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Comer o no comer: la

cuestión
Para el 2 de Octubre del 2004

Lección 1

Sábado 25 de septiembre
 

Las vicisitudes de Daniel y sus compañeros son un ejemplo del triunfo de los
principios sobre la tentación de complacer el apetito. Nos muestran que, mediante
los principios religiosos, los jóvenes pueden triunfar sobre la concupiscencia de la
carne y permanecer leales a los requerimientos de Dios, aunque les cueste un gran
sacrificio.
 

¿Qué hubiera sucedido si Daniel y sus compañeros hubiesen entrado en


componendas con los oficiales paganos y cedido a la presión de la ocasión,
bebiendo y comiendo como acostumbraban los babilonios? Abandonar los
principios en esa sola ocasión hubiera debilitado su sentido de lo correcto y su
aborrecimiento de lo malo. La complacencia del apetito hubiera requerido el
sacrificio de vigor físico, claridad de intelecto y poder espiritual. Un paso
equivocado probablemente hubiera conducido a otros hasta que, interrumpida su
conexión con el Cielo, la tentación los hubiera arrastrado (Conflicto y valor, p.
248).
Domingo 26 de septiembre: Una historia de dos ciudades: Babilonia y
Jerusalén
 

Los incrédulos... construyeron una ciudad, y concibieron la idea de edificar una


enorme torre que llegara hasta las nubes, para poder vivir juntos en la ciudad y en
la torre, y no ser dispersados jamás. Pensaban que estarían seguros en caso de otro
diluvio, pues la torre que iban a construir se elevaría a una altura superior a la que
habían alcanzado las aguas en ocasión del diluvio, que todo el mundo los honraría,
que serían como dioses y gobernarían a la gente. Esa torre fue planeada para
exaltar a sus constructores, y diseñada para desviar de Dios la atención de los que
vivieran sobre la faz de la tierra, a fin de que se unieran a ellos en su idolatría.
Antes que terminara la construcción, la gente ya vivía en la torre. Algunas
habitaciones habían sido espléndidamente amobladas y decoradas para ser
dedicadas a sus ídolos. Los que no creían en Dios se imaginaban que, si su torre
llegaba hasta las nubes, podrían descubrir las causas del diluvio (La historia de la
redención, pp. 74, 75).
 

Tan pronto como David se vio afianzado en el trono de Israel, comenzó a buscar
una localidad más apropiada para la capital de su reino. A unos treinta kilómetros
de Hebrón, se escogió un sitio como la futura metrópoli de la nación. Antes que
Josué condujera los ejércitos de Israel a través del Jordán, ese lugar se había
llamado Salem. Cerca de allí Abrahán había probado su lealtad a Dios.
Ochocientos años antes de la coronación de David, había vivido allí Melquisedec,
sacerdote del Altísimo. Ocupaba este sitio una posición central y elevada en el país,
protegida por un cerco de colinas. Como se hallaba en el límite entre Benjamín y
Judá, estaba también muy próxima a Efraín, y las otras tribus tenían fácil acceso a
él.
 

Para conquistar esta localidad, los hebreos debían desalojar un remanente de los
cananeos, que sostenía una posición fortificada en las montañas de Sión y Moria.
Este fuerte se llamaba Jebus, y a sus habitantes se les conocía por el nombre de
jebuseos. Durante varios siglos, se había considerado a Jebus como inexpugnable;
pero fue sitiado y tomado por los hebreos bajo el mando de Joab, a quien, como
premio por su valor, se le hizo comandante en jefe de los ejércitos de Israel. Jebus
se convirtió en la capital nacional, y su nombre pagano fue cambiado al de
Jerusalén (Patriarcas y profetas, p. 761).
 
Lunes 27 de septiembre: Los inocentes y los culpables
 

Nehemías presenta las malas acciones de la nación judía como la causa de sus
calamidades. Después de recordar el trato del Señor con ellos y sus repetidas
rebeliones, el profeta declara: "Pero te provocaron a ira, y se rebelaron contra ti, y
echaron tu ley tras sus espaldas, y mataron a tus profetas que protestaban contra
ellos para convertirlos a ti, e hicieron grandes abominaciones. Entonces los
entregaste en manos de sus enemigos" (Nehemías 9:26, 27).
Dios había hecho de Sión su santa habitación y gozo de toda la tierra. Pero a pesar
de su bondad hacia su pueblo elegido, éste lo olvidó y cayó en la idolatría. Sin
embargo, antes de dispersarlos les había enviado repetidas amonestaciones, "más
ellos se llenaron de soberbia... se rebelaron, endurecieron su cerviz, y no
escucharon. Les soportaste por muchos años, y les testificaste por tu Espíritu por
medio de tus profetas, pero no escucharon" (Nehemías 9:29, 30).

Si los seres humanos rehúsan recibir las amonestaciones del Señor; si persisten en
caminar en forma contraria a sus instrucciones, él no puede librarlos de las seguras
consecuencias de su curso de acción. Si se oponen a sus propósitos y abandonan
los principios celestiales, él permite que sus enemigos los humillen.
Mediante Huida, la profetisa, Dios le hizo saber a la nación rebelde: "por cuanto
me dejaron a mí, y quemaron incienso a dioses ajenos, provocándome a ira con
toda la obra de sus manos; mi ira se ha encendido contra este lugar" (2 Reyes
22:17). ¿Cuál fue el resultado? "Vino, por tanto, gran enojo por parte de Jehová de
los ejércitos. Y aconteció que, así como él clamó, y no escucharon, también ellos
clamaron, y yo no escuché, dice Jehová de los ejércitos; sino que los esparcí como
torbellino por todas las naciones que ellos no conocían, y la tierra fue desolada tras
ellos, sin quedar quien fuese ni viniese; pues convirtieron en desierto la tierra
deseable" (Zacarías 7:12-14) …
 

Los hijos de Israel fueron llevados cautivos a Babilonia porque se separaron de


Dios y no mantuvieron sus principios sin adulterarlos con los de las naciones que
los rodeaban. Aquellos que debían ser una luz en medio de las tinieblas,
abandonaron la palabra del Señor, vivieron para sí mismos y dejaron de hacer la
obra especial que Dios les había encomendado. Al no cumplir el propósito que el
Señor tenía para ellos, él permitió que fueran humillados por una nación idólatra.
El Señor no podía dar prosperidad a su pueblo ni cumplir su pacto con ellos, si
ellos no eran fieles a los principios que les había dado, los cuales los mantendrían
separados de los métodos y prácticas de las naciones que deshonraban al Creador.
Por sus acciones y actitudes, los hijos de Israel representaron incorrectamente el
carácter justo de Dios, y él los dejó librados a sus propios caminos, permitiendo
que los babilonios los tomaran cautivos. En medio de esta calamidad, los inocentes
sufrieron con los culpables (The Youth 's Instructor, mayo 14, 1903).
 

Cuando los corazones de los hombres estén enternecidos y subyugados por la


influencia constreñidora del Espíritu Santo, escucharán los consejos; pero cuando
se desvían de la amonestación al punto de endurecer su corazón, el Señor permite
que los conduzcan otras influencias. Al rehusar la verdad, aceptan la mentira, que
resulta en una trampa para destruirlos.
 

Dios había suplicado a los de Judá que no le provocasen a ira, pero no le habían
escuchado. Finalmente pronunció la sentencia contra ellos. Iban a ser llevados
cautivos a Babilonia. Los caldeos serían empleados como instrumento por medio
del cual Dios iba a castigar a su pueblo desobediente. Los sufrimientos de los
hombres de Judá iban a ser proporcionales a la luz que habían tenido, y a las
amonestaciones que habían despreciado y rechazado. Durante mucho tiempo Dios
había demorado sus castigos; pero ahora su desagrado iba a caer sobre ellos, como
último esfuerzo para detenerlos en su carrera impía (Profetas y reyes p. 313).
 

Martes 28 de septiembre: La decisión de Daniel


 

Cuando Daniel y sus compañeros fueron puestos a prueba, se colocaron


plenamente del lado de la rectitud y la verdad. No procedieron caprichosa sino
inteligentemente. Decidieron que como la carne no había formado parte de su
régimen en lo pasado, no debían comerla en lo futuro; y así como el vino había
sido prohibido a todos los que deben ocuparse del servicio de Dios, decidieron que
no lo tomarían.
 

Sabían lo que les sucedió a los hijos de Aarón y que el vino ofuscaría su mente, que
la complacencia del apetito nublaría sus facultades de discernimiento. Se han
registrado estos detalles en la historia de los hijos de Israel como una advertencia,
para que cada joven rechace todas las costumbres, prácticas y complacencias que
en alguna forma puedan deshonrar a Dios.  Daniel y sus compañeros no sabían cuál
sería el resultado de su decisión; sólo sabían que les costaría la vida, pero
resolvieron seguir la senda recta de una estricta temperancia, aunque estaban en la
corte de la licenciosa Babilonia (Comentario bíblico adventista, t. 4, p. 1188).
 

Al decidir no comer de las comidas que el rey había provisto, Daniel no buscaba
que lo consideraran una persona especial; su único propósito era ser fiel a Dios. En
la comida preparada para la mesa del rey había carne de cerdo y otras viandas que
eran declaradas inmundas en la ley dada a Moisés y, como buen hebreo, Daniel no
habría de participar de esas carnes y esas bebidas. Por otra parte, una porción de las
comidas era ofrecida a los falsos dioses de Babilonia, como parte de una
consagración religiosa de toda la comida a los dioses paganos. Daniel y sus tres
compañeros consideraron que comer y beber de tales alimentos ofrecidos a los
ídolos sería una negación de su fe, y una forma de deshonrar la ley de Dios por
participar de actos paganos (The Youth s Instructor, octubre 29, 1907).

Allí estaba Daniel, frente a la mesa del rey Nabucodonosor. Cuando se le ofreció lo
que se consideraba un favor especial, él se propuso en su corazón no aceptarlo.
Tenía conocimiento pleno del efecto que tales comidas y vinos producen en el
sistema humano, y decidió adherirse a las enseñanzas de Dios que prohibían su
uso, antes que recibir el favor del rey. Como resultado, Dios le dio gran sabiduría y
entendimiento en todos los misterios, y al fin del tiempo de prueba estuvo por
encima de cualquiera de los hombres sabios del reino (Historical Sketches, p.153).

Miércoles 29 de septiembre: La prueba


 

Daniel podría haber encontrado una excusa plausible para apartarse de sus hábitos
estrictamente temperantes; pero la aprobación de Dios era más cara para él que el
favor del más poderoso potentado terrenal, más cara aún que la vida misma.
Habiendo obtenido, por su conducta cortés, el favor de Melsar, el funcionario que
estaba a cargo de los jóvenes hebreos, Daniel solicitó para ellos la franquicia de no
comer de la comida del rey, ni del vino de su beber. Melsar temía que, si accedía a
este pedido, incurriría en el desagrado del rey, y así pondría en peligro su propia
vida. Como muchos en el día de hoy, pensaba que un régimen frugal haría que
estos jóvenes aparecieran pálidos y enfermizos, y fueran deficientes en fuerza
muscular, en tanto que el alimento abundante de la mesa del rey los haría
sonrosados y hermosos, y promovería la actividad física y mental. -
 

Daniel pidió que el asunto fuera decidido después de una prueba de diez días: a los
jóvenes hebreos, durante este breve período, se les permitiría comer alimentos
sencillos, en tanto que sus compañeros participaran de los alimentos dedicados al
rey. Por fin el pedido fue concedido, y Daniel se sintió seguro de que había ganado
su causa. Aunque era sólo un joven, había visto los efectos perjudiciales del vino y
de una vida lujuriosa sobre la salud física y mental (La temperancia, pp. 135, 136).
 

El temor de Jehová es el principio de la sabiduría. Los que venzan como Cristo


venció, necesitarán precaverse constantemente contra las tentaciones de Satanás. El
apetito y las pasiones deben ser sometidos al dominio de la conciencia iluminada,
para que el intelecto no sufra perjuicio, y las facultades de percepción se
mantengan claras a fin de que las obras y trampas de Satanás no sean interpretadas
como providencia de Dios. Muchos desean la recompensa y la victoria finales que
han de ser concedidas a los vencedores, pero no están dispuestos a soportar los
trabajos, las privaciones y la abnegación como lo hizo su Redentor. Únicamente
por la obediencia y el esfuerzo continuo seremos vencedores como Cristo lo fue.
 

El poder dominante del apetito causará la ruina de millares de personas, que, si


hubiesen vencido en ese punto, habrían tenido fuerza moral para obtener la victoria
sobre todas las demás tentaciones de Satanás. Pero los que son esclavos del apetito
no alcanzarán a perfeccionar el carácter cristiano. La continua transgresión del
hombre durante seis mil años ha producido enfermedad, dolor y muerte. Y a
medida que nos acerquemos al fin, la tentación de complacer el apetito será más
poderosa y más difícil de vencer (Consejos sobre el régimen alimenticio, pp. 69,
70).
 
Jueves 30 de septiembre: La recompensa
 

Dios dio a Daniel y sus compañeros, "conocimiento e inteligencia en todas las


letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños. Pasados,
pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen, el jefe de los
eunucos los trajo delante de Nabucodonosor. Y el rey habló con ellos... En todo
asunto de sabiduría e inteligencia... los halló diez veces mejores que todos los
magos y astrólogos que había en todo su reino" (Daniel 1:17-20).
Babilonia era, en ese tiempo, el reinado más poderoso del mundo. Dios permitió
que Daniel y sus compañeros fueran llevados cautivos, para que pudieran
compartir con el rey y los nobles de Babilonia el conocimiento del Dios verdadero,
él Creador de los cielos y la tierra (Sermons and Talks, t. 1, pp. 314, 315).
¿Por qué Daniel y sus compañeros rehusaron comer de la mesa del rey? ¿Por qué
rechazaron su comida y su vino? Porque se les había enseñado que esta clase de
comida no guardaría su mente o su estructura física en la mejor condición de salud
para el servicio de Dios. Estos jóvenes instaron de la manera más vehemente al que
estaba encargado de su alimentación a que no los obligara a participar de los
manjares del rey ni a beber de su vino. Le rogaron que los pusiera a prueba
solamente por diez días, y entonces los examinara y decidiera por su apariencia
física si su dieta abstemia los ponía en desventaja. Cuando se presentaron para ser
examinados, el resultado fue decididamente en su favor.
 

Diferente fue con los jóvenes que habían comido de los manejares de la mesa del
rey y bebido de su vino. El claro brillo de los ojos se había desvanecido. El color
rubicundo y saludable había desaparecido del semblante. De ahí en adelante se
permitió a los cuatro hebreos cautivos que tuvieran la dieta que habían escogido.
¿Qué efecto tuvo sobre la mente y el carácter? Ellos habían rehusado
conscientemente el estímulo de la carne y el vino. Obedecieron la voluntad de Dios
en dominio propio, y él manifestó su aprobación. Él deseaba que sus siervos lo
honraran por medio de su adhesión a principios firmes en todos sus hábitos de
vida. Sus semblantes serían un certificado de salud física y pureza moral.
 

"A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las
letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños" (Daniel
1:17). Estos jóvenes tenían al Señor como su educador. Los eslabones de oro de la
cadena del cielo conectaban lo finito con lo infinito. Eran partícipes de la
naturaleza divina. Tenían sumo cuidado en mantenerse en contacto con Dios.
Oraban y estudiaban y ponían en juego en su vida práctica mentes estrictamente
escrupulosas y humildes. La palabra del Señor era su comida y su bebida. "En todo
asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces
mejores que todos los magos y astrólogos" . . .
 

Cuando los hijos de la fe, con ferviente oración, se consagren a Dios sin reserva, el
Señor honrará su fe y los bendecirá con una mente clara...
El cuerpo mismo en el cual habita el alma, y por medio del cual obra, es del Señor.
No tenemos derecho de descuidar parte alguna de la maquinaria viviente. Cada
parte del organismo viviente es del Señor. El conocimiento de nuestro propio
organismo físico debería enseñarnos que todo miembro existe para servir a Dios,
como un instrumento de justicia (Reflejemos a Jesús, p. 135).
 

Viernes 1 de octubre: Para estudiar y meditar


 

Profetas y reyes, pp. 351-360.


La imagen de
Nabucodonosor
Para el 9 de Octubre del 2004

Lección 2

Sábado 2 de octubre

Así también en Daniel colocó Dios una luz al lado del trono del mayor reino del
mundo, para que todos pudiesen aprender del Dios verdadero y viviente. En la
corte de Babilonia se hallaban reunidos representantes de todos los países, hombres
dotados de los más selectos talentos y de abundantes dones naturales, hombres que
poseían la más alta cultura que pudiese otorgar este mundo; sin embargo, en medio
de todos ellos los cautivos hebreos eran sin par. En fuerza y belleza física, en vigor
mental y progreso literario, y en fuerza y percepción espirituales, no tenían rivales.
"Y en todo negocio de sabiduría e inteligencia que el rey les demandó, hallólos
diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino"
(Daniel 1:20). Aunque era fiel a sus deberes en la corte del rey, Daniel se mantuvo
tan leal a Dios que él pudo honrarle como su mensajero ante el monarca
babilónico. Por su medio, los misterios de lo futuro fueron revelados, y
Nabucodonosor mismo se vio obligado a reconocer al Dios de Daniel como "Dios
de dioses, y el Señor de los reyes, y el descubridor de los misterios" (Daniel 2:47)
(Joyas de los testimonios, t.2, p.478).

Centenares de años antes que ciertas naciones subiesen al escenario, el


Omnisciente miró a través de los siglos y predijo, a través de sus siervos los
profetas, el nacimiento y la caída de los reinos universales. El profeta Daniel, al
interpretar el sueño de la gran imagen al rey de Babilonia, una imagen simbólica de
los reinos del mundo, declaró a Nabucodonosor que su reino, con su grandeza y
poder, tendría su período de dominación; pero otro reino lo sucedería, el cual
tendría su período de prueba para comprobar si exaltaría al verdadero Dios, el
único verdadero gobernante. Al no hacerlo, su gloria se desvanecería y un tercer
reino ocuparía su lugar. Este reino también, por su desobediencia, sería
reemplazado por un cuarto reino, fuerte como el hierro, que subyugaría a todas las
naciones del mundo. Estas predicciones del Infinito, registradas en las páginas
proféticas y corroboradas por la historia, fueron dadas para demostrar que Dios
gobierna los asuntos del mundo; que él cambia los tiempos y las sazones; que pone
reyes y quita reyes para cumplir sus propósitos (Manuscript Releases, t. 1, p. 49).

Domingo 3 de octubre: El dilema de Nabucodonosor

Las leyes de la naturaleza están en armonía con las obras del Creador, pero cuando
muchos señores y supuestos dioses tratan de explicar lo que es el resultado de los
principios y las providencias de Dios, presentan un fuego extraño en lugar del
fuego divino y producen confusión. La maquinaria del cielo y de la tierra, con sus
muchas caras y ruedas en medio de las ruedas, muestra una Mano detrás de ellas
que produce orden en medio de lo que parece confusión. El Dios verdadero y
viviente es absolutamente necesario en todo el universo.

Una historia muy interesante e importante nos es dada en Daniel 2.


Nabucodonosor, rey de Babilonia, soñó un sueño que no podía recordar al
despertarse. Entonces, "hizo llamar el rey a magos, astrólogos, encantadores y
caldeos", todos aquellos a los que había exaltado y de quienes había dependido,
ordenándoles que le dijeran lo que había soñado. El terror se apoderó de los sabios
pues no tenían idea de lo que podría haber soñado el rey. Sólo podían decirle: "Rey,
para siempre vive; di el sueño a tus siervos, y te mostraremos la interpretación". El
rey entonces dijo a los caldeos: "El asunto lo olvidé; si no me mostráis el sueño y
su interpretación, seréis hechos pedazos, y vuestras casas serán convertidas en
muladares. Y si me mostráis el sueño y su interpretación, recibiréis de mí dones y
favores y gran honra". Pero lo único que podían decir los sabios era: "Diga el rey el
sueño a sus siervos, y le mostraremos la interpretación".

Nabucodonosor comenzó a ver que los hombres en quienes había confiado para
revelar los misterios y que se jactaban de su sabiduría, no podían ayudarle en ese
momento de gran perplejidad... Furioso, "mandó que matasen a todos los sabios de
Babilonia" (Special Testimonies on Education, pp. 10, 11).
Lunes 4 de octubre: Las reuniones ¿de oración de Daniel

. Nuestro Dios es "galardonador de los que le buscan". Daniel buscó al Señor


cuando salió el decreto de muerte para todos los sabios de Babilonia porque no
habían logrado revelarle al rey lo que había soñado. El rey había demandado que
los sabios le recordaran lo que había soñado y le dieran su interpretación. Esto
sería la prueba de que eran verdaderos magos y astrólogos. Los magos, temblando
de temor, le declararon que su pedido no era razonable, que a ningún hombre en la
tierra se le había requerido pasar esa prueba. La reacción furiosa del rey fue similar
a la que todos los hombres de gran poder y pasiones incontrolables pueden tener:
decidió que todos fueran muertos. Y como Daniel y sus compañeros eran contados
entre los sabios del reino, debían compartir la misma suerte. Esta manera de actuar
es la que podemos esperar de aquellos que tienen gran autoridad, pero son
controlados por pasiones no santificadas.
Daniel se presentó ante el rey y le pidió tiempo para presentar ese asunto ante la
Corte suprema del universo. Cuando se le concedió su pedido, Daniel habló con
sus compañeros y se unieron en súplica y adoración al Dios verdadero. Sobre sus
rodillas rogaron a Dios que les diera poder y sabiduría en ese momento de gran
necesidad. Le solicitaron que él dirigiera todas las cosas de tal manera que no
tuvieran que perecer con los sabios de Babilonia.
"Entonces el secreto me revelado a Daniel en visión de noche, por lo cual bendijo
Daniel al Dios del cielo". No habían buscado a Dios en vano. Junto con sus
compañeros agradeció a Dios porque sus oraciones habían sido escuchadas y
respondidas . . . Entonces Daniel se presentó ante Arioc, "al cual el rey había
puesto para matar a los sabios de Babilonia, y le dijo así: No mates a los sabios de
Babilonia; llévame a la presencia del rey, y yo le mostraré la interpretación" (The
Youth's Instructor, noviembre 22, 1894).
-Por el decreto del rey, Daniel y sus compañeros debían morir junto con los falsos
profetas. Pero Daniel, arriesgando su vida, entra a la presencia del rey, rogándole
que le conceda tiempo para que pueda mostrarle el sueño y su interpretación.
Cuando el monarca accede, Daniel reúne a sus tres compañeros y juntos llevan el
asunto ante Dios, buscando sabiduría en la Fuente de luz y conocimiento. Aunque
estaban en la corte del rey rodeados de tentaciones, no habían olvidado sus
responsabilidades para con Dios. Tenían plena conciencia de que, en su
providencia, Dios los había colocado donde estaban para cumplir las demandas de
la verdad y el deber. Confiaban en Dios como una ayuda siempre presente, y se
dirigieron a él en busca de fortaleza en ese momento de perplejidad y peligro (The
Sanctified Life, p. 35).
Martes 5 de octubre: El testimonio de Daniel

Daniel estaba lleno del Espíritu de Cristo y rogó que los hombres sabios de
Babilonia no fueran destruidos. Los seguidores de Cristo no tienen el atributo
satánico que hace sentir placer al afligir y hacer sufrir a otras criaturas de Dios.
Ellos tienen los atributos de su Maestro quien dijo: "El Hijo del Hombre vino a
buscar y a salvar lo que se había perdido", y "No he venido a llamar a justos, sino a
pecadores, al arrepentimiento" (S. Lucas 19:10; S. Mateo 9:13). Si Daniel hubiera
tenido el celo religioso que inflama a muchas iglesias en la actualidad, y que los
lleva a afligir, oprimir y destruir a los que no sirven a Dios de acuerdo a sus ideas,
le hubiera dicho a Arioc: "Estos hombres que se dicen sabios están engañando al
rey. No tienen el conocimiento que dicen tener y deben ser destruidos. Deshonran
al Dios del cielo porque adoran a los ídolos y sus vidas de ninguna manera honran
a Dios; que mueran. Pero a mí, llévame ante el rey y le mostraré el sueño y la
interpretación" (The Youth's Instructor, noviembre 22, 1894).

He aquí al cautivo judío, sereno y dueño de sí mismo, en presencia del monarca del
más poderoso imperio del mundo. En sus primeras palabras, rehúsa aceptar los
honores para sí, y ensalza a Dios como la fuente de toda sabiduría. A la ansiosa
pregunta del rey: "¿Podrás tú hacerme entender el sueño que vi, y su declaración?"
contesta: "El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos, ni
adivinos lo pueden enseñar al rey. Mas hay un Dios en los cielos, el cual revela los
misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer al cabo
de días" (Profetas y reyes, pp. 363, 364).

