Palos y Astillas - Laura Kornfeld
Palos y Astillas - Laura Kornfeld
Palos y Astillas - Laura Kornfeld
Laura Kornfeld
UBA – UNGS - Conicet
laura_malena@yahoo.com.ar
Resumen
Este trabajo pretende dar cuenta de algunas características léxicas y gramaticales del lenguaje juvenil rioplatense.
En particular, se ocupa de fenómenos de lexicalización, que agregan nuevas definiciones léxicas a un ítem,
analizando el ejemplo de rescatar(se) en Me rescaté del alcohol, Rescatate, barrilete o Me rescaté que había
perdido el colectivo. También da cuenta del caso de mal, que supone una instancia de gramaticalización en
ejemplos como Es un imbécil mal o Me gusta mal, que muestran un uso funcional de cuantificación despojado de
su valor negativo léxico. Por último, trata un proceso intermedio: la “semigramaticalización” (Kornfeld &
Kuguel, 2013 b) del verbo inacusativo salir, que se reanaliza como verbo de acaecimiento (e.g., Sale peli/ bardo/
concierto). Todos esos procesos modifican ítems léxicos (pre)existentes, dando lugar a acepciones diferenciadas
en el lenguaje juvenil. El análisis formal de esos fenómenos supone un aporte descriptivo al lenguaje juvenil en
particular y al estudio de las variedades presentes en la Argentina en general, pero también al conocimiento de
los fenómenos de lexicalización, gramaticalización y “semigramaticalización” involucrados en la variación y en
el cambio lingüístico. De este modo, nuestras conclusiones aportan a discusiones actuales tanto de la lexicografía
como de la gramática teórica, particularmente en un marco generativo. El trabajo en su conjunto constituye un
homenaje a Inés Kuguel, que aportó los ejemplos disparadores y con quien compartí muchas de las ideas aquí
expuestas, que recuperan una serie de trabajos conjuntos e individuales previos.
Palabras claves
lenguaje juvenil – gramaticalización – lexicalización – lexicografía – gramática
Introducción
Cada uno crea
de las astillas que recibe
la lengua a su manera
con las reglas de su pasión
(Juan José Saer, “El arte de narrar”)
1
representaciones sociales, actitudes y políticas sobre el lenguaje, en particular aquellas que
pesan sobre la educación argentina.
Voy a centrarme aquí en los trabajos compartidos en la última década, que retoman
esos intereses recurrentes y los complementan con el estudio del sistema formal de la lengua.
Nuestro primer trabajo gramatical, en 2006, se refirió a un elemento propio del habla
coloquial rioplatense, en particular del lenguaje juvenil: el (seudo) prefijo re. Desde una
perspectiva generativa, pudimos sistematizar los usos de re en diferentes variedades
dialectales y cronolectales, que involucran distintos ámbitos categoriales, con significados
igualmente discordantes. Cuando, siete años después, tuvimos la oportunidad de revisar ese
trabajo para el volumen El español de la Argentina: estudios gramaticales (editado por
Ángela Di Tullio, 2013), descubrimos que habían aparecido usos enteramente nuevos.
El paradigma completo de re se observa a continuación: en (1-2) aparecen los usos
generales en español (cfr. Varela & García, 1999), esto es, como cuantificador o
intensificador de adjetivos, adverbios o construcciones preposicionales, parafraseable por
‘muy’ (1), y de verbos, donde equivale a mucho (2):
(1) a. Es re lindo/ re grande / re viejo.
b. Lo dijo re claramente. / Vive re lejos. / Me fue re bien.
c. Vino re desde lejos./ Estaba vestida re de entre casa. / Está re de moda.
(2) Se re enoja. / Lo re quiere./ Se re durmió
A estos valores generales se suman usos propios de la Argentina. Al combinarse con nombres,
en general delimitados, re adquiere el significado de ‘gran/ buen’ (3.a-d), salvo en locuciones
con nombres de masa, donde se interpreta como ‘mucho/a’ (3.d).
(3) a. Consiguió el re auto. / Dijo una re mentira.
b. Es un re amigo / un re médico.
c. Durmió una re siesta. / Consiguió un re trabajo.
d. Tiene re confianza / re miedo.
Adicionalmente, al combinarse con verbos se agregan a los de (2) una serie de valores ligadas
con el aspecto: ‘mucho tiempo’, ‘muchas veces’, ‘completamente’ (4.a-c) y con el modo: cfr.
‘seguro’ (4.d). En los últimos años ese significado modal de certeza suma nuevos usos
gramaticales: en combinación con que, o bien como respuesta a una pregunta (cfr. 5), o bien
en la expresión ah, re, que en Kornfeld & Kuguel (2013) describimos como un modificador
de la modalidad oracional que introduce un efecto polifónico, ya que siempre encabeza un
enunciado que desdice lo dicho previamente, poniendo en evidencia que se trataba de una
mentira o un absurdo (6):
(4) a. Re trabaja. / Re juega. / Re esperó. / Re durmió.
b. Re viajó a Europa. / Lo re besa.
c. Re construyó la casa. / Re entendió.
d. Re llega. / Re termina los tallarines.
(5) a. Re que lo hago para quedar bien.
b. A: –¿Es lindo? / ¿Está a la moda? / ¿Es lejos?
B: –Re (‘es re [muy] lindo’, ‘está re [muy] a la moda’, ‘es re [muy] lejos’).
c. A: –¿Te gusta?
B: –Re (‘me re gusta [mucho]’).
d. A: –¿Venís?
