Diagnóstico Sistémico-Relacional en Niños
Diagnóstico Sistémico-Relacional en Niños
Diagnóstico Sistémico-Relacional en Niños
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El conocimiento de los datos de hecho de la historia de paciente y de su familia,
que hemos recogido en las entrevistas preliminares. Los datos de hecho más
importantes son los que emergen inmediatamente como elementos necesarios para
encuadrar la descripción de un problema (acto inicial de cualquier consulta), es decir, la
composición de la familia, con edad, títulos académicos, profesiones (con atención a las
diferencias significativas en cada uno de estos datos), orden de nacimiento,
enfermedades, muertes separaciones, fracasos existenciales, sucesos dramáticos como
per secuciones y guerras, etc.
La observación en el aquí y ahora de cómo se relacional familia tanto en su
interior como con el profesional que entra en contacto con ella (la primera puerta).
Organización o estructura
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Organización y demarcación del sistema terapéutico, incluyendo relaciones de im-
portancia tanto dentro como fuera de la familia. Determinar qué constituye la familia el
contexto terapéutico. Habrá que considerar la relación del sistema familiar definido no
solo con los miembros de la familia extensa sino también con los sistemas externos que
afectan a cada miembros de la familia (colegio, amigos…). A tener en cuenta también la
proximidad y la distancia entre las figuras importantes del sistema. La estructura familiar
cambia con el paso del tiempo lo cual es resultado del desarrollo simultáneo de los niños
y adultos. Cada miembro según su edad tiene su ciclo vitales. Debemos tomar en cuenta
los puntos específicos de la crisis del desarrollo adulto que tienden a producirse dentro
de este ciclo vital clásico (desprendimiento de los padres, mediana edad, madurez y ju-
bilación).
La organización es la dimensión diacrónica de la estructura, es decir, lo que per-
manece de la estructura del sistema a lo largo del tiempo
- Cohesión (dimensión emocional): distancia relacional entre los miembros de un
sistema, y se la suele considerar inscrita entre dos polos extremos de aglutinación y des-
ligamiento
- Adaptabilidad (cognitiva): capacidad de los sistemas de cambiar bajo la influen-
cia de las circunstancias, externas e internas. Rigidez, en la que la adaptabilidad se re-
duce al mínimo, lo que dificulta cualquier modificación como reacción frente a cambios
circunstanciales, y la caoticidad, que, por el contrario, hace al sistema muy influenciable
por tales cambios
- Jerarquía (pragmática): la función relacional que soporta la toma de decisiones
en el seno de un sistema. Y es una función que cambia de forma adaptativa con las peri-
pecias del ciclo vital y de forma no adaptativa en determinadas circunstancias.
Mitología
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- Rituales: constituyen el territorio de consenso de los comportamientos indivi-
duales, esto es, las conductas compartidas por los miembros del sistema. Y de nuevo
aquí son posibles todas las combinaciones imaginables: familias ricas en rituales y fami-
lias carentes de ellos; familias con rituales singularizados en los diversos subsistemas
(padres/hijos, mujeres/hombres, etcétera), familias que solo los poseen a nivel global.
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ma familiar, así como sobre su fórmula de nutrición emocional y su combinación de con-
yugalidad y parentalidad.
*Modelos familiares
Hiperprotector
Los adultos asumen la misión de hacer la vida de sus hijos lo menos complicada
posible, de modo que llegan incluso a hacer las cosas en su lugar. Las palabras clave son
acogida, protección, amor, y el posible control, ejercido a menudo con reiteradas
preguntas a los hijos sobre lo que hacen, cómo están y a dónde van, está orientado a
prevenir o anticipar posibles dificultades. Los hijos, por su parte, con una exigencia cada
vez menor de dar cuenta de sus acciones, llegan a pretender que los padres los ayuden
en los deberes escolares, en las peleas con los compañeros de escuela y en las más
mínimas dificultades, y reaccionan a menudo con agresividad si sus necesidades y
deseos no son satisfechos inmediatamente.
