Ensayo 2
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Ensayo 2
Código: 1431631-3250
Y sin embargo no lo hace. No lo hace porque Platón piensa que puede llegar a haber un
impase en la refutación al ahondar en nombres que tengan las mismas dificultades. Pues si
bien en particular el ejemplo arriba sí alude a nombres secundarios, habrá muchos que bajo
el mismo esquema serían de forma indiscutible primarios. “El valor de la discusión
deσκληρότης 'debe tomarse como nada más que ilustrativo” Sedley (2003), es un solo
ejemplo que sirve para ilustrar, pero que no sirve para hacer una media o tendencia a la
equivocación. Cuando esto ocurrió, sentí en la argumentación un sesgo por parte de Platón
frente a los nombres conforme a la naturaleza. Y esto lo vi como un sesgo porque no se
refuta más en torno a ello, y hacerlo tal vez podría llevar a discusiones que vayan en contra
del nombre como representación de la esencia de las cosas. Y sin embargo, ese ejemplo
sigue siendo una “fuga” ante esa persecución de la esencia representada en los nombres.
Hablar de la forma desde Platón en relación con el nombre, es plantear que hay nombres
que logra indicar la esencia de la cosa nombrada, la forma de las cosas. Y para ello, debe
haber una suerte de certeza. Esta refutación aunque tomada como algo sólo ilustrativo deja
ver que puede haber desde la etimología de una palabra, referencias que no aludan a
nombres primarios, sino que se compongan de ellos, pero que al final resulten siendo
secundarios. ¿Puede haber nombres que contengan la forma de las cosas? ¿Serían estos
conceptos?
Leer el Crátilo y a Platón en general me lleva ahora a una especie de “ansiedad académica”
frente a la búsqueda de lo estable que pueda ser certero y por ende universal. Genera
malestar, porque es complejo hablar de la forma de las cosas teniendo en cuenta que las
cosas que están en el mundo, y el ser humano mismo todo el tiempo cambian. Hace ruido,
desde mi perspectiva, dar una suerte de respuesta frente a los nombres primarios y
secundarios. Pues decir que los primarios representan la esencia de las cosas y los
secundarios enraizados en los primarios hablan ya desde una convención, es concluir que
hay una dualidad inevitable y perdurable y por sobre todo identificable. ¿Hasta dónde llega
la forma de la cosa? ¿Qué es la esencia y cómo se identifican las cualidades de las que el
objeto puede prescindir cuando se habla de la forma del mismo?
Ahondar en el lenguaje de esta manera me ha llevado a encrucijadas con respecto a lo que
un concepto significa. Pues si el nombre –el primario- tiende a corresponder con la cosa
nombrada, logra entonces abarcar la cosa por completo. Pero, ¿ello es posible bajo el
entendimiento epistémico del sujeto cognoscente en relación con el objeto a conocer? ¿Qué
es la forma de las cosas y cómo puede llegar a ser un nombre que represente la cosa en sí?
Si un concepto es algo que puedo representarme mentalmente sin la necesidad de ver el
objeto, ¿cómo se logra estructurar una referencia que permita perseguir la forma de las
cosas sin las características sensibles? ¿Puede traerse esta misma pregunta a los nombres
primarios? Siento que la resolución en el debate sobre el nombre, desde la teoría de las
ideas, me lleva más a complejizar la situación frente al lenguaje y el nombre que a
resolverlo.
Bibliografía