B: –Re (‘re voy [seguro]’).
(6) a. A: –¿Qué opinás de Javier?
B: –¡Lo odio! Ah re que es mi mejor amigo.
b. A: –¿Cómo te fue en el parcial?
2
B: –Genial. Ah re que me saqué un dos.
Es interesante señalar que, como concluimos al revisar estos datos en Kornfeld &
Kuguel (2015), los diversos usos gramaticales pueden atribuirse a franjas generacionales
bastante definidas (si bien resulta enormemente dificultoso trazarles límites estrictos, por la
interferencia de variables sociales y personales como la edad de hijos, padres y amigos, el tipo
de profesión, etc.). Pero, en líneas generales, los mayores de 50 años tienden a usar el re,
siempre en registro coloquial, como lo hacen otras variedades del español (cfr. 1-2); los
hablantes entre 35 y 50 años agregan a los generales del español otros usos, en el dominio
nominal, con significados aspectuales y con la interpretación modal de certeza (3-4). Solo los
adolescentes y jóvenes, por último, utilizan re como respuesta a una pregunta o en las
secuencias re que y ah re (5-6).
Esta presentación pretende aportar continuidad a los trabajos conjuntos que ya he
mencionado y, en particular, analizar una serie de datos sobre el léxico y la gramática del
lenguaje juvenil que se explican por procesos de lexicalización, de gramaticalización y de
“semigramaticalización” (para utilizar una etiqueta que diseñamos juntas y que más adelante
espero explicar mejor). En particular, pondré en foco una serie de datos relevados por Inés
que en trabajos anteriores aparecen marginalmente. Espero, además, poder mostrar la
aplicabilidad de las líneas teóricas trazadas en Kuguel (2014) y Kornfeld & Kuguel (2015)
sobre los usos generacionales de ciertas entradas polisémicas y sobre su registro lexicográfico.
Dar cuenta de los procesos de lexicalización, gramaticalización y “semigramaticalización”
permite poner orden en datos aparentemente caóticos o amorfos y “otorgarles” un sistema
formal a variedades que suelen ser blanco de prejuicios normativos. Como señalaba Inés en
2014, si se adopta la perspectiva del estudio formal del sistema lingüístico, el lenguaje juvenil
se caracteriza por una tendencia mayor a la innovación léxica y gramatical, enfatizando
ciertos recursos (como los préstamos o el abanico de recursos apreciativos) mucho más que en
la lengua general. Pero constantemente los jóvenes también retoman y reconfiguran antiguas
expresiones de la comunidad lingüística que parecían olvidadas, como ocurrió en el caso del
resurgimiento de bondi (dada por desusada en los ’60, cfr. Gobello 1963), primero con su
significado más etimológico de ‘colectivo’ y luego con el de ‘lío, problema’. En ese sentido, y
pese a los numerosos prejuicios que lo atacan, no puede relevarse ninguna característica
negativa objetiva en el sistema formal del lenguaje juvenil.
Al final del trabajo espero trazar algunas relaciones posibles entre estas cuestiones y la
teoría gramatical, en particular para sugerir qué podría aportar la descripción del sistema
lingüístico del habla juvenil al estudio teórico de la variación en el marco de la gramática
generativa.
1
Al incluir los casos en que la palabra (simple o compleja) adquiere una nueva acepción, transformándose así en
una palabra polisémica (o acentuando su polisemia), nuestra definición de lexicalización resulta más amplia que
la que adopta Di Tullio (2003), para quien se trata de un proceso que básicamente entorpece el cálculo semántico
de las unidades complejas (palabras o frases), dado que estas pierden la composicionalidad y se vuelven opacas
3
Como ejemplo de los fenómenos de lexicalización que hemos estudiado, tomaré el caso
de rescatar(se), que Inés registra de la siguiente manera en su artículo de 2014:
“En ‘Y me rescaté que ya había perdido el colectivo’, por ejemplo, el verbo rescatarse no solo
cambia su significado al de ‘darse cuenta’ sino que modifica su estructura sintáctica gracias al
se, que funciona como una marca que diferencia a rescatarse del verbo rescatar (sin se).”
(Kuguel, 2014: 91)
Ahora bien, para explicar este significado de rescatarse como verbo cognitivo es
necesario, primero, trazar una breve historia de su uso rioplatense. En efecto, el empleo de
este verbo (casi siempre en su variante pronominal) viene cobrando una gran intensidad en las
variedades juveniles del español rioplatense en las últimas dos décadas.
La primera de las definiciones ajenas al español general se puede vincular con los
consumos de drogas y alcohol, como se puede ver en una serie de letras de canciones,
particularmente de cumbia villera, desde donde se presume que se divulgó a diversos
ámbitos3:
(8) a. Seguir jugando a caminar, / con la brea de algún callejón, / ir mirando fijo bien al piso, / para
rescatarse en la ocasión. (“Palo Borracho”, Callejeros)
b. Te olvidás cuando andabas conmigo, / re loca tomabas vino, / y ahora sos una piba rescatada
/ que ya no andás empastillada (“Qué va a ser de mí”, Damas Gratis)
c. Borracho no soy más porque me rescaté / Decile a tu mamá: las drogas las dejé (“Yo vivo de
noche”, Damas Gratis)
d. El doctor me quiere rescatar: / me pide que yo deje de escabiar (“El borracho”, Damas
Gratis)
e. El vino / pasión de multitudes / me rescata / de andar tomando / esa sustancia que me mata
(“Ahora no tomo más menos tampoco”, Damas Gratis)
f. pero esta historia llegó a su fin, / porque me hacía el bardero / vos me pedías que me rescate /
y no largaba los fierros / me la pasaba en la calle / todo el día drogado (“Pensando en vos”,
Fuerte Apache)
g. –Me fui porque nació mi hija, me rescaté un tiempo y ahora volví a tocar con mis amigos
(Reportaje a Chester, del grupo Alas Negras en https://www.alasnegrasrock.com/news)
Una definición lo suficientemente amplia como para cubrir todos los casos de (8) sería
‘Recuperar(se) (de los efectos) del consumo de drogas y/o alcohol’. Esa “recuperación” puede
desde el punto de vista semántico (y, por lo tanto, el nuevo significado debe conocerse y ser memorizado en el
léxico).