Cuando los hijos tratan de escapar al control de los padres, lo más probable es
que se encuentren con caras largas del padre y de la madre, con silencios prolongados o
suaves reproches que pueden dar lugar a sentimientos de culpabilidad. El lema en estas
familias es: «Dinos lo que necesitas que nosotros te lo procuraremos». Aunque
aparentemente suena como un mensaje de amor, la frase esconde una descalificación
sutil, es decir: «Lo hago todo por ti porque temo que tú solo no lo consigas y no quiero
que sufras». Y esto muchas veces se convierte en una profecía autocumplida. Los hijos
crecen literalmente «incapacitados» por el exceso de protección paterna, porque la
confianza en las propias capacidades y recursos solo se conquista a través de la
experiencia concreta de la superación de obstáculos y dificultades. En la gran mayoría de
los casos, los hijos acaban por rendirse sin luchar, renunciando al pleno control de su
vida y refugiándose en la jaula dorada del privilegio, de la que cuesta mucho salir ya sea
por una deuda de reconocimiento o por incapacidad. Los problemas que inducen a las
familias o a los propios hijos a pedir la ayuda del experto tienen como base la
inseguridad o la convicción de la incapacidad, y abarcan desde las dificultades escolares
(problemas en el rendimiento y/o en el comportamiento que llevan a evitar la escuela, a
cambiar de clase/escuela, o incluso a abandonar los estudios) hasta los trastornos de
ansiedad, dificultades relacionales (desengaños amorosos que no consiguen superar o
relaciones amorosas interrumpidas continuamente) que pueden desembocar en una
actitud depresiva, y los trastornos de la sexualidad y de la alimentación.
La solución desde el punto de vista sistémico (esto es, desde el punto de vista de
las relaciones familiares) prevé que los padres introduzcan cambios aparentemente
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mínimos en las formas de interactuar con el hijo, capaces de conseguir la transformación
de un modelo comunicativo y relacional disfuncional en un modelo funcional. De modo
que se indicará a los padres que realicen pequeños boicots diarios a las demandas
implícitas de los hijos y que adopten una actitud más distante respecto a sus
lamentaciones, a fin de permitirles descubrir y experimentar sus recursos personales. Se
establece de este modo una sana complementariedad entre padres e hijos, con
complicidad familiar pero también con papeles y responsabilidades bien diferenciados.
Democrático-permisivo
Sacrificante
Los padres creen que tienen el deber de sacrificarse para promover el placer y la
satisfacción de los hijos, que quedan libres de toda obligación. Los padres dan sin que a
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los hijos se les exija nada, con la esperanza no declarada de que algún día los
recompensarán, ya sea alcanzando el éxito en la vida, o bien consiguiendo todo aquello
que ellos no lograron conquistar. Para garantizar a los hijos un nivel de vida elevado,
muchas veces los padres se sacrifican y renuncian a muchas cosas. Los hijos crecen
desarrollando una falta casi total de respeto y se avergüenzan con frecuencia de sus
humildes progenitores descalificándolos continuamente; les atraen los mitos y
estereotipos de éxito y poder, pero no están dispuestos a hacer los sacrificios y
esfuerzos necesarios para conseguirlos. Por lo general, cuando el hijo llega a la
adolescencia, tiende a escapar de la atmósfera cargada de preocupaciones y ansiedad
que envuelve la casa y abre la puerta a otras posibilidades.
Intermitente
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Se caracteriza por una fuerte ambivalencia: las posturas adoptadas por los
padres cambian continuamente, se alternan de forma totalmente imprevisible rigidez y
flexibilidad, actitudes que valoran o descalifican a los hijos, quienes a su vez
inevitablemente envían mensajes contradictorios, a ratos son obedientes y colaboradores
y a ratos rebeldes y contestatarios. La constante es el cambio continuo debido a la
ausencia de puntos de referencia y de bases seguras. Los miembros de la familia
manifiestan una clara incapacidad no solo para tomar decisiones o descubrir las
estrategias más adecuadas para la resolución de problemas o conflictos, sino también
para mantenerlas, de modo que por la prisa de ver los resultados o por las dudas de que
la estrategia adoptada sea la correcta, no les dan ni tiempo ni oportunidad de demostrar
su eficacia.
