Cronobiologia
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Presentación
En este capítulo se trazará una breve reseña sobre el sistema circadiano en los vertebrados y, particularmente, en
los mamíferos. La introducción se referirá a las características generales de los sistemas circadianos y la historia de
su investigación. En el desarrollo, una vez definido qué es un sistema circadiano, se elaborará una síntesis acerca
de los modelos estudiados en vertebrados no mamíferos (anfibios, reptiles y aves). A continuación se detallarán las
bases fisiológicas de los ritmos circadianos en mamíferos, incluyendo la estructura y función de los núcleos
supraquiasmáticos, sus características neuroquímicas y celulares, sus mecanismos de sincronización y eferencias.
Para ejemplificar estas funciones se explicarán las diversas técnicas utilizadas para su estudio (electrofisiología,
neuroanatomía, comportamiento, transplantes, biología molecular). Se pondrá énfasis en la fisiología de neuronas
individuales de los NSQ y la necesidad de redes neuronales que acoplen su funcionamiento, así como en la utilidad
de quimeras para el estudio de esta comunicación intercelular. Asimismo, se explicarán las vías de transducción de
señales de los NSQ que permiten su sincronización y acoplamiento, así como modelos comportamentales útiles
para comprender su funcionamiento (splitting, sincronización fótica y no fótica, etc.). Por último, se indicará la
importancia del estudio de organismos mutantes (como el hamster tau o el ratón clock) para comprender el
funcionamiento del sistema circadiano. Finalmente se brindarán algunas consideraciones acerca de la importancia
de contar con un sistema circadiano eficaz y predecible, a partir de las evidencias de campo y de laboratorio y de las
inferencias evolutivas de su estudio.
FIGURA 1: Se cuenta que la hermosa Clythie solía seguir el camino del dios sol (Febo
o Apolo, dependiendo de vuestra mitología favorita) por el cielo, rogándole que se
detuviera y la llevara. Finalmente, cansada del despecho y obligada a seguir el
recorrido diario del sol, la joven se convirtió en un heliotropo (o girasol). (Tomado de
Metamorfosis, de Ovidio).
CONTENIDOS DE ESTE CAPÍTULO
¿Qué es un sistema circadiano?
Organización funcional del sistema circadiano en vertebrados
Peces, reptiles y anfibios
Aves
El sistema circadiano de los mamíferos: estructura general
En busca del reloj circadiano: los núcleos supraquiasmáticos
El marcapasos o reloj central: localización y neuroanatomía
Evidencias de que los NSQ constituyen un reloj central en mamíferos
Neuroquímica del reloj circadiano
Vías de entrada al reloj
Vías de salida del reloj
Un ejemplo de transmisión neural de la señal rítmica del reloj: Regulación de la secreción de la melatonina
pineal.
Neuroquímica del reloj
Un reloj de bolsillo: los NSQ in vitro y los osciladores celulares
La puerta de entrada: vías de sincronización de los NSQ
Modelos de sincronización en mamíferos
Vías de transducción de señales
La vía de escape: acoplamiento y eferencias del reloj
Evidencias neurales y humorales
Modelo de partición (splitting)
Mutantes y quimeras para entender al reloj
El hamster tau
El ratón clock
Otros mutantes en mamíferos
Quimeras circadianas
Las ventajas de un sistema circadiano
Lecturas adicionales
Cuestiones de revisión
Historia de un descubrimiento
El descubrimiento del hámster tau
Ritmos circadianos en la Antártida: un modelo para comprender la necesidad de contar con un sistema
circadiano aun cuando el mundo no sea un dador de hora infalible
1. ¿Qué es un sistema circadiano?
De entre los diversos “circarritmos” que presentan los organismos, los ritmos circadianos se destacan
como los que responden a la alternancia ambiental más obvia; la de los días y las noche de nuestro planeta. En un
mundo que gira, conviene estar a la altura – o, mejor dicho, al tiempo – de los ciclos imperantes y ser capaces de
predecirlos y ajustarse a ellos. Así se han seleccionado sistemas que no sólo responden al ambiente sino que
también generan sus propios ritmos orgánicos aun en ausencia de señales externas.
La presencia de relojes en el cuerpo no resulta completamente obvia. Es perfectamente plausible un
organismo cuyos patrones temporales dependan exclusivamente de factores externos muy regulares, como la gran
variedad de fenómenos naturales periódicos: éste sería un organismo cuyos ritmos biológicos son exógenos. En
este caso, en ausencia de variaciones externas desaparecerían los ritmos en cuestión. Como se vio en el capítulo
XXX, aquellos ritmos que se mantienen en condiciones ambientales constantes son llamados endógenos, y
dependen de relojes internos cuya acción es independiente del ambiente, si bien se regulan y ponen de acuerdo con
el mundo. Es interesante destacar que esta dicotomía “endógeno-exógeno” es una de las discusiones históricas de
la cronobiología: ya en el primer congreso internacional realizado en 1960 en Cold Spring Harbor se presentaron
pruebas a favor de una u otra hipótesis; finalmente, la demostración de la existencia de estructuras de relojería
internas en la gran mayoría de los organismos vivos inclinó la balanza en favor de la hipótesis endógena de los
ritmos biológicos.
En ausencia de sincronizadores los ritmos biológicos expresan su componente endógeno, que responde al
período específico del reloj, que es una característica de la especie (si bien existen variaciones interindividuales).
Este período endógeno es el que debiera llamarse, estrictamente, circadiano y corresponde a aproximadamente 24
horas (de ahí su nombre de “cerca de un día”). Para los ritmos sincronizados a 24 horas por el ambiente se reserva
la expresión de “ritmo diario” o “nictemeral”. Resulta evidente que, por más cercano a 24 horas que sea el período
endógeno de un reloj biológico, si no se sincroniza con el mundo que lo rodea, al cabo de unos pocos ciclos será
completamente inútil. Imaginemos un reloj endógeno con un período de 24.1 horas (o, lo que es lo mismo, 24 horas
y 6 minutos – un reloj que adelanta 6 minutos por día). Al cabo de diez días, el portador de este muy preciso reloj
verá sus ritmos desfasados una hora con respecto al ambiente; a medida que pasan los días se irá desfasando más
y más, sin que pueda aprovechar las ventajas de controlar el tiempo de su biología.
Un reloj biológico es, entonces, un sistema temporizador autosustentado y con capacidad de ajustar su
hora con determinadas señales del ambiente. No es un reloj de sol, porque puede decirnos la hora en ausencia de
señales ambientales, ni un reloj de arena, porque puede dar la hora aun tiempo después de que estas señales
ambientales lo impulsen. La capacidad de sincronizarse es fácilmente reconocida por aquellos que realizaron vuelos
transmeridianos: unos días mas tarde del arribo a destino, el reloj biológico se ajusta a la hora local.
