Violencia Contra Periodistas
Violencia Contra Periodistas
Violencia Contra Periodistas
RESUMEN EJECUTIVO
I. Introducción
2. Mientras en las recientes décadas algunos Estados han reforzado sus garantías legales
para el ejercicio del periodismo, otros han comprometido seriamente dichas garantías. Este reporte
documenta el alarmante crecimiento de los niveles de violencia contra periodistas en las Américas, y
ofrece soluciones mediante la citación de estándares interamericanos y la identificación de actuales
prácticas nacionales para proteger a los y las periodistas, prevenir los crímenes en su contra y procesar a
los responsables.
II. Violencia contra periodistas en las Américas: un problema cada vez más acuciante
5. Si bien es cierto que algunos Estados han aumentado las garantías legales para el
ejercicio del periodismo en las últimas décadas, incluyendo la creación de programas especializados de
protección, el fortalecimiento de la independencia y la capacidad técnica del poder judicial y la creación
de cuerpos de investigación y jueces especializados, lo cierto es que en muchos lugares dichas garantías
se han visto seriamente comprometidas. En efecto, los asesinatos y agresiones graves contra periodistas
siguen siendo particularmente preocupantes y a nivel regional no parecen existir medidas suficientes y
adecuadas para proteger a los y las comunicadoras en riesgo y afrontar decididamente la deuda de
justicia con las víctimas. Asimismo, fenómenos como el aumento de grupos altamente violentos de
delincuencia organizada (que no solo amedrentan a la población sino que, incluso, en algunos lugares
tienen la capacidad de atemorizar e infiltrar a las propias autoridades) y las denuncias locales sobre
corrupción han amenazado, de manera muy preocupante, el ejercicio del periodismo.
6. La información recabada por la Relatoría Especial indica que esta situación de violencia e
impunidad se ha agudizado en los últimos años en algunos lugares de la región. Según las cifras
reportadas, entre el 1 de enero de 2010 y el 1 de noviembre de 2013, al menos 78 periodistas,
trabajadores y trabajadoras de medios habrían sido asesinados en la región por motivos que podrían
estar relacionados con el ejercicio de su profesión. Decenas más habrían sido desaparecidos o
desplazados de sus lugares de trabajo y otros cientos recibieron amenazas o fueron hostigados o
atacados como respuesta a sus actividades profesionales.
8. En algunas regiones, las instituciones estatales son demasiado débiles para responder de
una manera efectiva a las amenazas creadas por el crimen organizado. La debilidad de las instituciones
estatales deja a los y las periodistas sin una protección efectiva contra los ataques perpetrados por el
crimen organizado y el efecto inmediato es la autocensura. Un segundo desafío para la protección de
periodistas frente al crimen organizado está presente en aquellas regiones en las cuales las propias
instituciones locales son infiltradas o capturadas por estructuras criminales. En ese contexto, los y las
periodistas resultan amenazadas tanto por el crimen organizado como por los funcionarios
institucionales justamente encargados de defenderlos lo que los ubica en una grave situación de
vulnerabilidad. Una tercera situación que compromete seriamente la seguridad de los y las periodistas,
en regiones afectadas por el crimen organizado es aquella que se presenta cuando las autoridades
estatales enfrentan el crimen organizado por medio de instituciones que no tienen protocolos
adecuados o que actúan con la mentalidad de “guerra” (amigo-enemigo), según la cual la prensa crítica
es identificada con el enemigo que se encuentran enfrentando.
9. Pese a la gravedad de la violencia perpetuada contra los y las periodistas para evitar que
puedan informar a la sociedad sobre asuntos de notable interés público, la situación de impunidad no ha
mejorado. El estudio efectuado por la Relatoría Especial sobre asesinatos de periodistas cometidos entre
1995 y 2005 comprobó que la gran mayoría de las investigaciones avanzaban muy lentamente y existían
graves deficiencias que impedían recabar evidencias relevantes de manera adecuada y oportuna,
además de falencias en las líneas lógicas de investigación y en la determinación de posibles patrones.
