. Sois un
gran partido, efectivamente, pel'o los dirigentes envene-
nan a los campesinos del norte y a la clase media y
obrera de todo el Perú contra el comunismo. Nosotros
no podemos odiar al pueblo; se¡.ia como negat' nuestra
propia entraña, nuestra madre.
hay diferencia entre el pueblo y sus diri-
-No EI Perú es apr¡sta. Lo dcntásaprista
gentes. sor¡ sobras, que
están o al lado del imperialismo yanki o del ruso. He ahi
ta prueba de que nosotros representamos al perú. Atacar
a los dirigentes del apra cs atacar a la patria.
_-le contestó Pedro-. Eso mismo clicc el Gene-
ral.-Luis
El monstruo que acaba de afrentarnr_¡s tan-rbién nos
dijo que éramos traidores a la patria. No confundamos,
que la soberbia no ponga una venda cn los ojos de uste-
des los dirigentes apristas. trfás de veinte años hacc que
lucho en defensa de los obreros; descle varios años antes
que la revolución soviética, y soy traidor r)ara u¡Luips
Este muchacho no es comunista ni alcanz"-á '¡ s..
comunista; es un soñador que lucha por la ciiur.r -1,.1 ñrt.-
blo, a su modo, y sin embargo es traidor...
--Porque el comunismo obedece a Rusia cieg:amcnte;
no ve a la patria; está perldiente de lo qüe te co¡.lvicne
a Rusia, y según eso cambia. En cuanto e este joven
¿qué vale un franco tirador? l.iada. Eso cs todo. ;Vá-
monos!

95
Para ustedes, los Estados Unidos y la Unión So-
-¿ significan
viética exactamente lo mismo ?
Pedro. -preguntó
Exactamente. . . ? Los bolcheviqucs son peores.
-¿ ).o no soy nada, no existo.
-Y politica, sí. Nada.
-En recupcrado su scr. Lo
Habia curamos de la tormenta
quc entorpeció su cuerpo; se irguió, recuperó su ssm-
blante habitual, autoritario y enérgico.
El guardia abrió la gran reja. "Puúalada" esperaba,
prendido de los barrotcs, con apariencia tranquila. Pasa-
mos entre los vagos que estaban echados en el piso, o
scntados, rascándose el cuerpo.
Luis sr¡bió las gradas ágilmente. Pedro hizo un Sran
esfucrzo para no cojcar. Lo acompañé tomándolo del
brazo.

-Y¿
una
has oÍdo
-¡re dijo-. Están como metidos en
carnlsa de fuerza, Desgraciadamente todos son asi.
Es cl nrótodo aprista. Y cacrán, por eso. Son rfgidos; no
podrán obrar según las circunsta¡rcias. Si cambian algu-
na vcz para seguir a los feudatarios y a la burguesfa, se
desmoronarán. Es la contradicciótr: la razón de su fuer-
za actuai será la que precipite su descomposición.
¡6¡¡¡¡istas son también fanáticos y excluyentes
-le5
dije.
-lc-- No a cicgas, nunca a ciegas.
Subimos las gradas, lentarnente.
tus enrocionantes palabras contestl¡ con un golpe
de-A
puño. Y eso que lo sacaste de una pesadilla
Pedro cuando Ilegamos al tercer piso, -me dijo
diste cuenta?
-¿Tchombre vencido por la ira.
-El como unestaba
fuego oscuro que sufre. No le odio.
-Es pues, la enfermedad de los soñadores. ¡Las-
-Tiencs,
tima incurabic I
Los comunistas nos rodearon. Luis ya no estaba en el
corredor. '
sesionando ellos Fermín.
-Están a mi celda -dijo
Pedro. Que Cámac no as¡sta.
-.Vamos
- Yo voy donde él --dijo
le dije.
96

, r r f ilf Íil¡il]ilr ¡ilLlffi,1]lilfilli !.]l i trlltli,


Los que no pudieron caber en la celda de pedro, se
guedaron cerca de la puerta. Pasé entre ellos.
Junto a la celda del "Clavel" ya no estaba el hombre
¡chinado. El neg'ro joven bostezaba apoyándose en la
puerta.
Cámac habfa concluido ya de cortar casi todas las pic-
zas de la guitarra: el cucllo y la cab:za, las tapas de Ia
caja, el puente.
-No sonará bien
-dijo-, la madera es gruesa. Po-
demos tocar huaynitos. ¿ Cómo les ha ldo en la entrevista
con el Comiserio ?
Es una bestia. Nos dijo que aquf hemos venido
a -Mal.
padecer y que si el "Puñalada" y Maravf hacen cosas
que nost torturan, él se felicita. Luis se excedió al con-
testarle y el Comisario lo pateó y le escupió; a nosotros
también nos pateó.
a Pedro? Pedro es débil. Tiene cinco años
en-¿Malogró
el Sexto.
Hemos venido discutiendo con Luis. Es un fa-
-No.de alma oscura. Yo le hablé fraternalmente,
nático por-
que vi que el castigo terrible había armado una tormenta
en su alma; se dobló bajo el peso de la ira. Le hablé en-
conces, como a un hermano. Se rehizo lentamente. nos
miró con desprecio y dijo que Pedro era traidor a la
patria; que el apra es el Perú. Me dijo a ml que daba
lo mismo que existiera o no existiera.
son, comenzando por Luis, hasta el más igno-
-Asf Parece que tienen pellejo
rante. de fierro. Pero en las
minas, cuando vienen los abusos de los gringos y sus
capataces, nos levarrtamos igual. Son valientes y entran
fuerte; hablan como si saliera candela de sus bocas. Y
siempre hemos vencido, si no hay contraorden de Lima.
Por eso yo tengo esperanza. Pedro tiene, pues, la expc-
riencia de Lima. Es diferente... ¿Asl es que matarán
nomás al "'Clavel" ? La sifilis le entrará pronto. Se pon-
drá más loco e irá pudriéndose. Estamos frente a su cel-
da, oiremos su grito, día y noche, hasta qrre muera. ;Ten-
go que eepillar!
Trabajaba sentado. Yo nre agaché para agnrrar ol

97
trozo de madera- Era preferible no seguir hablando. Pero
Cllmac se detuvo.
cangado cansado de otro modo. Me
-Estoy
viene del hueso ese -dijo--,
cansancio, .o quizá de las médulas del
espinazo.
sigamos, Cámac rogué-. Estás como hun-
-No
dido de los ojos y de l8 -le
cara.
vamos a acabar, falta
Pcquito. Ya no es nada...
-Ya
Y siguió cepillando.
Al poco rato escuchamos un canto. No era la voz de
"Rosita"; parecfa como la de un hombre. El tono era
luave, pero a instantes levantaba la voz y extraviaba la
melodla.
ha cantado. Vamos a la puerta'
-Nunca
!-me dijo
vel" Cámac.
Le ayudé a saiir abrazándolo por la cintura; hice que
se apoyara en la baranda. F-staba muy exaltado; parecía
él mismo algo extraviado.
Afuera pudimos percibir la letra de los cantos. Eran
huaynos que mezclaba con la letra de tangos y rumbas:

Ma,ldita la suerte d.e Ia flor,


nraldito el destino
¡ay inocente! por qué padeces.
Negra, ne gÍa consentida,
negra d.e nti oid.a,
quién te quiere o ti. . .

loco! Cámac, apretándome el brazo:.


-;Está -dijo
;Pobrecito, hijo de mujer, desconocidol
hermano. Pero mejor no escuchemos nrás. FLe-
-Si,
Sresemos.
Ya no tiene cabeza, no puede recordar
ni-;Pobrecito!
sus cantos. Su pensamiento está mezclado; segura-
mente que a su ánimo le ha tocado ya el infierno dc los
suplicios. iEstaró, llorandol
Se ahogó la voz de "Clavel" en el segundo vergo de la
rurnba.
Pero volvió a cantar. en .segt¡idir:

9B
Tomo el aguo de este rlo
concho g todo,
pdta qtte la tler¡o
?ne agd,fYe;
¡go ooloeré, yo ooloeré!
rosca! gritó el negro guardián.
-¡Sllenclo, -le cantando:
Perp "Cltvel" siguió
I

Al mund,o nado le intporta,


.¡gira, gnra!

gritar el negro.
-¡Sllencio! -volvióa alas barandas
Egtaban asomados casi todos los pre-
!o! dcl segundo piEo. Los aprlstas se habian concentrado
cn varles eeldas y esperaban la decisión de sus jefes.
Merevt aparecló en la puerta de su celda. Seguía ab,.;-
tagado; escuchó atentamente eI canto, y se decidió; fut
a p¿so rÁptdo, ar¡nque tambaleándose, hacia el net?o
guardtÁn. Llevabs une chaveta en la mano derecha. Et
negro pestañeó y retrocedió unoaipasos.
cante tranquila, so negro gallinazo!
-¡Que
Maravt. -gritó
Le acercó la punta de la chaveta al estómago.
patrón Ahora sl, patrón.
-Si, -dijo-.
tiembles, mierda! ¡Que eante bonito, como ella
-;No
quiera!
Fue hacia la celda; no la abrió. Desde fuera le habló
al preso.
--Amorcito, canta nomás, como canario en jaula.
Pero "Clavel" enmudeció.
canar¡o en jaula! --volvió a decir Maraví-.
-;Como!
Amorcito
;
.Esperó un rato, apoyándose en Ia pared.
hijos de puta me la han matogrado metiéndola
a -;Estos
puta! Era engrefda, rica. . . ;Estos gallinazos sólo
comen carne podrida! ¿De dónde ha sacado eda voz mi
"Clavel" ? ;Canta, hijita, canario en jaula!
-rogó.
Pero no volvió a cantar. Maravi esperó, agarrándose
<le los barrotes. Se impacientó y se puso a cantar él:

99
Anita, tett,
ctttrc t¡tis bra¿os le acariciaré. . .

E intentó dar unos pasos del vals. Se alejó un poco


de la celda.
'C¡avel" segula mudo.
Maravf volvió a ace¡'carse al negro joven. Lo miró, ba-
lanceándose.
-T\r me resporrdes, gallinazo - le dijo-. ¿Qué le has
hecho para que cante con voz dc loca? ¿Qué ¡e has
hecho ? Cuando yo, su nrariclo, le pido que cante, no qulere.
maestro.. . nada, nadita. .. ella .sola.
-Yo
Maravl le volvió a poner la punta de l¡r chaveta en el
estómag:o.
tú entonccs, gallinazo, si quierr's vivirl ;Prorrto!
-iCanta
Los vagos se acercaron lentamr.nte, en recua, yendo
no de frente, sino canri¡rando de un lado a otro, cn¡zán-
dose, como buscando un sitio claro por donde vc'r a tr{a-
ravi y al negro mientras avanzaban.
Idolo tú ercs nú antor,
próslrtntc f rts cyorrios. . .

EI negro levantó la voz, u¡la voz brrllante y.altis¡nra.


l\faravi entusiasmado-. ;Eso, her-
-;Eso!
manón -exclamó
negro: Me yoy contr.nto. La pobrc puta )'a no nle
eonoce; se ha olvidado de su gall<-r. ;Estr1, cc¡nfu¡rdid¿r... !
;Sigue, negro, sigue, hernranón!
Mientras e[ negro jovcn scguia car¡ta¡rdo cn tt¡no alti-
simo, Marevi fue canrinando hacia su cclda, un poco de
costado, como baila¡rdo, con el brazo izr¡uit'rdo cstirado
y el otro sobre el ¡rccho. Llegó y eerró dcspacio la pucrta.
En ese momcnto "Clavel" abrió la reja de su cclda;
sacó la cabeza haciÍr afuera.
Tenia ojeras pintadas, excl-sivamente grandes; los la-
bios rojos, grasosos. En su rostro hundido y amarillo
resaltaban las ccjas negras. Su melc¡ra, qrrc parccia re-
cién peinada, tanrbién tenía grasa. trfiró ¿r uno y otro
Iado; sus ojos rotaron dcspavorid,rs v sc clttuvicro¡l cll
Cánrac.

100

rinr jiilf f fi riilMnr ilill¡rl¡llil¡t¡¡llll¡ll!


-_¡?uerto!
-dijo.
El negro joven que habia quedado rigido, como pegado
a la pared; descubrió la cabeza del .,Clavel".
gritó.
-¡Adentro!
Pero él tuvo-Ie
tiempo aún para exclamar;
pobrecitol
-¡Tuerto;
Los vagos venfan; habian tomado la dirección de l¡
celda del "Clavel,' y seguian avanzando.
Un ladrón que ocupabe una celda en el segundo piso
no se atrevia e pasar entre ellos. ,,puñalade,, tocó un
pito e hizo ¡estallar su tátigo. Los vagos se detuvieron,
pero no regresaron. Entonces el negro hizo son¿r una
campanilla, ¡a misma que tocaban ¿ la hora del rancho.
Los vagos corrieron hacia l¿ gran reja, sacudiendo sus
harapos, agarrá.ndose los pantalones; aigunos resbalaron
y cayeron.
El ladrón quedó solo en medio det pasadizo. Dudó unos
instantes y luego se dirigió decididamente e Ia celda det
"Clavel". Entregó un papel al negro y entró a la celdol
que see con .,eso", está bien que hayga un bur.
-Mas
delito aquf, aunque va a durar poco _dijo alguien en el
segundo piso-. Al ..Clavel', cq,si no le dan de comer...
Ys usted sabe... Es ni más ni menos que un& cl:l 20.
-Mejor otro- es cariñosa. Esas del 20 se
echan como-contestó
vacas,
la puterfa, el pobre, se ha acordado de sus can_
-Con
tos que aprendió cuando cra chiuche.r Dicen que antes
no cantaba.
-No ca¡taba, pues -intervino un tercero_. Seria
mejor que no cante; su tono es extraño, como de muerto.
de muerto ?
-¿ Cómo
vivo no cambia asÍ el tono.
-Un el muerto cambia?
-¿Y un
*Es decir, compadre. En la sierra, caminando en
las cumb¡es, las almas condenarlas cantan feo.
salga el ,,Triguero" y entror yo. Hay eue aprur-
-Queestos dias.
vechar
Nos detuvimos oyendo la convcrsación d: los hombres
del seg'undo piso.
t Polltto.

101
pobrecito: Cámac con voz desfa-
-¡Tuerto;
lleciente.
-repitió
dije'
-Vámonos -le
Tuve que ayudarlo a caminar; se doblaba' Ya en la
celda hice que se recostara sobre la cama'
Qué mal tendré ? -Preguntó-', ¿ Viste
Vis que levantó
los-¿ojos y me miró? ¡No estaba con locura en ese rato;
el corazón roto tenia, más que el mÍo; pero seguro que
me ha dañado, me ha dañado con fuerza!
comunista, hermano Cámac, ¿ crees todavia en
-Eres.
presentimientos. Y en daños?
cosa de nada dependia mi vida, hace tiempo' Los
-De de La Oroya me molieron, me bañaron' me pi-
soplones
el suelo; me echaron tierra a los oios' Escucha
"""or, "r, está roncando...
mi pecho;
Li ausculté el pecho. El corazón tenia un ruido atro-
pellado. Le tomá el pulso y corria desigual' en ondas
menudas.
voy a terminar la guitarra -dijo-' Ahl están
las-No
piezas. Ese pobrecito, con el sacrificio' ha recordado
los cantos que le habría oido a su padre'
hermano Cámac -le dije-' No te fa-
-Descansa,
tigues.
Me arrodillé junto a é1.
De su ojo enfermo se derramaba el líquido denso' Lim-
gobre
pié con mi pañuelo ese llanto que empezaba a rodar
ias mejillas. Su ojo sano se ma¡rtenia cristalino' como
ciertos manantiales solitarios que hierven en las grandes
alturas. Hierve¡i levantando arenas de colores' azules'
y
rojas, blanquisimas y negras, que danzan alzándose
cayenao al fondo. IJno se mira cn esas aguas mejorado'
purificado, aunque la imagen se agita a instantes' imi-
tando la vida.
hermano dijo Cá,mac, ahogándose'
-Agárrame, -me
Me senté, puse su cabeza sobre mis brazos' Abrió la
boca. Su cuerpo empezó a temblar' Iba enfriándose' No
pudo hablar más. '
Su delgado cuerpo se quebró; su hermosisimo ojo sano
fue apagado por una onda azulada que brotó desde el
fondo; le quitó la luz'

r02
Le besé en su ojo moribundo, El otro se habla sec¡do
y hundido.
La celda, sus paredes en que las chinches se escondfan,
el techo húmedo y baJo, quedó como iiuminada. Algo
de la piedad que brilló en los ojos despavoridos del pri-
sionero habfa en la muerte de Cámac.
Sentt que la celda se ahogaba en luz, como si cl sol
del creprisculo de ta costa nos alumbrara desde la puerta.
Lé cerré los ojos al minero. Estuve largo rato sostenien-
do su cuerpo. Y nunca comprendi mejor la fuerza de la
vida. Sus ojos cerrados, su cuerpo iner.te, me transmitian
la voluntad de luchar, de 4o retroceder nunca.
Deposité su cuerpo sobre la cama. Le crucé los brazos;
levanté un poco su c&beza sobre la almohada.
Su rostro se fue adeltazando más. Seguia percibién-
dose la diferencia entre sus dos ojos, a pesar de que
estaban cerrados. La nariz pálida hacfa resaltar esa di-
ferencia, ta inarmonfa de las cuencas. Su cara rlgida
aegufa inspirando. poder y ter.rxura. Sólo entonces me
acordé que su nombre significaba ,,el que crea, el que
orden&".
Fui a dar la noticia. Afuera no habia luz. Los vagos
caminaban en el piso bajo, a la sombra. Fui paso a paso
hasta la celda de Pedro. La sesión continuaba. Se oian
voces adeniro.. Me recliné en las barandas y esperé. La
puerta de la celda de Luis estaba también rebosante de
presos que escuchaban. En las otras celdas, los apristas
esperaban, disciplinadamente, informes y órdenes.
la celda de pedro.
Aplaudieron en
ha terminado uno de los que estaban fue-
-Ya
r&. Se hizo a un lado -dijo
y empezaron a salir los otros.
Torralba me descul¡rió; se abrió campo.
-¿ Qué pasa ?
-mecon dijo-. Tienes otra cara.
:Necesito hablar Pedro contesté-. Acaba
de morir Cámac. -le
camaradas dijo a los otros en voz
¡Entren! Gabriel -les
-Regresen,
alta-. tiene una goticia muy mal&.
Se volvierón hacia mf todos, me dejaron pasar. pedro
estaba sentado sobre un eajón; Fermln segufa arln de pie,
sohmnemente, cerca de Pedro.

103
Qué hay, Gabriel ? Pedro.
-¿ le
Se vela fatigado. -preguntó
dlJe-. Cámac ha muerto.
-Seüores -les
Pedrrc se levantó.
se muevan! Tenemos que conslderar
-¡No
t¿n terrible notiela. -ordenó-.
¿Quién estÁ con el cadáver?
ha ldo, y yo también vuelvo.
-Torralba bien, Los demás se quedan.
-EstÁla situación. Es la primer& vez.Tengmo!
sldcr¡r ..
que ccn.

rn¿ voy abrf eampo y salf.


-!q
'Los -le diJe.seMeapretujaron
otros se quedaron, má.s en la celda.
tncontré a Torralba anodillado Junto al cadÁver.
rezo diJG-. Me arrodilo ante é1. Era el
-No más
cama¡ada -melimplo, el más valiente, Algunos crtlan
que lnte¡pretaba el comunismo a su modo, y lo triüca-
ban; Pedro lo querfe y lo cuidaba. Era el mds tltnde
entre los mineros. Los apristas lo respetaban, la Copper
le temta y odiaba, En la cárcel de La Oroya lo mataron
de veras. No sé cómo ha vivido hasta ahora.
Se lncllnó más y le besó en la mano izquierda.
Cómo quedarÁs tti ? dtjo.
-¿ contesté-. -me
Respetaré su memorla. Murió
en-Blen -le Me acompañará durante toda la vida,
mig b¡azos.
¿Por qué los guardias me llevaron dlrectamente a su
celda, cuando nos traJeron de la fntendencia?
quizá sablan que ét estaba solo. En las otra!
hay-Porque
dos o treg; en las de los apristas, tres y aun eua-
tro. . . Pedro y Luis también están solos.
Escuchamos los pasos de los comunistas. pedro entró
prlmero I la celda.
-{amarada Cllmac; ¡gloria a ti que has muerto en ta
lucha! Pueden pasar.
Pedro-dlJo-.
se quedó junto a la cabecera del muerto. Sus
oJos fatigados estaban ahora inquietos. Se agarraba la
car¡ de vez en cu¿ndo.
Los comunlstas desfilaron. No lloró nadie. Se detentan
un lnstante frente al cadÁver, y los hombres sallan de le
celda, solemnemente, a paso de marcha.
Cu¿ndo pasó el último, y se quedaron en la celda To-
nalba y Pedro, les conté cómo habfa sido la muerte.
104
debi permitir que se quedara
contigo
-No No
dn¡*. -dijo Pe-
debf permitlrlo. Trl eres un sentiinental pe-
queño burgués y él era un indio emotivo'. Nunca astmtló
blen ta doctrina. Era un comunista lntuitivo, por su clase
y iu casta. ¿Cómo es posible que haya trabaJado por
prlmera vez con sus hemamientas, después de tantos me-
ses ? 1\1 lo entusiasmaste. Cantabas mrlsica de serranos,
y él se decidió a fabiicar una guitarra y una mesa, cuan-
do ya no tenfa pulmones. En cierta manera, ¿no er
verdad... ?