Otras propiedades de los relojes biológicos son la independencia, dentro de ciertos límites, de la
temperatura, así como los efectos a posteriori (post-effects), que relacionan el período en condiciones constantes
con la intensidad lumínica y fotoperíodos previos. La regla de Aschoff deviene de esta última propiedad de los
relojes: los animales de hábitos nocturnos poseen períodos menores a 24 horas y los de hábitos diurnos períodos
mayores, salvo excepciones (por ejemplo, la rata, un animal nocturno con período entre 24 y 25 horas). Un aumento
en la intensidad de la luz a la que se expone a animales nocturnos produce un aumento posterior en su período en
condiciones constantes. En animales diurnos el aumento de la intensidad de la luz produce el efecto contrario.
No cabe duda de que la alternancia luz-oscuridad es el principal de los ciclos ambientales con periodicidad
diaria (a menos, claro que uno resulte ser un organismo ciego o que viva en ambientes donde no llegue la luz). De
esta manera, uno de los principales componentes del sistema circadiano será su conexión anátomo- fisiológica con
la percepción de la luz.
En los vertebrados existe fotorrecepción circadiana a nivel de los ojos y también extra-retiniana. En
anfibios, reptiles y aves la glándula pineal también posee funciones fotorreceptoras (en forma conjunta con los ojos).
Asimismo, en diversos grupos existen evidencias de fotorreceptores profundos en el cerebro.
En rigor, podemos considerar que un sistema circadiano consta de tres componentes principales (Fig. 2):
- Un sincronizador ambiental (zeitgeber)
- Un componente endógeno de generación de la ritmicidad (reloj biológico)
- Los ritmos circadianos controlados por el reloj
Sin embargo, tanto o más importantes que estos componentes son las relaciones entre ellos (lo que lo
constituye en un verdadero sistema): el mecanismo de sincronización entre el zeitgeber y el reloj (la vía de entrada)
y el mecanismo de acoplamiento entre el reloj biológico y los ritmos que controla (Fig. 3). Por supuesto, existen
diversas vías de entrada al reloj, aunque la sincronización principal es de tipo fótica; también existirán diversos
mecanismos y vías de salida desde el reloj.
Finalmente, el modelo se complica por la presencia de relaciones directas entre el zeitgeber y los ritmos
(enmascaramiento), sin pasar por el ajuste del reloj, y por los mecanismos de retroalimentación entre los ritmos
circadianos y el reloj (Fig. 4).
Recientemente se ha caracterizado al pez cebra (zebrafish, Danio rerio) como un excelente modelo del
sistema circadiano de vertebrados inferiores (Fig. 6 a). Además de estudios moleculares, se han podido determinar
ritmos de actividad locomotora, de función visual y, particularmente, ritmos de producción de melatonina (Fig. 6b).
Se ha estudiado en detalle el desarrollo ontogenético en pineal y retina, a través del estudio de la enzima serotonina
N-acetil- transferasa y la presencia de la hormona melatonina en embriones, larvas y adultos. Un resultado reciente
arroja luz acerca de los mecanismos de herencia de la ritmicidad circadiana en vertebrados. Existen genes (como
Per3) que oscilan en los ovocitos del pez cebra, y esta ritmicidad también se observa muy temprano en la
embriogénesis.
Un excelente modelo para el estudio de ritmos en anfibios lo constituyen los ojos de Xenopus, que han
sido extensamente estudiados en cuanto a las oscilaciones en la producción de melatonina y otras variables (Fig. 7).
El reloj está presente en los fotorreceptores retinianos y se puede sincronizar por luz y tratamientos farmacológicos.
FIGURA 7: Un excelente modelo para el estudio de ritmos en anfibios lo constituyen
los ojos de Xenopus, que han sido extensamente estudiados en cuanto a las
oscilaciones en la producción de melatonina (mostrada en la figura) y otras variables.
El reloj está presente en los fotorreceptores retinianos y se puede sincronizar por luz y
tratamientos farmacológicos.
Los reptiles Anolis e Iguana han sido extensamente estudiados en cuanto a la generación y sincronización
de ritmos circadianos (Fig. 8). En Anolis la pinealectomía produce la abolición completa de los ritmos de actividad
locomotora, mientras que Iguana posee osciladores no sólo en la pineal sino en el órgano parietal y ojos laterales,
que controlan ritmos diferentes.
FIGURA 8. Los reptiles presentan ritmos diarios y circadianos. La figura muestra los
ritmos de temperatura corporal (negro) y actividad locomotora (gris) de Iguana en
condiciones de luz-oscuridad y de luz constante (modificado de Tosini y Menaker, J
Neurosci 18: 1105-1114, 1998)
2.2. Aves
En las aves existe una jerarquía de osciladores circadianos interactuantes, así como múltiples niveles de
fotorrecepción (Fig. 9.a y b). En la década de 1960 se descubrió que la pinealectomía de los gorriones suprime el
ritmo de actividad locomotora; asimismo, la inyección de melatonina lo sincroniza. Otro modelo muy estudiado ha
sido la codorniz, en la que los ojos ocupan un papel preponderante en la jerarquía de osciladores: las retinas
presentan un ritmo endógeno de secreción de melatonina, y la lesión ocular produce arritmicidad de locomoción y
temperatura. Los ojos y las pineales de los pollos también contienen un oscilador circadiano; incluso de ha
demostrado que pinealocitos aislados presentan ritmos endógenos. En la paloma existe una sinergia de los relojes
retiniano y pineal para el control de los ritmos: sólo la lesión conjunta produce arritmicidad. Finalmente, en otras
especies se ha señalado la importancia de los núcleos supraquiasmáticos del hipotálamo en la generación y
sincronización fótica de los ritmos, confirmando así la presencia de una compleja red de osciladores que interactúan
para generar la ritmicidad circadiana de las aves.
La comunicación entre estos osciladores ha generado el modelo de retroalimentación neuroendocrina, que
propone el control recíproco de retina, pineal, e hipotálamo a través de interacciones inhibitorias o resonantes. Por
otro lado, recientemente se han clonado algunos de los genes del reloj biológico de aves. Los productos proteicos
qCLOCK, qPER2 y qPER3 (la “q” viene de “quail”, codorniz) presentan una homología del 79%, 46% y 33%,
respectivamente, con sus equivalentes en mamíferos. Estos genes se expresaron en diversos tejidos, y en
particular, qPER2 y qPER3 presentaron ritmos circadianos, el primero de los cuales resultó ser sensible a la
estimulación con luz.
