Aónikenk Word Parte 1
Aónikenk Word Parte 1
Aónikenk Word Parte 1
Este libro, así como el extenso trabajo de investigación que le ha dado origen
conforma una reivindicación del pueblo aónikenk y un homenaje a su memoria.
Lo primero, porque esperamos que con su conocimiento y difusión la antigua
y noble etnia que sirve de sujeto al ensayo quede de una vez y para siempre
incorporada al acervo cultural histórico de Chile, y así, definitivamente integrada al
conjunto de pueblos indígenas que en tiempos prehispánicos habitaban el actual
territorio nacional. Ello, por cuanto algunos autores de antaño y ogaño han omitido su
mención entre los habitantes primigenios del país, pues se les ha considerado como de
pertenencia extraña, debido a que su solar histórico resultó dividido entre Chile y
Argentina por obra del tratado de 1881, quedando por consecuencia una mayor parte
bajo la jurisdicción de esta república; y, tal vez, por la temprana extinción que afectó a
la parte de la etnia que permaneció en suelo chileno. Esto no significa que el estudio se
haya restringido geográficamente por tal causa, y por el contrario incluye asimismo la
consideración del acontecer correspondiente al último grupo de los aónikenk radicado
en suelo argentino, en lo que debe ser tenido como un trabajo académico referido a
una etnia que conforma un patrimonio común para ambas naciones.
Además, es un homenaje de admiración y reconocimiento para una nación
indígena que estuvo vinculada desde un comienzo con el suceder propiamente
histórico nacional en las tierras meridionales, que asumió un interesante protagonismo
con el correr de los siglos y que acogió sin dificultad el establecimiento de los
colonizadores, con los que mantuvo una amistosa y provechosa convivencia cuyas
particularidades recogería la tradición magallánica.
Al propio tiempo, en lo personal, creemos dar así satisfacción a una antigua
deuda sentimental, originada en la niñez, en el almacén paterno, a través de la
observación reiterada de las etiquetas identificatorias de las botellas de cerveza de la
antigua fábrica "La Patagona", de Fischer y Cía., en Punta Arenas, donde aparecía el
afamado jefe Mulato, caballero de un peludo jamelgo; y en los juegos
contemporáneos con una capa de cueros de guanaco que integraba la cobertura de
nuestra cama, con la que nos envolvíamos cual los indígenas de otrora, a escondidas
de la mirada de nuestra madre. De allí, en efecto, arrancaría una admiración por los ya
legendarios centauros de las pampas patagónicas, que se hizo más profunda con el
correr de los años, según era nutrida con las primeras informaciones en el colegio al fin
con el fruto de la pasión investigadora.
Como tarea historiográfica esta obra ha procurado recoger el máximo posible
de la información manuscrita e impresa precedente, como asimismo el acervo
iconográfico e inclusive algo de lo que restay de la tradición, fuentes que se han
complementado con los antecedentes resultantes de estudios arqueológicos y con un
acabado conocimiento geográfico del que fuera el solar aborigen, esto en un esfuerzo
especial para conseguir entender la compenetración, o mejor, la consubstanciación
que se diera históricamente entre los aónikenk y su entorno natural.
La obra, por cierto, tiene también un objetivo de provecho cultural, por
cuanto creemos que esta monografía contribuirá a satisfacer la necesidad de
información que existe en el ambiente académico y en la comunidad en general
respecto de los aónikenk, tal y como -sin pretender en absoluto parangonarlas- lo han
sido y son las obras clásicas de Gallardo, Gusinde, Chapman y Emperaire lo referido a
los pueblos sélknam, yámana y kawéskar, que con aquéllos conformaron elen mosaico
étnico aborigen en el meridión de América.
Al fin, pero no lo menos importante, el contenido de este ensayo es un aporte
que enriquece el acervo de valores que dan carácter y vigor espiritual a la identidad
regional magallánica.
Para concluir esta introducción, es de toda justicia dejar constancia de nuestro
reconocimiento a distintas personas que con su interés y colaboración han facilitado la
investigación y el desarrollo de este ensayo. De manera especial, a Pedro Cárdenas,
Hans e Hilda Roehrs y Alfredo Prieto, por su magnífico trabajo de arqueología de
campo, y al último, además, por sus interesantes opiniones sobre distintos aspectos de
la materia en estudio, que conformaron aportes para su mejor consideración y
tratamiento.
Asimismo, al Dr. Richard Haas, responsable de la Sección Americana, y al
señor Heinz Wedell, Curador de Colecciones Etnográficas, del Museum für
Vólkerkunde SMPK, de Berlín, por las facilidades brindadas para el conocimiento y
estudio del material de la Colección "Jorge Schythe"; y al Dr. Helmuth Schindler, del
Staatliches Museum für Vólkerkunde, Munich, por sus comentarios referidos a la
influencia mapuche en el ámbito austral de América y por el acceso brindado a los
fondos etnográficos que se hallan bajo su custodia. A la Dra. Clara García Moro, de la
Universidad de Barcelona, por sus valiosos comentarios sobre biodemografía indígena.
De igual modo a doña Eliana Durán, jefa de la Sección Antropología, y a doña Nieves
Acevedo, Curadora de Colecciones, del Museo Nacional de Historia Natural, Santiago;
al Dr. José A. Pérez Gollán, Director del Museo Etnográfico "Juan B. Ambrosetti", de
Buenos Aires y a la Lic. Norma Pérez, Curadora de Colecciones; al Dr. Augusto Cardich,
y a la Lic. María Marta Reca, jefa de Colecciones Etnográficas, del Museo de La Plata,
por facilitar el acceso a los correspondientes fondos etnográficos de origen
patagónico, para los efectos del conocimiento y estudio del material de procedencia
aónikenk.
Mateo Martinić B.
algunos aspectos, y que las tenidas por generales o comunes más bien pertenecían a
grupos determinados. Entonces, se vio que era necesario precisar las atribuciones y
profundizar las investigaciones para mejorar el conocimiento de cada etnia.
distintas
en
De allí surgió y se desarrolló con el siglo XX una preocupación académica que ha ido
incrementando con estudios especializados de distinta calidad la ya importante
bibliografíay referida en general a los pueblos autóctonos de la Patagonia, que ha
permitido enriquecer aclarar la información referida a los mismos. Aclarar sí, pero no
suficiente ni satisfactoriamente en más de algún aspecto importante, como es el caso
de la individua¬ lidad de las distintas etnias que ocuparon desde tiempo inmemorial el
enorme espacio que corre entre el río Chubut y el estrecho de Magallanes, y en lo que
interesa, la de los Aónikenk, integrantes de lo que Federico Escalada denominara el
"Complejo Tehuelche".
la misma en
su
evolución histórica.
En cuanto a las colecciones etnográficas, hemos tenido acceso a las que con certeza
son las más interesantes de cuantas existen y que se refieren a la etnia que nos ocupa:
las
gratificante. Inspirada
en las noticias históricas, la misma permitió descubrir o revalorizar antiguos sitios de
asentamiento de los cazadores esteparios, reconstituir sus rutas tradicionales y
encontrar, usando más de la intuición que de los antecedentes históricos disponibles,
nuevos rastros y evidencias. En fin, pudo conseguirse una informa¬ ción cultural
útilísima de carácter confirmatorio, aclaratorio y complementario respecto
te
de las noticias precedentemente publicadas. Con respecto a las fuentes escritas, las
hemos dividido en cuatro grupos: a) los testimonios originados en experiencias
personales de los informantes, resultado de permanencias continuadas entre los
indígenas, o de relación prolongada aunque intermitente con los mismos,
circunstancia que, a nuestro entender, le otorga un valor en rango de máxima
importancia -por ser de primera mano-, no obstante la distinta /
15
ponderación que pueda hacerse sobre la calidad de los mismos. Tales, los correspon¬
dientes a Johann Niederhauser (1837), William Arms y Titus Coan (1833-34), Alien
Gardiner (1842), Domingo Passolini (1844-50), Benjamín F. Bourne (1849), Jorge C.
Schythe (1853-64), Teófilo Schmid (1858-64), Doroteo Mendoza (1865-66), George Ch.
Musters (1869-70), Julius Beerbohm (1877), Ramón Lista (1877-78 y 1890-92),
Giovanni Roncagli (1882), William Halliday (1885...) y James Radburne (1894-1907).
b) Las referencias derivadas de una relación ocasional o esporádica con los aborígenes,
por horas o días. Este conjunto de fuentes es el más abundante y en él se incluyen de
hecho gran parte de los autores conocidos desde los siglos XVI al XIX.
sobre los tehuelches sensu lato realizado hasta el Casamiquela entre otros.
a
autor de esta obra.
Todo
por cierto de variada calidad, revisado críticamente, cotejado en sus fuentes, cruzado
cuando correspondía y relacionado con otras fuentes informativas no documentadas,
nos ha permitido disponer de una información riquísima, tan completa como puede
ser, lo que conforma el fundamento indispensable que nos permite presentar una
visión panorámica del acontecer del pueblo aónikenk y de su evolución cultural a lo
largo del tiempo histórico -por cierto perfectible-, y entender su diferenciación étnica
en el conjunto de los grupos de cazadores-recolectores del territorio patagónico
oriental.
este
acervo
escrito, /
17
El
país aónikenk
Al
observar
en
Se trata de una especie de vasto cuadrilátero que enmarcan por el norte el caudaloso
Cruz y el lago Argentino, por el sudoeste las porciones oriental del mar deSlcyring y la
boreal del mar de Otway, unidas ambas por el canal Fitz Roy; por las estribaciones
septentrionales de los montes Brecknock, península de Brunswick, en el centro sur del
territorio, y por el sudeste, por la sección oriental del estrecho de Magallanes. Hacia el
este lo perfila el océano Atlántico, y por el occidente le dan fondo las distintas formas
orográficas que culminan en los Andes Patagónicos australes, o, si se prefiere, para
ajustarlo cabalmente al sujeto de esta obra, por la línea que señala el inicio de los
bosques espesos y más húmedos.
río Santa
sensación de infinitud.
bajas, en general planicies meséticas y llanuras fluviales y litorales que son el resultado
de la
aluvionales. Las tierras más elevadas asumen las formas de serranías de altitud
variable y alcanzan asimismo expresiones cordilleranas. Entre ellas merecen mención
los cerros de
San 18
ofrecen los boscosos cordones Verano y del Penitente que conforman el muro
limítrofe sudoccidental del área en descripción. Las mesetas Latorre (o cordillera Chica)
y de las
Vizcachas señorean el
paisaje precordillerano, con una altitud media de unos 400 metros y cimas que se
empinan sobre los 1000 metros, acompañados por otros sistemas y algo menores en
extensión y altura como son las sierras Dorotea, Rogers, del Cazador del Toro, entre
otros. La sierra Baguales que penetra en la sección noroccidental del territorio
desprendida de los Andes, ofrece por lo mismo características orográficas propiamente
cordilleranas, con formas abruptas y elevadas, y permanencia de nieve durante buena
parte del año. Finalmente, en la sección sudoriental, entre el río Gallegos y el estrecho
de Magallanes, se desarrollan aislados algunos conos volcánicos, relictos de antiguas e
intensas actividades plutónicas.
aónikenk.
como
el romerillo
(Ctenomys sp) y una gran variedad de cricétidos. Entre las aves destaca elavestruz
patagónico o ñandú (Pterocnemia pennata), especie cursora otrora abundantísima, y
una enorme variedad de 19
avifauna
característica.
Por cierto, tierra adentro las condiciones más favorables se dan en las zonas
llanuras
litorales y
invernales, circunstancia
Si las planicies abiertas y ventosas, que conforman el estereotipo natural negativo del
territorio, suelen alejar de sí, o al menos hacen reducir el número de humanos y
animales, las hondonadas o quiebres del suelo estepario: valles amplios o estrechos -
los típicos cañadones- se presentan en cambio acogedores, siendo en ellos donde
mejor se percibe la fuerza telúrica atractiva, en forma de una sensación de agrado no
fácilmente definible, que permite comprender el vigor del arraigo de los lugareños, y
más todavía la satisfecha exclamación de los aborígenes de otrora cuando se referían a
su patria natural: ¡Qué buena pampa!
Hemos recorrido el país aónikenk muchas veces en todos los sentidos: desde los
cañadones de Posesión hasta la cima de los Baguales, desde el istmo de Brunswick
hasta
el estuario del Santa Cruz y desde el Atlántico a los bosques; hemos caminado
soportando el cierzo y hemos disfrutado del sereno de los días calmos junto a lagunas
y chorrillos,
oyendo el croar de patos y cisnes, acompañados siempre por los estridentes gritos de
teros y bandurrias, hemos gozado del paisaje polícromo mirando la inmensidad
esteparia desde la cima de un cráter en Brazo Norte o en Pali Aike, y en todo momento
nos hemos llenado de luz y gozado de una tonificante paz espiritual en los espacios sin
límites. Por eso, comprendemos la satisfacción de los antiguos nómades respecto de
su tierra y concorda¬ mos con ellos en que la suya -la nuestra- es, ciertamente, una
buena pampa. /
PRIMERA PARTE
Es una tarea asaz ardua la de bosquejar -de la manera más aproximada posible a lo
que pudo ser en la realidad- el tiempo prístino de la existencia del pueblo aónikenk.
Esta etnia, como ninguna otra de las que integraban el mosaico humano original del
sur de América, estuvo sometida al fuerte influjo de culturas alóctonas y,
manifestando una notoria permeabilidad, sufrió una rápida aculturación en cosa de un
siglo. De allí que, el pasado ha tendido y tiende a ser visto por muchos, tal vez de
manera involuntaria, a través del prisma de una cultura debilitada o decadente,
distorsionada por elementos ajenos. Por lo tanto, no resulta cosa fácil traspasar esa
barrera para encontrar más allá, en el tiempo prehispánico, o si se prefiere
preecuestre, los rasgos distintivos de la vida y cultura prístinas. Para esta tarea se
cuenta con escasas informaciones documentales que muchas
veces
1.-
continente,
inclusive hasta
1
Para mayor información sobre el particular, véase nuestra Historia de la Región Magallánica, I,
Primera Parte aparición de la vida y su evolución a lo largo de doce milenios, págs. 63 y
siguientes.
2
Op. cit., pág. 78.
alcanzaron algunas especies que resultaron determinantes para la evolu¬ ción de la
presencia humana, tales como el guanaco, el avestruz y los pinnipedos.
De los otros sucesos naturales mencionados precedentemente, la
transgresión marina perdería importancia según adelantaron los siglos, registrándose
un progresivo reflujo de las aguas hasta alcanzar su estabilidad en el nivel actual hace
unos cuatro mil años atrás. El fenómeno volcánico -otrora tan perturbador para la vida
de hombres y bestiasse manifestó varias ocasiones, principalmente entre 4000 y 1000
a.C., alternando en su actividad los en volcanes Reclus, Aguilera y Burney, situados en
la cadena andina, para decrecer notoriamente durante los milenios posteriores y
hacerse rarísimo en tiempos históricos.
En lo tocante al acontecer humano, este prolongado período ofrece una
secuencia cultural En caracterizadora, denominada Unidad Tardía por Mauricio
Massone, que se extiende desde el fin del período medio hasta la protohistoria
aborigen, vale decir, desde antes del 3000 a.C. hasta la mitad del segundo milenio de
la era cristiana.
3
Op. cit., págs. 78 y 79.
características del poblamiento atribuible a la cultura de los cazadores-recolectores de
los que derivó directamente el pueblo aónikenk histórico.
En efecto, aunque los primeros antecedentes se obtuvieron con los trabajos
pioneros de Junius B. Bird en la década de 1930 y más tarde con los emprendidos por
Joseph Emperaire y Annette Laming durante los años de 1950, se debe a las
investigaciones sistemáticas desarrolladas desde 1971 en adelante por Luis F. Bate,
Ornar Ortiz-Troncoso, Julieta Gómez Otero, Alfredo Prieto y principalmente por el ya
mencionado Massone, un acervo informativo que permite ofrecer una visión sucinta
pero comprensiva sobre el mundo aborigen prehispánico que habitaba el territorio
sudoriental del continente americano.
Los resultados de los estudios arqueológicos dan cuenta de un poblamiento
prolongado cuyos protagonistas poseían una cultura tecnológica diferenciada respecto
de la que había predominado durante el extenso período precedente al gran cambio,
que tanto podía ser el fruto de una larga evolución como del aporte de nuevos
contingentes étnicos
Patagonia central (Chile Chico, RíoPedregoso, Alero Entrada Baker, Cueva de las
Manos, Cueva de los Toldos y otros sitios) hasta el extremo austral continental, otros
autores, como Gradín, Aschero y Gómez Otero han postulado, en cambio, la existencia
de dos horizontes culturales independientes, al norte y sur del río Santa Cruz, lo que
otorgaría singularidad a las expresiones descubiertas en loque fuera el solar histórico
de losaónikenk y sus antecesores4.
Tipificaban esta tecnología innovadora las puntas bifaciales con pedúnculo ancho y
escotado, y limbo triangular, según lo ha descrito Massone, que en unos casos
pudieron ser empleadas enastadas como puntas de proyectil (flechas, dardos, lanzas),
o enmangadas
esféricas
obstáculo
por las evidencias, la presencia de los cazadores debió hacerse frecuente a partir del
segundo milenio antes de nuestra era. En este aspecto particular, procede poner de
relieve la cabal comprensión del medio natural que llegó a tener esa gente, incluyendo
nociones sobre las fases lunares, lo que les permitió acceder oportunamente a los
momentos de desplazamiento de mareas más favorables para explotar los recursos
vivos existentes en el
A. Aguerre, Arqueología del Area del Río Pinturas (Relaciones Sociedad Argentina de
Antropología, vol. XVI, Buenos Aires,1979); C. Gradín, Secuencias radiocarbónicas del
sur de la Patagonia Argentina (Id., vol. XVI, No. 2, Buenos Aires, 1980; y Julieta Gómez
Otero, Investigaciones arqueológicas en el Alero PotrokAike: una revisión de los
períodos IV y V de Bird, Relaciones de la Sociedad Argentina deAntropología,
Carlos
Gradín, C. Aschero y
vol. XVII
N.S., Buenos Aires 1985-86.
M.
La
variedad de
usos
culturales de
estos cazadores de la
Patagonia austral
se
ultra río Santa Cruz. Aunque el primero de los autores mencionados lo denominara
"Estilo
distintas
Aunque se ha
caracterizó
Cfr. Alfredo
Patagonia, vol.
Sobre la disponibilidad de recursos vegetales del territorio, véase entre otros el trabajo
de Jorge Vera, Uso alimentario de recursos vegetales entre cazadores-recolectores de
Bahía Laredo, Cabo Negro, Magallanes (Anales
del Instituto de la
op. cit.
Prieto,
la de
Cfr. L.F Bate, Primeras investigaciones sobre el arte rupestre de la Patagonia Chilena
(Anales del Instituto de Patagonia, vols. 1 y 2, Punta Arenas 1970 y 1971); M. Massone,
Nuevas investigaciones sobre el arte rupestre Patagonia Meridional Chilena (Id, vol. 13,
Punta Arenas, 1982).
y rastros: Dos visiones diferentes de los autores del arte rupestre de la Patagonia
(ArsPraebistorica, t.VII-VIII, 1988-1989, Madrid, 1992).
10
Siluetas 26
propias del período tardío y que su vigencia habría alcanzado hasta aproximadamente
un milenio atrás. Más difícil ha sido y es develar el misterio que encierran estas
manifestacio¬ nes de la vida espiritual de los cazadores esteparios de Sudpatagonia.
Los intentos que se
de meras especulaciones que requieren de mayor sustento para ser aceptadas como
interpretaciones válidas.
han hecho
no pasan
rupestre propiamente tal, sino que en algún momento del tiempo prehistórico, se
emplearon también para decorar objetos del instrumental, de hueso y de piedra11. Se
ignora si este uso variado pudo ser contemporáneo del correspondiente parietal, o
bien fue posterior e inspirado en el mismo. En cualquier caso, a juzgar por los escasos
hallazgos arqueológicos, esta decoración tuvo un carácter excepcional.
cimas de cerros o elevaciones menores del terreno, en donde los difuntos eran
sepultados -siempre cubiertos de ocre rojo- con una parafemalia conformada por
instrumentos propios del uso cotidiano, aunquey preparados al parecer ex-profeso,
como se deduce de su tamaño mayor al normal, y sobre piedras tenidas como de
mayor valor, y también por objetos de rara los belleza. Así lo sugiere el ajuar rescatado
en las tumbas descubiertas en las cumbres de morros Philippi Chico, ubicados en la
zona del valle medio del río Gallegos, tipo de accidentes naturales comunes en la zona
sudoriental a los que tal vez pudo atribuírseles un carácter significativo particular13.
Asimismo, parece haber formado parte de esta mutación cultural la innovación, como
variante modal, referida a la forma de sepultación de los cadáveres con el cuerpo
extendido, sin que ello significara necesariamente el abandono de la antigua
costumbre de hacerlo en la posición fetal. Inclusive, al tratarse de enterratorios de más
de una persona, las posiciones de los cuerpos podían ser invertidas unas respecto de
otras, como lo consignara Vignati14. Es evidente que estas manifestaciones
corresponden a una norma cultural que debió originarse y difundirse en el lapso de
que se trata.
11
12
13
O.R. Ortiz-Troncoso, Artefactos de sílex de una tumba de Morro Philippi, valle medio
del río
de Santa Cruz, Argentina) (Id., vol. 4, Punta Arenas, 1973); y A. Prieto, 1984. citado.
Gallegos (Prov.
14
M. A. Vignati, Resultados de una excursión por la margen sur del río Santa Cruz. Notas
Preliminares del Museo
de
cultura. Se trata de
significado simbólico -que son lastramos menos comunes-, tales como alineamientos
de piedra, con diferenciación de tamaños en regulares, círculos concéntricos, a veces
dobles o triples, formas regulares, amén de las más frecuentes y toscas acumulaciones
de piedra a modo de túmulos para fines sepulcrales. En algunos casos los círculos
concéntricos estuvieron asociados a las costumbres funerarias, de lo que podría
inferirse un sentido
tos
sitios
favorables
Gold, el valle inferior del río Dinamarquero, la llanura costera de San Gregorio y el
cañadón de Posesión, entre otros, a juzgar por la cantidad y variedad de restos líticos y
de
Ello, por supuesto, no excluía la estadía ocasional o aun periódica de los cazadores-
recolectores en otros lugares aparentemente poco favorables parala vida humana tal
es como cerros y formaciones volcánicas, altasmesetasy empinadas barrancas, como
se deduce de los vestigios encontrados, lo que sugiere un acabado conocimiento
territorial para el aprovechamiento de los recursos naturales, por exiguos que los
mismos pudieran ser para su subsistencia. Las zonas boscosas ciertamente no
otras manifestaciones culturales.
,s
oo
*j**
AP. AP.
AP. AP.
AP. AP.
AP.
AP.
detrminad
Antigüeda
151300 ± 4560±13 130 ± 3950±6 ±10 13600 320±450 2940±9 1285300 ± 2870±65
256±45 210±60 208±20 207±80 190± 1950±6 1590±1 1540±5 1530± ±70 (LP-259) 9G
(1AK 5) 3B (7et 16a ) (PIT -0526) (1-5147) (AC-056 ) (Gif-1043) (LP-235) 8G (2AK 93)
(Dic-26 ) (Bm-120 ) 5B (2)1 8G (2AK 90) (LTW-) 9G (1AK 0 (LP-502) 8G (2AK 5) (PIT-
0342) 8G (2AK 9 ) (PIT -1072)
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1495
3725
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Río
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Cuev
En
el
^La 29
del cerro Benítez y otros parajes del occidente territorial, sí en cambio lo estuvieron las
selvas umbrías e impenetrables situadas hacia el sudoeste.
y espiritual de
de lo que hubo de ser el rico acervo material lejanos cazadores y que, trasmitido de
generación en generación, prístina de los descendientes que a contar de una época
indeterminable
esos
b) La
singularidad del
pueblo aónikenk
Al
abordarse el estudio
tes
distintos.
Para
principales
antecedentes Desde
etnohistóricos.
interior
16
biológico, pues este aspecto conforma una materia
17
Carta 30
gente del río y los Calille-Het o gente de la sierra, entre los que figuran los
Chulilaucunnees, Sehuau-cunnees y Yacana-cunnees"18. Todavía, precisando sobre
estos últimos, añadía: " última nación de losTehuel son los Yacana-cunnees, que quiere
decir gente de
pie, porque andan así, desde que faltan los caballos en su tierra. Por la parte del norte
parten términos con los Sehuau-cunnees, al oeste con los Key-yus o Key-yuhues,
cordillera de por medio; al este los delimita el mar océano, y al sur está el archipiélago
de la Tierra
Fuego, o sea el mar del Sur. Estos indios viven a la orilla del mar a uno y otro lado del
estrecho, y no pocas veces se hacen la guerra entre sí"19. Dejando a un lado este
último discutible aserto que no tiene fundamento alguno, nos quedamos con la
parcialidad boreal del componente descrito, o sea, la del norte del estrecho de
Magallanes, cuyo dominio
del
territorial
aónikenk).
Si los autores citados, como otros, habían escrito basados en dichos de terceros, más
interesan para el caso las opiniones de cuantos, encontrándose entre los indígenas
pudieron apreciar de prima facie aunque de distinta manera, las características que le
daban singularidad a los cazadores-recolectores del extremo sudoriental del
continente.
compatriota William Arms, estuvo en los aduares indígenas de las comarcas de San
Gregorio y Dinamarquero entre fines de 1833 y los comienzos de 1834, identificando a
sus huéspedes como miembros de "la nación de Santa Cruz,y habitantes del país
abierto que corre desde el Atlántico hasta los cerros occidentales al sur hasta el
estrecho de Magallanes", precisando que la referencia se hacía respecto de los
indígenas con los que él y Arms convivían21. Poco más tarde, en 1842, el misionero
AJIen Gardiner supo de la existencia de cinco "tribus de Patagones", de las que tres
habitaban al sur del río Negro. De ellas, una entre PortDesire (Puerto Deseado) y el
ríoSanta Cruz, y otra, la de losHarwan-eki (¿Aónikenk?),
18
"
20
21
Id.
pág. 137.
Edición
Adventures in Patagonia. A Missionary's Exploring Trip, Nueva York, 1880, pág. 171. /
31
Tsoneca;
por informaciones que pude recoger y por observación personal, no han de ser más de
450 ó 500 sus miembros. Hablan un idioma propio, distinto del que usan otras tribus
vecinas. Según me han dicho algunos amigos
indios, hay otras cuatro tribus entre Santa Cruz y Río Negro, cada una con su
lengua"23. Contemporáneamente, en 1863, el explorador chileno Guillermo E. Cox, a
su turno, basado en los dichos de los aborígenes que conoció en la Patagonia
septentrional preandina (entre los cuales había algunos procedentes del lejano sur),
dividió a los habitantes naturales del oriente andino, entre las llanuras de Buenos Aires
y el estrecho de Magallanes, en cinco grupos, uno de los cuales
-el de los Tehuelches- estaba conformado por dos componentes " en el idioma, pero
con las mismas costumbres y vida"24.
Cabe citar en
seguida el testimonio del explorador inglés George Musters, agudo observador y fiel
relator de la vida de los pueblos aborígenes que conociera en su afamado viaje
transpatagónico de 1869-70, quien trató a, e intimó tal vez como ninguno con los
indígenas en cuestión, lo que le permitió apreciar sus rasgos diferenciales: "Los
Patagones se denominan a sí mismos Ahonikanka, o Tchonek, pero son más conocidos
como Tehuelche o pueblo Tehuel, un nombre que les fue dado por los Araucanos y por
el que
Negro, y los meridionales recorren el resto del país desde el río Santa Cruz hasta el
Estrecho. Estas dos tribus sin embargo están entremezcladas y, en el caso de la partida
de Indios con quienes viajé, podían ser encontrados cazando y merodeando juntas las
dos partes; no obstante, se distinguen por sus diferencias de acentoy difieren
ligeramente en el físico, y en las frecuentes riñasy peleas
22
23
24
Memorándum
Misionando
25 32
26
étnica de los aborígenes meridionales, recordando el rotundo aserto del viejo jefe
Mulato cuando su mundo ancestral se acababa, quien, en palabras recogidas por
James Radburne,
expresó en una ocasión que "...los tehuelches [aónikenk] habían vivido siempre en las
llanuras y al sur del río [Santa Cruz] '<29. La noción de ser los tehuelches del norte y
del sur del río Santa Cruz entidades
Aonükün'k31.
Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia (sur del Chubut y norte de Santa Cruz,
Vida entre los Patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el
estrecho de Magallanes hasta el río Negro, Buenos Aires, 1964, págs. 127 y 128.