Varias de las investigaciones se encontraron con obstáculos y obstrucciones que afectaron
negativamente el grado de diligencia y efectividad con que fueron impulsadas. La mayor parte de las
investigaciones no se habían concluido. Del mismo modo, fueron pocos los casos en que se identificó a
alguno de los responsables y solo en casos muy excepcionales se determinó quiénes eran los autores
intelectuales. También fueron muy pocas las investigaciones que concluyeron con condenas y en
diversos de los casos en que esto sí sucedió las penas aún no se habían hecho efectivas.
11. Con respecto a las obligaciones negativas, conforme a los principios del derecho
internacional el Estado es responsable por todos los actos y omisiones en que intervengan sus agentes
en el ejercicio de sus funciones, incluso cuando excedan los límites de su ámbito de competencia. Los
Estados Miembros de la OEA están obligados a asegurar que sus agentes no interfieran con los derechos
a la vida y a la integridad personal. Es decir, los Estados tienen la obligación de abstenerse de realizar
actos que puedan vulnerar en forma directa estos derechos, como cometer actos de violencia.
Actualmente en la región continúan produciéndose casos de agentes estatales que cometen actos de
violencia contra periodistas, especialmente en el marco de acciones policiales o militares destinadas a
combatir la delincuencia o controlar manifestaciones y en casos de denuncias de corrupción o ilicitudes
cometidas por autoridades locales. Asimismo, como se ha explicado, las denuncias recibidas demuestran
que, en términos generales, hoy en día muchos de los actos más graves de violencia contra periodistas
en las Américas — homicidios, desapariciones, secuestros y ataques armados contra medios de
comunicación, entre otros — son cometidos por actores no estatales, sobre todo poderosos grupos
delictivos.
12. Con respecto a la violencia contra periodistas y otras personas en razón del ejercicio de la
libertad de expresión, la Relatoría Especial ha destacado la importancia de tres obligaciones positivas
que emanan de los derechos a la vida, a la integridad personal y a la libertad de expresión. A saber: la
obligación de prevenir, la obligación de proteger y la obligación de investigar, juzgar y sancionar
penalmente a los responsables de estos crímenes. Tal como lo ha señalado la Relatoría Especial, estas
obligaciones se complementan recíprocamente: para que exista un debate democrático libre, robusto y
sin restricciones, es necesario combatir la violencia contra periodistas a través de una política integral de
prevención, protección y procuración de la justicia.
A. La obligación de prevenir
13. Los Estados tienen la obligación de adoptar medidas para prevenir la violencia contra
periodistas trabajadores de los medios de comunicación. Esta obligación resulta particularmente
importante en países en los cuales existe un riesgo de que se produzcan estos hechos y en situaciones
concretas en que las autoridades saben o deberían haber sabido que hay un riesgo real e inmediato de
que se cometan tales delitos. En aquellos países o regiones en las cuales los y las periodistas se
encuentran en una situación de especial vulnerabilidad por el contexto de violencia dirigida contra este
grupo de personas, el Estado tiene una responsabilidad reforzada en sus obligaciones de prevención y
protección. En este sentido, el Plan de Acción de las Naciones Unidas sobre la Seguridad de los
Periodistas y la Cuestión de la Impunidad, prevé que la promoción de la seguridad de los y las
periodistas y la lucha contra la impunidad no deben limitarse a adoptar medidas después de que hayan
ocurrido los hechos. Por el contrario, se necesitan mecanismos de prevención y medidas para resolver
algunas de las causas profundas de la violencia contra los periodistas y de la impunidad.