-Usted no conoci¿ a Cámac -le repliqué antes de que


concluyera; no le permitl pronunciar las últimas pala-
bras-. En la soledad se consumfa. Yo le traje los re-
cuerdos de los pueblos que amaba. Dormfa tranquilo. Nos
relamos. Sus riltimos dfas fueron alegres, hasta donde es
posible en este infierno. :
excitabas slut nervios, lo inquietabas, agrandabas
-Tf¡
¡us defectos. Ahora mismo hablas como un pcqueño bur-
gués sentimentaloide.
Guardé silencio; lo examiné. Estaba animado, enceE-
d¡do, por primera vez dominado por las pasiones.
dije-. Usted no conoce la sierra. Es otro
'mundo. -le ias montañas inmensas,
-PedroEntre junto a los rlos
que corren entre abismoS, el hombre se eria con más
hondura de sentimientos; en eso reside su fuerza. El
Perú es allá más antiguo. No Ie han arrancado la mé-
dula. Cámac también me llamaba pequeño burgués, pero
por otras razoncs...'
con demasiadas palabras. Las inmensas mon-
-HablasEI comunista no se distrae en detalle¡... en la
tañas...
hoJarasca. Nosotros vamos al grano.
-le dije-.
no soy comunista A un país antiguo
-Yo
hay que auscultarlo. EI hombre vale tanto por las má-
quinas que inventa como por la memoria que tiene de lo
entiguo. Cámac nc cstá muerto.
Torralba y Pedro se miraron varias veces, consultán-
dose. Los otros escucharon desde afuera. '
dijo Torralba-, no hay qu: trastor-
-Gabriel
narse. -meque Cámac te quería.
Sabemos
he tenido el pensamiento más claro. Pedro
-Nunca
105
','

debiere ir e la siérra por un tiempo. Discutiremos lobre


la hoJarasca y el grano cuando Cémac ya no esté aqut.
Ped¡o se calmó.
Nosotios hemos de formar un
-Di¡cutiremos
hombre -dijo-.
nuevo. Nada menos. Destruiremos todo lo que
!e oponga a esa obra. Estimamos a algunos intelectuales
fo¡medos dentro de la burguesfa, pero desconfiamos de
ellos porque son arbitrarios, indiviáualistas y sentimen-
tales. Discutiremos, Gabriel. El intelectual comunista
h¡ de ser todo de acero, aun su sentimiento sin que deje
de ser seritimiento. ..
Luis desde afuera.
-Viene
tl lider aprista-dijeron
ingresó a la celda. Sin mirar el c¡dó-
ver, le dio un abrazo a Pedro.
pésame por la pérdida de ese luchador obrero que
-Mi
fue Cámac frfamente-. ¿ Qué han acordado ?
-dijo lo velaremos aquí; si no, a l¿ hora
nos permiten
en-Si
que se lo lleven realizaremos una actuación.
Estaremos con ustedes.
-Bien.

106
Un Sargento de policia subió al tercer piso.
muerto aqui? -preguntó en Ia prtmera celda.
-¿H¿y
Le señalaron la cclda de Cámac.
Entró e hizo el saludo militar.
Quién es el ? jefe
-¿ -Preguntó.
--No tenemos jefes -le contestó Pedro.
El más antiguo, el cabecilla. Alguien debe ser.
-Bueno.desca
Qué ?
-¿ que vendrá una ambulancia por cl cadó'
-Notificarles
ver. Y que no haya escándalo; nada de bullarlga. Lo hago
responsable a usted.
a la fosa comútr. Aqui tiene la direc'
-No será echado
ción de la casa adonde debe ser entregado.
:

para que lo recojan de la morgue. Tlelle I


-Avisare¡nos
que ir alli primero. Ya sabe, lo hago responsable. Y el
señor Comisario también mc ordL'na informarles qttc una
celda de abajo, de que ustedes han reclamado será ase-
gurada con llave. Ya sabe, nada de bullanga. Todo en
orden. Y ahora, el nombre del muerto.
Cámac Jiménez, obrero de Morococha.
-Alejandro
Dio media vuelta el Sargento y saliÓ.
Tras él apareció "Mok'ontullo", solo. E¡l la celda, sen'
tados en cajones, habia más de diez comunistas.
"'Mok'ontullo" avanzó unos pasos y sc cuadró junto
al cadáver. No saludó ¿ nadie.
Palidecia a medida que murmuraba algo.
--4abriel dijo, sin mirarme-. Este era cl tnás
-me en el Sexto; más que los tuyros y los
grande de todos
nuestros. Permítanme que me arrodillc y rece.
Sc proslernó ccrca de donde yo estaba, a los pies de
la cama. Rezó r¡n Padrenuestro en voz alta. Pronunció
cada palabra con esmero, en tono muy grave.

10?

I ilt ,tilt{t idililillililxilii il ,1ft


*Gabricl - mc dijo, miróndome de frente-, ¡Ad¡é!!
Se retiró sin darme tiempo para contestarle.
Algo ¡o torturaba. Contuvo el llanto, apenas. Volvió
de repente.
--Queridt¡ Pedro -dijo-. Mi condolencia a los comu-
nistas por la muerte del más grande y del más humilde
luchador. ¡Adiós!
Pedro se puso de pie.
compallero!
-¡Adiós, -contestó
Las palabras que le dirigió a Pedro serenaron el ros-
t¡r de "Mok'ontullo". Las pronunció con solemnidad, en
actitud de firmes.
Cuando salió, Pedro se ma¡rtuvo de pie. Yo no pude
contenerme, porque lo vi conmovido, rcflexionando.
dije-, ése es Juan; tto el que ust:d su-
-Pedro
ponfa. -le
Miré también a Torralba.
razón --dijo.
-Tiene
Pedro siguió reflexiona¡rdo.
--Su mentalidad es estrecha -dijo Pedro-. No Juzga
en razón de la teorfa sino de las cosas, ¿no ea verdad?
Por eso para él hay una diferc¡rcia nruy granCe entrc
Cámac y los otros comunistas...
*¿Usted prefiere a Luis? dije.
contestó-. Obra más-le cn virtud de razcnes o de
-Sí-
causas generales, a f.'esar {e que son erróneas y deies-
tables. Juan es un romántico.
sintió. la fuerza de sus palabras; se puso de
-Usted
pie. Estaba usted conmovido... ¿Prcfiere, sin embargo.
al fanático, que ni siquiera rindió un tributo formal al
cadÁver del mártir que estaba tendido, alll, delante de
sus ojos?
---Luis se comporta conforme a lo que es, en realidadl
su partido; Juan es uno, Gabriel. ;Recuérdalo!
qué modo puede saber que es uno?
-¿De
*¿No lo ves? Acaso tiene influencia pero no auto-
ridad. No se la van a dar nunca.
'
ianatis¡llo, Pedro, , .
-Su mi experiencia. Pero ahorp- no hay tiempo para
-O más.
diseutir Preparemos la ceremonia. Mi tarima cabe

108
en e¡ puente más próximo, AUi depositaremos el cadáver.
I Salieron todos; nos quedamos en la celda Torralba y yo.
. *De veras, Cámac no era como todos. ¿ Sabes, Ca-
briel? Su tuertura, no sé por qué, le daba fuerza a
su cara.
ahor¿ mismo, en la muertc dije.
-Mira,
Lo contemplamos en silencio. -le
-Están
cerrados sus ojos Torralba-. y asÍ y
todo -dijomiraba.
están distintos, como cuando Hay algo difc-
rente en el cuerpo de Cámac, a ti nomás te lo digo.
Me interro¡;ó colr tos ojos, Torralba. Era un obrero
fornido; la prisión no Io deprinría; estaba siempre alcgre.
Cuando reia, cerraba casi los ojos y por las rendijas bri-
llaban strs pupilas juveniles.

más -le ydije-.


-Si.poder Cámac era distinto; su f¡¡rico ojo tenía
claridad que los dos de totlc¡s nosotros. Ilra
tierno y enérgico como nuestras cordillcras peladas donde
pequeñas flores viven tan felices, aun en la nieve. Su
odio también cra terrible. Pedro no eree en ciertos pode-
res de Ia historia y de la geografía. Es como un ferro-
carril. . .
-
_-Ya vienen dijo Torralba.
Llegaron. Lo-me
envolvieron en una y marcharon,
carglndolo con cuidado. "ib",.ro
Los comunistas estaban formados en e] corredor, de
dos en fondo. Los apristas ocupaban todo el corredor
de enfrente y Bran parte del corredor de nuestro lado.
La tal'ima de Ped:p habla sido colocada en el tercer
puente, Llevaron el cadáver despacio, entre cuatro, alzán_
dolo como medio metro.
Pedro dio la primera voz del hinrno:
,'Arribe los pobres del mun<lo..."

Los treinta .comunistas entonaron el canto con voz altí-


sima. En los grandes muros de cemento del penal, el
himno repercutfa. Los vagos se formaron lentamente,
cerea de la gran reja, en tumulto, y se apretujaron. ,,pu-
ñalada" se destacaba desde atrás. Los vagos se movfan'
muy poco, Ievantaban la cara para mirar, otros eseucha-

109
ban con Ia cabeza baja. Muchos apristas se cuadrsron
tocados por la marcialidad y la energfa del himno. Algu-
nos jalaban del saeo a otros para que volvieran a la
posición de descanso.
Pedro ocupaba el centro del penal, al fondo, en el co'
rredor pequeño que quedaba paralelo a la Av. Bolivia. Lo
acompañaban seis comunistas.
Los presos del segundo piso estaban asomados & los
eorredores. El negro joven seguia haciendo gu¡rdia junto
a la celda del "Clavel".
Cuando cesó el canto, el gran penal quedó en silencio,
más ófrico que siempre, como abandonado por algunlr luz
repentina. Dl cielo gris que el himno iluminó, alzá¡rdolo,
empezó a caer de nuevo al penal. Los vagos siguierotl
quietos, como esperando otro acontecimiento. Los opris'
tas parecian sorprendidos, preocupados. Luis, desde el
últin-ro puente, cel'ca de la escalera, miraba severamente
a sus huestes.
"Camaradas y amigos":
La voz de Pedro, suave, no brillante, se alzó en el pc'
nal, como una continuación natrtral del himno.
"L¿ tirRnía sangrienta al servicio del feudalis-
mo y de la burguesia rctrógrada nacional, instru-
mcntos viles del imperialismo, acaba de asesinar a
uno de nuestros camaradas más valientes, al mejor
representante de la clase obrera minera. El cama-
rada Cámac, indio de origen, proletarizado por el
hambre campesina, tenía en su. sangre la bravura
y el odio de arnbas clases contra sus explota'
dores. . . "

\/i en ese momento que un guardia corría hacla la ofi-


cina clel Comisario. Pedro también lo vio.
"Aquí, en este antro de criminales, de ladrones.
de la gente más corrompida, nos h4n arrojado a
apristas y comunistas, porql¡e luchamos por un
Perú sin criminales, sin explotadores, sin cac¡ques,
sin soplones, sin privilegiados..."
ll0
Se presentó en ese instante, en el patio, un grupo de
doce guardias que avanzaron a paso de carga, al nrnndo
de r¡n Teniente. El Teniente dispsró varios tiros al airo.
- NingunoNodepodÍan
huyeron.
los presos poltticos se movió. Los vagos
correr mucho; se estorbaban; varios
llegaron a sus celdas a cuatro pies. El negro grrardiln
dcl "Clavet" sc inquietó. ,,puñalada" Ie hizo una seña
con el brazo, desde l¿ puert¿, para tranquilizarlo. ..Ro-
sita" sonreia junto a srr celda, y miraba hacia el scÍfult-
do piso.
El Teniente subió resueltamente las gtadas. a
Ios guardias con los fusiles. en el ^postó
patio intcrior., cc¡rca
de Ia gran reja.
Pedro no interrumpió su discurso. Se referÍa a la his_
toria de Cámac, a las huelga.s quc organizó. a las prisio_
nes y flagelaciones de qr.re fue victima.

"Que las cárceles ostén llenas de luchadores no


es una prueba de que la tiranía sea fuer.re. ICjj una
confesión de su debilidad; descansa únicamente t,n
el poder de las armas en contra de la voluntad
de todo el país. A nosotros no llos amcdrcntan las
balas. . - "

Luis salió rápidamcnte de su sitio y se dirigió a ln


r.scnlera.

-Pucde usted dis¡rarar contra nosotros _-oimos l¡r voz


de Luis-. No nos moveremos hasta quc pcdro concluya
str discurso.
Estirpidos
-;
*Puede
I

ustcd desahogarse, Teniente. No nos movere-


¡nos. Estamos en el Sexto. Ésta es la casa. rluc
el Gcnc_
ral nos ha obscquiado. puede urtoO nioi".''r,-,rnn., tr.intn.
o euerenta- Surgirán milgs para reemplazarlcs _rlijo
Luis en voz alta.
El Tenicnte apareció con Luis, cn cl puente .
"Podriamos darle la oportunidad de saciar su scd de
san¡fre al Teniente _dijo pedro_. pero nosotros apre-
ciamos esa sangre que la tirania desprccia. Voy a con-

111

ú
ciulr. Calltaradas y nmigos: ;Gloria al gran ltrcl'¡ador. al
nrirtii y héroe del pueblo, Alejandro Cámac!".
--;Gloria! --repitieron únicamente los comunistas.
Los cuatro hombres que hacian guardia junto a la tarl-
ma, alzaron el cadáve¡, envolviéndolo en l¿ sábena' Mar'
charon despacio por el corredor de la izquierda' Los
opristas permanecieron en actitud de firmes. El Teniente
hizo el saludo militar cuando el cadáver llegó Junto a la
escalera. Bajaban ya las gradas los cargadores y el Te-
niente, que iba detrás, con la pistola en la mano; "Mok'
ontullo" salió de su fila, se dirigió al puente, caminando
de eostado. Levantó los brazos y gritó:
el luchador, Alejandro Cámac!
-;Vir'¿ Srancontestaron como una mitad de los
-¡Viva!
apristas.
-le
el apra, comPaleros!
-¡Viva todos los apristas'
-¡Vival -respondieron
Luego, asi enardecido, siempre con los brazos en ¡lto'
empezó a cantar:
"Aprist6 a htclrar. .."
Le siguieron todos sus conrpañeros. Los comunistas
entonaron la Internacional.
Los vagos aparecieron; algunos avanzaron hacia la
sombra de tos puentes, siempre pegados al muro, los otros
se quedaron junto a la puerta de sus celdas' Se movfan.
El cielo ceniciento pareció elevarse de nuevo, alzado
por los himnos, "Clavel" abrió Ia puerta de su celda,
miró a uno y otro lado del piso bajo. Levantó después
Ia vista hacia la dirección de la celda de Cámac. Exami'
nó un buen rato a los hombres que estaban allf, uno a
uno, y movió la cabeza. lba a ocultarse y cerrar la puer-
ta, pero descubrió la sábana que envolvía el cadáver que
era bajado a paso solemne por cuatro hombres y el Te'
niente que los seguia. Desconcertado sacudió la cabeza.
como si el canto de los hombres le perturbara. Y en rth
respiro del coro oi que gritaba:
-;El tuerto! ¡El
tuertito; Pobre!
Sus ojos se llenaron de lágrimas.

l12
I

I
¡wñt,,

--;Más que mi! -exclamó--. ;Más que nril


Y cerró la reja; se metió en la eelda.
Un odio antiguo empezó a quemarme el cucrpo. Me
aga.rré de Torralba y canté el himno que escuchaba jun-
to a mf.
"Mok'ontullo", con los brazos en alto, segufa dirigienclo
el eoro. El pequeño cortejo se acercaba ya a la puerta
de la cárcel. En el patio vaclo, a los pies de los guardias
armados, la humedad del piso brillaba, a pesar del b¿rru.
Cenaron la gran reja detrás del cadáver. Los guar'
dias se llevaron a Cámac en la misma sábana. "Mol"'
ontullo" bajó los brazos y cesó de cantar.
sus celdasl Lui.s.
-iA
Desfilaron -ordenó
rápidamente los apristas; desaparecieron rle
los corredores. Luis llevó deI brazo a Juan hacia su
propia celda.
Los vagos se queclaron aún, quietos,'en el piso de ce'
mento; miraron hacia arriba y se'miraron entre ellos,
un rato. Luego, como desencantados, empezaron a ras-
carse y se dispersaron,
Dos guardias cargaron a Cámac por cl patio, con di-
reeción a las oficinas, no a Ia puerta dc la calle Chota.
Los otros guardias, armados de fusiles, y el Teniente, to'
maron .otro camino para no seguir escoltando el cadávrr.
Marcharon a paso vivo en el mismo campo, tratando de
separarsc de la sábana en que llevaban el cuerpo del
minero.
Los comunistas se quedaron en el corredor hasta que
la sábana blanca se perdió tras el muro del penal.
dijo Pedro-. Te acompairo.
-Vámonosaqui-meun rato. Yo iré a buscarlo --)e rcspondí.
-Déjeme
sido grande el acto
-Ha lo hizo más grande.-dijo.
-Juanmuchacho. Es cierto; te espero.
-Sí,
Se fueron también los comunistas, paso a paso.
has cantado! "Mok'ontullo" despidió a Cámac
-;Túera debido
como dijo Torralba-' Crco qtte lor ces-
-me
tlgarán. No era el programa de ellos ni los vivas ni el
himno.
Un hombre corrió en esé momento hacia la puerta'

113
Cruzó el callejón y el patio interior que habian quedado
en siiencio. Llegó a ia reja y le dijo algo a "Puñalada".
El negro consultó con el Cabo.
--¿Por qrlé corre ese "paquetero" así? -le
pregunté
a Torralba.
Ill "paquetero" volvió seguido por uno de los manda-
deros de "Puñalada". Entraron a una celda, y sacaron
arrastrando el cuerpo del japonés.
Tenía sus harapos puestos. Su rala barba canosa se
distinguía sobre la inmundicia de qrre estaba cubierto el
rostro.
Ta'bien muerto ? el "paquetero".
-;
--Ya -preguntó
no patalea. Tará pué bien muerto. Dice "Puña-
lada" que'tá bueno pa'acornpañar al politico que han dei-
pedido con bullanga.
--'No pesa mucho el otro.
-dijo
--Y cso qu'ei japonés comÍa su poco. Pa'eso era bravo.
Lo -llevaron sin correr. Ya nadie se preocupó por e:e
cadávcr. Los vagos que lo cargaban pasaron la reja y
sc dirigieron hacia las oficinas. Se perdieron tras el alto
muro del penal, a la derecha. IJn guardia los vigilaba.
Volvieron al poco rato. Nos acercamos a. la escalera para
oir mejor lo que. hablaban. Ambos le informaron a "Pu-
ñalada":
-'fin un canrir5n lo h¿n tirao a lo'do.
.' llien, dijo el Mayó, viendo lo'dó muerto. Itl japonés
va'frcgar ¡l cholo en el camino. Esto' japoncse' ni muer-
to son tranqtrilo'. Le'pusieron una lona encima y lo' dcs-
pacharon. Ese Mayó é de cojone. Dice ha castigao al
Tenicnte porque nu'a podido cortá el canto e' los polÍtic:rs.
Lu'a encerlao.
"Puñal¿rda" dijo una frase asquerosa y ordenó a los
dos qr.re se marcharan.
Me despedi de Torralba y me fui a mi celda. Entré.
Apoyadas sobre el muro, puestas en fila, las tablas que
Cámac habia cepillado para la guitarra, lucian en la
sombra. t
"INl japonés te acompañará lealmente, hermano Cá-
mac en voz alta--. El iaponés, ahora que no es
-dije
ya sino espíritrr, recordará los cantos amados de su pue-

114
blo, que es tan martirizado como €l nuestro. Cantaréis
Jun'.os siempre porque a ti y,a é1, los echarán a la fosa
común; lanzarán tierre y piedra sobre ustedes, con des-
precio. EI Japón es un pueblo más grande que el nuestro;
pero no lo dejes ir allá, lo volverfan miserable otra vez.
Dile que espere, que pasan los tiempos... ¡El "Pianista"
también debe estar cerca.. . ! El rostro del japonés se
parecia mucho a nuestro sol de invierno, a la hora en que
va apagándose y mete su triste luz en las celdas del t€r-
cer piso y más sombra en la inmundicia de abajo... Plde-
le perilón al "Pianista", en mi nombre. Quizá precipité su
muerte... ¡Aunque era atroz su vida, era vida! Dile que
no entendimos su cento; su voz era infinita; tú Io sabes,
venia no de su garganta solamente, sino de todas sus
células ag'onizantes por el hambre y el desprecio. iEh,
huerequeque, toca, toca "Anita ven"! Ya no oiremos esa
orden en el Sexto; pero quedan docenas de vagos entr::
los que "Puñalada". escogerá a alguien para divertirse.
Ese.negto gigante es un infierno amargo. Por eso cl
General lo tiene aqul contra nosotros y contra Ia vida. . .
*dijo Pedro entrando a mi celda-. Hemos
-icabriel!
ido a agradecer a Luis por habernos acompañado en el
homenaje a Cámac. Estaba con Juan. Se veía que habian
discutido. "Juan no tiene control a veces; se ha excedido
dijo Luis-. el Teniente informará
Ahora que he-
-nos
mos hecho aquí frente común. Eso no es cierto. Deseá-
bamos rinicamente estar presentes, como un acto de pro-
testa, no de frente común. Juan lo convirtió en eso, al
vivar a Cámac y hacer cantar a todos. .. Pero el Tenien-
te se asustó con el espectáculo. Eso vale el equívoco. Yo
informaré al CEN y se arreg'lará". Juan será, pues, cas-
tigado pero no expulsado. Yo vine a tu celda, oi que
hablabas; te escuché sólo un rato.,. Eres un soñador.
Gabriel. No aprenderás nunca a ser ull politico. Estimas
a las personas, no los principios.
es eso cierto. El politico debe entender eJ torlo
y -Quizá
cada cosa en su naturaleza especial; prever y.conducir
nó sólo el,presente, sino el futuro. Eso no me es posible.
Además, no admitiría ninguna disciplina que limite mis
actos y mi pensamiento. Estoy afuera.