El joven cautivo judío está delante del monarca del más esplendente imperio sobre
el cual el sol haya brillado. Aunque rodeado de todas sus riquezas y gloria, el rey
está lleno de ansiedad. Mientras tanto el joven exiliado está sereno y feliz
confiando en su Dios. Parece el momento más propicio para que Daniel se exalte a
sí mismo haciendo prominentes su propia bondad y superior sabiduría. Pero su
primera declaración la dedica a desviar de sí mismo todo honor y a exaltar a Dios,
fuente de toda sabiduría: "El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos,
ni magos ni adivinos lo pueden revelar al rey. Pero hay un Dios en los cielos, el
cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de
acontecer en los postreros días". El rey escucha con solemne atención mientras
cada detalle del sueño es reproducido; y cuando se le da fielmente su
interpretación, siente que puede confiar en ella como una revelación divina
(Review and Herald, febrero 1, 1881).

Miércoles 6 de octubre: La imagen y su interpretación

Nabucodonosor concluyó que podía aceptar la interpretación como una revelación


divina porque a Daniel le había sido revelado cada detalle del sueño. Las solemnes
verdades incluidas en la interpretación hicieron una profunda impresión en la
mente del soberano, y con toda humildad se postró sobre su rostro, diciendo:
"Ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes, y el que
revela los misterios".

Mientras el Señor obraba en el reino babilónico, a la vez comunicaba luz a los


cuatro jóvenes hebreos para revelarse a esa nación idólatra y hacerle saber que
tenía el poder de "quitar reyes y poner reyes". El Rey de reyes estaba comunicando
sus verdades al monarca babilónico, despertando en su mente una comprensión de
su responsabilidad hacia el Dios verdadero. Nabucodonosor vio claramente la
diferencia entre la sabiduría de Dios y la que decían tener los hombres más sabios
de su reino.

Los eventos que ocurrirían hasta el fin del tiempo fueron abiertos ante el rey de
Babilonia no solamente para su propia iluminación, sino para que los gobernantes
de los reinos que le seguirían pudieran tener la misma luz mediante la pluma
profética (The Youth's Instructor, septiembre 8, 1903).

Este sueño que delineaba los eventos del futuro hasta el fin del tiempo, le fue dado
al rey de Babilonia, pero tenía como propósito ser de beneficio para todas las
generaciones futuras. Los reinos que le seguirían podrían recibir luz a través de ese
registro revelado por la pluma profética.

Aunque este asombroso sueño produjo cambios en las ideas y opiniones del rey
Nabucodonosor, su alma no fue librada de su orgullo, de su ambición mundanal ni
de su exaltación propia, porque no dejó obrar al poder convertidor de Dios. El
surgimiento y la caída de los diferentes imperios le fueron descriptos en detalle por
el profeta; pero en lugar de convencerse de la diferencia entre los reinos terrenales
que se levantan y caen, y la grandeza y poder del reino de Jehová, el rey pronto
olvidó su primera impresión acerca del sueño, y sólo pensó en cómo transformarlo
para su propia grandeza, exaltación y honor (Signs of the Times, abril 29, 1897).
El sueño de la gran imagen que delineaba los eventos del futuro hasta el fin del
tiempo, le fue dado a Nabucodonosor para que pudiera comprender su actuación en
la historia del mundo, y también la relación de su reino con el reino de los cielos.
Esta maravillosa revelación produjo cambios en sus ideas y opiniones y por un
tiempo sintió el temor de Dios. Sin embargo, su corazón continuó lleno de orgullo,
de exaltación propia y ambición mundanal ...

Las palabras: "Tú eres aquella cabeza de oro", hicieron una profunda impresión en
la mente del rey; y los sabios de su reino que habían sido incapaces de declararle el
sueño, aprovecharon la oportunidad para sugerirle que hiciera una imagen similar a
la que había visto, para que todos pudieran admirar la cabeza de oro que
representaba su reinado (The Youth's Instructor, febrero 2, 1904).

Jueves 7 de octubre: La promoción de Daniel

La revelación del sueño dado al rey, trajo como resultado el ascenso y la exaltación
de Daniel. "Entonces el rey Nabucodonosor se postró sobre su rostro y se humilló
ante Daniel, y mandó que le ofreciesen presentes e incienso. El rey habló a Daniel,
y dijo: Ciertamente el Dios vuestro es Dios dé dioses, y Señor de señores, y el que
revela los misterios, pues pudiste revelar este misterio. Entonces el rey engrandeció
a Daniel, y le dio muchos honores y grandes dones, y le hizo gobernador de toda la
provincia de Babilonia, y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia. Y Daniel
solicitó al rey, y obtuvo que pusiera sobre los negocios de la provincia de Babilonia
a Sadrac, Mesac y Abed-nego; y Daniel estaba en la corte del rey". Tanto Daniel
como sus tres compañeros fueron ascendidos a consejeros, jueces y gobernantes en
medio de la tierra, pero no se llenaron de vanidad sino se regocijaron en que Dios
fuera reconocido por los potentados terrenales, y que el reino celestial fuera
colocado por encima de los reinos mundanales (Fundamentals of Christian
Education, pp. 412, 413).

Viernes 8 de octubre: Para estudiar y meditar

Profetas y reyes, pp. 361-367.


El horno ardiente
Para el 16 de Octubre del 2004

Lección 3

Sábado 9 de octubre

La luz directa del cielo que brilló sobre el rey Nabucodonosor le hizo sentir el
temor de Dios por un tiempo. Sin embargo, unos pocos años de prosperidad le
alcanzaron para llenar nuevamente su corazón de orgullo y olvidar su
reconocimiento al Dios viviente. Pronto volvió a la adoración de sus ídolos con
mayor celo e intolerancia.

De los tesoros obtenidos en sus guerras hizo una estatua de oro similar a la que
había visto en su sueño, y colocándola en medio de la llanura de Dura mandó a los
gobernantes y al pueblo a adorarla; el no hacerlo significaría pena de muerte. La
estatua tenía cerca de treinta metros de alto y tres de ancho, y a los ojos de ese
pueblo idólatra presentaba una apariencia majestuosa e imponente. En el día de la
dedicación de la estatua, el pregonero proclamaba que, al sonido de la música,
todos debían postrarse y adorarla. Si alguien no lo hacía sería echado
inmediatamente en el homo de fuego ardiendo (The Sanctifled Life, pp. 36, 37).

. Las lecciones que podemos aprender de la lealtad mostrada por los cautivos
hebreos hacia Dios y su ley, tienen una relación directa con nuestra experiencia en
estos últimos días. También nosotros tendremos que confesar a Dios bajo las
circunstancias más difíciles. Para impresionar a los idólatras con el poder y la
grandeza del Dios viviente, sus siervos debemos mostrar reverencia a Dios como el
único merecedor de nuestra adoración y culto; aun a riesgo de nuestra propia vida
no podemos hacer concesiones a la idolatría.

La misma vanagloria y autoridad opresora mostrada por Nabucodonosor se sigue


manifestando en nuestros días; la historia se repite. En este tiempo, el asunto a
prueba será la observancia del sábado. El universo celestial contempla a los seres
humanos pisoteando la ley de Jehová, haciendo de la señal entre él y su pueblo que
guarda sus mandamientos algo despreciables, mientras un falso día de descanso es
exaltado como la estatua en la planicie de Dura. Los que dicen ser cristianos
obligarán al mundo a observar el día de adoración que ellos han creado, y los que
rehusen hacerlo serán puestos bajo leyes opresivas. Es una muestra del misterio de
iniquidad; del trabajo de las agencias satánicas, llevado a la acción por el hombre
de pecado (The Youth's Instructor, julio 12, 1904).

Domingo 10 de octubre: La imagen de oro

Aunque este asombroso sueño produjo cambios en las ideas y opiniones del rey
Nabucodonosor, su alma no fue librada de su orgullo, de su ambición mundanal ni
de su exaltación propia... Las palabras: "Tú eres aquella cabeza de oro", produjeron
tal impresión en su mente que los sabios del reino, que no habían sido capaces de
revelar su sueño, le propusieron que hiciera una estatua similar a la que había visto
para que todos pudieran contemplar la cabeza de oro que representaba su reinado…

Esta sugerencia agradó al rey; su orgullo y vanidad de desplegaron ampliamente


ante el pensamiento de exaltarse, y resolvió que en lugar de copiar simplemente la
imagen que había visto, la estatua debía superar a la original. En lugar de estar
representada sólo por la cabeza de oro, toda la imagen debía simbolizar la grandeza
de Babilonia. La idea de que otros reinos le seguirían debía desaparecer y la
permanencia del precioso metal del que sería hecha toda la estatua indicaría la
permanencia de su reinado...

Aunque el rey había reconocido ante Daniel: "Ciertamente el Dios vuestro es Dios
de dioses, y Señor de los reyes, y el que revela los misterios", ahora se unía con los
sabios que había condenado a muerte, para hacer algo que deshonraría al Dios del
cielo. Se había propuesto destruirlos porque había descubierto que lo engañaban y
no tenían los poderes y conocimientos que decían tener. Sólo la intercesión de
Daniel los había salvado de una muerte cruel. Ahora se unía con ellos para diseñar
una imagen que, copiada de la luz revelada por el cielo, sólo serviría para exaltar
su orgullo y vanagloria. La estatua mostraría que Babilonia quebrantaría todos los
otros reinos y permanecería para siempre. Debía representar a Babilonia como
eterna, indestructible y todopoderosa (Signs of the Times, abril 29, 1897).
Lunes 11 de octubre: Tres hebreos desafían al rey

El día señalado ha llegado y la vasta multitud se ha reunido. • De pronto llega la


noticia al rey de que los tres hebreos que él ha puesto para gobernar la provincia de
Babilonia se rehúsan a postrarse ante la estatua... Lleno de ira el monarca los hace
comparecer ante él y mostrándoles el horno de fuego ardiente, les dice que ése será
su castigo si se niegan a obedecer su orden.
Pero todos los monarcas de la tierra no podrían obligar a estos hombres a desistir
de su alianza a Dios. Saben, por la experiencia de sus antepasados, que la
desobediencia a Dios trae deshonra, desastre y ruina; que el temor del Señor no
solamente es el principio de la sabiduría sino el fundamento de toda verdadera
prosperidad. Con toda calma miran a la muchedumbre idólatra y al horno de fuego.
Han confiado en Dios y él no los abandonará. Su respuesta es respetuosa pero
firme: "Sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la
estatua que has levantado".
El orgulloso tirano está rodeado por sus grandes hombres, los oficiales de su
gobierno y el ejército que ha conquistado a las naciones; todos ellos aplaudiendo su
sabiduría y el poder de sus dioses. Frente a semejante despliegue están los tres
fieles hebreos decididos a no obedecer el decreto del rey. Han sido obedientes a las
leyes de Babilonia mientras éstas no entraban en conflicto con las órdenes de Dios,
pero no se moverán, ni el ancho de un cabello, de su deber hacia su Creador
(Review and Herald. febrero 1, 1881).
La conciencia de Daniel y sus compañeros estaba preparada para evitar toda ofensa
hacia Dios, pero esa actitud no se obtiene sin lucha. ¡Qué prueba debieron soportar
los tres asociados de Daniel cuando les fue requerido adorar la gran imagen que el
rey Nabucodonosor había levantado en la planicie de Dura! Sus principios no les
permitían rendir homenaje a un ídolo que rivalizaba con el Dios del cielo, porque
toda facultad que poseían estaba dedicada a Dios. Aunque sus corazones estaban
llenos de simpatía por todos los seres humanos, también aspiraban a ser
completamente leales a su Dios.
Frente a la orden de cumplir con el edicto que el rey y sus consejeros demandaban,
ellos tenían elocuentes argumentos que presentar. Recordaban cómo habían orado y
ayunado junto a Daniel para que Dios les permitiera conocer el sueño que le había
dado al rey, y cómo el Señor había escuchado su clamor y le había dado sabiduría a
Daniel para interpretar el sueño. De esta manera sus propias vidas y las de los
astrólogos y adivinos habían sido salvadas. Ahora, estos mismos hombres que
habían escapado de la muerte por la misericordia de Dios hacia sus siervos,
buscaban, por celos y envidia, que se cumpliera el decreto de adorar a la imagen
bajo pena de muerte (Manuscript Releases, t.19, p.119).
Martes 12 de octubre: La prueba de fuego

La ira del rey no tuvo límites. En el clímax de su gloria y poder, ser desafiado por
los representantes de una raza cautiva y despreciada, era un insulto que su orgullo
no podía soportar. Ordenó que el horno fuera calentado siete veces más de lo
acostumbrado, y sin demora los jóvenes hebreos fueron echados dentro. Tal era la
furia de las llamas que los hombres que los arrojaron al horno murieron por las
quemaduras recibidas (The Youth's Instructor, abril 26, 1904).

El rey declaró a los tres jóvenes hebreos: "¿Estáis dispuestos para que... os postréis
y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora
seréis echados en medio de un homo de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que
os libre de mis manos?" Los jóvenes dijeron al rey: "No es necesario que te
respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede
libramos del homo de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no,
sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que
has levantado" (Daniel 3:15-18) ... Esos jóvenes fieles fueron echados al fuego,
pero Dios manifestó su poder para librar a sus siervos. Uno semejante al Hijo de
Dios caminaba con ellos en medio de las llamas, y cuando salieron, ni aun el olor
del fuego los había tocado...

Así estos jóvenes, imbuidos del Espíritu Santo, declararon a toda la nación su fe de
que el que ellos adoraban era el único Dios verdadero y viviente... Para
impresionar a los idólatras con el poder y la grandeza del Dios viviente, sus siervos
deben mostrar su reverencia hacia Dios. Deben manifestar que él es el único objeto
de su honra y adoración y que... ni aun la preservación de su misma vida podrá
inducirles a hacer la menor concesión a la idolatría. Estas lecciones tienen un
significado directo y vital para nuestra experiencia, en estos días finales (En los
lugares celestiales, p. 149).

La actitud debida cuando se ora a Dios consiste en arrodillarse. Se requirió este


acto de culto de los tres hebreos cautivos en Babilonia. En la dedicación de la
estatua de oro que representaba al rey, y que él mismo había ordenado levantar, el
pregonero declaraba: "Mandase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, que al
oír el son... de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro
que el rey Nabucodonosor ha levantado"...

Pero ese acto constituía un homenaje que debe rendirse únicamente a Dios,
Soberano del mundo y Gobernante del universo;
y los tres hebreos rehusaron tributar ese honor a ningún ídolo, aunque estuviera
hecho de oro puro. Al hacerlo así, se habrían estado postrando en realidad ante el
rey de Babilonia. Al rehusar hacer lo que el rey había ordenado, sufrieron el castigo
y fueron arrojados al horno de fuego ardiendo. Pero Cristo vino en persona y
anduvo con ellos en medio del fuego, y no recibieron daño (Manuscript Peleases, t.
21, pp. 59, 60).

Miércoles 13 de octubre: Uno semejante al Hijo de Dios

El que tiene verdaderos principios cristianos no se detiene a pesar las


consecuencias. No pregunta: ¿Qué pensará la gente de mí si hago esto? ¿Cómo
afectará mis perspectivas mundanas si lo hago? Con el más intenso anhelo, los
hijos de Dios desean saber lo que el Señor quiere que hagan, para que sus obras lo
glorifiquen. Dios ha hecho amplia provisión para que los corazones y las vidas de
todos sus seguidores puedan ser dominados por su divina gracia, a fin de que sean
una luz ardiente y brillante en el mundo.

Estos fieles hebreos poseían gran capacidad natural, habían disfrutado de la más
alta cultura intelectual, y ahora ocupaban una posición de honor; pero todo esto no
los indujo a olvidar a Dios. Sus facultades estaban sometidas a la influencia
santificadora de la gracia divina. En virtud de su integridad perseverante,
manifestaron las alabanzas de Aquel que los había llamado de las tinieblas a su luz
admirable. En su maravillosa liberación quedó desplegado, ante la vasta asamblea,
el poder y la majestad de Dios. Jesús mismo se colocó a su lado en el horno
ardiente, y por la gloria de su presencia convenció al orgulloso monarca que no
podía ser otro que el Hijo de Dios. La luz del cielo había brillado a través de Daniel
y sus compañeros, y todos sus asociados pudieron reconocer la fe que ennoblecía
sus vidas e iluminaba sus caracteres. Al librar a sus siervos fíeles, el Señor mostró
que estará junto a los que son oprimidos y derribará cualquier poder terrenal que se
interponga a la autoridad del Dios del cielo (The Youth's Instructor, abril 26, 1904).

Desde su solio real, el rey miraba esperando ver completamente destruidos a los
hombres que le habían desafiado. Pero sus sentimientos de triunfo cambiaron
repentinamente. Los nobles que estaban cerca vieron que su rostro palidecía
mientras se levantaba del trono y miraba intensamente hacia las llamas
resplandecientes. Con alarma, el rey, volviéndose hacia sus señores, preguntó:
"¿No echaron tres varones atados dentro del fuego?... He aquí que yo veo cuatro
varones sueltos, que se pasean en medio del fuego, y ningún daño hay en ellos: y el
parecer del cuarto es semejante a hijo de los dioses".

¿Cómo sabía el rey qué aspecto tendría el Hijo de Dios? En su vida y carácter, los
cautivos hebreos que ocupaban puestos de confianza en Babilonia habían
representado la verdad delante de él. Cuando se les pidió una razón de su fe, la
habían dado sin vacilación. Con claridad y sencillez habían presentado los
principios de la justicia, enseñando así a aquellos que los rodeaban acerca del Dios
al cual adoraban. Les habían hablado de Cristo, el Redentor que iba a venir; y en la
cuarta persona que andaba en medio del mego, el rey reconoció al Hijo de Dios
(Conflicto y valor, p. 252).

Jueves 14 de octubre: Nabucodonosor cambia de actitud

Cuando Cristo se manifiesta a sí mismo a los hijos de los hombres, un poder


invisible habla a sus almas. Se sienten en la presencia del Infinito. Ante su
majestad, los reyes y los nobles tiemblan, y reconocen que el Dios vivo está por
encima de todo poder terrenal.

Con remordimiento y vergüenza, [el rey] exclamó: "Siervos del Dios Altísimo,
salid y venid". Y ellos obedecieron, mostrándose sin ningún daño ante la vasta
multitud; ni siquiera el olor del fuego salía de sus mantos. Este milagro produjo un
cambio notable en la mente del pueblo. La grande imagen de oro, erigida con tanta
ostentación, fue olvidada. El rey publicó un decreto según el cual toda persona que
hablara contra el Dios de estos hombres sería muerta "por cuanto no hay dios que
pueda librar como éste" (Reflejemos a Jesús, p. 79).

...El rey de Babilonia procuró difundir en todos los pueblos de la tierra su


convicción de que el poder y la autoridad del Dios de los hebreos merecían
adoración suprema. Y agradó a Dios el esfuerzo del rey por manifestarle reverencia
y por hacer llegar la confesión real de fidelidad a todo el reino babilónico
(Reflejemos a Jesús, p. 81).

Importantes son las lecciones que debemos aprender de lo experimentado por los
jóvenes hebreos en la llanura de Dura. En esta época nuestra, muchos de los
siervos de Dios, aunque inocentes de todo mal proceder, serán entregados para
sufrir humillación y ultrajes a manos de aquellos que, inspirados por Satanás, están
llenos de envidia y fanatismo religioso. La ira del hombre se despertará en forma
especial contra aquellos que santifican el sábado del cuarto mandamiento; y al fin
un decreto universal los denunciará como merecedores de muerte.

El tiempo de angustia que espera al pueblo de Dios requerirá una fe


inquebrantable. Sus hijos deberán dejar manifiesto que él es el único objeto de su
adoración, y que, por ninguna consideración, ni siquiera de la vida misma, pueden
ser inducidos a hacer la menor concesión a un culto falso. Para el corazón leal, los
mandamientos de hombres pecaminosos y finitos son insignificantes frente a la
Palabra del Dios eterno. Obedecerán a la verdad, aunque el resultado haya de ser
encarcelamiento, destierro o muerte.

Como en los días de Sadrac, Mesac y Abed-nego, en el período final de la historia


de esta tierra el Señor obrará poderosamente en favor de aquellos que se
mantengan firmemente por lo recto. El que anduvo con los notables hebreos en el
horno de fuego acompañará a sus seguidores dondequiera que estén. Su presencia
constante los consolará y sostendrá (Reflejemos a Jesús, p. 362).

Viernes 15 de octubre: Para estudiar y meditar

Profetas y reyes, pp. 369-376.


El juicio sobre
Nabucodonosor
Para el 23 de Octubre del 2004

Lección 4

Sábado 16 de octubre

Debido a que Nabucodonosor no continuó caminando en la luz recibida desde el


cielo, perdió de vista las profundas impresiones que habían impactado su mente.
Sin embargo, Dios, en su misericordia, le envió al rey otro sueño para evitar, si
fuera posible, que él se adjudicara la gloria que sólo pertenece al supremo
Gobernante del universo (The Youths Instructor, noviembre 1, 1904).

Si el rey hubiera prestado atención a este consejo [Daniel 4:27], el mal sobre su
persona hubiese sido evitado. Por un tiempo se sintió impresionado por la
advertencia recibida, pero su corazón no había cambiado; y un corazón que no es
completamente transformado por la gracia de Dios, pronto olvida las impresiones
hechas por el Espíritu Santo. El rey se sintió bien establecido en el corazón de sus
súbditos y lleno de prosperidad; esto lo tentó a hacer cosas injustas. Su gobierno
había sido, en gran medida, justo y misericordioso; pero ahora se había tomado
duro y opresivo. Las cualidades que Dios le había dado, eran usadas para su propia
glorificación (Manuscript Releases, t. 7, p.67).

La lección que Dios desearía que toda la humanidad aprendiese de la experiencia


vivida por el rey de Babilonia, es que él es capaz de derribar a todo aquel que se
ensalza orgullosamente. Nabucodonosor tuvo que aprender, mediante dura
disciplina, que Dios —no el hombre— es el gobernante supremo, y que su reino es
reino eterno. También en la actualidad los seres humanos deben comprender que
Dios es supremo. Y aun los que tienen éxito en la obra de Dios, deben recordar que
Dios les da el éxito, no para su propia gloria, sino para la gloria del Señor. El que
trata de desviar un rayo de la gloria de Dios para sí mismo será castigado por su
presunción (Manuscript Releases, t. 7, p. 69).
Domingo 17 de octubre: Un testimonio real

El último sueño que Dios dio a Nabucodonosor y la experiencia del rey en relación
con el mismo contienen lecciones de importancia vital para todos aquellos que
están relacionados con la obra de Dios. El rey estaba preocupado por su sueño,
porque evidentemente era una predicción de adversidad y ninguno de sus sabios
podía intentar interpretarlo. El fiel Daniel permaneció delante del rey, no para
adular ni para dar una interpretación errónea a fin de asegurarse el favor real. Sobre
él descansaba el solemne deber de decir la verdad al rey de Babilonia.

Nabucodonosor hizo caso omiso del mensaje celestial. Un año después de haber
sido advertido, mientras caminaba por su palacio se dijo a sí mismo: "¿No es ésta
la gran Babilonia que yo edifique...?" El Dios del cielo leyó el corazón del rey y
escuchó sus murmullos de autoexaltación... "Vino una voz del cielo... El reino ha
sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo
será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán
sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los
hombres, y lo da a quien él quiere. En la misma hora se cumplió la palabra sobre
Nabucodonosor, y me echado de entre los hombres".

Durante siete años, Nabucodonosor fue el asombro de todos sus súbditos; durante
siete años fue humillado delante de todo el mundo. Al cabo de ese tiempo, la razón
le fue devuelta, y mirando con humildad hacia el Dios del cielo, reconoció en su
castigo la intervención de la mano divina. En una proclamación pública, confesó su
culpa, y la gran misericordia de Dios al devolverle la razón...

Estaba ahora cumplido el propósito de Dios, de que el mayor reino del mundo
manifestase sus alabanzas. La proclamación pública, en la cual Nabucodonosor
reconoció la misericordia, la bondad y la autoridad de Dios, fue el último acto de
su vida que registra la historia sagrada (Conflicto y valor, p. 253).

Lunes 18 de octubre: El segundo sueño de Nabucodonosor

Nabucodonosor tuvo otro sueño que aterró su corazón. En una visión de la noche
vio un gran árbol en medio de la tierra, cuya copa llegaba hasta el cielo y sus ramas
se extendían hasta los fines de la tierra. Sobre él hacían morada las aves del cielo, y
debajo de él hallaban refugio las bestias del campo. Y mientras el rey miraba, vio a
"un vigilante y santo", seguramente similar al
que había visto en la realidad caminando con los tres hebreos en medio del horno
de fuego. Este personaje celestial se aproximó al árbol, y en alta voz ordenó:
"Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad su fruto;
váyanse las bestias que están debajo de él, y las aves de sus ramas. Mas la cepa de
sus raíces dejaréis en la tierra, con atadura de hierro y de bronce" (Review and
Herald, febrero 1, 1881).

No es sorprendente que en su prosperidad un monarca tan ambicioso y orgulloso,


se sintiera tentado a desviarse de la senda de la humildad, la única que lleva a la
verdadera grandeza. Durante los intervalos entre sus guerras de conquista, pensó
mucho en el fortalecimiento y embellecimiento de su capital, hasta que al fin la
ciudad de Babilonia vino a ser la gloria principal de su reino, "la ciudad codiciosa
del oro", "que era alabada por toda la tierra". Su pasión como constructor, y su
señalado éxito al hacer de Babilonia una de las maravillas del mundo, halagaron su
orgullo al punto de poner en grave peligro sus realizaciones como sabio gobernante
a quien Dios pudiera continuar usando como instrumento para la ejecución del
propósito divino.