15. Instruir adecuadamente a las fuerzas de seguridad del Estado sobre el rol de la prensa en
una sociedad democrática constituye un paso importante para prevenir la violencia contra periodistas,
trabajadores y trabajadoras de medios de comunicación. Por este motivo, la Relatoría Especial ha
recomendado que los Estados adopten mecanismos de prevención adecuados para evitar la violencia
contra quienes trabajan en medios de comunicación, incluida la capacitación de funcionarios públicos,
en especial las fuerzas policíacas y de seguridad y si fuere necesario, la adopción de guías de conducta o
directrices sobre el respeto de la libertad de expresión. En este sentido, el informe menciona buenas
prácticas en la materia, como en el caso de un memorando adoptado por el Departamento de Policía de
la Ciudad de Nueva York.
16. El derecho de los periodistas a no divulgar las fuentes contribuye a asegurar que no se
atente contra su vida como testigos potenciales. La protección de las fuentes confidenciales no solo
contribuye al rol fundamental de vigilancia de la prensa sino que además ayuda a prevenir que los
periodistas sean víctimas de actos de violencia por el temor de una fuente ser identificada. Por eso, por
ejemplo, se debe garantizar que ningún funcionario público procediera a irrespetar dicha reserva. El
informe resalta las decisiones judiciales que han protegido esta importante garantía.
B. La obligación de proteger
19. Conforme a las normas de derechos humanos del sistema interamericano, los Estados
tienen una obligación de proteger a quienes están expuestos a un riesgo especial respecto de sus
derechos fundamentales. La obligación de adoptar medidas concretas de protección está supeditada al
conocimiento de que existe una situación de riesgo real e inminente para un individuo o grupo de
individuos determinado y la posibilidad razonable de prevenir o evitar ese daño. En este sentido, la
obligación de protección de un periodista en riesgo puede satisfacerse mediante la aplicación individual
de las medidas necesarias para asegurar, entre otros, el derecho a la vida, a la integridad personal y a la
libertad de expresión de los beneficiarios. Sin embargo, cuando en un determinado país existe una
situación estructural sistemática y grave de violencia contra los y las periodistas y trabajadores de
medios, los Estados deberían establecer programas especiales de protección para atender a estos
grupos.
20. La Relatoría señala la importancia de que los programas de protección tengan en cuenta
la necesidad de garantizar a los comunicadores la posibilidad de dar continuidad al ejercicio de su
actividad periodística y las necesidades específicas de su profesión (como la privacidad necesaria para
reunirse con fuentes) al diseñar las medidas de protección disponibles, teniendo en consideración las
circunstancias de cada caso concreto, en consulta con el potencial beneficiario. Asimismo, resulta
fundamental que los estudios de riesgo y la decisión sobre la adopción de medidas de protección sean
realizados teniendo en cuenta el contenido del trabajo periodístico y de las investigaciones que realiza el
potencial beneficiario o el medio de comunicación del cual hace parte.
22. En la región, algunos países, como Colombia, han establecido programas de protección
especiales para periodistas. En el caso colombiano, el programa de protección a periodistas, que opera
desde el año 2000, configura el más antiguo y consolidado de la región. Asimismo, otros países han
tomado medidas para incluir a los y las periodistas y trabajadores de medios como personas
beneficiarias en programas de protección ya existentes. En este sentido, el informe hace referencia a los
más recientes mecanismos de protección creados en la región, como por ejemplo en el caso de México y
Brasil.
23. El tercer y último elemento de una política estatal integral para abordar la violencia
contra periodistas es la investigación, persecución y sanción de quienes cometen dichos actos de
violencia. La Relatoría Especial ha instado en reiteradas ocasiones a los Estados a realizar investigaciones
serias, imparciales y efectivas sobre los asesinatos, agresiones, amenazas y actos de intimidación
cometidos contra periodistas y trabajadores de medios de comunicación social.
24. Los Estados tienen el deber de investigar, identificar, juzgar y sancionar a todos los
autores de estos delitos, incluidos los autores materiales, intelectuales, partícipes, colaboradores y los
eventuales encubridores de las violaciones de derechos humanos cometidas.