La historia del descubrimiento de los NSQ como reloj biológico es fascinante, y revela uno de los pocos
ejemplos claros de localización funcional en el cerebro. Tras los experimentos de Curt Richter en la primera mitad
del siglo XX, que señalaban al hipotálamo como responsable de ciertos fenómenos periódicos, la búsqueda se afinó
gracias a experimentos de trazado neuroanatómico, que finalmente llevaron al descubrimiento de los NSQ como un
verdadero reloj biológico, capaz de mantener los ritmos in vitro y cuyo transplante recuperaba la ritmicidad perdida
en animales lesionados. El descubrimiento de mutantes con relojes disfuncionales, así como las nuevas
herramientas de biología molecular, abrieron una nueva puerta para determinar la estructura del sistema circadiano
de mamíferos.
Más allá de las aferencias de diversas zonas cerebrales (como el tálamo o los núcleos del rafe), la
principal vía de entrada a los NSQ es a partir del tracto retinohipotalámico (TRH) formado por axones de las células
ganglionares de la retina. En cuanto a los fotorreceptores y pigmentos asociados a la percepción circadiana, hace
años se realizó la desconcertante observación de que ratones ciegos (de la cepa rd/rd, que carecen de bastones)
mantienen la sincronización fótica de sus ritmos circadianos (Fig. 11). Recientemente se describió la presencia de
un nuevo tipo de fotopigmento en la retina de mamíferos, los criptocromos; sin embargo, experimentos con mutantes
de estos pigmentos indican que estarían más relacionados con el mecanismo molecular del reloj circadiano que con
la fototransducción. Por último, merece mencionarse el hallazgo de la melanopsina, un nuevo fotopigmento con la
particularidad de estar presente no en fotorreceptores clásicos sino en las mismas células ganglionares que forman
el TRH, constituyendo un novedoso modelo de fotorrecepción no visual.
FIGURA 11. a) Como en la canción infantil de los tres ratones ciegos, se pensó que
anulando los fotorreceptores que median la visión “clásica” se abolirían los
mecanismos de sincronización circadiana. b) Sin embargo, los animales cono
degeneración de fotorreceptores retinianos clásicos demuestran la presencia de
sincronización fótica normal. La figura muestra cómo la luz inhibe la secreción de
melatonina pineal en ratones C3H (wild-type) y en mutantes con bloqueo de
fototransducción en los bastones (rd/rd) o con ablación de los segmentos externos de
los fotorreceptores (rds/rds) (modificado de Lucas & Foster Endocrinology Vol. 140,
No. 4, 1520-1524, 1999)
Son menos conocidas las eferencias de los NSQ, a través de estudios de transplante y de marcadores de
circuitos neuronales. Uno de los caminos mejor conocidos es el de la vía multisináptica que va de los NSQ a la
glándula pineal (Véase cap. XXX). Sin embargo, existen también evidencias a favor de eferencias humorales
capaces de controlar ritmos circadianos.
La búsqueda del reloj circadiano de los mamíferos ha sido una de las más interesantes aventuras de las
neurociencias contemporáneas. Es más, el descubrimiento de este reloj es uno de los mejores ejemplos acerca de
la localización precisa de una función (el control de los ritmos circadianos) en el cerebro. Si uno debe enfrentarse a
esta búsqueda, es bastante obvio que dirigirá su atención a zonas cerebrales que controlen diversos aspectos del
comportamiento y la fisiología del organismo. Así, los experimentos pioneros de Curth Richter en la primera mitad
del siglo XX se basaron en lesiones de zonas específicas del cerebro, comprobando que el hipotálamo estaría
involucrado en la generación de ritmos. Sin embargo, fue necesario cambiar el enfoque para afinar la búsqueda: ya
que no resulta nada sencillo ir a buscar directamente el reloj, y dado que es conocido el hecho de que la luz lo pone
en hora, será cuestión de disfrazarse de luz, seguir la vía neuroanatómica de los estímulos fóticos y estudiar los
tejidos blanco de esta vía. Si alguna de estas zonas no posee actividad visual conocida, será un interesante
candidato a reloj circadiano. Así, los estudios de Robert Moore determinaron que la vía retinohipotalámica llega
hasta los núcleos supraquiasmáticos, y en poco tiempo se los caracterizó como un reloj circadiano con todo
derecho.
Como mencionamos, el sistema circadiano de los mamíferos comprende cuatro elementos básicos (Fig. 12),
el primero de los cuales nos compete en este capítulo:
a) un Marcapasos Central o Reloj, ubicado en los Núcleos Supraquiasmáticos del Hipotálamo (NSQ). Es en
este sitio anatómico donde se generan las señales oscilatorias intrínsecas, con un período cercano a las 24
horas. En experimentos ya clásicos se demostró que la ablación de los NSQ conlleva la pérdida de numerosas
funciones fisiológicas y conductuales, y que el transplante de tejido de los NSQ fetal restituye la temporalidad
en el organismo lesionado. Si bien muchísimos ritmos diarios se encuentran directamente bajo el control de
los NSQ, también se demostró que algunos ritmos subsistían luego de la lesión. Es decir que existe (y en el
caso del hombre resulta particularmente importante) otro (u otros) sitios de generación de ritmos, cuya
sincronización no parece depender del ciclo L:O, sino más bien de ciertas rutinas o patrones de alimentación o
de actividad social, que en el caso de los seres humanos, ahora sí, podría reducirse a la presencia de un
simple reloj de pulsera. De todos modos, con la literatura disponible hasta el momento, puede asegurarse que
los NSQ constituyen el reloj central más importante en los mamíferos, y que el ciclo L:O es, asimismo, la señal
ambiental más importante en la sincronización de los ritmos biológicos conocidos.
b) Además, el sistema circadiano está compuesto por osciladores subsidiarios, controlados por éste, y vías de
salida desde los NSQ hacia estos sistemas efectores, necesarios para la expresión de los ritmos;
c) vías de entrada para información fótica, como el tracto retinohipotalámico (RHT), que llevan la información
lumínica directamente al reloj y que lo sincronizan al ciclo L:O ambiental; y por último,
d) vías de entrada de tipo no fóticas, que llevan al reloj información “especial” (estado de alerta, aumento de la
actividad, factores endocrinos y neurotransmisores) y que también son capaces de sincronizar a los NSQ, y,
en condiciones de sincronización normal por luz, constituyen vías modulatorias.
FIGURA 12. A. Los componentes principales del sistema circadiano de los mamíferos
pueden resumirse como a) un Marcapasos Central o Reloj, ubicado en los Núcleos
Supraquiasmáticos del hipotálamo (NSQ); b) osciladores subsidiarios; c) vías de
salida desde los NSQ hacia los sistemas efectores; d) vías de entrada para
información fótica; e) vías de entrada de tipo no fóticas. B. La vía de entrada retiniana
parece depender de una combinación de fotorreceptores y fotopigmentos. C. Dentro
de las vías no fóticas pueden considerarse aferencias del tálamo (IGL), del rafe y de la
glándula pineal a través de la melatonina.