Delegante
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origen, con frecuencia desarrollan una dependencia relacional de figuras destacadas, o
adoptan conductas de riesgo con objeto de ponerse a prueba.
Autoritario
Uno de los progenitores o ambos, aunque con mayor frecuencia el padre, intentan
ejercer el poder sobre los hijos. La vida en familia está marcada por el sentido de la
disciplina y del deber, así como por el control de las propias necesidades y deseos; son
frecuentes los castigos, incluso los inadecuados. El ambiente familiar es en general
bastante tenso; el padre es dominante y los otros son sus súbditos; la madre ejerce a
menudo de mediadora en caso de posturas divergentes. Como es bien sabido, en estas
familias los hijos se rebelan y se convierten en individuos claramente conflictivos o se
someten y desarrollan frustración, represión e incapacidad de réplica. Por lo general, la
demanda de ayuda terapéutica parte de la madre y/o del propio hijo, lo cual constituye
la palanca de primera clase de la intervención. Al joven se le ayuda a emanciparse de
sus padres mediante un equilibrio entre las habituales estrategias fallidas de la rebelión
tempestuosa y la sumisión acrítica al modelo familiar, recurriendo a menudo a
intervenciones dirigidas que oponen flexibilidad a la dureza, a fin de permitirle en primer
lugar descubrir y perseguir sus propios objetivos en la vida y en segundo lugar favorecer
un cambio en los modelos interactivos familiares.
Bientratante
Las expectativas de las conductas de los niños y niñas son constructivas, es decir, se
confía en sus posibilidades y se espera que se comporten adecuadamente. Si esto no
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ocurre, se analizan las transgresiones, considerando los contextos y las circunstancias en
donde ellas ocurrieron.
Se aceptan y se respetan las diferencias entre los niños, incluyendo sobre todo la
diversidad de género, edad y singularidades ligadas a minusvalías u otros problemas. En
el caso de los sistemas institucionales, se respeta y valora la diversidad étnica y
cultural.
- Componente cognitivo
- Valoración. Apreciar las cualidades del otro aunque sean distintas de las propias. La
descalificación es la ausencia de esta.
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son los componentes que más rápido se pueden afectar pero que luego más fácilmen-
te se recuperan.
- Protección. Defender a los hijos frente a eventuales agresiones procedentes del en-
torno social.
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después del inicio de los síntoma
La dimensión del poder afecta también al terapeuta, que debe trabajar a nivel
personal para encontrar un difícil equilibrio entre omnipotencia e impotencia. Después
deberá llevar este equilibrio a pacientes y familias para que consigan una redistribución
del poder y de la responsabilidad. Históricamente, este importante dilema clínico y ético
se han resulto a través de la “neutralidad” o “curiosidad”. Conceptos que hoy me causan
perplejidad por que existe el riesgo de legitimar dificultades del profesional para
involucrarse con sinceridad en la relación con los pacientes y sus familias. No me
olvido que existe el riesgo de la involucración excesiva, equivocada, yatrógena en
determinados casos, de caer en el juego de coaligarse con un miembro de la familia
contra otro. Creo que el profesional inteligente e intuitivo, pero emocionalmente
distante, no será casi nunca un buen terapeuta y desilusionará a quien ha ido a buscar
su ayuda.
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El principio sistémico de REFORMAR a los padres constituye el núcleo, quizás el
más importante, del tratamiento de los problemas de los adolescente, incluyendo los
psicóticos. Es fácil de relacionar la dimensión del hipercontrol y el cluster C del DSM
(dependientes, evitantes y obsesivos) Aunque el concepto de control es demasiado
genérico, podemos ser más precisos. El hipercontrol se ejerce a través de la crítica en
los dependientes o simbióticos, a través de avergonzar al hijo para los evitantes y con el
exceso de reglas y disciplina para los obsesivos.
