Notas EGW
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cuestión
Para el 2 de Octubre del 2004
Lección 1
Sábado 25 de septiembre
Las vicisitudes de Daniel y sus compañeros son un ejemplo del triunfo de los
principios sobre la tentación de complacer el apetito. Nos muestran que, mediante
los principios religiosos, los jóvenes pueden triunfar sobre la concupiscencia de la
carne y permanecer leales a los requerimientos de Dios, aunque les cueste un gran
sacrificio.
Tan pronto como David se vio afianzado en el trono de Israel, comenzó a buscar
una localidad más apropiada para la capital de su reino. A unos treinta kilómetros
de Hebrón, se escogió un sitio como la futura metrópoli de la nación. Antes que
Josué condujera los ejércitos de Israel a través del Jordán, ese lugar se había
llamado Salem. Cerca de allí Abrahán había probado su lealtad a Dios.
Ochocientos años antes de la coronación de David, había vivido allí Melquisedec,
sacerdote del Altísimo. Ocupaba este sitio una posición central y elevada en el país,
protegida por un cerco de colinas. Como se hallaba en el límite entre Benjamín y
Judá, estaba también muy próxima a Efraín, y las otras tribus tenían fácil acceso a
él.
Para conquistar esta localidad, los hebreos debían desalojar un remanente de los
cananeos, que sostenía una posición fortificada en las montañas de Sión y Moria.
Este fuerte se llamaba Jebus, y a sus habitantes se les conocía por el nombre de
jebuseos. Durante varios siglos, se había considerado a Jebus como inexpugnable;
pero fue sitiado y tomado por los hebreos bajo el mando de Joab, a quien, como
premio por su valor, se le hizo comandante en jefe de los ejércitos de Israel. Jebus
se convirtió en la capital nacional, y su nombre pagano fue cambiado al de
Jerusalén (Patriarcas y profetas, p. 761).
Lunes 27 de septiembre: Los inocentes y los culpables
Nehemías presenta las malas acciones de la nación judía como la causa de sus
calamidades. Después de recordar el trato del Señor con ellos y sus repetidas
rebeliones, el profeta declara: "Pero te provocaron a ira, y se rebelaron contra ti, y
echaron tu ley tras sus espaldas, y mataron a tus profetas que protestaban contra
ellos para convertirlos a ti, e hicieron grandes abominaciones. Entonces los
entregaste en manos de sus enemigos" (Nehemías 9:26, 27).
Dios había hecho de Sión su santa habitación y gozo de toda la tierra. Pero a pesar
de su bondad hacia su pueblo elegido, éste lo olvidó y cayó en la idolatría. Sin
embargo, antes de dispersarlos les había enviado repetidas amonestaciones, "más
ellos se llenaron de soberbia... se rebelaron, endurecieron su cerviz, y no
escucharon. Les soportaste por muchos años, y les testificaste por tu Espíritu por
medio de tus profetas, pero no escucharon" (Nehemías 9:29, 30).
Si los seres humanos rehúsan recibir las amonestaciones del Señor; si persisten en
caminar en forma contraria a sus instrucciones, él no puede librarlos de las seguras
consecuencias de su curso de acción. Si se oponen a sus propósitos y abandonan
los principios celestiales, él permite que sus enemigos los humillen.
Mediante Huida, la profetisa, Dios le hizo saber a la nación rebelde: "por cuanto
me dejaron a mí, y quemaron incienso a dioses ajenos, provocándome a ira con
toda la obra de sus manos; mi ira se ha encendido contra este lugar" (2 Reyes
22:17). ¿Cuál fue el resultado? "Vino, por tanto, gran enojo por parte de Jehová de
los ejércitos. Y aconteció que, así como él clamó, y no escucharon, también ellos
clamaron, y yo no escuché, dice Jehová de los ejércitos; sino que los esparcí como
torbellino por todas las naciones que ellos no conocían, y la tierra fue desolada tras
ellos, sin quedar quien fuese ni viniese; pues convirtieron en desierto la tierra
deseable" (Zacarías 7:12-14) …
Dios había suplicado a los de Judá que no le provocasen a ira, pero no le habían
escuchado. Finalmente pronunció la sentencia contra ellos. Iban a ser llevados
cautivos a Babilonia. Los caldeos serían empleados como instrumento por medio
del cual Dios iba a castigar a su pueblo desobediente. Los sufrimientos de los
hombres de Judá iban a ser proporcionales a la luz que habían tenido, y a las
amonestaciones que habían despreciado y rechazado. Durante mucho tiempo Dios
había demorado sus castigos; pero ahora su desagrado iba a caer sobre ellos, como
último esfuerzo para detenerlos en su carrera impía (Profetas y reyes p. 313).
Sabían lo que les sucedió a los hijos de Aarón y que el vino ofuscaría su mente, que
la complacencia del apetito nublaría sus facultades de discernimiento. Se han
registrado estos detalles en la historia de los hijos de Israel como una advertencia,
para que cada joven rechace todas las costumbres, prácticas y complacencias que
en alguna forma puedan deshonrar a Dios. Daniel y sus compañeros no sabían cuál
sería el resultado de su decisión; sólo sabían que les costaría la vida, pero
resolvieron seguir la senda recta de una estricta temperancia, aunque estaban en la
corte de la licenciosa Babilonia (Comentario bíblico adventista, t. 4, p. 1188).
Al decidir no comer de las comidas que el rey había provisto, Daniel no buscaba
que lo consideraran una persona especial; su único propósito era ser fiel a Dios. En
la comida preparada para la mesa del rey había carne de cerdo y otras viandas que
eran declaradas inmundas en la ley dada a Moisés y, como buen hebreo, Daniel no
habría de participar de esas carnes y esas bebidas. Por otra parte, una porción de las
comidas era ofrecida a los falsos dioses de Babilonia, como parte de una
consagración religiosa de toda la comida a los dioses paganos. Daniel y sus tres
compañeros consideraron que comer y beber de tales alimentos ofrecidos a los
ídolos sería una negación de su fe, y una forma de deshonrar la ley de Dios por
participar de actos paganos (The Youth s Instructor, octubre 29, 1907).
Allí estaba Daniel, frente a la mesa del rey Nabucodonosor. Cuando se le ofreció lo
que se consideraba un favor especial, él se propuso en su corazón no aceptarlo.
Tenía conocimiento pleno del efecto que tales comidas y vinos producen en el
sistema humano, y decidió adherirse a las enseñanzas de Dios que prohibían su
uso, antes que recibir el favor del rey. Como resultado, Dios le dio gran sabiduría y
entendimiento en todos los misterios, y al fin del tiempo de prueba estuvo por
encima de cualquiera de los hombres sabios del reino (Historical Sketches, p.153).
Daniel podría haber encontrado una excusa plausible para apartarse de sus hábitos
estrictamente temperantes; pero la aprobación de Dios era más cara para él que el
favor del más poderoso potentado terrenal, más cara aún que la vida misma.
Habiendo obtenido, por su conducta cortés, el favor de Melsar, el funcionario que
estaba a cargo de los jóvenes hebreos, Daniel solicitó para ellos la franquicia de no
comer de la comida del rey, ni del vino de su beber. Melsar temía que, si accedía a
este pedido, incurriría en el desagrado del rey, y así pondría en peligro su propia
vida. Como muchos en el día de hoy, pensaba que un régimen frugal haría que
estos jóvenes aparecieran pálidos y enfermizos, y fueran deficientes en fuerza
muscular, en tanto que el alimento abundante de la mesa del rey los haría
sonrosados y hermosos, y promovería la actividad física y mental. -
Daniel pidió que el asunto fuera decidido después de una prueba de diez días: a los
jóvenes hebreos, durante este breve período, se les permitiría comer alimentos
sencillos, en tanto que sus compañeros participaran de los alimentos dedicados al
rey. Por fin el pedido fue concedido, y Daniel se sintió seguro de que había ganado
su causa. Aunque era sólo un joven, había visto los efectos perjudiciales del vino y
de una vida lujuriosa sobre la salud física y mental (La temperancia, pp. 135, 136).
Diferente fue con los jóvenes que habían comido de los manejares de la mesa del
rey y bebido de su vino. El claro brillo de los ojos se había desvanecido. El color
rubicundo y saludable había desaparecido del semblante. De ahí en adelante se
permitió a los cuatro hebreos cautivos que tuvieran la dieta que habían escogido.
¿Qué efecto tuvo sobre la mente y el carácter? Ellos habían rehusado
conscientemente el estímulo de la carne y el vino. Obedecieron la voluntad de Dios
en dominio propio, y él manifestó su aprobación. Él deseaba que sus siervos lo
honraran por medio de su adhesión a principios firmes en todos sus hábitos de
vida. Sus semblantes serían un certificado de salud física y pureza moral.
"A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las
letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños" (Daniel
1:17). Estos jóvenes tenían al Señor como su educador. Los eslabones de oro de la
cadena del cielo conectaban lo finito con lo infinito. Eran partícipes de la
naturaleza divina. Tenían sumo cuidado en mantenerse en contacto con Dios.
Oraban y estudiaban y ponían en juego en su vida práctica mentes estrictamente
escrupulosas y humildes. La palabra del Señor era su comida y su bebida. "En todo
asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces
mejores que todos los magos y astrólogos" . . .
Cuando los hijos de la fe, con ferviente oración, se consagren a Dios sin reserva, el
Señor honrará su fe y los bendecirá con una mente clara...
El cuerpo mismo en el cual habita el alma, y por medio del cual obra, es del Señor.
No tenemos derecho de descuidar parte alguna de la maquinaria viviente. Cada
parte del organismo viviente es del Señor. El conocimiento de nuestro propio
organismo físico debería enseñarnos que todo miembro existe para servir a Dios,
como un instrumento de justicia (Reflejemos a Jesús, p. 135).
Lección 2
Sábado 2 de octubre
Así también en Daniel colocó Dios una luz al lado del trono del mayor reino del
mundo, para que todos pudiesen aprender del Dios verdadero y viviente. En la
corte de Babilonia se hallaban reunidos representantes de todos los países, hombres
dotados de los más selectos talentos y de abundantes dones naturales, hombres que
poseían la más alta cultura que pudiese otorgar este mundo; sin embargo, en medio
de todos ellos los cautivos hebreos eran sin par. En fuerza y belleza física, en vigor
mental y progreso literario, y en fuerza y percepción espirituales, no tenían rivales.
"Y en todo negocio de sabiduría e inteligencia que el rey les demandó, hallólos
diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino"
(Daniel 1:20). Aunque era fiel a sus deberes en la corte del rey, Daniel se mantuvo
tan leal a Dios que él pudo honrarle como su mensajero ante el monarca
babilónico. Por su medio, los misterios de lo futuro fueron revelados, y
Nabucodonosor mismo se vio obligado a reconocer al Dios de Daniel como "Dios
de dioses, y el Señor de los reyes, y el descubridor de los misterios" (Daniel 2:47)
(Joyas de los testimonios, t.2, p.478).
Las leyes de la naturaleza están en armonía con las obras del Creador, pero cuando
muchos señores y supuestos dioses tratan de explicar lo que es el resultado de los
principios y las providencias de Dios, presentan un fuego extraño en lugar del
fuego divino y producen confusión. La maquinaria del cielo y de la tierra, con sus
muchas caras y ruedas en medio de las ruedas, muestra una Mano detrás de ellas
que produce orden en medio de lo que parece confusión. El Dios verdadero y
viviente es absolutamente necesario en todo el universo.
Nabucodonosor comenzó a ver que los hombres en quienes había confiado para
revelar los misterios y que se jactaban de su sabiduría, no podían ayudarle en ese
momento de gran perplejidad... Furioso, "mandó que matasen a todos los sabios de
Babilonia" (Special Testimonies on Education, pp. 10, 11).
Lunes 4 de octubre: Las reuniones ¿de oración de Daniel
Daniel estaba lleno del Espíritu de Cristo y rogó que los hombres sabios de
Babilonia no fueran destruidos. Los seguidores de Cristo no tienen el atributo
satánico que hace sentir placer al afligir y hacer sufrir a otras criaturas de Dios.
Ellos tienen los atributos de su Maestro quien dijo: "El Hijo del Hombre vino a
buscar y a salvar lo que se había perdido", y "No he venido a llamar a justos, sino a
pecadores, al arrepentimiento" (S. Lucas 19:10; S. Mateo 9:13). Si Daniel hubiera
tenido el celo religioso que inflama a muchas iglesias en la actualidad, y que los
lleva a afligir, oprimir y destruir a los que no sirven a Dios de acuerdo a sus ideas,
le hubiera dicho a Arioc: "Estos hombres que se dicen sabios están engañando al
rey. No tienen el conocimiento que dicen tener y deben ser destruidos. Deshonran
al Dios del cielo porque adoran a los ídolos y sus vidas de ninguna manera honran
a Dios; que mueran. Pero a mí, llévame ante el rey y le mostraré el sueño y la
interpretación" (The Youth's Instructor, noviembre 22, 1894).
He aquí al cautivo judío, sereno y dueño de sí mismo, en presencia del monarca del
más poderoso imperio del mundo. En sus primeras palabras, rehúsa aceptar los
honores para sí, y ensalza a Dios como la fuente de toda sabiduría. A la ansiosa
pregunta del rey: "¿Podrás tú hacerme entender el sueño que vi, y su declaración?"
contesta: "El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos, ni
adivinos lo pueden enseñar al rey. Mas hay un Dios en los cielos, el cual revela los
misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer al cabo
de días" (Profetas y reyes, pp. 363, 364).