En su misericordia, Dios dio al rey otro sueño, para advertirle del riesgo que corría
y del lazo que se le tendía para arruinarlo. En una visión de noche, Nabucodonosor
vio un árbol gigantesco que crecía en medio de la tierra, cuya copa se elevaba hasta
los cielos, y cuyas ramas se extendían hasta los fines de la tierra. Los rebaños de
las montañas y de las colinas hallaban refugio a su sombra, y las aves del aire
construían sus nidos en sus ramas. "Su copa era hermosa, y su fruto en abundancia,
y para todos había en él mantenimiento... Y manteníase de él toda carne" (Profetas
y reyes, pp. 377, 378).

Martes 19 de octubre: El consejo de Daniel

Las habilidades de los sabios probaron ser, una vez más, ineficaces para interpretar
el sueño y Daniel fue llamado a hacerlo. Su significado lo dejó atónito y "sus
pensamientos lo turbaban". A pesar de eso le dijo fielmente al rey que lo que le
había ocurrido al árbol en el sueño, era una representación de su propia caída; que
perdería la razón y con las bestias del campo sería su morada; que se mantendría en
esa condición por un período de siete años. Entonces Daniel urgió al orgulloso
monarca a arrepentirse, volverse a Dios, y hacer misericordia a los oprimidos para
tratar de evitar tal calamidad. Pero el corazón del rey ya se había endurecido y no
sentía su dependencia de Dios (Review and Herald, febrero 1, 1881).

El sueño de la imagen dado al rey de Babilonia es impresionante. Nabucodonosor


era el gobernante más grande, poderoso y próspero de su tiempo, y el Señor
designó su reinado como la cabeza de oro. Pero el rey desatendió las
amonestaciones de Dios contra él, y en lugar de buscar el reino eterno de Dios por
encima de las cosas terrenales, siguió las imaginaciones de su orgulloso corazón y
pensó que su reino llegaría a ser más extenso y poderoso de lo que era.

Aunque el sueño era muy explícito, ningún mago, ni astrólogo, ni caldeo, ni


adivino podía recordarle el sueño ni decirle su verdadera interpretación. Aquellos
que no temen a Dios no pueden entender los misterios del reino de los cielos, ni
pueden aproximarse al trono de Aquel que mora en luz inaccesible. Las cosas de
Dios son para ellos el misterio de los misterios. Finalmente, el rey debió dar
testimonio de que los siervos de Dios son los que entienden las cosas de Dios; por
eso Daniel fue capaz de explicarle el sueño y su interpretación.

El rey estimaba a Daniel por su permanente integridad, y por su fidelidad en honrar


a Dios en todo tiempo y lugar. Con una sabiduría insuperable, ni él ni sus
compañeros comprometerían su fidelidad y honra a Dios, por tratar de asegurarse
posiciones en la corte o aun preservar su vida. En sus primeros tratos con Daniel, el
rey halló que era el único que podía ser su auxilio en tiempos de perplejidad. Y
ahora, frente a un nuevo sueño que lo dejaba perplejo, recordó a Daniel.

Llamándolo a su presencia, el rey le relató el sueño y le rogó que le diera la


interpretación. Aunque Daniel quedó turbado por el significado del sueño, le dijo al
rey toda la calamidad que le sobrevendría... Entonces Daniel exhortó al rey a
buscar el perdón de sus pecados y redimir sus iniquidades mostrando misericordia
hacia los pobres. Pero la luz del cielo no fue aceptada ni ejerció una influencia
salvadora sobre su carácter. Aquellos que reciben luz celestial deben cambiar su
curso de acción, o la amonestación del Señor se tomará menos y menos importante
hasta que es puesta a un lado.

En lugar de prestar atención a la amonestación, el rey pervirtió aún más sus


caminos. La declaración: "Tú eres aquella cabeza de oro", alimentó su vanidad; se
exaltó a sí mismo, y pensó que su reinado sería eterno, como si la imagen hubiera
sido toda de oro. Quería acrecentar la envidia y los celos de los demás reinos, y
dejando de lado la clara luz recibida de Dios, pervirtió su curso de acción y quiso
exaltarse a sí mismo por encima de Dios. Su reino, que hasta entonces había sido
en gran medida justo y misericordioso porque Dios le había dado sabiduría para
gobernar, ahora mostraba la vanidad y opresión del corazón humano. Fue entonces
cuando cayó sobre él el juicio divino. Perdió la razón y se tornó como las bestias:
comía lo que éstas comían y actuaba como éstas actuaban. Por siete años duró el
asombro y la sorpresa de sus súbditos. Fue humillado por Dios como ejemplo para
aquellos que no honran a Dios, sino quieren ser dioses ellos mismos
(Manuscript Releases, t. 13, pp. 63-65).

Miércoles 20 de octubre: La humillación del rey

Estúdiese el sueño de Nabucodonosor como está registrado en Daniel 4... El sueño


representaba la grandeza y prosperidad de su reinado. Las naciones estaban
reunidas bajo su soberanía, y su reino estaba bien establecido en el corazón de sus
súbditos leales.

Al ver la grandeza de su prosperidad el rey se envaneció, olvidó las


amonestaciones que Dios le había dado, e hizo exactamente las cosas que Dios le
había dicho que no hiciera. Orgulloso de su reinado, declaró: "¿No es ésta la gran
Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de
mi majestad?" Y en el instante en que estas palabras fueron dichas, el juicio sobre
él fue pronunciado. Su sabiduría, inteligencia y juicio que consideraba tan
perfectos, fueron removidos de él; la joya de la razón, que separa al hombre de las
bestias, le fue retirada.

El cetro ya no está en las manos del orgulloso monarca. El poderoso gobernante es


ahora un maníaco; se une a los rebaños de ganado para comer lo que las bestias
comen. La frente que ceñía la corona está desfigurada por la ausencia de la razón y
el intelecto. La orden se había hecho realidad: "Derribad el árbol, y cortad sus
ramas, quitadle el follaje y dispersad su fruto" (Testimonies, t. 8, pp. 126, 127).

Nabucodonosor se dedicó a los placeres y a la glorificación de sí mismo.


Construyó la gran ciudad, y caminando en medio de sus palacios, declaró: "¿No es
ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y
para gloria de mi majestad?". No sabía que "un vigilante y santo" estaba a su lado,
inscribiendo sus palabras en los registros celestiales. Dios le quitó la razón y se fue
a morar y comer con las bestias del campo. ¿Acaso los hombres pueden gloriarse
en sus éxitos? ¿Quién les da el éxito? ¿No es acaso Dios el que da los talentos para
alcanzarlo? ¿Cómo pueden los seres humanos vanagloriarse cuando Dios da sus
preciosos dones para que sean usados en su servicio? Cada partícula de éxito
pertenece a Dios. Es su sabiduría la que se muestra en las obras de los hombres, y
él es quien debe recibir la alabanza. Es el trabajo de Satanás llevar a los hombres
talentosos a glorificarse a sí mismos.

Algo similar ocurrió con Belsasar posteriormente. Mientras sus hombres adoraban
a los dioses de plata y de oro y se gozaban con los placeres del banquete, un
vigilante registraba sus actos, y una mano comenzó a escribir caracteres
misteriosos en las paredes del palacio. Belsasar no había humillado su corazón ante
Dios, sino se había ensalzado a sí mismo sobre el Dios del cielo. Por eso la
escritura decía: "Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto" (Review and
Herald, abril 30, 1889).

... Al instante, Nabucodonosor perdió la razón y fue colocado al nivel de las


bestias, "y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del
cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las
aves".

Así como las bestias no tienen razonamiento ni conciencia para reconocer a Dios ni
para tener un conocimiento acerca de él, Nabucodonosor había desconocido a Dios
y sus misericordias. Su popularidad y prosperidad lo habían llevado a sentirse
independiente de Dios y a usar el razonamiento que él le había confiado para
buscar su propia gloria. Tampoco había prestado atención a los mensajes de
advertencia que le habían sido enviados. Por eso el Vigilante celestial, al ver la
actitud y las acciones del rey, le quitó en un instante todos los dones que le había
dado.

Nabucodonosor no sacó provecho de las amonestaciones recibidas, por tanto, tuvo


que aprender, a través de una severa disciplina, que Dios —no el hombre— es el
Gobernante, y que su reino es el que perdura para siempre. Sólo tras varios años de
humillación aprendió que no era su cetro, sino el cetro de Aquel cuyo reino es
eterno, el que tiene supremo control sobre los asuntos humanos (The Youth's
Instructor, marzo 28, 1905).
Jueves 21 de octubre: La conversión de Nabucodonosor

El castigo que sobrevino al rey de Babilonia reformó su corazón y transformó su


carácter. Entendió el propósito de Dios al humillarlo y reconoció que la mano
divina estaba detrás de su castigo. Antes de su humillación había sido un tirano al
tratar con los demás; ahora era un monarca sabio y compasivo. Antes de su
humillación había desafiado y blasfemado al Dios del cielo; ahora reconocía
humildemente el poder del Altísimo y procuraba fervorosamente brindar felicidad a
sus súbditos.

Al fin, con el castigo recibido, el rey había aprendido la lección que todos los
gobernantes deben aprender: que la verdadera grandeza consiste en la bondad.
Reconoció a Jehová como el Dios viviente y proclamó por todo su reino que todos
debían aprender lo que él había aprendido: que el Dios que se debe adorar no es
una imagen de oro, sino el Dios que creó los cielos y la tierra. "Ahora yo
Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus
obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan
con soberbia".

De esa manera, el rey de Babilonia se transformó en un testigo de Dios que


compartía un testimonio fervoroso y elocuente, proveniente de un corazón
agradecido que había participado de la misericordia, la gracia, la justicia y la paz
que brinda la naturaleza divina. En esa forma, el propósito de Dios de que el mayor
reino del mundo proclamara su gloria, fue finalmente cumplido (The Youth's
Instructor, diciembre 13, 1904).

Viernes 22 de octubre: Para estudiar y meditar

Profetas y reyes, pp. 377-383.


Fiesta con sorpresa
Para el 30 de Octubre del 2004

Lección 5

Sábado 23 de octubre

En la historia de Nabucodonosor y Belsasar, Dios habla a su pueblo de la


actualidad. La condenación que caerá sobre los habitantes de la tierra en estos
últimos días será el resultado de rechazar la luz. Nuestra condenación en el juicio
no sobrevendrá por el hecho de que hemos vivido en el error sino porque hemos
sido negligentes en aprovechar las oportunidades brindadas por el cielo para
descubrir la verdad. Los medios para conocer la verdad están al alcance de todos;
pero como esos reyes indulgentes y egoístas, prestamos más atención a lo que
agrada al oído, encanta a los ojos y gratifica al paladar, que a los divinos tesoros de
verdad que enriquecen la mente. Pero es mediante la verdad que podemos
responder a la pregunta: "¿Qué debo hacer para ser salvo?" (The Bible Echo,
septiembre 17, 1894).

"Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.


Reconócelo en todos tus caminos, y' él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu
propia opinión; teme a Jehová y apártate del mal" (Proverbios 3:5-7). Debemos
ejercer todos nuestros poderes y ceñir los lomos de nuestro entendimiento para
comprender cómo glorificar a Dios. Al mismo tiempo debemos desconfiar de
nuestra propia sabiduría, porque es inseguro confiar en nosotros mismos pues
nuestras capacidades son limitadas. Debemos investigar profundamente en busca
de la verdad; y aun así reconoceremos que queda un campo infinito por descubrir.
Al buscar la verdad seremos recompensados con un mejor conocimiento del
carácter de Dios y de Jesucristo a quien él ha enviado. Y al contemplar la bondad,
la benevolencia y la misericordia de Dios, nuestros caracteres serán transformados
a la semejanza del carácter divino y seremos llevados a practicar las virtudes que
proceden de lo alto. Al buscar conocer mejor a Dios, Cristo ampliará nuestra visión
acerca de la excelencia del carácter del Padre y seremos inspirados a tener
pensamientos y acciones similares a los de él (The Youth's Instructor, diciembre
15,1892).
Domingo 24 de octubre: La escritura aparecida en la pared

Un Vigilante que no fue reconocido, pero cuya presencia era un poder de


condenación, contempló esta escena de profanación. Pronto el Huésped invisible,
que no había sido invitado, hizo que se sintiera su presencia. En el momento en que
la sacrílega orgía estaba en su punto máximo, apareció una mano incruenta, y
escribió palabras de juicio condenatorio sobre la pared del salón del banquete.
Palabras ardientes procedieron de los movimientos de la mano: "MENE, MENE,
TEKEL, UPARSIN", se escribió con letras de fuego. Fueron pocos los caracteres
trazados por aquella mano en la pared frente al rey; pero mostraron la presencia del
poder de Dios.

Belsasar se atemorizó. Se despertó su conciencia. Lo embargaron el temor y el


recelo que siempre acompañan al culpable. Cuando Dios infunde temor a los
hombres, éstos no pueden ocultar la intensidad de su terror. Los grandes hombres
del reino quedaron alarmados. Su blasfema profanación de las cosas sagradas se
transformó en un momento. Un frenético terror superó a todo dominio propio...

El rey trató en vano de leer las ardientes letras. Se encontraba ante un poder
demasiado formidable para él. No podía leer la escritura (Comentario bíblico
adventista, t. 4, p. 1192).

En su orgullo y arrogancia, con temerario sentimiento de seguridad, "Belsasar hizo


un gran banquete a mil de sus príncipes, y en presencia de los mil bebía vino".
Todos los atractivos ofrecidos por la riqueza y el poder aumentaban el esplendor de
la escena. Entre los huéspedes que asistían al banquete real había hermosas
mujeres que desplegaban sus encantos. Había hombres de genio y educación. Los
príncipes y los estadistas bebían vino como agua, y bajo su influencia
enloquecedora se entregaban a la orgía. Habiendo quedado la razón destronada por
una embriaguez desvergonzada, y habiendo cobrado ascendiente los impulsos y las
pasiones inferiores, el rey mismo dirigía la ruidosa orgía.

En el mismo momento cuando la francachela estaba en su apogeo, surgió una


pálida mano y trazó en la pared de la sala del banquete la condenación del rey y de
su reino. "Mene, Mene, Tekel, Uparsín", fueron las palabras escritas y ésta fue la
interpretación dada por Daniel: "Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado
falto... Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas". Y el relato nos
dice; "La misma noche fue muerto Belsasar rey de los caldeos. Y Darío de Media
tomó el reino".
Poco pensó Belsasar que un Vigilante invisible contemplaba su orgía idolátrica.
Pero no hay nada que se diga o haga que no esté registrado en los libros del cielo.
Los caracteres místicos trazados por la pálida mano testifican que Dios es testigo
de todo lo que hacemos, y que es deshonrado por las francachelas y orgías. No
podemos ocultar nada de Dios. No podemos escapar de nuestra responsabilidad
ante él. Doquiera estemos y cualquier cosa 'que hagamos, somos responsables ante
Aquel a quien pertenecemos por creación y redención (La temperancia, pp. 43,44).

Lunes 25 de octubre: El consejo de la reina

Había en el palacio una mujer que era más sabía que todos ellos: la reina madre,
que había reinado con el abuelo de Belsasar. En esta emergencia, se dirigió al rey
en un lenguaje que trajo un rayo de luz en medio de las tinieblas. Le dijo: "Rey,
vive para siempre; no se turben tus pensamientos, ni palidezca tu rostro. En tu
reino hay un hombre en el cual mora el espíritu de los dioses santos, y en los días
de tu padre se halló en él luz e inteligencia y sabiduría, como sabiduría de los
dioses... Llámese, pues, ahora a Daniel, y él te dará la interpretación" (The Bible
Echo, mayo 2, 1898).

Son pocos los que se dan cuenta de cuánto abarca la influencia de sus palabras y
hechos. ¡Cuan a menudo los errores de los padres producen los efectos más
desastrosos sobre sus hijos y sobre los hijos de sus hijos, mucho después de bajar a
la tumba ' los protagonistas mismos! Cada uno ejerce cierta influencia sobre los
demás, y se le tendrá por responsable del resultado de esa influencia. Las palabras
y los hechos ejercen gran poder y en el largo más allá se verán los efectos de la
existencia que vivimos aquí. La impresión causada por nuestras palabras y nuestras
acciones redundará seguramente en bendición o maldición para nosotros. Este
pensamiento da una pavorosa solemnidad a la vida, y debe impulsarnos a rogar
humildemente a Dios que nos guíe por su sabiduría (Patriarcas y profetas, pp. 598,
599).

Belsasar sabía del trato de Dios con Nabucodonosor, pero ese conocimiento no
había tenido efecto en su propia manera de actuar. Se había dedicado ciegamente a
la adoración de los ídolos y a la indulgencia de sus pasiones sensuales. Pero las
cosas no le habían salido bien últimamente; había sido derrotado en batalla por
Ciro y la ciudad de Babilonia había estado sitiada por dos años. Sin embargo,
dentro de esa fortaleza que parecía inexpugnable, protegida por sus masivas
murallas y sus puertas de bronce y suplida por las aguas del río Eufrates y
provisiones para veinte años, el voluptuoso monarca se sentía seguro y pasaba su
tiempo en orgías y borracheras.

La noche de la gran fiesta para mil de sus grandes hombres, todas las atracciones
que la riqueza y el poder real podían proporcionar le daban esplendor a la escena.
Todo lo que podía alimentar la complacencia de la carne estaba allí. Los príncipes
y gobernantes bebían vino como agua y actuaban bajo su influencia degradante. El
rey había ordenado traer los vasos de oro y plata que el rey Nabucodonosor había
tomado del templo de Jerusalén; vasos que habían sido consagrados para el
servicio a Dios y que los sacerdotes utilizaban para el culto. Ahora, en medio de la
sacrílega fiesta, estaban siendo usados por estos impíos para su borrachera (Review
ana Herald, febrero 8, 1881).

Martes 26 de octubre: Sin excusas

Belsasar, aterrado por esta representación del poder de Dios, que revelaba el hecho
de que con ellos había un testigo, aunque ellos no lo sabían, había tenido grandes
oportunidades de conocer las obras del Dios viviente y su poder, y de hacer su
voluntad. Había sido privilegiado con mucha luz. Su abuelo, Nabucodonosor, había
sido amonestado de su peligro de olvidar a Dios y glorificarse a sí mismo. Belsasar
tenía conocimiento de que su abuelo había sido desterrado de la sociedad de los
hombres para asociarse con las bestias del campo; y estos hechos, que debieran
haber sido una lección para él, fueron desoídos, como si nunca hubieran ocurrido;
y continuó repitiendo los pecados de su abuelo. Se atrevió a cometer los crímenes
que acarrearon los juicios de Dios sobre Nabucodonosor. Fue condenado, no sólo
porque estaba obrando impíamente, sino también por no haber aprovechado él
mismo las oportunidades y capacidades que, de haberlas cultivado, lo hubieran
hecho recto (Testimonios para los ministros, pp. 443, 444).

Daniel no evitó cumplir con su deber; le mostró al rey su pecado por no haber
prestado atención a las lecciones que debía haber aprendido de los eventos que le
habían ocurrido a Nabucodonosor. No había leído la historia de su abuelo
correctamente. Se le había dado la oportunidad de conocer la verdad, pero esa
lección práctica no había sido aceptada de corazón, y los resultados de su curso de
acción estaban ahora a la vista (The Bible Echo, mayo-2, 1898).
El Señor no deja que las prácticas impías se mantengan, sin enviar amonestaciones
y reproches. Hay hombres que ocupan posiciones elevadas, que saben de los
juicios y advertencias de Dios hacia otros que han sido desobedientes, sin embargo,
no buscan corregir sus caminos ante Dios. En lugar de hacerlo, tratan de dejar sin
efecto los mensajes que el Señor ha enviado y se exaltan a sí mismos andando en
sus propios caminos en abierto desafío a la palabra de Dios. No son ignorantes de
lo que es correcto, pero han cerrado sus ojos para no verlo. A ellos les llegará la
misma sentencia que al rey impío: "No has humillado tu corazón, sabiendo todo
esto".

Muchos han continuado su incorrecto curso de acción hasta que el Señor Jesús no
puede aceptar más sus servicios sin que haya una verdadera conversión. Su pueblo
no tiene excusas para rechazar los consejos de su Espíritu. En su palabra hay
suficientes ejemplos que debieran advertirnos a todos. Sin embargo, muchos en su
pueblo no han prestado atención a las amonestaciones enviadas (Review and
Herald, septiembre 24, 1908).

Miércoles 27 de octubre: Pesado y hallado falto

Cuando la escritura en la pared fue leída e interpretada, Belsasar escuchó la


sentencia irrevocable: "Pesado has sido en balanza, y miste hallado falto... Tu reino
ha sido roto, y dado a los medos y a los persas". Belsasar no tenía excusa puesto
que le había sido concedida abundante luz para que reformara su vida. Había
tenido la oportunidad de conocer la verdad, pero había dejado escapar todos los
beneficios que reporta ese conocimiento. Ni como rey, ni como persona había
querido entrar en la mente de Dios. Por eso, Aquel que tiene el poder de poner
reyes y quitar reyes, le había quitado el reino de su mano y se lo había dado a otro.

En la historia de Nabucodonosor y Belsasar, Dios habla a las naciones de la


actualidad. Se debe prestar atención a las lecciones que él trató de enseñar a estos
reyes rebeldes. Si Belsasar hubiera actuado en armonía con la instrucción dada a su
abuelo, hubiera retenido tanto su reino como su vida. Pero él desestimó las
advertencias y se rebeló contra Dios, cometiendo los mismos errores por los que su
abuelo había sido reprobado y castigado, elevándose y exaltándose a sí mismo
hasta que el juicio de Dios cayó sobre él y su casa. Su más grande pecado fue
rechazar la luz recibida y rehusar andar en la senda de justicia (Signs of the Times,
julio 20, 1891).
Aquella última noche de loca insensatez, Belsasar y sus señores habían colmado la
medida de su culpabilidad y de la que incumbía al reino caldeo. Ya no podía la
mano refrenadora de Dios desviar el mal que los amenazaba. Mediante múltiples
providencias, Dios había procurado enseñarles a reverenciar su ley. Había
declarado acerca de aquellos cuyo juicio llegaba ahora hasta el cielo: "Curamos a
Babilonia, y no ha sanado". A causa de la extraña perversidad del corazón humano,
Dios encontraba por fin necesario dictar la sentencia irrevocable. Belsasar iba a
caer, y su reino iba a ser traspasado a otras manos (Profetas y reyes, p. 389).

Jueves 28 de octubre: La caída de Babilonia

Ésta fue la última fiesta que ofreció el orgulloso rey caldeo, porque el que se
mantiene en la perversidad recibe la irrevocable sentencia. Belsasar había
deshonrado grandemente a Aquel que lo había exaltado como rey y su tiempo de
prueba había terminado. Mientras el rey y sus nobles estaban en el apogeo de su
orgía, los persas desviaron el Eufrates y entraron en la ciudad desprotegida.
Mientras Belsasar y sus príncipes bebían en los sagrados vasos de Jehová y
alababan a sus dioses de oro y plata, Ciro y sus soldados pasaban por debajo de las
murallas del palacio. "Esa misma noche —dice el registro bíblico— fue muerto
Belsasar rey de los caldeos. Y Darío de Media tomó el reino" (The Bible Echo,
mayo 2, 1898).

Del nacimiento y de la caída de las naciones, según resaltan en los libros de Daniel
y Apocalipsis, necesitamos aprender cuan vana es la gloria y pompa mundanal.
Babilonia, con todo su poder y magnificencia, cuyo parangón nuestro mundo no ha
vuelto a contemplar —un poder y una magnificencia que la gente de aquel tiempo
creía estables y duraderos— se desvaneció y ¡cuan completamente! Pereció "como
la flor de la hierba" (Santiago 1:10). Así perecieron el reino medo-persa, y los
imperios de Grecia y de Roma. Y así perece todo lo que no está fundado en Dios.
Sólo puede perdurar lo que se vincula con su propósito y expresa su carácter. Sus
principios son lo único firme que conoce nuestro mundo.

Un estudio cuidadoso de cómo se cumple el propósito de Dios en la historia de las


naciones y en la revelación de las cosas venideras, nos ayudará a estimar en su
verdadero valor las cosas que se ven y las que no se ven, y a comprender cuál es el
verdadero objeto de la vida. Considerando así las cosas de este tiempo a la luz de la
eternidad, podremos, como Daniel y sus compañeros, vivir por lo que es verdadero,
noble y perdurable. Y al aprender en esta vida a reconocer los principios del reino
de nuestro Señor y Salvador, el reino bienaventurado que ha de durar para siempre,
podemos ser preparados para entrar con él a poseerlo cuando venga (Profetas y
reyes, pp. 402, 403).

Viernes 29 de octubre: Para estudiar y meditar

Profetas y reyes, pp. 384-395.


Un antiguo decreto
de muerte
Para el 6 Noviembre del 2004

Lección 6

Sábado 30 de octubre

Daniel no osó confiar en su propio poder moral. La oración era para él una
necesidad. Hizo de Dios su fortaleza, y el temor del Señor estaba constantemente
delante de él en todas las transacciones de la vida.