26
27
28
Buenos
29
30
Costumbres de los
31 33
impreciso límite que tanto podía la línea del ríoSenguerr-lagos ColhuéHuapi y Musters
(entre 45°y 45°30' S), como la ser correspondiente al río Deseado, algo más al sur
(46°30' -48°S ), hasta el estrecho de Magallanes, en Chile32. Escalada hace derivar este
grupo étnico de un presunto remoto origen geográfico en la zona central de Santa a
Cruz, entre el río homónimo y el Deseado, centrando el hipotético foco dispersivo en
un paraje precordillerano denominado Aonic Aike. No
"hasta el advenimiento del caballo, estos indígenas [los aónikenk] habían habitado las
tierras próximas al estrecho. Común¬
al
sur
32
33
lo
34
José A. Cocilovo, Biología y Cultura: una controversia, en Ciencia Hoy, vol. 4, N°20,
Buenos Aires, 1991, pág. 16 y 17.
35 34
fidedignas y concordantes referidas a una tradición oral que se pierde en las brumas
del pasado; también por el uso de un idioma propio, con diferencias dialectales
respecto del empleado por sus vecinos septentrionales y por los sélknam de la Tierra
del Fuego; asimismo, por formas de vida y de economía, y por el desarrollo de una
por informaciones
Cruz, por razones ambientales. Queremos abundar sobre este último aspecto, hasta
ahora insuficientemente considerado en lo que se refiere a la diferenciación étnica.
y el grado
golfo de San Jorge). Ello es posible por las condiciones del medio, principalmente por la
mayor humedad, menor continental ¡dad climática y un elevado potencial
fotosintético que permite el desarrollo de mejores y más abundantes pasturas, amén
de recursos
46°(
forestales36.
bien, si tal ha sucedido desde 1880 hasta el el presente, cabe inferir que igual
aconteció en el período precolonizador y, por consecuencia, que el territorio aónikenk
Ahora
pudo sustentar una mayor densidad de una fauna herbívora variada, en especial una
cantidad inconmensurable de guanacos y avestruces, principal fuente alimentaria de
los
cazadores
otros.
36
Cfr.
O.
Boelcke, D.M. Moore y F.A. Roig, Editores, Transecta Botánica de
Patagonia Austral
Buenos
Aires, 1985.
para el caso las observaciones y cálculos del explorador Juan Tomás Rogers en 1877,
en cuanto al número de aquellos cuadrúpedos, que elevó hasta el millón y medio de
cabezas (Espedición a la parte austral de Patagonia, en Anuario Hidrográfico de la
Marina de Chile, Santiago, 1879, tomo V, pág. 80).
37
Recordamos EL
PAIS AONIKENK
25
ESCALA 50
75
100
PAVON
KARKEN AIKE
asfi»:
OTOTEL AKE
HMMSmtWI
EXPLICACION
PARADERO HISTORICO
PENINSULA
BRUNSWH
NAUFRAGIOS
ASENTAMIENTOS COLONIALES
ENTERRATORIO
ESTRUCTURAS DE PIEDRA
LOS
~—
lj
&
II|||||||.
Mapa 1 36
cierto, en lo
variados
No debiera caber duda, entonces, de que los habitantes autóctonos del extremo
sudoriental continental de América, dentro de los límites de ocupación ya conocidos,
impropia que les fuera impuesta por los españoles a una parcialidad de la bahía de San
Julián que, según hoy día se sabe, integraba el contingente tehuelche meridional
septentrional39. El segundo, porque corresponde a un nombre de origen mapuche,
tan ajeno como el anterior40 (Mapa 1).
nación
2.-
a) Características físicas
"La
gente que hallé en esta boca de este estrecho á la parte de la mar del norte es
gente sobervyas, y son grandes de cuerpo ansí los hombres como las mujeres y de
grandes fuerzas los hombres y las mujeres bastas de los rostros..."41.
De
Juanla Ladrillero respecto de su impresión sobre el aspecto físico de los aónikenk que
avistó en comarca de la primera angostura del estrecho de Magallanes, en agosto de
1558. Aunque este navegante no fue el primero que observó estos indígenas, sí, en
cambio, lo fue en cuanto a la fidelidad y, por ende, a la veracidada de testimonio. En
pocas frases consiguió resumir los rasgos físicos y vitales determinantessu de la etnia.
Ciertamente, era gente soberbia, esto es, espléndida en formas y continente, a juzgar
por los reiterados juicios favorables que su porte y aspecto motivaría a la vista de
extraños a lo largo de más de cuatro siglos, en una rara expresión de unanimidad.
38
38
El
40
Significaría "gente arisca", al parecer (Escalada, op. cit.).
Descripción del Estrecho por Juan Ladrillero, en Pablo Pastells, El descubrimiento del
Estrecho de Madrid, 1920, pág. 242.
41
Magallanes 37
Basados
las
distintas
en
desarrollo
espaldas amplias; la cabeza era grande , el cuello grueso y corto; los jTÚembros,
proporcionados y macizos sin ser musculosos, suavemente torneados; piernas algo
cortas en relación al tronco y Jos pies más bien pequeños para el tamaño corporal.
Todo ello daba al varón un aspecto de corpulencia y vigor, en un conjunto que
brindaba apostura y gallardía. Las mujeres eran proporcionadas en sus formas, aunque
algo gruesas de cuerpo, con senos bien desarrollados y caderas anchas; con manos y
pies igualmente pequeños, en un continente gracioso en las jóvenes. Unos y otras
poseían una piel suave,
toráxico y
Los
los
hombres, mostrando
que en algunas una cara bella, característica que solía desmejorar con los
años
El cabello en ambos
sexos era
mujeres solían llevarlo cuidadosamente peinado en dos trenzas, en tanto que los
hombres lo dejabarfsuelto, pero sujeto en torno a la cabeza con una vincha, no
faltando entre éstos quienes lo liaran en rodete y lo encerraran en redecillas de lana
peinada, como
Las
lo observara King. El resto del rostro y del cuerpo mostraba escasa vellosidad, que se
hacía más evidente en éste por la costumbre de los varones de arrancarse los pelos de
barbas y
palabras de J.B Hatcher, que de tal forma resumió su parecer concordante con el de
los más serios informantes que lo precedieron43.
Se ha mencionado antes,
al pasar,
La leyenda tuvo temprano inicio, con la aventura del clérigo Juan de Areyzaga y tres
Esta característica corporal ha sido destacada por los mejores informantes. Musters la
atribuye a la costumbre de mascar el molle, una exudación gomosa del incienso
(Schinussp.) producto desabor agradable con propiedades
42
dentríficas.
43
trayecto por el litoral se encontraron con los patagones, a los que Areyzaga -en
palabras del cronista Fernández de Oviedo- describió como "hombres de trece palmos
de altura",
vergonzosos en el altor con una mano"; este padre [el clérigo] no era pequeño
hombre, sino de buena estatura de cuerpo" 44. Este fantástico aserto se correspondía
cabalmente y reafirmaba a aquel de seis años antes, 1520, de Antonio Pigafetta,
cronista de la expedición de Hernando de Magallanes, referido a los indígenas de la
bahía de San Julián, en cuanto a que el primero de ellos que allí conociera "...era tan
alto que con la cabeza apenas le
Si eran tan descomunales, sus pies no debían serlo menos, con lo que la leyenda se
complementó apropiadamente: los gigantes eran, además, patones. Pruebas al canto:
las huellas enormes que la gente de Magallanes dijo haber visto en el suelo nevado de
San Julián. De allí se afirmaría por algunos y se aceptaría por todos que el gentilicio
"patagones" derivaba de tal rasgo físico -patones-, malinterpretándose de tal manera
el mombre Pathagon de origen epónimo. En efecto, este corresponde a un personaje
de la novela Primaleón, cuyas proporciones desmesuradas y aspecto salvaje inspiraron
a Magallanes la denominación gentilicia para los corpulentos y bravios habitantes de la
comarca de San Julián46. Por si faltara, los ingleses Anthony Knivet y Richard Hawkins
entregaron las medidas precisas del pie de cada patagón: ¡18 pulgadas (45 cms.)!
Esta retahila de embustes fue aceptada sin más por cuantos oían o leían a los
pretendidos testigos de tales maravillas, y así la leyenda de los gigantes patagones hizo
estragos en la credulidad popular, sin excluirse aquella gente que pasaba por ilustrada.
A su tiempo, la cartografía de la época recogería la fantástica información y le daría
vigencia
44
Citado
1976,
Fuego, Madrid,
45
46
Primer
Cfr. Ramón
47
Para
, 39
Fig. 1.- Pechocho (Pilkojke, Pilkokshe), jefe aónikenk. Fotografía tomada en Berlín hacia
1879. Cortesía
Folkens
i,
Oeñe
Al
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alta
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Informante
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I ieAs
1766 1767
D Gu ue yl o os t
Bougainvle
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1767
Wallis
1787
Córdoba
1826
Mor el
1826
King
1832-3
Coan
Cunigham
Musters
Schythe Schmid
pulgads*
11pies
(l,80m)
Dixie
Lista
Ibar
1,75
1896
Hatcher
ie
dePie
** 42
vigor del mito, su contenido nunca acabó por conformar a algunos estudiosos, que de
tal manera recibieron con espíritu crítico el reiterado aserto sobre el gigantismo de los
americanos meridionales, llegando inclusive, a disputar entre ellos acerca de la
presunta veracidad de la antropometría de tales seres48.
No obstante el
Al fin, avanzado el cuarto final del siglo XVIII las informaciones fidedignas de que pudo
disponerse fueron imponiendo la verdad científica: los aónikenk sí eran altos y
corpulentos, pero nunca gigantes descomunales. Así el mito cedió paulatinamente y
acabó por olvidarse entrado el siglo XIX, por más que algún porfiado intentara revivirlo
(Figs.
4-6).
explicación de la interpretación exagerada del rasgo físico que se comenta, más allá de
la trapacería de algunos, se ha afirmado que la estatura media de los europeos que
llegaron a América en los siglos del hallazgo y exploraciones del nuevo continente, en
especial de los españoles el caso que interesa, promediaba bajo el metro sesenta
centímetros, sorprendiéndoseen a los que anduvieron por el meridión a la vista de los
indígenas que los superaban en altura, veces largamente. Poren otra parte,capas la
natural corpulencia de los varones aónikenk y su costumbre de envolverse sus de
cuero, los hacía verse de cerca o de lejos más grandes de lo que realmente eran. Esta
circunstancia se haría más notoria aun durante el período ecuestre, pues montados
sobre sus caballos los indígenas aparecerían agigantados49. Para una mejor
comprensión de la materia, en la Tabla II se entrega síntesis de las observaciones
antropométricas realizadas a lo largo de más de un siglouna (fines del XVIII-fines del
XIX). Llamamos la atención del lector respecto de aquellos datos suministrados por
Jorge C. Schythe, dado el prolongado trato periódico que el mismo tuviera con los
indígenas a lo largo de más de una década (1853-1864) y por el número de individuos
medidos, entre dos y tres centenares. Ello permite concluir que con una medida que
podría estimarse entre 1,75 y 1,80 m para la altura media, y entre 1,85 y 2,00 m para la
media máxima de los varones, y 1,69 m para la media, y 1,80 m para la media máxima
de las mujeres, el pueblo aónikenk debe ser situado entre las etnias históricas del
planeta con estatura más elevada.
En la
c) La
adaptación al ambiente
completar la descripción física de los aónikenk, procede hacer mención a alguna de sus
cualidades corporales. Desde luego, como consecuencia de su magnífica adaptación al
riguroso ambiente de Sudpatagonia, estos indígenas poseían una gran resistencia al
frío. Esta capacidad era tanto el fruto de una disposición fisiológica trasmitida de
generación en generación en la que participaba un régimen alimentario que contribuía
a reforzar las defensas, en el caso la piel, a través de un metabolismo de las grasas más
activo, como se ha postulado para los cazadores-recolectores marinosso, cuanto del
hábito educativo, como lo advirtieron algunos informantes que permanecieron entre
los
Para
aborígenes
48
49
Cfr. Robert O.
adaptación
un
iOnfgi
5.-
Fig.
Gir lnr dacg Ba b l e o (r1uea yvl7d ado eiraco 6. o oójnn).
Ge
San
Ga rapbd n te gr a oo t dn.
4.-
Fig.
ues
dT6. rue
Fig.
XVs i Ig .
del 45
La vida
esfuerzo
caza, les permitió desarrollar un excelente vigor físico, en muscular. No obstante que
su territorio abundaba en recursos
o climáticas
comprobaría Musterssl. lo tocante al cuidado del cuerpo, esto es, los hábitos de
higiene y al ornato de la piel,En la materia se trata en la segunda parte de estaa obra,
bastando señalar por ahora que aquéllos no se ceñían en sus cánones a los propios de
los europeos, lo que hizo que para muchos de éstos los indígenas lucieran y
aparecieran como individuos sucios y repelentes.
d) Carácter
Cabe referirse en
sicológicos.
fácil brindar una caracterización adecuada del espíritu de los componen¬ tes de un
pueblo ya desaparecido, cuando para ello únicamente se dispone de los testimonios,
seguramente más subjetivos que objetivos, de quienes pudieron conocerlos y tratarlos
en distintas circunstancias. Pero, así de inseguros, es posible intentar siquiera un
No resulta
esbozo de lo que
pretérita.
En este
respecto, sobre el que tanto y tan variado se ha escrito a lo largo del tiempo,
En
cónyuges,
desvalidos.
mayor todavía respecto de los hijos, pero también por los ancianos y los
Otra cualidad advertida de modo recurrente y que aparece como propia del ser
aónikenk, es el buen talante, es más la alegría que parecían tener en todo momento -
en particular cuando estaban entre ellos y en su ambiente-, y que se expresaba en la
facilidad que tenían para sonreír. No obstante, ante los extraños mostraban un
continente serio y grave, que les otorgaba una innegable dignidad que, por cierto, no
pasaba desapercibida para los observadores y que concitaba su respeto, tal y como,
por ejemplo, sucediera con
51
y Bovis en San Gregorio. Poseían, inclusive, un sentido del humor y así sabían gastar
bromas entre sí y con extraños52. El explorador Lista, en opinión disonante, los vio
tristes y taciturnos, como reflejando en sus sentimientos la rudeza y carencias creyó
ver en su tierra ancestral. Como otros indígenas del sur de América, los aónikenkque
tenían una rara habilidad para ocultar sus emociones, especialmente ante extraños, lo
que para
Maissin
éstos a veces
inteligencia, manifestada
en a
la
históricos, bastando para el caso recordar losen reiterados testimonios del explorador
Musters.
Los
derecho
Otro
juicios cargados de subjetividad, propios de una concepción cultural absolutamente
tradición cultural. Cuando los hombres tenían que dedicarse a sus actividades propias
(v.gr., la caza o algunas artesanías), lo hacían con entrega total, aun entusiasmo y
pasión,-y concluidas las cuales se entregaban al ocio o al entretenimiento. Sucon
actitud contrastaba chocaba a los observadores foráneos- con la de las laboriosas
mujeres, que no se daban descanso en sus múltiples faenas que les llenaban las
jornadas. En cuanto a lo de la indolencia, se trataba, más bien, así creemos, de una
actitud que era
manera
de ser y a su
peculiar signo del carácter indígena, puede consultarse entre otros a Dixie (1880:69,
70) Fitz Rov (1933, 111:194), Musters (1964:213, 237, 260), Ibar (1879:54) y Mendoza
1964:57).
52
Sobre este 47
el
producto de una cultura que que heredada, condicionada tal vez por el entorno un
tanto mezquino, circunstancia hacía aparecer a los indígenas como poco exigentes y
abandonados, toda vez sus necesidades básicas de vida y subsistencia estaban
satisfechas.
Pero más
defectos reales
de su índole bárbara, los humano-gente más pacífica que guerrera, más abierta que
amistosa, generosa y hospitalaria, libre e independiente, inteligente y receptiva.
Espiritualmente eran, como escribió Musters, que tan íntimamente llegó a conocerlos,
"hijos de la naturaleza, bondadosos, depor buen carácter, impulsivos", podían cobrar
grandes simpatías o antipatías y que, lo tanto, podían llegar "aque ser amigos seguros
o no menos seguros enemigos" si se les traicionaba la confianza53; o, como
o
aparentes y
los retrataría escuetamente Julius Beerbohm, "salvajes felices", con la alegría natural
de la inocencia, consecuente con su natural existencia54.
e)
Lenguaje
dice relación con la lengua que hablaban los aónikenk, las informaciones que se
poseen, distan, a nuestro entender, de ser suficientes. Aunque se ha escrito bastante
En lo que
manera
Este, situó al aónikoaish junto con el idioma de los sélknam dentro del grupo
nas, concuerdan en que su lenguaje era duro, gutural, aglutinante, según la mayoría de
los informantes; con abundancia de consonantes, "seguidas de un ligero chasquido de
primeras sílabas pueden determinarse con seguridad, y escribirse, las demás son
ininteli¬ gibles o semimudas"58.
53
54
ÍS
El
grupo lingüístico Tshon de los territorios magallánicos, Revista del Museo de La Plata,
Tomo XXII, Buenos
56
Voyage au Póle Sud et dans l'Océanie les corvettes L'Astrolabe et La Zelé executé par
ordre du Roi pendant les
57
58
coinciden,
en
excepción hecha de Ibar, que encontró a la lengua de los aónikenk abundante
numerales, pero pobre en vocablos y en imágenes, lo que consideró era un reflejo de
la
monotonía
de toda base61.
3.-
Organización social
dispone permiten aseverar que la aónikenk era libres, en la que la única entidad
organizada
permanente era la familia. Esta, como es natural, estaba constituida por el padre, la
madre y los hijos, a los que se agregaban algunos parientes allegados, es decir, todos
los que habitaban en un mismo toldo. A ellos se sumaban los yernos, pues al parecer la
costumbre
era
Si alguna diferencia podía darse, lo era únicamente respecto de los allegados o de los
extraños que se cobijaban bajo el mismo toldo, pues esta sola circunstancia sujetaba al
aceptado o incorporado a la obediencia de la jefatura paterna. La contrapartida justa
por esta voluntaria sujeción, vade suyo, estabaen el derecho a exigir la mantención
alimentaria y la protección frente a los ajenos al grupo familiar.
La familia se
formaba
59
60
61
62
La edad de Piedra en la
pág. 151.
Aires, tomo V,
1905,
pág. 247.
En Dumont D'Urville, Fig. 7.- Pechocho y su familia. Fotografía Museet, en Berlín hacia
1879. Cortesía Folkens Etnografiska
tomada
Estocolmo. 50
Fig. 8.- Jefe Mulato (derecha) y su familia. Fotografía tomada en Punta Arenas hacia
fines del siglo XIX.
Entre los aónikenk el matrimonio adoptaba la formalidad de la entrega de una hija por
parte del padre (o del tutor, si la misma era huérfana), a un varón que la pidiese,
previo
la misma podía tener o de las prendas de las que aquélla podía estar dotada. Este
valor, en la época primitiva de que se trata, estaba conformado por un conjunto de
bienes tales como armas, utensilios, pieles, etc. (esta costumbre mutaría
sensiblemente durante el posterior período ecuestre), y una vez recibido, se permitía
la cohabitación de los cónyuges. Esta ceremonia, asaz simple, iba acompañada de
alguna celebración festiva sujeta a un ritual determinado, para disfrute del grupo
familiar o de la banda entera, si procedía, en que el gasto alimentario
corría
por cuenta del novel esposo. Cada hombre podía tener dos o
conyugal conformaba una norma de general vigencia, que, si era infringida, acarreaba
sanciones de variada severidad, de acuerdo con las circunstancias, pues no siempre el
adulterio era considerado un delito. Al parecer, el grupo social toleraba la
homosexualidad, reservándose para sus actores determinadas actividades, tales como
el ejercicio chamánico.
La
fidelidad
Los hijos se recibían con agrado, aunque su número estaba ceñido a la disponibilidad
de recursos del grupo familiar, o mejor, a la capacidad de obtenerlos en el territorio
debe inferirse queen hasta la época del arribo de los europeos la cantidad de pudo
mantenerse términos de relativa estabilidad numérica, sobre la base de razonable
equilibrio entre consumidores y recursos alimentarios establecido desde
de lo que habitantes
un
Teniéndose, por ahora, como única base de cálculo las referencias aportadas por los
informantes más próximos al tiempo del encuentro interétnico aborigen-europeo, y
63
E.
64
En H.G. Andrewartha y L.C. Birch, The Ecological Webb, Chicago, 1984, pág. 441. 52
Conocida la superficie del solar histórico de estos indígenas, ese número posible de
habitantes se ajusta cabalmente a la hipótesis de E.S. Devey, en cuanto que los
indígenas americanos se distribuían en la proporción de cuatro individuos por cada
cien kilómetros cuadrados de territorio65. Así, y dado el uso intensivo que se habría
hecho del distrito
En lo
tocante
la vida intrafamiliar y
lo
A las mujeres, en lo que era evidentemente una división laboral inequitativa, tocaba
criar a los hijos, alimentar a la familia, función esta para la que debía responsabilizarse
desde el encendido y cuidado del fuego al suministro de leña combustible, además de
recoger agua y alimentos, y cocinar ; descuerar a los animales cazados, preparar las
pieles para el vestido o el cobijo, coserlas y decorarlas cuando procediera; armar,
desarmar y trasladar los toldos, y, en fin, por si faltara, cuidar a los enfermos y enterrar
a los difuntos.
c) La
das: la toldería.
El primero en dar una información pertinente fue Antonio de Viedma, quien 1780,
siguiendo a sus informantes indígenas, atribuyó al cacique Coopán el señorío deen la
65
totalidad
del solar aónikenk66, lo que significa que todos los indígenas compartían el mismo
territorio como integrantes de una grande y única banda. Sin embargo, en los
comienzos del siglo XIX otros exploradores y misioneros (Fitz Roy, Arms y Coan, D
Urville) dan a entender la vigencia de una cierta jurisdiccionalidad espacial entre los
distintos
grupos o tribus.
anes no
de
Martín
Gusinde y
condiciones naturales semejantes, cuyo origen debe ser remontado muy atrás en el
tiempo, cuando ambas etnias todavía integraban un tronco o raíz común, no debería
excluirse por tanto la existencia de una tradición que exigiera tal práctica de
organización social, no obstante que lo fuera con las diferencias surgidas en el curso de
una evolución cultural
divergente más que paralela. Además, debe aceptarse a priori que en un territorio
extenso poblado por cazadores-recolectores pedestres, se impusiera, por razón de
esta última característica que de suyo limitaba los desplazamientos a las distancias
cortas, una zonificación de uso preferencial entre sus componentes. Por lo tanto,
parece natural y lógico que también los aónikenk desarrollaran durante su vida
primitiva un sistema de
pertenencia territorial
Con
toda
del gran complejo de pueblos cazadores, la conclusión que para los tehuelches sensu
lato ha formulado Glyn Williams: "aunque la territorialidad estaba ostensiblemente
más asociada a la banda que al linaje, ambas circunstancias eran concurrentes o
sinónimas"67. Como consecuencia de lo expuesto, desechamos como carente de
fundamento, la
interpretación antaño sugerida por Vignati en cuanto a la vigencia entre los pueblos
patagónicos de un sentido tan fuerte de la propiedad del suelo que habría originado,
inclusive, su trasmisión por derecho de herencia68. Ciertamente, no se dispone de
evidencia
66
67
En Víctor Ornar Amaya, Diario de viaje de Antonio de Viedtna, Buenos Aires, 1981.
68
La
propiedad del suelo entre los patagones, en Notas Preliminares del Museo de La Plata,
tomo I, Buenos Aires,
1931,
pág. 390. 54
alguna que sea tana consistente como para sostener tal inferencia.
aónikenk,
En
del
pues, en su caso, la vigencia de una autoridad que más pudo ser de circunstancias que
permanente. Así, por ejemplo, la actividad cinegética de una banda, que de suyo
supone cierta organización y disciplina mínimas, exigía contar con una jefatura que se
distinguiera
corresponder tal
Esta jefatura bien pudo tener el carácter de electiva; en tal caso la decisión
correspondía a los cabezas de familia que formaban la toldería -una suerte de consejo
de ancianos factual-y como tal su vigencia iba más allá de los eventos cinegéticos.
Por este mismo origen, la designación llevaba consigo su carácter efímero en tanto
vigencia de una jefatura hereditaria, según lo afirmara Viedma para los aborígenes del
norte del río Santa Cruz", aserto que se ha aceptado sin reservas hasta el presente, y
nos
la
para ello en la realidad histórica comprobada durante el siglo XIX -la vigencia plena de
la jefatura electiva- y que entendemos respondía a una tradición secular muy arraigada
en el alma aónikenk.
fundamos
situaciones de
69
70
Cfr. The
Washington, 1946
náp
152.
Childs, op. cit., pág. 133. También M. Coupvent menciona un carácter semejante
respecto del jefe Konp (en D'Urville, op. cit., pág. 151, nota 70).
71
En 55
Si
en
innovada.
Por fin, como en todo grupo social primitivo, la sabiduría, esto es, el conocimiento de
lo que escapa al común de la gente, y la habilidad y destreza físicas, más que la fuerza,
pudieron ser causales de preeminencia social circunstancial o permanente, con alguna
posible derivación de influencia o dirección sobre la comunidad grupal, tal y como se
diera
entre los
sélknam,
quienes en su categorización social distinguieron a chamanes, sabios y adivinos, a
guerreros, luchadores y corredores.
En suma, en lo tratarse tocante a la vigencia de una autoridad grupal, como quiera que
la misma se diera, debió de una forma laxa, que sólo ocasionalmente pudo ser acatada
4.- Creencias
y elaboraciones intelectuales
a)
Cosmogonía y mitología
espiritual, el acervo informativo que se posee no es tan rico y definido como el que
ilustra sobre ese aspecto en otras etnias australes, a juzgar por lo
En lo tocante a su vida
que se conoce del tiempo prístino, o sea, aquel en que el pueblo aónikenk se mantenía
de
complejidad.
preciso puntualizar que de los grupos indígenas meridionales, el aónikenk fue el más
expuesto a las presiones culturales alóctonas, una de ellas particularmente intensa,
como fue la de los mapuches a partir del siglo XVIII y otra, menos alterante, la de los
Es
Op. cit., pág. 126. El explorador Roncagli tuvo una percepción semejante durante su
viaje de y 1882 entre Punta Arenas y Santa Cruz; entonces, al consultar una ocasión
sobre cuáles eran la autoridad atribuciones del cacique, recibió como respuesta la
frase "hoyen día somos todos caciques" ("Da Punta Arenas a Santa Cruz, Bolletino de la
Societa Geográfica Italiana. Ser. II, vol. IX, Roma, 1884, pág. 768.
72 56
recopilaciones que desde mediados del siglo pasado se han ocupado sobre la materia
permiten ofrecer una visión coherente y generalmente concordante acerca de la
hierofanía indígena. El corpus mitológico aónikenk comprendía aspectos referidos al
origen del universo (cosmogonía) y a su interpretación del mundo (cosmovisión),
como también al
la vida social
conforme
sus
creencias
a su
que los indígenas entendían que poseían directamente una apariencia humana, o bien
que se trataba de animales que se comportaban como los humanos, unos benéficos y
otros dañinos. Había, además, algunos espíritus malévolos, hijos de la Noche; estos
eran Azshem (Ajchum, Yicelon), Máipy Kélenken. El primero, unas veces visto como un
engendro masculino y otrasen femenino, era elque, espíritu que originaba las
enfermedades de los humanos al introducirse los cuerpos y permanentemente
enmascarado con
otras
creaturas
rojiza, infundía temor en las noches, en especial a las mujeres y los niños. Era dueño
del calafate -planta notable en la mitología aónikenk- y habitaba en los bosques
cordilleranos, en la cercanía de grandes lagos. Máip, era el maligno por excelencia, el
responsable de los infortunios de los hombres; poli forme, morador de las cavernas, se
manifestaba en los atardeceres augurando sucesos nefastos. Empeñado en perturbar a
los
una careta
humanos, se le describía también como el viento helado que se abatía castigando las
llanuras patagónicas al anochecer, apagando los fuegos, matando a los pajaritos y
ocasionando daño por doquiera. Kélenken, era el espíritu gemelo del anterior,
corporizado en un ave rapiña, ora una lechuza, ora un chimango, a quien se le atribuía
la capacidad genérica dede hacer el mal, de modo particular mediante las
enfermedades febriles.