26. Lamentablemente, es poco común que en las Américas se juzgue a todo el espectro de
personas involucradas en los asesinatos de periodistas. En su Estudio Especial sobre la Situación de las
Investigaciones sobre el Asesinato de Periodistas, la Relatoría Especial comprobó que en la gran mayoría
de los casos analizados, las investigaciones no han sido concluidas y en la mayoría de los casos no fueron
identificados los autores intelectuales. En este sentido, en tan solo 32 de los 157 casos se había dictado
una condena de cualquier tipo y solamente en 4 algún de los autores intelectuales fue condenado.
27. Las explicaciones sobre la impunidad generalizada que se observa en los casos de
violencia contra periodistas resultan diversas. En algunos casos, es posible apuntar a deficiencias
normativas, como leyes de amnistía o la aplicación de beneficios desproporcionados. También puede
haber falencias institucionales, como la falta de capacidad técnica, recursos adecuados y personal
especializado por parte de los organismos de investigación. En este sentido, la mayoría de los países de
la región no cuentan con protocolos especiales que obliguen a las autoridades a agotar la línea de
investigación relativa al ejercicio de la profesión en casos de delitos cometidos contra periodistas, lo que
obstaculiza la persecución penal de estos crímenes y es un factor especial en la impunidad de los
autores intelectuales. La demora, la omisión y las fallas en la práctica oportuna y adecuada de diligencias
probatorias, especialmente respecto a los trámites iniciales de las investigaciones – como el análisis de
la escena del crimen, el examen de cuerpo de delito y la toma de declaraciones de testigos – son
elementos que pueden contribuir de manera considerable para que casos específicos queden impunes.
Asimismo, otro factor fundamental en muchos casos es la ausencia de independencia e imparcialidad de
las autoridades responsables de adelantar las investigaciones y los procesos judiciales correspondientes.
Este fenómeno es especialmente preocupante en aquellos casos en los cuales se sospecha de la
participación de las fuerzas de seguridad o de autoridades estatales en los delitos cometidos.
28. Sin embargo, la complejidad de este fenómeno sugiere que pueden intervenir además
otros factores, como falta de voluntad política para iniciar investigaciones efectivas o incluso la
existencia de una cultura de intolerancia frente a la crítica o la aceptación tácita de los delitos
cometidos, especialmente en casos en que la violencia es cometida contra periodistas que denuncian
irregularidades cometidas por autoridades estatales.
29. Por último, hay otros factores sociales de considerable relevancia que no pueden ser
ignorados y que se relacionan con la existencia de poderosos grupos delictivos que, en algunos lugares,
podrían debilitar gravemente la capacidad del Estado de defender, garantizar y promover los derechos
humanos. Sin duda, en las zonas donde existe una presencia activa de la delincuencia organizada, otro
factor importante es la presión indebida que se ejerce sobre el sistema judicial a través de la
intimidación y en algunos casos, complicidad de policías, fiscales y jueces, así como de testigos y partes
civiles. En este sentido, la falta de medidas de protección y de una investigación adecuada ante las
agresiones o incluso el asesinato de testigos, personas vinculadas con la investigación o los presuntos
autores, obstaculiza de manera significativa el aclaramiento de los hechos y la posibilidad de
persecución penal de los responsables.
30. La existencia de un marco institucional adecuado resulta crucial para que el Estado pueda
investigar, juzgar y sancionar penalmente los crímenes contra periodistas. En este sentido, los Estados
tienen la obligación de garantizar que los marcos institucionales no estén diseñados de manera tal que
conduzcan promuevan la impunidad cuando se producen esos delitos.