Daniel poseía la gracia de la genuina mansedumbre. Era leal, firme y noble. Trató
de vivir en paz con todos, y sin embargo era imposible de torcer, como el glorioso
cedro, dondequiera que hubiera un principio envuelto. En todo lo que no ofreciera
conflicto con su lealtad a Dios, era respetuoso y obediente hacia aquellos que
tenían autoridad sobre él; pero tenía un concepto tan alto de las exigencias divinas
que los requerimientos de los gobernantes terrenales eran colocados en un lugar
subordinado. Ninguna consideración egoísta lo inducía a desviarse de su deber.

El carácter de Daniel es presentado al mundo como un notable ejemplo de lo que la


gracia de Dios puede hacer por los hombres caídos por naturaleza y corrompidos
por el pecado. El registro que tenemos de su vida noble y abnegada es un motivo
de aliento para el común de los hombres. De él podemos obtener fuerza para
resistir noble y firmemente la tentación, y con la gracia de la mansedumbre,
perseverar en todo lo recto, bajo la más severa prueba (La temperancia, p. 135).
Domingo 31 de octubre: Las características de un siervo fiel

Cuando Darío el Medo subió al trono antes ocupado por los gobernantes
babilónicos, procedió inmediatamente a reorganizar el gobierno. Decidió
"constituir sobre el reino ciento veinte sátrapas... y sobre ellos tres gobernadores,
de los cuales Daniel era el uno, a quienes estos sátrapas diesen cuenta, para que el
rey no fuese perjudicado. Pero Daniel mismo era superior a estos sátrapas y
gobernadores, porque había en él un espíritu superior; y el rey pensó en ponerlo
sobre todo el reino".

Los honores otorgados a Daniel despertaron los celos de tos principales del reino, y
buscaron ocasión de quejarse contra él; pero no pudieron hallar motivo para ello,
"porque el -era fiel, y ningún vicio ni falta fue hallado en él".

¡Qué lección se presenta aquí para todos los cristianos! Celosos y perversos ojos se
posaban sobre Daniel día tras día. La vigilancia era agudizada por el odio, pero ni
aun así podían encontrar en su vida una sola palabra o una sola acción que
pudieran considerar equivocada. A pesar de eso, Daniel no hacía ostentación de
haber alcanzado la santificación; hacía algo infinitamente mejor: vivía una vida de
fidelidad y consagración.

Cuanto más intachable la conducta de Daniel tanto más crecía el odio de sus
enemigos. Se llenaban de furia porque no podían encontrar ni una falta moral en su
carácter, ni en el cumplimiento de sus deberes. "Entonces dijeron aquellos
hombres: No hallaremos contra este Daniel ocasión alguna para acusarle, si no la
hallamos contra él en relación con la ley de su Dios". Daniel oraba tres veces al día
al Dios del cielo; esa era la única acusación que podían levantar contra él (The
Sanctified Life, pp. 42, 43).

Satanás induce a muchos a creer que la oración a Dios es inútil, que no es sino una
forma. Bien sabe él cuan necesarias son la meditación y la oración para mantener
despiertos a los seguidores de Cristo para que resistan su astucia y sus engaños.
Los ardides de Satanás apartarán la mente de estas prácticas importantes para que
el alma no se apoye en el Poderoso para recibir ayuda y obtener fuerza para resistir
sus ataques. Se me mostró que el pueblo de Dios de la antigüedad hacía fervientes
y efectivas oraciones... Daniel oraba a su Dios tres veces al día, y Satanás se
enfurece cuando escucha el clamor de una oración ferviente, porque sabe que
perderá la batalla. Daniel era preferido sobre los gobernadores y príncipes por su
excelente espíritu, y los ángeles caídos temían que su influencia pudiera debilitar el
control que ellos ejercían sobre los gobernantes del reino. La hueste de ángeles
malignos trabajó entre los gobernadores y príncipes, para que su mente se llenara
de celos y envidia y vigilaran a Daniel para tratar de encontrar algo con lo cual
acusarlo ante el rey, pero no hallaban falta en él. Entonces, estos agentes de Satanás
pensaron que su fidelidad a Dios podría ser la causa de su destrucción. Los ángeles
malignos les sugirieron la idea que ellos llevaron adelante {Testimonies, t. 1, p.
295).

Lunes 1 de noviembre: La conspiración contra Daniel

Bajo el reinado de Darío, Daniel fue elevado a una posición de gran honra porque
el rey vio en él un "espíritu superior". Sin embargo, cuando los gobernantes del
reino vieron los honores que se le brindaban, comenzaron a sentir celos, envidia y
odio contra él. Su integridad estaba en marcado contraste con la vida de los demás,
y cuanto más justo e íntegro era él, tanto más lo odiaban. Por largo tiempo
buscaron encontrar algo por lo cual condenarlo, pero se enfurecían al no hallar
nada que pudiera ser un cargo contra él. Por ser Daniel el primer ministro del reino,
sabían que deberían presentar pruebas de su acusación.

La situación de Daniel no era nada envidiable. Estaba al frente de un grupo de


gente deshonesta y prevaricadora, que buscaba por todos los medios encontrar
algún defecto en su conducta. Ponían espías que lo siguieran para ver si de esa
manera podían encontrar algo contra él. Finalmente, el plan de usar su religión
como medio de condenarlo y destruirlo, provino del mismo Satanás. El hecho de
que Daniel oraba a su Dios tres veces al día podía ser la base para el plan de
destruirlo.

El complot se mantuvo en secreto entre los nobles y príncipes sin que el rey se
diera cuenta. Entonces se acercaron a él y le sugirieron que, en honor a su dignidad
y realeza, firmara un decreto ordenando que por treinta días nadie pudiera hacer
una petición a dios u hombre alguno, salvo al rey...

El rey se sintió alabado y envanecido por el pedido. Ni por un momento pensó que
Daniel, su siervo amado y honrado, podía ser afectado por esa ley. Firmó el
decreto, y con él en sus manos, los príncipes y gobernadores salieron de su
presencia con el triunfo reflejado en sus rostros. Consideraban que el hombre a
quien odiaban estaba ahora bajo su control (The Youth's Instructor, noviembre 1,
1900).

La envidia es uno de los más viles rasgos del carácter satánico. Constantemente
trata de exaltar al yo al difamar a otros. El envidioso rebaja a su prójimo para
exaltarse a sí mismo. El sonido de la alabanza es grato para el que ha desarrollado
mucho el ansia de ser aprobado y detesta oír que se encomie a otro. ¡Oh, cuan
indecible daño ha causado en nuestro mundo este mal rasgo de carácter! En el
corazón de Saúl existió la misma enemistad que agitó el corazón de Caín contra su
hermano Abel, porque las obras de Abel eran justas y Dios las aceptaba, y sus
propias obras eran malas y el Señor no podía bendecirlo.

La envidia es hija del orgullo, y si se la alberga en el corazón provocará actos


crueles, odio, venganza y homicidio. El gran conflicto entre Cristo y el príncipe de
las tinieblas se lleva a cabo en la vida práctica cotidiana (Comentario bíblico
adventista, t. 3, p.1177).

Martes 2 de noviembre: El asunto de la oración

La historia de Daniel es extraordinaria. Vivió su fe y sus principios arrostrando


gran oposición. Fue condenado a muerte porque no cedió en lo mínimo con
respecto a su lealtad hacia Dios aun en vista del decreto del rey. Hoy día pudiera
decirse que es ser justo en demasía irse a arrodillar y orar frente a una ventana
abierta tres veces al día, consciente de que ojos intrusos lo observaban y que sus
enemigos estaban listos para acusarlo de deslealtad hacia el rey; más Daniel no
permitiría que ningún poder terrenal se interpusiera entre él y su Dios, aun bajo la
perspectiva de muerte en el foso de los leones. Aunque Dios no impidió que Daniel
fuese lanzado dentro del foso de los leones;

un ángel entró con él y tapó sus bocas para que ningún mal le sobreviniera; y en la
mañana, cuando el monarca lo llamó, él respondió: "Mi Dios envió a su ángel, el
cual cerró las bocas de los leones, para que no me hiciesen daño, porque ante él fui
hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho nada malo" (Daniel
6:22). Era un noble y constante siervo de Dios (Testimonios para la iglesia, t. 5, p.
497).

Cuando el decreto es firmado por el rey, Daniel se da cuenta que el propósito de


sus enemigos es destruirlo; pero no por eso cambia su acción acostumbrada.
Realiza con calma sus deberes diarios, y a la hora de la oración va a su cámara, y
con las ventanas abiertas hacia Jerusalén, ofrece sus peticiones al Dios del cielo.
Por su actuación declara valientemente que no hay poder en la tierra que pueda
interponerse entre él y su Dios, o decirle cuando puede o no puede orar. ¡Qué
hombre de principios! ¡Qué ejemplo ante el mundo de hoy de fidelidad y valentía
cristianas! Daniel se dirige a Dios con todo su corazón, aunque sabe que la muerte
es la condena por su devoción.

Sus adversarios lo espían durante un día entero; tres veces se ha ido a su cámara y
tres veces se ha escuchado su voz con ferviente intercesión. A la mañana siguiente,
el rey recibe el informe de que Daniel, uno de los cautivos de Judá, ha desafiado su
decreto. Entonces los ojos del monarca se abren para ver la trampa que le ha sido
tendida. Se culpa a sí mismo de haber firmado el decreto, y durante todo un día
busca la manera de librar a Daniel. Pero tos enemigos del profeta están prestos a
recordarle: "Sepas, oh rey, que es ley de Media y de Persia que ningún edicto u
ordenanza que el rey confirme puede ser abrogado" (The Sanctified Life, pp. 43,
44).

Miércoles 3 de noviembre: Daniel en el foso de los leones

Daniel me lanzado en el foso de los leones, "Y fue traída una piedra y puesta sobre
la puerta del foso, la cual selló el rey con su anillo y con el anillo de sus príncipes,
para que el acuerdo acerca de Daniel no se alterase". Llenos de alegría satánica, los
enemigos de Daniel retornaron a sus hogares y se dedicaron a festejar, con vino sin
medida, el éxito alcanzado al quitar del camino a aquel que no aceptaba soborno
para dejar de lado su integridad.

Para el rey Darío, la noche fue distinta. El testimonio de Daniel había hecho una
profunda impresión en su mente. Tenía algún conocimiento del trato de Dios con el
pueblo de Israel, y la conducta de Daniel lo había convencido que el Dios de los
hebreos era el Dios verdadero. Se sentía con remordimiento por haber firmado el
decreto que se le había sugerido, y su conciencia lo dejó turbado y sin dormir
aquella noche. La cámara real estuvo triste, sin música, sin entretenimiento y sin
consoladores. Hubo oraciones y los pensamientos del rey se elevaron como nunca
antes. Muy temprano en la mañana, con sentimientos encontrados de desesperación
y esperanza, y con oraciones hacia Aquel que comenzaba a reconocer como el Dios
verdadero, Darío se acercó al foso y en alta voz llamó a Daniel, diciéndole:
"Daniel, siervo de Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te
ha podido librar de los leones?"

Con intensa ansiedad esperó la respuesta; y un agradecimiento inexpresable llenó


su corazón cuando desde el fondo del foso se oyó una voz, diciendo: "Oh rey, vive
para siempre. Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que
no me hiciesen daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de tí, oh
rey, yo no he hecho nada malo. Entonces se alegró el rey en gran manera a causa de
él, y mandó sacar a Daniel del foso; y fue Daniel sacado del foso, y ninguna lesión
se halló en él, porque había confiado en su Dios". Y leemos acerca de Daniel que
"prosperó durante el reinado de Darío y durante el reinado de Ciro el persa" (The
Youth’s Instructor, noviembre 1, 1900).

Daniel tenía tal aprecio por el privilegio de orar al Dios del cielo que no permitiría
que cosa alguna se interpusiera entre su alma y Dios. Cuando salió el decreto
ordenando que ninguna persona hiciese una petición a hombre o dios alguno por el
término de treinta días, Daniel continuó, como era su costumbre, orando tres veces
al día con sus ventanas abiertas hacia Jerusalén. Cuando descubrió el complot, el
rey se lamentó de la firma del decreto que había resultado del ardid creado por los
enemigos de Daniel, y por la calamidad que había sobrevenido a su protegido. Pero
nada podía hacer para evitarlo, y Daniel fue echado en el foso de los leones. Pero
en medio de las bestias salvajes Daniel gozó de buena compañía. El ángel del
Señor cerró la boca de los leones hambrientos para que no le hicieran daño...

Dios no les promete a sus hijos evitarles las pruebas, pero promete algo mucho
mejor: "Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad" (2
Corintios 12:9). Cuando nos sobreviene la tribulación, el Señor no desea que
pensemos que él nos ha abandonado; somos de gran valor a su vista, porque nos
evalúa con relación a los sufrimientos de su querido Hijo. "No temas, porque yo te
redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo;
y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la
llama arderá en tí. Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu
Salvador" (Isaías 43:1-3) (The Bible Echo, marzo 1,1893).
Jueves 4 de noviembre: Darío honra a Dios

Nuevamente, un gobernante pagano hizo una proclamación para exaltar al Dios de


Daniel como el Dios verdadero. "El rey Darío escribió a todos los pueblos,
naciones, y lenguas, que habitan en toda la tierra: Paz os sea multiplicada: De parte
mía es puesta ordenanza, que en todo el señorío de mi reino todos teman y
tiemblen de la presencia del Dios de Daniel: porque él es el Dios viviente y
permanente por todos los siglos, y su reino tal que no será deshecho, y su señorío
hasta el fin. Que salva y libra, y hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra;
el cual libró a Daniel del poder de los leones".

La perversa oposición que el siervo de Dios había arrostrado quedó completamente


quebrantada. "Daniel fue prosperado durante el reinado de Darío, y durante el
reinado de Ciro el Persa". Y por haberle tratado, esos monarcas paganos se vieron
obligados a reconocer que su Dios era "el Dios viviente y permanente por todos los
siglos, y su reino tal que no será «deshecho" (Profetas y reyes, pp. 399, 400).

Siendo la ley del amor el fundamento del gobierno de Dios, la felicidad de todos
los seres inteligentes depende de su perfecto acuerdo con los grandes principios de
justicia de esa ley Dios desea de todas sus criaturas el servicio que nace del amor,
de la comprensión y del aprecio de su carácter. No halla placer en una obediencia
forzada, y otorga a todos libre albedrío para que puedan servirle voluntariamente
(Exaltad a Jesús, p. 44).

Viernes 5 de noviembre: Para estudiar y meditar

Profetas y reyes, pp. 396-403.


La lección de historia
de Daniel
Para el 13 Noviembre del 2004

Lección 7

Sábado 6 de noviembre

Pero antes de la venida de Cristo, iban a producirse importantes acontecimientos en


el mundo religioso, predichos en la profecía. El apóstol declaró: "No os mováis
fácilmente de vuestro sentimiento, ni os conturbéis ni por espíritu, ni por palabra,
ni por carta como nuestra, como que el día del Señor esté cerca. No os engañe
nadie en ninguna manera; porque no vendrá sin que venga antes la apostasía, y se
manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, oponiéndose y levantándose
contra todo lo que se llama Dios, o que se adora; tanto que se asiente en el templo
de Dios como Dios, haciéndose parecer Dios" (Los hechos de los apóstoles, p.
215).

Se repetirá la historia. Será ensalzada la falsa religión. El primer día de la semana,


un día común de trabajo que no tiene ninguna santidad, será erigido como la
imagen de Babilonia. Se ordenará a todas las naciones y lenguas y pueblos que
rindan culto al falso día de reposo. El plan de Satanás es que no se tome en cuenta
el día instituido por Dios y que fue dado al mundo como un recordativo de la
creación...

Pruebas y persecuciones sobrevendrán a todos los que obedezcan la Palabra de


Dios y se nieguen a rendir culto a este falso día de reposo. La fuerza es el último
recurso de toda religión falsa. Al principio emplea la atracción, así como el rey de
Babilonia probó el poder de la música y la ostentación externa. Si esos atractivos,
inventados por hombres inspirados por Satanás, no hacían que los hombres
adoraran la imagen, las devoradoras llamas del horno estaban listas para
consumirlos. Así será ahora. El papado ha ejercido su poder para obligar a los
hombres a que le obedezcan, y continuará haciéndolo. Necesitamos el mismo
espíritu que fue manifestado por los siervos de Dios en el conflicto con el
paganismo (Comentario bíblico adventista, t. 7, p. 987).

Domingo 7 de noviembre: La visión

Los grandes reinos que han gobernado al mundo le fueron presentados al profeta
Daniel en forma de fieras, que surgían mientras "los cuatro vientos del cielo
combatían en la gran mar" (Daniel 7:2). En Apocalipsis 17, un ángel explicó que
las aguas representan "pueblos y naciones y lenguas" (Apocalipsis 17:15). Los
vientos simbolizan luchas. Los cuatro vientos del cielo que combatían en la gran
mar representan los terribles dramas de conquista y revolución por los cuales los
reinos alcanzaron el poder (El conflicto de los siglos, pp. 492, 493).
A Daniel se le dio una visión de bestias feroces que representan los poderes de la
tierra. Pero la insignia del reino del Mesías es un cordero. Los reinos terrenales
predominan mediante el empleo de la fuerza material, pero Cristo desterrará toda
arma carnal, todo instrumento de sujeción. Su reino había de establecerse para
elevar y ennoblecer a la humanidad caída (Comentario bíblico adventista, t. 4, p.
1193).
Daniel fue elegido como un canal de luz para las generaciones que habrían de venir
hasta el fin del tiempo. Esa luz, que no había sido revelada a los grandes hombres y
a los potentados de la tierra, fue revelada a Daniel para que la reflejara en las
orgullosas cortes de los reyes y de los más grandes déspotas en el poder, para que
comprendieran la majestad de Dios como supremo gobernante de los cielos y la
tierra. Esa misma luz extendió sus rayos claros y vivientes, para iluminar a todas
las generaciones de una raza ciega y apóstata, hasta el fin del mundo. Y cuando la
Luz del mundo, el Sol de justicia apareció en la tierra, no sólo iluminó el futuro
sino el pasado, porque mostró el propósito de todo el plan de acción de Dios desde
los días de Adán y de los patriarcas y profetas, dando sentido a las viejas
ceremonias que fueron iluminadas con los rayos que se reflejaban desde la cruz del
Calvario.
Si los santos del Antiguo Testamento debían ser luces brillantes que iluminaran el
mundo, nosotros debemos brillar aún más que ellos, debido a toda la luz que hemos
recibido en nuestro pasado profetice, y a la luz adicional que nos ha llegado
mediante la vida de Cristo (The Present Truth, noviembre 4, 1886).
Lunes 8 de noviembre: El cuerno pequeño

La bestia con los cuernos de cordero ordena que "a todos, pequeños y grandes,
ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en
la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o
el nombre de la bestia, o el número de su nombre" (Apocalipsis 13:16, 17). Esta es
la marca acerca de la cual el tercer ángel pronuncia su advertencia. Es la marca de
la primera bestia, o sea el papado, y por lo tanto hay que buscarla entre las
características distintivas de ese poder. El profeta Daniel declaró que la iglesia de
Roma, simbolizada por el cuerno pequeño, pensaría en cambiar los tiempos y la ley
(Daniel 7:25), mientras Pablo la presenta por medio del hombre de pecado (2
Tesalonicenses 2:3,4), que habría de exaltarse por encima del Señor. Sólo al
cambiar la ley de Dios podía el papado exaltarse por encima del Altísimo; todo el
que a sabiendas se sometiera a la ley cambiada, estaría rindiendo supremo honor al
poder que llevó a cabo el cambio.

El cuarto mandamiento, que Roma ha tratado de poner a un lado, es el único


precepto del Decálogo que señala a Dios como Creador de los cielos y la tierra, y
por lo tanto distingue al verdadero Dios de los dioses falsos. El sábado fue
instituido para conmemorar la obra de la Creación, y dirigir las mentes de los
hombres al Dios vivo y verdadero. Su poder creador se menciona a lo largo de las
Escrituras como prueba de que el Dios de Israel es superior a las deidades paganas.
Si siempre se hubiera guardado el sábado, los pensamientos y los afectos del
hombre se hubieran dirigido a su Hacedor como objeto de reverencia y adoración,
y nunca habría existido ni un idólatra, ni un ateo ni un infiel (La historia de la
redención, pp. 401, 402).

El papado intentó alterar la ley de Dios. El segundo mandamiento, que prohíbe el


culto de las imágenes, ha sido borrado de la ley, y el cuarto mandamiento ha sido
adulterado de manera que autorice la observancia del primer día en lugar del
séptimo como día de reposo. Pero los papistas aducen para justificar la supresión
del segundo mandamiento, que éste es inútil puesto que está incluido en el primero,
y que ellos dan la ley tal cual Dios tenía propuesto que fuese entendida. Éste no
puede ser el cambio predicho por el profeta. Se trata de un cambio intencional y
deliberado: "Pensará en mudar los tiempos y la ley". El cambio introducido en el
cuarto mandamiento cumple exactamente la profecía. La única autoridad que se
invoca para dicho cambio es la de la: iglesia. Aquí el poder papal se ensalza
abiertamente sobre Dios (El conflicto de los siglos, p. 499).

Martes 9 de noviembre: La persecución de los santos

"Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y
pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta
tiempo, y tiempos, y medio tiempo" (Daniel 7:25).

Durante la dispensación cristiana, el gran enemigo de la felicidad del hombre hizo


al sábado del cuarto mandamiento objeto de ataques especiales. Satanás dice:
"Obraré en forma contraria a los propósitos de Dios. Daré a mis secuaces poder
para desechar el monumento de Dios, el séptimo día como día de reposo. Así
demostraré al mundo que el día santificado y bendecido por Dios fue cambiado.
Ese día no vivirá en la mente del pueblo. Borraré su recuerdo. Pondré en su lugar
un día que no lleva las credenciales de Dios, un día que no puede ser una señal
entre Dios y su pueblo. Induciré a los que acepten este día a que lo revistan de la
santidad que Dios dio al séptimo día".

"Mediante mi vice-regente, me exaltaré a mí mismo. El primer día será ensalzado,


y el mundo protestante recibirá este; falso día de reposo como verdadero. Mediante
el abandono de la observancia sabática que Dios instituyó, haré despreciar su ley.
Haré aplicar a mi día de reposo las palabras: 'Señal entre mí y vosotros por vuestras
edades'.

"De esta manera el mundo llegará a ser mío. Seré gobernante de la tierra, príncipe
del mundo. Regiré de tal modo los ánimos que estén bajo mi poder que el sábado
de Dios será objeto especial de desprecio. ¿Una señal? Yo haré que la observancia
del séptimo día sea una señal de deslealtad hacia las autoridades de la tierra. Las
leyes humanas se volverán tan estrictas que los hombres y las mujeres no se
atreverán a observar el séptimo día como día de reposo. Por temor a que les falten
el alimento y el vestido, se unirán al mundo en la transgresión de la ley de Dios. La
tierra quedará completamente bajo mi dominio".

El sábado será la gran piedra de toque de la lealtad; pues es el punto especialmente


controvertido. Cuando esta piedra de toque les sea aplicada finalmente a los
hombres, entonces se trazará la línea de demarcación entre los que sirven Dios y
los que no le sirven (¡Maranatha: El Señor viene!, p. 161).

El que vino a redimir al mundo perdido tuvo la oposición de las fuerzas unidas de
los enemigos de Dios y del hombre. En una confederación despiadada, los hombres
y los ángeles malos se alinearon en orden de batalla contra el Príncipe de paz.
Aunque la compasión divina se notaba en cada una de sus palabras y acciones, su
diferencia del mundo provocó una hostilidad amarguísima. Porque no daba licencia
a la manifestación de las malas pasiones de nuestra naturaleza, excitó la más cruel
oposición y enemistad. Así será con todos los que vivan piadosamente en Cristo
Jesús. Entre la justicia y el pecado, el amor y el odio, la verdad y el engaño, hay
una lucha imposible de suprimir. Cuando se presentan el amor de Cristo y la
belleza de su santidad, se le restan súbditos al reino de Satanás, y esto incita al
príncipe del mal a resistir. La persecución y el oprobio esperan a quienes están
dominados por el Espíritu de Cristo. El carácter de la persecución cambia con el
transcurso del tiempo, pero el principio o espíritu fundamental es el mismo que dio
muerte a los elegidos de Dios desde los días de Abel.

Siempre que el hombre procure ponerse en armonía con Dios, sabrá que la afrenta
de la cruz no ha cesado. Principados, potestades y huestes espirituales de maldad
en las regiones celestes, todos se alistan contra los que consienten en obedecer la
ley del cielo. Por eso, en vez de producirles pesar, la persecución debe llenar de
alegría a los discípulos de Cristo; porque es prueba de que siguen los pasos de su
Maestro (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 28, 29).

Miércoles 10 de noviembre: Cambiar los tiempos y la ley

Satanás está determinado a hacer desaparecer el conocimiento de Dios y de su


poder creador de la mente y el recuerdo de los seres humanos, pero no puede
hacerlo mientras se guarde el cuarto mandamiento que dirige las mentes de los
hombres hacia el Creador. Por eso Satanás ha obrado a través del papado para dejar
a un lado ese precepto. Inspiró a la iglesia de Roma a pensar en cambiar los
tiempos y la ley de Dios. Al dejar a un lado el verdadero sábado, la señal de la
autoridad y el poder de Dios, y substituirlo por la institución que es la señal de la
supremacía de Roma, el "hombre de pecado", está ciertamente sentándose "en el
templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios" (2 Tesalonicenses 2:4). Al
desviar las mentes de los seres humanos de un precepto dado por Dios a otro
inventado por él, está actuando como un instrumento del príncipe del mal.