Completaban el panteón indígena otros engendros, algunos de los cuales eran causa
de desorden, circuntancia que en tiempo muy lejano hubo de molestar al sucesos
pacífico pueblo de los animales que compartía la morada insular de Kooch. Uno de
estos se había debido al rapto y violación de una nube-mujer por el a maléfico
Nóshtex, causando tormentas de lluvia perjudiciales. Ante el ultraje, Kooch, manera de
reparación justi¬ ciera, decidió que si la nube-mujer tenía un hijo, el mismo sería
dotado de poderes suficientes como para completar su propia obra creadora del
mundo.
Se iniciaba así el ciclo heroico de Elal, el mítico personaje que había de ser el origen
de los humanos.
gestación en medio de zozobras mortales provocadas
Transcurrió la
Nóshtex
que en su ánimo parricida rajó el vientre de la nube-mujer con el propósito por extraer
al
de 57
con los tonos rojizos de los amaneceres australes. El criminal consumar su nefanda
acción porque
Alimentado y protegido por los pajarillos, Elal creció fuerte y sano, y alcanzó la
plenitud de su existencia, tras pasar distintas pruebasy cumplir variadas hazañas
heroicas, que incluyeron luchas con Nóshtex, con el guanaco, el avestruz macho y el
cóndor, y también con el Sol y la Luna. En esa época conoció a la hermosa Karro, la hija
del Sol y la Luna, de cuya unión amorosa nacieron los aónikenk.
Elal era así el padre cariñoso que cuidaba de sus hijos, que había organizado el tiempo
natural a través de las estaciones, que les había dado una buena tierra y los proveía de
recursos, que les había enseñado el conocimiento y el uso del fuego, así como la forma
de fabricarse sus armas y, por fin, varias otras artes útiles para su vida.
donde subió a la mansión celeste para aguardar allí la llegada de las almas de los
aónikenk73. Ciertamente, el expuesto es un hermoso mito que permitía explicar a
satisfacción el origen de los seres animados y su entorno físico, elaboración intelectual
que, como ha acontecido en todas las culturas de cazadores, destaca la participación
de la naturaleza, aunque en el caso de que se trata se privilegiaba la relación entre los
humanos y los
animales, en un sorprendentre grado de interrelación vital, como parece no haberse
dado con la misma intensidad en otrasetnias australes. Ello se prueba con la
vigenciade distintas leyendas complementarias del ciclo heroico de Elal, entre otras
algunas tan bellas como la referida al origen de las flores (Kospi) y la del calafate
(Koonek). A propósito, hay en el
relato
dañinos, o para prevenirlos, cuanto para impetrar beneficios de aquellos seres que
eran propicios para los aónikenk. Cabe agregar la hechicería, mediante la cual era
posible causar
73
Para 58
las personas, y cuyo ejercicio correspondía a quien tuviera atributos para ello, no
necesariamente a los chamanes y, usualmente, por individuos distintos a los mismos.
mal
a
vital, tales como el nacimiento, la pubertad femenina, el matrimonio y la muertecon
motivaban la realización de prácticas rituales complejas que el grupo social asumía la
debida seriedad y preocupación. La iniciación femenina exigía la reclusión de las
jóvenes que entraban a la pubertad en una construcción preparada para el efecto: la
"casa bonita", en donde permanecían por algunos días, aisladas y sometidas a
privaciones severas. Allí eran aconsejadas ancianos acerca de la manera de conducirse
socialmentey eran instruidas en las tareas por que habrían de desarrollar a partir de su
vida nubil. En cuanto a la iniciación de los varones, debiera tenerse por indiscutible la
vigencia de un ritual ad hoc, pero no hay antecedentes suficientes y fidedignos que
permitan pormenorizar sobre sus detalles y significación mítico-religiosa.
acontecer
mayor
b) Otras nociones y
creaciones intelectuales
En otro
ciones
Por fin, cabe hacer algunas consideraciones acerca de otras nociones empíricas y
elaboraciones intelectuales de los aónikenk. En este aspecto de tanto interés sólo
disponemos de algunos indicios que han llegado hasta nosotros a través de los
indígenas históricos y que corresponden una tradición seguramente milenaria, tales
como apólogos, fábulas y narraciones ena los que los protagonistas son animales
humanizados 74. Poco es, ciertatamente, pero suficiente como para vislumbrar lo que
pudieron ser estas facetas del mundo espiritual aborigen.
74
Cfr. Ramón Lista, Una raza que desaparece. Los tehuelches, Buenos Aires, 1894, págs.
52-55. -
59
fantasía"
7S. De tal
valioso esfuerzo creativo, el aónikenk vivificó al viento a las fuerzas telúricas que los
espantaban, a las expresiones orográficas (montañas, formaciones volcánicas), al cielo
cambiante y vivificante y sus elementos; a las plantas y los animales, en especial a
aquellos en los que creían ver reflejos de conducta inteligente, en fin. Con su
imaginación los revistió de sentimientos, ora positivos, ora negativos, y los hizo
protagonizar sucesos de atractivo y misterioso sentido didáctico, que nutrían y
poblaban de figuraciones fantásticas la vida común. Hubieron de surgir de tal manera
diferentes leyendas -algunas hermosísimas-, enriquecidas continua¬ mente en el
tiempo, que la memoria indígena retendría a través de la repetición periódica
de hábiles El
aónikenk, por otra parte, debió heredarse de los antepasados y nutrirse o reafirmarse
a través del desarrollo de los sentidos, conformando un acervo limitado aunque rico
que iluminaba y facilitaba su existencia.
de los
La división del tiempo cotidiano y anual, según la posición y marcha del sol, las fases
cambiantes de la luna, la variedad y secuencia de los ciclos de la naturaleza -que
dividían
en
periódica del firmamento. Identificaban, por tanto, a los puntos cardinales, algunos
astros y constelaciones, cuya presencia explicaban con creaciones de su fantasía
referidas a su experiencia terrena. Tales, por ejemplo, la Vía Láctea y las Nubes de
Magallanes, que eran, respectivamente, entendidas como sendero y revolcadero de
guanacos, o la Cruz del Sur, tenida por representación de la huella del avestruz.
observación
entendido.
a) Nomadismo
economía
Por
atavismo, como todos los pueblos partícipes de una cultura económica cazadora
75
y recolectora, el aónikenk era por necesidad vital un contingente errante, sin asiento
fijoSu requerimiento básico, la búsqueda de alimentos, le obligaba a recorrer una y
otra vez
ocasional.
Si la
parajes que podían resultar placenteros por razones espiritua¬ les, entre ellas lo
estético. Como hemos señalado precedentemente74, en lo que ha sido una
consideración novedosa hasta ahora no suficientemente valorizada por otros autores e
investigadores, los hombres primitivos -como los actuales- no debieron nique pudieron
ceñir su actividad cotidiana a la mera satisfacción de su subsistencia vital, por lo su
accionar debió cubrir otros aspectos aparentemente prescindibles, pero de cualquier
manera necesarios y provechosos para su desarrollo como personas.
Vale aplicar para estos aborígenes las consideraciones que Gusinde hiciera respecto de
los sélknam y en las que encontramos bien explicadasus la razón de movilidad
permanente de estos cazadores-recolectores. Así, aquéllos, como antepasados,
supieron acomodar¬ se "a su espacio vital tal como lo exigían sus necesidades físicas y
psíquicas". La dependencia del entorno les permitió estructurar una explotación
eficiente de los alimentos y elementos naturales, de allí que "el hecho de haber sacado
el máximo provecho de esto, de haberlo transformado de la manera más adecuada y
sometido a sus fines con absoluta funcionalidad pone de manifiesto una capacidad
espiritual sobresaliente
76
77
78 61
boscosos o en las laderas y cimas de los cerros rocosos. En verdad, conocían palmo a
palmo cada trozo de su país y tenían una denominación para todo paraje que
mereciera ser identificado por alguna razón o circunstancia79. En la memoria indígena
se conservaba, y se trasmitía de generación en generación, la valiosa información que
daba cuenta de la variedad y ubicación de la oferta territorial de alimentos y
elementos de que podía
terrenos
movimientos.
las
lugares más favorables para captura, de igual modo que sobre las condiciones del
suelo y la presencia de distintas plantas y productos comestibles. Ello tempranamente
debió ser causa de un uso más intensivo de los sectores en que concurrían juntas o
próximas ambas características (inclusive con concentraciones locales dentro de las
mismas), como fuera el caso de las zonas bajas situadas entre el río
su
que es menester rectificar. Si bien la necesidad e importancia del alimento cárneo para
el suministro de proteínas deben ser indiscutiblemente reconocidas, no lo deben ser
menos otros requerimientos fisiológicos en procura de un adecuado balance
dietético80. Por una suerte de sapiencia natural, la experiencia consumidora más que
milenaria había
lectora
uno
78
En el
80
81
Mark Cohén, La crisis alimentaria de la prehistoria, Madrid, 1981, pág. 44, citado por
Nacuzzi, op. cit. 62
Para el desarrollo de su vida económica, el hábito nómade se regulaba sobre la base
del conocimiento territorial y su disponibilidad de recursos, y las correspondientes
necesidades funcionales, según se ha visto. Ello resultaba determinante para los
efectos de la permanencia temporal en los distintos parajes, como de la cantidad de
personas que podían integrar los asentamientos. Entonces, en la práctica, se estableció
un sistema de ocupación espacial diferenciada, determinante a su tiempo del
fraccionamiento de las
bandas.
reparo, en los que se erigía la toldería y permanecía la mayor parte del tiempo el
grueso del grupo, eny particular mujeres, niños y ancianos, en tanto que los cazadores
recorrían los alrededores parte de aquéllos realizaban actividades de extracción o
colecta y otras complementarias. Así, en tales parajes la permanencia podía
prolongarse por semanas y meses. A ellos se retornaba invariablemente al cabo de
cierto lapso según lo aconsejaran las circunstancias naturales y las conveniencias del
grupo social. Cualquiera que fuera su jerarquización de importancia, unosy otros eran
genéricamente los aik'rt (aiken, aike), voz significativa de lugar, paradero o
campamento. Antecedentes históricos, confirmados por las evidencias arqueológicas
permiten individualizar varios sitios de ubicación de tales campamentos-base, entre
otros los situados en las localidades hoy conocidas como San Gregorio, Dinamarquero
y Posesión, junto a la costa del estrecho de Magallanes o en proximidad relativa, como
paraderos de ocupación masiva y permanente a lo largo del tiempo (Figs. 9 y 10).
En torno a estos núcleos de presencia y actividad vitales se daba una red de sitios
satélites que podía extenderse aproximadamente una decena de kilómetros a la
redonda, -"área de paraderos", según Massone-, conformada por campamentos
menores ocasiona¬ les de funcionalidad específica o variada (sitios de caza, desposte
de presas, talleres líticos, lugares ceremoniales, enterratorios), pero siempre con
permanencia breve y presencia restringida a un menor númeroque, de personas, por
lo común cazadores82.
prosiguiendo hasta la comarca de Güer Aike, y otra, que seguía al noroeste de aquel
punto para llegar al valledel río Gallegos Chico y por este acceder al mayor del
Gallegos; también la ruta que corría desde el istmo de Brunswick hacia el norte,
costeando por el este la laguna Blanca, para seguir el valle del río Zurdo igualmente
hasta conectar en el del Gallegos; la que corría paralela a este curso fluvial desde Güer
Aike hasta el límite de los bosques y finalmente, la que unía el valle del río Gallegos
con el vecino del río Coyle, hacia el norte'
82
accediendo al mismo por el sector del "codo" de aquél, para trifurcarse por sus
principales ramales al noreste, al noroeste y al oeste (Mapa 1). Los movimientos del
grupo social, de las bandas en su caso, no se hacían a tontas
y penosa, circunstancia esta que podía atenuarse con detenciones para descanso y con
el comedimiento de los hombres (cazadores) para con las mujeres embarazadas o con
niños
cuestas,
Para el efecto se encendían pastizales o matorrales cuya combustión generaba humo
denso visible a varios kilómetros. Era tanto una forma de llamar la atención de unos
respecto de otros, cuanto de intercambiar expresiones predeterminadas (saludos,
encuentros, avisos,
Para el
desarrollo
para resistir hasta un fuertesu vendaval y para brindar un cobijo aceptable a sus
moradores, aunque es de suponer que se elegían los lugares menos expuestos para su
erección. Cabe mencionar también la posibilidad de disponibilidad y por tanto la de
empleo de un reparo portátil, todavía más sencillo que el toldo, también de cuero y
estacas de madera, a modo de paraviento, para las excursiones cinegéticas satelitales
de los campamentos principales u otras actividades asimilables, a la manera de los
conocidos para los sélknam del norte de
la Tierra del Fuego. Aunque apenas se cuenta con una referencia histórica de su
utilización, debida a Areyzaga, tal posibilidad no debiera desecharse, como lo ha
propuesto Julieta 64
Gómez Otero, pues de esa manera podría explicarse la gran cantidad de material Utico
existente en sitios abiertos, sin reparos naturales, lo que sugiere la presencia de
cazadores
que les cubría desde elcon vientre hacia abajo. Completaban su atuendo habitual con
un calzado que fabricaban garrones de guanaco y que se rellenaba con paja para
hacerlo
más
abrigado y cómodo.
Además de vivienda y
armas
y también los objetos lúdicos y mágicos, y los escasos instrumentos musicales, todo
confeccionado en piedra, madera, hueso o cuero. Empleaban también canastos y
recipien¬ tes elaborados con cuero o tejidos con juncos. Los aónikenk desconocían la
alfarería y los
En sus movimientos
aproximarse a las fronteras étnicas, es decir, a los parajes en los que, de alguna
manera, podían entrar en contacto, y de hecho así lo hacían, con los pueblos vecinos.
debieron
Este contacto fue evidente y sostenido a lo largo del tiempo con los kawéskar -los airu
o airre de la tradición tardía-, que solían merodear por las costas del sudoeste del
territorio aónikenk (bahía Peckett, en el estrecho de Magallanes y litorales del istmo
de
Brunswick
que lindan con el mismo canal y con el mar de Otway; canal Fitz Roy y litoral
83
84
Fig. 10.- Patagones en la bahía de San Gregorio. Dibujo de Conrad Martens hacia 1832-
34 66
Fig. 11.- Patagones en el río Sedger (San Juan). Dibujo de L. Le Bretón, 1838.
oriental de
mar
de
el litoral marítimo.
boreales, esto es, con la gente de allende el río Santa Cruz -los mecharnúekenk-, hubo
de darse un trato cuya frecuencia es muy difícil determinar. Tal relación la aceptamos
como cosa probable pues, si hemos convenido con Vignati en la aceptación del río
Santa Cruz como una barrera étnica, entendemos también que este accidente
geográfico fue éso únicamente y no un obstáculo infranqueable que impidió cualquier
contacto. Con todo, en la consideración de la frecuencia de trato, no debiera
olvidarse que durante el período histórico del que nos ocupamos, la vida nómade
aónikenk parecía concentrarse en o circunscribirse al sector sudoriental de su
territorio, desde el Coyle medio hasta el estrecho de Magallanes, lo que no quita que
de tarde en tarde se
incursionara por los valles preandinos y andinos del noroeste y por el borde fluvial del
Santa Cruz. Toca a la arqueología develar el misterio que rodea a esta relación
interétnica
en
Reiteramos que, frecuente o infrecuente, la relación entre los aónikenk y sus vecinos
inmediatos de más al norte existió de manera indubitable, circunstancia que permite
explicar el fenómeno de trasmisión cultural del conocimiento y dominio del caballo,
según
hecho, desde hace algunos años un equipo de trabajoy dirigido por el arqueólogo Luis
A. Borrero se encuentra estudiando diversos sitios ubicados sobre las costas sur norte
del lago Argentino y del río Santa Cruz, en su nacimiento, cuyos resultados
preliminares parecen indicar un grado de semejanza cultural cultural en lo tocante a
instrumentos y formas de ocupación. Esta investigación podría más adelante entregar
alguna luz acerca de las características del contacto interetnico durante el periodo
preecuestre.
85
De
86
Magallanes-, tomando de manera acrítica su noticia sobre los canoeros que, como
tales, se movían entre uno y otro lado del gran canal, sin parar mientes en que, a
continuación,
de
una
oportunidad.
foráneos
esos indígenas y los europeos tuvo ocurrencia algo más de cinco años después, a fines
de enero de 1526, en el litoral de la bahía de la Victoria, sobre la costa norte del
estrecho de Magallanes. En algún punto de su litoral, según cuenta el cronista
Fernández de Oviedo, el clérigo Juan de Areyzaga, ya mencionado, y tres de sus
compañeros, desembarcados algo más al oriente con el encargo de buscar a la gente
de la flota de Loaiza que pudiera encontrarse por allí, "...hallaron muchos ranchos y
chozas de los patagones"88, quienes los acogieron de manera amistosa, los
alimentaron y alojaron, retribuyendo aquéllos con el obsequio de algunas baratijas.
87
88
Sarmiento, op. cit., II, pág. 384. Citado por Oyarzún, op. cit., pág. 59.
Cfr. /
69
nombre
de bahía
los
condujeron a un valle donde había una gran cantidad de viviendas, alojando en ese
paraje, donde además pasaron algunas peripecias sobre las que no tiene caso hacer
caudal.
del cabo San Gregorio, a cuya comarca mencionó como poblada de naturales, sin
entregar más indicaciones sobre los mismos. Luego, al día siguiente, avistó dos veces a
los indígenas sobre la costa, por lo que determinó bajar para tratar con ellos y
conocerlos. En tal
89
90
Historia de la
de
Más tarde, el propio Sarmiento, durante su marcha por la costa rumbo del puerto de
San Blas, se topó con un grupo de aborígenes en la comarca de San Gregorio,
oportunidad en que acaeció un incidente lamentable, del que ni los españoles ni los
aónikenk salieron bien parados, con bajas por ambos lados. Mientras así sucedía,
desde Nombre de jesús se envió un destacamento al mando de Pedro Iñiguez, por dos
veces, tierra adentro hacia el norte, haciéndose en la segunda ocasión una penetración
hasta la costa del río Gallegos en plan de exploración y búsqueda de naturales. Estos
fueron avistados en ese paraje, oportunidad en que se registró una escaramuza, con
nuevo saldo de muertos y
Conjeturando acerca del porqué de estas agresiones, cabe suponer que las mismas
pudieron originarse en la desinteligencia que era el fruto de la incomunicación
recíproca,
bien en algún gesto indebido de los españoles que pudo despertar sospechas y motivar
reacciones por parte de los indígenas. Como hubiera sido, de estos sucesivos
desencuentros entre aónikenk y españoles hubo de generarse un mutuo recelo que,
probablemente, la memoria indígena retendría por largo tiempo. Esta circunstancia así
resultaría lamentable para los hispanos, quienes en sus en sus ulteriores desventuras
bien podrían haber contado con algún auxilio indígena, de no haber mediado los
incidentes relatados.
o
91
Id.
pág. 119.
fehaciente de recalada
en
el litoral
septentrional fretano.
A partir de esa época y hasta concluir el siglo XVII, cesaron virtualmente las
penetraciones exploratorias de naves europeas en el estrecho de Magallanes, para dar
lugar a rarísimas incursiones de naves de ignotas singladuras. Si los tripulantes de
algunas de ellas consiguieron avistar a los indígenas del sector nororiental es cosa
imposible de saber, al menos hasta que se descubra algún extraviado papel que así lo
documente. Es curioso que en el recomienzo de los viajes exploratorios a contar de
1670, el inglés John Narborough no haya dejado en las relaciones de su
muy amables con nosotros durante el tiempo que estuve con ellos, unos tres días.
Aprecian mucho tener cuchillos, hachas, clavos, anzuelos y otras cosas de ese tipo,
pero nada tienen en cambio excepto arcos, flechas y su ropa suelta [...]. La gente tiene
un idioma áspero y
pronuncian con la garganta, ellos a menudo repiten "orst" aunque no pude entender
ni ésta ni cualquier otra palabra que dijeron93; entre ellos mismos pueden
comunicarse y hablan mucho. Viven como animales, vagando de sitio en sitio para
conseguir alimentos; no tienen habitaciones permanentes, no plantan nada ni tienen
más animales domésticos
lo
que perros, de los que hay muchos de una raza mestiza"94. La mención va
acompañada por dibujos que muestra las figuras distintivas de los aborígenes del
Estrecho, pudiendo apreciarse en su caracterización física y atuendos la diferencia
entre cazadores terrestres y marinos.
Recordamos sobre este particular, que Sarmiento durante su encuentro con los
aónikenk en Nombre de Jesús, les oyó repetir varias veces la palabra oís (op. cit.).
93
94 72
gente embarcada en un navio, lo que ha sido interpretado como una referencia al paso
de Narborough. El siguiente y, hasta donde se conoce hoy en día, último avistamiento
de los aónilcenk por parte de los europeos durante el período preecuestre, corrió por
cuenta de mercantes franceses que en los inicios del siglo XVIII desarrollaron un
extenso ciclo de navegaciones australes, bien pasando por el estrecho de Magallanes,
bien por el cabo de Hornos. Entre los que utilizaron la ruta fretana estuvieron los
navios La Jacques, de Saint Malo, y Saint Pierre, de Marsella, que en julio de 1704
fondearon en la rada de San
Gregorio al bajar a tierra algunos tripulantes trabaron relación amistosa con algunos
indígenasy de la comarca, viéndose un crecido número de éstos, más de doscientos95.
Probablemente, a estos
Armando Nyel, al darle cuenta de su propio viaje por el Estrecho al padre de La Chaise ,
confesor del rey de Francia, en carta fechada el 20 de mayo de 1705: "...algunos navios
Franceses que han venido antes, y después, han visto muchos de ellos [los aónikenk]
prosiguiendo el Estrecho: y aun nos han asegurado que parecen dóciles y sociables,
por la mayor parte fuertes y robustos, de grande estatura, y de color amulatado como
el de los demás americanos" 96 (Fig. 6).
95
96
Fernando
Campos Harriet, Veleros franceses en el Mar del Sur, Santiago, 1964, pág. 118.
Citado
II.-
en
la
Patagonia
formas de economía y cultura de estos indígenas. Valga para el caso ejemplificar con
los cazadores de las praderas norteamericanas y de las pampas sudamericanas,
pueblos
tocante a
los
europeos.
dice con la región meridional americana oriental, la presencia de los equinos deriva, al
parecer, según algunos autores, de la empresa de conquista iniciada en 1536, en la
costa del río de la Plata, con la fundación de la ciudad de Santa María del Buen Ayre,
que, es bien sabido, tuvo una vigencia efímera. Sin embargo, hay otros autores que
En lo que
la
al norte, abandonándose la mayor parte de los elementos traídos para dar comienzo a
la colonización. Si, en cambio, lo fue a partir del segundo, surge como algo lógico la
pocas décadas, de acuerdo con lo que recogieron las crónicas de aquellos tiempos, su
número se hizo incontable. Los caballos, en particular, bien adaptados al nuevo
ambiente,
en
se
Así, pues, mientras los caballos cuyo origen debía atribuirse a las fundaciones
bonaerenses se multiplicaban y dispersaban por el enorme territorio comprendido
entre el litoral platense y atlántico, y las tierras de Cuyo, y desde los faldeos serranos
de Córdoba hasta el río Colorado, en un proceso que siendo natural no podría excluir
alguna intervención humana, del lado del Pacífico los animales avanzaban con la
conquista hacia el sur, allende el río Bío-Bío, penetrando profundamente en el solar de
los mapuches o araucanos. Trabada allí la lucha entre los españoles invasores y los
indígenas, estos, 74
superada la
empavorecedora impresión inicial que les causaran jinetes y caballos, no apreciar las
características de los equinos y las ventajas estratégicas y utilitarias
tardaron en que surgían de su dominio, de manera tal que, según es bien sabido por
las relaciones históricas, al cabo de una generación o, lo que es igual, hacia fines del
siglo XVI, el caballo acabó por incorporarse exitosamente a sus usos guerreros y
culturales. Dado, además, el influjo manifiesto que los mapuches ejercían sobre sus
vecinos huilliches y pehuenches, pueblos cuyos solares comprendían campos de
cordillera, el hábito ecuestre fue prontamente asumido por unos y otros. De tal modo,
entonces, en los comienzos del siglo XVII, cantidades variables dea caballos fueron
conducidas periódica¬ mente hacia el lado oriental de la cordillera, la Neuquenia, en
donde, otra vez, encontraron campos propicios para su crianza y desarrollo, ahora bajo
la vigilancia de
proceso continuado y prolongado que se extendió por dos siglos, hasta los comienzos
del XIX, en una doble expresión de acciones de guerra o pillaje y de actos de
intercambio mercantill.
nuevos
Los primeros testimonios sobre el dominio temprano de los equinos por parte de los
cazadores-recolectores del territorio precordillerano oriental se deben al capitán Diego
Flores de León, descubridor del lagoNahuelhuapi (1621), quien entonces advirtió que
los poyas (huilliches orientales) poseían "muchos caballos"2, y al capitán Francisco
Núñez de Pineda, que durante su prolongado cautiverio entre los aborígenes pudo
constatar igualmente la creciente adopción del equino por parte de los mismos3.
Dada la relación existente entre los distintos pueblos, especialmente en las zonas de
contacto interétnico, la novedosa adquisición pudo y debió difundirse paulatinamente.
Como en el caso del enfrentamiento y relación entre hispanos e indígenas, éntrelos
propios pueblos aborígenes de la Patagonia, sensu lato, se dio una situación
semejante. De tal
manera, fuera por actos de comercio o por acciones de pillaje o guerra, el caballo se
dispersó hacia el meridión, pasando de mano en mano. Ello no debería excluir la
posibilidad de la captura de animales cerriles, bien porque se tratara de caballos
alzados durante alguna instancia del prolongado tráfico, bien porque procedieran de
un desplaza¬
miento
migratorio natural4.
Cfr.
Villalobos,
4/
75
En lo que se
algún tiempo5.
cuyos cascos llamaron la atención de los marinos, extrayéndose una pata para
llevarla a bordo como curiosidad. Esta pieza fue posteriormente mostrada por
Beauchesne a "esos españoles que tienen la costumbre de realizar el comercio de
caballos en Chile, los
que [me] han asegurado que ese caballo se ha alimentado en un país de arena, a causa
de
abultamiento que tenía en el casco y que provocó que no se alejara de allá donde lo
hemos encontradoy que en la mayor parte de Chile y del Perú se encuentra pleno de
lugares
un
donde uno tiene dificultades de encontrar, como aquí, avena, encontrándose la tierra
totalmente llena de minerales. Se encontró, sin embargo, cerca de aquel esqueleto, un
pequeño retazo de hierbas, que parece han sido cortadas y amontonadas por los
hombres que vienen para acá en ciertas épocas del año, como se percibe por algunos
fogones en
La cita transcrita hace ver que la existencia equina en la comarca tenía una
connotación cultural, lo que confirma nuestra opinión acerca de lo decisiva que había
sido la intervención humana en esa presencia animal. Debe suponerse
razonablemente que ésta databa de una época anterior indeterminada, por lo que es
posible estimar en no mucho
más
Tenemos entonces que la noción del caballo y sus productos debió incorporarse en
época temprana al acervo cognoscitivo y cultural aónikenk.
de al marino inglés John Bulkeley, quien con algunos compañeros tripulaba la goleta
Speedwell, que navegaba desde los canales occidentales de la Patagonia hacia Europa.
Era
y D. Quiroz, El uso ecuestre entre los Aónikenk, Anales del Instituto de la Patagonia,
Vol. 19., Cs. Ss., Punta Arenas, 1989.
M.Martinic
grupo de jinetes que llevaban consigo una cantidad de ganado ("large herd of cattle ),
que debemos entender se trataba de caballos, a los que por sus gestos y vestimenta
los ingleses tomaron por cristianos. Las condiciones del mar impidieron a la
embarcación acercarse a la costa, donde los indígenas montados aguardaron
pacientemente por varias horas, moviéndose de uno a otro lado, agitando sombreros y
pañuelos en procura de un
un
encuentro
Este suceso histórico nos mueve a varias reflexiones. En primer lugar, la presencia de
equinos en cantidad al parecer importante, sugiere que los mismos habían arribado -
no importa cómo- hacía largo tiempo a esta parte del territorio patagónico, un lapso
indeterminado aunque con seguridad de muchos años. Esto significa que si los
animales
por Beauchesne
y el estrecho de Magallanes9. En todo caso, hay una referencia que permite suponer
que hacia 1704 los aónikenk próximos al Estrecho aun no poseían caballos. Se trata de
la observación del capitán Carman, de Saint Malo, quien trató con una banda de estos
indígenas en labahíadeSan Gregorio (contó más de 200), armadosde arcos y flechas,
señal clara a nuestro juicio, de su carácter todavía pedestre10.