El joven cautivo judío está delante del monarca del más esplendente imperio sobre
el cual el sol haya brillado. Aunque rodeado de todas sus riquezas y gloria, el rey
está lleno de ansiedad. Mientras tanto el joven exiliado está sereno y feliz
confiando en su Dios. Parece el momento más propicio para que Daniel se exalte a
sí mismo haciendo prominentes su propia bondad y superior sabiduría. Pero su
primera declaración la dedica a desviar de sí mismo todo honor y a exaltar a Dios,
fuente de toda sabiduría: "El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos,
ni magos ni adivinos lo pueden revelar al rey. Pero hay un Dios en los cielos, el
cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de
acontecer en los postreros días". El rey escucha con solemne atención mientras
cada detalle del sueño es reproducido; y cuando se le da fielmente su
interpretación, siente que puede confiar en ella como una revelación divina
(Review and Herald, febrero 1, 1881).
Los eventos que ocurrirían hasta el fin del tiempo fueron abiertos ante el rey de
Babilonia no solamente para su propia iluminación, sino para que los gobernantes
de los reinos que le seguirían pudieran tener la misma luz mediante la pluma
profética (The Youth's Instructor, septiembre 8, 1903).
Este sueño que delineaba los eventos del futuro hasta el fin del tiempo, le fue dado
al rey de Babilonia, pero tenía como propósito ser de beneficio para todas las
generaciones futuras. Los reinos que le seguirían podrían recibir luz a través de ese
registro revelado por la pluma profética.
Aunque este asombroso sueño produjo cambios en las ideas y opiniones del rey
Nabucodonosor, su alma no fue librada de su orgullo, de su ambición mundanal ni
de su exaltación propia, porque no dejó obrar al poder convertidor de Dios. El
surgimiento y la caída de los diferentes imperios le fueron descriptos en detalle por
el profeta; pero en lugar de convencerse de la diferencia entre los reinos terrenales
que se levantan y caen, y la grandeza y poder del reino de Jehová, el rey pronto
olvidó su primera impresión acerca del sueño, y sólo pensó en cómo transformarlo
para su propia grandeza, exaltación y honor (Signs of the Times, abril 29, 1897).
El sueño de la gran imagen que delineaba los eventos del futuro hasta el fin del
tiempo, le fue dado a Nabucodonosor para que pudiera comprender su actuación en
la historia del mundo, y también la relación de su reino con el reino de los cielos.
Esta maravillosa revelación produjo cambios en sus ideas y opiniones y por un
tiempo sintió el temor de Dios. Sin embargo, su corazón continuó lleno de orgullo,
de exaltación propia y ambición mundanal ...
Las palabras: "Tú eres aquella cabeza de oro", hicieron una profunda impresión en
la mente del rey; y los sabios de su reino que habían sido incapaces de declararle el
sueño, aprovecharon la oportunidad para sugerirle que hiciera una imagen similar a
la que había visto, para que todos pudieran admirar la cabeza de oro que
representaba su reinado (The Youth's Instructor, febrero 2, 1904).
La revelación del sueño dado al rey, trajo como resultado el ascenso y la exaltación
de Daniel. "Entonces el rey Nabucodonosor se postró sobre su rostro y se humilló
ante Daniel, y mandó que le ofreciesen presentes e incienso. El rey habló a Daniel,
y dijo: Ciertamente el Dios vuestro es Dios dé dioses, y Señor de señores, y el que
revela los misterios, pues pudiste revelar este misterio. Entonces el rey engrandeció
a Daniel, y le dio muchos honores y grandes dones, y le hizo gobernador de toda la
provincia de Babilonia, y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia. Y Daniel
solicitó al rey, y obtuvo que pusiera sobre los negocios de la provincia de Babilonia
a Sadrac, Mesac y Abed-nego; y Daniel estaba en la corte del rey". Tanto Daniel
como sus tres compañeros fueron ascendidos a consejeros, jueces y gobernantes en
medio de la tierra, pero no se llenaron de vanidad sino se regocijaron en que Dios
fuera reconocido por los potentados terrenales, y que el reino celestial fuera
colocado por encima de los reinos mundanales (Fundamentals of Christian
Education, pp. 412, 413).
Lección 3
Sábado 9 de octubre
La luz directa del cielo que brilló sobre el rey Nabucodonosor le hizo sentir el
temor de Dios por un tiempo. Sin embargo, unos pocos años de prosperidad le
alcanzaron para llenar nuevamente su corazón de orgullo y olvidar su
reconocimiento al Dios viviente. Pronto volvió a la adoración de sus ídolos con
mayor celo e intolerancia.
De los tesoros obtenidos en sus guerras hizo una estatua de oro similar a la que
había visto en su sueño, y colocándola en medio de la llanura de Dura mandó a los
gobernantes y al pueblo a adorarla; el no hacerlo significaría pena de muerte. La
estatua tenía cerca de treinta metros de alto y tres de ancho, y a los ojos de ese
pueblo idólatra presentaba una apariencia majestuosa e imponente. En el día de la
dedicación de la estatua, el pregonero proclamaba que, al sonido de la música,
todos debían postrarse y adorarla. Si alguien no lo hacía sería echado
inmediatamente en el homo de fuego ardiendo (The Sanctifled Life, pp. 36, 37).
. Las lecciones que podemos aprender de la lealtad mostrada por los cautivos
hebreos hacia Dios y su ley, tienen una relación directa con nuestra experiencia en
estos últimos días. También nosotros tendremos que confesar a Dios bajo las
circunstancias más difíciles. Para impresionar a los idólatras con el poder y la
grandeza del Dios viviente, sus siervos debemos mostrar reverencia a Dios como el
único merecedor de nuestra adoración y culto; aun a riesgo de nuestra propia vida
no podemos hacer concesiones a la idolatría.
Aunque este asombroso sueño produjo cambios en las ideas y opiniones del rey
Nabucodonosor, su alma no fue librada de su orgullo, de su ambición mundanal ni
de su exaltación propia... Las palabras: "Tú eres aquella cabeza de oro", produjeron
tal impresión en su mente que los sabios del reino, que no habían sido capaces de
revelar su sueño, le propusieron que hiciera una estatua similar a la que había visto
para que todos pudieran contemplar la cabeza de oro que representaba su reinado…
Aunque el rey había reconocido ante Daniel: "Ciertamente el Dios vuestro es Dios
de dioses, y Señor de los reyes, y el que revela los misterios", ahora se unía con los
sabios que había condenado a muerte, para hacer algo que deshonraría al Dios del
cielo. Se había propuesto destruirlos porque había descubierto que lo engañaban y
no tenían los poderes y conocimientos que decían tener. Sólo la intercesión de
Daniel los había salvado de una muerte cruel. Ahora se unía con ellos para diseñar
una imagen que, copiada de la luz revelada por el cielo, sólo serviría para exaltar
su orgullo y vanagloria. La estatua mostraría que Babilonia quebrantaría todos los
otros reinos y permanecería para siempre. Debía representar a Babilonia como
eterna, indestructible y todopoderosa (Signs of the Times, abril 29, 1897).
Lunes 11 de octubre: Tres hebreos desafían al rey
La ira del rey no tuvo límites. En el clímax de su gloria y poder, ser desafiado por
los representantes de una raza cautiva y despreciada, era un insulto que su orgullo
no podía soportar. Ordenó que el horno fuera calentado siete veces más de lo
acostumbrado, y sin demora los jóvenes hebreos fueron echados dentro. Tal era la
furia de las llamas que los hombres que los arrojaron al horno murieron por las
quemaduras recibidas (The Youth's Instructor, abril 26, 1904).
El rey declaró a los tres jóvenes hebreos: "¿Estáis dispuestos para que... os postréis
y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora
seréis echados en medio de un homo de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que
os libre de mis manos?" Los jóvenes dijeron al rey: "No es necesario que te
respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede
libramos del homo de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no,
sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que
has levantado" (Daniel 3:15-18) ... Esos jóvenes fieles fueron echados al fuego,
pero Dios manifestó su poder para librar a sus siervos. Uno semejante al Hijo de
Dios caminaba con ellos en medio de las llamas, y cuando salieron, ni aun el olor
del fuego los había tocado...
Así estos jóvenes, imbuidos del Espíritu Santo, declararon a toda la nación su fe de
que el que ellos adoraban era el único Dios verdadero y viviente... Para
impresionar a los idólatras con el poder y la grandeza del Dios viviente, sus siervos
deben mostrar su reverencia hacia Dios. Deben manifestar que él es el único objeto
de su honra y adoración y que... ni aun la preservación de su misma vida podrá
inducirles a hacer la menor concesión a la idolatría. Estas lecciones tienen un
significado directo y vital para nuestra experiencia, en estos días finales (En los
lugares celestiales, p. 149).
Pero ese acto constituía un homenaje que debe rendirse únicamente a Dios,
Soberano del mundo y Gobernante del universo;
y los tres hebreos rehusaron tributar ese honor a ningún ídolo, aunque estuviera
hecho de oro puro. Al hacerlo así, se habrían estado postrando en realidad ante el
rey de Babilonia. Al rehusar hacer lo que el rey había ordenado, sufrieron el castigo
y fueron arrojados al horno de fuego ardiendo. Pero Cristo vino en persona y
anduvo con ellos en medio del fuego, y no recibieron daño (Manuscript Peleases, t.
21, pp. 59, 60).
Estos fieles hebreos poseían gran capacidad natural, habían disfrutado de la más
alta cultura intelectual, y ahora ocupaban una posición de honor; pero todo esto no
los indujo a olvidar a Dios. Sus facultades estaban sometidas a la influencia
santificadora de la gracia divina. En virtud de su integridad perseverante,
manifestaron las alabanzas de Aquel que los había llamado de las tinieblas a su luz
admirable. En su maravillosa liberación quedó desplegado, ante la vasta asamblea,
el poder y la majestad de Dios. Jesús mismo se colocó a su lado en el horno
ardiente, y por la gloria de su presencia convenció al orgulloso monarca que no
podía ser otro que el Hijo de Dios. La luz del cielo había brillado a través de Daniel
y sus compañeros, y todos sus asociados pudieron reconocer la fe que ennoblecía
sus vidas e iluminaba sus caracteres. Al librar a sus siervos fíeles, el Señor mostró
que estará junto a los que son oprimidos y derribará cualquier poder terrenal que se
interponga a la autoridad del Dios del cielo (The Youth's Instructor, abril 26, 1904).
Desde su solio real, el rey miraba esperando ver completamente destruidos a los
hombres que le habían desafiado. Pero sus sentimientos de triunfo cambiaron
repentinamente. Los nobles que estaban cerca vieron que su rostro palidecía
mientras se levantaba del trono y miraba intensamente hacia las llamas
resplandecientes. Con alarma, el rey, volviéndose hacia sus señores, preguntó:
"¿No echaron tres varones atados dentro del fuego?... He aquí que yo veo cuatro
varones sueltos, que se pasean en medio del fuego, y ningún daño hay en ellos: y el
parecer del cuarto es semejante a hijo de los dioses".
¿Cómo sabía el rey qué aspecto tendría el Hijo de Dios? En su vida y carácter, los
cautivos hebreos que ocupaban puestos de confianza en Babilonia habían
representado la verdad delante de él. Cuando se les pidió una razón de su fe, la
habían dado sin vacilación. Con claridad y sencillez habían presentado los
principios de la justicia, enseñando así a aquellos que los rodeaban acerca del Dios
al cual adoraban. Les habían hablado de Cristo, el Redentor que iba a venir; y en la
cuarta persona que andaba en medio del mego, el rey reconoció al Hijo de Dios
(Conflicto y valor, p. 252).
Con remordimiento y vergüenza, [el rey] exclamó: "Siervos del Dios Altísimo,
salid y venid". Y ellos obedecieron, mostrándose sin ningún daño ante la vasta
multitud; ni siquiera el olor del fuego salía de sus mantos. Este milagro produjo un
cambio notable en la mente del pueblo. La grande imagen de oro, erigida con tanta
ostentación, fue olvidada. El rey publicó un decreto según el cual toda persona que
hablara contra el Dios de estos hombres sería muerta "por cuanto no hay dios que
pueda librar como éste" (Reflejemos a Jesús, p. 79).
Importantes son las lecciones que debemos aprender de lo experimentado por los
jóvenes hebreos en la llanura de Dura. En esta época nuestra, muchos de los
siervos de Dios, aunque inocentes de todo mal proceder, serán entregados para
sufrir humillación y ultrajes a manos de aquellos que, inspirados por Satanás, están
llenos de envidia y fanatismo religioso. La ira del hombre se despertará en forma
especial contra aquellos que santifican el sábado del cuarto mandamiento; y al fin
un decreto universal los denunciará como merecedores de muerte.
Lección 4
Sábado 16 de octubre
Si el rey hubiera prestado atención a este consejo [Daniel 4:27], el mal sobre su
persona hubiese sido evitado. Por un tiempo se sintió impresionado por la
advertencia recibida, pero su corazón no había cambiado; y un corazón que no es
completamente transformado por la gracia de Dios, pronto olvida las impresiones
hechas por el Espíritu Santo. El rey se sintió bien establecido en el corazón de sus
súbditos y lleno de prosperidad; esto lo tentó a hacer cosas injustas. Su gobierno
había sido, en gran medida, justo y misericordioso; pero ahora se había tomado
duro y opresivo. Las cualidades que Dios le había dado, eran usadas para su propia
glorificación (Manuscript Releases, t. 7, p.67).