31. El primer factor determinante para cumplir con esta obligación consiste en asignar la
responsabilidad de investigar y juzgar estos delitos a las autoridades que están en mejores condiciones
para resolverlos y que cuenten con autonomía e independencia para actuar. Los Estados deben asegurar
no solamente la independencia jerárquica e institucional de las autoridades responsables de adelantar
las investigaciones y los procesos judiciales, sino también que dicha independencia se pueda verificar de
manera práctica en el caso concreto. En particular, los órganos interamericanos han señalado que
cuando los servicios de seguridad del Estado hubieren presuntamente cometido violaciones de derechos
humanos, incluidos actos de violencia contra periodistas, en ninguna circunstancia podrá admitirse que
estos casos sean investigados y juzgados por el sistema de justicia militar. Es especialmente importante
la posibilidad del ejercicio de la jurisdicción federal cuando las autoridades locales tienen una capacidad
de investigación acotada y/o están más expuestas a presiones por parte de organizaciones delictivas. En
los Estados que poseen una forma centralizada de gobierno, las normas pertinentes deberían permitir la
asignación de la competencia para la investigación y sanción de estos casos a autoridades fuera del
ámbito de influencia de los funcionarios denunciados o del accionar de la organización criminal
concernida. En este sentido, el informe menciona buenas prácticas en la región de países que aprobaron
reformas legales que permiten que la investigación y juzgamiento de crímenes cometidos contra
periodistas no sea realizado por autoridades locales, como por ejemplo en el caso de México.
33. En tercer lugar, se deberían adoptar las medidas necesarias para proteger a jueces,
fiscales, testigos y otras personas que intervienen en investigaciones penales a fin de resguardarlos
frente a presiones externas, como amenazas, ataques y otras formas de intimidación.
35. Asimismo, para el éxito en las investigaciones sobre delitos contra la libertad de
expresión, los investigadores deberían recibir suficientes recursos humanos, económicos, logísticos y
científicos para practicar, asegurar y evaluar la prueba y realizar otras tareas necesarias para determinar
las responsabilidades.
36. Finalmente, en contextos en los cuales exista un riesgo continuo de que se produzcan
actos de violencia contra periodistas y donde prevalezca la impunidad, los Estados deberían crear
unidades de investigación especializadas encargadas de investigar delitos contra la libertad de
expresión.
37. La Corte Interamericana ha destacado que la obligación de debida diligencia implica que
las investigaciones penales agoten todas las líneas lógicas de investigación. En particular, la “debida
diligencia” exige que las investigaciones impulsadas por el Estado tomen en cuenta la complejidad de los
hechos, el contexto en que ocurrieron y los patrones que explican su comisión asegurando que no haya
omisiones en la recopilación de prueba y en el seguimiento de líneas lógicas de investigación. Este
aspecto es crucial para que los Estados cumplan con su deber, indicado previamente, de investigar,
perseguir penalmente y sancionar a todos los autores materiales e intelectuales.
38. La obligación de conducir la investigación con debida diligencia y agotar todas las líneas
lógicas de indagación reviste especial relevancia en casos de violencia contra periodistas, dado que una
investigación que no pondere aspectos vinculados con el contexto, como la actividad profesional del
periodista, tendrá menos posibilidades de conseguir resultados y probablemente despertará
cuestionamientos sobre la voluntad de las autoridades de resolver el crimen.
40. La CIDH ha llamado la atención especialmente acerca del uso de las leyes de amnistía
generales para obstaculizar la investigación de hechos de graves violaciones de derechos humanos
cometidas contra periodistas. Asimismo, varios organismos internacionales también han expresado su
preocupación por el efecto de las disposiciones sobre prescripción respecto de la investigación y sanción
penal de los más graves delitos contra periodistas como consecuencia del ejercicio de su profesión. Los
Estados tienen el deber de garantizar que la sanción aplicada a las personas condenadas por actos de
violencia cometidos contra periodistas y trabajadores de medios en el ejercicio de su profesión sea
proporcionada y efectiva. En este sentido, la Corte Interamericana ha determinado que para que el
Estado satisfaga su obligación de investigar, juzgar y en su caso, sancionar y reparar graves violaciones
de derechos humanos cometidas bajo su jurisdicción, debe observar, entre otros, el principio de la
proporcionalidad de la pena y el cumplimiento de la sentencia. Asimismo, si bien la existencia de
beneficios penales son legítimos en una sociedad democrática, su aplicación en el caso concreto,
especialmente respecto a graves actos de violencia, como el asesinato, la tortura y la desaparición
forzada, debe darse de acuerdo con los parámetros establecidos en el derecho internacional de los
derechos humanos. Sobre este punto, el informa menciona algunas buenas prácticas, como por ejemplo
la reforma penal en Colombia que amplió el plazo de la prescripción en homicidios cometidos contra
periodistas.