Deseado
Este hecho, al parecer no habría sido conocido suficientemente entre los indígenas de
las pampas de más al norte que se hallaban en contacto con lasextremo misionessur
de la campaña bonaerense, de allí la noción de ser pedestres los aborígenes del
continental
y la afirmación del cacique Camelo de San Julián, que alardeó ante Antonio de Viedma
de
despojado de la
mayor parte de sus caballos11, podría creerse como un hecho indiscutible que estos
indígenas hacia 1770-1780 disponían de pocos animales y mantenían, por tanto, su
carácter
8
Peter
10
11
F.
En
pedestre. Debemos pues cotejar estos antecedentes con aquellos suministrados por
los navegantes que por esa misma época estuvieron en contacto con los aborígenes,
para establecer la probable realidad histórica en lo que a la materia se refiere.
Sin embargo de ser indeterminable el número de caballos avistados, éste parecía ser
crecido, y tratándose de sólo una parte de la población indígena, el resto no divisado
en cualquiera de esas ocasiones indudablemente debía llevar consigo más ganado, de
lo que
infiere
que la masa caballar
disponible entre los aónikenk no era escasa en ese entonces y parecía alcanzar sino
para todos, a lo menos para la mayor parte de los individuos adultos.
se
aunque se aceptara que Camelo quitara a Coopán -el cacique austral- prácticamente la
totalidad de los caballos, debió quedarles a los aónikenk una cantidad no pequeña de
animales,
para su uso de los muchos que se encuentran en las Pampas de Buenos Ayres en
donde se
En suma, para el cuarto final del siglo XVIII, los aónikenk hacía tiempo que habían
dejado de ser "gente de a pie", y disponían entonces para su uso de gran cantidad de
equinos.
No es una demasía afirmar que la incorporación del caballo significó, a la corta, una
distintos pueblos que habitaban la Patagonia y, por ende, la que se dio entre los
aónikenk y sus vecinos ultra río Santa Cruz.
12
13
Bougainville, Viaje alrededor del mundo por la fragata del Rey "La Boudeuse" y la fusta
"La Estrella" en 767, 1768 y 1769, Buenos Aires, 1946, pág. 66.
A. de
14
Id.
1516
consecuencias
fue
pacífico, pero que, con el paulatino dominioa del caballo debió variar en frecuencia y
circunstancias. Sin embargo, los antecedentes que se poseen para el período histórico
en consideración son escasos y se refieren únicamente las agresiones sufridas por los
caza¬ dores meridionales por parte de los pueblos de más al norte.
temente
Una tradición indígena, recogida por Lista, daba cuenta de "que poco antes de la
llegada de los hombres blancos al país, los patagones habían rechazado una invasión
de guerreros procedentes del norte" r, acontecimiento que debiera entenderse
referido más bien al período transcurrido entre el tercio final del siglo XVIII y el
principio del siguiente, en vez de serlo a la época del arribo descubridor de los
europeos, si esa información se
la vincula con la noticia recogida en 1780 por Antonio de Viedma, yaa citada, referida a
su vez a la invasión que el cacique Camelo hiciera años antes sobre los dominios de
Coopán, cacique de las tierras situadas al sur del Santa Cruz, hasta el Estrecho. Otra
tradición, ahora procedente de los indígenas del Chubut, rememoraría
enfrentamientos sangrientos ocurridos en el curso del siglo XVIII y en los comienzos
del XIX entre los araucanos (huilliches) invasores y los aborígenes residentes, en el que
habrían estado envueltos varios grupos étnicos, de resultas del cual aquéllos habrían
impuesto progresivamente su influencia sobre los pueblos patagónicos18. El
explorador Musters recogió en 1869 una de estas versiones, refiriéndola
específicamente, en cuanto a su ocurrencia, a un lugar próximo al valle superior del río
Senguerr, en el suroeste del Chubut: "Los indios llaman Sengel a ese lugar, que fue la
escena de un gran combate entre tehuelches y araucanos [manzaneros] hace muchos
años, y todavía blanquean en el llano vestigios de él en forma de huesos y calaveras"
19. Que tales enfrentamientos pudieron alcanzar hasta bien entrado el siglo XIX
inclusive, lo sugiere el mismo explorador al mencionar después que Tankelow, uno de
sus compañeros de viaje, "llevaba todavía las cicatrices de siete lanzazos recibidos en
un combate en que se le dejó por muerto en el campo"20.
Así tendría
17
Trespailhié, Historia del Chubut, citado por Ricardo Caillet-Bois en Patagonia (Emecé
Editores Buenos Aires, 1944, págs. 62 y 63), Escalada, op. cit., pág. 18, Musters, op. cit.,
pág. 155, y Celia Nancy Priegue Aspectos históricos en el conocimiento científico de los
pueblos indígenas pampeano-patagónicos, pág. 47.
18
19
20
O.L.
Musters,
Id.
pág. 184. 79
por analogía con los hábitos propios de nuestra cultura, en la valorización de aquellos
aspectos pacíficos y benéficos que no dejaron memoria y que damos por ocurridos.
Pero, como quiera que se haya dado tal relación entre unos y otros pueblos, lo cierto
es que
Por cierto, el dominio del caballo por parte de los distintos pueblos pampeanos y
e interétnicos.
consiguiente se estructuró en forma de dos ejes geográficos de intercam¬ bio: uno,
con sentido occidente-oriente, que involucró a los pueblos de ambas bandas de
El tráfico
Esta relación de intercambio mercantil debió hacerse más frecuente respecto de los
aónikenk (y vecinos ultra río Santa Cruz), luego de la fundación del fuerte del Carmen
de
deja de sorprender el hecho de que hasta el presente todos los autores y estudiosos
que se han ocupado de los pueblos aborígenes de la Patagonia hayan pasado por alto
esa, para nosotros, misteriosa desaparición étnica, que semeja un virtual exterminio.
21
No
22 80
entre Chiloé
y Nahuelhuapi23.
Particularizando en lo
con
se menciona.
particular y bajo el punto de vista social, la interrelación así establecida hizo posible la
ocurrencia de un fenómeno peculiar, de carácter ocasional, de incorporación de
elementos étnicos ajenos, básicamente de procedencia mecharnúekenk, realizado
comúnmente por la vía de los matrimonios interétnicos, y que en el tiempo hubo de
contribuir a suavizar y facilitar la relación recíproca, sin embargo de lo cual los
protagonistas mantendrían una clara conciencia de su extracción meridional o
septentrio¬ nal, como lo comprobarían al promediar el sigloXIX TeófiloSchmidy Jorge
Musters, que se interiorizarían como pocos antes y después sobre las características de
la vida indígena. Las consecuencias culturalesqueel tratocon otros pueblos y, en
especial, el dominio del caballo trajo a los aónikenk fueron variadas, unas directas y
otras indirectas.
23 81
(repitiendo en el caso lo
que venían haciendo desde tiempo inmemorial con los guanacos), reservando otras
partes (tendones, huesos) para el uso artesanal. En este aspecto particular, el empleo
del cuero caballar, cuya bondad como material resistente no tardó en ser comprobada,
fue un subproducto del consumo, pues sirvió de base para algunas elabora¬ ciones, en
especial arreos y lazos, del mismo modo como se utilizó eventualmente para la
cobertura de los
libro.
Sociales.
La mayor
El uso social incorporó al equino al ceremonial indígena, pasando este animal a ser
parte importante en distintos ritos, como pieza sacrificial. Así en las celebraciones de
nacimientos, pubertad y matrimonios, como en actos propiciatorios y funerarios el
sacrificio del caballo era indispensable, al punto que con el tiempo sería imposible la
realización de los mismos sin el concurso de tal circunstancia.
transcurrir
del
tiempo
animalísticos).
Por fin, con los años, entrado el siglo XIX, la posesión de caballos adquirió una
connotación de riqueza, concepto ciertamente novedoso para la mentalidad indígena,
con el añadido del consiguiente prestigio y ascendencia dentro y fuera de la
comunidad.
la
Si durante milenios para los aónikenk y sus antecesores étnicos el guanaco había sido
un animal providencial parasu existencia, tal calificación es superada largamente en
loque se refiere al caballo, pues éste desde su adopción pasó a ser un factor esencial
en la vida y la cultura de los cazadores-recolectores australes.
En tuvieron
cuanto a las consecuencias indirectas derivadas del dominio del equino, que como
resultado la incorporación paulatina de usos extraños a la cultura
En lo social, el trato con otros pueblos y aun con los hispano-criollos de Chile y
Buenos
ción 83
propia inventiva
En suma, los aónikenk mostraron una notable receptividad por los bienes y usos
foráneos, y los incorporaron sin hesitar a su cultura, innovándola y enriqueciéndola
ciertamente, en lo que debe juzgarse como una decisión colectiva intuitiva e
inteligente que les permitió hacer una utilización más eficiente, si cabía, de su
potencialidad adaptativa y mejorar de esa manera sus condiciones de vida.
Aunque es virtualmente imposible comprobarlo, no podría excluirse el influjo alóctono
en el mundo espiritual de la gente del sur. En la hipótesis de la diferenciación anterior
al uso ecuestre, una vez establecido éste, los diversos pueblos aborígenes que
entraron en contacto entre sí, pudieron, tras una relación paulatinamente intensiva,
conocer variaciones propias de un patrimonio espiritual de raíz común e incorporarlas
paulatinamente a sus respectivos acervos, circunstancia que quizá pudo contribuir a la
larga a la homogenización de las tradiciones y contenidos mitológicos. De haber
ocurrido así, ello, unido a la práctica generalizada de costumbres similares impuestas
por el uso ecuestre, habría contribuido a difumar o desperfilar los rasgos anteriores
propios de cada etnia, ofreciendo a la vista de foráneos esa equívoca imagen de
homogeneidad y unicidad que se conocería durante el siglo XIX, a lo menos entre los
pueblos componentes de lo que
se
ha llamado "el
complejo tehuelche".
3.- Población y
a) Población y territorialidad
Establecer cuál era la población aónikenk durante el siglo corrido entre mediados de la
centuria décimo octava y mediados de la décimonona no resulta una cosa fácil, pues el
cálculo más aproximado debe hacerse sobre la base de datos de viajeros que
estuvieron
con
o entre los
Estos datos que sin embargo de tratarse de estimaciones hechas al bulto deben
tenerse por fidedignos, merecen algunasen consideraciones. En primer lugar, los
avistamientos correspondientes fueron realizados el litoral del estrecho de
Magallanes, tal como
24
25
26
27
Id.
pág. 332. 84
1822 marcada al
observados
oportunidad había uno o más grupos de indígenas desperdigados tierra adentro, debe
concluirse que la cantidad observada en el distrito correspondía únicamente a una
parte
de la
población aónikenk.
En segundo término, es posible que para la época (1764-1785) y hasta los primeros
años del siglo XIX, la población total se mantuviera dentro de los rangos prístinos, esto
que fuera todavía del orden de a lo menos dos millares de almas, pues habiendo sido
hasta entonces los contactos con foráneos de carácter esporádico y fugaz, no se
habrían
es,
importancia.
una
28
29
30
Id. pág. 152. La cita pertinente es la siguiente: "Cada grupo [eran cuatro] cuenta unos
cuatrocientos adultos
y una proporción algo mayor de niños; el número depor mujeres es tres veces mayor
que el de hombres. Cerca del Estrecho de Magallanes se han visto acampar juntos,
poco tiempo unos 1.400 patagones; pero generalmente hay en esa cercanías una
horda de unos 400 individuos adultos".
31
Arms
y Coan, op. cit., pág.146; Coan, op. cit. págs. 171y 190. 85
patagones que viera reunidos alguna vez3233 (Figs. 9 y 10). Ala vista de datos tan
discrepantes como son los deFitz Roy respecto
de los de Arms,
Coan
para ajustados a los otros datos conocidos que ciertamente son más fidedignos,
rescatamos la cantidad de 1.600 para el total y la de 1.400 que se menciona para una
junta excepcional, y que concuerdan entre sí, con lo que tanto una como otra se
habrían aproximado a la realidad aceptable para la totalidad de la etnia durante el
tiempo en que se realizaron las correspondientes observaciones y estimaciones.
Valorizamos especialmente las cifras aportadas por los misioneros, que fueron el
resultado de sus conversaciones con Santos Centurión, cristiano que vivía entre los
indígenas y había adoptado sus costumbres, y que gozaba de cierto predicamento
entre los mismos. No obstante las dificultades para entenderse mutuamente, los
antecedentes así
millar.
lo menos parte de las cifras precedentes correspondieron en su momento, no a
observación general ocasional, sino a un cálculo más afinado, habría que aceptar como
Si
década del siglo XIX, cuando comenzaron a hacerse frecuentes las recaladas de los
loberos y mercantes en la bahía de San Gregorio y, por consecuencia, a aumentar las
posibilidades de contagio, los vírgenes e indefensos organismos indígenas estuvieron
expuestos como
o 1815, según pude averiguar, esa horrible enfermedad fue contagiada a su-pueblo
por a algunos hombres blancos la costa, que estaban vendiendo ron y whiskey y otras
cosas los Indios, más de laen mitad de la grande y poderosa tribu de los Patagones fue
destruida por ella"y que 35. Posteriormente, el naturalista Robert O. Cunningham
constataría, durante su permanencia en el territorioy sus magallánico entreen 1866 y
1869, evidencias de la ocurrencia de la temible enfermedad consecuencias, época
contó
32
Dejamos de lado, por ser parciales, otros dos datos de la época: uno debido a Morrell,
quien en 1823 avistó unos 200 indígenas a caballo en bahía Laredo (op. cit. pág. 84), y
otro de Bourne, quien estimó en un millar de personas a la banda con la que se
encontraba (1849), número que debe considerarse exagerado.
33
34
3Í
Episodes from Life Atnong the Indians, University of Oklahoma Press, Norman, 1959,
pág. 109. 86
anterior indeterminada36.
Debe añadirse, también como factor de disminución poblacional, las luchas intestinas
cuya ocurrencia podría situarse temporalmente entre fines del siglo XVIII y la segunda
década del siglo XIX. De acuerdo con la tradición recogida por Lista y Moyano, tuvieron
lugar combates intensos entre los indios de la zona del valle inferior del Gallegos,
Wer concluyeron con la muerte de gran cantidad de ellos en la vecindad del paradero
de (Guer-Aike)3g. No está claro, con todo, si tales luchas fueron propiamente
intestinas o si se debieron al enfrentamiento de los tehuelches australes con los
boreales que habrían
que
incursionado al
He
población aónikenk a una cantidad que hacia 1820-40 no debía bajar del millar de
individuos, ni tal vez superar en mucho el millar y medio.
la
La
por el interior, encontrándose durante su curso con un grupo aborigen con el que
estableció una relación amistosa, y que lo acompañó en su retorno hasta bahía Oazy.
Morrell pudo advertir allíen la inquietud que se despertó entre los indígenas por causa
de la permanencia prolongada el paraje, ante el temor de ser sorprendidos por otra
banda de las que merodeaba habitualmente más hacia el oriente de aquel lugar, lo
que sugiere tanto la vigencia de una subdivisión grupal, como el ejercicio de un uso
territorial preferente39. El siguiente informante es Fitz Roy, basado en los dichos de
Low, quien había llegado a conocer bastante a los indígenas. Así, afirmó taxativamente
que éstos "se dividían en cuatro grupos, cada uno de los cuales tiene su territorio
propio, si bien mal
excursión
definido. Cada grupo tiene su jefe o cacique, pero todos hablan un mismo idioma y son
evidentemente subdivisiones de una misma tribu. Cuando les conviene mutuamente,
se reúnen todos en un punto dado; pero si el alimento escasea o se originan reyertas,
cada
grupo se retira a su propio territorio. De vez en cuando un grupo invade los terrenos
de
caza
Cfr. Notes on theNatural History oftheStrait ofMagellan and the West Coast
ofPatagonia, Edinburgh, 1871, pág. 149.
34
37
Alfred W.
38
Vid.
Lista, op. cit., (1894) pág. 44, y Carlos M. Moyano, Viajes de exploración a la Patagonia,
págs. 134-136.
39
40
[banda] que la que generalmente frecuenta las inmediaciones de Bahía Gregorio, con
quienes, dice él, están frecuentemente en guerra. Cree también que los que habitan
más al oeste, cerca de los golfos de Otway y Skyring, constituyen otra subdivisión"41.
Coan y Arms, a su turno, obtuvieron también noticias sobre la existencia de grupos
diferenciados.
partida, sus informantes distinguían entre "indios buenos" e "indios malos", siendo los
primeros los aónikenk o "indios de Santa Cruz", y los malos, el grupo mestizo que
habitaba la comarca del istmo de Brunswick (los supalios)42. Aquéllos, vez,
De
estaban divididos en tres grupos, uno dirigido por el "gran jefe" Congo43 (Fig. 32),a su
a quien inclusive se le reconocía una especie de primacía sobre el total de la etnia;
otro, que obedecía a la india o "reina" María, y un tercero que al tiempo de la
información se hallaba vagando por tierras del interior y sobre el que no se dio otra
referencia44.
De todos estos antecedentes, es posible establecer para los aónikenk de la época que
interesa una subdivisión en cuatro grupos, cada uno de los cuales tenía un derecho
preferencial de uso sobre determinado territorio: a) el grupo oriental, cuyo solar se
extendía de este a oeste entre el Atlántico y la primera angostura del Estrecho, o,
inclusive, hasta bahía Santiago, poco más o menos, y desde la costa de ese canal hasta
más al norte
Gallegos (¿hasta el Coyle tal vez?). Integrantes de esta parcialidad habrían sido los
indígenas avistados en distintas épocas por Areyzaga, Ladrillero, Sarmiento y
compañeros, Bulkeley, Byron, Carteret, Wallis, Córdoba y Low. De los mismos debieron
ser los captores de Bourne, en 1849, que obedecían al jefe que aquél bautizó con el
curioso nombre de Parosilver45; b) el grupo central, que señoreaba preferentemente
el sector litoral fretano que se extiende entre las bahías Santiago y Oazy, y el territorio
que se extendía hacia el interior comprendiendo los campos de Dinamarquero, Ciaike,
Gallegos Chico y valle medio del río Gallegos. Tal vez fuera éste el contingente
numéricamente más importante, a juzgar por los testimonios de tantos observadores
(Sarmiento en 1580 y 1584, Hernández, en 1587, los capitanes mercantes franceses
Harington y Carman en 1704, Bougainville y compañeros más tarde, los mercantes
norteamericanos e ingleses de comienzos del siglo XIX, y también Low, King, Fitz Roy,
Arms y Coan); c) el grupo occidental, cuyos lares comprendían las comarcas que se
extienden entre puerto Peckett y el río Verde en el mar de Skyring, y los campos llanos
del norte de la península de Brunswick. Hacia el septentrión, debieron pertenecer a su
jurisdicción los campos de la laguna Blanca y El Zurdo hasta el valle superior del
Gallegos y las comarcas allende este río. La presencia indígena está acreditada en este
distrito por los testimonios de Morrell, DTJrville, Gardiner, Williams, Philippi, Passolini,
y por las notas oficiales de los gobernadores de la colonia de Magallanes
correspondientes al período 1843-1850; d) un cuarto grupo, el más difícil de identificar
-si es que en verdad existió alguna vez-, debió ocupar terrenos situados
del río
41
42
Id.
pág. 196.
Este indio principal es el mismo que D'Urville denominara Kongre o Konger, dejando
en su obra una semblanza sobre el mismo (págs. 152, 155 y nota 66), amén de un
excelente retrato en atuendo guerrero, confeccionado por el pintor E.Goupil.
Posteriormente, en los documentos chilenos se le nombraría Huisel y en los ingleses,
Wissale.
43
mujer, mestiza de blanco indígena al parecer, tuvo reiterado trato con los marinos
ingleses, a losque debería
44Esta
buena parte,'sino toda la famae histórica (Cfr. King, I, págs. 113-115, y Fitz Roy, III,
págs. 197 y sgts.).
4Í
país aónikenk, ultra río Gallegos, sobre los valles medio e inferior Coy le. Pero ello es
apenas una conjetura, pues no hay más referencia que la dada por Coan y Arms, por
cierto muy vaga e insuficiente.
Si este cuarto grupo nunca tuvo vigencia como una expresión de la subdivisión grupal
aónikenk, habría que convenir en que se trató de referencia al curioso contingente
mestizo nombrado "supalio" por los ingleses "guaicurú" por los habitantes de Punta
Arenas, que habitó durante su breve vigenciay temporal en los alrededores del istmo
de Brunswick, desde Cabo Negro a puerto Peckett, y sobre cuyo origen y características
nos
indicios etnohistóricos.
Por otra parte, más allá de su imprecisión, tales límites debieron ser bastante laxos y
hasta acomodaticios en lo tocante a la posibilidad de utilización económica recurrente
de los correspondientes territorios, de manera tal que, como consta, los indígenas los
sobrepasaban con harta frecuencia. Para el caso, basta mencionar a Huisel, de
indiscutida pertenencia a la parcialidad central, a quien se le vería enen San Gregorio,
como hacia el interior, y en bahía Oazy, Fuerte Bulnes y Punta Arenas, lo que podía ser
una prueba de lo atenuada que era la territorialidad grupal hacia la época 1840-1850.
Queda por ver -y tal vez nunca podrá saberse con certidumbre- qué sucedía con otros
terrenos de caza situados hacia el occidente, el noroccidente (valles interiores de
Ultima
46
47
El
para los caballos cargados con la impedimenta doméstica), pero que, de cualquier
manera realizaban en casos de conveniencia o necesidad imperiosas, como debieron
ser los casos documentados. En este respecto, resulta sorprendente la rapidez con la
que los aónilcenk oliscaron y descubrieron el asentamiento extraño, en lo que no sin
razón
te
b) Los
guaicurúes
mundo
cuenta de la aversión y desprecio con que los aónikenk miraban a sus vecinos
kawéskar, considerándolos en un nivel inferior al propio, en lo que parece haber
respondido a una tradición conductual muy antigua. Así, muchas veces los encuentros
tuvieron como propósito la captura o la compra de indígenas canoeros, generalmente
mujeres o niños, para su empleo en ocupaciones serviles o en
funciones chamánicas49.
aquéllos eran bien acogidos, aunque sus canoas eran invariablemente destruidas para
evitar su retorno. Incluso supo que los mismos canoeros procedían así al arribar a la
costa del* país aónikenkso.
entonces
Pero, en algún momento histórico, hacia los comienzos del siglo XIX, el trato
interétnico originó un proceso de relación sui generis que derivó circunstancialmente
en la formación de un grupo mestizo con hábitos de vida y cultura que lo aproximaban
a la propia de los aónikenk. Conjeturando, este grupo pudo originarse por las
permanencia en
algunas mujeres kawéskar compradas o raptadas por los aónikenk, junto a hijos, fruto
a su vez de uniones fugaces con los adquirentes o captores.
tierra firme de
sus
48
M.
Martinic, La
49
50
Op. cit. 90
entendido, cobra sentido el aserto de Gardiner que los aónikenk buscaban "aumentar
la población de su propia tribu".
Así
en cuanto
Como tales, miembros debieron sufrir la suerte que ha tocado a los mestizos a lo largo
de la historia, sea, el desprecio de aquella etnia responsable de su generación que se
tiene a sí misma porsus o superior, respecto de la otra concurrente al fenómeno. Así
sucedió con estos seudo-aónikenk, que recibieron el menosprecio de aquéllos, que los
nombraron despectivamente supalios o zapallos, extraña denominación cuyo
significado se desconoce, pero cuyo sentivo peyorativo debiera aceptarse. En un
principio, quizás, éstos compartie¬
ron
por igual los hábitos de canoeros y cazadores terrestres, pero acabaron por preferir o
mestizos mientos
especie de parias que parecía habían sido rechazados de toda sociedad con los otros".
[...]
"A orillas del mar encontré una familia miserable, compuesta por un hombre joven
muy
de su cintura más que malos pedazos deno piel. Su cabaña era sólo un enrejado de
ramas, a medias cubierto con jirones de piel, que les podía garantizar sino
imperfectamente un abrigo contra las inclemencias del tiempo. El joven hombre
parecía bastante reposado, pero la viejaun no cesaba de farfullear. Como un verdadero
batiente de molino, su lengua no se detenía instante y su cháchara inagotable tenía la
apariencia de un cloqueo perpetuo"
52
"[...] caímos sobre una tribu de Pecherais, acampada a poca distancia de la ribera N.E.
del puerto, alun abrigo de una pequeña duna. El campamento se componía de 8 a 10
tiendas, hechas de simple alero circular. Las pieles, sostenidas por estacas, formaban
una especie de cúpula, pero estaban lejos de ofrecer tan buen abrigo como las tiendas
51
52
patagonas. También he notado en todas partes una extrema miseria y una inmundicia
repelente. La misma vestimenta, los alimentos y los útiles de caza como donde los
patagones. Sin embargo, no he visto ni embarcaciones ni útiles de pesca. Algunos
caballos
pastaban alrededor del campamento dentro de una especie de cercado, formado por
árboles raquíticos [arbustos], los únicos que he divisado en estos lugares. Aquella tribu
no se diferenciaba de aquella de puerto Oazy, sino por la manera de construcción de
las tiendas y por ser el carácter de la fisionomía de los nativos, que no podrán ser
confundidos con los Patagones. Existen entonces en la costa de la Patagonia
poblaciones de Pecherais que viven de la caza y que ignoran la navegación y la
pesca''53. "[...] cuando volvimos sobre nuestros pasos, vimos venir hacia nosotros dos
indígenas, que al llegar a enfrentarnos nos dieron a entender que su tribu se
encontraba muy cerca de nosotros y nos invitaron a seguirlos.
"Era evidente que la gente de esta tribu era totalmente diferente de esos
grandes
personas,
"Los indígenas nos parecían mucho más pobres, mucho más miserables y tan sucios
como los primeros. Las pieles que cubrían sus tiendas estaban todas agujereadas y
hechas
tiras. Sus mantos eran viejos, sucios, gastados y apenas se molestaban en cubrirse. Las
mujeres no llevaban cinturones y nos parecían así impúdicas. Apenas cubren sus
partes
dientes bellos. Ellas se peinan también el rostro como las mujeres de la otra tribu [...].
La manera de vivir de estos indígenas me hizo pensar que ellos tenían probablemente
tanto
Patagones"54.
Estas citas, que corresponden respectivamente a las observaciones del jefe expedi¬
cionario y de los señores Roquemaurel y Gourdin, que sólo difieren en materia de
detalles, brindan una idea sobre los aspectos más característicos del grupo de que se
trata, noción que valoramos especial mente toda vez que los mismos estuvieron en
situación de comparar a las dos comunidades indígenas con las que trabaron relación
en la comarca de la bahía
de Peckett.
Antecedentes complementarios debidos a Arms y Coan confirman que los mestizos del
istmo de Brunswick eran apenas tolerados por los aónikenk, que los denominaban
"indios malos", quizá porque tuvieran una índole perversa; éstos, a su vez, los temían y
procuraban evitar el encuentro con aquéllos, como bien pudieron comprobarlo los
mencionados misioneros.
A propósito, concuerda con su mala fama la ocurrencia del lamentable suceso del
asesinato del gobernador de la colonia de Magallanes, Bernardo E. Philippi, y de su
53
54
D'Urville,
Id.
id.,
notoriedad históricass.
en
de
lidad y tan sólo habrá referencias esporádicas a personas aisladas de extracción étnica
kawéskar viviendo en distinta condición en medio de los aónikenk. En 1863, el
explorador chileno Guillermo E. Cox, hallándose a más de dos mil kilómetros del
Estrecho, recogería
el
eco
tardío de
Es evidente, entonces, que el que nos ocupa era un grupo mestizo en declinación
numérica constante hasta llegar a su extinción en pocos años, lo que afirma el carácter
circunstancial y excepcional de su origen: la efímera vigencia del grupo mestizo
guaicurú
fue
15
Cfr. del autor, Punta Arenas en su primer medio siglo, 1848-1898, Punta Arenas, 1988,
pág. 79 y sgts.
56 T. Coan, op. cit., págs. 103, 127 y 171; Arms y Coan, opxit., págs. 132, 134, 136 y
143.
57
su
SB
59
pudo derivar de Santos Centurión, hombre nacido en la banda oriental del río de la
Plata y, por lo tanto, familiarizado con el vocablo, quien, a falta de otra denominación
mejor habría discurrido aprovecharlo para designar a aquellos infelices.
mismo
pues también lo empleó para nombrar a los aborígenes del fiordo de Ultima
Esperanza, mencionando que ese sitio geográfico "es el paradero de invernada de
indios
Guaikaros Del
airre6*. Esta habría sido, de acuerdo con la legendaria creencia aborigen (aceptada por
autores como Francisco P. Moreno y Tomás Harrington), una parcialidad "fueguina"
de
plumas.