Los componentes neurales más importantes del sistema circadiano de los mamíferos pueden resumirse en la
figura 13. Las aferencias a los NSQ las constituyen las vías directa s de llegada de la información fótica, el haz RHT
desde la retina, y el haz genículohipotalámico (GHT) desde la lámina intergeniculada lateral (IGL) del tálamo.
Además, desde el mesencéfalo, los núcleos del rafe medio proyectan directamente hacia los NSQ, y los núcleos del
rafe dorsal lo hacen indirectamente vía una proyección a los IGL. Entre las eferencias desde los NSQ se cuentan la
inervación al núcleo paraventricular del hipotálamo, y a la zona subparaventricular, una proyección a los ganglios
cervicales superiores (GCS) que proyectan a su vez a la glándula pineal.
FIGURA 13. Aferencias principales de los NSQ. Como se verá más adelante, los NSQ
pueden subdividirse en una zona ventromedial (core) y una dorsolateral (shell).
Los neurotransmisores implicados en cada vía son aminoácidos excitatorios como el glutamato del haz RHT,
el ácido gamma aminobutírico (GABA) y neuropéptido Y (NPY) del haz GHT, y la serotonina (5-HT) de los núcleos
del rafe.
El reloj circadiano central en los mamíferos está ubicado en los núcleos supraquiasmáticos del hipotálamo,
inmediatamente por encima del quiasma óptico (Fig. 14) Las primeras evidencias acerca de su localización fueron
publicadas en 1972 por R.Y. Moore y su grupo colaborador, es decir, hace poco más de treinta años, lo que
demuestra la relativa juventud de la cronobiología como disciplina.
FIGURA 14. Vista ventral de un cerebro de hámster en el que se observan los nervios
ópticos que se cruzan en el quiasma óptico. Este último se encuentra en una posición
inmediatamente ventral a los NSQ.
Este oscilador central está conectado a un sensor de luz prominente, que es la retina. También está
conectado de múltiples maneras a sus efectores, que pueden ser otras áreas cerebrales cruciales en la secreción de
hormonas como la eminencia media, o en el control de comportamientos como la actividad locomotora, el sueño, la
alimentación o la ansiedad. El reloj se conecta con sus efectores mediante tractos nerviosos, es decir, mediante una
conexión neural, y también mediante la secreción de factores humorales.
En los mamíferos, si bien los NSQ no constituyen el único reloj posible, sí puede decirse que es el que
dirige la ritmicidad circadiana en forma predominante, aún controlando la ritmicidad de otros relojes secundarios o
esclavos.
FIGURA 15. A,B. La lesión bilateral de los NSQ produce arritmicidad circadiana. En
este caso se observa la pérdida del ritmo de actividad locomotora en la rata de
acuerdo con la primera experiencia de lesiones de NSQ (Stephan & Zucker, 1972). C.
Pérdida de ritmos de correr, beber y roer en el hámster dorado luego de la lesion de
los NSQ.
FIGURA 16. El transplante de tejido fetal conteniendo los NSQ restaura los ritmos
circadianos de a actividad locomotora perdidos debido a lesiones previas del área.
SCNx representa el día de la lesión de los núcleos supraquiasmáticos en un hámster
mutante tau (nótese que en el panel de la derecha se representan días circadianos de
20 horas de duración), mientras que el día marcado con un círculo azul indica el
momento de transplante de tejido conteniendo NSQ de un animal salvaje. Se nota que
se recupera el ritmo circadiano de actividad locomotora, pero de característica
diferente a la original. EL panel de la derecha muestra lo mismo pero graficado en
días de 24 horas.
FIGURA 17. A. En condiciones de explanto y aislamiento los NSQ siguen
manteniendo ritmos circadianos, por ejemplo, de actividad eléctrica neuronal. En la
figura se representa la obtención de una rodaja de cerebro de hámster de la zona
hipotalámica, que contiene los NSQ. Esta rodaja se puede mantener en condiciones
controladas de cultivo mientras se registra la frecuencia de potenciales de acción de
las neuronas y así comprobar el ritmo de actividad eléctrica de la zona
supraquiasmática. EL gráfico muestra la actividad eléctrica de unidades neuronales
en la zona de los NSQ, que presenta un pico a lo largo del día. B. Actividad eléctrica
de neuronas dispersas de NSQ cultivadas sobre una red de microelectrodos
(esquematizado en el panel de la derecha). Cada célula mantiene un ritmo circadiano
de frecuencia de disparo de potenciales de acción independiente de las otras, como
se muestra en el panel de la derecha. C. Registro de actividad eléctrica en fetas de
hámsteres dorados conteniendo los NSQ. Los controles muestran el pico normal de
actividad alrededor de ZT6 (mediodía), y el efecto del tratamiento con NMDA, un
agonista glutamatérgico que reproduce el avance de fase inducido por la luz sobre la
fase de los ritmos (Modificado de Yannielli and Harrington, 2000)
Los NSQ contienen aproximadamente 16000 neuronas, pequeñas y densamente empaquetadas junto con
otras células de sostén como las células de la glía. Esta densidad hace que los núcleos sean identificables
fácilmente en preparados histológicos, y aún en cortes frescos. Estructuralmente no son homogéneos: existen por lo
menos dos zonas citoquímicamente bien diferenciadas conocidas como centro (core) y corteza (shell).
La corteza es más bien dorsal o dorsomedial, y el centro ocupa la porción ventral y ventrolateral (FIG. 18)
El centro se caracteriza por una alta densidad celular y por la presencia de péptido intestinal vasoactivo (VIP) y
péptido liberador de gastrina (GRP) en sus neuronas. Asimismo, esta zona está enriquecida en aferencias
retinianas tanto directas (RHT) como indirectas (provenientes de la IGL y el núcleo de rafe).
FIGURA 18. Subdivisiones neuronales de los NSQ y sus aferencias. Los distintos
gráficos ejemplifican la distribución a lo lardo del eje antero-posterior. En azul se
destaca el core y en rojo el shell. Modificado de Abrahamson & Moore, 2001.
Por otro lado, la región corteza contiene neuronas inmunorreactivas para Arginina Vasopresina (AVP) y
neurofisina; la densidad celular, asimismo, es menor que la observada en el centro. En este caso, prácticamente no
hay proyecciones retinianas pero sí de otras zonas cerebrales, y del centro.
Estas observaciones apoyan la idea que el centro recibe principalmente señales de tipo fóticas, críticas
para la sincronización del marcapasos al ciclo L-O, mientras que la corteza recibe aferencias no fóticas de tipo
modulatorias. Por otro lado, la región corteza recibe las proyecciones del centro y por lo tanto esta zona podría
modular las salidas del reloj de acuerdo a las señales recibidas en el centro.
