Ensayo Locke Hobbes, Por Paolo Sarri

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Ensayo 3: Locke, Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil

Paolo Sarri (Sec 33).

Es indudable que desde el inicio de la humanidad la creación de una sociedad y un líder


que rija al resto ha sido una necesidad para el progreso de cualquier civilización. Es por esto mismo
que autores y filósofos han dedicado sus estudios y sus obras a tópicos de este estilo. Preguntas
como: ¿quién debería ser nuestro líder?, ¿quién es el más apto para regir?, ¿qué tipo de gobierno
es el más conveniente para la sociedad?, entre otras, son las incógnitas que filósofos desde la
antigua Grecia se han planteado y han buscado una respuesta. Entre tantos que se han hecho esta
misma pregunta, destacan los filósofos Thomas Hobbes y John Locke. Dos personajes de nuestra
historia que se asemejan en muchos aspectos de sus pensamientos, principalmente en sus
ideologías contractualistas, pero que difieren en muchas otras.

En esta oportunidad me dedicaré a analizar un pasaje del libro de Locke, el “Segundo


tratado sobre el gobierno civil”, en donde se pondrán cara a cara los pensamientos de ambos
filósofos (Locke y Hobbes), y desarrollaré las soluciones que daría Locke a las dificultades que,
según él, presenta la posición hobbesiana. Además, diferenciare un concepto propuesto por ambos
autores, el “estado de naturaleza”, pero que se diferencian en ciertos puntos. A continuación, el
pasaje de Hobbes:

“…Como si los hombres, al abandonar el estado de Naturaleza y al entrar en sociedad, se


hubiesen puesto de acuerdo en que todos ellos, menos uno, han de estar sometidos a la fuerza de
las leyes, y que ese uno hubiese de seguir conservando toda la libertad propia del estado de
Naturaleza, aumentada por el poder y desenfrenada por la impunidad. Eso sería pensar que los
hombres son tan insensatos que se preocupan de protegerse de los daños que pudieran hacerles los
zorros pero que les tuviese sin cuidado o, más aún, consideraran una protección, el ser devorados
por un león”

Como primer punto, en el pasaje Locke hace una crítica directa al pensamiento hobbesiano,
puesto que, al momento de crear una sociedad civil, los ciudadanos renuncian a su poder natural
para crear el Estado que se preocupe de defender y proteger la propiedad de cada individuo, y así
poder vivir en comunidad. Sin embargo, para Locke, en el pensamiento de Hobbes no se cumple
esta percepción, ya que, aunque todas las personas cumplan y formen parte de este contrato social,
como así lo denominan ambos escritores, hay uno que está por sobre todo el resto que sigue
conservando su poder natural y su libertad del estado de Naturaleza. Esta persona es elegida como
su gobernante y según Hobbes, se le denomina como el leviatán, un ente poderoso, del cual nadie
es comparable con él, por lo que, todos deben seguir sus órdenes. Como comenta en el pasaje,
Locke difiere de esta idea, ya que considera absurdo e “insensato”, dice el filósofo, que el poder
se centre en una sola persona “desenfrenada por la impunidad”, por lo que, una monarquía absoluta
como propone Hobbes, es incompatible con la sociedad civil que propone Locke: “Resulta, pues,
evidente que la monarquía absoluta, a la que ciertas personas consideran como el único gobierno
del mudo, es, en realidad, incompatible con la sociedad civil, y, por ello, no puede ni si quiera
considerarse como una forma de poder civil.”, comenta Locke (pág 97)

Consiguientemente, para darle respuesta al segundo aspecto a tratar en este ensayo,


debemos necesariamente entender las razones de la objeción de Locke. Según él, darle un poder
desenfrenado e incomparable a una sola persona es una idea inviable ya que sería como “ser
devorados por un león”, como dice el inglés. Es por eso que, como solución a este problema, y
para superar esta dificultad que ya explicamos, Locke propone una sociedad en donde no exista
esta representación del leviatán. En su percepción de sociedad civil, cada uno debe renunciar de
su poder natural para formar un Estado balanceado, es decir, que es necesaria la separación de los
poderes para generar un contrapeso a este leviatán, y así finalmente abandonar el estado de
Naturaleza y entrar en sociedad.