Liberada la información
Sin embargo, Casamiquela, recurre a una ingeniosa elaboración, que parte del
topónimo o'orr aiken u orten aiken para denominar a la zona de la laguna Blanca; sigue
con la denominación gentilicia o'orwe (nombre que deriva de aquel topónimo) para los
60
Viaje a los Andes Australes, Anales de la Sociedad Científica Argentina, Buenos Aires,
1896, tomo XLI, pág. 41.
61
es
una plantasu conocida desde antiguo, desde Brasil y Paraguay hasta muy al sur en
Sudamérica, lo que permite
pensar que amplio rango de difusión podría deberse a la interrelación de los pueblos
cazadores.
62
la
Bosquejo de una etnología de la Patagonia Austral, Waxen, Publicación Científica de la
Universidad Federal de Patagonia Austral, Antropología, N°3, Río Gallegos, 1991.
63
distrito, a los que genéricamente -según afirma- se les conocía como airre, con lo que
derechamente procura entroncar la supuesta historia con la leyenda. Luego de algunas
disquisiciones, el autor concluye: "Por todo lo cual propongo adoptar esta
denominación, AIRE, mejor AIRRE, para la etnía canoera que habitaba en la región
noroccidental del estrecho de Magallanes, incluidas las costas de la península de
Brunswick, externa e interna (al seno Otway), isla Riesco y continental al Norte del
seno de Otway, Península de Muñoz Gamero, con límites imprecisos hacia el Noroeste
(en
habitantes del
indicado
-continúa Casamiquela- el nombre airre era dado por los aonik'enk, recordemos, a los
indígenas canoeros que penetraban hasta Laguna Blanca (por lo menos), con lo que
por lógica frecuentaban toda la costa oriental de los senos Skyring
"Lo
cierto
es que
y Otway, amén del estrecho de Magallanes (entre las longitudes de los 70°a los 71°,
que es lo que corresponde"
denominada así por los indios y baqueanos y deriva el nombre delque color lechoso de
sus aguas". Ibar, en cambio, es enfático: "Los indios la denominan Laguna Grande"67.
Tanto uno como otro son informantes serios y veraces, pero nos inclinamos por Ibar,
quien por su formación científica debía por necesidad ser más riguroso en la
recolección de antecedentes etnográficos y naturalistas. Además, no se ha encontrado
hasta ahora, que sepamos, ninguna denominación aónikenk para el mencionado
depósito lacustre ni para los paraderos que se ubicaron a su vera.
es
En suma, a lo menos no hay certeza absoluta como para aseverar que aquéllos
nombraran O'orr u Orten aiken a la laguna Blanca, ni menos o'orwe a sus imaginarios
origen canoero, y si algún hombre tuvieron lo fue, según se ha visto el de supalios para
los mestizos que asimilados a sus costumbres alcanzaban hasta las zonas de
Dinamarquero y San Gregorio.
habitantes de
Conocemos muy bien el área de que se trata y afirmamos que hubo de ser difícil, sino
imposible, para los enclenques canoeros -de suyo malos caminantes- penetrar hacia el
estepario, recorriendo la treintena de kilómetros que median entre las costas de los
mares de Otway y Skyring, para arribar finalmente -no atinamos a comprender para
interior
qué- a un distrito donde no podían desarrollar la caza terrestre (si tal hubiera sidoy la
posible causa de penetración), careciendo, como carecían de técnicas eficaces para
ello que eran ajenas a su cultura. Además, ni la tradición ni la arqueología han
aportado pruebas sobre tales supuestas incursiones de canoeros.
65
66
67
Id.
Así, concluimos, es
improbable que éstos hayan alcanzado hasta la laguna Blanca. Y si nunca llegaron
hasta allí, menos todavía pudieron ser nombrados airre, por derivación de la
característica natural que habría originado la denominación indígena para dicho
depósito, lo que tampoco puede comprobarse. Reiteramos, los mestizos del istmo de
Brunswick no pasaron de ser más que un episodio circunstancial en la historia de la
etnia
aónikenk.
los
navegantes foráneos
sus consecuencias
El uso del Estrecho para cruzar de uno a otro océano había declinado ostensiblemen¬
te a contar del hallazgo del paso austral del cabo de Hornos en 1616. Esta vía, sin
embargo
peligrosa, en especial cuando se la utilizaba de este a oeste, resultó ser al fin menos
riesgosa para los navios (y en todo caso más corta), cuyo historial de adversidades y
siniestros llegó a ser bien conocido por los marinos. Tal fue así que el número de
barcos que intentó franquear el Estrecho disminuyó bruscamente, hasta cesar por
completo a contar de 1720. En el curso de la centuria décimo octava sólo penetraron
por esta vía las
de
exploración científica, tales como las comandadas por Byron, Bougainville, Wallis,
Carteret y Córdoba, ya mencionadas, y excepcionalmente por alguna otra embarcación
en circunstancias de emergencia, como fuera el caso de la pequeña Speedwell de
Bulkeley, que no tuvo otra opción salvadora durante el transcurso de un azaroso
periplo. Al cabo de los viajes científicos, ni el mayor y mejor conocimiento hidrográfico
obtenido, ni la mejor calidad de los elementos técnicos de apoyo para la navegación de
altura con los que se contó a lo largo del mismo siglo, consiguieron superar la ingrata
fama que se había ganado el gran canal de Magallanes, el que así tornó a ser
abandonado tras
naves
el
Corrió el tiempo, hasta veinte o más años, sin que la situación prevista registrara
alteración
comenzaron
Magallanes.
el estrecho de
Se trataba de
mercantes, que
Pacífico68.
Se
certidumbre de trabar una provechosa relación con la gente foránea, de cuyo trato
generalmente amistoso se poseía noción por la tradición.
Historia de la Región Magallánica, tomo I, cap, VI, del autor, y también, Navegantes
norteamericanos en 68 Cfr. Punta aguas de Magallanes durante la primera mitad del
siglo XIX (Anales del Instituto de la Patagonia, Cs. Ss. vol 17
Arenas, 1987). 97
considera
que buena parte del tiempo de su estadía lo pasó por tierras del interior. Hacia la
quinta década del siglo, el tráfico fretano fue variando en composición,
haciéndose
menos frecuente
la
hombres y mujeres, adultos, incluso ancianos, y niños, hacia la costa (Fig. 12). "Cuando
estos indígenas divisan una embarcación que se aproxima a la costa, siempre se
encaminan inmediatamente a la ribera, y allí permanecen, aunque estén
anotarían en
una
Pero, sin embargo del evidente interés que manifestaban por el intercambio, los
estuvo de
5.- La
69
70
Op.cit., pág. 120.
71
eventual-
Veamos ahora qué artículos concitaban el interés de los indígenas en esta etapa de
la evolución de su cultura.
Por
cierto, no les llamaba la atención solamente aquellas baratijas con las que antaño
los dos
Había además otros bienes que concitaban el interés de los indios. Así, solicitaban
bizcocho o galleta marinera, miel, azúcar, harina y otros alimentos. También
herramientas diversas, como cuchillos, tijeras, hachas, limas, formones, etc., amén de
clavones de barco
y cualquier trozo metálico que les llamara la atención. De igual manera se interesaban
por la vajilla, fuera esta de metal, loza o cerámica, en piezas enteras o en trozos, y por
el vidrio (botellas) que resultaría un material novedoso y fácil de trabajar para la
fabricación de
raspadores. Apreciaban los paños y géneros (en especial los de color encarnado), las
prendas de vestir, los sombreros y pañuelos y, no podía faltar, una cantidad variada de
Cfr. del autor, El uso de armas de fuego por los aónikenk {Anales del Instituto de la
Patagonia, vol.17 Arenas, 1987).
72
Punta I
99
Trabajos
documental etnohistórica.
Si
directo, otros en
cambio, fueron
semiesféricas 73.
enumeración
pudo observar a gusto sus costumbres, dejó para la posteridad una vivida descripción
del trabajo artesanal masculino que comentamos y que les acreditaría a los aónikenk
una bien ganada fama ultraterritorial, según lo comprobaría el explorador Cox durante
su viaje por el país de las Manzanas74. Volveremos sobre este interesante aspecto
cultural en la segunda parte de esta obra.
De tal manera, creemos disponer de antecedentes suficientes como para aseverar que
el surgimiento y desarrollo del trabajo metálico entre los aónikenk como una
expresión artesanal, no obstante que elemental y rudimentaria (aunque
excepcionalmente hubo muestras de rara calidad), fue, de modo determinante, una
consecuencia indirecta del trueque realizado en la costa del estrecho de Magallanes
entre navegantes e indígenas.
acervo cultural a raíz del trato mercantil que se considera. Deben incluirse, además,
como consecuencias del mismo, el aprendizaje del manejo y el empleo paulatino de las
armas de fuego para la defensa personal y el ataque, aspecto sobre el que nos
ocuparemos con detalle más adelante, y la introducción de usos lúdicos de origen
europeo, como los juegos de naipes y de dados, antes desconocidos, a los que los
aborígenes llegaron a ser
al
notoriamente aficcionados.
73
74
Para
The
captive in Patagonia or Life atnong the Giants, Boston, 1853, pág. 97. 100
aquellos que eran propios de la cultura extraña, que se deterioraban por el uso, que
por cualquier causa se destruían o extraviaban. Surgió de ese modo una forma de
doméstica
Es
aceptarse la introducción de otros hábitos, tal vez menos significativos, pero que de
alguna manera contribuyeron a la innovación de la cultura indígena.
En cuanto a los productos ofrecidos por los aónikenk a cambio de los artículos
extraños, ellos fueron alimentos como carne fresca de guanaco y charqui del mismo
animal o de caballo, también algunas rarezas o curiosidades naturales propias del
territorio oriental magallánico, pero principalmente sus manufacturas, en especial las
mantas decoradas de piel de guanaco otros mamíferos de la estepa (chingue, puma,
zorro), trabajadas primorosamente pory las mujeres, que eran lejos el artículo más
cotizado de la producción económica indígena.
Véase del autor, El juego de naipes entre los aónikenk (Anales del Instituto de
laPatagonia, \ol. 17. Punta Arenas, 1987) y The Aónikenk Playing-Cards (The Playing-
Card. Journal of The International Playing-Card Society, XXI, N°2, november, London,
1992).
75
vol!
76
Consta, a lo menos en dos casos, el correspondiente a un vapor desconocido, varado e
incendiado frente a bahía Dirección hacia 1855 ó 1856, y el del vapor inglés Anne
Baker, varado frente a punta Wreck en 1859, el saqueo discrecional de sus
cargamentos por parte de los aónikenk, acción que les suministró cantidades de íicor,
loza, herramientas metálicas y objetos varios.
77 101
III.- La
(desde 1850 en
establecimientos
coloniales
adelante)
El
El
además, en exclusividad. Esta circunstancia se afirmó más si cabe, desde que las
autoridades argentinas -el gobierno de Buenos Aires-, iniciaron la práctica de racionar
a los indígenas con el fin de mantenerlos mansos y sujetos a su jurisdicción. Así, de
manera regular, una vez al año, se les hacían obsequios diversos, entre otros, animales
caballares, aguardiente, especies comestibles y de otro género, con gran
contentamiento
ciertamente intensa y,
de los beneficiarios.
consumo
de
una o más
alteraría más temprano que tarde aquella relación prolongada entre los aónikenk y el
establecimiento argentino del río Negro, al ofrecer a éstos una alternativa de
suministro más accesible, no obstante que inicialmente fuera más escasa en cuanto a
la variedad y
abundancia de los
productos que allí podían ofrecerse o adquirirse.
"Esta raza de indios por lo regular de sus formas y bien proporcionadas facciones, 102
Por cierto, los aónikenk, por su natural pacífica disposición para con los extraños,
sumada a su ya prolongado hábito de trato e intercambio con los navegantes,
honrarían esa digna tradición al iniciar las relación con estos nuevos habitantes
establecidos en su
territorio ancestral.
Por consecuencia, bien acogidos desde el primer momento, pasaron del centenar los
que arribaron a Fuerte Bulnes, durante los primeros meses de la ocupación, en
partidas comandadas por Santos Centurión, cristiano aindiado que como se ha
mencionado antes, gozaba de ascendiente entre los aónikenk, y del jefe principal Wisel
o Huisel. Entonces, amén de recibir algunos regalos ("cháquiras, tabaco breva,
pañuelos colorados, collares, sarcillos para las orejas, sortijas y aguardiente") 2,
trocaban asimismo sus pieles y mantas, carne de guanaco y huevos, por distintas
especies de su interés tales como azúcar, yerba mate, algunos utensilios y
herramientas, etc.
Pero, el buen éxito conseguido en el trato así iniciado con la autoridad y gente del
fuerte, estimuló las ansias de los indígenas, los que acabaron demandando mayor
cantidad y variedad de artículos de intercambio, ajustados a su interés y necesidades.
"[...] necesito que se me remitan cuatro piezas de Bayetilla lacre, cien frenos para
caballos, cien lomillos para ídem, cien pares de estriveras de metal amarillo, cien pares
de espuelas para ídem, doscientas argollas de fierro para sinchas, algunas cuentas de
mostacilla lacres y blancas, algunas gruesas de cascabeles grandes y chicos, algunas
gruesas de dedales amarillos y cien cuchillas de marca mayor cacha blanca, veinte y
cinco piezas de huinchas de lana lacre, tres o cuatro quintales de tabaco brevas y el
repuesto de víveres que estos hombres han consumido, para que me alcanze a los
nueve meses, como ser galleta, charqui, frijoles, harina y aguardiente que es lo que
han consumido estos: estas especies que le relaciono y le pido a V.S. son porque ellos
mismos me las han pedido para su uso, tanto el Cacique Centurión como Huisel y toda
la indiada, para de este modo poder
tener a estos bárbaros gratos porque son muy ambiciosos y bastante majaderos en
todo, como ha sucedido que la mayor parte de los soldados han tenido que darles sus
mantas que
trajeron para su abrigo y las mugeres le han dado también sus polleras de bayeta
colorada por tal de tener contentos a estos indios porque ellos andan enteramente
desnudos y su abrigo es andar arropados con unos cueros de guanaco, así es que si
V.S. halla por conveniente esto que me remita estas especies que le relaciono y
vendrán muy bien para poder regalar a estos indios..."3.
Oficio del Gobernador Pedro Silva, de fecha 7 de mayo de 1844, dirigido al Intendente
de Chiloé. Id. Oficio citado, del 7 de mayo de 1844. 103
parcialmente
dirigido por el Gobernador Pedro por una parte se echa de ver la preocupación, sino la
aflicción, con que la autoridad chilena consideraba la presencia y demandas de los
aónikenk, a los que, era evidente, debía mantener gratos y sumisos, como parte de la
política indispensable para garantizar la seguridad del establecimiento; y, por otra, se
comprueba la variedad de artículos que concitaban el interés de los indígenas, señal
manifiesta de lo arraigado de algunos usos y consumos, cabal expresión de la mutación
cultural que se iba dando entre ellos. Haciéndose cargo de la situación, el Intendente
de Chiloé, Domingo Espiñeira, haría ver a su tiempo al Ministro del Interior la
conveniencia de acceder a lo pedido por el Gobernador de Magallanes, en el bien
entendido de que el
transcrito,
mantenimiento de una relación amistosa con los naturales era esencial para la
tranquilidad y continuidad del establecimiento colonial del Estrecho, aunque ello
demandara, como demandaba, gastos que pudieran estimarse crecidos para el
siempre exiguo erario público. Ignoramos si finalmente el gobierno de Santiago
satisfizo en su totalidad el pedido del preocupado gobernador, pero, como
fuera,finalmente se le fue proveyendo en mayor abundancia con distintos artículos
para que pudiera atenderse de la mejor manera posible
el adecuado trato con los indígenas. Esta obligada generosidad a costa de la estrechez
congénita del establecimiento colonial, acostumbraría mal a los patagones, quienes en
cada arribo creyeron sentirse con derecho a recibir obsequios en abundancia. Se
explican de tal modo las preocupaciones que más tarde manifestaría Justo de la Rivera,
reemplazante de Silva en el mando del fuerte:
"La mantención y regalo a los indígenas que llegan a esta Colonia no produce por
ahora en mi concepto otro bien que el evitar se alarmen y nos den algunos malos ratos
pero
en
el
y repiten con frecuencia sus visitas, y quizás no estará lejos tiempo en que no siendo
posible satisfacer el interés que los mueve, los mismos medios
cambio
se
ceba
su
codicia,
que antes se han puesto para atraerlos les sirvan de estímulos para procurar por otras
vías
hacerse lo que hay necesidad de negarles en lo sucesivo. Ellos tienen la idea de que
vivimos en mucha abundancia, y desde que advierten variación alguna, puede contarse
como
seguro, con que ya no nos consideren como amigos; su amistad no pasa más allá de su
codicia y la satisfacción de sus necesidades, y su carácter y costumbres están en
oposición con la buena fe y la tranquilidad; sus facultades intelectuales marchan en
consonancia con las cualidades indicadas. Gratos se les tiene mientras reciben, y en
este caso su divisa es ser
exijentes. Son sin duda Sor. Intendente mas humildes que nuestros Araucanos, pero es
una equivocación creerlos mejor dispuestos a dejar sus hábitos y vida errante. Solo a
costa de halagos y de continuos gastos podrá conseguirse con el tiempo domiciliar
algunos. Suplico a S.S. se fije que digo a costa de gastos" 4. Y a estas reflexiones, no
siempre justicieras para con los indígenas, el temeroso funcionario añadiría más tarde
algunas quejas: "[...] sea la distancia y dificultad de los caminos para cargar la comida,
o ya lo mal que los había acostumbrado mi antecesor,
cada
vez
más
suministrándoles el alimento con prodigalidad; lo cierto es que nada traen consigo con
que sustentarse. Su majaderíay exijencia infinitas, la necesidad de gobernarse con tino
para con ellos y otras circunstancias que fácilmente SS. conocerá, me han compelido
en estas
ocasiones
posible..."5.
Oficio 26 de 30 de
gobernadores de Fuerte Bulnes con los obsequiándolos, obrando ora con largueza
excesiva o
manejarse los
procuraban ganar su confianza y los iban predisponiendo en forma favorable para con
el interés político de Chile sobre el territorio, aspecto éste que contaba
particularmente, según habrá de verse más adelante. Así también fue estrechándose y
haciéndose regular la relación amistosa entre los habitantes de Fuerte Bulnes y los
aónikenk, que como quiera que se diera en el tiempo, fue afirmando la vinculación
entre unos y otros, haciendo al cabo de pocos años del establecimiento de Punta
Arenas el centro de mayor atracción para aquéllos, circunstancia que se manifestó en
la disminución de los viajes hacia Patagones, los que pasarían a ser apenas ocasionales.
Está visto, además, que al trabarse esta nueva relación entre los chilenos y los
indígenas,
con
aflojando el trato cuasi tradicional que los mismos mantenían con los navegantes en
San
colonia chilena.
En
cuanto al
surgiría más tarde, en 1859, pero por su condición de mera factoría mercantil privada,
de funcionamiento irregular, no alteraría de manera sustancial el trato ya firme regular
que para entonces aquellos mantendrían con la colonia de Punta Arenas, y suy
actividad la comprendemos en aquella que era propia de los traficantes ocasionales a
la que se hará referencia más adelante, no obstante la condición de permanente que al
fin investirá el establecimiento. De cualquier manera, su influjo sería reducido entre
los indígenas, quienes no hallarían en él ni la variedad de artículos ni otros atractivos
propios de los poblados establecidos en forma.
2.- El comercio
regular
Bulnes) a la punta Arenosa y orilla del río del Carbón, comarca situada a medio
centenar de kilómetros al norte de la fundación original, suceso ocurrido durante la
primavera de 1848, se dio un conjunto de circunstancias que, de alguna manera,
habrían de influir en el curso posterior que asumiría la relación con los cazadores
esteparios. Desde luego, las características naturales del nuevo asentamiento, Punta
Arenas, se prestaban bajo todo punto de vista para el desarrollo de un establecimiento
colonial en forma, incluyendo amplios espacios para el pastoreo del ganado, y terreno
plano despejado y suficiente por demás para la erección temporal de toldos indígenas,
lo que no se había dado en Fuerte Bulnes. El nuevo establecimiento pudo disponer, a
poco andar, de ventajas
y mayores recursos de toda clase, con una población que creció rápidamente en
número, lo que amplió las posibilidades de intercambio con los indígenas. Finalmente,
desde 1847 gobernaba la colonia el teniente coronel José de los Santos
105
que la satisfacción de sus necesidades de bienes alóctonos habría de pasar por la vía
del intercambio de productos, máxime si había mayor cantidad de habitantes, los que
no se sentían obligados a actuar en plan de donantes y sí en el de adquirentes de los
productos indígenas, que podían conservar para su propio uso o bien para una ulterior
venta a terceros. Así, la costumbre de obsequiar a los indígenas
quedó finalmente reducida a la 'esfera oficial" (en el hecho la autoridad colonial) y con
el correr del tiempo asumiría un
imponiendo poco a poco hasta hacerse sostenido y habitual. En el sistema que pasó a
establecerse en forma regular, los aónikenk ofrecían sus confecciones (mantas o
quillangos), que pronto llegó a ser el artículo más cotizado, alguna otra manufactura,
amén de pieles de animales y plumas de avestruz; ocasionalmente, también, huevos
de la misma ave, y más raramente otros productos naturales ("curiosidades del
territorio"). La oferta de los habitantes del establecimiento era, como se sabe, variada,
y comprendía una gama de artículos que los
indígenas habían ido incorporando a sus hábitos de vida.
Así, el arribo y permanencia de los aónikenk pasó a ser una bienvenida causa de
alteración de la monotonía propia del rutinario vivir cotidiano para los habitantes de
Punta Arenas. Hasta allí, entonces, llegaban aquéllos varias veces al año, y levantaban
su toldería
frente a la empalizada, en los terrenos abiertos que existían sobre la margen norte del
río del Carbón. Su presencia, por lo común numerosa, pintoresca, colorida y bulliciosa,
por la enorme cantidad de perros que poseían los indios, era una razón más que
suficiente para
en
Esta relación de amistad y comercio, beneficiosa para unos y otros, tuvo una
Para mayor información sobre el suceso, véase del autor Punta Arenas en su primer
medio siglo, 1848-1898
resentimiento
y se disipara
habitantes de la colonia.
poco a poco la
malquerencia que
indígenas -en el caso los guaicurúes-, se les recibió con amabilidad, no obstante que se
advirtió que montaban caballos que habían pertenecido al establecimiento. A través
de éstos se invitó formalmente al jefe Guaichi a visitar Punta Arenas. Cuando llegó este
indio principal, acompañado por su lenguaraz Casimiro y su gente, Philippi extremó sus
muestras de amistad para con ellos, quedando al fin convenidos el gobernador y
Guaichi, en que el primero visitaría los toldos del segundo, establecidos a la sazón en
San Gregorio.
En
Así las cosas, concluidas algunas ocupaciones que exigían su personal cuidado,
Bernardo
compañeros.
regreso del gobernador, una vez que se superó en exceso la fecha prevista para ello,
alarmó a la población de Punta Arenas, más todavía cuando a esta ausencia se agregó
la falta de noticias sobre el paradero del pintor alemán Alejandro Simón y de su
acompañante, un relegado de apellido Luna, que se habían anticipado en marchar con
idéntico destino al que llevaba Philippi. Dispuesta la búsqueda por parte del capitán
José Gabriel Salas, que asumió el mando interino de la colonia, distintas partidas
recorrieron los terrenos comarcanos del Estrecho, entre Cabo Negro y San Gregorio,
inclusive con penetraciones hacia el interior, sin que se hallaran trazas de los
desaparecidos ni de los indígenas, a los que parecía haberlos tragado
La demora en el
la tierra.
contra el establecimiento.
y otros integrantes de la plana mayor colonial quedaron con grandes dudas acerca de
la exclusiva responsabilidad que se achacaba a los imputados en los crímenes,
sospechándose además la responsabilidad de los propios acusadores, aunque en un
grado de complicidad
difícil de establecer.
efecto, si como pareciera, de acuerdo con los indicios obtenidos posteriormente, los
guaicurúes fueron los asesinos de Philippi y Villa, la duda subsiste respecto de los
responsables de las muertes de Simón y Luna, y más todavía de las de los soldados
extraviados, pues éstos desaparecieron en comarcas plenamente controladas por
Guaichi. De allí que, ciertamente, en algún grado debieron hallarse comprometidos
aquél y algunos de su indiada, siquiera como encubridores de los verdaderos
responsables de su desapari-
En /
107
ción 7.
partir de entonces sobrevino un enfriamiento en la relación que mantenían la
autoridad y gente de la colonia con los aónikenk, situación que se hizo más ostensible
desde que asumió la dirección del establecimiento el nuevo gobernador, Jorge Schy
the, quien los declaró en virtual interdicción para el efecto de cualquier trato
mercantil, mientras no se
de la
habitantes. Como la
generalizara, el severo Schythe dictó una ordenanza por la que se prohibía a sus
gobernados todo comercio con los indios, más aun si se tratare de adquirir animales
que antaño habían formado parte de la dotación colonial; asimismo, quedó vedado el
jugar y apostar con ellos, de igual modo que venderles armas de fuego y municiones,
prohibiciones que ponen de manifiesto que tales hechos solían darse. Entre los
infractores se contó el meritorio herrero alemán Gustavo Hauser, a quien
en
tratos
con
sus
cosa
se
la autoridad sancionó por fabricar puntas de hierro para las lanzas de los indígenas.
Mas nada pudo impedir la paulatina normalización del trato con los tehuelches
(circunstancia que éstos facilitaron al entregar a los presuntos asesinos del antiguo
interdicción de los indígenas y de haber reabierto el comercio con los mismos, por
razón del "ansia de la población para continuar sus negocios con ellos". La única
restricción que
de
antaño,
No
Para entender el temor que podía embargar al gobernador, debe tenerse presente que
la población aónikenk
el
través de
un
1875,
por el gobernador Diego Dublé Almeida, quien liberó a los indígenas de esa suerte
de tributo.
Los oficios gubernativos de los años que corrieron entre 1850 y 1870, mencionan entre
los indios principales que habitualmente llegaban hasta Punta Arenas a Huisel, Guaichi,
Krim, Gemoki, Sámel, Olki, Carmen y Caile, además del ubicuo Casimiro, todo
un
personaje singular, según se verá más adelante.
No debe creerse que la negociación fuera cosa sencilla y breve: por el contrario, era
larga y fastidiosa. Por una parte, losy habitantes procuraban obtener los cotizados
artículos indígenas al menor precio posible, por la otra, los tehuelches deseaban el
mejor pago y pedigüeños incansables como eran, pretendían obtener estoyse aquello
por sus productos. Terminado el frato mercantil o todavía cuando el mismo hallaba en
desarrollo, los indígenas comenzaban a beber licor, acabando todo en borrachera
generalizada, ante la preocupación de la autoridad que hacía redoblar launa vigilancia
para evitar desórdenes graves, y de la mayoría de la población que en talesa
circunstancias se apresuraba a ponerse a buen recaudo en sus habitaciones, para
escapar situaciones de riesgo derivadas de las intemperancias deno los bebedores. Es
el caso de destacar que nunca hubo abusos contra los habitantes, lo que deja de
extrañar tratándose de aborígenes, en particular los hombres, que cuando se
violentaban llegaban a grandes excesos entre ellos mismos, a veces con
Todo concluía con algún castigo ejemplarizador (una tunda de palos), si el desorden
alcanzaba
Cabe abundar sobre el comportamiento de los indígenas. Este, reitera, era por demás
satisfactorio para la autoridad, tanto que corrido un año desde la se reapertura oficial
del trato con los aónikenk, Schythe se refería así a ellos: "no hay, hablando de salvajes,
gente más formal, dócil, obediente y sumisa que los Patagones" [...] "En los muchos
indios, y entre ellos varios caciques que han venido de muy lejos a verme, he
observado 109
embriaguez. Si así ocurría, la autoridad vigilante actuaba con pronta severidad 10.
Pero, se reitera, lo corriente era un comportamiento tranquilo.
Que tal comportamiento correspondía a una suerte de norma invariable, lo prueba el
hecho que años después, en 1864, el gobernador informaría a la misma secretaría de
estado en términos parecidos: "Con los indígenas conservamos siempre la mejor
armonía. Algunos viven aquí refugiados por causa de las peleas que han tenido con
otros en las pampas; se mantienen sin cargo para el fisco y observan siempre muy
buena conducta" 11.