115
- Gabriel ..-dijo con más ternura Pedro-, tú dcsde esc
"afuera" que dices, ves algunas cosas que nosotros no
vemos. Sigue tu camino. ¿ No quieres que Torralba ven-
ga a tu celda ? De repent€ traen gente de la Intendencia
y te ponen aquí a alguien que te incomode.
un r:ato más, hablando solo. Yo te buscaré'
-Déjamc
Pero cuando itra ya a salir le pregunté:
dijo naria Juan?
-¿No Está colrvencido de que obró bien. "No me he
--Si.
excedido --dijo--. Cámac merecía nuestro homenaje' Sl
me castigan por esto, sufriré con gusto el castigo' Rindió
su vida cn la lucha contra la Cerro de Pasco, el pulpo
que no se ha satisrfecho qttcmando las ticrras con el humo
de La Oroya, sino que se ha apoderarlo de casi todas las
que queclaron en poder de los comuneros' ¿ Para qué qrtie-
re toda la ticrra la Coop:r? Para que el obrero que se
pudre cn las mina.s no tenga adonde huir" '"'
"Has faltado a la disciplina -le diJo Luis-' Y Pódro,
sabe lo que eso sig:nifica'"
"Yo también lo sé -replicó Juan-' ¿ P€ro Cámac' y
el Tenientito que disparó al aire? ;Estamos vivos, Luis!
Tan fuertes aqui cotmo afuera, a pesar de los frijoles con
gusanos y el agua sucia que nos sirven, a pesar de "Pit-
ñalarla" y el Maraví. Eso se lo hemos demostrado al Te-
niente.
l,uis-. Esto lo diseutiremos en el
-";Basta!
Comité -dijo .Aquí no mandas tú". Y Juan bajó
del Sexto..
la cabeza. Yo le di l;a mano primero a Luis y después a
Juan. Des<ie fuera tú ves ciertas cosas. "Mok'ontullo"
me miró noblemente.
posible. Ya te lo habfa dicho' Y... quizá, den'
-Es
lro de treinta o cien años, en algún símbolo levantado
sobre la helada plaza de esa ciudad que a los foráneos
nos pareee una pesadilla y a los lugareños un nido, en
Cerro de Pasco, o en Morococha, el indio Alejandro Cll'
mac permanecerá vigilando. Si aparece algrln nuevo tipo
de esciavitud. cualquiera que ella sea, Cámac se echiará
a andar de nuevo, lev¡rntando a los tiranizados; los con-
vocará lanzando voces, igunl qtte Pachacámac...
necesitas un compañero de celda como Torrrlba
-T\i I

I
116

I
--mc dijo Petlro--. INres u¡r idealista desbocado. Torral-
ba es feliz; sabe poco, es un con.. sta nato, como Cámac,
pero costeño. Te ayudará a co:"iluir la guitarra, a poner
los pies en el suelo.
Pedro contesté-. No sé bien a qué
llamas idealista y a-le
-Gracias, qué "poner los pies en cl suelo". . .
Sin duda existe un conflicto entre tu pensamiento y el
mto, entre las rafces de nuestrrcs pensamientos.. . ¿Qulén
está mÁs desbocado ? ¿ Quién tiene más el jugo del suelo ?
Quieres cambiar y uniformar a los otros. Necesitas más
de ml que acaso percibo mejor cada detalle dcl mundo...
discurso está bonito todo lo que has dicho.
-Comote acompañará convenientemente. Estás malo-
Torralba
grado para la percepción de ciertas ideas bósicas. Las
comprenderás por otros medios más apropiados para la
sensiblerfa. ¡No, no lo digo con menosprecio! Creo cono-
eerte bien y a los dc tu clase. Que Torralba vcnga a
tu celda.
Fedro. Por ahora tengo todavfa
-No, Me parece que entre la compañla da
CÁmac. !ú y yo comprendemos nues-
tros lfmites. Eso es bueno y baste. Acaso más tarcle'le
rogaré a Torralba que me reciba en su celda.
-Si no, te entregas a goza? de la solcdad.
-.La soledad se sufrc, camarada Pedro.

11?
El médico dijo que a Cámac le habia dado un ataque
aI corazón. Buscó en su celda a "Pacasmayo"; lo exa-
minó sin que éI se moviera de su tarima y sin que pro-
¡runciara ni una palabra.
*Éste no Es de la sangre, pero... no; segui-
-dijo-.
rá... Si hubiera un sitio en el "Larco Herrera"... Po¡'
que usted se hace el loco.
amigo Judas contestó sin irritarse "Pacas'
-Si,
mayo".
-le
El ¡nédico salió de la ceida, sonriendo.
En una de las celdas de enfrente habló con Ferrés, que
estaba muy pálido. Era ancho y ventrudo.
'-Demasiada barriga el médico-. Voy a exa-
minarlo. -diJo
me canso, doctor Ferrés.
-Sólo voy 'a examinarlo.
-conr.cstó
-Entre;
Estuvo largo rato en la celda. Dejó echado a Ferrés
y salió preocupado.
jefe
-El
Buscaron -dijo.
a Luis y lo llevaron ente el médico.
Esta tarde vendrán por ese preso.
Tiene agua -dijo-.
-Amigo en el vientre; es grave, aunque puede sanar.
¿ Tiene familia ?
Cerro de Pasco.
-En dirección. Pasaremos un telegrama.
--La

El comerciante ceneño Ferrés ¡ros había contado su


historia en el Sexto.
Era aprista. El subprefecto lo mandaba tomar pfeso.
"Su situqción es seria decía-. Pero si hay algo de
-leda.r
por medio... yo le puedo la mano". "¿Cuánto?" pre-
118

l
Biu¡taba. Ferrés. ,.Dos mil,,. .,Rebájcme usted,
la plata se corrsiguc con..¡rucho trabajo,,. pr¡es, algo;
,,picnsc ustecl
que yo rlc cnsucio coll csos -no
dos mil; vatc ntenos mt
honor".
!'e.rrés pagaba )'salia. A los
vcz lo lievaban. y sc repetía la trcs meses,,Siempre
justos, otra
nril, ni un chico mcnos,,. historia. dos
*A la cuarts vez lo..ma¡rdé
a la puta qrre lo parió. y
aquí estoy más tranquilo.

Por la tarde, como prometido cl ¡nédico, la am-


bulancia vino ¡ror ét. Lo
-había
lla;ó ,d;;ada.," varias veces.
Luis, Prieto y la plana mayor
del apra lo acompañaron
hasta la reja. yo los segui.
*Cantcn algo, pues _dijo
al empezar a bajar las es-
caleras.
estás bicn, Ferrés. El mismo bruto
-Si que
dicho dcl méclico ha
sanarás _le dijo prieto.
-Ningún politico sale de San Camilo sino con los pies
i,llli.'lli;Estov marchaLcro a ;;;;;,; ;;anten argui-
__Compañero --lc clijo Luis_, recuerda que e,res apris-
ta. Nada de quejas.
.Ferrés era un conrerciante
mestizo, inےenuo y ai mis-
¡no tiempo muy práctico. r"ni.
toda la parte baja de su rostro
g.;',;"1 ,,rnnaiUui." y
era oxc"si"o.,rente
aneh¿r.
Se parecia en eso a nruchos curas Bordos que conocí
los puebros. en

_ -Yo no me qucjo. Si nadie canta, yo earr!aré, para


disimular este camino
No ca¡¡tó, se puso
^ cansaba; cortaba Ia
Se "nli,oljj"Lo:ffi il;
T;""::,",.
mclodla y Ia contingaLra.. Ento-
naba tristemente y con
f¡OeliOad
la primcra estrofa cn el€.ran
descansiilo. "t
.unto. Concluyó
Etto. me acomp&ñ-al ,,Vil colo¿rilo,
y.. :lsangriento . . .,, ¿euién es;
-dijo-. cruel
to? ;Ahora el huaynito, para el General o"-.".. .uup..f"._
mil

119
La ¡lo,lo gerba' lo nala lJcrba'
,nertogpl'ccisda por todo el tnrnrlo;
la mola Yerbo' la ntala Yerba'
así lo n¿isllo la oiila n¿la ' ' '
por una ga:'-
Cantó con voz áspera, como no moduiada fuerzas'
ganta humana sino por algún ave torpe-y-sin
"--Ño es mi voz La enfermodad traicionera
-dijo-' Pero alguien te;ria que acom-
icómo lo trastorna a uno!
;;;;;*;' un huaynito siquiera' enLre los compañeros'
'""1"" ¿"'la muerte' ¡Yo solito me he cantado!
estaban desconcerta-
Sus camaradas que lo escoltaban
no era debido' Yo Io acom-
doi. Q.rir¿" no sablan cantar o y del
patlé. Repeti en la memoria eI trozo de la muliza
mezclaba con el mio'
huayno. El tono áspero de Ferrés se pecho'
y repercutía bajo mi
lu"'", delgaclo, Ferrés volvió la
Cuando llegó a ¡a reia y la abrieron'
cara hacia nosotros' pttulu descontento' Su rostro dc-
una expresión con'
;;;;., algo picado de viruela' tenia
fusa. sita la
¡Ustedes se qucdan! iQue
-iAdiósl
pelea!
-dijo-'
guardia que dcbia
Nos dio la espalda' se prendió dcl
sobre el hombro del soldado
llevarlo; ¡eclinó su cabeza le ciñó con el
y entró al patio, e peso lento' El guardia
b"""o po" la cintura, fiaternalmente' Luis y sus compa'
paso de Ferré3¡
ñ""o".ug"*aron al instante' Yo seguí el
se le doblaban las Piernas'
--"rNo
está para tanto? -dije-' AI otro muerto'
hace
triunfalmente, con hlmnos;
sótJ tres ¿ias lo despidieron Es m4s triste
;;"; ;.ste, nada. ¡Ni un huaynito siquiera!
marchar a la sala San Camilo"'
Habla calms' La
Me quedé un rato en ei primer piso'
con ur"ra cadena y un
celda áe "Clavel" estaba cerrada
candado. El negro vago se me acercó:
Se to saco, patrón ? Un solcito nomás'
-¿
tár" lo" pantaiones rotos; eran trozos de tela suci¡
que colgaban y mostraban el cuerpo' la piel dura del
-P.ro la parte de adelal'rte estaba toscamente re'
i"g"o.
pedazos de coqtal y trapos'
'I -"-ndtA" con
120
--Son cuarcnta ccnfimetros, patrón, naicles tiene en
Lima...
r¡l,staba idiotizado, pero las palabras con que proponla
su "negocio" no las habia olvidado. y todos los dias
revisaba la tupida tela que protegía su bragueta. Cada
p:'eso nuevo que caía al segundo piso Ie pagaba por la
exhibición. Si iban especialmente donde ó1, ccbraba más,
.--Un solcito, nada meno... Son cuarenta centimetros.
¡Hay que verl
Y te pagaban. Asf podia comprarle coca a Maravfl
Andaba freeuentemente con los labios verdosos. Él hacfa
alarde de su bolo de coca. Se sentía orgulloso de poder
ehacchar t en el Sexto. Era un privilegio dó los prin-
cipales.
sf qne el canario está en jaula _dijo_. y
se-Ahora
fue,
Volvió en seguida, levantando una pata con cierta
gracia.
patrón e hizo el ademán de lan_
piojos al cuerpo. -dijo,
-Mi'olvidaba,
zarme
HabÍa sido hasta entonces uno de los vagos más hu_
mildes. Permanecía sentado sobre el piso, con el cuerpo
apoyado en un muro, cerca del botadero, entre la fetidez
y las mcscas. Cuando algrin ,,paquetero" o uno de los
presos del segundo o tercer piso echaba desperdicios al
botadero, se lanzaba pronto y se metfa a la boca cáscaras
de zanahoria, de papas, col podrida, pepas de naranja...
Lo¡ otros vagos Io jalaban del pie; él se agarraba de los
bordes de fierro y segufa lamiendo la taza. Al fin, entre
muchos, lo arranc¿rban del botadero, se subían sobre su
cuerpo para disputarse lo que quedaba. En el sueio, el
negro seguia masticando, mientras los otros metian la
cabeza en el botadero, cansados, gruñendo. Cuando se
iban, l¿ taza quedaba limpia.
.-;Ja ja ja! .,puñalada" _-varios gargaJos
he
-reía
metido allf. , ;Buen alimento, pué!
El negro idiota se quedaba un rato en el suelo¡ repanti_
gado, con la cara al cielo, casi feliz. Muchas veces, .,pu_

. Mtstlcsr.

tzt
ñalada" se disgustaba de verlo así. Iba donde el negro;
de varios puntapiés lo levantaba y lo bacfa huir lejos'
comido mi suciedad! ;Largo! Te alimento n
-iHas gallinazo'
escupes,
Permanecfa un rato mirando el fondo del penal y al
negro que trataba de ocultar su cuerpo' metiéndose en
la celda o tirándose en el suelo inmundo, lejos de la
puerta. "Puñalada" volvia a tomar su puesto' con ex-
presión amarga, Y nadie le hablaba'
Esa tarde, el negro regresó para lanzarme sus piojos'
y observé qtle había cambiado. Vino sonriendo' erguido'
sus ojos no tenían la misma torpeza de antes'
Vi que se dirigió luego hacia el fondo del penal' Se
detuvo un instante frente a la celda del "Ctavel" y sigui'l
de frente; abrió la celda de Maravf y entró sin pedir
permiso. "Puñalada" lo observó minuciosamente'
Pa' qué quedrá a ese pájaro ? -dijo'
-¿
Yo fui a espulÉíarme a mi celda'
Desde la muerte de Cámac y la triunfal ceremonia con
que lo despedimos, los apristas se aislaroll más: salla'r
ioco de sus eeldas, Luis hacfa especial alarde de
su
menosprecio a los comunistas. El tercer piso quedó como
perturbírdo. alFo sileneioso
---Esto.s períodos de malestar, de mala tranquilidad' y
cic paz verdadera, se alternan en la prisión' -dijo Pc-
dro-. De repente se carga el ambiente, cl mal humor
se contagia cle uno a otro; la amargura se extiende por
toda la cárcel, y estalla en una trompeadura, en insultos
a gritos; y la' paz vuelve. La última vez fue una feroz
trompeadura de Prieto con Granados, entre apristas' por
una tonteria. Esta vez no se ha descargado el ambiente'
Hay descontento por el castigo a Juan' Está pteso den-
tro de la misma cárcel. No sabemos hasta cuándo' Con-
tra nosotros hay más odio y amargura, porque creen que
Cámac inculcó el virus comunista a Juan' Ha de ocurrir
algo más; debemos estar atentos y screnos'
--En el primer piso también hay algo raro -dij€'afecta
lo he notado. Pero cl encieno del "Clavel"
a -No
tocla el hampa' No durará mucho esta situación Con'
vicne estar Prevenidos.

122

il¡ i n iln, :i rir:ir rilr ¡r! rnr{ill{i llffllln¡l¡l¡iillli i¡llilll


Y hablan pasado sólo seis dias desde la despedida dc
Ferrés. Al anochecer traté de descubrir la isla. de Salr
Lorenzo en el horizonte. Una tcnue neblina giraba; r,enia
en mantos que desaparecian y mostraban la torre cie
Marla Auxiliadora; pero en el fondo, haci¿ el mar. la
gran niebla estába asentada. Desde las barandas, junto !i
i,
a la esealera, esperé. "Necesito ver la isla, arrnque no F

sea sino por un instante". La neblina lejana enrojcció


un poco. "La voy a ver", pensé; y estuve esperando que f,
B
las nubes se levantaran o que empezaran a deslizarse, a ñ
viaJar y dejar ls isla. Pero no se movieron. Enrojecie- .-I
:ll
ron 9610 en la reglón alta; el fondo, las masas que estaban .{:
¡x
esentada-s, sobre el mar, quedaron lóbregas, con una os- i:

*urldad quc l& orla iluminada hacia más densa. fr


i:;
:if
-Ast cantó
prcfundo
Ferrés
-pensé-.
de esas nubes;
Como caminando en lo
solo, las manos sobre el vientre i:
enfermo, Estaba más muerto que CÉmae, y no lo despi- *
,li;
lr
dieron. ¡Ni yo! rl
l.:
Un golpe de la gran reja me volvió al Sexto. Vi, es-
panta.do, que el Cabo entregaba a .,puñalada', r¡n mu-
ehacho como de catorce años. Bajé.
-Hijito, aqui vas a estar bien -le decia uno Ce los
"paqueteros". Lo llevaron entre dos, consolándolo.
Corri, me puse delante d€l muchacho. Tenia la expre-
sión y el aspecto inconfundibles de los sirvienLes serranos.
Por qué te han traido ? pregunté.
-¿ a un lado! -leclijo uno de los ,,paqr.re-
-;Hágase
:eros". -me
Por qué te han traido ? Imamanta. ? __repct! en
-¿
quechua.
¿

_-Mi patrona, señor, por nada pues, tiice le'robacio.


--; Hágase a un lado, o lo marcol el ,,paquetero,'.
-dijo r.n
Lo llevaron cariñosamente; lo metieron la eclcla dc
"Puñalada".
VolvÍ a la reja. El Cabo estaba detrás de ,,puñalacla".
al otro lado de la rejn.
*iCabol
-le dije-.csEse
tregado a "Puñalada"
muchacho que us?ed ha en-
un niño. Lo van a matar. ;Lo
hago responsable! Los políticos lo acusaremos.