2
Los ejemplos de este trabajo han sido, en su mayoría, relevados de diversas páginas de Internet; no se
especifica la página web de cada ocurrencia, aunque sí se consigna la fuente cuando está bien identificada
(porque se trata de noticias o reportajes en medios de comunicación, canciones, programas de televisión, etc.).
3
De este modo, al eje cronolectal (el lenguaje juvenil) se cruza un eje sociolectal ya que rescatar(se) aparece
primero en el habla tumbera y la cumbia villera, si bien rápidamente se popularizó en otros grupos (de rock,
hiphop, rap, etc.), sobre todo en el conurbano, como se ilustra en los ejemplos de (8).
4
aplicarse a hechos puntuales o momentáneos, como una borrachera (como en 8.a), pero, más a
menudo, se refiere a situaciones estables de adicción (como se trasluce en el resto de los
ejemplos).
Por extensión casi inmediata, el verbo rescatar(se) empieza a usarse con un
significado más general, que podría parafrasearse como ‘Dejar de actuar en forma
irresponsable’. Es decir que se aplica para otras actividades propias de la marginalidad o del
descontrol (peleas, delincuencia, malas compañías, “bardo”, etc.). De hecho, esa definición
podría estar latente también en los ejemplos de (8.f-g), que son ambiguos en su interpretación
precisa.
Datos que evidentemente remiten a esa acepción más genérica de rescatar(se) serían
los de (9):
(9) a. “Rescátense un poco porque se prende fuego el lugar. ¿Entendieron? ¿Les quedó claro a
todos? ¿Si? ¿Se van a poner las pilas? Bueno, rescátense... tenemos que hacer el show,
loco” (Omar Chabán en Cromañón)
b. La onda es pasarla piola va a haber música, escabio y todas las otras cosas: ¡NO queremos
bondi! Rescatensen y si quieren peliar token para la esquina.
En todas estas variantes semánticas, rescatar es casi siempre pronominal y se registran muy
pocos usos transitivos, como en: El otro día él bardió, loco, y yo me comí tres días en Ezeiza,
¿sabés? Vos, amigo, quedate tranquilo, no pasa nada, yo lo rescato y Rescatate, si no, te voy
a rescatar yo y todos los vagos de la villa, ¿eh? (López, 2005). Estos ejemplos (en particular
el primero) permiten pensar cómo se produjo la transposición a esta(s) primera(s)
acepción(es) del lenguaje juvenil argentino desde el español general, si tomamos la tercera
acepción para rescatar que registra el DRAE: “3. tr. Liberar de un peligro, daño,
trabajo, molestia, opresión, etc. U. t. c. prnl.4” (cfr. también 8.d-e).
Este primer grupo de significados se extendió pronto al completamente genérico de
‘Dejar de portarse incorrectamente, corregirse o controlarse’, en el que desaparece por
completo cualquier implicación sobre descontrol, marginalidad o vicios5. Contextos claros de
esa definición genérica son los de (10):
(10) a. Eh, rescatate, barrilete (Sebas en Ministerio de Educación, sketch de Capusotto)
b. Movistar, rescatense y hagan las cosas como las tienen que hacer.
c. Rescatense y cierren este post. Me tienen hasta las pelotas con este post, cierrenlo de una vez,
loco.
d. dejarlos tirados sería no organizar nada y cada uno que se maneje, así que rescátense, bo, el
que quiera viajar y esté seguro que se anote
e. si el hombre está reclamando laburo qué tienen que opinar y tirar mierda,
loco, rescatensen, sociedad, ayuden a esa gente
4
Como puede verse, la RAE registra también construcciones pronominales para el significado general, pero es
inhabitual con ese empleo.
5
A veces rescatar(se) aparece solapado, en formas sutiles, con recatar(se) (de hecho, es frecuente que se lo
escriba así, gracias a la ambigüedad que otorga la aspiración sistemática de la /s / en el rioplatense), como en el
siguiente ejemplo:
(i) “Básicamente, siempre produje bandas del Oeste. Son discos que se consiguen en los recitales y en cuevas.
Producir es como tocar la guitarra: tus dedos están ahí presentes. Hay discos en los que se nota más mi mano
y en otros es mejor que me ‘rescate’ un poco.” (“En el Oeste, sutil agite” Suple No, Página 12, 17/02/2005).
5
Para resumir esta primera sección, hemos visto que aparecen tres (grupos de)
acepciones nuevas para rescatar(se) en las variedades juveniles del español rioplatense, a
partir de las que se puede establecer la siguiente secuencia diacrónica: 1. ‘Dejar de actuar en
forma irresponsable o descontrolada, en general por el uso de drogas o alcohol’, 2. ‘Dejar de
portarse incorrectamente, corregirse o controlarse’’, 3. ‘Darse cuenta de algo’6. Los usos
generacionales están cruzados con factores diastráticos (y, en menor grado, dialectales): los
tres significados se usan ampliamente en hablantes sub-30, mientras que, en los hablantes de
mediana edad, parece ser más frecuente en determinados grupos ligados con la música o con
la marginalidad, en particular en barrios suburbanos de clase media-baja.