Viene al caso mencionar, además, que en muchas ocasiones cuando la visita de los
indígenas coincidía con la estadía de naves extranjeras en la rada, o bien que alguna
arribara estando aquéllos en la colonia, fue común que se les invitara a bordo para
realizar allí sus transacciones, invitación que los aónikenk aceptaban sin hesitar,
sabiendo que con seguridad serían también objeto de algún agasajo, sin que nunca
hubiera quejas sobre su comportamiento, no obstante que a veces bajaban a tierra
completamente ebrios.
El desarrollo de las visitas de los aónikenk a Punta Arenas admitía alteraciones que
hacían más interesante la permanencia para su población. Así, en ocasiones, se incluía
la realización de carreras de caballos -seguro que acompañadas de apuestas, como era
algarabía que la rodeaba una distracción que aunque repetida, y dando por seguro
más de algún desorden menor, nunca cansaba, llenando deque animación el recinto
poblado y su inmediata vecindad hacia el norte. No debe omitirse influía en el general
regocijo con
que se los recibía y atendía, la buena disposición que casi sin excepción mostraban los
aborígenes.
cimentándose
caracterizando a una
9
Oficio 182 de 19 de enero de 1856. Correspondencia Colonia de Magallanes, años
1856 a 1859, Archivo Na¬
cional,
Santiago.
comprobaría años después el marino uruguayo Bartolomé Bossi, quien fue testigo de
una situación del género. En efecto, así contó en su relación de viaje: "Los cuatro días
que permanecimos en la colonia los vimos entregados a una constante embriaguez. En
medio de su desorden respetaban sin embargo a la autoridad. Hubo
10
Tal lo
una
sus
"
el transcurso del
Bajo otro aspecto, cabe puntualizar que el comercio que de la manera descrita se
desarrollaba, comprendía por parte de los indígenas, aquellos productos habituales
varias veces mencionados antes, tales como mantas, pieles y plumas, y menos
comúmente carne de guanaco (sólo en tiempos anteriores a 1848), huevos de avestruz
y rarezas naturales, pero además, a contar de los años finales de la década de 1850,
animales vacunos. Estos
procedían del ganado original de la colonia que se había alzado tras el motín de
Cambiazo y el consiguiente abandono del establecimiento, multiplicándose en las
comarcas del noroeste de la península de Brunswick (Vaquería del Sur) y de las vecinas
a Palomares y mar de Skyring (Vaquería del Norte). Pues bien, los indios habían
aprendido a capturarlos, mediante el uso del lazo, lo que hacían principalmente para
su venta posterior a la colonia de Punta Arenas, recibiendo en pago un precio que, tras
negociación prolongada, les
De vez en cuando vendían caballos, siempre a buen precio, el que se exigía pagadero
en pesos chilenos de plata, que después empleaban en la fabricación de adornos.
Inclusive,
Está visto, de otra parte, que los habitantes de Punta Arenas trocaban o pagaban los
suministros de los indios con distintos artículos, cuya variedad aumentó con el
transcurso del tiempo: herramientas diversas, que empleaban en sus manufacturas,
también trozos de metal (bronce, plata, estaño, cobre o plomo) para idéntico objeto;
utensilios domésticos (marmitas, ollas, teteras, etc.), vajilla varia y cuchillería; ropa
(calzoncillos y camisetas), botas, paños y piezas de género, pañuelos, sombreros;
alimentos (azúcar, harina, arroz,
porotos, yerba mate, galleta oy bizcocho marinero), tabaco; armas de fuego, pólvora,
municiones, cebos, chucherías quincalla; fósforos, adornos y joyas baratas, monedas y
medallas de plata -preferentemente- y de otro metal; licores fuertes, especialmente
aguardiente, ginebra y ron (en botellas o barrilitos), artículos estos cuyo excesivo
consumo tanto daría que hablar. Este trato con los indígenas que tuvo su mejor
período entre 1855 y 1863, significó para Punta Arenas disponer de un rubro singular
de comercio que llegó a ser muy cotizado en el exterior y que, obviamente, le dio su
mejor posibilidad, de hecho la única por años, de sustentación económica,
permitiéndole desarrollar su propio intercambio con las naves de ocasional recalada,
mejorando así su abastecimiento en distintos rubros. Es del caso
puntualizar que las actividades productivas libres no existían allí por la época, dada la
estructura administrativay destino de la mal llamada "colonia", que en verdad no era
otra
12
manera 111
de capas entre indígenas aónikenk y colonos en Punta Arenas. Dibujo de Th. Ohlsen en
1883. bGb d iOS enrbada apseníuue a agé bt h rl i livn ncdeígk oao a oo . ..
nk
T1o5.ed-
Fig
113
Para los indígenas, a su vez, la actividad de intercambio, vale reiterarlo, les permitió
satisfacer en cantidad y variedad sus crecientes requerimientos alimentarios,
utilitarios, de
abrigo
durante estancias prolongadas y que para algunos individuos o grupos familiares fue
inclusive de meses, debió influir lenta e insensiblemente en los indígenas,
permitiéndoles la adquisicióny de hábitos de vida, de destrezas y habilidades manuales
en el empleo de herramientas oficios (particularmente en el de herrería que debió
fascinar a más de
proceso
Es claro que la relación mercantil descrita se prolongaría hasta los comienzos del siglo
XX, pero sus características variarían de acuerdo con nuevas circunstancias y avatares
propios del tiempo por venir, según se verá más adelante.
Corriendo el
de de
Stanley, en las Malvinas, y de Patagones. Al parecer fue cosa habitual que luego
realizada alguna transacción satisfactoria, las partes quedaran convenidas para encon¬
trarse en determinados lugar y tiempo, como ocurriera en 1864 y 1866 en bahía
Laredo (estrecho de Magallanes), de acuerdo con los atestados de Waite Stirling y
Doroteo
Puerto
Mendoza 13.
Pero, fuera de
duda, el puesto
de tráfico mercantil que se mantuvo más activo y con tiempo, fue la factoría erigida en
el islote Pavón del curso
carácter
por el
capitán lobero argentino Luis Piedra Buena en el referido islote, que le fuera cedido ex
profeso por el gobierno de Buenos Aires, con el ostensible propósito de comerciar con
los indígenas, era
verdad tanto una base suigeneris que expresaba la soberanía que la República
Argentina reclamaba a la sazón sobre el territorio austral, cuanto una atalaya para
vigilar los movimientos de los chilenos, que actuaban inspirados por semejante
propósito.
en
A una y
otras manos, pues, derivó parte del esfuerzo cinegético y artesanal de los aónikenk, no
por causa de alguna particular simpatía, sino porque en esas transacciones
se
les
distribuía sin
escrúpulo ni
13
Carta de W.H.
Misionando
por Patagonia Austral 1858-1865, Bs.
Aires, 1964. V
114
limitación
3.-La
afición alcohólica
expuesto nos lleva a considerar con mayor detenimiento las circunstancias en que se
fue produciendo la afición a las bebidas alcohólicas por parte de los indígenas, que
devino al fin en un hábito vicioso colectivo, cuyas consecuencias sociales y culturales
serían determinantes en la evolución de la etnia aónikenk durante el curso del siglo
XIX, y que asumió un carácter tipificador de sus costumbres vitales, tanto como para
definir, como lo hacemos, una etapa crucial de su existencia histórica.
Lo
dispone de evidencias que permitan asegurar los aónikenk hubieran conocido alguna
bebida fuerte, elaborada sobre la base de laque fermentación de productos vegetales,
durante el extenso período prístino de su vigencia étnica, pero tal posibilidad no
debería descartarse.
Hasta ahora no se
De allí que debe atribuirse a su contacto con los europeos en la costa del estrecho de
Magallanes tal conocimiento gustativo. En un comienzo, al parecer cuando se les dio a
Pero si tal pudo ser el comienzo, y no hay razón para dudar de la fidelidad informativa,
el transcurso del tiempo fue haciendo lo suyo en el aspecto que interesa, entendido el
proceso de aceptación del alcohol en la reiterada oferta y degustación del producto.
Conjeturamos que así pudo suceder durante el desarrollo inicial de las relaciones
interétnicas, en particular con los pueblos deNorpatagonia, que, avanzado el siglo
XVIII, tenían una larga experiencia como consumidores de bebidas fuertes, tanto de
origen
esa
manera,
Se dispone de una buena secuencia testimonial que ilustra sobre la evolución gradual
de la dimensión que para la época (1820-1870) había adquirido el consumo alcohólico,
y sobre sus consecuencias perniciosas para la etnia aónikenk.
Así, los capitanes King y Fitz Roy fueron los primeros en consignar el hecho. Aquél
recordaría especialmente la majadera insistencia indígena durante el curso de las
transac¬ ciones, que acababa invariablemente en la demanda de aguardiente,
remachada con la cansadora cantinela en un castellano pintoresco, ora atribuida a los
indios en general:"Bueno es borracho -bueno es- bueno es borracho " 1S, ora a la
llamada "reina" María: "¡Muy bueno es borracho, mucho me gusta de beber, muy
bueno es aguardiente. Dame no más!"
Maty, 11-1-1767. En Carteret's VoyageRoundtheWorld 1766-1769, vol. II, pág. 318. The
Hakluyt Society, London, 1963.
14
15
Carta a Mathew
115
16. Fitz
Roy, a su turno, reconocería la afición de los indios por el alcohol, agregando que
cuando éstos se embriagaban eran "ruidosos, pero no camorreros" 17, afirmación esta
última
ajustada a la realidad, si se la compara con los dichos de otros testigos que convivieron
íntima y largamente con ellos.
no tan
Algo después, los misioneros Coan y Arms, comprobarían la fuerte atracción que los
indígenas sentían por el alcohol. En efecto, dejaron constancia en su Diario que
aquéllos, al recibir a los tripulantes de alguna nave "sus primeras preguntas son
respecto al ron y al tabaco -dos venenos que les han sido administrados por nuestros
marinos-, y es tanta
la ansiedad acerca de
estos
que solían arribar al puerto magallánico), con la obvia complicidad de la gente que allí
habitaba. Está claro, además, que esa introducción no estaba destinada al solo
consumo local -que no era escaso-, sino también para su empleo en el tráfico con los
indios 21. De esa manera, bien fuera en forma clandestina, bien medio autorizado de
pago, amén
de
su
obsequio,como de y cualquier modo los indígenas frecuencia, quizá en mayor
cantidad, al
consumo
de bebidas
fuertes.
Sin
invitar a sus tripulantes a traficar, lo que debió rendirle de vez en Pero también, no
perdieron la por oportunidad excepcional que les dieron los ocasionales siniestros
marítimos acaecidos ese tiempo, para conseguirpor
su
al
cuenta el
En efecto, así sucedió con un barco inglés que en 1856 varó en la bahía Dirección,
nororiente de la Primera Angostura.
16
17
18
Id.,
pág. 134.
pág. 200.
20
Id.
pág. 113.
Oficio
182 de
19-1-1856, citado.
21
Oficios 139 de
en
30-IV-1855, en 116
Si tal obraron entonces aquéllos, mucho más se sabe del provecho que obtuvieron del
saqueo del Atine Baker, en 1859. Para el caso se cuenta con el antecedente entregado
por el misionero Teófilo Schmid, quien fue testigo del reiterado suceso.
indígenas se mostraron muy contrariados y ofendidos al ver que seguía de largo. Yo les
había advertido que no se detendría, pues los vapores pueden pasar las dos
angosturas sin dificultad, pero no dieron crédito a mis palabras. Continuamos entonces
nuestra marcha; seguimos errando otros cuatro días y, tras detenernos algunos días en
un nuevo paradero, proseguimos hasta la entrada del Estrecho, donde los indios
hallaron ün buque, naufragado como un mes antes de nuestro arribo. Era un magnífico
barco, con casco de hierro, procedente de Liverpool y llamado AnneBaker. Gemoki y
yo llegamos tarde al campamen¬ to, distante una media milla del lugar del naufragio.
La mayoría de los indios había llegado
al sitio antes que nosotros; acercándose al buque, hallaron mucha bebida en la playa y
ahora estaban totalmente ebrios. Algunos llegaron al campamento en ese repugnante
estado, mientras otros permanecieron junto al naufragio para seguir bebiendo. Tarde
en
la noche se supo en el campamento que había estallado una gran pelea entre los
indios y que uno se hallaba muerto; algo más tarde llegaron noticias sobre la muerte
de otros dos, a consecuencia de las heridas sufridas; otros habían quedado heridos en
la cara, brazos y otras partes del cuerpo. Fue una noche terrible y pocos fueron los
indios que se acostaron
adormir. Envista del peligro de tanta ebriedad, se decidió abandonar el lugar y seguir vi
aje al norte, para regresar al punto del naufragio un mes más tarde. Algunos de ellos,
empero, se quedaron y nos alcanzaron luego trayendo bebida para los que se alejaban
hacia el norte"
23
Que el atractivo era irresistible, se advierte de esta otra mención, todavía más
expresiva que la anterior, referida a una ulterior arribada al sitio del siniestro:
"Empren¬ dimos nuevamente la marcha al otro día, esta vez hacia el lugar del
naufragio, al que llegamos seis días después. Otra vez se generalizó la borrachera y
continuó hasta que abandonamos la comarca; los indios iban a diario en busca de más
bebidas, muy abundantes por tratarse de un barco casi enteramente cargado de ellas.
Las olas habían
22
"Memoria sobre la
XI,
23
117
de
una
función
Veía que algunas mujeres corrían entre los hombres, con un cuchillo en la mano y
sujetando con la otra al marido, hermano o pariente, tratando de desarmarlos o
disuadirlos de su intento. De pronto y sin más motivo que para iniciarla, dieron por
terminada la gresca y se dispersaron, sin derramar una gota de sangre, quizá movidos
por las súplicas de las mujeres. Aún así, no abandonaron el campamento hasta haber
terminado toda la provisión
de bebida
disponible 2A.
dio a estos indios, o a sus padres, el primer trago de ese líquido destructor de cuerpos
y almas! El vicio de la bebida, la atracción irresistible del maldito alcohol, es hoy la
única triste herencia que pasa de padre a hijo y, lamento agregar, de madre a hija;
aunque los enferma (pues invariablemente se quejan de dolor de cabeza y de
estómago al otro día), no hay nada que los induzca a abstenerse. Cierto es que a veces
prometen firmemente no volver a beber; pero la tentación puede más que ellos y
vuelven a sumergirse en el abismo degradante en la primera oportunidad. Podría
extenderme aquí en muchas consideraciones sobre lo que he observado con respecto
a este repugnante hábito, pero lo dicho ha de bastar para comprender usted la clase
de dificultades a que debe verse abocado quien quiera enseñar a estas gentes el
camino de la
Tiempo después, durante otra permanencia entre los indios Schmid anotaría
escuetamente una nueva ocurrencia de lo que, está visto, era un hecho reiterado: "De
allí pasé aSheaicen, un paradero situado a corta distancia de la serranía de San
Gregorio, desde
donde la mayoría de los indios emprendió viaje a Punta Arenas, con el principal
propósito de obtener una provisión de cognac; trajeron tal cantidad de bebida al
campamento que,
durante varios días, la embriaguez se hizo general y dio lugar a algunas peleas" 26.
Tornando a Punta Arenas, origen focal del consumo alcohólico, allí las cosas iban de
mal en peor en lo que se refiere a la materia: el ingreso y tráfico clandestinos de licores
era
24
En noviembre de
antiguo campa¬
mento
indígena.
botellas de
licor,
Allí, corroborando lo relatado por Schmid, se encontraron restos de más de un
centenar de fragmentos de loza y formas metálicas (hierro, bronce, estaño y plomo),
algunas conservando
sus marcas
inglesas originales.
25
26
Id.
pág. 68. V
118
actividades, que incluían lasu visita de la autoridad a toda nave que arribara a la rada
de la colonia, a fin de prevenir a capitán sobre la prohibición vigente para introducir
bebidas
alcohólicas.
Paradojalmente, quien así obraba cautelando el bien común en cuanto se refería a las
costumbres y salud moral de la población -y no debe dudarse que lo hiciera con la
mejor intención- llegaría después a monopolizar en su exclusivo beneficio ese nefasto
tráfico, según se le acusaría reiteradamente por propios y extraños 27. De esa manera,
nunca desmentida satisfactoriamente, el gobernador Jorge Schythe fue un agente más,
como proveedor directo de los indios, en la intensificación del consumo alcohólico
entre ellos, lo que arroja una sombra sobre su memoria, tratándose, como en verdad
lo fue, de un
funcionario
meritoria.
que bajo otros puntos de vista realizó una gestión muy destacable y, todavía,
papel que a las naves cabía en el hecho que se comenta, procede ejemplarizar con lo
acontecido al arribo de la flotilla española que conducía a la Comisión Científica del
Pacífico (fragatas Resolución y Triunfo, y cañonera Covadonga), que estuvieron en
Punta Arenas entre los días 7 y 14 de febrero de 1863. Entonces y no obstante la
prevención gubernativa, algunos tripulantes bajaron a tierra con licor en abundancia,
con consecuencias lamentables para la población, como lo informaría después Schythe
al Ministro del Interior, al dar cuenta del hecho y del consiguiente incidente que se
suscitó entre la autoridad colonial y el jefe español, general (almirante) Luis Hernández
Pinzón 28.
Volviendo al
Pavón, ocasión en que se distribuyó entre los indígenas armamento y diversos regalos,
entre ellos el infaltable licor: "Los indios y las chinas principiaron a beber aguardiente;
tanto bebieron, que era media noche y todos estaban sumamente ebrios en sus
tolderías. Lo que resultó de dicha chupandina fue que al día siguiente había varios
indios mordidos, unos en las manos y otros en las piernas" 30.
del islote
Por su
27
Véase al
respecto nuestra obra citada Punta Arenas... etc., págs. 109 y siguientes.
28
29
30
Id. id.
Op. cit., pág.31. Otras referencias se dan en las páginas 32, 34 y 35. I
119
propósito 31.
fin, para
Por
con
fiereza: ¡Yo
consumo,
para conocer y
se
esas ocasiones
solían
Beodos consuetudinarios con carácter de viciosos no los hubo entre ellos por
entonces. De modo excepcional ese calificativo debería darse únicamente a Casimiro
31
32
33
Id.
pág. 55.
Op. cit., ver entre otras, en
287. v
120
Biguá, cuya
mente
4 .-La
estrecho de
la
De allí que la amistosa coexistencia entre los chilenos recién asentados y los aónikenk,
poseedores ancestrales del suelo donde la instalación había tenido ocurrencia, había
sido desde un comienzo un asunto de primordial importancia para los primeros. Había
en eso una razón obvia de seguridad, pues del trato armónico entre unos y otros debía
esperarse la tranquilidad necesaria para asegurar la ocupación, mientras la cantidad de
habitantes fuera reducida en comparación con la mayor población aborigen. Pero,
asimismo, había una razón de conveniencia política que aconsejaba mantener grata a
la indiada tehuelche meridional, ya que se sabía de su antigua vinculación con los
fuertes y poblados argentinos del norte del río Negro, circunstancia que debía tenerse
en conside¬ ración en el caso de surgir una disputa jurisdiccional entre Chile y el país
del Plata por las tierras del estrecho de Magallanes. De allí que, por ambos motivos,
fue indispensable entablar prontas y pacíficas relaciones con los dueños naturales del
territorio.
Tras el arribo del primer grupo indígena exploratorio, en marzo de 1844 se presentó
ante la empalizada del fuerte Bulnes un contingente numeroso de tehuelches,
capitaneados por Santos Centurión, mestizo "aindiado" 34. Aprovechando la
circunstancia de "cristia¬ no" 3S que éste tenía, así como la jefatura que de facto
ejercía sobre parte de los indígenas,
sugerido por Silva, donde consignaron los aspectos convenidos. Estos fueron la
protección
34 35
y "cristiano" eran de uso corriente en las zonas de frontera con los territorios
121
el territorio indígena para la gente de la colonia, el comercio igualmente libre entre los
tehuelches y el fuerte, y por fin el reconocimiento de la jurisdicción chilena sobre el
territorio patagónico, aspecto este de importancia particular para Chile. Respecto de
esta materia viene al caso señalar que desde el primer instante de la presencia
nacional en la Patagonia austral, los agentes oficiales chilenos pasaron a
observar
con
Así entonces y más allá de las normas destinadas a regular la convivencia que contenía
el original tratado, lo más importante en él era la declaración de Centurión a
pabellón Chileno, como igualmente la nueva colonia que se ha formado (art. 8o). A
esta expresión de voluntad se le dio carácter de juramento, que se ratificó con el
izamiento de la bandera de Chile y con veintiún cañonazos disparados
A título anecdótico cabe mencionar que aparece entre los suscriptores del tratado, el
lenguaraz Casimiro Biguá, indio ladino y mañoso que andando el tiempo daría de qué
preocuparse a la autoridad chilena de Punta Arenas, con sus intemperancias y
actitudes
contradictorias.
Silva acerca "del porqué había venido a poblar sin haberle avisado a él" -sutil
recordatorio a la autoridad sobre quienes eran los verdaderos señores del territorio-,
alardeando de paso
sobre
su
36
"La
10,
122
además de una buena provisión de regalos para acabar de mejorar su talante. Lo que
interesaba al gobernador Silva era mantener quietos a los indios, mientras
el interés político de su país sobre el territorio. De paso, porque concurría con este
objetivo, se esforzarían él y sus sucesores en alejarlos de la influencia que sobre ellos
podía tener la autoridad argentina de Río Negro. Pero eso constituía una tarea que de
suyo requería de tiempo y paciencia. Así y todo, queda en claro que apenas corrido un
año algo más desde la instalación chilena en el litoral de Brunswick, ya los aónikenk
habíany pasado a ser un factor de interés en el juego de influencias político-
territoriales sobre la Patagonia meridional, buscando ganar algún provecho a costa de
una y otra parte, y todavía, como sucedería con Casimiro, intentando pescar a río
revuelto.
por
informaciones
Centurión, fue que efectivamente un grupo de 50 ó 60 indios habían ido al fuerte del
Carmen hacía algún tiempo y que eran esperados de regreso hacia marzo de 1845, y si
bien
desconocía la razón del llamado podía barruntarse que estaba referida a la presencia
chilena.
se
que tenga relación con nosotros" 37. Juzgando que tal suposición debía confirmarse,
aprovechó la estadía de la goleta Ancud para enviarla en comisión hasta la bahía de
San Gregorio. Allí su comandante debía ponerse al habla con Centurión y recoger
mayor información sobre la materia que le preocupaba. Finalmente el mentado viaje al
río Negro, que tanta polvareda levantaba, no pasó de un temor desprovisto de
fundamento, con lo que la tranquilidad retornó al ánimo de la autoridad de Fuerte
Bulnes. Hubo de ser entonces, probablemente en noviembre de 1845, que el gobierno
chileno queriendo premiar la adhesión y los servicios iniciales de los indígenas, determi
nó invitar a Centurión y al lenguaraz Casimiro a visitar Santiago, capital en donde
fueron agasajados. Con ello las relaciones entre los naturales y la colonia
magallánica pasaron a ser más estrechas, haciéndose más frecuentes las visitas de
aquéllos
37
Oficio 81 de
123
cuando, recién en 1847, el gobierno de Buenos Aires hizo llegar su reclamo formal al
de Santiago por la ocupación realizada cuatro años antes en el litoral patagónico del
Estrecho, alegando que dicho acto vulneraba su soberanía por cuanto ese gran canal,
como todo el territorio circundante, le pertenecían por la herencia española. Quedó de
esa manera trabada una disputa entre ambas repúblicas que se prolongaría por años,
haciéndose cada vez más agria, pero que de momento no daría lugar
incidentes.
Todo comenzó con el rumor más o menos vago que llegó a oídos de las autoridades
chilenas en cuanto a la existencia de una misteriosa Comisión Exploradora de la
Patagonia
títulos..." 39.
De
ese modo
38
39
Oficio 47 de 27-IV-1866.
Santiago. V
124
liderazgo entre los naturales 40.
En efecto, merced a los buenos oficios de Piedra Buena, Casimiro fue invitado en 1864
por el Presidente Mitre a Buenos Aires, capital donde el ubicuo tehuelche fue honrado
con el grado honorario de teniente coronel (con lo que
obtenía un apreciable ascenso con relación al cargo que Chile le había brindado
antaño) y el título de "Cacique" o "Jefe Princi pal de las Costas Patagónicas hasta las
puntas de las Cordilleras de los Andes" 41. Con tales títulos honoríficos, amén del
uniforme y arreos correspondientes al grado militar recibido, y más la promesa de un
pronto envío de armas, raciones, licor y otros efectos,
Casimiro retornó al sur más engreído que nunca, protestando por doquiera su
condición de fiel argentino. Para el gobierno de Mitre la misión del cacique era simple
y precisa:
Buena, en Pavón, el
A los pocos días tuvo lugar en la vecindad del islote Pavón una concentración general
de la indiada
en
número
maniobraron
al
estilo
militar
e hicieron
exhibición del
armamento
(en verdad
no
despreciable) que habían recibido del gobierno argentino y aclamaron con entusiasmo
a
la Confederación y a sus
42
Mendoza es el único que da detalles fidedignos por su segura condición de testigo del
hecho. En síntesis, al serle preguntado a Casimiro el porqué de su larga ausencia de la
colonia, este participó al gobernador Schythe sobre su visita a Buenos Aires y de
cuanto allí había acontecido, reafirmando al fin ante la autoridad su condición de
argentino. Oída
estupenda información, Schythe le replicó que en vista de ello le retendría las onzas de
oro que le correspondían por su paga chilena. Así no debió concluir muy
amistosamente
la
la entrevista, pues el gobernador hubo de quedar algo amoscado al advertir el giro que
tomaba la situación. Para fundamentar el seguro enojo gubernativo, señalamos que
poco antes del arribo de Casimiro había llegado a Punta Arenas una partida de treinta
indios patagones portando una bandera argentina, como anticipando los nuevos
tiempos de adhesión que corrían. Molesto, Schythe les hizo saber que no les permitiría
la entrada a la colonia con esa bandera, procediendo a quitársela y a darle en cambio
"otra más bonita"
Apéndice I se entrega información biográfica sobre este personaje, como sobre Santos
Centurión y otros jefes destacados.
40
En el
41
42
43
parecer el "cacicazgo" incluyó un timbre en cuyo sello se leía Cacique de San Gregorio.
Diario y Memoria del viaje, etc., citado
Al
Oficio lo de 1 l-III-1865.
C16 a- .
Fig. 127
Casimiro
Biguá retornó
pudo saber e informar más tarde que el asunto de marras tenía alborotados a los
indígenas, tanto era así que se habían formado dos bandos entre ellos, unos pro-Punta
Arenas y otro pro-Pavón 44.
cualquier manera,
De
gubernativa chilena.
Pese a todo
pasó a intervenir además un tal Juan Cornel 1, Amigas", a quien también debe tenerse
por
aspectos:
"Art. Io El
Casique Mayor D.n Casimiro autorizado por los Casiques y demás Gefes ya espresado
declaran que habiendo nacido sus antepasados y ellos mismo en el territorio Argentino
que se comprende en la parte oriental de las Cordilleras de los Andes, hasta el
Estrecho, reconocen por su Gob.o. al N. nal Argentino, se declaran sus subditos y
obedecen como tales á las autoridades de su dependencia en Patagones.
"Art. 2o
Declaran que
ellos no reconocen como territorio chileno el lugar que ocupa hoy la actual Colonia
Chilena en Punta Arenas, porque saben por tradición de sus
antepasados y los Estrangeros que frecuentan sus Puertos que al Gob.o. Argentino ha
sido y es al que le pertenece el territorio Patagónico hasta el Estrecho. "Art. 3o
Declaran asi mismo que han resuelto él y sus Gefes formar un Pueblo ó Colonia con sus
propias tribus en el y lugar denominadoa Puerto San Gregorio al cual le llamarán, La
Argentina, admitiendo subordinándose él y sus Gefes al Comandante Político Militar
que el Gob.o. N.nal. mandase para gobernar dho Pueblo, y recibirán misioneros que
les enseñen la Religión Cristiana. "Art.4o El Casique D.n Casimiro pondrá en práctica la
fundación del mencionado Pueblo tan luego como regrese á su destino llevando los
útiles el Gob.o dé para construir la primera casa de madera que servirá p.a su
residencia y laque de los demás Casiques en el mismo Puerto, y enarbolarán en ella el
pabellón Argentino. "Art. 5o El Gob.o por su parte admite las propuestas del Casique
D. n Casimiro por
si
y a nombre de sus
Argentinos.
44
Oficio
47, citado. V
128
la Bandera Argentina. "Art. 7o Con mejores informes, tanto del local como la fertilidad
de los terrenos y
sus
Otras disposiciones se referían al acuerdo para suministrar a los jefes y tribus, raciones
y beneficios determinados que serían entregados con periodicidad fijaday además
sueldo y otras regalías para el "Cacique Mayor" Casimiro.