Además, ambas regiones contienen GABA, angiotensina II y factor liberador de tirotrofina (TRF). Otra
característica de los NSQ de mamíferos es la gran abundancia de astrocitos que presentan. Se estima que la
relación existente entre la cantidad de astrocitos y neuronas es tal que hay un astrocito cada tres neuronas. Se sabe
que diversos paráme tros gliales, como la expresión de la proteína GFAP (“glial fibrilarry acidic protein”, específica de
astrocitos), posee un claro ritmo diario y circadiano en los NSQ (FIG. 19). Una de las preguntas pendientes en el
estudio del reloj circadiano es el papel que juegan estos astrocitos en la regulación de los ritmos biológicos.
FIGURA 19: Ritmo de GFAP en astrocitos en los NSQ. Durante la fase de oscuridad,
los niveles de este marcador específico de astrocitos dentro del reloj son
significativamente menores que durante la fase de luz (Leone y Golombek, inédito,
2005)
Las proyecciones neuronales de los NSQ se descubrieron mediante la inyección local (intra NSQ) de
marcadores anterógrados. Estas proyecciones se restringen primariamente a la región medial del hipotálamo (salvo
el núcleo intergeniculado lateral y el núcleo paraventricular del tálamo, (PVT). Estos destinos hipotalámicos son
áreas involucradas en el control endocrino y autonómico (Fig. 20).
FIGURA 20: Esquema de las vías de salida del reloj (Modificado de Buijs et al., 2003).
Conexiones demostradas y propuestas entre los NSQ y las neuronas neuroendocrinas
y autonómicas del PVN. Estas proyecciones son las que comunican la señal
circadiana del reloj hacia el resto del cuerpo, mediante la activación de tres sistemas
efectores: el neuroendocrino, que afecta la liberación de hormonas de la hipófisis, el
parasimpático que inerva el núcleo motor dorsal del vago (DMV), y el simpático, que
inerva a las neuronas preganglionares de la médula espinal.
Como los transplantes de SCN son capaces de devolver la ritmicidad circadiana en animales lesionados,
incluso cuando el transplante se encuentra encapsulado en una membrana semi-permeable y solo puede liberar
factores de tipo humoral para comunicar señales, se concluyó que parte de las conexiones o salidas del reloj no
eran de tipo neural sino que se realizaban por la liberación de factores difusibles. Estudios específicos han mostrado
que los SCN proyectan hacia neuronas liberadoras de la hormona de crecimiento (GnRH) y a neuronas que
contienen receptores nucleares para estrógeno, modulando de esta manera el ciclo reproductivo en las hembras y la
producción de testosterona en los machos. Asimismo, proyectan hacia grupos celulares en los núcleos
paraventriculares del hipotálamo que son activados por el estrés, modulando así la respuesta de corticosterona y a
neuronas dopaminérgicas implicadas en la regulación de la liberación de prolactina en la región tuberoinfundibula.
También es notable la proyección de los NSQ a neuronas que proyectan a los sistemas autonómicos simpático y
parasimpático, controlando la variación circadiana en la actividad de la glándula pineal, adrenales, páncreas, y del
hígado, ovarios y otros órganos. Esto se logra a través de sinapsis con neuronas ubicadas debajo del PVN y dentro
del núcleo dorsomedial del hipotálamo, importantes para la transmisión de información relacionada con el ciclo
sueño-vigilia, así como con conexiones a neuronas magnocelulares involucradas en la secreción neurohipofisiaria
de hormonas. De este modo, los NSQ poseen cuatro tipos de conexiones por medio de las cuales pasan las
señales relativas a la organización temporal: directas con neuronas neuroendocrinas, directas con neuronas
autonómicas que transmiten la señal del reloj a los distintos órganos, con estructuras hipotalámicas que se
encuentran entre el reloj y el PVN que podrían servir de intermediarios entre los NSQ y las neuronas
neuroendocrinas y autonómicas, y áreas fuera del hipotálamo que sincronizan comportamientos controlados por el
hipotálamo tales como la actividad locomotora.
4.6. Un ejemplo de transmisión neural de la señal rítmica del reloj: Regulación de la secreción de
la melatonina pineal.
La glándula pineal secreta la hormona melatonina, considerada como la hormona de la oscuridad, ya que
tiene un máximo durante la noche, y ha sido implicada en la regulación del sueño y los ciclos estacionales. El modo
en que los NSQ comunican a la pineal el fotoperíodo (en este caso el largo de la noche, o fase de oscuridad) es
mediante una conexión que sale de los NSQ hacia el núcleo paraventricular del tálamo (PVT) y la estación de relevo
autonómica del ganglio cervical superior. Desde allí, las fibras noradrenérgicas inervan a la pineal, donde los
receptores adrenérgicos alfa y beta regulan a las enzimas que participan en el metabolismo de la melatonina (FIG.
21)
FIGURA 21: Control de la melatonina pineal por los NSQ. El reloj proyecta
indirectamente a la glándula pineal a través de estructuras intermedias, como el PVN
y el ganglio cervical superior. La inervación que llega a la pineal es noradrenérgica, y
la liberación de NA induce la secreación de melatonina. Esta, a su vez, es capaz de
llevar al reloj la información concerniente al fotoperíodo, más específicamente, al largo
de la fase de oscuridad.
El neurotransmisor principal del reloj es el ácido gamma amino butírico (GABA). Este compuesto es
reconocido como un neurotransmisor inhibitorio en el SNC, debido a que la unión del mismo a su receptor provoca
la apertura de canales iónicos de cloruro, con la subsiguiente entrada de estos iones y la hiperpolarización de la
membrana neuronal (FIG 22). Sin embargo, se ha postulado que en los NSQ el GABA tendría efectos diferentes a lo
largo del día. Durante la noche su efecto sería inhibitorio, pero de día se transformaría en un neurotransmisor
excitatorio. Esto sería consecuencia de un cambio en la concentración extracelular de iones cloruros: si el gradiente
favorece la salida de estos iones, la apertura de los canales iónicos dependientes de GABA provocará una
despolarización de la membrana generando potenciales de acción. Aún hay mucha controversia sobre el efecto del
GABA en el reloj, y su papel en los procesos de comunicación inter-celular.
FIGURA 22: Esquema del canal de cloro de GABA. Este receptor puede ser
modulado por drogas farmacológicamente importantes en la clínica como las
benzodiacepinas y los barbitúricos.