Preocupación
En este apartado trataremos de la preocupación de los padres respecto los
problemas de los hijos. Existe paralelismos con el tema estructural de la cercanía y
lejanía, pero la dimensión de la preocupación se centra más en los aspectos emotivos
que en los ejecutivos de la parentalidad.
Es útil tomar en cuenta esta dimensión en las primeras visitas, situando la
preocupación entre la MINIMIZACIÓN y la DRAMATIZACIÓN del problema.
La minimización se presenta de dos formas, con distancia e indiferencia o con
hostilidad e hipercriticismo.
Respecto a este problema el terapeuta debe reequilibrar la situación, enfrentando
a la minimización, la dramatización. En mi artículo, Técnicas para abordar a un paciente
no solicitante , Selvini, 2003, he ilustrado esta técnica a través del RECONOCIMIENTO
DEL SUFRIMIENTO usando etiquetas diagnósticas. Es frecuente, en mi práctica clínica, el
resaltar el diagnóstico de anorexia con una paciente y su familia que al banalizar y
minimizar se confunden. Pueden ser usadas otras técnicas, como destacar cierta
dificultad psicológica, por ejemplo, el pedir ayuda en momento de grave dificultad, o
destacar la dificultad en regular e integrar el área emotiva, por ejemplo en los casos de
psicopatología borderline.
Respecto al opuesto de , la dramatización, se utilizan técnicas de CONTENCIÓN
de la ansiedad. Típicamente, la connotación positiva, en áreas donde el paciente y la
familia poseen recursos, el énfasis en el pronóstico favorable y, más en general, en que
el terapeuta asume alguna responsabilidad y un rol de dirección. En esta dimensión de la
preocupación (conjuntamente con otras) recordemos la clasificación de familias
DESLIGADAS (poca dramatización, lejanía interpersonal y poco control) y las
AGLUTINADAS (con características opuestas).
Conflicto/Cooperación
Esta dimensión está frecuentemente entrelazada con la de la competición interna.
Así nos podemos encontrar con familias, o parejas, muy conflictivas o, al contrario, con
conflictos totalmente inhibidos.
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No hablaré sobre las técnicas inventadas por el modelos familiar-sistémico para
mediar en conflictos excesivos. Una ejemplo clásico es el de “días pares e impares”
(Selvini 2004). Las técnicas para desinhibir el conflicto se apoyan en los miembros
“down” de la familia. Las intervenciones paradójicas sobre el sacrificio del paciente
pueden ser interpretadas en esta dimensión. Estas intervenciones tienen el objetivo de
ayudar al paciente a dejar el poder patológico del síntoma para combatir a cara
descubierta.
En el otro extremo nos encontramos la cooperación y la colaboración.
Implícitamente, la terapia familiar al realizar la convocatoria colectiva se ha colocado en
una intervención que en sí misma apuesta por la salud. Dicho en otras palabras, la
aceptación de una convocatoria familiar es un elemento de buen pronóstico en las
demandas relacionales o por un familiar no demandante. En esta dimensión se sitúa la
reflexión sistémica sobre las técnicas para activar al colaboración de la familia hacia la
terapia. Es un debate reciente ya que hasta lo años 80 prevalecieron modelos de
intervención poco sensibles a la dimensión de la cooperación.
Empatía y calidez
Aquí nos referimos a la aceptación del otro y más específicamente a la aceptación
del hijo, opuesto a la hostilidad (véase “Tra rischio e protezione: La valutazione delle
competenze parentali” Paola Di Blasio, en particular el comentario sobre los conceptos
de Chiara Ionio ). La empatía y la calidez se diferencia del aglutinamiento ya que una
gran proximidad puede ser fruto de control, ansiedad, conflicto, competición,..., por
tanto muy alejado de la calidez.