6
Las dos primeras acepciones suponen reducir significativamente las definiciones del Diccionario etimológico
del lunfardo de Oscar Conde (2004):
Rescatarse. intr. Abandonar el consumo de drogas. || 2. Adoptar una actitud responsable en un momento de
descontrol, sea debido a un estado de euforia natural, sea provocado por el consumo de drogas o alcohol. || 3.
Disimular la embriaguez. || 4. Dejar de actuar de manera condenable. || 5. Comportarse correctamente. (Por ext.
del español rescatar)
7
Otro caso, no relevante a los fines de este trabajo, está constituido por préstamos de otras lenguas (en el caso
del español rioplatense, los dialectos del italiano, de los que surgen los marcadores de modalidad ma’qué, minga
o los cuantificadores flor de o toco de).
6
(12) a. –Qué bueno está ese tema de los Redondos.
–Mal (=Está muy bueno)
b. Ese chabón es un imbécil mal (=es muy imbécil)
c. ¿Vos andas pidiendo juegos en todos los post o flashée mal? (Kuguel, 2014: 92)
Partiendo de esta observación, haré aquí el intento de sistematizar los datos para llegar al
meollo de los usos juveniles de mal.
Debe notarse, primero, que, dejando de lado los usos generales, el adverbio aparece en
el español rioplatense en diversas expresiones más o menos fosilizadas. Por ejemplo, en las
últimas décadas son expresiones extendidas las que incluyen mal con algún adverbio deíctico,
mal ahí o mal allá, particularmente en hablantes de menos de 40 años (por ejemplo, 13.a-b),
el uso del adverbio para valorar globalmente una situación, con énfasis y separado
entonacionalmente del enunciado anterior (como en 13.c), mientras que la expresión mal yo
parece circunscripta a Uruguay, donde está muy extendida (cfr. 13.d):
(13) a. Yo ando por la vida sin chamuyo y sin careta,/ no finjo sonrisa, jamás arrugo la jeta,/ si eso no
te gusta, mal allá, fijate vos, / te regalo la razón, yo vivo de corazón (“Negro del barrio”,
Esteban El As)
b. “¡MAL AHÍ! Acusan a la Mona Jiménez de plagiar una canción” (Revista Pronto, 9/2/2017)
c. La dejó sin comida en la casa… ¡Mal!
d. “Mal yo (El presidente de la República, José Mujica, les pidió disculpas a los maestros por
sus recientes dichos de que trabajan sólo cuatro horas, 180 días al año)” (titular y bajada en
Caras & Caretas Uruguay, 30/7/2013)
Usos como los de (14) pueden ser escuchados ocasionalmente en hablantes de mediana edad.
El salto mayor entre generaciones se da cuando, en el lenguaje juvenil, mal pierde todo valor
negativo y pasa a funcionar realmente como cuantificador “puro”. Así, suena categóricamente
extraño a los ojos (o los oídos) de los hablantes mayores el siguiente ejemplo, relevado
también por Inés, donde mal funciona, con el significado cuantificativo ya relevado, como
respuesta a una pregunta:
(15) –Qué bueno está ese tema de los Redondos.
–Mal (=Está muy bueno) (=12.a) (Kuguel, 2014: 92)
Al rastrear datos semejantes en Internet se verifica esa eliminación del rasgo negativo
asociado con mal, que puede aparecer combinado con pares de antónimos de significado
opuesto (Se levanta temprano/ tarde mal, por ejemplo) y con palabras de valoración
innegablemente positiva: adjetivos como bueno (cfr. 15) o lindo (16.a), verbos (gustar en
16.b) o sustantivos (maravilla o genio, en 16.c-d):
(16) a. Rapate de nuevo te quedaba re re re re lindo mal
b. Me gusta, me gusta, me gusta,/ me gusta mal, fiction dance (“Baile frotado”, Babasónicos)
c. El Google Maps es una maravilla mal.
d. Nick Cave: un genio mal.
7
Todos estos ejemplos son desconocidos en otras variedades del español y suenan extraños a
los oídos de los hablantes mayores que no están en contacto con menores de 30 años.
Por último, para volver al último de los ejemplos recopilados por Inés, (12.c) se
desprende en forma bastante directa de lo que acabamos de señalar y del uso juvenil de
flashear. Tal como analizamos en detalle en Kornfeld & Kuguel (2015), en las últimas
décadas flashear fue ampliando sus acepciones desde la original en los ’70 de ‘alucinar por el
consumo de droga’ hasta incluir, entre los menores de 35 años, la de ‘pensar algo
erróneamente o equivocarse’. Flashée mal es, pues, propia de esta última franja etaria, si se lo
interpreta como ‘pensé muy erróneamente’8.