El último sueño que Dios dio a Nabucodonosor y la experiencia del rey en relación
con el mismo contienen lecciones de importancia vital para todos aquellos que
están relacionados con la obra de Dios. El rey estaba preocupado por su sueño,
porque evidentemente era una predicción de adversidad y ninguno de sus sabios
podía intentar interpretarlo. El fiel Daniel permaneció delante del rey, no para
adular ni para dar una interpretación errónea a fin de asegurarse el favor real. Sobre
él descansaba el solemne deber de decir la verdad al rey de Babilonia.
Nabucodonosor hizo caso omiso del mensaje celestial. Un año después de haber
sido advertido, mientras caminaba por su palacio se dijo a sí mismo: "¿No es ésta
la gran Babilonia que yo edifique...?" El Dios del cielo leyó el corazón del rey y
escuchó sus murmullos de autoexaltación... "Vino una voz del cielo... El reino ha
sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo
será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán
sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los
hombres, y lo da a quien él quiere. En la misma hora se cumplió la palabra sobre
Nabucodonosor, y me echado de entre los hombres".
Durante siete años, Nabucodonosor fue el asombro de todos sus súbditos; durante
siete años fue humillado delante de todo el mundo. Al cabo de ese tiempo, la razón
le fue devuelta, y mirando con humildad hacia el Dios del cielo, reconoció en su
castigo la intervención de la mano divina. En una proclamación pública, confesó su
culpa, y la gran misericordia de Dios al devolverle la razón...
Estaba ahora cumplido el propósito de Dios, de que el mayor reino del mundo
manifestase sus alabanzas. La proclamación pública, en la cual Nabucodonosor
reconoció la misericordia, la bondad y la autoridad de Dios, fue el último acto de
su vida que registra la historia sagrada (Conflicto y valor, p. 253).
Nabucodonosor tuvo otro sueño que aterró su corazón. En una visión de la noche
vio un gran árbol en medio de la tierra, cuya copa llegaba hasta el cielo y sus ramas
se extendían hasta los fines de la tierra. Sobre él hacían morada las aves del cielo, y
debajo de él hallaban refugio las bestias del campo. Y mientras el rey miraba, vio a
"un vigilante y santo", seguramente similar al
que había visto en la realidad caminando con los tres hebreos en medio del horno
de fuego. Este personaje celestial se aproximó al árbol, y en alta voz ordenó:
"Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad su fruto;
váyanse las bestias que están debajo de él, y las aves de sus ramas. Mas la cepa de
sus raíces dejaréis en la tierra, con atadura de hierro y de bronce" (Review and
Herald, febrero 1, 1881).
En su misericordia, Dios dio al rey otro sueño, para advertirle del riesgo que corría
y del lazo que se le tendía para arruinarlo. En una visión de noche, Nabucodonosor
vio un árbol gigantesco que crecía en medio de la tierra, cuya copa se elevaba hasta
los cielos, y cuyas ramas se extendían hasta los fines de la tierra. Los rebaños de
las montañas y de las colinas hallaban refugio a su sombra, y las aves del aire
construían sus nidos en sus ramas. "Su copa era hermosa, y su fruto en abundancia,
y para todos había en él mantenimiento... Y manteníase de él toda carne" (Profetas
y reyes, pp. 377, 378).
Las habilidades de los sabios probaron ser, una vez más, ineficaces para interpretar
el sueño y Daniel fue llamado a hacerlo. Su significado lo dejó atónito y "sus
pensamientos lo turbaban". A pesar de eso le dijo fielmente al rey que lo que le
había ocurrido al árbol en el sueño, era una representación de su propia caída; que
perdería la razón y con las bestias del campo sería su morada; que se mantendría en
esa condición por un período de siete años. Entonces Daniel urgió al orgulloso
monarca a arrepentirse, volverse a Dios, y hacer misericordia a los oprimidos para
tratar de evitar tal calamidad. Pero el corazón del rey ya se había endurecido y no
sentía su dependencia de Dios (Review and Herald, febrero 1, 1881).
Algo similar ocurrió con Belsasar posteriormente. Mientras sus hombres adoraban
a los dioses de plata y de oro y se gozaban con los placeres del banquete, un
vigilante registraba sus actos, y una mano comenzó a escribir caracteres
misteriosos en las paredes del palacio. Belsasar no había humillado su corazón ante
Dios, sino se había ensalzado a sí mismo sobre el Dios del cielo. Por eso la
escritura decía: "Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto" (Review and
Herald, abril 30, 1889).
Así como las bestias no tienen razonamiento ni conciencia para reconocer a Dios ni
para tener un conocimiento acerca de él, Nabucodonosor había desconocido a Dios
y sus misericordias. Su popularidad y prosperidad lo habían llevado a sentirse
independiente de Dios y a usar el razonamiento que él le había confiado para
buscar su propia gloria. Tampoco había prestado atención a los mensajes de
advertencia que le habían sido enviados. Por eso el Vigilante celestial, al ver la
actitud y las acciones del rey, le quitó en un instante todos los dones que le había
dado.
Al fin, con el castigo recibido, el rey había aprendido la lección que todos los
gobernantes deben aprender: que la verdadera grandeza consiste en la bondad.
Reconoció a Jehová como el Dios viviente y proclamó por todo su reino que todos
debían aprender lo que él había aprendido: que el Dios que se debe adorar no es
una imagen de oro, sino el Dios que creó los cielos y la tierra. "Ahora yo
Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus
obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan
con soberbia".
Lección 5
Sábado 23 de octubre
El rey trató en vano de leer las ardientes letras. Se encontraba ante un poder
demasiado formidable para él. No podía leer la escritura (Comentario bíblico
adventista, t. 4, p. 1192).
Había en el palacio una mujer que era más sabía que todos ellos: la reina madre,
que había reinado con el abuelo de Belsasar. En esta emergencia, se dirigió al rey
en un lenguaje que trajo un rayo de luz en medio de las tinieblas. Le dijo: "Rey,
vive para siempre; no se turben tus pensamientos, ni palidezca tu rostro. En tu
reino hay un hombre en el cual mora el espíritu de los dioses santos, y en los días
de tu padre se halló en él luz e inteligencia y sabiduría, como sabiduría de los
dioses... Llámese, pues, ahora a Daniel, y él te dará la interpretación" (The Bible
Echo, mayo 2, 1898).
Son pocos los que se dan cuenta de cuánto abarca la influencia de sus palabras y
hechos. ¡Cuan a menudo los errores de los padres producen los efectos más
desastrosos sobre sus hijos y sobre los hijos de sus hijos, mucho después de bajar a
la tumba ' los protagonistas mismos! Cada uno ejerce cierta influencia sobre los
demás, y se le tendrá por responsable del resultado de esa influencia. Las palabras
y los hechos ejercen gran poder y en el largo más allá se verán los efectos de la
existencia que vivimos aquí. La impresión causada por nuestras palabras y nuestras
acciones redundará seguramente en bendición o maldición para nosotros. Este
pensamiento da una pavorosa solemnidad a la vida, y debe impulsarnos a rogar
humildemente a Dios que nos guíe por su sabiduría (Patriarcas y profetas, pp. 598,
599).
Belsasar sabía del trato de Dios con Nabucodonosor, pero ese conocimiento no
había tenido efecto en su propia manera de actuar. Se había dedicado ciegamente a
la adoración de los ídolos y a la indulgencia de sus pasiones sensuales. Pero las
cosas no le habían salido bien últimamente; había sido derrotado en batalla por
Ciro y la ciudad de Babilonia había estado sitiada por dos años. Sin embargo,
dentro de esa fortaleza que parecía inexpugnable, protegida por sus masivas
murallas y sus puertas de bronce y suplida por las aguas del río Eufrates y
provisiones para veinte años, el voluptuoso monarca se sentía seguro y pasaba su
tiempo en orgías y borracheras.
La noche de la gran fiesta para mil de sus grandes hombres, todas las atracciones
que la riqueza y el poder real podían proporcionar le daban esplendor a la escena.
Todo lo que podía alimentar la complacencia de la carne estaba allí. Los príncipes
y gobernantes bebían vino como agua y actuaban bajo su influencia degradante. El
rey había ordenado traer los vasos de oro y plata que el rey Nabucodonosor había
tomado del templo de Jerusalén; vasos que habían sido consagrados para el
servicio a Dios y que los sacerdotes utilizaban para el culto. Ahora, en medio de la
sacrílega fiesta, estaban siendo usados por estos impíos para su borrachera (Review
ana Herald, febrero 8, 1881).
Belsasar, aterrado por esta representación del poder de Dios, que revelaba el hecho
de que con ellos había un testigo, aunque ellos no lo sabían, había tenido grandes
oportunidades de conocer las obras del Dios viviente y su poder, y de hacer su
voluntad. Había sido privilegiado con mucha luz. Su abuelo, Nabucodonosor, había
sido amonestado de su peligro de olvidar a Dios y glorificarse a sí mismo. Belsasar
tenía conocimiento de que su abuelo había sido desterrado de la sociedad de los
hombres para asociarse con las bestias del campo; y estos hechos, que debieran
haber sido una lección para él, fueron desoídos, como si nunca hubieran ocurrido;
y continuó repitiendo los pecados de su abuelo. Se atrevió a cometer los crímenes
que acarrearon los juicios de Dios sobre Nabucodonosor. Fue condenado, no sólo
porque estaba obrando impíamente, sino también por no haber aprovechado él
mismo las oportunidades y capacidades que, de haberlas cultivado, lo hubieran
hecho recto (Testimonios para los ministros, pp. 443, 444).
Daniel no evitó cumplir con su deber; le mostró al rey su pecado por no haber
prestado atención a las lecciones que debía haber aprendido de los eventos que le
habían ocurrido a Nabucodonosor. No había leído la historia de su abuelo
correctamente. Se le había dado la oportunidad de conocer la verdad, pero esa
lección práctica no había sido aceptada de corazón, y los resultados de su curso de
acción estaban ahora a la vista (The Bible Echo, mayo-2, 1898).
El Señor no deja que las prácticas impías se mantengan, sin enviar amonestaciones
y reproches. Hay hombres que ocupan posiciones elevadas, que saben de los
juicios y advertencias de Dios hacia otros que han sido desobedientes, sin embargo,
no buscan corregir sus caminos ante Dios. En lugar de hacerlo, tratan de dejar sin
efecto los mensajes que el Señor ha enviado y se exaltan a sí mismos andando en
sus propios caminos en abierto desafío a la palabra de Dios. No son ignorantes de
lo que es correcto, pero han cerrado sus ojos para no verlo. A ellos les llegará la
misma sentencia que al rey impío: "No has humillado tu corazón, sabiendo todo
esto".
Muchos han continuado su incorrecto curso de acción hasta que el Señor Jesús no
puede aceptar más sus servicios sin que haya una verdadera conversión. Su pueblo
no tiene excusas para rechazar los consejos de su Espíritu. En su palabra hay
suficientes ejemplos que debieran advertirnos a todos. Sin embargo, muchos en su
pueblo no han prestado atención a las amonestaciones enviadas (Review and
Herald, septiembre 24, 1908).
Ésta fue la última fiesta que ofreció el orgulloso rey caldeo, porque el que se
mantiene en la perversidad recibe la irrevocable sentencia. Belsasar había
deshonrado grandemente a Aquel que lo había exaltado como rey y su tiempo de
prueba había terminado. Mientras el rey y sus nobles estaban en el apogeo de su
orgía, los persas desviaron el Eufrates y entraron en la ciudad desprotegida.
Mientras Belsasar y sus príncipes bebían en los sagrados vasos de Jehová y
alababan a sus dioses de oro y plata, Ciro y sus soldados pasaban por debajo de las
murallas del palacio. "Esa misma noche —dice el registro bíblico— fue muerto
Belsasar rey de los caldeos. Y Darío de Media tomó el reino" (The Bible Echo,
mayo 2, 1898).
Del nacimiento y de la caída de las naciones, según resaltan en los libros de Daniel
y Apocalipsis, necesitamos aprender cuan vana es la gloria y pompa mundanal.
Babilonia, con todo su poder y magnificencia, cuyo parangón nuestro mundo no ha
vuelto a contemplar —un poder y una magnificencia que la gente de aquel tiempo
creía estables y duraderos— se desvaneció y ¡cuan completamente! Pereció "como
la flor de la hierba" (Santiago 1:10). Así perecieron el reino medo-persa, y los
imperios de Grecia y de Roma. Y así perece todo lo que no está fundado en Dios.
Sólo puede perdurar lo que se vincula con su propósito y expresa su carácter. Sus
principios son lo único firme que conoce nuestro mundo.
Lección 6
Sábado 30 de octubre
Daniel no osó confiar en su propio poder moral. La oración era para él una
necesidad. Hizo de Dios su fortaleza, y el temor del Señor estaba constantemente
delante de él en todas las transacciones de la vida.
Daniel poseía la gracia de la genuina mansedumbre. Era leal, firme y noble. Trató
de vivir en paz con todos, y sin embargo era imposible de torcer, como el glorioso
cedro, dondequiera que hubiera un principio envuelto. En todo lo que no ofreciera
conflicto con su lealtad a Dios, era respetuoso y obediente hacia aquellos que
tenían autoridad sobre él; pero tenía un concepto tan alto de las exigencias divinas
que los requerimientos de los gobernantes terrenales eran colocados en un lugar
subordinado. Ninguna consideración egoísta lo inducía a desviarse de su deber.