41. Las normas interamericanas de derechos humanos imponen a los Estados la obligación
de garantizar que las víctimas de violaciones de derechos humanos o sus familiares tengan pleno acceso
y capacidad de actuar en todas las etapas e instancias de la investigación y en el juicio correspondiente,
de acuerdo con el derecho interno y las normas de la Convención Americana. Esto debe incluir amplias
oportunidades para participar y ser escuchados, tanto en el esclarecimiento de los hechos y la sanción
de los responsables, como en la búsqueda de una compensación.
D. Las obligaciones de los Estados respecto a periodistas en situaciones de conflictividad
social
45. Una forma especialmente grave de conflictividad social es el conflicto armado. A ese
respecto, la Relatoría Especial ha constatado que donde aún existen conflictos armados internos, la
agresividad e intolerancia característica de los actores armados sigue constituyendo una amenaza muy
grave para la vida y la integridad de los periodistas, críticos y disidentes. Asimismo, la CIDH ha
reconocido que forma parte del campo de actividades periodísticas cubiertas por el derecho a la libertad
de expresión el visitar comunidades afectadas por situaciones de conflicto armado, documentar sus
condiciones de vida, recoger testimonios y denuncias de violaciones de sus derechos humanos por las
autoridades y que cualquier atentado o represalia por las autoridades como consecuencia del ejercicio
de estas actividades es una violación del derecho a la libertad de pensamiento y expresión.
46. Los periodistas que cubren situaciones de conflicto armado, pese a exponerse a riesgos
derivados del conflicto, no pierden por ello su condición de civiles y por lo mismo continúan amparados
por las garantías aplicables del derecho internacional—particularmente por las garantías derivadas del
principio de distinción. Son de especial importancia también en situaciones de conflicto armado las
obligaciones de los Estados de respetar el derecho de los y las periodistas a la reserva de sus fuentes de
información, de adoptar un discurso público que contribuya a prevenir la violencia contra periodistas y
de instruir a las fuerzas armadas y a las fuerzas de seguridad sobre el rol de la prensa en una sociedad
democrática. Respecto a este último punto, el informe menciona algunas buenas prácticas, como por
ejemplo la Directiva No. 19/2010 dirigida a las fuerzas armadas de Colombia.
48. La información recopilada por la Relatoría Especial sobre la violencia contra las mujeres
periodistas por el trabajo que realizan tiene particularidades, como resultado de construcciones sociales
de género y la discriminación a la que tradicionalmente han estado sujetas. Esta violencia se manifiesta
de distintas formas, desde el asesinato, la violencia sexual, incluido el acoso sexual hasta la intimidación,
abuso de poder y amenazas basadas en el género. De acuerdo con la información disponible, la violencia
contra las mujeres es perpetrada por distintos actores, como funcionarios del Estado, fuentes de
información o colegas y tiene lugar en diversos contextos y espacios, incluyendo la calle, el lugar de
trabajo y las oficinas o instituciones estatales.
49. Poco se ha documentado sobre la situación de las mujeres que ejercen el periodismo y la
violencia a la que se enfrentan como consecuencia del ejercicio de su profesión en las Américas. En
general, la precariedad y la falta de coordinación en los sistemas de información para obtener
estadísticas sobre incidentes y casos de violencia contra las mujeres ha sido identificado por la CIDH
como un obstáculo relevante para examinar causas y tendencias del fenómeno.