4.8. Un reloj de bolsillo: los NSQ in vitro, y los osciladores celulares.
Los NSQ presentan ritmos circadianos en su actividad eléctrica espontánea (ritmo de disparo de sus
células), y en su metabolismo, y estos dos ritmos tienen un máximo de expresión durante la fase diurna. Tanto en
condiciones constantes como en condiciones de cultivo (donde necesariamente los NSQ se encuentran aislados de
cualquier conexión con los estímulos externos como la luz) estos ritmos persisten, si bien con el periodo endógeno o
real del reloj (FIG 17). Esta condición de cultivo in vitro es particularmente útil para estudiar los mecanismos más
básicos del reloj, ya que permite medir un ritmo (como por ejemplo el de actividad eléctrica por medio de un registro
electrofisiólogico) en respuesta a distintas drogas que representan en el experimento a los mediadores químicos de
los estímulos que llegan al reloj in vivo. En esta preparación, no sólo se mantienen oscilando en el tiempo los ritmos
básicos del reloj, sino también los mecanismos neuroquími cos, las cascadas de segundos mensajeros, y las
respuestas y mecanismos genéticos y moleculares que hacen a la maquinaria del reloj en sí, es decir, a la oscilación
primaria y a los procesos de sincronización. Suele para esto prepararse una rodaja de cerebro que contiene los
NSQ, y esa rodaja se cultiva en una cámara por la que circula líquido cefalorraquídeo artificial junto con oxígeno, a
una temperatura controlada. Así, el tejido puede mantenerse en condiciones aceptables para la medición de un
ritmo durante varios días. Un ejemplo: no solamente la luz como estímulo dado al animal vivo induce un cambio en
la fase de la oscilación del reloj, sino que, en el reloj en cultivo (los NSQ extraídos quirúrgicamente del cerebro y
mantenidos con el medio líquido y gaseoso apropiado) el neurotransmisor glutamato (que media los efectos de la
luz) produce el mismo desplazamiento de la fase, tanto como la estimulación eléctrica de los nervios ópticos (que
libera glutamato en los terminales de las células ganglionares). Incluso, un pulso de luz administrado in vivo,
previamente a la preparación de la rodaja de cerebro que contiene los NSQ para cultivar, induce un cambio en la
fase similar al de la luz cuando se registran los ritmos de actividad eléctrica del reloj ya en cultivo por un día. En
general, las respuestas del reloj in vitro e in vivo son similares, sólo que la modulación a la que está sujeto se pierde
en las condiciones de cultivo, y las respuestas muchas veces se observan con mayor o menor intensidad, debido
justamente a la pérdida de estos efectos moduladores en la rodaja de cerebro (FIG. 23).
FIGURA 23: Comparación resultados in vivo/in vitro dew estimulación de los NSQ.
Izquierda: avances de fase inducidos por neuropéptido Y conteniendo los NSQ ,
según datos de Biello y Mrosovsky, 1996 (triángulos), Albers y Ferris, 1984 (círculos
abiertos) y Huhman y Albers, 1994 (círculos cerrados). Nótese que NPY induce un
avance de fase dosis-dependiente a CT 6. Derecha: efecto de la estimulación con
NPY a rodajas hipotalámicas conteniendo los NSQ (Harrington y Schak, 2000), con
avances de fase a CT 6 y una distribución amplia de efecto durante el día.
Sin embargo, el patrón circadiano de actividad no es una propiedad del tejido en su conjunto, sino que
puede reducirse aún más, a la actividad eléctrica periódica de cada una de las células del reloj (FIG. 17). El
comportamiento resultante (y por ejemplo el período de la oscilación) es un promedio de los comportamientos de
cada una de las células que componen los NSQ. Todavía resta conocer cuáles son los mecanismos por los cuales
estas células se comunican, estableciendo una sola oscilación maestra que imparte una ritmicidad única a todo el
resto del cuerpo.
El hecho de que cada neurona del reloj sea un reloj diminuto en sí mismo no es trivial: esto ha permitido
reducir el modelo experimental a células aisladas, y de este modo establecer los eventos moleculares y genéticos
que llevan al proceso de oscilación y al de su sincronización por la luz. Estos mecanismos se verán con detalle en
otros capítulos de este libro.
La sincronización puede estar dada por gran variedad de estímulos que pueden adelantar o atrasar al
reloj, dependiendo del momento en que se los aplica. Para poder observar cómo un estímulo es capaz de afectar al
reloj y sincronizarlo se debe trabajar en condiciones constantes.
Si se aplica un pulso de luz al comienzo de la noche subjetiva se produce un retraso en el comienzo de la
actividad en los días sucesivos; en cambio, si se le aplica al final de la noche subjetiva se logra un adelanto, tal
como se representa en la Figura 25.
FIGURA 25: Representación de una curva de respuesta de fase. Se indica la hora
circadiana a la cual se administra el pulso de luz y, en ordenadas, la respuesta de
fase (por convención se indican avances como positivos y retrasos como negativos).
Se nota que pulsos de luz al comienzo de la noche indiquen retrasos, mientras que
hacia el final de la noche inducen adelantos de fase. Los Actogramas de la parte
superior esquematizan la respuesta del ritmo de actividad locomotora.
Los cambios de fase pueden representarse como una curva de respuesta de fase (CRF), donde se
presenta en el eje de las ordenadas la hora del reloj biológico en la que se aplica el estímulo y en el eje de las
abscisas la magnitud del cambio. Debemos introducir en este momento el término hora circadiana (CT, por circadian
time): se define como hora circadiana 12 (CT=12) al comienzo de la noche subjetiva, es decir el equivalente al
momento de apagado de las luces, que puede reconocerse en animales nocturnos en condiciones constantes como
el momento de comienzo de la actividad locomotora. Por analogía se define la hora 12 en condiciones de L:O al
momento de apagado de las luces, indicándose como ZT=12 (por Zeitgeber time).
Para cada tipo de organismo existe una curva de respuesta de fase según el estímulo aplicado. De este
manera los estímulos se agrupan en aquellos de tipo fótico, cuyas CRF se asemejan a la de la luz, y no fóticos, cuya
CRF es diferente a la lograda por el estímulo luminoso. La Figura 26 representa las CRF fóticas y no fóticas para el
hámster, donde la variable medida es el cambio de fase de la actividad locomotora. Dentro de los estímulos no
fóticos se encuentran la presentación de una nueva rueda giratoria, el cambio de jaula, la introducción de un nuevo
animal dentro de la jaula, la estimulación de la IGL talámica o la administración de neuropéptido Y. La mayor
diferencia encontrada entre ambas curvas de respuesta de fa se es el momento en que se observan los cambios de
fase: los estímulos fóticos producen principalmente cambios durante la noche subjetiva, mientras que los estímulos
no fóticos lo hacen durante el día subjetivo.
FIGURA 26. Esquema de curva de respuesta de fase fótica (línea llena) y no fótica
(línea quebrada).
