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Dimensiones de la psicomotricidad:
1. MOTRIZ- INSTRUMENTAL
Dimensión de la organización del acto motriz, dependiente del proceso evolutivo y madurativo
individual. Wallon refiere que se trata de la maduración de la función instrumental, que provee
los medios para que le organismo actúe sobre el mundo que lo rodea. Para él, la motricidad se
hace instrumental cuando se integra a la percepción.
Wallon considera que la emoción está ligada con el organismo, con las respuestas primarias de
éste frente al medio. El desarrollo psicomotor en cada niño está marcado por un estímulo
motor propio de cada sujeto, cambiante en cada situación.
3. PRÁXICO- COGNITIVO
Aportar una mirada original e integradora, que significa estudiar el proceso desde el punto
de vista evolutivo y dentro de un contexto social, cultural, histórico, cuya estructura y
representación determinan las formas de ser, sentir, estar y operar en el mundo, relacionarse,
aprender, integrarse, etc.
EXPRESIVIDAD MOTRIZ
La expresividad motriz del niño es una manera de ser y estar del niño en el mundo original y
privilegiado, que actualiza con cada vivencia lejana cuyo sentido puede captarse gracias a
todas las variaciones de su relación tónica y emocional.
La expresividad motriz permite que el niño haga aparecer al objeto por medio del conflicto
entre su deseo de amarlo y de odiarlo; es sabido que la evolución de este deseo depende en
gran medida de la manera con que los padres permiten que su hijo viva la continuidad del
placer de esta contradicción del inconsciente.
La expresividad motriz es la manera que cada niño tiene de manifestar el placer de ser él
mismo, de construirse de una manera autónoma y de manifestar el placer de descubrir y de
conocer el mundo que le rodea.
En la práctica con los niños podemos observar, dos modalidades diferentes de expresión del
placer.
- El placer de repetir las acciones, que nunca serán idénticas, ya que la repetición crea
transformaciones internas y externas que enriquecen la actividad de los niños. La repetición
del placer es un proceso que:
* Asegura al niño y provoca el deseo de saber y de anticipar las acciones, sin angustia.
* Estimula la capacidad de ajustarse rítmica, tónica y emocionalmente al mundo externo.
Sólo es posible en un ambiente de seguridad afectiva en el que el niño pueda vivir el placer de
la acción y el placer de su trasformación tónica y emocional. La expresividad motriz varía en
función de la seguridad afectiva que el adulto ofrece a cada niño.
La pulsión es la unión entre el soma y la psiquis y dependen del otro que esta unión
puedaevolucionar hacia un encuentro armónico del niño con el mundo exterior.
Las pulsiones de apego y de dominio se convierten en antagonistas. Una fuerza trata de atraer
a la otra hacia sí y la otra la rechaza. De esta manera el niño va a vivir el placer de dirigirse
hacia el mundo exterior. Vive el placer de apego y de dominio a través de la motricidad, lo que
lo lleva una hacia la dependencia y otra a la independencia. Desde el nacimiento el niño busca
alguien que le asegure la supervivencia, se apega a esa persona porque le procera placer y le
ofrece un espejo de placer. Se apega a este otro solamente si ha reconocido que es quien le
procura placer. A partir de esto reconoce el objeto de amor, va a sentir miedo ante un extraño.
Al mismo momento vive otra fuerza que lo vuelve hacia el medio y le permite prepararse para
investir al mundo exterior. Es a través del movimiento que él va a vivir esa pulsión de dominio.
En función de la actitud que tenga el otro, que le permite vivir al niño estas dos fuerzas, va a
poder entrar en la dialéctica de lo cercano y de lo lejano.
Estas dos pulsiones son vividas durante toda la vida a través del cuerpo y el movimiento. Todo
lo que el niño diga por su expresividad motriz va a adquirir el sentido de la historia de su
vivencia del lejos y del cerca, del apego y del dominio.
El dominio del espacio, de la verticalidad, el placer de ponerse de pie son del dominio de su
propio cuerpo, así como tocarse y reunir sus extremidades antes de los 6 meses. Luego es el
dominio sobre los objetos, el dominio del espacio: el placer de correr, de equilibrarse.
El desarrollo es el conjunto de transformaciones internas que permiten al sujeto la adquisición
de las competencias necesarias para ejercer progresivamente actitudes cada vez más
autónomas.
El desarrollo constituye también el camino que parte de una sensorialidad, una sensibilidad y
una motricidad predominantemente dispersas, disgregadas, fragmentadas en su inicio, a la
construcción del sentimiento de unidad, de continuidad y de cohesión de sí mismo, la
constitución del yo y las raíces de la identidad.
Lo biológico, entre ello lo neurológico, constituye la base material para las relaciones
adaptativas con el mundo externo. Lo biológico esta entramado con lo social, que realmente
genera a la persona.