Cuando Darío el Medo subió al trono antes ocupado por los gobernantes
babilónicos, procedió inmediatamente a reorganizar el gobierno. Decidió
"constituir sobre el reino ciento veinte sátrapas... y sobre ellos tres gobernadores,
de los cuales Daniel era el uno, a quienes estos sátrapas diesen cuenta, para que el
rey no fuese perjudicado. Pero Daniel mismo era superior a estos sátrapas y
gobernadores, porque había en él un espíritu superior; y el rey pensó en ponerlo
sobre todo el reino".
Los honores otorgados a Daniel despertaron los celos de tos principales del reino, y
buscaron ocasión de quejarse contra él; pero no pudieron hallar motivo para ello,
"porque el -era fiel, y ningún vicio ni falta fue hallado en él".
¡Qué lección se presenta aquí para todos los cristianos! Celosos y perversos ojos se
posaban sobre Daniel día tras día. La vigilancia era agudizada por el odio, pero ni
aun así podían encontrar en su vida una sola palabra o una sola acción que
pudieran considerar equivocada. A pesar de eso, Daniel no hacía ostentación de
haber alcanzado la santificación; hacía algo infinitamente mejor: vivía una vida de
fidelidad y consagración.
Cuanto más intachable la conducta de Daniel tanto más crecía el odio de sus
enemigos. Se llenaban de furia porque no podían encontrar ni una falta moral en su
carácter, ni en el cumplimiento de sus deberes. "Entonces dijeron aquellos
hombres: No hallaremos contra este Daniel ocasión alguna para acusarle, si no la
hallamos contra él en relación con la ley de su Dios". Daniel oraba tres veces al día
al Dios del cielo; esa era la única acusación que podían levantar contra él (The
Sanctified Life, pp. 42, 43).
Satanás induce a muchos a creer que la oración a Dios es inútil, que no es sino una
forma. Bien sabe él cuan necesarias son la meditación y la oración para mantener
despiertos a los seguidores de Cristo para que resistan su astucia y sus engaños.
Los ardides de Satanás apartarán la mente de estas prácticas importantes para que
el alma no se apoye en el Poderoso para recibir ayuda y obtener fuerza para resistir
sus ataques. Se me mostró que el pueblo de Dios de la antigüedad hacía fervientes
y efectivas oraciones... Daniel oraba a su Dios tres veces al día, y Satanás se
enfurece cuando escucha el clamor de una oración ferviente, porque sabe que
perderá la batalla. Daniel era preferido sobre los gobernadores y príncipes por su
excelente espíritu, y los ángeles caídos temían que su influencia pudiera debilitar el
control que ellos ejercían sobre los gobernantes del reino. La hueste de ángeles
malignos trabajó entre los gobernadores y príncipes, para que su mente se llenara
de celos y envidia y vigilaran a Daniel para tratar de encontrar algo con lo cual
acusarlo ante el rey, pero no hallaban falta en él. Entonces, estos agentes de Satanás
pensaron que su fidelidad a Dios podría ser la causa de su destrucción. Los ángeles
malignos les sugirieron la idea que ellos llevaron adelante {Testimonies, t. 1, p.
295).
Bajo el reinado de Darío, Daniel fue elevado a una posición de gran honra porque
el rey vio en él un "espíritu superior". Sin embargo, cuando los gobernantes del
reino vieron los honores que se le brindaban, comenzaron a sentir celos, envidia y
odio contra él. Su integridad estaba en marcado contraste con la vida de los demás,
y cuanto más justo e íntegro era él, tanto más lo odiaban. Por largo tiempo
buscaron encontrar algo por lo cual condenarlo, pero se enfurecían al no hallar
nada que pudiera ser un cargo contra él. Por ser Daniel el primer ministro del reino,
sabían que deberían presentar pruebas de su acusación.
El complot se mantuvo en secreto entre los nobles y príncipes sin que el rey se
diera cuenta. Entonces se acercaron a él y le sugirieron que, en honor a su dignidad
y realeza, firmara un decreto ordenando que por treinta días nadie pudiera hacer
una petición a dios u hombre alguno, salvo al rey...
El rey se sintió alabado y envanecido por el pedido. Ni por un momento pensó que
Daniel, su siervo amado y honrado, podía ser afectado por esa ley. Firmó el
decreto, y con él en sus manos, los príncipes y gobernadores salieron de su
presencia con el triunfo reflejado en sus rostros. Consideraban que el hombre a
quien odiaban estaba ahora bajo su control (The Youth's Instructor, noviembre 1,
1900).
La envidia es uno de los más viles rasgos del carácter satánico. Constantemente
trata de exaltar al yo al difamar a otros. El envidioso rebaja a su prójimo para
exaltarse a sí mismo. El sonido de la alabanza es grato para el que ha desarrollado
mucho el ansia de ser aprobado y detesta oír que se encomie a otro. ¡Oh, cuan
indecible daño ha causado en nuestro mundo este mal rasgo de carácter! En el
corazón de Saúl existió la misma enemistad que agitó el corazón de Caín contra su
hermano Abel, porque las obras de Abel eran justas y Dios las aceptaba, y sus
propias obras eran malas y el Señor no podía bendecirlo.
un ángel entró con él y tapó sus bocas para que ningún mal le sobreviniera; y en la
mañana, cuando el monarca lo llamó, él respondió: "Mi Dios envió a su ángel, el
cual cerró las bocas de los leones, para que no me hiciesen daño, porque ante él fui
hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho nada malo" (Daniel
6:22). Era un noble y constante siervo de Dios (Testimonios para la iglesia, t. 5, p.
497).
Sus adversarios lo espían durante un día entero; tres veces se ha ido a su cámara y
tres veces se ha escuchado su voz con ferviente intercesión. A la mañana siguiente,
el rey recibe el informe de que Daniel, uno de los cautivos de Judá, ha desafiado su
decreto. Entonces los ojos del monarca se abren para ver la trampa que le ha sido
tendida. Se culpa a sí mismo de haber firmado el decreto, y durante todo un día
busca la manera de librar a Daniel. Pero tos enemigos del profeta están prestos a
recordarle: "Sepas, oh rey, que es ley de Media y de Persia que ningún edicto u
ordenanza que el rey confirme puede ser abrogado" (The Sanctified Life, pp. 43,
44).
Daniel me lanzado en el foso de los leones, "Y fue traída una piedra y puesta sobre
la puerta del foso, la cual selló el rey con su anillo y con el anillo de sus príncipes,
para que el acuerdo acerca de Daniel no se alterase". Llenos de alegría satánica, los
enemigos de Daniel retornaron a sus hogares y se dedicaron a festejar, con vino sin
medida, el éxito alcanzado al quitar del camino a aquel que no aceptaba soborno
para dejar de lado su integridad.
Para el rey Darío, la noche fue distinta. El testimonio de Daniel había hecho una
profunda impresión en su mente. Tenía algún conocimiento del trato de Dios con el
pueblo de Israel, y la conducta de Daniel lo había convencido que el Dios de los
hebreos era el Dios verdadero. Se sentía con remordimiento por haber firmado el
decreto que se le había sugerido, y su conciencia lo dejó turbado y sin dormir
aquella noche. La cámara real estuvo triste, sin música, sin entretenimiento y sin
consoladores. Hubo oraciones y los pensamientos del rey se elevaron como nunca
antes. Muy temprano en la mañana, con sentimientos encontrados de desesperación
y esperanza, y con oraciones hacia Aquel que comenzaba a reconocer como el Dios
verdadero, Darío se acercó al foso y en alta voz llamó a Daniel, diciéndole:
"Daniel, siervo de Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te
ha podido librar de los leones?"
Daniel tenía tal aprecio por el privilegio de orar al Dios del cielo que no permitiría
que cosa alguna se interpusiera entre su alma y Dios. Cuando salió el decreto
ordenando que ninguna persona hiciese una petición a hombre o dios alguno por el
término de treinta días, Daniel continuó, como era su costumbre, orando tres veces
al día con sus ventanas abiertas hacia Jerusalén. Cuando descubrió el complot, el
rey se lamentó de la firma del decreto que había resultado del ardid creado por los
enemigos de Daniel, y por la calamidad que había sobrevenido a su protegido. Pero
nada podía hacer para evitarlo, y Daniel fue echado en el foso de los leones. Pero
en medio de las bestias salvajes Daniel gozó de buena compañía. El ángel del
Señor cerró la boca de los leones hambrientos para que no le hicieran daño...
Dios no les promete a sus hijos evitarles las pruebas, pero promete algo mucho
mejor: "Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad" (2
Corintios 12:9). Cuando nos sobreviene la tribulación, el Señor no desea que
pensemos que él nos ha abandonado; somos de gran valor a su vista, porque nos
evalúa con relación a los sufrimientos de su querido Hijo. "No temas, porque yo te
redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo;
y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la
llama arderá en tí. Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu
Salvador" (Isaías 43:1-3) (The Bible Echo, marzo 1,1893).
Jueves 4 de noviembre: Darío honra a Dios
Siendo la ley del amor el fundamento del gobierno de Dios, la felicidad de todos
los seres inteligentes depende de su perfecto acuerdo con los grandes principios de
justicia de esa ley Dios desea de todas sus criaturas el servicio que nace del amor,
de la comprensión y del aprecio de su carácter. No halla placer en una obediencia
forzada, y otorga a todos libre albedrío para que puedan servirle voluntariamente
(Exaltad a Jesús, p. 44).
Lección 7
Sábado 6 de noviembre
Los grandes reinos que han gobernado al mundo le fueron presentados al profeta
Daniel en forma de fieras, que surgían mientras "los cuatro vientos del cielo
combatían en la gran mar" (Daniel 7:2). En Apocalipsis 17, un ángel explicó que
las aguas representan "pueblos y naciones y lenguas" (Apocalipsis 17:15). Los
vientos simbolizan luchas. Los cuatro vientos del cielo que combatían en la gran
mar representan los terribles dramas de conquista y revolución por los cuales los
reinos alcanzaron el poder (El conflicto de los siglos, pp. 492, 493).
A Daniel se le dio una visión de bestias feroces que representan los poderes de la
tierra. Pero la insignia del reino del Mesías es un cordero. Los reinos terrenales
predominan mediante el empleo de la fuerza material, pero Cristo desterrará toda
arma carnal, todo instrumento de sujeción. Su reino había de establecerse para
elevar y ennoblecer a la humanidad caída (Comentario bíblico adventista, t. 4, p.
1193).
Daniel fue elegido como un canal de luz para las generaciones que habrían de venir
hasta el fin del tiempo. Esa luz, que no había sido revelada a los grandes hombres y
a los potentados de la tierra, fue revelada a Daniel para que la reflejara en las
orgullosas cortes de los reyes y de los más grandes déspotas en el poder, para que
comprendieran la majestad de Dios como supremo gobernante de los cielos y la
tierra. Esa misma luz extendió sus rayos claros y vivientes, para iluminar a todas
las generaciones de una raza ciega y apóstata, hasta el fin del mundo. Y cuando la
Luz del mundo, el Sol de justicia apareció en la tierra, no sólo iluminó el futuro
sino el pasado, porque mostró el propósito de todo el plan de acción de Dios desde
los días de Adán y de los patriarcas y profetas, dando sentido a las viejas
ceremonias que fueron iluminadas con los rayos que se reflejaban desde la cruz del
Calvario.
Si los santos del Antiguo Testamento debían ser luces brillantes que iluminaran el
mundo, nosotros debemos brillar aún más que ellos, debido a toda la luz que hemos
recibido en nuestro pasado profetice, y a la luz adicional que nos ha llegado
mediante la vida de Cristo (The Present Truth, noviembre 4, 1886).
Lunes 8 de noviembre: El cuerno pequeño
La bestia con los cuernos de cordero ordena que "a todos, pequeños y grandes,
ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en
la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o
el nombre de la bestia, o el número de su nombre" (Apocalipsis 13:16, 17). Esta es
la marca acerca de la cual el tercer ángel pronuncia su advertencia. Es la marca de
la primera bestia, o sea el papado, y por lo tanto hay que buscarla entre las
características distintivas de ese poder. El profeta Daniel declaró que la iglesia de
Roma, simbolizada por el cuerno pequeño, pensaría en cambiar los tiempos y la ley
(Daniel 7:25), mientras Pablo la presenta por medio del hombre de pecado (2
Tesalonicenses 2:3,4), que habría de exaltarse por encima del Señor. Sólo al
cambiar la ley de Dios podía el papado exaltarse por encima del Altísimo; todo el
que a sabiendas se sometiera a la ley cambiada, estaría rindiendo supremo honor al
poder que llevó a cabo el cambio.
"Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y
pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta
tiempo, y tiempos, y medio tiempo" (Daniel 7:25).
"De esta manera el mundo llegará a ser mío. Seré gobernante de la tierra, príncipe
del mundo. Regiré de tal modo los ánimos que estén bajo mi poder que el sábado
de Dios será objeto especial de desprecio. ¿Una señal? Yo haré que la observancia
del séptimo día sea una señal de deslealtad hacia las autoridades de la tierra. Las
leyes humanas se volverán tan estrictas que los hombres y las mujeres no se
atreverán a observar el séptimo día como día de reposo. Por temor a que les falten
el alimento y el vestido, se unirán al mundo en la transgresión de la ley de Dios. La
tierra quedará completamente bajo mi dominio".
El que vino a redimir al mundo perdido tuvo la oposición de las fuerzas unidas de
los enemigos de Dios y del hombre. En una confederación despiadada, los hombres
y los ángeles malos se alinearon en orden de batalla contra el Príncipe de paz.