En suma, advertimos en esta sección que en el lenguaje juvenil mal puede aparecer
con distintas clases de palabras, que expanden en mucho el panorama posible de
combinaciones categoriales del español general. Dependiendo de su combinatoria categorial,
recibirá diferentes paráfrasis: ‘muy’ (con adjetivos y adverbios, cfr. 14.a-b), ‘mucho’
(adverbio, con verbos, cfr. 14.c), ‘mucho/a’ (cuantificador, con nombres de masa: Mandó
fruta mal), ‘total’ (con nombres contables, cfr. 16.c-d) o ‘totalmente’ (con SSPP: Me dejó sin
palabras mal). En todos los casos es interesante (y merecería un mayor análisis del que
llevaremos a cabo aquí) la posición pospuesta de mal respecto de la palabra a la que está
modificando. En ese punto, mal se aproxima a los elementos que funcionan inequívocamente
como modificadores de modalidad, como posta o el ya mencionado total (que, de hecho,
podrían reemplazarlo en la respuesta de 15 o en las secuencias de 16: re lindo posta, me gusta
posta, una maravilla total/ posta), más que a los cuantificadores que ocupan una posición
nuclear como parte de las proyecciones funcionales asociadas a categorías léxicas.
8
(17) a. Hoy pinta llover.
b. Este año pinta ser uno muy picante; La situación pinta ponerse grave.
c. La relación pinta llegar a algo serio; Cuando la pila pinta caerse, pongo otra.
d. Ese caballo pinta correr mucho.
e. Ese boxeador pinta romper las reglas, como siempre. (Kornfeld & Kuguel, 2013 b: 105)
A partir de este análisis, en la primera versión del trabajo con Inés notábamos:
“Los usos más léxicos de pintar, con valor inacusativo, presentan similitudes con el verbo salir,
cuando se usa en el habla juvenil en invitaciones o pedidos”, como en el siguiente ejemplo:
(20) A: -¿Che, sale un pucho?
B: -Sí, tomá (Kornfeld & Kuguel, 2012)
Intentaré aquí expandir esa observación marginal, que en la versión publicada ni siquiera
apareció.
En su significado léxico más literal, salir es un verbo inacusativo de movimiento que
puede focalizar (o presuponer) alternativamente el origen (21.a) o la meta (21.b):
(21) a. Salió (de casa) a las cuatro
b. Salen (a la vereda) a tomar fresco
Para analizar los significados más generales, tomaré como referencia el Diccionario integral
del español de la Argentina (DiEA), donde participó Inés junto con Andreína Adelstein y
Gabriela Resnik, entre otros. Hay numerosas acepciones derivadas, algunas de las cuales
incluso transforman el tipo argumental del verbo, como en la muy frecuente de ‘Ir a divertirse
en alguna actividad distinta de las obligaciones habituales en un lugar fuera del propio hogar’
(DiEA, definición 4). Ateniéndonos únicamente a las acepciones inacusativas, y dejando de
lado las de movimiento, salir suele ser equivalente a otros verbos estativos que designan
propiedades más o menos permanentes, como costar (te sale gratis), sobrepasar (Varias
líneas salen del contorno) o sobresalir (Tu valija está muy llena, la ropa sale por todas
partes). Más interesantes aún son los casos en que salir equivale a verbos inacusativos “de
aparición” (en el sentido de Levin & Rappaport 1995); paradójicamente, salir suele
9
Partimos del supuesto de que las nominalizaciones tienden a heredar las propiedades aspectuales de sus bases
verbales (cfr. Kornfeld, 2016), mientras que los nombres eventivos no deverbales pueden ser clasificados como
realizaciones, actividades, estados y logros a partir de diversos diagnósticos que miden la telicidad, la duración,
la causación, etc. (Resnik, 2011).
Ejemplos de Resnik de las clases aspectuales correspondientes:
realizaciones: motín, huelga, boicot, lockout
estados: pánico, rabia, caos, hambre, frío, silencio, ruido, crisis
actividades: fiesta, concierto, guerra, congreso, clase, conferencia, boda, vacaciones
logros: accidente, huracán, incendio, desastre, catástrofe, terremoto
9
interpretarse de manera análoga a aparecer (véanse las variantes de 22.a-e), pero también a su
significado opuesto, desaparecer (cfr. 22.f), probablemente por paralelismo con la
focalización del origen o la meta que mencionábamos antes10:
(22) a. Todavía no salió el sol. (def. 6)
b. Se nota que llega la primavera, ¡mirá cómo están saliendo las hojas verdes! / Le está
saliendo otro dientecito. (def. 7)
c. No saliste en el video. (def. 10) / La noticia salió en todos los diarios del país. (def. 11)
d. Salió el once en la rifa. (def. 18)
e. En pocos días sale el nuevo disco de la banda. / ¿Ya salió el número de abril de la revista?
(def. 21)
f. ¿Salió la mancha de grasa con el detergente que te di? (def. 9)
Los significados relevados hasta aquí no están marcados geográficamente, es decir que
son compartidos por diversas variedades del español. Si bien no están registradas en el DiEA,
a los fines del ejemplo (20) son interesantes dos usos propios del español rioplatense
coloquial. Uno equivale a un verbo de aparición equivalente a ‘surgir (espontáneamente)’, con
un valor psicológico/cognitivo donde el experimentante se realiza como dativo11, algo que
también ocurre con pintar y parecer (e.g., No me pintó ir, No me parece correcto). El otro uso
es habitual en el ámbito culinario y, si bien retiene el valor de verbo de movimiento, elimina
la agentividad real del evento (ya que es evidente que alguien saca la milanesa y no que sale
por sí misma):
(23) a. Me salió así/ esa frase/ ir a la marcha
b. ¡Sale una mila!