50. Los Estados tienen la obligación de prevenir, proteger, e investigar, juzgar y sancionar a
los responsables de estos crímenes. Según la jurisprudencia interamericana, en casos de violencia contra
las mujeres, los Estados tienen, además de las obligaciones genéricas señaladas, una obligación
reforzada de actuar con debida diligencia a partir de las disposiciones existentes en materia de los
derechos de las mujeres, como la Convención Belém do Pará.
51. Asimismo, los Estados tienen la obligación de adoptar medidas de protección en casos
específicos en los que determinadas mujeres periodistas corren un riesgo especial de ser víctimas de
violencia. En esta tarea, los Estados deben tomar en consideración el particular riesgo de sufrir
violaciones a sus derechos humanos que enfrentan diversos sectores de mujeres, en razón de la
intersección de distintas formas de discriminación por otros motivos conexos, como su raza, etnia, edad,
orientación sexual, entre otros.
52. En cuanto a la obligación de investigar, resulta relevante destacar que ésta tiene un
alcance adicional en el caso de los crímenes cometidos contra las mujeres periodistas. En todo caso,
resulta indispensable que las autoridades encargadas sean debidamente capacitadas en materia de
género.
53. La Relatoría Especial considera pertinente mencionar el importante rol que pueden
desempeñar otros actores en la tarea de prevenir, evitar y sancionar la violencia contra los y las
periodistas.
55. Un segundo actor que desempeña un rol clave en la seguridad de los periodistas son los
propios medios de comunicación. En este sentido, la Relatoría Especial ha instado a los propietarios de
medios de comunicación a “proveer el apoyo apropiado a las y los periodistas, incluyendo protocolos de
seguridad y capacitación adecuada para aminorar los riesgos” para su seguridad. Además de las medidas
de seguridad adoptadas dentro de las organizaciones de medios, la experiencia en la región muestra que
la solidaridad y la cooperación entre medios puede contribuir notablemente a la seguridad de los
periodistas. Asimismo, en aquellos sistemas legales que así lo permiten, las organizaciones de medios y
de periodistas pueden tener una actuación importante como parte civil o coadyuvante. La Relatoría
Especial también observa que la adhesión voluntaria de periodistas y medios a normas y códigos de
ética y programas y protocolos adecuados de autoprotección puede tener un impacto positivo general
en su seguridad y en la disminución de la violencia direccionada a estos.
57. Los actos de violencia contra periodistas tienen un triple efecto: vulneran el derecho de
las víctimas a expresar y difundir sus ideas, opiniones e información; generan un efecto amedrentador y
de silenciamiento en sus pares y violan los derechos de las personas y las sociedades en general a buscar
y recibir información e ideas de cualquier tipo. Las consecuencias para la democracia, que depende de
un intercambio libre, abierto y dinámico de ideas e información, son particularmente graves.
f. Adoptar medidas especiales para proteger a los y las periodistas que cubren situaciones
de conflicto armado y alta conflictividad social y garantizar que no sean detenidos,
amenazados, agredidos, ni sus derechos limitados en cualquier forma por estar
ejerciendo su profesión; que su material y herramientas de trabajo no sean destruidos
ni confiscados por las autoridades públicas, de conformidad con lo expreso en este
informe y la elaboración de protocolos especiales para proteger a la prensa en
circunstancias de conflictividad social.
g. Adoptar medidas específicas, adecuadas y efectivas para prevenir los ataques y otras
formas de violencia perpetrados contra mujeres periodistas y para enjuiciar y castigar a
sus responsables. El Estado debe adoptar medidas eficaces para promover la denuncia
de la violencia contra mujeres periodistas y para luchar contra la impunidad que
caracteriza a estos crímenes.