Aunque la compasión divina se notaba en cada una de sus palabras y acciones, su
diferencia del mundo provocó una hostilidad amarguísima. Porque no daba licencia
a la manifestación de las malas pasiones de nuestra naturaleza, excitó la más cruel
oposición y enemistad. Así será con todos los que vivan piadosamente en Cristo
Jesús. Entre la justicia y el pecado, el amor y el odio, la verdad y el engaño, hay
una lucha imposible de suprimir. Cuando se presentan el amor de Cristo y la
belleza de su santidad, se le restan súbditos al reino de Satanás, y esto incita al
príncipe del mal a resistir. La persecución y el oprobio esperan a quienes están
dominados por el Espíritu de Cristo. El carácter de la persecución cambia con el
transcurso del tiempo, pero el principio o espíritu fundamental es el mismo que dio
muerte a los elegidos de Dios desde los días de Abel.
Siempre que el hombre procure ponerse en armonía con Dios, sabrá que la afrenta
de la cruz no ha cesado. Principados, potestades y huestes espirituales de maldad
en las regiones celestes, todos se alistan contra los que consienten en obedecer la
ley del cielo. Por eso, en vez de producirles pesar, la persecución debe llenar de
alegría a los discípulos de Cristo; porque es prueba de que siguen los pasos de su
Maestro (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 28, 29).
La observancia del domingo, hija del papado, ha sido aceptada por los protestantes
quienes la han prohijado y cuidado como si fuera de origen divino. Pero la
aceptación humana nunca puede llevar a la aceptación divina. El día de adoración
falso está usurpando el lugar del santo día en el que Dios descansó, bendijo y
santificó, y dejó como un recuerdo de su obra creadora. Cuando los protestantes
prefieren el domingo: ¿No están reconociendo acaso las sacrílegas acciones del
hombre de pecado? ¿No están adorándolo a él en lugar del Creador? (Signs of the
Times, junio 12, 1893).
La obra del papado habría de ser exactamente opuesta a la obra de Cristo, quien
vino a establecer la ley y no aboliría. En su visión, Daniel vio que "pensaría en
cambiar los tiempos y la ley". Las leyes de Dios son las únicas que se les prohíbe a
los hombres cambiar. Los poderes seculares pueden cambiar sus leyes si así lo ven
conveniente; pero las leyes y los tiempos de Dios son permanentes. La profecía
mostraba que habría una intención deliberada de cambiar la ley de Dios por parte
del papado. En el Catecismo, la iglesia de Roma enseña que el segundo
mandamiento no es obligatorio, porque declara que su significado ya está incluido
en el primer mandamiento; por eso, no se considera responsable de haberle hecho
un cambio a la ley de Dios. Pero con relación al cuarto mandamiento, es la misma
iglesia la que con orgullo declara que tiene autoridad y responsabilidad para
cambiar el día de reposo y ordenar a todo el mundo cristiano que lo haga. Al
transgredir así uno de los mandamientos de Dios —y el pecado es la transgresión
de la ley— está atribuyéndose el derecho a recibir el título que la profecía daba a
quien actuase como "el misterio de iniquidad".
Los cuarenta y dos meses son lo mismo que "un tiempo, y dos tiempos, y la mitad
de un tiempo", tres años y medio, o 1.260 días de Daniel 7, el tiempo durante el
cual el poder papal debía oprimir al pueblo de Dios. Este período, como fue
indicando en capítulos anteriores, empezó con la supremacía del papado, en el año
538 de J. C., y terminó en 1798. Entonces, el papa fue hecho prisionero por el
ejército francés, el poder papal recibió su golpe mortal y quedó cumplida la
predicción: "Si alguno lleva en cautiverio, al cautiverio irá. " (El conflicto de los
siglos, p. 492).
Lección 8
Sábado 13 de noviembre
¡Con cuan intenso interés observó todo el universo el conflicto que había de decidir
la posición de Adán y Eva! ¡Cuan atentamente escucharon los ángeles las palabras
de Satanás, el originador del pecado, cuando colocó sus propias ideas por encima
de las órdenes de Dios y procuró dejar sin efecto la ley de Dios por medio de su
razonamiento engañoso! ¡Cuan ansiosamente esperaron para ver si la santa pareja
sería engañada por el tentador y se rendiría a sus artificios! Se preguntaban a sí
mismos: ¿Transferirá la santa pareja su fe y amor del Padre y el Hijo a Satanás?
¿Aceptarán sus falsedades como verdad? Sabían que podrían refrenarse de tomar el
fruto, obedeciendo el mandato positivo de Dios, o podrían violar la orden expresa
de su Creador les fue dada la prueba más suave que podía darse, pues no había
necesidad de que comieran del árbol prohibido. Todo lo que-necesitaban había sido
provisto (Comentario bíblico adventista, t. 1, p.1097).
"El secreto de Jehová es para los que le temen" (Salmo 25:14). Abrahán había
honrado a Dios, y el Señor le honró, haciéndole partícipe de sus consejos, y
revelándole sus propósitos. "¿Encubriré yo a Abrahán lo que voy a hacer?" dijo el
Señor. "El clamor de Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de
ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su
obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, saberlo he". (Véase Génesis
18:17-33.) Dios conocía bien la medida de la culpabilidad de Sodoma; pero se
expresó a la manera de los hombres, para que la justicia de su trato fuese
comprendida. Antes de descargar sus juicios sobre los transgresores, iría él mismo
a examinar su conducta; si no habían traspasado los límites de la misericordia
divina, les concedería todavía más tiempo para que se arrepintieran (Patriarcas y
profetas, p. 133).
Cuando el rey vino a ver a los convidados, se reveló el verdadero carácter de todos.
Para cada uno de los convidados a la fiesta se había provisto un vestido de boda.
Este vestido era un regalo del rey. Al usarlo, los convidados mostraban su respeto
por el dador de la fiesta. Pero un hombre estaba aún vestido con sus ropas
comunes. Había rehusado hacer la preparación requerida por el rey. Desdeñó usar
el manto provisto para él a gran costo. De esta manera insultó a su señor. A la
pregunta del rey: "¿Cómo entraste aquí no teniendo vestido de boda?" no pudo
contestar nada. Se condenó a sí mismo. Entonces el rey dijo: "Atado de pies y de
manos tomadle, y echadle en las tinieblas de afuera".
El examen que de los convidados a la fiesta hace el rey, representa una obra de
juicio. Los convidados a la fiesta del evangelio son aquellos que profesan servir a
Dios, aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida. Pero no todos
los que profesan ser cristianos son verdaderos discípulos. Antes que se dé la
recompensa final, debe decidirse quiénes son idóneos para compartir la herencia de
los justos. Esta decisión debe hacerse antes de la segunda venida de Cristo en las
nubes del cielo; porque cuando él venga, traerá su galardón consigo, "para
recompensar a cada uno según fuere su obra". Antes de su venida, pues, habrá sido
determinado el carácter de la obra de todo hombre, y a cada uno de los seguidores
de Cristo le habrá sido fijada su recompensa de acuerdo con sus obras.
Mientras los hombres moran todavía en la tierra se verifica la obra del juicio
investigador en los atrios del cielo. Delante de Dios pasa el registro de la vida de
todos sus profesos seguidores. Todos son examinados según lo registrado en los
libros del cielo, y según sus hechos queda para siempre fijado el destino de cada
uno (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 251, 252).
Cuando concluya la obra del juicio investigador, el destino de todos habrá sido
decidido para vida o para muerte. El tiempo de prueba finalizará un corto tiempo
antes de que aparezca el Señor en las nubes de los cielos... Gravísima es la
condición de aquellos que, cansándose cada vez más de su vigilancia, se vuelven a
los intereses del mundo. Mientras el hombre de negocios esté absorbido en la
búsqueda de ganancias, mientras el amador de placeres procure complacerse,
mientras la seguidora de la moda esté disponiendo sus adornos, el juez de toda la
tierra pronunciará tal vez en esa misma hora la sentencia: "Pesado has sido en
balanza, y fuiste hallado falto" (Hijos e hijas de Dios, p.357).
Martes 16 de noviembre: El Hijo del Hombre y el juicio previo al
Advenimiento
"El Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo” (S. Juan 5:22).
Por este mundo minúsculo el universo manifiesta su mayor interés, porque Jesús
pagó un precio infinito por las almas de sus habitantes... Dios encomendó todo el
juicio al Hijo porque sin duda él es Dios manifestado en carne.
Dios decidió que el Príncipe de los sufrientes entre los humanos fuera el Juez de
todo el mundo. El que vino desde las cortes celestiales a salvar al hombre de la
muerte eterna; ... el que se sometió a comparecer ante un tribunal terrenal y sufrió
la ignominiosa muerte de cruz, sólo él ha de pronunciar la sentencia que determine
la recompensa o el castigo. El que se sometió aquí al sufrimiento y la humillación
de la cruz, tendrá en el consejo de Dios la más amplia compensación, y ascenderá
al trono reconocido por todo el universo celestial como Rey de los santos. Él
emprendió la obra de la salvación y demostró ante los mundos no caídos y la
familia celestial que era capaz de terminar la obra que comenzó...
En ese día de castigo y recompensa definitivos, tanto los santos como los
pecadores reconocerán en el que fue crucificado al Juez de todos los vivientes... Se
nos concede un tiempo de prueba; se nos dan oportunidades y privilegios a fin de
que afirmemos nuestra vocación y elección. ¡Cuánto deberíamos valorar este
tiempo precioso y aprovechar cada talento que Dios nos ha dado para ser fieles
administradores de nosotros mismos! Solemne será el día de la decisión final
(¡Maranatha: El Señor viene!, p. 339).
A Cristo le ha sido entregado todo el juicio, porque es el Hijo del hombre. Nada
escapa a su conocimiento. No importa cuán elevada sea la jerarquía y cuan grande
sea el poder de los apostatas espirituales, Uno más alto y mayor ha llevado el
pecado de todo el mundo. Es infinito en justicia, en bondad y en verdad. Tiene
poder para resistir a los principados, a las potestades y a las huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes. Armado y equipado como el capitán de las huestes
del Señor, viene al frente en defensa de su pueblo. Su justicia cubre a todos los que
lo aman y confían en él. Como General de los ejércitos preside a la hueste celestial
para que esté como un muro de fuego alrededor de su pueblo. Únicamente él es el
juez de la justicia de ellos, porque los creó y los redimió a un precio infinito para
él. Él velará para que la obediencia' a los mandamientos de Dios sea recompensada
y los transgresores reciban de acuerdo con sus obras (Comentario bíblico
adventista, t. 5, pp. 1108, 1109).
Durante los mil años que transcurrirán entre la primera y segunda resurrección, se
verificará el juicio de los impíos... En ese entonces reinarán los justos como reyes y
sacerdotes de Dios. San Juan dice en el Apocalipsis: "Vi tronos; y se sentaron sobre
ellos; y les fue dada facultad de juicio". "Serán sacerdotes de Dios y de Cristo y
reinarán con él mil años". Será en ese entonces como está predicho por San Pablo,
cuando "los santos han de juzgar al mundo". Junto con Cristo juzgarán a los
impíos, comparando sus actos con el libro de la ley, la Biblia, fallando cada caso en
conformidad con los hechos realizados cuando estaban en su cuerpo. Entonces la
parte que los malos tienen que sufrir es medida según sus obras, y queda marcada
frente a sus nombres en el libro de la muerte. Además, Satanás y los ángeles
perversos son juzgados por Cristo y su pueblo...
Al fin de los mil años vendrá la segunda resurrección. Entonces los impíos serán
resucitados, y comparecerán ante Dios para la ejecución del "juicio decretado". Así
el escritor del Apocalipsis, después de haber descrito la resurrección de los justos,
dice: "Los demás de los muertos, no tornaron a vivir, hasta que fuesen acabados los
mil años" (La fe por la cual vivo, p. 356).
"¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta
vida?" (1 Corintios 6:3).
Durante los mil años que transcurrirán entre la primera resurrección y la segunda,
se verificará el juicio de los impíos. El apóstol señala este juicio como un
acontecimiento que sigue al segundo advenimiento.
el cual sacará a luz las obras encubiertas de las tinieblas, y pondrá de manifiesto los
propósitos de los corazones" (1 Corintios 4:5, V M.). Daniel declara que cuando
vino el Anciano de días, "se dio el juicio a los santos del Altísimo" (Daniel 7:22).
En ese entonces reinarán los justos como reyes y sacerdotes de Dios. San Juan dice
en el Apocalipsis: "Vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad
de juzgar". "Serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años"
(Apocalipsis 20:4, 6). Entonces será cuando, como está predicho por San Pablo
"los santos han de juzgar al mando" (1 Corintios 6:2).
Juntó con Cristo juzgan a los impíos, comparando sus actos con el libro de la ley, la
Biblia, y fallando cada caso en conformidad con los actos que cometieron por
medio de su cuerpo. Entonces lo que los malos tienen que sufrir es medido según
sus obras, y queda anotado frente a sus nombres en el libro de la muerte.
También Satanás y los ángeles malos son juzgados por Cristo y su pueblo. San
Pablo dice: "¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?" (1 Corintios 6:3). Y
San Judas declara que "a los ángeles que no guardaron su original estado, sino que
dejaron su propia habitación, los ha guardado en prisiones eternas, bajo tinieblas,
hasta el juicio del gran día" (Judas 6, V M. ) (¡Maranatha: El Señor viene!, p. 333).