Este singular tratado que no fue conocido por las autoridades chilenas de la época -
pues si tal hubiese ocurrido, no habría dejado de suscitar algún revuelo-, merece
comentario. De partida, su existencia y contenido en cierto modo sirvieron para
balancear históricamente el Tratado de Amistad y Comercio suscrito por Pedro Silva,
Centurión y el mismo Casimiro en 1844. Aunque el segundo tenía mayor consistencia
jurídica que el
primero, el acuerdo comprometía una decisión fundacional que de materializarse
impli¬ caba el riesgo de una confrontación con la autoridad chilena de Punta Arenas.
redomado.
seguida llama la atención que además de los jefes a los que Biguá aparecía
comprometiendo nominalmente en el tratado (Criman [Krim], Guimosque [Gemoki] y
Yonson [?]) -en una representación que estimamos muy dudosa-, había entonces otros
caciques entre los aónikenk y a los cuales no debe entendérseles necesariamente
obligados por el compromiso asumido por aquél, pues aunque figura en el texto del
acuerdo la frase "y...demás Gefes de las tribus...", la tomamos como recurso retórico
destinado a cubrir
En
de los cuales bien pudieron estar entre los disidentes pro-chilenos. Tornando al
proyecto de una colonia argentina en San Gregorio, luego de la firma del tratado,
Cornell se preocupó de designar a Mendoza como "relacionador residente"
en
el
residente" se
en
pierde en la nebulosa, conociéndose solamente que perecería tiempo después forma
oscura -al parecer asesinado por Cuastro- a raíz de un enredo sentimental. En
Reproducido textualmente del artículo "Algo más sobre el cacique Casimiro Biguá,
Doroteo Mendoza y la Colonia Indígena 'La Argentina' en Puerto San Gregorio sobre el
estrecho de Magallanes", por Juan M. Raone. En Segundo Congreso de Historia
Argentina y Regional, Buenos Aires, 1971, págs. 253 y 254.
45 )
129
cuanto a
Entre tanto el buque prometido no llegaba ni llegaría para disgusto de Casimiro y los
tehuelches, más interesados éstos en los obsequios y raciones que esperaban recibir
en la nave, quienes acabaron por enojarse con Piedra Buena y por pelear entre sí. Ello
no impidió que Casimiro tornara a presentarse ante el gobernador chileno, a la sazón
Damián Riobó, para hacerle saber con las mismas ínfulas de antaño sobre la intención
de fundar una colonia en San Gregorio. El mandatario, sin y impresionarse por los
arrestos del cacique,
le contestó con seriedad "que estaba resuelto tenía los medios para impedir
semejante Establecimiento mientras mi gobierno no me diera nuevas instrucciones al
efecto" 46. Hubo de ser esta la ocasión en que el gobernador retuvo a Casimiro sus
papeles y
En el mismo
informe al
eran más chilenos que arjentinos" por rivalidades entre los caciques Krim y Casimiro,
circunstancia esta en la que no debe dejarse ver la intervención de la autoridad
chilena, la que concluía su oficio aseverando que Biguá estaba dispuesto a trabajar por
Chile o por Argentina según
mejor se le
pagara.
otro
Comentando esta afirmación, en verdad a los aónikenk nada les importaban uno u
país. Ellos no tenían otra patria que ese áspero solar estepario que habían heredado
de
sus
extraños a su
partido
etnia 48.
ultraterritorial-50.
46
47
Raúl A.
Entraigas, Piedra Buena, caballero del mar, pág. 103, Buenos Aires, 1966.
efecto, resulta muy convincente la respuesta que dieran algunos indios al teniente
Rogers, cuando este, ante la posibilidad de una guerra entre chilenos y argentinos, les
consultó acerca del partido que ellos asumirían en tan lamentable acontecimiento:
"Nosotros pelear con guanacos y avestruces no más. Mala guerra cristianos" ("Segunda
exploración de la parte austral de la Patagonia", en Anuario Hidrográfico de la Marina
de Chile vol. VI, pág. 104.
48
Al
49
50
130
Lo sucedido entre 1865 y 1867, lapso durante el cual los aónikenk jugaron un papel
que por momentos asumió una inquietante relevancia local, no tuvo consecuencias de
importancia para el curso de la disputa territorial chileno-argentina, pero sí las generó
para los indígenas en el inmediato futuro. Así, aunque fue conjurado el peligro de una
presencia extraña en el litoral patagónico del Estrecho, lo cierto es que los
gobernadores chilenos quedaron resabiados con los patagones y su actitud para con
ellos debió cambiar un tanto. Si bien se les continuó racionando, no pudo evitarse el
surgimiento de desconfianza en el trato, que estuvo motivada por su recién pasada
conducta y, al menos por algunos años,
"Convencido el que
51
Obrando
en
aguardiente en las pampas, cuyas consecuencias eran nefastas para los indígenas,
según se verá; suprimió el tributo que pagaban en especies a la autoridad con ocasión
de cada visita a la colonia y acordó nuevas asignaciones y raciones para distintos jefes.
Pero, además, "Conociendo cuanta influencia ejercen entre los indios los documentos
por los cuales se
les confiere
una
autoridad
Gobernación cuando venga a la colonia todos los sucesos que tengan lugar entre los
indios durante el tiempo que permanezcan ausentes" 53. Pero, al fin, se reitera, tantos
empeños de las partes interesadas para utilizar
tratar
en
51
52
184, citado. Para conocer la forma en que se manejaron las relaciones personales
entre uno y otro, véase, además, nuestro trabajo "La correspondencia del Gobernador
Dublé con el jefe tehuelche Papón", en Anales del Instituto de la Patagonia, vol.
16,págs. 41-43, Punta Arenas, 1985-86.
"
Of. 131
consecuencias
de sus
que
Pero, con la llegada de los misioneros William Arms y Titus Coan se inició un fenómeno
de penetración voluntaria de gente ajena, conformado por incursiones aperiódicas que
se fueron haciendo más y más comunes según avanzaba el tiempo, hasta alcanzar una
vigencia periódica durante los años de 1870, admitiendo en su desarrollo un primer
período que se extendió entre 1833 y 1866, y un segundo que comprende los años que
van desde 1867 en adelante, pero que, para los efectos de una mejor comprensión
considera¬
mos
de estos grupos merece una referencia especial. El afán evangelizador de las iglesias
protestantes y la en sus círculos directivos -como por la sociedad civilizada en
uno
general- elcaso
pretendido estado
Patagonia, inicialmente en
pastor Teófilo Schmid, enviado por la South American Missionary Society de Inglaterra,
para procurar la cristianización de los aónikenk. Desde entonces y por varias ocasiones
hasta 1863, el misionero penetró y recorrió partes del territorio situado entre aquella
colonia, punta Dungeness y el valle inferior del río Santa Cruz, incorporado a distintos
partidas aborígenes, siguiendo sus movimientos habituales. Aunque al fin fue tan
infruc¬ tuosa como la primera de las entradas que se han mencionado, teniendo en
vista sus miras espirituales y civilizadoras, resultó todavía más provechosa por la suma
de informaciones sobre las costumbres indígenas que de tan prolongada convivencia
pudo obtenerse. Contemporáneamente con esta presencia misionera ocasional, el
asentamiento permanente de los chilenos en puntos del litoral fretano habría de
generar nuevas forma y causalidad de penetración foránea en el territorio indígena.
Ello se explica por la calidad de establecimientos penales militares que investían Fuerte
Bulnes y Punta Arenas, característica que hacía a uno y otro recepcionarios de una
población de penados (denominados "relegados" o "destinados" en el uso
administrativo de la época), cuya condición era doblemente aflictiva, uno, por la
penalidad que debía cumplirse como consecuencia de delitos oportunamente juzgados
y sancionados, y dos, por lo riguroso que 132
aislados parajes (y
poblados.
las que se unieron las deserciones de los soldados encargados de la que vigilancia de
los penados cuyas condiciones, por cierto, no eran ni con mucho mejores las de éstos-.
El destino natural de fugitivos y desertores fue a contar de 1845 el país aónikenk, pues
les pareció preferible sufrir las contingencias propias del rigor natural y de aquellas
que pudieran derivarse del contacto con los patagones, que soportar los
padecimientos y privaciones
cotidianos
a que En un
principio, algunos optaron por refugiarse entre los indígenas, pero después, en
atención a que la mayoría era retenida y devuelta o entregada a la autoridad chilena,
que exigía de aquéllos tal proceder como parte de una política de entendimiento
recíproco, otros intentaron llegar hasta el estuario del Santa Cruz, frontera factual que
les aseguraba de alguna manera la li bertad. Esta opción se generalizó una vez que se
supo en Punta Arenas sobre la apertura de la factoría en el islote Pavón. Tras ellos,
invariablemente, marcharon en su búsqueda partidas de hombres armados. Un cabal
testimonio de- estos hechos quedaría reiteradamente registrado en el relato del viaje
del explorador Musters.
Este movimiento ocasional de personas marchando por el suelo indio se mantuvo
vigente durante el lapso en que Punta Arenas cumplía el triste destino de presidio,
pero
cedió
apreciablemente una vez que, a partir de 1868, se transformó en una colonia en forma
que por consecuencia fue disminuyendo paulatinamente el número de relegados.
Por otra parte, hacia ese mismo tiempo el territorio sudpatagónico era causa de
disputa entre Chile y Argentina, ci rcunstancia que obligaba a su exploración, pero
también constituía una razón de interés para cuantos, por afán de aventura o por
motivos económicos, deseaban obtener conocimiento sobre sus caracterísdticas y
recursos natura¬ les teniendo en miras alguna ulterior explotación. De ese modo fue
que, bien desde Punta Arenas o desde la factoría de Pavón, comenzaron a salir
distintas expediciones que entre 1867 y 1879 cruzaron en varias direcciones el vasto
espacio comprendido entre el estrecho de Magallanes y el río Santa Cruz, el Atlántico y
los Andes, acumulando al fin un caudal informativo sobre el que hasta mediados de los
años 60 era un territorio absolutamente desconocido en lo tocante a su interior,
excepción hecha de los indígenas.
Las
A las mencionadas, deben agregarse los viajes ocasionales realizados entre Punta
Arenas y el estuario del río Santa Cruz, a contar de 1875 y hasta 1878, por las
comisiones que recorrían el sector del territorio próximo al Atlántico en plan de
vigilancia jurisdic¬
cional.
El desarrollo de las
Se familiarizaron de tal
manera
con
distintas comarcas y, a
captura de
ganado alzado y caballos baguales, lo que siempre les procuraba algún provecho. De
ellos, Santiago Zamora -arquetipo de la especie-, un antiguo vaquero arribado a Punta
Arenas como colono en 1868, ganaría merecida fama en la época como uno de los
hombres más versados en el conocimiento de la geografía territorial y sobre las
costumbres desús habitantes. Otros, los menos, como José Manzano, William
Greenwood
S4
Al lector interesado en conocer más sobre estos de ayer y de hoy (Punta Arenas,
1980).
ss
y Silvestre
que les resultaron de su agrado (y en los que por lo mismo su presencia dejaría una
secuela toponímica), dedicándose fundamentalmente a la caza y su acopio de pieles y
pl urnas, productos que de tarde en tarde llevaban a Punta Arenas para venta, tras lo
cual
Se dio, finalmente una tercera especie del género, como fueron los traficantes, es
regularidad en el país aónikenk en plan exclusivamente mercantil, para adquirir de los
indios sus mantas, además de pieles y plumas. En efecto, para 1870 ya no bastaban las
visitas que de vez en cuando éstos hacían a Punta Arenas para trocar o vender sus
artículos, de modo que y visto el valor creciente de los mismos como rubro de
exportación en una economía colonial que se afirmaba y crecía, la demanda
consiguiente y la perspectiva de lucroque en ello vieron los interesados, originó la
nueva actividad del comercio directo en el interior del territorio.
El auge que cobró la misma fue tal que durante 1870 la gobernación autorizó la salida
de 182 expediciones a las pampas, número que para 1871 se elevó a 300 56 57. Que
tal negocio no respondía a un interés circunstancial, se comprueba del hecho que años
después el censo de 1878 registraría a 29 individuos que específicamente declararon
tener como profesión la de "traficantes con los indios". Añádase a ello que otros 33 se
recono¬
cieron como comerciantes, cifra en la que debe incluirse una buena proporción de
quienes se ocupaban también del comercio de pieles y plumas, de forma siquiera
ocasional. Para
Salta a la vista que tantas entradas en el país de los aónikenk, en especial durante la
década de 1870, no podían ser irrelevantes para ellos como podría concluirse de una
apreciación superficial. Por el contrario, en todas ellas los foráneos tomaron contacto
de alguna forma o establecieron un tipo de relación con los indígenas, que muchas
veces pudo prolongarse, con permanencia en sus aduares, de resultas de lo cual
derivaron a la corta o a la
56
Memoria
Memoria 1871-1872
57
58
135
implicancias
fisiológicas y morales.
Este último aspecto exige una consideración más extensa, dada su trascendencia en la
vida de la etnia. Recordamos para el efecto lo expresado anteriormente en cuanto a la
oportunidad del consumo de bebidas. Si hasta 1870 había regido la ocasionalidad,
distinto fue a partir de entonces en que, como queda visto, se multiplicaron las
oportunidades de
posibilidades de un consumo
periódico.
Dos circunstancias fueron decisivas en este respecto: una, la determinación adop¬
tada por el gobernadorque de Magallanes Oscar Viel, de autorizar el ingreso 1 ibre y el
expendio de licores, negocio hasta su llegada conformaba un odioso monopolio. Ello
significó que sólo en 1870 se internaran en Punta Arenas 72.000 litros de aguardiente
59. Conocida como es la cantidad de habitantes la colonia tenía en la época, que
redondeaba las 700 almas (669 personas en enero deque 1870), ello da una
disponibilidad de licor por cabeza que parece excesiva y que se explica, más allá de un
importante consumo interno, por el empleo del licor como moneda de pago en el
tráfico con los indios. Así era, efectivamente. Los antecedentes que informan sobre el
hecho, documentos coloniales y referencias de terceros, son concordantes en cuanto a
la magnitud que dicho negocio fue asumiendo con las consecuencias que son de
presumir para la vida de los naturales. Tal fue así que en 1874, no bien asumió sus
funciones el gobernador Dublé, y una vez impuesto de la lamentable situación, decidió
poner coto a la misma estableciendo la veda del tráfico: "He prohibido la internación
de aguardiente a la Patagonia, comercio
que se dedicaban algunos de esta colonia con gran perjuicio de los indígenas, pues en
estado de ebriedad se matan en gran número" 60. No obstante la prohibición
impuesta, la internación prosiguió en forma clandestina, tanto que en 1877 el mismo
mandatario encarecía en una ocasión al jefe Papón que le remitiera a Punta Arenas a
los comerciantes que iban a vender aguardiente sin su permiso,
en
cuiden
que
no lleven
Comentando el punto,
jefe no era, por cierto, el destinatario apropiado para cumplir el encargo, pues
bebedor habitual como era, difícilmente estaba en situación de impedir un tráfico del
que él mismo era un directo beneficiario.
Así, en la práctica fueron en vano las prohibiciones y controles que pudieron
imponerse. Nada podía entonces, ni podría en el futuro, detener ese censurable
negocio, ni evitar, por tanto, sus consecuencias perniciosas.
Algunos de los viajeros que por la época recorrieron el territorio indígena dejarían
constancia en sus relaciones sobre la persistencia y resultados del lamentable tráfico,
censurando acremente a sus responsables. He aquí una escena que debería tenerse
como típica, que tuvo ocurrencia en 1878 en el paradero de Guer Aike,
Carlos
59
60
un
barril de
aguardiente".
61
La
gritaban a voz en cuello. Todo el mundo nos insultaba: ¡Térro! ¡térro! (malo, malo)
vociferaban las viejas.
"En
"[...] Poco antes de ponerse el sol, regresaron los indios cargados de avestruces y
guanacos.
"Apenas largaron los caballos, principió la borrachera general, que debía durar hasta el
día siguiente.
sus
"El cacique Papón, que apenas podía tenerse en pie,a lloraba como una Magdalena.
"Pescado blandía su lanza, amenazando de muerte aquellos que poco antes eran
amigos.
"Estas borracheras suelen provocar combates sangrientos que van concluyendo con
hospitalaria" ".
Y que el tráfico alcohólico mantuvo una invariable vigencia en el tiempo, lo afirma esta
cita correspondientey al año 1887, debida al explorador Agustín del Castillo: "Con el
producido de las plumas las pieles [los indios] compran a los innumerables
comerciantes los víveres de boca más necesarios, telas, y bebidas por las cuales
sienten una pasión
tremenda.
"Los comerciantes, chilenos en su mayor parte son muy numerosos, y en todas épocas
y estaciones cruzan la pampa en todas direcciones buscando a sus infelices moradores,
con los que proceden como las aves de rapiña con los mansos corderos.
"[...] El abuso que hacen los indios de la bebida destruye rápidamente su organismo, y
es causa directa de la enervación que se aprecia hoy en esa raza viril de otras épocas"
63.
prueba adicional sobre la intensidad que pudo tener este tráfico alcohólico la hemos
obtenido en la evidencia arqueológica encontrada en los paraderos de Dinamarquero
(Nameraike) y Juniaike, que fueron de los más intensa y recurrentemente ocupados
durante la época de que se trata. Allí los restos vitreos son muy abundantes y
demuestran su pertenencia agrandes cantidades de botellas en las que se envasaban
licores fuertes tales
Una
62
63
Mis
137
acabando por asumir sus costumbres. Están también los casos del ex-marinero inglés
Thomas Gold, recogido por la tradición; el del italiano Carlos Carminatti, arribado como
inmigrante a Punta Arenas a fines de los años 70, que ejerció actividades de
comerciante y cazador en las pampas, y el del chileno Ignacio Guerra, quien al parecer
también estuvo
inicialmente dedicado al tráfico con los indígenas. Uno y otro dejarían descendencia
mestiza 64. Por cierto, los nombrados no son sino algunos de los protagonistas de un
fenómeno que hacia el término del siglo se haría cada vez más frecuente, según habrá
de
verse.
Con lo expuesto, se puede concluir que la penetración foránea en el suelo aónikenk
fue causa de variadas consecuencias para la existencia indígena, de hecho todas, en
mayor
o menor
autenticidad de su cultura.
6.- La reducción
poblacional
y la
que las autoridades de Punta Arenas tenían sobre la declinación numérica que se
advertía en la población aónikenk. Efectivamente, el fenómeno era un hecho
fácilmente perceptible por cuantos se hallaban en contacto aperiódico con los
tehuelches. "La población decrece firme y rápidamente, y los estragos de la
enfermedad y las malas consecuencias del aguardiente están realizando como de
costumbre la obra de destruir esta raza", afirmó sin ambages el explorador Musters,
opinión especialmente autorizada para el caso
conciencia
preocupación
Los datos más fidedignos proceden precisamente de los informantes más serios del
período, Schmid y Musters, que deben valorizarse especialmente por haber tenido los
mismos una convivencia prolongada con los indios, suficiente como para haberse
enterado sobre la dimensión numérica de la población. Así, unoy otro asignan una
cantidad de entre 450-500 y 500 individuos, respectivamente, al total de la etnia
aónikenk meridional
mestizaje aparecerán con el tiempo entre los indígenas otros apellidos, tales como
Ibáñez, Lista, Montenegro, Ness,Yebes, Radburne.etc. (Cfr. Rodolfo Casamiquela«í.a/.,
Del mito a la realidad, Viedma, 1991).
64
De
este
45
Está
la estabilidad de la etnia. Este verdadero desafío fue enfrentado con éxito por cada
uno de los grupos étnicos australes durante la vigencia de sus culturas prístinas, cuyo
amenazar
satisfactoria relación
La
declinación
tras
su
contacto
con
indios
estuvieron sometidos
una continua
¿Cómo explicar de manera satisfactoria esa dramática disminución y cuáles eran las
consecuencias que de ese fenómeno podían derivarse para la pervivencia del pueblo
aónikenk?
dades
los extraños originó contagios epidémicos -la viruela- con resultados estragadores.
Ahora bien, si tal contagio derivó de contactos ocasionales, debe convenirse en que
una
con
Hay, en efecto, referencias que permiten concluir que tal posibilidad se dio en la
realidad.
El
misionero Schmid da
cuenta de la
ocurrencia,
Clara García Moro, comentando a Massimo Livi-Bacci y L. del Panta, en Entre brezos y
colmenas (La población de Casares de las Hurdes en los siglos XVII al XX, Badajoz, 1986,
págs. 134 y 135.
66
67
ataque" 68.
diezmó a la tribu meridional", en algún momento del período de que se trata 69. Va de
suyo que estos casos no debieron ser los únicos que afectaron a la etnia en su
transcurso
población aónikenk.
alguna.
Concordando con Motulsky, en que "cuando la tuberculosis ataca a una población sin
contacto previo, la mortalidad es muy alta" 70, afirmamos que muy bien, tal pudo ser
el caso de la etnia aónikenk, tanto más cuando los individuos que la formaban (o parte
de ellos) pudieron tener su sistema inmunológico debilitado como consecuencia del
abuso alcohólico, según veremos, o de la desnutrición generada por el mismo y por los
cambios
influjo fisiológi¬
1890, ello no significa que no se dieran y que tal vez llegaran hasta los aduares
indígenas junto con los visitantes extraños, quizá con consecuencias significantes. Al
respecto, en plan analógico, recordamos- lo acontecido con la etnia kawéskar, a la que
la sífilis habría afectado de
co.
manera
determinante 71.
Las enfermedades trasmisibles aportadas por gente foránea, pues, debieron hacer lo
68
Id.,
pág. 68.
69
70
Arno G.
71
José
Emperaire, Los nómades del mar, Santiago, 1946, pág. 87. Observacions
Sano t tCt rua i ó z r n l Crt b suuzr CSP arunn l tz aC Sntt o cru t uz Carunt tz Sa
población
ldeParate
Parte Parte
Parte
Gregoi
Wreca k
WPuntreca k Poseión
Punt
San
ITABLIA
Lugar
Cálculo
Año
Informante
CSarunt nb o íotl ra ztet/c saui ó l n CSarurnsmítzu a oría CSaruno tnb oíotrl zta e/c saui
ln P cto heb irs lel inó ooc o SraP ruo tníb oo ttza e/c saui l n P cto herib s leil na ó
oooGaD P Rígp l ot sc oi ó .CSdaro runeíl ta zoló r P co ehb s rill eia tó noc o CSP o arb r
usnl a ítuzorCSP o arb rs unl a íuc tzor CSP o arb rs nuíuc tozr ¿ P o pb al a rcc ii ln ?
CMae glát nr ia c dZus ere dr v ol a dZus ere dr v ol a CR ame us s-Ar v ika e CR ame us
s-Ar v ika e CR ame us s-Ar v ika e CR ame us s-Ar v ika e
P P ón ón n Pbsun c n ión lain
Gran
Zona
Re
Re
indv uos indv uos indvuos indvuos indvuos indvuos indv uos indv uos indvuos indvuos
indv uos
guer os
800
dúos dúos dúos dúos dúos dúos dúos dúos dúos dúos
dúos dúos
almas almas
700
800
1879
indiv indiv indiv indiv indiv indiv indiv indiv indiv indiv indiv indiv
Esi
500 800
30 /340 30 /340
Bougainvle
Córdoba
Carte t
Byron
1.600
1833
Roy
Fitz
70/1.0
1834
1.0u n
2.000
1838 1842
Coy m an s D'Urvile
Gardiner
Ar
450/50 40 /50
450
Musters
Schmid
Dublé Rogers
d30aedeor
500
200
500 150
210
300 100
40 /50
1897 1908
G Bu ae scr ur e ñár o n
Candiot
300
259 128
Catlin
Dixie
Roncagli
Lista
1896
Señoret Spears
Hatcher
Mayer
Bories
C1omis9ónPatr0 Nacionl
1912 1912
Censo
Lamrque 141
poblacional aónikenk.
Cabe ocuparse ahora sobre las consecuencias que deben atribuirse al alcohólico, en la
evolución del fenómeno de que se trata.
consumo
con
los individuos, esto es, disminuyendo sus defensas naturales, dejándolos en situación
de vulnerabilidad ante el ataque de distintas patologías. Además, afecta la libido y
disminuye la fertilidad masculina, consecuencia esta que debió ser un factor
determinante en la disminución de la natalidad. Más todavía, el alcohol daña el
sistema hormonal, con pérdida de características masculinas en los varones, produce
desnutrición y disminuye la capacidad intelectual. Finalmente, hay teorías que
postulan que habría un factor genético,
bles de la
Es fácil colegir, entonces, de qué modo una comunidad como fuera la aónikenk pudo
verse afectada de variada manera y de forma permanente por causa de la afición al
alcohol adquirida por sus integrantes, y cómo ésta en su interacción con otras causas
concurrentes
constatar su
vigencia en el
especialmeñte-y sobre lo vengativos que solían ser entre sí. De allí que, estimuladas
como debieron hallarse esas características anímicas'negativas al consumirse bebidas
alcohóli¬ cas, fue de común ocurrencia el surgimiento de peleas, muchas veces de
consecuencias mortales, tanto que, para evitar verdaderas matanzas, las mujeres
indígenas advertidas por las trágicas experiencias precedentes, se apresuraban en
ocultar las armas, lejos del alcance de los hombres alterados, para prevenir desgracias
irreparables. Sobre esta saludable precaución dan cuenta en sus relatos Schmid,
Musters, Furlong y Childs.
Pero no siempre las mujeres llegaban a tiempo, y entonces solían registrarse reyertas
gobernador Dublé Almeida al manifestar que los indios, no obstante ser pacíficos,
"tienen lugar grandes matanzas entre ellos cuando se exceden en la bebida" 72. El
relato del viaje de Musters es especialmente elocuente en este
con
72
Oficio de 25 de
abril de
1875, citado. \
142
respecto 7\
No todos los
sucesos
luctuosos
aónikenk, debieran atribuirse al efecto del consumo alcohólico (sin que tal posibilidad
pueda, de cualquier manera, excluirse como concurrente), por lo que las causas de
violencia con un compromiso colectivo pudieron deberse a otras causas. El mismo
Dublé,
durante su viaje a Santa Cruz en enero de 1879, supo de la ocurrencia de una lucha
intestina de graves consecuencias. En efecto, relata en su diario: "[el día 12] A las 2
p.m. llegamos
lugar llamdo por los indios Seaike, y por los cristianos (así se denomina por acá a
cualquier persona que no sea patagón) Campo de Batalla, a causa de un terrible
combate que hubo en este lugar diez años ha, y en el cual murieron muchos
patagones" 74.
al
En esta información recogida por el antiguo gobernador de boca de sus guías -y cuya
ocurrencia no debería atribuirse a una mera invención de ellos, sino a la noticia
verosímil
que los mismos obtuvieran de los propios indígenas en su momento-, es posible que el
hecho se diera en circunstancias de hallarse enemistados los indígenas con ocasión de
las
disputas que pudieron darse entre ellos cuando chilenos y argentinos los solicitaban en
apoyo de sus respectivos reclamos territoriales, como lo diera a entender Doroteo
Mendoza, al hacer referencia a los indios "chilenos", distanciados de aquellos que
seguían a Casimiro y que andaban por "el centro de las cordilleras" (¿distrito andino-
oriental de Ultima Esperanza?) 7S. En contemporaneidad con el viaje de Dublé, el
teniente Rogers llevaba a cabo su segunda expedición por el interior de la Patagonia
austral. Al encontrarse con el cacique Ventura en un paradero próximo al río Gallegos,
se enteró de que "Los indios, al parecer, andaban todos disgustados unos de otros i
desmembrados en pequeñas partidas. En el campamento solo habían 4 toldos; otros
pocos se habían establecido en Dinamarquero, en dos sectores; otros pocos por la
cordillera de los Baguales, según el cacique Ventura, con ganas de pelear; por último
otra partida se dirige al N. del río Santa Cruz..." 76. De estas referencias, aparece claro
que los disgustos de mayor monta no eran infrecuentes entre los aónikenk, y que si,
como consecuencia de los mismos se producían enfrentamientos sangrientos, las
víctimas se sumaban a las que por causa de las riñas comunes también se daban, con
lo que al fin debe aceptarse que la violencia intestina igualmente aportaba su cuota,
indeterminada, al decrecimiento numérico de la etnia 77.
73
Cfr. op.cit., págs. 138,139,154 y 155; también en Armsy Coan, op. cit., págs. 126,
127,146 y 147; T. Coan,
op. cit., págs. 90, 94, 137 y 195, y Schmid, op. cit., págs. 30, 32 y 68. El explorador
Alejandro Bertrand se refirió igualmente al asunto, al mencionar que en una de tales
reyertas encontró la muerte el famoso Casimiro Biguá (op. cit., pág. 254).
viaje al rio Santa Cruz, Patagonia", en Revista Chilena de Historia y Geografía, tomo
LXXXIV, Santiago, 1938, pág. 219.