123
jefe A mi me lo
-me contestó-.
no soy mandan
y -Yo
yo cumplo
usted no ge lo han enviado para entregarlo I "Pu'
-A
ñalada". Es un nitlo, póngalo baJo la proteeci6n de nos'
otros.
al pescadito! -exclamó el negro.
-¡Pa'comerse
Lo oye ? diJe al Cabo.
-¿ a -le
mf me lo han enviado porque es rstero.
Le-Amigo,
corresponde el primer piso. No soy responsable. ¡Y
basta de discusiones!
"Puñalada" estaba algo agachado, mirá,ndome. Pren'
dieron el foco de la puerta, que era débil, como para
encubrir los contrabandos de coce y alcohol.
pescaditol volvió a decir "Puñalsda"-.
-¡El -me
¡Váyg&se pronto, amigo, quedó pa'ustél No sea que ¡e
lastime.
Subf corrlendo a la celda de Pedro.
-dijo Pedro-.
tiene remedio No hay aquf nadie
-No
que sea capaz de rescatarlo de la celda del negro, ni
Maravi.
Gabriel, déjalo rogó Torralba-. ¿ Qué
-Déjalo,
podemos -me de pocos minutos nos
haeer nosotros? Dentro
encerrarán.
alguien! Creo que hay alguien dije. Sali
de-iHay
la celda; Torralba me acompafió. -les
Bajé al segundo piso; corrf a la celd¿ del piurano. En-
tré sin llamar. Estaba recostado sobre la cama.
Se puso de pie. Tenfe los pelos en desorden, algunos
mechones le calan sobre la frente.
señor? tranquilamente'
-¿Qui'hay, -dijo
Su barba sin rasurar, corta, le daba una sombra apa'
cible.
ayudaria usted a salvar a un niño? Pre-
-¿Me
gunté.
un niño? ¿Aqul, en esta cárcel?
-¿A
Le conté entonces lo que acababa de suceder en el Sex'
to; que ya el muchacho estaba prisionero en la celda de
"Puñalada".
que sea fuéremos los tres, con buenos cuchillos,
se-Mas
harfa el rescate. Mire usté, ese negro nu'es valiente,

124

r,i r¡ j , ililr r rnnilri r I rll i;: ,i¡llllllili¡lllllillll¡lllllll¡l¡l|


es vozarrón, cofrompido, sin conciencia. iConozco al hu-
mano! Pero ¿qui'haremos si nu'hay armas? Ofrecer el
cuerpo limpio a unos condenados para qui'a uno lo rajen
a su gr¡sto, nue's de valientes.sino de güevones. ¡Oiga
usted, joven. Aguante un poco. Ya llegarán tiempos pa
nosotros. Ahura hay que rabiar a escondidas, como algr-
nos anemalitos del campo alistan su a,rma, tiempos, antes
d'entrar en la peleya. Esperemos amitos, o traiga mismc
ahora, tres cuchillos, que con grata complacencia le bo-
taremos el mondongo afuera al "Puüalada" y a sus asis-
tentes ql¡e son mejores, ¡Mismo ahora! Cuando uno ha
m¿tado hombres, degollar .estos gallinazos seria pa'alivio
del alma.
dije*.-. No disponemos de cuchillog. Ten-
dremos que-le
-Señor aguantar la vida.
joven, por ahora! Y si a mí no me sueltan
-;Clsro,
dende aquÍ en seis meses, usted me verá. Compraré un
cuchillo a los compañeros que cocinan en su celda, y más
d'iunito d'esos de abajo se quedará tranquilo, sin poder
moverse ni pa'tras ni pa'delante. Hasta que me alcan-
cen ¡habrá toavía hartísimo juegol No son falsas pro-
| joven. Usted con su santa propuesta me'a hecho
I ^u."", ¡de juro!
hautar,
| señor dije-. Este lugar parece clue no
-aaiOs, -le lo que crefamos que no existe.
sino para descubrir
| ""
| trastornarse, si no hay á.nimo suficiente. Los hu-
-Y venimos d'iuna maldición, d'iuna sierpe de'áspero
manos
I
I nellejo. Ahistá la maldición: abajo y arriba, entre los
patrones corrompidos y las autoridades quc son mismos
I q,r" los "paqueteros" del "Puñalada". Por'eso ¿ diga us-
I
I ted? ¿H¿ llegado el MesÍas? Si estuviera, ¿hijo de quién
I seria el "Puñalada", hijo de quién el Comisario d'este
I cuartel, el Subprefecto de mi Provincia? En dentro cle
I seis meses yo se lo despacho al "Puñalada" y al Maraví,
I aunque, valga la verdad, a mí, en mi persona no mi'han
I ofendido. Pero ofienden al aire que respiran; de la vibo-
I ra han nacido. Tranquili<iad, joven, nu'hay que sofocar
I mucho el pecho, nu'hay que morir antes de lo áebido.
I ;qu¿ lindo cantaron ustedes pa'despedida a ese minero:
;llui mesmo Ie dÍcron la gloria!
|
,125

I
me ha d¡do ánimo, reüor. ¿ Cu{,} e¡ ¡u nombre ?
-UrtedFoltcor¡o Herrera.
-Don don Pollcarpo!
-¡Gnctas,
t-cnla ya. encendide ru lltmpara.
utted como ¡l fuer¡ srbio dijo Torralba.
-ts non¡ú¡, amtlo -le
contestó-. En la actua-
-Viuit¡ros
lldad qu'c*rmor, nu'hsy rabios.-le
S¡tlrnq de ¡u celd¡.
enemigo sc h¡ buscado el Subprefecto
ce!-¡Qüó bucn dtJo. Torralba.
-me
--8L PaFo si ¡cuchilla eguf a "Puñalatla", lo encerro-
rtn por 20 ¡lto¡. Yo lré con frecuencia donde él; le con-
vcnceró que loe 'Puñaladar" existen por millares, que
mrt8r a uno no smeBla nad¿ y él quedará sepultado por
tod¡ ¡u vida. ¿No te parece un hombre bueno y de gran
' !.irrrón?
' r

por eso le dtJe que cra como un sabio.


-Yo algunos anerr¡a¡itos del campo.. .

-Comoh¡y que hacer aqut. No darle cuerda a loE sen.


-Eso
tlmiento¡. iMano dura con ello¡! Ya nos van a encerrar
Aguante flrme.
no queda otrs.. eosa. Amenacé al Cabo con qr¡e
los-Si;
pollticoc lo denunc¡artamos.
-No teStn
hizo caso.
emborgo, no quedó muy tranquilo.
-l.io.
C¡mlnóbamos por el corredor det terc€r piso. Torralba
rc detuvo.
sucede con cl 'Clavel" *diJo-. ¡Ifiral
-Algo
Err cercs de lcs 7 de la noche. Al callejón del penal
lkgaba débllmente la luz de los focos alto¡ del techo.
Una penumbra protectora.
En la puerta de la celda del "Clavel" se habla formado
una fila de cinco hombres que parecian servir de panta-
Ita del¿nte de la reJa. Un hombre estaba completamente
pegado a la reja de l¡ celda. Esperamos. El hombre se
seperó de le rejs, se abroehó el pantalón y le encaminór
hsclr l¿ c¡calera,
tri, antes de que se cansa el que parecia
-Ahora
que mandaba la file-. ¡Aprlrate!
-dijo

r26
Ot¡o individuo que estaba fuera de la fila, se acercó
a la reja.
-dijo,&ydormir!
-¡Ya no!rosca, se retiró al otro muro.
-¡Anda, ;Te has aguado! _dijo en
voz alLa el que mandaba la fila_. Así agachacto,
¿guanta
poco, "Puñalada" puede venir a pegarle.
"Cl¿vel" levantó la cortina sin decir una palabra; ¡a
extendió desde adentro, y no prendió luz. La fila
de hom-
bres se dispersó. Nosotros nos quedamos aferrados
baranda. Torralba y yo.
a la
' *Mejor no hablar de esto _exclamó Torralba_. ya
es de más.
me voy! dije.
-¡Yo acompaño!-le;Mejor
-¡Te no te vavas!
Era un muchacho fuerte y fetiz. ño sentÍa la prisión;
pero esa noche se le ahogó la voz.
puede consolarnos _le dije_. Ni
cn-Nadie
pensando
el porvenir, en el fusilamiento de todos los culpables.
me olvidarél _contestó_. ¡Me olvidaré den_
tro-¡Yo
de un rato! yo hago eso _habló con energía, reac-
c¡onando-. A la hora debida to recordaré todo. Me
ya sube el Sargento. voy;
Pedro me siguió cuando pasé junto
*¿ No se arregló nada ? _preguntó a é1.
desde la puerta de
mi celda,
*le dije-. Tenías razón. El piurano dice lo
-No que tri.
mismo Todo ha empeorado.
Entró; prendió un fósforo y la vela.
mala cara _dijo, observándome_. Es nece_
-Tienes
sario conservar la cabeza fria..;Recuérdalol piensa
aho_
ra en Cámac. ;Hasta mañana!
Me habló con ternura; se fue discretamente. ya
se sen_
t¡a el ruido de las rejas que el Sargento cerraba.
Apagué la vela cuando leyeron mi nombre y echaron
el seguro a mi celda.
"Hermano Cámac *dije, pronunciando las palabras_.
Te fui.ste a tiempo. Una cosa menos triste termató.
Ahora
hemos descendido más hondo.
¡Llévame tú, que yu, eres
todopoderoso, llévame a la orilla de alguno
grandes dc nuestra patrial Al l)ampas,
de los ¡.ios
il Apurímac o al
127
Ma¡rtalo. ;Yo veré el río, la luz que juega sobre el rc-
manÁio, las piedras que resisten el golpe de la corriente,
y me purif¡caré dc todo lo que he visto en esta cueva de
Lima. Bajo las montañas qucmadas por el sol y la hcla-
da, nuestros rios cstán corriendo ahora entre bosques <le
retama, Llévame, o h¿rz quc piense toda la noche e¡r
nuestros campos senrbrados, cn nucstros pucblos. ¡Itl
"Clavel", hc¡'mano, ahora es una bestia; le han bcrrado
ta pequeña al¡na de loco que tenial ¡Ahora es una bestia,
una bestia silenciosa, ya sin sentidos, y está casi enfrente
de mi celda! No tendrá ya sosiego, como los sapos que
parvadas de nif¡t¡s ntartirizan, echárldolcs mazorcas de
espinos sobre el cuerpo, hincándolcs con palos, cortándo-
les las patas, regocijándose con la sangre que brota de
sus heridas; n'¡ier¡tras él se arrastt'a, cada vez más lcn-
tamentc, nrarcando el suelo con la baba que cac de su
boca. ;Hc'rmeno CÁniac, la noche ¡ro t'a tcrminar nunca:
Amanccf vestido, agarrado a los barrotes. Los malean-
tes no cantaron. La noche era interminable. Sólo el ruido
de los carros que pasaban por la Avcnida Bolivia me
causaba alivio, me transmitía la imagen de la ciudad, su
movimiento, su pulso, la esperanza de la libertad. Lo ola
todo. Un cmolientcro pasó empuiando su carretilla hacia
ln Avcnida Alfonso Ugarte. Ya lejos silbó una canciórt
de moda.
En plcna crccicntc dc la noche nre acordé dcl mucha-
cho. "Como algunos anemalitos del cnmpo..," Pero yo
¡ro tenia fuerz¿s para esperar. Me despcdirían como a
Ferrés, o con más silcncio, porquc no pertenccia a nin-
guno dc los partidos. Y también yo, colrlo btten scrrano,
repetirla entre dicntcs un huayno, o uno dc csos ayatal<is
que las mujcres cantan detrás de los férctros, en el tt¡llo
nrás alto quc es posiblc en este mutrclo :

lllaytcrt rinki yu"ruk' pulonta


ntttytÍtrt cltinkanki tutuyaupi.
Adiós nilluuall k'ask'oypi r
't,.tiñasli'u!Jkita, chiri chíritttin,
t'httlti itnitrt1¡pí
ri rr ri rrsA''a3¡kitc.

128
¡Aaády, ti ti ú!
M aítanah, krttitnunkichu,
chirí ua31ra k'ark'osk'on,
yano wayanagkuna uray Íroyutú
k'ati,sk'an,
¡ ñan mayupetaf,i lodYchau)
wak'achkan!
¡ Arliós, ad.iós nillawaY !

(Adónde ras, polonta blanco,


te pierdes en el oscurecer'
Dile adiós a nri pecho
ilonde creciste,
o tttís pechos .gecoa
que hielo a hielo loctaste.)

¡;Aaday, it ú ti!
lVo /ras de ooher;
te arroja el úento frio,
las negras golonilrinas rlo dbdta
te persiguen.
;Ya sobre Ia piedra el pdjaro latal
está llorand.o!
;Dinte adiós, tlinte ad,iósll

Repeti todos los versos, dos y tres veces; su tristeza


me eonsolaba. cautivaba mis sentidos.
Cerca del amanecer oí el llanto del muchacho. Lo sa-
carr¡n de la celda y lo llevaron hacia la ptreita dc la
cárcel. El chico iba llorando.
Qtré nrás quicres, don "PuñalAda" te ha dado plata.
Está en tu bolsillo la voz de uno de los "paquctcros".
qué me
-oihan hecho! Ontá la plata'
- ;No sé
--En tu bolsillo.
;f)'ese condenado, será meldita! .
El chico debió arrojar algún billet€ &l suelo.
---Si no quieres, cholo bruto, lo agarro yo.
Se alejó el llanto.
iQr¡é me han hecho, diositol ;Qué me han hecho!
129
iEstoy con herida, con mal de cabeza, mi almita acaso
me duele! en quechua.
-dijo
Seguro nos maldicel Y e¡o que don "Puñal¡d¿"
-; ha consentido a dos, después que é1.
sólo
La voz del muchacho, su queja en quechua, el diÁlogo
que sostuvo con los "pequeteros" de "Pt¡fialada", me hi'
ciéron caer de rodillas.
El Cabo abrió la reja de mi celda. Me miró un instante'
llorando como un maricón
-Está -dijo.ningrin polltico.
Yo corri a la escalera. No hebf¿ salido
Bajé al primer pisó. Eneontré al muchecho recostado en
tas primeras gradas. Seguta llorando; y& estabe solo, y
le hablé en quechu&.
también soy de tu pueblo. Ven, hermanito. Te
-Yo
voy a dar una cama caliente, leche, café, todo.
Me miró dcsconcertado, pero no se optJso cuando lo le-
vanté de los brazos.
puedo andar bien en quecirua-. No sé'
-No lo que rne han hecho.
papacito, -dijoEl alma me duele.
hombre tiene que gufrir asi, en tierra extraña.
Yo-EI
también hace tiempo que estoy preso.
Le sequé las lágrima-s con mi pañuelo'
¿ pasar delante de la gente, tranquilos. ¿Có'
mo-Vamos
te llamas, hijo? Pregunté.
papacito, -Ie
soy de Pampachiri- ¡No sé qué me
-Litrio,
han hecho, no puedo caminar!
fuerte dije-. En Pampachiri los hom'
-lecarnavales
-Hazte
bres no lloran; en se arrancan pedazos de
carne de las piernas, con látigos que tienen puntas de
plomo.
papacito en castellano-. A ver, voy a
-Sí,firme.
parar -dijo
llevan arriba un "paquetero"--. Hay que
-Lo
traerlo. -dijo
No estaba aún el "Puñalada"; me vclvi y miré al "pa-
quetero" de tal manera que se encogió de hombros y dijol
--La sobrita nomás.
El muchacho apuró el paso, en silencio. Llegamos al
tercer piso, ya había una larga fila de presos delante del
único wáter y de la ducha. Torralba vino a mi encuentro.

130
--Creo que cr mejor no ilemer l¡ atenclón _¡e dije_.
Tróe.le un buen deEayuno.
Y¡ en mi celda el ehlco volvló e espantarse.
---Hermanlto en guechua_. yo soy de Lar_
cay; sltá lrent€ -lea hablé
pampachirl. pampachiri está cerea
dcl rlo Chicha. En Ls,rcey hay unos bi[os cahentes, abe-
Jo. junto al rlo.
*-Papay dljo-. Voy a regresarme a mi pueblo,
- tlrto ¡ne
Por -me han tratdo. Mt pattona es mala,
*Yo tsmb¡én. cuando salga. me voy a ir a Larc¡y: te
voy r vlsitar.
Accptó rccoltrrÉc: se fue incllnando sob¡e et colchón
euidÁndo¡c y rufrlendo.
Ert¡br vestldo de un ove¡ot v¡ejo y suciot ttevaba un¡
chonpa dc¡colorida y rap¡toE cin medlas.
--¿T'rr patmna c¡ lirnetia? _¡e pregunté.
-No? .¿. pap¡clto. ¡crá pues dct ¡nfler¡o. ¿ Haces gui-
hr?r
-No,le ml
qulen
cornpaflem de celda¡ ya sc he ido. No hay
tcrmine.
Et muehacho ¡e allvtcü. Comprcndl que ennpezabi ¡,.i ,
oonfl¡r cn ml.
han ag'rn¡do los ncgros _diro_. Me han tapa.
do-Mc
l¡ boe¡ toda la nochc. ¡No sé qué mc han hecho!
8o lcvantd de la cama. llorando,
-¿No re puede matar a ero, ncg1.or? _me prctr¡n.
tó*. ¿No rc puedc m¡t¡?. papay?
_- -Sl -lc
dlJc-. Aqut hay un sGüor quc to! v¡ ¡, m¡t¡r.
V¡ ¡ vcnlr. espcri un rato.
E¡eucM uno! paroo.
-¿ Er lr eetdr dcl ¡ovcn Gabriel ? _prctuntó
?¡no.
el piu_

rcllor --le dlJc.


-Entre.
. 8c qultó cl ¡ombrero. Sus barbas. coÉ¡s y ncgras, crc-
eH¡¡ ¡l neturr¡. ¡u¡ c¡bello¡ dcorderredos. deb¡n a ru
rcrtro un tlrc br¡vto. ,
-¿ lDcte es cl ehieo ?
-preguntó.
contcaté-. Ol ¡us queJar y cl¡ ¡lanto. el am¡.
-Sl -lc
rcecr, l,or ,.pequetcrur'. de .?uñ¡tada., lb arra¡trarun
h¡¡tr h c¡eeler¡, yo lo he traldo dc atli. Es ca¡i mi

131
paisano. He logrado consolarlo hablándole cn quechua'
l'eces no hay consuelo, joven Yo también he oído
su-A
queja.
eI señor? el muchacho'
-¿.Es -preguntó
--Si - le dije.
Lo miró un rato, examinándolo Se a-cercó al piurano
y le besó i¿s manos.
si. papay, él sÍ; lo mata! - dijo en castellano'
-;ElA quién, hijo ?
¿
'A los negros; al -Preguntó.
negro grande primero
El piuranr-r contempló al muchacho; f ue adquiriendo
solemnidad todo su cuerpo. Me pareció que crecia' qtte
su cabeza I' stts hombros se fortalecfan.
Si puedo --dijo Te los mataré, muchacho'
Lfna especie de felicidad violenta embelleció el tostro
de Libio.
--le dijo al piurano-' ;Como a Sente' como
a -Papacilo
conde¡raclc¡ que no pide perdón ! Iré {lt tr'l sirviento
adonde seguiré tus pasos más que uii perro'
"'ayrsl
Traduje i'jjts palabras que el muchacho dijo en quechua'
al parecer. joven -contestó don Folicat'po-- en-
-Uno,
euentra "su destino no en la calle, sino estando preso'
Voy a conseguir un cuchillo: mismo desde hoy lo voy afi-
!ando. En cualquier hora, de repente' encuentro ocasión'
;El negro rnorirá tragando la tierra ésta, babienta' del
Sexto, sus tripas también van a revolca:" con los orines
y los piojcs! llay que desfogar agora tocia la hinchazón
de mala rabia que está dentro di'uno. en bilis; porque
deso tamhiéI', se muere.
El nrttchacho le entendía. estuvo pendierrte de sus Pa-
I a bra-s.
--Esto señor -dijo- Parece Sa¡r üabriel. ¿Usted
tiene caball¡ blanco, PaPaY?
hijo. Uno grandote.
-Si,
-- ; Ahistá. señorcito I ¿ Qué negro va ¡roder
con él ?
;Ar¡nque sc¿rn miles!
Se prosternó ante el Piurano.
--Te seguiré más que un peno -le dijc en quechua-,
aunque no rne des alimento ni agua. Me llamo Libio Ta-
saico. patrón.

r32
..-No es por eso contestó el piurano, levantándc_
lo-. Es seg'uro que-te
yl no nos volveremos a encontrar.
Hcy justicia que mismo uno debe hacer, por que'l juez
es como un "paquetero" y dios es altfsimo pa,esas cosas,
si es que, como decfan, existe. Aunque pa'mi, ahura,
nu'es cierto. El mundo va pa,pior. Ahistá la prueba.
Vino Torralba con él desayuno, El piurano aceptó nues-
tra invitación. No tenlamos en qué sentarnos. Tomamos
de..pie; Torralba nos trajo olra taza y otro pan, y se fue.
-Bien la
pasan el piurano-. yo como chancaca
nomÉs en la mañana, -dijo
con el pancito.
tl muchacho bebió la leche y comió el buen pan, con
verdadero reg'ocijo.
--;Qu'és d'ese Libio Tasaico! .,puñalada" pro_
-gritó
¡¡unciando las palabras claramente.
d'ese Tasaico, coóó! _volvió a llamar.
-;Qu'es
. -Lo'acompañaremos ---dijo el piurano_. No sea un
engaño.
Pasamos por el corredor; los apristas nos miraron con
extrañeza. "Pacasmayo,' estaba en la puerta de su celda.
Es éste el que lloró de madrugada ? _dijo-_ A
-¿ de
cuál los asesinos lo entregaron ?
¿

No le contestamos. El muchacho cojeaba; pero bajó


las gradas sin quejarse.
*¡El pescadito dañao, comiditol _dijo,,puñalada.,,
cuando llegamos a la reja.
-Ai que lu'a comido, otro pez más grande se lo come_
rá. A lo mejor mañana
-dijo el piurano, sin mirar al
negro.
Cabo, usted es el responsable. Tarde o tempra_
no-Oiga,
lo probaré --le dije.
va salir La patrona del chico ha
-Ya temprano y-contestó__.
venido dice que ha aparecido el anillo.
Abrieron la puerta. El muchacho me abrazó. ,,Déjame
aqul, no quiero i¡. donde esa patrona", me dijo en -que-
chua, sollozando. Escribi la direcció¡r de un buen amigo.
-Libio,teanda a esta casa. Allí te van a dar dinero
paXl vayas o te conseg.uirán otro trabajo.
lue
EI Cab-o exigía que saliera.