Ahora que ya sabemos dónde está ubicado el reloj biológico, y brevemente cómo es posible ponerlo en
hora, podemos dedicarnos a ver los mecanismos que mueven las agujas del reloj. Durante los años 80 y principios
de los 90 poco se sabía de los mecanismos moleculares del reloj, pero se identificaron gran cantidad de genes
relacionados con la ritmicidad en los NSQ. Algunos de ellos son genes de expresión inmediata temprana (IEGs por
Immediate-Early Genes) y se activan en el proceso de puesta en hora del reloj por estímulos externos. En relación
con la expresión de genes tempranos se demostró a comienzos de los años 90 que Fos (producto del gen de
expresión temprana c-fos) presentaba un ritmo circadiano en los NSQ y, además, la inducción de c-fos presentaba
una curva de respuesta de fase que coincidía con la curva de respuesta de fase a la luz. Otros genes de expresión
temprana fueron luego descritos en los NSQ, como c-jun, jun-B, jun-D, NGFI-A y NGFI-B. Sin embargo, existen
situaciones en las cuales se afecta la fase del reloj sin modificar la expresión de IEGs, e incluso en animales con
una mutación nula para c- fos la sincronización es normal, sugiriendo que estos genes no son imprescindibles para el
funcionamiento del reloj circadiano. Junto con la inducción de genes tempranos se observó que el factor de
transcripción CREB es fosforilado luego de un pulso de luz (administrado durante la noche subjetiva). Más
recientemente fue señalado que la luz afecta la expresión o actividad de los genes reloj; este efecto también está
influido por la hora de aplicación del estímulo: por ejemplo, la luz induce un aumento de los niveles de per1 y per2
durante la noche subjetiva, pero no durante el día (ver capítulo XXX).
Como describimos anteriormente la información fótica es llevada a los NSQ desde la retina por el tracto
retino hipotalámico (TRH), liberándose glutamato en los NSQ, junto con otros neurotransmisores y moduladores. La
aplicación de agonistas de los receptores de glutamato en los NSQ produce el mismo efecto que la luz y los
antagonistas bloquean su efecto. Además de la vía directa, la luz puede afectar a los NSQ vía el tracto genículo
hipotalámico (TGH) a través del neuropéptido Y (NPY).
La estimulación por glutamato en los NSQ inicia una cadena de eventos ligados al influjo de calcio en las
neuronas. Así, se activa una proteína quinasa dependiente de calcio (CaM quinasa de tipo II) así como la enzima
que sintetiza óxido nítrico (NOS); el bloqueo farmacológico de estas proteínas inhibe los cambios de fase inducidos
por luz. Recientemente se ha encontrado que otro mensajero gaseoso, el monóxido de carbono (CO) también
participa en los mecanismos de sincronización circadiana.
En los mecanismos de sincronización del reloj biológico se activan e inhiben diferentes vías de
señalización que permiten la expresión de genes y los cambios permanentes observados en los ritmos. Las
variaciones observadas en los niveles de AMPc y GMPc en hipotálamo impulsaron la búsqueda de la función de los
nucleótidos cíclicos y las quinasas dependientes de ellos en los diferentes mecanismos del reloj biológico.
Experimentos in vitro demostraron que tanto el GMPc y como el AMPc poseían una sensibilidad temporal para la
sincronización del reloj. Más tarde el uso de bloqueantes de PKG in vivo demostró la participación de esta quinasa
en los mecanismos de sincronización fótica. También se ha demostrado la participación de otras vías de
transducción de señales en la sincronización circadiana, como la representada por la familia de las MAP quinasas.
Lo más interesante es que las vías de transducción de señales responsables de retrasos y avances de
fase son diferentes. Diversas líneas experimentales permiten resumir las vías respectivas en la Figura 27: los
retrasos de fase estarían relacionados con la movilización de reservorios intracelulares de calcio mientras que los
avances se relacionan con la activación de la guanilato ciclasa y de la proteína quinasa dependiente de GMPc. Si
bien aún se desconoce el acoplamiento preciso de estas vías con los genes reloj en los NSQ
Hace ya muchos años Colin Pittendrigh propuso que el reloj circadiano de mamíferos estaría constituido
por la interacción entre al menos dos osciladores: M (por morning, mañana) y E (por evening, noche). Un modelo
experimental de esta hipótesis es el fenómeno de splitting, mediante el cual, ante ciertas condiciones ambientales
(en particular, luz constante durante períodos prolongados), el ritmo de actividad locomotora del hámster presenta
dos componentes claramente diferenciados, que pueden tener períodos diferentes (sugiriendo que están
controlados por osciladores distintos). Recientemente se demostró que durante esta partición de la actividad
locomotora los NSQ derecho e izquierdo se comportan en forma independiente, en antifase uno del otro (FIG 28)
El hámster mutante tau representó un punto de inflexión en nuestro entendimiento del sistema circadiano
de mamíferos (véase “Historia de un descubrimiento”). Además de haber aportado evidencias adicionales acerca de
la naturaleza genética de la determinación del período de los ritmos circadianos (dado que se trata de un
mecanismo de dominancia incompleta en el que el homocigoto para la mutación presenta un período intermedio –
22 h -entre el salvaje de 24 h y el homocigoto mutante de 20 h), permitió una de las pruebas definitivas para
asegurar que los NSQ contienen un reloj circadiano. Esto se consiguió mediante los transplantes cruzados entre
mutantes y salvajes, observándose que el ritmo recuperado en animales con NSQ lesionados siempre depende del
genotipo del transplante (FIG 16). Años más tarde se descubrió que la mutación tau correspondía al gen de la
Caseína Quinasa I epsilon (CKIe), una enzima que participa del mecanismo molecular del reloj circadiano (ver
capítulo XXX).
Dado que el hámster no es un buen modelo para estudios genéticos y moleculares, se puso un particular
énfasis para obtener un ratón mutante en cuanto a la expresión de sus ritmos biológicos, esfuerzo que fue coronado
en 1994 con la aparición del mutante clock, un ratón que inicialmente muestra un período largo de actividad
locomotora y que, en el caso del homocigoto, se vuelve arrítmico al cabo de unos cuantos ciclos. A partir de este
fenotipo mutante se aisló el gen correspondiente, que resultó ser otro componente fundamental de la maquinaria
molecular del reloj. Actualmente se han generado y analizado otros mutantes (en la mayoría de los casos,
producidos en el laboratorio) de ritmos circadianos en ratones, en busca de nuevos componentes genéticos del reloj
biológico.
A través de largos y complejos experimentos se han producido ratones quiméricos con proporciones
variables de células de NSQ de animales normales y otras de animales mutantes. Esta variabilidad se observó
también en el fenotipo de los ritmos circadianos de actividad locomotora de los ratones quiméricos, que mostraron
una gradación de comportamientos entre el salvaje y el mutante (FIG 29). Esto indica que las células de la quimera
interactúan para generar el período del ritmo controlado.