Si volvemos a nuestro ejemplo inicial de (20), podemos relevar de Internet otros datos
semejantes propios del lenguaje juvenil rioplatense:
(24) a. ¡Esta noche sale peli, unas cervezas frías y unas ricas pizzas de Almacén de Pizzas!
b. Último momento hoy sale peli comida rica y acurrucamiento
(http://www.placasrojas.tv/1569894-ltimo-momento-hoy-sale-peli-comida-rica-y-
acurrucamiento/)
c. Sale pucho, entra café bien cargado y chicles hasta que te duele la mandíbula.
d. Sale viaje de Mendoza.
e. Sale encuentro en VDP.
f. Sale un guiso super super de fideos.
g. Sale concierto (navideño).
(25) a. Pasame tu direccion y sale quilombo.
b. ¿Qué opinas de la gente que insulta en anónimo? Sale bardo ah jaja.
Como se observa en los ejemplos, salir es frecuente con nombres desnudos, pese a que los
nombres con los que se combina son contables (24), más que de masa (25). Además, salir se
combina predominantemente con nombres deverbales y eventivos no deverbales, y puede
decirse que la interpretación eventiva está presente incluso si los nombres no son en sí
mismos eventivos (cfr. guiso o pucho en 24.c, f), al igual que notábamos para pintar en (19).
Pese a la productiva combinación de salir con nombres desnudos, la posición de la
construcción nominal es siempre de sujeto y no hay significados listados para esas secuencias,
al revés de lo que ocurre con los casos canónicos de verbos soporte, domo dar, tener, tomar,
10
Los ejemplos de (22) están tomados del DiEA (disponible en línea en www.clarin.com/diccionario); se
especifica en cada caso el número de definición correspondiente.
11
Probablemente se derive de otra definición relevada en el DiEA: “15intr Producir la situación, el hecho o el
efecto esperados: Esta cuenta no me sale. / ¿Te sale la vertical?”
10
hacer. Por otra parte, pueden aparecer elementos “interfiriendo” entre verbo y nombre (e.g.,
Sale alta fiesta). Se verifica, entonces, que la posición de sujeto es implausible como “target”
de lexicalización (cfr. Marantz, 2001), aun para el caso de un verbo inacusativo. Analizamos
salir, entonces, como un caso semejante al de pintar en Pintó viaje espacial: un verbo
inacusativo que deviene un verbo de acaecimiento “espontáneo”.
Según Gabriela Resnik, en su tesis de 2011, los verbos de acaecimiento, como ocurrir,
suceder, producirse o tener lugar, a menudo permiten distinguir clases aspectuales de
nombres eventivos deverbales o no deverbales (cfr. nota al pie 9), ya que ejercen una
selección: de allí que no se los considere elementos plenamente gramaticalizados. Esos verbos
de acaecimiento son todos incompatibles con estados (cfr. 26), lo cual es esperable en la
medida que los estados se distinguen, precisamente, por ser no eventivos (i.e., no
acontecimientos):
(26) a. *Ocurrió / sucedió pánico / rabia / caos / ruido/ frío.
b. *Tuvo lugar/ se produjo pánico / rabia / ruido / frío.
Tomando en cuenta solo los eventos, Resnik señala que ocurrir y suceder solo se combinan
con eventos télicos no agentivos (esto es, logros) (cfr. 27.a vs. 27.b), mientras que otros
verbos de acaecimiento, como producirse o tener lugar, tienen una combinatoria más amplia,
que incluye, además de logros (cfr. 28.a), eventos agentivos como realizaciones y actividades
(cfr. 28.b). Los ejemplos mezclan nombres eventivos deverbales y no deverbales, que se
comportan de modo simétrico en relación con estas generalizaciones:
(27) a. Ocurrió / sucedió un nacimiento / una muerte/ un accidente / incendio.
b. Ocurrió / sucedió *una carrera/ *caminata / *suelta de globos / *viaje / *fiesta / *motín.
(28) a. Tuvo lugar/ se produjo un nacimiento / una muerte/ un accidente / incendio.
b. Tuvo lugar/ se produjo una carrera/ caminata / suelta de globos / viaje / motín (pero
*fiesta)12.
Por su parte, según nuestro análisis para pintar (Kornfeld & Kuguel, 2013 b), en tanto
verbo de acaecimiento tiene una combinatoria mucho más amplia, como ya he señalado.
Puede aparecer con todas las clases aspectuales de nombres eventivos, incluyendo no solo
logros (29.a) y eventos agentivos (29.b) sino también estados (cfr. 29.c), en contraste con
(26), e incluso, como ya hemos señalado, con nombres que designan entidades animadas o
inanimadas pero que pueden ser reinterpretados como eventivos (cfr. novia o taxi en 19):
(29) a. Pintó un nacimiento / una muerte/(un) accidente / incendio.
b. Pintó una carrera/ caminata / suelta de globos / (un) paro / viaje / fiesta / motín / huelga.
c. Pintó pánico / rabia / caos / ruido / frío.
12
Según los datos de Resnik (2011), producirse o tener lugar presentarían mayores restricciones que pintar, aun
entre los eventos de significado agentivo: *se produjo una fiesta, *se produjeron/ tuvieron lugar vacaciones.
Cabe notar que, además, algunos hablantes encuentran aceptable la combinación de producirse con nombres no
deverbales que designan estados: se produjo pánico/ caos.
11
(31) a. *Sale (una) llegada de tren / muerte / (un) nacimiento.
b. *Sale (un) accidente / huracán / incendio / desastre / terremoto.
(32) a. Sale (una) carrera/ caminata/ suelta de globos / marcha / (un) paro / viaje / asado.
b. Sale (una) fiesta / huelga / batalla / (un) concierto / quilombo / motín / bardo.