Persona que desde el nacimiento es comprendida como un ser completo, constructor activo,
aquí y ahora, de sus relaciones en cada uno de sus estadios.
Las sociedades van modelando sus sujetos funcionales a través de pautas de crianzas, de
programas de educación, de medios de información, de la formación académica de los
profesionales, del auspicio a algunos desarrollos científicos y no otros, de la difusión de
creencias, de mitos, de ciertos valores sociales, que constituyen en su conjunto las
Representaciones Sociales del Orden Simbólico.
Desde esta teoría se reconoce al bebé como un ser activo, abierto al mundo y al entorno social
de cual depende, capaz de iniciativas, sujeto de acción y no sólo de reacción, como ser pleno
de emociones, de sensaciones, de afectos, de movimientos, de miedos y ansiedades, de
pensamientos lógicos con una lógica a su nivel, capaz de establecer vínculos, intensamente
vividos en el cuerpo,porque el bebé es todo cuerpo.
El PROTOINFANTE es un ser que se desarrolla como sujeto a partir de otros, con otros y en
oposición a otros, mientras va otorgando sentido y significación a su entorno con el que
establece intercambios recíprocos.
Los avatares de dicha interacción con las personas significativas, la calidad predominante de
gratificación o de frustración que le aporten: sensación de sostén, de seguridad, de
apaciguamiento, filtrando los estímulos invasores, o por el contrario, las vivencias de temor o
de ansiedad, están en la base de la construcción de las matrices afectivas, relacionales y
sociales que permiten al sujeto sentirse mejor acompañado, confiando en su entorno y seguro
de sí mismo o precariamente sostenido y hasta, a veces, perversamente sometido. La
constitución del vínculo de apego, con sus cualidades de mayor o menor firmeza, estabilidad y
solidez, se realiza cuerpo a cuerpo desde las primerísmas impresiones a través del olfato, del
tacto, el contacto, la tibieza, la suavidad, los movimientos, los mecimientos, la mirada, los
arrullos, la sonrisa y la voz, que quedan ligadas al placer por la satisfacción de las necesidades
biológicas y afectivas.
La presencia indispensable del otro unifica la sensualidad dispersa y el espejo expresivo que el
rostro y el cuerpo todo del adulto devuelve al niño va otorgando sentido y significación a la
sensorialidad y a la motricidad desordenada. Éstas, aun así abiertas al mundo, están al servicio
de construir y mantener en lo posible un sentimiento íntimo de integración, de reunificación,
aunque fuere precario, frente a la súbita invasión de fuertes estímulos externos y también
internos.
Toda experiencia vivida como invasora, nociva, desagradable, puede angustiar y desorganizar
al bebé, dejando huellas de sufrimiento en el cuerpo, sin imágenes ni representaciones todavía
por la precariedad del sistema nervioso y del psiquismo.
Al principio de la vida el protoinfante necesita por ello mucha proximidad con los adultos
significativos, calma y comprensión. A partir de la sensación de seguridad, de contención y
confianza que ellos le proveen va a poder abrirse y volcarse de más en más hacia del mundo
circundante o encerrarse intentando defenderse de él.
El vínculo de apego tiene también como función esencial neutralizar las ansiedades, los
temores, el exceso de tensión provocados por el contacto con lo desconocido.
La comunicación con los demás se inicia con el contacto y la conexión que promueven un
“diálogo tónico-corporal” de miradas, gestos, mímica, voces, movimientos, distancias, con las
figuras primordiales vivenciados con placer o displacer. Las percepciones integradas son
inmediatamente significadas, semiotizadas: se convierten en señales y signos de bienestar o de
malestar por las impresiones tónico-emocionales que producen. Al mismo tiempo los actos y
reacciones tónico- emocionales, al ser captadas por el entorno atento, se transforman en
expresiones emocionales. Dan así origen a un intercambio de señales que va construyendo
códigos afectivizados de comunicación no verbal. Éstos constituyen las raíces indispensables
del desarrollo del pensamiento simbólico y por lo tanto del lenguaje verbal.
Así, para convertirse en un “locutor de su lengua” es decir, para dominar progresivamente los
aspectos pragmáticos, sintácticos y semánticos, el niño no va a entrar de golpe en el código
lingüístico sino que, a través de su cuerpo y su conducta relacional, va a descubrir el placer del
“diálogo” con el otro y el placer de darle sentido.
Esto para volver a decir el aspecto primario del cuerpo inclusive si, ulteriormente, el objetivo
de la simbolización es acceder y volver manejables los símbolos más o menos abstractos, es
decir, de alguna manera, liberados del peso del cuerpo y de su concretud.
TERCER ORGANIZADOR: EXPLORACIÓN
El niño utiliza su motricidad no sólo para moverse, para desplazarse o para tomar los objetos,
sino, fundamentalmente para “ser” y para “aprender a pensar.