La observancia del domingo, hija del papado, ha sido aceptada por los protestantes
quienes la han prohijado y cuidado como si fuera de origen divino. Pero la
aceptación humana nunca puede llevar a la aceptación divina. El día de adoración
falso está usurpando el lugar del santo día en el que Dios descansó, bendijo y
santificó, y dejó como un recuerdo de su obra creadora. Cuando los protestantes
prefieren el domingo: ¿No están reconociendo acaso las sacrílegas acciones del
hombre de pecado? ¿No están adorándolo a él en lugar del Creador? (Signs of the
Times, junio 12, 1893).

La obra del papado habría de ser exactamente opuesta a la obra de Cristo, quien
vino a establecer la ley y no aboliría. En su visión, Daniel vio que "pensaría en
cambiar los tiempos y la ley". Las leyes de Dios son las únicas que se les prohíbe a
los hombres cambiar. Los poderes seculares pueden cambiar sus leyes si así lo ven
conveniente; pero las leyes y los tiempos de Dios son permanentes. La profecía
mostraba que habría una intención deliberada de cambiar la ley de Dios por parte
del papado. En el Catecismo, la iglesia de Roma enseña que el segundo
mandamiento no es obligatorio, porque declara que su significado ya está incluido
en el primer mandamiento; por eso, no se considera responsable de haberle hecho
un cambio a la ley de Dios. Pero con relación al cuarto mandamiento, es la misma
iglesia la que con orgullo declara que tiene autoridad y responsabilidad para
cambiar el día de reposo y ordenar a todo el mundo cristiano que lo haga. Al
transgredir así uno de los mandamientos de Dios —y el pecado es la transgresión
de la ley— está atribuyéndose el derecho a recibir el título que la profecía daba a
quien actuase como "el misterio de iniquidad".

El papado, quien reclama ser el representante del Hijo de Dios, es ciertamente el


representante de otro poder. Al intentar cambiar la ley de Dios, está siguiendo los
pasos de Satanás en el cielo, quien consideró que la ley de Dios era defectuosa y
falible. Piensa que su autoridad está por encima de la ley de Dios, pero lo que
muestra es que sigue en la senda del gran engañador. Dios instituyó el sábado
como señal de su autoridad y poder; el papado, en cambio, establece el domingo
como señal de su propia autoridad y poder...

Muchos cristianos sinceros no conocen el verdadero origen de la observancia del


domingo, y creen que están guardando el día que Dios bendijo y declaró santo.
Muchos adoradores católicos ignoran la verdad y Dios acepta su sinceridad e
integridad. Pero cuando les llega la luz, Dios requiere que se pongan en armonía
con su ley y observen el sábado que él estableció. El tiempo ha llegado para que la
gloria del Señor alumbre toda la tierra, y se oiga el llamado: "Salid de ella, pueblo
mío". "Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de
Dios y la fe de Jesús" (Signs of the Times, noviembre 19, 1894. 
Jueves 11 de noviembre: Una profecía de tiempo

Los cuarenta y dos meses son lo mismo que "un tiempo, y dos tiempos, y la mitad
de un tiempo", tres años y medio, o 1.260 días de Daniel 7, el tiempo durante el
cual el poder papal debía oprimir al pueblo de Dios. Este período, como fue
indicando en capítulos anteriores, empezó con la supremacía del papado, en el año
538 de J. C., y terminó en 1798. Entonces, el papa fue hecho prisionero por el
ejército francés, el poder papal recibió su golpe mortal y quedó cumplida la
predicción: "Si alguno lleva en cautiverio, al cautiverio irá. " (El conflicto de los
siglos, p. 492).

En el siglo VI el papado ya estaba firmemente establecido. La sede de su poder se


hallaba en la ciudad imperial, y se declaró que el obispo de Roma era la cabeza de
toda la iglesia. El paganismo había cedido su lugar al papado. El dragón había dado
a la bestia "su poder y su trono, y grande autoridad" (Apocalipsis 13:2). Y entonces
comenzaron los 1. 260 años de opresión papal predichos en las profecías de Daniel
y Juan. (Daniel 7:25; Apocalipsis 13:5-7). Los cristianos se vieron obligados a
elegir entre renunciar a su integridad y aceptar las ceremonias y el culto católico, o
pasarse la vida en las mazmorras, o morir en el potro, entre rejas o víctimas del
hacha del verdugo. Entonces se cumplieron las palabras de Jesús: "Mas seréis
entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a
algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre" (S.
Lucas 21:16, 17). La persecución se desató sobre los fieles con mayor furia que
antes, y el mundo se convirtió en un vasto campo de batalla. Por cientos de años la
iglesia de Cristo encontró refugio escondiéndose y en la oscuridad. Así dice el
profeta: "Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para
que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días" (Apocalipsis 12:6) (La
historia de la redención, pp. 347, 348).

Viernes 12 de noviembre: Para estudiar y meditar

El conflicto de los siglos, pp. 55-60.


El juicio previo al
Advenimiento
Para el 20 Noviembre del 2004

Lección 8

Sábado 13 de noviembre

En Cristo se unieron lo divino y lo humano; el Creador y la criatura. La naturaleza


de Dios, cuya ley había sido transgredida, y la naturaleza de Adán, el transgresor,
se encontraron en Jesús, el Hijo de Dios y el Hijo de Hombre. Y habiendo pagado
con su propia sangre el precio de la redención y experimentado lo que siente el
hombre; habiendo hecho frente a la tentación y habiéndole vencido en favor del
hombre; y habiendo llevado la vergüenza, la culpa y la carga del pecado, aunque él
mismo no tenía pecado, se convirtió en el Abogado y en el Intercesor del hombre.
¡Cuan segura es la ayuda para el alma tentada que lucha! ¡Cuan amplia seguridad
para el universo que contempla esta escena, que Cristo es un "misericordioso y fiel
sumo sacerdote"!

También podemos tener la seguridad de que él será un Juez justo y compasivo. Ha


sentido el poder de cada sutil tentación puesta por el cruel enemigo del hombre. Ha
soportado la debilidad a la que el hombre está sujeto. Siendo nuestro Hermano
mayor, ¿no tratará tiernamente y con justicia al alma por la que derramó su sangre
para salvarla? En sus propias palabras nos dice que el Padre "le dio autoridad de
hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre (Bible Training School, febrero 1,
1908).
Domingo 14 de noviembre: El juicio investigador en el Antiguo Testamento

¡Con cuan intenso interés observó todo el universo el conflicto que había de decidir
la posición de Adán y Eva! ¡Cuan atentamente escucharon los ángeles las palabras
de Satanás, el originador del pecado, cuando colocó sus propias ideas por encima
de las órdenes de Dios y procuró dejar sin efecto la ley de Dios por medio de su
razonamiento engañoso! ¡Cuan ansiosamente esperaron para ver si la santa pareja
sería engañada por el tentador y se rendiría a sus artificios! Se preguntaban a sí
mismos: ¿Transferirá la santa pareja su fe y amor del Padre y el Hijo a Satanás?
¿Aceptarán sus falsedades como verdad? Sabían que podrían refrenarse de tomar el
fruto, obedeciendo el mandato positivo de Dios, o podrían violar la orden expresa
de su Creador les fue dada la prueba más suave que podía darse, pues no había
necesidad de que comieran del árbol prohibido. Todo lo que-necesitaban había sido
provisto (Comentario bíblico adventista, t. 1, p.1097).

"El secreto de Jehová es para los que le temen" (Salmo 25:14). Abrahán había
honrado a Dios, y el Señor le honró, haciéndole partícipe de sus consejos, y
revelándole sus propósitos. "¿Encubriré yo a Abrahán lo que voy a hacer?" dijo el
Señor. "El clamor de Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de
ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su
obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, saberlo he". (Véase Génesis
18:17-33.) Dios conocía bien la medida de la culpabilidad de Sodoma; pero se
expresó a la manera de los hombres, para que la justicia de su trato fuese
comprendida. Antes de descargar sus juicios sobre los transgresores, iría él mismo
a examinar su conducta; si no habían traspasado los límites de la misericordia
divina, les concedería todavía más tiempo para que se arrepintieran (Patriarcas y
profetas, p. 133).

Lunes 15 de noviembre: El juicio anterior al Advenimiento en el Nuevo


Testamento

Cuando el rey vino a ver a los convidados, se reveló el verdadero carácter de todos.
Para cada uno de los convidados a la fiesta se había provisto un vestido de boda.
Este vestido era un regalo del rey. Al usarlo, los convidados mostraban su respeto
por el dador de la fiesta. Pero un hombre estaba aún vestido con sus ropas
comunes. Había rehusado hacer la preparación requerida por el rey. Desdeñó usar
el manto provisto para él a gran costo. De esta manera insultó a su señor. A la
pregunta del rey: "¿Cómo entraste aquí no teniendo vestido de boda?" no pudo
contestar nada. Se condenó a sí mismo. Entonces el rey dijo: "Atado de pies y de
manos tomadle, y echadle en las tinieblas de afuera".

El examen que de los convidados a la fiesta hace el rey, representa una obra de
juicio. Los convidados a la fiesta del evangelio son aquellos que profesan servir a
Dios, aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida. Pero no todos
los que profesan ser cristianos son verdaderos discípulos. Antes que se dé la
recompensa final, debe decidirse quiénes son idóneos para compartir la herencia de
los justos. Esta decisión debe hacerse antes de la segunda venida de Cristo en las
nubes del cielo; porque cuando él venga, traerá su galardón consigo, "para
recompensar a cada uno según fuere su obra". Antes de su venida, pues, habrá sido
determinado el carácter de la obra de todo hombre, y a cada uno de los seguidores
de Cristo le habrá sido fijada su recompensa de acuerdo con sus obras.

Mientras los hombres moran todavía en la tierra se verifica la obra del juicio
investigador en los atrios del cielo. Delante de Dios pasa el registro de la vida de
todos sus profesos seguidores. Todos son examinados según lo registrado en los
libros del cielo, y según sus hechos queda para siempre fijado el destino de cada
uno (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 251, 252).

Cuando concluya la obra del juicio investigador, el destino de todos habrá sido
decidido para vida o para muerte. El tiempo de prueba finalizará un corto tiempo
antes de que aparezca el Señor en las nubes de los cielos... Gravísima es la
condición de aquellos que, cansándose cada vez más de su vigilancia, se vuelven a
los intereses del mundo. Mientras el hombre de negocios esté absorbido en la
búsqueda de ganancias, mientras el amador de placeres procure complacerse,
mientras la seguidora de la moda esté disponiendo sus adornos, el juez de toda la
tierra pronunciará tal vez en esa misma hora la sentencia: "Pesado has sido en
balanza, y fuiste hallado falto" (Hijos e hijas de Dios, p.357).
Martes 16 de noviembre: El Hijo del Hombre y el juicio previo al
Advenimiento

"El Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo” (S. Juan 5:22).

Al impartir sus enseñanzas, Cristo procuró impresionar a los hombres con la


certeza y el carácter público del juicio venidero. No es el juicio de unos pocos
individuos o aun de una nación, sino del conjunto total de inteligencias humanas,
de seres responsables. Se llevará a cabo en presencia de los otros mundos, para que
el amor, la integridad y el servicio del hombre a Dios puedan ser honrados
supremamente. Allí no faltarán ni la gloria ni el honor... La ley de Dios será
revelada en su majestad; y los que hayan asumido una actitud de desafiante
rebelión -contra sus santos preceptos, comprenderán que la ley que desecharon,
menospreciaron y hollaron bajo sus-pies es la norma de Dios para evaluar el
carácter...

Por este mundo minúsculo el universo manifiesta su mayor interés, porque Jesús
pagó un precio infinito por las almas de sus habitantes... Dios encomendó todo el
juicio al Hijo porque sin duda él es Dios manifestado en carne.

Dios decidió que el Príncipe de los sufrientes entre los humanos fuera el Juez de
todo el mundo. El que vino desde las cortes celestiales a salvar al hombre de la
muerte eterna; ... el que se sometió a comparecer ante un tribunal terrenal y sufrió
la ignominiosa muerte de cruz, sólo él ha de pronunciar la sentencia que determine
la recompensa o el castigo. El que se sometió aquí al sufrimiento y la humillación
de la cruz, tendrá en el consejo de Dios la más amplia compensación, y ascenderá
al trono reconocido por todo el universo celestial como Rey de los santos. Él
emprendió la obra de la salvación y demostró ante los mundos no caídos y la
familia celestial que era capaz de terminar la obra que comenzó...

En ese día de castigo y recompensa definitivos, tanto los santos como los
pecadores reconocerán en el que fue crucificado al Juez de todos los vivientes... Se
nos concede un tiempo de prueba; se nos dan oportunidades y privilegios a fin de
que afirmemos nuestra vocación y elección. ¡Cuánto deberíamos valorar este
tiempo precioso y aprovechar cada talento que Dios nos ha dado para ser fieles
administradores de nosotros mismos!  Solemne será el día de la decisión final
(¡Maranatha: El Señor viene!, p. 339).
A Cristo le ha sido entregado todo el juicio, porque es el Hijo del hombre. Nada
escapa a su conocimiento. No importa cuán elevada sea la jerarquía y cuan grande
sea el poder de los apostatas espirituales, Uno más alto y mayor ha llevado el
pecado de todo el mundo. Es infinito en justicia, en bondad y en verdad. Tiene
poder para resistir a los principados, a las potestades y a las huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes. Armado y equipado como el capitán de las huestes
del Señor, viene al frente en defensa de su pueblo. Su justicia cubre a todos los que
lo aman y confían en él. Como General de los ejércitos preside a la hueste celestial
para que esté como un muro de fuego alrededor de su pueblo. Únicamente él es el
juez de la justicia de ellos, porque los creó y los redimió a un precio infinito para
él. Él velará para que la obediencia' a los mandamientos de Dios sea recompensada
y los transgresores reciban de acuerdo con sus obras (Comentario bíblico
adventista, t. 5, pp. 1108, 1109).

Miércoles 17 de noviembre: Vindicación y condenación: El cuerno pequeño,


los santos y el juicio previo al Advenimiento

Durante los mil años que transcurrirán entre la primera y segunda resurrección, se
verificará el juicio de los impíos... En ese entonces reinarán los justos como reyes y
sacerdotes de Dios. San Juan dice en el Apocalipsis: "Vi tronos; y se sentaron sobre
ellos; y les fue dada facultad de juicio". "Serán sacerdotes de Dios y de Cristo y
reinarán con él mil años". Será en ese entonces como está predicho por San Pablo,
cuando "los santos han de juzgar al mundo". Junto con Cristo juzgarán a los
impíos, comparando sus actos con el libro de la ley, la Biblia, fallando cada caso en
conformidad con los hechos realizados cuando estaban en su cuerpo. Entonces la
parte que los malos tienen que sufrir es medida según sus obras, y queda marcada
frente a sus nombres en el libro de la muerte. Además, Satanás y los ángeles
perversos son juzgados por Cristo y su pueblo...

Al fin de los mil años vendrá la segunda resurrección. Entonces los impíos serán
resucitados, y comparecerán ante Dios para la ejecución del "juicio decretado". Así
el escritor del Apocalipsis, después de haber descrito la resurrección de los justos,
dice: "Los demás de los muertos, no tornaron a vivir, hasta que fuesen acabados los
mil años" (La fe por la cual vivo, p. 356).

"¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta
vida?" (1 Corintios 6:3).
Durante los mil años que transcurrirán entre la primera resurrección y la segunda,
se verificará el juicio de los impíos. El apóstol señala este juicio como un
acontecimiento que sigue al segundo advenimiento.

"No juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor;

el cual sacará a luz las obras encubiertas de las tinieblas, y pondrá de manifiesto los
propósitos de los corazones" (1 Corintios 4:5, V M.). Daniel declara que cuando
vino el Anciano de días, "se dio el juicio a los santos del Altísimo" (Daniel 7:22).
En ese entonces reinarán los justos como reyes y sacerdotes de Dios. San Juan dice
en el Apocalipsis: "Vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad
de juzgar". "Serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años"
(Apocalipsis 20:4, 6). Entonces será cuando, como está predicho por San Pablo
"los santos han de juzgar al mando" (1 Corintios 6:2).

Juntó con Cristo juzgan a los impíos, comparando sus actos con el libro de la ley, la
Biblia, y fallando cada caso en conformidad con los actos que cometieron por
medio de su cuerpo. Entonces lo que los malos tienen que sufrir es medido según
sus obras, y queda anotado frente a sus nombres en el libro de la muerte.

También Satanás y los ángeles malos son juzgados por Cristo y su pueblo. San
Pablo dice: "¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?" (1 Corintios 6:3). Y
San Judas declara que "a los ángeles que no guardaron su original estado, sino que
dejaron su propia habitación, los ha guardado en prisiones eternas, bajo tinieblas,
hasta el juicio del gran día" (Judas 6, V M. ) (¡Maranatha: El Señor viene!, p. 333).

Jueves 18 de noviembre: El tiempo del juicio previo al Advenimiento

La obra del juicio investigador y el acto de borrar los pecados deben realizarse
antes del segundo advenimiento del Señor. En vista de que los muertos han de ser
juzgados según las cosas escritas en los libros, es imposible que los pecados de los
hombres sean borrados antes del fin del juicio en que sus vidas han de ser
examinadas. Pero el apóstol Pedro dice terminantemente que los pecados de los
creyentes serán borrados "cuando vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia
del Señor, y enviará a Jesucristo" (Hechos 3:19, 20). Cuando el juicio investigador
haya concluido, Cristo vendrá con su recompensa para dar a cada cual según sus
obras (El conflicto de los siglos, p. 539).
"Estuve mirando —dice el profeta Daniel— hasta que fueron puestas sillas: y un
Anciano de grande edad se sentó, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo
de su cabeza como lana limpia; su silla llama de fuego, sus ruedas fuego ardiente.
Un río de fuego procedía y salía de delante de él: millares de millares le servían, y
millones de millones asistían delante de él: el Juez se sentó y los libros se abrieron"
(Daniel 7:9,10).

Así se presentó a la visión del profeta el día grande y solemne en que los caracteres
y vidas de los hombres habrán de ser revistados ante el Juez de toda la tierra, y en
que a todos los hombres sé les dará "conforme a sus obras". El Anciano de días es
Dios, el Padre. El salmista dice: "Antes que naciesen los montes, y formases la
tierra y el mundo, y desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios" (Salmo 90:2). Es
él, Autor de todo ser y de toda ley, quien debe presidir en el juicio. Y "millares de
millares... y millones de millones" de santos ángeles, como ministros y testigos,
están presentes en este gran tribunal.

"Y he aquí en las nubes del cielo como un hijo de hombre que venía, y llegó hasta
el Anciano de grande edad, e hiciéronle llegar delante de él. Y fuéle dado señorío, y
gloria, y reino; y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron; su señorío,
señorío eterno, que no será transitorio, y su reino no se corromperá" (Daniel 7:13,
14). La venida de Cristo descrita aquí no es su segunda venida a la tierra. Él viene
hacia el Anciano de días en el cielo para recibir el dominio y la gloria, y un reino,
que le será dado a la conclusión de su obra de mediador. Es esta venida, y no su
segundo advenimiento a la tierra, la que la profecía predijo que había de realizarse
al fin de los 2. 300 días, en 1844. Acompañado por ángeles celestiales, nuestro gran
Sumo Sacerdote entra en el lugar santísimo, y allí, en la presencia de Dios, da
principio a los últimos actos de su ministerio en beneficio del hombre, a saber,
cumplir la obra del juicio y hacer expiación por todos aquellos que resulten tener
derecho a ella (El conflicto de los siglos, pp. 533, 534).
Ataque al Santuario
Para el 27 Noviembre del 2004

Lección 9
 
Sábado 20 de noviembre

El germen que se halla en la semilla crece en virtud del desarrollo del principio de
vida que Dios ha implantado en él. Su desarrollo no depende del poder humano.
Tal ocurre con el reino de Cristo. Es una nueva creación. Sus principios de
desarrollo son opuestos a los que rigen los reinos de este mundo. Los gobiernos
terrenales prevalecen por la fuerza física; mantienen su dominio por la guerra; pero
el Fundador del nuevo reino es el Príncipe de Paz. El Espíritu Santo representa a
los reinos del mundo bajo el símbolo de bestias fieras de rapiña; pero Cristo es el
"Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". En su plan de gobierno no hay
empleo de fuerza bruta para forzar la conciencia. Los judíos esperaban que el reino
de Dios se estableciese de la misma forma que los reinos del mundo. Para
promover la justicia ellos recurrieron a las medidas externas. Trazaron métodos y
planes. Pero Cristo implanta un principio. Inculcando la verdad y la justicia,
contrarresta el error y el pecado (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 54, 55').

Domingo 21 de noviembre; La contaminación del santuario terrenal

La parte más importante del servicio diario era la que se realizaba en favor de los
individuos. El pecador arrepentido traía su ofrenda a la puerta del tabernáculo, y
colocando la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados; así, en un
sentido figurado, los trasladaba de su propia persona a la víctima inocente. Con su
propia mano mataba entonces el animal, y el sacerdote llevaba la sangre al lugar
santo y la rociaba ante el velo, detrás del cual estaba el arca que contenía la ley que
el pecador había violado. Con esta ceremonia y en un sentido simbólico, el pecado
era trasladado al santuario por medio de la sangre. En algunos casos no se llevaba
la sangre al lugar santo, sino que el sacerdote debía comer la carne, tal como
Moisés ordenó a los hijos de Aarón, diciéndoles: "Diola él a vosotros para llevar la
iniquidad de la congregación" (Levítico 10:17). Las dos ceremonias simbolizaban
igualmente el traslado del pecado del hombre arrepentido al santuario.

Tal era la obra que se hacía diariamente durante todo el año. Con el traslado de los
pecados de Israel al santuario, los lugares santos quedaban manchados, y se hacía
necesaria una obra especial para quitar de allí los pecados. Dios ordenó que se
hiciera expiación para cada una de las sagradas divisiones lo mismo que para el
altar. Así "lo limpiará, y lo santificará de las inmundicias de los hijos de Israel"
(Levítico 16:19) (Patriarcas y profetas, pp.367, 368).

El servicio del santuario terrenal consistía en dos partes; los sacerdotes ministraban
diariamente en el lugar santo, mientras que una vez al año el sumo sacerdote
efectuaba un servicio especial de expiación en el lugar santísimo, para purificar el
santuario. Día tras día el pecador arrepentido llevaba su ofrenda a la puerta del
tabernáculo, y poniendo la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus
pecados, transfiriéndolos así figurativamente de sí mismo a la víctima inocente.
Fuego se mataba el animal. "Sin derramamiento de sangre", dice el apóstol, no hay
remisión de pecados. "La vida de la carne en la sangre está" (Levítico 17:11). La
ley de Dios quebrantada exigía la vida del transgresor. La sangre, que representaba
la vida comprometida del pecador, cuya culpa cargaba la víctima, la llevaba el
sacerdote al lugar santo y la salpicaba ante el velo, detrás del cual estaba el arca
que contenía la ley que el pecador había transgredido. Mediante esta ceremonia, el
pecado era transferido figurativamente, por intermedio de la sangre, al santuario.
En ciertos casos, la sangre no era llevada al lugar santo; pero el sacerdote debía
entonces comer la carne, como Moisés lo había mandado a los hijos de Aarón,
diciendo: "Dióla él a vosotros para llevar la iniquidad de la congregación"
(Levítico 10:17). Ambas ceremonias simbolizaban por igual la transferencia del
pecado del penitente al santuario (El conflicto de los siglos, p. 470).

La gloria de Dios cubría el santuario y por esa razón los sacerdotes nunca entraban
al lugar santificado por la presencia divina con zapatos en sus pies; las partículas
de polvo adheridas a los mismos hubieran profanado ese lugar santo; por tanto, se
les requería dejarlos en el atrio exterior antes de entrar al santuario. En el mismo
atrio, a la puerta del tabernáculo, estaba la fuente donde los sacerdotes lavaban sus
manos y sus pies antes de ministrar ante el Señor. A todos los que oficiaban en el
santuario se les requería hacer una preparación especial antes de entrar al lugar
donde se revelaba su gloria (Sígns of the Times, abril 14, 1881).
Lunes 22 de noviembre: La visión del carnero y del macho cabrío

Centenares de años antes que ciertas naciones subiesen al escenario, el


Omnisciente miró a través de los siglos y predijo el nacimiento y la caída de los
reinos universales. Dios declaró a Nabucodonosor que el reino de Babilonia caería,
y que se levantaría un segundo reino, el cual tendría también su período de prueba.
Al no ensalzar al Dios verdadero, su gloria iba a marchitarse y un tercer reino
ocuparía su lugar. Este también pasaría; y un cuarto reino, fuerte como el hierro,
iba a subyugar las naciones del mundo.