Para esta idea, Locke comenta que: “Ahí nos encontramos con el origen del poder
legislativo y del poder ejecutivo de la sociedad civil, que tiene que juzgar, de acuerdo con leyes
establecidas, el grado de castigo que ha de aplicarse a los culpables cuando han cometido una falta
dentro de ese Estado…” (pág 97). Asimismo, como puede el poder legislativo y ejecutivo de juzgar
a los culpables, puede también juzgar al leviatán en las faltas que este cometa por el exceso de
poder que tiene sobre el resto. Si para Hobbes, el Estado nace a raíz de la renuncia de las pasiones
humanas, ¿cómo sabemos que un leviatán, libre de un contrato social, no vaya a cometer estas
pasiones humanas e injurias de las que tanto busca erradicar la posición hobbesiana? Acá es donde
entra el pensamiento de Locke y su solución a esta dificultad.
Como último punto, tenemos el concepto de “estado de naturaleza”. En ambos filósofos
coincide la idea de que es un estado previo a la sociedad civil y al Estado. Para Hobbes, es un
estado de completa y total libertad para cada uno, cada quien es libre de hacer lo que quiere. Sin
embargo, a pesar de que, a simple vista, suene bien, resulta en un escenario caótico y desordenado.
No existe el derecho, cada quien defiende su propiedad como pueda. Abunda la igualdad, lo que
consecuentemente genera una competencia entre los hombres. Según Hobbes, la competencia es
una desventaja en una sociedad, ya que a raíz de esta nace la discordia, lo que a su vez genera una
guerra entre todos, por lo que, la necesidad de formar un estado es una motivación para la
conveniencia de cada individuo. Como Aristóteles, Hobbes considera que somos “animales
sociales”, que dependemos de vivir en una sociedad y en un pacto de unión que origina al Estado.
De esta idea no difiere tanto Locke, ya que, como Aristóteles y Hobbes, piensa que el hombre
tiende a querer convivir con otros: “Según el propio juicio de Dios, el hombre había sido creado
en una condición tal que no convenía que permaneciese solitario; lo colocó, pues, en la obligación
apremiante, por necesidad, utilidad o tendencia, de entrar en sociedad, al mismo tiempo que lo
dotaba de inteligencia y de lenguaje para que permaneciese en ella y se encontrase satisfecho en
esa situación” (pág 91).

Diferenciándose del concepto de estado natural de Hobbes, Locke considera que en este
estado sí existen derechos y existe una ley natural. A pesar de haber una perfecta libertad, existen
límites, los cuales tienen como propósito que el resto no te haga daño, y que tú no hagas daño a
otros en lo que se trata de su propia vida, su salud, su libertad y sus posesiones. De hecho, según
Locke, existe un castigo de no ser cumplida esta ley natural. Además, la idea de propiedad nace
mucho antes de la creación de una sociedad civil, pues cada uno tiene derecho a una propiedad, ya
sea de nuestro cuerpo propio, como de los frutos del trabajo que nuestro cuerpo realiza. “… cada
hombre tiene la propiedad de su propia persona. Nadie, fuera de él mismo, tiene derecho alguno
sobre ella. Podemos también afirmar que el esfuerzo de su cuerpo y la obra de sus manos son
también auténticamente suyos. (…) Siendo, pues, el trabajo o esfuerzo propiedad indiscutible del
trabajador…”, comenta el filósofo sobre la propiedad privada de cada uno en un estado de
naturaleza (pág 62).

Finalmente, entendemos la percepción de Locke como una posición más cercana a la de


hoy en día, con un gobierno balanceado con poderes definidos y diferenciados, a diferencia de la
posición de Hobbes que resulta más lejana y diferente, con la personificación de un leviatán con
un poder por encima de todo el resto, pero que, sin embargo, han sido las bases fundamentales de
todo el pensamiento de Locke, y de todo lo que conocemos actualmente como Estado o sociedad
civil.

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