74
75
76
"Diario de
77 143
la etnia aónikenk.
verdad, se desconoce casi por completo la cantidad de hijos que podían engendrar en
promedio las parejas aónikenk. Por otra parte, debe suponerse que, como en otras
etnias australes sobre la quese cuenta con alguna mayor información, la
mortinatalidad y la mortalidad infantil fueran de común ocurrencia y elevadas, lo que
dejaba una cantidad
En
escasa
de
hijos que
la continuidad del
grupo social.
respecto un dato del misionero Schmid que es decidor: "Las familias aborígenes no son
nunca numerosas; en término medio, dos o tres hijos forman
Hay en este
de estos toda la prole. Según lo que hasta ahora he podido ver, hay más varones que
mujeres en estas tribus" 78. Que este último y sugerente antecedente no se debía a
una apreciación casual,
que el hecho podía responder a otras causas de larga vigencia temporal, se confirma
con lo observado por Ramón Lista tres décadas después de la permanencia de aquél
entre los indios: "Cuando se consideran del punto de vista estadístico-demográfico [los
cuatro grupos o tribus -australes y boreales- que existían hacia 1890-92], lo que
primero llama la atención es el escaso número de mujeres con relación a los hombres,
a punto que puede decirse que para una de aquellas hay tres de estos. Hé aquí, entre
otras, una de las razones
sino
hijos"81.
78
79
80
81
Cruz",
Stuttgart, 1903. \
144 estimamos
lo sustancial
es
concordante.
era
un
Si,
los
Si
años
con
progresiva
se
fue dando
un fenómeno
que afectó
a los aónikenk en su
manera continua, una vez trabadas y consolidadas las relaciones de intercambio con
otras sociedades. Ello vale especialmente para las formas propias de la
disposición de
cultura
europea y la mapuche.
Así, en lo material, la incorporación del caballo ala vida grupal trajo consigo, según se
ha visto, un conjunto de hábitos y formas, y con ellos sus elementos naturales, que se
incorporaron agregándose a, o modificando aquellos que eran propios de la cultura
vernácula. En el vestuario, por ejemplo, los varones incorporaron el chiripá y las botas
de potro, lo que montaron (protegiendo los genitales) y calzaron mejor. De igual
manera se dio,con a partir dey entonces, la modificación sustancial en lo tocante al
bagaje ergológico, al arte de la caza a las artesanías, como ocurriría posteriormente,
una vez establecida la relación mercantil con las colonias, con los hábitos alimentarios
y el empleo corriente de utensilios, herramientas y productos propios de los
civilizados, al punto que, pasados los años 80, se generalizó el uso de ropas y telas
obtenidos en Punta Arenas, de modo tal que en los varones a veces restaban
únicamente el quillango y la vincha como expresiones del antiguo uso en el vestir,
mientras que en las mujeres el empleo de géneros como el tocuyo, I
145
la
Podríamos abundar sobre la materia, pero sería volver casi innecesariamente sobre
una realidad conocida. En cambio, creemos conveniente, porque resulta ilustrativa,
transcribir la
impresión que les hiciera a los exploradores Bertrand y Contreras el aspecto personal
del cacique Papón y la forma en que el mismo vivía, cuando lo conocieron en su
el
toque llamado de tropa. Veíanse también algunas monturas, lazos, riendas, cueros de
guanaco, boleadoras y varios utensilios, entre los que notamos ollas de fierro, teteras,
tachos, asadores, un cucharón, un trípode de fierro para poner las ollas al fuego, etc.
La vista de tales objetos nos hacía creer que nos hallábamos en el rancho de un
inquilino 82
mas bien
En lo
consideración del fenómeno.
Es posible que los aónikenk, respetuosos del acervo que conformaba su arcano de
enseñanzas morales, creencias religiosas y míticas, evitaran hablar con extraños sobre
el
tema
y únicamente por
82
8J
84
146
menos
cultos.
favores de
seres
entonces, debiera aceptarse que la pérdida del vigor anímico que debió ser
consubstancial con el enervamiento social, y con la reducción y disgregación
poblacional, acarreara la pérdida progresiva de la memoria colectiva y el
debilitamiento de la práctica de hábitos tradicionales, que pudieron ceder en periodici
Jad, fuerza y sentido, derivando en acciones cada vez más distanciadas en el tiempo,
tal vez meramente mecánicas, que, en algunos casos, pudieron conducir al olvido y
abandono totales.
Conjeturando, recordamos a vía de ejemplo, los cantos con que las mujeres
procuraban prevenir algún maleficio cuando llegaban extraños a la toldería, como lo
documentara en su hora el misionero Schmid, y nos preguntamos si tal práctica hubo
de perder vigencia en la medida que la presencia de foráneos se fue haciendo más y
más frecuente entre los indios al correr los años. Tal vez, hasta podría pensarse que si
todavía se escucharan cantos, fueran estos de bienvenida, por el provecho que
prometían tales
visitas...
85
En
86
147
Un
en
en exceso a las
necesidades de
parte, el mayor
esfuerzo que se comenta, debió significar a su tiempo una presión más fuerte que la
ejercida tradicionalmente sobre la fauna y, de tal manera, pudo afectar a las
poblaciones de las especies más cotizadas, guanacos y avestruces, provocando su
disminución numérica. Así, también, pudo sufrir alteración la valoración que los
indígenas tenían respecto del uso de tales recursos, en lo que -de darse el supuesto-
hubo de ser la ruptura del equilibrio tradicional entre la demanda y captura,
mantenido a lo largo de incontables generaciones. Concluyendo el punto, debe
aceptarse como probable un fenómeno progresivo de transculturación entre los
aónikenk, debido a la pérdida de sus formas y valores originales (aculturación), y a la
incorporación de nuevas expresiones propias de culturas ajenas.
De
otra
8.-
La
colonización
pastoril
a) La
aónikenk
Es sabido que
87
capas y pieles a los pasajeros de los vapores que recalaban en el puerto de Punta
Arenas, quedó registrada en interesantes ilustraciones de cronistas viajeros como
fueron Theodor Ohlsen y Milton Prior.
La venta de
88
Dinamarquero y Juniaike se han encontrado restos vitreos que permiten seguir paso a
paso la fabricación de respadores de vidrio (botellas enteras y partes de las mismas,
trozos desechados, esquirlas y piezas acabadas). Para una mayor información
recomendamos ver los estudios de Donald Jackson, "Raspadores de vidrio en
En
148
la
otros colonos
de Punta
Arenas,
auspicioso.
Entre tanto
se
la
profundidad de penetración hacia el interior que excedía de hecho más de una decena
de kilómetros. Esta forma de ocupación era explicable, más allá de la excelente aptitud
pastoril de los campos litorales, por su facilidad de acceso por la vía marítima, la
con una
única
ovina -tanto
Del lado oriental, esto es, desde la parte que pasó a ser de jurisdicción argentina, el
algo posterior en sus inicios y cobró vigor tras el traslado de la capital territorial desde
Puerto Santa Cruz a Río Gallegos (1885). Aquí la colonización
por una parte hacia el sur y el oeste, siguiendo los valles de los ríos Chico y Gallegos y
terrenos aledaños hasta la frontera internacional, y, por otra, hacia el norte y
noroeste, lo que permitió ocupar los campos situados al septentrión del Gallegos y los
de la cuenca del río Coyle y tributarios. Después, paulatinamente, la penetración
colonizadora derivó hacia el noroeste y el norte, ocupándose los campos del sur del
lago Argentino, y algunos del meridión del río Santa Cruz, aledaños a su
desembocadura. Finalmente, en la década
avanzó
89 I
149
siguiente, desde 1893-94, los colonos entraron en los fértiles campos del distrito
subandino de Ultima Esperanza a partir de los litorales del fiordo homónimo, con
rumbos oriente y norte (Mapa 2).
la cantidad y calidad del ganado allí criado, y por la importancia de las estancias
establecidas. Esa ocupación traería consecuencias que afectarían de variada manera al
ambiente natural y a los aborígenes, aspecto este sobre el que nos ocuparemos
más adelante.
indígenas
extraña pacífica que procuró desde sus comienzos adaptarse al medio y armonizar con
él. Para los aónikenk, habituados por generaciones a la vista y trato amistoso con los
foráneos,
que desde 1870 en adelante habían aceptado sin problemas la presencia frecuente de
cazadores, mercachifles y exploradores en su territorio, el hecho del establecimiento
colonizador no generó resistencia alguna, tanto por aquella disposición anímica,
cuanto porque tratándose de un contingente numéricamente reducido y teniendo,
como tenían, un extenso territorio para la satisfacción de sus necesidades, esa
instalación de momento pareció no incomodarles. Con ellos se dio, de tal modo, una
situación histórica esencialmente distinta a la que
vivieron los
distinta actitud son demasiado conocidos como para abundar sobre el Creemos que
importa poner de relieve esa diferencia de comportamiento.
particular 91.
aónikenk, pues, hasta donde sabemos, no solo toleraron aquella presencia extraña
permanente y creciente, sino que supieron convivir con ella, adaptándose con facilidad
a las circunstancias sobrevinientes y a los cambios que, necesariamente, las mismas
fueron imponiendo en sus hábitos y existencias.
Los
mayor información sobre la materia, se sugiere consultar la obra del autor Historia de
la Región Magallánica, ya citada, tomo I, Capítulo VI,5 "Expansión colonizadora.
Ocupación paulatina del ecumene (1880-1905)", y de Elsa Barbería, "Los cambios
introducidos en la política de tierras. La Ley N°4.167 y su aplicación hasta 1914",
Waxen, Año II, N°2, Río Gallegos, 1988.
90
Para
91
Sobre el
1881
Fuego entre I
150
Esta afirmación está basada en distintas fuentes compulsadas. De ellas, sin duda, los
testimonios más interesantes son los aportados por el misionero Mayorino Borgatello
92, por James Radburne, trabajador rural 93; por Ernst von Heinz 94, William Halliday
95 y Agnes Fell96, los dos primeros, colonos, y ésta, esposa de un tercero; también por
Rogelio Eigueroa, hotelero 97, corroborados por los hallazgos arqueológicosy hechos
en los sitios de Dinamarquero y Cuarto Chorrillo 98.
En efecto, la suma de antecedentes disponibles pone en evidencia el establecimiento y
evolución de una relación que, en general, debió ser fluida y rica en contenido, hasta
llegarse a una convivencia entre naturales y arribados que fue ciertamente
sorprendente, y que hasta el presente no había si do considerada en los estudios de
etnografía. Esa relación
desarrollo
gradual, que alcanzó mayor vigor durante la primera década del siglo XX.
Así, desde un comienzo, por largo tiempo los indígenas se asentaron temporalmen¬ te,
durante sus recorridos trashumantes, en la proximidad de las casas de los
establecimien¬ tos ganaderos, sin que de ello derivara molestia alguna para unos y
otros, como para sus
inevitable-, en algún momento había de registrarse alguna aspereza que debía ser el
fruto de la intemperancia de uno de los colonos, más que del abuso de los
Pero
-era
aónikenk. Ello porque dueños como eran los indios de su territorio, se sentían movidos
a obrar como amos y señores, sin que tuvieran porqué entender de regulaciones y
disposiciones de ajeno origen, como eran las concesiones de ocupación fundiaria y los
derechos que de las mismas derivaban para los colonos tenedores de campos,
particular-
92
93
94
95
96
97
pionero-indígena", Anales del Instituto de la Patagonia, vol. 20, Punta Arenas, 1991.
99
151
mente en lo
entonces, los
Así
Queda bien entendido, pues, que en su desarrollo expansivo hacia el interior del
territorio indígena, algún colono pudo o debió interferir el derecho de uso sobre los
campos y recursos que ejercían los aborígenes. Esta circunstancia debió llegar a
conocimiento de la autoridad colonial que residía en Punta Arenas, la que hacia 1883
ya se hallaba preocupada por lo espaciadas que se iban haciendo las visitas de los
indios, y que, pasado 1885, debieron hacerse más raras y hasta suspenderse por algún
tiempo. Quizá si deba cargarse a la cuenta del Gobernador Francisco Sampaio la
ausencia de sanción o amonestación al o los responsables de tales sucesos que
pudieron resentir a los tehuelches: al fin y al cabo correspondía en justicia que
cautelara el derecho legítimo que a éstos tocaba y no simplemente dejar hacer
libremente a los colonos, como pareció ocurrir. No era, claro está, sólo la actitud de
uno que otro colono ganadero la que podía perturbar, y de hecho perturbaba, la vida
indígena. Estaban también las acciones de algunos forajidos, al parecer procedentes
del poblado de Río Gallegos se habían establecido en campos baldíos situados en la
proximidad de la frontera, y que y que debemos entender referidos al área volcánica
compartida entre Chile y Argentina, cuyas caracterís¬
ticas naturales se prestaban para ofrecer refugio a tales malvivientes. Fuera por una u
otra razones, por ambas, los indios pudieron sufrir molestias y la autoridad, por
consecuencia, debióo intervenir en su amparo. Prueba de ello es el decreto de 16 de
agosto de 1889 de la Gobernación de Magallanes, cuyo contenido transcribimos:
"N°87. Los indios patagones pertenecientes a Chile son los únicos que tienen derecho a
residir en los lugares que a continuación se espresan sin perjuicio los
residentes indios.
en
dichos
molesten a losque
citados
lugares son : El Norte de Laguna Blanca, Laguna i Río del Zurdo, Dinamarquero, Cheiak i
Tres Chorrillos". Suscribían el documento el Gobernador, general de brigada Samuel
Valdivieso, y el secretario Miguel A. Manterola 10°. De este interesante documento,
hasta ahora inédito, se advierte que la autoridad territorial no era insensible a las
quejas de los indígenas patagones, y que, por lo tanto, estaba dispuesta a brindar la
protección que merecían los viejos amigos de la colonia magallánica, vinculados como
se hallaban a su acontecer por lazos ya tradicionales de provechoso trato y recíproco
respeto. Consecuente, no paró allí la preocupación guberna¬ tiva, pues, para evitar
que aquella disposición deviniera letra muerta, consideró necesaria la dictación de
otro decreto, por el que se designaba a José Manuel Valdivieso como Juez
"Estos
Comisario déla Patagonia, designación suigenerisy ad hoc, que tenía por fin el de
atender "al cuidado de los terrenos fiscales baldíos; observancia de los límites de los
arrendados
particulares; auxiliar a los indios patagones y en una palabra para el buen orden en
general de aquellas apartadas rejiones que a esa fecha se encontraban completamente
100 V
152
abandonadas" 101.
parecer, la preocupación gubernativa hubo de surti r algún efecto favorable, como que
poco tiempo después el mismo gobernador participaba al Ministro de Relaciones
Exteriores y Colonización sobre los primeros resultados derivados de la presencia del
Juez Comisario, a quien -puntualizaba- había encomendado "vijilara por el buen orden
de esa rejión que se hallaba inundada de bandidos que se escapan de la Colonia
Arjentina de Gallegos, cuidara de los terrenos fiscales baldíos y protejiera a los Indios
Patagones que se habían ausentado del Territorio Chileno por el mal trato que recibían
y que solo ahora principiaban a volver a él.
Al
"No puedo menos que congratularme de haber obrado así pues ya el nombramiento
sus
Fue esta una respuesta adaptativa al desafío planteado por la nueva situación. La
insuficiente disponibilidad de terrenos de caza y de pastoreo, en lo referido a la
cantidad o a lo menos a la extensión de los mismos, obligó al fraccionamiento del
contingente aónikenk en grupos de vida autónoma, haciendo permanente la
fragmentación grupal
temporal que solía darse con anterioridad y que por lo general se había producido por
razón de disputas intestinas. Resultó ser al fin un acomodo inteligente que de
momento permitió una mejor subsistencia al conjunto de la población aborigen. De
ese modo, quizá los grupos mayores, con varias decenas de toldos por campamento,
como el dirigido por Papón en Dinamarquero, tal vez tuvieran vigencia únicamente
hasta 1885-86. Sus sitios preferidos de recurrencia habitacional debieron ser los
parajes tradicionales de Dinamar¬
101
102
el
1890, en Archivo citado. Nos merece dudas la cantidad de indígenas que menciona
Gobernador, refiriéndola al número de toldos, lo que daría 16,6 personas por toldo,
cifra exagerada comparada
Oficio 55 de 5 de febrero de
con otras referencias de la época, que dan entre 8 y 10 personas por cada habitación.
Así, es posible que el grupo al que se refería Valdivieso constara de entre 150 y 180
individuos. I
153
nos
José María
religioso supo de un cuarto grupo, dirigido por el famoso Papón, que con algunas
familias (¿80-100 personas?) se hallaba por el occidente, en tierras del distrito interior
de Ultima Esperanza; y, por fin, un quinto grupo, a cargo del jefe Sapa, con varios
toldos, establecido en Ketenaike,
paraje vecino al ríono Chico o Ciaike. De aquí se infiere que el total de la población
aónikenk para la época bajaba de 300 y tal vez no superaba las 400 almas.
De esa manera, es probable que entre fines de los 80 y comienzos de los 90, el
conjunto de la etnia aónikenk estuviera conformado por un número variable de grupos
autónomos que pudo promediar la media docena, cuya trashumancia debió
desarrollarse sobre parte de los territorios tradicionalmente más recorridos y también
sobre sectores meséticos del sector occidental, libres todavía de colonizadores, como
fue el caso de los campos altos situados al norte de la meseta Latorre (la "cordillera
Chica" de los
baqueanos).
Mas si el
fraccionamiento
pudo facilitar la subsistencia grupal, también respecto de los conjuntos más pequeños
quizá conformara una situación de debilidad que los hacía más vulnerables frente a las
presiones de terceros (los colonizadores), ello entendido en el contexto de la
disminución poblacional ya conocida y para entonces con dramática vigencia. Así, esta
circunstancia debió provocar la disgregación final de las unidades menores y la
reincorporación de las familias supérstites a algún grupo mayor.
Por cierto, la descripción de esta evolución del comportamiento colectivo tiene mucho
de conjetura, no obstante estar basada en noticias fragmentarias, pero es evidente
que si la necesidad social en un momento forzó a la fragmentación y a la dispersión,
más tarde, entrados los años 90, obligó a la reagrupación de los indígenas. La urgencia
vital hizo
de
este proceso
dependiente de Francisco Blanco, un jefe hasta entonces poco conocido, que ocupaba
preferentemente los campos del valleinferior del río Vizcachas, en UltimaEsperanza, y
una tercera comunidad que se hallaba establecida en la cuenca terminal del río Coyle,
que
Pero ni aun así las cosas fueron fáciles para los indios, pues en la medida que avanzaba
la colonización, los campos iban siendo alambrados y con ello se restringía
de
manera
debía
154
bado-. Como
se trató de
una situación
establecimiento 10\
Dinamarquero y
aledaños.
comunidades de trashumancia cada vez más restringida, derivó una consecuencia
ciertamente novedosa, a lo menos para dos de las mencionadas: la tendencia hacia la
sedentarización progresiva de los indígenas.
Del
nucleamiento resultante
en
En este interesante aspecto cabe abundar haciendo referencia a lo acontecido con los
jefes Mulato y Blanco, basándonos en las noticias proporcionadas por Borgatello y
Radburne, complementada con antecedentes obtenidos en documentos de la
Gobernación de Magallanes, respecto del primero, y los datos de Steffen, von Heinz,
Borgatello y Radburne en lo tocante al segundo.
Cabe conjeturar que esta actitud, que importaba el principio de cambio de uno de los
hábitos más arraigados del pueblo aónikenk pudiera deberse a dos razones: una, la
comprensión de los aborígenes acerca de la inevitabilidad de la ocupación de sus
tierras ancestrales por parte de los colonos ganaderos, lo que los forzaba a su vez a
establecerse del modo más permanente posible en una comarca que por sus
condiciones naturales garantizara la existencia de una comunidad que se advertía era
cada vez menos numerosa. Otra, las ideas y disposiciones consiguientes de la
autoridad territorial en semejante respecto, entendiéndolo -en el contexto de su
ánimo de protección de los indígenas- como la mejor medida para asegurar la
continuidad de su vida, libre de molestias, evitándose así las situaciones lamentables
que por entonces se registraban en la Tierra del Fuego entre los sélknam y las
compañías colonizadoras.
medio de modificar sus hábitos i vida nómade mediante la concesión de una extensión
de terreno suficiente para la importancia numérica de los animales que poseían i para
las
Copiador de Cartas "Fiol y Cía" , marzo de 1898. Archivo Mauricio Braun Hamburger,
Museo Regional de Magallanes, Punta Arenas.
103
104
En
Childs,
'
'
A2 Fi óomkn
.-
g 157
cacerías
procedimiento similar debía adoptarse en el caso de haber otros jefes indígenas "que
quieran establecerse en el Territorio", se sabía de la existencia de algunas bandas
independientes que se movían en la vecindadpues de la frontera. En su recorrido, los
comisionados encontraron a los tehuelches ocupando a la sazón
la sección
septentrional del área explorada, desde el valle del río Zurdo al de Juniaike (Gallegos
Chico). Se trataba del grupo principal que obedecía a la jefatura del conocido Mulato,
quien tenía la toldería radicada en aquel valle, a unos tres kilómetros al sur del
deslinde internacional. Según Radburne, hacia mediados de la década esta comunidad
contaba con población que se agrupaba en más de veinte toldos. El paraje habitado
por la indiada de una Mulato correspondía a una comarca abundante en pastos para la
caballada indígena, situada en una zona próxima a los campos de caza y sobre la ruta
tradicional que unía a la laguna Blanca con el valle medio del río Gallegos. Allí, en la
proximidad o
coincidiendo
Chej Aike.
paradero Chej
la
autoridad de un
joven mocetón (quizá el llamado Canario), tenía sus toldos en relativa proximidad del
primero. Es posible que este grupo sea el mismo que Radburne frecuen¬ temente
encontró asentado la vecindad de la laguna Larga, unos siete kilómetros al
sudeste del asentamiento del en Zurdo, y que integraban, entre otros, los miembros
mestizos de la familia Carminatti (Figs. 18-20). Establecida la relación con el jefe
indígena y puesto en su conocimiento el propósito
que inspiraba al Gobernador Señoret, fue menester usar de mucha persuasión por
parte de
centenar o más de indios sobre los cuales ejerce aquella superioridad que no tiene más
fundamento que la diferencia de fortuna. Mulato es propietario de una hermosa
caballada
que alcanzará quizás a 400 animales i los cuales ofrece a sus paisanos para sus viajes i
correrías tras los huanacos; este es el único lazo que mantiene a esa pequeña
república"
106
Como la perturbación que sufrían los indígenas por parte de ubicados en la vecindad
debía hallarse en conocimiento de la autoridad
para la
105
(Correspondencia Gober¬
106
Por
cierto, más allá de la buena intención que
en
precario y todo, parte importante de los aónikenk a laun sazón vivían chileno, obtenían
de esa manera -a través de la persona de Mulato- título que
Como
fuera,
Inclusive, cual ganadero bien asentado, Mulato siguió la costumbre de los civiliza¬ dos
e introdujo el uso de la marca a fuego en su ganado equino (en forma de Y, que
simbolizaba una boleadora en vuelo), una vez que ganó fama como criador y sus
caballos fueron objeto de demanda, señal que todos respetaban.
"Había sido sólo recientemente que los indios habían comenzado a marcar", recordaría
más tarde Radburne. "Antes de la llegada de los blancos, nunca marcaban sus caballos,
cada indio conocía el suyo y recordaba los de los otros. Con la llegada de los blancos y
los esfuerzos de los inescrupulosos en robar a los indios, habían comezado a rajar las
orejas de sus caballos caballos como una pulgada abajo de la punta, así no podían ser
reclamados por los blancos" 108. La actividad criadora ocupaba naturalmente a los
varones de la comunidad, pero también daba trabajo a peones tomados ex profeso.
fin, para completar la caracterización de este proceso de sedentarización progresiva de
los aónikenk, o más propiamente del jefe Mulato, cabe hacer referencia a la evolución
Por registrada en su vivienda. Inicialmente, la misma era el toldo tradicional, de palos y
cueros de guanaco, pero más tarde, tal vez en la medida que el asentamiento se hizo
107
108
En
Childs,
op. cit., pág. 134. Pt ladJc MtPt co Aegr u1a ofrilz a8ena nto9" ,.6s,
E2 t2 i.-
Fig. Fig. 23.- Mulato con dos indígenas. Fotografía tomada a principios del siglo XX
(¿Reserva del Zurdo?).
prolongado, el toldo creció en tamaño, hasta hacerse casi redondo, empleándose tela
(¿lona?) en su cobertura 109. Hacia las postrimerías del siglo, Mulato se hizo edificar
una casa en forma, tal y como la tenían otros establecimientos de la campaña, dejando
su antiguo toldo para usarlo en sus expediciones cinegéticas. Todavía más, en el
campamento del Zurdo se erigió un galpón destinado a servir de henil y bodega, como
también para el alojamiento ocasional de los peones u0. Queda la duda sobre si esta
evolución habitacional fue el fruto de un convencimiento acerca de la mayor
funcionalidad de las nuevas formas edificadas, ola consecuencia de la aceptación de la
exigencia del decreto de marras, no siendo improbable que al fin tanto hubiera de lo
uno como de lo otro.
más
momento
Ciertamente, este jefe se hizo acreedor a la notoriedad que tuvo entre fines del siglo
XIX y los comienzos del XX. De hecho, desaparecido Papón, el último gran jefe
aónikenk, el en prestigio de que gozaba y la riqueza que poseía hicieron de él un digno
sucesor de aquél el seno de la cada vez más reducida comunidad indígena, como para
la creciente
109
Childs, op. cit., pág. 230.E1 28 de diciembre de 1994, hallándose concluida la redacción
del libro, el autor, conjuntamente con Alfredo Prieto y Pedro Cárdenas, miembros del
Centro de Estudios del Hombre Austral, del Instituto de laPatagonia, consiguió ubicar
el sitio exacto de este asentamiento, con abundancia de restos culturales.
110
Decreto 658 de 27 de octubre de 1896 (EnL/6ro Copiador de Decretos Gobernación de
1896-Octubre 1897, Archivo Centro de Estudios del Hombre Austral, citado.
1.1
Magallanes, Setiembre
1.2
figura ecuestre fue elegida para simbolizar la marca comercial "La Patagona" partir de
1896 por José Fischer en Punta Arenas.
1.3
Su
1,4
Childs,
Cfr.
162
suficientes
como para
los restos arqueológicos desperdigados por doquiera, la misma databa desde tiempo
inmemorial. Ello es comprensible si se tiene en consideración la variedad y cantidad de
recursos
encontramos todavía pequeña sociedad de indios -sin duda una de las últimas- que se
habían establecido en esa región desde hacía siete años, siendo dueños de una
importante manada de caballos y vacunos y dedicados también al comercio de
"quillangos", esto es, cobijas de pieles de guanacos y avestruces" 115.
Otros antecedentes han sido encontrados en el diario del colono pionero Ernst von
Heinz (1892-1909), en la relación de un viaje misional del padre Mayorino Borgatello
(1894), en las anotaciones del Libro de Cuentas del Hotel "Tres Pasos", en el libro de
Childs, ya mencionado, y en la correspondencia de la Compañía Explotadora de Cerro
Palique.
De la suma de datos podemos concluir que en un sector del valle del río Vizcachas, en
las cercanías del punto donde se vierten las aguas de su tributario arroyo del Cazador,
aproximadamente a unos 15 kilómetros al sursureste del cerro Palique (Palik-Aike), se
estableció hacia 1892 una comunidad aónikenk cuyo número no habría bajado de un
Estos indios poseían cantidad de caballos y vacunos, y su jefe era un hombre rico, tal
vez el propietario de la mayor parte de esos animales, y que era respetado por sus
paisanos y por los colonos y sus trabajadores, siendo conocido por éstos como
Francisco o Pancho Blanco. Se trata, sin duda, del mismo individuo al que Borgatello
nombra "cacico Paynakan" (denominación esta con reminiscencias mapuches). Este
jefe, como Mulato, al parecer tenía una percepción semejante a la de su congénere en
cuanto a la situación en que se encontraban los indígenas como consecuencia del que
seguía la colonización pastoril, y había entendido que su mayor seguridad y lacurso de
su grupo radicaba en una vida semisedentaria. Inclusive, como aquél, éste entendía las
ventajas de vivir en casa sólida, a
115
Patagonia Occidental. Las cordilleras patagónicas y sus regiones circundantes, volumen
II, Santiago 1968, pág.
574.
116
117