La obra del juicio investigador y el acto de borrar los pecados deben realizarse
antes del segundo advenimiento del Señor. En vista de que los muertos han de ser
juzgados según las cosas escritas en los libros, es imposible que los pecados de los
hombres sean borrados antes del fin del juicio en que sus vidas han de ser
examinadas. Pero el apóstol Pedro dice terminantemente que los pecados de los
creyentes serán borrados "cuando vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia
del Señor, y enviará a Jesucristo" (Hechos 3:19, 20). Cuando el juicio investigador
haya concluido, Cristo vendrá con su recompensa para dar a cada cual según sus
obras (El conflicto de los siglos, p. 539).
"Estuve mirando —dice el profeta Daniel— hasta que fueron puestas sillas: y un
Anciano de grande edad se sentó, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo
de su cabeza como lana limpia; su silla llama de fuego, sus ruedas fuego ardiente.
Un río de fuego procedía y salía de delante de él: millares de millares le servían, y
millones de millones asistían delante de él: el Juez se sentó y los libros se abrieron"
(Daniel 7:9,10).
Así se presentó a la visión del profeta el día grande y solemne en que los caracteres
y vidas de los hombres habrán de ser revistados ante el Juez de toda la tierra, y en
que a todos los hombres sé les dará "conforme a sus obras". El Anciano de días es
Dios, el Padre. El salmista dice: "Antes que naciesen los montes, y formases la
tierra y el mundo, y desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios" (Salmo 90:2). Es
él, Autor de todo ser y de toda ley, quien debe presidir en el juicio. Y "millares de
millares... y millones de millones" de santos ángeles, como ministros y testigos,
están presentes en este gran tribunal.
"Y he aquí en las nubes del cielo como un hijo de hombre que venía, y llegó hasta
el Anciano de grande edad, e hiciéronle llegar delante de él. Y fuéle dado señorío, y
gloria, y reino; y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron; su señorío,
señorío eterno, que no será transitorio, y su reino no se corromperá" (Daniel 7:13,
14). La venida de Cristo descrita aquí no es su segunda venida a la tierra. Él viene
hacia el Anciano de días en el cielo para recibir el dominio y la gloria, y un reino,
que le será dado a la conclusión de su obra de mediador. Es esta venida, y no su
segundo advenimiento a la tierra, la que la profecía predijo que había de realizarse
al fin de los 2. 300 días, en 1844. Acompañado por ángeles celestiales, nuestro gran
Sumo Sacerdote entra en el lugar santísimo, y allí, en la presencia de Dios, da
principio a los últimos actos de su ministerio en beneficio del hombre, a saber,
cumplir la obra del juicio y hacer expiación por todos aquellos que resulten tener
derecho a ella (El conflicto de los siglos, pp. 533, 534).
Ataque al Santuario
Para el 27 Noviembre del 2004
Lección 9
Sábado 20 de noviembre
El germen que se halla en la semilla crece en virtud del desarrollo del principio de
vida que Dios ha implantado en él. Su desarrollo no depende del poder humano.
Tal ocurre con el reino de Cristo. Es una nueva creación. Sus principios de
desarrollo son opuestos a los que rigen los reinos de este mundo. Los gobiernos
terrenales prevalecen por la fuerza física; mantienen su dominio por la guerra; pero
el Fundador del nuevo reino es el Príncipe de Paz. El Espíritu Santo representa a
los reinos del mundo bajo el símbolo de bestias fieras de rapiña; pero Cristo es el
"Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". En su plan de gobierno no hay
empleo de fuerza bruta para forzar la conciencia. Los judíos esperaban que el reino
de Dios se estableciese de la misma forma que los reinos del mundo. Para
promover la justicia ellos recurrieron a las medidas externas. Trazaron métodos y
planes. Pero Cristo implanta un principio. Inculcando la verdad y la justicia,
contrarresta el error y el pecado (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 54, 55').
La parte más importante del servicio diario era la que se realizaba en favor de los
individuos. El pecador arrepentido traía su ofrenda a la puerta del tabernáculo, y
colocando la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados; así, en un
sentido figurado, los trasladaba de su propia persona a la víctima inocente. Con su
propia mano mataba entonces el animal, y el sacerdote llevaba la sangre al lugar
santo y la rociaba ante el velo, detrás del cual estaba el arca que contenía la ley que
el pecador había violado. Con esta ceremonia y en un sentido simbólico, el pecado
era trasladado al santuario por medio de la sangre. En algunos casos no se llevaba
la sangre al lugar santo, sino que el sacerdote debía comer la carne, tal como
Moisés ordenó a los hijos de Aarón, diciéndoles: "Diola él a vosotros para llevar la
iniquidad de la congregación" (Levítico 10:17). Las dos ceremonias simbolizaban
igualmente el traslado del pecado del hombre arrepentido al santuario.
Tal era la obra que se hacía diariamente durante todo el año. Con el traslado de los
pecados de Israel al santuario, los lugares santos quedaban manchados, y se hacía
necesaria una obra especial para quitar de allí los pecados. Dios ordenó que se
hiciera expiación para cada una de las sagradas divisiones lo mismo que para el
altar. Así "lo limpiará, y lo santificará de las inmundicias de los hijos de Israel"
(Levítico 16:19) (Patriarcas y profetas, pp.367, 368).
El servicio del santuario terrenal consistía en dos partes; los sacerdotes ministraban
diariamente en el lugar santo, mientras que una vez al año el sumo sacerdote
efectuaba un servicio especial de expiación en el lugar santísimo, para purificar el
santuario. Día tras día el pecador arrepentido llevaba su ofrenda a la puerta del
tabernáculo, y poniendo la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus
pecados, transfiriéndolos así figurativamente de sí mismo a la víctima inocente.
Fuego se mataba el animal. "Sin derramamiento de sangre", dice el apóstol, no hay
remisión de pecados. "La vida de la carne en la sangre está" (Levítico 17:11). La
ley de Dios quebrantada exigía la vida del transgresor. La sangre, que representaba
la vida comprometida del pecador, cuya culpa cargaba la víctima, la llevaba el
sacerdote al lugar santo y la salpicaba ante el velo, detrás del cual estaba el arca
que contenía la ley que el pecador había transgredido. Mediante esta ceremonia, el
pecado era transferido figurativamente, por intermedio de la sangre, al santuario.
En ciertos casos, la sangre no era llevada al lugar santo; pero el sacerdote debía
entonces comer la carne, como Moisés lo había mandado a los hijos de Aarón,
diciendo: "Dióla él a vosotros para llevar la iniquidad de la congregación"
(Levítico 10:17). Ambas ceremonias simbolizaban por igual la transferencia del
pecado del penitente al santuario (El conflicto de los siglos, p. 470).
La gloria de Dios cubría el santuario y por esa razón los sacerdotes nunca entraban
al lugar santificado por la presencia divina con zapatos en sus pies; las partículas
de polvo adheridas a los mismos hubieran profanado ese lugar santo; por tanto, se
les requería dejarlos en el atrio exterior antes de entrar al santuario. En el mismo
atrio, a la puerta del tabernáculo, estaba la fuente donde los sacerdotes lavaban sus
manos y sus pies antes de ministrar ante el Señor. A todos los que oficiaban en el
santuario se les requería hacer una preparación especial antes de entrar al lugar
donde se revelaba su gloria (Sígns of the Times, abril 14, 1881).
Lunes 22 de noviembre: La visión del carnero y del macho cabrío
El poder ejercido por todo gobernante de la tierra es impartido del Cielo; y del uso
que hace de este poder el tal gobernante, depende su éxito. A cada uno de ellos se
dirigen estas palabras del Vigía divino: "Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste"
(Isaías 45:5). Y para cada uno constituyen la lección de la vida las palabras
dirigidas a Nabucodonosor: "Redime tus pecados con justicia, y tus iniquidades
con misericordias para con los pobres; que tal vez será eso una prolongación de tu
tranquilidad" (Daniel 4:27) . . .
Comprender estas cosas, comprender que "la justicia engrandece la nación"; que
"con justicia será afirmado el trono" y que éste se sustenta "con clemencia",
reconocer el desarrollo de estos principios en la manifestación del poder de aquel
que "quita reyes, y pone reyes", es comprender la filosofía de la historia
(Proverbios 14:34; 16:12; 20:28; Daniel 2:21).
Esto se presenta claramente tan sólo en la Palabra de Dios. En ella se revela que la
fuerza tanto de las naciones como de los individuos no se halla en las
oportunidades o los recursos que parecen hacerlos invencibles; no se halla en su
jactanciosa grandeza. Se mide por la fidelidad con que cumplen el propósito de
Dios {Profetas y reyes, pp. 367, 368).
El reino Medo-persa fue visitado por la ira del cielo debido a que en ese reino fue
pisoteada la ley de Dios. El temor de Jehová no tenía cabida en el corazón de la
gente. Las influencias que prevalecían en Medo-Persia eran la impiedad, la
blasfemia y la corrupción.
Los reinos subsiguientes fueron aún más viles y corruptos. Se deterioraron porque
menospreciaron su fidelidad a Dios. Al olvidarse de Dios se hundieron más y más
en la escala de valores morales.
Entre las causas principales que motivaron la separación entre la verdadera iglesia
y Roma, se contaba el odio de ésta hacia el sábado bíblico. Como se había predicho
en la profecía, el poder papal echó por tierra la verdad. La ley de Dios fue
pisoteada mientras que las tradiciones y las costumbres de los hombres eran
ensalzadas. Se obligó a las iglesias que estaban bajo el gobierno del papado a
honrar el domingo como día santo. Entre los errores y la superstición que
prevalecían, muchos de los verdaderos hijos de Dios se encontraban tan
confundidos, que a la vez que observaban el sábado se abstenían de trabajar el
domingo. Más esto no satisfacía a los jefes papales. No sólo exigían que se
santificara el domingo, sino que se profanara el sábado; y acusaban en los términos
más violentos a los que se atrevían a honrarlo. Sólo huyendo del poder de Roma
era posible obedecer en paz la ley de Dios (El conflicto de los siglos, p. 70).
Cristo no dio ningún derecho eclesiástico para perdonar pecados ni para vender
indulgencias para que los hombres puedan pecar sin incurrir en el desagrado de
Dios; ni dio a sus siervos libertad para aceptar un regalo o un soborno para
encubrir pecados y que éstos pudieran evitar su divina censura. Jesús encargó a sus
discípulos que predicaran la remisión de pecados en su nombre en todas las
naciones, pero ellos mismos no recibieron el poder para quitar una mancha de
pecado de los hijos de Adán... Cualquiera que atraiga a la gente a sí mismo como si
estuviera investido de poder para perdonar pecados, incurre en la ira de Dios
porque desvía a las almas del Perdonador celestial al débil y falible mortal (Folleto:
Redemption Or the Resurrection of Christ and His Ascensión, pp. 62, 63;
parcialmente en: Comentario bíblico adventista, t. 5, p. 1124).
Eran días de peligro para la iglesia de Cristo. Los fíeles portaestandartes eran pocos
-ciertamente. Aunque la verdad no quedó sin testigos, había momentos cuando
parecía que el error y la superstición prevalecerían por completo, y la verdadera
religión sería erradicada de la tierra. Se perdió de vista el evangelio, pero en
cambio las formas de la religión se multiplicaron, y la gente recibía la carga de
rigurosas exacciones.
No sólo se les enseñó que recurrieran al papa como mediador, sino también a
confiar en sus propias obras para expiar sus pecados. Largos peregrinajes, actos de
penitencia, el culto a las reliquias, la construcción de iglesias, capillas y altares, el
pago de grandes sumas a la iglesia, éstos y muchos actos similares se fomentaban
para apaciguar la ira de Dios u obtener su favor. ¡Como si Dios fuera hombre, que
se enojara por nimiedades o a quien se puede pacificar con ofrendas y penitencias!
(La historia de la redención, pp. 348, 349).
La gente quedó del todo engañada. Se le enseñó que el papa y los sacerdotes eran
los representantes de Cristo, cuando en verdad lo eran de Satanás, y a Satanás
adoraban cuanto ante ellos se postraban. La gente pedía la Biblia; pero el clero
creyó peligroso que la leyeran los fieles por sí mismos, por temor de que se
ilustrasen y descubriesen los pecados de sus instructores. Se enseñó a la gente a
recibir las palabras de esos engañadores como si proviniesen de la boca de Dios.
Ejercían sobre la mente aquel poder que sólo Dios debiera ejercer. Si algunos se
atrevían a seguir sus propias convicciones, se encendía contra ellos el mismo odio
que los judíos habían manifestado contra Jesús, y los que tenían autoridad se
revelaban sedientos de su sangre.
Lección 10
Sábado 27 de noviembre
"Erráis ignorando las Escrituras, y el poder de Dios" (S. Marcos 12:24). Durante el
período de la dispensación judaica se manifestó maravillosamente el poder divino.
La sangre del Hijo de Dios era simbolizada por la de las víctimas inmoladas, y
Dios quería que tuvieran ideas claras y definidas para distinguir entre lo sagrado y
lo común. La sangre era sagrada, porque sólo mediante el derramamiento de la del
Hijo de Dios podía haber expiación por el pecado. También se empleaba la sangre
para purificar el santuario de los pecados del pueblo, para representar de este modo
el hecho de que la sangre de Cristo únicamente puede purificar del pecado.