Si los gobernantes de Babilonia, el más rico de todos los reinos terrenales,


hubiesen cultivado siempre el temor de Jehová, se les habría dado una sabiduría y
un poder que los habrían unido a él y mantenidos fuertes. Pero sólo hicieron de
Dios su refugio cuando estaban perplejos y acosados. En tales ocasiones, al no
hallar ayuda en sus grandes hombres, la buscaban en hombres como Daniel,
hombres acerca de quienes sabían que honraban al Dios viviente y eran honrados
por él. A los tales pedían que les revelasen los misterios de la Providencia; porque,
aunque los gobernantes de la orgullosa Babilonia eran hombres del más alto
intelecto, se había separado tanto de Dios por la transgresión que no podían
comprender las revelaciones ni las advertencias que se les daba acerca del futuro.

En la historia de las naciones el que estudia la Palabra de Dios puede contemplar el


cumplimiento literal de la profecía divina. Babilonia, al fin quebrantada,
desapareció porque, en tiempos de prosperidad, sus gobernantes se habían
considerado independientes de Dios y habían atribuido la gloria de su reino a las
hazañas humanas. El reino medo-persa fue objeto de la ira del Cielo porque en él
se pisoteaba la ley de Dios. El temor de Jehová no tenía cabida en los corazones de
la vasta mayoría del pueblo. Prevalecían la impiedad, la blasfemia y la corrupción.
Los reinos que siguieron fueron aún más viles y corruptos; y se fueron hundiendo
cada vez más en su falta de valor moral.

El poder ejercido por todo gobernante de la tierra es impartido del Cielo; y del uso
que hace de este poder el tal gobernante, depende su éxito. A cada uno de ellos se
dirigen estas palabras del Vigía divino: "Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste"

(Isaías 45:5). Y para cada uno constituyen la lección de la vida las palabras
dirigidas a Nabucodonosor: "Redime tus pecados con justicia, y tus iniquidades
con misericordias para con los pobres; que tal vez será eso una prolongación de tu
tranquilidad" (Daniel 4:27) . . .
Comprender estas cosas, comprender que "la justicia engrandece la nación"; que
"con justicia será afirmado el trono" y que éste se sustenta "con clemencia",
reconocer el desarrollo de estos principios en la manifestación del poder de aquel
que "quita reyes, y pone reyes", es comprender la filosofía de la historia
(Proverbios 14:34; 16:12; 20:28; Daniel 2:21).

Esto se presenta claramente tan sólo en la Palabra de Dios. En ella se revela que la
fuerza tanto de las naciones como de los individuos no se halla en las
oportunidades o los recursos que parecen hacerlos invencibles; no se halla en su
jactanciosa grandeza. Se mide por la fidelidad con que cumplen el propósito de
Dios {Profetas y reyes, pp. 367, 368).

Martes 23 de noviembre: El surgimiento del cuerno pequeño

Babilonia desapareció porque en su prosperidad se olvidó de Dios y atribuyó la


gloria de su prosperidad a las hazañas humanas.

El reino Medo-persa fue visitado por la ira del cielo debido a que en ese reino fue
pisoteada la ley de Dios. El temor de Jehová no tenía cabida en el corazón de la
gente. Las influencias que prevalecían en Medo-Persia eran la impiedad, la
blasfemia y la corrupción.

Los reinos subsiguientes fueron aún más viles y corruptos. Se deterioraron porque
menospreciaron su fidelidad a Dios. Al olvidarse de Dios se hundieron más y más
en la escala de valores morales.

El vasto imperio de Roma se quebró en pedazos y de sus ruinas surgió el poderío


de la Iglesia Católica Romana, que se enorgullece de su herencia y de su
infalibilidad. Pero todos los que conocen los secretos del misterio de iniquidad se
horrorizan de la forma en que sus sacerdotes mantienen al pueblo en la ignorancia
acerca de la voluntad de Dios revelada en las Escrituras (The Youth's Instructor,
septiembre 22, 1903).

Entre las causas principales que motivaron la separación entre la verdadera iglesia
y Roma, se contaba el odio de ésta hacia el sábado bíblico. Como se había predicho
en la profecía, el poder papal echó por tierra la verdad. La ley de Dios fue
pisoteada mientras que las tradiciones y las costumbres de los hombres eran
ensalzadas. Se obligó a las iglesias que estaban bajo el gobierno del papado a
honrar el domingo como día santo. Entre los errores y la superstición que
prevalecían, muchos de los verdaderos hijos de Dios se encontraban tan
confundidos, que a la vez que observaban el sábado se abstenían de trabajar el
domingo. Más esto no satisfacía a los jefes papales. No sólo exigían que se
santificara el domingo, sino que se profanara el sábado; y acusaban en los términos
más violentos a los que se atrevían a honrarlo. Sólo huyendo del poder de Roma
era posible obedecer en paz la ley de Dios (El conflicto de los siglos, p. 70).

Miércoles 24 de noviembre: La actividad del cuerno pequeño

Jesús... no dio a sus apóstoles ni a sus sucesores el poder de perdonar pecados. La


iglesia de Roma enseña a la gente a confesar los secretos de su vida al sacerdote, y
acepta que éste, actuando en lugar de Cristo, puede absolver al pecador de sus
transgresiones. En cambio, el Salvador enseñó que el suyo es el único nombre en el
que podemos ser salvos. Es verdad que Cristo delegó en su iglesia organizada en la
tierra la autoridad de censurar o disciplinar, siguiendo las reglas presentadas por la
inspiración. Sin embargo, estas decisiones debían ser tomadas por personas de
buena reputación, apartadas por la gran Cabeza de la Iglesia, cuyas vidas buscaban
fervorosamente seguir la voluntad del Espíritu de Dios.

Cristo no dio ningún derecho eclesiástico para perdonar pecados ni para vender
indulgencias para que los hombres puedan pecar sin incurrir en el desagrado de
Dios; ni dio a sus siervos libertad para aceptar un regalo o un soborno para
encubrir pecados y que éstos pudieran evitar su divina censura. Jesús encargó a sus
discípulos que predicaran la remisión de pecados en su nombre en todas las
naciones, pero ellos mismos no recibieron el poder para quitar una mancha de
pecado de los hijos de Adán... Cualquiera que atraiga a la gente a sí mismo como si
estuviera investido de poder para perdonar pecados, incurre en la ira de Dios
porque desvía a las almas del Perdonador celestial al débil y falible mortal (Folleto:
Redemption Or the Resurrection of Christ and His Ascensión, pp. 62, 63;
parcialmente en: Comentario bíblico adventista, t. 5, p. 1124).

...La atención de la gente se desvió de Dios para dirigirse a hombres falibles y


sujetos a error; todavía más: al mismo príncipe de las tinieblas que ejercía su poder
por medio de ellos. El pecado se cubrió con un manto de santidad. Cuando se
suprimen las Escrituras y el hombre se considera supremo, todo lo que podemos
esperar es fraude, engaño y degradante iniquidad. Con la elevación de las leyes y
tradiciones humanas, se manifestó la corrupción que siempre resulta cuando se
pone a un lado la ley de Dios.

Eran días de peligro para la iglesia de Cristo. Los fíeles portaestandartes eran pocos
-ciertamente. Aunque la verdad no quedó sin testigos, había momentos cuando
parecía que el error y la superstición prevalecerían por completo, y la verdadera
religión sería erradicada de la tierra. Se perdió de vista el evangelio, pero en
cambio las formas de la religión se multiplicaron, y la gente recibía la carga de
rigurosas exacciones.

No sólo se les enseñó que recurrieran al papa como mediador, sino también a
confiar en sus propias obras para expiar sus pecados. Largos peregrinajes, actos de
penitencia, el culto a las reliquias, la construcción de iglesias, capillas y altares, el
pago de grandes sumas a la iglesia, éstos y muchos actos similares se fomentaban
para apaciguar la ira de Dios u obtener su favor. ¡Como si Dios fuera hombre, que
se enojara por nimiedades o a quien se puede pacificar con ofrendas y penitencias!
(La historia de la redención, pp. 348, 349).

Jueves 25 de noviembre: El cuerno pequeño y el continuo

Siempre ha sido el proyecto de Satanás desviar de Jesús la atención de la gente,


volverla a los hombres y destruir el sentido de la responsabilidad individual.
Fracasó Satanás en su propósito cuando tentó al Hijo de Dios; pero tuvo más éxito
en su esfuerzo con los hombres caídos. Corrompiese el cristianismo. Papas y
sacerdotes se arrogaron una posición exaltada y enseñaron a la gente que debía
acudir a ellos para obtener el perdón de sus pecados en vez de recurrir directamente
a Cristo.

La gente quedó del todo engañada. Se le enseñó que el papa y los sacerdotes eran
los representantes de Cristo, cuando en verdad lo eran de Satanás, y a Satanás
adoraban cuanto ante ellos se postraban. La gente pedía la Biblia; pero el clero
creyó peligroso que la leyeran los fieles por sí mismos, por temor de que se
ilustrasen y descubriesen los pecados de sus instructores. Se enseñó a la gente a
recibir las palabras de esos engañadores como si proviniesen de la boca de Dios.
Ejercían sobre la mente aquel poder que sólo Dios debiera ejercer. Si algunos se
atrevían a seguir sus propias convicciones, se encendía contra ellos el mismo odio
que los judíos habían manifestado contra Jesús, y los que tenían autoridad se
revelaban sedientos de su sangre.

Me fue mostrado un tiempo en que Satanás triunfaba especialmente. Multitudes de


cristianos eran muertos de una manera espantosa, porque querían conservar la
pureza de su religión. La Biblia era odiada, y se hacían esfuerzos para raerla de la
tierra. A la gente se le prohibía leerla, so pena de muerte; y todos los ejemplares
que se podían encontrar eran quemados. Pero vi que Dios tuvo cuidado especial de
su Palabra, y la protegió. En diferentes períodos sólo quedaron unos cuantos
ejemplares de la Biblia, pero Dios no consintió que se perdiera su Palabra, porque
en los últimos días los ejemplares iban a multiplicarse de tal manera que cada
familia podría poseerla. Vi que cuando había pocos ejemplares de la Biblia, los
perseguidos discípulos de Jesús hallaban en ella inestimable tesoro y profundo
consuelo. La leían secretamente, y quienes disfrutaban de este excelso beneficio
sentían que habían conversado con Dios, con su Hijo Jesús y con sus discípulos.
Pero este bendito privilegio costó la vida de muchos. Si los descubrían, los
mandaban al tajo del verdugo, a la hoguera o a lóbregas mazmorras donde los
dejaban morir de hambre (Primeros escritos, pp. 213, 214).
La purificación del
Santuario
Para el 4 de Diciembre del 2004

Lección 10

Sábado 27 de noviembre

Cada alma es preciosa porque ha sido adquirida mediante la preciosa sangre de


Jesucristo. Algunos hablan de la época judaica como un período sin Cristo, sin
misericordia ni gracia. A los tales se aplican las palabras que Cristo dirigió a los
saduceos:

"Erráis ignorando las Escrituras, y el poder de Dios" (S. Marcos 12:24). Durante el
período de la dispensación judaica se manifestó maravillosamente el poder divino.

La sangre del Hijo de Dios era simbolizada por la de las víctimas inmoladas, y
Dios quería que tuvieran ideas claras y definidas para distinguir entre lo sagrado y
lo común. La sangre era sagrada, porque sólo mediante el derramamiento de la del
Hijo de Dios podía haber expiación por el pecado. También se empleaba la sangre
para purificar el santuario de los pecados del pueblo, para representar de este modo
el hecho de que la sangre de Cristo únicamente puede purificar del pecado.

Nuestro Salvador declara que trajo del cielo el don de la vida eterna. Habría de ser
elevado en la cruz del Calvario para traer a todos los hombres a sí mismo. ¿Cómo
trataremos entonces la herencia adquirida por Cristo? Debiera manifestarse la
ternura, aprecio, bondad, simpatía y amor. Entonces podremos trabajar para ayudar
a los demás. En esta obra entra en juego más que una fraternidad humana. Tenemos
la exaltada compañía de los ángeles celestiales. Cooperan con nosotros en la obra
de iluminar a los encumbrados y a los humildes (La maravillosa gracia de Dios, p.
55).
Domingo 28 de noviembre: La purificación del santuario del Antiguo
Testamento

Los pecados de Israel eran transferidos así al santuario, y se hacía necesario un


servicio especial para eliminarlos. Dios mandó que se hiciera una expiación por
cada uno de los departamentos sagrados...

Una vez al año, en el gran día de las expiaciones, el sacerdote entraba en el lugar
santísimo para purificar el santuario. El servicio que se realizaba allí completaba la
serie anual de los servicios. En el día de las expiaciones se llevaban dos machos
cabríos a la entrada del tabernáculo y se echaban suertes sobre ellos, "la una suerte
para Jehová y la otra para Azazel". El macho cabrío sobre el cual caía la suerte para
Jehová debía ser inmolado como ofrenda por el pecado del pueblo. Y el sacerdote
debía llevar velo adentro la sangre de aquél y rociarla sobre el propiciatorio y
delante de él. También había que rociar con ella el altar del incienso, que se
encontraba delante del velo...

Toda la ceremonia estaba destinada a inculcar a los israelitas una idea de la


santidad de Dios y de su odio al pecado; y además hacerles ver que no podían
ponerse en contacto con el pecado sin contaminarse. Se requería de todos que
afligiesen sus almas mientras se celebraba el servicio de expiación. Toda ocupación
debía dejarse a un lado, y toda la congregación de Israel debía pasar el día en
solemne humillación ante Dios, con oración, ayuno y examen profundo del
corazón (El conflicto de los siglos, pp. 471,472).

El día de la expiación, se llevaban dos machos cabríos a la puerta del tabernáculo,


y se echaba suerte sobre ellos, "la una suerte por Jehová, y la otra suerte por
Azazel". El macho cabrío sobre el cual caía la primera suerte debía matarse como
ofrenda por el pecado del pueblo. Y el sacerdote había de llevar la sangre más allá
del velo, y rociarla sobre el propiciatorio. "Y limpiará el santuario, de las
inmundicias de los hijos de Israel y de sus rebeliones, y de todos sus pecados; de la
misma manera hará también al tabernáculo del testimonio, el cual reside entre ellos
en medio de sus inmundicias".  

"Y pondrá Aarón ambas manos suyas sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y
confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, y todas sus
rebeliones, y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío,
y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto. Y aquel macho
cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir
el macho cabrío por el desierto" (Levítico 16:5-22). Sólo después de haberse
alejado al macho cabrío de esta manera, se consideraba el pueblo libre de la carga
de sus pecados. Todo hombre había de contristar su alma mientras se verificaba la
obra de expiación. Todos los negocios se suspendían, y toda la congregación de
Israel pasaba el día en solemne humillación delante de Dios, en oración, ayuno y
profundo análisis del corazón (Patriarcas y profetas, pp.368, 369).

Lunes 29 de noviembre: Hasta dos mil y trescientos días

"Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será
purificado"(Daniel 8:14).

Debemos ser fervientes estudiosos de la profecía; no debiéramos descansar hasta


entender plenamente el tema del santuario, que aparece en las visiones de Daniel y
de Juan. Este asunto esparce mucha luz sobre nuestro punto de vista actual y
nuestra obra, y nos da una prueba irrefutable de que Dios nos ha dirigido en nuestra
experiencia pasada. Explica nuestra desilusión de 1844, pues nos muestra que el
santuario que debía ser purificado no era la tierra, como habíamos supuesto, sino
que Cristo entró entonces en el lugar santísimo del santuario celestial, y allí está
realizando la obra final de su misión sacerdotal, en cumplimiento de las palabras
que el ángel dirigió al profeta Daniel.

Se había comprobado que los 2. 300 días principiaron cuando entró en vigor el
decreto de Artajerjes ordenando la restauración y edificación de Jerusalén, en el
otoño del año 457 AC. Tomando esto como punto de partida, había perfecta
armonía en la aplicación de todos los acontecimientos predichos en la explicación
de ese período hallada en Daniel 9:25-27... Las setenta semanas, o 490 años, les
correspondían especialmente a los judíos. Al fin del período, la nación selló su
rechazamiento de Cristo con la persecución de sus discípulos, y los apóstoles se
volvieron hacia los gentiles en el año 34 de nuestra era. Habiendo terminado
entonces los 490 primeros años de los 2300, quedaban aún 1810 años. Contando
desde el año 34, 1810 años llegan a 1844. "Entonces —había dicho el ángel— será
purificado el santuario" (¡Maranatha: El Señor viene! p. 245).
Martes 30 de noviembre: El santuario celestial

Así como el santuario terrenal edificado por Moisés de acuerdo con el modelo que
se le mostró en el monte, el templo de Salomón, con todos sus servicios, era un
"símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y
sacrificios"; sus dos compartimientos sagrados eran "figura y sombra de las cosas
celestiales". Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, es un "ministro del santuario, y
de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre" (Hebreos
8:2) (Cristo en su santuario, p. 49).

Cuando en visión se le mostró al apóstol Juan el templo de Dios que está en el


cielo, vio que allí "ardían siete lámparas de fuego". Vio también a un ángel "con un
incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos
los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono" (Apocalipsis 4:5; 8:3).
Se le permitió al profeta contemplar el lugar santo del santuario celestial; y vio allí
"siete lámparas de fuego ardiendo" y "el altar de oro", representados por el
candelero de oro y el altar del incienso o perfume en el santuario terrenal.
Nuevamente "el templo de Dios fue abierto en el cielo" (Apocalipsis 11:19), y vio
el lugar santísimo detrás del velo interior. Allí contempló "el arca del testamento",
representada por el arca sagrada construida por Moisés para guardar la ley de Dios
(Cristo en su santuario, pp. 42, 43).

En el servicio del tabernáculo terrenal, que servía "de mera representación y


sombra de las cosas celestiales", este departamento sólo se abría en el gran día de
la expiación para la purificación del santuario. Por consiguiente, la proclamación
de que el templo de Dios fue abierto en el cielo y fue vista el arca de su pacto,
indica que el lugar santísimo del santuario celestial fue abierto en 1844, cuando
Cristo entró en él para consumar la obra final de la expiación. Los que por fe
siguieron a su gran Sumo Sacerdote cuando dio principio a su ministerio en el
lugar santísimo, contemplaron el arca de su pacto (Cristo en su santuario, p.122).

El santuario que está en el cielo, en el cual oficia Jesús en nuestro favor, es el gran
original, del cual el santuario construido por Moisés era una copia. Así como el
santuario terrenal tenía dos compartimentos, el lugar santo y el lugar santísimo,
también hay dos lugares santos en el santuario celestial. Y el arca que contenía la
ley de Dios, el altar del incienso y otros instrumentos de servicio que encontramos
en el santuario terrenal, tenían su contraparte en el santuario celestial. En santa
visión se le permitió al apóstol Juan entrar en los cielos, y allí vio el candelabro y
el altar del incienso, "y el templo de Dios fue abierto", y él vio "el arca de su
pacto" (Apocalipsis 4:5; 8:3; 11:19) (La historia de la redención, p. 395).
Miércoles 1 de diciembre: ¿Hasta cuándo?

Cristo fue el Cordero muerto desde la fundación del mundo. Para muchos ha sido
un misterio el que se necesitaran tantas ofrendas de sacrificio en la antigua
dispensación, el por qué tantas víctimas sangrantes fueron llevadas al altar. Pero la
gran verdad que debía mantenerse delante de los hombres, e imprimirse en su
mente y corazón, era ésta; "Sin derramamiento de sangre, no se hace remisión"
(Hebreos 9:22). En cada sacrificio sangrante estaba simbolizado el "Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo" (S. Juan 1:29). Cristo mismo fue el
originador del sistema de culto judío, en el cual, mediante símbolos, se exponían
las cosas espirituales y celestiales...

Actualmente vivimos en un tiempo cuando el símbolo ha encontrado su realidad en


la ofrenda de Cristo por los pecados del mundo; estamos viviendo en un día de luz
abundante y, sin embargo, cuan pocos se benefician con la grandiosa e importante
verdad de que Cristo ha realizado un amplio sacrificio para todos. En la ofrenda
que Cristo hizo de sí mismo, satisfizo toda la justicia requerida, y "¿cómo
escaparemos nosotros, si tuviéremos en poco una salud tan grande?" (Hebreos 2:3).
Aquellos que rechazan el don de la vida no tendrán excusa.

Gracias a Dios que Aquel que derramó su sangre por nosotros, vive para
defenderla; vive para hacer una intercesión por cada alma que lo recibe. "Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros
pecados, y nos limpie de toda maldad" (1 Juan 1:9). La sangre de Jesucristo nos
limpia de todo pecado. Tiene un lenguaje mejor que la sangre de Abel, porque
Cristo está vivo para interceder por nosotros. Siempre necesitamos mantener
delante de nosotros la eficacia de la sangre de Jesús. Esa sangre que limpia la vida
y la sostiene, de la cual podemos apropiarnos por la fe viva, es nuestra esperanza.
Nuestro aprecio de su inestimable valor debe ir en aumento continuo, porque habla
por nosotros únicamente cuando, mediante la fe, reclamamos su virtud,
manteniendo la conciencia limpia y en paz con Dios. Se la representa como la
sangre perdonadora, inseparablemente conectada con la resurrección y la vida de
nuestro Redentor, ilustrada por la corriente constante que procede del trono de
Dios, el río de agua de vida (Nuestra elevada vocación, p. 49).

La divinidad y la humanidad se reunieron en Cristo: el Creador y la criatura. La


naturaleza de Dios, cuya ley había sido transgredida, y la de Adán, el transgresor,
se conjugaron en Jesús: el Hijo de Dios e Hijo del Hombre. Después de pagar el
precio de la redención con su propia sangre, después de pasar por la experiencia
humana, habiéndose enfrentado con la tentación y habiéndola vencido en beneficio
del hombre, y después de haber sufrido la vergüenza y la culpabilidad y la carga
del pecado a pesar de que él nunca cometió pecado alguno, llegó a ser el Abogado
y el Intercesor de los seres humanos. ¡Qué seguridad es ésta para el alma tentada y
esforzada! ¡Qué seguridad para el universo que observa, saber que Cristo será un
Sumo Sacerdote fiel y misericordioso! (Exaltad a Jesús, p. 339).

En la cruz, Cristo no sólo mueve a los hombres al arrepentimiento hacia Dios por
la transgresión de la ley divina (pues Dios induce primero al arrepentimiento a
aquel a quien perdona), sino que Cristo ha satisfecho la justicia. Se ha ofrecido a sí
mismo como expiación. Su sangre que mana abundantemente, su cuerpo
quebrantado, satisface las demandas de la ley violada y así salva el abismo que ha
producido el pecado. Sufrió en la carne para que con su cuerpo magullado y
quebrantado pudiera cubrir al pecador indefenso. La victoria que ganó con su
muerte en el Calvario destruyó para siempre el poder acusador de Satanás sobre el
universo y silenció sus acusaciones de que la abnegación era imposible en Dios y,
por lo tanto, no era esencial en la familia humana (La maravillosa gracia de Dios,
p. 153).

Jueves 2 de diciembre: El santuario será purificado

A medida que los libros de memoria se van abriendo en el juicio, las vidas de todos
los que hayan creído en Jesús pasan ante Dios para ser examinadas por él.
Empezando con los que vivieron los primeros en la tierra, nuestro Abogado
presenta los casos de cada generación sucesiva, y termina con los vivos.

Cada nombre es mencionado, cada caso cuidadosamente investigado. Habrá


nombres que serán aceptados, y otros rechazados. En caso de que alguien tenga en
los libros de memoria pecados de los cuales no se haya arrepentido y que no hayan
sido perdonados, su nombre será borrado del libro de la vida, y la mención de sus
buenas obras será borrada de los registros de Dios. El Señor declaró a Moisés: "Al
que haya pecado contra mí, a éste borraré de mi libro". (Éxodo 32:33, Y M.). Y el
profeta Ezequiel dice: "Si el justo se apartare de su justicia, y cometiere maldad...
todas las justicias que hizo no vendrán en memoria" (Ezequiel 18:4).

A todos los que se hayan arrepentido verdaderamente de su pecado, y que hayan


aceptado con fe la sangre de Cristo como su sacrificio expiatorio, se les ha inscrito
el perdón frente a sus nombres en los libros del cielo; como llegaron a ser
partícipes de la justicia de Cristo y su carácter está en armonía con la ley de Dios,
sus pecados serán borrados, y ellos mismos serán juzgados dignos de la vida
eterna. El Señor declara por el profeta Isaías:

"Yo, yo soy aquel que borro tus transgresiones a causa de mí mismo, y no me


acordaré más de tus pecados" (Isaías 43:25, V M.)• Jesús dijo: "El que venciere,
será así revestido de ropas blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida,
sino confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus santos ángeles". "A
todo aquel, pues, que me confesare delante de los hombres, le confesaré yo
también delante de mi Padre que está en los cielos. Pero a cualquiera que me
negare delante de los hombres, le negaré yo también delante de mi Padre que está
en los cielos" (Apocalipsis 3:5; S. Mateo 10:32, 33, V M.) (El conflicto de los
siglos, pp. 536, 537).