Discusión y conclusiones
Del recorrido que hemos trazado aquí sobre la “cuestión generacional” o cronolectal
pueden extraerse conclusiones que afectan a la lexicografía y las decisiones prácticas
asociadas. En Kornfeld & Kuguel (2015) notamos que el diccionario (tomando como ejemplo
el DiEA, como ya queda dicho) parece estar siempre atrasado respecto del lenguaje juvenil,
pese a las nuevas herramientas informáticas y a la disponibilidad de corpora cuasi infinitos.
Proponíamos utilizar en los diccionarios la etiqueta “juvenil”, en la medida en que este dato
forma parte de la competencia léxica del hablante y, también, porque los usos innovadores
muestran direcciones posibles de cambio de la lengua (en particular las gramaticalizaciones).
Sin embargo, éramos conscientes de que la etiqueta “juvenil” es conflictiva por distintos
motivos: primero, por las dificultades teóricas y técnicas de delimitar franjas generacionales,
dificultad que es tanto aplicada como teórica (tanto de la lexicografía como de la lingüística,
como recordé antes respecto de nuestro análisis de re). Otro problema es que la etiqueta
“juvenil” queda muy rápidamente desactualizada13, puesto que el vocabulario diferencial
muchas veces solo pretende identificar a una generación respecto de otras (e incluso distinguir
grupos dentro de una misma generación), lo cual explica lo efímero o volátil de sus usos14.
Finalmente, notábamos que no todas las clases y grupos sociales utilizan generacionalmente
los recursos lingüísticos de forma homogénea, como notamos aquí, en mayor detalle, para el
caso de rescatarse.
Además de las consecuencias para la lexicografía, también pueden articularse algunas
reflexiones teóricas que permiten (re) analizar los datos y la discusión aquí presentadas desde
el marco generativo. La variación cronolectal interna a una comunidad lingüística puede ser
un aporte al estudio del cambio lingüístico, una cuestión esencial para la gramática generativa,
pese a que no ha recibido la atención merecida. Recordemos algunos conceptos básicos: desde
Principios y Parámetros, en los ’80, se plantea que la variación entre lenguas puede
explicarse, primero, por medio de la especificación predeterminada de un conjunto acotado de
13
Lo ilustraba Inés con el Diccionario de Argentinismos, dirigido por Haensch y Werner (1993), que incluye la
marca estilística juv para indicar voces propias del lenguaje de los jóvenes. Ejemplos de palabras marcadas como
juveniles en este diccionario diferencial son cheto (“Persona que en su manera de vestir o de hablar, o en su
conducta en general, responde a una moda elitista propia de gente adinerada”), copar (“Provocar algo o alguien
gran placer o satisfacción a una persona”) y curtir (“Tener la costumbre o el hábito de hacer algo relacionado
con una moda o con un modo de vida”).
14
Del mismo modo ocurre con las palabras “envejecidas” (opuestas desde una perspectiva cronolectal) que se
marcan habitualmente como ant(icuado) o desus(ado). Entre ellas, según nuestro análisis, conviene poner a
resguardo las palabras que aparezcan en obras literarias o manifestaciones artísticas, que tienen la posibilidad de
una sobrevida mayor que aquellas que simplemente identificaron a una generación.
12
principios universales. A medida que se consolida el Programa Minimalista, la atención sobre
la variación paramétrica se deriva a las categorías funcionales presentes en una lengua.
En este sentido, en el marco de la gramática generativa, lo que analizamos en este
trabajo son procesos de ampliación del léxico en un doble sentido: el léxico es, por un lado, el
gran reservorio de los ítems conceptuales (los signos saussureanos), pero también es el
“locus” de la variación si tomamos en cuenta los ítems funcionales (cfr. Borer, 1984). Los
procesos de lexicalización y gramaticalización responden a cada una de esas perspectivas del
léxico. Los casos de polisemia que hemos ido presentando aquí pueden ser todos concebidos
como procesos de complejización por los que a determinadas entradas léxicas se les van
agregando definiciones, sean estas esencialmente conceptuales (lexicalización) o de
atribución de usos y rasgos formales (gramaticalización, semigramaticalización). A su vez,
considerando el léxico como un gran reservorio de ítems léxicos y funcionales, podemos
pensar que contiene entradas léxicas análogas a las de un diccionario, en el que las frases, las
palabras o los morfemas listados tienen asociada información fonológica, semántica y formal
(DiSciullo & Williams, 1987, Halle & Marantz, 1993).
En la discusión sobre el cambio lingüístico diacrónico dentro de la gramática
generativa, pueden reconocerse dos posiciones fuertes: para algunos autores, el cambio se da
bruscamente de una generación a la otra; para otros, en el mismo hablante coexiste más de
una gramática (cfr. Avellana & Kornfeld, en prensa para una sistematización detallada). En la
primera línea, Lightfoot (1979, 1991, 1999), por ejemplo, propone que el cambio paramétrico
dentro de una lengua debe producirse en una sola generación. El cambio lingüístico es
abrupto, dado que las gramáticas son construidas por los individuos de cada generación. Esta
propuesta es, para Lightfoot, una consecuencia necesaria de un modelo de la variación/
adquisición como el del primer Principios & Parámetros, que presupone categorías discretas y
valores delimitados para los parámetros, y, en consecuencia, no podría plantear un cambio
gradual entre un valor paramétrico y otro.