13:]
_-Señor --le dijo al piurano--' No me voy a ir a mi
pueblo. Voy a esperarte. ¡Por diositol
cojean-
Se santiguó y pasó a.l patio' Lo vimos alejarse'
do, pequeño, sin sombrero' roto
el anillo el negro- Aqul hemo
-epareciO -dijo
DUe Uno.
EI piurano se le acercó hasta topar casi su
vientre
con el del negro.
gallinazo! --1e gritó--' ¡Repite'eso' mier'
-;Repite'eso,
da de gallinazol
Nos quedamos pendientes de las m&nos del
negro'
su c¿ra aparecló un¡
Este balbuceó algo; en la piel de pogtura'
corriente de color ceniza' Se quedó en Ia misma
y las barbas'
mientras el piurano le metfa Ia cera
---Es la vispera. negro, mismo la vlspera'
y nos di'
Le volvió ia espatO*a, me agarró del brazo'
rigimos a la escalel'a'
que tne parió! -oi-
--No tener mi chaveta... la p
mos que balbuceaba el negro'
--Te metió el resueilo --dijo el Cabo'
A
Mira, Cabo ¿dónde"tá la chavete? Me se olvidó'
n)a terdecito lo c0rto'
' ,Cortariolasl - oimos la voz del Cabo'
tr)l piurano se despidió de mi en el descansillo'
--dijo.'-'
Pro¡llo, pronto hay que conseguir el cuchillogallinazo'
está avisado Se puso cenizo el
Ya el negro
¿ Qué le áecia
I Es vozarrón nomás Pero tiene st¡ cua-
drilla. d'eso hav que cr¡idarse'
Él sabe quc usted tr¡mbó al Sargento' qur'ha sido' no
lil llegr r¡. oiga ustcd' como esclavo Si no estuviére-
tient' tcnrple llstará gimiendo pa'dentro' yo reirla Vaya
mos d<)ncie hay tanto padecimiento .me
usted lranquilo' joven' Tengo experiencia'
-Usted le ha devuelto el &lma a esa infeliz criaturc'le
usted'
Yo lo traje sin alma' sólo un cuerpo deshecho;
vida que se ltama vidal
tlcvolvió la 'tl'.t.L'-si
;Lo
"""-';;; no mato al negro pronto' se le
".
cscapará el alma Io mesmo' Usted verÉ; con la rodegds
nomás que lc haga con el cuchillo
va caer srrodillándo-
se, entrega¡rdo el Pescuezo'

134
.-Yo y Torralba lo cuid¿rnos de los ,,paqueteros.,
Io jurol ;Sc
eso! Hasta ¡túego.
-;Mismo

Le dije a Torralba que le habia prometido al piurano


gr¡e lo ayudaría,mos.
*Hay que olvidar eso, Gabriel _dijo_.
olvidar! Estamos para otra pelea más grande.¡Tiencs que
Matar
al negro no arreglará nada. Nos cornplica;n. publicarán
en los periód¡cos que somos maleantes, chaveteros.
;Tra_
tarán de enlcrdar al partidol El piurano cs d¡stinto. El
es libre. Puede enredarse en un crimen. Su enemigo
aprovechará a fondo la ocasión. Tú mismo lo dijiste.
Le
clavarén 20 ó 25 años. La podredumbre está arrib¿.
Mientras no se limpie eso, el Sexto y todas las cárceles
s€g'uirán igual. aunque mates a unos cien o mrl de esos
asesinos. Cámac te hubiera dicho lo mismo.
- . Es cierto. pel.o
dejemos que lo mate.
- Que lo mate porque él mismo lo quiere. No hay que
empujarlo. La vida del piurano vale mil veces
más que
"Puñglada".
negro debe morir!
-;El
-Debe morir sin que nosotros hagamos nada para
carnbiar su vida por la de un hombre.
- La vida de un rnaleante coEo el negro srgnifica
o más vidas convertidas ni siquiera en muertos, cien
en algo peor que eso: ¡el ,.Clavel,,, el ,,pianista,.,sino
el
japonés; el muchacho de esta noche I
Tú ]o vistc. Se
fue cojeando, pero seguro de si mismo. sólo g.raci¡¡c
la promesa del piurano. iE¡ piurano matará a ..puña-a
lada"! Comprendo tu ideologfa; voy a resF,etar tu
de_
cieión. Pero yo cumpliré con la mia. No he instado
p¡urano a nada. É1, como yo, ha sentido al
!a necesidad
de que el negro muera. Acaba de decirselo a él
mismo.
l,es p¿redes de esta prisión, su fetidez nauseabunda,
ese
piso de sbajo que los vagos lamen; todo
procurar la muerte del negto. Seró
¡ne empuja e
un poco como matar
al Sexto.
--Te ¡levarán a otra cárcel peor.

135
-- Si, a la Cárcel Central o a la Penitenciaria. Viviré
de la tiicha de haber contribuido a aniquilar a un mons-
truo, c+rno en la antig'üedad griega-
dirige esa indignación contra los !egitimos
-Gabnel.
padres rie "Puñalada", contra los feudatarios y los capi-
talistas ¡rri alma. "Puñalada" es hijo de la miseria. de
los b¿rrir.¡s ¡le Lima que apestan como el Sexto. ¿ Crees
que en ufi pais donde hay justicia a ese muchacho lo hu-
bi€ran efiiregado al "Puñalada" ? ¿ Crees que "Puñalada"
existirÍa': lll Perú está pues en manos <ie unos millo-
narios. que arrontonan su pl&ta hundiendo en la miseria,
en Ia perversidad, en un excusado, 8' rnás de la mitad de
los peruanos Gabriel, ;recuerd& el mundo de afuera!
¿ Por quÉ encierran a comunistas y apristas en esta cár-
cel asquerÜ:;a 1 ¿ Por qué es asquerosa ? ¿ Por qué cen-
tamos el ¡rtr'c riía junto al cadóver de Cámac ? ¿ Por qué
"Mok'cnliill+" tenÍe es& c&ra de la que saiia como un
fuegc - .::'itr.iüue luchamos pare que los peruanos seamos
verdadcr:' r:r::¡¡te ig'uales. Ahora unos viven temblando
siem¡.'re t,..1' ei día de mañana, mientras que otros domi-
nan provriir:ies enteras. Para mantener eso tienen que
manda.¡ ii3r:sinar a muchos, encarceiar a cientos y mile-s,
y a irls,,rrr tlenen más hambre y necesidades los obligan
a vivir ."'r ia mugre, por el teffor. iHermano Gabriel:
esa *s i¿' ¡;elea grande, no ésta cont.ra las porquerias del
Sextr¡l Fi¡ pensado toda la noche.
Me ¡;uso ei brazo sobre ei cuelio. Estábamos en ¡ni
celda,
---'l'ie¡r¡r:'r !'azón dije-. Pero el negro va a morir.
-le no por tu m&no:
---;Quc rliuera, pero
en les entratlas eI llanto de ese muchacho, y
lo --I'clg:
otro. !l otro de lo que ya no se puede hsblar. IJstedes
tienen ¡":r¡a ideologfa y una disciplina. Yo soy libre. Pue-
do, si mc e"s posible, degollar a un monstruo. El negro,
después lire he visto lo que ha hecho, debe morir. Es
como apiastar un animal venenoso que se te acerca. .
iliry delito cuando se mata a un anima] venenoso;
-¡i'cs¡ niat¿rs a "Puñalada", te clavan 25 años. Si le pe-
pero
gar& ;-in t:ro a.lgún oficial seria distinto.
Nos inte¡'rumpió "Pacasmeyo". Entró I la celda.

136

r ¡l lr llllllilirlfl¡lllr lllllll¡l lillllixli rftlrll


Gabriel dijo-' Ya no me aguantan los
-Oye,
compañeros.
-metres. ¿ No me darfas un campito
Somos
equl? Tri estás solo. Soy curioso, puedo concluir la gui-
tarra. No te molestaré; no gritaré de noche. Ahora ya
no me inquieta nada. Espero el ililo... Me trastorno de
ver €n cuando. Me pegas entonces o me echas agua fria'
"Pacasmayo", puedes venir' Nos toleraremos
los-Sl,
dos.
Me ebrazó.
Nos toleraremos. Te ganaré
-le dije-.
en
-¡Claro!
crsino.
no, p¡pito: no ha nacido aúrn el que me gane'
-Esodos cosas se8:uras a mi favor para eso; suerte y
Tengo
cuenteo.
Torralba me miraba intranquilo.
seg:uro de que no te voy a ganar ?
i
-¿ Estás
seguro como de que voy a morir en el Sexto'
-Tan o pasado, bien prontito. "Pacasmayo" no se des-
mañana
pedirá, ni a él lo despedirán. Ni apristas ni comunistas:
un propietario honrado que ha hecho platita sin robar a
nadie; ¡ esos sólo los deudos lo llora'¡r. Como no tengo
muj€r ni hijos; mi hermano me llorará feliz, amigo To-
rratba. Y no se me ponga saltón. Quizá la causante de
mi desgracia rece en alguna iglesia, si no es que el Dipu-
tado, a fuerza de soborno y amenazas ha dormido ya con
elta. ¿Estoy loco, mi querido Gabriel?
---No, hermano. Estás un poco como yo. Tampoco ten-
go rleudos aqui. ni partido' Pero sé cantar en quechuu'
Yo te despediré. El Sexto se removerá hasta sus cimien-
tos si entono un ayctoki, que es la despedida a los
muertos.
"Pacasmayo" me miraba coñplacido, como cautivado
por mi promesa; Torralba en cambio pretendió hacerme
callai tevantando la mano. Yo continué:
está más loco, "Pacasmayo"? ¿Yo o tú?
-¿Quién
*;Tú, hermanito! Pero tu locure es dr: otra leya. Me
consuela.
-le dije-.
no he terminado Si yo muero antes
-Pero
que tú, ltorarás, pero fuerte y de corazón, no como paya-
.o. ¡Fijate que sólo tres aquí no tenemos partido: el
137
piurano, tú y yol El piurano no lloraría ni aun cuándo
viera que descuartizan a sus hijos. Es noble, sentimental,
pero su cuerpo está hecho de algo especial, fácil para la
veng'anza y para el ateque. pero imposible para el l¡anto.
.;Has visto bien sus barbas? Parecen de acero negro,
pero le dan una sombra tranquila a su rostro. Él no llo-
rará, si yc muero. Me vendrá a ver, con el sombrero en
el pecho, su semblante estará más cargado de sufrimierrto
que el de todos, que el de Torralba, por ejernplo. ya sabes,
"Pacasrna.vo". Torralba tiene su partido, lucha por la
refornra rro sólo del Perú, sino del mundo. para ellos
el partido está por encima de sus propias vidas. A.si e!
hombre n¡: está solo nunca. tiene millones de camaradas
que entregan sus vidas a la mism¡ eat¡sa. Pero, a veces,
un hombre amado en esos partidos puede caer en el re-
chazo. Hav que estar no sólo con la cloctrina sino con la
interpretstión del dia, para la condr¡cta y el pen-samiento.
Mientras cue tú, "Pacasmayo"...
te molestaré. Gabriel ! "pacasma-
-;l{o Yo rnoriré antes. ..
yo"-. -exclamó
he terminado el programa dije, -. Asi, cuan-
do-Nohombres como tú mueren y no-le tienen hijos o mujer
leal, o un amigo leal. van acompaflados por gente abu-
rrida, y sus restos son metidos al nieho, friamente. No
ha pasado nada, Pero yo cantaré la más triste melodía,
la más trisre del mundo tras de ti; y si yo te adelanto,
tienes que llorar bien. aunque no sea sino comr) esas
mujerÉs a ias que se les paga para llorar sin descansr;
en los entie¡ros; procuraré ganar tu afecto par.a qut, ten-
gas verdailora"s ganas de llorar.
-- ¿ l-Iabias en serio o en broma ? -- preguntri ,,pacas-
mayo".
Qr¡é ir, pnreee ?
-;
Pensó un instante. Su rostro casi morado. sus ojos con
poca luz, se concentraron. '
--;Yo no sé! No me importa tampot'o. lfas
hablado mucho para-dijo-.que yo entienda. Lo has enredaclo
todo. .Y nn hay comparación. Yo tengo la cara acogo-
tada. Tú ro tienes nada. ,'La canción más triste del
l38

I llj¡l iiir ¡i:l¡ I : ¡ illlll ,li¡lllllii i il : jl lijil rl 0ililüilililiilflilil|1


I
mundo!" ¿Para qué? il.a mÁE' alegre! Siquiera para
que mi cadáver no se enfrle pronto.
"Pacasmayo" diJo Torralba-. Este Ga-
briel está sufriendo y ha-le
-Bueno, hablado parte en serlo, parte
€n degtono.
*Yo también sufro.
ahi la cuestión. Mejor seria que no estuvieran
-I{e porque entre los dos se van a loquear más.
juntos;
"Pacasmayo" me preguntó:
--Si no estás enfermo, ¿por qué sufres?
-¿ Y tú sólo sufres cuando te sientes enfermo ?
qué otra cose se puede sufrir?
¿De
-;Claro!Diputado, y la muchacha?
-¿Y'elsalud eso se arregla bien. Tarde o temprano
-Con
sales; tiemplas al Diputado. Lo de la mughacha no tierre
Irnportencia. Tiemplas al Diputado en buena fortna. sin
tener que volver a la cáreel; te haces grande con los
negoCios. Es la mejor forma de fregar al Diputado y de
costiga¡ a la mujer, si te ha fattado, o de seguirla te-
niendo para tu gusto, hast¿ cuando te canses. l.

-"Pacasmayo" no está loco, Torralba. Qrre venga I


esta ce¡da. Quizá yo soy má.s peligroso pari{ é1.
---Lo pensaré hasta mailana -- dijo "Pacasmayo", y se
fue, apurado-
Gabriel ---me dijo Torralba Has dit:ho cosas seria-s
y otras como para fastidiar a "Pacasmayo". Creó que t€
ha tomado miedo. ¿A qué eso de los partidos? Has
habtado bien y mal de los partidos. Es cierto que no eres
sino un pequeño burgués idealista.
-Debe ser cierto.
- ;Ya te pasará esto. Gabriell Y tú no estás tan solo
cotno dijiste.
--¡Tenemos que matar al neg'rol Yo tengo un eubierto.
¡Debo empezar a afilar et cuchillo! .Y de veras, "Paca¡-
meyo" no está loco.
-Felizmente lo has asustado. Del neg'ro ste encargará
e¡ piurano. Ojalá fuera de noche, antes del er;cierro. Le
eeharlan la culpa a Marevi o al "Rosita". Tú no le vas
a sertir de nada, quizá, sólo para llamar la atención y
eomplicar más el asunto.

130
--Quizá. Pero tengo qu¿ preparar. nri cuchillo. .Lo .he
prometido.
-Es cierto,
a causa
aunque debo ser un pcqueflo burgués sólo
de mis tectulas.y de la Universidad. no tsnto por
mi origen. Mi padre es campesino acomodadr¡. no, es rico.
¿ Tus amistades ?
- estudiantes.
-Son
- ¿ Pequeños burgueses ?
--Sí, seguramente. Pero todos desean lo mismo que
ustedes.
Es cosa del peoueño burgués idealista. ;Ha-
eer-;Desearl
con orden y sin miedo! Eso es del hombre de partido.

140
Sobre el cemento del piso y de los muros de la celd¡
restregué la punta de mi cuchillo de me.qa. Durante v¿-
rias horas trabajé, cambiando de postura, para convertir
la hoJa roma en cuchillo de pelea. Debta de tener verda-
dera punta y filo.
Rogué a Torralba, a la hora del rancho, que me trajere
del comedor, mi plato de frijol con arroz y el pan.
Los presos iban en tres turnos al comedol que ocupaba
un pequeño pabellón, afuera, en el gran patio del Sexto
Log vigilaban guardias armados.
Senrian en el almuerzo frijol revuelto con arroz, sopa
y pan.
"Hay que comer, lo que sea,', aconsejaban los vetera-
nAs. "E¡ que no come en el Sexto va derecho al panteón".
Por e¡o yo comia el frijol y sus gusenos, el pan que era
grande y bueno. No podia tragar la sopa, porque olia a
yerbes y a no sé qué podredumbre que me causaba re-
pugancia. Algunos presos cena.ban los ojos antes dr
tomarla, como quien va a tragar un purgante: .,Tiene
zanahorias un poco de col y fideos gruesos.
-decian-,
Son alimentos". Esos presos lucían bien. Mientras que
otros como yo, que sólo nos servfamos el segundo plato,
y no ibamos a comerr porque no daban en la tdlbe.si¡o
le sopa, enflaquecÍamos rápidamente. ,,ya comerán la
sopa", pregonaban. "E-q fea pero es mejor que eI frijol
podrido."
Torralbe me trajo el plato y el pan, cuando seguía aún
sfilando el cuchillo.
quitaron la visita por un mes :di¡o al entrar.
-Nos el
-¿ Y
remos ?
desayuno ?
-le pregunté-. ¿ Cómo lo ha-
-Dejarán entrar los paquetes. ?endremos leche y
cuáquer.

141
--¿Qué te parece? dije, mostrándoie el cuchillo.
avanzado -le Pero eso será corno un fleje
mucho.
-L{as
ante una chaveta.
1o sé. Pero con esto ya puedo entrar hasta las
-Ya de un "IrB.quetero".
tripas
al "p¿rqueiero" lo coges dormido"
-Si exageres. Mucho depende del coraje, de la deci-
-No
sión que iieves.
no t.ienen coreje, sino maestria. Pelean tran-
-Ellos
quilos, buscando el débil del contrario, No fallan.
envolver:é la empuñadura con trapos. At&care-
mos-Yoal oscu:"ecer. Si faila el piurano o lo rodean, inter-
vendré.
mejor que el piurano desafie a "Puñalada".
-Será
Quizá respeten las reglas, por odio al negro.
--Luchando üóntra lrn hornbre honrado, no. Aunque el
piurano me ,1ijc qr:e le daríe una rodeada y que con sólo
eso el negcr. se asustaria.
llabrr¡l: si hace eso, va a la muerte segura. Ea
el-No,
estilo del calnpo, cuando luchan dos a¡rte la garantia
del pueblo. A qui, a los primeros pasos que dé para rodear
al negro Ie rneter'án una puñalada por la espalda. Que lo
corte sin ad'¿ertirselo; que le dé un tajo en el cuello, ¡'
si cae, quizá corran todos para que no se les eche la culpa.
diré eso esta noche. Voy a llevarle mi cuchillo.
-Le
Supongo que no ie has dicho nada de estc a Pe.dro.
Peril cn el primer pisc ya deben saber todos que
el -No.
piurano hrzo callB.r al negro. "Puñalada" hará elgo, tie-
ne que hacer aign, porque si no, las bandas de MaravÍ y
del "Rostia" !o br:rrarán del Sexto. Ha comenzado la ago-
nía del naglü, pero en favor de dos maleantes tan bestias
como é1. El "Itosita" es perverso. El es el causante de la
locura del "C.llavel"; el Maravi lo sacrificó por mantener
su negocir-r. ,AIgo feo va a suceder abajol Porque Maravi
también está ag:onizando. A ratos, pegado a las rejas
de su celda, aguaita al "Clavel", y seguro que ha visto Ia .
asquerosidad de ayer. A nadie, ni aun en el Sexto. han
desgraciado en esa forma. Ahora todo se ha complicado
con lo del pí¡irano. El Maravi quizá espere que el piu-
rano despache al negro, y si el negro despacha al piurano,

t42
Ifaravi siempre gana. Al negro lo llevarán a la cárcel.
"Puñalada" también sabe todas esas cosas. Dile al piu-
rano que se cuide de todos. Que a comer vaya en el turno
de las cinco, en pleno d!a.
he visto ir siempre temprano. ¿ rrsi es que el
-Lo debe haber padecido anoche? ¿Crees que esas
Maravi
gentes sufren ?
--Más que tú, si le.s sucede algo como lo de ayer. Tie-
nen instintos nomás. Sufren con todo el cuerpo. "Clavel"
era su camote. Algún negocio muy fuerte debe tener con
"Rosita" y con el I)pÉaro por otro lado. ¿Convertir en
eso... al "Clavel"? Y cstá cerca de su celda. Se embo-
rracha todos ios dias; debe morder los barrotes de fierrtr
de su celda. Y lo del piurano... iva a cantar esta noche
Maravil
posible que todo acabe mal ' . Pero será después
de-Es
la muerte del negro. ;No antes. Torralbal Yo no tengo
miedo; por el contrario...
sé, hermanc¡: la prisión te ha agarrado por allÍ,
-Yaal piurano.
como
de la misma laya. No valgo un solo pelo dc
-Somos
su barba. pero sin duda somos de la misma laya. iQue
vengan los acontecimientos. que nos rode€n los "paqttett"
ros"l Por lo menos me hundiré en las entrañ¿s de uno
rle ellos. El piurano degoliará al "Puñalada" No oirán
ustedes nunca más su grito triste, como dei infierno.