En general el mundo es altamente fidedigno en darnos la hora del día (con algunas excepciones: ver “Historia de un
descubrimiento”); en este sentido, resultaría suficiente con respuestas puramente reactivas a los estímulos
ambientales (enmascaramiento). Sin embargo, la presencia universal de osciladores autónomos apunta a una clara
ventaja adaptativa de la capacidad de predicción temporal. ¿Cómo demostrar que la selección natural mantuvo al
sistema circadiano de mamíferos por tratarse de una clara ventaja? Para esto se requiere realizar experimentos a
campo abierto. Una de las investigadoras pioneras en cronobiología, Pat De Coursey, decidió realizar dos
experimento para demostrar la necesidad del oscilador circadiano. Para ello, estudió el comportamiento de ardillas
“antílope” y de ardillas listadas (chipmunks); a un grupo de los animales se les lesionaron los núcleos
supraquiasmáticos, y junto con otro grupo de animales control, fueron liberados nuevamente en el ambiente del que
provenían, provistos de un sensor para determinar su actividad a distancia. En ambos casos los animales con lesión
del reloj biológico fueron depredados en mayor proporción, dado que el sistema de predicción y sincronización de
los animales intactos les permitió escapar de sus enemigos (FIG. 30) Asimismo, el sistema circadiano permite la
adaptación a ambientes extremos (polares, desérticos, cavernícolas, etc.) y es lo suficientemente plástico como para
responder a los cambios del organismo y del ambiente.
FIG. 30: Los animales con lesiones en los NSQ presentan signos de arritimicidad en
el campo y son susceptibles de una mayor mortalidad. Panel izquierdo: ardillas
antílope con lesión de NSQ presentan un patrón de baja ritmicidad en el campo
(DeCoursey et al., Physiol Behav 62: 1099-1108, 1997). Panel derecho: los chipmunks
liberados al campo luego de lesiones en los NSQ son victima de mayor predación al
cabo de 80 días de experimentación (DeCoursey et al., J Comp Physiol A 186: 169-
180, 2000).
Los desafíos futuros con respecto al estudio del sistema circadiano en vertebrados se centran en la
elucidación de los mecanismos de oscilación y puesta en hora de los núcleos supraquiasmáticos hipotalámicos, así
como en el acoplamiento que permite controlar los ritmos. Por otro lado, nuevos modelos animales (tanto en campo
como en laboratorio) permitirán expandir el conocimiento de estos mecanismos; en particular, en los últimos años se
ha avanzado en el conocimiento de la cronobiología de mamíferos diurnos, como el roedor Octodon degus.
Asimismo, la relación entre los componentes centrales (RHT, NSQ) y los llamados “osciladores periféricos” del
sistema circadiano es un tema a ser investigado.
9. Resumen
El sistema circadiano en mamíferos consta de un reloj central ubicado en los núcleos supraquiasmáticos del
hipotálamo (NSQ) y una variedad de osciladores periféricos localizados a lo largo del cuerpo. En este capítulo nos
centramos en los NSQ, sus vías de entrada y sincronización y sus componentes de salida.
En otros organismos, como aves y reptiles, existen además otras estructuras capaces de funcionar como relojes
autónomos (tales como la retina o la glándula pineal).
Los NSQ fueron identificados como relojes autónomos gracias a experimentos de neuroanatomía que determinaron
que recibían una entrada directa desde la retina y diversos experimentos funcionales, incluyendo el hecho de que su
transplante es capaz de restaurar los ritmos perdidos por lesión de esta estructura. Estos núcleos se sincronizan,
entre otros estímulos, por la luz solar, que pone en marcha una cascada de transducción de señales capaz de
inducir retrasos o adelantos de fase del reloj, dependiendo del momento en que sean administrados. La base
genética del funcionamiento de este reloj circadiano se encuentra en un ciclo de retroalimentación gobernado por los
llamados genes reloj, cuyas mutaciones afectan los ciclos circadianos. Diversas evidencias indican que la presencia
de este reloj circadiano en condiciones naturales ofrece una ventaja selectiva a sus portadores.
-Aguilar Roblero R, Granados Fuentes D, Caldelas I, Salazar Juarez A, Escobar C. Bases neurales de la
cronobiología humana: el sistema circadiano distribuido. En: Golombek DA (ed.) Cronobiología Humana. Editorial
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-Aschoff J. Handbook of behavioral neurobiology, vol 4: Biological rhythms. Plenum Press, Nueva York, 1981
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10.2. Artículos
Hay muchas razones por las cuales el hámster dorado ha resultado indispensable para el estudio
de los ritmos circadianos. Las más notables son la exactitud y precisión de sus ritmos de actividad
locomotora. El comienzo de la actividad nocturna en una rueda de locomoción puede ser predicho con una
certeza de unos pocos minutos para cada día o ciclo circadiano. Los investigadores confían en estas
características a tal punto que los datos de aquellos individuos que no se desempeñan de acuerdo con lo
esperado son usualmente descartados o retirados de los experimentos.
El primer mutante tau fue descubierto en 1985 por un estudiante (Martin Ralph) trabajando en el
laboratorio del Dr. Michael Menaker en la Universidad de Oregon (EE.UU.). El patrón anormal de
sincronización a un ciclo luz-oscuridad de 24 horas y la inestabilidad de los horarios de comienzo de
actividad locomotora nocturna lo hacían inútil para el propósito del experimento que se estaba llevando a
cabo, y este animal estuvo a punto de ser descartado y reemplazado. Sin embargo, una pequeña
regularidad en el patrón relativamente impredecible (los comienzos tempranos de actividad ocurrían siempre
a la misma hora del día) sugerían que esta anormalidad podía ser significativa. El animal fue entonces
estudiado en condiciones de oscuridad constante, junto con el resto del grupo… y lo demás es historia. El
período del ritmo circadiano de este hámster resultó ser de 22 horas, algo nunca visto con anterioridad.
Unos pocos cruzamientos experimentales demostraron que la mutación era semidominante, y que el animal
original era heterocigota para el alelo mutante. Todos los heterocigotas tenían períodos cercanos a 22
horas, mientras que el de los mutantes homocigotas resultó ser cercano a las 20 horas (Ralph et al., 1988).
El descubrimiento de la mutación contribuyó decisivamente para que los investigadores buscaran
otras mutación del reloj circadiano en mamíferos, pero no fue sino hasta 2000 que el gen tau fue identificado
como caseína kinasa1-e (Lowrey et al., 2000). El destino del mutante tau original (macho) es desconocido.
Poco después de producir tres camadas, este hámster fue robado del bioterio de Oregon y nunca más fue
visto nuevamente. No obstante, animales con la mutación han sido mantenidos desde entonces y continúan
siendo valiosos para la investigación. Los mutantes tau han sido utilizados en estudios de transplantes
neurales para demostrar la importancia del núcleo supraquiasmático en la generación de los ritmos (Ralph
et al., 1990). El patrón anormal de sincronización ha sido asociado a problemas de salud y una mortalidad
temprana. Finalmente, estudios recientes de pacientes con síndrome de avance de fase del sueño han
identificado mecanismos moleculares relacionados y un fenotipo similar en humanos al del fenotipo tau de
los hámsters.