Instituciones Evangelizadoras
Instituciones Evangelizadoras
Instituciones Evangelizadoras
Las misiones
Las misiones forman parte de la práctica
evangelizadora de la religión cristiana,
práctica que fue utilizada por la corona
Española para asentar y extender su presencia
en los territorios americanos. Las misiones,
también llamadas reducciones, constituyen
una tipología de extensión y asentamiento en
el territorio de la corona Española en América
durante los siglos XVII y XVIII.
Era un elemento clave en la colonización
basado en la implantación de un modelo de
control urbano, social y cultural en el que, además de evangelizar a los indígenas, se realizaba una
serie de actividades económicas. A diferencia de la fundación de ciudades como forma de
implantación en el territorio, las misiones se localizaron en zonas limítrofes y, en su mayoría,
alejadas de los centros urbanos. Fueron numerosas las órdenes religiosas que fundaron misiones -
dominicos, franciscanos y jesuitas, las más numerosas- por toda América, especialmente en los
virreinatos de Nueva España, Perú y Río de la Plata. Las primeras órdenes que llegaron a
América fueron los franciscanos y los dominicos (Padre las Casas). A partir de 1533 llegaron las
primeras misiones agustinas y, posteriormente, los capuchinos (Canadá, Luisiana, Antillas,
Orinoco, Guayana y Brasil) y jesuitas, a inicios de 1600. En los siglos subsiguientes, hasta hoy,
siguieron llegando nuevas órdenes religiosas. Muchas de ellas mantienen actualmente su actividad
educativa y evangelizadora y cuentan con un importante patrimonio histórico.
El modelo más extendido en América del Sur fue el implantado por los jesuitas en el siglo XVII,
instaurado luego en Nueva España por los propios jesuitas e imitado por los franciscanos. Todas
las misiones jesuíticas fueron fundadas siguiendo el mismo modelo: la iglesia, la residencia de los
padres y las casas regulares de los indios que se ubicaban alrededor de una gran plaza.
La estructura organizativa de las Misiones era similar a la de las ciudades españolas. Cada una
tenía un Jefe superior, alcaldes y regidores que integraban el Cabildo; todos esos cargos eran
ejercidos por indios (los caciques, generalmente); su misión era ejecutar las directrices de los
monjes que estaban al frente de la misión. La función educadora de los misioneros en el interior de
las misiones tenía dos vertientes: la enseñanza de la doctrina, mediante la cual se ejercía el control
social, y las enseñanzas técnicas para controlar el sistema productivo. El sincretismo religioso
Convento
Es el establecimiento religioso ocupado por una comunidad
compuesta por sean hombres o mujeres. En el contexto de la
se denomina así el conjunto formado por el donde viven y el
conjunto de o de las distintas que lo ocupan. Se
desarrollaron a partir del siglo XIII, época de consolidación de
las ciudades, de las universidades y de las.
La anota que puede usarse como sinónimo de y puede
asociarse al contexto físico, como edificio, de otros términos
relacionados como abadía, cenobio, convento, monasterio,
priorato, e incluso clausura/claustro, colegiata e internado religioso. Pero ha de señalarse que no
son términos estrictamente sinónimos, ya que, mientras que los miembros de un convento sus
llevan una vida mixta entre la contemplación y el activo "viviendo en el mundo", involucrados en
la la y el los habitantes de un monasterio que no son frailes, sino estrictamente hablando) profesan
una vida puramente contemplativa, haciéndose la distinción entre las que ocupan los conventos, y
las órdenes propiamente Fruto de esta motivación diferenciada, los monasterios suelen hallarse en
entornos apartados y mientras que los conventos son más propios de un contexto Un convento,
por lo tanto, es un monasterio o una vivienda de clérigos. El origen del término se vincula a la
asamblea donde los ciudadanos romanos se congregaban para tratar diversas cuestiones judiciales
o administrativas. Con el concepto pasó a emplearse con referencia a la vida religiosa. Los
conventos son establecimientos donde los religiosos llevan una existencia en Quienes viven en un
convento, más allá de esta elección, mantienen un vínculo con aquellos que residen afuera del
edificio, a diferencia de lo que ocurre con los regimenes de clausura.
La construcción de conventos se hizo frecuente desde el siglo XIII, cuando empezaron a
consolidarse y los religiosos deseaban instalarse en ese tipo de urbes sin alejarse de la gente. Por
lo general los conventos contaban con una iglesia o capilla, una sala de reuniones, un comedor y
las diferentes celdas de los religiosos. El Convento de la Santo Domingo, en la ciudad española
de Plasencia, es un de esta clase de lugares. Fue creado en el siglo XV, anexo al palacio de los
condes de Plasencia. El edificio de estilo gótico tardío actualmente es la sede del Parador
Nacional de Plasencia.
De esta manera, están “retiradas” del exterior, recluidas y pasan su vida entre las paredes de esos
conventos donde se dedican a orar y a trabajar. Sobre todo, a lo primero y es que este tipo de
conventos tienen sentido porque se considera que el hecho de ser de clausura facilita y favorece
que exista un clima de oración y recogimiento en el que sea más posible la unión mística con
Dios.