Bajé donde cl pturano a las cuatro de Ia tarde "Puñe-


lada" tenia a trcs "paqueteros" a su lado; me siguleron
con ios ojos hasta que entré donde el piurano.
--; Todo listo ! -- m e di jo-. ; Va'usté a ver i
Se agachó, levantó el colchón de su cama y sacó de alli
un ]argo cuchillo en punta, con mango tosco de mader¿r
y unos remaches gruesos.
Le mostré el mio. Sonrió.
joven, como cuando éramostcht¿rrcs, jugan-
I
do-Estamos,
a matar al moro. Oiga usted, hay silenciosidad abajo.
Yo'estao parado en la baranda. iPura correteadera entre
ios "paqueteros" y chaveleros del negro, toda la maña-
143
na! El "Rosita" ha venido mucho dondr el Sargento, y
mi'a saludado con empeño: .,Buenos días, señor". ,,Bue-
nos dias, señor". Oiga usté, con harto respeto.
cae el negro, se quedan ellos de amos, Maravf y el
-Si
"Rosiia". Los dos odian al .,puñalada". Mi amigo To_
rralba dicc que calculemos bien. que Maravl y el ,,Rosita,,
van a esperar que usted les elimine al negro.
no tengo que hacer con esos juegos. Si hay la
-Yo de un machetazo
ocasión. al cuell<_¡ o a la cabeza yo
lo despacho. Tome cl grueso de esta arma.
El cuchillo era ancho y pesaba.
---Soy de un solo hablar. Los hÍgados se hinchan a cada
hora. El chiquito ese me'a besao la mano. ;Nu,a de ser
cD vano, amiguitol Mi mujer trabata como hombre. mis
cuatro hijos son mayores. El subprefecto es c¡bro d'ellos.
Yo aquí hago un bicn degollando a ese gallinazo a.sesino
-Desdc las seÍs estaré en las gradas.
,¿A Ier su cuchillo? Latgo trabajito ha hecho. Nu.es
lo mesmo corlar carne cocida. Lu'a hecho usted valientc
al cuctrillito, 3ot'en,
Me palmeó cn la cspalda. Salió el sol en ese ilrstanto
e iluminó tl corredor. Yo no habia observado el ciel()
cuando bajé precipitadamente a buscar a don policarpo.
'-- Con el calentar. la asquerosidad di'abajo auntenta
- dijo el p;urano Los pobres \:tÉfos vall encontrar más
fácil sus piojos. Sc van a rascar ,,cochpÍando,' en el suelo.
;Cómo al cr:.stiano lo hacen pior qui a'un chancho enfer
mol ;Cómii'es c'l destinol Aqui tengo qurr terminar rle-
gollando al ¡¡ás desalmao. al más pior criatura, al más
tt'iste vergüenza d'estc nlundo, qui lu'an hecho en la Ca-
pital que drccn.
La puelta de la celda, como todas, estaba cubierta dc
cartones ha,sta el último barrote transversal. y nadie nos
podia ver sino empinándose.
más triste d'este mundo! __repitió.
-;La correa ancha, verg.iienza
l)na gastada y ya grasosa, le sujetab4,
el pantalón y le ceñía la cintura. Llevaba zapatos de he-
chura poblana. con la suela dobleancha y los huecos de
los pasadores protegidos poi. refucrzos de metal amarillo.
L¿r cólera y la et'idencia de la misión providencial que

144

¡
I
debia cunrplir se reflejaban en el ceño de la frente, en la
calma con que se paseaba en Ia celda, casi dando vueltas,
y ensombrerado.
quién se parece a quién?"
Y -fl¿l -me,préguntaba-
volvía a examinarlo mientras él caminaba.
Después del silencio, dejó gu cuchillo sobre la cama y
se me volvió a acercar:
joven dijo-, aquÍ hablando entre hom-
-Oiga,
bres, -me
voy a pedirle un favor. Mire usté. Loe'stao consi-
derando a usté ahorita como usté a mi; sea dicho. No
muera aqui. No tiene experiencia. Ni'hay por qué caer
en.e¡ golpe di'un gallinaz<¡, siendo tan criatura, Yo seria
su asesino di'usté, si u¡r muermo de gallinazo le quita la
vida. En mi pueblo peleamos cuando hay chupadera y
la cabeza se pone como candela. Hey despachado a algu-
nito, en desafio, en dclallte del pueblo. Y eso no es peca¡r.
Na¡dcs se queja. La conciencia queda con su tranquilidad.
Usté es di'otra laya; nu'es pa'entrar con cuchillo a sa-
carle et cuajo a un vecino y menos a un mierda de galli-
nazo. Hégame usté ese favor. Regáleme su cuchil¡o
qul'usté ha hecho, pa' un recuerdo, si salgo entero d'este
pleito.
puede ser, don Policarpo. . . Ye me siento honrado
de-No
entrar corr usted en esta pelea. Yo lo he metido. . .
--No, joven. Usté es de seso aunque no tiene expcrien-
cia. Yo sé que usté m'estima, seguro más de lo debido.
¿Cónlo va'usté a cntrar a peliar con esa pestelencia? Si
muero. nroriría desespelao di'haber corrsentido qrri'usté
agarre cuchillo, sin saber cómo si'hace; y'un gallinazo,
antes de su tiempo, lo mata. FIey pensado maduro. ¡Re-
gáleme su cuchillo, si en deveras usté me da su prefe-
rencia! Le ruego, como que yo tengo 58 años y ust6 a
lo más 21.
Le enttegué el cuchillo.
--Gabrielito --mc dijo--. lllcs vcrdadcro. Si me acit¡-
tas, algún día ande a Chulucanas a convcrs¿rr con mcs
hijos. Allí nu'hay vientos con pestelencia qure crian estos
ffusAnos calatos, come piojos ;pobrecitos!, y los rosca-r,
¡Janrás de los jamaces! Si aparcciera por: nraldad, uno,
I'enterráramo,s junto con su madrc, en el cclro, donde

145
sopla mal viento, no donde sc lleva a que descansen los
huntanos, cuando han nruerto.
Me trató de tú como a un muchacho de su pueblo.
-;Cómu'es
la vida! --dijo-*. Se siente tranquilldad
cuando el corazón le manda a uno degollar a algunito
que con sr¡ sombra errita la ticrra.
- ¿ Y dondc I'a a llev¿r su cuchillo, ahora que vaye al
comedor ?
--AquÍ, pucs.
En el folro del saco tcnía una especie de vaina con al
cxtremo de cuero.
- Di'aqui se saca fácil. Es la usanza. Aunque mu'es
pa' cuchillo tan grandote.
Puso la. hoja en la. vaina y la cxtrajo en un instantc.
--Nu'hay primera hcrida de chaveta que sea de mucr.-
te. Habrá tiempocito pa'nri también. Di'un huancavcli-
cano le'y conlprado cl cuchillo. Está con calenturas aqui,
c.n la otra cclda. Yo lo atiendo. ¿ Pa qué li:rbr'á cscondido
tste cuchillotc ? L'uan traido dc arluÍ cc.rca, dice, por
nlatanccro.scn lccencia. Los destinos ticnc¡.r su caden&.
"Prrñalada" voceó cl scgundo turno del comedor.
' -Yo tengo que encabczar, Gabrielito. errédate en ln
baranda di'aqui. Si hay algo por atrás, silbas fuertc.
Sc puso cl cuchillo cn la sccreta; cl otro lo guardó dc-
brrjo de la almohada.
- -Yo, dende aUá hey venido con mi cama dijo.
llfc miró como despidiéndosc. -
- Hast¡r lrrcgo, muchacho.
Salió cnsonrbrer¿do.
Bajó lls gradas sin aprcsurarsc. Dc espalclas a la gran
rcja, tlanquilo, se par.ó muy cerca del ncglo. El Cabo y
trcs policias csperaban afucrn. Flmpezó tl lloriqueo de
sicmprc dc los r.agos.
latita. patrónl
--;Mi
-;Patroncit,). cn ('stc pa¡rclitol
Los vagos sc movíln; había sol y estaban algo eñtu-
s¡asmados. LIn negro viejo, que bailaba de vtz en cuando.
pidicndo limosna, le jaló del brazo al piurano. podla ser
una tlc'ta; cl piurano no le hizo caso.
Abrieron lrr rcja, y don policarpo salió al patio. ,.pu-

146

I
ñalada" permaneció ntudo. Cuando cerró la puerta, se
volvió hacia mi. Giró sus grandeis ojos indiferentes y me
miró un instante. Aunque tenia, aparentemente, la misma
impasibilidad del rostro, cstaba intranquilo. Espantó a
los vagos, que aguardaban el regreso de los políticos, cer-
e¡ de Ia puerta.

El negro viejo zapateador se dirigió a su celda y apa-


reció en seguida colt una quijada de burro en la mano.
Empézó a danza¡. ¡ascando tos dientes de la quijada con
otro hueso. Avanzó asi hasta el centro del pasadizo. Un
v¡ejo criollo lo siguió, imitando con dificultad el bailc. El
negro se detuvo y puso en el suelo los dos hucsos.
-¡Anda! ;Silba, pué! --le dijo al viejo criollo.
Yo habia visto baila¡' el son de Ios diablos elt la r'¡rllt'
de Santa Catalina, desde mi cual.to de estudiante. Segui
a los bailarines hasta el barrio de Cocharcas. Varios ne-
gros marcaban el ritmo en quijadas de br¡rro que rasca-
ban con pequeños huesos. Era una danza monóto¡ta y
penetra¡lte.
El negro viejo del Sexto no bailaba ese so¡l. Era un
zapateado fino. Con el cuerpo encorvado y los br.azos
sueltos, danzaba con maestria. Los politicos salian a las
barandas, los del segundo piso también se as<¡maban al
corredor para verlo. Los vagos formaban entolrces u¡¡
ruedo cerrado, con suficiente espacio.
Aquella tarde el sol brillaba junto a la puct.ta grandc
del penal, sobrc la humed¿rd de la llüvia y los orines. En
el patio de afuera, resaltaban las pequeñas piedras,
entrc la luz de la arena. En el patio interior, la únir:a
cstaca que fue parte de las cabinas dc los wátcr.es, suda-
ba; Ie salla como u¡t brillo de gr.asa oscura.
¡:l negro empezó ¿ bailar. Sus zapatos viejos y dema-
siado grandes golpeaban el piso con energia increfble.
marcaban un r.itmo feliz. La darrz¿ con¡novia l<.rs rtgidos
muros, los rincones oscuros del Sexto; rc¡rercutfa en el
ánimo de los presos, como un mensaje de los ingentts
valles de Ia costa, donde los algodonales, la vid, cl maiz
y ¡as flores refulgen a pesar del polvo,

t47
l

Ternrinaba eI tregt'o, fatigadisrmo, cada figura del batlc.


Sin embargo, su compañero y él iban aninrá¡rdose. El viejo
cl.iollo calttaba o siibaba. Col¡t lt¡itl0 Lur I ltlll¡) dt'st'¿t¡ts¿t-
ban trn instante y en'Ipcz:lban otl o. El ueglo iniciaba la
tianza con tur prcántbul(), tllla especie dt- paseo, qttc dcs-
embocaba ctt cl zapateo tlc f igtr|as tlistirltas al t it¡tr<¡
¿ntelior'. Los vagos oi¿l¡r,r vcian ul llotto, (lctellid()s,
sentaclos en r'l suelo, o de pie, tt'¡tatlclo cit' clivisar la ca-
bcza dcl bitilatín. Los qtte habia¡l gatrado lls pt'inreras
filas dcfc¡rdialt sus puestos. EI "Pi¿nist¿r'' soiia selltarse
y llcvar el contpás con la cabez&' agachado conlo para
llorar. El japolrés se quedaba solo, ¡ascándosc, apo¡'';rdo
err la cstaca, sin compreuder ni intcresursc por cl ttttt¡t¡l-
to ni el bailc.
Esta vcz, cl 'r'iejo llegro danzó en la mcjor oporturlidad,
cuatrclo cl Scxto estaba bajo amellazas, dc'piimido y exal-
tado al misnro tiempo, por luchas y nlalos prcsetrtilnietr-
tos. Casi totlos los prcsos salieron ¿r ve|lo.
Un glito feci resonó de repcnte entte los lrl¡ros, cuanclo
cl negro iniciaba el cuarto l'itmo. "Clavcl", t enlccit'ndo
las rejas dc sr¡ celtia, llamaba. Estaba dt'lante de la ct¡r'-
tin:r. clcsnttclo husta la cintttra. Sólo Ic ct¡bl'ía t'l cucrpo
un saco glaitclc y rotoso. Su guardián, el Itcgtc.r jovt'tt, lo
crnlrujó, y ba.ló la cortina. Yo prtdc vol stl l'()stt'o blallco'
srrs ccjas llln[írdas, su barriga casi desl.tud¿.
"Puñalada" vino protrto con su azotc. Dispersó a lati-
g¿zos a los I'a¡¡os. El ncgro vie jo y stt cotrlpañct'o sc
t¡rrccialon solos. Los vagos y "paqtlete¡os" tro los atropc'
llaban porquc I[alavi los protcgía. Gastab¿n ]as limos-
¡ras en coca y ron.
"'Pu¡lalada", por primcra vez. los azotó.
- ;fia, ncgrol ¡Estás locol ---le gritó cl Cabo'
EI neSro vicjo zapatt'arlor lloró lll otto se cluedó
sentado.
-- ¡No llores, viejol gallinazo debe estar pior que
tú l)or dentro - le dijo.-Ese t
Sc cluitó r'l sa(:o y lo cxtetrdió en cl suclo.
I-lovicron ias moneclas. Entonccs se puso de pic el za-
prtcacior. L!-\'antaro¡r cl saco y tccorricrot; cl callejón

148
dél Sexto. .Cere¿ de la escalera, ,,pacasmayo" les arroJó
un sol envuelto en un billete de media libra.
Luego volvió el silencio. Los vagos que se habian me_
tido a sus celdas se atrevieron a salir y empezaron a dar
vueltas, sin alejarse de las celdas; aláunos se quedaron
parados apoyándose en los muros. El sol se retiraba del
patio y enrojecia. Subl a la carrera al tercer piso,
¡Se vela la isla! Encendida por detrás, sobre eI océano
violáceo, el perfil de la isla aparecia; pero el fondo, Ias
roeas, él g:ran monte central, estaban negros entre tan-
tn luz.
grito del muchacho?
-¿Olste el
casmayo". -me
preguntó ,,pa-

-Lo vitambién
también a é1. Estaba clcsnuclo hasta Ia cintur:r.
Io vi, carajo!
-¡Yo -exclamó__.
Lo vieron
estos ojos que ya para nada sirven. Su llanto le eorriri
hasta la barrig'a. El negro lo empujó como a r¡na bestin.
"Puñalada" ha azotado al negro viejo; a Sosa, que aun-
que no lo creas, no está por vago sino por político. Diccn
que es un gran "enemig'o" del General, eomo yo, que ni sé
blen eómo se llama. ¿Ves el sot, lo ves?
diJe.
-Si -le
estó muriendo en san¡frc. En sangre, mi estimado.
-Se
iAcuérdate sólo de eso, mi estimaclol iEl sol, tan Jefe,
tan rey, se rcvuelca en sangre! ;Así granatc conto ml
cuello!
Entró precipitadamente a su celda. El corrcdor dc!
tercer piso estaba ya desierto.
Volvi al segundo piso.
Yo no había visto lágrimas en los ojos del ,,Clavel,,.
"Pacasmayo", en su locura, ¿ vio correr llanto en Ia ea!.a
del muchacho, o fui yo quien no vio lo qtre dc verits
ocurrla ?
Un silencio inusitado sofocaba al penal. Sosa, el .,po-
titico", "enemigo" del General, nos había traído la visión
de los eampos dc la costa, por unos minutos. Dcspués so
enerespó el Sexto, tal cual cra, pestilentc para luego
recogerse en esos raros instantes de tranquilidacl que
amenaza.ba.
Aparecieron los presos del segundo turno en cl patio.

149
"Puñalada" Ilamó al tercer grupo. EI piurano venia por
delante. Me miró antes de pasar la reja. El negro per-
maneció tranquilo, aunque después que entraron los pre-
sos, sonrió mirándose las manos.
ha refdo con sarcasmo el "Puñalada"
-Se
don Policarpo. -le ctiJe e
Cómo es eso ?
-¿ con burta. -preguntó.
-ComoYa el pobre no tiene más que sus dientes para
-iAh! Yo le'mirado. Ni mi'ha hecho frente. Ahura
desfogarse.
voy a mi eelda. Hay que dejar tranquilo el cuerpo hasta
qui si'haga noche. ¿Sabes, muchacho? Ahura le voy a
entrar. El negro está esperando, pues; lu'e sentido al
pasar a su lado... Quedamos en lo dieho. Hasta luogo.
don Policarpo; hasta luego.
-Sí,quedé
Mc en el corredor. Los presos del último turno
atravesaban el petio. "Puñalada", apoyado en la gran
rgja, tenia el ceño fruncido, como si por primera vez se
viera obligado a reflexionar. Habfa aún luz del dia. Pude
vcr su ceño abatido. No le hablaban los hombres que
r.staban junto a é1. Cuando ya iba a subir al tercer piso,
"Puñalacla" le dijo algo a uno de los "paqueteros". Yo
estaba cerca. Me pareció que su semblante preoeupado
endurecía; levantó la cabeza y siguió con la mirada at
"paquetero" que marehaba hacia el fondo del penal.
Idl "paquetero" formó una corta fila de hombres de-
lantc de la reja del "Clavel". El joven negro guardián
cnrpezó a llamar en voz baja al muchacho. Yo subi al
terccr piso; me detuve un instante en el extremo del
corrcdor.
Sc podia ver todavia la isla, aunqrte se iba formando
una vaporosa niebta en el horizonte. Con la luz del mar
y de la niebla casi transparente, el sol había crecido; era
una inmensa media esfera hundiéndose en las agua.s. Su
resplandor despertaba en la memoria, tenazmente, la
imagen de tas playas y los valtes, de los arenaler del
desierto que a esa hora estarlan convertidos en llanuras
doradas; las aves del mar buscando las islas en filas
llegras c interminables, aleteando en esa luz que era más

ls0
de la tierra y del ser humano quc del cielo; y Ia faz de
los Andes, altisima, calcinada y sin árboles.
Bajo ese resplandor y con la isla flotando en frente, et
patio de la cárcel, los nichos uniformes de los tres pisos,
el callejón de abajo, nauseabundo, donde los vagos tirita-
'ban. parecian ser un monstruo, creado por alguna
bestia
encmiga de la luz y más enemiga aún de los seres vivos.
Me dirigi a mi celda cuando el sol desapareció y l¡ isla
empezó a ser cubierta por la sombra. Venla ya la niebla
desde el mar. ,,pacasmayo" me llamó.
--;Gabriel, ven; te neccsito! _me dijo.
No le hice caso. TenÍa prisa. Uás aba¡o encontré a
"Mok'ontullo" apoyado cn el muro, cerca de su eelda,
Me sorprendió tanto verlo que no Ie habté. Varios apris-
tas estaban cerca de é1. $i
ll,
Gabriel!
-me diJo.
.,H
-¡Adiós,
Sus cejas habian crecido it:
má-s on pocos días; aparccian
como rcvueltas sobre los ojos. Me miró con indifcrencia, rt¡
como cansado. si
ifr'
Lcvantó un brazoy me volvió a dccir ,,¡Adiós!,,. Lir
irl
*¿Estós eansado? pregunté.
-le iEstoy igual!
--No --me contestó--.
tlql

fi,i
Lavarrtó nr¡evamente el brazo_ I
- Igrral -dijo*--. Hasta" luego.
Los otros apristas me miraron con desprecio.
Ya en Ia celda, tomé mi ejcmplar de ,,El euijote,, y
busqrré el pasajc que prcft-.ria: i.Comu, Sancho amigo,
stlstenta la vida que más que a mi te importa...,,.
No pude lcerlo bien. Al pasar había visto Ia fila de
cinco hombres en la pucrta de ta celda de ..Clavcl,'. Los
presos del tercer piso reh¡¡ian el espectácuto y grrardaban
siloncio. En el segundo piso los presos se agolpaban cn
la barandas para mirar la puerta de la celda del mucha_ li':
cha y reeonocer a los que habían bajado. Sólo a instantes
$r
alguien gritaba un nombre o maldecfa asquerosamente.
Los vagos rondaban ccrca, como temiendo a los chavete-
ros de "Puñalada',, perp girando siempre'Junto a la
celda
det "Clavel", sin hablar entre ellos.
Prendf la vcla de mi celda. Me senté y volvf a leer
el pasaje. .,Voy a llevárselo al pirrrano _:pensé._. Ét lo

r5t
entendcrá. Le leeré "El Quiiote"; todo el libro... si no
pasa nada". En un rincón, sobre unos cartones, tenla
los pocos libros que la poticfa permitió que ingresaran
a la prisión.
Busqué en "Briznas de hierba", el poema que empieza
con estos versos:
"Trent.e¡rila y dcslunrbr,antc Ia at¿rora nrc tnatarla si ?lo
no Tlcuase ahora y siunprc otrú u7tÍora d'entro ile ml'"
"Tut¡tbié¡r r¿oso¿ros ttsccndcnos' d'eslttntbrantcs y tte-
¡ncndos cónto el soZ. .."
Leía el poema, cuatrdo escuché el grito de "Pacas-
"' mayo": l

--;!)sto se lava con sangre, carajo! ;Ahl está la


mfa,
aunque Podrida! iEs sangre!
SalÍ afuera. Estaba casi a oscuras' pero vi aún a "Pa-
casmayo" de pie sobre las barandas de hierro' Se lanzó
contra la celda del "Clavcl"'
-_iEh, ahÍl ¡Fueral -gritó un hombre, no sé de qué
sitio.
Escuché el choque del cuerpo de "Pacasmayo" contri¡
la reja rie Ia celda. Era un callejón mlly angosto' un
tumulto dc hombres gorrió en seguida a ver cl ctlcl'po'
"Puñalada! iFlay un mucrto! -- ]lamó rtno dc
los-iEh,
guardas de "Clavel
EI negro fue galopando en la penumbra, haciir el tu-
multo. Los vagos sc acercaban a la cclda.
Si'ha roto el cue]lo! ¡Si'ha chanca<io la cabeza!
-; la voz del negro ioven.
-olYa era casi dc noche; la niebla oscttra y baja cubrla
el cielo.
Todos los cor¡:cdorcs se llenaron de gcutc. Al tercer
piso llegaba algo dc la luz de'la Avenida Bolivia.
"Pacasmayo", señores! --dije a voces-' Yo Io
hc-;Es
visto lanzarse desde las barandas.
Pcro nadie se movió. Miraban abajo'
vienc el guardia
-Ahf -dijeron.
Yo corri ¿ la escalera. No habfa llegado aún al extre'
mo, cuando un alarido de "Puñalada" reperctttió en todo
el Sexto.