Los alumnos más jóvenes de las escuelas de psicoterapia abusan con frecuencia
de esta dimensión de la hipotetización: El hijo paciente tiene unos padres poco atentos a
sus necesidades reales. Los padres presentan un preocupación formal o lo miman en
exceso. Estas ideas son nocivas ya que crean una imagen negativa de los padres. Al
contrario debemos actuar ayudando a los padres a ser conscientes de distancia excesiva,
de su insensibilidad, de su hipercriticismo respecto al hijo. Ayudando a los padres a
identificar esos elementos antes de la aparición de los síntomas, y encontrando las
razones para esas actitudes. Así relacionamos la historia del hijo con la de la familia,
realizando un trabajo sobre la empatía.
No me resulta sencillo encontrar ejemplos en la literatura sistémica. Quizás ha
prevalecido una cierta “amor maligno”, quizás porque el “Love and concern” ha sido
despreciado por ridículo y psicoanalítico. Sin embargo, ya hablábamos hace años, del
terapeuta sistémico oscilando entre la “caza” y la “crianza” (“Los juegos psicóticos de
la familia”) , palabras que nos recuerdan al mundo animal, pero que empezaban a dar
legitimidad a intervenciones más prolongadas y a conceptos clásicos como
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MATERNAGE. Es una dimensión que debe ser explorada en profundidad.
En general, la tradición sistémica había apostado por una posición “distante” del
terapeuta. En este sentido, se puede entender la gran directividad de Minuchin, las
técnicas hipnóticas de Erikson, y las estratégicas de Haley, las terapias breves y
provocadoras, las intervenciones paradójicas, la enorme preocupación de “no caer en el
juego de la familia” hasta el planteamiento narrativo y constructivista que frena la
involucración personal del terapeuta. Nos podemos preguntar hacia donde evoluciona la
identidad del terapeuta sistémico siu hacia una identidad “técnica” o va a evolucionar.
Por ejemplo, mi propuesta de cambiar el término de “connotación positiva” por el de
“benevolencia”. En términos generales, creo que hay una menor aceptación de la
brevedad de la intervención psicoterapia, por ejemplo las famosas diez sesiones (Selvini
Palazoli) o veinte (Boscolo, Bertrando 1996).
Comunicación y metacomunicación
Desde siempre hemos evaluado al comunicación desde la cantidad (mutismo vs.
logorrea) y desde la calidad con los conceptos clásicos dela “Teoría de la comunicación
humana” : confirmación, rechazo, desconfirmación, doble vínculo, claridad, confusión,
etc ... También hemos trabajo basándose en los conceptos de metacomunicación, la
capacidad de la familia para hablar sobre relaciones, sentimientos,... De esta dimensión
han surgido prescripciones clásicas como la de desvelar los tabúes de la familia. Un
ejemplo lo encontramos en la narración del caso Casanti de “Paradoja y
Contraparadoja” donde la familia nuclear de la paciente, una joven que padece
anorexia, no puede criticar al clan. De aquí surge la prescripción de un ritual vespertino
en el que cada uno de los cuatro miembros de la familia debe hablar del clan durante
quince minutos con prohibición absoluta de ser interrumpido.
En la historia de la psicoterapia, nos encontramos esta dimensión en la práctica
de la psicoeducación que se basa en el concepto de emoción expresada. La evaluación
de este parámetro en la familia (completado cualitativamente con el hipercriticismo y la
hiperprotección que se refiere a otra dimensión) permite prever las recaídas de los
pacientes graves, y por tanto, prevenir las recaídas con un tratamiento piscoeducativo
de la comunicación familiar). La clásica área de los secretos (individuales o internos) es
parte fundamental de esta dimensión (Selvini, M. 1.994). Para evaluar el funcionamiento
de una familia es muy interesante observar como cambia la comunicación de los
individuos según la convocatoria, individual, hermanos, la familia al completo,... Por ello,
es fundamental, ir variando las convocatorias para poder observar, por ejemplo, como la
jovencita que padece anorexia, arrastrada por sus padres hacia la terapia, que declara
no querer ser un estorbo para los demás en la entrevista familiar, cambia sus
declaraciones, en una convocatoria individual, hacia una fuerte crítica hacia el padre. El
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mismo padre al que defendía en la sesión conjunta. Semejantes “dobles caras” son
observables en las parejas: un remanso de paz en las sesiones a dos, desprecio e hiel en
las sesiones separadas.