Nuestro Salvador declara que trajo del cielo el don de la vida eterna. Habría de ser
elevado en la cruz del Calvario para traer a todos los hombres a sí mismo. ¿Cómo
trataremos entonces la herencia adquirida por Cristo? Debiera manifestarse la
ternura, aprecio, bondad, simpatía y amor. Entonces podremos trabajar para ayudar
a los demás. En esta obra entra en juego más que una fraternidad humana. Tenemos
la exaltada compañía de los ángeles celestiales. Cooperan con nosotros en la obra
de iluminar a los encumbrados y a los humildes (La maravillosa gracia de Dios, p.
55).
Domingo 28 de noviembre: La purificación del santuario del Antiguo
Testamento
Una vez al año, en el gran día de las expiaciones, el sacerdote entraba en el lugar
santísimo para purificar el santuario. El servicio que se realizaba allí completaba la
serie anual de los servicios. En el día de las expiaciones se llevaban dos machos
cabríos a la entrada del tabernáculo y se echaban suertes sobre ellos, "la una suerte
para Jehová y la otra para Azazel". El macho cabrío sobre el cual caía la suerte para
Jehová debía ser inmolado como ofrenda por el pecado del pueblo. Y el sacerdote
debía llevar velo adentro la sangre de aquél y rociarla sobre el propiciatorio y
delante de él. También había que rociar con ella el altar del incienso, que se
encontraba delante del velo...
"Y pondrá Aarón ambas manos suyas sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y
confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, y todas sus
rebeliones, y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío,
y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto. Y aquel macho
cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir
el macho cabrío por el desierto" (Levítico 16:5-22). Sólo después de haberse
alejado al macho cabrío de esta manera, se consideraba el pueblo libre de la carga
de sus pecados. Todo hombre había de contristar su alma mientras se verificaba la
obra de expiación. Todos los negocios se suspendían, y toda la congregación de
Israel pasaba el día en solemne humillación delante de Dios, en oración, ayuno y
profundo análisis del corazón (Patriarcas y profetas, pp.368, 369).
"Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será
purificado"(Daniel 8:14).
Se había comprobado que los 2. 300 días principiaron cuando entró en vigor el
decreto de Artajerjes ordenando la restauración y edificación de Jerusalén, en el
otoño del año 457 AC. Tomando esto como punto de partida, había perfecta
armonía en la aplicación de todos los acontecimientos predichos en la explicación
de ese período hallada en Daniel 9:25-27... Las setenta semanas, o 490 años, les
correspondían especialmente a los judíos. Al fin del período, la nación selló su
rechazamiento de Cristo con la persecución de sus discípulos, y los apóstoles se
volvieron hacia los gentiles en el año 34 de nuestra era. Habiendo terminado
entonces los 490 primeros años de los 2300, quedaban aún 1810 años. Contando
desde el año 34, 1810 años llegan a 1844. "Entonces —había dicho el ángel— será
purificado el santuario" (¡Maranatha: El Señor viene! p. 245).
Martes 30 de noviembre: El santuario celestial
Así como el santuario terrenal edificado por Moisés de acuerdo con el modelo que
se le mostró en el monte, el templo de Salomón, con todos sus servicios, era un
"símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y
sacrificios"; sus dos compartimientos sagrados eran "figura y sombra de las cosas
celestiales". Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, es un "ministro del santuario, y
de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre" (Hebreos
8:2) (Cristo en su santuario, p. 49).
El santuario que está en el cielo, en el cual oficia Jesús en nuestro favor, es el gran
original, del cual el santuario construido por Moisés era una copia. Así como el
santuario terrenal tenía dos compartimentos, el lugar santo y el lugar santísimo,
también hay dos lugares santos en el santuario celestial. Y el arca que contenía la
ley de Dios, el altar del incienso y otros instrumentos de servicio que encontramos
en el santuario terrenal, tenían su contraparte en el santuario celestial. En santa
visión se le permitió al apóstol Juan entrar en los cielos, y allí vio el candelabro y
el altar del incienso, "y el templo de Dios fue abierto", y él vio "el arca de su
pacto" (Apocalipsis 4:5; 8:3; 11:19) (La historia de la redención, p. 395).
Miércoles 1 de diciembre: ¿Hasta cuándo?
Cristo fue el Cordero muerto desde la fundación del mundo. Para muchos ha sido
un misterio el que se necesitaran tantas ofrendas de sacrificio en la antigua
dispensación, el por qué tantas víctimas sangrantes fueron llevadas al altar. Pero la
gran verdad que debía mantenerse delante de los hombres, e imprimirse en su
mente y corazón, era ésta; "Sin derramamiento de sangre, no se hace remisión"
(Hebreos 9:22). En cada sacrificio sangrante estaba simbolizado el "Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo" (S. Juan 1:29). Cristo mismo fue el
originador del sistema de culto judío, en el cual, mediante símbolos, se exponían
las cosas espirituales y celestiales...
Gracias a Dios que Aquel que derramó su sangre por nosotros, vive para
defenderla; vive para hacer una intercesión por cada alma que lo recibe. "Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros
pecados, y nos limpie de toda maldad" (1 Juan 1:9). La sangre de Jesucristo nos
limpia de todo pecado. Tiene un lenguaje mejor que la sangre de Abel, porque
Cristo está vivo para interceder por nosotros. Siempre necesitamos mantener
delante de nosotros la eficacia de la sangre de Jesús. Esa sangre que limpia la vida
y la sostiene, de la cual podemos apropiarnos por la fe viva, es nuestra esperanza.
Nuestro aprecio de su inestimable valor debe ir en aumento continuo, porque habla
por nosotros únicamente cuando, mediante la fe, reclamamos su virtud,
manteniendo la conciencia limpia y en paz con Dios. Se la representa como la
sangre perdonadora, inseparablemente conectada con la resurrección y la vida de
nuestro Redentor, ilustrada por la corriente constante que procede del trono de
Dios, el río de agua de vida (Nuestra elevada vocación, p. 49).
En la cruz, Cristo no sólo mueve a los hombres al arrepentimiento hacia Dios por
la transgresión de la ley divina (pues Dios induce primero al arrepentimiento a
aquel a quien perdona), sino que Cristo ha satisfecho la justicia. Se ha ofrecido a sí
mismo como expiación. Su sangre que mana abundantemente, su cuerpo
quebrantado, satisface las demandas de la ley violada y así salva el abismo que ha
producido el pecado. Sufrió en la carne para que con su cuerpo magullado y
quebrantado pudiera cubrir al pecador indefenso. La victoria que ganó con su
muerte en el Calvario destruyó para siempre el poder acusador de Satanás sobre el
universo y silenció sus acusaciones de que la abnegación era imposible en Dios y,
por lo tanto, no era esencial en la familia humana (La maravillosa gracia de Dios,
p. 153).
A medida que los libros de memoria se van abriendo en el juicio, las vidas de todos
los que hayan creído en Jesús pasan ante Dios para ser examinadas por él.
Empezando con los que vivieron los primeros en la tierra, nuestro Abogado
presenta los casos de cada generación sucesiva, y termina con los vivos.
Lección 11
Sábado 4 de diciembre
Daniel era un siervo devoto del Altísimo. Su larga vida estuvo llena de nobles
hechos de servicio por su Maestro. Su pureza de carácter y su inalterable fidelidad
son igualadas por su humildad de corazón y su contrición delante de Dios.
Repetimos, la vida de Daniel es una ilustración inspirada de verdadera
santificación (Reflejemos a Jesús, p. 82).
El ángel había sido enviado a Daniel con el objeto expreso de que le explicará el
punto que no había logrado comprender en la visión del capítulo octavo, el dato
relativo al tiempo: "Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será
purificado el santuario". Después de mandar a Daniel que "entienda" "la palabra" y
que alcance inteligencia de "la visión", las primeras palabras del ángel son:
"Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad".
Al fin "verán su rostro; y su nombre estará en sus frentes" (Apocalipsis 22:4). ¿Qué
es la felicidad del cielo si no es ver a Dios? ¿Qué mayor gozo puede obtener el
pecador salvado por la gracia de Cristo que el de mirar el rostro de Dios y
conocerle como Padre? (¡Maranatha: El Señor viene!, p. 314).
"Sepas pues y entiendas, que, desde la salida de la palabra para restaurar y edificar
a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas"
(Daniel 9:25), es decir 69 semanas, o 483 años. La orden de reedificar a Jerusalén,
según la completó el decreto de Artajerjes Longímano (véase Esdras 6:14;
7:1, 9), entró en vigencia en el otoño del año 457 antes de J. C. Desde esa fecha,
483 años llegan hasta el otoño del año 27 de nuestra era. De acuerdo con la
profecía, ese plazo debía llegar hasta el Mesías, o Ungido. En el año 27 de nuestra
era. Jesús recibió, en ocasión de su bautismo, el ungimiento del Espíritu Santo, y
poco después comenzó su ministerio. Se proclamó entonces el mensaje: "El tiempo
es cumplido "(S. Marcos 1:15).
Había dicho el ángel: "En otra semana [7 años] confirmará el pacto a muchos".
Durante siete años después que el Salvador iniciara su ministerio, el evangelio iba
a ser predicado especialmente a los judíos; por Cristo mismo durante tres años y
medio, y después por los apóstoles. "A la mitad de la semana hará cesar el
sacrificio y la ofrenda"(Daniel 9:27). En la primavera del año 31 de nuestra era.
Cristo, el verdadero Sacrificio, fue ofrecido en el Calvario. Entonces el velo del
templo se rasgó en dos, por lo cual se demostró que dejaban de existir el carácter
sagrado y el significado del servicio de los sacrificios. Había llegado el momento
en que debían cesar el sacrificio y la oblación terrenales (Profetas y reyes, pp. 514,
515).
Había declarado el ángel: "En otra semana [siete años] confirmará el pacto a
muchos". Por siete años después que el Salvador empezó su ministerio, el
evangelio había de ser predicado especialmente a los judíos; por Cristo mismo
durante tres años y medio, y después por los apóstoles. "A la mitad de la semana
hará cesar el sacrificio y la ofrenda". En la primavera del año 31 de nuestra era,
Cristo, el verdadero sacrificio, fue ofrecido en el Calvario. Entonces el velo del
templo se rasgó en dos, demostrando que el significado y el carácter sagrado del
ritual de los sacrificios habían terminado. Había llegado el tiempo en que debían
cesar los sacrificios y las oblaciones terrenales.
Lección 12
Sábado 11 de diciembre
[Se cita Daniel 10:12,13]. Por esto comprendemos que los instrumentos celestiales
tienen que luchar con obstáculos antes de que a su tiempo se cumpla el propósito
de Dios. El rey de Persia estaba dominado por el más poderoso de todos los
ángeles malos. Como Faraón, rehusaba obedecer la palabra del Señor. Gabriel
declaró: "Se me opuso durante veintiún días", mediante sus acusaciones contra los
judíos. Pero Miguel vino en su ayuda, y entonces permaneció con los reyes de
Persia, manteniendo dominados los poderes, dando buenos consejos en oposición a
los malos consejos. Los ángeles buenos y malos tienen una parte en los planes de
Dios para su reino terrenal. El propósito de Dios es llevar adelante su obra dentro
de pautas correctas, mediante formas que redunden para su gloria. Pero Satanás
siempre procura contrarrestar el propósito de Dios. Los siervos de Dios pueden
hacer adelantar su obra sólo si se humillan delante del Señor. Nunca deben
depender para el éxito de sus propios esfuerzos ni de una exhibición ostentosa.
En esa ocasión [la visión de Daniel 8 y 9] el ángel Gabriel le dio a Daniel toda la
instrucción que el profeta estaba en condiciones de recibir. Sin embargo, unos
pocos años más tarde, Daniel deseaba saber más acerca de algunos asuntos que no
habían sido totalmente explicados por el ángel, y nuevamente buscó luz y sabiduría
de Dios. "En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas,
no comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con
ungüento... Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos
sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un
relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de
color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una
multitud" (Daniel 10:2-6). Esta descripción es similar a la que expresa el apóstol
Juan cuando Cristo se le reveló en la isla de Patmos. Era el mismo Hijo de Dios
quien se presentó ante Daniel, acompañado de otro mensajero celestial, para darle a
conocer lo que ocurriría en los últimos días.
Las grandes verdades reveladas por el Redentor del mundo son para aquellos que
buscan la verdad como a un tesoro escondido. Daniel ya era un anciano que había
pasado su vida en medio de la fascinación de cortes paganas, ocupado en los
asuntos de grandes imperios. Sin embargo, dejaba de lado todo eso para afligir su
alma delante de Dios y pedir un mayor conocimiento de los propósitos del
Altísimo. En respuesta a sus súplicas, le fue dada luz para aquellos que habrían de
vivir en los últimos días. Con qué fervor, entonces, deberíamos buscar al Señor
para que pueda abrir nuestro entendimiento para comprender las verdades que han
sido reveladas por el cielo...
Nada menos que un personaje como el Hijo de Dios se apareció a Daniel. Esta
descripción es similar a la que presenta Juan cuando Cristo se le reveló en la isla de
Patmos. Ahora viene nuestro Señor con otro mensajero celestial para enseñarle a
Daniel lo que sucedería en los últimos días. Este conocimiento le fue dado a Daniel
y ha sido registrado por la Inspiración para nosotros, a quienes han alcanzado los
fines' de los siglos (Comentario bíblico adventista, t. 4, p. 1194).
"Anda, Daniel, que estas palabras están cerradas y selladas, hasta el tiempo del
cumplimiento... Y tú irás al fin, y reposarás, y te levantarás en tu suerte al fin de los
días" (Daniel 12:4, 9, 13).