152

fi ilililt: ir nil¡[:,i]¡¡ ilfltllliilillurili¡ll[;l


-¡Carajo! Mi'han destripao. Mi'ahogo. ¡La p... qut
me parió!
Venfa andando. El guardia lo enfocó con su linterna;
le brotaba un chorro de sangre del cuello; pero él se
agarraba el vient¡e.
-¡Cabo! ¡La p... que me parió! ¡Cabo!
Se le doblaron las piernas, dio un paso, derrumbándose
a un costado. Cayó de espaldas.
se mueva: el guardia.
-¡Nadie -ordenó No se acordaban
Siguió enfocando a ,,puñalada',. ya
de "Pacasmayo" que debía estar tendido a la puerta de la
celda del "Clavel".
Prendieron en ese momento los débiles focos eléctricos
que habfa, en lo alto del penal.
El negro hizo r¡¡ esfuerzo por levantar la cabeza.
"¡Nol pensé. No ha sido el piurano. No se le ve allf.',
Bajé ta escalera. Encontré a Don policarpo contém-
plando el cadáver desde las b¿randas. pude llegar a él
con gran esfuerzo, porque el angoSto corredor estaba re-
pleto de gente.
Policarpo! dije.
-¡Don
Se volvió, me tomó-le del brazo y me llevó a su celda.
¿delantaron tranquilamente-. Su boca
no,-Mi' -dijorevolc&do
pero sus tripas si'han en este,asco del suelo
que él manchaba con sus escupes, con su mala sombra.
¡No habrá otro pior! Y si aparece otro, ahi'staré. ?odo
mi cuerpo ya era bien filo pa'entrarle al negro.
dije-. ..pacasmayo" está en el
-¡Volvamos!
suelo, -lede
.en la puerta la celd¿ del ,,Clavel". Se ha mata-
do; no ha podido soportar... €s, don policarpo.
loco. Quizá ansi está más trenquilo.
-Estaba,
Sall de la celda. Bajé al patio. El piurano me siguió.
Qué guiere ? preguntó el Sargento que acaba-
ba-¿de llegar. -me
señor. . . aI que le dicen .,pacasmayo" se arrojó
del-El
tercer piso. Yo lo vi dije. ,
H8y otro muerto ? ¿-le por qué se arrojó ?
-¿ pudo soportar el espectáculo de este negocio,
de
-No
este infame negocio que ustedes proteglan.,
Qué dice ?
-¿
negocio asqueroso, el del "Clavel", a través de
la-Ese
reja.
-dijo el Sargento-. ¿ No estarie celoso
loco
-Está
ese hombre ?
usted como
"Puñalada" grité.
-Es -le
El Sargento me agarró del cuello.
-dijo-. No tenemos tiempo de atenderlo.
loco
-Está
¡Váyase! -Me empujó contrq Ia pared.
No va'usté a esclarecer las dos muertes ?
-¿ el piurano, acercÉndose al Sargento-. ¿Y-pre-
guntó para
qui'ha venido entonces?
se meta, no se meta. Ya se les llamará a su
-No ¡Busquen al asesino
tiempo. de "Puñalada", por todos
los rincones: ¿Dice usted que €se hombre se arrojó del
tercer piso contra la celda del maricón ?
No le contesté.
el Teniente y los investigadores des-
de-Viene
la puerta. -dijeron
Los vagos se habfan quedado inmóvilcs como se les
ordenó. Estaban casi todos apoyados en el muro del
fondo.
t no dicen quién fue, los colgamos a todos!
t
t
t
el-¡Si
Sargento. -gritó
[ ' 'i sabenl Los colgamós los guardiss.
i -iYa
Pero ninguno de los vagos tenfa-repitieron
cuchillo ni chaveta.
fr cielo pué lu'habrá degollado: ¡Tremenda bocaza
cn-¡Ei
el cuellol el negro zapateador.
it_ -dijo
sabes, negro pe¡lejo, tú sabes. ¡O hablas o te col-
¡i -Tú ¡Ven aqul, carajo!
gamos!
r
El negro viejo fue hacia el Sargento.
no sé nada, Sargento. Digo qu'el cielo lu'habrd
-Yo Era demá, hasta pa'l Sexto, Sar6ento. Sáquen-
degollao.
lo mismito ahora; su sangre va desparramarse, nos va
dejar su maldición.
sabes, negro!
-;Tú
Ningún polltico bajó al pasadizo. El piurano estab¿
perplejo. Me tomó del brazo.
Entraron al Sexto el Teniente y dos investigadores.
Los tres ilumi¡.raron con lámparas el patio de adelante.

154
t
.ti;

il
hay uno el oflcial_. Tiene la cha-
-Aquf
vet¿ en la mano. -exclamó
teJos?
-¿Allf
Lo saceron a la luz. Era el negto que exhibía su mlem-
bro. Lo arrastraron hasta el centro del patio. Nosotros
nos acercamos. Los vagos segufan de pie baJo la luz
oe las linterlas del Sargento y de los tres guardias.
Por qué lo mataste ? *le preguntó el Teniente.
-¿
El negro tenia los ojos vidriosos, miraba e¡ suelo o
levantaba la cabeza; giraba los ojos sin reconocer a
nadie. Apretaba con su mano derecha una ehaveta del-
gada, eon puño envuelto en trapos,
qué lo mataste? ¡Contesta! te dio la
-¿Por ¿euién
ehaveta ?
señor, earaJo, nu'hay. ¡Nu'hay!
-"Puñalada",
Sus ojos segufan girando.
la chaveta!
-ordenó Teniente y lo en-
-;Entrega el
eañonó eon su pistola.
El negro miró fijamente al Tenlente.
--;Retlrese un poeo, Teniente! _le previno un tnves-
tigador.
amlgo; señor, carajo! ¡Cerveza! _exela-
mó-;Cerveza,
el negro.
e¡ arma!
-isuelta
El negro pareció comprender. Sonrió. Los mrisculos
paralizados de su ¡ostro se movieron. pero sus oJos se-
gulan vidriosos. Estuvimos pendientes del rostro y la
chaveta y no vimos hasta ese tnstante que el hombro y
parte del pecho del negro estaban bañados en sangre.
-;Suelta la
apuntÁndole
chaveta!
-gritó enérgicamente e! ofieiat,
con la pistola.
eon putasl
-;Cerveza,
---¿Será to que qulere?-dijo. el Teniente.
cuarenta centfmetros; -preguntó
he despachao
-Yocentfmetros.
renta ..l
iJudas! ¡Cua-
Y con la mano izquierda, mientras apretabar l¿ ehaveta
con la otra. saeó su miembro flácido y enorme. Luego
tiró la ehaveta. lejos, en dlrección a la reJa grande.
-¡Agórrenlol --ordenó el Teniente. Dos Fuardias Io
suJetaron de los brazos, por detrás,

r55
t
l
I
I
; --¿Quién te dio la chaveta? -preguntó el Teniente.
El negro idiota se orientaba conro los ciegos.
I chaveta!
-il,a
_ Pa qui'usté tranquilo, chaveta, dos billetes.
De quién ? ¿ Quién te dio ia plata ?
-.; plata? ;Éste! y señaló la bragueta.
-¿La -dijo en se
Incomunicado la prevención. ¿eu'es
del-;Llévenlol
otro muerto ?
--¡Aqul, ¡ni Tenientel -llamó el Sargento.
Fui tras el.los, a unos pasos. Vimos, al pasar, el cadóver
de "Puñalacia", boca arriba; el ler'és de las m¿lnos, blan-
cas, tendidas sobre el cemento.
"Pacasmayo" estaba doblado en el umbral de la celda
del "Clavel". IJn charco de sangre le rodcaba la cabeza.
Nficntras contemplaba su rostro medio sepultado entre la
s¿rngle, los brazos y el suelo, hice esfuerzos desesperados
por recorda!' su nombre. ;Francisco Entremadoyro! Nun-
ca un ser vivo puede adoptar ia postura de un muerto.
Ilstaba destroncado, con el cuello roto, la cabeza en di-
rccción absurda; los brazos como alas, qrrebradas.
Por qué y cómo ha muerto ese hombre ?
tó-¿
el Teniente- -pregun-
- -Parece que por celos, mi Teniente. Un preso polftico
ha dicho e.so. Sc aventó dcsde el tercer piso.
de qué? ¿Del maricón que está encerrado
-¿Celos,
con llave en este celda ? ¿ eómo se ll¿lma ese preso ?
¿ Dónde está ?
--Por aquí estaba, mi Teniente.
Yo nre aeerqué.
- ;Yo no he dicho esa ínfarnial en voz alta.
qué, entonces? -dije,
-¿Por
IJI Tcnicnte desconfiaba.
--¿ Por qué .se mató, entonces ?
---Porque "Puñal¿rda" vcndia a este pobre muchacho.
Después de nuestra queja al Comisario, lo encerraron en
su celtla con un candado. y fue pcor. Lo dcsnudaro,
meclio cuerpo y continuó el negocio a trnvés de la reja.
EI señor Estrcmadoyro estaba nervioso. No pertenecia
a ningún partido y la injusticia de sir prisión lo habla

156
desequilibrado. yo lo vi cuando se arrojó del tercer piso.
"Esto se lava con sangre',, dijo antes de saltar.
--Es una
historia bonita el Teniente_. euc
salga cl maricón. ¿Ninguno-contestó
de.ustedes tiene la llave de
Ia cclda ?
Levantaron la cortina y enfocaron al muchacho. Esta-
ba acurnrca<lo en un ángulo de la celda, lejos del eolchón
dc paja qrro ocupaba el sitio opuc.sto. Tenía cl rostro
ocr¡lto entre los brazos; junto a él había una pequeña
nrlleta, r¡n cajón con un lavatorio encima, un primus, dos
baldes y un pellejo en el suclo. Sobre el muro brilló un
ospejo bisclado.
-.-;"Clavcl"l - Ie gr.itó el Cabo.
- ;Levántatel
--lc ordenó el Teniente.
- -;Está loeol dije.
EI Tcnicnte -sonrió.-les
, Nunca enloquece esta gcnte.
itrfr¡éyete: _le gritó.
Fll l¡t¡chaeho se apoyó con las manos en el suelo. Tenia
los ojos cerrados por la fucrza cle la luz. Se levantó con
gran csfuerzo. Dcscansó un instante, lrrcgo .se vtltoó de
ospaldas v fue retroccdiendo, agaehado, hacia la puerta.
-- ;Está el mr¡ertoj *dijo con fatiga_. ¡No podré, pa-
t roncito; est á e I mr¡erto !
;Ila je l:r cortina I cl Teniente.
.;If:rlditos por siglos-,gritó
Ios qrre tienen la culpa! La ntrror_
tr. dcl "Puñalarla ' ¡.,¡'es suficientc. La mr¡erte cs para el
humano. Pero ol qu'ha hecho csto nr¡'hr nacido de madr..:
- dijo el piurano casi gritando.
' ;Tcnicntc! por una indignación como Ia qrre sufrL,
('st¿ cílntp('sino, cl .sclinr Estrcmadoyro se suicidó.
I.,'ntonccs trrnrbiérr cl señor se 1,a a sr¡icic,lar...
. Anrigr"l r¡nifornlntit¡, r¡sté no tiene seso de gtnte _-_le
rlijo don Policarpo.
Cargrren a los nruertos y lleven a estos dos a,ta pre-
vención. bior r.esguardados _ordenó el oficial. sin tomar
cn cltonta las paiabras dol piurnno.
Nr¡s Ilevaron por dclante. yo no miré ya q, ,,puñalada,,.
. Don Policerpo --lc dijo-_. Nos darán la oeasión
de
act¡sar.
é.stos no hay confianza. Son distintos cle la gento
-Con
15?
I
I
I I itr I iillilililiiilililn ¡i ilt¡ili¡t¡l |ililliilr ]¡r¡¡nrrfllrilfn ¡
)
libre. Dla a dfa tratando con ladrones, con asesinos; apll-
cando, por ofieio, el martirio. Ya no saben reconocer al
humano; ellos también pierden la conciencia di'humanos.
El uniforme, amigo, es como sepoltura que separa al ga-
lonado de nosotros. ¿ Acaso ha ofdo lo que tú li'as dicho ?
"Se va a suicidar", dijo de mf. Yo ahura me rfo, él echó
su babe sobre el muerto, sobre el cuerpo santo d'ese ca-
ballero que era don "Pacasmayo". Y echó su baba en-
tuavia más, alombrándole con tantÍsimas linternas, al
mfsero d'esta vida, al "Clavel". "Muévete", le'ordenó; y
él vino, como si todos los llantos de las criaturas que
dicen que lloran en el limbo, lu'acompañaran al infelice.
Cuando yo maldije a los qu'hablan hecho de la criature
esa triste miserableza qui'andaba p'trás' cansao' mos-
trando su maldición; el uniformado dijo: "Entonces, tam'
bién el señor se v¡ & sulcidar". Si'hay en tu delante un
anemal que psrece gente, pero nu'es gente, mijor es ni'
hablar, ¡Habla con tu concencia! ¡Hasta que extremo-
cidades llega el humano en la Capit&I, que dicen! ¿Quién
turce ansf el alma del humano ? Porque aunque en
veces el mundo apesta, nace como flor, mismo como flor
nace el humano. ¡Dios si'a ido al monte!
Los hombres que nos resguardaban nos dejaron habl¡r.
Pareclan cansados.
Nos encerraron en una habitación que tenfa varias
sillas.
Oimos que hablaban Por teléfono.
"Si, por celos", escuchamos que decía el Teniente.
Estuvimos caminando en la habitación varias horas.
El piurano se sentó, y se quedó dormido.
Observé que se parecía mucho a los campesinos dcl
valle de fca, prietos y corpulentos, siempre ensombrer¿'
dos, vestidos de dril. Los habta admirado cuando los en'
contraba sentados en las bancas de la plaza de armas
de la ciudad, bajo la dulce sombra de los ficus. Charle'
ban pausadamente, en actitud sefiorial, y se iban cam¡'
nando como si pesaran mucho, por lo que sabian y tra't
bajaban. Los caballeros de la ciudad me pareclan, junto
a estos campesinos, extranjeros débiles que apenas so-
po}taban el sopio de las paracas. Y como el piurano'

158
esos campesinos, tenian una media barba que no cfe_
cía más.
Entró un guardia. El piurano despertó.
--A ver, usted primero ---me dijo.
IDn el Despacho del Teniente cstaba uno dc los invcs_
tigadores.
-Repita lo que sabe el investigador.
No -dijo
me invitaron a sentarmc.
sé más que cuanto les dije,
-No ustedes y que no tiene valor
porque no lo creen.
oficio es no creer al primero que nos habla.
-Nuestro
Tenemos que investigar.
ya he dicho absolutamente todo lo que sé.
-YoSu op¡nión es que el señor Estrenradoyro se suicidó
-¿ era muy delicado
porque y no pudo sufrir lo que veia en
la celda del maricón ?
porque él no habfa intervenido nunca en política;
-Y en el Sexto
estaba por un acto de venganza, Este hecho
lo habia trastornado. Y la enfermedad que padecia. El
médico no le quiso decir nunca por qué su piel se habia
amoratado. "Es de la sangre,', te contcstaba, sin darle
exp¡lcociones,
Usted cree
saber más que nosotros. No hay
un-bueno.
solo preso polltico que afirme que ha conspirado o
que ha hecho propaganda subversiva. Todos, como los
ladrones, son inocentes
-¿Quién califica, señor, los actos de las personas
como polfticos o no ? Si un diputado o un prefecto manda
prender a un hombre acusándolo de polftico, ¿ se hace
alguna investigación ? ¿ No ee considera como definitiva
la acusación de esos señores?
*Si presentan pruebas.
-¿ Quéfalsifica.?ElVolantes o pasquines que cualquier
pruebas
plumario procedimiento Io conocen ustedes
meJor que yo. Mi compañero, el piurano, es un campe-
sino de aldea que no sabe ni lo que es apra ni comunismo,
y ya va e tener en el Sexto más de diez meses. El señor
Estremadoyro no quiso efiliarse ni en la prisión a nin-
grln partido. "Mis lanchas, siguen trabajando, decia, a lo
mejor con el apra y el comunismo me quitan todo. yo
i

159

I
|11il1[ :ll,ililrirliiilil
.il
soy un propietario honrado". Y sin embargo ha caldo con
la cabeza destrozada, porque su estado de ánimo no pudo
soportar el infierno en quc vivia; y trstedcs dicen que es-
taba celoso. ¿De quién? ¿De los vagos y rateros que
martirizaba¡ a esa pobre criatura a quicn usted enfocó
con su linterna ? Creo que usted mismo no pudo soportar
cl espcctáculo de su desnudez y su locura. ;Itrstaba celoso!
Luego de hacerlo morir en l¿r forma tlue murió, ustedcs
quieren cchar sobre el n<¡mble del seño¡' Estremadoyro
esta acusación infame.
El Teniente casi no prestaba atención aI interrogatorio.
usled vocación para abogado. Pe¡o no me ha
-TieneusLed que gse señof, no sintiera celos por el "Cla-
probado
vel". La vida sexual en las prisiones presenta c¿sos I'aros.
hablaré entonces en el nrismo terrcllo suyo, por-
que-Le
al mÍo no he de poder llevarlo. El señor Estremadoy-
¡'o tenía dinero. Para "Puñalada", el "Clavel" era un
negocio; pudo habeilo comprado. Nadie en el Sexto Ie
habria ofrccido más.
ya estaba perdido el maricónl Acaso sifilitico.
-;Pero
Ese pobre señor estaba enamorado de una basura. Esog
son los casos raros. Era, como diría usted, una. tragedia.
¿Qué iba a hacer comprándolo? ¿Lo iba a cuidar? ¿Iba
a convivir con é1, siendo no utr hampón, sino una'perso¡ra
de categoria ?
De tal ¡nanera que por haber declarado la verdad,
-¿palabras les han sugerido a ustedes la salida del sui-
mis
cidio por celos para justificar la mucrte dei señor Estre-
madoyro ? ¿ Ya no es la prisión monstruosa de un hom-
bre de negocios, apolítico, encarcelado por venganza y el
espectÁculo de la depravación de ese muchacho, a quicn,
con el apoyo de los guardias, "Puñalada" lo entregaba
aun por entre las rejas, ya nada de eso ha determinado
la muerte de mi amigo? ¡Usted vio cómo esa infeliz
criatura se volvió de espaldas y fue retrocediendo hacia
las lejas, cuando el Tenientc le ordcnó que se moviera!
"iNo voy a poder, patroncito, está el muertol" Si este
B:rito no le causó ninguna impresión, las declaraciones
que usted me pide no tienan ningún objeto. No habla-
ré más.