"Para que sean manifestados los pensamientos de muchos corazones". A la luz de


la vida del Salvador, el corazón de cada uno, aun desde el Creador hasta el príncipe
de las tinieblas, será revelado. Satanás presentaba a Dios como un ser egoísta y
opresor, que lo pedía todo y no daba nada, que exigía el servicio de sus criaturas
para su propia gloria, sin hacer ningún sacrificio para su bien. Pero el don de Cristo
revela el corazón del Padre. Testifica que los pensamientos de Dios hacia nosotros
son "pensamientos de paz, y no de mal". Declara que, aunque el odio que Dios
siente por el pecado es tan fuerte como la muerte, su amor hacia el pecador es más
fuerte que la muerte. Habiendo emprendido nuestra redención, no escatimará nada,
por mucho que le cueste, de lo que sea necesario para la terminación de su obra.
No se retiene ninguna verdad esencial para nuestra salvación, no se omite ningún
milagro de misericordia, no se deja sin empleo ningún agente divino. Se acumula
un favor sobre otro, una dádiva sobre otra. Todo el tesoro del cielo está abierto a
aquellos a quienes él trata de salvar. Habiendo reunido las riquezas del universo, y
abierto los recursos de la potencia infinita, lo entrega todo en las manos de Cristo y
dice: Todas estas cosas son para el hombre. Úsalas para convencerlo de que no hay
mayor amor que el mío en la tierra o en el cielo. Amándome hallará su mayor
felicidad (El Deseado de todas las gentes, p. 39).
El cronograma de
Dios
Para el 11 de Diciembre del 2004

Lección 11
 
Sábado 4 de diciembre

Se nos da el ejemplo de oración y confesión de Daniel para nuestra instrucción y


nuestro ánimo. Israel había estado en cautiverio por casi setenta años. La tierra que
Dios había elegido como su posesión había caído en poder de los paganos. La
ciudad amada, receptáculo de la luz del cielo, una vez el gozo de toda la tierra,
ahora era despreciada y envilecida. Estaba en ruinas el templo que había albergado
el arca del pacto de Dios y a los querubines de gloria que proyectaban su sombra
sobre el propiciatorio. El mismo lugar de su ubicación era profanado por los pies
de los impíos. Los fieles que conocieron la gloria anterior estaban llenos de
angustia ante la desolación de la santa casa que había distinguido a Israel como el
pueblo escogido de Dios. Esos hombres habían sido testigos de las condenaciones
de Dios debido a los pecados de su pueblo. Habían sido testigos del cumplimiento
de esta palabra. También habían sido testigos de las promesas del favor divino si
Israel se volvía a Dios y caminaba rectamente delante de él. Peregrinos ancianos y
canosos acudían a Jerusalén para orar en medio de sus ruinas. Besaban sus piedras
y las humedecían con sus lágrimas mientras oraban al Señor para que tuviera
misericordia de Sión y la cubriera con la gloria de su justicia. Daniel sabía que casi
había terminado el tiempo para el cautiverio de Israel; pero no creía que, porque
Dios había prometido liberarlos, ellos no tenían una parte que hacer. Con ayuno y
contrición buscó al Señor confesando sus propios pecados y los pecados del pueblo
(Comentario bíblico adventista, t. 4, pp. 1193, 1194).
Domingo 5 de diciembre: La oración de Daniel

Cuando el tiempo para el fin de los setenta años de cautiverio se aproximaba, la


mente de Daniel estaba atenta a las profecías de Jeremías. Veía que había llegado el
tiempo cuando Dios le daría una nueva oportunidad a su pueblo elegido. Con
ayuno, oración y humillación rogaba al Dios del cielo a favor de Israel con estas
palabras: "Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y
la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado,
hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos
hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a
tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros
príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra" (Daniel 9:4-6).
Daniel no hace alarde de su propia fidelidad ante el Señor; en lugar de mostrarse
puro y santo, este honrado profeta se identifica humildemente con el pecaminoso
Israel. La sabiduría que Dios le había brindado era tan superior a la de los grandes
hombres del mundo, como la luz del sol al mediodía es más brillante que la estrella
más débil. Sin embargo, la oración que brota de los labios de este hombre tan
favorecido por el cielo, es acompañada con lágrimas y con profunda humillación,
rogando por sí mismo y por su pueblo. Con su alma abierta ante Dios, confiesa su
propia indignidad y reconoce la grandeza y majestad del Señor. ¡Qué ferviente es
su súplica! Su alma lucha con agonía. La mano de la fe se eleva para tomarse de las
promesas inmutables del Altísimo. Entonces llega la evidencia de que su oración
ha sido escuchada y que la victoria es suya.
Si nosotros, como pueblo, orásemos como Daniel oró y lucháramos como él luchó,
y humilláramos nuestras almas ante Dios, con seguridad tendríamos evidencias de
una respuesta a nuestras peticiones como le fueron concedidas a Daniel...
El siervo de Dios está pidiendo la bendición del cielo sobre su pueblo, y ruega por
un más claro entendimiento de la voluntad divina. Su corazón está angustiado por
Israel quien, en el sentido más estricto, no está guardando la ley de Dios. Reconoce
que todas sus calamidades son el resultado de sus transgresiones a la santa ley.
Dice: "Hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente". Los
judíos habían perdido su carácter peculiar y santo como el pueblo elegido de Dios.
"Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu
rostro resplandezca sobre tu santuario asolado". El corazón de Daniel está
angustiado por la condición del santuario de Dios en Jerusalén, pero sabe que su
prosperidad sólo puede ser restaurada si Israel se arrepiente de sus transgresiones a
la ley de Dios y camina en forma humilde, fiel y obediente delante de él (The
Sanctífied Life, pp. 46-48).
Lunes 6 de diciembre: Un visitante celestial

Gabriel ahora se le apareció al profeta, y se dirigió a él en estos términos: "Daniel,


varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré" (Daniel 10:11) ... ¡Qué
grande honor se le muestra a Daniel por parte de la Majestad del cielo! Dios
consuela a su siervo tembloroso, y le asegura que su oración ha sido escuchada en
el cielo. En respuesta a esta ferviente petición, el ángel Gabriel es enviado para
influir sobre el corazón del monarca persa. El rey ha resistido las impresiones del
Espíritu de Dios durante las tres semanas en que Daniel estaba ayunando y orando,
pero el Príncipe del cielo, el Arcángel Miguel, es enviado para cambiar el corazón
del obstinado rey e inducirlo a tomar una medida resuelta en respuesta a la oración
de Daniel... Tan grande era la gloria divina revelada a Daniel que él no la pudo
soportar. Entonces el mensajero del cielo veló la refulgencia de su rostro y apareció
al profeta "con semejanza de hijo de hombre". Por medio de su poder divino
fortaleció a este hombre de integridad y de fe, para escuchar el mensaje enviado a
él de parte de Dios.

Daniel era un siervo devoto del Altísimo. Su larga vida estuvo llena de nobles
hechos de servicio por su Maestro. Su pureza de carácter y su inalterable fidelidad
son igualadas por su humildad de corazón y su contrición delante de Dios.
Repetimos, la vida de Daniel es una ilustración inspirada de verdadera
santificación (Reflejemos a Jesús, p. 82).

Mientras la oración de Daniel se elevaba, el ángel Gabriel descendía de los atrios


celestiales para decirle que su oración había sido escuchada y respondida. Este
poderoso ángel había sido comisionado para darle información y entendimiento
acerca de los misterios del futuro. Daniel buscaba con todo fervor conocer y
entender la verdad; por eso fue puesto en contacto con el mensajero celestial.

El siervo de Dios oraba, no para elevarse en un vuelo de felices emociones, sino


para conocer seriamente la voluntad divina. Y no lo hacía solamente por él; su gran
preocupación era Israel, el pueblo de Dios, que verdaderamente no estaba
cumpliendo con la voluntad de Dios. Reconociendo que todas sus calamidades eran
el resultado de sus transgresiones a la santa ley, oraba, diciendo: "Hemos pecado,
hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente". Los judíos habían perdido
su carácter peculiar y santo como el pueblo elegido de Dios. "Ahora pues, Dios
nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca
sobre tu santuario asolado". Daniel estaba preocupado por la condición del templo
de Dios en Jerusalén, pero sabía que su prosperidad le sería devuelta solamente si
Israel se arrepentía de sus pecados y decidía andar en forma humilde, fiel y
obediente ante su Dios.

En respuesta a su petición, Daniel no sólo recibió la luz que él y su pueblo


necesitaban para ese tiempo, sino una visión con toda la perspectiva de los grandes
eventos del futuro hasta, la venida del Redentor del mundo...

Aquellos que dicen haber alcanzado la santidad, pero no tienen deseos de


investigar las Escrituras ni luchar en oración pidiendo por un más claro
entendimiento de la verdad bíblica, no saben realmente lo que es la santificación
(Review and Herald, febreros, 1881).

El ángel había sido enviado a Daniel con el objeto expreso de que le explicará el
punto que no había logrado comprender en la visión del capítulo octavo, el dato
relativo al tiempo: "Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será
purificado el santuario". Después de mandar a Daniel que "entienda" "la palabra" y
que alcance inteligencia de "la visión", las primeras palabras del ángel son:
"Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad".

La palabra traducida aquí por "determinadas", significa literalmente "descontadas".


El ángel declara que setenta semanas, que representaban 490 años, debían ser
descontadas por pertenecer especialmente a los judíos. ¿Pero de dónde fueron
descontadas? Como los 2.300 días son el único periodo de tiempo mencionado en
el capítulo octavo, deben constituir el período del que fueron descontadas las
setenta semanas; las setenta semanas deben por consiguiente formar parte de los
2.300 días, y ambos períodos deben comenzar juntos. El ángel declaró que las
setenta semanas datan del momento en que salió el edicto para reedificar a
Jerusalén. Si se puede encontrar la fecha de aquel edicto, queda fijado el punto de
partida del gran período de los 2.300 días (El conflicto de los siglos, pp. 372, 373).

Martes 7 de diciembre: El propósito de las setenta semanas

Mediante sus agentes escogidos, Dios bondadosamente hará conocer sus


propósitos. Entonces avanzará la grandiosa obra de la redención. Los hombres
sabrán de la reconciliación para la
Iniquidad y de la justicia eterna que el Mesías trajo por medio de su sacrificio. La
cruz del Calvario es el gran centro. Cuando se acepta esta verdad y se obra en
consonancia con ella, se hace efectivo el sacrificio de Cristo. Esto es lo que Gabriel
reveló a Daniel en respuesta a la ferviente oración. De esto hablaron Moisés y Elías
con Cristo durante su transfiguración. Mediante la humillación de la cruz, él habría
de proporcionar eterna liberación a todos los que imitaran su conducta dando
evidencias positivas de que se han apartado del mundo (Comentario bíblico
adventista, t. 4, p. 1194).

Cristo tenía siempre presente el resultado de su misión. Su vida terrenal, recargada


de penas y sacrificios, era alegrada por el pensamiento de que su trabajo no sería
inútil. Dando su vida por la vida de los hombres, iba a restaurar en la humanidad la
imagen de Dios. Iba a levantarnos del polvo, a reformar nuestro carácter conforme
al suyo, y embellecerlo con su gloria.

Cristo vio "del trabajo de su alma" y fue "saciado". Vislumbró lo dilatado de la


eternidad y vio de antemano la felicidad de aquellos que por medio de su
humillación recibirían perdón y vida eterna. Fue herido por sus transgresiones y
quebrantado por sus iniquidades. El castigo que les daría paz fue sobre él, y por sus
heridas fueron sanados. Él oyó el júbilo de los rescatados, que entonaban el canto
de Moisés y del Cordero. Aunque había de recibir primero el bautismo de sangre;
aunque los pecados del mundo iban a pesar sobre su alma inocente y la sombra de
indecible dolor se cernía sobre él, por el gozo que le me propuesto, escogió sufrir
la cruz y menospreció la vergüenza...

Al fin "verán su rostro; y su nombre estará en sus frentes" (Apocalipsis 22:4). ¿Qué
es la felicidad del cielo si no es ver a Dios? ¿Qué mayor gozo puede obtener el
pecador salvado por la gracia de Cristo que el de mirar el rostro de Dios y
conocerle como Padre? (¡Maranatha: El Señor viene!, p. 314).

Miércoles 8 de diciembre: el Mesías Príncipe

El tiempo en que iban a producirse el primer advenimiento y algunos de los


principales acontecimientos relacionados con la vida y la obra del Salvador, fue
comunicado a Daniel por el ángel Gabriel. Dijo éste: "Setenta semanas están
determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para acabar la prevaricación,
y concluir el pecado, y expiar la iniquidad; y para traer la justicia de los siglos, y
sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos" (Daniel 9:24). En la
profecía un día representa un año. (Véase Números 14:34; Ezequiel 4:6.) Las
setenta semanas, ó 490 días, representan 490 años. El punto de partida de este
plazo se da así:

"Sepas pues y entiendas, que, desde la salida de la palabra para restaurar y edificar
a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas"
(Daniel 9:25), es decir 69 semanas, o 483 años. La orden de reedificar a Jerusalén,
según la completó el decreto de Artajerjes Longímano (véase Esdras 6:14;

7:1, 9), entró en vigencia en el otoño del año 457 antes de J. C. Desde esa fecha,
483 años llegan hasta el otoño del año 27 de nuestra era. De acuerdo con la
profecía, ese plazo debía llegar hasta el Mesías, o Ungido. En el año 27 de nuestra
era. Jesús recibió, en ocasión de su bautismo, el ungimiento del Espíritu Santo, y
poco después comenzó su ministerio. Se proclamó entonces el mensaje: "El tiempo
es cumplido "(S. Marcos 1:15).

Había dicho el ángel: "En otra semana [7 años] confirmará el pacto a muchos".
Durante siete años después que el Salvador iniciara su ministerio, el evangelio iba
a ser predicado especialmente a los judíos; por Cristo mismo durante tres años y
medio, y después por los apóstoles. "A la mitad de la semana hará cesar el
sacrificio y la ofrenda"(Daniel 9:27). En la primavera del año 31 de nuestra era.
Cristo, el verdadero Sacrificio, fue ofrecido en el Calvario. Entonces el velo del
templo se rasgó en dos, por lo cual se demostró que dejaban de existir el carácter
sagrado y el significado del servicio de los sacrificios. Había llegado el momento
en que debían cesar el sacrificio y la oblación terrenales (Profetas y reyes, pp. 514,
515).

Jueves 9 de diciembre: "A la mitad de la semana"

"A la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda". En el año 31 de J.


C., tres años y medio después de su bautismo, nuestro Señor fue crucificado. Con
el gran sacrificio ofrecido en el Calvario, terminó aquel sistema de ofrendas que
durante cuatro mil años había prefigurado al Cordero de Dios. El tipo se encontró
con el antitipo, y todos los sacrificios y oblaciones del sistema ceremonial debían
cesar.
Las setenta semanas, o 490 años concedidos a los judíos, terminaron, como lo
vimos, en el año 34 de J. C. En dicha fecha, por auto del Sanedrín judaico, la
nación selló su rechazamiento del evangelio con el martirio de Esteban y la
persecución de los discípulos de Cristo. Entonces el mensaje de salvación, no
estando más reservado exclusivamente para el pueblo elegido, fue dado al mundo.
Los discípulos, obligados por la persecución a huir de Jerusalén, "andaban por
todas partes, predicando la Palabra". "Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria,
les proclamó el Cristo". Pedro, guiado por Dios, dio a conocer el evangelio al
centurión de Cesárea, el piadoso Cornelio; el ardiente Pablo, ganado a la fe de
Cristo fue comisionado para llevar las alegres nuevas "lejos... a los gentiles"
(Hechos 8:4, 5; 22:21, V M.) (El conflicto de los siglos, pp. 375, 376).

Había declarado el ángel: "En otra semana [siete años] confirmará el pacto a
muchos". Por siete años después que el Salvador empezó su ministerio, el
evangelio había de ser predicado especialmente a los judíos; por Cristo mismo
durante tres años y medio, y después por los apóstoles. "A la mitad de la semana
hará cesar el sacrificio y la ofrenda". En la primavera del año 31 de nuestra era,
Cristo, el verdadero sacrificio, fue ofrecido en el Calvario. Entonces el velo del
templo se rasgó en dos, demostrando que el significado y el carácter sagrado del
ritual de los sacrificios habían terminado. Había llegado el tiempo en que debían
cesar los sacrificios y las oblaciones terrenales.

La semana —siete años— terminó en el año 34 de nuestra era. Entonces, por el


apedreamiento de Esteban, los judíos sellaron finalmente su rechazamiento del
evangelio; los discípulos, dispersados por la persecución, "iban por todas partes
anunciando la palabra"; poco después, se convirtió Saulo el perseguidor, y llegó a
ser Pablo, el apóstol de los gentiles (El Deseado de todas las gentes, pp. 200, 201).

Viernes 10 de diciembre: Para estudiar y meditar

El Deseado de todas las gentes, pp. 198-202.


Cuando los reyes van
a la guerra
Para el 18 de Diciembre del 2004

Lección 12

Sábado 11 de diciembre

[Se cita Daniel 10:12,13]. Por esto comprendemos que los instrumentos celestiales
tienen que luchar con obstáculos antes de que a su tiempo se cumpla el propósito
de Dios. El rey de Persia estaba dominado por el más poderoso de todos los
ángeles malos. Como Faraón, rehusaba obedecer la palabra del Señor. Gabriel
declaró: "Se me opuso durante veintiún días", mediante sus acusaciones contra los
judíos. Pero Miguel vino en su ayuda, y entonces permaneció con los reyes de
Persia, manteniendo dominados los poderes, dando buenos consejos en oposición a
los malos consejos. Los ángeles buenos y malos tienen una parte en los planes de
Dios para su reino terrenal. El propósito de Dios es llevar adelante su obra dentro
de pautas correctas, mediante formas que redunden para su gloria. Pero Satanás
siempre procura contrarrestar el propósito de Dios. Los siervos de Dios pueden
hacer adelantar su obra sólo si se humillan delante del Señor. Nunca deben
depender para el éxito de sus propios esfuerzos ni de una exhibición ostentosa.

En la Palabra de Dios tenemos, delante de nosotros, ejemplos de agentes celestiales


que influían en la mente de reyes y gobernantes, mientras que al mismo tiempo
también los instrumentos satánicos estaban influyendo sobre sus mentes. Ninguna
elocuencia humana, mediante opiniones vigorosamente presentadas, puede cambiar
la obra de los instrumentos satánicos. Satanás continuamente procura obstruir el
camino, de modo que la verdad sea trabada por las ideas humanas; y los que tienen
luz y conocimiento están en un peligro mayor, a menos que continuamente se
consagren a Dios humillando el yo y comprendiendo el peligro de la hora. Seres
celestiales están destinados para responder a las oraciones de los que están
trabajando desinteresadamente para promover la causa de Dios. Los ángeles más
excelsos de las cortes celestiales están designados para que tengan eficacia las
oraciones que ascienden a Dios para el adelanto de la causa del Señor. Cada ángel
tiene su puesto particular del deber, del cual no se le permite que se aleje para ir a
otro lugar. Si se alejara, los poderes de las tinieblas obtendrían una ventaja
(Comentario bíblico adventista, t. 4, pp. 1194, 1195).

Domingo 12 de diciembre: Daniel en visión

En esa ocasión [la visión de Daniel 8 y 9] el ángel Gabriel le dio a Daniel toda la
instrucción que el profeta estaba en condiciones de recibir. Sin embargo, unos
pocos años más tarde, Daniel deseaba saber más acerca de algunos asuntos que no
habían sido totalmente explicados por el ángel, y nuevamente buscó luz y sabiduría
de Dios. "En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas,
no comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con
ungüento... Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos
sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un
relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de
color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una
multitud" (Daniel 10:2-6). Esta descripción es similar a la que expresa el apóstol
Juan cuando Cristo se le reveló en la isla de Patmos. Era el mismo Hijo de Dios
quien se presentó ante Daniel, acompañado de otro mensajero celestial, para darle a
conocer lo que ocurriría en los últimos días.

Las grandes verdades reveladas por el Redentor del mundo son para aquellos que
buscan la verdad como a un tesoro escondido. Daniel ya era un anciano que había
pasado su vida en medio de la fascinación de cortes paganas, ocupado en los
asuntos de grandes imperios. Sin embargo, dejaba de lado todo eso para afligir su
alma delante de Dios y pedir un mayor conocimiento de los propósitos del
Altísimo. En respuesta a sus súplicas, le fue dada luz para aquellos que habrían de
vivir en los últimos días. Con qué fervor, entonces, deberíamos buscar al Señor
para que pueda abrir nuestro entendimiento para comprender las verdades que han
sido reveladas por el cielo...

Aquellos que estén verdaderamente santificados tendrán una experiencia similar a


la de Daniel. Cuanto más clara su visión acerca de la grandeza, la gloria y la
perfección de Cristo, tanto más vivida será la visión de su propia debilidad e
imperfección. No harán alarde de un carácter perfecto, porque lo que parecía recto
ante sus ojos, al tener una visión de la pureza y la gloria de Cristo, parecerá indigno
y corruptible. Cuando los seres humanos se separan de Dios y pierden de vista la
perfección de Cristo, entonces comienzan a decir: "soy impecable"; "estoy
santificado" (The Sanctífied Life, pp. 49-51).

Nada menos que un personaje como el Hijo de Dios se apareció a Daniel. Esta
descripción es similar a la que presenta Juan cuando Cristo se le reveló en la isla de
Patmos. Ahora viene nuestro Señor con otro mensajero celestial para enseñarle a
Daniel lo que sucedería en los últimos días. Este conocimiento le fue dado a Daniel
y ha sido registrado por la Inspiración para nosotros, a quienes han alcanzado los
fines' de los siglos (Comentario bíblico adventista, t. 4, p. 1194).

Lunes 13 de diciembre: Los postreros días

Mientras los hombres le honraban confiándole las responsabilidades del estado y


los secretos de reinos que ejercían dominio universal, Daniel fue honrado por Dios
como su embajador, y le fueron dadas muchas revelaciones de los misterios
referentes a los siglos venideros. Sus admirables profecías, como las registradas en
los capítulos siete al doce del libro que lleva su nombre, no fueron comprendidas
plenamente ni siquiera por el profeta mismo; pero antes que terminaran las labores
de su vida, recibió la bienaventurada promesa de que "hasta el tiempo del fin", en
el plazo final de la historia de este mundo, se le permitiría ocupar otra vez su lugar.
No le fue dado comprender todo lo que Dios había revelado acerca del propósito
divino, sino que se le ordenó acerca de sus escritos profetices: "Tú empero, Daniel,
cierra las palabras y sella el libro", pues esos escritos debían quedar sellados "hasta
el tiempo del fin". Las indicaciones adicionales que el ángel dio al fiel mensajero
de Jehová fueron:

"Anda, Daniel, que estas palabras están cerradas y selladas, hasta el tiempo del
cumplimiento... Y tú irás al fin, y reposarás, y te levantarás en tu suerte al fin de los
días" (Daniel 12:4, 9, 13).

A medida que nos acercamos al término de la historia de este mundo, las profecías
registradas por Daniel exigen nuestra atención especial, puesto que se relacionan
con el tiempo mismo en que estamos viviendo. Con ellas deben vincularse las
enseñanzas del último libro del Nuevo Testamento. Satanás ha inducido a muchos a
creer que las porciones proféticas de los escritos de Daniel y de Juan el revelador,
no pueden comprenderse. Pero se ha prometido claramente que una bendición
especial acompañará el estudio de esas profecías. "Entenderán los entendidos"
(Daniel 12:10), fue dicho acerca de las visiones de Daniel cuyo

sello iba a ser quitado en los últimos días; y acerca de la revelación que Cristo dio
a su siervo Juan para guiar al pueblo de Dios a través de los siglos, se prometió:
"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan
las cosas en ella escritas" (Apocalipsis 1:3).

Del nacimiento y de la caída de las naciones, según resaltan en los libros de Daniel
y Apocalipsis, necesitamos aprender cuan vana es la gloria y pompa mundanal.
Babilonia, con todo su poder y magnificencia, cuyo parangón nuestro mundo no ha
vuelto a contemplar —un poder y una magnificencia que la gente de aquel tiempo
creía estables y duraderos— se desvaneció y ¡cuan completamente ¡Pereció “como
la flor de la hierba” (Santiago 1:10)! Así perecieron el reino medo-persa, y los
imperios de Grecia y de Roma. Y así perece todo lo que no está fundado en Dios.
Sólo puede perdurar lo que se vincula con su propósito y expresa su carácter. Sus
principios son lo único firme que conoce nuestro mundo (Profetas y reyes, pp. 401-
403).

Martes 14 de diciembre: La gran controversia

Durante los primeros años del trabajo de restauración por parte de los judíos que
habían regresado de Babilonia, los samaritanos fueron incansables opositores.
Intimidaban al pueblo de Judá, y lo atemorizaban para que no edificara.
"Sobornaron además contra ellos a los consejeros para frustrar sus propósitos, todo
el tiempo de Ciro, rey de Persia y hasta el reinado de Darío rey de Persia" (Esdras
4:4, 5). Sus informes falsos despertaban suspicacia en esas mentes que
sospechaban fácilmente, y hubo tiempos en que parecía que los que estaban en
autoridad trabajaban en contra de los propósitos de Dios. Sin embargo, las
influencias malignas fueron sujetadas por muchos años para que el pueblo de Dios
pudiera continuar su trabajo.