A medida que nos acercamos al término de la historia de este mundo, las profecías
registradas por Daniel exigen nuestra atención especial, puesto que se relacionan
con el tiempo mismo en que estamos viviendo. Con ellas deben vincularse las
enseñanzas del último libro del Nuevo Testamento. Satanás ha inducido a muchos a
creer que las porciones proféticas de los escritos de Daniel y de Juan el revelador,
no pueden comprenderse. Pero se ha prometido claramente que una bendición
especial acompañará el estudio de esas profecías. "Entenderán los entendidos"
(Daniel 12:10), fue dicho acerca de las visiones de Daniel cuyo
sello iba a ser quitado en los últimos días; y acerca de la revelación que Cristo dio
a su siervo Juan para guiar al pueblo de Dios a través de los siglos, se prometió:
"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan
las cosas en ella escritas" (Apocalipsis 1:3).
Del nacimiento y de la caída de las naciones, según resaltan en los libros de Daniel
y Apocalipsis, necesitamos aprender cuan vana es la gloria y pompa mundanal.
Babilonia, con todo su poder y magnificencia, cuyo parangón nuestro mundo no ha
vuelto a contemplar —un poder y una magnificencia que la gente de aquel tiempo
creía estables y duraderos— se desvaneció y ¡cuan completamente ¡Pereció “como
la flor de la hierba” (Santiago 1:10)! Así perecieron el reino medo-persa, y los
imperios de Grecia y de Roma. Y así perece todo lo que no está fundado en Dios.
Sólo puede perdurar lo que se vincula con su propósito y expresa su carácter. Sus
principios son lo único firme que conoce nuestro mundo (Profetas y reyes, pp. 401-
403).
Durante los primeros años del trabajo de restauración por parte de los judíos que
habían regresado de Babilonia, los samaritanos fueron incansables opositores.
Intimidaban al pueblo de Judá, y lo atemorizaban para que no edificara.
"Sobornaron además contra ellos a los consejeros para frustrar sus propósitos, todo
el tiempo de Ciro, rey de Persia y hasta el reinado de Darío rey de Persia" (Esdras
4:4, 5). Sus informes falsos despertaban suspicacia en esas mentes que
sospechaban fácilmente, y hubo tiempos en que parecía que los que estaban en
autoridad trabajaban en contra de los propósitos de Dios. Sin embargo, las
influencias malignas fueron sujetadas por muchos años para que el pueblo de Dios
pudiera continuar su trabajo.
Durante estos años, el mismo Satanás trató de influir sobre los potentados del
imperio medo-persa para que no favorecieran al pueblo de Dios. También fue
Satanás quien influyó sobre los samaritanos para que se opusieran. Pero los ángeles
de Dios obraban en favor de los que habían retornado y todo el cielo estaba
interesado en el conflicto. En el capítulo 10 de Daniel se nos presenta una
vislumbre de esta tremenda controversia entre las fuerzas del bien y del mal que
duró muchos años.
En esta visión, el ángel Gabriel declaró: "Mas el príncipe del reino de Persia se me
opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes,
vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia" (Daniel 10:13). Durante
tres semanas el ángel Gabriel había estado enfrentando los poderes de las tinieblas
tratando de contrarrestar su influencia en la mente del rey Ciro. Y Cristo mismo
vino en ayuda de Gabriel para participar del conflicto. Todo lo que el cielo podía
hacer en favor del pueblo de Dios se hizo, y la victoria fue finalmente ganada. Las
fuerzas del enemigo fueron sujetadas por los siete años del reinado de Ciro y todo
el tiempo del reinado de su hijo Cambises.
Los israelitas no tenían excusa para detener el trabajo de restauración del templo.
El tiempo de mayor oposición era, en verdad, el tiempo en que deberían haber
perseverado en la construcción. Pero muchos de ellos despertaron mayor oposición
de sus enemigos al mostrar su disgusto por tener que enfrentar el peligro. No tenían
esa fe que es "la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve".
Dudaban en avanzar por fe confiando en las providencias de Dios, porque no
podían ver el fin desde el principio. Y cuando comenzaron a enfrentar dificultades,
simplemente abandonaron el trabajo (Review and Herald, diciembre 5, 1907).
El momento actual es de interés abrumador para todos los que viven. Los
gobernantes y los estadistas, los hombres que ocupan puestos de confianza y
autoridad, los hombres y mujeres pensadores de todas las clases, tienen la atención
fija en los acontecimientos que se producen en derredor nuestro. Observan las
relaciones que existen entre las naciones. Observan la intensidad que se apodera de
todo elemento terrenal, y reconocen que algo grande y decisivo está por acontecer,
que el mundo se encuentra en vísperas de una crisis espectacular.
La Biblia, y tan sólo la Biblia, presentan una visión correcta de estas cosas. En ella
se revelan las grandes escenas finales de la historia de nuestro mundo,
acontecimientos que ya se anuncian, y cuya aproximación hace temblar la tierra y
desfallecer de temor los corazones de los hombres (Profetas y reyes, pp. 393, 394).
Lección 13
Sábado 18 de diciembre
El que ha señalado a "cada uno su obra", conforme a su capacidad, jamás dejará sin
recompensa al que haya cumplido fielmente su deber. Toda acción de lealtad y fe
será coronada con muestras especiales del favor y la aprobación de Dios. A todo
obrero se hace la promesa: "Irá andando y llorando el que lleva la preciosa
simiente; más volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas".
Por corto que sea nuestro servicio o humilde nuestro trabajo, si con una fe sencilla
seguimos a Cristo, no seremos chasqueados en cuanto a la recompensa. Aquello
que aun los mayores o los más sabios hombres no pueden ganar, el más débil y el
más humilde puede recibir, Los áureos portales del cielo no se abrirán ante el que
se exalta a sí mismo. No darán paso a los de espíritu soberbio. Pero los eternos
portales se abrirán de par en par ante el toque tembloroso de un niñito. Bendita será
la recompensa de gracia concedida a los que trabajaron por Dios con simplicidad
de fe y amor. Las sienes de los que hacen esta obra llevarán la corona del sacrificio,
pero recibirán su galardón.
Para todo obrero de Dios este pensamiento debiera ser motivo de estímulo y
animación. En esta vida nuestra obra para Dios parece a menudo casi estéril.
Nuestros esfuerzos en hacer bien pueden ser fervientes y perseverantes. No
obstante, puede que no se nos permita presenciar sus resultados. Para nosotros, el
esfuerzo puede parecer perdido. Pero el Salvador nos asegura que nuestra obra
queda anotada en los cielos, y que la recompensa no puede fallar {Servicio
cristiano, pp. 329, 330).
Domingo 19 de diciembre: El tiempo del fin
Estamos viviendo en el tiempo del fin. El presto cumplimiento de las señales de los
tiempos proclama la inminencia de la venida de nuestro Señor. La época en que
vivimos es importante y solemne. El Espíritu de Dios se está retirando gradual pero
ciertamente de la tierra. Ya están cayendo juicios y plagas sobre los que
menosprecian la gracia de Dios. Las calamidades en tierra y mar, la inestabilidad
social, las amenazas de guerra, como portentosos presagios, anuncian la
proximidad de acontecimientos de la mayor gravedad. Las agencias del mal se
coligan y aúnan sus fuerzas para la gran crisis final. Grandes cambios están a punto
de producirse en el mundo, y los movimientos finales serán rápidos.
El estado actual de las cosas muestra que tiempos de perturbación están por caer
sobre nosotros. Los diarios están llenos de alusiones referentes a algún formidable
conflicto que debe estallar dentro de poco. Son siempre más frecuentes los audaces
atentados contra la propiedad. Las huelgas se han vuelto asunto común. Los robos
y los homicidios se multiplican. Hombres dominados por espíritus de demonios
quitan la vida a hombres, mujeres y niños. El vicio excita a los seres humanos y
prevalece el mal en todas sus formas.
Al aproximarnos a los peligros de los últimos días, las tentaciones del enemigo se
tornan más fuertes y más decididas. Satanás ha descendido con gran poder,
sabiendo que su tiempo es corto; y está obrando" con todo engaño de iniquidad
para los que se pierden" (2 Tesalonicenses 2:10). Mediante la Palabra de Dios nos
llega el aviso de que, si fuera posible, engañaría a los mismos elegidos.
"En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los
hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca me desde que hubo gente
hasta entonces, pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se
hallen escritos en el libro" (Daniel 12:1). Por esto podemos ver la importancia de
tener nuestros nombres escritos en el libro de la vida. Todos aquellos cuyos
nombres estén registrados allí serán librados del poder de Satanás y Cristo ordenará
que les sean quitados sus vestidos sucios y que sean vestidos con su justicia...
En el tiempo de angustia Satanás excita a los malvados y éstos rodean a los hijos
de Dios para destruirlos. Pero no sabe que en los libros del cielo se ha escrito la
palabra "perdón" frente a sus nombres. Tampoco sabe que se ha dado esta orden:
"Y en aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está por los hijos de
tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue después que hubo gente hasta
entonces: más en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallaren
escritos en el libro" (Daniel 12:1).
"Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta
de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero" (1
Tesalonicenses 4:16).
Gloriosa será la victoria de los santos que duermen [en el Señor] en la mañana de
la resurrección... El Dador de la vida coronará de inmortalidad a todos los que se
levanten del sepulcro.
Cuando Cristo venga para reunir consigo a los que han sido fieles, resonará la
última trompeta y toda la tierra la oirá, desde las cumbres de las más altas
montañas hasta las más bajas depresiones de las minas más profundas. Los muertos
justos oirán el sonido de la última trompeta, y saldrán de sus tumbas para ser
revestidos de inmortalidad y para encontrarse con su Señor (Comentario bíblico
adventista, t. 7, p. 921).
Miércoles 22 de diciembre: Se abre el libro sellado
A medida que nos acercamos al término de la historia de este mundo, las profecías
registradas por Daniel exigen nuestra atención especial, puesto que se relacionan
con el tiempo mismo en que estamos viviendo. Con ellas deben vincularse las
enseñanzas del último libro del Nuevo Testamento. Satanás ha inducido a muchos a
creer que las porciones proféticas de los escritos de Daniel y de Juan el revelador,
no pueden comprenderse. Pero se ha prometido claramente que una bendición
especial acompañará el estudio de esas profecías. "Entenderán los entendidos"
(Daniel 12;10), fue dicho acerca de las visiones de Daniel cuyo sello iba a ser
quitado en los últimos días; y acerca de la revelación que Cristo dio a su siervo
Juan para guiar al pueblo de Dios a través de los siglos, se prometió:
"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan
las cosas en ella escritas" (Apocalipsis 1:3) (Profetas y reyes, pp. 401, 402).
Se ve una maravillosa conexión entre el universo del cielo y este mundo. Lo que le
fue revelado a Daniel fue complementado más tarde por la revelación que se le
hizo a Juan en la isla de Patmos. Estos dos libros deben ser cuidadosamente
estudiados. Dos veces Daniel preguntó: ¿Cuándo será el fin del tiempo?...
Daniel cumplió su misión de dar su testimonio, el cual fue sellado hasta el tiempo
del fin, cuando el mensaje del primer ángel debía ser proclamado a nuestro mundo.
Estos asuntos son de infinita importancia en estos últimos días; pero, aunque
"muchos serán limpios, y emblanquecidos, y purificados", "los impíos obrarán
impíamente, y ninguno de los impíos entenderá". ¡Cuan cierto es esto! El pecado es
la transgresión de la ley de Dios; y los que no acepten la luz con respecto a la ley
de Dios no comprenderán la proclamación de los mensajes del primero, segundo y
tercer ángeles. Al libro de Daniel se le quita el sello en la revelación que se le hace
a Juan, lo cual nos permite avanzar hasta las últimas escenas de la historia de este
mundo. ¿Tendrán en cuenta nuestros hermanos que estamos viviendo en medio de
los peligros de los últimos días? Leed el Apocalipsis en relación con Daniel.
Enseñad estas cosas (Testimonios para los ministros, pp. 112, 113).
"Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración" (1
Pedro 4:7).
Las señales de los tiempos nos indican que el fin de todas las cosas se aproxima.
Las profecías cumplidas se han convertido en hechos históricos que definen
claramente nuestra posición. Estamos en el umbral del mundo eterno. Nuestro
señor advirtió anticipadamente a su pueblo que la iniquidad abundaría en los días
finales, y ejercería una influencia paralizadora sobre la verdadera piedad. La
maldad se ve, se oye y se siente a nuestro alrededor. Parece que penetra la misma
atmósfera y afecta la fe y el amor del profeso pueblo de Dios. Es difícil mantener
la integridad cristiana. El hecho es que muchas de las cosas corrientes de nuestros
días que ocurren en el cristianismo se deben a la ausencia de persecución. Cuando
venga la prueba de las fieras persecuciones, una gran proporción de los que
profesan la fe mostrarán que su religión no era más que un vacío formalismo...
Los días en que vivimos son peligrosos. En las vidas de muchos cristianos profesos
se ven el descuido, la liviandad, el amor a los placeres y la complacencia egoísta.
¿Es éste un tiempo cuando los adventistas han de perder su fe y tornarse fríos y
formales? ¡No lo permita Dios! ¿Nos haremos traidores en el preciso instante
cuando Dios debería ser más glorificado por nuestra firme adhesión a los
principios? ¿Nos alejaremos ahora de las atracciones celestiales, cuando casi
podemos ver las glorias de la otra ribera? Vivimos en el período más importante de
la historia terrena. Manteniendo nuestra lealtad a Dios, podemos dar el testimonio
más noble por Cristo y la verdad.