Responsabilización
Una cualidad característica de las relaciones padres-hijos es la de la adultización
versus infantilización. Una dimensión parecida la encontramos en la relación de pareja,
es la “rigidez complementaria”. Éste es un clásico tema sistémico recogido en “La teoría
de la comunicación humana”. Describe el proceso de cómo un cónyuge se convierte
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progresivamente en más responsable, competente, activo, potente y líder, a la vez que
su pareja en irresponsable, incompetente, pasivo, impotente y sumiso. En nuestra
práctica clínica, el ejemplo más evidente de esta dimensión es la pareja formada por el
alcohólico y su cónyuge. En la tradición de los “Alcohólicos Anónimos” las mujeres de
estos pacientes son llamadas como “co-dependientes”. Esta curiosa definición resalta la
necesidad de recibir una importante “gratificación narcisística” al posicionarse como
“salvadora” de un marido que presenta unas graves dificultades. De esta forma los
propios límites, fragilidad y dificultades son olvidadas en aras de la heroica empresa de
salvamente que con el tiempo se transformará en asistencial. En este círculo
disfuncional de la rigidez complementaria, el alcohólico progresivamente se
desresponsabiliza y se convierte en un ser inútil.
En la clínica sistémica esta dimensión nos conduce al “presupuesto de
competencia” (L. Viaro1990) y, de una forma más genérica, a toda las intervenciones
que valorizan los recursos de los miembros del sistema que aparecen como “down”,
como marginales y descalificados. De esta idea proviene la técnica de conducción de las
sesiones familiares, y especialmente con las primeras sesiones, de no aceptar los
mensajes implícitas o explícitas que tienden a clasificar a los miembros como
competentes/incompetentes, capaces/incapaces, .... El terapeuta sistémico se presenta
con un estilo muy igualitario, dando la palabra a todos de forma paritaria, frenado a
quien se propone como dominante y animando a los más pasivos y silenciosos. Una
estrategia que siempre se utiliza y que funciona como un test para evaluar la rigidez de
las relaciones familiares. Esta técnica clásica puede ser corregida si existe otra
prioridad, por ejemplo, en el caso del paciente no demandante (Selvini, 2003).
Ética de la justicia
El autor que más ha profundizado en esta dimensión es Boszormenyi-Nagy
(1.981) planteando la equidad en el intercambio de las relaciones, el peso de las
lealtades y el reconocimiento de los méritos. La equidad es fácil de plasmar a nivel de
pareja, donde podemos “medir” la contribución de los cónyuges al bienestar familiar
desde los puntos de vista de presencia/ausencia, de realizar gestiones pesadas, del
dinero, ... de una balanza entre dar y recibir (también escucha, tiempo, atención,...) El
tema del sacrificio es importante por que se cree que quien sufre una injusticia relacional
presenta más riesgo de desarrollar un síntoma o de convertirse en tóxico para el otro.
El tema del sacrificio ha sido ampliamente descrito en las madres de las
anoréxicas en “Chicas anoréxicas y bulímicas” (Selvini Palazzoli et al., 1998). Esta
dimensión es muy importante en las parejas con un miembro con patología grave
(depresión, alcoholismo, psicosis,...) Se observa con frecuencia que el paciente ha
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sufrido injusticias, por ejemplo, la mujer que ha sufrido injusticias machistas, como
puede aceptar privilegios y protección que a la larga la convierten en un parásito.
Cuando el dar y recibir demasiado se refiere al eje paternofilial, esta dimensión se
parece a la precedente de adultización/infantilización. Sin embargo, focalizar en el tema
de la justicia destaca aspectos diferentes, en donde la salud mental se relaciona con la
capacidad de identificar y defender los propios derechos. El desequilibrio en los
intercambios es inherente a muchas relaciones, pero debe ser planteada de forma que
pueda ser “contenida” y asumida conscientemente como una elección libre,
recompensada por la gratitud para así conseguir una reciprocidad simbólica.