Kroch (1989), por su parte, introduce la posibilidad de que existan “gramáticas en
competencia”, incluso dentro de un mismo hablante. El autor reconcilia el factor del tiempo
en el cambio lingüístico con la naturaleza discreta de las gramáticas por medio de la idea de
que las gramáticas pueden coexistir y “competir” hasta que una reemplaza a la otra. Kroch
(2000) adopta la idea de una “diglosia sintáctica” 15 en el sentido de que los individuos pueden
tener competencia en más de un sistema sintáctico (igual que ocurre en los casos de
bilingüismo), cuando los datos lingüísticos primarios de que dispone el niño proporcionan
evidencia de formas simultáneas e incompatibles. Esa “falla” en la transmisión de rasgos
lingüísticos puede deberse a cambios o diferencias en el carácter de la evidencia disponible
para el hablante (como sucede, por ejemplo, con los datos que surgen de la adquisición de
segundas lenguas por parte de adultos en situaciones de contacto lingüístico).
Si retomamos los resultados de las secciones de análisis, podemos suponer que, en el
caso de ciertas entradas léxicas polisémicas (como rescatar(se), mal y salir), cada hablante
tiene activos algunos significados y usos, que emplea plenamente. En cambio, otros
significados y usos (en general, los que corresponden a generaciones diferentes) no los conoce
o son parte de su léxico pasivo. Si bien en este trabajo hemos focalizado en el lenguaje
juvenil, resulta evidente que se da una contraparte perfecta con las expresiones “envejecidas”,
anticuadas o desusadas (como, en la variedad rioplatense, pagariola o ponchada (de), cfr.
15
El término “diglosia” se utiliza normalmente para referir a la situación de dos (o más) lenguas que coexisten
pero se utilizan en contextos distintos, con funciones sociolingüísticas diferenciadas. Las situaciones diglósicas
involucran típicamente un contraste entre una variedad “alta”, apropiada para las situaciones formales, y una
“baja”, para las más informales (cfr. Ferguson 1959).
13
nota al pie 15), que los jóvenes no emplean nunca y en general ni siquiera conocen. Si esta red
de acepciones diferenciadas se concentra en ítems funcionales o gramaticalizados, puede dar
lugar a distintas gramáticas. De este modo, sincrónicamente coexisten en la misma comunidad
varias gramáticas; en los términos de Kroch, “los individuos tienen competencia en más de un
sistema sintáctico”, lo cual no implica que cada hablante tenga más de una gramática que
puede emplear o no en distintos contextos. Más bien, un subconjunto de las entradas léxicas
tiene asociados significados y usos activos y pasivos que permiten diferenciar a un hablante
particular de otros hablantes (y, particularmente, los que pertenecen a generaciones distintas).
Las generaciones intermedias hacen de puente entre dos estadios definitivamente diferentes de
la gramática y tienen, en general, competencia (activa o pasiva) en todas las variantes.
Según creo, esta propuesta funcionaría como un modo verosímil de articular lo social
y lo individual en el cambio lingüístico, sin negar que las gramáticas son esencialmente
discretas; también permite explicar cómo se combinan y complementan el léxico y la
gramática en los procesos de gramaticalización, en una suerte de compatibilización de las
ideas de Chomsky con las de Saussure. Si bien la gramática generativa concibe la lengua
internalizada (en tanto sistema cognitivo de los hablantes) como eminentemente individual, es
evidente que hay también un carácter social en la lengua, que se percibe con fuerza en el
cambio lingüístico.
Estas reflexiones algo desordenadas muestran que la lexicografía (en tanto aplicación)
también puede realizar una contribución a la teoría gramatical, al aportar un modelo acotado,
construido a partir de ejemplos concretos, acerca de cómo funciona nuestro léxico mental y,
en particular, la variación dentro de una comunidad lingüística. Es un ejemplo del ida y vuelta
virtuoso entre lingüística aplicada, descriptiva y teórica en el que Inés creía firmemente y al
que dedicó buena parte de su vida profesional.
Quiero volver, para cerrar, sobre el epígrafe inicial de Saer: Cada uno crea / de las
astillas que recibe / la lengua a su manera / con las reglas de su pasión. Ciertamente esas
líneas reflejan, de manera poética, una idea que viene atravesando este trabajo: la lengua
como herencia (necesariamente) recibida y (necesariamente) re-moldeada por cada
generación. Esas líneas concisas me sirvieron para pensar cómo articular esta presentación y,
también, cómo quiero recordar a Inés: así, con estos temas lingüísticos puntuales que la
divertían, pero también con otras ideas más filosóficas o especulativas que le interesaban,
como la articulación entre lo individual y lo colectivo, el cambio lingüístico, las herencias y
legados. Y, sobre todo, me gustaría recordarla con la última palabra de Saer: la pasión. Un
justo homenaje.
Referencias bibliográficas
14
Kuguel) en el marco del XIII Congreso de la Sociedad Argentina de Lingüística,
Potrero de los Funes (San Luis), 29-31 de marzo de 2012.
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español de la Argentina: estudios gramaticales (pp. 13-33). Buenos Aires: Eudeba.
Kornfeld, L. y Kuguel, I. (2013 b). “Gramaticalización y lexicalización en el ámbito verbal:
pegar y pintar en el español rioplatense”. En L. Kornfeld e I. Kuguel (eds.), El
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Argentina”. En M. Coll y M. Barité (orgs.), Aspectos de lexicografía teórica y
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habla juvenil argentina”. En L. Kornfeld (comp.), De lenguas, ficciones y patria (pp.
81-101). Los Polvorines: Universidad Nacional de General Sarmiento.
15
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176.
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ediciones y Losa ediciones, pp. 79-106.
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16