LA MUJER EN LA COLONIA
La mujer de la elite en la colonia
Para comenzar, debemos hacer una importante
aclaración: no existe la mujer de la época
colonial americana. Existió una mujer de elite,
una mestiza, indígena y también esclava. A su
vez, dentro de esos grupos se dieron distintos
roles y subdivisiones, lo que llevó a la
conformación de un todo complejo y no
reducible a un solo papel de mujer. Hubo una
gran diversidad de condiciones para las
mujeres, diferencias vinculadas con el poder, la
riqueza, el acceso a la cultura y, sobre todo, con el grupo étnico al que pertenecían la sociedad
colonial americana, y para entender esta, hay que mirar la sociedad española de la época. En la
España del siglo XVI, se vive la decadencia de la mentalidad medieval y el auge del humanismo,
creador de un nuevo ideal femenino y masculino. Las mujeres son relegadas al hogar y en grupos
dominantes, las « corte de amor » cantadas por los poetas, exaltan a la mujer como objeto
poéticopiadoso, dejando de ser compañera del hombre, convirtiéndola en guardiana de la honra
familiar. Estos ideales (que incluyen a la sumisión y el refinamiento), llegan a América junto con
el ideal de clausura, vida piadosa y castidad. Se insertó así en la vida femenina de la nobleza,
pasando a ser el modelo a seguir de toda las mujeres americanas. La sociedad del nuevo
continente, no terminó siendo un reflejo de la estamental sociedad española, tornándose más móvil
y dinámica.
La mujer indígena
La mujer indígena en la historiografía andina se
encontraba hasta hace poco a la sombra de su
cónyuge. Existen todavía pocos trabajos que enfocan
el tema (Lavrin 1985, Levinsky 1987, Silverblatt
1990) sin embargo, cada vez se le da mayor énfasis a
El sistema colonial se caracteriza por el afán de los grupos dominantes de obtener mano de obra
indígena. Tanto la encomienda como la mita eran modalidades para acceder a la misma (Stern
1986). El propio sistema del tributo cumplía esa función aunque de manera indirecta. El hecho de
que gran parte o la totalidad de éste debía pagarse en dinero, obligaba al indígena a buscar
numerario, vendiendo algunos excedentes de los que podía disponer o su propia fuerza de trabajo
(Assadourian 1982). De esta manera, las cargas fiscales que pesaban sobre el mundo indígena,
tenían como resultado integrarlo al sistema de la economía de mercado incipiente. Teóricamente,
la mujer estaba exenta de tales obligaciones, aunque la vemos acompañar a su marido en el
servicio de la mita en las minas y estar sujeta a trabajos por el hacendado (cuidado del ganado y
tareas domésticas, por ejemplo). Si bien no disponía completamente de su tiempo para desarrollar
otras actividades, tenía que participar en la búsqueda febril de dinero para hacer frente a las
obligaciones fiscales de la unidad doméstica. Y podemos plantear que era ella la que más
disponibilidad de tiempo tenía para tal propuesta.
ESCLAVA NEGRA
"Se ha entendido que en las Indias, los dueños de esclavas las envían a vender cosas, y si no traen
aquellas ganancias que presuponen podían producir, las dejan salir de noche a que con torpeza y
deshonestidad las consigan: por lo que mando a los Virreyes de todas las Indias, procuren el
castigo de abuso tan escandaloso, que den órdenes,
imponiendo penas competentes, para que las negras esclavas y libres no salgan de casa de sus
dueños después de anochecido; y se ruega y encarga a los arzobispos y obispos, procuren con todo
desvelo, el remedio de semejante abuso ".
Como doméstica, la mujer esclava desarrollaba una amplia labor, principalmente por el tipo de
relación que establecía no sólo de carácter material y afectivo, sino también debido al papel en la
cotidianidad de las costumbres y como puente de contacto (e información) entre el mundo de los
amos y el mundo esclavo. Otra de las labores transcendentes que realizaba la esclava doméstica
era la de nodriza o nana.
Celsa Albert Batista, acuña y define el término de "cimarronaje doméstico" - con relación al
término habitual para referirse a los varones "cimaronaje-cimarrón " para aquellas acciones
soterradas y expresas de las mujeres esclavas, las cuales tenían implicaciones que alteraban las
disposiciones legales y normas establecidas. Por ejemplo, cuando al ejercer de jornalera imponía
reglas a los amos, aunque esto significara una mayor carga de trabajo.
En esta investigación, basada en fuentes documentales, Segundo E. Moreno Yánez estudia doce
levantamientos, comenzando por el de Pomallacta, en 1730, hasta el de Columbe y Guamote, en
1803. En cada caso se exponen las causas que los motivaron, se describe su desenvolvimiento y se
dictaminan las medidas de pacificación de las autoridades españolas. Como tesis doctoral
presentada en la facultad de Filosofía de la Universidad de Bonn, obtuvo la más alta calificación:
“Egregia”, y fue acreedora al “Premio Universidad de Bonn”. Estas circunstancias han hecho que
el libro que ahora publican la Corporación Editora Nacional y la Universidad Andina Simón
Bolívar se convierta en un clásico de las investigaciones etnohistóricas ecuatorianas.
La presente obra responde a la ambivalencia de los sentimientos colectivos que determinan las
formas de rebelión, y en ellas incluyen aspectos ceremoniales y mágico-religiosos. Es
indispensable, por tanto, considerar los actos de violencia como expresiones rituales manifestadas
en símbolos. Toda conducta ritual puede ser consciente o inconsciente: esta última se da,
especialmente, en situaciones de crisis; tal sería el caso de las sublevaciones indígenas y de los
alzamientos populares.
Las rebeliones no son manifestaciones espontáneas, sino rituales institucionalizados; sirven para
parodiar costumbres, amenazar a gobernantes e, incluso, para expresar con actos orgiásticos,