Concluyendo creemos que la salud mental tiene un pilar ético: sufrir o cometer
injusticias es un importante factor de riesgo.
Miedo
Muy relacionado con el tema de la justicia encontramos el del miedo. Cuando una
persona vive en un estado de miedo respecto a uno u otros miembros de la familia
presenta un grave riesgo psicopatológico. Son los casos de violencia física o
psicológica.
Frecuentemente, con el tiempo, el miedo se convierte en odio, con sus efectos
tóxicos para el que odia como para persona odiada. El sujeto temido y después odiado
es habitualmente un varón: un padre o un hermano.
Revisando mis casos de pacientes graves he encontrado que, en la menos la
mitad de los casos, el paciente había odiado a uno o ambos progenitores antes de la
aparición de síntomas. Una vivencia de este tipo es observable en ,los trastornos de
personalidad límites, antisociales, esquizoides y paranoides.
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Tipo de sufrimiento que se expresa en ese síntoma o conjunto de síntomas. Es
decir, el significado metafórico al que alude la psique del sujeto para buscar una
expresión de su sufrimiento. Por ejemplo, en el caso de la AN se habla de un control del
cuerpo como intento de control mental; en el caso de un TOC como la búsqueda de un
orden exterior…
A través de las experiencias iniciales con las figuras significativas todo individuo
se mide con diferentes modalidades interactivas (control, protección, culpa, crítica, re-
fuerzo, etc), algunas de las cuales podrían resultar predominantes con respecto a otras
y, por consiguiente, más significativas e incisivas (por ejemplo, una madre que tiende
predominantemente a controlar, o un padre que tiende más a culpabilizar que a reforzar,
etc,). En este momento se llegan a estructurar las representaciones interiorizadas de las
figuras de apego con los relativos estilos relacionales y de crianza recibidos desde la más
tierna infancia (se introyecta, por ejemplo, a partir de las primeras interacciones, la in-
formación de que la relación está asociada con el control al que se ha aprendido a estar
sometido en lugar de rebelarse, o bien la protección con la consiguiente capacidad de
confiar, etc.). Al crecer, cada uno será llevado a interaccionar con los otros justo a partir
de esta especie de sintaxis relacional y, en particular, tenderá:
- A comportarse como una de sus figuras de apego (es decir, por ldentifcación:
«Mi padre tendía siempre a culpar y he aprendido de él a ser crítico y despreciar a los
demás»). * ¿Dónde lo aprendió? ¿Quién actuaba así?
- Y/o a comportarse como lo hacía con una específica figura de apego (es decir,
por Recapitulación: «Mi padre me criticaba siempre y yo en mis relaciones actuales me
adapto y me someto, exactamente como había aprendido a hacer con él»); por ejemplo,
una niña adultizada que tiende a asumir la responsabilidad y a actuar como una «Floren-
ce Nightingale» también de adulta. *¿Con quién actuaba así?
- Tratarse a sí misma como se ha sentido tratado por una figura afectivamente
importante (hablaremos en este caso de Introyección: «Tiendo a sentirme siempre cul-
pable, como me hacía sentirme mi madre cada vez que me criticaba por mi incompeten-
cia»). *¿Quién le hacía sentir así?
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específica figura de apego, ignorando o infravalorando el papel y el poder de otra figura
y de sus interiorizaciones.
Apegos inseguros:
- Evitativo: profunda desconfianza con el prójimo y lleva a cabo un intento
autárquico de bastarse a sí mismo, así lo caracteriza la distancia, clausura,
inaccesibilidad, falta de empatía.
- Ansioso: no tiene confianza en sí mismo y sobrevalora a los demás. Puede
relacionarse con nosotros u otros.
- Desorganizado: polarización contrapuestos.
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-> Ansioso. Reacción traumática fight y flight (somatización). TP
histriónico.