llll flililüit¡til
*Ya ha terminado. Que venga el otro.
Don Pólicarpo entró al despacho, con el sombrero en
la mano.
--A su mandar me observó detenidamente y se
enfrentó luego al -dijo;
policia.
¿ qué sabe de la muerte del scñor Estrema-
-Usted
doyro, al que declan "Pacasmayo" ? prcguntó el ln-
vestigador. -le
su señoria, sé la verdad. La qui'ha vi.sto y eon-
-Yo,
tado este joven.
--¿ No cree usted que se haya matado por ceios clel
"Clavel" ?
La expreslón del policia era completamente indiferente;
el rostro del piurano enrojeció; su frente casi oscura
tomó un eolor granate. Se acereó un poeo al escritorio
del investigador. Éste se hizo atrás, y metió la mano en
un cajón del escritorio.
El piurano se persignó rápidamente.
-Hace capaz 30 años que no me'persignado
Sólo el infierno, si es que hayga, puede creer en lo-dijo-.
qui'usté
ha dicho. IJn no nacido de madre, hijo del mal viento.
Hay d'esas criaturas, dicen, dos o tres, haciendo ronda
al mundo. Usté no será uno d'esos.
Picnsa bien en lo que dice ?
-¿ sólo perr.sar...
¿Usté qu'es? No tiene uniforme.
No-Nosólo pensar. De las criadiiles, por no decir palabra
endigna di'un despacho; me nacen de las criadillas y de
todo lo qui'usté ve que soy. EI señor ,,pacasmayo', era
un cristiano lastimado, un corazón fino que se rompió
con la teniebla de martirios qu'es esta prisión gui'usté
seguro, eneabeza como jefe.
*¡Llévenlosl
-gritóyaelveré
tirosos, insolentes...
investigador-. Son unos rnen-
Io que hago.
Le tomé del brazo a don Pollcarpo. Lo errastré como, tr
veces, ciertas hormigas cargan hojas o trozos de madera,r
diez veceg más grandes que ellas. Salimos aI patio.
Ya en la oscuridad, uno de los guardias nos habló.
ha amansado el más bravo yo crel que
los-Se -dijo-.habló como
iba a hacer colgar. Pero este selor con

101
respeto, tliciéndole t¿rntas nlaldiciotres al of icial. ¡Tiene
que cuidar.scl Es mtr¡' malo.
Don Policnlpo se ri<i corto y cn voz baja.
--Estando aqr.ti clcntro, ¿cómo pucde naides cuidarse?
llsté no palece poleeia, sino amigo.
--En otra I'cz contéstcle más suave. Éste es el men'
tado "Pato". Ha hccho flagelar a cientos. No es investi'
gador; es "soPlón".
amigo, dc lo que me pregunte. Yo'stoy Jugado
ya.-Pende,
Él tiene que cuidarse, aunquc si'hayga hecho llamar
"P¿rto".
Hubr¡ un inst¿¡.nte de silencio.
- 'i Qué hlrn Ilecho con los cadávcl'cs ? - le pregunté
al guardia.
- Los han llevado juntos en t'l camión, a la morgue'
;Juntos! ¿Y al "Clavel"?
- Al maricón lo han traído a uir cuarto que sirve de
depósito, aqtrí ccrca. Le pusicron un pantalón viejo de
gulrdia. No queria salir de la celda; rogaba. El Teniente
ordenó que lo hicieran callar. Ya lo íbamos a aganar
para meterlc un pañuelo en lzl boca, y éI mismo corrió;
se entregó a los guardias. Illlos lo han tratado bien: le
han hablado como a un desgraciado. Estaba llorando,
bien tranqrrilo. Lo llevat'on despacio Í] la puerta, pero
cuando pasaba la reja, el "Pato" le dijo a la cara: "Ma-
ravi" te venclió a "Pt¡ñalada", el muerto". El maricón se
t¡uedó callario. Ya no pudo ni and¿r. ¿l,oco estaria? Lo
llevamos cargaclo y lo echamos en el suelo. Ilstaba eomo
rcmatado. Dicen que lo vnn a mandar al hospital de lo-
cos, y si no ha¡- cama all!, lo van a soltar en uno de los
barrios. ;Para nosotros también el "P¿rto" es como un
castigo: Yo sol' abanqrtino; tengo una hijita.
-- ¿ Asi que esc soplón, lc dijo eso de cerca' mismo en
la oreja, aI infelice? --preguntó, detcniéndose, el piurano'
-^Sf, señor, de prtra mal<iad. Por eso crei que los ibt
haeer colgar a ustedcs. "¡Ai señor, lo cuelga:, pensé puatr-
F do lc dijo ustccl eso de los hombres nacidos tiel mal vicnto'
t
El pirrrano se echó a andar. Yo hacía esftterzos deses-
t perados por recordar el hinlno con quc cn mi pueblo des'

162
pidieron a ul1 desconoc;do, que llegó nruy cnfcrmo, al
atardeeer, y rnllrió en la noehe:

Yau,, gana pinsanúento wayta,


ayak' sapatillan uaytn,
clat:elinas,
yank'dt7an chaki ntakinpi
chiriyaclLkankichik.

(Oye, negra llor d,e peusarniento,


FIor ,,zapatillu de. nnr,erlo",
cla¡sclinas,
Intitilmentr pn .sl.s pirs 3¡ lraro.s
os esúdí.s helando ).

maldad nu'hay en los pueblos _dijo el piura-


-EsaA una
no-. criatura qu,está neciendo, no del vientro
de su madre, sino clel infierno qui'oveces en este mundo,
a une eriatura que después del martirio está llorendo,
deshogando sus oscuridades, un cabro grancle, di,un solo
mordisco le saca la cabeza. ¿eué's ese fiero animal? El
demonio, pues, lo que propiamente decimos el demonio.
Los antiguos dc mi pueblo le llamaban Sacra, aunque
rreng'uno habrá de visto comandando
a la get)te como
aquf.
Nos fbamos aproximando a la gran reja. El Sexto era
una sombra cnmpacta que crecia a medida que nos aeel.-
cábamos, cumo en la noche de mi llegada a Ia prisión.
Sus formas apareclan a medida que la fetidez era más
fuerte. Las pequeñas luces de la gran puerta y del inte-
rior mostraban los ángulos de los muros, se derrctfan
sobre ellos y hacían más lóbregos los rincones v el sl-
leneio.
El guardia se aet'rcó al piurano, y le dijo:
señor, de ese soplónl No Ie conte,ste sl to
-iCúides€,
insulta. ;Lo puede matarl
amigo. Entre demonios nos u,rtt"nd"""-o".
-Gracias,
Ante la mole fétida del penal, me detuve como la pri-
mera v€2. De noche, el Sexto huele eonto si to<ios ltts
allf encerrados estuvieran pudriéndose.

163
- Abra dt'spac io, nri C¿rbo lt' dijo r,'l grlat'dia.
Pero al Cabo se lc escapó la caclenl y prodttjo t¡tl so-
nido metálico, que repercutió en cl callejón.
sea mi suerte! ---exclamó el Cabo.
-;Maldita
Pasamos al púqueño patio. Estaba húmedo.
";Han lavado la sangre!", pensé.
Yo le había ofrccido un himno a "Pacasmayo" pnra
despedirlo. El at¡ataki que cantaron en mi pueblo mien-
tras llevaban el cadáver de ese viajero descorlocido que
llegó por la tarde, me parecía el más triste. ¡Tengo que
acordarmel ";Tengo que purificar a "Pacasmayo" de la
compañía del asesinol"
Habíamos caminado unos pasos en el patio, euando
Ios centenares de presos empezaton a cantar sus himnos
políticos. Don Policarpo se cuadró.
por nosotrosl
El piurano se qtritó el-dijo.
-¡Es sombrero. No entendía de la po-
lítica miiitante, pero le impresionaban los himnos. Y
aquella noche en que parecían dirigidos a nosotros, él
los escuchó en actitud solcmne y orgullosa. Los himnos
cantados con ener¡;ía, alll, donde aparentemente el hom-
bre debía estar ahogado por la inmundicia, transfigura-
ban de nuevo el Sexto. La mole rfgida, con su aspecto de
cementerio, se caldeaba, parecía tener movimiento.
Recomenzaron los cantos. O:mos, al mismo tiempo,
que hablaban en la gran puerta. Escuché la voz del "Pa-
to", que insultaba a los guardias.
- ;Bestias! ;Los voy a mandar al Frontón, por cóm-
plicesl ;Y ahora te enredas, Cabo! ;Abre!
El piurano levantó la mano derecha y se tentó el pecho.
El soplón entró corriendo al patio. Sentimos sus pasos.
qué están parados ahí, carajo? y se
-¿Por
puso delante de nosotros. -gritó,
Llevaba una pistola en la mano.
qué tanto armamento, su scñoría? Somos pre-
-¿Para
sos. Aqrri estamos ya en nuestro iugar. Estamos oyendo
el canto con que los compañeros nos reciben. ¿Qui'haÍ
de malo, señorÍa? ¡Tranquilícese!
Los himnos iban a concluir. La última estrofa era can-
tada en voz más alta.

164

_:-l
Ir
i

no saben quién soy yo! ,,pato".


-;Ustedes
nos vamos, señor -gritó el
contesté.
-Ya éste ;con este-le
-Es eon
seüalando al piurano.
cholo asqueroso!
-me dijo,
nos vamos, señor! volvf a decir al soplón.
-¡Ya
Sgie se volvió hacia mf. -le
con la otra. . . !
-¡Es
No pudo termin¿r la frase. El pturano sacó el cuchillo,
y.antes de que .el soplón tuviera üempo de apretar el
gattllo del revolver le eayó un machetazo en el cuello.
El soplón se tambaleó. Dos guardias que habfan perrna- fll
l

necldo, temerosos, a unos metros del hombre, eorrieron u

o Boeorrerlo. El soplón manoteó, avenzó un poco y cayó


I

"tjT[", qu'aun marrano! don eoricarpJ. ¡con


su hocico estaba queriendo-dijo
ensuciar los himnos! Aqui
l,
tlenen mi cuchillo; pa'ese marrano habfa sido hecho.
l,os guardias se miraron unos a otros. No quisieron re-
cibir el cuchillo.
que matarlo eI Cabo-. Nos dirá,n
-Tenemos
que no hemos sabido defender-dijo
al investigador.
que dlspongan. Él mtsmo ha buscado su
-Los Jefes
desgracia. De milagro no lo mataron tantas veces, Hay
pocos hombres valientes, como este seflor
-dijo el
guar_
dia abanquino.
,,Mok'ontullo". pregrrntó
-ol la voz de
pasa?
-¿Qué
desde lo alto.
Habfan concluido de cantar los himnos, y no nos rlimos
cuenta,

-dijo el piurano-.
Lléveme donde el Teniente
Es-Cabo.
su obligaclón.
Y el otro ?
-¿ tiene nada que hacer.
-No Los guardias lo hn.n visto
todo.

-Es testigo .
lo llamarán. Lléveme ahorita. Reciba mi cuchillo.
-Ya
El Cabo aceptó la hoja. La tomó de un extremo del
mango.
El piurano se me acercó, despacio.

165
¡adiós! No te olvldes d'ir, euando salgue!,
a -Gabrielito,
mi pueblo, a eonocer e la señora y a mes hiJos.
Es como si quedara solo
-le diJe-.
sé qué hacer
en-No
el mundo.
orriba, muchacho! tsos qui'han cantao por
-;Ardason trejos. Entrópate eon ellos. ¿ Nu'haa mera-
nosotros
do ? A cualquierita qul si'hace el demonlo ¡con arma del
mesmo demonio hay que despachar!
Me abrazó; sentf su gtan pecho sobre el mio. Luego
se puso el sombiero, y sin que nadie Ie ordenara, se echó
e. andar haciala puerta. Tuvieron que abrir Ia reja y
seguirlo, el Caboy el abanquino.
Lo vl aún cruzar por el patlo, en medio de los dos
guardias, El pequeño foeo de la puerta los alumbraba
cada vez más débilmente. El gran sombrero y el traje
amarillo de dril de don Pollcarpo se destacaban entre
las sombras baJas y delgadas de los policfas.
Subf a trancos las esealeras para seguir observándolos,
Cuando llegué al tercer plso, sallan de la oscuridad que
dominaba la zona central del patio; la luz de los foeos
del pabellón de oficinas los recibla. fngresaron al eam'
po mejor alumbrado, conserwando la misma formaclón y
jerarqufa. Don Policarpo iba al eentro, easi majestuoso
en su traje de campesino eosteño. Sus pasos decldidos y
su cuerpo eran especialmente ilunrinados por la luz y
resaltados desde lo profundo por toda la noche sllenclo-
sa, húmeda y densa, por el resplandor de Ia ciudad. Los
guardias caminaban junto a él dejando un espaeio. Se les
vefa pequeños, y lo eran, embutidos en sus uniformes.
Las polainas podia distingulrlas desde la distancia; pare-
clan, como todo el unlforme, hechas de propósito para
hacer resaltar el traje llano de don Policarpo. El som'
brero del eampesino hacfa una sombra especial sobre
la tierra.
Llegaron al pie de los focos, y creció más la eorpu-
lenta figura del piurano. Arln a lo lejos, yo perclbfa la
actitud de respeto y de lndeelinable orgullo con que solle
'
hablar, o estar de pte. escuehando.
A los repetidos golpes del Cabo, la puerta del despa-
eho fue abierta desde adentro, salió el Tenlente, eon la

r66 i
casaca desabotonada. Don Policarpo lo saludó incliná¡i-
dose y Ie dijo ^,lgo. El Teniente lo hizo pasar en seguida
al despacho, y cerró la puerta.
El policia que hacia guardia en la reja del penal de-
bió observar toda.esta marcha, porque apenas don poli-
carpo ingresó a la oficina, él dirigió su linterna h¿cia et
interior del Sexto, al Euelo, Detuvo el foco de luz sobre
la cabeza del cadáver. ¡Yo me habfa olvidado del .,pato',!
Seccionado casi por entero el cuelpo, la cabeza del
hombre habfa quedado en unE posición absurda, casi bo-
ca abajo.
lambes la tierra, desgraciado; por el mismo
-Ahora
sitio que hemos arrastrado la sangre del .,Puñalada" ha
caido tu pescuezo. ¡Orines, escupes, ss,trgre del negro
criminal, piojos, todo, todo estás lambiendol ..pato,,: eho-
ra di, "hiJo de puta, te voy mandar al Frontón". ¡CaraJo!
Yo, ahorita te voy a mear en la cabeza.
El guardia habló casi atropellándose con las palabras.
Se puso de pie; iba a abrir la puerta de la gran reja.
Entonces grité yo, corriendo al primer puente.
--;Señores, compañeros! El piurano acaba de degoltar
aqui al "Pato". ¡Viva el piurano!
Esperé la respuesta, largo rato, en eI puente, contem-
plando las puertas de las celdas. Nadie, ni .,Mok'ontullo"
ni Torralba contestaron. El g'uerdia se arrepintió de abrir
la gran reja. Emp€cé a distiguir, puerta a puerta todas
las celdas, hasta ei fondo. ¡Era otr& vez un cementerio!
¡Más que un cementeriol Los vivos estaban muertos. Los
entonadores de los himnos I cuyo fuego don policarpo
extrajo como un rayo su cuchillo y le rompr,5 ei cuell' o
uno de los soplones más temibles de Lima, estaban muer-
tos. Escuché un murmuilo sordo en el piso dc los vagos.
Recordé toda la melodía y la letra del canto fúnebre con
que en mi pueblo enterraron a ese desconocido, que llegó
con un lorito en el hombro y cubierto con Un poncho ne-
gro, de rayas amarillas que parecian hachas de luz.
;Cómo cantaron las mujeres bajo la inmensa sombra de
las montañas, en el andén del cementeriol Iba a empezar
ya el canto:

1frt
I
"Oye, negro llor de 'potslntiento. '."
Pero Luis gritó, con voz enérgica y delgada:
nos dicen que el piurano ha degollado
al -¡Compañeros:
más feroz chacal del Gobierno! ¡Viva el piurano!
--¡Vivaááál contestaron centenares de hombres'
-le
el apra!
-¡Viva
-¡Vivaááál
Y luego la voz de Pedro:
eI campesino piurano Policarpo Herre--
ra-iCamaradasl:
ha liquidado al feroz verdugo "El Pato" ¡Viva el piu'
rano I

-;Vivaááá!
el Perú!
-¡Viva
-;Vivaááál
El guardia llegó al puente en ese momento.
lc llaman hasta ahora. Voy a encerrarlo en su
-No
celda dijo. No estaba encolerizado.
-nrc
infame el cadáver dije.
-NoUsted me oyó ? -le
-¿ y casi lo acompaño en sus maidiciones.
-Sí, eso he esperado que viven a su amigo. Pero se
-Por
han demorado. Acabo dc pasar junto al muerto. ¡Tiene
la lengua en el suelol
Policarpo hace las cosas como las piensa.
-Don
Entré a mi celd¿, que €staba abierta. El guardia le
echó el seguro desde afuera, y se marchó. Sus pasos re-
sonaron en eI corredor hasta que empezó a bajar la es-
calera.
Me dctuve un instante junto a la reja de mi celda.
Comprcndí que Cámac tampoco hubicra contestado a
la voz que lancé desde el puente y que Pedro esperó a
los apristas para que el homenaje fuer¿ unánime.
Empezó a llover. Encendi mi vela. Descubri ]a 8:uitarra
a punto de scr concluida, las clavijas ya hechas.
"Es quizá nccesario que asi s€a. Me oyeron, solamente.
Yo seguiré haciendo la guitarra, hermano Cárqac ---dije
en voz alta-. El piurar"ro, de pie, coI'I su gran sombrero
e¡r la cabcza y su cuchillo, seguirá juzgando al mundo
dondc quiera que 1o lleven. No lo htrmillarán jamás".

168
Poco después del amanecer oi la voz alborozada del
"Rosita", que cantaba:

Cuando lla no me quieras


ní me tengas pieilatl . ..
Hice un gran esfuerzo para no óscucharlo y volverme
a dormir. Lo había conseguido. Percibía muy tenuemente
los ruidos de la prisión, pero un grito triste, largo y re-
petido me hizo saltar de la cama.
d'ese Osborno, noóóó!
-¡Qu'es
Me abrigué con una chompa y salf.
Lloviznaba. A través de la garúa ondulante vi en ta
8?an reja al negro joven, guardián que fue del "Clavel";
repitió el grito:
d'ese Osbornoóóó... bornoóóó!
-;Qu'es
La voz era triste, más honda y delgada. Imitaba exae-
tamente la lfnea rnelódica del viejo "Pufialada", pero no
era traposa, no se arrastraba por los sucios muros del
penal como la emitida por la garganta y ia lengua del
vieJo asesino.
-volvió a
d'ese Osbornooo, bornoóó! gritar
-;Qu'es
por tercera vez.
A cada año, ese grito se irfa ldcntificando más J' mtls
con el Sexto. El negrr joven iria aprendiendo, si no lo
mataban a:rtcs o mataban "El Sexto".

169
"Voy a hacerles una
confesión un poco curiosa: yo soy
hechura, de mi madrastra. Mi
madre murió cuando yo tenía dos
y medio. Mi padre se casó en
años
segundas nupcias con una mujer que tenía tres hijos; yo era
el menor y como era muy pequeño me deió en la casa de
mi madrastra, que era dueña de Ia miud del pueblo; tenía
mucha servidumbre indígena y el tradicional menosprecio e
ignorancia de lo que era un indio, y como a mi me tenía
tanto desprecio y tanto rencor como a los indios, decidió
que yo había de vivir con ellos en la cocina, comer y
dormir aflí ... Sobre unos pelleios y una frazada un poco
sucia, pero bien abrigadora, pasaba las noches conversando
y viviendo tan bien que sí mi madrastra lo hubiera sabido
me hubiera llevado a su lado, donde sí me hubiera
atormentado.

"Cuando estaba estudiando el cuarto año (en San


Marcos), uno de los buenos Dicudores que hemos tenido
me mandó al Sexto, prisión que fue tan buena como mi
madrastra, exactamente tan generosa como ella. Allí
conocí lo mejor del Peni y lo peor del Peru..."

Arguedas ha logrado con EI Sexto la culminación


de Ia narrativa carcelaria peruana. La cárcel, el Sexto,
escuela del vicio y- extrañamente-,como él mismo lo
sugiere en sus palabras citadas, escuela de la generosidad.
Infiemo y cielo terrefre, en la cárcel se encuentra lo peor
$i* que la sociedad ha elaborado y la esperanza de los que, por
r cambiarla, lucharon a viva voz y en la acción. Sin
r:itiii.r,iii abandonar la hondura de su más puro indigenjsmo,
i¡ffi Arguedas ingresa con esta novela en la etapa más peruana y
ffi universal de su creación. No extraña, pues, que sea su
novela más leída .

rffi
iiiiiiff
riiriii¡iiiffi

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