Durante estos años, el mismo Satanás trató de influir sobre los potentados del
imperio medo-persa para que no favorecieran al pueblo de Dios. También fue
Satanás quien influyó sobre los samaritanos para que se opusieran. Pero los ángeles
de Dios obraban en favor de los que habían retornado y todo el cielo estaba
interesado en el conflicto. En el capítulo 10 de Daniel se nos presenta una
vislumbre de esta tremenda controversia entre las fuerzas del bien y del mal que
duró muchos años.

En esta visión, el ángel Gabriel declaró: "Mas el príncipe del reino de Persia se me
opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes,
vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia" (Daniel 10:13). Durante
tres semanas el ángel Gabriel había estado enfrentando los poderes de las tinieblas
tratando de contrarrestar su influencia en la mente del rey Ciro. Y Cristo mismo
vino en ayuda de Gabriel para participar del conflicto. Todo lo que el cielo podía
hacer en favor del pueblo de Dios se hizo, y la victoria fue finalmente ganada. Las
fuerzas del enemigo fueron sujetadas por los siete años del reinado de Ciro y todo
el tiempo del reinado de su hijo Cambises.

Fue un tiempo de oportunidades maravillosas para los judíos. Las personalidades


más altas del cielo obraban sobre los corazones de los reyes, y al pueblo de Dios le
tocaba trabajar con la máxima actividad para cumplir el decreto de Ciro. No
debiera haber escatimado esfuerzo para restaurar el templo y sus servicios, ni para
restablecerse en sus hogares de Judea. Pero mientras se manifestaba el poder de
Dios, muchos carecieron de buena voluntad...

Los israelitas no tenían excusa para detener el trabajo de restauración del templo.
El tiempo de mayor oposición era, en verdad, el tiempo en que deberían haber
perseverado en la construcción. Pero muchos de ellos despertaron mayor oposición
de sus enemigos al mostrar su disgusto por tener que enfrentar el peligro. No tenían
esa fe que es "la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve".
Dudaban en avanzar por fe confiando en las providencias de Dios, porque no
podían ver el fin desde el principio. Y cuando comenzaron a enfrentar dificultades,
simplemente abandonaron el trabajo (Review and Herald, diciembre 5, 1907).

Miércoles 15 de diciembre: Los reyes del norte y del sur

... El complicado juego de los acontecimientos humanos se halla bajo el control


divino. En medio de las disensiones y el tumulto de las naciones, el que está
sentado más arriba que; los querubines siguen guiando los asuntos de esta tierra.
La historia de las naciones nos habla a nosotros hoy. Dios asignó a cada nación e
individuo un lugar en su gran plan. Hoy los hombres y las naciones son probados
por la plomada que está en la mano de Aquel que no comete error. Por su propia
elección, cada uno decide su destino, y Dios lo rige todo para cumplir sus
propósitos.

Al unir un eslabón con otro en la cadena de los acontecimientos, desde la eternidad


pasada a la eternidad futura, las profecías que el gran YO SOY dio en su Palabra
nos dicen dónde estamos hoy en la procesión de los siglos y lo que puede esperarse
en el tiempo futuro. Todo lo que la profecía predijo como habiendo de acontecer
hasta el momento actual, se lee cumplido en las páginas de la historia, y podemos
tener la seguridad de que todo lo que falta por cumplir se realizará en su orden.

Hoy las señales de los tiempos declaran que estamos en el umbral de


acontecimientos grandes y solemnes. En nuestro mundo, todo está en agitación.
Ante nuestros ojos se cumple la profecía por la cual el Salvador anunció los
acontecimientos que habían de preceder su venida: "Y oiréis guerras, y rumores de
guerras... Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá
pestilencias, y hambres, y terremotos por los lugares" (S. Mateo 24:6, 7).

El momento actual es de interés abrumador para todos los que viven. Los
gobernantes y los estadistas, los hombres que ocupan puestos de confianza y
autoridad, los hombres y mujeres pensadores de todas las clases, tienen la atención
fija en los acontecimientos que se producen en derredor nuestro. Observan las
relaciones que existen entre las naciones. Observan la intensidad que se apodera de
todo elemento terrenal, y reconocen que algo grande y decisivo está por acontecer,
que el mundo se encuentra en vísperas de una crisis espectacular.

La Biblia, y tan sólo la Biblia, presentan una visión correcta de estas cosas. En ella
se revelan las grandes escenas finales de la historia de nuestro mundo,
acontecimientos que ya se anuncian, y cuya aproximación hace temblar la tierra y
desfallecer de temor los corazones de los hombres (Profetas y reyes, pp. 393, 394).

En los anales de la historia humana, el crecimiento de las naciones, el


levantamiento y la caída de los imperios, parecen depender de la voluntad y
proezas del hombre. Los sucesos parecen ser determinados, en gran parte, por su
poder, ambición, o capricho. Pero en la Palabra de Dios se descorre el velo, y
contemplamos detrás, encima, y entre la trama y urdimbre de los intereses, las
pasiones y el poder de los hombres, los agentes del Ser misericordioso, que ejecuta
silenciosa y pacientemente los consejos de su propia voluntad...
En medio de la lucha y el tumulto de las naciones, Aquel que se sienta por encima
de los querubines, dirige aún los asuntos terrenales... Dios ha asignado un lugar en
su gran plan a toda nación y a todo individuo de hoy día. Hoy, los hombres y las
naciones son medidos por el nivel que tiene en la mano Aquel que no se equivoca.
Todos deciden su destino por propia elección, y Dios dirige todo para la ejecución
de sus propósitos.

La historia que el gran YO SOY ha trazado en su Palabra, uniendo eslabón con


eslabón en la cadena profética, de la eternidad pasada a la eternidad futura, nos
dice dónde estamos hoy en el transcurso de los siglos y qué es lo que se puede
esperar en lo futuro (La fe por la cual vivo, p. 170).

Jueves 16 de diciembre: La abominación desoladora

EL apóstol Pablo, en su segunda carta a los Tesalonicenses, predijo la gran


apostasía que había de resultar en el establecimiento del poder papal. Declaró,
respecto al día de Cristo: "Ese día no puede venir, sin que venga primero la
apostasía, y sea revelado el hombre de pecado, el hijo de perdición; el cual se
opone a Dios, y se ensalza sobre todo lo que se llama Dios, o que es objeto de
culto; de modo que se siente en el templo de Dios, ostentando que él es Dios" (2
Tesalonicenses 2:3, 4, V M). Y además el apóstol advierte a sus hermanos que "el
misterio de iniquidad está ya obrando". Ya en aquella época veía él que se
introducían en la iglesia errores que prepararían el camino para el desarrollo del
papado.

Poco a poco, primero solapadamente y a hurtadillas, y después con más


desembozo, conforme iba cobrando fuerza y dominio sobre los espíritus de los
hombres, "el misterio de iniquidad" hizo progresar su obra engañosa y blasfema.
De un modo casi imperceptible las costumbres del paganismo penetraron en la
iglesia cristiana. El espíritu de avenencia y de transacción fue coartado por algún
tiempo por las terribles persecuciones que sufriera la iglesia bajo el régimen del
paganismo. Mas habiendo cesado la persecución y habiendo penetrado el
cristianismo en las cortes y palacios, la iglesia dejó a un lado la humilde sencillez
de Cristo y de sus apóstoles por la pompa y el orgullo de los sacerdotes y
gobernantes paganos, y substituyó los requerimientos de Dios por las teorías y
tradiciones de los hombres. La conversión nominal de Constantino, a principios del
siglo cuarto, causó gran regocijo; y el mundo, disfrazado con capa de rectitud, se
introdujo en la iglesia. Desde entonces la obra de corrupción progresó rápidamente.
El paganismo que parecía haber sido vencido, vino a ser el vencedor. Su espíritu
dominó a la iglesia. Sus doctrinas, ceremonias y supersticiones se incorporaron a la
fe y al culto de los que profesaban ser discípulos de Cristo.

Esta avenencia entre el paganismo y el cristianismo dio por resultado el desarrollo


del "hombre de pecado" predicho en la profecía como oponiéndose a Dios y
ensalzándose a sí mismo sobre Dios. Ese gigantesco sistema de falsa religión es
obra maestra del poder de Satanás, un monumento de sus esfuerzos para sentarse él
en el trono y reinar sobre la tierra según su voluntad. (El conflicto de los siglos, pp.
53, 54).

Viernes 17 de diciembre: Para estudiar y meditar

La edificación del carácter, p. 59-67.


El tiempo del fin
Para el 25 de Diciembre del 2004

Lección 13

Sábado 18 de diciembre

"Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que


enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad" (Daniel
12:3).

El que ha señalado a "cada uno su obra", conforme a su capacidad, jamás dejará sin
recompensa al que haya cumplido fielmente su deber. Toda acción de lealtad y fe
será coronada con muestras especiales del favor y la aprobación de Dios. A todo
obrero se hace la promesa: "Irá andando y llorando el que lleva la preciosa
simiente; más volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas".

Por corto que sea nuestro servicio o humilde nuestro trabajo, si con una fe sencilla
seguimos a Cristo, no seremos chasqueados en cuanto a la recompensa. Aquello
que aun los mayores o los más sabios hombres no pueden ganar, el más débil y el
más humilde puede recibir, Los áureos portales del cielo no se abrirán ante el que
se exalta a sí mismo. No darán paso a los de espíritu soberbio. Pero los eternos
portales se abrirán de par en par ante el toque tembloroso de un niñito. Bendita será
la recompensa de gracia concedida a los que trabajaron por Dios con simplicidad
de fe y amor. Las sienes de los que hacen esta obra llevarán la corona del sacrificio,
pero recibirán su galardón.

Para todo obrero de Dios este pensamiento debiera ser motivo de estímulo y
animación. En esta vida nuestra obra para Dios parece a menudo casi estéril.
Nuestros esfuerzos en hacer bien pueden ser fervientes y perseverantes. No
obstante, puede que no se nos permita presenciar sus resultados. Para nosotros, el
esfuerzo puede parecer perdido. Pero el Salvador nos asegura que nuestra obra
queda anotada en los cielos, y que la recompensa no puede fallar {Servicio
cristiano, pp. 329, 330).
Domingo 19 de diciembre: El tiempo del fin

"El derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la


plaza, y la equidad no pudo venir" (Isaías 59:14).

Estamos viviendo en el tiempo del fin. El presto cumplimiento de las señales de los
tiempos proclama la inminencia de la venida de nuestro Señor. La época en que
vivimos es importante y solemne. El Espíritu de Dios se está retirando gradual pero
ciertamente de la tierra. Ya están cayendo juicios y plagas sobre los que
menosprecian la gracia de Dios. Las calamidades en tierra y mar, la inestabilidad
social, las amenazas de guerra, como portentosos presagios, anuncian la
proximidad de acontecimientos de la mayor gravedad. Las agencias del mal se
coligan y aúnan sus fuerzas para la gran crisis final. Grandes cambios están a punto
de producirse en el mundo, y los movimientos finales serán rápidos.

El estado actual de las cosas muestra que tiempos de perturbación están por caer
sobre nosotros. Los diarios están llenos de alusiones referentes a algún formidable
conflicto que debe estallar dentro de poco. Son siempre más frecuentes los audaces
atentados contra la propiedad. Las huelgas se han vuelto asunto común. Los robos
y los homicidios se multiplican. Hombres dominados por espíritus de demonios
quitan la vida a hombres, mujeres y niños. El vicio excita a los seres humanos y
prevalece el mal en todas sus formas.

El enemigo ha alcanzado a pervertir la justicia y a llenar los corazones de un deseo


de ganancias egoístas. "La justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la
plaza, y la equidad no pudo venir" (Isaías 59:14). Las grandes ciudades contienen
multitudes indigentes, privadas casi por completo de alimentos, ropas y albergue,
entretanto que en las mismas ciudades se encuentran personas que tienen más de lo
que el corazón puede desear, que viven en el lujo, gastando su dinero en casas
lujosamente amuebladas y en el adorno de sus personas, o lo que es peor aún, en
golosinas, licores, tabaco y otras cosas que tienden a destruir las facultades
intelectuales, perturban la mente y degradan el alma. Los gritos de las multitudes
que mueren de inanición suben a Dios, mientras algunos hombres acumulan
fortunas colosales por medio de toda clase de opresiones y extorsiones.

Las Escrituras describen la condición del mundo inmediatamente antes de la


segunda venida de Cristo. Pruebas terribles esperan al pueblo de Dios. El espíritu
de guerra agita las naciones desde un cabo de la tierra hasta el otro. Mas a través
del tiempo de angustia que se avecina, un tiempo de angustia como no lo hubo
desde que existe nación, el pueblo de Dios permanecerá inconmovible. Satanás y
su ejército no podrán destruirlo, porque ángeles poderosos lo protegerán (Exaltad a
Jesús, p. 350).

Se me mostró que existe un terrible estado de cosas en nuestro mundo. El ángel de


la misericordia está plegando sus alas, listo para retirarse. El poder refrenador del
Señor se está retirando de la tierra, y Satanás está agitando a los líderes del mundo
religioso para colocarlos bajo el entrenamiento del gran engañador que obra en los
hijos de desobediencia. Los habitantes de la tierra ya están marchando bajo la
dirección del príncipe de las tinieblas, y esto es sólo el principio del fin.

La ley de Dios es invalidada. Vemos y oímos acerca de confusión y perplejidad,


miseria y hambre, terremotos e inundaciones. Terribles ultrajes serán cometidos
por los hombres; la pasión, no la razón, es la que impera. La ira de Dios recae
sobre los habitantes del mundo, que están corrompiéndose rápidamente como los
habitantes de Sodoma y Gomorra. El fuego y la inundación ya están destruyendo
miles de vidas y la propiedad que ha sido egoístamente acumulada oprimiendo a
los pobres. El Señor pronto abreviará su obra y pondrá fin al pecado. ¡Oh, ojala
impresionen profundamente las mentes de los profesos hijos de Dios las escenas
que me han sido presentadas de las iniquidades cometidas en estos últimos días!
{¡Maranatha: El Señor viene!, p. 135).

Lunes 20 de diciembre: Miguel, el Príncipe

Al aproximarnos a los peligros de los últimos días, las tentaciones del enemigo se
tornan más fuertes y más decididas. Satanás ha descendido con gran poder,
sabiendo que su tiempo es corto; y está obrando" con todo engaño de iniquidad
para los que se pierden" (2 Tesalonicenses 2:10). Mediante la Palabra de Dios nos
llega el aviso de que, si fuera posible, engañaría a los mismos elegidos.

Sucesos extraordinarios han de ocurrir pronto en el mundo. El fin de todas las


cosas está cercano. El tiempo de angustia está por llegar para el pueblo de Dios.
Será entonces cuando se promulgará el decreto prohibiendo comprar o vender a los
que guardan el sábado del Señor, y que se los amenazará con castigos, y aun con la
muerte, si no observan el primer día de la semana como día de reposo.

"En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los
hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca me desde que hubo gente
hasta entonces, pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se
hallen escritos en el libro" (Daniel 12:1). Por esto podemos ver la importancia de
tener nuestros nombres escritos en el libro de la vida. Todos aquellos cuyos
nombres estén registrados allí serán librados del poder de Satanás y Cristo ordenará
que les sean quitados sus vestidos sucios y que sean vestidos con su justicia...

En el tiempo de angustia Satanás excita a los malvados y éstos rodean a los hijos
de Dios para destruirlos. Pero no sabe que en los libros del cielo se ha escrito la
palabra "perdón" frente a sus nombres. Tampoco sabe que se ha dado esta orden:

"Quitadle esas vestiduras viles... Pongan mitra limpia sobre su cabeza, y le


vistieron las ropas" (Zacarías 3:4, 5) (En los lugares celestiales, p. 344).

"Y en aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está por los hijos de
tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue después que hubo gente hasta
entonces: más en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallaren
escritos en el libro" (Daniel 12:1).

Cuando termine el mensaje del tercer ángel la misericordia divina no intercederá


más por los habitantes culpables de la tierra. El pueblo de Dios habrá cumplido su
obra; habrá recibido "la lluvia tardía", el "refrigerio de la presencia del Señor", y
estará preparado para la hora de prueba que le espera. Los ángeles se apuran, van y
vienen de acá para allá en el cielo. Un ángel que regresa de la tierra anuncia que su
obra está terminada; el mundo ha sido sometido a la prueba final, y todos los que
han resultado fieles a los preceptos divinos han recibido "el sello del Dios vivo".
Entonces Jesús dejará de interceder en el santuario celestial. Levantará sus manos y
con gran voz dirá "Hecho es", y todas las huestes de los ángeles depositarán sus
coronas mientras él anuncia en tono solemne: "¡El que es injusto, sea injusto aún; y
el que es sucio, sea sucio aún; y el que es justo, sea justo aún; y el que es santo, sea
aún santo!" (Apocalipsis 22:11, V. M.). Cada caso ha sido fallado para vida o para
muerte. Cristo ha hecho propiciación por su pueblo y borrado sus pecados. El
número de sus súbditos está completo; "el reino, y el señorío y la majestad de los
reinos debajo de todo el cielo" van a ser dados a los herederos de la salvación y
Jesús va a reinar como Rey de reyes y Señor de señores (El conflicto de los siglos,
p. 671).
Martes 21 de diciembre: La resurrección

"Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta
de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero" (1
Tesalonicenses 4:16).

En la primera resurrección el Dador de la vida llamará a la posesión que él ha


comprado, y hasta esa hora de triunfo, en la cual resonará la trompeta final y el
vasto ejército se adelantará para apropiarse de la victoria eterna, todo santo que
duerme será salvaguardado y protegido como una joya preciosa, a la cual Dios
conoce por nombre. Gracias al poder del Salvador que moraba en ellos mientras
vivían, y debido a que fueron participantes de la naturaleza divina, serán
levantados de entre los muertos.

Gloriosa será la victoria de los santos que duermen [en el Señor] en la mañana de
la resurrección... El Dador de la vida coronará de inmortalidad a todos los que se
levanten del sepulcro.

Allí estará la hueste que ha resucitado. Su último pensamiento se refería a la


muerte y sus dolores. Sus pensamientos postreros fueron referentes al sepulcro y la
muerte. Pero ahora proclaman: "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh
sepulcro, tu victoria?" ...

Reciben el toque final de la inmortalidad y se adelantan para encontrar a su Señor


en el aire... Del otro lado están las columnas de ángeles... entonces el coro angélico
da la nota de victoria y los ángeles, en dos grupos, inician el himno, y la hueste de
redimidos se les une como si ya sobre la tierra lo hubiesen entonado, y en realidad
lo han hecho. ¡Oh, qué música! No hay una sola nota discordante. Toda voz
proclama: "El Cordero que fue inmolado, es digno". Él, por su parte, contempla el
trabajo de su alma y se siente saciado (Hijos e hijas de Dios, p. 361).

Cuando Cristo venga para reunir consigo a los que han sido fieles, resonará la
última trompeta y toda la tierra la oirá, desde las cumbres de las más altas
montañas hasta las más bajas depresiones de las minas más profundas. Los muertos
justos oirán el sonido de la última trompeta, y saldrán de sus tumbas para ser
revestidos de inmortalidad y para encontrarse con su Señor (Comentario bíblico
adventista, t. 7, p. 921).
Miércoles 22 de diciembre: Se abre el libro sellado

El libro que fue sellado no fue el Apocalipsis, sino la porción de la profecía de


Daniel que se refería a los últimos días. La Escritura dice: "Pero tú, Daniel, cierra
las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para
allá, y la ciencia se aumentará" (Daniel 12:4). Cuando se abrió el libro se
proclamó: "El tiempo no será más" (Véase Apocalipsis 10:6). Ahora ha sido abierto
el libro de Daniel, y la revelación hecha por Cristo a Juan debe llevarse a todos los
habitantes de la tierra. Mediante el aumento del conocimiento debe prepararse a un
pueblo para que resista en los últimos días (Mensajes selectos, t.2, p. 120).

Mientras los hombres le honraban confiándole las responsabilidades del estado y


los secretos de reinos que ejercían dominio universal, Daniel fue honrado por Dios
como su embajador, y le fueron dadas muchas revelaciones de los misterios
referentes a los siglos venideros. Sus admirables profecías, como las registradas en
los capítulos siete al doce del libro que lleva su nombre, no fueron comprendidas
plenamente ni siquiera por el profeta mismo; pero antes que terminaran las labores
de su vida, recibió la bienaventurada promesa de que "hasta el tiempo del fin", en
el plazo final de la historia de este mundo, se le permitiría ocupar otra vez su lugar.
No le fue dado comprender todo lo que Dios había revelado acerca del propósito
divino, sino que se le ordenó acerca de sus escritos profetices: "Tú empero, Daniel,
cierra las palabras y sella el libro", pues esos escritos debían quedar sellados "hasta
el tiempo del fin". Las indicaciones adicionales que el ángel dio al fiel mensajero
de Jehová fueron: "Anda, Daniel, que estas palabras están cerradas y selladas, hasta
el tiempo del cumplimiento... Y tú irás al fin, y reposarás, y te levantarás en tu
suerte al fin de los días" (Daniel 12:4, 9,13).

A medida que nos acercamos al término de la historia de este mundo, las profecías
registradas por Daniel exigen nuestra atención especial, puesto que se relacionan
con el tiempo mismo en que estamos viviendo. Con ellas deben vincularse las
enseñanzas del último libro del Nuevo Testamento. Satanás ha inducido a muchos a
creer que las porciones proféticas de los escritos de Daniel y de Juan el revelador,
no pueden comprenderse. Pero se ha prometido claramente que una bendición
especial acompañará el estudio de esas profecías. "Entenderán los entendidos"
(Daniel 12;10), fue dicho acerca de las visiones de Daniel cuyo sello iba a ser
quitado en los últimos días; y acerca de la revelación que Cristo dio a su siervo
Juan para guiar al pueblo de Dios a través de los siglos, se prometió:

"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan
las cosas en ella escritas" (Apocalipsis 1:3) (Profetas y reyes, pp. 401, 402).

Jueves 23 de diciembre: "Bienaventurado el que espere"

Se ve una maravillosa conexión entre el universo del cielo y este mundo. Lo que le
fue revelado a Daniel fue complementado más tarde por la revelación que se le
hizo a Juan en la isla de Patmos. Estos dos libros deben ser cuidadosamente
estudiados. Dos veces Daniel preguntó: ¿Cuándo será el fin del tiempo?...

Daniel cumplió su misión de dar su testimonio, el cual fue sellado hasta el tiempo
del fin, cuando el mensaje del primer ángel debía ser proclamado a nuestro mundo.
Estos asuntos son de infinita importancia en estos últimos días; pero, aunque
"muchos serán limpios, y emblanquecidos, y purificados", "los impíos obrarán
impíamente, y ninguno de los impíos entenderá". ¡Cuan cierto es esto! El pecado es
la transgresión de la ley de Dios; y los que no acepten la luz con respecto a la ley
de Dios no comprenderán la proclamación de los mensajes del primero, segundo y
tercer ángeles. Al libro de Daniel se le quita el sello en la revelación que se le hace
a Juan, lo cual nos permite avanzar hasta las últimas escenas de la historia de este
mundo. ¿Tendrán en cuenta nuestros hermanos que estamos viviendo en medio de
los peligros de los últimos días? Leed el Apocalipsis en relación con Daniel.
Enseñad estas cosas (Testimonios para los ministros, pp. 112, 113).

"Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración" (1
Pedro 4:7).

Las señales de los tiempos nos indican que el fin de todas las cosas se aproxima.
Las profecías cumplidas se han convertido en hechos históricos que definen
claramente nuestra posición. Estamos en el umbral del mundo eterno. Nuestro
señor advirtió anticipadamente a su pueblo que la iniquidad abundaría en los días
finales, y ejercería una influencia paralizadora sobre la verdadera piedad. La
maldad se ve, se oye y se siente a nuestro alrededor. Parece que penetra la misma
atmósfera y afecta la fe y el amor del profeso pueblo de Dios. Es difícil mantener
la integridad cristiana. El hecho es que muchas de las cosas corrientes de nuestros
días que ocurren en el cristianismo se deben a la ausencia de persecución. Cuando
venga la prueba de las fieras persecuciones, una gran proporción de los que
profesan la fe mostrarán que su religión no era más que un vacío formalismo...
Los días en que vivimos son peligrosos. En las vidas de muchos cristianos profesos
se ven el descuido, la liviandad, el amor a los placeres y la complacencia egoísta.
¿Es éste un tiempo cuando los adventistas han de perder su fe y tornarse fríos y
formales? ¡No lo permita Dios! ¿Nos haremos traidores en el preciso instante
cuando Dios debería ser más glorificado por nuestra firme adhesión a los
principios? ¿Nos alejaremos ahora de las atracciones celestiales, cuando casi
podemos ver las glorias de la otra ribera? Vivimos en el período más importante de
la historia terrena. Manteniendo nuestra lealtad a Dios, podemos dar el testimonio
más noble por Cristo y la verdad.

El verdadero cristiano se aferrará a las promesas de Dios más firmemente ahora


que nunca antes. Su corazón está donde ha puesto su tesoro: en el cielo. Cuando se
desprecian y olvidan los principios rectos, entonces los fieles y leales manifiestan
su gran celo y profundo amor; entonces permanecen firmemente por la verdad,
aunque sea impopular (A fin de conocerle, p. 354).

Viernes 24 de diciembre: Para estudiar y meditar

Testimonios para los ministros, pp. 112-119.

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