- Autárquico (autosuficiente). Fuertemente evitativo (trasfondo de personalidad
obsesivo, esquizoide o paranoide) pero que en momentos inestables se pueden
presentar con síntoma límites o psicóticos.
-> Evitativo. Reacción flight.
Mentalización
La reparación del trauma es como un bisturí que cauteriza. Al mismo tiempo que
abre va curando pero en un vínculo (tutor de resiliencia) que conecta, regula y procesa.
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Se trata de un esquema teórico, un proceso recursivo, un mapa que usar como
orientación y no como territorio.
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toria interpersonal, partiendo de las primeras interacciones con las figuras de apego más
significativas. Estas deben de entenderse como factores predictivos y no como indicado-
res de una relación determinista.
Un trastorno de personalidad es una configuración generalizada del carácter de
una persona, que constituye una organización defensiva frente a las vivencias subjetivas
de sufrimiento, frente a las angustias relacionales y existenciales, y frente a los desafíos
evolutivos; está caracterizada por un funcionamiento repetitivo, en general no funcional,
por el tipo rígido de respuesta que se lleva a cabo. Los síntomas emergen cuando las or-
ganizaciones defensivas de la personalidad colapsan y/o deben ser extremadas para te-
ner a raya una nueva oleada de sufrimiento.
Se pueden clasificar según particulares aspectos del funcionamiento de la
persona. Estos rasgos no son ontológicos, sino modelos del terapeuta.
- Clúster A (extraño): búsqueda de una referencia autárquica para los propios
pensamientos como refugio ante la angustia. Predomina el polo hostilidad y separación.
- Clúster B (dramático): expresa de forma impulsiva estados afectivos. Polo
hostilidad/separación (narcisista y antisocial) y polo sumisión/amabilidad (límite e
histriónico).
- Clúster C (ansioso): se gestiona la ansiedad a través de la adhesión a un
modelo exterior que es más fiable que las propias percepciones. Polo sumisión
(dependiente, evitativo) y separación autárquica (evitativos/obsesivos-compulsivos).
Narrativa
La atribución de significado a la experiencia relacional, es el magma constitutivo
de la personalidad. Proviene de un armazón cognitivo que brinda una estructura cohe-
rente a la atribución de significado, un sentir, resonancia afectiva que le hace vibrar con-
firiéndole una relevancia específica para el propio sujeto, y un hacer, que le aporta una
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dimensión pragmática imprescindible en el plano relacional. Cuanto más abundante y va-
riada es la narrativa, más rica y sana es la personalidad.
Identidad
La identidad debe limitarse a unas pocas narraciones, claramente definidas y deli-
mitadas. De hecho, la narrativa identitaria, que así podemos llamar también a la identi-
dad, sirve de amarre o ancla al conjunto de la personalidad, y muy especialmente a la
narrativa no identitaria, mediante las sutiles prolongaciones con las que asegura una
leve presencia en esta. El resultado es que el sujeto se reconoce en todas sus narracio-
nes, pero solo se emplea a fondo en la defensa de algunas de ellas, obviamente las iden-
titarias.
El ideal de la personalidad sería una narrativa no identitaria diversa y amplia, y
una identitaria más limitada.
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puede ser útil para ayudar al paciente a entender cómo se sienten los demás por su
modo de situarse en las relaciones. Pero no debe de hacerse en las primeras fases de la
terapia, salvo si el paciente realiza movimientos de oposición o resistencia que pongan
en riesgo el tratamiento.
¿Se puede hacer autodesvelamiento al paciente? Es inoportuno abrirse sobre un
contenido íntimo, una posición pretenciosa y actitudes seductores o cómplices. Puede
ayudar cuando queremos aumentar la confianza en nuestra capacidad de entenderle,
disminuir el temor al juicio y tranquilizarse sobre la normalidad de sus experiencias
dolorosas.
Reacciones emocionales antiterapéuticas - huida, rechazo, fastidio,
distanciamiento, omnipotencia, exceso empatizo, exceso de identificación,
hiperimplicación, necesidad de control, temor, preocupación.
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